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L a B ioética

en la E ducación
S ecundaria
LA BIOETICA EN LA
EDUCACIÓN SECUNDARIA

SECRETARIA GENERAL
DE EDUCACIÓN

INSTITUTO SUPERIOR
DE FORMACION
DEL PROFESORADO

This O n&

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M INISTERIO DE EDUCACION Y CIENCIA
SECRETARÍA GENERAL DF. EDUCACIÓN
Instituto Superior de Formación del Profesorado

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<S> SECRETARÍA GENERAL TÉCNICA
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INDICE

Origen, fundamentación y método de la bioética .................................. 9


Diego Gracia

El progreso responsable: bases lógicas y éticas de la investigación


clínica de sanidad....................................................................................... 51
Francisco J. De Abajo

Problemas bioéticos en el inicio de la vida: menores, anticonceptivos


y aborto........................................................................................................ 93
Lydia Fcito Grande

Problemas bioéticos en el inicio de la vida: ingeniería genética y


clonación....................................................................................................... 119
Lydia Fcito Grande

El final de la vida: esperar lo mejor, prepararse para lo p e o r ............. 151


Javier Júdez

Indice
Bioética ecológica ..................................................................................... 233
Diego Gracia

Ediciones del Instituto Superior de Formación del Profesorado........... 259

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ORIGEN, FUNDAMENTACIÓN Y MÉTODO
DE LA BIOÉTICA1

Diego Gracia
Profesor de Historia de la Medicina y Bioética I ’i
Universidad Complutense de Madrid

Origen, fundamento y método de la bioética


INTRODUCCIÓN

1. EL NACIMIENTO DE LA BIOÉTICA
1.1. Factores desencadenantes
1.1.1. El desarrollo espectacular de la biología
1.1.2. Toma de conciencia de los riesgos de la investigación
científica
1.1.3. Las nuevas técnicas aplicadas a la biomedicina
1.1.4. La emancipación de los pacientes
1.2. La recepción española

2. FUNDAMENTACIÓN DE LA BIOÉTICA
2.1. La experiencia moral
2.2. Momentos de análisis del acto moral
2.2.1. Los hechos
2.2.2. Los valores
2.2.3. Los deberes
2.3. La exigencia de responsabilidad moral
2.3.1. El peligro de los reducionismos
2.3.1.1. Reduccionismo técnico
2.3.1.2. Reduccionismo religioso
2.3.1.3. Reduccionismo jurídico
2.3.2. La virtud de la prudencia

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son los que vamos a analizar a continuación: el desarrollo espectacular de la


biología, la toma de conciencia de los riesgos de la investigación científica, la
aplicación de nuevas tecnologías a la biomedicina y la emancipación de los
pacientes5.

/. /. /. El desarrollo espectacular de la biología

Uno de los primeros factores que ha contribuido al nacimiento de la bioéti­


ca tiene mucho que ver con el desarrollo de la biología a partir de los años cuaren­
ta. Ninguna ciencia ha progresado lo que la biología en la segunda mitad del siglo
XX. Tanto ha sido así que ello ha dado lugar a la creación de la Biología molecu­
lar, la nueva disciplina que está permitiendo conocer a nivel molecular los meca­
nismos, tanto de la herencia como de la formación y desarrollo de los seres vivos.
Y aplicada al estudio de la información de la herencia, ha dado lugar al nacimien­
to de la Genética Molecular, que estudia, como se sabe, lo más pequeño en el orden
de la vida, esto es, las moléculas que contienen la información genética.

Los biólogos preocupados por la duplicación celular y por la generación


de nuevos organismos han intentado responder a varias preguntas: ¿existe un
programa de transferencia de la información genética?, ¿en qué parte de la célu­
la se localiza?, ¿cuál es su composición química?, ¿cómo funciona? Desde
comienzos del siglo XX, e incluso desde antes, los investigadores iban buscan­
do la base físico-química de la información genética, que, naturalmente, debía
estar en el interior de la célula. Y como las estructuras químicas constituyentes
de la materia viva son fundamentalmente tres, glúcidos, lípidos y prótidos, y las
estructuras más complejas son estas últimas, pensaron, equivocadamente, que
la información genética tenía que venir vehiculada por ellas. Esto desvió la
investigación durante décadas, hasta que en 1944, Avery, McLehod y McCarthy
descubrieron, trabajando con dos variantes fenotípicas del neumococo, que la
información de las diferencias fenotípicas se transmitía a través del ADN. Por
tanto, la base física, o mejor, química de la información genética estaba en los
ácidos nucleicos. Posteriormente, en 1952, Alfred Hershey y Martha Chase con­
firmaron este hallazgo. A partir de aquí todo sucedió muy rápidamente. En con­
creto, al año siguiente, en 1953, James Watson y Francis Crick descubrieron la
estructura del ADN, lo que proporcionó una buena información de cómo fun­
cionaba, etc. El progreso ha sido tan enorme que desde hace poco más de una
década el reto de la Genética molecular era obtener la secuencia completa del
genoma humano, esto es, descifrar todo el ADN y llegar a todo el patrimonio de
genes de la especie humana, tarea que está prácticamente terminada.

5 Cf. JONSON, A. R. The Birth ofBioetics. Oxford Univcrsity Press. New York, 1998

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1.1.4. La emancipación de los pacientes

Otro factor ligado al mundo de la medicina y que viene a complicar


todavía más lo anteriormente analizado es la mayor autonomía y capacidad de
decisión del enfermo. Ello tiene una incidencia directa en la conocida relación
clínica. Tradicionalmente, al menos desde los tiempos hipocráticos, el médi­
co se rigió por el hoy llamado criterio de beneficencia que ordena “favorecer,
o no perjudicar”8. En su interpretación paternalista, el médico actuaba de con­
formidad con su saber y siempre en beneficio del paciente, pero sin contar
con el paciente. Es más, según la ética médica tradicional, un buen paciente
era un buen obediente, es decir, aquel que escucha, asiente y obra en conse­
cuencia. La razón de esta tesis es que la enfermedad no sólo afecta al orden
físico, sino también al psicológico y moral.

fundamento y método de la bioética


Pues bien, todo esto comienza a cambiar hacia el último tercio del siglo
XX. La revolución comenzó esta vez no en los despachos sino en la calle, a
través de un fuerte movimiento en defensa de los derechos humanos de los
grupos que no los disfrutaban en plenitud. Fue el caso, en los EE. UU., de la
lucha que emprendió Martin Luther King en los años sesenta en favor de los
derechos civiles de los afroamericanos. En Europa este movimiento se hizo
sentir a través de las manifestaciones de Mayo del 68. No fueron las únicas
reivindicaciones, pero todas ellas han tenido un denominador común: la lucha
por la “libertad de algo” que no se tenía. Así es que fue la época de la “libe­
ración de la mujer”, de la “liberación de los animales”, de la “teología de la
liberación”, y también la “liberación de los enfermos”, incluso de los “enfer­
mos mentales”. Para lo que aquí nos interesa, y como consecuencia de esta
lucha, en 1969 se elabora el primer código de derechos de los enfermos. Es el
inicio de una nueva relación médico-paciente. A partir de aquí los enfermos
empiezan a reivindicar activamente el respeto de su condición adulta, y los
médicos asumen cada vez con mayor convicción que el enfermo puede deci­
dir sobre su cuerpo y su vida, al menos hasta cierto punto. Ese punto es el que
se intenta negociar precisamente a través del que se ha comenzado a llamar
desde entonces “consentimiento informado” y que ha venido a constituir el
nuevo modo de tomar decisiones entre el médico y el paciente. Ahora bien,
este cambio de paradigma no se hizo sin resistencia de los profesionales sani­
tarios. De hecho, el derecho al consentimiento informado ha sido ganado en
los juzgados, no en los despachos clínicos. Y este conflicto ha contribuido,
una vez más, al nacimiento de la bioética.

s Cf. HIPÓCRATES. Tratados Hipocráticos. Gredos. Madrid, 1985.

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Es importante tener claro este punto porque ha habido en torno a la des­


cripción de esta experiencia gran confusión. Frente a lo que se ha dicho a lo
largo de toda la historia, la experiencia moral no se reduce a ninguna otra expe­
riencia, por ejemplo, no se reduce a experiencia religiosa11. La experiencia
moral y la experiencia religiosa no son idénticas, sino distintas y, en algún
punto, hasta opuestas. La experiencia moral es la experiencia de la obligación,
mientras que la experiencia religiosa es la experiencia de la religación. En
ambos casos se trata de una “ligación”, pero de signo muy distinto. En la expe­
riencia religiosa las cosas se nos presentan como dones o dádivas, como aque­
llo que tenemos gratuitamente, sin haberlo merecido, en tanto que en la expe­
riencia moral esa presentación tiene más que ver con el mérito, con aquello que
uno ha hecho y que por lo tanto merece que se le retribuya. No es casual que
por lo primero uno dé “gracias”, mientras que por lo segundo exija “respeto”, o
“justicia”, si es que le han faltado a él o a ella.

En lo que sí coinciden ambas experiencias es en su carácter formal o tras­


cendental. Tanto la experiencia religiosa como la experiencia moral son estruc­
turas humanas formales. Quiere esto decir que se trata de dimensiones formal­
mente independientes de cualquier contenido. Así como los juicios, tal como se
estudia en lógica formal, se construyen según una estructura formal idéntica,
por ejemplo, “S es P”, aunque luego puedan ser muy distintos los contenidos
que soporte, cuando se trata de juicios morales esta estructura también está pre­
sente formal y sistemáticamente, en este otro caso en forma de “O”, por más
que los contenidos de esos juicios puedan diferir mucho unos de otros. Esta “O”
es la antes mencionada obligación. El ser humano está obligado a hacer su vida
y, en consecuencia, es lógico que se defina como un ser de obligaciones. Luego
habrá que ver qué obligaciones son éstas y cómo se elaboran, pero es claro que
una cosa es la dimensión formal o estructural de la obligación y otra los conte­
nidos concretos por los cuales optamos. Estos contenidos podrán ser muy varia­
dos, podrán estar expuestos al paso del tiempo o al cambio de lugar, pero ello
no es ninguna objeción al carácter imperativo de lo moral. Lo moral sigue
teniendo la misma estructura de la obligación, por más que los contenidos cam­
bien. Por otra parte, los contenidos está muy justificado que cambien puesto que
casi nunca están dados de antemano, ni de una vez por todas, sino que son algo
que el hombre tiene que ir justificando individual, social e históricamente en un
proceso de descubrimiento, invención, valoración y, finalmente, elección. Pero
no habría elección sin una previa obligación, es decir, sin una previa razón de
ser de lo moral como elección. Éste es el motivo por el que la libertad no es una1

11 Cf. más ampliamente en “Religión y Ética”. En GRACIA, D. Como Arqueros al blan­


co. Estudios de bioética. Triacastela. Madrid, págs.: 129-196.

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tos, al menos dos, pero generalmente muchos más. Así como los hechos son,
por así decirlo, únicos (o llueve o no llueve), los valores son diversos, es decir,
polares y plurales. Existe lo caro y lo barato, lo agradable y lo desagradable, lo
justo y lo injusto, lo elegante, lo bello, etc., etc. ¿Quiere esto decir que cada per­
sona percibe un valor distinto y que no coincidimos en ellos, o más claramente,
que no son objetivos? Cabe responder, ciertamente, que los valores no poseen la
objetividad de los hechos, pero aun así son bastante objetivos. Los hechos, en la
medida en que se definen como aquello que es observable para cualquiera, son
muy objetivos y de ellos apenas se discute. Los datos de percepción son casi
inapelables. Los valores, por el contrario, se discuten, pero la propia discusión
indica que si no tuvieran algo de objetivo no tendría sentido que se discutiera de
ellos. Cuando uno afirma que “Las Meninas es un cuadro bello”, no está dicien­
do únicamente que ese cuadro es bello para sí, sino que la cualidad “belleza” per­
tenece como atributo al cuadro y que por eso él lo ve bello. Si los valores no fue­
ran parcialmente objetivos sería absolutamente imposible la propia vida personal
en comunidad. Los valores suelen ser un descubrimiento compartido por mucha •§
•m m

gente y avalados además por la opinión de los más entendidos. e


q

De los valores surgen un tipo de juicios que se llaman juicios “valorati-


vos”. Los juicios valorativos se montan sobre juicios de percepción o de hecho.
Cuando decimos que “el pescado está caro” o “qué bonita mañana” estamos
haciendo juicios de valor. Ya hemos visto otros ejemplos anteriormente que nos
excusan ahora de mayores digresiones. Lo curioso es que, a pesar de ser juicios
fundados en una dimensión de la realidad más endeble y ser percibidos del
modo más sutil (preferentemente, por vía emocional), son los juicios más
importantes, aquellos en los que se nos va la vida. De ahí que un buen modo de
identificar valores, y a partir de ellos hacer juicios, sea a través de un experi­
mento mental o método que propuso Moore13 y que repite también Ortega14, y
quizá otros: un valor es aquello que si no existiera, faltaría algo importante; un
valor es aquello que se nos hace imprescindible. La verdad es que la importan­
cia de los valores es apenas señalada. Por ellos vivimos y por ellos morimos, o
incluso matamos. Los valores, que parecen lo más débil puesto que se asocian
con lo subjetivo, son nuestras señas de identidad, el volumen de nuestra intimi­
dad. Por los hechos somos iguales, por los valores nos diferenciamos y nos enri­
quecemos. Con los valores es con lo que forjamos nuestras vidas, con lo que
construimos nuestros sueños y, al fin, con lo que proyectamos nuestro mundo
de deberes. Los deberes son ahora soportados por los valores, igual que los
valores lo eran por los hechos.

13 Cf. MOORE, G. E. Principia Etílica. Crítica. Barcelona 2002, Cap. 6.


14 Cf. ORTEGA Y GASSET. J. “Meditaciones sobre el Quijote". En Obras Completas
/. Traurus. Madrid, 2005, pág 748.

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do de las ciencias naturales al campo de las ciencias sociales y así crear lo que
desde entonces se llamo “sociología positiva” y, por extensión, “positivismo”.
Como filosofía, el positivismo es insostenible y, de hecho, tuvo los días conta­
dos (no pasó del siglo que le vio nacer), pero en ciencia sigue floreciendo. La
idea es tan sencilla que el mismo Comte la ha sintetizado en la siguiente fórmu­
la: “Ciencia, luego previsión; previsión, luego acción”. Para actuar es preciso
prever, y prever es lo que hacen las ciencias naturales en su estudio minucioso
de los hechos. De ahí sus leyes y teorías predictivas. Las ciencias naturales per­
miten pronosticar el futuro. Por lo tanto, si se quiere elevar un saber a rango de
ciencia, ha de aplicarse el mismo método y el mismo reduccionismo. Es lo que
se ha hecho con la creación de las llamadas ciencias sociales. Los datos sociales
pueden tomarse como valores o no, porque los grupos sociales, como los indivi­
duos, tienen sus hechos y sus valores. Pero lo que el positivismo ha hecho, bien
que no Comte sino sus discípulos, es analizar los valores sólo en tanto que
hechos, convirtiéndolos de ese modo en datos científicos. Las ciencias sociales,
o las también llamadas ciencias de la cultura o del espíritu, estudian los valores,
pero no en tanto que valores, sino en tanto que puros hechos, y por tanto de modo
científico, reduccionista. A partir de este conocimiento de los hechos se cree
posible predecir lo que va a pasar con el ámbito de la población estudiado, y
actuar en consecuencia. Es curioso comprobar cómo el objetivo de la ciencia es
de tipo moral: predecir y actuar. Ahora bien, la ética, transformada en ciencia de
las costumbres, o de análisis de los valores morales en tanto que puros hechos
sociales, no es normativa sino descriptiva. Ahora ya sabemos lo que se quiere
decir: que tanto los juicios de deber como los juicios de valor se pueden reducir
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en estas ciencias a juicios de hecho. Esta es la tesis fundamental del positivismo,


al menos en algunos de sus representantes más doctrinarios: atenerse al “régimen
de los hechos” y desechar todo lo demás como superfluo.

A partir de aquí, la pretensión de toda actividad científica consiste en


analizar la realidad bajo el único prisma de los hechos. Al científico le dan páni­
co los valores y siente un gran prejuicio acerca de los juicios de valor. No se
ciñen a los esquemas cuantificacionales y por eso cree que son realidades sub­
jetivas de las que se puede prescindir. De ahí deduce que un buen análisis de los
hechos, que son los que nos predicen el futuro o las consecuencias, es suficien­
te para tomar decisiones. Tomar decisiones siempre es un acto moral, de elec­
ción o preferencia, pero el cientifico entiende que ese acto es un mero resulta­
do de un análisis de los hechos; por tanto considera que un problema moral
puede resolverse siempre mediante un buen análisis de los hechos. Conocidos
los hechos, conocida la decisión, cabria decir. Y si la decisión es ambigua se
debe a que los hechos no son suficientemente conocidos. Si de verdad lo fue­
ran, en hipótesis que el científico contempla siempre como horizonte, no seria
necesario nada más. Así razona el técnico o tecnócrata.
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en el sentido de que lo moral es más amplio que lo jurídico. En primer lugar, el


fin de la ética no es lo correcto o lo “justo”, sino lo bueno, o todavía más, lo
mejor, lo excelente; al menos así se viene repitiendo desde Aristóteles, y él
mismo considera que la amistad está por encima de la justicia. En segundo
lugar, la excelencia profesional no se puede imponer, sino promover. Es asi que
los conflictos morales son muchas veces conflictos de calidad profesional, no
conflictos jurídicos, por más que tengan esa apariencia. En estos casos nada nos
resuelve acudir a lo que dice la ley. En tercer lugar, y quizá lo definitivo, ¿no
entran también las leyes en conflicto? ¿No existe un conflicto de derechos y
deberes? ¿Basta con aplicar la ley? Si así fuera serían inútiles los tribunales de
justicia. Resulta que también en este orden cabe el conflicto, la ambigüedad, lo
razonable y lo que será el instrumento básico en la toma de decisiones moral, la
deliberación. En verdad habría que decir que este reduccionismo se produce por
una falta de adaptación del modo tradicional de resolver los conflictos morales
a los nuevos planteamientos exigidos por la nueva medicina.

