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No puede existir una vida religiosa que no esté "orientada" hacia Dios y que no haya
sido determinada por una experiencia religiosa tan profunda y abarcante que sea capaz de
reorientar definitivamente la existencia posterior. Queremos decir que la vida religiosa, la
forma de seguimiento de Jesús por medio de los votos, compartida en comunidad para una
misión, se origina en una decisiva experiencia religiosa que orienta la existencia posterior en
dirección de lo único y del Único. A este doble movimiento, don del Espíritu, de llamado y
orientación por un lado y de caminar buscando el Reino de Dios, como dice la Escritura,
llamamos experiencia de Dios.
De hecho parece que mucha gente viviera como si no necesitara de Dios. La existencia
de algunos de nuestros contemporáneos responde a lo que ya advirtió Bonhoffer hace mas de
40 años: los hombres viven "Ut si Deus non darétur". Decirles a estos hombres que la
experiencia religiosa es algo esencial y determinante en sus vidas no tiene sentido.
Por eso es mejor hablar de experiencia de Dios porque esta experiencia se refiere a
aquellos que en determinados momentos han sentido en su existencia la presencia de Dios.
Los seres humanos en cuanto tales pueden experimentar, en ciertas condiciones, las
contradicciones radicales de la existencia, aquello que San Pablo expresaba acertadamente:
Hago el mal que no quiero y no hago el bien que quiero. Suena un error reducir este
testimonio al sólo ámbito moral. San Pablo no destaca únicamente la inclinación al mal y la
dificultad de hacer el bien, sino la menesterosidad radical de toda existencia humana.
El individuo humano en cuanto tal es incapaz por sus propios medios de ser aquello que
quiere ser. San Pablo quiere decir que el ser del hombre sobrepasa infinitamente al hombre,
que hay un abismo entre las aspiraciones humanas y sus posibilidades reales. Quien advierte
en su propia existencia esta menesterosidad termina invocando a un Salvador. Esta
experiencia fundante es la experiencia humana de Dios porque puede darse en toda persona
que haya atravesado el umbral de las solicitaciones externas y de los impulsos internos.
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SEMINARIO MAYOR ARQUIDIOCESANO ¨SAN LEON MAGNO¨ - CUENCA-ECUADOR
ASIGNATURA: Teología de la VC. y Laical – III TEOLOGÍA – II SEMESTRE – 2017-2018
DOCENTE: Fray Pablo Mogrovejo C., ocd.
TEOLOGIA de la VC: Experiencia de Dios – DIALOGO EN CLASE – 12 de junio de 2018
A. Su originalidad
Es obra del Espíritu, que llena el corazón con sus gracias y dones. No procede de
técnicas antiguas o modernas, no se nos concede a través de métodos por más venerables que
éstos sean; con todo, las técnicas y los métodos pueden ayudar aunque la experiencia cristiana
de Dios en cuanto don, las trasciende.
Por eso para el cristiano Dios se revela privilegiadamente en Jesucristo, don del Padre a
los hombres y hermano nuestro que ha participado de nuestra humanidad para enseñarnos a
dirigirnos a El como Abba, Padre y compartir como lo hizo El la condición de nuestros
hermanos sobre todo los más pobres.
B. Seguimiento de Jesús
Jesús nos revela a su Padre. A través de Jesús el cristiano descubre el amor y la fidelidad
de Dios; por eso la experiencia de Dios se media para el cristiano por el seguimiento de Jesús.
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SEMINARIO MAYOR ARQUIDIOCESANO ¨SAN LEON MAGNO¨ - CUENCA-ECUADOR
ASIGNATURA: Teología de la VC. y Laical – III TEOLOGÍA – II SEMESTRE – 2017-2018
DOCENTE: Fray Pablo Mogrovejo C., ocd.
TEOLOGIA de la VC: Experiencia de Dios – DIALOGO EN CLASE – 12 de junio de 2018
La conversión del corazón nos arranca del egoísmo y establece las condiciones para el
amor universal, que como amor humano, no puede prescindir de concreciones. Hay que amar
realmente a quienes nos rodean y con quienes nos encontramos, para que podamos aspirar a
este amor fraterno, que no distingue entre judío y gentil, griego, hebreo, creyente y no
creyente.
cristiana de Dios. Anunciamos el amor de Dios a los hombres y la Paternidad universal del
Señor.
