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1. GENERALIDADES
Nació como un auxiliar el Derecho, con carácter insustituible, sin la cual no se concibe
una recta Administración de Justicia.
Por otra parte, la Psiquiatría, es una especialidad surgida así mismo del tronco de la
Medicina Legal. Su enseñanza en nuestro país se impartió precisamente en estas cátedras, hasta
el año1947, en que se convirtió en una disciplina docente completamente independiente.
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lo mismo que de los pecadores y los inválidos. Una consideración similar se dispensó en los
primeros monasterios, y aún en nuestros tiempos es posible encontrar mezcla de pacientes
psiquiátricos con delincuentes comunes en algunos medios hospitalarios y penitenciarios. En su
convergencia con la Ley, el psiquiatra se vio enfrentado inicialmente al método lógico-normal
del jurista, y éste a su vez chocaba con el método científico natural del Médico Especialista. Por
otra parte, la Medicina consideraba el delito a partir del individuo, mientras el derecho lo hacía
a partir del hecho delictivo. Posteriormente, cada profesional llegó a comprender el punto de
vista del otro, y ambas disciplinas emprendieron un cambio de mutua colaboración, que culminó
con el surgimiento de la Psiquiatría Forense. Se considera a Jean Esquirol (1772-1840) el
precursor de la psiquiatría Forense, con su obra titulada Des Muladíes Mentales consideréis sus
les Reportes Médica, Hygiénique et Médico-Legal. Fue el discípulo más distinguido de Philips
Pinel, el humanizador de la Psiquiatría. La Psiquiatría Forense se define como aquella rama de la
psiquiatría que se ocupa de la relación entre el psiquiatra y la Ley
2. PSICOPATOLOGIA GENERAL
a) Afectividad
b) EMOCIONES
Las emociones son estados afectivos que se caracterizan por ser de poca duración,
intensos, aparecer de forma brusca, imprevista, súbita, habitualmen- te como reacción a
estímulos externos, recuerdos, etc. Y en casos de mucha intensidad puede llegarse a un estado
hasta de descenso del nivel de con- ciencia, cok emocional o psicógeno.
Son reacciones emocionales la alegría, ansiedad, rabia, cólera, ira, odio, miedo, pena,
júbilo, vergüenza, fastidio, envidia, susceptibilidad, etc. Y se consideran no sólo normales sino
propias de la riqueza de la vida humana.
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sequedad de boca, movimientos corporales de inquietud, gestos de levantar los brazos o golpear
una mesa, expire- sin verbal con contenidos y tono de voz desaforados e insultantes.
Algunas de las cuales pueden ser medidas, de cara a su sinceridad, por los denominados
polígrafos, pero mucho más valor tiene la posibilidad de que incluso pueden ser apreciadas al
observar a la persona y ese testimonio puede servir como dato para valorar con posterioridad
la existencia e incluso la intensidad del estado emocional.
c) SENTIMIENTOS
Los sentimientos son, frente a las emociones, estados afectivos más elaborados, más
duraderos, más profundos, aunque alcancen menos intensidad. El amor, la simpatía, el odio, los
celos, la venganza, el resentimiento, son ejemplos de sentimientos.
d) PASIONES
Estados con gran carga afectiva, con características de emociones y sentimientos que,
debido a su intensidad, influyen sobre el pensamiento lógico y da sonador originando como una
nebulosa, nublándolo, siendo origen de conductas irreflexivas, dominadas por la idea
básica del estado pasional. Conmocionan todo el psiquismo, se imponen en el pensamiento,
a veces con carácter obsesivo, y la lucha contra ellas no resulta fácil. Según J. J. López IBOR
(1963), en la pasión el sujeto tiene idea de que es arrastrado, de que juega un papel pasivo, que
la pasión domina.
Como más adelante severa, nuestro Código Penal considera -el «estado pasional» como
una posible causa de atenuación de la responsabilidad del individuo en los actos ilícitos que
lleva a cabo.
e) ANSIEDAD
Si bien la ansiedad es una emoción y un sentimiento, es cierto que, tal como sugieren
algunos autores, la ansiedad es una característica central en casi todos los trastornos
psicopatológicos, en concurrencia con trastornos depresivos, trastornos somato formes,
disfunciones sexuales, alcoholismo y otras drogodependencias y supone el problema mental
más frecuente de los diversos trastornos psiquiátricos (B. SANDIN y P. CROROT, 1995).
Hay que entenderla asimismo con una función adaptativa, es decir, que nos sirve para
mantener la actividad cotidiana, en ocasiones para anticipar peligros o amenazas. Dosis
razonables de ansiedad, incluso hasta el llamado estrés positivo, mantienen la vigilancia y la
creatividad. Esas dosis de ansiedad precisan de un adecuado manejo personal para así evitar
que, ni por su intensidad ni persistencia, originen malestar subjetivo, deterioro social u
ocupacional, o desadaptación, abocando en esos casos a un estado patológico de ansiedad, a un
trastorno de ansiedad.
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Respecto de la forma de expresión de la ansiedad, clásicamente se vienen diferenciando
tres formas de respuesta, tres formas de manifestarse. Según D. Su (1995), así como B. Sandí y
P. CHOROT (1995), son las siguientes:
De todas las anteriores manifestaciones, el sujeto que las padece tiene consciencia, si bien
le resulta difícil o es incapaz de controlarlas y así amortiguar, o hacer desaparecer, todas las
connotaciones desagradables de la ansiedad.
Si la duración del estado afectivo es tal que se puede considerar como duradera
o persistente, crónica, se habla de desarrollo y supone una transformación de
la personalidad de más difícil superación.
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Disminución de la afectividad: Los procesos afectivos están apagados,
inhibidos. El sujeto no tiene las respuestas afectivas que serían de esperar en
la misma circunstancia y para la mayoría de las personas. Carecen de deseos,
de energías, de impulsos a buscar el bienestar, a relacionarse con los demás. Se
da en retrasos mentales, demencias, psicosis crónicas, trastornos de per-
tonalidad, etc.
Ambivalencia afectiva: el sujeto que la padece desea y teme a la vez algo. Es la
coexistencia de amor y odio hacia una persona o situación. Genera ansiedad y,
a veces, conductas impulsivas.
Labilidad afectiva: afectividad débil y frágil. No se tiene control de los
sentimientos. Son personas que lloran con facilidad ante pequeños estímulos,
son muy sensibles, se sienten enseguida afectadas por comentarios o expo-
ciencias y reaccionan de forma anómala. Se da en personas inmaduras, en
procesos demenciales, estados postraumáticos, retraso mental, etc.
Frialdad afectiva: Apenas existe repuesta afectiva ante las experiencias
humanas cercanas. Son sujetos que parecen que no sienten, que no les
repercute el dolor o la alegría ajenos, que no les afecta producir dolor, que no
muestran ninguna reacción ante el dolor o la muerte. Se da en trastornos de la
personalidad antisocial, en esquizofrenias, etc.
Las repercusiones forenses de los estados afectivos globalmente considera-
rudos son indudables. Tanto si se trata de personas consideradas como nor
males y que presentan reacciones emocionales o pasionales, que pueden le-
verles a cometer un delito, o bien si se trata de verdaderas anomalías de la
afectividad.
a) Estado de ánimo
Existen personas que básicamente y como rasgo de personalidad tienen una elevación
del estado de ánimo, una hipertonía, lo que les hace ser muy a tipos, capaces de rendimientos
altos, pero con una orientación hacia lo Inmediato, lo informal, con disminución del sentido
crítico. La expresión de mayor anormalidad surge en la psicosis bipolar, fase maníaca.
Los descensos del estado de ánimo son los cuadros depresivos. En ellos la persona se
siente apagada, inhibida, sin ganas de hacer cosas, todo lo que se plantea o tiene que ejecutar
resulta penoso, con ideación triste, sentimientos de inferioridad, culpabilidad, ruina,
enfermedad. La atención, la concentración y la memoria están disminuidas. El esfuerzo
intelectual es débil, decreciente y no puede ser mantenido. El pensamiento es rígido, anclado
en las interpreta- cienes negativas y la falta de futuro
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Son muchos los trastornos psíquicos y la expresividad clínica en los se o sirvan descensos
del estado de ánimo. Unos son de tipo primario, reconocen una alteración endógena y su
expresión máxima es en el trastorno bipolar, fase depresiva, otros surgen como una expresión
psicopatológica más del desorden o desequilibrios psíquicos en numerosos trastornos.
El estado depresivo puede dar origen a desesperanza, a sentir que no hay futuro, que
no hay salida a la situación, a frustraciones, 'a desear la muerte como alivio, a no querer ser una
carga, Usa molestia o sufrimiento para los de- más, a distorsionar la realidad e interpretarla
erróneamente.
Esas y otras experiencias vivenciales que afectan a lo más hondo de la persona pueden
dar lugar a la presencia de conductas anómalas, a gestos des- esperados como suicidios,
homicidios, inhibición de obligaciones, etc.
