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Dr. Stuart Close

EL GENIO DE
LA HOME OPATIA
Conferencias y ensayos sobre
filosofía homeopática

ERRNVPHGLFRVRUJ
Versión española
de
Francisco Javier Encina
EDITA: Sección de Médicos Homeópatas. Colegio de Médicos de Sevilla.
Avda. de la Borbolla, 47 - 41013 SEVILLA.
© Por la primera edición: Sección de Médicos Homeópatas.
© Por el texto: Francisco Javier Encina.
I.S.B.N.: 84-604-9601-5
Depósito Legal: SE-734-94
Imprime: Gráfica Los Palacios, S.A.
SEVILLA 1994
Dedicado a la n2emoria de mis venerados preceptores
Dr. Phineas Parkhurst Wells (1808-1891) y
Dr. Bernhardt Fincke (1821-1906)
verdaderos amigos, grandes médicos,
profundos filósofos y leales seguidores
de Samuel Hahn emann.
PROLOGO

La obra del Dr. Stuart Close «El genio de la Homeopatía» Fue dedicada por
su autor a dos grandes homeópatas americanos, los doctores Phineas Parkhurst
Wells (1808-1891) y Bernhardt Fincke (1821-1906), que son llamados «verdaderos
amigos, grandes médicos, profundos filósofos y leales seguidores de Samuel
Hahnemann».
Se sabe la celebridad que adquirió Bernhardt Fincke por sus trabajos sobre
las altas dinamizaciones. Fue él quien descubrió el procedimiento de las
dinamizaciones por fluxión continua. Las preparaciones Ole obtuvo de esta manera
tuvieron un gran éxito y siempre tienen su lugar en ciertas farmacotecas privadas.
Se conoce la historia de P.P. Wells, que había aprendido alemán para com-
prender mejor la homeopatía y que, por recomendación de Wesselhoeft, fue un día
a visitar a Constantin Hering. Este último, apenas hubo leído la carta de presen-
tación que le había entregado el joven, cerró su despacho y despidió a sus clientes,
rehusando ver a nadie. Los dos emprendieron entonces una larga conversación que
se prolongó hasta las 4 de la mañana. Wells había encontrado lo que buscaba. Se
instaló en Brooklyn, donde ejerció hasta su muerte. El era uno de los pilares de la
homeopatía hahnemanniana.
Stuart Close era el heredero de una antigua gran familia inglesa. Uno de sus
más lejanos ancestros, Nicholas, hecho noble por Enrique IV en recompensa de sus
servicios, había sido el arquitecto del Colegio Real de Cambridge, cuya construc-
ción había supervisado. Doctor en teología, fue obispo de Carlisle, después de
Coventry. En 1642 John Close llegó a América con su mujer y sus cinco hijos. El
fue el primer colono de Fairfield, en Connecticut. Dos siglos más tarde, Stuart,
nacido en 1860, era uno de sus descendientes. Primeramente > interesado por los
estudios de derecho, iba a ser orientado hacia. la medicina por su suegro el Dr. J.
Pitman Dinsmore, que era entonces uno de los médicos homeópatas más importan-
tes de San Francisco. Este último animó al joven y dirigió sus primeros estudios
comentándole personalmente el Organon de Hahnemann.
Los estudios médicos clásicos de Stuart Close se continuaron con estudios
de homeopatía en el New York Homoeopathic Medical College, cuyo diploma
recibió en 1885, a la edad de 25 años. A su salida del Colegio, bajo la dirección
del Dr. Phineas Parkhurst Wells, siguió una larga etapa dedicada al estudio de la
doctrina y la práctica de la homeopatía. Esta asociación, que rápidamente se trans-
formó en amistad, no terminó hasta 1891, fecha de la muerte del Dr. Wells, Stuart
Close había adquirido así un conocimiento del método y de la técnica que le colocó
en primera línea de los homeópatas americanos. Era un terapeuta estrictamente
hahnemanniano y un experto en materia médica, particularmente eficaz en el tra-
tamiento de las enfermedades crónicas complicadas. También había adquirido re-
nombre en el tratamiento por correspondencia, que le valió una gran red de rela-

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ciones a través de todos los Estados Unidos. Escribió numerosos estudios médico-
filosóficos. El 11 de abril de 1905, en un discurso inaugural en el Hering Medical
College de Chicago, en honor del 150 aniversario del nacimiento de Hahnemann,
desarrolló el tema « La vida sencilla en medicina.» En 1897 creó la «Brooklyn
Halmemannian Un ion», una asociación de médicos que se reunía cada mes para
hacer lecturas y discusiones sobre los principios y la práctica de la homeopatía
pura. Muchos de los textos presentados en esas reuniones fueron objeto de publi-
caciones en las revistas médicas de la época y después constituyeron lo fundamen-
tal de la obra titulada «El genio de la homeopatía. Conferencias y ensayos sobre
filosofía homeopática.», que apareció en 1924 en Boericke and Tafel de Filadelfia.
Stuart Close poseía una importante biblioteca de obras y artículos de homeo-
patía, sin duda la más importante de los Estados Unidos. Poseía una colección de
la primeras publicaciones de la homeopatía americana, de las cuales la mayor parte
eran, incluso en su época, extremadamente raras. Además, otra parte de su biblio-
teca estaba reservada a obras que trataban de psicología, de neurología y de filo-
sofía. Se interesaba por la música y por la pintura, y se había rodeado de nume-
rosos tesoros artísticos.
La culminación de su carrera tuvo lugar en Chicago, el 24 de junio de 1905
cuando, por unanimidad, fue elegido Presidente de la International Hahnemannian
Association en el 25 aniversario de su fundación. Ese mismo día se celebraba el
150 aniversario del nacimiento de Hahnemann. Era particularmente emotivo ver
elegido presidente al que había sido el discípulo más allegado del primer presiden-
te, el Dr. P.P. Wells, del cual había transmitido los métodos y principios que le
habían dado renombre.
Después de medio siglo de desviaciones y de conflictos partidistas, los prac-
ticantes de la homeopatía parecen buscar ardientemente una vuelta a las verdaderas
fuentes de su doctrina. Stuart Close forma parte de los grandes homeópatas que han
contribuido al esplendor de la homeopatía americana del principio del siglo XX. El
trabajó toda su vida para fundar su práctica sobre una comprensión clara de los
conocimientos a adquirir para una acción eficaz del médico ante sus pacientes. Es
una suerte que la época actual se interese de nuevo por su obra. Sería deseable que
después de Stuart Close, todos los grandes autores de la homeopatía americana se
convirtieran de nuevo en los guías de todos aquellos que desean caminar tras sus
huellas, antes de poder aportar su contribución a la expansión de nuestros conoci-
mientos.(*)
Jacques Baur

(*) Las indicaciones bibliográficas están extraídas de la obra de William Harvey King. Mistan. of Han:acopad:y and its Institutions
in America. New York. The Lewis Pub.1905

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INDICE

Prólogo 7

Prefacio II

1. El punto de vista psicológico 13


2. Interpretaciones generales 19
3. Escuelas de filosofía 31
4. El alcance de la homeopatía 43
5. La unidad de la medicina 53
6. Vida, salud y enfermedad 63
7. Susceptibilidad, reacción e inmunidad 77
8. Patología general de la homeopatía 87
9. Curación y recuperación 115
10.Indisposiciones y el segundo mejor remedio 127
11.Sintomatología 137
12.Examen del paciente 153
13.Posología homeopática 167
14.La potenciación y la dosis infinitesimal 191
15.El potencial drogal 211
16.La lógica de la homeopatía 217
17.El desarrollo de la filosofía hahnemanniana en la sexta edición
del Organon 239

Indice analítico 243

ERRNVPHGLFRVRUJ
PREFACIO

Muchos de los artículos que componen este libro, fueron originalmente pre-
parados y dados a conocer como conferencias para las clases superiores del New
York Homoeopathic Medical College, durante mi compromiso como profesor de
Filosofía Homeopática, de 1909-1913. La mayoría de ellos, después de revisión,
han aparecido durante los pasados cuatro años en la Sección de Filosofía
Homeopática, dirigida por mí en el « The Homoeopathic Recorder». Revisados de
nuevo, se dan a la luz ahora cumpliendo con muchos ruegos de lectores de The
Recorder y otros, quienes expresaron su creencia de que son dignos de conserva-
ción y que su publicación, en forma de libro, serviría a un útil propósito.
Al discutir los principios hahnemannianos desde un punto de vista moderno,
espero contribuir en algo a una renovación del interés en la ciencia y el arte de la
medicación terapéutica, ejemplificada en la Homeopatía, de los que la profesión
médica está muy necesitada.
Una revisión de la literatura corriente y las relaciones de vecindad con muchos
médicos de la escuela dominante de medicina, revela no sólo un espíritu más
amistoso de lo que anteriormente existía, sino un activo interés en lo que sus
colegas homeópatas tienen que ofrecer, en cuanto a la solución de los problemas
terapéuticos y un deseo de cooperar. La era del nihilismo terapéutico está pasando.
Pensadores y líderes de la escuela dominante están dispuestos a participar en una
discusión científica de la teoría y los principios de la medicación terapéutica, desde
un punto de vista homeopático, cuando se abordan con un espíritu no sectario. Se
han hecho más receptivos en general a la idea de la existencia de un principio
general o ley de medicación terapéutica de lo que nunca lo fueron y más deseosos
de considerar la evidencia aportada en favor de esa proposición. Correctamente
sostienen, no obstante, que la evidencia aportada debería prepararse de tal manera
que cumpliera con los requerimientos de la investigación científica. Dejando este
aspecto de la cuestión a los científicos e investigadores y a otros con quienes esto
pueda ser compatible, y no olvidando los muchos en nuestra propia escuela que
están interesados, parece permisible presentar una vez más, tan simple y
atractivamente como sea posible, una exposición de los principios lógicos, histó-
ricos y filosóficos en los que se basa la Homeopatía; intentando mostrar, al menos
sugerentemente, su relación como un apartado de la medicina general con otras
ciencias. Ese es el objeto de este libro. No tiene pretensiones de ser «científico».
Está concebido y ofrecido con un espíritu fraternal y filosófico, aún cuando pueda
no alcanzar la expresión adecuada.

STUART CLOSE
Brooklyn, N.Y.

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EL PUNTO DE VISTA PSICOLOGICO

Grandes personalidades
Todos los grandes movimientos hacia adelante en la religión, la ciencia o el
arte se originan en la mente de algún individuo que aparece en el momento psico-
lógico y anuncia su misión. Su personalidad y su enseñanza representan la verdad
que él sostiene.
A un Moisés o un Lutero, a un Washington o un Lincoln, a un Platón o un
Bacon, a un Hipócrates o un Hahnemann, cada uno en su propia esfera y periodo,
el mundo viene y debe venir en busca de instrucción, inspiración y liderazgo.
Siempre, siguiendo a la aparición de un gran maestro o líder, surgen oponentes,
detractores o corruptores e intentan detener, o destruir, o desviar para su propia
gloria el progreso del nuevo movimiento. Los discípulos o aspirantes a discípulos
tienen que estar siempre en guardia contra la falsa enseñanza. Su principal salva-
guardia está en mantener una sincera e inteligente lealtad al líder histórico, cuya
personalidad y enseñanzas representan la verdad original, y en el compañerismo
intelectual y personal con otros seguidores que mantienen la misma actitud y re-
lación.
Luces menores y líderes menores debe haber y siempre habrá, a quienes,
cada uno en su propio rango y grado, se debe honor y lealtad; pero el discípulo no
está nunca por encima de su maestro. Sólo él es «El Maestro» a quién fue hecha
la primera gran revelación de la verdad y quien primero la desarrolló y la procla-
mó; pues tales hombres de época están supremamente dotados y especialmente
preparados, habitualmente por muchos años de retiro, intenso pensamiento y tra-
bajo. Han surgido por fin para hacer un gran trabajo. Se encuentran en las cimas
de la experiencia humana, desde donde tienen un campo de visión y una captación
de la verdad nunca antes alcanzable. Como Moisés, han recibido, por así decir, las
«Tablas de la Ley» directo de manos del Todopoderoso.
La homeopatía, la ciencia y el arte de la medicación terapéutica, tiene una
doble existencia -como una institución y en lo personal de sus reales representantes

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ERRNVPHGLFRVRUJ
EL GENIO DE LA HOMEOPATiA

individuales.
Estos dos constituyentes están impregnados por un espíritu común que los
anima, que encuentran expresión, respectivamente, en sus organizaciones y litera-
tura, y en la vida y práctica de sus seguidores.

La homeopatía un sistema
Los principios fundamentales de la homeopatía están incorporados en un
sistema de doctrinas, leyes y reglas de práctica que fueron primero formuladas,
denominadas y sistemáticamente expuestas por Hahnemann en su «Organon del
arte racional de curar». Por eso a la homeopatía se le dió un nombre, una indivi-
dualidad y un carácter que la definen e identifican para siempre.
La demostración práctica de la homeopatía es cometido de sus representan-
tes personales, cuyo éxito será proporcional a su eficacia. La eficacia en homeo-
patía implica e incluye habilidad innata, competencia técnica adquirida y coheren-
cia lógica en la aplicación de sus principios. El ejercicio de esas cualificaciones
requiere honestidad, valentía, fidelidad a un alto ideal y un correcto punto de vista.
Cada problema relacionado con la homeopatía, por lo tanto, debe ser abor-
dado y cada proceso técnico conducido sistemáticamente desde una particular y
definida posición mental. El estudiante o el practicante de la homeopatía debe no
sólo saber cuál es este punto de vista, sino que debe adquirirlo y actuar desde él
en cada caso. Este podría llamarse el lado personal de la homeopatía; pues en
última instancia la homeopatía, desde el punto de vista psicológico, es esencial-
mente un estado mental existente en la persona de su representante. En este sentido
la personalidad, o la suma de todos los atributos y cualidades esenciales .del indi-
viduo, es una condición previa al éxito profesional.
Habiendo definido las cualidades y atributos que entran en la disposición del
homeópata, los distintos problemas prácticos y procesos técnicos de la homeopatía
pueden ser considerados y discutidos desde el punto de vista ya establecido..
Como requisito para una clara comprensión de la cuestión, así como para
alcanzar la eficacia en la aplicación práctica de sus principios, se supone que la
homeopatía es lo que proclama ser, un completo sistema de medicación terapéu-
tica. Como sistema científico, está formada por ciertos hechos, leyes, reglas y
métodos o procedimientos, cada uno de los cuales es una parte integral del todo.
Nada contradictorio con sus principios establecidos puede añadirse, ni qui-
tarse, si ha de tomarse en su integridad. Una vez se ha determinado cuáles son esos
elementos y principios esenciales, la homeopatía debe mantenerse o caer como un
todo.
Una homeopatía mutilada es una cosa coja y lisiada, obligada a sostenerse
mediante muletas, férulas y puntales. Una homeopatía castrada es una homeopatía
impotente, sin la virilidad necesaria para mantenerse o reproducirse. Algunos in-
dividuos miopes, superficiales y sin carácter, actuando por sus prejuicios o a través
de su fracaso en comprender la cuestión como un todo, han adoptado una horneo-

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EL PUNTO DE VISTA PSICOLÓGICO

piafa castrada para ellos mismos e intentado apoyar a su lisiado eunuco como un
candidato para la aceptación general. Cuestiones tales como la «fuerza vital», el
remedio único, la potenciación, los infinitesimales, la dosis mínima y la totalidad
de los síntomas como base para la prescripción, ellos las han caracterizado como
no esenciales, «en tanto el principio del similia sea mantenido. « No perciben que
cada una de esas doctrinas está sacada lógicamente de e inseparablemente conec-
tada con la doctrina fundamental, que ellos declaran aceptar y aplicar. Esto es lo
que ha hecho a la homeopatía, como institución, caer hasta un punto en que su
misma existencia está amenazada.
Dentro de su esfera, la homeopatía es completamente adecuada para encarar
todos sus propios problemas en su propia forma, cuando se practica en su pureza
e integridad. Pero la homeopatía fracasará si es forzada fuera o más allá de su
esfera real, o si es pervertida y castrada. Conocer la verdadera esfera y limitaciones
de la homeopatía es tan necesario para el éxito práctico como conocer su técnica
y recursos.
El conocimiento meramente formal de la «ley de curación» y la técnica de
prescribir no hace a un médico homeópata en el verdadero sentido de la palabra.
Se necesita algo más que eso. En ese frío e inerte cuerpo debe ser insuflado el
aliento de vida antes de que se convierta en un alma viviente. La homeopatía es
un espíritu así como un cuerpo de reglas y principios, y el espíritu debe encarnarse
en cada verdadero creyente y seguidor. Esa encarnación tiene lugar cuando la
mente del neófito se abre a las verdades filosóficas que sustentan tanto el método
como los principios, y él se ha imbuido del deseo y el propósito de convertirlas en
la influencia dominante de su vida.
Los métodos de adaptar y aplicar los principios han cambiado hasta cierto
punto, como el alcance y la técnica de prescripción se han desarrollado, pero la
homeopatía es esencialmente la misma hoy que hace cien años. Practicantes indi-
viduales, nominalmente seguidores de Hahnemann, se han desviado de sus ense-
ñanzas y método, y algunos han intentado introducir o injertar en la homeopatía
toda suerte de «modas y fantasías»; pero el mestiz¿úe creado de este modo no ha
engañado a nadie que haya extraído su conocimiento de la fuente principal. La
homeopatía como fue dada a conocer por Hahnemann, aunque no perfecta, es
completa en lo esencial corno sistema. Es suprema dentro de su legítima esfera,
porque es el único método de medicación terapéutica que está basado en una ley
fija y definida de la naturaleza.
La validez de su ley ha sido discutida por la escuela dominante de medicina
siempre desde que fue promulgada por primera vez por Hahnemann; pero no ha
sido negada nunca por nadie que haya cumplido todas las condiciones necesarias
para una demostración científica de su verdad. Al • cumplir esas condiciones de
buena fe y comprobarlo ha de convencerse.
Es concebible y probablemente cierto que una razón para el rechazo del
principio homeopático es que éste, como habitualmente se enuncia, nunca ha sido

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ERRNVPHGLFRVRUJ
EL GENIO DE LA HOMEOPATÍA

completamente comprendido. Es un hecho que la mayoría, si no todos los intentos


(con una excepción que será presentada después) para enunciar el principio han
sido fallidos. El análisis y la comparación no se han llevado suficientemente lejos,
en la mayoría de los casos, como para identificar claramente el principio y sus
relaciones, y establecer la homeopatía en el «círculo de las ciencias» donde le
pertenece.
La escuela dominante de medicina no sólo ha negado que la llamada «ley
homeopática» sea una ley de la naturaleza, sino que haya una ley general que
gobierne la relación entre drogas y enfermedad y ha dejado de buscarla. La situa-
ción existente nunca ha sido mejor caracterizada que por Marchand de Calvi en un
elocuente e inspirado discurso en la Academia Francesa de Medicina.
«En .medicina,» dijo, «no hay, ni ha habido desde hace tiempo, principio, fe
o ley. Hemos construido una Torre de Babel, o mejor dicho no hemos avanzado
como para construir nada. Estarnos en una vasta llanura donde una multitud de
gente va de un lado para otro; algunos llevan ladrillos, otros piedras, otros granos
de arena, pero nadie piensa en el cemento; los cimientos del edificio aún no están
puestos, y en cuanto al plan general de la obra, ni siquiera está esbozado. En otras
palabras, la literatura médica rebosa de hechos, de los cuales la mayor parte se
producen periódicamente con la más pesada monotonía; son llamados observacio-
nes y hechos clínicos; numerosos trabajadores consideran y reconsideran cuestio-
nes particulares de patología o terapéutica -eso es llamado investigación original.
La cantidad de tales trabajos y hechos es enorme; no hay lector que pueda avanzar
a través de ellos. Pero nadie tiene una doctrina general. ¡La más general que existe
es la doctrina de la homeopatía! Esto es extraño y lamentable, una desgracia para
la medicina, pero este es el hecho.»

Principios y organizaciones
Una equivocación común, y de las mayores que se pueden cometer, es la de
rendir a las organizaciones la sumisión espiritual que pertenece en el más alto
grado solamente a los principios.
Las organizaciones se forman con el propósito de mantener y hacer avanzar
los principios, pero muchas veces ocurre que, en la tensión de construir y mantener
la organización, los principios son relegados al último lugar, descuidados u olvi-
dados. El hombre con demasiada frecuencia se convierte en el esclavo de la má-
quina en vez de su dueño. La organización se convierte en un Frankenstein que
destruye a su creador. Peor incluso que el mero descuido u olvido es la deliberada
corrupción y perversión de los principios, que es a menudo el resultado del insen-
sato esfuerzo en pos del prestigio, poder y posición de la organización. Además,
los individuos conectados con o responsables del éxito de la organización son
fácilmente infectados por el germen de la egoísta ambición personal. Llegan a
considerar su compromiso oficial con ella como un billete directo para el tren a la
ciudad de sus sueños.

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ERRNVPHGLFRVRUJ
El. PUNTO DE VISTA PSICOLÓGICO

De estas condiciones, que no es necesario ilustrar o extenderse sobre ellas,


.urgen algunos de los más serios problemas del mundo. Las organizaciones -civil,
militar, médica, política, social, religiosa y educativa- pueden, y con frecuencia
ocurre, hacerse corruptas, mercenarias, tiránicas. Una amenaza para la libertad y el
progreso. Enemigas de los principios que supuestamente representan y agentes de
coacción.
El buscador de la verdad debe, por lo tanto, mantener sus ojos abiertos y
avanzar prudentemente si quiere permanecer en la senda del progreso, mantener su
integridad mental y conservar la libertad de pensamiento, palabra y acción.
Se ha llegado a consentir que la libertad individual sea calculada sólo en
porcentajes ya. La creciente presión de la coacción oficial e institucional nos rodea.
I,a coacción moral del «manejar» no está sino a corta distancia de la compulsión
física del «obligar». Metafóricamente, el campo de concentración, la prisión, el
paredón y el pelotón de fusilamiento están justo detrás.
El mundo está en un estado de guerra. Es una «Guerra de los Mundos.» El
mundo político, el mundo industrial, el mundo social, el mundo religioso, el mundo
médico -organizaciones todas- están desgarrados por la guerra, porque la importan-
cia ha sido atribuida a las organizaciones, cuando pertenece sólo a los principios.
Las organizaciones, como los hombres, están sujetas a enfermedad, decaden-
cia y muerte. Cuando se hacen corruptas mueren, pues la corrupción es muerte
elemental. Instituciones, naciones, civilizaciones enteras han muerto, desaparecido
y sido olvidadas, hasta que las han traido a la luz las excavaciones de arqueólogos
siglos o quizás milenios después. Pero los principios nunca mueren.
Los principios son verdades esenciales, representadas por o correspondientes
a hechos. La característica esencial de la verdad es su firme conformidad con la ley
y el orden. La verdad es Vida, Mente, Espíritu; absoluta, infinita e inmortal. Los
organismos en los que se encarna la verdad, son transitorios. Cambian, decaen y
pasan, pero la vida es continua. La verdad, como el legendario Fénix, se quema
sobre el altar y surge de sus propias cenizas.
La homeopatía, como ya se ha señalado, tiene una doble existencia -como
una institución y organización, y en los individuos que constituyen sus seguidores.
El espíritu y los principios de la homeopatía nunca han estado y nunca pueden estar
únicamente a cargo de una institución, pues las organizaciones están continuamen-
te cambiando y muriendo.
Los individuos se unen en pequeñas o grandes sociedades y trabajan juntos
armoniosamente por un tiempo, pero no por mucho. Surgen desacuerdos, disuelven
sus relaciones originales y forman otras; pero el trabajo avanza porque el espíritu
de la verdad siempre agnipa a aquellos que piensan de forma semejante para
alcanzar un objetivo común. En los periodos críticos y a la larga es siempre el
individuo quien preserva, transmite y perpetúa la verdad.
Sobre los individuos, por tanto, como encarnaciones vivientes y representan-
tes de la verdad, recae una gran y solemne responsabilidad personal. Ningún hom-

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ERRNVPHGLFRVRUJ
El. GENIO DE LA HOMEOPATÍA

bre puede trasladar su responsabilidad a una organización. Como creador y miem-


bro de organizaciones no deja de ser un depositario individual, ni debería llegar a
estar servilmente sujeto a la organización. El creador es mayor que la criatura. Él
puede trabajar en o por medio de una organización, pero no puede trabajar para una
organización, si no quiere encontrarse dentro de poco cautivo de una criatura que
se ha vuelto corrupta.
Resulta de esto que nuestro mayor interés, como seguidores de Hahnemann
y representantes de la homeopatía, es principalmente por Is individuos -por hom-
bres y principios más que por organizaciones. Construiremos organizaciones con
hombres dentro y las mantendremos limpias y útiles, en tanto y cuanto podamos;
pero asegurémosnos de que constnámos principios dentro de los hombres.
La naturaleza pone a los hombres primero. La verdad no es revelada a
instituciones, sino a hombres. Acabemos con las ficciones y tratemos con realida-
des. Una organización es una máquina, una cosa inanimada, sin alma, una ficción
de la imaginación, una criatura de la ley, cuya existencia y aparente vitalidad
deriva sólo de los hombres que la componen, dejando de existir cuando sus rela-
ciones se disuelven. El hombre es una realidad viva, un ser humano pensante,
«hecho a imagen y semejanza de Dios», una encarnación y personificación indivi-
dual de una porción de la Mente Infinita y Universal, dotado de la capacidad de
ejercer un poder creativo dentro de su esfera asignada y destinado a la inmortali-
dad. Dejémosle ejercerlo en libertad, usando juiciosamente las organizaciones pero
no llegando a ser esclavizados por ellas.

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ERRNVPHGLFRVRUJ
INTERPRETACIONES GENERALES

La Filosofía de la Homeopatía se basa sobre las siguientes interpretaciones


generales del Sistema Natural que la Ciencia universalmente reconoce como fun-
damentales.
I. Las leyes y caminos de la naturaleza son uniformes y armoniosos.
2. Los efectos siguen a las causas en sucesión ininterrumpida.
3. Para cada acción hay una reacción igual y opuesta.
4. Acción y reacción son incesantes, equivalentes y recíprocas.
5. El movimiento es incesante y la transformación continua.
6. La materia es indestructible e infinitamente divisible.
7. La fuerza es persistente e indestructible.
8. La cantidad de acción necesaria para efectuar cualquier cambio en la
naturaleza es la mínima posible.
Las siguientes proposiciones, ligeramente modificadas del original, están
extraídas de Text Book of Homoeopathy de Von Grauvogl (Nuremberg, 1865;
Londres, New York y Chicago. I 879.Trad. por George H. Shipman, M.D.)
La finalidad de toda ciencia es establecer en lugar de lo contingente lo que
la ley hace necesario, y referir cada particular a su Universal.
Estos dos predicados conectan la ciencia con las cosas. Debemos aferrarnos
fuerte a las cosas útiles que ha producido el pasado. Debemos ganar un espacio en
el iieinpo,i)ero Un espacio vivo. No por la acumulación empírica de hechos percibidos
(los hechos de percepción), sino por su bien pesada apreciación, de acuerdo con
las leyes eternas de la naturaleza, su existencia está asegurada para siempre. Los
hechos que rechazan este criterio son científicamente inútiles.
De ahí que en homeopatía nos esforzamos no sólo por separar la contingen-
cia del suceso, es decir, determinar la sucesión causal de lo que ha tenido lugar,
sino también por llegar a dominar esa contingencia que hace incierto nuestro juicio.
La contingencia de nuestro juicio de los hechos, alcanzado experimentalmente por
el proceso de análisis, debe ser eliminada sintéticamente conectando las leyes de

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ERRNVPHGLFRVRUJ
EL GENIO DE LA HOMEOPATÍA

la naturaleza con los hechos, de modo que podamos ser capaces de demostrar su
interdependencia y actuar de acuerdo con ello. En esta síntesis, o conexión de
nuestras percepciones, llevada simultáneamente con la experimentación, consiste el
arte de la observación.
Todas las concepciones de nuestro ser interno, así como de las cosas exter-
nas, están basadas primariamente en las percepciones de nuestros sentidos (inclu-
yendo la conciencia o «sentido interior»). Pero la formación de nuestras ideas,
juicios y conclusiones debe resultar de determinadas leyes objetivas, inherentes a
las cosas mismas y su constitución, y no por capricho.
Cada suceso en el círculo de los fenómenos naturales tiene una necesidad
condicional, puesto que sólo puede resultar de sus precedentes y .depende de ellos.
Esta necesidad condicional . resulta de la necesidad incondicional primaria de las
leyes fundamentales de la naturaleza y su verdad absoluta.
Las leyes de la naturaleza son las formas por las que el curso constante de
los fenómenos naturales, a partir de causas y condiciones dadas, puede ser expre-
sado.
Las leyes no provocan la existencia de los sucesos o fenómenos. En virtud
de las leyes podemos explicarnos, intelectualmente, no la existencia, sino la co-
nexión de los fenómenos y así llegar a comprender su desarrollo y condiciones.
Nosotros comprendemos los fenómenos, no por las propiedades aparentes de
los fenómenos mismos, sino por percepción intuitiva o conciencia inmediata de las
leyes fundamentales. Tales leyes, como la ley de causa y efecto, la de equivalencia
y contrariedad de acción y reacción, la de la constancia de materia y energía, son
intuitivamente percibidas por ser la razón última de la que podemos tener algún
conocimiento.
• Las leyes de la naturaleza, en general, son deducciones de la experiencia y
las observaciones con respecto al necesario curso de sucesos o fenómenos de
elementos dados, la causa última de los cuales se encuentra más allá de la ciencia
física, en el dominio de la metafísica.
Eso que cambia el curso regular de estados y sucesos, sin embargo, resulta
a consecuencia de causas que pueden ser determinadas por la ciencia física consi-
derando las leyes fundamentales de la naturaleza.
Cada cambio de estado o suceso tiene numerosas causas, conocidas corno
causas primarias y secundarias, o como causa y condiciones.
Una chispa de fuego, echada dentro de un barril de pólvora, es la causa de
la explosión que sigue. La composición química de los componentes de la pólvora
y su modo de combinación suministran las condiciones necesarias para que la
explosión ocurra.
Cada cambio implica o presupone algo constante, esto es, algo con al menos
clos tendencias opuestas. La Química, p.c., se basa en la ley de la constancia de los
cuerpos y fuerzas, la ley de la afinidad química y la ley de las proporciones
definidas o de equivalencia.

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INTERERVEACIONES GENERALES

De acuerdo con la ley de la constancia de los cuerpos y fuerzas, todos los


cuerpos siguen siendo esencialmente los mismos bajo todas las circunstancias. El
cloro sigue siendo cloro, y el hidrógeno siempre hidrógeno. Sólo cuando se com-
binan según las leyes de afinidad química y en ciertas proporciones definidas,
cambian su estado y se convierten en ácido clorhídrico. La causa de este resultado
reside en el arte del químico. Las condiciones residen en la afinidad específica de
esos cuerpos uno por otro y por otros cuerpos. El electo es cambiar sus dos estados
en uno, en forma de ácido clorhídrico.
La causa de la tuberculosis es el bacilo tuberculoso.
Las condiciones necesarias para (causas secundarias de) la acción del bacilo
son la peculiar constitución corporal, la predisposición, la susceptibilidad y el
entorno del paciente. Sin esas condiciones o causas concomitantes nadie tendría
nunca tuberculosis.
Así, para explicar por la ciencia, o conseguir por el arte, un resultado com-
plejo, deben considerarse muchas leyes, pero e.specialmente la ley de acción recí-
proca.
Todos los cambios en la naturaleza son resultado de la acción recíproca
(acción y reacción) de cuerpos y fuerzas. Pero aquí debe hacerse una importante
distinción entre cuerpos y fuerzas animados e inanimados; entre Organismos vivos
y máquinas.
La acción recíproca es mediata e inmediata. Dentro del organismo vivo
cuerpos y fuerzas actúan inmediatamente, el uno sobre el otro, en virtud de la
asociación viviente de todas sus partes. En una máquina actúan mediatamente.
El movimiento de todas las partes de una máquina depende, en cada momen-
to, de la fuerza de la causa externa sola, permaneciendo la máquina constantemente
pasiva a la acción de la fuerza.
La máquina no puede suministrarse aceite, reparar las pérdidas que sufre por
oxidación, fricción, etc., ni reproducirse entera o en parte. No sabe lo que necesita
ni siente necesidad de ninguna de esas cosas. El organismo vivo, por el contrario,
sabe y siente sus necesidades y procura satisfacerlas.
El organismo vivo también recibe sustancias externas y sus fuerzas dentro de
él, no obstante ellas no son las únicas causas de sus movimientos, sino sólo para
el alimento de las partes constantemente activas.
Las sustancias que toma el organismo de fuera permanecen pasivas dentro
de él, mientras el organismo es activo hacia ellas. El alimento no pasa espontánea-
mente a la sangre, ni la sangre es transformada espontáneamente en bilis u orina,
sino que estas cosas ocurren en virtud de causas y efectos recíprocos vivos, inte-
ligentes, que residen y tienen lugar dentro del organismo, de acuerdo con determi-
nadas leyes específicas. De ahí que una máquina sea completamente opuesta a un
organismo.
La ciencia obtiene su conocimiento de la vida de una consideración de los
hechos de observación y experiencia, en conexión con las leyes que expresan la

21
ERRNVPHGLFRVRUJ
El. GENIO DE LA HOMEOPATÍA

forma de su necesidad, de acuerdo con las cuales ellos ocurren. Los hechos y las
leyes se presentan juntos con el mismo valor objetivo.
Considerando la sucesión de dos estados diferentes del mismo cuerpo vivo,
tal como salud y enfermedad, la ley de causalidad enseña que ningún efecto interno
puede surgir sin una causa externa, y que el electo mismo puede a su vez conver-
tirse en una causa de nuevos cambios.
La ley de vis Molicie enseña que todos los cambios internos de los cuerpos
en la naturaleza son resultado de una causa externa, pues sin ésta todos los cuerpos
permanecerían en el mismo estado en que fueran colocados. Debe conocerse el
estado del cuerpo antes de cualquier ,cambio. La causa o razón del estado del
cuerpo, por lo tanto, son las condiciones bajo las cuales puede ser cambiado por
cualquier causa externa.
En la ciencia médica y especialmente en terapéutica, Sc debe hacer una
rígida distinción entre las dos relaciones de estado y cambios de acuerdo con estas
dos leyes (causalidad y vis inertiae); ya que la acción de los agentes curativos
introducidos en el cuerpo como causas externas, con la finalidad de cambiar un
estado de enfermedad por otro de salud, sólo puede determinarse prestando debida
consideración a las condiciones de edad, sexo, constitución, predisposición, etc.,
manifestadas por síntomas o fenómenos.
Siempre deben tenerse en cuenta las diferencias que existen entre lo que es
constante e inmutable en la vida del organismo y lo que es cambiable. Lo constante
e inmutable son las (eyes de su forma específica, conlo muestran ,las células, tejido
conectivo, etc. Las formas son transmitidas por los padres. Lo mutable son las
propiedades químicas y físicas de esos constituyentes del organismo, que derivan
del mundo externo, y el funcionamiento del organismo mismo. Los elementos cle
forma patológica deben ser como los fisiológicos, pues el organismo no puede
formar nada dentro de él en contra de sus propias leyes inmutables. De acuerdo con
la ley de especificación, cada cambio de forma o función se acompaña de un
correspondiente cambio en la combinación de la materia. De ahí que, cuando
observamos cualquier fenómeno físico que está sufriendo un cambio en el organis-
mo, sabernos que al mismo tiempo están ocurriendo cambios químico-vitales.
Así que dos cosas constituyen la enfermedad: primero. las cualidades del
organismo, que constituyen las condiciones para la enfermedad; segundo, las cau-
sas externas de la enfermedad
Las formas de enfermedad también obedecen a una ley de constancia fija.
Grupos enteros de enfermedad, crónica y aguda, y de lo más variado externamente,
surgen de la misma causa mórbida y forman una unidad en su sucesión, aunque una
forma ocurra en la niñez, otra en la juventud y otra en la edad avanzada. La sífilis
y la tuberculosis son ejemplos patentes.
En lugar de buscar la causa y el carácter de una forma presente de enferme-
dad sólo en lo inmediato y en lo que está a la mano, deberíamos buscar las causas
más remotas que se han manifestado en la secuencia de desórdenes y enfermedades

22

ERRNVPHGLFRVRUJ
INTERPRETACIONES GENERA l

que han precedido a la forma actual. De la adopción de este principio depende la


capacidad de previsión y progreso, así corno una profilaxis y terapéutica eficaces.
Todo el funcionamiento del organismo vivo depende de una constante ac-
ción recíproca entre los diferentes constituyentes del cuerpo dentro de él mismo,
y del organismo como un todo con su entorno, el mundo externo y sus componen-
tes.
De acuerdo con las leyes de causalidad y vis inertiae, cada parte del todo
está al mismo tiempo activa y pasiva, o en un estado de equilibrio aproximado de
movimiento o reposo. La enfermedad, estrictamente hablando, no es ni una acción
ni una reacción, sino solo un estado nuevo o modificado del organismo, causado
por la interacción de una causa externa con los constituyentes internos del organis-
mo, resultando una nueva forma del todo de una acción recíproca en la que causa
y efecto están siempre asociados.
Físicamente hablando, las fuerzas son propiedades de las sustancias, o cuer-
pos. Pueden ser divididas en mutables e inmutables. Solo aquellas propiedades que
son específicas de los cuerpos bajo todas las circunstancias, que son necesarias y
constantes, que los aislan perfectamente de todos los demás cuerpos y dan a cada
uno su individualidad, pueden llamarse fuerzas con propiedad. Tales son, por ejem-
plo, la gravedad específica de cada cuerpo por separado, la propiedad de un cuerpo
que determina los equivalentes constantes de su combinación con hidrógeno u
oxígeno, o las cualidades individuales específicas de las formas orgánicas.
Cualquier cambio en los cuerpos producido or una causa externa, tiene
lugar sólo dentro de sus fuerzas o propiedades mutables, como en su volumen,
densidad, color y modo de combinación química.
Las fuerzas básicas o inmutables de la materia, que son las propiedades de
sus masas, se dividen en fuerzas de repulsión O curacción. Ambas pueden operar
a distancia o por contacto. Puesto que cada acción en la naturaleza es una acción
recíproca entre cuerpos, una fuerza básica tal no pertenece al cuerpo aislado, sino
que le pertenece en el radio de sus relaciones con los 01MS cuerpos. Aquí encon-
tramos que los semejantes se repelen y los desemejantes se atraen unos a otros.
Cada todo existe bajo las condiciones de las combinaciones de sus partes; la
combinación de sus partes crea una dependencia de las partes unas de otras, y de
la forma específica del todo; y el todo existe en relaciones recíprocas con otras
formas del mundo externo.
De ahí que, en el mundo orgánico, no haya cuerpos simples, sino solo la
sustancia primaria simple (la incorpórea sustancia vital misma), de la cual, en
combinación con los elementos químicos, están formados todos los cuerpos vivos
organizados. Incluso las células vivas no son simples, puesto que físicamente están
compuestas de elementos químicos, cuyas fuerzas fundamentales difieren con arre-
glo a su forma y composición y a su relación recíproca con la fuerza vital del
organismo.
Dentro de las células, entre sus elementos químicos constituyentes, existen

23
ERRNVPHGLFRVRUJ
EL GENIO DE LA HOMEOPATÍA

las fuerzas básicas de atracción y repulsión, actuando recíprocamente con la fuerza


vital inherente del organismo, derivada de la sustancia vital incorpórea misma.
La física ha llegado a considerar toda materia como una «condensación» del
éter interatómico universal intangible, el cual es así reconocido como una sustancia
fundamental. Pero la física no puede responder de la vida y la mente o inteligencia
sin reconocer que la vida y la mente son también entidades sustanciales, que tienen
su existencia en el ser y existencia del inefable, omnipotente, omnisciente y
omnipresente Ser Supremo.

La homeopatía un arte
Arte y ciencia están inseparablemente ligados. Cada arte tiene su fundamen-
to en la ciencia y cada ciencia, encuentra su expresión en el arte.
Consciente o inconscientemente, el artista o el artesano en el trabajo está
aplicando principios y leyes, conocimiento formulado y sistematizado, de lo cual
se compone la ciencia.
Excepcionalmente un artista, en virtud de su capacidad y genio inherentes,
puede no darse cuenta de que está aplicando principios científicos en su trabajo. El
«instinto artístico», cuando es poderoso, puede expresarse espontánea y natural-
mente por la fuerza de un sentimiento interno o impulso innato, captando princi-
pios intuitiva y subconscientemente y desarrollando sus propios métodos de técnica
a través de la experiencia individual. Pero tal don es raro, e incluso el mayor genio
natural no alcanza su desarrollo más alto hasta que ha despertado a la existencia
de teorías, • leyes y principios, y considerado su trabajo conscientemente desde el
punto de vista científico.
Cuando un artista alcanza ese punto de desarrollo, la filosofía comienza a
interesarle. Sus ojos se abren y su visión se aclara. Ahora quiere .cosas explicadas.
Desde entonces, su campo se ensancha y su capacidad de expresión aumenta en
proporción a su desarrollo concreto en esa dirección.
El científico por el contrario nunca, o muy raramente, procede por instinto.
Sus ojos están abiertos desde el principio. Sabe exactamente lo que quiere hacer.
Trabaja deliberadamente por establecer reglas y métodos, basados en principios
deducidos de hechos comprobados. La razón y la lógica, más que el sentimiento
y la emoción, son sus guías de principio a fin. No es que el científico no pueda
tener y tenga sus momentos de inspiración y elevada emoción, como cuando su
imaginación salta hacia delante en nuevos campos abiertos ante él, o algún 'nuevo
descubrimiento recompensa sus estudios, investigaciones y búsquedas; pues cier-
tamente tiene tales momentos y mientras más grande es el hombre, más frecuen-
temente los experimenta. Cuando el artista se hace un científico y el científico se
hace un artista se encuentran en las cimas de la experiencia humana y participan
por igual de las alegrías de la creación consciente.
La homeopatía es tanto un arte como una ciencia. El homeópata exitoso debe
ser tanto un artista como un científico. Su trabajo debe ser artístico y científico. La

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ERRNVPHGLFRVRUJ
INTERPRUPACIONES GENERALES

teoría y la práctica deben ir de la mano. La técnica debe estar gobernada por


principios definidos. La realización debe ser coherente con la profesión.
Cierto conocimiento de los principios que son comunes a todas las ciencias
y artes es esencial para una correcta comprensión del arte y ciencia especial que
nos interesa como homeópatas. El estudio de la relación de la homeopatía con las
demás artes y ciencias se ha descuidado, y los criterios, así corno la moral de la
profesión, han descendido en consecuencia.
La homeopatía ha sido demasiado considerada como una cosa aparte. Un
vagabundo sin amigos ni parientes. Una especie de Topsy médico: «Nunca tuve
padres, simplemente, crecí.» El hecho es que la homeopatía fue el descendiente
lógico y legítimo de la Filosofía Inductiva y el Método de Aristóteles y Lord
Bacon. Es el más alto desarrollo de la ciencia terapéutica moderna y como tal se
encuentra íntimamente relacionada con la Lógica, Matemáticas, Física, Química,
Biología, Psicología y otras ciencias. Mientras más amplio y preciso sea el cono-
cimiento de esas relaciones, más alto será el respeto y más ardiente el entusiasmo
en la práctica del arte hahnemanniano.
Los conceptos fundamentales de materia y movimiento, energía y fuerza,
espíritu y vida, mente y cuerpo, salud y enfermedad, curación y recuperación y sus
relaciones con los demás incorporados en el Organon de Hahnemann, los cuales
intentaré interpretar a la luz de la ciencia y filosofía modernas, no son sólo las más
profundas cuestiones del pensamiento humano, sino que son una parte integral de
la homeopatía.
El reconocimiento de este hecho debería despertar interés. Estimula el tipo
de pensamiento y de estudio que desarrolla el espíritu científico. Es el factor más
poderoso en la creación de esa alta moral que es tan esencial para el .progreso y
perpetuación de la ciencia de la medicación terapéutica. La más alta lealtad a los
principios, coherencia en la práctica y perfección de los métodos no puede alzanzarse
de otro modo.
Un carpintero que se contenta con conocer su escuadra de acero sólo como
un instrumento con el que puede medir o trazar una línea recta a través de un
tablero y saber si los ángulos de un bastidor son correctos, nunca llegará a ser nada
más que un mero jornalero. Pero se despierta su interés sobre las misteriosas líneas
y figuras de ese maravilloso instrumento, introduciéndole en las matemáticas de la
escuadra, enseñándole sus más altos usos, y las posibilidades de su desarrollo y
progreso son casi ilimitadas.
Así el médico que conoce sólo un poco de materia médica y terapéutica
rudimentarias, además de sus conocimientos de facultad en medicina general, y se
contenta con ese conocimiento, nunca será sino un médico rutinario e inepto.

