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DEFINICIÓN:
I. ANTECEDENTES LEGALES
Los legisladores peruanos del Código de 1991 se apartaron del modelo español que sirvió
para la fórmula de 1924, tomando como paradigma legal el artículo 260 del Código penal
argentino y en parte el artículo 315 del italiano
Se trata, como indica FONTÁN BALESTRA, de un delito que implica peligro para la
funcionalidad de la administración pública. Sobre la pertinencia de esta figura penal
existen posiciones doctrinarias que abogan por su decriminalización y postulan su
reubicación en la estricta área administrativa.
En el contexto del derecho comparado algunas legislaciones penales exigen el dolo directo
para perfeccionar típicamente la figura (art. 434 del código español de 1995), otras
requieren del daño o entorpecimiento del servicio como condición necesaria para la
tipicidad del hecho, o de la arbitrariedad (caso del art. 236 del Código Penal de Chile),
otras no regulan penalmente esta variedad de irregularidad administrativa. El reciente
Código penal de Colombia precisando con mayor detalle el tipo penal de malversación
exige perjuicio en la inversión social, de los salarios o de las prestaciones sociales de los
servidores, además de incorporar una variante en la conducta típica consistente en
comprometer, mediante el comportamiento de malversación, sumas superiores a las
fijadas en el presupuesto.
El modelo peruano de malversación de fondos ha sido objeto de importantes
modificaciones con la dación de la Ley N° 27151 de 7 de julio de 1999, que lo han dotado
de mayores niveles de racionalidad, concordándolo con los criterios de lesividad material
que exige el Título Preliminar del Código Penal. En efecto, la definitividad de la aplicación
diferente y la afectación del servicio o de la función encomendada han contribuido hacia
tales propósitos. Pese a ello, subsiste la crítica, que apunta a su decriminalización por
considerarla más objeto de la ilicitud administrativa.
Es sujeto activo el funcionario o servidor público que administra dinero o bienes y que, por
lo mismo, posee facultades para disponer de ellos para los fines de destino oficial. Si el
sujeto activo sólo tiene facultades de custodia o de percepción y dispone del dinero y
bienes para otro uso oficial el sujeto activo no cometerá delito de malversación sino abuso
de autoridad (art. 376). Si dispone de dichos fondos para sí mismo o para tercero
cometerá peculado (387 ó 388, según el caso). Los custodios o vigilantes (de bienes) que
son pagados por el Estado no pueden ser autores de malversación de fondos. Los
dependientes del funcionario que, cumplen sus órdenes tampoco son autores de
malversación de fondos.
Se requiere, como es fácil colegir, de relación funcional con el dinero o los bienes en
función a la posesión en administración y además que ello implique la posibilidad de
aplicación de los mismos a los fines oficiales. La relación funcional que exige el tipo de
malversación es así más estricta que en el caso del peculado.
V. SUJETO PASIVO
El Estado en sus diferentes reparticiones públicas a nivel central, regional o local,
organismos autónomos o descentralizados, incluidas, las empresas del Estado.
El núcleo típico rector es «dar una aplicación definitiva diferente», conducta que puede,
en términos generales, ser catalogada como una forma de arbitrariedad en la que incurre
el funcionario o servidor público vinculado, dado que no debe haber una razón legal o
autontativa que explique formalmente dicha conducta. Dos son los componentes del tipo
penal:
Quien malversa fondos del Estado (dinero y bienes) sólo puede ser el funcionario o
servidor vinculado funcionalmente con dichos fondos; dicha vinculación es de carácter
legal, no exclusivamente en función al cargo, puede ser también por delegación de
funciones o por mandato de autoridad competente. En este marco de interpretación se
puede apreciar que si bien la vinculación funcional es más estricta que en el peculado y en
la colusión desleal sin embargo las fuentes de origen de dicha vinculación se amplían para
dar cabida a un rango más amplio de comportamientos ilícitos, ya no sólo derivados por
razón del cargo.
