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“Duende desposeído por la caída, cautiva de un reino perdido, sólo podría ver
las cosas a la luz de esa exigencia inflexible y sin consuelo. No tenía salvación:
no había aprendido a mentirse, a resignarse, a olvidar”.
Enrique Molina
1. Introducción:
poseen una condición problemática. Suscitan con fervor posiciones a veces irreconciliables,
apologías entusiastas y rechazos violentos. Tal vez esta posición controvertida se desprenda de la
construye su universo literario arriesgando su propia persona, con lucidez lacerante, con tesón.
¿En qué sentido se puede hablar de “inspiración neorromántica”?. Conviene que la propia
“Desde uno de sus más hermosos poemas Hölderlin pregunta para qué ser poeta en
tiempo de penuria. Transcurre más de un siglo y Heidegger recrea esta pregunta,
reconoce su palpitante vigencia, y en cierto modo la responde al decir que los poetas, en
tiempo de penuria, han de cantar la esencia de la poesía. Cediendo a la tentación de
simplificar, diremos que la poesía moderna ilustra, con casi todas sus grandes figuras, lo
que inquiere Hölderlin y lo que afirma Heidegger”. 1
con otros nombres no menos significativos: Novalis, Albert Béguin, Georges Bataille, Antonin
1
Alejandra Pizarnik. “Salamandra, de Octavio Paz”, en: Cuadernos, Paris, N° 72, Mayo, 1963, pp. 90-93. La
referencia corresponde a la p. 90. El subrayado es de la autora. Para el análisis de este tópico de la poesía moderna
2
filiación antes propuesta. Por su sesgo neorromántico, la poética de Alejandra Pizarnik puede
describirse como una tentativa de penetrar la esencia de la poesía. Pero este intento traza en
“cautiva del reino perdido”, la poeta intenta protegerse mediante la construcción de un refugio
Reiniciar este trayecto en compañía de la escritora puede ser un medio adecuado para
valorar los aspectos fundamentales de su universo literario. Para ello, en el presente estudio se
propone, primeramente, identificar los posibles vínculos estéticos de Alejandra Pizarnik con los
movimientos emergentes en el sistema de la lírica argentina entre el ‘40 y el ‘60 y con sus
antecedentes poéticos y filosóficos foráneos. En segundo lugar, importa reconocer las ideas
matrices y los núcleos simbólicos de su poética. Para ello se parte de la consideración de dos ejes
fundamentales: las representaciones del poeta; las del acto creador y sus alcances. El análisis de
estos ejes se efectúa a partir de los mismos textos poéticos y del corpus crítico, reconstruido
que este recorrido posibilite el encuentro del lector con el universo literario de Alejandra
Pizarnik.
Como la de todo poeta fuerte de filiación romántica, la obra de Alejandra Pizarnik elude
ver además: Octavio Paz. La otra voz. Poesía y fin de siglo. Buenos Aires, Seix Barral, 1990; Federico Peltzer.
Poesía sobre la poesía. (En la literatura argentina contemporánea). Buenos Aires, Botella al Mar, 1994.
2
Ofrezco a continuación una síntesis biobibliográfica de la autora. “Alejandra Pizarnik nació en Buenos Aires el 29
de abril de 1936. En 1954 ingresó en la Facultad de Filosofía y Letras para cursar la carrera de Filosofía, que
abandonó por la de Periodismo. También dejó ésta inconclusa para estudiar pintura con el surrealista uruguayo Juan
Batlle Planas. Antes de radicarse en París, publicó tres libros: La tierra más ajena (1955, que firmó como Flora
3
Esta imagen es apuntalada por la crítica. Cristina Piña considera infructuosos los intentos
contextualizadores ya que en su universo literario no se advierten “ni los temas, ni el manejo del
lenguaje” característicos de la poesía de los ‘50 y los ‘60, décadas que corresponden a la
una representante “ortodoxa” del movimiento 5 . Esta forma de encuadre no explica la presencia
de ciertas notas peculiares de su poética que la apartan decididamente del impulso surrealista.
Entre ellas, el trabajo de orfebrería sobre el poema; la ponderación rigurosa de cada palabra que
Alejandra Pizarnik, y del cual renegaría posteriormente), La última inocencia (1956) y Las aventuras perdidas
(1958). En el periodo en el que permaneció en la capital francesa (1960 - 1964) apareció Árbol de Diana (1962).
Durante su estadía en París perteneció al comité de colaboradores extranjeros de Les Letres Nouvelles y trabajó para
la revista Cuadernos. Asimismo, tradujo poemas de Aimé Césaire, Henry Michaux, Yves Bonnefoy y Léopold
Sedar Senghor. Asistió a cursos de literatura francesa contemporánea y de historia de las religiones en La Sorbonne.
Trabajó en diversos ensayos de crítica literaria y publicó colaboraciones en algunas de las principales revistas de
Europa y América Latina, entre las que se pueden citar Humboldt, Nouvelle Révue Française, Tiempo Presente,
Mito, Zona Franca, Diálogos, Papeles de Son Armadans, Temas, Outcry, Sh’ir, Sur. A su vuelta a Buenos Aires
publicó los siguiente libros de poemas: Los trabajos y las noches (1965), Extracción de la piedra de la locura
(1968), El infierno musical (1971) y Los pequeños cantos (1971). También su libro en prosa La condesa sangrienta.
En 1965 expuso pinturas ingenuas junto con Manuel Mujica Láinez y otros artistas en la galería El taller. En 1968
obtuvo la Beca Guggenheim y en 1971 la Beca Fulbright. Murió a raíz de una sobredosis de barbitúricos - no se
sabe si voluntaria o involuntariamente ingerida el 25 de setiembre de 1972. Póstumamente, Olga Orozco y Ana
Becciú editaron Textos de sombra y últimos poemas (Buenos Aires, Sudamericana, 1982), libro que incluye sus
poemas finales, así como textos anteriores no reunidos en libro”. La presente síntesis está extraída de Cristina Piña.
“Prólogo”, en: Alejandra Pizarnik. Extracción de la piedra de la locura y otros poemas. Buenos Aires, CEAL,
1988, pp. 2-6 y ha sido completada con los aportes de la misma investigadora en su biografía Alejandra
Pizarnik.Buenos Aires, Planeta, 1991.
3
Para estas notas características del poeta fuerte remito a Harold Bloom. The Anxiety of Influence. A Theory of
Poetry. New York, Oxford University Press, 1975.
4
C. Piña. “Prólogo”, p. 3.
5
Para esta forma de contextualización ver: Graciela Maturo de Sola. Proyecciones del surrealismo en la literatura
argentina. Buenos Aires, Ediciones Culturales Argentinas, 1967; y de la misma autora, “Aproximaciones místicas
en la nueva poesía argentina. (Acerca de la obra de Alejandra Pizarnik)”, en: Cuadernos Hispanoamericanos,
Madrid, N° 219, marzo, 1968, pp. 545-553; Juan Gustavo Cobo Borda. “Alejandra Pizarnik. La pequeña
sonámbula”, en: Eco, Bogotá, Tomo XXVI/ 1, N° 151, noviembre, 1972, pp. 40-64; Carlos Culleré. “Notas sobre el
surrealismo en Argentina”, en: Zona Franca, Caracas, año II, Segunda época, N° 11, febrero, 1972, pp. 66-67; Raúl
Gustavo Aguirre. “Apuntes para una introducción a la poesía argentina actual”, en: Revista Nacional de Cultura,
Caracas, N° 233, setiembre-diciembre, 1977, pp. 87-101.