La homeopatía una ciencia


La homeopatía, u homeoterapia, es el apartado científico en medicina gene-
ral que tiene como principales objetos la observación y estudio de la acción de los

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ERRNVPHGLFRVRUJ
EL GENIO DE LA HOMEOPATÍA

agentes reparadores en la salud y la enfermedad, y el tratamiento y curación de la


enfermedad mediante medicación, de acuerdo a una ley fija o principio general.
La homeopatía fue fundada y desarrollada como sistema científico por Samuel
Hahnemann (1755-1843) bajo los principios del Método Inductivo de Ciencia
desarrollado por Lord Bacon. Su práctica está regida por el principio de Síntoma-
Semejanza, que es la aplicación en medicina del principio universal de Acción
Mutua formulado por Sir Isaac Newton en su Tercera Ley del Movimiento: «Ac-
ción y reacción son iguales y opuestas».
La homeopatía, como ciencia, descansa fundamentalmente en cuatro princi-
pios generales: Semejanza, Contrariedad, Proporcionalidad ,e Infinitesimalidad,
reductibles al principio general de Homeosis, o Asimilación Universal. (Fincke)
«La ciencia es conocimiento reducido a ley y encarnado en sistema». «El
conocimiento de un hecho aislado, no relacionado con ningún otro, o de muchos
hechos, no teniendo unas relaciones mutuas o comprendidos bajo una ley general,
no alcanza el significado de ciencia.»
«Una ciencia en su desarrollo es I. Una colección de hechos exactamente
observados; 2. Una correlación o generalización de esos hechos, formando un
sistema; 3. Una formulación de esas generalizaciones como leyes; 4. Esto da lugar
a algún principio o 'fuerza que da cuenta de esas leyes ; de aquí, el conocimiento
exacto de las causas próximas.» (Extraído del Standard Dicionary)
La ley, en el sentido más amplio, es el orden o relación observada de los
hechos. No se requiere que la causa del orden o relación sea conocida. Como los
matemáticos y astrónomos, acostumbrados a tratar con el más alto orden de hechos,
se contentan con aceptar la ley de gravitación sin explicación de la causa, así los
médicos, si hay una ley de curación, pueden aceptarla sin explicación de su causa.
Pero la tendencia de la física moderna es hacia la generalización más Completa,
siendo su meta el descubrimiento de un principio universal que pueda conectar
todos los fenómenos físicos.
Específicamente, en sentido científico, una ley es el nexo de conexión entre
dos series de fenómenos, mostrando la relación de una con otra.
«Hay dos pmebas de la validez de una ley que se proclame corno ley natural,
o ley de la naturaleza.
I. Que es capaz de conectar y explicar dos series de fenómenos naturales.
2. Que está en armonía con otras leyes conocidas.
En óptica, por ejemplo, tenernos los fenómenos o propiedades de los cuerpos
luminosos, y los fenómenos de la luz que reciben los cuerpos. Estas dos series de
fenómenos se conectan y explican por la ley de la difusión de la luz.
En física, los fenómenos del sol, en cuanto a densidad y volumen, están
relacionados con los fenómenos de la tierra por la ley de atracción o gravitación.
En química las propiedades del potasio están relacionadas con las propieda-
des del ácido sulfúrico por la ley de afinidad química y de las proporciones defi-
nidas, en la formación de un nuevo compuesto, sulfato de potasio.» (Extraído de

26

ERRNVPHGLFRVRUJ
INTERPRETACIONES GENERALES

I hinham, Science of Therapeutics.)


Así en homeoterapia, tenemos los fenómenos de las drogas relacionados con
los fenómenos de las enfermedades por la ley de acción mutua, bajo los principios
de semejanza, contrariedad, proporcionalidad e infinitesimalidad; reductibles de
nuevo al principio de Asimilación Universal u Homeosis.
«La terapéutica es ese apartado de la ciencia médica que se relaciona con el
tratamiento de la enfermedad y la acción de los agentes reparadores sobre el orga-
nismo humano, en la salud y la enfermedad.» (Standar Dictionary)
Puesto que se conforma a cada requerimiento de esa autorizada definición
general de Ciencia, la homeopatía ha sido definida como la Ciencia de la Terapeútica.
Ningún otro método o sistema de tratamiento médica se conforma, o incluso pro-
clama conformarse, a todos esos requerimientos fundamentales.
Pero mientras fácilmente puede demostrarse que la acción curativa de un
agente cualquiera usado en el tratamiento de una enfermedad, mental o física, se
conforma al principio fundamental de la Acción Mutua, en el sentido más restrin-
gido o práctico la homeopatía debe definirse como la ciencia de la medicación
terapéutica, puesto que comunmente solo usa medicinas o drogas para efectuar sus
propósitos.
La homeopatía no es, estrictamente hablando, «un sistema de medicina»,
como a menudo es incorrectamente llamado, usando la palabra medicina en su
sentido general amplio. La medicina general está compuesta de distintas ciencias,
incluyendo la Terapéutica General, que comprende todos los recursos terapéuticos
conocidos por el hombre. Esta hace uso de muchos agentes, además de medicación,
para el alivio de los males humanos.
La homeopatía, por lo tanto, es un apartado de la medicina general, como la
anatomía, la fisiología y la patología.

La homeopatía una ciencia experimental


Como la química o la física, la homopatía está establecida bajo los principios
del método inductivo en ciencia. Considerada como una ciencia, consiste en dos
series de fenómenos, observados independientemente, recopilados y estudiados,
conectados por una ley subyacente o principio de la naturaleza. Sus elementos son:
I, Los fenómenos de la enfermedad; 2, Los fenómenos producidos por las drogas
cuando son administradas a personas sanas; y 3, la ley general de acción mutua,
también conocida como Tercera Ley del Movimiento de Newton y como la Ley de
los Semejantes, que conecta las dos series de fenómenos. Los fenómenos de la
enfermedad constituyen su patología, los fenómenos de las drogas experimental-
mente deducidos, su materia médica y la aplicación de su materia médica bajo la
ley su terapéutica.
Experimentalmente, en la construcción de la materia médica homeopática,
los medicamentos se administraron separadamente, en varias dosis, a seres huma-
nos sanos con la finalidad de obtener, observar, registrar y comparar sus efectos.

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ERRNVPHGLFRVRUJ
EL GENIO DE LA 1-10MEOPATiA

La comparación ¡nuestra que los síntomas así producidos por las drogas son simi-
lares a los síntomas de enfermedad. Cualquier síntoma o grupo de síntoma de
enfermedad puede ser duplicado por el registro de síntomas drogales de la materia
médica.
Experimentalmente también se ha probado que bajo ciertas condiciones, que
se expondran después, los medicamentos curan enfermedades en virtud de su se-
mejanza de síntomas. Esto es, los medicamentos curan, o eliminan en el enfermo,
síntomas similares a aquellos que tienen el poder de producir en el hombre sano.
A partir de este hecho experimental fue deducida la ley de curación y medicación,
conocida como la «ley de semejantes», la cual resulta al examinarla ser un enun-
ciado, en otras palabras, de la ley general de Acción Mutua, denominada también
ley de equivalencia, ley de acción y reacción, ley de balance o equilibrio, ley de
polaridad, ley de compensación y tercera ley del movimiento de Newton.

Principios operativos
La homeopatía trabaja en perfecta armonía con todos los agentes terapéuti-
cos no medicinales y mecánicos racionales necesarios. Cirugía, obstetricia, higiene,
dietética, sanidad, química (en tanto es aplicada a la preparación de medicamentos
y a la expulsión y antidotaje de venenos) y psicoterapia, encuentran todas en la
homeopatía su más poderoso y compatible aliado.
La homeopatía es opuesta en su constitución y principios a todas las formas
de tratamiento por medicación directa o fisiológica, y al tratamiento fisio-químico
o tratamiento basado en teorías químicas. La homeopatía es opuesta al uso, en
condiciones ordinarias, de drogas en dosis fisiológicas con propósitos meramente
paliativos, puesto que su objetivo primario es siempre la curación u obliteración de
la enfermedad y el completo reestablecimiento de la salud.
La homeopatía es opuesta a los métodos de vacuno y sueroterapia, aunque
muchos proclaman que esos métodos estan basados en el principio homeopático.
Admitiendo que esto puede ser verdad en cuanto al principio subyacente se refiere,
el método de aplicación del principio es opuesto por ser una violación de los sanos
principios naturales de medicación y productor de serios daños para el organismo
vivo.
Se ha probado experimental y clínicamente que tales métodos son innecesa-
rios, y que el resultado proclamado por sus defensores puede ser alcanzado de
manera más segura, rápida y completa por la administración de los medicamentos
homeopáticamente indicados en dosis subfisiológicas, a través de las vías naturales
del cuerpo, que introduciéndolos forzadamente por medio de la aguja hipodérmica
o de cualquier otra forma.
La homeopatía es opuesta a la llamada «prescripción patológica» y al «tra-
tamiento de grupo» de las enfermedades, cuyas peculiaridades individuales son
ignoradas y los pacientes son agrupados o clasificados según sus lesiones orgánicas
patológicas groseras y tratados del mismo modo. La homeopatía se ocupa del

28

ERRNVPHGLFRVRUJ
INTERPRETACIONES GENERALES

tin Ii viduo, no de la clase. Trata al paciente, no a una entidad ficticia llamada


,•aferinedad. Su prescripción o selección de medicamentos se basa únicamente en
,,emejanza individual de síntomas, síntomas de la droga a síntomas de la enfer-
determinada por comparación efectiva en cada caso.
La homeopatía es opuesta a todas las formas de tratamiento droga' externo,
nat o tópico de los síntomas secundarios externos de la enfermedad, excepto en

vasos quirúrgicos. Dirige sus agentes curativos, a través de las vías naturales del
lierpo, a los centros fisiológicos de acción y reacción vital, que gobiernan todas
Ii actividades funcionales en el organismo vivo tanto en la enfermedad corno en
la salud.
La homeopatía es opuesta a la polifarmacia. Depende para todos sus resulta-
, is de la acción dinámica de medicamentos simples, puros, potenciados, preparados
i)or un proceso especial matemático-mecánico y administrados en dosis mínimas.
En la práctica, la homeopatía basa la selección del remedio curativo en la
ioialidad de los síntomas del paciente individual, incluyendo la consideración de
las causas comprobables de la enfermedad. Para el prescriptor homeópata esto
constituye la enfermedad. Especulaciones en cuanto a la naturaleza esencial interna
o a la actuación de la droga o la enfermedad no entran en el proceso de seleccionar
el remedio. La prescripción no se basa en el diagnóstico patológico, o el nombre
de la enfermedad, sino únicamente en el parecido de los síntomas del paciente con
Ios síntomas de alguna droga comprobada, determinado por comparación efectiva.
Como el trabajo experimental al construir la materia médica homeopática ha
sido llevado a cabo con medicamentos simples, y como cada medicamento tiene su
propio tipo y esfera de acción definida y peculiar, la exactitud científica, como
también la ley de los semejantes, requieren que el tratamiento de los pacientes sea
Ilk.•.vado a cabo de la misma manera. Los medicamentos nunca son mezclados o
compuestos en la práctica homeopática, sino dados individualmente.
Se ha demostrado experimentalmente que el organismo enfermo es peculiar
e incluso dolorosamente sensible a la acción del medicamento similar simple, y que
los efectos curativos se obtienen solamente con dosis sub-fisiológicas. Las dosis
fisiológicas, en vez de eliminar los síntomas de la enfermedad, producen por su
acción patogenética directa los síntomas característicos de la droga. Si la droga no
tiene un similar el estado del paciente se complica por la adición de síntomas que
no tienen ninguna relación con la enfermedad y no se produce la curación. Si la
droga tiene un similar la violenta reacción del organismo a la dosis innecesaria-
mente grande aumenta el sufrimiento, agota al paciente y prolonga su enfermedad,
incluso si finalmente se recupera.
Estos hechos llevan, primero, a la progresiva reducción de la magnitud de la
dosis hasta la cantidad curativa más pequeña eficaz, y finalmente al descubrimiento
y formulación de la ley de la potenciación y la dosis infinitesimal, que es uno de
los corolarios de la ley de los semejantes y un principio fundamental de la homeo-
patía.

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ERRNVPHGLFRVRUJ
El, GENIO DE LA HOMEOPATiA

Los principios operativos de la homeopatía, por tanto, pueden ser enunciados


brevemente como sigue:

. La totalidad de los síntomas del paciente es la base del tratamiento médico.

2. El uso de medicamentos simples, cuyos síntomas y esfera de acción han sido


predeterminados por experimentos puros controlados sobre personas sanas.

3. El principio de síntoma-semejanza como guía para la elección del remedio.

4. La mínima dosis capaz de producir una reacción dinámica o funcional.

Sintilia Sintilibus Curenutr; Simplex Simile Minimum.

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ERRNVPHGLFRVRUJ
ESCUELAS DE FILOSOFÍA

Sería bueno echar una ojeada a las diferentes escuelas de filosofía, para estar
en condiciones de comprender el punto de vista de Hahnemann e identificar las
ideas y conceptos fundamentales a partir de los cuales desarrolló su sistema.
Las diferentes escuelas de filosofía pueden ser ampliamente clasificadas como
materialista, idealista y sustancialista.

Materialismo
«La doctrina por la que los hechos de la experiencia son todos explicados
por referencia a la realidad, actividades y leyes de la sustancia física o material. En
psicología, esta doctrina niega la realidad del alma .como ser psíquico; en cosmología,
niega la necesidad de asumir el ser de Dios como Espíritu Absoluto o de cualquier
otro fundamento espiritual o primer principio; opuesto a espiritualismo. Las teorías
materialistas han variado desde el principio, pero la forma más ampliamente acep-
tada se refiere a todas las especies de sentimiento y vida mental como productos
del organismo, y al universo mismo como reducible a términos de elementos
físicos y sus movimientos.» (Standard Dictionary)
Deberíamos considerar por un momento el significado de las palabras «rea-
lidad» y «sustancia». El «acérrimo» materialista no considera nada que no tenga
tangibilidad como real y sustancial. Lo reduce todo a los términos de la materia
física, que es para él la única realidad. Si usa las palabras energía, poder, fuerza,
movimiento, principio, ley, mente, vida o pensamiento, cosas intangibles, es para
considerarlas meramente como atributos, condiciones o productos de la materia.
Para él las cosas representadas no son reales ni sustanciales. Existen, por decirlo
así, sólo en la imaginación. Como no son tangibles no son reales. Al no ser reales,
de acuerdo con su forma de ver las cosas, no son sustanciales y, por lo tanto, no
son dignas de consideración. El hecho de que esté obligado a actuar como si fueran
reales, no crea ninguna diferencia en su actitud mental. Rehusa admitir su existen-
cia como algo que no sea propiedades de la materia.

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ERRNVPHGLFRVRUJ
Cl. GENIO DE LA HOMEOPATIA

Lo desafortunado de esta filosofía es que parece inducir y fomentar una


escéptica, antagónica y acientífica estructura mental, particularmente irritante, ha-
cia muchas cosas que los demás sienten y saben en su más íntima conciencia que
son desde luego muy reales. Ideas que son la fuente y el sostén de sus más pro-
fundas convicciones, más altas aspiraciones y más iluminadas concepciones. Esta
actitud puede y frecuentemente llega a ser ofensiva en extremo, en gran parte
porque es tan unilateral, y los que la sostienen rehusan tan obstinadamente «llamar
a las cosas por su nombre». Para la mente más amplia y filosófica la energía
invisible, intangible, poder, principio, ley o inteligencia es tan real y sustancial
como las cosas materiales que crea y controla, y debería ser denominada así con
toda franqueza y sinceridad.

Idealismo
«Ese sistema de .pensamiento reflexivo que interpretaría y explicaría todo el
universo, cosas y mentes y sus relaciones, como la realización de un sistema de
ideas. Toma diferentes formas, determinadas por la visión de lo que es la idea o
lo ideal, y de como podemos ser conscientes de ello.» (Ibid.)

Sustancialismo
«La doctrina de que las existencias sustanciales o seres males son las fuentes
o fundamentos subyacentes de todos los fenómenos, mentales y materiales; espe-
cialmente la doctrina que niega que la concepción de la sustancia material pueda
reducirse a meros centros de fuerza.» (Ibid.)
La idea fundamental del sustancialismo es antígua, pero el desarrollo y
aplicación sistemáticos de ella es moderno. «El pensamiento predominante del
sustancialismo es que todas las cosas en la naturaleza que existen o pueden formar
la base de un concepto son realmente entidades sustanciales, ya sean los llamados
principios o fuerzas de la naturaleza o los átomos de los entes corpóreos, incluso
extendiéndolo a la vida y poderes mentales de todo organismo sensible, desde el
más alto al más bajo.» (Hall)
Sostiene, por ejemplo, que la «teoría ondulatoria» del sonido es una falacia
en ciencia. Hall estableció experimentalmente el hecho de que «el sonido consiste
en emisiones corpusculares y es por tanto una entidad sustancial, tanto como el aire
o el olor.» El argumenta: ((Si el sonido puede ser demostrado como una sustancia
no puede haber sombra de objeción científica en contra de la naturaleza sustancial
o de ente de la vida y los poderes mentales.» Desde este punto de vista, la mente
es tan real en su existencia como lo es el cerebro físico, que es considerado como
la manifestación tangible de la forma y sustancia de su contrapartida invisible.
«Si la mente es el resultado del movimiento de las moléculas del cerebro,
¿en qué consiste ese resultado? Si el movimiento de las moléculas es la totalidad
de la mente, entonces la mente no es nada, una no entidad, puesto que el movi-
miento mismo es una no entidad.» (Hall)

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ERRNVPHGLFRVRUJ
ESCUELAS DE FILOSOFÍA

De nada, nada sale. Todo efecto procede de una causa. Los efectos siguen
a las causas en sucesión ininterrumpida.
Ningún efecto sustancial puede producirse sobre un sujeto sin una sustancia
absoluta de algún tipo que conecte la causa con el efecto.
La gravedad, o lo que produce la gravitación, es una sustancia, puesto que
actúa sobre objetos físicos a una distancia y causa efectos físicos sustanciales.
El magnetismo es una sustancia, puesto que pasa a través de los cuerpos no
porosos, capta y mueve el hierro.
El sonido es una sustancia, puesto que es «transportado a través del espacio
por ondas aéreas.» Debe ser algo sustancial o no podría ser transportado.
La luz, el calor y (o) la electricidad son (es) sustanciales. (Pueden ser idén-
licos). Es absurdo llamarlos «modos de movimiento» o «fenómenos vibratorios».
El movimiento es una no-entidad, el mero acto de una cosa al cambiar su posición
en el espacio. El movimiento no es nada antes de que un objeto empiece a moverse.
y nada después de que haya dejado de moverse. La ciencia moderna enseña que
la luz y el calor son movimientos o vibraciones del éter. La física, por lo tanto,
tácitamente enseña que el éter es sustancial. Lo ha medido, ha calculado su coefi-
ciente de inercia y su energía cinética, ha enunciado que es la sustancia primaria
de que está compuesta la materia, así como el calor, la luz y la electricidad.Si la
ciencia tiene razón en su teoría, entonces la luz, el calor y la electricidad son
emanaciones sustanciales de sus cuerpos o sustancias productoras. En otras pala-
bras, cada uno de ellos está compuesto de éter, variando en su índice de vibración.
Pero la física (materialismo) no nos dice quién o qué mueve el éter y determina su
índice de vibración. Eso queda para el sustancialismo, que enseña que la Vida es
una sustancia, que tiene las cualidades de un ser como ente real. Por su sola acción
se crean, mantienen y reproducen entes organizados, vivos, conscientes, pensantes
y volitivos. Por consiguiente la Vida es inteligente. Si no no podría manifestar esas
cualidades.
La mente es una sustancia, puesto que actúa para pensar o producir pensa-
mientos y cosas. La mente, por lo tanto, tiene inteligencia. El pensamiento -la
acción de la mente- puede llamarse «un modo de movimiento de la mente, que
actua sobre las moléculas del cerebro.» En última instancia vida y mente son una
e idénticas, puesto que tienen idénticas cualidades y atributos, y la Mente (Sin:
vida, espíritu) es la causa primaria del movimiento. La vida es energía, y toda
energía es energía viva.
En cuanto a los seres vivos, incluyendo al hombre, la hipótesis sustancialista
es: «que dentro de toda criatura viva existe un organismo vital y mental, la (invi-
sible) contrapartida de la estructura física, la fuente de todos los fenómenos vitales
y fisiológicos, originalmente aportado por la Voluntad Creativa (Mente-Vida-Espí-
ritu) como átomos salidos de Su propio ser, y que deben, a la disolución de la vida
orgánica, retornar al manantial original de donde han emanado, para mezclarse allí
por reabsorción en la fuente original, o, como en el caso de aquellas vidas (huma-

33
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EL GENIO DE LA HOMEOPATÍA

nas) que han recibido la impronta espiritual de la imagen de Dios, vivir para
siempre con el ego auto-consciente heredado a través de su organismo superior.»
(Hall)

La posición de Hahnemann
Hasta ahora Hahnemann ha sido adscrito a los idealistas. En un intento para
definirlo más ha sido llamado «vitalista», refiriéndose a la prominencia dada en el
Organon a la doctrina de la vida y la fuerza vital.
Con antelación a la aparición del sustancialismo como una filosofía formu-
lada y un nombre, éste fue quizás el mejor que se le podría dar para intentar
clasificar a Hahnemann filosóficamente. Pero desde que se ha formulado una filo-
sofía concreta no puede haber duda de que sea adecuadamente clasificado como un
sustancialista. Su posición y sus afirmaciones respecto a la Deidad, la vida, la
mente, lá fuerza vital, la materia, la potentización (o dinamización), los infinitesimales
y el énfasis que pone sobre el carácter sustancial de estas (para él) grandes reali-
dades, no concuerdan completamente con ninguna otra clasificación. Hahnemann
franca y reverentemente reconoce al Ser Supremo, como en efecto todo científico
que piense lógicamente hasta el final debe hacer. De otro modo todo el pensamien-
to termina en negación.
La constante llamada de Hahnemann a la experiencia, a los hechos de ob-
servación y experimentación, y a la necesidad de evitar en medicina la especula-
ción de todo tipo, demuestran el equilibrado carácter. práctico de su mente. El
rehusó a especular sobre la naturaleza esencial de las cosas. Observó y aceptó los
hechos de la existencia como los vió. Para él, espíritu y materia, fuerza y movi-
miento, mente y cuerpo, salud y enfermedad, en todas sus mutaciones y modifica-
ciones, co-existen como hechos de observación, conciencia y experiencia. Esto era
para él usarlos de una manera lógica y práctica. No fue un materialista que negara
el origen y existencia deíficos de las sustancias o agentes espirituales, ni mantuvie-
ra que esos fenómenos espirituales eran el resultado de alguna peculiar organiza-
ción de la materia. Tampoco fue un idealista en el sentido extremo del que cree,
con Bishop Berkeley (y la Sra. Eddy) que todo lo que existe es espíritu, y eso que
es llamado materia, o el mundo externo, es o una sucesión de nociones impresas
en la mente por la Deidad, una ilusión o «error», o si no el mero edicto de la mente
misma, como decía Fichte.

La Filosofía Inductiva de Lord Bacon


En los escritos de Hahnemann se demuestra que estaba familiarizado con los
trabajos y doctrinas de los filósofos; pero parece haber sido más influido por la
filosofía inductiva de Lord Bacon. El nunca menciona o cita a Bacon en sus
escritos, pero algunos de los más finos ejemplos de la aplicación del principio de
Bacon al estudio de los fenómenos naturales pueden encontrarse entre los de
Hahnemann en su desarrollo de la homeopatía.

34
ERRNVPHGLFRVRUJ
ESCUELAS DE FILOSOFÍA

Bacon mismo se dedicó particularmente a la tarea de una completa investi-


gación y reforma de la física; pero su plan abarcó todo el campo de la filosofía y
su principio fue aplicable a lo mental y lo moral, no menos que a la física. Ese
principio fue la Inducción Lógica, sobre la que se basó el método inductivo de
observación y experiencia. Esta es la única base válida cle conclusiones y el fun-
damento aceptado de la ciencia moderna.
«Su mérito como filósofo reside principalmente en haber hecho retroceder a
la mente humana desde la dirección errónea en la que tanto tiempo había estado
buscando el conocimiento, y ponerla sobre una nueva vía de investigación,» dice
n escritor.
«Cuando Bacon analizó la filosofía de los antiguos, la encontró especulativa.
Los grandes caminos de la vida habían sido abandonados. La Naturaleza, extendida
a la inteligencia del hombre,...había sido escasamente consultada por los antiguos
filósofos. Habían mirado dentro y no fuera. Intentaron erigir sistemas sobre los
inciertos cimientos de .las hipótesis y especulaciones humanas, en vez de basarlas
sobre las inmutables leyes de la Providencia manifestada en el mundo material.
Bacon rompe los barrotes de esta cárcel mental: invita a la mente a liberarse e
investigar la naturaleza.» (Davies. Logic of Mathematics.)
La fama de Bacon se basa principalmente en su «Novum Orgamun,» la
segunda parte de su «Insiouratio Magna». «El objeto de éste fue proporcionar al
mundo un modo mejor de investigación de la verdad; esto es, una lógica mejor que
la llamada aristotélica o método silogístico; una lógica cuyo fin no debería ser
aportar argumentos para la controversia, sino investigar la naturaleza y, por la
observación e inducción completa de los particulares, llegar a la verdad.»
Es significativo que Hahnemann, al elegir un nombre para su propia «opus
magnum» escoja la misma palabra, «Organon», usada por Bacon, y antes de él por
Aristóteles, cuyo método filosófico, mal representado y mal aplicado por los esco-
lásticos de la edad media, Bacon restituyó a -su verdadero lugar con sus propias
mejoras.

Estado de la Medicina en el tiempo de Hahnemann


La situación a la que se enfrentó HalilleMallt1 en el mundo médico fue
similar en muchos aspectos a la que, en el mundo cle la física, se enfrentó Bacon.
Una teoría médica pisaba los talones a otra teoría, pasando rápidamente a través del
campo de visión histórico, contradiciéndose unas a otras, y todas igualmente pro-
ducto de la imaginación y la especulación. Todos estaban empeñados ett intentar
encontrar una base para el tratamiento de la enfermedad en especulaciones acerca
de los estados interiores, los cambios internos invisibles en los órganos del cuerpo
y las incognoscibles causas primarias de la enfermedad.
Ideas que ahora parecen absurdas eran entonces cuestiones de la más seria
trascendencia, y en su elaboración práctica muchas veces llegaban a ser trágicas.
La sangría, el resultado de una de esas falsas teorías, ofrece un buen ejemplo. El

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EL GENIO DE LA HOMEOPATÍA

celebrado Bouvard, médico de Luis XIII, ordenó a su real paciente cuarenta y siete
sangrías, doscientos quince eméticos o purgantes, y trescientos doce enemas jell el
periodo de un año! Durante los excesos a que la llamada «medicina fisiológica» fue
llevada, fueron usadas más de seis millones de sanguijuelas, y más de doscientas
mil libras de sangre fueron derramadas en los hospitales de París en un año. La
mortalidad fue espantosa.
En el tiempo de Hahnemann (1799), la muerte de nuestro propio George
Washington fue indudablemente causada por las repetidas sangrías de que fue
objeto. Fue casi completamente exanguinado.
La medicina estaba en un estado de caos. Hahnemann se enfrentó al proble-
ma de crear una nueva ciencia y arte terapéuticos, que debía ser construido sobre
la base de hechos de observación y experiencia, de acuerdo con ciertos principios
que estableció como guía.
Aplicando el método inductivo, que evidentemente había aprendido de Bacon
y Aristóteles, lo primero que hizo fue formarse una amplia visión de todo el campo
de la medicina, desembarazándose de todo resto de tendencias o prejuicios que
pudiera haber en su mente como resultado de su asociación con los médicos e ideas
de su época, y plantearse unas cuantas preguntas simples y directas.
«¿,Cuál es la misión real del médico?»,«¿De qué utilidad es la profesión
médica?», «¿Tiene alguna excusa real para su existencia?»,«Segummente no», dice,
«si emplea su tiempo y esfuerzo en urdir llamados sistemas sacados de extravagan-
cias vacías e hipótesis sobre la oscura naturaleza interna del proceso de la vida, o
el origen de la enfermedad; ni en los innumerables intentos para explicar los fenó-
menos de las enfermedades o sus causas próximas, siempre ocultas a su examen,
que ellos visten con palabras ininteligibles; o como un cúmulo de frases abstractas
con la intención de sorprender al ignorante, mientras la humanidad sufriente implo-
ra ayuda. Hemos tenido más que suficiente de tales doctos absurdos llamados
medicina teórica, que tienen sus propias cátedras, y es tiempo ya para que los que
se llaman médicos dejen de engañar a la pobre humanidad con vanas palabras y
comiencen a actuar, esto es, a aliviar y a curar.»
«La mas alta y única vocación del médico es restaurar la salud al enfermo,
que es lo que se llama curar.»

«Medicina racional»
La medicina científica debe adaptarse al menos a tres requerimientos: I .
Debe basarse en hechos. 2. Debe ser racional, esto es, lógica. 3. Debe ser
demostrablemente cierta.
No es suficiente para la medicina ser' simplemente «racional». Cuando la
gente creía que las epidemias eran enviadas por las deidades ofendidas, era «racio-
nal» que sus hijos debían ser ofrecidos como sacrificios propiciatorios. Si uno cree
que la enfermedad es meramente un «error de la mente mortal» será «racional»
adoptar los métodos de la Sra. Eddy.

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ESCUELAS DE FILOSOFÍA

La llamada «medicina racional», desde los tiempos de Hipócrates (cuyos


-,:natro humores,» «enfermedades humorales» y «remedios humorales» aún exis-
ten, enmascarados bajo el mal disfrazado término de «sueroterapia»), ha sido siem-
pre «racional», pero con demasiada frecuencia ni lógica, basada en hechos, ni
demostrablemente cierta.
Qué confesión de ignorancia del arte curativo y de ciego culto de los falsos
dioses contienen los siguientes párrafos de un reciente editorial en una prominente
revista médica: «Ningún record en la historia iguala la cifra de muertes de la
Merra Mundial y la pandemia de influenza acompañante. En esas dos gigantescas
e( )11 vu lsiones el hombre estaba indefenso.
«En la lucha contra la influenza la medicina y la ciencia pudieron salvar sólo
a unos pocos. Si experimentáramos una repetición de la epidemia, tanto suave
como severa, ¿estaríamos preparados para enfrentarnos con ella?»
Las estadísticas de la referida epidemia mostraban una pérdida total bajo el
tratamiento «corriente», de aproximadamente un millón de vidas en los Estados
(luidos, con una tasa de mortalidad alrededor del ¡treinta por ciento!
Realmente una hecatombe sobre los altares de la moderna «medicina racio-
nal», de cuyo espanto podemos darnos cuenta por el hecho de que en cincuenta mil
casos referidos por médicos homeópatas la mortalidad fue sólo alrededor del ¡uno
por ciento!

Los principios de trabajo de Hahnemann


Será de utilidad repasar algunos principios que Hahnemann estableció como
guía en su gran trabajo de creación de una nueva ciencia y arte terapéuticos. Estos
se encuentran suscintamente formulados en el prefacio a la segunda edición del
Organ on.
Ahí define ampliamente la medicina como «una ciencia experimental pura,
como la física y la química».
Declara: «La medicina puede y debe asentarse en hechos claros y fenómenos
sensibles, pues todas las cuestiones que tienen relación con ella son claramente
cognoscibles por los sentidos a través de la experiencia. El conocimiento de la
enfermedad para ser tratada, el conocimiento de los efectos del medicamento y
cómo los efectos averiguados de los medicamentos van a ser empleados para la
elimininación de la enfermedad -todo esto es adecuadamente enseñado por la ex-
periencia, y sólo por la experiencia. Sus cuestiones sólo pueden derivar de la
experiencia pura y de las observaciones, y no arriesgarse a dar ni un solo paso fuera
de la esfera de la experiencia pura bien observada y los experimentos, si se quiere
evitar convertirlos en una nulidad y una farsa.»
Continúa: «La razón sola no puede conocer nada por sí misma (a priori), ni
puede desarrollar sola por si misma ninguna concepción de la naturaleza de las
cosas, de las causas y los efectos; sus conclusiones sobre lo fáctico deben basarse
siempre en percepciones sensibles, hechos y experiencias, si quiere obtener la

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El, GENIO I)E LA HOMEOPATÍA

verdad. Si en su actuación se dejase desviar un solo paso de la guía de la percep-


ción, se perdería en la ilimitable región de la fantasía y la especulación arbitraria,
madre de la perniciosa ilusión y de la absoluta nulidad.»
«Tal,» dice, «ha sido hasta ahora el espléndido malabarismo de la llamada
medicina teórica, en la que concepciones a priori y sutilezas especulativas sólo
mostraban cosas que no podían ser conocidas, y que no eran de ninguna utilidad
para la curación de la enfermedad.
«En las ciencias experimentales puras,» continúa, «en física, química y
medicina, la razón meramente especulativa consecuentemente no puede tener nin-
guna voz; aquí, cuando actúa sola, degenera en vacías especulaciones y fantasías
y produce sólo hipótesis azarosas que son, y por su misma naturaleza deben ser,
autoengañosas y falsas.»
Ameke, el historiador de la homeopatía, ha hecho un iluminado comentario
sobre el último párrafo citado. Dice: «La gran diferencia entre Hahnemann y la
anterior escuela histórica natural la expresa él mismo con una palabra de una letra:
'y'. Hahnemann habla de 'física, química y medicina'; ellos dicen : 'la medicina
es física y química aplicadas' y fundamentan la medicina en esas dos ciencias».
Hahnemann fundamenta la medicina, no en la física y la química, Sino Sobre las
leyes universales de la Vida y el Movimiento.
Hahnemann parte, pues, de la concepción de Vida como un poder o princi-
pio, un ente, real o sustancial, que tiene sus leyes propias, y refiere todos los
fenómenos de salud y enfermedad a él 'bajo dos nombres: «La Dynamis» y «La
Fuerza Vital». Este es el mayor descubrimiento de Hahnemann, y lo piedra angu-
lar absoluta de su sistema.
Las palabras «fuerza» y «fuerza vital» fueron usadas inadecuadamente en
conexión con esto, sin embargo, 'haciendo difícil para algunos formarse un concep-
to claro de qué es la vida en su relación filosófica con la homeopatía. El no hacer
una distinción entre poder y fuerza ha provocado siempre confusión. La palabra
«fuerza» generalmente, así como en el Organon, es usada laxamente para expresar
la idea de un poder o energía operante u operativo; de cualquier poder o agente
activo que tiende a cambiar el estado de la materia; y este es el sentido en el que
Hahnemann usa frecuentemente la palabra en el Organon Cuando habla de «la
fuerza vital» como . lo que actúa y sobre lo que se actúa en la enfermedad y la
curación.
Ahora bien, como una cuestión de hecho, nosotros no actuamos sobre la
fuerza ni sobre el movimiento. Esos términos expresan ideas o conceptos abstrac-
tos, que ponen a las cosas o realidades concretas que hay tras ellos en la relación
de efectos a causas.
Fuerza y movimiento son meramente fenómenos del 'poder que los produce.
Poder es la propiedad de cualquier cosa o sustancia en virtud de la cual es capaz
de producir cambios en ella misma, o en cualquier otra cosa o sustancia.
Movimiento es el resultado de la aplicación de fuerza. Fuerza es el producto

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ESCUELAS DE FILOSOFÍA

it' inc poder o energía. El poder inherente a un cuerpo es una cosa completamente
disfinfa a la fuerza ejercida por él o sobre él.
La acción (movimiento) tiene lugar sólo en, o en conexión con lo que tiene
plidei para reaccionar o resistir, la cosa misma, ya sea una piedra, una máquina o
iii brr,iilliSMO vivo. La cosa misma es siempre sustancial, teniendo una existencia

!t'al objetiva, incluso Si es intangible o invisible. Estrictamente hablando, nosotros

(1 mimos sobre la fuerza vital, sino sobre la vida misma, la sustancia real.
lit i va, aunque intangible, desde la que el organismo vivo evoluciona, de la que
ti compuesto y de la que procede la fuerza vital.

II organismo no evoluciona de la nada. «De la nada, nada sale». El °manis-


mi) vivo es un desarrollo, una evolución a partir de una célula microscópica, que
c", ella misma un organismo compuesto de materia viva y un núcleo, desarrollado
de sustancia viva invisible que atrae, asimila y transforma elementos tangibles del
1111111(10 material.
Todo lo vivo viene de vida precedente en una cadena ininterrumpida, el
'Mimo eslabón concebible de la cual está en la Infinita y Eterna Fuente de Vida,
el Ser Supremo. La metafísica reconoce esta concepción bajo el término de «La
V ida Cósmica».
Al pensar sobre esta cuestión es necesario, para evitar confusión, tener clara
la mente la distinción entre la cosa misma y su acción. No puede haber acción
sin algo que actúe; ni fenómenos sin el ser del cual sean expresión; ni fuerza sin
el poder que ejerza la fuerza; ni pensamiento sin un pensador. Las palabras acción,
fenómenos, fuerza, pensamiento, representan ideas abstractas, separadas de las cosas
causas sustanciales reales que están tras ellas, a efectos de pensamiento.
Nosotros no vemos el movimiento, vemos un cuerpo cambiar su posición en
el espacio, como cuando uno coge un libro de un lado del escritorio y lo coloca
en otro lacio. No vemos la fuerza; vemos el efecto de la fuerza sobre un cuerpo al
cambiar su posición en el espacio. No vemos la vida; vemos sólo su manifestación
1.'n el organismo. Pero sabiendo intuitivamente y por experiencia que no puede
haber efecto sin una causa, ní movimiento sin fuerza, ni fuerza sin algo o alguien
que ejerza poder, asumimos la existencia de ese poder, persona o cosa como un
hecho primitivo y. le damos un nombre, aunque no podamos ver el poder, persona
o cosa con el ojo físico, ni incluso con la ayuda de un ultramicroscopio. Vemos la
sustancia primaria, poder, persona o cosa con el ojo mental y eso basta.
Rehusar a ver y conocer la sustancia, principio, poder o persona que hay
detrás de la fuerza, y confinarse a pensar dentro de los límites de la materia,
fenómenos y fuerza, es matar las más altas aspiraciones del alma, embrutecer el
intelecto y llevar al pensador al atolladero del materialismo. Una cierta clase de
pensadores, especialmente en física, se jactan de su rígida limitación de pensamien-
to dentro de los fenómenos físicos. Niegan no sólo la validez de cualquier intento
para ver qué hay más allá de los fenómenos, sino la realidad y existencia sustancial
de algo que esté más allá de esa arbitraria frontera. La metafísica es su aversión

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El. GENIO DE LA HOMEOPATÍA

favorita. Tales hombre invariablemente se enredan en un laberinto de contradiccio-


nes y absurdos, y extravían a sus seguidores. Hacen malabarismos con las palabras,
invierten los términos de lá proposiciones lógicas, formulan «silogismos circula-
res» y hacen que las causas sigan a los efectos.
El pensamiento e indagación metafísicos son totalmente legítimos y válidos,
y totalmente capaces de ser conducidos lógica y científicamente, como la investi-
gación física. Hay una metafísica válida y científica así como una física.
George Henry Lewes dice: «Es en la experiencia -nuestra propia o la de
otros -sobre lo que nos apoyamos. No tenemos libertad para inventar la experien-
cia, ni para inferir algo contrario a ella, sólo para extenderla analógicamente. La
especulación para ser válida debe ser simplemente la extensión de la experiencia
por analogías de experiencias.(...) Es posible moverse con seguridad en el terreno
de la especulación en tanto escojamos cuidadosamente nuestro camino, y conside-
remos cada posición insegura hasta que lo que era meramente probable llegue a ser
demostrado.»
Hahnemann al principio aparentemente tenía la distinción entre poder y fuerza
bastante claramente en mente en su uso, en el Organon, de los dos términos:
«Dynamis», el poder vital, la sustancia, la cosa Misma, objetivamente considerada;
y «Fuerza Vital», la acción del poder; pero no mantiene uniformemente la distin-
ción en su posterior uso de las palabras. Toda duda es eliminada en cuanto a la
última posición de Hahnemann y la cuestión se sitúa fuera de toda controversia, en
lo que a él le toca, sin embargo, en la sexta edición del Organon, que es la última
accesible á la profesión. En esta edición Hahnemann invariablemente usa el térmi-
no Principió Vital en vez de Fuerza Vital, incluso habla en un lugar de «la fuerza
vital del Principio Vital», aclarando así que él sostiene firmemente la visión
sustancialista de la vida, esto es, que la Vida es un ente objetivo sustancial; un
poder o principio originante primario, y no una mera condición, o «modo de
movimiento.»
De esta concepción surge la teoría dinámica de la enfermedad, en la cual se
basa la patología hahnemanniana, es decir: que la enfermedad es siempre
primariamente un disturbio dinámico (o funcional) del principio vital. Sobre esto
se erige el edificio entero de la medicación terapéutica, gobernado por la ley del
similia como principio selectivo.
Luego la Vida no es primariamente un fenómeno. Es la causa de los fenó-
menos. La Vida no es, estrictamente hablando, una fuerza; es una sustancia, un
poder o principio que actúa para ejercer o causar una fuerza. La Vida es un ente
sustancial, auto-existente, auto-operante, no una meta abstracción. La Vida no es
un producto; es el productor, ya sea de materia o de movimiento. En breve, la Vida
es sustancia vital incorpórea inteligente -la original «sustancia simple» de• los an-
tiguos.
La Vida, en un sentido dinámico, es energía -el principio y causa universal
de la acción y reacción vital, de la organización, crecimiento, autoconservación y

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ERRNVPHGLFRVRUJ
ESCUELAS DE FILOSOFÍA

reproducción, inherente a todas las cosas vivas.


La Vida, por consiguiente, Sc incluye en el principio general de la ciencia,
que declara que «toda fuerza es persistente e indestructible»; y esta es la prinulación
científica de la doctrina de 10 Inmortalidad.
La energía debe existir antes de que se pueda hacer el trabajo. De donde, la
vida y la mente, lógica y necesariamente, preceden a la organización, y así deben
ser no sólo la causa, sino el poder controlador de la organización. La Vida cons-
truye el cuerpo y lo preserva, en tanto sea necesario para los fines del «espíritu
racional que nos habita», como Hahnemann le llama.
Todas las escuelas de filosofía moderna están de acuerdo en que «la vida
sólo puede venir de vida previa». Como doctrina científica la teoría de la «gene-
ración espontánea», después de siglos de obstinadamente contestada existencia, ha
sido abandonada por todos, excepto por muy pocas obstinadas personas de la
escuela materialista que aún se aferran a la antigua falacia, sin darse cuenta de que
la tierra ha desaparecido bajo ellos y han quedado, corno el ataúd de Mahoma.
suspendidos en el aire.
Paso a paso, con muchos largos periodos de inactividad y a veces de retro-
ceso, la búsqueda del origen de la vida ha continuado. Repetidamente, cuando se
enfrentaban a la necesidad lógica de dar el paso final y reconocer a la Única
Infinita y Eterna Fuente de Vida, los investigadores obstinadamente han vuelto
atrás y han comenzado de nuevo, sólo para volver al mismo punto ineludible.
Lo mismo el químico, el físico y el biólogo, cada uno en su propio camino,
IC) persiguen hasta el final, y se encuentran con sus compañeros al borde del gran
misterio que sólo puede ser resuelto admitiendo la existencia del Ser Supremo.
El químico, guiado por la ley de la afinidad química y la atracción molecular,
llega a la esfera de Atracción Universal. Se detiene y vuelve otra vez. El biólogo,
remontándose a través del organismo a la célula, y aún más atrás a las partículas
de protoplasma sin forma, se queda, como si dijéramos, en la orilla del infinito
océano de la vida, también se para y vuelve, en vez de desplegar las velas de su
pequeña barca y navegar con fe, si es preciso, hacia el puerto que está a simple
vista si quiere simplemente abrir los ojos y mirar. El físico analiza la materia, la
divide y subdivide hasta desaparecer en el hipotético, inanimado, ininteligente éter
del espacio, que él concibe como la fuente tanto de la materia como de la fuerza,
y ahí él también se para. Cada uno está insatisfecho y debe siempre permanecer así
hasta que, como Hahnemann, se rinda a ese íntimo impulso del alma que exige de
cada hombre que dé el paso final y reconozca la Infinita Vida y Mente del Uni-
verso, la fuente y sustancia de todo poder, el Padre Eterno, a quien debe lealtad
espiritual.