El sujeto activo debe poseer en administración el dinero y/o los bienes (muebles e
inmuebles) públicos de procedencia estatal o particular. Abona esta tesis el hecho de que
la norma penal haya empleado la frase «destino oficial diferente».
La ley penal no requiere de percepción o custodia, tan sólo de administración, y ello
supone que el sujeto activo además de poseer los fondos tiene facultades legales de
disposición de los mismos, de conformidad con los planes trazados por la administración
pública. Y es esta facultad lo que posibilita imputarle penalmente responsabilidad penal,
si es que dicha disposición de fondos públicos viola o transgrede el destino oficial
asignado; siendo ello una expresión de abuso de poder o de autoridad.
Dar aplicación diferente es, así, invertir mal o destinar indebidamente los fondos públicos
que le han sido asignados y administra el sujeto activo. El ámbito de la aplicación diferente
puede incluir tanto malversaciones producidas al interior de la repación que sigan dentro
de la esfera pública. Un ejemplo del primero es cuando se toma dinero del Programa del
Vaso de Leche para pagar planillas de los trabajadores de una determinada Municipalidad;
y en el segundo caso cuando se destinan fondos de una empresa estatal para refaccionar
locales de un Ministerio, o cuando se desplazan dineros del canon petrolero
correspondientes al departamento de Tumbes, para ayudar a paliar los efectos de un
desastre en el Cusco. Existe sin embargo un ámbito de redefinición, conforme a lo
establecido en las normas legales sobre la materia, que conceden facultades a los
funcionarios de decisión a efectos de que reasignen o autoricen la reestructuración de
determinadas partidas en casos excepcionales.
El supuesto de efectuar desembolsos mayores a los establecidos sin que se vea alterada la
aplicación de los fondos por razón de la partida o el destino específico, así se afecte el
servicio o la función carece de la suficiente Iesividad penal a fin de reputarse un acto de
relevancia penal por malversación de fondos, dado que no se adecúa a las exigencias del
tipo, pese a que pueda colocar en situación de peligro real al bien jurídico genérico
protegido. La figura del despilfarro, que no oculte colusiones defraudatorias o peculado
requiere una regulación expresa para ser típica; cuestión de ocurrencia en contextos de un
funcionariado no profesionalizado como el peruano que en casos focalizados prioriza la
ostentación y boato.
La aplicación diferente puede ser, en lenguaje de Luis Carlos PÉREZ, por supresión cuando
la partida es eliminada totalmente y aplicada a otros fines oficiales, o por restricción, si el
trasladcrde los fondos es tan sólo en parte. Igualmente habrá aplicación diferente cuando
se efectúan asignaciones que superan los montos establecidos y que afectan la
intangibilidad de otras partidas (aplicación diferente que por sí sola, desvinculada de los
otros componentes del tipo, todavía sigue constituyendo una irregularidad
administrativa). En el delito de malversación de fondos no existe lesión real al patrimonio
público, pues éste cumple de todas maneras sus finalidades sociales pero en forma no
debida.
Son casos que la jurisprudencia de la Corte Suprema presenta los siguientes: haber
destinado los recursos del sobrecanon petrolero a gastos, caja chica, publicidad y otros
gastos corrientes; haber gestionado y obtenido el Burgomaestre un préstamo del Banco
de la Nación destinado a la ejecución de obras, que fue utilizado por éste para adelanto de
remuneraciones (Ejecutoria Suprema del 16/8/96, Exp. N 91364-96 Lima); a ver los
procesados retirado del Banco de la Nación 50,000 nuevos soles, fondos obtenidos por
concepto de cepo vehicular, depositados en la cuenta de Defensa Civil, y con ello haber
cancelado la planilla de trabajadores y jubilados del Concejo distrital (Ejecutoria Suprema
del 18/4/2002, Exp. N 426-99 Lima); dar fin distinto a los bonos alimenticios que el
Gobierno había destinado a las personas más menesterosas, al haberlos entregado a
comerciantes del lugar (Ejecutoria Suprema del 26/3/86, Exp. Na 469-85 Huánuco), entre
otros.
