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Éxodo 20

Los diez mandamientos

1. v.3. No tendrás dioses ajenos


2. v..4,5,6 No te harás imagen
3. v.7 No tomarás el nombre de Dios en vano
4. v.8,9,10,11 Santificarás el día de reposo
5. v.12 Honra a tu padre y tu madre
6. v.13 No matarás
7. v.14 No cometerás adulterio
8. v.15 No robarás
9. v.16 No darás falso testimonio
10. v.17 No codiciarás

Éxodo 20

Los diez mandamientos

Los diez mandamientos (la frase de Éxodo 34:28 “diez mandamientos” es literalmente
“diez palabras”) son el eje de todas las leyes civiles y religiosas de Israel y consta de dos
partes. Los primeros cuatro mandamientos tratan de la relación de los israelitas con Dios,
y los otros seis tratan de las relaciones sociales (Walvoord y Zuck, 1996, p.160).

Uno de los grandes acontecimientos de la historia de Israel, y quizá de toda la humanidad,


es el momento en que Dios promulgó su ley. La ley serviría para que los israelitas
pudieran ver su pecado (Walvoord y Zuck, 1996, p.159-160).

De los Diez Mandamientos, ocho son negativos porque Dios sabe que el pecado nos lleva
inevitablemente a la desobediencia de su voluntad, de modo que debe empezar por
decirnos qué es lo que no debemos hacer (Edwards, 2008, p.94).

Dios sabía que los Diez Mandamientos serían más quebrantados que cumplidos, pero aun
así eran necesarios para que la gente viviera con un patrón y sin ninguna excusa. De
cualquier forma, Dios planeó el camino del perdón y lo reveló primero (Edwards, 2008,
p.342).

Dios dice a su pueblo, en efecto: “Para que yo sea vuestro Dios y vosotros seáis una
nación santa para mí, es preciso que vuestra conducta se conforme a los principios de
justicia y de moralidad que voy a declararos.” El pueblo, por lo menos, tiene que colocarse
en “postura de obediencia” (Trenchard y Ruiz, 1994, p.184).
Los mandamientos presentan una diferencia básica entre el bien y el mal. Sus
prohibiciones no solamente se aplican a la conducta externa; comienzan señalando la
importancia de adorar al único y verdadero Dios quien es la única fuente de todo bien.
Terminan hablando de la codicia, que es la fuente de todo mal (Wendland, 1998, p.129).

La ley como norma de justicia para toda la raza. Las Diez Palabras no pueden quedar
encerradas dentro del círculo nacional, sino que han de proveer una sólida base de
enseñanza para todos los hombres. Una lectura —siquiera somera— de los mandamientos
revela que presentan principios fundamentales (Trenchard y Ruiz, 1994, p.184).

Porter (1986, p.69-70) comenta de la ley lo siguiente.

 La ley provee normas de conducta mediante las cuales el pueblo de Dios puede vivir
una vida santa.

 La ley revela la santidad de Dios (1 Pedro 1:15).

 La ley revela el pecado del hombre (Romanos 3:19–20).

 La ley sirve como base para mantener la comunión con Dios.

 La ley separa al pueblo de Dios del estilo de vida de las naciones paganas.

La ley le enseña a Israel cómo adorar a Dios correctamente.

Walvoord y Zuck (1996, p.160) refieren que son las diez reglas divinas que deben regir
la conducta humana. Pueden llamarse reglas acerca de:

(1) religión
(2) adoración
(3) reverencia
(4) tiempo
(5) autoridad
(6) vida
(7) pureza
(8) propiedad
(9) lengua
(10) contentamiento.
Introducción v. 1-2 Habló Dios

Antes de dar esas diez estipulaciones, Dios habló; hizo un preámbulo Yo soy Jehová tu
Dios, v.2, y resumió brevemente todo lo que él había hecho por ellos te saqué de la tierra
de Egipto, de casa de servidumbre, v. 2b (Walvoord y Zuck, 1996, p.160).

1. v.3. No tendrás dioses ajenos

Israel acepta a Jehová como único Dios y Salvador, acatando la declaración divina: “Yo
soy Jehová tu Dios que te saqué de la tierra de Egipto … no tendrás dioses ajenos delante
de mí” (Ex. 20:2, 3) (Trenchard y Ruiz, 1994, p.172).

