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Estigma e identidad social

1. Estigma e identidad social


Los griegos crearon el término estigma para referirse a signos corporales con los cuales se
intentaba exhibir algo malo y poco habitual en el status moral de quien los presentaba. En la
actualidad, la palabra es ampliamente utilizada con un sentido bastante parecido. Con ella se
designa preferentemente al mal en sí mismo y no a sus manifestaciones corporales. Los estudiosos,
sin embargo, no se han esforzado demasiado por describir las condiciones estructurales previas
del estigma, ni tampoco por proporcionar una definición del concepto en sí.

Concepciones preliminares
Es probable que al encontrarnos frente a un extraño las primeras apariencias nos permitan prever
en qué categoría se halla y cuáles son sus atributos, es decir, su “identidad social”. Apoyándonos
en estas anticipaciones, las transformamos en expectativas normativas, en demandas
rigurosamente presentadas. Por lo general, no somos conscientes de que hacemos esto.
A las demandas que formulamos se las podría denominar como demandas enunciadas “en
esencia” y al carácter que atribuimos al individuo se lo considerará como una imputación hecha
con una mirada retrospectiva en potencia, una identidad social virtual. La categoría y los atributos
que, de hecho, según puede demostrarse, le pertenecen, se denominarán su identidad social real.
Mientras el extraño está presente ante nosotros puede demostrar ser dueño de un atributo que
lo vuelve diferente de los demás (dentro de la categoría de personas a la que él tiene acceso) y lo
convierte en alguien menos apetecible, menospreciado. Un atributo de esta naturaleza es un
estigma, en especial cuando él produce en los demás, a modo de efecto, un descrédito amplio.
Esto constituye una discrepancia especial entre la identidad social virtual y la real. Lo que nos
mueve a reclasificar a un individuo ubicado previamente en una categoría prevista, para colocarlo
en otra diferente aunque igualmente prevista, o bien la que nos mueve a mejorar nuestra
estimación del individuo.
No todos los atributos indeseables son tema de discusión, sino únicamente aquellos que son
incongruentes con nuestro estereotipo acerca de cómo debe ser determinada especie de individuos.
El término estigma será utilizado, pues para hacer referencia a un atributo profundamente
desacreditador.
Un estigma es realmente una clase especial de relación entre atributo y estereotipo. Sin
embargo, propongo modificar este concepto, en parte porque existen importantes atributos que
resultan desacreditadores en casi toda nuestra sociedad.
No es lo mismo desacreditado que desacreditable.
Tres tipos de estigmas diferentes:
1. Abominaciones del cuerpo
2. Defectos del carácter del individuo.
3. Estigmas tribales de la raza, la nación y la religión, susceptibles de ser transmitidos por
herencia y contaminar por igual a todos los miembros de una familia.