La definitividad de la aplicación diferente del dinero o bienes públicos público, que marca
ya la consumación del delito, hace alusión a la imposibilidad de regreso de los mismos a la
partida o rubro de destino asignado. Están fuera de la adjetivación típico-temporal, por lo
tanto, las desviaciones de fondos que sean susceptibles de retorno o devolución luego de
superado la causa o factor que lo motivó. Ha querido de esta manera el legislador poner
de manifiesto la vigencia de un marcado principio de lesividad de la conducta malversada
para que ésta asuma relevancia penal, así como colocar un filtro de razonabilidad a las
imputaciones por este delito, cuando entren en juego intereses públicos superiores que
tornan imperioso infringir la normativa presupuestal. Por lo demás esta definitividad no
debe ser vista como un permiso legal para producir arbitrariamente desviamiento o
distracción de fondos de sus partidas oficiales.
Las formas o modalidades prácticas de los actos de malversación que aplican de modo
distinto las asignaciones de dinero y bienes, cambiando así el destino o empleo fijado
oficialmente, pueden ser numerosas y variadas, dentro del mismo rubro presupuestario o
asignándolo arbitrariamente a otro (funcionario que gasta más de lo asignado en
adquisición de material de oficina, Alcalde que emplea el dinero destinado a la compra de
maquinaria en el programa del vaso de leche, gastos no autorizados, etc.). Pueden
presentarse situaciones de permanencia o de delito continuado.
El tipo es doloso, la ley penal nacional no castiga las formas culposas de malversación. Lo
cual significa que el sujeto activo tenga conocimiento, en su actuar voluntario, del fin o
destino indebido y definitivo que está dando a los bienes y dinero, infringiendo sus debe
res, y por lo mismo que existía un destino debido de aplicación de los fondos que él
quebranta o burla. Se trata en no pocas ocasiones de la presencia de lo que los romanos
llamaban «dolus bonum» (dolo bueno), pero que la norma penal peruana igual castiga.
Sobre la clase de dolo requerido para perfeccionar el componente subjetivo del delito es
puntual señalar que en el derecho comparado específicamente en el art. 434 del código
español actual (1995) resulta relevante la malversación si el agente actuó con dolo directo.
Esta orientación de flexibilidad en la política penal española, deja abierta la posibilidad a
los funcionarios de desviar los fondos públicos y emplearlos en destinos oficiales distintos
a los asignados primigeniamente, de ser justificada por las circunstancias. En el caso de la
figura peruana resulta suficiente el dolo eventual.
Es posible que el funcionario que malversa actúe con error de tipo invencible o vencible.
IX. PARTICIPACIÓN
X. CIRCUNSTANCIAS AGRAVANTES
XI. PENALIDAD
1. Atipicidad
El error de tipo invencible y vencible sobre la naturaleza de los fondos hace atípica la
figura penal. Las autorizaciones formalizadas de los desplazamientos de dinero otorgadas
por funcionario competente, dentro de los criterios de legalidad y los principios de
actuación de la administración pública le quitan tipicidad al hecho.
3. Causas de exculpación
El error invencible de prohibición permite, asimismo, atacar la afirmación del delito.
Situación que suele presentarse con frecuencia ante el fárrago de disposiciones no
siempre claras o precisas del gasto público y de los cometidos de las partidas
presupuéstales.
La no tentativa
Fidel Rojas: “No es suficiente la orden, el giro de cheques o la provisión de bienes,
mientras estos no se destinen, ejecuten o apliquen materialmente”
La sí tentativa
Héctor Lama: “si se detectara la orden firmada por funcionario público a fin de dar
inmediata aplicación a una partida presupuestal no destinada al fin aplicable, estaríamos
ante una tentativa de malversación de fondos.”