4
finalmente, al fracaso 7 .
Para superar los defectos de este encuadre, otros críticos la adscriben a las tendencias
humanistas que se perfilan en la lírica argentina hacia el final de la década del ‘50 y se
consolidan en la del ‘60 8 . Pero este encuadre también resulta inapropiado. De hecho, ciertos
el coloquialismo, el sesgo social, las relaciones transtextuales con el tango o los mass media -
articuladores de su poética muestra, sin embargo, que el universo literario de Alejandra Pizarnik
Argentina entre el ‘40 y el ‘50 9 . Desde esta perspectiva se explica la presencia, en toda su obra,
de los tópicos de la infancia como paraíso perdido, el poeta como ser caído, como visitante del
reino de los dioses y de los muertos, la noche como ámbito propicio para el poetizar, etc. En la
6
Sobre este aspecto de la poesía de Alejandra Pizarnik ver: Enrique Molina. “Árbol de Diana, de Alejandra
Pizarnik”, en: Cuadernos, Paris, N° 90, noviembre, 1964, pp. 89-90; Francisco Lasarte. “Más allá del surrealismo:
la poesía de Alejandra Pizarnik”, en: Revista Iberoamericana, Pittsburgh, N° 125, octubre-diciembre, 1983, pp.
867-877.
7
F. Lasarte. Op. cit., p. 870. La escritora efectúa un balance de la herencia surrealista, ponderando simultáneamente
la lucidez poética, en la reseña arriba citada de Octavio Paz: “Yo no diría - como tantas veces lo he leído - que
Octavio Paz es surrealista. He dicho al principio que es un poeta inclasificable. Creo, sí, que comparte las mejores
conquistas del surrealismo: intimidad con lo maravilloso, con el mundo onírico; búsqueda apasionada de la libertad;
identificación (testimoniada por sus poemas y ensayos) entre poesía y revolución, […]. Quiero anotar también -
pero esto no es privativo de ningún grupo literario, sino de los grandes poetas - su aceptación de ese terrible riesgo
en que consiste la lucidez; sus poemas hacen pensar en un vigía perpetuo […]”. A. Pizarnik. “Salamandra,…”, p.
92.
8
Raúl Vera Ocampo, Marcelo Covián, Tomás Guido Lavalle y Juan García Gallo. “Algunos datos sobre la última
poesía argentina”, en: Sur, Buenos Aires, N° 321, noviembre-diciembre, 1969, pp. 125-143; Nélida Salvador. La
nueva poesía argentina. (Estudio y antología). Buenos Aires, Editorial Columba, 1969; Hebe N. Campanella. “La
voz de la mujer en la joven poesía argentina: cuatro registros”, en: Cuadernos Hispanoamericanos, Madrid, N° 300,
junio, 1975, pp. 543-564; Alfredo Roggiano. “Alejandra Pizarnik: poesía y persona”, en: Letras de Buenos Aires,
Buenos Aires, N° 2, enero-febrero-marzo, 1981, pp. 49-58; Ramón Plaza. “Prólogo”, en: AA/VV. El ‘60. Poesía
blindada. Buenos Aires, Ediciones de Gente Sur, 1990, pp. 7-17.
9
Jorge A. Dubatti. “Orfeo: emblema del combate por la poesía”, en: Letras, Buenos Aires, N° XV-XVI, abril-
agosto, 1986, pp. 42-63.
5
Alejandra Pizarnik.
3.1 El poeta
La pregunta por la esencia de la poesía se inicia desde el yo. La incitación al canto surge
desde las pulsiones más elementales hasta adquirir necesariamente el estatuto de un destino, de
un imperativo de carácter metafísico. Por esta razón es conveniente comenzar por el análisis de
asume su estado de separación con respecto a Dios y al mundo. Por ello, toda tentativa creadora
10
Para el desarrollo de estas tendencias en la literatura argentina ver: Juan Carlos Ghiano. Poesía argentina del siglo
XX. México/ Buenos Aires, FCE, 1957; Horacio Jorge Becco. “Evolución y tendencias de la poesía argentina actual
(1950-1960)”, en: Ficción, Buenos Aires, N° 24-25, marzo-abril-mayo-junio, 1960, pp. 37-42; G. Maturo.
Proyecciones del surrealismo en Argentina; César Fernández Moreno. La realidad y los papeles. Panorama y
muestra de la poesía argentina contemporánea. Madrid, Aguilar, 1967; Kira Poblete Araya. “El surrealismo
argentino y su praxis”, en: La periodización de la literatura argentina. Problemas, criterios, autores, textos. Actas
del IV Congreso Nacional de Literatura Argentina. Revista de Literaturas Modernas. Anejo V, Mendoza,
Universidad Nacional de Cuyo, 1989, T. III, 00. 93-104.
11
Creo acertada la siguiente observación de Tomás Guido Lavalle sobre el desarrollo expresivo de la escritora: “En
1960 Alejandra Pizarnik viaja a Francia y la participación activa durante cuatro años en la vida literaria parisiense,
inicia un cambio que la aparta en cierto modo del proceso poético argentino cada vez más sumergido en la realidad.
El itinerario de este poeta sigue, por lo tanto, un camino en cierto modo inverso al de su generación”. R. Vera
Ocampo, M. Covián, T. Guido Lavalle y J. García Gallo. “Algunos datos sobre la última poesía argentina”, p. 135.
6
caída. Por ejemplo, en el poema “Mucho más allá” de Las aventuras perdidas , Alejandra
inquiere por ese destino final que cierra el ciclo de la vida y que la reconduce al principio. La
¿Y qué?
¿Y qué me da a mí,
a mí que he perdido mi nombre,
el nombre que me era dulce substancia
en épocas remotas, cuando yo no era yo
sino una niña engañada por su sangre?
¿A qué, a qué
este deshacerme, este desangrarme,
este desplumarme, este desequilibrarme
si mi realidad retrocede
como empujada por una ametralladora
y de pronto se lanza a correr,
aunque igual la alcanzan,
hasta que cae a mis pies como ave muerta? […]”. 12
El anhelo de dirigirse “mucho más allá” para alcanzar la última esperanza se encuentra
proceso de extrañamiento que permite manifestar este estado de desposesión. La pregunta exhibe
la impotencia de sus intentos por alcanzar la realidad, por sujetarla y sujetarse. La poeta ha
desnudez existencial 13 .
12
Alejandra Pizarnik. Obras completas. Poesía completa y prosa selecta. (Ed. preparada por Cristina Piña). Buenos
Aires, Corregidor, 1993, p. 55.
13
Conviene señalar que el nombre de “Alejandra” es una denominación que la escritora se forja para sustituir su
nombre real “Flora”. Ya a partir de su segundo libro, La última inocencia, adopta definitivamente este nombre.
Sobre el sentido de este cambio remito a C. Piña. Alejandra Pizarnik, pp. 50-51.
