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Selección de cuentos de ajedrez - Club d’Escacs Sant Martí (Barcelona)

UNA PARTIDA PENDIENTE

por José Antonio Guijarro Pérez

Recuerdo todo como una película con interminables cortes, en los


cuales pudo haber transcurrido una hora, un día o incluso un año, al
principio lo atribuí a la característica ansiedad que padecía en los
torneos, verdaderamente me atemorizaba, sentía como si hubiera
perdido fragmentos de mi vida y nunca más pudiese recuperarlos,
pero disculpen que aún no me haya presentado, me llamo Abdul
Alhazred, ajedrecista desde que tengo uso de la razón, según los
demás un genio, aunque lo cierto es que yo considero que siempre
he estado aprendiendo, si algo he obtenido de la experiencia es que
cada partida es diferente y, créanme, se puede afirmar que yo he
jugado unas cuantas, en fin, que no sé ni he sabido hacer otra cosa
que practicar el ajedrez, algunos pueden pensar que se trata de una
obsesión o un vicio, tal vez, de todas formas es un vicio en el cual
he hallado el sentido de la existencia, por este motivo creía que
solamente tengo recuerdos de la partida de mi último campeonato y
no del resto de actividades que seguramente realicé, como pasear
por jardines o comer en restaurantes elegantes, cosas que siempre
me ha gustado hacer cuando tenía que desplazarme a alguna
ciudad extranjera para jugar.

En el primer fragmento que mi memoria ha dejado abierto estoy


entrando en la universidad de Miskatonic, en la ciudad
estadounidense de Arkham. Ese mismo día comienza un torneo
internacional de ajedrez y han venido los jugadores más destacados
del planeta. La sala de actos está abarrotada de gente, entre
participantes, periodistas, aficionados y curiosos, sin embargo nadie
parece darse cuenta de mi presencia, como si me ignorasen, no es
que me considere una persona vanidosa, lo que me sorprende es
que teniendo en cuenta que soy conocido en ese mundillo no me
reconozcan, o que ni siquiera me hagan una pregunta, como
normalmente me han hecho los reporteros y yo normalmente he
contestado con el mismo semblante de aburrimiento. Hasta que en
un determinado momento alguien se fija en mí.

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- Perdone, ¿es usted el señor Alhazred? - me pregunta un


individuo de anciana edad.
- Así es, caballero, ¿con quién tengo el gusto de hablar?
- No sé si recordará mi nombre, August Derleth, coincidimos en
un campeonato hace bastantes años.

Lo cierto es que no lo recuerdo, uno de esos vacíos que ya les he


comentado anteriormente.

- Lamento confesarle que lo he olvidado, de todas maneras,


debió de ser una partida interesante.
- Oh sí, realmente lo fue.

A medida que vamos conversando me resulta más familiar, sobre


todo su voz, por otro lado, no me parece que sea capaz de inventar
tal cantidad de datos, todo lo que me explica es perfectamente
verosímil y yo no tengo por qué dudar de él.

- Si no le importa, podemos jugar en una sala apartada, allí no


nos molestará nadie - sugiere el viejo.
- Por supuesto.

Tampoco recuerdo que me tocase jugar contra este caballero y si


bien he aceptado, me sorprende un tanto que me proponga hacerlo
separados de los demás, supongo que forma parte de las
excentricidades que desarrollan algunos ajedrecistas con la edad, o
con el nivel, la cuestión es que siento enormes deseos de comenzar
la partida, como si hubiesen transcurrido siglos desde la última, así
que me siento en una cómoda y lujosa butaca ante un precioso
tablero de mármol, cuando observo el rostro de mi rival me doy
cuenta que manifiesta más ansiedad que yo, quizá perdió la otra
vez conmigo, o todavía peor, hicimos tablas, en fin, solamente sé
que puedo percibir la tensión en el ambiente, esta partida es muy
importante para él, supongo que esa es la causa de tanto
secretismo, estamos solos en una sala, con las cortinas totalmente
cerradas y la única luz de un candelabro, pienso que hay algo
misterioso en todo esto, sin embargo ya les he comentado que mi
principal propósito es jugar, simplemente jugar, de forma que al
realizar mi apertura las preocupaciones se limitan a cómo hacer
avanzar mis piezas y dejo de lado, aunque sea por unas horas, las
preguntas que me han surgido desde que se presentó el señor
Derleth.

