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en C\l:dqul\:r tipo de soporte.

l." c::di<'ión, 1998


2.• edición. 2004
3."' édición, 2007
O Gallimard. 1992
© Edicionc• Akal, S. A.. 1998. 2004. 2007
par:i lengua español:.
Sector Foresta. l
28760 Tres C;iocos
M :1drid - E5p:u'l~•
Td .: 9 1 806 19 96
Fax: 9 1 804 40 28
ISBN: 978·84-460·2790-4
Dcpósi<o kg:ol : M. 27. 184-2007
fmpR!:;o c-n Lavcl , S. A.
Humanes (Madrid)

Material otcg1do por d rcchos d eulor


ÍNDICE

Nora preliminar ... ................ ... .. ... ................ ... ..... .... .... .... ....... . 9
Indicaciones para la lectu ra ........................ ........................ ....... 11
Mesoporamia en la época d e Gil&a11wh ........ ..... ........................ 13
Natimienro y desarrollo de la Epopera....................................... 14
Cosmografía mesoporámica ...................... ......................... ...... . 15
Nora dc1 rr·1cl11c ror 17
Bi bli og rafía 19

JNIUODJJCCIÓN 21

E1 HÉROE Y SI! 1 EVEN !)A 22


El lugar y el encorno en donde nació Ja Epop''l'" ........................ 22
El héroe· C.filgamcs h 24
l.a )eye11da ??
Las l~yendas en sumerño .................... ......................... ....... 29

l A EPOPEYA 35
1.a \lerfjá'.-1 alltip1u1 ~7
Las rablilla? d e Filadelfia y de Yale... ...................... ....... 38
Los fragmemos de Bagdad y de Chicago ...................... ........ 39
Los fragmentos de Berlín y de Lonclrc.-s.......................... 40
Esros fragmentos presuponen una hisroria co n tinua:
_e_l esraclo ~~ig i~ario de la Epopeya................................ 40
Rev1s1ones y d1fus10n ...... .... ... ................................ .... ....... . 44
En Mcsoporam ia: la tablilla de Ur.......................... ....... 44
En el ex rranje ro 44
l.a Versióu ninivita.... ... .... ........ ............... ..................... ...... . 47
Su «autor» y su focha..................... ............................... 49

Material pi org100 por derech s ele autor


6 LA EPOPEYA DE GILGAMESH

El «suplemenco» de la rabl illa XII .......................... ...... 51


r'nrj m os ecos 5?
Descubrimienco y presente rraducción..... .......................... 53

LA VERSIÓN N INIV ITA

Tabli lla f· l,o.r dos héroe.r 59


Tablilla 11: Erm1e11t1"0, amistad y prorei-to de m1h1tmY1..................... 77
Tablilla III: Preparatit'OS y partida.............................................. 87
Tablilla IV: El viai<1.. .. ... .. ... .... .... ... ... .... ... ... .... .. . ... 93
Tabl illa V: Proew.r )' victori" ........................ .... ... ....................... l 06
Tabli lla VI: N11evo trilfn/o r des111m1ra: d Toro cdeste. .. ...... .. .......... l l7
Tablilla VII: La m11trtc de E11kid11 .. .. .. .. ... . . .. .. .. . . .. . .. .. . . .. .. . .. .. .. .. .. .. 129
Tablilla VIII: Los funera les de Enkidu ....... ............. .... ........... ...... 146
Tabli lla IX: Gilgtw&esb, te'" btísq11eda de la vida sin final....... ..... l 54
Tabli lla X: L" llegad" '' !tt meta .. ...................... ... .... ................ .. 163
Tablilla XI: Fracmo y retomo a la 11ida o·rdi11aria. ... .. .. .. .. .. . .......... 18 l
Tabl j) la XII· Otra verriáu de la v11mte de Fnkjdr1 ? O?

FRAGMENTOS DE LA VERSIÓN ANTIGUA

F RAGMENTOS ANTERIORES A MEDIADOS DEL lI MI LENIO.. ... .... .. . . .. 21 5


Tablilla de Filadelfia (P) .... . ............... ............ .... .... .... .... . 215
Tablilla de Yale (Y) ............ .......... ..................................... 227
Fragmenros d e Bagdad y de Chirngo... ........ ..... ................. 240
u JI melio pn:111011itorio de e ilga111esú .. . ... . . ... .. .... .. ... .. ...... .... 240
S1te1ios premo11itori11s ten-et'O !' marto ..... .... ......... ........... .... .. 242
Epi10dios de la llffÚa co11trr1 H 11wawa ................................. 244
l.a v;dnrjq robre H11u1aw4 . 24 5
Frag menros co mplemcncarios de Berlín y d e Londres........ 249
f' RAGMENTOS POSTf.R IORF.S A MEDIADOS OEL 11 MILENIO . ...... .. ..... 256
E11 Me.ropotmnia .................... ................ .... ... ..................... .. 256
Tabli lla de Ur ..... ..................... ... ........... ................. ...... 256
En el extranjero................................................................... 26 l
Frag mencos de E mar .... ............................ .. ...... .. ........... 261
Fragmenro de Megiddo... ............................ .................. 264
El fondo hi t ita de Boghazkoy....................... .... ....... ...... 267
Fragmencos en lengua acadia........ .... .......................... 267
Resrns de la Versión hit.ita ............. ....... , . .. . . .. ... . .... . .. .. .. 27 3
Vmirla a/ 111t111tfr¡ de Gi/ga111erh n4
F11k jd11 eu d derjerta 27 4
E11kid11. )' Gilgamesh.... ... ............ ....... ............. .... ...... 276

Matcr'al pro~ido pe. derechos de autor


(NO ICE 7

¡__,, e~pedició11 a lrt Mo11ta17t1 de los Cedro.r ................... 276


El t·ombate co11t1YJ H uwmw1 ........ .........•...................... 277
El s11e!io fatal de E11kid11............ .. ............................. 279
[4 '/ abeiw:m 280
El Btm¡11ero de Utanapishtí .. ... . ... ... . . ... ... .. .. . . .. .. .. . ..... 280
PODRfA HABER, El\" ESTA OBRA............ ...... . .. ......... . ................... . 282

Matcr'al prorg100 por dercch s ele autor


Pag 9
10 LA EPOPEYA DE GILGAMESH

go, más o menos li reralmenre, en dos o rres obras, era. susceprible de


mejora en algunos pasajes, co mo ha de suceder inevitablemente en una
d isciplina, como la asi riología, ran dependiente de los hallazgos for-
cuicos y del dil!$ die111 docet; también era posible co mple tarla con codos
los fragmenros conocidos y rraclucibles hasra el momenro del impor-
cance conjunro que se ha ido acumu la ndo. Y, sobre codo, podíamos vol-
verla accesible a codos medianre explicaciones y glosas, en aquellos as-
pectos que, lóg icamente, no resu ltan por sí mismos inre lig ibles para el
profano.
Una vez más, quiero recordar que era en csre úlcimo en quien pen-
saba al preparar este libro, un libro que nunca habría salido a la luz sin
el amis roso estímulo y el auxilio de J. Cotin y de J. G ros jean, con quie-
nes, he de decirlo, resulra un placer rrabajar. La primera idea de esrn
presenración de la EpopeJ'a se la debo, sin embargo, a mi amigo L'É-
vrard. A los rres, mi agradecimienro.

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Pag 11
12 LA EPOPEYA DE GILGAMESH

dadas enrre los asiriólog os, remite n simplemente a signos cuneiformes


homófonos, pero que difieren en el trazo y en el significado.

4. Como se explica en p. 54, los versos - salvo excepción en contra-


rio- se hallan aqu í parriclos en «m irades» («hemisriguios»), la segun-
da ele las cuales()', llegado el caso, la tercera) pasa a la línea siguienre,
ligermnente retranqueada hacía la derecha. Cuando el copista ha reu-
nido más de un verso en una sola línea, me ha parecido lo más cómo-
do seguir el m ismo procedimienro que para el segundo hemisriquio.
Escc proccdimienro inrcnca hacer más perceptib le el doble ricmo, a la
vez fonético y sem:íncíco, que exige la poesía y la versificación en aca-
dio (véase noca 16 de la Introducción).

5. los paréntesis encicrrran términos o parcículas ansenres del rex-


ro acadio, pero indispensables en cascellano para una correcra com-
prensión: «Q11ie11 camina el primero - salvtt a (.ru) compa 1icro• . Van cnrre
corcheres las parres de palabrns, las palabras o los con junros de palabras
desaparecidos del cexro como consecuencia de las fracmrns: "Voy a fp1·e-
sent}tr al 1111111do - {A Aq11el] que todo lo ha visto». Cuando la omisión se
debe al copista, por cliscracción o negligencia, la parce rcsricuida va cn-
rrc parénrcsis angul ares: « T11m <eJlt1 > l1Jsrt del 11mbral».
U n signo d e exclamación enrre parénresis (!) indica que la palabra
fue e rró neamente transcrira por el copisra, y u n signo de interrogación
(?), que la inrerprctación o restitución de un signo o una palabra son
dudosas.
6 . Para la numerac ión ele los versos, las columnas y las cabl illas,
véase p. 54. En irálirns y en numeración aníbiga se indican los versos ,
separados con dos puntos de las cifras romanas, en cuerpo menor, que
indican la columna, a su vez separada, med ian re un trazo oblkuo, de
la cifra romana, en cuerpo más grande, de la rablílla. X/lll: 45 remire
así al verso 4 5 de la rercera colu mna d e la décima rnblílla; y 1: 135, al
verso 135 de la tablilla primera. Véase también nota 16.
Al final de un verso redactado e n esri lo impersonal, un g uión (- )
anuncia la repecición del mismo verso, pero ya co ncrerado, según un
procedimiento rerórico muy urilizado por los poetas mesopornmios.
L" 11/(ldre de G ilga111esh... le hahltf a m hijo -
Ni11m11tt la 81Ífala... le hab/6 a Gilgamesh

M atcrial protegido por derechos de autor


13

MAR N.E:GRO .

ANZANI
ANSHAN

*"""" Lugar d oode h.. opareddo fr•gmentos


de 1• tpop<ya dt Gilgamuh
~loincc. llC'l'n16n Se wbrayan los nombres mencionados
eo el texto de la Epc>peya
o 8lfldld Nombfes. modcmoJ
o 1oo 200 ioo •tio scxa,.

Mcsopocamia en la época de Gilgamcsh.

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14 LA EPOPEYA DE GILGAMESH

NACIMIENTO Y DESARROLLO DE LA EPOPEYA

IV 111ilenio Sumcrios y semicas «acadios• conscruycn


juncos la civilización meso¡porámica.

h11ár. 3000 Invención de la escrirura. Ciudades-Esra-


do indcpcndienccs.

h11ci11 2650 Gifg"11wh, tl!J' de Uruk,


er •divinizndo· rras .r11
m11erte y emm en fa fe-
Jellda.

2330-2000 Primer imperio sem ira (S.irgón el Grnn- Se pont11 por tlCrito las
de) y luego III dinasría de Ur. leyendas s11111e1·im de
Gilga111esh.

1750-1600 ftammurabi de Babilonia agrupa al IYJÍS La Versi<Ín antigua de


emero en un sólo y próspero reino. la Epopeya.

1600-1000 Babilonia se apaga durante la prolongada La Epopera se difimde


dominal'ión casira; una vt'Z liberada, se en divmt1J pre1t11tario-
encuenrm con el poder de Asiria, :ti nor- 11e1 ' versiones.
1

cc, pero mamiene su condición de capital


intclccrual y continúa difundiendo por
todo el país obras y rrabajos.

hacia 1000 Preponderancia de Asiria. Sinlekl111111en11í t<esrri-


be /11 Epopeya: 111 Ver-
sión ninivita se di/1111-
de por 1odas parrer.

609-130 Babilonia aniqui la el reino asirio )' cero- Hacia 250, 1ílti1110 Ji11g-
ma las riendas en lo polírico, a medida 111e1110 fo1101'ido de la
que va creciendo la influencia de los ara- Epopeya.
meos. En 539. sucumbe ame el Imperio
persa y luego, en 330, ante el de Alejan-
dro y sus sucesores. La civilización meso-
porámica se extingue y, poco a poco, cae
eu el olvido jumo con su cscrirura, su
leugua y sus obras.

Material o '!)Ido por d rcchos d< autor


15

Atriba
o ·c1ero·

.
Lo pl&ya
cleSduri
los montes f
semelos,
e1oes1eno
occíden1at l.aTiena !
EI ApsO

/o.bajo o
"inliemo·

Cosmografía mesoporámica

Del universo en su c:.Htjunco los anriguos mesopocámicos sólo re-


nían una represen ración imag inaria y mítica, que nos resulta difícil de
entender, cuajada de ambigüedades y co ntradicciones, para nosotros al
menos, si es que no rambién p·,¡ra ellos mismos. Lo veían como un in-
menso esferoide hueco cuya parce superior, luminosa, formaba el
«Arriba» o «Cielo» y su correlaro, inferior )' oscuro, el • Abajo» o «In-
fierno». En su diámetro máximo, lo seccionaba una especie de isla cen-
tral, la Tierra, con su equivalente inferior, el Apsíl, capa de agua dul-
ce, y rodeada por el agua salada del Mar. En ambos extremos, oriencal
y occidental, de este sistema, parece que imaginaban unas alcas mon-
tañas, para sosce ne r la bóveda celeste y, sobre todo, sendos oüficios q ue
pe rmitían el paso desde el espacio de Abajo al espacio ele Arriba y vice
versa. Por la mañana, el Sol salía por orience para seguir su curso diur-
no en el cielo, y por la rnrde, entraba por Occidente para seguir un re-
corrido nocturno inverso que le cond ucía, al alba, de nuevo a su punto
de partida. El orificio occidental creemos que estaba preredido de un
espacio denominado el «río interna!».
Nuesrra Epopeya ilusrra, sob re codo y a su manera, la parce orien tal.
Vagando lejos de las tierras habitadas, hacia Oriente, Gilgamesh habría

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16 LA EPOPEYA DE GILGAMESH

llegado primero a los Momes Gemelos (p. 156), defendidos por los
Hombres-Escorpión (ibid.), que forman un escrecho y oscu ro desfila-
dero de ciento veinte kilómecros (p. 159 s.) por donde habría pasado
Gílgamcsh para llegar a un J ardín encantado de Piedras preciosas (p.
161 s.) y luego, a la playa donde vivía la rabernera Siduri (p. 163). Des-
de allí, conducido por el Barquero de Ucanapishcl (p. 172), habría na-
vegado hasrn enconcrar a este úlcimo en su refügio, separado de codo y
de codos, en el excrcmo de l mundo, y procegído por el terrible paso de l
«Ag ua morral » (véase nora 220 del rexro).

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Pag 17
Pag 19
20 LA EPOPEYA DE GILGAMESH

En i11gléJ:
A. Heidel, The Gilg11111esh Epic rmd O!d Testrm1en1 P11rallels, Chicago, 111.,
T he Universiry ofChicago Press, 1 1963).
M. G. Kovaks, The EjJic o/ Gilgamesh, Palo Airo, Calif., Sranford Uni-
versity Press, 1989.
Se. Dalley, M)'ths from Mesopott1111ia, Oxford-Nueva York, 1989.

En alemá11:
A. Schorr - \Yf. von Soden, Dm Gilgm11esch-Epos, Srnrgardr, Philipp Re-
clam Jun., 3 1988).

(Hasta el momento .sólo conozco una única versión cas tellana di-
reccamenre rraducida del original: la de J orge Silva Castillo, Poe111rt de
Gi/g,imesh, México D. F., Colegio de México, 1994. N. del T.)

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Pag 21
22 LA EPOPEYA DE GILGAMESH

el co razón de estos viejos antepasados y descubrir sus emociones y


miedos, su vis ión del mundo, su escala de valo res, su ideal de vida,
codo el conjunco de par:ímerros de su venerable civilización, can ale-
jada de la nuestra, aunque percibamos ya algún atisbo de lo q ue senín
los nuesr ros. El alma de esra a rcaica población, de nuestros padres
más antiguos co nocidos, se despliega, de este modo, ante nosorros
median re la lec ruca de esca obra maesrra in morral, ruina soberbia y
opulenta.
Aun cua ndo s61o se q uie ra enrresacar una leyenda edifican re, obre-
ner una lección de vida, y con mucha mayor razón si queremos encon-
trar en ella u n documenro hisrórico, sería ím prudenre lanzarse inerme
a la lectura de una obra can densa, can exócica, direccame nce venida de
un tiempo ran lejano y a la vez maltrarada por el paso del tiempo. Sin
una explicación preliminar, sin aclaraciones paralelas, se corre el riesgo
fara] de descubrirnos perplejos con cada giro del relaro, desconcerrados
con cada a parición de un personaje nuevo, con cada viaje a un nuevo
decorado, en suma, impermeables y sordos a los ecos de esra voz hoy
ran lejana, en su lengua desaparecida y obsolera.
H e aquí, pues, en unas pocas páginas, lo que convi ene saber sobre
la Epopeya tle Gílga111e.sh anees de que dejemos resbalar la mirada por su
rexro traducido y discreramenre anotado.

EL HÉROE Y SU LEYENDA

El lugar y el entorno en donde nació la Epopeyt1

Nos las habemos con un largo poema, escrito en Babilon ia, hace
más de rreinra y cinco siglos, en la lengua por enronces común allí, el
acadio, idioma semícico desaparecido desde hace más ele dos milenios,
pero emparenrado con ocros de la m isma familia, que aparecieron pos-
te riormente y alguno de los cuales aún subsjsce: el hebreo, el arameo,
el árabe ...
Babilonia es la parce meridional - hacia d golfo Pérsico- de lo q ue
nosot ros denominamos Mesoporamia, q ue equivale, sobre poco más o
menos, al Irak de nuestros mapas (véase p. 13). /\ lo largo del IV mi -
lenio, esra región asistió al nacimiento de la miís antigua civilización
conocida, carea común de diversos grupos écnicos instalados desde ha-
cía más o menos riempo en el país y sobre la m ayor parce de los cua-
les no pode m os decir apenas nada. Los dos uíl ri mos en llegar, los más
agudos e inolvidables y, sin duda, los más desracados, nos resultan
m ucho más familiares; a uno lo denominamos at-adio y al otro sttme,.io.
Los primeros eran semitas, procedentes de las fronteras sepcencrio na-
les del gran desierto sirio-árabe, al Noroeste, y les scg ufría , a lo largo

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INTRODUCCIÓN 23

de los milenios, una procesión casi ininterrumpida de congéneres, in-


dividualmente o e n g rupo, que quedaron fascinados por esra reg ión
cenagosa y fértil entre sus dos ríos nutricios, Tigris y Éufraces. Más
desconocidos son para nosotros los sumerios, debido a que nada - y
menos q ue nada su lengua, roralmenre aislada y ran alejada del acadio
como el chi no pueda escario del cascellano- nada, digo, nos permi ce
situar su lugar de origen ni su parentesco. Y, además que, a la llega-
da a su nuevo país, debie ron de rnmper eras de sí codos los puen ces
po rg ue :rnnca rec ibieron, que sepamos, nuevos apo rres de sangre fres-
ca, debilidad ésra que habría de resulcarles fara!. Suponemos q ue lle-
garon del este, ral vez del sudesre, remoncando la cosra iraní del gol-
fo Pérsico.
Sum~rios y acadios se fueron acosrumbrando, con el tiempo, a la
mucua presencia, inaugurando ffiU)' rápidamente entre ellos una espe-
cie de simbiosis, más o m enos prolongada, de la cual lo ignoram os cas i
codo, pero q ue, grac ias a la puesta en común de su capital cultural y de
sus capacidades respectivas, les permitió edificar esra rica, original y fe-
cunda civilización híbrida en Mesoporamia. Es innegable q ue el apor-
re de los se mi ras acadios fue, en conjun tO, m ayo r, pero resulta ig ual-
mence evidente que en ella se advierte, desde el comienzo y para
siempre, la níti da marca de los sumerios, los cuales habrían sido, en
esce proceso, los más dinám icos y creadores. Por ejemplo: hay buenas
razones para atribuirles a ellos, desde anees del final del IV m ile nio, la
invención del primer sisrema diseñado para fijar y difundir el pcnsa-
mienro: la primera escriru ra, rasgo de genio milag roso que ha revolu -
cionado complecamence y dirig ido codo nuesc ro prog reso espiricual
desde e ntonces. Estos mismos su merios consiguieron al princiFio, el
suficien:e predominio en lo cultural como para imponer, hasta finales
del llI mi -lenio, el uso predominante de su lengua en la ad ministra-
ción, la religión, la licerarura. Incluso después de la desaparición de sus
usuarios cradicionales, fagocitados por los acadios, m:ís vigorosos en el
cerreno écn ico, el su me rio se mantuvo en el uso «cuico» , junro co n el
acad io, la lengua coridia na y oficial. Los «ofici nisras» lo aprendían, lo
comprendían, lo culcivaban, un poco como sucedió, enrre nosocros, con
el larín hasta el Renacimiento.
Levantada en común , la impaccante civilización así co nscru ida se
impuso al país encero, el cual la asumió, la desarrolló y promovió como
si ti.tese un pacrimonio indivisible. Sus impulsores, sin embargo, no pa-
rece q ue lograran enco ntrar una unidad política que escuviera al mis-
mo nivel. Se reparciecon en pequeños cerricorios aucónomos, del ¡ama-
ño de la c uarca o scxra parre de una provincia española, a los q ue
denominamos ciudades-Es tado, a manera de principados gobernados,
cada uno de ellos, por un reyezuelo y arciculados en corno a una ciudad
que les servía de capital, rodeada por un cierro número de aglomera-

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24 LA EPOPEYA DE (i!LGAMESH

ciones menores, ci udades o a ldeas, y de un rerri rorio, en parre abando-


nado al clesierro, en parre d edicado a culcivos, sobre codo de cereales, y
al pastoreo de ganado menor. 1ales serán las dos «tetas» de Ja econo-
mía local, origen de una opulencia nípiclamenre expans iva, por la sor-
prendence fertilidad ele esre suelo ele aluviones y arc il.la y la apricucl,
poco común, de sus habicances para un crabajo incenso y p rogramado
con inteligencia. La subsiguience elevación de su nivel de vida y de sus
ncces.idadcs, junco con la riqueza a.l maccnada en excedentes militares,
les e mpuj6 muy pronro a buscar en el exrranjero , en los alrededores de
su valle llano de arcilla, cañas, algo de berún, un poco de caliza, made-
ra, piedras y minerales que cada vez les resultaban más indispensables y
que podían obreoec mediante incercambios o bien mediance razzias e
incursiones. Dejando aparre las evencwtles respuesras de los vecinos así
expoliados, sucedió de forma nacural que las c iudades-Esrndo comen-
zaran a combarir enrre ellas, por inrerés o por presrigio y, sin duda,
cada vez con mayor frecuencia, lo cual es humano, al fin y al cabo. Para
hacer frenre a esra situación de incerridumbre creciente en la zona, las
ciudades, desde el segundo rercio del 111 milenio, se doraron de impo-
nenres murallas.
Esre es el país, este es el ambiencc culrnral, económico y político en
e l cual los amores de Epopeya fueron a buscar a su héroe, Gilgamesh:
¿q ué sabemos de él?

El héroe: Gilgamesh

Su nombre' , probablemente sumerio, y que en esca lengua debe-


ría de pronunciarse Bilga.mes, lo integran elementos habituales de la
onomáscica local ante rior a med iados del 111 mi lenio. Como quiera
que, en esce país, los nombres propios de persona adoptaron la forma
de breves frases, se ha suge rido - pero sin Ja menor garantía- que ral
vez hubiera que encenderlo como «El i\ ntig110 (mí11 está) en !tt ple11it11d
de s11 vid<t» .
La F.popep presenca a Gilga111e.sh como ~,.,,, de Umk», ciudad-Esta-
do cuyas ruinas (denominadas hoy en día \'V'arka), simadas en pleno de-
sieno a medio camino entre Bagdad y Basora, las conocemos bien gra-
cias a las excavacio nes c¡ue los arqueólogos alemanes han llevado a
cabo, desde 1912. En Mesopocamia era célebre no sólo por su clesraca-

• No parece- úcjf enumerar aquí (ni mucho menos con1c.--nrarla.10) la media clocl'.na de
!Jrafras empleada.< pam escribir esie nombre a Jo lar!JO de Jos siglo~. Únicameme con-
viene st<ilalar que los copisra.'>, ca.~ i sitmpre, le han coJ<>c;_tdo delanre el signo de la ... es·
rrc:Jla,, que.·, <-'n la escritura cuneiforme, scrvfa con10 dc-c.:rn1inancc para indicar l'l ca-
oícrcr divino del 1>crson,11jc (vt:ansc ranlbién pp. 26 y 282).

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INTRODUCCIÓN 25

da anrigüedad y su imporrancia cu lrural y política, sino también por-


que en sus muros se albergaba u n sancuario famoso: el E.a111u1 ( Emmr1 ),
en sumerio, «Templo del Cielo ». Estaba dedicado a uno de los perso-
najes m;ís importantes de la religión local: J\n (en acadio r \1111), dios del
Cielo, fundador y padre de la diuasrfa divina reinanre. Y 1;1mbién a su
compañera - seamos francos: a su favorica, a su hecaira- I na1111r1 (¿«Se-
ñora del Cielo» en sumerio?), igualmente iluscre, conocida sobre todo
co mo pacro na del amor físico, no me nos que de la guerra y del propio
p lane ra Venus; los acadios la denom in aron /Jhrar.
U na ob ra célebre, la lista real smm"Tia, nos proporciona alguna in-
formación útil sobre Gilgamesh. Redacrada a co mienzos del 11 mile-
nio, su concenido es en pane legendario, sobre codo cuando detall a el
desarrollo de l riempo mírico «anterior a l Diluvio» , pero los datos re-
ferences a la era «hisrórica>• q ue comienza con el final de este caca-
clismo' se cienen por fiables y de hecho a m enudo se ven co nfirm ados
por los hallazgos epigráficos . .En este catálogo de wdos los sobernos,
chl~ iflcados por d inasrfas, cada una en su c iudad-esrado, y que, desde
el origen del mundo , habrfan ejercido sobre rodo el país un poder cen-
tral imaginar io, la Lista nos prescnra a G ilgam esh como e l quinro so-
berano de la primera dinastía que habr ía ejerc ido el poder en Uruk
rrR~ el Diluvio3 , separada de esre dcsasrre tan sólo por una larga d i-
nast ía de reyes instalados en la ciudad-escado de Kish, más al norce, y
cuyos dos ú l rimos represenranres tendrían por nombre Me/Ja,.agesi y su
hijo y sucesor 1\kka o Agga. Una tradición an tigua, probable recuer-
do de algún hecho hisr6rko, converrida luego e n lireraru ra (p. 29 ),
hacía a esce Akka coetáneo de G ilgamesh; por su parce, y como irre-
cusable testimonio de su existencia y de su co nd ición d e «rey d e
K ish », el pad re de Akka, Mebaragcs i, nos ha legado una marca de
p rop iedad, insc ri ta ron su nombre sobre un vaso de alabasrro: se rra-
ra de la «inscripción real» más antig ua conoc ida hasca el momenro en
Mesopornmia (véase la foto 2), que diversos indicios conducen a dacar
en el sig lo xxvn, a lreded or del 2650. Alg unos soberanos , mencio na-
dos en l:.1 misma Listo y sólo algo más recienres, nos han legado ins-
cripciones análogas, sobre codo en Ur, en el si n iestro y fastuoso "ce-
m ente rio real» , donde los monarcas locales habían sido sepu ltados con
gran pompa, rodeados por monrones de tesoros , pe ro tambié n por ca-

: Sobre el significado mític:o dt'l Diluvio, \•é-ase ÚJr1q11t Í tJ 1/ie11.\·. . .~ p. 592.


' Según esta n1isma Lis1~1, e l fundador de la dinasría, un ral Jl·feskiagg,a1/xr, era ~hijo
dt ll tu> (dios sun)erio del Sol} )' como cH habrfa ttfll:nido de /11.t 111ru1t111'irl.f,. (del Esre) y
llegado "''XI.Sta el 11u1r» (al Oesre). Tal fi liaci()n, c:uyo s ignificado concrero se nos esca-
¡x1, explicarfa, al menos en parte, el hecho de que e n la Epopeytt, al igua l que en loo de-
flhls textos rd_ar ivos a Gilga1nc:.-sh. su gr-.to proccc:ror, reiterado y eficaz .. haya sido sicn1-
pcc ShanH1sh. dios dd sol en lengua acadia.

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26 LA EPOPEYA DE GILGAMESH

dáveres d e corresanos asesinados para escolrarlos al más allá. A esra


época, en fin, acribuye n los a rqueó logos la conscrucción de la mura-
lla de Uruk que una t rad ición muy antigua, incorporada a la Epopoya
(1: 9). co nsideraba ob ra d e Gilgam es h.
Lo más probable, po r ranro, es q ue Gilga mesh haya sido u n hom-
bre co mo los demás, que vivió en U ruk alrededor del 2650, como so-
berano de esca ciudad y de su rerrito rio. Y la Lista, sin duda, no se
eq uivoca rampoco cuando lo coloca como sucesor de un D1tm11zi (en su-
merio: «Hijo leg ícimo» )' y sobre codo, jusro antes de es re úlcimo, de
un L11galba11da (en sumerio: «Rey forioso» ), al que la Epopeya (1 : 33) y
algún orro resrimonio consideran su padre.
Sin embargo, nuestra perple jidad aumenra cuando vemos que a es-
ros tres personajes, cuya historicidad apenas puede discurirse a pesar de
que la distancia desde la que les observamos desdibuje considerable-
menre sus conrornos, ciertos documencos casi coetáneos los vincu lan
expresamcn rc al mu ndo sobrenarnral: en efocto, fig uran con su nom-
bre, en torno al 2600, en los catálogos de divinidades. Y, desde esta le-
jana focha, una rrad ición perseverante mucsrra que en Mcsopocamia se
les consideraba verdade rame nte «divinos», y así sucede en nuestra Lis-
ta, donde son los úni cos, de enrre los, aproximad amente, ciento cin-
cuenta cirados , en aparecer señalados con el signo cuneiforme que, en
esce anciguo y complicado siscema de escrirura, acompañaba reg ular-
menre a los nombres d e divin idades.
Para distinguir a los hombres imporrances y m ás famosos y a los
memorables soberanos de anraño, e n Mesopocamia nunca se introdu-
jo ese escadio ince rmedio encre los dioses y los hombres q ue los grie-
g os reservaron pa ra sus héroes. De este modo, para subrayar su condi-
ción sobrehumana (véase ta mbién nota 1 de esca Introducción así
como p. 282), les co nforían sin más carácrer «divino», algo semejan-
r<' a cc)mn lns rnmanos ororg ahan a sus t'mperadnrt's diflinros el rímln
de di11m. A l ma rrnr estos nombres con el signo ind icador de la «divi-
nidad» se quería sugerir que, co mo premio a una exiscencia cuajada
de hazañas y ele proezas parricularmeme célebres, habían obrenido,
eras su muerce, el privilegio de integrarse en la comunidad de los dio-
ses, de asimilarse a ellos, al menos en canco que se les reconocía, no so-
lamente la ventaja de una vida sin fi nal, sino ra mbi én, como a codos
los dioses, un poder particu lar aquí abajo, sobre los hombres, un pa-
pel específico en la arriculación del am plio mecanismo del universo.
Señalemos de paso que semejance «apo reosis», de la que conocemos,

' En el linaje dinásrko que rc:cogc la l..iJ1a, este D1111111zi da la impresión dt ser un
elen1enro incerpolado, sin que acerren1os a "ºº'prender bien por qué. Esrrec.:hamente
vinculado. él r:unbién, a Uruk, perrc1u:.x·e a un cido roralrncnrc dis1 inro de l_eye11das y
miros en rorno a la diosa Jnanna / Jshrar. Vé--J.Sl• LrnJq11e les du:11-x...1 pp. "!.75 ss.

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INTRODUCCIÓN 27

sobre rodo enrre los reyes, algunos orros ejemp los, más o menos cla-
ros, hasra comienzos del JI m ilenio, es probable que proceda de u na
concepción propia de los viejos sumerios , quienes no tendrían, a dife-
rencia de los semitas, el senrimicnro de la rrascendcncia radical de los
d ioses, del infranq ueable hiato que les separaba de los ho mb res. Des-
de fines del lll mile nio , cuando los semiras asumieron e n solirario los
destinos del país y de su civilización, desaparecieron nípidamence es-
cas transferencias, d e nacu raleza y de dest in o, entre el plano humano
y el plano d ivino.

La leyenda

Sea como fuere, la «divinización» de Gilgamesh al dfa siguiente de


su muerte, como las de Dumuzi y Lugal banda, q uería decir, sobre
codo, que su ¡yapel aqu í abajo, en el rnrso de su existe ncia, sus proezas
y su forna les ha bían converrido en perso najes de leyenda, en seres so-
brehumanos, llamados a un destino excepcional, d e la clase de hombrc.s
de la q ue e l folclore siempre se ha apoderado, en codo el mundo, con el
fin de adornarlos con una densa erudición legenda ria. Al fin y al cabo,
los franceses renl'rnos a Carlomagno y a su 1'scnlrn.. Esre es el .-asn de
Dumuzi, al que los acadios denominaban Tammuz, can famoso por sus
amores trág icos con Inanna / Ishcar {véase nora 4 de esca Introducción).
Es cambién el rnso de Lugalbanda, en romo al cual se desarrollan una
o dos leyendas heroicas de unos cuarrocienros versos, cons iderado es-
poso d e u na diosa de segundo grad o, Ni11.m11a, «Sniora» o patrona de
«los bóvidos salvajCJ», de los búfalos.
Si hacem os caso ele una antig ua tmclición, incorporada a la Epopeya
(1: 33-34), esta pareja serían los padres de Gi lgamesh, co n lo que éste
obtendría, com o de nacimien ro, una naturaleza d ivino-humana. La Lis-
ta ignom, sin embargo, es ca versión de las cosas y le atribuye como
«padre» a un «demo11io-litl1t», desconocido por lo demás. En cualquier
caso, podemos comp robar q ue Gilgamesh, desde el día siguienre al de
su muerce y como signo probable de que su vida no habfa siclo ordina-
ria, se ve envuelto en una acmósfora ele leyenda, pencrracla por lo so-
b renacural , integ rada por elementos llamativos, pero fácilmente co n-
cradiccorios, Mm6sfern q ue nunca le abandonó hasta la Epopeya, en
donde no se recoge, sin e mbargo, por entero, como cendremos ocasión
de señalar.
Los rasgos esenciales de la leyenda debieron de fija rse mu y pro n-
co, codos ellos vinculados a algún aco n rccim ienco ele s u re inado y de
su existencia, bien au cé ncico bien deformado en m<ís o en menos. De
acuerdo con la reg la que gobierna la imag inación popular y la tradi-
ción, y que cra nsforma el simple arroyo en torrence y en río, ac rec i-

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28 LA EPOPEYA DE GILGAMESH

do con más o menos aílue nres, es te conejo de imágenes hubo de in-


flarse co n el paso d el riempo incorporand o, poco a poco, aconreci-
mientos posteriores, histó ricos o heroicos. Por ejemplo, al contem-
p lar al Gilgamcsh de la primera parte d e la f.popt')'(t, co nq uistador y
glorioso, no podemos evi rar pe nsar que el pueblo y, en consecuencia,
los escribas cuvieron an ee los ojos, como modelo, algo de l gran Sar-
gón quien, hacia el 2300, fue el primer semi ta que agrupó - ¡duran-
te cien años! - en corno a Agacle, su capi tal, al precio de g uerras sin
fin y ele sonadas expediciones, tanto al este co mo al O es re, el más
grande imperio jamás centrado en romo a .Mesoporamia: desde las
ma rcas de !nin hasra el Med ite rráneo. De él cambién, indiquém oslo,
se apoderó la leyenda y su nombre resonó durante siglos en todo e l
país, aunque nunca fuese direcrnme n re «divinizado» co mo su prede-
cesor, más glorioso a ú n que él, tal vez simplemente en ran ro que m>ÍS
antig uo.
Si n duda, ya bien provista poco ciempo después de la desaparición
de Gilgamesh, y difu ndi da sobre rodo por vía oral e n un país donde
leer y escribir escaba n reservados a un gru po rescringido de «ofici-
nistas», su leyenda heroica, con el ciempo y segú n las leyes del gé ne-
ro, d ebió de seguir enriqueciéndose y complicándose. Carecemos de
los medios de poder seguir su des;1rrollo ames de finales del Ill mi le-
nio: es el sig lo g lorioso, la época próspera d el reino q ue, eras el hundi-
m iento del im perio de Sargón agrupó, al menos , a rodas las ciudades-
Esrado del país bajo la autoridad que denominamos la lll d inastía de
U r. Sus soberanos, ral vez por consolidar su p ropia legiri m idad, ra l
vez por deseos de gloria, senrfan por G ilgamesh una debil idad decla-
rad a: explíciramence lo adoptaron com o modelo y protector, como su
«hermano» y «amigo» y se declararon dcscendicnces, al ig ua l que él,
de la pareja sobre natural Lugalbanda-Ninsuna y, por ramo, de orige n di-
vino, último eco de estas apoteosis sumerias de los soberanos. Uno de
ellos, el rey Shulg i (2094-2047) recuerda incluso, en una especie de him-
no, los éxitos militares de Gilgamesh, s u gue rra vicroriosa contra
Kish y co ntra su rey Mebaragesi, y evoca la expedició n que di rig ió
con éxico al «Bosque de las coníferas», para corcar alg unos á rboles y
llevárselos consigo, pese a la oposición de u n terrible ad versa rio,
!'.Iuwawa, armado co n Siete «PuJgores» asesinos , an tes d e recornar a
Nippur, al santuario m:ís célebre del país, el E.ku1; el templo de En-
lil, para llevarle ofrendas al soberano d e los dioses y de los hombres.
Por orro lado y en la misma época, un poema q ue relataba la muerce
y d escenso a los infiernos de Urnammu (2 11 2-2095), fü ndadot de la
dirmsría, mosrraba a es re rey difu nco, e11 el rrisi e Rei no de los difun-
cos, frence a l d ivino Gilga mesh en persona, convercido en • regen1e» y
«gi"t111 juez de los 11111e1·tos• , pues cal era la función q ue se le había asig-
nado ent re los dioses.

