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F R?

NESIS
CATEDRA
UNIVERSITAT DE VALENCIA
tada de un contenido que no carece de in1portancia: de ella se deriva
la afliTTiación de que la cultura nunca es un conjunto universal, s_ino
solamente un subconjunto organizado de determinada manera. Esta
nunca incluye todo, y forma cierta esfera aislada de una manera espe·
cial. La cultura es concebida solamente como un sector, un dominio
cerrado sobre el fondo de la no-cultura. El carácter de la oposición
cambiará: la no-cultura puede presentarse como el no ser partícipe de
determinada religión, de cierto saber, de cierto tipo de vida y conduc·
ta. Pero siempre la cultura necesitará de tal oposición. Y precisamente
la cultura será la que actuará como el miembro marcado de la oposi·
ción. En segundo lugar, to das las variadas delimitaciones de la cultura
respecto de la no-cultura, en realidad, se reducen a una: sobre el fondo
Sobre el mecanismo semiótico de la cultura'¡. de la no-cultura la cultura se presenta como sistema sígnico. En particu·
lar, si vamos a hablar de rasgos de la cultura tales como la «condición
[con B. A. U s PENSKI] de hecha» (en antítesis a la •naturalidad»), la «convencionalidad » (en
antítesis a la <<naturalidad» y la <<no convencionalidad»), la capacidad
de condensar la experiencia humana (a diferencia del carácter prístino
Las definiciones de la cultura son numerosas 11 1• La diferencia en la natural), en todos los casos estarnos tratando con dive.rsos aspectos de
carga semántica del concepto «cultura» en diversas épocas históricas y la esencia sígnica de la cultura.
en diferentes científicos de nuestro tiempo no nos desalentará si recor· Es indicativo que el relevo de culturas (en particular, en una época
damos que el significado de este término se deriva del tipo de cultura: de cataclismos sociales) se acompaña habitualmente de un brusco au·
cada cultura históricamente dada genera un modelo de cultura deter· mento de la semioticidad de la conducta Qo cual puede expresarse has·
minado, inherente a ella. Por eso el estudio comparativo de la semán· ta en un cambio de nombres y denominaciones), y hasta la lucha con
tica del término <<cultura•• a lo largo de los siglos es un material remu· los viejos rituales puede cobrar un carácter particularmente ritual izado.
nerador para las construcciones tipológicas. Al mismo tiempo, no sólo la introducción de nuevas formas de con·
Al mismo tiempo, en toda la variedad de definiciones se puede dis· ducta, sino también la intensificación de la signicidad (simbolicidad) de
tinguir también algo común que, por lo visto, responde a ciertos ras· las viejas formas puede testificar un determinado cambio del tipo de
gos intuitivamente atribuidos a la cultura, en cualq uier interpretación cultura. Así, si la actividad de Pedro el Grande en Rusia se redujo en
del término. Señalarenos sólo dos de ellos. En primer lugar, en la base gran medida a esa lucha con los viejos rituales y símbolos, que de hecho
de todas las definiciones está colocada la convicción de que la cultura se expresó en la creación de nuevos signos (por ejemplo, la ausencia de
time rasgos. A pesar de su aparente trivialidad, esta afirmación está do· barba devino tan obligatoria como antes su presencia, el llevar ropa de
corte extranjero devino tan indispensable como antes el llevar indu-
mentaria rusa 112, y así sucesivamente), la actividad de Pável se expresó
• •O semioticheskom mejanizme kul'tul)"', Smuiolikl Trudy po znakovym sisltt~~am,
Tartu, Tartu Riikliku Ülikooli Toimetised, núm. 6, págs. 144- 166. Reproducido en l. M.
Lotman, Jzbran11J"< slal'i, Tallin, Aleksandra, t. lll, 1993, págs. 326-344.
111 Véanse: A. Kroeber, C. Kluckholm, •Culture: A Critica! Review of Concepts and " 1 Cfr, los ucases especiales de Pedro el Gran de sobre la forma de la ropa que se ha·
Definitions•, Papm '?[Peabody Mustum, Cambridge (Mass.), 1952; A. Kloskowska, Kullu· cía obligatorio llevar. Así, en el año 1700 se prescribía llevar ropa de modelo húngaro;
ra mas(liiJa, Varsovia, 1964; R. Benedict, Pallm/S '?[Cuflurt, Cambridge (Mass.), 1934; en 170 1, alemán; en 1702, en los días festivos estaba establecido llevar caft anes france-
Comparalive Rm arch across Cullum and Nalions, ed . por Ro kkan, París-La Haya, 1958; ses; véase: Pol11a< sobrani<zakon0'1J Rossiiskoi lm¡xrii, St, 1741 , 1898, 1899. Correspondien·
M. Mauss, Sociolngi< el anlhropologit, París, 1966; C. Lévi·Strauss, A nlhropologi< struclurak, temente, en el año 17 14, a los comerciantes de Peterourgo que habían vendido indu·
París, 1958; J. Sim ons, C/audt Uvi-Sirauss 011 la-•Passio11 d<l'inm l<•: lnlroduclion au slruc· mentaria rusa de un modelo no indicado, se ordenó fustigarlos y enviarlos a trabajos for·
/uralismt, París, 1968. zados, mientras que en 17 15 se ordenó enviar a trabajos forLados a los que comerciaran

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en una brusc~ intensificación de la signicidad de las formas ya existen- A título de abstracción científica es posible imaginarse el lenguaje
tes --en parttcular, en el aumento del carácter simbólico de las mismas como un fenómeno aislado. Sin embargo, en su funcionamiento real
(e&. en esa época la pasión por la simbología genealógica, la simbología está incorporado en el sistema, más general, de la cultura, constituye
de los desfiles, el lenguaje del ceremonial, etc., y, por otra parte, la lucha con ella un complejo todo. El «trabajo» fundamental de la cultura,
con las paldJras que sonaban como símbolos de otra ideología; e&., ade- como trataremos de mostrar, consiste en organizar estructuralmente el
más, actos tan acentuadamente simbólicos como la amonestació n a m~ndo que rodea al hombre. La cultura es un generador de estructu-
una persona muerta, el reto de soberanos a duelo, etc.). raltdad, y ~on ello crea alrededor del ho mbre una esfera social, que,
Una de las cuestiones más esenciales es la relación de la cultura con como la b10sfera, hace posible la vida, cierto es que no la o rgánica
el lenguaje natural. En las precedentes ediciones de la Universidad de sino la social. '
Tartu (serie semió tica) los fenómenos de la serie cultural fueron defini- Pero, para desempeñar ese papel, la cultura debe tener dentro de sí
dos como sistem as modelizantes secundarios. Se destacaba así su ca- un «dispositivo estandarizante>> estructural. Esa función suya es desem-
rácter derivado con respecto a las lenguas naturales. En una serie de tra- peñada exactamente por el lenguaje natural. Precisamente él dota a los
bajos, _siguiend_o la hipótesis_de Sapir-Whorf, se subrayaba e investiga- miembros de la colectividad de un sentido intuitivo de la estructurali-
ba la mfluenc1a del lengua¡e sobre diferentes manifestaciones de la dad; precis~me~te él, con su evidente sistemicidad (por lo menos en
c~ltura humana. En los últimos tiempos E. Benveniste subrayó que los ruveles m feno res), con su transformación del mundo <<abierto» de
solo las lenguas naturales pueden desempeñar un papel metalingüísti- los realia en el mundo <<cerrado» de los nombres, hace a los ho mbres
c? y, desde este punto de vista, ocupan un lugar del todo especial en el tratar como estructuras fenómenos de tal orden, cuya estructuralidad,
ststema de las comunicaciones humanas 113• Sin embargo, parece discu- en el m_e¡or de los casos, no es evidente 114• Además, resulta que en toda
uble la propuesta que en ese artículo hace Benveniste de considerar sis- una sene de casos no es esencial si tal o cual principio formador de sen-
t~mas propiamente semióticos solam ente las lenguas naturales y defi- ~d.o es una estructura en la acepción propia. Es suficiente que los par-
rur todos los restantes m odelos culturales como semánticos -que no ~ctpantes de la comunicación lo consideren una estructura y se sirvan de
poseen una semiosis ordenada propia y la toman de la esfera de las len- el_ como de una esn:uctura, para que él mismo empiece a mostrar pro-
guas naturales. Con toda la conveniencia de contraponer los sistemas ptedades estructurmdales. Resulta comprensible cuán importante es la
mod~~ant~s primari? y secundario (sin tal contraposición es imposi- presencia, en el centro del sistema de la cultura, de u na fuente tan po-
ble dtst1ngurr lo específico de cada uno de ellos), sería oportuno subra- derosa de estructuralidad como es el lenguaje.
yar que en el funcionamiento histórico real los lenguajes y la cultura La presunción de estructural idad, formada como resultado del
s?? Inseparables: es imposible la existencia de un lenguaje (en la acep- hábito del trato mediante el lenguaje, ejerce una p oderosa acción or-
oon plena de esta palabra) que no esté inmerso en el contexto de una ganizadora sobre todo el complejo de los recursos comunicativos. Así
cultura, ni de una cultura que no tenga en su centro una estructura del pues, todo el sistema de conservación y transmisión de la experiencia
tipo del lenguaje natural. humana se construye como un sistema concéntrico en el centro del
cua! están si~adas las estructuras más evidentes y consecuentes (por así
dectr, las mas estructurales). Más cerca de la periferia se sitúan forma-
con clavos para herraduras de botas y zapatos (véase:_ ibfdtm, St. 2874 y 2929). Cfr., por cio nes cuya _estru~turalidad no es evidente o no está demostrada, pero
otra parte, las protestas contra la mdumentana extranJera tanto en la época anterior a Pe- que,_ al ser mclutdas en situaciones sígnico-comunicativas generales,
dro como entre los adeptos del Viejo Ceremonial, quienes intervienen como portadores funczonan como estructuras. En la cultura humana sem ejantes cuasiestruc-
de la cultura antenor a Pedro (observemos que los adeptos del Viejo Ceremonial pueden
conservar mcluso hasta nuestros días ropa de un corte anterior a Pedro utilizándola en
el oficio divino; aún más arcaica puede ser entre ellos la ropa de entierrd - véanse los ar- 114
tículos de N. P. Grinkova sobre la ropa en el _libro Bujtannimkit staroobriadtsy, Leningra- Así, por ejemplo, la estructuralidad de la historia constituye el axioma de partida
do, 1930). No _es d~fkil ver que el carácter miSmo de la actitud hacia el signo y el nivel de n~esu:o enfoque, porque, de lo contrario, se excluye la posibilidad de acumular expe·
general de semaoua dad de la cultura antes de Pedro y en sus tiempos sigue siendo el mis- nencaa hastónca. ~m embargo, esta a~ea no puede_ser ni verificada ni refutada por la vía
mo en este caso. de la demostracaon, puesto que la htstona mundtal no está terminada y nosotros esta·
113
E. Benveniste, •Semiologie de la langue•, Semiotica, 1969, vol. 1, núm. l. mos sumergidos en ella.

