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Rousseau: Breve análisis de su obra "El Contrato Social"

Durante los últimos tiempos muchos estudiosos del derecho han sostenido que la obra del
filósofo Jean Jacques Rousseau “El Contrato Social” incluyó muchas de sus ideas políticas, ya que
bajo el fundamento de la filosofía liberal (me refiero al liberalismo clásico de la época que ya
muchos conocemos) centró su óptica filosófica del individuo como elemento especial de toda
sociedad, con la cual sostiene además que este debe vivir en una sociedad mediante la cual el
Estado de Derecho asegure y ofrezca libertadas de vida. Sin embargo, algunos pocos sostienen
que con esta obra, Rousseau expuso los primeros principios de la filosofía política socialista, con
el denominado concepto de “la voluntad general”, de ahí el viejo adagio “Vox populi, vox dei”.

Pero pasemos a analizar los cuatro libros en que está dividida la obra, resaltando los aspectos
más importantes.

Análisis del PRIMER LIBRO

Aquí Rousseau empieza con las siguientes palabras: “El hombre ha nacido libre, y en todas partes
está encadenado. Hay quien se cree señor de los demás y es más esclavo que ellos. ¿Cómo se
ha producido este cambio? (…)” – fin de la cita.

Rousseau es claro al indicarnos que el individuo debe encontrar las condiciones (necesarias)
existentes, las cuales tienen que ser legales (o legítimas) para que pueda convivir en la sociedad.

Por otra parte, encontraremos que señala claramente tres tipos de libertades:

a) La libertad natural, la cual se pierde tras haber realizado el contrato.

b) La libertad civil, la cual está limitada por la voluntad general.

c) La libertad moral, la cual convierte al hombre en amo de sí mismo.

Es por ello que el pacto social convierte en iguales a los hombres, tanto por convención como
por derecho, pues para entenderlo mejor, leamos estas palabras con las que Rousseau finaliza
su primer libro: “... Ahora bien, como los hombres no pueden engendrar nuevas fuerzas, sino
solamente aunar y dirigir las que existen, no les queda otro medio para subsistir que formar por
agregación una suma de fuerzas que pueda superar la resistencia, ponerlas en juego mediante
un solo móvil y hacerlas actuar de consuno (...) De este modo, si se separa del pacto social lo
que no forma parte de su esencia, resultará que se reduce a los términos siguientes: Cada uno
de nosotros pone en común su persona y todo su poder bajo la suprema dirección de la voluntad
general; y recibimos en cuerpo a cada miembro como parte indivisible del todo..." – fin de la
cita.

Estimados lectores, simplemente lo diré en una línea, ya que para “buen entendedor, pocas
palabras”. Rousseau se dio cuenta de la necesidad que hacía el establecer un pacto social.

Análisis del SEGUNDO LIBRO

Es aquí donde el francés empieza a desarrollar su tesis sobre la voluntad general (lo que
actualmente conocemos como “soberanía”), pues muy aparte de tratar sobre la ley y su fuente,
el legislador, etc., trata sobre la falsa representación de un cuerpo legislativo, pero veamos que
nos dice: “Ya he dicho que no hay voluntad general sobre un objeto particular. En efecto, este
objeto particular está dentro del Estado o fuera del Estado. Si está fuera del Estado, una voluntad
que le es extraña no es general con relación a él; y si ese objeto está dentro del Estado forma
parte del mismo: entonces se establece entre el todo y la parte una relación de la que surgen
dos entes separados; por un lado la parte, y por otro el todo menos esta misma parte. Pero el
todo menos una parte no es el todo, y mientras subsista esa relación no existe el todo, sino dos
partes desiguales; de donde resulta que la voluntad de la una no es tampoco general con
respecto a la otra (…)" – fin de la cita.

Muy aparte de referirse a las formas de sistema de gobierno en la antigüedad, Rousseau trata
de aplicar una especie de “aritmética política”, ¿cómo es esto? Sencillo, pues lo que hace es
tratar de establecer ciertas “proporciones” entre el número de habitantes junto con la gran
extensión de los países. Sin embargo, no olvida en ningún momento que el objetivo del pueblo
es conseguir paz y abundancia para tratar de convivir bien. Se podría decir que al igual que
Aristóteles, Rousseau también analiza la posible situación de una “clase media” en la sociedad.
Además piensa que la libertad llega a subsistir gracias a la igualdad, pues en un apartado del
libro II menciona: “Es precisamente porque la fuerza de las cosas tiende siempre a destruir la
igualdad, por lo que la fuerza de la legislación debe siempre tender a mantenerla”.

