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más atractivos y los niños aprendan sin darse cuenta. Además esta iniciativa
permitió que Adrián Armijos sea declarado como Innovador Social 2016 y obtuvo un
premio de 2.000 dólares por parte del BID-
“Hoy en día los niños nacen con una tablet bajo el brazo mientras que los libros les
parecen algo aburrido”, afirma el fundador de la empresa dedicada a la creación de
libros educativos llamada ‘Wawa’, Adrián Armijos quien tiene 23 años. Para acercar
la lectura a los más jóvenes, su empresa usa la tecnología y los presenta de forma
atractiva.
Adrián Armijos trabaja con realidad aumentada para adaptar los contenidos al
entorno digital, algo que le ha convertido en uno de los ganadores de Innovadores
menores de 35 Ecuador 2016 de MIT Technology Review en español.
“El objetivo es mostrar a los niños que los libros no muerden”, explica este joven
estudiante de Ingeniería Informática en la Universidad San Francisco de Quito. Su
iniciativa busca mejorar la tasa de lectura en el país. “Aquí se lee entre medio libro
y un libro al año, mientras que en países desarrollados esta tasa está entre cinco y
diez libros”; su motivación para crear su empresa fue la de intentar cambiar esa
cifra.
Cada página de los libros que publica se identifica con la cámara del dispositivo que
tiene instalada la App de Wawa. Así, surgen animaciones y juegos virtuales sobre
las hojas que complementan la experiencia lectora. Por ejemplo, un cuento sobre
dinosaurios esconde actividades con las que el niño se entrena en matemáticas. De
momento Armijos ha editado tres libros, distribuidos en librerías y cadenas de
supermercados y que también pueden encargarse a través de su página web. En
sus primeros seis meses en funcionamiento la empresa ha vendido más de 3.000
unidades.
WaWa se dedica a producir libros educativos para niños, pero son libros
muy especiales, pues cuentan con una capa de realidad aumentada.
Usando una tablet o un celular inteligente en los que se haya instalado la
aplicación correspondiente al libro, el lector infantil va realizando
actividades que permiten que el aprendizaje sea más efectivo y, sobre
todo, mucho más divertido. Como ellos mismos dicen en su sitio web, no
venden libros sino experiencias educativas.
Aunque cada libro, como es lógico, tiene un costo, la aplicación que se debe
usar con él es completamente gratuita y está disponible tanto
para Android como para iOS. Dentro del libro se pueden encontrar las
instrucciones para instalarla. También habrá a futuro una sola aplicación
desde donde se podrá acceder a todos los libros que estén disponibles. Ya
la tienen desarrollada pero actualmente todavía no está en ninguna de las
tiendas.
Pero, ¿de dónde vino esa idea? En gran parte, vino de la observación de
que poco a poco se le está perdiendo cariño a los libros. Como nos
cuentan, los niños hoy día no tienen interés por ellos y prefieren usar su
tablet o celular para distraerse. Igualmente, los padres recurren a estos
dispositivos para mantenerlos entretenidos. Es el signo de los tiempos. Pero
como señalan los creadores de WaWa, se trata de un comportamiento que
luego causa problemas a los niños en el entorno educativo, donde la
mayoría de contenidos siguen estando en papel: «Luego llegan a prescolar,
primaria, secundaria y tienen ese pequeño golpe contra los libros».
El libro que presentaron en aquella feria fue «Bruna Sancocha con la Nariz
Mocha», escrito por Juana Neira. «Era de tetra pak» nos cuentan, «con una
presentación superfea, pero a la gente le llamó la atención». La autora les
donó el libro para aquel proyecto. Ni ellos ni ella tenían idea de que iba a
proyectarse tanto. Ese libro ya no está disponible, a pesar de que la
aplicación sigue en las tiendas. La razón es curiosa: podría decirse que
murió de éxito. Así nos lo explican desde WaWa: «Ella nos lo dio gratis e
hicimos unas pocas unidades. Sin embargo empezó a venderse bastante
bien y creció. Después, el abogado de Juana Neira nos dijo que no
podíamos seguir distribuyendo el libro porque ella pertenece como nombre
y marca a Alfaguara. Lo que ella hizo en realidad fue algo ilegal, porque lo
que debía haber hecho era consultar primero a la editorial antes de darnos
el libro a nosotros, y ella se saltó ese paso. Por lo tanto tuvimos que
suspender el libro y por eso no lo estamos ni promocionando».
Sin embargo, este revés no les detuvo. Tras comprobar que la parte
editorial del libro no era algo tan complicado como para poder asumirla
ellos, se pusieron manos a la obra. «La historia de “Marty 1” la escribí
yo mismo» cuenta Adrián, «y lo que se hizo después fue pasarlo por un
pedagogo y su equipo. Cambiaron muchas palabras, ciertos enfoques,
formas… cosas sutiles».
«Tuvimos una entrega de capital semilla por parte del Senesyct» nos
cuentan. Ganaron el primer lugar en un concurso organizado por esta
secretaría, pero hubo un problema: el concurso se realizó en 2015 y hasta
septiembre de 2016 no entregaron el dinero. Aparte de esta demora, el
desembolso tampoco era en efectivo y ellos ya necesitaban ponerse en
marcha. Y así lo hicieron: «tuvimos una ronda para buscar inversionistas en
la cual estuvo muy interesado el FEI, el Fideicomiso para el
Emprendimiento y la Innovación del grupo La Favorita. Les presentamos
nuestra idea, les presentamos el libro y las proyecciones que teníamos a
futuro. Estuvieron bastante interesados y se decidieron a invertir en
nosotros».