2.3 VOLUNTAD
El acto volitivo, voluntario, es aquel que surge como reacción a una decisión consciente,
reflexiva y con sentido. La voluntad es la capacidad de poder auto determinarse, de poder
reflexionar o decidir, de elegir, de admitir o rechazar, en definitiva, de hacer posible que una
idea, un deseo, se transforme en acto voluntario.
La psicología clásicamente diferencia en el acto voluntario una serie de fa- sus, que con
un interés didáctico y para hacer comprensible las complejas fin cienes psíquicas superiores, son
las siguientes:
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así mismo, de un proceso previo in- selectivo de reflexión y determinación a actuar (o
no actuar) de esa manera.
a) Alteraciones de la voluntad
- ACTOS IMPULSIVOS
Son aquellos en los que se provoca fa, acción sin una suficiente reflexión previa. Supone que no
se han medido o calculado suficientemente los efectos o las consecuencias.
Puede tratarse de una falta, transitoria o persistente, para mantener el control y el autodominio
de sí mismo.
- AMBIVALENCIA
- ACTOS AUTOMÁTICOS
- NEGATIVISMO
En el ámbito forense puede tratarse de una forma de oponerse a una detención, a declarar, a ir
a prisión o a otros centros de forma obligatoria, de pe- decir o reclamar algo, con motivación de
reivindicar, etc. y puede surgir en sujetos sin patología psiquiátrica grave. Otras veces se trata
de enfermos mentales con esquizofrenias, estupor psicógeno u otra etiología. Puede también
tratarse de una opción en una persona normal
- SUGESTIONABILIDAD
Tiene interés forense. Por la posibilidad de esta inducción sugestiva para con meter algún delito,
ser cómplice, obtener firmas para contratos o cambios de testamentos, incidir en las
declaraciones y testimonios, etc.
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Se da en niños, adolescentes, ancianos, retrasos mentales, síndromes de mundiales, trastornos
de la personalidad dependientes, personalidad primitiva. Y también en personas normales,
incluso en estado de fatiga o con sentimiento- tos depresivos, aisladas como individuos o en
masa, y cuyo mensaje político o religioso puede ser asumido afectivamente, sin reflexión,
encontrándose en la génesis de comportamientos extraños, heroicos, delictivos.
Si bien son distintos los conceptos, ambos, los de agresividad y violencia, se emplean de
forma similar, lo que genera confusión para todos los actos no- chivos, que, según E. FROOM
(1989), son aquellos que tienen por efecto. el daño o la destrucción de un objeto inanimado,
una planta, un animal o una persona humana.
La especie humana es la única que presenta actos intencionales contra otros individuos
de su propia especie, violencia destructiva que busca causar daño a otros seres humanos.
A. Montague (1990), defiende por su parte que ninguna conducta humana específica
está genéticamente determinada; que los seres humanos son capa- ces de cualquier tipo de
conducta, incluyendo la conducta agresiva, así como también la bondad, la crueldad, la
sensibilidad, el egoísmo, la nobleza, la cobardía o la travesura; la conducta agresiva no es sino
una conducta entre otras muchas y cualquier explicación del comportamiento humano ha de
explicar todo el comportamiento, no sólo un tipo; y que el tipo de conducta que des- pliega
un ser humano en cualquier circunstancia no está determinada por sus genes, aunque exista
por supuesto alguna contribución genética, sino básica- mente por la experiencia vivida en
interacción con esos genes.
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tratos en la infancia, en el subdesarrollo económico y cultural, en la opresión y dominio de unos
sobre otros.
Y para J. Sanmartín (2000), agresividad y violencia no son lo mismo, por una parte,
nuestra agresividad es un rasgo en el sentido biológico del término, una nota evolutivamente
adquirida y por otra nuestra violencia es un producto de la cultura, o dicho más estrictamente,
es el resultado de una interacción en- tre factores culturales y agresividad, de la influencia de la
cultura sobre la agresividad natural. La biología nos hace agresivos, pero es la cultura la que nos
hace pacíficos o violentos.
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depresivos una auto agresividad, riesgo muy alto de producirse autolesiones, tentativas
de suicidio o suicidios consumados.
En algunos estados graves depresivos, la violencia se amplía a otros, generalmente
familiares que son objeto de lesiones o muerte antes del propio suicidio.
En trastornos de la personalidad, especialmente. En el tipo antisocial. En estos casos la
agresividad puede ser pensada y muy elaborada, más racional, más consciente,
especialmente en los que tienen rasgos de sadismo. En ellos surge todo tipo imaginable
de agresividad y violencia.
3. LAS MEDIDAS DE SEGURIDAD EN LA DOCTRINA PENAL
3.1 Concepto
Clásica en nuestra doctrina patria es la definición que, hace ya más de sesenta años,
ofreciera CUELLO CALON: «Las medidas de seguridad pueden definirse como ciertas medidas
impuestas por el Estado a determinados delincuentes encaminadas a su adaptación a la vida
social (medidas de educación, de corrección y de curación) o su segregación de la misma
(medidas de seguridad en sentido estricto). A la primera clase pertenecen: a), el tratamiento
educativo de los menores delincuentes; b), el internamiento de delincuentes alienados y
anormales mentales; c), el internamiento curativo de los delincuentes alcohólicos y
toxicómanos; d), el internamiento reformador de mendigos y vagabundos para su adaptación a
una vida de trabajo. Pertenecen a la segunda clase: el internamiento de seguridad de los
delincuentes habituales e incorregibles».
Como ya vimos líneas atrás, la «medida de seguridad» e' s, ante todo, una consecuencia
jurídica. Y habrá que añadir: una consecuencia jurídica del hecho delictivo.
No cabe duda de que las «medidas» integran, junto a las penas, la respuesta de la
sociedad al autor de un delito. Corno aquéllas, forman parte de “las armas necesarias de la
comunidad jurídica contra el delincuente». Pues es evidente, y así suele reconocerse en general,
que el sistema puramente sancionador no alcanza a cubrir plenamente los objetivos de
prevención pro píos del Derecho Penal, en especial ante supuestos, como los de los
inimputables, reincidentes, etc.
Es claro, por ejemplo, con respecto a los inimputables, que en un ordena- miento en el
que prevalece el principio de culpabilidad, la situación y características de estos sujetos requiere
la presencia de mecanismos de reacción diversos del mero castigo para la garantía de la
protección del resto de los ciudadanos frente a eventuales reiteraciones en la conducta
antisocial del inimputable.
Si la única razón de ser de tales mecanismos fuere la terapia del sujeto a quien se aplica,
quizá pudiéramos preguntarnos si su ubicación dentro del Derecho Penal era realmente la
acertada, pero como la «medida» no sólo es hoy con- secuencia siempre de una acción delictiva,
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sino que, además y como luego comprobaremos, persigue fines que van más allá de los siempre
importantes terapéuticos, su vinculación con la integridad del sistema penal deviene forzosa.
Tanto las penas como las «medidas» son simultáneamente presididas por los principios
de legalidad y de jurisdiccionalita; sólo se podrán imponer o aplicar válidamente si se encuentran
previstas en la norma positiva y habrán de serlo, además, por. los órganos de la jurisdicción con
cumplimiento de todos los requisitos propios de su función (competencia, procedimiento
contradictorio, motivación de la decisión, etc.).
3.2 Fines
Durante cierto tiempo, se distinguieron dos diferentes supuestos entre las medidas de
seguridad, atendiendo, a su finalidad: la medida encaminada, den tiro de la prevención especial,
al tratamiento curativo y la reeducación, dirigida a enfermos y menores; y en otro grupo las
tendentes al aseguramiento y la defensa social, aplicables a los sujetos plenamente
responsables, pero especial- mente peligrosos, tales como multirreincidentes y delincuentes
habituales, por ejemplo.
Hoy, sin embargo, el principal objetivo de las medidas ya no es otro que la administración
de un «tratamiento». «Esta alternativa (¡internamiento en centro psiquiátrico, de
deshabituación, educativo especule! y reeducativo) se basa en el principio de prevención
especial al incidir su aplicación en la necesidad de tratamiento específico en orden a la
reeducación o rehabilitación de la causa originadora de su conducta delictiva» (Ríos MARTÍN,
1993).
Pero junto a esta misión «terapéutica», que es en definitiva la que a nosotros aquí
realmente nos interesa, sigue reconociéndose también a la medida una finalidad puramente
«aseguraría», que no cabe desconocer, aunque algunos, como TERRADILLOS (1985),
sostengan, con razón, que ambos contenidos, el curativo y el asegura TiVo, no ofrecen
contradicción entre ellos, pues la curación ha de afrontarse en la medida en que 'es útil para
la prevención de los bienes, en definitiva para evitar el peligro que sobre los mismos pudiera
pender de la futura conducta del individuo considerado peligroso. Se integra así plenamente la
medida de seguridad, en orden a los fines que sigue, dentro de los límites genéricos de una
política criminal moderna, que no son otros que los correspondientes a la persecución de las
metas de prevención de la criminalidad y la resocialización del delincuente.