2.3.2. La virtud de la prudencia

Por más vueltas que le demos, al final siempre acabaremos en lo mismo:


en el reconocimiento de que lo moral es la dimensión propia de las decisiones
humanas; y estas decisiones a veces son complejas, no simples. Fundamentar
no puede significar aferrarse a alguno de estos tres momentos analizados ante­
riormente, sucumbiendo a lo que hemos llamado “reduccionismos” del juicio
moral, tan peligrosos como frecuentes. Hemos tenido la precaución de hablar
anticipadamente de tres “momentos” del análisis del acto moral precisamente
para que se vea la jerarquía y dependencia que poseen los unos de los otros.
Tomados aisladamente, tienen un valor muy escaso como criterio moral. Quien
a pesar de ello así actúa, privilegiando hasta el extremo un momento a base de
anular los otros dos injustificadamente, supone, inadvertidamente, que un jui­
cio moral es del mismo carácter que aquello que lo soporta. Por ejemplo, quien
cree que sólo existen “hechos”, entiende que el juicio moral sigue siendo un
hecho más, lo cual es muy grave por las razones que ya hemos visto; quien con­
sidera lo religioso como valor determinante de lo moral, anula la especificidad
de esta experiencia, lo que significa confundir ambas, como ya hemos tenido
ocasión de ver; quien sólo apela a lo jurídico (al deber que se ha hecho norma
legal) para resolver los conflictos morales, desperdicia aquello que sigue sien­
do lo más admirable en el proceso formativo y el motor de cambio de las per­
sonas: la promoción y excelencia moral.

Pero todavía resta dar cuenta de otro gran equívoco no menos frecuente
aún a día de hoy en los debates éticos. Fundamentar tampoco puede querer decir
“demostrar” que determinados juicios morales son siempre ciertos y que todos
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algún modo de conseguirlo? Si hay alguno, ese modo debe llamarse “delibera­
ción”. La deliberación es, como vamos a ver, el método de búsqueda de la pru­
dencia.

3. EL MÉTODO DE LA BIOÉTICA

Hasta aquí quizá todo ha parecido muy teórico, pero era necesario tener
algunas ideas claras en torno a la construcción de los juicios morales. Al final,
saber cómo se construyen los juicios morales es poco más o menos lo mismo
que saber cómo se fundamentan. Pues bien, si fundamentar consistió en ir de lo
conocido a lo desconocido por el camino de la profundización en lo que son
hechos, valores y deberes, y sus respectivos juicios, hasta alcanzar eso que
hemos llamado responsabilidad moral, el método consiste ahora en hacer el
camino de vuelta, es decir, en poner en práctica lo que vamos a llamar “delibe­
ración”, como modo prudente y responsable de resolver los conflictos morales
planteados por las ciencias de la vida. En primer lugar, vamos a ver qué se
entiende por deliberación. Como el tema en ética se remonta por lo menos a
Aristóteles, aunque el origen del término es anterior, vamos a detenernos bre­
vemente en este autor, para luego analizar una definición actual de deliberación
y el motivo de su rehabilitación para la ética o la bioética en el siglo XX. En
segundo lugar, vamos a describir un procedimiento para la resolución los pro­
blemas morales; en concreto nos vamos a referir a un procedimiento de aplica­
ción en bioética médica, dado que un método, más allá de su conceptuación teó­
rica, siempre es un procedimiento específico para cada área de conocimiento.
Esa es la razón por la que restringimos el procedimiento a los conflictos de
ámbito médico, aunque a partir de ahí resulta fácil adaptarlo a otras disciplinas
prácticas.

3.1. La deliberación moral

La deliberación surge en la antigüedad griega con la pretensión de dar


mayor consistencia a las decisiones humanas. El término griego para delibera­
ción es boúleusis, y tiene un origen político. Se trata de un sustantivo común,
directamente relacionado con otro nombre propio, Boulé, una institución muy
antigua en Grecia que en la época de Homero significaba el Consejo de los
Ancianos, y en la época de Pericles el Consejo de los Quinientos. La Boulé era,
por tanto, una instancia de ponderación y consejo de carácter público. Parece
que fue Aristóteles el primero en emplear en un sentido técnico la palabra boú­
leusis para recordarnos por lo menos dos de sus características. La primera, que
no hay decisión sin previa deliberación. La segunda, que la deliberación con
uno mismo no es sino la forma interiorizada de la deliberación en común tal

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la muerte de Hegel ya no es posible entender la verdad como adecuación; tene­


mos que conformarnos con su desvelación. Esta desvelación es progresiva y
afecta a todas las cosas de la realidad. En lo que se refiere a las cosas huma­
nas, la fenomenología permitió descubrir las raíces objetivas del mundo emo­
cional, analizándolo en una dimensión nueva, y sus respectivos objetos, los
valores, las creencias, las tradiciones, etc. El sentimiento, que en la época anti­
gua fue considerado como una pasión o como un estado de ánimo, a partir del
siglo XVIII cobra rango de facultad, independizándose tanto de la facultad
intelectiva como de la volitiva, si bien es cierto que siguió considerándose
como una dimensión subjetiva en la percepción de la realidad. Finalmente, en
el siglo XX, precisamente gracias a la fenomenología, el sentimiento adquiere
las mismas funciones que las otras dos facultades: la de “actualizar” todo un
mundo de realidades “objetivas” llamadas “valores” en sentido muy amplio.
Esta aplicación de la fenomenología a la vida emocional es de extremada
importancia en el tema de la deliberación, porque permite fundamentar las
acciones humanas en el mundo del valor.

Siempre ha habido creencias, sentimientos, tradiciones, convicciones,


etc. pero todo ello pertenecía a un mundo oscuro y subjetivo que había que
doblegar y controlar. ¿Por quien? Por la razón, o por aquél que se creía que la
tenía, que solía ser el sabio o el gobernante, con el fin de imponérsela a los
demás. Lo que ahora sucede es que en las sociedades democráticas ya no caben
imposiciones, lo que significa que aumentan los conflictos, y por ello la nece­
sidad de deliberar. La deliberación tiene por objeto discutir sobre los valores
que nos diferencian, para ver los fundamentos de nuestras discrepancias y poder
llegar a acuerdos razonables. Se trata de volver a lo que hacía Sócrates, él con
las virtudes, ahora con los valores. En el discurrir del diálogo y la discusión, en
el intercambio de razones y motivos sin límites prefijados entre las partes, es
como se consigue la propia aclaración de nuestro mundo interior y la aclaración
del de los otros. Este ejercicio de apertura al otro, de escucha de su vida afecti­
va es aquí un procedimiento de purificación, de catarsis emocional. Si lo que yo
pienso es que mi creencia es la correcta y que todos los demás están equivoca­
dos, no hay modo de deliberar ni de entendernos. Las sociedades plurales no
asumen hoy esta actitud numantina. Es preciso hacer una profunda revisión de
nuestras creencias y valores, someterlas a un común proceso de autoevaluación
o autoanálisis. En esto consiste ahora la deliberación. Pero esto hace que la deli­
beración tenga ahora un alcance muy distinto al tradicional.

En la antigüedad sólo deliberan los líderes o los gobernantes, incluso en


el caso de Homero o de Aristóteles. Dice Aristóteles, por ejemplo, que, cuando
tenemos un problema, preguntamos al entendido: si se trata de salud, al medi­
co; si se trata de la guerra, al estratega; etc. La deliberación es una virtud que

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interrogativa. Por ejemplo, ¿hasta dónde llegan las obligaciones del


médico en este caso? Se entiende entonces que un problema siempre
es una dificultad o duda.

2. Identificación del problema moral fundamental. Como no es


posible discutir todos los problemas morales enumerados, lo mejor es
elegir uno o dos fundamentales en cada caso o sesión deliberativa.
¿Quién dice cuál es el fundamental? Normalmente el que presenta el
caso, aunque pudiera haber otro tipo de criterios.

3. Identificación de los valores en conflicto que subyacen al proble­


ma. Como hemos definido un problema moral como un conflicto de
valores, es preciso ahora identificar los valores en conflicto que hay
en el interior de ese problema. Esto nos facilitará la corrección de los
siguientes pasos que hemos de recorrer. Por eso aquí nos jugamos la
orientación del resultado final. Un conflicto mal definido en este
punto nos puede llevar por derroteros muy distintos y hasta opuestos.
Puede incluso hacernos perder la esencia del caso. Es fundamental
centrar en este punto el conflicto de valores.

c) Deliberación sobre los deberes.

1. Identificación de los cursos de acción extremos. Si el conflicto de


valores es real y positivo, un curso extremo es aquel que, optando por
un valor (de los dos que hemos identificado como conflictivos), lesio­
namos completamente el otro; de ahí que se llamen cursos extremos.
Es importante sacar a luz estos cursos, puesto que son los más impru­
dentes y, por tanto, aquellos por los que nunca deberíamos optar.

2. Identificación de los cursos de acción intermedios. Cursos inter­


medios son todos aquellos que se mueven desde ambos extremos
hacia el centro. Tiene dos objetivos este punto. Como la prudencia
suele ser un término medio, centrar máximamente los cursos de
acción, es decir, intentar salvar de la mejor manera los valores en con­
flicto es siempre un objetivo esencial. Por otro lado, es el momento
en el que se pasa de interpretar el problema de modo dilemático (caso
de los cursos extremos) a interpretarlo de modo problemático. Dar
este paso es fundamental. Si un problema no tiene ninguna salida es
una tragedia, si tienen dos salidas es un dilema. Un dilema siempre es
un problema mal planteado porque en todo conflicto hay por lo gene­
ral más de dos únicos cursos de acción, que sería lo propio del dile­
ma. Por eso hay que intentar buscar varias salidas, siempre interme-
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BIBLIOGRAFÍA

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no obstante, que problemas graves como el descrito son afortunadamente muy


poco frecuentes. En el periodo 1992-2000, por ejemplo, se habían comunicado en
el Reino Unido 171 casos de acontecimientos adversos graves entre los 81.471
voluntarios sanos participantes (0,21%) en ensayos de fase I. Pero es precisamen­
te este riesgo, poco frecuente en términos globales, pero en absoluto despreciable,
lo que hace especialmente problemática desde un punto de vista ético la investiga­
ción en seres humanos. A propósito de este episodio, Jeffrey M. Drazen. editor del
New England Journal o f Medicine, una de las revistas médicas más relevantes del
mundo, hacía el siguiente comentario3.

“£« la medida en que continuemos manipulando la biología de nuevas y


diversas maneras, probablemente no vamos a poder evitar que ocurran
estos incidentes. Debemos hacer lo posible para minimizar el riesgo,
pero la salud futura de la población mundial exige que no dejemos que
estos acontecimientos adversos pongan fin al progreso médico. Debemos
tratar a aquellos que se exponen al riesgo con respeto y el máximo cui­
dado, pero el trabajo debe continuar. El problema es que sin gente que
esté dispuesta a exponerse a un riesgo para avanzar nuestro conocimien­
to, nos quedaríamos paralizados en nuestro estado actual de entendi­
miento ”.

Y éste es, en esencia, el principal problema que plantea la investigación:


¿hasta qué punto es correcto que unos pocos miembros de la sociedad “se sacri­
fiquen” con el fin de obtener un conocimiento útil para el avance de la ciencia
y, en consecuencia, para el beneficio de la sociedad? Dicho de otra manera:
¿Tiene la sociedad derecho a reclamar ese sacrificio? como parece apuntar
Drazen. Es innecesario recordar que los avances de la investigación médica han
sido colosales en la última centuria, y que muchos de ellos no se podrían haber
conseguido sin la investigación en/con seres humanos, pero ¿es el progreso una
obligación? ¿existe una suerte de contrato social que nos compromete a todos?
¿o, simplemente, la participación es cuestión de “buenos samaritanos”? Y si así
fuera, ¿qué hace la sociedad para protegerles, o debemos confiar en que el
investigador clínico va a respetar escrupulosamente un código de ética profesio­
nal? No están lejos los días en los que determinados investigadores trataron a
seres humanos, muchos de ellos vulnerables, como verdaderos “cobayas”, ape­
lando a un bien social superior: deficientes mentales, presos, ancianos en esta­
do terminal, minorías raciales, analfabetos... Los experimentos atroces realiza­
dos por los médicos nazis con los presos de los campos de concentración, tra­
tando de obtener un conocimiento sólo útil para sus fines ideológicos o milita-

3 DRAZEN, JM., “Volunteers at Risk”. N Engl J Med 2006; 355. Accessible en


http://www.nejm/org Doc 10.1056/NEJMe068175.

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directo para el sujeto de investigación (incluso superior al que podría obtener


fuera de la investigación), y que, por tanto, dichas investigaciones pudieran
tener una consideración ética más favorable que aquellas que no tienen perspec­
tiva alguna de beneficio, como tendremos oportunidad de ver. Lo único que se
afirma es que si es investigación, el beneficio de dicho tratamiento está por
demostrar, y eso debería conocerlo el paciente.

Las prácticas clínicas pueden considerarse divididas en dos grandes grupos:


las prácticas clínicas validadas y las no validadas. Las prácticas clínicas validadas
son aquellas cuyo resultado se puede predecir razonablemente porque existen pme-
bas objetivas de su rendimiento (eficacia, seguridad, eficiencia), mientras que las
prácticas clínicas no validadas serían aquellas cuyo rendimiento no ha sido proba­
do y se carecen de datos objetivos que lo avalen7 (figura 1). El estado de estas últi­
mas debería ser transitorio mientras se concluye el proceso de validación que no
sería otra cosa, pues, que la propia investigación clínica. Son múltiples las prácti­
cas clínicas dentro de la Medicina ortodoxa que carecen de una validación apro­
piada, pero aún son mucho más frecuentes en las llamadas medicinas alternativas
(“homeopatía”, “osteopatía”, “medicina naturista” etc.).

Esta distinción entre investigación clínica y práctica clínica sirve concep­


tualmente también para diferenciar entre investigación y práctica de la salud públi­
ca, cuando el objeto de ambas afecta a comunidades enteras no a individuos (la
fluoración o la cloración de las aguas que se suministran a una ciudad), o entre
investigación y práctica de enfermería cuando el objeto de ambas son los cuidados
específicos que proporciona este grupo de profesionales sanitarios8.

Ahora estamos en mejor disposición de entender que la ejecución de una


práctica no validada, por ejemplo la administración de un tratamiento todavía no
probado y, en este sentido "experimentar, en un individuo concreto, con la inten­
ción primaria de procurarle un beneficio, es verdad que incierto, pero tal vez jus­
tificado moralmente cuando se dan una serie de condiciones, no constituye una
investigación en sí mismo, sino un tipo excepcional de práctica clínica que en
muchos países, entre ellos España, tiene una tipificación legal: uso compasivo de
una terapéutica (figura 1). Insistimos, esto no excluye la posibilidad de que de
esta experiencia pueda desprenderse secundariamente un cierto conocimiento,

7 LEVINE, Op. cit.y págs. 3 y 10.


8 Es posible que el lector haya reparado en que hemos dejado fuera de las definiciones
dadas, a algunas investigaciones que también se realizan en seres humanos pero no
tienen fines médicos, sino en las que se investiga la conducta psicológica o sociológica
de los individuos o de las comunidades. Este tipo de investigación no va a tener un
tratamiento específico en este capítulo, pero en sus lincas fundamentales lo que
afirmemos para la investigación clínica será con seguridad de aplicación también para
ellas.

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(fisiología) y crear en el laboratorio modelos animales de enfermedad que per­


mitan el desarrollo de nuevos tratamientos.

Este modelo determinista vino a consolidarse con el descubrimiento, en la


segunda mitad del XIX, de los agentes microbianos como causa de las enferme­
dades infecto-contagiosas. Pero con el paso del tiempo se vio que este modelo era
demasiado simplista: las enfermedades en general (y por extensión cualquier otro
fenómeno natural) no podían explicarse sólo por una causa cierta, sino más bien
por una constelación de factores o causas componentes12. Por ejemplo, la inci­
dencia y la mortalidad de la tuberculosis, fue descendiendo desde finales del siglo
XIX, mucho antes de que se dispusiera de tratamientos específicos contra la
enfermedad (la estreptomicina, el primer medicamento efectivo para el tratamien­
to de la tuberculosis se introduce a finales de la década de los cuarenta para el tra­
tamiento de la tuberculosis pulmonar). Por otra parte, se constataba que no todas
las personas expuestas al bacilo de la tuberculosis desarrollaban la enfermedad, es
decir, no era suficiente. Todo ello hizo pensar que además del agente microbiano,
ciertamente la causa necesaria para el desarrollo de la tuberculosis, era necesaria
la presencia de otros componentes (desnutrición, hacinamiento, disminución de la
inmunidad...), algunos de los cuales, además, no tenían sólo un carácter estricta­
mente biológico.