Para Goffman es normal quien no se aparta negativamente de las expectativas particulares que
están en discusión. Las actitudes de los normales hacia una persona que posee un estigma: creemos
que esa persona no es totalmente humana y practicamos diversos tipos de discriminación,
reduciendo sus posibilidades de vida.
Parece cierto que los miembros de una categoría social sustentan sólidamente un modelo de
opinión que, según su parecer y el de otros sujetos, no les es directamente aplicable. La diferencia
esta entre llevar a cabo una norma o simplemente sustentarla. El problema del estigma no surge
aquí sino tan solo donde existe una expectativa difundida de que quienes pertenecen a una
categoría dada deben no solo apoyar una norma particular sino también llevarla a cabo.
También existe el caso de quien lleva un estigma pero no parece impresionado ni compungido
por ello. La sensación de ser una “persona normal”, un ser humano como cualquier otro, un
individuo que, por consiguiente, merece la oportunidad justa para iniciarse en alguna actividad,
puede ser uno de sus más profundos sentimientos acerca de su identidad. Con todo, es posible que
perciba que, cualesquiera que sean al declaraciones de los otros, estos no lo “aceptan” ni están
dispuestos a establecer contacto con él en “igualdad de condiciones”.
RASGO CENTRAL QUE CARACTERIZA LA SITUACIÓN VITAL DEL INDIVIDUO
ESTIGMATIZADO: se relaciona con la “aceptación”. Las personas que lo tratan no logran
brindarle el respeto y la consideración que los aspectos no contaminados de su identidad social
habían hecho prever y que él había previsto recibir; se hace eco del rechazo cuando descubre que
algunos de sus atributos lo justifican. ¿De qué modo la persona estigmatizada responde a esta
situación? En ciertos casos, le será posible intentar corregir directamente lo que considera el
fundamento objetivo de su deficiencia; es el caso de la persona físicamente deformada que se
somete a cirugía plástica.
También existe una tendencia a la “victimización” que resulta del peligro que para la persona
estigmatizada significa caer en manos de servidores fraudulentos que le venden los medios para
corregir la elocución, aclarar el color de la piel, estirar el cuerpo, devolver la juventud.
El individuo estigmatizado puede también intentar corregir su condición en forma indirecta,
dedicando un enorme esfuerzo personal al manejo de áreas de actividad que por razones físicas o
incidentales se consideran, por lo común, inaccesibles para quien posea su defecto.
El aprendizaje distorsionado se puede asociar, desde luego, con la ejecución distorsionada de
lo que se aprende.
Es probable que el individuo estigmatizado utilice su estigma para obtener “beneficios
secundarios”, como una excusa por la falta de éxito que padece a causa de otras razones.
También puede pensar que las desgracias que ha sufrido son una secreta bendición,
especialmente por aquello tan difundido de que el sufrimiento deja enseñanzas sobre la vida y las
personas.
Análogamente, puede llegar a una nueva evaluación de las limitaciones de los normales.

Las reacciones de las personas normales y de las estigmatizadas que hasta aquí hemos considerado
son aquellas que pueden aparecer durante períodos de tiempo prolongados y cuando no existe
entre ellas un contacto corriente. Este libro, sin embargo, se interesa específicamente por el
problema de los “contactos mixtos”, o sea en los momentos en que estigmatizados y normales se
hallan en una misma “situación social”, inmediata.
La misma previsión de tales contactos puede, naturalmente, llevar a normales y
estigmatizados a organizar su vida de modo tal de evitarlos.

Carente de la saludable realimentación (feed-back) del intercambio social cotidiano con los
demás, la persona que se aísla puede volverse desconfiada, depresiva, hostil, ansiosa y aturdida.
Cuando normales y estigmatizados se encuentran frente a frente, especialmente cuando
dialogan juntos, ambas partes deberán enfrentar directamente las causas y los efectos del estigma.
El individuo estigmatizado puede descubrir que se siente inseguro acerca del modo en que
nosotros, los normales, vamos a identificarlo y a recibirlo.

Para la persona estigmatizada, la inseguridad relativa al status, sumada a la inseguridad


laboral, prevalece sobre una gran variedad de interacciones sociales. Hasta que el contacto no ha
sido realizado no pueden estar nunca seguros si la actitud de la persona que acaban de conocer
será de rechazo o de aceptación.
La incertidumbre del estigmatizado surge no solo porque ignora en que categoría será ubicado,
sino también, si la ubicación lo favorece, porque sabe que en su fuero interno los demás pueden
definirlo en función de su estigma.
Aparece en el estigmatizado la sensación de no saber qué es lo que los demás piensan
“realmente” de él. Además, es probable que durante los contactos mixtos el individuo
estigmatizado se sienta “en exhibición”, debiendo llevar entonces su autoconciencia y su control
sobre la impresión que produce hasta extremos y áreas de conducta que supone que los demás no
alcanzan.
Puede también percibir que se ha debilitado el habitual esquema que permite interpretar los
acontecimientos cotidianos.

