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CAPITULO I

1. GENERALIDADES

1.1 EL CONCEPTO DE LA PSIQUIATRIA FORENSE

La psiquiatría Legal y Forense es una subespecialidad de dos especialidades oficiales, la


Medicina Legal y Forense y la Psiquiatría. Pero como tal subespecialidad no está reconocida
oficialmente.

El tronco original es la Medicina Legal, también denominada sinónimamente como


Judicial o Forense, que surgió hace siglos, cuando en la práctica legal se requirió la presencia de
Médicos en alguna de sus aplicaciones.

Nació como un auxiliar el Derecho, con carácter insustituible, sin la cual no se concibe
una recta Administración de Justicia.

Para otros, la medicina legal es la medicina en el Derecho. Y cuando la actividad practica


se encuentra más limitada al ámbito judicial se denomina, más concretamente, Medicina
Forense. Esta representaría la parte aplicativa de la Medicina Legal destinada a proporcionar los
conocimientos médicos en la resolución de la casuística forense.

Por otra parte, la Psiquiatría, es una especialidad surgida así mismo del tronco de la
Medicina Legal. Su enseñanza en nuestro país se impartió precisamente en estas cátedras, hasta
el año1947, en que se convirtió en una disciplina docente completamente independiente.

Las denominaciones legal y forense se emplean, en muchas ocasiones, indistintamente,


siendo más habitual la de Psiquiatría Forense, cuando se trata de asuntos relacionados con la
Administración de Justicia, que son la mayoría, y empleando el termino calificativo de legal para
otros asuntos con menor relación con los tribunales, como ocurre con referencia a cuestiones
contempladas en las leyes administrativas, regulación, ética, etc.

En el mundo anglosajón las referencias terminológicas son de forma amplia, Psiquiatría


y Ley y más específicamente Psiquiatría Forense consideraba a la Psiquiatría y Ley o a la
Psiquiatría y el Derecho como con un campo más amplio, más general que la Psiquiatría Forense,
si bien la denominación no supone en la práctica diferencia, quedando incluidas ambas en la
misma categorización.

Por su parte, la American Borde of Forense Psychiatry(ABFP) definen a la Psiquiatría


Forense como una subespecialidad de la Psiquiatría en la que un peritaje científico y clínico se
aplica a aspectos legales en contextos legales que abarcan materias civiles, penales,
penitenciarios o legislativos.

Por Psiquiatría Legal y Forense entendemos nosotros. La proyección y aplicación de la


ciencia psiquiátrica, de su conocimientos y fundamentos, en todos aquellos casos en los que
existen implicaciones jurídicas.

1.2 HISTORIA DE LA MEDICINA FORENSE PSIQUIÁTRICA

La psiquiatría es la rama de la medicina que trata de la enfermedad mental, los


problemas emocionales y los trastornos de la personalidad. La psiquiatría inició su desarrollo en
el siglo XIX, a mediados del cual incorporó el método científico natural. Antes de esa época, hubo
criterios filosóficos, teológicos y morales en el tratamiento de las enfermedades mentales. En
los libros sagrados hebreos se daban pautas a los religiosos para la atención de estos enfermos,

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lo mismo que de los pecadores y los inválidos. Una consideración similar se dispensó en los
primeros monasterios, y aún en nuestros tiempos es posible encontrar mezcla de pacientes
psiquiátricos con delincuentes comunes en algunos medios hospitalarios y penitenciarios. En su
convergencia con la Ley, el psiquiatra se vio enfrentado inicialmente al método lógico-normal
del jurista, y éste a su vez chocaba con el método científico natural del Médico Especialista. Por
otra parte, la Medicina consideraba el delito a partir del individuo, mientras el derecho lo hacía
a partir del hecho delictivo. Posteriormente, cada profesional llegó a comprender el punto de
vista del otro, y ambas disciplinas emprendieron un cambio de mutua colaboración, que culminó
con el surgimiento de la Psiquiatría Forense. Se considera a Jean Esquirol (1772-1840) el
precursor de la psiquiatría Forense, con su obra titulada Des Muladíes Mentales consideréis sus
les Reportes Médica, Hygiénique et Médico-Legal. Fue el discípulo más distinguido de Philips
Pinel, el humanizador de la Psiquiatría. La Psiquiatría Forense se define como aquella rama de la
psiquiatría que se ocupa de la relación entre el psiquiatra y la Ley

2. PSICOPATOLOGIA GENERAL

2.1ALTERACIONES DE LA AFECTIVIDAD Y DEL ESTADO DE ÁNIMO

a) Afectividad

La afectividad no es una función psíquica especial. Es el conjunto de emociones,


sentimientos, estados de ánimo e impulsos que impregnan los actos humanos, que les dan
vida y color, que inciden en nuestra forma de pensar, de comportarnos, de relacionarnos con
los demás, de disfrutar, de sufrir, de sentir la trascendencia, de amar, de odiar, respetar, de
sentir COl"(lO agradable o des- agradable una experiencia, etc., con una interacción íntima con
la expresividad corporal, tanto que las alteraciones tienen siempre el correlato de fenómenos
de expresión psíquica y fenómenos de expresión más en lo corporal.

Si irreal es dividir el psiquismo en parcelas con funciones distintas y separarlo de lo


somático, la máxima expresión de esta postura se da al hacerlo con la afectividad. Carece de
sentido separar aquello que justamente es la expresión más rica de la experiencia humana y
que impregna hasta la última fibra de nuestro cuerpo, la afectividad constituye la base misma
del psiquismo (EY H.,1965).

No obstante, en aras de la didáctica, se divide y se -estudia la afectividad como si de


parcelas se tratase y cuyas manifestaciones principales serían las emociones, los sentimientos y
pasiones, la ansiedad o las alteraciones del humor.

b) EMOCIONES

Las emociones son estados afectivos que se caracterizan por ser de poca duración,
intensos, aparecer de forma brusca, imprevista, súbita, habitualmen- te como reacción a
estímulos externos, recuerdos, etc. Y en casos de mucha intensidad puede llegarse a un estado
hasta de descenso del nivel de con- ciencia, cok emocional o psicógeno.

Son reacciones emocionales la alegría, ansiedad, rabia, cólera, ira, odio, miedo, pena,
júbilo, vergüenza, fastidio, envidia, susceptibilidad, etc. Y se consideran no sólo normales sino
propias de la riqueza de la vida humana.

Se acompañan de manifestaciones corporales muy evidentes, tales como aceleración


del ritmo cardíaco y respiratorio, enrojecimiento facial, humedecí miento de las manos,
nerviosismo, sudoración, pilorreación o piel de gallina, emisión involuntaria de orina y heces,

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sequedad de boca, movimientos corporales de inquietud, gestos de levantar los brazos o golpear
una mesa, expire- sin verbal con contenidos y tono de voz desaforados e insultantes.

Algunas de las cuales pueden ser medidas, de cara a su sinceridad, por los denominados
polígrafos, pero mucho más valor tiene la posibilidad de que incluso pueden ser apreciadas al
observar a la persona y ese testimonio puede servir como dato para valorar con posterioridad
la existencia e incluso la intensidad del estado emocional.

c) SENTIMIENTOS

Los sentimientos son, frente a las emociones, estados afectivos más elaborados, más
duraderos, más profundos, aunque alcancen menos intensidad. El amor, la simpatía, el odio, los
celos, la venganza, el resentimiento, son ejemplos de sentimientos.

d) PASIONES

Estados con gran carga afectiva, con características de emociones y sentimientos que,
debido a su intensidad, influyen sobre el pensamiento lógico y da sonador originando como una
nebulosa, nublándolo, siendo origen de conductas irreflexivas, dominadas por la idea
básica del estado pasional. Conmocionan todo el psiquismo, se imponen en el pensamiento,
a veces con carácter obsesivo, y la lucha contra ellas no resulta fácil. Según J. J. López IBOR
(1963), en la pasión el sujeto tiene idea de que es arrastrado, de que juega un papel pasivo, que
la pasión domina.

Como más adelante severa, nuestro Código Penal considera -el «estado pasional» como
una posible causa de atenuación de la responsabilidad del individuo en los actos ilícitos que
lleva a cabo.

e) ANSIEDAD

Si bien la ansiedad es una emoción y un sentimiento, es cierto que, tal como sugieren
algunos autores, la ansiedad es una característica central en casi todos los trastornos
psicopatológicos, en concurrencia con trastornos depresivos, trastornos somato formes,
disfunciones sexuales, alcoholismo y otras drogodependencias y supone el problema mental
más frecuente de los diversos trastornos psiquiátricos (B. SANDIN y P. CROROT, 1995).

el grupo de las neurosis. Por eso consideramos su exposición individualizada de gran


interés.

La ansiedad es efectivamente una emoción y un sentimiento, con una reacción y


componente desagradable de tensión, nerviosismo, temor, miedo, preocupación, aprehensión,
ante una situación real, o figurada, de peligro, en cuya respuesta interviene una descarga del
sistema nervioso vegetativo o autónomo.

Hay que entenderla asimismo con una función adaptativa, es decir, que nos sirve para
mantener la actividad cotidiana, en ocasiones para anticipar peligros o amenazas. Dosis
razonables de ansiedad, incluso hasta el llamado estrés positivo, mantienen la vigilancia y la
creatividad. Esas dosis de ansiedad precisan de un adecuado manejo personal para así evitar
que, ni por su intensidad ni persistencia, originen malestar subjetivo, deterioro social u
ocupacional, o desadaptación, abocando en esos casos a un estado patológico de ansiedad, a un
trastorno de ansiedad.

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Respecto de la forma de expresión de la ansiedad, clásicamente se vienen diferenciando
tres formas de respuesta, tres formas de manifestarse. Según D. Su (1995), así como B. Sandí y
P. CHOROT (1995), son las siguientes:

 Cognitivamente o respuesta subjetiva-cognitiva: Que es el componente de la ansiedad


relacionado con la propia experiencia interna. Puede ir desde la preocupación,
nerviosismo, intranquilidad, desasosiego, sobresalto, inhibición o sobrecogimiento
hasta el pánico y, en casos graves, a una idea anticipatoria o convicción de desastres,
infortunios, preocupaciones económicas, fracasos laborales, académicos o sociales,
incluso un fin inminente, como puede ser el fin del mundo o la propia muerte. Los que
sufren trastornos de pánico tienen este tipo de cogniciones aterradoras, que
sobrepasan la proporcionalidad con la situación real.
 Cambios somáticos o respuesta fisiológico-somática: Similar a los cambios que surgen
ante una respuesta emocional. La vivencia y experiencia de la ansiedad, igualmente, se
acompaña de cambios fisiológicos, por excitación o estimulación del sistema nervioso,
de la vida de relación, tales como respiración entrecortada, palpitaciones cardiacas,
elevación de la presión arterial, sequedad de boca, sudoración de manos, diarreas en
forma de despeños, misiones frecuentes, tensión muscular, temblor, etc.,
manifestaciones que son parte del componente desagradable de esta respuesta
emocional.
 Cambios conductuales o motores-conductuales: Consisten en modificaciones de la
psicomotricidad, cambios en la expresión facial, gestos, posturas, etc., que, en
ocasiones, abocan al sujeto a intentar evitar la situación genera- dora de la ansiedad,
surgiendo conductas denominadas de evitación, de escape o huida. Así, los que sufren
claustrofobia procurarán no entrar en espacios cerrados y subirán las escaleras
andando, o los agorafóbicos, por el contrario, permanecerán el mayor tiempo
protegidos en sus casas o lugares cubiertos.

De todas las anteriores manifestaciones, el sujeto que las padece tiene consciencia, si bien
le resulta difícil o es incapaz de controlarlas y así amortiguar, o hacer desaparecer, todas las
connotaciones desagradables de la ansiedad.

2.2 Alteraciones de la afectividad


 Reacciones y desarrollos emocionales: Tanto las emociones como los
sentimientos son estados que se consideran como reacciones, psicológica
mente normales siempre que exista una proporción entre estímulo, reacción y
resultado.

Las alteraciones de estos estados, con respuestas emocionales exagera- das o


desproporcionadas, son las llamadas reacciones vivenciales anormales,
respuestas que se apartan del promedio de las normales a causa de su ex-
trasordinaria intensidad o duración y que pueden darse en personas previa
mente sin trastorno psíquico alguno, si bien desempeña un papel Importante
la personalidad previa.

Si la duración del estado afectivo es tal que se puede considerar como duradera
o persistente, crónica, se habla de desarrollo y supone una transformación de
la personalidad de más difícil superación.

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 Disminución de la afectividad: Los procesos afectivos están apagados,
inhibidos. El sujeto no tiene las respuestas afectivas que serían de esperar en
la misma circunstancia y para la mayoría de las personas. Carecen de deseos,
de energías, de impulsos a buscar el bienestar, a relacionarse con los demás. Se
da en retrasos mentales, demencias, psicosis crónicas, trastornos de per-
tonalidad, etc.
 Ambivalencia afectiva: el sujeto que la padece desea y teme a la vez algo. Es la
coexistencia de amor y odio hacia una persona o situación. Genera ansiedad y,
a veces, conductas impulsivas.
 Labilidad afectiva: afectividad débil y frágil. No se tiene control de los
sentimientos. Son personas que lloran con facilidad ante pequeños estímulos,
son muy sensibles, se sienten enseguida afectadas por comentarios o expo-
ciencias y reaccionan de forma anómala. Se da en personas inmaduras, en
procesos demenciales, estados postraumáticos, retraso mental, etc.
 Frialdad afectiva: Apenas existe repuesta afectiva ante las experiencias
humanas cercanas. Son sujetos que parecen que no sienten, que no les
repercute el dolor o la alegría ajenos, que no les afecta producir dolor, que no
muestran ninguna reacción ante el dolor o la muerte. Se da en trastornos de la
personalidad antisocial, en esquizofrenias, etc.
Las repercusiones forenses de los estados afectivos globalmente considera-
rudos son indudables. Tanto si se trata de personas consideradas como nor
males y que presentan reacciones emocionales o pasionales, que pueden le-
verles a cometer un delito, o bien si se trata de verdaderas anomalías de la
afectividad.
a) Estado de ánimo

ELEVACIÓN DEL ESTADO DE ÁNIMO

La elevación del ánimo, son los estados de euforia, la exaltación hipomaníaca o


maníaca.

En ellos surge un sentimiento de estar alegres, nada puede entristecerles, de sentirse


autosuficientes, incluso de superioridad, con una alteración de la conciencia de uno mismo, en
el sentido de una ·hipertrofia e hipervaloración de sus capacidades, lo que les puede colocar en
situaciones en las que su conducta no es la adecuada, al estar motivada o mantenida por la
alteración.

Existen personas que básicamente y como rasgo de personalidad tienen una elevación
del estado de ánimo, una hipertonía, lo que les hace ser muy a tipos, capaces de rendimientos
altos, pero con una orientación hacia lo Inmediato, lo informal, con disminución del sentido
crítico. La expresión de mayor anormalidad surge en la psicosis bipolar, fase maníaca.

b) DESCENSO DEL ESTADO DE ÁNIMO

Los descensos del estado de ánimo son los cuadros depresivos. En ellos la persona se
siente apagada, inhibida, sin ganas de hacer cosas, todo lo que se plantea o tiene que ejecutar
resulta penoso, con ideación triste, sentimientos de inferioridad, culpabilidad, ruina,
enfermedad. La atención, la concentración y la memoria están disminuidas. El esfuerzo
intelectual es débil, decreciente y no puede ser mantenido. El pensamiento es rígido, anclado
en las interpreta- cienes negativas y la falta de futuro

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Son muchos los trastornos psíquicos y la expresividad clínica en los se o sirvan descensos
del estado de ánimo. Unos son de tipo primario, reconocen una alteración endógena y su
expresión máxima es en el trastorno bipolar, fase depresiva, otros surgen como una expresión
psicopatológica más del desorden o desequilibrios psíquicos en numerosos trastornos.

