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Las técnicas que se pueden emplear para acopiar ideas son dos: el listado
espontáneo y los agrupamientos asociativos.
Es importante tener en cuenta que no inauguramos una nueva línea o radio para
cada idea, sino que conforme se nos ocurren, las agrupamos con otras con las
que comparten los mismos rasgos de contenido. Esta técnica posee la ventaja,
con respecto a la anterior, que podemos ampliar cada línea siguiendo la serie
establecida, ya sea por generalización o particularización. Es decir, crea canales
para la “erupción”, permite generar más ideas y orienta su búsqueda, además,
facilita el trabajo de la siguiente fase.
El objetivo en esta fase debe ser el de procesar las ideas que hemos acopiado.
Así, una vez que tenemos ante nosotros una muestra de esa masa informe de
ideas que poseíamos sobre el tema, nuestra tarea de organizar ese “caos” se
centrará en dos operaciones:
Una vez que las ideas iniciales (la materia prima) ya están organizadas en un
esquema, podemos empezar la redacción propiamente del texto. Esta es la etapa
de elaboración lingüística. Es decir, debemos llevar oraciones, frases, párrafos,
construcciones en general, los apuntes o palabras-clave que anotamos en el
esquema. Como señalamos en el acápite anterior, el esquema no es el texto; es
sólo un plan inicial muy útil para la construcción del texto.
ETAPAS DE LA REDACCIÓN
Existe una idea equivocada, pero muy común: que el proceso de redacción sólo
implica la escritura del texto. Es decir, que volcamos sobre el papel todas nuestras
ideas sobre el tema y ya lo tenemos listo. En realidad, si deseamos obtener un
buen resultado, todo el proceso para la redacción de un texto debe pasar por tres
grandes etapas:
Etapas de la redacción:
1. La definición del marco general.
2. La generación de ideas.
3. La producción del texto.
A su vez, cada una de ellas comprende algunas fases que posibilitan su puesta
en práctica, y que presentaremos a continuación.
Las técnicas que se pueden emplear para acopiar ideas son dos: el listado
espontáneo y los agrupamientos asociativos.
Es importante tener en cuenta que no inauguramos una nueva línea o radio para
cada idea, sino que conforme se nos ocurren, las agrupamos con otras con las
que comparten los mismos rasgos de contenido. Esta técnica posee la ventaja,
con respecto a la anterior, que podemos ampliar cada línea siguiendo la serie
establecida, ya sea por generalización o particularización. Es decir, crea canales
para la “erupción”, permite generar más ideas y orienta su búsqueda, además,
facilita el trabajo de la siguiente fase.
El objetivo en esta fase debe ser el de procesar las ideas que hemos acopiado.
Así, una vez que tenemos ante nosotros una muestra de esa masa informe de
ideas que poseíamos sobre el tema, nuestra tarea de organizar ese “caos” se
centrará en dos operaciones:
Una vez que las ideas iniciales (la materia prima) ya están organizadas en un
esquema, podemos empezar la redacción propiamente del texto. Esta es la etapa
de elaboración lingüística. Es decir, debemos llevar oraciones, frases, párrafos,
construcciones en general, los apuntes o palabras-clave que anotamos en el
esquema. Como señalamos en el acápite anterior, el esquema no es el texto; es
sólo un plan inicial muy útil para la construcción del texto.