Las relaciones de los agentes con las enfermedades no son relaciones cau-
sales, sensu stricto, sino relaciones factoriales. La presencia de un factor aumen­
ta el riesgo de contraer la enfermedad, pero no la determina por sí solo. Por tanto,
se acabó concluyendo, el modelo determinista monocausal era una quimera. Sólo
los modelos mu!ticausales explican el fenómeno de enfermar. Y en ellos caben
muchas posibilidades: no sólo una misma enfermedad puede reconocer diversos
factores causales, que además deben estar presentes para constituir una causa
suficiente , sino que éstos pueden participar en la aparición de otras enfermeda­
des, es decir no son específicos de la enfermedad*2. Ante esta complejidad, la
única aproximación epistemológica válida es el razonamiento probabilístico: un
factor será causa de una enfermedad cuando en su presencia la probabilidad o el
riesgo de enfermar aumente. De ahí que se prefiera el término "factor de riesgo”
al de causa. En la misma línea, un medicamento sólo se considerará eficaz cuan­
do en su presencia se reduce la incidencia de la enfermedad (prevención) y/o
aumenta la probabilidad de curación o cualquier otra variable de resultado rele­
vante, respecto a un control sin la presencia de dicho medicamento. El conoci­
miento de la fisiopatología de una enfermedad orienta la investigación y el des-

12 ROTUMAN, K„ GRLENLAND. S., “Causation and Causal Inference”. En:


Rothman, K., Greeland, S., cds., Lippincott-Raven., Philadelphia, 1998, págs.: 7-28.
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Las implicaciones éticas que tiene este cambio de paradigma son eviden­
tes: tradicionalmente la actuación del médico sobre un sujeto enfermo se ha
venido justificando desde la “intención del beneficio”. Bastaba con que el
médico tuviera esa voluntad de beneficencia para entender que estaba proce­
diendo correctamente. Si la intervención en realidad estaba causando más daño
que beneficio era algo que no se podía conocer ni nadie exigía. Ahora no. La
práctica de la Medicina ya no puede justificarse éticamente (ni legalmente) sólo
con la intención del beneficio, ahora se precisa, además, que las intervenciones
que se realicen estén validadas por la comunidad científica a través de procedi­
mientos de investigación clínica que permitan obtener pruebas objetivas de que
el balance beneficio-riesgo es favorable16.

Por otra parte, la socialización de la Medicina y la toma de conciencia de


que los recursos sanitarios son limitados, ha hecho aún más imperativo, por
razones justicia, que dichos recursos se empleen solamente en lo que está pro­
bado como eficaz, y si hay más de una opción, elegir la más eficiente (es decir
la que tenga mejor relación entre efectividad y coste). Un uso racional de los
recursos es el que consigue la satisfacción de una necesidad del usuario con el
menor coste de oportunidad posible17. Es un discurso antiguo, pero que todavía
sigue teniendo muchos adeptos entre la clase médica, el de apelar a la “libertad
clínica” como un medio de escapar a dicho deber, pero este discurso hoy ya no
es defendible desde un punto de vista técnico, económico ni ético18.

2.3. El ensavo clínico aleatorizado

El conocimiento empírico basado únicamente en observaciones indivi­


duales está expuesto a numerosos errores, entre ellos la falacia post hoc ergo
propter hoc, es decir, la sucesión temporal de dos fenómenos A y B no indica
necesariamente que el primero (A) sea causa del segundo (B). Aunque la repe­
tición de la observación refuerza en alguna medida la posible relación causal,
en absoluto la confirma: la noche sucede al dia y no podríamos decir que éste
sea su causa. Del mismo modo, si después de administrar un medicamento se
observa un fenómeno, no necesariamente se debe concluir que el medicamento
haya sido la causa, ya que podría ser producto del azar o tal vez debido a facto­
res que se asocian a la vez con el medicamento y con el fenómeno y por eso
hacen parecer a éste como la causa. Por ejemplo, hace unos años hubo un gran

16 GRACIA . 1998, Op. cCit., págs. 77-110.


17 CARBALLO. F., JÚDEZ, J„ DE ABAJO. F.. VIOLAN.. C., “Uso racional de recur­
sos”. En: Gracia, D., Júdcz, J., eds.. Etica en la práctica clínica. Triacastclla. Madrid,
2004.
18 HAMPTON, J., “The end of clínica! frccdom”. BMJ 1983; 287: 1237-1238.
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do en el año 1978 por la Comisión para la protección de los sujetos huma­


nos sometidos a investigación biomédica y del comportamiento, creada en
el año 1974 por el Congreso de los Estados Unidos de América, a raíz del
escándalo social que originó la publicación de algunas investigaciones que
constituyeron verdaderos abusos contra los derechos humanos.
Posteriorm ente, Beauchamp y Childress en su libro Principies o f
Biomedical Et/iics, de 1979, la desarrollarían con amplitud y la propondrí­
an para la valoración ética de cualquier problema biomédico. Es lo que se
conoce en el mundo de la bioética como la “teoría principialista”, sin duda
una de las más influyentes en este movimiento2122.

El hecho de que la formulación de la teoría principialista haya sido bas­


tante reciente, no significa, por supuesto, que los principios no estuvieran en la
conciencia moral de los médicos, y de la sociedad en general, con antelación,
pero también es verdad que no se “descubrieron” todos al mismo tiempo. Los
primeros de los que se tuvo conciencia en Medicina fueron los de no-maleficen­
cia y beneficencia. En ellos se fundó la ética de la Medicina durante siglos,
constituyendo lo que hoy se conoce de un modo peyorativo como “paternalis-
mo médico” (“lodo en beneficio del enfermo pero sin contar con el enfermo”).
Ya a finales del siglo XIX y comienzos del XX comienza a hacer su aparición
el principio de autonomía, incorporándose el consentimiento informado como
instrumento práctico que permite su realización. Y hay que esperar al último
cuarto del siglo XX para ver aparecer con claridad el principio de justicia, que
exige una distribución equitativa de las cargas y beneficios de la investigación.

Se pueden distinguir asi tres periodos en la historia ética de la investigación


clínica, como ha señalado Diego Gracia2’’. Un prim er periodo que abarcaría
desde la antigüedad hasta finales del siglo XIX, y que estaría marcado esencial­
mente por dos signos: 1) una ética guiada por el principio ele beneficencia: la
intervención sobre el cuerpo de un ser humano vivo solo puede justificarse si se
hace en su beneficio, quedando excluida, por inmoral, cualquier intervención con
el propósito primario de conocer; ésta solo se admite en animales, cadáveres y,
durante algunas épocas y en ciertas condiciones, en condenados a muerte (“cadá-

21 The National Commission for the Protcction of Human Subjects of Biomedical and
Behavioural Research. The Bclmont Rcport - Etílica! Principies and Guidclincs for the
Protcction of Human Subjects of Research. Washington D.C.: Department of Health,
Education, and Welfarc, 1979.
22 BEAUCHAMP. TL., CI1ILDRF.SS JF„ P rincipies o f B io m ed ica l E lliics. Oxford
Univcrsity Press,. New York, 1994, (4*" cd.).
22 GRACIA, 1998, Op. c it ., págs.: 77-110. La historia de los principios está magnífica­
mente descrita en la obra de Gracia, D., F u n d a m en to s d e B ioética. Eudema Universi­
dad. Madrid, 1989.

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el código de Nuremberg defiende esencialmente los derechos de los sujetos


sometidos a investigación, la Declaración de Helsinki sostiene la autorregula­
ción del médico como el puntal fundamental del control ético de la investiga­
ción. Este criterio se modificará radicalmente a comienzos de la década de los
setenta cuando el malestar social por los abusos cometidos, especialmente en
grupos vulnerables (niños, presos, deficientes mentales, minorías raciales...),
se hace ya insostenible. Son famosas las denuncias que realizan Henry K.
Beecher32 en los Estados Unidos y Maurice H. Pappworth33 en el Reino
Unido. Especial notoriedad tuvo el estudio de la sífilis deTuskegce (ciudad del
estado sureño de Alabama) realizado por el Servicio de Salud Pública nortea­
mericano y que mantuvo sin tratamiento durante cerca de 40 años a varios cen­
tenares de pacientes con sífilis, todos ellos de raza negra, pobres y analfabe­
tos. Esta denuncia realizada por la periodista Jean Heller en el N e w York T im e s
el 26 de julio de 1972, puso fin a la confianza de la sociedad en la autorregu­
lación de los médicos3435.

Se da así comienzo al tercer periodo marcado por el control público de


la investigación, su regulación desde un punto de vista legal, la supervisión de
la misma por parte de comités plurales (que incluyen no solo a personal sanita­
rio), la incorporación del p r in c ip i o d e j u s t i c i a a través de una selección equita­
tiva de la muestra de sujetos que van a formar parte de la investigación (¿por
qué sólo negros, pobres y analfabetos en el estudio de la sífilis si la enfermedad
afecta también a otros sectores?) y, en fin, la formulación de la moderna teoría
ética de la investigación biomédica con seres humanos a partir del In fo r m e
B e lm o n t. Este es el período que actualmente estamos viviendo y que lo inicia­
mos en el año 1974, cuando aparece la primera regulación con fuerza legal en
los EE.UU., y a partir de aquí en todo el mundo desarrollado (en España se pro­
mulga la primera normativa legal en el año 1978). Dentro de este periodo cabe
destacar la modificación sustancial de la Declaración del Helsinki en el año
2000, ajustándose a concepciones modernas de la investigación33 y la publica­
ción de las D ir e c tr ic e s I n te r n a c io n a le s C I O M S 36 que hacen especial hincapié en

32 BEECHER, I IK., ‘‘Etliics and clinical research”. N E n g l J M e d 1966; 274: 1354-


1360.
33 PAPPWORTH, MH.,. H um an G uinea P igs: E xp erim en ta d o n on m an. Beacon Press,
Boston, 1968.
34 Para una relación completa de los experimentos y del contexto social véase JONES,
JH., lia d B lo o d - The Tuskegee S yp h ilis E xperim ent. The Free Press. New York. 1993;
la relación de este experimento con las ideas racistas entre los médicos norteamericanos
está estudiada en Brandt, AM., “Racism and Research: The case of the Tuskegee
Syphilis Study”. H a stin g s C en ter R ep o rt 1978; 8: 21-29.
35 DE ABAJO, FJ., “La Declaración de Helsinki VI: Una revisión necesaria, pero ¿sufi­
ciente?”. R ev E sp S a lu d P ública 2001; 75: 407-420.
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terapéutico para enfermedades que no tenían ninguno, o los existentes


eran poco eficaces o muy tóxicos. Los resultados se compararían con los
registros históricos de la evolución de la enfermedad (es decir, un “con­
trol histórico”). Así se introdujo, por ejemplo, la penicilina en la clínica
humana y, más modernamente, algunos tratamientos para enfermedades
de pésimo pronóstico, como las enfermedades infantiles de depósito (en
las que el niño no produce una enzima necesaria para la degradación de
ciertas sustancias; dicha enzima es producida por ingeniería genética y se
le suministra desde fuera). Pero la validez científica de estos ensayos
depende de que la historia natural de la enfermedad tenga poca variabili­
dad y que el efecto de la intervención sea considerable, siendo el resulta­
do sin tratamiento predecible (por ejemplo, se sabe que los niños con
enfermedad de Pompe, una enfermedad en la que se acumula el glucóge­
no en órganos vitales, no superan el primer año de vida en su forma más
grave). Obsérvese, no obstante, que siempre se habla de beneficio poten­
cial, evaluado a p r io r í. Nadie, por supuesto, puede asegurar que el resul­
tado final vaya a ser beneficioso, podría incluso ser perjudicial. No obs­
tante, todos o la mayoría consideraríamos racional formar parte de una
investigación de este tipo, una vez agotadas todas las vías no experimen­
tales. Se asume, finalmente, que el riesgo que asume el paciente con el
nuevo tratamiento es proporcionalmente inferior al beneficio potencial.

2. L a in v e s tig a c ió n q u e n o g a r a n tiz a a to d o s lo s s u je to s u n b e n e fic io


p o t e n c i a l s u p e r i o r a la s a lte r n a tiv a s e x is te n te s , p e r o a l m e n o s s i g a r a n ­
tiza , a to d o s lo s s u je to s d e in v e s tig a c ió n , q u e e l b e n e fic io p o t e n c i a l n o e s
in fe r io r a l d e la p r á c t i c a c lín ic a h a b itu a l y e l r ie s g o e s p r o p o r c io n a l.
Dentro de este grupo estarían todos los ensayos clínicos aleatorizados en
los que un nuevo tratamiento se compara con el tratamiento estándar.
También podrían incluirse los ensayos clínicos controlados con placebo
cuando no existe ningún tratamiento disponible considerado como váli­ S
CJ
do. En ambos casos el criterio ético fundamental es que exista c lin ic a l
e q u ip o is e 44 (que podríamos traducir al castellano como “equipondera- &
ción clínica”). Se dice que existe equiponderación clínica cuando la
comunidad científica no tiene razones válidas para considerar que un tra­
tamiento es superior al otro. Ninguno sería, por tanto, preferible.
Obsérvese que solo la preferencia colectiva de la comunidad científica es
la que cuenta, no la preferencia individual del médico. Insistimos que el
beneficio potencial se evalúa a p r io r i. Podría ocurrir que al final el nuevo
tratamiento demostrara ser superior, equivalente o inferior al comparador,

44FREEDMAN, B., “Equipoise and the cthics of clinical rcscarch”. N E n g l J M ed.


1987;317:141-5.

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Fi .masco J. de Abajo

de un cuerpo político cuya existencia beneficiaría a todos... Las obliga­


ciones [que de aquí emanan] son mutuas y generales: nadie está señala­
do para un sacrificio especial

En este punto Joñas aclara que solo en circunstancias especiales, cuando


la supervivencia de la sociedad estuviera en peligro, cabría la posibilidad de
exigir un sacrificio especial. Es el caso de las guerras, al menos, de las guerras
justas, donde la mayoría hemos aceptado el reclutamiento. Pero el problema de
la investigación médica es que no puede considerarse, en general, que esté
orientada a evitar catástrofes sino que tiene una finalidad “meliorativa”, es
decir, va destinada a mejorar las condiciones de vida actuales. Evitar el mal es
más exigente desde un punto de vista moral que promover el bien. En este caso,
el contrato no da cobertura al sacrificio, la sociedad no puede exigir el sacrifi­
cio de unos por el bien de todos. Solo en circunstancias de una grave epidemia
que amenazara nuestra existencia, y la investigación fuera necesaria para poder
enfrentarla, se justificaría dicho sacrificio59:

“A menos que la situación actual fuera intolerable, el fin meliorativo es


gratuito...!Vuestros descendientes tienen derecho a que no les dejemos un
planeta saqueado: pero no tienen derecho a que les dejemos curas mila­
grosas. Cometemos un falta contra ellos si con nuestro quehacer destrui­
mos su herencia...no faltamos si para el tiempo en que ellos vengan la
artritis no ha podido ser vencida ".

Cabe argumentar, no obstante, que los resultados de algunas investigacio­


nes médicas, tal vez incluso de muchas, son aplicables dentro de una misma
generación y que, por tanto, los propios sujetos de investigación y sus coetáne­
os podrían beneficiarse de ello. Por otra parte, dado que no cabe ejercer la
Medicina de un modo correcto sin tener pruebas de eficacia y seguridad de las
intervenciones que se utilizan, podríamos acabar aceptando nuestra participa­
ción en investigaciones clínicas dentro de un hipotético contrato (y en conse­
cuencia se nos podría exigir de algún modo), porque, de lo contrario, la
Medicina haría más daño que beneficio: la ignorancia sería peor. Pero esta argu­
mentación sería sostenible si los riesgos de la investigación estuvieran a priori
uniformemente repartidos y nadie saliera especialmente perjudicado. Esto ocu­
rre, por ejemplo, en los supuestos 1,2 y 5, pero difícilmente serviría para inves­
tigaciones de los tipos descritos como 3 y 4, dado que en éstos se persigue un
fin meliorativo y se exige un sacrificio especial. Y de nuevo, ¿cómo justificar
que unos pocos estén llamados a ejercer un sacrificio especial? En consecuen­
cia, no cabe argumentar la existencia de una obligación a participar en investi­

do JOÑAS, Op. cit., págs. 230-231.

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legal). En cambio, los segundos son de gestión privada y conforman el ideal de per­
fección que cada uno quiere alcanzar. Deberes del primer tipo son, por ejemplo, “no
matar” o “no mentir” o también el de “contribuir proporcionalmente con nuestra
renta al bien común a través de los impuestos”. Del segundo tipo serían los deberes
de “atender a los necesitados” o de “ejercer la caridad”. Esta distinción le ha servi­
do a Diego Gracia para elaborar una teoríapríncipialista jerarquizada en la que los
cuatro principios de la bioética no se encuentran al mismo nivel55. En un nivel supe­
rior (nivel 1) estarían los principios de justicia y no-maleficencia; ambos establece­
rían el marco de los deberes perfectos (los mínimos morales). En un nivel inferior
(nivel 2) se encontrarían los principios de autonomía y de beneficencia y establece­
ría el perímetro de los deberes de virtud o supererogatorios (los máximos mora­
les)56. La teoría establece que los principios de nivel 1 prevalecerían sobre los de
nivel 2 en caso de conflicto. De acuerdo con esto, no sería posible justificar una
investigación maleficente o injusta, aunque tuviéramos el consentimiento del suje­
to de investigación. No obstante, la teoría contempla además de este momento deon-
tológico (el de los principios), un momento teleológico en que el se evalúan las con­
secuencias de las acciones en cada caso particular. Cuando las consecuencias de la
aplicación de los principios, en un curso de acción concreto, son peores para la dig­
nidad del ser humano que las derivadas de su no aplicación, estaríamos en condi­
ciones de justificar una excepción a los principios. De lo cual se concluye que los
principios del momento deontológico no serían absolutos. Sólo el canon de la mora­
lidad o sistema de referencia moral, en el que se encontrarían principios formales
del tipo “todos los hombres son iguales y tiene derecho a igual consideración y res­
peto”, o el imperativo categórico kantiano en sus diferentes formulaciones, tendrí­
an un carácter absoluto.