El estado depresivo puede dar origen a desesperanza, a sentir que no hay futuro, que
no hay salida a la situación, a frustraciones, 'a desear la muerte como alivio, a no querer ser una
carga, Usa molestia o sufrimiento para los de- más, a distorsionar la realidad e interpretarla
erróneamente.

Esas y otras experiencias vivenciales que afectan a lo más hondo de la persona pueden
dar lugar a la presencia de conductas anómalas, a gestos des- esperados como suicidios,
homicidios, inhibición de obligaciones, etc.

Con frecuencia son causa de incapacidades laborales y tienen la considera ración de


secuelas de traumatismos, craneoencefálicos o emocionales. Cuando estas reacciones son
estimadas como secuelas de vivencias traumáticas y existen antecedentes de personalidad
inestable, insegura, conflictiva, etc., es preciso considerar esa alteración preexistente y tenerlo
en cuenta en la valoración del resultado final.

2.3 VOLUNTAD

El acto volitivo, voluntario, es aquel que surge como reacción a una decisión consciente,
reflexiva y con sentido. La voluntad es la capacidad de poder auto determinarse, de poder
reflexionar o decidir, de elegir, de admitir o rechazar, en definitiva, de hacer posible que una
idea, un deseo, se transforme en acto voluntario.

Tras la llegada a la conciencia de una idea, pensamiento, deseo o motivación, surge el


proceso reflexivo, discernimiento racional y lógico, acerca de la misma y de las circunstancias
que conlleva. A partir de ello surge la intención- nulidad, el ánimo o resolución de hacer una
cosa o de evitarla, y, en caso afer- nativo, se opta, se pasa al acto. La capacidad para optar, de
pasar al acto, es lo que se considera voluntad.

La psicología clásicamente diferencia en el acto voluntario una serie de fa- sus, que con
un interés didáctico y para hacer comprensible las complejas fin cienes psíquicas superiores, son
las siguientes:

 1.ª Fase de representación en el mundo consciente o incluso procedente del


inconsciente, de un deseo, una tendencia, un plan, etc.
 2.ª Fase de deliberación, en la cual el sujeto racionaliza, elabora, analiza la idea, y surgen
los aspectos positivos, negativos, facilidades o dificultades, valores, etc.
 3.ª Fase de decisión, en la que el sujeto, tras analizar y discernir los pros o contras,
decide en el sentido de actuar o de rechazar la idea, el deseo o moto- nación, bien
olvidándola, reprimiéndola o volviéndola a guardar en el inconsciente.
 4.ª Fase de paso a la acción o de ejecución, en el caso de que la elección haya sido en
ese sentido, hacia el paso al acto voluntario, el poner en marcha los mecanismos para
que la idea, el deseo o la. motivación se traduzca en la realidad en un gesto, un
movimiento, una conducta activa más o menos con plena o incluso en una conducta
expresada por la falta de acción justamente, una omisión, pero omisión como resultado,

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así mismo, de un proceso previo in- selectivo de reflexión y determinación a actuar (o
no actuar) de esa manera.
a) Alteraciones de la voluntad

Entre las alteraciones de la voluntad están:

- ACTOS IMPULSIVOS

Son aquellos en los que se provoca fa, acción sin una suficiente reflexión previa. Supone que no
se han medido o calculado suficientemente los efectos o las consecuencias.

Puede tratarse de una falta, transitoria o persistente, para mantener el control y el autodominio
de sí mismo.

A veces se puede hablar de actos en «cortocircuito», en los cuales la respuesta es sorpresiva,


imprevista, muy rápida, desproporcionada en ocasiones al estímulo, siempre sorprendente, a
veces de una brutalidad y violencia esa giradas. Surgen como respuestas inmediatas a una
pequeña molestia; ínsula- tos, enfrentamientos, etc. Se observan en sujetos con rasgos
caracterízales de impulsividad, en trastornos de la personalidad, en enfermos con daño cerebral
e incluso en personas consideradas como normales y en todo caso resultan facilitados por el
consumo de alcohol u otras sustancias tóxicas.

- AMBIVALENCIA

Cuando en la persona surgen ideas, sentimientos o motivaciones que resultan diferentes y


antagónicos con el modo de actuar y comportarse. Se piensa de una manera y se actúa de otra,
generándose ansiedad, duda, malestar, alteraciones del estado de ánimo, etc.

- ACTOS AUTOMÁTICOS

Son ejecutados por el sujeto con escasa conciencia de su realización.

- NEGATIVISMO

Es la ausencia y negación a realizar actos voluntarios. El sujeto se niega o se opone a hablar


(mutismo), a declarar, a ingresar en un centro, a comer, a ser explorado.

En el ámbito forense puede tratarse de una forma de oponerse a una detención, a declarar, a ir
a prisión o a otros centros de forma obligatoria, de pe- decir o reclamar algo, con motivación de
reivindicar, etc. y puede surgir en sujetos sin patología psiquiátrica grave. Otras veces se trata
de enfermos mentales con esquizofrenias, estupor psicógeno u otra etiología. Puede también
tratarse de una opción en una persona normal

- SUGESTIONABILIDAD

En el proceso de reflexión, previo a un acto voluntario, puede existir la sugestionabilidad, en la


que otras personas intervienen de manera eficaz sobre la voluntad débil o inmadura de un
sujeto, orientando o imponiendo una toma de decisión. El sujeto no se da cuenta o acepta la
imposición, sin planteamiento crítico o reflexivo, bien porque no tiene capacidad de crítica para
ello o bien por confianza e influencia del inductor.

Tiene interés forense. Por la posibilidad de esta inducción sugestiva para con meter algún delito,
ser cómplice, obtener firmas para contratos o cambios de testamentos, incidir en las
declaraciones y testimonios, etc.

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Se da en niños, adolescentes, ancianos, retrasos mentales, síndromes de mundiales, trastornos
de la personalidad dependientes, personalidad primitiva. Y también en personas normales,
incluso en estado de fatiga o con sentimiento- tos depresivos, aisladas como individuos o en
masa, y cuyo mensaje político o religioso puede ser asumido afectivamente, sin reflexión,
encontrándose en la génesis de comportamientos extraños, heroicos, delictivos.

2.4 CONDUCTAS AGRESIVAS Y VIOLENTAS

Si bien son distintos los conceptos, ambos, los de agresividad y violencia, se emplean de
forma similar, lo que genera confusión para todos los actos no- chivos, que, según E. FROOM
(1989), son aquellos que tienen por efecto. el daño o la destrucción de un objeto inanimado,
una planta, un animal o una persona humana.

La agresividad. para E. Echevarría (1994), representa la capacidad de res- puesta del


organismo para defenderse de los peligros potenciales procedentes del exterior y, como tal, se
considera una respuesta adaptativa y forma parte de las estrategias de afrontamiento de que
disponen los seres humanos. Y la violencia, por el contrario, tiene un carácter destructivo sobre
las personas y objetos y supone una profunda disfunción social.

La especie humana es la única que presenta actos intencionales contra otros individuos
de su propia especie, violencia destructiva que busca causar daño a otros seres humanos.

La naturaleza íntima de las conductas violentas es bastante desconocida, siendo


evidente que el desarrollo de esas conductas posee una génesis inulta factorial, donde tienen
cabida factores ambientales, factores Glee predisposición hereditaria, y factores
neurobiológicos (F. López Muñoz, C. ÁLAMO y E. CUENCA2000).

La violencia, al equipararla con la agresividad, se ha considerado como algo innato al


hombre, condicionado por factores genéticos y biológicos e irremediable. El antropólogo
Konrad LORENZ consideró que era una energía cuyo o- detuvo era la conservación de la especie,
que se debía a un instinto nato. Igual que A. STORR (1969), para el que la agresividad no es sólo
una reacción de ofensiva frente al peligro o una respuesta frente a las frustraciones, sino que es
hurí instinto, cuyos efectos pueden ser controlados, pero en ningún caso suprimidos.

K. TARDIFF (1989), recoge el interés y la investigación sobre las anomalías ero-


masónicas sexuales y la conducta violenta, particularmente las anomalías XYY y XXY, no
encontrando ninguna asociación entre ambas circunstancias. El resultado e interrelación entre
dichas anomalías y la cognición de delitos es dudoso y hay que pensar que probablemente esté
relacionado con otros factores, como la baja inteligencia.

A. Montague (1990), defiende por su parte que ninguna conducta humana específica
está genéticamente determinada; que los seres humanos son capa- ces de cualquier tipo de
conducta, incluyendo la conducta agresiva, así como también la bondad, la crueldad, la
sensibilidad, el egoísmo, la nobleza, la cobardía o la travesura; la conducta agresiva no es sino
una conducta entre otras muchas y cualquier explicación del comportamiento humano ha de
explicar todo el comportamiento, no sólo un tipo; y que el tipo de conducta que des- pliega
un ser humano en cualquier circunstancia no está determinada por sus genes, aunque exista
por supuesto alguna contribución genética, sino básica- mente por la experiencia vivida en
interacción con esos genes.

En el sentido anterior, L. ROJAS MARCOS (1995), defiende asimismo que la agresividad


y la violencia se adquieren y se aprenden. Su origen está en la propia sociedad, en los malos

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tratos en la infancia, en el subdesarrollo económico y cultural, en la opresión y dominio de unos
sobre otros.

Y para J. Sanmartín (2000), agresividad y violencia no son lo mismo, por una parte,
nuestra agresividad es un rasgo en el sentido biológico del término, una nota evolutivamente
adquirida y por otra nuestra violencia es un producto de la cultura, o dicho más estrictamente,
es el resultado de una interacción en- tre factores culturales y agresividad, de la influencia de la
cultura sobre la agresividad natural. La biología nos hace agresivos, pero es la cultura la que nos
hace pacíficos o violentos.

Distingue E. FROOM (1989) diferentes formas de violencia, tales como:

a) Violencia juguetona o lúdica: Considerada como la más normal y menos patológica.


Surge como ostentación de fuerza, destreza, no es para destruir, para matar y no está
motivada por odio ni impulso destructor.
b) Violencia colérica reactiva: Se emplea en la defensa de la vida, de la li- verdad, de la
dignidad, de la propiedad. Tiene sus raíces en el miedo, en amenazas, reales o
imaginarias, conscientes o inconscientes.
c) Violencia vengativa: Ante un insulto, ataque, daño, surge la violencia, no ya para
defenderse, sino por un motivo de venganza, una /ex talionis de ojo por ojo y diente
por diente. Es una agresión maligna propia del hombre en la que aparecen impulsos que
lo mueven a matar, torturar o aniquilar a individuos de
su propia especie, sintiendo placer por ello.
d) Violencia compensadora: La violencia tiene una función de sustitución ante la
impotencia, entendida como incapacidad para trascender, así como la falta de actividad
productiva, la invalidez, la discapacidad, etc., y, con ella, se venga de la vida, porque ésta
se la niega, y la destrucción de las cosas y de la vida encierra asimismo trascendencia.
En casos de impotentes o desfavorecidos, esta violencia persigue restablecer la
estimación de sí mismo. Muchos a tos violentos, contra la mujer o contra la sociedad,
buscan venganza por sentirse maltratados, desengañados, separados y buscan se
restablecimiento, para superar su frustración o fracaso.
e) Agresividad y trastornos psíquicos

Surge al plantear la peligrosidad, como riesgo de conductas agresivas o violentas que


llevan consigo algunos trastornos psíquicos.

Cualquier persona considerada como normal y sin antecedentes previos, puede en


alguna ocasión comportarse de forma agresiva o viole'nta. Las moti- vaciones de esa respuesta
serán muy diferentes, unas más comprensibles psicológicamente hablando y otras más
incompresibles, más condicionadas des- de lo psicopatológico, originada o facilitada por la
existencia de alteraciones o anomalías psíquicas, irritabilidad, baja tolerancia a la frustración,
etc.

Hay conductas agresivas o violentas de este tipo, como respuestas adaptativas o en


«cortocircuito», brutales, a estímulos vividos como amenazantes, en situaciones de miedo o
pánico.

 En los cambios del estado de ánimo, la euforia, la excitabilidad, la falta de autocrítica de


la fase maníaca, hacen que no sean infrecuentes los actos violentos heteroagresivos,
peleas, agresiones sexuales, conducción temeraria de vehículos. Y en los cuadros

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depresivos una auto agresividad, riesgo muy alto de producirse autolesiones, tentativas
de suicidio o suicidios consumados.
 En algunos estados graves depresivos, la violencia se amplía a otros, generalmente
familiares que son objeto de lesiones o muerte antes del propio suicidio.
 En trastornos de la personalidad, especialmente. En el tipo antisocial. En estos casos la
agresividad puede ser pensada y muy elaborada, más racional, más consciente,
especialmente en los que tienen rasgos de sadismo. En ellos surge todo tipo imaginable
de agresividad y violencia.
3. LAS MEDIDAS DE SEGURIDAD EN LA DOCTRINA PENAL
3.1 Concepto

Clásica en nuestra doctrina patria es la definición que, hace ya más de sesenta años,
ofreciera CUELLO CALON: «Las medidas de seguridad pueden definirse como ciertas medidas
impuestas por el Estado a determinados delincuentes encaminadas a su adaptación a la vida
social (medidas de educación, de corrección y de curación) o su segregación de la misma
(medidas de seguridad en sentido estricto). A la primera clase pertenecen: a), el tratamiento
educativo de los menores delincuentes; b), el internamiento de delincuentes alienados y
anormales mentales; c), el internamiento curativo de los delincuentes alcohólicos y
toxicómanos; d), el internamiento reformador de mendigos y vagabundos para su adaptación a
una vida de trabajo. Pertenecen a la segunda clase: el internamiento de seguridad de los
delincuentes habituales e incorregibles».

Como aciertos indudables de la anterior definición habrán de apuntarse la evitación de


la comprometida mención de la «peligrosidad», junto con la precisión, de nuevo, de estarnos
refiriendo tan sólo a sujetos «delincuentes», excluyendo, por tanto, de este ámbito, las
«medidas pre delictuales».

No obstante, la referencia expresa a las medidas que se llaman de «segregación»,


aludiendo con ellas al «internamiento de seguridad de los delincuentes habituales o increíbles»,
des actualiza, respecto de este extremo, la definición ofrecida por CUELLO.

Como ya vimos líneas atrás, la «medida de seguridad» e' s, ante todo, una consecuencia
jurídica. Y habrá que añadir: una consecuencia jurídica del hecho delictivo.

No cabe duda de que las «medidas» integran, junto a las penas, la respuesta de la
sociedad al autor de un delito. Corno aquéllas, forman parte de “las armas necesarias de la
comunidad jurídica contra el delincuente». Pues es evidente, y así suele reconocerse en general,
que el sistema puramente sancionador no alcanza a cubrir plenamente los objetivos de
prevención pro píos del Derecho Penal, en especial ante supuestos, como los de los
inimputables, reincidentes, etc.

Es claro, por ejemplo, con respecto a los inimputables, que en un ordena- miento en el
que prevalece el principio de culpabilidad, la situación y características de estos sujetos requiere
la presencia de mecanismos de reacción diversos del mero castigo para la garantía de la
protección del resto de los ciudadanos frente a eventuales reiteraciones en la conducta
antisocial del inimputable.

