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VIDA FAMILIAR Y LABORAL

"La conciliación personal, familiar y laboral se puede definir como “la participación equilibrada entre
mujeres y hombres en la vida familiar y en el mercado de trabajo, conseguida a través de la
reestructuración y reorganización de los sistemas, laboral, educativo y de recursos sociales, con el fin de
introducir la igualdad de oportunidades en el empleo, variar los roles y estereotipos tradicionales, y cubrir
las necesidades de atención y cuidado a personas dependientes”.
Este fenómeno se explicó teniendo en cuenta que las mujeres se incorporan al empleo desde una clase
social, en la que existía una posición patriarcal y en la que había un cierto nivel de estudios. Además, la
incorporación al mundo laboral remunerado de las mujeres, se hace con una identidad de género (es decir,
con una auto clasificación como hombre o mujer atendiendo al concepto de hombre y mujer que tiene la
cultura en la que se vive) en la que la mujer tiene el rol de cuidadora y ejecutora de las tareas domésticas,
rol que le ha sido atribuido en el ámbito de una sociedad patriarcal. A esto hay que añadir la existencia de
una segmentación y segregación del mercado laboral al cual acceden las mujeres sin las regulaciones
laborales establecidas por el Estado y que, por otro lado, no son neutras.
A finales de la década de los noventa, del siglo XX, la Unión Europea, y poco a poco los Estados
miembros, van incorporaron en sus políticas de empleo el objetivo de la conciliación de la vida laboral y
familiar. Este objetivo se enmarca dentro de las medidas relacionadas con la igualdad de oportunidades
entre mujeres y hombres, aunque, realmente, las normativas que se aprobaron estaban relacionadas con
medidas que favorecían la vuelta al hogar de muchas mujeres mediante la solicitud de una excedencia
temporal y/o una reducción de jornada como estrategia para “facilitar dicha conciliación” , sin que se llevara
a cabo un esfuerzo por revisar el contrato entre los géneros establecido en una sociedad claramente
patriarcal.
Las investigaciones realizadas sobre las estrategias que las mujeres toman para hacer compatible la vida
laboral y la familiar, muestra que, aunque hay una pluralidad de estrategias, la priorización y combinación
de las mismas difiere en los distintos grupos de mujeres. Existe un grupo de mujeres en empleos sin
cualificar, en el que prevalece la realización del rol doméstico y de cuidado, y que es el único que
realizarían si la crisis económica no les hubiera hecho necesitar un salario para la economía familiar. Estas
mujeres, tal y como indica Hakim, C. (2005), en su trabajo Modelos de familia en las sociedades modernas.
Ideales y realidades; no eligen la ocupación sino un puesto de trabajo que se permita seguir priorizando
su rol de cuidado, por lo que cambia de empleo o de jornada laboral siempre que con el cambio pueda
seguir en su rol. Cuando el trabajo remunerado, que es preciso, incompatibiliza con su rol, recurren a la
red familiar, evitando a toda costa la ayuda pagada, normalmente por problemas económicos (que es lo
que les hace trabajar). En estos tipos familiares, las parejas se encargan de las tareas de cuidado, solo si
ellas están trabajando fuera.
Por su parte existe otro grupo de mujeres, las profesionales, con nivel universitario y empleos cualificados
y bien retribuidos. En este grupo las mujeres se sienten responsables del cuidado y de la organización de
la casa, aunque no son ellas las que lo llevan a cabo; normalmente contratan ayuda externa para este
trabajo dentro del hogar y ellas se centran en el ámbito laboral. En lo que respecta al reparto de la carga
de las tareas del hogar y de los cuidados, su mejor posición social y laboral les permite negociar con sus
parejas, consiguiendo una mayor responsabilidad masculina en las tareas del cuidado de la prole.1

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