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13/08/08: La “era del guano”: los acontecimientos

En 1945 Ramón Castilla llegó a la presidencia inaugurando el primer momento de estabilidad política y
administrativa que gozó el Perú en su vida republicana. Gobernó por dos períodos, de 1845 a 1851 y de
1855 a 1862; el paréntesis de 1851 a 1854 corresponde al general José Rufino Echenique, puesto por el
propio Castilla en el gobierno. Castilla era un militar mestizo y más cercano al pueblo que la elite tradicional.
Estaba muy por encima de los debates ideológicos. Era un político hábil con una concepción pragmática de
las necesidades del país. Asimismo, puso en práctica un régimen autoritario y defensor del orden, aunque
también dispuesto a permitir elecciones y cierta fiscalización del Congreso.

Ramón Castilla y Marquesado

Pero sus gobiernos no fueron netamente represivos. Estimularon el primer programa de obras públicas que
gozó el Perú e incluso se invirtió en educación. Esto se debió a que desde 1845 el país comenzó a
experimentar el auge del guano. El clima templado y la ausencia de lluvias en el litoral hicieron posible que
el excremento depositado durante siglos por las aves marinas quedara acumulado en los diversos islotes
de la costa, especialmente en las islas de Chincha. Los europeos conocieron sus virtudes como fertilizante
de la tierra y el guano se convirtió en la base de nuestra economía hasta 1879.

El problema fue que la “industria” local careció en un inicio de los medios necesarios para explotarlo. El
capital, empresariado y mano de obra vinieron del extranjero, pero la propiedad del guano, como recurso
natural, quedó en manos del Estado, que podía recibir ingresos directos derivados de su venta y exportación.
Castilla se benefició de este dinero y tejió toda una red de poder que le permitió convertirse en uno de los
políticos más exitosos del siglo XIX.

Durante su primer gobierno, Castilla invirtió en defensa nacional en previsión al avance chileno en el Pacífico,
estableció el primer presupuesto, inició el pago o “consolidación” de la deuda interna, regularizó la deuda
externa, puso en práctica el sistema de las consignaciones para el negocio guanero y permitió la llegada de
peones chinos para laborar en las plantaciones de la costa y extraer el guano en las islas de Chincha. Por
último, inauguró el ferrocarril Lima-Callao, obra emblemática del “castillismo”.
Al término de su gobierno, puso en el poder a Echenique, quien logró la libre navegación por el Amazonas
al firmar un tratado y una convención fluvial con el Brasil; su gobierno, sin embargo, cayó en desgracia
cuando se descubrió todo un sistema de corrupción en el pago de la deuda interna. Liderando un revolución
liberal en 1854, el propio Castilla derrocó a Echenique y se instaló nuevamente en el poder. Durante su
movimiento, el hábil caudillo dictó un par de medidas populistas para aumentar su prestigio entre las masas:
suprimió el tributo indígena y liquidó la esclavitud de los negros.

Instalado por segunda vez en el poder, Castilla le dio el negocio del guano a los peruanos “consolidados”.
Ahora, convertidos en “consignatarios nacionales”, con el suficiente capital, pudieron reemplazar a los
empresarios extranjeros en la venta del abono en Europa y obtuvieron enormes ganancias. De esta forma,
Castilla quiso utilizar parte del dinero generado por el guano en formar una clase local con vocación
empresarial.

Al mismo tiempo, Castilla se rodeó primero de liberales y luego de conservadores. Entre estos últimos
estuvo el sacerdote Bartolomé Herrera, rector del Convictorio de San Carlos y acérrimo defensor del gobierno
de las élites ilustradas. Herrera, una suerte de ideólogo del castillismo, hizo abolir la constitución liberal de
1856 por una moderada en 1860.

Ahora Castilla, un poco más politizado que en 1845, impulsó una corriente de solidaridad continental
enviando ayuda económica, por ejemplo, a los mexicanos afectados por una invasión francesa. Asimismo,
enfrentó con éxito al Ecuador en una guerra al firmarse el tratado de Mapasingue que ponía fin a una ilegal
entrega de territorios peruanos que los vecinos del norte habían hecho a sus acreedores británicos. De otro
lado, creó el departamento de Loreto, promovió la exploración y colonización de la amazonía, e inauguró
una serie de obras públicas para modernizar Lima y otras ciudades del interior.

Luego de dos gobiernos aparentemente fructíferos, Castilla dejó el poder en 1862 y puso en el gobierno a
Miguel de San Román quien tuvo un breve mandato pues falleció en 1863. Pero en esos meses, San Román
puso en circulación una nueva moneda: el Sol en reemplazo del peso colonial. El vicepresidente Juan Antonio
Pezet, también militar, asumió el poder hasta 1865. Con él se inició un absurdo conflicto con España.

