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~ '' Colección Teorema

•• 1 :
Vincent Descombes

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•• U~:JA~
•• Lo mismo y lo otro
•• CUARENTA Y CINCO AÑOS
DE FILOSOFfA FRANCESA

•• (1933 - 1978)

••
•·• SEGUNDA EDICfON

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CATEDRA

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Titulo original de la obra: Lomémeetfitulrr?.
Traducción <le Elenu Bennrroch
Vincent Descombes
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Lo mtsmo y lo otro ••
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Cubierta: José Flores


CUARENTA Y CINCO AÑOS ·
DE FILOSOF1A FRANCESA ••
(1933 -1978)
••
---·-• •
Advertencia -al lector:

Este página re·produce Ja anterior. Otra, es la misma, ••


••
Pero Plll"B: evitar que d. lector no tome en cuenta esta segunda
primera página, atribuyéndole, por ejemplo, a un error de re-
Iectura, he tenido que incluir esta advertencia, que no figura en
la primera p:S.gina. Para ser la misma, hace falta que sea otra.

©Cambridge University Press, 1979


••
Ediciones Catedra, S. A, 1988
Josefo Valcárcel, 27. 28027 M11drid
Depósito legal: M. 27.848-1988
ISBN: 84-376-0}26-9 CATEDRA ••
••
Printed,in Spoin
Impreso en Anzos, S. A - Fuenlabrnda (Mt1dridl TEOREMA


. •
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••
•• PREFACIO . . . . . . . . • • . . . . . ,., ...... , .. -·· ... 11

••
INTRODUCCIÓN: LA FILOSOFÍA EN FRANCIA ..... , 13
NOTA SOBRE LAS ABREVIATURAS 23
l. (KojCve) " ......... . 27

••
LA HUMANIZACIÓN DE LA NADA
La interpretación de Hegel ................. . 27
Búsqueda de una filosofía concreta . . . . .. 35
La objeción del solipsismo .. . . .. . .. 40

•• El origen de la negación
El final de la historia . . . . . . . . . . ..
La negatividad . . . . . . . ..
Identidad y diferencia .. ,
43
47
57
58

••
La ·CUesri6n de. la -enunciación ... 62
APÉNDICE: la nada en El Ser y la Nada, de Jea.n-Paul
Sartre .. , ........ ,

••
73

2. EL ORIGEN HUMANO DE LA VERDAD (Merleau-Ponty). 81


El alma y el cuerpo . . . . . . . .. 83


La tierra no gira .. . . . . . . . . . 86
¿Existe la caca oculta de la luna? ... . 90

•• J.
El fen6meno . . . . .. .. . . . . . . . . ..
La fenomenología de la historia

LA SEMIOLOGfA
94
98

105

•• El panorama intelectual en 1960


El estrucruralismo
¿Qué es un análisis estructural? . .. . .
La comunicación . . . . _.
105
108
113
125

•••• Las estructuras _.. _.. . . . , . . . , . . . . . ..


..La .disputa .del humanismo .................... .
135
139

9
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••
••
4. LA CRÍTICA DE LA H JSTORIA·

El nihilismo . . . . . .
(Foucauk, Althusscr)
. . . . . . . . · -. · -. . · · · · · ·
El marxismo en peligro , . . . . . . . . . ..
Las supercstructurns ................. .
Introducción al problana del poder .. .
147
148
156
167
17}
1 ••
5. LA DIFERENCIA (Derrida, Deleuzc) ..... .
La radicalización de la fcnomenolog[a .. .
·La düférance ,",' ··: ................. .
179
180
186
••
El retraso ongmar10 . . . .. . . . . . . . . . . .. . . .. .. ·
Búsqueda de un empirismo trascendental ........ .
Critica de la dialéctica . . . . . . . .. . . . .. . . .. . .. . ..
190
199
204 ••
1
6. EL FINAL DE LOS. TIEMPOS (Deleuze, Klossowski, Lyo-
wd) ... . .. .. . . . . ... . .. .. . . ..
Los poderes . . . . . . . . .
... ... · ··
. .. . . . . . .
La enfermedad finisecular . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . .
···
. ..
. ..
219
219
226
Prefacio
••
1
El relato del final de la historia . .. .. . .. . . ..
Advertencia final . . . . .. . . . ... . . . .. . . . . .. . . ..
2}4
242
Quizá extrañe que el prefacio de un libro escrito en
francés por un filósofo francés, cuyo tema es la filosoHn
francesa, esté firmado por un filósofo británico. ••
••
Sin embargo, no es inútil señalar que el libro de
V. Descombes tiene su origen en el encargo de un editor
británico, la Cambridge Uníversity Press, y que está des-

-·-•
tinado a fonnar parte de una nueva colección llamada
MOOem European Philosophy¡-donde-aparecerá-cn_in-:.___ __
glés en cuanto la traducción esté acabada. Vaya por de-
lante un 'extracto de la nota introductoria que presenta

•••
esta colección: .
«Durante la mayor parte de .este siglo ha existido una.
barrera de ignor~cia y de desconfianza.recíproca entre los
que han recibido su formación según la traclici6n analítica
de Inglaterra y Estados Unidos,.. y los representantes de
las principales escuelas ·filosóficas del continente europeo
(en particular en Francia y en Alemania). Ahora la si-.
tuación está caml;iiando¡ en cada una de las partes se
empieza a observar con interés lo que pasa en el otro lado
••
de la barrera y a· reconocer, a veces con cierta sorpresa,
que "hay problemas y preocupaciones comunes, aunque
muy a menudo se encuentran expresados en unos térmi~
••
nos y en un contexto intelectual muy diferentes.»
Quien lea este libro en su versión francesa, si recuerda
11.
••
10
••
- - --- ----.,

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•• ¡.,
¡ lo, cada generación forja Jos obstáculos con los que se
enfrentará su descendencia. También conviene, para deli-
mitar .lo que es el hoy para nosotros, tomar en cuenta
creamos que una obra adquiere autoridad porque haya
sido leída, estudiada y finalmente considerada convincen-
te. Antes al contrario:: leemos porque ya estamos conven-


•--,---,,~~~·=·-=··~··=-=·=····~~
dos generaciones: la generación presente que hoy se
muestra activa y Ja que le ha precedido inmediatamente.
Podemos ver en la evolución reciente de la filosofía en
,. cidos. Las obras están precedidas de un rumor. Como
escribe Mauricc Blanchot, la opinión pública nunca es
opinión de una forma tan plena como en el rumor: la

•• i Francia el paso de la generación de las «3 H», como se


decía después de 1945, a la generación de los tres «maes-
tros de la sospecha», como se dirá en 1960. Las tres H
opinión es, por ejemplo, «lo que se puede leer en los pe-
ri6dicos, pero nunca en tal periódico en particular»¡ esa
es precisamente la esencia del rumor, pues «lo que co-

••
son !-legel, Husserl, Heidegger, y los tres maestros de la nozco por el rumor, necesariamente ya lo he oído» 1 . Por
sospecha son Marx, Nietzsche y Freud. Esto no quiere una especie de reminiscencia platónica, el texto del que
decir que los hegelianos o los husserlianos hayan desapa- nos enamoramos es aquel en el que no cesamos de apren-
recido bruscamente de la escena en 1960. Pero los que der lo que ya sabíamos. Merleau-Ponty lo ha reconocido:

•• persisten en remitirse a las tres H o a una de ellas des·


pués de esta fecha, serán los primeros en admitir que su
posición no es dominante. Por otra parte, este hecho les
Encontramos la unidad de la fenomenología y su vercla-
dero sentido en nosotros mismos. La cuestión no es tanto
contar las citas como fijar y objetivar ~ta fenomenología

•• obliga a tener en cuenta en la discusión la doxa común,


previniendo de antemano las objeciones que se les po-
dtían hacer en nombre de la nueva trinidad. La tarea
para nosotros que hace que algunos de nuestros contem-
poráneos, a1 leer a Husserl o a Heidegger hayan experi-
mentado mucho menos el sentimiento de encontrar una


que nos toca en suerte consiste en buscar las razones de filosofía nueva que de reconocer lo que esperaban 2 •
,.
este.cambio. ¿Por qué los maestros que reinaron de 1930
Por otra parte, aquí no tenemos por qué preguntarnos si

•• a 1960 fueron destron.ados, todos al mismo tiempo, en


los años 1960, en beneficio de los recién llegados? Se
observará que la agrupación· de las autoridades en triadas
las interpretaciones que se darán de Hegel y Husserl,
después de ·Marx o Nietzsche son o no fieles a los pen~
samientos que pretendéh' contener. Los traicionan, es evi-

••
sucesivas es un artificio retórico: el historiador escrupu-
-den-te, .pero .quiz2 ...esta .traición no .es .sino una forma de
loso de la filosofía podrá hacer toda clase de objeciones
1 hacer resaltar algo «impensado», corno dice Heidegger,
a es tos paralelismos, pero no impedirá a una generación
inherente a estos pensamientos. ,.
extraer una enseñanza común de lo que lee, por ejemplo,

•• en Hegel, .Husserl o Heidegger. No es indiferente que


los textos más invocados después de 1930 sean frecuen·
tcmente textos de difícil acceso, unos porque no estaba"n
Finalmente, hay que decir dos palabras sobre las pro-
piedades del espacio de circulación de los enunciados fi-
losóficos .

••
Este espacio ha demostrado una estabilidad notable,
traducidos en esa fecha (la Fenomenología del espíritu
al menos hasta una fecha reciente en la que se han de-

.,
lo estuvo en 1947, y Ser y tiempo sigue sin estarlo jado oír los crujidos provocados por los poderosos medios
en 1978), otros porque: ni siquiera estaban publicados
de comunicación de masas (televisión, etc.) sumados a las


,~ (así, los textos más admirados de Husserl serán precisa-
¡ redes de circulación establecidas desde finales del siglo
n:ente los inéditos de Lovaina). Estas circunstancias par-
" ticulares favorecen Ja trans(ormación productiva del cita~
último.
do pensamiento por el lector, transformación que siempre

...e:"
1
L'entrelien in/ini, Gallimard, 1969, pág. 26.
se observa en el alumbramiento de una autoridad. No ' PP, pág. lL

::):~;·.:·· ,,"' 16 17

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••
••
Lo que caracteriza el lugar universitario de la filosofía
es su formación concéntrico, fuertemente centralizada.
Los liceos son los que aseguran a las universidades lo
son corregidos por los profesoreS a la luz de las direc-
trices especiales que el ministerio se encarga de propor-
cionarles en esta ocasión. Para que la corrección sea im- ••
••
esencial de su público en la persona de los futuros pro- parcial, se organiza una permutación de los correctores de
fesores de la enseñanza secundaria. Estos profesores de ciudad en ciudad, de manera que ningún candidato sea
liceo son, en principio, contratados por el Estado me- conocido personalmente. por su examinador.. De ahí .eJ
imperativo de un programa único, el mismo para todos
cliante oposición. Al estar el programa de estas oposicio-
nes (cátedra, CAPES') en funci6n del programa del
último curso llamado <1c1ase de filosofía», resulta que la
enseñanza de la filosofía en Fraflcia está más o menos
los liceos franceses del planeta Tierra y, si fuera necesa-
rio, de Jos demás.
Ni que decir tiene que la contratación de los profeso-
••
determinada por la naturaleza y ]a función de este «pro-
grama de la clase de filosofía». Según Ja doctrina oficial,
el Programa, obra maestra de coherencia y de rigor, sería
res, en cuyo detalle no puedo entrar aquí, se hace según
principios análogos. Verdadero rito iniciáticoi la oposición
de cátedra arranca a los candidatos de lo que se experi- •1•
., .~
objeto de un consenso uná.nime. En realidad, es más el menta vagamente como el mal (las provincias, las patrias
resultado de un compromiso entre las diferentes tenden- chicas, los particularismos locales) para metamorfosearlos
cias existentes, y por ello la Obra Maestra tan a menudo
celebrada es periódicamente objeto de modificaciones im·
portantes. Acusados por unos de aparejar una ideOlogía
en misioneros del espíritu público y ·del ·Estado. Debemos
insistir a este respecto en el papel predominante del pre-
_sidente .del .tribunal .de la oposición. Éste, nombrado di. •
••
reaccionaria y por otros de liquidar lo que aún quedaba rectamente por el ministro, elige los otros miembros del
de auténtica filosofía en el programa anterior, los pro- ,. jurado, preside las deliberaciones y decide el programa
gramas que se suceqen reflejan el estado momentáneo de de esa oposición (extraído del Programa de la clase de
las fuerzas políticas) no sólo en el cuerpo docente, sino filosofía), que a su vez determinará los programas de las
en el conjunto del pafs.
Son escasos los que se muestran satÍsfechos del progra·
ma tal como está, innumerables los que reclaman su re·
enseñanzas de las facultades de filoso-fía que intentarán
preparar sus estudiantes. Incluso el estilo de la filosofía
francesa está perpetuamente afectado por ello: cuando el ••
forma. De todas maneras nadie parece poner en duda 1a
necesidad de un programa cualquiera que fuese. Este culto
del programa, que nuncn deja de causar estupefacción al
neo-kantismo presidia el tribunal de la oposición a cá-
tedra en la persona de Le6n Brunschvicg, la inmensa ma-
yoría de los estudiantes se dedicaban a asimilar los pen-
samientos de Platón, Descartes y Kant, leídos en este
••
••
observador extranjero, se explica por el amor que tienen
los franceses a la institución del bachillerato 1 encarnación orden, como un progreso de la conciencia hacia el espí~
del ideal igualitario. Ahora bien, el examen de filoso- ritu¡ pero en lo que se refiere a los autores condenados
fía en. el bachillerato consiste en lo siguiente: el mis· por .. el .neo,kantismo, .como Aristóteles y Hegel, uno se
mo día, a la misma hora y durante e1 mismo tiempo 1
todos los candidato~ deben redactar, en una hoja de pa-
pel estrictamente idéntica, una disertación del mismo tipo
podfa limitar a una somera refutación.
Que el profesor de filosofía, en Francia, sea un fun-
cionario del Estado explica que esta enseñanza tenga ine- ••
que se refería, aún recientemente, a una misma pregunta
extraída clel Programa. Estos trabajos uniformes luego
vitablemente incidencias políticas. Si estas incidencias son
poco sensibles en los periodos de equilibrio nacional 1 en
cambio son determinantes cuando el Estado parece vaci-
lar. Al principio de la III República el Estado le ha
••
CAPES: certificado de aptitud para la enseñanza secundaria.

••
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18 19

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encomendado una misión a la filosofía universitaria: en- hasta 1968, era más bien de izquierda y ~a mctafí~ica
señar a los alumnos la legitimidad de las nuevas institu- derecha; pero _de pronto, con la emergencia de las. mq~­
ciones republicanas" Dos doctrinas serán candidatas para cudes ecológicas, la epistemología par~ce reacct:>nana,
esta función: el positivismo sociológico de Durkheim y

••
mientras que la merafísica toma un car1~ subversivo.
el racionalismo neo-kantiano {procedente de Renouvier Estas oscilaciones de los valores políttcos en la Bolsa
Y más tarde encarnado por Brunschvicg). Este último es
de las opiniones .no contribuye en absoluto a la claridad
el que ganará al final. Si bien opuestas, estas dos doctri- de las discusiones. Sin embargo, alú reside un hecho

•• nas enseñan de manera idéntica que la humanidad desde


sus orígenes más remotos, no ha dejado de pr~gresar
hacia un acuerdo mutuo de todos los seres humanos ba-
sado en principios razonables: principios que, precisa-
capital. La relación de la filosofía ~º~,la opi.ni6n en Fran-
cia es primero relac16n con la optn1on.· po~ttzca, y en se-
gundo lugar con la opinión literaria, es -dccll', con los gru-

•• mente, ¡son los de las instituciones republicanas! Vere-


mos cómo el punto de partida de la generación de 1930
será la voluntad de escapar a esta visión optimista de la
pos literarios (por ejemplo, la «nueva '_novela», el grupo
Tel Quel). Como estos grupos, por su .Parte, pregon.an
asimismo sus posiciones políticas, las diferentes .relacio-

•• historia. nes de alianza y de oposición se entrecruzan. Por e1emplo,


el grupo Tel Que/ en tal fecha es partidario del ~<apoyo
~aturalmente, es en el ambiente mundano (periódicos, al P. C.)): el lector que comparte sus puntos de vista so-
revistas, mass-media) donde los filósofos son inmediata- bre la literatura moderna será simultáneamente pro-co-

•• mente conminados a divulgar su significación política. La


postura política es y sigue siendo en Francia Ja prueba
decisiva; es lo que debe revelar el sentido final de un
pensamiento. Todo ocurre como si por fin se abordara el
munista. Pero este lector tendrá que abjurar de esta doc-
trina literaria, o bien romper con el «apoyo al P. C.»,
cuando un poco más tarde Tel Quel se haya vuelto pro-

•• meollo del asunto cuando a partir de hipótesis sobre lo


uno y lo múltiple, o sobre Ja naturaleza del conocimiento,
se llega a la cuesrión de las próximas elecciones o a la de
chino. Y según compre Ja revista Tel Que! en una u otra
época, encontrará o no en elia artículos firmados por
Jacques Derrida. ..

••
Mi e~posici6n también tendrá que tener en cuen~a en
la actitud del partido comunista. Lo que no deja. de .sor-
prender es la manera instantánea en que se realiza el
?e
·.nlgunos .sitios la ..cir.cunstancia. política. sohre~ntl~~de
que será en los momentos en que el d.1scurso f~osof1co
paso vertiginoso de la Idea del bien al bien sensible.
se pretende correspondiente con esta c1rcunstanc1a .

•• Y .efectivamente, a pesar de la sobrecarga de la cosa po-


lítica en el debate filosófico, no asistimos en absoluto al
florecimiento de una importante reflexión polftica pro-
piamente dicha. Los libros notables de filosofía política

•• escritos en francés se cuentan con los dedos de una


mano. Así, los existencialistas han multiplicado las de-

.j
claraciones y las posturas politices: sin embargo, busca-

•• remos en vano en ellos una teoría del Estado cualquiera


o una reflexión sobre las formas modernas de la guerra.
Todo ocurre como si pudiéramos atribuir inmediatamente
un enunciado filosófico a un partido poütico. Extrañas
reputaciones se hacen y se deshacen: la epistemología,

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••
••
••
Nota sobre las abreviaturas
••
Las siglas remiten a las obras que siguen: ••
AD: Merleau-Ponty, Les aventures· de la dialectique.
Gallimard, 1955 (traducción española de Leon Ro-
zitchner, Las aventuras de la dialéctica. Buenos Aires,
••
J.
Leviatán, 1957).
ADE: Deleuze y Guattari, Capitalisme et schizophrénie,
- - _____ tomo_I ,_L'anti,Edipe, _Minuit, 1972 (traducción espa- •-•-
;
.
ñola de Francisco Monge~
Barcelona, Barral, 197 3 ).
Cipilalismo y esquizofreni~--

CRD: Sartre, Critique de la raison dialectique, precedida ••


••
de Questions de méthode, t. I, Théorie des ensembles
pratiques, .Gallimard, 1960 (traducción española de
M. Lamana, Crítica de la raz6n dialéctica. Teoría de
los con;untos prácticos, Buenos Aires, Losada, 1963).
Dérive: Lyotard, Dérive d partir de Marx el Freud, 10/18,
1973 (traducción española de M. Vida!, A partir de
Marx y Freud, Madrid, Fundamentos, 1975). ••
Disp. puls.: Lyotard, Des dispositifs pulsionnels, 10/18,
197 3 (traducción española de M. Vida!, Los dispositi-
vos pulsionales, Madrid, Fundamentos, 1981).
DR: Deleuze, Di/férence et répétition, P.U.F., 1968.
••
¡:
ED: Derrida, L'écriture el le différence, Seuil, 1967.
Eco. lib.: Lyotard, Economie libidinale, Minuit, 1974
(traducción española de R. Alberdi, Economla libidinal,
Madrid, Saltés, 1979). •• •
i
¡ 23
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•1
•1
••
•• 1
EN: Sartre, L etre et le néant, Gallimard, 1943 (traduc··
porla11ziento, Buenos Aires, Librería Hechette. 1937).

.- ••
ción española de Juan Valmar, El ser y la nada, Bue-
nos Aires, 1966). SNS: Merleau-Ponty, Sen.s et non-sens, Nagel,. 1_948 (.tra-
ducción española de Comadira, Sentido y sinsentido,
G: Derrida, De la grammatologie, Mínuit, 1967 (traduc-
Barcelona, Península, 1977).
ción española de O. del Barco y C. Ccretti, De la gra-
. .. - - . - - ,.·
. .. matología, Argentina, Siglo XXI, 1970). VP: Derrida, La voix et le phénomene, P.V.P., 1967.
HF: Foucault, Histoire de la folie al 1áge classique, l.ª ed.,

•• Plon, 1961 (traducción española de ]. ]. Utrilla, His-


toria de la locura en la época clásica, México, F. C. E ..
1976).
Todos estos libros en su versión francesa eStán edita-
dos en París .

•• Intr. Hegel:. KojCve 1 Introduction a la lecture de Hegel,


Galllmard, 1947 (traducción española de].]. Sebreh,
Introducci6n a la lectura de Hegel, Buenos Aires, La

•• Pléyade, 1972).
LC I y LC II: Althusser, Balibar, Establet, Macherey,
Ranciere, Lire Le Capital, ts. I y II, Maspero, 1965
(traducción española de M. Hamecker, Para leer El

•• Capital, México, Siglo XXI, 1969) .


LS: Dcleuze, Logique du sem, Minuit, 1969 (traducción
española, Lógica del sentido, Barcelona, Barral, 1971) .

•• Marges: Derrida, Marges de la philosophie, Minuit, 1972 .


MC: Poucault, Les mots et les choses, Gallimard, 1966
(traducción española de E. C. Prost, Las palabras }

•• Jos cosas, México, Siglo XXI, 1968).


NPh: Deleuze, Nietzsche et la philosophie, P.V.P., 1962
(traducción española de C. Artal, Nietzsche y la filo .

••
so/la, Barcelona, Anagrama, 1971 ).
00: Husserl, L'origine de la p_éométrie, traducción e in.
traducción "de Derrida, P.V.P., 1962.
PM: Althusser, Pour Marx, Maspcro, 1965 (traducción

•• española de M. Harnecker, La revolución teórica de


Marx, 6.• ed., Madrid, Siglo XXI, 1971) .
PP: Merleau-Ponty, Phénomenologie de la perception,

•• Gallimard, 1945 (traducción española de Jem Cabanes,


Fenomenología de la percepci6n, Barcelona, Pcnínsu·
la, 1975).

••
SC: Merleau-Ponty, La structure du comportament,
r 1''i P.V.P., 1942; citado según la 4." edición de 1960 (tra-
i ii ducción española de E. -Alonso, La estructura del com-
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La humanización dela hada

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t La generación de las Tres H es la primera generación
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del siglo xx. La cronolog'a nOs indica que los represen·
tantes de esta generación han nacido a principios de si-
glo (Sartre en 1905, Merlcau-Ponty. en 1908) y se dan
••
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a conocer en los años que preceden ininediatamente a la ·
-scgunda-guerra-mundial.-Los.autores_d~~yor edad y ya
conocidos en esta fecha pertenecen al siglO xrx:-es· et
caso de la generación bergsoniana (el mismo Betgson
-•-•
·i!
""
nació en 1858 y había publicado su tesis doctoral
en 1889). ••
:¡.
¡:i1

La interpretación de Hegel ••
••:
Es posible que el porvenir del mu.Ddo y, en consecuen-
! cia, el sentido del presente y la signlficeci6n del pasado,
I'! en d fondo dependan de la .c;oancra en que hoy se inter- '
:[ pretan los escritos hegelianos {A.lexandre KojCve, Critique,
I;,.,i·
'i
"'
1946, núms. 2-3, pi¡¡ .. 366).

Si existe un signo del cambio de las mentalidades -re- - .·.;,.·.·.!'''·


••
••
belión contra el neo-kantismo, eclipse del bergsonismo--, ··:\
desde ,luego es la vuelta firme de Hegel. 1'ste, proscrito
por los neo-kantianos, de repente se Vuelve, curiosam~n-
27
••
··~-

••
•• t~, un autor de vanguardia citado con respeto en los

••
Declaración bastante decepcionante, cuando la descu-

.•
c1rculos más avanzados. Este renacimiento parece deberse brirnos en una obra de cerca de ochocientas páginas que.,
~ d~ razo~es principales. Una es el nuevo periodo de si creemos en su título, debe explicar precisamente en
1ntcrcs hacia el marxismo, tras la revolución rusa. Una qué consiste el modo de pensar dialéctico.
-~-·
' ..
-. .-,-·--··--.-,-- p~c del prestigio que envuelve a los dirigentes bolche- Este prestigio de la dialéctica sólo decaerá con la
viques recae sobre Hegel, en la medida en que, por ejem- segunda generación (después de 1960). Ésta, quemando
plo, Lenin había recomendado mucho su lectura. La otra el ídolo hasta ahora venerado, denunciará en 13- dialéctica

•• razón ~s la influencia del curso pi-anunciado por Alcxan-


dre Ko1Cve en la Escuela práctica de altos estudios a par-
tir de 1933 Y que se prolongatá hasta 1939. El texto de
este ~ursa, que será seguido por la mayoría de los pro-
la ilusión por excelencia, de la que intentará liberarse
acogiéndose esta vez a Nietzsche.
En el informe que había redactado para el congreso

••
Hegel de 1930 sobre el estado_ de los estudios hegelianos
tagorustas de la generación de las Tres H, se publicará en Francia 3 , Alexandre Koyré reconocía al comenzar lo
en 1947 a cargo de Raymond Queneau '. breve de su exposición. Se excusaba por no tener gran
Lo más. cara~erfstico es el cambio de acepción de la cosa que decir, por no encontrar en Francia una escuela

•• palabra dtalécltca. Antes de 1930 se entiende peyorati-


vamente: par~ un neo-kantíano la dialéctica es Ja «lógica
de la apar1enaa»; para un bergsoniano sólo puede engen-
hegeliana. En los siguientes diez años las cosas cambia-
ron tanto que Merleau-Ponty podía escribir en 1946
estas líneas hegelianas que hoy nos sorprenden de nuevo:

••
drar una filosofía puramente verbal. En cambio, después
de 1.930 la palabra se emplea casi siempre en un sentido Hegel se encuentra en el origen de todo lo que se ha
elogios~. En l~ ~ucesivo lo que está bien visto es superar .'
hecho en filosofía de importancia desde hace un siglo
la «razon ana11t1ca» (el Verstand kantiano) o también el -por ejemplo, del marxismo, de Nietzsche, de Ja fenome-

•• «mecanismo», con la dialéctica. La Dialéctica se vuelve


un co~c~~to tan_ elevado que sería injurioso preguntar
su def1nta6n. Durante treinta años será como el Dios
nología y del existencialismo alemán, del psicoanálisis-;
inaugura el intento de explorar lo irracional e integrarlo
-i=n una·.r2ZÓn .ampliada que queda como taren del siglo ( ... ).
Si no renunciamOs a la esperanza de una verdad, más allá

•• de 1a teología negativa: había que renunciar a determi-


narla, no se podía uno acercar a ella sino explicando lo
que no era. Asf, Sartre escribirá en 1960, después de
de las posturas divergentes, y si, con el más fuerte senti-
miento de subjetividad, conservamos el deseo de un nue·
vo clasicismo y de una civifu:ación orgánica, en el orden
de .la cultura no hay tarea más urgente que la de enlazar

••
~ tantos años de pensamiento dialéctico:
con su origen hegeliano las doctrinas ingratas que intentan
":'.i La dial&tica ~ .. :) no podría ser objeto de conceptos
olvidarlo'.
.,-:!

1:
porque su movun1ento los engendre y Jos disuelve a
¡ todos 2 • Cuando escribe esto Merleau-Ponty ciertamente no cree
·;¡ enunciar una paradoja, sino sólo dar cuenta del senti-
:i
R. Quen~au evoc~ este periodo en su arúculo homenaje a
1
miento común acerca de un hecho completamente esta-
Georges Bat~1lle: ((Pr1mems cc;infrontaciones con Hegel», Criti-

••
blecido. ¿En virtud de qué genealogía secreta Hegel se
.ii que, 1963, nums. 195-196, Se cna, entre los asistentes asiduos al
curso del Koj~ve (o Kotjenikov) los nombres de Raymond Aron, 3 Recogido en sus Etudes d'histoire de la pensée philosophique
Georges Bat~e, Alexandre Koyré, Pierre K.lossowski, Jacques (Arman Colin, 1961, págs. 205-230); en su post-facio de 1961,
Lacen, Maunce Merleau-Ponty, Eric Weil, así como el R. P.


'i Koyré observa que la situación de Hegel en Francia «ha cambiado
Fe:sard y, de manera mucho más fugitiva, Andr~ Breton.
j CRD, pág. 106. por completo». .
' SNS, págs. 109-110,
·•· ,,,¡

:;"{!t~i~ü-.-.
ti 28
29
-~;~iiif8.$1ki:~;, ..~~·.
l
•• ,.


.••"

•·-•
encuentra en el origen de las «doctrinas ingratas» que la modernidad es propóner una interpretación de Hegel.
,,, ••
serian el pensamiento de Nietzsche o el psicoanálisis? Esto
es lo que Merleau-Ponty no precisaba en ese momento.
Pero este juicio, si bien es aventurado en cuanto a su
objeto, sigue siendo del rn~yor interés para nosotros. Nos
En 1968. tocio lo moderno --es decir, siempre los mISmos
Marx F;cud etc.- es hostil a Hegel.-. La diferencia en-
tre la~. dos g~neraciones reside e~ esta inversión del 's!gno
::·¡~;if~
••
••
bajo el que se establece la relac16n con Hegel: un Signo
indica el punto de intersección de Jas múltiples referen- .
'•· menos reemplaza en todos !ados al signo m_ás. 1:-o que en
cias de la época, nos descubre el deseo de un lenguaje cambio permanece es el punto de refe~enaa:_ siempre se
común que entonces parecía tener que ser hegeliano 5 • trata del mismo punto1 en un caso de_.;a~ercarse (volver,
En 1930 Hegel era un filósofo romántico rechazado
desde hacía tiempo por el progreso científico· (esa era la
opinión de Brunschvicg, que. Koyré no dejaba de citar
como un hijo pródigo, a la casa hegeli~na), .y en el otro
alejarse (ac~bar con la tiranía hegeliaha).
El que vea en la obra hegeliana un· m9numento raciona"
.
••
•·•
en. su Informe). En 1945 Hegel se convirtió en la cima lista se asombrará sin duda del respeto demostrado por
de la filosofía clásica y en el origen de todo lo ultramoder- les futuros «existencialistas» franceses hacia Hegel: si la
no que se hacía. Después la rueda girará de nuevo: en su existencia es fundamentalmente absurda, Injustificable,
tesis publicada en 1968, Gilles De1euze comienza con ¿cómo acomoda.i:se a un pensami~nto ·q~e sostiene que
una relación deta1lada del «aire de la época»: encontra-
mos en e1la la «diferencia ontológica» heideggeriana el
«estructuralismo», la «nueva novela», etc. Escribe en-
1
«todo lo real es racional»? El diagnóstico de Merleau-
Ponty que he citado más arriba explica 'este estado
de cosas. La ampliación de la razón puede entenderse _de
••
tonccs:
:~:.;. dos maneras. Es cietto que puede entepderse que la .ra~
zón extienda su imperio, y tome el poder e~ zona.s que

··--·-•
Todos estos signos pueden atribuirse a un antihegelia- '
- -nisrilo -seneralizado :-la -diferencia -y ~la -repetición -hRn • reem---- ; , __ hasta-ahoraJe~eran.ejenas ..(la_his.tp_ria y, sus vtolencras,_.!a i
plazado lo idéntico y lo negativo, Ja identidad y la con-
tradkción '·
r existencia y su contingencia, el inconsC:ien~e y sus tre~a.s ).
---·I

1' Pero también podemos ser ante todo sensibles a la critica


,'
Por su parte1 Foucault observa en su Lección inaugural
en el College de France de 1970:
de la razón existente que implica esta expresión de «am-
pliar la razón», y ver en esta ampliaci6ii mucho m~s que
una simple extensión: una verdadera mctamorfos;s del ••
Toda nuestra época, sea mediante Ja l6gica o la epis[e.
molog(a, sea mediante Marx o Nietzsche, intenta escapar
de Hegel 7 •
pensamiento. La ambigüedad que encontramos_ a9ui es la
dificultad esencial a la ·que debe enfrentarse la 111ter~re·
taci6n de Hegel solicitada por todos, ya en ~n senu:90
positivo --«Hegel nos unirá.>>--, ya en un senudo _crftlco
••
Así, en 1945, todo lo moderno proviene de Hegel, v la
única manera de reunir las exigencias contradictorias de
«nos queremos librar del hegelianismo». Un pensainiento
no dialéctico se atendría a la oposición entre lo racional Y ••
••
5
E-stas «verdades» tienen una vida resistente. En el coloquio Ba-
lo irracional, pero un pensamiento que se pretende dia-
[aille org~nizado por el grupo Tel Quel en Cerisy-La-Salle en 1972, léctico tiene que iniciar por definición un movim~ento
Sollers aun declara que hay que representarse: a Nietzsche Ba- de la razón hacia .lo que le es fundainentalmente a1eno,
taille, Lacan y el · marxísmo-leninísmo como los efectos d~ «la hacia lo otro: todo el problema reside en saber si1 en este
~losión .cfel sistema hegeliano» (Botaille, 10/18, pág. .36).

••
DR, pág. l. movimiento es lo otro lo que habrá sido reducido a lo
1
L'ordre du discours, Gallimard, 1971, pág. 74. (Traducción mismo, o s{, para abarcar simultáneamente lo ra~iona~ Y
española de Gon:zálcz Troyano, Barcelona 1 Tu.squets, 1974.) lo irracional, lo m;smo y lo otro; la raz6n habra tenido
JO
••
.•
31

,
•• que metamorfosearse, perder su identidad inicial, dejar de mal. Hegel había dicho que la especulación filosófica

•• ser la misma y convertirse en otra con Lo otro. Ahora


bien, lo otro d~ la razón es la sinrazón, .la locura. Así, se
plantea el problema de un tránsito de la razón a través
de la locura o de la aberración, tránsito previo a todo
apuntaba a unir y reconciliar «los días laborables de la
semana» y «el domingo de ]a vida», en otras palabras,
los aspectos profanos de la existencia (trabajo, vida fa.

•• --~--·---- -·
...·-, acceso a una auténtica sabiduría .
KojCve, que prefería hablar de sabiduría a hablar de
racionalidad, se había quedado con ésta última hipótesis .
¡
i

miliar, fidelidad conyugal, seriedad profesional, caja de
ahorros, etc.) y sus aspectos sagrados (juego, gastos ~a­
crificiales, vértigos, estados de exaltación ·poética) 10 •
R. Queneau, el editor del curso, hará del «domingo de

•• Según él, Hegel habría estado a punto de caer en la 10-


cura en el momento de alcanzar el saber absoluto. Y, de
manera general, su interpretación, lejos de poner el acen-
j
la vida» el título de una de sus novelas. Con certeza, Jo
que retenía la atención del público de Kojeve. era el ta·
lento que tenía éste último para comprometer la filosofía

••
to en el aspecto razonable y pacificador del pensamiento -en el sentido en que se habla de «compañías compro·
hegeliano, insiste con satisfacción en los momentos pAra· metedoras»-- imponiéndole atravesar sectores. de la exis·
;
dójicos, excesivos, violentos y sobre todo sangrientos. Se· ¡j tencia que no visitaba de buen grado hasta entonces: el
gún cuentan, durante los aa;>ntecimientos de mayo del 68, ~-

•• KojCve habría dicho; la sangre no ha corrido, en canse·


cuencia no ha pasado nada. Su comentario de Ja Fenn·
menolof!.la del eJpiritu la presenta como .un relato de la
cinismo político, la virtud de las masacres y las violen·
cías, y de forma general, el origen irra1.onable de lo raio·
nable. Estos aspectos de la obra hegeliana 1 que se habían
considerado durante mucho tiempo como la parte ver··

•• historia universal en el que son las luchas sangrientas


-y no ~Ja razón)>- las que hacen avanzar 1as cosas hacif!
la conclusién feliz. No pierde ocasión de mencionar los
gonzosa de su filosofía, ahora le proporcionan todo su va·
lor, gracias a la magia del arte de contar que poseía Ko-
jCve. La realidad es la lucha a muerte entre los· hombres

••
cañonazos que Hegel debió oír mientras Acababa su ma· por asuntos irrisorios -ponemos nuestra vida en juego
nuscrito en Jena. Esto explica que encontremos, entre los para defender una bandera, para reparar una injuria, et·
a:.istentes más fieles de la ·clase de Kojeve, aquellos aue cétera-; toda filosofía que ignora este hecho fundamen-
proporcionarán lo esencial de sus armas al «antihcgelia.

••
tal es un engaño idealista: esa es, expresada de una for·
nismo generalizado» que Deleuze observa a !'U al.r:ededcr · ma brutal, ·-la ·enseñanza de KojCve .
en 1968, entre otros Bataillc, sobre el que la influencia KojCve lega a sus oyentes una concepción terrorista de
de KoiC:ve será decisiva 9 • v Klosso\\ ski '. En la versión
1
la historia. Volvemos a encontrar este tema del Terror

•• que ofrece KojCve, el pensamiento hegeliano presenta al.


gunos caracteres que podían seducir a un nietzscheano:
tiene algo de aventurado y arriesgado, pone en peÜgro
en todos los debates que se sucederán hasta la actualidad:
en el título del libro que escribe Merleau-Ponty en 1947
para justificar una política de «apoyo al P. C.», a pesar

••
. hasta la persona del pensador, su identidad, se sitúa más de los procesos de Moscú (Humanismo y terror); en los
allá de la medida normalmente aceptada del bien y del análisis consagrados por Sartre a la revolución francesa
en su Crítica de la razón dialéctica (tema de la «fraterni·
8

••
Ver el artículo de Bataille sobre KojCve (Deucalion, 1955, dad.terror»), así como en sus apologías de la violencia;
número 5, págs. 2143: ~Hegel, In mort et le sacríficc~) .
9
K.lossowsk.i explica esta traslación de Hegel a Nietzsche en su
;':¡ libro Nietz.sche et le cercle vicieux, Merc;ure de France, 1969, pá- 10
Esta oposición está en el centro del pc:nsaniiento de Bataillc
··., gina 32. (Traducción española de N. Sánchcz y T. Wargeman, (cfr. La part maudile, Minuit, 1949). (Traducción española de Gi-
·-:·.··· Nietzsche y el circulo vicioso, Barcelona, Seix Barral, 1972.)

32
vanel, Barcelona, &l.hasa, 19614.)

33

••

1
f'
:'1'

••
••
••
por último, en el gran examen de conciencia de la clase
intelectual que conducirá a ésta en 1977-78, a través
Jidad que existe. Pero ¿cómo juzglll' el~éxito? Para eso es
necesario que la Historia esté terminad~ 1' .
--- -:,~.-: "'·.: ~" ,r-,:~":S'":&"'!<"ilfñ'fini
.. ,,-_
••
de los «nuevos filósofos», a confesar la fascinaci6n que
ejercen sobre los intelectuales los poderes más sangrien-
tos, precisamente porque éstos no se lastran con escrú-
Por eso las revoluciones son necesariamente sangrientas.
.·_":);~~~$
••
pulos y se atreven a mostrar dónde se encuentra la fuerza.
André Glucksmdnn escribirá un libro pata aCusar a todos
los. filósofos sin distinción, por consumar en sus obrás es-
Búsqueda de una /iloso/íO concreta
••
••
peculativas un deseo de dominación, lo que explicaría la En varias ocasiones la generación dc)930 ha descrito
complicidad entre filósofos y tiranos 11 • Esta requisitoria sus años de aprendizaje. En oposición "!ll tidealismo uni-
evidentemente desmesurada muestra hasta qué punto la versitario, reivindica lo que llama una ~~filOsofía concre-
lecCión de Koji:ve se ha oído y pesa aún en las mentali- ta» 1• que recibirá más tarde.-el Ilombre.de' éxistenciaÜSÍiio.
dades. En efecto, KojCve escribía: no hay diferencia esen-
cial entre el f_ilósofo y el tirano 1:i; sin duda la brevedad
de la vida no permite al mismo hombre ser a la vez fi-
Ahora bien, podemos entender <cidealisITío» en el sei1tido
popular o en el sentido metafísico:-:,&" 1 { : - . : ~ .,:~:.
Es idealista, en el sentido pop~lar' de )a ·palabra, el ••
•••
lósofo y tirano; pero· la diferencia sólo radica en esó hombre que para orientarse en la vida 'toma como guía
y el tirano no es tnás que un hombre de Estado que in~ una «idea» o un «ideal». Por «idea»· h'ay que éntender · :¡
tenta realizar en el mundo una idea filosófica· ahora bien «una visión espiritual, una visión que nO proViene en
la realidad. de una idea filosófica se mide, exPlica KojCve: consecuencia de los ojos y no puede ser atribuida a cual-
por su realización en la historia, y en consecuencia el fi- quier «lección de la experiencia». Las Jetciones de la ex-
lósofo no tiene nada que reprochar al ·tirano si tiraniza

tiranías modernas, ya que los poderosos se valen de una


ideología. El fundamento de la filosofía terrorista no es,
pues, como cree Glucksmann, el «deseo de saber» sin
·
periencia, como se sabe, a menudo son~'amárgas y llevan
eil noiiibíe-de una-iOea, coSa que ocürre Siempre e'ilJa-s-·--- - -antes--al-«realismo»'-o-al._«cinismo»_que_al .idealismo. El
error 4el idealista, si es que es un error setlo, consistiría -
en no' tener en cuenta lo que podría eriseñarle la vida y
hacer como si las cosas ocurrieran en lá· realidad como

-.-•
más, sino la definición pragmática de la verdad («lo ver-
dadero es el resultado»), definición que evidentemente
no provocaría la un~nimidad en los filósofos. Se observa
esta implicación ~n el sig.uiente pasaje:
deberían ocurrir según 18 idea de un mundo ideal que se
ha formado. El~defecto del idealista se llama, pues, abs-
tracción. Eri:Jpieza por ignorar ·}a diferencia irreductible
que separa el mundo razonable y cOhforme al bien del que
••
'

1 ¿En qué consiste la moral de Hegel? ( ... ) Es lo que


existe en tanto ,que existe. Cualquier acción, al ser nega-
habla, del mundo agitado y rebelde a razones del que ha-
bla mucho menos. El mundo del que habla es el mundo
donde se habla: en él se intercambian "palabras y no pu-
••
1
dora de lo dado como existente, es mala: un pecado. Pero
el pecado puede ser perdonado. ¿Cómo?, por su éxitO. El
éxito absuelve el crimen, porque el ~to es una nueva rea·
ñetazos o cañonazos. De ahí la reivindicación de una fi.
losofía concreta para a!=abar con la mentira idealista.
. Vemos en seguida el límite de semejante crítica del ••
••
1
idealismo. Al. idealista se le acusa de actuar como si el
11
Les ma1tres penseurs, Grasset, 1977 (traducción espafiola de ~-
J. Jordá, Barcelona, Anagrama, 1978). 13
. Intr. Hegel, pág. 95.
111
Tyrannie et, sttgesse, Gallimlll'd, 1954, pág. 252.

••
" CRD, pág. 23.
I·¡
..... 34
35
!'.
~. •
••
••
•• mundo de hoy .ya fuera el· mundo tal como debiera ser
-civilizado y razonable. El idealista sería, pues, un so-
ñador ingenuo, a no ser que sea un conservador astuto o
tica». Por ej.emplo, la escritura será «la práctica signifi~
cantet> y Ja filosofía una .«práctica teórica».
. A ..fin de ~uentas, es decir, al final de la historia, el·

•• un profesor aquejado de chochez universitaria .. Lo qu~ se


Je reprocha al idealista no es en abso!uto su ide?l. Éste,
]ejos de ser considerado imbécil o delirante, se tiene por
1?eal1smo sera la filosofía verdadera. Mientras tanto, esta
6losoffa es falsa y mentirosa, ya que aparta de la acción.
Actuar sólo puede significar aquí una cosa: oponerse a

•• la exacta definíción del bien. Lo que se le reprocha es aquello que hace que lo real aún no sea lo ideal, dicho de
creer qµe este ideal ya está realizado actualmente, eximién- otra manera, atacar la realidad de lo real. Con su crítica
dose así de toda acción. : d.el. _ideali~m.o, la «filc:"sofía concreta» conduce a ufJa po--
La consecuencia es que la victoria· dt7 )a filos9fía con- s1c1on acuv1sta: La ·filosofía con su rebelión contra la

•• creta sobre la abstracción se reducirá a ·un'<l: c;:orrección


cronológica: el bien aún no está realizado, ·~l_idCalísta que
hoy se bur1a de nosotros tendrá razón maña_?~· 'E' _error
rcali~ad misma de lo real, s~ confunde con un programa
práctico de oposición. Además decir oposición es poco:
hay que hablar .d.e u~a oposici6n en el seno de la po:

•• de hoy se transformará en la verdad de ·m.anan4: proeza


«dialéctica» que realizará la acción o, cOmb se· dirá _con un
término que se pretende marxista, la praXis. Esta palabra
s~c1?11. La ~~pos1c1ón a la que se inc9rpora el existen-
cialismo le ·'.viene dada por aquello a lo que se opone,
J>?r la ~eahd~d que_ abomina y que se llama burgue-

•• praxis será, por otra parte, una de las -palabras ·maestras s1a, fam1lta, 1nst1tuc1ones, etc. Si el orden establecido
de los .años 1950-1960. Y el hecho de decir praxis allí le proporciona . .~I sentimiento de considerar· al P. C., o a
donde antes se decía acci6n, es indiscuti~lementc el efec- 1~ U.R.S.'S. cómo su más temible enemigo, el cxistencia-
}~~ta sat1sf::1cc su exigencia de traición proclamando su

••
to de ]a· lectura asidua de los escritos del joven Marx du-
rante este periodo. Es el tema constante de Merlcau- smipatía por el comunismo. De iodas maneras no puede
Ponty cuando habla de Marx: la praxis es «el lugar del llegar a .la adh~sión, pues una iniciativa así ·supondría una
sentido», ése sería el inmenso descubrimiento de Marx. apr?bac1ón de .1~ parte de realidad que hay· en las organi~

•• Lo que Marx llama prllxis, es el sentido que se dibuja


espontáneamente en el cruce de las acciones mediante las
que el hombre organiza sus relaciones con la naturaleza y
zac1ones comunistas o en los países socialistas. Por eso
actuará co1no oposición dentro de la oposición de tal mo-
~o que siempre despierte la fuerza destructora de esta úl-
t~m~. Ahora bien, bastará con que el enemigo del existen-

•• con los otros 1 ~.

Con su entusías1no por la praxis, Sartre llegará a escribir:


cialista (a saber, él mismo, tal corno se detesta por su clase
Y sus cost~r:ibres J. cam~ie. de adversario privilegiado para .
qu~ la pol~uca ex1stenciahsta se encuentre modificada de

•• todo lo real es praxis y toda praxis es real 1 ~.


arriba aba¡o. Condenará las organizaciones que defendía
has~a cnto!1ces, les reprochará su traición y descubrirá sim~
pauas hacia aquellos que en lo sucesivo encarnarán a sus

•• Después de 1965, y para salir de esta versión «existen·


cialista» del marxismo, ya no se dirá «praxis», sino ~prác-

16 Eloge de la philosophie, Gallimard, 1953, pág. 69 (tra~uc­


ojos la pureza ·de I.1 negación. Así, las esperanzas del
co111 proniiso cxistencialista han emigrado de la U.R.S.S .
a China, del internacionalismo proletario al nacionalismo

••
de las antiguas colonias, de. Argelia a Cuba, o de otra·
ción española de A. Letellier, Elogio de la filosofía, Buenos Aires, forma, de los obreros a los estudiantes de los hombres- a
Ed. Galatea, Nueva Visi6n, 1957).
1 ~ Citado por Merlcau-Ponty en AD, pág. 179 . las mujeres, etc. Estas posturas coni:ra<lÍctorias, pero ·sicm-.

• 36 37

:.y,,::;m:cr;cc::·-:c·;c-:·:"•"····--····,·':c·~.---··--··--:------c-----· -~~--~~~==·""""···;;;;,-.'""'·.·,,¡,,;:~~I;¡====""==,,..,..,-,.~-
••
1

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-----
••
·--·----'I pre perentorias, convierten la política de los existencia-
listas en una veleta que gira al menor viento. Esta irre-
solución fundamental en el seno de la resolución califica~
lentes el ser y el Ser conocido. Es la definición que pro-
po~e Brunschvicg, en el Vocabulaire de la philosophio ••
••
de Lalande 11 , en el artículo· «idealismo»:
da de «compromiso» se explica muy bien con la fórmula
que había encontrado Merleau-Ponty en Humanismo y El idealismo sostiene que la metafísica se reduce a la
Terror: los comunistas tienen valores a pesar suyo1 por . teorfo del conocimiento. La afirmación del ser tiene como
eso los apoyamos. En otras palabras, las razones de apro-
bar, luego de condenar, son ajenas a lo que es objeto de
estos juicios sucesivos. Por ejemplo, después de 1968
base Ja determinación del ser como ser conocido1 tesis ad-
mirablemente claro (salvo annlisis ulterior de In palabra co-
noc;do), por oposici6n ni realismo, que tiene por base la in-
tuid"ón. dd ser en tanto que set.
••
••
Sartre reprocha al socialismo soviético ser burocrático.
Pero no lo era menos cuando lo defendía en los años 1960, Y a que el idea1ismo equ'jpara ser y ser con~~ido, .es po~i­
bajo Stalin. Lo que ha cambiado entre tanto no es ni ble encontrar los primeros signos de la rebelion ex1stcnc1al

••
la U.R.S.S., ni tarnpoco Sartre, es Ja politjca mundial contra la abstracción en la crítica a la que Kant somete
(paso de la guerra fría a la coexistencia pacifica). la prueba ontológica de la existencia de Dios. Es cono-
En virtud de su principio mismo, la doctrina de la cido su análisis del ejemplo de los 100 táleros. No hny
praxis está privada de cualquier medio para orientar y

••
más en los 100 táleros reales (wirklich) que en los 100 tá-
juzgar Ja acción. Sostiene que el ideal del idealista hoy leros posibles. En los dos casos la suma . es la mi~ma.
es un engaño, pero mañana tendrá un sentido. Mientras En consecuencia lo real no añade nada al stmple posible.
tanto, para actuar será necesario contar con una «moral Sí, pero hay qu~ precisar: nada desde el pu~to de vista
realistn», fruto de la experiencia. No podremos pedir la
regla de la acción a la filosofía. Ninguna idea puede guiar
al filósofo de la praxis en su acción, salvo la idea de que
del concepto, desde el punto de vista de la lógica. Los 100
táleros de los que hablo, .por ejemplo, cuando me queio
de no poseerlos, son precisamente los mismos que los 100 ••
.!•
hay que actuar. La acción se vuelve completamente inde- t:lleros cuya presencia en mi bolsillo deseo. El ser cono-
terminada. La rebelión contra la abstracción idealista sólo cido de los 100 táleros en ambos casos es el mismo. Aho-
origina una apología abstracta de la acción y de Ja vio- ra,· bien, estos 100 táleros, si al final llegan a mi bolsillo 1
lencia. Se decide actuar contra el mal en general, pero,

••
sci:-án . exactamente aquellos cuya presencia deseaba. El
de hecho en una situación particular· -y toda situación cÓncePto no se modifica por el paso de lo posible (con-
es partic~lar-, las mismas premisas pueden, justificar cepto)' a lo real (existencia), y, sin embargo, mi fortuna
cualquier decisión. El teatro de Sartre. y sus aruculos po- se encuCntra modificada. El ser no es el mismo. Y el ser
líticos han proporcionado, por otra parte, una abundante
ilustración de esta dificultad. Las numerosas disputas en
el equipo de la revista Tiempos modernos han sido siem-
no es -~ntonces idéntico al s"er conocido. En virtud de la
definicié -~ kan;iana de la existencia -retómada sin exa-
mel1 por la ,gCneraci6n existencialista unánimemente-,
••
••
pre políúcas, nunca filosóficas: en principio, el pensa- Ja existencia no es un predicado de la cosa. Escapa al
miento debía comprometerse en lo concreto y desembocar concepto y C;Jtra en el campo de lo inconcebible. De ahí
en. posiCiones políticas, de hecho este pensamiento toda-
. vía era-abstracto¡ ·ya .que podía probar .t_anto el .por. como n Este Vocabulaire (Presses Universítaires de France), que ha

\
''1\
el.contra,:Sin cambiar··nunca en _nada· sus premtsa.s ...: ..,;;
Entelldido ·eri ·.el Sehtido ·metafísico del· término, «idéa-
lismo» es el nombre de la doctrina que considera eqúiva- 1
sido varias· veces completado· y reeditado, es un. documento pre-
cioso acerca del estado de la lengua y de Jas ideas antes ..de la
irrupción el:Cistencialista. (Traducción española, Buenos Aires, El
Ateneo, 1968.)
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•• la complicidad de la existencia con todas l?s. fig~:as d~
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señor Brunschvicg, y creo que ninguna de las personas 1
lo inconcebible: la contingencia, el azar, lo. 1n¡ust~f1c~ble, presentes está dispuesta a admitirlo por cuenta propia. .1
1 ":
lo imprevisto, cte. y' ya que la . mayor dtfcrenaa tiene Y para ser consecuente el señor Brunschvicg sin duda de- i '
que hacerse entre el hecho de. tener _o de no ten¿ los 1~0 bería declarar que su conciencia es la única conciC!'lda

•• 'l entre la ausencia y la presencia, se esprcn e y que el conocimiento tiene par única meta hacer con sus
ta eros rcprescntaCiones una clasificación armoniosa para su yo
que el 'concepto es indiferente a la d'f · • f oda-
I ercnc1a mas u solitario 18 •
me ntal El 111is1no concepto vale para la cbo~a auscntle ydlal
ignora esta a¡tert'd ad. H a r a que

••
·
cosa prc~ente: f sa . ." 1
e
Si, corno decíamos, la <(pluralidad de las conciencias»
concepto para enunciar lo que importa en Dde 1nh1~1val: a puede oponerse como objeción a la metafísica idealista,
.
Cxistencia . 0 ]a inex1stenc1a.,
. · · ser.º. no . ser. .,.e , a 1 e re- evidentemente es porque no se ha determinado lo bas-
~ursa 3 las formas literarias (f1ctic1as) deJ, discurf·º .~n

••
tante la naturaleza de este sujeto cognoscente que se erige
. " a las formas teóricas: el drama, la con cston
opos1c1on en medida del ser mediante la ecuación entre ser y ser
autobiográfica, la novela, -etc. conocido. Así, Brunschvicg decía de buen grado: la his-
toria de Egipto es la historia de la egiptología. Los egip-

•• La obieción del solip.Sis1110


· '«ser conoci do», e¡ pro bl.~ma que se plantea,
5¡ «sen>=
cios deberían su existencia, en última instancia, a los
egiptólogos. Y, de manera general, el punto débil del neo-
kantismo habrá consistido en invocar a un vago Espíritu

•• es saber ·por quién es conocido es~ ser. (~ es po~m1,


individuo pafticl!!ar y distinto ª·mis ~emc¡an~es? ¿
por cualquiera? El idcalis1no se enfrenta as1 bt~ª dbjc·
_es
que nos representábamos más o menos como una comu-
nidad de hon1brcs de buena voluntad, sin precisar mucho
más lo que, sin embargo, se convertía en el soporte del
mundo. ¿EJ sujeto que conoce el ser se pafecía a la s~

•• ción del solipsis1no. Se_ le reprocJia el estar o iga. o ~


a<lnütir la tesis absurda según la cual el que_ enu~c1~_-e
cogito no puede hace: otra. cosa que concluir: m1 ex1~­
tcncia es segura, tu cx1stenc1a· lo es mucho menos, y, mas
ciedad de sabios o a la Sociedad de Naciones (S.D.N.)?
¿Nos lo podíamos representar con los caracteres de una
especie de asociación de los candidatos al premio Nobel?

•• radicaln1cnte, «soy,_ Juego no scrc.s»d. d f


Durantc una ses16n de lí.I ocie a rancesa
de filoso-
fía en la que Brunschvicg había desarro!lado los ar~u: .
Al
¿Semejante principio del mundo bastaría para soportar
su peso?
Si se le deba la palabra a la pluma o a la mesa de tra-

•• niC'ntos de la tesis idealista, uno de ~os asistentes,_


Cresson le preguntó por la existencia del otro. S1 e ·del
sólo se 'puede afirmar e~ la. medida en que c:s conoc1 o,
_r~ bajo de Brunschvicg, objetos cuyo· estatuto en su doc-
trina es asimismo el de fenómenos que se integran en el
conjunto de los juicios de existencia, sin duda protesta-

•• ·cuál es el ser del otro? ¿Cuál .es, para el su~eto C?gnos- rían con el mismo vigor que André Cresson contra: su
c _ t Leen Brunschvicg por e1cmplo, la ex1sten_c1a que reducción a este estatuto puramente intencional. El único
~en c~ue atribuir al otro, André Cresson por .e}emplo? privilegio del interlocutor del filósofo idealista es la po-
L~~mos en el acla' de esta sesión el siguien~e dialogo:
••
sibilidad que tiene de dar a conocer a este último su
desacuerdo mediante palabras. ¡El fenómeno protesta
BauNSC H VICG: La idea que tenp~ .de su Co!lcien~ia es contra los juicios sintéticos a priori! La idea que el in-
n elemento en el sistema de mis 1u1c1os de ex15tenc1a . terlocutor se hace de su propia persona no coincide en
· qcpu~aserre-

••
u CRl!SSON: De ninguna manera admuo u . .
ducido a un juicio - de cxis1encia de la conc1enc1a del 11
Bul/etin de la Soc. fr. Je pbilosophia, 1921, pág. 51.

.,
40

•• . --.-····:-··•'"'"'.'.' ~-~--· ·----


41

••
•• absoluto con la que el idealista pr6ponc. La existencia de
,..,..
c~git~'!1us. º.º e~ en '-~l,~~-iut~·· -~l···pa~~- d~J «yo)) de lá me-

•• una segunda conciencia pone en duda la ecuación idea-


lista, en la medida en que· se hace imposible decir si el
ser conocido de la segunda conciencia es el conocimiento
dtt~c~on solitana al «nosotros)) de una república de IOs
e~p1ruus. En plural, los absolutos no son sino preten-
dientes al absoluto, son rivales que se desgarran los unos

•• que se forma la primera conciencia, o .si es el conoci· a los otros en torno al trono.
miento que tiene de sí misma. Vemos los lfmites de las ambiciones de la filosoffa con-
El «problema del otro», que proporciona a los escritos creta. Calificándose así 1 señalaba claramente la modestia
de su. r~beli6n con_tr~ sus profesores, ya q~e recogía lo

••
de la fenomenología francesa su capítulo principal, en pri-
mer término sólo es un caso particular de la reducción del c.scnc1al ~e su en~en!lnza 1 a saber, el cogito, punto de par·
ser a la representación. El essc· del. otro.· Sl: reduce, cbmo uda conS1derado insoslayable por cualquier filosofía. ¿En
todo esse, al percipi. La dificultad provie~~ ·del hecho de efectoi qué es la «filosofía concreta)), sino la filosofía

•• que ese otro, en la 1nisn:ia. medida en que .aprUe~ri la te-


sis idealista, rcclan1ar.á paras( los privilegi6s dCl percipiens
y cxigin\ ser reconocido, no sólo por el sUjeto lógico de
abstracta completada por aquello de lo que habín hecho
abstracción? Lo que le faltaba al idealismo universitario
era tomar en consideración la rivalidad inherente a la

•• un juicio de existcúcia en una conciencia cualquiera, sino


Por el sujeto de la conciencia en la que ese· juicio se
enuncia. Como se ve, la objeción del solipsismo puede
noción n1is1na de su;eto. El estatuto del sujeto aparece
~e ahora en adelante como una posición an1enázada,
stemprc a punto de ser conquistada por un recién llegado

•• hacerse con dos intenciones contrapuestas: sea para im- Y. que hay que defender contra los intrusos. Nueva ver-
pugnar I:ls premisas del idea:lisnio señalando una canse-. s16n del relato del encuentro de Viernes con Robinson ,.

cuencia absurda que resulta de éstas, sea para impugnar Crusoe, la !e~omenología del otro no cesa de presentar 1

las cara..s .muluples de la contradicción: el otro es para nií

••
el optimismo del idealismo v exigir que .incluya esta con- 1.
secuencia dramática en su doctrina. Esta segunda._posibi- un fenomeno, pero yo también sOy un fenómeno para él·
l.
lidad definió la «filosofía concreta» de los años 1930. m~nifiestamen~e, uno de los dos sobra en el papel d~
La guerra de las conciencias se encuentra· en germen sujeto Y tendra que contentarse con ser para si misrno lo 1

•• en el cogito carte~iano. En lo que se llamará la «filosofía


de ·la conciencia», es decir, en la tradición Cartesiana, el
«pienso, luego existo» es a la vez el .orig,"e11 y ]a regla de
q~e _es p~ra el otro. Nos explicamos ·entonces el éxito de
la d1nl~ct!ca hegeliana del Amo y el Esclavo, que la ge-
neracton de.1930 no se cansa de citar, y que Kojeve ha-

•• toda verdad. Es la primera verdad, es la verdad. que está bfa convertido en la clave de su interpretación de la
en el principio de todas 1<'1.s demás, y es en definitiva el Fcnornenología del Espíritu.
ejemplo mismo de la verdad. El ego, tal como es dado

••
en el ego cogito, ego sunz, es lo absoluto respecto a lo
cual todo es relativo: su verdad, que no depende de niri- El origen de la negación ' .'
guna otra, condiciona todas las dem6s. ·Esta palabra de
«absoluto», destinada a ·una brillante carrera en la filo- En. 1:1ºª filosofía concreta, la conciencia y.a no puede

•• sofía 111odcrna, es precisamente la que Descartes utiliza


en los Regulae ad directionenz ingenii. Ahora bien 1 no
puede haber simultáneamente varios absolutos. Un se-
de:_cnbirse como una serie de representaciones que· acam-
panan, como decía Kant, a un «yo pienso». La conciencia
no :s la simple representa~i6n de sí mismo, es la rcpresen-
tac~n de sí como un ser impugnado por el universo ex-

•• gundo absoluto (el otro) supone necesariamente un rival


del primer absoluto (yo, ego). El paso del cogito al terior, cuya identidad es precaria, y que tiene que luchar

43

•• 42

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para existir. _Lo otro pone en peligro lo mismo. Una pa-
' ·}, .

••
tiano, de la que encontramos un ejernplo en la pluma de
labra resume este nuevo estatuto ·de la conciencia la de Lachelier que .prefigura los desarrollos de Sartre:
·negatividad. Se dirá que el ser de la conciencia ahora se
concibe como un ser «dialéctico». . Si existir es ser puesto por el espíritu, co~ la mis~a

•• Este problema de lo negativo es muy característico de


la cv~lución de la filosofía francesa. Vale la pena indicar
las d1~crcntes maneras en que será planteada en el si-
Jibertnd el espfritu puede poner un ser cualquiera o resis·
tirsc a ponerlo cualquiera que sea éste (o por lo mcn_os co~­
cebirse por abstracción como no poniendo nada, conceb1r
.c:.u propia libertad fuera de cualquier ejercicio octual de

•• glo_'?': Lo negativo aparece, nadie lo pone en duda, en


el Ju1c10 ~ en las formas de la negación «no». El pro-
blema., reside en saber de dónde ha podido surgir esta
ncg?c1on «no». Tenemos el enunciado: «Juana no está
esta libertad) 1
~.

Positividad del ser, humanidad de la nA<la, esencia ne·

•• a9u1». ¿A qué responde la posibilidad de semejante enun-


ciad??. O se considera que el estatuto de la negación no
es d1st1nto ~1 de Ja afirmación: en ambos casos un juicio
gativa de la libertad, estas tres tc~is s~n inseparables. _L.a
metafísica (doctrina del ser) del 1dealts1no es un positi-
vismo: «ser» quiere decir «ser el caso», '<ser un dnto
observable~>. En cuanto a la negación, testimonia el po-

•• es el,. enunciado. ~e un estado de cosas. En esta hipótesis


habr1a _que adm1t1r estados de cosas negativos, hechos de
ausencia o de no-ser susceptibles de ser constatados. O se
der que tiene el espíritu. para "de-poner lo que es de he-
cho, es decir, lo que ha juzgado «ser el caso», para
poner preferente1nente lo que no es (lo posible, lo fu-

•• rechaza que la negación sea la simple constatación de una


situación _de ~echo, por ejemplo, que efectivamente Jua-
na n~ esta ah1 donde se encuentra el que emite ese juicio
negativo. En esta segunda hipótesis la negación expresará
turo, lo deseable). Esta libertad de de-poner demuestra
que lo dado, en el fondo, es algo puesto y que su aspecto
positivo provjene de una posición inicial: lo dado podrí:t

•• un conflicto entre el estado de cosas observable· y un


estado de cosas lamentable que se oponen en Ja cabeza
de la persona que niega. En suma, hay que reconocer al
ser en cualquier momento depuesto (negado), su ser obe-
dece a una afirmación origina] a la que procede el esp(-
ritu por razones cuyo único juez es él. En definitiva, sólo
,.
'

••
recibe el ser lo que se ha mostrado digno de esta calidad
no-ser la posibilidad paradójica de presentarse ante nos- arire el examen del sujeto. No es difícil recordar el origen
o.tros, o bien atribuir al hombre la capacidad de introdu- cartesiano de estas tres tesis.
cir el no-ser mediante el ejercicio de un poder que po- Yendo· m:ls lejos en la aniquilación de la nada, Bergson

•• seería el espíritu, consistente en oponerse a Jo que es .