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ERRNVPHGLFRVRUJ
EL ALCANCE DE LA HOMEOPATIA

La precisión y la eficacia en terapéutica homeopática sólo es posible para


aquellos que tienen una idea claramente definida del campo en el que el principio
del similia es operativo.
El alcance de la homeopatía es una cuestión que ha recibido demasiado poca
consideración, lo mismo por parte de los profesores corno de los practicantes.
Prevalecen ideas vagas y confusas. El resultado es que encontramos, por un lado,
unos cuantos sinceros pero descaminados entusiastas intentando lo imposible y
poniéndose en ridículo, y por otro lado, la gran mayoría, ignorantes de las mayores
posibilidades, desperdiciando sus oportunidades y trayendo el descrédito para ellos
mismos y para su arte, por recurrir a medidas no homeopáticas en casos que
podrían ser curados fácilmente con remedios homeopáticos. Unos creen demasia-
do, otros demasiado poco. Ninguno sabe por qué tiene éxito en un caso y falla en
Otro.
Las curaciones casuales no justifican el vanagloriarse. El arte de la fármaco-
terapéutica en general, y de la homeopatía en particular, no avanza con un trabajo
así. Lo que necesitamos es un trabajo científico, claro, capaz de ser explicado y
verificado racionalmente; resultados alcanzados por la inteligente aplicación de un
principio definido y una perfecta técnica en un campo exactamente delimitado. •
El principio terapéutico es conocido, la técnica para prescribir se ha desarro-
llado, se ha preparado un gran número de remedios, pero el campo de acción no
ha sido claramente delimitado.
A este respecto estamos como un ejército que derrocha muy buena munición
tratando de descubrir a un enemigo escondido de cuya exacta localización se es
ignorante.
Un avión filosófico, enviado a las regiones más altas del aire, puede ser
capaz de localizar exactamente al enemigo y permitirnos apuntar nuestros cañones
directamente sobre él.
La homeopatía como método terapéutico se ocupa primariamente sólo de los

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ERRNVPHGLFRVRUJ
1I (iFNIO 1)1'. 1,A 1.10151HOPATIA

procesos vitales mód)idos en los organismos vivos, que están perceptiblemente


representwhn por síntomas, independientemente de qué los cause.
Al definir el alcance de la homeopatía es necesario primero discriminar entre
enfermedad per se, como un proceso vital mórbido y los resultados o productos
materiales en que termina el proceso mórbido. Con los últimos, la homeopatía
primariamente no tiene nada que ver. Se ocupa sólo de la enfermedad per se, en
su aspecto primario, funcional o dinámico.
La enfermedad per se, dice Hahnemann, es «nada más que una alteración del
estado de salud de un individuo sano,» causada por la acción dinámica de fuerzas
enemigas externas sobre el principio vital del organismo viro, dándose a conocer
sólo por signos y síntomas perceptibles, cuya totalidad representa y a todos los
efectos prácticos constituye la enfermedad.
Sc hace necesario, por lo tanto, en la prescripción homeopática separar cui-
dadosamente los síntomas primarios, funcionales, que representan el proceso mórbido
mismo, de los síntomas secundarios, que representan los productos finales patoló-
gicos de la enfermedad.
Las lesiones y productos tangibles groseros en que termina la enfermedad.
no son el objeto primario de la prescripción homeopática. No prescribimos para el
tumor que afecta al paciente, ni nos guiamos por los síntomas secundarios que
surgen de la mera presencia física del tumor. Prescribimos para e/ paciente, selec-
cionando y guiándonos por los síntomas que representan el proceso vital mórbido
que precede, acompaña y termina en el desarrollo del tumor.
Si hay duda en cuanto a qué síntomas son primarios y cuales secundarios,
la historia decidirá. En la evolución de la enfermedad en el organismo vivo, cam-
bios funcionales preceden a cambios orgánicos o estructurales. «La función crea el
órgano», es una máxima de la ciencia biológica y morfológica, de lo que se deduce
que la función recela el estado del órgano.
El orden en que aparecen los síntomas de un caso, por lo tanto, nos permite
determinar cuáles son primarios y cuáles secundarios, así como atribuir los sínto-
mas reflejos a su origen y localizar correctamente la enfermedad.
Para el prescriptor homeópata la totalidad de los síntomas funcionales del
paciente es la enfermedad, en el sentido de que tales síntomas constituyen la única
forma perceptible de la enfermedad y son la única base racional del tratamiento
curativo. Los síntomas son los signos o fenómenos exteriormente perceptibles de
los cambios mórbidos internos en el estado del organismo previamente sano, y son
nuestro únicos medios de saber qué es la enfermedad. Representan un cambio de
un estado de orden a otro de desorden. Cuando los síntomas son eliminados la
enfermedad deja de existir.
Esos fenómenos resultan de y representan la acción sobre el organismo vivo
de algún agente o influencia externa enemiga para la vida. Con los agentes morbíficos
mismos, la homeopatía primariamente no tiene más que ver que con los productos
tangibles o causas últimas de enfermedad. Se da por supuesto que el médico,

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H. ALCANCE DI', IA HOMEOPATÍA

actuando con otra capacidad que la de prescriptor del medicamento homeopático,


eliminará las causas de la enfermedad y los obstáculos .para la curación en la
medida de lo posible, antes de dedicarse a la tarea de seleccionar y administrar el
remedio que sea homeopático a los síntomas del caso, por el cual se va a realizar
la curación.
Focalizando así la atención sobre la parte individual y puramente funcional
de la enfermedad, .sobre la enfermedad per se, puede percibirse claramente la esfera
de la homeopatía.
Desde este punto de vista, el rasgo más significativo y general a observar
sobre los fenómenos de la enfermedad es el hecho del movimiento, la acción, el
cambio. Cambio de estados, formas y posiciones. Cambio resultante de la aplica-
ción de la fuerza morbífica en el organismo vivo. Cambio de un estado de salud
a otro de enfermedad, y a la inversa. Cambio de síntomas y sus agrupamientos.
Cambio de orden a desorden. Cambio de forma de las estructuras enfermas. Cam-
bio de función. Cambio de combinación y disposición molecular. Por todas partes
movimiento, cambio y transformación, en tanto dure la vida. En una palabra, nos
encontramos en el reino de la dinámica pura. Esta es la verdadera y única esfera
de la homeopatía, /a e.sfera de la dinámica vital. De hecho, la homeopatía podría
muy bien ser definida como la Ciencia de la Dinámica Vital. Su campo es el campo
de los fenómenos vitales desordenados y los cambios funcionales en el paciente
individual, independientemente del nombre de la. enfermedad, O de su causa. Su
objeto es el restablecimiento del orden y la armonía en el funcionamiento vital del
paciente individual. Sus leyes son las leyes del movimiento operantes en el reino
vital, que gobiernan toda la acción vital. Su principio fundamental es el principio
universal de Acción Mutua: «Acción y Reacción son Iguales y Opuestas.»
«El observador sin prejuicios,» dice Hahnemann, «consciente de la futilidad
de la especulación transcendental que no puede recibir ninguna confirmación de la
experiencia -por grande que sea su poder de penetración- no puede advertir en cada
enfermedad individual, excepto los cambios en la salud del cuerpo y la mente
(fenómenos mórbidos, accidentes, síntomas) que pueden ser percibidos externa-
mente por medio de los sentidos. Es decir, advierte solamente las desviaciones de
un estado previo de salud del individuo enfermo, que: son sentidas por el paciente
mismo, notadas por los que le rodean y observadas por el médico. Todos esos
signos perceptibles representan la enfermedad en toda su extensión, esto es, juntos
forman el verdadero y único retrato concebible de la enfermedad.» (Organon, Párr.6)
Las cosas tangibles que el médico examinador encuentra en el euerpo no son
la enfermedad, sino meramente sus efectos. Es tan imposible, y por tanto inútil,
tratar de encontrar una enfermedad en el interior oculto del Organismo, como lo
sería tratar de encontrar un pensamiento por una exploración en el interior del
cerebro, la electricidad en el interior de una dinamo, o el canto en la garganta de
un pájaro. Tales cosas son conocidas sólo por sus fenómenos.. Metafísicamente
consideradas, puede decirse que subsisten en el reino dinámico como entidades

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ERRNVPHGLFRVRUJ
El. GENIO DE LA HOMEOPATÍA

sustanciales, o fuerzas, pero como tales son perceptibles sólo por la «visión inte-
rior», a través de los ojos de la mente. Son «espiritualmente (esto es, mentalmente)
percibidas». La concepción metafísica sirve de ayuda en la interpretación de los
fenómenos.
Prácticamente, sin embargo, nosotros no nos ocupamos de abstracciones.
Nos ocupamos de hechos y fenómenos, de síntomas.
«La totalidad de estos, sus síntomas, de esta imagen reflejada al exterior de
la esencia interna de la enfermedad, esto es, de la afección de la fuerza vital, debe
ser el principal, o el tinico medio, por el cual la enfermedad puede dar a conocer
(su naturaleza y) qué remedio se necesita.» (Organon, Párr. 7)
La eliminación de todos los síntomas o fenómenos perceptibles de la enfer-
medad, elimina la enfermedad misma y restablece la salud. Así Hahnemann distin-
gue filosóficamente entre la enfermedad misma y sus causas, ocasiones, condicio-
nes, productos y fenómenos, y al hacerlo así muestra claramente que la esfera de
la homeopatía está limitada primariamente a los cambios funcionales, de los que
surgen los fenómenos de la enfermedad. En otras palabras, la homeopatía está
confinada a y es operativa sólo en la esfera de la dinámica vital.
Primariamente, la homeopatía no tiene nada que ver con cualquier causa
tangible o física, efecto o producto de enfermedad, aunque secundariamente está
relacionada con todos ellos. Los efectos de la enfermedad en la función y sensación
mórbida pueden permanecer después de que hayan sido eliminadas las causas. La
eliminación de los productos tangibles de la enfermedad, si está demasiado avan-
zada, pueden tener que ser relegados a la cirugía. La homeopatía se ocupa direc-
tamente sólo de la enfermedad misma, el proceso vital mórbido manifestado por
síntomas perceptibles, que pueden permanecer y continuar después de que las
causas hayan sido eliminadas y las condiciones cambiadas.
Es lógico, como dice Hahnemann, que todo médico inteligente, teniendo un
conocimiento de la etiología racional, eliminará primero por los medios apropia-
dos, en la medida de lo posible, toda causa excitante y mantenedora de la enfer-
medad y todo obstáculo a la curación, y se esforzará por establecer un correcto y
ordenado régimen de vida para su paciente, con la debida consideración para la
higiene mental y física. Si deja de hacer esto, poca impresión pueden hacer los
remedios homeopáticos, y la ligera que hagan será de corta duración.
Habiendo hecho esto, se dedica al problema de encontrar ese remedio, cuyos
síntomas en su naturaleza, origen y orden de desarrollo sean más similares a los
síntomas del paciente, y a la administración apropiada de éste, cuando lo ha encon-
trado, en cuanto a la cantidad y frecuencia de las dosis.
Mientras los cambios patológicos groseros de los tejidos, lesiones orgánicas,
desproporciones morfológicas, neoplasmas y los efectos físicos de causas mecáni-
cas no están primariamente dentro del dominio del Similia, y por tanto no son el
objeto 'del tratamiento homeopático, los procesos mórbidos de los que surgen, o
a los que conducen, están sujetos a la medicación homeopática. Los remedios

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ERRNVPHGLFRVRUJ
EL ALCANCE DE LA HOME.OPATIA

homeopáticos, en virtud de su poder para controlar las funciones vitales y aumentar


la resistencia, muchas veces ejercen una influencia favorable sobre el desarrollo
físico así como sobre los productos tangibles de la enfermedad o accidente. Así, el
crecimiento de tumores puede retardarse o detenerse; promoverse la absorción y
reparación, incluso hasta una total eliminación del producto o crecimiento mórbido;
las secreciones y excreciones pueden aumentarse o disminuirse; las erupciones,
heridas y úlceras cicatrizarse. Pero todos estos felices resultados tangibles son sólo
incidentales y secundarios a la curación real, que tiene lugar únicamente en la
esfera funcional o dinámica, sofocando el disturbio, controlando el metabolismo,
antidotando los venenos, aumentando la resistencia y efectuando la curación por la
influencia dinámica del remedio sintomáticamente similar.
Siguiendo el método de exclusión adoptado por Dake, en su «Métodos
Terapéuticos», y haciendo una modificación de su redacción, la esfera del similia
puede definirse como sigue:
I. La homeopatía no se relaciona primariamente con ninguna afección de la
salud cuya causa excitante de enfermedad esté constantemente presente y operativa.
2. No se relaciona primariamente con ninguna afección de la salud que, por
sí misma, cese después de eliminar la causa excitante con medidas físicas, quími-
cas o de higiene.
3. No se relaciona primariamente con afecciones de la salud ocasionadas por
lesión o destrucción de tejidos que sea incapaz de restauración.
4. No se relaciona primariamente con ninguna afección de la salud donde el
poder reactivo vital del organismo a los nzedicamentos esté agotado, obstruido o
inwedido.
5. No se relaciona con ninguna afección de la salud, cuya semejanza
sintomática no pueda ser perceptiblemente producida en el organismo sano con
recursos médicos, ni con afecciones en las que tales síntomas no sean perceptibles.
El grupo no excluido, el único en que la homeopatía es universal y supremo
a todos los demás métodos, debe estar compuesto por las afecciones del organismo
vivo en que existen síntomas perceptibles, similares (I los producidos por medios
paro genéticos. en organi.vmos que tengan integridad de tejidos y el poder reactivo
necesario para recuperarse, habiendo sido eliminadas las causas excitantes de las
afecciones y los obstáculos a la curación, o habiendo dejado de ser operativos.
La esfera del similia en medicina esta así limitada a aquellos estados o
procesos mórbidos funcionales que resultan primariamente de la acción dinámica
sobre el organismo vivo de agentes morbíficos enemigos de la vida.
El organismo vivo puede ser influido o afectado primariamente de tres
maneras:
I) Mecánicamente. 2) Químicamente. 3) Dinámicamente. Las causas de
enfermedad naturalmente caen bajo estos tres encabezamientos.
Bajo el encabezamiento de causas mecánicas de. enfermedad se incluyen
todas las acciones traumáticas, tales como lesiones, heridas y destrucción de tejidos

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VI. GENIO DE I.A HOMEOPATÍA

resultantes de fuerza física; crecimientos mórbidos, formaciones y sustancias extra-


ñas; órganos o partes congénitamente defectivos o ausentes, órganos prolapsados
o desplazados, etc. Estos estados se relacionan primariamente con la cirugía, tera-
péutica física e higiene.
La acción destructiva de ciertos venenos quíniims, tales como ácidos y álcalis,
ilustra suficientemente las causa químicas de enfermedad, aunque tales agentes
tienen también efectos secundarios dinámicos, que entran dentro de la esfera de la
homeopatía. Las enfermedades que surgen de esas causas requieren el uso de
antídotos químicos o fisiológicos, combinado en algunos casos con medidas para
la expulsión física de las sustancias ofensivas, y seguido de tratamiento homeopático
para los . trastornos funcionales que quedan o siguen.
Los entozoos o parásitos animales vivos organizados, cuando su presencia
en el cuerpo da lugar .a enfermedad, deben ser expulsados con medidas mecánicas
o por la administración de medicamentos capaces de debilitarlos o destruirlos sin
dañar a la persona que sufre su presencia. El tratamiento dinámico sobre principios
homeopáticos puede necesitarse para eliminar los trastornos funcionales y restable-
cer la salud del paciente.
Los efectos de las causas dinámicos de enfermedad, por los cuales se dan a
conocer todos esos agentes e influencias intangibles y medicinales o tóxicos que
trastornan primariamente las funciones vitales de la mente y el cuerpo, entran
legítimamente dentro de la esfera del similia. Estos son muy numerosos, pero
pueden ser clasificados a groso modo en: I) mentales o psíquicos, atmosféricos,
térmicos, eléctricos, telúricos y climáticos; 2) dietéticos, higiénicos, contagiosos,
infecciosos y específicos. Los tres últimos incluyen todos los desórdenes prove-
nientes del uso o abuso de drogas, y de todos los agentes bacterianos o
microorganismos patógenos que producen sus efectos a través de sus toxinas espe-
cíficas o alcaloides. La homeopatía trata con éxito enfermedades bacterianas o
infecciosas, tales como el cólera, la fiebre amarilla, el tifus y la fiebre tifoidea, la
malaria, difteria, tuberculosis y neumonía, con medicamentos homeopáticos inter-
nos, sin recurrir a bactericidas, germicidas o antisépticos. Tales agentes tienen su
uso sólo en el campo de la sanidad, que es ambiental, no personal. Desinfectamos
las excreciones del paciente tifoide pero no al paciente mismo.
Citando otra vez la admirable exposición de Dake, pero cualificando su
tercera proposición y añadiendo un quinto apartado:
«El dominio del similia puede alcanzarse por otra vía. Contemplando las
diferentes drogas y otros agentes capaces dé influir en la salud, y avanzando, como
antes, por el método de exclusión, se puede decir:

«1. La ley homeopática no se relaciona con agentes destinados a afectar al


organismo químicamente.
«2. No se relaciona con ninguno aplicado simplemente por efecto mecánico.
«3. No se relaciona con ninguno requerido para el desarrollo o mantenimien-

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ERRNVPHGLFRVRUJ
EL ALCANCE DE LA HOMEOPATÍA

to del organismo en estado de salud.


«4. No se relaciona con ninguno empleado directamente para eliminar o
destruir los parásitos que infestan o depredan el cuerpo humano.

«Buscando en el arsenal del terapéuta los agentes no excluidos, se encuentra


una clase, a saber: aquellos agentes que áfectan al organismo en cuanto a salud
de un modo no sujeto a la química, mecánica o higiene, sino capaces de producir
trastornos similares a los encontrados en el emcernw.»
Respecto a la tercera proposición de Dake se puede mostrar, y se hará, que,
puesto que el desarrollo y mantenimiento del organismo en estado de salud depen-
de del principio de asimilación, como fue demostrado por Fincke, el principio del
Similia se relaciona con esos procesos; pues la asimilación depende de la acción
mutua, de la acción y reacción, y éste es el principio fundamental de la homeopatía.
A las anteriores proposiciones formuladas por Dake debería añadirse una
más.
5. La ley homeopática no se relaciona con agentes o drogas administrados
por sus efectos directos o llamados fisiológicos.
Ocasionalmente se dan circunstancias que hacen necesario, temporalmente,
para el médico homeópata, usar drogas en dosis «fisiológicas» (realmente
patogénicas) por su efecto paliativo. Aunque el principio dominante de su vida
médica es curar por síntoma-semejanza, y ese fin siempre es tenido en cuenta
como un ideal, no le está prohibido por eso el uso de medidas paliativas en casos
en que sean apropiadas y necesarias.
Hahnemann, después de demostrar la inutilidad de la medicación antipática
como método curativo, e indicar los peligros incidentales de su uso, admite la
utilidad y la necesidad de recurrir a la paliación en ciertas emergencias. En una
nota al Párr.67, dice:
«Solo en los casos más urgentes, en que el peligro para la vida y la muerte
inminente no dejan ningún tiempo para la actuación de un remedio homeopático
-ni horas, a veces ni un cuarto de hora y escasamente unos minutos -en accidentes
repentinos ocurridos a personas previamente sanas -por ejemplo, en asfixia y vita-
lidad suspendida por rayo, por sofocación, por congelación, por ahogamiento, etc.
-es admisible y prudente a todos los efectos como medida preliminar, estimular la
irritabilidad y sensibilidad (la vida física), con un paliativo, como por ejemplo, con
suaves choques eléctricos, con lavativas de café fuerte, con un olor estimulante,
aplicación gradual de calor, etc. Cuando se ha efectuado esta estimulación, la
actividad de los órganos vitales continúa otra vez de manera sana como antes, pues
aquí no había enfermedad que eliminar, sino meramente una obstrucción y supre-
sión de la fuerza vital sana. A esta categoría pertenecen diversos antídotos para
envenenamientos repentinos: álcalis para ácidos minerales, hepar sulphuris para los
venenos metálicos, café y alcanfor (e ipe,cacuanha) para los envenenamientos por
opio, etc.»

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ERRNVPHGLFRVRUJ
EL GENIO DE LA HOMEOPATÍA

El principio de paliación es reconocido aquí y se dan algunas ilustraciones


de •su legítima aplicación en un tipo de casos. Si nos damos cuenta, todos esos
casos ilustrativos se caracterizan por shock o colapso, y se verá que el principio
tiene una aplicación algo más amplia de lo que parece en primera consideración de
los casos enumerados por Hahnemann. Puede perfectamente extenderse, por ejem-
plo, a ciertos casos donde hay un súbito e insoportable dolor y amenaza de colapso
por condiciónes semimecánicas tales como la presencia o el paso de cálculos y
arenilla renales, o concreciones biliares. En casos excepcionales de estas y simila-
res condiciones, pueden usarse analgésicos temporalmente como se usan anestésicos
en la operaciones quirúrgicas y dentales, y con la misma finalidad, esto es, para
impedir o aliviar el shock.
Cuando ya se ha dicho todo y el alcance de la homeopatía ha quedado
definido tan claramente como es posible. es evidente que hay una zona fronteriza
entre la homeopatía y sus ciencias relacionadas, alrededor de la cual es imposible
trazar líneas nítidas de demarcación. En esta región cada médico debe guiarse por
SU propio juicio individual y las circunstancias del caso. Se desprende de esto que
siempre habrá diferencias de opinión entre distintos médicos bajo tales circunstan-
cias. El médico que está imbuido del espíritu de la homeopatía se esforzará por
mantener siempre su mente abierta y libre de prejuicios. Mientras lucha siempre
por perfeccionar su conocimiento de la técnica homeopática para poder enfrentarse
a cualquier emergencia y extender las fronteras de su arte hasta los límites más
lejanos, nunca olvida que las necesidades y el bienestar de su paciente son lo
primero. No permitirá que el orgullo o los prejuicios oscurezcan su sentido de las
propias limitaciones, ni las de su arte. A veces surgen circunstancias en que el
hombre más fuerte y capaz prescriptor, a causa de la gran presión moral que tiene
que soportar por las peculiaridades de su paciente, o del entorno, o por falta de
tiempo, se verá obligado a superar un periodo de sufrimiento insoportable con el
uso de analgésicos, o alguna otra medida para afrontar emergencias extraordinarias.
Hace esto como una concesión caritativa a la debilidad de la naturaleza humana.
la suya propia como quizás la de los demás, sin rebajar sus criterios en el menor
grado, o producir descrédito para él mismo o para su arte. Hace esto sabiendo que,
quizás, si tuviese tiempo y las circunstancias lo permitieran, podría hacerlo mejor.
Pero el tiempo y las circunstancias están a veces, al menos temporalmente, más allá
de su control. Es posible violar el espíritu por adherirse demasiado estrictamente
a la letra de la ley. A veces se consigue la victoria aparentando ceder, lo cual está
bastante de acuerdo con el principio del una especie de homeopatía moral.
Una retirada estratégica a otra línea de defensa en la guerra muchas veces da una
base más fuerte desde la que lanzar un ataque triunfal.
En casos de cólico renal o hepático, por ejemplo, si el médico es firme y
tranquilo así como experto, y tiene la entera confianza del paciente, su familia y
amigos, puede ser capaz de aliviar el dolor atroz y llevar tales casos a un final feliz
sólo con el uso de remedios homeopáticos. Esto se ha dado con frecuencia y,

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ERRNVPHGLFRVRUJ
EL ALCANCE DE I.A HOMEOPATÍA

cuando es posible, es el camino ideal.


Pero el médico puede haberse hecho cargo recientemente del caso o de la
familia, y no haber tenido tiempo de ganarse su total confianza por los resultados
de su trabajo y enseñanza. Los pacientes han de ser educados en los principios y
métodos de la homeopatía por discusión, instrucción y demostración, y esto requie-
re tiempo. Cuando han 'sentido o presenciado los resultados de un competente
prescriptor homeópata ellos adquieren confianza. Algunos se hacen entusiastas
defensores y propagandistas de la homeopatía, y están siempre dispuestos a apoyar
y cooperar con su médico en demostrar sus métodos incluso en las más graves
emergencias. Otros están interesados sólo en los resultados rápidos, reparando poco
o nada en cómo se obtienen. Los últimos son muy difíciles de retener en tales casos
y algunos de ellos no continuarán con el homeópata concienzudo, no importa lo
que haga. Entre estas dos clases existe una tercera, cuyos componentes pueden
estar interesados en la homeopatía hasta un punto, que permitirá al profesional
tenerlos como pacientes y ganar su confianza y cooperación en el tratamiento
homeopático de todos los casos, excepto los casos extremos. Es en tales casos
cuando tendrá que soportar la presión referida, y puede verse obligado a recurrir
temporalmente a la paliación para ganar tiempo y reforzar su posición. A menos
que pueda hacer esto, no habrá sino una salida honorable para él - renunciar al caso
y retirarse. Siguiendo cualquiera de estos caminos el profesional concienzudo está
más allá de la crítica de las personas imparciales. Pero está siempre expuesto y
frecuentemente sujeto a los ataques de los prejuicios, el fanatismo y los celos, y
ante estos la mejor defensa es el silencio y una conciencia tranquila.

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ERRNVPHGLFRVRUJ
LA UNIDAD DE LA MEDICINA

«Cuanto más profundamente penetran nuestros estudios de medicina en los


problemas de cada rama individual o especialidad un hecho sobresale con creciente
énfasis, y es que la medicina es una unidad y no puede hacerse una división real
en especialidades. El hombre superior en la medicina del futuro no será el traba-
jador del gran laboratorio, o el que sea conocido por sus estudios en metabolismo,
o el experto gastroenterólOgo o neurólogo o cirujano, o el que se situe
preeminentemente sobre sus colegas por su conocimiento de las enfermedades del
corazón y sistema arterial o de los pulmones, sino el que reconozca el hecho de que
las verdades derivadas de todas esas fuentes de estudio e investigación deben ser
interpretadas como pertenecientes al paciente como un todo. En otras palabras: el
internista que aprecie la unidad de la medicina. El especialista distinguido será el
que considere su campo de estudio en íntima relación con el cuerpo como un
todo».
Con esas importantes palabras, Francis Marion Pottenger, el especialista más
distinguido en enfermedades del pecho en los Estados Unidos, comienza su gran
libro titulado «Síntomas de la Enfermedad Visceral».
Ideales equivocados, teorías erróneas, práctica errónea, materialismo,
mercantilismo y competencia egoísta, así como la gran ampliación del campo de
la medicina con el avance de la ciencia, han llevado a la superespecialización de
la profesión médica, a la desaparición del generalista y al nacimiento de numerosos
cultos y modas llamados «no médicos».

El genio de la homeopatía
Hay «57 variedades diferentes» de especialistas -casi uno para cada órgano
del cuerpo, junto con aquellos que se ocupan de otras muchas cuestiones conecta-
das con la medicina. Además de las antiguas escuelas alopática, homeopática y
ecléctica (que aún están con nosotros), ahora tenemos las escuelas fármaco-fisio-
mecano-elecro-hidro-balneo-suero-vacuno y radioterapéutica, sin mencionar a los

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ERRNVPHGLFRVRUJ
I .(;I •Ni() 1)1'. I .A 1.10M EOPATÍA

osteópatas, los quiroprácticos, los cientistas cristianos y sanadores mentales, psí-


quicos y espirituales, todos los cuales «practican medicina» en el amplio sentido
del término.
Flay un viejo dicho: «Coge nueve sastres para hacer un hombre». Ahora
nosotros podríamos decir: «Coge nueve especialistas para hacer un médico», si no
fuera porque nueve no serían suficientes para hacer un buen y completo médico de
la vieja escuela.
La gente se da cuenta, de una forma más o menos oscura, que están recibien-
do de la profesión médica muchísimas cosas que no quieren, y no reciben algunas
muy importantes que necesitan. El fracaso del cirujano y los especialistas de órga-
nos para hacer algo más que paliar o eliminar los productos tangibles de la enfer-
medad; el surgimiento de la seductora suero y vacunoterapia y el reinado de la,
reptil derivada, aguja hipodérmica; la desaparición del generalista con el sistema de
educación médica que lo creó y el rechazo de la profesión a aceptar la benéfica ley
de medicación terapéutica y sus corolarios enunciados por Hahnemann, son las
principales razones del incremento del charlatanismo y la farsa en la práctica de la
medicina y el surgimiento de cultos no médicos. Existe una rebelión y una revo-
lución en el mundo médico así como en todos los demás mundos. •
¿Realmente estamos mejor con toda la elaborada especialización en medici-
na? En ciertos aspectos, quizás, si. En general, no. Un razonable nivel de especia-
lización en medicina, como en otras profesiones, es necesario y beneficioso. La
medicina cubre un campo muy amplio. Demasiado grande para ser abarcado por
las actividades de cualquier individuo, a no ser de una manera amplia. Las exigen-
cias de la situación requieren que se deba dividir en ciertos apartados, cada uno de
los cuales es suficientemente amplio para ocupar completamente el tiempo, el
talento y la energía de un hombre. Pero nadie puede hacer con éxito el trabajo de
un apartado sin reconocer la unidad esencial de la medicina y la relación vital del
apartado elegido con todos los demás. Especialmente esto es cierto para el internista
-el que se dedica a la medicina curativa, a diferencia de la medicina preventiva y
la cirugía; y aún es más cierto para el fármaco-terapeuta, que confía principalmente
para sus resultados en el uso científico de las drogas, como en el caso del homeópata,
que es legítimamente un especialista con las mismas reglas que rigen para cual-
quier otro especialista.
La relación orgánica, vital entre todos los apartados de la medicina, no debe
ser nunca olvidada. La ciencia de la medicina existe sólo para que el arte de la
medicina pueda hacerse efectivo en la prevención, mejoría y curación de la enfer-
medad. Las especialidades en medicina son de escaso valor en el tratamiento de la
enfermedad a menos que sean correlacionadas y dirigidas en su aplicación por el
internista -el generalista- que ve y trata cada caso como un todo. Toda la cirugía,
toda la órgano especialización, toda la teorización, investigación de laboratorio,
clasificación, denominación y explicación de las enfermedades importan muy poco
si no conducen a la curación del paciente.

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ERRNVPHGLFRVRUJ
I A I,NIDAD 1)1' I,A MEDICINA

Ahora bien, la curación se refiere al caso como un todo, no meramente a una


parte o a un órgano. Un ser humano es algo más que una colección miscelánea de
ojos, oídos, nariz, garganta. pulmones, etc., órganos que los especialistas ordina-
rios, si se les deja, habitualmente tratan como si fueran independientes unos de los
otros. Son sólo partes de una máquina muy intrincada - la máquina más intrincada
del mundo. Están ensamblados de acuerdo con un maravilloso plan trazado por el
Diseñador del Universo con la finalidad de utilizar el divino poder de la vida. La
vida, el poder motriz, fluye a través de todos ellos y los une en un todo orgánico.
Cada parte depende de cada una de las demás, y todas actúan juntas como una, en
la salud o la enfermedad. Todas las enfermedades se originan como un disturbio
del principio vital. Ningún órgano puede llegar a enfermar sin un disturbio prece-
dente del principio vital del que todos los demás órganos participan.
La curación de la enfermedad tiene lugar del mismo modo. El remedio
curativo, por medio de los nervios y vasos sanguíneos, actúa primero sobre el
principio vital, presente en todo el organismo, y luego sobre las partes afectadas,
de una manera perfectamente natural. Sólo es necesario que el remedio sea correc-
tamente seleccionado, adecuadamente preparado y administrado por las vías natu-
rales, en dosis apropiada para obtener sus efectos curativos. No se requiere ninguna
aguja hipodérmica. El que sabe cómo hacer estas cosas nunca comete el error de
tratar una parte como si estuviera aislada. Ante su ojo mental está siempre repre-
sentado el paciente individual -el caso como un todo.
Es una característica de la homeopatía que todos sus procesos prácticos estén
regidos por el principio de individualización. En sus ensayos de medicamentos; en
su estudio de la materia médica recopilada a partir de esos ensayos; en su examen
de un paciente y el estudio de un caso, en su selección del remedio y su manejo
de cualquier tratamiento auxiliar requerido, intenta siempre individualizar.
La homeopatía reconoce la individualidad de cada droga y sustancia en la
naturaleza. Su ,método de probar o ensayar drogas sobre la persona sana está
diseñado y usado con la expresa .finalidad de obtener la individualidad sintomática
de .cada droga, de modo que puedan establecerse sus poderes completos y sus
relaciones. No hay «sucedáneos» en la materia médica homeopática. Una droga
dada está sintomáticamente indicada en un caso o no lo está. No hay sustitutos para
el prescriptor concienzudo. Se establece y se lleva a cabo una comparación
sintomática entre drogas similares hasta que una (la que presenta la más estrecha
síntoma-semejanza con el caso) destaca claramente como el remedio indicado.
La homeopatía reconoce la individualidad de cada paciente o caso. El exa-
men entero de un paciente se realiza con la intención de descubrir no sólo los
rasgos generales o comunes del caso, por los que puede ser clasificado diagnóstica
y patológicamente, sino los síntomas especiales y particulares que diferencian el
caso de otros de la misma clase general. Reconoce el hecho de que no hay dos
casos o pacientes, incluso con la misma enfermedad, que sean exactamente iguales,
y mantiene que una verdadera ciencia terapéutica debe permitir al medico recono-

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ERRNVPHGLFRVRUJ
II GENIO DE IA HOMEOPATÍA

cer esas diferencias y encontrar el remedio necesario para cada individuo. En la


práctica real las «diferencias» son con mucha frecuencia el factor decisivo en la
elección del remedio. Para usar una frase citada recientemente: «La homeopatía no
trata enfermedades. Trata pacientes». En una palabra, individualiza. Se puede aña-
dir que la homeopatía es el único método por el que el prescriptor es capaz de
individualizar su medicación hasta ese punto.
En el tratamiento auxiliar se aplica el mismo principio en lo posible. En
dietética, por ejemplo, en lugar de establecer rígidas reglas y hacer una dieta
compuesta por una lista de artículos seleccionados solamente por su supuesta re-
lación química o fisiológica con el caso, se consideran y tienen en cuenta las
idiosincrasias del paciente, sus gustos y disgustos, sus agntvaciones y mejorías,
revelados por sus síntomas. Se consulta a la naturaleza, así revelada por el tempe-
ramento, constitución e historia clínica del paciente.
Esto no quiere decir que las consideraciones teóricas no sean de ninguna
utilidad o valor, sino simplemente que la teoría debe ser verificada y modificada
por los hechos como se revelan en el individuo. Que un paciente deba tomar o
evitar un cierto artículo de alimentación no significa que siempre pueda hacerlo.
Frecuentemente no puede hacerlo. El conocimiento de los principios y métodos
homeopáticos permite así al médico hacer esos ajustes y modificaciones individua-
les inteligentemente y vencer obstáculos de otro modo insuperables.
La cuestión de la susceptibilidad individual a la acción medicinal debe con-
siderarse. La susceptibilidad a la influencia medicinal varía en diferentes indivi-
duos según el momento y las circunstancias, así como los diferentes fármacos. En
estado de salud uno puede ser susceptible a la acción de un medicamento en un
momento y bajo ciertas circunstancias y no en otro momento y bajo otras circuns-
tancias. Aún más, uno puede ser constitucionalmente susceptible sólo a unos cuan-
tos medicamentos. En estado de enfermedad, la susceptibilidad al medicamento
potenciado, sintomáticamente similar, está grandemente aumentada, pero en ese
caso la acción es curativa, aunque pueden aparecer nuevos síntomas (ensayo) si la
potencia no es apropiada o se toman demasiadas dosis.
La edad, el sexo, el temperamento y la constitución; la ocupación, los hábi-
tos, el clima, la estación, el tiempo; la naturaleza, el tipo, la extensión y el estadío
de la enfermedad; de hecho, todo lo que modifique el status psicológico, fisiológico
o patológico del paciente individual modifica, al mismo tiempo, la susceptibilidad
al medicamento, aumentándola o disminuyéndola, en la salud y en la enfermedad.
Todos esos factores modificadores deben ser observados, considerados, sopesados,
y su influencia estimada al conducir un ensayo, o al tratar un caso. Uno reaccionará
solamente a una alta potencia, otro sólo a una potencia media, otro a una baja
potencia o dosis ponderales de la droga cruda.
En la práctica, toda la escala de potencias, desde las más bajas a las más
altas, está abierta al médico homeópata. El define su poder y esfera de influencia
sobre la salud y la enfermedad en gran parte por el número de potencias diferentes

56

ERRNVPHGLFRVRUJ
I.A UNIDAD DE I.A MEDICINA

que posee y la habilidad con que las usa.


El éxito en el tratamiento homeopático depende en gran parte, por lo tanto,
de la habilidad para medir correctamente el grado de susceptiblidad del paciente a
la medicación y seleccionar la potencia más apropiada.

Nihilismo terapéutico
Aunque se ha extendido a todas partes del mundo civilizado, contándose sus
practicantes por millares y sus pacientes por millones, la homeopatía nunca ha
encontrado una abierta y general aceptación en la profesión médica. Conversiones
ocasionales entre las filas de la escuela dominante, aparentemente han hecho poca
impresión sobre la profesión en conjunto, pero la influencia de los principios
hahnernannianos está aumentando perceptiblemente con el paso del tiempo. Por
largos, tediosos, tortuosos caminos la ciencia médica parece aproximarse a la nieta
alcanzada hace más de un siglo por Hahnemann.
Esto es sólo otra ilustración del hecho de que los poetas, profetas y filósofos
frecuentemente perciben grandes verdades y las enuncian al mundo mucho antes
de que los lentos científicos consigan demostrarlas a su propia satisfacción.
La intuición, la más alta facultad de la mente ill1111alla, hace su certero ca-
mino aéreo, mientras la búsqueda y la investigación avanzan laboriosamente en su
camino sobre la tierra.
Los principales objetos de controversia en el pasado han sido: 1, la idea de
un principio general de medicación curativa; 2, la doctrina de la potenciación y la
dosis mínima; 3, los ensayos de medicamentos sobre la persona sana, y 4, el
remedio único.
Rehusando someter estas cuestiones a la prueba de la investigación y expe-
rimentación sistemática competente, y frustrados en sus propios esfuerzos para
encontrar una forma acertada de tratar al enfermo mediante medicación, los líderes
de la escuela dominante prácticamente han abandonado los fármacos, y ahora
confían principalmente en la cirugía y los métodos higiénicos, completados más
recientemente por el uso de sueros y vacunas.
En patología y fisiología ha habido una gradual liberación de la tiranía de la
autoridad que tanto tiempo ha tenido, presa a la profesión médica. Pero en
farmacoterapia esta tendencia nihilista le ha llevado casi hasta el punto de la com-
pleta negación.
Osler escribió en 1901: «El mejor médico es el que conoce la inutilidad de
más medicinas».
Barker, su sucesor en el John Hopkins, dice: «El golpe mortal primero ha
sido para la polifarmacia. Hoy día según muchos, la farmacoterapia en su conjunto
está casi moribunda».
Billing, en su discurso como presidente de la American Medical Association,
dice. «Las drogas, con la excepción de la quinina en la malaria, y el mercurio en
las sífilis, son inútiles como remedios».

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ERRNVPHGLFRVRUJ
El. GENIO DE I.A HOMEOPA'llA

Musser, de Filadelfia, dos años después, desde la misma cátedra decía: «Se
ve usar drogas cada vez menos».
Cabot, de Harvard, en su notable discurso ante la Boston Homoeopathic
Medical Society, decía: «No se si ustedes, caballeros, se dan cuenta de qué propor-
ción tan grande de nuestros pacientes son tratados sin ninguna droga en absoluto,
y qué poca fe tenemos hoy día en el poder curativo de las drogas».
Estos extractos indican a qué extremo han llegado algunos finos observado-
res, claros pensadores y hombres honestos de la escuela dominante, en ausencia de
un principio general de medicación terapéutica. Mientras tanto la clase de tropa
sigue impasiblemente por el mismo viejo camino de perniciosa medicación.
Cegada por el orgullo profesional y los prejuicios, la escuela dominante en
su conjunto ha antagonizado encarnizadamente o ignorado el principio enunciado
por Hahnemann hace un siglo y demostrado por él y sus sucesores continuamente
desde entonces.
En ninguna profesión, tal vez, ha habido tan poca apertura mental, tan poco
espíritu verdaderamente científico, impersonal, como en medicina. Verdaderamen-
te pocos, de una u otra escuela, han podido remontarse por encima de los estrechos
celos personales y profesionales que han impedido la libertad del reino impersonal
más elevado de la ciencia pura. La controversia, más que el espíritu científico, ha
predominado demasiado en ambos lados.
En un aspecto, al menos, los líderes de la vieja escuela están perfectamente
de acuerdo con los seguidores de Hahnemann, que siempre han mantenido que el
uso de drogas en el tratamiento de la enfermedad, excepto en dosis mínimas y de
acuerdo con la ley de los semejantes, es tan inútil como perjudicial.
Una de las primeras y más importantes verdades que se les enseña a los
estudiantes homeopátas es que las drogas, en forma cruda y ordinariamente llama-
das dosis fisiológicas, tienen el poder de enfermar incluso a la gente que está bien.
Esto se demuestra por los registros ,patogenéticos de cada droga en nuestra materia
,médica. Cuánto más perjudiciales serán las drogas para las personas enfermas, con
su poder de resistencia más bajo y su aumentada irritabilidad, como fácilmente
podría inferirse teóricamente, si las tasas comparativas de mortalidad no aportaran
continuamente pruebas de su influencia mortal y no hicieran superfluas tales
inferencias.
Ha habido signos de un incipiente cambio de base en las filas de la escuela
dominante de medicina en los últimos años. Entre otros, la amplia aceptación y
práctica de la sero y vacunoterapia, y la acogida, por parte de muchos de sus
defensores, de la sugerencia de que el principio subyacente de esta forma de tra-
tamiento es análogo -aunque en realidad no lo sea de hecho- al principio
homeopático, tiende a mostrar un espíritu más tolerante hacia la idea de un prin-
cipio general terapéutico que rige la acción curativa de todas las drogas en todas
las enfermedades por medicación.
La medicina general ha hecho grandes avances desde los días de Hahnemann;

58

ERRNVPHGLFRVRUJ
LA UNIDAD DE I.A MEDICINA

principalmente en Biología, Fisiología, Patología y Bacteriología. La investigación


y los descubrimientos en esos campos han revelado hechos que no sólo tienden a
confirmar, sino a aclarar los principios esenciales de la homeopatía. Esto ha esca-
pado a la atención de ciertos líderes de la escuela dominante de medicina, aunque
por razones obvias prefieren no extenderse sobre esto públicamente. Habiendo
hecho y anunciado un importante descubrimiento en ciencia médica, no ha halaga-
do la vanidad de uno el haber mostrado que en todos los puntos esenciales el
mismo descubrimiento fue hecho, anunciado y puesto en práctica de una mejor
forma hace más de un siglo, por alguien que ha estado sujeto al vituperio y el
desprecio por un amplio sector de la profesión desde entonces.
La biología moderna ha confirmado nuevamente a los homeópatas en su
creencia de que en la homeopatía tienen 110 sólo la ley básica de la medicación
terapéutica, sino también de toda reacción tisular. El estudio de las reacciones del
protoplasma a los estímulos (químicos, eléctricos y mecánicos) ha llevado a la
formulación de la ley biológica ahora universalmente aceptada: «El mismo agente
que en cantidades relativamente grandes daña o destruye la actividad, en cantida-
des relativamente pequeñas la estimulará».
Este es sustancialmente un enunciado de la conocida ley en que se basa la
homeopatía. Establece un firme fundamento para un sistema práctico de medica-
ción terapéutica formulado por los métodos de la ciencia experimental pura. Esto
lleva natural y lógicamente a la experimentación sistemática con drogas sobre
sujetos sanos, para determinar sus relaciones tisulares naturales y afinidades orgá-
nicas, y el tipo de reacciones que su administración despierta.
Las reacciones en el sujeto vivo se manifiestan por cambios funcionales y
tisulares perceptibles que, en el caso de los seres humanos, pueden ser sentidos e
inteligentemente observados, descritos, medidos y registrados. En lenguaje médico,
las reacciones se expresan por síntomas, subjetiva y objetivamente. Bajo este prin-
cipio y por este método se han conducido nuestros ensayos homeopáticos, y a partir
de esos ensayos se ha construído nuestra materia médica.
Las pruebas, por supuesto, son llevadas a cabo con dosis sólo suficientes
para despertar reacciones características sin dañar o destruir la vida, pues de otro
modo se frustaría el fin pmpuesto.
Conociendo experimentalmente los efectos dañinos o patogénéticos de dosis
relativamente grandes de una droga sobre el sujeto sano; conociendo también que
dosis relativamente pequeñas de la misma droga ejercen un efecto más moderado
y estimulante, el siguiente paso lógico es determinar la relación natural entre dro-
gas y enfermedad.
Las reacciones sistémicas a los agentes patogenéticos de cada tipo, tangibles
o intangibles, son observadas y estudiadas por el médico a la luz de este principio,
de la misma manera que las reacciones del protoplasma a las drogas y otros estí-
mulos son estudiadas por el biólogo; pues el médico es esencialmente un biólogo,
como la medicina es fundamentalmente una ciencia biológica.

