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EL JAGUAR EN COLOMBIA

Presentado por: JENNY ALEJANDRA FLOREZ LEAL

Presentado a: JENNIFER ALEJANDRA CASTELLANOS

Asignatura: ZOOLOGÍA GENERAL

UNIDAD CENTRAL DEL VALLE

INGENIERÍA AMBIENTAL, TERCER SEMESTRE

TULUÁ, VALLE DEL CAUCA

AGOSTO 5 DE 2018
EL JAGUAR EN COLOMBIA

Seleccionar la especie que más te llamó la atención del documental, y realiza un escrito basado en artículos
científicos (poner cita bibliográfica) sobre generalidades, estado de conservación en Colombia, su
importancia ecológica y económica.

GENERALIDADES

El jaguar (Panthera onca), es un mamífero del Orden Carnivora, de la Familia Felidae, de la


subfamilia Pantherinae y género Panthera; género que comparte con los otros grandes felinos. Las pruebas
de ADN mitocondrial demostraron que todos los grandes felinos compartían un antepasado común, que
pobló la tierra hace unos 7 millones de años. La especie actual de jaguar apareció hace unos 3 millones de
años. En la actualidad es el único de los grandes felinos de América, pero en edades pasadas compartía el
continente con otros grandes felinos, como el león americano. Filogenéticamente el jaguar está más
emparentado con el leopardo y en menor medida con el león.

Este felino con un peso promedio de 70 kilos y más de 160 cm de longitud más una cola que supera los 60
cm, tiene un tamaño muy variable; desde los 30 kilos de los mexicanos hasta los 130 kilos de los brasileños.
Sus mandíbulas están muy desarrolladas para traspasar las pieles de los reptiles o caparazones de tortugas,
incluso para arrastrar a sus presas por el espeso bosque. Tienen la mordida más potente que el león o el
tigre, en general de mayor tamaño. Su pelaje está formado por un fondo amarillo anaranjado y manchas
negras agrupadas en rosetas desordenadas. Su vientre y sus flancos inferiores son de un tono claro, sin
manchas. Con frecuencia (un 6% de los ejemplares) pueden aparecer jaguares completamente negros,
debido a un gen dominante que causa este melanismo, como en los leopardos (a los que se denomina
panteras).

El jaguar es un super-depredador, nadie lo caza (excepto el ser humano). Los jaguares como todos los
felinos se caracterizan por su agilidad, que demuestran trepando a los árboles. Caza acechando la presa y
clavándole sus uñas, usa sus dientes para comer y arrastrar la presa únicamente. Al jaguar no le importa
mojarse e incluso caza peces y reptiles acuáticos.
El jaguar es el gran felino exclusivo del continente americano. Hasta el siglo XX su área de distribución
corría de Norte a Sur, pero a principio de siglo se ha exterminado completamente de casi todo EE.UU.,
dejando algunas poblaciones sin muchas posibilidades en los Estados del Sur. Desde México se distribuye
hasta Argentina con poblaciones más o menos unidas entre ellas dependiendo del país y del Estado. El
jaguar prefiere vivir en selvas húmedas, con hábitos solitarios similares a los del tigre, aunque también ha
estado presente en praderas. En general, y como al tigre también, le gusta vivir cerca del agua, ríos o lagos,
donde puede acechar a sus presas.

Respecto a su estado de conservación, el jaguar está catalogado por la IUCN como especie casi
amenazada debido a la enorme pérdida que ha sufrido durante el siglo XX, más de un 37% de su población.
Sin embargo, su caza ya ha sido prohibida en muchos países americanos, aunque
todavía falta concientización en Bolivia, Ecuador o Guyana, donde su caza está permitida y no tiene
protección legal.
EL JAGUAR EN COLOMBIA
Colombia, un país de innumerables paisajes y colores, cuenta con una prodigiosa riqueza natural y ocupa
el segundo lugar entre los doce países con mayor diversidad biológica del mundo, después de Brasil. Es
uno de los once países que todavía conservan extensas superficies de su bosque original, relativamente libre
de amenazas, lo que significa que, en estos ecosistemas los procesos naturales, biológicos y evolutivos
continuarán generando y manteniendo la biodiversidad de la que todos dependemos (Mittermeier, 1997). La
diversidad de ecosistemas, se vincula con la privilegiada situación geográfica del país en la esquina
noroccidental de Suramérica, lo que lo convierte en un puente entre América del Norte, Centro América y
el Sur del continente; convirtiéndose en el hábitat del felino más grande de América, el Jaguar.