A principio de siglo, Ja posición más frecuente es derivar ·
la nada de Ja negación. La nada, al no ser nada en abso-
había dediCado más de treinta páginas, en la Evolución
creadora ('i"907),. a combatir la «pseudo-idea)>, Atacando
los ·«falsPs Problemas», qu'e según él plantea la Metafí-

•• luto, no podía formar parte de la composición de las


cosas. A un juido negativo --del tipo «esto no es nada»-
n.o Je corresponde nada negativo en la manera de ser o
sica, Berg:Son de41uestr3. que estos problemas suponen que
las id~as negativas tienen un sentido. Así, e1 problema de
la finalidad -¿cómo explicar que hay un orden?- su-

•• de aparecer esta cosa. La cosa se conforma con ser tal. pone que es posible un desorden. Y el enunciado leibni-
·.como es: en cuanto a la nada, tendrá su origen en la i ziano del problema metafísico -¿por qué hay algo y no
libertad del espíritu, libertad que _habrá que definir como ·I más bien nada?- muestra claramente que el metafísico
i

•• Ja fuerza de oponer un ·no a todo lo que es simplemente i confiere a fo 11ada la igualdad con el algo, a .saber, una 1
.\ dado. Esa es la tesis más clásica del idealismo post-kan- 1 19
··!
F.n el arúrulo «nada» .del .V ocabulaire de La.lande:

..
1
44

• i
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45
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~ .,•
especie de prioridad. Pero en realidad, explica Bergson,
El problema reside en saber si este deseo puede llan1arsc
positivo, y en qué medida la nada, lejos de ser engen- - .. ••
••
esta nada es un efecto del lenguaje. Antes de hablar, esta- drada, no ha sido únic:unente hiananizada. En efecto, si
n1os. l~añados en la presencia y sólo tenemos relación con el deseo sólo fuese el disfraz de la nada, la negación
lo·qtic cs._ -~s el lenguaje gracias a la negación, el que a· que debe engendrar la nada provendría a su vez de la
Jecc·s inyiC"t'.te cstn relación con el preseule en enUnciado

••
nada.
Je- unA lllt1eitcia. Dcci1nos <da 1nesa no es blanca)> cuando ¿Positividad o negatividad del deseo? En este terreno
· v'Crños . unil ·mesa que es negra, marrón o roja, pero que ..es en el. que Deleuze emprenderá el ataque contra la
ñUilca muestra ante nuestr::1 mirada el color «no-blanco». •dialéctica. LO que se lla.mará después de 1970 la «filoso- 11
;úc ahí la conclusión de Bergson: _hay más ·e_n la idcn de
nada que en la idea de algo,· pues primero _hay la idea de
algo, y después hay el resultado de una o_pCrac~ón, tam-
fía del dese~», cuya ·obra clásica será El Anti-Ed,ipo, se
valdrá de Nietzsche y le tomará prestada una consigna: .

••
.,
,«invertir el platonismo». En efecto, Deleuze opone In

••
bién positiva, que consiste en desecharla ::ibsteniéndose e_oncepció.n afirmativa de un deseo productivo y creador
de precisar por qué se la reemplaza. Pero ·segura1nente el a la interpretación. «platónica» y luego «cristiana» del
lugar nunca queda vacío. . · deseo CO?JO carencia, angustia, sufrimiento. Sin e1nbargo,
Ao.iso la dificultad sólo está ap]azada. Si la inteligencia esta disCusión sobre la riaturalcza del deseo constituirá
sólo puede afirmar, co1no pretende Bcrgson, contra todos más un arreglo de .cuentas entre el discípulo de Bergson

••
sus colegas idcnlístas, afirmando ya en una forma directa que es en esto Deleuzc y Jos hegelianos, con Sartre y La·
(«la 1nesa es negra))), ya en una forma indetcnriinada de . Can a su cabeza, que un conflicto entre Nietzsche y Platón. ,.
apariencia negativa («la mesa no es blnnca~> }, ¿có_mo pue- · Sabemos que en Platón el deseo está descrito como un ;¡
de, por cjen1plo, equivocarse y concebir· como ente lo

••
conjunto: Eros es el hijo. de Penia, la Carencia, pero tiene .!
que no Cs? La respuesta a esta objeción Se llama dese~: como padre a Poros, el Buen Medio. En conSecucncia,
Si la operación lingüística de la negación es litil significa este Eros es una carencia st~scitada aqui por una presen-
que el espíritu corre el peligro de confundir.el estado pre-·. cia en. otro lado. Según 1-Iegel ocurre otia cosa cOn el
scnte de las cosas, el que observaría si no estuviera preo-.
cupado y distraí<lo, con un estado ya desaparecido (pesar)
o por venir (esper01nza). De esta 1nanera, es la negación
un esrar alerta contra la decepción, es tan1bién, a.su modo,
deseo: este término traduce, en el comentario de KojCve, ;.
la palabra Begierdc que figura en el capítulo IV de la ··
Fenomenolop)a. Y, al ser este capítulo IV la ch\ve, de · ••
una vía de acceso a lo real.
Para los kantianos como para Bergson, el, origen- de la
nada es la negación. ¿Pero cuál es el origen de la nega-·
ción? La explicación bergsoniana tiene toda la apariencia·
cod? .cL·libro según KojCve, la filosofía dialéctica puede
def1n1rse entonces como un pensamiento que identifica el
deseo con la negatividad pura y ve en él, no sólo una
negación, sino una negación de la negación.
,•
...-:/"
1
[ ••
·-. ,..... Je un número de prestidigitaci6n. Lo negativo no está 1
•!
eliminado, como se prometía, sino escamoteado. Primero
••
.,
El fi11al de la historia

•'•
la ausencia de algo se transforma en ¡uicio ne-gativo sobre 1
1
la afinnación de la presencia de esta cosa («la tnesa. no Alexandre Kojf:ve poseía un gran talento con10 narra· 1
es blanca»= «OS equivocaríais al decir que es blanca»),
~or. Con su comentario, la austera Fend1nenologí.a hege· i
luego la negatíz.,·idad de esta negación se convierte en posi- lrana se transforma en una especie de novela por entre-
)ividad de un deseo respcinsable de las conductas de apa· gas filosófica, en la que se suceden las· escenas dramáti- 1

46
riencia negativa: la espera vana, la nostalgia, el error.
47 ¿_·· ft}i.rt

. ••• ,

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••
••
_.Mil
..•
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,.•
,

•-
••,.• ~i cas: se enfrentan person:ijes pintorescos Jos cambiOs de
situación ?"Jantienen Ja intriga, y el lect¿r, ávido por co-
el hombre (sujeto) no encuentra nada fuera de él (en el
objeto) que sea obstáculo a la rcalizAción de s~~ proyec-

•• ¡I¡ nucer . ,,cJ final de Ja historia, pide la continuación.


:qc 1nanera general, KojCve ha dado una versión an-
tropológica de Ja filosofía hegeliana. Asunto nuevo para
tos. En otros términos, la naturaleza está dom1n"ada y Ja
sociedad pacificada: al vivir en el mundo como en un
jardín florido y encontrar en sus semejantes o.tros. tan~os

•• los franc:ses, al .men?s en esta fecha, pues de 1-Iegel sólo


se conoc1a el «Idealismo absoluto» y el «panlogismo»,
amigos, el hombre ·se retira, abandona el traba¡o histórtco
y se. convierte en sabio epicúreo, consagrándose a «todo

,.•
~er~ muy poco el «hegelianismo de izquierda». La escena lo que hace al hombre feliz» (el juego, el amor, el
1 · final .de esta versión humanista de la dialéctica hegeliana arte, etc.). El final de la historia es el final de la adver- r·
1,. tai:ib1é11 proporciona el principio .de la misma. El último sidad, término por el que se puede traducir la Gegens-
cp1s~io _del !elato de Ia historia debe.corresponder a un landlichkeit hegeliana. La proposición de una identidad
1 estadio final de la historia humana, traS el cual no pasa del sujeto y del objeto, que hasta ahora era «ideológica»

•• a_bsolutamente nada nuevo. KojCve no ha dejado de insis-


ur con malicia sobre. las consecuencias chocantes de esta
r:sis: . Ia historia está ac~brida, ahora cntr::imos en Ja post-
h1stona. - ·
(engañosa), se vuelve verdadera .
( ... )El Saber Absolutó, es decir, la. Sabiduría, presupone
el logro total de la Acción ncgndora del I-Iombre. Este

•• De ~~cho, el fino! del Tiempo humano o de J:i Historia,


e~ decir, la destrucción definitiva del Hombre propiamente
Saber sólo es posible: 1) en un Estado unil)ersal y ho1no-
génco en el que ningún hombre es exterior al otro, en el
que ~o queda ninguna. oposici6n social por suprimir; y

••
2) en el seno de una Na.turalcza son;eJida por el trabajo-del
dicho o del Individuo libre e histórico, significa sencilla- Hombre, Naturaleza que, al no oponerse al I-Iomhre, ya
men1e el cese de Ja Acción en todo el sentido del término .
no le es extraña 21 •
Lo que práctica~cnte quiere decir ln des:iparidón de
guerras Y de revoluciones sangrienta~. Y también la desa-

••
No voy a discutir aquí el asunto de saber si haciendo
parición de la filo.ro/ío; pues, a] no cambiar esencialmente
d Hombre, no hay raz6n para cambiar Jos principios (ver-
esta .traducción narrativa de la Fenomenología, KojCve
d:ideros) que sustentnn su conocimiento del Mundo y de deforma el pensamiento de Hegel o descubre su sentido
más profundo. Su interpretación se pretende humanista

••
él. Pero todo lo dem:ís puede definirse indefinidamente: el
arte, el amor, el juego, cte.; en res~men, tódo lo qUe· hace por cuanto hace de la historia humana el lugar donde
al Hombre feliz 2t1. debe decidirse todo lo que ofrece un sentido. Sólo hay
verdad en la historia. En consecuencia no hay verdades

•,.•
Ahora bien, el «final de Ja historia» no es sino la ira· eternas, ya que el mundo no cesa de modificarse en el
duccíón a un lenguaje narrativo y figurado de lo que curs_o de· la historia, pero hay errores que tienen provi-
en el lenguaje filosófico, recibe el nombre de saber abso~ . sionalmente. f)paricncia de verdad, y hay errores que dia-
luto. El saber absoluto es ti ciencia de la identidad del .. léctical)1en.te se· transforman en verdades. Por ejemplo,
suj~to y d~l. objeto (o del pensamiento y del ser). Esta el .amo dC' la -ciudad antigua que afirma: «En toda ciudad_

••
tesis metaf1s1ca, innegablemente oscura e indiscutib1emen· hay amós y esclavos», parece decir una verdad, ya .que
te «idealista~, de repente ofrece. un sentido fácil y de su enunciado se verifica "siempre en el mundo antiguoi y
·~· .. aspecto. «realista», cuando no «materialista». La identidad sin embargo se!á «refutado» por la historia humana en
del sujeto y ~el objeto q~iere d~cir, en ~sta narración, que

••
cuyo decurso se liberan los esclavos. En ·Cambio, un es-
~ lntr. Hegel, pág. 435 (en la nota). :n ]nJr. Hegel, pág. _301.

..• 48
49

,,j
••
••
clavo que dijese en la ·ciudad antigua: «Soy un hombre ·
libre}> --esclavo que sería estoico=-- parecería emitir un
juicio falso, mientras que su error se convierte en ver-
dad gracias a la historia. Es la acci6n la·que decide acerca
de lo verdadero y de lo falso. Por eso la dialéctica -es de-
cir, en el sentido clásico, el· trastocamicnto de lo ver-
dadero en lo falso y de lo fa'lso -en lo verdadero- en lo
~. q~e ~~fi~~ ·~¡ ·b~1~a~~¡~,n~ ~; precisamente esta susti~·
lución sedún la cual siempre se escribe «hombre» allí
dónde estaba escrito <(Dios)). El título de humanista será
-en.arbolado por Sartre y sus amigos en este sentido a
'.partir de 1945: el existencialismo es- un humanismo,
_cpmo dirá en una conferencia publicada con este título
que divulga los temas de El Ser y la Nada.
.,

••
sucesivo se considera ·como el n1sgo n1ás ca1·acteríslico . Qlic el hurilanismo ateo sea ateo en 1e1 sentido de rci-
de un pensamiento de la historia o de la _acción.
J... a ncción, que no el ser, prop_otciona 1~ ·regla de la
vcrdnd. Este activismo se distingue de un'· .r.imple histo-
vjndicar la divinidad del hombre, quiere decir que es una
teología invertida. Incluso sabemos cuál es la teología de
que el humanismo se apodera en provecho del ser hu-
' ••
••
ricis1no, ya que el relativis1no· histórico s~ cpnt.enta · con mano: como revela Sartre, es la teología cartesiana. En 1

desplazar las verdades a lo hístori'?, ·ab~liC"ndo. ~si cunl- un prólogo a una selección de textos de Descartes, Sartre 1

quier criterio de certeza, Ahora bien,. r~·~ Ko1eve hav '· explica qué la idea genial de Descartes consiste en haber
un criterio: es verdad lo que·. tiene éxÍt9-;. c;:_s~ falso lo que CStablecido un Dios creador de las verdades eternas. La
fracasa. Este criterio es interior a la hi( or_ia, es ~(inma-·
ncntc)) y no «trascendente», comos~ ~~Cía;critoncC.S. ~?r
eso KojCvc da el no111bre de ateis111ó a su tesis y la define
libertad divina, lejos de estar precedida por un orden
eterno de verdades que la definiría, y en consecuen,cia la
linlitarfa, funda sobernnan1ente el ser, lo verdadero y lo ••
como la exacta antitésis de la teología ~~istiana. Habda·
que entendet lo siguiente: para Hegel) ..'
bueno. La única debilidad de Descartes consiste en haber
atribuido a Dios un poder creador que, :según Sartre, nos
pertenece por derecho:
j
1
••
••
todo lo que dice la teologfa cristiana es nbsolutamente ·der-
to a condición de ser aplicado no a un Dios. trascendente Harán falta dos siglos de cns1s ----cr1s1s de la Fe, cns1s 1

i~aginario, sino al Hombre" real, que vive en el mundo 2:1. de la Ciencia- para que el hombre recupere esta libcrtad- I',¡
crcadora que Descartes ha puesto en Dios y para que se 1
atisbe estn verdad, base esencial del humanismo: el hom-


El teólogo se imngina que. el discurso' teológico es un bre es el ser cuya aparición hace que un mundo exista ZJ. .,1
discurso en el que el hombre (sujeto) habla de Dios (ob- i·
jeto), cuando es un discurso en el q_ue Dios ·habla d_e ~í
-- --misn10-;-es-decir;-<lel-hombre;-pero-s1n-saberlo~Esíl-sena~·. ·-
la significación últin1a de la co.nciencia absoluta de sí, o
Lo característico del hu1nanis1no es esta voluntad de re-
cuperación o de rea¡5ropi0Ci0n-dc!los atriOutos diViriOS~­
entrc ellos el más valioso de todos, el pOder de crear y de --·•
sabiduría: el autor del discurso teológico. descubre que
el Otro del que él hablaba ·es el .1nis1110 que el que ha·
blaba de él. Se reconoce n sí mismo en aquel que tomaba
~(hacer que un mundo exista». ¿En qúé sentido puede
llamarse creadora la acción humana? Esta pregunta es
justamente .Ja que nos conduce al centro de la especulación ••
••
por otro, y acaba de este n"1odo con la !llienació·11" sobre la negatividad. De todas maneras conviene, Antes
El ;ttcís1no chlsico rechazaba los atnbutos d1vtnos, los de abandonar este térinino de hun1anismo, señalar Jos dos
considernbn inconcebibles por .ser infinitos .o incompati· :·cvcscs que sufrirá más tnrde: e] enfoque de Heidegger
bles entre sí. El atcís1no hun1anista los reivindica para el en 1947 y el debate estructuralisra.
sujeto humano que se convierte así en el verdadero Dios.
Z?. ]11/r. Hegel, pág. 571.
:!:!
gina 334.
«La libérté cartésienne», Situations, I, Gallimard 1 1947, pá-
••
50 51
••
. 1 c:;t;.,.1_ .=::;¡¡¡;_:;;¡._,~ ,,,~·-,_,.,,:,·.··
. '.~
••
••
•·
u

• ••
••
·-•• -- - -- . ,En su Carta sobre el hu1n11nisn10, escrita en contesta-
a las preg~ntas que le había hecho Jean Beaufret :!.i,
CJO?
Hc1deg~cr explica que no hay ninguna relación entre su
Y' se unirá a 1a colección de ~ismos ridiculizados (vitalis-
mo, espiritualismo, etc.). ,

•• pcnsa~tuen~o y el_ h°:n1anismo de Sartre. Su Carta ... pone


en ev1d~nc1a lo siguiente: ese «existencialismo ateo», ese
«hum~n1smo», no s_on en absoluto lo que quisieran ser;
Se observará que el eslogan de los años 1960 -<<la
muerte del hombre»- estaba prefigurado eri el curso de
KojCve, donde también aparecía como La consecuencia

••
última de «la muerte de Dios». KojCve lo decía así:
es decir, la conclus16n de una «ontología fenomenológi-
ca» (subtft~fo de Et Ser y la Nada); pues una «ontología el final de 1n Historia es la muerte del Hombre propia-
fenomenolog~ca», SI nene algún sentido esta expresión, se- mente dicho 26 •
ría una ?rn:tr1n~ del ser que descansaría exclusivamente en

•• la d~scnpc16n fiel de las apariencüis; sino que son Jo que


de .i:1nguna manera querrían ser, es decir, la mera recupe-
rac1on, en ~e.neficio de u? _«hombre» que no pedía tanto,
En una filosof.ia de Ja acción o de la historia, el ho_mbre
se define por el hecho de que actúa, cambia el curso de

••
las cosas. Si la historia ha acabado, no hay nada que
de la metaf1s1ca más trad1c1onal, que considera la causali- hacer. Ahora bien, un hombre ocioso no es un hombre .
dad ci:eadora como el atributo divino por excelencia. Cuando se franquea el umbral de la post-historia, por
Dcspues. de esta. intervención de Heidegger, la palabra una parte la humanidad desaparece, y por otra, empieza

•• «humanismo» de¡a de ser esa bandera de la que cada


Ctrnl pretende ser el n1ás digno defensor. Pronto, efecto
retardado e inesperado de su Carta ... , va a desencade-
el reino de la frivolidad, del juego, c1e la irrisión (pues
nada de lo que se puede hacer en adelante tiene el menor
sentido). Se hubíera objetado en vano a Kojeve que las

••
narse en_ r:roncia la •disputa del humanismo» (1965-1966). guerras y 1.as revoluciones sangrientas no acabaron en
~ompctiran por e1 «antihumanismo», tanto los mar- absoluto en 1807, ni tampoco en 1934-1939. Pues Ko-
x1sras que cond~narán la ideología burguesa del Hom- jeve hubiera contestado que la historia sólo se había aca·
b~e, como los ~ue.tzscheanos que despreciarán esta doc-

••
bado en principio como idea, o, justamente con la idea,
tr~n~ del resent1m1cnto, nacida en la mente cansada del que estaba por realizar con medios· probablemente terro-
«ulti?1o _hombre», como los estructuralistas de estricta ristas, de un «Estado homogéneo», expresión que en su
obed1e.nc1a que anunciarán. con Lévi-Strauss el proyecto ( pensamiento servia tanto para el Estado razonable de He-

•• de . «dts~lve! al hon;brc» z;. «Humanista» se convertirá


en un termino propio de escarnio, un epíteto injurioso,
~
1

l
gel como para la sociedad sin clases de Marx. Para que
esta idea Se convirtiera en realidad planetaria, aún hacía
falta ·~lgún tiempo, precisamente el tiempo de una acción.

••
E_scrita en 1946 y publicadn en alemán en 1947 Ja' <;11rt;
~ÍÍ Heidegger fue traducida al francés en 195J. Ya se 'había-' pu- ¡· correspondiente a estas guerras y a estas revoluciones en
. cado un . fragmento. en traducci6n francesa en 1948 en 1 re· ~as qu·e:_estábamos movilizados .
dista Fontauze, precedido por un artículo de Beaufret «M PHe·
1,egger Y el prob.lema de J11 verdad» (que hoy se ·puede' leer .en s~·

•• f~ro: lntroduc/ton at1.'( Philosophics de l'existence, DcnoCl-Gon-


t uer,. ~971). Este nrt~culo n:nb11r~ con lns omisiones que hnbfan
facrib·'Jido l la ~plorac1ón ex1stenc1alista de Heidegger: éste será
mf l n ée primero, y por mucho tiempo, el único texto legible 1
/ 1-a neJ!.rlfj~idnd
En la narración de KojCve, el primer papel está descm·

••
en:is ronc s sobre c:1 autor-de Ser·y Tiempo... .. . , pefiado por el concepto de ·negatividad. Hay ·dos vías que
espaJ11:ia·P¡;st:.uvagÁr Plobn, 1~62, págs. ~26-327. (Traducci6~ ,I lleVan ·a la comprerisió"n ..de ·esta noción: la primera es an-
F. C. E., 1964.) ez am uro,. El_ pensamiento salva;e, Méjíco,
00 Intr. Hegel, pág. )88 '(en la nota) .

•• 52
53 i
1

~
,, .•
••
·.: : .... ·.. ' .. . .· . ' ..... · \~
tropológica, la segunda metafísica. ·Tomaré amb~~ -~~ este· do .natural y. social).··( ... ) La 'Libcr.tad que se reaiiza t:,.,,1~\
y se manifiesta en tanto que Acción dialéctica o negadora '",
orden.

••
es por eso mismo, esencialmente, una creación. Pues ne-
En una filosofía en la-que el éxito prueba la verdad
gar lo dndo sin terminar en la nada, es producir algo· que '.\
del discurso del afortunado vencedor la acci6n es la que
J
no existfo todavía; pero eso es exnctnmente lo que llamamOs
lo decide toclo. Los vagos riO tienen ningún porvenir en·· «crear» 211. ·

••
semejante pensa1niento. En este terreno de la acción hu-
mana, considerado corno equivalente al de la historia . Sin e1nbargo, KojC:ve no se pregunta en ninguna parte
--en virtud del dicho de Vico: «Los. hombres hacen la s1 .es legítimo definir. un concepto, aquf el de la acción,
historia»-, es donde debe efectuarse la recuperación de mediante Ja conjunción de otros dos conceptos (el trabajo.
los predicados divinos, y ante todo la d~l poder creador
o, como se expresa a vecc·s Sartre 1 la ·Oe. la <~creativi­
dad»~- Pero ¿por qué es creadora de algO-ia acción hu-
"Y. la guerra). Salea a la vista que esta ..'unión es la que
engendra la nocióh paradójicá de una negación fecunda
al_:proporcionar .el trabajo el elemento ~e la producción:. ••
mana?
KojCve a menudo explicita· su con_cept~·· d.e.· la ·acdón
mediante la ap6sición «el trabajo y. la lucha». Y al ser
entendido el trabajo coino una IUcha que .YiolenÍ:a a la.
. de. la trt.1nsformación del estado de las co~as, y al pro-
cu.rar la gue~ra el elemento de la negación, del enfrenta-·
~ien~o co_n un adversario cuya supresión es cuestión de
vtcla .º muerte. Sólo el apólogo del· Amo y el Esclavo
••
naturaleza, los dos .modos de la acción tienen en común
este carácter belicoso. Así, toda acción es oposición con un
adversario. La acción, por definición, produce un efecto.
~-permite asociar las dos formas de acción: el esclavo pri-
·~ero es un guerrero que ha sido vericido en un «com-
bate. J?ºr el reconocimiento», luego es un trabajador al"
••
Después dc"la acción el estado del ~undo ya no es el de
antes. De ahí este razonan1i~nto: no hay novedad en este
mundo sin una acción que la introduzca; no hay acción
scrv1c10 de un amo que le ha salvado la vida y se ha
reservado. su disfru~e. Sin embargo, esta conjunción. no
pasa de ser una yuxtaposición, no produce ni_ngún ver- ••
••
que no sea oposición¡ en consecuencia es la oposición (o d~?ero concepto. La guerra es una pura: y simple destruc:.
la negación, la contrndicción) la que introduce lo nuevo c1on, y en cuanto tal, no produce absolutamente nada
en lo viejo. · (Si hay un esclavo es porque el vencedor ha acabado l~
Según ·KojCve, la negatividad entendida en este sentido guerra per~onando la vida al vencido.) Todo lo más pue-
)
)_.
es la esencia misma de la libertad. El poder productivo
de la negación es lo que libera. Cualquier otra definición
de conducir a un traspaso de riquezas mediante el latro-
cinio_. Por su parte, el trabajo, efectivamente, es una pro-
.serfa_<<naturalista».,_igriorarfa la diferencia entre el hotn- ----d~cc16n,:....pero-en-absoluto-constituye-una-negación-ra­ ·1.
•-··
bre como ser libre y el animal como ser deterníiñiidó. ~-

Pero si la libertad es ontológicamente. Negatividad, se


debe a que sólo puede ser y existir en tanto que negaci611.
d1cal: el trab::ijo úiil sie111pre es una utilización de los re-
cursos ex_istentes, una transformación del terreno a partir
de una idea preconcebida (es decir dada antes de la ••
Ahora bien, para poder negar hace falta que haya algo que
negar: un dato existente ( ... ). La libertad no consiste en
una elecci6n entre ·das dato's: es la ·neP.ación de lo dado,
acción), nunca es una destrucción. '
¿Las cosas estarán n1ás claras por el lado metafísico?
La _humanización de la nada implica que no hay nada ••
••
tanto de lo que es (como animal o como «tradición negativo en el mundo, excepto la accióO. humana. La na-
encarnada"} como de · 1a· que no es (y· que es el Mu11- turaleza, pues tal es el nombre de lo que Produce sin
113 I11tr. Hegel, pág. 492.

••
" CRD, pág. 68.

54 55

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por _,,,_'""
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la identidad (en
ectico» ese Jotérmino
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que es . yLanocosa
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«),su"::;,;;:
es, l :Í: :
dd dd d ser ra
el actor una especie e an y pa
" 'ro~. L. fil""'"
(suelfastidio
que de ser supre-
de kla """"
raz6n
ma de un gesto es la elegancia de una ausencia e
como
"' '"
. d . toda

n~na~~.
d

~= ""
na aahí,
De lo enseñanza
de Ja que su naturalew (su identidad)
de Kojeve: la historia leesordena ser.
dialéctica, AsL hay dos sentidos .del ser:

•• tt J, roo..._
cesión "ºJo o U, para
a los neo-kantianos ' " ' klos- "como se sabe,roo.
que, el !. El ser natural: «Ser>>d 9° ·.crc d cct·,,,,,
' "'"'' <ko
I
· 11 d · · l d 1 · l ¡· · ¡ · f'l do el nismo mantenerse i cntlco.
Et.
1
h

;.:~;,!;,.N"'"''Mom,&«, oo ~""°'"' "• ~· ~".:;~:-:; ";: ;, ; ,;, :;:n~ "':',"'",·~~


peca o origma e sistema 1ege 1ano es 1nc u1r una 1 o-
M romántica
lsofía se; histórico ( <(historicidad»): «ser» aY que
¡ d Nde la naturaleza que pretendía «superar» 2· . 0l f ·¿ ¿. el ser de actor
a ecánica e ewton. Kojeve les da 1a razón en este ¡ IVI

·~na d~c totalid~d~ d~


• ·¡ . . da ncga
def inirlo aquí mediante 's en preten d ersc di·
3 ' 1
e I11 :;;::;:•
Jent~a~tcs
10

, Kojeve da el nombre de ontología dualista a su posi- te », en. el sentido en que una manzana.
ción de desviar
• es ' eren de
ción. La palabra «sen> no podría tener el mismo sentido pera: la diferencia com¡orta una lo
•• i/ en el caso de la cosa natural y en el caso del hombre. La alterar. El mundo (en e En.la parte natural,
cosa de la naturaleza, ya se t.rate de esa J:>icdra o de ese que es) tendría entonces lods · · • l'.c En la parte

~· ""~"'"'""" º"'"'"'" '""''"E~ ~er'"" ~


pino, se conforma con ser lo que es: sus nmbjciones no las cosas son con1o 5 on y e even1r
d 'nguna idcnti-
es c1c t o.
(van más
1 allá de una siJnple perpetuación de sí misma ·
hl.st6rica o hu1nana nada que a como es, ni
· · t ) El h b d r dad se nlantiene. ¡· imagen
• "'-·" - "º"" o"'"""'"-· ¡1

~ ~ ro~=",¡"''°"''°·"""'
simple ser vivo tampoco actúa, se reproduce. Diremos, que dartre recogerá a menudo en y la Na da. "
• "'"·eso
con '"' olola •<oobo
que definición ""
de "'"' """""'
un proceso n,,,,.,_.,
nat:ural consiste 1
j mun do, "" • " mm,.,,mble ' "" •milo d• om

l~olo
ro'"' J., m-. ,¡ J;.,J
•ol~ oro: :í~
~·"• ~ U j o e r o P , e r o l º , ' . , º s ( e q ~ : n s 1 ~ n ~ : ~ ~ ~ ~::::
• 1 .. r - "" W& ' ' -
•• & cl '"""' k '"'"'" md., oo " ho ""'"º [ ••hm o "" - ''
To" "" '"''"' \ ::::
.,..,., '¡I :nillo:

~o~ l~ ~ ¡ e r o y .
nada por el camino, no se ha Creado nada, pero de un/.· el «a ujero» (que ademiís no e.x1sttr1a no .. , ) tam:

'°' 'º· :"."


'~ ~ n~ !oq~al~bsiste ~e~·~~e¿.u1~~~: l
a su-vez...va""'""
a poner un<;=,.o,
huevo, y- así "'"""
sucesivamente. poro sena am en· el
~· . no es en absolu.
• h ""
Lo· característico de la acción. humana, ere era de ¡ cl gu¡'ero son e una uruca

~ ~ie:~g~ er:~;· ~a~~ grma~. 1


0 0
· i1 · di · d J ] f ·. ' · h d
t
1
a ' Y nada dice que
ro necesario buscarlosd en e1
oro Y e a · tanto
•• relación
" ' "con, _
la nada.
, º', lo nuevo
Introducern"'"" o en
"'"el - mundo.
oo 1 "'"" d · 1 • "'"
"""''"• hay "" «en ¡ero.
agu¡ero•
en )· El
• 1
qAhora bien, lo nuevo, si es verdaderamente nuevo, tiene ¡· _q:c (en
ru··~•,,
• ·que ser diferente a todo lo que ya se había visto. Se tiene senda de una ausenc13) podrforoque r una náda que
ue poder decir después de una auténtica acción: nada mente el Hombre que es Aman del• se
1
__
•·:
."'·...
•..: ''''·
,.,
' . ;: '
i/ ·'
''
ci6n de unaantes:
será como El entre
«nada» la acción
hechoeldeestado es yesta
inicial el estado
nal .. El resultado entonces se puede· llaniar creado, ·pro-
<lucido· ex nihilo. Y en consecuencia, el actor, cuando
actúa, no inanifiesta su voluntad de ser (de conservar su
fi~
interposi- «se anonada» en el ser, por. me
'
. . ·
d'10 ser que « '-t:>"" •

•• 56
1~ lnlr. Hegel,. pág. 485 '(en Ja nota) .

57

~•
••
••
••
•• Esta imagen briliante no debe deslumbrarnos hasta el
punto de hacernos olvidar el equívoco de la expresión
«ontología dualista». Ontología significa .doc_trina del ~er.
la distinción entre los juicios analíticos y los juicios sin~
téticos. Se opone a la intcrpretacia analítica de la c6pula,
interptetación según la cual la palabra «es» significaría

•• La ontología dualista debería ser entonces la doctrina que


reconoce dos sentidos .en la palabra ser. Creemos haber
entendido que hay una primera manera de ser, "el ser en
el sentido de la identidad que es característica de la na-
la identidad del predicado P con el sujeto S. Introduce,
con un. gesto cuyo sentido debe precisarse, la diferencia
en la definición misma· de identidad. Pero la diferencia

••
se enuncia mediante un juicio negativo: «A no es.B». La
turaleza, y hay una segunda manera de ser, el ser en el interpretación dialéctica· del ser va a hacer surgir así un
sentido de la pegatividad que es característica del hombre. cierto no ser, interior ni ser, que la lógica formal se inte-
Pero la imag~n del anillo de oro dice otra cosa: según resa mucho en explicar. KojCve ha expresado todo esto

'••
-.
esta fábula dorada no habría dos sentidos del ser sino con una ocurrencia divertida:
que habría 'pOr una parte el ser (oro) y por otra'. parte
la nada (agujero), En cuanto a la dial.éctica, es decir, la Parménides tenfa raz6ri en decir que el Ser es y que la
--inclusión"de-la-nada-en-·el-ser-o-de-Ia-difcrcncia"en-la-iden--- -----Nada-no-es;-pero-ha-olvidado-añadir-que-hay-una-«dife----·
tidad, se encontraría en la conjunción de ambos: el oro rcncia» entre la Nada y el Ser, ·que es en cierta alcdida

•• (el ser) efectivamente no tiene necesidad del .agujero para


ser, pero el anillo de oro (el mundo) no sería lo que es,
un anillo de ·oro, sin el agujero .
dd mismo estatuto que el Ser; ya que sin ella, si no hu-
biera diferencia entre el Ser y la Nada, el Ser no sería 31 •

En este· teXto, y por ·otra parte en todos los textos de

•• En consecUencia, la «Ontología dualist3.» ya no es en


absoluto dualista: al final se admite que el ser debe defi-
nirse por la identidad.
esta época, «el Ser» hay que entenderlo siempre en el
sentido de lo qué es, el ente. En latin: el ens, y no el essC.
La broma de Kojeve quiere decir lo siguiente: la diferen-

•• 1dentidod y diferencio
cia, ·aunque sea una forma de la nada -ya que diferir de
algo es no s~r como··ese algo-- forma p3rtc de lo que es;
es necesario que sea así, pues lo que no forma parte de

•• Aquí nOtamOs que nos estarnos quemando, como se


dice en el juego del zu.rri~go escondido. Llegamos al meo-
llo de la cueStión que determina la interpretación koje-
lo que es· (.del ens) se .reduce ·a lo que no es, es decir·,
a la nada. Así, es inevitable una ciertn inclusión (que está
por defihir.) de la nada en el ente, si queremos que hayn

• viana -así "Corno la filosofía francesa conteinporánea en . una .diferencia eritre ambos.
· $eñ.nlc:m6s estÓ ·de paso: se podría igualmente concluir

••
su conjunto. - que· la diferencia entre algo y nada no es, al menos en el
Por lo proñto, la dialéctica ya no es para nosotros esta
noción inefable que Sartre pretende indefinible .. Volve- sentido eil que .'<ser» es ,<sc·r algo». Pues si· ·¡a diferencia
mos a encontrar la dinléctfca en el sentido moderno de la entre algo y nada. fuese. algo, haría falta una nueva dife-

•• palabra. En sU sentido mode~no, es decir, post-kantiano, renCia para distinguir hl diferencia, que es algo, de nada.
la diak'.'Ctica es una .interpretación del sentido que tiene la En consecuencia, hará falta que «ser» ria· sea riecesaria-
cópula «CS» en el juicio categórico «S es P» 30 • La dia- mente «ser algo» (es decir,. «ser idéntico»). Ahora bien
esta posibilidad del a'rgumentq es ignorada por Kojev~

•••
:: . léctica modetna procede de la discusión kantiana sobre
y sus disci_pulos. · ·
30 Cfr. la. reor{a de la «oroposici6n filosófica» en Hegel. H Intr. Hegel, pág . .491.

•• 1 i·.i
:;;;·_;
58
1

1
59

••
. 1
••
.}

• !

•·• Kojevc> con el fin de dar a lo_ neg~tivo un ~rfil h~­


mano se ve. obligado a repartir la 1den~1qad ~ la d1fcrcnc1_a
entre L:~·. regiones del universo.· Aqu1 comienzan las di-
que tan:ibién hay identidad entre la diferencia y la dife-
rencia: hay un cierto ser del no ser. Ahora, ¿hay la menor

•• ficultades .
1'odo parece 1nuy claro en la t!!gión «N~turalez~)> del.
universo. Las cosas son lo que son y no piden mas. No
diferencia entre la identidad de la identidad con ]a iden-
tidad, por una parte, y la identidad de la diferencia con
·¡a diferencia, por otra? De ninguna manera. Pues no hay

••
más identidad entre la identidad y la identidad que entre
desean cambiar de identidad: no lo desean en absoluto ...
En consecuencia, para una cosa de la natu:alcza, «ser)). es Ja diferencia y la diferencia. Y no hay más diferencia entre
la diferencia y la diferencia que entre la identidad y la
equivalente a «Ser uno mismo»:, ~1 ~e~ tiene el sent~do
identidad. Y, sin embargo, identidad y diferencia efcctiva-

••
analítico de ]a identidad, Jo que s1gn1f1ca. que «ser» im.,
plica «ser el mis1no, sie111pr~, ,e11.·1odas. pattes y ,en ~odos n1en1e son relaciones di/ere11te.s. Sin duda. En consecuen-
tos casos». El día en que lo 1dcnt1co de1e l::le- ser el rn1sn1~, cia, la identidad de la identidad entre la identidad y la
desaparece, ya no es, como se dice de· una. persona d1- identidad, por una parle, y de la identidad entre la dife-

•• fu-. . ·. . . .
En la región «Historia» del mundo reina.la n~gatt:r1dad
o, si ··se preficre 1 la diferencia. Actuar en la ·h1stor1a, .es
rencia y la diferencia, por otra parle, es lo que hace Ja
diferencia entre la identidad y la diferencia.
O también, no es cierto que lo idéntico sea siempre
exclusivamente idéntico', _va que, al menos en un punto;
. :

•• trabajar en no .ser tal como somos. En s~ma, e~ ser. sig-


nifica en ]a naturaleza la identidad, y ~n. la ~l~t~ria. la
diferencia. La cosa natural e.s en tanto. que e.s zdenttca.
lo idéntico es idéntico a Jo diferente. Tampoco es cierto
que lo diferente sea siempre diferente. Pues lo diferente
sólo es diferente cuando es idéntico a sf mismo, propie-

••
El actor histórico e.s en tanto que actúa, y actúa en tanto
que no deja de .ser diferente. Llegamos a este resu~tado dad que comparte precisamenre con Jo idéntico.
banal, muy poco «dialéctico»: en la naturaleza.' «l~ iden- Éstas son algunas de las consecuencias que sacaremos
tidad, es la identidad», nlicnttas que, en .la h1stor1n, «la de la premisa inicialmente plnnteada: que ser, sicn1pre

•• diferencia es la diferen~ia». La consecU'enc1a, sob1:adam~n­


tc conocida desde el Sofista de Platón, aparece rnmedta-
tamente. Si la nada no es el ser, siendo «ser» idéntico a
sen entendido en el sentido de .ser idéntico. A fin ele
cuentas, lejos de poner en duda esta determinación de un
ser unívoco y cuyo sentido :\C fija en el terreno de la

•• «ser idéntico>> la nada nunca es "idéntica a cosa alguna:


nunca 1 en nin~una parte 1 en n.ingún c~so. Pero si la nad.a
no tiene ninguna identidad, st ·se define por la mera di-
l•lgica (en la relación del predicado y del sujeto en el
seno del juicio' atributivo), Ja dialéctica Ja hace suya. Si
la dialéctica se permite el lujo de criticar la lógica for-

••
ferencia 1 la nada debe ser considerada diferente de. sí mal y la «tazón analítica», no es en absoluto porque
rnisma: dc lo contrario, tendría una identidad propia, lo ponga en duda el derecho de la lógica para decidir acerca
que contradice la hipótesis. Por su parte, el ser, puesto del sentido que debe tener el verbo «ser». Es sólo por-
que se define por la identidad, nun~a pu:de en~rar en un que reprocha a la lógica formal el hacer imposible, me-

•• juicio negativo. Entonces se hace 1mpos1ble afirmar que


«el ser 110 es idéntico a la diferencia». El ser, una vez
definido por la identidad absoluta, es idéntico a cual-
diante una definición unilateral de la identidad, la signi-
ficación copulativa o identificante .del ser. La dialéctica
sólo introduce la diferencia en la identidad o la negativi-

•• quier cosa, y en especial a la diferencia. . ,


En consecuencia 1 como pretende la lógica formal, no
hay sólo identidad entre la identidad y la identidad> sino
dad en el ser, proclamando la unidad de los contrarios,
con el fin de salvaguardar el sentido copulativo del ser.
La diferencia es necesaria a la identidad par.a que la idcn-

• ••
60
61 .l

••
;;.¡.•
••
••
..... ,.._... ,,,.,,,
;T-

••
tidad se mantenga como el sentido primero, cuando no ria)> han sido definidns· como las dos partes del 1nondo,

,,
exclusivo, del ser.
Y, en consecuencia, KojCve se mantiene perfectamente
de acuerdo con el sentido inás profundo de la dialéctica
esta tercera lógica sería la lógica de la tota1idnd. Encon·
tramos de nuevo, a costa de esta indispensable precisión,
la tripartición hegeliana.:
••
j

1
al definir, a lo largo de su comentario, el ser por la iden·
tidad. De todas maneras, esta dialéctica exige, y KojCve
lo sabe mejor que nadie, el surgimientO de la negatividad
Í
l. Lógica.
Il. · Filosofía de la naturalezri. ••
••
a partir de esta posición inaugural de un ser idéntico a IIL Filosofía del espíritu.
sí mismo. La posición del «ncryo»· tiene que ser la con~
secuencia directa de la posición del «yo=yo». No podría En la triparJici6n del sisten1a, la misma lógica sirve r.ara
ser una constatación_ que se haría al lado de la primera'. la naturaleza y para la historia. Ahora bien, la lógica,
Ahora bien, 1a ontología dualista que propone es com'-
pletnmente incapflZ de describir la inctamorfosis del ser
en nada,· de Ja identidad en diferencia o del yo en ncryo.
cualguiera .que sea el sentido en que se entienda, trata
<lel concepto. ¿Y q·Llé es un concepto? Un concepto. es
una identidad: por cjemplo 1 el concepto de «perro» d~ce ••
Sólo puede yuxtaponerlas. Esto nos autoriza a hablar
de un fracaso de la dialéctica antropológica (de la huma"·
nización de la nada)- para constituirse en filosofía. Los
fcnomenólogos franceses, acaso demasiado absortos por
la preocupación de sus diversos compromisos «en lo con-
lo que tienen de idénticos· todos los perros. La ló~tca
trata, pues, de la identidad, del aspecto en .el que las
cosas .~on las ntismas. Y la lógica dice que lo 1déntico, s1
sólo es idén'tíco, no puCdc distinguirse de lo diferente.
Sólo se puede pensar lo idéntico pensándolo diferente de
•.,•
creto)>, como veremos, omitieron volver sobre esta cues-
tión ontológica.
~-------
-- _ .. ____ . ------- ------- ------------·-------- - --
1
lo diferente. La diferencia es lo que permite a la identidad
ser ella misma. De manera general, rio se· pUcde plantear
--[---~--~~r~-~~~;i~s~~l~~t~~Í~~~~~~-·~~s~lo~~~:~;:e~~J~. •
..Jl_
La cuestión de la eituncidéión.

La humanización de la nada exige una ontología dua·


!
]
y· qu.iere ser: ·lo mismo. De ahí el p'aso del concepto
a. la naturaleza. El concepto es una identidad: lo otro de
eso 111i:r:mo que es el concepto es la cosa de Ja ·cual es
••
lista. En Hegel, la ontología: se pr'esenta con el hombre
de «lógica)) (con toda razón, como acabamos de ver)~ Se-
gún Kojeve, harfan falta dos lógicas: una para la natura. .
1
(
i

C<?ncepto. Po:· definición, e1. concC~to es di.ferente .la
cosa:. pero 1 si fuera «demasiado diferente», no seria el·
concepto de. e!ia cosa '(sería una ·c?ncepción errónea); es ••
leza, que se reduciría a una epistemología. de las ciCncias
físicas (lo que sería una «crítica de la razón analítica») y
otrá para la historia, que a difCrencia de la primera sería
¡
j

, ,I
decir,· qu·e:.el concepto 1 sin la. cosa, no sería verdadero
(ya. que ·SC!~fa el concepto de nadri", representación imagi.
naria)~.: Si cfamos. el nombre de naturalet.a a todas esas ••
••
dialéctica. Pero estas palabras,;' «a diferencia de la prime· cosns ·tuvvS conceptos -permiten pensar la identidad en
ra», despiertan en seguida 18 necesidad de una tercera diversos, grados -.~genérico, específico; individual-, de. ·
lógica para decir ·si esta diferencia entre las dos primeras bcmos concluir,_por una especie de argumento ontológico,
....1:·
d
debe· entenderse en e!' sentido de ta primera (diferencia·
analítica) o de •Ja, segunda (diferéncia· dialéctica; Aufhe.
que .la identidad' del cónCepto consigo mismo tiene como
Condición. la exíStencia ""fuera del Conceptci de las cosas
••
••
bung );'o', la relación' de.la naturaleza y de la historia es
e de la ·naturaleza. El concépto no séría él misnzo .sin ese
,,
l. analítica, o es dialéctica. Y como «naturaleza» e «histo· otro. Diremos, púes, que «la naturaleza» es la posición

62 63
l1 ••
.......
..
••
••
•• del concepto «fuera de sí mismo», en la exterioridad .
Pero, igual que el concepto, para ser verdaderamente
concepto, debe «ponersc1> corno diferente de sí nüsmo y
este discurso habla de otro distinro a sí nili,mo, B saber,
del mundo que él no es o del que sólo es una «parte•. Al
conttario, en la ttadición cartesiana, el saber del filósofo

••
«hacerse» cosa -las comillas indican aquí que se trata se considera,:abroluto cuando habla de rí mismo (cogito).
de un proceso puramente lógico, de una relación de con- Pero igual que el filósofo no puede hablar de sI mismo,
dicionado :1 condición en el pensamiento, en ~el clemen· sino hablando también de las otras cosas a las que está
to .del concepto»-; del mismo modo la cosa, para set ligado y que entran de ese modo en la definición de lo

•• verdaderamente cosa, también ha de ser otra que ella


misn1a. Tiene como identidad su realidad de cosa: esta
identidad, corno roda identidad, se basa cii una diferen-
que es, s61o habla efectivamente de «SÍ mismo» hablando
también del «no-sí mismo». Y, en consecuencia, el cono-
cimiento del mundo que el filósofo va a desarrollar -su

•• cia. Ahora bien, lo que es diferente de ia" ·cosa 1 es. preci-


san1ente el concepto. La cosa se pone, pues~ co1no Lo otro
de ella 111is111a1 co1no el concepto. Y. aquí, -ya no hay co-
física- será el saber absoluto si es posible establ~er
cuál es el conocimiento de un sujeto, de un ego. Es ne-
cesario entonces que el sujeto del discurso filosófico so-

•• n1illas: la posición ya no es, como anies, IóB:i~a. sino bre el mundo sea el mundo, o ·si se prefiere, que el ob-
muy natural, real, ya que es el hecho de una. cosa· y ho jeto del discurso filosófico sobre el mundo sea el filósofo.
de ·un concepto. Este paso ·de la naturaleza al lagos es El desafío de la filosofía moderna (no sólo hegeliana)
Jo que Hegel 1lan1a aparici611 del· espíritu. Pues una cósa reside en el peligroso paso de una primera afirmación que

•• que, mientras sigue siendo una cosa y precisamente por


seguir siénd_olo, es capaz de convertirse en el concep-
to de si misma, es decir, de concebir su identidad, se-
no plantea ningún· problema al sentido _común:

El hombre habla del ser


1

••
1
11u:ia11/e cosa es Lo absoluto no sólo co1110 sUstancia
1

(cosa), sino co1110 su;eto (consciencia de sí saber de su a una proposición de carácter asombroso:
1 ,/
identidad). Y esto e~ lo que Hegel llama Geist, espíritu . il
El Ser habla de s{ mismo en el discurso que ol hombre !]

•• Así, con la aparición del pensador volvemos a encontrar


al final la posibilidad del punto de partida, que era el
pensamiento puro, objeto de una cÍC'.ncia lógica. Dicho de
sostiene acerca del Ser*.

¿Cómo sumunistrar la prueba de que el sujeto que enun-


!1

••
otra manera, el sistema comporta una parte -aquella cia la proposición filosófica no es la persona particular 1
consagrada a la aparición del espíritu,. o Fe11on1enolo¡)a del filósofo, sino el mundo, al que este filósofo no haría
del espíritu-, donde se dice cómo el sistema es posible: sino 'facilitar la ocasión de tomar la palabra? En Hegel,
cómo ese discurso ha podido ser e11u11ciado. tal como lo reconstruye KojC:ve, la prueba de que ese

•• Kojeve pretende que es posible humanizar este espíritu


hegeliano. La definición nominal del «espíritu)> podría
ser la siguiente: e1 que se conoce, en el discurso filosó-
peligroso tránsito se ha realizado seria la circularidad del
discurso. Si Ja vuelta al punto de partida del discurso es
posible en ese mismo discurso, entonces se demostrará

•• fico del saber absoluto, como el sujeto de ese discurso.


Se trata, pues, de saber quién habla en filosofía: eso es
precisan1ente lo que llama1nos hoy la «cuestión de la
enunciación». En tanto que la filosofía pasa por ser el
que el su;eto de la enunciación es idéntico al su;eto del
enunciado. Si el discurso filosófico consigue den1ostrar
que el mundo no sería el mundo si el hombre no estu-

••
viera presente, sC establecerá que el rnurido es el verda-
discurso que el filósofo sostiene acerca del mundo. está
más acá del saber absoluto, .ya que el sujeto (autor) de 32 Resume así la página 416 de Ja Inlr. Hegel .



·--e,----····
64

••
l• 51 ______ ...........
••
••
.. . -····---,.,.,..., ,, ..,.. -•.,,,.,. ....,,, ••
dero filósofo; pues el mundo, al producir al hombre
produce la ~sibilidad del filósofo que hablará del mun:
desarrolla el concepto del ser hasta el momento en que re· ••
<lo. O también, como escribe KojCve:

E.'i el Ser real existente en tanto que Natura-IW el que


conoce al ser supremo ( ens verunt) en el sujeto absoluto.
Sujeto absoluto quiere decir, conforme a los presupuestos
cartesianos de esta corriente de pensamiento, sujeto de ••
••
un saber absoluto de su ptopia identidad. La Lógica es,
produce al Hombre que revela esta NaturalC?.a (y ·a sí
mismo) hnblAndo de ella !13. •
pues, el conotimiento que . el ente. tiene de sf 111ísmo.
Queda ahora la dificultad de la vuelta a la Fenomenolo-
Ahora bien, aquí debemos distí~guir las dificultades

••
gía. Si el ens supremum es espíritu, debe aparecerse a sí
generales qu_e encuentra cualquier dcnlostración de un mismo y manifestarse: tiene que haber un «Fenómeno»
«_s~jeto abs~luto», y las dificultades propias de la ver· del espíritu. Pero un fenómeno, como· ha demostrar.lo
1 i sion human~sta ?e est~ demostración. Las prime"ras se Kant, siempre es espacio-temporal. El espfritu debe, ·
i p_ueden reunir ba10 el utulo de la pregunta discutida ·clá-
s1ca en. la tradicí6n del comentario hegeliano: ¿cu6I es
la rel~ct6n entre la fenomenología y la lógica en el sen·o
pues, aparecer e.n un discúrso que será pronunciado o
escrito en alguna parte, en una fecha determinada, p(;r
al,~uien. El paso peligros.o, en el trayecto de vuelta del ••
1
del sistema? ¿Suponiendo que la ida (de Ja Fenomeno-
l~p,ía a Ja Lógica) sea posible, cómo se vuelve de la Ló-
J!,tca a la Fenomenología? .
c.onCepto a Ja conciencia, es el.punto en que los recursos·
dialécticos del concepto.deben permitir deducir el «aquí»
a partir del «alguna parte», el ((ahora» á' partir del «en ••
••
Excedería mi propósito si cnrablar:i aquí una discusión ¡ una fecha determinada» y el ((yo mismo)> a partir del
!>obre Jos :néritos .~el sistema hegeliano. Sólo querernos · 1 ((alguie~». Recon.ocernos los indicador~s .circunstanciales
o_bservar como Ko 1c:ve, reformando el sistema en un sen- , de la primera página de la Fe_nomenologta: yo, aquf, ahora.
t1do «dualista)> saca a la luz el _Rroblema de la enuncia- : El conócimiento de .la constitución del mundo debe cl:.u·-
--CiOn,, ;s Cfeci_r,-en· térn1i~Os .hegelianoS, ef-problem~ ¿"~ 1;·-:1-----¡~oscI-poc:Ie-r-de-ind~car-:--el~/u~ar-de-la-a_parición-d:I ·espí~---·~ ~

••
-- ----- -i--

relac1on , e~tre la co11c1en~ta (fenomenolo'gía) y el· con- : 1 rltu (_a .~aber,. por e1einplo, Euro~a occtdcntal, o inc!uso
repto (~o~tca). Com_o su título indica, la Fenomenología· t AI~i;iant~, o _incluso Je~a) y ·el tiempo de esta mantfes-
del ·e:p1rll~' es el d1s.c~1rso (logos) sobre Ja aparición del · ¡ ~ac1on (por _e¡emplo,. la epoca de lo~ uen:'pos modernos, o
~spfritu. E'.sta «apar1c16n» consiste en lo siguiente: el
filósofo, mientras se esfuerza por enunciar en un discurso
I_a relación de la conciei1cia con lo que se ptesenta ante
1ncl~so el uem~_ posten?r a la. rcvoluc16n fra_ncesa). En
el s1s~ema hegelian.o, ev_1dente1nen.te es la «ft1osofía de
la na~-uraleza» inserta ~ntre la «l6gic11» y la «filosofía de.I
••
esta como otra cosa distinta a ella, cae en la cuenta de·
~~ie su discurso no tendría n.ingún seÍ1tido si no fuera el
d_iscurso sostenid?, por el r:iundo. La aparición del "esµí~
espírttu», 1~ .que permite franquear el abismo que separa
el concep~q-lógico de la persona del lógico~ El enuncia-
do,. ?reci.s.ame~te ¡jorque es ~ia}~ctico, permite pr~ver
••
r~t~ es la revela~ion de la identidad entre la cosa que el
f1losofo hac~ s~1~elo de su enunciado y él mismo, su,ieto
d.c, la enunczaczon. ¿Pero d6nde se ¡)roducc esta revela:
l~~ cucuns.tanctas ~e su enunc1ac1on, ~on un~ apro~1.ma-
c1on que Jos heg.elJ.anos encuentran satisfactona: la ep~ca
y Ja lengua del saber absoluto se deducen enteramente ••
••
c1on? Precisamente en la Fenontenología~. del concepto vacío de ser en general.
. És.t~ ·es;. pues, -~I senddá"en "_el. quc._Jn FenomenO/o,f!.Ía ¿Cómo· se pre_sen~ary 'las cosas si Ja transici~n de_l con-
Jntroduce la Lógica. En·.·Io que atañe· a esta" Lógica éstA cepto. a Ja conc1enc1a ya no pasa por una d1aléct1ca de
· la naturaleza?

66
" lnlr. Hegel,' pág. 448. KojCve pone la "f!.tica de Spinoza como ejemplo de un

67 ••

••
••
•• libro de filosofía escrito sin introducció~ previa: cs. un
sistema de filosofía que a diferencia del sistema hcg~h~no
no comporta como primera parte u~a <(fe.nomc~o]og1a».
de todas maneras no es Hegel. Pero, si es· Dios quien
habla en la Lógica, ¿c6mo es posible que este libro esté
firmado con el nombre de Hegel, quien, según todas las

•• Por e1lo. explica Kojeve, es un libro !mpos1ble. Lo


que está escrito en la Ética quizá es cierto, i:>ero de
tClda~ maneras nunca lo sabremos, puc~s este 11bro. no
apariencias, también lo ha escrito a costa de un gran tra-
bajo? O bien Hegel piensa efectivamente que ~l. Hegel,
es el autor del libro en el que se enuncia el pensamiento

•• puede leerse v no ha podido escribirs.e. En cfect?, Sp~no­


za plantea ]0 . verdndero como eterno y no cxpltca. corno
se pueden descubrir las verdades eternas _c.n el. u_em,po,
en nlguna parte, por alguie? que antes la~ 1~~raba. Este
de Dios antes de la creación del mundo (del que un frag-
mento lleve el nombre «Hegel•): pero entonces Hegel
cree ser Dios, y, como es notorio que Hegd no es Dios
y no ha pensado la L6gica de todos los tiempos, debemos

•,.• libro debe haber sido escrJto y del;>c s;,'. Jcldo.. fuera del
tiempo «en .un abrir y cerrar de 0.1.os)? . La: Éttca_ es un
conjunto de enunciados cuya enunc1a~16n .es· 1mpos1ble.
admitir que Hegel está loco. O bien, hipótesis antropo-
lógica, Hegel &e considera autor humano, mortal, some-
tido hasta en su pensamiento a la condici6n del tiempo:
y su pretensión no es ya ser divino o eterno, sino llegar a
La Etica Jo explicn todo, salvo ln po~_ibtlidad de ~cribir­

••
serlo; en cuyo caso no está loco, aunque roc'e la locura.
]a para un hombre vivo en el tiempo ( .... },.-la Et:ca sólo KojCve evoca un episodio depresivo de la 'Uida de Hegel,
ha podido ser escrita, si es cierta, por _Dios; y, senalémos-
lo por un Dios no encarnado. . . ·
entre sus venticinco y sus treinta años, y en él ve el
efecto de la res_istcncia del individuo .empírico Uamado

••
'Se puede formular la .diferencia entre Sp1noza Y Hegel
de la siguiente manera. Hegel se ,convierte en Dio.s ~san- «Hegel» ante la amenaza del saber absoluto n. Al pro-
'b' d la L6gica•· o • sf ·se quiere • conv1rt1éndosc
d ooescr11eno , . nunciar el enunciado especulativo («Soy todo lo que es»),
en Dios la escribe o la piens:i. Spinozn en ~?1b10, uene e~ pensador con su particularidad abole su humanidad,

••
que ser Dios desde siempre para poder escnb1r o pensar pues se sobreentiende que un hombre nunca es en cuanto
su l1tica n. ta1 sino una rnediocre parte del mundo. Este motnento
de locura ha impresionado enormemente a los escritores
La Ciencia de la lógica de I-Icgel tambi~n es un .con- . franceses. Georgcs Bataille lo menciona y lo comenta en

•• junto de enunciados div}nos. Corno escnbe el mismo


1-Jcgcl, tiene como contenido
Ja presentación de Dios tal como es en su se~ ete~n~ a;:tcs
la Experiencia interior 311 • Toda una tradición de la lite-
ratura francesa asocia, por otra parte, la lectura de Hegel
y la experiencia de la imposibilidad de escribir. Ya en-


••
de fo creación de la naturaleza y de un esp!rttu fuuto ·

Aquí es donde adquiere su relieve la rei~indicación de


Ko :eve de una interpretación «antropol6g1ca». Pues .la
de¿laración que hace Hegel al P!incipio de su L6grca
contramos la hue11a en Flaubcrt 39 • Mallarmé, al leer a
Hegel en 1'ournon, también sufre una experiencia depre-
siva. Es célebre· su carta a su amigo Cazalis del 14 de
mayo de 1867: - , ·
Acabo de 11asar un año espantoso: mi Pensamiento se

•• transforma este libro en un texto inhumano, cuyas frases


no han podido ser escritas por hombre alguno. El enun.-
ciador es Dios, 0 1 ·si se prefiere, «el Logos)>, «la Razón».
----
n
38
ha. pensado, y ha· llegado a uno C.Onccpción pura. Todo lo

lnlr. Hegel, pág. 441.


Hegel, al avanzar la experiencia de ser Dios, «creyó durante

•• ~
11>
3G
Jnlr. Hegel, pág. 352 .
Jnlr. He¡,el, pág. 3.54. · á 31
Wissenscha/t der Loy_ik, ed. Lasson, Me1ner, 1, P g. ·
d.os años volverse loco» (op. cit., Gallimard, 2." ed., 1954, pá·
gtna 14).
39
Derrida las pone de manifiesto en ED, pág. 12 .

~

•.. 68

''c-.-c----·_-,--·- ----------··
69

••
••
••
••
J ••
~-:

que de tcchazo ha sufrido mi ser "durante eita larga agonfa real es lo real que se conoce a sí mismo (y que descubre
r
1
es jncn11ttt1ble. Pero, afortunadamente, estoy completrunen-
re muerto {.;. ). Ahora soy impersonal y no el Stéphane
que has conocido, sino una capacidad que tierte el Uni·
que es· el sujeto..absoluto). ¿Pero cómo puede implicar la
totalidad al hombre sin que la naturaleza esté dialéctica-
mcnte a Ja espera de su negación por el espíritu? Aqui, ••
••.,
verso de verse y desarrollarse a tta.Vés del que. fue yo. sin decirlo, KojCve hace una especie de reducción feno:-
La cuestión de la enunciación es la cuestión de la ver- menológica, en el· sentido husserliana. Sustituye la cosa
dad de los enunciados considerados desde el punto de que el ho111bre no es y con respecto a la cual hay que
vista de las condiciones de su enunciación. Un enunciado demostrar que implica el discurso del sabio del que es
es «falso» si su enunciación se puede deinostrar como objeto, por esta misma cosa por cuanto co~stituye preci-
in1posible. Así, el «Soy Dios» Ílnplícito en la L6gica de.
Hegel como en la Ética de Spinoza, es un enunciado que
se destruye a sí mismo, de la misma manera que las pa-.
samente este obieto del discurso 'sabio, es decir, la cosa
como «objeto intencionah> ·que díría Husserl, o como
referente que dir.ía un 168.íco .. Desde luego, la cosa en tan- ••
••
radojas clásicas del género «Duermo», «Estoy muer-· to que se habla de ella supone el discurso donde se trata
to», etc. de el1a, igual que, en la inmensa 'tautología husserliana,
KojCve argumenta a partir de un requerimiento huma- , el objeto en tanto que· es un cogilatrnn exige una co-
nista, con un estilo próximo_ al de Feuerbach: para él el l gitatio. · .
sujeto enunciador del discurso filosófico es idéntico al in·
dividuo empírico, que tiene un nombre _propio, presente ·
«aquí y ahora», nacido·en tal ciudad en tal año, etc. Este· j ·
Tomados aisladamente, el Sujeto y el Objeto son abs·
lraccione1 ( ... ). Lo que existe_ en realidad -desde el mo-
mento en que se ttata de la Realidad-dt:"-la-q11e-1e-habla; ••
requerimiento conduce normalmente a cualquier versión 1
de_relativismo,-o,-como. dirá .Husserl,-de-«psicologismo».-- _¡ ___ _
Ahora bien, KojCve quiere. mantener el sujeto absoluto - ! ·
y puestó qi.le bablamo1 . de hecho de la realidad, para
·nosotros s6lo puede tratarse de una Realidad-de-la-que-que·
-se.hñbli;lo que exiSteenreo:licla<l;-digo;-es-eI-Sujet~uc:·
conoce-el-0bjeto o, lo que es igual, el 9bieto-conocido-por-
••
••
del saber absoluto. ¿Cómo es posible? Como hemos vis- .: el-sujcto n.
to, es necesario que el mundo implique al hombre: .lo
,
.1 que permitirá al filósofo, que trata el mundo, descubrir Así, Kojeve despacha de un plumazo aquello que había
en él esta implicación y realizar el peligroso salto del q1,1e explicar. Lo que en todas las filosofías sigue siendo

••
1
i <(hablo» al «eso habla». Esta implicación es «dialéctica»: el· problema más arduo, la dificultad más digna de ser
i expresa la identidad del sujeto· con el objeto. Y Ko- • ineditada, aqUí queda apartada con una broma. Pues lo
jeve precisamente mantiene qUe su dualismo ontológi· ; · difícíl no -es . demostrar que todo objeto reclama un su·
co, aunque priva a la naturaleza de todo devenir dialéc-
tico, no acaba en absoluto con el carácter dialéctico de la .
totalidad.
jeto, sino. 'qOe todo lo real es ~lgo real de lo cual se ha·
hla, es deCir, un objeto. Se trataba de engendrar la rela-
ciór1 del ·conocimiehto mismO: pero la solución kojfviana ••
••
no engendra nada de nada y consiste en ignorar el pro-
Si la Totalidad real implica al Hombre, y el Hombre es ·
dialéctico, la Totalidad tnmbién lo es t4, blema. ,Kojeve escribe:·
De hecho, est~ meso es la mesa de la que hnblo en este
i
••
Puesto que la ..totalidad. es.dialéctica, el umbral del. saber momento, y mis palabras· forman parte de esta mesa tanto
.·absoluto pu'cdé:s'er,fr·ahquelldo: ef.hoinbre que ConOce Jo ·, como ·sus cuatro patas o _Ja habitad6n.que la rodea. Desde
-·---
4'J"[11tr .. Hegel, pág. 483 (en nota). •1 lntr. Hegel, pág. 449.
1
70
. , ·.
1
71

••
••
••
•• luego se puede hacer abstracci6n de estas
bién de muchas otras cosas;· como, por
cualidades llamadas «segundas&.' Pero no
al hacer.Jo que entonces nO estamoS ante
pitlabras y tam-
ejemplo, de las
hay que olvidar
la realidad con-

•• °.
creta, sino ante una abstracci611

Este excelente ejemplo propotciona el enunciado mis-

••
mo de la pregunta feno1nenol6gica. ¿La palabra que nom-
bra a la mesa «mesa» y la interpela con ese nombre para
esta 1ncsa {es decir, para ella y no sólo para .nosotros)
es un accidente exterior a su esencia, una «cualidad se-

•• gunda?» ¿La mesa puede ser la mesa en un u~iverso.que


fuera silencioso? ¿O acaso el discurso a prop6sito de la
mesa, lejos de ser una especie de superestructura ··que se
Apéndice:
La nada en El Ser y la Nada

•• añadiría a su realidad de mesa ya completa, producto de


su encuentro casual con una criatura dotada de pálabra, ·
sería tan··esencial a la mesa .como sus cuatro patas? Ah{ En su comentario, Kojeve señalaba que la elaboración

••
reside el problema de todas las fenomenologías conce- de una· «ontología dualista» era la tarea del futuro ...
bibles. Todo ocurre como si Jean-Paul Sartre se hubiera marcado
Aquí Kojeve. ta1nbién se las compone con una gracia, e.orno progr~ma escribir este tratado de ontología dua-
esta vez aparentando hS.blar como marxista. La mesa, ]ista. Conocido antes de la guerra por sus relatos (El

•• dice, exige las palabras de las que es objeto en la m:- ·


dida en que ésta no viene· al mundo y no aparece en el
sino después de un trabajo humano, trabajo que implica
mu11do), su novela (La náusea), sus crónicas literarias en
la No_uvelle Revue francaise, así como por sus trabajos
d~ psicología s~bre la imaginación y las emociones, pti~

•• discurso. Vemos claramente que la dificultad sólo queda


desplazada. La mesa, claro está, es un producto del arte.
¿Pero el árbol que se ha cortado para obtcn~r la .madera
de la mesa pedía transformarse en mesa e tmphcaba al
bit ca en 194 3 con El Ser y la Nada su primer libro de
filosofía. El dualismo requerido por KojCve aparece ya
en el título de esta obra. Pues el y que une el ser a la
nada asocia un contrario a un contrario, sin que se pueda

•• trabajador? ¿La violencia que sufre el árbol cuando en-


cuentra al hombre constituye para él un molesto acciden-
te?ª. ¿El hombre que trabaja la madera es necesaria-
hablar de comunidad a]guna entre el ser y la nada. Sartre
escribe:

•• mente un encargado de la explotación de los recursos fo-


restales? ¿O también puede sCr que aquél, mediante una
obra realice en ella las posibilidades más esenciales
de 1~ naturaleza? Tales son' las preguntas que habría que
En una palabra, lo que hay que recordar aqu{ en contra
de Hegel, es que el ser es y que la nada no es"·

Quizás, pero ¿cómo lo sabemos?

