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El perfil de un bailarín

Ver todas las entradas de Administrador 11/04/2014

Una hermosa imagen, capacidad de expresión e interpretación. Para


ser un buen bailarín además, se necesita talento y espíritu de
superación.

Para convertirse en un bailarín profesional los requisitos suelen ser bastante


desmoralizadores para algunos. De hecho, el ballet es una disciplina
compleja que requiere de ciertas aptitudes físicas e intelectuales que
mucha gente no posee.

Por tanto podemos afirmar que el perfil de un bailarín profesional es muy


diferente del perfil de los no profesionales.

En principio, el modelo antropométrico es muy particular, ya que la


exigencia de la delgadez y las líneas exclusivamente estilizadas y
longuilíneas se imponen. No obstante, es importante valorar el tiempo que
el bailarín dedica a la actividad y su intensidad de trabajo, ya que, estos
factores intervienen directamente enfatizando esas características físicas y
estéticas. El ballet, conocido como una forma de arte laboriosa, necesita de
mucho tiempo para la construcción del movimiento según los patrones
académicos y su estudio requiere de una escala de factores en
concordancia con las etapas de evolución del estudiante, sus facultades
físicas y capacidades intelectuales. En definitiva, además de unas
cualidades singulares, se necesita trabajo regular y constante.

Tener unas caderas muy anchas, o un elevado porcentaje de adiposidad


corporal impide totalmente el avance en la disciplina, o su exclusión. Las
características biológicas, la composición y dimensión corporal resultan
definitorias para el movimiento, más allá de la práctica.

También resulta importante alcanzar un nivel óptimo y adecuado en los


rangos de movimiento. Las limitaciones en la anatomía, fisiología y
destrezas motoras en general pueden conducir al fracaso profesional.

El bailarín debe dominar su coordinación y el control de su cuerpo, poseer


una gran inclinación musical y orientación espacial, y sobre todo, tener un
gran desempeño artístico y la capacidad de soportar presiones frente al
público, o frente a un tribunal de examen.

Asimismo, debe contar con suficiente fuerza de voluntad, afán de


superación, abnegación, perfeccionismo, eficacia, autoestima, constancia,
facultades de comunicación y expresión corporal, y resistencia psíquica, y
ha de brindarse un estudio sostenible por medio del cual el alumno pueda
desempeñar una técnica depurada en virtud de su desarrollo y edad, del
mismo modo que se hace necesario en ocasiones reorganizar cambios en
los modelos metodológicos que centren la enseñanza en una construcción
lógica, sensata, secuencializada y oportuna del movimiento, y que el
maestro se adapte a ella de forma creativa y gratificante, en la medida de lo
posible.

A menudo el interés por la danza no dura más de tres o cuatro años, lo cual
no resulta equiparable a los años de carrera que se necesitan para bailar.
Por lo general, los estudiantes que logran cursar la carrera de bailarín serán
exclusivamente los alumnos que presentan aquellas aptitudes intelectuales
y físicas necesarias para mantenerse en la danza.

También se suele afirmar que el éxito en la danza se traduce en otras áreas


de la vida del estudiante. Pero mi experiencia me señala que generalmente
ocurre todo lo contrario: son los estudiantes de éxito los que permanecen
en la danza y solo los mejores tienen la capacidad necesaria para abordar
los desafíos del ballet en etapas avanzadas. Incluso los estudiantes de
ballet son capaces de gestionar el trabajo escolar habitual mucho mejor
que los estudiantes corrientes. Y como es natural, destaca el talento de
estos individuos sobre los otros aspectos de sus vidas.
El ballet en si mismo no puede formar gente con éxito, si no que se necesita
una persona de éxito para dominar el arte ballet. De modo que los
resultados de los bailarines no profesionales difieren significativamente de
los estudios de bailarines profesionales.

Lucía Lacarra y Marlon Dino. El Lago de los Cisnes, Adagio

Entre los que abandonan la danza están aquellos que eligen bailar como un
hobby y se sienten atraídos por la cultura de la danza, pero han dirigido su
camino hacia otras metas. No obstante, valoran la actividad y siguen
disfrutando con ésta aunque ya no persigan téminos profesionales.

Y luego están aquellos que guardan ciertos resentimientos por haberse


sentidos excluidos de la comunidad de la danza, posiblemente por no
contar con las condiciones necesarias, ya sea físicas, psicológicas o
intelectuales.
También existen familias que temen que sus hijos/as deban hacer
demasiado esfuerzo para llegar a ser bailarines (situación bastante más
habitual de lo que se pueda suponer). Animarlos a la comodidad, al
conformismo y a lo fácil no es forjar el mejor camino en ningún ámbito de la
vida. Hasta ahora, existen carreras con mayor o menor grado de dificultad,
pero no existe carrera profesional de ninguna índole que no requiera de
esfuerzo y dedicación. El entorno social y familiar que habita cada uno
también se vincula a sus motivaciones, aunque es este sentido no se puede
generalizar, ya que hay bailarines destacados que provienen de círculos
extraños al arte.

Por otro lado, el bailarín si bien es un ser especial, esa virtud a menudo lo
aleja del resto de las comunidades artísticas o de los entornos habituales
por diversos motivos: porque tal vez se siente diferente y no se identifica
con los intereses corrientes, o bien, no le atrae la forma de vida que
adoptan sectores ajenos a la danza. Si bien esto no debiera ser
incompatible, la realidad demuestra lo contrario en muchos casos: el
bailarín tiene tendencia al distanciamiento o a aislarse. Y la elección del tipo
de actividad que se realiza, está asociado directamente a la personalidad
del individuo.

Relacionado:

¿Qué debe tener un buen bailarín?


Lucía Lacarra

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