Tratando de aplicar esta teoría al ámbito específico de la investigación con


seres humanos, es fácil ver que el nivel 1 de los principios es el propio de la socie­
dad y del investigador (la sociedad se haría presente a través de los Comités de eva-

55 Esta teoría está desarrollada en diversos lugares, pero fundamentalmente en dos:


GRACIA, D., F u n d a m e n to s d e b io é tic a , . Eudema Universidad,. Madrid, 1989, y GRA­
CIA, D., P ro ced im ien to s d e d ecisió n en ética clínica. Eudema Universidad,. . Madrid,
1991. La aplicación práctica de la teoría puede verse en ÁLVAREZ, JC.,
“Procedimiento y metodología de la decisión”. En: P rin cip io s y A p lica cio n es d e la
B ioética, . Asociación de Bioética Fundamental y Clínica, . Madrid, 2005, págs. 39-59.
Una discusión sobre su aplicación a la investigación puede verse en DE ABAJO, FJ.,
“Investigación clínica en niños: fundamentos y requisitos éticos”. R e v E sp P ediatr
1997; 53: 134-150, y en DE ABAJO, FJ., GRACIA, DM., “Ética del uso de placebo en
investigación clínica”. In vestigación y C iencia 1997 (noviembre), num 254: 90-99.
56 Javier Gafo se resistía a llamar los máximos morales como deberes imperfectos, para
ello utilizaba la expresión "exigencia ética supererogatoria”. Véase GAFO, J., “¿Existen
límites en la excelencia?” En: P rincipios y A plicaciones d e la B ioética, .Asociación de
Bioética Fundamental y Clínica,. Madrid, 2005, págs. 39-59.

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Francisco J. de Abajo

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CARBALLO, F.; JÚDEZ, J.; DE ABAJO, F.; VIOLAN, C. “Uso racional de


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Fundamental y Clínica. Madrid, 2005.

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bioéticos, en razón del momento del decurso vital en que se producen. Este tipo
de clasificación es un recurso muy utilizado, a pesar de que tan sólo responde
a fines de clarificación, pues es evidente que podrían utilizarse otros criterios,
que los problemas no estarán siempre bien delimitados (pues hay interacciones
e intersecciones entre ellos) y que puede ocurrir, por razones diversas y según
la perspectiva que cada uno adopte, que no estén todos los que son, ni sean
todos los que están.

Para lo que nos atañe aquí, entenderemos que los problemas bioéticos a
Problemas bioéticos en el inicio de la vida. Menores, anticonceptivos y aborto

que hace referencia el título son aquellos conflictos de valores que se producen
en las etapas iniciales de la vida. No obstante, es preciso comprender que se
trata de un enorme panorama de problemas que abarca, al menos, los siguien­
tes:

- Sexualidad: problemas relativos a la existencia o no de un derecho a


tener hijos; control de natalidad y anticonceptivos; esterilización
(voluntaria e involuntaria, por ejemplo, en personas con deficiencia
psíquica); transexualidad, etc.
- Técnicas de fecundación artificial, en sus múltiples variantes: insemi­
nación artificial (con semen homólogo o heterólogo), fecundación in
Vitro (FIV), transferencia intratubárica de gametos; el problema de los
embriones “sobrantes” (crioconservados); la maternidad “de alqui­
ler”; la necesidad e importancia del diagnóstico prenatal y el consejo
genético; o la posibilidad de realizar un screening (cribado genético).
- Aborto: en donde se plantea un conflicto de derechos entre el no naci­
do y la madre.
- El estatuto del embrión (un problema que aparece en muchos de los
temas relacionados con el inicio de la vida, como la FIV o el aborto,
pero también en relación a técnicas en investigación, como la clona­
ción y la obtención de células madre).
- Neonatología (toma de decisiones en neonatos, lo cual puede enlazar
con temas que suelen clasificarse en el grupo del final de la vida, por
ejemplo las decisiones de no tratar a neonatos con malformaciones
graves).

2. LAS CUESTIONES RELATIVAS A LOS ANTICONCEPTIVOS Y EL


ABORTO, EN LOS MENORES

De los numerosos temas posibles a tratar, abordaremos aquí las cuestio­


nes relativas a los anticonceptivos y el aborto, principalmente por ser temas que
atañen de cerca a los adolescentes y jóvenes, y que obligan a un análisis de los

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La bioética en la Educación Secundaria

derecho a ser oído en aquellas cuestiones sanitarias en que haya que prestar con­
sentimiento.

Por otro lado, el Código Penal establece que los mayores de 13 años pue­
den consentir en tener relaciones sexuales sin que esto constituya delito4*6. La
mayor parte de las regulaciones existentes tienden a proteger a los menores,
pero, al mismo tiempo, tratan de defender los derechos de los menores que no
pueden ser alienados. Esto es lo que se refleja, por ejemplo, en la Ley Orgánica
1/1996, de 15 de enero, de Protección Jurídica del Menor, en su exposición de
Problemas bioéticos en el inicio de la vida. Menores, anticonceptivos y aborto

motivos2':

«El ordenamiento jurídico, y esta Ley en particular, va reflejando progre­


sivamente una concepción de las personas menores de edad como suje­
tos activos, participativos y creativos, con capacidad de modificar su
propio medio personal y social: de participar en la búsqueda y satisfac­
ción de sus necesidades y en la satisfacción de las necesidades de los
demás.
E! conocimiento científico actual nos permite concluir que no
existe una diferencia tajante entre las necesidades de protección y las
necesidades relacionadas con Ia autonomía del sujeto, sino que la
mejor forma de garantizar social v jurídicamente ¡a protección a la
infancia es promover su autonomía como sujetos/ } De esta manera
podrán ir construyendo progresivamente una percepción de control
acerca de su situación persona! y de su proyección de futuro. Este es
el pinito critico de todos los sistemas de protección a la infancia en la
actualidad. Y, por lo tanto, es el reto para todos los ordenamientos ju rí­
dicos y los dispositivos de promoción y protección de las personas
menores de edad. Esta es la concepción del sujeto sobre ¡a que descan­
sa la presente Ley: las necesidades de los menores como eje de sus
derechos y de su protección.»

Tal es también la idea que subyace a la afirmación de que los menores,


teniendo en cuenta su madurez psicológica,7 pueden decidir sobre las relacio­
nes que mantienen y los métodos anticonceptivos que, en su caso, vayan a uti­
lizar. Queda en manos de los profesionales sanitarios la determinación de la
madurez de los menores, cuando tienen menos de 16 años, lo cual confiere una

4 LEY ORGÁNICA 10/1995, de 23 de Noviembre, del Código Penal. BOL 24/11/1995.


Arts. 180-181, relativos a los abusos sexuales.
•s LEY ORGÁNICA 1/1996. de 15 de enero, de Protección Jurídica del Menor, de mo­
dificación parcial del Código Civil y de la Ley de Enjuiciamiento Civil.
6 El subrayado es nuestro.

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La bioética en ¡a Educación Secundaria

ramente elimina toda posible autonomía. El supuesto que sustenta esta posición
es que el beneficio es objetivo y que, por tanto, es posible definir cuál es el bien
adecuado, que será el que deberá intentar lograrse.

Sin embargo, el problema aparece inmediatamente, puesto que no hay


un concepto objetivo de salud o bienestar que pudiéramos aplicar de modo
general. En la manera de entender la salud intervienen valores, modos de
entender la vida, opciones personales que, en última instancia remiten a la
libertad de conciencia y al pluralismo axiológico, es decir, a la multiplicidad
Problemas bioéticos en el inicio de la vida. Menores, anticonceptivos y aborto

de valores y opciones morales. Por tanto no existe una salud objetiva, un cri­
terio único.

El mundo de los valores es siempre de gestión privada, mientras que los


valores públicos se exigen porque son un consenso entre ciudadanos. Es decir,
si es posible establecer determinados contenidos morales como mínimos de
obligado cumplimiento, tal imposición sólo puede darse legítimamente cuando
se ha producido un acuerdo entre los afectados, de modo que la norma estará
justificada en tanto que represente la convergencia de valores básicos. De otro
modo se convertiría en una imposición inaceptable porque atentaría contra la
libertad de los individuos, que administran su vida y sus decisiones conforme a
valores asumidos y defendidos autónomamente.

Siendo esto así, el estado no puede determinar el sistema de valores del


menor, es decir, no puede decidir qué es su mayor beneficio, pues esto cons­
tituiría una intromisión en la gestión privada, lo único que puede asegurar es
la no maleficencia, que se define no como la búsqueda del mayor bien, sino
como la salvaguarda de los mínimos aceptados como básicos e indicados para
la supervivencia o la evitación del daño. Los padres o tutores se responsabili­
zan de buscar el beneficio de los menores, según su propio criterio y siempre
sin conculcar las obligaciones de no maleficencia, a través de decisiones de
sustitución, pero sólo cuando el sujeto es menor de 12 años o no tiene sufi­
ciente juicio.

Sin embargo y adicionalmente, como se ha indicado, la Ley Orgánica


1/1996 afirma que “no existe una diferencia tajante entre las necesidades de
protección y las necesidades relacionadas con la autonomía del sujeto, sino
que la mejor forma de garantizar social y jurídicamente la protección a la
infancia es promover su autonomía como sujetos”. De ahí que se pueda poner
en cuestión el modelo paternalista, a favor de un modelo autonomista que
observe, en la mayor medida posible, la promoción de la autonomía de los
menores maduros.

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Lydia Feito Grande

Todo esto nos conduce de nuevo a afirmar la importancia del diálogo y


la deliberación con los menores. Pero para ello es preciso evitar los juicios y
fomentar la argumentación, escuchar y tomar en serio las opiniones del menor,
enseñarle a razonar y a tomar en consideración los distintos factores y valores
en juego, respetar y promover la comprensión, ayudar siempre y ofrecer apoyo.
Es necesario dar información, pero también insistir en la formación para saber
decidir y actuar comprometiéndose con los valores asumidos libre y racional­
mente, promoviendo en los adolescentes un comportamiento responsable. Y es
decisivo para tener éxito en esta tarea fomentar el diálogo, la confidencialidad
y la confianza para que el menor consulte sobre sexualidad u otros temas de
especial relevancia.

Esto es tanto más importante a la vista de ciertos datos sobre nuestra


sociedad, como por ejemplo el aumento en el número de embarazos no desea­
dos, en adolescentes pertenecientes a sociedades en las que hay facilidades de
acceso a la información, en las que tenderíamos a pensar que hay más probabi­
lidades de evitar este tipo de situaciones; o el peligro de contagio del SIDA u
otras enfermedades de transmisión sexual, que está más presente de lo que seria
deseable y que puede ser, al menos en parte, evitado.

Sólo por destacar algunos datos llamativos, se incluyen los dos gráficos
siguientes. En el primero11 se observa cómo los más jóvenes obtienen infor­
mación sobre anticonceptivos en su entorno social, y cómo la información
sanitaria empieza a ser más relevante conforme avanza la edad, lo cual podría
hacernos pensar en mejores campañas de información que sean capaces de
penetrar en el ambiente de los jóvenes. En el segundo1112 se aprecia la existen­
cia de un preocupante 40% de mujeres menores de veinte años que no utili­
zan ningún método anticonceptivo, sin que pueda pensarse que no tienen rela­
ciones sexuales13.

11 IV Encuesta Schering de anticoncepción en España 2003.


12 I Encuesta Schering de anticoncepción en Europa. 2003.
13 Ésta y otras encuestas apuntan el dato de la frecuencia de relaciones sexuales (en la
encuesta que aquí reseñamos, la pregunta realizada se refería a haber mantenido rela­
ciones sexuales con penetración en alguna ocasión): 54,8% de los varones entre 15-19
años y 88% entre 20-24 años; 49,1% de las mujeres entre 15-19 años y 85.1% entre 20-
24 años. I. Serrano et al. “Actividad sexual e información y uso de métodos anticoncep­
tivos en la juventud española: resultados de una encuesta nacional”. Prog O bstet
G inecol 48 (6) 2005, pp.283-8. Esta encuesta coincide también en indicar que las
fuentes de información de los jóvenes sobre sexualidad y anticoncepción son primaria­
mente los amigos y los medios de comunicación, y refleja datos aún más llamativos
sobre la no utilización de medios anticonceptivos (55% en varones y 57,6% en mujeres,
de entre 15 y 19 años. Cifras que se reducen ostensiblemente a partir de los 20 años).

••••••

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La bioética en la Educación Secundaria

D Ó N D E S E IN F O R M A N S O B R E M É T O D O S
A N T IC O N C E P T IV O S S E G Ú N T R A M O S D E E D A D

■ En ningún sitio D Entorno S o cia l


■ Medios de Com unicación □ Información Sanitaria

70
60
Problemas biocticos en el inicio de la vida. Menores, anticonceptivos y aborto

50
40
30
20
10
0
16-19 20-24 26-29 30-34 36-39 40-44 46-49

Mujeres que mencionan alguna fuente de información (2058 mujeres)


con un total de 3383 respuestas

M é to d o a n tic o n c e p tiv o p rin c ip a l p o r e d a d e s

Algunas mujeres utilizan dos métodos (píldora + preservativo /


píldora + píldora de emergencia) como método principal.

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Lydia Feito Grande

4. ALGUNOS ASPECTOS A TENER EN CUENTA

Aunque no se analizarán aquí en detalle, conviene tomar en consideración


algunos aspectos relacionados con la toma de decisiones en menores, en el caso
de los anticonceptivos y otros problemas similares.

4.1. La píldora del día después

Uno de los casos más frecuentes que se presentan y que generan contro­
versia en relación a la capacidad de tomar decisiones por parte de los menores
es la denominada “píldora del día después”, un fármaco indicado para evitar
posibles embarazos no deseados, que se administra dentro de las 72 horas
siguientes a la relación sexual.

Dejando de lado el falso y confuso debate14 acerca de si se trata de una


píldora abortiva o no abortiva, que no ayuda en nada a resolver la cuestión de la
decisión del adolescente, conviene mencionar que la Organización Mundial de
la Salud insiste en la obligación de proporcionarla en los casos en que esté indi­
cada15. Se trata de un método anticonceptivo, cuya prescripción puede evitar el
riesgo de embarazo, y como tal ha de ofrecerse a las personas que lo soliciten.
Sin embargo es claro que no debe utilizarse como método anticonceptivo habi­
tual, por sus posibles riesgos médicos pero, sobre todo, y en el caso de los ado­
lescentes, por lo que ello puede revelar de una sexualidad inmadura, en la que
no se toman decisiones responsables o se valoran las consecuencias de modo
superficial y frívolo. Por eso es importante ofrecer una adecuada información y
promover la formación de los jóvenes.

«Es especialmente necesario que la salud sexual y reproductiva no se


aborde solamente desde un punto de vista sanitario, actuando cuando ya
los riesgos están presentes, sino que hay que poner especial énfasis en
desarrollar un plan de educación para la salud de forma transversal, con
un programa escalonado, continuo e integral, sobre la sexualidad en la
escuela que vaya más allá de la explicación de los meros mecanismos
biológicos.
Tampoco es posible desconocer el efecto de la influencia del con­
sumo del alcohol y otras drogas que disminuyen el control sobre los pro-

14 Para poder hacer un juicio sobre esta cuestión es preciso conocer bien los datos cien­
tíficos, de otro modo se está ideologizando y tergiversando la cuestión.
15 En la misma línea se manifiesta el mencionado documento del Grupo de Opinión
del Observatori de Bioética i Dret.
L a b io é tic a e n la E d u c a c ió n S e c u n d a r i a

píos actos y conviene tener en cuenta el contexto que establece para el


consentimiento a las relaciones sexuales» 16.

De ahí que sea fundamental, como se ha dicho anteriormente, promover


el diálogo con los menores, creando un clima de confianza, y no de enjuicia­
miento, para dar lugar a decisiones prudentes y evitar así los riesgos, en la medi­
da de lo posible.

4.2. Confidencialidad
Problemas bioéticos en el inicio de la vida. .Menores, anticonceptivos > aboi

Para que la comunicación sea efectiva, es absolutamente fundamental


que exista confianza, y ésta no puede darse si no se observa un escrupuloso res­
peto a la confidencialidad. Es un principio fundamental a respetar en la comu­
nicación entre sanitario-paciente17, que no sólo tiene índole moral, sino tam­
bién especificación legal, y en el caso de los menores cobra una relevancia aún
mayor, si cabe, por lo que implica no sólo de respeto a sus derechos, sino de
requisito para lograr la comunicación perseguida.

En el caso de los menores es especialmente importante en casos como la


anticoncepción, las enfermedades de transmisión sexual o los embarazos no
deseados, ya que la ruptura del secreto (por ejemplo para informar a los padres)
quiebra la relación y genera desconfianza, lo cual, entre otras cosas, puede sig­
nificar la pérdida de toda comunicación con el adolescente (y por tanto, la
imposibilidad de introducir nueva información y educación al respecto del tema
que se trate u otros análogos), e incluso generar un rechazo que lleva al menor
a buscar otras alternativas fuera del sistema sanitario.

Además, en términos generales, los adolescentes tienden a ofrecer a los


profesionales sanitarios toda la información necesaria, siempre que se dé una
relación de confianza y respeto. Para ello, es necesario preservar la confiden­
cialidad18.