•• hacerse aquí.
'2 Ibíd., pág. 483. ·
Sencillamente, «el ser no necesita en absoluto de la
nada para concebirse».,;• mientras que la nada, al ser

••
•3 Esta idea reaparece en Lacan con el apólogo de los elefantes .'-' lntr. Hegel, pág. 185 (en la nota).
(de los que se habla, para su desSracia) que da i;notivo a I_a ilus- ~ EN, pág. 51.
tración de la portada del Seminaire, tomo l, Seuil, 1975. " EN, pág. 52 .


••
72 73 .
¡¡ -----
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l.•
••
••
---~
••
•••
'
la negación del ser, necesita del ser para poder ponerse de la libertad: la libertad tiene como esencia la negativi-
como su negación. El ser prescinde de la nada pata serlo, dad o, como dice Sartre, el poder de <~anonadar».
pero com_o un parásito, la nada vive a expensas del ser: La dualidad «ser y nada» se ha sustitudio por la dua-
<(Su ser depende del ser» 47 • lidad del ·ser característico de la cosa y del ser caracterís- ,

••
.,
Sin embargo, las cosas no son tan simples comO indu- tico dd hombre. Ambos términos del par ahora consti-
cen a pensar estas declaraciones perentorias. Si fuera cier- . tuyen los dos sentidos del ser.


ta Ja afirmación de que <da nada no es», el título del Se plantea el problema .de la unidad de estos dos sen-
libro de Sartre sería absurdo. Si la nada no· es absoluta- tidos y Sartre lo menciona de pasaqa:
mente nada, su nulidad nada añade al ser (es decir, en
Aunque el conceplo de ser · tiene la particularidad de
este caso al ente 1 al algo del «¿por qué algo y no mejor .
nada?»). Bastaba, pues, con titular esta exposición «On-
tología fenomenológica» (subtítulo del libro): «El Sen>.
O también: «El Ser, fuera del cual n~da es».
estar escindido en dos regiones incomunicables, hay que
explicllr, sin embargo, que estas dos regiones pueden re-
unirse en el mismo epígrafe. Esto requerirá el examen de
estos dos tipos de ser Y es evidente que sólo podremos
•••
Ahora bien, la ontología de Sartre no es en absoluto
una doctrina de la unidad del ser, como se hubiera po-
dido creer al verle rechazar cualquier participación de la
cnptnr verdaderamente el sentido de uno u otro cuando po-
damos establecer sus verdaderas relaciones con la noci6n
del ser en general, y los lazos que las unen u. ••
nada en el ser. Afirma la dualidad del ser. La nada no es
nada, lo cual significa que es la negación del ser: y la ne-
gación es algo y no nada. Ahora bien, la negación no
Es evidente .. . A pesar de esta evidencia,· la búsqueda
del sentido que el ser pueda tener antes de su escisión ••
•-•
puede engendrar la negación a partir de la plenitud de lo , en dos «regiones. iiicomunicables», se deja para más tar-
que cs. Por eso hay que añadir la nada (que no es) al ser ~ de. Pero en realidad, en las 7·22 páginas del tratado,
(quces):T+o suma -2 y no l. ¡---¡ª cosa solo ocupa cuatro pagiñas-·(¡;ags. 30-34), Cónsa:.
Si la nada supone Ja negación, a su ·vez la negación \ ' grándose el resto a lo. que el título calificaba de «nada».
supone al negador. La humanización de· la nada es com-
pleta.
' Las. dos «regiones» se llaman ahora «ser en sí» y «ser
. para sí». Estas categorías hegelianas hacen referencia: en
el caso de la cosa que. sólo necesita ser para ser, a esta ••
••
El ho,mbrc es el ser a través del c}uc la nada viene al · suficiencia· considerada comO una identidad completa de
mundo u. la cosa consigo misma; y en el caso del hombre, a la

i
1
,
1

~·:.1
¿Pero si el hombre forma parte de algo, ¿cómo puede
suscitar la nada? Para eso es menester que, a diferencia de
todos los demás entes, el hombre no pueda prescindir de
la negación para ser en tanto que hombre. Mientras la
diferencia que le impide asimilarse a una cosa, diferencia
qUe proviene del hecho de la conciencia. Ahora bien, la
«conciencia» aquf t~ene· el sentido del examen de con-
ciencia, es deciri que ·en ese volver sobre sí (o reflexi6n),
el hombre no se •limita a percibirse a sí mismo (a ser
••
i.
cosa para ser sólo necesita ser, para .el hombre es indis-
pensable no ser para ser.. {vemos que siempre hay que
entender «ser»= «ser algo»)._ El sentido de esta paradoja
· pafa sí, en el sentido de un «comparecer ante sí mismo»),
sino que se juzga, aprueba o condena l.o que este examen
le revela, otorga o no su. consentimiento. Si se admite ••
••
estriba en conducir al lectoÍ' hacia la defiriición .negativa que «set»· se -reduce a «aparecer», como plantea Sartre
" ]bid.
" EN, pág. 60. .. En, pág. 31.

74

1
75
••
••
••
•• desde la ndmera frase de su libro, estamos obligados .a
atribuir ~1! .-::xamen de conciencia una virtud de penetra-
ción ilir.1itco.[r, \' de infalibilidad. Lejos de perderse en
1
negativa, es necesario que con1pottc una cierta negativi-
dad. Adcrnás, un ser que no mantiene ninguna relación

••
1
los labe;·i;,. oc•. •e<· la subjetividad, la mirada de la con- con cosa alguna no puede ser considerado idéntico, sobre
ciencia lle~1:1 ~:.;~;:;c.¡ lo más hondo y no 9.cja escapar nada. todo si es incapaz de distinguirse de lo que no es. Fi-
Tiene que ser :~sí, puesto que esse=percipi. Cualquier nalmente, y por la misma razón, no podría tener de sí
«ni nombre, ni discurso, ni ciencia, ni sensación, ni opi-

••
error acerca de uno mismo será en realidad una mentira
debida a la «ma1a fe». Por eso el hombre, que ya es nión», con10 escribe Platón del uno que fzo es sino uno:
para-él en ese primer sentido de que: sC percibe, tam- ;:il no tener relación, ciertamente no puede aparecer y
bién es para él en el sentido en que sólo es lo q~e es ser conocido (entrar en la relación del conocimiento),

•• ante sus propios ojos. El ser para sí es, pues, la dcs1gna-


ción ontológica que conviene a la conciencia,..:
Si bastan cuatro páginas para describir .al ser ~n sí, es
consecuencia cúanJo menos enojosa si nos acordamos de
que en esta página se trataba de defi~ir el ser del fe-
nómeno.
Por su parte, «el ser para sí» se describe como la exac-

•• porque no hay gran cosa que decir. En realidad,. el lector


no puede evítar el pensar que incluso esas cuatro páginas
están de más. Sartre define «el ser en SÍ» mediante una
ta· antítesis del en sí. El para-sí sólo es diferencia y opo-
sición. El ser en sí era tan idéntico a sí mismo que perdía
hasta la· relación de identidad, el ser para sí será tan ne-

••
identidad absoluta. «El ser es lo que es» 50 • Pero hablar
de identidad en semejante caso es decir demasiado, pues gativo que estará perpetuamente en fuga ante sí mismó,
al ser la identidad una relación, exige un principio de incapaz de pararse en ninguna parte. ·
diferencia o de reflexión. Ahora bien; el en si está tan Pero con todo. esto seguimos ignorando lo que quiere

•• encerrado en sí mismo que no -tiene relación con nada,


ni siquiera consigo mismo. Desembocamos, pues, en una
descripción del ser en sí que recuerda la primera hipóte-
decir la palabra ser. La pregunta reconocida como deci-
siva en la página 31 sólo se recoge en la página 711:
¿Qué relación hay entre las dos regiones del ser? ¿Por
qué una y otra son regiones del ser? Sartre, por otro lado,

••
sis del Parménides de Platón:
sin explicarse, califica de metafísico e1 problema del lazo
Aquél es lo que es, Jo que significa que, por sí mismo, entre el en sí y el para sí. Así lo enuncia: ¿por qué el
ni siquiera podría Ser aquello que no es; cii efecto, he- para sí surge a partir del en sí? La tarea de Ja metafísica

•• mos visto que no encerraba negación alguna. Es positividad


plena. En consecuencia no conoce la alteridad: lo único
que se concibe como otro es otro ser; no puede sostener
rdadón alguna con lo otro u.
es examinar este surgimiento, «origen de toda histo-.
ria» 5l. Reconocemos el problema con el que topaba la
interpretación humanista del idealismo hegeliano: ¿cómo

•• Si Sartre no hubiera omitido aquí citar el Parmé11ides1


sin duda no se le hubiera escapado que su ser «plena-
surge la historia a partir de una naturaleza que por hiM
pótesis ignora la historia y la negación? Es precisamente
en este punto donde Kojeve se enredaba en sus esfuerzos

••
por encontrar una imp1icación del hombre por el mundo.
n1cnte positivo» estaba definido a fucna de negaciones .
Por otra parte, el en sí y el para sí han sido definidos
Y en una «ontología fenomenológica» se es tal como se
como las dos regiones del ser («ser»=«totalidad de lo
aparece. Si el ser en ~í se presenta ante nosotros por via
que es»). Es necesario, pues, que tengan algo en común,

•• ~
si
EN, pág. 33.
EN, pág. 715 .
a saber, el ser. Por fin está planteado el problema file>-

~ EN, pág. 715.

•• 76
77

••·-·

••
••
••
.-.-·

sófico. En esta conclusión de su libro, Sartre se pregunta


· sobre la posibilidad de considerar jutJJos el en· sí y el
((<El mundo habla de i:í nlismo1>) está prohibid?. Esta
prohibición sin duda-es la última ~palabra y la mas. c:ons-
••
parll sí, es decir, sobre el sentido que tendrfa una síntesis
de su tesis (en sí) y _de su antítesis (para sí). Ahora hien,
Ja síntesis es imposible, ya que la relación es uni1ateral:
tantc del pensamiento de Sartre. En 1961, en su a1tfculo
sobre Mer1eau-Ponty reprochará íl este ú!Li1no h_aber adop-
tado, a fin dé. cuentas; Ja filosofía de la sfntes1s: ••
r
el para sí no puede prescindir del en si, mientras que el
en sí sólo necesita del para sí para aparecer ante él;
ahora bien, explica Sartre, el en sí, para ser, no necesita
¿Hasta d6ndc · !Jegaba, · en esos sombríos años que le
cambiaron interiormente? Al leerlo se diría n veces que
1
••
••
d ser inventa al hombre .para manifestarse a través de él s. ·
aparecer. En consecuencia, el mundo no implica al hom-
¡ bre. Sartre juega por un momento con Ja hipótesis de que
En E/" Ser y la Nada, la conclusión es que hay que que-
habda, en el «origen de Ja historia)>, un intento del en sí
'i para entregarse a «la modificación del para SÍ)> y acceder darse en el «como Si)>:
1.
1:
a la «dignidad del en sí para sf». Esta frase oscura, y res-
pecto a la cual Sartre en seguida precisa que entraña una
.contradicción profunda, hace las veces de cosmología sar-
Todo ocurre como si el mundo, el hombre y el hombre
en-el-mundo. ">Ólo llegasen a realizar un Dios follido ~. ••
l triana: si el en sí, o en otras palabras, el mundo de las
cosas naturales, quiSiera emerger de si.J identidad estú-
pida, tendría que .asignarse una diferencia a fin de poder
El lector ·de Ei_Ser y la Nada no se sorprende p~r cst•
conclusión, que podía prever desde In 1~troduc~1~n .del
libro. Corno e1 ser es lo idénticc que solo e~ 1dcnt1co,
••
entrar en relación consigo mismo y alcanzar la concien-
cia. Este en· si sería a la vez ser (como la cosa) y coilcien-
cia (co1no el ho1nbre). Y, en virtud de la definición vo-
_._(i ____Juntarista-de -ln-cOnciencia-que-impera-en-·-tbdo-el-libro,-
mientras que la consciencia es' la diferencia que nunca
debe· alcanzar la identidnd1 la relac}ón ~ntre ambos for-
zosamente es una no-relación y In s1ntes1s un f:acaso. De
~todas-maneras, el-lector-es-mL1y-libre-de-cons1dernr. ~ne
••
:;.
:i:.
·'·
este ser consciente de sí sería el ens ·cause sui (lo que
constituye la definición de Dios en las filosofías ·post-
cartesianas).
lo que ha ·fracasado ·en este asunto es 'menos la dc1fica-
cíóh del hombre que la ontología de Sartre. PL~es, des-
pués de haben· llegado a la últim• págin• del li?ro, se-
••
I
·, Tocio esto viene a decir que. Sartre al margen de su·
dualismo, considera una única posibilidad filosófica (que
precisamente quiere evitar), la de un pantefsnio metafí-
guirá sin_ .snbet· Io que son el ser y la nada, y que ocurre
cori ·su conjunción: ••
sico que describiría el nacimiento de la humanidad en el
·planeta terrestre como el medio que utilizarfa el Universo

deseoso de per~ibirse a sí mismo,. ofreciéndose, col\ la
especie humana, el espejo (speculum) de su reflexion.
Pero Sartre objeta que el en sí; para sentir el deseo q'ue :!
·•:•
le llevaría a «ponerse como otro», tendría que poseer un
atisbo de conciencia o de voluntad. De ello se desprende
: que el. para si. no está autorizado· a· consi9.erarse como el
· ca.mino que· tOmaría .el'.univeiso para alcanzar la con-
ciencia de· su divinidad. El tránsito de ]a subjetividad
SI «Medeau-Ponty vivant», .Les Temps Modernes, .núms. 184-
••
••
185, pág. 366.,
-·----·-. humana («Hablo del mundo») a la subjetividad absoluta. M EN, pág. 717.

78 79

1
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••
•• l.
r,
•• l.
2

•• El origen humano de la verdad

•• Koj~vc había explicado á sus oyei:ites que la meta de


iJ filosofía era dar cuent.1 del «hecho de la historia» 1 •
O..:cía que esta cuestión, enterrada por la «ontología mo-

•• 1
nÍ5ta» heredada de los griegos, había sido planteada por
primer:i vez por Kant y Hegel. Sartre, en El Ser y la
1 ~ada, lambién le asignaba a la metafísica la tarea de

••
contcst;1r a Ja pregunta ¿por qué 'hay historia? Pero en-
ronrraba como única respuesta una especie de mito pan-
ti:ís1a en el que decía no creer. Explicaba que era impo-
~iblc hacer brotar la conciencia de la naturnlcza.

•• 1
i\.·lcrlcau-Ponty señala que Ja oposición _entre sujeto y
objcro, o· en Jcnguajc sartríano, entre el para sí y el en sí
imposibilita esta comprensión del «hecho ele la historin»

••
\.
'' que todo el mundo pide. El hombre, una vez desnatura-
\' /i:ado con la ·definición negativa de la libertad («ser li-
bC-C» =~(poder de~ir no»), se contrapone a. las cosas. Ser

•• y "libertad son. cansiderados como antitéticos. Pero en


estas condicione'S la acción hist6rica no es posible, pues
w.I acción se distingue dt; la Vana agitación por el hecho
.de que aboca a resultados, modifica el curso de las cosas,

•• deja tras de sí una obra. Ahora bien, la posibilidad de

·--•
. una obra histórica está . impedida por la antítesis que

t InJr. Hegel, pág. ·}66.

81
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El origen humano de la verdad

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·!; .KojCVe había explicado· a sus oyef)tes que Ja meta de
fJ filosofía era dar cuenta del «hecho de la historia» 1

••

Ck:da que eSto cuestión, enterrada por la «Ontología mo-
nista» heredada de Jos griegos, había sido planteada por
·;. primera vez por Kant y Hegel. Sartre, en El Ser y la

•• 1\lada, también .le asignaba a la metafísica la tarea de


· cOntestar a la pregulita ¿por qué hay historia? Pero en-
rontraba como única respuesta una especie de mito pan-

••
cefsta en .el que decía· no creer. Explicaba que era impo-
. :lible hacer brotar ]a conciencia de la naturaleza .
1\ferleau-Ponty señala que la oposición entre sujeto y
· ·o9jcto, o en lenguaje sartriano, entre el para sí y el en sí

•• .'imposibilita esta comprensión del «hecho cJe la historia»


·que .todo el .mundo pide. El hombre, una Vez des11atura-
li,ado. con fo definición ncgativn de la libertad («ser li-

•• bre)'): =·,<poder decir no»), se contrapone a las cosas. Ser


y libCr~nd son ·-con·siderR.dos como antitéticos. Pero en
c::Has c6ndicione¡ la acción" bist6rica no es posible, pues

••
c1l ·acció.n se distingue de la vana agitación por el hecho
;_; . <le que aboca a resultados, modifica el curso de las cosas,
deja. tras de sí una obra. Ahora bien, . la posibilidad de
una obra· histórica está impedida por la antítesis que

•• t lntr. 1-fcP.ei, pág. _366 .

•• 81

•• .
••

4t


pone cara a cara la identidad· testaruda del ser y la li- El hecho de la ·historia Prueba que Ja síntesis, aunque
bertad, pero entonces queda en esti-ido de proyecto que
1 considerilda imposible por Sartre, ocurre todos los días.
se contrapone al mundo tal como .es, o es real y ocupa ¡ Ni cos~, ni puro espíritu, el hombre aparece '
-,

~ un lugar en el mundo, pero entonces está del lado del


.en sí y nada humano hay en ella. como un producto-productor, como el lugar en que Ja ne-

~
cesidad puede convertirse en libertad concreta 3 •

••
Merlcau-Ponty abrirá la vía de lo que se ha llamado en
Francia «feno1nenología existencial» rechazando la antí- 1
tesis sartriana. Esta fenomenología ~ienc como programa
Aquí es donde Merleau-Ponty se vuelve hacia Husserl, y
más concretamente hacia el autor de la Krisis. En la ver-


la descripción de lo que se encuentra ·~precisamente entre el
sión que de ella ofrece Merlcau.Ponty, la fenomenología
«para sí» y el <~en sí», la conciencin y la cosa, la libertad
sería en definitiva el proyecto de una descripción ·del
y la naturaleza. El «enlredós»_; cómo .gustaba decir enton-
e, ces, es su terreno predilecto.
fundamento de la historia, a saber, la existencia hu111a11a,

•••
tal como es vivida, es decir, nunca completamente blanca
La síntesis del En sí y el Para sf que realiza 'la libertad o negra, sino abigarrada, mezclada. Esta mixtura es lo
que ha.Y que describir: un producto-productor, un activo-
1 1
hegeliana posee no obstante su verdad. En cierto sentido,
es Ja difinici6n misma de la existencia, se realiza a cada pasivo, un instituido-intituyente, es decir, en todas estas
momento ante riucstros ojos en el fenómeno de la prescn· figuras, un sujeto-objeto.
cia, sencillamente está pronta a empezar de nuevo y no

•• suprime nuestra finitud z.

Toda la filosofía de Mcrlcau-Ponty está contenida --en


El al111a y el cuerpo
1
'

••
cierto sentido-- en estas líneas: Para tender un puente entre la cosa y la consciencia,
había que escribir una filosofía de- la naturaleza. Esta
l. Las alternativas ·de la filosofía clásica se rechazan: filosofía es la· que Merleau-Ponty expone en su pequeña
el hombre tal como existe (aquí volvemos a encontrar la

••
tesis, la estructura del comportarniento. De todas n1ane-
«filosoffa concreta))) no es ní un puro «en sí» (una cosa, ras, el gusto francés difcilmentc aceptaría un desarrollo
un cuerpo material en el sentido de la ciencia), ni un excesivamente romántico sobre la Odisea del espíritu a
puro «para sí» (una res cogita11s, una Jibertad soberana) . través de· las formas naturales. Por eso Mcrlcau-Ponty

•• De ahí ese Olrácter del estilo de Mcrlcau-Ponty, que a


menudo recuerda la manera de escribir de Bcrgson: cual-
quiera que sea el tema abordado, se esboza una antítesis
para rechazarla a continuación (Ni. .. ni ... ).
escoge la vía más francesa consistente en una discusión
del problema clásico de la unidad del alma y el cuerpo:
de Descartes a Bcrgson, la definición "de la materia y la

••
fundación filosófica de una física se deciden en la rela-
2. Pero a su vez, la solución de las antítesis no se ción del cuerpo con el espíritu (por ello, la filosofía fran-
encuentra ni en una síntesis que reconciliaría los dos pun- cesn concede un lugar privilegiado a la psicología, que
tos de vista, ni tampoco en un rechazo del presupuesto es conocida por estudiar esta relación). En la tesis de

•• que da origen a la antítesis. La solución se busca «entre


los dos», en una síntesis «finita)); es decir, inacabada y
precaria .
Mcrleau-Ponty, la discusión de los «métodos» de la psi-
cología contemporánea (que Mcrleau-Ponty definió como
el estudio del comportamiento) sólo está presente para
\

•• ª PP,
82
pág. 519. ' SNS, pág. 237 .

83
l
r==-~~~..,,.,,_.~·"
._• ···~-·.

•• . ·~-- -..: .,


••
••
¡ ·~-·
•••
permitir «co~prendcr las relaciones de la conciencia ·y
de la naturaleza» (primera frase del libro). Pero el punto .
en el que la conciencia entra en relación con la naturh-
JCza en general es precisamente el cuerpo -del ser cons-
«filosofía de la estructura» '..palabra que de ningún modo
hay que entender en el sentido del estruCturalismo pos-
terior. <~Estructura)> es aqu{ el equivalente de Gestalt,
tan cara a la «psic0logí0. de la forma». La naturaleza se
••
ciente. Hay que dirigir. pues, Ja atención a ]as <~relacio­
nes entre el alma y el cuerpo». (título del último c3-
~tu~). '
presenta como _Un <iuniverso de formns», y ~stas se cole;
can en un orden jerárquico: las formas físicas (mater1:i
inerte) s6lo son imperfectamente formales, las formas Vi-
••
Merleau-Ponty quiere demostrar que el «cornporti1-
. miento» (que no es sino la traducción al francés del be-
havior como lo define la escuela behAviorista) no puede
vos lo. son más. aún y las formas humanas lo son íntegra-
mente. Con esta tríada, Merleau-Ponty recibe la her~n­
cia de Jo que en Francia. a través de la lectura de Aris-
tóteles por Ravaisson (que también fue el ~orrcs~nsal
••
explicarse «analíticamente», sino «dialécticamente)>. En
general, la explicación analítica reduce lo complejo a lo
simple, parte del principio según el cual el todo es el
de Schelling), ha hecho las veces de N_aturphtlosophre.
Materia vida y espíritu tienen. que participar desigual-
••
••
efecto de la unión de las partes que se suponen exterio-
mente en' la natufaleza de la forma, representar diferentes
res las unas a las -Otras (cfr. las partes extra partes de la
grados de integn1ción y constituir finalmente unn jernrquía
definición cartesiana de la materia). Recobrando la ins- donde la individualidad se realice coda vez más'·
piración romática que intenta que el todo sea más que la

••.,

suma de las partes, Mcrleau-Ponty señala lo que se pierde La· noción de formn, que esta filosofía de la naturaleza
en las explicaciones analfticas: el sentido de ·conjunto del parece recoger de una esCuela de ps.icólogos, d~scubre al
conjunto, la complejidad de lo complejo.· Un comport:i- 1 final su verdadero sentido en la m1s16n que reabe: hacer

·-••
miento cualquiera, humano o no, es un «conjunto co.ri.cebible una transición de. la naturaleza a la conciencia.
estructurado», no podemoS reducirlo a ser únicamente
elCfRtOdeJa CoflsrelOCiOndelos 'fOCtores-que-constitu· · -+--¡- - - - · l.:-:tñOCiiSii-deGCstiilt_. nosllcva-(:-;--;-)-a-su -sentido-hcge-~

~
i'
yen el medio. Un comportamiento no es ]a reacción a Un
estín1ulo 1 sino la respuesta que requiere una situaci6n.
litina, es decir, al concepto tintes de que se haya conver-
tido en cOnciencia de· sf e. ·
(.i Hay que atribuir entonces al organismo cuyo comporta-,
miento se observa una capacidad para aprehender la si- · A partir de ahí, Mcrlcau-Ponty iba a dar con lo ~ue

¡
tu ación como pregunta a la que va a responder. Y en
consecuencia, hay que devolver a los animales, e incluso
a los «objetos inanimados» el alnta que el gran dualismo
llama el «problema de ·1a. pCrcepci6n1>. Lo define median-
te la _Siguicnte ..dificultad: ¿cuáles son las rclacio~cs ~ntre
la «conCicr. -i3. de la naturaleza» y Ja «pura conctcncia de ••
•••
de Descartes les había negado. Los seres de la naturaleza sh> 1 , ,. o'. también, en términos hegelianos, entre la «Con-
cienéia . ~n · sí» y la «conciencia para s~»? •• La P."~~
11
no son pura exterioridad, tienen un interior. O también,
; conciencia de st ·es la conciencia reducida a.l ~<yo P.t~n-

,.•
el comportamiento no es ya el efecto del medio, sino uría
relación entre la cosa y el medio que Merleau-Ponty ca-· so»,- tal ·como _la define la tradición ideal~sta ... La· c-oif'
Jifica de dialéctica. Los comportamientos, escribe, «tie-
nen un sentido»: responden a la,significaci6n.vital de. la • se, pág. 143 .
::En_
situación. consecúencia hay sentidO Y diálogo ~n 'la . • se, pág. 221.
. • se, pág. 221.
naturaleza. Y eso es .Jo que habla que demostrar: C.Q.F.D.
Merlcau-Ponty llama a esta filosofía de la naturaleza
' se, pá8. 24 i.
•.se, pág.191..
85
••
••
\ 84.

\~ti_H; ' "' · . ' ... -~- ":·

_ _ ______,;,,,,,j
••
••
•• ciencia de la naturaleza es la «conciencia perceptiva», el
<cyo percibo». Ahora bien, la diferencia entr.e ambas es la
siguiencc: mientras que e] «pienso~> se entrega a sí mis-
¿«Cómo puede una cosa proporcionar un sentido»? ¿La
cosa sería una palabra para escuchar, un texto para leer?
Totalmente. En su crítica del bchav~orísmo, Merleau.Pon-

••
mo con abstracción total de toda circunstancia, el «per-
cibo» está necesariamente encarnado y no puede olvidar- ty asimilaba lá relación del organismo con d medio a un
lo; para ver algo hay que estar en alguna parte, de «debate»: el medio hace preguntas y el organismo respon-
preferencia de día o provisto de una buena lámpara, et- de con su comportamiento (por ejemplo, cierta situación

•• cétera De ahí la estricta_ analogía siguiente: lo que el


alma es al cuerpo, el cogilo lo es al percipio. Dcn1ostrar
que el «pienso» se funda en el «pcrci.bo», sería,,J?UCS, dar
presenta la significación «peligro», a la que el organismo
responde con gestos cuyo conjunto significa ((lucha» o
«huida»). Ahora, los fenómenos se consideran como enun-
ciados, y sin duda ahí reside el secreto de esta fenomeno-

•• cuenta de la unidad del' alma y el c1,1erpo, y también del


«espíritu» y la «naturaleza», es decir, a la postre •. de la
historia.
logía. Es decir, la experiencia perceptiva' de una «bonita
mañana de primavera» será equivalente para el fenome-
nólogo a decir que experimento con gusto una cierta ca·

•• l..a tierra 110 gira


lidad del cielo o que el ciclo me «ofrece el· sentido»
de una bonita mañana. Lo que se 11111estra ante mí se
mide por lo que 111e es posible decir de ello. El fenómeno

•• Todo lo que sea poner en tela de juicio Ia· cscisió~


cartesiana de la sustancia en sustancia pensante y sustan-
cia extensa necesariamente es una crítica de la ciencia,
se identifica, pues, con lo decible .
De ahí la definición de la fenomenología como des·
cripci6n. No tiene que explicar, sino explicitar, es decir,
reproducir en el discurso el enunciado anterior al discurso

•• cuya condición reside en esta escisión. De donde se de-


riva un conflicto muy característico de la filosofía fran-
cesa entre el campo de la fenomenología y el campo de
que constituye el fenómeno. Mcrlcau-Ponty cita de buen
grado esta frase de Husserl:

••
La experiencia pura y, por así decirlo, aún muda, es lo
la epistemología (nombre que adopta en Francia la filo- que se trata dt: llevar a la expre~ión pura de su propio
sofía que sostiene que corresponde a Ja ciencia decirnos sentido 10•
lo que es, siendo .todo lo demás «poesía», o, según se

••
cree, expresión subjetiva). Pues la fenomenología, tal Esta frase dice claramente que el «sentido», antes de ser
co1no la entiende Merlcau-Ponty, pretende restablecer el de la «expresión» --en el caso de los enunciados
una forma de comunicación entre la cosa y el espíritu: que hablan de una experiencia-, es originalmente el sen·
ese sería precisamente el sentido de Ia palabra fenón1eno. tido de esta experiencia misma. Por muy n1uda que ésta

•• La experiencia de una cosa re.al no puede explicarse


mediante la acción de esta cosa sobre mi espíritu: la única
sea, tiene mucho que decir. Hablar es entonces dar la
palabra a lo que, sin embargo, no podría hablar. Intento
desde cierto punto de vista desesperado: el discurso po-

•• i
manera para una cosa de actuar sobre un espiritu consiste
drá ceñirse a la experienci~, pero siempre será discurso
''
en proporcionarle un sentido, en martlfestársele, en cons-
tituirse ante él en sus ar1icu1aciones inteligibles 9 • sobre la experiencia, palabra que aparece en segundo
término, en lo que Derrida llamará un «retraso· originaw
'rio». La feno~enología se encarga así de una tarea que

•• • se, pág. 215_

••
10
Méditotions cartésiennes, § 16.
86
87


••·-
••
••
. ....•.-•··
-~
••
reconoce como «infinita» (lo que es Una manera discreta ción del' «percibo>~ con el mundo visible corresponde a lo ••
de llamarla irrealizable, pues una tierra·ptometida a la que·
llegaremos a costa de una «marcha infiflita» es indisccr·
nible de una tierra prohibida para siempre). Pretende
que I-Iusserl llama el «ffiundo de la vida». Como observa
con aciCrto "Lyotard, · . .
••
••
· 3 unque este mundo ong1nario de 13 ·vida. es .ante-.prcdica-
fundar el «pienso» en el «percibo». Este cogito lo en- tivo, toda predicaci6n, codo discurso lo tmplu;d sin duda
tiende, conforme a la tradición más clásico, en e] sentido alguna pero se .le escapa, y hablando con prop1edn~, no se
de ·UD «juzgo», de una enunciación predicativa. El firl puede 'decir nada de él( ... ). La descripción husserliana( ... )

••
es fundar la actividad predicativa en una actividad «ante· es un combate del lenguaje contra sí mismo para alcan~ar
predicativa» n. Pero al consistir el medio de ese fin en · · · ( '... ). En este combate , la. . derrota
1o or1g1nar10 . del. fdó-
describir mediante un discurso lo que precede al discurso, scifo del logos ·es segura, ya que lo or1g1nano descrito ya
' lo: originario
no .es ' por eswr <l escrito
• ".
lo ante-predicativo nunca podrá ser ·restituido tal como
. '
Jl
era en su pureza muda, antes de ser explicitado. La rela-

11
La experiencia -~ún_ Cs muda, no coincid~ con ·el discurso .
Si la· «exp.resión» con la que se h.a hablado de ·esta ex-
periencia en .un discurso ~s e~ecuvam_ente la. expres1on
••
••
Aqu{ es donde -«-la tierra no girBD. Metieau-Ponty estuvo ·
vivamente interesado por el texto de Husserl que lleva este t{. ' del sentido de esta expcr1enc1a, entonces es .la expr~­
tulo (y que cita: PP, pág. 491). En efecto, ilustra de un modo:
notable la concepci6n fenomenol6gica de un retorno nl mundo , si6n de esta experiencia. El dis~urso, 1:1º hace s1no maru-
vivido como origen de todos nuestros conocimientos, e incluso festar fuei:-a {ex-presar) lo que,_ 1rnplictto y mudo, ya es·
como origen origµial, die Ur-Arche. A· primera vista, nos (On- .
duce a creer que la cuesti6n del movimiento de la tierra tiene
que ser znnjada por la astronomía, es decir, por una ciencia que
trate nuestro planeta como un objeto celeste entre otros. Desde
taba dentro. Algunas formulaciones de Merleau·Ponty
apuntan en· esta dirección:
-- --·~s verdad que no h:iblilríñiiiOs-de-rüidii." ST Sól~ n~c~sit:i­ ... ~~-•~

que IDS 3Slf6ñomos lian aOoptadOla soliiCión copernicañil ViVlmor
en un mundo, este donde vemos y decimos que «Sale el sol», y , .
penramos en otro mundo, aquel donde sabemos que la tierra gira ·
alrededor del sol. Hay un conflicto entre el mundo vivido (Le-. i
rainos hablar de las experiencias con l~s que co1~c1d1mos,
¡)uesto que la palabra ya consti1uyc un~ sepnrac1ón (.:.).
Pero el .sentido tJrimero de Ja palabra,. sin embargo, .rc ~1de
1
••
••
bcnswdt) y d mundo conocido, entrC el perdpio y el cogilo. · I··. en ese texto de experiencia que ésta· 1ntcntn proferir ·
La fenomenología Dos invita a resolver este conflicto dejando de · '
identificar Jo verdadero y lo objetivo, lo· vivido y lo· aparen~. .,·;
Pretende demostrar cómo el mundo vivido está en el origen del Estt• teXto ·de experiencia: si la experiencia presenta un
mundo conocido o mundo objetivo. Y si d mundo vivido está"

••
sen!ido, es n·ecesario que sea un texto a su manera, cu-
en el origen del mundo verdadero, a su manera, es más verdadero
que el verdadero. yos «textos_)>·, en e1 sentido lib:esc~ de la palab~a, no son
La ciencia hace de la tierra un objeto y le atribuye un movi- 5 ¡110 :.las rCpi:-oducciones aproxu:nauvas. Pero, s1 la expe-
miento en el espacio. Pero esta ciencia ha nacido en la tierra, y rjencia" es un texto, ¿quién -escribe ese texto? Para ~artre
e.i; aquí, en esta tierra, donde ha deíirúdo lo que son <-1objetiva-
mente» el movimiento, el reposo, el espacio y la objetividad en
general. La exJjcticnda realizada aquf es la que proporciona un
·sentido a Jos enunciados del sabio, por ejemplo, al enunciado co-
110 H~:Y·duda: e~i:_.escriba es el hombre 1 ser a traves del

. 12 La phénoinéiiologie, PUF., 1954, p:íg. 45. E~ta .~cqt~eña in-


••
••
pernicano. El aqul que es el lugar de esta primera experiencia no troducción a la fenomenologín cS un documen[~ s1g~1f1c1111vo que
es un. J~gar en el· esp~cio, pues es d Jugar ~e origen de la. mo- ilustra tas preocupaciones de los años. 50: el 1n~e.res Je l_os ~e·
d6n misma de espacro. · Sobre esta «refutación de Copérruco~; ólogos se ha · desplazado de las matcn:iatu;as hacia las
ver los comentarios de Denida· (OG, págs~ 78-79), y desde ··un n.om<;n _de1 hom"bre • de la oolémica contra 1el historicismo
ciencias · a 1~

••
. punto de vista hostil a la fenomenologfa, los de Serrcs (El sis- búsqueda de posibilidades de acuerdo con e marxismo ..
te.ma de Leibniz, PUF., t. II, págs. 710..712). " PP, pág. 388.

88 89


••
•• cual «el sentido nace»; al mismo tic1npo 1 el mundo no E~· cómodo referirse al eje~plo · fa~oriio ·de los feno-

•• tiene sentido por sí mismo (hay que dárselo). Merleau-


Ponty naturalmcnlc, no puede contestar de ese modo,
puesto que combate el dUalis1no. Tendremos, pues, que
menol~gos: e_l cubo y sus seis caras. Por definición; un
cu~o tiene sets caras, pero nadie puede verlas juntas. Las
se!s c_aras nunca están presentes simultáneamente ante

•• hacerle la pregunta . mis OJOS. Cuand?. digo ~<esto es un cubo», digo n1ás de
lo que veo, anticipo mi percepción futura de las caras
ocultas, ésas que _i:>odr.fa ver si estuviera del otro lado .
A~f'. ,en toda cxper1enc1a perceptiva presente hay una re-

•• ¿Existe la cara oculta de .fa luna?

Para Mcrleau-PontY el hecho de la .unidad· del alma y


el cuerpo dctnuesira que las antítCsís multiplicadas por
m1s1on a otra expe~iei:icia p~sada o futura. La cosa quC
s~ prese'!!ª ante m1 <~ofrec1endome un sentido» -como
s1 me _d11era «sóy un cubo»- nunca está del todo al

•• la filosofía se superan de hecho. La tarea de la filosofía


consiste en decir cómo: en describir. esta unidiid, como
lo atestigua el hecho de la pcrcepció"n. ·Retomando a(¡uí
descubierto. Supongo que las caras ocultas del cubo· eS-
tán. en el otro lado, el lado en el que no estoy, pero a
decir v~rdad no sé nada en el instante presente. En con-

•~ un tema de Gabriel Mnrccl, Mcrlcaü-Pori.ty· hace notar


que el cuerpo del filósofo ide~lista es. la 'yiva r.efutación
de la . . docttina que csle último mantiene:. pues dicho fi-
secuencra, la percepción, que es la experienci~ misma de
lo verdadero seg~. 1;1na filosofía del percipi~, siempre
comporta esta po~1b1hdad de ser inval~dadá, contradicha

••
lósofo no :puede considerarlo.· ni como elemento de su por un_a, percepción ulterior. La fenomenología de la
«yo» (definido por el <~piénso» abstracto), _ni como frag- pcrccpcton hace suyas ~~s exigenciaS del apóstol Tomás:
mento del «no-yo». El cuerpo no es un objeto: _nunca crecre en al resurrecc1on de Jesucristo el día en que
pueda ver '! tocar. La verdad s61o tiene sentido en el

••
está distante, nunca dCI todo _·presente para el que lo ha-
bita. Ahora bien, el ego del ego percipio, a diferencia del presente: solo es verdadero, indudable y absoluto lo que
ego cogito, no puede fingir que es un puro espíritu: es ~e presenta ante mí, aquí y ahora. De todas maneras el
necesariamente un <~sujeto encarnado». La antítesis ya apóstol _To1nás no es infalible: el día que vio, quizá 'vio

•• está superada en este punto: para el percipicnte es esen-


cial estar encarnado, es decir, visible, pcrcibido-perci-
piente. La fundamentación del «pienso» en el «percibo»
mal. As1, ~a verdad de hoy corre el peligro de ser trasto-
cada el d1a que se haya convertido en «la verdad de
a~er». Como sugiere Lyotard, la dcfinici6n fenomenal&

••
sería esa vuelta a Jo concreto que la filosofía nioderna g1ca de la verdad acaba cbn las ·verdades eternas y lo
desea de corazón. El «pienso)> tiende hacia la abstrac- verdadero pasa a ser tarea de la historia .
ción: cuando se enuncia en su pureza aspira a la univer-
salidad, pues quienquiera que dice «pienso» se atribuye Que no _hay una verdad absoluta es postulado común

•• con ello un cierto pe11sa11zie11to, y se puede n1antener que


este pensamiento es el misn10 cualquiera que sea el pen-
sador que· lo piensa. En cambio, el «percibo» no es in-
del dogmat~s1110· y del escepticismo; Ja verdad se define
c1~ el devcn~r como re~isión, corrccci6n y superad6n de s(
misma, reahzándose siempre esta operación dialéctica en
el seno del presente vivo (Iebendige Gcgenwart) u..

•• mediatamente universalizable. Si dos personas dicen a líl


vez «percibo») sabemos de antemano que no perciben lo
1nismo. Cada ·uno tiene sü punto de vista (que responde
. Dich,o sea ~e paso, nos explican1os la fascinación que
e¡erccran sobre toda una generación los cn1onces inédi-

••
a su emplaxa1nie11to en el espacio). El sujeto de la per-
cepción está individualizado·: ve ~quí, ahora, etc. 1' L:z phénonténologie, págs. 4041.

.
90


91
1
l
••

••
••
••
tos manuscritos de Husserl acerca del «Presente Vivo»
(jse]JOnlan las mayúsculas de buen grado!). El conocido
La Perspectiva no me atJRrecc com~ unn deformación
· subjetivR de las cosas,· sino al contrnrio1 como una de sus
propiedades, quizá su propiedad esencial. Es predsamenc~
••
i ·,
,
i .i

concepto fenomenológico del tiempo que Husserl des-
arrolló en su última filosofla, se consideraba Ja clave del
problema de la historia, desafio filosófico de esta gene-
·Ja que hace que lo percibido posea en 6Í mismo una n-
qucza oculta C inagotable, que sea una «cosa>:> 17 •
••
1:
1i
raci6n. Y la ofensiva de Derrida contra ]a fenomenología
prccjsamente arrancará de esta inclusión de lo ausente
en lo presente (del ayer y del mañana en el hoy). ·.
Una ~cz pla~teado este axioina -que en definitiva con-
siste en rechílzar Ja distinción kantiana entre el fenómeno
" Ja cOs ... , son1eticndo el fenómeno al sujeto-, abllndan ••
1i
1
1.
~
El ejemplo del cubo nos permite medir la dist.anciá en- :
tre el perdpio y el cogito. El cubo: que· tiene seis caras.
es el cubo en tanto que objeto de enunciados predicati-
vos. En cambio, el cubo percibido nunca tiene seis caras ·
ins consecuencias pntadójicns y Merlellu·Ponty no retro-
cede ante ningllna. Por ejemplo, habrá que decir que
el mundo está inacabado, pties c1 sujeto percipicnte, per-
manentemente en situación, siempre tiene sólo una vi-
••
!1
"L
a la vez. Este es el sentido de la «primada de la percep-
ción en la filosofía» (ése era el titulo de una conferencia
de Merlcau-Ponty): igual que desde cierto punto de vista
sión parcial del mundo 1R. Mientras que la historia no
haya llegado a su término ·el hombre estará asimismo in-
:icabado. Hasta. Dios está inacabado, pues es el notnbrc
••
la tierra no gira, el v_erdadero cubo no tiene seis caras¡ ,
· pues el verdadero cubo es el cubo presente; y el cubo·
nunca presenta sus seis caras a la vez.
de ]a distancia infinita que. separa al hombre de su se-
mejante el ego. del alter ego. En un artfcu1o escrito
en 1947 para defender a .Sartre de los que le criticaban ••
El cubo de seis caras igunles no sólo es invisible, sin.o ,
también impensable; es el cubo tal como serla para sf mis-
·en ese momento, Merlcnu-Ponty decía:

Si el humanismo es la religión del hombre como especie •


---mo;-pero-el -cubo -no,es-para-sf-mismo1 ya-que-es-un -ob.. · --
jeto 15• •
_--natural_-o-Ia-religi6n_del_hombre_acabado, ..Sartre hoy .. está
mús leja~ flue nunca .de él 19 •
·-·-•
De una manera más general, la fenomenologí~ man·
tiene lo siguiente: el único sentido que «ser» puede te-
ner para mí es «ser para n1Í>> 16 , eri otras palabras, «apa- .
El verdade;ó 'humanismo, el de Sartre que. Merleau-
Ponty· suscribe. aquí, es el del hombre inacabado. Nada
impid~ ·ver ·CD ·este humanismo una religión del hombre
••
•••
inacabado, pues la religión después de todo no es, preM
tecérseme». En consecuencia, tenemos que incluir en la
cisa Merleat: ?onty en un artículo sobi-e el marxismo,
. definición del objeto las condiciones· efectivas bajo· las
que nos es dado. Igual que el viaje hacia la casa de ; sino
vacaciones forma parte de las vacaciones, el camino hacia~· el esfuerzo fantástico del hombre para unirse con Jos de-
e] objeto forma parte del objeto. Ese es el axioma fún- m~s hombres en· otro mundo 00 •

1
. 1 '
damental de la fenomenología. Por ejemplo, la per1pec- ·
dva no debe considerarse como el punto de vista del :
sujeto de la percepción sobre el objeto percibido, sino ·
••••
••'
:
l'

como Una propiedad del objeto _mismo .. . n se,
pág. 201.
" PP, pág. 465.
" pp. pág. 236. " SNS, pág. 80.

•.•
16 PP, pág. 111. "' SNS, pág. 225.

\ 1 92 93
'.
,
••
••
•·~~=····='-=o-=-~-=---=--=~-====;;==~~~~~~~~~~~,,.-~~~~~~~~~~-
••
••._.,,.,. ~=~~--------·
ci611-z 1• La hipótesis que sostiene todo el edificio c~nsiste

•• El fenómeno
en que «set» quiere decir «ser para mf». El fcnomc~o
que estudia el fenomenólogo ,es, pues, el. «ser para ml»,
el parece ante mí. l'ero ¿que quiere ~ectr el yo ~n esta

••
relación? ¿Ac<1so e1 fenómeno proporciona el sentido del
Todos estos estados incompletos se han calificado de
ambiguos y se ha present<tdo a Merleau-l'onty como «el yo? ,.iO acasc es el yo quien decide sobre e1 fenómeno?
filósofo de la ambigüedad». Sin embargo, cuando se. Je ¿Cuái de los dos va a medir al otro?
De hecho el fenomenólogo comoarte el empleo de la

••
reprocha a Merleau-Pontv su irresolución (Ni... ni. .. )
. .1 contesta que el equívoco ~o está en. su pensamiento, sino palabra «Íe~ómeno» con el posítivis~a. Este últim.o har~
en la cosa de la que quiere dar cuenta fielmente: eJ mun- suya la exigencia «ser=ser pata mn>, ~to cons1dcra_:a
esta exigencia. como una regla. de su ~Js_curso. Para el,
., do vivido, la existencia .

•• Supongamos, no obstante, que el famoso cubo feno-


menológico sea .un bidón, y que me propongo utilizar
este bidón para transportar el vino a mi bodega. Mucho
Ja fen0men0Iogía coincide con la relatividad del hecho
~bservado y del obsefvador. Sólo lo que es obs~rvablc
puede dar Jugar a una afirmación, rl resto ~~ «COnJetura~>

•• más importa que este bidón no· sea, como el «cubo vi-
vido» del fenomenólogo, una «unidad de sentido» sólo
presumida o anticipada mediante la serie de «perfiles»
o «cspcculnciónl>. Claro está, quedan p~r f1111r las c.~nd1-
ciones de lo que será recibido como una «obsc_rvac1on»:
calidades de los testigos, procedimientos de registro, mn:
niobras diversas, etc. Nada de esto atañe a la cosa en s1

•• que se presentan sucesivamente a la mirada. Este bidón


sólo tendrfa simultáneamente sus seis caras al cabo de
un trabajo infinito de verificación y la «idea-límite» del
bidón no me es de ninguna utilidad. Necesito un bidón
misma, y el positivista no pretende que le afecten_ las
reglas c1ue se marca a sí mismo. Augustc Comte senala
que si la tierra estuviese ligerame_nte más c.erca del s?l

•• '
'
~cabado, y nadie admitiría que su ferretero le venda un
bidón fenomenológico, inacabado y huidizo.
Ahora bien, la experiencia del bidón del que n1c sirvo
estaría envuelta en una perpetua niebla: el cielo no sena
visíble, y, por ende, la ~stronom~a, primogé,nita de todas
J::1s ciencias sería imposible. El cielo no sena observable,

••
y no por ello dejaría de existir. El positivista _distingue,
es tan indiscutible como la del fenomenólogo que se li- pues, <<en sí» ·y.. «para sosotros». El fenomen?logo, por
mita a percibirlo: y es Ja experiencia de un cubo dado su parte) no admite ningún «en-sí)), pues su primera ope-
con todas sus caras a la vez. Del mismo modo, la carre- ración no es la· reducción a lo observable, sino la reduc-

•• tera que percibe el fenomenólogo es un «ser perspectivo» 1 .


cuyos bordes se acercan y se unen a lo lejos, pero Ja
carretera por la que conduce su coche afortunadamente
ción al sentido. si ha de haber para nosotros algo inob-
.· servable, es nei::es~·rio que podamos referir una experien-
cia en Ja que !~.:conciencia experimente lo que se le

••
no lo es. ¿Por qué la percepción habría de ser Ja rela-
ción privilegiada con Ja cosa? En términos generales, se 2l ·Posteriormente Merlenu·Ponty reconocerá una cierca insu-
trata de saber si Ja fenomenología debe ser una pregUnta ficiencia en el -punt'o de partida de su Fenon1e11ología de la per-
cepción. La .muerte ha interrumpido el movimien~o de su pensa·
sobre el fenómeno, o sí sólo será una manera de rechazar miento que le conducía a una ftlosoffa. ~astan te ,41fe_r~nte. Claude

: ':f?f~11~:;·; .
ciertas. preguntas como «desprovistas de ..sentido» por- Lcfort ha publicado, .con cLtftulo ú v1sr~le et l 1nvu1ble, algunas
_que. son· «coritrarias .. a· 1a hipótesis». De fOrma manifies-· partes .ya aclnradas.·.c y, .no~s p~ra . el. lib~o: que Merleau-Ponty
ta, esta segu~da vía es la que eligC Merlenu-Poii.ty, al /preparaba "desde hada varios anos. (Gal11mard, 1964.) Nos re-
. feriremos a los comentarios de Lefort en Sur une colonne absente
menos en la época de la Fenomenología de la percep-
.-~-·· (Gallimar:!, 1978).

• 94 95
••
presenta como inobservable, de otro .oiodo no sabríamos
de qué hablamos. Y, en consecuencia, lo inobservable
Joscu~s pie~den ~u~. c~r~s, ·l~s cosa·~
. que ~~ ~lejan
se
difurTiinan, s_e vuelven minúsculas, 'los rostros tienen as~
••
amenaza claramente con ser provisionalmente inobserva-
ble. observable mañana o en otro lado. A me~os que
sea la parte de sombra inherente a la experiencia en tan-
pectas «ambiguos», los demás sólo existen en el infinito,
el mundo se deshilacha ... En verdad, el reino de las
cosas sensibles requiere otro soberano y no acepta a ·este ••
••
to que es inacabada: lo inobservable .serta la o.tr~ manera príncipe equívoco que se le quisiera imponer.
de llamar al porvenir inagotable de la obscrvac16n. La obra de Merleau-Ponty es susceptible de una doble
Es decir, que la fenomenalidad · (el· sentido del fen6- lectura. En ella podemos encontrar tanto una nueva «fi~
rneno) tal como la entiende el feopmenólogO es en tan losofía de ·Ia consciencia», como se decía entonces, como

,i
escasa medida una relatividad que scijala _/a aparición de
to absoluto. Tanto en Hegel como err Husserl· IS fenome-
nologfa sólo afirma una cosa: esta. apa.r:oión ·de lo !lbso-
,bn intento de superar ese tipo de filosofía. Una «filosofía
.:·_9e la conciencia» consiste en enseñar que el origen de
·:Ja verdad es el cof.íto. Merleau-Ponty sostiene que hay
••
luto. Este absoluto es el sujeto absol.uto. Y .Medeau-
Ponty parece situarse en esta tradición Cuan~~ e~cribe:
«Soy la fuente absoluta•> s:. · .
t)ue volver a i.Jn «vf:í-dadero cogito», a saber, el «percibo»
bajo el «pienso». El origen· de la \:'erdad sería particular,
relativo, hu1nano. ·P~ro entonces el fenómeno no es sino ••
••
1
¿Por qué después de haber insistido en el hec_ho ·de una apariencia, cS la opi!lión que puedo hacerme de las
i que la fundamentaci6n del cogito en el· percipio. acabab.a
con las pretensiones absolutistas de la- consciencta, la si-
'
!
cqsas, yo, situado ·aquí, hoy. Ahora bien, estas premisas
feriomcnológicas le impiden Ja distinci6n entre un ser en
1-
tuaba en lo inacabado y lo incierto? ¿La «primacía de la
1
i sí y.__un ser para ~í. El_ origen de la verdad, aunque sea L
percepción» ·engendra un positivismo o. un .saber absolu-
to? El sujeto de la percepción e!t particular; está encar-
nado, situado, comprometido, etc.: en refil.Jmen,. ~s un
1

i
humana, es «la fuente ·absoluta». La oscilación entre lo
relativo. y lo llbso1uto,· entre «Soy yo quien escribe el
te~to de mi experiencia» y «Es el mundo.quien escribe
••
sujeto que parece relativo a toda especie de cond1c10.nes.
¿Pero estamos en condiciones de defender su humanidad
i este texto y no hago sino oír su voz», la duda entre el
pi-incipio de un suicto y la búscju'eda de un origen más
••
.
desde el momento en que hereda las pretensiones abso~ antiguo, un neutro (ne·uter: ni ... ni ... ) más originario,
lutistas del cogíto al mismo tiempo que el estatuto de
su;eto verdadero? .
Parece que· Merleau#Ponty se haya embarcado· en una
--empresa -ambigua; -qlie convierte -lo- relativo--en·--lo-· ab.so-
1
fuente común al sujeto y al objeto, todas esas va'cilacio-
nes están presentes en el círculo del punto de partida:
el único sentido que la palabra «ser» puede tener para mi _ •
.'._

••
c~-«ser-para-mf»:-¿Hay-que-entencleique cualquier otra
luto. ¿Es el sujeto lo que se relativiza? ¿Es la percepc16n 1-
forma de ser me su'µera completa1nente? ¿Hay que ver
lo que se absolutiza? Es ]a p~rcepción lo que se absolu~ 1
1 al contrario una declaración conquistadora: el único sen-
tiza: se convierte para nos_otros en el saber absoluto. tido· de la palabra «ser» es el sentido que tiene para mí?
Merlcau-Ponty acaba por cargar eón los ~t.i;ibutos aplas-
tantes del «sujeto absoluto» a un p<;>bre ~a~lo. q~e ?º
pedía tanto: el desgraciado_ percipiens._ M~narca 1r~r1sor10,
Este círculo ~s patente en propoSicion~s como ésta:

El hecho metafísico fundamental reside en este doble ••


subido en un trono demasiado alto para. el, el sujeto de
la percepción ve der~umbarse su imperio en torno suyo:
sentido del cogito: estoy seguro de que hay ser -a con-
dición, sin ctnbargo, de no buscar otra 'clase de ser que el
ser para mí 23 , ¡ •·•:
'::¡~~·~="""""""--~··
2J PP, pág. 111. ~ SNS, pág. 164.
•:
96
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• ¡; ll-··
• . il

••
·~~~~~--~~·~•~.&~:""""'"~·~,--~-~~~~~

La fenomenología de la .historia
pcrcepc1on, a diferencia del YO idéntico del idealismo
!Yo= Yo), se define por est;i imposibilidad Jc:finitiva de
~1na «Coincidencia consigo nlismo». El sujeto, sumido

••
de nuevo en la existencia, está afectado por una dife-
Merleau-Ponty escribe que en el ·cogilo auténtico no ~.
rencia interna que Merlcau-Ponty llama a veces no-coin-
es el «pienso,> Jo que contiene o sosticlic al «soy», sino cidencia consigo, no posesión de sí, opacidad, etc. El
f11lso cogito es la consciencia absoluta en la que un su-

•• inversamente es el pienso lo que se reintegra al movimien-


to de trascendencia del soy y la consciencia a la exis-
tencia u_
jeto se reconoce idéntico a lo que piensa: pero si al-
guien se pudiera decir idéntico a sí mismo sería exterior
~¡ tiempo. El verdadero ·cogilo es la conciencia hun1ana,

•• Esta frase expresa claramente las ambiciones y los lí-


mites de Ja «fenomenología existencial,>: vuelta a Ja exis-
aquella que está marcada por una «distancia interior>>. En
esta distancia por la que «ser yo» siempre es «estar fuera
de mí», finalmente h;:iy que reconocer el tietnpo. El «yo»

••
tencia, ya que el «soy» tiene prioridad sobre el «pienso»; nunca es del todo un ·«vo»: está inacabado, o, como dirá
inversión del idealismo por la que el «pienso» propor- Dcleuze, «Cascado» (e.n la lengun francesa meridional
ciona su sentido al «soy»; pero inversión que no aban- una ·«cabeza cascada» es una cabeza loca). Siempre queda
dona el terreno del cogito y respeta así lo esencial de lo en el ego una parte impersonal o prepcrsonal sobre la

•• que se enseña en filosofía desde Descartes .


La única novedad consiste en que el sujeto -que si-
gue -siendo absoluto-- está afectado por un «movimiento
que la persona dél pensador nunca puede volver del todo
para reflexionar sobre ella. Por ejemplo, no es comple-
tamente cierto decir: «Veo el azul del cielo.»

•• '.
de trascendencia», lo que en el lenguaje de la época
designa un paso más allá de lo dado o de lo presente .
El sujeto siempre está huyendo ante sí mismo. Si sabe,
no sabe que Sl'lbc, y si sabe que no sabe, no está seguro
Si quisiera traducir exactamente la experiencia percep-
tiva, tendría que decir que se percibe en mí y no que
percibo 21l •

•• J
1:
'
~
de saberlo. Si cree, no cree qt_1e cree 1 \. El sujeto de Ja
----
que. los sabe, Jos snbc en tnnto que los ignora.» (lbíd.). Estos
-«Otros» que han hablado de «percepcióL ambigua» son· los fun-
dadores de Ja Geslalllheoric.

••
21
PP, p:íg. 439. Merlenu-Ponty, pues, propone al psicoenri..lisis renunciar a
~ NOTA SOBRE EL INCONSCIENTE. Merleau-Ponty propondrtl hablar de inconsciente y convertirse a le consciencia ambigua. El
interpretar la noción freudiana de. inconsciente en términos de debate ·que va a oponer en los años 1960 la fenomenología al
nmbiglicdn<l de la conciencia. En unn conferencia de 1951 re· psicoan:ílisis sin <luda será .Ja razón esen~ia_l de In derrota <le la

••
chaza el inconsciente: lo que los psiconnnlístns denominan de ese primera ante la opinión. Los psicoonolistns no tcn<lní.n que hnccr
modo sólo puede cubrir un «saber no reconocido, no formulado, . mu.chas. esfuerzos para demostrar que este cambio del inconsciente
qu<: no queremos asumir» (Sigt1es, GaUimard, 1960, pág. 291. por la· concienci'a ·iff1P!ícita deja fuera todo 1lo qUf constituye el
Traducción española de C. Martínez y G,· Oliver, Signos, Barce- v"alor del descubrimiento freudiano. Nos haremos una idea de la
lona, Scix Barral, 1973). Y nñnde; «Erl lenguaje aproximativo, ·manera en que unos y otros se enfrentaban remitiéndose a lns
1 nquf Freud está en un tris de descubrir lo que otros han Jlnmndo Actas del Congreso de BonneVal de 1960 (publicadas en Desdéc
• ¡/'. con más acierto Percepci611 ambigua. Trabnjnndo en este sentido, de Brouwer en 1966). Esta discusión anticipa la polémica entre
encontraremos un. estado .dvH~ para· Csta·:conci.enda que subyace

:;~~~2~.
Paul Ricoeur Y· los lacanianos que suscitará la obr"a del tirimero,
. a nuestros :actOs ·Y- ·a.·.nuestrós ·.·cónocirríientos; intencionadamente, . De l'intetpretation, essai._sur · FreUd; _Sei.Jil, 1965.- (tnducción es-
y que roza sus objetos,. los elude en el· momento ··en que va ·a pañola de A. Suárei,· De la· interpretaci6n. Ensayo sobre Freud,
plantearlos, los tiene en cuenta como el ciego a los obSláculos; Buenos Aires, Siglo XXI, 1970).

•• 98
más que reconocerlos no quiere saberlos, los ignora, en tanto ~ PP, pág. 249 .