7
alusión a la imagen del ángel caído, como forma de representación de la poeta, en la tercera
estrofa (“este desplumarse”) 15 . Las dos últimas insisten, de manera manifiesta, en este cariz
atributos caracterizadores del sujeto caído que golpea las puertas del amor “con las manos
embarradas” y que reclama la presencia divina con su conciencia “cubierta de sucios y hermosos
cosmovisión según la cual, la culpa presupone una Alianza del hombre con un Ser que lo
trasciende. Es decir, la culpa se asume como ruptura de dicha Alianza 17 . Mediante la búsqueda
en forma de anticipación se intenta restablecer la Alianza rota. Pero es una búsqueda culposa,
14
Entiendo estos términos en el sentido que reciben en el contexto de la obra de William Blake. Sentido que no es
ajeno al universo literario de Alejandra Pizarnik. Ver: William Blake. Canciones de Inocencia y de Experiencia.
(Ed. bilingüe y traducción de J. L. Camarés y S. González Coruguedo). Madrid, Cátedra, 1987.
15
Se trata de una imagen recurrente en el universo de la poeta. Por ejemplo, en el poema “Exilio”, de La última
inocencia, el yo lírico se presenta del siguiente modo: “Esta manía de saberme ángel,/ sin edad,/ sin muerte en qué
vivirme,/ sin piedad por mi nombre/ ni por mis huesos que lloran vagando. […]”. A. Pizarnik. Obras completas, p.
41. En “Comunicaciones”, poema de Los trabajos y las noches, afirma: “El viento me había comido/ parte de la
cara y las manos/ Me llamaban ángel harapiento./ Yo esperaba.”, Ibid., p. 111.
16
Ibid., p. 56.
8
porque la conciencia manchada reconoce cierta fascinación por el mal. Como en la poesía de W.
deseado por el sujeto en la existencia: los velos que cubren la conciencia son a la vez “sucios y
hermosos”.
y el del vacío metafísico. Tal como se advierte en el primer poema de la serie “El ausente” de La
última inocencia:
La analogía final es una lente eficaz, una hipérbole que extrema el dolor por el
reconocerse escindida y despojada del ser, la poeta se encuentra en una situación de absoluta
apertura. Es un abrirse receptivo, una espera ansiosa del advenimiento 19 . Un texto aparecido en
la revista Sur, con el título de “Poema”, expresa en forma emblemática este estado de la poeta:
17
Paul Ricoeur. Finitud y culpabilidad. (Versión castellana de A. García Suárez y L. M. Valdés Villanueva). Buenos
Aires, Taurus, 1991, p. 213.
18
A. Pizarnik. Obras completas…, p. 57.
19
Sobre esta actitud de la apertura del poeta remito a Hugo Mujica. La palabra inicial. La mitología del poeta en la
obra de Heidegger. Madrid, Trotta, 1995, p. 18.
20
Cito por la edición de la revista Sur, Buenos Aires, N° 284, setiembre-octubre, 1963, p. 69. Apareció en una serie
de textos, algunos de los cuales fueron luego recogidos en Los trabajos y las noches. El poema citado se publicó
luego en la antología póstuma El deseo de la palabra, Barcelona, Editorial Ocnos, 1975 y en Textos de sombra y
últimos poemas. Ed. cit.
9
mareo que provoca la acción de caer. A la espera del amado, de la revelación que oficie de
puente de retorno, la poeta “delira” y se “despluma” como un ángel caído. Por eso la búsqueda
es yacer, es encontrarse abatido por la ausencia de ese alguien a la vez humano y divino. Se trata
sentimiento kafkiano que hace vislumbrar el mundo trascendente como espacio fundante del ser
La aprensión de la lejanía y del silencio de Dios lo hace aparecer como una figura terrible.
Incluso la misma búsqueda se transforma en una aventura que conduce a la aniquilación. Éste es
el sentido de uno de los últimos testimonios poéticos de la escritora, que encabeza la colección
de los poetas que reconocen su desasimiento, tal como señala Alejandra Pizarnik al comentar El
21
Tal como se manifiesta de manera paradigmática en el relato de Kafka “Ante la ley”. Sobre este sentimiento
kafkiano de la lejanía de Dios remito a: Harold Bloom. Poesía y creencia. (Trad. de L. Cremades). Madrid, Cátedra,
1991, pp. 159-162; Georges Bataille. La literatura y el mal. 2a ed. (Prólogo de R. Conde). Madrid, Taurus, 1971, p.
185. Por su parte, Cristina Piña considera que el sentimiento de la lejanía de Dios halla sus raíces en la ascendencia
judía de Alejandra Pizarnik. Para Piña, la relación directa con Dios, sin la mediación de Cristo, es lo que determina
esa aprehensión de Dios como “lo absolutamente Otro”, con respecto al hombre. Ver su estudio: La palabra como
destino. Un acercamiento a la poesía de Alejandra Pizarnik. Buenos Aires, Ediciones Botella al Mar, 1981, p. 85.
22
A. Pizarnik. Obras completas…, p. 187. Texto hallado en la mesa de la escritora, en noviembre de 1972.
10
“Al condenar la separación característica del espíritu occidental, Girri atestigua una
nostalgia que comparten los mejores poetas contemporáneos, sean éstos inspirados o
extremadamente lúcidos: la nostalgia de la unidad y de la abolición del tiempo”. 23
“[…] De esa lejana memoria ardiendo vienen a estos poemas las más bellas
imágenes prometidas por las dos caras de los sueños. Se trata de una aventura
excepcional, de juegos peligrosos; se trata de comunicar la más alta nostalgia del alma:
aquella de la unidad, del paraíso perdido, de la ‘vida anterior’- los hombres son múltiples,
la nostalgia es una y la misma. […] Nostalgia de la “verdadera vida”, aquella cuya
ausencia atestiguaron criaturas tan distintas y distantes como un Rimbaud o una Santa
Teresa. Nostalgia o tierra extranjera en la que siempre se moró, no habiéndola nunca
visto. De ese lugar - de ese tiempo - se tienen recuerdos (aportados por ‘la otra memoria’)
y hasta testimonios a la manera del chaleco de seda del Grand Meaulnes […]”. 24
Este paraíso perdido se asocia, tal como ya se ha señalado, con la infancia. La caída ha
provocado el egreso de aquella orilla en la que se anulaban las distancias del tiempo y el espacio.
Y el ingreso a esta otra orilla, la de la existencia consciente, desde la cual se observa con
desconsuelo el bien perdido. La visión se aferra a las imágenes de la “otra memoria” que aporta
“Yo no sé de la infancia
más que un miedo luminoso
y una mano que me arrastra
a mi otra orilla.
Mi infancia y su perfume
a pájaro acariciado”. 25
otra orilla”. Este traspaso implica también una forma de olvido. De ese espacio/ tiempo dichoso,
23
Alejandra Pizarnik. “Alberto Girri, El ojo”, en: Sur, Buenos Aires, N° 291, noviembre-diciembre, 1964, pp. 84-87.
La referencia corresponde a la p. 85.
24
Alejandra Pizarnik. “Olga Orozco, Los juegos peligrosos”, en: Cuadernos, Paris, N° 81, febrero, 1964, p. 92. Los
subrayados son de la autora.