No obstante, en la entrevista con el adolescente, es posible tratar de


implicar lo más posible a los padres, contando con el consentimiento del
menor e insistiendo en la labor de apoyo que los padres pueden prestar, para
lo cual es necesario, no sólo que el adolescente sea favorable, sino que los

16 Documento del Grupo de Opinión del Observatori de Bioética i Dret. Op. cit. p. 16.
17 Cfr. JÚDEZ, J„ NICOLÁS, P., DELGADO, M. T.. HERNANDO. P„ ZARCO, J. y
GRANOLLERS, S. “La confidencialidad en la práctica clínica: historia clínica y
gestión de la información”. M ed icina C línica 2002; 118(1): 18-37
18 Esta es la opinión que sostienen v. g. D. Gracia et al. Op. cit.

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• Esforzarse para implicar a la familia.


• Usar preguntas abiertas que fomenten el diálogo.
• No enjuiciar ni asumir prejuicios sobre los puntos de vista del menor.
• Animarle a expresar sus puntos de vista.
• Incrementar la información y la comprensión.
• Usar un lenguaje coloquial y comprensible, no jerga ni tampoco tec­
nicismos.

6. EL ABORTO

El aborto es una interrupción del embarazo que provoca la muerte y


expulsión del no nacido21 cuando éste no es aún viable (es decir, no es capaz
de llevar vida extrauterina independiente)22. Puede producirse de forma
espontánea o provocada. Obviamente, es el aborto provocado (también lla­
mado interrupción voluntaria del embarazo) el que genera controversia
moral, no así el aborto espontáneo, ya que en éste no hay intencionalidad en
la acción.

En la Legislación española sobre el aborto23 se establece un sistema


doble para la despenalización: unos supuestos específicos y un criterio de pla­
zos para cada uno de los supuestos. Son tres los casos que se observan, que dan
lugar a diferentes denominaciones del “tipo” de aborto de que se trata. Esta cla­
sificación tendrá repercusiones a la hora de abordar el análisis ético de cada uno
de ellos.

Obviamente, el problema principal se sitúa en la posible desprotección del


no nacido y, por tanto, la vulneración del derecho a la vida. Ante el recurso de

21 De modo general, se habla de "embrión" desde el momento de la concepción hasta el


segundo mes de desarrollo (aunque muchos autores optan por distinguir un período de
"prc-cmbrión", que correspondería al estado previo a la implantación en el útero mater­
no), y se habla de "feto" a partir de esc momento y hasta el momento del nacimiento.
La utilización del termino "no nacido" es pertinente por dos razones: para hacer refe­
rencia a cualquiera de los momentos del desarrollo intrauterino, y para evitar la intro­
ducción de valoraciones asociadas al uso de otros términos.
22 La viabilidad es un concepto cambiante porque los adelantos técnicos lo van modifi­
cando continuamente. En general se considera que la viabilidad se sitúa en las 28 se­
manas de gestación, antes de alcanzar 1000 gramos de peso, o una talla de 35 cm.
Aunque se han relatado casos de fetos que han sido viables con 22 semanas, 400 gr. y 27
cm.
23 LEY ORGÁNICA 9/1985 de 5 de Julio, de despenalización del aborto en ciertos
supuestos (introduce el artículo 4 17bis al Código Penal -antiguo-. La Ley Orgánica
10/1995 del Código Penal deja vigente dicho artículo)
La bioética en la Educación Secundaria

inconstitucionalidad que en su momento se presentó, el Tribunal Constitucional24


argumentó indicando que el problema se refiere a la protección constitucional del
no nacido, y por ello se afirma que el derecho a la vida (Constitución Española
articulo 15) es “la proyección de un valor superior del ordenamiento jurídico cons­
titucional -la vida humana- y constituye el derecho fundamental, esencial y tron­
cal en cuanto es el supuesto ontológico sin el que los restantes derechos no tendrí­
an existencia posible.”

Tipo y denominación Razones Plazo temporal


bioéticos en el inicio de la vida. Menores, anticonceptivos y aborto

Peligro para ¡a vicia de Necesario para evitar grave Sin limite de tiem­
la madre peligro para la vida o salud po
(Aborto “terapéutico ") física o psíquica de la madre

Malformaciones del Jeto Cuando el feto tiene malfor­ 22 semanas


(Aborto ^eugenésico”) maciones graves físicas o
psíquicas (que se han detec­
tado por técnicas de diagnós­
tico prenatal)
Violación En caso de que el embarazo 12 semanas
(Aborto “ético ") sea fruto de una acción vio­
lenta a la que la mujer no ha
accedido voluntariamente

Hecha esta afirmación, el Tribunal Constitucional consideró que no


había problema con los fundamentos jurídicos, pero sí con los procedimien­
tos. De ahí que haya sido necesario el desarrollo de la normativa25 referente
a la comprobación del supuesto de hecho en los casos de aborto terapéutico y
eugenésico, así como que el aborto se realice en centros sanitarios públicos o
privados autorizados al efecto o mediante otra solución similar dentro del
marco constitucional

El análisis ético del problema del aborto26 puede sintetizarse en la con­


troversia en torno a dos tipos de argumentos:

24 SENTENCIA del Tribunal Constitucional 53/1985.


25 REAL DECRETO 2409/1986 sobre Centros sanitarios acreditados y dictámenes pre­
ceptivos para la práctica legal de la interrupción voluntaria del embarazo.
26 He tratado más ampliamente esta cuestión en FE1TO, L. "El aborto". En J.M. G.
Gómez Hcras (coord.) D ig n id a d d e la vida v m a nipulación genética. Biblioteca Nueva.
Madrid, 2002. pp. 175-206

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• Argumentos relativos a la colisión de derechos e intereses entre la


madre v el feto: es decir, el planteamiento del derecho a la vida del no
nacido frente al derecho a la elección y a la disposición del propio
cuerpo por parte de la madre.

• Argumentos relativos al estatuto propio del embrión o feto: en donde


se plantea la necesidad de determinar el estatuto moral del no nacido,
y, por tanto, fundamentar la decisión acerca de cuáles son las obliga­
ciones morales que nos impone.

6.1. La decisión sobre el propio cuerpo

Si una mujer no desea estar embarazada, parece que obligarla contra su


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voluntad es algo difícilmente justificable, o al menos cuestionable. Esta es la


idea clave que subyace al debate del aborto, cuando se plantea en términos de
conflicto entre el derecho a la vida y el respeto a la integridad o dignidad de la
madre. En buena parte de estos argumentos está presente una convicción fun­
damental acerca de la libertad de decisión por parte de un sujeto adulto -que en
ciertas ocasiones cobra también una dimensión de reivindicación feminista, al
defenderse específicamente la libertad de elegir de la mujer, como contrapunto
necesario de una opresión anticuada-, a la que se une la constatación de que
ningún derecho es absoluto, ni siquiera los que pudieran parecer más fundamen­
tales, pues todos ceden ante una colisión con derechos de igual o similar rango,
a la vista de las circunstancias del caso.

Así, encontramos, por ejemplo, el interesante y provocador modo de o


abordar la cuestión de J.J. Thompson-7. Según esta autora, en el aborto se plan­
tea un conflicto entre el derecho a la vida del no nacido, que incorpora como
coadyuvante indispensable el derecho de “permanencia y uso” del cuerpo de la
madre, y por otro lado el derecho a la libertad de elección de la madre y a dis­
poner de su propio cuerpo.

En tal caso, la pregunta a plantear es la siguiente: ¿Qué tipo de responsa­


bilidad moral tiene la madre? Y, como consecuencia de ésta: ¿Puede defender
su libertad de elección si afecta a la supervivencia del no nacido? Para analizar
esta cuestión, plantea una parábola:

«Usted se despierta una mañana y se encuentra en la cama con un violinis­


ta inconsciente. Unfamoso violinista inconsciente. Se le ha descubierto una21*

21 JARVIS THOMSON, Judith. "Una defensa del aborto". En VVAA D eb a te sobre e l


aborto. Madrid. Cátedra, 1983.

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La bioética en la Educación Secundaria

enfermedad renal mortal, y la Sociedad de Amantes de la Música ha con­


sultado todos los registros médicos y ha descubierto que sólo usted tiene el
grupo sanguíneo adecuado para ayudarle. Por consiguiente le han secues­
trado, y por la noche han conectado el sistema circulatorio del violinista al
suyo, para que los riñones de usted puedan purificar la sangre del violinis­
ta además de la suya propia. Y el director del hospital le dice ahora a usted:
"Mire, sentimos mucho que la Sociedad de Amantes de la Música le haya
hecho esto, nosotros nunca lo hubiéramos permitido de haberlo sabido.
Pero, en fin, lo han hecho, y el violinista está ahora conectado a usted.
Problemas bioéticos en el inicio de la vida. Menores, anticonceptivos y aborto

Desconectarlo significarla matarlo. De todos modos, no se preocupe, sólo


es para nueve meses. Para entonces se habrá recuperado de su enfermedad,
y podrá ser desconectado de usted sin ningún peligro ”»2‘s .

Visto desde esta perspectiva, al plantear el derecho a la vida como derecho


a no ser privado de la vida, se estaría ampliando el ámbito de la obligación moral,
exigiendo una responsabilidad “ampliada” por el mantenimiento de la vida.
Thompson matiza a este respecto que el derecho a la vida supone el derecho a no
ser privado de la vida injustamente, pero no un derecho general a la promoción de
la vida. La defensa del derecho a la vida del no nacido no se pone en cuestión, pero
sí la reclamación de que ello conlleve que la decisión de abortar es una violación
injusta del derecho a la vida. Quizá, comenta Thompson, pueda pensarse que éste
es un acto despreciable, pero no injusto. Y la obligación moral de las personas tiene
claramente dos niveles que es preciso observar: se puede exigir que las personas
sean justas, pero no que sean buenas. Las convicciones personales y los ideales de
vida buena (lo que constituye nuestros máximos morales) son defendibles, pero no
pueden imponerse como mínimos, es decir, como obligaciones de justicia. De ahí
que, en última instancia, la decisión de abortar no sea, según Thompson, una cues­
tión de justicia y por tanto se afirme como de índole privada.

w Probablemente la afirmación más notable de Thompson es la de que, pol­


las razones aducidas, es incorrecto oponerse al derecho al aborto, incluso si uno
cree que el aborto es una acción moralmente mala. Lo cual supone, sin duda, un
fuerte alegato en defensa de la libertad de eleccin. Obviamente, el punto de vista
de Thompson no es compartido por todos los autores, aunque sin duda es muy
sugerente para la reflexión.

Uno de los autores que cuestionan el planteamiento y las conclusiones de


Thompson es John Finnis-9, quien no duda en acusar a Thompson de utilizar28*

28 Ibid. p. 11.
2<> FINNIS, John. "Pros y contras del aborto". En VVAA D eb a te so b re e l aborto.
Madrid. Cátedra, 1983. pp. 108-142.

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I ydin Foilo Grande

una “maniobra de distracción” al enfatizar el argumento de los derechos, cuan­


do en realidad el punto clave es la determinación de las responsabilidades, dis­
tinguiendo lo permisible de lo obligatorio, es decir, la afirmación de que el
aborto puede ser malo pero no injusto. A sus críticas contestará de nuevo
Thompson, en el mismo libro, reconociendo que hay una diferencia sustancial
entre matar y dejar morir -o no salvar—, lo que exige un análisis más cuidado­
so. La pregunta abierta es, asumiendo que la diferencia entre matar y no salvar
es una diferencia moral, si esta diferencia es suficientemente profunda como
para deducir de ella una obligación absoluta de preservar la vida.

6.2. El estatuto del embrión

Otra manera de enfocar la cuestión, aunque no completamente desligada


de la anterior, es la que se centra en el estatuto del embrión. Al referirse al dere­
cho a la vida del no nacido, se hace indispensable plantearse:

- cuándo es persona (por tanto, cuándo es sujeto de derechos morales)


- si el ser “persona en potencia” puede hacerle sujeto de derechos mora­
les iguales a los de las personas adultas
- si la dependencia de la madre supone la inexistencia de derechos
morales.

La determinación del momento en que el embrión se convierte en persona


ha sido y es objeto de numerosas discusiones, en las que, a los imprescindibles
datos científicos, se unen necesarios fundamentos filosóficos, y también cuestio­
nes puramente de creencias. Se han generado asi múltiples respuestas posibles,
cuyas implicaciones éticas son muy diferentes. Ante la pregunta de cuándo es per­
sona el embrión encontramos así, al menos, las siguientes posiciones30:

Fecundación En el mismo momento de la fecundación, el cigoto (óvulo


fecundado) es persona
Anidación A los 14 días, en el estadio de blastocisto, cuando el embrión
anida en el útero materno
Final de la A los 2 meses, cuando el embrión pasa a ser feto, y sus órga-
organogénesis nos ya están formados
Viabilidad A las 21 semanas, cuando el feto ya es capaz de vivir fuera
del cuerpo de la madre
Nacimiento A los 9 meses, cuando nace el niño

30 Cfr. GAFO, J. "Aborto". En Diez palabras clave en bioética. VD. Navarra, 1993.
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La bioética en la Educación Secundaria

7. ÉTICA: CUESTIÓN DE VALORES

Como se ha podido apreciar, la discusión sobre el estatuto del embrión es


una cuestión ontológica con claras implicaciones morales. Sin embargo, la ética
no está necesariamente anclada en estos presupuestos. Se pueden determinar
obligaciones morales sin necesidad de estar de acuerdo en la definición de la
realidad de que se trata. Aunque éste sea un recurso procedimental, cuyo obje­
tivo principal es resolver los conflictos morales, ha sido de una tremenda utili­
dad, habida cuenta de las dificultades enormes de lograr acuerdos en las cues­
Problemas bíoéticos en el inicio de la vida. Menores, anticonceptivos y aborto

tiones ontológicas. Así, es perfectamente posible estar de acuerdo en establecer


ciertas normas, a pesar de no encontrar convergencia en los fundamentos onto-
lógicos de dicha obligación. La cuestión ética radica en la asignación de valor
que hacemos a la entidad “embrión” sea o no persona. Podríamos decir que es
valioso aunque no fuera persona, y las obligaciones éticas que generaría serían
igual de fuertes.

Por eso, decir que el embrión no es persona no equivale a no asignarle


valor, ni, por supuesto, a considerar que no puede haber obligaciones éticas con
él. Será tarea de la ética, a través de una deliberación abierta, definir cuál es el
valor y cuáles son las obligaciones que genera.

Del mismo modo, cuando el embrión pasa a ser feto (8 semanas), la


mayoría considera que es persona, pero se puede cuestionar si sus derechos han
de prevalecer cuando entran en conflicto con los derechos de una persona adul­
ta (la madre), lo que remite al argumento de derechos enfrentados, que se ha
analizado anteriormente.

Conviene afirmar claramente que, sea cual sea la posición que se defien­
da, el aborto siempre es un mal a evitar (tanto para el no nacido como para la
madre), y suele llevar aparejado un profundo sufrimiento. El no nacido, en prin­
cipio, siempre ha de ser protegido, y reconocer que en ciertos casos prevalece
el derecho de la madre no equivale a no asignarle valor, o a no reconocer su
derecho a la vida.

Todo lo dicho ha de hacernos pensar que en la bioética, en los conflictos


morales, se manejan valores. Y éstos exigen un cuidadoso análisis, libre de pre­
juicios o posturas intransigentes, tratando de descubrir la coherencia y la fuer­
za de los argumentos, desde el respeto a la diferencia, desde la promoción de la
libertad y la autonomía, y a la búsqueda de unos valores que podamos compar­
tir, con decisiones prudentes, actuando responsablemente.

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Lydia Feito Grande

BIBLIOGRAFÍA ADICIONAL EN CASTELLANO

ALBARRÁN, E.; SANTIAGO, A.; PEREA, B. y CASAS, J.D. “Estudio sobre


los problemas legales y el marco jurídico de la intercepción postcoital (IP) en la
atención sanitaria”. Revista de la Escuela de Medicina Legal. Mayo 2006.

COUCEIRO, A. “Sexualidad y anticoncepción en la adolescencia: considera­


ciones históricas y éticas”. Revista Española de Pediatría 53 (1997) 162-171.

DWORKIN, R El dominio de la vida. Una discusión acerca del aborto, la euta­


nasia y la libertad individual. Barcelona. Ariel, 1994.

GRACIA, D. “Bioética y pediatría”. Revista Española de Pediatría 53 (1997)


99-106.

SIMÓN, R; BARRIO, I. “La capacidad de los menores para tomar decisiones


sanitarias: Un problema ético y jurídico”. Revista Española de Pediatría 53
(1997) 107-118.

TEJEDOR, J.C.; CRESPO, D.;NIÑO, E. “Consentimiento y confidencialidad


en medicina del niño y adolescente”. Medicina Clínica 111 (1998) 105-111.
I

VALDÉS, M. “El problema del aborto: tres enfoques”. En O. Guariglia (ed.)


Cuestiones morales. Trotta. Madrid, 1996. pp. 241-257.

WARREN, M.A. “El aborto”. En P. Singer (ed.) Compendio de ética. Alianza.


Madrid, 1995.