99
••
No veo con10 tampoco muefo: Ja sensación, como tam-
poco Ja muerte, no es una experiencia per'sona] de la que
Merleau-Ponty probablemente es el primero en haber ••
••
solicitado una filosofía al Curso de lingüística general.
YO sería el sujeto. El sujeto que re:flexiona se capta úni- Invoca. ·at estructuralismo en contra del dualismo sar-
can1ente co1110 «ya nacido» y «OtÍn en vida»: los límites rriano. 'Diez años más tardf, otros se remitirán a Saussure
del nacimiento y de llt muerte se le escapan. La refle- para explicar .su abandono de la fenomenología: ta
«nue~ ¡
xión se destaca sobre un fondo oscuro hacia el que se
vuelve, que no alcanza a esclarecer y que es
como un pasado original, un pnsado que nunca ha sido
va filosofía de la historia» extraída del Curso no será
fenomenológica. De este embrollo fenomenológico-estiuc·
turalista retendremos lo siguiente: Mcrlcau·Ponty movi·

••
presente 27 •
Frente al sujeto incabado está el objetó, _también inaca-
bado. Esto es lo que constituye la origina!idacl del idea-
liza al servicio de su proyecto de una fenomenologfa de
Ja historia las mismiis autoridades que serán apeladas
después de 1960 en contra de cualquier fenomenología. ••
••
Sus aliados ·son en los .años 1950 la lingüfstica saussuria-
lismo refor111ado, pero no sobrepasado,, ·por ,-Merl~~u­ na y la antropología _Cstructura] de Lévi-Strauss. Todo
Ponty: la identidad del su;eto y del. ob;et.o -propoSlctón ocurre como si estos a.liados en la resistencia contra el
fundan1ental del idealismo-- se manifiesta en lo no aca- activismo sartriano se: hubieran tran.sformado, después
bado, én la no coincidencia, en el claroscuro.
La filosofía de la percepción opera un cierto despla-
za1niento del «yo» hacia el «Se» (desplazamiento que se
apresurarán, equivocíldamente, en presentar como una
de Ia muerte de Merleau-Ponty, en 1961, 'en adversa-
rios de la fenomenología· en general, integrando el campo
heteróclito bautizado como <~estructuralisn1o». ••
supcraci611 del sujeto, 1nientras que evidentemente se tra-
(a de un traspaso, de un paso del sujeto personal al

sujeto impersonal y anónimo). Esto es precisa.mente Jo


En Les aventures de la dialectique, Merleau-Ponty Je
reprocha a Sartre ignorar el <dntern1undo»:

·Et problema resi<;le en saber si, como dice Sartre, s6lo


••
que debe hacer posible, a ojos de Merleau-Ponty, la cons-
titución de una filosofía de la historia. Si el «yo)) abriga
en é1 un sujeto impersonal {«s.e ve», «Se nace», «SC rnuc-
hay hombres y cosas, o además ese intennundo que lla-
mamos historia, simbolismo, verdad por hacer".
••
re1>, «se en1pieza)) ), ocurrirá lo mismo toh <H'iosotros»:. y
este espíritu anóni1no colectivo, vendrá a colmar el abis·
n10 que n1nntiene sc~arados el en-sí y el para-sí. Ahoú1
--bien, -cst<1-zanja-es-Jo--gue -hac:'c -ininrcligible-cl~hecho-de­
Si la dicotomía sujeto-objeto fuera cierta, todo el sentido
provendría de los hombres, y todo el sentido para mí
provendría de 111í. Un solipsisn10 tal no puede afrontar
_Ja _historia _sin __ hacer- a-cada-uno,-en-crida ~tnomento;-res-­ -•~

la historia.
En su lección fnnugural en el Colegio de Prancia,
en 1953, Mcrleau-Ponty decía:
ponsnblc de 1n carga de la historia universal, y ello en
codas sus decisiones. El pobre hombre no puede decir
((quiero» sin decidir, lo quiera o no, sobre el sentido que ••
•••
ciene el precio del pan, ]a política del gobierno, el futuro.
La tcorfo del signo, tal CO!"JlO la elabora la lingüfstica,
acaso implica una teoría del sentido histórico que hace de la humanidad, y también· el pasido, la civilización ro-
caso omiso de: la alternativa entre las CDSfIS y las conden- mana, las _danzas indias, etc. .
cias {... ). Saussure podrfa haber esbozado perfectamente La solución, pues, es que hay sentido, no fuera de la
una nUeva filosofía de la historiaª- humanidad en general, sino fuera de las Conciencias, a
:n
28
PP, pág. 280.
Elog,e de la philosophie, págs. 74-75.
saber, entre ellas, en los símbolos. Entonces e] sentido
~ AD, pág .. 269.
••
100 101 •l1·1t{.fttfi
••
••
••
••
••
••
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-····;;.;·---;;;¡;--¡¡¡¡;··-¡¡¡¡¡·--~ ·-------·--.._.....--------------
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••;;m;;;;;;...............-=-~-- ... -=,....., "i
il
está fuera de mí, en tanto que es para nosotros, inclu-
'
lítica) es su filosofía del lenguaje. Ahora bien, considera

••
yendo este «nosotros» a las personas presentes (capaces que el lenguaje debe ser entendido a partir de la unidad
f de decir «queremos») al fondo anónimo de la humanidad. del alma y el cuerpo, tal como está dada en el gesto.
Mer1eau-Ponty aquí habla de «simbo1ismo» con referencia Cualquiera que sea el gesto, siempre es expresivo. Re-
¡ a los trabajos de Lévi-Strauss (del que diré unas palabras conocemos un estilo de escriturn, una nianern de andar,

•• :l
¡¡
en el próximo capítulo). Pero, de hecho, su concepto de
<(simbo1ismo» está más cerca del espíritu obietivo hege-
liano que de la antropología estructural. En su Lección
de encender el cigntrillo. 1-lny aparición de un sentido
porque hay expresión. Este sentido gestual, naturalmente,
atjn no es una significación explícita e intencional, a me-

••
pedía: nos que obedezca a un código (por ejemplo, los signos
1
secretos convenidos entre los espfas). Mer1eau-Ponty dice
¿Desde el momento en que nos habfamos privado del que es un sentido a punto de nacer, «en estado naciente» .
recurso al Espfritu objetivo hegeliano, cómo evitar el di-
J~n consecuencia, el gesto seria la «instih1ción» del sen-

•• "'
lema entre Ia existencia como cosa y In existencia como
conciencia, cómo entender este sentido generalizado que
se pasea por Jas formas históricas y por la historia entero,
que no es el pensamient~ de ningún cogito y que los ne-
tido, lo que quiere decir que produce el sentido :i::r. Ahorn
bien, en una filosofía que se inspira en Husserl, la his-
toria es precisnmcnte Ja hb:;roda de Ia verdad o del sen-

•• cesita a todos? 30 •

¿Son las estructuras del estructuralismo las que propor-


tido, en la medida en que se asimila a una tradición y
que lo único que se puede 1ransmitir indefinidamente es
el sentido 33 •

•• ['. cionan la respuesta a este «cómo»?

Presente fuera de nosotros en los sistemas naturales y


sociales, y en nosotros como función simbólica, la estruc-
Merleau-Ponty escribe:

Tenemos en el ejercicio <le nuestro cuerpo y de nuestros


scnti<loS, en tanto que nos insertan en el mundo, aquello

••

tura indice un camino fuera de la correlación sujeto-objeto con lo que .comprender nuestra r,esticulndón cultural l!n
que domine la filosofía desde Descartes a Hegel si . tanto que éstn nos inserta en le histOria lf._

••
En 1942 Merleau-Ponty decía esto de la Gestalttheorie. El lenguaje ·explica In historia, yn. que el sentido de la
J>ara él el estructuralisffio se une, veinte años después, a historia es ser la historia del sentido. El «ser en el n1un-
la misma cruzada contra la antítesis entre Ja naturaleza do», o el «cuerpo prppío», nos sitúRn en el origen del
y el espíritu. Lo que viene a decir que Metleau-Ponty lcOguaje· en. In medida en que el ejercicio del cuerpo es

•• ¡:
entiende las «estructurar,» del estructuralismo en el sen-
tido en que hablaba de «estructura» en La estructuro. del
comportamiento: confundiéndolas con Gestalten. Es ver-
expresivo .. Así es como la feno1nenología de la percep-

l.! El: cur~o de Merleau-Ponty en el Colegio <le Frnncin del

•• dad que no es el único erl cometer este error. mio 1954-5..5 Se llamaba: «la 'ins1itt1dón' en la historia personal
·. i y pública>). El resumen Je] curso indíca que la noción de insti·
El simbolismo pertenece al orden del lenguaje. La po- tudón ·«remedio para las dificultades de la conciencia», tendría
sibilidad de la historla descansa, pues, ei:i el lenguaje. La que permitir «el desarrollo de la fenomenología en ml!t'.lffsica <le

.
__ , ..... ,.. , filosofía de la historia de Merleau-Ponty (su filosofía po- la historia» (dr. M. Merlenu-Ponty, RéJumeJ de courr, Galli-
• _· .~·::-.:~i~"~·~- : : .,;., .. > r{.:: mard, 1968, piigs.-59 y 65)-; ·. : ,

• ,j,:;y:,> .
33
· ·Jo:.Eloge· de ·la,·:pbilOSophie;- ·pág .. 73.: ·_.;. Ver El origen de la í'eo111e1rla de Husserl,. y la importante
i1itroducci6n de Derrida ·a· su traducción francesa de este texto,
81
Signer, «De Meuss a Claude Lévi-Strauss», pág. 155. Este
artículo es de 1959. introducción que trataremos más adelante.
-~--·- ~ Signer, pág. 87 .

• 102
103
••
ción, por esa mediación, se traduce ~n. filosofía de la
-¡n;
1'
••
••
il .
praxis: filosofía de la historia o filosofL1 política.
Como vemos, la tesis lingüística .. (la· palabra, ges.to. ex-
presivo) y la tesis política (la praxis, lugar del scnudo de
li
••
la historia) son indisociables. También los dos ejes. de la
senziología (Ja teoría del signo) y de la teoría de la historia
van a definir el plano sobre el que se trazarán las eyolu-
cioncs posteriores de la filosofía francesa. Esta~. coorde- ¡1'
nadas nos permitirán apreciar c~1 lo QUe Sigu~. las . posi-
ciones respectivas de unos y otros.
3 I'
••
Semiología
••
El panora1na intelectual en 1960

La ambición de la fenomenología francesa era basar


••
una fiJosofía dialéctica de la historia en una fenomeno-
••
•.,
logía del cuerpo y de la Cxpiesióh. La generación activa
a partir de 1960 denuncia la dialéctiCa como ilusión y ·
rechaza el enfoque fenomenológico del lenguaje. La opo- ·
sicióp. parece total, o quisiera serlo, entre 'la doctrina· do-

1
ininante de la postguerra y lo que pfonto. va a recibir
entre la opinión el nombre de estructuralis1no.
La dialéctica era la tierra prometidá d~l reducido nú-
cleo existencial de 1950. El mayor reproche posible era
____tener~un_pensamíen to_ .poco_díaléctico. ~De:spués __de_l 9_60_
.,•
••
:-.---
la· dialéctica sigue en el centro de la discusión, pero pasa
al banquillo de los acusados. En ella s~ ve- la forma más
insidiosa de la «1ógica de la identidad» 1 considerándose
-!

i
. !
!
ésta a su vez. como la· ilusión filosófica· por excelencia. Los
filósofos de la época estructuralista en este punto reco-
bran una vena bergsoniana: lo que· llaman «lógica de la
identidad» es la forma del ·pensamiento que no puede
••

representarse lo airo sin reducirlo a lO misnzo, que sub-
ordina la diferencia a la identidad. A esta lógica de la
identidad se opone un «pensamiento de la diferencia». Se
1
' ••
104
puede ver en. este cambio de orientación, y en la reno-

105 ••
••
••
":><._

•·•
••

•~~-'-'=-'-'--"'-'---=e~~¡;?-=~~~~~~~~~~~~~~-,-:_~~~-
• ···r·
• . ,,,s;,. ·"

••
vacíón del interés por Nietzsche que Je acompaña, el sistir la pruCba), el cambio, es decir, la alteración. El
efecto de Ia lectura de Heidegger 1 • sujeto sigue· siendo el mismo, mientras que se modifican
La conttadicción de la fenomenología fn1ncesa habrií las cualidades accidentales. Desde Descartes, el mfrs sub-
~id_o la siguiente: querer impugnar el «pensamiento ob-

••
jetivo de todos los sujetos es aquel que está seguro de
JCUVO» responsable de las antítesis del tipo «el alma y su identidad, el ego del ego cogito: también se reserva
el cuerpo», pero pretender hacerlo volviendo a un COf?,ilo una cualidad de Ja subjetividad para Ia conciencia. Pero
verdadero. Si el «pensamiento objetivo» es aquel que ¿qué es Ja dialéctica sino precisamente un concepto su-

•• empobrece el mundo reduciendo cada cosa a no ser sino


el objeto de ·una representación, el «cogito verdadero»
que sería el percipio no es menos objetivo (u «objctivan-
perior de J::i. identidad (Ja «identidad especulativa1>, o
«identidad entre la identidad y la no-identidad») que
conduce a reconocer lo absoluto, no co1110 sustancia, sino

••
tC», como también se decía) que el juicio científico. La como su;eto (Hegel)? El doble asalto contra la concien-
fenomcnologfa, al elegir quedarse «en la perspectiva car- cia fenomenológica y contra Ja lógica de la identidad va
tesiana de las filosoffr1s de Ja conciencia»~, es induda- a efectuarse bajo el estandarte de una cruzada única con-
blemente idealista. No ha hecho sino refinar la correla-

••
tra el suieto en general.
ción entre la cosa reducida al ob¡eto y cÍ pensamiento ¿Pero por qué signos reconoceremos la ruptura de la
reducido a la conciencia: que este objeto en 1o sucesivo cadena que retiene a la filosofía dentro de aquello de lo
sea «perspectivo» (Met1eau-Ponty) o que esta concien- que quisiera huir: Jn representación, la identidad, lo ne-

•• cia sc;.1 asimilada a la nada (Sartre) nada cambia en lo


esencial, que es la irrt1pci611 del yo en la ecUación del ser
Y del ser para n1i. Ahí donde Parménides decía: «el ser
gativo, el sujeto? Naturalmente, no bastará con que es-
tas palabras sean sencillamente borradas del vocabulario.
Nos guardaremos de confundir el deseo de nlcanzar la

••
es», la filosofía moderna proclama que «el ser es para mí». tierra prometida con el hecho de estar en ella.
La fenomenología está, pues, encerrada en el «cierre Ocurre, por ejemplo, que el sujeto se declara «supera-
de la representación» (como dirá Derrida) en la medida do)> ahí donde únicamerite se valora lo impersonal o lo
en que mantiene el principio del ·suieto. En este punto la anónimo en Ja experiencia: como si «sujeto» y «persona)>

•• crítica de la fenomenología converge con la crítica de


la dialéctica. En efecto, ¿qué es un «sujeto»? Llamamos
«sujeto» (o «soporte») a un ente cuya identidad es lo
sólo fueran uno. Mucho se ha tratado en la filosofía fran-
cesa reciente el asunto,. del «Cnmpo trascendental sin su-
jeto1> 3 : el origen hacia ·el que nos harían remontarnos las

•• bastante firlne para permitirle soportar, en todos los sen- .


ti dos de la palabra (sostener, servir 'de' fundamento, re-
reducciones fenomenológicas no sería el «ego absoluto))
de Husserl (que presenta toda clase de inconvenientes:
solipsismo, etc.), sino un modo de «Se», de origen neutro

•• 1
«Para Hegel, el asunto del pensar es el pensamiento en tanto
gue concepto absoluto. Para nosotros, el asunto del pensar es,
(ni yO; ni tú), a partir del que se formaría luego el «yo».
Asistí"amos ya a movimientos de este tipo en Merleau-

.
en términos provisionales, la diferencia en tanto que diferencia.» lJonty. Pero la ausencia de un sujeto personal equivale
(/dentiliit und Differenz, Neske, 1957, pág. 37). a la presencia de un sujeto impersonal. En muchos· partes
e:··<''"
... ·.··,_·.. 1
Jean Beaufret, lnlr. aux ph. de l'existettce, pág. 121. En el
mismo_ artículo, fechado en 1947, Bcaufret escribía: «Mientras
..·'
._
.~.~;·::·
que la filosofía mantenga, bajo _la fonna que sea, en la raíz de
sus propias certezas, la' interioridad del existente-sujeto, estará con·
3 La expresión parece ser de Jean Hyppolite. Ver la refer~ncia
__ :i'.:3.~.-- denada a organizar siC'mpre la invasión del mundo por una he-
y la discusión en Derrida, OG, págs. 84-85. Todo esto proviene,
más· o menos, del artículo de Sartre:· «La transcendancc de !'ego»
morragia de subjetividad» (pág. 130).
{19.38; reeditado· en Vrin, 196.5) .

•• 106
107
·••
de victoria sobre EL SUJE'fO, no es defícil leer, en rea-
han l~iirad~ justificar est~ decisión inicial de l~ epojé,
que, stn embargo,· lo decide todo. Lo que se manifiesta
; ·~,
••
••
lidad, la promoción de nuevas· subjetividades . en la reducción feriomenol6gica es un prejuicio, a saber,
que. no. es posible ir más allá de la experiencia, y la ex-
pcncncta s1en1prc es vivida por alguien. Dicho de otra
El estructuralistno manera, no es posible distinguir entre «ser» y «ser pata
1-IabJando con propiedad no hay filosofía estructura~
lisra que podamos definir y oponer, por ejemplo, a la
mí». Todo lo que es tiene que poderse describir como el
sentido que prcscntll la «vivcncin» de alguien (<~Vivencia»
trad~ce .el Erlebnis _husserliana) • Por ejemplo, mi vi-
5 ••
••
escuela fenomenológica. «Estructura)ismo», después de vencia tiene el siguiente sentido: estoy percibiendo un
todo, s6lo es el no1nbre de· un métpdo Científico. Pero cubo, .constituyo Ja unidad de ~entido «cubo» a partir de
indudablemente existe un efecto del estructuralismo ·en la serie de «Caras» y de «perfiles» que veo sucesiva"men-
el discurso filosófico. Debemos, pues, preguntarnos el

••
te, etc. Tomemos ahora los ejemplos del sueño, de Ja
por qué. El efecto es el siguiente_: las deséon"rtrilcciones locura o del mito. ¿Cómo recibir lo que dicen el sÓña-
han ocupado el lugar de las descripciones. dor, el alucinado o el narrador del nlito? El relato del
La fenomenología era la descripci6n de lo's /enóntenos. sueñ?, el delirio y la palabra. mítica son siempre .la ex-.
Se optaba por atenerse al feñómeno y decir lo {iue distin-
guía a un fcn61neno de los demás. Pero, como .se" admitía
que ((fenómeno» quería decir "«apareciendo· ah.te la con-
p;eszón de una experiencia particular; la experienCia oní-
r1~a .del mundo en el primer caso, la experiencia esquizo-
fren1ca en el segundo y la experiencia mítica en el tercero
Estas son otras tantas maneras de existir, de «ser en-el~
••
••
ciencia», esta decisión inicial de describir conducía a «po-
·nei- entre paréntesis» la existencia en sí de la cosa feno- mundo» .. !unto a las dos formas de experiencia que rios
ménica, y, en consecuencia, a)dentifítar el ser y el sen- son fa~il1ares, la experiencia científica y la experiencia
tido. Esa era la función de la «!educción»: la cosa es

••
perceptiva, debemos contar con otras «vivencias». Y como
reducida al «sentido» que «ofrece» a la conciencia la v}v.encia es e~ origen de la verdad, el análisis fenome-
Convenía entonces, en un segundo momento, demostrar nolog1co, por e¡emplo, del mito, consistirá en describir
cómo la conciencia «constituía», .a partir de lo que le era la «consciencia mítica», es decir, el sentido que tiene el·
dado (a saber, l1is imPresiones), ·un-objetó ·que tenfa pre- mundo para alguien que tiene una experiencia mítica

••·-
cisnmentc este sentido (por ejemplo, el cubo ((foera de de él.
la conciencia»). ____ Si ~1 _9~-~~e algo ~~be al mismo tiempo lo que vi-
¿Por-qué-esta-reducción del ·ser-al-sehtido ?-Husserl-la ve ( ... ), entonces el loco:-ClSoñactmo et Sujeto- de ]a
presenta siempre como un acto libre, cuya realización percepci6n deben ser creídos según su palabra, y única-
podemos decidir. En realidad, los fenomenólogos nunca mente debemos aseguramos de quC su _lenguaje expres.e"
adecuadamente lo que viven 6 ,
' Por ejemplo, Louis Althusser da esta definición de un con-
cepto no· ideológico de la historia: la historia es un «proceso sin
sujeto». Entiende por sujeto la «persona» en sentido jurídico.
Lo que le permite atribuir únicamente a I-Iegci el mérito de
Si insisto en los ejemplos del sueño, el.delirio y el 1nito,
se debe a que serán los objetos privilegiados del análisis.· ••
haber pensado el primero la historia como un ·proceso sin suieto.
Sin duda, la palabra «espíritu», bastante frecuente en Hegel,
habrá escapado a la «lectura sintomática» de Althusst"r (cfr. su
c?ntribución a Hegel el la pensée moderne, P.U.F., 1970, pá-
5 En francés el a?ieti"':'o «vécu1> '?nnota la ~referencia a lo vivo, ·
a la p:ensa sensacionalista, a la literatura testimonía.I {«Yo es-
ta~a aht»,, «Una hora -;en De Gaulle», «He vivido todo esto»). .
PP, pag. 335. ·
••
gina 106).

108
109
••
. "'· ·Ji~i..~.''''"'"'''.-..• , .... _,,.,_,,,.
••
••

••
••
••
••
. ·~-~=-~=~r==-==
,,,,._.,,_ .· .,,,.. , ' .. ··~·-,.............·-··

:,
.... -~ ~

............- - - - - - , - - - - - - - - - -
• ·. i_~~-.;;.c-;;::.;;;w--- esr_ruc~ural. Pronto veremos có1no éste se niega a cual- El enunciado está constituido en r.1ztln de las lin1itacioncs

•• quier intento de ·trntar el enunciado que se analiza con10 inherentes al discurso filosófico. ;\quí ocurre lo n1ismn
expresión de una vivencia. que en el caso de la poesía. Si un enunciado poético, por
. Dcsl;Onstrucción parece designar una operación ncga- ejemplo,

•• r~vn ahí donde descripción sugería la si1nplc recepción del


dato. En realidad, el «positivismo fenomenológico» del
que habla Mcrleau-Ponty nunca ha sido esa «vuelta a las-.
cosas mismas», ni esa «decisión de atenerse a lo dado»
Oisive jcuncssc
A tout asservie,
Par délicatessc
j'ai perdu mn vie .

•• que decía ser, pues no está en absoluto dado, como un


hecho que bastaría con describir, que lo dado sea dado
«a una consciencia», en una «Correlación noético-noemá-
Ah! Que le temps vicnnc
oU les 'coeurs s'éprenncnt.
(Rimbaud) *

•• tica)» etc. Que el ser sea para 111í, ciertamente no es Jo


que me enseila la experiencia, es una decisión previa a
cualquier experiencia. La «desconstrucción» es el méto·
presenta un:1 construcción dctcnnin<ldo1 no es en absoluto
porque un estado vivido (pena, deseo) haya suscitado
esta forma de expresión p:ira manifcstnr a tn1vés de ella

••
do que resulta al poner en evidencia esta ingenuidad fe.
su sentido, incluso en lo que tiene de inexpresnble y de
n.01nenológica. Esta palabra «desconstrucción» primero ha
indecible: el poeta no atiende t<1nto a lo que le confía
sido propuesta por Derrida para traducir la Destruktion
su corazón somo .a lo que le dicta la lengua francesa,
d~ la que hab.la Heidegger en Ser y Tiempo, y de la que

•• dice que no nene que entenderse en un sentido negativo


(derr.ibarJ, sino muy positivo (delimitar). Antes de que
Dernda introduzca este término que luego será amplia·
.~ .
cuyos recursos y límites originary una poética a la que
obedece este pecina. Por ló demáS,. una expresión poética
está tanto m'ás codificada cuanto m1ís se quiere próxima
a no se sabe qu~ lirismo espontáneo de la vivencia inmc·

•• mente utilizado, sólo lo empleaban los gramáticos, para


Jos que. designaba el análisis de la construcción de una
frase, construcción que no aparece sino en el momento
diata. Cuanto n1ás busque el poema la eficacia sentimen-
tal, más se acercará a las formas popul3res de expresión,
cuya regularidad .raya en el estereotipo (cancioncillas, can-

•• de descomponerla mediante una desconstrucción. Por


ejemplo, las reglas de la construcción poética se descu·
bren Con la trasposición del poema a una proSa de refe.
rcncia equivalente. A pesar de todo, la ambición de una
ciones de niños}. Como en este poema <cpesimista» de
Laforgue:

••
Quand on cst mort, c'est pour de bon,
<1desconstrucción» en la filosofía consistiría en demostrar Digue dondaine, digue dondaine,
la manera en que están construidos los discursos filosófi.: · Qunnd· on est mort, c'.est pour de bon,
c?s. La meta de la desconstrucci6n es proponer una «teoría· Diguc· dondaine, digue dondon! ""'

••.... ·
del discurso filosófico» (igual que la poética es la «teoría:
del discurso poético»). Semejante programa es ·netamente
crítico: el enunciado filosófico cree o pretende obedecer
a la cosa misma, quisiera limitarse a manifestar, mostrar,
En cónsecu~ncia, volvemos n topru:. p·.·;-c. e;~ un nuC\'O
vocabulario .. co;i e! problc~.7:~' c:t:c. hcrr:n::: (·'.'(~;:)! r:~do des-
de el princípfci. Ln iiusióri del <(disc~!:·· ,·¡·.-:,:;,~J.:_crJ)> 1 qu~

:~10:,,
"dejar ser» aquello que invoca como su referente. Pero * Ociosa juventud Í d:! H'.·d\:' .::::;dava, / l;~'-!' -, '.· ,e.., / IJO::T .1
la desconstrucción de este enunciado deshace esta ilu- ffii vida. / ¡Oh!, que Hcgul.! e! (ifo / en ~;,:e !•.~:: C·:)r~..:onc.:;
sión·. El enunciado no está así construido porque refleje enamoren.
Ja cosa misma y para permitirle decirse ante nosotros. ** Cuand('J ,,.-.": ·:~::: 1:J1Jc:.:to. c.~t::'Í bien mu·:.c·;:

• i
'
110
--SS-
lll
••
desvelaría la desconstrucción,· cup.:.::,ti: Í:; c1i el
tránsito de'I genitivo objetivo al p,c1úf.i:,..o .'. :·... i, .,, :: . , ;;:n el
el psiCoanálisi~, y, por ~tra parte, la etnología). Se~~n sus
partidarios, el punto fuerte de la fenomenología era su
, Y\
.. ,'.·\
' ••
«Jiscui-so de la cosa 1nis1na» que ¡>.J r.~; ·::.·.'.: :·.(·:·, .· i :io;ofía.
La cosa 1nisma nos habla por el canal d<.' Ja
filosófica.
;;...~'sición
"'
aptitud para entablar el diálogo con las tendencias Jnás
acdvas de la investigación antropológica.: La generación
fenomenológica se preciaba de propórcionar una expre- ••
••
Pero, ¿por qué e:-; sión dgtirosa y filosófica1nentc aceptable á lo que se far-
suscitar la pregunta DC1 l;n,1.;u1:~'-' b:v~n;Ít:<l> /\qu·: fullnba en los ciencins del hombre. Con las nociones de
viene distinguir tres. estructuralismos: . «Comportamiento», de Ges~alt, luego de «estructura»,
estas ciencias rechazaban la antítesis entre sujeto y ob- 1
1. en tanto _que es el métoc-l_n del' análisis ·"eiitn1c<ural,
el estructuralismo es 1n:ís antiguo que" la· fc:.r:iOn1cñologfa
francesa, y completa1nente ajeno·· al debate- que "vemos
jclo, y apuntaban un intern1ediario 1 «ni cosa ni idea».
La fenomenologfa respondía n su cspcctativa procurándo-
les, con el verdñdcro cogito en el qu_e se unen el alma y "
1
••
••
esbozarse; · · · ·. el cuerpo, este ·anfibio que deseaban sin .conseguir al:ti-
2. en tanto que se confunde con la semjología (teoría cularlo. ·
del signo), el estructuralismo hace entrar .~.i:-- crisis_ n la El estructuralis1no en sí mismo no es sino un método
(sentido núm: 1 ). Este método, que no está ligado en

••
feno1nenología oponiéndole victoriosament.e' una concep-.
ción distinta del sentido,- · principio a ningún objeto específico, ha dado que hablar.
3. en tanto que sólo es una «oríentación» de la filo- fuera de los círculoS de especialistas cuando se ha aoli-
sofía, el cstructuralismo no es sino Cl nombre con el que cado a los sistemas de signos (sentido núm. 2). Por úlci-
se ha dado a Conocer a la opinión, la conversión de la
filosofía eri crítii::a de la fenomenología, así co1no de la·se-
1niolog,fa (y lo origin::il de este estructuraliSmo nún1ero 3
mo, Ja semiología ha suscitado la disputa filos6fica de los
años 1960: disputa de la conciencia y de «la muerte del
hon1bre» (sentido núm. 3 ). Ahora conviene precisar es· ••
••
reside en prcocup::irse muy poco <le las «estructuras»). tos diferentes puntos.

A n1cnudo pasa desapercibido que también . hay una


¿Qué es un análisis estructural?

•·-
crítica de la semiología en la filosofía contemporánea del
estructuralísmo porque creemos entontrar una filosofía
en el estructuralismo número 2, es dei:ir, en los trabajos El ínventor del 1nétodo estructuralista probablemente
de los _antropólogos. _Error_compartido _y __ propagado,_adc7 cs_el -«maestro-de-filosofía» --que-pone-en-cscena-MoliCre-
1nás, por los mismos filósofos, ya que son pocos los que
impugnan la conversión antropológica. de la filosofía,
como hemos visto en el «existencialismo» (que habla
en El burgués gentilhombre (acto II, escena V). El se-
ñor Jourdain quiere escribir a la Marquesa una carta en
la que se diga: Bella 1narquesa sus her1nosos ojos 1ne hacen ••
••
n1ucho de la existencia hunzana, y ffiuy poco de la existen- 111orir de anzor. Le pide una lección de retórica al maes-
cia como tal) y en la filosofía· de la ¡jraxis («todo .lo real. tro de filosofía, y tecibc, literalmente, una lección de
es praxis))). semiología. «Quiero únicamente, dice, estas palabras del

:1
Si el estrucruraJismo pone en crisis· a la f!!nor'neno1ogía papel, pero dispuestas según la· moda, arregladas· como
que aún reinaba en 1960, es porque esta. última había es debido. Le ruego que me· diga, m~s .o menos, para
opcado por dcfinirs~ con relación a -Jo que se llama en hacerme una idea, las diversas maneras en que se pueden
Francia las «ciencias· humanas» (ante todo, la psicólogfa y poner». Ya se reconocen los conceptos claves: «dispues-

112 113
••
,;> ·..
••
••

••
•••
•• t;1s según la n1oda», «::trregladas}>, ~,Jivr::rs~1s maneras>,,
Ante 1
un,1
. ':::1;1;¡ r,1.-::ii·~-~d :L:. c~:t.c !1-·Gr!o 1"10 hay sinq
.. , o.:.:::i.n.!..::;.>:-:;: r•:1:::r,;::s c~P;ta:; de amor se
puctk:.~ .:. ::·.:, ~ L1 JvÍ:~i·qnt:~::; cnn nyu(la (_Jr.: lo.s .elemen-
Los ejemplos proporcionados demuestran que la carta de
an1or solicitada por el señor Jourdain comporta cinco
posiciones sucesivas, entre las que hoiy, pues, que repar- 1,


tir los cinco segmentos de la frase (a condición de des-
tos pro¡it-;;·crpJ',:hlos por !:1 :r~1,;c de! sci'ior Jourd¡.un? Hay preciar, para simplificar, una variante que el profesor in- '

•• dos c1np;1s en l<.l resolución di.: ~:sll.'. probl1~n1a:

l. idenrificar los .elementos, y proceder para ello al


desglose del conjunto dado (la frase del señor Jourdain)
troduce una vez: sus herniosos ojos / sus ojos her1nosos) .
Cada una de las cartas de amor posibles está estructura-
da por una relación de orden. En cuanto al conjunto de

•:••
cart::i.s posibles, es un conjunto provisto de una estruc-
en segmentos elementales: .. , tura de grupo, ya que corresponde a las 120 permuta·
2. descubrir las diferentes maneras de c61np~ncr es- ciones posibles de cinco elementos, de las que podría1nos
tos elementos, de manera que· obtengamqs mensaje~ di- trazar e] cuadro. Veamos:
ferentes los unos de los otros . 1

•'••
a=<<bella marquesa»; h=«sus hermosos ojos»; c=«me
En e_fccto, el maestIO de filosofía se a·plíca ~ ello con- hacen»; d=~<morir»; e=«de amor». Escribiremos i
feccionando la lista de las frases que se obtienen me- 1'
diante un simple cambio de lugar en la frase de dos (I) a b e d e i
••• segffierÍtos, descubriendo en cada uno de estos. intercam-
bios ulia posibilidad nueva de n1cnsaje.

( 1) (2) (3) (;) (5)


(JI) e d e a b
etc.

Por otra parte, esta actualización de la estructura al·


1
!
i
¡.
•i gcbráica no constituye sino el primer paso de un análi- i

.;••:

sis de la carta de amor en cuestión, dibujándose después
•! (I} Bella marquesa

(II) De amor
sus
hcrn1osos
ojos
morir
n1c hacen

n1e hacen
morir

belfo
de amor

<LIS
los verdaderos problemas con la pregunta del señor Jour-
dain: ·
1
!
marquesa hermosos Sr. Jourdain.-Pero, de todas esas maneras, ¿cuál es la
ojos mejor?
(!II) Sus hcnuosos de amor n1e hacen bella morir El 111aestro de filosofla._;.La que usted ha dicho:· Bella

••
ojo~ marquesa marquesa, sus hcr111osos oios 111e h11ce11 morir· de amor.·
(IV) J\1orir sus bella de amor me hacen
h~rmosos marques"
Y efectivamente, para contestar como lo hace el maestro
OJOS
de filosofía, haría falta haber encontrado una solución al

••
(V) Me hacen sus 1111orir bella de an1or
problema del sentido. Todas las permutaciones son de
h~rmososl marquesa
alguna manera equivalentes: tienen «el mismo sentido».
OJOS
etc. etc. ¡ere. /ere ·En el código utilizado aquí, este sentido no tiene nada

•• Cada una de las frases propuestas. por el maestro de


filosofía··es Jo que se llama en álgebra una pern1ut11ció11.
que ver con un juicio adulador sobre los ojos de la mar-
quesa, como tampoco se dirige a informar a esta amable
persona del efecto que producen sus ojos sobre el se-

•• 114
ñor Jourda~n. Todas las permutaciones dicen lo mismo,

115

••• ,...

••

••
••
••
·-' "' si están dirigidas 11 la marquesa, a saber: «Esto es una analizado el sentido depende de la disposición de las par- ••
••
declaración de amor». Declaración que está entresacada tes. En definitiva, el estructuralista se habri'a dado cuenta
por lo demás, de un conjunto convencional cuya lista de que no se puede aislar un elemento de su contexto y
empieza a hacer el 1naesrro: «Bella marquesa, el fuego •' que «todo está ligado». Esta definici6n, que recupera de
de sus ojos reduce tni corazón a cenizas» 1 cte. Pero desde hecho la buena. y ':'ieja definición del «plan» ta~. querida
otro punto de vista, las permutaciones no son equivalen-
tes, hay una que es mejor que el resto. El estructuralista
debe, pues, distinguir Ja denotación, que es la misma en
por los profesores de letras, es evidentemente iriadmisi-
ble. Descansa sobre la mismo noci6n romántica de <(tota-
lidad viva», al igual que· la noción de Gestalt. En reali- ••
1
'i
:
1.as· 1~0 declaraciones de amor, y la connotación, que
can1b1a cada vez. A la permutación número 1 se une,
por un convención, la connot11ción de lo «natural>>, que
es, al tnis1no tiempo, la tnejor en el código retórico del
dad, Ja única definición aceptable de la estructur? es la
que proporcionan los matemáticos. En consecuencia, en
Francia conviene dirigirse n Bourbaki: ••
I
'
; .!
' •I
1
1
siglo- xvu; a otra permutación, el código clásico asociará
la connotación del «preciosismo» o de Jo «oscuro». Pnra
llegar 1noi.s lejos en esta n1atetin, ahora habría que remi-
Ahora podemos enseñar lo que hay que entender, de
una manera general, por una eslTtJclura male"1á1ica. El
rasgo común de las diversas nociones designadBS bajo este ••
tirse a Roland B<1rthes, que ha identificado «significado
de connotación» e <ddeología» (este último término con-
siderado en sentido sociológico, cuando no marxista):
nombre genérico consiste en que éstas se aplican a con-
juntos de elementos cuya naturaleza no ertá e1peci/icada;
para definir una estructura consideramos una o varias re--
ladones en las que intervienen estos elementos ( ... }; se
••
1 El futuro, escribfa, está en unn lingüfsticn de Ja conno-
tación, pues Ja sociedad desarro!Jn sin cesar, a partir del
sistema primero que le proporcionó el lenguaje hu.mano
postula a continuación que la o las relaciones dadas satis-
facen ciertas condiciones (que enumeramos) y que son
Jos axio111as de L-1 estructura indicada.
Formular Ja teoría aX.iomática de una estructura dacia es
••
1
sistemas de sentido segundos 1•

Estos sistemas segundos son las «mitologfas» 1 los dis-


'
·deducir todas -lns Consecuencias lógic:ts de los nxiomas de
la cstructur:i, elirni11ándose cualquier aira hipótesis sobre
los elementos considerados (en particular1 cualquier otra ••
••
1
cursos que forman la ideología (la representación que la hipótesis sobre su «naturaleza» propia) 8 •
sociedad ofrece de sí 1nisma. La sociedad se habla· a sí
1 1
misma como habla Ja modn, el deporte, l~s grande's ac- En .~Se sentido, el único filósofo en Francia acorde con
il ! trices, el poder: de ahí el programa de un análisis .es- el método estructuralista a1'( definido es Michel Serres.

••
:'1
tructural del (~discurso de la moda», del «.diséurso del Eféctivamente; entiende la estructura en su sentido ma-
poder», etc. · tcmáti~ó, y no en el sentido arquitectónico (disposición
Si nos referimos a muchas «introducciones al estruc- ·_,de.J_as pa~res de m9dp que «todo se sostiene») u orgáni-
turalismo» disponibles en el mercado, a· menudo enc~n­
traremos la siguiente respuesta a la pregunta del análisis
estructural que nos planteamos aquí: que el método de
co (en ló ·vivo, «todo está ligado a todo»'). Proporciona
una .exceICri.tc definición de cómo puede ser practicado el
análisis estructUral en las ciencias de la cultura: ••
••
análisis sea es_tructuralista quiere decir que en el objeto
s «L'at"Chitecture des mathématiques», Les· grands. couranJs de
7
. ·E/é~enl_s d~
sémiolOf,;e;, IV, 2' {recogidO. a .·~ntÍnuació~ del /~ pensée 111athématiqtie;--cd.· des. Cahiers du Sud, 1948, pági·
Degr_! z.éro de l'ecriture, GonthiCr, 196,, pág. 164). (Traducción nas 40-41 (traducci6n española (de ·la introducci6n de la obra) de

••
espano]a de A. Méndez, Elen1entos de semiologla, Madrid, Al- llernández, Las grandes co"ienteJ del pensamiento matemdtico,
berto Coraz6n, 1971.) Madrid, Alianza, 1976).

116 117


••
••
•• En un contenido cultural dado, sea Dios, mesa o palan-
gana, un análisis es estructural (y c;ólo es estructural si)
. volvemo~ a encon~rar, .bajo la~ más variadas apariencias,
un mismo sisten1a de funciones que o.rganiza los panteo-

•• cuando destaca ese contenido como un modelo 9 •

En otras palabras, el análisis estructural parte de la es-


.,".
nes y las epopeyas: todos los «contenidos» analizados
aparecen como los <(modelos)> de una misma «estructura»
que es ~l sistema de las tres funciones de la soberanía,

•• tructura, es decir, de relaciones definidas de manera pu-


ramente formal mediante algunas propiedades, de las que
está provisto un conjunto de elementos cuya naturaleza
de la guerra y de la fecundidad (Júpiter, Marte, Quiri-
nus). En consecuencia, hay correspondencia entre los pan-
teones de los diferentes pu'eblos indo-europeos. Pero tam-

••
no se precisa; y, a partir de la estructura·, así planteada, bién hay correspondencia entre el panteón de cada pue-
el análisis muestra que tal o cual cont~nido cult-ural (un blo y su representación del orden social (pretores, bella-
sistema de parentesco, un mito-) es un «mOdelo» de éste tores, labora/ores) 11

o, como también se dice, una_ «tepresentación»·. ¿Qué se Es imposible hablar de la estructura de un objeto. par-

•• ha demostrado entonces? Ni más ni ·.menos .que este con-


tenido es isomorfo respecto a un ciefto número de· otroS
contenidos. La estructura es p"rccisamente lo que se con-
ticular: un texto, una institución. Lo que está estructu·
rada no es la· cosa misma, como a menudo cree la crítica
1itf:raria (¡que a veces llega incluso a ver en la estructura

•• serva en un isomorfismo 10 entre dos conjuntos.


El· estructuralismo no es otra cosa que un método
comparativo, tanto en n1atemílticas (Bourbaki)' con10 en
lo que constituiría la originalidad de la obra que estu·
dia! ). sino el conjunto del que esa cosa puede considerarse
una representación, comparado con otros conjuntos. Por

••
~
antropología. En Francia, Gcorges Dumézil es el primero
que ha demostrado las virtudes de la comparnción es-
tructural: en lugar de confrontar los dioses y los relatos
de los diferentes pueblos desde el punto de vista del
co11te11ido, se h:l revelado m:lS fructífero hacei unn cÓn1-
eso el estructuralismo va de la estructura al modelo:
reconstruye o reproduce el dato cuyo análisis se propone
llevar a cabo. Por su productividad, el cstructuralismo
está en el polo opuesto al trabajo fc1101nenológico, que,
como recordamos, condenaba la abstracción. Michel Se-


••
pnración forn1al; en lugar de con1parar un dios indio v
un dios romano, para obtener s_emejanzas cnu·e ellos -lo
que además constituye la fórmula de cualquier sincretis-
mo religioso, y permite llegar a cualquier resultado-,
conviene comparar los panteones entre sí, es decir, los
rrcs indicn la .pequeña revolución que se ha producido:

El sentido ya no es lo que está dado, y aquello cuyo


lenguaje oscuro hay que comprender, al contrario, es lo
que se da a In cstruclura para constituir un modeloª·

••
conjuntos antes que los elen1cntos, y las relaciones antes
que los términos. Lo que se conserva de un conjunto a
' otro, dentro de una misma área cultural, son las rela- 11 Ni qué decir tiene que la obra de Dumézil pertenece a la


ciones entre los elementos, las estructuras. Dumézil ·de- historia de las religiones. Estas pocas indicaciones n~ tienen .en
muestra así cómo de un pueblo indoeuropeo a otro absoluto Ja ambición de exponer lo Ql!C constituye su valor a OJOS
; <le los historiadores, sino de precisar una cuestión de método.
Esta observación también es válida para Lévi-Strauss y Lacen,
~
••
9 !A co111111r11úcatio1t, Minuit, 1968, pág. )2. que trataren1os más adelante. Corresponde a los etnólogos o a
1º Traduzcamos los elementos, las relaciones y las opera- los psicoanalistas decir lo que sus trabajos han aportado al co-
nocimiento. Se· encontrarli un comentario muy esclarecedor sobre
ciones de un conjunto E': hay isomorfismo entre E y E' si 1a

•.,
traducción de un resultado que era verdadero en E también es estos tres autores en el libro de Ec:lmond Ortigues, Le discours
verdadero en E', y si un resultado falso en E tiene como tra- el le sy1nbole (Aubier, 1962).
ducción en E' un resultado que es falso. ll La con1n1unica1ion, pág. 33.

.l••:.
118 119
1 1

'i

••
••
••
....., ..... ,....,. ,.,,~- ··- ., ••
. _i

l
Si, COJ?O he dicho, Serrcs acaso sea el único filósofo Ja Crítica ... -((Historia de la razón pura>~ para la es- ••
1
en Francia que coincidió con el espíritu del estructuralis-
mo en sus análisis, es porque toma su definición menos
de Saussure que de B.ourbaki. En realidad,- aunque en ge-
neral se le haya considerado como la autoridad suprema
cuela francesit es todo el libro. (mientras que Knnt sólo
Je consngrn c.;iiatro páginns, pnrn indicar un hueco .ª
llenar po5terlormente, lo que da una idea de la. urg~ncln
de Ja ·cuestión histórica en su mente). Esta «h1stor1,a_ de
••
d.cl estrucr_urnli.smo, SaUssure no habla de «estructura»,
sino de «sistema_» . .«En la lengua sólo hoy diferencias»:
por eso el conoc1m1ento del sistema condiciona el de un
In razón puta», converddn en In totalidad de la critica,
demuestra cómo la filosofía Siempre .co~responde. ~ un
cierto grado de desarrollo de los conoc1m1entos pos1t1v~s.
••
ele_mento. particular, ya que el valor de un término es
«d1ferenc1al» o «de oposición»: un término es lo que los
?tros no son. De acuerdo, pero si ese término se opusiera
r
l~almente en el mismo grado a todos los demás tér-
De ahí los paralelismos tan del gusto de los neo-ka~t1a­
nos: Platón se explica por la crisis de los núme~os irra-
cionales· Dcstart'es por ·el nacimiento de la física mo-
derna, Kant por· Newton. Dentro de esta conCepción d~
••
"
minos del sistema, «todo estaría unido)> y el análisis no
podrfa iniciarse.
, Michel Serres. proviene de esta tradición francesa,· 'se-
lns cosas, la validez de una filosofía se mide _por.la perti-
nencia del disc_urso que sostiene sobre la c1enc1a de su
tielnpo, pertihenCia que estam~s a?ota capa.citados P.ara
••
gun la cual la filosofía sólo puede constituirse con rela-
ción a Ia.s ciencias. Que la filosofía sea una epistemología
es.1~ te~1s común a todos los positivismos del mundo: la
juzgar, al est~r situados en la htston~ en un nivel superior.
Así sabemos que Aristóteles se equivoca profunda~ente,
que Leibniz- eS (:n todo un precursor, que Hegel tiene la
••
;
¡
or1g1naltdad de la escuela positivista francesa consiste en
concebir la reflexión sobre las ciencias como una refle-
xión sobre Ja historia de las ciencias. Aquí se conjugan
pretensión de" r~futar A Ne\vton y Comte la de detener la
ciencia, etc.·
La originali9nd del trabajo de Serres consi~te en que ••
••
las lecciones de Kant y de Comte. Para Kant la tarea de acaba haciendo volar en pedazos, en su propio terreno,
la filosofía. ~s. estudi.ar la razón. Ese es tambiéri el pro-
1
el dogma posfrivista. ¿Qué dogma es .ese? Puesto que
¡I gra~a pos1t~vista: sin embargo, si da lugar a un neo-
kanusn:~ r:ias que a un kantismo a secas, se debe a que
la· escuela positivista es histórica.• rechaza un estado aca-

••
bAdo de la ciencia .. Las verdades científicas ya no son
' l~s positivistas reprochan a Kant haber considerado abso- etCrnas,. ni siquiera «omnitemporales» (.como decía J~Ius­
lu~as unas «categorías>> y unos <(principios del entendi- serl), porque hay ·una historia de las ciencias. L? verda-
m1ento» que sólo tendrían validez relativa en un cierto dero eritra, pues, ep contacto con lo falso: precisamente
e~tado del s::iber positivo. Kant creía en una constitu-
c16n eterna de la razón, cuando enunciaba sin vacilar la
consti~ución ne'Ytoniana. Recordamos que Kant, en e1
se trata de saber. cuál es su relación A esta pregunta
siempre se le ha"n d~do dos respuestas: u.na, s?lva la ver-
dad úÍ1ica con la tesis de un progreso h1stor1co, la otr~ ••
••
prefacio a la primera edición de su Crítica de la razón niega que haya progreso y pluraliza la. ~e_rdad. La, pn-
pura, ponía en guardia contra la confusión entre esta mera respuesta es la de la escuela pos1t1v1sta: segun la
crític.a de Ja raz6~ y una mera crídca de los libros y de «ley de los tres estados» de Co~te, lo falso que ay~r s:
los s1st~mas efectivamente formulados en la historia del

••
consideraba verdadero, _de -una u otra manera1 constituyo
pensamiento. ~egún.·- ~os po.sitivistas _n.eo-kanti_anos,: ª. pc- la co11dició11 de lo verdadero, Ya sea porque era su balb~­
s_ar. de. e.sta ad~~rt.enaa,: ~e¡or.~abría .hecho en ·Separ~r la ceo ::_solución juzgada ingenua porque· supone una conti-
:raoonalidad propia del sistetna. néwtoniano romo figura . nuidad de lo fol<o a lo verdadero (de manera que lo ·
histórica particular de la razón.' El últirn~ capítulo de
120
folso 00 serfn verda,/eramenle falso). O bien porque habría

121 ••

••
.:: ;

que definir Ja verdad con10 un -érror <(rectificado¡> o «su- .


pcrado» -solución llamada ((dialéctica», con la que Gas-
tan Bachclard creía «superar» la _concepción continuista
debe· definir épocas o «edades>; (en sentido .geológico) en
Ja historia de la ciencia, cosa que hará demostrando que
'' de Augustc Con11c, 1ncrcc<l a la noción Je una «ruptura .•. todas las regiones del saber son isomorfas entre tal y J:al

'••
fecha; ·y, para eso, el análisis establecerá que en estos
cpislcmol6gica» (entre Jo /airo del 1nito o de la expe- límites temporaJes, estas regiones son los modelos de una
riencia cotidiana, de la «vivencia fenomenológica», y lo única y misma estructur3, o lo que es ir,ual, que pueden

.,••
verdadero de la ciencia) JJ. La otra respuesta .es el «pets- expresarse recíprocamente. Por ejemplo, Scrres, ha de-
pcctivis1no»; por ejemplo, la fcno1ncnología de Mcrlcau- mostrado en su tesis que las ciencias de la <~edad clásica»
Ponty, que aquí acaso se inspire O)ás en Cassircr que en convergen en un tema único, el del punto fi¡o 16 • Pero el
l-fusserl, restituye su verdad a las experiencias estética, éxito de esta operación inmediatamente hace ver que no
mftica, on/tica, perceptiva, junto ~t·la cxJ>ericncia cientí- hay ninguna razón para limitarse a la historia de las cien-
• 1
fica; lo que está privado de sentido Cn una de las pers- cias. La traducción de la lengua de una región a la de
pectivas puede tenerlo en otra. . ··
~'1
otra región es posible más allá de las regiones cientfficas;
El uso del método comParadvo eii sus trabajos de his- la serie de los modelos no se limita a los saberes, y po-
toria de l_~s ciencias conduce. a ScrrcS. a destruir el es- demos encontrar el tema ya despejado en la litCratura,
9i quema positivista. En efecto, observ;i .'que la historia de
las ciencias, referencia última del pqsitivismo, no existe.
en el discurso políticÓ, religioso, etc. Pasamos entonces

~
de «la formación cultural llamada ciencia» al con;unlo
En realidad, lo que ·se nos presenta Con· ese título es tan de las .formaciones culturales. Por ejemplo, 1a «edad mo-
pronto la histori::! de una ciencia, separada de las demás, derna» ya no es la del punto fijo, sino Ja de la máquina

=
como una historia general disfrazada de «historia del es- de vapor: la termodinámica no es una de las ciencias, es
píritu» ·o de la «ra_cionalidad)> 1 ~. De ahí el siguiente _diag- lo que se dice en todas las ciencias.

• 1
IH'ist.ico:
Mientras que no hayn historia de l11s ciencias, es decir,
de Ja corriente del saber corno tol, y no desintci:irado, no
De pronto, todo es motar: así funciona el mundo, el
mar y los vientos, los sistemas dotados de vida y los emi-

=
sores de scfialcs, todo lo que está en movimiento, desde las
hnbr~ ninguna posibilid:id práctica de dilucidar fas rclacio·
herramientas al cosmos y desde la historia a las lenguas. 1
nes entre dicha formación, pues no existe; y las demás 15 • Filosofía general de las cosas de la que no es seguro que i'
1

~
hayamos salido, inconscientes corno somos de estar en

••
l·lay que teformularlo todo sobre nuevas bases. Pri-
mero, hay que crear la historia Je las ciencias: el análisis
ella 17 • r
·I La 1náquina de vapor nq es sólo Jo que dicen las cien-


u Ver sobre todo, de Gastan Bachelard, La fonntJlio11 de
/'esprit scientifique (Vrin, 1938). (Traducción española de J. Da· cias de la naturaleza (con su energética), sino también 1

••
bini, Buenos Aires, Sig:lo XXI, 1972), libro cuya inspiración pu- Marx con su acumulación del capital, Freud con su pro-
ritana y aspecto de -«Mariual del confesor» $erres pone en evi- ceso primario, Niet?.sche cOn su voluntad de Poder y su 1
dencia en L'i11terfére11ci• (Minuit, 1972: «la Reforma y los siete eterno retorno, Bergson con sus dos f_uentes, una calien-
pecados capitales»). A propósito de Bachelard nos remitiremos
dchida.menre al Ho1n1nage J Gasto11 Bachclard (P.U.F., 1957), y lc v otra fría e incluso Michelet, la 'pintura de Turner,
en particular al estudio de Georges Canguihem, «Sur une épis· la 1;ovela de Íola, etc.


i 1
témologie concordatairc» (retomado por este autor en sus Etudes

:
d' histoire et de t1hilosopbic des scicnccs, Vrin, 1968). 1G Le systhne de Leibniz. et ses modClcs malhémoJiqucs,
14
L'intcr/érence, pág. 205. P.U.F .. 1968.
•~ La distributiu11, Minuit, 1977, pág. 18. 17
Lo distribution, pág. 286.

122 123

~
•••
• 61
-
••
••
••
La consecuencia es que Ja separación de Jos géneros
.f

tructurlllista en una comedia <le Moliere, el Ensayo sobre


el don de Mauss en el Don Juan~.
••
literarios no sirve para nada. No hay que poner en tin
lado el sa~r (susceptible de ser _verdadero o falso) y en
el o~ro la fJ;c16n (ni verdadera n1 falsa). Serres, virtuoso
d~l 1somorf1smo, hnce aparecer las Meditaciones metafí-
La fábula no es una ciencia balbuciente, como preten-
de Ja tesis continuistn en la· historia de las ciencias. Tnm-
po.co es la anticiencia, el pecado que persigue Bachel:lrd,
••
.
¡
sicas de Descartes en una fábula de La Fontaine, Una
locomotora en la obra de los pensadores deJ siglo XIX, un
teorema en un relato, una leyenda en una demostración ·
la superstición que tendrfa que cornbatir la ciencia para
constituirse (:lntítesis ·discontinuista). La fábula es inte·
rior a la ciencia.
••
'
i1
i
1
y una demostraci6n en una leyenda. En todo esto, no se_
~rata .~n abs?luto de hater aproximaciones más o menos
ingcrnos~s, .sino traducciones literales. No interpretaciones·
Un saber sin ilusión es una ilusión completamente pura.
Donde lo perdemos todo, y tnmbién el saber. Se trata mds
o menos d_e un teorema: no hay milo puro, salvo el saber
••

1··
. (des~brJm1en~o de ~n contenido ocu1to bajo lo aparen-
te), sino equ1valenc1as forma1es (descubrimiento de ú"n
isomorfismo).
puro de todo mito. No conozco otros, hasta tal punto Jos
mitos cstón llenos de saber y e1 saber de sueños e i1u-
sirin~·~"i. ••
¡
1.

!;
¡·

1
. Jugamos a Ia!!. adivinanzos, desciframos al travesti. Ahora 1
b1en, n~da está realmente hecho mientras que no se hayan
establecido Jas leyes de la transformación, el sistema com- ·
Finalm.el)te 1 ·pues, hay que reformar el concepto de
razón. No es verdad que en los griegos, con una victo-
riosa «rUí)tura epistemológica», el logos haya triunfado ••
••--
1

pleto de sus referencias, el conjunto ordenado de las ope- . sobre el mythos (como el sentido común sobre el delirio).
li i raciones de transcripción i•. Es verdad que la· razón expresa el orden, afirma que «lo
1 1 real es racional». Respecto a este racional, el universo
1 '
1'~os~1os-text_os-se-~xpresnn-i..lnos-a-otros,-lo-que-quiere...,...­ .que _exprCsa __ el _mito __ es ..dcsorden._P~to_ es_ l:!_o_r_a c!~_;!p_r~-- ___ .
---1-1
••
. .. ·--
dec1~ q~e Ja d1fcrenc1a entre el texto de saber y el texto .. · der que ·el orden es un caso particular del desorden.
'i 1 de j1cetó1~ .se anula, no ~r abuso de autoridad, sino por . Desde ese . momento, . lo· real no es racional, aunque lo
11 1
!¡ Ja mvcnc1on de un camino que, partiendo del uno, de- racional sea real: pero sólo a título de excepción. El mito
nqs ei:is~fia que lo racional es milagroso •

••
21
semboca en el otro.
. La oposición. ent~e la verdad y el error, o, si se pre- ... ·
fiere, entre la c1enc1a y la fábula --oposición que se en-
cuentra en el principio del positivismo- aparece al. fin
y al cabo superficial y escolar. Por una· parte, «el estudio
de la leyenda es una leyenda, el estudio de la mitología
es una mitología» 19 : pues es posible ·traducir el disCTirso
La comunicación

. c~~ndo s·~ ~;bla ."estructuralis~o


.· de en la tierra france-
sa, de primeras n~ se piensa, salvo excepciones, en el mé-
••
cr.udito. (que se. pretende «mcta-'lenguaje» del lenguaje
m~tológ1co) al mito. Por otra parte, y·recíprocamente, el
mito ya es. un estudio de la mitología, pues se pueden
todo de análisis estructural co1no tal, sino en la ap1icación
de .este método a los ::;is temas de signos. En prinC:ipio,
nada predestina el análisis estructural a aplicarse de ma-
••
encontrar, por _ ejemplo, los.principios de la etnología.es-

i8 ·i..,z"/radu;tion, Minuit; 1974, Pág. 265.


. 2<1 Cfr. «Le do'n de Don Juan» (retomado en La communi-
cotion). .
21 La 1.raductioí1, ·pág. 2.59.
· ••
1

124
' La communicoNon, pág. 226. . :"2 Yer el prefacio. de LA distribution.

125 ••
. .··-·. ·, ·,: ~: ...


••
•• 1~
••
ncra privilegiada Sobre los signos. Nada le in1pone tam- nicación. El código precede a sus utilizaciones eventuales,
poco a la ciencia de los signos ser exclusivamente cstruc- y define todas las situaciones en que puede ser utilizado.
1
1
turalista. Sin embargo, hay una afinidad entre este mé-
todo y este campo de investigación·: lo que destina n1u-
En cambio, es posible transmidr un código mediante otro
i
••
código (por ejemplo, cntendersG con ayuda del morse
tuamentc los sistemas de signos y el análisis en térnlinos sobre un códig9 particular de señales visuales, etc.) . !
:
estructurales es la noción de comunicación. 2. El código es independiente del mensa;e. Por de-
Los signos están hechos para circula1-, para ser intcr- finición, el código más rudimentario debe permitir Ja

•• cambiaJos, es decir, conzunicados. Pero para comunicar


hay que haber resuelto el problema de la transm.isión del
mensaje en condiciones satisfactorias, Los ingenieros de
emisión de dos mensajes al menos («sí»/«no»). El valor
de un mensaje _emitido se puede medir: es Jn relación de

••
ese n1ensaje con todos los que eran posibles en el mismo
con1unicación analizan el problema de la siguiente manera: código. De Jo que resulta que un mensaje inesperado es
imposible. El mensaje nunca puede llevar en sí algo iné-
J . En la entrada del canal de comunlt;'aCión: es nece- dito o imprevisto. Es la consecuencia del punto de parti-
sario un medio para pasar de la fuent(;!. de: ]as infonna-


da de la teoría de Ja información: el fenómeno de la
'

•••
ciones al mensaje, es decir, a la emisión ·de ciertas se- con1unicación se estudia desde el punto de vista del des-
ñnlcs. . , tinatario; es O"luy natural, pues, en dcf.initiva, lo que le
2. En la salida: es necesario poder <lescodificar el:, importa al ingeniero de la comunicación no es tanto lo
mensaje 1 .pasar de Ja recepción de las señales a su inte(-'·. que se puede hacer o decír en la entrada del canal, como
prctación. Por ejemplo, .un indicador luminoso en el ta-" lo que resultará a la salida. Hay comunicación en la exac-

••
blero de mandos de un coche se encenderá si el nivel de ta medida en que el mensaje se recibe como es e1nitido,
aceite en la reserva está por debajo de un punto crítico lo que viene a decir que la comunicación está en razón
fijado <le ante1nano. La con1unicación que se instaura inversa a las distorsiones y alteraciones ocasionadas por
cada vez que el conductor pone en marcha su motor aquí la transn1isión de las señales. -Decir que una producción

••
se hace mediante un c6digo, cuyo vocabulario se reduce cualquiera de señales está codificada significa, pues, lo
a dos sítnbolos (e11ce11dido/apagado) que permite cn1itir siguiente (cualesquiera que sean las-señales: ruidos, mue-
sólo dos mensajes. El valor de cada señal susceptible de cas, gesticulaciones, entonaciones vocales 1 etc.): el re-

••
ser emitida es, como pretendía Saussure, «puramente di- ceptor, al grabar una serie de señales, es capaz de com-
ferencial». Podríamos imaginar, efectivamente, que el p:lrar lo C:Jue ha recibido y lo que habría podido recibir,
indicador en posición de «encendido» quiera decir «no hay lo que se ha dicho y lo 'que se habría podido decir.
novedad», en lugar de dar la alerta .

:•
3. El código es independiente del e111isor. El re-
ceptor ya sabe, incluso antes de que la emisión empiece,
Esta es la manera en que la teoría de la comunicación todo lo que es posible decir. Sólo ignora lo qu_r. se dirá
absorbe los sistemas de signos: ya pode1nos preveer las de hecho. Debemos concluir que el conjunto de los n1en-
propiedades que poseerá un código cualquiera. sajes posibles, cualquiera que sea la riqueza del código,
es finito. El código, al fijar lo que se puede decir, define

••
1. El código precede al 1ncnsaje. Si emitir un men- y recorta las. situaciones susceptibles de ser señaladas ~·
saje siempre consiste en «codificar» una informació~ y en consecuencia impide presentar otros aspectos que el
en «transmitirla)), el código nunca puede estar producido

•:•
código no habría retenido. Para el emisor, emitir un men-
por sus usuarios Jurante el proceso mismo de la ·comu- saje viene a set aceptar los 1ín1ites del código. Sería inc-

126 127 ......

.... ,,
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••
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62>
·-- J

••
•••
. ¡:
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1
1
••
••
.r:
xacto decir que el emisor de las señales se expresa, que
H.eva a la palabra su experiencia. Si IJamamos «experien- estructural, es porque descansa en la hipótesis de que la
cia» a la fuente de las informaciones (por ejemplo Ja vida social «está estructurada corno un lenguaje». A con-

1
¡¡
localizació~ del nivel de aceite en el depósito) y «len~a­
JC~ al c6d1go, salta a la vista que los separa un hiato.
M1enttas ~u~ la fu~nte pasa por to~os los estados posi-
dición de precisar que <denguaje1> quiere· decir aquí có-
digo de comunicación. ·
La semiología sostiene que el leriguaje humano es aná- ••
••
bles, el cod1go retiene de antérnano ·ciertas situaciones· logo a un sistema de comunicación. Lo que vale para los
1:" que fija como señalizables. Así, el código del tablero de códigos que construyen los ingenieros sería cierto, mutatis
.. il mandos retiene la diferencia «vacfo»/«lleno» pero no mutandi.r, respécto al lenguaje humano. Las tres tesis aji1s-
estados como «medio lleno», «pronto vacío», ~te.. , 1ndas a ·ios cánones del estrúcturalismo (en el sentido nú.

