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John Lyons

Profesor de Lingüística
Universidad de Sussex

,
SEMANTICA
_._-~-- . - ---_._-~

Versión castellana

Ramon Cerda
Catedrático de la Universidad de Barcelona

EDITORIAL TEIDE/BARCELONA
OD04281g
8. Semántica estructural 1: Campos semánticos

8.1. El estructuralismo

En este apartado nos ocuparemos de los principios más generales de lo que


se conoce, al menos en Europa, por 1 i n g ü í s t j e a e s t r u e t u r a V Por
desgracia, el término 'estructuralismo' ha adquirido un sentido algo distin·
to y mucho más estricto en los Estados Unidos, donde ahora tiende a aludir
a los principios teóricos y metodológicos de la llamada escuela post·bloom-
? fiel diana, que dominó el panorama científico de la lingüística norteamerica-
na durante el período inmediatamente posterior a la Segunda Guerra Mun-
dial. Muchos de los principios de este estructuralismo americano resultan
no sólo extraños, sino también discrepantes, con respecto a los del deno-
minado (por razones que ahora mismo exponemos) estructuralismo s a u s-
s u r e a n o (y post-saussurcano). No entraremos en detalles sobre las dife-
rencias entre ambos estructuralismos, ya que muchas carecen de relevancia
en este contexto. Lo que sí debe destacarse, en cambio, a la vista de las
asociaciones polémicas que conlleva el término 'estructuralismo' en la obra
de Chomsky y otros gramáticos generativistas (ef. 10.5), es que no hay, en
principio, ningún conflicto entre la gramática generativa y el estrueturalismo
saussureano, especialmente si este último se combina -como ocurre en cier-
tas interpretaciones, según veremos- con el fu n c ion a 1 i s m o y el un i-
ver s a 1 i s m o. En particular, conviene notar que los estructuralistas saus-
surcanos, frente a lo que hicieron muchos post-bloomfieldianos (para quienes
la 'semántica estructural' comportaría casi una contradicción terminológica),
nunca han sostenido la postura de que la semántica deba excluirse de la
lingüística propiamente dicha. Mencionamos aquí la versión post-bloom·
fieldiana del 'estructuralismo' para prevenir la posibilidad de malentendidos

1. Parte de este capítulo aparece publicado ~n Robey (1973).


2J~ Sr.M.\NTI CA ESTR['C ITH:\I.: (,\:\II'OS SEM \NTlCOS

y confusi unes. En lo sucesiv o, pues, nos atendr emos al


estruct uralism u saus-
surean o, al que se referirá n los términ os de 'estruc turalis mo'
y 'lingüís tica
estruct ural'.
Como suele consid erarse que al sabio suizo F. de Saussu re
se debe la
fundac ión de la modern a lingüís tica estruct ural, emplea remos
tambié n el
términ o 'saussu reano' para caracte rizar el movim iento en
su totalida d. No
debe entend erse, sin embarg o, que el términ o impliq ue la
atribuc ión real
a aquel lingüis ta de los princip ios del estruct uralism o. Alguna
s de las no-
ciones que ahora juzgam os típicam ente estruct uralist as se
encuen tran en
la obra de Herder , W. van Humbo ldt e incluso Leibniz , y
aún pueden re-
montar se más. Los detalle s del desarro llo del estruct uralism
o pre-sau ssu-
reano y de la inspira ción que recibió de él mismo Saussu re
son comple jos
y poco claros, pero puede asegur arse que ya hubo una corrien
te estruct u-
ralista en el idealis mo filosófico alemán posteri or a Kant,
cultiva do, con
indepe ndenci a de Saussu re, por estudio sos como Cassire r
(1923, 1945; eL
tambié n Urban, 1939; Langer , 1942), y que, junto con la versión
más espe-
cíficam ente saussu reana del estruct uralism o, ha ejercid o una
fuerte influen-
cia sobre las teorías de Trier y Weisge rber, cuya obra presen
taremo s des-
pués (8,2).
El primer lrabajo lingüís tico de Saussu rc, un revoluc ionario
análisis
seguido de la recons trucció n del sistem a vocálic o indoeu ropeo
(1878) -cuyo
interés pasó inadve rtido, por cierto, durant e unos cincue nta
años- estaba
ya profun damen te imbuid o de los princip ios estruct uralist
as. Ahora bien,
fue su eours de Lingui stique Généra le (1916) lo que puso en
marcha el mo-
vimien to y propor cionó la termin ología corrien te de lo que
hoy se conoce
por lingüís tica estruct ural. Las circuns tancias de la publica
ción provoc aron
una serie de oscurid ades e incohe rencias en el Course de
Saussu re debido
a que él no fue el autor directo del libro y, por tanto, no
siempr e parece
interpr etado de un modo totalm ente fidedig no. En todo caso,
es la versión
publica da del Cours lo que posee verdad era import ancia históric
a. Las líneas
princip ales de la doctrin a de Saussu re están tan fuera de
toda duda, que
no es necesa rio que nos ocupem os ahora de los asunto s más
sutiles de su
exégesi s. 2
¿En qué consist e, entonc es, la tesis central del estruct uralism
o? Plan-
teada de momen to en su forma más genera l, dice que toda
lengua es una
e s t r u c t u r a, o s i s t e m a, relacio nal única y que tanto
la esencia como
la existen cia de las unidad es que identif icamos o postula mos
como constru c-
tos teórico s al analiza r la oración de una determ inada lengua
(sonido s, pa-
labras, signific ados, ctc.) derivan de su mutua relació n con
otras unidad es

2. No hace mucho, se han descubi erto y publicad o algunas


de las notas del propio
Saussur e (cf. Codel, 1957), que se utilizan, junto con otras
fuentes. para compon er una
edición crítica (cf. Saussur e, 1967-71 [v también De Mauro,
1973]). En Rouler (1975) se
encuent ra una provech osa selecció n de textos clave comenta
dos a parti¡- de Saussur e
(1916), y en Engler 0%8) hay un glosario sobre la termino
logía saussure ana acompa ñado
de citas textuale s.
8.1. EL ESTRllCTURALlSMO 219

del mismo sistema lingüístico. No cabe, pues, identificar primero las uni-
dades y luego, en una etapa consecuente de análisis, inquirir qué relaciones
combinatorias o de otro tipo existen entre ellas, puesto que ambas cosas,
las unidades y sus relaciones, se identifican de un modo simultáneo. Las
unidades lingüísticas no son más que puntos de un sistema o red de rela-
ciones, donde aparecen como terminales sin existencia previa o indepen-
diente.
Utilizaremos el sistema fónico, o fa n o lag í a, del inglés para ilustrar
inmediatamente esta noción general. No hay inconveniente en admitir que
la forma de palabra pit, «foso», consta de tres segmentos en un medio tanto
hablado como escrito (cf. 6.2) dispuestos en un orden secuencial (tip, «pun-
ta», es una forma de palabra diferente de pit -no son muestras del mismo
tipo- y ipl [o ilp] no constituyen formas de palabra en inglés). Los seg-
mentos de la forma escrita son, por supuesto, letras, y los de la forma ha-
blada, sonidos o fa n e m a s. Según muchos lingüistas, los fonemas de una
lengua no son las unidades mínimas del sistema fónico, pues están com-
puestos de conjuntos no ordenados de componentes (o r a s g o s di s t i n.
ti vos). No entraremos en esta cuestión (cf. 3.4, nota 10).
Ahora bien, cuando se pronuncia la forma hablada pit, aparece como
una continua expansión de sonido que el fonetista puede analizar en un nú
mero bastante grande de componentes acústicos en intersección, correlati·
vos de estados constantemente variables de los órganos fonadores que
determinan la configuración del conducto vocal, el paso libre o interrumpido
del aire por la boca y la nariz, el régimen vibratorio de las cuerdas vocales,
y así sucesivamente. La correlación entre los estados variables de los órga-
nos del habla y las propiedades variables de las señales vocales producidas
por la selección de distintos valores en las variables articulatorias es muy
compleja (y todavía no bien comprendida), pero es evidente que ni la enun-
ciación ni el enunciado resultante se componen de una secuencia de unida-
des físicas discretas. Además, cada pronunciación de una forma de palabra
como pit (como parte de un enunciado completo) cs siempre algo diferente
de cualquier otra pronunciación de la misma forma de palabra por dis-
tintos hablantes y aun por un mismo hablante en ocasiones sucesivas. ¿Cómo
identificamos, pues, estas formas físicamente diferentes como muestras del
mismo tipo? ¿Cuál es la naturaleza de la identidad o persistencia que subya-
ce a esta diversidad de manifestaciones físicas? Los estructuralistas dirán
que se trata de una identidad de modelo o estructura.
Toda pronunciación aceptable de pit se mantiene distinta de toda pro-
nunciación aceptable de formas tales como bit, «trozo», lit, «adecuado», kit,
«equipaje» etc. (en el mismo di a 1 e c t o: cf. 14.5) por una variedad de
diferencias acústicas dispuestas o concentradas alrededor del comienzo de la
expansión continua de sonido; también de toda pronunciación aceptable de
formas como pet, «doméstico», pat, «palmada», etc. por diferencias situadas
en el centro de las respectivas expansiones fónicas, así como de toda pro-
nunciación aceptable de formas como pick, «pico», pin, «alfiler», etc. por
diferencias localizadas al final de la expansión fónica. Decimos, así, que en
220 SEMÁNTlCA ESTRUCTURAL: CAMPOS SEMÁNTlCOS

inglés hay un fonema p, un fonema b, un fonema j, etc. porque pi!, bit, tit,
etcétera, actúan como formas diferentes con respecto a cap, «coger», cab,
{(cisne», caugh, ((toS», etc., esto es, realizan distintas palabras morfosintác-
ticas en la misma lengua.J Cada una de estas palabras morfas in tácticas va
asociada a un lexema distinto, cosa que no es, por otro lado, una condición
necesaria para establecer una diferencia fonemática: men, «hombres)}, y man,
«hombre», realizan distintas palabras morfosintácticas asociadas al mismo
lexema 'man'. Lo que, en términos fonéticos muy vagos, podemos descri-
bir acerca de los sonidos p, b, t, etc., es que son fu n c ion a 1 e s o lingüís-
ticamente pertinentes en inglés. Pero existen muchas lenguas en que esto no
sucede así, donde los sonidos p y b (o bien p y f) se hallan en v a r i a ció n
1 i b r e, en el sentido de que la sustitución de uno por otro en el mismo
contexto fonético mantiene la identidad entre tipo y muestra de las formas re-
sultantes. En tales lenguas no diríamos que hay un fonema p y un fonema b,
sino uno solo (indicado como mejor convenga) que se realiza mediante un
sonido p o b. Existen también lenguas donde lo que fonéticamente cabe
identificar en las expansiones fónicas como sonido p comparece tan sólo al
final de las formas, mientras que su análogo b aparece al principio. En este
caso, no se consideran .variantes libres, sino posicionalmente determinadas
(a 1 ó f o n o s, para usar un término técnico) o bien realizaciones de un mis-
mo fonema.
Lo que importa, entonces, al establecer el inventario de fonemas de una
lengua es averiguar si los fragmentos del complejo fónico que se halla en
correlación con ellos se encuentran o no en relación de con t r a s t e
fu n c ion a l. Toda lengua sienta un conjunto más o menos diferente y, en
principio, único de distinciones en el continuo fónico que se hacen funciona-
les al utilizarse para preservar la distinción entre las muestras de los di-
versos tipos de palabras y enunciados. Al principio decíamos que toda uni-
dad lingüística es un punto dentro de una estructura relacional y que su
esencia y existencia deriva de sus relaciones con otras unidades del mismo
sistema lingüístico. Lo que se entiende por esta afirmación, presumiblemen-
te demasiado abstracta, habrá quedado ahora más claro en lo que concierne
a la fonología. Un fonema es un constructo teórico abstracto que se postula
como el lugar geométrico de contrastes y equivalencias funcionales entre con-
juntos de formas. Todo fonema está asociado a un conjunto de variantes foné-
ticas posicionalmente determinadas (ya un ámbito dado de posible fluctuación
dentro de cada variante fonética)," pero no es por sí mismo una unidad físi-
camente identificable. Además, como se ha visto, no podemos elnprender
la tarea de establecer el inventario fonemática de una lengua procediendo

3. [La pronunciación de las tres últimas formas puede transcribirse a base de


IkoP/, Ikobl y /kof/, respectivamente: cf. la tabla de Convenciones tipográficas. Por lo
demás, obsérvese que estas oposiciones son totalmente análOGas a las que aparecen en
castellano entre mal, cal y sal; entre mal, mil y mol, y entre mal, mar y más, de donde
se obtienen los fonemas m, k, s, a, i, 0, 1, r.]
8.1. EL ESTRUCTURALIS},{O 221

pieza por pieza, decidiendo en primer lugar que existe un fonema p, luego
que hay un fonema b, y así sucesivamente. Decimos que hay un fonema
p y un fonema b porque existe una relación de contraste funcional entre
pares de formas, y con ello postulamos dos fonemas distintos como términos
de esta relación funcional. En el análisis de la lengua, las relaciones de
contraste y equivalencia que aparecen en el comportamiento lingüístico son
metodológicamente previas a las unidades que el lingüista postula como
terminales de dichas relaciones en su modelo descriptivo del sistema lin-
güístico. E.ste es uno de los principios cardinales del estructuralismo.
Antes de continuar la exposición, quizá debamos prevenir un posible
malentendido. Cuando el estructuralismo dice que toda lengua establece un
conjunto único de distinciones fónicas funcionales, no implica necesaria-
mente la inexistencia de unos principios generales, e incluso universales,
que gobiernan la estructura fonológica de las lenguas. Es cierto que mu-
chos estructuralistas han mantenido la postura de que la selección de un
determinado conjunto de distinciones fonológicas por parte de las lenguas
es absolutamente arbitraria. Pero esta concepción, que podemos calificar de
r e 1 a t i v i s t a (en contraste con versiones más fuertes o débiles de u n i-
ver s a 1 i s m o: véase más abajo) no es esencial al estructuralismo. No cabe
duda que ciertas distinciones fonéticas se vuelven funcionales más a me-
nudo que otras en las lenguas del mundo, lo mismo que ciertas distincio-
nes gramaticales y semánticas. Cualquiera que haya sido la conexión his-
tórica entre el relativismo y al menos ciertas versiones del estructuralismo,
los principios de la lingüística estructural, tal como aquí los presentamos,
son compatibles al menos con algún tipo de universalismo, aunque no lo
impliquen.
Todo cuanto se ha dicho sobre el sistema fonológico de la lengua se
aplica igualmente a su estructura gramatical. Todo término en una categoría
gramatical dada (v. gr., el futuro en la categoría del tiempo verbal o el
plural en la categoría del número) se halla en contraste con otros términos
de la misma categoría. Cada lengua hace, como si dijéramos, una selección
diferente a partir del conjunto de distinciones posibles que cabe hacer y las
g r a ID a tic a 1 iza (es decir, las vuelve gramaticalmente funcionales) a base
de categorías tales como tiempo, número, género, caso, persona, proximidad,
visibilidad, conformación, animación, etc., y agrupa las palabras en clases
del tipo tradicionalmente aludido como partes del discurso. Estas catego-
rías y partes del discurso se combinan para formar oraciones de acuerdo con
reglas y principios que pueden variar, deniro de ciertos límites, de una
lengua a otra. Como veremos en _un capítulo posterior (10.2), existen, en
cuanto a esto, ciertos problemas ligados a la noción de g r a m a tic a 1 i-
z a ció n que derivan de las distintas concepciones sobre el objeto de la
gramática. Pero de momento dejaremos nuestro tema al margen de las ac-
tuales controversias que se plantean en lingüística en torno a estos asuntos.
La validez lingüística de las unidades de descripción gramatical deriva del
lugar que éstas ocupen en una red de relaciones funcionales, de las cuales
dependen para su identificación.
222 SEMÁNTICA ESTRUCTtTRAL: CAMPOS SEMÁNTTCOS

Los aspectos esenciales que hemos señalado en cuanto a la fonología


y a la gramática se aplican igualmente con respecto a la estructura 1 é-
xi c a de la lengua (es decir, a la estructura de sus vocabularios). El hablante
monoJingüe acaso sienta una ingenua propensión a pensar que los significados
de los lexemas (su sentido y denotación) son independientes de la lengua
que casualmente habla y que la traducción de una lengua a otra es una
simple cuestión de encontrar los lexemas del mismo significado en la se-
gunda lengua para ponerlos juntos en el orden apropiado. Pero no es éste
el caso, como muy bien sabe todo el que tiene alguna experiencia práctica
en la traducción. 4 En primer lugar, aparece el problema evidente de que
dos o más significados pueden asociarse a lexemas h o m ó n i m o s en
una lengua, pero no en la otra (cf. 13.4). Podemos ser incapaces de traducir
una determinada oración por ignorar cuál de los homónimos se codificó en
la señal y fue luego transmitido por el hablante. Por ejemplo, la oración en
francés 'le vais prendre ma serviette' puede traducirse al inglés [y al cas-
tellano] como '1'11 go and get my towel', «Voy a tomar mi toalla)}, o '1'11 go
and get my brief-case', «Vaya tomar mi cartera)} (o bien '1'11 go and get my
napkin', «Vaya tomar mi servilleta}), y aun de otras formas posibles), en
virtud de la homonimia que hay entre 'servieHe 1' y 'serviette 2 '. (En rigor, no
está claro si se trata de un caso de homonimia o de poi i s e m i a, ya que
los criterios para establecer preteóricamente esta distinción son dudosos:
eL 13.4; aunque aquí esto carece de importancia.) Los problemas de tra-
ducción que surgen como consecuencia de la homonimia (o de la polisemia)
no van ni a favor ni en contra del estructuralismo en semántica. Si la
ambigüedad se resuelve por el contexto en que se enuncia la oración, el
oyente podrá darle una interpretación correcta y será, en principio, traduc-
tibIe a ot.ra lengua.
El hecho de que una lengua pueda I e x i cal iza r un significado
(esto es, proporcionar una palabra para él) cuando éste no está lexicaliza-
do en otra ofrece mayor interés teórico. En los casos más triviales, esto
puede obedecer a que la lengua que carece de un lexema para un determinado
significado se hable en una parte del mundo donde no existe un cierto
objeto o una clase de objetos. No sería nada sorprendente, por ejemplo,
descubrir que no hay ninguna palabra para «nieve» en alguna lengua del
Africa ecuatorial. Menos triviales que éste, pero en el fondo del mismo
carácter, son los casos donde una lengua da un reconocimiento léxico a un
artefacto, institución social o concepto abstracto para el cual, debido a
razones culturalmente explicables, no hay un lexema equivalente en otra
lengua. Existen muchas lenguas a las que, por ejemplo, sería difícil tra-
ducir 'piano', 'sacramento', 'justicia' o incluso 'familia'. También en estos
casos podemos decir que la lengua carece de una palabra para un determina-
do significado puesto que el mundo en que opera normalmente (en un sen-

4. Sobre traducción, eL Beckman &. Callow (1974), Brower (1959), Catford (1965),
Mounin (1963). Nida 0%4), Nida & Taber (969), Steiner (19751.
8.1. EL ESTRllCTl:RALlSMO 223

lido algo ampliado de 'mundo') no contiene nada a que aplicarse. la palabra.


A lo largo de la historia y la prehistoria las lenguas han compensado la de-
ficiencia léxica a este respecto -cuando una cultura entraba en la esfera
de influencia de otra e importaba de ella mercancías de varios tipos, ins-
tituciones sociales, conceptos religiosos o legales, etc.- tomando en prés·
tamo palabras de otras lenguas (d. 'restaurante', 'patata', 'vodka', etc.)
o, aunque con menor frecuencia, asociando un nuevo significado a un lexe-
ma propio. Desde hace siglos, los estudiosos conocen y discuten el fenó-
meno de que un significado aparezca lexicalizado en una lengua y no en
otra por las razones que hemos mencionado, lo que, al igual que la ambi-
güedad que causa la homonimia y la polisemia, es compatible con una teoría
del significado tanto estructuralista como no estructuralista.
Hay, sin embargo, una razón teóricamente más interesante que explica el
hecho de que la llamada, vagamente, traducción palabra por palabra re-
sulte por lo general insatisfactoria y a menudo imposible, y es que las fron-
teras entre los significados de lo que a primera vista parecen palabras
semánticamente equivalentes pueden ser, y muchas veces son, in c o n-
g r u e n tes. Toda la cuestión de averiguar lo que constituye equivalencia
semántica entre lexemas de distintas lenguas es compleja y controvertida
y depende, en último término, de la equivalencia cultural de objetos, insti-
tuciones y situaciones. Los hablantes bilingües suficientemente familiariza-
dos con el contexto cultural en que operan dos lenguas coinciden a menu-
do, por no decir siempre, acerca de si hayo no equivalencia semántica en-
tre distintos lexemas. Su juicio sobre la equivalencia semántica sólo se basa
con frecuencia en la intuición, pero, en la medida en que este juicio es in-
tersubjetivamente coherente y fidedigno, puede considerarse como parte de
los datos con que hay que contar en la semántica descriptiva y teórica (cL 1.6).
Si los hablantes bilingües de dos lenguas estiman que un lexema de la Len-
gua A (en uno de sus sentidos) tiene (aproximadamente) el mismo significa-
do que un lexema de la Lengua B (en uno de sus sentidos), podemos decir que
los dos lexemas (en sus sentidos relevantes) son (aproximadamente) equiva-
lentes en a p 1 i c a b i lid a d, es decir, pueden aplicarse a las mismas cosas
o en las mismas situaciones (cf. 7.4). Como la denotación se incluye en la apli-
cabilidad, cabe entonces considerar que la equivalencia o no equivalencia de-
notacional de los lexemas entre diversas lenguas forma parte de su equivalen-
cia o no equivalencia en aplicabilidad. Ahora bien, la equivalencia denotacional
es relativamente independiente del contexto cultural y, por tanto, es más apta
para la verificación experimental que otros aspectos de la aplicabilidad y puede
examinarse, bastante satisfactoriamente para nuestros propósitos inmediatos,
sin prejuzgar cuestiones discutibles sobre la equivalencia cultural de objetos,
instituciones y situaciones. Al hablar de la equivalencia semántica de lexe-
mas de diversas lenguas en este apartado nos limitaremos, pues, al aspecto
denotacional.
Tomemos, de momento, un ejemplo de las dificultades que surgen al
traducir de una lengua a otra a consecuencia de la no equivalencia deno-
tacional de lexemas entre ambas lenguas. Supongamos que se nos pidiera
224 SEMÁNTICA ESTRUCTURAL: CAMPOS SEMÁNTICOS
1
!

traducir al francés la oración inglesa 'The cat sat on the mat', «El gato se
sentó (festaba sentado) sobre la estera», No nos interesan ahora los proble·
mas que derivan de las diferencias de estructura gramatical entre inglés
y francés, y aun menos la dificultad de conservar el ritmo y la rima interna
(entre cal y mal). Pero notemos de paso que el francés [y el castellano]
gramaticalizan obligatoriamente la distinción [que no tiene el inglés] entre
estar sentado y adoptar una posición de sentado (por lo que 'étre assis', «es~
tar sentado», y 's'asseoir', «sentarse», serían distintas expresiones predicativas),
y que las diferencias en la categoría de tiempo gramatical en las dos lenguas
podría hacernos dudar (para el francés literario corriente [y para el castellano
más corriente todavía]) entre s'assit, «se sentó», s'esl assis( e), «se ha sentado
(él o ella»), y s'asseyait, «se sentaba». Pero, ¿cómo traducir la expresión 'the
I.:at'? ¿Como 'le chat', «el gato», sabiendo que el animal a que se refiere la
frase es macho, ignorándOLo sin querer o ignorándolo voluntariamente? ¿O
como 'la chatte', «la gata», sabiendo que se trata de una hembra? (Dare-
mos por sentado que 'the cat' en la oración inglesa se refiere a un miembro
de la especie Felis domestica, aunque haya, por supuesto, otras posibles
interpretaciones.) El hecho de que el francés utilice 'chatte' para cuando
se sabe que se trata de un gato hembra mientras que el inglés no recurra
forzosamente a una frase como 'tabby cat' en las mismas condiciones sig-
nifica que 'cat' y 'chat' no son denotacionalmente equivalentes. Es un ejem-
plo relativamente trivial éste, pero muy típico de esta clase de diferencias
entre la denotación de palabras aproximadamente equivalentes en inglés y
en francés. La traducción de 'the mat' es más interesante. ¿ Se trata de una
referencia a la estera ('paillasson'), a la alfombrilla de dormitorio ('descente
de lit') o a una pequeña alfombra ('tapís'), para no mencionar otras posi-
bilidades? Hay un conjunto de lexemas en inglés, 'mat', 'rug', 'carpet', etc.,
y un conjunto de lexemas en francés, 'tapís', 'paillasson', carpette', etc. [así
como en castellano, 'estera', 'felpudo', 'alfombra', etc.] cuya denotación no
es idéntica. Cada conjunto de lexemas divide, ° categoriza, una cierta parte
del universo de la mueblería doméstica de un modo distinto, con lo que los
respectivos sistemas no guardan relación. Esto no significa, desde luego,
que en la práctica no podamos traducir al francés palabras como 'mat' de
una manera satisfactoria, ya que, al traducir, 10 que hacemos es determinar
lo mejor posible según el contexto cómo Se caracterizarían los objetos refe-
ridos a partir de un sistema de distinciones más o menos similar pero a
menudo incongruente. Y muchas veces importará poco que, a falta de una
información contextual que pudiera dilucidar la cuestión en uno u otro sentido,
nos veamos forzados a elegir arbitrariamente entre diversas alternativas.
Es muy fácil darse cuenta de las dificultades de traducir de una lengua
a otra y, aun así, subestimar, u omitir totalmente, las implicaciones teóri-
cas de los hechos que dan lugar a estas dificultades. Como vimos en el ca-
pítulo precedente, la denotación de un lexema está limitada por las rela-
ciones de sentido que existen entre él y otros lexemas en la misma lengua
(cf. 7.6). La denotación de 'mat' queda así circunscrita por su contraste de
sentido con respecto a 'rug' y 'carpet'; a su vez la denotación de 'paillas-
8.2. LAS DICOTOMíAS SAUSSUREANAS 225

son' en francés lo está por su contraste de sentido con 'tapis' y otros lexe-
mas. No cabe decir razonablemente que 'mat' posee dos significados por-
que es traductible al francés mediante dos lexemas no sinónimos, 'tapis' y
'paillasson', o que 'tapis' tiene tres significados porque puede' traducirse al
inglés por medio de tres lexemas no sinónimos, 'rug', 'carpet' y 'mat'o Los
significados de las palabras (su sentido y denotación) se producen en el
interior de la lengua a la que pertenecen. A esto se alude, en lo que atañe
al vocabulario de las lenguas, al decir que cada lengua dispone de su propia
estructura semántica, así como de su propia estructura gramatical y fo-
nológica.

8.2. Las dicotomías saussureanas


En apartados posteriores volveremos a tratar de la concepción estructura·
lista del vocabulario. En este punto es oportuno presentar cuatro distincio-
nes aducidas por Saussure, que han tenido una importancia decisiva en el
desarrollo del estructuralismo.
g
La primera se refiere a la distinción entre 1 a n u e y par ole. Bien
poco basta decir a este respecto, puesto que hemos sentado ya una distin-
ción esencialmente igual a base de comportamiento lingüístico (parole) y
sistema lingüístico (Iangue) que subyace al comportamiento lingüístico de
una determinada comunidad de hablantes (cf. 1.6). Como no hay equivalentes
generalmente aceptados para la 'langue' y 'parole' de Saussure, continua-
remos empleando los términos s i s t e m a 1 i n g ü í s tic o y c o ID P o r-
t a ID i e n tal i n g ü í s tic 0.5 La doctrina de Saussure acerca del sistema
lingüístico es oscura en ciertos aspectos y ha causado una considerable con-
troversia en torno a la naturaleza precisa de lo que trataba de exponer.6
Puso de relieve el carácter supraindividual y social del sistema lingüístico (de
una manera que recuerda mucho a Durkheim), pero también insistió que
tiene una cierta validez psicológica por cuanto se encuentra almacenado en
el cerebro de cada miembro de la comunidad lingüística. No entraremos en
estos detalles aquí. Los lingüistas discutirán seguramente sobre el grado de
abstracción y de idealización contenido en la postulación de un sistema lin-
güístico subyacente relativamente uniforme, y muchos de ellos negarán que

5. [Como es bien sabido, en la bibliografía escrita en castellano es muy frecuente


el uso de los términos respectivos 'lengua' y 'habla', sobre todo a partir de la traduc-
ción del Curso de Saussure por Amado Alonso: d. Saussure (1916).]
6. Coseriu (1952) distingue entre sistema y norma, mientras Hjelmslev (1953) hace
abstracción de las implicaciones sociopsicológicas de la concepción de Saussure sobre
el sistema lingüístico. La distinción de Chomsky (1965) entre 'competencia' y 'actuación'
es comparable, hasta cierto punto, a la distinción de Saussure entre 'langue' y 'parole'
(cE. 1.6).

15
226 SEMÁNTICA ESTRUCTURAL: CAMPOS SEMÁNTICOS

el sistema que postulan esté incorporado, como tal, en los cerebros de los
hablantes nativos de las lenguas que describen. Pero la mayoría de lingüistas
de hoy establece algún tipo de distinción efectiva entre el comportamiento
lingüístico y el sistema de unidades y relaciones que subyace a aquel com~
portamiento.
La segunda distinción saussureana alude a la s u s tan e i a y a la
fa r m a. Dado que el término 'forma' aparece ampliamente en lingüís~
tica utilizado en otros sentidos (cf. 1.5), en esta presentación lo vamos a
sustituir por el de e s t r u c t u r a. La noción saussureana de sustancia está
muy próxima al concepto aristotélico y escolástico de materia. ('Sustan~
cia' tiene un sentido muy diferente en la tradición filosófica desde Aris-
tóteles, pero ahora se ha asentado bien en lingüística en el sentido saus-
sureano.) En el uso científico moderno y aun coloquial, 'materia' denota
algo dotado de extensión espaciotemporal. En la interpretación del concepto
saussureano de sustancia debemos, pues, partir de esta implicación más
particular del término 'materia'. Veamos un ejemplo tradicional: cuando
un escultor labra una estatua a partir de un bloque de mármol toma algo
que, para el presente propósito, podemos considerar sin forma e interna~
mente indiferenciado pero le da, a medida que lo esculpe, una forma definida
distintiva con lo que se convierte, pongamos, en una estatua de Apolo o de
Pegaso. El mármol, en tanto que sustancia, es potencialmente muchas
cosas, pero en realidad no es ninguna, y se vuelve una cosa y no otra cuando
se impone una determinada estructura y no otra al sustrato indiferenciado.
Lo mismo sucede, dice Saussure, con la lengua. Sólo que las lenguas
reciben esta imposición estructural sobre dos tipos de sustancia: el sonido y
el pensamiento. La composición fonológica de una forma de palabra es un
complejo de fonemas, cada uno de los cuales, como hemos visto, debe
su esencia y existencia a la estructura impuesta por el sistema lingüístico
sobre el continuo (esto es, la sustancia) de sonido. A su vez, el significado de
un lexema deriva de la imposición de estructura sobre el continuo mental, de
otro modo nebuloso y rudimentario.
La distinción entre sustancia y estructura es crucial en el estructura~
lismo saussureano. No todos los estructuralistas, sin embargo. han conce-
bido la sustancia del significado como lo hizo Saussure. Muchos estudiosos
han descrito el significado lingüístico a partL· de la categorización de la
realidad o del mundo externo y no a partir de la imposición de estructura
sobre una sustancia conceptual. El estructuralismo puede asociarse tanto al
fenomenismo como al idealismo, e incluso aparecer explícitamente diso-
ciado de ambos.7 No entraremos tampoco en detalles sobre las diversas in-

7. En Spang-Hanssen (1954) se halla un interesante sumario de diversas teorías


primitivas sobre el significado examinadas desde una perspectiva estructuralista. Consi-
dero a Whorf (1956) un fenomenista (aunque su posición filosófica no está acaso ente-
ramente clara: cL Black, 1959); a Cassircr (1923), un idealista y a Hjelmslev (1953), neu-
tral. La cuestión aparece discutida, desde un punto de vista materialista (y, más espe-
cíficamente, marxista), por Schaff (1960, 1964: cL Olshewsky, 1969: 101-11, 736).
8.2. LAS DICOTOMÍAS SAUSSUREANAS 227

terpretaciones que hay en cuanto al sustrato del significado. Lo único que


diremos aquí es que la validez de la distinción entre sustancia y estructura
es mucho más controvertida en semántica que en fonología.
La tercera de las dicotomías de Saussure se refiere a las relaciones
que hay entre las unidades del sistema lingüístico. Son de dos tipos: p a·
r a d i g ID á tic a s y sin t a g ID á tic a s. Las relaciones sintagmáticas que
contrae una unidad son las que se realizan en virtud de su combinación (en
una construcción o sin t a g m a) con otras unidades del mismo n i v e l. Por
ejemplo, el lexema 'viejo' está sintagmáticamente relacionado con el artícu-
lo definido 'el' y el sustantivo 'señor', en la expresión 'el viejo señor'; la
letra o está en relación sintagmática con e y l en la forma escrita de la palabra
col. Es importante observar que, aunque las relaciones sintagmáticas se
realizan, como si dijéramos, en el comportamiento, no por ello dejan de
formar parte del sistema lingüístico. El hecho de que el viejo señor pueda
aparecer en enunciaciones en castellano como una frase gramaticalmente
correcta (como forma de la expresión 'el viejo señor') se debe a que los le-
xemas constituyentes pertenecen a partes del discurso cuyas posibilidades
combinatorias están determinadas por el sistema lingüístico subyacente.
La forma el viejo señor es una entre un conjunto de formas, el joven señor,
el sobrio señor, la joven dama, etc., descriptibles todas como Frases No-
minales con una estructura interna a base de Artículo+Adjetivo+Nombre.
El hecho de que la expresión 'el viejo señor' sea una colo e a e ió n se-
mánticamente aceptable en castellano (mientras que 'el cubo cilíndrico',
por ejemplo, no lo sea) depende del significado que se asocia a los lexemas
constituyentes en el sistema lingüístico. Más adelante añadiremos algo más
sobre las relaciones sintagmáticas en gramática y semántica.
Las relaciones paradigmáticas que contraen las unidades se forman entre
una determinada unidad de un sintagma dado y otras unidades permuta-
bles con ella en el mismo sintagma. Por ejemplo, 'viejo' se halla en rela-
ción paradigmática con 'joven', 'sobrio', etc. en expresiones como 'el viejo
señor', 'el joven señor', 'el sobrio señor', etc., del mismo modo que 'señor'
está en relación paradigmática con 'dama', 'profesor', etc., en expresiones
como 'el viejo señor', 'la vieja dama', 'el viejo profesor', etc. [así como 'el'
lo está con 'un', 'este', etc.]. De manera análoga, las letras o y a son per-
mutables entre sí en las formas de palabra col y cal.
Todo esto es bien obvio en cuanto se hace explícito. La cuestión teó-
ricamente importante consiste en que la estructura del sistema lingüístico
depende en cada nivel de principios complementarios de selección y
combinación. El conjunto de unidades paradigmáticamente reIacionadas, o
permutables, que puede aparecer en una posición suele ser distinto del con-
junto de unidades análogas que pueden aparecer en otra posición. Identifi.
camas las unidades en virtud de su potencialidad de aparición en ciertos
sintagmas, donde la selección de un elemento en vez de otro produciría
un sintagma resultante distinto. Describir un sistema lingüístico equivale,
pues, a especificar tanto la pertenencia a los conjuntos paradigmáticos como
las posibilidades combinatorias de un conjunto con respecto a otro en sin-
228 SEMÁNTICA ESTRUCTURAL: CAMPOS SEMÁNTICOS
1
tagmas bien formados. Mirado desde esta perspectiva, puede decirse que las
lenguas presentan, en cada nivel de análisis, dos dimensiones, o ejes, de es-
tructura, en los cuales toda unidad tiene su lugar en uno o en más puntos.
La selección de una unidad en lugar de otra a partir de un conjunto de
unidades paradigmáticamente afines tiene una especial pertinencia para
la noción de in f o r m a ció n (tanto d e s e ñ a 1 como s e m á n tic a)
que hemos examinado en un capítulo anterior (2.3). Por lo que se refiere
a la información semántica, la posibilidad de seleccionar una unidad en
vez de otra (y, en la mayoría de los casos, de combinarla, según las reglas
del sistema de señalización, con otras unidades significativas) es una pre-
condición para ser capaz de transmitir diferentes mensajes en el sistema
en cuestión. Las unidades paradigmáticamente afines no son, sin embargo,
forzosamente distintas en significado; de ahí que la selección de un le-
xema en lugar de otro puede no ejercer ningún efecto sobre el mensaje
transmitido. En este caso, cabe decir que los lexemas permutables son
e o mp 1 e t a m e n t e sinónimo s. La selección de uno en lugar de otro
puede producir cambios en el significado social o expresivo del enun-
dado resultante, pero mantenerlo constante en cuanto su significado des-
criptivo (si lo tiene): en este caso, podemos decir que los lexemas permuta-
bles son d e s c r i p t i v a m e n t e sin ó n i m o s (esto es, que tienen el
mismo sentido). Los lexemas paradigmáticamente afines y diferentes en
sentido pueden carecer de relación semántica (v. gr., 'viejo' y 'sobrio' en
sintagmas como 'el viejo señor' y 'el sobrio señor'), pero pueden tenerla
también de distintos modos. Pueden ser i n c o m p a t i b 1 e s en sentido
(v. gr., 'azul' y 'verde'), o ya no simplemente incompatibles, sino a n t ó-
ni m o s (v. gr., 'viejo y 'joven', en ciertos sintagmas, y 'viejo' y 'nuevo',
en otros). El uno puede ser un h i P ó n i m o del otro (v. gr., 'gato' y 'ani-
mal') o ti in ver s o del otro (v. gr., 'padre' e 'hijo'). En el próximo capítulo
estudiaremos con cierto pormenor éstas y otras relaciones paradigmáticas
de sentido. La somera ejemplificación que acabamos de presentar sirve
únicamente para indicar lo que se entiende por relaciones paradigmáticas
de sentido en la estructura léxica de una lengua.
Hay que destacar un asunto más en cuanto a la estructura léxica. Cuando
consideramos las diferencias de significado que se hallan lexicalizadas en
determiriados sistemas lingüísticos, observamos que se da el caso frecuente
de que una lengua recluya en un solo elemento léxico (es decir, convierta
en paradigmática) una información "que en otra lengua vendrá transmitida,
si es que ello es posible, por medio de una combinación (es decir, por mo-
dificación sintagmática). Por ejemplo, en turco no existe ninguna palabra
ni para «hennano» ni para «hermana)}, pues el lexema 'kardes' incluye a
ambos y requiere, por tanto, la combinación de otro lexema para esta.
blecer aquella distinción que en inglés, por ejemplo, está totalmente lexi-
calizada, 'brother' y 'sister', respectivamente. Por otra parte, hay lenguas
que tienen lexicalizada la distinción entre «hermano mayor» y «hermano
menor». Es bien sabido que en esquimo no hay ninguna palabra para «nieve»,
sino un conjunto de lexemas diferentes que denotan diferentes tipos o esta-

l.
8.2. LAS DICOTOMÍAS SAUSSUREANAS 229

dos de la nieve, y que en árabe no hay un lexema único que signifique «ca-
mello», sino también una variedad de palabras para distintos tipos de
camello. A veces se ha llegado a especulaciones más bien extravagantes sobre
presuntas diferencias de mentalidad entre los hab12.ntes de distintas lenguas
a partir de diferencias de estructura léxica como éstas. Pueden desechar-
se sin más. Parece, no obstante, que las lenguas tienden a lexicalizar las
distinciones de significado importantes y requeridas con más frecuencia
en las culturas donde dichas lenguas operan, lo que no tiene nada de sor-
prendente. En este contexto, vale la pena notar que la lexicalización pro-
duce el efecto de transferir información desde la dimensión sintagmática
a la paradigmática.
Poco hay que decir en este punto sobre la cuarta distinción saussureana
entre la investigación sin c r ó n i c a y di a c r ó n ic a de las lenguas. Por
análisis sincrónico de una lengua se entiende la investigación de esta lengua
tal como es, o fue, en un momento dado; y por análisis diacrónico, el estudio
de los cambios que se han producido en la lengua entre dos puntos tempo-
rales dados. Si aplicamos estrictamente esta distinción, diremos entonces
que la noción de una lengua (v. gr., el inglés) que lIeva siglos de existencia
(digamos desde la época de Shakespeare hasta la actualidad) es falaz, ya
que lo que subyace al comportamiento lingüístico de la gente que vive en
diferentes períodos son, en rigor, sistemas lingüísticos distintos, y cada uno
de ellos puede estudiarse, sincrónicamente, por sí mismo sin relación con
los demás y, por otro lado, pueden recibir, también por separado, un tra-
tamiento histórico, por parte de la lingüística diacrónica, mostrando cómo
se ha pasado de un sistema anterior a otro posterior. Como veremos más
adelante, el cambio lingüístico no es más que un aspecto de la variación
que experimenta la lengua en su dimensión geográfica y social, así como
temporal (14.5). Cuando hablamos de una comunidad lingüística que existe
en un determinado lugar y en un instante dado, no empleamos el término
'instante' en un sentido literal. Sería absurdo suponer que las lenguas cam-
bian de la noche a la mañana, o incluso de un año para otro (excepto en
la incorporación de un pequeño número de lexemas que denotan objetos o
instituciones recién inventados o importados). El sistema lingüístico sin-
crónico constituye, pues, un constructo teórico que establece el lingüista y
se funda en la omisión, más o menos deliberada y hasta cierto punto arbi-
traria, de las variaciones producidas et el comportamiento lingüístico de
quienes se dice, preteóricamente, que hablan la misma lengua. Ahora bien,
si se insiste, no hay más remedio que admitir que hay un sistema lingüís-
tico algo distinto (un diferente id i o l e e t o) subyacente al comportamiento
dc cada individuo y también cambiante con el tiempo. Lo que solemos con-
siderar dos dialectos de la misma lengua hablada al mismo tiempo pueden
diferir de un modo más significativo que dos estados diacrónicamente dis-
tintos también de la misma lengua o dialecto. La distinción entre la di-
mensión sincrónica y la diacrónica en la variación lingüística sólo puede apli-
carse razonablemente con respecto a períodos relativamente bien separados
en el tiempo. En lingüística, como en otras ciencias, debemos tener cuidado
230 SEMÁNTICA ESTRUCTURAL: CAMPOS SEMÁNTICOS

en no engañarnos con los modelos y metáforas que se emplean para siste·


matizar y describir los datos. En especial, no hay que creer que por tomar
intervalos cada vez más pequeños de tiempo entre sucesivos estados de una
lenguá nos acercamos más y más a una explicación fidedigna del flujo hera-
clitoniano del cambio lingüístico.
Ahora bien, dentro de ciertos límites, la distinción entre la dimensión
diacrónica y sincrónica en la lengua no sólo merece defenderse, sino que
resulta metodológicamente esencial. En otros tien1pos, los gramáticos y le"
xicógrafos tomaban con excesiva frecuencia textos de períodos muy sepa-
rados y los consideraban muestras de la misma lengua. Un ejemplo espe.
cialmente notable de no haber respetado la distinción entre diacronía y
sincronía en semántica (emparejado con la confusión del punto de vista
descriptivo y prescriptivo en el examen de la lengua) aparece en lo que
podría llamarse la fa 1 a c i a e tiro o 1 ó g i c a, que consiste en la creen-
cia común de que puede determinarse el significado de las palabras inves-
tigando sus orígenes. La etimología de un lexema es, en principio, sincró-
nicamente irrelevante. El hecho de que, por ejemplo, la palabra 'curious'
del inglés se remonte al latín 'curiosus' con el valor de «cuidadoso» y
«quisquilloso» (y que haya tenido también este significado en etapas pri-
mitivas del inglés) no impide que su significado actual, «curioso~~ -y no
«preguntón», pongamos por caso-, pueda ser el verdadero o correcto de
la lengua presente. También aquí, los puristas acaso condenen el uso, muy
generalizado entre los hablantes del inglés de hoy, de la palabra 'dis·
interested' con el valor de «indiferente» (en lugar de «imparcial»), opinión
que, a su vez, puede compartir el lingüista en su actuación no profesional.
Pero si éste es el significado que la comunidad lingüística asocia a la pa-
labra 'disinterested', así deberá consignarlo en su modelo el lingüista a la
hora de describir la lengua de aquella comunidad.
Sólo incidentalmente nos ocuparemos en este libro de la semántica dia·
crónica (o h i s t ó r i c a) como tal. Pero en un capítulo posterior veremos
que la dimensión diacrónica de la lengua, junto con otras dimensiones de
variación lingüística (social, geográfica y personal). ofrece una considerable
importancia e s t i l í s tic a y que, en consecuencia, como el significado so-
cial y expresivo, si no también el descriptivo, está íntimamente "ligado al
e s t i 1o, la semántica sincrónica no puede prescindir de la variación diacró-
nica de la lengua. Cuando pasemos a tratar este asunto, sin embargo, con-
vendrá no confundir la investigación de la pertinencia sincrónica que los
cambios pasados tienen en la lengua con la comparación diacrónica de
distintos sistemas lingüísticos (14.5).

