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De esta forma, podemos establecer una clara distinción entre morfología y conciencia
morfológica, de manera que la morfología se adquiere con el desarrollo del lenguaje oral y la
conciencia morfológica se adquiere con el aprendizaje de la lectoescritura. Es importante tener en
cuenta que la conciencia morfológica está relacionada con el resto de habilidades metalingüísticas
y con el buen aprendizaje de la lectura, la escritura y la comprensión lectora (Kieffer y Lesaux,
2012b). Casalis y Louis-Alexandre (2000) consideran que los análisis morfológicos que realizan los
estudiantes en el último curso de infantil pueden predecir e influir en el nivel de lectura en los dos
primeros cursos de primaria.
Este es el caso del modelo para la educación ambiental que Avendaño (2013)
diseñó y lo hizo desde la perspectiva particular de la modificabilidad estructural
cognitiva de Reueven Feuerstein. Se propuso grandes alcances y se dirigió al
currículo, a los propósitos, a los contenidos y a las secuencias de aprendizaje
(Avendaño, 2013). Además, el citado autor suscribió dos clases de modelos
complementarios, los heteroestructurantes (de corte conductista) y los
autoestructurantes (aprendizajes significativos y mediados, constructivismo) que
fueron tomados por Avendaño de De Zubiría.
La conciencia lingüística es un fenómeno en desarrollo que implica aptitudes cognitivas de forma combinada
con aptitudes lingüísticas. Las posibles limitaciones en alguna de estas áreas condicionaría la emergencia de
dicha conciencia. La conciencia lingüística se asocia con la adquisición exitosa de la lectura y escritura
(Seymour, 1997), la cual hace posible a los estudiantes conocer los caminos que llevan del lenguaje oral al
escrito, a la vez que proporciona las bases para adquirir de forma más profunda la comprensión de las formas
y funciones del lenguaje oral.
Carlisle (1996) añade información descriptiva acerca del uso de la conciencia morfológica sobre palabras
complejas en producciones escritas de niños pertenecientes a segundo y tercer curso. Documentó la evolución
sufrida entre tales cursos en relación a las diferencias significativas existentes en la frecuencia con la que la
complejidad morfológica ha sido usada. Carlisle (1996) concluye que segundo y tercer curso son periodos
transicionales en los que los niños se encuentran consolidando sus conocimientos sobre inflexiones y están
comenzando a usar formas derivadas en su escritura espontánea. Cuando nos ceñimos a analizar la relación entre
conciencia morfológica y escritura en una lengua como el español, el cerco de estudios se reduce. Únicamente se
hace reseñable la investigación desarrollada por García y González (2006), en la que se refiere a la conciencia
morfológica como el mejor predictor del grupo edad en escritura.
Por otro lado, la relación existente entre conciencia morfológica y escritura no es tan clara, ya que no ha sido un
tema prioritario en investigación, aun cuando se sabe que es la conciencia morfológica, junto con la conciencia
ortográfica, la que incide de forma más positiva en el manejo de transformaciones verbales opacas (inflexiones y
derivaciones) o que suponen cambios fonológicos y/u ortográficos. Esto es más importante en lenguajes menos
transparentes como el inglés, pero se debe tener en cuenta el que pueda ser relevante para lenguas como el
español. Por ello, parece necesario proporcionar orientaciones y guías precisas acerca del desarrollo morfológico y
su papel en el ámbito de la escritura. En este sentido, las aportaciones en la revisión de Carlisle (2003) pueden
servir como punto de partida para futuras investigaciones acerca de la naturaleza y eficacia de una instrucción
explícita no sólo en lectura, como ella propone, sino también, y como se ha dicho, en la capacidad de escribir.
El modelo de De Beaugrande-Dressler
El análisis del texto propuesto por De Beaugrande-Dressler 1981 se sitúa
declaradamente en el ámbito de los estudios sobre el uso del lenguaje. Para los
autores, el texto es el resultado de un proceso comunicativo que no puede prescindir ni
de los aspectos más estrictamente lingüísticos ni de los aspectos relativos al contexto
de producción. Dicho proceso comunicativo está encaminado a comprender las
actitudes de quien lo produce y de quien lo recibe, así como el marco comunicativo.
El estudio de las unidades para el análisis del texto es una cuestión central en
la investigación. Sin embargo, ésta no presenta el fin primordial del planteamiento de
Beaugrande y Dressler en la lingüística general. Esto no significa que la lingüística
textual pertenezca necesariamente al dominio de la ejecución, si por ejecución se
entiende la sistematicidad y exclusividad que caracterizan a los eventos comunicativos
concretos. Al contrario, la investigación de los principios generales y de procesos
mentales subyacentes a la producción y recepción del texto nos conduce a una
"competencia de la ejecución", que en la ejecución encuentra su propia actualización.
El texto se define como una unidad comunicativa que satisface siete criterios
de textualidad: a) cohesión, b) coherencia, c) intencionalidad, d) aceptabilidad, e)
informatividad, f) situacionalidad, g) intertextualidad.
De ellos, los dos primeros se centran en el texto, (c) y (d) están orientados
hacia el hablante/escritor y el oyente/lector; (e) y (f) emplazan el texto en la situación
comunicativa y (g) hace referencia a la definición de los diversos TIPOS textuales.