El jaguar se encuentra emparentado y se asemeja mucho en apariencia física al leopardo, pero generalmente
es de mayor tamaño, cuenta con una constitución más robusta y su comportamiento y hábitat son más
acordes a los de los tigres; si bien prefiere las selvas densas y húmedas, puede acomodarse a una variedad
de terrenos boscosos o abiertos. Es fundamentalmente solitario, caza tendiendo emboscadas, siendo
oportunista a la hora de elegir las presas; es una especie clave para la estabilización de los ecosistemas en
los que habita, y al ser un depredador, regula las poblaciones de las especies que captura. Es el tercer felino
más grande del mundo, el primer felino más grande en América y el felino que tiene la mordida más fuerte
de todos los animales.

El felino que reina en los bosques de Colombia se encuentra en un alto nivel de amenaza. La presión
desmedida de actividades humanas como la ganadería y la agricultura, así como negocios ilícitos como el
narcotráfico están disminuyendo grandes extensiones de su hábitat natural. Los jaguares cumplen un papel
clave, ya que sirven de reguladores poblacionales en el ecosistema, al depredar herbívoros y
mesodepredadores como su dieta diaria, permite un equilibrio de la fauna en la naturaleza.

Si bien las poblaciones de la Amazonía colombiana se encuentran estables, se calcula que el número de
ejemplares en el resto del país bordea con suerte los 1500, según un estudio del Instituto de Ecología de la
Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

La deforestación que disminuye de manera considerable los bosques donde habita el jaguar es la principal
amenaza para esta especie. La pérdida de bosques se debe a la expansión de la frontera agraria, la ganadería
y el establecimiento de asentamientos humanos que reducen el área natural del jaguar. A esto se
suma también la presencia de grupos ilegales como los narcotraficantes que deforestan para abrir paso a
pistas de aterrizaje clandestinas y vías ilegales.

Si bien solo un 3 % de los jaguares en Colombia está protegido por áreas protegidas, ese mínimo porcentaje
también es afectado. Según el IDEAM la mayor presión está localizada en el noroccidente del país donde
12 carreteras ilegales usadas para narcotráfico impactan en el hábitat del jaguar. Las zonas afectadas están
entre los municipios de Mesetas y Uribe en el Departamento del Meta; también en el área de manejo especial
de la Macarena, en la que se encuentran los parques Serranía de los Picachos, Tinigua y Macarena; además
del Distrito de Manejo Integrado de la Macarena sur y un sector del Parque Chiribiquete.

Debido a la reducción de su hábitat, los jaguares han comenzado a ingresar a las comunidades y
asentamientos para cazar a las mascotas o ganado. Frente a ello, las personas los asesinan.

En el 2014, al norte de Colombia, en el Departamento de Magdalena, las comunidades de El Congo,


Lourdes, La Unión y Nueva Granada mataron a cuatro jaguares por considerarlos un peligro. La incursión
de los felinos en el lugar no era casual, un incendio que devoró 2000 hectáreas del bosque que habitan en
la Sierra Nevada de Santa Marta los había obligado a buscar alimento en otros lugares.

Existen proyectos para su conservación, frente a la crítica situación del jaguar en Colombia, donde los
campesinos atacan a los jaguares por temor a que les arrebaten sus mascotas y ganado, se está desarrollando
en la Sierra Nevada de Santa Marta el proyecto Jaguar friendly, el cual concientiza al campesino local de
la importancia de este animal en el ecosistema y además los capacita en el cultivo de café bajo sombra, es
decir, sin deforestación. Esta técnica agrícola permite conservar parches de bosques que sirven al jaguar de
corredores de conservación.
“JAGUAR FRIENDLY”

Es una iniciativa económica y ambiental para proteger la biodiversidad. Se busca asegurar tanto la
restauración del hábitat del animal como la mejora de las condiciones económicas de las comunidades.

Proteger la biodiversidad sin afectar los sistemas productivos de las comunidades se ha convertido en uno
de los dilemas más frecuentes para quienes entienden la imperativa necesidad de una sinergia entre
conservación de la naturaleza y productividad económica. La ecuación es sencilla: no puede haber
protección ambiental con hambre y no hay comida sin protección ambiental.

José Fernando González Maya, PhD., investigador con más de 150 artículos indexados en publicaciones
científicas y presidente del grupo de especialistas en carnívoros pequeños de la Unión Internacional para la
Conservación de la Naturaleza (UICN), explica que “Jaguar Friendly es una alternativa económica y de
conservación, ejecutada por el Proyecto de Conservación de Aguas y Tierras (ProCAT), diseñada para
resaltar el valor de la presencia del jaguar en fincas productivas y de esa manera recuperar el hábitat y la
conectividad entre las poblaciones de esta especie. El proyecto ha sido ejecutado con éxito en Costa Rica,
Colombia y Brasil”.
La estrategia consiste en identificar las principales rutas de conectividad entre las diferentes poblaciones de
jaguar y a partir de ahí iniciar un proceso de exploración de alternativas productivas para asegurar tanto la
restauración del hábitat del jaguar como la mejora de las condiciones económicas de las comunidades a
través de proyectos productivos amigables con los ecosistemas.