11
la poeta sólo conserva testimonios evanescentes: “un miedo luminoso” y un “perfume a pájaro
acariciado”.
advenimiento del tiempo se expresa de un modo más dramático en el poema “La caída”, de la
misma colección:
La lejanía con respecto a la patria celeste genera esa “inocente necesidad de viajar”. Es un
Alejandra Pizarnik que alude a su peregrinaje en busca del destino definitivo 27 . El viaje es
búsqueda de esa música antigua - memoria del paraíso y paradigma del poetizar -. Una búsqueda
que se representa en forma de pregunta. Al interrogar a esa “música jamás oída”, la poeta
25
A. Pizarnik. Obras completas…, p. 38.
26
Ibid., p. 43.
27
Por ejemplo, en el poema “La última inocencia”, de la colección homónima, la escritora ofrece la siguiente
representación de su condición de poeta viajera: “Partir/ en cuerpo y alma/ partir.// Partir/ deshacerse de las miradas/
piedras opresoras/ que duermen en la garganta.// He de partir/ no más inercia bajo el sol/ no más sangre anonanada/
no más formar fila para morir.// He de partir.// Pero arremete ¡viajera!”. Ibid., p. 29.
12
manifiesta su deseo de encuentro con el ser que la sustenta desde el principio y que debe
En la tercera estrofa aparecen los símbolos fundamentales de ese espacio de la infancia que
desea recuperarse. Por ejemplo, el jardín que en la poesía de Alejandra Pizarnik presenta claras
connotaciones edénicas 28 . El jardín simboliza un estado primigenio del ser personal. Estado de
inocencia, ajeno a la temporalidad y a la culpa. De allí que la muerte, como fin de la vida y como
castigo de la culpa “aún no había nacido” 29 . Otro símbolo asociado al paisaje natal es el viento 30 .
En este poema se presenta con valencias positivas. Es el “viento sagrado”, el flujo espiritual de
orden celeste del cual se nutre su ser y en el cual se teje “su destino”.
Como una forma más afín con la poética de la espera, el impulso ascendente puede
que se anhela recibir. La posibilidad de retorno queda entonces asociada a la voluntad de ese
alguien misterioso que se ansía. Así se advierte en el poema “El olvido” de Los trabajos y las
noches:
-llévame-
acción potencial que debe ser realizada por otro. Se trata de un “tú” que suele estar en una
28
C. Piña. La palabra como destino…, p. 28.
29
Para este valor simbólico del jardín ver: Jean Chevalier, Alain Gheerbrant. Dictionnaire des symboles. Édition
revue et augmentée. Paris, Robert Laffont/ Jupiter, 1986, p. 531.
30
C. Piña. La palabra como destino…, p. 18.
31
Alejandra Pizarnik. Obras completas…, p. 96.
13
orienta a modificar el estado subjetivo/ objetivo del enunciador. Por ello, toda plegaria supone
una invocación (del ser superior) y una petición (de acción directa o indirecta sobre el que
anhela esa orilla de la noche donde puede cumplirse el amor. La dialéctica entre el aquí y el allá
ser.
condice con el doble matiz apuntado del sentimiento de la ausencia. Por esta razón la plegaria se
mueve en ese doble espacio sagrado - profano. La indeterminación se relaciona además con la
La plegaria se orienta a superar el olvido que provoca la caída. La poeta desea ser
recuperada en esa “otra memoria”, la memoria del ser invocado que restituye mediante la
La poeta reclama la restitución de un vínculo perdido porque siente cada vez más las
consecuencias del caer. Entre ellas, el enajenamiento que provoca la disgregación del yo, su
cósmica. Así se manifiesta en el siguiente pasaje de “Caminos del espejo”, serie poemática de
32
Para estos deslindes sobre la plegaria ver: Tzvetan Todorov. Les genres du discours. Paris, Du Seuil, 1978, p. 256
y ss.
14
la poeta que cae. A la búsqueda del paraíso perdido se suma entonces este peregrinaje hacia el
yo, este viaje hacia “la que duerme en un país al viento”. Es el país de la infancia que conserva
El peregrinaje que sigue a la caída tiene lugar durante la noche. Éste es el ámbito propicio
del acto creador ya que se encuentra abierto a las revelaciones. El ser sólo puede hallarse en la
noche.
“Los ausentes soplan y la noche es densa. La noche tiene el color de los párpados
del muerto.
Toda la noche hago la noche. Toda la noche escribo. Palabra por palabra yo escribo
la noche”. 34
Este valor primordial de la noche revela una vez más el sesgo romántico de la poética de
creación. Por ello, en el primero de sus Himnos a la noche la alaba en los términos siguientes:
33
A. Pizarnik. Obras completas…, p. 133.
34
A. Pizarnik. “Linterna Sorda”, de Extracción de la piedra de la locura. Obras completas…, p. 188.
15
“[…] ¿Qué es lo que, de repente, tan lleno de presagios, brota en el fondo del
corazón y sobre la brisa suave de la melancolía? ¿Te complaces también en nosotros,
Noche oscura? ¿Qué es lo que ocultas bajo tu manto que, con fuerza invisible, toca mi
alma? Un bálsamo exquisito destila de tu mano, como un haz de adormideras. Por ti
levantan el vuelo las pesadas alas del espíritu. […]”. 35
El vuelo del espíritu le permite al poeta acceder a una contemplación privilegiada, cuyo
“[…] Más celestes que aquellas centelleantes estrellas nos parecen los ojos infinitos
que abrió la Noche en nosotros. Más lejos ven ellos que los ojos blancos y pálidos de
aquellos incontables ejércitos - sin necesitar la Luz, ellos penetran las honduras de un
espíritu que ama - y esto llena de indecible delicia un espacio más alto”. 36
Además, la noche constituye un puente que permite el retorno del poeta a la edad dorada, a
la infancia, a los arcanos del ser. Por esta razón, en el “Himno segundo”, Novalis afirma con
referencia a la noche:
De este modo, a través de la noche el poeta repetirá el descenso arquetípico de Orfeo hacia
la morada de los bienaventurados y se establecerá como un nexo entre el mundo de los vivos y el
de los muertos.
pero ahora
por qué te busco, noche,
35
Novalis. Himnos de la noche. Enrique de Öfterdingen. (Trad. de E.Barjau). Madrid, Cátedra, 1992, p. 66.
36
Ibid.
37
Ibid., p. 67.
16
En su universo poético, la noche conserva incluso el carácter de numen. Por ello la poeta
reclama su luz para acceder a la contemplación creadora. Por ejemplo, en el poema “Luz caída
“vierte esfinge
tu llanto en mi delirio
crece con flores en mi espera
porque la salvación celebra
el manar de la nada
vierte esfinge
la paz de tus cabellos de piedra
en mi sangre rabiosa […]”. 39
Como numen intercesor, la noche propicia las revelaciones. Su florecimiento hace que el
yo visualice su despojamiento existencial, ese “manar de la nada”. Por eso la noche es sabia.
Conoce la verdadera condición de la poeta y se la presenta. Este poder del numen se sintetiza en
“Poco sé de la noche
pero la noche parece saber de mí,
y más aún, me asiste como si me quisiera,
me cubre la conciencia con sus estrellas.