8,3. Relativismo y funcionalismo


Las cuatro dicotomías saussureanas que acabamos de presentar en el apar-
tado anterior han sido incorporadas por diversas escuelas de lingüistas, que
8.3. RELATIVISMO Y FL'NCIONALlSMO 231

las han desarrollado y caracterizado de diferentes maneras a lo largo de los


últimos cincuenta años. No vamos a entrar en los matices de acuerdo y
desacuerdo. En cambio, introduciremos una nueva noción que, si bien no
aparece en Saussure, pertenece al menos a dos de las principales escue-
las europeas del estructuralismo post-saussureano, la de Praga y la de
Copenhague. Se trata de la noción de que los fonemas y los significados
de las palabras de todas las lenguas son analizables en c o m pon e n t e s
todavía menores (o r a s g o s di s t i n t i vos) y que, aunque los com-
plejos de componentes (esto es, los fonemas y significados de palabra) y sus
relaciones sintagmáticas y paradigmáticas sean exclusivas para cada len-
gua, los componentes últimos del análisis fónico y significativo son lingüís-
ticamente neutrales [en el sentido de que su entidad es ajena a la lengua
cn cuestión]. De acuerdo con esta postura, ni la sustancia fónica ni la
sustancia semántica constituyen un continuo indiferenciado, en cuyo inte-
rior las lenguas sientan distinciones puramente arbitrarias. Lo que hay en
cada caso, se afirma, es un conjunto de distinciones potenciales, del cual
cada lengua realiza un subconjunto.
Esta. tesis, tal como acaba de presentarse, no se distingue empírica-
mente de la que sostuvo Saussure acerca de la continuidad de la sustancia.
Dado un inventario universal de distinciones fónicas y semánticas poten-
ciales, cada lengua puede extraer su propia selección, de modo que no se
realizaría una distinción única en todas las lenguas. No obstante, la tesis
se vuelve más interesante como alternativa a la noción saussureana de sus-
tancia cuando se le añade la proposición de que ciertas distinciones fónicas
y de significado se realizan más fácilmente que otras, puesto que tal propo-
sición se encuentra sin duda en conflicto con uno de los aspectos histórica-
mente más característicos y sugestivos del estructuralismo en lingüística: la
insistencia en que la realización de las distinciones fonológicas, gramaticales
y semánticas de los distintos sistemas lingüísticos es completamente arbi-
traria. Esta postura puede calificarse de r e 1 a t i v i s m o lingüístico, co-
múnmente conocido por whorfianismo o hipótesis de Whorf (cf. Gipper, 1972),
dado que fue Whorf (1956) su más conocido proponente.
La doctrina del relativismo lingüístico ha sido objeto de considerable
controversia durante los últimos quince o veinte años. Recientemente, Berlin
V Kay (1969) la han puesto en tela de juicio con respecto al vocabulario de
los colores, y, a partir de aquí, otros estudiosos han hecho lo propio en otras
áreas léxicas' Veamos: ha quedado plenamente establecido que la tra-
ducción palabra por palabra de los términos de color de una a otra lengua
es frecuentemente imposible, pues algunas lenguas disponen tan sólo de dos
términos básicos para el color, otras presentan tres, o cuatro, mientras
que otras, entre ellas el inglés, llegan hasta once. A su vez, los límites
denotacionales entre términos de color aproximadamente equivalentes suelen

8. Sobre todo E. R. Heider (= E. H. Rosch): ef. Rosch (l973a, b).


232 SEMÁNTICA ESTRUCTURAL: CAMPOS SEMÁNTICOS

tener incongruencias de una a otra lengua. En consecuencia, la situación del


vocabulario del color constituye un ejemplo típico de lo que hemos dicho
al principio del apartado sobre el vocabulario entero; de ahí que los seman~
tistas recurran muchas veces a él para ilustrar la noción de estructura léxica.
Berlin y Kay sostienen que hay once puntos focales psico~físicamente
definibles en el continuo cromático y que hay una jerarquía natural entre
al menos seis de estas áreas focales que determina su lexicalización en
cada lengua. Así, todas las lenguas que presentan sólo dos términos básicos
de color disponen de palabras cuyo punto focal se halla en la zona del negro
y el blanco (en lugar de, por ejemplo, el amarillo y el violeta); las que pre-
sentan sólo tres términos básicos disponen de palabras para negro, blanco
y rojo; las que presentan sólo cuatro términos básicos disponen de pala-
bras para negro, blanco, rojo y otra para verde o amarillo; las que presentan
cinco términos, disponen de palabras para negro, blanco, rojo, verde y ama~
rillo; las que presentan seis términos básicos, disponen de palabras para
negro, blanco, rojo, verde, amarillo y azul. Se ha emitido también la hipó~
tesis, si bien de un modo sólo provisional, que incluso los niños aprenden
la denotación de los términos de colores en un orden que refleja la misma
jerarquía natural, de manera que al principio dominan la distinción entre
negro y blanco, luego aprenden a distinguir el rojo, más tarde el verde o el
amarillo, y así sucesivamente.
Los detalles de esta hipótesis están todavía en entredicho.9 Para seguir
el razonamiento supongamos, no obstante, que es esencialmente correcta.
¿ Qué conclusiones se siguen de ella?
La primera cuestión, de suma importancia, que debemos señalar con-
siste en que cabe sentar una distinción entre la denotación central, o focal,
de un lexema y su denotación total. Dos lenguas pueden diferir con res-
pecto a las fronteras que establecen en un continuo denotacional y sin
embargo coincidir en cuanto a lo que es central, o focal, en la denotación
de palabras aproximadamente equivalentes. Es innegable que, en el pasado,
los estructuralistas han sobrestimado la importancia atribuida a la determi~
nación de fronteras denotacionales entre las palabras. No debe olvidarse,
por lo demás, que la mayor parte de los fenómenos del mundo, tal como
los percibimos, no forman un continuo indiferenciado y que el modo como los
categorizamos conceptual y lingüísticamente puede muy bien depender de
nuestro reconocimiento de ciertos tipos focales de color, forma, textura, fun~
ción biológica o social, etc. Sin duda, si el vocabulario del color se ha uti-
lizado tan a menudo por parte de los estructuralistas para ilustrar lo que
se entiende por imposición de una estructura sobre la sustancia del signi-
ficado, es porque la noción de un continuo denotacional indiferenciado a priori

9. McNeill (1972) adopta una postura muy negativa; Conklin (1973) la crítica de un
modo más constructivo y coloca la obra de Berlin y Kay en un ámbito más amplio; Kay
(1975) pone al día la hipótesis e introduce enmiendas. Harrison (1973) hace algunos in-
teresantes comentarios filosóficos sobre la adquisición del vocabulario del color.
8.3. RELATIVISMO Y FUNCIONALISMO 233

parece en esta parte del vocabulario (en contraste con muchas otras) más
fácilmente interpretable. Pero la continuidad del color es, a pesar de todo,
un concepto extremadamente sutiL El mundo de la moderna tecnología,
con su profusión de colores de todo matiz en indumentaria, mobiliario, pin-
turas, coches, cubiertas de libros y toda suerte de artefactos muy poco
tiene que ver con el mundo en que el hombre ha vivido durante la mayor
parte de su historia. El ambiente natural sólo agota una pequeña parte del
espacio cromático. Y si hay, en efecto, un número limitado de zonas cromá-
ticas psicofísicamente focales y universales, parece razonable que estarán
en correlación con los colores característicos de los objetos pro ID i-
n e n t e s que existen en el hábitat físico y cultural del hombre.
Emplearemos esta noción de pro m i n e n c i a para modificar la ver.:
sión, esencialmente saussureana, del estructuralismo que hemos presenta-
do al principio y, más en particular, la doctrina de la sustancia del signi-
ficado. Es admisible que todos los hombres, cualquiera que haya sido su
lugar de nacimiento y la cultura en que hayan crecido, están dotados gené-
ticamente de las mismas predisposiciones de percepción y conceptuación,
al menos en la medida en que estas predisposiciones determinan el apren-
dizaje de distinciones fónicas y semánticas lingüísticamente pertinentes. Las
pruebas de que se dispone hasta el presente sugieren que todo niño, al
margen de su posible ascendencia, está capacitado para aprender cualquier
lengua, siempre y cuando se le eduque en el ambiente en que esa lengua
se emplea para las múltiples actividades de la vida diaria. En virtud de estas
predisposiciones perceptuales y conceptuales, el niño atenderá a unos as-
pectos de su medio ambiente más que a otros. Los llamaremos biológica-
mente pro m i n e n tes. Y corresponderá al campo de la neurofisiología y
la psicología cognoscitiva determinar cómo y por qué son así. Se ha supuesto
asimismo la posibilidad de que exista una secuencia de maduración bioló-
gicamente fijada en el aprendizaje de ciertas distinciones perceptuales y
conceptuales. Si es verdad, podría constituir al menos un factor explicativo
de la jerarquía natural en las distinciones de sonido y de significado que
supuestamente se encuentran en las lenguas del mundo. Por ejemplo, la
mayor prominencia de variaciones en luminosidad (junto con la importancia
biológica de la sucesión del día y la noche en la vida humana) podría
explicar la lexicalización universal de la distinción entre negro y blanco;
la base neurofisiológica de la distinción entre tonos rojizos y verdosos (es
decir, el hecho de que haya determinadas células en la retina que reaccio-
nan ante estas tonalidades) podría explicar la lexicalización casi universal de
estas zonas focales en el vocabulario del color, y así sucesivamente. La ma-
duración del entramado perceptual y conceptual biológicamente determi-
nado estará a su vez condicionado por la presencia en el ambiente de objetos
que tengan las propiedades idóneas, del mismo modo que, como hemos
visto, la asociación infantil de un lexema a su denotatum (o, más en general,
a los objetos y situaciones al que es aplicable) depende asimismo del re-
forzamiento comportamental de las respuestas ante los estímulos promi-
nentes del ambiente (cf. 5.4).
234 SEM.4NTlCA ESTRlicrURAL: CAMPUS SEMÁNTlCUS

Por encima de esta jerarquía biológicamente determinada en las dis-


tinciones perceptuales y conceptuales, parece haber otro tipo de prominen-
cia que depende de aquélla y la amplía. Se trata de lo que cabe llamar
pro m i n e n c i a c u 1 t u r a l. Toda lengua se integra a la cultura en que
opera, por lo que su estructura léxica (y al menos parte de su estructura
gramatical) refleja las distinciones que son (o han sido) importantes en
la cultura respectiva. (La indicación entre paréntesis de que «han sido» trata
de comprender la posibilidad de que las lenguas conserven, incluso durante
un período considerable de tiempo, distinciones léxicas y gramaticales que
ya no se hallan en correlación con distinciones culturales del presente,
aunque sí del pasado. El vocabulario del parentesco aporta abundantes
ejemplos de esto.) Al educarse en una cierta cultura y como parte integran-
te en el proceso de asimilación, el niño va captando los rasgos promi-
nentes de su medio ambiente y, una vez más, tal vez lo haga de una manera
jerárquicamente determinada. Muchos antropólogos han sostenido que exis-
ten universales de la cultura, en el mismo sentido en que existen universales
de conocimiento biológicamente determinados. Efectivamente, en muchos
casos puede resultar imposible trazar una separación entre universales cultu-
rales y biológicos.
Una vez aceptada la influencia de los universales biológicos y cultura-
les en la determinación de la estructura de las lenguas, queda todavía una
parte considerable en la estructura de las mismas que, hoy por hoy, no
parece tan determinada. La tesis estructuralista de que todo sistema lin-
güístico es único, no queda invalidada por la posibilidad de que exista una
i n f r a e s t r u c t u r a universal. Tampoco se ve afectada por la posibili.
dad de que los universales de la estructura lingüística estén determinados,
no por factores biológicos y culturales del tipo general que hemos mencio-
nado, sino por una capacidad específica de la especie humana para el apren-
dizaje de la lengua como tal. El estructuralismo, entonces, se vuelve com-
patible con diversas clases de un i ver s a 1 i s m o, lo que, por otro lado,
tampoco implica forzosamente la aceptación de la doctrina del relativismo
lingüístico.
A menudo se ha asociado el estructuralismo con el fu n c ion a 1 i s-
m o en la lingüística del presente siglo, especialmente en la obra de la
Escuela de Praga. Por 'funcionalismo' se entiende (tanto aquí como a lo
largo de todo el libro) la concepción de que la estructura de todo sistema
lingüístico está determinada por las funciones concretas que debe llevar a
cabo. Dado que ciertas necesidades humanas y sociales son universales,
existen ciertas funciones que todas las lenguas vienen a llenar y que apare-
cerán reflejadas en su estructura gramatical y léxica. Por ejemplo, vamos
a suponer que en todas las sociedades haya ocasiones en que sea necesario
emitir aseveraciones descriptivas, formular preguntas y emitir órdenes; no
tiene, por tanto, nada de extraño que la gran mayoría de lenguas, si no todas,
hagan una distinción gramatical entre oraciones declarativas, interrogativas
e imperativas. Todas las lenguas deben proporcionar los medios para refe-
rirse a los objetos y personas que comparecen en la enunciación; de ahí
8.4, CAMPOS SEMÁNTICOS 235

la existencia en todas las lenguas de un conjunto de distinciones dei c-


tic a s gramaticalizadas y lexicalizadas que interrelacionan las oraciones
con los rasgos de la situación enunciativa (d. 14.1). Se trata sólo de dos
ilu~traciones sobre lo que se entiende por determinación de la estructura
por parte de la función. Mucho de lo que es común a la estructura de dis-
tintos sistemas lingüísticos (así como a sus rasgos esquemáticos más gene-
rales: cf. 3.4) puede explicarse aduciendo las condiciones generales que
gobiernan el comportamiento lingüístico y las funciones que las lenguas
deben cumplir normalmente en tanto que sistemas de señalización.
En la medida en que las necesidades semióticas más específicas difieren
de una a otra sociedad, las lenguas tenderán il diferir también entre sí en
su estructura gramatical y léxica. En su forma más trivial (y para aludir
a una cuestión ya mencionada), ello implica que una lengua no proporcio_
nará un lexema que denote un objeto o clase de objetos que la sociedad
usuaria de la lengua nunca tiene ocasión de indicar. Más en general, signi-
fica (esto también se ha mencionado) que la estructura gramatical y léxica
de las distintas lenguas tenderá a reflejar los intereses y actitudes especí-
ficos de las culturas en que operan. En cambio, no significa que cada dis-
tinción gramatical y léxica esté en correlación con alguna diferencia im-
portante en las pautas de pensamiento de la sociedad que utiliza la lengua.
No puede legítimamente inferirse nada acerca de posibles diferencias en
la concepción del mundo a partir tan sólo de diferencias en la estructura
lingüística. Hay que identificar independientemente las diferencias cultu-
rales y lingüísticas antes de ponerlas en correlación.

8.4. Campos semánticos

Lo que ha dado en conocerse por teoría de los c a ro p o s s e m á n t i-


c o s (o teoría del c a m po) apareció en la obra de una serie de eruditos
alemanes y suizos en las décadas de 1920 y 1930, entre los cuales descolla-
ban Ipsen (1924), Jolles (1934). Porzig (1934) y Trier (1934). No obstante, sus
orígenes pueden remontarse hasta mediados del pasado siglo (cf. Geckeler.
1971: 86 y ss.) y, más en general, a las ideas de Humboldt (1836) y Herder
(1772). No se trata ahora de intentar una presentación completa de la teoria
del campo y menos de revisar el considerable cuerpo de obras descriptivas
basadas en ella y aparecidas en los últimos cuarenta años. Esta labor la
han cumplimentado ya otros más que satisfactoriamente (cf. Ohman, 1951;
Ullmann, 1957; Oksaar, 1958; Kühlwein, 1967; Seiffert, 1968; Geckeler, 1971).
Vamos a concentrarnos sobre todo en la versión de la teoría del campo que
8mitió Trier, la cual, a pesar de las críticas que se le han formulado, se
considera de una manera amplia y acertada que ha «abierto una nueva
fase en la historia de la semántica» (Ullmann, 1962: 7). Hay que indicar,
a este respecto, que Trier no publicó ya nada sobre la teoría del campo a par-
236 SEMÁNTICA ESTRUCTURAL: CAMPOS SEMÁNTICOS

tir de 1938 (d. Malkiel, 1974). Sus ideas fueron luego de ,arrolladas por
sus discípulos, y también por L. Weisgerber, que se asoció a Trier en lá
década de 1930 a 1940 y continuó elaborando y depurando su propia versión
después de la Segunda Guerra Mundial. Weisgerber (1954), en una colección
de artículos que conmemoraban la obra de Trier, se adhirió explícitamente
a sus ideas y pronto se convirtió en portavoz reconocido del movimiento
Sprache und Gemeinschaft (Lengua y Sociedad), al que se deben algunas
de las máximas publicaciones sobre lo que hoy podría llamarse teoría de
Trier-Weisgerber (d. Coseriu & Geckeler, 1974: 118 y ss.).
Pero hagamos, ante todo, una advertencia sobre la terminología. El
mismo Trier, en diferentes trabajos y aun en diferentes partes de un mismo
trabajo, emplea una variedad de términos no siempre en un sentido fácil
de descubrir. Como Geckeler justamente comenta, en una presentación
crítica pero generalmente benévola del tema, <da definición de los términos
no es precisamente el punto fuerte de Trien> (1971: 107). En particular, no
queda claro si 'área' ('Bezirk') se corresponde con 'campo' ('Feld') ni de
qué manera, si la hay, 'campo léxico' ('Wortfeld') debe distinguirse de
'campo conceptual' ('Sinnfeld'). El mismo Trier evita el término 'campo
semántico' ('Bedeutungsfeld'), que utilizan Ipsen, Jolles y Porzig. Vamos a
trazar por nuestra cuenta las distinciones entre estos ténninos diversos en
esta breve exposición de la teoría del campo, advirtiendo que no habrá
correspondencia con las distinciones que estableció Weisgerber. De mo-
mento, atenderemos tan sólo a la estructura léxica -es decir, la estructura
del vocabulario- como Trier y muchos semantistas estructurales han hecho,
si bien teniendo en cuenta que la estructura léxica, como veremos más
adelante, no es más que una parte de la estructura semántica.
La siguiente dificultad consiste en que Trier no aclara lo que entiende
por 'sentido' ('Sinn') ni por 'significado' ('Bedeutung'), ni cómo se distinguen
ambos del término, obviamente saussureano, 'valor' (Geltung'). Es, pues,
muy difícil interpretar pasajes tan claves como el siguiente (1934, 6): "El
valor [Geltung] de una palabra sólo puede determinarse definiéndolo en
relación con el valor de las palabras vecinas en contraste. Sólo tiene sentido
[Sinn] como parte del todo, porque sólo en el campo hay significado [Be-
deutung]». Es evidente que los términos 'Sinn' y 'Bedeutung' del alemán
no deben tomarse aquí (ni en ninguna obra inspirada en Trier) en el sentido
técnico que Frege les dio (es decir, «sentido» y «referencia)): cf. 7.1). Además,
la distinción de Trier entre 'sentido' y 'significado', si es que la hay, tampoco
corre parejas con la distinción que suele establecerse en los tratados ale-
manes sobre semántica entre 'designación' ('Bezeichnung') y 'significado'
('Bedeutung') (cf. 7.2). Esta última distinción se explica de diversos modos
(d. Kronasser, 1952: 60 y ss.; Ullmann, 1957: 160 y ss.; Geckeler, 1971: 78
y ss.; Brekle, 1972: 54 y ss.), pero por lo común depende de si se toman
como punto de partida los lexemas de la lengua o bien los objetos, propie-
dades y relaciones externas a la lengua: en el primer caso, hay un interés
por el significado (¿ qué significado tiene efectivamente tal o cual lexema
frente a otros lexemas del mismo sistema?); en el segundo, hay un interés
8.4. CAMPOS SEMÁNTICOS 237

por la designación (¿por qué lexema se designa en una lengua dada talo cual
entidad o clase de entidades?). Esta distinción entre significado y designación
desempeña un importante papel en el desarrollo que hace Weisgerber en
su teoría del campo, que así se vincula, más que la versión del propio Trier,
con la noción humboldtiana de que las lenguas determinan las pautas del
pensamiento, o la concepción del mundo, en las sociedades que las utilizan
(d. Weisgerber, 1939, 1950). En este examen sobre la teoría del campo no
volveremos a tener en cuenta la noción de designación, ya que no quedan
claras sus relaciones con la denotación y la referencia, tal como las hemos
definido (véase capítulo 7) y es, además, dudoso que comprenda algo es-
pecial que no pueda aludirse satisfactoriamente (al tratar, por ejemplo, los
problemas de la traducción) mediante la tenninología ya introducida. Por
ello, incorporaremos la exposición y crítica de la teoría del campo semán-
tico, siempre que sea posible, al esquema terminológico que hemos confec-
cionado en los primeros apartados del libro. Y, en particular, asumiremos
que la teoría del campo se ocupa del análisis del sentido.
Trier concibe el vocabulario de una lengua como un sistema integrado de
lexemas interrelacionados en sentido. Este sistema fluye constantemente. No
sólo encontramos que desaparecen lexemas que existían anteriormente, mien-
tras otros nuevos van entrando en la historia de una lengua; las relaciones
de sentido que existen entre un lexema dado y otros lexemas adyacentes
están asimismo en cambio continuo a través del tiempo. Toda ampliación
en el sentido de un lexema supone un estrechamiento correlativo en el sen·
tido de uno o más de sus adyacentes. De acuerdo con Trier, uno de los prin-
cipales fracasos de la semántica diacrónica tradicional consiste en tratar de
catalogar de una manera atomística la historia de los cambios de significado
para cada lexema en particular, en lugar de investigar los cambios en la es-
tructura global del vocabulario tal como éste se ha desarrollado en el tiempo.
La lingüística tanto diacrónica como sincrónica debe ocuparse de sistemas
de elementos en mutua relación; y la lingüística diacrónica, por su parte,
presupone la lingüística sincrónica y, además, depende de ella, puesto que
cuando se describe el desarrollo histórico de una lengua lo que se hace es
comparar un conjunto de sistemas lingüísticos sincrónicos en sucesión. Has-
ta aquí, todo lingüista post-saussureano (aunque quizá no el mismo Saussure)
suscribiría estos asertos de Trier sobre la metodología de la lingüística dia-
crónica, asertos que, al margen de las reservas que antes hemos expresado
sobre la aplicación de la distinción entre sincrónico y diacrónico en cuanto
a períodos de tiempo muy próximos (cf. 8.2), podemos considerar aceptables.
El procedimiento que siguió Trier en semántica diacrónica no consiste
en comparar estados sucesivos del vocabulario completo (lo que sería teó·
ricamente factible, pero muy difícil de llevar a la práctica), sino la estruc-
tura de un c a m poI é x i c o en un momento tI con la estructura de otro
campo léxico en un momento t2• Pueden efectivamente compararse porque,
aun tratándose de campos léxicos diferentes (necesariamente, desde el mo-
mento en que pertenecen a diferentes sistemas lingüísticos sincrónicos), com-
prenden el mismo c a m p o con c e p t u a 1. (En este punto introducimos
238 SEMÁNTICA ESTRUCTURAL: CAMPOS SEMÁNTICOS
l
una distinción entre 'campo léxico' y 'campo conceptual' que tal vez no se
halle en Trier. Es conveniente, sin embargo, hacerlo así, toda vez que, por
otro lado, tampoco parece entrar en contradicción con el uso que él mismo
hace de los dos términos.) La relación parte-todo que existe entre los lexe·
mas concretos y el campo léxico en que se interpretan es idéntico, o al me-
nos similar, a la relación parte-todo que hay entre los campos léxicos y la
totalidad del vocabulario. Como dice Trier en un pasaje muy citado (cf. un-
mann, 1957: 157; Oksaar, 1958: 13-4; Geckeler, 1972: 105), «los campos son
realidades vivas intermedias entre las palabras individuales y la totalidad
del vocabulario; como partes de un todo, comparten con las palabras la
propiedad de estar integrados en una estructura mayor (sich ergliedern)
y con el vocabulario, la propiedad de estar estructurados a base de unidades
menores (sich ausgliedern)>>. Unmann (1957: 157) señala que los términos
alemanes 'ergliedern' y 'ausgliedern' son difíciles de traducir satisfactoria-
mente al inglés, pues esta lengua no puede reflejar con igual precisión los
dos aspectos correlativos de «articulatoriedad orgánica e interdependiente»,
siendo la articulatoriedad, o integración estructural (Gliederung), un con-
cepto clave para Trier, como lo fue también para Humboldt y Saussure.
Un ejemplo inmediato _de lo que se entiende por campo conceptual, lo
tenemos de nuevo en el continuo cromático antes de ser determinado por
las lenguas. Hemos indicado ya (8.1), que la terminología del color propor-
ciona una ilustración especialmente adecuada sobre las diferencias de es-
tructura léxica en los distintos sistemas lingüísticos. En rigor, se plantean
determinados problemas a la hora de reconocer un campo cromático con-
ceptual y psico·físicamente identificable que, además, resulte neutral con
respecto a distintos sistemas de categorización. Pero concedamos de mo-
mento que cabe concebir así un continuo, o s u s tan c i a, de color. Como
hemos visto ya, las distintas lenguas y aun estados sincrónicos de lo que
puede considerarse una misma lengua en evolución continua son compara-
bles entre sí por el modo como estructuran, o articulan (gliedern), el con-
tinuo mediante la lexicalización de ciertas distinciones conceptuales (o psico-
físicas), con la que dan un reconocimiento léxico a unas z o n a s más o me-
nos grandes del mismo. Considerada como continuo, la sustancia cromática
constituye (según esta distinción entre 'zona' y 'campo') una zona conceptual
(Sinnbezirk), que se convierte en un campo conceptual (Sinnfeld) en virtud
de la organización o articulación est¡uctural que le imponen los distintos
sistemas lingüísticos. En todo sistema lingüístico, el conjunto de lexemas
que abarca la zona conceptual y, a través de las mutuas relaciones de sen-
tido, le da una estructura constituye un campo léxico (Wortfeld), donde cada
lexema cubrirá una cierta zona conceptual, que puede, a su vez, constituirse
en campo a base de otro conjunto de lexemas (del mismo modo que la zona
cubierta por 'rojo' queda estructurada por medio de 'escarlata', 'carmesí',
'bermejo', etc.). Así, pues, el sentido de un lexema es una zona conceptual
dentro de un campo conceptual, y toda zona conceptual asociada a un lexe-
ma es, lo mismo que su sentido, un concepto.
Consideremos ahora la aplicación de este modelo a la semántica diacró-
8.4. CAMPOS SE ....IÁ~TlCOS 239

nica. Al parecer, el lexema 'braun' abarcaba, en el alemán del siglo XVl11,


una zona de campo conceptual cromático mayor que en el alemán actual,
donde se halla en contraste con 'violett' (cf. bhman, 1953: \33). Entonces,
en lugar de decir que en un período anterior 'braun' tenía dos sentidos dis-
tintos (<<pardo» y «violeta»). de los cuales cedió uno a 'violctt' cuando este
lexema entró por un préstamo del francés -como seguramente estimaría
un lexicógrafo o un semantista tradicional-, el partidario de la teoría del
campo sostendría que la estructura interna uel campo conceptual (al ar-
ticularse en dos campos diferentes) había cambiado entre los dos períodos.
'Braun' siempre ha tenido un solo sentido, aunque distinto, en cada uno
de los dos sistemas lingüísticos.
Cabría efectivamente preguntarse por qué decimos que 'braun' en tI es
el mismo lexema que 'braun' en t2 , si, en realidad, pertenecen a dos distin·
tos sistemas lingüísticos. Esta cuestión se plantea no sólo en la compara-
ción diacrónica de sistema lingüísticos, sino también en la comparación sin-
crónica de dialectos. La respuesta depende, en última instancia, del mismo
tipo de consideraciones. Los distintos dialectos atribuibles a una sola lengua
pueden diferir a menudo de una manera tan notable en estructura fono-
lógica y gramatical, que, a este respecto, constituyen sistemas lingüísticos
diferentes. Pero, al mismo tiempo, habrá una correspondencia más o menos
regular entre las formas de dos o más dialectos, cuyo reconocimiento per-
mitirá que los hablantes de distintos dialectos puedan llegar a compren_
derse (en la medida en que así sea) y a admitir que utilizan muchas pala-
bras coincidentes, si bien pronunciadas de un modo diverso.
Por ejemplo, la forma que en la pronunciación de los hablantes de va-
rios dialectos del inglés de Escocia se escribe convencionalmente hoose es
fácil de identificar, de esta manera, como una forma del lexema 'house',
«casa», por parte de los hablantes de otros dialectos del inglés. Los sistemas
vocálicos del inglés de Escocia son muy distintos del sistema vocálico del
inglés corriente en la llamada Received Pronunciation, «pronunciación co-
rrecta» (y muy distintos también de los sistemas vocálicos que subyacen
a otros dialectos y acentos); de ahí que no puedan proyectarse las formas
del uno sobre las del otro a base de una transformación fonétic~ de cada
una de las vocales. Hay, no obstante, ciertas correspondencias fonéticas
regulares por las cuales cabe identificar formas y, por tanto, lexemas de un
dialecto a otro. En virtud de correspondencias análogas (tradicionalmente
denominadas leyes fonéticas). podemos igualmente afirmar si dos formas
de distintos sistemas lingüísticos son, desde un punto de vista diacrónico,
identificables como correspondientes a un mismo lexema. El lexema cuya
forma de cita en el alemán actual es braul1 puede así identificarse, diacró-
nicamente, no sólo con el lexema que ya en el siglo XVIII también se citaba
por medio de la forma braun, sino también, remontándonos siete u ocho
siglos atrás, con el lexema que en el antiguo alto alemán se citaba por medio
de brün. Surgen bastantes problemas de detalle cuando se trata de demos-
trar la identidad léxica diacrónica en determinados casos, puesto que deben
tenerse en cuenta los cambios en el sistema gramatical (especialmente mor-
240 SEMÁNTICA ESTRUCTURAL: CAMPOS SEMÁNTICOS

fológicos), así como en el sistema fonológico. Ahora bien, en princlplO no


hay inconveniente en establecer la identidad diacrónica de lexemas pertene-
cientes a distintos sistemas lingüísticos (de ello depende la rama de la lin-
güística que se conoce por e t i m o lag í a). Admitamos, pues, que los lexe-
mas pueden perdurar a través de largos períodos de tiempo, aun cuando los
sistemas lingüísticos a que se incorporan se hallen en constante modifica-
ción, lo que puede modificar, en consecuencia, las formas y los significados
de los lexemas.
Si comparáramos dos campos léxicos diacrónicamente distintos que
comprenden el mismo campo conceptual, podría ocurrir: (i) que no se hu-
biese producido ningún cambio ni en el conjunto de lexemas de los dos
campos ni en sus relaciones de sentido; (ii) que uno de los lexemas fuese
sustituido por otro (o bien un subconjunto de lexemas fuese sustituido por
otro subconjunto) sin producir, no obstante, ningún cambio en la estruc-
tura interna del campo conceptual; (iii) que no se hubiese producido nin-
gún cambio en el conjunto de lexemas, pero sí algún tipo de cambio en la
estructura interna del campo conceptual; (iv) que uno o más lexemas fuese
sustituido- por otro u otros junto con un cambio en la estructura interna
del campo conceptual; y (v) que se hubiese añadido o perdido uno o más
lexemas y producido (necesariamente, si descontamos la posibilidad de una
sinonimia en el sistema anterior o posterior) algún cambio consecuente en
la estructura interna del campo conceptual. La figura 6 esquematiza estas
diversas alternativas. La primera no ofrece un especial interés, ya que los
dos sistemas diacrónicamente distintos son isomórficos y léxicamente idén-
ticos. Tampoco el segundo resulta muy interesante para el semantista es-
tructural, puesto que ambos sistemas son igualmente isomórficos, aunque
difieran léxicamente. Son las tres situaciones restantes las que demuestran
la aptitud de la teoría del campo y las que, a su vez, suscitarían una proba-
ble mala interpretación en las teorías atomísticas de la tradición semántica.
El cambio de estructura en el campo conceptual que resulta de la incorpo·
ración de 'violett' al vocabulario del alemán constituye, al parecer, un caso
de (v). Hagamos también una breve mención de uno de los más famosos
ejemplos del propio Trier para ilustrar la situación de (iv).
Según Trier, entre principios y finales del siglo XIII, se produjo un cam-
bio en el campo conceptual del conocimiento y la comprensión (der Sinnbe-
zirk des Verstandes) tal como estaba estructurado por el vocabulario del
medio alto alemán. Hacia el año 1200, este campo conceptual era cubierto
por un campo léxico que contenía los tres nombres 'wisheit', 'kunst' y 'list'o
Unos cien años después, el correspondiente campo léxico contenía los nom-
bres 'wisheit',' 'kunst' y 'wizzen'. (Los cuatro lexemas pueden identificarse
diacrónicamente en el alemán moderno: 'Weisheit' (<<sabiduría»), 'Kunst' (<<ha-
bilidad»), 'List' (<<astucia»), 'Wissen' (<<conocimiento»), aunque ninguno de
ellos mantiene con los demás las mismas relaciones de sentido que tuvieron
entre 1200 y 1300.) Hacia el año 1300, 'list' se trasladó a un campo léxico que
cubría un campo conceptual distinto, mientras 'wizzen' se añadía al mismo
campo léxico de 'wisheit' y 'kunst'. Pero no se trata tan sólo de que 'wizzen'
8.4. CAMPOS SEMÁNTICOS 241

a a a a

b b b b

e e e d

(i) (ii)

a a a a

b b b b

e e e d

(¡ji) {Iv)

a a

b
b
e
e
d

[v)

Figura 6. Diversos tipos de cambio diacrónico.