., ••
11
mero 2) serán, pues, las siguientes:
·I"
Retendremos que el anáJisis del proceso material de la
I! comunicación privilegia al destinatario (ya que el valor l. El significante precede al si¡,ni/icado. El lenguaje
¡- de la comlinica_ción se mide por el lado de la recepción). no es de ninguna innnera un n1ediu111, un medio de ex-
y que subraya, en cambio, el papel difícil del emisor presión, una mediación entre Io interior y lo exterior,
/i
qu~ ~i7?e que. dar cuenta ?e una situación nueva po;'
def1n1c1on mediante un código que limita de antemano
sus posibilidades de expresión (y le prohibe, de hecho, :
pues el código precede nl mensaje; No hay primero una
situación vivida y una necesidad imperiosa de expresarla,
de donde derivaría la invención de una forma de expre-
••

expresarse, en el sen ti do en que expresaría el «sentido sión correspondiente n esta «vivencirh>. El 1nensaje no es
puro» de su experiencia singular, -«aún muda»). Supon- la expresión de una experiencia, sino que más bien ex-
gamos que considerásemos los fenómenos lingüísticos
C0!1_1_º fc~~eno~ ~"e-~~J!lunicació_!!,_y las L~gµj!_s_Hamadas.
«naturales» como códigos utilizados por Jos hombres
presa las posibilid~dcs y los límites del cócHgo utilizado
!'espccto_a_Jn experien~in. __Qe_ahí .el prob_lema_:. ¿cón::io
enunciar lo imprevisto? ¿Cómo <(codificar» lo que su-
•-·-
••
para transmitirse mensajes: obtenemos el estructuralismo pera las posibilidades del có<ligo? La respuesta cst:í en
se?1i?lógico (scnti?o nú~. 2). Si, dando un pa_so más, In segunda. tesjs. ·
as1m1lamos toda vida social a un proceso de intercambio
2. El sentido súrge del sinsentido. El código es in-

••
de señales, encontramos Ja antropología estructural tal dep~ndienie :del mensaje, cUalquiera que sea el sentido
como la define Lévi-Strauss, es decir, la reducción de -Ja
antropología a la semiología~. Y, de manera más gene-
del mensaje :emitido está ya capitalizado en la lengua.
ral, la tesis estructuralista está_ enteramente. contenida· en Pefo, entonces 1 ¿no se reducirá la conversación a un ín-


la célebre fórmula de Jacques Lacan: el inconSciente esrá ccrcambio de señales ya grabadas y catalogadas en un códi~
estructurado corno un lenguaje. Está estructurado, es .dC- go de uso~, ·y de ~odelos estipulados? ¿l-Iasta qué pu_nto
cir, es objeto posible de un análisis estructural, y Jo cStá
cnn10 un lenr.uaje. Si Ja antropología social se pretentle
la vida ·estará conStreñida por ln convención? En semc1nn-
te situ:\ción, hfty clue dirigirse al interlocutor y decirle tal
frase, a ln. que contestnró forzosamente con tal otra frase, ••
n Lévi-Strauss, en su lección inaugural en el Collége de Fraile~
en 1960, reivin~ica para. su disciplina el I_ugar que Saussure atri-
buía a un:1 semiología (cfr: Antropologie .J/ructurale, P1on, 1973,
tomo II, pág. 18). (Trnducc16n española de E. Ver6ii, Antropologia
cualesquiera que sean las. situnciones de unos y otros ...
Por· eso la única manera .de crear _sentido ·para el locutor
es ·producir un. mCnsnje · privndo de· sentido~ imprevisto
en el código (ménsnje que podemos convenir en ltnmar
••

estructural, Buenos Aires, Eudebn, 1968.)
<•poético»). ·El sinsentido es entonces 1:.i reserva n la que

••
128
129

••
•• ¡;\_
•• . 1
rccurrimos para producir e sen d
fdo El sentido es el cfec-
l~ «16gica del sentido)) •
lo del sinsentido: este telorcdma etració11 del teore1no del
. Deléuzc es a Cf!IOJ
cuino d ice
B á
ne.ris o a enunciar los Principia de Newton), y, sin em-
bargo, no tenía nada que decir (a falta de saber cualquier
cosa, de disponer de un significado). Entonces la ina-
i
1 '
1
'·'

•• ,
con mencionar.
.• · a del cstructuralismo. astar
cuadrado de la htpolcnu!I t es del «significante flotan-
los casos 1 us r
te)>, según Lév1-Strauss, Y
. ·¡·
de la «metáfora sig:n1 1cante»,

decuación entre el significante y el significado era con1-
plcta: tocio el significante flotaba ...
Tenemos otra versión de esta «lógica del sentido» en
la noción lacaniana de la 1netáfora:

•• según Lacan.

portaba unos «s1gn1 tea


] ~ ··, t
r d ue toda lengua humana com-
Lévi-Strauss h~ c~r icdo~ ~otantes», es decir, unas ex-

aunque
e· "Cünformadas por la co-
p resioncs rc.cibida~ en tanto qudcs' provistas de cualquier
· · ¡
La metáfora se sitúa en el punto preciso en que el sen-
tido se produce en el sinsentidou.
1

'i

munida d mgu1s i~a, E tos significantes se emp ean ,;Qu_é es hablar? Si hablar quiere decir pronunciar algo
significado determ1!1addo. s., dice Uvi-Strauss, entre c]ue valga la pena ser dicho, ¿quién aceptará content11rse
hay ina ecuac1on, d
ca da vez que . 'f d l' Podemos enten cr esta con utilizar el código y señalar sus observaciones o sus
el significante y el s1g~1 i~a o ~anera. cada vez que el deseos emitiendo uno de los mensajes que t:I código tie-
~<inadccl1ación» de la s1g~1c~tedescon~~ido, no sabe qué ne almacenados? La solución entonces consiste en emitir
locutor se encuent~a an.~ . 'dita no le corresponde .en u/ro 111ensaje distinto al mensaje previsto por la ,coO-
decir, pues.ª e~ta s1tu~c.1 º-~~e er1nita comunicarla a:·.los. vcnción, imponiendo así a las palabras el decir otra cosa
el código n1~gun ~cnl'iaJC lq ¡fu.ación desconocida justi~­ con1pletamente distinta de lo que significan en el «tesoro

••'
i
dcmils. y' sin cm argo, a stor como desconocida, nue-
mente se presenta a este flocud
. .
va, misteriosa. No la con
ninguna de las situa-
d un e .con in ambigücd ad en e1
cio~es que es capaz. , de enunciar s ~ ·b"l'd d
de Ja lengua». En la metáfora, Lacan encuentra de nuevo
la condi:nsaci6n freudiana, la Verdichtung, fuente de toda
f)ichlung (poesía o mito),' La fórn1ula es: una palabra
por otra. Y también es para un psicoanalista -es decir,
~
C6mo explicar esta pos1 1 I a
c6d1go de )a comun1d.1 . ¿ .b. lo desconocido COf110 señala Lacan, para un destinatario en estado puro--, la
que tiene el hombre de perc_i ¡dre intentar conocerlo y fónnula del lapsus cala1ni o del lapsus linguoe («pala-
~ ·¿ ( consecuencia ¡

•• desconocz o Y en L l' ión está en 1a natura eza bras latinas de las que nos servimos en el lenguaje or-
hacerlo desaparecer)? a exp icacl ¡>a.labra otra cosa es dinario, y que, al significar error de la lengua, error
.
del lengua1c: una
cosa es tener a
· l .
••
h robre en el momento de la pluma, expresan que se ha pronunciado o es~
d 1· E pnmer o • ,

•.•
tener algo que ec ;· 1 . I b a por primera vez, atraves.o crito una palabra en lugar de otra». Littré). En ambos
nüsmo en que ~o.mo_ :1 ~d~sª :ner del lenguaje podia <lccir Cílsos sustituiinos un significante convencional -que no
una prueba dec1s1va. p 't decir (nada en sus capa- estará autorizado a figurar en el enunciado y en ese sen-
t_odo lo ~ue -~1 !engulaie. per¿;a e empezar a recitar el Gé- tido será rechazado- por otro significante inesperado,
cidadcs hngu1sucas e tmpe el significante 1na1rifies10. Este quid pro quo Produce lo
'

~vi-
que Lacan llama un «efecto de scntido1>: quiere decir con

•• z-4
. . ·r .d flotan1e» por el que
Esrc concepto del «S1fgn1 ICa o cientffic~s del pensamiento
Straus~ da cuenta ~e Ias_t or~~5w~º etc) aparece en .ta «lnth
humano (arte, poes1a, 1n1 o, M ' t~xto que Uvi-Strauss a
ducción a la obra de Marcel S :~~~»ie el anthropologie, P.U.1:··
ello que el significado del significante manifiesto que
figura en la frase c1nitirla no es en absoluto, contraria-
m.entc a lo gue ensefia la retórica tradicional, el signifi-

•• publicado en .Marcel ,!v1aud, ToeRub1o Sociología y antropologta,


1950 (traducción espanola e .
Madrid, Tecnos, 1971).
• z.; Scrits, S~il, 1966, pág. 508 (tn1ciucción española ele T. Sc-
l?Ot>ia, Escritos, t. I, 1972, y t. IJ, 1976, México, Siglo XXI) .

• 130 131

••' ~ ··= -....;~--:



••
••
······~.--,..~,
••
·····--·_,'.,·-.::.:.:.......:..:___~.
; j

i:'
1:
cant~ si~o
,,-~-,·-----======:-::=,,._,
que es .un ..e ido nuevo 1iberado con ayuda del código del que disponía. Estas operaciones
••
.-••
gracias al 1ntcrcamb10 de un s1gn1f1cant.e por ot Je construcción no reflejan en absoluto Jo que ocurre en
1
sujeto de l<l enunciación a veces hace oír lo que la con- In fuente de la información. Nada dice que el estado de
1 vención de la lengua no permite decir, el senLido de su esta fuente se preste a las exigencias dc;l código. Natu-
/
deseo. ralmente, los códigos artificiales están construidos de tal
1n3nera que dan un conocimiento suficiente de lo que
"!I''11 C.on la sustitución de un significante por otro se pro-
duce,...J'º efrctn de sisnificaci6n que es poético o de Crea:
ción 26 •
ocurre en la fuente. Pero; ya que ignoramos quién es el
?utor de las lenguas. <«naturnles)>, nada nos permite pre-
1uzgar una armonía .preestablecida entre el lenguaje y Ja ••
••
La explicación freudiana del lapstis1 · que sirve tambié1i experiencia. El código y no el emisor decide acerca de
i'i pnra la ocu,rrencia (Witz) y para los síntomas, aclara
igualmente, corno vernos, lo que Edgar Poe llama la
lo que. es pertinente y de lo que no lo es. Si In lengua
es un código, ·es ella ·la que habla cnda vez que el sujeto
I'

••
«génesis del poema». . .. hablante profiere nlgo. La pnlnbra no es. un gesto que
! 3. El sujelo se so111ete a la ley del stgntflcanli!. llevarín a la expresión vcrb:1I el sentido de In experiencia
i La fenomenología, cuando trataba del lenguaje, se situa-
ba en el lado del sujeto hablante y. veía en la palabra
'(aún muda)>, pues In experiencia muda no tiene sentido
alguno por sí misma. El sentido aparece con el signifi.
una forma entre otras de la expresividad corporal: In
palabra se definía como un gesto, es decir, una manera
de «Ser-en-el-mundo)> mediante el propio cuerpo. El su-
cante, es decir, con la pri1neta oposición entre «Sh> v
«no», entre «algo» y '<nada». El sentido del mensaje n~
es el sentido de la e:xperienci11, el sentido que tendría la ••
jeto hablante estaba, con su «gesticUlación verbal», en
~.cLorigen_del_sentido_de sus cnuI!_ci.l!~9~: ·-··· -~ ___ ~
El gesto" lingüístico, e.orno todos los demás, dibuja su.
experiencia antes de toda expresión si lo pudiéramos ex-
.. presar ... Es_ el sentido que Ja. experiencia puede recibir.
· .. érí -~i(ll_i.sCurso 'i:fUeiá artiCUiara según cierto código, es· --
d.ec~r. en U.n siStema de oposiciones significantes.
••
sentido por sí mismo :n.

Sólo después se constituín la lengua, que no era sino el


Latan l-:a insistido sobre esta heterogeneidad entre len-
gurije y.· la experiencia. El hombre es <(el ser vivo que
ht1bla»: ~sa es la definición griega. Pero In vida no trnns-
••
i.
conjunto de las sionificacionés
0
disponibles, la reserva de
}:ls expresiones ya inventadas en tnl o cual circunstancia
por lns <csubjetividadeg hnblnntcs» y que pertenec[o a la
con1unidnd 'dntersubjetivn)). Ahora bien, la semiología
curre íntegramente en la palabra. La necesidad que tiene
el . hombre·· ·de expresar sus necesidades mediante unn
de111anda difigido a otro v de redactar esta demanda ·en
l11··1engua que habla ese· ~tro, a saber, <da lengua rnntcr-
••
~e coloca del lado del destinatario. El mensaje que reci-
be este úhin10 es portador de una inÍormación sólo cuan-
do pueda ser·diferente. Para este destinatario, descodifi~
na», lo sujeta al significante. Sumisión que produce en
tl W1 efecto aberrante (respecto a una norma que encon-
traríamos en la robusta simplicidad de la vida natural o
••
c::1r el mensaje consiste en imputar ni locútor la elección
o In serie de elecciones binarias que le han permitido se-
leccionnr precisnrnente ese .mensaje que él ha emitido
· t1nimal): el deseo. El hombre desea en tanto que es su-
jeto; lo que no quiere ya decir <corigen absoluto)> del
sentido, sino «sujeto al significante» (igual que somos,
••
entre todos .los· que habría·· podido construir jgualmente
~
tt
f:crits, pág. 51'.5.
PP, pág. 217.
en uria ·monarquía absoluta 1 el «sujeto del rey»). En efec-
to, cuando el otro (que es, por ejemplo, In madre) accede
a la demanda del sujetp (por .eiemplo 1 proporcionándole ••
132 133

• •

••
••
••
e-~~--""-"='--~-"-'"'--~=prr--===~...-.~-...:~___;~~~~~--~~~~~~~~~~~~-


·1·-~~~"==========~=~,
~'1 el alimento o los cuidados requeridos), hace algo más que
satisfacer una necesidad: manifiesta que esta demanda le
que :i] pronunciar- sus enunci:idos, le permite fund:ir cier·
ros lazos entre él y otros hombres que hablan In mism<t
• ,i
·~ ; agrada¡ y su respuesta, en consecuencia, traiciona algo de lengua o el 1nismo sistcm<l. Entre el sujeto pcrcipientc
• ! su <ccapricho)>, de su deseo. La respuesta a la demanda di;I fenomenólogo y el teorerna se interpone el signifi.
j' también es un testimonio de amor. De ahf la inevitable cante. no pudiendo este último de ninguna manera de.
• ,!
aparición de una dimensión de carencia y de insuficiencia rivarsc del cuerpo percipicntc (merced a las nocione$ de

•• en Ja relación entre el sujeto y el otro que le responde.


El objeto particular dado en respuesta a la demanda pue-
de calmar el hambre o la sed, pero ningún regalo basta
<1gesto)) y de «expresión))). Ninguna gesticulación, nin-
gunn mueca_. ninguna vocalización pueden introducir por - ·
sí solas la oposición entre el sí y no, entre la presencia y

•• para probar el amor. Toda prueba de amor es «simbóli-


Gl» (en el se_ntido en que se habla de ln «peseta simbó-
lica» que basta para borrar la injuria hecha al honor) .
1:1 ausencia que está en 1:1 raíz de todo sistema signifi .
can re.

••
En consecuencia, nunca habrá bastante. De la demanda
amorosa, que no tiene fondo, si Cs desmesurada poi am- La.f eJfrttclttras
1 bas partes (por ejemplo, en la madre primero y en el
niño después), brota el espejismo de un objeto absoluto ~}>ero qué tiene todo esto de «estructuralismo»? Lapa-

••
11
,
-el objeto del deseo- que colmaría la <(abcrtunn> crea- lnbra <~código» tiene un origen jurídico. Y, efectivamen-

i da de estH manera en el hombre por el lenguaje. te, e] código desempeña en la comunicación el papel de
un:i ley: es la reg1a que -hay que seguir parn producir o

•• El deseo no es ni d apetito de satisfacción, ni la demanda


amorosa, sino la diferencia que resulta al sustraer el pri-
mero a la segunda 28 •
recibir mensajes. Hace falta ver ahora por qué estas re-
glas son unos sistemas provistos de estructura.
Para la semiología lo dado está constjtuido por colec-

••
ciones de «mensajes)); por ejemplo, grabaciones de re-
Podemos resumir la oposición de la fenomenologhl y
de la semiología de la siguiente manera. Para la prin1era latos recogidos por el antropólogo «sobre el terreno», o
escuela, el problema fundamental es el de la referencia una serie de cuentos folklóricos de una población deter·

•• (o denotación); para la segunda es el de la enu11ciació11 . minada. Dcfini-r todos estos documentos como mensajes,
consiste en m:1rciir$e como programa de trabajo descubrir
La fenomenología pregunta: ¿có1no un enunciado del
tipo «La suma de los ángulos de un triángulo es. igual el código que h:1 permitido producir estos u atrás perdi-
dos o sencillamente posibles. Recorte del corpus en uni·

••
a dos ángulos rectos» puede ser considerado verdadero,
cuando sabemos que no existe un triángulo perfecto en d:1de$ mínin1ns, localización de las clases paradigmáti-
el mundo en que vivimos? Puesto que el referente de cas, descubrimiento de las reglas que presiden las articu-
5emejante enunciado tampoco existe en otro mundo (fir· laciones entre los sintagmas, ése C$ el pan nuestro de cada

•• mamento de los objetos ideales), conviene a pesar de todo


volverlo a encontrar aquí donde estamos, y reconstruir
la genealogía de la ciencia remontándose a su origen pri·
día del semiólogo .. Trabajo comparable <li del lingüista
que est~dia una lengua aún poco conocida. ¿Dónde re-
~ide el enfoque estruct!-Jralista en esta manera de proce-
der? Pues bien, este lingüistn que estudia por primera

•·-"'--~- mero (lo -percibido). La semiología desplaza la atención


hacia la relación del locutor con e1 sistema significante
e; Écrits, ~g. 691.
¡
i
vez una lengua habrá terminado su trabajo c\.lando haya
establecido su Gramática y su Vocnbulario. Pero el pro-
blema estructural, lo cual quiere decir comparativo, se


1
'

134 135
1
J
••
plantea en. uno y otro caso. El VocaJ:ul~~io permite co- lacionar los diferentes Sístemas de comunicación. Lo que ••
••
niunicar la lengua estudiada y la del hngu1sta: al propor- puede hacerse de dos maneras: un sistema de parentes-
cionar la posibilidad de traducir la primera a 1? .segunda co puede compararse con un sistema de parentesco dife-
pone de nianifiesto su isom?rfismo. La Gr~1nat1.ca plan- rente observado en otra cultura, o 'bien puede comparar-
tea un problema análogo:· a menos 9ue aplique 1ngcnua- se con un sisterria que regula otro tipo: de comunicación .
mcnte sus propias categorías gramaticales a la lengua es-
tudiada, el lingüista tiene que encoi:itrar Ja manera de c~n­
siclerílr sus propias categorías y las ?e la len,gua estud1a-
.En efecco, explica Lévi-Strauss, existen tres niveles de la
comunicación social: el de las mujeres, el de las rique-
zas y el de los mensajes propiamente dichos, cuyo sis-
··'.
••
da como· casos particulares de funciones m~s ge~erales,
como respuestas diferentes a un p~óble~a 1~énn_co que
roda lengua tiene que resolver; aquí ta?'1b1ei:i:neceslla pro-
rcma es la lengua.
La ambición final de esta antropología consiste en en-
contrar la manera. de expresar unos sistemas por otros. ••
porcionnr· las reglas del paso de una s1ntax.1s a o;r~ Y.es-
uiblecer corrcspondencins entre lns rcgl.as n1orfolog1cas de
una y otra. . . .
Si un código cst:í cstr_uctürado, e_s porque s_1empte ~s~a
,
Habrá que hncer avanzar el análisis .de ·los diferentes as-
pectos de In v_ida social con bastante titofundidad tinta
ak~m.ar un nivel en que el tiaso de ,uno a otro se haga
••
constituido p.or una con.vención inici~l con r~fetenc1a a
'd. o La dcf1"11ición de un código
otro co 1g . ' .
consiste en ser
l d r
traducible a otro código: esta propiedad que o e 1ne se
posible; es decir, elaborar una especie de código universal
capaz de expresar las ·propiedades corriUnes a Jas estructu-
ras específicas que dan cuenta de cada aspecto :50. ••
llnn1a «estructun1». . . . .
La antropologín de Lévi-Strnus. re1v~p~1ca paro s1 e
título v Jns atribuciones de la scn11olog1a cuyo ?rogr.nma
, l Si llegáramos a este nivel 1 con este código universal ha-
bríamos encontrado Jos invariantes de todas las estruc-
turas. La diversidad de las culturas 1 _de las lenguas y de
••
había ~sbozodo Saussurc (Saussurc decía: «seme1olog1a» ).
Por otra parte, se pretende estructural. En ta?t~ q1;1e es
scnüológica, esta antropologia construye una h1po~~s1s so-

las costumbres se habría explicado íntegramente, es de-
cir, se habría reducido a Ja unidad de ·1a naturaleza hu-
mana: Y, para da·r cuenta de esta unidad de todas -las ••
bre la naturaleza de la vida so~ial: es concepc1on que
podemos calificar de interca1nb1sta segun la cunl
una sociedad' está compuesta. dC individuos y de grupos
culturas que se adquiriría al cabo del análisis estructural
Lévi-Strauss nos dice .que, habría que postular una «acti~
vidad inconsciente del espíritu humano», actividad que
consistiría _en_~Rlic_a_r__u_oas __e_s_tr_u_cturas_a .Jos contenidos
••
--q~e se comU.ñiCan entre Sí 29 • - - - - -

Estos grupos en primer lugar s~n las H~eas fa1nil_inres;


siempre diversos proporcionados por la experiencia hu--
mana: la diversidad de las situaciones exp1icaría la va-
riedad de las culturas, :¡ la identidad d"el espíritu huma-
-~--

••
••
ie se coniunican entre sí 1ned1ante el 1ntercarnb10 de
no haría que estas culturas puedan comunicarse entre
G~ mujeres, obedec~endo este intercn~bio· a ·nnas reglas e!las.
exogárnicas cuyo conjunto forma un sistema d7 ?~~entes­ La noción de un «espíritu humano»· que «inconscien-
e~. La regla de todas es_t.as. ~~glas es la proh1b1c1on ~el
incesto, es decir, la proh1b1c1on de guardar a las muJC·
res que corresponden al, otro g.:_upo. En tanto que es es-
tructural, la antropolog1a de Lcv1-Strauss se p~op~nc te-
temente» elabora estructutas es tan vaga que, sin duda,
más vale renunciar a buscar su sentido. Sobre todq por-
que Uvi-Strauss no dice mucho más acerca de ella. Si la ••
~'!l Antbropologie structuralc, Plan, t. I, 1958, pág. 326. ., !bid., pág. 71.

137
••
••
136

••


••
•• retenía Merleau-Ponty, en un artícul¡·1 donde comentabn iítico, desde lueg~ -~~- ~~ra todo el país, pero sí para la
rI
••
los trabajos de Lévi-Strauss:. clase intelectual.
Como hemos visto, la semiología desplaza todos los
La tarea, pues, consiste en ampliar nuestra razón para pr?blemas hacía el análisis de los discursos, y pone en
l
hacerla capaz de entender lo que en nosotros y en los
pr1me~ plano la relación del emisor con el código o, co-

•• demás precede y excede a la razón ".

Como hemos visto, es exacta1nente lo que Merleau-Pon-


ty esperaba de una int.erpretacjón de Hegel en 1946.
mo dicen los lacanianos, del sujeto con el sígníficanu:-.
De lo anterior resultaba que el origen del sentido ya no
podía estar situado donde creía encontrarlo el fenomenólo- V
1

•• go --en el autor del discurso, en el individuo que cree ·'


La n1isión de unn. razón ampliada consiste en enten-
der lo irracional, que se presenta ante nosotros funda· expresarse- sino que residfa en el mismo lenguaje. To-
n1cntaln1cntc bajo dos aspectos: entre nosotros el loco memos un relato' mítico: el sentido de este mito no hay

• (que «excede a la razón))) y fuera de nosotros el s"alvajc que buscarlo en la «vivencia» del narrador y no hay que

•• (que la «precede»). De ahí la atención privikgiada de la leerlo como la expresión de una «consciencia mítica». El
que se benefician el psicoanálisis (que, con su concepto mito es un relato: la forma narrativa de esta historia no se
de inconsciente ha instalado la sinrazón en los que se la inventa e_l narrador, sino que preexiste a la narración y
puede considerarse como un código que permite emitir

••
creían sanos de mente) y la antropología social (que es-
tudia los co1nportamientos arcaicos de los «primitivos)>). mensajes n1íticos. Para determinar el sentido del mito
Si estas ciencias pueden hacernos comprender lo irr::fcio- hay que compararlo, pues, con los demás mitos que circu-
1
lan en el mismo conjunto cultural y reconstruirse de. ese

:•
nal del sueño, del delirio, de la magia o del tabú, la ra-
zón del n1acho adulto· occidental sufre una derrota, pero modo su código. El narrador está sujeto a las limitacib-
en beneficio de una razón más universal. Nada más con- nes de ese código, su relato nd debe gran cosa a su fan·
fonne a esa perpetua superación de la razón por sf mis· tasía. De tal forma que el sentido de sus personajes y de
ma que el estructuralismo, al ser éste último, al fin y al su~ .aventuras está determinado de antemano por la gra-
n;iauca del_ relat~ J?!Opia de su provincia cultural: y, por

••
cabo, la búsqueda de invariantes universales. El estructu-
ralista no es sino el representante en el terreno antropo- ejemplo, s1 opos1c1oncs como «gigante»/enano» o «prin-
lógico de las exigencias de la ciencia: igual que la ciencia c~s~»/«pastora» se recogen con10 significativas en ese
del movimiento (la física) es el conocimiento de lo que cod1g?, el tamaño y la pr~fesión de los personajes ya no
son libres. En consecuencia, el narrador del mito se li-

••
en un cambio no cambia, a· saber, las relaciones invarian-
tes entre las variaciones de la posición del móvil en el mita a actualizar unas posibilidades inherentes al código
espacio y la fecha de estas posiciones en el tiempo, la al s_istcma significante al que se somete para hablar, Y
ciencia del hombre es el conocimiento de lo que perma- al fin y al cabo, la estructura es la .que decide sobre lo

•• nece constante en cualquier variación posible, correspon-


diendo aquí la variación al destierro, al viaje hacia lo
que puede. -y a veces sobre lo que debe- decirse en
semejante ocasión.

•••
exótico o hacia lo arcaico . ¡Deciden las estructuras y no el hombre./ ¡El hon1bre
En todo esto, ¿dónde encontramos motivos de dispu- ya no es nada.! .Ésa es la enseñanza que la opinión ha ex-
ta? Tras lo que parece ser una controversia erudita so- traído de las investigaciones de Ja antropologí:¡ estructu-
bre las virtudes de tal o cual método, hay un asunto po- ral, al menos leyendo los comentarios escandalizados de
los antedichos «humanistas». De todas maneras lo esen-
31 Signes, pág. 154. cial es otra cosa. '

••
1

140 141
.
..~=~--------=""'""'""""'""'""'

•• ~..e-···

••
-••
••
' 4-. ·, '" ~' ' J ' . •1'".' . .. ••
.
Sabemos que en su libro Psico/ ' d
análisis del yo Freud
,
c1ones que llama «ma
consagra un cap't
·t· . l
ogra e las 111asas y
1 ¡ d . .
u o a os insutu-
estos ejemplos eran Jos más. naturales en ese mo1nen-
to (aunque Freucl sugiere que las organizaciones po-
••
••
. sas aru 1c1a es»· la I ¡ . ,.
Y e l e¡ército ¿Co'mo ¡· · g es1a cato11ca líticas, tales como el «partido socialista», podrían reem-
·
hcsión de eslas nsoci'a .
exp icar • se prcgunta Freu d , Ja co- plazar en el futuro a las organizaciones religiosas); pero,
•' • ' n, • c1ones que resi l 1
. , tllempo (persecuciones, derrotas etc )~ ~ ~s pl ruebas del en Ja Francia de 1960, las <cmasas artificiales» con las
.,;¡
••
e mundo sabe Je dónde • · s e uego, todo que un intelectual puede encontrarse serían el p1-1rtido
nes de masas; como dice j~,~~x~u fueJza ~as. o:ganizacio- comunista (o incluso los pequeños grupos de extrema
tuvc l::i fuerza de los 'é . ima, « a d1sc1phna consti- izquierda que sueñan con arrcb:,itarle su posición de «di-
Pr~ud es ln -docjJidad ed¡erc]Ho~,>.d.P~dro Jo que asombra a

••
rección revolucionaria del proletnriado») y las diferentes
. . . os Jn IVJ uos que ~ociedades de psicoiiniílisis.
a esta d1sc1plina, sacrificando 5 • d d . se someten ·
su vida. Estima que el amor u in .,e~en enc1a y a veces · La tesis principal de los semiólogos adquiere una sig-
llevar nJ .jndividt10 a des . csdla un.ica fuerza. capnz de: nifict1ción política en este contexto. Pone en entredicho

••
• preciar e csn ·
ses personales: Ja eches. . ' maner? _s~s JJltcre- los podcrCs que ejercen estas instituciones sobre sus su-
ría 1ibidinal. Los . Id d16n del Iasf~masas artrfic1alcs» se- jetos. Si es verdad que el significante es exterior al su-
so n os V os 1eles aman · f jeto~ JOs discursos polfticos de la sociedad industrial son
y confraternizan en esta pasi6n común. ' a sus ¡e es

••
ílnálogos a los relatos ·n1íticos de los pretendidos primi-
Lacan, que ha comentado vari3s veces estas , . h tivos. En ambos cas.os, un lenguaje precede a los indivi-
puesto de relieve q J • ' png1nas, a
de la .Tglesia o Jos ca1:: :~e ª{J amoroso entre Jos fieles duos y sustenta la ·comllnidad, permite a todos contar lo
_lituía medinnte el ,di:C~rs~ 3; e E~a~1po <le b~talla ~e cons- que les ocurre, sin duda no como les ha ocurrido, sino
1nstituciones -Iglesias e"ér ·.
c·xacrn medid
fundan o Jo a qeune q~: 1:1ªn11enen los símbolos que las
En est~s comunidades or1guo.' dun ]sistema s!gnificante.
azo es st11!bóltco: 1as
' 1 ~itos- se mnntienen en Ja
de la forma que los demás pueden entenderlo. La satis-
facción que el mi1itantc experimenta al ofr las alocucio-
nes de sus jefes o al leer el diario comunista L'Hu11ut11ité ••
.
a Ja ei:it-r1cta observancia d 1 f
.
. d e una cierta manera em l
_ '
.
gan1za as, a ortodoxia
e as armas-
P ear 1as pa. 1ab ras .
se
«con
debe
. l
equiva e
h bl
da ar
es comparable al alivio que siente el indio enfermo cui-
dado por el cha1nán de la tribu que se cita Lévi-Strauss en
su artículo sobre la «eficacia simbólica,> 37 • En Ambos ca- ••
·•••
E... n cua1quier ortodox1·· 1 'd 'd d d sos, se trata para un individuo de ser reintegrado en su
es d ecisiva: y después cada cu l
.. , n 1 ent1 a e Jo · ·e·
sagra as».
_s s1gn1 1cantes con1unidad mediante los efectos del símbolo. Lévi-Strauss,
dedos como pueda. a es .muy libre de enten- que por su parte compara el cha111án indio con el psico-
analista de las sociedades occidentales, concluye en estos
Así, como pensaba MalJarmé Rlterar 1 1 :. .
formas significantes ser1'a s b '. 1'a com
e englu11c, las términ6s:
. , • , u vertir a 'd d ~ L
Cíln d ira, en su seminario de 197
el lazo social. Esta f6rm 1 .
tes cstructuralisras.

.un1 a .- a-
dquc el discurso ,funda
sión que se ha dado de Ja, sin u a, ~s la mejor•('.xpre-
o que se venulaba en 1os¡dcba-
El chamá11 próporciona a Jn enferma un lenguaje en el
, Cual se pueden expresar inmediatamente estados informu·
lados e informulables por otro camino. Y es el paso a esta
••
· 35
Huy que destacar que en 1921 F
ejemplo al "é ·

l
e1 rc1to a emán y
, . . .- . · • .~
•1 -reud .
.
I ¡· citaba como
ª -_ g es1a ..;-romana;
cxp'resi6n verbal (que permite, al mismo tiempo, Yivir bajo
una forma ordenada e inteligible una experiencia actual
que, sin ello, seda anárquica e inefable) lo que provoca el

•• •
••
Ver «S1tuat1on de Ja pS ch al . . .
1G «Ün a touché au vers» y(¿,nMyse. en 1956», Ec;its, pág; 475.
. 11s1q11e et les Le//res). :J7 Anthropologie slructurale, I, cap. X.
142
143

••
••
••
•• desbloqueo del proceso fisiol6gico, es decir,. la reorganiza-
ción, en un sentido favorable, de la secuencia cuyo desen-
volvimiento sufre la enferma 38 •
durante el cual las comunidades arcaicas reavivan su una-
niinidad con" una repetición ritual del mito fundador.
Lévi-Strauss concluye que el sentido vivido de la histo-

•• El teorema semiológico sobre . Ja ex:e~ioridad d.el sig-


nificante tiene, pues,· un corolario poht1co: la~ «1deolo-
gías políticas», co1no se denominan a _sí mismas, d~
ria es inevitablemente su sentido mítico 42 •
Así,. poniendo de manifiesto la heterogeneidad del sig-
nifican'te respecto a la experiencia vivida, la semiología

••
ilnplicaba una lección política. Demostraba que la in-
nuestras socícdades son estrictamente mttos; Y su efi-
fluencia de Jas instituciones sobre los individuos se remi-
cacia siinbólica (confianza de los fieles 1 a~esión de las te a la dominación de un lenguaje. A su manera, se ·anti-
1nasas) no garantiza en absoluto su a.d~cuac1ón a Ja rea·
cipaba a Jos motines de mayO del 68 demostrando que
Jidad de la que pretenden hablar. Lev1-Strauss ha obte-
un discurso dominante no impone tanto determinadas
~ nido explícitamente la ~iguient': ~onsccutnc~a: «N~da es verdades (dogmas, «significados»), como un lenguaje co-

•• más parecido al pensamiento n11uco que la 1?c?log1a po-


lítica» 19 . Un mito es el relato de un acontec1rn1ento fun-
mún (fórmulas 1 «significantes») por el cual el oponente

•:
·debe pasar para dar cuenta de su oposición. Un episodio
dador de un episodio privilegiado que pertenece a la
como el de la cura de un enfermo por un brujo o el de una
vez a 'un tiempo determinado (los orígcnes)·y ..a todos lc;:i,s
histérica por un psicoanalista, demuestra que los proble-
tiempos (pues los días de .fiesta se con~agran a s~ repcu-·
mas esenciales se ventilan en las frontreas del Iengl1aie
ción). Como observa Uvi-Strauss prcc1s?m.ente ese es ,.el dominante. Por un lado, el enfermo que el brujo atiende
lugar que ocupa en Francia un a.contec1n11ent~. como la .
cree en ~os mitos y en las tradiciones de su tribu. Pero,
revolución francesa: tanto en la 1dcolngfa pohtica gene-
por otro lado, expcrin1cnta en su cuerpo un sufrimiento

• ral como en el pensamiento, por ejcn1plo, el ~e S~rt..rc


1
intolerahle e incongruente. El problema que la comuni-

••
tal como lo cncontran1os en la Crítica de la razon dralcc-
dad encarga resolver al brujo se manifiesta en este des-
tica. Esta obra también es acuerdo entre el discurso de Ja comunidad (mito) y Ja
un documento ctnográ.fko de primer orden, cuy~ estudio es cxpcricÍlcia del individuo. El dolor aquí es este elemento
indispensable si se quiere comprender la 1rutologl:i de rebelde, insensato, inaceptable, con el que el enfermo


~
' nuestro tiempo'°·
!-Insta la noción de un «sentido de la histo..ria» se os-
curece con la semiología. Merleau-Ponty babia hablado,
no sabe qué hncer y por el que estíl excluido de la vidn
común, «pero que, gracias al mito, el cha111á11 va n reu-
bicar en un conjunto donde todo tiene sustentación» "3.

••
Domesticar el elen1cnto brutal de In existencia 1 asimi-
no falto de nostalgia, de esos «puntos. su~Ii.mcs», de, e~~s lar lo heterogéneo, dar sentido a lo insensato, racionali-
«n1on1cntos perfectos» en que cada 1nd1v1duo es.ta tnl- zar lo incongruente y, en definitiva, traducir lo otro a
cialmente acorde con el curso del inundo, y experimenta la lengua de lo v1is1110 es, pues, lo que Ilevan a cabo los

•• J:i historia universal Como su historia ' 1 • El. ~tn~logo re-


conoce sin dificultad en estos instantes pnv1leg1ados .de
efervescencia colectiva lo equivalente al tie111po festivo
mitos y las ideologías. La semiología abre así ·el camino
para un estudio crítico de los discursos ·dominantes en
Occidente, para volver a encontrar en ellos los conflictos

: Jb!d., pág.
!16
íbíd., pág.
218.
231.
indecibles, tras las soluciones apacibles y los aires ra-

•••
J'J
w La pensée sauvage, pág. 3.30. ª3 La pe11Sée sauvage, pág. 338.
" AD, págs. 99 -y 122 . ' Anthropologie slructurale, I, pág. 218.

144 145

••


••
••

,.•
cionales «donde todo es coher~~te». El ·-l~nguaje común, ;
las formas con pretensiOnes universalistas y las comuni-
dades unánimes son mentirosas. La generación de 1960
••
¡¡
-renuncia a Jos ideales de un «nuev,o clnsicisrno» y de una ·
«civilización orgánica» que Merleau-Ponty defendía ;
en 1946. Ya no cree que la tilrea. ~el siglo sea integtnr :
••
11;
1:
..
1:
lo irracional en unn razón ampliada. Ahora la tarea con-
siste 'en la. desconstrucción de lo que aparece como prin-
cipio del lenguaje dominante e_n Occidente (la lógica. <le , ••
11I
••
la. identidad) y la crítica de la hiStoria considerada :de.
ahorn en adelante como un mito, es decir, como una ·so- 4
·1
,¡·!
., j
lución efítaz pero no verdadera del conflicto entre lo mis-
¡ mo ·Y lo otro. Es práctico distinguir contra la crítica La crítica de la historia
,,


1

:i1 :
,
1

_i

¡
de la historia y Ja crítica de la identidad .. Aunque
las mentes po1íticas estén más Cómodas en el primer .,gé- .
nero y las metnfísicas en el segundo, ·se sobreentiende qUe, La Historia es el mito occidental. ••
lI
¡
11
la mayoría de los escritos notables del Periodo que aho-
ra voy.ª considerar contienen en pro¡)orción diversa ele-·
mento~ que pertenecen a uno y otro género ..
Evidentemente, semejante afirmación implica una crí-
tica de la histoda. De todas maneras, la crítica ·en abso-
luto consiste en negar" que haya historia, al revés de lo
que Sartre reproéhará a _los estructuralistas. Hablando
••
t'
. ¡¡-[ .
del libro (de éxito) de Michel Foucault, ús palabras y las
COS(JS; -Sartre-dirá: -----~-----·
••
!i .¡
:1¡.1
:! 11.: ''
Foucault proporciona ·a las gentes .aquello que neccsi~a­
ban:· ·una síntesis ecléctica en la que Robbe-Grillct, el es-
tructuralismo, la lingüística, Lncan, Tel Quel son utilizados ••
•·•
sucCsivamente para demostrar la imposibilidad de una re-
!i .l! íle'.:·! 1n histórica.
::.1:
. Desde luC-go, tras la h.istorin es el m:irxismo hacia lo que
'I'
i:
se npunta. Se trata de constituir una nueva ideología, In ~­
tima barrera que lo burguesía aún puede nlzar contrn Marx .
1

!'
·Las palabra5 y las. cosas, última-barrera» erigida por «la
burguesía» contra «Marx»: este juicio de Sartre, des- ••
graciadamente Para éJ, constituye un ejemplo particular-
mente claro de la naturaleza mítica de su concepción de
la historia. Nadie pretende «rechazar la historia». El único ••
problema consiste en saber si llegaremos .a tener una con-

1 «Jean-Paul Sartre:: répond», L'Ard, 1966, núm. 30 1 págs. 87~8. ••


i

·':\¡'¡' .
' ~: ~. '
1

,•
146
···'·
147
••
••
•• ·~.'

ccpción desencantada de ésta, tras el cr~púsculo del ído- cualquier otra historia, reina una identidad: una mis-

•• lo hegeliano . 111~ cultura pcrinite a varios seres humanos decir en co-


mun «nosot.ros». Esta identidad -que es lo que hay que
demos5rar ahora- se constituye mediante una serie de

•• El nihilis1no

Como algunos de los filósofos de su generación, Fou-


cault proviene de la escuela positivista francesa, para Ja
cxclustoncs. Si toda cultura es cerrada o limitada no se
debe, de. unfl forma negativa, a que ninguna pueda He-
g~r a un1vc~salizarsc. Se debe a que en una decisión ini-
ct?I (un pnme~ .«.reparto»), cada culttira excluye cierto

•• cual la filosofía pasa por la historia de los conceptos tal


como se emplean en las diferentes cspcci.1lidadcs académi-
cas. Dispuesto a escribir una historia de la psiquiatría, es
numero de pos1b1ltdadcs. Foucault cita en su prefacio al-
gLJnos d~ los «retos» que han proporcionado su identidad
ª.Ja ratio occident~1l: oposi~ión entre el Oriente y el Oc-

•• decir, un estudio de la oposición que efectúan los médicos c1de_nrc, entre sueno y realidad, entre lo tr:igico y lo dia-
entre lo 11on11al y lo patológico 1 en el orden de. la salud léctico. Pero la gran oposición entre la razón v la si11-
mental, Foucault escribirá a fin de cuentas una H iitoría roz611 resume todas cstns escisiones. ·

••
de la locura en la época clásica'. El primer tcma··hnbría Yendo más lejos, Pollcault anticipa que la historia de
~ido de los más tradicionales en la epistemologí:i france- la lo~uta es la historia de líl posibilidad de la historia .
sa: describir la formación de los conceptos fundamentales E~cct1van1cntc, ·10 que entendemos por «historia» im-
de una disciplina, sus variaciones en el tiempo, los «obs- plica que se realicen unas obras, que se transmitan unas

•• táculos epistemológicos» que ha habido que vence¡_ para


«producirlos)), etc. El desliza1nicnto hacia el segundo tí-
tulo proporciona la tesis del libro: el psiquíatra liabla del
palabn1s cargadas de sentido. Ahora bien, según Fou-
cault, la locura se define por la «ausencia de obra»· los
gcs~os del loco no desembocan en nada, sus propó~itos

••
loco, pero, en cambio, el loco no habla . delirantes no hacen referencia a nad;1, su vida es funda-
n1en.talm.ente desocupada e inoperante. La posibilidad de
No he ·pretendido hacer fa historia de este lenguaje, la h1stona descansa en la decisión de arrojar a la sinrazón
sino la arqueología de este silencio".
l~s. gc~:os y I.a~ palabras que no proponen ninguna sig-

•• Si la historia se define co1no el pasado, lo arcaico es el ·


pasado de ese pasado, es la otra ciudad enterrada bajo el
n1f1cac~on ~os1uva. La consecuencia es que la locura cerca
a. la ~1stor1a por todos lados: está presente antes de la
h1stor1a, Y aun después de la historia. Debemos entender

••
sótano de la vieja ciudad, la época pagana bajo la ca- a9uí la. historia en el sentido que le dan los pensamientos
tedral medieval, los huesos en el cementerio desconoci- d1aléct15os; el hombre es lo que hace, su «praxis» define
do, etc. La desaparición de Jo arcaico es la condición para la realidad. En las doctrinas neo-hegelianas, la historia
la aparición de lo histót:íco. Foucault pretende colocarse

••
es la obra_ P<;r excelencia. Locura es todo lo que no en-
en el límite de lo que podemos considerar como ·1zuestra c~entra ntngun papel que desempeñar en el dra·ma histó-
historia. Dentro de esta historia nuestra, como en
n.co, l? que no ap~rta contribución alguna al «final de la
historia». Ahora bien, la locura es la que tiene la última

••
3 Reconocemos el título de la tesis de doctorado en medicina

de Canguilhern, Le 11on11al el Je patbologique (1943, 3.• cd., palabra:


P.U.F., 1966).
3 Citaré la primera edici6n de la tesis de Foucault, que difiere, La gran obra de la historia del ~undo está indeleble-
en ciertos aspectos, de ediciones ulteriores. mente aco~pañada por una ausencia de obra, que se re-

•• • HF, pág. !l.

148
nueva contmuan1ente, pero que corre inalterada en su ine-

149

•• I;
I:·
•'
.(

••


••
••
••
vit::ible vado a lo largo de la historia: desde antes de fo
historia, puesro que ya cst:í prcsen1e en fo decisión pri-
mitiva, y aún despu&, puesto que triunfará en Ja última -
.
· 11
.d J·1 . satisfacción, testimoniado
Este hecho <1bsur<lo
d
e ' in.
por Ja literatura ( iunn a, en u 11 1nomento
d terminado
1

ta a la eteoría. Hay
' '
·••
palabra pronunciada por_ Ja historia 5•

Como creen los hegelianos, el Únol de la historia es


cJ triunfo del sentido: reconciliación final en algunas
«del :lbsurdo»), fonnu1n una_] pre~n La de Erlc Weil ":
que eliminar las rcspulesrns d1 atorhians. entendido las razo-
Jos descontentos s n ·,
0 os que no n
ntentos tienen que
••
versiones, o solamente reconcHiaCión con lo renl por el
pensador, pero de todas maneras, síntesis superior, aniqui·
Jamiento de lo negativo con una victoriosa negación de Ja.
1
ncs por c1s que .
dcbcnnn estar co
:1prcndcr a rnzona.t me¡ . •He el se hñ equivocado ·en
contentos tienen razó~, ~ucs

·a~ L·1 de los marxistns: ]os es-
d

g 'or ide~lismo}· el final ••


••
h ( · decir tiene que P '
negación, presencia de lá verdad y verdad· de la presencia. ! las fec ns n1 que 1 . . '"'" mañana y a costa
· · ¡ arn hoy sino l .. " ·
de. la lustorta ~o ~s
·
Pero es, asimismo, el colmo del sinsentido: no hay nada J. 'ric;is Efcctivatn_ente, la insatts-
que hacer (toda acción es irrisoria), y nada que decir de ciertas peripecias if~to B.ataillc v Blanchot no pro-

••
(toda palabra es insignificante). Al final de la historia, la fncción a la que se hre icrcn d.d· nlal. sino de lo que se
. d 1 e se a enten 1 o • ' · d
especie humann ingresa en una desocupación sin remedio, viene e o qu . d b' _ . ·i se quiere se trata e
ha enten d .d demas1·1 o ien. s ' 'd d
en un errar indefinido. En esto consistiría la lección de . · J¡ o ··' q' c· se d crivn
una 1nsat1s acc1on t.1 -·
. de estn• misma necest· a
. f ho T-mpoco proviene
Nietzsche: este pensador, al anunciar la «muerte de Dios»

••
· ·d ·trsc satis ce · «
y «el vagabundeo del último hombre)>, recoge Ja graff de tener que- con~1 er: ·,n no esté acabada: pues en
¡_
Utopía moderna de un «final de la historia»~- KojCve· de· que ln o_~ra l11stónca au d mora contra este rece-
i~ ya decía que el final de Ja historia equivalía a Ja muerte rtbsoluto protesta co~~ra esa lose senti~ientos de la hu-
so, sino que se antI]c1p~l a

••
I• de las revoluciones histó-
del hombre. Blanchot ha descrito en todos sus libros esta
l.
vida después de la muerte que es la suerte del hombre man1'd ad d espués hde "b u urna '
t ' 1·nsatisfecho (<despu és d e l
..
en Ja post-historia, y cuyo tes"timonio ptiVilegiado, según t • ·
. e
r1c::1s. ua~ .
doel omrecsa
. .
' ll
te final no egnra sino
'.
.. éJ, serfa.-la-litcratura-:rnoderna: -Decía-Georges··-BatailJe, -¡- final de la h1s.tor1_a~ l~~~qu:á ~Jescontcnto de iodo. ~s
clentro :de-vanoods· srg os a~~ tal¡ sea insuficiente .
que tras el final de la historia, la negativid.nd humana 'no · necesario que t o' en cu --~
desaparee~; sencillamente se queQa. «sin empleo». Bian-
chot comenta estas palab~as de la 'siguienté manera:
En unn u otra forma, para todos fo historia toca n su 'fin •
. . . . .
'. Suponemos al hom
.
hombre untvers:t
·
bre satisfecho en su esencia; en cuanto
.
¡ y::i no ucne nnc •
In que hacer no tiene nece-

.. d' .d. lmente no tiene nt
· ••
(«cerca del desenlace»} ( ... ). Pensándolo bien, todos vi-
vimos, más o fnenos, en la perspectiva. de la hisioda t'er-
minada, sentados a Ja orilla del río, mtÍriendo y renitcien-
do, dichosos por une dicha que deberfo ser Ja del u"ni- .
d

tima vez e n
· L

sida es, me uso s1 nun
. · · nt· ¡·n
pnnc1p10
inm6v11. o que esp
d
t ,
· · muere1n1v1u11
al . descansar ,en .
era este u 11 1mo
0 permanecer en es 13
.


el devenir de su totalida
hombre capaz por u'l-
. d

suficiencia alcanzada,
. d
d seo del hombre sin eseo,
••
verso, es decir, Dios por ln beatitud y por el saber"·
Pero precisamente el hombre que debería ser dichoso no
lo es y lo manifiesta. El que debería haber llegado a la
. In expcriencia-Hmtte; es e1 e
es 1. • . .,
la nsat1sfocc1on del que
• • H
exper1cncrn-umtte e

d
·está satisfecho «en to º"' ....
. . d lo que está fuera de
s Ja expenencu1. e
( ) La

lu cualquier exterior., de lo que ••


••
todo, cuando el todo cxc d ye todo se ha alcanzado, y por
sabiduría suprema sufre la experiencia de su cxtra;iío. queda por akanuu:hcuan o·¿ todo· hasta lo inaccesible,
conocer cuando se a .conoci o. .
11' HF, pág. VI. , . . .• . . . • .

•.:
1
•·:· _MC, pág; _2_7~. µs·famóSiiS'.~·iígilla~ . sobre\1a·C~rcaila __ i:resapari-:
hasta Jo desconcicido_ "· , . ·
c16n
7
-dcl hombre se· encuentran -en págs;· 396-398. · ·
L'en/retien infini, págs. 303-304.
· 1 8 Lu/ir:'t1é de la pf;ilos.opÍJie, Vrin, 1950.
1 g L',:;,/rctien i11/i11r piigs . .304-.305.
150 !
i

•.•
151

,
•• l
••
1

Si todo es insuficiente, y al n.lY haber 11ada fuera del todo,

•• la situación es ininteligible. O por lo menos es incompren- La arqueología, contraria a cualqujcr historia retros-
sible en la dialéctica, es decir, en el pensamiento de la pecrjva de los progresos de Ja razón, empezará por ignorar
identidad dialéctica que gracias a este concepto de iden- Jo qu~ es !a sinrazón. Demostrará cómo la producción
tidad, se precia de haberlo co111 prendido todo en su con- de la idenud~~ de sí mismo, denominada «razón», pasa
~or la cxpuJs_1on fuera del espacio común (y, en la prác-
•• cepto de totalid.ild: todo, incluso la n1isma nada (en for-
ma de negatividad, es decir, para los hcgcli:1n~s franceses,
la libertad humana) .
t1ca, el <ecnc1erro» en unos espacios reservados) de Jo
qu~ no se deja so~1eter a esca identidad 1 de todo lo que

•• Desde el día en que existen la razón )Í Ia histori:1 exis- dcs1gnan1os negat1van1entc coino la diferencin, la inco- ~-.:

ten los locos. En consecuencia, sólo existe Ja locura a herenci:i, J;_1 sinrazón. El internanliento y la hospitalizii-
partir de esta decisión en pro d<; Ja razón y de la hi~_toria ción extraerán su razón de lo distinto a la razón. Aquí se F
,.~-
(de la obra). La división entre razón y locura constituye rech!1za cualquier historia (<dialéctica». Para la razón la

•• a esta última con10 sinrazón, como contrario de la razón,


y produce con ello un objeto pára el saber psiquiátrico.
A fin de cuentas, la materia que Fouc.au1t trata en su
locura es el negativo de la razón: tan pronto es la ausen-
cia de razón (deficiencia), como el rechazo de Ja razón
(ir~upción de fuerzas irracionales). Una razón <eatnplinda»,

., •• tesis es la historia de "Ja pSiquiatría. Pero, co1no alumno csttn1ulada por Ja lógica dialéctica, o por el método es-
de la epistemología neo-kantiana, no olvida forn1ular pre- tructural, pronto hubiera <ecomprendido» este negativo. 1

viamente la pregunta: ¿có1no es posible· un discurso eru- Al contrario, Foucault sostiene que la razón, cuyo ori-
dito sobre la locura? ¿Cuál es su condición de posibili- gen es una división entre ella mis1na y su otro, no puede
dad? Esta 'condición es que exista un ·fenómeno de Ja rc1nontnrse hasta este origen.

•• sinrazón. ¿Cómo se produce ese fenómenó? La respuesta


reside en la división entre razón y locura, en. la ·que el
psiquiatra no entra. Pues la psiquiatría es un discurso
Vemos que estn filosofía no-di:ilél'.tica de Ja historia
exige un nuevo exan1en c..le las distinciones más funda-
mentales del pensamiento: el ser y el no-ser, lo mismo
)' Jo ~tro, lo fi~üo y lo infinito, cte. Pero los trabajos

•• razonable sobre la locura y no puede situarse fuera de


la división. Por eso una historia de la psiquiatría no· nos
enseñaría nada: no haría sino volver a toparse continua-
mente con el prejuicio inaugural; demostraría có1no Ja
posteriores de l·oucault se presentan nlás bien como in-
vestigaciones históricas: el nacimiento de la n1edicina mo-
derna en el siglo XIX, el nacimiento y la muerte de las
1
í

•• enfermedad mental es objeto de un tratamiento cada vez


más ilustrado, cada vez más humano; nunca podría vol-
ver a encontrar el ca1nino por el que la locura se ha
ciencias humanas, etc. La tesis de Foucault sobre la his-
toria debe buscarse en la manera en que cuenta estos na-
cimientos y estas muertes. Ahora bien, hay dos maneras 1
•• vudto una «enfermedad mental», obje.to de una medicina
apropiada. Es inevitable gue la historia de la psiquiatría
celebre· las sucesivas viétorias de la ciencia sobre el mal
de leer estas narraciones 1 y hay dos tipos de lectores de
los libros de Foucault: se puede leer El ;iacimiento de fa
clínica o Las palabras y las cosas como libros de ·historia,
/1
!l

••
y el desorden. Pero en realidad sucede lo contrario: el para encontrar en ellos una exposición y una tesis sobre !!
progreso de la ciencia no es lo que descubre una «enfer- las transformaciones de la 1nedicina en eJ siglo xrx, o
medad mental» allí donde ·la humanidad bárbara creía sohre 1a aparición de las «ciencias humanas»; pero tam- ,.
;,'

afrontar lo diabólico o lo demoníaco; sino ·que la apari- bién se pueden leer estos libros porque están escritos I:

•••
ción del loco bajo su nueva figura de «enfermo mental» por Foucault, menos para aprender la historia de la ine-
es lo que suscita una disciplina científica para cuidarlo. dicina o de la antropología que para captar en ellos, me-
diante las ilustraciones que propor.cionan estas demos-
152

•• 153

• ¡

•• -·--~--~-·. '. - .: .~.-


••
••
',. ••
'1
i1
donar el terrerio peligroso de la praxis y de la «dialéc-
tica», dejar explicarse solos n los regimientos exjstenciales ••
••
: 1
El marxismo en peligro con Ja artillería estructuralista, pasarse al bando de ésta,
i¡ aprovechar la sorpresa general para echarle el guante! y
hacerse por fin el amo del juego. Esta táctica audaz evi-
! i En 1961 el marxismo era para Snrtre el camino y la
<lcntemente implica ciertos sacrificios que tendrá que ha-

••
verdad: «la insuperable filosofía de nuestro tjempo». De
todas maneras, observaba Jo siguiente: «el marxismo se cer aceptar a ·sus tropas: habrá que renegar de toda as~
ha detenido» 12 desde que se ha convertido en la doctrina cendencin hege]jan_a, todo parentesco entre el marxismo
itl oficial de un ·Estado. Sartre ofrecía entonces sus servicios )' la filosofía dialéctica de- la historia. El caballo de «la

111
1¡ i
Y. sugería devolver el movinliento a lo que llamaba «el
Saber» mediante la adición de una «antropología con·
creta» (la filosofía de la praxis). Pero en la misma época
contradjcción, motor de la hiStoria» sobre el que ayer
aún caracoleaba org~llosamente el filósofo marxista ya
no es sino" un viejo Rocinante del que hay que des. ••
••
se e1npezaba a oír, en el nirc de París, otra canción: la h;tccrse. ·
De todas maneras, la «coyuntura teórica» no basta
!!I historia es un mito.
Esa es la «coyuntura teórica» de lo que el propio pnra situar .las intervenciones de Althusscr. 1·ambién es
necesario referirlas a la «coyuntura política», como re~

••
Louis Altusser 1lama su <<intervención» 13 • El marxismo
!1;¡ tiene dificultades por ambos lados: clama. él inismo sin cesar 1'. En una pluma distinta a la
1' 1
de Althusser, «coyuntura política1> querría decir: situa-
1. En Ia retagunrdia, donde corre el riesgo de ser ción francesa, y aún más alhí, evolución de las sociedades

••
1
arrastrado por el declive de las filosofías con las que· occidentales, relaciones Este-Oeste, crisis del d6lar, etcé-
i! tendía a confundirse en la opinión (filosofías que Althus· tera. Althusser no dice una pnlabra de todo esto. En sus
l ser reúne bajo la apelación de «humanismo teórico)>). escritos de 1960 a 1967, riada permite presagiar, por ejem-
plo, las revueltas de mayo del 68 15 • Lo que él entiende por

••
1
2. En In vanguardia, donde cae bajo el fuego de !ns
! l. baterías estructuralistas debido a su tesis de un detcrmi· <(coyuntura política'>> se refiere a dos acontecimientos: la
1 nismo económico de una relación de causa a efecto, y no condenn del estaliri'is1no por el XX Congreso del Partido

••
1 de isomorfismo, entre infraestructura y superestructura). Comunista soviético· y la escisión del movimiento comu-
'1 nista mundial entre el p:irtido de Rusia y el partido de
Cogido entre dos fuegos, Althusser, que se considera fi. Ch inri. - ·
AHnque para Alrhusser el sentiJo Je la coyuntura teó-

••
lósofo comunista y se deflne como tnl, podría aplicnrse
esas palabras que Stendhal pone en boca de Lucien rica sea político, resufta práctico distinguir estos dos pun-
Leuwen: «Soy un general de caballería que, en una ba- tos de referencia en la exposición. Empezará por el teórico.
talla perdida, olvidando su propio interés, intenta poner
PM, págs. 11·21; Réponse tl ]ohn Lewis, M~spero, 1973, pá·
pie a tierra a su caballería y hacerla luchar contra Ja in·
fantería.)> Althusser intenta una maniobra difícil: aban-
_ 14
~rnas I()..11, etc. (traducción españolo de S. Punes, Madrid Si·

.
¡ glo XXI, 1974).
15
En el ensayo de Jacques RanciCre, La leton d'Althusscr
'

•1

rico)), nos .remitiremos a tvlichel de .Certeau L'Écriture de l'his· (Ga.llimard, 1974), se encontrará una expJicad6n detallada de las
loire (Gallimard; 1975)... · · · '_.-. :··' · .· ·. 1 posiciones poHticas sucesivas· del pequeño núdeo que se formó
.• :11 alrededor de: Althusser en .la E.;scucla Normal. Ranciere, que· ha-
ji '
. n CRD, pág. 25.
13
. ·
.Lénine ~t la l,hi~oiophie, Maspero, 1969, págs.· 49.50 (tra· ! bía ~ido un althussetiano desde el principio, denuncia ahon en ,

••
ducc16n espanola, enrn y la /iloio/fa, México, Era, 1976). el althusserianismo uO:a doctrina para mandarines universitarios.
1 1
'
¡ '
1
156 157
1


••
••
•• El «marxismo existencial» de la posguerra s.e presen-
taba coino una filosofía de la historia. Comunicaba el
curso de las cosas (desde los orfgenes de -ia humanidad
la escuela de la epistemología francesa, en la que Al-
thusser pretende tener una aliada; según esta escuela le
corresponde a la ciencia enunciar lo que es conocer· la
filosoHa, en lo que a ella respecta, debe hablar no' del

•• hasta el final de la historia) con la vivencia subjetiva de


los individuos. Esta filosofía creía ofrecer al marxismo
un fundamento fenomenológico (<(ser» es «presentar un
sentido a una conciencia»). t . a verdad de las tesis mar-
ser, sino del discurso científico. Segunda ventaja: disociar
e!, marxismo de la «filosofía de la historia». La genera-
c1on de la posguerra destacaba los escritos de juventud

•• xistas a~erca de la lucha de clases y la necesidad de la


revolución descansaba en la experiencia del individuo que
tenía conciencia de existir co1no explotado o como explo-
de. Marx, p~es ~s,tos se prestaban por su lenguaje .he-
~eltano ( «~l1cnac1on)>, «trabajo», «negatividad») a una,
interpretación fenomenológica. En cambio, condenaba las

•• tador, y clegia libremente el dar a su vida el sentido de. pretensiones científicas del Capital: una «dialéctica ob-
un combate a favor de o en contra de una· sociedad de re- jetiva)>, decían, es un sinsentido, ya que pretende tratar
conocimiento universal entre las conciencias. Todo ~sto las relaciones entre los hombres como si se tratara de re-
laciones entre las cosas .

••
ahora constituye el efecto de un mito. El sentido, vivido
nunca es el bueno, explica -,Lévi-Strauss. Althusset va a El .~H es la ciencia CHyo fundador es Marx y cuya
hacer precisamente de este desfase entre experiencia Y co- expos1c1ón se encuentra en El Capital. Althusser no cesa
nocimiento la definición de la ideología (en el sentido pc- d7 insistir en este ~unto: si El Capital ofrece algún inte-

•• yoiativo de «falsa representación»). La ideología, dice, es res no puede ser stno a título de acontecimiento en la
In expresión de la relación vivida por los hombres con hist?ria de la.s ciencias. Acontecimiento comparable por
~u unportancJa a la fundación de las matetnáticas por
sus condiciones de existencia; entendiendo que esta expre-

•• sión de una relación, que es real, nunca es el conocimiento fa les~ o a la de la física por Galileo 11 • Aquí reconocernos
y siempre comporta algo ii~aginario. La v~rdad. del
el guión que e] neo-kantis1no toma prestado del prefacio
n1arxis1no ya no estará ga~ant1zada por el tcst1mon10 de de la. segunda edición de la Crítica de la razón pura: en
el ongcn de todas las ciencias hay una revolución de

•• la conciencia. Hay que cnc;:pntrarle, pues, otra base. Lle-


gamos así a lo que podríamos llamar la fórmula ~e la
intervención althusseriana: el funda1nento del rnarx1s1no
métod_o que ~onsiste en interrogar al objeto en lugar
de deiarsc guiar por él. Es decir, en el lenguaje nco-
kantiano, Ja ciencia empieza cuando deja de fiarse de las

••
no debe buscarse en una filosofía de la libertad o de la
praxis, sino en una epi.stc1nología cuya tesis principal será evidencias sensibles y de las verdades primeras de la
la oposición entre la conciencia y el concepto (y, en con- consciencia, la ciencia «construye~) o «produce» su ob-
secuencia, la ilnposibilidad de cualquier fenomcnologia). jeto. La. «revolución en el método» ahora se llama «rup-

•• El primer movimientó de la reñida partida que juega


Althusset consiste en desdoblar el marxismo: por un
lado está la ciencia de la historia o 111aterialis1110 hi.stÓ·
tura epistemológica» (término tomado de Bachelard), y
en lo sucesivo el «empirismo» con el que hay que romper
corresponde a Ja «ideología». Por su parte, la· filosofía
1icne por objeto a la razón. Pero, como la razón evolu-

• rico '(MH), por el otro, la filosofia que funda esta ciencia


ciona a través de la historia sólo._ puede ·conocerse: me-


111ateriali.s1110 dialéctico (MD}. Esta división presenta
0 dinnte un estudio del método de las ciencias que se des-
, dos ventajas 1G. Primera- ventaja: ponerse de acuerdo con

•• IG Sin hablar de una tercera que consiste en reproducir apa-


rentemente la distinción que ~nseñ:i el marxismo oficial en los
partidos comunistas, y que encontramos, por ejemplo, en el ;título
de\ opúsculo clásico de Stalin (cfr. PM, pág. 25). El uso de las
~hr~vl3,tu.ras MH y MD es habitual en los círculos althusserianos.
, 1' Lén1ne el la pbilosophie, pág. 24 .

: 158

•··:.'i.,.,,,. ~07~cc-:c,·-,,,,·:-- •
159

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arrollan en esta historia (como sabemos, éste era el pro.
grama del Curso de filosofía positiva de Co1nte). Esa es
realidad, el discurso que sostiene la economía política. Di~
remos, pues, que una ciencia es "el conocimiento de la ideo- ••
••
en Althusscr 1n tarea del MD: decir qué tiene de cientÍ· /o,~ía de In que proviene (por «ruptura»), y que consiste
fico el 1nétodo de Marx (su «lógic<n> o jncluso su «dialéc- en este conocimiento después de una transformaci6n de
tica))). Pero ¿dónde encontrar esta filosofía de Marx? esta mnteria ·ideológica". La «teoría del conocirniento», a
Althusser contesta que en ninguna parte 18 • La fi1osoEía de

••
In que se reduce nquf la filosofía, estriba precisamente en
Marx es Ja <dógica del Capital». Ahorn bien, si es cierto describir 165 iÍlstrt11nentos de trnbajo y las operaciones
que Marx había proyectado exponer ----<<en dos o tres pro~uctivas de la ciencin. Preocup11do por evitar este len-
fascfculos»- esta «lógica», no lo ha hecho y tampoco lo guaie neo-knntiano, A1thusser prefiere hablar de <cteoría
_ha hecho nadie después de él, señala Althusscr. Nadie ha 1
dicho aún por qué El Capital era un Jibro de ciencia.
Pero si ·'la teoría de Ja ciencia· falta, en cambio el libro de
de In práctica».. Y si el conocimiento se produce median-
. te la aplicación auna materia de instrumentos (concep-
ruales) que son tan 'heterogéneos con respecto 11 esta ••
••
la ciencia se hn escrito. El Capital existe; la filosofía 1naterin como puede serlo la sicri·a del carpintero res~
marxista está presente en él «en· estado práctico», lo cual pecto a la ·plancha de madera que corta, el método de
quiere decir que el método científico se emplea, aunque Marx ya no. es «dialéctico» en el sentido idealista: el
no se enuncia. Por ello la. tarea del filósofo• marxista con- conocin1iento_.·ya no es el movimiento de conocerse a sf
siste en «leer El Capital» para descubrir su l6gica.
La operación sólo tiene sentido si se admite que El
Capital es un libro de ciencia, comparable a los E/e1nc11tor
mismo a través de Jn cosa distinta a sí. Ouod eral dc-
n1onstranduiit. ·-
Se puede. extraer del testimonio del niisn10 Marx unn ••
de Euclides o a Jos Principia de Newton. ¿Cómo lo sa-
bemos? J>regunta tanto más urgente cuanto que sola-
mente la lectura. de este libro nos proporcionará el cri-
prin1era objeción a esta concepción de la oposición entre
el idealismo de los ideólogos y el materialismo de los
sabios. Marx ha escrito que su método en El Capital era ••
••
terio científico. «el inverso» del de 1-fegcl: la dialéctica en Hegel andaba
'i>. La respuesta parece ser la siguiente: considerar que la cabeza abajo y había que ponerla sobre sus pies. Siempre
ideología ha nacido unida al idealismo, y que la ciencia se había entendido esta frase en un sentido a su vez
pertenece al campo del materialismo. Ahora bien, el 1nt:- «dinléctico»: el tránsito a lo <dnverso» era un «progreso

••
1
.l todo de Marx en El Capital consiste en criticar Ja econo- dialéctico», una At1fheb11ng que refutando el error, con-
111ía política clásica (cotno indica el subr.írulo).· Este tra- servaba la verdad ocltlta en este error. Pero esta inter-
bajo de crítica que Marx realiza sobre los textos de los pretación es denunciada por Althusser~ si la relación en-

••
economistas ingleses puede describirse como un trabajo tre e] idealismo Y ·el m~terialismo era «dialéctica», en el
productivo, en el sentido literal de la palabra: transfor- sentido hegeliano de·la palabra, habría al final «identidad
mación de una materia prima· que acaba en un· producto' dinlécticn» entre In lógica hegeliana y la lógica marxiana.

