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Contexto histórico del Añil

San Salvador se convirtió en la capital de la Alcaldía Mayor que lleva su mismo nombre que,
administrativamente dependía de la Provincia de Guatemala y ésta, de la Audiencia de los Confi
nes. A lo largo de los siglos XVI y XVII, la elite residente en Santiago de los Caballeros controló la
vida política y económica de la zona. Durante la primera mitad del siglo XVI, dicha elite estaba
conformada, básicamente, por un reducido número de encomenderos que se correspondía con los
principales jefes de conquista. Tras la muerte de éstos y la fundación de la Audiencia de
Guatemala, nada cambió, pues se procedió a su repartimiento entre amigos infl uyentes y
parientes. A partir de la capitalización de dichas encomiendas, se consolidó el denominado “Grupo
de Salamanca”2 como el grupo político y económico más importante. Así, en 1532 la Villa de San
Salvador únicamente contaba con 56 encomenderos, entre los cuales 4 producían cacao, uno de
los productos coloniales más rentables en el siglo XVI.

Las plantaciones se encontraban entre Acajutla y La Libertad, zona conocida bajo el nombre de
costa del bálsamo. De esta resina se extrajeron pequeñas cantidades, por lo que su explotación
introducida como nueva alternativa económica, nunca llegó a convertirse en un negocio lucrativo
y, menos todavía, en un ciclo económico importante. Además, debido a su bajo rendimiento, en su
extracción se emplearon procesos altamente destructivos para las plantas. Así, por ejemplo, el
bálsamo se quemaba y la zarzaparrilla se arrancaba de raíz, provocando en consecuencia un
progresivo agotamiento de dichos recursos naturales. En realidad, el primer gran producto de
explotación fue el cacao (Theobroma cacao), que desde el siglo XVI hasta el XVIII no dejó de
enviarse a España. Su cultivo se remonta a época prehispánica, siendo “el árbol de todos el mas
presçiado entre los indios, y su tesoro” (Ibid: 66). Este producto fue utilizado como bebida de elite,
moneda, pagado como tributo a los caciques locales y con fi nes medicinales.

Durante la Colonia, las plantaciones de cacao se situaron tanto en la costa atlántica como en la
pacífi ca del Istmo centroamericano, siendo estas últimas las más fértiles. En El Salvador, su
cultivo se centró en la zona ocupada por los pipiles, concretamente en la región de los Izalcos.
Hasta la fecha, no existen datos concluyentes sobre el volumen de producción en época
prehispánica. No obstante, si analizamos las tasaciones de Cerrato (AGI AG 128, fols. 207-306),
entre todas las encomiendas de la región de los Izalcos, el cacao tributado era superior a las 300
fanegas, una cifra realmente muy elevada.

Desde 1562 hasta fi nales de la década de 1570 el área de los Izalcos exportaba anualmente, vía
marítima, unas 50.000 cargas hacia Nueva España, además de abastecer los mercados de
Guatemala, y en menor medida, los de Panamá y Perú. Probablemente, la producción de cacao fue
mucho mayor puesto que también se exportaron grandes cantidades por tierra y a lo largo de la
costa para evitar la alcabala, la compra de licencias y demás impuestos exigidos. A pesar de la
importancia del cacao como ciclo económico, a fi nales del siglo XVI ya se hallaban presentes
indicios de su declinamiento y éste, una vez iniciado, fue vertiginoso. El descenso demográfi co en
los Izalcos provocó el traslado, voluntario o coaccionado, de grandes cantidades de indígenas que,
además nunca regresaron a sus regiones de origen. Así, a fi nales de la década de 1570, se habían
agotado las fuentes externas de fuerza de trabajo. Las epidemias y altas tasas de mortalidad en
estas áreas redujeron drásticamente la población y, además los españoles de los altiplanos
empezaron a cerciorarse que su propia fuerza de trabajo estaba siendo destruida en benefi cio de
otros. Consecuentemente comenzaron a prohibir a los indígenas el ir a la costa. Junto a la escasez
de mano de obra debe añadirse que el cultivo del cacao requiere un trabajo casi diario de regar,
escardar, hacer cunetas, cosechar y reemplazar los árboles no productivos (Bergmann, 1969: 87).
Por todo ello, no es de extrañar que en el siglo XVIII según el Obispo Pedro Cortés y Larráz, los
campos de cultivo de la parroquia de Caluco

