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CENTRO DE INVESTIGACIÓN COREOGRÁFICA


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Una historia natural de los
sentidos. (Diane Ackerman)
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Integración Sensorial
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Marcela Patricia Fajardo Carmona
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23/01/2018

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Introducción

Las experiencias se viven a través de los sentidos, los pasos que damos en
nuestro aprendizaje y la forma en la que nos relacionamos con el entorno es
captado mediante los órganos de los sentidos.

El mundo que habitamos está rodeado de olores, sabores, texturas,


temperaturas, luces, imágenes, sonidos; mezclas raras de estímulos que nos
inundan, cohabitamos con ellos, nuestra piel percibe el calor de alguien más, la
presencia del otro, nuestro ojos miran más allá de la esencia de las cosas,
nuestros oídos escuchan más allá que solo vibraciones, nuestro paladar saborea
más allá de sabores.

¿Cómo es una experiencia sensorial? Nuestro cuerpo reacciona, guarda


sensaciones que nuestra mente olvida; la memoria del cuerpo, la sabiduría que el
cuerpo tiene para resolver, para estar alerta, para funcionar en este mundo que
está lleno de estímulos. La carta de presentación al nacer son los sentidos, con
ellos percibimos el mundo, nos permite observar nuestro alrededor, sentir.

Pero, ¿Cómo procesamos esa información que es emitida por el medio?


Los estímulos son absorbidos por los órganos de los sentidos, se convierten en
señales que son enviados al sistema nervioso, son procesados por los receptores
y se elabora órdenes para ejecutar la respuesta; en pocas palabras, a toda acción
le corresponde una acción, a todo estimulo le corresponde una respuesta, y así e
cuerpo se mueve, ejecuta un pequeño o gran movimiento orgánico, natural que
proviene desde lo más interno de nuestra corporalidad.

Una historia natural de los sentidos, texto escrito por Diane Ackerman que
nos lleva a transitar por la poética de los sentidos a su manera de ver el mundo,
que hace que nosotros lo miremos parecido a ella.
Olfato

No hay como el aroma agradable del café para alegrar mis días, o el aroma
a humedad que me recuerda a mi abuela Lidu y su enfermedad, esa casa donde
pase mi infancia entre lo húmedo de las paredes y el olor a medicina, o el aroma
de madera del taller de carpintería de mi abuelo Leonardo; sí esas dos esencias
me hacen recordar que los dos partieron el mismo año, los dos se fueron con sus
aromas y yo me quedé aquí contemplando sus recuerdos.

¿Por qué empecé así el texto? Lo primero que pienso mientras leía el
capítulo del olfato era esos recuerdos que tengo marcados de mi infancia, de dos
personas que murieron el mismo año, esos olores tan peculiares que me hacen
sentirlos cerca, que me acompañan. Mis memorias olfativas, mis recuerdos que se
han quedado impregnados en mi corporalidad. El oler evoca a sensaciones y
emociones. “El olor es el sentido mudo, que no tiene palabras”1, frase que me
hace pensar y reflexionar que no se puede describir un olor, decimos huele a
naranja, huele a húmedo, no es como el gusto que dices -sabe a dulce o salado-,
con los aromas es diferente, incluso se hacen metáforas o analogías, -huele a
tristeza-, utilizamos de otro sentido para describirlo.

El olfato es el sentido del recuerdo que se manifiesta, mientras leía este


apartado, trataba de ponerle atención a lo que en ese momento estaba olfateando,
al principio noté que estaba bloqueando algunos olores, después me percate que
los inhibí porque me abren el apetito, porque me dan placer y en ciertas ocasiones
omito el placer que entra por la nariz, y también bloqueo los desagradables para
poder funcionar en esta selva de asfalto. Mi nariz como instrumento de memorias
olfativas, en tiempo y distancia.

El olfato es directo, las moléculas suben por la cavidad nasal pero llegan a
la parte del cerebro en la que se interviene con un proceso emocional, en el que
nos hace sentir placer, gozo o repulsión. Es el sentido de mi memoria que me
hace volver a vivir, que me hace recordar a esa persona o aquel momento, justo

1
Ackerman D. (1993) Una historia natural de los sentidos. Anagrama, Barcelona p. 22
donde se despiertan las memorias olfativas, los recuerdos olvidados, las
experiencias en clase, esos recorridos de olores que tuve que darme cuenta que
bloqueo algunos para poder funcionar, o el reconocer que me agradan algunos de
mis aromas corporales, como mi sudor.

Oler, percibir el aroma de alguien que se va acercando, el olor y la atracción, el


aroma y la nostalgia, respirar y oler.

Tacto

La piel una gran capa que nos recubre, nos aísla de temperaturas,
experimenta el contacto con otra materia, la textura, la forma; es el contenedor de
nuestro cuerpo, la limita, nos pone alerta, se estimula, se sensibiliza; nos
individualiza, se renueva, atrae a otros y también se adorna.