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turas ocupan, por lo visto, un lugar muy grande. Es más: precisamen· En general, la definición de la cultura como memoria de la colec-
te determinada carencia de ordenación interna, el no estar completa· tividad plantea la cuestión del sistema de las reglas semióticas con
mente organizada, le garantiza a la cultura humana tanto una mayor arreglo a las cuales la experiencia de vida de la humanidad se transfor-
capacidad interna como un dinamism o desconocido por sistemas más ma en cultura; estas últimas, a su vez, también pueden ser tratadas
armoniosos. como un programa. La existencia misma de la cultura supone la cons-
Entendemos la cultura como la memoria no hereditaria de una colecti- trucción de un sistema, de reglas de traducción de la experiencia inme-
vidad, que se expresa en determinado sistema de prohibiciones y pres· diata al texto. Para que tal o cual acontecimiento histórico sea coloca-
cripciones. Esta formulación, si se está de acuerdo con ella, supone do en determinada casilla, ante todo debe ser percibido como existen-
ciertas consecuencias. te, es decir, debe ser identificado con un determinado elemento en el
Ante todo, de lo dicho se sigue que la cultura, por definición, es un lenguaje del dispositivo que guarda en la memoria. Después debe ser
fenómeno social. Esta tesis no excluye la posibilidad de una cultura in· evaluado en relación con todos los vínculos jerárquicos de ese lengua-
dividua!, en el caso en que un individuo se entienda a sí mismo como je. Esto significa que será registrado, es decir, devendrá un elemento
representante de una colectividad, o, también, en todos los casos de au· del texto de la m emoria, un elemento de la cultura. Así pues; la intro-
tocomunicación, en los que una persona desempeñe -en el tiempo o ducción de un hecho en la memoria colectiva muestra todos los rasgos
en el espacio- las funciones de diversos miembros de la colectividad de la traducción de un lenguaje a otro -en este caso, al <<lenguaje de
y de hecho forme un grupo. Sin embargo, los casos de una cultura in- la cultura».
dividual son inevitablemente secundarios desde el punto de vista his- Una cuestión específica de la cultura como mecanismo de organi-
tórico. zación y conservación de información en la conciencia de la colectivi-
Por otra parte, en dependencia de las limitaciones impuestas por el dad es la larga duración. Esta cuestión tiene dos aspectos:
investigador al material que examina, se puede hablar de cultura de l. La larga duración de los textos de la memoria colectiva.
toda la humanidad en general, de cultura de tal o cual área o de tal o 2. La larga duración del código de la memoria colectiva.
cual época, y, por último, de tal o cual socium, que puede cambiar de En determinados casos estos dos aspectos pueden no hallarse en
dimensiones, y así sucesivamente. correspondencia directa: así, por ejemplo, supersticiones de diverso.g~
A continuación, puesto que la cultura es memoria, o, en otras pala- nero pueden ser consideradas como elementos del texto de una v1e¡a
bras, registro en la m emoria de lo ya vivido por la colectividad, está li- cultura con un código perdido, es decir, como el caso en que el texto
gada inevitablemente a la experiencia histórica pasada. Por consiguien- sobrevive al código. Cfr.:
te, en el momento de su surgimiento la cultura no puede ser constata-
da como tal, de ella se toma conciencia sólo post factum. Cuando se El prejuicio es un trozo
De una verdad antigua: el templo cayó,
habla de la creación de una nueva cultura, tiene lugar una inevitable
Pero el lenguaje de sus ruinas
anticipación, es decir, se sobrentiende lo que (como se supone) deven- El descendiente no descifró.
drá memoria desde el punto de vista del futuro que es reconstruido (es E. A Baratynski
natural que sólo el futuro mismo sea capaz de mostrar la legitimidad
de tal suposición). Cada cultura crea su modelo de la duración de su existencia, del ca-
Así pues, el programa (de conducta) interviene como un sistema rácter ininterrumpido de su memoria. Éste corresponde a la idea del
orientado: el programa está orientado al futuro --desde el punto de máximo de extensión temporal, constituyendo prácticamente la <<eter-
vista del autor del programa- ; la cultura está vuelta hacia el pasado nidad>> de la cultura dada. Puesto que sólo identificándose con las nor-
-desde el punto de vista de la realización de la conducta (del progra- mas constantes de su memoria la cultura se percibe a sí misma como
ma). De esto se sigue que la diferencia entre un programa de conducta existente, el carácter ininterrumpido de la memoria y el carácter ininte-
y una cultura es funcional: un mismo texto puede ser uno u otra, dife- rrumpido de la existencia habitualmente se identifican. .
renciándose según la fun ción en el sistema general de la vida histórica Es característico que muchas estructuras en general no admiten la
de una colectividad dada. posibilidad de ningún cambio esencial en lo que respecta a la actual1-