If,
242 SEMÁNTICA ESTRUCnlRAL: CAMPOS SEMÁNTICOS

haya ocupado el lugar que previamente tenía 'list' cubriendo así la misma
lona conceptual de éste. Durante el plimer período, 'kunst' cubría, «en tér-
minos aproximados, el nivel superior o cortesano del conocimiento, que
comprendía el comportamiento socia!», y 'list', «el nivel inferior y más téc-
nico de conocimiento y habilidad, desprovisto de distinción cortesana», en
tanto que 'wÍsheit' era «no sólo una alternativa de los otros dos, en la ma·
yoría de sus aplicaciones, sino también una posibilidad de sintetizarlos con-
cibiendo el hombre como un todo y combinando sus elementos intelectuales,
morales, cortesanos, estéticos y religiosos en una unidad indisoluble» (UIl-
mann, 1957: 166). En el período posterior, 'wisheit' no podía utilizarse como
alternativa de 'kunst' y 'wizzen' (esto es, no se relacionaban con él en tér-
minos de hiponimia: cf. 9.4), sino que cada uno de los tres lexemas cubría
una distinta zona conceptual en el campo del conocimiento y la compren-
sión. Las tres zonas pueden considerarse aproximadamente distintas con
respecto a la profundidad de discernimiento y de asimilación en que se basan,
de modo que 'wisheit' cubre la clase más profunda de conocimiento (típica-
mente empleado para la aprehensión mística y religiosa), 'wizzen' cubre la
clase más superficial u ordinaria de conocimiento, mientras 'kunst' cubre
la zona intermedia entre los otros dos. Trier asocia este cambio en el campo
del conocimiento y la comprensión producido entre los dos períodos con
los cambios sociales que tuvieron lugar en esta época y con el derrumba-
miento en la síntesis medieval de lo que hoy llamamos ciencia, filosofía
y teología.
Ahora bien, buena parte de la obra de Trier sobre las etapas primitivas
del vocabulario del alemán es criticable (y ha sido criticada) desde un punto
de vista tanto teórico como metodológico. En primer lugar. los textos en que
basaba su análisis para deducir los sistemas lingüísticos subyacentes eran
demasiado escasos estadísticamente hablando y difícilmente podían to-
marse como una representación efectiva de toda la lengua. Además, normal-
mente consisten en traducciones o comentarios sobre textos latinos, lo que
a su vez plantea dos nuevos problemas metodológicos. Primero, que la selec-
ción de lexemas alemanes puede haber sido determinada por un intento más
o menos servil de representar las distinciones de sentido que aparecían en
determinados lexemas latinos del texto original considerando que los lexe-
mas del alemán eran equivalentes en traducción. Las llamadas traducciones
literales o fieles resultan claramente insatisfactorias como tales; no en vano
el lema italiano, 'traduttore, traditore', «Traductor, traidor», que, tal como
aparece difícilmente puede traducirse al inglés de una manera satisfacto-
ria (<<The translator is a betrayer», «El traductor es un traidor»), se aplica
en más de un sentido en cuanto a la presunta traducción fiel (cf. Jakob·
son, 1959). El traductor puede ser infiel a su propia lengua, así como al texto
cuyo contenido y estilo trata de reproducir. El segundo problema se debe
a que el lingüista que trabaja cOl1 textos escritos en medio alto alemán del
tipo que empleó Trier se ve a menudo en la necesidad de interpretar el
alemán valiéndose del latín que lo acompaña. Así, pues, desde una perspec-
tiva puramente metodológica, es justificado dudar de los resultados que
8.4. CAMPOS SEMÁNTICOS 243

Trier obtuvo en su análisis. Se ha hecho notar con toda justicia que «la
investigación que los discípulos de Trier han llevado a cabo siguiendo sus
métodos opera casi exclusivamente con campos abstractos e invariable-
mente con campos de los períodos primitivos de una lengua» (Oksaar,
1958: 15).
Vamos a considerar también nosotros este aspecto del «carácter abs-
tracto» atribuido a campos tales como el del conocimiento y la compren-
sión. Ante todo hay que observar que ya se han realizado algunas obras,
desde el punto de vista de la teoría del campo, aplicadas a lenguas moder-
nas, donde los datos son más abundantes y fáciles de comprobar, y los re-
sultados, aunque no invaliden la teoría en todos sus pormenores, no pueden
ciertamente resumirse con facilidad en unas cuantas generalizaciones como
ocurría con los resultados obtenidos a partir de textos dispersos y tal vez
no representativos de períodos primitivos. 1O
Como hemos visto, se trata, según Trier, del mismo campo conceptual
que aparece estructurado por distintos campos léxicos en diferentes perío-
dos de tiempo. Pero, ¿cómo saber que es así? Aún más importante que el
problema metodológico de verificar si éste es, o no, el caso en ocasiones con-
cretas, hay la cuestión teórica de indicar qué se entiende, si es que algo se
entiende, al decir que constituye o no el mismo campo conceptual. No se
da ninguna aclaración sobre esta identidad y, sin embargo, es la constante
alrededor de la cual se determinan los cambios de sentido en los lexemas
de campos léxicos diacrónicamente distintos. En el caso de los términos de
color, cada color reconocido por una determinada lengua puede asociarse
a una zona del continuo psico-físico cromático (su denotatum) y los límites
de esta zona pueden establecerse, con una aproximación suficiente para
nuestros propósitos (teniendo debida cuenta de la diferencia entre zonas
centrales y marginales: cf. 8.3), en una metalengua neutral. lI Pero esto es
irrealizable en lo que cabría describir mediante palabras tan abstractas como
'conocimiento' y 'comprensión' (para tomar un par de lexemas castellanos).
Es muy dudoso que el 'conocimiento' y la 'comprensión' posean denotata
identificables (d. 7.4) y, si es así, la relación de denotación es, en todo caso,
mucho más compleja que la relación que existe, por ejemplo, entre 'rojo'
o 'azul' y sus denotata respectivos.
Los críticos han indicado a veces que la teoría del campo sólo es válida
para el análisis de palabras abstractas. Pero nada se ha demostrado todavía
a este respecto. En la medida en que cabe establecer una distinción entre
campos abstractos y concretos (en este empleo vago de los términos 'abs-
tracto' y 'concreto'), el propio modelo de Trier es, en realidad, más clara-
mente aplicable a los campos conceptuales concretos, donde los lexemas
tienen denotata identificables, que a los abstractos, donde no hay tal iden-
tificación. Los críticos de Trier han señalado con razón el peligro metodoIógi-

10. [Cf., para el castellano, Trujillo (1970).]


11. [Delimitando cada zona a base. por ejemplo, de a. b, c ... ]
244 SEMÁNTICA ESTRUCTURAL; CAMPOS SEMÁNTICOS

ca que entraña desarrollar una teoría entera sobre la base del análisis de lexe-
mas relativos a «conceptos [Begriffskomplexe] de la más alta esfera de
lo abstracto (inteligencia, comprensión, belleza)>> (Quadri, 1952: 153). El pe·
ligro, sin embargo, no estriba en que los lexemas abstractos sean por sí
mismos más fáciles de distinguir mutuamente en cuanto al sentido que los
lexemas concretos, sino más bien que es más fácil hacer generalizaciones
inverificables sobre el significado de lexemas abstractos, como 'belleza' o 'in-
teligencia', en un esquema conceptualista que no sobre lexemas concretos
como 'rojo' o 'mesa' (d. 4.3). Si estas generalizaciones se toman al pie de
la letra, pueden dar la impresión de que la parte abstracta del vocabulario
de una lengua está estructurada con más precisión y es más ordenada, como
si dijéramos, que la parte concreta. Pero sin duda se trata de una mera
ilusión provocada por la vaguedad metodológica y el subjetivismo. Parece,
desde luego, evidente que los principios que determinan la estructura léxica
se aplican igualmente tanto a las palabras abstractas como a las concretas.
Si se formula de nuevo en un marco no conceptualista podemos coincidir
con Geckeler en que «en cuanto a su aplicación, la teoría del campo no
tiene por qué limitarse a determinados sectores del vocabulario» (1971: 162).
Es admisible, por lo demás, que nuestra comprensión intuitiva de los prin-
cipios determinantes de la estructura léxica en su aplicación a palabras abs-
tractas tiene sus raíces en la comprensión y el control previo de los mismos
principios con respecto a lexemas más concretos (es decir, lexemas con
denotata observables).
La teoría de Trier sobre los campos conceptuales y léxicos parece ba-
sarse en el supuesto de que, subyaciendo al vocabulario de todas las len-
guas, hay una sustancia de significado no estructurada a priori (a la que,
como muchos otros semantistas estructurales, alude con el término filosó-
ficamente polarizado de 'realidad'): «Toda lengua articula la realidad [gliedert
das Sein] a su manera, creando con ello su propia visión de la realidad [ihr
besonderes Seinbild] y estableciendo sus propios conceptos únicos [ihre,
die ser einen Sprache eigentümlichen, Inhalte]» (Trier, 1934: 429). Esta no·
ción de la sustancia de significado (o sustancia del plano del contenido, como
dirían Hjelmslev y sus seguidores: cf. Hjelmslev, 1953: 29 y ss.; Sprag-Hanssen,
1954: 129 y ss.; Uldall, 1957: 26 y ss.) es susceptible de tres diferentes vías
de crítica. Dado que ya hemos hecho mención de ello de una manera más
general, vamos a repetirlo sólo brevemente. En primer lugar, es difícil
atribuir una interpretación clara a la noción de sustancia conceptual, puesto
que si se reduce a continuos denotacionales del mundo de los fenómenos
(donde puede aplicarse de un modo relativamente no controvertible), en-
tonces quedarán muchos campos léxicos sin zona de sustancia que articular.
En segundo lugar, es evidentemente erróneo decir que la realidad (en aquel
sentido) no varía de una época a otra ni de una a otra región de la tierra.
Si el hábitat natural y cultural de una determinada sociedad no presenta
casos de una cierta flora y fauna, de ciertas condiciones climáticas, de cier-
tas instituciones sociales o artefactos, etc., estas cosas simplemente no exis-
ten para esta sociedad. Y, en fin, debemos dar por sentado que la realidad
8,5, RELAClONES LÉXICAS SINTAGMÁTICAS 245

(en aquel sentido) tiene una estructura independiente en un grado consi-


derable de la estructura léxica de cada lengua. El mundo externo, o la rea-
lidad, no es sólo un continuo indiferenciado, pues, por un lado, contiene
muchos objetos percibidos y comporta mentalmente tratados como indivi-
duales y, por otro, contiene muchas clases de individuales que, sobre todo
en el caso de las especies biológicas, se distinguen por su comportamiento
y apariencia (y, en los seres vivos, por su capacidad de entrecruzamiento y re-
producción) como miembros de la misma especie natural (para emplear el
término tradicional). Esto, evidentemente, no significa que la estructura
léxica se limite a reflejar la estructura de la realidad. Ya hemos visto que
no es así (8.3). Lo único que queremos decir es que, pese a haber ciertos
continuos perceptuales en el mundo externo, también hay objetos y clases
de objetos más o menos claramente distintos. No conviene, por tanto, ex-
plotar en exceso la noción de continuo denotacional.
No vamos a detallar las muchas otras críticas más específicas que se han he-
cho a la teoría de Trier sobre los campos semánticos: su excesivo apoyo
en la metáfora, o analogía, de un mosaico bidimensional; su rechazo a la
posibilidad de que existan vacíos o encabalgamientos en un campo léxico;
su insistencia en que todo el vocabulario es un sistema único integrado
y totalmente articulado (d. Geckeler, 1971 115·67). También se le ha criticado
la atención casi exclusiva sobre las relaciones paradigmáticas de sentido
sin atender apenas a las relaciones sintagmáticas; asunto que merece una
discusión más extensa. 12

8.5. Relaciones léxicas sintagmátic8s


Hemos mencionado ya que hubo otras teorías de los campos semánticos
además de la de Trier (y de Weisgerber) propuestas durante las décadas de
1920 y 1930. En contraste con Trier y más o menos al mismo tiempo, Por-
zig (1934) desarrolló una noción de campos semánticos (Bedeutungsfelder)
que se fundaba en las relaciones de sentido que hay entre pares de lexemas
sintagmáticamente ligados. Ello provocó una viva controversia acerca de
cuál de las dos teorías era más fructífera y reveladora. No cabe ya ninguna
duda de que tanto las relaciones paradigmáticas de Trier como las relacio-
nes sintagmáticas de Porzig deben incorporarse inexcusablemente a toda
teoría satisfactoria de la estructura léxica. Incluso ellos mismos llegaron

12. No es frecuente vincular a Whorf con Trier, pero, en mi OpInlOn, hay una sor-
prendente similitud en el modo como se expresan. En rigor, algunas de las críticas
dirigidas contra la teoría de Trier sobre los campos léxicos parecen válidas contra mu-
chas otras versiones de la semántica estructural. Además de las referencias citadas en el
texto, también Son útiles las siguientes: Ader (1964), Baldinger (1970), Elwert (1968),
Gipper (1959. 1963). Lehrer (1974), Leisi (1953). Wotkjak (1971).
246 SEMÁNTiCA ESTRUCTURAL: CAMPOS SEMÁNTiCOS

a aceptar que sus concepciones, en su origen claramente opuestas, eran


complementarias y no estaban forzosamente en conflicto (cf. Kühlwein,
1967: 49).
Porzig basa su teoría en las relaciones que hay dentru de sintagmas
bimembres (o colo c a c ion e s: cL 14.4) compuestos (típicamente) de nom·
bre y verbo o de nombre y adjetivo. Los dos lexemas en cada uno de estos
sintagmas están recíprocamente ligados por lo que él llama relación signi·
ficativa esencial (wesenhafte Bedeutungsbeziehung). Veamos en uno de sus
pasajes más recientes cómo ilustra la naturaleza general de estas relaciones:
«¿Con qué se muerde? Con los dientes, desde luego. Con qué se lame? Evi·
dentemente, con la lengua. ¿Qué es lo que ladra? Un perro. ¿Qué se tala?
Árboles. ¿Qué es rubio? El cabello humano. Lo que aquí se ilustra por me·
dio de estos ejemplos es tan trivial [alltaglich], que tendemos a pasarlo por
alto y, sobre todo, a subestimar su importancia» (1950: 68).
Con ello, se plantea una serie de cuestiones en torno a pares de lexe-
mas sintagmáticamente relacionados tales como 'lamer': 'lengua', 'rubio':
'cabello', 'perro' : 'ladrar', etc. La primera, y quizá más obvia, consiste en
que los lexemas varían enormemente con respecto a la libertad con que pue-
den combinarse en sintagmas con otros lexemas. En un extremo, encontra-
mos adjetivos, como 'bueno' o 'malo', que en castellano pueden emplearse
en colo c a ció n con casi cualquier nombre; pero al otro extremo, no
falta un adjetivo, como 'ázimo', que sólo puede predicarse [que yo sepa]
del pan. Porzig advierte sobre este hecho y, más en particular, sobre la im-
posibilidad de describir el significado de lexemas combinatoriamente res·
tringidos sin tener en cuenta el conjunto de lexemas con que se vinculan
sintagmáticamente -bien de una manera explícita, mediante textos, o b'icn
implícitamente, en el sistema lingüístico- por medio de una relación sig-
nificativa esencial. Difícilmente puede explicarse el significado del verbo 'la-
drar' sin mencionar a los perros o del adjetivo 'rubio' sin citar el cabello.
Pero, ¿cuál es la importancia teórica de estas restricciones combina·
torias? En primer lugar, debe observarse que (como se ha señalado más
arriba: 8.2) pueden establecerse muchas distinciones de sentido recurriendo
a la modificación sintagmática de un lexema más general o bien utilizando
un solo lexema más específico. Por ejemplo, puede emplearse, al menos en
muchos contextos, el sintagma 'hombre no casado' (donde 'hombre' está
modificado por /no casado') o el lexema único 'soltero' como equivalentes
en sentido. En muchos casos, una lengua utilizará un sintagma donde otra
emp1ea un solo lexema con un significado aproximadamente igual. Así, pon·
gamos por caso, los verbos 'kick' y 'punch' se hallan en contraste paradig-
mático en inglés, pero sus equivalentes de traducción más comunes en fran-
cés [yen castellano] son 'donnner un coup de pied' ['dar lIn puntapié']
y 'donner un coup de poing' ['dar un puñetazo'] (lo que, a su vez, en inglés
vendría a ser, respectivamente, «to strike with the foot», «golpear con el
pie», y «to strike with the fist», «golpear con el puño»). Entre 'kick' y 'foot',
«pie», y entre 'punch' y 'fis!', «puño», hay lo que Porzig denominaría una
relación significativa esencial. A la lexicalización de este componente sin-
8.5. RELACIONES LÉXICAS SlNTAGMÁTlCAS 247

tagmático modificante la vamos a llamar (a falta de un término mejor)


e n e a p s u 1 a ció n. Así, el sentido de 'with the foot' «con el pie», se en·
e a p s u I a en el sentido de 'kick', del mismo modo que el sentido de 'con
los dientes' se encapsula en el sentido de 'morder'.
Hasta aquí hemos hablad? de la encapsulación para aludir a la creación
de un lexema único más específico que desempeñe el trabajo, por así decirlo,
de un sintagma. Esto implicaría algún tipo de prioridad de lo general sobrc
lo específico; idea que, por cierto, han sostenido efectivamente muchos
semantistas estructurales, entre ellos el mismo Trier, en cuanto a la es·
tructura léxica. Según esto, se ha indicado que el vocabulario de una lengua
se articula a base de distinciones cada vez más específicas. Pero Porzig lo
plantea de manera inversa. Desde su punto de vista, todas las palabras ca·
bran su sentido original en virtud de su aplicación a personas, objetos,
cualidades, actividades, procesos y relaciones en situaciones altamente espe·
cíficas. Su sentido original, pues, es consecuentemente específico y concreto
(sachlich): «a cada palabra corresponde un uso propio reine eigentliche Ver-
wendung], en el cual tiene su significado concreto [seine sachliche Bedeu·
tung]». Algunas palabras conservan su original significado concreto sin ex·
tenderlo o generalizarlo apreciablemente; se trata de las palabras que en
todo sistema lingüístico sincrónico entran a formar parte de un conjunto
muy restringido de colocaciones. En cambio, la mayoría de lexemas, aun
manteniendo todavía su significado original (de un modo nuclear o central),
llega a aplicarse, en el curso del tiempo, a un ámbito cada vez más amplio
de cosas y de situaciones. Por ejemplo, según Porzig, el verbo 'reiten', «ca·
balgar», del alemán se hallaba en un principio limitado, en su denotación
o aplicabilidad. a montar a caballo, significado que todavía es central en el
verbo. Pero en la actualidad puede utilizarse ya para denotar actividades
tales como sentarse a horcajadas sobre una viga ('auf einem Balken reiten').
Es obvia la similitud que hay entre las dos descripciones de 'reiten', cuya
extensión significativa que resulta de la aplicación secundaria a sentarse
sobre una viga a partir de cabalgar a caballo, y no al revés, puede clasifi·
carse como un caso de lo que tradicionalmente se conoce por ampliación
ro e t a f ó r i c a.
Digamos, a propósito del ejemplo de Porzig sobre 'reiten', que el verbo
inglés 'ride', «ir (a caballo. en bicicleta, oo.)>> (diacrónicamente en relación
con aquél), se ha generalizado en una dirección algo distinta, pues no está
claro si su significado central está todavía determinado por la relación sin·
tagmática con la frase 'on a horse', «a caballo». En el inglés actual, el verbo
'ride' puede aplicarse no sólo a la actividad de dirigir un caballo mientras
se está sentado sobre él y siendo transportado por él, sino también a la
aclividad de conducir una bicicleta en las mismas condiciones. Esta des-
cripción un tanto desmañada y ampulosa sobre la naturaleza de la actividad
implícita en 'ride' permite destacar tres puntos de semejanza entre montar
a caballo y montar en bicicleta: (i) mantener un control, (ii) ser transpor-
tado y (iii) hallarse en una determinada postura (en relación con el medio
de transporte). Hay, por supuesto, otras muchísimas semejanzas entre las
248 SEMÁNTICA ESTRUCTURAL: CAMPOS SEMÁNTICOS

dos actividades, así como abundantes diferencias, pero al menos los tres
puntos mencionados en la ilustración parecen relevantes para lo que cabe
considerar el significado central de 'ride' (y del alemán 'reiten'). Ahora bien,
en alemán no suele utilizarse el verbo 'reiten', sino 'fahren', para montar en
bicicleta: 'fahren', frente a 'gehen', «ir» (como, en ruso, entre 'ézdit", y 'jo-
dit°), lexicaliza la distinción entre la locomoción a pie y por medio de un
vehículo. Y, a la inversa, normalmente no se aplicaría el verbo inglés 'ride'
a la acción de estar sentado a horcajadas sobre una viga ó un madero;
parece, entonces, que la condición de ser transportado es dispensable. El
verbo 'ride' se emplea asimismo en una serie de situaciones distintas en las
que el alemán usaría 'fahren', tales corno ir en carruaje (donde han desa-
parecido todas las condiciones, excepto la de ser transportado) y, al menos
en el inglés americano, viajar como pasajero en coche o en tren (pero no en
barco o avión).
El principal motivo de esta breve y somera comparación entre algunas
de las aplicaciones de 'reiten' y 'ride' (pues ambos presentan más aplica-
ciones aún) consiste en ilustrar lo que Porzig entiende por extensión a par-
tir de un significado altamente específico hacia otro posterior más general.
Los principios que promueven las ampliaciones de este tipo -g e n e r a 1 i-
z a ció n y a b s t r a c ció n- han sido hace mucho tiempo reconocidos
por la semántica diacrónica (cf. Bréal, 1897) y los análisis tradicionales de
la m e t á f o r a, de una parte, y por los estudios sobre la adquisición de la
lengua, por otra. Recuérdese que lo hemos mencionado ya, desde este último
punto de vista, a propósito de la semántica conductista (d. 5.3). No obstante,
hay que reconocer a Porzig el mérito de haber puesto de relieve que la abs-
tracción y la generalización dependen del relajamiento de las relaciones sin-
tagmáticas entre los lexemas, y de haber insistido en que las relaciones
sintagmáticas de sentido determinan la estructura de un campo léxico no
menos que las relaciones paradigmáticas.
La comparación de 'ride' y 'reiten', a pesar de su carácter incompleto
y asistemático, servirá también para ilustrar dos cuestiones adicionales. En
primer lugar, es evidente que la supuesta relación que hay entre el signi-
ficado central de un lexema y su significado o significados subsiguientes más
generales es m o t i v a d a (y no a r bit r a r i a: d. 4.2). Sin embargo, esto
no abre la posibilidad, ni siquiera en principio, de predecir la dirección
o direcciones en que el significado de un lexema se generalizará, pues ya
hemos visto que 'ride' y 'reiten' se han generalizado de un modo distinto
a partir de lo que cabe considerar una misma aplicación originalmente res-
tricta. No podemos entrar ahora en toda la cuestión del cambio semántico,
del cual la generalización constituye sólo un aspecto. La bibliografía de la
semántica diacrónica está llena de ejemplos que indican la importancia
de factores tanto externos como internos en el proceso. Por factores externos
entendemos aquí los cambios del medio ambiente natural o cultural en que
una lengua actúa; y por factores internos, las presiones estructurales que se
producen en un sistema lingüístico derivadas de la totalidad de las rela-
ciones sintagmáticas y paradigmáticas de un determinado campo léxico, que
8.5. RELACiONES LÉXiCAS SiNTAGMÁTlCAS 249

frenan ciertos cambios de significado y promueven o, al menos, permiten


otros. Hasta el presente, no obstante, faltan pruebas convincentes que apo-
yen todo tipo de teoría determinista sobre el cambio semántico. Los facto-
res causales pueden variar de un caso a otro y a menud<..' escapan del ámbito
de la averiguación empírica (d. Ullmann, 1957: 183 y ss.). Sostener que, en
principio, es posible predecir la dirección del cambio semántico es tan
ocioso como la sugerencia de Bloomfield de que podía prever si un cierto
estímulo ambiental determinaría que el hablante produjese un cierto enun-
ciado (d. 5.3).
La segunda cuestión en cuanto al ejemplo de 'reiten' y 'ride' consiste
en que, siguiendo un principio estructura lista, no puede decirse sin más que
estos verbos tienen o no el mismo significado. No hay razón para negar
que lo tienen efectivamente cuando se aplican a la actividad de montar
a caballo; sin embargo, aunque pueda decirse lógicamente de 'ride' que pre-
senta el mismo significado en 'ride a bicycle', «montar en bicicleta», y en
'ride a horse', «montar a caballo», el verbo alemán 'reiten' no se utilizaría
al traducir la primera de estas expresiones. Este hecho no obedece a ningún
análisis general del concepto de cabalgar a base de una enumeración de las
tres condiciones o componentes relevantes, como hemos hecho antes. Como
hablantes de una lengua, debemos saber y, como lingüistas descriptivistas,
descubrir, que hay, al menos para muchos .lexemas, un conjunto de sintag-
mas aptos para su empleo y un conjunto de sintagmas en los que no pueden
emplearse. Al mismo tiempo, hay que admitir que el hablante nativo de
una lengua es capaz de utilizar la mayoría de lexemas en sintagmas que pre-
viamente no ha oído y que su proceder será reconocido como correcto por
sus interlocutores. En tanto que esto afecte a la pro d u c t i vid a d, y no
a la c r e a t i vid a d (cf. 3.4), la semántica teórica y descriptiva debe tenerlo
en cuenta. No debemos pasar desde el extremo de decir que las coloca-
ciones de un lexema están determinadas por su significado o significados
(definiendo el significado fuera de toda consideración sintagmática) al ex-
tremo opuesto de definir el significado de un lexema como si no se tratara
más que del conjunto de sus colocaciones.
En la presentación y análisis de la noción de Porzig sobre las relaciones
sintagmáticas entre lexemas (que los lingüistas de la tradición post-bloom-
fieldiana examinarían en términos de r e s tri c c ion e s de selección), he-
mos aceptado tácitamente su postura de que todos los lexemas se aplican
originalmente, de un modo filogenético u ontogénico, en situaciones muy
específicas y concretas y que, por tanto, se encuentran restringidos desde
el punto de vista sintagmático. No podemos hacer mucho más que especular
(y con escaso provecho) sobre los orígenes últimos del lenguaje (d. 3.5);
ni tampoco la semántica diacrónica nos llevará tan lejos en la historia de
una lengua o familia de lenguas. Pero las pruebas diacrónicas de que dis-
ponemos sugieren que el cambio semántico ha procedido en todos los pe.
ríodos na sólo por vía de generalización y abstracción, sino también por
medio del proceso inverso de e s p e c i a 1 iza ció n. A todo ejemplo de
generalización que aparece en las obras clásicas de la semántica diacrónica
250 SEMÁNTICA ESTRUCTURAL: CAMPOS SEMÁNTICOS
1
(v. gr., Sturtevant, 1917; Kronasser, 1952; Ullmann, 1957; Hoenigswald, 1960)
y en los diccionarios etimológicos corresponde un ejemplo de especializa·
ción; v. gr., la generalización del latín 'panarium', «panera», al francés 'pa·
nier', «cesto», y la especialización del antiguo inglés 'mete', «comida», al
moderno 'meat', {(carne».
La evidencia extraída de los trabajos sobre el aprendizaje lingüístico
sugiere, a su vez, que los niños suelen proceder por vía de especialización en
la adquisición del significado de las palabras, desde un sentido más amplio
a otro más estricto (d. E. V. Clark, 1975). Por ejemplo, un niño puede apli·
car la palabra 'papá' a todos los hombres que encuentre antes de corregir
la comprensión y el uso de la palabra al sentido más estricto que posee en la
lengua de los adultos. Desafortunadamente, por razones metodológicas es
más difícil encontrar casos de generalización progresiva en la adquisición
de la lengua. Si el niño utiliza la palabra 'animal', pongamos, para referirse
a los gatos y lo hace al principio con la convicción de que sólo denota los
gatos, el hecho de que restrinja así el sentido de 'animal' no permitirá que
los padres decubran la presencia de enunciados semánticamente anómalos.
Quizá debamos admitir que en la adquisición de la lengua se hallan pre·
sentes tanto la especialización como la generalización, tal como hemos men·
cionado ya al tratar sobre el aprendizaje infantil de la denotación (cf. 7.6).
Aquí nos ocupamos de señalar la importancia de las consideraciones
sintagmáticas en el examen de la especialización. Si un lexema se utiliza
con frecuencia en colocación con un conjunto limitado de lexemas o frases
sintagmáticamente modificantes, puede llegar a encapsular el sentido de
éstas. Esto es lo que ha ocurrido, por ejemplo, en el caso de 'drive', «con·
ducir». Su frecuente combinación con 'car', «coche», ha producido la en·
capsulación de «a/the can>, «un/el coche» (en oraciones como 'Will you
drive or shall I?, «¿Conducirás tú o yo?») o de «by car», «en coche» (en
'He's driving up to London', «Va en coche a Londres»). El verbo 'drive' to·
davía se emplea, desde luego, en muchas otras colocaciones con un sentido
más general, y aun presenta una serie de significados especializados que
encapsulan el sentido de otros lexemas (v. gr., He drove off, (Ji!.) «(Se) lar·
gó», podría decirse cuando un jugador de golf impulsa la pelota) y pue·
den explicarse como consecuencia de haber aparecido con tanta frecuencia
con ellos.

8.6. Evaluación general de la teoría de los campos semánticos


Sin duda habría que añadir mucho más en un tratamiento completo sobre
la teoría de los campos semánticos, cosa que, en cierto modo, haremos en
apartados subsiguientes del libro. Aunque en este capítulo nos hayamos con·
centrado en ·las posturas aparentemente opuestas, pero en rigor comple·
mentarías, de Trier y Porzig, hemos de mencionar que también muchos otros
8.6. EVALUACJÓN GENERAL UE LA TEORÍA 251

estudiosos han realizado decisivas contribuciones a lo que en general se


denomina teoría del campo. Independientemente de Trier y sus seguidores
(pero indirectamente inspirados, a través de Boas y Sapir, por Humboldt),
una serie de antropólogos norteamericanos han investigado el vocabulario
del parentesco, plantas, enfermedades y otros sistemas de clasificación culo
turalmente importantes y han descrito sus resultados en términos similares
a los de la teoría del campo (cf. Hymes, 1964: 385 y ss.). La semántica es-
tructural en Francia se ha desarrollado en una dirección específicamente dis-
tinta. Por un lado, Mataré (1953) y sus partidarios se han ocupado sobre
todo de los campos del vocabulario de la lengua más susceptibles de cambios
y expansiones rápidas y que reflejan acontecimientos significativos en la po-
lítica, la sociedad y la economía. Por otro lado, otros eruditos como Greimas
(1965) y Barthes (1964) han tratado de ampliar la noción saussureana de
estructura léxica definida a base de relaciones sintagmáticas y paradigmá-
ticas al análisis estilístico de textos y otros sistemas semióticos distintos de
las lenguas. En cuanto al énfasis que Porzig puso sobre las relaciones sin-
tagmáticas, puede ponerse en relación, como veremos más adelante, con una
diversidad de temas muy tratados en la más reciente bibliografía: con las
propuestas de Kurytowicz (1936) para el análisis de los lexemas d e r i v a-
d o s (cf. 13.2); con la teoría contextual del significado de Firth (cf. 14.4),
Y con la obra de eruditos como Mel'chuk (1974) y Apresian (1974) sobre la
interrelación entre sintaxis y semántica (cf. 12.3).
No han escaseado, en efecto, los estudios en el ámbito de la teoría del
campo, aunque una gran parte de ellos se hayan orientado, como dijimos
antes, hacia la investigación de textos antiguos. Lo que hasta el presente
echamos de menos, y seguramente muchos de sus teóricos lo admitirían, es
una formulación más explícita de lo que hasta ahora se ha hecho sobre los
criterios que definen un campo semántico. La mayoría de autores que re-
cientemente han escrito sobre este tema han aceptado que la mayoría de
campos léxicos no están tan nítidamente estructurados ni tan claramente
distinguidos entre sí como en un principio sugería Trier. y esta concesión
en un asunto constantemente esgrimido por los críticos de la teoría del cam-
po merma su valor como teoría general de la estructura semántica por cuan-
to la hace más difícil de formalizar. Por otra parte, aunque se haya formu-
lado de un modo vago, la teoría del campo ha demostrado su mérito como
guía general para la investigación en la semántica descriptiva de los últimos
cuarenta años y ha acrecentado indudablemente nuestra comprensión sobre
la manera como se interrelacionan en sentido los lexemas de una lengua. El
hecho de que no se haya formalizado (o quizá, no pueda formalizarse) sería
una crítica más destructiva si se tuviera al alcance alguna otra teoría sobre
la estructura del vocabulario que hubiese sido efectivamente formalizada
y comprobada ante una cantidad parecida de datos empíricos; pero éste no
es el caso.
Antes de continuar con una discusión más pormenorizada de las distintas
relaciones de sentido, trataremos de precisar la noción de campo semán-
tico. Como hemos visto, el semantista estructural saussureano (y post-saus-
.....

252 SE.\lIANTlCA ESTRl1CTl'RAL: CAi\,¡pOS SEM-\NTICOS

sureano) adopta la postura de que el significado de toda unidad lingüística


está determinado por las relaciones par a d i g m á tic a s y sin t a g m á-
tic a s que se establecen entre esta unidad y las demás unidades del siste-
ma lingüístico (d. 8_2). Puede decirse, entonces, que los lexemas y otras uni-
dades semánticas relacionadas paradigmática o sintagmáticamente dentro de
un sistema lingüístico dado pertenecen a un mismo c a m p o (semántico) como
miembros de él, y que un campo cuyos miembros son lexemas constituye
un c a m poi é x i c 0_ Un campo léxico es, pues, un subconjunto para-
digmática y sintagmáticamente estructurado del vocabulario (o 1 é x i c o:
eL 13.1).
En lo que cabría considerar la más extrema versión de la teoría del
campo, se establece que el vocabulario, V, de una lengua es un conjunto
cerrado de lexemas, V = {I I ' 12 , 13 , ••• , In}. que puede seccionarse en un con-
junto de campos léxicos {CL I , eL2, CL 3, .• , CL m }, es decir dividido en subcon·
juntos, tal que (i) la intersección de dos campos distintos cualesquiera es
vacía (no hay ningún lexema que sea miembro de más de un campo), y (ii) la
unión de todos los campos en V es igual a V (no hay ningún lexema que no
pertenezca a algún campo). A la vista de las críticas mencionadas sobre la
teoría de Trier, parece entonces más prudente aceptar que ninguna de estas
dos condiciones deba establecerse necesariamente en todo o, mejor, en nin-
gún sistema lingüístico, aunque pueden mantenerse por definición.
Hay todavía otros supuestos explícitos ° implícitos, en esta llamada ver-
sión extrema de la teoría del campo, que tampoco tenemos por qué asumir.
El primero se refiere a que tanto el vocabulario como cada uno de sus cam-
pos son conjuntos cerrados de lexemas. Pues bien, nosotros admitiremos
la posibilidad de que sean a b i e r t o s o in d e ter m i TI a d o s (esto es,
V = (l,. 1,. 1) .... } o bien V = {l,. 1,. l J • etc.} y CL, = {l¡,. 1". lj). .} o bien
CL, = {l". 1". lj]. etc.}: eL 7.4). El segundo se refiere al supuesto de que el
vocabulario entero es un campo, estructurado (a partir de las relaciones es-
tablecidas entre los campos léxicos que incluye) de la misma manera que
los propios campos léxicos. Ninguno de estos supuestos parece teóricamen-
te esencial; y la semántica descriptiva puede operar muy bien sin recurrir
a ellos.
Para concluir este apartado, debemos subrayar otros dos asuntos teó-
ricos y metodológicos recientemente suscitados por la bibliografía relativa
a la semántica de la teoría del campo y sobre los cuales hay un extenso
acuerdo. El primero consiste en la necesidad de tener en cuenta el contexto
en que aparecen las palabras. El segundo alude a la imposibilidad de estu-
diar el vocabulario de una lengua independientemente de su estructura gra-
matical. En el próximo capítulo trataremos sobre algunas de las principales
relaciones paradigmáticas de sentido que determinan la estructura de los
campos léxicos. Diremos asimismo algo acerca del análisis componencial del
significado que, aun habiendo aparecido sin conexión con la teoría del cam-
po, ofrece numerosas afinidades con ella y se ha desarrollado, de hecho,
dentro de la obra más reciente sobre la teoría de los campos semánticos.
9. Semántica estructural 11: Relaciones de sentido

9.1. Oposición y contraste


Hemos presentado ya (capítulo 7) la nOClQO de s e n t ido (frente a den o-
t a ció n y re f e re n e i a).1 En el presente capítulo nos proponemos de-
sarrollar y formular de nuevo los principios que parecen básicos en la teoría
de los campos semánticos a base de re 1 a e ion e s d e s e n t ido (es de-
cir, relaciones de sentido entre conjuntos de lexemas) sin postular ninguna
sustancia conceptual o perceptual subyacente (d. 8.4). El tratamiento será re-
lativamente poco convencional y, a veces, un tanto especulativo. Empecemos
por analizar la noción de oposición paradigmática.
Desde sus inicios, la semántica estructural (en realidad, toda la lingüís-
tica estructural) ha hecho un especial hincapié en la importancia de las
relaciones de o p o sic ión par a d i g m á tic a. El mismo Trier inicia su
obra capital (1931) con la sugestiva afirmación de que toda palabra pronun-
ciada evoca a su opuesta (seinen Gegenteil) en la conciencia del hablante
y del oyente, aserto que, por lo demás, se corresponde muy bien con otros
similares de los lingüistas estructurales. Hay que notar que Trier sostiene,
como otros han hecho, que lo opuesto está de alguna manera presente en
la mente del hablante y del oyente durante el acto de enunciación. Si ocurre
o no así es un asunto psicológico y, en todo caso, más pertinente para la
construcción de una teoría sobre el comportamiento lingüístico que para el
análisis de un sistema de lengua (cf. 1.6). En lo que sigue no vamos a pre-
juzgar nada sobre lo que acontece en la mente del hablante o del oyente
durante la enunciación. La afirmación de Trier parece asimismo implicar
que toda palabra de un vocabulario tiene una opuesta, y sólo una. En este
apartado, vamos a tratar si puede o no tomarse como válido esto último.

l. Buena parte del contenido de este capítulo es una ampliación del capítulo 10 de
Lyons (1968). Sin embargo, se advierte al lector que hay ciertas diferencias terminoló-
gicas. En especial, el término 'denotación' no aparece en Lyons (1968).
254 SEMÁNTICA ESTRUCTURAL: CAMPOS SEMÁNTICOS

El término técnico corriente para la oposicionalidad significativa entre


lexemas es el de a n ton i m i a, Lamentablemente, apenas presenta mayor
precisión, en el uso de muchos autores, que la misma palabra 'oposiciona·
lidad' a la que reemplaza, mientras que, a su vez, los diccionarios suelen
clasificar entre los a n t ó n i m o s pares de lexemas que, como veremos, se
relacionan de maneras muy diversas ('alto': 'bajo', 'comprar': 'vender', 'ma·
cho': 'hembra', 'entrar': 'salir', 'derecha': 'izquierda', 'delante': 'detrás', etcé·
tera) , Adviértase que lo único que todos estos ejemplos tienen en común
es su dependencia a la dicotomización, Podemos dejar a otros la tarea de
averiguar si la tendencia a pensar a base de opuestos y a categorizar la ex·
periencia por medio de contrastes binarios es una tendencia humana uni·
versal que sólo se refleja secundariamente en la lengua, como la causa que
produce un efecto, o bien si se debe a la preexistencia de un gran número de
pares opuestos de lexemas en nuestra lengua nativa lo que nos hace dico·
tomizar, o polarizar, los juicios y las experiencias, Sea como sea, el lingüis·
ta debe tomar en consideración que la oposición binaria es uno de los prin.
cipios más importantes que gobiernan la estructura de las lenguas y que
su más evidente manifestación, por lo que se refiere al vocabulario, es pre·
cisamente la antonimia,
Ahora bien, los opuestos léxicos, como hemos dicho ya, presentan una
serie de tipos diferentes; de modo que es un asunto discutible el número de
relaciones dicotómicas que cabe considerar dentro del ámbito de la 'anta·
nimia', Empecemos por sentar una distinción entre opuestos g r a d u a b 1 e s
y no graduables (cf. Sapir, 1944). La graduación supone compa-
ración, Cuando comparamos dos o más objetos con respecto a cierta pro·
piedad (siendo esta propiedad un adjetivo casi siempre, en castellano), a me-
nudo, aunque no siempre, es apropiado averiguar si tienen o no esa propie·
dad en el mismo grado_ Por ejemplo, podríamos preguntar ¿Es X tan ca·
liente como Y? El hecho de poder decir que X es tan caliente como Y O que
X es más caliente que y depende de la graduabiJidad de 'caliente'. Un lexema
como 'hembra' (en contraste con lo que ocurre con 'femenina'), por otra
parte, no es graduable, ya que no podemos decir normalmente X es tan
hembra como Y ni X es más hembra que Y (mientras que X no es tan fe·
menina como y constituye un enunciado perfectamente aceptable),2 Cada
uno de estos lexemas va emparejado en el vocabulario con lo que suele des·
cribirse como su opuesto, 'frío' y 'macho', respectivamente_ Entonces, el
hecho de que 'caliente' y 'frío' sean lexemas graduables, mientras que 'hem-
bra' y 'macho' sean no graduables se debe a una importante diferencia
lógica entre los dos pares_

2_ [Ello, al margen dI: adjetivaciones (y cuantificaciones subsiguientes) más o menos


esporádicas, donde, efectivamente, puede decirse X es más mujer que Y a partir del
modelo, bastante más corriente en el castellano coloquial, X es muy humbre, X es más
hombre que Y, etcétera_ Por lo demás, traduzco en adelante el término inglés 'male' a base
de 'varón' o 'macho' indistintamente, tratando de respetar la aplicabilidad habitual
a hombres o animales, respectivamente_ En cuanto a 'hembra', siempre traduce el término
'female' del original.1
9.1. OPOSICIÓN Y CONTRASTE 255

Los opuestos no graduables, en tanto que se emplean como expresio~


nes predicativas, dividen el universo de discurso (esto es, los objetos de los
que son predicables: cf. 6.3) en dos subconjuntos c o m pIe m e n t a r i o s.
De ello se sigue no sólo que la predicación de cada uno de ellos implica
predicar la negación del otro, sino también que predicar la negación de
cada uno de ellos implica la predicación del otro. Por ejemplo, la propo-
sición «X es hembra» implica «X no es macho», y «X no es hembra» (en el
supuesto de que 'macho' y 'hembra' sean predicables de X) implica «X es
macho».
Con los opuestos graduables, sin embargo, la situación es diferente. La
predicación de uno implica predicar la negación del otro; así, la proposición
«x está caliente» implica «X no está frío», y «X está frío» implica «X no
está caliente». Pero, en cambio, «X no está caliente» no suele implicar- «X está
frío» (aunque en ocasiones pueda interpretarse así, como veremos más
adelante).
Todo lo dicho hasta ahora sobre la distinción entre opuestos gradua-
bles y no graduables podría parecer, a primera vista, previsto ya satisfac.
toriamente por la tradicional distinción lógica entre con t r a d i c t o r i o s
y con t r a r ¡os. Una proposición p es la con t r a d i c t o r i a de otra
proposición q, si p y q no pueden ser al mismo tiempo verdaderas o falsas;
v. gr., «Esto es un gato macho» : {{Esto es un gato hembra» (lo mismo que
las correspondientes proposiciones afirmativas y negativas como «El café está
frío» : «El café no está frío»). Una proposición p es la con t r a r i a de otra
proposición q, si p y q no pueden ser al mismo tiempo verdaderas (aunque
sí falsas); v. gr., «El café está caliente»: «El café está frío» (lo mismo que
otros pares, como {(Todos los hombres son calvos» : «Ningún hombre es cal-
VO»).3 Aplicando esta distinción a las oraciones que expresan tales proposi-
ciones y luego, por derivación, a los lexemas empleados corno expresiones
predicativas en aquéllas, podríamos decir que 'macho' y 'hembra' son con-
tradictorios y que 'caliente' y 'frío' son contrarios, lo que efectivamente es
cierto. Pero, al propio tiempo, hay muchos otros contrarios que no suelen
considerarse opuestos (v. gr., 'rojo': 'azul'; para no mencionar otros pares
innumerables como 'árbol': 'perro', 'cuadrado': 'abstracto', etc.), desde el
momento en que no se oponen dicotómicamente entre sí.4 La distinción entre
contradictorios y contrarios corresponde a la distinción entre lexemas no
graduables y graduables dentro de la clase de opuestos léxicos de la lengua,
si bien aplicada más ampliamente. Además, el hecho de que los antónimos
graduables puedan considerarse, por lo general, contrarios, y no contradic·
torios, es una consecuencia de su gradabilidad, no su causa.