Esta aplicación diferente debe ser “definitiva”. Los bienes deben tener un “destino”
asignado, sea por la ley, decreto, reglamento o resolución de autoridad competente.
Si no existiera este destino expreso, el funcionario puede dar aplicación pública de los
bienes a su libre albedrio, pues se entiende que se ha dejado a criterio del funcionario su
aplicación para fines públicos. En todo momento se requiere o exige que el funcionario o
servidor público actué con conocimiento de que tiene el deber de lealtad y honradez de
administrar y aplicar el dinero o bienes del Estado confiados a su cargo al destino
previamente establecido.
Ordenar pagos disponiendo del dinero presupuestado para otros renglones o áreas de
destino.
-Depositar fondos públicos en cuentas privadas a la espera de ser utilizadas con beneficio
para la administración pública.
-Invertir o aplicar fondos públicos en forma no prevista. Gastar más de lo previsto en un
determinado destino.
-Traslado de fondos de una cuenta a otra diferente por destino. -
1) España (1973)
El funcionario público que diere a los caudales o efectos que administrare una aplicación
pública diferente de aquella a que estuvieren destinados, incurrirá en las penas de
inhabilitación especial y multa del 5 al 100 de la cantidad distraída, si resultare daño o
entorpecimiento del servicio a que estuvieren consignados, sin que pueda bajar dicha
multa de 100,000 pesetas, y en la de suspensión, si no resultare».
2) Argentina (1922)
Será reprimido con inhabilitación especial de un mes a tres años, el funcionario público
que diere a los caudales o efectos que administrare una aplicación diferente de aquella a
que estuvieren destinados. Si de ello resultare daño o entorpecimiento del servicio a que
estuvieren destinados, se impondrá además al culpable, multa del veinte al cincuenta por
ciento de la cantidad distraída».
3) España (1995)
4) Italia (1930)
«CE de Italia (1930), art. 316-bis [texto de 1992, Ley 181 de 7 de febrero de 1992):
Cualquier extraño a la administración pública que habiendo obtenido del Estado o de otro
ente público o de la comunidad europea contribuciones, subvenciones o financiamientos
destinados a favorecer iniciativas dirigidas a la realización de obras o al desarrollo de
actividades de público interés, no lo destina a las finalidades previstas, será castigado con
reclusión de seis meses a cuatro años».
5) Colombia (1930)
El servidor público que dé a los bienes del Estado, de empresas o instituciones en que
éste tenga parte, cuya administración o custodia se le haya confiado por razón de sus
funciones, aplicación oficial diferente de aquella a que están destinados, o comprometa
sumas superiores a las fijadas en el presupuesto, o las invierta o utilice en forma no
prevista en éste, incurrirá en prisión de seis (6) meses a tres (3) años, multa de diez (10) a
cincuenta (50) salarios mínimos legales mensuales vigentes e interdicción de derechos y
funciones públicas de uno (1) a tres (3) años
El servidor público que dé a los bienes del Estado, de empresas o instituciones en que éste
tenga parte, cuya administración o custodia se le haya confiado por razón o con ocasión
de sus funciones, aplicación oficial diferente de aquella a que están destinados, o com-
prometa sumas superiores a las fijadas en el presupuesto, o las invierta o utilice en forma
no prevista en éste, en perjuicio de la inversión social o de los salarios o prestaciones
sociales de los servidores, incurrirá en prisión de uno (1) a tres (3) años, multa de diez (10)
a cincuenta (50) salarios mínimos legales mensuales vigentes e inhabilitación para el
ejercicio de derechos y funciones públicas por el mismo término».
6) Chile (1874)
El empleado público que arbitrariamente diere a los caudales o efectos que administre
una aplicación pública diferente de aquella a que estuvieren destinados, será castigado
con la pena de suspensión del empleo en su grado medio, si de ello resultare daño o
entorpecimiento para el servicio u objeto en que debían emplearse, y con la misma pena
en su grado mínimo, si no resultare daño o entorpecimiento»