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dad de las reglas por ellas formuladas, en otras palabras: la posibilidad Pero, puesto que la selección de los hechos que han de ser reco~~a~os
de cualquier revalorización de los valores. Así, con gran frecuencia la se realiza cada vez sobre la base de tales o cuales normas sem10tlcas
cultura no está calculada para el saber sobre el futuro, y, además, el fu- de una cultura dada, se debe poner en guardia contra la identifica~ón ~e
turo se presenta mentalmente como un tiempo que se ha detenido, acontecimientos de la serie de la vida y cualquier texto, por mas «sm·
como un ••ahora» que se ha prolongado; esto está directamente ligado cero•• ••sencillo» o inmediato que parezca. El texto no es la realidad,
precisamente a la orientación al pasado, que es la que garantiza la ne- sino :naterial para la recons~cción de la misma. Por es? _e~ an~li~i~ se-
cesaria estabilidad, actuante como una de las condiciones de la existen- miótico de un documento stempre debe preceder al analists I11Stonco.
cia de la cultura. Después de crear las reglas de la reconstrucción de la realida~ ,con arre·
La larga duración de los textos forma dentro de la cultura una je- glo al texto, el investigador podrá leer en el documento tambte? lo que
rarquía, habitualmente identificada con la jerarquía de los valores. Los desde el punto de vista de su creador no era un «hecho», habta de ser
textos de una vida larga en el grado máximo desde el punto de vista de olvidado, pero que puede ser valorado de una manera c~mpl,et~ente
una cultura dada y con arreglo a los raseros de ella, o textos pancróni- distinta por el historiador, puesto qu~ a la luz de_ su p~op10 codt~o cul·
cos, pueden ser considerados los más valiosos (aunque son posibles tural se presenta como un aconteCimiento que nene ~mportancta.
también anomalías culturales ••desfasadas», en las que se le atribuye el Sin embargo, el olvido se realiza también de otra manera: la c_ultu-
valor más alto al carácter momentáneo). A esto puede corresponder ra excluye constantemente de sí determinados textos. La htstona de
una jerarquía de los materiales en que se registran los textos, y una je- la destrucción de textos, de la depuración de textos de las reservas de la
rarquía de los lugares y modos de su conservación. memoria colectiva, marcha paralelamente a la historia de la creación
La larga duración del código es determinada por el carácter cons- de nuevos textos. Cada nueva orientación en el arte deroga el carácter
tante de sus elementos estructurales fundamentales y por el dinamis- autorizado de los textos a los que se orientaban épocas precedentes,
mo interno -por la capacidad de cambiar, conservando al mismo trasladándolos a la categoria de no-textos, de textos de otro nivel, o
tiempo el recuerdo de los estados precedentes y, por consiguiente, la destruyéndolos fisicamente. La cultura, por su esencia, está dirigi~a
autoconciencia de la unidad. contra el olvido. Ella lo vence, convirtiéndolo en uno de los mecarus·
Al examinar la cultura como la memoria de larga duración de una mos de la memoria.
colectividad, podemos distinguir tres tipos de llenado de la misma. Por eso se pueden suponer determinadas limitaciones en el volum_en de
l. El aumento cuantitativo del volumen de conocimientos. El lle- la memoria colectiva que condicionan semejante desplazamtento
nado de diferentes casillas del sistema jerárquico de la cultura con dife- de unos textos por otros. Pero en otros casos la inexisten~ia de unos
rentes textos. textos deviene una condición indispensable para la eX1stencta de
2. La redistribución de las casillas en la estructura, de resultas de lo otros en virtud de su incompatibilidad semántica.
cual cambian el concepto mismo de ••hecho que ha de ser recordado•• A pesar de la visible semejanza, hay una profu_nda diferencia ~ntre
y la evaluación jerárquica de lo registrado en la memoria. La constan- el olvido como elemento de la memoria y el olvtdo como medto de
te reorganización del sistema codificante, que, al tiempo que sigue destrucción de la misma. En este último caso tiene lugar una desinte-
siendo él mismo en su propia autoconciencia y se concibe a sí mismo gración d~ la _cultura como per~~na colecti~a ú~ca po~eedora de u?a
como ininterrumpido, reforma incesantemente los códigos particula- autoconcten cta y una acumulac10n de expenenCia que tlenen un carac·
res, con lo que garantiza el aumento del volumen de la memoria a ter ininterrumpido.
cuenta de la creación de reservas «inactuales>>, pero que pueden actua- Se debe tener en cuenta que una de las formas más agudas de la lu-
lizarse. cha social en la esfera de la cultura es la exigencia del olvido obligato-
3. El olvido. La conversión de la cadena de hechos en un texto se rio de determinados aspectos de la experiencia histórica. Las épocas ~e
acompaña invariablemente de una selección, esto es, del registro de regresión histórica (el más claro ejemplo so_n _las culturas estatales nazts·
unos acontecimientos, que son convertidos en elementos del texto, y tas en el siglo xx), al imponerle a la colectiVIdad esquemas extrema~a­
el olvido de otros, que son declarados inexistentes. En este sentido, mente mitologizados de la historia, exigen perentoriamente de la socte:
cada texto contribuye no sólo a la recordación, sino también al olvido. dad el olvido de los textos que no se dejan organizar de tal manera. St

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las organizacio nes sociales en el período de auge crean modelos flexi- de una correlación recíprocamente unívoca (y no arbitraria) entre el pla-
bles y dinámicos, que dan amplias posibilidades para la memoria co- no de la expresión y el plano del contenido, de su inseparabilidad de
lectiva y están acomodados a la ampliació n de la misma, el ocaso so- principio (como es característico, en particular, de la ideología medieval),
cial, por regla general, se acompaña de un anquilosamiento del meca- o, también, del reconocimiento de una influencia de la expresión sobre
nismo de la memoria colectiva y una tendencia creciente a la el contenido. Podemos señalar al respecto que en cierto sentido el sfmbo-
reducción del volumen de la misma. lo y el ritual pueden ser considerados como antípodas: si el símbolo su-
po ne habitualmente una expresión externa - y relativamente. arbttra-
ria- de cierto contenido, al ritual se le reconoce, por el contrano, la ca-
La semiótica de la cultura consiste no sólo en que la cultura funcio- pacidad de conformar el contenido, de ejercer influencia sobre él. Es
ne como un sistema sígnico. Es importante subrayar que la propia re- comprensible, por una parte, que en las condiciones de una cultura
lación con el signo y la signicidad constituye una de las caracterizaciones orientada a la expresión y basada en la designación correcta, en particular,
tipológicas fundamentales de la cultura11 5. en la denominación correcta, el mundo entero pueda presentarse como
Ante todo es esencial si la relación entre la expresión y el co nteni- un texto que se compone de signos de diverso orden, en el cual el conte-
do es considerada como la única posible o como arbitraria (casual, nido está condicionado de antemano, y sólo es necesario conocer el len-
convencional). guaje, es decir, conocer la correlación entre los elementos de la expresión
En el primer caso adquiere una impo rtancia de principio, en parti- y los del contenido; en otras palabras, el conocimiento del mundo es
cular, la cuestión de cómo se nombra tal o cual fenómeno y, correspon- equiparado a un análisis filológico 117• Entretanto, en las condiciones de
dientemente, el nombre incorrecto puede ser identificado con otro modelos culturales tipológicamente distintos -orientados directamente
contenido (véase más abajo). Cfr. las búsquedas medievales del nom- al contenido- se supone cierta libertad tanto en la elección del conte-
bre de tales o cuales hipóstasis, registradas, por citar un ejemplo entre nido como en el vínculo del mismo con la expresión.
otros, en el ritual masónico; en este mismo plano se deben tratar tam-
bién las prohibiciones con carácter de tabú impuestas a la pronuncia·
ción de tal o cual nombre. (cit. según A. l. lvánov, Littralumoe nasledie Makrima Greka, Len ingrado, 1969, pág. 170).
En el segundo caso la cuestión del nombre y, en general, de la ex- N i siqu iera la santidad de Maxím Grek, por él reconocida, n i su sincera veneració n p ue-
den h acerlo aliviar la suerte de este último; los signos no están bajo su do minio . (Se debe
presión no tiene una importancia de principio. Se puede decir que la suponer que el cabeza de la Iglesia rusa Makarii se refería no a su impotencia ante algu·
expresión se presenta en este caso como un factor complementario y, nas circunstancias externas a él impuestas, sino a la imposibilidad interna de tran sgredir
en general, más o menos casual con respecto al contenido. la decisió n del concilio. El d esacuerdo con el contenido de la decisión no d ism inuía a
Correspondientemente, pueden distinguirse culturas orientadas prin- los ojos de él el carácter auto rizado de la decisión como tal.)
117 Cfr. la idea, característica de d iversas culturas, ante tod o del Medioevo, d el libro
cipalmente a la expresió n y culturas o rientadas principalmente al con-
como símbo lo d el mundo (o mod elo del mun do). Véan se: E. R. Curtius, •Das Buch als
tenido. Es comprensible que ya el hecho mismo de la preponderante Sym bol•, EuropiiisdJt Littratur und lateinisdJtS Millelalttr, segunda ed., Berna, 1954 ; D. C i·
orientación a la expresió n, de la rigurosa ritualización de las formas de zevskij, •Das Buch als Symbol des Kosmos•, Aus Z'ltKÍ Wel!m. Btitrilgt Zllr Ges~birhte dtr
conducta116, sea por)o común una consecuencia del reconocimiento slavisrb-wtstlicben littrarisdxll Beziebu11gm, Graven h age, 1956; P. N. Berkov, •Kmga v poc·
zii Simeona Polotskogo•, Literatura i obsbdKSIVtllllflia mysl' Drnmei R11si, Leningrado, 1969
(fodrl, t. 24); l. M. Lotrnan y B. A. Uspcnski [Prólogo], SemiolidJtskit iss/Ldova11iia, reco-
pilación de artículos (se imprime en Italia). Cfi-. también sobre el papel del alfilbeto en
115
Cfr. las o bseJVaciones sobre el vínculo d e la evo lución de la cultura con el cam· las ideas sobre la arquitectura del universo: F. Dornseiff, •Das Alphabet in Mystik und
bio de la relación con el signo en M. Foucaulr, Lts mols elles cbosts, 1111t ardJéologie du sa- Magie•, :EtOLXEt , 4, 1922, núm. 7, pág. 33 (véase aquí, en particular, la observació n so-
voir, París, 1966. bre la coincidencia d e las siete vocales jón icas con los siete planetas).
116
Este rasgo se vuelve particularmente eviden te en la situación paradó jica en que el En relació n con lo dicho es característico que los eunucos llaman a la Madre de Dios
seguir determinadas prohibiciones y prescripciones entra en conflicto con el contenido • libro de la vida•; tal vez aquj puede verse u n vín culo genético con la identificación , ex·
que, hablando co n propiedad, las condicio na. • Tus cadenas beso, como a uno de los tend ida en la ortodoxia y poseedora de raíces ya b izantinas, de la .Sabiduría Su prema•,
santos, pero ayudarte no podemos• -escribía el cabeza d e la Iglesia rusa, el metropoli· esto es, la Sofia, con la Madre de Dios (véase sobre esta identificación: B. A. Uspcn ski,
tan o Makarii, a Maxím Grek --<¡ue se consumía en prisión- , al enviarle su bendició n .lz istorii russkij kanonidJtskij imio11, Moscú, 1969, págs. 484 9).