Por último, finaliza este libro distinguiendo tres clases de leyes (políticas, civiles y criminales) e
incluso se atreve a explicar una especie de leyes en las cuales los “hábitos o costumbres” deben
ser tratados de manera minuciosa por el Estado.

Análisis del TERCER LIBRO

Al fin Rousseau se decide tratar sobre LA COLECTIVIDAD, pues dice de ella que esta debe aplicar
las leyes a los actos particulares, pero estas deben ser (establecidas) a través del gobierno. Se
nota que el francés hizo un repaso general del estudio comparado, detallista y minucioso de la
forma o mejor dicho, de los sistemas de gobierno que han pasado por la historia, siendo los más
citados los gobiernos monárquicos, aristocráticos y democráticos, con lo cual empieza a sacar
conclusiones por separado, sobre cada uno de ellos. Pero lo que debemos tener muy en cuenta
al leer este libro, es que el francés rechaza y deja de lado la forma de gobierno democrática,
pues critica lo siguiente:

- La democracia es imposible, porque el pueblo jamás puede permanecer unido de manera


absoluta, lo cual esto nos llevaría a que alguien nos represente y por lo tanto, conlleva a la
creación y aristocratización de una clase política.

- Es imposible prescindir de un trato igualitario (de igualdad entre los semejantes y las clases
sociales) en todo sentido, ya que con la “igualdad” no sobreviviría el derecho.

- La democracia sugiere elevadísimos esfuerzos para que todos los ciudadanos puedan tomar y
ejercer sus decisiones de manera seria.

- El Estado democrático tendría que ser “tolerante” con respecto a muchas costumbres que se
quieran imponer ante las leyes que el mismo establezca.

- Siempre y en algún momento determinado ocurrirá una inestabilidad estatal, la cual ocasione
revoluciones y rebeliones con las cuales el gobierno estaría expuesto a las guerras civiles y
conflictos internos.

- Se tendría que eliminar los “lujos” por ser un factor que corrompe al rico y al pobre, pues uno
desea obtener la posesión de estos lujos, mientras que el pobre siempre las codiciará, creándose
así un “aparato” de “cuida lo que tienes, porque si no lo cuidas, me lo llevo yo”.
Es por ello que Rousseau dice en su obra: ““Si hubiera un pueblo de dioses, se gobernaría
democráticamente. Un gobierno tan perfecto no conviene a los hombres (…)” – fin de la cita.

Análisis del CUARTO LIBRO

Rousseau concluye con estas palabras: “(...) Finalmente, cuando el Estado, cerca de su ruina, ya
no subsiste más que en una forma ilusoria y vana, cuando se ha roto en todos los corazones el
vínculo social, cuando el más vil interés toma descaradamente el sagrado nombre de bien
público, entonces la voluntad general enmudece; todos, guiados por motivos secretos, dejan
absolutamente de opinar como ciudadanos, como si el Estado no hubiera existido jamás; y se
hacen pasar falsamente con el nombre de leyes decretos inicuos que no tienen más finalidad
que el interés particular (…)” – fin de la cita.

Por último leeremos que aquí es donde empieza a tomar forma la idea que el individuo colabora
con la voluntad general de todos, tras aceptar el pacto social, incluso cuando estas lo castiguen
si transgrede o vulnera alguna. Para el francés, la obligación social del contrato no se funda en
la fuerza, ni en alguna “autoridad natural” y mucho menos alguna “autoridad superior” - con lo
cual los naturalistas salen perdiendo – más bien, deriva del libre compromiso del individuo, que
el mismo se otorga. De esta manera, el pacto social es legítimo cuando nace de un
consentimiento voluntario y sobre todo unánime.

Rousseau creía que el individuo debía en última instancia asumir su puesto en la sociedad, fruto
de esta inquietud es la publicación en 1762 de una exposición sistemática de sus ideas políticas:
Du Contrat Social, que era simplemente parte de una obra proyectada, pero no concluida, sobre
las instituciones políticas. El Contrato Social es un tratado sobre los derechos políticos, y no un
debate sobre los gobiernos existentes, y pretende enfrentarse con el difícil problema de
mantener la libertad en una sociedad que sea a la vez justa y humana: “El hombre nació libre y,
sin embargo, vive en todas partes encadenado”.