El presidente San Román en su lecho de muerte


Los españoles reclamaban el pago de la “deuda de la independencia” y pretendían embargar el guano
peruano para satisfacer sus requerimientos. Una expedición científica, encabezada por Luis Hernández
Pinzón, tomó las islas de Chincha, agudizándose la crisis. La guerra era inminente con la llegada de una
flota de guerra dirigida por Manuel Pareja. Pezet entendió que el Perú no estaba preparado para una guerra
y firmó un polémico tratado con los españoles, el Vivanco-Pareja. En él su gobierno reconocía la “deuda de
la independencia” y se comprometía a cubrir los gastos de la flota invasora. La opinión pública se indignó
con la noticia y una serie de revueltas se desataron contra Pezet. El coronel Mariano I. Prado capitalizó el
descontento y derrocó a Pezet instalando una dictadura. Inmediatamente declaró la guerra a España y formó
una alianza militar con Chile, Bolivia y Ecuador. Afortunadamente, los aliados consiguieron la victoria en
1866 en los combates de Abtao (7 de febrero) y el Callao (2 de mayo). A la flota española no le quedó más
remedio que retirarse a la Península.

Tropas españolas en las islas de Chincha

La dictadura de Prado culminó en 1868 con el golpe de estado del coronel José Balta. Pero Balta encontró
un país en crisis: el precio del guano había bajado en Europa, los consignatarios del guano incumplían sus
contratos y la guerra con España había ocasionado enormes gastos. El presupuesto tenía un enorme déficit.
Estando así las cosas, Balta llamó al ministerio de Hacienda a Nicolás de Piérola. Este hizo firmar el célebre
Contrato Dreyfus que despojó a los consignatarios nacionales del negocio guanero otorgándole a la casa
Dreyfus de París el monopolio de su venta en Europa. Por la firma del contrato, el Perú recibió una fuerte
suma de dinero para invertirla en obras públicas.

Balta y sus asesores entendieron que el dinero de Dreyfus debía ser invertido en la construcción de
ferrocarriles a nivel nacional. El encargado de diseñar y construir los “caminos de hierro” fue el empresario
norteamericano Henry Meiggs. Excediendo las posibilidades económicas del país, y recurriendo a más
crédito externo, Balta quiso imitar los tiempos de Castilla e impulsó otra fiebre modernizadora: aparte de
los ferrocarriles, emprendió básicamente obras de desarrollo urbano.

Lima fue la ciudad que más se benefició. Se construyó el hospital Dos de Mayo y el puente Balta sobre el río
Rímac; las antiguas murallas coloniales fueron derribadas para permitir la expansión de la capital; se
inauguraron el Palacio de la Exposición (hoy Museo de Arte) y el Jardín de la Exposición (hoy Parque de la
Exposición). La idea era que Lima debía imitar el modelo de desarrollo de las ciudades europeas,
especialmente a París.
Al final de su gobierno, Balta convocó elecciones y el principal candidato fue Manuel Pardo, quien había
fundado el Partido Civil. Este partido, el primero de nuestra historia republicana, pregonaba el gobierno de
los civiles, la modernización del estado y el impulso a la educación. Las elecciones se celebraron en 1872 y
el triunfo le sonrió a los civiles. Pero el sector más conservador del ejército no aceptó el triunfo ni la prédica
antimilitarista de los civiles y se rebelaron. Los hermanos Gutiérrez encabezaron el levantamiento y
secuestraron al presidente exigiéndole la anulación de las elecciones. Balta no aceptó y fue asesinado por
los rebeldes. Esto enardeció al pueblo limeño que se levantó y ejecutó en la Plaza de Armas a los Gutiérrez.

Grabado de la ejecución de los hermanos Gutiérrez

Superada la crisis, Pardo asumió el gobierno de 1872 a 1876. Sin embargo, los civilistas no pudieron aplicar
su proyecto debido a la situación de bancarrota en la que se encontraba el país. Las obras públicas de Balta
habían elevado irresponsablemente la deuda externa. La imposibilidad de pagarla hizo que se cerrara para
el Perú el crédito internacional. En una medida extrema Pardo nacionalizó el salitre, otro fertilizante, para
reemplazar al guano. Además, logró crear algunas escuelas técnicas y firmó el tratado de alianza secreta
con Bolivia que, como sabemos, fue el pretexto que presentó Chile para declararle la guerra al Perú y a
Bolivia en 1879.

En 1876, mediante elecciones, asumió por segunda vez la presidencia Mariano I. Prado. La crisis económica
se había profundizado por lo que su gobierno no pudo realizar obra pública alguna. Como si esto fuera
poco, Manuel Pardo, que ahora se desempeñaba como presidente del senado, fue asesinado. Se trató de un
complot militar, largamente madurado, donde prevaleció el odio a un estadista civil que podía retornar a la
presidencia en cualquier momento. En medio de este cuadro sombrío el Perú ingresaba, en 1879, a la guerra
del Pacífico. El conflicto completó la destrucción iniciada por la crisis económica de la década de 1870.

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