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Introducción al Idealismo

La filosofía de Descartes produjo un cambio radical en el modo de abordar la filosofía. Si tradicionalmente lo


primario era el ser, la realidad, ahora lo primario es el conocer, es decir, es el mundo mental, el mundo ideal, y
desde ahí se trata de explicar lo real.

Descartes recupera lo real apelando a Dios, sin embargo, lo que antes se consideraba lo real va a ir perdiendo,
poco a poco, protagonismo e importancia, y así sus funciones van a ir siendo sustituidas por realidades
mentales. Kant conduce lo real, la cosa en sí o noúmeno, fuera del campo del conocimiento; para Kant el yo
construye la apariencia de realidad en la que vive. Sin embargo, para Kant, aún existe la cosa en sí. La razón
está en que Kant debe explicar por qué mis percepciones son unas y no otras. Es decir, el sujeto pone espacio,
tiempo y categorías, pero cómo se rellenen esos elementos es algo que depende de lo real, del noúmeno, es
algo que no pone el sujeto, si el sujeto lo pusiera, entonces, no habría juicios sintéticos a posteriori ya que
todo lo que pasase sería producto del sujeto y por tanto sólo habría juicios a priori. Es para que pueda existir la
experiencia que Kant permite la existencia de la cosa en sí.

Sin embargo, entre los continuadores de Kant, se va a producir el intento filosófico de eliminar esa cosa en sí.
A este intento, o corriente de pensamiento, se le ha denominado idealismo.

Como características comunes del idealismo está la eliminación de la cosa en sí, o noúmeno, y, por tanto, la
potenciación del sujeto, especialmente de su razón, que pasa a ser objeto especial de estudio. Filósofos
idealistas han sido Fichte, Schelling y Hegel.

Hegel es el último, y más renombrado, filósofo idealistas. Su idealismo se denomina idealismo absoluto.

El idealismo absoluto

panorámica general

Una vez que se desecha la existencia de la cosa en sí, lo único que queda es el sujeto. Descartes había dividido
la realidad en dos, en una res cogitans y una res extensa, es decir, pensamiento y extensión. Ahora ya sólo hay
res cogintans, es decir, toda la realidad no será más que pensamiento, también lo llama Idea.

La realidad no es más que un Espíritu que piensa; y dado que no hay más que ese mismo Espíritu, entonces
todo, en absoluto, no será otra cosa más que un Espíritu Espíritu Absoluto que se piensa a sí mismo, y por
tanto pensamiento del pensamiento.

Lo que llamamos lo real no será más que un despliegue que va a realizar ese Espíritu en un afán de
autoconocerse. De la misma manera que una persona piensa a veces en una cosa y luego en otra, ese Espíritu,
que no se conoce, va a iniciar un proceso de autoconocimiento que es lo que en general denominamos devenir,
y que conlleva la aparición paulatina de lo que llamamos ser, de lo que llamamos naturaleza, de la historia, de
la aparición del ser humano, es decir de todo lo real. Como lo que caracteriza al Espíritu es su racionalidad, y
la realidad entera sólo es su producto, ocurrirá que todo lo real es racional y, por tanto, lógico y deducible, ya
que va apareciendo según un proceso racional. Por eso, Hegel, se lanzará a deducir todo lo real, desde la
aparición del cristianismo a, por ejemplo, el número de planetas del sistema solar.

La historia de la realidad, con la aparición paulatina de las distintas realidades, no es más que el proceso
seguido por ese Espíritu en su intento de conocerse a sí mismo. Cada cosa real no es más que un producto del
propio Espíritu; ese camino nos produce, es decir, hace aparecer el género humano. Nosotros mismos, las
personas, somos estrategias del Espíritu; nuestras vidas son caminos que el mismo recorre, intentos de

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autoconocimiento por su parte, hasta que de pronto, en el propio Hegel y en la propia filosofía de Hegel, el
Espíritu termina por conocerse a sí mismo.

El Espíritu absoluto no es una cosa, no es un yo que piensa, y pensando realiza el mundo. Él es el mundo
realizado, él es el pensamiento que se piensa. Justamente porque ese pensamiento que se piensa está
deviniendo −pensándose− es que no está terminado, no es una realidad fija, no es de modo definitivo sino que
consiste en ir siendo. Y por tanto todo lo que llamamos real, en tanto que es su producto, deviene con él,
porque no es más que él, y en ese sentido todo proviene de él, por tanto Hegel proclama un panteísmo
idealista. Su devenir es pensamiento que, profundizando en sí mismo, intentando conocerse, se transforma en
naturaleza, en historia, y en cualquier entidad real, pero nunca acaba de ser sí mismo ya que todo eso no es
más que devenir, sólo al final del proceso el Espíritu Absoluto se reconoce como tal y podrá terminar de
devenir para pasar a ser lo que realmente él es; el Ser. Y como él es pensamiento el proceso termina cuando el
pensamiento se reconoce como tal, y entonces se termina la dualidad entre pensador y pensamiento, entre
subjetivo y objetivo, entre el yo y lo otro, y sólo queda, el Espíritu Absoluto.