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INTRODUCCIÓN 29

Las leyendas en su merio

Es muy probable que Jos éxiros políticos, económ icos y milirares de


los reyes de Ur hayan impulsado la producción literaria, aún casi ex-
d us ivamenre sumeria, y ral vez p romovido - si es que no clirecramenre
creado- el desarrollo de u na academia corresana. De la producción de
f'Stns esr ri ha~ y pnf'ras nfirialf's apf'n:is nM ha r¡nt:>d adn nine1í n rasr rn
conremporánco, ral vez simplcmenre por el azar de las excavaciones.
Para los dos o rres primeros siglos del siguience mi lenio, la forru na, en
cambio, nos ha sonreído, concediéndonos una b uena cantidad de tabli-
llas insc ritas con el cexro de esras obras en sumerio: sin duda las reco-
piaban con canto más fervor cuanto que percibían el final de una épo-
ca, cuyas obras y recuerdos había que preservar en la medida de lo
posible. Algunos de c"Sros poemas, de csros mitos, de estas leyendas,
cierro es, pudieron componerlos e rudi ros fieles al pasado q ue aún que-
rían expresarse en su bella lengua muena. Podemos apostar sin em-
bargo, a que la mayoría había surgido en un momenro anrerior, en la
época del reino de U r, si es que no ya anres. Este es el caso de un cier-
ro núm ero de relatos que t ienen a G ilgamesh por hé roe y que es rán ba-
sados en su copioso folclore.
Hasra e l momenro, conocemos cinco, cada uno de los cuales traza
u n bosquejo distinco, casi siempre inédiro a nuescros ojos, de la vida
fuera de lo común del a nciguo rey de U ruk, sin que podamos discri-
minar lo que riene visos de ser auténtico de lo que la imaginación po-
¡mlar o poética haya podido agregar en romo a su personaje. Tenemos
claro, al menos, que e n su mayor parce, represenran lo que pod ríamos
denominar la «preh istoria» de la EpopC)·a de Gilgamesh, y por eso m is-
mo, nos sirven siquiera para aclarar su génesis y qu izás también inccr-
p rerar los diversos ep isodios'.

a. El primero, que es rambién el m:ís alejado de la Epopeya: Gi lga-


mesh y A kka, complero en cienw quince versos , celara un con tlicto
entre Gi lgames h y el rey ele Kish , J\kk<t, al que ya conocemos (p. 25).
Uruk y su soberano se habían negado a obedecer el requerimienro de
parricípar en la excavación de unos pozos en beneficio de Kish, y Akka
había sometido a Uruk a un ased io brutal. Una vez vencido por Gi l-
gamesh, ésce le mua con clemencia, en cen1erdo ele los favores que an -
caiio recibiera de él, y le devuelve libre a su ciudad.
El relato pod ría hacerse eco de aconcecimienros en suscancia históricos,
cuyo recuerdo, como hemos visco anceriormenre, subsistía aún en la época
de la IJJ dimL~tfa de Ur. Con codo, es evidente que ha sido ,Jcemdo para

~ Ninguno de cUos h:t sido hasra el nlo1nc11ro rraducido Cfl((:ro ni af10htdo en fran-
c(-s (como tampoco, que sepamos. "" c-spañol) . fN, del T./

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30 LA EPOPEYA DE GILGAMESH

gloria de Gilgamesh, qu ien aparece al riempo invencible y con un alma


realmence grande: un rey poderoso y noble. Con la finalidad , aparence-
menre, d e resaltar esca imagen de soberano ide-al, fue primero relatada
oralmente y luego escrita esta historia. Por primera vez aparece junto a él
un personaje cuya imporrancia no va a cesar de crecer ha5ra la Epopeya: E11-
kid11, cuyo nombre (Enki.clu) significa, en sumerio, criacura de E11ki (vé-.ise
nora 21 de nuestra edición del texto), el d ios m ás inteligente, el demiur-
go, al que los acadios denom inaban .Ea, cérm.i no ésre oscuro. Enkidu aquí
es ran sólo un «servidor» ele Gilgamesh, pero ele alto rango: sale de la ciu-
dad asediada con sus tropas para enfrcncarsc y derrocar a Akka y los suyos.

b . De Gi lgam es h y .H uwa w a (cuya sustancia conocemos también


gracias al h imno de Shulgi, p. 28) se nos han conservado diversas ver-
siones, la más larga de las cuales - complera, a excepción de unas pocas
líneas- alcanza unos d oscienros versos. Se mHa del rclaco de u na expe-
dición de Gilgamesh al «país» ( montaiia y bosque) «donde había co-
níferns6 que corrar». Turbado por la (¿repen rina?) mortalidad (¿una
epidemia?) de sus súbdiros, cuyos cadáveres ha visto descender por el
curso del río, y po r la brevedad de la ex istencia humana, el rey de Uru k
desea lanzarse a esca avencura, pese a los peligros que Je aguardan. Dis-
cuce sobre ello con su «servidor», Enkidu, quien, rras recordarle que
aq uella región se encuenrra bajo la procección de Ucu, el dios del Sol
(Sham ash, dirían los acad ios), le aconseja p resenrarse p rimero anre él,
para ob tener canco autorización como asistencia. U na vez que U tu con-
sienre, Gilgamesh y Enkidu se ponen en cam ino, acompañados po r
c:incuenca voluncarios. Para llegar a su des rino arraviesan s iece monca-
ñas. Tras una breve rnprnra de Ja cablilla, encontramos a Gilgamesh
profuodamence dormiJo, al q ue Enkidu luego dcspierca )' le aJv icrre
(tal vez como interpreración de un sueño de su señor) de que la región
de las Coníferas la cucela Huwawa, un ser formidable, especie de mons-
rrno, medio humano, med io divino, armado co n los Siece «Fulgores' »
sobrenacurales, capaces de aterrorizar y alejar a cualq u iera. G ilgamesh,
sin embargo , conven cido de que ellos dos, con ayuda de su madre,

'> El lérn1ino que traduzco, en este cou1·exlo, con10 «Coníferas>> es. en suntcrio, el
q ue luego de...;ign:irá hubicuuJmence al "'(;edro)• (conífera por exceler'lcia a ojos de los
habitantes de .b1esopotamia). Dado q ue éste l1himo nu n<.·a creció, que sepamos, en los
bosques del Za.sros, es muy probable q ue se et-acara, en un principio, de un cérn1ino
genérico, apl icndo, en nuestro caso, a o tras especies de <cconíferas» que allí crecfan:
ab ier~ícet.'>, enebr:.tles, ercérero.
; Véanse noras 76 y 399 ele: nuestra edición dd texto. Esros casos de luminosidad, a
la vez fascinante >' pdigrosa, inlprt'.sionaron, h~L<;la tal punto, a los anriguos htlbiranrcs de
~fcsoporan'lia que (."Xrrajeron de d ios una especie de <:<:Onrología mirológica,.. corno lo ha
t-xplio1do claramente E. Cassin en su libro Ltt Splcndmr divine (París-La Haya, 1968).

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INTRODUCCIÓN 31

Ninsuna, y de su padre, Lugalbanda, sabrán conclui r la rarea, p rosigue


su camino. Sus segujd ores abaten y podan siete árboles, uítO tras otro.
Una arrimaña hace caer a Huwawa en las manos de Jos d os amigos.
Éste, por su parre, en peligro de muerte, invoca a Uru en su ayuda y
consigue así ablandar el corazón de Gilgamesh, quien , s iemp re mag-
nánimo, q uiere dejarlo con vida. Enkidu se opone, decapira al mons-
truo y roma su cabeza para, retornados de nuevo a sus casas, ofrecérse-
la al soberano de los dioses, Enlil , quien, sin embargo, desaprueba esta
muerre y parece reprochársela a ambos. Luego - aquí el relaro roma un
aire etiológico- distribuye los Siete Fulgores terribles de Huwawa en
siere criarnras, Jo que explica el pavor y la fascinación que cada una de
éstas inspi rará en lo sucesivo: a través de las fracturas que jalona n el
rexro aún podemos reconocer al Río, el León, la Monrnfía ...
Hay aquí mayor complejidad y riqueza que en Gilga111esh y 1lkka.
En p rimer lugar, la e mpresa evoca, evidenremence, una de esas exped i-
ciones al cxrranjero, a menudo con fines bélicos, a las que se viemn
obligados, desde siempre, los habicances de Mesoporamia si querían
proclllrarse los rnarcriales de los que carecía su sucio, y especialmenre
m adera de construcción y de eban istería. Esras aventuras si.empre fue-
ron arriesgadas, no sólo debido a las dificulradcs de la rura, sino tam-
bién j>Or la acogida hosril dispensada por q uienes iba11 a ser ele esre
modo despojados. Lo gue el relaco nos dice sobre la meca del viaje, más
allá de siere moncañas y p rocegido por el dios del Sol, insinúa que el
bosque en cuestión se encontraba al este, sin duda en la parte meridio-
nal del Zagros (llegando ya al país denominado Elam), reg .ió11 monra-
ñosa y, antaño, abundanre en bosques, especialmenre coníferas, de la
familia de Jos enebrales y abiec:íceas. Por ranro , es hasca cierco punro
probable que fluwawa -a quien enconrraremos más carde bajo el nom-
b re ligeramenre modificado de Humbaba- represenre, a la vez, la re-
sisrencia ofrecida por los habicances del país y el peligro sobrenacurnl
atribuido a la empresa, sublimados ambos en u n personaje sobrehu-
mano· que pod ría evocar de algún modo al gran dios elami ra f lumban.
Esre dios , desde luego, era ajeno al panreón babilónico, pero perrene-
cía, p<>r su nacuraleza y función , al mismo universo divino (así se veían
las cosas en este país q ue era cualquier cosa menos incoleran re): he aquí
sin duda la razón de que el dios Enli l, a quien se le atribuye el haber-
lo creado, desaprobara su muerre.
Si Gilgamesh se había sentido cencado por una empresa can clara-
m ence úril a su país, ran incierta y peligrosa como g loriosa, y que, a fin
de cuen ras, evocaba ranros recuerdos de expediciones análogas, el obje-
tivo era, según él mismo lo explica, el de trascender, de alguna forma,
la muerte gue veía reinar en corno a sí, inspirándole un sen rimienco ele
horro r y rambién una reflexión sobre b fugacidad y la insignificancia
de la existencia humana. Por esre motivo, aspiraba a las proezas y a la

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32 LA EPOPEYA DE GILGAMESH

gloria, ansioso de «Úacerse "" 11ombre». Esra es la primera vez que le ve-
mos arormenrarse por semejanre preocupación sobre la inelud ible ex-
tinción del ser humano, que se convertirá en el tema esencial, en el ner-
vio mismo de la Epopeya.
En cuanco a Enkidu, si bien rodavía no es más que un simple «servi-
dor>> de G ilgamesh, serrara de un servidor privilegiado y muy cercano a
su señor, que interviene, casi como e n igualdad de condiciones, en sus
avcnrnras: le aconseja, le discute incluso y llega a tomar decisiones ...

c. los cienco cuarenra versos de Gilgamesh y el toro celes te se nos


han conservado mucho peor. Sólo han llegado a nosotros algunos jiro-
nes, interrumpidos por molescas lagunas, y nos falca el comie nzo. La
diosa fnanna (lshrar en acadio) aparece desde el principio, sin q ue se-
pamos la razón, enfadada con Gilgamesh, a qu ien ella (¿=su clero?) le
prohíbe adminisrrar justicia en su rem plo, el Eanna, lo cual sin duda
provocaría malescar en el enromo del rey de Uru k. El confli cco, cnrre
ranro, va envenenfoclose aún m<ís, sin que nosocros SCJYamos cómo, y la
misma Inanna le exige, con amenazas, a su padre, que le dé el «Toro
celesce» para «marnr» a Gilgamesh. Tras una nueva fracrura en la ra-
blilla, el m encionado Toro aparece en el cenero de U rnk, a la que sa-
quea. Un poco m,ís tarde, Gilgamcsh y Enkidu discucen enrre ellos,
eras haber dado muerce al animal. Gi lgamesh arroja la piel y las enrra-
ñas, d istribuye la carne encre los pobres, transforma los cuernos en va-
sos parn ungüentos «pm·a ltum11a en el E111111a» (sic). pero golpea, con la
para del m ismo Toro a la diosa, que ha de hui r. El relaco se in ce rrum-
pe en este punro...
En la literarura de Ja época enconreamos, de vez en cuando, alusio-
nes a la muerte del «Toro celes te», con o si n referencia explícita a Gi l-
gamesh. Era el nombre de una de esas ro nsrelaciones que, a los ojos de
los habi ranres ele Mesoporamia, tenían algo de animado, algo de gi-
gantesco y sobrenarural, que aquí aparece como un animal colosal y de-
vasrador. Parece razonab le suponer que el episod io enc ubriría, bajo un
halo legendario, alguna anrigua caráscrofe sufrida por Uruk cuyo ori-
gen, por deducción mirológica, im putaban a la inrervenci6n de Inanna,
irrirada conrra su ciudad o bien concra su rey, al tiempo que la libera-
ción se la agradecían a esce último, hewíco y poderoso como siempre,
y como siempre secundado por su inseparable «servidor» Enkidu. Nos
encontramos anre un nuevo resrimonio de la ad miración de la que go-
zaba el hé roe, hasca el punco de hacerle triunfar, en beneficio de sus
súbd itos, sobre el formidable peligw enviado por la diosa vengadora,
prevaleciendo así sobre ella.

d. Mucho mejor conocida, y por ces timonios mucho más numero-


sos, es la leyenda que nosotros llamamos Gilgamcsb, Enkidu y el In-

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INTRODUCCIÓN 33

fierno. Con excepción de algunas palabras, el re laro lo conservamos


compleco y alcanza algo más de creciencas líneas. Comienza con un lar-
go preámbulo, que sitúa en el comienzo del mundo - como forma de
subrayar la dimensión cósmica del rclaro, que adquiere así valor de
prorocipo- la planración, en la ribera del Éufrares, de un cierro árbol,
u n b11/11pp11, una especie de roble, prolY.iblemence. El Vienco del Sur lo
arranca y la diosa Inanna lo recoge, crasplancándolo a su jardín con la
idea de utilizar su madera, más carde, para fubricarse un crono y un le-
cho. Sin embargo, una temible Serpienre se refugia enrre sus raíces, un
Águila gigante en su cima y un D emonio femenino enrre ambos. Inan-
na recurre en vano a Ucu, el dios del Sol, •m hcnnano», para que los ex-
pulse de abí. Pide luego ayuda a Gi lgamesh, ororgáadole, para ablan -
darlo, el mismo craramienro de «hen11ano.. , y ésce corra el árbol, da
muerrc a la Scrpicnre, expulsa al Águila a la monraña, y a la Diablesa
al desierro, para después enrregarle a Inanna la madera del b11/J1ppu.
Parce de ésra se la cede, anrcs de nada, la diosa agradecida para que se
fabrique un Aro y una Vara, los cuales, según parece, figuraban en el
imaginario local como emblemas y ralismanes del poder soberano. Con
ellos en su poder, el rey de Uruk comienza a tiranizar a sus súbditos -o
quizás sólo continúe haciéndolo-. Anee las quejas, el Aro )' la Vara se
caen al In fierno sin que Gilgamesh logre recuperarlos. Eukidu, siem-
pre como su «Servidor>>, se ofrece para ir a buscarlos (para esca segu n-
da parre véase más abajo, pp. 202 ss., la versión acadia), y Gi lgamesh
le enseña cómo debe comportarse allí abajo para no parecer extranjero
en ran siniesrro Reino, para no parecer un Vivo en un lugar gue no es
el gue le corresponde. Por hacer caso omiso de sus consejos, E nkidu se
ve retenido en el Infierno, convertido en un muerto como los demás.
Para obtener su libertad (es decir, su retorno a la vida), su sciíor se di-
rige, pero en vano, p rim ero al rey de los dioses, Enlil, y luego al dios
de la Luna, Na1111a (al que los acadios denominaron Sín). Sólo el sabio
y benevolente Enki (Ea) atiende, siquiera parcialmente, a sus súplicas,
haciendo que Nergal, dios soberano del Jnfierno, o bien Ucu, según ocra
versión , pracrique un o rificio por e l cual el ee.rpfri111», el fantasma de
Enkiclu, pueda salir y reunirse unos insranres con Gilgamesh. Esce i.'11-
timo inrerroga, ansiosam ente, a quien, a parcir de ahora, llama su
«amigo>,, sobre el esrado y la suene de los difüncos. Con sus respuesras,
Enkidu le da a eurender que las condiciones de vida de los difuntos de-
penden , más o menos direcramenre, de las que hayan ceniclo durante
su vida. El relaco rermina aguí de modo brusco, sin que sepamos si
contin uaba en alguna orra cablilla, aunque no parece en absoluco pro-
bable. Nada se dice de la Vara ni del Aro, rnmpoco del regreso, incvi-
rable, de Enkidu a los Infiernos rras su enrrevisra con Gilgamesh, ni
del uso gue es re último haya podido hacer de las informaciones can ávi -
damen te solicitadas y recogidas, como por ejemplo, moderando sus ex-

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34 LA EPOPEYA DE GILGAMESH

cesos de poder por temor a sufrir, de una manera o de otra, las conse-
cuencias en el más allá.
Henos aquí, pues, trasladados a u n escenario complernmenre dife-
reme del anterior: en pleno ámbito de lo sobrenatural. Las dos prime-
ras leyendas conraban avenruras hasta cierro punro verosímiles, aunque
no dejemos de ver en ellas, co mo es lógico, los adornos incroducidos
por el folclore. El Toro celeste iba aún más lejos, con su G ilgamesh q ue
es capaz de abatir al monstruo y dcuocar a su poderosa señora, pero,
como he mos visro, los desrrozos causados por el Toro es probable q ue
hayan rccubierro, con el manro de la fábula, una antigua calamidad,
una desgracia abatida sobre U ruk. Aquí, en cambio, excluyendo la lo-
calización en esra última ciudad y la alusión a los excesos de su rey
(posiblt:menre, una reminiscencia histórica que volveremos a encon-
trar eu la Epof'eJ'ª I: 52 ss. ), no enconcramos ui el menor rasero, ni apa-
rente ni oculro, de hechos reales subyacen res: codo sucede en un uni-
verso imaginario, como Jo subraya, desde el comienzo, el prólogo
cosmogónico. Tal vez la primera parre evoque alguna leyenda etioló-
gica sobre el origen de los símbolos y ralismanes del poder, el Aro y
la Vara. En todo caso, parece claro que el final de la hisroria escá muy
pensado. con esa supresión, como hemos visco, de cualquier eleme neo
ajeno a lo principal. Enkidu había sido separado de Gilg amesh por la
muerre. Al sacrificarse por su señor, se ve promovido al rango de
«amigo» (variance posible de la leyenda de Enkidu que adoprará la
Epopqa) y, sobre todo, se encuentra en situación de responder, de
modo fiable, como un resrigo ocular, por deci rlo así, a inrerroganres
legírimamence planreados por todos los hombres, pero sobre rodo por
Gilgamesh , sobre el misterioso destino que la muerte inaugura. L'l le-
yenda refuerza así la impresión, derivada de algunos rasgos de Gilga-
111esh J' f.lttwawri, de que a nuesrro hé roe se le imaginaba imbuido de
una cierra ansiedad anee la imparable muerce, con independencia de
que esca particularidad (sobre la que volveremos en unos insrantes)
arranque de algún lejano elemenro hisrórico o bien, a partir de un mo-
menco dado, sin que sepamos por qué, se haya incorporado a la leyen-
da del viejo soberano ele Uruk.

e. Estas mismas preocupaciones reaparecen con coda inrensidad en


otro n:laro sumerio, cuyo cerna parece haber siclo La muerte de Gil-
gamesh, y que se nos ha conservado muy mal, en unos doscientos ver-
sos. Sólo comamos con dos únicos resrimonios, en pésimo esrado, de
los cuales no sabemos si derivan de una versión única o si representan
dos variantes del mismo rema. Se nos lm conservado el comienzo: Gil-
games h aparece acos rado, g ravemente enfermo, deshauciado. Luego,
una laguna. Después, quizá en un sueño. comparece anee la gran Asam-
blea de los dioses, quienes le recuerdan sus avenruras: la tala de las Co-

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INTRODUCCIÓN 35

níforas, la eliminación de J'.fuwawa, e incluso el viaje que le condujo


anre el héroe del Diluvio (es la primera vez gue enconcramos a es ce úl-
timo mencionado en relación con nuestro Gilgamesh). Los dioses le
explican q ue, según parece, en razón de sus méritos, u na vez muerro
y en el Infie rn o, se co nvenirá, a l menos, en «1·egente» y «gm11 juez de lo.r
Dift111to1», lo cual debería consolarle d e la desgracia de parcir, sin re-
torno posible, para resid ir encre los soberanos de antaño, los antiguos
altos dignatarios, los hombres y mujeres más iluscres del pasado. Lo
que sigue, m uy dañado, no esrá claro: pa rece que se describe la pre-
paración de la rumba y los funerales del héroe, acompañado por coda
su Corre (¿he ¡1quí un eco d e costumbres sanguinarias, que tenemos
bruralmente a testiguadas en el «ce mem erio real » de U r?) (véase p. 25).
Lleva consigo ofrendas para presenrarl as , al llegar allí abajo, a las di-
vinidades infornales y a los más famosos de los fantasmas con los que
va a enconcrarse. Lo resranre, hasra el final , es confuso debido a su es-
tado fragmentario.
Señalemos ún icamente que esta leyenda no sólo aresrigua la pro-
moción sobrenatural concedida a Gilgamesh post 11101·/em sino que tam-
bién subraya, con un trazo aún mas vigoroso, la estrecha relación que
se había establecido, en la leyenda escrita -reflejo probable de la tradi-
ción oral- , entre la persona del rey de Uruk y los problemas planrea-
dos por la Muerre.

LA EPOPEYA

A partir del siglo XVII! anees de nuestra era, se producen diversos


cambios importantes en Mesopotamia, si n duda silenciosamente pre-
parados desde hacía mucho ri empo. En el país sólo permanecían los
«acad ios», d escendiences de los amig uos ocupances sernicas, culcural-
m ence marcados por los sumerios a los que habían ido, poco a poco, ab-
sorbiendo, en el transcurso del lll mile nio. El sumerio, co mo he mos
visro, se man renía e n e l uso culro, literario y litúrg ico, pero en esros te-
rrenos, al igual que en la coree y en la lengua cocidiana, el acadio pre-
dominará en lo sucesivo. Por ocro lado, y procedenres cambién del nor-
oes te, habían ll egado, d esde fines de aquel mi smo milenio, nuevos
inmigraures semitas, individualmente o en grupos, para mezclarse con
los acadios. Se les conoce como amorricas o amorreos: su culrura, asf
como cambién la expresión más pacenre de esca úlcima, su leng ua, con-
ti nuaron evo lucio nando en su patria de o rigen eras la gran migración
«acadia» )' por ello, se habían transformado, asemej,índose a lo que lue-
go denomi naremos cananeo, de donde saldrá el hebreo. Una y otra las
abandonaron pronto - salvo cienos hábiros- , una vez asencados en su
nueva existencia y subyugados por la b rillante civ ilización en la que se

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LA EPOPEYA DE GILGAMESH

habían inrroducido y a la cual aporcaron, sobre codo, sangre nueva y un


nuevo fermenco, que s irvieron de acicace para su desarrollo.
Del mismo modo, a parcir de 1750, aproximadamcnce, debido al
gran flammurabi (de origen amorrco), la configuración política del país
cam bió rndica lmen ce, y por muchos años. Desapareció para siempre el
anrig uo régimen de ciudades-Esrado inrerrumpido primero, por el rei-
nado de Sargón y luego, por la llI dinastía de Ur (amb os igualmcnce efí-
meros) y que había cobrado nuevo vigor a principios del seg undo mi le-
n io. En rorno a su ciudad de Babilon ia, hasra enronces apenas conocida,
Hammurabi logró agrupar a codo el país en un reino en adclancc único
y estable, y que subsisri rá, con el nombre de Babilo nia, incluso después
de que la parce septentrional del cerricorio, Asiri a, se separe para cons-
riruir u na segunda unidad po lírica, en ocasiones aliada y, a menudo, ri-
val, pero siempre en una profünda dependencia cultural de Bab ilonia.
Pese a los avarares polícicos, esca ciudacl será sie mpre, más q ue la capi-
tal , la mccrópol is, el cenero y el faro del país encero, al que sus tesoros
y sus hallazgos conrinuaron iluminando y alimentando.
Esms transformaciones sociales y políricas, es evidente que repercu-
tieron in mediaramenre en los resranres ámbitos ele la vida y de la cul-
cura, co mo si nos cnconcrásemos an re u n nuevo comienzo, en manos de
una generación rejuvenecida, vigorosa, ambiciosa, heredera conscienrc
d e los s iglos pasados - de sus log ros, de sus reflexiones , de sus éxiros-
pero con un espíritu nuevo, con u n nuevo ralen co y nuevas virtudes.
Las consecuencias de semejante cambío de rumbo, en el pcnsa-
mienro y e n su expresión literaria, no se hacen espe rar. Es verdad que
la suene no nos ha sonreído: apenas ha aparecido un número reducido
de obras de este periodo, casi síem pre mal conservadas, pe ro suficiente
para que nos demos cuenta de q ue un soplo inesperado y poderoso re-
corría por entonces la literatu ra. Los poecas, en particular, rodavía es-
cribían en sumerio o, de modo a(in más simp le, traducían y, a veces,
adaptaban obras sumerias, pero rnmbién volarán con sus propias alas ,
componiendo ob ras en acadio , en una leng ua, a la vez arcaizanre y par-
ri cular, inspiradas en la anr ig ua trad ición, pero profundameme origi-
nales con una perspecriva y un esrílo desconocidos hasrn entonces, y
más de una vez, con un vigor y una fuerza sorp rendences.
Derengámonos en un solo ejemplo, pero destacado, porque en ver-
dad se erara del logro más acabado del periodo (en torno al 1700 como
m uy rarde) y de una de las obras maesttas de esra civilización ya ma-
dura, pero a la que aún le resran sus buenos quince siglos d e vida: se
erara del Poema de Atrahasl.11 o de l Gm11 SabitJ', en doscie ntos versos,
cuyo anónimo autor, con un sen ti do admirable y hasta entonces deseo-

' Vf:osc Lor1que les diet/.X.... pp. 527 ss.

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INTRODUCCIÓN 37

noc ido, de la sfnresis, co n una récnica composiri''ª muy depurada y un


equilibrio inaudico del pensamienro y la expresión, dibuja una cuadro
inreligence e inmortal de la «hiscoria» de la humanidad , desde su crea-
ción y su era mícica hasra época hisrórica, es deci r, hasra el momcnro
en que, en su proceso de formación por erapas, se encuenrra esrableci-
da en las condiciones equilibradas que le son propias. Al mismo riem-
po, esce cuadro daba pleno sentido a la existencia humana - cal como
podían aprehenderla entonces- , a su necesidad , a su papel lógico e in-
dispensable en la enorme máqu ina del universo•.
A la vista de codo csro, no nos sorprende que en esca misma época,
y puesro que el personaje ilustre de G ilgamesh había conservado in-
rncros su arracrivo y presrig io, un amor can original y vigoroso como
el de l Grtm sabio, y no menos anónimo, se haya apoderado de los frag-
mencos dispersos de la vieja leyenda para remodclarla y vercerla en una
presencación liceraria grandiosa, penerranre y tascinance: para compo-
ner, en fin, al menos en su primera versión , la Epopeyt1 que codos ad-
miramos.

La Versión a11/igwz

Es la versión que primero llegó a nosorros, pero ¡podemos, con fun -


damento, considerarla idéntica, en su rexrura, en su coherencia, en su
su fuerza y acracrivo, a la orra, mtis recicnre por unos pocos siglos, y
que por avarares ele la suene, nos es más familiar {véase p. 47). La co-
nocemos co mo la Versión rmtig11r1 de la Epopeya de Gilgamesh o, si se
quiere, su Versión babilonia porque procede de los riempos de la gloria
naciente de Babilonia que los hisroriadorcs denominan periodo pako-
babilonio {segundo marro del ll milenio).
En los úlcimos cien aiios, se ha recuperado, de esra Verú ó11 tmtig11r1,
apenas una decena de cescimonios. Todos ellos están escricos en aca-
dio y la mayoría so n sólo fragmentos de cablillas, de diferentes ta-
maños, de manos cliferenres, hallados en sirios dive rsos, y p resenra
cada uno momentos d isrincos en el largo vagab undeo de G ilgamesh,
como si fuesen segmentos recortados de una larga linea. Sin detener-
nos en sus respecri vas daraciones, generalrnenre imposibles de esta-
blecer con precisión, procederemos a enumerarlos ;1 conrin uación en
el orden, digamos, «lógico» que es el que conocemos mejor: el de la
Versión reciente de la Epof'CJ'" en su edición "11i11ivita" {véase más aba-
jo, p. 47).

' Lom¡ue les dim.v... , p. 600.

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38 LA EPOPEYA DE GILGAMESH

Las tablillas de Filadelfia y de Ya/e

Los fragmencos m ás imponences de esra primera versión son dos ta-


blillas eme ras, p rocedentes de excavaciones clandestinas (probablemen te
junro a la anrigua ciudad de Sippar}, y conservadas, una en la universi-
dad de F iladelfia y la ocra en la de Yale. La forcu na ha querido (¡ue una
sea continuación de la otra, como dos cantos sucesivos de la J/íada. Cad a
una conr.iene alrededor de dosciencos ci nc uenta versos, coceos y, en gene-
ral, muy bien p reservados, co n la excepción de algunos pasajes malrrara-
dos o ininccligiblcs. La primera (FiladelfiaíP: véanse pp. 215 ss.) co-
mienza con un doble sueño de Gilgam esh que le anuncia la llegada a
U ruk d e un amigo. ~ig111d tJ él en vigor». Se traca de Enkidu, junto al cual
e l celaro nos transporra a conrinuación: Enkidu esní en el desierto, es un
ser inculco y salvaje'º. Se cncuencra en compaiiía de una corcesana, con la
que hace el amor, que le subyuga y le :u:rascra hasra la ciudad (llruk) y
su vida .(Cfiuada. En el camino tiene Jugar su ap rendizaje, encre Jos pas-
rores, cu.ya vida es, s in embargo, rudimenrnria. U na vez en la capirnJ, se
enfrcn ca a Gilgamcsh, lucha con él, pero no consigue vencerlo, y ambos
se reconci lian. El rexro se inrerrumpe aquí con una noca de copisra (lo
q ue se de nomi na un colo/611) q ue p recisa, únicamence, q ue lo q ue acaba
de cransc ribir consri ruye la "seg1111da liiblilla» de la obra titulada, por sus
primeras palabras (como era usual): • E>:cepcio11nl [t11011nrca}».
A pesar de las nu merosas lagunas, desde el p rinc ipio de la orra ta-
blilla (Ya/e/Y. véanse pp. 227 ss. )' foro 3) intuimos que los dos héroes
se han hec ho am igos inseparables, com() dos herm anos" . Pero como la
escancia en la ciudad, al parecer, había deprimido a Enkidu, Gilga-
mesh, canco por salir de esce csrancamienro como por realizar alguna
hazaiía que Je haga célebre, piensa en pa rrir con su amigo al Bosq ue y

•• Un o-linúsculo fragmento (jtrcs íinalc.s de verso!) hallado en Nippur, pe-nenl~i<.'n­


cc a la 1nísrr1a C:poca, parc.X'.:c rc:forir.$(: a la cn.-ac ión de f:nkidu, destinado por los diost.-s a
c nfrcncarsc con ( ; ilgrun csh (?)en un con1bacc singular, dd que resultaría la "·pacific(/ció11
de Ur11kp (¿alterada por los CXC(."SOS de su rcr?). Si los rcscicucioncs (IUC permiten esta in-
terpretación son correctas, este frag m ento se- sicuarín~ según b rrani..1. de la Epopeya. ya
desde su Vmió11 a111igfla, ames del contenido de la Táblilla d• Filaddjia (véanse pp. 215 ss.).
y se cr.uar.í a de un nuevo punco de concacco con la VerJión ni11ivitl1. (1: 62 s1.)
0
Algunos extgeras, r~1n anchados en su pro pia époc:t q ue no pueden dejar de rrans-
planwr, a Cüda paso, los problemas del presenre, h:an visto sin gé-nero de dudas, enue
G ilg;tmcsh y el Enkid u ele la E¡10pepr, una rdaci6 n homosexual. No hay ni un sólo tex-
to claro e indiscutible en ese senc ido. Y. de tOllas n1anera$, en una nH:ntalidad como
ésta, tan ajena a la.~ nlaklicionc5 c:ris1ianas c:ontnL la "'carne» y d •pecado)~ )' donde la5
rclacloncs anlorosas, homoscxuak-s o hctcroscxuall·s st.• vivían y se: valoraban de-una fi:>r·
rna can difcrcncc de la nuestra (véa~c por cjc n'lplo el capíc ulo sobre El «amor l ibre» )' 1111
dt•S1J(11taja.r. pp. 224 ss., de AtéJopotamic). In cuest ión no tlcnc sencido, al Jnenos en la
perspccti••ú propia de lu E/l()/>'J"'·

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INTRODUCCIÓN 39

Monraiia de los Cedros, para obrener algunos, y eliminar a su gua rdián,


el cerrible Huwawa. Reconocemos aquí el cerna, y en algún caso tam-
bién los deralles, de la leyenda sumeria Gilga111esh J Hmuawa. h.íbil-
menr(' r('urilizarlos por <'I autor. Pl'SI' a las rl'ticc:'ncins rle Enk irlu, q u ien
ya se había encomrado antaño con el Monsrruo y sus Siere Fulgores
(cfr. nora 7 de esra Introducción) y, por ello, conoce mejor que su com-
pañero los rerribles peligros a los que se exponen, Gilgamesh se empe-
ña y convence a Enkidu. Se procuran luego las armas que necesican y
Gilgamesh anuncia pública~ence su inrención a sus súbdiros, que pri-
mero rechaza y luego aprueba el Consejo de Ancianos de la ciudad.
Tras haber implorado la ayuda del dios Sham,\Sh, el dios del Sol, a
quien considera su gran proccccor, acompañados por las aclamaciones
de l pueblo" , les vemos parrir a ambos. Aquí se inrerrumpe la rablilla,
alg unas líneas anees de su final.
Es evidente que este amplio y coherente fragmenro de quiniemos
versos, en sus dos mitades, anuncia en sí mismo una obra imponence,
muy alejada, en cuan ro ral, de las modesras leyendas sumerias de rres-
cienros versos como mucho. Además, hemos de añadir, pues nos fuerza
a ello la nora de l copisra al final del documcmo de Filadelfia, una ta-
blilla anterior y posrular, al menos, orca más, rras la de Ya/e, que sólo
in icia el rclaro del viaje: rodo esro supone, como mínimo, unos mil ver-
sos. Cabría evidememenre decenerse aquí e imaginar que el aucor de
esca obra consagrada a Gilgamesh ran sólo quiso relatar su avencura a la
búsq ueda de los Cedros. Para corregir csra visión un ranro rcduccionis-
ra co nra mos ron los resranres fragmenros paleobabilonios, que amplían
singularmeme el horizonce, sobre codo si pensamos en las pe rspeccivas
amplias y sosrenidas de la gran Versión ninivita (véanse pp. 47 ss.).

Los fmgmentos de Bagdad y de Chicago

Por un lado, cenemos eres o cuatro piezas depos iradas e n el Museo


iraqu í de Bagdad, algunas de las cuales aparecieron en un lugar cercano
a esra ciudad, Tell Harma! (véanse pp. 240 ss.), más una pequeña rabli-
lla, exhumada unos 80 km miís hacía el esre, en el valle del Diyfüa, y
acrualmenre en los cajones del Orienral Insríture de Cbicago (vé.anse
pp. 244 ss.). Todas documeutan alguno de los episodios de la aventura
anunciada en la mencionada rnblilla de Ya/e. Se mencionan sueños so-
brecogedores de Gilgamesh, pero q ue, inrerprerados por Enkidu, apa-
recen como orras ranras promesas de éxiro para su az.aroso viaje. El frag -

" Sobro la posible razón dd imcrés por Gilgamcsh manifosrndo por d dios Sha-
n1ush, véase nota 3 de esta Introducción.

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40 LA EPOPEYA DE GILGAMESH

menro ele Chh-ago se si rúa en un momen ro ul rerior, cuando los dos com-
pañeros, tras hacer prisionero a Huwawa, el udan sobre lo gue deben ha-
cer y luego Jo matan, para dedicarse al punro a explorar las riquezas del
Bosque de los Cedros, antes ele retornar a su lugar de origen.

Los fragm<mlos de Berlín y de Lo11dres

Se erara de orros dos fragmentos, descubierros rambién por excava-


dores clanckscinos: uno comprado en Irak, a principios de esce siglo y
depositado en Museo de Berlín (8). y el otro, del mismo origen, pero
que fi.1e a parar a Londres, al Brirish Museum (L), en cuyos almacenes
fue redescubierro en 1965. En lecha posrerior se demosrró que ambos
pertenecían a lu misma cablilla (véanse pp. 249 ss.). Los aconcecimien-
ros rienen lugar en un momenro posrerior a la expedición al Bosque de
los Cedcos. Tras una larga enfermedad, E nkidu muere en brazos de Gil-
gamesh, y esre último, desesperado, negándose a sufrir la misma suer-
te espantosa y cruel, parre en busca de un medio para evirar su propia
excinción. Así se lo cuenra a una especie de ni nfa co n la que se en-
cuencra al término de un prolongado vagabundeo. fa ninfa intenta
desanimarlo, pero él, obcecado, le pregunrn cómo puede cruzar el bra-
zo de margue le separa del héroe del Diluvio, gue ha alcanzado la in-
morralidad, cuyo secreto le qu ie re arrancar Gilgamesh. La ninfa le
manda enronccs a un «Barquero» con el que se embarca, y el rexro se
inrerrumpe aquí. Son , en conjunro, unos sesenra versos, residuos de
una cablilla enrera, que no es verosímil gue basrara para relatar en co-
dos sus pormenores esce nuevo episodio de las aventuras de Gilgamesh.

E.~tos fragmentos p1Y!.wp1me11 1111a histo1·ia co11tinua: el estado


originario de la Epopeya

Aún siendo fragmenrarios, esros desiguales flec:os, gue daramos en-


cre los siglos xv111 y XVJJ, nos proporcionan, bruscamente, un cuadro
de Gilgamesh muy diferenre del de las hiscorieras en sumerio de fina-
les del 111 milen io (pp. 29 ss.). Sin atentar conna la prudencia, siem-
pre apropiada en hiscoria, y cauro m:ís necesaria cuanco que nos halla-
mos anee un expediente incomplero y lleno de lagunas, parece difícil
negar que, en conjunro, rodos estos fragmen ros, a pesar de sus diferen-
cias de exposición, de vocabulario y de estilo, se refieren a una sola obra,
cohcrcnce, de larga duración y de amplios horiwures: sin duda, la mis-
ma obra cuyo círulo cita la nora final de la cablilla de Filadelfia: «Ex-
cepcio11al [monarca]». Según los hábitos literarios del país, esras palabras
traducen una apelación solemne, sin duda al rey de Uruk con, proba-

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INTRODUCCIÓN 41

blemenre, u na presentación del personaje de Gilgamesh. Enkidu, q ue


aparece consrancememe en las dos cablillas conservadas, ral vez figura-
ra como un ser salvaje, cuya aparición se atribuye a un remoro fin po-
lírico (véase nora 1Ode esta lncroducción), domcsricado y «.h umaniza-
do» por una mujer que lo conduce al lugar donde él se hará cargo de
su personaje. Lo vernos convenirse en el cmligo, fracernal e insep-.irable,
de Gilgamesh , cuando en las leyendas en sumcrio - con la excepción d e
G iigmne.rh, E11kidtt y el Infiemo, pero aquí sólo después de su rnuerre-
nunca fue nada más que e l «Servidor», p ri,,ileg iado sin duda, pero sin
ese lazo afccrivo que lo cambia codo en sus relaciones. La avencura en
el Bosque de los Cedros es evidence q ue guarda muchas cosas del Gil-
gamesh y ft11we11ua sumerio, incluso numerosos deralles como los Siete
Fulgores del monsrruo. Sin embargo, a l ucilizarlos, el auror acadi o de
esca obra nueva ha simado la anrigua y sucinrn leyenda en un conrex-
tO más amplio, confiriéndole así un sentido mucho más profundo, del
que carec ía en su estado originado. Debemos precisar aquí que uno de
nuestros fragmenros designa explícirameure por su nombre al • Lfb,,-
"º": la «il-loma11a ,, y el «Bo.rque de fo.r Cedros» ya no debemos siruarlos
al este, como en el relaco surnerio, sino al noroeste d e Mesoporamia, y
aunque empica el mismo rérmino botánico, ya no se erara, en general,
de Coníferas (enebrales u orras) s ino de aurénricos «Cedros »''. mucho
más preciados y esrimados Desde fi nales del III milenio es p robable
que estuviesen ago radas las reservas d el Zagros y, tal vez animados por
los nuevos inmigranres amorrcos, los habicances de Mcsopocamia vol-
vieron la visra a los grandes macizos del noroesre, conocidos, sin duda,
desde hacía mucho riempo, pero mucho menos explo rados, que sepa-
m os, en canco que m;ís alejados y de más di fícil acceso. El camino que
conducía hasra ellos, mucho m;is largo, se encuentra aquí rcparrido en
etapa5 y noc hes llena5 de sueñc>s d e buen augurio, que son ütra5 tanta5
novedades en comparación con el bocero de G ilgamesh )' H111ue1wa. Todo
lo que allí no figura, pero sí en la versión que nos descubren o nos de-
jan entrever escos fragmencos, supone, por la parce del autor, no sólo
u n trabajo de adaptación sino la búsqueda y compilación de daros fol-
clóricos, procedences, bien de obras anriguas escritas, probablemence
en sumerio, que no hemos enconreado (¿aún?), bien de una rradición
oral que podemos suponer rica y antigua.
Nada sabemos de lo que les sucedía a Jos dos héroes una vez de re-
greso en Uruk: no subsisce el menor fragmento. Es claro, a juzgar por
la continuación, que regresaron sanos y salvos, e incluso, cabe pensar,
triunfantes. La última parte recuperada, en dos fragrnearos (los de Ber-
lín y Londres), nos revela que, cmrc tanto, el amigo de Gilgamesh, En-

· ~ Vé~e nota 6 de estn lnrroduc:ción.