I Encuesta Schering sobre sexualidad y anticoncepción en la juventud española


2002.
*

LA INVESTIGACION BIOTECNOLOGICA: INGENIERIA


GENÉTICA Y CLONACIÓN

9
Dra. Lydia Feito Grande
Profesora de Etica. Universidad Rey Juan Carlos

INTRODUCCIÓN

1. QUÉ ES LA INGENIERÍA GENÉTICA

2. ALGUNOS DATOS HISTÓRICOS SOBRE LA INGENIERÍA


GENÉTICA Y LA CLONACIÓN
2.1. Los comienzos de los años setenta: P. Berg y Asilomar
2.2. El primer ensayo en humanos: M. Cline
2.3. El miedo a la ingeniería genética y la regulación
2.4. Los ensayos de terapia génica
2.5. La clonación y las células troncales

3. LOS PROBLEMAS ÉTICOS DE LA INGENIERÍA GENÉTICA


Y LA CLONACIÓN
3.1. El peligro del desequilibrio ecológico
3.2. El poder monopolizado
3.3. El control de la información y la confidencialidad
3.4. Las aplicaciones terapéuticas
3.5. El tránsito a la mejora
3.6. Las generaciones futuras
3.7. Los productos biotecnológicos V la información al público
3.8. La clonación

4. EL DEBATE EN TORNO A LAS CÉLULAS MADRE


4.1. Tipos de argumentos éticos
4.2. Las células madre embrionarias

BIBLIOGRAFÍA

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La bioética en la Educación Secundaria

INTRODUCCIÓN

Los seres humanos en estos inicios del siglo XXI estamos tomando deci­
siones de modo que las consecuencias de nuestras acciones se extenderán a
nivel planetario (en la dimensión espacial) y hacia el futuro (en la dimensión
temporal). Esto implica que hemos de emplear categorías éticas tales como la
deliberación prudente y responsable sobre los fines, para poder asumir el com­
promiso con el presente y con el futuro, al que estamos irremediablemente abo­
cados. Hace más de treinta años, un biólogo, J. Rostand, nos obsequiaba con un
pensamiento que, desde mi punto de vista, resume inmejorablemente la difícil
y al mismo tiempo apasionante situación en la que nos encontramos: «£7 hom­
La investigación biotecnológica: Ingeniería genética y clonación

bre se ha hecho demasiado poderoso para permitirse el lujo de jugar con el


mal. El exceso de su fuerza le condena a la virtud»1.

Las biotecnologías, la ingeniería genética, la clonación, todos estos cam­


pos que se están desarrollando enormemente y que tienen una común referen­
cia a la información genética, nos cuestionan y nos interrogan acerca de la
misma definición del ser humano, de lo que le hace ser persona, de su identi­
dad, de la legitimidad de sus intervenciones, del análisis de las consecuencias
de sus actos, de los principios con los que debe regir su acción investigadora y
práctica, etc.

Este campo de reflexión es necesariamente interdisciplinar, por cuanto su


tarea tiene que ver con varias ciencias que se complican y necesitan mutuamen­
te, y con las disciplinas que atañen mayormente a la reflexión sobre los fines
humanos, como la filosofía o el derecho. A dicha interdisciplinariedad cabe
añadir un objetivo común: la responsabilidad, entendida como capacidad de
tomar decisiones razonadas y razonables, atendiendo con prudencia a los ries­
gos y peligros o consecuencias beneficiosas y nefastas que puedan derivarse de
nuestros actos, justificando tales decisiones, asumiendo sus implicaciones y
valorando su idoneidad o inviabilidad. Ello no quiere decir que podamos ir más
allá de la mera exigencia de “dar razón” de las opciones que elegimos, pero sí
que esa justificación ha de mostrar que la decisión ha sido prudente y razona­
da, que ha evaluado convenientemente los fines perseguidos y los medios legí­
timos para lograrlo, que ha sopesado las consecuencias presentes y futuras. Se
trata de asumir el compromiso con la acción de cara al mundo y a la humani­
dad, sabiendo que la paralización temerosa ante los riesgos puede ser tan dañi­
na como la ceguera optimista que se lance a los mismos sin cautela.

1 ROSTAND. J. (1967) In q u ietu d es d ’un biologiste. Stock. París. Trad.: In q u ietu d es d e


un biólogo. Fontanella. Barcelona, 1969. p.57.

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Lydia Feito Grande

Los campos de intervención de la genética son enormes: desde las biotec­


nologías industriales, que pueden servir, por ejemplo, para producir energía o para
sintetizar productos químicos, hasta las aplicaciones en la alimentación -los ali­
mentos transgénicos-, o la modificación de plantas y animales con distintas fina­
lidades: evitar que ciertos cultivos se vean afectados por plagas o heladas, intro­
ducción de elementos de interés para los seres humanos, o la producción de lí­
neas de animales transgénicos para el estudio de enfermedades (como modelos de
investigación). En el campo sanitario, la ingeniería genética puede ser aplicada a
la farmacología, para la obtención de vacunas o productos como la hormona del
crecimiento o el interferón; y en la medicina se vienen realizando desde 1990
ensayos de terapia génica, cuya finalidad es la curación de ciertas enfermedades.

Las esperanzas puestas en estas nuevas técnicas son muchas, pero también
es grande el desconocimiento que se tiene tanto de sus posibilidades como de sus
riesgos. Por otro lado, la percepción de la magnitud y alcance de las aplicaciones
de la investigación genética ha hecho que esté presente una fuerte conciencia de
que es necesaria una reflexión pausada y prudente sobre las posibilidades y los
límites. Por eso se han desarrollado, paralelamente a los descubrimientos e inves­
tigaciones en el laboratorio, análisis serios desde el punto de vista de la ética,
dando lugar a toda una rama especializada que algunos autores han dado en llamar
GenÉtica2, haciendo un combinado de las dos palabras enjuego: ética y genética.

Muchos de los problemas éticos suscitados por estas técnicas son, en rea­
lidad, situaciones que, a pesar de su aparente novedad, no son radicalmente dife­
rentes de las existentes, si bien han sufrido un notable cambio en cuanto a su
magnitud, influencias y potencial. Aunque esta cuestión es objeto de discusión,
parece haber un creciente acuerdo en que los cambios científico-tecnológicos y
la novedad de los problemas morales planteados, son más bien de índole cuan­
titativa. Es cierto que la importancia de estas cuestiones es enorme, pues radica
en que la toma de decisiones en asuntos de esta índole atañe a nuestra misma
concepción del ser humano. Y nunca hasta ahora habíamos tenido la posibilidad
de intervenir tan directamente en la determinación de la clase de mundo que
queremos construir. Sin embargo, es algo a lo que, en un grado diferente, la
humanidad ha tenido que enfrentarse en el pasado.

Los problemas éticos suscitados por las nuevas tecnologías genéticas son
diversos y múltiples, aunque todos ellos tienen la característica -en la que con­
viene insistir- de obligar a un planteamiento doble: la reflexión sobre los con-

2 En inglés G en eth ics (e th ics + g en etics). La introducción de la “E” mayúscula en


castellano trata de evitar la posible confusión por ser exactamente la misma palabra,
“genética”, la que se utiliza.

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Lyd.a Fcito Grande

actual debate ético sobre la ingeniería genética. Por ello se han seleccionado
algunos momentos de especial interés, que pueden ser iluminadores:

2.1. Los comienzos de los años setenta: P. Berg y Asilomar

En 1972 se llevó a cabo el primer experimento de clonaje de ADN y pro­


ducción de una molécula de ADN recombinante, lo cual abría la puerta para el
posterior desarrollo de la ingeniería genética.

No mucho después, en 1974, se produciría un hecho fundamental: P. Berg


estaba investigando sobre la posibilidad de introducir un ADN recombinante en
células de mamíferos, mediante el virus de simio SV40. Su plan era introducir una
molécula quimérica -construida a partir del ADN del virus SV40 y el ADN de
una versión del fago lambda- en E. coli. Sin embargo, Berg no llegó a realizar su
experimento por miedo a una infección incontrolada, ya que el SV40 convierte las

La investigación biotecnológica: Ingeniería genética y


células en cancerosas, y E. coli es una bacteria alojada en el intestino humano.
Preocupados por esa posibilidad y, en general, por los riesgos que implicaba la
nueva tecnología del ADN recombinante. Berg y otros científicos pioneros en esta
nueva tecnología (como Nathans, Cohén, Watson, etc.) y miembros de una comi­
sión bajo los augures de la National Academy o f Sciences, mandaron una carta a
la revista Science3, en 1974, alertando sobre dichos riesgos y solicitando el cese
de tales experimentos. Esa preocupación reflejaba también la manifestada en la
“Conferencia Gordon” sobre ácidos nucleicos en 1973, y en la reunión de
Asilomar del mismo año. Y dio lugar a una moratoria asumida por una amplia
parte de los científicos que entonces estaban investigando sobre el ADN recom­
binante. Este hecho suponía un cambio radical con respecto a la actitud de los
científicos hasta entonces: nunca antes se habían auto-impuesto una limitación
a su propia investigación por razones éticas prudenciales

Así mismo, en la carta del “comité Berg” se solicitaba que el director de


los NIH (National Institutes o f Health) creara un comité asesor, para estudiar
los posibles riesgos medioambientales originados por las moléculas de ADN
recombinante, y se pedía la convocatoria de una reunión internacional para dis­
cutir el tema. Esa reunión se hizo famosa. Tuvo lugar en Asilomar, California,
en 1975 (Asilomar II). En ese foro, que reunía básicamente a biólogos molecu­
lares, se decidió acabar con la tajante moratoria que había detenido la investi-

3 BERG. P.: BALTIMORE, D.: BOYER. H.W.; COHEN, S.N.; DAVIS, R.W.; HOG-
NESS, D.S.; NATHANS, D.; ROBLIN, R.; WATSON, J.D.; WEISMANN, S.; Z1NDER;
N.D. (1974) “Potential biohazards of rccombinant DNA moleculcs” Science vol.185
p.303; Nature vol.250 p.175; Proceeciings o f the Natural Academy of Sciences vol.71
pp.2593-4. Una traducción de esta carta puede encontrarse en el vol.41 de Labor
Hospitalaria de 1989.

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B ............................................. ..............................................*******...............................................*..................... *......................... ................. ........................................ .............. .

L a b io é tic a e n la E d u c a c ió n S e c u n d a r i a

gación hasta ese momento. En su lugar, se establecieron unas directrices que


deberían regular los experimentos a partir de aquel momento. En 1975 los NIH
-en concreto, el U.S. Department o f Health and Human Sen ices (DoHHS) -
recogían esas conclusiones, en unas líneas-guía (guidelines) que publicaron un
año más tarde, tras varias modificaciones. En ellas se establecían dos tipos de
barreras de seguridad o niveles de contención (o aislamiento): unas barreras
biológicas (incapacitación de las cepas bacterianas para sobrevivir fuera del
ámbito del laboratorio) y unas barreras físicas (referentes a las características de
seguridad de los laboratorios donde se llevaran a cabo los experimentos), que
tenían varios niveles.
La investigación biotecnológica: Ingeniería genética y clonación

En 1974, unos meses antes de la reunión de Asilomar II, se creó también


el Recombinant DNA Advisory Committee (RAC), dependiente de los NIH, y
cuya función seria la evaluación y regulación de toda la investigación referente
al ADN recombinante. Este organismo estableció, en 1976, las directrices que
deberían cumplir todos aquellos proyectos financiados con fondos federales.

2.2. El primer ensayo en humanos: M. Cline

En el año 1980 se trató de llevar a cabo un primer ensayo de aplicación


terapéutica de las nuevas técnicas de ingeniería genética. Es un caso famoso
conocido como9 el “caso Cline”. Martin Cline, de la Universidad de California,
UCLA, (Los Angeles), pretendía corregir una hemoglobinopatía, mediante la
transferencia de ADN modificado (con los genes normales) en la médula ósea
del paciente. Se trataba, pues, de un experimento de terapia génica en sentido
estricto. Sin embargo, Cline fracasó, tanto desde un punto de vista técnico,
como desde la perspectiva ético-legal.

El investigador solicitó la revisión oficial de su protocolo de tratamiento


para pacientes con anemia de células falciformes, mediante una preparación de
una triple combinación de ADN recombinante, pero su proyecto no fue aproba­
do por falta de suficientes estudios animales. Sin embargo, para entonces, Cline
había decidido llevar a cabo el experimento fuera de los Estados Unidos: en una
mujer de 21 años, en Jerusalén, y en otra de 16 años, en Nápoles, afectadas
ambas de beta-talasemia. Para ello contó con la aprobación de un comité ético
de investigación del hospital de Israel, al que, sin embargo, había engañado uti­
lizando una versión del protocolo en la que no se indicaba que se fuera a utili­
zar ADN recombinante. Finalmente ninguna de las dos pacientes experimentó
mejoría.

Lo más notable del caso es su dimensión ética y las consecuencias que ello
le costó al investigador. Cline había infringido las normas de los comités de ética,

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La bioolíca <>(’. la Educación Secundaria

favorables a la continuación de la investigación. La acusación realizada por los


lideres religiosos, de que la investigación con el ADN recombinante suponía
“jugar a ser Dios” (j)laying God), se salvó mediante una distinción entre conse­
cuencias aceptables e inaceptables de dicha investigación. Así, la terapia génica
en células somáticas no parecía ofrecer problemas éticos radicalmente diferen­
tes de los presentados por otras formas de terapia ya existentes (postura que
logró un amplio consenso posteriormente). En cuanto a la terapia génica en
células germinales, se destacaba la necesidad de un debate público previo a su
adopción -en el caso de que llegara a ser técnicamente posible-. Finalmente, se
recomendaba el establecimiento de una comisión federal permanente para asun­
tos de bioética.
La investigación biotccnológica: Ingeniería genética y clonación

En esa misma época, 1983, J. Rifkin, que se había convertido en el polo


de oposición a la investigación con ADN recombinante y a la terapia génica,
había publicado un libro, titulado Algeny (titulo que pretendía ser una paráfra­
sis de la alquimia clásica), en el que utilizaba de nuevo el argumento “slippery
slope”, y añadía una consideración, que se convertía en diagnóstico de lo que,
según él era una ética determinada por fuerzas sociales (subproducto de una
sociedad tecnológica).

«Una vez que decidamos comenzar el proceso de la ingeniería genética


humana, realmente no hay un lugar lógico donde detenerse. Si la diabe­
tes, la anemia falciforme y el cáncer se van a curar alterando la consti­
tución genética de un individuo, ¿por qué no proceder con otros ''desór­
denes": miopía, ceguera para los colores, zurdera? Verdaderamente,
¿qué impedirá a una sociedad decidir que un cierto color de la piel es un
desorden?
Con la ingeniería genética humana, alcanzamos algo y cedemos algo. A
cambio de asegurar nuestro propio bienestar Jísico, nos vemos forzados
a aceptar la idea de reducir la especie humana a un producto diseñado
tecnológicamente. La ingeniería genética plantea la más fundamental de
las cuestiones. ¿Merece la pena garantizar nuestra salud trocándola por
nuestra humanidad?>A

La Asamblea Parlamentaria del Congreso de Europa, concienciada de la


necesidad de regular el uso de las nuevas tecnologías biológicas, aprobó en
1982 una recomendación (934) relativa a la ingeniería genética67, en la que se

6 RIFKIN, J. A lg en y. Viking Press. Nueva York. 1983. pp.232-3


7 Cfr. Council of Europe, Parliamcntary Asscnibly (1982) R eco m m en d a tio n 934 On
g e n e tic en g in eerin g . Strasbourg, Francia. Cfr. Monográfico de L a b o r H o sp ita la ria 14
(1989) pp.335-6.

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i
L y d ia F e ito G r a n d e

evaluaba la magnitud del conflicto ético y las posturas enfrentadas, para acabar
afirmando lo positivo de la investigación y la necesidad de consensos mundia­
les. Así mismo, la Asamblea reconocía la responsabilidad adquirida a causa de
los nuevos avances de la investigación científica y establecía un nuevo derecho,
considerado una consecuencia de los artículos 2 y 3 de la Convención Europea
de Derechos del Hombre. Se trataba del derecho a heredar un patrimonio gené­
tico no manipulado. Ahora bien, el reconocimiento de ese derecho no significa­
ba -y así se manifestaba de manera explícita- una oposición a la terapia géni-
ca, la cual, evidentemente, debería realizarse siempre bajo el consentimiento
libre e informado de los pacientes o sus tutores. Sin embargo, se imposibilitaba
implícitamente cualquier otro tipo de intervención de carácter mejorativo o rea­
lizado en la línea germinal

A lo largo de los años ochenta se fue produciendo un considerable núme­


ro de avances científicos: en 1982-84 se habían creado ratones transgénicos, es
decir, ratones que habían sufrido una modificación genética, no existente en la
naturaleza; en 1983 se localizó el gen de la enfermedad de Huntington, lo que
significaba la posibilidad de crear “mapas genéticos” en los que fueran locali­
zándose los genes que codifican para cada rasgo o enfermedad. En el caso de
la enfermedad de Huntington, el gen se encuentra en el cromosoma 4. También
se descubrieron los oncogenes, es decir, genes que dan lugar al cáncer. Y en
1987 se disponía ya del primer mapa de ligamiento del genoma humano, es
decir, del mapa de un cromosoma, en el que se identifican, localizan y mues­
tran los genes de que se compone.

En 1989, de nuevo, el Parlamento Europeo se manifestaba sobre los pro­


blemas éticos de la ingeniería genética, para afirmar, esta vez, que el impacto
social estaba siendo muy amplio, que el Proyecto Genoma abriría nuevas perspec­
tivas, y que era necesaria una comisión internacional que valorase estas nuevas
tecnologías. En este caso, la resolución 11008 es más detallada: consta de 47 artí­
culos agrupados bajo epígrafes específicos, tales como el análisis del genoma, su
implicación para los trabajadores y para los seguros y procedimientos judiciales,
la terapia génica somática y germinal, la investigación en embriones, la clonación,
la formación de quimeras e híbridos, la crioconservación, las aplicaciones milita­
res, o los aspectos de seguridad. En general no hay grandes novedades con res­
pecto a la recomendación 934, pero sí una mayor profundización.