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Pero, junto a los fines asegúratelos y a los terapéuticos, como objetivos principales de
las medidas de seguridad, éstas también producen otras consecuencias que, aun cuando no
perseguidos directamente, se erigen en resultados de extraordinaria importancia.
3.3 Clases
Medida pre delictual será aquella que, basada en la abstracta peligrosidad social del sujeto, se
aplica sin necesidad de comisión de hecho delictivo alguno. Categoría propia de las ya históricas
legislaciones especiales de Peligrosidad y referida a sujetos 110 delincuentes, sino simplemente
marginados o asociales, rechazada hoy por la mayoría de los autores (TERRADILLOS, BERISTÁIN,
JORGE, etc.), por razones de seguridad jurídica, evitación de la arbitrariedad, etc. y que en la
actualidad vienen remitidas, en todo caso, a otros ámbitos del ordenamiento (Derecho civil o
Derecho administrativo o actuaciones de Policía).
También, por sus efectos, las medidas de seguridad, tradicionalmente, podían ser:
privativas de libertad, restrictivas de libertad, restrictivas de derechos, o pecuniarias.
Es a este factor clasificador de los efectos, al que han atendido, en general, os catálogos
elaborados en Conferencias y Congresos Internacionales (Roma, "929 operaba, 1930, pareja.),
que hablan también de medidas privativas o no privativas de libertad, e, incluso, un tercer grupo
de medidas reales o patrimoniales, reservado a supuestos como ciertas confiscaciones, cierre y
clausura de establecimientos, disolución de personas jurídicas, etc.)
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4 LAS LESIONES PSIQUICAS
4.1 CONCEPTO
Lesión, en su sentido semántico, es todo daño o detrimento corporal causado por una
herida, golpe o enfermedad, sinónimo de perjuicio o menoscabo.
Ese daño, detrimento corporal, perjuicio o menoscabo puede tener una expresión tanto
física como psiquiatra.
Los medios o procedimientos capaces de originar la lesión psíquica, es decir, sus agentes
etiológicos, son los mismos capaces de producir lesiones en general, y podrán consistir en
cualquier tipo de acciones traumáticas (accidentes, caídas, golpes, agresiones con arma blanca
o de fuego, etc.), agentes químicos (tóxicos, con acción local o general), físicos (calor, frío,
electricidad, etc.) o biológicos (bacterias, virus, toxinas, etc.).
No serán sólo los grandes desastres o acontecimientos trágicos los capaces de generar
lesiones psíquicas, sino que también las causan los ultrajes y agresiones triviales de la vida
cotidiana. Bowdwen, P. y FELTHous, A. (1995)-
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Sin embargo, en otras ocasiones, la reacción ante un acontecimiento o vivencia
traumática con daño psíquico, llega a alcanzar una mayor intensidad dad o duración y sobrepasa
lo estimado como una reacción normal, comenzando a ser reacción patológica, de diversa
expresión y duración variable. Podremos hablar, en estos casos, de verdaderas alteraciones o
trastornos, siempre que cumplan los criterios diagnósticos exigibles para semejante
consideración.
Junto a trastornos que son susceptibles de ser originados por agentes etiológicos
traumáticos o estresantes, en ocasiones nos encontramos con otros que difícilmente podrán
alcanzar la consideración de lesiones, en el sentido jurídico del término, tales como los
trastornos congénitos, los trastornos psicóticos y esquizofrénicos, los trastornos bipolares, o
trastornos de la personalidad con condicionamientos endógenos o patrones de conducta
establecidos desde estadios tempranos del desarrollo, etc., cuyas etiologías no se derivan
directa- mente de agentes o circunstancias externas y manejadas por un tercero que pueda
ser considerado como autor de esas lesiones.
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por ejemplo, del trastorno psicótico breve, que puede estar desencadenado justamente por una
situación de estrés, combate, accidente o agresión.
En otro sentido, hay que recordar que, si bien la naturaleza de la lesión es inespecífica
de la situación que la origina, dado que depende no sólo de ésta, sino de la respuesta individual
y otros factores ambientales, sí que existen algunas manifestaciones clínicas, entre las
anteriormente expuestas, que son más habituales que otras, en relación con las circunstancias
en que las lesiones se produjeron.
Así, por ejemplo, en las víctimas de accidentes de tráfico persiste durante tiempo la
fobia, miedo, temor o rechazo a viajar en coches o a volver a conducir.
En las víctimas de robo con violencia, en los asaltos callejeros o «tirones» de bolsos,
persisten igualmente durante meses o años, a pesar de que, por no identificarse a los autores,
no se siguiera ningún tipo de actuación ni procedimiento judicial posterior, miedo, temor o
inseguridad en la calle y ante cualquier persona que se aproxima o frente a llamadas telefónicas
recibidas en el propio hogar.
Por estas y otras particularidades, que más adelante se expondrán, es por lo que el
resultado final al que puede llegar el perito psiquiatra, en cada supuesto, a la hora de informar
sobre la existencia y el origen de tales lesiones, ofrezca diferencias muy notables.
Si bien el hecho del diagnóstico en el ámbito clínico es esencial para poder aplicar un
tratamiento adecuado, en el campo forense el diagnóstico clínico no es más que un primer paso,
importante, pero no trascendental.
Pues para dar adecuada respuesta a lo que se requiere en tales informes, ante los
Tribunales de Justicia, para que resulten de verdadera utilidad en la aplicación de las leyes con
suficiente aporte del conocimiento de la realidad médica, es preciso también evaluar la lesión o
la secuela desde aspectos y consideraciones le- gales y forenses, es decir, respecto de su
naturaleza como tal lesión o secuela en sentido jurídico, la causa, su tiempo de curación, los
tratamientos efectuados, el estado residual y sus repercusiones funcionales, laborales o
sociales, etc.
Las lesiones psíquicas son verdaderas reacciones del organismo con mayor expresividad
en lo psíquico, surgidas bien de forma primaria, sin que sea precisa la apreciación o existencia
de lesión corporal física alguna, o bien de forma secundaria, reactiva a una lesión corporal.
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El Código Penal, en su art. 147, tal como ya quedó reseñado al principio de este
apartado, se refiere a la salud física o mental y en el art. 149 a la grave enfermedad somática o
psíquica, sin más concreciones.
No existe en principio, por tanto, restricción legal a que cualquier reacción, modificación
o alteración psíquica pueda ser considerada como lesión. Siempre y cuando cumpla las otras
exigencias recogidas en ambos artículos, es decir, su origen y etiología en factores externos y la
necesidad de tratamiento médico, posterior a la primera asistencia, para su curación.
¡La interpretación de dicho artículo en esta materia de las lesiones psíquicas y del
tratamiento psiquiátrico ‘puede resultar discutible, a propósito del propio concepto
jurisprudencia! de esa «primera asistencia», y de la previsión legal según la cual «[..] la simple
vigilancia o seguimiento facultativo del curso de la lesión no se considerará tratamiento
médico». Cuestión sobre la que más adelante se harán las consideraciones oportunas.
El art. 147 del Código Penal exige, según ya se adelantó, para que la lesión, también en
este caso de menoscabo de la salud mental, tenga la consideración de delito, que la misma
requiera objetivamente para su sanidad, además de la primera asistencia facultativa,
tratamiento médico o quirúrgico, no considerándose como tal el mero seguimiento facultativo
del curso de la lesión. En este sentido, por tratamiento médico, con carácter general, hay que
entender «la planificación de un sistema de curación o de un esquema médico prescrito
por un titulado en medicina con finalidad curativa». Así también, el tratamiento médico
es «cualquier sistema que se utilice para curar la enfermedad o la lesión, también para tratar de
reducir sus consecuencias si aquélla no es totalmente curable».
La persona que sufre este tipo de lesiones puede necesitar durante poco o mucho
tiempo algún tipo de medicación para calmar la ansiedad o ayudarle a conciliar el sueño y, en
definitiva, para volver a recuperar el equilibrio anímico alterado. Y esa actuación, aunque sea
sencilla, debe ser reconocida igualmente como tratamiento médico posterior a la primera
asistencia y, por tanto, a calificación penal del hecho podrá ser constitutiva de delito y no, a
causa de la ausencia de este requisito, de simple falta.
Coincidimos con Ese, E. (1994), cuando sospecha que, en el ámbito forense, muchas
víctimas con lesiones físicas son dadas de alta con un plazo de curación en el cual no se tiene en
cuenta. Que puede presentarse, y persistir, un estado de depresión reactiva, un trastorno fóbico
postraumático o un franco trastorno de estrés postraumático.