176 177
La c~ltura en general puede ser presentada como un conjunto de mo se creó como una generalización de una determinada experiencia ar-
textos; sm embargo, desde el punto de vista del investigador es más tística, en la autovaloración de esa teoría el cuadro era otro: los modelos
~acto hablar de la cultura como de un m ecanismo que crea un con- teóricos eran concebidos como eternos y anteriores a la creación real.
¡unto de te~tos, y de los textos como de la realización de una cultura. Y en el arte sólo se reconocían como textos, esto es, como realidad sig-
Puede constderarse un r~s,go esencial de la caracterización tipológica de nificativa, los <<correctos», es decir, los correspondientes a las reglas. En
la cultura la autovalorac10n de la mtsm a en esta cuestión. Si la idea de este sentido es particularmente interesante lo que, por ejemplo, Boileau
sí mism a co_m o d~ un conjunto de textos normados (Régimen de la casa*) considera obras m alas. Lo malo en el arte es la violación de las reglas.
(p~ede servrr de e¡empl?) es propia de unas culturas, otras se m odelan Pero también la violación de las reglas puede ser descrita, en opinión de
a st mtsmas como un ststema de reglas que determinan la creación de Boileau, como cumplimiento de ciertas reglas «incorrectas». Por eso los
textos. {En otras palabras se podría decir que en el primer caso las re- textos «m alos» pueden ser clasificados y tal o cual obra insatisfactoria se
glas se define~! como la suma de los precedentes, y en el segundo, el presenta como ejemplo de tal o cual violación típica. No por casualidad
p~ecedente extste sólo en el caso en que sea descrito por la correspon- el mundo «incorrecto» del arte en Boileau está compuesto de los mismos
dtente regla.) elementos que el correcto, pero se distingue por un sistema especial, pro-
Es evidente 9ue la i?ea de sí como de un texto (conjunto de textos) hibido en el <<buen» arte, de unión de esos elementos.
correcto es propta prectsam ente de las culturas que se caracterizan por Otra particularidad de este tipo de cultura es que el creador de las
u,na preponderan_te orientación a la expresión, mientras que la idea de reglas ocupa un puesto jerárquicamente mucho más alto que el crea-
SI _c01_110 de un ststema de reglas es propia de las culturas orientadas dor de los textos. Así, por ejemplo, el crítico en el sistema del clasicis-
pnnclp~l,m en~e al conte_nido. Tal o cual orientación de la cultura gene- mo ocupa un puesto mucho más distinguido que el escritor.
ra ta~b1en, el1deal de L1bro y de Manual propio de ella, incluyendo la Como ejemplo del tipo contrario se puede aducir la cultura del rea-
organ1zacton externa de esos textos. Así, si en el caso de la orientación lismo europeo del siglo XIX. Los textos artísticos que entraban en él
a las reglas el_manual tiene _la apariencia de un mecanismo generador, cumpüan una función social directamente, sin requerir una traducción
en !as condiciOnes de la onentación al texto aparece la forma caracte· obligatoria al metalenguaje de la teoría. El teórico erigía sus construc-
rístlca de ~a exp~sición ca_tequística (en preguntas y respuestas), surge la ciones siguiendo al arte. Prácticamente en toda una serie de casos
crestomatla (el libro de c1tas, el florilegio). - por ejemplo, en la Rusia posterior a Belinski- la crítica desempeña-
Al hablar de 1~ oposición entre el texto y las reglas en lo que respec- ba en grado sumo un papel activo e independiente. Pero tanto más evi-
ta a la ~ultura, es Importa~ te tener en cuenta, entre otras cosas, que en dente es que, al entender su propia posición, Belinski, por ejemplo, le
determmados casos los mtsmos elementos de la cultura pueden inter- concedía prioridad a Gógol, asignándose a sí mismo el puesto de intér-
v~nir en 31_11bas fu~ciones~ es d~cir, como texto y como reglas. Así, por prete.
e¡emplo, SI los tabues que mtem enen como parte constitutiva del siste- Aunque en ambos casos la presencia de reglas es una indudable
ma general de una cultura dada, por una parte, pueden ser considera- condición mínima de la creación de cultura, el grado en que las mis-
dos como ele~~ntos (signos) del texto que refleja ia experiencia m oral m as están introducidas en la autovaloración de ésta será diferente. Esto
de un~ ~olect1v1dad, PC?r otra, pueden serlo como un conjunto de re- puede ser comparado con la enseñanza del lenguaje como sistema de
glas magtcas que prescnben determinada conducta. reglas gramaticales o como un repertorio de empleos 118.
La oposiciól! formulada -sistema de reglas vs. conjunto de tex- En correspondencia con la diferenciación arriba formulada, la cul-
tos- P':lede ser ilustrada con material del arte, el cual interviene com o tura puede contraponerse tanto a la cultura como a la anticultura. Si en
un subststema de la cultura en su totalidad.
, Un el~~ ejemplo de sistema ~üc!~mente orientado a las reglas
118 A esta oposición están ligadas las difeRntes vías de •enseñanza• de la cultura, que
sera el clas1ctsm o europeo. Aunque htstoncamente la teoría del clasicis-
aquí no examinamos más detalladamente, puesto que constin1yen el tema de un articu·
lo especial nuestro. [N. rkl T: Se trata del articulo «El problema de la "enseñanza de la
cultura" como caracterización tipológica de la cultura•, incluido en el volumen 11 de
• Domostroi, tratado de moral y economía doméstica en la Rusia antigua. la presente antología.)

