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"La justicia que necesita el pueblo"

Hebe De Bonafini
No sientan que estoy dando una clase, estoy contando cosas que me pasaron en mi
vida y cómo traté de enfrentarlas y de cambiarlas, y desde muy chiquitita pelear por lo
que yo creía que era justo. La injusticia yo pensaba que nunca me iba a llegar, siempre
tenía miedo a algo, pero yo decía cómo me iba a ir tan bien, los chicos no se enferman
(uno siempre uno piensa en los hijos, que no les pase nada), no me dan trabajo, se
portan bien, nunca tuve problemas yo decía. ¿Será que me va a pasar algo grave? Y
pasó. La primer cosa que me pasó, que me sacudió, como algo de mucha injusticia, es
que un joven, un compañero de mi hijo mayor, que se llamaba Lavalle de apellido, se
fue con la gente de Tucumán, con los compañeros del ERP que estaban en Tucumán, y
en la primer batalla lo mataron. Digo batalla porque la verdad fue una encerrona, que
mataron a un montón de pibes y lo mataron a él. Inmediatamente de eso empecé a ver la
otra parte de la injusticia, cómo los chicos hacían justicia. Entonces viene mi hijo y me
dice “Mama, mirá hay que cambiar de casa a algunos pibes porque eran amigos de
Pinino y los van a venir a buscar. Hay que armarles una casa. ¿Qué me podés dar vos
para armar la casa?”. Y qué sé yo, le digo, mirá en el fondo vos sabés que tengo mucha
ropa, yo la guardo, la plancho, la acomodo. "No mamá" dice, "así hacen los ricos, dan lo
que les sobra. Yo quiero que me des algo que te cueste darme". Y digo qué sé yo, no sé
que precisas. "No, no, yo preciso algo de la cama". Y fue y me sacó el colchón, las
frazadas y las sábanas. Y se llevó todo. Y yo me quedé pensando. Y él entonces me dijo
“ porque nosotros somos los encargados de todos los compañeros, darles la solidaridad,
que es una manera de hacer justicia”. Y yo no entendía demasiado pero bueno, mi
marido que se quedó muy enojado, “¿Y vos por qué dejaste que se lo lleve?”. Nada, le
digo yo, cuando quise darme cuenta se lo había llevado. Y esas cosas a uno lo van
formando. No sabés qué es justicia y qué es injusticia. Cuando lo vas elaborando te das
cuenta cómo ellos trabajaban, cómo ellos se acompañaban. No sé si ahora hay tanta
capacidad como tenían ellos para ver las cosas. Y después la injusticia cayó de lleno en
mi casa. Los chicos crecieron. Estudiaban, trabajaban, cantaban, iban a la uni. Se
enrolaron en una tarea impresionante que es querer hacer la revolución. Estaban
convencidos que iban a poder, y eso nació a partir de la injusticia. La injusticia era que
había llegado López Rega con mucho poder. Mataba a los pibes en la calle. En la
Universidad se había formado algo que eran los pibes más fachos que se llamaba CNU,
que mataban en la Universidad como si fuera nada, y nadie los perseguía a ellos, ni
nadie les decía nada. Todo se tapaba, todo era un silencio. A partir de esa injusticia, de
esa persecución, de esa cosa increíble, es que los chicos nacieron a querer hacer justicia,
y la justicia era que el pueblo tuviera lo que le correspondía, que tuviera comida, que en
ese momento no tenía, que se pusiera en prisión a los mataban a los jóvenes, hombres y
mujeres, que ya te invadían la casa, venían de noche, te metían miedo. Eso lo aprendí
después, cuál era la justicia y cuál era la injusticia. Siempre los pueblos nacemos y nos
hacemos revolucionarios y combatimos a partir de la injusticia. La justicia es una
palabra, como la libertad, después tiene un contenido. Así que fue muy duro para
muchas familias, porque en la época de López Rega ya desaparecieron casi 600 pibes.
No desaparecieron, los mataban y los dejaban tirados en la calle para que el pueblo
tuviera miedo. Y nadie decía nada. Era todo secreto, que es parte de la injusticia. El