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42 LA EPOPEYA DE GILGAMESH

kicl u, habfa fallec ido de una muerre no violenta, p ero premarura, en rre
los brazos de su desesperado amigo. Encendemos sin ninguna duda que
desaparece aquí q uien no era un simple ..servidor», por muy próximo
q ue escuviera, al cual se llora y susticuye por otro, sino el am igo m ás
querido, el más ín ti mo, a cuyo nacimienro hemos asiscido en los pri-
meros fragmenros, así como al reforzam ienro de los lazos que le unen a
Gilgamesh, el amigo irreemplazable cuya extinción le había mostrado
el roscro de la muerre: la había tocado con el dedo, repugnante e inso-
porrable, mientras sujeraba enrre los brazos los despojos en descompo-
sición de su amigo; y la había rechazado y odiado, al no poderse hacer a
la idea de ser un día caprn rado también por ella y transfo rmado en esa
cosa innoble. Esca es la razón ele q ue, al no cnconrrnr suficienres esos ri-
dículos sucedáneos de la inmorralidad que son el renombre y la gloria,
ya adq uiridos en la Avenmra de los Ced ros, Gilgamcsh decida embar-
carse en una expedici6n diferente, esra vez solo, a la búsq ueda de la vida
sin final, del med io para escapar a la rnuerrc y vivir para siem pre. Nues-
rrns documemos no van más lejos. Sin embargo, como en el caso de la
cablilla de Ya/e, había forzosamente una conti nuación, que, a grandes
rasgos, podemos cncrever: es preciso que a csce héroe del Diluvio, po-
seedo r de la inmorralidad, Gilgamesh lo encuenc rc al fin , pues se em-
barcaba en su busca en el punro donde se inrerrumpc la rabiilla. Y para
dar respues ra a las advercencias de la Ninfa, hace falca que codo cermi-
ne en un fracaso que bien pudiera ser el final de lu historia...
Este conju nto de restos nos permi te, pues, entrever, antes del terre-
moto, una consrrucdón eleganre, ele impecable línea, es decir, una ver-
dadera epopeyr1, en corno a un héroe mag nífico, un largo poema (al que
le podemos, razonablemence, atribuir al menos dos mil versos}, inspi-
rado y grandioso, cuyas desiguales escenas, el auc<>r las había asumido,
moditlcaclo y disr.ribuid o equilibradamenre en una larga rragedia, con-
movedora y compleja, recu briéndolas con un mismo estilo, an imándo-
las por una misma inspiración y dirigiéndolas a rodas ellas hacia un
mismo objetivo. S in duda, la leyenda sumeria de Gilgmnesh y l~ttwawa
le proporcionó el susrraro ele roda la primera pa rre: la persecución de
la inmortalidad gloriosa, pero a la posr re ilusoria, que dan las proezas
y el mérito fue, d e rodas ellas , la m ás llam ativa y famosa. Sin embar-
go, modificó los datos para preparar lo que iba a venir a conrinuac ión:
si nuesrra inrerprecación del pequeíio fragmento de Nippur (nora 10
de esca In rrod ucción} es correcca, no solamente a E nkidu lo inrroducen
(evidenremence, los dioses} en escena con un objecivo preciso (e ncon-
trar al rey de U ru k e inrerforir en su vida y en la d e su ciudad} sino so-
bre rodo, lo vemos convertido súbirnmenre, de simple servidor q ue era
en la leyenda, en el amigo, el amigo ínrimo de Gilgamesh, su doble.
Todo lo que sucederá después, roda la segunda parce de la a ven cura,
que consciruye el co1urapunco de la primera, obedece precisamente a

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INTRODUCCIÓN 43

esre ascenso: la muerre, pero no la de cua lq uiera sino la de su amigo,


le muesrra a Gilg amesh qué significa morir, esrar muem>. Esra expe-
riencia insoporrable lo empujará a esra ocra serie de aventuras, igual-
m encc peligrosas y hcróicas, pero solirarias, buscando dcsesperada-
menre los medios para escapar a su destino. Pese a las diferenci as en
cuanro al p rop6siro y el cono, se reara de u na obra comparable al Poe-
ma de Airahasls por su inreligencia y su fuerza, una sínwis magistral,
para la que no sirve como p receden ce ningu na obra sumer.ia ancerior,
ni siquiera las más perfecras.
Por esca razón, sigu iendo las reglas del mécodo histórico, no sería
juicioso considerar codos estos fragmencos com o hallazgos formiros de
trozos inconexos: mdos ellos rem iren un os a otros, siqu iera mediance
nexos y apelaciones suriles, pero aú n discernibles, lo que quiere dec ir
que nos enconreamos (y más adelante lo veremos con m:(s claridad aú n)
con la p rime ra versión identificable para nosorros d e la EpopCJ'ª de Gil-
gamesh, ~u presentación o riginal y originaria, su «Versión a11ti[!/1a ».
A su auror - pues ral es la regla para los esc ritos antiguos, obras
maestras o no, y en Mcsopocamia cal vez aún más que en orcas parces-
no lo conoceremos nunca, pero a rravés de su Poe ma nos llega su in te-
ligencia y fuerza de espíritu, y también su cultura y humanidad. Pro-
bablemenre la escribió en u n momen co m,(s p róximo al siglo )<'VIII q ue
al xvu: du rance esra época gloriosa «paleobabilónica», no solamenre
era conocida si no que se había difundido por tod o el país, como lo aces-
ciguan el número (a unque sea pequeño) y la di fusión de los fragmen -
ros recuperados y las parricularidades de sus respectivos esrilos. Más
aún, podemos incuir rodo u n trabajo de reedició n, probablemenre co n-
d icionado por las prácricas lirerarias del lugar y la época, en que alg u-
nos de ellos, especialmente los que celaran los sueños de G ilgamesh in-
rerpreraclos por Enkicl u en el camino haci a la Monraña de los Cedros,
según parece, presenraban los mismos episodios con va ria nres -en la
m edida en que podemos comprenderlos por su mal esrad o y por su es-
tilo si bi lino-, cal vez incluso abrevian y co nde nsan un relaco q ue en
orros apa.recía miís largo y com ple ro ••.
En uua cultura q ue ig noraba, no ya la «propiedad literaria» sino el
carácter, para nosotros inamovible, del «texro recibido», al menos cuan-
do se erara d e una obra célebre, y que no se sen cía obligada a respe tar ral
vel nada más que el escenario y cierca fraseología, irfo inr roduciéndose,
con el paso de los siglos, diversas inrerpreraciones y adaptac iones de la
Epopeya - al igual q ue sucede rá con orras obras tam bién célebres-, según
vaya cambiando el gusto, el esrilo, el lenguaje de una civil izació n adul -

' l\<fás ~ddanre Yeren1os (véanse especialnlenu: pp. 40 ss.) orras inrerpreraciones y
1

breviarios de d iversos episodios de la Epope)rt1- pcrrcnecicnrcs a la tcadición mL-soporá-


mica o extr;1njcra.

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44 LA EPOPEYA DE GILGAMESH

ra y segura de sí misma a la que casi ya no quebranrarán las vicisitudes


de la vida polícica, social y económica y que, por el concrario, va a dis-
tribuir en corno suya codas las riquezas que había acumulado.

R evisiones y d ifusión

En i\lesopotamia: la tablilla de U r

En el cranscurso del medio milenio q ue se abre, hacia el 1600, con


la desaparición de Jos últimos sucesores de Hammumbi, apenas conta-
mos con ningún resco de la Epope)'rt descubierro en Mcsoporamia: ¡de
nuevo una mala pasada que nos brind a el azar! Sólo merece nuestra
atención una rablilla de scsenra y siete líneas, en mal esrado, de finales
del n milenio, hallada en Ur y que inrrocluce un episodio, hasra el mo-
mento , ausente de la documenración que cenemos (véanse pp. 256 ss.): la
enfermedad q ue habría de provocar la muerte de Enkidu y cómo su de-
sesperación le empuja a maldecir a dos personas causantes de su cambio
de vida, ele que hu biera abandonado el clesierro para rraslaclarse a U ruk
y precipitarse en una existencia nueva a cuyo insoporrablc fin asiste aho-
ra: un Cazador que había conrribuido - gracias a las versiones /;ititt1 y 11i-
11ivitt1 sabemos de qué forma- a su abandono del esrado salvaje, y la Cor-
cesana, cuya intervención, como ya sabemos, fue dererminanre para
acercar a Enkidu y a Gi lgamesh. .Más adelante, veremos (p. 256) que
nada nos impide relacionar a la rablilla de Urcon la Venió1111i11i11ita.

En el ex/1"a11je1·0

T!. mar

Es, sin duda, u n fonómeno signilicarivo el hecho de que los rescan -


res fragmenros de nuestra Epopeya, e n el rranscu rso de los siglos que
abarcamos aquí, procedan de fuera ele .Mesopocamia.
En Ema1; sobre el Éufrates, a doscientos cincuenta kilómetros al
esre de J\lepo , nos inte resan dos frag menws penenecie nces a una nu-
crida «biblioteca.» formada alrededor del siglo XIII (vém1se pp. 261 ss.).
Uno de ellos, diminuro, consistiría en una frase dirigida por Gi lga-
mesh a Enkidu, probablemente en el camino hacia la Montaña de los
Cedrns. El otro es más largo (unas cuarenta líneas, con numernsas la-
gunas) y revela un episodio, hasta a hora inédito, de las avenmras del
héroe: sin duda a su regreso ele los Cedcos, se ve somecido a las presio-
nes de la diosa Ishcar, que le pre rende por «esposo» y a la que él re-
c haza brutalmente. Un poco después, tras una laguna, la misma Ishrar

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INTRODUCCIÓN 45

reclama y obtiene de « Sii padm. Anu algo - cuyo nomb re se ha perdi-


do , pero se traca evidememence del «Toro celeste»- que provoca en
Uruk diversas cacástrofos. Vemos, pues, que antes del finales del se-
gundo milenio (pero tal vez ya desde el principio) la Epopeya in tercala-
ba enc re la muerte de I~Iuwawa y la de Enkidu, un episod io proceden-
te de orca leyenda sumeria, la el e Gilgamesh y el Toro celeste, bastante
recoc:ida, si hemos entendido bien, de modo que se justifique Ja inter-
vención del Toro, produno de la cólera de fshrar, en un conflicto, di -
gamos «ele amores» entre ella y Gilgamesh.

Megiddo

Más al oeste de Ema:, en Megiddo, Palestina, a rreinra kilómetros


al sudes re de Haifa, apareció un fragm enco ele tabl illa, datada en el si-
glo X.IV, que relata, en unos treinta versos iucompletos (véause pp. 264 ss.)
un episodio, igualmenre desconocido hasra el momenrn, de la enforme-
dad de Enkidu, el insran:e en que empeora y se cncuemra a las puercas
ele la mue rte.

El territorio hitita

El texto en acadio

El fondo más rico y, a pesar ele su mal esrado de co nservación (a me-


nudo diminutos pedazos apenas legibles), el más significativo e ines-
perado, se encuentra mu: ho m;is al oeste, en plena Asia Menor, en las
ruinas de Harrusha (la acrual Bogbazkiiy), la antigua capiral del país e n-
ronces ocupado por los hitiras, de culrura y lengua indoeuropeas, pero
fuertemente influidos por la civilización mesoporámica. En primer lu-
gar, es rán los testimonies direcros de la EpopC)·a, una docena de frag -
menros que conrit:nen varios flecos del rexro t1cadio (véanse pp. 267 ss.).
A juzgar por diversos indicios, algunos de es ros fragmen ros deben de
pertenecer a una misma tablilla, aunque no podamos unirlos física-
mente, pero ninguno parece haber sido traído de Mesoporamia: todos
fueron escriros sobre el cerceno, en el esrilo local, alrededor (le 1400.
Algunos de ellos sólo podemos vincularlos a la Epopeya por uno o dos
rérminos caracrerísricos fGilgm11esh, Enkid11, H11wt1wa) que han sobre-
vivido. Ocros dicen algo más, un puñado de líneas de las cuales unas
sigue n de cerca el texro conocido por los fragmentos paleobabilonios
mienrras que orras emplean un cono algo diferenre que se asemeja al de
la Versión 11i11ivitt1 o rec iente. Uno de ellos parece relarar el ep'.sodio en
el que la Cortesana arrastra a Enkidu fuera del dcsierro y lo conduce

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46 LA EPOPEYA DE GILGAMESH

junro a los Pasrores. Orros giran en romo a la Expedición al Bosque de


los Cedros: un sueño de Gilg amesh, el encue nrro co n Huwawa, su
muerce y lo que sigue después ...

Lr1 Venión hititr1

Los erudiros hiritas 11 0 se limitaron a cultivar su gusro por el héroe


de Babilonia y e l relaro orig inal de sus avencu ras, sino que tmd11jeron
esra obra a su lengua, signo cvidencc del incerés que despcC1aba en
ellos. De esta versión, a la que habían rirulado «Poema de Gilgamesh».
subsisten unos vein te fragmenros pen enecienres a varias tabli llas, tres
o cuarro mi vez (véanse p p. 235 ss.). En ellas descubrimos q ue el naci-
mienco de Enkidu en el dcsierco lo habían decidido los dioses con el
fin de oponer a G ilgamesh alguien ran fuerte como él que pudiera re-
frenar sus abusos d e poder; que a este mismo Enkidu, que llevaba una
vida salvaje en la esrepa, lo había visro u n Cazador quien luego lo ha-
bía denunciado anee Gilgamcsh y ésce, para acraerse a un ser rnn ex-
traordina rio, le había e nviado una Cortesana. Ocros fragmentos se re-
fieren a las ecapas del viaje emprendido por los dos amigos inseparables
hacia el Bosque de los Ced ros, donde encuenrran y hacen prisionero al
te rrible Huwawa, que les amenaza d e muerce. Todos estos episodios,
así como los intermedios que han desaparec ido por las inrerrupciones
del rexto, integraban una sola tablilla en la versión hitita, la p rimera,
mienrras que en la Ve1:rió11 r111tig11t1 ocupaban al menos cuarro, y c inco
en la Versión ninivita. En orras palabras, el rexro hi rica no es una cra-
ducción liceral sino más bien parece un breviario, un «digesto».
Lo que viene a co ntinuación está muc ho más entrecortado y es di-
fícil de encender, pero al menos se alude, jusro anres de la enfermedad
de Enkid u, a una pesadilla que ésre riene en la que se ve condenado a
muerte por el Consejo de Jos dioses, y eras su muerre, el vagabundeo
d e Gi lgamesh: cómo se e ncue ntra con la Ninfa y la incerroga, y d es-
pués el Barquero, q uie n hab la de hacerle arravesar el brazo de mar, evi-
dencemence para reunirse con el héroe inmortal del Diluvio. Todo el fi-
nal de la his coria, por desgracia , se h a perdido.

La Versión h11rritt1

Nuevo indicio del considerable inrerés suscitado, en aquella época,


por la obra lireraria que relataba las avencuras d el rey de Uruk: tam-
b ién se había traducido (¿ ral vez ig ualmenre en forma resumida ?) a la
leng ua hurrita, la propia de una elevada culrura extendida por el nor-
te y el noroeste de Mesopornmia (hasta Asia Menor). donde llegó a en-

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INTRODUCCIÓN 47

concrarse, durance un riempo, en siruación de predominio, poco des-


pués del 1500. Más o menos a es ra fecha perrenecen los dos fragmen-
cos que han aparecido en los archivos hiticas: se encuencran muy mal
conse rvados, y adem,ís el hurrira, entre l as demás lenguas antiguas del
Próximo Orienre, lo conocemos aún muy mal, pam que podamos ex-
rraer de esros documenros rodo lo que ral vez hayan preservado del rex-
co y del relato. Al menos , es indudable que crncan de Gilgamcsh. de su
«hermano» En kidu, y de s u encuentro con Huwawa.

La Ve1-sió11 11i11ivita"

Una difüsión pare<:icht a la de la Ej1opeJa duranre roda la segunda mi-


rad del u milcuio, can poco ricmpo después de su creación, no la conoce-
m os para ninguna orra obra l iceraria de esras remoras épocas: he aquí una
prueba del inrerés «universal » que bien prouro suscitó, más allá de las di -
ferencia.~ cu lrumles, pa ra llegar a lo que es común a rodos los hombres, en
el fondo de su corazón y de su alma. Esre mjsmo fenómeno cienc cambién
orra lecrura: nos permire presuponer, de una generación a o rra, un traba-
jo secu lar de «erudicos» -del que hemos visco más de una prueba: reco-
ques, rraducciones, resúmenes ...- , no solamcnre para cop iar, rmnscribir y,
en suma, «reedirar» incansablemenre la Epopeya, sino para reinrerprerarla
muy l ibremenre y renovar, según el g usco de la época, su escilo o conre-
nido, acrual izar m{LS o menos, la presencación de algún episodio concreco,
y even rualmenre, en riquecer el conjunro con nuevas p eripecias, romadas
b ien de obras escriras y hoy desaparecidas, bien del caudaloso rorreme de
la t radición oral, o rnmbién «creadas» por los propios aucores. Un ejem-
plo: con la J ocumcnmción actualmcn cc disponible, podemos conjerurnr

t\ 1 -fasta c:I rnon1c1uo sólo c.·on()Ccnlos orro caso de cxplocación liceraria e.le la lt:yen-
cla de Gilga1ncsh: se: erara ele una «C.:trta.» apócrifa, de cuarenta y cinco lacga.~ línc.-.is (rnuy
a menudo, mutiladas) qi.u~. en calidad de «rey tic U1· (!)y¿,. B11bilu11ia,.. }'señor de w.lo-
dos Los países de Orie-11/c te Oc:1:iÁttll.e». Gilgamcsh envía aJ soberano de una ciudad desco-
nocida para rcclan1arle la entrega de un tributo exorbitante y directamente: fanrásrico:
d«enas de miles de cubillos de codos los pcb.jes, ,,vtiJJ1'' 111il c'tÍttftu'(JJ di! a«:ire, 1n:iu1a JJJi/
de JJ1ic/, (X:l1twlt1 mH d~: vÍnQ. .. "'.- un bloque de quince ki los de oro, •f'arn rol«arlo 10/Jn: el pe·
rbo ele (In t:.rln/!1n de) 111i nmigfJ Enkit111 ~ y rre:s mil seiscieoras tonehu.l:1s de hierro ... bajo la
amenaza de es1:r.1nrosa... represalias e n caso de recraso. l.a obra, de la que conocen1os eres
ejemplares (primera n1irad del 1 milenio) y que, por lo ranro, forn1aba parre de un fon-
do literario es, probablemente, originaria de Asiria {vii'.tSe O. R. Gurney, ti l ,,1ur ofGil-
g1111U!Jb. pp. 127 ss. de t\m1tolit111 S111die.1 VII, 1957). Da la impresi6n ele ser una broma,
co1no si el autor. J>cnsando eo algún ~obt:rano cncn1igo (¿ly.ibilonio?) bic:n def inido, para
ridiculizar. sus prcr.cnsioncs y su.-. exigencias n1cdianrc la cxagcracic.ín }'el é-nfusis no hu-
biese encontrado nada mejor para plantarle <.':tr.1 ((Ut recurrir al prototipo de monarca a
Ja vez célebre, tiránico }' superior a codos los dcn1ás: GiJgamcsh.

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48 LA EPOPEYA DE GILGAMESH

gue el pasaje sobre el «Toro celes re», desconocido en la Versión anrigua,


hab ría sido inrercalado más rarde, siendo el de Eflu11· (siglo Xlll) el más an-
tiguo testimonio gue poseemos de él (véase más arriba, p. 45). Pero esto
es sólo una hipóccsis y nada dcmuesrra que el episodio no csruvicra ya in-
cl u ido en el rexro primero de la Epopeya...
Una cosa escá clara: e ncre fines del II milenio y principios del 1 se
si rúa el momento decisivo para esra obra. Los fragmenros procedentes
de este momenro no sólo son mucho más numerosos que anees -doscien-
ros es so lamenre una cifra aproximada, aunque hay gue confesar que en
su mayor parre, casrigados por el cruel dcscino de las frági les rabli llas
de arcilla, sólo son pequeños rrozos, con una porción m ¡ís o menos co-
piosa o miserable del cexco (véase foco 4)- sino que, además, han apa-
recido casi por codo el país: Uruk, Nimrud, Babilonia, Assur Sulran-
cepe y sobre codo, Nínive, en la famosa «biblioceca de Asurbanipal»,
de donde proceden no muchos menos d e cienro c incuenca. De ahí que
a esca reelaboración del rexto de la Epopeya la conozcamos como la \ler-
sión «1tinvita1" para disringuirla de la Versión 1111tig11t1 )' • bttbilonia-, peor
conocida y verosímilmcnrc m<ÍS corra en la medida en que podemos
juzgarla por la comparación de pasajes paralelos que el azar ha querido
poner a nuestra disposición. De esta Versión antigua podemos suponer
que alcanzaba unos dos mil versos reparridos e11 sie ce u ocho rablillas.
La Versió1111i11ivita debía de alcanzar e11tre dos mil quinienros y tres mil
versos ••, d istribuidos en once cablillas, d e unos doscientos o crescienros

lb Esros versos figuran, normalmcnrc, escrjtos co las rabliUas a razón ele uno por

línea.. sin cnc.."abalganlicnro. Se dividen. cu.si sicnlprc, en dos hcmisdquios que he prc-
fc.rido separar, tal y como lo explico en p. 54 . En aJgunos casos se añade un hemist i-
q uio suple n1e ncario, con el que he seguido idéntico proccdi1níenro, colocándolo deba ..
jo del segundo (así l: 38}. A lgunos copisras, para ahorrar espacio, an1onconaban en Ja
n1isma línea dos o incluso tres verSos, que he sicu:ido de igual modo, e-sro es, alineados
coa c:I segundo he-misciquio dt:I primer verso (así]: J 14). En acadio, h• mftrica se ha-
s.iba en llOs elemrnt·os, uno sem&nrico y Ot'rO font=tico. El primero es d «parnlelismo»:
d segundo hc:n'lisriquio (y, si se da el caso, ran1bit n el rercero) conlplela, semáncica-
merlCe, d prirnero bien n:pic iendo la nlisn1a idea o la rnis1na in1agen. en una íom1a di -
fcrcncc. bic:n oponil-adolc (si bü.~n esco es más raro) una cx.prt-sión más o mt·nos antité-
tica. En segundo lugar, el ricn10 fónico se conseguía nlc<liancc la alternancia de sonidos
fuert•es (sllul~ pronuncittd:w C(>I'\ n1a.yor eo.ntide\d 1.le vo~). c uyo rH.ín1ero t:ru lijo ~egún
el esquema poérico seguido, y de sonidos débi les, cuya ca.nc idad podio. variar:
[ExCEPcilonnl moNARcn - (S/1 Utu" clí SllARri)
CéLEbre, I'RESri¡;ioso - (Sb11 111t'Ud11 bél GA1'ti) (1: 2 7).
Puede escablecerse una comparación con la poética bíblica, no demasiado lejana de
la del PtK:n1.11 en esros ai:.peccos. Véai>e f\TaiJsa11u d~ Dieu, pp. 149 ss. Teniendo en cuen-
ca la condsíón, a veces cxrrema, del lt"nguaje pcJérico, por no hablar dt" la disrancia
idiomárica, no ha s ido siempre posible resperar este ritmo en francés, y pest a n1is es·
fuer-tos, no csroy seguro de h~•bcr tenido sic1nprc éxiro. 1',{,ls difícilt-:s a¡jn de rcspcrar
son otros procedimientos de la poesía local. rnlt·s como asonancias y c.·cos fonéricos, por

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INTRODUCCIÓN 49

versos cada una: a esras cablillas, en una época y en unas ci rc u nsran-


cias que ignoramos por complero, pero sin duda en el primer rercio
del J milenio lo más tarde , se le añad ió luego otra más (la d uodécima),
con cienro cincuenta y cuatro versos, que, evide ntemen te, no g uarda
reladón alguna co n las p reced enres y de la q ue volvere mos a rrarar más
adelanre (pp. 51 ss.).
No solamente el rexto de la Epopeya es más largo en su Versión 11i11i-
vita sino que, cambién, presenca una novedad imp orcance: si ce ne mos
p resenres las varian tes de rodas clases ele los fragmentos más anrig uos
enumerados más arriba y la liberrad tcxrual que esrn presupone y, por
otro lado, si olvida mos las pequeñas divergencias, d e g rafía, de dispo-
sic ión de los versos, de la dis tribució n e n tablillas, de prefúencias por
cierras palabras o giros, si n mencionar los acciden res de copia - fenó-
menos codos ellos inevirables en cualquier tradici611 manuscrira- rodos
los resri mon ios conse rvados nos presenran un rexro casi invariable des-
de el más antiguo ejempl ar, hallado en ./\ssur, de los: siglos rx -vm, hasta
el más reciente, poco posterior al 250.

Stt «tuttor» y stt fecha

Escas innovaciones son difíciles de explicar sin la in tervenc ión de


u n fac ro r u nifi cador nuevo q ue haya interve nido en la ya larga his toria
de la Epopey·a: una pe rsonal idad literaria, pero cvidence mence no un au-
ror, porque la obra ya exisr ía con a nre rioridad, sin o algo as í como un
«ediC<>r» o «revisor».
Una especie de catálogo bibl iográfico del primer (ercio del l milenio,
donde aJY.irecen registradas múltiples ob ras escritas, y asignadas cada una
a un aucor (au nq ue sin la menor garantía hisrórica, derro es), nos enseña
que «la serie (así se denominaba a una obra lireraria, sobre rodo si abar-
caba más de u na rablilla) de G ilgamcsh Je at1·ib11yc a Si11leke'mmm11i, exor-
cista,. Este personaje, desconocido po r lo de más, si oos fiamos del frágil
claro de la composición de su nombre (que significa, en acad io, «¡Oh,
d ios Sin, recibe mi plegaria!»), habría vivido en a lgú n momenro de la se-
gw1da mirad del JI milenio, mienrras que una especie de 1Y!pertorio de
«gr::indes erud icos» - bastanre ingenuo o funrástico, a nuestro parecer- lo
coloca direcramente jusro después del Diluvio, •e11 la épom de Gilgm11eshv,
sub myando con ello, de un modo indirecco, sus relaciones, si no con este
último, al menos con su hisrori a. Tan ro su condic ió11 de «g ran erud ito»,

ejemplo (así, noras 76 y 127 dt" nut"Stra cdicjón del texto). Por lo d cm{L<;, conocemos
a(1n muy mal estos as1>ecros acúJtiaJ1 de una len8tH1 muerta desde hace más de dos mil
ailos. que podcn1os !ter y co111/~1'f>t1dtt', cierro es, pero sin rcncr uoa idea muy clar-d de
cómo se pnJ111111(i.f,/x,,

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50 LA EPOPEYA DE GILGAMESH

mencionada en el repe•'ltJt'io, como la de «exorcista», en el mtálogo sugie-


ren que debía de tratarse de un hombre de !erras reputado en su tiempo.
Es ésta una uadición no muy fiable, pero en cualquier caso, verosímil y
digna de consideración. Por otro lado, si nos detenemos en el contexto y
en la expresión que emplea el carálogo, es indudable que la obra arri-
buida a Slnleke'u nnenní', la "serie de G ilgmuesh», nos remire a la presen-
tación más usual por enronces: la Versión 11i11ivita .
.Basándonos en lo anterior, concluire mos q ue se conservó un (¿vago))
recuerdo que arribuía esra Versión 11i11ivitt1, con lo que ella supone de re-
visiones, rcinrcrprcraciones, adiciones, de la Versión t1ntig11t1" , al traba-
jo de un erudito (¿de finales?) del 11 m ilenio, sin que tengamos ningu-
na otra información sobre él, a parce de su (¿presumo?) nombre. Sobre
las circunsrancias que le habrían animado a emprender esra nueva
«edición» de un relato ya venerable y difündido por rodas parces, so-
bre las cond iciones en las cuales la habría preparado, logrando reem-
plv,ar y ocupar el lugar de la Versión antigua, sobre el momc nco en el
que habría desarroll ado su intervención nad a sabemos y, probablemen-
te, no lo sabremos jamás.
La Versión ninivita de la Epopeyt1 de Gilgamesh. «clásica» y defini ti va,
dataría, pues, en conjunco , de los últ imos siglos o mejor, de finales del
II mileni o. Lo confirma n su lengua y un cierro nt'tmero de deralles re-
veladores para los esrudiosos. Una comparación arenca, y palabra por
palabra, con el rexro, muy incomplero, que nos ha llegado de la Ver.rión
a11tig11a, el primer cstraro de la obra, muestra que Sinleke'unncnní' ha
seguido de cerca la rrama e incluso el renor li reral de esca versión, res-
perándola a veces con coral escrupulosidad , pero a menudo reesc ri-
biéndola, a su manera, es decir, dilacfodola o diluyéndola más que ali-
gmíndola, lo c ual ocorga, al m e nos al modelo, la superioridad en el
esrilo, conciso y conrundenre, que cuen ra con nuescras preferencias. Es
posible incluso que haya añadido , de su propia cosecha, aquí o allí, más
de un dernlle, o de un episodio, incluso muy desarrollado a veces (¿el
relato entero del Diluvio?). Con codo, desproviscos como es camos de una
trad ición cexcual suficiencemente rica, ya que no complera, sería reme-
rario avanzar, en esca cuestión como en caneas otras, ocra cosa q ue no
fuesen arriesgadas con jecuras.
El hecho es que, siguiendo, co mo el aucor de la Versión at1tig11<1, el
ejemplo de sus colegas «escribas» en la an cigua Mesopocamia, quienes,
cuando su producción era demasiado exceusa como para recogerse en
una so la de escas cablillas que consricuían, de alguna forma, la «un idad
de publicación» en cu neiforme, la reparcían entre varias, Sinleke'un-

P Pueden cncontrarse alg unos ejemplos de escas modificacionL-s ~tl n1cnos en el do-
ble relato, a11tig110 y 11i11i11ita del Dilu,·io en las pp. 593 ss. de Lon q11c les dim x .. .

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INTRODUCCIÓN

nennl disrribuyó el cexro a lo largo de once tablillas. Cada una - los lí-
mices exacros podían variar de una escuela o de un «edicor» al ocro,
como lo veremos, por ejemplo, en la p. 106- formaba como una unidad
suficíentemenrc independiente en la economía general del relato, algo
parecido, si queremos, a uno ele los «\anros» que subdividen la flúida y
la Odhea. No he querido, sin embargo, asumir la responsabilidad de em-
plear este rérmino para las diversas cablillas ele la Epopeya al no escar se-
g uro de que esca perspectiva la co mparciesc n S'inleke'unn cnni' u otros
aucores de obras imporcanres co mo el Gra11 .rtJbio, el Poema de la Creación,
o el Poema de Erra (L1trsq11e le.s diem:.. ., pp. 527 ss.; 602 ss.; 680 ss.), pero
los «títulos» que les he asignado y que resumen su contenido, basran,
según nuestro uso, para clesracar este modo de com posición.

El «s11plc111c1ito» de la tablilla XJJ

Alguie n, no sabemos quién, ni r uá ndo, ni cómo, inrervino después


de Slnlckc'unncnni para completar su obra, con muy escaso acicrco a
nuestro parecer. La Epopeya ninivita rerminaba, sin eluda, al final ele la
rabia XI. No solamente el rclaco ya esrá completo sino que, además, el
auror, co mo para mosrrar m<ÍS claramcn re que ya se ha rizado el rizo, se
comó la molescia de cerrar su largo poema con cuac ro o cinco versos q ue
ya había recog ido al principio. Es és re un procecli mienro del estilo po-
écico («composición circular») que encontramos en otros rextos en la
li rerarura mesoporámica, en el Próximo Orienre ant ig uo e, incluso, en
la Biblia. Por om> lado, la rablilla VII había hablado excensamenre so-
bre la enfermedad y la muerte de Enkidu, cuyo cad:íver había g uarda-
do entre s us brazos Gilgamesh, que no se decidía a abandonar a su ami-
go, « ha1t11 qne lo.r g11sm10.r le .fflliel'on de lr1 11a1·iz,, (X/n: 4 ss. y paralelos),
miencras que los frag mencos ele la cablilla VIII relacan los funerales del
infortunado y su llegada «o rdinaria» al Infierno. Y here aquí q ue des-
de el sexro verso de la cablilla XII , vuelve a aparecer Enkidu pedecta-
menre vi vo, y q ue se ofrece para desce nd er al Infierno, pero esra vez
furcivamenre, en un viaje de ida y vuelra, con el fin de recuperar el Aro
y la Vara que Gilgamesh había dejado caer. Allí es retenido como pri-
sionero --dicho con o rras palab ras , muerro- como los resranres difün -
ros, únicos huéspedes legítimos de esra lúg ubre Caverna y, precisa el
texro, muerto por su propio descenso a este lugar que les esrá prohibi-
do a los vivos '"· Como excepción, a su «espíritu», a su «funcasma» se
le autoriza para que salga un rnomenro y co nverse co n Gilgamesh para

" Como lnanna I lshtar cuando le dio d C'Jpricho de dt-sccndcr allí (Lor1qlfe lts
tlie11x.... pp. 276-295 y 3 LS-330).

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52 LA EPOPEYA DE GILGAMESH

informarle sobre la siruación de los Difunros en su Subrerdneo fúne-


bre y definiti vo.
No sería lógico atribu ir la adición de esta tablilla al aucor -diga-
mos- de las once tablillas, que integran un relato acabado y cerrado en
sí mismo. Si fa leemos derenidamenre, nos daremos cuenra ele que, en
realidad, no es ocra cosa que la rraducción, a veces un canto carente de
nervio, de la seg unda mirad d e la vieja leyenda su meria Gi!gamesh, En-
kid11 J' et lnfiemq (pp. 3 2 ss.). M e atrevo a sugerir que en un mo me nto
indeterminado, entre la conclusión de la Ver.rión ninivita y los p rimeros
manuscricos que nos dan de ella una visión su flcienremence completa
(esco es, los p rocedentes de la bi bl ioteca d e As urban ipal , a lrededor del
630), u n desconocido consideró oportu no añadirle a su eje mp lar ni ni-
vira esra rraducc ión en forma de tabli lla XII. Pero ¿por qué razón?
No lo sabemos, pero pod emos avencucar un par de conjecuras: o b ien
el au ror de ral añadid o que ría simplemenre complerar el «exped iente
G ilgamesh» '1lñadiéndole esce «anexo» que luego se preservó por su va-
lor lirerario (en realidad , muy med iocre), conmemorarivo o, i ncl uso,
insrrucrivo porque en él vemos cómo se comportan los mucrcos en el
más allá; o bien vio, sobre codo, una variante del relaro de la Epopeya que
merecía la peua divulgar, junco con el texto de las tablillas VII-V III, en
la medida en que presen raba los hec hos de una forma muy diferenre, ha-
ciendo morir a Enkidu , no de enfermedad v m iserablemente sino con
c ierro lusrre y al servicio de su señor. Noso~ros, obligados por nuesrro
sentido de la «ve1rlad histórica» que necesariamente es única, vemos es-
ros relaros com o incompatibles, pero la menralidacl ele aquella época,
que ponía el a cenro no en la verdrul sino e n lo ~'l!ro1ímil, co mo nos d are-
mos cuenta a poco que esrudiemos, por ejemplo , los m icos '9 , no es se-
gu ro que no le haya concedid o, en suma, canea c red ibil idad al u no como
al orro relaro. Tal vez esro explique el morivo d e que, una vez unida a
la Epopeyr1 11i11ivita, la tablilla XII haya permanecido soldada a ella como
así Jo aresrigua la rrad ición manusc rirn que ha llegado a nosorros.

Últimos ecos

.El resci rn onio más rec ie nte , conocido hasra el momemo, de esca
Epo¡1e)'t1 ninivita, es un fragmento de la tablilla X descubierto en Babi-
lonia y fechad o hacia el 250. Para en ronces, no solamence esca ciudad
había perdido su supremacía polít ica , si no el país e ncero su indepen -
dencia. La lengua aramea, esccica en el más antiguo y más si m ple de
los alfabetos había suplantado, a su vez, en el uso corrienrc, al viejo aca-

" Vfa,c, sobre todo, LumJ«e les d;e11x.... pp. 8 5 ss.

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INTRODUCCIÓN 53

dio, con sus imposibles cuneiformes, al t iempo que dejaba de culrivar-


se, y pronco rambién de comprenderse, la literarura auróccona, antigua
o recience, en sumerio y en acadio, excepción hecha de algunos ce-
náculos de venerables eruditos, cada vez más aislados y menos nume-
rosos. Cuando murió el último de ellos, sin duda hacia finales del siglo
1 de nuestm era, un pesado manco de olvido cayó sobre Mesopocamia y
su prodigiosa avenrura que había iluminado cual faro rodo el mundo
civilizado de cnconces, de Grecia a la India.
Quizá sus grandes obras maest ras fueran craduc:idas, al menos al
arameo, lo cual en codo caso es verosímil que s.uccdiera con una de las
más famosas , el Poema de la Creación'º, pero de escas craducciones no nos
ha llegado el menor rasero y desde luego nada referente a nuestra Epo-
peya. Casi d iríamos que Gilgamesh, cuyas cribulaciones caurivaron
otrora a los lejanos hiciras y hnrricas, habfa sido sepulrado en el mismo
olvido que el mundo en el que había nacido, el que las había relatado
por codas panes y mostrado a codos como ejemplo. Sólo habrían so-
brevivido algumls vaga~ reminiscencias, aquí o allí, m¡Ís o menos de-
formadas ¡por la uadición folclórica. Un siglo o dos anees de nuestra
era, en Qumran sobre el Mar i\-fuerro, algunos fragmenros arameos in-
cluyen enue los «Giganres» a Gilgamlsh y a llobabiJh (¡flumbaba!).
Hacia el aiio 200 de nuesrra era, en su libro sobre La J1(1t11raleza de loJ
a11i111aln, el sofisra Claudio Eliano le presenra, bajo el nombre de Gil-
gamo.r (pues El iano escribía en griego}, como el niero y suplanrador de
un rey de Babilonia que había incenrado eliminarle cuando nació, pero
a quien un águila habría salvado para dejarle luego al cuidado de un
jardinero. Por úl rimo, hada el año 600 de nuestra era, el nesroriano
Teodoro bar Qoni le llama G'lig111os y lo convie rte en el último de una
serie de diez reyes antiguos y contcmponíncos de Abraham. Después
de esto, u11 pesado silencio secular engulló el nombre y la leyenda de
esce gran hombre anciguo que no quería morir.

Descub ri mienro y p resente traducc ió n

Hubo que esperar al siglo XJX, al desciframiento, arduo y milagro-


so, de la escritura cuneiforme, junro con el inicio de prolongadas exca-
vaciones en esta Mesopornmia venerable, estancada desde hacía canco
tiempo, para que comenzara a aparecer, y a reconsrruirse, poco a poco,
fragmenro a fragmento, una gran parte del rompecabezas de esca vieja
obra maestra que, duranre dos mjl años , había encantado e insnuido a
nuesrros remoros antecesores.

'" '-""'!"' l<S diewc. ... pp. 603 ss. y 678 ss.

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54 LA EPOPEYA DE GILGAMESH

Semejante rescirución - aún incomplera- es producro de la pacien-


cia obstinada de un amplio con junco de asiriólogos y el cérmino rompe-
cabezas le resul ca particularmence apropiado. Hasca el momento, de
este largo texto, no hemos hallado otra cosa que flecos dispersos, cada
uno provisro al insranre de un signo idenrificador que le dan los ar-
queólogos o los conservadores de los museos, y al insrance estudiado,
desmenuzado y traducido por los filólogos para situarlo en relación con
el resco ya conocido de la obra compleca.
La Epo¡1eyrt, como hemos visro (p. 50) se halla reparrida en varias
cablillas, escritas en el anverso y luego en el reverso y cuyo contenido
solían distribuir los copistas (pero no siempre lo hacfan así) en seis co-
lumnas, eres en el anverso y eres en el reverso. Cada línea equivalía, nor-
mal menee, a un verso, corrado en dos hemistiquios lo cual aquí se re-
presenta sangrando el segundo en la línea siguience. Para facilitar la
localización, se suelen numerar (de cinco en cinco) codos los versos: des-
de el primero hasta el último de la cablilla, cuando contamos con el tex-
ro com plero de esta úlrima (lo que sucede en la I, la VI, la XI y la XII)
o bien sólo hasta el final de la columna, cuando no hay cerccza porque
lo an terior o lo posrerior se hayan perdido por lagunas de extensión no
siempre calculable. En los casos más desesperados, cuando no podemos
si ruar con precisión algún fragmento aislado en relación con su conrex-
co adjuntamos a la numeración un '(5', ecc.) para que sirva como ad-
vercencia. En los márgenes, unos breves epígrafes (de mi cosecha, creo
q ue es inútil precisarlo) pretenden facilitar la comprensión de la suce-
sión del retaco, al riempo gue breves wmenrarios intercalados, donde se
describe el escado ele cada cablilla o la localización de cada fragmenro,
aspiran a sicuar y a com pensar las interrupciones y lagunas.
Al mirarse de una obra venida de un tiempo can remoto y en se-
mejante esrado, apenas es pos ible renunciar a emirir hipótesis para su-
plir lo que nuestro rexro no dice porque se ha perdido: una palabra que
falca, una frase perdida, a veces una escena complern, no en virtud del
simple gusco o de la fantasía sino acendiendo a los usos de la lengua,
los hábitos escilísr.icos, la lógica inrerna, el recu rso a pasajes más o me-
nos idénricos de la misma obra, conservados por orro lado. Todas escas
restituciones, cuyo carácter presunto y precario convendrá retener en la
memoria, van incluidas aquí enue corchetes [ 1. algunas casi diríamos
seguras, otras 1n.ís o menos frágiles, según lo advierto mediante sig11os
de inrerrogación (?),aunque sólo he conservado las más verosímiles" .
Una traducción lite ral , palabra por palabra, por tranquilizadora que
resulce para los profesionales, en realidad sería imposible, dada las dife-
rencias entre lenguas y, en todo caso, resul taría complcramente oscura

" Véase p. 12.