178 179
las condiciones de una cultura que se caracteriza por una preponde- salva] entre los adeptos al Viejo Ceremonial_ s!n popes* (o_«spasíjris-
rante orientación al contenido y que se presenta a sí misma en forma tÓS>> [lit. : Cristo, salva] entre los adeptos al Vte¡o Ceremomal con po-
de un sistema de reglas, la oposición fundamental es <<ordenado-no pes)**121. Aquí es notable la idea de que todo lo opuesto a la cultu-
ordenado>> (en un caso particular esta oposición puede realizarse ra (en este caso: a la cultura religiosa) también debe tener su exprestón es-
como oposición «cosmos-caos», «ectropía-entropía», «cultura-natura- pecia~ pero una expresión falsa (incorrecta). E~ otras palabras, la
leza», etc.), entonces en las condiciones de una cultura orientada prin- anticultura se construye en este caso de manera Isomorfa a la cultu-
cipalmente a la expresión y presentada en la forma de un conjunto de ra, a semejanza de ella: también es concebida com? un sistema ~í~­
textos normados, la oposición fundamental será «correcto-incorrecto» nico que tiene una expresión propia. Podemos deCir que es pe~Cibt­
(precisamente «incorrecto», y no «no-correcto»: esta oposición puede da como la cultura con signo negativo, como si fuera una espec1e_de
acercarse -hasta la coincidencia- a la oposición de lo «verdadero» y representación especular de ésta (en la que los nexos no_han stdo
lo «falso»). En este último caso la cultura se contrapone no al caos (en- violados, sino sustituidos por los contrarios). Correspon?tentemen-
tropía), sino al sistema con signo negativo. Resulta comprensible, en te en el caso límite toda otra cultura -con otra expresiÓn y otros
general, que, en las condiciones de la cultura que se caracteriza por la n~xos- es percibida como anticultura desde el punto de vista de
o~entación a la correspondencia unívoca entre la expresión y el conte- una cultura dada.
mdo y por una preponderante orientación a la expresión -cuando el
~undo se presen~ como texto y adquiere una importancia de princi-
piO la pregunta «Como se llama» tal o cual fenómeno-, una denomi- • Staroobriadets-Btspo¡xnxts: adepto a la corriente del Viejo Ceremonial que no reco-
naciól_1 incorrecta pueda ser identificada con otro contenido (ipero no nocía a los sacerdotes (popes) y las ceremonias religiosas. [N. tkl T.]
con nmguno!), esto es, con otra información, pero no con alteraciones •• Staroobriadtts-Popqvtls: adepto a la corriente del Viejo Ceremonial que reconocía
en la_info:rnación. Así, por ejemplo, la palabra «anguei» [ángel] pro- a los popes y las ceremonias religiosas. [N. tkl T.] . .
nunCiada mcorrectamente - leída (en correspondencia con la escritu- 121 Existe una leyenda sobre este tema, al parecer no reg¡strada en nmguna parte, en
la que se dice que la frase •Spasf, Bal• (que tiene su origen en la pro~ unciación doble·
r~ que reflejaba ~as non:nas ortográficas griegas) como agguel-- era per- mente incorrecta que convierte la •o• no acentuada en •a• o un somdo seme¡ante a la
cibida en la Rusta medieval como la designación del dia1Jioll9. De ma- •a•) la gritaban los paganos en Kíev, dirigiéndose a un ídolo pagano que flo_1abapor el
nera completamente análoga, cuando, como resultado de las reformas Dniéper, al que había sido precipitado por Vladímir el Santo. ';.a te~dencta misma a
introducidas por Nikón en los libros del servicio religioso, el nombre identificar el dios pagano con el Anticristo (Satanás), esto es, de mclUirlo en el sistema
de la visión cristiana del mundo, es m uy característica de la cultura del tipo que estamos
Isú~ [Jesús] se empezó a escribir Iisús, la nueva forma empezó a ser per- examinando. Cfr., por ejemplo, la identificación del pagan o Velos·Veles con el dtablo,
Cibida como el nombre de otro ser: no Cristo, sino el Anticristo l20. No mientras que en otros casos pudo identificarse con San Bias (vé~se Viach. Vs. lvánov y
menos característico es que la forma alterada de la palabra Bog [Dios] V. N. Toporov, • Krekonstruktsii abraza Velesa-Volosa kak prouvmka gromoverzhtsa»,
en la palabra spasibo [gracias] (de «spasí bog» [lit.: Dios, salva]) inclu- Tezisy dokladov !VLttnti sbkoly po vtoridmym motkliruiusbcbim sisUmam, Tartu,, 1970,, pág. 48};
so ahora puede ser percibida por los adeptos aJ Viejo Ceremonial* cfr. también un tanto más abajo observaciones sobre una mterpretac10n analoga d~
Apelo helénico. Es característico que el maestro de religión del Viejo Ceremomal, del.si-
C?mo .el nombre_de un di~s pagano, en relación con la cual la pro- glo xvm, Feodosii Vasüiev, llamaba al dtablo •adahd maligno, cordero ptcador», explican-
pia palabra «spasrbo» se entiende como una invocación al Anticristo dolo con una referencia a San Hipólito: • En todo quiere el hson¡ero aseme¡arse al Hi¡o
(en vez de ella se emplea habitualmente «spasí Góspodi» [lit.: Señor, de Dios: el león Cristo, el león Anticristo, si aparece el cordero Cristo, aparecerá tam-
bién el cordero Anticristo ..... (véase P. S. Smim ov, •Perepiska raskol'nich'ij deiatelei na-
chala XVIII v.•,Jrisll"anskoecbtmit, 1909, núm. 1, págs. 48·55).
119
Puesto que en el tipo medieval de cultura se da de antemano la suma de los textos
Véase B. A. Uspenski, Atjaicbesluzia sistema tserkovnosktvianskogo proiznosheniia correctos y la idea de que lo correcto y lo incorrecto están correlacionados especular-
Moscú, 1968, págs. 51·53, 78·82. ' mente, los textos apócrifos se construyen a pan ir de los sacros como resultado de la aph-
120 Véase B. A. Uspenski, /z istorii nmkij kanonichtskij. imion, pág. 216.
cación de un sistema de sustituciones antitéticas a éstos. Un sorprendente e¡emplo de
• El Viejo Ceremonial /sta~oobn"adchtstvoj era una orientación religiosa constituida esto es, en los conjuros rusos, la sustitución de la denominación correcta •esclavo [rabj
por una s~ne de sectas que surg¡ero~ como resultado de un cisma en la Iglesia ortodoxa de Dios• por la •negra• «vapor [par] de Dios• (lectura especular que toma en cuenta la
de la Rusia del s1glo XVII y que aspiraban a mantener las viejas reglas eclesiásticas y un conversión en sorda de la sonora final). Véase A. M. Astajova, •Zagovomoe 1skusstvo na
modo de vida conservador. reke Pinegue•, Kresti'anskot isktmi'IJO SSSR, Leningrado, 1928, vol. 2, págs. 52 y 68.

180 181
De ahi surge la tendencia natural a tratar todas las culturas «inco- la convicción típica de aquel tiempo, de que es imposible recurrir a me-
rrectas», contrarias a la dada («correcta••), como un único sistema. Así, dios de expre~ión ajenos permaneciendo dentro de los límites de la ideo-
en La Canción de Rolando, Marsilio resulta a la vez un pagano, un ateo, logía propia (en particular, de que es imposible hablar en una len~a tan
un mahometano y un adorador de Apolo: <<no ortodoxa» como el turco, percibido como medio de exprestón del
mahometismo, o el latín, percibido como medio de expresión del cato·
Marsilio el impío reina allí omnipotente,
Iicismo, y, al hacerlo, permanecer puro con respecto a la _ortodoxi~)-
Venera a Mahoma, glorifica a Apolo122•••
No menos indicativa, por otra parte, es la tendenCia a cons1derar
En el moscovita Relato de la batalla de Mamai, Mamai recibe la si- todas las lenguas <<ortodoxas» una sola lengua. Así, en el mismo perío-
guiente caracterización: «H eleno eres por la fe, idólatra e iconoclasta, do los conocedores rusos de los libros sagrados podían hablar de una
malvado enemigo de los cristianos» 123 . No sería dificil multiplicar los única lengua <<helenoeslava>> (fue editada incluso una gramática de esa
ejemplos de ese género. lengua) 126 y describir las lenguas eslavas con arreglo ~~ modelo exacto
. Es indicativa _en rela~ión con lo dicho la actitud intransigente q ue de la gramática griega, viendo en esa lengua, en partlc~lar, una expre-
remaba en la Rusta ~ntenor a Pedro el Grande hacia las lenguas ajenas, sión de las categorías gramaticales que sólo hay en el gnego. .
las cuales eran constderadas como un medio de expresión de una cul- Correspondientemente, la cultura con ~na preponderante on~~~a­
'!
tura extraña. éanse, en particular, las obras especiales contra el latín y ción al contenido, contrapuesta a la entropta (el caos) y cuya oposlC~on
las formas latmomorfas, que eran identificados con el pensamiento ca- básica es la de lo <<ordenado» y lo <<no ordenado», siempre se conCtbe
tólico y - más ampliamente- con la cultura católica 124 • Es caracte- a sí misma como un principio activo que debe propagarse, y conside-
rístic_o que a Macario, el patriarca de Antioquía, q ue llegó a Moscú a ra a la no cultura como la esfera de su propagación potencial. Por el
medtados del siglo XVI, le advirtieron especialmente que «en modo contrario en las condiciones de una cultura orientada principalmente
alguno hablara en turco». «Dios guarde -declaró el zar Alexei Mijái- a la expr~sión, en la que en calidad de oposición básica interviene la
lovtch-:- de que tan santo varón manche su boca y su lengua con esa oposición de lo <<correcto» y lo «incorrecto», ¡Juede no haber e~ ~bso­
lengua 1mpura» 125 • En estas palabras de Alexei Mijáilovich se deja oír luto una aspiración a la expansión (al contrano, en estas cond1c1ones
puede resultar más característi~a la aspira~ión de la cultura a confinar;
122 Traducción rusa de lu. Koméev, cit. según Pesn' o Ro/ande, ed. por l. N. Golenish-
se dentro de los límites prop1os, a deslindarse de todo lo que esta
chev-Kutúzov el al., Moscú-Leningrado, 1964, pág. 5.
opuesto a ella, a encerrarse en sí misma, sin extenderse a lo ancho). La
La identificación de Apolo y el Diablo, característica de toda una serie de textos pue- no cultura es identificada aquí con la anticultura, y, de ese modo, ya
de_ ser explic~da, aparte de las consideraciones generales que acabamos de formula;, con por su propia esencia no puede ser percibida como un terreno poten-
la 1denuficac•ón del nombre del dios pagano y la designación de Satanás •Apollion» en cial de propagación de la cultura.
el Apocalipsis (9: 11). ' '
123 PtnJtsti o Kulikovslroi bitw, ed. de M. N. Tijomirov, V. F. Rzhiga y LA. Dmítriev Un ejemplo de <;ómo la o rientación a la expresión y el alto grado
Moscú, 1953, pag. 43. ' de ritualización ligado a ella traen consigo una tendencia a encerrarse
124 Véanse V. V. Vinográduv, Ocberki po istorii russkogo lileratumogo iazyka XV/l-XIX en sí mismo, puede ser la cultura de la China medieval o la i? ea_?e
w., Moscú, 1938, pág. 9; B. A. Uspenski, •Vliianie iazyka na religuioznoe soznanie•, <<Moscú la tercera Roma». Es característica en esos casos la aspuaClon
U~ben. wp. lar/. gos. ~n-la, Tartu, 1969, Vyp. 236 (Frudy po znak07.!Jim sisttmam, t. 4), a la con~ervación de su propio sistema, y no a la propagación del mis-
pags. 164·165, y también los textos en la edición Brat'ia Lijudy, M. Smentsovski, San Pe-
tersburgo, 1899 (apéndices); N. F. Kapterev, •Ü gseko-latinskij shkolaj v Moskve v XVII mo; el esoterismo, y no la actividad misionera. .
veke do o tkrytüa Slaviano-gseko-latinskoi akademii•, Godidmyi akl v Moskovskoi dujovnoi Podemos decir que, si en las condiciones de la cultura de un upo
akademu 1-go okliaiJ;ia 1889 goda, Moscú, 1889. Hasta el patriarca Nikón en una polémi· la propagación del saber ocurre por la vía de la expansión del mismo
ca con el_ metropoli~ano de Gaza (ort<><;foxo) Paísi puede exclamar en respuesta a la répli- en el dominio de la ignorancia, en las condiciones de la cultura del
ca en !aun de este ulumo: •Esclavo taimado, por tu boca ¡uzgo que no eres ortodoxo, tipo contrario la propagación del saber sólo es posible como victoria
puesto que hasta en lengua latina nos injurias [bliadoslovisbi]• (N. Gibbenet lsloricbeskoe
issledovanit de/a palriarja Nikona, San Petersburgo, 1884, segunda parte; pág.'61).
125 Véase P. Aleppski, Putesbestvie Antiojiiskogo patriarja Makariia v Rossiu v polovine
XVII v., trad. del árabe de G. Murkos, Moscú, 1898, vyp. 3, págs. 20.21. 126 Véase A~. Grammatika dobroglagolivagoeUinosluvenskago ~ka, Lvov, 1591.