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silencio es injusticia. Y el grito del pueblo es la justicia. Y bueno, cuando llegó el terror
también a mi casa empecé a sentir la injusticia con más profundidad. Me clavaban como
cuchillos todo el tiempo en el cuerpo, porque a partir de la desaparición de una persona,
o dos, o tres, de tu casa, ves cómo todo el mundo comete la injusticia del silencio, si un
vecino que ve y que no quiere decir, del desprecio con que nos trataban los jueces, de la
complicidad de los curas de la iglesia que vos ibas creyendo que te iban a dar una mano.
(...)
A nosotros nos habían hecho creer que había que llevar todo a Naciones Unidas,
porque ahí sí había justicia. Que Naciones Unidas iba a encontrar a nuestros hijos.
Entonces nosotros empezamos a querer mandar a Naciones Unidas todo. Pero tenías que
mandar un certificado que habías hecho el Hábeas Corpus pidiendo por tu hijo. Pero los
jueces no te querían dar ese papel, porque ellos decían que no era un almacén, que era
un juzgado, que un recibo te los dan en un almacén. Si te enojabas mucho con el juez y
lo puteabas o le decías lo que sentías, porque lo que estaba cometiendo el juez era un
acto de injusticia, te ponían presa. Mucha gente no sabe eso, te ponían presa por
reclamar un papelito. Como acto de justicia se nos ocurrió a dos o tres madres robarle al
juez el sello y la hojita. Entonces cada madre que presentaba el Hábeas Corpus, como el
juez no se lo daba, lo hacíamos nosotros. Fotocopia, sellito y firma del juez. Pero había
madres que tenían miedo, decían “no, pero ¿Qué estamos haciendo?” No, les decía yo,
no estamos haciendo nada malo. Él no nos lo quiere dar y nosotros fabricamos algo
como de desesperación, para que Naciones Unidas recibiera la denuncia. Y en ese acto
de justicia e injusticia nos dimos cuenta que Naciones Unidas tampoco servía para nada.
Y la injusticia tiene que ver con la mentira también, tiene que ver con las palabras,
cómo se emplean las palabras, y cómo se miente. Muchas veces dicen que con una
mentira no pasa nada, no a veces no pasa nada, pero la mayoría de las mentiras hacen
asesinatos, porque a nuestros hijos los asesinaron porque todo el mundo decía que eran
terroristas que mataban a la gente, que le iban a sacar la plata a los que tenían. Nada más
mentira que eso. Y una sociedad se calló, soportó todo lo que pasaba, porque estaba
convencida que nuestros hijos eran terroristas, que nosotras éramos madres de
terroristas, sin analizar que nuestros hijos lo que estaban haciendo era salvar a la patria
de esos monstruos como López Rega, y los milicos, y los acompañantes, y la policía, y
los empresarios, y los Martínez de Hoz, y la iglesia, y los curas. Porque en ese
momento los sacerdotes, la mayoría de los sacerdotes, cobraban sueldo de juez de
instrucción, usaban zapatos de militares, y muchos de ellos usaban armas. El sacerdote
de la cárcel de la nueve, que yo lo conocía porque era el hijo del peluquero de mi barrio,
que se llamaba Montaña, yo un día le pedí una entrevista para ver si mi hijo no estaba
ahí en la cárcel por casualidad o por no sé qué, y cuando llegué tenía la pistola arriba de
la mesa. Osea pasaron muchos años, y todos me decían "¿Vos vas a contar eso?" Sí. "¿Y
lo vas a contar en La Plata?" Sí ¿Dónde lo voy a contar?. Por eso la palabra, que tiene
tanto valor, hay que usarla. Si uno tiene la verdad y sabe que es así, no hay que tener
miedo. ¿Qué va a pasar? ¿Quedó bien, no quedó bien? ¿Es muy guarango, es muy
grosero lo que digo?
(...)
Nosotros muchos años creímos que los hijos iban a volver, muchos años. Recién en el
'79, cuando vino la Comisión, nos dimos cuenta que los habían matado a todos. Pero no
todas las madres se dieron cuenta de eso. Una familia de La Plata, el padre de una