38
A. Pizarnik. “Azul”, de Las aventuras perdidas. Obras completas…, p. 45.
39
Ibid., p. 44.
17
instala en el centro de su ser. Mediante esta interacción, la noche despliega sus poderes
iluminantes y purgativos.
despojamiento. Es una condición que parecen ocultar las palabras, las únicas entidades que
subsisten “en el enorme vacío de los siglos”. De allí el carácter contemporáneo de esta
Propicia la desnudez del yo poético, lo purga de una falsa plenitud, hecha de ““intereses” y
La conciencia del despojamiento que provoca esta revelación negativa moviliza el viaje de
retorno. El tono profético de la última línea deja abierta la posibilidad de una recuperación del
ser. Éste es el sentido que tendrá, al menos en una primera etapa de su trayectoria literaria, el
40
Ibid., p. 46.
41
J. Chevalier, A. Gheerbrant. Op. cit., p. 682. En ésta manera de interpretar el símbolo de la noche me aparto de las
lecturas de Cristina Piña. La investigadora considera que la noche, en cuanto ámbito, se opone “[…] al locus mítico
[de la infancia] y [es], en consecuencia, asociado a todo lo letal”. La palabra como destino…, p. 60. Ciertamente, la
noche manifiesta la desposesión y acentúa el sentimiento de ausencia. Pero precisamente por estos efectos, descubre
toda posible falsa conciencia. La experiencia de la noche no implica entonces sumergirse en el caos de lo
indeterminado. Como ya se señalara, provoca un estado de terrible lucidez, de desvelo a la espera del ser ausente.
18
camino de retorno. Búsqueda que no se resuelve en pura actividad, sino que supone
recupera la concepción romántica del poeta inspirado. En forma explícita se hace acreedora de
esta tradición al afirmar: “En cuanto a la inspiración, creo en ella ortodoxamente, lo que no me
impide, sino todo lo contrario, concentrarme mucho tiempo en un solo poema” 42 . Mediante la
acción del flujo inspirador, la poeta espera acceder a la palabra primordial. Se trata de una
palabra fundante que no aparta del ser, sino que lo instaura. En el universo literario de Alejandra
Pizarnik esta palabra se presenta, tal como ya se ha observado, como una “música jamás oída”.
Pero también como la “palabra antigua” o la “palabra inocente”. Por ejemplo, en un poema sin
título de 1959, recogido en la sección “Otros poemas” de Árbol de Diana, la poeta se presenta
Con sus exiguas pertenencias (la soledad, los seres imaginarios, la ausencia) la poeta
aguarda un advenimiento. Para favorecerlo debe replegarse sobre su ser. El vuelo nocturno
Conforme a este movimiento, el acto creador puede representarse del siguiente modo:
42
Alejandra Pizarnik. “Prólogos a la antología consultada de la joven poesía argentina”. Publicado originariamente
en Quince poetas. (Selección y prólogo de César Magrini). Buenos Aires, Ediciones Centurión, 1968. Recogido en
Obras completas…, pp. 367-369. La referencia corresponde a las pp. 367-368.
43
Ibid., p. 63.
44
Es otro aspecto heredado de Novalis. Al respecto, comenta Albert Béguin: “ ‘El camino misterioso va hacia el
interior. En nosotros, si es que está en alguna parte, se encuentra la eternidad con sus mundos, el pasado y el
futuro…’ escribió Novalis y esto define todo el problema romántico. A través de la solución del drama personal, el
poeta busca la solución del drama humano: el famoso ‘subjetivismo’ del romántico aparece bajo su verdadera luz,
19
El acto creador recupera así un carácter ritual. Al procurar el encuentro con la palabra
inicial, la poeta apela a la magia, vuelve a creer en los poderes encantatorios del verbo. Los usos
extrapoéticos han determinado que los hombres se olviden de esta capacidad de la palabra
fundadora. Por ello, la creación es también un acto que apela a la memoria. La revelación es
y recupera “las palabras olvidadas”. Como destaca Juan Gustavo Cobo Borda, estas palabras
“toman la iniciativa sin perder su frescura”, representan lo originario, “lo intuitivo sin
mancha” 47 . Descendiente de Orfeo, la poeta posee el arte de Mnemosyné ya que puede recordar -
sujeto lírico entra en trance. El poema N° 17 de Árbol de Diana ofrece una representación
“Días en que una palabra lejana se apodera de mí. Voy por esos días sonámbula y
transparente. La hermosa autómata se canta, se encanta, se cuenta casos y cosas: nido de
hilos rígidos donde me danzo y me lloro en mis numerosos funerales. (Ella es su espejo
incendiado, su espera en hogueras frías, su elemento místico, su fornicación de nombres
creciendo solos en la noche pálida”. 49
no es más que un método, la vía hacia otra cosa, una de las prácticas de la magia”. Creación y destino. Ensayos de
crítica literaria I. (Trad. M. Manssour). México, FCE, 1986, p. 55.
45
Alejandra Pizarnik. Árbol de Diana, N° 31. En: Obras completas…, p. 84.
46
Para este sentido platónico de la memoria como capacidad de contemplación de la vida originaria del alma ver:
Platón. Fedón 74a-77d; Menón 81b-86c; Fedro 248c-250c. Para un comentario de estos pasajes remito a: A. J.
Festugière. Contemplation et Vie contemplative selon Platon. 2émme ed. Paris, Librairie Philosophique J. Vrin, 1950.
47
Op. cit., p. 56.
48
Orfeo es hijo de Calíope y ésta, de Zeus y Mnemosyné (la Memoria). Sobre el rol del poeta memorioso ver H.
Mujica. Op. cit., p. 29.
49
A. Pizarnik. Obras completas…, p. 77.
20
metáforas atributivas (del tipo “A es B”) a partir del paréntesis. Esta multiplicación no implica
ahora una disgregación. Antes bien, posibilita una visión caleidoscópica y simultánea de las
poética remite una vez más a la mediación de Heidegger. En una de sus célebres lecturas sobre
“Es parcial afirmar que el Dios ha muerto rige nuestro tiempo: también la
naturaleza ha muerto. Pero la poesía, entre otras cosas, es práctica conjuratoria:… dibujar
en la pagina/ un caballo de hierba. Contra la noche, la sed y la ausencia/ nombrar es ser.
Es preciso nombrar No lo que dices, lo que olvidas […]”. 51
50
Martin Heidegger. “Hölderlin y la esencia de la poesía”. En: Arte y poesía. (Traducción y prólogo de S. Ramos).
Buenos Aires, FCE, 1987, p. 137.
51
A. Pizarnik. “Salamandra, …”, p. 91. El subrayado es de la escritora.
21
Gracias a su poder conjurador, la palabra inicial hace posible el retorno del ser. Pero
además le permite a la poeta construirse un refugio en esta tierra de exilio. Conviene entonces
de la literatura.
literarios alternativos. Mundos en los que se espera superar las contradicciones y los aspectos
“La poesía es el lugar donde todo sucede. A semejanza del amor, del humor, del
suicidio y de todo acto profundamente subversivo, la poesía se desentiende de lo que no
es su libertad o su verdad. Decir libertad o verdad y referir estas palabras al mundo en
que vivimos o no vivimos es decir una mentira. No lo es cuando se atribuye a la poesía:
lugar donde todo es posible.