182 183
sobre la mentira. Es natural que el concepto de ciencia en el sentido ac- ción de sistemas altamente ordenados y de sistemas tales que admiten
~al de esa palabra_esté ligado precisamente a la cultura del primer en diversa medida la desorganización, hasta llegar al punto de que para
tipo. En las condiCiones de la cultura del segundo tipo, la ciencia no hallar su estructuralidad es preciso compararlos constantemente con
se contrapon~ tan claramente al arte, la religión, etc. Es característico los primeros. Mientras que en la estructura nuclear del mecanismo de
que la oposiCIÓn de la ciencia .Y el art~, típica de nuestro tiempo y que la cultura se da el sistema semiótico ideal con nexos estructurales reali-
llega a _veces hasta el antagorusmo, solo haya devenido posible en las zados de todos los niveles (más exactamente, el máximo acercamiento
condtctOn~s ~e una nueva cul tura europea - pos trenacentista- posible a tal ideal en las condiciones históricas dadas), las formaciones
q~e se habt~ hberado de la cosmovisión medieval y que en gran me: que la rodean pueden construirse como formaciones que violan dife-
d1da se hab1a opuesto a ella (recordaremos q ue el concepto mismo rentes eslabones de semejante estructura y necesitan de una constante
de ~·bellas artes» -que se contraponen a la ciencia- aparece sólo en analogía con el núcleo de la cultura.
el s1glo xvm)IZ7. Semejante «carácter incompletamente construido», la incompleta
. , No se puede dejar de recordar, en relación con lo dicho, la distin- ordenación de la cultura como un sistema semiótico único, no es un
cton de las concepciOnes maniquea y agustiniana del diablo en el bri- defecto de ella, sino una condición de su funcionamiento normal. La
llante_ t;ratamie_nto que di? N. Wiener a ese problema128_ Según la com- cosa está en que la función misma de apropiació n cultural del mundo
pren_sron maruquea, el dtablo es un ser que posee un carácter mal in- supone que se le dé sistemicidad a este último. En unos casos, como,
tencl~nado, es decir, que vuelve su fuerza contra el hombre de manera por ejemplo, en el del conocimiento científico del mundo, se tratará
cons~t~nte y co~ un fin claramente planteado; según la comprensión de la revelación del sistema oculto en el objeto; en otros, como, por
agusi:Iruana, el diablo ~s una_ ~erza ciega, una entropía que está dirigi- ejemplo, en la pedagogía, la actividad misionera o la propaganda, de la
da con~a el hombre solo_ob¡ei:Ivamente, en virtud de su debilidad e ig- transmisión de algunos principios de organización aJ objeto no organi-
norancta (del ho~bre). S1 entendemos con bastante amplitud al diablo zado. Pero, para cumplir ese papel, la cultura --en particular, su dispo·
c~mo lo que esta opuesto a la cultura (una vez más en el sentido am- sitivo codifican te centraJ- debe poseer algunas propiedades obligato·
pho de es~a palabra), no es dificil ver que la diferencia entre los enfo- rias. Entre ellas, para nosotros, ahora, dos son esenciales.
ques mamqueo y agustiniano corresponde a la distinción de los dos ti- l. Debe poseer una alta capacidad modelizante, es decir: o descri-
pos de cultura de q ue se habló anteriormente. bir el más amplio círculo de objetos, incluido el número más amplio
posible de objetos aún desconocidos -ésa es la exigencia óptima a los
modelos cognoscitivos- , o poseer la fuerza y la capacidad de declarar
. La oposición ••ordenado-no ordenado» puede manifestarse tam- inexistentes los objetos que no se pueden describir con su ayuda.
bién en la organización interna de la cultura. Como ya hemos dicho 2. Su sistemicidad debe ser percibida por la colectividad que lo uti-
la estructura jerárquica de la cultura se construye como una combina: liza como un instrumento de dar sistema a lo amorfo. Por eso la ten·
dencia de los sistemas sígnicos a automatizarse es un constante enemi·
go interno de la cultura con el que ésta sostiene una lucha incesante.
127 v·
. eanse a1respecto las observaciOnes
· ·
sobre la influencia de las opiniones estéticas La contradicción entre la constante aspiración a llevar la sistemici-
de Gahleo sobre_su acuv•d.ad c1entifica en el trabajo •Galilei: nauka i iskusstvo (esteti· dad al límite y la lucha también constante con el automatismo de la es·
.cheskie _nghady • nauchna1a mysl')» de E. Panofsky, Uistokm; klassic/;eskoi nrmkr; Moscú
1968, pags. 26-28. Cf~. E. Panofsl.:y, GalilLo as a Critic oJArts, La Haya, 1954. CIT. las ob:
tructura generado de resultas de eso, es internamente, orgánicamente
servac1ones sobr~ la 1mpor~anc1a que tenía para Galileo la forma anística cuando se inherente a toda cultura viva.
exponen conclus~ones _c•enuficas, en el libro lstorii~ t~auchnoi llieratury 110 nm()'j iazykoj, de La cuestión que examinamos nos conduce a un problema de pri-
L _Oishki, Moscu·Le~m¡¡rado, 1933, t. 3: Galilerr ego vrtmia, pág. 132. (Oishki escribe mordial importancia: ¿por qué la cultura humana es un sistema diná·
ah1, en particular, lo sJgu•e~te_: •Por la vía de la adaptación de la expresión al contenido mico? ¿Por qué los sistemas semióticos que forman la cultura humana,
de los pensa~11<;ntos, estos ~!tunos ?dqu1eren la forma correspondiente a ellos, necesaria
Y po~ eso amst1ca. La poes~a y la oenCJa son, para Galileo, reinos de la conformación. a excepción de algunos lenguajes artificiales manifiestamente locales y
Para12~1, el, problema_del contenido y el problema de la forma coinciden.•.) secundarios, están sometidos a una obligatoria ley de desarrollo? El he-
Vease N. W1ener, Kibtmetrka r ohshdmtvo, Moscú, 1958, págs. 47-48. cho de la existencia de los lenguajes artificiales atestigua de manera