••
terminado. Marx produce cónocimic11to (es decir, que el- ¡· La relación tie:ne que .ser no-dialéctica. O, si se prefiere,
resultado de su labor consiste en permitirnos Conocer Jo tiene que ser «dialéctica» en un sentido nuevo, radical-
real) trabajando sobre una materia prima que. no es una mente ajeno a Hegel.
reaJidad ·que se ofrezca a la vi.Sta como en una ·experien- l · La tesis de _Althusser sobre la relación Hegel.Marx,

-----·--. -
cia fenomenológica, sino un discurso ideológico sobre lfi · J

• LC, I, pógs. 3~·36.


Cuando la presenta de este modo, es sencillamente insos-

1' LC, I, pñgs. 56·57.


••
·, ¡

-~.¡'~;:.::/~ ·.-¡:
160
1
1
161
••

1
••
••
•• tcoible. Si Marx habla de «dialéctica», ha de haber algo
en común entre lo que entiende _por cll~ y lo que ha
leído en Hegel. y este rasgo común debe e~contrarse ~n
dador de una ciencia de Ja historia, si Ja fundación de
una ciencia nueva requiere una «ruptura», y si la ideolo-
gía precicntífica de la historia está encnrnrtda en e] he-

••
. ; dialéctica -en el sentido marxista, n1aterta·
1a re 1ac1on gelianismo, resultará que sólo se considerarán marxistas
lista- de las 'dos dialécticas, Ia i dca I'Ista y Ia ma terialista .. los enunciados que lleven a cabo la citada «ruptura». Las
De este moc.lo, In dialéctica que actúa entre las_ dos ?1a- citas en esta discusión no prueban nada, ya que un cnun·
lécticas es la única dialéctica, y aunque parezca impos1~lc

••
ciado puede ser «marxista» en el prin1er sentido y no
se asa de Hegel a Marx dialéc:Lican1e11Le, al menos segun c11 el segundo .
M p . Pero es vcrosín1il que A.lthusser en este l:unto Más seria es la objeción siguiente: al plantear que el
tenga . cosa en 1a ca beza. En rea l'dad
arx. otra 1 • .
parece.
dernnosb MD es la epistemologíii. del MH, Althusser entraría en .

•• ilnplícita1ncntc ciue el inarxismo no es .dtnlécuco en a ~


so 1uto, que e
I método de Marx es radtcalmente nuevo,
pero Marx, al querer expresa.r esta nove ~ pa
d d ra la que
h bl
el círculo vicioso de sobra conocido con c1 que el nosil'i-
vismo ·neo-kantiano escamotea eJ ·problema ontológico.
Lo que se pone en duda es la validez de la ecuación
!~
í
!

•• aún no existe ningún lengunJC, se ve obli~ado. a a ar


en lenguaje hegeliano, lo que crea la apar~e~c1a de u~1a
comun1?d ad en . tre la lógica idealista y la .Jog1ca
r . En definitiva, la obra de Althusser imp.1c~ ª;
. r matena-
b en
entre ·el ser y la representación. En un primer 1nomento,
se admite el hecho de Ja ciencia y se buscan las condicio-
nes de posibilidad de este hecho: entendiendo que hay
1

•• ist.a. , .
último' tern11no, e a
proyecto que había que
1 ban<lono de la palabra «dtalecuca»,

preparado las mentalidades .


. tnantencr
. 10
¡
ocll to antes e la
d 1 ber
1 d a Althus-
cicnci<.1, por ejemplo, en la física de Ne\vtoll', ¿córno ex·
plicar que un hombre (Newton) puede enunciar las leyes
de la naturaleza? La respuestól es que esta ciencia trata
de los fenómenos (ser= representación, leyes de la natu-


••
Dc inancra más general, se le ha reproc1~ o
.
scr ignorar es '
,
na, aquc
ta declaración de Marx, no citar esa pa1,1-
'
lla carta no tener en cuenta os ru1
' 1
resu1ncn, m:iltratar. e corpus pa
1 G zdrisse en
ra sosLener una contra-
.. ,
,
I-i el) Se le
, ,· raleza=leyes de la representación). En un segundo n10-
1nento, se pretende probar que las ciencias efectivamente
nos proporcionan el conoci1niento de la naturaleza por-
gue son conforn1cs :i las condiciones generales del cono-
verdad histórica (la ruptura de Marx con . eg h-. 6 ·i o

•• han hecho a Althusscr objeciones en el terreno t~t I e ' d1niCnto de algo, ¡cóino si estas condiciones no fueran
cuando éste se quería mantener en el terreno e~1stemo- definida5 por el ·análisis del «hecho de la ciencia» a ejen1-
.,. El .· d Althusscr es una. doctnna que plo de cs.tóls mis1nas ciencias! De la nüsma n1unera 1 Al-
log1co ~. n1arx1smo e s· 1 om
Prc tc~de- thussl.!r extrae üna cpistc1nología del Capital para luego


poder ser expuesta nrore geon1c:Jr1cof. l e n -
brc de Marx designa al autor d e to J as las rases conte- vcrificat las pretensiones del 1nateria1is1no histórico al

•• nidols en ,los libros firn1oldos. «Karl Marx», hcae por su¡


eso· que Marx
p .
pnn1ero en re
· es a menu do hege¡¡,.1 110 , y J\lt .usser
co11occrlo· lo cx¡>lic:1 por la fatalidn segun
· .
l:i cual lo nuevo tiene que dccir~e en :i ~nguu 1 f
¡ ¡
d es ,e
. de lo
estatuto de ciencias, merced a esta misma cpisten1ología.
Parece, pues, reemplazar la fundan1entrtción fc.nomcno-
lógica del marxismo (que vale lo que vale ... ) por una

••
pura y sin1ple petición de principio: prirnero, leer El Ca-
n.ntiguo. Si, en c:imbio, JcciJimos llan1ar a :lrX e un- pital para aprender con el ejen1plo lo que es una ciencia,
luego felicitarse por encontrar ese n1isn10 Capital acorde
. . . , · ·' de borrar In pnlnbru
Se encuentran ind1c10~ de csr¡ intcndonl s contribuciones de


2•1 con las cxigcnci;1s de la cpiste1nología que acaban1os Je
((d~_aléctica» del v:ocabuLe·lnr1Co e~
}os autores de Lire « .api a »
i ¡:¡u(np~~ cfemªplo, t. 1, pág. 256, extraer de él.

•• y (, 11, pág. 401 ). Althusser admite que su procedimiento es algo circu.

162 163

••


••
••
••
•-.·->·,,-
. - ··--··---------,=,.;-c.-----'-------------
••
lar :i. Pero acaso ese círcu]ó no sea vicios~. Esta aparien-·
cía provendría de una prudencia demasiado grande de
La epis_temología buena es la que permite comprender
rl hecho de que. un snher nos procura conocimiento. ••
••
Althusscr en la exposición de su proyecto. Todo induce Aquí, Aithusser resptecia todo criterio empfrico: el mar-
a pensar que su meta es la siguiente: con la fusión ,del xismo como ciencia de Ia historia no será verdadero o
MD y de la epistemología de Ja escuela francesa, propor- f:1lso según se produzca o no tal ncÓntecimiento (por
ciona al MH In forma de una ciencia a partir de unn ejemplo, una crisis mundial). La ciencin debe satisfacer
materia prüna ideológica que precisamente sería el már-:
xismo vulgar. Es evidente que no puede haber una epis-
temología propia del marxismo (en tanto que ciencia de
cxigencins puramente internas, se define por el modo de
· dis¡)oner Jos enunciados y no por <céxitos». En consecuen-
cia, Ja pregunta es la siguiente·: ¿cómo es posible que Jos •-•
Ja. histoda), que qued11se separada de Ja epistemología -
de l11s ciencias matemáticas, físicas, cte. Es necesario,·
pues, que· el MD (Ia filosofía marxista) sea Ja teoría de.
la ciencia en general. El MD no se limitará a exponer las
productos de Ja <cprdctica· teórica)) (Ja ciencia) del s;ibio
sean conocimie1itos? En otros términos, ¿cómo es posi·
ble .qµe el .resultado de su trabajo sea el que conozcamos
lo qut; es (lo que Althusser llama, sin explicnrlo nuncn, el
••
condiciones en las que el MH produce el conocimiento
de Ja historia, sino que también dirá cómo la aritmética
produce el conocilniento de los números, la física el· de
«ohje:to real)))? Esta últimn pregunta que también es la
primera para e] filósófo, se deja sin respuesta desde el n10-
mento Cn que se planten 2.!. ¿Est:lrí11 suspendido en el
••
las energías, etc. Althusser habría alcanzado su 1neta.
-sustituir la fundamentación en la consciencia o la vi-
vencia por la fundamentación en el concepto- si hu-·
vncío todo el trabajo de Íllndamentnción?· Aci1so no,
pues la respuesta «inexistente» en el texto de 1965 se
había dado en 1963, en un artículo en que Ahhusser in- ••
•-•
hiera demostrndo que El Capital satisface his norm:ls de , tent:1ba· deinostrnr que In dinlC.:cticn marxistn no tenín
la epistemología general. Esta última se convertiría en Jn ~ _f!i!_gn __c!e_ l!_egtl~llª :i..!..J;'.n_t_o,_nce~ _d_~ba. las siguientes defi-
jurisdicción suptema .. -En- er ·mar:Xismo reconstruidOde-¡- - niciones: _las ciencias son prácticas teóricas que tr:-insfor-
este modo, Ja autoridad que zanja en últirna instancia Jos.. · n1:-in en <cconocimicntos)) (es decir, en vcrdndcs científi-
asuntos teóricos es erudita y no política. La última pa- ~
labra la tendrá un comité científico y no e1 buró político.•
del P. C.:. el primero sabe por qué una proposición es~
c:-i~) los productos ideológicos de l:;s prácticas e1npíriraJ
cxistcnre~ {a saber, to_d-ns las ncrivid:-ides <cconCretns)> de
lo.S ho1nbrcs: trnbajO", juego, etc.). Ln dinlécticn (o filoso- ••
••
científica, el segundo corre el grave riesgo de estar su- fín) es la tr.Orh1 J!.encral de la próctictt cn p,e11eral, y debe
mido en Ja ideología. el1borarse ;i partir de la epistetnología, es decir, de In
¿Pero pueden garantizar los epistemóiogos que, en: la 1corí:i de lns pnícticas científicos. Pero. ¿por qué. nos
versión reformada por Althusset, el MH es una ciencia_ prei?;tvitarc1nos, In filosofía debe tener por sujeto la pr:íc-
igual que la química o Ja astronomía? Estamos seguros
que Jos unos dirán sí y los otros no. La· episteinología ·
debía garantiz:.ir el valor científico. del MH, pero al ha-
tica humnna (v ~·-.:, ;n:ís bien la naturaleza, por ejemplo,
cn1no piensiln los partidarios de una <idialéctica de la nn- ••
ber varias epis[en1ologías, hay que garantizar entonces el
valor epistemológico del MD (aún por constituir), res-
tu r:1lezn>>, considerando entonces In prtÍcticn humana como
un sector de 1.1 natura1eza)? ¿Y por qué la teoría de la
pnícdca. en general debe construirse n pnrtir de la teoría •1
pecto a ·Jas;_.teorías :rivales_ de, la.-ciencia .(por ._ejemplo, las
·. de P_opper; .. Habe.rmasL.etc:}.:.:, · ·
1 de cier_tas. "{:>rácticas_ · específi,c~s_. las pr~cticas cicntíficns?
••
••
. " LC, l. págs. 88-89 ..
11
PM 1 pág. 31; LC1 J, pág. 40. 1 1a PM, ·p:lgs. 169-170.
1: '

\~j¡ ,¡
164 165


••
••
•• _,. .,,:'"1:·;;: ''..<:~lÍ en la frase quC

••
rc:üri:.
Las superestructuras

Para el teórico marxista, la denuncia del estalinismo y

•• ])c:'.:!r:;ci:K!amcntc, 1\Ílhusscr no dice n1ás .. El lector


que ci;~ontr;1sc oscur: ~·, clisc~1t.iblc este tr;innto de~ co-
la secesión china tienen un rasgo en común: en ambos
casos la regla de la explicación de la superestructura (ideo-
logía, formas políticas, formas jurídicas) por la infra-

••
estructura (relaciones de producción) es graveme11te vio-
nociinicnt.o de la «pn1ct1c~1 tconca» a la del «dcv~n1r de lada. El XX Congreso del P. C. de la U.R.S.S. ha con-
las cosas en gcnernl» buscani en vano en los escntos de denado en 1956 el dogmatismo estaliniano («error ideo-
Aithusser un desarrollo más riguro:-;o sobre la pregunta lógico») y las «violaciones de Ia legalidad socialista»

•• aquí planteada, la del fundan1ento ·de la ver<lad. Pero,


si Althusser no <licc en esta frase de dónde ha s~cado
que la esencia de las cosas se expresaba en la esencia de
(«error polftico» )_ Pero si esos errores se han con1etido,
¿cómo explicar que una superestructura aberrante co-
rresponda a una infraestructura irreprochable? Si la eco-

••
Ja teoría, en cambio, dice muy claramente hasta qué pun- nomía es socialista, ¿por qué el proletariado no es don1i-
to .el «anti-humanismo teórico)) y la «ruptura>> entre la nante en el Estado y en la ideología? Por otra pílrte,
ciencia·. de Marx y la ideología de Hegel son frágiles cons- China entra en 1966 en Ja Gran Revolución Cultural Pro-
trucciones, que se derrumban como castillos de níli.p;s 111

••
letnria. ¿Cómo es concebible en un Estado ya socialista
menor viento de la filosoffo. Pues Althusser, dcspues de una revolución progresista? Los maoístas explican que
todas sus «rupturas», persiste en la hu111anitación de la hay que· luchor, en el terreno «Culturah> de las costun1-
identidad entre sujeto y objeto, es decir, en el punto en bres y las ideas contra las amenazas dC una restauración

•• torno al que la filosofía _francesa co.ntcn1p?ránea no hn


dejado de girar sin saberlo muy bien. Sin duda, no
dice que el concepto se conciba a sí n1is1no y que. des-
cubra, con su concepción (o conciencia) de ~í, la iden-
Jel antiguo régimen. Aquí de nuevo la ideologín serfa
illgo más que el fiel reflejo de la ccono1nía.
P:lt<l resolver estos dos ro1npccabczas Alt:husscr recurre:

••
a un detenninado eslructuralisn10, por otra prtrte n1ás
tidad entre el ser y el concepto. Pero no se tiene temor aparente que real 21;. Hen1os visto que, según el 1nétodo
en 'afirmilr que la teoría, al conocer la esencia de la pr~c­ estructural, el Jeterminis1no econónlico que profesan los
tica teórica (y en consecucn.cia su propia esencia), conoce rnnrxistas era inadmisible, porque afinnaba una relación

•• todn práctica, siendo aquí esta «práctica general» meno~


el nombre de las artin1añas n h1s que se consagran los
ejemplares de la especie humana en la superficie de la
de causalidad djrecta entre el contenido de un discurso y
l<l realid~d de su enunciador, olvidando así el papel es-
pecífico del código. Tomemos, por ejemplo, una novela

•• tierra que el equivalente de «la unidad entre el hombre


y la naturaleza)> 1 \ la denominaci~n más dign,a de la tol~­
lidad (o de la síntesis entre el en-st y el para-SI, como _de~1a
Sartre en su momentos hegelianos). Con10 vc1nos, la dia-
cu¡¡Jquieta: para el marxismo ordinario esta novela re-
produce la ideología de la clase dominante o la de la
clase do1ninada; p::ira el esrructuralismo semejante afir-
1nación es cuando menos prematura, pues el origen de

•• léctica hegeliana no está tan mal.

" PM, pág. 170.


.x Como admitirá él mismo después (cfr. Eleme11/s d'autocri-
tique, Hachcttc, 1974, cap. III). (Traducción española de Battoso
Ele11u:11Jos de au/ocrítica, Barcelona, Laia, 1975.)


" LC, ll, pág. 149 . '

••
166 167

__ e_

••
/

••
••
••
-~-~=- Ja novela está antes en el códigq del discurso novelesco
••
••
y no en la conciencia social del novelista¡ sólo en t1n en Francia, .<(en última instancia», el valor de uno idea
¡ segundo momento, gracias a un .. progreso del análisis,
acaso se pueda establecer una correspondencia estruc-
para la opinión pública.
¿Cómo podría dar cuenta de efectos diferentes una
.

musa idéntica? La diversidad de las formas culturnl~s. po-

••
tural entre el código novelesco er:i su ·conjunto (y no tal
o cual novela) y la relación de subordinación que, entre líticas y sociales protesta· contra la explicación uniform;
11 mediante. la sempiterna «contradicción» entre el crcc~­
11¡·
,. todas las relaciones posibles de poder de un grupo ~sobre
micnto de las «fuerzas productivas)) (FP) y el manteni-
¡: otro, define el reinado de Ja bu"rguesfa. Y, si esta :hipó·
¡l1l
.!¡

tesis de "una relación entte código novelesco y donliriación


de la burguesía se verifica, las novelas «progresistas» no
Serán aquellas qüe por su contenido hacen referencia a
miento de las «rela.ciones de producción»'(RP) existentes.
Es necesario un cierto ... <(juego» en Ja exp1icación y es
precisamente ese «juego» el· que. Althusser in.troducc de-
finiendo la sociedad como un «todo comple10 estructu-
••
••
las experiencias de los trabajadores («literatura popl}lar»,
«realis1110 socialista»), sino aquellas que, de una u otrn rado» 29 • Citando Jos textos de «análisis concreto», no
!!1 111anera, transgredan o pongan en pellgrq el código. de la sólo de Marx,_ sino también de Lenin, de Mao, incluso
,:il novela. El autor progrcsist:t será Joyce o Ma1larmé, no del camarada Stalin 29 , no encuentra dificultad en demos-
!ll•I'1
~: 1
¡1
Zol::t o A.rrigón z;.
La fórmula a1thusseriana de la «causalid11d estructural»
proporcionará la solución buscnd_a. Permitirá atribuir unn
trar que el análisis histórico .practicado por estas a~t~ri­
dndes no ·es el que se recomienda en el dogma of1c1al.
Leyendo ~Bjo. esta nue~a luz El . Copita!, se .dirá q~e ••
••
l" \
¡; «autonomía relativa» a lo ideológico, manteniendo, a di- toda Sociedad· ~s .un con1unto de <11nstanc1as>~: 2deolog1a,
¡.¡ ferencia del estrutturalismo ortodoxo, una dctcrmin~ción política, ecoilonía 30 •. En lugar. de suponer entre ~s~ns
«en última instancia)> por lo económico. Sutil maniobra ~ in'stancias relaciones de causalidad directa o mecan1ca
.(si .. A, .. entonceS_ B), __ sólo· .. se adm.itirán--.las relaciones de

••
de--rodeo--cuyo-·éxiro--cn·-Ja-·opinión-será-fulminantC:-NO·-~·
sólo la «causalidad estiuctural» de Althusser va a tom:tr : causalidnd <(estructural». Pero ¿qué hay que entender por
prestado ni estructuralismo lo_. q~e le hace tan prestigio- esto? Todas las instancias coexisteri, son irreductibles
entre sí. La instancia económica sigue estando privile-
so -su técnica de análisis-, sino. que va a desbordarla
:i dando a las ideas de una «autonomía de lo simbólico»
(Léví-Strauss) o del «signific~nte» (L~cnn), ahora con-
vertidas en «autonomía relativa de Ja· ideOlogía)>, la.' pro-
giada: no ye porque actúe· dirccta~er:te .sobre . las rel?-
ciones políticas, que a su vez se refleJar1an en la 1deolog1a
-esta tesis ahora se condena como un error «econo- ••
longación política que les faltaba. Gracias a esta cílusn-
lidad, va a poder explicar el estalinismo y la revohición
eultur:il. Ahora bien, hay que subrnynr que los mnestros
mícista»--, sino porque asigna una de las instan<;ías del
«todo» el papel de instancia dominante. Por e¡emplo,
en una formación social con deternlinada b:tsc econó-
mica (.el modo de producción feudal), la instancia clomi-
••
del cslructur:1lisn10 hnbí:111 sido 1n;Ís hicn cvnsivos en el
terreno del análisis político: terreno en el que se decide
na'nte scrñ-la polftiea: Jns eontrndicdones políticas ?o?1i-
narán, pero no Jo explicarán todo, pues Ja contrnd1~c1¿n
domÍnante está «sobrcdctcrminada» por las contrad1cc10- ••'
••
21 El grupo Te/ Que/ ha popularizado esto_s temas en los a~os 50. ncs de las· otras instancias. L:t causalidad es estructural
De todas maneras, ha llegado directamente a J~ conclu~16n (~n por cuanto es la .estructura -término. por el que Al-
vanguardia literaria es ipso /acta In vnnguard1n polfucn) sin
preocuparsi: demasiado del isomorfismo entre el género novelesco " PM, pág. 2_11.

••
!! y Jn forma burguesa del poder. "' PM, pág. 96.
"' PM, pág. 238. ·

.,
168
169
~.·¡·},. •. ,ii.:Í; '-,,·· .,, "
.
-:'.: !:-'- ' •; .... ~· . .·.,-.. ·.•.', '·'


••
•••• lhusscr entiende la m:111~.;· .. ..::n. que las i1;:·~yncia_s se co_m- nulo y sin valor por la cúspide de la c1ase intelectual y,
i·:
1!

•• .
b inan .
entre s1- la que decide «en ulurna instancia»
acerca de lo que dominará: , .
En 1963, Althusscr soslicnc que la autono1n1a re 1ntJ-
en particular, por el equipo de Tie1npOs tnodernos, pues
si todos expresaban su deseo de encontrar una explica-
ción marxista de los hechos notorios de represión en Ru-

•• va de )as supcrcslructuras
en tcorfa explica de tnodo tnuy sencillo ciuc In infracstru_c-
'.' . · 1 esencial haya podido desarrollarse sin
sia, estaba decidido de antemano que esta explicación no
debía en ningún cnso poner en duda el tratamiento de
«palrin. del socialisn10 mundial» otorgado a la U. R. S. S.,
ni la función de dirección política del P. C. La actitud


tura socia 11sta en 0 f t n a la
trabas durante este periodo de errores ~uc a ce a de Sartre a este respecto es muy edificante y merecería

• un estudio particular 33 • Por eso las conclusiones de Cas-


superestructura n ·
toriadis y del grupo 5. o B. sólo se difundirán entre el
¿Qué quieren decir estas palabras? Lo siguiente: el

••
gran público después de 1968. Lo que era inaudible
desfase entre las instancias, entre lo que se de~arroll3: en en 1949 se convertirá en una evidencia después de 1968,
la infraestrucLura y 1o que ocurre en la superestructura
d ., y todos irán preguntándose cómo los espíritus más ilus~
nos autoriza a hablar tanto como queramos e r;pre~~n

••
tracios habían podido permanecer tanto tiempo ofuscados.
(crímenes de Stalin, etc.), pero nunca de exp otacz n. El análisis marxista de un fenómeno cualquiera con-
Se observa entonces que Althusser sólo pued~ ~ant(cner siste en establecer su «naturaleza de clase» preguntán~
su tesis sobre ·la naturaleza del sistema sovu'.!uco u~a dose sobre su relación con la producción. El análisis de

•• infraestructura socialista que soporta una superest~u ct~ra


que 110 lo es· ) a costa J e con te11tarse. con una noci ,n Jn-.
genua e idealista del poder. Ingenuidad que se .hari:oc~1-
dente con los acontecimientos de mayo_ del 6~.Je
6 una sociedad cmpezará 1 pues, por determinar sus relacio-
r::cs de producci6n, es decir, la re] ación que mantienen
en ella las diferentes capas de la población con los n1c-

••
in- dios de producción. Ahí donde una clase de Ja sociedad
sistir en este punto, pues inspira va_r1os ep1s ios 9'ºc se apropia de estos medios hay explotación. En efecto,
serán expuestos más adelante, y explica el e~tancan:11en­ la explotación no se define ·ni por Ja desigualdad de Ja
to seguido de una comple~a dcsapariclión df~l mf71usd} renta, ni por el hecho de que Jos trabajadores produzcan

••·•'
e~ el escenario francé~. primero con as « 1 os~ ias , ~> 1nás bienes de los necesarios para ~a simple reproducción
deseo» {1970-1975} y después con la «nueva f1losof1a sino por el hecho de que la clase dominante se apropie
(1977-1978). . r · de la plus-valía (es decir, la diferencia entre el valor a;ia-
En realidad, el análisis marxista del sistema esta 1n1s,ia dido por el trabajo a la materia prima y el valor de esta
que todo el mundo busca en 1960, Sartre c?n ~~ «prac- fuerza de "trabajo, que mide su salario). I-labiendo recor-

•• . . te Althusser con su «sobredeterm1nac1on», ha-


t1co-1ncr », · d.
bía sido realizado por Cornelius Castona IS e~
1949
su artículo sobre <das relaciones de pr?d.ucctó_n en la
U. R. S. S.» publicado por la revista ~oaalzsmo º.barba-
en
dado estos conceptos fundamentales Castoriadis se pre-
guntaba: el modo de producción en Rusia evidentemen-
te no es capitalista, la burguesía no ha sido restaurada,

•• rie :c. Es cierto que este análisis habta sido considerado


1
la propiedad privada no ha sido restablecida. Tampoco
se puede hablar de un capitalismo de Estado, pues la
planificación ha reemplazado a la concurrencia en un

•••
3 PM, pág. 248. . , · 1949 (recogido por el
Soáalisn1e ou barbarie, nu_m. 2 • miyolO/l8 197.3 págs. 205
:r.1 "" Los artículos de Sartre sobre el asunto, y en particular la
autor en La s~ciété bu:ca ucrdatt~~c, ~· ,'La sociedad burocrática,
1
y ss.) (lraducc16n cspano a e J;.llCO ar,
polémica contra Le!ort, están reunidos en los tomos VI y VII
de Situations (Gallimard, 1964 y 1965).
Barcelona, Tusquets, 1976).
171

••
170

~: .

••


••
••
. . " ·- .. '~·, '.

••
--~='-'--=· _!
!
mercado. Por eso la casi totalidad de los marxistas, in·
cluso fuera del P. C., se veían obligados a concluir como
sl1ma qnc rcpresentn los gastos Je su mantenimiento Ju.
n1ntc un año, 1n¡Ís la fracción de los gaslos de su forma-
ción durante dieciséis años cuyo r~en1bolso se reparte en-
••
••
Althusser en 1963: la infraestructura es socialista: Pero
entonces, ~a santo de qué protestar contra los «errores,> tre los cuarenta v cUatro años ele su vic.ln uctiv:L El sal.1-
estalinistas (ya que el criterio del progreso es «en último rio Y será ..
análisis» el crecimiento de las fuerzas. productivas)? Cas·

•••
toriadis demostraba que incluso en virtud de las defini- 1 + 30/30 = 2
ciones qLie acaban de mencionarse, el modo de produc-
ción soviético debía ser considerado desde un punto de El cálculo no puede ser más detallado, en vista de la
vista marxista, como un Ilucvo modo de explotación, sis- · cnorn1c desproporción· e'ntrc la relación n4uí obtCnida y
tema imprevisto e «infinitamente más próximo» al régi- que define una cconon1ía yocialista (en ningún cnso m:ís
men fascistá (es decir, a la reducción de los obreros a
«esclavos industriales») qLie al capitalísmo competiti-
vo :w. En efecto, un régimen de explotación se conoce por
de 1 n 2, yn que sería incluso de J, 2 a 2 si los niños
trabajaran a partir de la cd<1d de diez años) y la relación
que resulta de };1s cifrns conocidas, Castoriadis citaba, ••
la siguiente característica: la plusvalía se reparte entre
los gastos productivos de la acumulación del capital (equi-
. pos de industrialización) y el «consumo improductivo~>
e·n 1949, las cifras del 3ño 1936: la relación era de
l a 250. si se tornaban ·en <.:uent~ los ingresos extremos,
y como mínimó d_e .t a 10: si se calculnba sobre mcdins
(y sin tener en cuenta los ingresos extrasalariales, venta-
••
••
·de la cJ.ase explotadora. Todo el problema reside en sa-.
bcr si se pueden encontrar ingresos proven;e1ites de li1 jas en especie para los privilegiados). Castoriadis con~
plusvalía: Si asi ocurre, se habrá demostrado la existen· cluía, p(ic:S: la estatalización de los medios de produc-
cia de u"na clase explotadora. CastoriadiS entonces hacía ción ha provócado la aparición de una clase explotadora
un razonamiento muy simple, accesible a las inteligen-
cias más burdas:-Si-Ja-totalidadclcla plusvalía·( que co-
rresponde al plus-trabajo de los productores) se utiliza
(la burocracia)· no prevista en la doctrina marxista,

-·-•
para la acumulación, la diferencia entre los ingresos de.
hería corresponder a Ia diferencia en valor de las fuerzaS
de trabajo. Ahora bien, una fuerza de haba jo vale lo qu~
If!lroducci~t_f al problema del poder

.Si·ei rétÚm~n.soviético aparece de este modo como un


sistema de. ·:~plOtación particularmente eficaz, un mar-
••
••
cuesta para producir una fuerza de trabajo equivalente.
Según la hipótesis de· una economía socialista --cuya di~ xista debe .buscar en él los indicios de una lucha de clases
visa es, como se sabe, «a cada uno según s~ trabajo»-, y los signoS'·pr"':c~rsores. de un levantamiento del prole-
la diferencia de los salarios no debefía exceder la pro- "tariado explotadp '.contra la clase dominante. Podrían in-
porción de 1 n 2 (uno n dos). Supongamos que el traba-
jador mehos cualificado (X) ingrese en la vida activn a
los dieciséis Años y el trabajador más cualificado (Y)
terpretn.rse. di~•é.rsos acontecin1ientos en ese sentido y, an-
te todo, el levant"amici1to húngaro de 1956. En cuanto a
las organizaciones- (iu~ en las sociedades capitalistas apo- ••
a los treinta. Supohgamos además que ambos se jubilan a
los sesenta años. El salario anual de X debe ser
1 + 1.6/44 = 1,4
yaban al campo soviético (partidos y sindicatos comunis-
tas) habría que ver en ellos, .según esta hipótesis, el nú-
cleo de una futura clase dirigente potencial: candidatos
. a la toma del poder durante la guerra fria, estas organi~
••
i.
34

172
Le capitalfrme bureaucrafiq11e, I, p&g. 253. zacion~ se. contentaban con administrar burocrátiCamen-

173
••
'·,c.·~ .· ,· ~ ~¡;¡ ~!1
1:.:'I.;.·; '. ·'.j' :..:;; .
...•

••
-••
•• te las reivindicaciones de los as~Jariados de.:;f,oés del com-

••
'i };)
promiso de coexistencia pacífica (burocrátican1cntc, es de- hnagincmos,_a Julio César, con 13 camisa ren~angada, llcvan- '. •, ·1

cir, asegurándose el control de Jo que Jos inilitante~ de do las piedras una a una para levantar los pilares del puen- 1

estas orgnnó:ncioncs 1la1nr1n curiosan1cnte «la base»: la té ... Ln confusión enlre el representado y el rcl:>resentantc

•• base de Ja pirán1idc burocrática, probablc1nentc ... ).


Si Ia critica del marxisn10 seguida de su desaparición
acaso pilsajcra del ca1npo de discusión, ha ctnpezado en
se pone de manifiesto en .la sigu~cnte expresión ~~ Al-
thusser: califica a .Engels y a Len1n de «gra_n?es d1ngcn-
tcs obreros» 36 , a Lcnin de «dirigente poliuco proleta-
rio» ~ • Engels hasta ahora pasaba sobre todo .1;or h~h~r
7

••
Francia después de mayo del 68, es porque· la legiti,,zidad
de las organizaciones comunistas se ha· tambaleado en los dirigido la empresa textil de su padre: ~p~r.quc prod1g10
espíritus. Espantados, consternados·, escandalizados los se ha convertido en obrero? ¿Y qué s1.gn1fican las ¡~al<t·
contestarios del mes de ·n1ayo guc ..;ri·· su ·n1a}'or parte' par- bras: «dirigente proletario»? Esas n~c1ones en real1da~

•• ticipaban de la ilnsión izquierdista l!>' tuvieron que cons-


tatar que los «dirigentes prolcta1~los» se apresuraban a
condenar su movimiento y ni siquiera querían ser-· sospe-
pertenecen a la serie de monstruos 1ncspera~os del .si·
glo xx, de los 9ue Lyotard ha elaborado primer 1nventar10:

•• chosos de esperar obtener nlgún -provecho de esos dis-


turbios de los que no eran responsables.. La caída fulmi-
nante de la autoridad· en todos los cantones de Francia;
C'] obrero stajanovista, el jefe de empresa prolel~rio, . el
mariscal rojo, la bomba nuclear de izq~ierda, el po.lidn sin·
1.licndo, el .campo de trabajo comunista, d rcnlismo so-
cialista 38 •

••
su vacío total durante el cspaCio de algunas sen1anas prd- .
vacaban idéntico pánico en Jos ministerios y en Jos es-. Si1nplc deslizamiento del genitivo al adjetivo: .el pnr-
tados ·mayores de· las organizaciones consideradas revo- tido que se pretende de la c.l~sc obrera es cons1?crado
lucionatiaS. A Ja 'inversa, la restauración igualmente re-

••
como un partido obrero, el d1ngcnte de este. parudo es,
pentina de Ja autoridad desde. el .mes de julio, «como si pues, un obrero. Pero un instante de. reflexión den1ucs-
no hubiera pasado nada», Jlcnará de indignación a los tra que la expresión «poder proletano» es ~na c~ntra­
contestarios. Entonces se daba ui10· cuentn de que se ha- dicción in adiecto: por definición, el proletario esca des-

•• bía on1itido la pregunta acerca de la naturaleza del poder.


.La indigencia de Ja teoría política n1edia se hacía flagrante.
¿Cón10 se había podido creer que las organizaciones co-
provisto de todo poder.
De ahí una segundR pregunta, que conduce mas alla
,

de Jos límites mentales del marxismo. Constituía ya un


,

•• munistas, inmensas máquinas de producir poder, no te-


nían otra meta que preparar, con el futuro ((deterioro»
del Estado prometido por Marx, su propio ocaso? La con-
cepción ingenua del poder identifica al poderoso con sus
progreso darse cuenta de que el «poder obr.ero» no pue-
de ser el poder de /os obreros, que necesar1ament~ es. el
poder sobre los obreros: poder del q~e ~as organ.1~a~10·

••
nes de masas tienen que dar prueba pu.bhca y penod1ca-
súbditos. Este prejuicio ha gobernado la política de los rnente demostrando que pueden, cada vez que 1? ~esean,
intelectuales durante más de treinta años. Como si tomá- movilizar a sus tropas. Si nos atenemos a. los ltmites de
semos al pie de la letra. el célebre Caesar fecit pontem: un razonamiento marxista debemos concluir que el fren-

•• as /zquicrdisnto: programa político defendido por ciertos grupos


de cxtrcnia izquierda (trotskistas, cte.) que con·sistr.: en una presión
ejercida desde fuera sobre el P. C. (a diferencia de «la oposición
te de Ja lucha de clases se sitúa entre l~ ~lase obrera Y
sus-dirigentes: en el Este son la clase dirigente y en el

•• de izquierda» que quiere actuar desde dentro) para obligarle a


«volver» a una Hnea revolucionaria".

174
J(; Unine et la philosopb;e, pág. 32.

" [bid., pág. 56 .


311 Disp. puls., pág. 17 .

•• 175

l ¡. ~

k . ~ . .. : . . .,.-,._..L,.":..,._..,_..---··

'

•:___~~~~~~~~~
••
••
••
••
Oeste los «interlocutores» de la patronal. Peto no se pue-
de sostener por mucho tienlpo esta tesis extrem::i ·según
En 1969 Althu:jiscr acaba públicamente con el althussc-
rianis1no y devuelve a las ins~ancins políticas la priori-
dad ·sobre· lo teórico: En un prólogo n unn edición po-
••
la cual el desfase entre el representado y el representan-·
re (entre la «hase» y los «burócratas» de la cúspide) da
lugar a un enfrentamiento entre dos clases. Si en el Oes-
te l9s sin?ic~tos.. fueran un en~ranaje .de explotací6n,. ¿por
pulnr .del Capital se pregunto: sí El ·capital es «sencilla-
mente uno de Io.s t_res mayores descubrim~entos científi-
cos <le. toda ·1a histOria liumnnn)> •1, ¿cómo es posible qUe
••
q~é- se s1ncU~ar1an Ios ~saJ_ariados? La realidad es m_uY
d1st1nra: grac1as a los sindicaros, cuando están diríe:ídos
por ~;rados mayores hábiles, Jos asahir.iados reciben~~ un'a
los hombreS .. de-ciencia en su··inmensa mayorln no sepan
nada·¿~ él ~y· ~¡ hay. sabios marxistas muy a menudo
· lo son .por razones sentimentales-, m"icntras que los
••
por~10~ de Ja pJ_u,,svalía. lviuy listo sería quien pudiese
d_ec1r s1 ~sta porc1on (aumento de salarios, protección So-
cial) _corresponde a ~u propio plus trabajo 0 al de otroS
i?.11orantes lo ·convierten en· su Biblia? La respuesta es
sencilla:· los sabios están cegados por Ja ideología domi-
n:lnte; ·mientras que los segundos sufren Ja experiencia ••
rrabaptdores. Así, al ser todos explotadores y cxplor:idos'
el concep~? de explotación se vuelve ·inoperante v el
una rebeJion de los explorados contra el modo de.
., dJ b. .
racion e tra a¡o pierde roda sígnifjcación posible_, hs-
·1 ··
expo-
dd
de. Ja exploración.
A pesar de la ideología burguesa y pequefio-burguesa
que pesa terriblemente sobre CJJos, no pueden deiar d~ ver
••
r~s son _Ja~ c?nsec.uencias úlUmas del "arrículo que eScri-'
b1ó Casrorrndis en 1949 ".
Priyada. d_e lo qlie Je servía como teoría p.olítica, Ja
c~ra explotación, pues constiruye su vida cotidianaª-

Voiv.iendo; así a Ia experiencia y a Ja «vivencia», AI-


rhu·~.;ser renúncia a proporcionar al marxismo una funda-
••
c!nse intelectual se entregará en Jos añOs 70 a una espc-
-c1e-dc -restauración --morosa- -de su contradicción·--·!,,------
1., 'Id . 1 .. revo-
uc1on s era, a e los ,carentes de poder contra todos· Jos
mcntílci6n __ epistcmol6gica y vuely_e __ a__JaJ1¿_12damcntación
fenórrienoIOgica con la que nos contentábamos antes de
él. En 1965. Althusser denuncíabn 1n confusión entre el
••
poderes.1 S1, pero ¿como oponerse, privado de todo po-
der, al ((Poder»? La única solución que se ha encontra-
d? a es:e problema es Ja de la renuncia· mística: el s11-
b10 estoico, el yow;i _indio o el mártir cris~iano han '·de-
«Objeto reaf>; (por ejemplo, eJ CÍrcufo) y el «Objeto de
. conoc'im.icntÓ» {Ja idea del círculo, que no es circular).
E( resíAblecímíento de su ídentídnd después de 1970
••
mostrado c6m? .resistir a lo.e; poderes sin entrar, no obs-
ta?te, ~~ la Iog1ca del poder, en este juegO que obliga
a 1de1111f1carse co1~ el adversario para hacerle frente; un"os
· 'nnuhcia oficialmente ·el nbnndon_o del intento althussc-
riano. ••
Y otros, ~an mencionado la sohición anarquista al proble-
b~ pohnco, a saber, _Ja. renuncia a cualquier política, 'la
usqueda d~I _entend1m1ento humano fif{:ra de Jos Jínlí-
tnllón althusscriano de 1965. Han relatado, una por una, sus
deSvcnturas políticas. Encontraremos esta doctriria expresadíl en ••
••
tes Y constr1cc1ones de una ciudad 'º su forma pura, abiertamente gnóstica, en L'ange (Grasset, 1976)
-:;cfr. Le ~apita/is~e bureacfatique, ·1,. pág.: 44.
, La_ :0Ju_c16n ~st1ca. de una renuncia al mundo a la carne
de Guy Lardreau y .Christian Jarnbet; y en una forma más accesi-
ble al gran públic61 más moral que religioso, en La barbarie J
visage hu1J1ain (Grasset,, 1977) de Bernard-Heniy· Lévv (traduc- ·

•·•
sera .. re1v1ndicad_a, Sln··ser practicada no obstante, p¿;. Jos "re re- d6n española, La barbarie con rostro humano, Venezuela, Monte
p_e~tantes de J·ofilque se -~a·_ ~ainado ·en· 1976 'Ja ··«nueva filOsofia,,:
d: rs· Bf
gr ?5
«nuevos ó~ofos»"en ·Su mayo'rl'.a se-.conside:ran procedentes'
Pos Jªº 1 ~tas que se habían formado desput!'.s de 1968 ·
·' . Avila, 1978). . ·. · · _. · . · ·. ~ ' · '· · . · ·
. f.--- .. · •1 «Advertencia_a"los lectorCs del Libro I dd Capital,;.en Marx,
_ Le Capilal/-libro .I, ed." 'Garnier-Flammarion, 1969, pág. 7.
acias a unpu so de Jos elementos más radical~s del ·sagrtldo ba: .. !bid.; pjg. 25.· . .

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:·c;1' :· :·! · ·,:. ~.


176 177
••
••
• :
.. ·~_·:
.'

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•••,

••• La diferencia

•• Hegel había dicho que la diferencia es contradictoria en


sí. Pero ahora se trata de abrir el camino para un pen-
samiento de la. diferencia no contradictorio, no dialéc-

•• tico, que no seria el mero contrario de la identidad y


no estaría sometido a la constricción de tener que reco-
nocerse «dialécticarnente» idéntico a la identidad. Aco-

•• metiendo esta dificultad, Ja filosofía francesa --con Gi~


!les Deleuze y Jacques Derrida:- aborda por fin el meo-
llo del asunto. Llegamos al punto culminante de la meta-

••
física moderna que indicaban como brújulas locas los dis-
cursos precedentes. Hay dos tnaneras de situar este pun-
to metafísico:

•• l. En el lenguaje de.la lógica (es decir, de la onto-


logía), el problema es el de la «dialéctica».
2. En el lenguaje de la filosofía de la historia (es de .

•• c¡r, de la teología metafísica), el problema es lo que Marx


Uamaba «unidad entre eJ hombre y la naturaléza»: el
sentido de ·esta unidad es precisamente el sentido de la

•• ,,
;
'
identidad del modo en el que la dialéctica la determina.

El orden que voy a seguir ahora -primero Derrida,

••
luego Deleuze- es arbitrario. El orden inverso no se
habría justificado mejor .

,.• '
. . . . .Mi1& LE
179

J,
tti""·tr'' - .. : ••..
. ·.e,. . ,. ..

••
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••
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Rarnaw1s
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• ·E'§

D~rrida, la. pri.mera ~posición de ~a filosofía: po; .un la-


-;>;~.
'' --··--·-


La radicalizacióu de la /e110111cnología
do, lo a priori, lo qUe v1:1le, y, por otro, lo emp1nco, l_o
que no 'vale. Derrida no discute en absoluto a los porta·
voces de la acusncióh que se formula en este moID:e~to'
••
••
.,
A principio de los años 60 se habla n1ucho del «fiflal cOntra la filosofía: su . violencia disfrazada de «pacifica-
1 de .la filosofín». Aunque la ratio occidenhll hubiera agota- ción» su esencia colonial e imperial. Solamente observa
que ~l acusador ha redactado su ~cquisitotia en la len-
!'

••
do sus recursos httbrín llegado al final <le su carrern. La
expresión «final de la filosofía» proviene de Hei<leggei, gua de la filosofía. O se contradice burda'!1ente o, lo
pero de hecho se utiliz¡\ en lns acepciones más diversas: · que es lo más probable, protesta contra -una f1losof_ía con-
unos quieren decir con ella que es hora de pasar de h1 siderada por él .mnla ·y parcin.I y reclama. una. f1l~sofía
''
:
i
''
teoría a la acción polí~ica (son los marxistas y los lecto-
res de Sartre); otros· someten In filosofía al juicio :de
los románticos contra los clásicos (ésta habría presenta-
más universal. En el. mejor de los casos la críttca de la
filosof{A adelanta e_l programa de. un racionalismo am-
pliado. «La filosofía es una idCología»; se diga con. una ••
••
do como universalmente válido lo que consti.tuía la _ex- intención descolonizildoin (filosofía = ideología occiden-
f tal) marxista (=discurso de la· clase dominante), freu-
\ 1
presión o la representación de una tribu o de una época
particulares). En un sentido muy poco heideggeriano, dia~a ( = sínto'ma sexual),. anti-freudiano (=ideología fa-
'' «final de h1 filosofía» equivale .la. mayotía de las ·veces locró.tiC~) --el enunciado es insignificante. Este progra-
,j

ji
1.·
a la siguiente acusación: la filosofía es la ideología de.la·
etnia occidental. Ideológico es el discurso que presenta
una situación de hecho co1no fundada. de derecho, un
ma siempre supone que la razón tiene por del~ntc un
porvenir. Derrida,. tras BAt:üllc y Blanchot, propone un
diagnóstico Contrario: la historia ya ha acabado.
••
'l1¡
1
privilegio tradicional como una superioridad natural. l.a
razón, -en· -la ·medida--en-que-se-habría-prcsentado .como
«1a razón» (luz que ilumina a todo hombre en este mun-
--Creerilos .sencillamente en el snber absoluto romo cie"c,
cunndo no como finnl. Je 1; i1istorÍft ( ... ), Par!\ lo que· «em-
pieznrt entonces, ·«m&s aU~» del saber nbsoluto, ~ ncc~~dtnn
•-•
:j
1
1'
l
.,
do), sería una instancia injusta. y violcn'ta. No es oci6So
señalar que este examen de conc.íencia de los filósOfos ·
es contemporáneo ala desaparición de Jos imperios .CO-
pensnmlentos inéditos qüe se ~uscan enlrc la memorrn de
los viejo~ signos 1 •
••
••
ioniales europeos ( 1962: fin de .la guerra de Argelia) ... Desde ahora, y cualquiera que sean las mejoras de
r . Derrida no tiene nada que objetar a una fórmula . Íe-
-i: hecho que se puedan introducir en la exposición enciclo-
ductora como «la filosofía es la ideología de. la etnia ·oc-·
' ·i: cidental», salvo que es imposible afirmarlo. Esta· fórrriu-
pédica de la filosofía, la razón es absoluta ya que sabe que

••
lo es de derecho. :El. orden de la razón es absoluto, pues
t
la está esencialmente desprovista de sentido, y en conse-
'' cuencia es Asimismo incapaz de producir los efectos crí· cOntra ella no podemos npelnr sino a ella, contra ella no
ticos que se le .atribuyen. ¿Qué nos permite hablar de tJOdemos prote.~tar sino con ~lla, no nos deja, en su propio

'
ideología, si no es precisamente la oposición entre el hecho
y el derecho? •ldeolog!a» quiere decir que un discurso
particular o relativo intenta_ hacerse pasar por universal o
terreno, sino c:l recurso a la .estratagema y a la es~a·
. tegia 1 •
••
fl::l'·[¡i~I .. ••
.:.,,
. • ·absoluto. :.Ahora., bien;)a'••opo.sición, _entre. .la ·,particúlari-
,, ... dad contingeritei.{io'•ejéfnplar)• y 'ló universalnienle·• váli' ·.. ' VP; pág•: ÚJ.
do (lo esendal) es filosófica. Incluso es, diría sin duda. '. ED, pág. 59.
i i
180
·.. '".
181
••
••
.•
. En resumen, es ·imposible hablar contra Ja razón, el
. i
¡
~ \
1

tt: bien, el sentido o lo verdadero. Pues todo lo que se pue- en que ~I dilema impone al «Sujeto hablante» ~ h~blar
para la razón y el orden, y el momento en que gracias a
tt; de decir de lo verdadero o del .bien es que es verdad que

• lo verdadero es verdad, y es bueno que lo bueno sea bue- la trampa el Maestro fraca.sa y sólo puede f¡1.rfullar su
no. Si quisiéramos mantener la antítesis (no es verdad que esencia arbitraria, ha sido necesario que entre ambos mo-
mentos guíe al estratega una segunda intención silencio-
~· lo verdadero sea verdad), no haríamos sino discutir una

:•••
sa: en silencio,· el estratega ha p!!nsado lo que no podía
apariencia de lo verdadero; si dijéramos paradójicamen-
y lo que no debía decir. A saber: que lo verdadero no es
te: «Es malo que Jo bueno sea bueno», solamente ha-
verdaderamente verdadero (sino a menudo falso), que la
bríamos justificado· la existencia .del inal, en una teodi-
cea de las más clásicas. ·
ley no se distingue de lo arbitrario, etc. ¿Cómo le ha sur-
gido esta segunda intención? ¿En qué zona silenciosa ha
Al no poder operar sino en ei interior de la razón desde podido el rebelde, mientras fingía hablar la lengua del
el momento en que .ésta se profiere, Ja revolución contra Maestro, tran1ar su complot contra el Logos? El asunto
Ja razón siempre posee la extensión limitada de lo que se de esta restricci6n mental (en el sentido de los casuistas)
designa como una agitación, precisamente en el lenguaje

••
•••·
es decisivo. Lo es, en primer lugar, porque, corno Derri-
del ministerio del interior', · da señala a Levinas 11 , la única manera de' hacer como si
Este dilema es el punto de partida de Derrida: hablar se hablara chino cuando se habla a un ciudadano chino
para no decir nada (ya se apruebe la raz6n que prescin- es dirigirle la palabra en chino. En consecuencia, en este
de de nuestras aprobaciones, ya se le hagan críticas ca~ orden de la enunciación la simulación es simulación de
un procedimiento muy razonable). simulación (para hacer como si, hago de verdad: en con-

•• Pero hay una tercera posibilidad, Ja arti1naiia: Ja estr~­


secuencia sólo he fingido fingir). En segundo lugar, aquí
lagcn1a y la eslrategra ~. Derrida aquí entabla una parti-
se trata de fingir hablar el lenguaje del Maestro para
7
1natarlo • Señalemos entonces la diferencia: si el traidor
da rcñidísima contra un Maestro* terrible y, al parecer,
hace como si asesinara al tirano el crimen no ha tenido

••• siempre seguro de ganar en un juego cuyas reglas ha fi-


jado él n1ismo. Prefiere jugar un juego doble. (en el. se~­
tído en que un «agente doble» sirve a dos partidos): fingir
obedecer a la regla tiránica, pero al 1nis1no tiempo ten-
lugar; pero si finge fingir mata de verdad, y tras el co-
mediante se escondía un asesino 1 .
Así, únicamente la restricción mental marca la dife-

•• derle trampas proponiéndole casos que no sabe resolver.


La estrategia de la desco11strucció11 es la artimaña q:ie
pcrn1ítc hablar en el mismo. momento en el que «a fin
renci:l entre la palabra fingida y la palabra sincera. Ade-
más hace falta que entre el «sujeto hablante» y su pala-
bra pueda deslizarse una reserva mental. Además hace
falta que pueda albergarse unn segund::¡. intención en al-

•• de cucntas1> ya no hay nada que decir, pues el discurso


absoluto se ha realizado. bsa es la estratagema que hace
fracasar el diltma propuesto por la filosofía .
gún sitio al margen de cualquier lenguaje, sin enunciar-
la nunca. Precisamente ésta es la objeción que Derrida
Je hacía a Levinas: puesto que el lenguaje de la filosofía

••
Pero ha sido necesario construir y calcular estas estra-
tagemas. Ha sido necesario, pues, que entre cl momento -3 !bid.
f !bid.

~·~
' ED, pág. 59.

••
4 Ver igualmente Marger, pág. 7. . En un artículo sobre Bataillc, Derrida escribe: «Al desc~1"bJI
.
* La palabra francesa tt1aitre tiene el doble senudo de maestro este simulacro lo impensable para la filosofía, su mancha ciega,
y amo. [N. de la T.] naturalmente Í3ataillc tiene que fingir decirlo en lenguaje hege-
liano» (ED, pág. 378).


••i i
182
183

2
f@ztfí*tfi* ,#
et a ......-"'-.•""º"""'"·\.;,""'•-'······ .. , , ' ~···' .•....,...... ..
~ ;.·~· .:;,: '"'·''·~

••

••
••
... ···....-.-····-····-:--···,.,..,.... ,.,, ••
es irremediable?1ente· heg~liano, u;vinas sólo podría 1m-
01 el derecho. Al menos 01sí es para aquellos iniciados por

~Iusscrl en' la filosoffa, con su <1rCducción eidética». Un


••
pugnar la totalidad hegeliana en silencio:

desde ~ mamen.ro en que habla contra Hegel, Levinns no


hecho nndit puede probar en cuanto a la esencia, en cuan-
to a lo que es de derecho. La confusión entre ambos es
el pecado filosófico por excelencia, como Derrída le dice
••
••
puede smo confirm~r a Hegel, ya Jo ha confirmado D.
enérgicamente a Lévi-Strauss 11 • La palabra «pccndo» de-
Para que sea posible una restricción mental en la que be stibray3rsc, pues Derrida no empica inadvertidamen-
lC un término de connotaciones morales it. Este pecado
li pueda fomen_tarse el complot de la desconstrucción es
,.1:

¡:l
necesario que se den dos condiciones.
1: D~rrida al final rechaza la idea de un pensamien·
to silenc10~0, pues lo indecible es asimismo impensable:
se llamn empirismo. El en1pirista no cree en la distinción
entre verdades de hech.o y verdades de razón (para hablar
como Leibniz): las pretendidas <1verdadcs de rrizón» al
fin y al cabo s_on verdades de hecho, pues la rnzón últi-
••
! :

i!
~ la reserva menta~ por cuanto es el lugar de un cálculo
debe poder ser dicha. El doble juego no será únicamente
producto del desconstr-uctor: si es posible este. doble jue-
ma de una verdad de r;1zón siempre es un hecho primi-
tivo. sostiene, pues, que no hay una razón pura: el fun-
damento de las «verdades ·de razón)) no reside en una ••
••
go hace falta que el lenguaje mismo de la filosofía ya
esté lleno de duplicidad (en los dos sentidos de la pala- capacidad que tendría ], razón para conocer a priori las
bra:, estadod: lo que es doble y, por otra parte, hipo- cosas, sino en la relación de l<l razcln con este· ·hecho pri-
mitivo y l1ltimo, es decir, en la experiencia que tiene de
1 cre~1a Y mei:iura). Y, desde su prin:icr texto publicado,

••
11 ésre. En otras p.ilabr:ls, el principio fundamental no es ·
a la 1n_troducc1ón al Origen de la geometría de Husserl
·una identidad del tipo «yo=yo)), es una diferencia, pues-
1r.· Derrida .no _h~ dejado de denunciar la pretensión -de 1~
!h lengua filosofi~a al carácter unívoco. Seguramente culpa- to C¡ue es la relación ccin otra cosa. Por eso, Derrida es-
!'f.!·! cribe que el empirismo
1:
¡¡·
bJe ante los OJOS de la tradición, no ha cejado en su lu-
ch~ ~ favor del carácter equívoco 10 • La lengua de Ia me-
t~fis1ca es_ doble: se puc.dc d~mostrar que las palabras
s1empr~ tienen dos sentidos irreductibles (pero, desde
es el sueño. de un ·pensamiento purnmente helerológico en
su origen. Pcnsnmiento pt1ro de una diferencia pura (,..), ••
••
l Decimos el st1e1io porque se: desvanece con el dfa y desde
1 lueg~,. no «opue.stos» ). Es engañosn, pues disimuln su el amanecer del Jenr-unje 13 •
dup~1c1dad reteniendo sólo un único seiltido, el buen
sent1do», pretendiendo de este n1odo que Jo bueno sólo ¿Pero respecto a qué .es tan scrian1cntc culpable la hc-
es bueno, q.ue lo v~erdadero es completamente vcrdaderó,
que el sentido esta lleno de sentido, etc.
2. La segunda condición reside en que el estratega
tcrología? Aquí. encontramos In herencia husserliana, y
Je nutneta más gcncrn1, neoknntiana: ln hererología es
culpable en el. sentido en que Aristóteles era considerado ••
••
encuentre e? ~lgún sitio 1 fuera de In metafísica, la fuer- culpable. p'or los neo-kantianos por haber escrito: <~hay
za para res1st1r a Ja presión del Lagos. Lo que plantea- que detenerse». La noción n1isma de hecho primitivo es
c?mo ?eremos en seguida, el problema de un e1npirism~ In irresponsabili~ad filosóficn u, portjue el empi~ista no
filos6f1co.
La filosofía empieza con la oposición entre el .hecho
. :: <.'

' ED, pág. 276 ..


,..·.. · " .··; ..• >.:.
11
12
11
G, .pág.· 172;. cfr. fa ·ED, ·pág>189.
ED, .pág. 178.
ED, pág. 224.
••
••
H Marges,. pág. 7.
" OG, págs. 104-107; dr. ED, pág. 167.
185
184
! :.
,¡.,,jj•


••
••
•••' puede responder de su he~ho, es decir, medirlo con un
derecho aún más primitivo. El empirista se flsemeja a un
bárbaro que se imagina que la fuerza crea el derecho ...
logía de la historia, solución a todos los estilncamientos
de la doctrina, siempre quedaba para inafiana. Derrida
ha den1ostrado que siempre quedaría para mañana, en
:'¡d
' ,..;I
1
!

••
La distinción entre lo a priori y lo empírico debe 1nante- otras palabras, que era imposible.
nerse, pues la interrogación nunca ~eb'e detenerse . ¿Qué sería una fenomenología de la historia? Como
Derrida ·se dispone a co1neter a sabiendas el pecado del cualquier fenomenología contestarín a la pregunta, ¿có-
empirismo. Pero este pecndo tendrá que ser irreprochable,

••
mo es posible una verdad para nosotros? Si la verdad es
de lo contrario el Maestro ganaría la partida contra un verdaderamente la verdad, no lo es sola1nente para nos-
m;ll jugador: Dcrridll, por_ s-u parte, pretende ser un ju- otros, sino pan.1 todo :-;cr (crítica al psicologis1no). Si sel-
gador Jable, 1nalo en las intenciones pero impcc:1bl~ en lo fucrn para nosolros, 110 sería la verdnd en el sentido

•••
sus jugadas. Por ello, en cierta ferina, per1nanece fiel. a que cst11 palabra tiene precisamente para nosotros. La
In fenomenología. Ésta, dice·, debe ser· a/ravcstJda, sin verdadera verdad ha de ser absoluta, independiente de
lo que se volvería a caer de este lado, en la ingenuidad c-11;1Jquier <~punto de vista» particular: si la verdad que
positivista 15 • O también hay que <cradicalizarla» pan1 sal· es parc1 nosotros es efectivamente la verdad, entonces hay
el var su intención: esta intención se cumpliría liberándola que reconocer que son1os lo absoluto (o mejor, «yo» soy

••
de lo que <caún la retiene dentro de los límitt.:'S de una <da fuente absoluta»). La fenomenología de la historia
metafísica», la metafísica de la pr<.'sencia iG. Esto es lo busca, pues, como toda fenomenología, el origen de la

.,•
que convicryc examinar ahora. verdad. Ahora bien, Ja fenomenología, en tanto que
es «estática», encuentra este origen en un acto que la
consciencia puede realizar en todo n1omcnto: pues Jla-

.,
La différance ·:r
1na origen (de la verdad del juicio sobre la cosa) a la
intuición de ln cosa presente «en carne y hueso». Co-
En su lntroduclion a L't)ri,f!)ne de la géo1nétrie, De-
•: rrida se pregunta aceren de la posibilidad de 11na fcno·
menología de la historia. Los fenon1enólogos franceses,
mo se sabe, éste es el «principio de los principios»
husserliano 17 • Si el origen es Ia intuición, en todo mo-
1nento puedo volver a este origen, igual que puedo ir al
~egún las cítas del <1ú1timo lfusserl» que. hac~a -~crleau­
origen de todas Jas tarjet:is postales yendo al Champ-de-
•! Ponty, no dudaban que en .los manuscritos 1ncd1tos de Mai-s. Sí, pero si se tratara de tarjetas postales de Ja ce-
ei Lovaina existía una doctrin,1 sen1cjante de 111ancra n1ás o
n1cnos latente. En esas p:íginas encontrarían In posibili-
ren1011ia de inauguración de Ja torre Eiffel nunca podrfa

••
volver a encontrar «en carne y hueso>>, el acontecimiento
dad de pasar de las esencias inn1óviles ;-il devenir y de del que 1ne hablatíon todas estas reproducciones. Lfl ca-
la soledad subjetiva n la comunidnd íntersubjetivn. Sin racterística _de la fenomenología histórica· es que <dfl cosa
c1nbargo, no se pasaba de esas <Úntenciones v~1cÍlls», CO· misma» es el hecho pritnero, que por definición ,sólo tie-

•• mo diría con razón un fenomenólogo, y estn fenomeno·

is G, págs. 90 y 232 .
ne lugar una sola vez. Este hecho tiene lugar por lo me-
nos una primera vez, esta «primera vez» de la que nos ha-
blan los documentos. Supongamos que perdiésemos estos

••
IG VP, pág. 94. .
* Por no encontrar un tc;rmino en castellano apropiado, he
documentos. Ln torre Eiffel sería un 1nonumento cuyos
preferido dejarlo en francés. Es un neologismo creado. por Derri- i; E. Husserl, Idées directrices pour une p_héno111é11ologie, t. 1,
da a partir del verbo diferir. Su sentido queda explicado en el núm. 24 (traducción francesa de P. Ricocur, Galli1nard, pági-
texto. {N. de la T.]