1. La cohesión concierne al modo en que los elementos del texto están relacionados
entre sí "en superficie", tal como los percibimos. El grado de cohesión textual se
manifiesta en la sintaxis superficial del texto: la repetición de algunos elementos en
forma de pronombres, las paráfrasis, la unidad temporal-aspectual, los paralelismos
son todos ellos fenómenos que garantizan la cohesión del texto (el estudio más
completo sobre fenómenos de cohesión es obra de Halliday y Hasan 1976). Desde la
perspectiva de estudio de Beaugrande y Dress-ler, tiene sentido preguntarse cuál es la
función cognitiva de la cohesión textual. La mente humana tiene una capacidad
limitada de retener en la memoria operativa (o de trabajo) los elementos que percibe
por vía óptica o acústica. Estos elementos se organizan provisionalmente según su
distribución superficial y la importancia que les atribuye la sintaxis. No se analizan en
relación con los conocimientos del mundo depositados en la memoria humana. Los
instrumentos que garantizan cohesión al texto son medios que contribuyen a la
economía de la operación y permiten analizar de la forma más rápida posible el texto
en cuestión.
Así, por ejemplo, la distribución de los artículos determinado e indeterminado
ayuda al lector/oyente a buscar respectivamente atrás o adelante la información a la
que se refieren, mientras las distintas formas de anáfora referidas al sujeto gramatical
de la primera frase del texto siguiente permiten identificarlo como tema constante:
113. "Sobrevino de repente un elefante. El paquidermo avanzaba lentamente hacia
nosotros, que lo teníamos a poca distancia. Sólo cuando lo vimos dar media vuelta no
nos sentimos completamente a salvo. Un animal de esas dimensiones siempre produce
respeto".
2. La coherencia se manifiesta en un nivel más profundo mediante la
continuidad de sentido que caracteriza un texto. Esta continuidad afecta a la estructura
semántica y, en términos cognitivos, a la estructura lógica y psicológica de los
conceptos expresados.
Los conceptos que van apareciendo en el texto se elaboran en función del fin
que se persigue con ese texto, pero globalmente la elaboración procede de la
investigación de "centros de control", de los puntos estratégicos más importantes que
nos permiten entender la unidad y la continuidad del texto. Los centros de control más
probables son los conceptos primarios como objetos, situaciones, acontecimientos y
acciones. Después están los conceptos secundarios como el estado, el agente, el
objeto de la acción, la relación, el tiempo, el atributo, la localización, el movimiento, el
instrumento, la causa, la cantidad, la modalidad, etc.
Existen también esquemas que funcionan como centros de encuadramiento de
determinados conocimientos y que, por su alta frecuencia, se memorizan y permiten
efectuar alguna previsión sobre el sentido que deben recibir algunos conceptos
introducidos en el texto. Se trata de los "marcos" (por ejemplo, "fiesta de
cumpleaños") en los que se indican algunas relaciones típicas aunque no su frecuencia,
los guiones (por ejemplo, "en el restaurante") o también los esquemas fijos que
contienen información sobre determinadas secuencias de acontecimientos. Si un texto
proporciona un sentido mediante la interacción entre los conocimientos introducidos y
los conocimientos memorizados, el estudio de la coherencia textual se relaciona con el
estudio de la psicología del conocimiento y revela la naturaleza del texto como
producto de actividades cognitivas.
3. El tercer criterio de textualidad propuesto por De Beaugrande y Dressler, la
intencionalidad, se refiere a la actitud de quien produce un texto coherente respecto a
los objetivos que persigue o a la realización de un proyecto determinado.
4. El cuarto criterio, la aceptabilidad, se refiere al receptor; éste recibe un
texto claro y coherente, elaborado con una intención determinada, en un contexto
sociocultural concreto; si no sucede así, la comunicación resulta afectada. La
aceptación del receptor prevé: una tolerancia en determinadas alteraciones
comunicativas, así como la búsqueda de una cohesión y una coherencia allí donde
éstas parecen faltar.
Intencionalidad y aceptación son conceptos también presentes en el Principio
de cooperación formulado por Grice en 1975, según el cual un oyente es más propenso
a buscar significados implícitos que a juzgar un texto oscuro e incoherente.
5. El quinto criterio de textualidad es la informatividad. Con este término se
hace referencia al grado de predicción o probabilidad de determinados elementos o
informaciones que aparecen en el texto. La informatividad está vinculada
cognitivamente a la atención: los textos con mayor carga informativa requieren una
atención mayor que los textos fácilmente predecibles. Por otra parte, la elaboración de
un texto rico en información nueva exige mayor esfuerzo y resulta más interesante;
como consecuencia, en un texto de este tipo la coherencia y la cohesión requieren una
cierta cantidad de repeticiones (de la información introducida) para que la comprensión
no resulte dificultosa.
La estructuración de un texto está regida por un equilibrio justo entre
informaciones nuevas e informaciones conocidas.
6. La situacionalidad es el sexto criterio de textualidad y se refiere a la
importancia de un texto en el interior de una situación comunicativa concreta.
7. Finalmente, la intertextualidad pone en relación el texto con los demás
textos con los que establece relaciones de significado. Este criterio permite reconocer
el texto como perteneciente a un tipo determinado (por ejemplo, crónica deportiva,
ensayo crítico, entrevista, etc.).
Estos criterios se definen como principios constitutivos de la comunicación por
medio de textos: si no se satisfacen uno o más criterios, si la comunicación resulta
comprometida, el texto se considera un no-texto.
Existen también tres principios regulativos que no definen, sino controlan, la
comunicación textual:
1) la eficiencia, que depende del grado de compromiso que el texto exige a
los participantes;
2) la eficacia relativa a la capacidad del texto de crear una impresión en el
receptor y de favorecer el cumplimiento de un fin;
3) la propiedad, que es consecuencia de la relación entre el contenido
expresado y los modos en que se satisfacen las condiciones de textualidad.
http://www.psicothema.com/pdf/3877.pdf