(…)
En oposición al sentimiento de exilio, al de una espera perpetua está el poema -
tierra prometida -. Cada día son más breves mis poemas: pequeños fuegos para quien
anduvo perdida en lo extraño. Dentro de unos pocos versos suelen esperarme los ojos de
quien yo sé; las cosas reconciliadas, las hostiles, las que no cesan de aportar lo
desconocido; y mi sed de siempre, mi hambre, mi horror. Desde allí la invocación, la
evocación, la conjuración”. 52
La concepción del acto creador como construcción de un espacio en donde todo es posible
muestra la torsión ética del poetizar. La creación permitiría trascender las condiciones de la vida
cotidiana, entendidas como imposturas que cercenan el ser del hombre. En el espacio de la
poesía las palabras recuperan su peso específico, su significación. Por esta razón, su
construcción impone normas a la poeta. Entre ellas, un alto grado de coherencia entre literatura y
vida.
52
A. Pizarnik. “Prólogos a la antología consultada de la joven poesía argentina”, p. 367.
22
No debe entenderse, sin embargo, que esta coherencia supone hacer de la obra un espejo
fiel de la existencia personal. Antes bien, tiene que ver con la integración de dos espacios - el de
disociar 53 . Al asumir su destino literario la poeta debe vivir según las normas que rigen esta
“tierra prometida”. Desde allí debe estar permanentemente alerta a las solicitaciones del mundo
y del espíritu creador. Este estado supone una disociación radical con respecto a las normas que
regulan el mundo cotidiano. Por ello, el acto creador se vuelve “profundamente subversivo”.
Para Alejandra Pizarnik esta forma de ver el mundo a la luz de las exigencias que impone
el destino literario halla en Antonin Artaud un referente privilegiado. Artaud encarna el ideal de
“Sí, el Verbo se hizo carne. Y también, y sobre todo en Artaud, el cuerpo se hizo
verbo. ¿En dónde, ahora, su viejo lamento de separado de las palabras? Así como Van
Gogh restituye a la naturaleza su olvidado prestigio y su máxima dignidad a las cosas
hechas por el hombre, gracias a esos soles giratorios, esos zapatos viejos, esas sillas, esos
cuervos… así, con idéntica pureza e idéntica intensidad, el verbo de Artaud, es decir
Artaud, rescata, encarnándola, ‘la abominable miseria humana’. Artaud, como Van Gogh,
como unos pocos más, dejan obras cuya primera dificultad estriba en el lugar -
inaccesible para casi todos - desde donde las hicieron. Toda aproximación a ellas sólo es
real si implica los terribles caminos de la pureza, de la lucidez, del sufrimiento, de la
paciencia…”. 54
El ingreso a la nueva tierra prometida del arte es una empresa ardua. Se trata - en la obra
de artistas ejemplares como Van Gogh o Artaud - de una zona prohibida, “inaccesible para casi
estética. Para oficiar el conjuro de la palabra, la creación debe implicar una especie de vía
purgativa. Exige del poeta la incursión por “los terribles caminos de la pureza, de la lucidez, del
sufrimiento, de la paciencia”. Esta vía purgativa hace de la poeta una víctima. Para poder
ingresar verdaderamente a esta zona inaccesible, Alejandra anhela ofrecerse en el acto creador:
53
A. Pizarnik. “El verbo encarnado”, en: Sur, Buenos Aires, N° 294, marzo-junio, 1965, pp. 35-39.
54
Ibid., p. 39.
23
“[…] Ojalá pudiera vivir solamente en éxtasis, haciendo el cuerpo del poema con
mi cuerpo, rescatando cada frase con mis días y con mis semanas, infundiéndole al
poema mi soplo a medida que cada letra de cada palabra haya sido sacrificada en las
ceremonias del vivir”. 55
en la obra de Alejandra Pizarnik. Por momentos, la poeta cree haber concertado la construcción
de su refugio a través del canto. Tal como se observa, por ejemplo, en el poema N° 16 de Árbol
de Diana:
La poeta se refugia en esta casa precaria. El canto le permite protegerse de los terrores que
la acosan, colmar su sed de ausencia y descansar en el exilio. La visión del espacio literario
como zona de protección del yo y del lenguaje se expresa nuevamente en “Anillos de ceniza”, de
Hay, en la espera,
un rumor de lila rompiéndose.
Y hay, cuando viene el día,
una partición del sol en pequeños soles negros.
Y cuando es de noche, siempre,
una tribu de palabras mutiladas
busca asilo en mi garganta,
para que no canten ellos,
55
“El deseo de la palabra”, de El infierno musical. Obras completas…, p. 156.
56
Ibid., p. 76.
24
La poeta toma conciencia del desgaste de las palabras en el lenguaje cotidiano 58 . Por esta
razón hace de su canto un asilo para aquellas que han perdido su verdadero sentido y su poder
conjurador. Desde el poema, la escritora trata de resistir todas aquellas circunstancias que
desfundan el lenguaje y que, por tal razón, asumen el rol de “dueños del silencio”. Pero estos
poderes la acechan cada vez con más fuerza, especialmente, a partir de Los trabajos y las
Pizarnik se pregunta insistentemente por los alcances del acto creador. ¿Hasta qué punto puede
confiar en la capacidad conjuradora del verbo poético? ¿en qué medida permite, efectivamente,
57
Ibid., p. 101.
58
Destaca George Steiner que esta forma de concebir el lenguaje encuentra su fundamento en la circunstancia
histórica contemporánea, “en un estado tardío de la civilización lingüística y formal en donde la cotas expresivas del
pasado parecen pesar en demasía frente a las posibilidades del presente, en donde las palabras y los géneros parecen
raídos, gastados por el roce, como una moneda que hubiese circulado demasiado”. Lenguaje y silencio. Ensayos
sobre la literatura, el lenguaje y lo inhumano. (Trad. M. Ultorio). México, Gedisa, 1990, p. 79.
59
Aunque, como veremos más adelante, ya posee atisbos de estos límites en Árbol de Diana. Al respecto destaca C.
Piña: “Pero esta poesía concebida como lugar de reunión e intento de restauración del absoluto, va contaminándose
cada vez más de muerte, y la experiencia unitiva se convierte en testimonio del desgarramiento; la voz única
buscada es cada vez más ‘las voces’ de la desintegración, el diálogo entre el yo ebrio de absoluto y su doble que
crece hasta ahogarlo”. La palabra como destino…, pp. 15-16. Sobre esta evolución ver además: J. G. Cobo Borda.
Op. cit., p. 48.
60
Alejandra Pizarnik. “Silencios en movimiento”, en: Sur, Buenos Aires, N° 294, mayo-junio, 1965, pp. 103-106.
La referencia correponde a las pp. 104-105.
25
de la poesía “un lugar donde todo sucede, donde todo es posible” queda reducida a un intento.
sus antecesores, que la poesía colme sus ansias de absoluto. No admite que la poesía sea un
sustituto de la religión.