Todo ello estaba preparando el terreno para que en 1990 comenzara el


llamado Proyecto Genoma Humano. El Proyecto Genoma, que concluyó en

s Cfr. Council of Europc, Parliamentary Assembly (1989) R eco m m en d a tio n 1100.


Strasbourg, Francia.

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Ln b io é tic a e n la E d u c a c ió n S e c u n d a r i a

2001, tenía como objetivo descifrar los genes de que consta el genoma humano
(se estimaban aproximadamente 100.000, pero sólo son 30.000) y obtener la
secuencia de sus nucleótidos, añadiendo toda la información posible, a fin de
lograr el mapa más completo. Sin embargo, a pesar del anuncio del final de la
secuenciación del genoma humano, la investigación no ha hecho más que
comenzar: disponemos de un mapa, aún incompleto, pero nos queda por saber
qué significa y qué podemos hacer con esa información.

2.4. Los ensayos de terapia génica

El primer experimento de terapia génica se llevó a cabo en 1990, en una


La investigación biotecnológica: Ingeniería genética y clonación

niña que padecía una deficiencia del gen de la adenosina desaminasa, cuyo
efecto es un sistema inmune defectuoso (niños “burbuja”).

El ensayo se realizó con un vector retroviral que portaba el gen normal,


modificando in vitro células de médula ósea extraídas de la paciente y reinser­
tadas posteriormente. La técnica utilizada, la terapia ex viro, se puede utilizar
en aquellas células o tejidos que pueden renovarse a partir de células precurso­
ras, como la médula ósea (tejido hematopoyético), la piel (queratinocitos o
fibroblastos), los endotelios (que tapizan la cara interna de los vasos sanguí­
neos y linfáticos), el hígado y los músculos (mioblastos). Una vez extraídas y
puestas en cultivo, estas células precursoras son el blanco de la transferencia del
gen. Al dividirse, transmiten el transgén (o gen terapéutico) a las células hijas.
En tal caso, sólo se reinyectan al organismo del paciente aquellas células en las
que el transgén se ha integrado efectivamente. Para esta estrategia ex vivo, que
se aplica actualmente a los cánceres, los mejores sistemas de transferencia de
gen son los vectores construidos a partir de retrovirus.

Además de la terapia ex vivo existen otras aproximaciones: la terapia


génica in vitro, que trata de modificar genéticamente in vitro un conjunto de
células que forman una “microfábrica”9, el cual, una vez implantado en el
r

organismo, produce la proteína necesaria. Esta se difunde entonces hacia el


órgano deficitario a través de la circulación sanguínea. Y también la terapia
génica in vivo (inyección directa): esta estrategia permite modificar directa­
mente las células que no es posible extraer y reimplantar fácilmente: las célu­
las quiescentes (células totalmente diferenciadas que no se dividen o se divi­
den poco) que constituyen tejidos. Es aplicable a enfermedades broncopulmo-

9 Los “organoides" o “neoórganos” son unos microórganos artificiales formados por


células (fibroblastos) genéticamente manipuladas productoras de proteínas. Dichos
microórganos están conectados a la circulación sanguínea que irriga el órgano a tratar;
así, las proteínas que producen pueden llegar a su destino a través de la sangre.

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La bioética en la Educación Secundaria

En 2000 un equipo francés obtuvo buenos resultados en otro ensayo ex


vivo para una grave deficiencia inmune combinada, SC1D (la misma enferme­
dad del primer ensayo). Se consideró una prueba de que la terapia génica podía
curar enfermedades. Sin embargo, en 2002, uno de los 11 niños que participa­
ban en el ensayo desarrolló leucemia (probablemente por mutagénesis de inser­
ción). Los ensayos se suspendieron. Cada país adoptó una postura distinta en la
valoración del riesgo de la terapia génica, pero la percepción general es la de
que aún es una técnica demasiado arriesgada.

A esta convicción ha contribuido, sin duda, el caso de Jcsse Gelsinger en


1999. Gelsinger era un joven de 18 años, que padecía una deficiencia (heredi­
La investigación hiotecnológica: Ingeniería genética y clonación

taria, cromosoma X) de la enzima ornitín transcarbamilasa (OTC), lo cual


impide una adecuada disminución del amoniaco. La enfermedad es grave y
puede ser mortal, pero en el caso de Gelsinger, la deficiencia era parcial, lo que
le permitía controlarla con una dieta específica. Entró como voluntario en un
ensayo clínico de terapia génica en el que se introducía un vector adenovírico
portador del gen normal OTC en el hígado. Se produjo una reacción fatal, con
fallo multiorgánico, y murió cuatro días después de la inyección.

Tras la muerte de Gelsinger cundió la alarma, ya que hasta ese momento


no había muerto ningún paciente en los ensayos realizados, y los adenovirus
(que son virus responsables de infecciones de las vías respiratorias) se conside­
raban vectores seguros y se utilizaban en el 30% de los ensayos. Las consecuen­
cias de este caso fueron notables: (1) se llevó a cabo una investigación por parte
de la Food and Drug Administration en Estados Unidos; (2) se suspendieron los
experimentos con seres humanos en el Institute o f Human Gene Therapy de la
Universidad de Pennsylvania donde se había llevado a cabo el experimento; (3)
dimitió J. Wilson, investigador principal del ensayo y director de genética médi­
ca del Instituto; (4) la familia de Gelsinger presentó una denuncia contra la
Universidad, acusación en la que se incluía por primera vez a un bioeticista, A.
Caplan, como responsable por pertenecer al Instituto; (5) se abrió un importan­
te debate en la comunidad científica referente a: (i) la seguridad de los procedi­
mientos y la existencia de ciertos resultados neuativos en las investigaciones
preliminares realizadas con animales, de los que no se había informado, (ii) la
obtención del consentimiento informado (en sujetos vulnerables que pueden
generar expectativas falsas), (iii) la selección de sujetos (pues no parecía que
Gelsinger fuera un candidato ideal, dado que su enfermedad estaba bien contro­
lada y no amenazaba su vida), y, (iv) sobre todo, acerca del conflicto de intere­
ses de los investigadores que se descubrió que existía en este ensayo. Todo esto
dio lugar a nuevas regulaciones por parte de los NIH y, sobre todo, a una extre­
ma cautela que es la que preside los ensayos actuales, y a una fuerte reserva
sobre sus posibilidades reales.

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2.5. La clonación y las células troncales

En otro orden de cosas, en 1995 se produjo el anuncio de la obtención de


ovejas vivas por transferencia de núcleos a partir de embriones en etapas inicia­
les del desarrollo, es decir, la clonación de mamíferos. En 1997 se daba un paso
más, y se obtenía una oveja transgénica producida por transferencia de nú-cleos
a partir de una célula somática diferenciada: la famosa oveja “Dolly”. Ese
mismo año se producía el no tan famoso cordero “Polly” con la misma técnica
pero utilizando genes humanos.

La controversia que suscitó este avance fue muy notable, ya que los
medios de comunicación encontraron aquí una fuente de inspiración que dio
lugar a variadas tomas de posiciones, a análisis pormenorizados, pero también
a miedos y esperanzas infundados y peligrosos. Ese mismo año, 1997, se firmó
el Convenio Europeo de Bioética, y en el protocolo adicional de dicho conve­
nio se prohibió la clonación humana afirmando que «la instrumentalización de
los seres humanos a través de la creación deliberada de seres humanos genéti­
camente idénticos es contraria a la dignidad humana y constituye, así, un abuso
de la biología y la medicina.'»

A lo largo de los años siguientes, se fueron anunciando diferentes avan­


ces en clonación de distintos animales. Y en 2001 Cibelli y cois. Informaron de
la obtención de tres embriones humanos por transferencia nuclear (detienen el
desarrollo en estadio de 6 células), lo que, unido a las incendiarias manifesta­
ciones de grupos como los raelianos, al parecer dispuestos a defender la clona­
ción de humanos, generó una controversia aún más notable. Aún son muchos los
interrogantes. De hecho, en 2003 se sacrificó a la oveja Dolly con graves afec­
ciones pulmonares, lo que, además de suscitar un intenso debate científico
sobre las posibilidades y limites de la clonación, reabrió el debate ético y social
sobre sus riesgos.

A ello vino a añadirse, en 1998, el anuncio de posibilidades terapéuticas


de las células madre, que significaría un sustancial cambio en el abordaje de
ciertas enfermedades. Las posibilidades que potencialmente ofrece esta técnica
son sorprendentes, sin embargo, ha habido dos elementos que han generado un
fuerte rechazo: por una parte, la investigación con células madre obtenidas de
embriones, que ha incentivado el debate sobre el estatuto del embrión; y por
otra parte, el desafortunado y oscuro caso de Hwang y sus colaboradores en
Corea del Sur. Este investigador anunció en 2004 la obtención de treinta
embriones humanos clónicos (por transferencia nuclear de una célula somática
adulta), a partir de los que habrían establecido una línea celular de células tron­
cales embrionarias pluripotentes (SCNT-hES-1). Al año siguiente, volvieron a
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Lydia Feito Grande

cuencias indeseables. De ahí que haya que tomar en consideración la necesidad


de asumir ciertos riesgos. El problema realmente importante se sitúa en delimi­
tar adecuadamente cuáles son los riesgos o peligros que se consideran acepta­
bles o que se ven compensados por los beneficios esperados, y cuáles de ellos
son los que resultan inaceptables o injustificables. Esta valoración no es mera­
mente técnica, sino que afecta a los objetivos y métodos que la sociedad está
dispuesta a defender y en los cuales compromete su propia supervivencia. Así
mismo, el hecho de que el margen de incertidumbre e impredecibilidad sea
amplio, contribuye a que la toma de decisiones exija una deliberación en la que
deba participar la sociedad.

3.2. El poder monopolizado

Precisamente esta participación de la sociedad es lo que parece necesario


para tomar decisiones en campos que nos afectan de manera universal pero a los
que los ciudadanos tenemos un escaso acceso. Buena parte de las preocupacio­
nes éticas que hemos de abordar se refieren a la concentración de poder en
manos de pocas empresas, grupos o países con altas tecnologías y grandes
recursos, que pueden tomar decisiones cuyas consecuencias sean de índole glo­
bal. De ahí la importancia de evaluar y determinar cuál ha de ser el control de
tales instituciones y cómo se puede buscar un punto de equilibrio entre el legí­
timo derecho a la investigación, la explotación económica de los resultados, la
salvaguarda del interés público y la prevención ante los posibles abusos o malos
usos de las nuevas tecnologías. Esta cuestión suele denominarse el “factor
Frankenstein”, queriendo con ello hacer referencia a la posibilidad de tener un
gran poder de intervención, sin haber hecho la oportuna reflexión sobre su
alcance y consecuencias.

Aunque la metáfora no es, quizá, la más adecuada, se ha convertido en


una referencia común por acentuar los peligros a los que puede conducir una
desmesurada confianza en el poder de nuestras tecnologías. A ello cabe añadir
que los impactos de las aplicaciones posibles o probables es enorme y que la
evaluación de los riesgos, como se ha indicado, es compleja. Sin embargo, lo
más relevante es cómo este tipo de cuestiones nos obliga a hacer una reflexión
sobre el papel que ocupa el ser humano en el mundo, la responsabilidad a la que
le obliga su enorme potencial transformador, y la cautela con que ha de tomar
decisiones que pueden afectar de modo general. De hecho, en buena medida,
estamos decidiendo la clase de mundo en la que vamos a vivir y en que vivirán
nuestros descendientes.

Por ello es tremendamente importante analizar los intereses económicos que


alientan la investigación y que pueden poner en cuestión la legitimidad de las apli-
L a b io é tic a e n la E d u c a c ió n S e c u n d a r ia

caciones. Es evidente que los intereses de mercado pueden ser perfectamente líci­
tos, y toda investigación está movida por determinados intereses, traducidos en
financiación. Sin embargo no es menos cierto que el objetivo final ha de ser muy
otro que obtener rendimientos económicos, so pena de desvirtuar la misma razón
de ser de la investigación, y de la medicina -cuando nos referimos a aplicaciones
terapéuticas-. Por ello, es importante analizar el peso que la industria y las cues­
tiones mercantiles están teniendo en el desarrollo de las tecnologías de la ingenie­
ría genética y en su aplicación. El desequilibrio entre países (los comúnmente lla­
mados bloques norte y sur) es digno de atención, como paradigma de los abusos
posibles a que puede dar lugar un exagerado hincapié en el beneficio económico.

En esta misma línea, se plantea el problema de las biopatentes, estrecha­


La investigación hiotecnológica: Ingeniería genética y clonación

mente relacionado con el Proyecto Genoma, que implica necesariamente entrar


en cuestiones de mercado y competitividad económica, y que ha dado mucho
que hablar hasta el momento, precisamente por la percepción social de este tipo
de maniobras económicas como fuente de deslegitimación de la investigación.
A ello cabe añadir que instancias como el Consejo de Europa insisten en la
dimensión de “patrimonio de la humanidad” que tiene el genoma, como inten­
to de salvaguardar ese conocimiento de una carrera comercial.

3.3, El control de la información y la confidencialidad

Entre esas decisiones a tomar hay una que está cobrando una importan­
cia cada vez más notable: se trata de la desvelación de información. El análisis
del genoma humano está poniendo a nuestra disposición el conocimiento de
nuestros datos genéticos. Datos de los que puede ser informado el interesado
pero que también pueden ser transmitidos a otras personas. La salvaguarda de
la confidencialidad de los datos es uno de los temas de discusión actual que más
controversia suscita, pues a pesar de que todo el mundo considera que es peli­
grosa la divulgación de datos privados -y así lo muestran la mayor parte de las
legislaciones-, en ocasiones no queda tan claro si es la privacidad del individuo
lo que ha de protegerse, o si bien es el interés común lo que ha de prevalecer.
Así, por ejemplo, se pone en cuestión el presunto derecho que tendría un empre­
sario a acceder a la información genética de sus empleados, habida cuenta de
que esto puede vulnerar derechos fundamentales (como el derecho a la intimi­
dad, o el derecho al trabajo, caso de que se produjera algún tipo de discrimina­
ción). Sin embargo, por la misma razón, se defienden los intereses de las
empresas por la vía de este conocimiento, cuya aplicación es ya real en lo refe­
rente a los análisis físicos y psíquicos que se exigen actualmente. También por
ejemplo, en el campo de la investigación genética, la obtención de datos que
puedan resultar relevantes para la propia investigación puede colisionar con el
derecho a la privacidad del individuo que participa en un ensayo experimental.

134
__________________________________ Copyrighted material
L ydia F e ito G r a n d e

Por otro lado, es claro que no sólo ha de protegerse la confidencialidad


de los datos, sino que la propia persona puede no querer conocer sus datos. Las
tecnologías genéticas están poniendo ya a nuestra disposición pruebas que per­
miten detectar la predisposición a padecer determinadas enfermedades. Lo cual
genera varios problemas: en primer lugar, la disponibilidad de estas pruebas
hace necesaria la garantía de poder ofrecer una cura. Actualmente esto no ocu­
rre así, de modo que un individuo -e incluso sus familiares, puesto que se detec­
tan lineas hereditarias, lo cual abre otro panorama de problemas referentes a la
confidencialidad y necesidad de divulgación de datos por razones preventivas-
puede conocer su potencial enfermedad, aún antes de que se manifiesten los sín­
tomas, sabiendo que no hay esperanzas de curación. Ésta es, así, una práctica
beneficiosa, pues ofrece un diagnóstico que puede ser útil para la prevención o
para aplicar los medios que minimicen el riesgo o la manifestación posterior,
pero es también perniciosa porque puede generar una tremenda angustia. Ls
claro que la oferta masiva de pruebas genéticas no puede hacerse legítimamen­
te si no se emplean fondos y tiempo en investigar las posibles curaciones de las
enfermedades para las que tan rápidamente se ha querido disponer de un test.
En este caso, como en otros, no cabe defender el beneficio económico a corto
plazo, olvidando la salvaguarda de la salud, física y psíquica, de las personas.
Por otro lado, es muy importante destacar que el descubrimiento de una predis­
posición a padecer un trastorno no es necesariamente sinónimo de una condena
segura. Confundir la mera predisposición con la determinación absoluta es un
grave error que puede suscitar acciones injustificables.

3.4. Las aplicaciones terapéuticas

El beneficio terapéutico que pueden ofrecer las nuevas tecnologías genéti­


cas también genera, a pesar de su validez, un enorme conjunto de problemas,
entre los cuales no es el menor la evaluación cautelosa de los posibles riesgos1'.
La terapia génica consiste, como se ha dicho, en la utilización de las técnicas de
transferencia (transducción) de genes como técnica terapéutica: la introducción de
un “transgén” en las células para corregir los genes defectuosos.

Los ensayos actuales recurren a la adición génica (inserción sin eliminación


del gen defectuoso), por medio de diferentes técnicas (in vivo, ex vivo, in vitro). Los
problemas que generan los sistemas de transferencia de genes se centran en: (a) la
seguridad, es decir, la protección del sujeto ante los vectores víricos (sobre todo en
terapia ex vivo) por su potencial patogenicidad y por la posibilidad de que se pro-*lo

11 Sobre los problemas éticos suscitados por la terapia génica cfr. FF.ITO, L. E l su eñ o de
lo posible. B ioética y terapia génica. Universidad Pontificia Comillas. Madrid, 1999.
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Lydia Feito Grande

nal -modificaciones que, en este caso, serán heredadas por la descendencia)- y


según el fin que persiga la modificación (la terapia, curación de enfermedades
o trastornos; o la mejora de rasgos no patológicos):

Terapia Mejora
Somática Terapia génica somática Ingeniería genética perfectiva somática

Germinal Terapia génica en línea Ingeniería genética perfectiva germinal


germinal

La investigación biotecnológica: Ingeniería genética y clonación


La terapia génica en células somáticas -que es la única actualmente posi­
ble técnicamente- suele ser valorada como equivalente a los trasplantes, pues en
realidad se trata de una transferencia de información genética cuyo resultado es
el mismo: que la nueva información cumpla la función que estaba dañada o per­
dida anteriormente. Por ello suele considerarse como uno más de los métodos
que se van desarrollando para la curación y tratamiento de enfermedades, por
tanto, como expresión del ideal terapéutico de la búsqueda del beneficio del
paciente.