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INTRODUCCIÓN 55

para el lecto r p rofano, en quien he pensado en primer rérmino al escri-


bir esre libro. Tomando como base un largo y minucioso esrudio, críti-
co y filológico, de esce cexto d ifícil, he incenrado, de acuerdo con mi
cosrumbre y con el fin de obtener un texto suficientemen te claro, :ígil
y, sobre codo, sugerenre, elegir rérminos y expresiones adecuados para
evocar en nucsrro espíritu y nuesrro corazón imágenes y reacciones sen-
cimencales análogas a las que el texto original, hasra donde sabemos,
pod ía suscitar en el espíritu y corazón de sus desrinararios y usuarios. A
ral fin me he visco obligado alg una vez a cambiar el orden de las pro-
posiciones, por no hablar del orden de palabras. Muy rara vez he supri-
mido algú n que otro término q ue al traductor resulrnba superfluo y, con
mayor frecuencia, he añadido orros indispensables: en este caso, los en-
cierro a menudo enrre paréntesis()" , pero no siempre, para evirar un ex-
cesivo recargamiento tipográfico. Por deseo de fidelidad , he respetado
u n cierro nú mero d e idiorismos de la lengua y, sobre codo, del esrilo po-
écico originales: las expresiones para lelas q ue, en la anrigua J\!Icsopora-
mia como en orros lugares, comenzando por la Biblia, imperaban en el
d iscurso poérico (véase noca 16 de esra Introducción); las repericiones,
palabra por palabra y a veces a muy poca disrancia, de pasajes enceros;
las fastidiosas enumeraciones de hasra siete y a veces doce rasgos diver-
sos; la eleccióll de epíreros algo exrraiíos y a nuesrros ojos poco hala-
güeños romados, por ejem plo, del c onrexro d el ganado mayor; las fór-
mulas idénticas, incansablem eme reiteradas, pa ra introducir el discurso
d irecro, y algunos otros, a los q ue el lector se irá acosrumbrnnd o.
Sin ne<:esidad de más explicaciones, pienso g ue ha quedado sufi-
ciememenre claro que, para apreciarla y e llrende rla co rrecramenre, es
preciso leer la EpopC)·a de Gi!gamcsh en su Versión ninivita. la más recien-
te, la mejor conservada. Trad uci ré, por lo ramo , primero esca úl tima
(pp. 57 ss.) complera, e n la medida gue ha llegado a nosorros. Nume-
rosos edi tores, para suplir sus lag unas , opcan por inrercalar los frag-
mencos más o menos eq uivalenres de la Versión ,m1ig11a, en sus diversas
prl>senrac io nes. Es te método, que supone, más o menos, equiparar do-
cumenros de diferente origen, esrilo y espíritu, separados por siglos de
discancia, lo enconreará censurable codo aquel que sienca respeto por la
verdad histórica: ¿cabría imagi nar un excracro de alguna canción de ges-
ta inserrado en la Légende des Jiedes" ? Me ha parecido, por canto, más ho-
nesro traducir, en su in tegrid ad mu rilada, la Versión 11inivita primero, y
después, y aparee, los fragmencos de 1:1Versión11111ig11a (pp. 213 ss.), pre-
semados cada uno aisladamente y en su propio valor, rodo lo cual no me
impid e uril izar -en mis breves com entarios- su con tenido narrat ivo

" Véase ibitl


" La Lége1ule deJ siedeJ <-S un libro de poemas que Víctor Mugo publicó en 1859.
{N. del 1:/

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56 LA EPOPEYA DE GILGAMESH

para obrener una idea de qué podrían, ewnt1111lmente, conrener las lagunas
de la Versión 11i11ivita, del mismo modo que las partes COí1servadas de es ta
ú lrima nos permiten imaginar lo que, por ventura. es probable que se re-
latara en las amplí<L5 gricras de la Venió11 antigua.
El hecho de que la Epopf!)'<t, en c ualquiera de sus formas , sólo haya
llegado a nosocros como «monumenro mucilado» debe, en cualquier
caso, inducirnos a prudencia. En el plano de la sensibilidad y d e la es-
té tica, la belleza y la fue rza de escos fragmencos nos inc itan , o lv.i dando
su malrrecha siruación, y para que podamos repcesenrám oslos enteros
y s:aborearlos mejor, a complcrar el interrumpido contorno, de acuerdo
con nuestro gusto y n uestras apetencias , co n nuestra imaginación. Pero
el respeco a la verdad biscórica no nos permite obedecer a u n senci-
mienro de belleza que, si bien es e l nuestro, no era necesariamenre e l
de nuesrros ancepasados, can remotos. Anee codo, ncccsicamos certezas
objerivas establecidas sobre los documencos objeco d e esrudio crítico.
Tal vez, sin embargo, anee una obra maes tra como la presente sea más
sabio conjugar ambos impulsos subordinando siempre el que nos per-
mi ce sene ir las cosas al que nos las hace juzgar...

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pag 57
pag 59
60 LA EPOPEYA DE G ILGAMESH

Todos ms trt1bt1jos.
Recuerda sus H izo edifict1t' /01 m11ro1
obras q ue aún de U mk la d<>/1u cercados3
persisten 10 Y !01 del sa11to Ea111u1'
¡.1ag1Y1do te11iro!
M im' el fa 11111ralla
(Prieta) co11to 1111a n»d de pájaros(?).
Co11te11tpla este zócalo,
¡ l 11i111itahle!
Tom <esta > l0Jt1 del 11111bral'
(Traída) de tan lejos.
Acérr:ate ,,¡ Ea1111a,
Resirle11áa de lshtm;
15 Q11c 11ing!Ín rey poslerior, 11t1die,
Pudo jamá1 imitat:
Sttbe y
C1111ii11a sobre la 11111ralla de U mk;
Esmdriiía sus cimientos,
Contempla 111 enladrillado:
¿No eslá h1xho (todo eJto)
En ladril/() cotido'?
¿ No pmie-ron (acmo) las bases
Los Siete SabioI (en per1ona}? 8
20 (frescimtas hectáreas de ciudad, otro tanto de ja/rdí11
Otro trwto de tierm virge11 -tal es el flt1lri111011io
{del templo de l1htarP

> ~C(/'l"('t1dos w se refieren a los rediles de ganado menor cuya muJriplicacíón, en


Uruk, fuera de las murallas, pero en Jos alrededores inmediatos de Ja c iudad, Je valió
esra denorn inac ión (poérica).
' P~lr:t d Eanna, v6t..'tt' p. 2).
' El auror se dirige aquí a sus «lecrores •. Al final de la rablilla XI (p. 201), vere-
mos. q1.lt" rc:ror:n:1 ~1 l,g 1.1n>1~ dr 1~(¡:¡S. r.xhr;u:·ta('i()n r;-s , rJiri.gi<J:1s ~h OCl'I sólo ~ I D~11:r.11.1,.r(' dr.·

Uranapjshcí, co nducido por G ilgamesh a su <:apital.


6 Se craca del umbral de la puerta principal de la ci udad .
1
El ladrillo cocido era lUl 1natcrial más rico, n1ás buscado y n1ás rcsisrenre q ue el
simple ladri llo secado ul so l, de empleo universal. El ~•uror se abandon~ aquí a la.~ exa.-
gcr:.t<:ioncs dl· la tradición: las murallas de U ruk, dl-scubicrtns por los arqueólogos, es·
raban hechas con ladrillos Jtc"tftl<JJ al 10/.
• Un anriguo m iro (Lnq11e les dit11.Y... , p. 198 ss.) explicaba el progreso por la in-
cervenc i6n de Siere Héroes ci\•iliz:idorc-s sucesivos, insigl'1es Técnicos o • Sabio.r», los
cuales, instruidos a su vez por el d ios Enki/Ea, cre:•dor del hombre y de la culcura. )'
siguiendo sus insrruccioncs. difundieron •por el paif..., codos los conocin1ienc<>s necesa-
rios y úril_cs para la v ida. Arribu irlcs una obra cualquiera era una manera (rr-.adicional)
de rcsahar su J:>trÍt..-<.:ci(H1 y crcrnidad.

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TABLILLA 1 61

/¡(Con estas) mil hecMrea.1/aba/,.cas rw la


mirada (? )}
Los (enteros) domi11ios de Umk!

Sus avencuras, Ne (ahora) a b11scar}


que t'I relnró por El cofrecillo de ,·obre••,
escrito /Manip11la (en él)}
El anillo de br/011ce},
/Abre en él}
EI pomo del secreto,
25 /Y extrae/ la tablill" de /az¡¡/ita.
Para de.rcifrar
/Cómo} este G ilgrJ111esh
S11peró tantas pr11ebas.

Se le alaba por sus /Exupci}onal 111011arm' ',


virruclcs Célehre, prwigio.10.
{Au}daz retoíio de Ur11k
Búfalo de cuemo terrible'' ,
Pm·edít1 (a 111 gente),
Cabecilla,
30 (O bien, les) seg11ía,
e01110 refuerzo para los suyos,
Porlerosa fa1}ma de guerm,
Pl'Oteaor de sm tropas,

' Se invirn al • k ctor• :i que, <l<'S<lc Jo alto de los muros de la ciudad (vbise Jó),
:ib:lrque con la mir:tcb rodo el rerritorio de est:t úlr im:1, repare ido en tres pl'lrtts de su-
perficie equivalente. El término acadio que he traducido como «htttdrca:.. es sh."lr que
parece indicar uo:t superficie de unas 300/ 500 ha. La superficie de U ruk intra 11111r1u (el
cercio de •lt1 á1Jdrul• ), medida sobre el rerreno, supone unas 300 ha. El final de 2 1 in-
renu1ría destacar que los • t11ter·1Js dfJ11ti11ioJ,. <le la ciudad ten ían como propietarios so-
brenaturales a los clcdic:ararios del Eanna y cspet:ialn1cnrc, lshrar. cuya imponancia
cultural no había cesado de crecer con el r icn'lpc1: de ahí la 1nuhicud de prost iruras y
c:oncsanas (comp.i.rese más abajo~ 203 11.) que estaban n su servicio.
10
Era costumbre cnrcrra.r, en Jos cin1jcncos de los pri ncipales ed ificios, templos o
palacios , unos cofres o cofrecillos que contenían oedocun1c ntos fu ndacionales• inscritos
co1'1 el nombre del soberano constructor. De este modo, se le atribuye a Gilgo.mesh ha-
ber inscriro sus hazañas, n modo de relato aurobiosráfico, sobre un;t valiosa .-1aólilla de
lapisltfz11/i<» , cuyo contenido podría ser m:ís o m.:nos idéntico ~'l de la ~arela » de 8.
~'foscrando. de <.--src n1odo )a<; cosas, el auror de la Epopeya prcscncaba (ficciciamcntc),
como g:.:tr'dnce de su propio discurso, un rexro sal ido de la misma n1ano de su héroe.
11 Con esra.\ palabras, &./f.xte¡xi/onal 111011arra,, , daba con1 ienzo la Vcrsi<fr1 r1111ig110
(véase p. 34).
11
«Dt cuerno U:rribü~: l ircralnlctHc, «t'.t.i1"111!t1r» . " "º 'w1ípt.>1a.».

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62 LA EPOPEYA DE GILGAMESH

[Malsa de ag11a embm veáda


Q11e derriba ( indmo) m11ros de pied1-a:
(Tal era) el hijo de L1tgalbanda.
G ilgtt11t01h, de extrao1'tÍi11aritt j i1erza,
El hijo de la Val'a s11bli111e,
Nimtma la B1ífala'' ,
35 [(Tal em? )] C ilgamesh,
Pe1j'ecto, deslu111bm11te,
y por sus proezas [(Aq11el q11e) abr/ió
Los pasos de las mo11ra1ías'\
(E.wa]vó pozos
E11 la 1111a1 de los montes,
[Cm)zó el mt11;
El Jl1ar i11me11so
Hasta (allí por do11de) sale el Sol
[Y ex/¡1/oró el 1111iverso enre1·0
8 11Jcando la vida (.ri11 fin),
-10 [Po}deroso, atrevido,
Hasta encontrarse con Uta11apishti" el lejano,
[Resltlfll'{/./dor de los Sa11f111,¡}rio.r
Que había destmido el Dil1111io'6•
Entre la 11111ched11111bre de los hombres
[N1111ett ha} habido(?) (11110)

ll Para la genealogía de los padres de Gilgamcsh, véanse pp. 27-28.


u Breve resume n panorfunico de las :.ivc nruras del héroe narradas . u conrinuación.
a lo largo de la Epop.y.•.
0 Este nombre, :u.·adio, que puc.-dc leerse también Ud/1-, o bien Ó111-11apisb1iml 11a-

pishti. pero cu ya pronunciación correcta, con Uta-, la corroboran los Fragmentos de Bcr-
lín-úmdm de la Ver.lión a111ig11u (111: [9'] y B/IV: 6 ", 13': I.llV : [ / ']; véa.<e p. 254), es el
nombre del htroe del Diluvio (vt-.ase nl:ÍS abajo> espec ialnumre a parrir d e XI: 1; pp. 181
ss.), a quie n el ¡' fiM de Arrahmi1 denom ina freeuentcmente m t di.mcc d apclacivo de
(•Gmn sabio» (en acadio, arra-f'lult; v2.isc: l.(Jrsque lt>J die11x... , p. 586). En sumerio se: lc-
llamaba Z i.u,sud .rá, que significa -.Vida de dí11(J) ¡1rolo11gado(1),. en alus ió n a la in mor-
ralidad que t~ce personaje habría o bcenido sobrev iviendo al Diluvio (véase XJ: 190 u.,
pp. 194 ss.). Probablemenrc 1 d ebería leerse, en un principio, Úm·tJflpisbtim./ 11api.thti.
q ue equivale a los dos prinleros términos, invertidos, de Zi.u.sud.rá: Zi , y u. en sume-
rio, equivalen rcspcc:rivamcnre, en acadio, a 1tapisb1i(m) «vi&t», y 1í111 ~día(s) ... Para
compkcar fo c<¡uivalc ncia, en más de una ocasión, al igual q ue ocurre aquí (tambiéru
m XI: J, ere., y p:im la Versión unligt1n. Bcrlín-Londm : BIIV: 6'. 13': p. 254), so le aña-
de al nombre el epíteto d e «Ítjano,, . e n acadio r1iku o rik11, que equivalen al sumerio
sud .r.t Si se prefiri6 la lecrura Utt't-, conlo en el frag nlenco rnencionado lr.-.rit., se d e-
bió, seg(in parece, a una espeeie d e ecinlOlogía «popular» , pues • tít/i 1u1pi.s/J1is igni ftca:
f( f-le en((mtrado mi 1:itla. (si11 fi1111/) »,, algo n1uy apropiado pa rn el personaje tn c ucsción~
E n c:::l 1nisolo fragmenco. ibirl , se suscicuyc "'tpi.Jhtl t>Ot un sinónimo. d esconocido por
lo dcrná.s. pero verosímil: n~/ish1/.

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TABLILLA 1 63

IQ11ef pudiera rivalizar /cofn él


En soberanút
Y d,,.·larar lco1110/ él:
.El Re)' soy )'O, (yo) solo».

Su persorn1 45 (Este) G ilgamesh


D<'Sde s11 naci11Jiento
E1·t1 im ig11e.
(u: 1) Dios eu do.r teráos
En 1m terl'io, hombre"
La forma de s11 merpo,
Ma ·h la h&1bítt dfib/lfjado"
/El/,, le había pro}.wmdo la j/g11M
y []:
r
(También) Sii Jera J r
Y soberbia [ruf prepfote11ciaf
(5) 50 Él era lJ
(De/ extraordinario {11ig01-J
fJ
{j

Sus abusos de /E111re los cenados! de U mk


poder Él iba )' ~'C11Ía;
Cabe/za! "Ita, m11eja11te a "" Brifalo.
A lardeaba de ""fuerza;
Sin igual (?)
En blandiendo sus armas:
(10) 55 Su .réq1tito (siempt't!) de pie,
A (sus) órdenes (?).
En pri11[ado}, (sin e'!llbargo), los jóvenes de Urlfk'9
No dejaban de temblar:

•tó Si el calificarivo de 41 lo cnrcnden1os rc~fcrido a Uranapislui, lo cual es proba·

ble, entonces se le acribuye la « r e.Ut1:1t"t1átÍ11 d~ /01 Sa11tttariQJ» , pu <.~ roe.los habían si<lo
d<.'Struidos por d Diluvio.
1
' Sobre la •d ivinidad» congénira de Gilgamcsh, véanse pp. 27-29.

\1ab ( ~h1 S11bli11P.'1> en sumcrio): con esca denominación, a.~í como también con
ti) 1

oc r3S, se h3CÍ:t refere ncia o la gran diosa anrigua q ue , en cob.boración con Enki I E:t,
h11bía desempeñado un p:1pd princip:d en fa crc:ación del liombrc (L01'sq11e Ít! d;c11.x... ,
pp. 681 ss.). Aquí parece identificarse con Ar11n1 (más abajo, nora 2 1). O rrns fuentes
can1bién la mencionan, con orros cpíceros: véase especialmente, nora 128 s iguiente.
'' Ac.p1 í conlo en otros lugares, a falca de un e<iuiva_lenre preciso en nuestra lengua,
traduzco c'.'on10 • jt1n:11» el térn1ino c1/11 (gu nt~ h en sun1erío) q ue designalY.i a · fo.t hom-
bres en la flor de ltz r.dad,. , capaces de codos los trabajos, civiles y ni iliran:s. que ya han
sal ido de la adoksccncia. pero aún no han pasado a Íc)rmar parte de los fi A11dttfliJJ Ñ ,

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64 LA EPOPEYA DE GILGAMESH

«Gilg¡¡¡1wh (decítm ellos) 110 (le) dejr1


Un hijo t1 {su p}tdn:,
{Dí}a )' fnoch]e, co11 arrogm1ria,
{Éi J.
(Por muy) Pastor (que set1}
De U mk la de los cefm1dos},
(15) 60 (Podleroso y gl(orioso/,
f.'>agr1z y revisado ( ?)}.
{Gilgm11e.fh/ 110 (le) dejfl
/Unfl adolescente a Sii madre/
(Aunque sea) bija de 1111 au{daz/,
((1\1111que )'ti esté)] prometida».
Obligan a los dioses ti /fuerzt1 de oír} s11s quejas,
a fabricar un [L-.s G mndes dioses]
r ival Los dioses celestes,
/lflte1pelan/ al Se1ior de Uruk 'º:
(20) 65 «No ji1iste (t1í quien) i11tl'Qd11jiste
fa G ilgmnesh,J (ese) btíflt!o an·og'tl1Jte,
Sin ig11al (?)
E11 b!fa11di1· ms armas/:
/S11 séquito/ úmtjJre de pie,
A (sm) órdenes (? ),
(Este) Gilgamesh (que) 110 (le) deja
U 1l hijo a su padre,
Q11e, día )' 11fJ<fJe, con atrogm1ár1,
!/
(Por 1/W)') Pastor (q11c sea)
De U 1'1lk la tÚ: [los t·ermdos/,
(25) 70 (Por muy) Pmtor (que sefl)
Y (Rey de ms 11íbditos/
Poderoso)' glforiosoJ
Sagaz y ftevisado (?)/.
No (le) deja
Una adolesreute a fm madre/
(A11nq11e sea) hija de 1111 a11daz.
(ll11nq11e )'ti e.rté) p1·ometidtt».
(En manto) ft\1111/
H11bo terminado de oír sus q11ejas
(30) 7 5 Interpela 1·on a A r111·11 la gmnde" :
«Arttrtt, 11.í (q11e) fo1111a.rte [al Ho111b1·ei

" El • St17or de Umk • . a.l <¡ue •qui se le h:ice responsable de la nparici6n de Gilga-
ml-sh cn el mundo, t'S J\nu, calx--La de la dinastía divina, hacia quien se vuelven los dio-
ses por lus quejas de los súbdi i:os del tir-.ínico n1onarcn.

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TABLILLA 1 65

For111t1, t1hort1, lo q11e (A1111) te dic1r1rá


Sobre {et modelo} del H1mJCtÍJ1 pot· él
in1t1ginado (? ).
(Él y Gilga111e1h) Je enfre111artÍ11
)' U rttk volverá" enrnntmr lti adm" »
T1·as oír
esta petiáón
A n11·11 se avino
1\ lo q11e le ordenaba (?)J\1111
Ht1bié11dose
Lavado lt1s 111a11os
Tomó un p111iado de a1'Cilla
Y lo depositó sobre la estepa:

Enkidu: su aspeno y (Y f11e allí), [en la eJte}pa


sus coscumbres (donde) elltt fomtó a E11kid11 el a11daz,
Vmido a l m1111do en ltt Soledm/,
(Tim) compacto (co1110) Ni1111r1a" .
(36) 81 A b1111da11temente vellttdo
Por todo el C11erpo,
Tenía 1111t1 mbellera
Pe111e11i11r1,
Con b11de.r ab1111da11te1
Como 1111 tampo de espigas.
Cttre11/e de co11á11dc1rla1101
Y de paú,
Vestirlo ridk11lame11te

:i Ar11r11 parece aquí uno de los no mbres de la Diosa-madre (vé-ase nota 18 ante·
rior). En el miro q ue describe el nrigen de la humanidad (vJa.~e ibid.)1 ella col:tbor.t con
Enki /Ea: :1quí, en cambio, con Anu, a cuyo t1r/ictruh.1~ (?)debe ella adapc~t r su opeF-1-
ci6n de modelado. Una rnulici6n distinta sobre los orígenes ele Enkidu , seg(on la cual
el papel desempeñado aquí por Anu le correspondería a Eoki I Ea, probablcmcmc en-
c uentra un re fle jo en el propio nombre del p<.~rsonajc: Enki.dU, esco es, ,,. fnlú (/o) ÍJa.
crt:tido>- . .. Criat111·a de E11ki 11 ("éase p. 30). El f'iaal de 76 no está <.'.laro: parece suponer
que Anu, antes de crearlo, h1.1bía • in1aginado» a Enkidu como un se r irresistible y for-
midable. C<.)mpar.ablc :l un 1th11rnt'tÍ.n>- , a una «le111pt.srad• .
: i Ninurca eru un dios guerrero , t3.moso por sus viccorias (Lt>r.<t¡11t ÍIJJ die11x... :

pp. 338 ss.), y considerado invencible. La <raducción lirer:il del final clel verso"' • blo-
que de Nir111r/a 1t>, cérmino que volverá a apirecer luego (99. ere.) en el g iro "b/oq11c (ttt -
11id<>) del Cielo", o más cxactamcnrc, "'bloque tlt A1111,,, Para describir una masa cxrre-
ffrnda.1nence cornpacca y resiscenre )' así la solide-l y vigor de los personajes alud idos
n1ed iante esta expresic>n, ¿recurrió táciramence el aucor al recuerdo de los «n1cteoriros»
- y. sobre todo, del hil·rro ffll'tcorírico. conocido mucho antc:s de q ue St.' crabajara t.•l hic-
rro--, al n1ismo dcrnpo, venidos del cido e irrompibles?

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66 LA EPOPEYA DE GILGAMESH

¡\ lo srtÍVttje''.
En compa1iír1 de gr1celas
Pr1stflba;
(40) 85 En co111pa1iía de (su) manada
Frementabt1 la ctgtu1da
Dis/mtctba del agua
En comp01ila de bestias.

Una vez LJ n CctZt1do1;


descubierro, da - U 11 po11edor de rm111paJ-
miedo Sc encontró con él,
Cerr:a de 1,, r1.g11ridct
U1w vez,
Otra, 11na tercera,
Cerr:a de la ag11adri
Se enco11tró con é/ 24•
(45) 90 C11and11 el cazador /lo} vio,
Se quedó asombrado;
Y c11ando, con su manada,
( Enkid11) regn:ró a m 111adrig11era,
(El c,,zodor) (pc,,.ma11erid t1Jrbtt}do,
Perplejo )' sin ht1blt1,
El comzó11 (encogido (i ),]
EI rost1·0 sombdo
(P11r) lt1 inq11iet11d
f(Q11e) le había a11irlado/ en el vieutre:
(50) 95 Tenía el rostro
Como fe! de 11no q11e 1·egrcs,,f de
11111)' lejo.r...
(111: \) El Caw dor abrió (entonces) la boca
Tomó 1,,. palabr<1
Un-a vez Y .1e volvió
denunciado, le /Haárt s1t p11dre/:
preparan una • Padre mlo,(hay) ft111} joven
rrampa para Veuido del desierto.
acmerlo (Es el más) ftterfte del pafr],
EI 111á.r ·vigom.10;
[511 111111ml11t11ra} es (ta11) potk1·osa
[(Como) 1111 bloque (venido) del Ciclo" f.

.1 Litt"ralmcnte, ~t·omfJ S111n11ka11,., dios de hLs bestias salvajes.


1

' : Conio se h;itía a nu:nudo cuando se repetía cexrualmence un pasaje enunciado


jusro anres, el copisra se l i1ni'a aquí a t:.-scribir i tt'"llt (en sun\crio ki.1ni11) en lugar de <fst
r11•011trc~ co11 é.I». V(-.insr adt·más nn. 134. 173. c(cC:rcra.

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TABLILLA 1 67

Consfta11te111e11te},
(5) 100
M1gab1md]ea por el desierto;
(Constantcme11./te
/P<ISltt} COI/ Slt 11ta11adtt;
[Reco./rre fco1uta11 temente./
Los alrededores de la ag11ada.
/He sentido (ttt1110) miedo]
(Que) 110 me he acel'Cado a él
[Ha col111atado las 11J1111pf/s
Que yo [mismo] hflbifl e>:favado;
(10) 195 [A mmcttdo los} hilos
Q11e yo (mismo) habí" tefndido},
[Y ha aparlf!do de 111í]
La caza "'ªJ'Ot' )' 111e11or.
/Ya 110] me def}a]
l?ecorrer la estep11. "
/.'l11 padre ahrió la bocal,
(Tomó la palabm}
Y se volvió
Al fttZttdor:
«(Hijo mío}, en Umk
Nive./ G ilgamesh.
(15) 110 [Nfldic]
E.t más (/11em/ q11e él;
S11 11111.rc11lta11ra es ta11 fpo]derosa
[Como 1111 bloq11e (venido) del Cielo]'"
Ve fa e11ko11trflrfte con él},
fil ijo (mío)},
/Y deKríbele (? )}
El vigor rle este se1· h11111a110.
Él le entnr;ará
fil la Cortcsa11tt Lalegn:I>,/,
(A la qtte) te //evm-ds
[Contigo de caza/,
(20) 115 (Y le <'Xfilit-ards ( ? )}
C1tdn robwto es fcste joven ( ? )}

" Véase p. 65 n. 2 1. Con esre mismo aspecro se le ap:irececi Enkidu a Gilgamesh


en sueños (véase má~ abajo 221, 235, et·cé tera).
" Véanse p. 65, n. 2 1 y p. 67. n. 25.
r A partir de aquí, «~tlegrt,. (en acadioslx1mLa1} scr<l d non1bre propio de la Cor·
resann. el nlismo que se enlpleaba JYAra designar habirualmente a una categoría cono-
cida de prosriruras. y que podría rraducirsc como (véanse ad<-·más 203 11. ) «nl ujcres de:
vida alegre».

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68 LA EPOPEYA DE GILGAMESH

[C11a11do .r11 manada}


[Lleg11e} a la aguad,,,
/Ella se quitará/
/Sus ves}tidos
[Desvel,,níJ
Sm [en /ca111os.
[Y c11a11do/ él la (vea (así)/
Se <tbalanzartÍ /sflbre/ ella'"
(E111once.r) 111 1t1a11ml,1, [(qm se había) c·riado/ con él,
Le será hostil..

(25) 120 [Habiendo esmdJt1do/


Avisado Gi lgamcsh El comej11 de Sii padre,
El Cazador
Partió fa c11contrarse con Gi!gamcshJ
Se /JtlSfl m camino,
P11so [el pie}
E11 Umk .
« (Emícha111e/, G ilgamesh,
[Presta atención a mis palabras (? )/.-
(Hay) 1111 jwen,
[Venido del desierto}
(30) 125 (Es el 111ás) fuerte del país,
[(El 111ás) vigoroso/;
[S11 1t1mmlat11ra} e.r (ta11) poderosa
(Como) 1m bloq11e (11C11ido) del Cielo.
(C onslantemente/,
Vagab1111dea por el desierto:
Coll!ta11te111ente
[Pasta} rot1 m manada;
Re.-orre consta11te111ente
Lfl.r <drededflres de ltt 11g1tada.
(35) 130 He set1tido (ll'mto) miedo
(Q11e) 110 me he acercado a él
(Het colmatado las tr}a111pe1s
Q11e )'fl fmi.rmo./ htthírt exawfado/;
A rnmcado los hilos
[Q11e yo (mi.rmo) había /(!1Jdido/,
Y ha apartado de mí
La caza !Ita)'º')' menor.
)'á 110 me deja
Recon-er la estepa. ;;

iio Litcralmcnu.·. «Je 11ct,w1r1J a ella» (>Md post't"cla.

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TABLILLA 1 69

(40) 135 G ilga111e.rh


Ordena ejernrnr Se volvió hr1át1 él, (hacia) el Cazador:
la maquinación «Ve. Cazado1: y llévate t·ontigo
prcvisrn A la Cortesana Lalegn:
C11t111do la 111a11arú1
Lleg11e a la ag11ada
Ella Je quitará Stl! vestido!
{Des/velarti Jtt! e11crmtos,
Y mt111do él la vea (así)
Se abalmmmí {Jobref ella
(45) 140 Entonces, s11111a11ada, (q11c !Chabía) criado con él,
Le será ho1til».

Encuenr ro de El Cazador Je /11e, llevdmlosc consigo


Enkidu con In A la Cortesana Lalegre.
Conesana Emprendieron el vitJje,
Tomaran el camino,
(Y) al cabo de treJ d!as.
Llegaron al /11gar indicado.
Cazador y Cortesana,
!nJtalmlo! en s11 ri11ró11.
(50) 145 Perl!lrmerieron allí 11no, dos días,
Cerca de la aguada.
(Luego) la ma11ad<1 llegó
Pa1Y1 a brevm·:
(IV; ] ) Lleganm las bestias
Para dis/mtar con el ag11t1.
E11kidlf. en persona,
Nat11.ml del dnierto,
Pastaba
En compañía de las gacelas;
150 En co111pa1ik1 de (.<11) //la11ack1,
¡\ brevaba en lrt t1g1utdtt.,
(5) Di~(mtaba del ag11a
En compañía de las butias
Lalegre lo vio,
( ¡\ este) ser h11nu1110 salvaje'9
(Este) te111ihle joven
En plena estepa:
«¡ He/o aq1ti! (dijo el Cazador)

~' El término que aquí uad.uzco como 11sa/f)(tjt • es el que. en otros t·oorextos. sir-
ve habirualmt'ntl' para designar al prototipo hun1ano c:n canto que: ~<esbozo de hom-
bre• (lom¡11e les dimx.. , p. 581).

Material o '!)Ido por d rcchos d< autor


70 LA EPOPEYA DE GllGAMESH

¡ De1111íd1tte;•, Lr1legt't!,
155 De1mbre 111 se.~·o,
q11e él tome tu vol11pt11osidad' 1!
(! 0) ¡ Y 110 temas
Agotrtrlo" i
C111111do te vea (mí)
Se abalanzará sob1't! ti:
Deja (pues) ctter t11 vestido
Pt1rtJ q11e él se Etme.f/e .robre ti,
Y haz con él, con (este) 1<tlvaje,
1í1 trabajo de m11jet:
160 (E111011ces) .r11 manada, (que se había) criado con él,
Le smi hostil
(15) (Mientms" ti) él te 11timará
CO/l S/J.J a rr1111utCOJ » .
Enkidu cae en La Y Lrtlegre
rr.unpa amorosa 1\pttrtó s11s velos
Y desmbrió s11 sexo
(Pam qtte) él tomase m vol11pt1toJÍdEtd,
Sin temo1·
1\ agotfl rlo.
C111111do ella dejó cmr Jtt vestido.
ÉI se acostó sobre ella,
165 }'ella hizo ton él, con (este) s,rlvaje
Stt lrrtbrtjo de mujer,
(20) M ientms la mimt1ba
Con s11s arr11111acos.
Seis día.J )' 1iete 111JChes,
!!.11kid11, exdtado,
Hizo el t1111or con Lalegrc.

y se ve sep;irncl<> U 11t1 vez sttcittdo


de los animales que lo Del ¡,/tJcer (q11e) ella (le h<tbírt dC1do).
acom pañaban Se dispu.ro
A rcunfrse con s11 manada.

>• Litcrnlmcn tc, «dobla / cxtiendt: 111 rodo/1#. El codo doblado retenía contra d cuer-
po de la mujr:r h:1 extre midad de los vestidos qut- la envolvían, y extender el codo su-
ponía desliarlos, dejar caer esra ropa, desnudar el cuerpo.
>• "'Tfl plarer .., q ue debernos encender en e l !\enrido de .,p/ planr q11e llÍ I~ puet!ts pró-
/JO>'tio11ar• . Véase 168. donde iambit'n se rraca del placer obcenido de la mujer ( •J11 pla-
c.'tr », dit'.'c: c:I rexro).
)J Li,eralJnen rc, «q1tit11.rle ~1 "liento»: ;,O ral vez deberemos pensar 1ncjor en Uf1 lar-
go beso en la boca?

Material o 'gldo por d rcchos <k autor


TABLILLA 1 71

170 Pl!'ro, al ver a E11kid11,


Eirapa11 lm gcuelas.
(25) Y las bestias salvajes
Se apmüm de{/.
Con s11 merpo vado /de f11erw ( ?)/",
Q11iso elevr11·se!
Con sus rodillas paralizadas.
Pcrscg11ir" s11.r bertias.
E11kid11 este1ba débil,
Incapaz de correr co1110 a11tes.
Se vuelve 17 5 (Pero) habla madu(rado/
enconces n In ¡Se habla vuelto inteligente!
cortesana (30) Regresó pam {sen ta /rse
11 los pil!.f de la Cortesana.
Con los ojos clavados
En srt rostro.
Co111prend/,1
(Todo) lo q11e ella (le) decía.

q ue le propone !La Cortesana]


cond ucirlo a Uruk Se volvió (mtonces) hacia él, (hacia ) E11kid11:
180 «Eres [herm/oso, E11kid11"',
Semejante a 1111 dios,
(35) ¿Para qué rea;n·es lt1 estepa
Con lm bertia.r?
Déjame co11d11cirle
A Ur11k la de lo.r cercados,
A la sa11ta Morada.
Re.ridenri" de 111111 )' de l shta1;
Allí (se enme11tra) G ilgamesh,
De cxtraordi11ario vigo1;
185 (Que), semejante" 1111 brífalo,
Venre tt lo.r más j1)11mes » .
(40) (Mientras) ella le e:xboi·taba,
Él aceptaba S1t$ palabras.
Clarividente,
Prese11/Ía al amigo.
Él acepra queriendo E11kid11
demosrrnr su Se volvió (entonces) a la C011esa11a:

;
3
El cérmino acadio u(ilizado es oscuro.
H Ta1nbi¿n se ha propuesto reconstruir de otro modo la prinlera sílaba. perdida por
la rotur-J. de la rablill:.t, de forma que se le.t «tl'eJ /Ja/bio. E11kidtt», pe ro la Versión 1u·adia
de Bogl.mzhiiy ( /'. p. 268) hu dejado zanjada la cu<-sción.

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72 LA EPOPEYA OE GILGAMESH

superioridad sobre « ¡ \ fttmos.',Lctlegre


Gi lgnmesh Uéw1111e
190 A la sacrosa111a Morada
Reside11cia de Ami)' de lshta1;
(45) Allí donde (se e11CJ1entm) Gilgm11e.rh,
De exlraorditlflrio vigo1;
(Q11e), semeja111e a 1111 búfalo.
Vence a lo.r m:í.r jóvenes.
Me mediré .-011 él.
Y el Ct>mbatc será vio//entt>}.
(v: 1) (Y proclam/aré, m el centro de Vmk:
" Yo JO)' el (más) fuertei"
195 U11t1 vez (q111: haya) entmdo (allí),
¡Cambiaré el flltW de las cosas!
El nativo de la estepa,
/.'ierá (el má.r) f11erte./. (el 11uis) vigoroso»
La Corrcsana «Nen, (dijo la Cortesa11a) 1 11áf111011os.
inrenra cal marlo con la Nm11os a enko11tmrlo en perso11a.
perspecciva de una /Te mostraré a G ilgamesb},
runismd con (Porque) yo sé
Gi lgamesh /do11def esttí.
(6) V(en/, E11kid111
A (V mk} la de los cercado.r,
200 {Donde los jó/venes
Se engt1'a11a11 con ft1ji11e.r;
Do11de mda día
Es 1111a .fieJ/a;
Do11de 110 cefsan]
De esmchar.re lllJ lambows;
(10) Donde las [mujeres de vida et/legre,
Bellezas irreprothablcs,
Las{cív}m,
/Co11]sta111es en .r11.r ¡;rito.r (110/11pt110.ro.r)1
205 ¡(Ven) a los(111ds) elevados personajes
/Aban}douar s11s lt>chos 11oc/t1m1os/.1
(1\ ti), E11kid111
/Que 110 Ja}bía.r vivfr
Te 1110.1tra.-é a G ilgamesh
(Este) hombre imperturbable (? Jl'

:., ~b11per111rbf1/;/e,. intenca, a falca de algo nlejor, vercer un r¿nnino que no vuelve
a aparecer en ningún otro sirio y que ra1 Ve'l fabricó el propio auror para esre conrtxro
prc:ciso, con un ckn1cnto que significa ~,degría » y orro, «¡1\y.' • , que: indica implícita-
rnc;ntc la «pt·1ut~ , conlO para sul::ir.i).oar <1uc Gilganu'Sh nlant'cnJa el n1isn'IO talanrc ante

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TABLILLA 1 73

(15) T 1J le mirarás
)' verás, cat'a a Ct'Jra,
Q11i! bim hecho está, en la p!cnit11d de la vida.
Time pre1ta11cia,
210 Respirrt sl'd1Jcáón
Pi;r todos J/ts pot·os.
Te gana
En vigo1;
lttji1tigllble
Día )' 11odJe.
(20) Depón t11 cólera,
Enkidu.
(A eJte) Gilga111esh,
Shamash!• le tiene afecto
215 Y A 1111, Enlil y Ea
Le h ct11 ttmpliado le1 intelige11cit1.