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familia de La Plata, que no lo voy a nombrar porque es muy conocido, tenía una fortuna
en medallas de oro mexicanas, que a partir de algo que ocurrió llevaba todos los lunes
no sé cuántas monedas al cuerpo uno del ejército para que lo atendiera Rualdez, para
que le abriera el portón. Pasaba uno y en el segundo portón había que dejar no sé
cuánto, nunca me dijo cuánto, sé que dejó todo ahí y nunca lo recibió Rualdez.
La injusticia tiene muchas caras, a veces muy encubiertas. Cuando te dicen que
esperes, que vas a un lugar, y que vas a otro, y que presentas cosas. La mayor injusticia
para mí se hizo cuando se armó la CONADEP, porque hacernos otra vez esperar a las
madres, hacernos otra vez denunciar a las madres, otra vez llevar todo, si ya estaba todo
en los tribunales, si ya teníamos cantidad de denuncias en los tribunales, cantidad en
todas partes del mundo, que no había quedado lugar que las madres no mandáramos
cartas, denuncias, papeles, Hábeas Corpus, fotografías y de todo. Y resulta que te hacen
esperar, hay que esperar. Se abre la CONADEP, toda la gente estaba enloquecida.
Creían que te iban a encontrar el hijo. Y las madres dijeron no vamos a ir a la
CONADEP. No vamos a llevar nada, ya está todo en todos lados. ¿Por qué tenemos que
hacer otra vez cola para denunciar, cola para llevar, otra vez la esperanza de
recuperarlo? Porque es muy duro. Algunas somos más incrédulas, más fuertes, más
locas o como quieran decir, y entonces vos no creés, decís no, a mí no me van a
engañar, yo no voy a ir. Pero hay madres que sí, y tenían una esperanza con la
CONADEP que era impresionante. Encima les mentían cuando iban. Les decían cosas
que no eran verdad. Por eso cuando se habla "ay qué injusticia" de cosas que son
simples, hay que llamarles de otro nombre. Porque la injusticia es esa del engaño de la
vida y la muerte, el engaño de que va a volver y no vuelve, de que lo esperés, que va a
venir, y no está. De que está en tal cárcel y no está. Por más que condenen a los
militares y hagamos 200 mil juicios nunca va a haber justicia, porque es muy grande y
muy horrible lo que pasó, y las torturas que le hicieron a nuestros hijos fueron muy
espantosas, y destrozaron nuestras casas, nuestros hogares, nuestras familias, nuestros
maridos y los hijos que nos quedaron. No éramos más una familia, no existió nuestra
familia, la desaparición fue de todos: los hijos porque no los vimos más y las familias
porque no fueron más las mismas. Entonces para mí los juicios, nada, yo te digo la
verdad, me parece bien que vayan presos, pero nunca fui a un juicio, porque no me
bancaría estar adelante de alguien que sé que mató sin reventarle la cabeza a trompadas.
No puedo, es más fuerte que yo. Y no es que soy mala ni que soy violenta, no, es
demasiada la bronca que se acumula. Entonces la injusticia tiene que ver con
muchísimos hechos, tiene que ver con la mentira, tiene que ver con la complicidad. No
es solo una palabra. Vos pensá que los capellanes del ejército tenían un poder
impresionante: son los que bendecían a los que tiraba a nuestros hijos vivos al río y al
mar, que tiró a las madres también, a tres de nuestras compañeras. Las tiraron vivas al
río. Y después qué, vos a un tipo de esos lo metés en la cárcel, y decís "bueno ya está,
ahora se hizo justicia". Está bien que vayan presos, pero no se hizo justicia. Apenitas
una pena. Ahora los quieren devolver a sus casas porque son viejitos, hay que traerlos a
la casa. Me dicen "¿Vos vas a decir algo?" No, porque los van a traer igual. No me voy
a gastar en decir una sola palabra. Los van a traer porque ya están algunos, unos
cuantos, más de los que nos dicen. Por eso compañeros no hay que dejar pasar nada en
la vida. No hay que dejar pasar nada de lo que pasa ahora. Le tenemos que hacer pagar
caro a Macri lo que está haciendo, porque no es una dictadura pero casi casi. No me

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digan que no hay que hacerle nada porque esto es democrático, es otra mentira y es otra
injusticia creer que este gobierno es democrático. Que fue elegido por la voluntad del
pueblo es una cosa, pero que es democrático es otra. Y otra vez la mentira, y otra vez el
valor de la palabra. ¿Hasta dónde lo vamos a llevar al valor de la palabra?
(...)
La justicia, compañeros, no es meter a un hijo de buena madre en la cárcel. Eso es
una pequeña reparación. Ni hablemos cuando nos quisieron reparar con plata, las
madres rechazamos todo lo que sea pagar por la vida de los hijos, ni locas. Este pueblo
todavía les debe a nuestros hijos un reconocimiento como el de Néstor. No una plaquita,
no una baldosa en el piso. A todos por igual, reconocerlos como hombres y mujeres
capaces de dar lo mejor que tenían, que era su vida, su juventud, su historia, su familia,
sus hijitos. Un revolucionario nunca es terrorista. Es un hombre que ama a su pueblo,
que da su vida por su pueblo. ¿Cómo podemos decir que es terrorista? Terroristas son
ellos. Son los que te matan de hambre, ahí es el terrorismo. 'Hijo de puta' no es una mala
palabra, la mala palabra es 'hambre'. Entonces todo eso tiene que ver con confundir las
palabras, el valor de las palabras, y con saber qué es, dónde está la justicia, o la pequeña
partecita de justicia. La justicia tiene que ser algo que nos haga feliz. Y a mí no me hace
feliz que los milicos vayan presos. Yo siento que hay una pequeña reparación para
mostrarles a ellos que también pueden ir presos, pero no van presos, ni los torturan, ni
les pegan. Van a lugares privilegiados, llenos de comida, con todas las ventajas de lo
que pidan. Yo no quiero que se mueran, quiero que vivan, para que sufran, y para que
vean cómo, a pesar de todo y contra todo, las Madres los vencimos, las Madres les
ganamos, porque no dejamos que mueran nuestros hijos, y ese es un acto de justicia.
Nuestros hijos no van a morir nunca, porque ya hay miles de pibes que levantan sus
banderas. Eso es un acto de justicia. Así que, compañeros, gracias por haber venido, y
bueno otro día por ahí les cuento más cosas.

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