Si la única razón de ser de tales mecanismos fuere la terapia del sujeto a quien se aplica,
quizá pudiéramos preguntarnos si su ubicación dentro del Derecho Penal era realmente la
acertada, pero como la «medida» no sólo es hoy con- secuencia siempre de una acción delictiva,

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sino que, además y como luego comprobaremos, persigue fines que van más allá de los siempre
importantes terapéuticos, su vinculación con la integridad del sistema penal deviene forzosa.

Tanto las penas como las «medidas» son simultáneamente presididas por los principios
de legalidad y de jurisdiccionalita; sólo se podrán imponer o aplicar válidamente si se encuentran
previstas en la norma positiva y habrán de serlo, además, por. los órganos de la jurisdicción con
cumplimiento de todos los requisitos propios de su función (competencia, procedimiento
contradictorio, motivación de la decisión, etc.).

Se discute, no obstante, si coinciden también en compartir un semejante carácter


aflictivo, pues mientras que para autores como BETIIOL, JIMÉNEZ DE Ascua o los psicoanalistas
STAUB y ALEXANDER la «medida», por completo al igual que la pena, representa un «mal»
para el sujeto a que se aplica e, incluso, en ocasiones, aún más severamente que la propia pena,
por representar la amenaza de un mal con un grado de inconcreción superior, otros, como
MAURACH o CUE- LLO CALON, distinguen entre la acción que siempre supone la pena, como
limitación 9 privación de derechos, en todo caso, y el carácter terapéutico y positivo para el
individuo sometido a «medida de seguridad».

Para nosotros, el carácter aflictivo de la «medida de seguridad» en multitud de


ocasiones es indudable, si bien habría que estar a cada caso concreto para precisar esta cuestión,
pues, como sustitutivo de la pena, la medida puede ser, y de hecho los reciba como algo
favorable e, incluso, por algún inimputable, consciente de su enfermedad, adicción, etc., es
deseada vivamente.

3.2 Fines

Durante cierto tiempo, se distinguieron dos diferentes supuestos entre las medidas de
seguridad, atendiendo, a su finalidad: la medida encaminada, den tiro de la prevención especial,
al tratamiento curativo y la reeducación, dirigida a enfermos y menores; y en otro grupo las
tendentes al aseguramiento y la defensa social, aplicables a los sujetos plenamente
responsables, pero especial- mente peligrosos, tales como multirreincidentes y delincuentes
habituales, por ejemplo.

Hoy, sin embargo, el principal objetivo de las medidas ya no es otro que la administración
de un «tratamiento». «Esta alternativa (¡internamiento en centro psiquiátrico, de
deshabituación, educativo especule! y reeducativo) se basa en el principio de prevención
especial al incidir su aplicación en la necesidad de tratamiento específico en orden a la
reeducación o rehabilitación de la causa originadora de su conducta delictiva» (Ríos MARTÍN,
1993).

Pero junto a esta misión «terapéutica», que es en definitiva la que a nosotros aquí
realmente nos interesa, sigue reconociéndose también a la medida una finalidad puramente
«aseguraría», que no cabe desconocer, aunque algunos, como TERRADILLOS (1985),
sostengan, con razón, que ambos contenidos, el curativo y el asegura TiVo, no ofrecen
contradicción entre ellos, pues la curación ha de afrontarse en la medida en que 'es útil para
la prevención de los bienes, en definitiva para evitar el peligro que sobre los mismos pudiera
pender de la futura conducta del individuo considerado peligroso. Se integra así plenamente la
medida de seguridad, en orden a los fines que sigue, dentro de los límites genéricos de una
política criminal moderna, que no son otros que los correspondientes a la persecución de las
metas de prevención de la criminalidad y la resocialización del delincuente.

11
Pero, junto a los fines asegúratelos y a los terapéuticos, como objetivos principales de
las medidas de seguridad, éstas también producen otras consecuencias que, aun cuando no
perseguidos directamente, se erigen en resultados de extraordinaria importancia.

De un lado, hemos de recordar otra vez que la existencia de la medida de seguridad


hace posible, ni más ni menos, que la realización misma del principal o culpabilísimo, toda
vez que, cubriendo el margen de respuesta penal correspondiente a aquellos individuos a
los que no puede atribuirse la culpabilidad respecto de sus actos (inimputables), hace viable
el mantenimiento integral de los postulados culpabilísimos al sector más generalizado de los
sujetos susceptibles de culpabilidad, sin demérito del pleno cumplimiento de los objetivos ce
protección de la sociedad encomendados al sistema penal en su globalidad.

3.3 Clases

Las medidas de seguridad son susceptibles de muy diversas clasificaciones e, incluso, de


clasificaciones que varían en su contenido en atención al sistema de medidas que, en cada caso
se adopte.

 La primera diferenciación, que atiende al propio fundamento de la medida. Según el


cual podemos hablar de medidas de seguridad pre o pos delictuales, conforme lo que
ya tuvimos oportunidad de ver en algún momento anterior.

Medida pre delictual será aquella que, basada en la abstracta peligrosidad social del sujeto, se
aplica sin necesidad de comisión de hecho delictivo alguno. Categoría propia de las ya históricas
legislaciones especiales de Peligrosidad y referida a sujetos 110 delincuentes, sino simplemente
marginados o asociales, rechazada hoy por la mayoría de los autores (TERRADILLOS, BERISTÁIN,
JORGE, etc.), por razones de seguridad jurídica, evitación de la arbitrariedad, etc. y que en la
actualidad vienen remitidas, en todo caso, a otros ámbitos del ordenamiento (Derecho civil o
Derecho administrativo o actuaciones de Policía).

 También, por sus efectos, las medidas de seguridad, tradicionalmente, podían ser:
privativas de libertad, restrictivas de libertad, restrictivas de derechos, o pecuniarias.

Es a este factor clasificador de los efectos, al que han atendido, en general, os catálogos
elaborados en Conferencias y Congresos Internacionales (Roma, "929 operaba, 1930, pareja.),
que hablan también de medidas privativas o no privativas de libertad, e, incluso, un tercer grupo
de medidas reales o patrimoniales, reservado a supuestos como ciertas confiscaciones, cierre y
clausura de establecimientos, disolución de personas jurídicas, etc.)

 En atención a los destinatarios, se habla de medidas dirigidas a meno- res


(específicamente), inimputables o semiimputables. Con abandono hoy de as previstas
para los sujetos plenamente imputables y considerados peligrosos.
 La finalidad de la medida hace que se- distinga entre curativas y reeducativas. Y de forma
más completa e incluyendo tipos de medidas que en estos tiempos ya no se contemplan
como tales, CUELLO CALON, también en atención de sus fines, distingue entre medidas
de seguridad:
a) De readaptación a la vida social (medidas de educación, de corrección y de curación).
b) De separación de la vida social (aseguramiento de delincuentes inadaptables).
c) De prevención a la comisión de nuevos delitos.

12
4 LAS LESIONES PSIQUICAS
4.1 CONCEPTO

Lesión, en su sentido semántico, es todo daño o detrimento corporal causado por una
herida, golpe o enfermedad, sinónimo de perjuicio o menoscabo.

Ese daño, detrimento corporal, perjuicio o menoscabo puede tener una expresión tanto
física como psiquiatra.

4.2 DIAGNOSTICO CLINICO

Diagnosticar es determinar la cara de una enfermedad mediante el examen de signos y


síntomas.

En primer término, ¡esa determinación ha de ir dirigida a establecer si se trata de una


reacción vivencia! normal o de una reacción vivencia! anormal. Si existe o no trastorno psíquico
y, en caso positivo, si reúne criterios de verdadero trastorno mental, teniendo en cuenta que ni
el comportamiento desviado, ni los conflictos entre el individuo y la sociedad son trastornos
mentales, a no ser que la desviación o el conflicto sean síntomas de una disfunción.

También se extiende a comprobar si la alteración psíquica tras la vivencia traumática es


primaria o si, por el contrario, es secundaria, corno resultado de una reactivación, agravamiento
o puesta en marcha de otra patología preexistente de etiología no traumática.

Los medios o procedimientos capaces de originar la lesión psíquica, es decir, sus agentes
etiológicos, son los mismos capaces de producir lesiones en general, y podrán consistir en
cualquier tipo de acciones traumáticas (accidentes, caídas, golpes, agresiones con arma blanca
o de fuego, etc.), agentes químicos (tóxicos, con acción local o general), físicos (calor, frío,
electricidad, etc.) o biológicos (bacterias, virus, toxinas, etc.).

Además, como agentes más específicos, capaces de generar experiencias vivenciales


traumáticas, o que se vivan como tales, de las que se pueden derivan lesiones o secuelas
psíquicas, podemos enumerar otros como los robos, diferentes clases de agresiones como las
atentatorias a la libertad o indemnidad sexual, malos tratos, vejaciones, amenazas, coacciones,
calumnias, envío y recepción de escritos anónimos, chantajes, accidentes, etc.

No serán sólo los grandes desastres o acontecimientos trágicos los capaces de generar
lesiones psíquicas, sino que también las causan los ultrajes y agresiones triviales de la vida
cotidiana. Bowdwen, P. y FELTHous, A. (1995)-

4.3 Cuadros clínicos

Como lesiones psíquicas pueden ser consideradas un numeroso grupo de reacciones y


trastornos, que aparecen de forma reactiva, secundaria o como forma de adaptación a factores
y etiologías externas o ambientales.

Tras la vivencia traumática surgen síntomas emocionales o afectivos que son la


respuesta que cabe esperar en un organismo que recibe una agresión y que, en definitiva, es el
componente psíquico normal, la expresión psíquica esperada tras la agresión. Son reacciones
emocionales que aparecen unas veces aisladas, sin la intensidad necesaria para ser valoradas
como verdadero trastorno psíquico, y que evolucionan favorablemente, en tiaras o días, con o
sin medicación.

13
Sin embargo, en otras ocasiones, la reacción ante un acontecimiento o vivencia
traumática con daño psíquico, llega a alcanzar una mayor intensidad dad o duración y sobrepasa
lo estimado como una reacción normal, comenzando a ser reacción patológica, de diversa
expresión y duración variable. Podremos hablar, en estos casos, de verdaderas alteraciones o
trastornos, siempre que cumplan los criterios diagnósticos exigibles para semejante
consideración.

Tales situaciones o lesiones psíquicas anteriormente eran consideradas como neurosis


traumáticas o postraumáticas. En la actualidad y en correspondencia con la clasificación
internacional que nos ha servido de referencia en la exposición de los trastornos psíquicos, el
DSM IVTR, los trastornos que con mayor frecuencia adquieren la consideración de lesiones o
secuelas psíquicas pueden ser catalogados como:

 Trastornos de ansiedad (crisis de pánico, angustia, obsesiones, fobias, estrés agudo,


estrés postraumático).
 Trastornos de estado de ánimo (episodios depresivos).
 Trastornos somatomorfos (somatización, conversión, dolor, hipocondría, dismorfobia).,
 Trastornos dispositivos (amnesia disociaría, trastorno de la identidad).
 Trastornos adaptativos (ansiedad, depresión).
 Trastornos demenciales, amnésicos y cognitivos.
 Trastornos de abuso o dependencia de sustancias.
 Trastornos de la conducta alimentaria.
 Trastornos de disfunción sexual.

Las características clínicas de estos diferentes trastornos, que pueden tener la


consideración de lesiones o secuelas psíquicas, se describen en el lugar correspondiente a cada
trastorno y allí remitimos al lector interesado en conocer los criterios diagnósticos y evolutivos
de cada uno de ellos.

Junto a trastornos que son susceptibles de ser originados por agentes etiológicos
traumáticos o estresantes, en ocasiones nos encontramos con otros que difícilmente podrán
alcanzar la consideración de lesiones, en el sentido jurídico del término, tales como los
trastornos congénitos, los trastornos psicóticos y esquizofrénicos, los trastornos bipolares, o
trastornos de la personalidad con condicionamientos endógenos o patrones de conducta
establecidos desde estadios tempranos del desarrollo, etc., cuyas etiologías no se derivan
directa- mente de agentes o circunstancias externas y manejadas por un tercero que pueda
ser considerado como autor de esas lesiones.

Sin embargo, dado que en el ámbito de lo psíquico no pueden hacerse afirmaciones


absolutas, hay que tener siempre en cuenta que los agentes traumáticos sí podrán ser en
ocasiones factores influyentes y dignos de atención, al menos como elementos
desencadenantes, facilitadores o mantenedores de esos trastornos. Siendo necesario, cuando
menos, estudiar y valorar la posible relación de concausalidad que puede existir en esos casos,
teniendo presente que, en alguno de ellos, el traumatismo o agente vulnerante y el estado
psicopatológico posterior que se origine, puede incluso hacer emerger por primera vez una
psicosis, que hasta entonces hubiera permanecido latente.

Es indudable que, en esos supuestos, establecer la relación definitiva de causalidad


exigirá, más que en otras ocasiones, una valoración muy detenida y especializada. Tal es el caso,

14
por ejemplo, del trastorno psicótico breve, que puede estar desencadenado justamente por una
situación de estrés, combate, accidente o agresión.

En otro sentido, hay que recordar que, si bien la naturaleza de la lesión es inespecífica
de la situación que la origina, dado que depende no sólo de ésta, sino de la respuesta individual
y otros factores ambientales, sí que existen algunas manifestaciones clínicas, entre las
anteriormente expuestas, que son más habituales que otras, en relación con las circunstancias
en que las lesiones se produjeron.

Así, por ejemplo, en las víctimas de accidentes de tráfico persiste durante tiempo la
fobia, miedo, temor o rechazo a viajar en coches o a volver a conducir.

En las víctimas de robo con violencia, en los asaltos callejeros o «tirones» de bolsos,
persisten igualmente durante meses o años, a pesar de que, por no identificarse a los autores,
no se siguiera ningún tipo de actuación ni procedimiento judicial posterior, miedo, temor o
inseguridad en la calle y ante cualquier persona que se aproxima o frente a llamadas telefónicas
recibidas en el propio hogar.

En las agresiones sexuales quizá sean la ansiedad, la frustración, el rechazo, el temor o


la dificultad para mantener nuevas relaciones inter- personales y sexuales. Si bien, también hay
que consignar que, en estos casos, son muy variadas las reacciones y ninguna resulta realmente
específica.

Por estas y otras particularidades, que más adelante se expondrán, es por lo que el
resultado final al que puede llegar el perito psiquiatra, en cada supuesto, a la hora de informar
sobre la existencia y el origen de tales lesiones, ofrezca diferencias muy notables.

4.4 EVALUACIÓN FORENSE CARACTERÍSTICAS DE LAS LESIONES PSÍQUICAS

Si bien el hecho del diagnóstico en el ámbito clínico es esencial para poder aplicar un
tratamiento adecuado, en el campo forense el diagnóstico clínico no es más que un primer paso,
importante, pero no trascendental.

Pues para dar adecuada respuesta a lo que se requiere en tales informes, ante los
Tribunales de Justicia, para que resulten de verdadera utilidad en la aplicación de las leyes con
suficiente aporte del conocimiento de la realidad médica, es preciso también evaluar la lesión o
la secuela desde aspectos y consideraciones le- gales y forenses, es decir, respecto de su
naturaleza como tal lesión o secuela en sentido jurídico, la causa, su tiempo de curación, los
tratamientos efectuados, el estado residual y sus repercusiones funcionales, laborales o
sociales, etc.

4.5 Naturaleza de la lesión o secuela

Las lesiones psíquicas son verdaderas reacciones del organismo con mayor expresividad
en lo psíquico, surgidas bien de forma primaria, sin que sea precisa la apreciación o existencia
de lesión corporal física alguna, o bien de forma secundaria, reactiva a una lesión corporal.