Tocar, sentir la piel del otro, sentir lo frío del piso, lo frío de la pared, el calor
de los rayos del sol. También me hace pensar ¿quién toca a quién? Yo toco al
momento de escribir al teclado de la computadora, o son las teclas de la
computadora que me tocan a mí, o las dos cosas, toco y me toca. No sólo
físicamente, tocar no solo implica el contacto físico, viaja por otras sendas, como
ahora que escribo y pienso que fui tocada por el contexto y la situación en la que
me encuentro, ese toque que me llevo a mantenerme quieta, estática, pero que
dentro de mí, cada célula se movilizaban, tratando de entender que era lo que me
había llegado a tocar tanto que me hizo cuestionarme sobre mí, y mis relaciones
afectivas.

Para Ackerman el tacto es el sentido más antiguo, el más urgente y el que


nos pone alerta, al tocar ponemos en marcha a la red de receptores táctiles que
habitan en nuestra piel, con ellos identificamos temperaturas, dolor, placer,
presión, texturas e incluso nos pone en alerta cuando estamos en peligro o algo
puede dañarnos.
Pude notar en las experiencias de la clase, que mi cuerpo no es muy
tolerante al frío, mis extremidades en la mayoría del tiempo, se encuentran fría, y
tocar con esas manos frías es incomodo, molesto y a veces duele, y tocarme con
esas manos frías, hace que mi cuerpo tiemble y necesite otra fuente de calor.
También descubrí que me gusta acariciar, me gusta sentir la piel y la esencia del
otro, pero me gusta más la sensación que mis dedos sufren al pasar por alguna
parte del cuerpo del otro, incluso llego a notar cómo me agrada la sensación de
frotar mis dedos, uno a uno, hay un placer en ese acto, vibro, me agito, me excito.
Creo que hay pocas cosas que no me gustan tocar, lo gelatinoso me produce
ansiedad, y lo frío molestia.

Me llamo la atención que dentro del apartado del tacto se mencione al


cabello, algo que no me había percatado que también es parte del tacto y que
siempre estoy en contacto con él, cuando algo me llama la atención y deseo
ejecutar algo, me amarro el cabello es un ritual, de hecho me gusta mucho teñirlo,
y he sentido cuando he estado enferma que incluso el cabello duele, que en
realidad son los folículos. Así como el de los tatuajes, soy una persona tatuada,
que le encanta la sensación de las vibraciones de la máquina para tatuar, en
algunas partes duele, incomoda pero vale la pena al ver el resultado.

“El tacto nos permite encontrar nuestro camino en el mundo, en la


oscuridad o en otras circunstancias en que no podemos utilizar plenamente
nuestros otros sentidos”.2 Tener tacto para saber cómo movernos, para saber
cómo guiarnos, tacto para relacionarnos, tacto para entender, tacto para tocar a
otros y a mí.

2
Ibídem p.120
Gusto

El placer de comer, de saborear, de morder, de chupar. El don de cocinar


es agremiado en la sociedad, los festines eran un símbolo de gozo y victoria, en
nuestra sociedad reunirse a comer para estar en familia, aunque a veces eso
implique comer cosas que no nos agraden, o no disfrutar de lo que uno prueba.
Pienso y hago referencia a lo que Ackerman dice acerca del gusto que lo
probamos que nos gusta nos produce placer y que se encuentra en ella algo
sublime de una manera intensa, mientras que algo nos disgusta o es mal gusto
nos remite a una sensación de desagrado o molestia. Lo que probamos mediante
el gusto es una fuente de placer que cumple con necesidades fisiológicas y
emocionales importantes que nos remontan a memorias infantiles, no hay como
saborear un chocolate después de una ruptura amorosa, es consentirse, es una
sensación de calma, alivio, seguridad, una recompensa para sanar un cuerpo
triste.

Mientras leía las páginas del apartado del gusto, mientras observaba la
frase “La comida debe saber bien… debemos comer para vivir” 3 recuerdo que un
pasado no podía disfrutar de la comida o rechazarla cuando no me gustaba, era
como si suprimiera el poder de saborearla y me llegó a la mente que cuando iba
en la secundaria, mi padre cocinaba y mientras estábamos en la mesa, se
platicaba mucho y yo en muchas ocasiones no quería hablar o no podía, solo
quería que me dejaran comer tranquila, me hacía sentir inferior, y es cuando
entiendo que la memoria se relaciona con los sentidos, hasta que pasé por un
proceso terapéutico en el que disfruto la comida y puedo decir que algún sabor no
me agrada, también tiene que ver con el placer de hacerlo.