Alejandra Pizarnik accede a esta visión de los límites del decir poético no sólo a través de
su experiencia creadora, sino también por la mediación de Georges Bataille61 . En efecto, Bataille
destaca esta condición desoladora del poeta que se siente irremediablemente impulsado a la
conquista de un imposible:
61
La escritora conoció personalmente a Bataille durante su primera estadía en París. C. Piña. Alejandra Pizarnik, p.
107. Las huellas de Bataille se reconocen además en el sentido, a la vez sagrado y subversivo, del erotismo y en la
consideración del poeta como “niño”o “loco” frente a las restricciones del mundo “normal” y “adulto”.
62
G. Bataille. Op. cit., pp. 66-67.
26
ausencia. Es soberana, desde luego, pero como lo es el deseo, no como la posesión del
objeto. La poesía tiene razón al afirmar la extensión de su imperio, pero nosotros no
somos admitidos a contemplar esa extensión sin saber inmediatamente que se trata de un
señuelo inalcanzable; eso no es el imperio, sino más bien la impotencia de la poesía”. 63
anuncia la impotencia del canto al reconocer la fractura de la propia cantora. Por ejemplo, en el
“Aquí vivimos con una mano en la garganta. Que nada es posible ya lo sabían los
que inventaban lluvias y tejían palabras en el tormento de la ausencia. Por eso en sus
plegarias había un sonido de manos enamoradas de la niebla”. 64
Por su condición de ser caído, la poeta vive “con una mano en la garganta” que le impide
pronunciar esa palabra inicial, conjuradora del ser. Intenta vencer el “tormento de la ausencia”
con el tejido de palabras que constituye su canto. Pero esta tentativa es infructuosa ya que “nada
es posible”, y sólo se puede poseer imaginariamente, como ocurre al desear. Por ello, su plegaria
conserva los armónicos de esas manos que intentan apresar lo inasible. El poema deviene una
“figura de la ausencia”. Con esta expresión Alejandra Pizarnik encabeza la tercera parte de El
infierno musical. Además, el sintagma introduce el poema “La palabra que sana”. En él se
“Esperando que un mundo sea desenterrado por el lenguaje, alguien canta el lugar
en que se forma el silencio. Luego comprobará que no porque se muestre furioso existe el
mar, ni tampoco el mundo. Por eso cada palabra dice lo que dice y además más y otra
cosa”. 65
La palabra poética “dice además más y otra cosa” porque no acierta con el centro del ser.
Es imposible evitar su desgaste, incluso en el espacio poético. Las palabras han perdido
63
Ibid., p. 113.
64
A. Pizarnik. Obras completas…, p. 83.
27
mundo”, sino que lo difiere. La tentativa de establecer un nexo con la tierra prometida, a través
saber agobiante que define a la poesía “sin escapatoria”, como destacaba Bataille. En el extremo
no
las palabras no hacen el amor
hacen la ausencia
si digo agua ¿beberé?
si digo pan ¿comeré? […]”. 66
se atiende a los símbolos que aluden con claridad a dichas esferas. Por ejemplo, la secuencia “re-
creador poético en analogía con la creación divina 67 . Pero la remisión a tales esferas se apoya,
65
Ibid., p. 163.
66
“En esta noche, en este mundo”, poema aparecido en la revista Árbol de fuego, Caracas, N° 45, diciembre, 1971 y
en La Gaceta del Fondo de Cultura Económica, México, nueva época, N° 19, julio, 1972. Cito por la edición de
Obras completas…, p. 239.
67
La oposición re-creación/ resurrección tal vez deba entenderse en complicidad con el concepto de “reproducción
sexuada” de G. Bataille. Recordemos que para Bataille el erotismo en todas sus formas conduce en el acto
reproductivo hacia la muerte. Al reproducirse sexualmente el hombre vislumbra su movimiento inherente hacia la
28
especialmente, en la referencia al acto paradigmático de pronunciar los nombres del pan y del
agua como medio para hacer surgir dichos elementos. Al aludir a una prerrogativa divina
Alejandra Pizarnik subraya la diferencia implicada en la analogía. Sólo la palabra de Dios hace
la presencia. Las del hombre hacen la ausencia. Por ello conducen a la poeta al reino del silencio.
La consideración de los límites del decir poético lleva a la pregunta por el silencio y por
sus relaciones con el canto. Alejandra Pizarnik enfrenta esta pregunta de muchos modos en su
universo literario.
Existe el silencio de la apertura que coincide con el momento durante el cual la poeta
Pizarnik refiere su relación con esta forma del silencio en los términos siguientes:
“silencio
yo me uno al silencio
yo me he unido al silencio
y me dejo hacer
me dejo beber
me dejo decir”. 69
destrucción. G. Bataille. Op. cit., p. 33. Es posible que el término “re-creación” connote por asociación semántica
este carácter especular de la reproducción que implica, a la vez, una disgregación y un diferirse del ser. Para una
interpretación similar del mismo pasaje ver: F. Lasarte. Op. cit., pp. 870-871.
68
Según Santiago Kovadloff: “El silencio de la epifanía se me manifiesta cuando mi entrega a la propuesta del
poema - ya sea como autor, ya como lector - alcanza su cenit. Entonces callo. Pero callo como quien corona y no
como quien claudica. Este silencio es fruto de la palabra plena, hijo de su despliegue extremo, de la conquista
apasionada de su agotamiento. Por eso, como tal, ya no es palabra. […]”. El silencio primordial. Buenos Aires,
Emecé, 1993, p. 24. Para los distintos tipos de silencio que se mencionan a continuación remito principalmente a
este autor. Para el problema del silencio en la poesía hispanoamericana contemporánea ver: Guillermo Sucre. La
máscara, la transparencia. Ensayos sobre la poesía hispanoamericana. 2a ed. corregida y aumentada. México,
FCE, 1985, Tercera parte, capítulo XXI: “La metáfora del silencio”, pp. 293-319; para el estudio del silencio en la
obra de Alejandra Pizarnik ver fundamentalmente el trabajo de Anna Soncini. “Itinerario de la palabra en el
silencio”, en: Cuadernos Hispanoamericanos, Madrid, N° 5, “Los complementarios”, mayo, 1990, pp. 7-15.
69
A. Pizarnik. Texto incluído en la sección “Otros poemas” de Árbol de Diana. Cito por la edición de Obras
completas…, p. 61.
29
La poeta calla. Se deja decir porque espera que las cosas hablen. Espera que su propio
lenguaje se ajuste al lenguaje propio de las cosas. Ya que éste es, para Alejandra Pizarnik, el
verdadero sentido del silencio epifánico. Por ello, al referirse a la poesía de Yves Bonnefoy,
afirma:
Para alcanzar esta zona iluminada la poeta tendrá que escoger sólo aquellas palabras que
aún pueden aferrar el ser, haciéndose a la inmovilidad de las cosas. Esta labor, que exige
ponderar palabra por palabra se alude en el poema “Verde paraíso” de Los trabajos y las noches:
expresión 72 . La poeta que “atesora palabras muy puras” tiende a la síntesis, a la exactitud, se
apega a unos pocos vocablos esenciales. Así trata de perfilar en el poema “imágenes dibujadas
por una voz inaudible”. Esta búsqueda expresiva, que corresponde al talante de La última
inocencia, Las aventuras perdidas, Árbol de Diana y Los trabajos y las noches, se fundamenta
condiciones, la creación poética exige del escritor una forma de representación análoga a la de la
plástica. Una forma que promueva la “contemplación” de la imagen poética. Alejandra Pizarnik
70
Alejandra Pizarnik e Ivonne Bordelois. “El poeta desinteresado”, en: Sur, Buenos Aires, N° 278, setiembre-
octubre, 1962, p. 7.