El método dialéctico

En su camino al autoconocimiento el Absoluto utilizará un método que Hegel denomina dialéctica. A partir
de ese proceso dialéctico, que es un proceso racional, surgirá todo acontecimiento o cosa que ha existido,
existe o existirá; por tanto la naturaleza, la historia, el propio ser humano y sus teorías y conocimientos, no
son más que fases en el despliegue de ese Absoluto.

Inicialmente lo que hay es el desconocimiento que de sí mismo tiene el Absoluto; no sabe qué es él. A partir
de ahí inicia su proceso de autoconocimiento a través de un proceso −dialéctico− que atraviesa tres momentos.

En el primer momento se produce una Tesis, es decir se da una afirmación. En el segundo momento se
produce la Antítesis, que consiste en la negación de la tesis antes afirmada. Por último, en el tercer momento,
se da la Síntesis, que es una superación integradora de lo positivo que haya en la tesis y en antítesis. La
síntesis recoge e integra tanto a la tesis como a la antítesis en una nueva formulación que pasa a considerarse
como una nueva tesis a la que seguirá, a su vez, una nueva antítesis y nueva síntesis en un proceso que
constituye el despliegue del Absoluto.

El proceso dialéctico es un proceso lógico. Hegel distingue entre una lógica de lo finito, que es la lógica
normal que acepta la Identidad, y una lógica de lo absoluto, que es la lógica dialéctica. Lo Absoluto, es decir,
el Ser, no tiene ninguna determinación, por eso, identificarlo con algo, decir que lo absoluto es tal cosa es
decir que lo infinito es algo finito, es limitarlo. Por eso, a una tesis, sea la que sea, le puede seguir una
antítesis que niegue la tesis, porque sea lo que sea lo que se dijo que era el Absoluto, eso mismo era una
palabra que lo limitaba, luego, por eso mismo, se puede negar en la antítesis y buscar una síntesis que se
acerque más a la descripción del absoluto.

Lógica y filosofía de la naturaleza

En un primer momento el Absoluto es considerado en su propia entidad, en sí mismo, lo estudiará la Lógica y


constituirá el primer paso del Absoluto. En el segundo momento el Absoluto se exterioriza en la naturaleza
material, la idea se enajena, se aliena, se hace otra cosa, está fuera de sí; este momento se estudia por la
Filosofía de la Naturaleza. En el tercer momento el Absoluto que se había hecho otro, vuelve a encontrarse a
sí mismo como espíritu, es decir se hace para sí, gracias a la intervención del hombre con quien llega el
espíritu, momento que es estudiado por la Filosofía del Espíritu.

La Lógica parte del estado inicial en que se encuentra el Absoluto, ese estado es el de Ser, él es el Ser, y como
tal está libre de toda determinación frente a la esencia; él no es esto o lo otro, simplemente es. Cuando el Ser
intenta pensarse o intuirse piensa o intuye Nada, nada porque el Ser no está determinado, es vacío en el

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sentido de que no es algo en concreto, no tiene una esencia que lo limite, no consiste en ser algo, sólo en ser.
Ahora bien, en tanto que del Ser como tesis pasamos a su antítesis, la Nada, realizamos el Devenir,
inauguramos el primer proceso dialéctico en donde el devenir es síntesis del ser y la nada, ya que lo que
deviene no es algo concreto, ya que cambia, pero tampoco nada porque entonces ¿qué cambia? Este paso, que
no deja de ser un paso lógico, lo que produce es el devenir, y enlaza, y conlleva, el siguiente, ya que hay que
producir el sujeto que devendrá, es decir que del Absoluto tendrá que salir lo que no es él propiamente.

Él es, en sí mismo, Espíritu, es decir Idea, y justo lo contrario es la cosa, o mejor, la naturaleza. La naturaleza
supone la alienación de la Idea que se hace otra cosa naturaleza en la búsqueda del saber absoluto. Lo que
caracteriza a la naturaleza es que es un ser para otro, un estar ahí delante de uno. La naturaleza es lo que es
otro, lo que no es sí mismo.