Dicho contrato no se propone un retorno a la naturaleza originaria, pero exige la edificación de


un modelo social que no se funde en los instintos y en los impulsos pasionales pero tampoco
exclusivamente en la razón aislada y contrapuesta a los sentimientos y a la voz del mundo
prerracional. El nuevo modelo debe apoyarse en la voz de la conciencia humana en su integridad
y debe estar abierto a la comunidad.

Según Rousseau, el principio que garantice esta transformación social está constituido por la
voluntad general, ya que sólo es ésta la que puede dirigir las fuerzas del Estado hacia el bien
común. Establece así la voluntad general “como verdadero motor del cuerpo social”, en
detrimento de la voluntad particular. La voluntad general se configura mediante un pacto libre
entre iguales. No se admite la sumisión a terceras personas. Este pacto entre iguales supone la
renuncia de cada uno a sus propios intereses a favor de la colectividad, es decir, los hombres
voluntariamente renuncian a un estado de natural inocencia para someterse a las reglas de la
sociedad, a cambio de beneficios mayores inherentes al intercambio social. Este consentimiento
voluntario se materializa a través de un contrato, “el contrato social” en este caso.

La reestructuración social que propone Rousseau debe tener como efecto la total socialización
del hombre, con objeto de impedir que surjan y se consoliden intereses privados. El hombre sólo
debe pensar en sí mismo cuando piense en los demás. Nadie debe obedecer a otro, sino todos
a las leyes que emanan del Estado, las cuales son expresión de la voluntad general. Esta voluntad
general debe estar dirigida por una especie de filósofo-rey, el cual debe solicitar y facilitar los
esfuerzos de todos, para que todos quieran el bien común y eviten el mal, que se identifica con
los intereses particulares. Por lo tanto, el hombre, según Rousseau, sólo debe obedecer a
aquella conciencia pública representada por el Estado. La voluntad general, encarnada por el
Estado y en el Estado, lo es todo. En definitiva, la defensa del bien común conduce a un
vaciamiento del individuo, el cual se ve absorbido por el cuerpo social.

-Resumen de la obra por libros*:

La obra tiene cuatro libros pero en realidad es un proyecto inacabado. El autor hace saber al
lector la causa que le llevó a no poder completar dicha empresa: “Este pequeño tratado se ha
extraído de una obra más extensa, iniciada sin haber consultado mis fuerzas y abandonada
después de un tiempo. De los diversos fragmentos que podían extraerse de ella, este es el más
considerable y el que me ha parecido menos indigno de ser ofrecido al público. El resto ha
desaparecido.”

Libro I
Rousseau parte de la tesis que supone que todos los hombres nacen libres e iguales por
naturaleza. Nos habla del estado originario del hombre (que había desarrollado con amplitud en
el Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad entre los hombres), afirma que
la familia “es el primer modelo de sociedad política”. Rousseau argumenta contra el derecho del
más fuerte: “Convengamos, pues, en que la fuerza no constituye derecho, y que únicamente se
está obligado a obedecer a los poderes legítimos”. El fundamento único de toda autoridad
legítima serán las convenciones. Tras una breve referencia a la guerra y la esclavitud, el ginebrino
presentará su idea acerca del pacto social, que formula en los siguientes términos: “Cada uno
de nosotros pone en común su persona y todo su poder bajo la suprema dirección de la voluntad
general, recibiendo a cada miembro como parte indivisible del todo”.

Rousseau distingue tres tipos de libertades: la libertad natural, que es la que se pierde tras el
contrato, la libertad civil que está limitada por la voluntad general y la libertad moral, “que es la
única que convierte al hombre en amo de sí mismo”. El pacto social convierte en iguales a los
hombres por convención y derecho.

Libro II
Esta parte de la obra se ocupa sobre todo del concepto de “voluntad general” (volonté générale).
Al ejercicio de esta voluntad lo llama Rousseau “soberanía”, destacando su inalienabilidad e
indivisibilidad. También analiza las nociones de “ley”, que no sería otra cosa que un acto de la
voluntad general, es decir, donde el “pueblo” sería el “legislador”. Rousseau hace que sea
imprescindible la figura del legislador representante, que es “un hombre extraordinario” en el
Estado.

Rousseau hace un poco de aritmética política, al establecer ciertas proporciones entre el


número de habitantes, la extensión de los países… El objetivo de todo pueblo es conseguir
abundancia y paz. Cree que el lugar más apto para construir un Estado perfecto es la isla de
Córcega. Rousseau coincide con Aristóteles en la necesidad de una clase media, aunque en el
ginebrino hay una mayor tendencia a una homogeneización. Piensa que la libertad subsiste
gracias a la igualdad: “Es precisamente porque la fuerza de las cosas tiende siempre a destruir
la igualdad, por lo que la fuerza de la legislación debe siempre tender a mantenerla” (pág 52).