Cuando fijamos nuestra atención (por lo general nuestra vista) en el defecto de la persona
estigmatizada, es posible que esta sienta que el estar presente entre los normales la expone, sin
resguardo alguno, a ver invadida su intimidad. Esto se siente más cuando se le ofrece una ayuda
que no necesita ni desea. Un individuo estigmatizado es una persona a la cual los extraños pueden
abordar a voluntad con tal de que sean sensibles a situaciones de esta clase. El individuo
estigmatizado puede responder anticipadamente con un retraimiento defensivo.
O por el contrario, en lugar de retraerse defensivamente, el individuo estigmatizado puede
intentar establecer contactos mixtos mediante baladronadas agresivas, pero esto puede provocar
en los demás una serie de respuestas impertinentes. La interacción cara a cara puede volverse muy
violenta.
Sentiremos que el individuo estigmatizado es demasiado agresivo o demasiado tímido es, y,
en cualquiera de los dos casos, demasiado propenso a leer en nuestras acciones significados que
no intentábamos darles. Sentimos que percibe cada fuente potencial de malestar originada en la
interacción, que sabe que también nosotros lo percibimos e incluso que sabemos que él lo sabe.
Se puede tratarlo como a alguien mejor de lo que creemos que es o como a alguien peor de lo
que pensamos que es. Si ninguna de estas conductas es posible, entonces podemos tratar de actuar
como si fuera una “no persona”, y no existiera como individuo digno de una atención ritual.

ES PROBABLE QUE EN LAS SITUACIONES SOCIALES EN LAS QUE IONTERVIENE UN


INDIVIDUO CUYO ESTIGMA CONOCEMOS O PERCIBIMOS, EMPLEEMOS
CATEGORIZACIONES INADECUADAS, Y QUE TANTO NOSOTROS COMO ÉL NOS
SITAMOS MOLESTOS.

El igual y el sabio
Se sugirió al comienzo que podía existir una discrepancia entre la identidad virtual y la real de un
individuo. Cuando es conocida o manifiesta, esta discrepancia daña su identidad social; lo aísla de la
sociedad y de sí mismo, de moso que pasa por ser una persona desacredotada frente a un mundo que
no lo acepta. Casi siempre, sin embargo, verá que existe gente sensible dispuesta a adoptar su punto
de vista en el mundo y a compartir con él el sentimiento de que es humano y “esencialmente” normal,
a pesar de las apariencias y de sus propias dudas. Hay que considerar en este último caso, dos
categorías:
– El primer grupo de personas benévolas es, por supuesto, el que comparte su estigma. Conocedoras
por experiencia propia de lo que se siente al poseer ese estigma en particular le ofrecen un círculo de
lamentos en el cual refugiarse y es aceptado como alguien que es realmente igual a cualquier otra
persona. Entre sus iguales, el individuo estigmatizado puede utilizar su desventaja como base para
organizar su vida, pero para lograrlo deberá resignarse a vivir en un mundo incompleto.
– El segundo grupo es el de los “sabios”, es decir, personas normales cuya situación especial las lleva
a estar íntimamente informadas acerca de la vida secreta de los individuos estigmatizados y a
simpatizar con ellos. Las personas sabias son los hombres marginales ante quienes el individuo que
tiene un defecto no necesita avergonzarse ni ejercer un autocontrol, porque sabe que a pesar de su
imperfección será considerado como una persona corriente. Un tipo de persona sabia es aquella cuya,
sabiduría proviene de sus actividades en un establecimiento, que satisface tanto las necesidades de
quienes tienen un estigma particular como las medidas que la sociedad adopta respecto de esas
personas.

La carrera moral
Las personas que tienen un estigma particular tienden a pasar por las mismas experiencias de
aprendizaje relativas a su condición y por las mismas modificaciones en la concepción del yo, una
“carrera moral” similar que es, a la vez causa y efecto del compromiso con una secuencia semejante
de ajustes personales. La historia natural de una categoría de personas estigmatizadas debe distinguirse
claramente de la historia natural del estigma mismo. Una fase de este proceso de socialización es
aquella en la cual la persona estigmatizada aprende a incorporar el punto de vista de los normales (los
diferentes a él) adquiriendo así las creencias relativas a la identidad propias del resto de la sociedad
mayor, y una idea general de lo que significa poseer un estigma particular. Otra fase es aquella en la
cual aprende que posee un estigma particular y las consecuencias de poseerlo. La sincronización e
interjuego de estas dos fases iniciales de la carrera moral crean pautas importantes, estableciendo la
base del desarrollo ulterior y proporcionando un medio para distinguir entre las carreras morales
accesibles a los estigmatizados.

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