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ERRNVPHGLFRVRUJ
II. GENIO DE I.A HOMEOPATÍA

Las reacciones sistémicas a las influencias morbíficas, organismos patógenos


y drogas igualmente se manifiestan todas por fenómenos perceptibles o síntomas.
De hecho, el estudioso de la sintomatología comparativa de las drogas y las enfer-
medades no necesita ir muy lejos para darse cuenta de que es imposible trazar una
línea clara de demarcación entre ellas. Todas las enfermedades se producen por
agentes morbíficos o venenos de algún tipo, generados primaria o secundariamente,
y los síntomas de la, enfermedad son exactamente similares a los síntomas de las
drogas. No es ilógico deducir que los agentes causales directos son similares, si no
idénticos, y que las diferencias en los efectos son debidas a diferencias en el
tamaño y cantidad de las dosis, las peculiaridades morfológicas de los sujetos y a
condiciones diferentes.
La medicina moderna, en su uso de los sueros y vacunas, está demostrando
la identidad, o al menos la similitud, de los agentes productores y curativos de
enfermedad, y así está demostrando el principio homeopático.
La ley biológica de que tratamos pone otra vez sobre el tapete, como de
importancia fundamental, la vieja cuestión de la dosis, que ha sido objeto de tanta
discusión en el pasado. Quizás desde ahora le discusión pueda producirse sin
fanatismo, aspereza o prejuicios hasta un punto en que las dos escuelas de medicina
puedan llegar a un amistoso entendimiento, basado en la aceptación de un principio
general de medicación terapéutica.

Esciolistas médicos
La profesión médica homeopática podría haberse ahorrado una gran parte de
las cansadas e inútiles discusiones que han gastado tiempo, papel y tinta en el
pasado si pretendidos críticos, antes de entrar en el campo literario, se hubieran al
menos informado correctamente sobre la procedencia y el significado de ciertos'
términos usados por aquellos a quienes atacan. Malinterpretando o usando mal una
palabra, le atribuyen un significado arbitrario o imaginario y proceden a apalear a
su «hombre de paja».
Al revisar la controvertida literatura de la homeopatía, es sorprendente en-
contrar una parte tan grande que se ha iniciado así. Mucho de ella nunca podría
haberse escrito por hombres que hubieran tenido siquiera «un conocimiento de
oídas» de otras ciencias distintas a la que ellos dicen representar.
Hombres que comprenden a fondo un tema raramente no se comprenden
mutuamente. Han seguido la misma carrera y aprendido el mismo lenguaje. Cono-
cen los fundamentos y esencias de su arte o ciencia común, y conocen también algo
de sus relaciones con otras ramas de arte y ciencia.
Todas las verdaderas ciencias están interrelacionadas. Se tocan en muchos .
puntos. Cada una depende de las otras en muchos aspectos. Frecuentemente
«intercambian trabajos» así como palabras.
La entrada en la profesión cle medicina ha sido, hasta años recientes, tan fácil
y poco restringida, que una gran proporción de sus matriculados no tienen siquiera

60

ERRNVPHGLFRVRUJ
LA UNIDAD DE LA MEDICINA

el equivalente a una educación de escuela de gramática moderna. Con poca o


ninguna instrucción cultural, y todavía menos científica, de la que corresponde a
un hombre bien educado, Sc les ha permitido hacer una carrera de medicina y
ponerse a practicarla. Habilidad innata, una disposición estudiosa y trabajo duro
han permitido a algunos de estos hombres disimular sus deficiencias premédicas y
percibir altos honores. Pero la mayoría han sido médicos ineptos, sin los que la
profesión y el público hubieran estado mejor.
En tanto tales hombres confinan su atención estrictamente a la práctica de la
medicina, de acuerdo con sus luces, pueden ser olvidados. Pero cuando invaden el
campo literario y comienzan a escribir de temas de los cuales conocen poco o nada.
e incluso se sitúan como críticos de hombres que supieron hacerlo, la paciencia
deja de ser una virtud. Al censurar a los responsables, los editores de revistas y
compañías que admiten tales basuras en sus páginas no deberían pasarse por alto.
;Verdaderamente tienen mucho de que responder!
Un sorprendente ejemplo de la malinterpretación y mal uso de las palabras
se encuentra en la voluminosa, y durante mucho tiempo aparentemente intermina-
ble, discusión centrada alrededor de la palabra «espiritual», usada por Hahnemann
en el párrafo 9 del Organon. donde se lee lo siguiente: «En el estado de salud del
hombre, la fuerza vital espiritual (autocrática), la dynamis que anima el cuerpo
material (organismo) gobierna con ilimitado poder, y conserva todas las partes,
tanto respecto a las sensaciones como a las funciones, de tal modo que el espíritu
dotado de razón que habita en nosotros, pueda emplear libremente esos instrumen-
tos vivos y sanos para los más altos fines de nuestra existencia».
No viendo que Hahnemann permisiblemente ha usado la palabra «espiritual»
como antítesis de las palabras «material» o «tangible», los pretendidos críticos se
precipitan sobre esto como un halcón sobre un pollo, clavando sus garras y hacien-
do volar las plumas. No familiarizados tampoco con la palabra «dynamis», e igno-
rantes de su procedencia y significado, sueltan su imaginación y suponen que
Hahnemann se refiere a algo místico, «espiritualístico», lo cual para sus semieducadas
y burdamente materialistas mentes no tiene ninguna existencia. Mucho ridículo y
barato ingenio, así como invectiva, se ha vertido sobre Hahnemann y la homeopa-
tía.
Si se hubiesen molestado en dirigirse a cualquier buen diccionario, podrían
haber aprendido que dynamis es un término griego que significa poder o fuerza. El
poder o principio objetivamente considerado, aplicado por Hahnemann al principio
vital.
Mediante el uso de esa palabra y sus adjetivos, dinámica y dinámico (de o
perteneciente a fuerzas noen equilibrio; perteneciente al movimiento como resul-
tado de fuerza; opuesto o estático) Hahnemann nos introduce en el dominio de la
Dinámica, la ciencia que trata del movimiento de los cuerpos y la acción de las
fuerzas para producir o cambiar su movimiento. Medicina dinámica se refiere
comúnmente a funcional, como opuesto a enfermedad orgánica. Hahnemann así

6I
ERRNVPHGLFRVRUJ
IL GENIO DE LA HOMEOPATÍA

abrió el camino para colocar la homeopatía bajo las leyes matemáticas, creando la
Ciencia de la Homeopatía y dándole su justo lugar en el «Círculo de las Ciencias».

62

ERRNVPHGLFRVRUJ
VIDA, SALUD Y ENFERMEDAD

La vida es la energía y la causa invisible, sustancial, inteligente, individual


y coordinadora que dirige y controla las ltierzas implicadas en 1(1 pro(lucción y
actividad de cualquier organismo poseedor de individualidad.
La salud es ese estado equilibrado del organismo vivo en que la integral y
armoniosa ejecución de las funciones vitales tiende a la preservación del organismo
y al normal desarrollo del individuo.
La enfermedad es un proceso vital anormal, un estado de vida modificado,
que es enemigo del verdadero desarrollo del individuo y tiende a la disolución
orgánica.
Los fenómenos vitales, en la salud y en la enfermedad, son causados por la
reacción de la energía o principio sustancial vital del organismo a diferentes estí-
mulos externos. En tanto un hombre sano viva normalmente en un entorno favo-
rable se mueve, siente, piensa, actua y reacciona de una manera ordenada. Si viola
las leyes de la vida, o se convierte en víctima de un entorno desfavorable, el
desorden sustituye al orden, lo insano destruye lo sano, sufre y su cuerpo se de-
teriora.
Cuando la vitalidad orgánica está agotada, o retirada, su organismo material
transitorio muere, se somete a las leyes químicas y se disuelve en sus elementos,
mientras su organismo sustancial espiritual continúa su existencia en un nivel más
alto.
Los agentes, materiales o inmateriales, que modifican la salud o causan
enfermedad, actúan únicamente en virtud de su propia existencia sustancial como
entes y de la coexistencia de la sustancia vital, que reacciona en el organismo vivo
a cada impresión de dentro o de fuera. El cuerpo muerto reacciona sólo a los
agentes físicos y químicos, bajo la acción de los cuales es reducido a sus elementos
químicos y disipado como organismo material.
Todas las reacciones a los estímulos por los que las funciones y actividades
del cuerpo vivo se ejercen, se originan en la primitiva sustancia vital en el punto

63
ERRNVPHGLFRVRUJ
EL GENIO DE LA HOMEOPATÍA

en que se materializa como células y sustancia protoplásmica.


Los agentes de fuera, que afectan al cuerpo vivo para producir cambios y
modificaciones de sus funciones y sensaciones, actúan sobre el protoplasma por
medio del cerebro y el sistema nervioso. Alimento, bebida, calor, luz, aire, electri-
cidad y drogas, así como los estímulos mentales, todo actúa primariamente sobre
la sustancia viva materializada en las células del sistema nervioso central, poniendo
de manifiesto las reacciones que están representadas por funciones . y sensaciones.
«La energía reside en el centro, y desde el centro de energía fluye la jiler-
Za».
Los fenómenos de la vida, manifestados por el crecimiento, nutrición, repa-
ración, secreción, excreción, autoreconocimiento, autoconservación y reproducción,
todo toma su dirección desde un centro de origen. Desde la célula más baja hasta
el más alto y complejo organismo, este principio sigue siendo cierto. La pared
celular y el contenido protoplasmático se desarrollan desde el núcleo central, y éste
desde el centrosoma, que es considerado como el «centro de energía» en la célula.
Todos los fluidos, tejidos y órganos se desarrollan a partir de la célula de dentro
a fuera, desde el centro a la periferia.
El control orgánico es desde el centro. En el organismo humano completa-
mente desarrollado la acción vital es controlada desde el sistema nervioso central.
Las actividades de la célula son controladas desde el centrosoma, que puede lla-
marse el cerebro de la célula.
El sistema nervioso central puede ser comparado a una dinamo. Así como
una dinamo es una máquina, impulsada por vapor o alguna otra fuerza, la cual, a
través de la inducción electromagnética de un campo magnético circundante, con-
vierte en energía eléctrica, en forma de corriente, la energía mecánica invertida en
ella, así el sistema nervioso central es una máquina impulsada por energía química,
derivada del alimento, que, a través de la inducción electro-vital de un campo vital
circundante, convierte en energía vital, en forma de corriente o impulso nervioso,
la energía físico-química invertida en él.
Como un sistema de transporte eléctrico depende, para su fuerza de trabajo,
de la dinamo situada en su estación central de energía, así el cuerpo humano
depende, para la fuerza necesaria para ejercer sus funciones, de la estación central
de energía, situada en el sistema nervioso central.
Cualquier disturbio en las condiciones de la estación central de energía es
inmediatamente manifestado externamente en algún punto del sistema; y cualquier
daño o ruptura en el sistema externo es inmediatamente reflejado recíprocamente
en la estación central.
En la salud y en la enfermedad es lo mismo, siendo esencialmente ambas
meramente condiciones de vida en el organismo vivo, convertibles una en otra. En
cada condición el agente o factor modificante actúa primariamente sobre el prin-
cipio vital interno, que es la sustancia viva del organismo. Este reacciona y produce
fenómenos externos, por medio del cerebro y el sistema nervioso, que se extienden

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ERRNVPHGLFRVRUJ
VIDA. SALUD Y ENFERMEDAD

a todas las partes del cuerpo. Alimento o veneno, toxinas o antitoxinas, agentes
terapéuticos o microorganismos patógenos, todos actúan sobre y en virtud de la
existencia del principio vital reaccionante o sustancia viva del organismo.
La curación de la enfermedad, o el restablecimiento de la salud, igualmente
comienza en el centro y se extiende centrífugamente, desapareciendo los síntomas
de dentro a fuera, de arriba a abajo y en orden inverso al de su aparición.
La resistencia a los agentes morbíficos es desde el centro, donde reina la
vida. La resistencia vital es la reacción defensiva de la sustancia viva a los elemen-
tos y organismos nocivos y a las causas y agentes productores de enfermedad en
general, en obediencia al instinto inherente o ley de autoconservación, que perte-
nece a la vida organizada.
Metafóricamente hablando, la enfermedad es resistencia. La enfermedad,
manifestada por síntomas, expresa la reacción vital y la resistencia del organismo
vivo a la incursión de algún agente o influencia perjudicial. Es una batalla, una
lucha, una costosa y dolorosa resistencia a un invasor.
Estrictamente hablando, no es contra la enfermedad contra lo que luchamos,
sino contra las causas de la enfermedad. Las causas efectivas de enfermedad, en
última instancia, son de fuera. No existen en la sustancia vital misma. Son «extra-
ñas al espíritu», a la verdadera naturaleza del hombre. Se hacen operativas o efi-
caces en el organismo condicionalmente, en virtud de la existencia del principio
vital de susceptibilidad, reacción y resistencia, y de un organismo vivo, en y a
través del cual la acción y la reacción pueden tener lugar.

Materia y Energía
La física afirma que la materia es indestructible. La materia es la sustancia
corpórea; la forma de ser o sustancia que está caracterizada por extensión, inercia,
peso, etc., o, en general, por las propiedades conocidas por los sentidos. La cons-
titución y el modo de producción de la materia se remonta desde la masa, a través
de las moléculas, átomos y electrones, hasta un estado vibratorio o radiante de la
materia que se supone existe en el éter interatótnico del espacio.
El éter es un medio hipotético que llena todo el espacio, a través del cual.
en forma de movimiento ondulatorio transverso, se propaga energía radiante o
vibratoria de todo tipo, incluídas las ondas luminosas. De acuerdo con la física.
toda energía existe en el éter, y la materia puede ser considerada, en cierto sentido,
como una condensación, «una forma específicamente modificada del éter», como
apunta Lodge. Esto es hasta donde la física puede llegar. De la naturaleza y fuente
de la «Energía», en otras palabras, de qué es lo que irradia a través del éter en
forma de «ondas transversas», la física no puede decirnos nada. Al establecer esta
concepción, la ciencia tácitamente admite el carácter sustancial del éter, o energía
en general, y de las formas específicas de energía en particular, aunque su fraseo-
logía es con frecuencia vaga y sus términos contradictorios. La física, sin embargo,
se adhiere a los principios generales de la indestructibilidad de la materia y la

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ERRNVPHGLFRVRUJ
11 GENIO 1)E I.A II )MEOPATIA

persistencia de la energía. Está así muy en consonancia con la posición más avan-
zada tomada por la filosofía sustancial. Ya es mucho haber llegado a ese punto en
el pensamiento. Pero de la sustancia viva incorpórea, o Vida, Mente e Inteligencia
como la fuente y base primaria de toda energía, la ciencia corriente tiene hasta
ahora sólo una débil concepción; aunque más de un físico ha llegado a la conclu-
sión de que, en última instancia, toda fuerza es una manifestación de la Voluntad,
y que toda acción física es primariamente una acción psíquica.
La biología sigue la pista de la materia remontándose desde el organismo a
través de las células, núcleos, hasta el centrosoma, un órgano que se encuentra en
el protoplasma, pero habitualmente sólo existe en estrecha conexión con el núcleo.
Cuando es activo el centrosoma se dice que está «en el centro de una esfera de
atracción y un sistema de rayos», y es considerado como el centro dinámico que
gobierna la cariocinésis y la división celular.
La biología, por consiguiente, cuando se examina atentamente, vemos que
reconoce, al menos tácitamente, la existencia de la vida como una energía sustan-
cial, un ente, indestructible, ¿Cómo o por qué otra cosa podría ser generada la
fuerza vital necesaria para llevar a cabo los procesos vitales? ¿Cómo si no podría
haber en la célula un «centro dinámico»? Centro dinámico significa «centro de
energía». Estáticamente, energía significa capacidad de una persona o cosa para el
trabajo, para producir la fuerza por la que se hace el trabajo. Debe haber una fuente
de la que se produce o sale la fuerza, y esa fuente debe ser sustancial. Cinéticamente,
la energía es la causa, la fuerza es el medio y el trabajo es el efecto. La energía,
por consiguiente, considerada como un atributo o como la cosa misma, es efecti-
vamente un ser sustancial, un ente.
Puesto que la vida sólo puede venir de la vida, la biología, al colocar al
centrosoma en el centro de una «esfera de atracción», lo coloca en un campo
circundante de lo que sólo puede ser sustancia viva incorpórea, sólo desde el cual
podría atraerse lo necesario para construir la célula y dotarla de las funciones de
organización, crecimiento y reproducción.
Como agente activo y centro de atracción, el centrosoma es un medio, situa-
do entre el campo de vida, por un lacio, y el campo de materia por el otro, actuando
bajo la ley de atracción o afinidad, mediante el cual la fuerza vital es sacada del
campo vital circundante y convertida o transformada en la energía física o química
que actúa directamente sobre la materia de la. que está compuesta la célula. Tam-
bién el centrosoma, como el sistema nervioso central, puede compararse a este
respecto con una dinamo, que actúa de una manera similar en la conversión de
energía mecánica en energía o corriente eléctrica.
La biología, hasta ahora, no es ni explícita ni comprensiva en esta materia.
Coloca al centrosoma «en el centro de un campo de atracción», pero no define o
enumera todo lo que contiene ese campo. Al enumerar sólo las fuerzas físicas o
químicas y las diferentes formas cle materia de que se compone la célula, implica
que eso es todo lo que contiene el campo. La biología, la ciencia de la vida y las

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ERRNVPHGLFRVRUJ
VIDA, SALUD Y FNFERNIEDAD

cosas vivas, evade así el reconocimiento de la Vida como una energía, principio o
sustancia específica, y la define meramente como un estado del organismo, una
condición; o como surgida de elementos y fuerzas físicas y químicas que aculan
dando como resultado, de algún modo inexplicable, la evolución de los seres vivos
individuales y el desarrollo de las especies.
Tal definición no explica algunos de los más importantes fenómenos de los
organismos vivos, como el crecimiento, la reproducción, la autoreparación y los
constantes cambios con continuada identidad (sin hablar de conciencia, sentimiento
y pensamiento), porque deja fuera la Vida, el elemento más importante de todos.
Es como el monólogo de Hamlet dejando a Hamlet . fuera.
Es un axioma de la biología que la vida viene sólo de vida precedente.
El campo circundante de la «esfera cle atracción», en el centro del cual la
biología coloca el centrosoma, debe, por lo tanto, contener la sustancia vital, así
COMO la materia de que está compuesta la célula, sobre la que se ejerce la atracción.
La atracción es una fuerza ejercida mutuamente sobre cada uno por dos o
más cuerpos, partículas o sustancias, tendiendo a aproximarlos unos a otros o a
impedir su separación.
Como agente activo o centro de atracción, el centrosoma es un medio, situa-
do entre la vida por un lado y la materia por otro.
El sistema nervioso central, compuesto de innumerables células, con sus
núcleos y centrosomas, ha sido comparado ya con una dinamo. De la misma forma,
cada célula individual con su núcleo y centrosoma puede considerarse una dinamo
en miniatura. Una dinamo es esencialmente un convertidor de una forma de energía
en otra. Estando en el centro del campo de atracción y actuando en todas direccio-
nes bajo la ley de atracción, el centrosoma, a través de la inducción del campo vital
circundante, convierte la energía química derivada de la materia nutriente en ener-
gía vital.
De ningún otro modo y de ninguna otra fuente el centrosoma podría atraer
ese elemento dominante, por el cual el cuerpo y el cerebro humano están dotados
de sus peculiares propiedades y funciones de organización, crecimiento,
autoreparación, reproducción, inteligencia, razón, sentimiento y voluntad.
La electricidad, en su teoría de la inducción y conversión electromagnética,
ha preparado así el terreno para una más clara comprensión del modus operandi del
principio vital.
La física y la biología están en armonía con la homeopática, la ciencia de la
homeopatía. Sus principios básicos son idénticos. Las respectivas explicaciones
científicas del origen, constitución y transformación de la materia y las leyes que
gobiernan las mismas, están perfectamente de acuerdo.
Las explicaciones de la física y la biología sirven igualmente para la homeo-
patía, en sus aspectos físicos y biológicos. La ionización, por ejemplo, la separa-
ción de los electrolitos en aniones y cationes por solución u otro procedimiento,
químico o mecánico (la teoría de la disociación electrolítica), es una adecuada

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ERRNVPHGLFRVRUJ
EL GENIO DE LA HOMEOPATÍA

explicación física de lo que ocurre en la preparación por trituración, solución y


dilución, según una escala, de las altas potencias homeopáticas. Los tan ridiculiza-
dos y discutidos «infinitesimales» de la homeopatía se descubre por fin, en los
últimos avances de la ciencia, que son «propiedad común», bajo la teoría matemá-
tica general de los infinitesimales. Los físicos y los biólogos, así como los
homeópatas, han llegado a la adopción de la teoría del infinitesimal para explicar
sus fenómenos, y de la cantidad infinitesimal para cumplir sus fines.
Los maravillosos logros de la física, química y electricidad modernas han
sido posibles sólo por el conocimiento de los poderes, propiedades y leyes de lo
infinitesimal.
Las matemáticas, la más grande y antigua de las ciencias, abrió el camino
con su Cálculo Diferencial e Integral, y puso los cimientos sobre los que se han
construido las ciencias que han venido después, entre ellas la homeopatía.

La naturaleza de la enfermedad
Se ha dicho de la homeopatía que «no es una teoría de la enfermedad, sino
una teoría de la curación». Esto es una frase aceptada, pero como muchos otros
epigramas encierra sólo una verdad a medias, y las medias verdades son fatales
para un pensar correcto. Se puede comprobar fácilmente, refiriéndose a los escritos
de Hahnemann, que en el mismo fundamento de la homeopatía subyace una teoría
de la enfermedad. Esta teoría, basada sobre la concepción filosófica general de la
unidad, universalidad y supremacía de la Vida y la Mente, de la que surgió la
doctrina fisio-dinámica de la fuerza vital de Hahnemann, fue una anticipación en
más de ochenta años de la teoría biológica propuesta en 1897 por Virchow, el gran
patólogo alemán.
La patología celular de Virchow, en la cual resumió su larga vida de inves-
tigación y estudio, fue hasta hace poco la más alta autoridad médica sobre la
cuestión. Wirchow llegó a la conclusión de que «la patología no es sino una rama
de la biología; esto es, que la enfermedad es meramente la vida bajo condiciones
alteradas». Esta conclusión fue acogida como «el logro más importante del siglo
diecinueve» y a Virchow, en reconocimiento de ello, se le dispensaron honores casi
reales.
Ochenta y cuatro años antes de que Virchow publicase su famoso aforismo,
es decir, en 1813, Hahnemann, en su «Espíritu de la Doctrina Homeopática» y en
otras partes de sus escritos, usa las siguientes expresiones: «Para la explicación de
la vida humana, como también de su doble condición, salud y enfermedad, los
principios por los que explicamos otros fenómenos son completamente inaplicables».
En otra parte dice: «Ahora bien, así como la condición del organismo y su estado
de salud dependen únicamente del estado de vida que lo anima, de la misma forma
se deduce que el estado alterado, que llamamos enfermedad, consiste en una con-
dición originalmente alterada sólo en sus sensibilidades y funciones vitales, inde-
pendientemente de todos los principios químicos o mecánicos. En breve, debe

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ERRNVPHGLFRVRUJ
VIDA. SALUD Y ENFERMEDAD

consistir en una condición dinámica alterada, una manera modificada de ser, me-
diante la cual se efectúa más tarde un cambio en las propiedades de las partes
materiales componentes del cuerpo, que es una consecuencia necesaria de la con-
dición mórbidamente alterada del conjunto vivo en cada caso individual».
«Las enfermedades no dejarán de ser aberraciones dinámicas (espirituales)
de nuestra vida de orden espiritual, manifestadas por sensaciones y acciones, esto
es, no dejarán de ser modificaciones inmateriales de nuestra condición sensorial
(salud)».
Así, en términos casi idénticos a los de su gran compatriota, Hahnemann
estableció la concepción biológica de la enfermedad aceptada actualmente, y de
este modo anticipó, en casi un siglo, una de las más profundas conclusiones del
pensamiento científico moderno.
Hay otras cuestiones en las que Hahnemann, con maravillosa visión e intui-
ción, anticipó las conclusiones de la ciencia moderna. Entre ellas ciertos descubri-
mientos de Koch y Pasteur.
En 1883 Koch fue enviado por el gobierno alemán en misión especial a la
India para estudiar el cólera asiático. Descubrió y fue capaz de demostrar la pre-
sencia, en los intestinos de pacientes de cólera, de una bacteria espiral filiforme que
fácilmente se divide en pequeños segmentos curvos como una coma, de menos de
1/10.000 de pulgada de largo cada uno. Esos microscópicos organismos vivos se
multiplican con gran rapidez y pululan por millones en el intestino de tales pacien-
tes. Koch mostró que pueden ser cultivados artificialmente en caldo de gelatina
diluida y obtenido en cucharadas. También mostró que el cólera podía producirse
en animales administrándoles un cultivo puro concentrado de esos gérmenes, aun-
que esto sólo se hizo con gran dificultad después de muchos experimentos. Por lo
tanto sostenía que los gérmenes eran la causa del cólera.
Otros investigadores, sin embargo, durante un tiempo fracasaron en imitar
SUS resultados y rehusaron aceptar la conclusión de Koch. Pettenkofer, de Munich,
que no creía que el bacilo en coma fuera la causa efectiva del cólera, para demos-
trar este desacuerdo, tomó audazmente una cucharada entera de gérmenes cultiva-
dos. Su ayudante hizo lo mismo y ninguno sufrió ningún mal efecto. Esta demos-
tración un poco espectacular no impresionó a otros, sin embargo, muchos de los
cuales se dieron cuenta de que debe ser necesario que el intestino humano esté en
una condición favorable o susceptible, una condición insana, para que el bacilo
prospere y se multiplique en él.
Un poco después, Metchnikoff, de París, repitió el experimento de Pettenkofer.
Tomó una porción de bacilos cultivados durante tres días seguidos y no tuvo
resultados nocivos. Otros en su laboratorio hicieron lo mismo con el resultado de
sólo un ligero trastorno intestinal. Pero de una docena que sometieron a prueba la
cuestión en el instituto Pasteur, un individuo contrajo un ataque de cólera indio que
casi provocó su muerte. Esto puso fin a tales experimentos y demostró
concluyentemente que el bacilo en coma de Koch es realmente capaz de producir

69
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El. GENIO DE LA IIOMEOPATÍA

el cólera, cuando existen las condiciones adecuadas.


El anuncio del descubrimiento de Koch hizo furor en el mundo médico.
Esperando ardientemente que la curación se basara en esto, pronto, desgraciada-
mente, se decepcionó. Parecía una proposición tan simple en aquellos días: «¡Matar
los gérmenes y curar la enfermedad!» ¡Al fin el cólera iba a ser «aplastado»!
Era muy fácil matar los gérmenes en un tubo de ensayo; pero matarlos en
el organismo vivo del paciente de cólera, sin matar al paciente, era una cosa
completamente diferente, como muy pronto aprendieron. A pesar de todos los
intentos de curación basados en tan toscos razonamientos, el cólera continuaba sus
estragos con incesante mortalidad. Ahora escuchemos lo que Hahnemann dijo más
de cincuenta años antes de que todo esto ocurriera.
Cuando el cólera asiático invadió Europa en 1831 y comenzó a asolar a la
población, se vió que era de la mayor importancia conocer sus modos de propa-
gación y extensión. Hufeland, el gran líder del pensamiento médico en Europa en
ese periodo, creía y decía que el cólera era de origen atmosférico-telúrico, de lo
cual no podría existir ninguna protección. Contra su tremendo error protestó
Hahnemann en un vigoroso ensayo sobre «El modo de propagación del cólera
asiático», en el que sostenía que era «conutnicable solamente por contagio, y
propagado de un individuo a otro». Ilustrando y explicando su modo de origen y
propagación dice: «A bordo de los barcos, en esos espacios confinados, llenos de
húmedos vapores mohosos, el miasma del cólera encuentra un elemento favorable
para su multiplicación, y crece en una proliferación enormemente aumentada de
esas excesivamente diminutas, invisibles criaturas vivas, tan enemigas de la vida
humana, en lo que consiste más probablemente la materia contagiosa del cólera».
El se refiere una y otra vez a la «nube invisible» que flota alrededor de aquellos
que han estado en contacto con la enfermedad, «compuesta probablemente de
millones de esos seres animados miasmáticos, los cuales, desarrollados al principio
en las anchas orillas pantanosas del tibio Ganges, siempre buscan al ser humano».
Considerad esta asombrosa afirmación en la que Hahnemann de nuevo se
anticipa, en más de medio siglo, a las conclusiones y demostraciones de la ciencia
moderna.
Recordad que Hahnemann no tenía microscopio. Este instrumento, excepto
en su forma tosca como una lente de aumento, usado como una especie de juguete,
no existía. Su conclusión fue una deducción de la razón pura a partir de hechos
observados, que expone con cierta extensión en su ensayo. Además. Hahnemann
ejerciendo esa misma facultad pensante, que su sabio padre había adiestrado tan
cuidadosamente en su infancia y juventud en el viejo hogar de Meissen, también
descubrió y anunció los verdaderos remedios curativos para la enfermedad y esto
incluso antes de haber visto personalmente un caso.
Estaba reservado a Koch, que contaba con un microscopio, demostrar
ocularmente la absoluta verdad de la idea de Hahnemann. Si Koch había leído los
escritos de Hahnemann a este respecto es una cuestión que queda abierta. Estos

70

ERRNVPHGLFRVRUJ
viDA, sAi.uo Y ENFERMEDAD

fueron publicados en forma de libro y podían encontrarse en las estanterías de


cualquier gran librería, accesibles a todos los estudiantes. Si Koch y Pasteur habían
leído y estaban familiarizados con la enseñanza de Hahnemann, no fueron tan
francos como Von Behring, quien públicamente reconoció su deuda hacia
Hahnemann por la idea de su antitoxina diftérica y declaró que ninguna otra pa-
labra que «Homeopatía» podría explicar adecuadamente su modus operandi.
Me he detenido un poco en esta cuestión, no sólo porque muestra la priori-
dad y supremacía de Hahnernann como investigador y pensador original, sino
porque en ese episodio del cólera tenemos una completa ilustración de la enseñanza
homeopática respecto a la naturaleza de la enfermedad.
La primera proposición es que la enfermedad no es una cosa, sino sólo una
condición de una cosa; que la enfermedad es sólo un estado de salud modificado,
una acción vital pervertida, y en ningún sentido una entidad material o tangible que
se pueda ver, tocar, pesar, aunque pueda ser medida.
Los que han estado siguiéndome atentamente, vivamente interesados en la
identificación del bacilo en coma como la causa del cólera, indudablemente en-
cuentran dificultad para reconciliar esa identificación y demostración con la afir-
mación de que «la enfermedad no es una cosa, sino una condición de una cosa».
¿No se ha demostrado que el bacilo es una cosa tangible? Quienes piensan así han
pasado por alto un punto importante en mi afirmación, y han identificado el
condicionante y el condicionado, lo cual viola las reglas de la lógica.
Los cimientos son una condición para la casa, pero no son la casa, ni la causa
de la casa. Mucho menos es la casa idéntica a los cimientos. El bacilo es la causa
próxima del cólera, pero no es el cólera, ni la única causa del cólera. Es sólo una
de las varias condiciones necesarias para la producción y propagación del cólera,
todas las cuales deben ser consideradas si queremos formarnos conclusiones justas
sobre la naturaleza de la enfermedad. Por ejemplo, hay que considerar las condi-
ciones sanitarias, con todas sus numerosas implicaciones; hay que considerar las
condiciones sociales y morales, incluyendo las facilidades y los modos de transpor-
te e intercomunicación entre naciones, comunidades e individuos. Existen también
condiciones atmosféricas y telúricas. Debemos tener en cuenta que fue sólo des-
pués de muchos ensayos con administración de bacilos cultivados cuando se en-
contró un individuo que sucumbió al ataque. Estaba en una condición de suscep-
tibilidad individual y esa susceptibilidad era una condición esencial para él, como
lo es en todos los casos como este.
Aquellos que no tuvieron en cuenta este punto fueron cogidos despreveni-
dos, como otros muchos lo han sido al ocuparse de estas cuestiones.
Debemos distinguir entre causa y efecto, entre poder y producto, entre lo que
actúa y sobre lo que se actúa. Debemos aprender a darnos cuenta también de que.
el poder qu'e actúa para causar a producir efectos es siempre invisible. Vemos las
maravillas del reino de lo dinámico sólo con los ojos de la mente. Conocemos la
existencia de la fuerza sólo por sus manifestaciones y fenómenos. Conocemos la

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ERRNVPHGLFRVRUJ
EL GENIO DE LA HOMEOPATÍA

gravedad, la afinidad química, la electricidad, la vida, la mente, la salud, la enfer-


medad, sólo por sus fenómenos. No debemos dejar que los fenómenos, que perci-
bimos con nuestros órganos de sensación, nos cieguen a la existencia del poder
invisible que los produce, ni pensar que lo visible es la totalidad de la existencia.
El tumor, la erupción, la úlcera, el dolor o la fiebre que vemos o sentimos, o el
gérmen o el bacilo que revela el microscopio, no es la totalidad de la enfermedad.
Detrás de estos se halla el principio vital sustancial del organismo que todo lo
impregna, que primariamente actúa y sobre el que se actúa.
El cambio funcional o dinámico siempre precede a los cambios de los teji-
dos. Los cambios internos tienen lugar antes de que los signos externos aparezcan.
Nosotros no vemos los comienzos de la enfermedad. Ni vemos la enfermedad
misma, como tampoco vemos la vida, la mente o el pensamiento; pues la enferme-
dad, en última instancia, es primariamente sólo un estado alterado de vida y mente,
que se manifiesta por funciones y sensaciones mórbidas, que pueden o no llevar a
cambios visibles en los tejidos.
Toda acción es condicional. Ninguna fuerza o agente actúa incondicional-
mente. Nuestra ilustración del cólera enseña que ningún microorganismo patógeno
actúa incondicionalmente. Ningún gérmen o bacilo es la causa única o absoluta de
una enfermedad, sino sólo una causa próxima o excitante bajo ciertas condiciones.
Deben existir otras causas antecedentes, predisponentes, contribuyentes, antes de
que el gérmen se haga operante. Numerosos bacilos de Klebs-Loeffler pueden
hallarse en las gargantas de gente perfectamente sana que han estado en contacto
con un paciente de difteria. Un examen de la secreción nasal o faríngea de cada uno
de nosotros en este momento revelaría probablemente la presencia de innumerables
organismos patógenos del polvo inhalado de la calle. Pero no nos vemos perjudi-
cados por eso más allá de los riesgos ordinarios de la vida, porque la naturaleza
tiene sus propios medios de protección contra tales influencias morbíficas externas.
Son inofensivas para nosotros en condiciones normales, porque el elemento de
susceptibilidad mórbida hacia esos gérmenes particulares está ausente en la gran
mayoría de los individuos. El poder de resistencia vital del individuo sano es
superior al poder infectante de los bacilos o cualquier otra forma de agente infectante
en condiciones ordinarias. Como bien se ha dicho, «la mejor protección contra el
contagio es una buena salud».
Nos toca a nosotros, por lo tanto, comprender qué entiende Hahnemann por
«el enfermo», en el primer párrafo del Organon, donde dice que el primer y único
deber del médico es curar al enfermo; y qué entiende en el tercer párrafo, donde
dice que el médico debe comprender claramente lo que es curable en la enferme-
dad.
En el párrafo seis nos habla de que en cada caso individual hemos de obser-
var sólo lo que es externamente discernible a través de los sentidos; que esto
consiste en cambios en la condición sensorial o salud del cuerpo y el alma, reve-
lados a nuestros sentidos por signos o síntomas mórbidos, y que esos signos y

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ERRNVPHGLFRVRUJ
VIDA. SALUD Y ENFERMEDAD

síntomas mórbidos, en su totalidad, representan la enfermedad en toda su exten-


sión; que ellos constituyen la verdadera y única forma o imagen concebible de la
enfermedad.
En el párrafo siete nos dice que la enfermedad es el st(frintiento de la
«dynamis» o principio vital del organismo; que los síntomas, por los que este
sufrimiento se da a conocer, constituyen no sólo la única guía para la elección del
remedio curativo, sino que son, en sí mismos, todo lo que hay que eliminar al
efectuar la curación. Ellos representan «lo que es curable en la enfermedad».
En el párrafo ocho establece el principio general en lógica de que cuando un
efecto cesa, podemos concluir que la causa ha dejado de actuar. El dice que cuando
todo síntoma perceptible de enfermedad o sufrimiento de la fuerza vital ha sido
eliminado, el paciente está curado.
Observemos cuidadosamente lo que dice aquí exactamente. No dice que
cuando todo resultado tangible o visible de la enfermedad haya sido eliminado el
paciente está curado, sino que la enfermedad está curada cuando todo signo per-
ceptible de sufrimiento de la dynamis ha sido eliminado.
El paciente cuya enfermedad ha producido un tumor puede estar perfecta-
mente curado con remedios homeopáticos y aún haber quedado su tumor, exacta-
mente igual que puede tener una escara después de la perfecta curación de una
herida.
El tumor no es la enfermedad, sino sólo el «producto final» de la enferme-
dad, como si dijéramos. El tumor no es el objeto del tratamiento curativo, sino la
enfermedad que precede y produce el tumor. El tumor, en el curso de un tratamien-
to exitoso, puede absorberse y desaparecer o no. Depende del estado del metabolismo
del paciente.
Si la vitalidad del paciente no ha sido demasiado agotada por largos pade-
cimientos y una vida o un tratamiento defectuosos, y si sus fuerzas metabólicas son
suficientes, el tumor, o la efusión, o el infarto o lo que quiera que pueda ser, se
absorberán, como frecuentemente ocurre en los . casos tratados por hábiles
prescriptores. Yo mismo he visto esto muchas veces. Pero en el caso contrario, el
tumor, u otro producto mórbido, constituye una condición meramente mecánica
que podemos transferir al cirujano para la exhibición de su destreza manual y
habilidad técnica, después que el paciente ha sido curado de su enfermedad.
Hay otro tipo de casos donde la medicina y la cirugía deben ir cogidas de
la mano a causa de la falta de tiempo; donde, por haberse visto el caso demasiado
tarde, las condiciones mecánicas han llegado a constituir una amenaza para la vida.
Pero incluso aquí, un hábil prescriptor homeópata disminuye bastante el peligro de
la operación y aumenta las probabilidades de un desenlace feliz con la curación del
paciente.
La mera eliminación de los productos tangibles de la enfermedad por medios
mecánicos, como en el caso de los tumores, o de los signos visibles externos de
enfermedad por aplicaciones tópicas, como en casos de erupciones y secreciones,

73
ERRNVPHGLFRVRUJ
El. GENIO DE LA HOMEOPATiA

no sólo no cura la enfermedad, sino que hace un verdadero daño al paciente y


hacen el caso inveterado o más difícil de curar. No es raro que esto lleve a la
muerte del paciente por las metástasis y las complicaciones que resultan de tal
tratamiento. La enfermedad sólo es curada por la administración interna del me-
dicamento similar, con la debida consideración para el apropiado tratamiento auxi-
liar psíquico, higiénico y mecánico.
La enfermedad, entonces, es primariamente un disturbio mórbido o acción
desordenada de la fuerza vital, representada por la totalidad de los síntomas del
paciente. Es un disturbio puramente dinámico de las energías y funciones vitales,
que puede o no terminar en cambios groseros en los tejidos. Los cambios en los
tejidos no son la parte esencial de la enfermedad, sino sólo los productos de la
enfermedad, que, como tales, no son el objeto del tratamiento con medicación.
La curación, desde el punto de vista homeopático, consiste en «el rápido
suave y permanente restablecimiento de la salud, o alivio y obliteración de la
enfermedad, en toda su extensión, de la manera más corta, más fiable y más segura,
de acuerdo con razones claramente inteligibles» o principios.
Eliminar algunos síntomas de la enfermedad y paliar otros no es eliminar y
obliterar la enfermedad «en toda su extensión», ni restablecer permanentemente la
salud. El que la paliación contribuya al bienestar del paciente o no, depende de en
qué circunstancias y cómo se haga. Podemos paliar síntomas y hacer que el pacien-
te se sienta más cómodo por el uso de remedios homeopáticos bien seleccionados,
o por una prudente y conservadora operación quirúrgica; y eso puede ser todo lo
que sea posible hacer en un caso particular. La paliación es permisible y es lodo
lo que es posible a veces. Pero existe una manera correcta y una manera errónea
de paliar. La manera errónea de paliación conduce frecuentemente a la metástasis
a órganos más importante. Eso siempre es malo para el paciente, porque le lleva
a más complicaciones y sufrimientos. El tipo correcto de paliación es curativo
hasta donde alcance, es decir, es llevado a cabo por la aplicación del principio
curativo; pero por la naturaleza del caso o por exigencias de la situación, curar en
un sentido completo puede ser imposible, porque el caso haya pasado del estadío
curable. Debemos aprender a distinguir entre enfermedad incurable y enfermedad
que ha alcanzado el estadío de incurabilidad. No existe tal cosa como «enfermedad
incurable». Todas las enfermedades son curables antes de que hayan alcanzado un
cierto estadío; y eso no significa necesariamente que debamos «comenzar a tratar
a un niño trescientos años antes de que nazca», como el Dr. Oliver Wendel Holmes
humorística pero pesimistamente decía.
«Supresión», o paliación incorrecta de una enfermedad, es la eliminación de
los síntomas externos de la enfermedad por tratamiento externo, mecánico, químico
o tópico , o mediante potentes drogas, administradas internamente en dosis masi-
vas, que tienen un efecto fisiológico directo o tóxico, pero no una verdadera acción
terapéutica o curativa.
El caso «suprimido» siempre «va mal». Tomemos como ejemplo de metástasis

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ERRNVPHGLFRVRUJ
VIDA. SALUD Y ISFERNIEDAD

frecuentemente observada y verificada, la obliteración quirúrgica de una fístula


rectal, resultante de un abceso isquio-rectal, en un paciente tuberculoso, sin haber
sometido previamente al paciente a un acertado periodo de tratamiento curativo
médico e higiénico. ¿Qué ocurre en tal caso? Los síntomas rectales visibles locales
son eliminados, la fístula ha desaparecido, ¿pero qué ocurre con el paciente? Ac-
tualmente la enfermedad sistémica interior, que hasta el momento de la opera-
ción puede decirse que había estado intentando expresarse en la lesión rectal, con
el alivio temporal del organismo y la protección de los órganos vitales, irrumpe
ahora en los pulmones y precipita al paciente a una muerte prematura. Un caso
posiblemente curable ha sido convertido en incurable . y la vida de un paciente
sacrificada, porque el médico o el cirujano no han sabido reconocer las verdaderas
indicaciones en el caso. El abceso y la fístula actúan como si fueran la «válvula»
o el «escape» de la enfermedad, proporcionando seguridad temporal a los órganos
vitales. Cierren la válvula y se producirá una explosión.
La aplicación práctica de la consideración anterior aparece cuando llegamos
al tratamiento de la enfermedad. Si consideramos las manifestaciones tangibles,
externas, de la enfermedad como la totalidad de la enfermedad y hacernos de ellas
el objeto del tratamiento, probablemente perderemos de vista la relación lógica
entre causa y efecto, pasando por alto importantes factores etiológicos, invirtiendo
el orden y la dirección natural del tratamiento, y terminaremos por usar medidas
que sólo pueden dar como resultado un fracaso o una mera paliación, en lugar de
una curación. Tal tratamiento fracasa porque es unilateral y superficial. No esta
guiado por el conocimiento de la verdadera naturaleza y causas de la enfermedad
y su relación con las manifestaciones externas.
Casi cualquiera puede aprender a conducir un automóvil, pero sin un cono-
cimiento de la naturaleza, fuente y modo de aplicación de su enegía motriz y de
los medios de control, probablemente se quedará indefenso al borde de la carretera
si algo falla en el motor. La vida es la energía que hace rodar al automóvil humano
y el que quiera hacerlo funcionar con éxito y ser capaz de ajustarlo y repararlo
cuando las cosas fallen debe conocer la naturaleza y las leyes de esa energía.