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Tras finalizar la primera sesión de la partida, mi rival, visiblemente


cansado, se quita las gafas y empieza a buscar algo en los bolsillos
de su americana.

- ¿Le molesta si enciendo una pipa? - me pregunta.


- En absoluto. Yo antes también fumaba.
- Eso sí lo recuerda, ¿no?
- Los vicios nunca se olvidan, de todas maneras, no me
acuerdo de por qué dejé de fumar.
- Ah, la memoria, va desapareciendo impasiblemente como una
manzana roída por el gusano de la edad.
- Curiosa comparación.

El señor Derleth rasca una cerilla y la aplica sobre las hebras de


tabaco depositadas en su pipa, al poco surge una voluta de humo
cuyo aroma me resulta conocido, he jugado con bastantes
caballeros que fumaban en pipa pero algo me dice que este olor
solamente lo he percibido en otra ocasión.

- Antes me ha comentado que nuestra anterior partida fue


interesante, ¿podría saber cómo finalizó? - pregunto.
- Digamos que en tablas.
- Disculpe de nuevo mi curiosidad pero, ¿se trataron realmente
de tablas o sucedió algo a última hora?

En ese preciso instante la conversación queda truncada por culpa


de mi fragmentada memoria. En los siguientes encuentros la partida
prosigue entre conversaciones triviales. Nuestras posiciones están
muy igualadas. Así que encuentro asombroso que en cierta sesión
mi rival me pida las tablas, como podrán imaginar, no se las
concedo, lo cierto es que hace mucho tiempo que no me enfrento
con alguien de la categoría del señor Derleth.

- Debo preguntarle por qué me ha propuesto las tablas.


- No puede entenderlo.
- Podría intentarlo.
- Tengo un motivo de peso.
- Comprenda mi actitud, estoy disfrutando y no quisiera dejarlo
ahora, creo con toda sinceridad que todavía queda partida.

Mi rival acepta con desgana. Parece tan ansioso por finalizar la


partida.

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- Usted también debe comprender que yo en tal caso se las


haya pedido, de todas maneras está en su derecho de no
concedérmelas, ambos conocemos perfectamente las
normas.
- Me sorprende que no quiera continuar, creo que
pertenecemos a esa raza de ajedrecistas que no renuncia
hasta que haya caído la última pieza.
- Cuando era joven pertenecí a esa raza, mi arrogancia
superaba mi nivel en el juego, sin embargo ahora soy una
persona completamente distinta, lo que realmente me
preocupa es que esa manzana de la cual le hablé
desaparezca pudriéndose...
- ¿Quiere decir que pierda la memoria?
- Así es, un anciano como yo valora sus recuerdos por encima
de todas las cosas, incluso del ajedrez, es lo único a que se
puede aferrar, como no me importa el futuro, porque es
evidente que apenas tengo, siempre estoy mirando hacia
atrás, no se trata de blanda melancolía, es una necesidad que
llevamos en nuestros genes, en este sentido, el gusano de la
edad, es decir, el incompasible paso del tiempo, es una
amenaza muy cercana, ya sabe, va devorando nuestros
recuerdos sin casi darnos cuenta, y un día rebuscamos un
determinado fragmento de nuestra vida y descubrimos
horrorizados que se ha desvanecido, creo que es la peor
tragedia que le puede suceder a un ser humano.
- Aunque le pueda parecer extraño, le comprendo
perfectamente, yo también padezco problemas de memoria,
son vacíos, como si no hubiera vivido durante ellos, lo cierto
es que es un tanto angustiante.
- Veo que el gusano ha ido haciendo agujeros en su manzana.
- Podríamos decir que sí, y en mi caso no tiene que ver con la
edad, sin duda no soy un adolescente, pero todavía estoy
lejos de la vejez, supongo que se trata de una patología
cerebral, no sé, no he consultado neurólogos ni siquiatras,
¿cree usted que debería?
- Tal vez, de todos modos, sus problemas no tienen por que
deberse necesariamente a una determinada anomalía en su
cerebro.
- ¿Qué quiere decir?