La experiencia de Dios como Padre, si bien no es exclusiva del cristianismo, sí es
característica suya, es el centro de la Revelación de Jesús. El servicio del Reino nos abre a la
experiencia de fraternidad y a las exigencias de esta fraternidad: justicia y misericordia.
Pero este seguimiento y conversión radical se viven en una comunidad que ha sido
convocada por el Espíritu para hacer patente en medio de los hombres el amor de Dios.
Cuando decimos radicalidad no queremos calificar el modo de vida del religioso como mejor
o de mayor valor, sólo queremos señalar el hecho de ser una manera diferente de seguir a
Jesús radicalizando determinados matices que pueden ser vividos sólo en determinadas
condiciones. El celibato es una gracia y como tal depende más de la bondad del Señor que de
las fuerzas del religioso; por lo tanto lo importante es la gratuidad del don y no los méritos de
quien lo recibe. Pero el que ha recibido ese don debe vivirlo con plenitud, y en eso consiste su
radicalidad.
Decíamos que esto se vive en una comunidad de fe con hermanos que han escuchado el
mismo llamado, que imitando al Señor quieren acercarse al Padre con actitud filial, buscando
su intimidad y que desde su miseria desean responder al amor gratuito de Dios.
A. La Comunidad
Esta comunidad no existe para si misma; tiene una misión, la de anunciar explícitamente
la Resurrección del Señor y todo lo que este anuncio conlleva como exigencia de amor, de
fraternidad, de justicia y de paz. La comunidad anuncia la Resurrección por la Eucaristía. La
Eucaristía nos manifiesta patentemente cómo la reunión de los hermanos congregados por el
Padre se va convirtiendo por gracia del Espíritu en cuerpo de Cristo para la gloria de Dios y la
vida del mundo.
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SEMINARIO MAYOR ARQUIDIOCESANO ¨SAN LEON MAGNO¨ - CUENCA-ECUADOR
ASIGNATURA: Teología de la VC. y Laical – III TEOLOGÍA – II SEMESTRE – 2017-2018
DOCENTE: Fray Pablo Mogrovejo C., ocd.
TEOLOGIA de la VC: Experiencia de Dios – DIALOGO EN CLASE – 12 de junio de 2018
Cuando la experiencia de Dios ha calado hondo en nuestro espíritu de manera que ella
se convierta en nuestro proyecto fundamental y de ella se alimentan todos los demás
proyectos que realizamos, puede decirse, entonces, que el religioso ha convertido su vida en
oración.
La oración se vuelve una actitud normal que informa todos los actos de la existencia
religiosa haciéndolos expresión de fe y de culto. Esto es andar en la presencia de Dios.
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SEMINARIO MAYOR ARQUIDIOCESANO ¨SAN LEON MAGNO¨ - CUENCA-ECUADOR
ASIGNATURA: Teología de la VC. y Laical – III TEOLOGÍA – II SEMESTRE – 2017-2018
DOCENTE: Fray Pablo Mogrovejo C., ocd.
TEOLOGIA de la VC: Experiencia de Dios – DIALOGO EN CLASE – 12 de junio de 2018
Escogeremos algunos medios tradicionales; insistiendo en que son sólo algunos y que
debemos re-integrarlos en una espiritualidad que al mismo tiempo que nos acerque a Dios nos
envíe a los hombres en los que encontraremos también el rostro del Señor desfigurado a veces
por el pecado, la injusticia, la miseria.
A. El silencio
El silencio tiene una vinculación directa y necesaria con la palabra. Se debe construir un
espacio de paz interior para poder decir una palabra fecunda. La palabra brota del silencio y
hacia él vuelve. Es necesario este esfuerzo ("ejercicio") de callarse interiormente para
escuchar la Palabra del Señor. Por eso el silencio no es la ausencia de palabras. La mudez
espiritual es lo contrario del silencio. El silencio es también el tiempo de la opción y de la
decisión. El guardar la Palabra y meditarla en el interior supone un silencio sosegado, del que
brotará a su vez nuestra respuesta humilde y confiada al Señor. Para poder decir nuestra
palabra, la que brota de nosotros, la no aprendida, la que no es repetición sino la definición de
nosotros mismos, la que al pronunciarla, no es sólo sonido sino expresión de nosotros
mismos como opción y decisión; para todo esto necesitamos el silencio. En él
experimentamos al Señor (Sab. 18, 14-15). Esta palabra también es silencio. Por eso creemos
que en nuestra palabra y en nuestro silencio siempre debe estar el Señor.