En principio, y por su propia naturaleza, no se trata, en los supuestos más comunes, de


alteraciones o trastornos psíquicos considerados inicialmente como excesivamente graves,
invalidantes o irreversibles, si bien tampoco son infrecuentes los cuadros clínicos, solos o
asociados a otros déficits corporales, que pueden evolucionar de forma negativa y persistente y
llegar a tener la con- sideración de secuelas de cierta entidad.

15
El Código Penal, en su art. 147, tal como ya quedó reseñado al principio de este
apartado, se refiere a la salud física o mental y en el art. 149 a la grave enfermedad somática o
psíquica, sin más concreciones.

No existe en principio, por tanto, restricción legal a que cualquier reacción, modificación
o alteración psíquica pueda ser considerada como lesión. Siempre y cuando cumpla las otras
exigencias recogidas en ambos artículos, es decir, su origen y etiología en factores externos y la
necesidad de tratamiento médico, posterior a la primera asistencia, para su curación.

¡La interpretación de dicho artículo en esta materia de las lesiones psíquicas y del
tratamiento psiquiátrico ‘puede resultar discutible, a propósito del propio concepto
jurisprudencia! de esa «primera asistencia», y de la previsión legal según la cual «[..] la simple
vigilancia o seguimiento facultativo del curso de la lesión no se considerará tratamiento
médico». Cuestión sobre la que más adelante se harán las consideraciones oportunas.

4.6 Tratamiento, curación y evolución

El art. 147 del Código Penal exige, según ya se adelantó, para que la lesión, también en
este caso de menoscabo de la salud mental, tenga la consideración de delito, que la misma
requiera objetivamente para su sanidad, además de la primera asistencia facultativa,
tratamiento médico o quirúrgico, no considerándose como tal el mero seguimiento facultativo
del curso de la lesión. En este sentido, por tratamiento médico, con carácter general, hay que
entender «la planificación de un sistema de curación o de un esquema médico prescrito

por un titulado en medicina con finalidad curativa». Así también, el tratamiento médico
es «cualquier sistema que se utilice para curar la enfermedad o la lesión, también para tratar de
reducir sus consecuencias si aquélla no es totalmente curable».

De ahí que penalmente exista tratamiento en «toda actividad posterior tendente a la


sanidad de las persones siempre y cuando esté prescrita por el médico».

No es lo habitual que, inmediatamente tras un accidente de tráfico con lesiones


traumáticas graves o incluso tras la denuncia de un robo sin lesiones físicas o con la presencia
tan sólo de erosiones, contusiones o heridas que son atendidas y curadas en primera asistencia,
se instaure un tratamiento psiquiátrico como tal. Este se suele plantear a los pocos días o,
incluso, si se está ante una forma diferida de trastorno psíquico postraumático, al cabo de
algunos meses. En estos casos, en nuestra opinión no hay duda de que, tras la primera asistencia
para curar las lesiones visibles en ese momento, el lesionado precisó tratamiento específico,
tratamiento psiquiátrico y, como tal, se cumple la exigencia del art. 147 para que la lesión sea
considerada como delito.

La persona que sufre este tipo de lesiones puede necesitar durante poco o mucho
tiempo algún tipo de medicación para calmar la ansiedad o ayudarle a conciliar el sueño y, en
definitiva, para volver a recuperar el equilibrio anímico alterado. Y esa actuación, aunque sea
sencilla, debe ser reconocida igualmente como tratamiento médico posterior a la primera
asistencia y, por tanto, a calificación penal del hecho podrá ser constitutiva de delito y no, a
causa de la ausencia de este requisito, de simple falta.

Coincidimos con Ese, E. (1994), cuando sospecha que, en el ámbito forense, muchas
víctimas con lesiones físicas son dadas de alta con un plazo de curación en el cual no se tiene en
cuenta. Que puede presentarse, y persistir, un estado de depresión reactiva, un trastorno fóbico
postraumático o un franco trastorno de estrés postraumático.

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En otros casos, ya desde el principio, son prescritos ansiolíticos, antidepresivos o
hipnóticos, dado el estado de ansiedad que se aprecia ya en el servicio de urgencia o la presencia
de síntomas psíquicos muy manifiestos desde el momento mismo de producirse el accidente o
la agresión. En estos supuestos, el tratamiento instaurado desde el primer día es mantenido en
visitas sucesivas, bien por el médico de asistencia primaria o, incluso, si se acude a él, por el
especialista, cuya intervención consistirá en el seguimiento, modificación de medicamento o de
dosis, pero sin que se llegue a actuaciones diferentes a éstas, tal como parece exigir la
Jurisprudencia, para la consideración de verdadero «tratamiento» a efectos penales. De ahí
que, en semejantes circunstancias y a pesar de que se trate de lesiones psíquicas de evolución
persistente o crónica y que supongan incapacidad laboral, pueda ser considerada la lesión como
falta y no delito, al entender que la primera asistencia, objetivamente, fue suficiente para
alcanzar la sanidad.

Pero hay que tener en cuenta que, en Psiquiatría, el tratamiento no está sólo basado en
la aplicación de fármacos diversos, pudiendo prescindirse incluso de ellos. ¡Cuando se utilizan
los psicofármacos el éxito terapéutico de éstos está justamente ligado, según nuestro criterio,
al seguimiento muy cercano del paciente, para controlar y modificar las dosis y para mantener
algo tan importante y tan curativo como es la dinámica transferencia! Será la presencia y la
ayuda verbal del psiquiatra lo que de verdad ayude, tranquilice y, en definitiva, cure. Sin este
seguimiento la mera aplicación de psicótropos será poco eficaz e incluso yatrogénicamente
perjudicial.

Pudiera también sostenerse que, en casos así, nos encontramos entonces ante una
sucesión de curas diarias que, para la Jurisprudencia, sí suponen un «tratamiento», a los fines
que aquí nos interesan.

En definitiva, el seguimiento de una lesión psíquica tendrá en muchas ocasiones la


consideración más formal de tratamiento de psicoterapia y debiera ser considerado como
verdadero «tratamiento» a efectos del art. '147 del Código Penal (STS de 20 de noviembre de
1995), aunque éste no sea el criterio mayoritario jurisprudencial, especialmente si ese
tratamiento psicológico no ha sido establecido por un médico, como más adelante veremos.

Otra dificultad surge, en general, al establecer cuál es el momento en que puede


considerarse una lesión como curada y cuándo debe hacerse la valoración del estado residual
como secuela permanente, por considerar que el cuadro clínico se ha estabilizado y no son
previsibles cambios, al haberse agota do las posibilidades de rehabilitación.

5. PSICOPATOLOGÍA DEL TESTIMONIO

5.1 CONCEPTO DE TESTIMONIO

Testimonio es la declaración que hace un testigo, cuando atestigua, asevera o afirma


una cosa, y asegura lo que dice, aquello de lo que tiene conocimiento directo y verdadero, es
decir de algo presenciado, oído, sentido, etc., en definitiva, vivido por él.

Por otra parte, en el procedimiento penal, los inculpados, imputados, procesados o


acusados no prestan testimonio, sino que sus manifestaciones son consideradas
«declaraciones». Cuando, conforme avanza el procedimiento, hacen una declaración
inculpatoria y reconocen unos hechos que les son perjudiciales se habla también .de
«confesión».

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La finalidad principal del testimonio, en el ámbito judicial, es proporcionar la mayor
certeza acerca de todo aquello que tiene relación con el hecho objeto de enjuiciamiento y de lo
que el testigo pueda tener conocimiento, directo o por referencias. Con su testimonio,
narraciones o relatos, el testigo facilita información al Juez y a las partes, acerca de unos hechos
determinados.

La prueba testifical es un elemento fundamental del proceso penal, y ello a pesar de lo


difícil que resulta encontrar un testimonio fiable y válido al cien por cien, dadas [as
modificaciones normales que sufren las percepciones, en el recuerdo y también en la ulterior
exposición de hechos vividos con anterioridad.

La Psicología del testimonio se ocupa por igual de la memoria de los testigos,


presenciales o de referencia, respecto de la identificación de las personas como de los otros
recuerdos de interés para la investigación de lo ocurrido o su enjuiciamiento.

Para el Psicólogo, un testigo presencial de cualquier suceso es aquella persona que ha


podido observar el suceso y que, por tanto, podría recordarlo más tarde. En el caso de sucesos
delictivos, el Psicólogo, al igual que el Juez, considera testigo presencial tanto a la víctima como
a cualquier otra persona que esté presente en el lugar o cercanías al hecho, sin ser víctima de la
infracción.

Valente de la declaración testifical. El menor debe estar acompañado de los padres,


tutores o asistido por el Ministerio Fiscal.

5.2 CAPACIDAD PARA TESTIFICAR

Para testificar, declarar, hay que tener, por tanto. capacidad suficiente para ello.

La capacidad para testificar exige reunir las condiciones básicas que conforman el
proceso de lo que se puede llamar psicología del1estimonio y que son los factores psíquicos que
intervienen en una persona que quiere dar testimonio acerca de un acontecimiento cualquiera,
vivido o presenciado por ella.

Estos factores, se han agrupado tradicionalmente en cinco. E. MIRA v López considera


que la psicología del testimonio depende esencialmente de:

a. El modo como se ha percibido; el registro ha de ser recibido por vía sensorial, lo que
exige que tanto las vías como los centros receptores cerebrales estén conservados. Y el
estímulo debe tener una intensidad suficiente como para ser percibido. Factores como
la atención, el estado afectivo, la fatiga, el hallarse bajo el efecto de sustancias tóxicas,
etc., y, por supuesto, los errores de la percepción, ilusiones o alucinaciones, pueden
condicionar claramente e fenómeno perceptivo.
b. El modo como se ha conservado en la memoria.
c. El modo como se es capaz de evocarlo.
d. El modo como se quiere expresarlo. Puede existir una falta de sinceridad. no querer
contarlo o deformarlo.
e. Y el modo como se puede expresarlo. Capacidad para poder describir recuerdos o
representaciones. Pues pueden surgir errores, imprecisiones, exageraciones.

El testigo debe tener capacidad para conocer y memorizar un hecho y posteriormente


capacidad para evocarlo, para recordarlo. Hay que percibir bien, hay que almacenar los
recuerdos, poder evocarlos correctamente y narrarlos adecuadamente.

18
Es evidente que pueden presentarse situaciones y estados anormales, que incidan y
distorsionen uno o más factores de los considerados básicos en el proceso psicológico normal
del testimonio.

Según esos factores, los trastornos que con más frecuencia e intensidad pueden
condicionar un testimonio son los referidos al ámbito de la percepción, al de las memorias y a
los trastornos del pensamiento.

La capacidad para testificar puede verse afectada por diversas causas, entre otras la
presencia de alteraciones o trastornos psíquicos, que tengan como consecuencia que una
persona no llegue a alcanzar aquella o la pierda, bien de forma temporal, transitoria o
permanentemente.

Ya quedó dicho que en el proceso penal no hay exclusiones le testigos por motivo de la
capacidad. Cualquier persona puede ser testigo en un proceso penal. La incapacidad es la
excepción.

Las tachas, son las circunstancias que concurren en un testigo, que le hagan sospechoso
de parcialidad y sólo operan, con sus peculiares efectos, especialmente en orden a la ulterior
valoración de la prueba por el Juzgador, en el ámbito civil. Aluden. a ciertas vinculaciones por
parentesco, amistad, enemistad, interés directo en el pleito, etc., que hagan, sospechoso de
parcialidad y solo operan con sus peculiares efectos.

La capacidad para ser testigo, en el ámbito penal, se presupone por tanto a todas las
personas, incluso a las que tienen déficits psíquicos. No existe, por consiguiente, limitación ni
rechazo de testigos por edad o estada de salud. ¡No hay precepto legal, ni doctrina
Jurisprudencia!, que limite el testimonio, en el ámbito penal, por esos motivos.

Aunque sí se releva, con carácter de excepción, a los parientes más próximos


(ascendientes, descendientes, cónyuges, hermanos del acusado) de la obligación de declarar.

La capacidad de un enfermo mental para ser testigo no es, por tanto, causa de rechazo
inicial. Capacidad que, no obstante, pudiera llegar a estar limitada o incluso anulada e incidir,
por tanto, en la credibilidad y en la fiabilidad del testimonio. Resultará así un testimonio dudoso
o que generará desconfianza, pero nunca se le negará, desde un principio y antes de oírle, su
capacidad por la condición de enfermo. Y podrá, a la postre, ser sometido a examen para valorar
dicha capacidad.

En cuanto al testimonio de los niños, el Tribunal Supremo se ha inclinado por otorgarle


un escaso valor, por su menor capacidad de entender y comprender, pero tampoco lo considera
inválido inicialmente. Máxime cuando existen hechos (abusos sexuales sobre menores, por
ejemplo) en los que, en ocasiones, se rige en único medio para la acreditación de lo realmente
acontecido.

La norma que rige en todos estas supuestos, sigue siendo la de la libre valoración de la
prueba por el Juez y, por tanto, puede éste aceptar o no la versión del testigo, según le haya
convencido o no el contenido de la narración de hechos, de acuerdo con su criterio racional y su
conciencia. El Juez forma su convicción sobre la verdad o falsedad de unos hechos y para ello
puede valerse de cuantas pruebas considere necesarias, entre ellas el dictamen pericial, para la
valoración d$ la fiabilidad psíquica de ciertos testigos.

19
En cuanto al testimonio de los niños, el Tribunal Supremo se ha inclinado por otorgarle
un escaso valor, por su menor capacidad de entender y comprender, pero tampoco lo considera
inválido inicialmente. Máxime cuando existen hechos (abusos sexuales sobre menores. Por
ejemplo) en los que, en ocasiones, se erige en único medio para la acreditación de lo realmente
acontecido.

La norma que rige en todos estas supuestos, sigue siendo la de la libre valoración de la
prueba por el Juez y, por tanto, puede éste aceptar o no la versión del testigo, según le haya
convencido o no el contenido de la narración de hechos, de acuerdo con su criterio racional y su
conciencia. El Juez forma su convicción sobre la verdad o falsedad de unos hechos y para ello
puede valer se de cuantas pruebas considere necesarias, entre ellas el dictamen pericial, para la
valoración de la fiabilidad psíquica de ciertos testigos.

Esta convicción en conciencia (art. 741 de la LEC), no obstante, habrá además de


argumentarse Suficientemente en la fundamentación de la Resolución (art. 120 CE).

El testimonio exige, por una parte, credibilidad, es decir, que se aprecie que la persona
es creíble en sus manifestaciones, que puede o merece ser creída, que ofrece confianza. Aunque
esa credibilidad pueda ponerse de manera general en duda, con más frecuencia, ·en casos de
niños, personas mayores o enfermos psíquicos.

Por otra parte, además de credibilidad, el testimonio, la declaración o la confesión, han


de generar fiabilidad, la persona que presta testimonio debe ser fiable, debe ser firme y seguro
y trasmitir esa seguridad.

Hay testigos que son sinceros, que cuentan. los hechos como ellos los recuerdan, con
buena fe y recta intención, con buena voluntad, testigos honestos, pero que sin embargo están
equivocados, sus recuerdos no se ajustan a la realidad, su testimonio resulta deformado o
falseado y sufren error involuntario. Pueden cambiar su versión memorizada en función de
diversos factores.

Un testigo es sincero cuando lo que dice es lo que cree conocer como ver- dadero, y, en
ese sentido, declara con buena fe. Pero puede no tener ninguna credibilidad, bien porque sea
evidente una alteración de sus percepciones, de su capacidad para recordar o para exponer y
narrar los contenidos de su pensamiento.