Un frente de discusión que actualmente está teniendo gran importancia


es la posibilidad de realizar terapia génica en células de la línea germinal. Si
bien existen razones para desarrollar más las técnicas en células somáticas antes
de plantearse esta nueva posibilidad, que es objeto de fuerte controversia, el
debate se ha abierto a causa de la realización de técnicas de terapia génica in
Utero, que son beneficiosas desde el punto de vista de la intervención en un
estadio temprano de la enfermedad, pero que han dado como resultado algunas
inserciones genéticas accidentales en la línea germinal.

Sin embargo, las aplicaciones de estas técnicas van más allá haciendo
posible la intervención con la finalidad de mejorar un rasgo no patológico en un
individuo sano. Ln tal caso, no se trata de corregir un defecto, sino de perfec­
cionar el funcionamiento o conformación de un elemento que, en sí mismo, no
puede considerarse enfermo o defectuoso. Este tipo de modificación es aún una
ficción, pero ha abierto un debate de gran interés acerca de cuáles son los fines
y objetivos que debe perseguir la medicina. Las valoraciones éticas son diferen­
tes en uno y otro caso: mientras que la terapia se justifica por el principio de no-
maleficencia y por tanto puede considerarse incluida en las obligaciones de
mínimos, la mejora se justifica por el principio de beneficencia y va más allá
del ideal terapéutico. De hecho, la fuerte medicalización de nuestras sociedades
occidentales, en las que la exigencia de salud extiende sus peticiones hasta
L a b io é tic a e n la E d u c a c ió n S e c u n d a r i a

dimensiones sociales que la medicina no puede acoger, hace que se introduzcan


nuevas demandas propiciadas por las nuevas técnicas. La discusión se sitúa en
la determinación de los límites del ideal terapéutico mencionado.

Por otro lado, es obvio que los objetivos se definirán en función de la


concepción de la salud que esté vigente12. Una definición amplia como la de
la Organización Mundial de la Salud, de 1948, que le atribuye los rasgos de
"completo bienestar físico, psíquico y social”, evidentemente hace pensar que
la medicina, en cuanto garante de la salud, ha de extender sus fines y acoger
nuevas líneas de actuación. Por el contrario, también puede pensarse que se le
ha pedido demasiado a la medicina y que, por tanto, debe redefinir sus lími­
tes y acotar sus intervenciones. Máxime cuando la medicina genómica que ya
empieza a ofrecer sus frutos, amplía sus posibilidades hasta extremos insos­
pechados.

A ello cabe añadir que la cuestión de la mejora encierra una enorme com­
plejidad porque nos obliga a plantearnos, en primer lugar, qué es lo “normal” o
no patológico, respecto de lo cual establecemos un índice de mejora. Es claro
que, en buena medida, la mejora y la terapia sólo tienen una diferencia de tipo
cuantitativo, de grado, siendo un continuo que enlaza ambas intervenciones.
Esto, a su vez, origina una reflexión sobre la idoneidad ética de introducir la
posibilidad de la mejora, cuando puede ser una fuente más de discriminación,
segregación y distancia entre grupos poderosos y otros más pobres. En segun­
do lugar, el tema de la mejora también abre la cuestión de la eugenesia y del
temor que produce el ideal del perfeccionamiento de la especie humana, al que,
sin embargo, todos aspiramos en cuanto individuos.

3.6. Las generaciones futuras

La otra vertiente de intervención terapéutica que ofrece una notable difi­


cultad de valoración es la utilización de las técnicas de terapia génica en célu­
las de la línea germinal, es decir, que las modificaciones realizadas serán here­
dadas por la descendencia del individuo en cuestión. En tal caso, que también
es imposible técnicamente por el momento, se discute la idoneidad de un pro­
cedimiento que influirá en la vida de las generaciones futuras, determinando
ciertos rasgos genéticos. Aunque, de hecho, las decisiones presentes tendrán
repercusiones en quienes vivan después de nosotros, y aunque siempre ha sido
así, parece que el elemento genético añade un rasgo de complejidad o preocu­
pación que ha suscitado la introducción de la categoría de responsabilidad como
base para cualquier toma de decisiones de estas características. La apelación a
un presunto derecho que las generaciones futuras tendrían a disfrutar de la capa­
cidad de decisión que les restaríamos si decidiéramos por ellos, se ha visto

138
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L a b io é tic a ert la E d u c a c ió n S e c u n d a r i a

3.8. La clonación

La cuestión de la clonación ha suscitado un notable debate, a raíz de la


difusión del éxito obtenido por el grupo del Instituto Roslin, en Escocia, al
lograr la clonación de una oveja, la ya famosa Dolly, a partir del material
genético de una célula mamaria. Sin embargo son también muchas las falsas
interpretaciones y valoraciones que se han hecho de este evento y de las posi­
bilidades de esta técnica. Por ello, cualquier análisis cuidadoso ha de partir
de ciertos datos básicos para poder comprender cuál es el alcance real de la
clonación. En este campo, quizá más que en ningún otro, la influencia de
unos medios de comunicación que han utilizado el tema como recurso publi­
La investigación biotecnología: Ingeniería genética y clonación

citario se manifiesta como vehículo de opinión y posible manipulador


-intencionado o no- de las reflexiones, ilusiones, esperanzas y miedos de la
población.

Los beneficios de la técnica de clonación son muchos: se pueden


crear líneas de animales idénticos para la investigación de enfermedades; se
pueden hacer modificaciones genéticas en animales (transgénicos) que des­
pués se clonen, con el fin de obtener, de un modo más barato y sencillo, gru­
pos de animales que dispongan del nuevo material genético (por ejemplo
para conseguir productos de interés humano, como vacas que den leche con
más calcio o que sea apta para el consumo infantil); se pueden facilitar las
técnicas de fecundación artificial, etc. El más importante de los usos previ­
sibles para los seres humanos es la utilización de las células “madre” (stem
cells) para la producción de tejidos y órganos que pueden utilizarse en tras­
plantes, sin peligro de rechazo para el individuo receptor. Aquí se centran
buena parte de las investigaciones, pues es una esperanza terapéutica de
gran importancia. También se puede utilizar la técnica de clonación unida a
la introducción de modificaciones por medio de la ingeniería genética, lo
cual abre nuevas posibilidades terapéuticas. Sin embargo, todos estos avan­
ces generan también una enorme discusión por la utilización de células
embrionarias.

Muchos de los problemas éticos generados por la clonación no difie­


ren en exceso de los que suscita la ingeniería genética: control de los fines
de la investigación, valoración de los riesgos, determinación de la validez del
diseño frente al azar evolutivo, exceso de énfasis en la relevancia de los ele­
mentos genéticos humanos, posibles daños al medio ambiente o a las espe­
cies vivas, reduccionismos, falta de información al público, etc., pero, del
mismo modo, es preciso evitar el alarmismo y propiciar una reflexión y una
deliberación prudentes.

140
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i
Lydia Feito Grande

4. EL DEBATE EN TORNO A LAS CÉLULAS MADRE

Clonación reproductiva y clonación terapeútica

investigación biotecnológica: Ingeniería genética y clonación


*
Blastocisto
Clonación reproductiva Clonación terapeútica

Transferencia uterina a
madre portadora

I Diferenciación in vitro

Células musculares neuronas hematíes

En términos generales, la clonación reproductiva se considera una técni­ &IS


ca innecesaria, que suscita un fuerte rechazo, y que podría albergar enormes
riesgos. De ahí que el debate actual se centre en la clonación terapéutica, en la
que se utilizan células troncales para la obtención de tejidos que potencialmen­
te servirían para realizar trasplantes (además de, más a corto plazo, servir como 3
modelo para comprender el proceso de diferenciación y función de los tejidos,
y abastecer de poblaciones de tipos celulares para realizar ensayos).

Las células troncales pueden obtenerse de adultos, en cuyo caso no gene­


ran problemas éticos, más allá de los relativos a una técnica experimental y las
cautelas pertinentes. Pero también se pueden obtener a partir de embriones en
estado de blastocisto, es decir, en estadios muy preliminares del desarrollo.
Existe un intenso debate en la comunidad científica acerca de la validez y el
potencial de unas y otras células madre. Hay quienes defienden que las células
procedentes de adultos son perfectamente útiles y no menos valiosas que las

141
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! villa I cito Orando

embriones supondría además una inaceptable instrumentalización, porque la


vida humana se utilizaría al servicio de otro fin. A ello se suele añadir una pers­
pectiva de “pendiente resbaladiza”, afirmando que permitir esta investigación
supondría abrir la posibilidad de otras técnicas aún menos aceptables (por ejem­
plo, pasar de la clonación de tejidos a la clonación de individuos humanos; o
pasar de la investigación con embriones preimplantatorios a embriones implan­
tados)

Muy diferente es la opinión de quienes consideran que el embrión tiene


un estatuto especial, propio de su posibilidad de ser persona, que va adquirien­
do dicha dimensión en la medida en que se van produciendo cambios sustancia­
les hasta el momento en que aparece la suficiencia constitucional y puede
hablarse de persona. Desde esta perspectiva se considera que no es posible
reclamar respeto a la dignidad del embrión, porque esta obligación es exclusiva
de las personas. Sin embargo, el estatuto único y especial del embrión genera
una obligación de protección del bien y el valor que comporta. De ahí que se
exija máxima prudencia y cautela en su utilización, aunque no se podría consi­
derar que el uso de los embriones en la investigación fuera inmoral porque se
trata de una realidad valiosa que cede ante el derecho de las personas a buscar
su salud (objetivo terapéutico de la investigación), que es una forma de respeto
a su dignidad. Si bien exclusivamente este fin terapéutico (que se sustenta en el
principio de no maleficencia) justificaría privar de protección al embrión. No
ocurriría lo mismo fines de otro tipo: comerciales, estéticos, u otros.

Un punto interesante en esta discusión es la relevancia de la “intención”


con la que se produjeron los embriones que después se utilizarán en la investi­
gación, de tal modo que se considera que la producción específica de embrio­
nes para investigación tendría una consideración moralmente negativa, o mucho
más negativa que la utilización de embriones sobrantes de técnicas de reproduc­
ción asistida o procedentes de abortos. Una legislación que permita la investi­
gación en embriones sobrantes pero no su producción ad Itoc para la investiga­
ción asumiría este presupuesto, y éste parece ser el modelo más frecuente
actualmente. Obviamente, esta distinción no se aplica si se considera absoluta­
mente ilicita/lícita toda investigación con embriones. Sin embargo, las posturas
suelen ser más matizadas.

El uso, en investigación, de embriones “sobrantes” se justifica por consi­


derarla un “mal menor” ante su posible destrucción. Sin embargo, se plantea el
interrogante acerca de la existencia de una cierta “complicidad” moral en el uso
»

de embriones si la acción trata de obtener un bien a partir de un mal. Este es un


interesante punto de controversia -que no analizaremos aquí- que nos obligaría
a definir el mal previo, y a aceptar o criticar la posibilidad de justificar el bien

145
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L a b io é tic a e n la E d u c a c ió n S e c u n d a r i a

obtenido del mal, que podría interpretarse como un fin noble que legitima un
medio inmoral.

Por otro lado, otorgar relevancia a la intención sólo tendría sentido si acep­
tamos el presupuesto de una obligación moral de contribuir a que el destino de los
embriones sea, siempre que sea posible, su vida humana personal. Sin embargo,
siguiendo la lógica del argumento, si asumimos que la investigación en embriones
es legítima porque no son personas y porque el beneficio esperado compensa el
posible daño a un bien, entonces no parece que exista un compromiso moral con
la vida del embrión (entendido como asumir la obligación de contribuir a su vida)
y podría justificarse la producción de embriones cid hoc para investigar.

Sin embargo, resulta evidente que la producción de embriones cuyo fin


no ha de ser otro que la investigación suele producir repugnancia moral, ya que,
a pesar de la posible coherencia del argumento que lo justifica, esta posición no
La investigación biotecnoiógica: Ingeniería genética v

parece acorde con la obligación moral que tenemos hacia el embrión, ya sea ésta
una obligación de respeto a su dignidad, si se considera que es una persona, o
una obligación de protección ante su valor como bien con un estatuto único, si
se defiende la segunda de las posiciones presentadas. Sólo podría ser defendi­
da por quienes consideran que el embrión es un conjunto de células sin mayor
valor que cualquier otro grupo celular. Por otro lado, es una posición simbóli­
camente difícil de aceptar para nuestra sociedad. De ahí que la opción pruden­
te sea asumir ese compromiso e investigar exclusivamente con embriones
sobrantes, no produciéndolos específicamente para tal fin.

Todo el debate descrito muestra la dificultad de esta cuestión. A la hora


de tomar decisiones sobre la investigación con células madre embrionarias es
preciso tener en cuenta que es éticamente exigible tanto la responsabilidad con
los embriones, como la responsabilidad con los enfermos, que pudieran benefi­
ciarse de la investigación. Esto implica atender a la vulnerabilidad en ambos
casos y promover una actitud de cuidado. Más aún, se puede plantear incluso
como un deber de solidaridad con las generaciones futuras: no se puede inves­
tigar, se debe investigar.

No obstante, habida cuenta de las enormes controversias que plantea el


uso de células embrionarias, parece claro que no debería llevarse a cabo si real­
mente existe una vía alternativa de investigación con la que puedan obtenerse
resultados similares (por ejemplo, potenciar la investigación con células tronca­
les de adulto, si no hay diferencias relevantes en su potencial), y debería garan­
tizarse siempre que la investigación es necesaria y relevante, que se seguirán los
patrones de ética de la investigación, y que se obtendrá el consentimiento de los
donantes de embriones (la madre o los dos miembros de la pareja).

146
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I 1

Lydia Fcito Grande t •

Finalmente, la conclusión más clara que se puede extraer de todo lo dicho


es que es necesaria una actitud responsable. La alternativa del miedo paraliza la
sociedad y es inaceptable porque obliga a renunciar a los beneficios terapéuti­
cos. La investigación y sus aplicaciones han de estar controladas y deben seguir
criterios de precaución y prudencia. La responsabilidad con las generaciones
presentes y futuras exige diseñar racionalmente los fines de nuestra interven­
ción: se trata de definir qué clase de mundo queremos construir. Por ello es
necesaria una reflexión racional, prudente y deliberativa.
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ISBN 978*84*3694*441 -9

La p rim era de n u estras co leccio n es se d en o m in a A u las de


Verano, y p r e t e n d e q u e t o d o e l p r o f e s o r a d o p u e d a a c c e d e r a l c o n o ­
c im ie n to d e la s p o n e n c i a s q u e s e d e s a r r o ll a n d u r a n t e los v e r a n o s e n
l a U n iv e rs id a d In te rn a c io n a l M e n é n d e z P e la v o d e S a n ta n d e r, e n lo s
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U n iv e rs id a d N a c io n a l d e E d u c a c ió n a D is ta n c ia en Á v ila y e n l o s d e l a
F u n d a c ió n U n iv e rs id a d d e V e ra n o d e C a s tilla y Le ó n en S e g o v ia

C o l e c c i ó n Aulas de Verano, q u e s e i d e n t i f i c a
c o n el c o lo r « b e r m e lló n S a l a m a n c a »

• S e rie « C ien cias» C o lo r v e r d e


• S erie « H u m a n id a d e s» C o lo r azu l
• S e rie « T écn icas» y C o lo r n a r a n ja
• S e rie « P rin cip io s» C o lo r a m a rillo
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¡

L a s e g u n d a c o l e c c i ó n s e d e n o m i n a Conocimiento Educativo.
C o n ella p r e t e n d e m o s d if u n d ir la s i n v e s t i g a c i o n e s r e a l i z a d a s p o r el
p r o f e s o r a d o o g r u p o s d e p r o f e s o r e s , el c o n t e n i d o d e a q u e l l o s c u r s o s
d e v e ra n o de c a rá c te r m á s g en eral, y d a r a c o n o c e r aq u ellas accio n es
ed u cativ as que d esarro lla el In stitu to S u p erio r de F o rm ació n del
P r o f e s o r a d o d u r a n t e el a ñ o a c a d é m i c o .

C o l e c c i ó n Conocim iento Educativo, q u e s e i d e n t i f i c a


c o n el c o l o r « a m a r i l l o o fic ia !"

• S e rie « D id áctica» C o lo r azu[ m ,i


• S erie « S itu ació n » C o lo r v e r d e
• S e r ie « A u la P e r m a n e n t e » C o lo r rojo
• S e rie « P atrim o n io » C o lo r v io le ta
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E sta s c o le c c io n e s tie n e n u n c a r á c te r d e d ifu sió n y e x te n s ió n e d u ­


cativ a, al serv icio de la in terco m u n icació n en tre los d o cen tes que
d esarro llan sus tareas en las d istin tas C o m u n id ad es y C iu d ad es
A u tó n o m a s d e n u e s tro E stad o .

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M IN ISTER IO

DE E D U C A C IO N
★I Y C IE N C IA

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