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ERRNVPHGLFRVRUJ
SUSCEPTIBILIDAD, REACCION E INMUNIDAD

Por susceptibilidad entendemos la cualidad o capacidad general del organis-


mo vivo para recibir impresiones; el poder de reaccionar a los estímulos. La sus-
ceptibilidad es uno de los fundamentales atributos de la vida. De ella depende todo
el funcionamiento, todos los procesos vitales, fisiológicos y patológicos. Digestión,
asimilación, nutrición, reparación, secreción, excreción, metabolismo y catabolismo,
así como todos los procesos de enfermedad que surgen de infección o contagio,
dependen del poder del organismo para reaccionar a los estímulos específicos.
La curación y alivio de las enfermedades depende del mismo poder del
organismo para reaccionar a la impresión del remedio curativo.
Cuando damos una droga a una persona sana, con el fin de hacer un «ensa-
yo» o test homeopático, la serie de síntomas que sigue representa la reacción del
organismo susceptible al irritante o estímulo específico administrado.
Cuando un medicamento seleccionado homeopáticamente es administrado a
una persona enferma, la desaparición de los síntomas y restitución del paciente a
la salud representa la reacción del organismo susceptible a la impresión del reme-
dio curativo.
La «agravación homeopática», o ligera intensificación de los síntomas que
a veces sigue a la administración del remedio curativo, es meramente la reacción
del organismo, previamente quizás inactivo o actuando indebidamente a causa de
una susceptibilidad disminuida, respondiendo a la acción suavemente estimulante
del medicamento. Como una pieza de maquinaria, en la que los cojinetes han
llegado a secarse u oxidarse por desuso, rechina y cruje cuando es puesta en
marcha otra vez, así los órganos del cuerpo enfermo, congestionado, embotado, a
veces chirrían y crujen cuando empiezan a responder a la acción del remedio
curativo. Todo esto y mucho más se incluye en la doctrina de la Vitalidad de
Hahnemann, bajo el principio newtoniano de Acción Mutua, («Acción y reacción
son iguales y opuestas») vuelta a formular en términos médicos por Hahnemann
como «Similia shnilibus curantur», y empleada por él . como la ley de medicación

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ERRNVPHGLFRVRUJ
El.. GENIO DE IA tiomEorivrin

terapéutica.
Sc comprende que acción y reacción, en sentido médico y fisiológico, tienen
lugar sólo en el organismo vivo, y dependen de esa cualidad y atributo fundamental
de la vida que llamamos susceptibilidad.
Veremos que el tipo y grado de reacción a los medicamentos depende (le-
grado de susceptibilidad del paciente, y que el tipo y grado de susceptibilidad en
cualquier caso o paciente particular, depende en gran parte de cómo sea manejado
el caso por el médico, esto es, de su poder para modificar la susceptibilidad. En
efecto, este poder para modificar la susceptibilidad es la base del arte del médico.
Si el médico sabe cómo modificar la susceptibilidad de tal manera que
satisfaga los requerimientos del organismo enfermo y consiga una verdadera cura-
ción, entonces es realmente un médico; puesto que la curación consiste simplemen-
te en satis].acer la susceptibilidad mórbida del organismo y poner fin a la influen-
cia de las causas productoras de enfermedad. Para realizar esto debe saber que la
susceptibilidad implica e incluye afinidad, atracción, deseo, hambre, necesidad:
que todo esto existe y se expresa normalmente como estados y condiciones en todo
ser vivo; pero pueden hacerse mórbidos y pervertidos y así causar enfermedad,
sufrimiento y muerte. Sabe también que la susceptibilidad implica la existencia de
con qué satisfacer la susceptibilidad, suplir la necesidad, el hambre, el deseo, la
afinidad, la atracción, y sabe cómo y dónde encontrar los agentes modificantes
necesarios.
Es un hecho bien conocido que el organismo vivo es mucho más susceptible
a los estímulos homogéneos o similares que a los heterogéneos o disimilares. A
través de todo el reino vegetal y animal encontramos que la ley de desarrollo y
crecimiento es lo semejante se apropia de lo semejante. El organismo y los órganos
seleccionan los elementos más similares a sus propios elementos. La misma ley
vale para la excreción: cada órgano excreta o desecha elementos análogos a los de
SU propia estructura básica.
Así es al satisfacer la. susceptibilidad mórbida que constituye la enfermedad.
Como el hambre reclama alimento, así la enfermedad reclama medicamento. Pero
el reclamo es siempre consecuente con la ley universal. Es del medicamento
sintomáticamente similar, porque eso es lo único que realmente satisface la suscep-
tibilidad.
Esta susceptibilidad mórbida que constituye la enfermedad puede existir
hacia varios medicamentos diferentes, dependiendo el grado de susceptibilidad a
cada uno del grado de similitud sintomática; pero el grado más elevado de suscep-
tibilidad existe hacia el más similar -el simillimum o igual. De aquí que un pacien-
te dado pueda ser curado homeopáticamente de su enfermedad por cualquiera de
estos dos métodos: dando varios medicamentos más o menos similares sucesiva-
mente, o dando un medicamento exactamente similar: el simillimum o igual. De-
pende de si está siendo tratado por un chapucero o por un experto. El chapucero
puede llevar en «zig zag» a su paciente a lo largo de una prolongada dolencia y

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SUSCEPTIBILIDAD. REACCIÓN E INMUNIDAD

finalmente reponerle, mientras un experto lo habría curado por el camino recto con
un remedio único en la mitad de tiempo.
Siendo el organismo enfermo mucho más susceptible al medicamento simi-
lar que el organismo sano, la cantidad o número de dosis dependerá también del
grado de susceptibilidad del paciente. Una dosis que no produciría ningún efecto
perceptible en una persona sana, puede causar una peligrosa o molesta agravación
en una persona enferma, igual que un rayo de luz puede causar un dolor insopor-
table en una retina inflamada, la cual en estado sano recibiría bien la plena luz del
día.
La susceptibilidad como estado puede ser aumentada, disminuida o destruida.
Cualquiera de estos es un estado mórbido, que debe ser considerado terapéuticamente
desde el punto de vista del paciente individual. La susceptibilidad mórbida puede
estimarse como una condición negativa o en menos; un estado de resistencia de-
bilitada. J.J. Garth Wilkinson (Epidemic Man and his Visitations) dice:
«Un hombre coge escarlatina de otro, pero la coge porque él es vis minor
frente a la enfermedad, la cual es vis major sólo para él. Su vecino no la coge; su
resistencia la supera puesto que no le afecta. La debilidad del primero es la prin-
cipal razón de que coja la enfermedad. El es un vacío para su presión. La causa
por la que sucumbió estaba en él mucho antes de que apareciera el infectador. La
susceptibilidad a una enfermedad seguro que, en el individuo o su estirpe, ha de
ser (convertirse en ) esa enfermedad con el tiempo. Pues el aire está lleno de
enfermedades esperando emplearse.
«Susceptibilidad en el organismo, mental o corporal, es equivalente a estado.
Estado implica la actitud de las organizaciones frente a causas internas y circuns-
tancias externas. Todo es el recurso a la defensa o la vía de la rendición. La toma
de estados es la historia de la vida humana. La Patología es el relato de la toma
de estados enfermos, o de las formas definidas de enfermedad, mental o corporal.
«En la salud vivimos, actuamos y resistimos sin saberlo. En la enfermedad
vivimos pero sufrimos y nos sabemos en consciente o inconsciente exageración.»
Debemos referirnos también a un estado de susceptibilidad normal, tanto a
los remedios como a los agentes tóxicos, que es deber del médico conservar y
utilizar. No debería ser utilizado como medida terapéutica ningún agente o .proce-
dimiento que tenga el poder de disminuir, debilitar o destruir la susceptibilidad
normal o reactividad del organismo, porque es uno de los activos más valiosos que
poseemos en el aspecto médico. Sin esto, todos nuestros esfuerzos para curar serán
en vano. Usar agentes de tal manera, o en tal forma o cantidad, como para dismi-
nuir, impedir o destruir el poder del organismo para reaccionar a los estímulos, es
alinearnos con las fuerzas de la muerte y la desintegración. La conservación del
poder del organismo para reaccionar defensivamente a una toxina, un contagio o
una infección, es tan importante como lo es conservar el poder para reaccionar
constructivamente a la comida y a la bebida, o curativamente al remedio
homeopático. Es tan normal y necesario para el organismo reaccionar

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ERRNVPHGLFRVRUJ
El. GENIO DE LA HOMEOPATÍA

patogenéticamente a un veneno, en proporción a la magnitud y pótencia de la dosis,


como lo es reaccionar fisiológicamente a una buena comida.
El problema es ajustarse a las condiciones. El punto a retener en la mente
es reconocer y conservar la susceptibilidad normal en toda nuestra relación con el
enfermo y no hacer nada para impedirlo. Cada remedio o recurso propuesto para
el tratamiento del enfermo debería someterse a este test: •
¿Responde a la demanda del organismo sufriente según lo expresan los síntomas
similares? ¿Suple la necesidad orgánica? ¿Satisface la susceptibilidad sin daño o
deterioro de función? En una palabra, ¿cura? Incuestionablemente muchos reme-
dios, métodos y procedimientos más o menos populares, incluso hoy día, en esta
era ultracientífica, no se ajustan, ni pueden hacerlo, a este patrón.
Se usan médicamente muchas sustancias de tal forma, en tales dosis, con
tales métodos y principios que son claramente depresoras o destructoras de la
reactividad normal. Son aplicadas forzadamente sobre o en el organismo sufriente
empíricamente, sin relación con las leyes de la naturaleza. En cuanto a su efecto
sobre la enfermedad, no son de ningún modo curativas, sino solamente paliativas
o supresivas y el resultado último, si no es la muerte, es dejar al paciente en un
estado peor que antes. Los síntomas de la enfermedad existente son transformados
en síntomas de una enfermedad artificial droga]. El organismo es aplastado por un
enemigo más poderoso que invade su territorio, toma posesión violenta e impone
su propio reinado.
Tales victorias sobre la enfermedad son una hueca parodia desde el punto de
vista de una verdadera terapéutica.
No tenemos que ir muy lejos para buscar ejemplos ilustrativos:
El profesor James Ewing, del Cornell University Medica! College, en una
conferencia sobre Inmunidad (1.909), llamaba al problema de la endotoxinas «El
obstáculo de la Sueroterapia». Decía:
«El esfuerzo para producir inmunidad pasiva contra las distintas infecciones
por medio de sueros puede fracasar a pesar de la destrucción de todas las bacterias
presentes en el cuerpo, a causa de las endotoxinas liberadas en el proceso de
bacteriolísis resultante de las inyecciones de suero.»
«La acción de todos los tipos de endotoxinas es similar: hay una reducción
de temperatura pero una activa degeneración de los órganos, un status infectiosus.
Así se produce muerte estéril, donde los cultivos de los órganos y tejidos muestran
que las bacterias en cuestión han sido destruidas totalmente; pero el animal mue-
re.»
«Este problema de la endotoxinas es actualmente el obstáculo de la
sueroterapia.»
El Prof. Ewing citaba el caso de un paciente que recibió inyecciones de
millones de gonococos muertos para una septicemia gonocócica; la temperatura
descendió hasta hacerse normal, pero el paciente murió. Y continúa: «Un animal
cuyo suero es normalmente bacteriolítico puede, por inmunización, perder este

80

ERRNVPHGLFRVRUJ
SUSCEPTIBILIDAD. REACCIÓN E INMUNIDAD

poder; las bacterias viven en el suero, pero no producen síntoma.


«Así, un suero de conejo es normalmente bacteriolítico para el bacilo tífico,
pero el conejo es susceptible a la infección. Si, no obstante, el conejo es altamente
inmunizado, el suero ya no es bactericida, viviendo los bacilos tíficos en el suero,
pero no siendo el animal susceptible a la infección. El animal muere.»
«Parece, por consiguiente, que el esfuerzo debe hacerse en el futuro para
permitir al tejido y a la bacteria vivir juntos en paz, nuís que para producir un
estado donde el suero sea destructivo para la bacteria.»
Estas son las sólidas y significativas palabras de la mayor autoridad en
patología de América.
En los casos citados por el Prof. Ewing vemos la destrucción, parcial o
completa, de la susceptibilidad; del poder normal del organismo para reaccionar al
estímulo tanto del suero como de los bacilos.
En el caso de la destrucción total de la susceptibilidad la consecuencia es la
muerte. El estado de los pacientes en los que la destrucción fue sólo parcial puede
ser imaginado mejor que descrito. Un conejo o un hombre, cuyos fluidos y tejidos
están en un estado tan depravado o viciado, que el tífico u otros virulentos
microorganismos viven y medran en ellos sin producir síntomas, y que no reaccio-
nan ya a un potente suero, no están en un estado de salud, para no decir más. Es
una condición que nos recuerda las duras palabras de Jesús: «¡Ay de vosotros,
escribas y fariseos hipócritas! pues sois como sepulcros blanqueados, que parecen
realmente bellos por fuera, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de
toda suciedad.»
El uso de antisépticos en el tratamiento de la enfermedad, o quirúrgicamente
(en el campo operatorio), es otro medio de debilitar o destruir la susceptibilidad
normal.
Han aparecido artículos en destacadas revistas médicas de la escuela domi-
nante (Boston Surgical Journal y Therapeutic Gazette), en los que se apuntaba que
el uso de antisépticos en el tratamiento de la tonsilitis aumentaba la inflamación,
prolongaba la enfermedad y retardaba la convalescencia. Se explicaba porque al
disminuir el número de bacterias en las criptas que estaban generando toxinas, el
periodo requerido para la formación de la necesaria cantidad de anticuerpos era
excesivamente prolongado. Justamente ellos se han dado cuenta del hecho de que
el organismo vivo, incluso enfermo, tiene ciertos medios de autoprotección y que,
si lo demás sigue igual, la formación automática de antitoxinas y anticuerpos en el
organismo tiene lugar más o menos al mismo ritmo que la generación de toxinas.
La acción destructiva de los antisépticos sobre las células y leucocitos
fagocíticos del tejido vivo del huésped, el paciente, era también apuntada,
contraindicando su uso, por esas distinguidas autoridades. Al destruir esos cuerpos,
estamos destruyendo la base física de la vida misma. Matamos a nuestros mejores
amigos. Ellos, más adelante, muestran que la depresión de la vitalidad así provo-
cada, da como resultado posteriormente una subida de la fiebre y adenitis cervical,

81

ERRNVPHGLFRVRUJ
I. GENIO 1)1,. I.A HOMEOPATÍA

debido a la aumentada absorción de toxinas. Lo que no vieron ni explicaron, sin


embargo, era que el aumento de la liebre y la inflamación eran en realidad la
manifestación de esa reacción vital o resistencia por parte del organismo, que es
el medio por el que los anticuerpos y antitoxinas curativas reales y naturales se
producen, y con los que nunca se debería interferir.
La inflamación y la fiebre no son malas per se. Son meramente signos de la
reacción y resistencia normal a un irritante o veneno, mediante la cual la naturaleza
se protege a sí misma. No son enemigos que hayan de ser resistidos, sino amigos
y aliados con los que se ha de cooperar en la destrucción de un común enemigo.
La inflamación y la fiebre significan simplemente una actividad vital mayor.
más rápida circulación, respiración y oxigenación, más rápida y completa elimina-
ción de desechos o sustancias tóxicas, y la concurrente formación de antitoxinas y
anticuerpos naturales mediante los cuales se efectúa la recuperación.
El dolor, la inflamación y la fiebre no son la enfermedad real ni el objeto real
del tratamiento. Verlos como tales lleva, lógica e inevitablemente, a la mera paliación
o supresión de síntomas, y no hay mayores males médicos. Esto se basa en una
falsa e ilógica interpretación de los fenómenos de la enfermedad, que confunde los
resultados con las causas.

Estimulantes y depresores
El prof. James C. Wood, veterano cirujano y autor de Cleveland, Ohio, en
una carta al que escribe, de fecha 20 de Febrero, 1.922, que siguió a la publicación
de este artículo en el Homoeopathic Recorder, escribe lo siguiente:
«Hay un remedio que usted ha omitido en su discusión del shock, a saber.
strychnia o Nux vómica. Crile, en su trabajo experimental sobre el shock, ha
mostrado que es casi imposible diferenciar el verdadero shock del envenenamiento
por strychnia. Como resultado de su experimentación, los cirujanos han descartado
en gran parte la strychnia en el tratamiento del shock. probando Crile que han
matado más de lo que han curado, con dosis altas de strychnia al tratar el mismo.
Por otro lado, yo estoy usándola en pequeñas dosis con la mayor ventaja posible,
mostrando concluyentemente, pienso, su homeopaticidad en el shock.»
Parece estar bastante bien establecido que el alcohol, el típico y quizás más
comúnmente utilizado estimulante. no añade nada a las fuerzas fisiológicas del
cuerpo. Las toma de lo que podría llamarse el «fondo de reserva» de fuerza orgá-
nica y las usa un poco más rápido de lo que la naturaleza permitiría de otro modo.
Actúa como el látigo para el caballo cansado, no como el descanso, el agua y la
comida, que alimentan, refuerzan, reparan y reponen los tejidos extenuados. Su
acción sobre el cerebro y los nervios es bien conocida. Muchos han visto, sobre la
mesa de disección, el característico cerebro acuoso, contraído, del alcohólico cró-
nico. Conocemos el poder del alcohol para endurecer, arrugar y desvitalizar los
tejidos orgánicos. Su poder para paralizar el sistema vasomotor se ve en la cara
colorada, capilares congestionados y nariz enrojecida del borracho. Somos cons-

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ERRNVPHGLFRVRUJ
SUSCE1911111.IDAD. REACCIÓN E INMUNIDAD

cientes de su efecto inhibidor sobre los nervios sensorios, que le hacen víctima
insensible de las impresiones de calor, frío y dolor, de tal manera que, en la
intoxicación extrema, cae sobre una estufa al rojo y muere quemado, o se tambalea
en un banco de nieve y se congela sin darse cuenta.
Todas estas cosas definen la naturaleza y determinan el poder del alcohol
para disminuir o destruir la susceptibilidad normal.
Menor, sólo en proporción a la cantidad usada, es su influencia para reducir
la susceptibilidad empleado como estimulante en la enfermedad. Aquí, como en
todos los demás terrenos, es válida la ley: «Acción y reacción son iguales y opues-
tas». Estimulación y depresión son iguales y opuestas. Fustiga al caballo agotado
y caminará un corto trecho y luego caerá. Por muchos latigazos no se pondrá en
marcha otra vez. Pronto llega a un punto donde su susceptibilidad a ese tipo de
estimulante se ha agotado. Sobrestimula al paciente debilitado o agotado y ocurrirá
lo mismo.
Esto no quiere decir que no haya !agá para las drogas fisiológicas estimu-
lantes en el arte curativo, solo que el lugar que legítimamente ocupan es sumamen-
te pequeño y raramente se encuentra. Ciertos casos raros de fiebre tifoidea, difteria
y quizás algunos otros estados similares, pueden beneficiarse de muy pequeñas
dosis de coñac puro y ser sacados de apuros en una crisis por esos medios, cuando
de otro modo podían morir. Pero la cantidad de estimulante necesaria para cumplir
ese, fin ei extremadamente pequeña. Más de la cantidad necesaria seguramente
precipitará la muerte, pues el margen de resistencia es tan pequeño que el menor
abuso puede resultar fatal.
El uso apropiado de estimulantes en el tipo de casos referido fue una vez
ilustrado por el Dr. P.P. Wells. En un caso crítico de fiebre tifoidea que él vió en
consulta, el paciente había sufrido una severa hemorragia intestinal, estaba 'muy
débil, casi inconsciente y tenía un pulso blando y compresible. El Dr. Wells mandó
poner seis gotas de coñac en seis cucharaditas de leche y ciar la mezcla en tres dosis
de dos cucharaditas cada una, a intervalos de dos horas; debía repetirse si no había
reacción. El efecto fue sorprendente. Rápidamente se consiguió la reacción y el
paciente pronto se recuperó.
Podemos sonreír ante la cantidad de la dosis hasta que recordamos cómo
muchos pacientes en un estado similar han muerto bajo dosis de cucharadas sope-
ras de coñac, o inyecciones de strychnia y whisky. El Dr. Wells 'sabía cómo medir
correctamente la susceptibilidad che un paciente y cómo conservar el último resto,
débil y vacilante, de vitalidad en tales casos y sacar el máximo de ella. Sabía que
sería mejor no malgastarla con medidas violentas, como se hace tan frecuentemente
en casos de shock, cuando se usan inyecciones de coñac y estricnina y otros
potentes estimulantes.
La idea, mantenida por muchos, de que en tales casos son necesarias grandes
y potentes dosis y enérgicas medidas es completamente errónea. La concepción de
la enfermedad y la interpretación de los síntomas son erróneas. El tratamiento

83
ERRNVPHGLFRVRUJ
liL GENIO DE LA HOMEOPATÍA

resultante es erróneo. La imaginaria idea de violencia, de la malignidad y rapidez


de la enfermedad, es puesta por delante y tanto se insiste en ella que parece
racional creer que el tratamiento debe ser también violento, activo, «heroico».
¡Esto es practicar homeopatía con creces!
Tal error surge naturalmente de considerar la enfermedad con exclusión clel
paciente. Mirad al paciente que está sufriendo de shock. Está pálido, sus rasgos
hundidos, su piel y músculos relajados, cubierto de sudor frío y viscoso. Su res-
piración es débil, su pulso casi o completamente apagado, está quizás casi o com-
pletamente inconsciente. Todo indica que la vida y la fuerza están de lo más
decaídas. La reserva de energía vital está casi agotada. El margen para trabajar es
muy estrecho. Sólo un paso le separa de la muerte. El menor movimiento en falso,
la menor violencia, es probablemente forzarle a cruzar la línea que marca la fron-
tera entre la vida y la muerte.
Si hay un estado que parecería exigir el uso de suaves, de los más suaves y
delicados medios es éste. La reacción, como expresión de la susceptibilidad, en
tales casos es como el amor de las mujeres honradas, algo que debe ser solicitado
delicadamente; no brutal ni violentamente como entre bárbaros. El estado de shock,
o de extremo agotamiento, no es ocasión para dosis heroicas o medidas enérgicas,
sino más bien para la mayor suavidad y las dosis más refinadas. Deje al paciente
inhalar alcanfor, o vinagre, o amoníaco (muy cuidadosamente) si sólo se encuen-
tran a mano estos remedios domésticos; o déle dosis de dos o tres gotas de coñac
en una cucharadita de agua, si eso está a mano. Dosis o cucharaditas de café negro
caliente pueden ser útiles. Pero tan pronto como sea posible, déle nuestro Arnica,
Arsenicum, Nux vómica, Veratrum o Carbo veg. potenciados o cualquier otro
remedio que pueda estar indicado por la etiología y los síntomas del caso. Los
resultados serán infinitamente mejores que los del método enérgico.
«Nunca», dice el Dr. Wells, «dé coñac o cualquier otro estimulante con un
pulso duro y tenso.»
Reacción deficiente o susceptibilidad disminuida pueden existir en un caso
o aparecer durante el tratamiento y constituir una condición que requiera una con-
ducta especial. Esto es especialmente cierto en el tratamiento de las enfermedades
crónicas, donde la mejoría cesa y el remedio bien seleccionado parece no actuar.
Bajo tales circunstancias a veces puede ser necesario dar una dosis de lo que se
llama un «remedio intercurrente». Boenninghausen menciona como apropiados en
tales casos: Carbo veg., Lauroc., Mosch., Op., Sulph. A estos pueden añadirse los
nosodes típicos: Medorr., Psor., Pyrog., Tuberc., Syphil., y también Thuja. La
elección de cualquiera de estos remedios en particular debe estar determinada por
la historia y los síntomas.
La reacción excesiva, o irritabilidad, es una condición que a veces se en-
cuentra, en la que el paciente parece sufrir una agravación por cada remedio, sin
correspondiente mejoría. Hay aquí un estado de hipersensibilidad general.
Para tal estado, Boenninghausen recomendaba: Asar., Cham., Coff., China.,

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ERRNVPHGLFRVRUJ
SUSCEPTIBILIDAD. REACCIÓN E INMUNIDAD

Nux v., Puls., Teuc. y Valer.


La agravación después de Mercurius requiere Hep. o Nit. ac.
La sugestión terapéutica es de uso en todos los casos así, para calmar y
tranquilizar a los pacientes aterrorizados o excitados. Pero en estos, como en todos
los demás, el caso y el remedio deben ser cuidadosamente individualizados.
Vemos, sin embargo, que la curación o el tratamiento acertado de la enfer-
medad depende no sólo de la conservación y utilización de la susceptibilidad na-
tural del organismo vivo, sino de ajustar apropiadamente tanto el remedio como la
dosis a las necesidades del organismo, de tal manera que la susceptibilidad sea
satisfecha, la reacción normal inducida y el equilibrio o salud reestablecido. La
«Ley del Mínimo Plus» nunca debería olvidarse: «La cantidad de acción necesaria
para efectuar cualquier cambio en la naturaleza es la mínima posible.»
La inmunidad que se obtiene al precio de la integridad y pureza del organis-
mo y sus flu Idos vitales cuesta demasiado cara.
La inoculación de productos patológicos crudos, como sueros y vacunas
animales, confiere sólo una inmunidad espuria a través del deterioro o destrucción
de la susceptibilidad normal. El resultado es la contaminación o envenenamiento
del organismo entero, estableciendo una condición mórbida en vez de sana y lle-
vando a la degeneración física,
El remedio homeopático, correctamente elegido por indicaciones proporcio-
nadas por la anamnesis y los síntomas de la enfermedad manifestados en el indi-
viduo y la comunidad, y administrado en dosis infinitesimales, per oram, satisface
la susceptibilidad mórbida, suple la necesidad del organismo y confiere una verda-
dera inmunidad fomentando la salud, que es el verdadero objetivo a conseguir.

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ERRNVPHGLFRVRUJ
PATOLOGIA GENERAL DE LA HOMEOPATIA

Teoría de las enfermedades crónicas


La patología humana es la ciencia que trata de las condiciones enfermas o
anormales de los seres humanos vivos. Se acostumbra a dividirla en patología
general y patología especial. La patología especial es dividida en patología médi-
ca, que trata de las condiciones mórbidas internas, y patología quirúrgica, que trata
de las condiciones externas. La patología general guarda la misma relación con la
patología especial que la filosofía con las ciencias especiales. Es la síntesis del
análisis hecho por la patología especial. Trata de los principios, teorías, explicacio-
nes y clasificaciones de los hechos.
Mientras los hallazgos y conclusiones de la patología moderna son aceptados
en gran parte por todas las escuelas de medicina, y sirven de base común al arte
terapéutico, hay suficientes variaciones y diferencias, particularmente en patología
general, surgidas de la contemplacióndel tema desde el punto de vista homeopático,
como para justificar la creación de un campo o apartado especial, llamado Patolo-
gía General Homeopática, especialmente en lo que se refiere a las Enfermedmks
Crónicas.
Esas diferencias son ante todo filosóficas. Tienen que ver principalmente con
la interpretación o explicación de hechos sobre los que todos están de acuerdo y
todos aceptan. Esas diferentes interpretaciones surgen de diferentes puntos de vista.
La ciencia moderna en general, y la ciencia médica en particular, consideran los
hechos del universo desde un punto de vista materialista. Se empeñan en reducir
todas las cosas a los, términos de materia y movimiento. Ninguna objeción válida
podría levantarse contra esto si sus definiciones de esos términos fueran suficien-
temente amplias para incluir todos los hechos. Pero no habiéndolo logrado, y
cerrando los ojos deliberadamente, rehusando ver ciertos grandes hechos funda-
mentales que no quedan cubiertos por sus definiciones y de los que, por lo tanto,
ninguna explicación puede darse, la ciencia médica formula sistemas y métodos de
práctica que son no sólo ineficaces, sino, con frecuencia, indudablemente perjudi-

87
ERRNVPHGLFRVRUJ
El, GENIO DE I A 110MEOPATIA

ciales.
La ciencia médica homeopática ve los hechos del universo en general, y los
hechos médicos en particular, desde un punto de vista vitalista, sustáncialista. Esto
es, desde el punto de vista de la filosofía sustancial, que considera todas las cosas
y fuerzas, incluyendo la vida y la mente, como entidades sustanciales, que tienen
una existencia real, objetiva. En la filosofía homeopática, vida y mente son las
verdades fundamentales del universo.
Sobre el reconocimiento de estos hechos básicos descansa la doctrina de la
«Fuerza Vital» de Hahnemann, como se expone en el Organon, acerca de la cual
ha habido tanta discusión.
Toda duda sobre la posición de Hahnemann es eliminada, y la Cuestión se
sitúa fuera de controversia, si nos referimos a la sexta y última edición revisada del
Organon, que finalmente es accesible a la' profesión. En esta edición Hahnemann
invariablemente usa el término Principio Vital, en vez de Fuerza Vital, incluso
hablando en un lugar de «la fuerza vital del Principio Vital», aclarando así que él
sostiene firmemente la visión sustancialista de la vida; esto es, que la vida es una
entidad sustancial objetiva; una energía o principio primario originante y no una
mera condición o forma de movimiento. De esta concepción surge la teoría diná-
mica de la enfermedad, sobre la que se basa la patología de Hahnemann, a saber:
que la enfermedad es siempre primariamente un disturbio mórbido dinámico o
funcional del principio vital; y sobre ésta es erigido el edificio entero de la medi-
cación terapéutica, gobernada por la ley del Similia como principio selectivo.
Como esta visión lleva a un método de práctica radicalmente diferente, la
necesidad de una consideración especial de la patología general en sus diferentes
apartados es evidente.
Al formular su «Teoría de los Miasmas Crónicos», Hahnemann hizo con la
patología lo que ya había hecho con la terapéutica: ordenó una gran cantidad de
datos no sistematizados, haciendo una clasificación basada en principios generales.
Esta clasificación de los fenómenos de enfermedad lleva a la más amplia
generalización en patología y etiología que jamás se haya hecho, y simplifica y
aclara grandemente la cuestión en su conjunto.
La generalización de Hahnemann está basada en su nuevo y más trascenden-
te descubrimiento: lo existencia de microorganismos infecciosos vivos específicos
como causa de la mayor parte de todas las verdaderas enfermedades.
La historia del progreso de la historia natural muestra cómo los hombres
primero se aproximan a la naturaleza; cómo han sido recogidos los hechos, y cómo
esos hechos han sido convertidos en ciencia, por sucesivas generalizaciones cada
vez más amplias, llevando al descubrimiento de las leyes básicas de la naturaleza.
El trabajo de Hahnemann en patología puede ser comparado al de Cuvier en
zoología, quien redujo el reino animal entero a cuatro clases fundamentales, basa-
das en las características generales de su estructura interna: Vertebrados, Moluscos,
Articulados y Radiados. Hasta el tiempo de Cuvier no había ningún gran principio

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ERRNVPHGLFRVRUJ
l'ATOInGiA il,J9151tAl. 1)15 I.A 1-101v1EOPATÍA

de clasificación. Los hechos eran acumulados y más o menos sistematizados, pero


no eran ordenados de acuerdo con una ley.
Hahnemann redujo todos los fenómenos de la enfermedad crónica, según sus
causas, a cuatro clases fundamentales: enfermedades Ocupacionales o Drogales,
Psora, Sífilis y Sycosis.
Tomando todo el conjunto de fenómenos mórbidos, primero eliminó todos
los numerosos síntomas y las llamadas enfermedades que eran meramente locales,
temporales y funcionales, en personas de otro modo sanas, debidas a causas no
específicas, tales como indiscreciones en la dieta o régimen, traumas mecánicos,
ejercicios indebidos o intemperancias, excesos emocionales, etc. Tales condiciones
no son verdaderas enfermedades, sino meras indisposiciones, que desaparecen por
si mismas, en circunstancias ordinarias, cuando la causa es eliminada o ceden
fácilmente ante medidas correctoras higiénicas, dietéticas, morales o mecánicas.
Ordinariamente no requieren ningún medicamento. En esta clase de casos están
incluidas muchas de las llamadas enfermedades ocupacionales, causadas por expo-
sición de personas sanas a influencias nocivas incidentales, al medio ambiente u
oficio, tales como viviendas insalubres, exposición a humos y emanaciones quími-
cas, absorción de minerales como plomo o cobre, etc.
El tratamiento de tales estados implica meramente la eliminación de la causa
y, en algunos casos, antidotar los venenos, química o dinámicamente.
Esto separó una gran parte del conjunto de fenómenos de la categoría de las
enfermedades y despejó el camino para una nueva clasificación posterior del resto.
El siguiente paso consistió en agrupar en una clase todos los fenómenos
conocidos debidos a esos antiguos, extendidos y malignos azotes del género huma-
no, las enfermedades venéreas. La sífilis, ya reconocida como la causa fundamental
de un gran número de síntomas y como un factor coniplicante de muchas enferme-
dades, ha sido estudiada bastante extensamente. Se hizo una revisión y recopilación
de todos los fenómenos conocidos de la Sífilis, ampliando grandemente su alcance.
La gonorrea, como enfermedad constitucional, era poco conocida, pero la
aguda mente de Hahnemann detectó su relación con muchas malas consecuencias
que seguían a la supresión del flujo primario con tratamiento local. También había
observado los males surgidos del tratamiento tópico o mecánico de la anómala
condición venérea conocida de diversos modos como sycosis, o «enfermedad de las
verrugas en forma de higo», condilomas, ficus marisca, verrugas, etc.
(London Medical Dictionary, 1.819)
Ciertas formas de condilomas fueron consideradas por algunas autoridades
debidas a la sífilis. Aunque era conocido que los tumores eran a veces de origen
venéreo y acompañados por una especie de flujo gonorreico de las vías genitales
o el recto, no se reconocían manifestaciones de una enfermedad diferente, distinta
de la sífilis en muchos aspectos importantes, ni eran necesariamente conectados
con la gonorrea.
Los condilomas no se consideraba que tuvieran ninguna conexión con el

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ERRNVPHGLFRVRUJ
GENIO I,A 1-10511.10PATIA

gran número de síntomas constitucionales peculiares que estaban presentes en


muchos casos. Hahnemann hizo extensas investigaciones de los fenómenos presen-
tes en tales casos y llegó a la conclusión, primero, de que constituían una enfer-
medad venérea constitucional infecciosa definida y distinta, claramente diferenciable
de la sífilis por una parte, y de la uretritis simple no específica por otra; y segundo,
que era debida a la presencia de microorganismos vivos específicos.
A esta forma patológica nuevamente reconocida le aplicó el nombre gené-
rico de sycosis, usando el término griego comúnmente empleado en su día para
designar la típica manifestación física, la «verruga en forma de higo». Sus inves-
tigaciones en el tema general de la sífilis y la gonorrea, 'llevadas a cabo mediante
el método inductivo en ciencia, tuvieron como resultado arrojar un rayo de luz
sobre una cuestión anteriormente oscura, definiendo más clara y ampliamente no
sólo la esfera de las enfermedades venéreas, sino el alcance de toda la investigación
posterior. Así, él fue el precursor, en más de cincuenta años de Noeggerath, quien
llamó la atención de nuevo sobre la importancia de la gonorrea como enfermedad
constitucional y demostró que el gonococo era su causa próxima específica.
Quedaba aún el vasto número de síntomas constituyentes de las enfermeda-
des no venéreas, agudas y crónicas, que afligen a la humanidad. Esas cuya mayor
parte había sido o estaba siendo clasificada de la manera más arbitraria y capricho-
sa.
Las clasificaciones y la nomenclatura eran cambiadas constantemente de
acuerdo con las opiniones y teorías variables de individuos, ninguno de los cuales
era guiado por un principio general. La situación era exactamente igual a la que
encontró Cuvier en historia natural y Linneo en botánica.
En ese desierto de nombres conflictivos, teorías y clasificaciones, Hahnemann
comenzó a desbrozar su camino, guiado por la brújula de la lógica encajada en el
método inductivo de Bacon.
Su investigación se dirigía ahora al descubrimiento de las causas fundamen-
tales de las enfermedades no venéreas. Habiendo comprobado que una cantidad tan
grande de síntomas y enfermedades tenían un origen venéreo en la sífilis y la
sycosis, se le ocurrió que podía ser posible encontrar una causa general común o
primaria para todos, o al menos una gran parte de los restantes síntomas de enfer-
medad y hacer así una generalización final. A este fin dirigió sus esfuerzos. Des-
echando las clasificaciones existentes; buscando, recopilando, comprobando, agru-
pando similar y naturalmente los síntomas relacionados a la luz de la historia, la
lógica y la experiencia; rastreando las relaciones entre enfermedades similares y
sus antecedentes, y atribuyendo causas próximas reconocidas a sus causas antece-
dentes, remontándose tan atrás como era posible, gradualmente estrechó el campo
de la causalidad general hasta llegar a una causa primaria, que justificaba y expli-
caba la mayor parte, si no todos, los fenómenos con los que él había trabajado.
La determinación de una causa primaria abrió el camino para una
reclasificación coherente de las causas secundarias, y la corrección de muchos

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ERRNVPHGLFRVRUJ
PATOLOGÍA GISEIZAL DE LA HOMEOPATÍA

errores de agrupación y nomenclatura de las enfermedades. Eliminó de un golpe un


gran número de enfermedades ficticias, que eran nombradas en realidad meramente
por síntomas aislados: hidrocéfalo, fiebre, diarrea, hidrofobia, ictericia, diabetes,
anemia, clorosis, piorrea. otorrea, catarro, eccema, etc, todas las cuales pertene-
cientes a la clase general de las infecciones.
Así como el trabajo de Cuvier mostró que el reino animal estaba constnlíclo
sobre cuatro planos estructurales diferentes, así, por una singular coincidencia, el
trabajo de Hahnemann mostró que las enfermedades estaban construidas, por así
decirlo, sobre cuatro planos diferentes. de acuerdo a cómo surgen de cuatro causas
diferentes; a saber, enfermedades Ocupacionales o Drogales, Sífilis, Sycosis y
Psora.