3. Esta afirmación sobre los contrarios no pretende más que señalar una importante
diferencia entre contrarios y contradictorios. Tal como se presenta, admitiría como con-
trarios pares tales como «Este café de aquí está caliente» y «No hay ningún café aquí»,
resultado que no todo el mundo iba a aceptar.
4. Katz (1964, 1966) considera antónimos estos lexemas, en una interpretación desusa·
damente amplia del término 'antonimia'.
256 SEMÁNTICA ESTRUCTURAL: RELACIONES DE SENTIDO

La gradación se explicita en oraciones comparativas como 'Nuestra casa


es tan grande como la vuestra' y 'Nuestra casa es más grande que la vues-
tra'. En castellano existen también otras alternativas menos comunes para
expresar oraciones comparativas, a base de verbos como 'igualar', 'diferir'
y 'exceder' ('Nuestra C~lsa iguala/difiere de/excede a la vuestra en tamaño'),
adjetivos como 'mismo' y 'diferente' ('Nuestra casa es lo mismo que/dife-
rente de la vuestra en tamaño'), así como con adverbios correlativos y an-
tónimos de grado o comparación 'más' y 'menos' ('Nuestra casa es más/me-
nos cómoda que la vuestra'), junto con otras posibles construcciones más
o menos aceptables en determinadas circunstancias. Hay, no obstante, una
considerable diversidad entre las lenguas sobre la manera de gramaticalizar
la graduación en oraciones que cabe identificar, a partir de su estructLlra
gramatical, como comparativas. En absoluto ocurre que en todas las len-
guas dotadas de adjetivos aparezcan éstos explícitamente graduados en los
tipos más comunes de oraciones comparativas por medio de adverbios de
grado que se corresponden con 'más' y 'el más' (y sus correlativos 'menos'
y 'el menos', respectivamente). En lo que sigue, asumiremos que las cons-
trucciones gramaticales apropiadas para la gradación explícita, y su equi-
valencia en 10 que cabe considerar paráfrasis de determinadas oraciones,
pueden explicarse satisfactoriamente como parte del análisis gramatical de
toda lengua cuyo vocabulario investigamos. E ilustraremos la antonimia gra-
duable mediante un conjunto limitado de oraciones comparativas.
Ante todo hemos de notar que las proposiciones expresadas por ora-
ciones comparativas como' Nuestra casa es más grande que la vuestra' o bien
'La prueba de X (sobre un teorema) es más simple que la de Y' implican
-y son implicadas por ellas- las proposiciones expresadas por oraciones
como (a) 'Vuestra casa es más pequeña que la nuestra', 'La prueba de Y es
más compleja que la de X' o bien (b) 'Vuestra casa es menos grande que
la nuestra', 'La prueba de Y es menos simple que la de X'. La relación entre
oraciones como 'Nuestra casa es más grande que la vuestra' y 'Vuestra casa
es más pequeña que la nuestra' puede establecerse a base de la in ver s ión
de sus predicados (d. 6.3), como sucede entre oraciones activas y pasivas
en correspondencia, de tipo 'Juan mató a Pedro' y 'Pedro fue matado por
Juac'. Volveremos a tratar sobre ello. Lo que aquí importa es que la sustitu-
ción de uno de los antónimos graduables por el otro y la transposición de
las expresiones nominales relevantes en una oración comparativa produce
una oración semánticamente equivalente. Esto es bien obvio.
Menos obvio resulta que el uso de un antónimo graduable implique
siempre graduación, implícita o explícitamente. Sapir (1944) no sólo lo puso
de relieve, sino que parece haber sido el primer lingüista en emplear el tér-
mino 'gradación' en este sentido. 5 Cuando decimos, por ejemplo, Nuestra
casa es grande (esto es, cuando enunciamos la oración 'Nuestra casa es gran-

5. La postura de Sapir es bien conocida entre los lógicos y se remonta, como mínimo,
hasta Aristóteles (cf. Categorías, 56).
9.1. OPOSICIÓN y CONTRASTE 257

de' a fin de afirmar la proposlcIOn «Nuestra casa es grande}}) no adscribi-


rnos la propiedad de la grandeza, o del tamaño, al referente de 'nuestra casa',
como lo hacemos al adscribir rojez al referente de 'esto' al decir Esto es un
libro rojo, sino que implícitamente estamos comparando la casa con otra
cosa y afirmamos que la casa es más grande. La pauta de la comparación
puede haberse ya introducido explícitamente en el contexto en que aparece
la oración. Por lo común, sin embargo, se tratará de alguna norma general-
mente aceptada. Así, pues, Nuestra casa es grande podría entenderse en el
sentido de que «Nuestra casa es más grande que una casa normal» o bien
«Nuestra casa es grande para ser una casa», teniendo en cuenta que la nor-
ma puede variar en distintas lenguas (o culturas) y aun en diferentes grupos
dentro de una misma sociedad. La ignorancia de las propiedades lógicas de
los antónimos graduables ha levantado una serie de falsos problemas. Pla-
tón, por ejemplo, estaba perplejo ante la posibilidad de que coexistieran
cualidades opuestas (v. gr., alto y bajo) en el mismo objeto: si podemos decir
X es más alto que y y más bajo que Z parece que adscribimos al mismo
tiempo la cualidad de alto y la cualidad de bajo a X. Más recientemente,
los lógicos. y los lingüistas han examinado deducciones tan obviamente fala-
ces como: {(Esto es un pequeño elefante; por tanto, es un pequeño animal»
(en contraste con «Esto es un libro rojo; por tanto, es un objeto rojo»).6
Como Sapir dice, «los contrastes entre 'pequeño' y 'grande', 'poco' y 'mucho',
'pocos' y 'muchos' nos dan la impresión engañosa de valores absolutos en el
campo de la cantidad, comparables a las diferencias cualitativas que hay
entre 'rojo' y 'verde' en el campo de la percepción cromática. Esta impresión
es ilusoria, sin embargo, y se debe en gran parte al fenómeno lingüístico
de que la gradación implícita en estos términos no aparece indicada formal-
mente, mientras que sí se hace explícita en juicios como «Allí hay menos
gente que aquÍ}) o «Él tiene más leche que yo»» (1944: 93).
La gradación puede ser también semiexplícita, cuando comparece en una
construcción comparativa sin mención explícita de la pauta de comparación.
Por ejemplo, 'Nuestra casa es más grande' está semiexplícitamente gradua-
da, pues en ella la pauta de comparación se habrá introducido habitualmen-
te antes en el contexto. Lo mismo ocurre con 'Nuestra casa es demasiado
grande' (cuyo equivalente, en ciertas lenguas, no se distingue del de 'Nues-
tra casa es más grande', del mismo modo que el equivalente de 'Nuestra
casa es la más grande' puede no distinguirse del de 'Nuestra casa es muy
grande'); aquí la pauta de comparación tiene más complejidad, puesto
que conlleva la noción de propósito y una serie completa de posibles cri·
terios tal vez no explicitados ({ ... demasiado grande para mantenerla», « ... de·
masiado grande por su emplazamiento)), etc.). Siendo así que una propo-

6. Katz (1972: 264) sienta una distinción entre adjetivos relativos y absolutos, a este
respecto. Kamp (1975) expone con claridad los problemas lógicos que se plantean si los
adjetivos relativos se tratan, semánticamente, como predicados ordinarios de un lugar.
Véase también Bierwisch (1967), Cruse (1976), Givón (1970), Ljung (1974).
258 SEMÁNTICA ESTRUCTURAL: RELACIONES DE SENTIDO

sición debe presentar un valor veritativo determinado (d. 6.2), no podemos


decir qué proposición se expresa mediante oraciones de este tipo, a menos
que se establezca, por el contexto o de otro modo, la pauta relevante de
comparación.
En muchas lenguas, entre ellas el castellano, los opuestos más comunes
tienden a carecer de relación morfológica (v. gr., 'bueno' : 'malo', 'alto' : 'bajo',
'bonito' : 'feo', 'grande' : 'pequeño', 'viejo' : 'joven'). Pero su número en el
vocabulario es inferior al de los pares morfológicamente relacionados, como
'formal' : 'informal', 'legítimo' : 'ilegítimo', 'reflexivo' : 'irreflexivo', etc. En es-
tos casos, la fa r m a b á sic a de uno de los miembros del par se de r i v a
de la forma básica del otro por medio de la adición del prefijo in- (cf. 13.2).7 En
virtud de esta correspondencia morfológica, palabras como 'informal' o 'ilegí-
timo' se describen como los n e g a t i vos morfológicos de las correspondien-
tes palabras morfológicamente p o s i t i vas, 'formal', 'legítimo', etcétera. Es,
pues, importante notar que, aun cuando la gran mayoría de opuestos sin re-
lación morfológica, al menos en castellano, son graduables mientras muchos
opuestos morfológicamente relacionados no lo son, la distinción entre opues-
tos morfológicamente relacionados y no relacionados es independiente de la
distinción semántica entre opuestos graduables y no graduables, con la cual,
por lo demás, no guarda tampoco ninguna correlación: 'casado' : 'soltero',
lo mismo que 'casado' : 'no casado', es no graduable, en contraste con 'amis-
toso' : 'no amistoso', o bien 'amistoso' : 'hostil', que sí son graduables. He-
mos elegido estos ejemplos a propósito con el fin de ilustrar que un mismo
lexema puede emparejarse en el vocabulario tanto con una palabra morfo-
lógicamente relacionada como con una sin relación morfológica con ella.
Más importante es quizá que incluso los opuestos sin relación morfoló-
gica, como 'bueno' o 'malo', pueden distinguirse sintáctica y semánticamente
a base de su poi a r ida d positiva o negativa. Tendemos a decir que las co-
sas pequeñas carecen de corpulencia, que necesitamos algo de menos grosor,
etc., en vez de decir que las cosas grandes carecen de pequeñez o que nece·
sita mas más estrechez en algo. Podemos preguntar '¿Cuán bueno es esto?'
sin presuponer o implicar que el referente de 'esto' deba ser bueno y no
malo; en cambio, '¿Cuán malo es esto?' contiene la suposición de que el re-
ferente de 'esto' es más bien malo (en relación con alguna norma -relevante).
El opuesto positivo tiende a preceder al negativo cuando se coordinan en
lo que Malkiel (1959) llama b i n o m i o sir r e ver s i b 1 e s: d. 'bueno y
malo', 'alto y bajo', 'grande o pequeño', Este principio de preferencia se~
cuendal tiene, en rigor, una aplicación mucho más amplia, pues nos permite
distinguir entre un miembro positivo y uno negativo en pares tales como

7. [En el original, también se consigna el prefijo negativo UJ1- para caSos como
'married' : 'unmarried' (<<casado» : «no casado»), 'friendly' : 'unfriendly' (<<amistoso» : «no
amistoso»), etc. En inglés coexiste este prefijo más autóctono, uno, con in-, tomado del
latín. Obsérvese, por lo demás, la reducción fonológica que puede sufrir en castellano
el prefiJo in- en ciertos contextos: d. ilegítimo, irreflexivo, etc.J
9.1. OPOSICiÓN Y CONTRASTE 259

'hombre' y 'mujer', 'padre' e 'hijo', 'norte' y 'sur', 'cielo' y 'tierra', 'co-


mida' y 'bebida', 'comprar' y 'vender', etcétera.8 Como indica Malkiel, parece
estar en correlación con 10 que, también en otros terrenos, cabría describir
como una jerarquía de preferencia semántica.
Sapir presenta la polaridad de los antónimos como «la tendencia a
deslizar implicaciones cinestésicas en el habla [que] tan a menudo hacen
que el análisis puramente lógico de la misma se vuelva insuficiente o incluso
engañoso» (1944: 104). Lehrer observa que «es el caso negativo el que se
aproxima a un límite o punto cero; lo que no es verdad para los casos
positivos. Una cosa puede ser tan estrecha, corta o pequeña que se acerque
a la extensión cero, pero, en cambio, no hay un límite correspondiente para
lo grande, ancho o alto que algo puede llegar a ser» (1973: 27; d. también
H. Clark, 1973). Si añadimos a la observación de Lehrer el hecho de que la
gran mayoría de antónimos graduables y morfológicamente negativos
son también semánticamente negativos (o marcados), acaso podamos explicar
la impresión de Sapir de que la antonimia graduable se halla impregnada de
implicaciones cinestésicas. La noción de límite es relevante sólo para un
subconjunto de pares antónimos en la lengua, de un modo especialmente
claro en los lexemas relativos a la extensión espacial y temporal; la relación
morfológica, a su vez, es sólo relevante para un subconjunto de pares antó-
nimos. La aproximación al límite o punto cero y la prefijación de in- (un-,
etcétera) son independientes entre sí, pero están en correlación con la pola-
ridad negativa, que es pertinente en todos los casos de antonimia graduable;
de ahí, quizá, que interpretemos como negativos todos los lexemas que
funcionan sintácticamente como 'pequeño' o 'estrecha', y como 'informal',
Basta un simple esfuerzo para comprender que no hay ninguna nece-
sidad lógica para que las lenguas dispongan de opuestos sin relación mor-
fológica (al margen de si las lenguas en cuestión presentan o no un deter-
minado nivel de estructura morfológica: d. 10.1), pues el castellano sería
tan eficiente como sistema semiótico si dispusiera de pares como 'bueno':
'imbueno', 'amplio' : 'inamplio', 'lejano' : 'ilejano', etc. En realidad, las len-
guas no tienen siquiera ninguna necesidad lógica de opuestos léxicos. En
efecto, supongamos ahora que enmendamos ligeramente la estructura gra-
matical del castellano de modo que «X no es bueno», «X es malo» y «X es
muy malo» se expresaran mediante 'X es no bueno' y 'X es muy no bueno'.
La lengua, en este caso, serviría igualmente bien para establecer distinciones
de significado descriptivo, del mismo modo que lo hace ahora con un
vocabulario más extenso.9 ¿Cómo es, entonces, que existen opuestos léxicos
y, en particular, opuestos graduables sin relación morfológica?

8. [Junto a estas coincidencias entre inglés y castellano, hay también alguna situa-
ción discrepante; v. gr., 'black and white' (<<negro y blanco», en lugar de «blanco y ne-
gro»), 'come and go' (<<venir e ir», en lugar de «ir y venir»), 'odds and evens' (<<impares
y pares», en lugar de «pares e impares»), etcétera.]
9. Es interesante notar que C. K Ogden, el inventor del Basic English, inglés básico
-y también autor de un importante librito sobre la noción de oposición (cf. Ogden,
260 SEMÁNTICA ESTRUCTURAL: RELACIONES DE SENTIDO T
Hemos observado ya que la antonimia refleja o determina lo que parece
una tendencia humana general a categorizar la experiencia a base de con-
trastes dicotómicos. Parece, pues, claro que la lexicalización de la polaridad
en dos antónimos graduables sin relación morfológica (que aumenta la arbi-
trariedad y la discreción del sistema: d. 3.4) acentúa de alguna manera la
distintividad, o separación, de los dos polos, de modo que, como indica
Sapir: «las cualidades en contraste se sienten como de naturaleza relativa-
mente absoluta, por decirlo aSÍ, con lo que 'bueno' y 'malo', por ejemplo, e
incluso 'lejos' y 'cerca' tienen una especificidad psicológica tan verdadera
como 'verde' y amarillo'. De ahí que la norma lógica que hay entre ellos no
se sienta como verdadera, sino más bien como una zona mixta donde se
encuentran las cualidades graduadas en direcciones opuestas. Para el ingenuo,
°
toda persona es o buena mala; y si no puede situarla fácilmente, entonces
la considera en parte buena y en parte mala en lugar de pensar que es sólo hu~
manamente normal o ni buena ni mala» (1944: 101). Tal vez por esta razón la
gran mayoría de antónimos comunes graduables en castellano y en otras lenguas
carecen de relación morfológica, lo que reflejaría una lexicalización más comple-
ta de contrastes polarizados. Podría argüirse que, de hecho, la lexicalización
completa implica forzosamente la falta de relación morfológica. Los lingüistas
han considerado tradicionalmente que la relación morfológica (o de r i v a~
ció n) entre lexemas está a medio camino entre la gramaticalización y la lexi~
calización: 'bueno' y 'malo' son lexemas mucho más claramente distintos que
'formal' e 'informal'. Pero éste es un asunto más general, que trataremos en un
capítulo posterior (cf. 13.2).
Aunque los opuestos graduables y no graduables puedan distinguirse a
partir de sus propiedades lógicas, hay que tener también presente que los
antónimos graduables suelen emplearse con frecuencia como contradicto-
rios y no como contrarios en el habla cotidiana. Si se nos pregunta ¿X es
un buen jugador de ajedrez? y replicamos No, puede sostenerse muy bien
que el interlocutor nos atribuirá implícitamente la proposición de que X es
un mal ajedrecista. Este hecho, como muchos otros, se analiza quizá mejor
recurriendo a algunos principios generales de la semiótica que gobiernan el
uso normal de la lengua. (Grice ha codificado y examinado algunos de estos
principios calificándolos de i m p 1 i c a t u r a s con ver s a c ion a 1 e s: cf.
14.3) Para la mayor parte de fines prácticos, podemos desenvolvernos en ge-
neral muy bien describiendo las cosas, en un primer enfoque de la cuestión,
a partir de una clasificación sí/no por la cual las cosas sean o buenas o
malas, grandes o pequeñas, etc. (con arreglo a una norma relevante). Si
negamos que algo es bueno o afirmamos que algo no es bueno sin cualificar

1932)-, consideró oportuno incluir entre los 850 lexemas del inglés básico 50 pares de
opuestos sin relación morfológica. También previó la formación en el sistema de otros
SO opuestos prefijando con un- lo que él llamaba el nombre de la cualidad aun cuando
aconsejaba al estudiante recurrir a 'not', «no» (cf. Ogden, 1968: 131). Al margen de
cualquier otra crítica sobre el inglés básico, hay que reconocer sin duda que el ins·
tinto, o el juicio, de Ogden era correcto en cuanto a esto.
9.1. OPOSICIÓN Y CONTRASTE 261

de ningún modo nuestras aseveraciones o sin proporcionar alguna otra in-


formación pertinente a esta clasificación dicotómica de sí/no, es razonable
pensar que los demás participantes de la conversación supongan que nos
satisface el primer enfoque, por el cual los antónimos graduables son inter-
pretables como contradictorios. La proposición «X no es bueno» evidente-
mente no implica por sí misma que «x es malo», pero bajo la acción de este
principio puede sostenerse que así ocurre en determinadas ocasiones en
que se enuncia la oración correspondiente. Si el hablante no hubiese deseado
incurrir en la implicación, seguramente habría aclarado que un primer enfo-
que era insuficientemente preciso diciendo, por ejemplo, algo así como
X no es bueno, pero tampoco malo: es regular/bastante bueno/más o menos
un término medio.
Suele ocurrir también, en el comportamiento lingüístico, que los opues-
tos no graduables pueden, en ocasiones, aparecer explícitamente graduados.
Si alguien nos pregunta ¿Está todavía vivo X? y contestamos ¡Y bien vivo!
o acaso ¡Y tanto!, no estamos por ello forzando la ingradabilidad de 'muer-
to' : 'vivo' en el sistema lingüístico. Lo que seguramente graduamos son di-
versas implicaciones secundarias, o con n o t a c ion e s (cf. 7.1) de 'ViVO'.1O
Del mismo modo, si decimos X tiene más de soltero que Y, es que proba-
blemente comparamos X e Y a la luz de ciertas connotaciones más o menos
generalmente aceptadas de 'soltero'. Pero en otros momentos también gra-
duaremos un par de antónimos normalmente no graduables a fin de evitar
que sean interpretados como contradictorios. 'Hombre' y 'mujer' son ejem-
plos típicos. Normalmente actuamos con el supuesto de que todo ser humano
arbitrariamente escogido es hombre o mujer (y no ninguna de las dos cosas
o una mezcla de ambas), pero debemos admitir asimismo que hay ciertas
personas que no se clasifican satisfactoriamente dentro de esta oposición sí/no
entre 'hombre' y 'mujer'. Podemos decir, por ejemplo, X no es completa-
lnente hombre o bien X es más hombre que mujer. Pero en estos casos
estamos modificando el sistema lingüístico, aun cuando sólo sea temporal-
mente. Ahora bien, el reconocimiento de la posibilidad de graduar antóni·
mas normalmente no graduables, con cualquiera de los procedimientos que
acabamos de ver, no impide que exista una distinción bien definida entre
antónimos graduables y no graduables en el sistema lingüístico.
Hasta aquí vamos empleando los términos 'antonimia' y 'oposición' en
forma más o menos equivalente para diversos tipos de contraste entre
lexemas, sin sentar, por otro lado, ninguna distinción entre oposiciones y
contrastes. Hay distintas opiniones acerca de si es o no aconsejable estable-
cer una distinción terminológica de algún tipo. En todo caso, como la si.
guiente clasificación parece factible y conveniente, la vamos a adoptar en
adelante. Consideraremos con t r a s t e como el término más general y
libre de implicaciones en cuanto al número de elementos paradigmática-
mente contrastantes en un conjunto dado. A su vez, la o p o sic ión se

10. [Cf. la típica expresión 'X está más muerto que vivo'. Cf. también nota 2.]
r
!
262 SEMÁNTICA ESTRUCTURAL: RELACIONES DE SENTIDO

reducirá a contrastes dicotómicos o binarios, con lo que la a n ton i m i v.


se circunscribe todavía más a opuestos graduables, tales como 'grande':
'pequeño', 'alto': 'bajo' etc. El motivo de esta deliberada restricción en el
ámbito de los términos 'antonimia' y 'antónimo' reside en el hecho de que,
como hemos visto, los opuestos graduables poseen la propiedad de la pola-
ridad más efectivamente que otros opuestos. Los opuestos no graduables
como 'hombre' y 'mujer' se denominarán, por razones ya fáciles de como.
prender, e o m pie m e n t a r i o s. Esto deja en libertad los términos 'con·
tradictorio' y 'contrario' para su empleo en el sentido que les han dado los
lógicos. l1
Sobrepuesta a la distinción de antónimos y complementarios se halla
la distinción que muchos semantistas estructurales, siguiendo a Trubetzkoy
(1939), han establecido entre opuestos p r i v a t i vos y e q u i poi e n tes.
Esta oposición (ya ejemplificada al presentar más arriba la noción de pola-
ridad) aparece, aunque no necesariamente con los mismos términos, en
muchos tratados generales sobre la oposición y el contraste (v. gr., Ogden,
1932). Una oposición privativa consiste en una relación de contraste entre
dos lexemas, en la que uno de ellos denota alguna propiedad positiva y el
otro la ausencia de aquella propiedad; v. gr., 'animado': 'inanimado'. Una
oposición equipolente (o, más en general, un contraste equipolente) es una )
relación donde cada uno de los lexemas contrastantes denota una propiedad
positiva; v. gr., 'hombre' : 'mujer' o 'macho' : 'hembra'.
Distinta de la antonimia y la complementaridad es la in ver s i ó n,
ejemplificable por medio de pares como 'marido': 'esposa' (que pueden in-
terpretarse como predicados de dos lugares).12 La oración 'X es el marido
de Y' expresa una proposición cuya inversa se expresa mediante 'X es la
esposa de Y' (cf. 6.3). Como se observó más arriba, las formas comparativas
de antónimos explícitamente graduados (más grande: más pequeño o ma-
yor.- menor, etc.) y las correspondientes formas activas y pasivas de los
verbos transitivos (cantó: fue cantado) también operan en las oraciones
igual que inversos léxicos: 'X mató a Y' expresa una proposición inversa a la
proposición expresada por 'X fue matado por y'. Entonces, en virtud de la
definición de la relación lógica de' la inversión, si R es una relación de dos
Jugares y R' su inversa, entonces podemos sustituir R por R' y trasponer
simultáneamente los términos de la relación para obtener una equivalen-
cia: R(x, y)=R'(y, x). Siempre que se lleven a cabo los apropiados cambios
gramaticales en la trasposición de expresiones nominales, podemos hacer
lo mismo con pares de oraciones que contengan lexemas o expresiones

11. [Quizá merezca la pEna consignar que en Martinet (1960) -libro cuya versión cas-
tellana ha circulado intensamente por la Universidad española- 'contraste' se reserva
para las relaciones sintagmáticas y 'oposición' para las relaciones paradigmáticas (d. 8.2)
de las unidades lingüísticas.]
12. [Utilizo 'marido' como equivalente de 'esposo'; en cambio, distingo siempre
'mujer' de 'esposa' para evitar la anfibología del uso castellano.]
l 9.2. OPOSICIÓN lHRECClONAL, ORTOGONAL y ANTIPODAL

inversas, de manera que las proposiciones expresadas por los dos miembros
263

de cada par de ora,ciones serán equivalentes: «X es mayor que y» == «y es


menor que X», «X precede a y» == «y sigue a X», «X mató a y» := «y fue
matado por X». Las relaciones inversas entre lexemas que pueden utilizarse
como expresiones predicativas de dos lugares son especialmente comunes en
zonas del vocabulario que tienen que ver con funciones sociales recíprocas
('doctor': 'paciente', 'dueño'j'dueña': 'criada', ctc.) y relaciones de paren-
tesco ('padre'/'madre': 'hijo'/'hija', cte.), por UD lado, y relaciones tempora·
les y espaciales ('encima': 'debajo', 'delante': 'detrás', 'antes': 'después',
etcétera.), por el otro.
La situación con respecto a lexemas de tipo 'comprar' y 'vender' es
algo más compleja. Si los tratamos como predicados de tres lugares y po-
nemos en correlación el orden de los términos en la representación simbó-
lica de las relaciones R(x, y, z) y R'(x, y z) con funciones gramaticales como
sujeto, objeto directo, objeto indirecto, etc. en oraciones que contengan
'comprar', podemos decir que 'comprar' es el inverso 1-3 de 'vender' (d. Bar-
Hillel, 1967a). En efecto, sabiendo que la primera y la tercera de las expre-
siones nominales deben permutarse en 'comprar' (x, y, z) :::;;¡ 'vender' (z, y, x)
y sabiendo también cuáles son los cambios gramaticales que hay que intro-
ducir en oraciones que contengan 'comprar' y 'vender', podemos relacionar
pares de oraciones tales como 'X compró Y a Z': 'z vendió Y a X' a base
de la equivalencia de las proposiciones expresadas por ellas. Es, no obs·
tante, posible que la relación semántica que se establece entre inversos de
muchos lugares pueda analizarse en todos los casos como el producto de
dos o más relaciones más simples (d. 12.4).

9.2. Oposición direccional, ortogonal y antípodal


Hasta el presente acabamos de reconocer tres tipos de oposición léxica:
la antonimia (estrictamente definida en términos de gradabilidad), la comple-
mentariedad y la inversión. Existe todavía un cuarto tipo, con varios sub-
tipos, que, aun cuando no siempre pueda distinguirse de los otros tres,
ofrece la suficiente importancia en la lengua para recibir una rotulación
aparte. Lo vamos a denominar oposición di re c c ion a L Aparece de una
mariera particularmente clara en las relaciones que hay entre 'arriba': 'aba-
jo', 'llegar' : 'partir' y 'venir' : 'ir'. Estos tres pares, .en su empleo más típico,
Lienen una común implicación de movimiento en una o dos direcciones
opuestas con respecto a un lugar dado, L. Pero hay también importantes
diferencias entre ellos. Si comparamos, 'arriba' : 'abajo' con 'venir' : 'ir',
veremos inmediatamente que, mientras 'venir' : 'ir' se basa en una oposición
entre un movimiento hacia L y un movimiento desde L (igual que en 'llegar' :
'salir'), 'arriba': 'abajo' se basa en una oposición dentro de un movimiento
1
264 SEMÁNTICA ESTRUCTURAL: RELACIONES DE SENTIDO

a partir de L. 'Derecha' : 'izquierda' y 'delante' : 'atrás', cuandu se utili-


zan en expresiones direccionales o de orientación, son como 'arriba' : 'abajo'
a este respecto. Pero la direccionalidad de 'arriba': 'abajo' (en la dimensión
vertical) es absoluta de una manera distinta a la direccionalidad de 'dere-
cha' : 'izquierda' y 'delante': 'atrás'. Más tarde volveremos a considerar
este importante asunto (cf. 15.5).
Si se compara 'venir' : 'ir' con 'llegar': 'partir' se observará que existen
varias diferencias. La más importante, desde el punto de vista teórico, se
refiere a que la oposición entre 'venir' e 'ir', como entre 'aquí' y 'allí' y
muchos otros pares, contiene dei x i s (cf. 15.1), mientras que la oposición
entre 'llegar' y 'partir', no. Podemos decir «x llegó a París anoche», al
margen de si nos encontramos o no en París en el momento de la enun-
ciación o en el momento en que ocurrió el evento que se describe.
La oposición direccional no puede tratarse satisfactoriamente si no se
hace dentro de un marco más general que analice la localización como un
cierto estado y el movimiento como un tipo de cambio de estado. Visto
desde esta perspectiva, la llegada a París se halla en la misma relación con
estar en París como casarse a estar casado o adquirir riquezas a ser rico;
a su vez, partir o salir de París está en la misma relación con estar en París
como morir con vivir u olvidar con saber. Difícilmente podríamos exagerar
la importancia de la oposición direccional, deíctica o no, como relación
estructural. Cubre totalmente la estructura tanto gramatical como léxica de
las lenguas y es, por tanto, básica en el análisis de las categorías gramatica-
les de tiempo, aspecto y caso, así como de pronombres personales y demos-
trativos, y forma asimismo el fundamento de lo que podríamos considerar
uso metafórico de determinados lexemas y expresiones. Además, puede muy
bien suceder que nuestra comprensión, no sólo de la oposición direccional,
sino también en la oposición en general, esté basada en algún tipo de exten-
sión analógica de distinciones que primero aprendemos a aplicar con res-
pecto a la propia orientación y a la localización y movimiento de otros ob-
jetos en el mundo externo. Ésta es la tesis del lo cal i s m o, sobre la que
volveremos más adelante (cf. 15.7).
El movimiento desde un lugar L da lugar a estar en no-L (o no estar en
L); por otro lado, el movimiento hasta L determina estar en L. Esto origina
dos posibles relaciones de e o n s e e u e n e i a basadas en la direccionali-
dad, positiva o negativa, según que la localización resultante sea L o no-Lo
La consecuencia positiva queda ejemplificada por la relación implicacional
que existe entre la proposición expresada por 'X ha venido/ido a L' y la
proposición expresada por 'X está (ahora) en L'; y la consecuencia negati-
va, por la relación que existe entre la proposición expresada por 'X ha
venido/ido desde L' y la proposición expresada por 'X no está/no está ya
en L'. La consecuencia positiva o negativa es pertinente para el análisis del
sentido entre pares de opuestos léxicos en muchas y muy dIstintas zonas
del vocabulario. 'Aprender' y 'saber' (en ciertos contextos) se relacionan por
medio de la implicación que hay entre pares de proposiciones como «X ha
aprendido y» --> "x (ahora) sabe y» (es decir, X ha pasado de no saber Y

i
1
9.2. OPOSICIÓN DIRECCIONAL, ORTOGONAL y ANTlPODAL 265

a saber Y). De un modo similar sucede para los positivamente afines 'tomar'
(<<adquirir») : 'tener' (<<poseer»), por un lado, y los negativamente afines
'perder' : 'tener', 'morir' : '(estar)vivo', 'divorciarse' : 'casarse', por otro.
En virtud de estas relaciones de consecuencia, 'aprender' : 'olvidar' (igual
que 'recordar' : 'olvidar' en otros contextos y con implicaciones un tanto
diferentes), 'casarse' : 'divorciarse', etc., pueden considerarse opuestos di-
reccionales, como 'hasta' : 'desde'.
Sentemos ahora otra distinción entre opuestos o r t o g o n a 1 e s y a n-
ti p o d a 1 e s. Si consideramos las oposiciones que existen dentro del con-
junto {'norte', 'sur', 'este', 'oeste'} veremos que son de dos tipos. Cada
uno de los cuatro miembros del conjunto se opone ortogonalmente (esto es,
perpendicularmente) a otros dos (así, 'norte' se opone a 'este' y a 'oeste',
'este' se opone a 'sur' y a 'norte', etc.) y antipodalmente (esto es, diame-
tralmente) a otro ('norte' se opone, pues, a 'sur' y 'este' a 'oeste'). En este
conjunto de cuatro lexemas, las oposiciones antipodales son dominantes en
el sentido de que los hablantes nativos dirán sin duda que los opuestos
son 'norte' y 'sur' o bien 'este' y 'oeste', pero no 'norte' y 'este' o 'norte' y
'oeste'. Cuando los opu~stos antipodales se emplean como expresiones pre-
dicativas de dos lugares (o en expresiones predicativas de dos lugares como
'al sur de') actúan, naturalmente, como inversos. Pero la relación más es-
pecial que existe entre 'norte' y 'sur' así como entre 'este' y 'oeste' deriva del
hecho de que los cuatro lexemas pertenecen al mismo campo y que cada uno
de ellos se opone diametralmente a su inverso en un espacio bidimensional.
Análogamente, 'encima' se opone diametralmente a 'debajo', 'delante' a 'de-
trás', e 'izquierda' a 'derecha' en un espacio tridimensional. Para este tipo
de oposición utilizaremos el término 'antipodal'.
Los ejemplos que acabamos de aducir ilustran la naturaleza de la opo-
sición antipodal de una manera relativamente sencilla e intuitivamente
obvia. Pero la oposición antipodal no se reduce a zonas del vocabulario re-
lativas a la localización o a la orientación en el espacio físico. Puede sos-
tenerse que opera, al menos hasta cierto punto, en la zona del color. Todo
hablante nativo del castellano admitiría probablemente, y sin vacilación, que
'negro' y 'blanco' son opuestos. Algunos hablantes, aunque quizás una mino-
ría, alegarían que 'verde' se opone de una manera similar a 'rojo' como
'azul' a 'amarillo'.i3 Es interesante, entonces, notar que las zonas focales de-
notadas por estas palabras son precisamente las que reciben reconocimiento

13. De hecho. estos tres pares aparecen tratados como opuestos en el inglés, pese
a que pocos hablantes de inglés pensarían que el contraste entre 'azul' y 'amarillo', o in-
cluso entre 'verde' y 'rojo', es del mismo orden que el contraste entre 'negro' y 'blan-
co'. Según Ogden (1932: 88), «la persona muy sensibilizada al color ... insistirá en que
el rojo y el verde producen el típico e indudable caso de oposición. Los colocan aparte,
como si dijéramos, emocionalmente; así que, si se neutralizan entre sí como complemen-
tarios, es un mero corolario de su oposición fundamental».
266 SEMÁNTlCA ESTRUCTURAL: RELACIONES DE SENTIDO

léxico en las lenguas con un sistema de seis términos de color, según las
hipótesis que propusieron Berlin y Kay (eL 8.3) y además que se disponen
en opuestos antipodales por parejas en un espacio tridimensiona1.l 4 El hecho
de que la mayoría de hablantes ingleses [y castellanos] consideren opues-
tos a 'negro' y 'blanco', pero no (excepto en ciertos contextos especiales)
'rojo' y 'verde' y aún menos 'azul' y 'amarillo', parece indicar que el prin-
cipio de la oposición antipodal, en inglés [yen castellano] al menos, recibe
sólo un reconocimiento parcial en el vocabulario del color, pese a que acaso
desempeñe alguna función en el aprendizaje de los términos de color por
parte de los niños.
En muchas lenguas, el vocabulario de parentesco también manifiesta de
diversas maneras el principio de la oposición antipodal. Consideremos, para
simplificar, sólo un espacio bidimensional estructurado a base de las rela-
ciones simétricas de 'estar casadoja con' (ser consorte de) y 'haber nacido de
los mismos padres que' (ser hermanoja de).15 Supongamos que a es el con-
sorte de b, que e es hermanoja de a y d hermanoja de b. Podemos simbo·

• .. hermano/ a - - . . . (¡

~
r"~~
03
~
"v , ,. /
•o bO

¡/?~
o
u

...
'O hermcno/a b

[Figura 7)

14. Existe al menos una teoría sobre el color Que parece registrar estas relaciones
antipodales. Se trata de la de Hering (1874) (eL Zollinger. 1973).
15. [En inglés, hay un término, 'sibling', hiperónimo de 'hermano' y 'hermana', que
lraduzco siempre a base dI;'! «hermano/a». Para el origina! 'spouse', en cambio, recurro
a 'consorte' ('cónyuge').]
9.2. OPOSICIÓN DIRECCIONAL, ORTOGUNAL y ANTlPODAL 267

lizarlo así: consorte(a, b) ==: consorte(b, a); hermanoja(a, e) 0= hermanoja(e,


a); hermano/a(b, d) ~ hermano/a(d, b). Los cuatro miembros del conjunto
a, b, e, d pueden disponerse en un espacio cuadrangular como los puntos
cardinales en la brújula, de modo que el sea o r t o g o n a l (es decir, perpen-
dicular) a b, e a a y d a b (figura 7). Así la relación compleja 'ser hermano/a
del consorte de', simbolizable mediante hermanojaX consorte(x, y), es Una
oposición antipodal producto de las dos relaciones ortogonales hermanoj
ja(x, z) y consorte(z, y). La relación antipodal inversa, consorte X hermanoj
/a(y, x). es un producto de consorte(y, z) y hermano/a(z, x). Estas relacio-
nes antipodales que existen entre b y e y entre a y d en el presente ejemplo
podrían denominarse 'políticas'.!/! Desde luego, no podemos saber de ante-
mano si serán lexicalizadas en una lengua dada, aun cuando ésta opere en
una sociedad que institucionalice el matrimonio monógamo y estructure su
sistema de parentesco a través de él. Veamos, pues, qué sucede en una breve
comparación entre dos lenguas que lexicalizan estas relaciones políticas: el
castellano y el ruso (del siglo pasado, al menos).
En castellano, ser hermanoja del marido se identifica léxicamente con
ser el respectivo hermano/a de la esposa ('cuñado'/,cuñada'). Por lo demás,
hermanoiaxconsorte(x, y) se identifica también con consortexhermanoja
(x, y). En la lengua corriente, no hay, sin embargo, ningún lexema general
para la «fraternidad política» (o un sinónimo único equivalente), sino que
debe elegirse entre 'hermano político' o 'cuñado' y 'hermana política' o 'cu-
ñada', según el sexo de la persona aludida. Por tanto, lo que se lexicaliza en
castellano es «hermano de consorte» y «marido de hermana» (junto a «marido
de hermana de consorte») por medio de 'hermano político' o 'cuñado' y, por
otra parte. «hermana de consorte}) y «esposa de hermano» (junto a «esposa
de hermano de consorte») por medio de 'hermana política' o 'cuñada'.
En el sistema ruso, hay que considerar seis lexemas. Como en castella_
no, el sexo de la persona aludida es pertinente en todos los casos. Pero ser
hermanoja del marido se distingue léxicamente de ser hermanoja de la
esposa en una relación asimétrica. Dado que a sea el marido de b, entonces
la relación entre b y e (<<esposa del hermano») se lexicaliza a través de
'nevestka' y la relación entre d y a (<<marido de la hermana»), a través de
'ziat". El inverso de 'nevestka' (b, e) se lexicaliza en la disyunción de
'dever" (<<hermano del marido») y 'zolovka' (hermana del marido»), y el de
'ziat" (d, a), en la disyunción de (shurin' (<<hermano de la esposa») y 'svoia-
chenitsa' (<<hermana de la esposa»). Es evidente, sin duda, que el sentido de
estos lexemas del ruso (tal como los hemos presentado aquí) se explica, mu-
cho más fácilmente que el de 'cuñado' y 'cuñada' 'en castellano, como pro-
ducto de los sentidos de un par ordenado de relaciones asimétricas tomadas
de un conjunto que signifique {«marido)}, «esposa», «hermano», «hermana»},