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En otros casos, ya desde el principio, son prescritos ansiolíticos, antidepresivos o
hipnóticos, dado el estado de ansiedad que se aprecia ya en el servicio de urgencia o la presencia
de síntomas psíquicos muy manifiestos desde el momento mismo de producirse el accidente o
la agresión. En estos supuestos, el tratamiento instaurado desde el primer día es mantenido en
visitas sucesivas, bien por el médico de asistencia primaria o, incluso, si se acude a él, por el
especialista, cuya intervención consistirá en el seguimiento, modificación de medicamento o de
dosis, pero sin que se llegue a actuaciones diferentes a éstas, tal como parece exigir la
Jurisprudencia, para la consideración de verdadero «tratamiento» a efectos penales. De ahí
que, en semejantes circunstancias y a pesar de que se trate de lesiones psíquicas de evolución
persistente o crónica y que supongan incapacidad laboral, pueda ser considerada la lesión como
falta y no delito, al entender que la primera asistencia, objetivamente, fue suficiente para
alcanzar la sanidad.
Pero hay que tener en cuenta que, en Psiquiatría, el tratamiento no está sólo basado en
la aplicación de fármacos diversos, pudiendo prescindirse incluso de ellos. ¡Cuando se utilizan
los psicofármacos el éxito terapéutico de éstos está justamente ligado, según nuestro criterio,
al seguimiento muy cercano del paciente, para controlar y modificar las dosis y para mantener
algo tan importante y tan curativo como es la dinámica transferencia! Será la presencia y la
ayuda verbal del psiquiatra lo que de verdad ayude, tranquilice y, en definitiva, cure. Sin este
seguimiento la mera aplicación de psicótropos será poco eficaz e incluso yatrogénicamente
perjudicial.
Pudiera también sostenerse que, en casos así, nos encontramos entonces ante una
sucesión de curas diarias que, para la Jurisprudencia, sí suponen un «tratamiento», a los fines
que aquí nos interesan.
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La finalidad principal del testimonio, en el ámbito judicial, es proporcionar la mayor
certeza acerca de todo aquello que tiene relación con el hecho objeto de enjuiciamiento y de lo
que el testigo pueda tener conocimiento, directo o por referencias. Con su testimonio,
narraciones o relatos, el testigo facilita información al Juez y a las partes, acerca de unos hechos
determinados.
Para testificar, declarar, hay que tener, por tanto. capacidad suficiente para ello.
La capacidad para testificar exige reunir las condiciones básicas que conforman el
proceso de lo que se puede llamar psicología del1estimonio y que son los factores psíquicos que
intervienen en una persona que quiere dar testimonio acerca de un acontecimiento cualquiera,
vivido o presenciado por ella.
a. El modo como se ha percibido; el registro ha de ser recibido por vía sensorial, lo que
exige que tanto las vías como los centros receptores cerebrales estén conservados. Y el
estímulo debe tener una intensidad suficiente como para ser percibido. Factores como
la atención, el estado afectivo, la fatiga, el hallarse bajo el efecto de sustancias tóxicas,
etc., y, por supuesto, los errores de la percepción, ilusiones o alucinaciones, pueden
condicionar claramente e fenómeno perceptivo.
b. El modo como se ha conservado en la memoria.
c. El modo como se es capaz de evocarlo.
d. El modo como se quiere expresarlo. Puede existir una falta de sinceridad. no querer
contarlo o deformarlo.
e. Y el modo como se puede expresarlo. Capacidad para poder describir recuerdos o
representaciones. Pues pueden surgir errores, imprecisiones, exageraciones.
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Es evidente que pueden presentarse situaciones y estados anormales, que incidan y
distorsionen uno o más factores de los considerados básicos en el proceso psicológico normal
del testimonio.
Según esos factores, los trastornos que con más frecuencia e intensidad pueden
condicionar un testimonio son los referidos al ámbito de la percepción, al de las memorias y a
los trastornos del pensamiento.
La capacidad para testificar puede verse afectada por diversas causas, entre otras la
presencia de alteraciones o trastornos psíquicos, que tengan como consecuencia que una
persona no llegue a alcanzar aquella o la pierda, bien de forma temporal, transitoria o
permanentemente.
Ya quedó dicho que en el proceso penal no hay exclusiones le testigos por motivo de la
capacidad. Cualquier persona puede ser testigo en un proceso penal. La incapacidad es la
excepción.
Las tachas, son las circunstancias que concurren en un testigo, que le hagan sospechoso
de parcialidad y sólo operan, con sus peculiares efectos, especialmente en orden a la ulterior
valoración de la prueba por el Juzgador, en el ámbito civil. Aluden. a ciertas vinculaciones por
parentesco, amistad, enemistad, interés directo en el pleito, etc., que hagan, sospechoso de
parcialidad y solo operan con sus peculiares efectos.
La capacidad para ser testigo, en el ámbito penal, se presupone por tanto a todas las
personas, incluso a las que tienen déficits psíquicos. No existe, por consiguiente, limitación ni
rechazo de testigos por edad o estada de salud. ¡No hay precepto legal, ni doctrina
Jurisprudencia!, que limite el testimonio, en el ámbito penal, por esos motivos.
La capacidad de un enfermo mental para ser testigo no es, por tanto, causa de rechazo
inicial. Capacidad que, no obstante, pudiera llegar a estar limitada o incluso anulada e incidir,
por tanto, en la credibilidad y en la fiabilidad del testimonio. Resultará así un testimonio dudoso
o que generará desconfianza, pero nunca se le negará, desde un principio y antes de oírle, su
capacidad por la condición de enfermo. Y podrá, a la postre, ser sometido a examen para valorar
dicha capacidad.
La norma que rige en todos estas supuestos, sigue siendo la de la libre valoración de la
prueba por el Juez y, por tanto, puede éste aceptar o no la versión del testigo, según le haya
convencido o no el contenido de la narración de hechos, de acuerdo con su criterio racional y su
conciencia. El Juez forma su convicción sobre la verdad o falsedad de unos hechos y para ello
puede valerse de cuantas pruebas considere necesarias, entre ellas el dictamen pericial, para la
valoración d$ la fiabilidad psíquica de ciertos testigos.
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En cuanto al testimonio de los niños, el Tribunal Supremo se ha inclinado por otorgarle
un escaso valor, por su menor capacidad de entender y comprender, pero tampoco lo considera
inválido inicialmente. Máxime cuando existen hechos (abusos sexuales sobre menores. Por
ejemplo) en los que, en ocasiones, se erige en único medio para la acreditación de lo realmente
acontecido.
La norma que rige en todos estas supuestos, sigue siendo la de la libre valoración de la
prueba por el Juez y, por tanto, puede éste aceptar o no la versión del testigo, según le haya
convencido o no el contenido de la narración de hechos, de acuerdo con su criterio racional y su
conciencia. El Juez forma su convicción sobre la verdad o falsedad de unos hechos y para ello
puede valer se de cuantas pruebas considere necesarias, entre ellas el dictamen pericial, para la
valoración de la fiabilidad psíquica de ciertos testigos.
El testimonio exige, por una parte, credibilidad, es decir, que se aprecie que la persona
es creíble en sus manifestaciones, que puede o merece ser creída, que ofrece confianza. Aunque
esa credibilidad pueda ponerse de manera general en duda, con más frecuencia, ·en casos de
niños, personas mayores o enfermos psíquicos.
Hay testigos que son sinceros, que cuentan. los hechos como ellos los recuerdan, con
buena fe y recta intención, con buena voluntad, testigos honestos, pero que sin embargo están
equivocados, sus recuerdos no se ajustan a la realidad, su testimonio resulta deformado o
falseado y sufren error involuntario. Pueden cambiar su versión memorizada en función de
diversos factores.
Un testigo es sincero cuando lo que dice es lo que cree conocer como ver- dadero, y, en
ese sentido, declara con buena fe. Pero puede no tener ninguna credibilidad, bien porque sea
evidente una alteración de sus percepciones, de su capacidad para recordar o para exponer y
narrar los contenidos de su pensamiento.
En realidad, son más frecuentes de lo que a veces se piensa, los errores. Y ello es debido
a factores como la influencia que sobre los procesos de memo- ría ocurren normalmente en
todos los seres humanos, para adquirir, retener y recuperar información. O a variables
inherentes al hecho que se quiere recordar, accidente, acto criminal, etc., tales como su
duración, nivel de violencia, condiciones de iluminación, etc. O variables inherentes al propio
testigo incluyendo el nivel de estrés, miedo, género, edad, expectativas, etc., que influirían en
la calidad de la información almacenada en la memoria. Durante el intervalo de retención, el
20
testigo puede simplemente olvidar detalles del suceso o pue- de estar influido por la información
posterior al suceso QUE; reciba de otras fuentes. Se ha demostrado que los efectos de la
información posterior al suceso pueden ser mitigados mediante el uso de avisos y preguntas
imparciales, pero, en cualquier caso, estas condiciones óptimas son raras (E. Lotus, E. GREENE,
y J. DOYLE, 1994). O por la evidencia de algún trastorno psíquico, bien en el momento de ocurrir
los hechos o bien en el momento de declarar, tanto si esa modificación es transitoria (consumo
de drogas, estado afectivo, conmoción cerebral u otra disminución de la conciencia) o
permanente.