••
nas 78-79). ·

186 187
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11
ii
orígenes nos serían desconocidos y entonces,- ¿cómo po·
drfamos decir si es --es decir, era para sus constructo-
que no es nada para nosotros._ Pero de ?erecho •. el re-
1orno nl origen siempre es posible. Por e1emplo, incluso
••
res- un artefacto bélico, un símbolo fálico o un campa·
nario religioso? El ser ya no sería identificable con el se11-
tido1 pues habría un ser que no existiría para nosotros, a
si no podemos hacer coincidir el sentido para ello~ Y el
sentido paro nosotros de "la huella (para riosouos) inscn·
sata, snbemos a priori que este pasado, cuando ern el
••
saber, el ser de este n1onumento enigmático q"ue se presen-
taba lleno de sentido ante sus constructores. Ahora bien,
esta posibilidad es 1nadmh:dble para un fenomenólogo. La
presente, poseía todas las propiedades del presente: este
otro es, en consecuencia, un mis1110.
¿Qué significA este derecho a vo~vcr a encont.rar ~I ••
feno1nenología de Ja hjstoria está fundada en Ja dcscrip·
ción de lo que Husserl llrima el «Presente Vivo»: el
pasado no puede separarse del presente (corno tampoco
el futuro, por- otra parte). Si el pasado no estuviese sien1·
origen? Que la historia debe concebirse como «hl~tor1a
pura del sentido» 11', .tradici6n o tr?·?~cción <l7l sentido a
rrnvés del tie1npo, pero nunca tra1c1on. En ~i.rtud de su
<1priricipio de Jos ptincipios)>, la fenomenologta debe plan-
••
pre retenido en el presente, si el futuro no estuviese ya
esbozado en él, pnsado y futuro nada serían. Es decir, que
estarían absolutamente ausentes, y ni siquiera se podría
rcnr que Ja historia <le ]ns hombres es sensatn de cab:'
a rabo, que el ruido y el furor, incluso a costa _de un. nu-
mero de mediaciones tan grande como se qu1enl1 siem-
••
hablar de un pasndo inmen1orial, de un pasado misterio-
so, si no existieran para nosotros lns ruinas presentes de
ln civilización desapal'ecida pllra sien1pre. Pero, parn que
pre son red_uctibles a la "P~:ible transmisi?_n de. la heren·
cia del sentido de genCrae1on en generac1on. El modelo
de l:.i historia parece ser entonces la tr11dición del te?rc- ••
••
el futuro se «anuncie» en el presente y el pnsndo se (<re- m:t de Ta"les, en la medida en que este teorema hoy tiene
tenga» en él, es necesario que ese pr~sente no sen sola- aparentemente el 1nismo se~tido. para n?sotros que parn
mente presente: también es necesnrio que sea ;11 n1ismo Tnles en otros tiempos. LH h1stona es univoca 4e de_r~cho,
tiempo presente ya pasado y presente atí11 por /le[!.ar: incluso si. no es posible de hecho la reeolecc16n integra
gracins a este pasado ntín presente y a este f11tllrO ya
presente, el pasado como t<ll ser~ panf nosotros un pre-
sente que ya no es presente1 y el futuro habr:l sido des-
. del sentido: .esta identidad entre el ser (implican?o aquí
haberlo sido) y el sentido nunca está dada· hoy, sin? ~e.?
el infini"to». Aquí volvcmoS a encontrar las -<(tareas infu:ii- ••
•••
de siempre y para siempre un presente que todavía no . tas» y las <e teologías» interminables gratas ~los. nco-kantt~~
era presente. Es entonces cuando apnrece In tli/ere11cia: nos. De derecho, la fenomenologfa de la h1stor1a es una f1-
<liferencin o no coincidencin del presente consi~o mismo. losoffa ·que ·enseña el canlino ~eguido por l? absoluto (el
Aquí es necesario decidir la significación que h:i~r que . Ego fuente del sentido) hacia un lelos sltuado «C-n el
dar n semeinnte diferencia que divide ni presente: 6 ha- infi~ito)> que Husserl l~ama unas veces «Dios» y ~tras <cel
ce que nada esté nl1ncn del todo nu~ente. o hncc que el
presente inismo nuncn tcng:1 Jugnr verdndernn1cntc.
Como demuestro perfecrnmente ])crrida, ln contestfl-
Logos» v del que dice que .es la Idea <(en el senudo kan-
tinno)> d~ una sociedad perfecta 19 • En otrns palabrns, el
sentido de· la historin universal consistiría en tender a ••
••
ción de Husserl de nuevo se sitúa en ln oposición entre un estado f.in:tl e ideal (que; señalérnoslo, retroceden .me-
el hecho y el derecho. De hecho, podemos encontrarnos dida que se progresn hacia él): estado de la humanidad
monumentos (presentes) cuyo sentido se nos escapa, y que
constituyen las.· hUeilas _presentes de un pasado del que " OG, pág. 107. I f 1 ¡

••
19 Solamente de derecho; pues de hecho a enomeno og a no
. nada sabeino.S: · rio -podeniós decir .lo que era -ese ·pasado llega. 8 convertirse en esta filosofía por no pode~ fundamentarla
cuando era el preSente y se cierne la amenilza de un· sét en la intuición de este telos «de carn_e Y hueso».

••
189
188

~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~-
••
•:: .¡lf¡
que hace pensar en una suerte de perpetu~ congreso de seguida por una «segunda vez»¡ y si la «primera vez». ' !':'

•• mate1náticos. Esta narración de la historia, como se ve,


no puede estar más acorde con· la ontoteología de los
tiempos modernos .
fuese <da única vez», no sería ·el origen de nada en ab-
soluto. De una maneta sin duda algo dialéctica, pero
en absoluto abusiva, hay que decir que el primero no es

•• Si lo verdadero es idéntico a lo verdad~ro para mí, yo


tengo que ser el Dios cartesiano, creador de las verdades
eternas, como pretende Sartre, y acaso también Hu-
el prin1ero si no hay luego un segundo. En consecucn·
cia, el segundo no es solamente lo que viene después del
pri1ncro, como un rezagado, sino lo que permite al pri-

••
sserl!.'(). De lo contrario, este verdadero sólo es un «va- m7ro ser el primero. Así, el priinero nunca llega a ser el
lor» o un «punto de vista», una «perspectiva». Para que pnmcro solamente con sus fueC7..as, por sus propios me-
la ~dcntificación entre el ser y el sentido no entrañe la dios; hace falta que el segundo Jo ayude con toda Ja
degradación del fenómeno a simple .apariencia,· hace falta fuerza de su retraso. El primero es el primero gracias al

••
i
que yo sea Dios. De todas maneras, esta divinidad se re- segundo. La «segunda vez» tiene, pues, una especie de
mite indefinidamente a mañana. Saben1os de ante111ano prioridad con respecto a la «primera vez»: está presente, 1

que el hecho nunca coincidiré con el derecho. En conse- desde Ja primera vez, con10 la condici6n previa de Ia

••
cuencia, nada nos autoriza a hacer. con10 si lo equívoco prioridad de la priinera vez (naturalmente, sin ser ella
fuese· un moi;nento destinado a abolirse en un triunfo fi- misma una «primera vez» más primitiva, de lo cual se de-
nal del sentido unívoco. Hay una «diferencia originaria» duce que la (<primera vez» c~ realidad es la «tercera vez~>).
entre el hecho y el derecho, o entre el ser y el sentido 21 , Hay que concebir el origen como el ·ensayo * de un 1

•• Esta· ~iferencia originaria, Derrida la designará más tarde


como différatice, palabra por. la que hay que entender Jos
dos sentidos del verbo «diferir», que, sin duda, significa
estreno, en el sentido teatral de estas palabras: repro-
ducción de la primera .representación en público, prev1a
a esta representación. De este 1nodo, «es el no-origen lo
1

••
22
«no ser idéntico» (se dirn, por cje1nplo, que el presente originario» • En el origen, o si se prefiere en el prin- ,/
difiere de sí 1nis1no), pero ta1nbién «dejar· para más ade- cipio (in principio), ya no hay identidad apacible 1nc-
lante» (y se dirá entonces que el presente siemp1·c es un diílntc la que lo ·primitivo sería únicamente primitivo. Si 1
,'!

••
presente diferido, que, de todas maneras, será mañana en el origen sólo hubiera identidad simple, nnda saldría
cuando sea un presente plenamente presente). Esta dif-
férance es la que produce, entre otros efectos, la historia.
de este origen.
«En el comienzo Ia repetición». «En el comienzo la re-
.,·¡
Hay historia porque desde el origen el presente está como presentación» '!l: y, en consecuencia, ni siquiera hay
:1
''
•• en retraso respecto a sí n1ismo . rcpresenlación, ya que la presentación (cuyo recuerdo es
csLa rc..:prcsentación) nunco ha Lenido Jugar. El original
ya constituye una copia. En ello tenen1os como un «prin-

••
Et retraso originario cipio del no-principio», mediante el cual Derric:Ja des-
consrruyc el «principio de los principios)) husserliano, al
El concepto de un «tettnso ong1nario» es paradójico,
pero necesario. Si no hubiera una différancc desde el ori- ¡. dcsc:1nsar éste último en la posibilidad de distinguir sien1-

•• gen (cada vez que hay origen), desde la «prunc.ra vez»,


la _prin1era vez no sería la «primera vez», pues no estaría
;
"' Los términos ensayo y repe1ició11 corresponden a los dos sen-
ridos de la _palabra francesa répétition, utilizada en ambos casos
en el original. [N. de la T.]
')

!t.
••
11
Ver la norn de Derrida, OG, pág. 28. ~ ED, pág. 303.
:. VP, págs. 50 y 64.
1
31
OG, pág. 171. .¡

190 i· 191

••- 11

•• '• ~- .

• ºr3
•• ¡.

•• pre entre lo origin~l (la. ~tuiciÓ-~', ll~mad~ .<«:loa'adora ori- .· f'


ginaria)) de la cosa misma de carne ·y hu~so) y lo derivado ~
(intenciones de la consciencia no.colmadas por una intui- 1
1; Por una parte, que la subordinación de la escritu-
ra a la palabra es un prejuicio, que ni siquiera se: verifica
en el caso particular de la escritura llamada fonética (aún


••
ción). Otra versión de este ·mismo «principio del no- · !
principio» sería: «En el comienzo, el signow. El signo, y
no la cosa ·(referente) de la que este signo debe ser signo.
Derrida ha dado a esta versión semiológica un desarrollo
siendo el Caso más favorable 'a esta hipótesis) .
2. Por otra, que la definición del signo gráfico en
realidad es l<l definición de todo signo (que todo signo
es un significante cuyo significado es otro significante, .
particular por diversas razones, en~re las cuales, sin duda, y nunca «la cosa misma», tal como aparece ante la vista,

•• no es la menos importante la de arrujnar todas las preten-


siones de la semiología, en ese m6mento muy ·extendida,
haciendo desapafccer la posibilidad de aislar «signo» v
presente ante nosotros «en persona», «de carne y hueso»);
en ese caso el «principio del no principio» derridiano
habría vencido al «principio de los principios» husscr·

•• «referente)>. Hay dos vías de acceso a esta versión se- liano. . .


míológica. Una· es la radicali~ación directa de la fenome-
nología. ·Demostrando frente a Husserl que la conciencia Llegamos entonces a una tesis de aspecto ·pasablemente
nunca es·, anterior al lenguaje, se deduce que éste no dialéctico:

•• puede considerarse como la «·expresión» (representación)


de una «.vivencia» silenciosa (presenn1ción. Originaria).·
Este es el camino seguido en La voz y el fenómeno u. _La ·· 1
Lo mismo sólo es lo mismo fingiendo ser lo otro"'·

•• otra vía de acceso a la prioridad del signo es un examen · f De ahí nuestra pi:-egunta, ¿el 1nás allá de la <dógica de la
27
de la escritura. Toda una tradición subordi'nn ln escritura i . identidad» , es un más allá dialéctico o un más allá de

a la palabra: ·por ejemplo; se· escribe ··una· c~r_ta a- una- -1- · la dialéctica?.
Derrida se hace
Pero. nuestra .pregunta-es .. también.-la. que.
a sí nüsmo: ¿el más allá de la dialéctica

•• persona ausente, o también se lec un tcsta:mcntó después 1


de su propia desaparición. ·1a escritura serviría entonces
para significar en ausencia de1 destinittirio o del locutor, ¡
no es inevitablemente un más allá dialéctico?
Derrida admite u;1a proxin1idad entre lo que lhuna la
mientras que se hablaría en presencia del destinatario. 1 «lógica del suplemento» -en el origen no existe lo ori-

•• Por eso se define la escritura como «signo de signo»:


el signo gráfico es el signo del signo oral -hace las ve-
ces de éste, Jo sustituye durante su ausencia-, mientras
gi.nario, sino ·un «suplemento» que hace las veces de algo
originario continuamente evanescente- y la dialéctica·~.
Y, en efecto, ¿no consiste esta lógica, por decirlo en lcn-
¡:
¡.

•• que el signo oral es el signo de la cosa. La escritura cum-


ple una f~nción de suplencia:
La escritura es el suplemento por excelencia,. puesto que
8LI<ljc kantiano, en son1ercr lo incondicionado a una con.
dició11J a saber, la de su diferencia con lo condicionado?
¿No obliga a establecer la diferencia en la_ identidad, lo
1 relativo en lo absoluto, el devenir en lo eterno, el «tra-
'.

•• indica el lugar en el que el suplemento se da Como su-


plemento de suplemento, signo de signo, haciendo las veces
de una palabra ya significante is •
1 bajo de lo negativo» en la plenitud d~ lo infinito, C:tcéte-
! ra? Pues esta l6gic1f del suplen1ento muestra que asi·
1 milainos de buen grado el suplemento (cualquiet su-

•• Pero si se pudiera demostrar, con10 intenta Derrid<l en


su ensayo De la gramatología:

.i
1

1
plemento} a un extra que se· añ<_1diría a una totalidad
:a-; VP, pág. 95.
ED, pág . .302; G, pág. 90.

••
"' Véase un esbozo del argumento en Marges, págs. 16-17, n
" G, pág. 398. ~ Marges, pág. 15 .

192 193 ''


L

•• l'í
.1

••
·:
'
!; ·.'

••
••

••
••
••
•• fü

integral. En definitiva, habrla un todo ya completo


·----~- y, fuera de ese todo, el suplemento. Peto si así ·fuera, hegeliana? Con10 vemos, esta p~egunta repr~~cc la an-

•• el suplemento nada sería; según la hipótesis todo esta-


ría ya en el todo. Si el suplemento es más algo que
nada, traiciona la carencia absoluta: un todo que tolera
terior· si es cierto que el lenguaje de la metafis1ca es he-
i::clian~, ¿de dónde saca Derrida el pensamiento de,, un
;,,ás allá del saber absoluto? .

•• que se Ie añada un suplemento reconoce que le faltaba


algo dentro. El suplemento de fuera hace las veces de Ja
pnrte del todo ausente dentro; como eJ todo no llega a
El mismo Derrida habla de un «desplazamiento a Ja
vez ínfimo y radical» Jt. Admite asimismo que el. debate
con Hegel es infinito, intermína~le :rJ. La par;1da que
juega Derrida contra el maestro-f1l6sofo durara ~;erna­

••
ser lodo, para supJit su totalidad evanescente, es necesa-
rio añadirle un suplemento Íucra. Por eso fa «16gica del mente. Pero ¿cómo podría ganar Ja desconstrucc1?n e~
,¡ ~upfemcnto» ese juego donde las victorias sobre el n1aestro se 1nscr1-
ben inmediatamente en Ja columna de las derrotas del
i'
•• !
1
prc'1ende que d fuera esté dentro, que lo otro
cia se añadan corno un más que reemplaza a
que Jo que se nñade o algo ocupa d lugar de
y fo cnren-
un menos,
Ja falta de
dentro, }'~
discípulo (toda victoria en el ;uego del Maestro es una
victoria de Maestro del ;uego)?
Derrida habla de un debate

••
·¡ ' esa cosa, que la f:iltn en tanto que fuera del
esté dentro del dentro, ele. 29•
'!;; entre Ja filosofía, que siempre es filosoHa de la presencia,
1' '
y un pensamiento de la no presencia, que no ~s f?I?.osa-
De una manera aún más general, Jo presente sólo es

•• ' mente su contrario, ni necesariamente una mechtac16n de


presente a condición de referirse a Jo ausente para dis- i fo ausencin negati''ª• o lo que es igual, una tcorfo de la
i tinguirse de él (a un ausente que es el pas;ido o el futur.o) . no prl'sendn C'Ollln inconsciente :i.1.
Según Derrida, la metafísica constituiría el gesto de bo.
i
•• l1
rrar esta marca distintiva, esta hucUa de Jo ausente por
la que el presente es el prcscnre. Se observa entonces que·
la huella significa norn1almente el signo presente de una
Este pensanúento de la no presencia (ni teología negativa,
ni filosofía de la «voluntad» ::interior a Ia «representa-
ción») al menos es otro pensamiento distinto. Es, pues,

•• :; cosa ausente, signo que esto ausente ha dejado tras su legítimo preguntar cómo aparece. aquí p~ra cnta~lar u,n
'' paso por los lugttrcs donde ha estado presente; pero si debate con toda la filosofía. Derrida escribe: la ftlosof~a
" todo presente lleva Ja huella de algo ausente que lo de- es sie111pre. No escribe: ha sido sie111pr~ (lo q~e. podna
:''' limita (y en este sentido Jo constituye, lo produce,
..
•• •
le permite ser lo que es), hay que pensar paradójicarnCn-
tc en una «huelJa ·originaria)), es decir, u11a huella pre-
sente de un pasado qut.• nunca ha tenido lugar: un «pa-
remitir a una encuesta histórica, es decir, emp1r1ca). El
sie1npre tan1bién vale para los libros de filosofía que no
Í1emos "leído, para los que aún no se han escrito, etc. Pero
¿cómo saberlo? A esto Derrida co.ntcsta:á, ~orno fe~ome­

••
sado absoluto» lll.
n6Iogo, que se trata de una necesidad e1dé~1ca: 113: filoso-
¿A qué distancia se 1nantie11e Derrida de I-fegel? ¿Por fía siempre será pensamiento de la pr~senc1a, porq~e no
qué la dif/érance_ no se reduce a la identidad dialéctica puede ser de otra manera. El pen.c;arn1cnto es tan tmpo-

••
1
sibJc sin un privilegio atri_buido a lo presente sobre lo
" G, pág. 308. . . .
Jn G, pág. 97 (véase también «Freud et la scCne de l'éctituic,,,
1
en ED, págs. 293 y ss.; aquí ·encontramos el «pasado original» a1 Marges, .pág.· ·15.

••
de Merleau-Ponry) . "' ED, pág. 371.
33 VP, pág. 70.
194
1
., . . _q:;-. 1
195
J

••
ausente (presente-pasado, pr~sentc-futur~) como el color identidad más elevada, de Jo que se dcdu.ce que hay que ••
••
sin la superficie o el valle stn la montana. situarla en otro lugar distinto a aquel en el que la tradi-
ción se imaginaba encontrarla. Derrida vuelve, si puede
¿C6mo se hubiera podido pensar el ser y fl ~iempo je~ expresarse así, a una experiencia general. Lo requiere la
otra .. 1nanera sin~ a partir ~el pr~sc~tc, a~~ra a
enºc;:eral, experiencia del texto general. Todo texto es un texto do-
presente es dec1r, de un eterrruna º. . drá d h
del que' por definición ninguna experte~cia po l es a-
, . del pensamiento y e pensa-
ccrsc nunca? La exper~enc~a , · · de )a
ble, siempre hay Jos textos en uno:

Dos tCxtos, dos manos, dos miradas, dos audiciones. Jun-


••
••
miento de la cxpcricnc1a s1emp~e tratan un1camente 1
tos a la vez y separadamente~.
prcsencia':i.t..

Nin una experiencia permitirá fl1,1~Ca ~en~ar· .fuera. del El primero de estos «dos textÜs en uno1> es el único :J

p
rivilegio del presente, pues la exper1enc1a s1e1npre_con~­
gl b
tituyc a prue a, v1v1 a
. "d en el presente de una ·presencia
' .
sea la presehcia de una ausencia, co~o cuan .
(auhb1~ de la· experiencia del exilio o de la n1uerte). Dt-:
do
lJUC retiene la interpretación clásica: está escrito con l:i
au"toridad de la presencia y en favor del sentido, de Ja ra-
~n, de la verdad. En él cualquier negación es afirmación
;i

1

••
••
0

. superior: si .denuncio determinad:\ sinrazón de Ja razón,


~ho ªsea de;: paso, por eso Derrida al final rech~zaní ese solamente niego el negativo de la ·razón, un defecto de
<(empirismo filosófico» que llega a ev~car. d h la razón en la razón. El segundo texto --otro y, sin em-

••
Pero hay que decir ¿ningún pensamiento, pu~ e rec. n- bargo, el mismo-- es aquel que la lectura clásica nunca
zar ei pnv1 . ·¡ egi·o del presente? ' ¿ningún
. pensamientod l /1/0-
.,' descifra. No obstante, el primer texto, el que ésta acep~
.6/" ~ y a que en el texto que he cttado ant~s e prc- '
ta leer) comporta .fisuras o huellas que remiten al segun-
~cd~1~¡e Derrida oponía ~filosofía» a <(pensamiento ?e la do texto 3G. El punto importante Ilega ahora: entre am- 'I,,
no presencia», es necesario que exista un pens~m1ento
fuera del privilegio <lel presente¡ en consecu.enc1a,. una
. . d e este otro pensamiento
exper1c11c1a • , y un· pensan11e11to
d
bos textos no es posible síntesis ni fusión en uno sólo,
pues el segundo no es un contrario del primero (que
podría reconciliarse con éste mediante una «superación))
,r11
1

11
••
de esta otra experiencia. ¿Por que a parur e ese hm 0 .
mento Derrida rechaza el empirismo? Por~ue n_unc~ ace
referencia a una experiencia. particular que inva,l1dana una
de su «diferencia» *, sino su semejante ligera1nente des-
fasado. La lectura del texto general exige, pues, una
31
doble ciencia : ésta saca a la Juz Ja duplicidad del texto. 11
¡/
"
il
••
••
proposición general. Pilra él no se trata de <(refutar» del cualquiera que éste sea.

li' I
principio de identidad invocando tal º. c~al caso e Tenemos ento:O.ces la contestación a la pregunta hecha
«différencc». Oponerse por las yías del silog1s~;o Baroco nntes. El «pensamiento de la no presencia)> con el que In
(<e Toda filosofía piensa la presencia»,. «Cualq~ter pensa- di

••
Metafísica polemiza no es para esta última un pensamicn- 1 ¡/
miento piensa la ausencia», etc.) -diría---'-, siempre su- 10 dislinto a ella, corno lo serían una tradición ex~ranjera
pone denunciar Ja falsa ide.ntida.d de I? que. se pre~~nta una sabiduría oriental, un retorno .al mito, etc. Es ella
1 /·:
nnte nosotros llevnndo por 1dcnttdad rccono~1da <da .1den-
rida<l»; es decir, que dc1nostrando en este detern.unado
caso cómo ]a pretendida identidad ocultaba u.na <ltferen-
cin, se actúa en favor de ui:ia i.dentidad superior, de una
35

21;
Marges, pdg. 75.
Afarges, págs. 76-77.
_.El .término, fra~cés e~ el texto no es di/férence, sino différe11d,·
1
1' 1 ••
••
que quiere decir d1fcrenc1a en el sentido de litigio. [N. de la T.] : 1
:\.\ Margcs, pág. 41. li «La double séancc», en Lti dúsémi11ation, Seuil, 1972.
'1
¡
196 197
1 1
.·. t ¡-..
.............
••
••
,,......-,:. __ ;;-·.' .


l
•• 1


--$~y·r,-_w.f.,..::.'~..,,fli'S""6~.. ~.-· ,~~·-s _

cia Y la ausencia, entre la vjda 1


·palabra pharmako11 del t t y l a~ 0:uerJ;e, aparece. en la

••
mismíl en tanto que otra. Toda metafísica, al ser doble,
constituye su propio simulacro. Entre el texto de Platón suple111e11to del texto de ~~ o p ª\?n1co l ' en la palabra
y él mismo, entre el de Hegel y él mismo, se cruza un del texto de Mallarmé " usse~ l ' en a palabra hy1nen

•••
«velo a penas perceptible)> 38 que separa al platonismo de n1en de MaJlarmé a , etc: . o que es más, el by-
sí misn10, al hegelianismo .de sí mismo. Basta entonces hcgeliana: es su ~inis:i vez, e~ 1nd1¡,cernible d~ la identidad
con un ligero desplazanücnto, con un pequeño «juego)) en la boda y la pared acrlo.d ues yme11 deS1gna a la vez
vagina e I · · · ·
la lectura del texlo para hacer caer al primero en el se- (virginidad) cuando no h ha Joven virgen. Hay hymen
gundo, a la sabiduría del prin1cro en ]a co111edia del se· hay hymcn (virginidad) ay ydcn (copulíldón), y ya no
gundo. La 1netafísica 1 tal co1no nos 1:i. representamos con- hyrnen es ta.nto la d1'f man( o hay hymen (boda), El
erencia entre el d 1 fu

•• vencionahncnte1 desdoblaba el mundo: la sensible y lo (1e la virgen cn.tre el d entro y e era i .·


inteligible, el cuerpo y· el· espíritu, cte. El empirismo fi- "bolición de' la <l'f .eseoE y la satisfacción) como la
1 erencia 'S la b r 'ó d
losófico, mcdinntc una protesta igualn1cntc clásica, in- rcnci¡t entre .la difcren .. . 1 J.
a tct n e <da difc-
bien, Ia identidad entr~t~ Yd_fa no . ifcrenchP> ,.i_. Ahora

••
vertía este «platonismo»: sostenía que lo inteligible c1na·
·na de lo sensible, que el pensamiento es una facultad del es indiscernible de la iden~'d ~ ere¡ma y la no diferencia
cuerpo, cte. J..a doble ciencia. Mediante una operación rrc la identidad y la n 'd 1 a p anteada por Hegel) en-

••
. , o 1 enudad Nad· d d .
inédita, la doble ciencia de Derrida desdobla el mismo idenlldad
v
dialéctica y 1 d'f
a 1 erenc1a '. son le pue
0
e ] em· si la
texto metafísico. La duplicidad del texlo es lo que hace i a no puede decidirlo n· , no o mismo.
posible la «transgresión1> o el «exceso)> del texto 111a11i- donde «quien pierd ingun_ mae~tro. En este juego
e gana» s1 se d1 .d 'd

•••
; .
fiesto, respecto al texto latente (para hacer uso por apro-
xin1ación de una analogía con la teoría freudiana del
slleño). Así, l.t transgresión en cierto ·1nodo está literal-
mente ;ustificada (lo que, por otra pal'tc, es muy raro
en una transgresión). l~l único crimen que autoriza, e in·
se lransforn1a inmed1-at amente' en d.1fer
rnos una diferencia é t
l)c tal n1oclo que·.•·,.
se puede distinguir de s d
r'
d desenlace del -ucgo S u . erro.ta.
1 · u v1ctona es s d .
ce «J· entl ·ad» -ésra
enc1a, y s1 scnala-
a lsej nl~tam?rfosea en identidad.
ina a v1c.tona d H
N e egc tampoco
0
1
se puede decidir
p
'i
1
¡
i

•:•i cluso recomienda la élica, es el tiranicidio. ¿La des-


construcción derridiana es un tiranicidio (acto serio, jus-
ti fícado por obligaciones superiores, por razones más
elevadas) o es un juego? Es «lo uno y lo otro» y ~<ni lo
l crrota es su victoria
1 ·
L· 1 . .d
' p.lrt1

Búsqueda de un e,npiris1110 trascendental


<I
, º. cno1a. ero su
sera 1nter1ninable.

•'• uno ni lo otro». Es imposible decidirlo. En un sistema


formal dado no se puede decidir acerca de una proposición
que no es ni verdadera ni falsa respecto a ese sistema de
axiomas. Por analogin, Derrida habla de palabras acerca
C?illes· Deleuze ante todo es un
s~gun
. .
la Dialéctica trascendental d
ucadas las ideas del al
'
d 1
.
p~st-
.k
adntlano. Piensa
de ant, onde son cri-
ma, e mun o V de n· Nº
de las gue no se puede decidir: son términos cuyo doble f . . de1os.
1• cxpcr1enc1a puede justific r l
ª a a 1rmac1ón 1nguna

••
un yo su:-:-
sentido no se puede controlar. Y la acentuación de estas
palabras, puntos excesivos del texto metafísico, es la que 39 Véa5c «La• ph armac1c
r.a1io11). · d e p laton» (recogido en La D issé111i-
saca a la luz el segundo texto, simulacro del primero.
: ~~aSe la segunde parte de la Gra1nmatologie.


La identidad (en el sentido de una imposibilidad de zan-
case «La double séance1>
jar, de discernir) entre el bien y el mal, entre la presen-

••
12
u La Dissétnination, pág. 23].
Afarges, pág. 21-
33 !bid., pág. 235. ' ·· ..; ·'-~
.f. 199

•.•
~; ..¡
---
198

··-··-····--


••
••
E W·AbW § .µ;; i 11:+ tM
••
rancial idéntico, de unn totalidad de. las ·cosas y de una
causa primera de esta totalidad. A veces se considera
tratn. de repartir el ~onjunto de I~ existente entre las co-
sas (de fijar en cada· una su identidad como dominio ex-
••
que los filósofos a Jos. qi.Ic normalmente se reserva el
nombre de post-kontianos (de Fichte a Hegel) se han
apresurado a restaurar la Metafísica por un momento_
clusivo), sino de describir Ja manera en que las cosas se
dispersan en «la extensi6n de un ser unívoco y no repar-
tido>> '1, igual que. una tribu n6mada se reparte en un ••
tambaleada por ]a crítica kantiana. Esto es también la opi·
ni6n de Dclcuze, para quien esta restauración tiene nom-.
bre «dialéctico». En manos de los nco·hegelianos (Feuer·
territorio' sin dividirlo entre loS "individuos; cada uno
toma para si tanto como puede y sólo topa con su límite
en el punto en .el que no puede extenderse inás. Ningún ••
••
bach, Marx) la dialéctica de los post-kantianos concluye, principio supremo, ningún fundamento, ninguna instnncin
como se snbe, con ]a divinización del hombre. Este últi· central gobiernan esta «distribución de esencia y hasta de
mo Se renpropia las riquezas que hasta entonces Je había 'delirio'»~.
ntrihuido a Dios. Deleuze· objeta: · Vemos que, incluso si la filosofía es escncial1nente de·

Al recupcrnr la religión ¿dejamos de ser hombres rdi-


~iosos? I-Iaciendo de fo teología una antropologfa, poniet1-
:1
scngnño, los filósofos n menudo. sólo hnccn _falsas .crfticas
y defienden el orden; lns ·autoridades, las instituciones,
las buenas costumbres, todo aquelJo en lo que cree el ••
••
do al hombre en el lugar de Dios ¿suprimimos lo esencial, hombre corriente. J..a filosofía verdaderamente crítica es
.i
es decir, el lugnr?". escása, y según Deleuze corresponde a la tradición que se
¡!,. denomina «nattiralist:l» (en el sentido de una hostilidad
Deleuze insiste de buen grado en la dirección crftic:1 hncia todo_ lo «sobrenatural»): Lucrccio, Spinoza y Nietz·
<le la filosofía:
La filosofía como critica dice lo más positivo de sí mis-
ma: .propósito de_desengaño t. 5 •
sche son sus figuras señeras.
L!i distribución sedentaria es el pensamiento del mun·
do «clásico» (mundo al que aún pertenece la rebelión
••
Pero no son muy numerosas las filosofía!; auténtica1ncnte
críticas. Las obras maestras de la filosofía están al servi-
romántica"}:---Delcuze ·llama ·a-este-pensamiento «filosofía
de la representación». Está sometida a la autoridad del
principio de identidad, cuyo sello encontramos en el pre· ••
••
cio .del orden, es decir, fijan los lugares, ponen ·tas cosas 1· fijo reiterativo RE. de la palabra «representación» .s: todo
en fila, se dedican a repartir propiedades entre supuestos·,
.1
1
presente .debe ser re·ptesentado, a fin de ser re·encontrado
1 ·j. como lo mismo; de .esta filosofía se desprende que lo
¡ atributos entre los sujetoS. Para 'establecer una jerarquía 1
desconocido sólo es un conocido aún no reconocido, que

••
1
apelan a un primer Principio no hipotético:· el rango de i'
cada uno está en función de la distancia que le separa aprender es ·acordarsé, encontrar es volver a encontrar,
de este principio. Plantean, pues, cada una· a su manera, salir es volver, etc .. Por ello lo que escapa a este ra·
que lo 11110 precede a lo múltiple. Son escasos los filósofos cionalismo eS la diferencia como tal. La diferencia entre
que distribuyen los atributos de manera anárquica (en
ausencia de cualquier arché no hipotética): distribución
que Deleuze llama __ «nómada» ui. y en la que ya no se
encontrar y reencontrar es la distancia que separa a una
experiencia de· .su teiteraci6n. De ahí el proble1na de la
repeti~i6n: cuanto· más. perfecta es una repetición (como ••
" NPh, pág. lOl.·· .
~ NPh, pág. 121.
-.''; .•' !bid: Sin duda, hay quC e_ntender: la extensión. del concepto,
unívoco como todos Jos· conceptos, del ser.
'8 lbíd.
.
••
••
" DR, pág. 54. " DR, pág. 79.

201
200
' L' ;: ¡~;hJt .. ·
'

·.·. ;,.'.
••
••

••' en el caso de los gemelos, o el de los objetos producidos
en serie) menos puede decir el filósofo racionalista dónde
priorKi»; objeto de las intuiciones puras). De todas ma
ras, ant no ha 11 d b
de la diversicÍad a e::io~i ast~nt~ Jejo}. Ha dado cuenta
nc-

••·I
está la diferencia. Por eso los fenómenos de repetición es común a tod l . ~ e~ . ccir, so amente de lo que
son una vía de acceso prívilegiada para una comprensión .Kant ha obtenidoasun:s iJ~~~JJ~~nes (Ja forma temporal).
más auténtica de 13. diferencia, ya que presentan el ejem- no ha lográdo una difer . no conceptual pero aún

•• lo sensible a priori abar:an~a


ºind
plo de una diferencia indiscutible, pero aparentemente fºI?c_e,ptual_ La teoría de
inconveniente. Debemos, pues, dejar de definir la repe- posible: 'toda experiencia ~ 1n1c1on toda experiencia
tición como el retorno de lo mismo, comd la reiteración en un aquí y un ahora P;~oª (u1cra, ~ue sea tendrá lugar
de lo idéntico: muy al contrario, es la producci6n (en los da cuent~ de 1 . : .

•••
a Estetzca trascendental no
a exper1enc1a real e ¿·f .
dos sentidos de la palabra: dar existencia y exhibir) de
c~perie~cia sencillamente posible ~n ~ 1_erenc1a con Ja
1<1 diferencia. diferencia que hay entre Jo ¡,;, o dice nada de Ja 1
Deleuzc denuncia esta _confusión entre el «concepto de fenómeno, incluso antes de ~~: sj b-ºs de antemano del
la difercnciA» y una ((diferencia simplemente conéep- tado, y Jo que debemos de ~ Jeto se haya presen-
tual» 60 • La diferencia conceptual es u!)a ·diferencia en el ~ue de ninguna manera ap;~~ er e él a post~r~ori, lo

••
seno de la identidad; por ejemplo, una diferencia especí-
¡uzgar a priori. Habla de :se sa~os prev~r, anuc1par o
fica en una identidad genérica. Pero el concepto de di-
ferencia debería permitir pensar, no sólo· la diferencia en
la identidad, .sino la diferencia entre la identidad y la no
que poseer de antemano cr que siempre tenemos
re-encontrare111os en estap::a te~er .una experiencia y que 1
1

••
. fercncia entre . esta pcr1enc1a, no habla de la di- 1
identidad. Ahora entendemos por qué la diferencia pue-
51 reencontrada lue o r~-presentaci~~ dada de antemano,
de definirse como «el ser de lo sensible» _ Como escribe Sin duda, aquí regsid{ Jaª p~r~scdt·dct~ndpropiamente dicha.
Kant, el concepto es la representación de lo que hay de rista: lo quC hay de e , . un 1 ª e la pregunta empi~
0

•• idéntico en varias representaciones, que de nuevo pueden


ser a su vez conceptos (representaciones generales) o re-·
presentaciones singulares (intuiciones). La diferencia más"
te1ncnte lo a posteriori I
' d 1
ha tratado sino J...
mp1r1co en una exp · ·
JI
' o que amamos «lo d d
rcoria e a expcri'enci· a es Jncornplcta
cond' .
. . a o» . a
en tanto que no
.
cr1enc1a es ev1den-
~ L

•• auténtica no es la que se pi.Jede encontrar entre dos con- '"' 1c1ones a p · · d 1


S:gún Deleuzc, la filosofía ser' ¿· 'í~rt. e a ex~e:iencia .
.ceptos (es decir, entre dos identidades), sino la que obliga gun yue la diferencia entre el a ta enea o ~mp.1r!sta se-
al pensamiento a introducir diferencia en sus identidades, el sentido kantiano de I .6concepto y I~ 1ntu1c16n (en
particularidad en sus representaciones gcnernlcs, precisión

••
guiar) se const'dcre re ac1 n con Jo existente en sin-
en sus conceptos. La verdadera diferencia es la diferencia corno una dif ·
como una ·diferenc1· ' erenc1a conceptual o
que hny entre el concepto y la intuición, entre lo inteligi- a no conceptual E ·
expresión dclcuzt· ana «concepto d 1· difs cierto . que la
ble y lo sensible, entre lo lógico y lo estético. Kant ha

••
tonces fastidiosa, pues si ha u e a erenc1:;i» .es en-
propuesto, pues, una filosofía de la diferencia como la cia entre el conc ~ ~ ~oncepto de Ja diferen-
que quiere Dcleuze en su Estética trascendental, en la epto y la intu1c16n, existe un tránsito
medida en que se puede encontrar en ,ella una teoría de

•• lo sensible, entendido como diversidad (lo «diverso a

DR, pág. 41.


~ DR, pág. 80· LS
página 1.3.
~
' , págs. 300-302; Le bergsonisme, P.U.F., 1966
{'(La diferencia no es Jo div Lo .
la_ diferencia es aquello por lo erso . d ddiverso está dedo. Pero
gma 286). que 10 a o está dado» (DR, pá-
'

••
r.o
!ol DR, pág. 80 ..

202 203

~
...
~ "'·ll\SM#d@f# !il

••

••
••
••
puramente lógico de lo inteligible a lo sensible, o ·de lo
universal a lo singular 5'.
El proyecto miís general de Niet?.~che consiste en in-
troducir en la tiloS:offa los conceptos de sentido y de va-
••
i: Crítica de la dialéctica
lor ( ... ). La filosoffa de lo~ valores 111\ como la instnura
y la concibe es la verdadero renlizitd6n de la crítica, la
única manera de rcalizAr In crítico total. ••
Es más bien Nietzsche que Kant quien lleva a cabo el
proyecto de ~~a filosoffa crítica. En efecto, Kant se cuida
La crítica se refiere a los valores, y hay que entender por
cllOs los principios que se aplican en los «juicios <le vnM
lor,>. La crítica se pregunta por el fundatnento de esos
••
••
mucho de crltlcar la verdad (la ciencia) y el bien (la mo-
ral): ~e.serva su crítica para la falsa· ciencia (.metafísica valores, por aquello que les proporciona el valor que ticM
d~gmattc.a) y la falsa moral (heteronomia). Heredero y al nen para nosotros. Y en este punto la filosofía de Jos valo-
m~s?1o tie.r:ipo adversario de Kant, Nietzsche dirige su res se convierte en genealogía, es decir, en búsqueda de los
cnt~ca hacia la verdadera ciencia y la verdadera moral. La .
crfuca «a marti11azos» demostrará que la ciencia como
tal -el deseo de verdad- tiene su origen en la moral
riscendientcs, :i fin de establecer la nobleza o la villanía de
un lin'nje y de su vástago. Esta búsqueda del origen de
los valores,· ya .noble, ya inferior, es indispensable, pues ••
~n el <fideal ~s~tico»-, y que la moral como tal pro-

••
;:
debe quedar claro que no hay, y que no podría haber
v1e~e del resentJtntento contra la vida. valores universales comunes a todos. ¿Qué serían valo·
El sen:ido de la idea crítica es la liberación de la vo· reS co1nunes? Haría falta que valgan por sí mismos (y
Zu:itad. Si todas las verdades deben comparecer ante ·el no por .su origen), o bien que valgan para nosotros (es
tribunal de la ~az6n filosófica, es porque ésta es legisla·
dora, porque e¡erce una soberanía. Para Deleuze ésta es
la enseñanza del kantismo:
decir, .que estén instituidos por una especie de contrato
social). O vrrlorcs· en sí, o valores ·para todos nas,otros.
Pero, como escribe Nietzscche, el concepto de un
••
l
Lo primero que nos enscfia la revolución copernicana es
que somos nosotros los que mandamos ss. .
valor en sí es tan contradictorio como el de una signifiM
cación en sí. Igual que la significación de un texto es
relativa a una lectura, el valor de Jo que vale es relativo ••
,,.¡

••
a una evaluación, es decir, a la orientación de la voluntad
En. su estudio, s_obre Nietzsche de 1962, Deleuze da a Ja h~cia. una meta. Los valores, pues, no pueden ser objeti-
·~ i antigua metaf1s1ca pre.kantiana el nombre de «filosofía vamente comunes.
del ser», Y a la que nace a partir de la crítica llevada a Pero tampoco pueden serlo subjetivamente: si la toM
cabo ~l d~ «~ilosofía de}~ voluntad». De ello resulta que!
la rad1ca1tzac16n de la critica se realiza en la palabra valor.
Es lo que podemos leer en la primera página del .libro o
mamos.·en serio, la subjetividad implica la divergencia en·
tre las Consciencias 'Y la imposibilida~ de un consenstu
entre ellas. Las diferentes filosofías de Ja subjetividad
••
ie ~·P
I
1
h.e~ho sorprendente de que Deleuze hable de Có'1Ce~/o de
erenern, erando pnra él la verdadera diferencia reside entre
chnbÍptody1e no concepto, no está al margen. de su obstinación
que se suceden desde Knnt han intentado snlvnr la uniM
dad del inundo y la universalidad de los valores (lo bello,
lo bueno, lo verdadero) concediéndose el derecho de pnM
sar de la conciencia singular, tal como aparece, por ejem-
••
en ª ar e .co11cepto del ser {Y
~~ii::~;)~-~ ~:~·~~~::.::~e~ es~1;b~:.
por querer, en consecuencia,
«El ser es_'..Dif_erencia~ :(DR,
La ph1losoph1e cntique de Kant, P.U.F., _1963, pág. 19.
·. plo;- en' la.· primera· página de Ja Fenomenología del espíM
··ritu (yó; aquí y ahora, eri'"i:ireSencia de estd), a una cons-
ciencia· universal, el «yo que es un nosotros» hegeliano.
••
i.-
204 205
••
\~~~·r. .J i:\.i!•.

••
•• po~ ~tro~· minar~~ ~I marg~n
i

•••
O también, de la co11cie11cia fenomenológica al -co11cepto ¡
lógico. Y es verdad que si hubiera un sujeto universal,
establecería unos valores que serían asimisffio universa-
ley, y la -inevÍtab1ernente
en cualquier dcchiración de unanimidad- de Jos casos
Ir
les, aunque subjetivos, pues serían· comunes a todos los ((excéntricos» o, como también se dice «singulares» (en
sujc1os singulares que comulg:1n con este universnL Se el sentido de poco co111u11es). Los primeros son los es- i/
dice: todo l'l 111undo a<ln1ite el valor de lo verdadero, clavos, y los segundos los a111os. La genealogía filosófica j1

•••
., 11a•.'ie prefiere el nlal ni bien, etc., rodas las val"icdadcs pondrá en evidencia la diferencia que scp:lra los valores : ·.
del racionalismo postulan un sentido co111ú11, un sensus de origen servil {Ja n1orul, la religión) de los valores de
co111111111tis, una r::izón idénticn Cn_ todos los seres humanos. origen noble (el arte) .
Pero ese <ctodo el n1undo» no abarca por completo todos Vcrifica1nos una vez m;Ís que la relación entre ª'"º
y
los c11sos singulares. En el mejor de Jos casos, sólo vale eJclavo cS una constanrc en el pcnsan1iento francés desde

••
par:1 Ja 111ayoría y siempre deja al margen n una minoría. KojCve. Este hecho puede sorprender ya que, en dcfini·
No propone una vcrdndcr:1 condición lrnscendcntal (o tiva, In esclavitud a la que sietnpre se refieren no es la
condición subjetiva de Ja relación con cualquier obf~to), que se abolió en el siglo x1x, sino la esclavitud .:1ntigua .
sino sólo una imagen media, conforn1ista 1 gregaria .. Cuan- En realidad, el lugar con1ún «a1no y esclavo» entrnfia

•• do «todo el mundo» ha acordado tal o cual axioma, ·este


«todo el rnundo» naturalmente pretendía representar a
todas las personas concernidas; de todas maneras esta pre-
una pregunta acerca del progreso histórico y acerca de
la eventual superioridad de Jos inodernos (de religión
cristiana) sobre los antiguos (de religión pagana). Y al

•• 1cnsión no era legítima, pues el s;,1gular no es «todo el


mundo,> y nunc"::i aceptará ser tratado como «cualquiera)> .
Aquí aparece una diferencia entre el singular considerado
mismo tiempo sobre el origen de este progreso: ¿la civi-
lización de la que hoy gozamos es producto del trabajo
de los esclavos, mientras que los amos dese1npeñan el

••
co1no un caso particular o un ejen1plo del universal (Mé- papel de parásitos? ¿O es la creación de una minoría de
dor es un eje1nplar de Ja especie perro, Sócrates de la hombres superiores? En el discurso post-kojCviano asis-
especie humana) y e] singular considerado en su singu· timos a curiosos intercambios. Tan pronto la «dialéctica
Jaridad (Sócrates.en tanto que sólo él es Sócrates). Esta del amo y del esclavo» se carga de connotaciones marxis-

•• diferencia es la diferencia en cuanto tal, es el <1ser de lo


sensible»: en efecto, se sitúa entre el concepto (hombre)
y la intuición (Sócrates). Antes he hablado de su signi-
tas: el amo es un explotador, goza sin trabajar (y su única
justificación ante el tribunal de la historia universal con-
siste en obligar a su esclavo a trabajar bajo pena de

•• ficación metafísica r.i;. Tan1bi6n tiene una significación


poJíLica: quiere decir que la hun1anidad se divide en dos,
por un lado la muchedumbre ·de aquellos que consienten
muerte). Tan pronto tiene acentos nietzscheanos: el bur.
gués moderno se considera como un ser despreciable por·
que no es sino un esclavo emancipado, un liberto que ha
interiorizado al amo 57 •

••
ser únicamente Ja réplica de un modelo, un caso de Ia •

El siguiente paso consiste en señalar. la difere.ncia en-


.v. Vemos que Ja diferencia dclcuziana no pasa tanto entre la tre lo que proviene del esclavo y lo. qu~ ~rov1cne d:I
repre:rentoci611 y la cosa como entre las dos facultades de la re- amo. Para eso hace falta encontrar un cr1teno, que evi-

•• presentación: el entendimiento, facultad de Jos conceptos, y la


sensibilidad, facultad de las intuiciones. Esta «filosofía de la di·
ferencia», decididamente post-kantiana, es esencialmente una <1doc-
trina de las facultades» (sobreentendiendo: de las facultades del
sujeto).
dentemente el estatuto político ya no puede proporcionar.
57
· KojCvc decía, por ejemplo: «El burgués no es ni esclavo ni

•• 206
amo: es -al ser esclavo del capital- su propio esclavo.&
(b11r. Hegel, pág. 194) .


207

:I
~- JL.a:
••
••
••
••
Y esta búsqueda de un criterio «diferencial» es Jo que
se propone Ddeuze en su ensayo de 1962 sobre Nietzsche
no tiene fuerz; para ello. También la fuerza del débil, a
pesar de todo, es una fuerza meno~ 1 que se d~t.iene _alli
donde no puede avanzar niás, es decir, menos le~os ~ue l,a
••
)' la filosofía.

1. Fuerza y debilidad. ¿Se puede encontrar el cri- . r


fuerza del fuerte. Pero entonces volvemos al criterio nu~
mero 1 que se. había descartado: scnci1lnme~te~ el más
débil es el menos fuerie (como en his apolog1as brutales
••
'1 1
terio en Jos hechos? ¿Los valores superiores son los va·
lores de lns clnses domina_ntes y los valores serviles los
de las clases dominadas? Desde Juego que no. Si la s0-
de Ja fueria y las políticas burdas del «hecho consu·
mn<lo» ). . ¡ · · d
3. A/irntación y negaci611. Tampoco, e c;tter10 ~-
••
bern!1fa que define al amo proviene de su fuerza, y la
sery1dui:ibre de la debilidad de la voluntad, no podemos
confundir a los fuertes con los amos del momento y con
los que dominan de hecho. Y esto por dos razones: por
be buscarse aquL El débil no será el que quiere déb1l-
1nente el poder, no será una especie de aborto de ~~ vo-
luntad de gusnnillo ontológico que pone de mnn1hesto
su Ínm~ntable co11atus. El débil ser~ el que.quiere poder~­
••
una parte, los hechos no dicen sino lo que queremos ha-
cerles decir («No hay hechos, sólo interpretaciones»)¡ por
ot:a, de hecho más bien son los débiles los que dominan:
snmente la debilidad. El débil podrá ser entonces el mns
fuerte desde el punto de vista de la eficacia, pero no de-
jará de ser un débil por la orie~tnción .ne~ati~? de su
••
i:
«Stempre· tenemos que defender a 'los fuertes contra los
débiles» 511 , pues los débiles, unidos en un rebaño gregari~,
prevalecen sobre los fuertes. El hecho de la victoria. nada
voluntad, dirigida· enteramente hacia la ·an1qutlac1on de si.
Cualquiera· que sea la -ambivalencia del sentido Y ?e los
valores, no "pO<lemos concluir que una fu~~ reactiva s~
••
prueba.
2. Fuerzas activas y fuerzas reactivas. El criterio no
debe buscarse aquí. Deleuze escribe:· el ·más débil no es
el 1nenos -fuerte,-pues- __ ~-
hace activa llegando al cabo de sus pos1b1lidadcs. Pues
·«llegar hasta. el final», «llegar hasta las tiltimas c?nsecuen·
cias», tiene "dos sentidos según se afirme .º se ruegue, s~-
- -gúri- Se~:ifii-iñe ·1ri- ptopin diferencia o _se niegue lo que d1-
••
el
~l
~enoS fuerte es tan fuerte coino el fuerte· si llega ha~'ta.
ftnnl, potque la astucia, In sutileza, la espiritualidad;
fiere e.o.
Ahora el criterio es la caHdad afirrnativa· o negativa de
la voluntad. Por ejemplo, la verdad vale lo que v~~e l~
••
••
incluso el encanto con los que corripleta su menor fuer.za
precisamente pertenecen a esta fuerza y hacen que no sen voluntad de verdad: la verdad es superior a la iluston s1
=m~ . . }a· voluntad dé verdad .es más afirmativa que la voluntad

••
de ilusión. La gcnealog.ía introduce de este modo en lo1
Se ~ed~ce entonces que la diferencia residirá entre dos que Deleuze llama el <(método de dramatiza~ión)> ' ,
cualidades d_e ·1a .fuen:a: una fuerza puede ser activa (no- mientras que la filosofía del ser preguntaba, por e1emplo,
ble) o rea.ctlva (1nfer1or). L-as fuerzas reactivas no llegan
·«¿qué es el bien?», la filosofía de la voluntad pregunta-
hasta el final, carecen de audacia quedan «separadas de
sus posibilidades». '
¿Pero c~mo ~s. ~osib1e q~e una fuerza no llegue «·al
rá «¿quién quiete el bien»?; en otras. palabras, ¿la vo-
luntad del bien (la buena voluntad) quiere el aumento o
la disminución de la voluntad?
••
••
~ab~ de sus pos1bihdades? S1 no lo hace· es porque se lo
Deleu~e se refiere· a la 'Genealog~a de la moral. Nietz·
1mp1de un .º~~t~culo_. _Si no .v.ence_ ese obstáculo es· pOrqUe ,•

~ Citado··~n NPh, ~~~·. "65.· " NPh, pág. 77.


6t NPh, pág. 88.

••
~ NPh, pág. 69.
209
(·_· 208

~ tl :r}

••
••
••
•---~~~-=-"~--'--"~~~~!fiiiiiliii!!i'illii!iiilllÍll!illiillllll!llli1l!IZ&lllllllll!ilElllllil!lll'ii'llllJIJll!lllllllillllili3l!Jlll!!,'lllllllBllE~
.. .,...,.. ........ . .
,

•.-- mando exclusivamente la afirmación, no p"rodujesc una


«sombra de negaciÓ1:1» M_ Por su parte, las negaciones
pensar la afirmación como ó«Oponiéndosc" por su cuenta a
la negación: eso seda introducir lo negativo en ella"·

•• i'
reactivas se manifiestan mediante afirmaciones: pero sólo
00
se trata de un «fantasma de afirmación» • La fuerza
activa tiene que negar lo negativo para afirrÍlar lo afirma-
La diferencia que buscamos es la que hax entre la di-
ferencia y la oposición. El esclavo interpreta· todas las
diferencias como_ oposiciones. El amo no ve oposición

••
tivo. La fuerza reactiva no cesa de negar, in'cluso cuando
aparenta afirmar y crear valores independientes. ¿Cómo alguna allí donde hay diferencia. El amo está satisfecho
vamos a distinguir la negación afirtnativa de la primera de ser diferente, no se siente amenazado en su satisfac-
de la negación negativa de la segunda? ¿Y la afirmación ción por la opinión o la existencia de otros hombres que

•• que .afirma de la nfirmnción que niega?


5. Eterno retorno. A esta dificultad Delcuze res-
ponde con una interpretación de la doctrina nietzscheana,
no son como él. ..El esclavo, en cambio, es fundamental-
mente dependiente: de entrada, está en una relación de
rivalidad con los demás.
El criterio está muy claro: por un lado, Ja nobleza de

•• que considera «casi iniciática» 67 , del eterno retorno. Nor-


malmente se le da un sentido cíclico a In hipótesis del
eterno retorno: los mismos estados del mundo volvcr:ín
~in alma independiente, por otro, la bajeza de un espíritu
celoso y envidioso. ¿E~ aplicable este cr~terio? Manifies-
tamente no .

•• indefinidamente, los mismos acontecimientos se repro-


ducirán. Equivocadamente, explica Deleuze, pues el eter-
no retorno elimina a los débi1cs y sólo deja volv.er a los
Desde el punto de vista de la afirn1ación, la negaci6n
. no es lo contrario de la afirmación. El no no se opone al
sí, sino que señala una diferencia. Es decir, que la

••
fuertes. Todo lo que está desesperado por Ja idea de te-
diferencia no·tiene de negativo sino la 3paríencia. <(A no
ner que volver indefinidamente es suprimido por el «eter- es B», no quiere decir que «A es no B», que el ser de A
no retorno» y no vuelve. Sólo vuelven los fuertes que es el no ser de B, que A vive por la muerte de B; el juicio
«afirman su diferencia~: vuelven, pero diferentes, mien-

••
diferencial significa únicamente que A es otra cosa que B.
tras que aquellos que «niegan lo que difiere» son aniqui- O, si se prefiere, el <(no B» que es A no es negativo, sino,
lados. Hay, pues, una especie de autodestrucción de lo como diría Kant, indefinido o indeterminado .. La nega-
negativo !J8: expresión que evoca fastidiosamente la «ne- ción es la indeterminación y no la determinación: hay

•• gación de la negación» antes condenada, pero que querrfo


d~cir lo co~trario, a saber, que el no opuesto al no pro-
':1ene del sr, en lugar de .producirlo (como en la dialéc-
t~ca)_ Adopta1nos ahora el criterio de la relación. de prio.-
que rechazar el omnis determinatio n.egatio est de Spi-
noza 'Jtl. La distinción entre dos términos no introduce en-
tre ellos ninguna oposición.

•• ridad entre el sí y el no. ·


Desde el punto de vista de la afirmación, si la relación
entre la afirmación y la negación es de diferencia (no ne-

••.
Si consideramos la afirmación y la negación- como cuali- gativa) y no de oposición, se deduce que el amo nunca
dades de la volunrnd de poder, vemos que no tienen una· percibe la negación como negativa. Cuando niega al es-
relación unívoca. La negación se. opone a la afirmación,. clavo, su negación no se opone a la afirmación del otro,
pero la afirmación difiere de la negación'. No podemos sino que resulta de su propia afirmación, que es diferente
,..•. ,
---- a· 1a del otro: esta. negación afirmativa no es sino la
:i~:}l:',\,
r:·,
" DR, pág: 76. ·: afirmación de 'esta diferencia entre ambas afirmaciones
" NPh, pág. 206.
" NPh, pág. 78. " NPh, pág. 216.

••
10 DR, pág. 74.
" NPh, pág. 79 .

212 213

J

••
schc representa de este n1odo las posiciones Jel an10 y
el esclavo: el amo dice <~Soy bueno, luego tú eres malo»,
vuelta contra sí 1nisma y arrastrada a .un «devenir-réac- ••
••
tivo».
y el esclavo dice «Eres malo, luego yo soy bueno». La 4 . . Afir111ación de la afirmación y neiación de la ne- ---.
evaluación del amo proviene de su goce: un amo es aquel gac1011. Pero ·entonces nos dartios cuenta de que la di-
que goza de ser .quien es, que se afirma feliz y bueno ferencia entre el sí y el no a Ja voluntad no basta para
sin tener necesidad para ello . de co1npararse con los de-
1n:ís, ni de tener en cuenta In opinión de Jos demils. Pre-
cisamente esta ausencia de meditación es lo que consti-
proporcionar el criterio que buscamós, púes hay afinna-
ción y negación tanto ·en el amo como en el esclavo. ·Lo
que cambia· ~s el.orden en el que se presentan. EJ resen-
·•.·
••
tuye la soberanía. Desde ese punto de vista, el amo he-
geliano sería un esclavo, o aún .mejor, correspondería a la
i1nagen del amo en la cabeza del esclavo, puesto q1.1e ex-
perünen ta Ja ·necesidad de hacerse reconocer por los· dc-
ti1niento y la· reactividad obtienen la afirmación de la ne-
gación; por ejemplo, si Ja _moral siernpre es moral del
rcsenlinliento se debe a que constiti.iye la afirmación ·de ••
••
2 un ideal, de un bien, de un más allá en el que los buenos
1nás c . Por su lado, la evaiuacjón del esclavo es la in- son rccompensadoS ·y los malos castigados, afirn1ación que
versión de la del a1no. Prin1ero, el esclavo parte de los se origina en la negación, ~n el sentido de un rechazo,
demás y no de sí: carece de fuerza para afirmarse por sf de la vida en lo que de cruel e injusto .dene. La dia:'éctica .
solo, tiene que empezar por "negnr al otro. Es de1nasi:KkS '.
débil ·para crear sus propios valores, da la vuelta a los ·
·que el an10 ha establecido soberana1nente: los valores· del
debe llamars.e, pues, «ideología del resentimiento» 63 , ya
que plantea· que la negación de una tie>r,ación equivale a
una a/irnración.
. .

••
01110 son 1nalvados, luef!.o los valores contrarios (trabnjo,
democracia, filantropía) son buenos. En segundo lugar.
el esclavo crea la 1noral. Transforma ~el bien y 'el mal del
La filosofía é:n la que se expresa la~voluntad soberana
~erá una filosofía del si. Pero, Deleuze- insiste en ello, no
se trata de decir sí a todo Jo que cs.~Muy al contrario:
1
1 ••
••
amo, que expresaban estados o graelos de poder, uno· «el sf qUe no sabe decir no» eS la afirmación del nihilis- 1
i
1.
bienaventurado y otro ruiserable, en bondad y maldad. ta, «porque dice s{ a todo Jo ·que es no~> &j,. Y aquf nos
¡ El apól.ogo de Nietzsche ilustra este punto: el· ave de perdemos: ¿hay o no negativo? ¿O Io negativo sólo es
presa que se come un cordero actúa de esta manera por- una ilusión, a s·aber, la· interpretación por el esclavo de
que corresponde a su naturaleza de ave de presa el de-
vorar a los ~arderos; no lo hace para negar el no-yo que,
en esta ocasión, constituye para él el cordero. Con los
la diferencia afirmativa del amo, de lá afi_rmación por el
an10 de su diferencia? Si lo negativo no es nada, no se
trata de decirle ni sí, ni no: la afirmación no entraña
••
esclavos ocurre~cOnlO s·i los cordCfoS- atribUYeSCfi. el com-·
portamíento carnívoro de sus enemigos a una voluntad
malvada, a una intención de hacerles daño, y exigiesen
iiingUna -negación, ar -revés de-·10 ·que·· exige DClCUzc. - s·i
al contrario, la afirmación sólo es auténticamente afir-
mativa con la condición de afirmar únicamente Io que ••
••
que el águila se comporte como un cordero. Ésta es Ja es sí, lo negativo-no es nada, ¿pero cómo 'podrfa estar Ja
sublevación de los ·esclavos dentro de la moral, con el superioridad d.e parte del que rechaza lo que es?
resultado de que los esclavos consiguen persuadir a sus El genealogista aquí tiene que afinar más su criterio:
amos de su culpabilidad. Es bueno el que podría comerse la diferencia que hay que hacer cada vez es más sutil.. La
1

al otro o desplumado y no lo hace. De este modo la


fuerza_. queda «separada de sus posibilidades)), des~ués
afirmación ·activa no sería puramente afirmativa si, afir-

" NPh, págs. 139 y 217.


••
••
"' NPh, pág. 11. " NPh, pág. 213.

210 211 . ...·+@

••
••

•• -------------------------------------- -------

••
•• (la del amo y la del esclavo). Pero, por la nlisma razón,
el amo no puede dejar de ver en la negación del esclavo
una oposición a su propia afirmación. S.i sospechara que
oposición respecto al amo. El amo ni siq~iera necesitaría
saber reconocer a un esclavo, como el Dios de Aristóte-
les que ignora la materia, la cual en cambio sólo se

•• el esclavo se le opone, el amo perdería lo que constituye


su superioridad, se convertiría en rival de· su inferior. El
amo no es el amo si no ignora al esclavo en tanto que
puede definir por su deseo de ser Id q"ue no es: Ía forma.
Ahora bien, el esclavo está presente en el mundo y en el
pensamiento del amo deleuziano. Sólo que está demasiado

•• esclavo. El amo no debe saber en ningún caso que el es-


clavo es pura negación, debe figurarse que las negaciones
serviles son afirmaciones distintas. .
presente: el amo ocupa lo mejor de su tiempo en «afir-
mar su diferencia», en distinguirse del esclavo. Igualmen-
te, la. filosofía afirmativa se define por tareas negativas:

••
A la inversa, la bajeza del esclavo le impide desCubrir agredir a los curas, desengañar a las poblaciones.
la nobleza del amo. El csdavo no puede saber que las O también se dirá: desde el punto de vista de la afir~
negaciones del amo son afirmaciones. Desde el pun_ro de mación, la no identidad entre la diferencia y la oposición
vista de la negación, la afirmación se opone a la nega- . no e~ una oposición, sino una diferencia¡ desde el punto

•• ción. El cordero que constata que el lobo le va a comer


ignora la naturaleza afir1~ativa ?e esta negación de _su
persona de cordero y en .ella solo ve las c~nscc~~nct.as ·
de vista de la negación 1 esta misma no identidad es una
oposición. Y la no identidad entre estas dos interpretacio-
nes a su vez puede ser interpretada ya como una diferen-

•• negativas para ·-él. lguairn·ente, el .esclavo es 1ns~ns1bl: a


lo que convierte la negnción activa e_n otra af1rmac_16n ..
distinta: sólo ve en ella una destrucción a Ja que debe
cia, ya como una oposición. Pero, si así fuera la afirma-
ci~n no. debería encontrar ninguna oposici6~, sólo una
. d1/~re11c1a> entre su perspectiva y la de la negación; luego

••
resistirse con todas sus fuer.Mis para ser. Por eso se· in1a- a fin de cuentas para ella no habría ninguna diferencia
gina que su propia negación (del a1no), lejos de constituir entre la diferencia y la oposición (no siendo esta última
el principio de sus afirmaciones (serviles), es la conse- - t sino una diferencia). Y la negación no debería encontrar
cuencia de su negación (por el .amo). Así, el supuesto amo 11i11gu11a dift:rencia entre el punto de vista de la afirma-

•• que csgrirne su negación activa·· preten~iendo que la obtie-


ne de la afirmación de sí mismo y que sólo se opone
a lo negativo en el otro, no se distingue del esclavo: de
ción y su propio punto de vista sobre la relación que
hay entre sus ·dos puntos de vista: no hay diferencia en-
tre_!• diferencia de la que habla la afirmación y la opo- ;

•• un lado y de otro, el razonamierito es exactame~te el


mismo.
El criterio propuesto por Deleuze exige que la relación
s1c1on de la que habla la negación. Ante una y ante otra,
la no identidad entre la diferencia y la oposición debería
aparecer como una identidad.
'
/.