16. [Como extensión de las expresiones 'hermano político', 'hijo político', etcétera.}
268 SEM.~NTlCA ESTRUCTl'RAL: RELACIONES DE SENTIDO

cuyos miembros apareCl:ll lexicalizados tanto en ruso C:..lITIO en castellano. ';


r
El hecho de que dos de los productos «(esposa de la hermana» y «marido
del hermano») no se lexicalicen no requiere aclaraciones. Pero cabría con-
cebir a priori que hubiese un inverso distinto para 'shurin' y 'svoiachenitsa',
por un lado, y para 'dever" y 'zolovka', por otro, del mismo modo que
cabe concebir a priori una distinción léxica entre {(hermano de varón» y
({hermano de hembra». Los sistemas del ruso y del castellano son interna-
mente coherentes e isomórficos en cuanto a las relaciones ortogonales, pero
difieren con respecto a la lexicalización de las oposiciones antipodales. 's
La distinción entre opuestos ortogonales y antipodales que acabamos
de ilustrar no se limita, en principio, a inversos. 'Hombre' se opone a su
complementario 'mujer' en una dimensión, y a su complementario 'niño' en
otra, de igual manera que 'niña' se opone ortogonalmente a 'niño' y a 'mujer'.
En virtud de esto, 'hombre': 'niña' y 'mujer': 'niño' son opuestos antipo-
dale s, aunque, seguramente por razones no lingüísticas, suelen oponerse
menos en el uso común. No obstante, conviene advertir que no hay forzosa~
mente una sola respuesta a una pregunta como «cuál es el opuesto de tal
o cual lexema». Las oposiciones ortogonales dominan en el conjunto {'hom-
bre', 'mujer', 'niño', 'niña'}, mientras que las antipodales lo hacen en el
conjunto {'norte', 'sur', 'este', 'oeste'}. En {'primavera', 'verano', 'otoño', 'in~
vierno'}, 'invierno' se opone más fuertemente a su opuesto antipodal 'verano'
que a sus opuestos ortogonales 'primavera' y 'otoño', pero 'primavera' no
se opone con más fuerza a su antípodo 'otoño' que a 'verano' e 'invierno'. La

17_ [Suscribkndo los índices m para 'masculino' y f para 'femenino', estas lexicali-
zaciones del ruso pueden esquematizarse así (cf., además, la nota siguiente):
1) a", es ziat' de d; a su vez,
la) si d m , entonces d", es shurin de a,,,,
lb) si di, entonces di es svuiachenitsa de a",;
2) b l es neves/ka de c; a su vez,
2a) si Cm. entonces Cm es dever' de b¡,
2b) si el, entonces el es zolovska de b l .
En castellano (yen inglés) aparece un solo lexema, 'cuñado', para todo miembro de
partida con m suscrita (1, la y 2a), y otro, 'cuñada', para todo miembro de partida con
f suscrita (lb, 2 y 2b).]
18. En un análisis más detallado, nos daríamos cuenta de que hay otras diferencias
entre los dos sistemas. ASÍ, el «marido de la hermana de la esposa» recibe, en ruso, un
reconocimiento léxico aparte, a pesar de que ninguna de las otras tres posibilidades que
hay en «consorte de hermanoja de consorte» lo recibe. Las esposas de los hermanos se
relacionan simétricamente entre sí a través de la relación de 'nevestka'. Los maridos de las
hermanas no guardan ninguna relación léxicamente reconocida. Además, por medio de
'ziat", no sólo se lexicaliza el «esposo de la hermana», sino también el «esposo de la
hija», mientras que en 'nevestka' se incluye asimismo a la «esposa del hijo». Como el
«padre del marido» y el «padre de la esposa» se distinguen léxicamente, lo mismo que
«madre del marido» y «madre de la esposa», la presentación de las diversas relaciones
inversas entre pares de lexemas resulta muy comple.ia, pero, sin embargo, internamente
coherente, como el lector mismo puede comprobar. El sistema ruso del siglo pasado, que
acabamos de exponer, ha quedado sustituido en la actualidad por otro más simple, lo
que, por otro lado, no afecta lo establecido ¡lquÍ.
9.2. OPOSICIÓN DIRECCIONAL, ORTOGONAL Y ANTIPODAL 269

distinción entre oposiciones ortogonales y antipodales tampoco resulta siem-


pre tan clara en el vocabulario como podría quizá parecer a juzgar por los
casos más bien especiales que acabamos de mencionar, cuya interpretación.
por 10 demás, podría tal vez discutirse. En este punto, de todos modos, no
nos interesa tanto defender la distinción en casos particulares como elucidar
los diversos aspectos de la noción de oposición léxica en general.
El término 'antonimia' fue acuñado en el siglo pasado para describir
un fenómeno, el de oposicionalidad de significado, concebido como opuesto
a sinonimia; proceder que ha promovido grandes confusiones en la semán.
tica. A menudo se ha considerado que la 'antonimia' (en el sentido más
amplio de «oposicionalidad de significado») alude al extremo opuesto a la
identidad significativa, es decir al grado máximo de diferenciación de signi-
ficado. Pero, a la vista de los ejemplos de antonimia que aparecen citados en
diccionarios y manuales de semántica, esto es obviamente erróneo. Cuando
comparamos y contrastamos dos objetos con respecto a si poseen o no una
o más propiedades, lo hacemos en función de su similitud en otros respectos.
Podemos decir que X está casado y que Y es soltero, pero serán similares
en otros aspectos. Más aún, no podemos predicar las palabras 'casado' y 'sol-
tero' de X e Y a menos que haya también otras palabras predicables de
ambos. Así sucede en la gran mayoría, poi' no dedr en todos, los opuestos
léxicos. Las oposiciones, en suma, se establecen dentro de alguna dimensión
de similitud.
Ahora bien, algunos semantistas han propuesto, como veremos al tratar
el análisis componendal, que el sentido de los lexemas en el vocabulario
debe ser descriptible a partir de conjuntos de contrastes binarios (cL 9.9).
Ello implica que todo lexema pueda compararse con cada uno de los demás
lexemas del vocabulario en un espacio multidimensional estructurado a base
de oposiciones. En su interior habrá numerosos casos de oposición orto-
gonal (entre lexemas que se opongan en una sola dimensión), junto con di-
versos sub espacios con casos de oposición antipodal del tipo que hemos
mencionado más arriba. Pero los opuestos antipodales como 'norte' y 'sur' en
un subespacio bidimensional o 'rojo' y 'verde' en un subespacio tridimensio-
nal (si es que efectivamente se analizan así) serán por supuesto idénticos
siempre que posean o no todos los demás componentes de significado defi·
nidos dentro del espacio total. Supongamos, sin embargo, que hubiese cier-
tos pares de lexemas con diferencias en todas las dimensiones. Cabría, en-
tonces, proceder a su descripción diciendo que son máximamente distintos
o bien absolutamente opuestos (dentro del vocabulario tomado como un sis-
tema léxico entero), lo que determinaría entre ellos una oposición antípodal
máxima. En el supuesto de que hubiese una tal clasificación de lexemas, sería
también posible (si se juzgara pertinente) plantear cuestiones como ésta:
«¿Es 'hombre' más parecido en significado a 'cenicero' que a 'belleza'?»
Ahora bien, existen ya muchas propuestas para medir la similitud de signi-
ficado (a lo largo de una escala que va de la identidad hasta la máxima
diferencia) y que, en principio, contestarían a esta suerte de preguntas.
Pero ninguna de ellas, en la medida en que se han aplicado, ha dado ningún

L
270 SEMÁNTICA ESTRlTCTURAL: RELACIONES DE SENTInO

resultado provechoso, pues cs dudoso que haya alguna validez en la noción de


una escala de .similitud y diferencia de significado aplicable al vocabulario en
su totalidad y con la sinonimia y la oposición antipodal absoluta como úni·
cos terminales teóricos.
Sea como sea, la distinción entre oposición antípodal y ortogonal parece
aplicable, e incluso útil, al análisis de determinados campos léxicos (como
el del parentesco). Por otro lado, el reconocimiento de las oposiciones anti-
poda les en campos multidimensionales puede llevar el análisis de ciertos
conjuntos cíclicamente ordenados de lexemas como {'norte', 'sur', 'este',
'oeste'} al ámbito de la semántica componencial, así como de conjuntos de
tipo 'negro', 'blanco', 'rojo', 'verde', 'amarillo', 'azul', que sólo son parcial-
mente cíclicos.

9.3. Contrastes no binarios


No es preciso decir tanto sobre los contrastes no binarios de sentido como
sobre la oposición. Parece evidente que existen este tipo de contrastes, incluso
en muchos aparentemente no binarios (los que se establecen, por ejemplo,
entre cada palabra del conjunto de los términos de color y cada uno de los
demás miembros del conjunto) pero que, en última instancia, resultan ana-
lizables a partir de diversas distinciones binarias. Es difícil imaginar que
{'lunes', 'martes', ., 'domingo'}, {'enero', 'febrero', ... , 'diciembre'} o in-
cluso {' rosa', 'peonía', 'tulipán', 'clavel', etc.} puedan analizarse satisfacto·
riamente así. Tampoco parece haber ninguna buena razón para creer que
conjuntos de muchos miembros léxicos como éstos pertenezcan necesaria·
mente a algún subvocabulario especializado, técnico o científico, y no al
vocabulario común de la lengua. A lo sumo, tal vez cabría decir que la
elaboración de conjuntos de muchos miembros léxicos (esto es, las palabras
que denotan los elementos químicos o las diferentes especies en botánica)
es más típica de taxonomías especializadas que de la lengua en general. De
ahí que merece la pena advertir que las taxonomías especializadas, aun
cuando utilizan palabras cotidianas, a menudo tienden a imponer sobre los
conjuntos léxicos de la taxonomía una estructura más rígida de lo que
suele haber en el uso corriente.
La relación de sentido que existe entre lexemas en conjuntos de muchos
miembros como {'lunes', 'martes', ... , 'domingo'} puede denominarse in·
c o m p a t i b i lid a d, noción tan difícil de precisar, por cierto, como la de
oposición. Se ha indicado, por ejemplo, que una definición de incompatibilidad
por medio de la contradictoriedad está plagada de dificultades: «X es una
rosa» implica «x no es peonía/tulipán/clavel/etc.», pero «X fue allí el do-
mingo» no implica «X no fue allí el lunes/. . ./sábado», del mismo modo que
«Pedro dio un puñetazo a María» tampoco implica «Pedro no dio un punta-
pié/una bofetada a María» (d. Lehrer. 1974: 25). Esto es cierto; pero. sin
1 9.3. CONTRASTES NO BINARIOS 271

embargo, es asimismo evidente que hay una relación de incompatibilidad


dentro de los conjuntos léxicos en cuestión. Dado que X fuese a un lugar
sólo un día (o que nos interesara inquirir sobre una de las ocasiones en
que fue), si decimos Era el domingo cuando X fue allí, normalmente se
nos atribuirá haber dicho algo que implica «X no fue allí el lunes». De
un modo análoeo, suponiendo que Pedro hubiese golpeado a María de una
determinada manera, si decimos Pedro dio un puñetazo a María (con un
especial énfasis en la pronunciación de la palabra puñetazo), también se nos
atribuirá el supuesto de que 10 dicho implica «Pedro no dio un puntapié/
una bofetada a María». El hecho de que X vaya a un sitio el domingo es
incompatible con el hecho de que vaya otro día no en el sentido de que
no pueda haber ido también, sino en el sentido de que vaya al mismo tiem-
po el domingo y otro día. Aparece también el problema de que la incom-
patibilidad, como relación estructural, no siempre se distingue muy bien,
al menos preteóricamente, de lo que nos inclinaríamos a llamar falta de
relación significativa. No vamos a adentrarnos en este asunto aquí. Lo im-
portante es que la incompatibilidad como relación léxica, lo mismo que la
oposición, se basa en un contraste dentro de la similitud. Así, 'rosa' y 'cerdo'
son contrarios, pero no merece la pena discutir su condición de incompa-
tibles desde el momento en que uno denota una flor y otro un animal y. por
tanto, sus sentidos respectivos no se delimitan recíprocamente.
Cabe encontrar diversos tipos de ordenación en conjuntos de muchos
miembros incompatibles (en este contexto, por conjunto de muchos miem-
bros se entiende todo conjunto que contenga más de dos lexemas). Dichos
conjuntos pueden ordenarse por s e r i e s o por c i c los. En un conjunto
ordenado por series (si es determinado) aparecen dos miembros extremos,
de modo que los demás lexemas quedan ordenados entre otros dos; a su
vez, en un conjunto cíclicamente ordenado, son todos los lexemas los que
aparecen ordenados entre otros dos. Entre los primeros, ordenados en
series, hay que distinguir las e s cal a s de los r a n g o s con arreglo a si los
lexemas constituyentes son graduables o no (d. Lehrer, 1974: 29). La arde·
nación escalonada a base de incompatibilidad es habitualmente menos es-
tricta que la ordenación en rangos. Consideremos, por ejemplo, el conjunto
{'óptimo', 'bueno', 'regular', 'deficiente', 'malo', 'pésimo'}. En primer lugar,
resulta un tanto indeterminado, pues cabría preguntarse si no habría que
incluir 'soberbio', 'horrible', etc. En segundo lugar, aunque admitamos que
pueden ordenarse en una escala por el orden en que acaban de enumerarse,
sólo cuando dos o más de ellos son explícitamente contrastados en un con-
texto dado (cf. No es (sólo) bueno, sino óptimo) se consideran incompa-
tibles. Además, dentro del conjunto cabe separar el par antonímico 'bueno' :
'malo' como estilísticamente más neutro y quizá más general que los demás
en aplicabilidad, cosa que, por cierto, ocurre típicamente en las escalas
léxicas. Y lo que suelen considerarse lexemas estilísticamente menos neu-
tros o más emotivos -v. gr., 'óptimo' o 'pésimo'- son tal vez descriptiva-
mente equivalentes a expresiones explícitamente graduadas como 'muy
bueno' o 'muy malo'. La escala {'hot', 'warm', 'cool', 'cold'} del inglés [equi.

L
272 SHtÁNTICA ESTRUCTURAL: RELAClONES DE SENTIDO

valente, en castellano a la de {'caliente', 'tibio', 'fresco', 'frío'}] es poco


usual, pues contiene un par externo y otro interno de antónimos, 'hot' : 'cold'
y 'warm': 'cool', respectivamente. No obstante, como señala Lehrer, cuando
son implícitamente graduados con respecto a alguna norma de temperatu-
ra para la comida o el tiempo, «contrastan de un modo semejante a los
términos incompatibles» (1973: 28). Los miembros extremos de una escala
(v. gr., 'hirviente' y 'helado' en el conjunto {'hirviente', 'caliente', 'tibio',
'fresco', 'frío', 'helado'}) pueden describirse como opuestos escalares. 19
Los rangos, por su parte, manifiestan el principio de la ordenación se'·
riada de una manera estricta, pero, en cambio, resultan menos caracterís-
ticos del empleo no técnico de la lengua. Uno de los ejemplos de Trier sobre
un campo léxico entra dentro de esta categoría. Se trata de conjuntos de
lexemas utilizados para agrupar los candidatos a un examen de acuerdo
con su calificación. Si los examinadores aceptan la convención de que todo
candidato debe quedar clasificado a base del rango {'excelente', 'bueno', 'me-
diano', 'regular', 'insuficiente'}. los lexemas de dicho rango quedan dispues-
tos en un conjunto seriadamente ordenado en términos incompatibles y no
graduables, con lo que sus respectivos sentidos estarán determinados por
la posición en el rango. El conjunto de lexemas empleados para sentar las
diferencias de rango militar proporciona otro ejemplo: en {'mariscal de
campo', 'general', "', 'cabo', 'soldado (raso)'}, aplicado a un determinado
ejército, los miembros extremos 'mariscal de campo' y 'soldado (raso)' (dos
lexemas frasales) son opuestos de rango. Los numerales {'uno', 'dos', ... ,
'doce', ... , 'cien', 'mil', 'millón', 'billón', ... }. constituyen asimismo un rango,
con la interesante propiedad de que posee su propia subgramática con arre-
glo a la cual puede construirse un conjunto infinito de expresiones léxica-
mente complejas. Digamos de paso que existen interesantes diferencias for-
males en las subgramáticas de los numerales en distintas lenguas, cosa que
recientemente ha atraído la atención de los lingüistas (cf. Hurford, 1975).
Los ejemplos más evidentes de conjuntos cíclicos, o c i e los, se en-
cuentran entre palabras que denotan unidades o períodos de tiempo: {'pri-

19. [E. de Bustos, de la Universidad de Salamanca, me comunica no haber publicado


todavía un interesante punto dc vista que le oí emitir hace unos años en una conferencia
sobre semántica estructural. A mi juicio, merece siquiera un resumen. Según él, en
castellano hay una tendencia preferencial a utilizar como antónimos básicos 'caliente'
y 'fresco', en verano, . 'tibio' y 'frío', en invierno. De ello cabe inferir que los extremos
respectivos, 'caliente' y 'frío", comprenden un valor secundario de tipo 'desagradable'
(en verano, algo caliente es desagradablemente caliente; en invierno, algo frío es desagra-
dablemente frío, en Ct nsonancia con el tiempo), mientras que los miembros intermc·
dios, 'fresco' y 'tibio', comprenden un valor de tipo 'agradable' (en verano, algo frío es,
hasta cierto punto, agradable, es decir 'fresco'; en invierno, algo caliente es, hasta cierto
punto, agradable, es decir 'tibio' -o 'calentito'). Sólo en condiciones desprovistas de
una valoración prioritariamente humana -generalmente, en contextos no referidos al
tiempo mismo o a la comida- recuperan, por así decirlo, 'caliente' y 'frío' su oposición
antonímica escueta. 'Tibio' y 'fresco' suelen conservar, en cambio, su connotación va-
lorativa.l
9.4. LA HIPONIMIA 273

mavera', 'verano', 'otoño'. 'invierno'}; {'enero' •...• 'diciembre'}; {'lunes' •


...• 'domingo'}. Todos ellos se ordenan en términos de sucesión; de ahí la
a n a 1 i tic ida d de «la primavera precede inmediatamente al verano», «El
sábado viene a continuación del viernes». «Octubre está entre septiembre y
noviembre» (d. Leech, 1969: 116). Contra lo que ocurre con las escalas y
los rangos. los ciclos no presentan miembros extremos, pues cada uno de
ellos se sitúa siempre entre otros dos. El hecho de que exista convencional-
mente un primer y un último miembro en muchos de estos conjuntos (enero
en los meses del año. lunes en los días de la semana, etc.) no invalida su ci-
clicidad: «Juan vino el domingo y Pedro al día siguiente» implica «Pedro
vino el lunes», del mismo modo que «Juan vino el martes y Pedro el día
anterior» implica que «Pedro vino el lunes». Por otra parte, debe admitirse
que las distintas interpretaciones de frases en inglés como 'next Friday' (<<el
viernes siguiente [a partir de un momento dado]»: «el viernes p~óximo [a
partir de hoy]») o 'last Thursday' (<<el jueves anterior [a partir de un mo-
mento dado]»: «el jueves pasado [a partir de hoy]»), se fundan en un con-
flicto potencial entre considerar el conjunto bien como un ciclo o bien
como una serie.
En esta breve presentación sobre los conjuntos seriados y cíclicos de
lexemas, vale la pena observar, por fin, que ambos principios pueden operar
en el mismo campo léxico. Dentro del conjunto de palabras que se refieren a
los colores básicos. {'negro', 'gris'. 'blanco'} constituyen una escala, mien-
tras que {'rojo', 'amarillo', 'verde', 'azul', 'violeta'}, un ciclo. y hemos dicho
ya que 'negro': 'blanco' (en las extremidades de una escala), por una parte,
y 'rojo': 'verde', 'amarillo': 'azul' (en un ciclo), por otra, tal vez puedan
considerarse opuestos antipodales.

9.4. La hiponimia
Una relación paradigmática tan importante como la oposición y el contraste
es la que se establece entre un lexema más específico o subordinado y otro
más generala superordinado, como ocurre en pares de tipo 'vaca': 'animal',
'rosa': 'flor', 'honradez': 'virtud', 'comprar': 'tomar', 'escarlata': 'rojo', et-
cétera. No hay un término generalmente aceptado para denominar esta rela-
ción (o su inversa). No obstante, en los últimos años el término h i pon i-
ID i a (acuñado por analogía con 'antonimia' y 'sinonimia') ha ido ganando
aceptación por encima de otros. como 'inclusión' o 'subordinación', sin duda
menos apropiados a causa de su uso diverso en lingüística y en lógica. Di-
gamos, entonces, que 'vaca' es un h i p ó n i ID o de 'animal', que 'rosa' es
un hipónimo de 'flor', y así sucesivamente; y, además, que 'rosa', 'tulipán',
'clavel'. etc., por hallarse en igual relación con respecto a 'flor', son c 0-

18
274 SEMÁNTICA ESTRUCTURAL: RELACIONES DE SENTIDO
T
h i P ó n i m o s (del mismo lexema). Para la relación inversa, utilizaremos
el término correlativo hiperonimia (cf. Mulder & Hervey, 1972).20
Los lógicos suelen analizar la hiponimia a base de la in c 1 u s ión
I
\
de c 1 a s e s (cf. 6.4), 10 que, hasta cierto punto, es bastante satisfactorio. i
Por ejemplo, si X es la clase de las flores e Y la clase de los tulipanes, en-
tonces se da efectivamente el caso de que X incluye apropiadamente a
y (X =o Y & y i> X). Pero no faltan pro blemas al definir la hiponimia a
partir de la lógica de clases. En primer lugar, no está claro si debe decirse
que un hipónimo está incluido en su hiperónimo o, a la inversa, un hiperó-
nimo en su(s) hipónimo(s). Si contemplamos la e x ten s ión de los lexe-
mas, habrá que decir que el lexema hiperónimo es más inclusivo, mientras
que a partir de la in ten s ión sucede al revés (pues los tulipanes poseen
todas las propiedades de las flores y además otras que les distinguen de las
rosas, los claveles, etc.). Esto no es por sí mismo difícil de resolver, ya que
en lógica es axiomático que la extensión y la intensión se relacionan justa-
mente así en la inclusión. Más serio, sin embargo, es el problema de que
la lógica de clases no parece indicada para la formalización de la semán-
tica a menos que se adopten supuestos más bien discutibles sobre la ¡nter-
definibilidad de la denotación y el sentido, diciendo, por ejemplo, que el
denotatum de 'flor' es· una clase de objetos y que su sentido son las pro-
piedades definitorias de la clase. Así es como han procedido, por cierto,
eruditos como earnap (1956). Pero nosotros utilizamos el término 'deno-
tación' para la relación que existe entre lexemas y clases de individuos o
bien propiedades, actividades, procesos y relaciones según el caso (cf. 7.4);
de ahí que rechacemos el supuesto de que, si un lexema tiene sentido, debe
tener asimismo denotación.
La hiponimia puede definirse mediante la implicación unilateral. Por
ejemplo, 'cannesí' aparece como hipónimo de 'rojo' y 'comprar' de 'obtener'
en virtud de las implicaciones ({Llevaba un vestido carmesí» ~ «Llevaba
un vestido rojo», {(Lo compré a un amigo» ~ «Lo obtuve de un amigo» (es
decir entre las proposiciones expresadas por las oraciones 'Llevaba un ves-
tido carmesí', 'Llevaba un vestido rojo', etc. cuando se enuncian para emitir
una afirmación).21 La definición de hiponimia a base de implicación unilateral
nos permite, a su vez, definir la sin o n i m i a mediante la hiponimia bilao
teral o simétrica: si x es hipónimo de y, e y es hipónimo de x, entonces x e
)' son sinónimos. Si la hiponimia se considera no simétrica (como corres-
ponde, si la sinonimia se defin"e como hiponimia simétrica), entonces la

20. (En el original, el término 'hiperonimia' ('hyperonymy') aparece sustituido por el


de 'superordinación' ('superordination') a causa del excesivo parecido con su correlato
'hiponimia' ('hyponymy'). No es preciso tomar esta precaución en castellano. En todo
caso, como dice el autor,] 'superordinación', en contraste con 'subordinación', no apa-
rece tan ampliamente utilizado en lingüística como término técnico con sentido con-
flictivo.
21. [«Obtener» puede, en lo sucesivo, alternar con «tomar» como traducción del sen·
tido básico del original 'get'.]
9.4. LA HIPONIMIA 275

h i pon i m i a pro p i a se distingue de la sinonimia por ser justamente


asimétrica (para la distinción entre relaciones no simétricas o asimétricas,
cf. 6.3). Esta distinción de hiponimia asimétrica como caso especial de hipo-
nimia no simétrica se asemeja a la distinción corriente de la inclusión
propia con respecto a la inclusión en la lógica de clases (cf. 6.4). A lo largo
de este apartado nos dedicaremos primordialmente a la hiponimia propia,
para la cual utilizaremos el término escueto de 'hiponimia' sin otra califi~
cación.
La hiponimia es una relación transitiva. Si x es hipónimo de y e y es hi~
pónimo de Z, entonces x es hipónimo de Z (cf. 6.3). Por ejemplo, 'vaca' es
hipónimo de 'mamífero' y 'mamífero' lo es, a su vez de 'animal'; luego,
'vaca' es hipónimo de 'animal'.
En general, cuando la relación de hiponimia se establece entre nombres,
cabe la posibilidad de inserir expresiones sintácticamente apropiadas que
contengan estos nombres en lugar de x e y en la fórmula 'x es un tipo de
y' (siendo x hipónimo de y) lo que da lugar a una oración que expresa una
proposición metalingüística o reflexiva analítica (en la medida en que pueda
ser analítica toda proposición metalingüística en relación con las lenguas
naturales: cf. 6.5). Así, la proposición expresada por 'Una vaca es un tipo
de animal', 'Un tulipán es un tipo de flor', etc., puede considerarse analítica.
Además de 'tipo' pueden usarse, en condiciones más o menos restringidas,
otras formas como 'suerte', 'clase', 'género' ('Una vaca es una clase de ani-
mal', 'Un tulipán es un género de flor', etc.), así como otros más específicos
(y, por tanto, hipónimos de 'tipo') a base de 'tonalidad', v. gr., 'El carmesí
es una tonalidad del rojo'; 'marca', v. gr., 'Un Aston Martin es una marca
de coche', y así sucesivamente. Cuando un sustant~vo x es hiperónimo de
más de un hipónimo, y, Z, etc., las siguientes expresiones pueden aceptarse
como significativas: 'vacas y otros (tipos de) animales', 'tulipanes y otras
(clases de) flores', en contraste con las semánticamente anómalas 'vacas y
otras (clases de) flores' y 'tulipanes y otros (tipos de) animales'. Puede
admitirse que la frecuente presencia de estas expresiones desempeña un
importante papel en el asentamiento de ]a hiponimia y la cohiponimia en la
adquisición lingüística, pues cabe concebir que así es posible aprender
la relación hiponímica de un lexema respecto a otro o la relación cohipo-
nímica de dos o más lexemas aun sin saber nada más acerca de su sig-
nificado respectivo. En realidad, gran parte del conocimiento que tenemos
acerca del significado de las palabras de nuestra lengua nativa puede ha·
berse adquirido asÍ. Podemos saber, por ejemplo, que 'avellano' es un hipó-
nimo de 'árbol' o que 'tordo' es un hipónimo de 'pájaro' sin saber decir, en
cambio, en qué se distinguen los avellanos de los demás árboles o los tordos
del resto de los pájaros.
Ahora bien, hay que observar asimismo que una pregunta como ¿Qué cla-
se de animal era aquél? (formulada, digamos, por un padre a un niño des·
pués de una visita al zoo) puede contestarse adecuadamente tanto a base de
Un elefante como a base de Uno muy grande (donde 'uno' funciona como
sustituto pronominal de 'animal'). Esto parece sugerir que, al menos en IDU-
276 SEMÁNTICA ESTRUCTURAL: RELACIONES DE SENTIDO

chos casos, un hipónimo en cap S u 1 a el sentido de algunos modifica-


dores adjetivos y lo combina con el sentido del lexema hiperónimo (cf. 8.5),
pero no significa que el hipónimo resulte siempre equivalente o sinónimo a
una frase en que el lexema hiperónimo aparezca modificado por medio de
uno o más adjetivos. En algunos casos así puede ocurrir en efecto: 'tirano'
es un hipónimo de 'gobernante' y 'gobernante despótico' o 'gobernante
cruel' es tal vez equivalente (en muchos contextos) a 'tirano'; puede incluso
suceder a menudo que se aprenda el sentido de 'tirano' en virtud de su equi-
valencia con una u otra de estas frases, en el supuesto de conocer de ante-
mano el sentido de 'cruel', 'despótico' y 'gobernante'. En cambio, el sentido
de una palabra como 'vaca' no se aprende, seguramente, a partir de su equi-
valencia con una frase como 'animal bovino', sino que es más plausible
pensar en el proceso inverso, esto es, que la comprensión de 'bovino' depende
de un conocimiento previo sobre el tipo de animales al que pertenecen las
vacas. Lo cierto es que, al menos para muchos nombres, el sentido de un
hipónimo puede considerarse como el producto del sentido de un nombre
hiperónimo y algún modificador adjetivo real o posible. La idoneidad de
Un tirano o Cruel como réplica a la pregunta ¿Qué clase de gobernante
fue X? lo refleja.
Los verbos, adjetivos, adverbios y otras partes del discurso no pueden
insertarse en la fórmula (x es un tipo de y' sin previa n o m i n a 1 iza ció n
(cf. 10.3), pero incluso entonces la oración resultante suele ser más bien poco
natural por no decir absolutamente inaceptable (v. gr., 'Comprar es un tipo
de obtener'). En cambio, otras palabras y frases sirven para estructurar
hiponímicamente el vocabulario para otras partes del discurso del mismo
modo que la fórmula 'qué tipo de ... ' lo hace para los nombres. Análogas
a preguntas como ¿Qué tipo de animal era aquél? y ¿Era una vaca o algún
otro tipo de animal?, son ¿Cómo lo obtuvo, comprándolo o robándolo? y
¿Lo compró o lo obtuvo de algún otro modo? De manera similar ocurre para
adjetivos como 'amistoso' o 'simpático': Cuando dices que es simpático, ¿te
refieres a que es amistoso o a que es simpático de algún otro modo? Así
como puede decirse Una vaca es un animal de un cierto tipo, puede también
decirse, si bien menos idiomáticamente acaso, Comprar algo es obtenerlo
de una cierta manera y Ser amistoso es ser simpático de una cierta manera.
En general, la modificación adjetival es a los nombres lo que la mo-
dificación adverbial es a los verbos y adjetivos, por lo que del mismo modo
que a 'qué tipo de ... ' se contesta mediante un nombre adjetivamente modi-
ficado o un nombre hipónimo, también a 'cómo' y 'de qué manera' se con-
testa mediante un verbo o un adjetivo adverbialmente modificado o hipo-
nímico. Como hay, sin embargo, muchas subclases distintas de adverbios,
'cómo' y 'de qué manera' no siempre resultan apropiados a todo tipo de
modificación adverbial. Sería engorroso, por no decir imposible, intentar
enumerar aquí todos los procedimientos por los que se manifiesta la hipo-
nimia en las distintas partes del discurso y sus subclases a base de palabras
y frases interrogativas o de frases que contengan 'algún otro' o 'un cierto'
(análogos a 'algún otro tipo' y 'un cierto tipo'). Por otro lado, la función y la
9.5. ESTRUCTURA JERÁRQUICA DEL VOCABULARIO 277

distribución de estas palabras y frases acaso no podría describirse satisfac-


toriamente como no fuese en el marco de una completa descripción grama-
tical de la lengua. Tomaremos por cierto, no obstante, que el principio ge-
neral ha quedado suficientemente aclarado. La hiponimia es una relación
paradigmática de sentido que se funda en la encapsulación en el hipónimo de
alguna modificación sintagmática en el sentido del lexema hiperónimo.
En términos generales, los cohipónimos del mismo híperónimo contras-
tarán en sentido (de momento dejamos a un lado la posibilidad de cohipó-
nímos sinonímicos no contrastantes), y la naturaleza de este contraste puede
explicarse por medio de diferencias en la modificación sintagmática encap-
sulada del híperónimo. Por ejemplo, 'comprar' y 'robar' se hallan en con-
traste, como cohipónimos de 'obtener', en oraciones tales como 'x compró
el libro a y' y 'x robó el libro a y'.
Una vez establecido que dos lexemas son cohipónimos del mismo hipe-
rónimo y que se hallan en contraste, puede procederse a la determinación
de la naturaleza de aquel contraste especificando las relaciones establecidas
entre ellos y otros lexemas implicados. En algunos casos, pero no en todos,
el contraste de sentido puede asociarse al que hay entre dos modificadores
sintagmático s de un mismo lexema hiperónimo. Por ejemplo, el contraste que
hay entre 'comprar' y 'robar' como cohipónimos de 'obtener' puede aso-
ciarse al contraste que ofrecen dos frases adverbiales como 'por transac-
ción' y 'con usurpación' cuando se emplean como modificadores sintagmá-
ticos de 'obtener'. Pero el sentido de los nombres 'transacción' y 'usurpa-
ción' difícilmente se analiza de un modo satisfactorio como no sea a base
de 'comprar'j'vender' y 'robar', con lo cual, salvo omisión, sucede que no
existe un solo par de expresiones contrastantes que aparezcan como modifi_
cadores sintagmático s de 'obtener' en una glosa metalingüística no circular
sobre 'comprar' y 'robar'. Y este fenómeno no es de ninguna manera raro
o infrecuente. Las expresiones 'por transacción' y 'con usurpación', cuando
se emplean así, parecen más bien resumir un conjunto completo de modi-
ficaciones más concretils al sentido de 'obtener' encapsulado en 'comprar'
y 'robar'.
,

9,5. La estructura jerárquica del vocabulario


La relación de hiponimia impone una estructura jerárquica sobre el vocabu-
lario y sobre algunos de sus campos, de modo que la ordenación jerárquica
de lexemas admite una representación formal como en el diagrama arbóreo
de la figura 8. En ella, a, b, e, ... , k, 1, etc. representan lexemas individuales
a partir de un punto de origen, o raíz, al que denominamos cero (0) De
cada nódulo salen dos ramas, cosa que, en la realidad, sólo ocurre en el caso
de cohipónimos relacionados por oposición (cf. 8.3). Las líneas intermitentes
indican otras ramas del árbol. Como hemos visto, la hiponimia es transitiva
278 SEMÁNTICA ESTRUCTURAL: RELACIONES DE SENTIDO

y, por tanto, todo lexema es hipónimo de algún otro que lo d o m i n a


en el árbol (es decir, que se encuentra en un punto más alto y del que
se llega sólo por una trayectoria de ramas descendentes). Así ocurre, por
ejemplo, según la figura 8, con H(f, b), H(I, a), H(l, e), H(g, a), etc. ('H' se
refiere aquí a la relación de hiponimia). Si ahora introducimos la noción de
dominación directa o inmediata (entre términos conectados por una sola
rama descendente), podemos decir que a domina in m e d i a t a ro e n t e
ae y a d, pero no a g, h, 1, etc.; que e domina inmediatamente a g y a h;
que b domina inmediatamente a e y a t, y así sucesivamente. En virtud de
esto, a es el inmediato hiperónimo de e y d, Y e y d Jos hipónimos inmedia·
tos de a, pues no hay ningún hipónimo (propio) de a tal del que e o d sean
hipónimos (propios).

I ,, ,
I
/ ,
,, I
I \ ,,
/
I
/

k
/
/
I
/
I
/ \ , I ,
/
I ,
/ I
I
\ / \ /
\
\

Figura 8. Un modelo de vocabulario jerárquicamente organizado.