Se puede perfectamente, por tanto, ser totalmente sincero y prestar, sin embargo, un
testimonio erróneo y sin ninguna credibilidad.
El informe deberá aportar datos acerca del trastorno psíquico, si existe, y de sus
consecuencias. Y el Juez será en definitiva quien, según su criterio y en conciencia, elaborará el
juicio de credibilidad, y quien considere válido o no un testimonio. Si un testigo no ofrece
suficiente credibilidad, o fiabilidad, al Juez, éste puede prescindir de su testimonio y no tomarlo
en consideración.
Las técnicas actuales para las pruebas de sinceridad, pasan por las exploraciones y
entrevistas con el interesado, información complementaria de familiares u otros testigos y con
la ayuda instrumental, como mucho, de baterías de test psicológicos o cuestionarios. Al final, el
juicio del Perito será subjetivo y sus resultados estarán directamente ligados a su experiencia o
habilidad como entrevistador.
Creíble.
Probablemente creíble.
Indeterminada.
Probablemente increíble.
Increíble.
21
debería suponer la aceptación de cualquier otro profesional, Psicólogo, Médico o trabajador
social.
Declaración de inculpados.
Confesión de culpabilidad
Testimonio de menores.
Testimonio de personas mayores.
Testimonio de las víctimas.
Testimonio de los familiares.
Testimonio de enfermos psíquicos
a. Declaración de inculpados
Los inculpados pueden narrar una historia falsa, increíble, inverosírnil. Ante ello, puede
el Juez, sencillamente, no tomar en consideración la historia, al no darle credibilidad y
consecuentemente no acordar ninguna exploración pericial, al suponer que el inculpado está
ejercitando su derecho a no declararse culpable.
En ocasiones, los inculpados se niegan a declarar, y esa actitud negativa puede ser
resultado de una oposición consciente o tratarse de una inhibición depresiva o psicótica, o una
desorganización psíquica global, corno en las demencias, en cuyo caso el individuo precisaría
una estrategia de defensa en relación a esa situación y, entre otras cosas, procurar aplazar la
declaración hasta que se produzca una mejoría del trastorno psíquico.
22
Los inculpados, con mucha frecuencia, manifiestan sufrir amnesia en relación a los
hechos que se les imputan. Alegan, en definitiva, un cuadro clínico equiparable a la amnesia
psicógena. Dicen no acordarse de nada. En estos casos, será preciso descartar la existencia de
una patología orgánica, que puede ser la etiología de la amnesia, y salvado ese diagnóstico,
estaríamos ante los casos puros de las amnesias psicógenas, cuya existencia es frecuentemente
constatada en medios forenses.
Hay que recordar, por último, que este tipo de amnesias también se da ·en ciertos
testigos, no sólo en los inculpados.
b. Confesión de culpabilidad
Dentro de este grupo, el de las confesiones, se pueden incluir también los casos de
testimonios de personas que se auto denuncian o se auto inculpan. Se trata de personas que
previamente no han sido ni tan siquiera acusadas o sobre las que no recaía ninguna sospecha.
Un delito imaginario.
Un delito real, pero no imputable al auto denunciante.
Un delito real, imputable al auto denunciante.
Un delito cometido realmente por el auto denunciante, pero exagerado y agravado por
su denuncia.
La patología subyacente en estos casos es muy variada, aunque, con frecuencia, se trata
de cuadros depresivos o melancólicos, con ideas o sentimientos de culpa, de ruina,
desesperación o abandono.
23
No son infrecuentes las autoinculpaciones en esquizofrénicos, con actividad delirante o
en evoluciones crónicas y estado efectuar, en los que la apatía e indiferencia, así como cierto
comportamiento automático, pueden llevarles a aceptar unos hechos que ni niegan, ni les
oponen ninguna resistencia ni dan ninguna motivación de los mismos.
Los relatos de las víctimas suelen estar marcados por la influencia de la afectividad.
Vivencias afectivas intensas, que deforman catatónicamente los recuerdos o incluso hacen a las
víctimas ver y recordar los hechos como quisieran que hubiesen sido. Incluso ese estado afectivo
dificulta en ocasiones la identificación del autor.
La carga afectiva es muy llamativa, por ejemplo, en las faltas o en los deli- tos por
agresión, y de manera particular en los casos de agresiones entre fa- miliares o entre vecinos.
Los testimonios se recuerdan con una carga emocional muy ostensible y es muy llamativa la
manera de relatar los hechos, la minuciosidad de las lesiones originadas, las posibles secuelas y
la conmoción psíquica posterior.
En esos casos, aparte de la carga afectiva inicial, nuestra experiencia profesional nos
indica que siempre existe una reelaboración o distorsión posterior de los hechos, junto con
una posible disminución de los recuerdos, lo que lleva a testimonios que pierden credibilidad
cuanto más lejos quedan del momento de los hechos y, cuando por fin se llega al juicio oral,
el discurso pue- de resultar muy diferente del inicial y, sin que se llegue a mentir; se enrique-
ce y adorna con detalles y expresiones que se han ido configurando a lo largo de varios meses
de relatos a amigos, familiares, en el Juzgado, etc. Esa espera hasta la celebración del juicio
24
origina· también en la víctima un cuadro más o menos claro de estrés postraumático, lo cual
supone que el recuerdo de los hechos vaya acompañado de sentimientos de ansiedad o
depresivos, que, sin duda alguna, no contribuyen a que el testimonio que se preste sea más
creíble.
Hay que considerar, por otra parte, que, en casos de víctimas por agresión mutua, la
víctima es coagente de los hechos, por tanto, su imparcialidad estará en duda y la percepción
resulta distorsionada, desde su subjetividad y desde el esperado y deseado resarcimiento, no
sólo legal sino económico indemnizatorio.
Las víctimas pueden elaborar historias falsas, más frecuentes en delitos contra la
libertad sexual. Detrás de ello suele existir una elaboración consciente, puede tratarse de
personalidades histéricas y, en alguna ocasión, el denunciado es precisamente una
psicoterapeuta, si bien lo habitual es la denuncia en los casos de relaciones sexuales
medianamente consentidas o en casos de relaciones sexuales medianamente consentidas o en
casos de prostitutas que, al no cobrar sus servicios, relatan posteriormente los hechos
inventando la violencia o la intimidación. Aunque ello no debe tampoco conducir al pensamiento
de que en estos supuestos no se den auténticos casos de violación y agresiones sexuales, en los
que la víctima sufre un terrible padecimiento. De ahí, precisamente la enorme dificultad de su
enjuiciamiento.
En accidentes de tráfico, por su parte, son frecuentes las víctimas que resultan con
lesiones por T.C.E, que originan amnesias orgánicas! acunares, a: mayor o menor extensión e
intensidad. Habrá que recoger, en nuestro informe pericial, si efectivamente puede tratarse de
una amnesia con base orgánica, si se trata de una amnesia de las mal llamadas procesales, que
en definitiva es una forma más de eludir contestar y negarse a declarar. Si es orgánica, habrá
que advertir al Juez y a las partes que lo más posible es que no se pueda contar con su testimonio
en el juicio oral para esclarecer los hechos, al no ser estas amnesias, en su mayoría, recuperables.
d) Testimonio de familiares
Si declaran, el testimonio puede ser, cuando menos, sospechoso, pues estos testimonios
suelen estar influenciados por el afecto hacia el procesado, por sugestionabilidad, influencia y
autoridad de los padres sobre los hijos u otros miembros de la familia, lo que hace que vivan o
perciban una situación desde sus planteamientos o vivencias incluso patológicas.
Inducidos por miembros paranoides, pueden llegar a tener las mismas vivencias de
perjuicio o autorreferenciales que el enfermo. Y más claramente, en casos de delirio inducido o
folie a dux, puede ofrecerse un testimonio sincero, pero erróneo, y con falta de credibilidad.
e) Testimonio de menores
Ya vimos que no existe, en el ámbito penal, límite legal de edad para declarar como
testigo.
Los menores de 14 años, en principio pueden ser testigos, si bien sus testimonios
pudieran resultar inicialmente sospechosos o su credibilidad compro metida y, en cualquier
caso, su declaración ha de ser tomada con cautela.
25
En lo que respecta a la concepción del niño corno cognitivamente incompetente, hay
autores que han considerado que, debido al inadecuado nivel de desarrollo cognitivo, un niño
era incompetente como testigo y altamente su- gestionables. Y, sin embargo, trabajos de
investigación demuestran lo erróneo de esta concepción del niño como testigo incapaz. Incluso
en niños de 3 y 4 años de edad, se ha observado, cuando se les dan instrucciones de recuerdo
libre, que su recuerdo es bastante exacto, aunque más incompleto o con menos detalles que el
de los niños mayores de hasta 8 años. Y en cuanto a la resistencia a la sugestión, como afirmación
general, se puede decir que es mayor cuanto más recuerda el niño, cuanto más generales y
menos sugerentes sean las preguntas y cuanto más interesantes le resultan las acciones y
objetos por los que les preguntan (M. ÜIGES JUNCO y M. L. ALONSOQUECUTY, 1999).