“A partir de valoraciones económicas llegamos a la conclusión que se necesita un sobreprecio a lo que se


produce en esas zonas, de forma que la presencia del jaguar represente un beneficio para la gente y no un
antagonismo o peligro para ellos”, afirma González Maya.

Para lograr ese objetivo se creó un certificado o eco-etiqueta, llamada ‘Jaguar Friendly’, la cual se otorga a
las fincas cafeteras que cumplen con un estándar de criterios relacionados con el mantenimiento de las
condiciones ecológicas del jaguar. Se trata principalmente de eliminar la cacería, detener el cambio de uso
del suelo, promover la producción de café bajo sombra, mejorar las prácticas productivas (como el
vertimiento de aguas, mieles y otros desechos derivados del procesamiento del café), pero, sobre todo, se
trata de asegurar que las zonas que entran en el certificado hacen parte de las rutas prioritarias del jaguar.
EL JAGUAR EN LA IDEOLOGÍA INDÍGENA

Las sociedades se han servido históricamente de iconografías felinas como medios metafóricos y
metonímicos para expresar cualidades humanas y simbolizar relaciones sociales, convergiendo
generalmente en escenarios relacionados con expresiones de poder dominante y la emergencia de un estatus
social. El jaguar, en su medio natural es el depredador por excelencia, un cazador preciso: el más fuerte de
los carnívoros americanos. Es excelente trepador y nadador, de hábitos nocturnos. Transita libremente por
todos los ámbitos del territorio, y las cualidades fisiológicas de su organismo regulan gran parte de su
comportamiento social, reproductivo y territorial. Se le atribuye la imagen de guerrero, gobernante,
guardián, portador de linaje y progenitor, entre otros caracteres que han sido exaltados de su condición
biológica, envolviéndolo en asociaciones culturales y míticas; convirtiéndolo en un símbolo influyente y
ampliamente significante. Estas y otras características de dominancia han llevado a que, además de rendirle
culto a través de la cultura material, el perfil del jaguar sea utilizado como factor de empoderamiento,
convirtiéndose en imagen potenciadora de habilidades a través de la imitación de su apariencia (Arocha y
Friedemann 1982).

Además de su cercana relación simbólica con el control y el poder, el jaguar se metaforiza en el trueno,
entendido en varias culturas como rugido felino y, por lo tanto, garante de la fertilidad y el bienestar del
entorno natural (Arocha y Friedemann 1982; Legast 1998). El rugido –tan ronco, cavernoso, sonoro, grave,
potente y rotundo como el trueno– simboliza la aproximación de las lluvias y, con ellas, la creciente
corriente de ríos y lagunas, la germinación de las plantas y la atracción de herbívoros y sus depredadores.
Se moldea así la figura del jaguar como animal cultural, cumpliendo también desde esta dimensión una
función determinante en el control del equilibrio del ecosistema.

A pesar de ser un símbolo de gran fuerza y recurrencia, la imagen del jaguar se vio considerablemente
afectada por la aproximación reprobatoria de las misiones y por otras formas de condenación de lo indígena.
Las constantes referencias al jaguar y las relaciones de las comunidades étnicas con esta imagen fueron
frecuentemente señaladas como acto de brujería o atribuidas a un carácter diabólico. Esta correlación
gravada tuvo como evidente consecuencia el soterramiento de las prácticas y las representaciones de lo
felino en la cotidianidad de dichas poblaciones a lo largo del territorio colombiano. Se sucedieron
ocultamientos, defunción simbólica y readecuaciones culturales que trasladaron las representaciones a una
dimensión narrativa, donde fueron simbólicamente silenciadas, dejando vestigios de relaciones suspendidas
u ocultas. A esto se sumaron la guaquería y el comercio de objetos precolombinos, que imposibilitaron
trazar un camino continuo de reconocimiento de aquellas expresiones culturales. Sin embargo, la imagen
del jaguar dentro del mundo indígena permaneció latente en actividades, rituales, comportamientos y
procesos de empoderamiento.