Relación de la Bacteriología con la Homeopatía


Esto nos lleva a la consideración del descubrimiento de Hahnemann, que
hizo época, de los microorganismos vivos específicos como causa de las enferme-
dades infecciosas tales como el cólera y las enfermedades venéreas, y de la relación
de la bacteriología con la homeopatía.
El gran valor práctico de la Teoría de las Enfermedades Crónicas de
liahnemann nunca ha sido completamente apreciado, porque nunca ha sido com-
pletamente comprendida.
Hahnemann estuvo tan por delante de su tiempo que su enseñanza, en sus
fases más altas, no podía ser enteramente comprendida hasta que la ciencia, en su
avance más lento, ha aclarado y corroborado los hechos sobre los que él se basó.
Y esto la ciencia lo ha hecho de una manera extraordinaria. Por su sugerencia de
la bacteriología como base de una moderna interpretación racional de la teoría de
las Enfermedades Crónicas de Hahnemann, estamos en deuda con el fallecido Dr.
Thomas G.McConkey, de San Francisco. Su comunicación «Psora, Sycosis y Sí-
filis», publicada en el número de Diciembre, 1.908 de The North American Journal
Homoeopathy, impone a la profesión un profundo reconocimiento hacia él. La
visión crítica, originalidad, imparcialidad y evidente comprensión del profundo
significado del tema expuesto en esta breve, pero sugerente, comunicación hacen
que lamentemos aún más que no viva para desarrollar una exposición más comple-
ta de esta misma cuestión.
Tal vez sea menos importante conceder a Hahnemann el justo reconocimien-
to que se le debe por su notable contribución a la ciencia médica, que el que el
mundo se haya beneficiado de la enseñanza práctica contenida en su Teoría de las
Enfermedades Crónicas.
La moderna bacteriología, mediante una larga investigación independiente,
ha llegado lentamente a la meta alcanzada por Hahnemann más de medio siglo
antes respecto a la naturaleza y causas de ciertas formas de enfermedad. Mucho se
ha conseguido en el terreno de la profilaxis, sanidad e higiene a través del uso de
ese conocimiento; pero la profesión en general ha fracasado en seguir sus lógicas

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ERRNVPHGLFRVRUJ
II GENIO I.A 110MEOPATIA

y prácticas deducciones en cuanto a la curación de esas enfermedades, o en des-


cubrir por sí misma unos medios de curación. A este respecto, la medicina moderna
no está más avanzada de lo que estaba en los días de Hahnemann. Se ve obligada
a confesar y lo confiesa, cuando se da contra la pared, que no tiene una auténtica
curación para ninguna enfermedad.
El tratamiento vacuna!, por ejemplo, la última, más general y extensamente
adoptada teoría y práctica salida de la bacteriología, es ahora reconocida, por las
más altas autoridades representativas de la medicina corriente, corno un fracaso.
El Journal of the American Medica! Association (n° 21, 1.916), presenta,
como artículo principal de esa edición, una comunicación del Dr. Ludwig Hektoen
sobre «Tratamiento Vacunal», y dedica a esto una página de comentario editorial.
El editorial empieza como sigue:
« Mirando hacia atrás sobre el desarrollo de la inmunización activa con
vacunas durante los últimos quince años, nos parece estar al final de una época en
Ja terapéutica de la enfermedad infecciosa. En este número Hektoen señala las
etapas por las que las vacunas, que primeramente eran empleadas con intento de
control científico, han pasado a tener un uso indiscriminado y desenfrenado, sin
ninguna guía, aparte de las afirmaciones que los fabricantes de vacuna comercial
tienen a bien proporcionar con sus productos. Ya, cada vez más médicos, se han
dado cuenta de que las muchas declaraciones hechas sobre las vacunas no están
corroboradas por los hechos y que, a juzgar por los resultados prácticos, hay algo
fundamentalmente erróneo en el método como ahora tan extensamente se practica.
Como claramente muestra Hektoen, «simplemente el hecho es que no tenemos
evidencia fiable que demuestre que las vacunas, como habitualmente se usan, tie-
nen los uniformemente prontos y específicos efectos curativos proclamados por
entusiastas optimistas, y especialmente por ciertos fabricantes de vacunas, quienes
manifiestamente no han tenido guías seguras en los principios terapéuticos acerta-
dos y racionales.»
No es honesto, y desde luego tampoco ingenuo, como ese agudo crítico, el
Dr. E.P.Anshutz, entonces editor de The Homoeopaihic Recorder, apuntaba, echar
la culpa de ese fracaso a los fabricantes, puesto que «la vacunoterapia nació en el
corazón de la ciencia de laboratorio».
El editorial concluye así:
« El hecho de que tanto tiempo y esfuerzo, durante los diez últimos años,
parezcan ahora haber sido desaprovechados, en cuanto que no hay resultados_ po-
sitivos, debería hacernos doblemente precavidos al aceptar un nuevo procedimiento
semejante, hasta que haya habido oportunidad para su verificación bajo condicio-
nes favorables para el control científico».
Frente a las demostraciones de curaciones con medicación homeopática de
enfermedades bacterianas, tales como cólera, tifoidea, tifus y fiebre amarilla, crup,
difteria, neumonía, reumatismo e incluso tuberculosis y cáncer, la escuela domi-
nante de medicina, hasta ahora, ha declinado considerarlas, negando tanto las cu-

92

ERRNVPHGLFRVRUJ
PATOLOGÍA GENERAL DE LA HOMEOPATÍA

raciones como los principios sobre los que se han llevado a cabo, y continúa
siguiendo su trayectoria tradicional. Todavía persigue el antiguo «fuego fatuo»
«específicos para enfermedades», incluso fracasando y negándose a ver que la
curación es siempre individual, del caso o paciente concreto, nunca de la enferme-
dad generalizada, y que tal cosa corno una curación específica para una enfermedad
no existe, y por la naturaleza de las cosas no puede existir, puesto que dos casos,
incluso de la misma enfermedad, nunca son iguales. La realidad de tales fracasos,
y la confirmación bacteriológica de la enseñanza de Hahnemann respecto a la
naturaleza y causa de ciertas enfermedades consideradas conjuntamente, deberían
crear al menos una presunción en favor de la verdad de su enseñanza respecto a
la curación de esas enfermedades y llevar a una investigación científica de este
método.
El Dr. McConkey, mirando la teoría de Hahnemann desde el punto de vista
de la bacteriología, apuntaba, primero, que hemos heredado de las generaciones
precedentes una interpretación falsa y engañosa de lo que realmente Hahnemann
enseñó respecto a la Psora, como la causa de las enfermedades crónicas no vené-
reas.
El error primario ha consistido en considerar la psora meramente como una
discrasia o diátesis, lo cual se opone directamente a lo que Hahnemann enseñó
corno ahora lo comprendemos. En vez de considerar la psora como una discrasia,
Hahnemann incluye varias discrasias entre los estados mórbidos y las enfermeda-
des causados por la psora.
Tal error sólo podía haber surgido en las mentes ya prejuiciadas por la
errónea enseñanza corriente de hoy, y aún no ilustradas por el conocimiento que
pronto iba a resultar de la investigación original en el campo de la bacteriología.
Sobre esta base se concibe cómo surge y se extiende el error. La nueva verdad,
rápidamente captada por unas cuantas mentes alertas y abiertas, penetra lentamente
en la mente media. Los investigadores originales mismos, absorbidos por su propia
búsqueda, con frecuencia son reluctantes a considerar su trabajo en relación con el
trabajo de investigadores precedentes, incluso si son filosóficamente competentes
para hacerlo, lo cual, por regla general, no es el caso.
El trabajo excepcional de un precursor, por esta razón, fácilmente puede ser
pasado por alto durante un tiempo, pero finalmente la verdad descubierta por él
será reconocida, como lo ha sido ahora en el caso de Hahnemann.
Hahnemann fue el primero en percibir y enseñar la naturaleza parasitaria de
las enfermedades infecciosas o contagiosas, incluyendo la sífilis, la gonorrea, la
lepra, la tuberculosis, el cólera, el tifus y la fiebre tifoidea; y las enfermedades
crónicas en general, que no sean enfermedades ocupacionales y aquellas produci-
das por drogas y vida antihigiénica, las llamadas enfermedades drogales.
Hahnemann sostenía que todas las enfermedades crónicas derivan de tres
fitentes parasitarias infecciosas primarias. «Todas las enfermedades crónicas»,
dice, «muestran una constancia y perseverancia tales (...) tan pronto como se han

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El, GENIO DE LA HOMEOPATiA

desarrollado y no habiendo sido curadas por el arte médico, que aumentan cada vez
más con los años y durante toda la vida del hombre y no pueden ser disminuídas
por la fuerza (resistencia) perteneciente incluso a las más robustas constituciones.
Menos aún pueden ser vencidas y extinguidas. Así que nunca pasan por sí mismas,
sino que aumentan y se agravan incluso hasta la muerte. Deben por consiguiente
tener su origen y fundamento en miasmas crónicos constantes, por lo que su
existencia parasitaria en el organismo humano le permite continuamente surgir y
crecer.» (Sólo los seres vivos crecen).
Un malentendido del sentido en que Hahnemann usa la palabra «miasma» ha
engañado a muchos. Era la palabra laxamente usada en ese tiempo para expresar
las emanaciones morbíficas de la materia orgánica. animal o vegetal en putrefac-
ción, y a veces los efluvios de los cuerpos de los afectados por ciertas enfermeda-
des, algunas de las cuales eran consideradas como infecciosas y otras no.
También se hacía una distinción equívoca entre miasma y contagio y entre
contagio e infección.
El Diccionario Médico de Parr, Londres 1.819, un libro muy raro ahora, pero
la mayor autoridad en ese tiempo, en el artículo «Miasma» dice: «En la más
estricta investigación patológica de los autores modernos lo han distinguido del
contagio, el cual es reservado para los efluvios del cuerpo humano cuando está
sujeto a enfermedad; sin embargo el contagio, cuando no procede inmediatamente
del cuerpo, sino que ha estado por algún tiempo confinado a la ropa, es a veces
llamado miasma. Otro tipo de miasma (ver contagio) es la materia vegetal pútrida
y realmente todas las cosas de este tipo que aparecen en forma de aire. Luego
miasma, estrictamente hablando, es un fluido aéreo, combinado con aire atmosfé-
rico, y no es peligroso a menos que el aire esté cargado de él. (...)
«Cada enfermedad infecciosa tiene su propia variedad, dijimdida alrededor
de la persona a la que ha atacado, y responsable de transmitir la enfermedad a
diferentes distancias, de acuerdo con la naturaleza del trastorno a la predisposición
del objeto expuesto a ella».
Bajo «Contagio o Infección» la misma fuente dice: «Se ha intentado última-
mente distinguir entre estas dos palabras, aunque sin una discriminación satisfac-
toria. Nos acercaríamos más al lenguaje común si empleamos el adjetivo «infec-
cioso» para la enfermedad comunicada por contacto; Pues nosotros infectamos una
lanceta, y cogemos una liebre por contagio. (...) Luego el contagio existe en la
atmósfera y sólo conocemos un tipo distinto, a saber: los miasmas de los pantanos,
que probablemente consisten en aire inflamable».
La fiebre amarilla de América, los catarros epidémicos, la peste, la disentería,
la escarlatina, la oftalmía egipcia, las fiebres de las prisiones, de los hospitales y
otras, la viruela, el sarampión, la garganta ulcerada, la tosferina, la sarna, las
enfermedades venéreas y el pian, se mencionan como ejemplos de enfermedades
miasmáticas, algunas de las cuales son consideradas como «infecciosas» y otras no.
« Otros trastornos supuestamente infecciosos lo son aparentemente sólo por ser

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PATOLOCiiA GENERAL I.A 110KIEOPA1IA

descendientes de contagio (esto es, «fluídos aéreos, combinados con aire atmosfé-
rico»)».
« La gente es muy variablemente susceptible a la infección. El más ligero
aliento inducirá a veces la enfermedad, mientras otros respirarán diariamente la
atmósfera venenosa sin perjuicio».
«La infección es en efecto más frecuentemente cogida que soportada (...)
Generalmente es recibida con el aire al respirar».
Esto muestra el confuso estado de la opinión médica en el tiempo en que
Hahnemann estaba llevando a cabo sus investigaciones sobre la cuestión, que die-
ron como resultado la proposición de su teoría más asombrosa, revolucionaria y de
mayor alcance en la historia de la medicina, a saber, la naturaleza parasitaria de
las enfermedades infecciosas y crónicas.
Hahnemann, al usar la palabra miasma, tenía algo más en mente que «un
fluído aéreo mezclado con aire atmosférico», como lo demuestra no sólo su uso de
la palabra «parasitario», sino sus varias referencias a los «seres vivos» de los que
SU «miasma» estaba compuesto.
En una fuerte protesta (1.830), contra la terriblemente perniciosa teoría cir-
culante atmosférico-telúrica de la naturaleza del cólera, Hahnemann estableció la
naturaleza infecciosa, miasmático-parasitaria, del cólera y describió su origen y
crecimiento con las siguientes palabras: «Los ejemplos más llamativos de infección
y rápida extensión del cólera tienen lugar (...) de este modo: A bordo de barcos,
en esos espacios confinados, llenos de vapores mohosos, húmedos, el miasma del
cólera encuentra un elemento favorable para su multiplicación, y crece en una
proliferación enormemente aumentada de esas excesivamente diminutas criaturas
vivas invisibles. tan enemigas de la vida humana, en lo cual consiste más proba-
blemente la materia contagiosa del cólera».
« (...) Este concentradamente agravado miasma mata a varios miembros de
la tripulación. Los demás, sin embargo, estando frecuentemente expuestos al peli-
gro de la infección y así gradualmente habituados, a la larga se hacen fuertes
(inmunizados) contra ella y ya no están sujetos a ser infectados. Esos individuos,
aparentemente de buena salud, bajan a tierra y son recibidos por los habitantes del
lugar sin vacilación en sus casas, y antes de que tengan tiempo de dar cuenta de
los que han muerto de la pestilencia a bordo del barco, los que más se han acercado
a ellos súbitamente son arrebatados por el cólera. La causa de esto es indudable-
mente la nube invisible que envuelve estrechamente a los marineros que han per-
manecido libres de la enfermedad, compuesta probablemente de millones de esos
.veres animados miasmáticos, los cuales, al principio desarrollados en las anchas y
pantanosas orillas del tibio Ganges, siempre buscan con preferencia al ser humano
para su destrucción y pegándose íntimamente a él, cuando se transfieren a regiones
distantes e incluso más frías, también se habitúan a ellas, sin ninguna disminución
de su desgraciada fertilidad o de su fatal destructividad.»
« Esta pestífera materia infecciosa», como él la llama, «que es transportada

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EL GENIO DE LA HOMEOPATÍA

por la ropa, el pelo, la barba, las manos sucias, los instrumentos, etc., de médicos,
enfermeras y otros, «parece extender la infección y causar las epidemias.
Aquí tenemos una anticipación, en más de cincuenta años, del descubrimien-
to de Koch del bacilo en coma del cólera. Los nombres bacilos, bacterias, micro-
bios, microorganismos, etc., no se habían inventado en el tiempo de Hahnemann,
ni tenía el microscopio, habiéndose inventado el cual, Koch fue capaz de verificar
la verdad de la idea de Hahnemann. Hahnemann no tenía microscopio, pero tenía
una aguda mente analítica, una fenomenal intuición, facultades lógicas y de razo-
namiento, y una vasta erudición. El usa la terminología de sus días, que le cualifica
para conseguir su propósito y así dejar claro que por la palabra «miasma», ampli-
ficada por los términos descriptivos «infecciosas, contagiosas, excesivamente dimi-
nutas, criaturas vivas invisibles» aplicados al cólera, entiende precisamente lo que
nosotros entendemos hoy día cuando usamos los términos de la bacteriología para
expresar la misma idea.
Los elaborados y exhaustivos estudios de Hahnemann de la naturaleza y
causas de las enfermedades crónicas habían preparado previamente el camino para
su teoría de la naturaleza del cólera. En esos estudios él extendió y aplicó el
principio de la Ananmesis al estudio crítico de un gran número de casos de muchas
enfermedades diferentes.
Primero, analizando esas enfermedades en sus elementos sintomáticos, pro-
cedió a hacer una nueva triple clasificación:
« Si aceptarnos que esas enfermedades han sido creadas por una perversa práctica
médica, o por deletéreas labores con azogue, plomo, arsénico, etc. (enfermedades
ocupacionales), que aparecen en la patología común bajo un centenar de nombres
propios, como enfermedades supuestamente separadas y bien. definidas (y también
las procedentes de la S(filis, y las aún más raras procedentes de la -Sycosis), todas
las restantes enfermedades crónicas naturales, con nombres o sin ellos, encuentran
en la Nora su origen real, su única frente».
Así tenemos:
I. Enfermedades drogales y ocupacionales.
2. Enfermedades venéreas infecciosas.
3. Todas las demás enfermedades crónicas naturales.
Excluyendo las clases I y 2, establece que todas las enfermedades de la clase 3
estaban relacionadas, directa o indirectamente, y podían ser atribuídas a una causa
primaria.
Después de muchos años de paciente investigación histórica y clínica, él
descubre que la causa ha de ser un antiguo, casi universalmente difundido, princi-
pio contagioso o infeccioso encarnado en un microorganismo vivo parasitario, con
una increíble capacidad de multiplicación y crecimiento. A este organismo y a la
enfermedad producida por él le llamó Psora (Gr. Psora:sarna). El 110 inventó el
nombre, pero lo eligió, primero, porque descubrió que, originalmente, la enferme-
dad se manifestaba principalmente sobre la piel y las partes externas; y segundo,

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PATOLOGÍA GENERAL HE LA HOMEOPATÍA

porque las manifestaciones cutáneas de las enfermedades procedentes de esta causa


estaban acompañadas, en su forma original, de intenso picor y ardor.
En todas esas enfermedades el contagio es vehiculado por contacto. La in-
vestigación mostró que la gran enfermedad fundamental así identificada y denomi-
nada, es la más antigua, universal, perniciosa e inaprehensible enfermedad parasi-
taria crónica que existe. «Durante miles de años», dice Hahnemann, «ha desfigu-
rado y torturado a la humanidad; y, durante los últimos siglos, se ha convertido en
la causa de esas miles de increíblemente diferentes enfermedades no venéreas,
tanto agudas como crónicas, con que la parte civilizada de la humanidad ha llegado
a estar cada vez más infectada sobre la totalidad del globo habitada».
Hahnemann estimaba que siete octavos de las enfermedades crónicas de su
tiempo eran debidas a la psora, siendo el octavo restante debido a la sífilis y a la
sycosis.

La doctrina de latencia
Hahnemann enseñó que la psora, como la sífilis y la sycosis, pueden perma-
necer latentes por largos periodos, «hasta que las circunstancias despierten la enfer-
medad que duerme dentro y así desarrolle sus gérmenes». Esta doctrina de latencia
fue enérgicamente contestada durante mucho tiempo, pero ahora es ratificada y
enseñada por las mayores autoridades respecto a la sífilis, gonorrea y tuberculosis.
Behring y otras autoridades en tuberculosis sostienen ahora que la infección
frecuentemente ocurre en la infancia o juventud, y permanece latente hasta la vida
posterior. La doctrina de latencia de Hahnemann es confirmada, por lo tanto, por
la investigación moderna respecto a la tuberculosis, como lo ha sido hace mucho
para la sífilis y, desde un periodo más corto, para la gonorrea.
«Los más antiguos monumentos de la historia», dice Hahnemann, «muestran
a la Psora aún entonces en gran desarrollo. Moisés, hace 3.400 años apuntaba
algunas variedades. En el Levítico, capítulo 13, y capítulo 21, versículo 20, donde
habla de los defectos corporales que no deben encontrarse en un sacerdote que
vaya a ofrecer un sacrificio, la sarna maligna es designada con la palabra Garab,
que los traductores alejandrinos (en la Septuaginta) traducen por Psom agria, pero
la Vulgata por Scabies jugis. El intérprete talmúdico, Jonatan, lo explica como
sarna seca extendida por el cuerpo; mientras la expresión Yalephed es usada por
Moisés para liquen, eczema, herpes. (Ver M.Roseninueller„S'eholia in Lepit., p.11.
seg.ed. p.I24).
Los comentaristas de la llamada Biblia Inglesa también concuerdan con esta
definición, diciendo Calmet entre otros: «La lepra es similar a una sarna inveterada
con violento picor». Los antiguos también mencionan el característico picor volup-
tuoso que acompañaba a la sarna entonces y ahora, mientras después del rascado
sigue un ardor doloroso: entre otros Matón, que llama a la sarna glykypikron,
mientras Cicerón comenta el dukedo de scabies».
«En ese tiempo (Moisés) y después entre los israelitas, la enfermedad parece

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Ii. (*IFNIO DE I .A I 10M I ..OPATÍA
'

haber mantenido principalmente las partes externas del cuerpo como su principal
asiento. Esto también era cierto para el mal como prevaleció en la Grecia incivilizada,
después en Arabia y, posteriormente, en Europa, durante la Edad Media. (...) La
naturaleza de esta erupción miasmática con picor ha seguido siendo siempre esen-
cialmente la misma.»
Es idéntica, por tanto, a la antigua forma de lepra; al «Fuego de San Anto-
nio», o erisipela maligna que prevaleció en Europa durante varios siglos y luego
reasumió la forma de lepra, a través de la lepra que volvieron a traer los cruzados
que regresaban en el siglo trece. Después de esto se extendió más que nunca. Fué
gradualiDente modificada por la mayor limpieza personal, una vestimenta más
apropiada y la mejora general de las condiciones higiénicas, hasta que fue reducida
a una «sarna común», que pudo ser y fue más facilmente eliminada de la piel por
tratamiento externo.
Pero Hahnemann afirma que el estado de la humanidad no mejoró por esto.
En algunos aspectos, dice, fue mucho peor; pues aunque en los tiempos antiguos
la enfermedad de la piel era muy molesta para sus víctimas, el resto del cuerpo
disfrutaba en buena palle de una salud general. Por otra parte, la repugnante apa-
riencia de los leprosos hacía que fueran más temidos y evitados, y su segregación
en colonias limitaba la extensión de la infección. Este elemento de seguridad se
perdió cuando la enfermedad asumió su forma aparente más suave, como sarna, sin
perder en lo más mínimo su carácter infecto-contagioso. El líquido infeccioso
resultante del rascado, contaminaba todo lo que tocaba y extendía la difusión de la
enfermedad.

Metástasis
Muchos críticos superficiales han ridiculizado la idea de que la sarna, cono-
cida incluso antes del tiempo de Hahnemann, debida a un diminuto pero visible
animal parásito, el acalla scabiei, fuera la causa de algo más que tiria enfermedad
local de la piel. No consideran que incluso si esto fuera verdad, puede ser el
huésped o portador de otro microorganismo infeccioso más pequeño, de la misma
forma que la mosca y el mosquito son podadores de infección. El ingenioso Dean
Swift (1.667-1.745) podría habérselo enseñado mejor:

«Corno los naturalistas observan, una mosca


tiene moscas más pequeñas que viven a su costa,
y éstas las tienen aún más pequeñas que le pican,
y así se sigue ad infinitum».

«De este modo la Psora ha llegado a ser el más infeccioso y general de todos
los miasmas crónicos», dice Hahnemann. La enfermedad, por metástasis desde la
piel, causada por tratamiento paliativo externo, ataca los órganos internos y produce
una multitud de enfermedades crónicas cuya causa generalmente no es reconocida.

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l'Al ()I il:NI I. 1)111.,111()MH)PATÍA

Muchos han sido escépticos sobre el peligro de metástasis de las enferme-


dades crónicas externas o de la piel, y este escepticismo ha llevado a fatales
resultados. Podría parecer que un médico que teme y reconoce totalmente el peli-
gro de una «repercusión» o metástasis de la erupción del sarampión agudo O la
escarlatina, con sus bien conocidas, serias y frecuentemente fatales consecuencias
en el cerebro, riñones o pulmones, no podría dudar coherentemente de la posibi-
lidad del mismo tipo de resultados por la metástasis de una erupción crónica.
Innumerables hechos, observados por médicos competentes en los siglos
pasados, y confirmados en muchos casos por la investigación moderna, hacen tal
Posición insostenible. La metástasis de enfermedad es hoy día un hecho aceptado
en la ciencia médica.
Nuestro conocimiento de la metástasis se basa, científicamente, en nuestro
conocimiento del embolismo. El «embolismo», dice el «American Textbook of
Pathology», «se basa ensencialmente en la investigación anatómica y experimental
y las enseñanzas de VirchoN,v». «El embolismo», (lice esta autoridad, «es el impacto
en alguna parte del sistema vascular de cualquier material no disuelto llevado por
la corriente sanguínea. El material trasportado por este método es un émbolo».
La metástasis es la transferencia de una enfermedad de una parte a otra no
directamente conectada con ella.
De los varios tipos de émbolos el «Textbook of Pathology» menciona:
«2. Células umorales. limbolos compuestos por céhilas vivas, capaces de posterior
proliferación, se producen en conexión con tumores malignos. En el carcinoma o
el sarcoma células tumorales aisladas, o grupos de células, pueden alcanzar la
corriente sanguínea, indirectamente a través de los linníticos, o directamente cuan-
do el tumor en su crecimiento penetra la pared y se proyecta dentro de la luz de
un vaso sanguíneo. Alojándose, las células proliferan y dan lugar a tumores secun-
darios, 3. Parásitos animales y vegetales. Bacterias de varios tipos, como también
protozoos y embriones de parásitos un poco más grandes. pueden ser transportados
por la circulación y actuar como émbolos».
La enseñanza de Hahnemann es así aclarada y confirmada por la patología.
El primario y típico microorganismo infeccioso y parasitario de la Psora. expulsado
de la piel por tratamiento local. encuentra un camino preparado hacia los tejidos,
estructuras y órganos más profundos a través de los capilares, los linfáticos, los
sistemas glandulares y el sistema nervioso. Aquí desarrolla su forma y carácter
específico secundario, de acuerdo con su localización y la predisposición y entorno
del individuo, dando orígen a un vasto número de síntomas secundarios.
«Un diluvio tan grande de innumerables síntomas nerviosos, trastornos do-
lorosos, espasmos, úlceras, cánceres. formaciones adventicias, discrasias,
consunciones e invalideces del alma, la mente y el cuerpo nunca se vieron en
los tiempos antiguos cuando la Psora se confinaba principalmente a sus temibles
síntomas cutáneos, la lepra».
«Sólo durante los últimos siglos la humanidad ha sido inundada con esas

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EL GENIO DE LA HOMEOPATÍA

dolencias, debido a las causas antes mencionadas». (Hahnemann, Enfermedades


Crónicas).

La identidad de Psora y Tuberculosis


Hahnemann menciona «consunción, tisis tuberculosa, asma continuo o
espasmódico, pleuresía con y sin colecciones de pus en el pecho, hemoptisis y
bronquitis sofocante», entre las enfermedades tuberculosas de pecho y pulmón
conocidas debidas a la psora. También menciona hidrocéfalo, meningitis cerebral
y cerebro-espinal, oftalmía, catarata, tonsilitis, adenitis cervical, otitis, úlcera
duodenal e intestinal; diabetes y nefritis; raquitismo y marasmo de los niños; epi-
lepsia, apoplejia y parálisis; enfermedades de huesos y articulaciones; fístulas;
caries y curvatura de la columna; tumores enquistados; bocio, varices, aneurismas,
erisipelas; sarcoma, osteosarcoma, escirro y epitelioma y otras enfermedades, algu-
nas de las cuales se sabe ahora y otras se piensa que son de origen tuberculoso.
Como practicamente todas las enfermedades que se sabe son debidas al
bacilo tuberculoso son atribuidas por Hahnemann a la Psora, se deduce que la
causa es idéntica, y que los dos términos, psora y tuberculosis, son sinónimos.
La lista moderna ha ido creciendo lentamente por adiciones, de vez en cuan-
do, de otras enfermedades que se ha descubierto que están, patológica o
bacteriológicamente, relacionadas con la tuberculosis. Es bastante posible que una
gran parte, si no todas, del resto de la lista de Hahnemann puedan finalmente ser
incluidas en la lista moderna.
Osler, hablando representativamente y con la mayor autoridad moderna,
coincide con Hahnemann cuando dice: «La mberculosis es el más universal azote
de la raza humana».
Hahnemann elige la lepra como la forma típica de la antigua enfermedad
proteica que él llamó Psora.
La bacteriología moderna descubre que los bacilos de la lepra se parecen a
los bacilos tuberculosos en forma, tamaño y reacciones de tinción, y que el leproso
reacciona al test de la tuberculina.
Saboratid: dijo: «La lepra es una enfermedad tuberculosa estrechamente li-
gada a la tuberculosis».
Las mismas características de tinción muestra el bacilo esmegmatis, los bacilos
de la grasa y el estiércol de Moeller, el bacilo de la manteca de Rabinowitsch y los
bacilos de las criptas de las amigdalas, descritos por Marzinowsky.
McConkey, a través de la experiencia clínica, llegó a creer y a decir que la
enfermedad de corazón, con o sin lesiones valvulares, la diabetes, el reumatismo
y el cáncer eran tuberculosos en su naturaleza y origen.
Allen (H.C.) dijo lo mismo de la fiebre tifoidea. La lista podría extenderse
indefinidamente.
El que escribe cree, provisionalmente, que la poliomielitis anterior aguda,
etiológicamente problemática a pesar del descubrimiento de Flexner de su

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PATOLOGÍA (INFRAI. 1)11 I.A IIONIEOPATÍA

microorganismo específico, es de naturaleza y origen tuberculoso.


Al considerar la tuberculosis o psora como una enfermedad fundamental que
da origen a muchas formas secundarias de enfermedad, la acción específica del
bacilo tuberculoso debe considerarse como condicional. Ningún organismo especí-
fico actúa incondicionalmente. Todos los gérmenes que se propagan y multiplican
deben tener unas condiciones favorables y un terreno adecuado en el que crecer.
Otros microorganismos patógenos junto al bacilo tuberculoso, fundamental-
mente los microorganismos piogénicos ordinarios, juegan su papel en la causalidad
y mantenimiento del proceso tuberculoso. Los microorganismos piogénicos pueden
originarse en los dientes, boca, faringe, amígdalas, nariz, oídos, o incluso en los
mismos pulmones; en la piel, articulaciones, huesos o, en una palabra, en casi
cualquier órgano o tejido del cuerpo donde existan procesos o lesiones séptica,,.
Pero donde quiera que se originen, juegan su papel modificando y condicionando
la actividad de la causa específica de la tuberculosis, el bacilo de Koch, y dándole
al caso su carácter individual.
La individualización es el principio cardinal de una verdadera patología así
como de una verdadera terapéutica.
En la impaciente búsqueda de las causas bacterianas específicas de las dife-
rentes enfermedades los principios de la lógica no siempre han sido aplicados, y
particularmente ese principio conocido como Ley de Causalidad, que enseña que
cada efecto tiene varias causas, de las cuales la causa específica es sólo la más
próxima o cercana relacionada con la serie precedente. También enseña que la causa
específica puede ser modificada en su acción sobre el sujeto por causas o condicio-
nes colaterales, que afectan tanto al sujeto como a las causas antecedentes, de modo
que ninguna causa específica pueden decirse que actúa incondicionalmente.
Aplicando este principio al tema de la enfermedad individual tenemos que,
mientras los microorganismos específicos son un factor necesario como causas
inmediatas o próximas de las respectivas enfermedades atribuídas a ellos, sólo
actúan condicionalmente, y deben considerarse muchas condiciones modificantcs
al asignarles su verdadera relación con los casos concretos de enfermedad indivi-
dual. Resulta de esto que los microorganismos, como causas de enfermedad indi-
vidual, tienen una importancia muy diferente de la que comunmente se les asigna.
Se saltan en pie de igualdad con algunas otras causas contribuyentes, accesorias,
relacionadas. El bacilo tuberculoso, por ejemplo, se iguala sólo en lo individual con
la constitución, la herencia, la predisposición y el entorno. El entorno incluye la
posición o condición social y económica de vida respecto a los medios de subsis-
tencia, alimentación, vestido, luz, aire, vivienda, vecinos, ocupación, condiciones
mentales y físicas, y hábitos de vida y pensamiento. Dirigir una campaña contra la
tuberculosis encaminando los esfuerzos principalmente contra los bacilos, mientras
se descuidan los numerosos factores causales igualmente importantes, es fútil y
desesperado.
!Diferente es también la importancia que debe atribuirse a los microorganismos

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GENI() DE LA 11()MEOPATÍA

desde un punto de vista terapéutico. La bacteriología no puede nunca servir de base


a una fiable y eficaz terapéutica para el individuo. Puesto que el microorganismo
es sólo una de las muchas causas de enfermedad, el remedio curativo, para la
enfermedad resultante concreta del individuo, debe corresponder a los efectos com-
binados de las diferentes causas. Los efectos combinados se manifiestan por grupos
de fenómenos o síntomas que varían, más o menos, en los diferentes individuos,
según sus condiciones y circunstancias. Como los casos individuales de cada en-
fermedad varían en sus causas y condiciones, y por consiguiente en sus síntomas
o efectos, no puede haber un remedio general específico para una enfermedad.
En este punto aparece la necesidad de un principio general de terapénticaio
que se necesita no es un remedio general para la enfermedad, tanto tiempo vana-
mente buscado, sino un principio general, aplicable a todos los diversos casos, de
. modo que se pueda encontrar el remedio que necesita cada individuo. El sistema
homeopático de medicación terapéutica está basado en tal principio, y en este
sistema, combinado con medida morales, higiénicas, sanitarias y sociológicas ra-
cionales, se encuentra la solución del problema.

La teoría toxicológica de la enfermedad


La vida, como estado de existencia, ha sido definida como «un contínuo
ajuste de las relaciones internas a las externas».
Todo organismo vivo está constantemente expuesto, en cada etapa de su
existencia, a influencias de fuera. Todos los hechos conocidos tienden a mostrar
que toda manifestación de energía por parte del organismo es una reacción a algún
agente o influencia externa; ahora bien, se puede decir que la vida, como estado
de existencia, es el resultado de la constante interacción entre la sustancia viva del
organismo y los elementos del mundo externo; entre el individuo y su entorno;
entre el microcosmos y el macrocosmos.
Las causas específicas, excitantes o eficientes de enfermedad son todas real
o relativamente externas al organismo. Cuando un agente patógeno consigue entrar
en el organismo vivo, encuentra una resistencia, se excita una reacción y los fenó-
menos de esa reacción representativamente cosntituyen la enfermedad. La enferme-
dad, por lo tanto, es la reacción vital del organismo vivo a la influencia de un
agente que es enemigo de su bienestar. En otras palabras, la enfermedad es
primariamente un disturbio mórbido dinámico del principio o energía vital que
anima el organismo, causado por la influencia de algún agente morbífico externo,
y que se manifiesta por síntomas sensoriales, funcionales y orgánicos perceptibles.
No es suficiente decir, meramente, que «la enfermedad es un disturbio mórbido
dinámico de la fuerza vital». Esta definición es correcta hasta cierto punto, pero se
detiene a la mitad. Para completarla debemos añadir: «causado por algún agente
morbífico real o relativamente externo al organismo». Para cada efecto interno
debe haber una causa externa, y viceversa, de acuerdo con la ley universal de causa
y efecto. Desde este punto (le vista todas las enfermedades pueden considerarse

102

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pAToLo(11.\ GENERAL DE I.A HOMEOPATÍA

como intoxicaciones.
Todas la drogas actúan en virtud de sus propiedades tóxicas específicas.
Todas las enfermedades bacterianas son primariamente intoxicaciones o
toxemias.
Los patólogos están de acuerdo en que todos los microorganismos patógenos
producen sus efectos en el cuerpo vivo mediante venenos específicos, que segregan
mientras viven o generan después de muertos.
Las enfermedades provenientes de trauma físico o violencia mecánica son
toxemias resultantes de cambios químicos en los tejidos dañados, producidos por
interferencia mecánica con la circulación e inervación a través de la inhibición del
funcionamiento normal, que lleva a cambios degenerativos y a la formación de
toxinas. El estasis circulatorio localizado, la oxigenación imperfecta y la influencia
inhibitoria del shock traumático sobre las funciones y secreciones normales expli-
can los cambios químico-tóxicos que ocurren bajo tales condiciones.
La enfermedad proveniente de agentes químicos, aparte del daño físico di-
recto o destrucción de tejidos como por sustancias corrosivas, son envenenamien-
tos del organismo.
La enfermedad resultante de trauma físico o mental ocurre como resultado
de los cambios tóxicos químicos o físicos que tienen lugar en los líquidos y tejidos
del cuerpo por medio del sistema nervioso, que reacciona a la impresión mórbida
de una emoción mental violenta o continuada del mismo modo que reacciona a
cualquier otro disturbio dinámico.
Si todas las enfermedades son el resultado de alguna forma o grado de
envenenamiento, entonces en última instancia todo tratamiento curativo es 1111 tra-
tamiento antídoto, y la curación se realiza por el uso de agentes que tienen el poder
de antidotar o neutralizar los venenos y eliminar sus efectos.
Fisiológicamente, terapéuticamente y químicamente la neutralizaCión es esen-
cialmente una asimilación.
Puesto que todos los venenos actúan patogenéticamente sobre el organismo
vivo primariamente en virtud de sus cualidades dinámicas específicas (distintas dc
sus cualidades físicas y químicas), la ley que rige la acción de los antídotos, si
existe tal ley, debe ser una ley dinámica. La ley de curación parece ser una forma
o fase de la ley de asimilación o de acción recíproca, que depende de la ley de
atracción.
La curación, en el sentido estricto de la palabra, sólo puede conseguirse por
el uso de agentes que tengan el poder de neutralizar los venenos causantes de la
enfermedad y eliminar sus efec,tos. En otras palabras, todos los verdaderos antído-
tos, en sentido médico, son antídotos fisiológicos o dinámicos, que actúan
específicamente según la ley fisiológica o dinámica de asimilación.
La medicina ordinaria no conoce tales agentes o leyes y niega que existan.
Desde su punto de vista los antídotos fisiológicos son meramente: «remedios
empleados para combatir los síntomas o clectos posteriores, y para neutralizar los

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H. GENIO »E LA HOMEOPATÍA

efectos de los venenos después de su absorción por el sistema. Como su nombre


indica, no actúan sobre los venenos mismos química, mecánicamente o de otra
manera, y no son en ese sentido verdaderos antídotos». (Ref. Handbook of the
Medical Sciences)
De ese punto depende la total controversia entre homeopatía y alopatía.
La homeopatía se basa, esencialmente, en la ley de antídotos, la cual resulta
ser, por observación, experimentación y demostración clínica, la ley de acción
mutua o de atracción, que expresa la igualdad y contrariedad de acción y reacción,
como se manifiesta en el organismo vivo por similitud de síntomas, y que tiene
como resultado la asimilación fisiológica y química o neutralización.
Los antídotos se dividen habitualmente en tres clases, según su modo de
acción:
I. Fisiológicos o dinámicos,
2. químicos, y
3. mecánicos.
Los antídotos dinámicos, en su estado crudo, son ellos mismos venenos de
variable poder. Un antídoto, en sentido fisiológico o dinámico, es una sustancia
tóxica que, en virtud de su afinidad dinámica por otra sustancia tóxica, tiene el
poder de neutralizarla y eliminar sus efectos. Esto constituye la curación, el único
antidotaje verdadero, cuyo principio operativo es aplicable al tratamiento y cura-
ción de las enfermedades así corno de los envenenamientos.
El antidotaje fisiológico o dinámico requiere que la sustancia antídoto sea
patogénicamente similar al veneno, pero opuesta en la dirección de su acción. La
acción es directa sobre el organismo e indirecta sobre el veneno. El antidotaje
fisiológico tiene lugar entre drogas según la ley de la Repulsión de los Similares.
«Los medicamentos que producen síntomas similares se relacionan y se
antidotan mutuamente en proporción al grado de su síntoma-similitud.»
(Boenninghausen.). De ahí la regla, «Que los similares sean curados (tratados) con
los similares», «Simula similibus curentur».
Los antídotos químicos actúan sobre los venenos mismos más que contra sus
efectos. Su acción depende de su propiedad de unirse químicamente con las sus-
tancias venenosas y alterar su carácter químico y físico. Con su uso sustancias
solubles y absorbibles se convierten en sustancias insolubles o parcialmente solu-
bles, que pueden entonces ser eliminadas del cuerpo por medios físicos u otros
medios. Su uso está restringido a los casos en que el veneno es conocido y se puede
actuar químicamente directamente sobre él. Los restantes efectos dinámicos del
veneno, si los hay, aún deben ser antidotados dinámicamente.
Los llamados «antídotos mecánicos», aunque necesarios y útiles, no entran
propiamente en el apartado de antídotos. Son meramente medios de conseguir la
expulsión física de las sustancias venenosas del cuerpo, después de lo cual se
requieren los antídotos dinámicos para eliminar los efectos patogenéticos de tanto
veneno como se haya absorbido, exactamente como en los casos en que se han

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PAToLoGiA GENERAL DE LA HOMEOPATÍA

usado antídotos químicos.


Una verdadera terapéutica, por lo tanto, se presenta como el lazo que conecta
patología y farmacología. Sin una terapia adecuada, la patología y la farmacología
tienen sólo un interés académico para estudiantes y eruditos que gustan de curio-
sear en las cosas de la naturaleza. Con una adecuada y eficaz terapéutica se con-
vierten, en poderosos agentes para beneficiar a la humanidad. Con una falsa tera-
péutica se convierten en una maldición para el mundo a través de incontables males
de adicción droga', prolongada, pervertida y suprimida enfermedad, vidas arruina-
das, cuerpos inválidos y mutilados y mentes destrozadas. Las orillas del tiempo
están sembradas de lastimosos naufragios, víctimas de falsos sistemas y métodos
terapéuticos, «falsamente llamados ciencia».
La ciencia se erige sobre un fundamento de hechos, principios y leyes. La
ciencia es conocimiento sistematizado, relacionado.
Un sistema, para ser científico, debe ser capaz de incluir, explicar y utilizar
todos los hechos sobre los que está basado. Su ley o principio fundamental debe
incluir y estar en armonía con todas sus leyes y principios subordinados y relacio-
nados. Su técnica o métodos prácticos deben basarse directamente sobre y confor-
marse a los principios que pretende aplicar. La ética. esto apenas hay que decirlo,
requiere que su representante consecuentemente «practique lo que predica».
Una verdadera ciencia de la patología debe incluir y ser capaz de explicar
todos los síntomas de la enfermedad; los síntomas más finos, subjetivos e indivi-
duales, así como los cambios generales funcionales, orgánicos y objetivos que
ocurren en la enfermedad.
Una verdadera ciencia de la terapéutica debe corresponder y conectar en
cada punto con su correlacionada ciencia de la patología, y ser capaz de adaptación
y aplicación a las necesidades de los casos individuales de enfermedad.
La identidad del individuo no debe perderse en la clase. Un sistema terapéu-
tico científico debe ser suficientemente amplio para cubrir las necesidades del
individuo así como de la clase. No debería rechazar una clase de fenómenos
básicos (subjetivos, por ejemplo), e intentar formular un sistema sobre el resto.
La terapéutica, como una ciencia ejemplificada en la homeopatía, se basa en
dos series de fenómenos: los fenómenos de las enfermedades, y los fenómenos de
las drogas o agentes usados en el tratamiento de las enfermedades. Estas dos series
de fenómenos están conectadas por una ley general. El conocimiento sistematizado
de los fenómenos de las enfermedades constituye la ciencia de la patología. El
conocimiento sistematizado de los fenómenos de las drogas constituye la ciencia
de la farmacología. El conocimiento sistematizado de las leyes, principios y mé-
todos que conectan las dos ciencias constituye la ciencia de la terapéutica y el uso
efectivo de ésta para tratar y curar al enfermo constituye el arte de la curación, o
terapéutica aplicada.
En una verdadera ciencia de la medicina, la patología, la terapéutica, la
farmacología y la toxicología, así como la química médica, fisiológica y farmacéu-

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H. GENIO DE LA ItOMEOPATÍA

tica son fundamentalmente una, teniendo como principal objeto la observación,


estudio y tratamiento de los efectos de todos los agentes que actúan, tanto
patogénicamente como terapéuticamente, sobre el organismo vivo, ya sea de una
manera mecánica, química, eléctrica o dinámica.
Un principio fundamental les sirve de base a todas: la ley de acción recíproca
o de equivalencia.
La ley de afinidad química y de las proporciones definidas; la ley de afinidad
fisiológica o dinámica; la ley de asimilación; la ley de antídotos o de repulsión de
los similares (sobre la que se basa la teoría de la curación), son todas fases de la
ley universal de acción mutua, que rige toda acción que ocurre en el universo.
Todo agente o estímulo, externo al organismo, que tenga el poder de excitar
una reacción vital en él, cae legitimamente bajo la ley universal y puede ser apli-
cado con fines terapéuticos de acuerdo con ella, cuando los corolarios de la ley son
conocidos.
La fármaco-terapéutica finalmente se reduce a un proceso de antidotaje fi-
siológico o dinámico, basado en la ley de atracción, afinidad o acción mutua y
regido por el principio de síntoma-semejanza.
Las causas predisponente, excitante y contribuyente de la enfermedad vienen
al final a reducirse todas a esto: que por alguna condición o combinación de con-
diciones acaban en la producción de un veneno, cuya acción es la causa próxima,.
eficiente o específica de la reacción del organismo que constituye la enfermedad.
Por eso, las enfermedades llevan siempre el parecido sintomático de drogas,
o venenos. Mediante dilución mecánica y potenciación los venenos pueden ser
privados de sus cualidades letales y transformados en remedios curativos normal-
mente asimilables por el organismo enfermo. La semejanza de síntomas es, por
tanto, la guía natural hacia el remedio curativo, así como hacia el verdadero diag-
nóstico de la enfermedad, y la comparación de síntomas es el proceso por el que
se alcanza la conclusión.