Un niño es, inicialmente, dudoso como testigo, por encontrarse aún en pro- ceso
evolutivo y de maduración, por lo que puede no haber alcanzado la capacidad que se considera
suficiente para ser. consciente del alcance de sus manifestaciones o de interpretar
correctamente la información que ha recibido, o, incluso, de expresar sus conocimientos. O bien
por la tendencia natural a ser más tímidos, sugestionables o más influenciables. También por su
inclinación, igualmente considerada natural, hacia la fabulación o fantasía; no por mentir, sino
por elaboración de historias con recuerdos no imparciales o contaminados posteriormente por
lo que ven o han oído a los mayores.
Pero la falta de madurez y de malicia no siempre debe ser un elemento negativo, pues
también, a veces, actúan con serenidad, con capacidad de observación y relatan con mucha
precisión los hechos, lo que les puede hacer ser considerados como testigos muy válidos. En
general, los niños ofrecen una información más limitada que los adultos, pero lo que dicen no
es siempre menos exacto.
Los procesos en los cuales suelen presentarse estos testimonios, además de aparecer
como testigos accidentales de diversos hechos, y en los que tienen mayor protagonismo es
especialmente cuando un menor es testigo víctima de un abuso o agresión sexual, corrupción
de menores, relaciones incestuosas o malos tratos por abuso o negligencia en el ámbito familiar
o doméstico.
En los niños, se observa cómo emplean frases o expresiones de adultos, que les han
dicho o que han oído en casa, utilizan expresiones como «órgano genital» o «partes o zonas
sexuales» que no son propias de niños sino términos de adultos. Y ello sin contar aquellos casos
en que claramente los mayores influyen conscientemente para modificar las declaraciones de
los niños, lo que supone una verdadera manipulación por adoctrinamiento del menor.
En la separación y divorcio de los padres, los niños son sometidos a explosiones, bien
cuando hay. denuncias de malos tratos -o abusos sexuales por su cónyuge o bien cuando se trata
de resolver sobre la guarda y custodia o incluso de retirar la patria potestad. En estos casos, la
declaración puede generar sospecha, pues lo habitual es que el niño se. vea sometido a la
tensión familiar y a las presiones de ambos cónyuges, que se intentan descalificar e destruir,
utilizando el testimonio de los hijos menores.
Los menores, cuando relatan casos de abusos o. agresiones sexuales, tienen miedo a
contarlos y tardan en denunciarlos, miedo al agresor con sus amenazas o porque es una persona
26
conocida de la familia y tienen miedo a la re acción de la propia familia. Ese testimonio, sin ser
insincero, puede resultar incompleto, el niño se guarda detalles, no sabe al principio describir
los hechos. La denuncia la hace inicialmente a la madre o al padre, bien espontáneamente o
bien· porque los propios padres advierten un cambio de carácter, o que maneja dinero o que
tiene la ropa interior manchada. Son los padres los que acu- den a denunciar ante las
autoridades y su testimonio es de referencia, sobre algo que no han vivido, sino que les ha
contado el niño y ellos, pretendiendo ser sinceros pueden ya elaborar una primera historia de
los hechos. Con posterioridad, la policía, el Fiscal y el Juez, los Peritos, etc., al explorar al menor,
pretenderán conocer con más precisión lo ocurrido y pesar de todos los cuidados, los relatos
pueden resultar distorsionados.
Situación similar ocurre en casos de incesto. Los incestos se denuncian con no poca
frecuencia. A menudo.se trata de situaciones que datan de meses o años y que se revelan en un
momento determinado. Ese momento suele suponer un deterioro mayor de las relaciones
familiares, incluso una ruptura de los cónyuges y es en ésa circunstancia cuando se recurre al
testimonio de niños o adolescentes, víctimas de la agresión sexual, para atacar indirectamente
al otro familiar. Ese testimonio, aunque contiene casi siempre mucho de verdad, puede resultar
igualmente sospechoso, al no haber sido espontáneo y encontrarse distorsionado por la
afectividad o patología familiar.
En todos los casos, si la credibilidad es puesta en duda por el Juez o las partes, se
planteará la exploración del menor. Exploración que siempre es difícil y que necesariamente
puede tener limitaciones y con la que no siempre se llegará a conclusiones unívocas acerca de
la sinceridad o credibilidad de los relatos, pudiendo persistir las dudas. En estos casos, M. DIGES
Junco y M. L.
ALoNsoQuECUTY, (1999) plantan que hay que emplear las técnicas de Análisis de la
Realidad de la declaración como medio de evaluación objetivo, aunque no perfecto, pues se
trata de una técnica sujeta a restricciones. Restricciones que afectan por un lado a la
cualificación del profesional que la realiza y por otro al valor que su resultado puede tener
como prueba en el procedimiento. Por eso, las referidas autoras, auténticas especialistas en
esta materia con una considerable experiencia práctica, son partidarias de un alto grado de
especialización en el experto que realiza evaluaciones de credibilidad, preferentemente desde
los conocimientos de la Psicología Forense Experimental. En esos casos, el testimonio tendrá
que tener, además, como referencias otros testimonios o datos sumariales y elementos
probatorios.
La persona mayor, sin padecer una grave patología orgánica, puede igual- mente
resultar un testigo sospechoso, porque haya podido perder capacidad para testificar, debido
principalmente a los fallos en los mecanismos sensoriales perceptivos, algunos aspectos de la
memoria de fijación, la tendencia a elaborar historías de relleno», así como en la disminución
o pérdida clara del juicio crítico, a causa de los procesos involutivos normales o, con mayor
fuerza aún, en procesos involutivos patológicos, si bien son muchas las funciones psíquicas
superiores que se mantienen con la edad.
27
Es admisible considerar que la capacidad del testigo mayor puede ser menor que la
del testigo joven adulto y en ese sentido, y tan sólo como media, que los testigos mayores
cumplen su función peor que los jóvenes adultos, pero en absoluto debe entenderse que el
testimonio prestado por mayores no tenga valor (E. LOFTUS, E. GREENE y J. DOYLE, 1994).
De todo lo que venimos exponiendo, ,creemos que resulta evidente que el testimonio
de un enfermo no puede ser rechazado o considerado inválido simplemente por provenir de
una persona con una alteración psíquica.
En cada caso, habrá que estudiar cuáles funciones resultan comprometidas por la
enfermedad y qué intervención tienen en el proceso normal del percibir,relatar un
acontecimiento vivido. Pero siempre con relación a unos hechos determinados, a un testimonio
concreto de unos hechos, pues un esquizofrénico puede explicar claramente una acción violenta
surgida en la sección donde está ingresado y, sin embargo, no podrá declarar verazmente en
unas cuestiones relacionadas con su actividad delirante.
Las funciones que claramente deben permanecer conservadas, son la percepción sin
errores y las memorias. Y, de forma relativa, la existencia o no de estructuras delirantes del
pensamiento.
CONSUMO DE SUSTANCIAS
En relación a Ias drogas psicoactivas, son muchos los delitos que se cometen realmente o que
se invocan cometidos bajo el efecto del consumo de una o varias drogas. La incidencia de este
consumo se manifiesta tanto en imputa- dos, como en testigos o en víctimas.
28
Consumo de sustancias que, como efecto y característica general común, tienen una clara acción
de desestructuración global del psiquismo y muy precisa de modificación y descenso del nivel
de conciencia, salvo en los casos de las anfetaminas. Junto a esa modificación de la conciencia,
la mayoría de ellas tienen una acción directa sobre la percepción, siendo origen de distorsiones,
errores, más o menos complejos, o con una acción claramente alucinógena, base para
elaboraciones erróneas de la realidad o para estructuras delirantes del pensamiento.
Resulta evidente que el testimonio en esas condiciones se verá modificado. La prueba pericial,
tendría ‘que ir dirigida a conseguir un juicio diagnóstico retrospectivo, acerca, en primer lugar,
del alegado consumo, dosis, tolerancia y efectos psíquicos posibles en la persona a explorar, y
todo ello en el momento de ocurrir los hechos, que suele ser distinto de cuando se le explora y
de cuan- do presta el testimonio, días, meses o incluso años después.
Si se trata de Demencias o Trastornos amnésicos, en los que existe un marcado deterioro de las
funciones cognitivas superiores, especialmente las amnésicas, el testimonio será siempre
sospechoso.
A pesar de tratarse de las entidades más paradigmáticas de la locura, no son las que más
dudas plantean en la práctica forense.
Los que padecen esquizofrenia son considerados como malos testigos en general, por
sus trastornos de la percepción, estructura del pensamiento y deterioro de la personalidad.
Condiciona globalmente un testimonio la franca actividad alucinatoria y la delirante, sobre todo
en las psicosis paranoides, incluso si el tema no está relacionado directamente con el hecho
objeto del testimonio.