Los testigos presenciales plantean serios problemas en las pruebas de identificación y


reconocimiento de personas, así como en el recuerdo de situaciones pasadas. Existen creencias
erróneas sobre la exactitud de los testimonios de los testigos presenciales que tienen su punto
de partida en el presupuesto de que la memoria es un «videotape» que graba todo lo que sucede
y lo guarda hasta el momento en el que necesitamos recuperar esa información previamente
grabada. Y que en ese momento podemos recordar los hechos tal y como sucedieron (M. L.
ALONSO-QUECUTY, 1999).

En realidad, son más frecuentes de lo que a veces se piensa, los errores. Y ello es debido
a factores como la influencia que sobre los procesos de memo- ría ocurren normalmente en
todos los seres humanos, para adquirir, retener y recuperar información. O a variables
inherentes al hecho que se quiere recordar, accidente, acto criminal, etc., tales como su
duración, nivel de violencia, condiciones de iluminación, etc. O variables inherentes al propio
testigo incluyendo el nivel de estrés, miedo, género, edad, expectativas, etc., que influirían en
la calidad de la información almacenada en la memoria. Durante el intervalo de retención, el

20
testigo puede simplemente olvidar detalles del suceso o pue- de estar influido por la información
posterior al suceso QUE; reciba de otras fuentes. Se ha demostrado que los efectos de la
información posterior al suceso pueden ser mitigados mediante el uso de avisos y preguntas
imparciales, pero, en cualquier caso, estas condiciones óptimas son raras (E. Lotus, E. GREENE,
y J. DOYLE, 1994). O por la evidencia de algún trastorno psíquico, bien en el momento de ocurrir
los hechos o bien en el momento de declarar, tanto si esa modificación es transitoria (consumo
de drogas, estado afectivo, conmoción cerebral u otra disminución de la conciencia) o
permanente.

Se puede perfectamente, por tanto, ser totalmente sincero y prestar, sin embargo, un
testimonio erróneo y sin ninguna credibilidad.

Cuando un testigo o un inculpado, no ofrezcan o generan credibilidad o fiabilidad


bastante, cualquiera de las partes y, por supuesto, el Juez, pueden criticar y poner en tela de
juicio al testigo. Bien en cuanto a la sinceridad o falsedad del testigo o en cuanto a que se trata
de testimonio erróneo influido por factores de edad, trastornos psíquicos u otros.

El testimonio de niños o menores no maduros, o el de los enfermos con tras- tornos


psíquicos, pueden ser fiables, pero no creíbles, en líneas generales. En tales casos se puede
solicitar un examen psicológico o psiquiátrico, incluso psicografológico, como prueba de la
sinceridad de las manifestaciones de un testigo o acerca de su madurez psicológica, o de la
existencia de alguna patología que pue- da influir en el testimonio, que justifique
contradicciones, fantasías, en el contenido de las declaraciones y, a la vista de ello, que influya
en el crédito que merecen. etc.

El informe deberá aportar datos acerca del trastorno psíquico, si existe, y de sus
consecuencias. Y el Juez será en definitiva quien, según su criterio y en conciencia, elaborará el
juicio de credibilidad, y quien considere válido o no un testimonio. Si un testigo no ofrece
suficiente credibilidad, o fiabilidad, al Juez, éste puede prescindir de su testimonio y no tomarlo
en consideración.

Las técnicas actuales para las pruebas de sinceridad, pasan por las exploraciones y
entrevistas con el interesado, información complementaria de familiares u otros testigos y con
la ayuda instrumental, como mucho, de baterías de test psicológicos o cuestionarios. Al final, el
juicio del Perito será subjetivo y sus resultados estarán directamente ligados a su experiencia o
habilidad como entrevistador.

El informe final del Psicólogo llevará a la elección de una de estas opciones:

 Creíble.
 Probablemente creíble.
 Indeterminada.
 Probablemente increíble.
 Increíble.

Para M. L. ALonsoOuECUTY (1999), en la actualidad algunos profesionales que están


utilizando los análisis de contenidos de las declaraciones han pervertido su uso,
transformándolo en una «check-list» de síntomas, a partir de la cual, gracias a un mero recuento
llegan a una conclusión acerca de la credibilidad de la declaración. Esta autora plantea que es
una técnica que debe ser empleada sólo por expertos, como es el Psicólogo Forense
Experimental y que, en ningún caso, la no disponibilidad inmediata de un Psicólogo cualificado

21
debería suponer la aceptación de cualquier otro profesional, Psicólogo, Médico o trabajador
social.

Otras técnicas instrumentales para obtener confesiones, investigar testimonios, como


el detector de mentiras, los polígrafos, la hipnosis, etc., como ya dijimos, están prohibidas por
la Ley (Constitución, Código Penal y Jurisprudencia ya reseñada en el Capítulo 16). Existen, así
mismo, otro tipo de pruebas que, en su conjunto, se denominan «Detección fisiológica del
engaño», fundamentadas en el análisis de las entrevistas y el registro múltiple de los
mecanismos psicofisiológicos de la tensión y de las emociones (M. C. R1auELME Martínez y J.
M. Martínez SELVA (1999). Las distintas técnicas que la integran, se ofrecen como la avanzada
de la evolución en el estudio de los instrumentos para la depuración de la veracidad en las
declaraciones testificales, por lo que las mencionamos aquí para quien desee profundizar en su
conocimiento.

5.3 PSICOPATOLOGÍA DEL TESTIMONIO

Analizaremos sucesivamente cómo puede verse modificado el testimonio o las declaraciones,


en diversos grupos de individuos, que son en los que con más frecuencia se ven afectadas las
declaraciones:

 Declaración de inculpados.
 Confesión de culpabilidad
 Testimonio de menores.
 Testimonio de personas mayores.
 Testimonio de las víctimas.
 Testimonio de los familiares.
 Testimonio de enfermos psíquicos

a. Declaración de inculpados

En virtud del derecho constitucional que le asiste, el inculpado o imputado, en nuestro


Derecho, puede negarse a declarar o incluso relatar hechos facticios, sin sanción posterior.

Los inculpados pueden narrar una historia falsa, increíble, inverosírnil. Ante ello, puede
el Juez, sencillamente, no tomar en consideración la historia, al no darle credibilidad y
consecuentemente no acordar ninguna exploración pericial, al suponer que el inculpado está
ejercitando su derecho a no declararse culpable.

Pero en otros casos de elaboración de historias fantásticas y poco creíbles, o incluso


cercanas a los discursos incoherentes o delirantes, la prueba pericial consistiría en comprobar
e informar al Juez si esa actitud, comportamiento y re- latos corresponden efectivamente al uso
de ese derecho constitucional o, por el contrario, están ·generados por la existencia de algún
trastorno, pues quizá el enfoque del proceso y el tratamiento penal puedan y deban ser
distintos en uno y otro caso.

En ocasiones, los inculpados se niegan a declarar, y esa actitud negativa puede ser
resultado de una oposición consciente o tratarse de una inhibición depresiva o psicótica, o una
desorganización psíquica global, corno en las demencias, en cuyo caso el individuo precisaría
una estrategia de defensa en relación a esa situación y, entre otras cosas, procurar aplazar la
declaración hasta que se produzca una mejoría del trastorno psíquico.

22
Los inculpados, con mucha frecuencia, manifiestan sufrir amnesia en relación a los
hechos que se les imputan. Alegan, en definitiva, un cuadro clínico equiparable a la amnesia
psicógena. Dicen no acordarse de nada. En estos casos, será preciso descartar la existencia de
una patología orgánica, que puede ser la etiología de la amnesia, y salvado ese diagnóstico,
estaríamos ante los casos puros de las amnesias psicógenas, cuya existencia es frecuentemente
constatada en medios forenses.

Este cuadro clínico, recogido en el DSM IVTR R y en -la clasificación de Trastornos


Mentales y del Comportamiento de la OMS, CIE X, en el grupo de los Trastornos dispositivos,
como Amnesias dispositivas (F44.0) exige unas pautas diagnósticas que resumidas son las
siguientes: presencia ele una amnesia parcial o completa para hechos recientes, de naturaleza
traumática o estresante y ausencia de un trastorno orgánico cerebral, intoxicación o fatiga
excesiva.

El mecanismo psicogénico sería debido a un proceso de represión o inhibición, por la


existencia de fuertes vivencias emocionales que producen en el sujeto repugnancia, horror,
temor, remordimiento, etc. Y, en definitiva, una defensa psíquica para olvidar vivencias
dolorosas.

Su diagnóstico puede resultar en ocasiones difícil, frente a una amnesia simplemente


simulada, como un acto defensivo y reticente. ·

Hay que recordar, por último, que este tipo de amnesias también se da ·en ciertos
testigos, no sólo en los inculpados.

b. Confesión de culpabilidad

Cuando un acusado reconoce unos hechos, se considera autor y se auto inculpa,


estamos ante la confesión. Con ella, el declarante va en contra de sus intereses y en su
detrimento personal. Se sitúa en oposición al instinto de evitar un castigo o la cárcel, más bien
busca ese castigo. Ello levanta sospechas y hoy en día, cuando tal ocurre, en principio causa
sorpresa, puesto que lo habitual es la negación de la autoría de unos hechos, más aún cuando
el sujeto se sabe bajo la protección constitucional para ello. Por eso, no es infrecuente que en
estos casos se piense que pueda tratarse de una persona con trastornos psíquicos y que es la
patología la que hace que refiera los hechos sin la actitud defensiva o reticente que es habitual.

Dentro de este grupo, el de las confesiones, se pueden incluir también los casos de
testimonios de personas que se auto denuncian o se auto inculpan. Se trata de personas que
previamente no han sido ni tan siquiera acusadas o sobre las que no recaía ninguna sospecha.

Según A. ROMERO Coloma (1989), pueden darse autoinculpaciones o auto denuncias


patológicas en casos de:

 Un delito imaginario.
 Un delito real, pero no imputable al auto denunciante.
 Un delito real, imputable al auto denunciante.
 Un delito cometido realmente por el auto denunciante, pero exagerado y agravado por
su denuncia.

La patología subyacente en estos casos es muy variada, aunque, con frecuencia, se trata
de cuadros depresivos o melancólicos, con ideas o sentimientos de culpa, de ruina,
desesperación o abandono.

23
No son infrecuentes las autoinculpaciones en esquizofrénicos, con actividad delirante o
en evoluciones crónicas y estado efectuar, en los que la apatía e indiferencia, así como cierto
comportamiento automático, pueden llevarles a aceptar unos hechos que ni niegan, ni les
oponen ninguna resistencia ni dan ninguna motivación de los mismos.

Situación similar puede darse en trastornos mentales orgánicos, especialmente cuadros


demenciales, incluso sin mucho deterioro, pero con el juicio crítico alterado.

Trastornos de la personalidad, con rasgos de afán de notoriedad, mitomanía y


seudología. Mentirosos patológicos que mienten o exageran basados en la fantasía.

O bien, con criterios diagnósticos de sadomasoquismo, con necesidad de castigo y que


buscan excitación y satisfacción por el sufrimiento.

O personalidades con rasgos de dependencia institución al («hospital ismo», por


ejemplo), o incluso de marginación social, que buscan en la autoinculpación beneficios
penitenciarios, traslados de prisión o mantenerse dentro de estos establecimientos, etc.

Así como en personalidades especialmente sugestionables.

También puede tratarse de autoinculpaciones realizadas en situación de estrés o fatiga


o tras confesiones obtenidas bajo amenazas, malos tratos o tortura.

O de simuladores conscientes, sin patología subyacente y por un interés concreto en


algo (exculpar a un familiar, etc.).

c. Testimonio de las víctimas

Los relatos de las víctimas suelen estar marcados por la influencia de la afectividad.
Vivencias afectivas intensas, que deforman catatónicamente los recuerdos o incluso hacen a las
víctimas ver y recordar los hechos como quisieran que hubiesen sido. Incluso ese estado afectivo
dificulta en ocasiones la identificación del autor.

La percepción exterior puede resultar distorsionada por el estado afectivo intenso en el


momento de los hechos. Y también, posteriormente, un estado afectivo de miedo, deseo de
olvidar, etc., puede dar lugar a recuerdos deformados catatónicamente o incluso a amnesias,
emocionales o psicógenas, más o menos claras clínicamente. Se intenta olvidar o borrar
vivencias que resultan desagradables para el sujeto. El olvido tendría una función claramente
de defensa psíquica, por un proceso de represión.

La carga afectiva es muy llamativa, por ejemplo, en las faltas o en los deli- tos por
agresión, y de manera particular en los casos de agresiones entre fa- miliares o entre vecinos.
Los testimonios se recuerdan con una carga emocional muy ostensible y es muy llamativa la
manera de relatar los hechos, la minuciosidad de las lesiones originadas, las posibles secuelas y
la conmoción psíquica posterior.

En esos casos, aparte de la carga afectiva inicial, nuestra experiencia profesional nos
indica que siempre existe una reelaboración o distorsión posterior de los hechos, junto con
una posible disminución de los recuerdos, lo que lleva a testimonios que pierden credibilidad
cuanto más lejos quedan del momento de los hechos y, cuando por fin se llega al juicio oral,
el discurso pue- de resultar muy diferente del inicial y, sin que se llegue a mentir; se enrique-
ce y adorna con detalles y expresiones que se han ido configurando a lo largo de varios meses
de relatos a amigos, familiares, en el Juzgado, etc. Esa espera hasta la celebración del juicio

24
origina· también en la víctima un cuadro más o menos claro de estrés postraumático, lo cual
supone que el recuerdo de los hechos vaya acompañado de sentimientos de ansiedad o
depresivos, que, sin duda alguna, no contribuyen a que el testimonio que se preste sea más
creíble.

Hay que considerar, por otra parte, que, en casos de víctimas por agresión mutua, la
víctima es coagente de los hechos, por tanto, su imparcialidad estará en duda y la percepción
resulta distorsionada, desde su subjetividad y desde el esperado y deseado resarcimiento, no
sólo legal sino económico indemnizatorio.

Las víctimas pueden elaborar historias falsas, más frecuentes en delitos contra la
libertad sexual. Detrás de ello suele existir una elaboración consciente, puede tratarse de
personalidades histéricas y, en alguna ocasión, el denunciado es precisamente una
psicoterapeuta, si bien lo habitual es la denuncia en los casos de relaciones sexuales
medianamente consentidas o en casos de relaciones sexuales medianamente consentidas o en
casos de prostitutas que, al no cobrar sus servicios, relatan posteriormente los hechos
inventando la violencia o la intimidación. Aunque ello no debe tampoco conducir al pensamiento
de que en estos supuestos no se den auténticos casos de violación y agresiones sexuales, en los
que la víctima sufre un terrible padecimiento. De ahí, precisamente la enorme dificultad de su
enjuiciamiento.

En accidentes de tráfico, por su parte, son frecuentes las víctimas que resultan con
lesiones por T.C.E, que originan amnesias orgánicas! acunares, a: mayor o menor extensión e
intensidad. Habrá que recoger, en nuestro informe pericial, si efectivamente puede tratarse de
una amnesia con base orgánica, si se trata de una amnesia de las mal llamadas procesales, que
en definitiva es una forma más de eludir contestar y negarse a declarar. Si es orgánica, habrá
que advertir al Juez y a las partes que lo más posible es que no se pueda contar con su testimonio
en el juicio oral para esclarecer los hechos, al no ser estas amnesias, en su mayoría, recuperables.

d) Testimonio de familiares

En el proceso penal, como ya se dijo, el parentesco próximo exime de declarar. Tales


parientes no están obligados a declarar, pero pueden hacerlo si renuncian a ese derecho.

Si declaran, el testimonio puede ser, cuando menos, sospechoso, pues estos testimonios
suelen estar influenciados por el afecto hacia el procesado, por sugestionabilidad, influencia y
autoridad de los padres sobre los hijos u otros miembros de la familia, lo que hace que vivan o
perciban una situación desde sus planteamientos o vivencias incluso patológicas.

