Вы находитесь на странице: 1из 3

Resumen de los libros TTA, 182-192 y APPSD, 35-80

“CRISTO: SU PERSONA Y OBRA”

El Verbo hecho carne


Si realizamos una mirada por todo el N.T. encontramos que tanto explicita como
implícitamente el Verbo, existió antes de su nacimiento en Belén. Tal como o india en (Jun
8:58) “antes que Habran Fuese yo soy”. Tampoco el AT guarda silencio sobre el tema.
Miqueas expone al Mesías que iba a venir como alguien que había existido antes de su
nacimiento en Belén Efrata, cuyos “orígenes son desde tiempos antiguos, desde los días de
la eternidad” (Miq. 5:2, BA). La humanidad de Cristo fue real y completa. Un Ser divino
preexistente se humilló a sí mismo y tomó la naturaleza humana. Se produjo una genuina
encarnación.
Pablo estaba tan sólo resumiendo lo que todos reconocían cuando escribió que Cristo fue
“nacido de mujer y nacido bajo la ley” (Gál. 4:4), de una cierta familia y linaje (Rom. 1:3).
No sintió la necesidad de ampliar. Nació en la ciudad de David (Mat. 2:1; Luc. 2:4-11),
vivió en Palestina y fue sentenciado a muerte en Jerusalén bajo Poncio Pilato (Mat. 27:11-
50; Juan 18:28-19:37). El nombre de su madre era María (Mar. 6:3). Él comió (Mar. 2:16),
durmió (Mat. 8:24) y se cansó (Juan 4:6) como otros seres humanos. Si miramos la forma
en que fue tratado Jesús mientras vivía, nos damos cuenta que todos lo traban como un ser
humano, un caso específico podemos notar cuando se mofaron de él cuándo se negó
reconocer a la hija de Jaro como muerta (Luc. 8:53).
Si hacemos una evaluación de la naturaleza humana de Jesús, es necesario tener en
consideración otro claro testimonio del NT concerniente a su carácter sin pecado, (heb.
4:15 indiaca que “fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado”. Tomó la
naturaleza humana en su condición caída con sus debilidades y riesgos y llevando las
consecuencias del pecado, pero no su pecaminosidad. los escritores del NT consideraban a
Jesús como apartado en forma especial para una tarea particular.
El título Jristós aparece más de 500 veces en el NT. La resurrección de Cristo aclaró y
certificó el titulo de Mesías o salvador. En su uso cristiano el título implica la soberanía
absoluta de Jesús sobre todos los aspectos de la vida y la fe, y denota deidad. “Sepa, pues,
ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús hecho Señor y Cristo” (Hech. 2:36).
.
“Hijo de Dios”, otro título atribuido a Jesús en el NT, apunta más allá de su mera función.
Él es el
Hijo de Dios. Su relación con Dios va más allá de lo funcional. Es ontológica. Dios y su
Hijo están unidos entre sí en forma singular (Juan 3:35; 5:19, 20). 20). Jesús mismo
reclamó tener derecho a este título (Juan 10:36), y los judíos entendieron la manera en que
él sostenía que Dios era su Padre para indicar que se estaba haciendo “igual a Dios” (Juan
5:18).
Por lo menos en tres ocasiones, los escritores bíblicos hablan muy claramente de Jesús
como Dios. Juan afirma que el Verbo existió en el principio, entes del tiempo y de la
creación. Tomás, el discípulo escéptico, pronuncia las palabras: “¡Señor mío, y Dios mío!”
(Juan 20:28) la confesión se hace más significativa por el hecho de que Jesús no la censuró.
En su oración él dijo “Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve
contigo antes que el mundo fuese”. Juan 8:58: “De cierto, de cierto os digo: Antes que
Abraham fuese, yo soy”. Airados, sus oponentes “tomaron entonces piedras para
arrojárselas” (v. 59), obviamente considerando la declaración de Jesús con Dios.

PREGUNTAS SOBRE CRISTO.

y preexistencia eterna de Cristo La deidad

En cuanto al lugar de Cristo en la Divinidad, creemos que es la segunda persona en la


Trinidad celestial, constituida por el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo-, que está unida no
solo en la Divinidad, sino en las provisiones de la redención. Cristo es uno con el Padre
Eterno -uno en naturaleza, igual en poder y autoridad, Dios en el sentido más elevado,
eterno y existente por sí solo, con vida original que no le ha sido prestada ni se deriva de
nada; y Cristo existió desde toda la eternidad, distinto del Padre, pero unido con él,
poseedor de la misma gloria y de todos los atributos divinos. Hay un solo Dios: Padre, Hijo
y Espíritu Santo, una unidad de tres Personas coeternas. Dios es inmortal, todopoderoso,
omnisciente, superior a todos y omnipresente. Es infinito y escapa a la comprensión
humana, aunque lo podemos conocer por medio de la revelación que ha hecho de sí mismo.

Un pastor adventista del séptimo día no bautizaría a una persona que no estuviese en
conformidad con las cuatro creencias fundamentales de la denominación que tratan de las
personas de la Trinidad. Si alguien comienza a creer en doctrinas que estuvieran en contra
de lo que indique la biblia; aunque se reconoce la autoridad de la iglesia para actuar en tal
caso, la expulsión de un miembro nunca se emprende con precipitación, sino solo después
de mucho diálogo, oración y empeño en restaurar al que yerra.