Podemos ahora inquirir si un diagrama arbóreo como el de la figura 8


refleja de veras la estructura del vocabulario o, al menos, de parte del voca-
bulario. Esta cuestión general se divide en una serie de cuestiones más
particulares y constituye, por lo demás, una de las principales ventajas
heurísticas de la confección de esta suerte de diagramas (desde el momento
en que pueden interpretarse como modelos matemáticos simples de algún
dominio empírico), ya que nos obliga a considerar detalles que de otro modo
pasarían inadvertidos.
Mencionaremos uno de ellos sin entrar en demasiados pormenores. Sería
natural, a la vista de la figura 8, preguntarse si la relación de sentido
9.5. ESTRUCTURA JERÁRQUICA DEL VOCABULARIO 279

que existe entre g y h es la misma, o necesariamente la misma, que la rela-


ción que existe entre i y j. Más en general, si (i) y y Z son cohipónimos in·
mediatos de x, (ii) q Y r son cohipónimos inmediatos de p y (iii) x y p son
cohipónimos inmediatos de n, ¿se da siempre o alguna vez el caso de que
R,(y, z)=R¡(q, r)? La respuesta parece unas veces afirmativa y otras nega-
tiva. Por ejemplo, en el inglés corriente (donde no se utilizarían palabras
como 'mamífero', 'vertebrado', etc.), 'horse', «animal caballar», (x), y 'sheep',
«animal ovejuno», (p), son cohipónimos inmediatos de 'animal', «anima!»,
(n); a su vez, 'stallion', «caballo macho», (y), y 'mare', «yegua», (Z), son
cohipónimos inmediatos de 'horse', mientras 'ram', «carnero», (q), y 'ewe',
«oveja hembra», (r), son cohipónimos inmediatos de 'sheep'.22 En este caso,
parece que la relación de sentido que hay entre 'stallion' y 'mare' es efec·
tivamente la misma que hay entre 'ram' y 'ewe'. Por otro lado, 'pájaro' y
'pez' (al igual que 'aninlal' y quizá 'persona') son cohipónimos inmediatos
de 'criatura', pero los contrastes que parecen dentro del conjunto {'águila',
'tordo', 'estornino', 'cotorra', 'cuervo', 'oropéndola', 'kiwi', etc.} y {'gato',
'caballo', 'oveja', 'vaca', 'lobo', 'elefante', etc.} son heterogéneos y muy pe·
culiares de cada miembro. En el mejor de los casos, acaso pudiéramos en-
contrar diversos tipos de opuestos escalares dentro de cada conjunto ba-
sados en criterios tales como el tamaño, la docilidad o la utilidad con res·
pecto al hombre, etcétera. Pero en vano intentaríamos realizar un aná-
lisis completo del sentido de los mielnbros de cada conjunto a partir de
contrastes que fuesen relevantes en ambos. La importancia teórica de esto
se hará más manifiesta cuando pasemos a examinar los problemas del
análisis componencial. Mientras tanto, invito al lector a considerar diversos
conjuntos de cohipónimos en varias lenguas a la luz de todo lo dicho en
este párrafo.
En la figura 8, hemos colocado un cero en lugar de una letra como re-
presentación de algún lexema real para la raíz del árbol. Esto viene a suge-
rir que el vocabulario, y, en realidad, cualquiera de sus partes, puede
estructurarse jerárquicanlCnte a partir de un punto que no se asocia a ningún
lexema existente. En la medida en que la figura 8 represente la estructura je-
rárquica del vocabulario como un todo, parece evidente que no hay ningún
lexema en el punto de partida. El hecho de que los lexemas, al menos en la
mayoría de lenguas, pertenezcan a una serie de partes distintas del discurso es
suficiente para excluir la orden2..ción jerárquica del vocabulario a base de
hiponimia y a partir de un solo lexema, pues un lexema que pertenece a
una parte del discurso no puede ser hipónimo [o hiperónimo] de otro
lexema que pertenezca a otra parte del discurso. Si la figura 8 representa

22. [La traducción de 'horse' corno «animal caballar» y de 'sheep' corno «animal
ovejuno», en lugar de los no marcados «caballo» y «oveja», está supeditada a la mayor
claridad posible del asunto que se trata. La única diferencia que hay, a este propósito,
entre las dos lenguas consiste en que hay tres lexemas en inglés y sólo dos en cas·
tellano.]
280 SHL~NTIC" ESTRUCTlRAL: RELACIONES DE SENTIDO

la estructura del vocabulario como un todo, entonces a y b son hiperónimos,


pero no hipónimos de algún otro lexema, con lo que habría que eliminar
las ramas que descienden hasta ellos desde la raíz del árbol.2-'
Ahora bien, ¿sucede realmente que el vocabulario de una lengua está
jerárquicamente estructurado mediante la hiponimia desde diversos puntos
de partida asociados a una determinada parte del discurso o a una subclase
principal de una de las partes del discurso? Al menos a primera vista,
ésta parece la noción más plausible, relacionada, por lo demás, con la
doctrina aristotélica sobre las categorías de la predicación y sus desarrollos
subsiguientes. Consideremos en primer lugar los nombres en inglés, donde
no existe ningún lexema que funcione como hiperónimo absoluto. Incluso
la palabra más o menos técnica 'entity', «entidad»), falla a este respecto, ya
que sólo comprende nombres cuantificables, al tiempo que sus equivalentes
más cercanos en la lengua cotidiana, 'thing', «cosa)}, y 'object', «objeto»,
son todavía más restringidos. 24 No hay ciertamente ningún lexema hiperó-
nimo para todos los nombres abstractos, concretos o discontinuos o para
todos los miembros de algunas de las principales subclases de nombres ha-
bitualmente reconocidos en inglés (cf. 11.3). En lugar de ello, lo que se en-
cuentra es un conjunto de lexemas muy generales -'person', «persona» (o
'human being', «ser humano»), 'animal', «anima!», 'fish', «pez/pescado»,
'bird', «ave/pájaro», 'insect', «insecto», 'thing', «cosa», 'place', «lugar»,
'stuff', «materia/género/cachivaches», 'material', «materiah>, 'quality', «cua-
lidad», 'property', «propiedad», 'state', «estado», etc.- que son hiperónimos de
subconjuntos más o menos grandes de aquellas subclases de nombres.25 Ad-
viértase, en todo caso, que la definición tradicional [en inglés] de los nom-
bres como palabras que denotan personas, lugares y cosas es deficiente
(al margen de otras inadecuaciones) por no hacer mención de animales,
peces y aves, por una parte, y de cualidades, estados, sentimientos, etc., por
otra. También merece la pena observar que 'animal', «anima!», no es, en el
inglés corriente, hiperónimo de 'person', «persona», y que se halla en con·

23. Los antropólogos han mostrado un gran interés por la noción de estructura je-
rárquica del vocabulario sobre todo en relación con las llamadas t a x o n o m í a s
f o 1 k 1 ó r i c a s (cf_ Berlin, Breedlove & Raven, 1966, 1974; Conklin, 1962, 1972; Frake,
1962; Sturtevant, 1964). Una cuestión que parece haberse aclarado bien es que las taxo-
nomías folklóricas, contra 10 que sucede con las modernas taxonomías científicas, no
agotan el dominio que clasifican ni alcanzan el mismo grado de especificidad en todas
las zonas.
I 24. [En el castellano coloquial, 'cosa' puede oscilar enormemente en una \'ariedad

'j de contextos, desde la exclusión de seres animados (cf. la expresión 'personas, animales
y cosas') o de lugares (las referencias de 'aquí', 'allí', etc. no suelen considerarse una
'cosa'), hasta la inclusión de (quizá) todo, cuando los hablantes definen espontánea y me-
talingüísticamente su ámbito significativo. Al decir, por ejemplo, 'X es una cosa difícil
de explicar', 'cosa' equivale a 'noción', 'concepto', etc., y admite, por tanto, cualquier
lexema en posición de sujeto.]
25. En muchas lenguas, algunos de los nombres más generales, semánticamente
comparables a 'persona', 'animal', 'cosa', etc., funcionan sintácticamente como clasifica-
dores (e!. 11.4).
9.5. ESTlU"CTLRA JER.4.RQlItCA DEL VOCABULARIO 281

traste con ésta, así como con 'fish', ({pez», 'bird', «ave», e 'insect', <dnsecto»,
y que, aunque 'creature', «criatura» es un hiperónimo para los cinco lexemas,
también se encuentra estilísticamente restringido en ciertos contextos. No
hay, por tanto, en la estructura léxica del inglés ningún apoyo en favor de
que todos los nombres que denotan seres animados estén jerárquicamente
ordenados a base de hiponimia y en una sola clase.
Más notable todavía es el caso de otras partes del discurso a este res-
pecto. Existen ciertos verbos muy generales como 'act', «actuar/obrar»,
'mave', «IDover(se)), 'become', «volverse», 'make', «hacen>, 'get', «obtener!
tomar», y 'be', «ser/estar/haber», con un gran número de hipónimos. Ya
hemos visto que, por ejemplo, 'get', «obtener», contiene como hipónimos
'buy', «comprar», y 'steal', «roban), a los que cabría añadir 'borrow', «to-
mar prestado», 'win', «ganar/lograr», 'earn', «percibir», 'catch', «coger», 'find',
«encontrar», 'grasp', «agarrar», etcétera. Pero ninguno de los verbos más
generales funciona en inglés como hiperónimo de todos los verbos transiti-
vos e intransitivos, de estado, actividad o movimiento o de todos los miem-
bros de cualquiera de las subclases de verbos tradicionalmente reconocidas.
Si tomamos los adjetivos más frecuentes en inglés, observaremos que mu-
chos subconjuntos de ellos carecen de los correspondientes hiperónimos.
No hay lexemas hiperónimos para todos los adjetivos que denotan dife-
rencias de color. No se dice, por ejemplo, Was it red or caloured in sorne
ather way?, «¿Era rojo o coloreado de otra manera?», sino más bien Was
it red ar (of) sorne other colour?, «¿Era rojo o de otro color?». De un modo
t semejante ocurre con las subclases de adjetivos que denotan diferencias
de forma, textura, sabor, sonido, edad, tamaño, estados mentales, etcétera.
No hay, pues, ningún hiperónimo paradigmático del que 'round', «redon-
do», 'square', «cuadrado», 'oblong', «oblongo», etc. funcionen como hipó-
nimos. En vez de ello, lo que puede hallarse a lo sumo es lo que cabría con-
siderar una relación quasi-paradigmática entre estos adjetivos más especí-
ficos y el nombre abstracto más general 'shape', «forma» (cf. What shape
was it, round or square?, «¿De qué forma era, redondo o cuadrado?»). Los
adjetivos como 'sweet', «dulce», 'sour', «agrio», y 'bitter', «amargo», se en-
cuentran en un tipo similar de relación quasi-paradigmática con el verbo
hiperónimo 'taste', «saber» (cf. What does it taste like?, «¿A qué sabe esto?»)
y, por derivación, con el nombre 'taste' «sabor» (cf. What kind of taste has
it got?, «¿Qué clase de sabor tiene?»). Por lo demás, los nombres 'shape',
«forma», 'size', «tamaño», y 'colour', «color», se hallan en relación quasi-pa-
radigmática con el verbo 'Iook (like)', «pareeer(se)>>, cuando se emplea en
oraciones como What does it loo k like?, «¿A qué se parece esto?», y en rela-
ción paradigmática con el correspondiente nombre 'appearance', «apariencia»
(cf. Describe its appearance -what colour and shape was it, red and square,
ar green and round?, «Describe su apariencia, ¿ de qué color y forma era,
rojo y cuadrado o verde y redondo?»).
El sentido en que empleamos aquí el término Iquasi-paradigmático' queda
sin duda aclarado por los ejemplos mismos y puede precisarse fácilmente
en el ámbito de una gramática t r a n s f o r ro a t i v a razonablemente com-
282 SEC\I,\NTlCÁ ESTRUCTl!RAL: RELÁClONES UE SE~TlIJO
1
plela del inglés (el'. 10.3). Podemos describir la relación entre, por ejemplo,
'round', «redondo», y 'shape', «forma», o bien entre 'sweet', «dulce», y
'taste', «saber» [tener sabor], como de q u a s i - h i pon i ID i a. Si reuni- J
mos, entonces, la quasi-hiponimia y la hiponimia como una relación a partir
de la cual los vocabularios se estructuren jerárquicamente, la hipótesis de
que el vocabulario de todas las lenguas está jerárquicamente estructurado
bajo un conjunto relativamente reducido de lexemas muy generales en
sentido cobra un poco más de plausibilidad. Pero se trata, de todas formas,
de una hipótesis difícil de verificar a la vista de las pruebas actualmente
al alcance.
Los diccionarios al uso, donde los lexemas aparecen enumerados (en
forma de cita) por orden alfabético y sus principales sentidos definidos y
ejemplificados mediante citas textuales (generalmente de fuentes escritas),
añaden a menudo a algunas de sus entradas, si no a todas, una lista de los
llamados sinónimos y antónimos. Los diccionarios alfabéticos más elaborados
y completos darán asimismo alguna indicación de los contextos en que los
lexemas aproximadamente equivalentes son intercambiables y llamarán
la atención acerca de sus connotaciones o acepciones emotivas. Pero ningún
diccionario distingue sistemáticamente los diferentes tipos de oposición lé-
xica que se hallan en la lengua (cf. 8.3). En cuanto a las relaciones de hipo-
nimia y de antonimia, raramente se explicitan, teniendo en cuenta que no
siempre pueden inferirse a través de las definiciones.
Existe, sin embargo, otro tipo de diccionarios, normalmente denomina-
dos conceptuales en contraste con los alfabéticos (d. Ullmann, 1957: 313 y
ss.; 1962: 254 y ss.). El más conocido, y el primero de la época actual, es
el Roge/'s Thesaurus of English Words and Phrases (1852). El principio en
que se funda un diccionario conceptual, o t e s o r o (para emplear un tér-
mino distintivo y nada comprometido con el con c e p t u a 1 i s m o semán-
tico: d. 4.3), consiste, como dice el mismo Roget en el prefacio a la primera
edición, en clasificar «las palabras y frases de la lengua, no según su sonido
o su ortografía, sino estrictamente con arreglo a su significación». Aunque la
obra de Roget se proponía primordialmente «facilitar la expresión de las
ideas y ayudar en la composición literaria)), se resintió de la poderosa in-
fluencia de la especulación filosófica del siglo XVII (a partir de las ideas de
Francis Bacon, Descartes y Leibniz) sobre la posibilidad de construir una
lengua ideal para la sistematización y el desarrollo del conocimiento cientí-
fico, en el que destacaba muy en particular el famoso Ensayo (1668) de
John Wilkins (cf. Robins, 1967: 112 y ss.; Salman, 1966). Otras obras com-
parables a las de Roget para el inglés, si bien adecuadas a los avances de la
semántica descriptiva durante el período intermedio, existen ya para el
alemán (Dornseiff, 1933) y el castellano (Casares, 1942) y en forma esque·
mática para el francés, según el modelo de Roget, en el apéndice a Bally
(1909). También hay que mencionar a este propósito el Dic/ionary of Se-
lec/ed Synonyms in /he Principal Indo_European Languages de Buck (1949).
No obstante, ninguna de estas obras, por muy valiosas que sean, proporcio-
na la información que necesitaríamos para resolver la cuestión de si los

1
9.6. VACÍOS LÉXICOS 283

vucabularios de las lenguas con que operan están organizados de acuerdo


con principios estrictamente jerárquicos.
El esquema más ambicioso para la construcción de un tesoro a par-
tir de un marco supuestamente universal de categorías y subcategorías se-
mánticas llevado a cabo hasta el presente es el llamado sistema concep-
tual (Begriffssystem) de Hallig y Wartburg (1952). Al margen de su pre·
tensión de ser un sistema clasificatorio empíricamente elaborado y uni-
versalmente aplicable, que refleja «la imagen que las personas de inteli-
gencia media tienen sobre el mundo [Weltbild] tal como aparece determinada
por los conceptos precientíficos generales que la lengua establece [durch
die sprachlich bedingten vorwissenschaftlichen Allgemeinbegriffe bestimmt]»,
lo cierto es que es vulnerable a la crítica por tratarse de un sistema tan
apriorístico como el de Roget y probablemente predispuesto, en la medida
en que se basa en la semántica descriptiva, en favor del ingenuo realismo
de los hablantes de lo que Whorf (1956) llamaba Standard Average Euro-
pean, europeo medio estándar. También puede combatirse a partir de
otros supuestos (d. Ullmann, 1957: 314 y ss.; Geckeler, 1971: 99 y ss.). Es
difícil justificar, al menos para el inglés, incluso la división tripartita de
nivel superior que se hace del vocabulario a partir de lexemas relativos
al universo, al hombre y al hombre con el universo, así como las seis clases
principales de lexemas que Roget establece a base de hiponimia y quasi-hi-
ponimia: (i) relaciones abstractas, (ii) espacio, (iii) materia, (iv) intelecto,
(v) volición, y (vi) facultades sensitivas y morales.
Hasta el presente se sabe relativamente poco acerca de la estructura
léxica de la vasta mayoría de las lenguas del mundo, habida cuenta que,
como hemos visto, todavía no se ha llegado a verificar, incluso para lenguas
europeas bien estudiadas y fácilmente accesibles, la hipótesis de que el vo-
cabulario esté jerárquicamente ordenado, como un todo, mediante la hipo-
nimia y la quasi-hiponimia. Por ello, el semantista teórico debe mostrarse
muy precavido a la hora de propugnar una hipótesis de este tipo. No puede
negarse, sin embargo, que existe algún grado de organización jerárquica
en todas las zonas del vocabulario de las lenguas investigadas. En rigor,
es difícil de concebir que una lengua opere satisfactoriamente en una
cultura dada sin que su vocabulario se estructure a partir de los principios
complementarios de hiponimia y contraste, como parece demostrarlo toda
la obra descriptiva que se ha llevado a cabo en distintos campos del voca-
bulario de diversas lenguas.

9.6, Vados léxicos


Interpretemos de nuevo la figura 8, no como muestra de la organizaclOn
jerárquica del vocabulario entero de una lengua, sino de determinados
campos léxicos dentro de un vocabulario (cf. 8.2). Una de las cuestiones
284 SEMÁ!'HICA ESTRlCTllRAL: RELACIONES DE SE~TIDO

que se plantean a este respecto es la de si puede haber lo que se ha denomi-


nado va cío S 1 é x i ca s. No nos referimos aquí a la ausencia de lexemas
que denoten objetos casualmente inexistentes en la cultura respectiva, y
aún menos a la ausencia de lexemas que encapsulen el sentido de modifica-
dores sintagmático s contradictorios (v. gr., la falta de un lexema que signifi-
que «soltero casado» o «CÍrculo cuadrado})). Por vaCÍo léxico entendemos
ahora 10 que los estructuralistas suelen describir, de un modo metafórico,
como un hueco en el modelo, es decir la ausencia de un lexema en un de-
terminado lugar de la estructura de un campo léxico. Se recordará que,
de acuerdo con Trier, esto es teóricamente inconcebible, pero la verdad es
que los supuestos que llevan a esta afirmación son, a su vez, discutibles
(cL 8.2)_ Los vaCÍos léxicos del tipo que aquí nos interesa entran en la cate-
goría de lo que Lehrer (1974: 97) llama vacíos matriciales (matrix gaps).
Como él dice, «un vacío matricial se manifiesta cuando se analizan elemen-
tos léxicos relacionados en rasgos semánticos y se sitúan en un gráfico o en
una matriz)). Nosotros presentaremos el asunto aplicando esta noción a la
estructura jerárquica del vocabulario. Vista desde esta perspectiva, la cues-
tión se disocia en otras dos más específicas: (i) ¿cabe la cohiponimia sin
que exista un lexema hiperónimo? (ii) ¿cabe decir que hay un vacío léxico
en un lugar dado de la estructura jerárquica donde podría esperarse un
hipónimo de un hiperónimo ya existente?
La respuesta a la primera pregunta, tal como ha sido planteada, queda
decidida de antemano por la definición misma que hemos sentado de hipo-
nimia y, por derivación, de cohiponimia. Pero también puede formularse de
la siguiente manera: ¿se da alguna vez el caso de que dos o más lexemas
se hallen en contraste sin que haya otro lexema hiperónimo del que sean
hipónimos inmediatos? Ya hemos atendido a una serie de ejemplos que
ilustraban vacíos léxicos de este tipo. Si la figura 8 representara el campo
de los adjetivos de color en inglés [yen castellano], no habría ningún
lexema en la raíz del árbol. Por otro lado, si agrupamos conjuntamente
lexemas que pertenecen a distintas partes del discurso (tratando de mante-
ner una satisfactoria integración en la estructura gramatical y léxica), po-
dríamos decir que el nombre 'colour', ((color», es el hiperónimo inmediato
de {'red', «rojo)), 'green', «verde», ... }. Con esta interpretación de la estruc-
tura jerárquica, el número de vacíos léxicos entre los hiperónimos se vería
sensiblemente reducido_ Pero tampoco desaparecerían del todo. No hay
ningún hiperónimo inmediato para 'go', «ir», y 'come', «venir}), en inglés;
para 'teacher', «profesor», y 'pupil', «alumno)); para 'buy', «compran), y
'sell', «vender», o para muchos otros pares de opuestos.26 La ausencia de
ciertos hiperónimos (y la relativa infrecuencia o la aplicación restringida de
otros; v. gr., 'spouse', «consorte)), hiperónimo de 'husband': 'wife', «ma-
rido) : «mujen), 'parent', «padre/madre), hiperónimo de 'father': 'mother',

26. ('Traficar' (igual que 'comerciar') podría comparecer como hiperónimo del úl-
timo par si no incluyera un valor frecucntativo.]

1
9.6. VACÍOS LÉXICOS 285

«padre» : «madre», etc.) se vincula a la importante noción de codibilidad


(cf. Brown, 1958: 235 y ss.).
La otra pregunta es más difícil de contestar en términos generales. Para
ello nos serviremos de uno de los ejemplos de Chomsky (1965: L31; el. Lehrer,
1974: 97). En inglés hay una palabra, 'corpse', con el significado aproximado
de «cuerpo de un ser humano muerto»; otra palabra, 'carcass', que signifi·
ca «cuerpo de un animal muerto», pero, en cambio no existe ninguna pala·
bra que se aplique a las plantas muertas. Este ejemplo, sin embargo, no es
tan claro como podría parecer a primera vista. En primer lugar, debe adver·
tirse que el sentido de 'corpse' y de 'carcass' no es un producto simple del
sentido de 'dead', «muerto», y 'person', «persona», por una parte, y de
'dead', «muerto», y 'animal', «animab>, por otra, pues 'corpse' no es un hipó·
nimo de 'person', ni 'carcass' de 'animal'. En cuanto introducimos el sentido
de 'body', «cuerpo», en la glosa, queda destruido el supuesto paralelismo de
'corpse', 'carcass' y un lexema potencial, pero no realizado, aplicable a las
plantas muertas. Por lo demás, podría argumentarse que 'corpse' y 'carcass'
no contrastan de la manera que sugieren las glosas que les hemos asignado.
Si estuviese institucionalizado el canibalismo en los países de habla inglesa,
y se sacrificaran los seres humanos junto con las ovejas, el ganado vacuno
y los cerdos para el consumo, es sin duda previsible que la palabra 'carcass'
se aplicaría a los cuerpos muertos de los seres humanos en el momento de
entregarlos a la carnicería. Por el contrario, si muere el corderito de Mary
y ésta, enormemente afligida, decide enterrarlo en el jardín y quizá celebrar
algún responso funerario durante la ceremonia, sin duda no dirá que está
inhumando el 'carcass', sino el 'corpse', del cordero.
No se trata de un ejemplo frívolo o meramente divertido, pues la cuestión
no puede siquiera descartarse apelando a la diferencia entre el significado
cognoscitivo y el significado emotivo de las palabras, ya que, simplemente,
no queda claro que 'corpse', y «carcass' estén relacionados en su significado
cognoscitivo o sentido, de la forma expuesta al principio. Lo cierto es que
nuestro trato con cadáveres humanos y con animales muertos es bien dis·
tinto, pues en el primer caso está institucionalizado en funerales y pesqui.
sas judiciales, mientras que en el segundo lo está en mataderos, c~micerías
y en la preparación de la comida, diferencia que es la que efectivamente se
lexicaliza en 'corpse' y 'carcass'. El hecho de que el inglés no disponga de
una palabra que signifique «planta muerta» se explica probablemente por~
que las plantas muertas no tienen, como clase de objetos, una función cultu-
ralmente reconocida en las sociedades de habla inglesa. El análisis de Lehrel
(1974) sobre el vocabulario de la cocina en diversas lenguas demuestra tanto
la importancia de las consideraciones culturales como la dificultad de decidir
cuál es y cuál no es un hueco léxico estructuralmente definible bajo el hipe·
rónimo común.
Consideremos otro ejemplo. Como vimos antes (d. 9.2), en ruso existen
palabras separadas para «hermano de la esposa», «hermano del marido»,
«hermana de la esposa», «hermana del marido», «esposa del hermano» y
«marido de la hermana», pero (sin que sea, por lo demás, sorprendente) no
286 SEMÁNTICA ESTRUCTURAL: RELACIONES DE SENTIDO

hay ninguna palabra para {{marido del hermano» ni «esposa de la hermana».


Sin duda, se trata de dos vacíos en estos puntos del esquema, lo que no
ocurre en castellano, puesto que su vocabulario 'político', como hemos visto,
se estructura a base de oposiciones distintas. Uno podría verse tentado a
decir que en ninguna lengua son posibles palabras con el significado de
«marido del hermano» y «esposa de la hermana». Pero no cabe duda que
no es éste el caso. Supongamos que se volviera más común y más aceptable
socialmente de lo que es en la actualidad que dos personas del mismo sexo
emprendieran una relación permanente, no sólo a base de la cohabitación,
sino también con una distinción de funciones claramente reconocible y se-
mejante a la que existe en un matrimonio convencional. Esta relación po-
dría iniciarse con una ceremonia de boda y la correspondiente promesa de
fidelidad mutua, de modo que los miembros de la pareja en cuestión pudi~
sen considerarse, y ser considerados, casados y uno de ellos fuese el marido
y otro la esposa. ¿De que modo repercutiría esto en la estructura léxica?
Los productos de los sentidos de 'hermana' y 'esposa' y los de 'hermano'
y 'marido' que resultarían en «esposa de la hermana» y en ({marido del
hermano~ serían directamente interpretables en las circunstancias descritas.
De ahí que los vacíos léxicos que aparecen en la estructura del vocabulario
del parentesco en ruso vienen a corresponderse con lexemas potenciales, si
bien no existentes. Si unas palabras nuevas rellenaran los huecos, la estruc-
tura léxica de la lengua no quedaría, a este respecto, afectada. Los sentidos
de las palabras que actualmente no existen están ahí, como si dijéramos, dis-
puestos a la lexicalización. Supongamos, sin embargo, que dichos vacíos no
son rellenados por nuevas palabras, sino que, en lugar de ello, dos de los
lexemas de relación política ampliaran su sentido hasta cubrir los huecos,
digamos 'ziat" y 'nevestka', el primero llegando a significar «marido del
hermano/a (o del hijo/a»>. y el segundo «esposa del hemano/a (o del hijo/a) •.
Esto constituiría efectivamente un cambio estructural que alteraría el pre-
sente esquema de relaciones en este campo léxico. Ahora bien, por lo que
concierne al castellano no hay vacíos que rellenar ni creando nuevas palabras
ni ampliando el sentido de las ya existentes, ya que el marido del hermano
de uno es presumiblemente el consorte masculino del hermano/a de uno
al que se puede aludir, pues, por medio del término 'cuñado'. Y al contra-
rio, si el sexo del referente no fuese decisivo y sí en cambio la función
social que él o ella desempeñara, el consorte masculino del hermano de uno
podría denominarse 'cuñado' o 'cuñada' según que fuera, en la relación,
el marido o la esposa.
Tal vez parezca un tanto caprichoso el ejemplo que acabamos de exa-
minar, pero lo cierto es que los cambios tienen efectivamente lugar en las
instituciones y en las prácticas sociales y las lenguas pueden adaptarse, por
las vías que hemos insinuado antes, a las circunstancias cambiantes. Los
análisis antropológicos del parentesco deberían evitarnos el prejuicio de que
incluso un rasgo tan universal como el sexo biológico debe quedar necesa-
riamente reflejado en esta zona del vocabulario y ser dominante en ella.
No obstante, la principal razón que nos ha inducido a presentar en este
9.6. VAcíos LÉXICOS 287

punto aquel ejemplo hipotético era ilustrar la noción de huecos léxicos en


el marco de la semántica estructural y, al mismo tiempo, dar algunas indi-
caciones sobre las dificultades que surgen cuando nos lanzamos a conside-
raf seriamente la diferencia entre lexemas posibles e imposibles. Las ex-
presiones 'marido hembra' y 'esposa varón' serán probablemente cataloga-
das como semánticamente inaceptables (al igual que 'círculo cuadrado') por
la mayoría de hablantes de castellano. Pero, como hemos visto, no se requiere
mucha imaginación para concebir un mundo en el que tales expresiones no
sean contradictorias. Incluso en nuestro mundo presente, tal como io cono-
cemos, las proposiciones expresadas por oraciones como' Ella es el padre de
cinco hijos', o 'Ella todavía quiere a su esposa', dI.! ninf~Ul1a Jnanera son se·
mánticamente anómalas. El periodista James Morris, por ejemplo, no dejó
de ser el padre de sus hijos cuando se convirtió en mujer (y tomó el nom-
bre de 'Jan Morris': cf. Morris, 1974). La tarea de concebir mundos posibles
distintos del nuestro y considerar la aplicación a ellos de lexemas existen-
tes, o combinaciones de lexemas existentes, es una técnica cargada de difi-
cultades. Basta someter un cuestionario a un grupo de hablantes nativos
y preguntarles qué dirían en tales o cuales circunstancias (todavía es más
fácil que el lingüista consulte su propia intuición). Pero la interpretación
de los resultados obtenidos por estos métodos está siempre sujeta a la ad·
vertencia de Austin: « la lengua ordinaria se destruye en casos extraordina-
rios» (1970: 68).
Existen algunos casos muy claros de vacíos léxicos en las lenguas que,
contra lo que sucede con los ejemplos examinados aquí con cierto pormenor,
no plantean problemas con respecto a la posibilidad de que haya circuns_
tancias en que cabría utilizar una palabra con un sentido particular. En
francés, como [en castellano], en inglés y otras lenguas, hay muchos pares
de opuestos antipodales que se emplean en la descripción de la extensión
o la localización espacial: v. gr., (haut': 'bas' (<<alto»: «bajo», «high»: «low»),
;long' : 'court' (<<largo» : «corto», «long)) : short»). Hay un lexema 'profond',
que significa «hondo» (((deep»), pero no aparece un opuesto antipodal (como
el inglés ((shallow»), con 10 que 'profond' se niega a base de la expresión
'peu profond', "poco hondo» (<<deep to a smal! degree») a fin de cubrir el
vacío léxicoP Si el francés careciese de lexemas como ·bas', 'court', etc., e hi-
ciese un uso regular de expresiones como 'peu haut', ·peu long', etc., no ha-
blaríamos, por supuesto, de vacíos léxicos, pues, como hemos comprobado,
la antonimia es teóricamente dispensable (cf. 9.1).

27. [En castellano, 'somero', opuesto antipodal de 'hondo', ha quedado casi relegado
a contextos figurados. Por lo demás, en contextos muy restringidos, 'hondo' se opone
antipodalmente a 'llano' (cL 'plato hondo' : 'plato llano'), pero, por lo general, ambos
términos alternan con otros opuestos; eL 'pozo hondo' : 'pozo no/poco hondo', 'terreno
llano' : 'terreno -accidentado', etc.]
288 SEMÁNTICA ESTRUCTURAL: RELACIONES DE SENTIDO

9.7. Términos marcados y no marcados


La m a r e a ció n (o condición de marcado), que deriva de la obra de la
Escuela de Praga (cf. Vachek. 1964, 1966), es un concepto de la mayor im-
portancia en la lingüística estructural, pero, lamentablemente, se aplica
a un buen número de fenómenos dispares e independientes. En lo que sigue,
nos limitaremos a señalarlo en cuanto al análisis de la estructura léxica,
donde distinguiremos tres sentidos diferentes por los que cabe describir los
lexemas como m a r cad o s o n o m a r cad o s.
Empezaremos por lo que puede llamarse m a r C a ció n f o r m a 1. Las
palabras inglesas 'host' : 'hostess' (<<anfitrión» : «anfitriona»), 'count' : 'count-
ess' (<<conde» : «condesa»), 'lion' : 'lioness' (<<león» : «leona»), etc., son com-
plementarios morfológica o formalmente afines (cf_ 9.1). Las formas del
segundo miembro de cada par (v. gr., hostess, hostesses) presentan un su-
fijo -ess del que carecen las formas del primer miembro (hast, hasts). Este
sufijo es una marca formal de la oposición, del mismo modo que los prefijos
uno, in-, dis- lo son en la oposición 'friendly' : 'unfriendly' (<<amistoso» : «no
amistoso»), 'consistent' : 'inconsistent' (<<coherente» : «incoherente»), 'respect-
fuI': 'disrespectful' (<<respetuoso»: «irrespetuoso»), etc. (cf. «un miembro del
par de opuestos está caracterizado por la presencia y el otro por la ausencia
de una marca [Merkmal]» (Trubetzkoy, 1939: 67) )." En casos como éste, la
noción de marcación se basa en la presencia o ausencia de algún determi-
nado elemento en la forma, de modo que los lexemas cuyas formas con-
tienen este elemento se denominan (formalmente) marcados para la opo-
sición, en contraste con los miembros no marcados de cada par, que no
presentan el elemento en cuestión. Debe notarse que no todas estas oposi-
ciones ofrecen un término formalmente marcado que quepa considerar neo
gativo desde un punto de vista semántico. Tampoco es el caso que, entre
opuestos formalmente relacionados, uno deba estar formalmente marcado
y el otro formalmente no marcado: d. 'useful': 'useless' (<<útil»: «inútil»),
'fruitful': 'fruitIess' (<<fructífero»: «infructuoso»).
Ahora bien, la marcación formal se halla normalmente en correlación,
aunque no de un modo invariable, con una diferencia en la di s tri b u ció n,
en el sentido de que el miembro marcado de la oposición tiende a ser dis-
tribucionalmente más restringido (esto es, aparece en un ámbito contextual
menor) que el miembro formalmente no marcado. De todos modos, el cri-
terio de la restricción distribucional es independiente de la marcación for-
mal en sí misma y puede aplicarse igualmente bien a lexemas formalmente
no relacionados. Como hemos visto (9.1), lo que cabe considerar miembros
negativos de oposiciones tales como 'alto': 'bajo', 'bueno': 'malo', 'feliz':
'infeliz', etc., no suelen aparecer en oraciones de tipo '¿Cuán ... era X?' En
esta clase de contextos se dice que la oposición está suspendida o n e u t r a-

28. [En la bibliografía en lengua castellana, también aparece 'término neutro' o 'ex-
tensivo' en lugar de 'no marcado'.]
9.7. TÉRMINOS MARCADOS y NO MARCADOS 289

I iza d a. Es un hecho crucial en la estructura de las lenguas. en todos


los niveles, que, cuando una oposición se caracteriza por la marcación for~
mal, el miembro formalmente marcado queda excluido de los contextos
neutralizados. De ahí que el reconocimiento de esta correlación general entre
marcación formal y distribución haya provocado la extensión de los térmi·
nos 'marcado' y 'no marcado', en un sentido puramente distribucional, a pa-
res de lexemas formalmente no relacionados. Subrayemos, sin embargo, que
aquí se ocultan dos propiedades distinguibles y que el uso del término 'mar_
cación' para ambas puede inducir a confusión.
Consideremos los pares 'count' : countess' (<<conde» : «condesa») y Ilion':
'lioness' (<<león»: «leona») en inglés. En cada uno de los casos, el segundo
miembro aparece formalmente marcado y el primero formalmente no mar-
cado. Pero los dos pares difieren con respecto al criterio de la restricción
o neutralización distribucional. 'Lion' ofrece una distribución más amplia
que 'lioness'; a su vez, 'male lion', «león macho», y 'female lion', deón hem-
bra», son colocaciones aceptables [en inglés], pero no 'male lioness', «leona
macho)}, ni 'feinale lioness', «leona hembra» (la primera por contradictoria
y la segunda por tautológica). La oposición entre 'count' y 'countess' (o en-
tre 'prince', «príncipe», y 'princess', «princesa») no se neutraliza, sin em-
bargo, en contextos similares, puesto que las colocaciones 'female count',
«conde hembra», y 'male countess', «condesa varón», son contradictorias,
mientras que .'tnale count', «conde varón», y Ifemale countess', «condesa hem-
bra», son taútológicas. Podemos, por tanto, establecer una distinción entre
marcación formal y marcación distribucional. Cuando ambos tipos de marca-
ción son pertinentes, tienden a coincidir (como en Ilion' : 'lioness', 'happy' :
'unhappy', etc.). Pero existen también muchos otros lexemas formalmente
marcados que no lo son desde el punto de vista distribucional (v. gr., 'coun-
tess' en relación con 'count'). Y a la inversa, muchos lexemas distribucional-
mente marcados no lo son desde el punto de vista formal, en especial los
miembros negativos de los pares antonímicos sin relación formal como 'good':
'bad' (<<bueno» : «malo»), 'high' : 'low' (<<alto» : «bajo)}), etc.
La marcación distribucional está en correlación con la m a r c a ció n
s e m á n tic a y, en muchos casos, puede decirse que está determinada por
ella. Pero, una vez más, también esto es, en principio, independiente de la
marcación formal. Un lexema semánticamente marcado tiene la particula-
ridad de ser más específico en sentido que el correspondiente lexema semán-
ticamente no marcado. 'Lioness' es más específico en sentido que 'lion', del
mismo modo que 'bitch', «perra», lo es con respecto a 'dog', «perro», con el
que no presenta relación formal. Ello se debe a que 'lioness' y 'bitch' sólo
denotan hembras, mientras que 'lion' y 'dog' pueden aplicarse, en muchos
contextos, tanto a machos como a hembras, razón por la cual las coloca-
ciones 'male lion', 'female lion', 'male dog' y 'female dog' son aceptables. En
tales contextos, el contraste semántico entre 'lion' y 'lioness' y entre 'dog'
y 'bitch' queda neutralizado. No obstante, en otros contextos, y sobre todo
cuando los opuestos se emplean en una pregunta disyuntiva (Is it a dog or
a bitch?, «¿Es perro o perra?») o en una aseveración donde uno es predi-

19
290 SEMÁNTICA ESTRUCTURAL: RELACIONES DE SENTIDO

cado y el otro negado ([t's a dog, not a bitch, «Es un perro, no una perra»),
el lexema no marcado asume un sentido más específico que resulta incom-
patible con el sentido inherentemente específico del lexema marcado. Hay J
que advertir, sin embargo, que, mientras todos los lexemas semánticamen-

I
te marcados son (en virtud de su sentido más específico) distribucionalmente
marcados, lo contrario no es cierto. X has a dog «X tiene un perro», puede
enunciarse para emitir una aseveración verdadera tanto si es macho como
si es hembra el animal referido. Pero la proposición expresada por la enun-
ciación X has bought a big house, «X ha comprado una casa grande», se
consideraría falsa por lo general si la casa fuese en rcalidad pequeña y no
grande en relación con la norma relevante.
Hasta aquí hemos presentado la hiponimia (y la quasi-hiponimia) bajo
el supuesto de que es necesariamente una relación irreflexiva (d. 9.4). Pero
este supuesto es discutible a la luz de lo que hemos dicho sobre la marca-
ción semántica de que el miembro no marcado de la oposición presenta al
mismo tiempo un sentido más general y otro más específico según el con-
texto. Como 'dog' se halla a veces en contraste con 'bitch' y otras veces es
su hiperónimo, puede decirse, entonces, que en ciertas circunstancias 'dog'
puede ser hipónimo de sí mismo. «Is that dog a dog or a bitch?», «Este pe·
rro, ¿es perro o perra?», es efectivamente una oración significativa aunque
acaso un tanto extraña. Si se tratara de un fenómeno aislado en la lengua,
cabría decir acaso que 'dog' tiene dos sentidos distintos, «dog¡» y dog 2 », y que
en uno de los sentidos, «dog t », sería hiperónimo de 'bitch', mientras que en
el otro, «dog2 », sería cohipónimo de él. Pero el fenómeno se encuentra muy
extendido por todo el vocabulario del inglés y de otras lenguas, ya que se
trata de una consecuencia directa de la marcación semántica y, por tanto,
no debe ser tratado como un caso de poI i s e ro i a (eL 13.4).29 En cuanto
a la relación entre 'dog' y 'bitch', ocurre como si la estructura léxica del
inglés no tuviese en cuenta el sexo de los perros a menos que sean hem-
bras, y aun entonces no siempre.
Merece la pena subrayar que, cuando aparecen dos lexemas para una
determinada especie de animal, y un lexema es semánticamente marcado
y el otro no con respecto al sexo, la marcación no aparece forzosamente en
el lexema que denota la hembra como sucede en el inglés para 'lion' : 'lion-
ess', 'tiger' : 'tigress' (<<tigre» : «tigresa»), 'deer' : 'doe' (<<ciervo» : «cierva»)
y, en general, para todos los pares de palabras semánticamente marcadas
que denotan animales no domésticos.-w La palabra 'buI}" «toro», es marcada
en relación con 'cow', «vaca}); 'cock', {(gallo» (o 'rooster', «gallo»), en relación
a 'henre', «gallina», y (para los hablantes que no utilizarían normalmente la
palabra 'ewe', «oveja hembra») 'ram', «carnero», en relación a 'sheep', «ove~
ja [hembra] ». La razón de todo ello parece residir en que los granjeros

29. [ef. 9.5, nota 22.)