«Una de las razones es que las reglas de juego cambian bastante. Pasas
hacer facturas como persona natural y de pronto te toca ver cómo haces
una empresa, cómo sacas el registro en la superintendencia de compañías.
Así hay bastantes cosas». Y claro, el problema está en que «muchos
emprendimientos saben cómo hacer su producto pero no saben como hacer
nada más». Se trata de algo que se podría solucionar a base de
información, pero «no hay mucha documentación, no hay mucho
asesoramiento de cómo dar ese paso de emprendimiento a empresa».
Pero esos no son los únicos problemas. Señalan también uno que resulta
recurrente: la excesiva tributación: «Pese a que tenemos el 14% del IVA
que en comparación a otros países no es tan alto, también tenemos
bastantes impuestos a la renta, de importaciones, muchas cosas que
también nos limitan. Por ejemplo, nosotros somos un emprendimiento
tecnológico y la adquisición de equipos, incluso para el desarrollo de
software, nos requiere tener hardware de cierto tipo que por leyes y cosas
así hace que los equipos sean bastante caros. Para una empresa grande no
es problema porque puede pagar, pero si alguien está recién empezando,
para comprarse una nueva computadora debe pagar casi el 200% de
impuestos de lo que cuesta en realidad».
Pero no todo son obstáculos. Tal y como lo ven desde WaWa, el país
ofrece un mercado bastante bueno, bastante fiel: «El público
ecuatoriano no es tan complicado como muchas personas dicen, sobre todo
en el área tecnológica, y sobre todo porque ahora se está poniendo de
moda el apoyo a las empresas locales. Hay mucha gente que prefiere ir a
comprar a la tienda del vecino, al panadero de al frente en lugar de irse a
buscar a una cadena grande».
«Lo que buscamos nosotros es volver a las raíces, mostrarles que un libro
puede ser bastante interactivo, bastante educativo, que el libro no es una
tortura» nos cuentan. «Muchas veces los niños creen que el libro es el
Álgebra de Baldor y sus amigos. Y el típico libro que te hacen leer en la
escuela, que en cuestiones didácticas es bastante rico pero no es muy
divertido. Hay una lista que te hacen leer en primaria que es horrorosa. Lo
que estamos buscando nosotros es más bien hacer el libro igual de
educativo pero, al mismo tiempo, hacerlo más entretenido para que los
niños vean que los libros no muerden».
Y es que desde WaWa creen que este híbrido que ofrece lectura en un
soporte tradicional combinada con interacción en forma de juegos y
actividades puede ser la solución: «Uno de los problemas es el
contenido. Leer es una manera lenta para ellos de adquirir información.
Una película puedes verla en hora y media y sales contento. Un libro
grande no te lo puedes leer en hora y media y requiere varios días hasta
que te lo acabes. Consideremos la metodología del videojuego. Un
videojuego largo no te lo acabas en un día, sino en varios. Pero vuelves a él
porque es más interactivo que un libro. Creemos que la solución a este
problema es darle vida a los libros, sobre todo para los pequeños. Una vez
que ya tienes la costumbre de leer, coges un libro y lees sin problemas. Y
cuando eres grande puedes tomar temas un poco más serios, puedes
cambiar de temas, pero ya te queda la costumbre. Es un poco como ir al
gimnasio. Al principio te puedes negar pero una vez que creas la rutina, tan
solo vas».
En Ecuador como en otros países las empresas deben presentar sus impuestos y
realizar otros procedimientos legales a través de varias plataformas electrónicas,
que no son sencillas, y las soluciones que hay en el mercado son, para el joven
innovador, “muy costosas, y los datos que generan se desperdician porque están
aislados en el proveedor o en el ordenador del usuario”.
Estos perfiles, que cuentan con un certificado de firma electrónica y están avalados
por el Banco Central de Ecuador y el Banco del Pacífico, pueden servir para solicitar
un crédito.
Melanie Valencia tiene 26 años, está joven trabaja en una tecnología para producir
aceites similares a los de palma y soja a partir de residuos orgánicos. Con esta
iniciativa persigue, por un lado, reducir el nivel de residuos orgánicos que se
generan en el mundo y que al descomponerse liberan metano y otros gases de
efecto invernadero que aceleran el cambio climático. Por otro, quiere ofrecer un
producto alternativo a estos aceites, cuya producción provoca la deforestación de
grandes superficies de bosque tropical, como las selvas de Indonesia, con la
consiguiente pérdida de biodiversidad.
Valencia comenzó a trabajar en el proyecto durante su maestría en Salud Pública y
Ambiental en la Universidad de Columbia (EEUU) junto a Kartik Chandran y
Shashwat Vajpeyi. Allí caracterizaron un hongo capaz de alimentarse de la materia
orgánica presente en los residuos sólidos urbanos y producir grasas con una calidad
similar a las del aceite de palma africana y soja.
Aunque “la idea inicial era obtener biodiesel a partir de residuos fecales”, la joven
descubrió que “al incluir también residuos de comida aumentaba la acumulación de
grasas”. Por ello decidieron reorientar el proyecto para que el producto final fuera
un aceite comercializable. Gracias al apoyo de la fundación Bill y Melinda Gates
llevaron su idea a la práctica en una prueba piloto en Ghana. Con los resultados en
la mano, cuyos detalles están protegidos bajo una patente, Valencia cofundó su
empresa CarboCycle con la que el año que viene empezará a tratar residuos
orgánicos en una planta propia en EEUU.
Fuente: http://www.conquito.org.ec/tres-emprendimientos-ecuatorianos-fueron-
reconocidos-mit-technology-review/