71
Obras completas…, p. 100.
72
A. Soncini. Op. cit., pp. 12-13.
30
ofrece las claves de esta concepción en una entrevista que efectuara a Roberto Juarroz. Al
“[…] Para mí, se trata de una correlación evidente; y lo es porque entre otras cosas,
el poeta comparte con el pintor la necesidad ineludible de hacer existir los objetos de su
espíritu (imágenes, representaciones), las cuales exigen, a fin de existir con entera
plenitud, la máxima precisión. De ahí la imposibilidad, tanto para el poeta como para el
pintor, de prescindir de la contemplación”. 73
Esta particular contemplación le permite el hallazgo de la palabra justa. Tal como explica
“[…] hago [el poema] de una manera que recuerda, tal vez, el gesto de los artistas
plásticos: adhiero la hoja de papel a un muro y la contemplo; cambio palabras, suprimo
versos. A veces, al suprimir una palabra imagino otra en su lugar, pero sin saber aún su
nombre. Entonces, a la espera de la deseada hago un dibujo que la alude. Y este dibujo es
como un llamado ritual. (Agrego que mi afición al silencio me lleva a unir en espíritu la
poesía con la pintura; de allí que donde otros dirían instante privilegiado yo hable de
espacio privilegiado)”. 74
Esta búsqueda estricta de la palabra en el espacio del poema la mueve a priorizar las
Sin embargo, como se ha notado en el poema “Verde paraíso”, la imagen de la poeta que
atesora palabras muy puras “para crear nuevos silencios” se contempla retrospectivamente. Por
ello presupone ya en Los trabajos y las noches un horizonte diferente de comprensión del
silencio. Alejandra Pizarnik reconoce que existe otra forma del silencio. Una forma temible,
73
Alejandra Pizarnik. “Entrevista con Roberto Juarroz”, en: Zona Franca, Caracas, N° 52, año IV, diciembre, 1967,
pp. 10-13. La referencia corresponde a la p. 12. El subrayado es de la escritora.
74
Ed. cit., p. 368.
75
Para la correlación entre brevitas e intensidad de la expresión ver: Georges Molinié. Dictionnaire de rhétorique.
Paris, Livre de Poche, 1992, pp. 71-73.
31
presiente cada vez con mayor nitidez. Por ello, la escritora afirma en el poema “Silencios” de
ser absorbida por el silencio mortal, la poeta debe disponerse a hablar. Es la forma de evitar que
canten “los funestos, los dueños del silencio”. Este sentido del canto se confirma en el poema
Las damas de rojo se extraviaron dentro de sus máscaras aunque regresarán para
sollozar entre las flores.
No es muda la muerte. Escucho el canto de los enlutados sellar las hendiduras del
silencio. Escucho tu dulcísimo llanto florecer mi silencio gris”. 78
Esta necesidad de hablar para no escuchar el canto de los enlutados también tiene su
correlato en el plano expresivo. La poeta que huye del silencio de la oclusión se derrama en el
Pero el silencio de la oclusión es poderoso. Surge desde el mismo yo como culpa por no
haber cumplido con el destino literario. Es un reproche que cobra voz en el tercer fragmento de
76
Alejandra Pizarnik. Obras completas…, p. 105.
77
A. Soncini. Op. cit., p. 14.
78
Fragmento N° II. Obras completas…, p. 123.
32
La poeta dirige una reproche similar a lo absoluto. En “Una traición mística”, poema en
prosa incluido en Textos de sombra…, elabora una parábola de su aventura poética. En ella
vuelve a asociar las visiones del amado y de Dios como instancias que motivan su sed. Sed
insatisfecha por la ausencia. Al describir la actitud de este amado terrible, que nunca ha de
4. Conclusiones
El análisis de los modos de simbolización del poeta y del acto creador ha permitido
79
A. Soncini. Op. cit., pp. 14-15. También caracterizan la obra póstuma, especialmente los “Textos de sombra”, la
versión dramática de “Los poseídos entre las lilas” y los relatos eróticos que forman la serie de “La bucanera de
Pernambuco o Hilda la polígrafa”, todos ellos recopilados en Textos de sombra y últimos poemas.
80
Alejandra Pizarnik. Obras completas…, p. 171.
81
Ibid., p. 212.
33
ese paraíso perdido que se asocia a la infancia. Se transforma en viajera, en una peregrina entre
mediante la creación. La poeta espera en la noche, ya que este ámbito propicia las revelaciones y
palabra inicial que conjura el ser y permite la construcción de un refugio en el espacio literario.
indefectible del poeta es intentar el conjuro sin cumplirlo efectivamente. Así, el poema se vuelve
la figura de una ausencia. Esta revelación ausente, negativa, es advertencia sobre los límites del
decir poético. Implica un paso del silencio de la epifanía al silencio de la oclusión. Un silencio
fecunda en la lírica argentina contemporánea. Puesto que se prolonga, en la década del ‘60 en
otras voces relevantes como por ejemplo, la de Elizabeth Azcona Cranwell. Y además, encuentra
un nuevo empuje entre los ‘70 y los ‘80, en los grupos neorrománticos nucleados por las revistas
Nosferatu y Último Reino. La experiencia común de estos grupos abreva en las lecturas de
Alejandra Pizarnik 82 .
Sin embargo, tal vez no sea ésta su herencia más significativa. El legado de su universo
literario a la lírica de las últimas décadas tiene que ver con el desencanto que provoca la
tentativa de penetrar la esencia de la poesía. Tiene que ver con la apuesta por la síntesis y la
82
Sobre esta proyección del universo de Alejandra Pizarnik ver: Ricardo H. Herrera. “Nueva poesía argentina
(1970-1990)”, en: Iberorromania, Tübingen, N° 34, 1992, pp. 70-79; Susana Zanetti. “ ‘Brechas en el muro”. Exilio
interior y censura. La poesía en Buenos Aires de la dictadura a la democracia”. En: Karl Kohut, Andrea Pagni
(Eds.) Literatura argentina hoy. De la dictadura a la democracia. 2a ed. Frankfurt/ Main, Ed. Vervuert, 1993, pp.
275-286.
34
Desde su universo literario Alejandra Pizarnik ofrece el legado de una poesía escéptica, de
estética.
83
Guillermo Boido. Veinticinco poemas. Rosario, El lagrimal trifurca, 1983, p. 31. Poeta nacido en Buenos Aires en
1941. Autor de Situación (1971), Poemas para escribir en un muro (1975) y Once poemas (1979). Para una
valoración de Boido en el sistema de la lírica argentina de las últimas décadas ver: Daniel Freidemberg. “Poesía
argentina de los años 70 y 80. La palabra puesta a prueba”. En: Cuadernos Hispanoamericanos, Madrid, N° 517-
519, julio-setiembre, 1993, pp. 137-160.