30. (Valga la forma 'tigresa' en lugar de 'tigre hembra'. Por lo demás, en castellano
no es raro lo contrario; d. 'jirafa', 'marmota', 'serpiente', etc. (como 'oca').1
9.7. TÉRMINOS MARCADOS Y NO MARCADOS 291

y tratantes de ganado suelen guardar un número menor de machos que de


hembras para la reproducción; entonces, como la parte más numerosa del
ganado está compuesta de hembras, la estructura léxica del inglés las acoge
como norma no marcada. Cualquiera que sea el motivo, la cuestión teóri-
camente importante es que, en la lexicalización de la distinción sexual, el
Jexema semánticamente marcado es el que denota el macho en ciertas espe-
cies y, en otras, el que denota la hembra. Esto repercute en el análisis com-
ponencial en cuanto a que un rasgo simple de dos valencias de más/menos
macho o más/menos hembra no puede generalizarse a todo el vocabulario
de la lengua (cf. 9.9).
Una consideración más minuciosa de estos y otros ejemplos demuestra
que si un lexema es semánticamente marcado, o no, constituye una cues-
tión de grado. Al menos para muchos hablantes de inglés, 'dog' no está en
absoluto marcado semánticamente con respecto a 'bitch' debido a que puede
funcionar sin restricción como un hiperónimo frente a su hipónimo marcado.
'Cow' es menos no marcado que 'dog', y lo mismo ocurre con 'hen' (o 'chick-
en', {(pollo») y quizá con 'sheep'. En inglés es perfectamente posible aludir
a un grupo de animales mediante una expresión como 'those cows (over
there)', «aquellas vacas (de allí)>>, sin descartar la posibilidad de que haya
también toros. Pero la misma expresión no se emplearía seguramente si se
tratara de un grupo compuesto sólo de toros. Asimismo, puede muy bien
emplearse la expresión 'male cow', «vaca macho», como glosa reflexiva o me-
talingüística de 'bull', «toro»; en cambio, la misma expresión 'male cow'
(contra lo que ocurre con 'female dog', «perro hembra») no es una coloca-
ción aceptable en un uso no reflexivo (aunque así parece que se hacía en el
siglo pasado como un eufemismo de 'bull'), ya que resulta contradictoria en
sí misma, lo mismo que 'female bull', «toro hembra}). Tampoco puede de-
cirse correctamente That cow is a bull, ({aquella vaca es un toro» (frente
a la posibilidad de decir That dog is a bitch, «Aquel perro es una perra»),
excepto, naturalmente, en situaciones en las que 'that cow', «aquella vaca»,
se construya para significar algo así como «that animal which you have (in-
correctly) described as a cow», {(aquel animal que usted ha tomado (inco-
rrectamente) por una vaca».
Más marcado aún que 'cow' en relación con 'bull' lo es 'man', «hombre»,
en relación con 'woman', «mujer». 'Man' y 'woman' son únicos entre los
nombres comunes cuantificables en inglés debido a que pueden utilizarse en
singular como expresiones referenciales gen é r i e a s sin necesidad de re-
currir a ningún determinante (cf. 7.2). Por lo demás, 'man' suele emplearse
mucho más de este modo que 'woman'. Entonces, 'man' resulta no marcado
cuando aparece en singular en una expresión referencial genérica: cf. lt is
man that is responsible for environmental polluti0l1, «El hombre es el res-
ponsable de la contaminación ambienta!», donde la referencia de la expre-
sión 'man' puede construirse con inclusión o exclusión de las mujeres. De
una manera análoga ocurre para el plural de 'man' en tanto que expresión
referencial genérica: cf. Men have lived on this istand far ten thousand
years, «Los hombres llevan diez mil años viviendo en esta isla». Ahora bien,
292 SEMÁNTICA ESTRUCTURAL: RELACIONES DE SENTIDO

en la gran mayoría de los otros tipos de expresiones, por no decir en todos,


'man', en un empleo referencial o predicativo, no aparece como hiperónimo
de 'woman'. No puede decirse en propiedad That man is a woman, «Aquel
hombre es una mujer» (excepto en las circunstancias que antes hemos men-
cionado para 'That cow is a bull', «Aquella vaca es un toro»), puesto que no
se empleará normalmente la expresión 'those men (over there)', «aquellos
hombres (de allí)>>, sino 'those people (over there)', «aquellas personas/aque-
lla gente (de allí)), al referirse a un grupo que incluya a una o más mujeres.
Si 'man' se considera no marcado con relación a 'woman', debe admitirse
que esto sólo sucede en circunstancias muy restringidas.
Como hemos visto, en general puede analizarse el sentido de un hipó-
nimo como el producto del sentido de su hiperónimo y el de algún modi-
ficador sintagmático de éste. Las lenguas proporcionan recursos para com-
poner un conjunto indefinidamente grande de expresiones hiponímicas a base
de una modificación sintagmática explícita (,libro', 'libro grande', 'libro rojo
grande', etc.), con 10 que podemos ser tan específicos y precisos al describir
personas, objetos, actividades, etc. como lo requieran las circunstancias en
la medida en que lo permita el rasgo esquemático de la pro d u c t i vid a d
(cf. 3.4). Muchas de estas frases, en virtud de la gran frecuencia con que se
emplean en contextos que neutralizan o hacen inaplicables algunas de sus
implicaciones, pueden, con el tiempo, adquirir un sentido más especializado,
como ocurre con las palabras aisladas en las mismas condiciones. Cuando
esto sucede, están en vías de alcanzar la condición de lexemas frasales o in-
cluso de lexemas compuestos de palabras. Más adelante analizaremos esta
cuestión con cierto detalle (13.2). Aquí sólo nos interesa relacionar este fenó-
meno con la marcación semántica.
Tomemos los ejemplos 'nurse', «enfermera», 'female nurse', «enfermera
hembra», y 'male nurse', «enfermera varón)), por un lado, y 'student', «estu-
diante}), 'male student', «estudiante varón», y 'female student', «estudiante
hembra», por otro. La relación entre el lexema 'student' y las expresiones
hiponímicas 'male student' y 'female ~tudent', compuestas a partir de aquél
por modificación sintagmática de acuerdo con las reglas productivas del sis-
tema lingüístico [en inglés], no ofrece dificultad. A partir de una asevera-
ción como My cousin is a student, «Mi primala es estudiante)), no puede
inferirse nada acerca del sexo del referente de 'my cousin', «mi primo/a),
y, por tanto, no hay razón para pensar que 'male student' o 'female student'
sean lexemas frasales simples. En cambio, a partir de una aseveración como
My cousin is a nurse, «Mi prima(o) es enfermera(o)>>, la mayoría de hablan.
tes de inglés inferirán que la persona aludida es hembra. ¿Acaso esta infe-
rencia obedece a una implicación inherente al sentido de 'nurse'? Y, si es
así, ¿acaso 'nurse' implica 'female', de igual forma que 'cow', «vaca», por el
hecho de estar semánticamente no marcada en el sistema lingüístico con
respecto a (male nurse'? ¿O tal vez se trata de una inferencia probabilística,
determinada por la experiencia conocida de que la mayor parte de enfer-
meras, lo mismo que muchas secretarias y estudiantes de ciencias domés-
ticas o de terapia del lenguaje, suelen ser hembras?
9.7. TÉRMINOS MARCADOS y !'IIO MARCADOS 293

Puede alcgarse que 'nurse', en virtud de su sentido en el sistema lin~


güístico [del inglés] actual, implica 'female' (o la disyunción de 'girl', «mu-
chacha» y 'woman', «mujer») y que es no marcada frente a 'male nurse'.
Ante todo, hay que observar que [en inglés] My cousin is a male nurse, «Mí
primo es enfermera varón» constituye un enunciado perfectamente normal
(mientras que My cousin is a female nurse, «Mi prima es una enfermera
hembra», es decididamente raro). Además, la frase 'male nurse' no sólo es
relativamente frecuente en el uso diario, sino que, cuando aparece como
expresión predicativa en el inglés hablado, cada una de sus palabras cons-
tituyentes recibe la misma acentuación. Esto indica por sí mismo que 'male'
no funciona como un modificador de 'nurse' igual que un simple adjetivo
atributivo en contraste implícito con 'female'. Las funciones de las enferme-
ras y de los enfermeros [male nurses] en un hospital son, hasta cierto punto,
diferentes. Cuando se dice que alguien es un enfermero [male nurse] (en
una pronunciación normal de 'male nurse') no quiere implicarse que se trata
de una enfermera que casualmente es varón. Del mismo modo que hemos
concebido un cambio en las implicaciones de 'husband', «marido», y 'wife',
«esposa», como consecuencia de la posible institucionalización del matrimo-
nio homosexual junto con la distinción de unas funciones de marido y de
esposa más o menos permanentes (cf. 8.3), también podemos concebir un
cambio en las implicaCiones de 'nurse' y 'male nurse' tales que las personas
que desempeñen una determinada función sean denominadas 'nurses' y las que
desempeñen otra función, 'male nurses', al margen de su sexo biológico. No
obstante, por el momento, acaso haya que considerar que 'nurse' y 'male
nurse' son lexemas afines en sentido como el miembro no marcado y el
miembro marcado de una oposición del vocabulario y que, por ello, se pa-
recen más, en cuanto a la marcación semántica, a 'cow', «vaca», y 'buII',
«toro», que a 'dog' «perro», y 'bitch', «perra» [en inglés]. A este respecto,
hay que señalar que a principios de siglo se solía emplear en la Gran Bre-
taña la expresión 'lady typist', «señorita mecanógrafa», en contextos (v. gr.,
en anuncios) en que ahora se emplearía 'typist', «mecanógrafa).
En esta exposición sobre la marcación semántica poca cosa hemos hecho
aparte de señalar algunas de las distinciones que deberían establecerse en
un tratamiento más exhaustivo sobre tan complejo y controvertido tema.
No excluyo la posibilidad de que algunas de las formulaciones que he emi-
tido a propósito de determinados ejemplos podrían ponerse en tela de juicio
a partir de supuestos empíricos. No cabe duda, sin embargo, que la marca-
ción semántica está sujeta a gradación y que constituye un rasgo de la mayor
importancia en la estructura léxica de las lenguas. El hecho de que todos los
ejemplos aducidos antes se hayan aplicado a la lexicalización de la distin-
ción sexual en seres humanos y animales no debe tomarse como si se tratara
de una distinción peculiar de la marcación semántica. Si nos hemos limi-
tado a ella ha sido en parte porque es relativamente sencilla y en parte por-
que comparece muy a menudo en los tratados sobre la marcación semán-
tica. Es raro, por lo demás, que los autores consideren diferencias de grado
en sus análisis sobre este asunto, lo que probablemente demuestra que se
294 SEMÁNTICA ESTRUCTURAL: RELACIONES DE SENTIDO

precisa una considerable cantidad de labor descriptiva sobre diversas len-


guas antes de emprender un tratamiento que pudiera calificarse de com-
pleto.

9.8. Las relaciones parte-todo


Nos ocuparemos ahora de una relación jerárquica algo distinta de la hiponi-
mia: la relación entre las partes y el todo o relación par t e - t o d o, que
aparece en ejemplos de tipo 'brazo': 'cuerpo', 'rueda': 'bicicleta', etcétera.
En estos casos, la distinción entre hiponimia y relaciones parte-todo no ofrece
dificultad alguna. Un brazo no es un tipo de cuerpo, sino una parte del cuer-
po y, por tanto, una frase como 'brazos y otros tipos de cuerpo' carece de
sentido. Diversos autores (ef. Bierwiseh. 1965; Kie!er, 1966) han apuntado
que las relaciones parte-todo están sujetas a determinadas subclases de
construcciones posesivas, como se ve en frases y oraciones semántica y, quizá,
gramaticalmente relacionadas de tipo 'el brazo derecho de Juan' y 'Juan
tiene un brazo derecho'. Esta suerte de construcciones posesivas se distin-
guen gramaticalmente en muchas lenguas, aunque no [en castellano o] en in-
glés, de frases y oraciones como 'el libro de Juan' y 'Juan tiene el libro' en
que las primeras se describirían como posesivas i n a l i e n a b l e S y estas
últimas Como posesivas al i e n a b les.
Aunque no vamos a analizarlo con detalle, consignemos que en la len-
gua se encuentra tanta diversidad de tipos en las relaciones parte-todo como
en la hiponimia. Una cuestión muy debatida en diversos tratados recientes
sobre el tema es la de si la relación parte-todo es, como la hiponimia, tran-
sitiva. El mismo desacuerdo de los autores en cuanto a esto indica de inme-
diato que en la lengua existen diversos tipos de relaciones parte-todo y que
las diferencias lógicas entre ellos son mayores que las que cabe observar
entre los distintos tipos de hiponimia (y quasi-hiponimia). Puede asimismo
reflejar una deficiencia el empeño de mantener una firme distinción entre
la relación parte todo tal como se aprecia en los referentes de las expresiones
-esto es, como una relación establecida entre los componentes. separados
o separables de una cosa y la cosa entera de la que son componentes- y una
paralela relación estructural de sentido en los vocabularios de las lenguas.
La relación parte-todo que existe entre referentes físicamente discretos es
claramente transitiva: si una cosa x forma parte de una cosa y que, a su vez,
forma parte de una cosa Z, entonces x puede siempre describirse como una
parte de z. Salvando un cierto grado de indeterminación en la referencia de
las expresiones en estos casos, la transitividad también se .produce cuando
los referentes en cuestión no son objetos físicos, sino puntos o zonas en el
espacio físico (o espacio-tiempo). Si x es un punto o una zona que fonna
parte de una zona y la cual, a su vez, forma parte de una zona Z, entonces x
forma parte de z.
9.8. LAS RELACIONES PARTE·TODO 295

El hecho de que una entidad pueda describirse Cc.:ffiO una parte de otra
entidad no implica, sin embargo, que se establezca una relación parte-todo
entre los lexemas del vocabulario que se emplean para aludir a estas enti-
dades. Por ejemplo, un cierto objeto x puede denominarse 'la empuñadura'
y formar parte de otro objeto y, digamos 'la puerta', que, a su vez, forma
parte de un tercer objeto z, al que llamaremos 'la casa'. En virtud de la
transitividad de la relación parte todo que hay entre t!ntidades físicas, x for-
ma parte de z. Pero una oración como 'La casa tiene empuñadura' o bien
'No hay empuñadura en esta casa' es, como mínimo, muy peculiar y la frase
'la empuñadura de la casa', sin duda inaceptable. En cambio, son perfecta-
mente aceptables frases como 'la empuñadura de la puerta' u oraciones como
'La puerta no tiene empuñadura', del mismo modo que lo son 'la puerta
de la casa' y 'La casa no tiene puerta'. Podríamos, por tanto, inclinarnos
por sentar una relación parte-todo de sentido entre 'empuñadura' y 'puerta'
y entre 'puerta' y 'casa', pero no entre 'empuñadura' y 'casa'.
Hay, sin embargo, numerosos problemas en torno a las relaciones parte-
todo entre lexemas. Si decimos que son intrasitivas por definición, nos vere-
mos forzados a reconocer una enorme cantidad de pares léxicos parte-todo,
muchos de los cuales quedarían eliminados en el análisis del vocabulario
mediante reglas de red u n dan c i a gen e r a 1 basadas en la transitividad,
tal como propuso Bierwisch (1965). Por ejemplo, 'puño' : 'manga' y 'manga' :
'chaqueta' son pares parte-todo, lo mismo' que 'puño' : 'chaqueta': d. 'Estas
mangas no tienen puños', 'Las mangas de esta chaqueta no tienen puños',
'Esta chaqueta no tiene puños'. A fin de dar cuenta sistemática de la acep-
tabilidad de estas tres oraciones y de su relación semántica, parece esen-
cial recurrir a la noción de transitividad, ya que la relación parte-todo que
hay entre 'puño' y 'chaqueta' debe considerarse sin duda como el producto
de las relaciones parte-todo que hay entre 'puño' y 'manga' y entre 'manga'
y 'chaqueta'. El problema, entonces, consiste en que tenemos ejemplos como
'empuñadura': 'puerta': 'casa', por un lado, y 'puño': 'manga': 'chaqueta',
por otro. El lector mismo puede formar y analizar por sí solo otros ejem·
plos de ambos tipos. Si lo hace, se hará inmediatamente una cierta idea
sobre la naturaleza del problema. En efecto, es evidente que las relaciones
léxicas parte-todo son no transitivas, en lugar de todas transitivas o todas
intransitivas, pero este reconocimiento apenas si mejora nuestra compren-
sión sobre la estructura de los vocabularios de las lenguas. Lo que se
necesita, si es que acaso puede hallarse, es un principio general que nos cap2~
cite para dilucidar, en cuanto al sentido de determinados conjuntos de lexe-
mas, si constituyen lo que Bierwisch (1965) llama cadenas parte-todo (Teil-
von-Ketten) en el vocabulario, sin especificar para cada lexema, como parte
de su sentido, el lugar que ocupa en dicha cadena. Ninguno de los recientes
tratados sobre el tema, aun los más luminosos en el análisis de determina-
dos conjuntos de lexemas, ha desvelado ningún principio general y viable
del tipo requerido.
Cabría sostener que todo este asunto es irrelevante para la semántica
lingüística desde el momento en que depende del mero conocimiento gene·
296 SEMÁNT ICA ESTRUCT URAL: RELACIO NES DE SENTIDO

as entidad es
ral que tenemo s acerca de las relacio nes que hay entre las distint
Pero sería en vano. Tambi én podría mos decir, y acaso
del mundo externo . un
', como 'casa', tiene
resulta ra bien plausib le, que, por ejempl o, 'puerta
a base de sentido y denota ción) y que
determ inado signific ado (analiz able
'puerta ' : 'casa'
la relació n parte-t odo que antes se ha asignad o al par léxico
que tenemo s so-
no debe atribui rse a sus signific ados, sino al conoci miento
de que todas las casas (norma les) tie-
bre el hecho puram ente conting ente
los vocabu larios de las lengua s hay mucho s lexema s
nen puertas . Pero en n
de alguna relació
cuyo signific ado no puede especif icarse si no es a partir de
s del signific ado de 'manga ' o
parte-t odo de sentido . ¿Cómo hacer el análisi
s y 'abrigo ',
'solapa ' sin invoca r una relació n parte-t odo entre estos lexema
n diferen te que
'chaqu eta', 'traje', 'prend a de vestir', etc. (así como la relació
convin centes son los conjun tos de
existe entre 'manga ' y 'brazo' )? Aún más 'día',
o', 'minut o', 'hora', 'día', etc. El signific ado de
palabra s como 'segund
menos en parte,
'mes' y año' (y posible mente 'seman a') puede explica rse, al
to, pues podría
sin mencio nar ningun a relació n parte-t odo dentro del conjun
n conting ente el hecho de que haya apro-
estima rse que es una simple cuestió
treinta días en un mes lunar y entre doce y trece meses (luna-
ximada mente
io, expone r el signific ado de
res) en un año. Pero es imposi ble, en princip
especif icar las relacio nes parte-t odo que hay
'segund o', 'minut o' y 'hora' sin
to, como tampoc o cabría disting uir entre meses solares
dentro del conjun
relacio nes parte·
(o meses del calend ario) y meses lunares sin mencio nar las
todo que aparec en en este conjun to de lexema s.
parte-t odo
Se dijo que la diferen cia entre la hiponi mia y las relacio nes
' y 'rueda ': 'bicicle ·
es suficie ntemen te clara en casos como 'brazo ': 'cuerpo
n son nombr es que denota n
ta', es decir cuando los lexema s en cuestió
mayorí a de las discusi ones lingüís ticas sobre
objetos físicos discret os. La
nes parte-t odo se han limitad o, por cierto, a estos casos. No obs-
las relacio
o, aparte de
tante, cabría argum entar que tambié n otras partes del discurs
denota n objeto s físicos discret os, pueden ha-
los nombr es concre tos que
n parte_t odo, en cuyo caso la distinc ión entre las dos rela-
Ilarse en relació
por ejempl o, es al mismo
ciones presen ta mucha más confus ión. El oro,
31

una parte de materi a. De ahí que podam os de-


tiempo un tipo de materi a y
ia contien e oro o bien Esta sustanc ia está compu esta
cir tanto Esta sustanc ,
es oro, pero no, en cambio
de oro (y de otros metale s) como Esta sustanc ia
otros mamífe ros) o bien Este cuerpo
Este animal está compu esto de vaca (y
tos de masa,
es brazo. Los nombr es abstrac tos, como los nombr es concre
11.3), pueden consid erarse
con los que tienen una cierta afinida d lógica (cf.
como partes de un todo. La honrad ez es
tanto hipóni mos de un hiperó nimo ocurre
un tipo de virtud o como una parte de virtud. Igual
definib le como
Por ejempl o, puede decirse
con mucho s verbos que denota n activid ades.
de «X sabe hil-
que la propos ición «X sabe coser» implica una conjun ción

un sentido más estricto


31. [Nótese que, en este contexto , 'partes del discurso ' tiene
de 10 habitua1 .]
9.8. LAS RELACIONES PARTE-TODO 297

de los ver-
vanar», «X sabe dobladillar», «X sabe embastar», ctc. Cada uno o de
un hipónim
bos del conjun to {'hilva nar' 'doblad illar' 'embas tar', etc.} es forma
una activid ad que
'coser', pero tambié n puede decirse que denota
servirá n para
parte de la activid ad denota da por 'coser'. Estos ejempl os
modo como la relació n jerárqu ica entre lexema s distint os de los
ilustra r el
s discret os puede ser tratada
sustant ivos cuantif icables que denota n objeto como
o cama una relació n parte-t odo, o tal vez
por la lengua como hiponi mia ca-
edia entre ambas, de las cuales compa rtiría ciertas
una relación interm par-
tipos de relacio nes
racterí sticas. En cuanto se consid eran determ inados
n parte-
te-todo, como la de ser una porción tempor al de algo (cf. la relació 'person a'),
ia' y 'vida' y la relació n hiponím ica entre 'niño' y
todo entre 'infanc
No nos vamos a detener
surgen nuevas complejidades e interrelaciones.
en ello. col e c-
Tambi én hay que aludir en este aparta do a los diversos tipos de ',
', 'enjam bre', 'familia
ti vos, como 'ganado', 'clero', 'mobiliario', 'rebaño
ica de estos nombr es colecti vos los
'gente', 'bibliot eca'. La definición semánt
as, animales
considera lexemas que denotan colecciones o grupos de person parte
vos forman
u objetos . En inglés, por ejempl o, estos nombr es colecti se
', «ganad o», y 'clergy ', «clero»
de distintas clases gramaticales. 'Cattle
'furnitu re', «mobil iario», en singula r (cf. 'These
construyen en plural, pero
is .. .', «Este
cattle are .. .' (lit.) «estos ganado son ... », frente a 'This furnitu re den-
respect o a la concor dancia
mobiliario es ... »). Otros son singulares con cons-
(al menos en inglés británi co) pueden
tro de la frase nomina l, pero
con el verbo
truirse en singular o en plural en cuanto a la concordancia
': 'The family has de-
o con la frase verbal de la oración (cf. 'this family familia ha
cided .. .' o bien 'The famíly have decide d .. .' (<<esta familia »: «La
literalm ente, «La familia han decidid o ... )). La ambiva -
decidido ... » o bien, entre
to a la distinc ión
lencia gramatical de muchos colectivos con respec
objetos pue-
singula r y plural se debe, por supues to, a que una colección de
un punto de vista, como una sola entidad , pero desde
de tomarse, desde
itos, como una
otro punto de vista, o cuando se persiguen otros propós
frases nomina les en plural (v. gr.,
plurali dad. Hemos mencio nado ya que las -
funcion an en genera l como expres iones referen
'aquellos hombres') que uno
dad a cada
ciales se emplean a veces para adscribir una cierta propie
se para afir-
de los miemb ros de una clase, pero tambié n pueden utilizar contienen
mar algo de la clase entera (cf. 7.2). Las frases nomina les que
son como frases nomina les en plural, a este respect o. Por ello,
colectivos
nomina les se refieren a gru-
es interesante notar que cuando estas frases ia-
modo distrib utivo, seleccio nan necesar
pos de seres humanos de un /la
bre relativ o 'who', «quien( es)>> (y no 'which ', «que/e l cual/
mente el pronom
nominales si-
cual/ ... ») junto con la concor dancia en plural. Las dos frases
inglés británi co), la primer a con Una
guiente s son igualm ente posible s (en
y la segund a con una referen cia colectiv a al Gobier-
referencia distributiva
«El Gobier no, quie-
no: 'The Govern ment, who have ... , are .. .' (literal mente, no,que
nes han ... , son ... »); 'The Govern ment, which has ... , is .. .' (<<El Gobier
contrar io, no son gramat icalme nte aceptab les ni 'The
ha ... , es ... »). Por el
298 SE.\L\NTlCt\ ESTIUi(;TURAL: RELA<.:IUNES OE SENTIDO

Government, \Vho has ... , is .. .' (<<El Gobierno, quien ha ... , es .. ») ni 'The Go-
vernment, which have ... , are .. .' (<<El Gobierno, que han ... , son ... »).
Vamos a ocuparnos aquí del lugar que ocupan los colectivos en la es-
tructura del vocabulario. Muchos de ellos actúan como hiperónimos para un
conjunto de quasi-hipónimos. Sin embargo, se trata de una quasi-hiponimia
de distinto tipo con respecto a la que hemos comprobado más arriba en re·
lación con ejemplos como 'redondo': 'forma' o 'azul': 'color'. Por ejemplo,
'ganado' es hiperónimo de {'vaca', 'toro', 'novillo', etc.}, como lo demuestra
el uso habitual de expresiones como 'vacas, toros y otro ganado'. Por su
parte, 'clero', es hiperónimo de {'obispo', 'sacerdote', etc.}. Hay, con todo,
diferencias entre los dos ejemplos. Aunque 'sacerdote' y 'obispo' son quasi-
hipónimos de 'clero', igual que 'vaca' y 'toro' lo son de 'ganado' (u 'hombre'
y 'mujer' de 'gente'), 'sacerdote' y 'obispo' también mantienen una particu-
lar relación parte-todo con respecto a 'clero': cf. 'sacerdotes, obispos y otros
miembros del clero'. A su vez, 'mobiliario', difiere gramaticalmente de 'clero',
pero es semánticamente paralelo con él: d. 'mesas, sillas y otros tipos!
elementos de mobiliario'. Hay muchos colectivos de esta clase en el voca-
bulario [del castellano,] del inglés y de otras lenguas que aparecen como
hiperónimos de conjuntos de lexemas en una relación jerárquica ambiva-
lente con respecto a la distinción entre hiponimia y relaciones parte-todo.
Esta ambivalencia corre parejas con el hecho de que estos colectivos, tanto
si son gramaticalmente singulares como plurales, guardan una gran ana-
logía semántica con los nombres de masa. También hemos comprobado ya
que la distinción entre hiponimia y la relación parte-todo resulta más con-
fusa con nombres de masa hiperónimos que con nombres cuantificables
hiperónimos que denoten objetos físicos discretos. Hay que observar asi·
mismo que la función de palabras tales como 'tipo', 'clase', 'parte', miem-
bro', 'elemento' (en expresiones como 'tipos de animales', 'miembros del cle-
ro', 'partes del cuerpo', 'elementos de mobiliario', etc.) es comparable con la
de los llamados c 1 a s i f i cad o r e s en lenguas que no sientan ninguna dis-
tinción gramatical entre singular y plural (cf. 11.4).
Otro tipo de colectivo viene ejemplificado por 'rebaño', 'vacada', 'ma-
nada', 'biblioteca' y 'bosque'. La relación entre 'oveja' y 'rebaño', 'vaca' y'va-
cada', etc., no tiene nada que ver con la hiponimia, puesto que una frase
I' como 'ovejas y otros tipos de rebaño', carece de sentido. Tampoco hay una
relación parte-todo del mismo tipo que existe entre 'brazo' y 'cuerpo'. Los
colectivos como 'rebaño' desempeñan la misma función individualizadora
que palabras como 'estanque', o 'libra', en 'dos estanques de agua', o bien
'tres libras de mantequilla' (cf. 7.6). Hay, por supuesto, una diferencia, pues
'agua' y 'mantequilla' son nombres de masa, mientras que 'oveja' es cuan-
tificable. Toda oveja del rebaño es un individual. Lo que hace un colectivo
como 'rebaño' es individualizar un conjunto de individuales indiferenciados
de la misma manera que 'estanque' o 'libra' individualiza una cierta canti-
dad de agua o de mantequilla. Un rebaño puede componerse de ovejas y car-
neros, como el clero puede componerse de obispos, sacerdotes, etc., y un
cuerpo, de brazos, piernas, etc. Desde este punto de vista, los rebaños, el
9.9. ANÁLISIS COMPONENCIAL 299

clero y los cuerpos pueden considerarse colecciones de entidades. Pero 'el


rebaño de ovejas' -contra lo que ocurre en 'el clero de obispos' y 'el cuer-
po de piernas'- es una frase aceptable. 'Rebaño', 'manada', 'bosque', 'biblio-
teca', etc., son como las palabras más generales 'conjunto', 'grupo', 'juego',
'colección', etc., excepto en que se encuentran sintagmáticamente restringi-
dos (lo que es también característico de muchos c 1 a s i f i cad o r e s, pero
no de todos, en diversas lenguas: d. 11.4). De ahi que puedan en cap s u 1 a r
d sentido de los lexemas que denotan los miembros de aquellas colecciones
(cf. 8.2). Las frases 'una manada de ganado' y 'un juego de mobiliario' ilus-
tran la diferencia entre los dos tipos de colectivos.

9.9. El análisis componencial


En la actualidad, es probable que la mayoría de semantistas estructurales
suscriba una u otra versión del a n á 1 i s i s c o m pon e n c i a 1. Este enfo-
que en la descripción del significado de las palabras y frases se funda en la
tesis de que el sentido de todo lexema puede analizarse por medio de un
conjunto de c o m pon e n t e s d e s e n t ido (o r a s g o s s e m á n t i-
c o s) más generales, algunos de los cuales serán comunes a distintos lexemas
del vocabulario. En tanto que el análisis componencial se asocie al conceptua-
lismo (d. 4.3), cabría imaginar que los componentes de sentido (para los
que, por cierto, no hay hasta ahora un término generalmente aceptado) son
como conceptos atómicos y los sentidos de los lexemas, conceptos molecu-
lares. Por ejemplo, puede considerarse que el sentido de 'hombre' (construido
como complementario de 'mujer': d. 9.1) combina (en el concepto molecular
«hombre») los conceptos atómicos «varón», «adulto» y «humano», mientras
que el sentido de 'mujer' (es decir, «mujer») diferirá del de 'hombre' por
cuanto combina el concepto atómico «hembra» (o «no varón»), en lugar de
«(varón», con los de «adulto» y «humano». Interpretando así el análisis com-
ponencial, puede relacionarse con las ideas de Leibniz y Wilkins que, como
vimos más arriba, inspiraron a Roget en la compilación de su tesoro (d. 9.5).
Los primeros y más influyentes partidarios del análisis componendal
en la tradición estructuralista post_saussureana fueron Hjelmslev y Jakob-
son. Aunque sus posturas no coincidían del todo, era, sin embargo, bastante
similares a la hora de abogar por el análisis componencial, pues ambos te-
nían la convicción de que los principios que Trubetzkoy (1939) había intro-
ducido en la fonología podían, y debían, extenderse hasta el ámbito de la
gramática y de la semántica. Entre los representantes de esta versión típi-
camente europea del análisis componencial destacan Greimas (1965, 1970),
Pottier (1974), Prieto (1964, 1966) Y Coseriu (cf. Coseriu & Geckeler, 1974).
En América, el análisis componencial ha tenido un desarrollo más bien
independiente, puesto que, al principio, no fue propugnado por los lingüis-
tas como teoría general de la estructura semántica, sino por los antropólo-
300 SE!\t.ÜaICA ESTRlICTl!RAL: RELACIONES DE SENTIDO

gos como técnica para describir y comparar el vocabulario del parentesco


en diversas lenguas (cf. Goodenough, 1956; Loundsbury, 1956, Wallace & At-
kins, 1960). Hasta unos años más tarde no fue asimilado y generalizado por
parte de estudiosos como Lamb (1964). Nida (1964, 1975) Y Weinreich (1963,
1966), así como por Katz y Fodor (1963) en un artículo primerizo que llevó
a la integración de la semántica y la sintaxis en el marco de la g r a m á tic a
transformativa (el. 10.5).
No trataremos sistemáticamente de las analugías y las diferencias que
hay entre las diversas versiones mencionadas del análisis componencial.
Prestaremos, en cambio, una mayor atención a algunas de las cuestiones teó-
ricas y metodológicas más generales con que debe enfrentarse cualquiera
de aquellas versiones. Para ello, empezaremos por introducir una notación
convencional, que nos permita una formulación más clara, consistente en el
uso de versalitas para representar los componentes de sentido. Así, en vez
de decir que «hombre» es el producto de «varón», «adulto» y «humano»,
diremos que «hombre» (el significado o, más exactamente, el sentido de
'hombre': el. 7.3) es el producto de VARÓN, ADULTO Y HUMANO." Lo que se
entiende aquí por 'producto' constituye precisamente una de las cuestiones
que pondremos en discusión. Otra cuestión consiste en averiguar el tipo de
relación que hay entre VARÓN y «varón», entre ADULTO y «adulto», entre HU-
MANO Y «humano», y así sucesivamente, ya que, del mismo modo que (chom-
bre» es el significado del lexema castellano 'hombre', igualmente «varón»
lo es del lexema 'varón' y «humano», del lexema 'humano'.
Una respuesta a ]a pregunta de si VARÓN debe identificarse con «varón»,
ADULTO con «adulto», etc., consiste en que hay que establecer, en principio,
una distinción tajante entre los significados de los lexemas y los conceptos
atómicos, o componentes de sentido, en los cuales los significados pueden
factorizarse, y que, en consecuencia, VARÓN y ADULTO no deben identificarse
con «varón» y «adulto». Se dice, entonces, que VARÓN, ADULTO, etc. pertene-
cen a un conjunto de conceptos atómicos que pueden o no 1 e xi cal iza r-
s e en las lenguas concretas, y, a su vez, que la lexicalización consiste en
proporcionar un lexema cuyo significado contenga al menos uno de estos
componentes atómicos de sentido. De ahí que las distintas lenguas no lexicali-
zarán necesariamente los mismos componentes de sentido y, en la medida
en que lo hagan, no los combinarán necesariamente de la misma manera.
De momento aceptaremos este punto de vista que, como hemos visto ya,
permite que el semantista estructural evite el tipo más radical de relativis-
mo (d. 8.3).
Procedamos ahora a averiguar qué se entiende por (producto' cuando
se afirma, por ejemplo, que «hombre» es el producto de VARÓN, ADULTO Y HU-
MANO. En este caso, es plausible interpretar 'producto' como la conjunción
de los componentes de sentido: la extensión de 'hombre' (construido como
complementario de 'mujer') es la intersección de las clases V, A y H, cuyas

32. [Recuérdese que VAR6N equivale también a MACH o. Cf. 9.1, nota 2.]
9.9. ANÁLISIS COMPONENCIAL 301

intensiones son los conceptos atómicos VARÓN, ADULTO Y HUMANO, respectiva-


mente (d. 6.4). Parece que es esta interpretación de producto (aunque ra-
ramente aparece explicitada) lo que subyace en la mayor parte de la obra
primigenia sobre el análisis componencial, tanto europea como americana.
Por ejemplo, el conocido análisis de Pottier (1964) sobre los lexemas del
francés 'chaise', 'fauteuil', 'canapé' y 'tabouret' (equivalentes aproximados
al castellano 'silla', 'butaca', 'sofá' y 'taburete') a partir de los componen-
tes de sentido PARA SENTARSE, CON PATAS, CON RESPALDO, CON BRAZOS Y PARA
UNA PERSONA parece que debe comprenderse así. Lo mismo ocurre con el
análisis de Hjelmslev (1959) sobre 'carnero', 'oveja', 'hombre', 'mujer', 'mu-
chacho', 'muchacha', 'garañón', 'yegua', así como el de Katz y Fodor (1963)
sobre lo que ellos consideraban los cuatro sentidos distintos de 'soltero',
Los análisis del vocabulario del parentesco, por otra parte, prevén ha-
bitualmente tanto la disyunción como la conjunción de componentes de sen-
tido. Por ejemplo, en el supuesto de que se trate, en realidad, de un análisis
correcto y de que, no sólo VARÓN, sino también los predicados relacionales
de dos lugares CONSORTE (x, y) y HERMANO/A (x, y) sean conceptos atómicos,
el sentido de 'hermano político' o 'cuñado' puede representarse (al menos
en parte) a base de VARÓN (x) & (CONSORTE DEL HERMANO(A DE (x, y), V HER-
MANO/ A DEL CONSORTE DE (x, y». Como este ejemplo demuestra, una vez com-
binamos la conjunción y la disyunción debemos introducir en la representa-
ción del sentido de los lexemas (a base de paréntesis o de otro modo: d, 6,4)
una distinción entre clases tales como (X. (Y + Z) ) y «X. Y) + Z), puesto
que (X, (Y + Z». pero no «X. Y) + Z), es extensionalmente idéntico a
(X. Y) + (X. Z); v. gr., si x es el cuñado de y, entonces x es varón y, al mis-
mo tiempo, consorte del hermano/a de y o bien es varón y al mismo tiempo
hermano/a del consorte de y. Este ejemplo también demuestra: (i) que si
los predicados relacionales como CONSORTE (x, y) Y HERMANO(A (x, y) se ad-
miten entre los conceptos atómicos, debe haber alguna manera (a base de
variables como x, y, z, u otra cosa) de indicar la direccionalidad de la re-
lación; y (ii) que si se emplean relaciones complejas como CONSORTE DEL HER-
MANO(A DE (x, y) Y HERMANO(A DEL CONSORTE DE (x, y), deben definirse de tal
modo que no resulten necesariamente equivalentes. No basta, por tanto, de-
cir que et sentido de un lexema es un conjunto no estructurado de componen-
tes de sentido, esto es, que «cuñado», pongamos por caso, es el producto de
VARÓN, CONSORTE Y HERMANO/A. Como hemos visto ya (en aquella breve consi-
deración en castellano y en ruso: d, 9.2) HERMANO(A DE CONSORTE Y CONSOR-
TE DE HERMANOjA pueden o no lexicalizarse mediante el mismo lexema, y el
sexo de y, en lugar o además del sexo de x, pueden depender del azar, Los
componentes
VARÓN (x) & VARÓN (y) & HERMANO(A DEL CONSORTE DE (x, y).
VARÓN (x) & HEMBRA (y) & HERMANO(A DEL CONSORTE DE (x, y).
VARÓN (x) & VARÓN (y) & CONSORTE DEL HERMANO(A DE (x, y). Y
VARÓN (x) & HEMBRA (y) & CONSORTE DEL HERMANO(A DE (x, y)
302 SEMÁNTICA ESTRUCTURAL: RELACIONES DE SENTIDO

son todos, en principio, léxicamente distinguibles, y que queden o no efectiva-


mente distinguidos por las lenguas concretas es puramente contingente.
En rigor, basta un momento de reflexión para darse cuenta de que cier-
tas combinaciones más complejas de CONSORTE y HERMANO/A son igualmente
posibles y que también pueden o no manifestarse léxicamente en las lenguas.
Muchos hablantes de inglés (aunque parece que no todos) incluirían CONSOR-
TE DEL HERMANO/A DEL CONSORTE DE (x, y), pero no HERMANO/A DEL CON-
SORTE DEL HERMANO/A DE (x, y) ni CONSORTE DEL HERMANO/A DEL CONSORTE DEI.
HERMANO/A DE (x, y) ni HERMANO/A DEL CONSORTE DEL HERMANO/A DEL CONSOR-
TE DE (x, y), etc., dentro de 'brother-in-Iaw', «cuñado», y 'sister-in-Iaw', «cuña-
da». Todas estas relaciones son lexicalizables y debe haber la posibilidad tam-
bién de especificar cuáles de ellas aparecen agrupadas en el mismo lexema y
cuáles no. Es asimismo admisible, en principio, operar con ciertas combina-
ciones re c u r s i vas para CONSORTE (x, y) y HERMANO/A (x, y). El herma-
no/a del hermano/a de uno puede ser uno mismo o el hermano/a de uno.
Pero en una sociedad no monógama el consorte del consorte de uno no es
necesariamente uno mismo. De ahí se sigue que una relación simple como
CONSORTE (x, y) es infinitamente recursiva y que, en contraste con la rela-
ción recursiva (y probablemente no atómica) mucho más evidente de 'ser el
antepasado de', es no transitiva (cf. 6.4). Ninguno de los términos de paren-
tesco en castellano (salvo 'antepasado' y 'descendiente') parece contener re-
cursión. En otras lenguas, no obstante, la aplicación recursiva de la misma
relación atómica es fundamental para el análisis componencial del vaca·
bulario de parentesco (d. Lounsbury, 1964). En cuanto al inglés, hay que
especificar cuál de los innumerables productos entre relaciones atómicas
facultativas, como CONSORTE (x, y) Y HERMANO/A (x, y), están lexicalizadas
y cuáles no 10 están. Como hemos visto, para esto no basta con una simple
enumeración de los componentes de sentido combinados. No toda relación
que contenga CONSORTE (x, y) Y HERMANO/A (x, y) al mismo tiempo se lexica-
liza en forma de 'cuñado' o de 'cuñada'.
Cabe sostener que la noción de producto con que operamos al decir que
el sentido de un lexema es el producto de un conjunto de conceptos atómicos
debe matizarse todavía más que la noción que hemos elaborado hasta ahora.
De acuerdo con Weinreich (1966), los lexemas tienen una estructura interna
que refleja la estructura sintáctica de las oraciones y las frases, postura que
han adoptado los llamados s e m a n t i s t a s gen e r a t i vos (cf. lO.S). Así,
por ej~mplo, McCawley (1971) ha sugerido que el sentido del verbo 'matar'
puede analizarse en CAUSAR, VOL\1ERSE, NO Y VIVO Y que estos elementos no se
agrupan simplemente (como, pongamos por caso, VARÓN, ADULTO Y HUMANO
se agrupan en el sentido de 'hombre')' sino que observan una estructura je-
rárquica que cabría representar aquí (omitiendo ciertas variables) a base
de (CAUSAR (VOLVERSE (NO (VIVO»». A este análisis se le asocia además la
propuesta de que, en casos corno éste, se lexicaliza (en inglés y en castellano)
no sólo el complejo entero, sino cada una de las combinaciones constituyen-
tes: VIVO se lexicaliza en 'vivo', (NO VIVO) en 'muerto', y (VOLVERSE (NO VIVO»
en 'morir'.
9.9. ANÁLISIS COMPONENCTAL 303