“(…) es un bosque cerrado de matorral y árboles entre los que se ven muchos de cacao, pero sin
cultivo y aún no solo sin cultivo, sino que se teme con fundamento, que para sofocarlos y
destruirlos enteramente los han sembrado de platanares, que por no necesitar estos de cultivo es
ya cuasi el único fruto que recogen y con que se alimentan (…)”. (2001: 97-98)

En la década de 1570 se inició una tercera etapa económica en El Salvador. El escaso rendimiento
de los ciclos anteriormente señalados, supuso la búsqueda de nuevas alternativas económicas
rentables. El fi n de la crisis llegó con el añil, una sustancia tintórea que ya era explotada, aunque
con escasos rendimientos5. A fi nales del siglo XVI se convirtió en un producto comercial muy
preciado puesto que en Europa escaseaba el tinte de este color6. Además, al tratarse de un
arbusto muy resistente7 y, sobre todo, al hecho de que su cultivo precisaba de escasos cuidados,
hicieron de él una posible solución a la ya crónica crisis económica que atravesaba
Centroamericana.

La principal área de cultivo de añil en América Central se extendía desde las demarcaciones
costeras de Escuintla en el suroeste de Guatemala, a través de El Salvador hasta el área de tierras
bajas del oeste de Nicaragua. Pero El Salvador dominó siempre la producción de la región hasta el
siglo XIX. Su cultivo se desarrolló principalmente en San Salvador, San Miguel, San Vicente y en
aqueplanta del añil precisaba de pocos cuidados y, por lo tanto, de un reducido contingente de
mano de obra, la manera de extraer el colorante no sólo era larga y compleja, sino que precisaba
de una abundante mano de obra concentrada entre los meses de julio a septiembre. Por lo
general, de la planta del añil se recolectaban las hojas, al concentrarse en ellas la mayor parte de
la sustancia tintórea, aunque también se cortaban tallos, brotes e incluso ramas15. Esta primera
tarea se realizaba por la mañana puesto que las hojas marchitas perdían calidad. Éstas eran
transportadas mediante carros hasta los obrajes donde se ponían en remojo. Según Vázquez de
Espinosa

“Para hacer la tinta de añil tienen unas pilas en los obrajes, a modo de lagares, en los cuales echan
200, 300 o 400 cargas de esta yerba o Xiquilite, conforme son, y estando la tal pila llena de esta
yerba o Xiquilite, que de ordinario está cerca de algún río, arroyo o acequia, la llenan de agua, y le
echan algunos maderos o peso, para que la yerba esté toda cubierta de agua (...) y la tienen en
remojo 24 horas algo más o menos (...) y cuando les parecen a los que lo benefi cian, que está
buena y tiene el punto de menester, quitan el vitoque, que tiene la tal pila para que toda aquella
agua, salga y caiga en otra pila más honda que está junto a la del remojo, donde hay una rueda y
artifi cio de agua o fuerza de una cabalgadura, que va batiendo aquella agua (...) y cuando a los
que la benefi cian les parece que tiene su punto (...) y que toma color, cesa la rueda de andar y
dejan de batirla (...), sosiégase el agua, asentada la tinta abajo, destapan otro vitoque, que tiene el
pilón de la rueda, donde está la tinta, sale el agua y queda la tinta en el suelo del pilón a modo de
lama, de donde la cogen y echan en unos pedazos de lienzo (...) donde la tienen hasta que ha
escurrido el agua y luego hacen de ella panes y los ponen en tablas al sol (...), a los cuatro o seis
dias de sol, queda seca y buena (...).” (1969: 162).

Este fragmento describe con bastante precisión el sistema empleado en el siglo XVII, cuando la
mayoría de grandes obrajes estaban mecanizados. A pesar de tratarse de método empírico y
antieconómico y, del desarrollo de nuevas técnicas extractivas, los productores centroamericanos
continuaron empleándolo hasta el siglo XIX (Macleod, 1980: 152). A fi nales del siglo XVI, el
proceso era exactamente el mismo, pero en vez de utilizarse dos pilas, las hojas se colocaban en
una canoa de menor tamaño y, el proceso de batir las hojas lo realizaban los indígenas, por lo que
eran sometidos a cortos pero intensos periodos de trabajo físico.

l añil se cultivo, a diferencia de cacao, en las propiedades privadas de los españoles, aunque
también se cultivo en algunas propiedades comunales de los indios y en los predios de los
poquiteros, los pequeños propietarios rurales.