Idiosincrasia y enfermedades drogales


En el párrala 30 del Organon. Hahnemann dice que los medicamentos pa-
recen tener una influencia más poderosa para afectar la salud del cuerpo que los
agentes morbíficos naturales que producen enfermedad, puesto que los medicamen-
tos adecuados vencen y curan la enfermedad.
En el párrafo 31, señala que los agentes naturales productores de enferme-
dad tienen sólo un poder de acción condicional, dependiendo de la disposición y
grado de susceptibilidad del organismo. No actúan (i,perceptiblemente?) todas y
cada una de las veces. De mil personas expuestas a la viruela, por ejemplo, quizás
nada más que una o dos se infectarían, y eso sólo si ellos se encontraban en un
estado susceptible en el momento de la exposición. Da a entender que el resto es
completamente inmune en virtud de la resistencia natural.
En el párrafo 32, algo despreocupadamente, afirma que ocurre de otro modo

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PATOIDGÍA GENERAL DIs. LA HOMEOPATÍA

con las drogas; que ellas actúan incondicionalmente. Todo verdadero medicamen-
to. dice, actúa todas las veces, en todas las personas, bajo todas las condiciones
produciendo síntomas claramente perceptibles «si la dosis es suficientemente gran-
de». Aquí establece al menos una condición. Ningún hombre en su estado normal
es completa o absolutamente inmune a una dosis de arsénico. o estricnina. O qui-
nina, ni a los bacilos del cólera o de la tuberculosis. La extensión (le su acción en
uno y ouv caso es condiciona/. La violencia, extensión y duración de los efectos
será proporcional al tamaño de la dosis y a la susceptibilidad del individuo
influenciada por la constitución y el entorno, /7ero siempre aculo. Estrictamente
hablando, toda acción en el universo es condicional.
Uno de los problemas a los que frecuentemente se enfrenta el médico
homeópata es cómo desenvolverse prácticamente en esos peculiares y problemáti-
cos casos que presentan fenómenos de lo que comunmente se llama idiosincrasia.
Por idiosincrasia entendemos un hábito o cualidad clef organismo peculiar al
individuo. Es una peculiaridad de la constitución, heredada o adquirida, que hace
al individuo mórbidamente susceptible a algún agente o influencia que no afectaría
así a otros.
Para el médico medio, idiosincrasia ordinariamente significa meramente una
hipersensibilidad a alguna droga. Le llaman, por ejemplo, para tratar un caso de
Fiebre intermitente. Después de dar lo que él considera una dosis moderada de su
quinina favorita, ve que su paciente rápidamente se pone violentamente delirante;
o quizás desarrolla un violento ataque de vómitos y entra en colapso; o tiene una
hemorragia de lo riñones o los pulmones o en la retina. Todos esos graves estados
han sido referidos de la quinina y algunos casos con resultados fatales; o lo que es
casi tan malo, con pérdida o deterioro permanente de función, como ceguera o
sordera.
Otra vez se encuentra con un caso que parece requerir opio. Administra la
dosis usual y ve que se produce una peligmsa congestión cerebral, pulmonar o
intestinal. El explica tales experiencias como debidas a idiosincrasia, lo sustituye
por alguna otra droga y deja ahí la cosa. Tales experiencias no le enseñan mucho
y sigue por el mismo camino de siempre; pero hay mucho que aprender de casos
como estos, si los vemos correctamente.
Otros pacientes manifiestan una susceptibilidad mórbida a agentes e influen-
cias no clasificadas como medicinales. Por ejemplo, una persona no puede comer
algún artículo común de alimentación sin sufrimiento. Manzanas, melocotones,
fresas, pescado, almejas, cebollas, patatas. leche, grasas o mantequilla. etc., afectan
a cierta gente desagradablemente de la manera más peculiar. Luego están las
idiosincrasias del olfato. Uno no puede soportar el olor de las violetas, otro de la
lavanda, otro de algunas flores cuando está enfermo.
Un paciente mío siempre tiene un ataque de fiebre del heno y asma si viaja
detrás de un caballo. El olor y la exhalación de un caballo sudando son nocivos
para él. Una mujer víctima de fiebre del heno tiene un ataque de temblor violento

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ERRNVPHGLFRVRUJ
III, GENIO DE I,A

y una agravación de todos sus síntomas si se pone cerca de un gato. Estos ejemplos
de idiosincrasia son completamente distintos de la histeria y de la hipersensibilidad
general encontrada en neurasténicos y constituciones quebrantadas, donde cada
pequeña molestia parece una carga demasiado grande para soportarla, y cada sen-
sación es dolorosamente aguda.
«La causa fundamental de toda idiosincrasia es un desequilibrio morfológico;
esto es, un estado orgánico en el cual, a través de exceso y defecto de desarrollo
resulta exceso y defecto de la función, con un grado correspondiente de
hiperexcitabilidad o no excitabilidad». (Rice)
Sin detenernos más a exponer más completamente la moderna explicación
científica de estos fenómenos podemos decir que la idiosincrasia, desde el punto de
vista del prescriptor homeópata, es con frecuencia la clave de un caso difícil. Vistas
como modalidades, esas peculiaridades, que son meramente .extravagancias para el
profesional medio, toman cierto grado de importancia como indicaciones para un
remedio. Apropiadamente interpretadas y clasificadas, a veces tienen rango de «ge-
nerales», expresando y representando una peculiaridad del paciente mismo, del caso
como un todo. Ayudan a individualizar el caso y a diferenciar entre dos o más
remedios parecidos. Así, en un cierto caso problemático, el síntoma «agravación por
las cebollas», descubierto sólo después de que el caso me había desconcertado
durante varias semanas, llevó a la elección de Thu ja, que curó el caso.
Las idiosincrasias son heredadas y adquiridas. Representan una susceptibili-
dad mórbida a algún agente o influencia particular. De sus causas hay poco más
que decir, excepto que las idiosincrasias a drogas, tanto heredadas como adquiri-
das, parecen ser debidas a veces al previo abuso de la droga, a la que existe ahora
una susceptibilidad mórbida, y que las restantes tienen su origen en lo que
Hahnemann llamó la constitución psórica. Muchas personas que han sido envene-
nadas por una droga son después hipersensibles a esa droga: un estado conocido
como anafilaxia. Un ejemplo familiar es la susceptibilidad a Rhus o envenenamien-
to por hiedra de aquellos que fueron envenenados una vez, especialmente si su
ataque inicial fue tratado tópicamente, con remedios externos. Tales personas se
envenenan por el más ligero contacto con la planta, o incluso pasando por su
proximidad sin contacto. En tales casos, la desaparición de las manifestaciones
externas originales de la enfermedad es seguida por el establecimiento de una
susceptibilidad constitucional que los vuelve peculiarmente vulnerables, no sólo a
la droga particular de que se trate, sino a las eufermedades a las que esa droga
corresponde homeopáticamente. Son ilustraciones de metástasis, que es considera-
da por algunos debida a una supresión de la forma primaria de la enfermedad por
imprudente tratamiento tópico o paliativo. Esta visión se basa en la observación
directa, y se apoya en la analogía con los serios resultados bien conocidos de la
desaparición o repercusión accidental o incidental de los síntomas externos en las
enfemedades eruptivas agudas, tales como el sarampión y la escarlatina.
Cuando el ataque inicial es perfectamente curado homeopáticamente con

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l'Al 01.0( iIA (ihNISAL DE LA HOMEOPATIA

medicamentos internos nunca se producen tales resultados. La investigación de-


muestra que algunos casos de idiosincrasia heredada y susceptibilidad mórbida a
drogas son atribuibles al abuso de esas drogas por los padres o ancestros. Esta
relación se ha observado particularmente en el caso de dos drogas, azufre y mer-
curio. Me ocurrió un caso en mi práctica en el que se produjo una agravación tan
violenta y súbita después de la administración de una alta potencia de Mercurius
que peligró la vida del paciente. Después se le preguntó si le habían dado mercurio,
y dijo que nunca había podido tomar mercurio en ninguna forma. Había sido
salivado con mercurio de joven, y su padre y su madre, antes que él, habían sido
grandes usuarios de la droga. Se dan casos incluso en los que la amalgama con que
se empastan los dientes produce síntomas de envenenamiento mercurial, por absor-
ción de cantidades infinitesimales de mercurio.
Se ha afirmado que la correspondencia homeopática de Sulphur con un
número tan vasto de síntomas y enfermedades es parcialmente debida al extendido
abuso de azufre de las generaciones precedentes; en otras palabras, que los sínto-
mas de Sulphur habitualmente hallados, que lo hacen curativo en tantos estados,
representan un vasto «ensayo» de Sulphur sobre la raza humana, continuado duran-
te varias generaciones, que ha creado una susceptibilidad mórbida a la droga. Lo
mismo se podría decir de otras muchas drogas, pero a tal idea, interesante por ser
nueva y prácticamente sugerente, no se le debería dar demasiado) peso) si no que-
remos extraviarnos en el terreno de la especulación.
En la cuestión estrechamente relacionada de las «enfermedades drogales»,
estamos en un terreno más seguro. La cuestión de las enfermedades drogales tiene
un particular y perenne interés para el homeópata, porque su vida profesional está
en gran parte dedicada a la observación y estudio de los fenómenos producidos o
curados en el organismo humano por las drogas. Lo tiene delante a cada paso en
su carrera y él, más claramente que nadie, se da cuenta de su importancia. La
materia médica homeopática, de la cual deriva su conocimiento de los remedios
usados para la curación de la enfermedad, está compuesta principalmente de colec-
ciones de síntomas derivados de personas sanas que intencionalemente han tomado
pequeñas dosis de drogas, cuidadosamente observados y recogidos sus efectos bajo
la dirección de observadores adiestrados.
Cada ensayo es el registro clínico de una enfermedad artificial producida por
alguna droga. Cada caso de enfermedad demanda su droga correspondiente, que es
encontrada comparando los síntomas del paciente y los síntomas de las drogas.
Para cada enfermedad originada por causas naturales se ha encontrado, o puede ser
producida por alguna droga, una enfermedad artificial similar, correspondiendo
síntoma con síntoma, frecuentemente hasta los más mínimos detalles. Esta droga
similar correspondiente, una vez hallada y administrada en la dosis apropiada,
resulta ser la curativa. Sobre este hecho fácilmente demostrable está fundado el arte
curativo homeopático. De este hecho fue deducido el principio curativo, que es la
base científica de la homeopatía.

I 09
ERRNVPHGLFRVRUJ
El. GENIO DE I.A HOMEOPATÍA

La aceptación de la idea de que la enfermedad puede ser curada con drogas


es bastante general, pero la verdad de la idea relacionada de que las drogas también
producen enfermedad, y cada droga su propia enfermedad específica, aunque par-
cialmente reconocida, no es en absoluto tan claramente reconocida como debiera.
El alcohólico, el drogadicto y el «drogata», han sido considerados mucho tiempo
COMO «víctimas de una enfermedad», considerada por algunos como una enferme-
dad psíquica peculiar y por otros de otra manera; pero sólo muy recientemente han
caído en la cuenta algunos de la profesión «ordinaria» de que la misteriosa e
indefinida enfermedad que sufre el adicto es, en cada caso, una definida enferme-
dad droga/ específica, causada por y representando la acción de la droga particular
a la cual es adicto; de que el opioadicto sufre de la enfermedad del opio, el
«cocainómano» de la enfermedad de la cocaína, etc.
La homeopatía debería haberles enseñado esto hace mucho tiempo. Pocos
parecen darse cuenta de que una gran parte de la enfermedad con que se encuentran
en la práctica habitual es el resultado de lo que se puede llamar envenenamiento
voluntario. Constantemente están apareciendo síntomas en nuestras historias clíni-
cas que son producto de drogas, tanto autoadminístradas como ignorantemente
prescritas por esa clase de médicos que están siempre prescribiendo para los resul-
tados de su propio drogamiento sin saberlo. Hay muchos, incluso en la escuela
homeopática, que no se dan cuenta de este hecho y que 110 ven que el problema
que tienen delante es con tanta frecuencia el de antidotar una droga como el de
curar una verdadera enfermedad natural: Esto tiene una repercusión muy práctica,
pues el primer paso en tales casos es buscar y detener el uso de drogas y antidotarlas,
más que seguir ciegamente dando más drogas. La naturaleza por sí sola eliminará
con frecuencia muchos de los síntomas, si se suspende la administración y se le da
un poco de tiempo. El resto lo constituyen las bases de la prescripción homeopática
bajo los principios homeopáticos aceptados, y el caso en conjunto proporciona una
oportunidad pant que el médico perspicaz imparta alguna sana instrucción sobre las
normas de vida correctas.
1-hm-Mg decía: « La última droga tomada proporciona la mejor indicación
para la próxima prescripción». El médico homeópata experimentado, por lo tanto,
presta particular atención en el examen de los casos a averiguar qué drogas han
sido usadas previamente, a fin de suspender su uso y antidotar las que hayan tenido
mayor influencia en provocar desórdenes, como se revela por un estudio de los
síntomas.
La sobredosificación y el cambio demasiado frecuente de remedios en la
práctica homeopática llevan frecuentemente a la confusión del prescriptor y al
perjuicio del paciente.
Esto se ejemplificaba en un caso que vi en consulta con un médico joven.
El paciente era un niño de alrededor de dieciocho meses, que había estado bajo
tratamiento dos semanas. El diagnóstico era indefinido, pues la naturaleza de la
enfermedad inicial era oscura. El caso al principio no parecía serio y probablemen-

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PNIOLOGIA GENERAL DE LA HOMEOPA•11A

te no lo era, pero el niño estaba ahora obviamente muy enfermo y no había habido
signos de Mejoría. El joven médico presentó su hoja de historia del caso hasta la
fecha, muy pulcramente cumplimentada. Contenía los síntomas del primer examen,
bastante completa y claramente tomados, con temperaturas, pulso y respiración
cuidadosamente representados en una gráfica. La primera prescripción fue Belladonna
3x, que manifiestamente como remedio, si no como dosis, correspondía fielmente
a los síntomas recogidos y era una buena prescripción. Pero la historia mostraba
que en su visita al día siguiente, encontrando al paciente ligeramente peor, había
cambiado la prescripción y dado otros dos remedios, también en diluciones muy
bajas, en alternancia. Desde ese momento había cambiado la prescripción casi
diariamente, dando dos remedios en alternancia cada vez, y luego paliativos y
adyuvantes, catárticos, estimulantes. ete., comenzaban a aparecer en la historia. l'al
las dos semanas de tratamiento había dado unos veinte medicamentos diferentes.
oscilando desde tintura madre a la dilución 3x. El resultado, por supuesto, era
inevitable. Dado el sensible organismo che un niño, actuando sobre él tal cantidad
de medicamentos, sólo ligeramente diferenciados en dilución del estado crudo.
siendo cada uno capaz de despertar una reacción más o menos tóxica, se podría
predecir con seguridad el resultado: confusión cada vez peor. Cada droga dada
había producido algún electo, aunque no el efecto deseado. El cuadro sintomático
resultante era del conocido tipo «compuesto», borroso e indefinido, con poco o
ningún carácter. Difícilmente podría encontrarse un síntoma claro y definido. Mucho
menos ese grupo de síntomas coherentes y coordinados que se requiere al hacer
una prescripción homeopática adecuada. Era un claro caso de encontrarse perdido
en un matorral. Si el doctor, después de hacer la primera prescripción de Bell 3x,
hubiese sabido interpretar correctamente el hecho de que el paciente pareciera algo
peor al día siguiente en vez de estar mejor, como él había esperado; si le hubiera
interrumpido entonces el remedio sin darle nada más, excepto placebo, y esperado
la reacción curativa, habría encontrado a su paciente muy mejorado al día siguien-
te. Sin saberlo había sido testigo de esa «ligera agravación de los síntomas» que
sigue a la administración de un remedio bien seleccionado de la que Hahnemann
nos previene. Mejor aún hubiese sido si hubiese dado la Belladonna a la potencia
treinta o doscientos la primera vez, en vez de a la 3x. No habría tenido ninguna.
agravación, el paciente hubiese estado mejor el segundo día y probablemente hu-
biera tenido una rápida recuperación. En vez de esto, sin embargo, el doctor
malinterpretó los hechos, haciendo así una injusticia a sí mismo, al paciente y a la
homeopatía. Creyendo que había hecho una prescripción incorrecta, la cambió. En
su confusión inicial, además. se apartó de los rectos principios dando dos medica-
mentos en alternancia, multiplicando así las causas de error y confusión. Desde este
momento. corno un hombre perdido en el bosque, estuvo simplemente «andando en
círculos alrededor de sí mismo», desesperadamente perdido en cuanto a sus propios
esfuerzos, hasta que alguien viniera y le guiara a casa.
Los efectos tóxicos de las drogas prescritas en la rutina ordinaria de la

ERRNVPHGLFRVRUJ
EA. GENIO DE LA HOMEOPATÍA

práctica son habitualmente pasados por alto. A pesar de la ilusión popular en


sentido contrario, una droga no pierde nada de su poder por ser prescrita por un
hombre que pone Dr. antes de su nombre. Hoy día, como en la edad media, hay
médicos que dan drogas como si creyesen que cada una de ellas, por orden suya,
va a encontrar su camino a través de los sinuosos canales del cuerpo y realizar la
tarea exacta que se le ha asignado. A diferencia del químico y el carnicero, ellos
no ven los «subproductos», ni hacen uso de ellos.
Se decía de los carniceros que habían aprendido a utilizar todas las partes del
cerdo excepto su chillido. Luego vino una emprendedora firma de fonógrafos cuyos
agentes invadieron el matadero y efectivamente grabaron los chillidos para su
reproducción, completando así el trabajo de reciclaje.
Con los médicos es diferente. Si el paciente se recupera después de su dosis
todo está bien y el médico se confirma en su fe. Si el paciente se pone peor, o
surgen nuevos síntomas, todo está bien también, medicamente hablando. Es una
mera «complicación», para la cual tiene ya preparado un nombre y una clasifica-
ción patológica conveniente. Si el paciente muere, no faltan las causas asignables
sobre una base patológica, y los requerimientos del Departamento de Salud son
facilmente resueltos rellenando los espacios del certificado de defunción. Así la
«ciencia» es justificada y el médico se felicita por su diagnóstico y agudeza pato-
lógica. Su fe en las drogas no se altera.
Raramente se le ocurre al prescriptor que la «complicación» no es sino el
reflejo sintomático de la droga o drogas que previamente ha dado. A veces parece
tener leves vislumbres de esa desagradable verdad, como cuando un tétanos, un
trismo, una enfermedad de Bright aguda siguen velozmente a una vacunación; o
cuando una hemorragia en pulmones, riñones o retina sobreviene rápidamente
después de la administración de dosis masivas de quinina; o cuando reconoce una
de las «erupciones problemáticas» que se dice estar causadas por una o más de las
veintinueve drogas nombradas por Glentworth Butler, en su trabajo «Los diagnós-
ticos de la Medicina Interna». Pero tales flashes de visión son raros y sirven de
poco para frenar la marea de drogas que está ahogando a tantas víctimas. Aunque
tal médico pueda ser tan agudo sobre la pista del último nuevo bacilo como el perro
sobre el rastro del conejo, su nariz está singularmente embotada cuando se trata de
rastrear la más común de todas las causas de eulermedad: la droga precedente.
En el sector de base de la medicina las viejas ideas sobre farmacología aún
prevalecen, a pesar de los alardeados progresos. Una droga, o combinación de
drogas, cuando se administra a un paciente, se supone que no tiene otros efectos
que los asignados teóricamente a la clase a la que pertenece. Los «otros efectos»,
que es seguro que surgen, son atribuídos al progreso natural de la enfermedad o a
alguna «complicación» teórica.
Cuando vamos a examinar esas clasificaciones de drogas alopáticas, desde
el punto de vista del conocimiento de las drogas derivado de la observación efec-
tiva de sus efectos sobre la persona sana, como se recoge en los ensayos

112

ERRNVPHGLFRVRUJ
IA H .( )(i ÍA GENERAL DE I.A HOMEOPATÍA

homeopáticos, vemos que son del carácter más burdo, basados en el conocimiento
más superficial de la acción de la droga. Los efectos tóxicos groseros de la droga,
observados accidentalmente en personas o animales o conjeturados, son enfrenta-
dos a generalizaciones igualmente burdas de las enfermedades, habitualmente se-
gún el principio antipático, donde ningún principio es descubrible en absoluto.
Si bien la escuela alopática de medicina actual repudia cualquier ley o prin-
cipio, está claro que la regla de los contrarios sigue dominándola. Sólo hay que
coger cualquier trabajo alopático típico de materia médica para encontrar sus dro-
gas agrupadas en unas veinticinco o treinta clases, cuyos nombres o comienzan por
«anti» o implican lo mismo, como apuntaba el Dr. Conrad Wesselhoeft, de Boston.
Así encontramos antitoxinas, antiespasmódicos, antiperiódicos, antipiréticos,
antiácidos, antisépticos, antihelmínticos, alterativos, tónicos, contrairritantes, etc.
Manifiestamente, el apelativo «alopatía» sigue valiendo hoy día, como hace cien
años, cuando Hahnemann lo aplicó.
En tanto las drogas conserven su poder para hacer el bien a la gente enferma
y en tanto los médicos continúen haciendo generalizaciones como esas, deberan
reconocerse y ser tratadas como factores causales en la producción de males hu-
manos. Y en tanto nuestros vecinos alópatas y nuestros hermanos homeópatas con
inclinaciones alopáticas sigan siendo una gran mayoría, continuará habiendo abun-
dancia de trabajo para los seguidores reales de Hahnemann, ocupándose de los
resultados de su torpeza médica, durante algún tiempo. La verdad es que si se
pudiese acabar completamente con el uso de las drogas crudas, la suma de los
males humanos se reduciría enormemente; o, como decía chistosamente el Dr.
Oliver Wendell Holmes: « Si todas las drogas del mundo fueran vertidas al mar,
sería lo mejor para la humanidad y lo peor para los peces». En cualquier caso,
probablemente dos tercios de los valores existentes de la profesión médica brilla-
rían en otras esferas al menos con igual esplendor.
Este aspecto de la cuestión es importante desde un punto de vista práctico.
Se presentarán frecuentemente casos que son problemáticos, y resisten todos los
esfuerzos para curarlos hasta que son reconocidos como «casos drogales». El tras-
torno puede ser totalmente debido a las drogas. o puede existir una combinación,
en proporción variable, de síntomas de la droga y de la enfermedad.
Debería ser una cosa de rutina, al hacer los primeros exámenes, averiguar
qué drogas se han utilizado. En los casos crónicos esta investigación debería re-
montarse a toda la vida del paciente. Las enfermedades que ha sufrido el paciente,
y las drogas utilizadas en su tratamiento deberían averiguarse en lo posible. El
paciente puede no saberlo todo, pero habitualmente sabrá algunas de las drogas
más comunes y fuertes que haya tomado, y una investigación de los archivos de
farmacia puede revelar el resto. La clave para un caso difícil puede ser la droga o
drogas que haya «curado» alguna enfermedad aguda, quizás tempranamente en la
historia médica del paciente. Antidotar la droga aclara el caso.
Frecuentemente, por ejemplo, alguna enfermedad crónica del hígado, riño-

113
ERRNVPHGLFRVRUJ
EL GENIO DE LA 110MEOPATÍA

nes, bazo o pulmones se remontará a un ataque inicial de fiebre malárica detenido


con dosis masivas de quinina o arsénico. El paciente «nunca ha estado bien desde
entonces». Los remedios aparentemente indicados no actúan. Unas cuantas dosis
del antídoto apropiado, quizás Árnica, o Ipeca, o Pulsatilla, o incluso de Arsenicum
o Cinchona -las mismas drogas de las que se ha abusado, en aha potencia -
aclararán el caso y curarán o lo harán tratable con otras drogas sintomáticamente
indicadas.
Es un hecho que la alta potencia de una droga es a veces el mejor antídoto
para los electos de la droga cruda.
Esto no es raro en el tratamiento de tales casos pues los síntomas originales
han de reproducirse. Yo he visto un típico ataque desarrollado de fiebre intermi-
tente reproducirse en un caso que se había hecho tuberculoso, una semana después
de una dosis antídota de Arsenicum en alta potencia. El paciente tuvo una rápida
recuperación. El ataque inicial de fiebre intermitente, en el caso referido, fue cinco
años antes.
En un caso diversamente diagnosticado como «gota crónica», «reumatismo
crónico articular», etc., ineficazmente tratado por muchos médicos, incluyendo
especialistas europeos, yo presencié la reaparición de un derrame uretral quince
años después de que el derrame gonorréico original hubiera desaparecido bajo la
influencia de inyecciones astringentes. Con el establecimiento del derrame los
síntomas «reumáticos» del paciente empezaron a mejorar rápidamente y resultó
una perfecta curación. Este era un caso de septicemia gonocócica crónica, o tam-
bién llamado «reumatismo gonorréico», en realidad metástasis de la enfermedad
original provocada por el uso de inyecciones. La llave que abrió la puerta y liberó
la enfermedad aprisionada fue Thuja, el típico remedio «antisycótico» de
Hahnemann.
A menudo surgen síntomas drogales y complicaciones del modo más ines-
perado y sorprendente, y desconciertan a casi todos los más agudos y experimen-
tados examinadores. Tintes y tónicos para el pelo, complejos de belleza, dentríficos.
jabones medicinales, antisépticos; bórax en la boca de los bebés para evitar el
espute, y ácido carbólico en la ducha de las mamás para evitar los bebés; innume-
rables ungüentos y lociones; por no decir nada de las igualmente numerosas
patentes y marcas de panaceas que llenan las estanterías de las farmacias y encuen-
tran su camino «en contramano» en el sistema humano. Todo juega su papel
creando susceptibilidad mórbida, idiosincrasia y enfermedades drogales, y creándo-
le trabajo al médico.
Estas son algunas de las cosas que tenemos que buscar entre las posibles
causas de una enfermedad. Son cosas muy generalmente pasadas por alto por ese
tipo de médico que o no conoce su importancia, no tomándose el tiempo y el
trabajo de encontrarlas, o no se preocupa. Los pacientes de tales médicos son una
buena caza para el que las conozca, se tome el tiempo y se preocupe; y en la
práctica no pasará mucho tiempo antes de que él se quede con parte de ellos.

114

ERRNVPHGLFRVRUJ
CURACION Y RECUPERACION

La llamada a la profesión médica


El advenimiento de la homeopatía en el inundo abrió una nueva era en la
medicina y dió un nuevo significado a la palabra «curación». En el Organon de la
Medicina, Hahnemann, en lenguaje militar, «lanzó la llamada» a todos los médicos
en el campo y desplegó ante ellos un nuevo plan de campaña y un nuevo método
de ataque sobre las fuerzas enemigas de la enfermedad. Por primera vez en la
historia se hizo posible tratar las enfermedades bajo principios científicos y realizar
verdaderas curaciones con medicación.

El nuevo ideal
Hahnemann contempla el campo entero de la medicina desde el punto de
vista de una terapéutica ideal y eficiente. En el primer párrafo del Organon pene-
tra directamente en el corazón de la cuestión y declara que «la más alta y única
misión del médico es restablecer la salud al enfermo: curar».
Aquí Hahnemann toma su posición. Desde este punto contempla su campo.
Con este patrón inicie a todos los médicos, todas las teorías médicas, métodos y
sistemas, y él desea y pide la misma medida para él y para su propio método. No
hace sino una pregunta, no aplica más que un criterio, ¿Curan al cad'enno? La
experiencia y la observación de los hombres y los métodos de su tiempo le demues-
tran claramente que no curaban. A la luz de un vasto y completo conocimiento y
de una amarga experiencia personal decepcionante, declara un fracaso la medicina
de su tiempo y emprende su reforma.
La curación no era entonces, como ha llegado a ser en la escuela dominante
de medicina, un término absoluto. Los médicos aún hablaban y escribían de «cu-
raciones», pero en vano intentaban encontrarlas. «El arte de la curación» o «el arte
curativo» eran frases familiares, pero la cosa misma, como un fuego fatuo, les
eludía, como sigue ocurriendo.
En el segundo párrafo del Organon, Hahnemann da, por primera vez en la

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ERRNVPHGLFRVRUJ
lL GIN 10 IA HOMEOPATÍA

historia médica, una adecuada y satisfactoria definición del ideal expresado en la


palabra «curación»: «El más alto ideal de una curación es el rápido, suave y
permanente restablecimiento de la salud, o eliminación y aniquilamiento de la
enfermedad en toda su extensión, del modo más corto, más fiable y más inocuo,
basándose en principios fácilmente comprensibles».

Principios, no precedentes
En estas últimas cuatro palabras descansa el punto principal de toda la cues-
tión. La curación depende no de la opinión o especulación precedente, sino de la
aplicación de principios; principios, además, que sean «fácilmente comprensibles».
Los únicos principios fácilmente comprensibles son los principios que son verda-
deros. Los únicos principios que son verdaderos son los principios lógicamente
deducidos de los hechos -lodos los hechos que pertenecen al campo de investiga-
ción implicado. Simpleza, comprensibilidad, es al más elevado criterio de verdad.
Las mayores verdades son siempre simples.
La medicina en general y la terapéutica, en particular son justificadamente
clasificadas entre las artes.
Desde tiempo inmemorial la práctica de la medicina ha sido llamada «el arte
de la curación», de ahí que una curación sea un producto del arte.
Vamos a considerar qué se entiende por arte.

Definición de arte
Arte es la práctica guiada por principios correctos en el uso de los medios
para alcanzar un fin deseado.
Un artista es el que es experto en la aplicación de un conocimiento o habi-
lidad para el logro de un propósito concreto.
Psicológicamente, arte es el trabajo superior de la razón y la inteligencia,
movido por un sentido de la belleza y la «eterna adecuación de las cosas».
El arte trasciende la naturaleza. Representa la victoria de la mente sobre la
materia, del hombre sobre la naturaleza. El artista puede tomar una indicación de
la naturaleza e inventar un modo más rápido o mejor de lograr ciertos propósitos;
así como el artista homeópata toma los materiales crudos que la naturaleza le
provee y los adapta directamente a los fines terapéuticos por la potenciación ha-
ciéndolos inofensivos, más activos, más potentes, más asimilables y por tanto más
eficientes.

Arte, no imitación de la naturaleza


El arte no es una mera imitación servil de la naturaleza, ni de los procesos
de la naturaleza, aunque tales bajas imitaciones se están haciendo pasar constan-
temente a la profesión médica y al público con el nombre de arte o ciencia.
Hahnemann dice: «La fuerza vital, capaz de actuar sólo en armonía con el
orden físico de nuestro organismo y sin razón, penetración o reflexión, no nos dará

116

ERRNVPHGLFRVRUJ
CURACIÓN Y RECUPERACIÓN

lo que debería considerarse la mejor guía en la curación de la enfermedad. ¿Qué


hombre de juicio intentaría imitar a la naturaleza en sus esfuerzos por llegar a la
recuperación?... No, el verdadero arte curativo es ese oficio intelectual que com-
pete a la mente humana superior y libres facultades de pensamiento, discriminando
y decidiendo de acuerdo con la causa».
Como ilustración, muchos ejemplos de la operación del principio homeopático
se pueden encontrar en la naturaleza: Los felices pero inesperados resultados de
experiencias accidentales. tales como la mejoría al frotar una contusión, la aplica-
ción de nieve a una oreja congelada, o de calor radiante a un dedo quemado; las
acciones instintivas de los animales enfermos o lesionados, como cuando comen
hierba u hojas para provocar el vómito cuando tienen náuseas, o lamen las secreciones
de sus propias heridas o llagas.
Si un artista homeópata desea aprovechar la observación de que un perro se
ha curado aparentemente lamiendo el pus de sus propias heridas, o que una víctima
humana de septicemia se ha recuperado después de ingerir accidental o intencio-
nadamente una parte de sus propias secreciones mórbidas, no pensaría en imitar
esos comportamientos. Deseando averiguar la validez del «pus autógeno» como un
posible remedio, primero sometería el producto mórbido al reconocido proceso
científico de modificación por potenciación mecánica, según el método de
Hahnemann y lo llevaría a un punto donde no pudiese haber duda de la no exis-
tencia de propiedades tóxicas o sépticas.
Habiendo eliminado así las cualidades nocivas de la sustancia y habiéndola
elevado del plano físico al dinámico, la sometería luego al test de ensayo sobre
personas sanas; ahora bien, si opta por abordar el problema primero desde el
aspecto clínico, administraría dosis de la sustancia potenciada a la persona de la
que la había tomado y observaría los resultados, comparándolos después con los
resultados de un ensayo.
Como ilustración, los reptiles e insectos venenosos inyectan su veneno per-
forando la piel y obteniendo rápidos y fuertes resultados. Esto sugiere, pero no
justifica, el uso de la aguja hipodérmica con fines terapéuticos, lo cual es la vio-
lación más perniciosa de los principios del verdadero arte médico que nunca se
haya ideado.
El uso de la aguja hipodérmica con fines terapéuticos es una mera imitación
servil de la naturaleza, y de la naturaleza en sus formas más malignas. El objetivo
declarado del procedimiento es conseguir «rápidos» y «fuertes» resultados, pero
como muchos otros cuestionables recursos médicos, es una violación de los prin-
cipios del arte curativo y un mal que debe ser combatido por todo homeópata.
Si todas las agujas hipodérmicas que existen fueran destruidas seguiría sien-
do posible curar o aliviar toda enfermedad curable rápida y seguramente, mediante
el medicamento apropiado administrado por las vías naturales.
La imitación de la naturaleza es un mezquino sustituto del arte. Cualquiera
que pueda ser el resultado a la larga y el balance final, la naturaleza, al menos

117
ERRNVPHGLFRVRUJ
EL GENIO DE LA HOMEOPATÍA

temporalmente, trabaja irracional, ciega, dolorosa y costosamente; como cuando


crea un millón de huevos para garantizar una docena de peces, o hace supurar un
ojo en su esfuerzo por eliminar una astilla de la córnea. Indudablemente una ley
subyace en todos esos esfuerzos, pero es una ley violada, fnistrada o dificultada en
sus operaciones por condiciones adversas.
A continuación interviene el arte, elimina obstáculos, acalla disturbios, mejora
condiciones y logra resultados con el menor gasto de fuerzas, por medios tal vez
similares, pero siempre superiores a los usados por la naturaleza.
La curación no se consigue nunca con métodos que no son sino una mera
imitación de la naturaleza o de los procesos de la naturaleza: Sólo recuperaciones
resultan de tales métodos, porque muchos de los procesos de la naturaleza no
pueden ser imitados con éxito por el hombre. Hay siempre algo que nos elude en
nuestro intento de agarrar los más profundos secretos de la naturaleza.

Distinción entre curación y recuperación


El resultado favorable de un tratamiento médico puede ser una curación o
una recuperación. Para realizar el ideal de curación, es necesario conocer el sig-
nificado exacto de esos términos y ser capaz de distinguir entre ellos.
El no distinguir entre curación y recuperación engendra confusión de ideas
y conduce a prácticas perniciosas. Los términos no son sinónimos. Las recupera-
ciones naturales, que siguen al tratamiento consistente en mera paliación de sínto-
mas, no deberían ser confundidas con curaciones, ni falsamente comparadas con
tales. En cualquier caso, se establece un falso criterio, se hace injusticia al ideal de
curación y el progreso científico se retrasa.

Una curación es siempre un resultado del arte y nunca es efectuada por la


naturaleza. La naturaleza, sin embargo, ayudada o' no, efectúa frecuentemente una
recuperación, bajo la operación de las leyes naturales. Claro que afortunadamente
para la humanidad esto es cierto.
Aparte de la homeopatía, la sanidad y la cirugía, el único progreso real, en
cuanto al problema de la enfermedad durante el último siglo, ha sido la adopción
de métodos higiénicos de tratamiento tendentes a la recuperación natural -la abo-
lición de todas las drogas y la dependencia del descanso, la dieta, el régimen y los
buenos cuidados- conocido como el método expectante. La tasa de mortalidad en
ciertas enfermedades ha caído en proporción al grado en que la medicación inopor-
tuna ha sido reemplazada por métodos higiénicos sanos.

Definición de recuperación
Recuperación es el retorno espontáneo del paciente a la salud después de la
eliminación, desaparición o cese de las causas excitantes y la ocasión de enferme-
dad, o como resultado de tratamiento no directa y específicamente curativo en su
naturaleza.

118

ERRNVPHGLFRVRUJ
CURACIÓN Y RECUPERACIÓN

La recuperación tiene lugar en virtud de la existencia de suficiente integridad


de órganos e inherente poder de reacción en el paciente para vencer al agente
productor de la enfermedad, sin la ayuda del arte homeopático o curativo. La
recuperación es favorecida por la aplicación de sanos principios de higiene mental
y física, tratamiento mecánico o quirúrgico juicioso, cuando se requiere, evitación
de drogas usadas por sus efectos «fisiológicos» (realmente patogénicos) y por una
sanidad inteligente.

El inadecuado tratamiento expectante


La naturaleza desasistida, sin embargo, o con toda la ayuda aportada por el
tratamiento expectante y por la sanidad y la cirugía, es incapaz de enfrentarse con
éxito a muchas formas de enfermedad severa. Enfermedades tales como el cólera,
fiebre amarilla, neumonía, difteria, tifus y fiebre tifoidea, viruela y muchas otras
tienen una fuerte tasa de mortalidad, prácticamente inmodificada por el tratamiento
expectante, excepto comparada con la mortalidad mucho más grande bajo trata-
miento droga' ordinario. Si las enfermedades se dividen en tres clases respecto a
su índice de mortalidad, la más alta se encuentra entre las tratadas con métodos
(frugales ordinarios, la siguiente más baja con el método expectante y 14 más baja
con tratamiento homeopático.

La superioridad de la homeopatía
La homeopatía ha conseguido sus mayores triunfos en aquellas enfermeda-
des inmodificadas incluso por el tratamiento expectante. Entre éstas el cólera es un
notable ejemplo. Con una mortalidad normal del cuarenta al setenta por ciento bajo
cualquier otra forma de tratamiento, la mortalidad bajo tratamiento homeopático.
pero por lo demás precisamente bajo las mismas condiciones generales. ha sido tan
baja como el cuatro por ciento. Sustancialmente lo mismo se puede decir de otras
enfermedades, en todas las cuales la mortalidad es claramente inferior bajo trata-
miento homeopático que bajo el tratamiento expectante, el cual es tan superior al
tratamiento drogal ordinario que los líderes ideológicos y en investigación de la
escuela ordinaria abogan calurosamente por el abandono de todas las drogas excep-
to el mercurio, la quinina y la morfina en casos especiales.
Es deber de todo médico servirse de todos los recursos de higiene, sanidad
y cirugía, pero también es su deber dejar a un lado los prejuicios e investigar las
afirmaciones de un método de medicación que puede demostrar resultados tan
marcadamente superiores como la homeopatía.
Sólo la homeopatía, de todos los métodos terapéuticos, puede proclamar
legítimamente efectuar verdaderas curaciones con medicación, distintas de las re-
cuperaciones. Y esto lo proclama, primero, porque está basada en un principio
general definido o ley de la naturaleza; segundo, porque es capaz de aplicar con
éxito ese principio a los casos individuales; y tercero, porque efectivamente
reestablece la salud del enfermo, rápida, segura, suave y permanentemente, con

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El. GENIO DE LA HOMEOPATÍA'

principios fácilmente comprensibles.

Relación de la curación con la enfermedad


Una verdadera definición de la curación debe basarse en una correcta con-
cepción de la naturaleza de la enfermedad.
El Standard Dictionary define la enfermedad como «cualquier desviación de,
fracaso en, o perversión de la acción fisiológica normal en la constitución material
o integridad funcional del organismo vivo».
Esta definición correctamente focaliza la atención sobre el aspecto dinámico
de la cuestión, pues la enfermedad es esencial y primariamente un disturbio tnórbido
dinámico de las energías y funciones vitales, dando como resultado una pérdida de
equilibrio funcional y orgánico.
Primaria y esencialmente, la curación es el restablecimiento directamente,
por el arte médico, de la acción fisiológica normal. La curación no consiste en la
mera eliminación de los productos tangibles, secundarios, externos de la enferme-
dad, sino en el restablecimiento del equilibrio dinámico, de modo que las funciones
del organismo se realicen de nuevo normalmente y el paciente esté en un estado
de salud.
La enfermedad se manifiesta perceptiblemente por signos y síntomas. La
curación se manifiesta por la eliminación de los síntomas. Estrictamente hablando,
la eliminación de todos los síntomas del caso es equivalente a una curación, pero
si los síntomas desaparecen y el paciente no ha restablecido su salud y sus fuerzas,
significa que algunos de los síntomas más importantes han sido pasados por alto,
o que el caso ha pasado del estadio curable. Todos los casos curables presentan
síntomas perceptibles, pero su discernimiento depende frecuentemente de la agu-
deza del observador.
La curación se refiere al caso como un todo: Un paciente puede tener elimi-
nadas sus hemorroides y ser mejorado de sus síntomas rectales, pero si los síntomas
del corazón o la enfermedad del hígado que han precedido y causado sus hemo-
rroides no son eliminados, el paciente no está curado; y así pasa con otros innu-
merables estados mórbidos. La curación se refiere al paciente, no a algunos sínto-
mas de su enfermedad, ni a lo que se puede llamar «una de sus enfermedades».
Decir que un paciente está curado de sus hemorroides, pero aún tiene su corazón
enfermo es absurdo. La curación significa el completo restablecimiento de la salud.
La curación no es afectada por la eliminación quirúrgica, o por algún medio
local, de los «productos finales» patológicos externos, secundarios, de la enferme-
dad, tales como tumores, efusiones, colecciones de pus, órganos inútiles o tejidos
muertos; pues el funcionamiento mórbido que produjo esos efectos frecuentemente
permanece inmodificado, después de tal eliminación.
La curación es efectuada solamente por tratamiento dinámico según princi-
pios fijos, dirigido al desorden funcional primario, revelado por el cuadro sintomático
completo, que precede y acompaña a la formación de los productos tangibles de la

120

ERRNVPHGLFRVRUJ
CURACIÓN Y RECUPERACIÓN

enfermedad.
La curación no es meramente la eliminación de las causas primarias de la
enfermedad, pues incluso si todas las causas de la enfermedad son conocidas y
eliminables, los efectos, habiendo comenzado, pueden continuar como causas se-
cundarias después de la eliminación de las causas primarias. La espontánea desapa-
rición de la enfermedad no siempre ocurre en tales casos, y se requiere un trata-
miento dinámico para restablecer la salud del paciente.

Los productos finales de la enfermedad y el tratamiento mecánico


Los resultados físicos tangibles de la enfermedad, como así se han definido,
pueden, y frecuentemente lo hacen, desaparecer espontáneamente cuando el distur-
bio dinámico interno es eliminado con medicación curativa, pero no son
primariamente el objeto del tratamiento homeopático. Puede ser necesario, final-
mente, eliminarlos mecánicamente por el arte quirúrgico. Las medidas quirúrgicas
o mecánicas se hacen necesarias cuando los productos tangibles de la enfermedad
están tan avanzados o tan desarrollados que se convierten en causas secundarias de
enfermedad y obstáculos a la curación. En todos los casos en que la enfermedad
ha acabado en cambios orgánicos o tisulares, que han progresado hasta un punto
en que la interferencia quirúrgica es necesaria, el tratamiento dinámico homeopático
debería preceder y seguir a la operación; teniendo en mente siempre que tales
cambios son el resultado directo de cambios mórbidos funcionales precedentes y
acompañantes, y que el paciente no está curado a menos que el funcionamiento
normal sea restaurado.

El objeto del tratamiento


El objeto o propósito primario del tratamiento homeopático es el restableci-
miento del equilibrio funcional normal: la salud.
La base de la prescripción homeopática es la totalidad de los síntomas que
representan el desorden funcional - el proceso anormal mismo de la enfermedad,
no sus «productos finales» o últimos.
El médico que prescribe para un tumor o cualquier otro producto tangible de
la enfermedad está encaminando mal sus energías y rondando el fracaso.
Los médicos están constantemente confundiendo el producto con el proceso
de la enfermedad. El producto sólo puede cambiarse cambiando el proceso.
Destruyendo el producto no cambia el proceso. Corrige el proceso defectuoso y el
producto se resolverá por sí mismo, en cuanto se refiere a la homeopatía. Esto
define la esfera de la homeopatía y esto es lo que queremos significar cuando
decimos que la curación de la enfermedad es un problema dinámico.

Una ley de curación implícita


La consecución de una verdadera curación con medicación también implica
la existencia de un principio rector o ley de curación con medicación. La existencia

121
ERRNVPHGLFRVRUJ
li GENIO I.A IIONIF,OPATIA

ocasional de curaciones accidentales muy pronto atrajo la atención de los médicos


y les llevó a buscar tal ley. En distintas épocas hubo vislumbres de la ley por parte
de algunos, pero había eludido las investigaciones o fracasado su demostración,
hasta que finalmente Hahnemann la captó comprensiblemente e hizo de ella la base
del método terapéutico que llamó homeopatía.
Muchos fueron ilusos tomando recuperaciones naturales por curaciones. Sus
intentos de «imitar» fallaban invariablemente. Otros abandonaron la idea de un
principio general de curación con medicación y negaron su existencia, rehusando
aceptar la demostración cuando finalmente fue hecha. Esta es la actitud del miem-
bro medio de la escuela dominante hoy día. Niega la existencia de un principio
general de medicación terapéutica. «Nosotros no pretendemos una curación», dice,
«sólo ayudamos a la naturaleza a efectuar recuperaciones». En esto al menos es
honesto, y coherente en su utilización de los términos.

Los requisitos de la curación


El primer requisito de una curación con medicación es que sea el resultado
de la aplicación directa de un principio general definido de medicación terapéu-
tica. El resultado puede ser accidental o intencional por parte del prescriptor en un
caso dado, pero su relación con los medios empleados debe ser susceptible de
explicación y demostración racional con referencia al principio rector.
Un principio general es susceptible de demostración sistemática, no sólo una
vez, sino repetida e invariablemente, bajo condiciones establecidas. Dado el prin-
cipio, siempre es posible formular un método o técnica, mediante el cual el prin-
cipio puede ser aplicado con éxito a cada caso, dentro de su alcance.
El segundo requisito de una curación por medicación es que debe ser indi-
vidual. Un principio general de acuerdo con el cual tiene lugar una acción siempre
puede ser individualizado. La capacidad para encontrar los diversos requisitos de
los casos individuales prueba la existencia y la verdad del principio implicado.
Un verdadero sistema de terapéutica debe ser capaz de adaptar su principio
básico y su remedio a las necesidades de cada caso individual.
No hay curaciones para «enfermedades», ni un remedio para todos los casos
de la misma enfermedad. La curación se relaciona con el paciente individual, no
con la enfermedad. No hay dos casos de la misma enfermedad exactamente iguales.
Siempre existen diferencias en las manifestaciones de los síntomas y las modali-
dades en los individuos. Son esas diferencias las que dan a cada caso su individua-
lidad, y crean la necesidad de un remedio individual.

El factor morfológico
Cada individuo se desarrolla de acuerdo con una cierta tendencia o predis-
posición morfológica, inherente a su constitución. De esta tendencia deriva su
individualidad. Esta tendencia o predisposición puede ser, o puede hacerse, mórbida.
Si lo es, la forma sintomática de esa morbilidad también será individual. Es nece-

122
ERRNVPHGLFRVRUJ
CURACIÓN Y RECUPERACIÓN

sano, por lo tanto, estudiar cada caso de enfermedad tanto desde el punto de vista
morfológico como semiológico, para ser capaz de determinar su forma y caracte-
rísticas individuales.
La nueva morfología incluye todos los hechos y fenómenos, anatómicos,
fisiológicos y psicológicos, funcionales y orgánicos, normales o anormales, que
representan la individualidad del sujeto. Esto pretende establecer, en cada caso
concreto, el tipo particular o variedad de organización, desarrollo y funcionamiento
que le da su individualidad y lo diferencia de otros casos similares, proporcionando
así una base fiable para la interpretación racional de los síntomas y la selección del
remedio indicado para el paciente.

El examen del paciente y la construcción del caso


La enfermedad es primariamente un disturbio dinámico de las funciones
vitales del organismo individual, que se manifiesta por signos y síntomas. Los
síntomas son la (mica evidencia perceptible de la enfermedad y la única guía hacia
el medicamento curativo. Para el prescriptor, los síntomas característicos de cada
individuo en su totalidad constituyen la enfermedad, y su eliminación es el objeto
del tratamiento y la curación.
El tercer requisito para la realización de una curación ideal, por tanto es una
completa e imparcial recopilación y registro de los hechos que constituyen lo
historia natural y médica del individuo.
Esto debería incluir no sólo los signos físicos y constitucionales, la herencia
e historia familiar del paciente; cómo ha nacido, crecido y se ha educado; su
ocupación, hábitos, relaciones sociales y domésticas; sino una historia sintomática
cronológica de todas sus enfermedades, indisposiciones, idiosincrasias, accidentes
y vicisitudes, en la medida en que puedan ser recordados.
Al considerar los resultados recogidos de cada examen, el terapéuta homeópata
presta particular atención a los rasgos o síntomas inusuales, peculiares, excepcio-
nales, que clan al caso su individualidad; pues estos, bajo la guía del principio de
síntoma-semejanza, le llevarán al remedio necesario para la curación del caso
individual.
Los síntomas, generales y particulares, «se comportan de un modo particu-
lar», toman formas, combinaciones y modalidades peculiares, de acuerdo con el
tipo morfológico, el entorno, la personalidad y la predisposición del individuo.
Así es necesario estudiar al individuo para comprender cómo una predispo-
sición general o particular a enfermar se hace concreta y objeto de tratamiento y
curación, así como para sacar los síntomas que constituyen la guía en la selección
del remedio.