184 ' 185


convincente la posibilidad de la existencia y el funcionamiento exito- distintos estratos, las diferencias entre los cuales adquieren una signifi-
so, dentro de determinados límites, de sistemas que no se desarrollan. catividad estilística129 • .
¿Pero por qué puede existir un lenguaje de la señalización vial único y La cuestión de si el dinamismo, la constante necestdad ,de au torre-
que no se desarrolla dentro de los límites de sí mismo, mientras que la novación, es una propiedad interna de la cul~a o no es m_as que el ~e­
lengua natural tiene obligatoriamente una historia, fuera de la cual es sultado de la acción perturbadora de las condtctones ~aten~les de exiS-
imposible hasta su funcionamiento sincrónico (real, y no teórico)? Es tencia del hombre sobre el sistema de sus representac_10nes tdeales, no
sabido que la existencia misma de la diacronía no sólo no entra en el puede resolverse unilateralmente: indudablemente, tienen lugar UJ:?-OS
mínimo de condiciones necesarias para el surgimiento de un sistema y otros procesos. . · · 'bl
semiótico, sino que más bien representa un enigma teórico y una difi- Por una parte, los cambios en el ststema de la cultu~a, ~dtscuti e-
cultad práctica para los investigadores. mente están ligados a una ampliación de los conoClmtentos d~ la
El dinamismo de los componentes semióticos de la cultura, por lo colecti~dad humana y a una inserción general en la cultura ~e la ct_e,n-
visto, se halla vinculado al dinamismo de la vida social de la sociedad cia como un sistema relativamente autónom_o con ~a onentact?n
humana. Sin embargo, este vínculo por sí mismo es una cosa bastan- progresiva especial, inhere~~e a el~a. La cienCia. ~e ennquece no s~lo
te compleja, puesto que es del todo posible la pregunta: «¿y por qué con los conocimientos posttivos, smo que ta~bt~n elabora compl~JO~
la sociedad humana debe ser dinámica?>> El hombre no sólo está in- modelizantes. y la tendencia a la umformaClon mtema, que co~sti~
serto en un mundo considerablemente más móvil que todo el resto ye una de las tendencias básicas de la cultura (de esto se tratara mas
de la naturaleza, sino que tiene una actitud radicalmente distinta ha- adelante), conduce constantemente al traslado de mo_del?~ pura~e?te
cia la idea misma de la movilidad. Mientras que todos los seres orgá- científicos a la esfera de la ideología genera~ y a la asprrac1on ~ as1m1lar
nicos aspiran a la estabilización del medio que los rodea, y toda la va- a ellos la fisonomía de la cultura en su t~ta~dad. Por eso el carac~er pro-
riabilidad de los mismos es la aspiración a conservarse sin cambios en gresivo orientado, dinámico, del conoc1m1ento, naturalmente, mfluye
un mundo móvil en contra de sus intereses, para el h ombre la movi- en la fisonomía del modelo de la cultura. . , .
lidad del medio es una condición normal de la existencia; para él la Por otra parte, no todo en la dinámica de los stst_em_as_ SlgniCos pue-
norma es la vida en condiciones cambiantes, el cambio del modo de vida. de ser explicado por esa via ni mucho men?s: Es dtficil m_terpretar de
No por casualidad, desde el punto de vista de la naturaleza, el h om- esa manera la dinámica del costado fonolo¡pco o gramatical de~ l~n-
bre actúa como un destructor. Pero es que precisamente la cultura, en uaje. Mientras que la necesidad de cambio del ststema . del le~co
la interpretación amplia, distingue la sociedad humana de las no hu- g uede ser explicada por la necesidad de refleJar en ~!lenguaJe otra ~dea
manas. Y de esto resulta que el dinamismo no es una propiedad exte- ~el mundo, el cambio de la fonología es una ley mma~en~e del SIS~e­
rior para la cultura, impuesta a ella por su condición de derivada de ma mismo. Aduciremos otro ejemplo -bast~~te md1c_at1vo. El sts-
ciertas causas extrañas a su estructura interna, sino una propiedad ina- tema de la moda puede ser estudiado en conex~on con diferent~~ pro-
lienable de la misma. cesos sociales que se hallan afuera: desd~ las leyes de la p~oduc~10n ar-
Por otra parte, el proceso del cambio gradual de la cultura puede tesanal hasta los ideales socio-estéticos. Sm embargo, al m1smo ttemp~,
no ser percibido como ininterrumpido, y, correspondientemente, di- evidentemente, es una estructura sincrónica ~e~ada con una determi-
versas etapas de ese proceso pueden ser percibidas como diversas cul- nada propiedad: la de cambiar. La moda se distingue ?e la norma P?r
turas opuestas entre sí. (Exactamente de la misma manera el lenguaje el hecho de que regula el sistema, orientándolo no a ~1erta constancia,
cambia ininterrumpidamente, pero el carácter ininterrumpido de ese sino a la variabilidad. Al mismo tiempo, la moda asp1r~ cada vez a de-
proceso no es sentido directamente por los propios hablantes, puesto venir norma, pero estos conceptos mismos s?? contranos por su esen-
que los cambios lingüísticos ocurren no en el habla de una misma ge- cia: apenas ha alcanzado una relativa estabi11dad que se acerca al es-
neración, sino cuando el lenguaje es transmitido de generación en gene-
ración; así pues, los hablantes tienden a percibir el cambio del len- 129 y • B A. Uspenski •Semioticheskie problemy stilia v lingvisticheskom _os·
guaje más bien como un proceso discreto; para ellos el lenguaje no ease · ' 6 (Ti d 0 akmn~m sute
veshchenii•, Uchtn. Ztlp. tart. gos. un-ta, Tartu, 1969, vyp. 23 ru ry P zn - - J -

representa un continuum ininterrumpido, sino que se descompone en mam, t. 4), pág. 499.

186 187
tado_ de norma, i?mediatamente la moda aspira a salir de ella. Los embargo, no es menos evidente que también la necesidad de la nove-
moll~os del camb1o de la moda, por regla general, permanecen incom- dad de la mutación sistimica es un estímulo de los cambios no menos
p;ens¡?Jes para la colectividad que es regulada por sus reglas. Este ca- sensible. ¿pero cuál es la causa de esta necesidad? La interrogante po·
racter_mmot:lvado de la moda hace pensar que aquí estamos ante un dóa ser formulada también en una forma más general: ,,¿Por qué la hu-
carnb1o en forma pura. Además, precisamente ese carácter inmotivado manidad a diferencia de todo el otro mundo animal, tiene historia?»
que pone de manifiesto la inconstancia (e&. la <<moda inconstante» en Podemo; pensar que la humanidad vivió un prolongado período pre-
Nekrá~ov) dete~mina la funció? social esp_ecífica de la moda. No por histórico, en el cual la extensión temporal no desempeñó ningún papel,
casu~hdad un literato ~so olv1dado del Siglo XVIII, N. Strájov, autor porque no había desarrollo, y sólo en determinado momento ocurrió
del hbro Correspondenaa de la moda, que contiene cartas de modas sin ma- la explosión que generó la estructura dinámica y dio inicio a la histo·
no~, reflexiones de atavíos inanimados, conversaciones de cofias mudas, senti- ria de la humanidad.
mtentos de muebles, carrozas, cuadernos de apuntes, botonesy anticuados kun- En el presente la respuesta más aceptable a esa interrogante se pre-
tushi*, sh~afory**, chaquetones guateados, etc. Obra moraly crítica en la que senta así: en determinado momento, precisamente en aquél desde el
desde ;'n.angulo v_eraz se rev_elan las costumbres, modo de viday diversas esce- cual podemos hablar de cultura, la humanidad ligó su existencia a la
nas comtcas y senas de la v_rda de la moda, hizo corresponsal principal de presencia de una memoria no hereditaria en constante ampliación: se
la Moda a la Inconstancia, y entre los ••Decretos de la Moda» en su li- hizo receptora de información (en el período prehistórico era sólo portado-
bro leemos: <<Ordenamos que todo color de paño se halle en uso no ra de información, constante y dada genéticamente). Pero esto exigía una
130
más de un año» • Es del todo evidente que el cambio de color del actualización constante del sistema codifican te, que todo el tiempo de-
paño no está dictad? por la aspiración a acercarse a algún ideal general bía estar presente en la conciencia del destinatario y en la del destina·
de la verdad, del b1en, de la belleza o de la conveniencia. Un color dor como un sistema desautomatizado. Esto último condicionó el sur·
es sustituido por otro sólo porque aquél era viejo y éste es nuevo. En girniento de un mecanismo especial que, por una parte, poseería deter·
este caso tenemos ante nosotros, en forma pura, una tendencia que de minadas funciones homeostáticas en una medida tal que se conservara
una manera más enmascarada se manifiesta ampliamente en la cultura la unidad de la memoria y siguiera siendo él mismo, y, por otra, se re-
de los hombres. novaría constantemente, desautomatizándose en todos los eslabones y
Así, por ~jemplo, en la Rusia de principios del siglo XVIII tiene lu- aumentando así hasta el máximo su capacidad de absorber informa·
gar un camb1o de todo el sistema de la vida cultural del estrato social ción. La necesidad de autorrenovación constante, de, sin dejar de ser
d~rninante, que les permite a los hombres de esa época llamarse a sí uno mismo, devenir otro, constituye uno de los mecanismos de traba-
~~smos, no ~m orgull~, «nuevos>>. Kantemir escribió sobre el héroe po- jo fundamentales de la cultura. .
Slllvo de su epoca lo s1guiente: La tensión mutua de estas tendencias hace a la cultura un ob¡eto
cuyos modelos estático y dinámico son correctos en igual medida,
El sabio no suelta de las manos los ucases de Pedro, siendo determinados por los axiomas de partida de la descripción.
Con los cuales devinimos de repente un pueblo ya nuevom. Aliado de la oposición de Jo viejo y lo nuevo, de lo invariable y lo
móvil, en el sistema de la cultura hay otra oposición raiga!: la antítesis
En este caso, como en miles de otros, se podrían revelar muchas ra- de la unidad y la multiplicidad. Ya hemos señalado que la no homoge·
zones de contenido para las transformaciones, es decir, razones dicta- neidad de la organización interna constituye una ley de la existencia
das por la existencia de una correlación con otra serie estructural. Sin de la cultura. La presencia de estructuras diversamente organizadas y de
diversos grados de organización es una condición necesaria p~ra el
fu ncionamiento del mecanismo de la cultura. No podemos menciOnar
:. Kunlluh, antiguo caftán polaco y ucraniano (del húng. kiintos). [N. dtl T.}
Sblafor, anttgua bata de casa (del alemán Schlnfrock). [N dtl T.} ni una sola cultura históricamente real cuyos niveles y subsistemas to-
130
Perrpiska Mody..., Moscú, 1791, pág. 235. dos estuvieran organizados sobre una base estructural rigurosamente
llt Satiry i dmguit stijoi'Vorcbtskit socbinmiia kniazia A ntioja Kantemira San Petersbur· idéntica y sincronizados en su dinámica histórica. A la necesidad de la
go, 1762, pág. 32. '
diversidad estructural, por lo visto, está ligado el hecho de que cada