29
En el trastorno delirante no existen déficits cognitivos y las percepciones y falseamientos
de la realidad suelen quedar limitadas al tema dominante del delirio.
Existe una distorsión muy grave y que puede llegar a la nulidad del testimonio, en el caso
del delirio inducido, tal como ya señalamos en el apartado de los testimonios de familiares.
En los episodios afectivos, la duda puede consistir en saber si cuando ocurrieron los
hechos de los que tuvo conocimiento el testigo, éste se encontraba en un episodio con actividad,
especialmente maníaco y también depresivo, y si tenía la suficiente intensidad para condicionar
la percepción o la memoria o sí. por el contrario, se encontraba en un período interfásico y su
patología fue in- operante a estos efectos y, por tanto, puede ser un testigo válido.
CAPITULO II
Al abordar esta materia resulta obligado, con carácter previo, comenzar recordando la
trascendencia forense de los trastornos relacionados con el alcohol, tanto por su frecuencia
como por la importancia de su repercusión sobre la conducta del individuo, víctima o autor de
delitos, miembro de una familia, integrante del mundo laboral, etc.
El mismo Plan Nacional sobre las Drogas, como ha expresado FREIXA F. (1993), puede
haber llevado al menos durante algunos años, a un aumento de la concienciación sobre las otras
drogas, olvidando los riesgos asociados al consumo de alcohol, estigmatizando la heroína y
desvitalizando la lucha antialcohólica, al no asociarse «droga» con «alcohol».
Situación que, sin embargo, se ha rectificado, como es evidente, en las últimas memorias
del Plan Nacional sobre Drogas. Y así se destaca, en la memoria del Año 1993 del Plan Nacional
sobre las Drogas, que España es el tercer consumidor de alcohol puro por habitante de Europa,
lo que constituye un enorme problema de salud pública. Según los datos que allí se exponen,
un 53,4% de españoles mayores de 16 años ha consumido bebidas alcohólicas alguna vez
durante el mes anterior (a la encuesta); un 41,2% la última semana y un 15,3% cuatro veces o
más durante la última semana.
30
manifiesto el hecho de que en 1999 el 87, 1 % de la población entre 15 y 65 años lo haya
consumido alguna vez.
En la Memoria del Año 1994 del Ministerio de Justicia e Interior, Madrid 1995, se
exponían datos que sugieren que pudiera estar disminuyendo este consumo, si bien se reconoce
un problema de comparabilidad entre ·las encuestas realizadas y considera que dicho consumo
continúa bastante extendido en la población española. El número de personas con abuso del
alcohol se estima en unos 6-8.000.000 y con dependencia de 2,5-3.000.000 de personas.
También en el año 1995, en una encuesta domiciliaria sobre uso de drogas, en mayores
de 16 años, un 63,8% había consumido’ bebidas alcohólicas durante el último año, un 49,2%
durante el último mes y un 36,2% durante la última semana.
En la Memoria de 1996 del Plan Nacional de Drogas, Plan Nacional de Drogas, Ministerio
del Interior (1997) se parte del hecho de que el consumo de bebidas alcohólicas está bastante
extendido entre la población española y recoge el resultado de otra encuesta realizada a
mayores de 16 años y trabajadores, siendo los resultados que un 87,7% ha consumido alcohol
durante el último año, un 8112% durante el Último mes y un 58% durante la última semana.
Es una práctica que se inserta en el tiempo libre y sobre todo en el fin de semana.
El 75% de los jóvenes no beben durante la semana.
El 25% de los jóvenes no beben durante el fin de semana.
El consumo se ha desligado de la comida y se vincula al ocio.
Las posturas se están radicalizando: aumenta el número de jóvenes abstemios, pero los
que beben, beben más.
La ingestión de alcohol se realiza en un corto margen de tiempo, buscando sobre todo
los efectos psicoactivos (el punto).
A muchos jóvenes no les gusta el sabor de lo que beben, sólo beben para “colocarse».
Para «coger el punto» utilizan el alcohol; esta intención en el consumo de alcohol
constituye un problema añadido.
Se bebe fuera de casa, con el grupo de amigos.
Las bebidas preferidas son la cerveza, los combinados y los chupitos.
Existe una clara presión desde el grupo de iguales y desde la sociedad para que se
consuma alcohol.
El joven bebe porque cree que eso «facilita y mejora la relación social».
El consumo en el grupo de iguales se asocia a la necesidad de compañía y aprobación.
El que no bebe es un «bicho raro».
El que más aguanta es valorado.
31
El alcohol en España, es la principal droga de inicio, facilitando el consumo de otras
drogas.
En la Encuesta Escolar sobre Drogas de 1996, referida en la Memoria del Plan Nacional
(1996), la proporción de bebedores y la intensidad de consumo aumenta mucho con la edad y
así la proporción de estudiantes que habían con- sumido bebidas alcohólicas en el mes previo a
la encuesta pasó de un 39% a los 14 años a un 84% a los 18 años y la cantidad media de alcohol
puro con- sumido diariamente durante los fines de semana de 39 a 75 ce. Según la misma
encuesta, es bastante elevada la proporción de estudiantes que refieren episodios recientes de
borracheras o de consumo excesivo de alcohol. Durante el mes previo, un 27% habían tomado
alguna vez cinco o más vasos de bebidas alcohólicas en un intervalo de tres horas.
El alcohol es una sustancia que se consume por vía oral y es absorbida, rápida y
fácilmente por el tubo digestivo, más rápida ésta absorción con el estómago vacío y más lenta
con estómago lleno y comida grasa, penetra en la circulación sistémica, se distribuye por el
organismo, alcanzando máximas concentraciones en sangre y cerebro. Es metabolizado en su
mayor parte por el alcohol deshidrogenasa (ADH) y por el sistema per oxidasa calaza, siendo su
eliminación por orina, respiración, así como a través de la piel.
32
heroína, propoxifeno, metadona, morfina, petidina), sustancias estimulantes (cafeína,
nicotina).
Retrasan el vaciamiento gástrico: Trastornos emocionales, fibrosis gástrica,
carcinomatosas, fármacos con acción tipo opioide (buprenorfina, codeína, heroína,
propoxifeno, rnetadona, petidina, papaverina).
Los efectos principales de la ingesta de alcohol son la excitación del sistema nervioso
central, en una primera fase, para, posteriormente, pasar a comportarse como un depresor, del
mismo.
Hay que resaltar que La psicopatología que aparece en estos trastornos no guarda
relación directa con la presencia de intoxicaciones, su frecuencia e intensidad. Pueden darse
conjuntamente, y de hecho es lo habitual; pero éstas no son necesarias, no son criterio, para el
diagnóstico de aquéllos. Hay casos de bebedores excesivos, de auténticos «abusadores del
alcohol», que, al tener la tolerancia muy aumentada, mantienen a lo largo del día alcoholemias
suficientes para no sufrir abstinencia, pero que tampoco llegan a alcanzar las características
Clínicas de la intoxicación. Cuando se les plantea el enfrentarse a la conciencia de su
dependencia del alcohol, son, precisamente, los que con más frecuencia afirman de ellos
mismos que «[...] no son alcohólicos, que be-. ben lo normal [..]», que ellos «[.) no se
emborrachan nunca.
33
En los sujetos con abuso o dependencia del alcohol pueden tardar muchos años en
hacerse evidentes las repercusiones que llevan al diagnóstico. Algunos, incluso, hasta que no
presentan un deterioro muy marcado, son capaces, de mejor o peor manera, de compatibilizar
su consumo con una actividad social no desestructurada, aunque sea de forma inconstante,
irregular e incluso esporádicamente conflictiva. Son personas que tienen, inclusive, períodos de
abstinencia, a los que llegan en ocasiones por complicaciones físicas o por presiones familiares
o del ámbito laboral, períodos en los cuales son capaces de recuperar aún cierta normalidad,
volviendo a recaer al cabo de semanas o meses con la reaparición de toda la sintomatología
anterior:
Pues bien, en estos sujetos, con abuso y dependencia mantenida, de forma lenta e
insidiosa, se observan modificaciones y cambios psíquicos de extraordinaria importancia,
alteraciones psicológicas y psicopatológicas con relación al consumo de alcohol (CARRASCO
Gómez J. J., 1979).
Otro interés que ofrecen estos síntomas de expresión física, en el ámbito forense, es el
de que los mismos no son identificados, generalmente, por el su- jeto, como síntomas derivados
del abuso o de la dependencia y pueden ser ex- plorados sin mencionar siquiera, en concreto, la
palabra alcohol, evitando así una reiterada negativa a todo lo que se le pregunte. A través de la
obtención de esos signos y síntomas podemos forjar una buena idea del daño originado por el
alcohol y, posteriormente, aunque el sujeto niegue las ingestas, al preguntarle directamente,
dispondremos ya de una información muy valiosa para la elaboración correcta del informe
pericial. ·
Entre los cambios de expresión psíquica, uno de los primeros en aparecer es el de las
alteraciones de la personalidad, que comienzan con distintas, cambios bruscos del humor, en
especial de tipo depresivo, con tristeza, sentimientos vitales de desgana y cansancio, o
sentimientos de culpa en ocasiones.