Con posterioridad aparece una nuevo momento cuya tesis es la naturaleza geológica, su antítesis la vegetal y
su síntesis el organismo animal en donde se acaba la evolución de los esta-dios de la naturaleza y comienza el
espíritu, no el Espíritu Absoluto que es quien está detrás de todo aunque el mismo no lo sepa ya que está
extrañado sino el espíritu humano capaz de conocer, y cuya producción es un nuevo paso del Absoluto.

filosofía del Espíritu: la Idea para sí.

Aquí aparece el hombre, la historia e incluso el propio conocimiento que el hombre desarrolla históricamente.

La historia humana, tanto en el proceso de constitución del ser humano, como en el progreso de su
conocimiento, e incluso en su organización política, no es más que el despliegue del espíritu; y por tanto sus
etapas de constitución siguen un proceso dialéctico.

Espíritu significa, en contraposición a naturaleza, algo que no es relación a otro sino a sí mismo, es decir una
relación de espíritu a espíritu, pero esta relación puede tener tres ámbitos.

El primer ámbito es el subjetivo, del sujeto o espíritu, consigo mismo. El segundo es un ámbito objetivo, del
espíritu con otros espíritus. Y el tercero es un ámbito absoluto en el que el espíritu se relaciona con el Espíritu
con mayúsculas, es decir con el hecho no de ser él un espíritu concreto e individual, sino con el hecho de ser
Espíritu en general o Absoluto.

El Espíritu Subjetivo

En esta etapa el sujeto se descubre a sí mismo como distinto del resto. Este proceso viene dado por tres
momentos que representan la tesis, antítesis y síntesis, del proceso y su culminación será el espíritu como
racional.

• 1. El primer momento corresponde a la noción de alma. El alma es la mediadora entre la naturaleza y el


espíritu, por ello su existencia se justifica en tanto que metida en el cuerpo natural al que anima, y como
para cumplir esta labor no le es necesaria la autoconciencia o conciencia reflexiva, no la tiene. Es el sujeto
de sensaciones y sentimientos, de temperamento.
• 2. El segundo momento corresponde a la conciencia. Lo que diferencia este nivel del anterior es que en la
conciencia se da algo distinto del propio alma, un objeto de conocimiento que es lo conocido en la
conciencia sensible a través de los órganos sensoriales. Pero esto que conoce nunca es permanente, sino que
es mudable e inestable, y frente a ese cambio aparece lo que no cambia, la propia conciencia del sujeto que
se da frente al objeto mudable y que se hace ahora autoconciencia. Cuando toma conciencia de sí,
autoconciencia, y de la inestabilidad de las cosas que por ser inpermanentes frustran sus expectativas
adquiere el deseo de dominarlas, de ponerlas a su servicio y en este proceso topa con otra autoconciencia
que se distingue de los objetos en que no se deja dominar como aquellos; así surge, con el reconocimiento
mutuo o autoconciencia social, el orden social.

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• 3. El tercer momento es el del espíritu. Este momento se caracteriza por la necesidad de establecer un
entendimiento entre las distintas conciencias, y esto se dará a través de la razón. El espíritu subjetivo
concluye por tanto en la constitución del hombre como un espíritu racional, y aquí acaba, porque su
desarrollo llega a algo que lo sobrepasa, a algo que deja de ser subjetivo, es decir de un sujeto, para ser de
todos los sujetos.

El Espíritu Objetivo

Tras el reconocimiento mutuo de los sujetos se inicia la construcción de las relaciones entre ellos, por tanto se
trata de establecer una práctica social objetiva, con tres momentos.

• . La primera fase la constituye la esfera del Derecho. El hombre, consciente de su libertad, la vive
apropiándose libremente de las cosas materiales; se da por ello el derecho de propiedad. Lo que
distingue una cosa de un ser humano es que éstas no tienen derechos, no son libres, sólo pueden ser
poseídas, o no serlo, pero no pueden poseer. Donde se asegura el derecho a la posesión del hombre es
en la Ley. La ley es la que impide la agresión y el robo; esta ley es externa, su transgresión se
sanciona con castigos, pero es la que permite el ejercicio de una primera esfera de libertad en el
hombre, el de la posesión.
• . La segunda fase consiste en la Moralidad, aquí la ley, que era vivida como externa se internaliza en
el sujeto, ahora, con la moralidad, la sanción se hace interna al sujeto, se mete en su conciencia. La
ley, en tanto que interna al sujeto, se hace individual, ya que vale de forma interna en cada conciencia.
En la tercera esfera se evita esa individualidad sacando la moral del individuo al proyectarla en el bien
común, que es algo objetivo y que por tanto producirá una moral objetiva.
• . La Eticidad, es una síntesis de las dos anteriores, recoge lo externo de la ley y lo interno de la moral
dando lugar a una esfera moral objetiva. De lo que se tratará es de que el individuo adapte su voluntad
particular con la voluntad racional, es decir con el concepto de una voluntad en sí misma universal.
Por eso la ética desemboca en ética social o eticidad. Esta eticidad se da en tres contextos: la Familia,
la Sociedad Civil y el Estado.