Ella le relata dos Antes (incl11so) de 1¡11e, desde el desierto,


sueños que Gil¡;amesh Ha)'aS llegt1do hasta él,
ha tenido sobre él y En Umk,
que h:1cen Él ha s01ir1do contigo,
presumir una (25) Y en mamo se lew111tó
actirud amisro~ Le habló a su madre
Y le t·ontó ms meli1u.
Primer sueño «(He t1qtd), madre, el .111e1io.
(Q11e) he tenido este1 noche:
220 (Mientras) me rodeaban
Las Estrellas ce!este.s,
U 11a e.rpecie de bloq11e (t;·enido) del Cielo
Ct1yó pesadamente j1111to a mí.
Quise levantarlo:

la sucesión de alegrías y de penas. Esta es la et imología gcncraln1cncc adoprada, pero


me pregunto si la composición de la palabra no se at·crt·a.ría más bien al se:nrido «de fe-
liz a trtf.clet'» q ue: encaja 1ncjor, s in duda. en csrc: conccxro.
~ Sobre la protecció n especial que, se pensaba, el dios del Sol, Shan1ash1 ejercía no
sólo sobre Gilgamesh, sino sobre coda su dinasríu. CU}'O fundador, ~feskiagga.o;her era «.fil
hijo• scgl1n la Lista r~a./ Sflmerin, vc..~sc p. 25, n. 3. Nos cnconrr.unos aquí, en la lín('a
21), <:orno es frecuenre, a la gran triada de los dioses supremos que, en ~fesopornmia,
presidían el panreón y el universo: An 1 Anu , dios del cielo y padre y fundador de la di-
nasrÍ:l divina rcin:uue. Enlil , dios de (:l rierr.1>sobf"rano <le los di().'(;es v de los homhrK;
y su asisrence princip•ll. Enki I Ea, el más inreligenre de los dioses, cr~ador de los horn-
hres y dt la civílizacic)n (véase p. 60, n. 8). A la ttgr11t1 i111elige11~·itt» 1 ocorgada a Gilga-
ff1csh por csrc d ircc:rorio divif10, clcb<:mos . sin duela. atribuir, en la cco11on1ía Jd rdaro,
la clarividencia de los sueños prcrnonirorios, que figuran a conrinuac:: i6n en el rcxco.

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74 LA EPOPEYA DE GILGAMESH

(E m demmiado) pesado para mí;


(30) Intenté trasladarlo,
(Pero) 110 lo podía 111ove1:
Ante {él/ estaba
Lt1 poble1cirí11 de U ruk:
225 [El pueblo}
{Se agolpaba/ a[/rededor}:
{La ple/be {se apiiiabe1 ( ? )}
A11{te él} .
(Los jóvenes}
Se [a111fmtonaban (pam ver)lo,
(35) {Y como t1 ttll chiq/11illo,
Le besabt111 los pies;
Yo lo mimaba
{Como} a 1111e1 esposa.
2 30 {L11ef!,ol. lo deposité
/\ {tus} pies
!Y¡,¡)
{Ttí/ lo {tratlaste en pie de igualdad conmigo».
y su {Sabia y ex/perta,
inrcrprcración fút madre de Gilga111esh, om/11isde11te,
L e habló a s11 soberano -
(40) Sabia )' experta,
!Ni11m11a la Bli/ala/, om11isde11te,
Le h"bló t1 G ilg,,111e.1h:
«Las Estrellas celutes
[5011/ 111 {séquito}
235 {(Esta) espede de bloque (venido) del Ci/elo
Q11e cayó pe.radm11e11/e t1 t11 l(J(lo,
((Qm:) t1í q11erías levantar}:
Demasiado pese1do para ti;
{(Qtre) tti i11te11tmte traslc1da1;
{Sin} poderlo mowr,
(45) Q11e {111 has de}positado
A mis pies
1\I que fro 111isma he}
(fm1t1Jdo en pie de igualdad t·o1111tigo.
240 Y al que t1í mifmahas}
{Como a 1111a esposa}
(vJ: 1) {(Es) qtte va a llegarte/ 1t11 compañcr() !poderoso/
C om¡1a.<ivo k o11 m t111tig11}
{(EI mds) fuerte del país/,
( Ef 111ds) vigoroso,
(J'a11/ sólifdo}

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TAOLILLA 1 75

/(Como) mr bloqlft (1~11ido) dtl Cielo]


/(Q11e) uí lo bayas} mimado
/Como a 1111a esposa/
m 245 /(Es q11e) él!
/No] l e a/ba11}do11ará (jamd.r).
111 simio fes cxale11te]
/Y del me/jor a11gurio• .
Segundo sueño /Por seg1111d11 1-ez, Gilg11111esh]
/Le babló} a 111 madre:
• /lle tmi/do otro simio.
/Mad1't! mía/:
/E11 U mk 111 de los rermdo.r)
Habla11 rolomdo 1111a harh11Cla 1

Objeto tle general ate11ció11' 1

O 0 ) 2~0 /La poblttc/ió11 [de U mk]


F..slflba delallle de ella
[El pueblo/
!Se ago/lpaba alrededor:
[La ple/be
Se apiíi11ba (para ver)la
{Y J•O/,
}'o la deposité a f11s pies,
[()' ) lt1 am11b11/ )'la 11ti11u1b1t
C 111/tO a 111111 e.rposa.
(15} 255 [JV.ientra s qm/ 11í,
'/'IÍ la tratabas en pie de igualdad ro11migo».
)' su inrcrprcroción /Salbia )' experta,
/La madre de GilgamnbJ, 011111iJrimte,
Se 11olvió hacia s11 hijo -
/S11/bia )' experta,
/Ni11.r1111a la Brífttla/, 011111iscicntc,
Se volvió haát1 Gilgt1111esb:
..[La h11rh11/ela q11e tJÍ h11s visto.
¡Ob. hombre!.
{La q11e amabas] J mimabas
Como n 111111 esposa,
(20) 260 Y a la q11e yo he tratado
En pie de ig11ald11d co11tigo
/(Es) q11e te 1w 11 ve11i1} 1111 co111/1rJ1iem poderoso,
Compasivo con <.111> amigo,

1" Lircralmcnrc. ~Jr ixlhídll rtu11ido alndetlor ~el/a ...


76 LA EPOPEYA DE GILGAMESH

[(El más) f11elrte (del pal'.r}


(EI más) ·11igoroso,
(I'an/ sólido
/Como 1111 bloq11e (venidfJ) del Ci}elo•.
Aseorimienro de /Y Gilgamesh abrió la bora]
Gilgnmesh Y le habló a s11 madre:
(25) 265 •¡(Ojalá) que veuga a mi
U11tl s11crte ( tt111) e)lxelente'' !
¡(Q11e tal) amigo y ro11fidente/,
P"'da obtqnqr/o JO!
¡ /(Q11e) pueda obtener}yo
/Tal amigo) co11/i]dente! »
[Ésto.1 .ro11] los J11e1ios /(que) G ilga111e.rh]
/Le e:..p11so (a s11 madre)]».
Y de Gilgamesh,
(c1to1) 11mios
//,,.tlegre] se los contó a E11kid11,
(30) 270 (/Mientras) situados mm] de la ag11ada,
/\111bos fprolo11gaba11 sus c}n·icias.

(Fin de la rablilla.)

}~ En uno de nuest ros fragmt·ncos, una variante atribt1}'C a la amabilidad de: Enki-
du la «SUC'f/t• , .wele11/1?Jt que Gilgomc:sh espera.

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pag 77
78 LA EPOPEYA DE GllGAMESH

q ue le convence 4· «¿ Por qué, entonces, /'f.nkid11}


de que la siga [No vienes conmigo" Umk? }» (?)
a Uruk Desp11éJ de dismti,.¡o entre ellos
I J,
Él acep m Esp1mtd11ea111ente,
[Enkidu est1tvo de amerdo (? )}:
Perfectamente t'onsdente;9
/}
[Obedeáó}
{Los consejos} de Lalegre.
(Ella le entregó}
U110 (de .r11.<) vestido.1
10' [G11t1rdt11ulof el otro
fPara ella}'°.
(Luego), tra.r tomarlo (de la 11utt10, ella lo ro11d11jo}
e ()//IQ a /ti/ 11Íliri ' (?)
Hacen un alto entre /Y lo llroó/
los pastores A 1111a choza de pastores.

O rro fragmento, conservado en el Orienral


Insrirute de Chicago y denominado A.3444,
roma aquí el relevo.

(A.3444, ffcto) 2' En forro en tomo a él


Los Pastort1.r,
Espontd11ea111c11te,
/E.wla111a1'0ll /:
«(Este) joven, ¡ró1110 .re ptirece
tt G ilgamesh en la estatura!
5' ¡(De tan) alta talla,
Alt/ivo/ como la cima d.e 1uu1 11111rat/<1!
Es Enkidu, ú11 d11dtT,
El 11tTTÍvo del desfierto/

>t La tr'.tducci6n llreral, en este contexto tan fcug mcntario, ser ía .-ron<Kicudo sr1 ("(}-
razón».
_.~ Esto q uit·re decir que las mujt·n.-s llevaban, aJ m enos, dos vestidos.
4
' El texto cuneiforme dice «tomo los dioses• , lo cual resulta oscuro inc luso :tunque

lo in terpretemos «rm1u1 Ía.J diortJ (ttJnd11re11 tt ÍoJ hombres).,., en rt"fereocia a las. escenns de-
non1inadas ocde prcsenr~1ción t0o , representildas. ~' menudo, en los <:ilindro5-sello ~·que
mucsrr;u1 al propierario dd sello conduciclo por una divinidad en presencia de o tra. He
prc:fcrido SUJ><>ncr que se erara de un error del copista. El texto paralelo de la Vt-rJitl11
a11tig:ue (filrult:/fiu. 72) plantea. igualmente, problemas; véase nucstrn nora a este ver-
so, p. 219, n. 341. asi como p. 269, n. 450.

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TABLILLA JI 79

/Crtya 11msmlat11ra/ es tan podet'llsa


Como 1111 bloq11e (venido) del Cielo».
Enkidu comienz.1 a /El pa/11 ( q11e) flcf ofrecían
comporrarse como un /Él lo rechazó (? )/:
hombre /La cl:'rvez/a (q11e) le o/redan
/No la q11iJo (? )}
Este pan, sin co/inerloJ,
10' lE11kid1t lo examinaba <"Oll desco11/ia11za/;
/fütt1 cerveza. si11 bebe1lt1},
(La ext1111i11aba <'fi11 desco11fia11za/. ..

Tras haber superado su rcricencia inicial, a ins-


rancias de la Corresana, y acosrumbrado ya a su
nueva vida, un fragmenro de Nínive (K.8574
rn:to) nos presenra a Enkidu ayudando a sus nue-
vos compañeros.

(K.85741'1Xto) 1· (Hacia pedaz}osa los lobos


/'!' sometía a los leones}
/J\1ientms desca11safha11 los pastores
/j
(Porq11c (? ).1 E11kid11
Hacía por ellos de pasto1· (? j"
La Corrcsar~~ lo /Pero la Cortesaua Ü dijo (? ):}
arrastra a U ruk «En l11gar de q11edm·te aq11f,
5· Nen} a Umk, la de los cercados"',
Para qm (?) / /»

Llegada a Uruk, donde Nada nos ha llegado de esros episodios. En lo


Enkidu enrutnrr• un poco que subsisre de la Ve1"Sió11 ninivita. al final
morivo para irrirnrse de la segunda columna del principal ejemplar
conrm G ilgamesh (1?111, 289 ), parece que la narración era ligera-
meme d isrinra de la Versió11 t111tig11a. Con rodo, el
esrndo del rexro es demasiado lamemable como
para hacernos una idea clara. Parece que Enkidu,
movido ral vez por un error a su llegada a la c: iu-

"' Literalmente, •<l:ra Jl( pastor» . de: ambiguo signifi~do: ¿protegía a los pastores o
bien Jo qut- e-s m:'ls verosímil, les sustituía cu id:1ndo :a la..~ cwejas, dc:-fendiéndol:tS mc:jor
que nadie ele los clcpr<.--dadores?
o; Lectura incierra y traducción dudosa. Cabe rambién pensa.r <1ue Enk id u (obe<le-
ciendo a su desrino fijado por los dioses, véMe 1: 74-80. a.~í como p. 38, n. 10) haya
ven ido a Uruk decidido a rivalizar con Gi lgamc.sh y a provocarlo con t•I fin de pdcar-
sc con él (véase[: 193-196).

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80 LA EPOPEYA DE G ILGAMESH

dad , se opone, desde el principio, a Gilgamesh


suscirando con ello la adm iración de la plebe(?).

(Rm 289) 11: 35· /De pi /e en la calle principal


De Umk /la de los L'ermdo.r}
Enkidu se vuelve /Enkid11 (? )]
conrr:i Gilgamesh Dab" muestras (? ) de violencia (? ).
Cortándole el paso
/1\ Gilga111e.rhj
(Ante él} estaba
La población (enrera) de Uruk,
(Todo) el p11eblo
Se agoljJt1ba /a /rededor/;
40' La piche
Se apiñaba /ante élJ
Y Ios jóvenes
Se tUllllr/to111tban /para verlo!
}' como a 11n chiquillo,
Le be/saban los pies]·'
«(Se ve) a las d a ras. (decían ellos (? )]
(Que) es 1111 hermoso joven».
Las nupcias y Mientt'tls tanto, los adornos [noct11}rnos d~ 111ws
Ja irifulca 1111pcias"
/Los habían pre/1arado/.
45' )'como (se h11hiese hedJo) con 1111 dios
le L'olocaro11 m1 « t'Í11f111·ó11» ( ! ) a G ilgamesh"6,

-u Con10 el lector se habrá dado c uenca, el rexro desde 38' hasra 42' repite literal-
n1enre 1: 224-228 (con1párese rambjén 250-252), e n la descripción de los sueños de
G ilgamesh. Por su so la prestanc ia, igual a Ja del rey de U ruk, Enkiclu suscira, desde el
principio, la ad mir~1c i cSn y ti entusiasmo de la población: puesto que se dirige al irn;-
rame contm Gilgamcsh (35'-37 ') daba esperanzas a Jos súbdi tos del rir.1110 de que fsre,
al encone rar un scmcja.nrc, les rrararía en addanrc con 01cnor dure-.ta .
.!' Literalmente. «el Ít:c/J() 11or.tunw ti~ /a, dirJJa lslfxrrn• , patrona del amo r conyugal.

Véase la nora a L'iladelfia., 192 ss .. p. 225, n. 350. El morivo de la cncmisrad de En-


kidu estriba en lo q ue él considera un abuso de poder por parte de Gilgamesh en lo re-
fcrenre a Ja noche de boda.'\., y má.c; precis1mencc, el derecho de pe rnada.
b El «ci11t11rÓn• o e l «faj/n ,,. de ,g:ila, q ue el au tor con,p:ira, sin d uda por su ele-

vado pr(,"cio 1 con los que se colocaban a las im~ig eaes divinas de cu ico c:<ln motivo
de cierras cere monias, debe de referjrse , e n este conrexro, a un adorno ceremonial
t-spccífico, rcscrvado al esposo para d momc nco e n el que c:ncucnrra, por ve z pri-
mer-'1., a su joven esposa. sobre "e/ led.10 dt Isl.JJru·a;,., papel ésre c.1ue Gi lg:-tnles h se
arroga provocando hl ind ignación d t Enkidu . La V1:t'Jitf11 "111ig1lf1 del episodio (Pila-
delfía 144 ss., véase p . 222) es más explícita. El escándalo y la protesta de Enk idu
se explican n1cjor si cncendcn)OS t1uc ésrc rcprcscnra a una socic(lad pritniriva )'

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TABLILLA JI 81

Per11 E11kid1t bloq11eaba, con /s11s pi}s,


La p11erM de la casa 1111pcial,
Sin dejar
Q11e Gilgm11e.rh entre m elltt.
Ante la misma ¡111erta,
Se enfrenta ron merpo a merpo.
Y fO/mbatiero/n. m plena calle,
En la plazt1 prinápal del país,
50' (Tan viole11ta111e11te) qm ltis /jm11blas/11ero11
arrancadas
Y los 11utros vafilaba11.

El final del combare, los elog ios y luego los re-


proches de Enkidu y el pacco de arnisrad (?) (Fi-
ladelfia, 227 ss.. pp. 230 ss.) han desaparecido
com plecamenre, pero el final de la columna m
de R111 289 parece concluir la presenración q ue
Gilgamesh hace de su nuevo amigo a su madre .

JII: 43. .[}


G ilgamesh ¡E.r el (más) {f1Jer1e /del país/,
presenra a Enkiclu a su [El (más) valiente}!
madre 45' (fon poderoso./
!Como 1m biloque (tJenido) /del Cielo},
De alta /talla},
[Altivo como la cima de 1111a 11111ralla ]»
La madre de (G ilgamesb, tras abrir} la bofca}
(fomó Ia jlal,,bra J
)' le habló a {r11 hijo}
Ni11{s1111a} la B1Ífala, /tras abrir 1,, boca/,
(lomó la palabra./
N le hrtbló a Gilgt1111esb./:
" Hijo111 ío,
(j
50' (Enkid11) se ha quejado amarga111e11tc
/De Jtt conducta (.' )./
Es posible q ue, en los dos p rimeros versos de
la col umna IV, inm ed iaramente después de lo
q ue acabamos ele leer, Gilgamesh tomara la pa-
labra para responder a su madre y defender o ex-

«Ja l vaj e», q ue: po blab.i Ja parce desfrrica del país, con costumbres más inoccntc:s que:
las de los ciuclada11os. Vé-JS<: también p. \39, u. 156.

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TABLILLA JI 83

los riesgos de la /El Bos/q11e de lo! Cedros


empresa Y para a tcn·oriz<1r a 1,, gente,
Enlil colot'Ó allí a J-Í.11111baba" .
(Este) (Jmnbaba, Sii grito es el Espa1110·",
S11 bom es de Fuego
S11 aliento, la (misma) Muerte.
{E11/ !ei!cienfos kilómetros (a la 1'<'<Í1>11da)' 9
Oye ( tod<1s) lo.r sonidos del Bosque
¿Q11ié11 pod1~f ento11ces pe11et1'ár f!tl él h11sta dentro?
5 Para proteger los Cedros,
Para aterrorizar a la geutc
Enlil lo colo1:ó ttllí.
¡Q11ien elllre en s11 bo.rq11e
Q11edard paralizado!»
Gilsamesh Pero G ilg'111tesb
se empeña Le habló a él, a. E11kid11:
«1\111igo mio f J.

El resto se ha perdido. En un pequeño frag-


menro de una rnblilla de Ninive (K.7224) cal
vez rengamos una parre del discurso de Gilga-
mesh junto con una breve réplica de Enkidu.

(K.7224) ,¡· «i lmigo mío, 110 f}


/}
(Si) vie11e11 Íos niños al 1r111{11do/
,·es (aca!o) /pai'á pemta<t'er inactivos?/»
Réplira de Enkidu Pero E11kid11 abrió la boca 6', lo111a11do la palabra].
/Le habló a Gilgamesh}:
«¡A migo. q11e vaym11os a enro11trado,
{No es posible.' (? )/
¡Q11e [IJ(qa111os a e11co11tmr a} I111mbaba
{No es posible/),.,

A esro seguía una nueva réplica ele Gilgamesh,


pero su rcspuesra se ha pcrd ido. Tampoco ha

"' Por ranro, se le arribuye a Enlil, e l soberano de los dioses y de los hombres en
el sistema religioso babilonio, el lllber apostado allí aHumooba (véase rambién 5, más
:ib:tjo). Esr~ es h razón - por no h:thlar del car.icre r ~div ino,, de esre person~1je, vC:a.~e
p. 31 - de <-¡lit" Enlil dt"sapruebc su mm:rrc (ibitl), qut> ser.\ considc:rada como una fa( ..
tol grave dt Enkidu . Véa.(je la Veriir111 úitira, pp. 274 ss.: 5' ss.
" Lircralmcnu:, • 1111 Oi/11vio• . Véanse p. 110, n. 95 y p. 230, 11. 363.
J'I Se trata, en acadio, del /;éru. mc:dida de.· long itud de. unos 10 kilónn·rros.

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84 LA EPOPEYA DE GILGAMESH

quedado ni rasrro de los episodios que siguen.


Sólo el final del fragme nco figu ra en el reverso
de \f/.22729: esrnmos en la «Forja», cuando los
artesanos accpran fabricar las armas soliciradas.

(\V/.22729, f!MO) \' {(Los cJrteu11101) allí pres/entes se reunieron:


Para f.}
(Deseo de gloria de •Forje<mo.r> p11e.r algmra.r hc1Cht1.r
Gilgamesh y /J;
decis ión de ordenar Hafhas enoNms (forjémoslas), de sesenta kilos mda
q ue le preparen las 1111a'º·
armas necesarias): así {(Forjemo.r) /
lo hacen los Las esp11r.k.ts solicitadas, (fo1jé111oslas). de sesenta kilos
arres.:anos t'tlda 1tr1a
{(Forjemos) /
5' Unos talabarte.r, (fo1jemos), de scsl!llta kilos cada m10
Estos ta/11bar1es lJ

En la siguienrc línea, el copisra rranscribe sólo


dos signos y aíiadc (como se solía hacer en ralcs ca-
sos) que en el manusrriro que esrá cop iando, hay
una fracrura recienre. indicando a corinuacicín,
para precisar la exrensión de la lag una, «cinco /Ílum
se han p1!1rlido•. Tras csro, prosigue su rranscripción.

Gilgamesh lince « Esa"·hr1dme1 ] óveness1 ,


públicas sus 11
intenciones hablando ) 6vc11es de Umk,
ame la clase ele Experto.< /en /:
los •J óvenes» M e (siento) f11erte (para) pm"tir,
/(Andm)} el ca111ino f /.
Afrontaré 1t11 combate incierto,
Una expedición /arriesgt1da ( ?)/.
De.re(l(/me bvena s11erte (?)
11
(Pero) entraré (primero) en Un1k por la p11er1"
princ:ipa I

,. El término ~·c~1dio e-s bi/111. med id:l de: pt"SO que c.'OnH:·nía 60 111i11m de unos 500 g
cada una, es decir, unos 30 kg . E l coral rcprcscnrn una carga sobrchun1ana y nos recuerda
q ue Gilgamesh y Enkidu se presenrnn rnmo gi¡¡ances (véase p. 274. n. 468).
n Para el significado de <((Joven», v¿ase más arriba I" 63, n. 19. Aquí par«en integrar
un cuerpo, una t-spt.-cit• de Asamblea~ que ~e distingrn: del gran Consejo de A ncianos, cuya
auroridru:I polírica par<:cc haber sido más amplia.

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TABLILLA JI 85

E/11 j
Y volve1i n ut!ir
/(Parn nmtnmte a la capilla del)} Akltu" /( ?)/
Pt11·a celebrar (allí) el Akí'tu
Co,, f J
15' Q11c se celebre, p11es, el Akitu
e
01! mlÍ/s ica1
Que lo e:1co111patie11 grito.1 de alegríct
En[}•.
Enkidu pide a (Pero) F.nkidu. (hablando) al/fe los Andanos»,
los Ancianos (Les decía ( ?):}
que derengan a •Los ) 6venes de U mk
Gilgamcsh /Le a11i11u111 (? )}:
(Vo.1otros) decidle
Que 110 vaya al Bos(quc/.
No es ésta 111/fl expedición que deba emprendene
20' Él (sólo) es 1111 hombre (?) l},
Y el que vigiln el Bos(q11e]
(No tiene piedad(?)}

El resto del fragmenro ha dt"saparecido. Qui-


zás sea éste el lugar donde debemos insercar el
reverso· del fragmen to 1\.3444.

De pie
(J\. 3444, ver.io) 2' Los 111im1bros del Co11Jejo (de Anáanos ( ?)}
Dieron s11 opi11ió11
Los Ancianos A (Gilgameshl:
advienen a «Gilga.111esh, tienes alÍn prxos a1ios,
Gilgamesh }' 111 t·orttzón [te] ar(nJStra}
(1'amp().(o) sabes bien de qué estás hablando:
¿ Te trajo al 1111111do 11nt1 111t1riposa" ?
5' Este B11111b11ba, mando grita
es el Espa11to.
S11 boca es de Pttego

" Amc'S de p'1rtir, G ilgamcsh quiere cdobrar una do las Ít<'S tas principaks de la li·
curgja local: el 1\ki111¡ para esrn ceren1.onia se reservaba un s~nrua.rio J>:lrricular, fuera de los
muros a donde se iba c:n procesión desde la ciudad.
1

) Vt:-J..fi,e 1~, p. 84. n. 51.


1

4
> Tanro la lectura como la traducci6n son conjeturales. La ima8c:n t'mplc:acla

aquí. cornada sin duda de una expresión popular, pretendería insist ir en la ligereza
de Gi lgam csh. Enc<tj:t bien con la ,mentalidad de Jos «Ancianos'' invocar la incxpc:-
ricncia de aquellos jóvenes a los que desaprueban.

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86 LA EPOPEYA DE G ILGAMESH

S11 r1'ie111n, lt1 (mim1r1) M11erte.


Oye en seiJcie11tos kilómetros (a la 1'edonda)
(tod1u) los sonidos de Sil Bosq11e
c' Q1tién, entonces~
pod,.rf fPen/etmr en él hrH/tJ de111ro?
fTerrible .s m rost1-o (? J]
1o· i y 111onstr11oso" !
(¿Q1Jién1 (i11cl11so)/ en/re los lgigi" ,
/Pod1'tÍ hace],./e f rente?
(Pt1m proteger los Cedros]
Y para t11ei·rorizar" !t1 gente
Enlil lo toloaí allí»
/(Pero) Gilga111e}sh /1111a vez ofdas}
Las p,1/t1bms tle los gmndes Co11seje1·os

N o queda el menor rasrro del resro de los epi-


sod ios con los q ue concl uía la rnbli lla.

(fin de la rablilla.)

)) La «máscara de H uwawa I f.run1bab::i 1 disco rsjonada y horrible , era muy conocida


)' se re producía co1l frecuencia e n anlulecos. Es :intecedenre y pos ible modelo de la ca-
beza chísi<."::i de 1vledusa (vfuse especialmen1e E. C:\Ssin, Ln Sjde1u!C11r tlivi11t, p. 55 1 n. 8).
,_, Ig igi es unit denomin:lciún colectiva de kt comunid:•d de dios.~. En la Epopeya
só lo apan.--ce aquí y en XJ: 172 (p. 192, n. 28 1). Otra ex presión análo.qa es A1111n11aki
(E1111>111r1ki en la Versi6n t111tig11(1, Fr11gmen1<JJ de B11gdad - p. 244- y de Cbitago. verso 37',
p. 248 y n. 407) que se refiere . unas vece!, a los grandes dioses celesres (así Xlv1: 29.
p. 179. n. 239. y XI: 124, p. 189, n. 270) y. orras, al conjun to de los dioses infr·rna-
Ics (VIIl/v, p. 152, n. 182 y XI: 10}, p. 187, n. 264).

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pag 87
98 LA EPOPEYA DE GILGAMESH

e· Por q11é (entonces) 111e be de.rperftr.do?


T1í 110 me bm zarm1d(!{1do,
¿ Por qué (enronw) me siento (tan) alterado?
Ni11grí11 fantasma (?) 111e btt rozado,
e· Por q11é .roy pre.ra del pd11ico?
( Res11/ta ), amigo mío, (q11e) he tenido
Un terce1· s11cño,
Y el .r1mio q11e he tenido
Em i11q11iett111te.
15' Los cielos t1wwba11
El s11elo 1'1!111111baba
la tempestctd (dio pt1So a) 1111 silencio de m11erte
Se alzaron las tinieUas
(Se vi}o 1111 1·e/d111pago,
Estalló 1111 incendio
De brillante.r fllamJ1.r,
Y e111/1t'ZÓ a llover 11111erte"
(L11ego) esta hog111:ra se vino abajo.
Quedó reducida a cenizm.
20' Bajemos'',
Lo bt1h111re11tos allí t1br1jo»
y su C11a11do E11kid11 fc1c"bó de esmcbarl}e
inrerpreraci6n Tras hacerle collfemplm; cara a cara, s11 S11eiío"
Le habló a G ilgamCJh:
e f}
( j //OSO/ros 11(0]p(ere}m/e111Jos»

Se ha perdido el resto de la inrc.r prcración del


sueño. Es posible que un pequeño fragmenro de
rablilla nos haya conservado las úlcimas palabras:

verso 12'. el rexro <.lice "'11i11g1í11 dioJ" ha p.'1.fado j1111trJ t1111í"* . Se rrara .sin1duda de un sen-
tido gc:ner.il. amplio, de la palabr;.t KdioJ» , aquí entendido con10 cuaJquic:r sc.·r sobrc:-
nacural (inc1uido el «foncasm.a.» de un difunco) cuya presencia suscira pavor.
' 1 Es una in111,g:en conocida también por otros ccscín1onios. El <'normc incendio
multiplica las víctimas como gotas de lluvia. Véase también p. 110: V-Uruk / 11: 7 .
.,, Sin duda, era mejor analizar y discutir el sueño (¿sólo en los o btenidos por in-
cubaclón?) en un lugar disrinro de aquel t·n el que se había renido. Esta frase y la si -
g uiente pudieron igualmence formar parre de la fórmula emplead!! J>Or el auco r en los
páS::ajes paralelos a fstc.\ pero no c:scoy lo suficien1e seguro de ello como para inrrodu-
c irl~1s por siscema. en los t>a.'iajes resriruidos.
1
' Es una u-aducción literal, pero el verbo empicado es ambiguo. Con lo de .ha-
cerle rontempla1: cara (t rtl ·Yfl» su 5uefio n Gi lgan1esh. ca.I vez Enkidu, aE incerprerarlo, se
lo recordaba en derallc, obligándole de algún modo a revivirlo, o quii:U intentaba ha-
cérselo <f/.cep1t11·,.,. con todas sus consecuencias.

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TABLILLA IV 99

Ma/iiafna, f,.ecibiremo}s de Sha111ash


Una b11ena noticia.
Cuana erapa ffra.r doscientos ki/ó111etros},
(Co111/iero11 a/lgo/¡
(Desp11és de trescie11 ros ( 111át)},
(A e]a 111 /ptmml
El resro se ha perdido, pero es fácil de suplir.
(5) /(/\sí), en 1111 día e11tero},
/Hici1'1·011 q11i11ie11to.1· kil<ímetros}
¡/El tmyerto (b'1bi111al)}
(De 1111 mes y medio!]
/111 mbo de trt:s días,!
/11!ra11zaro11 la A1tmlt1Íia de }
/Delm11e de Shamash}
(Excavaron 1111 pozo]
[\' colocatYm /
(f.11 j
(LO) (( L11egó) Gilga111esh},
fS11bió a la cima de la J\1onta1ia}
[\' derramó httrina de q¡¡emttr/
{Para Shmnash (diciendo)/
Cuarto sueño {"Monttt1ia, ¡e11vía1ne 1111 Jt1eiiol
(Promesa de felicidad! ,, /
/E11kid11 ejemtó (ento11ces) el 1·it1Jal 111rí11tico]
/Para Gilw1111eshJ,
((Mient,-as ta11to), 1111a bo,-,mca/
(Pasctba y Je alejaba].
(1.5) /L¡¡ego, le hizo acostm:re/
(V lo encerró e11 1m círcttlo e11mntado}
((Tan bien) estaba éf/
(Como J.
/U na vez que G ilgmnesh t1poyó/
/El 111entó11 sobre sm rodillas},
/El Stteíio, q11e se d1•rran1a sobre los hombres}
(Ca)'Ó sobre élJ.
/A 111edi1t 11oche/,
/Se despertó de ¡mm to/,
(20) /Se p11so de pie},
ti' le relató a s11 amigo:/
1v Del relaro del sueño sólo cenemos algunos reca-
zos ininteligi bles, a través de los cuales podemos

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100 LA EPOPEYA DE GILGAMESH

intuir c1ue Gi lgamesh había soñado con un ser de


gran tamaño, un gigante. Con esro, el relaro ya ha
lleg:1do al reverso de la rablilla, donde los sicce u
ocho primeros versos parecen terminar csra narrn-
ción onírka. A conrin uaci6n, Enkiclu p roc-ede a
dar su in cerprecación, igualmenre muy dariada.

y su 1' • {E I sue1ioJque has ten ido,


inrerpreración I J,
1\migo mio, me { J,
¡¡
rJfJ 1t/llbabt1'
Como/ J
{Antes de q11e se i/11111i/,,e
La a !tf,.ora/,
5' {Ante é/I nos ttÍzaremos
¡¡
Fm'iosos
/Co11tra Hum/baba J r
f./ nos lanzaremos;
Contm /el, nosotros (?)l
Mmiana, recibiremos de Sht1111ash
U na buena noticia»

Qu inra crapa (fras doscientos kilómett·os/,


Comieron af/go./;
10' {Después de t,.escientos (má.s)/.
1\cam{pa,.on./;
(Así), en {un día} entkroJ,
{H ic/iero11 {q11i11ientos kilómetros}
¡ {E I Tl'a)'eCIO (habitual)}
/De 1111 mes)' medio.'J
/1\ I mbo de tre.r día.r,}
{/\lca11zaron la Mo11r01ia de J
[Delante de Shm11ashJ
Excavmw1 ttll p/ozo}
/}' ""JIf)l'a ron l./
E{n j
[Luego} G ilgamesh,
[Subió/ a la cifma de la M ontaiia/
15' /Y d}ermmó /h,trina d<: q11e111ar./
Pam [Sha111asb (diciendo)/:
Qu inro sueño f«i\fo11ta1ia, ¡ provócam]e 1111 sfttetioJ
fP,.omesa de felicidad!•./

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11 2 LA EPOPEYA DE GILGAMESH

Fin de la 111: J « ... Tliestás al COn'Íente del proJ·f~to de Gilgamesh/


súpl irn ele De (sus) i11te11áo11es en relación con mi Bosque.
Humbab:t a Enkidu Y flÍ sabe.1
C Óll/.O habladé'".
Yo hab.-í11 ¡1odido derrota1·1e, habría podido degollar-
le
En la pro/11nda espesflm de mi Bosq11e,
Dejarte cr1mo pasto
Para los gntones ofid¡o.1••, las dgmlas, los b111tres.
Ahora, E11kidu, depC11de de ti
Mi liberación:
¡ R11égtde tt Gilgamesh
Que me deje con ·vidfJ !»
Enkidu continúa Pero Enkidu abrió la boca y, tomm1do la palabra,
abogando por Le dijo a Gilga(mesh}
la soluó6n drásrica «Amigo mío,
Al Guardián del Bosque de los /Cedros],
Re111.á1alo, degiiéllalo
Destníyelo )' f1
10 ¡\ l!.rmtbaba, el Guardidn del Bo.rq11e de los Ced1·os
Remdtalo, degiiéllalo,
Destníyelo )' { J
Antes de que Enlil el primero'""
Esmche fs11 lla11wdtt ( ?)/,
( /\ ntes) de que los (g1'tt11tles/ dioses
Se v11elva11 ftriosos contra 11oso/ros:
Enlil en Nipp11r
(Y?) Shamash en (Larsa!Sippm· ( ? )/'"',

~ ,,,,C úwtJ lx1hlflrle;,. 1 1.:1:.u o e:s, p:.1ra n1ov~r1~ a la pic:d:u.I.


•• Véase más arriba, p. 109, 11. 89.
'"' Por una raz6n p<X'O clara para noso tros, pero que s in d uda obedece sobre tocio al
cai;-.Ícter · d ivino• de Humbaba (véase p. 31) y a la misi6n que le había asignado d 1cy
de los d ioses (véase 11/V: 1-3 y paralelos), Enlil no quería que fuera sacrificndo el Guar-
d i:ín del Bosque. y Enkidu lo sabía. D e ahí su prisa por lograr su muerte, antes de que
Enlil incervenga desde su gran templo de Nippur, o incluso Shamash, desde el suyo, en
Larsa o Sippar. A Shamnsh se le suponía, por lo canco, ig ualmente conuario a la n1uerrc
del advet'SMio de sus dos procegidos; con orrJS palabras, esc:tba d ispuesco :i ayudarles a
derrotarlo, pam que lo uriliz.a.raa a su antojo. así como a su Bosque y sobre ctx.lo, a sus
Ce-dros, pe-ro no querí~1 que lo suprimier.u1. Este hf'Cho detennina lo que suceder.í. des-
p uC:s: Enkid u, considerado r<.""Sponsablc de Ja mucrt<: ch.· J:Tumbaba. será de hl-'Cho condc-
n~tdo por los dioses a un fin premaruro ("éase sobre codo fa Versión hiri/./t, p. 277 ss.).
1
" 1\ juzgar por lo <¡ue se conserva del no1nbre de la ciudad , no 5abemos s i debe-
mos restituir • Lfars11/» o bjen «S/ippar/... : Shan1ash era tY.urono de ambas ciudades y <:n
mela una de ellas le <'Staba consagrado el templo principal.

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TABLILLA V 113

¡Gtínate
U11t1 {rep1ttació11] e1er{11a]
15 /Por habe1J
/DetTOlado ( ? )/ afl111nbaba! »

IV: 1 la concinuación, unos creinca versos, se ha per-


dido. Ignoramos su concenido, así como el de
ocros cantos ig ualmente desaparecidos al princi-
pio de la columna IV. Aquí rambién se irían al-
cemando los discursos, incerrumpidos por escenas
acerca de las que no sabemos absolutamence nada.
Nueva súplica de Cuando recomamos el rexco, Hum baba .in ren ca de
flumbaba a En kidu nuevo conciliarse las simparías de Enkidu. Tal vez
le hable de la «Puerta• del Templo(?) -el de En-
lil en Nippur- para la cual, los d os héroes (véase
más adelante, VI: 6 ss.) habrán de reservar el me-
jor ejemplar de los Cedros gue recojan.

l r
Ahom, Enkidu. depend{e] de t/i]
{(Mi) liberació11./:
¡R11égale rt Gilgamesh
Que 111e {deje/ con vida.'•
Nuevo rechazo de {Pero E/nkid1t t1brió lt1 boca)', tomando la palabra,
Enkidu, q uien Le habló fa Gilgamesh/:
rcircra su «{A}migo mío, A H11111bt1bt1, Guardián del 811.rfque
exhorración a de 101 Cedros},
Gilgamesh (Remátalo. degüéllalo)
/Destníyelo y /
{¡\11te.r) de que {Enlil} el primero
15' {Esc11the su //1Jtllt1d11 (? )},
(Antes) de que los {grandes] dioses
Se vuelvtm [/,, frio.ro.r contra 11osot1·0.r:
/E}nlil en Nipp111·
(Y?) Shmuash en {Lt1rsa/Sippar (? )},
{¡Gdnatc una rep11tació11 eterna ( ?)}
{Por haber/
/Derrotado (?)}a fi11111/haba}!»

Reacción de C11a11doH11111b{aba)
Humbaba Hubo oído festas palabra.r ( ? )/

Aquí se acababa la columna IV. La rreincena de


versos s igu ien res, al princi pio de la v han desa-
parecido y resu lta imposible conjeturar su con-

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114 LA EPOPEYA DE GILGAMESH

renido. Cuando recomamos el rexto conservado,


Humhaba m• ldice a pero encrecorrado y difícilmence legible, Hum-
los dos héroes baba, viéndose sin duda perdido, maldice a sus
dos adversarios, como final de u n discurso diri-
g ido a ellos.

v: lº • ... Q"e ellos no lJ


!J
Que no enwjezam,
N i 1111(0] ni el (o]tro
Y, Mmo tt1111poco s11 amigo Gilgamesh,
Que Enkid11 no enc11entre 111mca la salvació11'" 1•.
tJlcima apelación de Enkid111 t1briendo la boca, tomó la palahra,
Enkiclu a Y le habló a Gilga111esh:
Gilsamesh 5' •Amigo mío, por más q11e te hable,
TIÍ 110 me esC11chas:
Voy a des/1t1chm· (?) fa IÍ.1111tb:tba}

Humhaba es Del episodio sigu ience sólo tenemos una dece-


abatido na de versos fragmencarios, de los que sólo nos
ha quedado el final. De rndo ello podemos des-
cifrar lo sig uiente:

s· f con} Slt amigo


f} junto t1 él
10' f},
(Los dos héroes (? )}
Desenvainaron m cinco (<X·asio11es).
(Mientras que, prtm esq11ivarles (?)/
[H11111bab,1} brinc.tbe1.
(A golpes (?) de] pica (?)
[Lo 111tttttro11 (? )}.
(A I punto}, demr1s {tinieblas (? )}
Se aba(tieron} sobre la Mon1t:1ña.
15' {¡-Sí.'(?)} densas /tinieblas(?)}
Se abat{ieron} sobre 1,, M ontr11i<J'º'

u-~ Litt:n1lmente, « 11(Jc11t71entnt 111111rn urilla» para desemban1u y salvarse de la ri:1da. Se


advertirá que los versos J ·-5' encueocran un paralelo (fmgmenrado y nlU)' mal conserva-
do) en 45'-50" de ( lo que queda de) la columna V en el frogmenro de Nínive. Enkidu !e
ofrece a ~deJp1Khllr1> él n1isn10 a Hun1balx-1. liremln1ence, si el verbo ha sido correc:r:.unen1e
resrirutido, uenviarlo a ocra parlé», «Cxpuls.arlo», cufen1ismo por ~•natarlo :..
111
} Tras his largas discusiones que la pret't."<len }' que conducen hash\ ella.. la csc:c11a
de la ejecución (¿a ¿;ol¡><..-s de pica?, pero véase, sin embargo, la fo10 J) de Humbaba

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TABLILLA V 115

Los ocho úl timos versos de la co lumna se han


perd ido, así como la creinrena del principio de la
siguiente. Tras esto, algunos finales de versos
Gilsamesh )' nos permiten ad ivinar que, u na vez desapareci-
Enkidu corcan clo liumbaba, los dos vencedores se p usieron a
algunos Cedros cortar Cedros lib rem enre, pues ral era el objeti-
vo ele su exp edición.