•• entre amo y esclavo no pueda superponerse a la rela-


ción entre esclavo y amo. En un sentido, es una relación
de diferencia· en el otro, es una relación de oposición .
De manera general, el origen de la dificultad parece
ser el s.íguiente; ¿cómo hablar de un ser -incomparable
(el ser _smgular o soberano) en una filosofía de los valores,

•• 1
es dec1ri de la comparación universal? Evaluar significa
Pero, si esto ~s cierto, el criterio es completamente inútil,. comparar: esto es 111eior que aquello. Una filosofía de
pues no habrá ninguna relación entre el amo y el esclavo; los valores sólo puede versar sobre la concurrencia de las
El amo no vivirá sino con a1nos, el esclavo no encontrara ~valuaciones, ,la guerra de las interpretaciones o la riva~

•• sino esclavos. Separados el mundo del amor y el mundo


del esclavo, el amo nunca tendrá que preguntarse acerca de
su diferencia respecto al esclavo, ni el esclavo acerca de su
hdad entre las visiones del mundo. El nihilismo, atacado
por Deleuze, , del espectáculo de destrucción recíproca
de todos los valores saca Ja conclusión de que «todo es

•e 214

'
H
215

•L..,._,,_........,......,,..._mm;¡llfZil!Dlll!lllmmDiiil!iBlllÍllBlll!lm:llli!líDllllllilllamm-........_........... ...,,,,..........,.~~-~~-~---~---~-~--"'~--~~~=-~. ~~
••
----------------~

••
••
••
yálido», «todo es igual», «todo viene a ser lo n1ismo».
Y, ~n efecto, sólo hay opiniones, puntos de vista; interpre-
confundirse con er relato' hegeliano, con la diferencia de
gue todo lo guc sucedia para Hegel a fnvor del pro-
greso ahora es interpretado como un síntoma de deca-
••
i.
tac1ones y perspectivas. Nadie puede apoyarse en la auto-
ridad de una verdad, yo que la verdad también es un va-
lor en competencia con otros valores. Ahora bien esta
dencia.
El hombre activO es ·ese hombre guapo, joVen y fuerte, ••
••
,'
conclusión nihilista es peligrosa para la voluntad: co- pero en su rostro se Odivinan los signoo discretos de una
enfermedad que nún no tiene, de un contagio que sólo le
rre~ponde a un e~tado deprimido del querer. Si todo es nlcanznrá maña"nn. 1-!tly Que defender e los fuertes contro
váhdo, ¿por qué una cosa es mejor que otra? Cuando los débiles, pero conocemos el cnrácter desesperado de este
t~do es indiferente, la voluntad· ya no pUede dedicarse a

••
intento. El íuerte puede opanerse a los débiles, pero . no
runguna tarea como cuando cr.eía que la verdad era ver- 11
ni devenir - débil que es el suyo •
<lade.rament~ la verdad. Pero ¿cómo. reintroducir la di/C~
rencza en este mundo amenazado por la indiferencia sih ·El día en que este amo tan seguro de sí encuentra no
r~negar por ello de la cnseñnnza de. la revolución coper.-
rucana: «¿Somos nosotros Jos que mandamos?». Deleuze
propon~ un criterio ~btenido a partir de la competencia_:
a Otro o.mo (es decir n otra afir1nación que eventualmen-
te le niega), sino a un escl~vo, comprende la diferencia
éntre un amo .Y un esclavo, entre una diferencia y una
••
•••
determinadas ·evaluaciones son nobles· y otras inferiores· oposición. A partir de ese día ve claramente que lo que
1 la evaluación noble parte 'de sí misma, de. la riqueza d; niega en el esclavo n'o es otra afirmación, sino la nega·
¡¡ ~u .ser, ~ientras que" la evaluación inferior parte de su
md1genc1a respecto a la superiori_dad reconocida por ella
ción de su propia afirmación. Rechaza la negación de si
mismo pgr el esclavo. Este descubriiniento lo debilita in-
' a otro que envidia. Pero esta diferencia sólo tiene senti- mediatamente, y se ..acerca el momentci en el que el amo,
do si es posible concebir una evaluación,· llamada noble,
-que-no--sea-una ..compareción. «Soy bueno, lut!_go t4 ete:s
· malo»: ·el amo nO deduce la afirmación de su supcrioH~
al deScubrir en el esclavo a su scmejane se dispone a
emanciparlO; -Y-, -en-efecto, -¿cómo.saber_al cabo de varios
·encuentros entre la afirmación y la negación si el no que ••
••
dad de una comparación· con el esclavo, núnca entra en acaba de pronunciar uno de sus adversarios precede o
competencia con él. Ahora bien, si la relación con el otro
. sigue· ·al si?
no está presente en esta afirmación soberana de sí :be-
leuze ·no debería escribir: «El amo afirtna su difere~cia)>

·;·
sino «Afirma su .Identidad» .. Peto, artte todo; el amo de:
leuziano no debe afirmar su identidad, de lo contrario la
diferencia (entre él y el otro) sucedería a la identidad (en-
·,.·
••
tre él y él mismo), es decir, que estaría subordinada'· a
ella. Estaríamos entonces en una jerarquía y no en una
anarquía, en una distribucióÍl sedentaria de tipo platónico ••
••
y no en una distribución n6mada de tipo deleuziano.
Y precisamente porque el amo deleuziano no se de-
fine· por una identidad, sino mediante su relación-de- di-
ferencia con· el' otro, es atrastradó' por los esdavos : a
,..
un '•devenir-reactivm>, La filosofía -: 'de ,la historia güe
resulta de esta versión del «Amo y esclavo» acaba por
''I'! " NPh, pág. 19i
217 ••
216
. .. -~ •. ' _ ,_¡, •·•
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El final de los tiempos
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1

La reciente orientación de la discusión en Francia es 1


•• un efecto retardado de la experiencia de mayo del 68 .
En el mes ,de mayo de 1968 la ch1sc ilustrada franceSa se
llevó la rn'ayor sorpresa de su vida: la revolución de la
¡¡
I'
f,'
l~

•• que tanto tiempo se había hablado se desencadenaba sin


haber avisado a nadie; pero después de todo, esta revo-
lución, acaso no era una revolución ... Durante más de


••
veinte años los intclcctunlcs habían hecho grandes esfuer-
7.os para i.niciarse en el materialismo histórico, con la
esperanza de deshacerse de la «ideología pequeño-hurgue~
sa» que Rtribuían a sus genes: lo hacían para encontrnr
en esta teoría de la historia, en esta forma de pensar ~a

••
política, el .obstáculo que Jos n1antcnía separados de la his-
coria cu11ndo. ésta llamaba a la puerta .

•• Los poderes

Durante los 1nescs de 1nayo y junio dé este año se cx- 1

••
1
perin1entó el poder, en el sentido en que todos pudieron ¡,
observar e·n el .transcurso de los célebres «acontecimien-
tos» sus dos cualidades opuestas: una extrema fragili-

••
dad, así como una capacidad ilimitada de resistencia a
la subvcrs'ión. Fragilidad del poder porque habría bastado

219

~'
••
lf
·«•sea fftt.:'·Wi e•• e ;¡ Q@'

••

••
••
~ • L

••
••
;".

"
con un jaleo estudiantil para provocar una turbulencia ba ya que se negaba inc1uso a admitir el hecho que
general y paralizar toda una nación. Parecía que el po- las' originaba. Para Althusser 1 por ejemplo, mayo de. 196.B

••
~
1
I! der podía oponerse victoriosamente a un golpe ·de Es- significaba «líl huelga obrera más i:>odcrosa de ln h1stona
.t ~ mundial (diez millones de huelguistas durantl! un mes)
,,¡ tado, como el putsch de Argel de 1961, pero no a un
carnaval 1• El poder se obedece si todos están convenci- ( ... ) huelga «ptecedida)) y «düt:>licada» 1'.'ºr ~na pr?funda
rebelión ideológica en los· medios es.tud~ant1les e 1.ntelec·
,¡ 1

••
.; .
dos de que ese poder es el poder. Se puede definir tanto
como se quiera el poder por Ja disposición de una pano- tualcs pequeño-burgueses en Francia» . «Precedt~a~> Y
plia de medios de control y de coerción y, sin embargo, el «duplicada)>: las comillas qu.e llevan estos dos adieuvos
poder de ese poder, y su capacidad de hacer uso de to- descubren el escamoteo mediante el cual A1thusser ocul·
dos. esos medios residen en su legitimidad, es decir, en la
opinión pública. Pero ta1nbién carácter invencible del po-
der porque ·parece que la ausencia prolongada de un poder
ta· con lo hasta ahora conocido de 13. «hucl~a obrera)> lo
desconocido que se niega a conocer, es Jecir, la <<profunda
rebeÜ6n ideológica)>. Althusser quisiera persuadir al lector ••
reconocido es intolerable para el cuerpo soc:ial; cuando Un
poder se muestra débil asistimos inmediatamente a In
reconstitución de la autoridad mediante la legitimación
de q~c el conflicto estaba entre el go~ie~no, representante
de la clase dominante, .Y las organ1zac1one.s de Ja clase
obrera representantes de «la base». Desgraciadamente pa-
ra él ~1 lector de 197 3 se acuerda de que no ocurrió nada
••
de un pretendiente cualquiera (legitimación que un dis-
cípu]o de Weber llamaría «carismática))). En mayo de1 68
los franceses habían representado, en síntesis y con dis-
de e~o, porque ha podido ver. cinco años antes que el pun·
to caliente de Ja turbulencia estaba en otro lugar, en los
centros de enseñanza; e] conflicto clásico, e] único que
••
••
fraces prestados por lns insurrecciones parisinas del si-
glo XIX (barricadas, logomaquia cuarenta y ochesca) el Althusser está dTspuesto a reconocer no ha sido sino 1~
guión de las principales revoluciones modernas: en el pri- consecuenCia 1 segt:Íramentc .«sobredctcrmi.nada», de u~a di-
rner acto el antiguo régimen es denunciado e invitado a ~Cnsión ·entre· las a'r1toridades y las poblaciones. La primera
desaparecer, en el neto II «todo es posible», en el ac-
to III el entusiasmo decae, y se instaura un nuevo orden
más riguroso que el precedente (lo que lleva á decir: «La
vícdrrÚt del tumulto era el hombre que profe~a un saber,
que se funda en la autoridad de su competencia: el profe·
sor cuya p~labrn es un 171onólogo 1 en la me~da en que sólo
dei:t a su· avente una posibilidad, la del diálogo; en otras
••
revolución estÁ traicionada)>.) En la filosofía el acogedor
mes de mayo del 68 h11 suscitado las dos preguntns si-
guientes: ¿por qué los poderes· son tan pronto aceptados
como rechazados? ¿Y por qué las revoluciones. siem-
palabras, i~d~ciir si ha entendido, ~s. ?ecir, hacer de vez
en cuando ·Rlguna pregunta, a cond1c1on de q~e esta pre·
guntn sea pt;_rtinente. En este univ~~so del dialogo pode·
••
pre desembocan en restauraéiones del orden? A estas
preguntas el marxismo, que había heCho ]as veces de pen-
samiento político para Ja cll'!se intelectual, no contesta·
mos ponerlo todo e·n duda, a co!1d1c1ón. de hacerlo en las
fonnas requeridas, con «expresiones bien formadas)> en
, la lengua del saber. De este modo, las formas escapan a ••
1
.Pronto veremos que habnr de «jaleo» o de '1carnnv11l)) no
equivale en absoluto a considerar estos aconteciinientos como
i~signifi~an!es o sin alc~nce político r~l. .La a.ntropologfa ·polí-
cualquier crítica, y con ell¡'ls. aquello que protegen: .la re-
lación de autoridad. La ri~t1eza de las ·ef.ervescenc1~s. de
mayo del 68 no habrá residido en las «ideas» em1udas
en ese momento (que no eran .sino antiguallas prestadas
••
••
tica ha indicado la función de la. saturnal y del carnaval:. imitar
el desorden, con· el fin de saborear. mejor· los beneficios del orden P~r ·]a léyenda .. in'sU.rrc·ccional ·que sirve .Como rriito de
(dr.. Ge;orges Ba}andier, AnthropOlogie. p·olltique, P.U.F., 1967)
{traducc16n espanola de Bustamante Antropologla polltica Bar-
a Jo/Jn

••
ceJona, Ediciones 62, 1976): ' ' ·¡ Rt?pon.1e Lewis, pdgs. 9-10.

221
220


-.
••
••
••
• ~~~.;,_.;~._.,.....,.,,m_~,-~-~-,-~--"ill.ii-
·''4"-

e
•""'""___ ,,' referencia a la República francesa); el interés de m~yo trar:í en ella un nuevo material para sus preocupaciones

•• del 68 estribará .en la impertinencia de las impugnaciones,


en el carácter tnconvenie11te de las críticas: ante todo,
son las formas las. que han sido trastocadas.
epistemológicas. Tomará por objeto la historia reciente
de las instituciones en las que se decide la frontera que
separa lo normal de lo patológico: los malos alumnos sus-
penden lo~ exámenes escolares, los enfermos van al hos-

••
¿Qué podernos oponer pertinentemente al saber? Sólo
que no sabe bastante, que ignora esto o aquello. No po- pital, los criminales a la cárcel. Foucault intentará de-
demos, pues, oponernos al saber sino con el saber. En- mostrar cómo estas instituciones, lugares establecidos por
contramos de nuevo la paradoja dialéctica enunciada de los poderes y lugares donde se ejercen numerosos pode-

•• manera diversa por Bataille, Blanchot, Foucault, Derrida,


Dcleuze o Lyotard.: es insensato oponerse o la raz6n que,
a~ ser una forma de pensar sometida al principio de iden-
res, son las «condiciones de posibilida.d&_<k_lps saberes
corrCSj)oñdientes: pedagogía, nledicina, psiquiatría:-C'f¡:-"
minología, etc.'·

••
udad, domina la lógica de la oposición; por eso nunca Pero, sin duda, el asunto decisivo reside en esta otra
se opondrán a la razón sino razones, a la verdad, verdn- pregunta; ¿A qué se debe que 'un poder sea respetado?
des1 al sentido, sentido, a Sócrates, Sócrates, o a Hegel, ¿Por qué a veces deja de serlo? La explicación por interés
Hegel. Y ahora nos toparnos con esta paradoja en el te- con la que nos contentiíba1nos hasta ahora -l:is masns

•• rreno político: no podernos oponer a] poder sino otro


poder, y éste es el secreto de la pretendida «traición.» de
las revoluciones. ¿Cómo podrían hacer frente a los po-
se sublevnn cu;1ndo se 1nueren de hambre- parece un
poco insuficiente. ·roda la historia del siglo xx es el
contracje1np1o que invalida la teoría (<dialéctica», según

•• deres los carentes de poder? Sin durl;1, .la dialécNca de-


mostraba claramente que la ausencia de poder proletario
-Ja negatividad- era el mayor de todos los poderes.
la cual Ja «contradicción entre las fuerzas productivas y
. las relaciones de producción» produce una situación <(ob-
jetivamente revolucionaria que luego lo es «subjctiva-

••
Pero ocurría que In negatividad sólo llegnba a tornar n1cnte)> cuando I<is masas prolctnrizadns descubren que
el poder dotándose <le cnonnes organizaciones, innega- ¡. no tienen nada que perder en un cambiO de modo
blemente p~sitivas (como deploraba Sartre). construi- de producción. Este ah1mbrnrniento de In pasión. revolu-
das ya segun el 1nodclo de la administración (social- ' cion<iria subjetiva por las condiciones objetivas no con-

•• democracia), o ya según el modelo del ejércíto (P. C.). Lo


n~gativo no era, pues, sino lo negativo de lo positivo, lo
m~5?10 a~ revés, lo semejante opuesto a lo semejante. La
vence a nadie, y Althusser ya tuvo que recurrir a la
«sobredeterminación)>, JJor eso en Jos años 1970 se in-
tenta poner en condiciones de funcionamiento la teoría


••
critica del logos se podía trnnsformar en crítico del poder .
Lyotard lo escribe en 197 3:
Razón y poder son todo uno. Podéis maqUillnr a 1a pri-
mera con dinléctica o pro~pcctivn, a pesar de ello tendréis 1
Política de referencia (el marxismo), mediante una inyec-
ción de consideraciones sobre el deseo y el goce. Había
que compl,ctar a Marx con Freud. Este programa reem-
plaza al que se asignaba Ja clnse intclectu<il en 1946:

.•·.:···• al otro en toda su crudeza:. prisiones, prohibiciones, bien co1npletar. 'a Marx con Kierkegorrd. De nuevo se trata
público, selección 3 • de enriquecer la «doctrina objetiva» con un complemento
1 «subjetivo». Se conviene en que la realidad son las fuerzas
,\'':,
. - ,, ...
e•:,";'
· Los trabajos de Fotlcalllt tras 1968 iluStran esta nuevn
orienúici6n. El. autor. de '.Las _palabra$ )' las cDsas encon-
productivas, pero que estas últimas no pueden suscitar
,,:,,,,,,: ', 4
·: ·Vcr sobre todo Survei/ler et punir, Gallimard, 1975 (traduc-
-',,,_,_, ción CSl>añoln de A. Garzón, Vigilar y castigar, Madrid, Si-

••
3
o¿ríve, pág. 13. glo XXI, 1976),

222 223
••
••
por sí mismas las pasiones revolucionarias. En 1971 Ro-
land Barthes emitía el siguiente juicio (en el que el («nos-
otros» es igual a <~nosotros, los intelectuales1~ ):
1 haya podido declarar ·a los estudiantes de la facultad (en-
tonces «roja») Je Vincennes que le abucheaban en clicicm-
brc de 1969: ~<Soy antiprogrcsista» y «Aquello a lo que ••
El problema que nos 17lnnieamos es éste: ¿c6mo hacer
para que los dos grandes episte111ar de: la modernidad, a
stibcr la dialéctica matcriulista y la diuléctica frcudiana se
aspiráis como revolucionarios es a un Amo. I..o tendréis»'.
Lacan aparecía así más cerca de Platón, que explica la
tiranía por el exceso de democracia, que del rotnanticismo ••
••
unan: se conjuguen y .produzcan una nueva rclaci6n hu- revolucionario 1• · . , i
i' :1~a.n8. ( ... )? ~. • La alianza entre Marx y Frcúd, es decir, entre la políti- !
! ::
ca y el deseo exigír1 1 pues, una c;:ondición previa: la crítica
1 : El "índice más claro de esta derilaD.da. general ·del pú~ del lacanismo. Si El Anti-Edipo que Deleuze publica en

••
1: biico es Cl éxito de Jibrerfo de los libro• de ·Herbcrt Mar· 1972, en colaboración con el psicoanalista procedente de
i:
cuse· desde. el mes de junio de 1968 y hasta· el ?ño si- la escuela lacaniana, Felix Guattari, consigue en seguida un
1
"
i i~ guie"nté .. Siii embargo, el freudomarxismo de M~rcuse era_
l inmenso éxito entre la opinión 9 , se debe a que cumplía:
una sopa muy aguada para el apetito del lector francés, esta condición. Este libro propone tln análisis político del

••
• 1

'' y ·esto . por dos razones: filosóficamente, podía parecer deseo: el deseo puede orientarse en· dos direcciones, pue-
regresivo volVcr ~t un matxismo hegeliano, pt;ro sobre de afirmarse a sí mismo o bien tomar ."Pot objeto el po-

••
todo, el freudismo rCformado de Marcuse ya no era fld- 1 der y el otdcn ·establecidos. Este análisis en términos Je
misible para quien había aprendido de Lacan que el de~ 1 deseo debe pcr1nitirnos contestar a lo que Delcuze llama
seo no tien"e nada que ver ·con un impulso natural, ·_cuyo (<el problema fundamental de la filosofía política» y qne,
único obstáculo sería la sociedad y. no la 1nisma realidad. . según él, ha sido planteado por Spinoza: ¿por qué los
! 1
La aSin1ilación del rechazo * con unn represión social,
que está en la· base del ((freudo-marxis1no», aparecía _como
una reedición de las trivialidades del siglo XVII: buena
1 ho1nb1·cs luchan por su servidu1nbre como si se tratase
de su salvación? ¿Por qué el esclavo :icepta vivir en es-
davirud y el explotado ser explotado?· Lt "respuesta pasa ¡ ••
•·•
naturaleza, buen salvaje, mala sociedad. Según Lacan, el por el deseo Servil del esclavo, el deseo de represión del ¡
. i' .
rechazo precede a to<las las represiones, y además es lo explotado. Si las masas han apoyado a··Napoleón, Musso- 1
que las explica. El deseo, dice, tiene su ·base en lo impo- 1
lini, l-Iitler, St:ilin o Mao, ep absoluto se debe a que
' sible está condenado a satisfacerse únicamente en el sue- 1
hnyan sido víctimas de ilusiones al creer que estos dicta·

••
'' 1 1
íi.o: esa Cs la eris.eñariiá del psicoanálisis- de la que -ha- dores defendían sus intereses.
bríamos obtenido una ética, añade, «Si nuestra época no
estuviese tan prodigíosarnente atormentada por exigen-
cias idílicas» 6 • Después de esca, comprendemos q~e Lacan
6 T el Quel, núm. 47, pág. 16.
* Traduzco re/oulemt:nl por rechazo .(en ale~án Verd~iin~ttnF,)
.
7
Sacado de la e:rabadón oublicada en ~1 Magazine littéraire,
número 121, febrero, 1977, 17ágs. 24-25.
8 Aquí está lo que explica la esterilidíld a la que se han f ••
••
condenado :los partidarios de una fórmula más francesa de freudo-
y répressiort por represión .(en a.le~án f.!11terdruckung)_ s1g~1cndo marxismo, cuando paredan tener todrts las _bazas a su favor: el
a G. ThinCs y A. Lctnpereur, D1cctonano ge11eral de cie!'c1as hu- · «lacano-althusscrismo», cómo se expresaba en los Cahiers pour 1
111anas, Madrid, Cátedra, 1978, 17ágs. 775 y 792, respect1van1ente. l'analysr: (1966-68), y en la revista Tel Quel durante su fase
Laplanche y Ponralis 1 Diccionario de psicoanálisis, Barcelona, La- cripta-comunista (1966-70), luego durante su fase maoísta {1971·
bor 1971 traducen rcfouleme111 por represió11 (pág. 390) y ré-
prc;sion ~or supresión (pág. 442). [N. de la 1'.]
G Ecrits, pág. 852 {texto de 1964).
1977).
9
Ver, en el número 306 de la revista Critique, los artículos de
René Girard. y Jcan-Fram;ois Lyotard. i
.,.;;.~t:i<t<
••
••
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' 224 1 225 .. ~b~.m.:fl!'·.~t*~·


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=.....................___________.,.___'""_""... """"""'""""'""'l!#m;!i.1Ji.!llliii'41il&!lllilm!l1Gill·OZ!JIZP!ll•:l&!:iME!>il:I
~)'''
§!l•l:·!l! ! l li:!f!l "il#li!Si'i'k':l'#!if4!1;fl l·l "%il'Rl :'l l'l M!i1li!!•~=-1ªMDE*~4?¡¡-z¡o~;¡¡· 4i
il1l:ll'Wli'#l!'*i!1Zí!1



, . =--.. . .
~\:':1·lf!_tk·i'1"'' ~=--'==::"'!'
··,;;,·:...¡, · \ :
i:··~~ : . '.
1.4:11.:''
No, las masas no han sido cngalindns han desendo el
fascismo en cierto momento, en ciertas 'circunstancias, y
:1

La solución en la que había que pensar consistía en


transferir el deseo a la infraestructura, o en llamarlo

•• eso es lo que hay que explicar, esra pcrversi6n del deseo


productivo.
gregario º,
1 «El deseo forma parte de la infraestructura» 11 • Solu-
ción absurda para un marxista (que incluye los deseos oen
la representación ideológica), aberrante para un freudiano

•• La enfermedad finisecular

Si Delcuzc- ha conseguido en 197 2 Jo que todo el mun-


{para quien el deseo no es «productivo», sino de sueños
y de fantasmas). Pero ya no se trata realmente de las in-
fraestructuras marxistas ni de la libido frcudiana: este

•• do intentaba realizar en vano -la síntesis freudo-mnrxis-


t~=-· se debe a la adopción <le un estilo irrespetuoso en
virtud del cU:al su síntesis, a fin de. cuentas, no es ni
freudiana ·ni marxista. De1cuzc se ha dado cuenta de que
deseo productivo no es otro que la voluntad de poder
nietzscheann. Gracias a eslos juegos de palabras, las ((fuer-
zas activas» del libro sobre Nietzsche de 1962 ahora pue-
den recibir el nombre de «deseo revolucionario»: ¿cómo

•• hacía falta trastocar un poco el n1arxis1no para sacar algo


de él. El vocabulario del Anti-Edipo es a veces marxista
a veces freudiano, pero el hilo conductor es nictzschean~
iba a rechazar esto un marxista, para quien las (<fuerzas
productivas» son, en última instancia, las que revolu-
cionan el modo de producción? Si el deseo es productivo

•• de cabo a rabo.
Para un marxista, las palabras que componen los dis·
cursos humanos nunca tienen la última palabra: hay que
por ser activo, es necesario que sea revolucionario. Re-
cordemos que a las fuerzas activas se oponían las (<fuer-
zas reactivas». Los curas, con sus ficciones engañosas,

••
reservar estos discursos en las relaciones de producción llegaban a volver las fuerzas activas contra sí mismas,.
de manera que permita descubrir su «posición de clase». vuelta que producía la mala conciencia, es decir, e] sen-
IJa oposición decisiva, pues, es la de producción e ideolo- timiento de culpabilidad ligado a cunlquier manifesta-
gía. Para un freudiano, la conciencia ·no es un testigo dig- cióri actíva de la voluntad. Estas fuerzas reactivas ahora

•• no de fe; es inútil preguntarle por el sentido de deter-


mi~ado gesto o dctcrminitda palflbra del individuo, pues
el Juego de las repre~cntacio11es conscientes está ordenado
serán el desee:> de represión .
Reprimir el deseo, no sólo en 1os_ otros, sino en uno

•• desde el exterior por un deseo inconsciente. Tenemos mismo, ser el policía de los demás y de uno mismo es Jo
que ere~ tensión, y esto no es ideología, sino economía 13 •
pues, una oposición entre Ja consciencia y el dei"i!o. si
ahora traducimos estas dos «críticas .de la concien.cia» al
¿Y cómo podría rechazar un freudiano la idc:t Je que el

••
~ '
lcngu:ijc de Schopenhauer y de Nietzsche, obtenemos una
l~ombre que se prohibe algo encuentra un goce en la
«.economía general>> donde se concilian la economín polí-
l1ca de Ñl:trx y lá economía libidinal de Freud:
renuncia que se impone {él, que afirn1ará, por ejemplo,
~\ "'1
que quien elude cual(¡uier relación sexual no es sino más

• Voluntad Rcprese11taci611
fiel a sus primeros amores incestuosos)? Y, de nuevo,
lil 1nanera de· volver el deseo contra sí mismo es el en-
gaño: a la cabeza de los. curas; ahora está el psicoanalista

:;~2_·
. Pro<lucci6n · Ideolog{a que intenca persuadir al deseo de su culpabilidad cdípíca .

~pógl24.
Deseo Consciencia

J' '
" AIJ, pá3. 415.

••
" A pág. 37. 1 '
227

~~E
226
- .•
Éstas son las premisas del Anti-Edipo. En cuanto su a dÍscu~·;o sobr~· la hist~ria unive~s;l y ~~. com~ en FreUd ••
••
objeto, consiste en analizar la enfermedpd del siglo. En y sus discipulos 1 en la de una psicología familiar.
Nietzsche y la filosofía la historia universal se presentaba Según El Anti-Edipo la historia universal es un proceso
como el tránsito de una prehistoda a una 'posthistoria. de «dcstcrritorializaci6n». Ahora bien, la «desterritoria- ·-----:-·
Entre ambos extremos, un proceso de domesticación cul- lizaci6n» define el movimiento esencial del capitalismo;
tural tenía que transformar el bruto primitivo de los orí-
genes en ~<individuo soberano y legislador» 11 , en sujeto
capaz de pronunciar el «somos 11osottos los que manda-
en consecuencia, el capitalismo acaece al final de la his-
toria, es la «verdad universal» de la historia 11 • Pero ¿qué
es la «desterritorializaci6n»? Es el tránsito de una codi. . . ··~ ,. ••
mos» kantiano. Desgraciadamente, la historia no conseguia
su objetivo. En vez de producir el hombre superior, cada
vez más activo y autónomo, abocaba al .hombre del resen-
/icación a una descodificación. Este término de «codifi-
cación» no ·designa aquí una operaci6n .lingüística (cons-
[rucción de un mensaje). sino la manera·. en que la socie- ••
timiento. El hombre contemporáneo er"a :un enfermo, y su
enfermedad se- llamaba ~nihilismo». El último hombre;
«al haber aniquilado todo lo que no cía él» 1"; al haber
ocupado el Jugar de Dios ª, se encontraba solo y mise-
dad regula la producción (que, como recordamos com-
prende Ja «producción social» de los marxistas y la «pro-
ducción descante», es decir, el «deseo .productivo» que
Dclcuze ha introducido en ella). Los ·dos'puntos extremos
••
rable. A su vez este hombre debía ser aniquilado. Había
llegado el lllomento de pasar de la nada de voluntad (en-
fern1edad nihilista) a una activa voluntad de· la nada, del
de la historia son Ja tribu primitiva y la sociedad capi-
talista. En la primera todo está codificado: hay reglas,
para todos los gestos, para todas las cirCunStancias de" la
••
nihilismo activo. El Anli-Edipo expone la misma filosofía
de la historia ·con su nuevo lenguaje.· La enfermedad del
/ siglo es la enfermedad fiñisecular: es la esquizofrenia. ·
vida, para todas las partes del cuerpo; todos los momen-
tos de la yida son acontecimientos. sociales. En cambio,
la sociedad capitalista inventa al individuo privado, pro- ••
••
Una vez más, el remedio consis[e ·en superar la esquizo- pietario de su cuerpo; de sus 6rganos; que dispone libre-
freni_a~ a que se tráta en "los hospitales) con u~a mente de su fuerza de trabajo. El origen del capitalismo"
esqu1z'bfr.eni.a ·;cuv~ . reside así, en una descodificatión generalizada (que co-
rresponde1 como vemos, a lo que los marxistas llaman la .
La esquizofrenia como proceso es In producción descan-
te, pero tal ·como se da al final, como· límite de la pro-
ducción social determinada en las condiciones ·del capita-
lismo. Es nuestra «enfermedad».· propia_ de hombres mo-
acumulacié5n primitiva: por un lado 1 hay descodilicacióri
del flujo de los productores, es decir, proletarización de
los campesinos arr~ncados de sus tierr.as) de sus terru1ios1
••
dernos. El ·fin:i.l de la historin no tiene .otro sentido 16 •

EncontramoS de nuevo¡ en la pluma antihegeliana de


_9e su_s p_atr!f!s. ~y _p~r _e! -~~r~~~9.ns!_~~i-~ión_de las
fortunas comerciales o financieras 1 y no .ya terratenieñtii-;-~
por desc0Clif1cacioñ<:le!-1Jtrj1:>-de-Jai riquezas). Con este •-•
Dcleuze 1 exactamente el mismo diagnóstico que en las
plumas kojevianas de Bataille y Blanchot: el presente
<(malestar en la cultura», como dicen los freudianos, es
~te¡__ de descodificación qúe se apodera de todo
'-<iesap~los antiguos rituales, los ccremOniales, todas
las formas que se respetaban y se consideraban sagradas. ••
••.¡
un sfn[on10. que cobra su senti4o en la perspectiva de un El capitalismo se define como un sisterria «cínico» 18 que
no apela a. creencia alguna, a cosa sagrada alguna para

.,.:
" NPh, pág. 157. funcionar.
a NPh, pág. 188.
" NPh, pág. 200. " AOE, pág. 180.
" AOE, pág. 155. ~ AOE, pig. 267.

228 229 '

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**'ªª
•'
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•1
Los tres errores sobre el deseo se !lnman In carencia, la sino el frnC1so prnvoc:ldo por Ja represi6n social de una
ley y el significante ( ... ). Transgresión, culpabilidad cas- avc.nturn que logra, por ejemplo, el gran artista. Este úl-
tración: ¿son determinaciones del inconsciente, o ~.r la ti1no «franquea la pared1> que separa al hombre normal de
nranertJ_ en que un cura ve ltt.r cosas? zi. la producción descante !li.

En Ja misma página, escribe: el íncons.ciente es rous- El loco ha fracasado, su fuerza ha sido Cohibida para «lle-
seauniano, pues el deseo es «el hombre-naturaleza». A fin gar al cabo de ella misma». ¿La experiencia del artista
de cuentas, el conflicto fundamental reside entre este sería la experiencia auténtica de una fuerza activa, de
<chombre-naturalcza», este «descante», y el estado de so- eso que Deleuze llama ahora un «verdadero deseo)>? En
c.icdad. Si el. deseo está r~primido incluso bajo el eapita- absoluto, pues· de hecho también el artista se da de bruces
li_smo que, s1n embargo, proclama que «todo está permi- conrra la pared. Y, en definitiva, Ja diferencia entre lo
tido» (sobreentendiendo: para quien _pueda pagar), se activo y lo reactivo no está entre dos tipos de humanidad,
debe a que es incompatible con Ja vida socia1. Por eso sino "en el· seno de un mismo individuo, entre los dos
está socialmente admitido sólo desfigurado, desnaturali- polos de su deseo. Ya se oriente el deseo hacia el po-
zado, transformado, por ejemplo, en deseo edipico. lo revolucionario {que Dcleuzc califica co1no «esquízoi-
de)> ), y entonces es el deseo de «huir de Jo social» 25 ,
( ... ) Y ninguna sociedad puede soportar una posición de es decir, la~ identificaciones gregarias que propone el
deseo sin que suS estructuras de explotaci6n, de ·servidum- grupo patria, dinero, fútbol). Ya el deseo se oriente
bre y de jerarquía no se vean compronietÍdas Zl.
hacia el polo represivo y «paranoico», y se encarne
en 'los poderes, lns instituciones, los honores (ingresar en
Vemos los límites del marxismo de Deleuze,., Manda
la Academia Francesa, etc.). El deseo de todo individuo
cortesmente la lucha de clases al museo: s6lo hay una
oscila entre ambqs polos. No podríamos oponer de un
clase, la de Jos esclavos, unos dominando a otros; a esta
modo simple el rebaiio paranoico a. la m.inoría de artistas
condicjón servil s6lo escapan algunos descantes fuera de I revolucionarios, pues encontraremos eri. cada grupo (in-
toda clasificación 21 • .
cluido el revolucionario) y en cada. indiV-iduo {incluido el
La conccpci6n....:.de.leuziana-conduce--al ·~ idealismoJD.á~ 1

i
artista), «verdaderos deseos» y «deseos de ser repri1nido».
bsoluto. El hombre del final de la historia debería ser
Es imposible separar los delirios· esquizofrénicos y los
Hwrn~activo, y de hecho es el hombre reactivo. Esta delirios paranoicos, pues
oposici6n entre el hecho y·_el derecho es muy poco em-
pírica. La encontramos en "Sl Antí-Edipo con 1a distinción en todo delirio vemos coexistir ambos polos, y coincidir
de la esquizofrenia como proceso' y co1no entidad. De he- fragmentos de catexis esquiwide revolucionaria con blo-
cho, reconoce peleuze, los esquizofrénicos son unos des- ques de catexis paranoica reaccionaria. La oscilnción entre
graciados que Oscilan entre la agitación paranoica y el ambos polos es incluso constitutiva del delirio v.
abatimiento doloroso (catatonia-autismo). Pero, dice, este
hecho nada prueba, Es, pues, el mismo hombre quien tan pronto parece í.'l
punto de abrir Ja .brech~, como se hunde en un estado
depresivo del que sale mediante _el resentimiento (que
"' AOE.. págs. 132-133. " AOE, pág. 434.
"2 AOE, pág. 138. " AOE, pág. 408.
" AOE, pág. 303. "' AOE, pág. 451.

232 233
,, ,, ••
, Encontramos entonces el n1isn1~~e a1,1tes.
••
Igual que el produclo de la do1nesticac1on cultural ten-
dría que ser el individuo soberano y, en cambio, es el
hombre de la~atividad, el c:1pitalisn10, definido por
pande al esclavo, a la «fuerza reactiva» que no llega <H1l
cabo de sus posibilidades». El neur:ótico es el hon1brc ••
••
-el ciniSiñOTe su dcscc;diíicación, tenqría que ser la libe- normal, con la condición de añadir que el ho1nbre nor-
ración, ya que destruye todas las creencias y todas las mal es nor1nalii:ado por. la sociedad .. Esta norma1izaci6n
prohibiciones a las que la hu111anidad se había sometido: consiste en la imposición de un punto de referencia fa.
miliar al deseo del nifio: éste debe ser un vo, rcncl· una
<ihora bien, según Deleuze, la realidad del capitalismo es
la mayor represión de la producción descante conocida
en Ja historia. El capitalismo, al destruir todas las adhe-
siones, tendría que crear las condiciones para la biena-
identidad, y esta idcntid:1d se conscruye n1edinntc la prnc-
hn de su rivalidad con el padre de Su sexo respecto al
padre del sexo opuesto. La identidad del hon1hrc nonnnl ••
••
está fundada en la /icciú11 de una culpabilidad original de :1
venturanza: el nomadisn10 del individuo desapegado,
ese yo incestuoSo y parricida (o 1natricida). i
absoluto co1no resultado de la «desterritorialización».
Pero po; su emancipación .de todos los flujos produce un ¿Qué ocurre con el psicótico? Aquí Delcuze ntaca de 'I
nuevo 111 definición l11caninna del deseo mediante In ca·

••
:1
inundo de· pesadilla y de angustia. ¿Por qué este fracaso '
rencia («carencia de set», dice La.can). Segtín la doctrina
de la historia? Porgue Jn «deste.rritorifl.1~.~J~.fi.ó_n1>_¿~~com­
de Ja escuela lacaniann, el psicótic;o es el objeto que le
$
~-
pai1a de una_p_~in..~t\!;'l-~'re:er~it~[:ifi~~~}.óE_~~:~l _capitalis- falca n su n1adrc (el falo); por eso no puede aparecer ca-

••
- mo empuja· más alla el· l1mtte hacia -el que tiende {el
rente de nada (es Jecír, desear a su vez); en esta rel:1ci11n
nomadismo). restaurando «territorialidades» artificiales
(creencias, formas). · del psicótico con su n1adre 1 el «repudiO» -término que
traduce la Verwerfung (la expulsión al exterior) de la

'
Todo pasa de nuevo o vuelve: los Estados, las patrias,
las fanlilios 19 •
que habla Freud-, de lo rjt1e sig1ii/icil la carenciu (es
decir, el falo paterno, el hecho de que el falo deseado por
la madre s·ea paterno, mien.tras que esta nladre perversa ••
••
Uno de estos territorios, el que es objeto de atenc1on pretende éncontrarlo en el niño), provoca el retorno de '

en El Anti-Edipo (sin duda esperando que la continua~. ese significante de la carencia u a lo real, a ·través de una·
., ción de este libro se dedique n otros), es ln familia. Por experiencia horrorosa (alucinación) en la que el psicótico
se ve realmente Castrado a falta de haberlo sido simbóli-

••
eso el psicoanalista es el sacerdote moderno:
Cllmente (de haber sido remitido por In palabra materna
cumple: !a s"igUicnte: fUnción: ¡hace:r que: sc:ibrcViVan las al hecho-paterno ).--Ésta-es, si-·sc-puede-exponer ·ran-·sucin-
creencias incluso después de su repudiación!, ¡hacer que tamente, la doctrina de los lacanianos sobre la psicosis.

••
sigan creyendo quienes y~ no creen en nada! 2Q. Se reduce a lo siguiente: nos volvemos Jacos a falta de
carecer, y el «significante» (la palabra) es lo que introM
Si planteamos, como hace Deleuze, un deseo exclusiM. duce entre los humanos esa «carencia»;. cStC <(juego» ne-. i
vamente positivo, el neurótico dese~peña el p_ape.l de cesaría para una relación mesurada y para un intercam-
conformista: soporta renuncias que se l~pone .ª si m1sn10
J~_adaptar.se....a...las_exigcncias de la vida soc1al..:.i Corres-
bio con los demás. Deleuze rechaza todo esto:
:j ••
" AOE, pág. 42.
"' AOE, pág. 374. 2l El falo paterno e:s el «significante de la falta»: la madre no
lo tiene y el hijo no lo es (la hija tampoco).
\
••
1 i 230
231
••
••
••
' .

tal. De la observación que dice que esta verdad no mos ocultar que esta «verdad~> sólo traduce el rechazo
era sino la expresión de un deseo, pasa a ]a interpre- amedrentado de este mundo en tanto. que eSte mundo no
tación que dice que el deseo que se expresaba. en esta es un «mundo verdadero» (estable, o'rdenado, justo).• Sal-
pretendida «verdad» era el deseo de verdad. Querernos vo hipótesis de un eterno retorno: y es aquí, en_ este pun-
ver ... Pero resulta Jo siguiente: si hubiera una verdad, to dedsivo del nuevo nietzscheanismo francés, donde Lyo-
ésta sería hegeliana o, si se prefiere 1 marxista. Si el mar- tord se separa de Deleuze. La hip6tisis "del ete.rno retor-
xismo no es verdad, no es porque sea falso, sino porque no ocupa un gran espacio en la especulación de los nietzs-
nada es verdad. cheanos por una razón que ha. sido indicada por Klos-
Sea lo que sea, la pregUnta fundamental pasa a ser sowski: esta. hipótesis, añíe todo, quiere decir que nunca
la del nihilismo. ¿El desmoronamiento de todas las ha habido primera vez (no hay origen) y que nunca ha-
creencias será una liberación o una catástrofe? ¿El ho1n- brá últitna vez. (no hay final de la historia). Tesis cruel
a oídos de los fenomenólogos, y de la que ya hemos ob-
brc moderno encontrará en la incredulidad motivo de
un alegre saber o de un agobio depresivo? Como Deleu-
servado algunos efectos en las desconstrucciones de De-
ze, Lyotard considera reaccionario o reactivo protestar rrida. De ahí las paradojas desarrolladas con agtado por
contra el estado del mundo o, si se quiere, contra el «ca- Klossowski: no hay original, el modelo de la copia ya
constituye una copia, la copia es, pues, una copia ~e la
pitalismo». No se trata en absoluto de reprochar a este
capitalismo el ser cínico, o cruel; muy nl contrario, hay copiá; no hay n1áscara hipócrita, pues la cara cubierta
que acelerar esta tendencia. El capitalismo liqúida todo lo Por esta máscara ya constituye una máscara; no hay he-
chos, sólo interpretaciones, toda interpretación es, pues,
que la humanidad creía tener por máS noble y más san-
to: hay que hacer esta liquidación <uiún más· Jíquida» :12. la interpretación de una interpretación anterior; no hay
sentido propio de una palabra, sólo sentidos figurados,
Pues los Buenos y Viejos 'ficmpos no volverán (snlvo hi- .
pótesis de un eterno retorno). He aquí có1no se puede pues los conceptos no son sino. metáforas disimuladas; no
entender este .programa de un nihilis1no activo (que ge- hay versión auténtica de un texto, sólo traducciones; no
hay verdad, sólo imitaciones, parodias. Y así sucesivamen-
neralmente se ha considerado escandaloso): lo que es no- 33
te • En un artículo titulado primer<;'. «Invertir el plato-
ble y santo deja de ·serlo el día en que se cree en ello
nismo», Deleuze ha propuesto llamar· platonismo a la vo-
no por ingenuidad, sino pór cálculo. Por ejemplo, dire-
luntad, de orden moral en el sentido de In moral del resen-
mos que no tiene mucho sentido «desenmascarar» la
timiento)· dC·acabar con esta fuga indefinida distinguiendo
~ i :· religión (o, lo que es lo mismo para Lyotard, el com-
las copias' buenas (las que confiesan ser sólo la copia de un
.~: ¡ promiso revolucionario) al no ser ni verdadera ni fal-
modelo ausente) de las copias malas, o simulacros (las que,
1f. ' 1 sa; por el contrario, esta religión, que era santa en un ·
~- .-. consiguiendo suplantar el modelo del que son copia, su-
siglo de fe se convierte en una cosa indecente tras el si~
gieren que el modelo a su vez sólo es una ~opia, una
,; \ glo crítico, cuando los Románticos q.uieren reestructurarla
por nostalgia de su niñez, los Políticos· para que el pue- enésima edición y la edición original una 3rguc1a) :u. Pero
blo teng:i moralidad y los Religiosos para evitar hundir- Klosso\vski Jlega mucho más lejos. La liquidación del
:, : se en la desesperación. Y, de manera más general, a par-
' 3! Ver Ja conferencia de Klossowski, «Nietzsche, el politc-hmo
I; \ i' ·.~ tir del momento en que sabemos que la verdad no es y In parodia» {1957), cuyo tex~o está r:cogido en Un s~_lunestr
sino la expresión de la· voluntad· de verdad, no nos pode-
.j.¡ t!i. désir, Gallimard, 196.3 (traducción espanola de M. Armino, hfii.
drid, Taurus, 1980).
9' «Platón y el simulacro», en Ugict1 del se111ido.
~ !·: '2 Des dispositi/s pulsionnels, pág. 47.

1' ¡·· 236 2J7


¡_ .t: .:

~~} ~pj¡i·'.
" ' .'
.'••.


••
J)clcuzc lla1na ·ahora «paranoia»). A esta razón se debe.
que J;1s revoluciones que provocan los deseos ~u.ténticos
sien1prc son, tanto en política co1no en arte, tra1c1011;1das.
grupo Socialisn1e ar~ barbarie 1 el nihilis1no· diagnosticado
por Nietzsche tiene, entre ottos, el siguiente sentido: el
1nílitante revolucionario se imagina que su lucha contra
·.I
'H
••
••
Se echan a perder desde el principio u. Cuanto m:ls pre- el actual estado de cosas se basa en la verdad¡ dispone
cisa el csquizo-ancllisis de Dclcuzc la diferencia entre el de una teoría revolncionarin que . le ·enseña como una
1 esquizoiJc y el paranóico, n1enos puede nfinnar que se verd11d cst::iblecida que el actual fiado de producción y
sitúa en uno u otro lado. En contradicción con sus in-

••
1 con él toda su superestructura, están condenados por la
tenciones m~s explícitas, ·con su próyecto en1pirista, De- contradicción que entrafia, y que el futuro de ese pre-
lcuzc acaba 1nidicndo lo que se ajusta al p:11rón y lo que sente será la catásttofe.(goerra, fasCismo generalizado) si
1: no se ajuxta, pero debería ajuxtar.re. Lo negativo, qu~ se la humanidad no. 16n1a la iniciativa de pasar a otro modo
,.
,,
trataba de expulsar, se reintroduce, pues, en dos t1en1-
pos, con10 lo había explicado Dcleuzc en 1962 ai, siguien-
do a Nietzsche:
de producción. Pero este mílitante descubre dos cosas:
1. Creía hnblar en nombre de la verdad y, sin saberlo,
no eXpresaba sino un ideal rnornl; de ahí el derrumba~
••
d

il
1 1. Se plantea un ideal que se opone pu1uo por punto
a la realidad presente (el «individuo ~oberanO>\ es rodo
lo que no es·: el «Último ho1nbre», la esquizofrenia co1110
miento de los valores revolucionarios, ahora considerados
como valor.es religiosos (búsqueda de una salvaci611 de la
humanidad 1nediante una venganz(f. centra los culpables) ••
proceso e-s lo que no es la cnti~aJ psiquiátrica).
2. En un. segundo 1nomcnto, este ideal permite diri-
gir una acusación al presente, culpable i:or. no ser igual
y clericales (el intelecru.11 es a las masas lo que el buen
pastor al rebaño).
2. De rebote, esta nueva lucidez permite descubrir
que el socialismo, prccisa1nente porque es un <(dispositivo»
••
a este ideal, culpable a su vez por no ex1sur, por· no ser
sino un ideal.
o una «disposición» religiosn 1 es mucho menos revolu-
cionario que la realidad capitalista; pues ésta es cfriica,
no cree en nada y destruye "todas las creencias c1l toda la
••
El relato del final de la historia

Jcan-Franc;ois Lyotard ha intentado soslayar este es-


superficie del planeta.
La verdad que ofrecía el sabet de la teoría revolu-
cionaria no era sino un ideal. No era· en absoluto la ver- ••
••
dad, sino solamente la expresión de un· deseo de verdad.
collo en su Econonrie libidinale (1974). El título de este Proce_9_ía _d~ _!g _mis!!l~.~t~en~i-~_en_l_a_ verdad .. que_ la .de .la
libro, así como el del compendio de artículos que lo pre- re11gíóri 31 .
paraban desde 1968, .Dérive a partir de Marx y Freud, Llegados a estC punto, quisiéramos poder interrumpir
indica con claridad que las premisas de Lyotard son cer-
canas a las de .De.leuze en El Anti-Edipo.
Para quien, con10 Lyotard, proviene de la «filosoffa_dc
un 1nomento a· Lyotard y decirle: acaSo lo que estaba mal
fundado era esa verdad del militante¡ un deseo le·ha he-
cho toinar JoS ~ilunciados n1arxistas ~por ·verdaderos, pero
••
la praxis» -«el" hombre es obra de sus obras» escribía
en atto tie1np~ 30 y que ha 111ilitado largo tie1npo en el
221 AOE, pág: 419.
quizá, sencillamente no eran verdad. ¡Vaya! No rios oye,
su carrera ya le ha .llevado más leja~, µ_rosigue con tesón
y fr11nquca de un salto toda la distancia que separa ••
¡:
¡.¡
" NPh, pág. 170. ·
lO <(Nota sobre el marxismo», T ablcau de la philosophie co1ttem-
poraine (Fischabcr, 1956, pág. 57).
su desilusión de una polémica contra la verdad en cuanto
31
Econonlie libidinale, «Le désir norri~é Marx».
¡;·:.
••
235

l
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••
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••
••
.------
• . ., ' .
••
•• principio de identidad, que está en la bílse J'c esta ne-
gación de toda atribución de un origen ._,.de nn original,
za reactiva, pues cada una de ellas, por definición, simula

••
a la otra desde siempre. La enfermedad produce la ilusión
tiene como ·consecuencia que las apariencias de identidad de tener buena salud, y la salud superior, el exceso de
o de regularidad con las que nos encontramos sean más- vida, se anuncia con síntomas que podrían ser los de la
caras. Toda identidad es simulada. Lo 1nis1110 siempre es enf:rmedad. Klossowski llega, pues, a escribir:

•• un otro que se hace pasar por lo mis1110 y nunca es el


1nismo otro quien se oculta bajo la n1is1na n1<Íscara; esta
1náscara que reconocemos como lo mismo nunca es por
Las catástrofes mod~rnas -.:..Cn un plazo más o menos
breve-, siempre se confunden con la «alegre noticia» de

••
otra parte vcrdadera1nente la misma máscara y el que un fnlso «profeta11 17 .
cree que es el mismo tampoco lo es, etc. Pero, pÍCciSa-
mentc porque ocurre eso, Ja doctrina del eterno ret9rqo En lugar de afirmar que la filosofía sea, de Platón a He-
no puede en absoluto proponer un princip/o· d,e difereh-. gel, un largo engaño (metafísica, etc.) contra el que se

•• cia para oponerlo al principio de identidad. La hipótc-.


sis nietzscheana, explica Klosso\vski, es .audbz -porque ·
opone al principio- de identidad la apariencia de·. un ·
alzan valiente1ncntc, excepcionalmente, algunos escasos
pensadores libres, habrá que decir Jo contrario: la filoso-
fía, es decir, la creencia en la verdad, no ha sido sino un

•• principio, es decir, un falso principio que simula ser


verdadero. La doctrina del eterno retorno, dicé, es la
parodia de una dQctrina lS. Así, el filósof~ de la diferen-
largo desengaño, un· largo ocaso del poder de engañar, de
fabular, de producir dioses. El prop6sito misterioso de
· Nietzsche en El crepúsculo de los .ídolos, según el cual

••
cia es un ú11postor-.y su filosofía un en¡,aiío. No s~ría po- el 111u11do verdadero se ha convertido en una fábula, no
sible, pues, asignar a esta filosofía· el desengaño como significal"Ía en absoluto que ya no crccn)OS en un mundo
tarea . suprascnsiblc, sino, de n1nncrn n1ás inquietante, lo si-
«S6lo se desengaña para cngañarn1ejor» u_ Por eSo, la . guiente:

•• bt'1squeda delcuziana de una verdadera diferencia, la que


separaría al amo del esclavo, o al deseo verd;1dcro del
tksco desfigurado, procede de una creencia ingenua o
d nlundo !;C vuelve f:íbula, el mundo tal cual sólo es fá-
bula; fábula significa algo que se cucnra y que nn existe

••
sino en el relato; el mundo es aleo que se cuenta, un
.1caso fingida en las virtuJes de la crítica. La definición
acontecimiento contado y por i.:so una interpretación: la
de Ja filosofía como crítica pertenece a las «Luces» an-
teriores a 1789; denunci:indo al cura impostor que apo-
rdigión, el arte, la ciencia, la histori~ son otras tantas intCr·
prcrnciones diversas del mundo, o, mejor, otras tantas va- "'
ya con sus mentiras al poderoso déspota, la filosofía cree

••
riantes de la f.ibufa llll.
espabilar al pueblo ingenuo y devolverle su antigua vir-
tud. Es decir, que Ja crítica de las autoridades -ha olvi- El final de la hiJtoria ahora significa que la humani-
dado examinar la autoridad de la crítica misn1a. Extiende

••
dad se prepara para salir del tiempo histórico para en-
sus sospech:is por doquict, pero sigue creyendo en la trar de nuevo en el «tiempo del mito» 3'_ Y el eterno
inocencia de la crítica. En realidad, la Jiferencia entre retorno precisamente consiste en la salida fuera de la
l:~ críLica de la impostura y esta in)postúra es sin1ul11d:i. historia, e::s decir, el olvido activo del pasado, condición

•• Y asimis1no la diferencia entre la fucrz;1 :tctiva y la fuer~

. .u Un si /uneste désir, l):Í~. 226.


i:
l'I
Nietzsche l'I le n·rclc vicieux, pág. 13 .
U11 si fu11este désir, f):Íg. 193 .

••
39
~' Nietzsche el le ·cercle uicicux, pág. 194. lbíd., pág. 194 .

238 239

• . ·.-.....:.- '.- .

••
. '

••
••
••
prevja de la .creación de nuevos dioses {o, si se prefiere
de nuevas «historias», de nuevas leyendas). '
Mi opinión es que las teorfos soh relatos, pero clisimu-
lados; que no debemos dejarnos engañar por su pret~ión
••
Si así es, concluye Lyotard, ln filosofía debe abando-
nor la antigua máscara que llevaba en el reino de la ver~
·dad ú~ic~ (o edad cristi.ana, monoteísta) y vestirse con
a l:i onmitemPoralidad 0 ,

Lyotard confía la demostr<lción de esta tesis a una


••
u.na mascara pagana, politeísta. El traje virtuoso del crí-
tico ya no es adecuado.
rehabilitación de la lógica ·de la- ocasi6n, tal como· la· po-
demos encontrar en los sofistas griegos. Esta lógica pre-
sentaría la siguiente particularidad: haría fracasar la 16- ••
••
(Rechnz11 en este punto Ja ética spinozista o nictz..,chcana gica de In verdad única y universal demostrando que cstR
~~e s~~nra los_ ~ovimientos dd n1&s·ser y del n1cnos-ser, lógica de lo universal no es sino un caso particular de
de acc1on !' reacción? -Sí,. cuidémonqs de-ver renparecer la lógica de lo particular, del caso singular o de la oca-
con esta~ dicotomía~ .toda unn rnoral y toda unn poHtica, con
sión única; y, sin embargo, esta lógica de lo particular,
sus snb1os, sus nulttantes, ·Sus tribunnles y sus cárceles.
( ... )No hablemos como .Jiberndores del deseo&a.

El .mundo es un relato fabuloso. ¿Y cómo se producirá


aunque domina y comprende la lógica de lo universal, no
sería en absoh1t9 una lógica rnás universal, ni una ver-
dad rnás verdadera. ••
la. sa11da fuera del tiempo histórico? Dlirante la historia,
mientras que había .historia, el . mundo no ern· ·una· ·fábu-
la,_ sino una verdad presentada ante un único logos. ;C1í-
Si todo discurso se .Considera narrativo, aquel que pre-
tendiese obtener un discurso absoluto sería motivo de
risa, piles lo._c"ar.acterístico del relato. es (iue: ••
••
mo vo1ver del lagos al mythos? Demosti-ando que inclu- · 1. · ya está .siempre empezado, siempre ·es el relato de
so el lop.,os no era sino un mythos. La filosofía se hr\ un relato precedente; el referente del discurso narrativo
construido contra las «historias» y los «comadreos». Pla- nunca es el he~ho bruto, e} acontecim'iento mudo, sino
ton cerraba las·puertas de su ciudad--a- los poetas; a qUic- ya lo narrativo, las historias, todo .un _zumbido de pala-
nes acusaba de narrar historias. seductoras, pero ·ajenas n
12 verdad. Ahora habría que de'mostrar que también Pla-
tón nos cuenta historias. Que la filosofía es ashnismO
bras que precede, provoca, acompaña y sigue el cortejo
de las guerras· y de las fiestas, de los· trabajos y de los
··días. ••
un,a .historia. seductora. ~s fil6sofns oponen 'el dh;curs~
teor1co al discurso narrativo. El primero dic"e': estO es Jo.
que. ocurre sie'!1pre y e~ todo lugar.• en todos l~s sitios y
Y, de hecho, siempre estatnos bajo el efecto de 11lgún
relnto, siempre nos han dicho ya iilgo, y siempre hemos
._.·.sido ya dichos~.
••
en todos los uen1pos. El segundo dice: érase. ta-ra vez. ( v
e~tonces todo e~ mundo está seguro de que nunca ha té-
n1do lugar). Mientras subsiste esta oposición entre lo . . 2. nunca ésté acabado, pues, por princ1p10, el narra-
dor _Se ,dirige a un oyente, el narratario, que luego puede
••
••
universal y lo particular la teoría don1inará las mentes·
las «historietas», las trovas, son consideradas como di~ co'nv'Crtirse en narrador, haciendo de la narraci6n de la
versiones sin consccuenci11s. ciuc :ha :;ido narratario, lo narrado de una nueva narra-
ción·.
Po~'_.cso la historia nunca se acaba. O. ló que es igual,

u Inrtructionr pa'iennes, 'Galilée, 1977, pág. 28. ••


••
411
Econo111ie Jibidinale, págs. 54-55. '2lbíd., pág. 47.

240 241


.. ~

1
un relato llega a su fin: un relato se acaba, el «telato»· zaba entonces un acuerdo entre el sujeto y el objeto; pero
diJléctico. Pero ya hay varias versiones de ese relato, va- cuanto más rasgos comunes descubría el para sí con el en
rios relatos de este final, varios relatos de estos relatos. JÍ, menos ése para sí erA para sí: el «Se», el «impersonal»,
Después de todo, el «Discurso sobte la historia uni.ver- el «anónimo» invadían ese Sujeto desde dentro.
sal» no era sino un mito poderoso. O, si se prefiere, no Tras 1960 el sujeto soberano no es «superado», co1no
era sino un mito, pero, ¡qué fuerza hay en este mito para quería Mer1eau-Ponty n, csti1nuI11do por su ternura h:Jcia
haber hipnotizado durante tanto tiempo a sus narratarios! la natun:aleza y Juego por su lectura de Heidegger, sino
El final de la historia no es el final del relato. Los 11n1/Jiplicado. En lugar Je ser son1etido el n1undo a un
múltiples relatos de este final preparan un porvenir en
el que reinarán, <(de nuevo» y por 1nilésima primera vez,.
diversas variantes de la fábula del mundo. fúnico Ego, ahora debe presentarse a una miríada de e-
_qucjjgs agentes., cada unO vinculado a una perspectiva.
Toda Ja ger..eración de 1960 acaba en el perspectivismo.
Pero la palabra «perspecdva» protesta ante este uso que
se hace de eila. Este pcrspectivismo del nietzscheanismo
Advertencia final francés tiene el siguiente sentido: cuando los fenomen6-
1ogos arrepentidos permiten poner en duda la ecuación
Mi terna no compOrta conclusión alguna. Sería prcsU.n- entre ser y ser para 1ní, aceptan de buen grado sacrificar
tuoso «sacar cns.eñanzas» de estos años tan próximos; ya el ser; es decir, que no están en absoluto dispuestos a
pasados puesto que los comenta1nos, pero que aún .no renunciar al para 111í. ¡Somos nosotros los que manda-
tienen para nosotros carácter de pasado. En lo que atañe mos! El perspectivismo rompe la unidad del sujeto, pero
al futuro no tiene mucho sentido predecirlo: todos sabe- no al sujeto 1nismo. I-Icmos visto cómo líl posición de
mos que prometiendo un porvenir briJlante a esta o a un suictu (del ego idéntico a sí misn10 en tanto que ori-
aquella escuela, sobre todó tenernos en cuenta nuestras gen de Ja verdad) tenía como consecuencia infalible la
propias preferencias. Sin embargo, tendría la impresión rivalidad de las conciencias, la guerra entre pretendien-
de eludir el obstáculo que me reservaba mi tema aquí, tes en torno al trono del Ego absoluto. Co1no dice I>as-
al término del recorrido, si no respondiese a la pregunta cal, cada uno se considera injustamente centro del inun-
forn1ulada al principio del capítulo III: ¿se ha interrum- do. El crspecuv1sn10 quisiera evitar esta dialéctica del
pido la <(hemorragia de subjetividad)> que señalaba Jcan mno y e yo soy, luego tú no eres) calmando a
Beaufret en 1947 en especial durante los recientes años, los concurrentes; ¡vuestras luchas no tienen objeto! ¡to-
en los que el <(antihun1anismo», la <diquidacíón de la dos queréis ser el centro del inundo! ¡Sabed que no hay
identidad» o la <(desaparición del sujeto1> han sido los ni centro ni inundo! Todo esto es sólo un juego, un si-
protagonistas? Vemos que la enfermedad más bien se mulacro. Se echan a suertes las cartas en. la fiesta de la
ha agravado. En 1945 había un solo sujeto, un solo so- Epifanía, pero para evitar que los convidados riñan todo
berano, cuya soberanía ya era, por otro ladO, vacilante. el mundo gana: p" verdad .que sólo se tr?.~·aba de un jue-
O el Sujeto reinaba como Monarca absoluto, con todas go para divertirse.
i::is prerrogativas .vinculadas al «Yo= Yo», aunque su ab- Como recuerda Serres, el erspcctivismo es lo mismo
solutismo sólo era válido dentro de las fronteras del que la fcnon1enología «. El o Jeto e la gcomettía des- ·
para sí: soy absoluto para mí, pero para n1í únicamente,
y tanto en si como el otro se me escapan. O el Sujeto 43
tenía alguna afinidad o parentesco con el en sí y se esbo- PP, pág. 408.
" Le systCn1e de Leibniz, I, pág. 168.
242
243

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..
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...·.,,.,,;.,..,,... ,, ,.

criptiva consiste en determinar las propiedades in~arian.


tes de una figura cualquiera para toda perspectiva, es
decir, para todri proyección de esta.figura sobre un plano
(en el que ésta «aparece»). Si hacemos variar el plano de
proyección, Ja figura asimismo va a variar, pero de ma·
rícdad, para ver e~~vnri~!l~...!i.!:Hl~~R.~cctivn
entre otras. Leilin1z, escrí5e Dcleuzc, expresaba el pers-
- pectivismo clásico obligñndo a esns perspccti~ris que ~ons­
tituyen lns mónndas a converger en. un 1n1smo ob1.cto:
las mónadas son como puntos de vista sobre la n11s111a
••
••1
ncra igualmente regular y conservando ciertas propicda.
des (llamadas «de posición»): por cjemplo 1 un círculo se
transformará en elipse, pero, en la citcunferencia de to-
ciudad. El perspcctivis1no de Nict?.sche serfn distinto:

Es otra ciudad la que corresponde a coda punto de vista, ••


das las secciones cónicas que se pueden obtener de este
modo, un punto B, situado entre· A y C conserva este
J cada punto de vista es otra dudad. ( ... ) Y siempre otra
ciudad dentro de la ciudnd .u;.
••
r
Jugar ·intermedio. Por definición, el sentido del perspec-
tivismo estriba en encontrar el orden en la variedad, lo Los puntos de vista, no sólo son diferentes, .sino que
in.v.aria!t/e en el cambio, la identidad en la. di_kt~~a.
Dice como, en determinado caso, se produce determinada
«apariencia».
únicamente tienen en común el hecho de ser diferentes.
Hay tantas ciudades como puntos. de vista, y estas ciuda-
des no se parecen, no .se comunicnn entre ellns, están ••
Merlcau-Ponty empleaba la palabra <~perspectiva» en
su sentido tiguroso cuando encontraba en ella la soiüción
al problema planteado por la diversidad humana: el dis-
curso irracional (mito, delirio) no es una aberración, es.
distanciadas unas de otras .. Podría suceder que la palabra
perspectiva le juCguc aquí una mala pasada a aquellos
que quieren empleada según su fantasfa. Acaso es ella
quien va a llevarlos don<le no quieren ir, antes que des-
••
viarla ellos de su sentido. Leemos en la Mo11adología:

una proyección de ln existencia y una expresión de fa
condición humana.
.i
Así como una misma ciudad, mirada desde diferentes lu-
gnrcs, parece" completamente disdnta 1 y está como multi-
plicada en sus' perspectivas, ocurre de igual· modo que, grn· ••
••
Y añadía:
das a la multitud infinita de las stistnncias simples, hay co-
mo tantos diferentes universos, ciue, sin embargo, no son
Si todos los mitos son verdaderos, Jo son en tanto que
sino' las perspectivas de uno sólo según los diferentes puntos
pueden ser reubicados en una fenomenología del espíritu,

••
que indica su función en la toma de conciencia,. y, en de- de vista de cada Mónada (§ 57).
finitiva, fundamentan su sentido propio en su sentido pnra
el filósofo .c.s. El nietzscheísmo francés dice superar el sujeto cunndo
'i:1 su¡)rime el ob¡eto (la ciudad, ese objeto común a aque·
En consecuencia, perspectivismo equivale. efectivamente
a fenotnenología.
El nietzscheanismo francés_i:_los últimos veirite años
llos q.uc la observan <(desde diferent'"'es lugares»). El tcx·
to • dice • no tiene referente exterior a sí mismo, .e] relato
histórico no refiere ningún acontecimiento exterior a re-
l ••
pretende entender a perspectlvñ .Jcn el sentido exacta·
mente opuesto, no para erra variedad a un orden
y encontrar,lo.·inv"aria'r1te. en Ia·s·variaciOnes, :·~jno, ál cciri~,
,.
1
,)·
lato, la interprct3ción no. trata sobre ningún hecho. que
se pueda distinguir de la interpretació_n, 1,as. perspect~vas.
De este modo serían .vencidos el Centro un1co, el primer
Princif>io, la Identidad soberana.
••
••
tfaric:i, para:·haCer" del orderi _uñá·:dcJas figu'ras· de· Ja· 'va-· ··

" PP, págs. 338-339. i6 LS, pág.' 203; ve.r también DR, págs. 79 y 94.

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