La familia se entiende como expresión de la propiedad común de sus integrantes, que se encuentran unidos,
idealmente, por el amor. La Sociedad Civil, que es un conjunto de individuos unidos para la mejor
consecución de la satisfacción de sus necesidades. Esto conlleva una organización que deriva en división del
trabajo y de clases, tribunales y policía. El Estado se entiende como síntesis de los elementos anteriores.

El Estado es la voluntad racional universal, es la más alta expresión del Espíritu Objetivo. Los deberes del
hombre se determinan por su posición en el organismo social, por su parte el Estado es el garante de la
libertad, justicia e igualdad de los individuos.

La consideración de los estados como formas limitadas e individuales es lo que lleva a elevarse sobre ellos y
llegar a la esfera del Espíritu Absoluto. El estado es el culmen de la organización política a la que llega el
Absoluto en el espíritu objetivo, el estado tiene sus propios fines y representa, a su vez, el culmen de la
libertad humana. El individuo está supeditado a su dictado, a su jerarquía y orden. Para Hegel es el Estado
prusiano, en el que vive, donde esta esfera del Absoluto se ha materializado de modo más perfecto. Estas
nociones de Hegel, que dan prioridad al estado sobre el individuo, y el estado como estado absoluto, las que
serán tomadas tanto por los pensadores de derechas, como los de izquierda, entre los que estará Marx, para
producir una serie de teorías políticas que desembocarán en el pensamiento absolutista del extremismo de
derechas y de izquierdas.

El Espíritu Absoluto

El Espíritu Absoluto es la síntesis del Espíritu Subjetivo y del Objetivo. El Espíritu Subjetivo, que es la tesis,
es el espíritu en sí mismo, el Espíritu Objetivo o antítesis, es la salida de sí mismo y su objetivación en

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instituciones como el Estado; pero además de estos dos modos también puede concebirse al Espíritu como
conociéndose a sí mismo como totalidad, y ahí surge el Espíritu Absoluto, que es la síntesis de, por un lado el
a sí mismo que procede del Espíritu Subjetivo, y de la totalidad que viene del Espíritu Objetivo, y por tanto
sale algo así como un sí mismo que es la totalidad: el absoluto.

El Espíritu Absoluto se da en el espíritu humano, pero en un nivel en que el espíritu humano ya no es una
mente finita encerrada en sus propios pensamientos e intereses y emociones particulares, sino en el del
conocimiento del propio absoluto; y así el conocimiento que el ser humano hace del Espíritu Absoluto y el
conocimiento que el Absoluto realiza de sí mismo son dos aspectos de la misma realidad; el absoluto se
piensa y conoce a través del ser humano concreto. Este proceso de conocimiento de sí mismo a través de lo
humano se da en tres realizaciones humanas: arte, religión y filosofía.

Respecto al Arte, el Espíritu Absoluto puede ser aprehendido bajo la forma sensible de la belleza, ya sea en la
Naturaleza, pero sobre todo en la obra de arte. Hegel analiza la historia del arte de un modo dialéctico e
intenta mostrar una evolución que la lleva a la transición de la conciencia religiosa. En la Religión, el
Absoluto, deja de ser forma sensible para ser pensamiento representativo o figurativo; y de nuevo Hegel
vuelve a trazar de modo dialéctico la historia de la religión, desde su aparición en culto a la naturaleza hasta el
cristianismo, mostrando como este último exige el inicio de una especulación filosófica. En la Filosofía se da
la culminación del espíritu absoluto. La filosofía tiene, como todo en Hegel, un desarrollo dialéctico. Por
ejemplo, la especulación nace en Grecia con las preguntas sobre el Ser en Parménides, justamente como hace
el Espíritu al iniciar su despliegue.

En la India la especulación budista lo es de la Nada. Heráclito introduce una novedad, todo fluye, todo
cambia, todo es Devenir. Posteriormente, y por señalar la parte correspondiente a la Filosofía de la naturaleza,
los Griegos se preguntan por la phisis, es decir, la Naturaleza, y no lo hacen por el Espíritu, tema que
aparecerá de un modo insistente, en Pablo de Tarso y en Agustín de Hipona. El progreso de la filosofía
culmina con la filosofía del propio Hegel, en la cual el Espíritu Absoluto termina por conocerse a sí mismo.

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