Dios el Hijo eterno se encarnó en Jesucristo. Por medio de él fueron creadas todas las cosas,
se reveló el carácter de Dios, se llevó a cabo la salvación de la humanidad y se juzga al
mundo. Aunque es verdadera y eternamente Dios, llegó a ser también verdaderamente
hombre, Jesús el Cristo. Fue concebido por el Espíritu Santo y nació de la virgen María.
Vivió y experimentó la tentación como ser humano, pero ejemplificó perfectamente la
justicia y el amor de Dios. Mediante sus milagros manifestó el poder de Dios y fue
confirmado como el Mesías prometido de Dios. Sufrió y murió voluntariamente en la cruz
por nuestros pecados y en nuestro lugar, resucitó de entre los muertos y ascendió para
ministrar en el santuario celestial en favor nuestro. Volverá otra vez en gloria para liberar
definitivamente a su pueblo y restaurar todas las cosas.

Nuestro pueblo siempre ha creído en la deidad y la preexistencia de Cristo, siendo la


mayoría de sus miembros muy probablemente ignorantes de disputa alguna en cuanto a las
relaciones exactas dentro de la Divinidad. Tampoco ha planteado nuestra predicación
pública cuestiones de cristología, sino que ha hecho hincapié en el mensaje distintivo de la
venida del Señor. ¿Por qué no puso la Señora White tanto énfasis desde el principio? Sin
duda, por la misma razón por la que aconsejó que no se buscase la disputa teológica con
hermanos respetados, aunque equivocados.

Consideramos que la encarnación de Cristo es el hecho más estupendo, en sí mismo y en


sus consecuencias, de la historia de la humanidad, y la clave a todas las provisiones
redentoras de Dios. Él revistió su divinidad con humanidad. Fue Dios todo el tiempo, pero
no parecía Dios. Veló las demostraciones de deidad que habían inspirado el homenaje y
suscitado la admiración del universo de Dios. Fue Dios mientras estuvo en la tierra, pero se
despojó de la forma de Dios, y en su lugar tomó la forma y la condición de un hombre.
Anduvo en la tierra como un hombre. Por nuestra causa se hizo pobre, para que por su
pobreza pudiéramos ser enriquecidos. Puso a un lado su gloria y su majestad. Era Dios,
pero por un tiempo renunció a las glorias de la forma de Dios. Los seres humanos
pecadores no podrían haber resistido la visión. Veló su divinidad con el manto de la
humanidad, pero no se separó de su divinidad. «Voluntariamente tomó la naturaleza
humana. Fue un acto suyo y por su propio consentimiento» The Review and Herald, 5 de
julio de 1887. Si hubiese estado dotado desde el principio de una impecabilidad absoluta, o
de la imposibilidad de pecar, no podría haber sido un hombre real, ni nuestro modelo para
ser imitado.

La resurrección de Cristo no ha de entenderse meramente en un sentido espiritual.


Realmente se levantó de entre los muertos. El que salió de la tumba era el mismo Jesús que
vivió aquí en la carne. Surgió de la tumba con un cuerpo glorificado, pero era real -tan real
que las mujeres que acudieron al sepulcro, al igual que los discípulos, lo vieron (Mat. 28:
17; Mar. 16: 9, 12, 14). Por encima de todo, la resurrección de nuestro Señor es la garantía
de que también nosotros seremos resucitados con ocasión de su segunda venida (1 Coro 15:
20,23).

Creemos que el término «Miguel» no es sino uno de los muchos títulos aplicados al Hijo de
Dios, la segunda persona de la Divinidad. Pero tal punto de vista no entra en conflicto de
ninguna manera con nuestra creencia en su plena deidad y preexistencia eterna, ni en lo más
mínimo menosprecia su persona ni su obra. Los ángeles son seres creados (Col. 1: 16), y,
como tales, no han de ser adorados (Col. 2: 18; Apoc. 19: 10). Son mensajeros de Dios para
quienes serán herederos de salvación (Heb. 1: 13, 14). Sin embargo, Cristo tiene «más
excelente nombre que» los ángeles (Heb. 1: 4). Tiene «un nombre que es sobre todo
nombre» (Fil. 2: 9), por encima del de todo ángel del cielo (Efe. 1: 21). Los ángeles le están
sometidos (1 Pedo 3: 22). Se inclinan ante él (Fil. 2: 10) y lo adoran (Heb. 1: 6). Los
ángeles de Dios rehúsan la adoración de los hombres (Apoc. 22: 8, 9).

La epístola de Judas fue escrita para combatir una herejía que había invadido la iglesia de
aquellos días, pues falsos maestros estaban corrompiendo y desvirtuando la fe. Es evidente
que las enseñanzas corruptas contra las que Judas advertía a la iglesia eran el liberalismo y
el antinomianismo. Se podría decir con propiedad que el diablo, el príncipe del mal,
merecía un juicio de maldición, pero Miguel no quería rebajarse a tal cosa. Decir que
Miguel no podía, en el sentido de que no tenía el poder o la autoridad para hacerlo, no sería
verdad. No es que Miguel no pudiera, en el sentido de estar limitado, sino más bien que no
quería adoptar tal actitud.

Вам также может понравиться