Además de las representaciones materiales de las comunidades prehispánicas, y del breve esbozo de la
recurrencia de la figura del jaguar dentro de la dimensión mitológica de algunas de las etnias del país, es
preciso referir los rituales como otro de los ejercicios de reproducción y perpetración de estas simbologías.
Para este caso, la concepción del ritual no reposa en su carácter festivo sino en una comprensión más amplia
de su condición como estado mental fluido, en el que se intercambian identidades, se ablandan los límites
y se flexibilizan las categorías. La historia del yagé está comúnmente ligada a los orígenes del cosmos,
entendiéndose como un elemento estructurante de las culturas (Pinzón y Ramírez 1992). Varias son las
interpretaciones sobre sus efectos, y muchas de estas convergen en la visión de algún indicio felino o del
jaguar como imagen viva y penetrante.

Algunos de los nombres indígenas que designan variedades de alucinógenos aluden al jaguar. Una de las
plantas alucinógenas más fuertes utilizadas por la etnia Kamentsá en Putumayo es el “mitskway borrachero”
o “embriagante del jaguar” (Reichel-Dolmatoff 1978). El yagé tigre o tigrehuasca es la planta que tiene un
vínculo con este animal de poder, y es el yagé efectivo para curar (Ronderos 2005). En el sur de la Amazonía
se practica la toma de rapé de vihó entre los payé, una sustancia estrechamente relacionada con la
experiencia del ser jaguar. Entre los Tukano, los aprendices que están en proceso de convertirse en payé
“suben con su maestro a la Vía Láctea y se vuelven jaguares. […] Sus almas se remontan y toman forma
de animal para poder vagar por la selva sin ser reconocidos” (Reichel-Dolmatoff 1978, 114). Los Desana,
cuando toman rapé, “se acuestan […] sólo el corazón les late. Ahora son jaguares devoradores. Para
convertirse en jaguares se ponen panza arriba. […] Junto con los demás jaguares, vagan por la selva, […]
andan errantes y devoran gente. […] Hay también otros jaguares que son reales. Viven en otros lugares”
(Reichel-Dolmatoff 1978, 115). En todos los casos, uno de los efectos manifiestos de las prácticas rituales
de las sociedades amazónicas es el de la transubstanciación jaguárica, donde se alcanzan facultades de
dominio, control, fuerza y venganza (Reichel-Dolmatoff 1978, 120-121).

Las figuras del jaguar y lo felino aparecen entonces desde los nombres de las plantas rituales hasta la
percepción de frecuentes imágenes alucinatorias y prolongadas secuencias oníricas. La tendencia a la
transformación en jaguar o su corporización, puede explicarse en la habilidad adquirida para sobrevivir en
ambientes desconocidos y la tranquilidad que genera dentro de un entorno depredador, donde el hombre
también corrobora su valentía (Reichel-Dolmatoff 1978; 1928).

Para concluir, teniendo en cuenta todo lo anterior, se propone entonces trabajar en estrategias de
conservación que integren los modelos culturales y de apreciación simbólica, que se fundamentan en las
más recientes configuraciones de la ruralidad colombiana dentro de los escenarios transicionales del país,
entendiendo que, en una eventual extinción del jaguar, no sólo se perdería su función ecológica, sino esa
relación unificadora que ha enriquecido a las culturas del territorio colombiano por milenios.
BIBLIOGRAFÍA

 MITTERMEIER, Russel A., GOETTSCH, Cristina. (1997). Megadiversidad. “Los países


biológicamente más ricos del mundo”. Editorial Cemex, Ciudad de México.
 SEMANA SOSTENIBLE. (2017). El jaguar encuentra un aliado inesperado en el café. [en línea].
Disponible en: https://sostenibilidad.semana.com/medio-ambiente/articulo/cafe-amigo-del-jaguar-
la-historia-de-como-este-cultivo-ayuda-a-estos-animales/38501 [Consultado el 3 de agosto de
2018].
 AROCHA, Jaime y FRIEDEMANN, Nina S. (1982). Herederos del jaguar y la anaconda.
Bogotá: Carlos Valencia Editores.
 LEGAST, Anne (1998). “La Fauna Muisca y sus Símbolos”. Boletín de Arqueología– Fundación
de Investigaciones Arqueológicas Nacionales 13 (3): 5-103.
 PINZÓN, Carlos y RAMÍREZ, María Clemencia (1992). “Yagé y el chamanismo en el Valle
del Sibundoy”. Revista Anaconda, Culturas Populares de Colombia. Fundación BAT, Bogotá.
 REICHEL-DOLMATOFF, Gerardo (1978). El chamán y el jaguar: estudio de las drogas
narcóticas entre los indios de Colombia. Bogotá: Siglo Veintiuno Editores.
 RONDEROS, Jorge (2005). “Ritos y mitogonías indígenas en torno al yagé. Una reflexión sobre
los orígenes de las conciencias humanas”. Revista Cultura y Droga 10 (12): 33-48.

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