Inducidos por miembros paranoides, pueden llegar a tener las mismas vivencias de
perjuicio o autorreferenciales que el enfermo. Y más claramente, en casos de delirio inducido o
folie a dux, puede ofrecerse un testimonio sincero, pero erróneo, y con falta de credibilidad.

e) Testimonio de menores

Ya vimos que no existe, en el ámbito penal, límite legal de edad para declarar como
testigo.

Los menores de 14 años, en principio pueden ser testigos, si bien sus testimonios
pudieran resultar inicialmente sospechosos o su credibilidad compro metida y, en cualquier
caso, su declaración ha de ser tomada con cautela.

25
En lo que respecta a la concepción del niño corno cognitivamente incompetente, hay
autores que han considerado que, debido al inadecuado nivel de desarrollo cognitivo, un niño
era incompetente como testigo y altamente su- gestionables. Y, sin embargo, trabajos de
investigación demuestran lo erróneo de esta concepción del niño como testigo incapaz. Incluso
en niños de 3 y 4 años de edad, se ha observado, cuando se les dan instrucciones de recuerdo
libre, que su recuerdo es bastante exacto, aunque más incompleto o con menos detalles que el
de los niños mayores de hasta 8 años. Y en cuanto a la resistencia a la sugestión, como afirmación
general, se puede decir que es mayor cuanto más recuerda el niño, cuanto más generales y
menos sugerentes sean las preguntas y cuanto más interesantes le resultan las acciones y
objetos por los que les preguntan (M. ÜIGES JUNCO y M. L. ALONSOQUECUTY, 1999).

Un niño es, inicialmente, dudoso como testigo, por encontrarse aún en pro- ceso
evolutivo y de maduración, por lo que puede no haber alcanzado la capacidad que se considera
suficiente para ser. consciente del alcance de sus manifestaciones o de interpretar
correctamente la información que ha recibido, o, incluso, de expresar sus conocimientos. O bien
por la tendencia natural a ser más tímidos, sugestionables o más influenciables. También por su
inclinación, igualmente considerada natural, hacia la fabulación o fantasía; no por mentir, sino
por elaboración de historias con recuerdos no imparciales o contaminados posteriormente por
lo que ven o han oído a los mayores.

Pero la falta de madurez y de malicia no siempre debe ser un elemento negativo, pues
también, a veces, actúan con serenidad, con capacidad de observación y relatan con mucha
precisión los hechos, lo que les puede hacer ser considerados como testigos muy válidos. En
general, los niños ofrecen una información más limitada que los adultos, pero lo que dicen no
es siempre menos exacto.

Los procesos en los cuales suelen presentarse estos testimonios, además de aparecer
como testigos accidentales de diversos hechos, y en los que tienen mayor protagonismo es
especialmente cuando un menor es testigo víctima de un abuso o agresión sexual, corrupción
de menores, relaciones incestuosas o malos tratos por abuso o negligencia en el ámbito familiar
o doméstico.

Y en Derecho Civil, por supuesto, en las causas de separación o divorcio de os padres,


en las que su declaración, aunque propiamente no es testifical, puede tener una gran
trascendencia para las ulteriores decisiones judiciales.

En los niños, se observa cómo emplean frases o expresiones de adultos, que les han
dicho o que han oído en casa, utilizan expresiones como «órgano genital» o «partes o zonas
sexuales» que no son propias de niños sino términos de adultos. Y ello sin contar aquellos casos
en que claramente los mayores influyen conscientemente para modificar las declaraciones de
los niños, lo que supone una verdadera manipulación por adoctrinamiento del menor.

En la separación y divorcio de los padres, los niños son sometidos a explosiones, bien
cuando hay. denuncias de malos tratos -o abusos sexuales por su cónyuge o bien cuando se trata
de resolver sobre la guarda y custodia o incluso de retirar la patria potestad. En estos casos, la
declaración puede generar sospecha, pues lo habitual es que el niño se. vea sometido a la
tensión familiar y a las presiones de ambos cónyuges, que se intentan descalificar e destruir,
utilizando el testimonio de los hijos menores.

Los menores, cuando relatan casos de abusos o. agresiones sexuales, tienen miedo a
contarlos y tardan en denunciarlos, miedo al agresor con sus amenazas o porque es una persona

26
conocida de la familia y tienen miedo a la re acción de la propia familia. Ese testimonio, sin ser
insincero, puede resultar incompleto, el niño se guarda detalles, no sabe al principio describir
los hechos. La denuncia la hace inicialmente a la madre o al padre, bien espontáneamente o
bien· porque los propios padres advierten un cambio de carácter, o que maneja dinero o que
tiene la ropa interior manchada. Son los padres los que acu- den a denunciar ante las
autoridades y su testimonio es de referencia, sobre algo que no han vivido, sino que les ha
contado el niño y ellos, pretendiendo ser sinceros pueden ya elaborar una primera historia de
los hechos. Con posterioridad, la policía, el Fiscal y el Juez, los Peritos, etc., al explorar al menor,
pretenderán conocer con más precisión lo ocurrido y pesar de todos los cuidados, los relatos
pueden resultar distorsionados.

Situación similar ocurre en casos de incesto. Los incestos se denuncian con no poca
frecuencia. A menudo.se trata de situaciones que datan de meses o años y que se revelan en un
momento determinado. Ese momento suele suponer un deterioro mayor de las relaciones
familiares, incluso una ruptura de los cónyuges y es en ésa circunstancia cuando se recurre al
testimonio de niños o adolescentes, víctimas de la agresión sexual, para atacar indirectamente
al otro familiar. Ese testimonio, aunque contiene casi siempre mucho de verdad, puede resultar
igualmente sospechoso, al no haber sido espontáneo y encontrarse distorsionado por la
afectividad o patología familiar.

En todos los casos, si la credibilidad es puesta en duda por el Juez o las partes, se
planteará la exploración del menor. Exploración que siempre es difícil y que necesariamente
puede tener limitaciones y con la que no siempre se llegará a conclusiones unívocas acerca de
la sinceridad o credibilidad de los relatos, pudiendo persistir las dudas. En estos casos, M. DIGES
Junco y M. L.

ALoNsoQuECUTY, (1999) plantan que hay que emplear las técnicas de Análisis de la
Realidad de la declaración como medio de evaluación objetivo, aunque no perfecto, pues se
trata de una técnica sujeta a restricciones. Restricciones que afectan por un lado a la
cualificación del profesional que la realiza y por otro al valor que su resultado puede tener
como prueba en el procedimiento. Por eso, las referidas autoras, auténticas especialistas en
esta materia con una considerable experiencia práctica, son partidarias de un alto grado de
especialización en el experto que realiza evaluaciones de credibilidad, preferentemente desde
los conocimientos de la Psicología Forense Experimental. En esos casos, el testimonio tendrá
que tener, además, como referencias otros testimonios o datos sumariales y elementos
probatorios.

f) Testimonio de personas mayores

Es este otro grupo de declarantes en el que tradicionalmente su testimonio genera


sospecha, si bien no existe ninguna limitación legal o procesal para que lo presten.

La persona mayor, sin padecer una grave patología orgánica, puede igual- mente
resultar un testigo sospechoso, porque haya podido perder capacidad para testificar, debido
principalmente a los fallos en los mecanismos sensoriales perceptivos, algunos aspectos de la
memoria de fijación, la tendencia a elaborar historías de relleno», así como en la disminución
o pérdida clara del juicio crítico, a causa de los procesos involutivos normales o, con mayor
fuerza aún, en procesos involutivos patológicos, si bien son muchas las funciones psíquicas
superiores que se mantienen con la edad.

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Es admisible considerar que la capacidad del testigo mayor puede ser menor que la
del testigo joven adulto y en ese sentido, y tan sólo como media, que los testigos mayores
cumplen su función peor que los jóvenes adultos, pero en absoluto debe entenderse que el
testimonio prestado por mayores no tenga valor (E. LOFTUS, E. GREENE y J. DOYLE, 1994).

g) Testimonio de enfermos psíquicos

De todo lo que venimos exponiendo, ,creemos que resulta evidente que el testimonio
de un enfermo no puede ser rechazado o considerado inválido simplemente por provenir de
una persona con una alteración psíquica.

La enfermedad psíquica puede efectivamente comprometer, dificultar o hacer dudoso


su testimonio. Pero no por el hecho de ser un enfermo mental, pues mientras que una persona
sana puede prestar testimonio falso, voluntaria o involutariamente, un enfermo mental puede
prestar testimonio ajustado a la realidad de los hechos.

Cualquier profesional de la Psiquiatría tiene experiencia clínica suficiente saber que


un enfermo con un trastorno psíquico puede mantener conservadas funciones psíquicas
básicas para prestar ese testimonio de manera adecuada.

En cada caso, habrá que estudiar cuáles funciones resultan comprometidas por la
enfermedad y qué intervención tienen en el proceso normal del percibir,relatar un
acontecimiento vivido. Pero siempre con relación a unos hechos determinados, a un testimonio
concreto de unos hechos, pues un esquizofrénico puede explicar claramente una acción violenta
surgida en la sección donde está ingresado y, sin embargo, no podrá declarar verazmente en
unas cuestiones relacionadas con su actividad delirante.

La valoración del estado psíquico deberá corresponder, tanto al momento actual de la


exploración, como al hipotético en que se pudiera hallar cuando ocurrieron los hechos y él los
percibió.

Las funciones que claramente deben permanecer conservadas, son la percepción sin
errores y las memorias. Y, de forma relativa, la existencia o no de estructuras delirantes del
pensamiento.

Hay enfermos que, evidentemente, no han alcanzado la capacidad exigida o la han


perdido irremediablemente, como son los casos de oligofrenias, los procesos de deterioro
psicorgánico o claramente denunciadores, así como procesos esquizofrénicos, con defectos
muy graves de la personalidad. Pero, incluso en estos casos, pueden existir funciones psíquicas
más o menos conservadas y subsistir la posibilidad de prestar testimonio con fiabilidad. Aunque
es evidente que estos testimonios resultan dudosos y, si van tener trascendencia jurídica
importante, deberían estar respaldados por un informe médico, suficientemente explicativo del
caso.

Los trastornos psíquicos y del comportamiento, cuyas manifestaciones clínicas pueden


dar lugar, con más frecuencia en el ámbito forense, a modificaciones en la capacidad para
prestar testimonio o declarar, son los siguientes:

 CONSUMO DE SUSTANCIAS

En relación a Ias drogas psicoactivas, son muchos los delitos que se cometen realmente o que
se invocan cometidos bajo el efecto del consumo de una o varias drogas. La incidencia de este
consumo se manifiesta tanto en imputa- dos, como en testigos o en víctimas.

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Consumo de sustancias que, como efecto y característica general común, tienen una clara acción
de desestructuración global del psiquismo y muy precisa de modificación y descenso del nivel
de conciencia, salvo en los casos de las anfetaminas. Junto a esa modificación de la conciencia,
la mayoría de ellas tienen una acción directa sobre la percepción, siendo origen de distorsiones,
errores, más o menos complejos, o con una acción claramente alucinógena, base para
elaboraciones erróneas de la realidad o para estructuras delirantes del pensamiento.

El descenso del nivel de conciencia lleva consigo una disminución de la atención y de la


percepción, que se traduce en una interferencia clara de la primera fase del proceso, que es la
aprehensión correcta del entorno, y su posterior grabación mediante engramas en las áreas
sensoriales del cerebro.

Resulta evidente que el testimonio en esas condiciones se verá modificado. La prueba pericial,
tendría ‘que ir dirigida a conseguir un juicio diagnóstico retrospectivo, acerca, en primer lugar,
del alegado consumo, dosis, tolerancia y efectos psíquicos posibles en la persona a explorar, y
todo ello en el momento de ocurrir los hechos, que suele ser distinto de cuando se le explora y
de cuan- do presta el testimonio, días, meses o incluso años después.

 DEMENCIAS, TRASTORNOS AMNÉSICOS Y COGNITIVOS

Si se trata de Demencias o Trastornos amnésicos, en los que existe un marcado deterioro de las
funciones cognitivas superiores, especialmente las amnésicas, el testimonio será siempre
sospechoso.

 ESQUIZOFRENIA TRASTORNO DELIRANTEEPISODIOS AFECTIVOS

A pesar de tratarse de las entidades más paradigmáticas de la locura, no son las que más
dudas plantean en la práctica forense.

Los que padecen esquizofrenia son considerados como malos testigos en general, por
sus trastornos de la percepción, estructura del pensamiento y deterioro de la personalidad.
Condiciona globalmente un testimonio la franca actividad alucinatoria y la delirante, sobre todo
en las psicosis paranoides, incluso si el tema no está relacionado directamente con el hecho
objeto del testimonio.

Si se trata de esquizofrenias de evolución crónica o con evidente deterioro, suele ser


muy ostensible la incapacidad, tanto para prestar testimonio como para otras actuaciones
procesales.

En casos diagnosticados de psicosis no deletéreas, con evoluciones más favorables, si


surgen dudas para alguna de las partes del procedimiento, será preciso un informe individual de
cada caso, tras cuidadoso examen, pues la situación clínica será muy diferente y no existen
normas de tipo general, ateniéndose en cada caso a esa situación concreta y a la relación o no
de los hechos objeto del testimonio con el contenido de su enfermedad.

Algunos esquizofrénicos, no sólo los pleitistas, son proclives a falsas denuncias,


situaciones que, aunque falsas, son vivenciadas por ellos como rea les. En los Juzgados de
guardia suelen presentarse estas personas con sus largos escritos denunciando a vecinos o
familiares por malos tratos, envenenamiento, persecución o amenazas de muerte. En
ocasiones, por la apariencia de la persona denunciante, del tipo y del contenido del escrito, se
deduce claramente que es una expresión más de su patología y se suelen archivar, sin más,
mientras que, otras veces, se requiere una previa exploración del denunciante.

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En el trastorno delirante no existen déficits cognitivos y las percepciones y falseamientos
de la realidad suelen quedar limitadas al tema dominante del delirio.

Existe una distorsión muy grave y que puede llegar a la nulidad del testimonio, en el caso
del delirio inducido, tal como ya señalamos en el apartado de los testimonios de familiares.

En los episodios afectivos, la duda puede consistir en saber si cuando ocurrieron los
hechos de los que tuvo conocimiento el testigo, éste se encontraba en un episodio con actividad,
especialmente maníaco y también depresivo, y si tenía la suficiente intensidad para condicionar
la percepción o la memoria o sí. por el contrario, se encontraba en un período interfásico y su
patología fue in- operante a estos efectos y, por tanto, puede ser un testigo válido.

CAPITULO II

6. TRASTORNOS RELACIONADOS CON EL ALCOHOL

Al abordar esta materia resulta obligado, con carácter previo, comenzar recordando la
trascendencia forense de los trastornos relacionados con el alcohol, tanto por su frecuencia
como por la importancia de su repercusión sobre la conducta del individuo, víctima o autor de
delitos, miembro de una familia, integrante del mundo laboral, etc.

El alcohol es una sustancia psicoactiva de elevado consumo en todo el mundo, integrada


en el modelo cultural de ingestión de drogas occidental, aun- que formalmente excluido, por
ejemplo, en los países de fe musulmana, por imperativos religiosos.