Se emplea sólo el singular: “Tú no tendrás dioses ajenos.…” En primer término hemos
de entender que “tú” señala el sentido colectivo y comunal de los mandamientos: Dios
habla a su pueblo como si fuera “una persona” (Trenchard y Ruiz, 1994, p.198).

Adorar a dioses falsos equivaldría a poner rivales ante el Señor (delante de mí puede
significar “en oposición a mí” o bien, “en mi presencia”) y cuestionar el hecho de que él
es el único Dios (Walvoord y Zuck, 1996, p.160).

El primer Mandamiento establece la clase de Dios que adoramos; Él es el único; nunca


ha habido ni nunca habrá ningún otro Dios. La naturaleza de Dios que se muestra en la
Biblia no le pone por encima de los demás dioses sino que afirma que todos los demás no
son dioses de ninguna clase, simplemente no hay otros (Edwards, 2008, p.99).

V.3b Delante de mí significa “lado a lado conmigo” o “en adición a mí”. Este
mandamiento subraya el monoteísmo estricto del judaísmo y el cristianismo. “El primer
mandamiento prohibe toda clase de idolatría mental y todo afecto desordenado a las cosas
terrenales y sensibles.” (Cox, 2010, p.239).

No tener dioses ajenos… Es condición imprescindible si ha de haber un pacto entre Dios


e Israel. Por una parte está el Creador y por otra los seres y las cosas que él ha creado, de
modo que si alguien pretende reconocer un “dios” en las esferas humanas, angelicales o
materiales, atenta contra el principio fundamental que rige el universo (Trenchard y Ruiz,
1994, p.187).

2. v. 4, 5, 6 No te harás imagen

Estas imágenes paganas tenían la forma de las cosas que veían en el firmamento, sobre la
tierra y en las aguas. Tales imágenes no debían ser objeto de culto: No te inclinarás a
ellas v.5. Los versículos 4 y 5 deben ser considerados juntos. No se condena el hacer
imágenes mientras no sean objeto de adoración (Cox, 2010, p.239-240).
El hombre, hecho a imagen y semejanza de Dios, está creado para que la plenitud de su
Dios le llene el corazón (Trenchard y Ruiz, 1994, p.187).

v. 6 es crucial para entender no sólo el primer mandamiento, sino también los otros nueve.
Los diez mandamientos fueron dados a un pueblo ya redimido (te saqué de tierra de
Egipto), con objeto de capacitarlo para expresar su amor hacia el Dios santo y tener
comunión con él (Walvoord y Zuck, 1999, p.29).

La prohibición de hacer imágenes (v.4–6). La idea de un “Dios espiritual”, que no tenía


necesidad de representaciones ni de “casas” donde morar, era ajena a la mentalidad de los
habitantes de los países del Oriente Medio. La prohibición de imágenes de fundición o de
talla complementó la de desterrar la idolatría (Trenchard y Ruiz, 1994, p.188).

La historia de la raza humana es la historia de la idolatría; cada raza y cada generación


crea sus ídolos de una u otra forma. Podemos preguntarnos por qué Dios distinguió entre
hacer ídolos y “no tener dioses ajenos” (Edwards, 2008, p.98).

3. v.7 No tomarás el nombre de Dios en vano

Tomar el nombre de Dios… en vano es “invocar lo irreal, vale decir, lo que no es de


carácter divino. La prohibición implica el juramento en falso y también incluiría el
lenguaje impertinente y profano, tan común en nuestros días (Cox, 2010, p.240).

El nombre de Jehová es sagrado (v.7). Sin duda el nombre de Jehová ha de pronunciarse


con reverencia, ya que representa su persona y autoridad. Hemos de entender, la
necesidad de pronunciar el nombre de Jehová con reverencia (Trenchard y Ruiz, 1994,
p.192).

“Tomar en vano” viene de una raíz que significa “malgastar” e implica la idea de algo
vacío de significado, desperdiciado (Edwards, 2008, p.122).