VI: 2' /los Cedros (? )/


Q11e q11crfa11 conar (?)
lJ
(]la mame halla .robre stt corteza ( ? ).
Gilga111esh abatít1 lo.r árboles,
(C11yos) 11·011cos E11kid1t iht1111idiendo
Para atraerse 5· Y E11kid11, ht1biendo abierto la boca J to1llado la
la benevolencia de peilabra,
Enlil, Enkiclu Le ht1bl6 t1 Gilgm11csh:
propone reservarle «i\111igo mío, hemos t1ha1ido
el Cecl ro más U 11 cedro (extraordinariamente) elevado,
grande C1tya copa
T-lendft1 el cielo.
Hagamos t·on él 1111 batiente de p11er1a
De treinta)' seis metros de alt11ra 1°'
y doce de am·bo,
De medio metro de espesm;
Y myos ejes, cen1ml. inferior )' el de arriba,
Sea11 cada 11110 de seis metros.
10' Lo t1-a11sportaremo.r a Nipprtr,
/Uevríndolo/.robre el é1tfrate.r 1
• •,

nris es narr-.ida con una sorprc-ndcntc <:oncisión, sin duda (1ucrida por el autor. Al menos.,
snbe1nos <.'J Ut los dos héroes (¿a C(>1ll'i11uaC'jón?) habían deC"apit·ado a flutnbaba (véase
n1ás adclancc, VI: 14:, como c:n Gí/ganUJsh Jili"mbtrha, p. 3 1) con el fin, cal vez . de UIY.t-
ciguar al irritado Enlil ofreciéndole s u cabeza con10 trofeo. D el m ismo modo, más ade-
lancc (VI: 154) ofrecerán a Shamash el corazón del Toro .gigonce una vez abariclo.
itM Las medidas se dan aquí en #f(()f/os» (unos 60 cm) y en 11i11da (cérmioo sumcrio

CU)'O equiva.Jence acadio no esci bien fij::tdo), su múlciplo decimal (unos 6 m). Se rr-.ua.•
cvidcntctm <"nte, de una pucrra gigantesca, a la medida, no sólo del templo fitmoso de En-
lil, en N ippur (el Ekur? \1éase p. 28), si no sobre codo, de los dos héroe-s sobrehumanos y,
apar.t·11remenre? d t" su deseo inc:onfesado por hacerse pt·rdonar la muerre de Aumbaba~
Los t res ejes, el inferior en la parre b:lja del bacienre, el rnedio y el superior en l:t p:tne d e
arriba, rcfortaban d marco y pcrn1irían d movim icnro g irando sobr:'C sus c:hun1accras.
lfi'> El retorno a Uruk se h izo, pues, por vía flu vi11l. Aquí, una vc::z n1ás , d aucor s<:

mucstr.i lac.: ó nico, como si juzgara ocioso extenderse sob re episodios)' al·ontccimicnros
obvios en su dcs...1.Crollo.

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122 LA EPOPEYA DE GILGAMESH

Y te/J1'0i111·ab11 mtidia11a111ente
comida r1b111ulr111 te.
P11siste fll! 1>j1>s sob1·e él
Y /11istc a jJrovocarlo.
"O i.rfl'lltemo.1 de 111 vigor'" ,
Mi (peq11e1io) lsh11/ld1111.
Ex1ie11de t11 111r1110
Y tócr1me ( ! ) lr1 v1tlva 1'6".
70 Pero Ish11/lá1111
Te dijo:
"c·Q11é es 11> q11c me pides?'"
¿ Acriso 110 ht1 roci11r1do mi mttdre
O 110 he comido yo?
( T 1í só/11 me o/rm:r) como alimento!
Pr111 de 111r1ldició11 )' de oprobio,
}~ co11tm el frío,
}ttncos /1t1m C11brir111[e} (co11 e/101)''.
75 }' tlÍ,
Al oírle ha/blar} (así)
Lo golpeaste
Co11virtfié11dolo/ m Sapo (? ),
Obligdndolo a perma 11ecer
E11 (s11 lugar de) tra/bajo}.
Donde f J
Ni .l'llbe ni bajt1.
Así p11es, también a 111í, si me mnases,
/Me />'atarías} como a ello!».

rshrart furiosa, 80 C11a11do h11bo


le pide a su padre /Esmrhado] (todo) esto,
venganza por csros Ishrar, /11riosa.
desaires e insulros Trefpó} ha.rt" el cielo
Y se jite " /sollo zm)
A11te /su «padre.• } 1l 1111'" ,

l !) Se trata d el vigor físico, e nte ndido principalmente con fines sexuales.


114 Li1er:ilmenre (por error del copista): « J111e.Jt ,.d v1dva A.
*'' ·r'-xlv csn; 1-'"~'' ji; (GG-74) dc~..:au~;, :>vUlc uu ..: icuo n(uuc,:at.• de C'\.luívoc.:vs, cu aca-
dio, dt: Ishull:ínu, quien no <.X>mprende. o no dese:• comprc:-nder, los rénninos i"$encia·
ks de la ¡>roposición de lshrnr, mmbiánd<llcs el significado: ella habla dd am<lr físico,
pero ~l . de la al imeniación y de nhtncas. Véase la expl ic:1Ción clern.llada en pp. 274 ss.
de L"r~1'quc le1 di,wx . ..
w. Aquí }' t·n los V4:rsos sigujc.·nt<.."'S. 11padre* y «J1u1dre11 no son términos de. parentl"SCO
sino de rcs1:x:ro. pues lnanna/lshrar no cr.i lu hija de 1\ nu s ino su hcraim (véase p. 2 )).

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TABLILLA VI 123

dejar {correr s11s lágri111as/


1\
Ante An/11. s11 «madre»:
«uPad1r:'1 1nío,
¡Gilgtmmh me ha mbierto de oprobio!
85 Gilga111esh 111e ha em1111erado
(Toda ) una se1·ie de /ig11o]mi11ias,
De ignominias
Y de impr/ecaci/ones».
Pero A 1111 abrió lfl boca
)~ to111t1ndo la palabra,
Le habló
¡\ lshtar· la Prinma:
«¿No serd r¡11e /11iste ti b11smrpeletJ
Con el rc6' Gilgamesh}?
90 Por eso
Él te enumeró ( /1t11tas) ignominias,
lg110111i11ias
E imp[t·C<'acio11es/».
Le exige el Toro lshtar, tras abr'ir la boca,
celeste Tomó la palabra
Y le habló
¡\ {Stt «padre» 1\1111]:
«Crea para mí, oh cpadrc», el Toro celeste'",
{Para que yo mate a GilgameshJ,
95 E in fce11d/ie
fS11 1\forad,,].
Si t1í 110 me co{nt'edc/s
/{Este) Yiwof
Golpearé
r] de Sii Morada;
L11ego dirig!lré mis pasos}
fil /t1cia l as Regiones i11/e111ales
/Y h]aré q11e mbtm los 11111erft!J,
Que dez:o,.e11 a Íos z:[iv]os,
100 M11ltiplic{aré} el TllÍmero de muertos
1\ expm.ras de los vivos•io,.,

9
i; Aquí e l relato util iza, ~1daptándo1lo, la leyenda sumc:ri:t de Gilga11:esh y el 1'Mo
C•le.ste (vl-:inse pp. 32 ss.). Si eniendemos lirer.1lmeme la P"' ición de lshrnr, ·Crea para
mf,,, se diría c1uc solicica de Anu que rransformc la Consrch1ci6n denominada Tauro en
una best ia gigantesca, sujeta por «el ronzal• (vé'•se 118).
"' Estos dos \'ersos (99-100) se repiten en el mito acadio del Desci•moddshrar a las In-
fiemos (lnr1q1te lu <licux.... p. 320, línea 19 s.) y en d de Nergal )' Ereshkign.I (ibid.. p. 450,
VI: l 4s.} sin que s.epantos a ciencia cierta cuál de loes rrcs fue lu fu.cnrc de los orn)S dos.

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124 LA EPOPEYA DE GILGAMESH

Anu le pide que /\/1111 abrió ento11ce.r la boca/


evite l:t hambruna Y tomó la palab/ra},
provocada por los /i>ara hablarle/
csrmgos del Toro /¡\] Ishftar lt1 Princesa}:
«Si obtienes /de 111íf'l1
/El Toro},
(Caerán) /sobre/ el pa!s de Umk
Siete a1io.r de h[ambre/';'·
105 Deberás, (pues, primero)
/\monton{ar grano}
(Y logra1· qtte (mtzca11) a/b1111da11tes}
Las plantC1.<».
Ishrar, /Ish1,1rt1brió /11 boc<1 J
fahtZmenre (?), Tomó 111 palabra
le da gamnrías a Anu /Y le habló/
[/\} stt •padre,, [An11l
«f'Padre" 111{0,/
Te he /obedecido (? )}:
110 (}'a) he colocado
!J.
/E11 previsión(?)/
[De los Siete/ año,- rle hambre.
/He a111011/to11ado
[Grano (? )/
/)'logrado q11e (t'l'euan) ab111uia11tes/
Las plantm'"» .

114-116 se han perdido: fin del discurso de Ishrar.

Anule 117 C11a11do Ami /h11bo oído]


concede el Toro Es[ta declaración de lshtar}
gigante Le /e11tregó/
/El nm/zal del Ton>:
[Cogiéndolo bhlar con la mano (? )/.
Lo fondttjo [(con ella) (? )}.

e l cual prO\' OCa /C11mulr1 lleg11ro11}


d iversos desastres Al mis/1110 centro/ de Uruk

' 1' Liu:·ral nu~nrc,


l(Si 11í d1lJW/..J de mí.. . ~
1 1
> Literalmente, "fúiOJ de i'"}" ,. en los que no haya nada niás para comer.
•u Es posible que lshcar, para. obcc:ncr al monlcnto el Toro, haya nll~ncido a su 4(pa-
drc» haciéndole creer que}'ª ha romado medidas para remediar la inminente hambruna.

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144 LA EPOPEYA DE GILGAMESH

de roclo ello que Enkidu esraba abocado al In-


fierno. Es decir, a una muerre inminence.
En la medida en que un pequeño fragmenco,
que parece ajusracse aquí, a continuación, con-
ri ene el nombre del E.gal. maf1, pode mos imagi-
nar que Enkidu había ido a suplicar a la madre
de Gilgamesh en su rem plo de Uruk (véase p. 88,
n. 58) o quizás, a la diosa sanadora Gula, en Jsin
(véase ibid.).
De la columna VI sólo subsisren algunos reta-
zos, más o menos legibles, de los veince prime-
ros versos.

VI; 1-2 [j
(fin de una) {Yo, que en !11 compatiía }
interpelación de {Ptt/sé por ftmfoJ pe{t}igros,
Enkidu a Gilgamcsh AC11férdate de 111il, a111igo (111!0):
No {olvideJ} nada de lo t¡11e soporté».
Reflexión • Mi amigo (se decía a sí mi.rmo Gilgttmesh)
pesimista de lla tmido 1111 sueño irn:fpa rabiel
Gi lgamesh Desde el dfa en que lo t11vo
Htt perdido (lodm) {ms /11erwsJ »

L'l e nferme<lad de (Mientras ttmto) E11kidll seguía acostado:


Enkidu se prolonsa y Un día, {1111 segm1do día/.
se ag rava Sin poder <1ba11do1111r el lecho,
{La mfcr111edad} de Enkid11 /empeoró/.
U 11 tercc1; m1 C11arto d!t1,
{Lo mismo}" '.
10 Un q11i11to, 1m sexto, 1111 1épti1110 día,
<Lo miJmo>;
u11 OCftJVO, 1111 llOVCllO, {1111 décimo dít1}
{TA mismo}
L11eg11, la enfermedad de E11kid11
[Se ag1·avó (a1í11 111ds)/
Y el undécimo )' el duodécimo dítJ
[Lo mismo}
Le reprocha a Enkid11 (entonces) /Se ituwporlf}
Gils amesh su En {su} !efebo/.
impoccncia E interpela11do a G ilgtJmesh,

,,, l le respetado nquí este -<Lo miJmo,. (ki .min . vC:anse nn . 24 y 134) <1ue, en fas lí-
neas 9- 11 sustituye a .,, La e11/ermedad tle Eukidu se agrm/Ó;, y, t•n la línt-a 13: <la eu/er-
me.datl dt E11kid11 .,e agra.vrJ a:í11 fl!tÍS> .

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TABLILLA IX

Gilgamesh, a la bií.sqtteda de la vida sin final

De esca cablilla se conserva poco más de un


rercio: la parre superior de las tres primeras co-
lumnas y la parre baja de las rres úlcimas. Si bien
hemos perdido, por lo ranw, episodios enteros,
al menos podemos seguir el hilo del relato.

Por !11 muigo Eukid11,


1: 1
Desesperado y Gilgamesb
huyendo de la muerte, Llomba amargamente
Gilgamesh se odcncra Mieutras v<lgaba por la estepa'"'.
en el Desierro «¿ Deberé, por tanto, morir )'O (tmJJbiéJJ)?
r.· No (cvitm·é) parcmwe a E11kid11"' .J
La a11g11stia
[-ftt anidado en mi vientre.
5 Por miedo a la 11111erte
Vago por la cJtepa,
Decide ir en 7 (Pero) 110)' a emprender camino,
busca del héroe Partir sin lardaJJZa
del D iluvio 6 )' e11rn11tmr a U1ruwpishtl' 9º,
(ya inmorrnl) El hijo de UbarTt1111. »

'"' Una vez más (véase p. l l5, n. 103 y p. ll 6, n. 105, cte.}, la concisión dd au-
tor es exrrema: se limira a iodjcar ciertos momenros i1nporranres de su historia, pero
sin derenerse en ellos, como si basrara señalarlos para que viésemos su imporrancia.
1
" G i lg:1mesh enc iende con esro no sólo el hecho de padecer In rrisre sue rre de En-
kidu sino también volver.se, con ht muerte, scmejanre al cadáve r de su amigo, del c ual,
«omo veremos (X/11: 4-6), guard:1ba un r<:-<:uerdo ei>JYAlllO<O.
un $Qbrc U ran:ipishri, el héroe del Diluvio. véase p. 62, n. 1S; J>l..l":;t U barTuru. véa-
•« más addancc, p. 182. n. 243. Por mor d« claridad, he p«rmurndo el orden d« los

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TABLILLA IX 155

Primera etapa Llegó de noche


A los pasos de 1111t1 111011/aña'" ,
Vio unos leones
Y t11vo miedo,
LO (P1m>) tdw11do la cabeza,
(Se p11so a ) invocar al dios S/11 1 ~',
Y s11s plegaria! Jl? dirigía11
A { (?) , /,, 11uí.r grcm/dc de ft1s diosas:
« Libmdme, stmo y .ra lvo,
/be (esre) pelig,.fo• .
Tiene un sueño /Esa (misma) nol'he, mando (?)/dormía,
Se de.r{per/tó bl'llsca111e11tc: ¡ 1t11 s11e1io!
Unos/!
Viv(ía)11 alct,re111en1e•si,
l) C11a11do bl{andie/ndo el ha/cha]
(Que !levaht1) a su costado,
Y .um111do !su espada]
/be la/ vai1111,
Tan (rdpido) como 1111a /!e/chal,
Ca fa sobre ellos,
Gol/1eahr1 lJ,
Y dispersabt1 /J.

versos ó y 7. Del 8 al 13, el rd:tto está en primer-.t peri;on:i, pero he preferido empicar
la tercera, ral y como sucede a parcir del /J.
•!' 1 En nins\1n lado se nos dan indicaciones precisas sobre el itinerario seguido por
Gilgan\esh en el curso de su n uevo viaje. Esní claro, :il menos, que se dirige hacia el
Esie (véase especi:ilmenre p . 303: 8 /1\': 11), pór<111e encuenrra primero «>n:t monta-
ña» y luego ocr:ts m:is :1Iejadas. En el excremo oriental del mundo, encontr.lr;'Í. al per-
sonaje al que desea interrogar. Véase más acldanre, p. 156, n. 194 y d <.,;quema ele la
cosmografía babilónica en la p. 15.
•vi Se rraca d e la noche (8). Es norrnal q ue, estando ausente Shan1ash-el Sol. G il-
gamt"Sh St' dirija al gran dios de la Luna: Sín. La diosa a Ja que invoca a continuat·i6n
y cuyo nombre se ha perdido, no podría ser Ja nlisnl<l hluar a la que se había enfren-
tado can violencan1encc en el cutso de la cablilla VI. 1"al vez, sin embargo, sea otra pcr·
sonilicacióo de Jn misma diosa, por ejemplo con el nombre )' los rasgos de Ja patrona
del planeca que nosorros llamamos Venus, porque~ en efixro, el rírulo de • la n1:í.s g ran·
d e d e lo.s diosas .. se aplicn frccucntcn"'lcntc a hhc:ar.
''' Litemln\enre, «diJ/r11l1tb11n de la vidt1~ (en contraste con quien esrá teniendo el
sueño 1 que " rtwe a la n1111:rl<'>). Igno ramos de qué st"res se tntt'a y quién l~ c'1e encima
~trm:1do con haclH1 )t espada: ¿Gilg" nu:sh o bien algún orro? Por el rnon1ento e-n que se
procluc.:c, csrc sueño (<Id que no sabcn1os si fue in terpretado a cune inuación ni por
quién) parecen haberlo enviado las dos <livinidacles a Ja"i que e l héroe acaba de invocar,
bien para tranqui lizarlo cu rel"ción con el rcsro de su viujc, bien para pcnnitirlc pre-
sentir el fracaso final.

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156 LA EPOPEYA DE GILGAMESH

Oe lo c¡ ue resca hasra el final de la co lumna


- unas creinra lín eas-, sólo nos quedan algunas
palabras o signos del principio de los versos.
N ing una lectura clara podemos obtener. El sue-
ño se acababa para ser ral vez inrerprerado - pero
¿por quién?- como pronóscico de viaje. Gilga-
m esh, sin duda, reemprendía a continuación su
camino. Al principio ele la col umna U, cuando
de nuevo reromamos el cexro conservado, vemos
que ha llegado an ce una mon raña.

11: 1 e/ nombre de (e.rta) Mo11ta1i,1


Los Monrcs (Em / Los Geme[/os/"'.
Gemelos CMndo lle(gó}
A los Montes Gemelos,
Q11e protegen (((da día
El itifuerario (?)del Sol!,
e11yas cimas
[Tocan} la bóveda celeste
5 }' t'll) 'OJ pies, abajo.
1\!t:a11zm1 td lnfienw,
Los 11om b res- S11 emradr~ la defe11díc111
EsC<>rpión Unos H ombres-Escorpió11 19'.
( lnspiraba11) ellos tlll imponente terror.
S11 (sol11) vi.rió11 (era) ltt M mrte
S11 espm1/o.50 B1·illo sobre11at111·al
C11bría (estas) M ontmia.5:
(Sólo estaha11 allí) para fn'Ofeger

"' El pasaje se ve oscurecido por nuestra igoorancia de muchos <lec::alles de la cos-


1

mografía fi)kl6rica de los anc i8 uOS habicantcs de i\iíesopor:unia. Según }Y.trece, muy lejos
l1acia el Orienre, in1Jginaban una m ontaña aún n1ás e levada y e non1e q ue las den1ás, con
dos cima.~ idénricas (de ahí el uon1brc de «Gcn1clos») cnrre las cuales se abría una cspc·
c íe d e desfiladero profundo y oscuro. como un túnel, que: el Sol -proct-dc:ncc de un Jugar
aún más alejado hacia el .Este, en donde había s.'l.lido de debajo de: la tierra para e mpren-
der camino hacia Occidente- recorría todos los días para venir a alun1bra.r el m undo. Esee
pa.~o. esrc -<itin{rario~ (?). lo conrrolan los Hombres-Escorpión, aposcado."' ali¡ para impe-
d ir ·q ue nad ie se adentre en él. Ese~ es la inre rpreración que sos:rieoe la rroduccióo pro-
pue•"•· Vbise p. 15.
1
" Los Hombres-Escorpión aparecen ocasionalmente en e l folclore n1esoporámico,
abundann: c:n monsrruos de rodo cipo, c:spccialn1cnrc en híbridos. Véa.."ic por c:j<:mplo
el ''erso 14 2 (y sus paralelos) de la tablilla 1 de la Epopep1 de ftt Cr«nci611 (IJ>rst¡m le.r
ditux... , p. ÓI O). En este caso, t;1n fabulc\SC)S g uardianes no forn1an toda una socieJad
sino que st.· rrara de una sola pareja, macho )r hembra, en la qut.· d primero <ll'St"Olp<:ña
d papd prcdominanrc ( 12 .<S.).

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TABLILLA IX 159

y parte El I-/0111bre-Em1rpió11
[Le 1·espo11dió (en1011w)}:
[Le dijo (? )}
A Gilgamesh el r/ey/:
«(E.r1d) bien, ¡adela111e, Gifgmnesh,
[}!
40 /!'metra (? )}
(En el interior) de los 1\10111es-Ge111elo.1,
/11 tmvieJtl ( ? )}
Monfte.s} y 111011taíias [}.
¡Que /tus pasos te conduzc,m al objetiw ( ? )/
Sano y salvo!
Lt1 Gra11 Puerta de (estos) Monte!
[E.rtd abiertt1 a11te ti}»

Cuemdo Gilga/me.rh/
/Esmthó estt1 (i11vita rió11)/,
45 /Obedeciendo/
A las palabr:u /del I-lombrc-Escorpión},
ffomó ( ? )}
El Camino del Snl'°'.
Enrrn en el larso y Cu/mulo (!) hubo 1-ec011·ido/
tenebroso Diez kilómetros-'" ,
desfiladero Prof1111da era la oscm'Í{dad/
f.<;i11 /,, 111e11or luz/:
No podír1 {t1er/ nada
/Ni delante de él ni det1-ás}.
50 re""''"º hubo nxorrido J
Veinte kilómtt1'11.r,

Aquí, al final de la columna JV, el cexro se in-


ten1mpe. Cuando lo recomamos, veincidós líneas
más carde, sólo se han recorri do cuare nta ki ló-
me cros. Hemos de suponer, pues, q ue encre me-
dias, el simple recuenco de la oscura discancia,
e n ecapas descmas cada una en tres ve rsos, se ha
visco iu cerru mpiclo y adornado con episodios de
los que no sabemos nada: cal vez Gilgamesh,
aterrorizado, invocaba la ayuda de los dioses o se
planreaba desandar el cam ino.

"' Véase m'is arriba, la nora 194, p. l. 56.


:o:l Una vez n1ás 1 al igual que: ~n lo que: sigue, los #1.ditz kilóJJtel,'OJ» se cxprt.·san en
!Xru: véase la noia 49 de la 1r.ígina 83 .

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TABLILLA IX 16 1

/}
Es1aba cerc".
fl
{ Jdista11dct"".
45 /C1tand11 hubo recorrido ciento diez kiló111e1ro1J
/Apmd:ió 1111 myo de so/"''
{C11ando hubo r1xorrido cimto veinte kilómetros/.
¡Se hiZ1J la pleua luz del día!

El Jard í11 de las Se acercó e111011.res


Piedrns Preciosas ¡\/ espec1ámlo del Ja1rlf11 de los,{ 1·boles fc1111
Piedra.r Preáo1e1s}°'.
El C<1m1di11errP'»
Te11la ms fmtos
En racimos suspendidos:
¡ /1mci11tm tes de C(llJ/emplar!
SO El LapiJ/awlcro
Desplegaba s11 follaje
Cargado de fi'tllos:
¡ illegre de ver!

v1 Se han perdido, aproximadamente, las veinti -


cinco primeras líneas de esta columna. En ellas
rnnrinuaba la descripción de las maravi llas del
J ardín encamado, que prosigue cuando de nue-
vo recu peramos el hilo de la narración.

:1» Literalmt"nre 1 -tl/11 vienlo del norte;..,


.'o6He rrnducido como 1t.diJ1J'111da », pero la p·.ilabra que figura e n e l texro, fras -
m t nt·ario, es b;r11 ( «d iez kiló metros », vfa.se· p. 83, n. 49, Cté.), d cual partee ir prece-
dido de un signo que podría leerse con10 11 .r11111''(J», pero ran1bién caben o tras le cruras ..
igWllmcntc posibles. D e ahí la •.unbigücílad volun raria de tn i rrad uct::ión .
1•H No se trara del movimiento del sol s ino de la luz q ue reaparecía (primt·ro un

breve rnyo, 45. luego la plena lu~ del día, 46) al final del desfiladero-túnel.
' "" M:ís allá de los Momes Gemelos y su desfiladero, que era el paso al Extremo
Orienre, se cnconrraba. e n primer cérminoio segú1) el folclore de aquel tiempo, una re-
gión encancada, donde árboles, fruros y flores e ran de piedr:is finas. De los conocidas:
e n ~·lesopotam ia, la mayor P'Jrre se importaban, en efocto de Orit-nt<:: (mesera in1nia
h asra el límire occidental de subconrinenre indio). De ahí quizás provenga esra versión
de la lc}'C:ncla. U na versión dife re nte la e nco ncramos en el O)ito ticufodo f_11gttl-c: Lors-·
que les diem.: .. ., p. 373.
~o<) Lireraln)cnrc-: «/a. Cornali1111,,., y l ut'gO,
ttt/ Lapislázu/i,. . El «Árbol de Con"1/i1111»
( • Cornalim:rtJ») ral V<:'L st-a una visión mági ca de la Viña. con uvas rojas. Al tt. LapiJla-·
ZNÍero!fJ se le aplic:.'a peor csrc t'dl.Onarnicnro.

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164 LA EPOPEYA DE GILGAMESH

E11t1 per111t111edn lJ
[];
le habíau hecho 1111os soportCJ para tinajaJ
le habfan lmhr> 1111a t:{11ba pm'tl rtl't/t:Ztl J
Ella llew1ba (In mbeza) mbierta co111111 velo
y [J
ve a Gilgamesh 5 Tras m1 insla11tc de d11da
Gilgamcsh [se acerc-ó a ella(?)}
Vmido am 1111 (simple) despojo
y [J.
l:labía algo sobrcnat1m,/"l
E11 fsu persona/,
Pero lt1 t1llf!,fl.llit1
Ht1bía anidado en s11 [vientre]:
Teuia el aspecto
De 11n viajel'o venido de 11111)' lejos.

1O Út J",1ben11:m
[Lo/ cxami{nó/ a di1ta11cia:
12 Tras haber
Refl/exionado} detenidamente'"
11 Y deliberado rm s11 corazón
Se di{jo} (a JÍ 111iJnra):
y al principio 13 «Ese de ahí tal vez .rea
r icnc m iedo Un C1'i111i11nl,
O, Ji 110, e' a dó11de va
Por [este camino (? )?}».
15 C11a11do lo vio (acel'Carse)
La Tabemem <llra11c6 /J'/I p11erta}
Atm11d s11 ¡merla
Y echó [el cerrojo/.
Gilgamesh Pero él, que oyrí
se dirigen ella E{I l'ltido (q11e) ella (había hecho)/,
Levantó el mentón
Y mi[ró hada ese lado/.
Luego, le /habló} ti ella,
crucijada», aunque ciertamente no t'S fácil adivinar quiént-s podrían ser sus dlcntcs en
cscc cx-rre;mo del mundo (véast: E. C~&Ssin, /\~Qtt J11r le ~r,m1m,,,n de u1r"e/011r .. . » }011rn11/
o/ Em10111ir n11d Social H ÍJ/01")' o/ 0 1·imr IV ( 1961) pp. 164 ss.). En todo caso, ella era ne-
ces.:lri!l pues debía f:tcilir:ule :1 Gilgamesh fo inform:1ción que k<e precis!lb~. y el fol -
clore no siempre ha de ceílirse a la lóg ica.
" 3 Li<eralme-nte, •httbía ct1rne ( = s11sr1iutia ) di11i11rt e11 /,.·11 roerpo/~.
11
" Para ma)'Or chu idad. he permutado el orden c_ le t.-sros dos versos. Lircralmcnrc:
.., f,l/a lxzbkdxt y .te tli-rigl<t a .rl 111iJ11u11111 di.faa·sf1, 111 Ella iut,vcamhiaha itlcas comigr; misma11.

Malcrial J!cQldo pe d 1~hos de autor


TABLILLA X 165

1\ la Tabernem"':
20 u¿ Q11é has vÍJto, Tt1b~mera,
(Q11e te ha hecho atrancar 111 p11erfa (? )? /
Atm11a1r tu puerta
/Y ech1u· el Cl!1'rojo/.
¡Voy a (g}olpear los ba[tientes}
(Y a de1110/ler /la cen"adum /! » .

Los dos li lrimos versos del discurso de Gilga-


mcsh han desparecido. Pucsco que subsisce, al fi-
nal, la palabra «escepa», sin duda en ellos indica-
ba el punco de parcicla de su viaje o bien el lugar
por donde deambulaba (comp. XI/1: 2, ercérera).

Respuesrn de la 2) (La Tabernera le habló a él/,


Tabernera /il Gilga/mesh

Su discurso en ocho (?) lfnt~1s cambien se ha


perdido. Una vez al menos enrrevemos la pala-
bra «puerca», por lo que es posible que ella ex-
plicara aquí por qué había cerrado la suya. De
rodas formas, y a juzgar por la respuesta de su
incerlocucor, ella más bien le pregunraba acerca
de su persona y las razones de su presencia allí.

Gilgamesh se 34 [Gilgmnesh le habló" ella}


presenra /A la 1'abeme1"tt /:
«fF11i yo quien vendó J' abatió/
/ill Toro gigante 1;mido del Cielo};
/Yo q11ien dio 1n11trte]
/il I G 11ardidn del Bosq11c}
(Eliminado (a este) ft.11mbab11}
(Q11e habit11bt1 en el Bo.r}q11e tle los C(edrosJ,
(Y 111ata}do 11nos leones
(En los pasos de las 1111>ntañt1s/• .
EUn Je pregunra (La Taberne1~1 le he1b/ló fa élJ
por qué se A Gilgt111tt:Jh:
encuenna en 40 «[Si ere,r t1í quien/ dio mtte1'te
un esrndo rnn Al G11ardiá11 (del Bosq11e}
Jamenrnble {Eliminado (a este) f'l.11111b/alxt

n~ Esca fórmula introductoria del estilo direcro. frecuente en la Ver,ti611 antigua se


encuentra sobre rodo en csra rablilla )'en la siguiente de la Verúó11 recimte (25: 34: 39,
ere., pero no XI: JG. 174 .. .).

Material otcg1do por d rochos d ""'º'


TABLILLA X 169

1-laz el viaje c1111 él,


Si 110,
Desanda el <"f111ti110».

Gilgamesh C111111do esmch1) e1to,


acerrori7.a al Barque ro Gilga11wh
con la finalidad de Blt111dió el hacha
que acepce llevarle En s1t f,n"J,,o,
al otro lado del Sacó Jll e.1pt1dtt
Mar De la vaina,
l\1arrhó sigilosamente
A encontra r!o{rf,
35 Y féa }yó sobre e/1111
(Tan 1'ápido) como 1111a fl<~·ha,
A Izando la voz,
En el bo.rque.
C11a11do Ul'Shttnttbi vio brillM
[Ltt espada}
}' esmchó el hachtt
f?estalla1;
Se dio a lt1 ¡¡,ga
[j
(Pero) [Gil}gamnh
Le dio en la cabeza,
40 Le co[gi}ó la 111a110
Y [le /el pecho.

41 -50 De las diez líneas que vienen a conrinuación,


sólo han sob revivido una pocas palabras, espe-
cialmence al final de los versos. Se menciona a
«Los de piedra », que de algún modo esrán rela-
cio nados con un «/)(treo» y a los que «[Gi!gtt -
tlle.rh} hrue pedazo.r» (véase rambién más adelanre,
111: 39); es posible que se aluda rambifo al •Agua
Mo,.tal» y luego a la <·Ol'illa» y al «Barq11ero• .
La presencia, al final, del pwnombre personal
de la segunda persona sugiere que Gilgamesh
eras haber subyugado violencamence a UrSha-
nabi le pedía que le llevara al orro lado del m:ir
en su barca.

U rShanabi 111: 1 [U }rSha11ahi le hahló a él,


le presuma a A G filgamesh¡.
Gilgamcsh por qué •¿ Po•· q11é tus mejillas están (tan) de111a1'1'adas.

Mat rial p1otcg1do por de hos de autor


170 LA EPOPEYA DE GILGAMESH

se cncucnr•a en ral /El mrtro/ (tan) abaftido],


esrndo El comzón f(ta11 ) triste/,
/Los rasgos ( ta11)/ cxfic1111ados/.'
¿(P1w q11é) 11na (ttd) tmg11stit1
(Ha a11idado) en (111 vientre? J
5 fc·(Po1· q11é esta) aparienci"}
(De tm v]iajero venido de 11111y lejos?
¿ (Por q11é tienes) /el rostro} abfrasr1do}
/Por las heladt1s )' /11 amím}la?
¿ (Y por q11é) ( J
Dc/á111bulabas por 111 estepa?),,.
G ilgamesh le (G'ilga111esh/ le habló fá él]
explica s u /A U rShmrabi}:
desesper11ción )' su •¿Cómo 110 han de estar
miedo a la muerre · Mis (meji/llas de11111c1'Cldas,
[El ro.1tro abatido},
1O Mi /corlazó11 /triJtel
(Mis rasgos/ exften11ados/?
(¿(Cómo) 110 habría la a11/g11stia
(A11id.t1do) ert 11ti 11ientre?
/¿(Y cómo) 110 tener/ esta a/pariencia/
[De 1111 11i11je1v ·ven ido de 1111ty lejos?/
(¿(Cómo) 1w tener el rostro/ abras/ado/
/Por las heladas y la ca11ím/la?
,:(Y r61110) l j
. ((Iba )'O a 110) deambularpodtt estepa?/
15 (¡Mi amigo. Mulo vagabundo, Onagro del desierto,/"'
/Pa11t{:t'CI de la Estepa!}
{¡-E11kid11, mi tunigo}, Mido vt1gab1111do, 011agro del
desierto,
fPa11tcm de la estepa!},
[Con quien /)(tbía, de con.111110_/,
(C mwdo 111011ft11ias/;
(Cap111r11do )' dado muerte/
{M Toro gigante]:
(A btttido tt ff 11111babt1},
(Qm eJt({ba agawp11do en el Bo.rque de lo.r Cedro.!}
20 (Y matado leo11es/
En los {pasos de las 111011ta1ias],
Mi mnigo k1/ q11e tanto quería/,

;M G ilgarncsh rcpicc ahora los cpíccros que le ha.b'a O(Jlicado a Enkidu duranre su
dogio fúne bre (VIII/JI: 8 u. ).

Material otcg1do por d rcchos de eutor


TADLILLA X 17 t

/Y q11t había 1·mrido ro11111igo /al/las pmebas].


E11kifd11. al q11e tanto q11er!a.}
/Y q11c habla i-e11cido conmigo /antas pmebasl.
{La s11et·te (co1111í11) a (todos) los hombres/
/Lo} ha den·iba(doj
Sci! dlaf.r y siete 11othes le !lord/
{Negándome a scp11ltarlo/.
Hasta que los /gusanos}
25 /Lt .raliero11 por la nariz/.
(/\hora). la muerte 111c as11/sta y (he empezado a)
temerla/
N 11 dea111b11lar po,. la estept1/
/Llew111do/
El dm{ma de mi amigo/
/-le defm11b11/ado largo tiempo poi' In estepa/,
/Uewmdo el dr11111a de fl.11kid11/
D11ranfte largo tiempo/ he 1m11fi11ado}
/Y dta111bulado por la esttp11 J
30 fc·Có/1110 (podría) calHlan11e? /
/¿Cómo per111a11et'er impasible?/
A1i /a/111if!.o, a q11ie11 )'O q11erla.
Se ha ron/vertido e11 arcilla/
/E11kidtt, mi amigo. a q11im yo q11cría/,
/Se ha m11vertido e11 a1dlla}
(Y) t1 11/Í. ¿ 110 (me omrrit'ff) romo a él,
/\1·os{tar/111e
{Para ya 110 le11a11tarmc/
U11111ás, jamás?}M.

G i l¡¡rtml<sh le Gilgamesh (lig11ió) hablrí11dolc a él.


pregun1n el camino {/\ UrSha11abi}:
¡.>:1rn llegnr hasta .,¡\hom, u.. sh1111abi, c'Cffál es {e! cami110./
U mnapislui /Qm ro1u/11ce a U ((mapishtf'? /
35 Embiame cómo lo reconoceré.
¡ E11sélia{melo! J
Si es posibk
Atrni-esari (este) Mar.
Si 110.
{(Seguiré) dea111b11la11do por la cstep,,J».
Prcpnrnción de la U 1;'ihr111r1bi le habló fl él,
cravesín //\ G ilgmnesh./:
•rfÍIS prnpins manos, G ilga111CJb,
Ha11 dificultado {/a lrt1t:CJÍa /.
TABLILLA XI 189

Bélitiflí], la de hermosa voz,


Se lm11entaba (diciendo):
"(¡Ojalá) mmca hubiet'a existido'"'i
fae dfa
C11a11do en la Asamblea de los dioses,
Hablé ( e11 favor de) la cmdena !
120 ¿Cómo pude,
En eJla A.ftlmblea,
Decidir (se111ejm1te) camicl.'r!a
Para aniquilar pob/acio•ies?
(En tal cnso) yo habrfa enviado
¡\ mi gente al 1111111do
Sólo pr1rt1 llenar el mar
Como si de pesct1do se tratase''.
Y los dioses de cla1c alta ( ?)"°
Se lamentaban con ella.
125 Todos los dioses
Pcr111r111Ct'ian postrados,
Llorando
De deseperaáó11 f (? )l,
Labios ardientes'"
Y m1gmliados (?).
D111a11tc seis dfas
Y siete 111ul1es,
Ve11da11ales, Ll11vias,
H11rat-anes )' Dilttvio
E!ttt11ie1·011 golpeando la tie1·ra.
fo1 del Diluvio ¡\/séptimo día,
Tempesttid, Dil11vio )' Hemto111be cesaro11,
130 1his htiber diitrib11ido sm g?lpes (al azar)
Como una mujer con dolores (de parto).
El "Mm·'' se calmó)' se tnmq1úlizó,
l-!tmmín )' Dil11vio se ii.terru111piero11.
Efecros del Diluvio Miré alrededor:
¡Reinaba el silmcio!
Todo1 !01 h1111tbres habí1111 sido

:U1 Litc.:r.1lmc.:nre, .,ese día. si se huhit'ra lra11sftJN1urtlo ti/ arci/ln;., referido aquí, no~ la
muerre propiamente djcha (véase p. 16 7 n. 2 17) sino a b no exiscencia. Compárese
1

ccmJob 3, 3 s.
?;o J\ diferencia de 103. aquí el conrexro obliga a inrerprerar A1u1111u1ki a la ~:t1uigua,

come) los de mayor categoría dentro de la jemrquía SC>bre11a1uml (véase p. 86, n. 56).
:~. Al can._--ccr de su5 proveedores por anronon1asia, los hombres. los diOSl'S n1ucrcn
de sed y de hambre (por eso se abalanian sobre el banquete final, 159-161).

Material o '!)Ido por d rcchos d< autor


190 LA EPOPEYA DE GILGAMES!-1

Tran.iformtulo.r de 1111evo en orálla.


Y la lla11111-a líquida
Paree/a 11na terraza2''::.