No obstante, a pesar de tratarse de un tema clásico y habitual en los ámbitos forenses,


pues no hay que olvidar que ha llegado a afirmarse que «el alcohol es amigo del crimen» y que
el vínculo entre delito y alcohol ha sido reconocido des- de hace muchos años, bien
incrementando la posibilidad de conducta criminal o siendo causa directa de ella (HORE BRIAN,
1990), el consumo de esta sustancia no acaba de adquirir la consideración, por parte de las
autoridades y de la misma sociedad, de problema de primer rango, en todos aquellos aspectos
en los que tiene importante relación con la ley. Al contrario, por otra parte, de lo que hemos
venido presenciando en estos últimos años, con una verdadera hipertrofia del tratamiento y el
interés por los aspectos y consecuencias jurídicas y forenses de otras drogodependencias, como
en el caso de los opiáceos.

El mismo Plan Nacional sobre las Drogas, como ha expresado FREIXA F. (1993), puede
haber llevado al menos durante algunos años, a un aumento de la concienciación sobre las otras
drogas, olvidando los riesgos asociados al consumo de alcohol, estigmatizando la heroína y
desvitalizando la lucha antialcohólica, al no asociarse «droga» con «alcohol».

Situación que, sin embargo, se ha rectificado, como es evidente, en las últimas memorias
del Plan Nacional sobre Drogas. Y así se destaca, en la memoria del Año 1993 del Plan Nacional
sobre las Drogas, que España es el tercer consumidor de alcohol puro por habitante de Europa,
lo que constituye un enorme problema de salud pública. Según los datos que allí se exponen,
un 53,4% de españoles mayores de 16 años ha consumido bebidas alcohólicas alguna vez
durante el mes anterior (a la encuesta); un 41,2% la última semana y un 15,3% cuatro veces o
más durante la última semana.

Según el Observatorio Español sobre Drogas, en su Informe n°4, se constata que el


alcohol es sin duda la sustancia de mayor penetración en la sociedad española como se pone de

30
manifiesto el hecho de que en 1999 el 87, 1 % de la población entre 15 y 65 años lo haya
consumido alguna vez.

En la Memoria del Año 1994 del Ministerio de Justicia e Interior, Madrid 1995, se
exponían datos que sugieren que pudiera estar disminuyendo este consumo, si bien se reconoce
un problema de comparabilidad entre ·las encuestas realizadas y considera que dicho consumo
continúa bastante extendido en la población española. El número de personas con abuso del
alcohol se estima en unos 6-8.000.000 y con dependencia de 2,5-3.000.000 de personas.

También en el año 1995, en una encuesta domiciliaria sobre uso de drogas, en mayores
de 16 años, un 63,8% había consumido’ bebidas alcohólicas durante el último año, un 49,2%
durante el último mes y un 36,2% durante la última semana.

En la Memoria de 1996 del Plan Nacional de Drogas, Plan Nacional de Drogas, Ministerio
del Interior (1997) se parte del hecho de que el consumo de bebidas alcohólicas está bastante
extendido entre la población española y recoge el resultado de otra encuesta realizada a
mayores de 16 años y trabajadores, siendo los resultados que un 87,7% ha consumido alcohol
durante el último año, un 8112% durante el Último mes y un 58% durante la última semana.

Si bien se recuerdan en la referida Memoria de 1996 los problemas de comparabilidad


entre las distintas encuestas, cada vez existen más datos que indican que la proporción de
consumidores puede estar disminuyendo. Estimación y datos que son concordantes con los
contenidos en otras series de encuestas, como la Encuesta Nacional de Salud, y con la tendencia
descendente del consumo de alcohol absoluto per cápita obtenido de las estadísticas de
producción y comercio.

Por su parte, la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción (1998) a su blocado el


resultado de un estudio del consumo de alcohol entre los jóvenes y las características del mismo
son:

 Es una práctica que se inserta en el tiempo libre y sobre todo en el fin de semana.
 El 75% de los jóvenes no beben durante la semana.
 El 25% de los jóvenes no beben durante el fin de semana.
 El consumo se ha desligado de la comida y se vincula al ocio.
 Las posturas se están radicalizando: aumenta el número de jóvenes abstemios, pero los
que beben, beben más.
 La ingestión de alcohol se realiza en un corto margen de tiempo, buscando sobre todo
los efectos psicoactivos (el punto).
 A muchos jóvenes no les gusta el sabor de lo que beben, sólo beben para “colocarse».
Para «coger el punto» utilizan el alcohol; esta intención en el consumo de alcohol
constituye un problema añadido.
 Se bebe fuera de casa, con el grupo de amigos.
 Las bebidas preferidas son la cerveza, los combinados y los chupitos.
 Existe una clara presión desde el grupo de iguales y desde la sociedad para que se
consuma alcohol.
 El joven bebe porque cree que eso «facilita y mejora la relación social».
 El consumo en el grupo de iguales se asocia a la necesidad de compañía y aprobación.
 El que no bebe es un «bicho raro».
 El que más aguanta es valorado.

31
 El alcohol en España, es la principal droga de inicio, facilitando el consumo de otras
drogas.

En la Encuesta Escolar sobre Drogas de 1996, referida en la Memoria del Plan Nacional
(1996), la proporción de bebedores y la intensidad de consumo aumenta mucho con la edad y
así la proporción de estudiantes que habían con- sumido bebidas alcohólicas en el mes previo a
la encuesta pasó de un 39% a los 14 años a un 84% a los 18 años y la cantidad media de alcohol
puro con- sumido diariamente durante los fines de semana de 39 a 75 ce. Según la misma
encuesta, es bastante elevada la proporción de estudiantes que refieren episodios recientes de
borracheras o de consumo excesivo de alcohol. Durante el mes previo, un 27% habían tomado
alguna vez cinco o más vasos de bebidas alcohólicas en un intervalo de tres horas.

Datos más recientes correspondientes a la Encuesta Domiciliaria sobre Consumo de


Drogas de 1999, expuestos en la Memoria 2000 del Plan Nacional sobre Drogas, confirman que
el alcohol sigue siendo la sustancia más con- sumida por los españoles de 15 a 65 años.

En la población escolar (14-18 años) el consumo de bebidas alcohólicas está claramente


generalizado, si bien este consumo se concentra básicamente en el fin de semana.

6.1 TRASTORNOS POR CONSUMO DE ALCOHOL

El alcohol es una sustancia que se consume por vía oral y es absorbida, rápida y
fácilmente por el tubo digestivo, más rápida ésta absorción con el estómago vacío y más lenta
con estómago lleno y comida grasa, penetra en la circulación sistémica, se distribuye por el
organismo, alcanzando máximas concentraciones en sangre y cerebro. Es metabolizado en su
mayor parte por el alcohol deshidrogenasa (ADH) y por el sistema per oxidasa calaza, siendo su
eliminación por orina, respiración, así como a través de la piel.

La absorción, como recuerda SEGURA ABAD, L. (1998), es un mecanismo de disfunción


simple y que sigue la Ley de Dick, de forma que aquella es más rápida cuanto mayor es el
gradiente de concentración a ambos lados de la membrana digestiva y más amplia la superficie
por la que se va a realizar, e inversamente proporcional al grosor o densidad de la membrana
a atravesar. Expone el mismo autor, citando a ELLENHORN M. J. (1997) y HADDAD L. M. (1997),
algunos factores que influyen en la absorción gastrointestinal y que, según su criterio, tienen
interés médico legal. Entre ellos los hay que incrementan la absorción y otros que la disminuyen:

 Incremento de la motilidad gastrointestinal: Gastritis crónica, úlcera gástrica, sustancias


colinérgicas (pilocarpina, piridostigmina, plaguicidas carbámi cos y organofosforados).
 Incremento del flujo sanguíneo gastrointestinal: Gastritis crónica, ingestión de líquidos
o alimentos calientes, estrés, ansiedad o fiebre.
 Facilitación del vaciamiento gástrico: Ingestión de bebidas carbónicas, alcoholismo
crónico, gastrectomía, fármacos antieméticos (metroclopramida, cisapride),
antibióticos (eritromicina).

Entre los factores que disminuyen la absorción:

 Disminución de la motilidad gastrointestinal: Náuseas, shock, fármacos con acción


anticolinérgica (atropina, clorprornazina, promazina, disopiramida, prociclidina,
propantelina), antidepresivos tricíclicos (amitriptilina).
 Disminución del flujo sanguíneo gastrointestinal: Miedo, dolor, ejercicio fía- Sico
mantenido, fármacos de acción adrenérgica (anfetaminas, fenfluramina,
fenilpropanolamina), fármacos con acción tipo opioide (buprernorñna, codeína,

32
heroína, propoxifeno, metadona, morfina, petidina), sustancias estimulantes (cafeína,
nicotina).
 Retrasan el vaciamiento gástrico: Trastornos emocionales, fibrosis gástrica,
carcinomatosas, fármacos con acción tipo opioide (buprenorfina, codeína, heroína,
propoxifeno, rnetadona, petidina, papaverina).

Los efectos principales de la ingesta de alcohol son la excitación del sistema nervioso
central, en una primera fase, para, posteriormente, pasar a comportarse como un depresor, del
mismo.

Los síntomas iniciales son de euforia, cierto bienestar, aumento de la sociabilidad,


liberación de inhibiciones, aumento de la confianza, etc. Seguidamente surge la alteración de la
coordinación motora, expresada en marcha titubeante (ataxia), lenguaje mal articulado
(disartria) y disminución de la atención, de la capacidad de retener, así como de las funciones
perceptivas, visual, auditiva y táctil, principalmente. Produce además una vasodilatación
periférica con sudoración y taquicardia, por lo que se tiene la falsa creencia de que proporciona
calor, si bien, antes, al contrario, tal consumo lleva consigo una pérdida calórica, pudiendo llegar
a producir una alteración de los mecanismos de regulación térmica.

6.2 Abuso de alcohol y dependencia del alcohol

El hecho de que, a partir de este momento, abordemos conjuntamente la descripción


de, los efectos que sobre el organismo origina el consumo de alcohol, en su globalidad, se
justifica porque, aunque entre el «abuso» y la «dependencia» existen diferencias
conceptuales, la más significativa de ellas, sin duda, la existencia aún, en el abuso, de la
capacidad de control y de abstinencia, por contra, las manifestaciones clínicas son muy
similares, con diferencias, tan sólo, en la frecuencia de aparición e intensidad.

El paso de una situación a la otra, es un continuum y puede no ser perceptible para el


sujeto, el cual piensa que aún mantiene un control que, en realidad, ha perdido ya. Pérdida que
se evidencia cuando llega el momento de plantearse una abstinencia forzosa que, o no es capaz
de soportar o sólo lo es durante un breve tiempo.

En el abuso de alcohol o consumo perjudicial, y en la dependencia, la acción


progresiva que esta sustancia origina en el organismo, al resultar afectado en especial el
sistema nervioso central, al actuar sobre el metabolismo de los neurotransmisores cerebrales,
del metabolismo energético cerebral y las membranas neuronales, así como, también, el
sistema nervioso periférico, aparato digestivo, hígado., etc., se traduce en muy diferente
sintomatología, manifestada en síntomas de expresión física y de ·expresión psíquica, con
consecuencias y complicacion.es familiares, laborales y sociales.

Hay que resaltar que La psicopatología que aparece en estos trastornos no guarda
relación directa con la presencia de intoxicaciones, su frecuencia e intensidad. Pueden darse
conjuntamente, y de hecho es lo habitual; pero éstas no son necesarias, no son criterio, para el
diagnóstico de aquéllos. Hay casos de bebedores excesivos, de auténticos «abusadores del
alcohol», que, al tener la tolerancia muy aumentada, mantienen a lo largo del día alcoholemias
suficientes para no sufrir abstinencia, pero que tampoco llegan a alcanzar las características
Clínicas de la intoxicación. Cuando se les plantea el enfrentarse a la conciencia de su
dependencia del alcohol, son, precisamente, los que con más frecuencia afirman de ellos
mismos que «[...] no son alcohólicos, que be-. ben lo normal [..]», que ellos «[.) no se
emborrachan nunca.

33
En los sujetos con abuso o dependencia del alcohol pueden tardar muchos años en
hacerse evidentes las repercusiones que llevan al diagnóstico. Algunos, incluso, hasta que no
presentan un deterioro muy marcado, son capaces, de mejor o peor manera, de compatibilizar
su consumo con una actividad social no desestructurada, aunque sea de forma inconstante,
irregular e incluso esporádicamente conflictiva. Son personas que tienen, inclusive, períodos de
abstinencia, a los que llegan en ocasiones por complicaciones físicas o por presiones familiares
o del ámbito laboral, períodos en los cuales son capaces de recuperar aún cierta normalidad,
volviendo a recaer al cabo de semanas o meses con la reaparición de toda la sintomatología
anterior:

Pues bien, en estos sujetos, con abuso y dependencia mantenida, de forma lenta e
insidiosa, se observan modificaciones y cambios psíquicos de extraordinaria importancia,
alteraciones psicológicas y psicopatológicas con relación al consumo de alcohol (CARRASCO
Gómez J. J., 1979).

6.3 SÍNTOMAS FÍSICOS

El conocimiento de la sintomatología de expresión física, que veremos a continuación,


tiene interés no tanto por un objetivo estrictamente terapéutico sino porque de forma
secundaria genera otras consecuencias. Una de ellas, por la presencia misma de estos síntomas,
que hacen tomar conciencia al su- jeto de que el consumo es abuso o dependencia, que causa
un daño que se ha hecho evidente. Para algunos, esa toma de conciencia les será motivo
suficiente para plantearse en serio el abandono o la reducción del consumo. En otros no se
generará esa consecuencia por tener una actitud de negación a ultranza y de no admitir la
evidencia.

Otro interés que ofrecen estos síntomas de expresión física, en el ámbito forense, es el
de que los mismos no son identificados, generalmente, por el su- jeto, como síntomas derivados
del abuso o de la dependencia y pueden ser ex- plorados sin mencionar siquiera, en concreto, la
palabra alcohol, evitando así una reiterada negativa a todo lo que se le pregunte. A través de la
obtención de esos signos y síntomas podemos forjar una buena idea del daño originado por el
alcohol y, posteriormente, aunque el sujeto niegue las ingestas, al preguntarle directamente,
dispondremos ya de una información muy valiosa para la elaboración correcta del informe
pericial. ·

Estos signos y síntomas de expresión física, derivados de la impregnación constante


por el alcohol, básicamente son: arañas vasculares en la piel, enrojecimiento de la nariz,
molestias gástricas de tipo gástrico o ulceroso, diarreas negras, pastosas y malolientes,
melenas, orinas coléricas, temblor fino de partes distales, intencional, disartria, ataxia,
síndromes cerebolosos, afectación polineurítica en extremidades inferiores con calambres
musculares en las pantorrillas, asociado a, parestesias, frialdad y alteraciones tróficas, etc.

6.4 SÍNTOMAS PSÍQUICOS

Entre los cambios de expresión psíquica, uno de los primeros en aparecer es el de las
alteraciones de la personalidad, que comienzan con distintas, cambios bruscos del humor, en
especial de tipo depresivo, con tristeza, sentimientos vitales de desgana y cansancio, o
sentimientos de culpa en ocasiones.

Pero pueden también encontrarse justamente en el polo opuesto, es decir, en un


optimismo exagerado y falto de crítica. Junto a esos sentimientos, ambivalentes, se mezclan y

34
surgen la irritabilidad, el malhumor, la impaciencia, el no soportar situaciones, molestias por los
ruidos, los niños y sus juegos, no soportar las esperas, no consentir que se les lleve la contraria.
Los sujetos se vuelven muy susceptibles y pueden llegar a tener vivencias autorreferenciales, en
especial en personalidades previas sensitivas o personalidades claramente con una estructura
paranoide.