B. La Soledad
Esto exige de nosotros una actitud de alejamiento y ruptura de las categorías mundanas
para confrontarlas con las categorías del Reino. La presencia en el mundo no es inmersión en
él, es distancia crítica y también algunas veces local y física. Debemos crear un ambiente en
donde podamos escuchar "la soledad sonora" de San Juan de la Cruz.
C. La Ascesis
Aquí más que en ninguna otra parte el sentido cristiano del "ejercicio" (eso es lo que
significa ascesis, los ejercicios militares antes de la campaña) se vio desfigurado con
tradiciones respetables pero no por eso verdaderamente evangélicas. Los estoicos sostenían
que para llegar a la felicidad (temporal y eterna) había que ejercitarse metódicamente. La
disciplina era indispensable para conseguir resultados espirituales. La vida retirada, la
pobreza, la disciplina de las pasiones, conducían a la perfección humana.
Las palabras de Jesús no son el elogio de la vida simple, ni de la sublime "senda de los
pocos sabios que en el mundo han sido". La mortificación y la pobreza son para Jesús medios
no fines. Nadie busca la pobreza por la pobreza, tampoco se la debe buscar como lo hacían los
estoicos como medio de liberación corporal; se la busca porque es medio de liberación
espiritual y porque nos permiten (la pobreza y la mortificación) poner los medios
indispensables para el seguimiento de Jesús pobre y humilde.
La mortificación, penitencia, ayunos tienen sentido no por sí mismos sino como medio
de solidaridad con nuestros hermanos. Es la participación en la muerte del Señor y en la
muerte del pueblo masacrado, hambriento y perseguido.
La ascesis debe ser re-integrada en una espiritualidad abierta al dolor del hombre, a sus
luchas y esperanzas; de otra manera no sale de su esquema estoico. Debe ser enfocada como
abnegación evangélica que se realiza, sobre todo, en la vida diaria, en la fidelidad a la misión,
en la superación del egoísmo, en la auténtica fraternidad, que purifica y prepara para la
experiencia de Dios en Jesucristo.
D. La Humildad
Cuando María dice: "Se fijó en la humildad de su esclava", nos revela el secreto de la
preferencia de Dios, y las condiciones que debemos establecer para que el Señor nos visite. La
humildad es una manera de vivir la pobreza espiritual; porque el soberbio, el arrogante se
sienten seguros de sí y sin necesidad de acudir a nadie.
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SEMINARIO MAYOR ARQUIDIOCESANO ¨SAN LEON MAGNO¨ - CUENCA-ECUADOR
ASIGNATURA: Teología de la VC. y Laical – III TEOLOGÍA – II SEMESTRE – 2017-2018
DOCENTE: Fray Pablo Mogrovejo C., ocd.
TEOLOGIA de la VC: Experiencia de Dios – DIALOGO EN CLASE – 12 de junio de 2018
La pobreza común y corriente, la que vive nuestro pueblo es un medio eficaz para
comprender lo que es la verdadera humildad, y no caer en la falsa, que no es otra cosa que
fariseísmo.
Decíamos al principio de estas líneas que no puede haber vida religiosa sin una
orientación hacia Dios realizada en comunidad por el seguimiento del Señor Jesús para la
salvación de los hombres. De esta manera la vida religiosa es la proclamación de nuestra fe en
el Señor vivo y resucitado, que vive por su Espíritu en medio de la Iglesia impulsándonos a
vivir la novedad anunciada en Pascua y Pentecostés, por eso la experiencia de Dios es el
principio de nuestra vida espiritual.
E. Contemplación activa
La formación en la experiencia de Dios debe tener como objetivo ayudar a que los
religiosos vayan convirtiéndose en verdaderos contemplativos en la acción. Personas que
connaturalmente saben mirar la realidad y los acontecimientos cotidianos como signos
de los tiempos a través de los cuales el Señor, presente y actuante en la historia, nos interpela
y cuestiona. Capaces de escudriñar su voluntad en todos los acontecimientos y unir nuestra
libertad a ese amor creador que trabaja incesantemente por hacer el mundo nuevo.