4. v.8, 9, 10, 11 Santificarás las fiestas (Sábado)

Todos los mandamientos incluyen una prohibición, con excepción del cuarto (Walvoord
y Zuck, 1996, p.161).

El cuarto Mandamiento es una especie de puente entre las dos partes de este “Decálogo”
(las “diez palabras”); se encuentra entre los tres primeros y los seis últimos que tratan de
nuestra relación tanto con Dios como con aquellos que nos rodean (Edwards, 2008,
p.146).

El término en sí viene del hebreo sabbar que, a su vez, se deriva del verbo sabat, con el
significado de “cesar” o de “desistir”, llegando a ser el nombre del día séptimo cuando
todos habían de cesar de todo el trabajo (Trenchard y Ruiz, 1994, p.193).
Al discutir el origen de la semana de siete días, algunos sostienen que los hebreos la
tomaron de los cananeos quienes, a su vez, la habían recibido de los babilonios. La
costumbre más antigua de las civilizaciones fue la de dividir primero el tiempo en años y
días, más tarde en meses y, finalmente y por conveniencia, se añadieron las semanas. La
propuesta de Dios es la semana de 7 días (Edwards, 2008, p.152).

v.8–10). Los israelitas habían de trabajar seis días, según las exigencias normales de su
vida, pero el séptimo día habían de dejar todo trabajo aparte de asuntos ineludibles que
surgiesen de nacimientos, muertes, la continuidad del culto del tabernáculo, etc.
(Trenchard y Ruiz, 1994, p.193).

Este Mandamiento ofrece gran bendición y está creado de la forma más positiva posible;
es uno de los dos únicos mandamientos que comienzan con un estímulo positivo en lugar
de una prohibición. Los primeros tres Mandamientos tienen que ver con nuestra relación
con Dios mismo. Lo más importante es nuestra relación con el Creador (Edwards, 2008,
p.146).

Los cristianos guardamos el primer día de la semana (domingo) era el día en que los
cristianos celebraban la resurrección de Cristo. También es el día en que el Espíritu se
derramó sobre la Iglesia: el “día de Pentecostés (Edwards, 2008, p.162).

Para los judíos del Antiguo Testamento era un día para recordar dos acciones concretas
de Dios. La primera era la Creación y la segunda la Redención. En Éxodo 20:11 le dijo
al pueblo que guardara su día “porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, el
mar, y todas las cosas que en ellos hay” (Edwards, 2008, p.177).

5. v.12 Honra a tu padre y tu madre

El verbo “honrar” abarca no sólo el respeto debido a los autores de nuestra vida sino
también su mantenimiento material. Existe un enlace vital y fundamental entre padres e
hijos, dependiendo éstos de aquéllos durante los años de la niñez y la adolescencia
(Trenchard y Ruiz, 1994, p.194).

En el hebreo del Antiguo Testamento no existen palabras para bisnieto, bisnieta,


bisabuelo o bisabuela. Por esta razón, las palabras “padre” y “madre” pueden remontarse
muchas generaciones (Edwards, 2008, 198).

El maldecir a los padres equivale a rechazar su autoridad, se consideraba como ofensa


capital (Éxodo 21:17; Levítico 20:9) (Walvoord y Zuck, 1996, p.161).
6. v.13 No matarás

En hebreo se pueden emplear muchas palabras para matar, pero la que se utiliza aquí en
Éxodo 20:13 es ratsach, es significativa; se refiere a matar seres humanos y nunca se
utiliza para aludir a un animal. Para la matanza de animales, ya sea para sacrificio o
comida, la palabra que se emplea en hebreo es shachat. Además de eso, ratsach se utiliza
casi siempre en el sentido de matar ilícitamente (Edwards, 2008, p.129).

Algunas de las traducciones más modernas han cambiado adecuadamente, por tanto, la
frase antigua de “no matarás” por la de “no asesinarás” (Edwards, 2008, p.129).

La vida humana es sagrada. Podría ser que la absoluta corrupción de la raza que motivó
el exterminio del diluvio brotara en gran parte del egoísmo violento del hombre rebelde
que no respetaba siquiera la vida del prójimo (Trenchard y Ruiz, 1994, p.195).