La rierm 135 Abrí 1111 tmgfd11z


emerse de nuevo: Y el t1ire p11ro me golpeó el rostro.
prepar:uivos para Caí de 1'odillas. inmóvil.
el desembarco Y lloré.
/..,IS ltíg1·i111as rodabrm
Poi· 111is mejillns.
Buscaba la costa "º"
la mirada
En el horizonte.
A 111101 cien hrazai11 J,
V 11 trozo de tierra emergía:
L40 (Era) el monte Nifir" ',
( Do11de) el bm'fo atracó.
El Ni¡ir lo retuvo
Sin dejarle partil:
El primer día, el segundo.
El Nqir lo ret11vo"'
Si11 dejn,./e partii:
El l1t1rer día, el marto,
El Ni¡fr lo ret11vo
Sin dejarle partii:
El quinto día, el sexto,
El Ni¡ir lo re/11vo
Sin dejarle partir.
145 Cuando llegó
el .réptimo dír1,
Cogí una paloma
Y la sol1é.
¡__,, palomtJ se fue

n En cscc país cilido y con c~ca.sas prccipiracionc:s los rejados eran generalmente
planos, y continúan s iéndolo, sirviendo de rcrraza.
!'j Literolmeate. .:d(JIX v«e1 d(Ji.-c rodos>. lo que equivale. como mucho. u un cente-

nar de metros (vfasc p. 11 5, n. 10 4).


.:•~ El m onrc Ni¡ir (palabra que ral vez deba pronunciarse Ni11111Jh) rcprc.-senrn 1 ~1
parecer, la cima m::\s aira conocida en ro nces en e l país, el acrual Pir Om3r Gudnin (cns.i
t'n.·s mil merros ), :-.. od1enrn kilómecros ,,1 este de Kc-rkuk. 1'.Lí.s l•irde, l:.1 primt"r.:-t ele.
vaci6n emerg ida (esw es, la de mayor alrur.1) se rraslada_n í al oorce, al Cáucaso, e1'1 Ar-
menia. Así Sllt.:t:dc ya en la versión bíblic:a dd Diluvio (Gént:Sis 8 , 4) y en la de Bcro·
so, • !rededor del 300 :unes de nllesrra era (/,or,que /u ditu x ... . pp. 576 ss.).
" ' Los c:.opisrns han susritoido ,;;/() rrluvo J'iu d~jarle panir,, por ite!lt (ki.min: véase
1

p. 66, n. 24. ercércra).

Mal 1 1pro >g por d ec~ oo autor


TABLILLA X I 191

Y l11ego 11i110.
Al 110 ver dónde posat'Je,
Regresó.
(Luego) cogf 1111a golo11dri11a.
)' la solté.
l 50 Lt1 go/01ulrina Je /¡re
Y luego vino.
Al 110 ver dónde posar.re,
Regresó.
(luego) t'ogf 1111 mertJO,
Y lo 10/té.
EI c111:rvo .re /11e,
Pero, al ver q11e las ag11aJ se hablan retirado,
Picorfo, gmzmí ( ? ), chaporeó
Y )'d 110 rcgrcJÓ.
155 E11to11ce.r.• (lo) dispcr.ré (todo) a los ctttttro vientos'' 6 ,
Desembarro: E hi«e ttn ba11q11ete pm·a 101 dioJes,
comida ofrecida a Poniendo los 111anjare.s
los d ioses En la cima de la 111011ta1ia"'.
Coloq11é, a cada lado,
Siete va.so! rit11ale1,
Y más "trds, en el q11mw-perfi1111eJ
Cimbo<pogon>, cedro J' mirto"s
Lo1 dio1ei,
1\.rpinmdo el olor,
160 Aspirando
El b"eu 0101:
Se amontonaron como moscas
En tomo al presidente del banquete.

D isputa e nrre los Pero en manto llegó,


dioses sobre la Lt1 PrinceJft Divitu1."'

, 6Vada el comt·nido dd barco para n:poblar la tÜ:rra .


m L'l ~'cima de'"' 111011tmJa ,. está más cerra de Ja mor.1.da c.destc de los dioses (vC:a-
se p. 94, n. 67) y éscos la frecuentan a menudo (véase p. 107, n. 85). 'fal vez esca idea
dio origen a lú.~ ... moncañas :ircificiales* pues, en ú lcima. ioscuncia. esco es lo c¡ue eran
bs «rorres escalon.ad:is~, los ziqq11rra·t.
mi Lis comidas imporrnnces, los baaquc:cc:.s, tanro par-..1 los hombres como parn J,, s

dioses, iban acon1pañados de olorosM hun1os. Aquí, el copisra omirió Un1 pane de In
palabra craclucicla <·orno "t:iwhopogon:.. , nombre erudito de una planea - mi vez el A foras
tf//am11J t .- cambiEn denominada «rana tu·o111tílita ». La idenrificaci6n no esr~l garanri-
zada, claro esrá. L<.ls versos J57 Js. parecen proceder de: un ritual o inspirar.st" tn él.
:'.'9 Vl~.isc más arriba p. 188, n. 268. llay aquí, sin d uda. un elemento etiológico,

inspirado por la palabra • mosr1"/..f11> . la cual, f;Vocada por • Íos dio.1t..1' a/•i1iu.dos t0'1u> 11túJc'11s ;,,

Mat "' 1prv 100 pe d rcch d , utor


TABLILLA XI 201

Llegada a Uruk Y llegmwt (jiludmente)


A U mk, le1 de los cermdos.
G ilgamesh le G ilga111esh le habló en1011ces a él,
muestro orgulloso A U rShcmabi el Bt1rq11~0:
la ciudad a su «Sube, u,.sbr111rJbi,
Ct)m p;ule ro C(//11i11e1 sobre lt1 m11re1/le1 de Umkm;
Contempla me zócalo,
E1mdrilit1 sus cimientoJ.
e· No e.rltÍ lmho (todo e.110)
En lt1d1·illo cocido?
305 ¿No p11Siero11 (amso) los cimientos
Lo.r Siete Sabios (en per.ro11tt)?
T1·CJ·dmtas hectrfreas de ciudad,
Otro tanto de jart/!11,
Otro tanto de tierra virgen:
Tal es el patrimonio del templo de Ishtm:
(Con eslM) mil hec11íreas abarms 1'011 lrt mfrt1da
L1JJ (mte,.,,s) do111i11i1>1 ,¡, u,.,,J;.. .•
(Fin de la tablilla.)

J(t(• Sobre este final e11 1111illo. véase más :trriba, pp. 51 ss.

Material otcg1do por d rcchos d eutor


Pag 202
TAOLILLA XII 203

¡Yo mi11110! ».
Prudenres 10 GilgameJh (le) [responde]
consejos de G ilgamesh A Enkidu:
a Enkidu para pasar «Si de1cic11dcs
desapercibido en el 1\ I Infierno,
Infierno y no [Ten 11111y e11 menta]
quedar retenido allí il1 i1 c-0111cjos.
{No te vista.1]
Co11 ropa1 limpim:
{Te] reco11oce{rÍtm]
Como extranjero.
15 N(} te 1111tes
Co11 1111giimto pe1f11111adol•l:
T11 0/01·
Le1 1-e1111iría en torno a ti.
NQ la11ce.s1 m el /11fiemo,
U 11 ba1tó11 arl'Ojadizo
Aq11el/01 a q11iene1 ttkance
Te rodearfa11.
No '/1<1ya1 blandiendo en tu 111a110
U 11 grm'Ole:
20 E11loquecerír1S
A /01 fa11ta1111a1.
No mices
Sm1daliru,
Ni bag111 mido
En el lnftemo.
25 No abraces
1\ tu ( difi111tt1) y q11eridr1 esposa;"';
No peg11e1
A tu ( difimttt) )' odiada e1po1a;
NQ abmces
1\ t11 (dif1111to) y q1terido hijo;
No pegues
A tu (difimto) y odiado hijQ:
(Porque) el 111/iemo protestaría.
Y se ttjlodemrfa de tilO'.
Y la que esld ttl'OSlttda, ncostttda,
La Madre de Ni11nz11, acostada,
De .llt.f .1a11tas c.rpaldas se quitaría

Jf!J Lireralmence, «cou h11e11 1111glien10 dd f1rttio10 frtuto de ¡1erft11n~~ ­


.lf-.l Véase: p. 258} n. 430.
J(;~ Lircra.ln1cnu:, «Lu protestas I quej:l.S del lnfier110 se apodernrít111 de ti».

Material otcg1do por d rcchos d eutor


TABLILLA XII 207

[El Infierno lo 1-etiene}• .


Ea ;ic:epra ayudarle y El venerable Ea
prepam una /Le respondió/.
(breve) salida d e /Le ordeuó}
Enkidu Al a11daz )' 11a[liente NergalP'":
•A11rlaz y valiente Nerfgal}.
(¡A tendón (.' )! /
/A lnv} al 1110111ent11
El tragal11z /del Infierno}
80 Para q11e el "espfri111" de (Enkid11' " /
(Salga}
/Y le relate}" (S1t} "hermm10"
/Las cost11111b1vs del lnfiemoP' '».
El a11daz y valiente Nergal,
Ob{eder:imdo sus órdenes/,
,, brió al J//Ollle/JIO
El tragaluz del Infiemo,
ciuien se reúne con Y el «esplrit11» de Enkid11, <'OlllO un soplo de aire
Gilsllmesh Salió del Infierno.

85 Cayer1111 el uno en los bm zor del 011·0,


Se abrazaron e»ll'l!rbt1111e111e'",
Luego se pmicro11 a conversar
Con gm11des .r11Spiros:
G ilgamcsh le «(¡C11enla 1 a111igo mlo,

,.,. Unu de las ediciones en sumerjo susfituyc aquí a N frga l por Sba111a.sh. AoU'S de
inrentar seriamenre averiguar dónde se enco ntraba este tffraga/11z dtl lnfillft10 ilt y qué as-
pecw ren ía (y lo mismo vale para el orificio por donde Gil¡pmesh había dejado caer la
v~ra >' el Aro), conviene recorcl:ar que se erara de tOldore, d e mitología, y no de daros
precisos y rig urosamente racionales.
1" El lf.ft1111as111t1• de Enkidu. al que se le ¡xr1nite abandonar por un instante d In-
fierno. aparece aquí (y en 84) cxcc::¡x·ionalmcntc desig nado med iante d cérn1ino que
normalmt•ntc se t•nticndc con10 «d emonio». Como, en la ideografía cuneiforme~ csra
palabra y la d e «Janrasn1a:.> se escribían casi d el mis1no 1nodo, cabe la posibilidad de
que se trace de un error de copisra; pero tan1bién p ud o el auco r querer desracar b iden-
tid ad, en curuuo a presentación, de .efa11ra1nt.'1.S » y d e "'d1:mo11io1,., En cualquier caso, se
traca c;faramcntc de que aquello que subsiste de Enkidu tras su mucctc 1 en forma vo -
láti l. ~u.!n:a y borrosa. salg~t dd Infier no, ~t·amo "'J J(Jjdt> de air~» (84), mientras su cuer-
po enrra en descomposición (93 u .).
111 En el texto ~umerio folta esre p:L~;1je d onde Enkidu se ha convertido ya en el
1
«herm11110• de (jilganiesh.
111 El folclore no tient- nada q ue ver con la lóg ica: si queremos optar p<>r esta (1Jrí -

n1a, t'S difícil in1agi ni:tr cón10 pudo u n Gilgan1esh de ca rne )' huc::so .et1b,.11.z1"'» a un
«fa111~u111a11 ..•

Material otcg1do por d rcchos de eutor


208 LA EPOPEYA DE GILGAMESH

prcguma a Enkidu C11é11tcu11e!


sobre la exisrencia C11<ft1trtme las costumbres del !Jtjierno
en el Infierno Que hayas viS11J·1 14» .
- «(No). (1wda) le t'Oll/aré,
En un primer (N4d(l) re t;mitrttf
mon1enro no 90 ( Porque) Ji yo te co11tart1
q uiere hab lar Las l'1Jst11111brcs qm he visto m el I nfiemo,
Te desharúu en lágrimas.»
Gilgamesh insisre y - «( Blfen1J), me desharé en t.ígrimas. »
Enkiclu cede: habla - • (Mi) k11e}rp1J,
primero de su Q11e t1í tlJcabas c1J11 tanto placer
propio cadáver Los g11sa11os (lo) e.rMn comiendo
(Como} (si /11ese) 1111 /trozo de te]la vieja.
95 (Mi cuerpo}
(Que ftí to/cabas con lflnfo p!dcer
E.rtá cubierto de po/110
(Como 11110 griett1 en el s11e/0J»
Reacció n de }' (Gilgm11esh) exda111ó: /~¡11y! » }
Gilsamesh Y se tiró /ál s11}elo.
f«¡Ay! »/, exclamó (Gilga11u:s.b)
Tirándose {¡ti me!}o.

q uien conrinúa con sus A parcir de esre punro, el rexw acadio es muy
preguntas sobre fragmentario. Para entend e r lo que viene a con-
la sucrrc que corren, rinuaci6n es preferible urilizar rodo lo posible el
en el lnflerno rexro sume rio correspo ndienre (cuyos versos van
disrintas caregorfas de numerados aquí mediance cifras encre guiones:
personas. Enkidu -... -)sin dejar por ello de traducir, prdcrentc-
conresra a rodas menre, el acadio, cuando se nos ha conservado.
ellas En úlcima inscancia, esce mismo cexco acadio
ha alcerndo en dos o eres ocasiones el orden de
las pregu ncas y de las respuescas, como se verá
por la numeración de los versos. Nosocros nos
ajuscaremos a la ordenación, más lógica, del su-
merio. Es probable que este último fuese más
cornplero y que el traductor baya suprimido al -
gunos pasajes, aunque por otro lado liaya afía-
dido uno nuevo.

-255- - •fe·/\ aquel q11e time 1111 solo hijo/, lo has visto?»
- "Lo he visto:

,JH G ilgarncsh csrá nnsioso _por saber qué sucede: dcspuC-s de la rnucrcc, en (1ué se
convierte cada uno <le nosotros. Véanst" nuls arriba pp. 31. 34, cccéccra.

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210 LA EPOPEYA DE GILGAMESH

- • [Lo he vi.rro:}
Como 1111 her111oso esfándárte f }'" »
El rexro acadio omirc aquí veintiséis líneas.

«{¿A la 11111jer q11e 1111m"tl 111vo hijos, '" h"s


-
visto?»/
- •/La he vi.rt(I:}
120 {Co1110 vn.rij" mell11d11, ella a nadie "8"adn »}
-275· - • fil/ hombre jouen que 111111c11/
/Demur/6 el regazo de su esposa'",}
{¿Lo has visto?}»
- «/Lo he visto:}
{Le tiran 111u1 c11e1dtt pt11'l1 ay1ttlurlc}
N él llora. »/
- « {J\ la m11jer joven que 111111m}
/Des1111rló el rogazo de su esposo,}
{¿La has visto?}»
....:_ * {La he visto:]
/Le tin111 1111a t"mia p11m ay11rla1-!11}
ti' ella llom. » J
U nas diez líneas se han perdido e n el rexro su·
merio q ue seg uim os aquí.

-289- - «{¿A e1que/ que .. . , lo he1s visto?»}


- «ÍLo he visto:}
[Se agita «011w 11n b11ey 1-or1s11111irlo por los parásitos. " }
148 - «¿ A aqml que1n11ri6en el co111b,1te, lo has
visto"'? »
- «Lo he visto:
149 S11 padre y s11 madre le honran m

m Aquí d rc.·xlo sumi:rio difit:rt: de la traducci6n acadia: ··Cmt"J 1111 a1patt1z imítil Je
arrastra rou mdo la.s pm·i-dc.s (por vergiienz,t)».
~n Aquí y en lo que sigue se erara de ))C'fSOtUl5 q ue nunca mantuvieron relaciones
sexuales. cxprc.-sadas n1cdianl'c d gcsco con el cual cada miembro de la parc.-ja .,.J,.s,111dt1
el regazo., del otro (para el doble sentido, mascul ino y femen ino. de CSl'a p::il abra, véan-
se pp. 139: 21 ss. En o tms pal:ibras, han n1ucrro "'vírgenes~ o antes de llegar a casar-
se, y por ello, en el Infierno, se comportan como niños , llorOSO$ >' asusradizos .
.m En comparación con el rexco sume rio, el :lC!ldio es m:i.c; desorden:1do y por lo
tanto, prefiero tmsl:ldar 14' JJ, más ••dc:lantc y segu ir d ordt'n dd s umcrio, sin duda
el orig inill y m:is ló,gico. Al ,,,,mrrl(J en l'01J1lwte» se le traca en el Infierno <orno enlacie-
i:ra. pues en 1:in1bos le llor-..in los suyos y honmn.
}!" Litl'ralmt..n tc , «le 101tie11e11 la rabo:.11,. (idiotismo).

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212 LA EPOPEYA DE GILGAMESH

J\ba11do11aron en el desierto,
Lo htt! ·visro? »
- • Lo he visto:
E11 el Infierno
S11 /t111fa.rmt1 m1 anwcía el tlesmmo. »

(Fin de la rnblilla.)

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Pag 213
Pag 215
216 LA EPOPEYA DE GILGAMESH

Qui.re t,.mladarlo
(Pe1·0) 110 lo podír1 move1:
10 El pueblo de Umk
Se amo11to11aba alrededor
Y lo.r j óveneJ
Le beJttbtm los pies.
E111p11jabtt yo
e011 todctJ mis ft1erzas m ,
Y ellos me tl)'11dr1brm
(De modo q11c), tms lewmtttrlo,
Lo traía ante ti»
y su 15 úe madre de Gilga111eJh,
inrerpreración Omnisciente,
Le habló:
• Tal vez (1ea), Gilgame1h,
¡\/g11ie11 parecido tt ti,
Venido al 1111111do
E11 la estepa
Y que ha crecido
E11 el desierto
20 ¡\ I v1>rlo,
Serrls (!)feliz;
Los J óvene.r
Le beJarrln los pies;
Ltt gente
/Lo] a.-ogerrl en J11s brazos
Y ttí me lo t1'tlerás~ .

Segundo sueño Dormido de 1111evo,


Tuvo 1m seg1111do s11e1io,
25 /Q11e] le 1d<1tó -
A .r11 madre:
e/l'v1ad,.]e /!1tÍt1}.
He tmido otro s11eñ11,
/Con la 1~1beza 11111)'] aira
f?ecoirfa las callc1m
De Umk, la de las encmcijadtts334 ,
U na hach11ela

)V Lircralnlcntt·: wApO)'ª "ª .wbrt ¡¡mi frt·llle».


)H Lireralmenrc. "1\ liYflbfl y 1·tt.'mTía ... .».
;µ La Versión 1u11ig11rt no denon1ina a Uruk •la ri11dad de lo,r ttn'11do1 )# (véase p. 60,
n. 3), sino «de las e1tcr11dfa1das>1 o <de "uplazaJ» (las «phaasio> se formaban por d cruce de las
<.-alk:s)~ las cuales dcbíru1 de ser panicularrncnrc nunlcrosas o fon1osas~ t:n csra grJn ciudad.

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TABLILLA DE YALE (Y) 235

(E.r) el Espanto,
S11 boc11 (es) de Fuego,
S11 aliento. la 1\111crte.
¿Por q11é se te ha metido en ltt cabeza
Se111eja 11te avenftlt'fl?
(Es) 1111 combate
/ 1'!f'OSible,
(E.rtc) de llegt1r 11
L11 g11a1·ida (?) def11111N111Jt1 ».
(20) 200 C11t111do Gilga111esh hubo esmchado
Pero Gi lsamesh Las palabras de sus Consejeros,
insiste Miní a /ruf amigo
Rimdo:
«Ahora, afmigo 111í}o,
Esto es lo qf.le /he de decir/:
(A1mq11e) tenga miedo de él
Iré
/Y 111e mfm1tmrf a él (? )/
(25-31) 205-211 perd idos, salvo algunos trazos. Los Ancianos re-
coman la palabra:

Los Ancianos hacen « •.. Q11e t11 dios (protecto1·)


voros en su favor (fe acompaílc/
(Y) haga
Que regr/esesf
Httsra el iVwelle
De U mk, la de las enCt'urijadasm • .

(3 5) 21S Y Gilga111esh se inclinó


Invoca a Shamash, i\nte Shamash (diciendo):
su dios proreccor «fQ11e salg1t todo bien]
Como ellos lo han dicho.
Voy a par1i1; Sha111ash,
/j
Q11e co11.rerve, e11 el f11tul'Q,
La vi/daf.l'alva.
(Y luego) ro11d1ÍCl!111e
(De regreso) al Muelle /de U mk. la de las
mcmcijadas/.

m En IM «iudades de Me5opotami:a, el <Mt1elfe•, sobre el rfo o el canal, servía de


embarcadero o de puerro. Sabemos por la Versión ninivita (v~asc p. 11 6, n. 10)) que los
dos hffr()(;S habrían de ccrornac de su cxpcdici(1n (Xlí vía fluv ial.

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Pag 240
FRAGMENTOS DE BAGDJ\D Y DE CHICAGO 241

Enkidu frenre a - «Esc/a}ln la cima (?) de la 111011taña


Gilgamesh Y f/Cltéstate sob/!-e el me}lo'..'·"
- «M e he visto (lmucameme) privado
Gilgamesh cuema Del s11e11o (q1te conceden) lo.r diose.1l•• .
su sueño (P11es) he tenido 1111 s11e1io, amigo mío,
,-C11á11 ex<tra>1io, fmánante (?) J'
preocupante!
L11chaba J'O cuerpo a c11erpo
Con 1111 btÍfa/1¡ salvaje"'·
5 Golpt?aba el suelo ccn s11s pezuñas(?y•·
(Leva11ftt11do) 11.~a polvareda que
osfc11re}d" el áelo.
Me r[end}ít1
1tn1e él
(Cuando) falguim/
Me tonu1bfl por el f} del brflzo.
DesenwliJl(Í f ( ?) f
fj
(Me/ tfor:/ó (?) fa mejilla f J
Y 11te {dio a h/eber det "8"ª de J'll odre».
Reverso 10 - «(Se tmta del) (ser .robrma}tuml ••• amigo mío,
Enkidu lo inrerprera Contra el q11e nos dirigimos.
(Ese) btífalo 110 es, en abfso}/1110
U11 pre.ragio lmti!.
{fate b/iífalo que 111 has visto
( Es) q11e Shamash, Proftect}or,
En el peligro
Nos fo11tará la ii11/ano.
Aquel q11e te hizo beber
Ag11a de s11 odre
15 (Es) ftt divino (patrono), q11e se ompa de ti" 9 ,
¡ L 11gtJlbanda!"

Jl<.'i Scgl1a parece, es l!nkidu (.)Uien habla )1 le Jtonseja a G ilganu:sh que vaya a dor-

n1ir a Ja cun1bre de la montatla para obtener un sueño. En la Ver1ió1111i11ivita (IV/[: 8 y


paralelos), Gilgamcsh acrüa asi espontáneamente. 1:::1 rcxto dice, lireralmcnrc, «AIJra
!:1t1/ria el .</11elo ( .' )>, error probable de copia.
'º Alusión (~uasen te d t' nuestra \l'-'1"Jh;,, ninivita) a un despertar brusco, provocado
por 1" I*'•dilla. Comp:írese con N i l: 16 y p:iralelos.
186 La cxprcsic.'ln de: esta frase: c:n acadio es curiosa, producto, probablcmc:nrc:. de

una nueva discracci6n o negligencia del cupisra. gue ha puescu «b(1fo.lo)o)o en plural.
;•
1
Nuevo error. Literaltnenre: ..,.(JU .ru g1·itol//a,,urda, golpea/;(1. el Juelo».
1"" Lirl·raln1cntc; "del dioJ». Para c.·sra d l'non1inación vc:asc p. 23 4 . n. 370. t'.tcétl~ra.
1

J~·· Lircralrncncc: «que te honra», ~ te t'J.'f'r,·sa 11" respeto... .

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242 LA EPOPEYA DE GILGAMESH

(¿Gilgarnesh - «Si ad11"mo1 de rn1111Í11 (JCJtenlo,


a nima a Enkidu ?) LlevmY!lllOJ" cabo r1/go 1Í11ico,
Un" proeZrJ i11a11dita m el mundo'"".»

Sueños premonicorios tercero y cuarro

Ambos fig uran sobre una pequeña rablilla, de-


nominada JM 58451, cuya parre inferi or, ra nro
en el anverso como en el reverso, se ha perdido;~'.
·fambién en este cuso, el cst ilo es extremadamen-
te conciso y se han suprim ido los nomb res de los
inrerloc urores . Se rrara igunlme nre de u n exrrac-
ro, para uso escolar(?), que resume dos sueños de
Gilgamesh ju nro con sus inrcrprecaciones.

Anverso 1 - «Amigo mío, (ttcabtfbmnos 110.to/roJ de)


Prirner sueiio Llegar al Bosque,
relnrado por El 11110 j1111to ttl otro ( ?),
Gilgamesh C11a11do se i11iáó el combate.
Mie11tra.r <W//e111plaht1s (fascinado)
El Resplrmdor de 1111 Jer 1ob·renr1t11ra/'9' . »
y expl icado por •(El que e1te)H111uawa, al q11e t11 r1lmtt
Enkidu Tanto teme,
5 T1í mismo te 111edir1ís am él,
Y lo abt1tir1ÍJ como t1 1111 toro.
Con (todt1) 111 fuerZtl,
Le doblegartfs la cerviz.
E11 t1! a11cirt110 que har visto,
C11tJt1to
(O bien) es \\'le1; tu dio1m ,
(0 bien) 111 progenitor.
Lug"lba11da. »

~tiO Literalmente: • tUlt't obrtt q11e 110 exilie en la tierrrtl en esu p11ÍJ».
"' Este documento, que se hal.la en curso de edición (julio de 199 1), me ba sido
g ene rosamcnrc comunicado por. mis colega.~ y amisos A . Cavigneaux y J. Rengcr a
q uienes expreso dc.-sd c aquí mi agradecimiento. Su trabajo servirá p..'lm m cjornr nucs-
rta con1prensió n del f ragmento.
>t? Liter-aln1enre: .,.¿e 1111 di01»: y la inre-rprera.ción posterior mosrrará que se rrara,
en efecro. de un dios (\Ver) o de un ser hurnano divi11i2:1do (Lug :\lband:i).
>n Seg(m csn: pasajt". d dios \"'\lcr (aquí c uriosamtntc declinado: \\'"'en1) stría pro ..
tenor ( • /11.• di111) de Gilgamesh. equiparado a su padre. En lit T"Nilkt de Yttl~: 13 1 (más
arriba. p. 231. n. 364), parccc, al conrrario, rcsrx)nsablc del llosquc y, por ianto. ad-
versario de G ilgamcsh.

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FRAGMENTOS DE BAGDJ\D Y DE CHICAGO 243

Otro suciio de
Gilgamesh - «A111igo mío,
10 He te11ido 11rt c11arto ( stmio);
(A!Í.11} más terrible ;"'
Q11e los trn (primeras).
Estaba co11te111pla11do
A Anzú en el Cielo'~'
(Cuando) se lanzó volando encima de nosotros
Como 111111 1111/Je.
(Era) 1111 Espanto,
S11 aspecto era mo11strt1oso.
Su boctt era de F11ego
15 Su aliento, la M11eru:l"".
U11 jovfen }
El paso ( ?)
{} (lftí/.l'eCÍt'
E11 mi (s11eíio) noct11mo.
Mis 11/fll/QS lJ
Agarraron su1 ala1.

En el anverso, hav restos de rres versos más; en


el reverso, de al ménos un verso. A juzgar por la
continuación, no d ebe de fulrar mucho más rex-
to, pues aún segu imos en el mismo sueño.

Explicado por
Reverso
,.
Enkidu - «{Este A11z1/ q11eJ semejante a 11na 1111{/;e/
Vol{aba/ sob1'e nosotros,
{(Este) Esp}anto
De mpecto 111omtrt10J(),
{C"Y"] boca era de {F}1ego
Y stt aliento, 1,, M11e1·te,
Y cuyo Resplandorm
5· Te daba miedo f (? )},
(Es que} yo mismo { J
Te ayudm·é (contra él(?)).
(En manto) 11! joven que has visto

'"1 Liter;dmenct- 'fJuptriOf· a /(!f (otroJ) tres».


lil:.Sobre Anzii, un ave mpaz gigante y sobrenatural, véase p . 141, n. 162.
"" l." u1bli//" de YtJ/e: 109 ss. y 196 ss.. al igual <1ue la Vtrsi<Í1111i11ivi1n (Il/v: 3, y,
al final. /\.3444: 7) arribuyen a l~luwawa id<nrica.s cua.lidades sobrecogedoras.
147
Sin dluda, un rl·splandor sobn:nacural análogo a.l de los Sicrc: Tcrron:.s o Fulgo-
res (v<iasc p. 2:31, n. 365, crcécera).

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FRAGMENTOS DE BAGDJ\D Y DE CHICAGO 245

y el lugar, sobre la base de un armazón narrari-


vo idénrico.

La victo ria sobre Í lu wawa

Pequeña tablilla, denominada A 22007. descu-


bierca en el nivel palcobabilonio (hacia l 700) de
un remplo de Sha~1ash en la ciudad de Neribcum
(¿ la acrual Ishcchali?), en el curso inferior del Di-
yiila, a unos rreinra kilómetros al esce de Bagdad,
y co nservada accualmenre en el museo del Orien-
cal Insc iruce de Chicago. Sólo aquí se recoge el
episodio (que ha casi desparecido de la Versión ni-
nivita ral como la conservamos) de la muerre de
Aumbaba I Huwawa: de ahí su iarerés. Cada una
de las caras debía de conrener unos rreinta versos,
pero la primera quincena se ha perdido casi por
complc ro; en el reverso, algunos versos se han bo-
rrado igualmente o bien son difíciles de leer. Para
enrender el pasaje principal, conviene recordar
q ue Humbaba I Huwawa (Tablilla de Ya/e: 137:
véase p. 231, n. 365) «para vigilar el Bosque de lo.r
Cedros» había «recibido de Enli! los Siete 1em11r:s» .
Aqu í volvemos a enconrrarlos, bajo el nombre
q ue traduzco por " Fulgores». Se rrara, pues (véan-
se p. 30, o. 7 y p. 102, n. 76) de irradiaciones lu-
minosas, al mismo tiempo maravillosas y terri-
bles, fascinances y temibles, que, según se creía,
eman,1ban de su persona y le servían, a la vez, de
coraza y de ~"sistentes» , como si cada uno de ellos
pudiera separarse de él y acruar por su propia
cuenta, consriruyendo de esre modo, todos ellos
en conju nco, su armadura y su guardia personal.
Cuando da comienzo el texto, Enkidu term ina
una inrcrvención suya, dirigida a Gilgamesh.
Enkidu presiona a 8'
Gilgilmesh para .. . • !No tmga/s pi{etlatl/
que sea ris uroso con {De Hmcawa/».
Hu\\r:.1wa. GilgamCJh le habló ento11ce.r {a él},
Gilgamcsh duda 10 1\ E11kid11)9' :

1..,. ~1isma fórmula, para. introducir d discurso din.-cto, que la t•mph.-ada en his tablilla..
X y Xl de la Vtt~1i-011
11i11ivikz (véase p. 165, n. 21 5) y c:n ouos pasajt.-s, t.~por-ddit:rul1cnrc.

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246 LA EPOPEYA DE GILGAMESH

a cau5'1 de l:l~ «Ahom f'J


defensas sobrenaru rales (Si) 110s apodemmos {de él(?)}
de Hu\Va~va, que (Los) Fulgores
podrían subs isri r Va11 a de.rapfarehr en la co11jiaitJ11 (del Bosque),
después de su Vt111 a desaparecer
m uen e Y (m) l11z se cxli11g11irdm ».
Pen1 E11kid11 le habló'' él,
Enkidu le A Gi/gamesh:
cranqui liza: al mori r «Amigo mío, Ji tllrapaí t1 1m pdjt1ro,
ti uwawa ser;í für il e·il dónde t'al1 s11s crías" º?
apoderarse de los <Apoderémonos p,.¡mero
Fulgores 15' De fluwawa > ( ?)" " ,
Luego nos ompare111os
De s11s FNlgores.
Como crías de pdjam
Se dirperstmí11 por lt1 hierba.
Golpéa(le), 1111a vez mds,
Reverso {Iras él], podt'tÍS den·ibar sus Dejfensa}s "'» .

Con la ayuda de Gilga111esh, tm.r fesml«har


Enkidu, Gi lgamesh Las palt1bms de su favo,.ifto},
mara a AU\Va\\'a 20' Empmíó

"yq A l~uwawa se le imagina, p ues. t•nvudto por rayos luminosos, dc..~slumbtantt.~.


pero tc1niblcs, q ue cn1anan de él 1 pero q ue ran1b ién se p ueden separar de él y hacerse
indcpendicnrcs. Al defenderlo medi::uue su luz agresiva, iluminan. al mjsmo tiempo. el
Bosque denso y rcnebroso. Así, un.a vez q ue se hagan invisibles y se 'l<exrir1gru1.. por la
muerte de su fuente de energía, podían seguir s iendo peligrosos por ellos mismos. Esto
es lo q ue p:uece remcr Gilgamesh. De rodas formas 1 hay que reconocer que, denrro de
estilo fuertemente lacónico de la Epopeya (a la n1anera de b. ant igua literatura d el país),
~·además, inn'lers.o como est:lb:t en un universo imag inario y un:\ visión cle Ja.-; cosas n1uy
alejados de los nucsrros y que no riene paralelos) este pas:1je, como muchos otros (en la
EprJj1eya y en Otras obras también) permanece, acrualmtnre, oscuro y problen1oltico en
más de un pu nro. • fn la conf11sió11.'): lic-~ral_n'lctuc, ~el desorden ~ : d auror quiere sin duda
hablar de la maraña de vcgctat·i6n. raít·t-s) ran1as 1 ere. de un l3ost1ue frondoso.
.i. " Enkiclu compa.ra la relación entre los -.Fulgores» y fhnvnwa con la de:: las crias
de pájaro y su n1adre; s i se las separa d e esta últin1a, no pueden jr n1uy lejos y es fácil
c ncootro.rla.'O por los alrededores .
ui He restituido esta líne.a, muy prob11blemenre olvidada por el copisra como lo
revela la pal,1bra l(Úfí'go » en el verso siguir:ntt:.
' -' Según la V"·1i&1 n;n;vira (V/v: J J' st.) los dos amigos habrían matado a Humbaba
entre ambo.'i y ele una sola vez. Aquí, el 1111111r. 1.a 111áJ,. ele 17 ' (liremlmcnrc, #gdj1tta :l' ro-
11tienu1 de1111(1)()-., un giro at·adio bien conocido) in1plica un primer asalto. Serán necesarios
rres (vc'asc 23') pam acalYJr con el Guardi(ui del Bosque. El verbo que 1raduzcc1 como <gol-
pear» pm.-clc sjgnificar ran1bjén «alxitir, )'se c:mplc:a. asimisn10 para los Ci:dros cortados
(a.sí tná.~ adclan<c 40'). "De/en.tas»: li rcr.ilmc1uc, «n11¡1/e~«ÍOJ'», ":ashteute:s». tJ.k.-rvidorcs ....

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FRAGMENTOS DE BAGDJ\D Y DE CJ-IICAGO 247

El hmha,
Sacó de la v/rli}11a
S11 espada,
Y golpeó (aH11wawa)
En 111 c/ab}eza
(Mimtrm que) [m} amigo E11kid11
Se habla ap{odera /do (?) /de él/.
Y mando f/e golpeó} por ter/cera (wz)/,
( f111111t1wa) {re des}plomó,
25" (E11 el s}ileucio (absoluto}
De {rus F11lgores (? )} disperfsados"'}
{( /1rí) gol /peó
1\t podtroso f!11wawa, el G11ardiá11.
Y hasta marmta kiló111etr'O.r
{}.
Y Enkidtt tthtttió,
Tms él, fs11s De/emas (.' ) J
Él ( Jel Bosque
[Y } los Cedros.
30' (J\sf, también) E11kfidlf] golpeó
1\l G111mli1í11 (?)del Bosq11e'°',
Con myos gritos
fíemblaba11} Hermón y el Líbano'º' ,
Se esftremedan de miedo ( ? )./
Lt1s 1'vlo11t11iím,
Se sobr[erogfan de espanto(?)}
Todas las c111nbres.
1;.,,s golpear (así)
1\/ Malv/rtdo del Bosque (?)}de lo.r Ced1'0.1,
Y mando hubie1'011 (ig11a/111ente) abc11ido
36' Los Siete /Fulgores (?)}desmembrados,

411 3
Licer.:-t.lnlenu:, •corttrd()J", es decir. separadl'>S ranro de su fuente dt: energía corno
unos de otros .
.i.1.t Si ini rc:sticución es corrccca, Enkidu habría aplicado su progrJ.tna, anunciado n1ás

arriba ( 14'-/ l'J. Después de que Gilgamcsh abatiera a Huwawa, él se ~ucargó de oeutrnli-
zar SllS Fulgores. En sentido estricto, fue G ilgamesh quien le ase>có a Huwawa el golpe de
gracia, mientras que Enkidu se limicó a s ujetarlo durante la cic:cución (22' ).. y sólo "/;()/~;,,
vercbderamenre a «sus servidores», -</o.r F11/gorn.-. Sin embargo, el autor debía necesaria·
m enee destacar la p.'lrte activa que tuvo Enkidu en esta muerre , sjn duda c on el fin de res-
per:ir la e~rrucrur:l ele fa his ro ria en su conjul)ro, en la cual, como veremos (al rnenos, se-g,'11'1
la Vw.1irí11 bilit(I, fa lanic;.1 constrvacla). Enkidu es «Ondt'n;_Ulo a muc:rtt' por los dioses, entre
otros motivos JX)r haber da<l-0 n1uerte, contra la voluntad divina,~\ fJun1baba.
.ir~ La 1nisn1a n1cnc:ión cxplícira del <:n'l()hl:t~unicnro de Ja 1ionraña y del Bosque de
los Cedros se cnt·ut.·ncra l'n la \lersi61111i11i11iJa, Jl/U-~225541. 11 :) .

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250 LA EPOPEYA DE GllGAMESH

n/1: l ' «/Desde la d{<Sapariáón (?)/de (.r11) a11tigo 11111erto1


/J
Shamash (?) advierte !Se vis/te con los despojos de ambo.r
el excmño Y t"Ofne lrt m me de ttmbo.r"".
comporcamienco de {Puesto qm /,,ucttba (?)} f'liZOs
Gilgamesh Allí donde 110 los habí""º,
A 1111" or(dm} mía.
Mi <.soplo• ha puesto ctllí ag11ct4 " ».
Quiere 5' Y Shmntrsh, preoctt/Nulo,
des:rnimarle y que Volvi<fndose hacia él (? ),
renuncie a perseguir la Le h11bl!f a él,
vida sin fin A Gilgctmesh'":
«Por q1ré ese 11r1grt1;
Gilga111CJh?
La vida sin fin que flÍ pcrsig11er"',
No (fa) e11contrards jtwuís».
Pero Gilgamcsh no Pero G ilga111esh le habló a él,
se resigna a la /\ Sha111ash el audaz:
muerre 10' «Tras de fa11fo caminar
Y vagar por fa estepa,
(Me aguarda) et/ el Infierno
U11a prolognada inacáón,
(Y) 1111 Simio
l 11termi11able1 '"' .
(Por mudJo que) deseen mis ojos 1'er de n11e110 el Sol,
(Y) hartarse de ft1z,
Pro/1111das serán fas ti11ieblas,
Si11 la menor tlai·idad' ''.
15' Porque, /mdndo vo/11~rd 1111 11111erto

f-:.J Se er:ua de las besrhL'i sah·ajc:s que t-numera la Vt'r.ti¡j,, ninivita X/v: 3 J .u.
.uo l.ireralrntmre. ,,.Q11e no bob1í1n tt.\'i.uitlo 111u1ra ».
11
" Pasaje coigmár ic:o: ningún tc:xro conservado nos habla de esta búst1uc:tla de po·
zos por parte de Gilgarnesh. bl1squcda vana)' nl ilagrosamcntc interrumpida. En aca·
dio, el «soplo,. de un dios es una forn·l a de referirse a su acción bienhechora. Si es Sita·
mash q uien habla en esca patee~ entonces fue su favorable intervención la que hizo
llegar usuar a los pozos. Podemos recordar aquí un viejo m iro surnerio según el cwl,
e n un pals sin agua dulce, Utu (el Sh:.unash sumerio) ~dt.·1de s11 c111¡1'aza111if/11tu c.,¡/crtc Q.'-
1

lrajo ng11n (potn/;/c) de la tierra> ( LnrJt¡JIC lcJ' die11x. .. , p. 153: 53 JJ.). Se trnrn de una fa.
cera desconocida y en cierro modo inesperada del dios del Sol.
"º Es ki n1isma fórmula in rroducroriu que más :irrib~, p. 246 1 n. 398.
'º Lireralnlence, «fa. vida »: evi<lenremenre. se rraca aquí, como en conrexcos anáJo-
80s. de vida no inccrrun1pida por la muerte. Vé:t~e ettnlhién B/11: 10' y 111: 2', ctcéter¡,,
"'~ Lirerolnlenrc: 11E1taré tu·o11n.dol.dqr11úré UXÍOJ loJ añOJN.
4
n tireralnH:nrc, • ¿C11á11tf1. t'l~1ritk1d ha/Jrá?».