La lengua y nuestras papilas, pequeños sensores agrupados y diseñados


para identificar sabores. Una vez tenía tanta ansia por tomarme un café que no me
di cuenta de lo caliente que se encontraba y me queme la lengua, tuve esa
sensación de ardor por varios días, la comida me sabía diferente, incluso el pasar

3
Ibídem p. 157
saliva era una sensación extraña que no logro describir pero después de eso me
hizo más alerta sobre lo que consumo y bebo.

También el gusto es hacía el otro, incluso hemos dicho “te quiero comer”,
yo le he dicho, lo he sentido, es placentero esa sensación de comerse a alguien,
de degustarlo, más allá de una atracción sexual, o cuando alguien se nos antoja,
implica el gusto, el gozo. Lo relaciono con la práctica del festín, degustar una
galleta con cajeta en la soledad de mi cuarto, es consentirse, apapacharse, darse
placer y reconocer que siento placer al hacerlo, comer algo que me agrada y me
satisface me hace sentir plena, mejora la química de mi cerebro y aumenta mis
endorfinas.

Oído

Los sonidos son parte esencial de la vida, dependemos de ellos para


interpretar el mundo y también para comunicarnos con los otros.

Ackerman habla del corazón que oye, la escucha no sólo con el oído con
todo el cuerpo, menciona el canto de cuna de las madres, esa voz y melodías que
calman, que hacen que uno entré en paz; escuchamos con todo el cuerpo porque
somos tocados por vibraciones que son emanados por una fuente de sonido, ese
sonido viaja como una onda de moléculas que avanzan por el aire. Los sonidos
nos ponen en alerta, como lo sucedido el 19 de Septiembre, soy más receptiva a
las alarmas sísmicas, ese sonido lo tengo muy identificado y claro.

Mientras mi lectura iba avanzando, en mi mente recreaba los sonidos que


me agradan, y me di cuenta que algo que me atrae son los sonidos, no había
puesto atención en esa parte, empiezo a entender porque me agrada la música, o
incluso en el transporte público pongo atención en las platicas de los demás, las
vibraciones que producen los sonidos me emociona, las meditaciones con cantos
vibratorios me fascinan, me hacen llegar a estados de conciencia no ordinaria,
bueno eso creo yo; el sonido de los tambores cuando bailo danza afro; el sonido
del corazón de alguien cuando estoy cerca de él, oír mi corazón, mantener la
escucha activa, escucharme para poder escuchar a los demás. Aunque también
puedo notar que muchos sonidos a la vez me aturden, sonidos fuertes, agudos
que me llegan a lastimar, el silencio también forma parte de mi vida, creo que tiene
que ver con una fijación por escuchar mi ruido mental, pero sé que mi vida no
sería tan placentera si no escucho música, eso es lo que me ínsita a moverme, a
danzar, el sonido de la tierra, del movimiento terrenal, los sonidos de la naturaleza,
es espectro y la gama de vibraciones que componen una melodía.

Las palabras así como hieren también sanan, es la intención de nuestro


habla, y es la intención de cómo nuestro cuerpo las recibe, un regaño de mi madre
que me asusta o un elogió que me reconforta, en qué parte de mi cuerpo
resuenan, qué sonidos son los que me gusta hacer, hablarme para escucharme, la
música de mi cuerpo, de mis sensaciones y emociones.

Visión

Utilizamos los ojos para mirar, para observar que hay a nuestro alrededor,
pero no solo visualizamos con los ojos, la visión va más allá de observar con la
pupila. En efecto el primer órgano que utilizamos para ver son los ojos, pero hay
condiciones que nos llevan a mirar desde otro punto, se mira desde algo más
interno.

Con lo que me quedo de este apartado del libro es con eso que uno puede
mirar de distintas formas, e incluso no todos miramos igual, la luz que observamos
no es la misma para todos, podemos ver la energía y sentirla. Estamos en una era
visual, nos atacan con miles de estímulos visuales que no percibimos los más
esenciales, como me ocurrió en un practica de clase; sufro de agudeza visual,
tengo miopía y tenía que ver y observar a mis compañeros siendo parte de un
círculo, no tenía mis lentes, pero pude distinguir cada ser, cada esencia, los vi de
otra manera en la que no estaba acostumbrada.
Conclusiones

Me relaciono con el mundo mediante mis sentidos, las experiencias de la


clase me hicieron recordar, incluso llego a sentirme más abierta, más perceptiva,
más alerta a lo que siento, observo y lo que me es tocado, y como es que todos
los sentidos se congregan, no están separados, se conectan para vivir una
experiencia.

Experimento conmigo, soy un cumulo de sensaciones y emociones que me


permiten moverme, sentir, expresarme. Qué no podría hacer sino escuchara, sino
oliera y recordara aromas infantiles, o comer cosas que me produzcan placer, o
mirar desde otro sentido, mirar desde el corazón, con el alma, poner límites y
expresar lo que no me hace bien.

Literatura consultada

Ackerman D. (1993) Una historia natural de los sentidos. Anagrama,


Barcelona. pp. 360

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