34
surgen la irritabilidad, el malhumor, la impaciencia, el no soportar situaciones, molestias por los
ruidos, los niños y sus juegos, no soportar las esperas, no consentir que se les lleve la contraria.
Los sujetos se vuelven muy susceptibles y pueden llegar a tener vivencias autorreferenciales, en
especial en personalidades previas sensitivas o personalidades claramente con una estructura
paranoide.
Por los mismos motivos son muy sensibles a las críticas que les hacen los otros, en
especial si se refieren a las ingestas de alcohol o a su forma de comportarse, o a los cambios que
se observan en él por parte de familiares y amigos. Empiezan entonces a tener reacciones y a
dar respuestas desproporcionadas y las relaciones interpersonales comienzan a resentirse, en
especial en la familia y en el trabajo e incluso en el grupo de amigos, donde siempre suelen
encontrar más tolerancia a sus bromas, chistes, etc. Se vuelven más polémicos, camorristas,
pesados y reiterativos, en especial cuando se encuentran bajo los efectos de ingestas recientes
(BACH L., FREIXA F.). Es a partir de aquí, precisamente, cuando el alcohol aproxima a estos
individuos al umbral del campo de acción del Derecho Penal o a otros ámbitos de la patología
jurídica.
Psicopatológicamente, así como para el ámbito del Derecho Penal, tiene gran interés la
presencia, en quienes padecen abuso y dependencia al alcohol, de ideas de celos.
Prácticamente el 80% de ellos las padecen. Hay casos en que son sólo simples ideas sin
estructurar que surgen en relación a períodos de mayor ingesta de alcohol y otros, más graves,
en que se desarrollan delirios de celos sistematizados y de evolución crónica, incluso después
de abstinencias mantenidas.
Las ideas de celos son ocultadas, en las entrevistas, incluso por parte del cónyuge, por
temor y miedo a amenazas y represalias. Es preciso preguntar- les directamente a ambos si han
tenido o tienen esas ideas y no es infrecuente que el cónyuge se entere en ese momento de la
presencia de las mismas. Las ideas de celos van muy paralelas a los trastornos de tipo sexual que
padece el alcohólico crónico y que fundamentalmente son el aumento de la libido y de la
potencia sexual, el hipererotismo de los primeros estadios de la evolución de la enfermedad que
35
deja paso a la instauración progresiva de una disminución de la potencia, llegando a la
impotencia.
Los celos pueden instaurarse, bien cuando existe una actividad sexual excesiva, en la
cual el cónyuge puede rechazar al solicitante, por resultar molesto su hipererotismo, o bien en
las fases en las que las relaciones sexuales están alteradas o no existen por la presencia de
impotencia. La temática concreta de la celotipia alcohólica tiene características grotescas y
burdas. Los supuestos amantes de la mujer suelen ser los propios hijos o los padres o cuñados,
personas que conviven con el alcohólico. Otras veces el amante es el jefe laboral cuando la mujer
trabaja. Y en ocasiones piensan, incluso, que todos ellos juntos son los amantes (LLOPIS B.,
1955).
Existe otra manifestación clínica similar a la anterior, el trastorno psicótico inducido por
alcohol con alucinaciones, en cuya etiopatogenia el alcohol es considerado igualmente como un
elemento que libera un trastorno subyacente de tipo psicótico. El cuadro clínico está
configurado por la presencia de alucinaciones, preferentemente auditivas, amenazantes,
insultantes o con referencias a posible homosexualidad. Junto a ello se estructuran ideas
delirantes autorreferenciales y de celos. Todo ello con una conciencia clara, buena orientación
tempo espaciales y sin alteraciones del curso del pensamiento, pudiendo existir una alteración
sistémica del humor.
Hay ocasiones en las que los conflictos familiares vienen ya condicionados desde el
momento de constitución de la familia, en que uno de los cónyuges era alcohólico y aportó, ya
desde entonces, un factor de conflicto futuro. En otros casos el alcohol actúa sobre familias bien
organizadas cuyo orden es 'progresivamente afectado por las complicaciones sobrevenidas del
alcohol y llega a producir no solamente desajustes familiares sino separaciones conyugales y, en
definitiva, disgregación familiar.
Los cambios en la personalidad, unidos a la ideación anormal de celos, son, pues, génesis
de conflictos en la esfera familiar con desajustes en la misma en- tendiendo por tales la
distorsión en la relación de los distintos miembros.
Surgen por las modificaciones del humor, carácter y conductas, así como por el
abandono de las obligaciones: se deja de llevar dinero a casa, que se gasta, pierde o se lo roban
estando bebido, incluso el primer día del mes nada más cobrar.
«a medios pelos» o embriagado, tenga una actitud hostil frente a la mujer e incluso
frente a los hijos. Los insultos amenazas, malos tratos de todo tipo están presentes. Tras
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soportar la situación durante mucho tiempo, el cónyuge, casi siempre la mujer, se decide a
presentar denuncia por estos hechos (malos tratos, vejaciones, lesiones leves, etc.), que se verán
en un juicio de faltas en los que, a menudo, nadie interviene ni muestra interés sobre la génesis
del conflicto limitándose a valorar las infracciones, desde el punto de vista estrictamente
jurídico, que acaban siendo sancionadas con multa o arresto. Tratamiento del conflicto del todo
insuficiente, que, lejos de acabar con el problema, suele potenciarlo más.
La evolución que tienen estos trastornos en algunos de los sujetos en los que el alcohol
es agente causal, directo o indirecto, a través de la desestructuración, no sólo de su persona
sino del entorno familiar y social, se desliza hacia la marginación social y la exclusión.
Son personas que, al quedarse sin resortes ni apoyos, pasan a vivir sin cobertura
suficiente para mantener un equilibrio adecuado y así comienza para ellos esa marginación y
exclusión. Son los vagabundos y mendigos de siempre, desgreñados, con la botella o el cartón
de vino en el bolsillo de un abrigo andrajoso.
Pero en los últimos años, esta población de marginados ha cambiado. El aumento de las
separaciones familiares ha hecho que vivan en la calle; o «sin techo», cada vez mayor número
de personas jóvenes, no tan deterioradas, en principio, pero que, sin embargo, están igualmente
abocadas a una marginación progresiva.
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Uno o más de los siguientes síntomas que aparecen durante o poco tiempo después, del
consumo de alcohol:
Lenguaje farfullaste
incoordinación
Marcha inestable
Nistagmo
Deterioro de la atención o de la memoria
Estupor o coma
Los resultados de alcoholemias entre 0,8 y 2,5 gr. por mil, son los de mayor incidencia
médico, legal y forense. Y si bien las manifestaciones psicopatológicas se hacen evidentes a
partir del 1,5 gr. por mil, en los sujetos que abusan o dependen del alcohol, y por consiguiente
han desarrollado tolerancia, no podemos tomar el dato con tanta objetividad, y debe
entenderse como una referencia, importante, pero sólo referencia.
Otras descripciones de la intoxicación alcohólica han sido hechas, por ejemplo, por
S1MON1N C. (1962), que distingue tres fases:
1.ª La primera, caracterizada por excitación 'de las funciones intelectuales y por un ·estado de
euforia, existiendo ya una disminución del autocontrol, el curso del pensamiento se acelera, las
determinaciones son más irreflexivas, más impulsivas; la libido aumenta, lo que lleva a
conductas sexuales más deseadas y con menor control. Disminuye la atención, se alarga el
tiempo de reacción y existe una menor precisión en la coordinación motora. Aparece el nistagmo
horizontal y la midriasis. ·
2.ª Una segunda fase, que se denomina fase médico legal, donde surgen profundas
perturbaciones psicosehsoriales generadoras de accidentes o comportamientos antisociales.
Autocrítica, raciocinio, atención y memoria resultan muy alteradas, junto a trastornos motores,
cerebolosos y alteraciones visuales.
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3.a Y la tercera fase, cercana al coma, con disminución muy notable, o incluso anulación, de
funciones intelectuales superiores, así como motoras y sensitivas.
Los criterios del DSM IV-TR para el diagnóstico de la abstinencia de alcohol son:
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CONCLUSIONES
PRIMERA:
La Psiquiatría es la rama de la Ciencia Médica que se ocupa del estudio de las enfermedades
mentales.
SEGUNDA:
La enfermedad mental es aquella que es capaz de alterar al hombre en su coexistencia con los
demás y en la construcción de su mundo. Existen diversas teorías para tratar de explicar que
produce la enfermedad mental, entre ellas encontramos las teorías psicogenéticas de los
factores ambientales, la teoría psicogenética del inconsciente patógeno, las teorías
psicogenéticas mecanicistas y las teorías órgano genéticas dinamistas.
TERCERA:
CUARTA:
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