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252 LA EPOPEYA DE GILGAMESH

Lr1 vidrt si11 fin q11e 11í persigue.<,


No (fa) enco1111w1'Ús (jamás).
C11ando los dioses
ereat"Oll ti los hombres,
Les ttsig11a rrm
La muerte,
Y Reservd11dose la i11112ortalidad
Pat"a cllo.r solos' ".
En c11'111to a ti,
Llena la pm1za,
Vive alegre
Noche y dú1;
Celebra fiestfl.S
Todos los dí'1s,
Baila)' diviértete
Noche y día
1o· Eng,drüwte
Con vestid11ras ademadas,
Lávate,
Bd1ir11e 11 <:¡ ;
M irtt tWI h'lºll/11'(1
A 111 pequelio que te coge la 111a110,
Y haz f{e!}iz a t11 mujer
tlpretada co11f.-a ft/i'"',
Porq11e tal es
El (1í11ico) /¡1111fro de los hombres (? )}'" '

La laguna que existe antes del co mienzo del


fragmen ro L debe de ser muy reducida; codo in-
d ica que continúa habla ndo la Tabernera.

L/111: 1" El q11e vive


/ }»
Gi lgamesh, presa Y Gilgamesh /le habló/ a el/ltt/
aún de l:t [A la Tawmera/:
desesperación, • ¿ l'or qué

•ui Litcralme-orc, -<Se han g11nrdntl<> la i11111órlnfit!ad tn JllJ r1:a111Jsl C'1111 poder».
' '' li1er::tlmenrc:, "'Q11e 111 ra/x',f,a (t-Sl'O t-s: t u person:t) .rea lr.n..'ar/a. 8á1inte t•n el agua,..
4::o .. Q11t 111 t.rjJOJll 110 de)<! de di.rfr11ta1' ,,,, 111 "'1gnzo;., l"SCO <:.s, t.1aH1 1111 abrazru • · V é:;uc
Vll/111: 27 JJ. • p. 139.
"! Ólra resl ituci6n posible (pero a nli modo de ver, menos verosínl il en seniejan-
1

rc conrl·xco) seda: "' Ttti es el (.f11it·o) ofirio fde las 1111,jen:.s}», en referencia a su papel t:n d
aOlOf (t:OO\C) Cll )a V~rJ'iÓJJ ninivita, J: ]j9 y 165).

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254 LA EPOPEYA DE GILGAMESH

5' «¿C11cíl e.r 111 nombre?


¡Dime!
Yo soy S11rs1111ab11,
(Criatura) de Uta11a'ish1? el lejano».
Respuesrn de Y Gilgame.rh le habló a él,
Gi lgamesh , q ue le i\ S11rs111u1h11:
suplica le conduzca • Mi nombre
a Urana'ishri (Es) Gilgamesh.
H e 'llenido de Umk,
Res11denL'ia de A 1111,
10 ' Y he vagtd(I
Por lt1 estep,¡.:
U 11 largo recorrid11
(Httáa) Ori{c}11te.
sltf'S1111,¡.b11,
/\hol'fl que te he mcontrado,
¡Co11d1í1w1e
Hmtt1 Utt111a'ishti el lejano! ..

Respucsra de {S1im111ab11 le habló a él/


Sursunabu, c1uc /¡\ G ilgmne.rh/:
acepra J../1v: 1· • [Si r¡11ieres encontrt1r (?)/
[A Utana'ishtl el lfeOJ:mo,
{E mb,, /n',,
/Conmigo (? )},
Y de 1111 tirón (? )
Te co11d11ciré ante [é}I>.
{Así( ?)/
Co11ver.rabt111 ambos
5' /Y G ilgnmesh (? )}
Le hnblnba (? ).
Preparación de la (Pero) [Su/m11u1hu le f)(fbló a él.
cra\<esía A G ilgame.rh:
«Gilgmnesh, Los de piedra.
Mis porteadores" ',
Q11e me (habrían impedido) tocar
El Agua mortal,
( L/evndo por) 111 cólera,
Los has hecho pedazos.
10' [Lo!s de piedra me acompaiiaha11
/Pttr/a gart111tiwr la trave.rftt.

'" Véase la nora prcccdcncc, p . 253.

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260 LA EPOPEYA DE G ILGAMESH

65 Con 111t1110.r
Como paft}ás de lefón},
Con 1uías
Co1111J garrm de águila;
Trt1.r cogen1te por los fflbelíos
Me J11jeldba jt1l!t'/e111ente'l'.

1
"' El ltxto conc iene as imjsmo lo que parece ser el comienzo dd 5egundo hemis-
tiquio: dos sílabas con las <JUC no sabemos qué hacer, que iban seguidas. ral vez. de tres
o cuatro signos, a lo más. uct unlntt:nrc dc:saparccidos.

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EN El EXTRANJERO

Fragmentos de Emar•B
El primero, denominado Msk 74128d, es ran
sólo un fragmento de siece líneas que debía de ir
inserrado en la cablilla IV, jusro anres de la par-
ce conservada de la co.l umna v 1 (p. 103), en el
momento en q ue Gilgamesh anima a Enkidu a
penerrar en el peligroso Bosque, insisrie udo en
que cncrc los dos lograrán culminar una haza ña
aparenrcmcnre imposible para uno solo.

Gilgamesh 1' (Gilg/amesb


anima a En!kidu /Le/ tomó la m{a110./,
¡\ brió lfl /b}oa1
\'(le) {d}ijo:
«¿{Por} qué, entonces,
t\111igo mío.
{No/ rtl"fllflfllOS
De co1111ín ac11erdo?
5 /Shamash}. por s11p11esto,
EI el Se1ior del Cielo,
/Y (en ma11tr1 rt) nosotros},
Nosotro.r dos /(?Ji'"'
r Jes"" terreno 1-esbaladizo,
(Pero) dos { .l
olU Véase p. 44 .
.t)'ILa ~labra que sigue a «dos•> pare.t·e una fornla del ttrmino que significa «san-
dalia:- o ~<t·alzado)~ (?).Quizá Gilganu.-sh querfa dl-cir que: es más seguro andar con Jos
pjcs calzados si se debe atravesar un terreno rc-sbaJndizo .

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262 LA EPOPEYA DE GILGAMESH

El segu ndo fragmento, reconscruiclo a parrir


de orcos más pequeños, y denominado Msk
7498n 1 es más importance. Se sitúa en el con-
texro de la tablilla VI de Nín ivc (línea 15) y
conrinúa, con imporranres lagunas, hasra el mo-
mento (v1: 117 H.) en que Anu le envía a Ishcar
el Toro Celeste que ella le había reclamado. Su
forma de presemar las cosas es, en ocas iones,
algo diferenre de la \leni1)11 ninivita, y para facili-
rnr la com paración, añado corre parénccsis la nu-
m eración de esta úl ti ma. Como se verá, la divi-
sión en versos no siempre se respeta aquí.

[Los más altos dignatarios del ,./ero}


(1 S) 1·
(Conrimía) lshrnr {Te bes}ará11 las maf11os/'"·
enumerándole a {Los 1'e)·e/s
Gi lgamcsh las /Se i11cli11ará11 a11/e tif
venrnjas que [Los Señ}ores 11end1-d11''""
ob¡endría casándose A {of/recerte como tri fb11to J
con ella {(Todos) los productos nuestros y del extranje1v/
/Ttts t"abras/ (sólo) darán tt l11z {tri/lizos/
{Ttts ovejas, (sólo) melli}zos.
{Ttts/ a{mos/
5' /}' tNs mulos, en el yugo.I
{No} 1endrá11 ig11tt!»

(22) 6' [Pero Gilgamesh aJbrió /la boca/,


Él la rechaza y To11tó la palabr/,1/
recuerda las /Y le ht1bló.I
pretensiones de Ishrar A lshtar {la Pri11ma].
«Una vez
s·a {Que te b a)'CI de.<po.rado..I
9'a {¿Deberé propo1úmwrlte
8'b Pi:tf[umes/ J [vcJ1id/os,
9'b Provisiones y vit[11allas/""
10' {/
]o)'aS para (111.r) 11umos'l'f /?

Dos o rres línea perd idas.

•u Ver.si61111i11ivita: • ... /1.u pies», con una variance: « ÍtlJ 111'1t10J ».


4
>~.. La Vcrliiln ninivita 1 re~enra esce epis0<lio de una forma diferente .
..;.:. He invt·rcido ligeramente d orden d<.~ los hcmisriquios.
•P Pasaje dc.sco1ux·ido de la Ver.sibu 11ini·v it!1.

Mat "' 1 protcQ1do pe d 1~hos de autor


264 LA EPOPEYA DE GILGAMESH

[(Luego, !líbita111mte), le asig11ast/e


[E I /dtigo de p1111f'1s y con-eas}
/ I
Vivf"s /en 1111tt 111<1./jada,
(r1í amaste,,¡ Pastor}
(58} 35' /Que, p}111t11alme111e,
Te sacrificaba alglÍ11 cabrito.
trú amaste al MaJ•im t!}
/Que le pt'fpamba co11 fre}mencifl
Galletas (cocidas) sobre lfls cenizas44 '
((Luego, slibitammte). lo golpeaste]
Y lo co/nve}rtiste e11 l/ob}o ... " ·

Laguna de al menos ocho líneas (si acepcamos


la num eración adoprada por el ediror)' 4 ' .

(1 17)44' Cua11do A 1111 /IJ11bo oíd/o


Anu le envía a (Esta) dedarafión de lshtar
lshrnr e l Toro Le entr/egó/
gigante /E I ro11zal del Toro (? )];
Pero ella(.') 110 (lo) e11/11ió (.') (i11111ediatm11ente)}
A la ci11d'1d de Urukm .. .
Ta111bié11 pi/soleaba/
E! 1'añaveml
y/}
Dis111imtú1 .. .

Fragmento de Megiddo"'

Está muy d añado, por lo que resulta imposible


obtener un texto seguido s in rec urrir a conjcrn-
ras y rest ituciones puramente hipotéticas, s in
ninguna fiabilidad . Al menos, podemos recons-
truir Ja siruación: escamos con Enkidu, enfermo

u: La Vtr.sión ninivita presenra bs cos:JS de maner.i ligera.menee disrinrn..


41
} Aqui, al menos, y quizá ra,mbién m:is arriba (eras 10') es posible, si la numt:rn·
c ión dd td iro r í-s Córrect·:1, que ti copista h.1ya suprimido delilx-rad:lmt:nrt- un citrco 11Ú·
m ero ele episod ios: entre 37' y 44' rmn..rurrcn ra$i scs<:nra versos en l:i Vl11·1ió11 ninivita.
''"" Pasaje 6-ce desconocido en la Versión ui11ivi1r1 que, por ocro lado, es algo frag·
menrarü1 en esca parre. Parece que lshcar condujo primero al Toro a saquear los aire·
dcdorcs de Uruk ames de introducirlo en la ciudad.
'" Vl-asc p. 4).

Mat "' 1 p<otcQ1do pe dcrcch ck autor


268 LA EPOPEYA DE GILGAMESH

232 ss.); orro, donde Gilgamesh quiere «lx1<e1~e 1111


110111b1r: pam siemp-re» (compárese la u1blil!t1 de Yt,/e:
J60). mienrras que Enkidu considera «1111 combare
imposible, éste de llegm· llegara la guarida de ll11wawa»
(ibid., J98); orro parece consew.ir algunos res ros de
un diálogo enrre ambos héroes anres de la muerre
de Huwawa, en b rablílla V: algunas palabras que
aún subsisten (aunque, a falra de rescimonios para-
lelos en las ocras füenres, nada hay segu ro) sugieren
que Enkidu habría animado a Gilgamesh a «to111ar
11111jcr» y a ~disfmtar de ella», en vez de exponerse al
peligro de enfrentarse al Monstruo. Los restan tes,
en fin, se hallan demasiado esrropeados para que los
encendamos mínimamente. A conrinuación, tradu-
ciré sólo aquéllos -son eres- de una cierra ampli-
rud, suficiencemence restaurados e inccligilbles.
El primero (denominado Bo 831265) relata
cómo la Cortesana arranca a Enkidu de la vida sal-
vaje y lo conduce enrre los pascores (Tablilla de Fi-
latk/fia: 49 ss.; Vmió1111i11i11ita, 1: 179 ss.).

La Corresana ¡ · [La Corteuma, tras abrfr lt1 bo;-,1},


invira a Enk idu a [Le habló a} E11kid11:
seguirla (a Umk) «Eres hermoso, [E11kid1t/.
[ J,
[¿Por q11é/, e11 a;mpmiía de las bestias,
(Recorres la Estepa? J.
[]
¡Te ¡w/rea:.rf tt 1111 dios!
[¿Co11 q11ié11 te compararé}
(E}ntre los vanmcs? • .
5' [Y !tt Cortest111a, tms (re)abrit· la bocal,
[Le !1t1bló (de 1111evo)} a E11kid11:
"¡ Vm, Enkidu!
(re llew1ré (?) J
A 1111 aprisco».
Ella .re quitó 11m1 (de .<!IS ve.rtidos)
Y la mbrió am él.
[Luego, Jella le to[mó la 111a110}:
eomo 1111 dio.r (?J
l.lcgan a donde: !Ella le ¡mcedúi (?) I'",
.t) f> Ella le prcn_·dc, llevándole de la mano, al igual que Vl'OlOS, sobre algunos cilin-
dros:·sdlo, a una divinidad que pn:senl·a a un protegido suyo anee orra n1á5 1xxlcrosa.

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EN El EXTRANJERO 269

están los pasrores Y lo llevó 11 1111 aprisco.


[Re1mido1 /01 pa1tore.r e11 tonto a él (? )}
(En gm./po co1wersab11n:
10· «¡{Cómo se parece a Gilgame1b pot· s11 mfat11ra!,
Mtis corta,
Pero, en ClltJl/fo tl osrnnenta,
[(Ig1111/mente) poderosa(?)./.
Enkidu apreode a ¡En el desierto, !et-he de /m bestias
alin1entarse. y 1\1a111t1 rÍt1 ! » .}
a beber (Le ofrecieron pan}
Q11e él cx~1111i11aba con descon/itmM ( ?).
(Le ofreciero11 cer11eza]
/Molesto(?), (la) exr1mi11aba}
C Otl deJC1111fianza (? ).
(La Corfe1ana, traJ abrir /11 boca]
{Le btJbló 11 E11kid11 /:
«Come pan, T!.nkid11:
15· ¡ [EJ 111a11j01· de di]oJe.r'" !
[Bebe cervew}:
¡ fEs bebikla de n')es! » .
{f!.11kidtt l'OllliÓ f1t111}
Y bebió cen-eza: 1iete {jt1rrt1S}.
{ .. }

El segund o (VJ\T 12890) es un fragmenro de


cablilla, de cuarro o seis columnas (lo ignoramos),
de la que ha llegado a nosotros parte de una co-
lumna en el anverso y el equivalente en el reverso.
El rexro del anverso p rocede del relaro de la Expe-
dición de los dos héroes al Bosque de los Cedros: en
rnda ernpa del camino, como en la Versión ninivita
(véanse pp. 93 ss.), G ilg arnesh tiene un sueño, que
Enkiclu le inrerprera. El fragmenro da comienzo al
principio de la explicación del primer sueiío.

En Ja primera [' « .. .{Jit SllC1iO 8.f de b1te}tt augurio,


etapa, Enkidu /J\ migo 111!0}
inrerprera e l sueiio lJ
de G ilgnmesh (}
J\1e alegra

.¡H « J\ffl11j1u· de diAfCJ ... bebida de Yf)'tJ • : es una forn1a de ex~tlrnr la dignidad y la im-
porcancia de la alin1cntación y de la bl·bida d aboradas, en contraposición a la.s sim-
plcmcnrc recolectadas de la naruralcza. Vc'.mc rnmbién p. 220, n. 344.

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274 LA EPOPEYA DE GILGAMESH

Ve11ida al 1111mdQ de Gilgamesh

Tabl. 1/1 l' /Voy a c11M11ar/ 1t11 himM


Prólogo {A la gloria de Gilgamesb/, el héroe.

T.os d ioses crean a C11a11do creó a G ilgm11esh, el dios/ J, el ttttdaz <•>,


Gilgamesh (Lo hizo/ de estatura /Pcifecta./.
5 (Los dio.res./ lo crearo11 a stt imagen*'.
Sha111t1Jh el rele1te' 6' le co11cedió /el vigor/,
El dios de la tempestad le concedió herofsmo
Así, los principales dioses /ciw1 ro11J a Gilgamesh.
Stt estatura falamzabtt} loJ siete metros de alft11rt1}''',
Stt pedJo, /m a11ch11ra}, fmedfa} dos metros,
S11 f} e,.a tres { Jde larga.
Reco rre el 10' Tl'tls reco1nr todos (?) los países
m undo y oprime a f<e) gresó a U111k f }"'.
sus s1íbdiros Se dedimba, ct1da dft1, a /tiranilzar
A los h11111hr11s de Umk. La Dio.ra-Matlre ( j•·•.

Un verso murilado.

Enkidtt en el desierto

1: l' Tres versos mu ti lados.

(C11a11do/ la Diosa Madre lo supo

"'s Ko sabemos de qué dios se r~aca: ¿Anu, Enlil, Ea?


-'M A in1agc._-n del mismo dios C)Ul· había tomado la iniciariva de crt.-Jrlo (3).
'" Shamash es siempre calificado de esre modo en la Versió" hititfl.
•« Medidas en .coc;los• y en •palmos• (p. 1 l5, n. 104). E.te es el pasaje más ex -
plícito para dcn1oscrar que Gilgan1csh, y ranlbién por tanto su igual. Enkidu, era pre-
sentado como un verdadero gigante (v~.L~ ran1hién p. 84. n. 50). A lgunos episodios
de Jn Ept>/x')'tt van claramente en e l misn10 scncidc1: así, la rapidez sobrchun1ru1n de ln.s
etapas de su viaje ni Bosque de loo Cedros (p. 93. n . 65) y el peso prodigioso de los ar-
mas que cargan parn su expedición (p. 84, n. 50). Sin embargo, al igual que R nbclais
o lvjda más de una vez el tamaño colosal de Gargantlia y Panrag rucl para pr<."Sl·ncarlos
a una escala m eran1enre hun1ana, el autor de la EptJpe)'tt, canco :incigua como reciente,
y en su versión original como t"n ha ad;aprada o traducida, deja muy a menudo de l:1do
la rnll:i herd1lea de sus héroes (vfa<e p. 117, n. 106).
"9 Sin duda, el autor quicrc decir que, rras partir dt: l Jruk para reco rrer el mundo,

aparentt·n1enu: en buM.-a de avenrur.tS m ilitares, regrc:só lue.gt') a su residencia en Uruk.


4
«o Es Ju misma que, mi5 addanrc, Crt"a a Enkidu (Íro tsmcnlo siguicnlc: línca 4' ss.).
Aquí cal vez incervenfo en favor de los súbditos oprimidos de Gi lgamcsh.

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276 LA EPOPEYA DE GILGAMESH

E.nkid11 y G ilgn111esh

11: l' Sicce versos muy mu ri lados: por las escasas pa-
labras que subsiscen, intuimos que se erara de l
«derecho de pernada» exigido por Gilgamesh .

Enkidu irrirndo 8' [C11ando Enki/d11 eswc[hó] estas palabras


conrra los excesos de Se pmo furioso y [ JGilgnmesh.
G ilgrunesh:
pelean Diez versos borrados compleramenre o casi.
De los dieciséis que vienen a continuación, en
idéntico esrado de co nservac ión, una palabra, al
menos, sugiere que esta mos en el mom enro de la
batalla encre ambos héroes.

20' [ Jllegaron" la1 mc11101.

La expcdició11 a la M o11 talia de los Ccd1·os

111: l' [ Jmando [/legaron/ al É11fratet"', en .ru orilla,


Lleg ada a la [/\ Sh(/./1u1shf le ofrrxiero11 sacrifiáos. Y desde tlÍlf,
Monraiia de los Cedros /Más ltttrlc, al] sexto día, llegaro11 a la Mo111aña" "
y primer conrncro 5· Llegaron, p11es1 a la Montatia, y fen esta] Monta1ia,
con I1uwawa llparecie1·011 los Cedro;'.
Y !Í111uttw(( f!esf'" vio desde tlrriba
[Y dijo]: r Los l11gare1 de residencir1 de los dioses [ }''"
Los l11gare.r de re.ridencin de los diom. ¡ Pero de 101
Ccd1·os
10 ' Se r1podera ron! [ ]».
[Enkid11] )' G ilgames/; 1011u1ron enlom·es lr1 pr1labra:
• [ Jen ab1,ol1110 l"s queridas molllañ"s
f./ él 1:11b1·e las mo11taíias de 1111a espesa vegetaáón"' .

.-. En hitita, el t ufmtes era el lofola.


Podría decirse que el autor no ha q uerido dcn1orarsc en ese viaje e n seis etapas
(cada una con su sueño prcn1onitorio) y ha llevado sin rardanza a los dos héroes al cér-
mino de su viaje. La v~rsió11 hitira es 0 11 resumen, una especie de . d igesto»- de lu Epo-
/>eya en acadio (v,; mse pp. 42 ss. y p. 27 1). Por lo dem:ÍS - ¿es pr<-ciso señalarlo?- no es
en absoluto un;1 obra pc.le:!tic:a ni en verso .
.f-> Desde lo alro de su Montaña, vio a Gilga.n1esh y Enkidu encrar en e l Bosque.
".' Esre p:i.c;aje rem ire~' alg uno!\ o rros (véan~e pp. 94 n. 67, 107 11. 85, 191 n. 2 77)
q ue sugieren <¡ue las l\'!onrañas (y los B·osques), o en codo caso, la l'\fonrnña y el Bo.•que
de los Cedros, ernn lugares "'gmdos, habitados por los di<lses.
•n Tal \'él csrc rcxro c.111icra indicar que el propio J~uwawn había planrado los Ce-
dros y los había cu idado. Véanse más adclamc, pp. 278: 49 JS,

Material otcg1do por d rcchos de eutor


EN El EXTRANJERO 277

Dos versos en mal esrado.

16' fl las 1't1mas de los Cedros,


Ellos las han f /y, en la Mo11trula,

Siguen once versos dece riorados donde apare-


ce, al menos en eres ornsiones, el nombre de 1'.:iu-
\\'awa.

El combate contra Hu·w awa

27' Dos versos muci laclos, donde aparece la pala-


bra «Cie/Q». Todo lo demás se ha perdido, salvo el
úl rimo verso.

rv: 1 Empmló s11 hach"'".


Pe-ro /11ego Gilga111e.1h lJ,
Corran los Cedros, lo Él también cogió 1m hacha f},
cual alerta a /Y el 11110/ }' {el otro/ se p11siero11 a abatir Cedros.
Auwawa /C11t111do Hmvmva} esmchó el mido,
5 Se puso ft1rio10: •¿ Q11ié11 /anda ahf? J.
f Jvolvieron grandes.
/E/11 !.a J\1o111a,ia, ¿se han abatido Cedros?».
Shamash les anima E11/011ces, desde el cielo, ShtJllUISh el celeJfe
(Les) h<1bló (tt G ilga11wh y rl E11kid11}: « ¡ Ava11wtl!
10 ¡No te11gáis miedo! Entrad en (el Bosq11c),
J\1ienlras él (ll11wt1wa} no esté c11 s11 cast1
Ni .re ha)'fl fllÍ1l /re11estido co11 stl.f F11lgo·re.s (? )/».
H11wawa (!) eJmchó festr1s palab1·as J'Í se pmo
(furioso/'' 9,
E11kidu )' Gilgame.rh Je r1cerct1ro11 a él
l~uwawa les 15 Y fmiram11}t1 H11U1{fWtt co11 mbirt,
ainenaz:l E11 '" Mo11tmia. Él l<>s dijo entonces:
«¡fVo)'}a /(/l/(a11/ar}os (por los airc.s)
y o.r /ll(Jlldfaré/ r1/ eielo.
/} VO)' tt. golpea 1w )' voy
20 A enviaros a/" Ti1'1'ra osmm··"'"f »
A r1mboJ los le11fantó}, ci&rlo, p&ro 110 /oJ 111a11dó /al
Cielo/:

.t·o1 Debe de rrarane de Enkidu porque G ilgamesh lo imirará a conrinuación.


l'.'\l El copista, discraldo~ escribió Enkidu en lugar de l:luwawa.
.¡,c0 La Tie1'rtt o..tc.io ·t1 <.'S el Infierno.

Mat nal p<otcQ1do pe d rcchos de autor


278 LA EPOPEYA DE GILGAMESH

Los gol¡m;, pero fa la Tierm osmm}


No los envió. / l H11111a111a j r
Ellos l/ con (¿s1t?) cabellera:
25 «Luego, os voy / J

Seis versos mutilados: leemos alusiones a "ct1-


ballos». al •polvo,, , y dos veces al menos, · Sha-
ma.<h el celes/e>. Al final, Gilgamcsh (?)llora.

Gilgamesh 32 )'las ldgr·imas resbalaban abundantes.


implora a Shamah G ilgamesh le habló a Shamash el cclt'Sfc:
« fate e.r el día CIJ&llldo, en la Ci11dad rJ
35 - Porque se hr1bfa trasladado de 1111evo r1 la
Ci11dad""'-
Pero yo, ¡oh, Shamash celeste!,
T!.111pre11dí el a1mi110 y tJ/ro111é el co111/ba1e}».
q ue acucie en su ayuda Shamash el celeste esmrhó_la pler,ar·ia
De G ilgamesb y contra f!mvawa se levantaron
40 Poderosas Tempestades: el Huracán; el Vie11to del
Norte; /Viento ... ; Vimto .. .f
El Vie1110 de la Tempestad, el Viento de Hielo, el
Tonwdo: el Viento del Mal:
( Estos) ocho Vientos""' se lc11a11/aro11 co11t1-a
((/ttwatva)
Y le golpearon lo.rojos.
No le em, por lemto, posible a,wmzar
Huwa"'ª 45 Ni le era ya posible retr0t,eder:
csrñ a merced )' flmvawa abando11ó" 3•
de G ilgamesh
Le suplica que le Entonces, le J11plicó a Gilgamesh:
perdone la vida • Déjame man{;,ir, Gilga111csh, tti serás mi D11e1io
Y yo serrf t11 criado. Y de /los árholes./ que
50 He logmdo que c1'l!zcrm {en}'" Mo11tmi'1
Te ft-c.rervaré(?)/los (más) grm1des:
{Podrás} ab'1tirlos y {/J,,cer con ellos (?)./<'asas».
Enkidu presiona a su Pero Enkidu /fe bt1bló./" {Gifga111e.il1/:
amigo y aboga por el «No esa1cbes lr1.r palr1fbra.r J

'º la fra..~i: t-s enigm~rica: ¿de quit-n se d ice que se frn trasladado (de nnevo) a la
Ciudad ? ¿Acaso c..--srá Gilgamesh r<.--cordanclo el día en <JUC Enkidu vino ;\ instalarse a
Uruk> ¿Y por qué?
"' Compárense con los trece Vienws d e V/11: 8 J.f., p. J 10, '" 96.
"' Con otras p-alabras: dejó de luchar y de dcfrndcrsc y cayó en poder de los dos
héroes.

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EN El EXTRANJERO 279

rigor SS Q11e /te dice} fl 11wawa.


¡No {dejes} tt Ílm11ttu;a {con vid"}.'».

Dos versos muy daiiados. No sabemos cuáncos


más segu ía n hasra el final de la rablilla 1 de la
Versión hitita.
O rro fragmen ro podría rclarar el rerorno de
ambos héroc.-s a sus hogares, )' en parri cular, su
visira al remplo de Enlil (?).
Orco más parece conrener algunos resros de un
d iálogo de Gilgamesh con Ishrar.
U n tercero conrienc lo siguienre:

El sucíio fatal de E11kid1t

Enkidu, al 1' L11ego se hizo de d fa


despcrrar, le cuenta a Y E11kid11 le habló a Gilgamesh:
Gilg1tmesh el «{Escucha} el s11C1i0 q11e tenido esta noche:
sueño q ue ha tenido i\1111, Enlil, Ea y Sha111ash el celeste fcelebraha11
ro11.rejoJ
5" Y A1111 le dijo a Enlil:
·'Porque ellos""' mataron al To1·0 Celeste Ja
fiuwawa, por esto, dijo i \11fl, el que de ellos
Taló la Mo11ta1ia de los CedroJ~ /debe 11101·h}'""·
Pero Enli/ rcJpondió: "E11kid11 dehe morir,
10· Pero Gilgamesh 110 debe morir".
E11to11ces, Shama,rh el releJte le respo11dÍ<Í a E11lil el
a11d"z:
"e·Acaso 110 sig11iero11 mis órdenes
C11a11do diero11 muerte al 1í11·0 celeste y " Httw"wa?
Enkid11, i11oce11te,
15" ¿ Deherrí morir?··. Pero E11lil, furioso,
Se volvió httcitt Shamash el celeste: "(T1í habla.r tt.rí)

~ «E/101-1 csco es, G ilgamcsh }' Enkidu.


"n Al habl:tr así, sin nlcncionar a nadie 1 aunque Jos dos se hnbían ded icado a ~1f1·
lar la t\louradn de LOJ Ct'tlrat11>, igu:tl que ambos dieron muerre al Toro r •l Auw:iwa, Anu
parece no querer comar p~rrido, )' dej:lr ~ o rros 1:1 responsabilidad de decidir quién será
tondent,do a muerte. Preside la rc unic)n, pc.-ro. <·orno dirfamos modt:rnamt'ntc, n<.'> quic·
re •mojarse• .. . I.a V<.,.Jión niuivitfl (V/111: 11-13, y véase p. 11 2, n . LOO) pM
· ece acender
;:, una rr:1dici6n <lifcrcnrc, según l:t cual ra1l1bil:n Shan1ash S(.' habría opuesto. fronral-
mc:nti:, a la mu~rct· dt: í=1un1baba.

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280 LA EPOPEYA DE GILGAMESH

Como 11110 tllÓJ de m.r cc111u1mdm, 110 haJ re.rr1do


De reunirte con e!loJ, todoJ loJ díaJ" " ·
Enkid11 Jada, pues (mfenno), ante Gilgamesh.
Le t-aian las lági·imas. (Le dijo)
« ¡ !-lermanu, q11erido hermr11w! ¡Q1tiel'en
20' Arrebe1tc1rme a mi hermano!». Y 1"mbié11:
• Voy, pues, a (til'1CI' que) i!l!talarme entre los
/1111ertos,
C rt/W1' el 11/Jlbra/ de lrt /1111erfe,
Y 110 t:cr 111111ra más con mis ojos " mi hem1t1110
querido».

La Taber11era

Termina el Un frag mento de uoas doce líneas, proceden-


caminar erranre de tes de la penúltima cnl umna (la rercera pro ba-
G ilgamesh qu ien llega blemente, no la quinta) de una tablilla, habla de
a l (lÍ lrimo) Mar ./eones m1tertos» (por G ilgames h) y llevados •e1l
y encuentra a la templo de Sf11». Luego:
rabernera
7' C11ando se hizo de día, G ilga11mh
Sin resar de f J llegó hasta el Mar,
Donde S idttri la Tabernera estaba semada. sobre 1111
fa.riento]
10' Y 1111a c11ba de 01·0 le tenían {preparada(?)}'" ...

El Barq11e1·0 de Uta 11apisbt l

L'lrgo frag men ro, muy m utilado en algunas


parces, arres columnas. Se mencio na una ciudad
desconocida (¿ Iriha?) y rambién a Gilgamesh,
quien se salva en la Mon raíia, encuencra a una
m ujer salie ndo de su casa, y all í mismo enrabia
com bate.
JI: 9'
Alusión al Qtié 11101/faliflS fé.Jra/ó}
vasabundeo de Q11é fríosfatravesó, nadie lo Jabe.
G ilgamesh Dio 11111erte a m11rhas bestias J' {/animales salvajes.

-""6 Se (f¡Lta dt· la ((cuba» que Íormaba parte de los utcnsilios de: los/las fabricantes

de ce rveza: cotnp.S.rcn.se Vc,·Jión 11i11ivit<.1. X ft: 3 . y p . l63, n. 212.

Material o 'gldo por d rcchos <k autor


TABLILLA 1 281

A conr inuaci6n caza dos leones, llega a (ocra)


monraña, amén de algunos ocros deralles oscu-
ros. Enconces:

m: 6' ... UrShrmllhi


Encuenr ro con Vino al mmmtro de Gilga111esh el rt'J"
UrShan:tbi, quien «¡Va)•a, Gilgamesb! ¿Al otro lado del Mar
prepara la rravesía Quieres ir? Pero c1ta11do al t\g11a mortal
IO' T1í lleg11es ¿qué hartf.r?
1

Emp111ia el hacha y {i1e a cortar 1mas pénigas]


De veinticinco o treinta metros /de largo]"'·
C11<mdo G ilgamcsh oyó estas ptJl11bras
De U rShanabi, /e111p11}1ió el hacha
15· Y cortó 11nas pértigas de treinta me1ros de largo.
Y las/},
Y las colocó .robre ltJ barca,
Sobre la CJml ambos s11bieron:
Gilgamcsh )' UrSha11abi. L11egQ1 Ur[Sha11abi}
empmió
20· Los 1w1.os ( ? );y Gilgamesh empuñó
/ J Una distm1cir1 de 1111 me.1 )' quince dfas.
Se conservan algunos resros de una docena de
versos de la colum na JV. En otro fragmcnco, de
CÍtKO versos, se menciona la «traveifa » (del mar,
por UrShanabi) y ésre añade:

«Cada vez, las dos Imágenes de piedra en cuestión'"


1'1 e han .rervido p111·a atravesar» Y G ilgamesh:
•¿ Por q11é

Todo el resro se ha perdido.

"' Mcdid:tS expresadas en <rodos• (p. 115, n. 104).


.¡"' Aquí el rexro habla, no de ... LoJ de piedra• sino de f/J.l 111dgc1us de piedrtl:i> : a. escos
•Sflw depiedrrt» (vlt:.\Se p. !6$, n. 222}, !ª nmeria líikª <k Iª que m;in !wd1os I~ Mi-
mila a «(t:Scaruas» (r:stc es el sr:nrido dd término - ;sumcrio!- r:mplcaclo aquí).
Jlt!l Gilgamesh quiz~t
st ro n1a las p·alabras de UrShanahi con10 un reproche irritan·
re. rcfcrcnrc aJ hecho de lrn.bc:r roro, in1pulsado por la cólera~ las
«l11uig~ne.s tlt pietlra:N y
haber vudro, c:on ello, c:n principio imposible la tr..t\ 't'Sfa.

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Podría haber, en esca obra ...

Podría haber, en esca obra, ya desde su primer boceco con la Versión


antigua, una paradoja guc nadie, creo, ha destacado hasta la fecha: fren-
te a esce Gilgamesh que busca, con canco esfuerzo, una vida s in fin y
gue regr esa a su casa, a fi n de rnenrns , con las orejas gachas , aniqui la-
da coda esperanza y resignado a seguir, con encusiasmo aparenre, su
destino de morral, nos encontramos con que su nombre aparece siempre
acompañado del s igno cu neiforme de la «eSffella» que, según las reg las
de esta esc rirura, lo coloca en tre los seres divinos. Dicho de o cro modo,
esco re,•ela, al menos, gue edicores, correcto res, copistas y leccores sa-
bían pcrfecramence bien, d uranre codo el largo caminar de Gilgamesh,
de su deseo frustrado, d e su agoram ienro y de su derrota, que después de
su fallecimien co, tal y como lo explica la leyenda sumeria de su Muer-
te (p. 34), había sido «divi nizado» (p. 26), y que había obtenido, por
canco, de hecho, esta inmorralidacl por cuya obtención ranr.o se había
afanado aqu í abajo.
La paradoja sólo es aparenre , porque si bien amores y usuarios de la
Epopt!J·a lo sabían, cambién sabían gue Gilgamesh, durance su vida, era
imposible que previera o siq uiera esperara lograr este inusitado regalo,
en relación con el cual los dioses se habían mostrado siempre ran ava-
ros, porque los definía separándolos raclicalmence ele los seres hu manos
(F1'tlg111entos de Berlín + Londres, 11: 3' -5 ', p. 25 l). No sólo las diversas
versiones ele la Epopeyt1 sino rambién, antes d e ellas, las leyendas sumc-
rias lo .consideran un hombre como los dem~ís, aunque lo describan
como superior a rodos, a veces co mo un ve rd adero g iganre (p. 274, n.
468). Lo que sabemos de sus padres sobrenarnrales (Versión 11i11ivita, 1:
33 ss. ) y de su «11r1t10-alcza, m dos tercios divina, c11 1m tcrr:io buma1m»
(ihid., 1: 45 ss. y IX/11: 16), no e ran más que hipérboles, maneras de su-
brayar, con los med ios disponibles, su carácter sobrenatural (« heroico»,
habrían dicho en G recia), en otras palabras, su su perioridad reconocí-

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PODR(/\ HABER, EN ESTA OBRA ... 283

da (y más de una vez olvidada: véanse pp. 274, n. 468 )' 11 7, n. 106),
pe ro sol amen re «Cuanrirariva», en esrarura, in religencia, pode r, arrojo
y valor sobre rodos los demás hombres, con quienes compartía, sin em-
bargo y sin reservas, su co ndición sustancial: la cond ición h umana. La
f.popf)'" habría perdido rodo HI semido, roda su füer<1a de c:o1wi\ción
(como enseñanza y como ejemplo) si G ilgamesh no h ubie ra sido, a co-
dos los niveles, no sólo hombre sino, por decirlo así, más hom bre que
ni ng uno.
El g ra n B. Landsbe rge r pre tendía que esra obra maesrra fi.iese la
«Epopeya nacional» de la venerable lireracura mcsoporámica. Como si
- supuesro que la idea m isma, o el sentim ienro, de «nación» escuvieran
ya por emonccs suficien ce mcnrc definidos, precisados y v.ividos en
rnanro mies, como si, decía, esros pueblos hubieran senriclo, abierra-
menre o no, la necesidad de forraleccr, medianre una obra lireraria
grandiosa, la conciencia de su un idad «ém ica» , cultural y po lírica, y su
vo lunrad de vida en comí111. En realidad, lo que incorpora ron en ella,
lo que en ella buscaban y enconrraron, fue la imagen reflejada de su
manera de vivir y de pensa r, su culcura, sus deseos, problemas, valores
y lími res, de todo lo q ue afoc raba a su ex iscencia y le daba sentid o y,
gracias a rodo ello, la imagen de las reacciones uuiversalmenre huma-
nas q ue eran l<l~ suyas propias anre los g randes prob lemas de nuestro
desrino , esco es, la amistad y la muene: aquello que el «Otro» puede
aporcar a nuestra vida, al com partirla de un modo ran absolu ro, y esa
desesperación q ue nos atrapa c uando, en los momentos importantes de
nues tra biografía, pensamos en la in declinable y c rue l obligación de te-
ne r un día que abandonarlo codo, de dejar de vivir incluso aunque nos
imaginemos que a1ín existimos.
Esta es la razón de que la Epopeya de G ilgamesb man renga hoy día
rodo su valor. Al leerla, «enrramos» casi «mate rial me nte>>, g racias a esre
documento de excepcional riqueza )' aucenricidad, en la vida, el pensa-
miento, el alma y la culrura de q uienes son los más viejos de nuestros
ancepasados, al menos de nuestros an repasados reconocibles, en el ho ri-
zonre brumoso de nuestra hisro ria; pero más allá de esta prelación en el
orden histórico, leerla supone descubrir, en un espíricu y un corazón
cuyo ser más íntimo apenas ha cambiado desde entonces, los mismos
beneficios de la amistad, de la vida compartida, y la misma procesca
ante esca ley que, al final, nos iguala a rodos: la muerte inexorable.

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