7. v.14 No cometerás adulterio

El adulterio (na’aph en hebreo) es la palabra más habitual y se refiere siempre a la


violación del matrimonio, hasta cuando alude a la apostasía contra Dios. En una sociedad
donde el matrimonio a una edad muy temprana era la norma, la única otra posibilidad era
la prostitución, ya fuera social o religiosa (Edwards, 2008, p.242).

El matrimonio es sagrado. La fornicación es todo acto sexual entre dos personas que sale
fuera del marco de su legítimo ejercicio dentro del matrimonio. El adulterio es fornicación
en la que uno o dos de los culpables es ya casado con otra persona en legítimo matrimonio.
El adulterio se castigaba por la muerte bajo la legislación mosaica (Trenchard y Ruiz,
1994, p.196).

En griego, la palabra habitual para adulterio es moichao, pero también hay una palabra
con un sentido mucho más amplio, porneia, de la que se deriva nuestra palabra
“pornografía”. La Reina-Valera traduce porneia como “fornicación”, mientras que La
Biblia de las Américas utiliza el término “infidelidad” (Mateo 5:32 y 19:9) e
“inmoralidad” (Gálatas 5:19) (Edwards, 2008, p.242).

8. v.15 No robarás

La propiedad ha de ser respetada. Para la Iglesia naciente, cuya vida comunal se describe
en Hechos 2 al 6, la propiedad sólo tenía importancia como medio para mostrar el amor
fraternal, ya que todos entregaban sus posesiones para el bien común, aunque nunca
fueron anulados los derechos a la propiedad si alguien quería mantenerlos (Trenchard y
Ruiz, 1994, p.197).
9. v.16 No darás falso testimonio

El falso testimonio es un crimen. La prohibición del noveno mandamiento abarca más


que el crimen de perjurar ante los tribunales, pues incluye todo rumor falso o difamación
de carácter (Trenchard y Ruiz, 1994, 197).

En el siglo V, Agustín de Hipona sabiamente comentó que ningún médico podía curar las
heridas que inflige la lengua. Las palabras crueles pueden matar (Trenchard y Ruiz, 1994,
197).

10. v.17 No codiciarás

La palabra hebrea (kamath) es muy interesante. No siempre se utiliza en un sentido


negativo, pues simplemente viene a significar “desear” algo o “deleitarse” en ello. En
muchas ocasiones se utiliza de forma muy positiva (Edwards, 2008, p.136).

El décimo mandamiento es “espiritual”, ya que condena la codicia, el anhelo de apropiar


para sí lo que es de otros. Obviamente, nadie podía ir al juez con la denuncia: “Mi vecino
está codiciando mi casa o mi mujer”, pues el deseo interno tendría que exteriorizarse de
algún modo —por palabras o por obras— antes de que el magistrado pudiera tomar en
cuenta el crimen (Trenchard y Ruiz, 1994).

Referencia.

Cox, L. G. (2010). El Libro de EXODO. En S. Franco (Ed.), Comentario Bíblico Beacon:


Génesis hasta Deuteronomio (Tomo 1) (p. 239). Lenexa, KS: Casa Nazarena de
Publicaciones.

Edwards, B. H. (2008). Los Diez Mandamientos para hoy. (D. Cánovas Williams, Trad.)
(Segunda edición, p. 94). Moral de Calatrava, Ciudad Real: Editorial Peregrino.

Porter, R. (1986). Estudios Bı́blicos ELA: Comprados por Dios (Exodo) (pp. 69–70).
Puebla, Pue., México: Ediciones Las Américas, A. C.

Trenchard, E., & Ruiz, A. (1994). El libro de Éxodo (p. 172). Grand Rapids, MI: Centro
Evangélico de Formación Bíblica.

Walvoord, J. F., & Zuck, R. B. (1996). El conocimiento bíblico, un comentario


expositivo: Antiguo Testamento, tomo 1: Génesis-Números (pp. 159–160). Puebla,
México: Ediciones Las Américas, A.C.

Wendland, E. H. (1998). Éxodo. (L. A. Schaller & J. C. Jeske, Eds.) (p. 129). Milwaukee,
WI: Editorial Northwestern.

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