No vamos a profundizar en los detalles de este análisis. Para nuestro


propósito inmediato es suficiente señalar que, en el supuesto de que CAUSAR,
VOLVERSE, NO Y VIVO se combinen para determinar con su producto el sen-
tido del verbo 'matar', esta combinación debe guardar una estructura je-
rárquica del tipo que se manifiesta en la expresión compleja 'causar que se
vuelva no vivo' y no el que se manifiesta, digamos, en 'causar que no se vuel-
va vivo' o bien en 'no causar que se vuelva vivo'. Como veremos más ade-
lante, otros estudiosos que basan su teoría gramatical en la noción de va-
l e n e i a (d. 12.2) adoptan una postura algo distinta sobre la estructura
interna de los lexemas. Pero también argumentarían que los principios u ope-
raciones por medio de los cuales se combinan los componentes de sentido en
los lexemas en el proceso de lexicalización son esencialmente los mismos
que los principios u operaciones por las cuales se combinan las palabras
y las expresiones en oraciones sintácticamente bien formadas.
Baste lo dicho para mostrar que las matrices del tipo que a menudo se
emplean en las listas de componentes de sentido deben llevar, al menos para
ciertos lexemas, una especificación suplementaria sobre el modo como se
combinan aquellos componentes. También se comprueba, además, que es-
tas combinaciones no pueden explicarse en todos los casos a base de sim-
ples operaciones de conjunción y disyunción (recursivas o no). Con ello,
vamos a emprender el análisis de otras cuestiones.
La primera se refiere al b i n a r i s m o y al uso de ]a no t a ció n e n
r a s g o s (en general, pero no necesariamente, asociada al binarismo). Como
hemos visto, el principio del contraste dicotómico presenta una notable im-
portancia en la estructura léxica de las lenguas, pues muchos pares lexemá-
ticos se manifiestan en forma de antonimia o de complementariedad (cf. 9.1).
Además, muchas de las oposiciones entre antónimos y complementarios
pueden explicarse por la presencia o la ausencia de una marca, a base de un
término marcado y otro no marcado (cf. 9.7). La tesis del b i n a r i s m o, en
nuestra interpretación del término, afirma que todos los contrastes léxicos
son, al mismo tiempo, dicotómicos y privativos. De igual manera que los
fonemas Ipl y Ibl se oponen entre sí por la dimensión fonológica de la
sonoridad, también 'hombre' y 'mujer', 'muchacho' y 'muchacha', etc., se
oponen por la dimensión semántica del sexo (cf. Greimas, 1965: 20 y ss.;
Pottier, 1974; 61 y ss.), ya que ~sí como puede decirse que Ibl contiene el ras·
go fonológico de la sonoridad, del que Ipl carece, también (cabría alegar)
«hombre» y «muchacho» contienen el componente de sentido VARÓN, del que
carecen «mujer» y «muchacha».
Pero, ¿por qué decir -podríamos preguntarnos- que «mujer» y «mu-
chacha» carecen, del componente VARÓN y no que «hombre» y «muchacho»
carecen del componente HEMBRA? Ya hemos visto que 'hombre', y no 'mu-
jer', funciona como miembro no marcado de la oposición, aun cuando en al-
gunas lenguas, como en inglés, 'man', «hombre», resulte algo más marcado
que, por ejemplo, 'dog', «perro», con respecto a 'bitch', «perra» (d. 9.7). Si
aplicamos a la semántica el mismo tipo de consideraciones que Trubetzkoy
(1939) introdujo en la fonología, es evidentemente preferible decir que el
304 SEMÁNTICA ESTRUCTURAL: RELACIONES DE SENTIDO

com'ponente de sentido cuya presencia o ausencia distingue a «mujer» de


«hombre. y a «perra. de «perro» [sobre todo, en inglés) es precisamente
HEMBRA. Pero [al menos en inglés) no hay motivo para sostener que 'boy',
«muchacho», es semánticamente no marcado con respecto a 'girl', «mucha.
cha», 'ram', «carnero», con respecto a 'ewe', «oveja», o 'stallion', «garañón»,
con respecto a 'mare', «yegua •. Puede decirse igualmente bien que «boy.
y «ram» contienen VARÓN/MACH o, del que carecen «girl» y «ewe», o bien que
«girl» y «ewe» contienen HEMBRA, del que carecen «boy» y «ram». Esto no
constituiría ningún problema, quizá, si no fuese porque, en otros pares de
complementarios, como 'cow' : 'bull' (<<vaca.: «toro.) y 'duck' : 'drake' (<<pa-
to[hembra).: «pato[macho)'), es justamente el miembro que denota el ma-
cho el que aparece semánticamente marcado.
Si suscribimos el punto de vista de que existe un conjunto universal de
conceptos atómicos lexicalizados en determinadas lenguas. el hecho de que,
por lo que concierne a la distinción sexual, comparezca a veces VARÓN/MACH<J
y otras HEMBRA en el significado del miembro marcado de un par de com-
plementarios nos plantea un dilema. Puede seleccionarse de una manera
arbitraria bien MACH o o bien HEMBRA como concepto atómico facultativo
universal y definir el otro a partir de la negación de él (esto es, puede ope·
rarse mediante +HEMBRA y -HEMBRA o mediante +MACHO y -MACHO), lo
que, como se ha comprobado ya, conduce a un análisis insatisfactorio en
ciertos pares de complementarios. De otro modo, podemos prever que tanto
MACHO como HEMBRA se constituyan en conceptos atómicos, lo que, a su
vez, va en contra del espíritu binarista, puesto que dejaría a +MACHO
y + HEMBRA sin relación teórica y en un plano de coexistencia potencial
y (a falta de una formulación o regla suplementaria con la indicación de
que +MACHO implica -HEMBRA y de que -MACHO implica +HEMBRA),
tampoco ayudaría a explicar la relación de vinculación que existe, en inglés,
entre proposiciones tales como «That horse is a stallion» (<<Aquel caballo
es un garañón») y «That horse is not a mare» (<<Aquel caballo no es una
yegua»).
Hace un momento hemos utilizado ya una notación convencional con-
sistente en un signo 'más' y en un signo 'menos' para distinguir, respectiva-
mente, entre los valores positivos y negativos de lo que en lingüística se
denomina, técnicamente, r a s g o. Hay que añadir que el término 'rasgo' se
emplea también para los valores de la variable, es decir no sólo la varia-
ble ±MACHO (o ± HEMBRA) se describe como rasgo, sino también sus dos
valores, +MACHO y -MACHO (o +HEMBRA y -HEMBRA). En adelante, con·
tinuaremos usando el término 'componente' para los valores y reservaremos
Órasgo' para la variable de la cual son valores.
El empleo de la notación en rasgos plantea una nueva cuestión. Si se
alega que -MACHO representa, no un componente equivalente a HEMBRA,
sino la ausencia de + MACH 0, ¿cómo captar, entonces, la diferencia entre
«horse» (<<caballo») y «mare» (<<yegua»)? En efecto, porque «horse» carece
también del componente +MACHO (en el supuesto de que el rasgo por el
que se distinguen «stallion» (<<garañón») y «mare» sea ±MACI-ÍO y no ±HEM-
9.9. ANÁLISIS COMPONENCIAL 305

BRA); además, en este punto puede añadirse que no es infrecuente que los
lingüistas utilicen el término 'no marcado' de una manera que oscurece
la diferencia entre 'dag', «perro», o 'duck', «pato[hembra]», por un lado,
y entre 'horse' o 'child', «niño/a», por el otro. Se dice que las palabras
'horse' y 'child', en este deficiente empleo del término 'no marcado', son no
marcados en cuanto al rasgo ± MACH o (o ± HEMBRA). Pero, en inglés, 'horse'
y 'child' no son los miembros no marcados de una oposición privativa,
como lo son 'dog' y 'duck'. Hay que tener cuidado, por tanto, al sentar una
distinción entre el valor 'menos' y el valor 'cero' de un rasgo, es decir entre
-MACHO (cf. «duck») y 0MACHO (cf. «horse» o «child») y entre -HEMBRA
(cf. «dog») y 0 HEMBRA (cf. «horse» o «child»). A menos que se establezca esta
distinción, una proposición como «That's a horse over there» (<<Aquello de
allí es un caballo.) se considerará incorrectamente equivalente tanto a «Ihat's
• stallion over there» (<<Aquello de allí es un garañón») como a «Ihat's amare
over there» (<<Aquello de allí es una yegua»), según que se seleccione ± HEM-
BRA o bien ± MACH O como rasgo cuyos valores distingan «stallion» de «mare».33
En rigor, conviene establecer todavía una nueva distinción entre aque w

1I0s lexemas cuyo significado es compatible tanto con el valor positivo como
con el negativo de un rasgo binario y aquellos lexemas cuyo significado no
es compatible con ninguno de los valores. Por ejemplo, «horse» es campa·
tibie tanto con +MACHO como con -MACHO (o bien cOn +HEMBRA y -HEM-
BRA), mientras que, pongamos, «house» (<<casa») no es compatible con nin w

guno. Si se acepta la distinción entre el valor 'menos' y el valor 'cero' de


un rasgo binario, la distinción ulterior entre 'horse' evaluado como cero
y 'house' no evaluado puede representarse fácilmente diciendo que, mien w

tras el significado de 'horse' contiene como componente' 0MACHO (o 0HEM-


BRA), el significado de 'house' no contiene ningún valor de ±MACHO (o
± HEMBRA). Ahora bien, al adoptar este modo de representar la distinción
entre «horse» y «house» con respecto al rasgo ± MACHO (o ± HEMBRA), el
rasgo en cuestión adquiere tres valores y deja, en consecuencia, de ser bi-
nario. 34 Otra posibilidad consiste en rechazar la distinción entre los lexemas
evaluados como cero y los lexemas no evaluados y decir que ni 'horse' ni
'house' especifican ningún valor en cuanto a ±MACHO (o ±HEMBRA), lo que
está más en consonancia con el espíritu del binarismo. Además, puede sos-
tenerse que la distinción entre evaluación menos y no especificación es sufi-
ciente para cubrir los objetivos del análisis componencia!. El hecho de que
tanto 'male horse', «caballo macho», y 'female horse', «caballo hembra»
sean expresiones normales y fácilmente interpretables [en inglés], contra
lo que ocurre con 'male house', «casa macho», y 'female house', «casa hem-
bra» (en el supuesto de que esto deba explicarse a partir del significado de

33. [Para los valores de 'horse' y a.nálogos, recuérdese lo dicho en 9.5 nota 22.J
34. [Para evitar este inconveniente, puede procederse también en dos fases binarias
sucesivas, de modo que, en la primera, se determine la aplicación o no aplicación del
rasgo ±MACHO (o ±HEMBRA). Si no se aplica, aparece 'house'; si se aplica, aparece 'hor-
se' y a continuación el resto, de acuerdo con cada componente del rasgo.]

,,,
306 SEMÁNTICA ESTRUCTURAL: RELACIONES DE SENTInO

'horse' y 'house', respectivamente) se explica porque en «horse)) existe un


componente +ANIMADO, que no aparece en «house». Sólo las entidades ani·
madas pueden ser machos o hembras; de ahí que la existencia de algunas
especies de miembros asexuados o hermafrodíticos se considere, de un modo
tal vez razonable, como una contingencia y no una necesidad lógica, y, por
tanto, un hecho irrelevante para la descripción del inglés o de cualquier
otra lengua.
También hay, desde luego, muchos contrastes léxicos que no parecen
dicotómicos (d. 9.3), sin olvidar, por lo demás -como hemos visto aquí
y anteriormente- que incluso los contrastes dicotómicos aparentemente
sencillos como los que existen entre 'man', «hombre», y 'woman', «mujer»;
'ram', «carnero», y 'ewe', «oveja»; 'stallion', «garañón~}, y 'mare', ((yegua», etcé-
tera, plantean diversos problemas cuando el analista quiere tratarlos como
oposición privativa, comparable con la oposición fonológica que hay entre
los fonemas Ibl y Ipl, Idl y Itl, etc.
Otra dificultad de la notación en rasgos consiste en que no puede re·
presentar de una manera natural la distinción entre complementariedad y
antonimia sin omitir la similitud que hay entre ambos tipos de contraste
dicotómico (cf. 9.1). Bierwisch (1969), p. ej., sienta una distinción entre lo
que él llama marcadores singulares como HUMANO, cuya negación lógica,
NO HUMANO, es simplemente su contradictorio y no denota una propiedad
positiva, y lo que denomina n-plos antonímicos (en un sentido desusada-
mente amplio del término 'antonímico' que deriva de Kalz, 1964, 1966).
Como ejemplos de estos llamados n-plos antonímicos vale pues mencionar
{MACHO, HEMBRA} Y {NEGRO, BLANCO, ROJO, VERDE, ... }, donde cada miembro
del conjunto, se dice, es un valor positivo de un rasgo de n valores (siendo
n=Z). Así, MACHO sería uno de los dos posibles valores equipolentes del
rasgo SEXO; NEGRO sería uno de los posibles valores del rasgo COLOR, y así
sucesivamente. (Más exactamente, lo que acabamos de representar como
MACH o y NEGRO serían componentes de sentido bipartitos consistentes en
(i) un marcador superordinado tomado del conjunto M:::::{SEXO, COLOR, EDAD,
ESPECIE, ... } Y (ii) un marcador subordinado, 1-', que especificaría la localiza-
ción concreta que queda denotada, dentro del dominio denotado por el
marcador superordinado. En todo caso, no vamos a profundizar aquí en los
pormenores del formalismo de Bierwisch.) Dentro de este esquema, es
bien fácil formular una regla general que dé cuenta de la relación que
existe entre los valores complementarios equipolentes de un rasgo de dos
valores puesto que los n-plos de dos miembros no son más que un caso
particular de los n-pIos de n valores. En efecto, toda relación lógica de.
finida entre un miembro arbitrario de un conjunto de n miembros y la
conjunción o la disyunción de los restantes n-l miembros del conjunto
se establecerá entre cada miembro de un conjunto de dos miembros y el
único miembro restante. Ahora bien, es tal la importancia de la oposición
léxica dicotómica en la lengua, que va contra toda intuición, por no decir
más, tratar la complementariedad como un tipo no distinto del contras-
te equipolente múltiple, por muy satisfactorio que ello pueda resultar des·
9.9. AN.4.LISIS COMPO~ENCIAL 307

de un punto de vista puramente formal. Además, la antonimia (en el sen~


tido más estricto que atribuimos al término: cf. 9.1) no puede tratarse
en este esquema sin introducir alguna convención notacional suplementaria
o algún componente adicional (como el valor positivo del rasgo de doble
valor ±POLAR o el componente relacional de dos lugares MAYOR (x, y): cf.
Bierwisch, 1967, 1970) para distinguir los antónimos de los complementarios.
En adelante dejaremos de utilizar la notación de rasgos. Tampoco nos
ocuparemos más sobre el binarismo y los problemas formales, o notacio~
nales, que suscita. Examinaremos, en cambio, algunas otras cuestiones ge~
nerales acerca del análisis componencial.
El análisis componencial puede concebirse como una ampliación de la
teoría del campo y, más en particular, como un intento de dar a esta
teoría un asentamiento teórico y metodológico más firme (cf. 8.4), tal como
suelen presentarlo, por cierto, los estructuralistas europeos (cf. Geckeler,
1971). Es bien natural interpretarlo así. Conviene, no obstante, advertir
que el análisis componencial no presupone la teoría del campo ni es pre~
supuesto por ésta. Por una parte, es posible mantener el punto de vista de
que ciertos subconjuntos de la totalidad de lexemas de una lengua dada cons-
tituyen un campo y contraen entre sí una diversidad de relaciones de sen~
tido, rechazando, al mismo tiempo, el análisis componencial como método
para la identificación del campo y el reconocimiento de las relaciones de
sentido entre los miembros. Por otra parte, puede también adoptarse el aná~
lisis componencial como recurso para el reconocimiento de las relaciones
de sentido que hay entre conjuntos de lexemas y negarse a admitir que la
noción de campo léxico desempeñe alguna función en todo ello.
Sólo nos ocuparemos de uno de los aspectos que los eruditos contem~
plan en la supuesta interdependencia de la teoría del campo con el análisis
componencial; concretamente, la distinción que se ha establecido entre dos
tipos de componentes semánticos: los s e ID a s y los c 1 a s e m a s (cf. Pottier,
1974; Coseriu, 1967). Según Coseriu, los sernas son los mínimos rasgos
distintivos de significado que resultan operativos dentro de un solo campo
léxico y que sirven para estructurarlo mediante diversos tipos de oposición
(cf. Coseriu & Geckeler, 1974: 149). Los sernas pueden ejemplificarse a partir
de los componentes de sentido que Pottier reconoce como distintivos en
el campo léxico compuesto por 'silla', 'butaca', etcétera. Los clasemas, en
cambio, son componentes de sentido muy generales y comunes a lexemas que
pertenecen a distintos campos léxicos, y tienden no sólo a la lexicalización,
sino también a la gramaticalización (d. Coseriu & Geckeler, 1974: 152). Entre
los clasemas cabría citar ANIMADO/INANIMADO, MACH O/HEMBRA y, posible-
mente, CAUSAR y TENER. El análisis de Hjelmslev sobre el significado de
'hombre', 'mujer', 'garañón', 'yegua', etc., incluye probablemente tanto sernas
como c1asemas.
Si hemos mencionado aquí la distinción entre sernas y clasemas se
debe a que, en ciertos respectos, se corresponde, al menos de una manera
aproximada, con la distinción, igualmente controvertida pero más fami~
liar, que hay entre di s t i n g u ido r e s y m a r cad o r e s, aducida, tal
308 SEM-ÁNTICA ESTRUCTURAL; RELACIONES DE SENTIDO

como al principio la presentaron Katz y Fodor (1963), para reflejar la distinción


entre lo lingüísticamente sistemático en el significado de un lexema y lo
no sistemático. La parte sistemática del signihcado de un lexema se repre-
sentaba mediante un conjunto de marcadores y el residuo por un distin-
guidor. Las condiciones necesarias y suficientes para elucidar si un determi-
nado componente es un marcador o un distinguidor no fueron especificadas
con precisión por Katz y Fodor (1963), al tiempo que otros autores, como
Bolinger (1965), Weinreich (1966), Bierwisch (1969) y otros, criticaron la
base misma de aquella distinción entre los dos tipos de componentes. Lo
único que aquí nos interesa es la similitud que hay entre la distinción de
sernas y clasemas establecida por ciertos estructuralistas europeos y la dis-
tinción de distinguidores y marcadores que han postulado algunos gramá-
ticos transformativistas, y otros han rechazado.
A primera vista, ambas distinciones no parecen tener nada en común,
pues una se basa explícitamente en la delimitación previa de campos léxicos,
mientras la otra es totalmente independiente de la teoría del campo y se
apoya primordialmente en la noción de sistematicidad lingüística. Pero no
deja de haber una analogía entré la concepción de los estructuralistas euro-
peos sobre los clasemas y la concepción de Katz sobre los marcadores.
Cuando Katz dice que sus marcadores son lingüísticamente sistemáticos
(esto es, que MACHO, por ejemplo, es sistemático para el castellano), está
pensando justamente en la función que desempeñan los marcadores, de
acuerdo con su teoría, en el establecimiento de r e s tri e e ion e s s e 1 e c-
ti vas (cf. 10.5). Por ejemplo, la anomalía de una oración como 'Este
hombre está preñado' (en el supuesto que sea semánticamente anómala)
puede explicarse asegurando que 'preñado' no se combine con ningún sus-
tantivo cuyo significado contenga el componente MACH 0, lo que implica
°
que MACH resulta sistemático para el castellano. De un modo parecido,
cuando Pottier y Coseriu dividen los componentes semánticos en sernas y
clasemas, ponen de relieve que son los clasemas los que determinan las in-
terdependencias sintagmáticas semánticamente fundadas entre nombres y
verbos: que es el c1asema MACHO, por ejemplo, el que determina la selec-
ción del italiano 'ammogliarsi', «tomar esposa» (en lugar de 'maritarsi', «to-
mar marido»), así como sus correspondientes en rumano 'a se ínsura' (en
lugar de 'a se marita') o en ruso 'zhenitsia' (en lugar de 'vyjodit' zamuzh') en
oraciones que en castellano contendrían el verbo 'casarse'. Acaso haya una
similitud menor entre los 'sernas' y los 'distinguidores', desde el momento
en que los primeros dependen supuestamente de oposiciones funcionales mÍ-
nimas (privativas o equipolentes), mientras que los últimos son un mero re-
siduo de significado léxico del que no puede darse cuenta por medio de los
marcadores. Al propio tiempo, es evidente que componentes de tipo PARA
SENTARSE (que Pottier clasifica como serna), Katz los trataría como distin-
guidores.
Entonces, la sistematicidad dentro de la lengua, tal como Katz la com-
prende, tiende a correlacionarse con otras características distintas. Las dis-
tinciones y equivalencias semánticas entre lexemas analizadas a base de
9.9. ANÁLISIS COMPONENCIAL 309

clasemas o marcadores, en los ejemplos que dan los autores que operan
con dos tipos de componentes semánticos, son tales que: (i) se identifican
fácilmente en las lenguas y, evidentemente, dependen menos de la lengua
o de la cultura que las distinciones y equivalencias analizadas a base de
sernas o distinguidores; (H) son sintácticamente relevantes y pueden gra·
maticalizarse y lexicalizarse; (iii) no se limitan a unos pocos lexemas, sino
que aparecen ampliamente distribuidos por todo el vocabulario. Todos estos
criterios son independientes entre sí. De ahí que, si uno de ellos se hiciese
decisivo (en el supuesto de que pudiera especificarse de un modo suficien-
temente preciso para ello), podría entrar en conflicto con los demás. Por
ejemplo, MAC H o no es sintácticamente relevante en turco (donde no hay
distinciones de género, los pronombres personales no tienen en cuenta el
sexo del referente, etc.), pero parece tan ampliamente distribuido en el voca-
bulario como en castellano, inglés, francés, ruso, etc., y constituye, natural-
mente, un caso especialmente plausible de lo que cabría considerar un con-
cepto atómico independiente de la lengua y de la cultura.
Esta discusión sobre la distinción entre serna y clasema, por un lado, y
entre distinguidor y marcador, por otro, no ha servido tan sólo para subra-
yar las dificultades que conlleva la operación de formularlas con preci-
sión, sino que también ha cumplido el propósito, más positivo, de relacio-
nar la noción de análisis componencial con la discusión sobre el universa-
lismo y el relativismo del capítulo anterior (8.3). Hasta aquí, en nuestra ex-
posición sobre el análisis componencial, no hemos puesto explícitamente en
tela de juicio el supuesto de que los componentes de sentido deban ser con-
ceptos atómicos universales. Pero este supuesto puede ponerse efectivamente
en entredicho.
Por lo que se refiere a la condición conceptual de los componentes de
sentido, conviene subrayar que no hay ninguna conexión necesaria entre el
análisis componencial y el con c e p t u a 1 i s m o, en el sentido que atri-
buimos a este término (cf. 4.3). No habría ninguna dificultad en factorizar
las relaciones de sentido entre lexemas y en tratar los factores resultantes
como constructos teóricos, cuya postulación simplificaría la labor descrip-
tiva de la lengua y no comprometería, por lo demás, al lingüista a asumir
la existencia de una entidad mental correspondiente. Por ejemplo, del
mismo modo que podemos extraer, a partir de la proporción aritmética
21: 14:: 15: 10, los factores 7, 5, 3 Y 2 por cuanto (7x3) : (7x2) :: (5x3) :
(5x2), también podemos extraer, de la proporción semántica 'hombre':
'mujer' :: 'garañón' : 'yegua' los factores a, b, e, d (cualquiera que sea la
denominación o la simbolización que reciban en el modelo que el lin-
güista elabore para el sistema lingüístico). Los factores adquirirían su
valor lingüístico con arreglo a la posibilidad que ofrecieran al lingüista
de explicar la aceptabilidad o inaceptabilidad semántica de diversos con-
juntos de oraciones. Así, pues, la presencia de a en «hombre» daría cuenta
de la aceptabilidad de 'Este hombre está sano' y la inaceptabilidad de 'Este
hombre está sana' o bien 'Este hombre está preñado'; la presencia conjunta
de b y d en «yegua» (y de d en combinación con uno o más componentes
310 SEMÁNTICA ESTRLiCTURAL: RELAClONES DE SENTIDO

más específicos en «potro») daría cuenta de la aceptabilidad de 'La yegua


ha parido un hermoso potro', mientras que la presencia de a o e (o de am-
bos) en «hombre», «mujer» y «garañón» daría cuenta de la inaceptabilidad
de 'Hay hombres/mujeres/garañones que paren hermosos potros'. Bien en-
tendido que si se trata de oraciones semánticamente anómalas o no es,
desde luego, una cuestión aparte (d. 10.5). Lo importante consiste en que
la extracción de estos componentes de sentido pueda llevarse a cabo sobre
la base de proporciones tales como 'hombre': 'mujer' :: 'garañón' : 'yegua',
de modo que, a su vez, la validez de los factores extraídos resida en su
poder explicativo en relación con el uso de la lengua.
Bien es verdad que muchos partidarios del análisis componencial no
se contentarían con decir que los componentes de sentido deben definirse
sólo a base de la aceptabilidad de las oraciones y las relaciones de equiva-
lencia e implicación que existen entre las oraciones de una lengua dada.
(Éste fue justamente el punto de vista de Hjelmslev, por lo que, a este
respecto, la presentación que hemos hecho de su análisis sobre 'hombre':
'mujer', 'garañón': 'yegua', etc., era más bien errónea.) Los partidarios del
análisis componencial preferirían decir que las etiquetas escogidas para
identificar los componentes poseen más contenido que nuestros factores al-
gebraicos a, b, e y d, y tratarían de vincular al menos algunos de los fac-
tores con el mundo externo a base de la relación de denotación, diciendo
que MACHO (nuestro a) denota la clase de todas las entidades que presentan
talo cual propiedad, que HUMANO (nuestro e) denota la clase de todas las
entidades que tienen una propiedad diferente (pero compatible), y así su-
cesivamente. No tiene por qué haber discrepancia en cuanto a ello. Es evi-
dente, sin embargo, que, mientras no se aduzca alguna definición exten-
sional de MACHO, HUMANO, etc., o alguna definición intensional que no haga
uso metalingüístico de las palabras castellanas 'macho', 'humano', etcétera
(o las palabras inglesas 'male', 'human' etc.; las palabras francesas 'male',
'humain', etc.; las palabras rusas 'muzhkoi', 'chelovecheskii', etc., o las pala-
bras de alguna otra lengua natural), no se da ninguna aclaración sobre e]
significado de 'macho', 'humano' o sobre los componentes de sentido del
significado de 'hombre' que añada algo a un análisis basado en símbolos pu-
ramente algebraicos (c. Lewis, 1972). Además, a la vista de 1", vaguedad con
que tiende a utilizarse el término 'concepto' por parte de los semantistas,
junto con las críticas que tanto filósofos como psicólogos han dirigido contra
el conceptualismo, hay que poner de relieve que la definición extensional o
intensional de MACHO, HUMANO, etc. no implica forzosamente la postu-
lación de unas correspondientes entidades mentales.
Volvamos ahora a la cuestión de la atomicidad. Desde que Leibniz expu-
siera sus ideas sobre la construcción de un lenguaje simbólico universal,
el principio de la atomicidad ha ocupado un lugar prominente en las dis-
cusiones filosóficas acerca del modo como podrían analizarse los significa-
dos de las palabras en componentes más pequeños y, presumiblemente, más
básicos. En este contexto, 'básico' implica que los componentes en cuestión
constituyan los puntos de unión entre la lengua y el mundo externo, y que,
9.9. ANÁLISIS COMPONENCIAL 311

por tanto, puedan definirse mediante una relación directa con entidades ex·
teriores a la lengua. La pretensión de Leibniz consistía en que los símbolos de
su lenguaje universal expresaran ideas simples (esto es, atómicas), con lo que
se ha deducido, al menos en la tradición empirista, que estos símbolos
deberían aprenderse a través de una experiencia sensorial inmediata. Al
margen de los méritos filosóficos que cabe atribuir al principio empirista
de la atomicidad, es evidente que la mayoría de los componentes de sentido
postulados por los lingüistas (v. gr., MACHO, VIVO, PARA SENTARSE) no son
atómicos en este sentido.
Existe tal vez la posibilidad de que haya ciertos lexemas cuya denotación
sea transferible a distinciones perceptivas fisiológicamente atómicas en tan·
to que pueda probarse que dependen de una respuesta de todo o nada a
un estímulo sensorial. Por ejemplo, el reconocimiento de un matiz rojizo O
verdoso puede ser fisiológicamente atómico, pues se da el caso de que hay
células específicas en la retina que reaccionan o no con arreglo al matiz para
el cual están sensibilizadas, hecho que, como hemos visto ya, puede resultar
bien pertinente para la hipótesis de Berlin y Kay (d. 8.3). No obstante, para
la mayor parte de componentes de sentido, apenas hay forma de averiguar,
incluso en principio, si son atómicos ° no, ya que la noción de atomicidad
parece irrelevante en ellos (v. gr., CONSORTE, HERMANO). Por lo demás, no
hay otra noción de atomicidad invulnerable a la crítica de que su validez es,
a la postre, inverificable. De todos modos, el atomismo, lo mismo que el
conceptualismo, no constituye sin duda un ingrediente decisivo del análisis
componendal. No es preciso añadir más sobre el asunto.
La conexión entre el análisis componencial y el universalismo resulta
un poco más compleja, ya que existen diversas versiones sobre el univer·
salismo y buena parte de la atracción del análisis componendal deriva indu·
dablemente de su asociación contingente o esencial, con una u otra de eSas
versiones. La versión más radical de la tesis universalista consta de la
articulación, como mínimo, de las tres siguientes sub·tesis separables: (i)
que existe un conjunto fijo de componentes semánticos que son universales
por encontrarse lexicalizados en todas las lenguas; (ii) que los principios
formales por los que se combinan estos componentes de sentido para ge-
nerar los significados de los lexemas son también universales (y. segura-
mente innatos); y (iii) que el sentido de todos los lexemas de todas las
lenguas puede descomponerse sin residuos en combinaciones variables de
componentes (homogéneos) de sentido. La distinción entre (i) y (ii) se
vincula a la distinción que Chomsky (1965) establece entre universales sus-
tantivos y formales. Entonces, nos referiremos a (i) y (ii) con la denomina-
ción de tesis de la universalidad sustantiva y formal, respectivamente, y a
(iii) con la denominación de tesis no residual.
Como hemos visto, Katz no suscribe la tesis compuesta del universa·
lismo radical al rechazar su parte no residual y mantener la postura, en
cuanto a los universales sustantivos, de que no todas las lenguas deben
lexicalizarlos (o gramaticalizarlos). Por otro lado, sostiene que todos los
componentes de sentido (aparte de los distinguidores) lexicalizados en toda
312 SEMÁ.NTICA ESTRUCTURAL: RELACIONES DE SENTIDO

lengua proceden de un inventario fijo (cuyo conocimiento es innato). Éste


es precisamente el punto de vista que Chomsky y sus seguidores han adopta-
do para todos los universales sustantivos, semánticos, sintácticos y fonoló-
gicos. Es asimismo la concepción de Bierwisch, pues, al criticar la noción de
Katz sobre los distinguidores sobre la base de que pueden analizarse en
elementos aún más básicos, declara explícitamente su adhesión a lo que a
primera vista parece un universalismo radical, como el que parecen com-
partir, por lo demás, los llamados s e m a n t i s t a s gen e r a t i vos (cf.
10.5). La manifestación chomskiana de la tesis de la universalidad sustantiva
resulta, por tanto, más moderada que la presentación anterior de (i).
Ninguno de los estructuralistas europeos es o ha sido partidario del
universalismo radical. Hjelmslev, que sostenía una versión propia, y rela-
tivamente moderada, de la tesis sobre la universalidad formal, explícitamente
rechaza la tesis de la universalidad sustantiva en cualquiera de sus formas.
Otros autores más recientes dentro de la tradición post-saussureana (en
especial Pottier, Coseriu y Greimas) también han puntualizado su desacuerdo
al menos con la forma más extrema de la universalidad sustantiva, al tiempo
que su defensa de la tesis no residual aparece suavizada, en parte, por el
principio metodológico de que el análisis no debe sobrepasar aquel punto
en que todo lexema queda distinguido de cualquier otro no sinónimo y, en
parte, por el reconocimiento de dos tipos de componentes de sentido, los cla- •

I
sernas y los sernas. Pese a que algunos de los sernas podrían ser universa-
les, e incluso atómicos (v. gr., los que distinguen «rojo» de «verde»), la
mayoría son evidentemente no universales, mientras otros son complejos
y residuales, como los distinguidores de Katz. Cabe mencionar, en fin, que los
eruditos rusos como Mel'chuk, Zholkovski o Apresian, a cuya obra nos refe-
riremos después (d. 12.6), no parecen suscribir la tesis del universalismo
radical a pesar de su interés en la construcción de un metalenguaje semán- t
tico universal, cuyo vocabulario (como el del lenguaje simbólico de Leibniz:
d. Apresian, 1974: 38) estaría formado por componentes de sentido ató-
micos; como tampoco lo sostienen estudiosos como Leech (d. 1974: 231-62),
Lehrer (1974), o incluso Wierzbicka (1972), quien ha dedicado un libro entero
al establecimiento de un inventario de componentes universales de sentido
y a una ejemplificación sobre el modo como estos componentes se lexicali-
zan. En resumen, no es seguro que haya ningún representante del universa.
lismo radical entre los lingüistas que abogan en la actualidad por el aná-
lisis componencial o lo practican.
En el presente, la versión más plausible de la tesis universalista parece
ser la que hemos bosquejado más arriba sobre la hipótesis propugnada
por Berlin y Kay (d. 8.1). Si algunas de las distinciones semánticas (pero
desde luego no todas) están lingüísticamente determinadas por una predis-
posición genéticamente transmitida a responder a estímulos biológica y
culturalmente prominentes, las lenguas tenderán a lexicalizar (y tal vez a
gramaticalizar también) estas distinciones semánticas; v. gr., la diferencia
entre lo vertical y lo que no lo es, entre lo sólido y lo no sólido, entre lo
animado y lo no animado. En consecuencia, el análisis de muchos sistemas
9.9. ANÁLISIS COMPONENCIAL 313

lingüísticos, por no decir todos, revelará la existencia de relaciones de sen-


tido en numerosas zonas del vocabulario describibles mediante la postula-
ción de componentes tales como VERTICAL, S6LIDO, ANIMADO, cuya naturaleza
llevaría a Katz a considerarlos como marcadores y no distinguido res (te-
niendo en cuenta que su distribución seguramente variaría de una a otra
lengua de acuerdo con la relativa prominencia de las distinciones que codi-
fican). En tanto que la distinción entre marcador y distinguidor se correspon-
de con la distinción entre clasema y serna (sin olvidar que ninguna de ellas,
como hemos visto, ha sido precisada hasta el momento), aquellos componentes
se clasificarían también entre los clasemas (y no entre los sernas) desde el mo-
mento en que tienden a ser sintácticamente relevantes y operativos en di.
versos campos léxicos. Ahora bien, no todos los marcadores y clasemas
reconocidos en el análisis de las lenguas en concreto equivaldrían a unl-
versales sustantivos, puesto que nada impide que una lengua lexicalice una
distinción no universal y la haga sintácticamente relevante. De ahí que (i)
la distinción entre clasemas y sernas, por un lado, y entre marcadores y dis-
tinguidores, por otro, sólo aproximadamente se corresponde con la distin-
ción entre componentes universales y no universales de sentido, y (ii) el
inventario de componentes de sentido a partir del cual se describe el voca-
bulario de una lengua dada puede constar de componentes universales y no
universales.
Con todo esto hemos completado ya la exposición de los principios ge·
nerales del análisis componencial. La más reciente bibliografía sobre la
semántica lingüística está llena de afirmaciones programáticas en el sentido
de que el significado de todos los lexemas de todas las lenguas puede, y
debe, explicarse a base de la combinación de componentes de sentido su-
puestamente más básicos y posiblemente universales. Sin embargo, los aná-
lisis publicados hasta el momento son incompletos y, en su mayoría, nada
convincentes, pues se encuentran confinados en zonas relativamente escasas
del vocabulario de un número relativamente escaso de lenguas. Por esta sola
razón hay que tener mucha prudencia en aceptar como válidos los alegatos
en favor del análisis componencial cuando proceden de sus más entusiastas
partidarios. Pero hay también otras razones.
En la actualidad está ampliamente reconocido que en ciertas zonas del
vocabulario sometidas al análisis componencial, sobre todo en el campo del
parentesco (cf. Romney & D'Andrade, 1964), cabe la posibilidad de presentar
diversos análisis igualmente plausibles para el mismo conjunto de lexemas.
Concediendo que esto sea así, ¿cómo averiguar, entonces, que un análisis
es correcto, y no los demás? Hasta ahora esta cuestión carece de respuesta.
En rigor, ni siquiera está claro que pueda responderse a ella, puesto que
todavía está por demostrar que los componentes de sentido del tipo que
los lingüistas tienden a invocar en sus análisis sobre el significado de los le-
xemas desempeñan algún papel en la producción e interpretación de los
enunciados lingüísticos. Y si no puede probarse una cierta validez psicólógica
en los componentes de sentido presuntamente más básicos, gran parte del
atractivo del análisis componencial desaparece.
314 SEMÁNTlCA ESTRUCTURAL: RELACIONES DE SENTIDO

A menudo se ha dudado de la realidad psicológica de los componentes


de sentido, así como de su universalidad. Pero lo que no se menciona nor-
malmente en los planteamientos generales sobre los méritos del análisis com-
ponencial es que, aun en aquellas zonas en que parece relativamente con-
vincente, deja sin explicación al menos tanto como consigue explicar, Por
ejemplo, si el significado de los lexemas del inglés 'man', «hombre», 'woman',
«mujer», 'adult', «adulto», 'girl', «muchacha), 'boy', «muchacho», y 'child',
«niño/a» se analiza a partir de los componentes de sentido HUMANO, ADUL-
TO Y HEMBRA, no hay dificultad en explicar la anomalía semántica de frases
como 'adult child', «niño adulto», o 'male girl', «muchacha varón». Con ello,
debemos asumir (teniendo en cuenta que en los tratados de análisis com-
ponencial se asume a menudo sin formulación explícita) que «(male» (esto
es, el sentido del lexema' male', «varón/macho», en inglés) contiene y agota
el componente de sentido -FEMALE (-HEMBRA), que «(adul!» contiene y agota
el de ADULTO, y así sucesivamente, En este supuesto, no obstante, 'male child',
«niño varón», debe ser sinónimo de 'boy'. Pero no es así, ya que un mucha-
cho (boy) de dieciocho años no es evidentemente un niño (child). Además, si
«boy» difiere de «girl» sólo por contener -HEMBRA, en vez de HEMBRA, ¿cómo
explicar que los lexemas 'boy' y 'girl' simplemente no se utilicen de modo que
el componente supuestamente común -ADULTO pueda recibir una interpreta-
ción unitaria? Por algunos de los criterios más obvios (madurez sexual, etc.),
las muchachas (girls) alcanzan antes que los muchachos (boys) lo que cabe con-
siderar la edad adulta y, sin embargo, se las llama 'girls' durante un tiempo
superior al que los muchachos mantienen la denominación de 'boys'. La
proposición «X is now a man» (<<X es ahora un hombre») puede implicar
muy bien «X is no longer a boy» (<<X ya no es un muchacho»), en tanto que
«X is now a women» (<<X es ahora una mujer») no implica «X is no longer
a girl» (<<X ya no es muchacha»)." Puede alegarse, desde luego, que esta di-
ferencia de uso en los lexemas 'boy', 'girl' y 'child', según el cual el com-
ponente presuntamente común -ADULTO recibe una interpretación diferente
en cada caso, comprende algo más que su significado, digamos literal. Pero,
entonces, ¿en qué consiste este ingrediente añadido? Es bien fácil salva-
guardar una hipótesis postulando elementos adicionales sin identificar o
invocando sin más la distinción entre un significado literal y otro no literal.
Como el mismo análisis componencial fomenta la búsqueda de la generali-
zación (es decir, la búsqueda de los mismos componentes de sentido en el
mayor número posible de lexemas), es muy fácil caer en excesivas generali-
zaciones. Siempre que apelamos a componentes supuestamente comunes de

35. [En rumano, por ejemplo, la distinción entre 'muchacho' y 'hombre' ('báiat'
y 'barbat') y entre 'muchacha' y 'mujer' ('faU' y 'femeie') tampoco es simétrica. La
primera, basada generalmente en la edad, la madurez sexual, etc., es muy semejante a la
del inglés y del castellano. La segunda, en cambio, establece una oposición entre 'vir-
gen' : 'no virgen' dentro, eso sí, de unos límites más o menos establecidos de edad. Así.
una mujer de 80 años no casada y con indicios supuestos o reconocibles de virginidad
será también 'fata,' o, más concretamente, 'fata mare', literalmente «muchacha grande».J
9.9. ANÁLISIS COMPONENClAl 315

sentido como HUMANO, ADULTO Y HEMBRA, debemos preguntarnos cuál es


su intersección lexemática, cómo se identifican y qué poder explicativo poseen.
Conviene asimismo tener constantemente presente la diferencia entre
un lexema, el significado de un lexema y algún componente hipotético de sen~
tido que se halle en correspondencia con el significado de un lexema (v gr.,
entre 'humano', «humano» y HUMANO). No hay ninguna razón, en principio,
para emplear las formas de cita de los lexemas de una lengua a la hora de
etiquetar los componentes de sentido postulables en el análisis semántico de
esta lengua. Si se adoptara algún otro sistema de identificación (por ejem-
plo, un sistema numérico de acuerdo con la posición del componente en
una lista maestra general), habría menos probabilidad de caer en la creencia
de que, por conocer el significado, digamos, de 'humano', conocemos igual-
mente el significado de HUMANO. Al suponer que el significado de 'humano'
debe describirse a partir de la entidad teórica postulada HUMANO (es decir,
el supuesto de que «humano» contiene y agota a HUMANO), la entidad teó-
rica misma debe definirse de un modo distinto de 'humano'. Si no se proce~
de así, el análisis componendal queda reducido, no sólo en la práctica,
sino también en principio, al recurso extremadamente discutible de tratar
como básicos los componentes de sentido -en el análisis de cualquier lengua
en que el lingüista describa los significados de ciertos lexemas, como 'hu-
mano', 'adulto' o 'hembra'- a partir de su propia lengua nativa o de alguna
otra que comúnmente funcione como metalengua en la lingüística teórica
y descriptiva.

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