Por los mismos motivos son muy sensibles a las críticas que les hacen los otros, en
especial si se refieren a las ingestas de alcohol o a su forma de comportarse, o a los cambios que
se observan en él por parte de familiares y amigos. Empiezan entonces a tener reacciones y a
dar respuestas desproporcionadas y las relaciones interpersonales comienzan a resentirse, en
especial en la familia y en el trabajo e incluso en el grupo de amigos, donde siempre suelen
encontrar más tolerancia a sus bromas, chistes, etc. Se vuelven más polémicos, camorristas,
pesados y reiterativos, en especial cuando se encuentran bajo los efectos de ingestas recientes
(BACH L., FREIXA F.). Es a partir de aquí, precisamente, cuando el alcohol aproxima a estos
individuos al umbral del campo de acción del Derecho Penal o a otros ámbitos de la patología
jurídica.

Surgen los trastornos de la memoria, precursores de otras manifestaciones


psicopatológicas, resultando igualmente afectadas la capacidad de atención y la concentración.
Una consecuencia es la precocidad con la que comienzan a padecer estados de amnesia vacunar,
de horas o incluso días, que se corresponden, al principio, con períodos de ingestas, para dar
paso, más tarde, a fallos de memoria, aun en momentos de mengua o ausencia total de
consumo. ¡Según Morris E., CHAFETZ M. (“1982) la aparición de amnesias! acunares pue de
constituir un síntoma precoz de dependencia. Resulta afectada la memoria para el recuerdo de
hechos recientes y para el sentido del tiempo, con dificultad para ordenar cronológicamente
acontecimientos del pasado, así como con una disminución de la capacidad para aprender
nuevas cosas. La presencia de confabulaciones no es infrecuente.

Si el curso es progresivo se instaura un verdadero cuadro de amnesia inducida por


alcohol, con deterioro cognitivo severo, que puede llegar a la demencia inducida por alcohol.
Complicaciones que se ponen en relación con la afectación por el alcohol de zonas cerebrales
del mesencéfalo y de la corteza, donde pueden encontrarse signos de atrofia.

Estos deterioros en ocasiones son reversibles tras períodos de 6-12 meses de no


consumo de alcohol, si bien en otros casos hay que considerarlos como permanentes y
evolucionan hacia cuadros claramente demenciales.

Psicopatológicamente, así como para el ámbito del Derecho Penal, tiene gran interés la
presencia, en quienes padecen abuso y dependencia al alcohol, de ideas de celos.
Prácticamente el 80% de ellos las padecen. Hay casos en que son sólo simples ideas sin
estructurar que surgen en relación a períodos de mayor ingesta de alcohol y otros, más graves,
en que se desarrollan delirios de celos sistematizados y de evolución crónica, incluso después
de abstinencias mantenidas.

Las ideas de celos son ocultadas, en las entrevistas, incluso por parte del cónyuge, por
temor y miedo a amenazas y represalias. Es preciso preguntar- les directamente a ambos si han
tenido o tienen esas ideas y no es infrecuente que el cónyuge se entere en ese momento de la
presencia de las mismas. Las ideas de celos van muy paralelas a los trastornos de tipo sexual que
padece el alcohólico crónico y que fundamentalmente son el aumento de la libido y de la
potencia sexual, el hipererotismo de los primeros estadios de la evolución de la enfermedad que

35
deja paso a la instauración progresiva de una disminución de la potencia, llegando a la
impotencia.

Los celos pueden instaurarse, bien cuando existe una actividad sexual excesiva, en la
cual el cónyuge puede rechazar al solicitante, por resultar molesto su hipererotismo, o bien en
las fases en las que las relaciones sexuales están alteradas o no existen por la presencia de
impotencia. La temática concreta de la celotipia alcohólica tiene características grotescas y
burdas. Los supuestos amantes de la mujer suelen ser los propios hijos o los padres o cuñados,
personas que conviven con el alcohólico. Otras veces el amante es el jefe laboral cuando la mujer
trabaja. Y en ocasiones piensan, incluso, que todos ellos juntos son los amantes (LLOPIS B.,
1955).

Cuando las ideas se estructuran y adquieren características de ideas delirantes nos


planteamos si realmente el alcohol es la única etiología o si ha sido el desencadenante y el que
ha facilitado el desarrollo de una psicopatología subyacente de tipo paranoide, trastorno
psicótico inducido por el alcohol con ideas delirantes. Tanto en un caso como otro, nos interesa
saber que estas estructuras delirantes tienden a la cronicidad y que se mantienen muy vivas
durante muchos años, incluso al cesar las ingestas de alcohol.

Existe otra manifestación clínica similar a la anterior, el trastorno psicótico inducido por
alcohol con alucinaciones, en cuya etiopatogenia el alcohol es considerado igualmente como un
elemento que libera un trastorno subyacente de tipo psicótico. El cuadro clínico está
configurado por la presencia de alucinaciones, preferentemente auditivas, amenazantes,
insultantes o con referencias a posible homosexualidad. Junto a ello se estructuran ideas
delirantes autorreferenciales y de celos. Todo ello con una conciencia clara, buena orientación
tempo espaciales y sin alteraciones del curso del pensamiento, pudiendo existir una alteración
sistémica del humor.

6.5 PROBLEMAS FAMILIARES

El abuso y la dependencia del alcohol en el medio familiar son asimismo causa de


conflictos frecuentes, de los que se derivan consecuencias forenses.

Hay ocasiones en las que los conflictos familiares vienen ya condicionados desde el
momento de constitución de la familia, en que uno de los cónyuges era alcohólico y aportó, ya
desde entonces, un factor de conflicto futuro. En otros casos el alcohol actúa sobre familias bien
organizadas cuyo orden es 'progresivamente afectado por las complicaciones sobrevenidas del
alcohol y llega a producir no solamente desajustes familiares sino separaciones conyugales y, en
definitiva, disgregación familiar.

Los cambios en la personalidad, unidos a la ideación anormal de celos, son, pues, génesis
de conflictos en la esfera familiar con desajustes en la misma en- tendiendo por tales la
distorsión en la relación de los distintos miembros.

Surgen por las modificaciones del humor, carácter y conductas, así como por el
abandono de las obligaciones: se deja de llevar dinero a casa, que se gasta, pierde o se lo roban
estando bebido, incluso el primer día del mes nada más cobrar.

Es habitual y característico que el bebedor, o el alcohólico, al llegar a casa,

«a medios pelos» o embriagado, tenga una actitud hostil frente a la mujer e incluso
frente a los hijos. Los insultos amenazas, malos tratos de todo tipo están presentes. Tras

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soportar la situación durante mucho tiempo, el cónyuge, casi siempre la mujer, se decide a
presentar denuncia por estos hechos (malos tratos, vejaciones, lesiones leves, etc.), que se verán
en un juicio de faltas en los que, a menudo, nadie interviene ni muestra interés sobre la génesis
del conflicto limitándose a valorar las infracciones, desde el punto de vista estrictamente
jurídico, que acaban siendo sancionadas con multa o arresto. Tratamiento del conflicto del todo
insuficiente, que, lejos de acabar con el problema, suele potenciarlo más.

6.6 PROBLEMAS LABORALES Y SOCIALES

Otras consecuencias forenses se dan en el campo laboral y social.

A la par, los rendimientos intelectuales comienzan a descender y las responsabilidades


diarias a ser desatendidas. Estos individuos en el trabajo faltan algunos días, irregularmente al
principio, luego llegan los períodos de baja por enfermedad física en relación con el alcohol. En
ocasiones abandonan el puesto de trabajo más tiempo de lo normal, justificada o
injustificadamente, y así obtienen disculpas para poder realizar nuevas ingestas a lo largo del día
desocupado, con las que mantener la alcoholemia sin ansiedad. Los compañeros de trabajo le
encuentran desganado, bajo de forma y con equivocaciones que hasta entonces no había tenido.
Llegan a abandonar voluntariamente el puesto de trabajo por discusiones con los jefes, por
reacciones de orgullo, de sensibilidad patológica y pérdida de la autocrítica.

La disminución progresiva de los rendimientos, el absentismo, las bajas fe- cuentes


por enfermedad o la presencia de accidentes laborales hacen que las empresas se desliguen
de estos enfermos, con despidos frontales o facilitando el paso a situaciones de incapacidad
temporal y posterior planteamiento de in- validez permanente, que, si dan lugar a la
intervención de los Juzgados de lo Social, podrán precisar de informes periciales que, también
aquí, ostentarán una gran importancia.

La evolución que tienen estos trastornos en algunos de los sujetos en los que el alcohol
es agente causal, directo o indirecto, a través de la desestructuración, no sólo de su persona
sino del entorno familiar y social, se desliza hacia la marginación social y la exclusión.

Son personas que, al quedarse sin resortes ni apoyos, pasan a vivir sin cobertura
suficiente para mantener un equilibrio adecuado y así comienza para ellos esa marginación y
exclusión. Son los vagabundos y mendigos de siempre, desgreñados, con la botella o el cartón
de vino en el bolsillo de un abrigo andrajoso.

Pero en los últimos años, esta población de marginados ha cambiado. El aumento de las
separaciones familiares ha hecho que vivan en la calle; o «sin techo», cada vez mayor número
de personas jóvenes, no tan deterioradas, en principio, pero que, sin embargo, están igualmente
abocadas a una marginación progresiva.

6.7TRASTORNOS INDUCIDOS POR EL ALCOHOL

a) Intoxicación por alcohol

Los criterios diagnósticos del DSM IV-TR son:

 Ingestión reciente de alcohol.


 Cambios psicológicos comportamentales des adaptativos clínicamente significativos
(sexualidad inapropiada, comportamiento agresivo, labilidad emocional deterioro de la
capacidad de juicio y deterioro de la actividad laboral o social) que se presentan durante
la intoxicación o pocos minutos des. la ingesta de alcohol.

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 Uno o más de los siguientes síntomas que aparecen durante o poco tiempo después, del
consumo de alcohol:
Lenguaje farfullaste
incoordinación
Marcha inestable
Nistagmo
Deterioro de la atención o de la memoria
Estupor o coma

Como ya vimos en las características comunes de las drogodependencias: en el resultado


psicopatológico de la intoxicación Intervienen, entre otros factores, la dosis administrada y la
tolerancia y allí nos remitimos para el trata- miento de este aspecto. Por ello no existe una
correlación exacta entre cifras alcanzadas de alcoholemia y manifestaciones clínicas, si bien en
la práctica} e.- gal y forense con frecuencia se pregunta al perito acerca de los posibles efectos
que sobre la conducta podía haber presentado un sujeto con una determinada cifra .de
alcoholemia. Y en este sentido son varios los autores que ha expuesto estas correlaciones que,
si bien no son exactas, como se ha dicho, es cierto que existen alguna, si bien serán datos sobre
los que siempre con viene advertir de su inexactitud y la necesidad de contar con otros, clínicos,
por ejemplo, para emitir un juicio acerca del estado en que se podía encontrar el sujeto.

Los resultados de alcoholemias entre 0,8 y 2,5 gr. por mil, son los de mayor incidencia
médico, legal y forense. Y si bien las manifestaciones psicopatológicas se hacen evidentes a
partir del 1,5 gr. por mil, en los sujetos que abusan o dependen del alcohol, y por consiguiente
han desarrollado tolerancia, no podemos tomar el dato con tanta objetividad, y debe
entenderse como una referencia, importante, pero sólo referencia.

Durante el período precoz de la intoxicación, en la fase de absorción y ascendente de la


curva de alcoholemia, con cifras de hasta 1 gr. por mil, los síntomas son más intensos y suelen
consistir en charlatanería, sensación de bien- estar, alegría, brillantez y un estado de ánimo
expansivo; si bien puede surgir irritabilidad, hostilidad, ganas de pelear, etc. Si la alcoholemia es
entre 1-1,5 gr. por’ mil, además el lenguaje se hace farfullaste, existe incoordinación motora,
ataxia, disartria, etc. Si la alcoholemia sube a 2-2,5 gr. por mil, la embriaguez es manifiesta, el
nivel de conciencia resulta afectado, así como el resto de las funciones psíquicas. Con esos
niveles altos un sujeto sin tolerancia es probable que se duerma y entre en un primer estado de
anestesia. Si se llega a 3 gr. por mil existirá sopor o estado pre comatoso, y se alcanzará el coma
por bradicardia entre 3-4 gr. por mil.

Otras descripciones de la intoxicación alcohólica han sido hechas, por ejemplo, por
S1MON1N C. (1962), que distingue tres fases:

1.ª La primera, caracterizada por excitación 'de las funciones intelectuales y por un ·estado de
euforia, existiendo ya una disminución del autocontrol, el curso del pensamiento se acelera, las
determinaciones son más irreflexivas, más impulsivas; la libido aumenta, lo que lleva a
conductas sexuales más deseadas y con menor control. Disminuye la atención, se alarga el
tiempo de reacción y existe una menor precisión en la coordinación motora. Aparece el nistagmo
horizontal y la midriasis. ·

2.ª Una segunda fase, que se denomina fase médico legal, donde surgen profundas
perturbaciones psicosehsoriales generadoras de accidentes o comportamientos antisociales.
Autocrítica, raciocinio, atención y memoria resultan muy alteradas, junto a trastornos motores,
cerebolosos y alteraciones visuales.

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3.a Y la tercera fase, cercana al coma, con disminución muy notable, o incluso anulación, de
funciones intelectuales superiores, así como motoras y sensitivas.

6.8 Abstinencia de alcohol

Los criterios del DSM IV-TR para el diagnóstico de la abstinencia de alcohol son:

A. Interrupción (o disminución) del consumo de alcohol después de Sl: J consumo


prolongado y en grandes cantidades.
B. Dos o más de los siguientes síntomas, desarrollados horas o días después de
cumplirse el criterio A:
 Hiperactividad autónórniea (por ejemplo, sudoración o más de 100 pulsaciones).
 Temblor distal dé manos.
 Insomnio.
 Náuseas o vómitos.
 Alucinaciones visuales, táctiles o auditivas transitorias, o ilusiones.
 Ansiedad.
 Crisis comiciales de gran mal.
C. Los síntomas del criterio B provocan un malestar clínicamente significativo o un
deterioro de la actividad social, laboral o de otras áreas importantes de la
actividad del sujeto.

El cuadro de abstinencia, ni complicado ni grave, no suele tener serias con- secuencias


forenses. Se calma con la ingesta de alcohol, sustancia de fácil acceso. Y para conseguirla el
dependiente de ella no necesita violentar normas sociales al ser una sustancia legal y barata.
Dado que el que abusa o depende de ella está a lo largo del día manteniendo la alcoholemia en
unos niveles suficientes para que no aparezcan los síntomas, desde por la mañana con las
primeras ingestas, desayuno con vino o cerveza a media mañana, comida con vino, copa de
licor con el postre, otras copas por la tarde con los amigos, cena nuevamente con vino y antes
de acostarse nuevamente bebida destilada, es justamente por la mañana, al levantarse y
cuando han transcurrido más horas sin las regulares ingestas, el momento del día en que el
cuadro de la abstinencia se hace evidente y notorio. Es habitual que al levantarse se encuentra
tembloroso, con arcadas y pituitas, mal cuerpo general, en definitiva «con el gusanillo», y que
uno de sus primeros actos de la mañana sea justamente «matar el gusanillo» con las primeras
ingestas.

39
CONCLUSIONES

PRIMERA:

La Psiquiatría es la rama de la Ciencia Médica que se ocupa del estudio de las enfermedades
mentales.

SEGUNDA:

La enfermedad mental es aquella que es capaz de alterar al hombre en su coexistencia con los
demás y en la construcción de su mundo. Existen diversas teorías para tratar de explicar que
produce la enfermedad mental, entre ellas encontramos las teorías psicogenéticas de los
factores ambientales, la teoría psicogenética del inconsciente patógeno, las teorías
psicogenéticas mecanicistas y las teorías órgano genéticas dinamistas.

TERCERA:

CUARTA:

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