“La extensión del cultivo del añil en el territorio salvadoreño empezó a las zonas costeras, luego en
los suelos volcánicos de las laderas bajas, pero sobre todo en la tierra de barro y talpetate. Los
lugares donde principalmente se expandió fueron: Cabañas, Chalatenango y norte de San
Miguel.”[3]

La expansión del añil consolidó la propiedad privada[4], y se debe agregar la necesidad de la fuerza
de trabajo, sobre todo en la época de cosecha de la hierba. Esta nueva faceta se dio bajo el
régimen de trabajo de El Nuevo Repartimiento de indios y aunque secundario, debe destacarse el
impulso a la contratación voluntaria en una relación “salarial” aunque fuese ínfima la paga
obtenida. Una de las contradicciones más importantes entre los hacendados y los peones de los
Obrajes fue el salario de dos reales diarios que no siempre se abonaba en dinero sino en especie.

La consolidación de la hacienda añilera trajo consigo una despoblación[5]. Pueblos enteros fueron
despojados de sus tierras comunales para dedicarlas casi exclusivamente al cultivo del añil y la
ganadería; El cultivo de añil no requería mucha mano de obra, pero si en cuanto a su
procesamiento en los obrajes donde la temporada del cultivo duraba 4 meses[6]. Las excesivas
demandas de mano de obra de los hacendados fue la causa principal de que los indios fueran
exterminados, el despoblamiento estaba causado no sólo por el Nuevo Repartimiento, en sí, sino
por el trabajo en los obrajes del añil, muchos de los pueblos que se mencionan -en un informe de
1550- habían desaparecido alrededor de 1590 y casi todos los que quedaban se habían reducido
drásticamente en la segunda mitad del siglo XVIII.

Según Macal, en “1550, 70 pueblos del Este de el actual El Salvador tenían una población total de
casi 30,000 habitantes en 1590 quedaban 50 pueblos con una población total cercana a 8,300”;
“Quezaltepeque, tenía 1,000 indios en 1550 y ninguno en 1740, Guazapa había sido un pueblo
indígena con muchas tierras comunales, para el año 1740 se le describe como una aldea “indígena
pequeña”.

Cabe ahora hacerse la pregunta ¿el añil fue uno de los orígenes de la acumulación originaria de
capital?

El añil fue el elemento clave para la consolidación del hacienda, conformó la dependencia,
cohesiono a una élite e incidió (siglo XIX) en el proceso de separación de los medios de producción
de sus productores directos, por la vía violenta. Se expresa en la producción de añil entre 1772-
1820, en el cual funcionó la sociedad de Añileros[7].

En 1830, hay una prehistoria de la acumulación: la violencia del despojo añilero fue tan drástica en
ese periodo —sin mencionar los factores políticos-, que su respuesta no se hizo esperar: el
levantamiento campesino en contra de la élite añilera de 1833.[8]

Los hacendados y comerciantes fueron los sectores hegemónicos que usufructuaron la


Independencia -sin revolución- Republicana de Centroamérica, provenientes de los criollos y las
capas medias altas; en el caso salvadoreño las capas medias altas con la bandera del liberalismo y
el relativo control político y administrativo de la provincia, ensancharon y fomentaron su poder
económico[9]. La nueva élite se empeñó en expandir su comercio con Inglaterra, fomentando así
la apropiación del excedente económico por la vía del comercio, y la inserción con la nueva
metrópoli (Inglaterra).

Luego de la independencia, se mantenía la estructura de tenencia de la tierra así: 1) propiedad


comunitaria indígenas y propiedad comunitaria ladina; 2) propiedad ejidal, perteneciente al
municipio, de la que una parte dábase en arrendamiento y la otra se concedía para usos
comunales;3) tierras poseída exclusivamente por el sector hegemónico (hacendados latifundistas)
y; 4) tierras de la iglesia siendo una extensión reducida. Esta distribución impacto en la
configuración de la elite dominante ante la decadencia y crisis de la producción y comercialización
de añil[10] y su afán de acrecentar su poder económico.
Se inicia una recomposición de la producción en El Salvador promoviéndose la diversificación
agrícola con la introducción del algodón, el café, la caña, el tabaco y con el descubrimiento de
minas de oro, estos nuevos ingresos contribuyeron también a la monetarización de la economía en
la fase post-independencia, a la par de mecanismos externos como: el comercio exterior y los
préstamos.

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