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cultura, además del fondo extracultural situado por debajo de su nivel cultura desd e el Eclesiastés y los dialécticos antiguos hasta nuestros
segrega esferas especiales organizadas de otro modo, que desde el punt~ días. Y eso no es casual: ellas describen diversos aspectos de un meca·
de v~sta axiológico son valoradas muy altamente, aunque están fuera nismo único de la cultura y son inseparables en su tensión mutua de
del ststema general de organización. Esferas así son el monasterio en la esencia de ésta.
el mundo medi~val, la poesía en la concepción del romanticismo, el Ésos, al parecer, son los rasgos básicos del complejo sistema semió·
mundo de.Ios gttanos o los bastidores teatrales en la cultura peterbur· tico que definimos como cultura. Su función es la memoria; el rasgo
gue.s~ del stglo ~y muchos otros ejemplos de islitas de <<otra>>organi· fundamental, la autoacumulación. En la aurora de la civilización euro·
zac10n en el macLZo cultural general, el objetivo de las cuales es el au· pea Heráclito escribió: <<A la psique le es inherente ellogos que crece
mento ,de la magnitu~ de la diversidad estructural, la superació n de la por sí mismo»133 . Señaló así la propiedad fundamental de la cultura.
entropta del automabsmo estructural. Fenómenos así son las visitas Podemos generalizar algunas observaciones de la manera siguien·
temporales de un miembro de una colectividad cultural a otra estruc· te: la estructura en los sistemas no semióticos (que se hallan fuera del
tura social -de funcionarios al medio artístico, de terratenientes a complejo «sociedad-comunicación-cultura») se construye como la pre·
Moscú para pasar allí el invierno, de habitantes de la ciudad al campo sencia de un principio constructivo de nexo entre los elementos. La
para pasar allí el verano, de nobles rusos a París o Karlsbad. Esa misma realización de ese principio permite hablar de la presencia de un fe-
como mostró M. M. Bajtín, era la función del carnaval en la vida coti: nómeno estructural dado. Por eso, tan pronto tal o cual fenómeno ya
diana medieval, altamente normada132. existe, para él no hay alternativa dentro de los límites de su determi·
Y, no obstante, la cultura tiene necesidad de unidad. Para realizar nación cualitativa. Puede tener una estructura dada, esto es, ser él
su función social, debe intervenir en calidad de una estructura someti· mismo, o no tenerla - no ser él mismo. No tiene otras posibilidades.
da.a principios constructivos únicos. Esta unidad surge de la manera si· A esto está ligado el que la estructura en los sistemas no semióticos
gutente: en deterrrunada e~apa .del desarrollo comienza para la cultura pueda ser solamente una portadora de una cantidad constante de in·
un mo~ento de autoconctencta: crea su propio modelo. Este modelo formación.
determma ~na fisono~a uniformada, artificialmente esquematizada, El mecanismo semiótico de la cultura creado por la humanidad
elevada al mvel de umdad estructural. Superpuesto a la realidad de tal está organizado de una manera esencialmente distinta: se introducen
o cual cultura, ejerce s~bre.ella una p oderosa acción ordenadora, orga· principios estructurales contrarios y mutuamente alternativos. Sus rela-
ruzand~ s~ construcc10n, mtroduc1endo armoniosidad y eliminando ciones, la disposición de tales o cuales elementos en el campo estructu·
contradicciones. Un e.rror de numerosas historias de la literatura está ral que surge cuando eso ocurre, crean la ordenación estructural que
en que 1?~ modelos ~~tointerpretativos de las culturas del tipo de <<la p ermite hacer del sistema un medio de guardar información. Es esen·
concepc10n del clastctsmo en los trabajos de los teóricos de los si· cial que estén realmente dadas de antemano no tales o cuales alterna·
glos XVJ_I·~IJ» o <<la concepción ~el romanticismo en los trabajos de tivas determinadas, cuya cantidad siempre sería finita y, para un siste-
le;>~ romanbcos>>, que forman un mvel aparte en el sistema de la evolu· ma dado, constante, sino el propio principio de altematividad, para el
CIOn de la ~~ltura, son estudiados en el mismo plano que los hechos cual todas las oposiciones concretas de una estructura dada no son más
de la creac10n de tales o cuales escritores, lo que representa un error que interpretaciones en un determinado nivel. Como resultado, cual·
desde el punto de vista de la lógica. quier pareja de elementos, de ordenaciones locales, de estructuras par·
. ~s afirmaciones <<Todo es diferente y no puede ser descrito con ciales o generales o de sistemas semióticos enteros adquiere el signifi·
mngun esquema general>> y <<Todo es uno y sólo n os encontramos cado de una alternativa y forma un campo estructural que puede lle·
con infinitas variaciones dentro de los límites de un modelo invarian· narse de información. Así pues, surge un sistema con un aumento de
te>>se repiten constantemente en diversas formas en la historia de la las posibilidades informacionales parecido a una avalancha.

132 133 Cit. según Antichnyejilosofy: Svidettl'stva, fragmmty, teksty, comp. A. A. Avitisián,
Véase M. M. Bajtin, Tvorchtsi'/JQ Fransua Rabie i narodnaia kul'tura sredntvekov'ia ¡
Rmessama, Moscú, 1965. K.íev, 1955, pág. 27.

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El parecido de la cultura a una avalancha no excluye que distintos lenguaje; al dirigirse a un sistema de lenguaje, genera fenómenos de
com ponentes de ésta, a veces muy esenciales, puedan presentarse como metalenguaje. Así, el siglo xx generó no sólo metalenguajes científicos,
estabilizados. Así, por ejemplo, la dinámica de las lenguas naturales es sino también metaliteratura, metapintura (pintura acerca de la pintura)
en tal medida más lenta que el tiempo de desarrollo de los restantes sis· y, por lo visto, se mueve hacia la creación de una metacultura: un
temas semióticos, que al iado de cualquiera de éstos ellas se presentan sistema omniabarcante de metalenguaje de segunda fila. Del mismo
como sistemas sincrónicamente estabilizados. Pero también de eso la modo que el metalenguaje científico no está dedicado por su conteni·
cultura «saca>> información , creando la pareja estructural «inmóvil-di· do a la solución de los problemas de una ciencia dada y tiene objetivos
námico••. propios, la <<m etanovela», la <<metapintura» y el «metacine» actuales se
La semejanza de la cultura a una avalancha le creó a la humanidad sitúan desde el punto de vista lógico en otro nivel jerárquico que los
ventajas ante todas las otras poblaciones vivientes, existentes en las correspondientes fenómenos de la primera fila, y persiguen otros obje·
condiciones de un volumen estable de info rmación. Sin embargo, este tivos. Considerados en una misma fila, tienen, en efecto, un aspecto
proceso tiene también un lado sombrío: la cultura consume recursos tan extraño como una tarea lógica en una serie de soluciones de inge·
con la misma avidez que la producción, y del mismo modo destruye niería.
el medio ambiente. La velocidad de su desarrollo dista de ser dictada La posibilidad de autoduplicación de las formaciones de metalen·
siempre por las necesidades reales del hombre: entra en juego la lógica guaje de un número ilimitado de niveles forma, junto con la continua
interna del relevo acelerado de los mecanismos de información funcio- atracción de nuevos objetos a la esfera de la comunicación, la reserva
nantes. Al mismo tiempo, en toda una serie de dominios (la informá· informacional de la cultura.
cica científica, el arte, la información masiva) surgen fenómenos de cri·
sis, que a veces conducen esferas enteras conquistadas por la cultura al
borde de caer completamente fuera del sistema de la memoria social.
El <<autocrecimiento dellogos>> suscitaba siempre sólo una valora·
ción positiva. Ahora se hace evidente que en esto surge inevitablemen·
te un mecanismo que con su complejidad y tiempo de crecimiento
puede aplastar ese mismo logos.
En la cultura, indiscutiblemente, hay aún muchas reservas. Pero
para utilizarlas es indispensable una idea mucho más clara del mecanis·
mo interno de la cultura que la noción de que disponemos por ahora.
Como ya hemos señalado, aunque el lenguaje cumple determina·
da función comunicativa dentro de los límites de la cual puede ser es·
tudiado como un sistema que funciona aisladamente, en el sistema de
la cultura se le asigna un papel más: armar a la colectividad con la pre-
sunción de comunicabilidad.
La estructura de lenguaje se abstrae del material de lenguaje, ad·
quiere independencia y se traslada a todo un círculo creciente de fenó-
menos que en el sistema de las comunicaciones empie.z an a portarse
como lenguajes y devienen así elementos de la cultura. Toda realidad
que es arrastrada a la esfera de la cultura empieza a funcionar como rea·
lidad sígnica. Pero si ya tenía carácter sígnico (porque cualquier seme-
jante cuasisigno desde el punto de vista social es una realidad indiscu·
tibie), entonces deviene signo de un signo. La presunción de un len·
guaje, cuando está dirigida a un material amorfo, lo convierte en un

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