Al final de este Libro Segundo, Rousseau distingue tres clases de leyes: políticas, civiles y
criminales. También habla de una cuarta clase de leyes: los hábitos o costumbres, de las que se
ocuparía en secreto “el gran Legislador”. Rousseau elude el tema mentado y dice ceñirse a las
leyes políticas.

Libro III
Este libro es el más extenso, y se ocupa fundamentalmente del gobierno y de sus formas. El
gobierno es “un cuerpo intermedio establecido entre los súbditos y el soberano para su mutua
correspondencia, encargado de la ejecución de las leyes y del mantenimiento de la libertad,
tanto civil como política” (pág 56). El gobierno no es otra cosa que el ejercicio legítimo del poder
ejecutivo. El poder legislativo, por su parte, siempre pertenece al pueblo y sólo puede
pertenecer a él. Rousseau sigue desarrollando su particular aritmética política:

“cuanto más crece el Estado, más disminuye la libertad”.

“el gobierno, para ser bueno, debe ser relativamente más fuerte a medida que el pueblo es más
numeroso”.

“cuanto más numerosos son los magistrados, más débil es el gobierno”

“la resolución de los asuntos se vuelve más lenta a medida que se encarga de ellos mayor
número de personas”.

“la relación de los magistrados con el gobierno debe ser inversa a la relación de los súbditos con
el soberano”.

Este afán calculador lo lleva hasta tales extremos que afirma unas páginas después que “un
español viviría ocho días con la comida de un alemán”. Rousseau considera que la forma de
gobierno más adecuada a un país depende del número de habitantes y de su extensión. De este
modo, “el gobierno democrático conviene a los pequeños Estados, el aristocrático a los
medianos y la monarquía a los grandes”. Rousseau opina que la democracia es una forma tan
perfecta de gobierno que no se da nunca en su forma pura; los dioses se gobiernan
democráticamente, “pero un gobierno tan perfecto no es propio de hombres”.

Rousseau ataca al lujo como obstáculo para la construcción de esa república democrática ideal,
que además requiere ser una Ciudad-Estado de ciudadanos virtuosos. Todo este libro está
atravesado por la misma estructura de la Política aristotélica (aunque los análisis del ginebrino
son más áridos y menos fundamentados históricamente que los del Estagirita). También tiene
como fuente a Montesquieu al dar importancia al clima en el carácter (Herder) de los pueblos:
“el despotismo conviene a los países cálidos, la barbarie a los fríos y la civilización a las regiones
intermedias”. Otra relación establecida por Rousseau le lleva a afirmar que la opulencia
corresponde a las monarquías, la riqueza y extensión medias a las aristocracias, y la pobreza y
pequeñez de territorio a las democracias.

Tras dar las características de un buen gobierno (cuyo mejor criterio es la multiplicación de sus
miembros) y arremeter contra las letras y las artes que traen la decadencia a los pueblos, el
ginebrino plantea su propia teoría de las revoluciones, también más imperfecta y menos
acabada que la de Aristóteles. Rousseau afirma tajantemente: “si queremos una institución
duradera, no pensemos en hacerla eterna”. También es tajante al afirmar el carácter de
fenómeno exclusivamente cultural de la política: la constitución del Estado es obra del arte.

Al final nos habla de la corrupción que supone para el Estado la aparición de representantes, y
nos da algunas indicaciones sobre su concepto de “asamblea”.

Libro IV
Este último libro comienza hablando de la bondad y rectitud de los hombres sencillos. Éstos
necesitan pocas leyes; Rousseau se siente emocionado “cuando se ve en la nación más feliz del
mundo a grupos de campesinos resolver los asuntos del Estado bajo una encina y conducirse
siempre con acierto”.Vuelve a insistir en la noción de voluntad general, “la voluntad constante
de todos los miembros del Estado”.

Tras hablar de las elecciones, hace un largo capítulo sobre la historia de Roma y, a continuación,
defiende la necesidad de la dictadura como elemento para prevenir y solucionar los momentos
de crisis en las repúblicas. También entiende que es necesaria la censura, que es la manifestación
de la opinión pública. Al final de este capítulo ataca a la religión cristiana, pues es incompatible
con la libertad; lo cristiano es opuesto a la república. Rousseau aboga por una profesión de fe
completamente civil y propone frente a los dogmas de religión las normas de sociabilidad

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