De nuevo un odioso corte, no recuerdo nada más de esa


conversación, aunque no importa mucho, porque el siguiente
fragmento es definitivamente revelador, en este entro en la sala

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donde jugamos y no está el señor Derleth -cuando siempre ha


estado-, pienso que quizá se haya retrasado por algún motivo de
última hora y decido esperarlo, después de un tiempo considerable
salgo afuera para preguntar si alguien sabe algo de él y, como ya
sucedió el primer día de campeonato, la gente me ignora, de todas
formas llego a escuchar una charla entre un grupo de jugadores,
parecen emocionados, no puedo creerlo, acaban de decir que mi
rival ha fallecido, más tarde un titular de un diario confirma la triste
noticia, al principio pienso que Derleth se mostraba tan ansioso por
finalizar la partida porque intuía que su muerte estaba cerca, el caso
es que, bastante afectado, decido marcharme al hotel, ya no tengo
nada que hacer allí, la partida ha quedado trágicamente truncada, ni
siquiera tengo ánimos para quedarme hasta el funeral, regresaré a
mi país lo antes posible, mientras camino por el campus
universitario alguien me llama.

- ¡Señor Alhazred! ¡Señor Alhazred! - grita una voz conocida.

Al girarme la sangre en mis venas parece helarse. Se trata del


señor Derleth, el mismo que ha fallecido no hace muchas horas. El
terror provocado por lo sobrenatural comienza a invadirme y
comienzo a correr.

- Por favor, no se vaya, tenemos que hablar...

Pero no deseo saber nada de esta increíble aparición. Continúo


corriendo. Hasta que paso una calle sin mirar y un autobús me
atraviesa, sí, me atraviesa como si yo estuviese hecho de aire en
lugar de carne. Mi antiguo rival se halla en la acera de enfrente.

- No se imaginaba que usted estuviera muerto, ¿no? - me


pregunta.
- Parecía todo tan real.
- ¿Qué significa realidad? ¿No estamos hablando ahora?
- Tal vez, pero no debería ser posible.
- ¿Porque estamos muertos?
- ¿Se le ocurre una causa más rotunda?
- Antes también pensaba como usted, que solamente había una
realidad, sin embargo, cuando empecé a estudiar esoterismo
descubrí que existen diversos planos de realidad, como
hemos podido comprobar, después de la muerte hay otra
dimensión, habitada por seres espirituales, conciencias en su

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estado puro, los mortales nos han llamado siempre


fantasmas.
- Yo ya era un fantasma cuando usted aún vivía.
- Exacto.
- ¿Cómo hemos podido jugar una partida?
- Me comunicaba con usted.
- ¿Cómo?
- Ya le he comentado que me interesan las ciencias ocultas,
pues bien, hace unas semanas conseguí realizar mi primera
sesión de espiritismo, con la ayuda de un simple vaso lo
invoqué de la dimensión de los muertos.
- ¿Pero por qué lo hizo? ¿Por qué yo?
- Es muy sencillo, teníamos una partida pendiente, aquella
partida que le comenté y que usted no recordaba, fue hace
muchos años, ambos éramos jóvenes y teníamos un gran
talento para el ajedrez, la partida se desarrolló de forma
similar a la que hemos jugado recientemente, posiciones
igualadas, final totalmente abierto y con múltiples
posibilidades, desgraciadamente no pudimos concluirla.
- Déjeme adivinar, fallecí antes de acabar la partida, ¿no es
así?
- Así es.
- Y mis vacíos de memoria están relacionados con esas
sesiones espiritistas.
- Veo que lo va entendiendo.
- Pues nuestra partida ha vuelto a quedar truncada, y esta vez
es usted el responsable.
- Parece que estamos predestinados.
- Creo que por aquí también juegan a ajedrez, solamente es
cuestión de buscar un torneo.
- ¿Bromea?
- No, lo digo completamente en serio, en esta dimensión
podemos acabar sin problemas la partida que siempre hemos
estado jugando, tenga la certeza de que ninguno de los dos
fallecerá.

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