Manera y dirección de la curación


La curación tiene lugar en una determinada y ordenada manera y dirección.
El proceso . vital normal, celular, orgánico y sistémico, comienza en el centro

123

ERRNVPHGLFRVRUJ
(11'.N 10 1)E 1,A 110M INWATÍA

y actúa hacia fuera. Figurativamente, si no literariamente, la vida es una fuerza


centrífuga, que irradia, exterioriza, concentra y organiza el espíritu en materia -
«desde arriba hacia abajo». En el mismo sentido, la enfermedad es una fuerza
centrípeta, que se opone, obstruye y penetra hacia el centro y tiende a la desorga-
nización.
La progresión de todas las enfermedades crónicas es desde la superficie
hacia el centro; desde los órganos menos importantes a los más importantes -«de
abajo a arriba».
Los medicamentos curativos refuerzan la energía vital, invierten el proceso
mórbido y aniquilan la enfermedad. Los síntomas desaparecen de arriba a abajo,
de dentro a fuera y en el orden inverso al de su aparición.
Cuando un paciente con una oscura endocarditis reumática, por ejemplo,
comienza a tener signos y síntomas de artritis aguda poco después de haber tomado
el remedio homeopático y es aliviado de sus sufrimientos del pecho, nosotros
sabemos que la curación ha comenzado.
La curación tiene lugar en mucho menos tiempo que la recuperación natural,
sin dolor, disturbio fisiológico o peligro, por el uso del remedio empleado y sin
secuela. El restablecimiento de la salud es completo y duradero.

La tendencia de la terapéutica moderna


La curación, como ideal médico, parece haber sido abandonada por la escue-
la dominante de medicina,Antiguamente, toda nueva medida o método terapéutico
basaba sus pretensiones de aceptación sobre las curaciones aducidas. Si los resul-
tados de su uso podían hacerse pasar por curaciones, se les concedía una especie
de status dentro del mundo médico. Si no, o si el tiempo revelaba la falsedad de
la pretensión, se la relegaba al limbo de las teorías refutadas.
Con el progreso de la ciencia y la difusión general del conocimiento, tanto
la profesión como la gente han empezado a darse cuenta de sus errores. Una gran
mayoría de las curaciones han resultado no serio en absoluto, sino en el mejor de
los casos, sólo recuperaciones. En muchos casos, el estado del paciente después de
su supuesta curación era peor que antes, pues la eliminación o supresión de algunos
de sus síntomas superficiales, que era todo lo que se había conseguido, era seguida
por otros síntomas que indicaban la invasión por metástasis de órganos más pro-
fundos e importantes. El joven, por ejemplo, cuya gonorrea fue tratada con inyec-
ciones y al que su médico le había dicho, después de haber desaparecido el derra-
me, que estaba curado y que podía casarse con la muchacha que había elegido,
Pronto veía que su previamente sana joven esposa comenzaba a padecer serios
trastornos en sus órganos reproductivos. Observaba el gradual difuminarse del rosa
de sus mejillas y el brillo de sus ojos; su laxitud, falta de fuerzas y pérdida de peso;
su depresión mental e irritabilidad; hasta que, finalmente, la consulta a un ginecólogo
y un exámen físico revelaban una salpingitis gonocócica, una «supuración de trom-
pas» o una degeneración ovárica, para lo cual el único recurso es una operación y

124

ERRNVPHGLFRVRUJ
CURM1ÚN Y RECUPERACION

la eliminación de los órganos enfermos. Resultado, un inválido y mutilado aparato


reproductor y una despedida a todas las esperanzas de tener una familia. El joven
•se enteró demasiado tarde de que nunca se había curado de su gonorrea, sino que
las medidas utilizadas meramente trasladaron la enfermedad a partes más profun-
das, por lo que se la había comunicado a su inocente esposa con tan nefastos
resultados.
El setenta y cinco por ciento del alarmante y creciente número de operacio-
nes de los órganos sexuales femeninos, según importantes autoridades, son debidas
a infección gonocócica crónica, causada por supresión (con tratamiento local) y
metástasis de la enfermedad aguda en el marido. Es un triste comentario sobre la
alardea& eficacia de la terapéutica moderna.
Podrían darse ejemplos de muchas formas de enfermedad para ilustrar los
resultados de una falsa y perniciosa terapéutica y la ignorancia de lo que significa
realmente curar, pero ya se ha dicho suficiente para indicar la importancia de un
reexamen de la cuestión.
El abandono del ideal de curación por la profesión en general, y la desapa-
rición del término de la literatura médica corriente, no significa que la curación sea
imposible. Sólo significa que se ha seguido el método equivocado en el esfuerzo
por alcanzarla.
Muchas grandes verdades han tenido su nacimiento, aceptación y periodo de
influencia, seguido por un largo periodo de declinación y oscuridad; pero nunca
una gran verdad se ha perdido. Hay siempre «unos pocos en Israel» que sobreviven
para sostener la verdad que Sc les ha confiado y alimentarla hasta que llegue un
resurgir.
El ideal hahnemanniano de curación por medicación, según el principio de
síntoma-semejanza, en gran parte perdido de vista durante un tiempo en los des-
lumbrantes logros de la cirugía moderna y la investigación de laboratorio, ha pa-
sado a través de un periodo de abandono y oscuridad. Pero ya hay signos de un
resurgir de esta gran verdad, como ciencia, en sus más amplios logros, comenzán-
dose a correlacionar los resultados de su trabajo. La tendencia de todo el pensa-
miento médico moderno es hacia la confirmación y aceptación de los postulados
y principios fundamentales enunciados primeramente por Hahnemann. La homeo-
patía está siendo redescubierta gradualmente por la ciencia moderna.

125
ERRNVPHGLFRVRUJ
INDISPOSICIONES Y EL SEGUNDO
MEJOR REMEDIO

No todo caso que se le presenta al médico requiere medicamento. Puede


requerir sólo la identificación y corrección de algún mal hábito, algún error en el
modo de vida, como dieta defectuosa, ambiente insalubre, inobservancia de las
necesidades higiénicas ordinarias respecto a respiración, ejercicio, sueño, etc.
En el Párr.4 del Organon, Hahnemann dice: «El (el médico) es igualmente
un conservador de la salud si conoce las cosas que desarreglan la salud y causan
la enfermedad, y cómo apartarlas de las personas sanas».
En el Párr.5, el médico es instado a identificar «la más probable causa
excitante de la enfermedad aguda, como también los puntos más significativos en
la historia completa de la enfermedad crónica, para permitirle descubrir su causa
.fiutdamental, que generalmente es debida a un miasma crónico».
Al hacer esas investigaciones él dirige nuestra atención a «la común/ció/7
física del paciente, su carácter moral e intelectual, su ocupación, modo de vida y
hábitos, sus relaciones sociales y domésticas, su edad, funciones sexuales, etc.»
Pero esta línea de investigación es igualmente fructífera y necesaria al ocu-
parse de las indisposiciones, de las que particularmente estoy hablando.
En la nota al Párr.7, Hahnemann dice: «Como cosa evidente todo médico
sensible eliminará primero tales causas, después de lo cual la indisposición cesará
en general espontáneamente». A modo de ilustración, continúa diciendo: «Elimi-
nará de la habitación las flores de olor fuerte, que tienen tendencia a producir
síncope y trastornos histéricos»; (y yo podría añadir que ordenará a las «señoritas
pacientes» histéricas y neuróticas abandonar el uso de los perfumes fuertes y bol-
sitas perfumadas, que hacen irrespirable el aire de sus habitaciones, agravando sus
dolencias y convirtiéndose en una molestia para cualquiera que se les acerque);
«extraerá de la córnea el cuerpo extraño que produce inflamación del ojo; aflojará
el vendaje demasiado apretado de un miembro herido, ligará la arteria dañada,
promoverá l'a' expulsión de una ingesta venenosa mediante el vómito, extraerá
sustancias extrañas de los orificios del cuerpo, destruirá o eliminará los cálculos

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El, GENIO DE I A II(0511'.01>ATIA

vesicales, abrirá el ano imperforado del recién nacido, etc.»


En una palabra, Hahnemann se esfuerza en dejar claro que el uso del sentido
común no es incompatible con la práctica homeopática, al contrario de sus enemi-
gos y algunos de sus más apasionados seguidores, no obstante.
Él joven médico homeópata, recién estudiada la materia médica, con su
flamante caja de medicamentos, se puede comparar con el muchacho que con su
primera navaja quiere tallar y cortar todo lo que encuentra, ¡una comparación, de
paso, bastante aplicable a los jóvenes cirujanos! Ambos dejan un rastro que para
seguirlo no se requiere la sagacidad de un Sherlock Holmes,
Consideremos por unos momentos, entonces, ese tipo de casos que sólo
necesita la corrección de hábitos defectuosos y la eliminación de las causas excitantes.
Consideremos también que frecuentemente requieren la exhibición de tanta pru-
dencia, habilidad, buen juicio y tacto para realizar esta función, COMO para pres-
cribir un medicamento: en realidad, muchas veces requieren más. I.;,s mucho más
fácil recetar medicamentos y despachar al paciente, que hacer una cuidadosa inves-
tigación de los hábitos y circunstancias de un paciente que probablemente no
necesita medicamentos en absoluto, sino sólo un sabio y amable consejo sobre
cómo vivir.
Grande es el poder y el valor del medicamento homeopático, pero, como
todas las cosas buenas, se puede abusar de él. Incluso las altas potencias pueden
ser objeto de abuso y causar daño, como vi ilustrado muy palpablemente cuando
me mandaron llamar con precipitación para ver a un paciente al que yo había
recetado unos días antes. Refiero el caso porque no sólo ilustra el punto particular
que estamos discutiendo ahora, sino la cuestión de la posología que tocaré a con-
tinuación. El paciente era un viejo caballero que estaba en un estado de demencia
senil, con debilitada capacidad de pensar, pérdida de memoria, tendencia a la
micción y defecación involuntaria, insomnio más bien persistente y habiéndose
hecho descuidado en sus hábitos personales. Pero había sido perfectamente tratable
y pacífico en su conducta y no había supuesto ningún trastorno para su familia. Los
síntomas me llevaron a prescribir un remedio, que di a la potencia doscientos, con
instrucciones para tomar, dos dosis diarias. Tres días después fui llamado precipi-
tadamente para verlo. Lo encontré en un estado mental muy excitado, con cara
congestionada, pupilas muy dilatadas, expresión fija y desconfiando de ser enve-
nenado. Excitada y ásperamente me acusó de haberle (lado «el medicamento de
otro» que había «llenado sus intestinos», se había quitado toda la ropa, negándose
a ponérsela de nuevo, andaba por la casa desnudo delante de las mujeres, sin
vergüenza, y había tratado de salir a la calle en ese estado.
Reconocí los síntomas inmediatamente, como espero que ustedes hayan hecho,
Probablemente la mayoría de ustedes sea capaz de decir su nombre. Era Hyosciamus,
por supuesto.
Haciendo averiguaciones me enteré de que en lugar de tomar el remedio dos
veces al día como se le indicó, debido a un malentendido, había estado tomándolo

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INDISPOSICIONES Y H. SEGUNIX) MEJOR REMEDIO

cada dos horas. Evidentemente estaba haciendo un ensayo lde la potencia doscien-
tos! Una dosis única de Belladona doscientos eliminó todo el trastorno en unas
horas, y reanudó su plácido curso de vida ordinario.
Una experiencia de este tipo tiene una fuerte tendencia a eliminar cualquier
escepticismo que una pueda tener sobre el poder de las altas potencias. También
conlleva un impresionante aviso contra la repetición demasiado frecuente de las
dosis. Por otra parte, contradice la teoría de que las altas potencias no actúan en
el anciano. Incidentalmente muestra la posibilidad, negada a veces, de hacer ensa-
yos con medicamentos altamente potenciados y apoya las afirmaciones de quienes
sostienen que ningún remedio puede considerarse bien experimentado hasta que se
ha probado tanto en potencias como en forma cruda.
Es bien sabido que la parte más valiosa de la acción de una droga, los más
finos matices de su sintomatología, no se producen casi nunca con el uso de las
tinturas y bajas potencias. Estos aparecen habitualmente bajo la acción de una
media o alta potencia, o hacia el final de una experimentación de una baja potencia,
mucho después de que hayan pasado los primeros efectos de la droga; así que ha
venido a ser una máxima entre los experimentadores expertos que los últimos
síntomas que aparecen en un ensayo son los más valiosos y característicos. De la
misma manera, los últimos síntomas que aparecen en una enfermedad, especial-
mente crónica, son del rango más alto para seleccionar el remedio; un punto prác-
tico que conviene recordar. No deberíamos descuidar nunca averiguar en un pa-
ciente si han aparecido nuevos síntomas desde la última visita o prescripción y
valorarlo altamente.
Volviendo a la cuestión de la indisposición, habiendo descubierto tal caso y
determinado que no requiere medicación, surge la pregunta, ¿cómo debe ser ma-
nejado? A primera vista parecería ser una cosa muy simple; decirle meramente al
paciente con franqueza que no necesita medicamentos, sino solamente reformar su
vida y corregir sus hábitos, de acuerdo con el consejo o instrucción que usted le
ha dado o le dará. Esta visión del asunto no toma en consideración las peculiari-
dades de la naturaleza humana, formada por siglos y generaciones de hábito y
costumbre. Sólo ocasionalmente encontraremos a un paciente al que podamos dar
un consejo y tratamiento ideal. A pesar del rápido crecimiento de la idea de la
abstención de las drogas promulgada por diferentes sectores modernamente, el
paciente medio que va al médico espera que le den medicamentos. Si es de ideas
tan avanzadas como para creer en la teoría de la abstención de las drogas, proba-
blemente no irá al médico, sino que buscará un osteópata o un sanador de ciencia
cristiana. El paciente que cree en las drogas y va al médico por un tratamiento muy
probablemente escuchará con incredulidad su bien intencionado consejo, y se irá
para contarle a sus amigos, y no precisamente de una manera respetuosa, que él
pensaba que eta usted médico, pero que sólo es un cientista cristiano a medio cocer
después de todo, o algo por el estilo. Dirigir su atención a sus errores de vida y
mandarle que los corrija es aparentemente poner la responsabilidad de la curación

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EL GENIO DE LA HOMEOPATÍA

sobre él, y eso no es en absoluto lo que él quiere. El espera que nosotros corramos
con esa responsabilidad. Para eso es para lo que viene a vernos. Además de esto,
muchas veces se ofende por la afirmación de que su trastorno es debido a su propia
ignorancia y voluntariedad. Hoy día hay un amplio sector de gente - egoístas,
buscadores de placeres, amantes de la lujuria, derrochadores, hombres y mujeres -
que exige al médico alivio de los dolores y penalidades de sus pecados higiénicos,
pero no quieren poner de su parte lo necesario para conseguirlo. Quieren «nadar
y guardar la ropa».
No podemos permitirnos enemistarnos con este sector, tanto por su propio
bien como por el nuestro. Tenemos un deber hacia ellos, así como hacia nosotros
mismos, y algunos de nosotros no podemos permitirnos escoger a nuestros pacien-
tes. Debemos aceptarlos como son, y adaptarnos a sus necesidades individuales y
peculiaridades. Estos son en general algunos de los casos que requieren tacto en su
manejo. «Puedes coger más moscas con melaza que con vinagre». Podernos llevar
gradualmente a alguna de esta gente a un mejor modo de vida y de pensar, y
curarlos tanto de sus males como de sus pecados, si somos pacientes, prudentes y
diplomáticos; mientras al mismo tiempo estamos aumentando la extensión e in-
fluencia de nuestra práctica. El médico que aspira a ser algo más que un mero
dispensador de paliativos, píldoras y tonterías, nunca perderá la oportunidad de
magnificar su profesión y convertirse en una influencia de rectitud en su comuni-
dad, así como en un curador de sus enfermedades. Al tratar tales casos - las
indisposiciones y hábitos desordenados- es cuando el «segundo mejor remedio de
la materia médica» tantas veces entra en juego. Por supuesto todos ustedes saben
cuál es el segundo mejor remedio. ¿No? ¡Me sorprende que su formación haya sido
tan incompleta! Pero me alegro de tener el privilegio de enseñarles algo que no
saben. ¡Hay algunas cosas que el médico joven medio no sabe!
Para apreciar completamente el valor del segundo mejor remedio, primero
debemos comprender claramente cuál es el mejor remedio de la materia médica.
No puede haber ninguna duda en sus mentes sobre eso, estoy seguro. Es el remedio
indicado. También saben que una vez que ha sido encontrado, al mejor remedio
debe dársele tiempo para actuar, y que su acción no debe ser interferida por otras
drogas o influencias, hasta que haya realizado todo lo que es capaz. También
saben, y si no lo aprenderán (si mantienen sus ojos y su entendimiento abiertos),
que demasiadas dosis del mejor remedio pueden estropear el caso.
Una de las características distintivas de un gran pintor es que sabe cuándo
parar. Muchas pinturas que podían haber sido grandes, si el artista hubiese sabido
cuándo pararse, han sido debilitadas y estropeadas por exceso de acabado. En su
ansiedad por perfeccionar unos cuantos detalles insignificantes, priva a su trabajo
de vitalidad, lo mata. Ocurre lo mismo al tratar un caso. El problema es dar justo
el suficiente medicamento, y no demasiado. Demasiadas dosis pueden estropear el
caso. Me he referido a la clase de gente que espera y exige medicamento, y no
están satisfechos a menos que se les dé, hasta que hayan sido mejor enseñados.

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INDISPOSICIONES Y El., SEGUNIX) MEJOR REMEDIO

Justamente aquí entra ahora el segundo mejor remedio, sin el cual ningún
buen homeópata podría practicar mucho tiempo la medicina. Su nombre técnico es
sacchantin officinalis; abreviado sac.lac. o si.; ¡más claro, azúcar de leche!
¡El mejor amigo del joven homeópata, el aliado del médico viejo y una «ayuda
muy presente en un momento de dificultad»!
La doctrina del placebo, del latín Macere, agradar; futuro, placebo «yo agra-
daré», es tan vieja como la medicina misma. Su valor psicológico es proporcionado
a las fragilidades y peculiaridades de la naturaleza humana. La tradicional «píldora
de pasta» de nuestros ancestros médicos ha dado lugar, con la marcha del progreso
científico, al más elegante polvo de azúcar de leche puro, blanco virginal; o al
seductor tubito de píldoras o tabletas de azúcar, artísticamente etiquetado y con
instrucciones impresas del número exacto de píldoras por dosis y las horas exactas
de toma, con confiadas aseveraciones de los felices efectos a esperar si se siguen
fielmente las instrucciones.
Son maravillosos los resultados presenciados por el recurso a este remedio
en casos en que está indicado. Le he visto producir sueño al «insomníaco», cuando
incluso la morfina había fallado. He oído a pacientes declarar que era el más eficaz
catártico que habían tomado y suplicar un generoso suministro para uso 'futuro;
suministro que habitualmente he denegado en base a que era un remedio demasiado
potente para ser dejado en manos de los no cualificados. Es en verdad un remedio
demasiado potente y demasiado útil como para ser tomado o ser usado a la ligera.
El conocimiento de su uso es demasiado peligroso para ser difundido entre los
legos. Debería guardarse tan celosamente como un «secreto comercial» valorado
en millones. Nunca admita que lo use, para cualquier fin, el iniciado, si valora su
influencia y reputación, pero nunca deje de usarlo cuando su juicio se lo dicte.
Permítasenos una ojeada a algunos de los usos prácticos del placebo. Le
llaman para un nuevo caso. Usted ve al paciente y hace su examen. Decide que es
un caso para dar medicación. Ha anotado los síntomas encontrados y echa un
vistazo a la historia. El caso es difícil y usted no es capaz de decidir de improviso
qué remedio es el indicado. Debe tener tiempo y oportunidad de estudiarlo. El
paciente y sus conocidos quieren que se haga algo enseguida. Rápidamente usted
repasa el caso mentalmente. Este paciente está seriamente enfermo. Cometer un
error en la primera prescripción podría ser fatal, o podría perjudicar el caso con-
fundiéndolo, de modo que una curación rápida y satisfactoria fuera imposible. Su
reputación ante la nueva familia dependerá de su éxito. Debe conservar la confian-
za del paciente, pero debe tener tiempo y no cometer ningún error.
Aquí es donde su conocimiento del segundo mejor remedio entra en juego.
Tranquila y confiadamente prepare y administre un generoso polvo «s.I.», deje
instrucciones explícitas para el uso de cuantas dosis sucesivas considere oportuno,
comprométase a ver al paciente otra vez en una hora o dos, o tres, y luego .apre-
súrese a recluirse en su despacho, donde procederá a aplicar su conocimiento de
cómo estudiar el caso y encontrar el remedio según los principios del Organon.

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11. GENIO DII I.A 11015,11.:01'ATÍA

Cuando haya trabajado el caso y encontrado el remedio, vuelva. Entonces


entre a la presencia del paciente como dueño de la situación -a menos que el
Dueño del Destino lo haya dispuesto de otro modo.
¿Considera alguien esto una pérdida de tiempo? ¡Es una lástima que no se
haya perdido más tiempo de esta manera! Miles de casos podían haberse salvado,
y mucha reputación profesional, siguiendo este camino, en vez de ceder al tonto
impulso de pánico a «hacer algo rápido», que casi invariablemente resulta hacer lo
equivocado.
Los pacientes habitualmente no mueren en un minuto. Siempre hay suficien-
te tiempo para hacer lo correcto, siempre, en el momento correcto. Si sabe qué es
lo correcto sin reflexión ni estudio, hágalo enseguida. Dé su remedio enseguida si
está seguro de ello, pero de otro modo no. Si no está seguro, dé sache.
Si el caso es realmente precipitado y exige medicación inmediata, retírese a
otra habitación con su repertorio entonces y allí.
Los más grandes de nuestros prescriptores -hombres como Boenninghausen,
Hering, Lippe, Wells, Biegler, aquellos que se han ido, y casi todos nuestros
expertos prescriptores de hoy en día, no dejan de llevar con ellos su repertorio en
todos los casos, ni dudan en usarlo en presencia del paciente si es necesario. En
vez de suscitar recelo por parte de los pacientes, como ustedes podrían pensar.
despierta confianza. Ver a un médico haciendo un minucioso examen, estudiando,
«tomándose la molestia», mostrando un interés real en el caso y una determinación
para hacer lo mejor en el «momento psicológico» (que es siempre el ~mento
presente con el hombre que está sufriendo), puede calcularse la confianza que
inspira en todo momento - excepto con los tontos, que ningún médico quiere como
pacientes y a quienes debería estar permitido abandonar la tierra lo más pronto
posible, en beneficio de la posteridad, de alguna manera.
Otro uso del segundo mejor remedio es como complemento al remedio in-
dicado. La experiencia demuestra que Hahnemann estaba en lo cierto cuando acon-
sejaba que el remedio debería suspenderse tan pronto como aparezcan los signos
de mejoría, y permitir continuar con la reacción curativa sin más repetición de
dosis tanto como dure. Esto se refiere, por supuesto, a los casos en que se han dado
dosis repetidas desde el comienzo. Cuando empieza la mejoría y usted desea inte-
rrumpir la medicación, simplemente sustituya el remedio por sac.lac. y vigile el
caso.
La misma conducta se seguirá cuando el tratamiento ha comenzado con la
dosis única, por cuyo método se han realizado muchas de las más brillantes cura-
ciones.
Podemos dar suficientes polvos de sal.lac. para que dure el intervalo entre
las visitas, o un tubo de tabletas o grageas en blanco; pero asegurarse de humedecer
las tabletas y grageas con alcohol, o poner algunas grageas no medicadas en los
polvos de sac.lac. A veces los pacientes tienen un modo de investigar los polvos
y contar las grageas. Si no encuentran grageas pueden desconfiar.

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INDISPOSICIONES Y II. SIXIUNDO MEJOR REMEDIO

La caja de medicamentos debe contener siempre un tubo de grageas en


blanco apropiadamente etiquetado para tal uso. Un amigo mío siempre lleva una
caja duplicada de tubos que contienen grageas en blanco, pero etiquetados como
medicamentos para disipar sospechas.
Estas son algunas de las formas de utilizar el segundo mejor remedio. Si
actúa correctamente cada vez le encontrará más utilidad, excepto con algunos raros
pacientes, a quienes gradualmente debe educar hasta el punto en que lleguen a
darse cuenta de qué poco medicamento y qué pocas dosis son necesarias cuando
un caso es hábilmente conducido. Todo esto está bastante en línea con las actuales
enseñanzas e ideas sobre cuestiones terapéuticas. El uso del placebo es simplemen-
te una forma, y una forma muy poderosa, de sugestión terapéutica; o, para usar un
término aún más reciente, de psicoterapia. En el uso habitual, sistemático y juicioso
del inofensivo polvo de sache. el homeópata se ha adelantado a todas las moder-
nas tendencias de curación sin drogas, e incluso ellas no han inventado una medida
más poderosa ni eficaz.
Nosotros no nos vemos en la necesidad de despedir a nuestros pacientes
como ha hecho el Dr.Wm. Gilman Thompson, del Cornell University Medical
College. El mantenía una clínica médica ante la clase superior. A esta clínica vino
una mujer cuyo caso fue diagnosticado de neurastenia. Entre la multitud de quejas
que virtió, daba más énfasis al estreñimiento, pero declaró que no podía y no
tomaría catárticos nunca más.
El Dr. Thompson ponderó sobre el problema unos momentos y luego se
volvió hacia la clase y dijo: «Caballeros, no hay sino una cosa que hacer con esta
paciente. La enviaremos a Boston. ¡Allí le darán una píldora subconsciente y en-
trará en el Movimiento Inmanuel!»
Muchos de los que no son susceptibles a la «píldora subconsciente» reponderán
al algo más tangible, pero no menos eficaz, polvo de sac.lac., incluso entre aquellos
que viven en Boston.
Se han hecho objeciones a este modo de tratar los casos por ciertos indivi-
duos con conciencias muy delicadas, sobre la base de que esto no era estrictamente
honesto. Practicar incluso una tan leve decepción sobre los pacientes violaría su
lino sentido del honor. Además, tiende a engendrar en los pacientes un hábito o
dependencia del saciac. y a desmoralizar a los médicos que siguen esa práctica.
Recordad las palabras de El, quien dijo: «¡Ay de vosotros, escribas y fari-
seos, hipócritas! pues pagáis diezmos de menta, anís y comino, y habéis omitido
lo más grave de la ley, justicia, misericordia y fe; eso debiérais haber hecho, y no
dejar de hacer lo otro. ¡Vosotros guías ciegos que filtráis un mosquito y os tragáis
un camello!»
El, quien dicen que untó los ojos de un ciego con «barro mezclado con
saliva», le mandó ir y bañarse en la piscina de Siloam, y recobró la vista -curado
por la fe; despertada por la sugestión terapéutica de un placebo de barro y una
orden de tomar un baño.

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El, GENIO DE I,A HOMFDPATÍA

Cualquier medida inofensiva, que tienda a excitar la reacción curativa del


organismo a través del despertar de la fe y la expectación confiada, es no sólo
correcta, sino legítima y a veces indispensable.
¿Pero qué diremos de los que tanto se han ofendido ante la idea de usar el
placebo, cuando los vemos violar cada ley y principio fundamental del arte cuyo
nombre ellos profesan ante el mundo, usando potentes drogas de tal manera en su
tratamiento del enfermo, tanto en su práctica pública como privada, como para
provocar un daño irreparable?
¿O qué diremos de hombres prominentes ante el público como representan-
tes oficiales de la homeopatía en colegios y hospitales, que llevan pacientes en
manada a una sala del Metropolitan Hospital, denominándolos arbitrariamente una
«clase», sin relación con sus síntomas individuales, y les ponen a todos,
indiscriminadamente, inyecciones hipodérmicas de «una preparación de digital»
para su corazón?
Esto es desde luego descuidar «lo más grave de la ley». Es la ironía del
destino lo que hace posible decir tal cosa de hombres que dirigen un gran hospital,
que fue específicamente fundado y financiado con el fin de dispensar las bendicio-
nes de la homeopatía al pobre de la gran ciudad.
¿Y de los jóvenes que han venido de todas partes a los colegios conectados
con tales hospitales, y pagan su dinero de buena fe por tal instrucción en los
métodos y principios de la homeopatía, que son llamados a presenciar tales perver-
siones de todos los verdaderos principios terapéuticos, por no decir nada de la
homeopatía? ¿No deberían tenerse en consideración?
El presidente Cleveland se inmortalizó al declarar que «un cargo público es
un deber público».
El presidente Roosevelt se hizo querer por el pueblo y pasó a la historia
como el gran exponente del «juego limpio».
Esos dos grandes líderes, cada uno en su propia forma, han proclamado así
los principios de la honestidad común en la conducta de los asuntos públicos y
privados. La gente ha escuchado y ha respondido. El mundo está despertando, pues
como el presidente Lincoln dijo: «Puedes engañar a alguna gente todo el tiempo;
puedes engañar a toda la gente durante algún tiempo, pero no puedes engañar a
toda la gente todo el tiempo».
Cuando los colegios homeopáticos enseñen homeopatía en cada cátedra
apropiada; cuando los hospitales homeopáticos y clínicas homeopáticas sean diri-
gidos según los principios homeopáticos; y cuando los médicos homeópatas hagan
al menos un sincero intento de prescribir remedios homeopáticos para sus pacien-
tes; entonces, y no antes, los principios de la honestidad común encontrarán su
aplicación en la profesión médica homeopática.
Obrar de otro modo es faltar al deber: La obligación moral de todo hombre
afiliado a una institución homeopática, y de cada médico que profesa el nombre de
la homeopatía, es ser fiel a los principios homeopáticos.

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ERRNVPHGLFRVRUJ
INDISPOSICIONES Y 11. SEGUNDO MEJOR REMEDIO

No hace muchos años que el juez Barrett, de la Corte Suprema, en una


decisión que emitió en cierto caso, dictaminó que sobre todo médico declarada-
mente homeópata recaía la obligación legal de practicar de acuerdo con los prin-
cipios homeopáticos; y que estaba sujeto a la ley si no lo hacía así. La gente que
aporta su dinero para fundar y sostener instituciones homeopáticas tiene algún
derecho en esta cuestión que .debería respetarse.
Ahora tenemos una «ley de alimentación pura» que exige que todos los
artículos deban ser «fieles a la etiqueta». Puede llegar el momento, y .quizás no
ffilte mucho, en que tengamos una «ley de práctica pura», que exigirá que a un
hombre que se presente como graduado de una escuela homeopática y practicante
de la homeopatía, se le exija practicar de acuerdo con los principios de esa escuela
o sufrir el castigo de su suplantación -en otras palabras, que deba ser «fiel a la
etiqueta». Ese día no será capaz, como es ahora, de anunciar «j57 variedades!».
Sólo hay una variedad de homeopatía, que es la homeopatía de Hahnemann, cuyos
principios se encuentran claramente expuestos en el Organon. Todas las demás
variedades son fraudulentas, confeccionadas con materiales impuros y perjudiciales
para la salud, como los artículos inferiores enlatados de los fabricantes, que ellos
tratan de conservar con antisépticos. Si algunos homeópatas fraudulentos fueran
obligados, como los fabricantes de comida, a poner en sus etiquetas los nombres
y porcentajes de los ingredientes extraños de sus productos, esto podría ser mejor
para la gente, pero ellos tendría que agrandar tanto sus etiquetas como sus paque-
tes, para dejar espacio a la lista.
Con todo esto, no hay que ser pesimista. Los líderes de la profesión
homeopática están alertas al verdadero estado de los acontecimientos. Ellos están
demandando de sus colegios y profesores que sean enseñados los principios
homeopáticos y los colegios están respondiendo tan rápidamente como pueden,
dificultados como están por la presencia de algunos hombres en sus facultades que
son contrarios a todo lo homeopático. Reconocen que el futuro de la homeopatía
depende de los jóvenes que ahora están saliendo; de las promociones que ahora
están en las clases; que los principios y métodos de la homeopatía, mucho tiempo
descuidados, deben ser restituidos a su verdadero lugar en el curriculum del cole-
gio, enseñados por hombres que amen el arte de la curación y estén imbuidos . del
espíritu de la homeopatía y el amor a ella. Nosotros podemos conocer los princi-
pios -la ciencia de la homeopatía- , pero a menos que amemos el arte y lo prac-
tiquemos, fracasaremos en el aspecto más elevado de nuestra vocación. Nunca
hubo tanta necesidad como hoy de homeopatía pura, ni tantas oportunidades para
los jóvenes con entlisiasmo y sincero propósito, que son preparados a fondo en los
métodos homeopáticos. Los colegios los necesitan como profesores. Los hospitales
los necesitan como internos y residentes, y en otros puestos oficiales. La gente los
necesita como curadores prácticos. Preparados para ese trabajo, «el inundo está a
nitestros pies».

135

ERRNVPHGLFRVRUJ
SINTOMATOLOGIA

La Materia Médica Homeopática


La Materia Médica de Hahnemann es un monumento perdurable del genio
de su autor, original en su concepción y diseño y única en su forma y contenidos.
Su cimiento está en el lecho de roca de la ley natural. Está construida con los trozos
de piedra de los hechos correctamente observados, acumulados en el cemento de
la lógica irreductible. Sobre sus puertas están grabadas las palabras, Similia Similibus
Curantur; Simplex, Simile, Minimun.
Hahnemann, al percibir un nuevo principio general en terapéutica, se enfren-
tó con el problema de crear una Materia Médica enteramente nueva, mediante la
cual el principio pudiera ser aplicado en la práctica. Si las enfermedades habían de
tratarse de acuerdo con el principio de síntoma-semejanza, era necesario saber qué
síntomas producirían las drogas en las personas sanas, pues estos serían los únicos
síntomas que podrían posiblemente parecerse a los de las personas enfermas. No
existía ninguna materia médica que contuviera los hechos o fenómenos de la acción
de las drogas sobre el sujeto sano. Las materias médicas existentes contenían sólo
las observaciones incidentales, teorías y opiniones sobre la acción drogal de gente
que daba drogas al enfermo o casos tratados de envenenamiento, sobre presuncio-
nes puramente empíricas y. especulativas; y estas se daban, no de forma simple,
sino en tal combinación y mezclas que hacía imposible una concepción inteligente
de lo que podía ser la acción de una droga individual.
Sin desanimarse por la magnitud de la tarea, Hahnemann emprendió la crea-
ción de una materia médica que incorporara los hechos de la acción drogal sobre
el sujeto sano. Inició «ensayos» de drogas sobre él mismo, miembros de su familia,
amigos, estudiantes y compañeros de profesión, manteniendo todo bajo el más
rígido escrutinio y control, y recogiendo cuidadosamente cada clato y las condicio-
nes bajo las cuales era obtenido.
Este trabajo continuó durante muchos años, siendo publicadas partes de él de
vez en cuando, hasta que el cúmulo de material alcanzó enormes proporciones.

137
ERRNVPHGLFRVRUJ
EL GENIO DE LA HOMEOPATÍA

Adoptando el plan de ordenar los síntomas drogales así derivados según las
partes anatómicas y regiones del cuerpo en que se daban, como el método de
dosificación más racional y simple para la comparación con los síntomas de la
enfermedad, Hahnemann construyó y publicó, primero, la Materia Médica Pura, y
después las Enfermedades Crónicas, la mayor parte de la cual está compuesta por
ensayos de drogas. Sumando casi 3.000 páginas, constituyen uno de los más for-
midables trabajos de experimentación e investigación original nunca intentado y
llevado a cabo por un hombre. Se han hecho muchas y amplias aportaciones a este
trabajo original de Hahnemann por autores posteriores.
La vasta colección de síntomas de que se compone la materia médica de
Homeopatía es incomprensible sin entender los principios en los que se basa. En
una buena librería de trabajos homeopáticos hay alrededor de 200 volúmenes de
muchos autores sobre materia médica, incluyendo colecciones y clasificaciones
especiales, repertorios, tablas e índices de síntomas. Enfrentado a tal cantidad de
material no es sorprendente que el estudiante al principio se encuentre confuso y
desanimado. Pero cuando se le ha explicado el principio básico y ha aprendido el
significado de los síntomas, su método de clasificación e interpretación, y cuando
ha visto los medios de referencia rápida suministrados, su desconcierto da paso a
la admiración.
La tarea de dominar la materia médica, vasta y hasta imposible como parece,
es comparativamente simple. La brújula que señala el camino a través del aparente
desierto de síntomas es el principio del Similia, la ley correctiva de la homeopatía.
Cuando los síntomas drogales recogidos en la materia médica homeopática
son vistos como contrapartidas exactas de los síntomas de enfermedad, y es expli-
cado que las medicinas curan la enfermedad en virtud de su semejanza de síntomas,
la razón de la existencia de la materia médica en su forma catacterística es eviden-
te. El ordenamiento de los síntomas según un esquema anatómico está hecho con
el propósito de comparación - síntomas de drogas con síntomas de enfermedad.
Dado el principio básico y sus corolarios, el resto es meramente una cuestión de
dominar la clasificación lógica e interpretación de los síntomas, y el uso de los
manuales, índices y repertorios disponibles.

S intomatología
El primer requisito para una correcta compresión de la cuestión de la
sintomatología es conocer el completo significado de la palabra «síntoma» y todo
lo que ello implica.
Es necesario un conocimiento de la verdadera naturaleza y constitución de
un síntoma al ensayar o someter a prueba medicamentos; en el examen de un
paciente; en el estudio de la materia médica y en la selección y manejo del remedio
indicado. Esto es un patrón para juzgar la fiabilidad de un ensayo, un caso clínico,
un historial de examen o las declaraciones de un colega recien conocido.
La ignorancia de la naturaleza y constitución de los síntomas por parte de los

138

ERRNVPHGLFRVRUJ
SINTONIATOLOGíA

experimentadores, directores de ensayos y médicos ha dado como resultado la


producción de ciertos ensayos y libros de materia médica que son prácticamente
inútiles, y la publicación de informes de casos sin más finalidad que la de hacer
flotar los nombres de sus autores en el mar de tinta de imprenta. Tales produccio-
nes, que consisten principalmente en lugares comunes, generalidades, nombres
patológicos indefinidos y hallazgos pseudo-científicos, instrumentales y de labora-
torio, revelan la ignorancia de sus autores de todo lo que contribuye a la realización
de curaciones y ensayos fiables, guiados por los principios homeopáticos clásicos.
El resultado es inútil para el prescriptor, porque no contiene los elementos en los
que puede basarse una prescripción homeopática.
No se intenta minimizar o ridiculizar los hallazgos de laboratorio e
instrumentales. Tales observaciones son útiles y necesarias para ciertos fines cien-
tíficos, particularmente diagnósticos y patológicos; pero son sólo una parte, y muy
pequeña, de los ensayos homeopáticos, o de historias clínicas destinados al uso del
prescriptor. No pueden sustituir a las cosas más importantes que se han omitido.
Veremos cuáles son esas cosas procediendo a la definición de síntomas.

Definición de Síntomas
En general, un síntoma es cualquier evidencia de enfermedad o cambio de
un estado de salud. En materia médica ningún hecho relevante es demasiado insig-
nificante para ser pasado por alto. Hay un lugar y una utilidad para cada hecho,
pues la ciencia nos ha enseñado que «la Naturaleza nunca juega». Un síntoma que
parece insignificante para el examinador descuidado o superficial puede convertir-
se, en manos del experto, en la llave que abra un difícil problema en terapéutica.
Hahnemann define los síntomas, en términos generales, como «cualquier
manifestación de desviación de un anterior estado de salud, perceptible por el
paciente, los que le rodean, o el médico». Tenernos aquí la base de la división
común de síntomas en dos clases generales: Subjetivos y Objetivos.
Más adelante, Hahnemann define los síntomas corno «evidencias de la ac-
tuación de las influencias que perturban el juego armonioso de las funciones, el
principio vital como dynamis-espiritual». (Fuente sustancial, ente, de la energía y
actividad vital.)

Síntomas subjetivos
Los síntomas subjetivos son síntomas descubribles únicamente por el pacien-
te, tales corno el dolor y otras sensaciones mórbidas del cuerpo o la mente, que no
presentan indicaciones externas. Con .el anuncio de Hahnemann de la doctrina de
la Totalidad de los Síntomas como base de la prescripción homeopática, se hizo
posible, por primera vez en la historia de la medicina, utilizar todos los fenómenos
de la enfermedad. Hasta el tiempo de Hahnemann, dos de los más frecuentes e
importantes grupos de síntomas eran prácticamente ignorados: los síntomas men-
tales y los síntomas subjetivos. El practicante «corriente» de la medicina, incluso

139
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EL GENIO DE LA HOMEOPATÍA

hoy en día, se interesa muy poco por los síntomas subjetivos. No juegan sino un
papel muy pequeño en determinar el tratamiento práctico de su caso. Para él son
meros gritos inarticulados de sufrimiento, sirviendo sólo para sugerir la dirección
en la que van a hacerse las investigaciones, por métodos físicos y de laboratorio,
para descubrir la supuesta causa tangible de la enfermedad y la localización y
carácter de sus lesiones.
Según el nuevo sistema terapéutico inventado por Hahnemann, los síntomas
subjetivos toman naturalmente su lugar adecuado en el estudio del caso. Como
expresiones de los estados interiores del organismo, y particularmente del estado
psíquico y mental, tienen el rango más alto. Nada puede sustituirlos. Constituyen
la única vía directa de aproximación a esa esfera interna que, de otro modo, debe
permanecer cerrada a nuestra investigación, excepto en la medida en que es reve-
lada indirectamente en ciertos síntomas objetivos automáticos o involuntarios, de
los que pueden hacerse a veces deducciones más o menos precisas. Permiten al
médico ver la enfermedad desde el punto de vista del paciente. La ventaja tan
grande que aportan al prescriptor sólo puede ser apreciada cuando nos vernos
privados de ellos, como en el caso de los niños y los animales, y descubrimos
cuánta mayor dificultad encontramos en nuestra tarea bajo tales circunstancias.
Antes de que el genio de Hahnemann abriera el nuevo camino el dolor era
meramente dolor. Distinguir entre varios tipos de dolor; analizar y clasificar los
dolores, y no solo los dolores, sino todas las demás sensaciones y sentimientos
subjetivos, y relacionarlos, como fenómenos de enfermedad, 'con remedios, como
hizo Hahnemann, nunca se había pensado antes. Esto es ridiculizado y tomado a
burla hoy día por aquellos que no ven que hay algo radicalmente equivocado en
un sistema de medicina que practicamente ignora la gran mayoría de los síntomas
de casi todos los casos, y seduce a los pacientes con aprendidas explicaciones de
su causa; asegurándoles que no tienen ninguna importancia; o, si su clamor se hace
demasiado fuerte, los reducen al silencio con un opiáceo.

Síntomas objetivos
Hahnemann define los síntomas objetivos como «la expresión de enferme-
dad en las sensaciones y funciones de esa parte del organismo expuesta a los
sentidos del médico y los que le rodean». En esta peculiar definición hay una
alusión a su definición de enfermedad como un disturbio dinámico de la fuerza
vital, y de la Medicina como «una ciencia experimental pura, que .puede y debe
basarse en hechos claros y fenómenos sensibles claramente cognoscibles por los
sentidos». Hay aquí también un recordatorio de que en un síntoma objetivo hay
más de lo que es perceptible solamente por el ojo. Las «sensaciones y funciones»
subjetivas del órgano o parte visiblemente afectado han de ser consideradas tam-
bién como signos puramente objetivos. Hahnemann implica aquí que los disturbios
funcionales y sensitivos preceden a los cambios orgánicos; y esto es coherente con
su premisa básica de que toda enfermedad es primariamente un disturbio dinámico

140

ERRNVPHGLFRVRUJ
sirtromKroLocin

del principio vital. Nunca pierde de vista esta concepción fundamental de la natu-
raleza de la enfermedad.

Totalidad de los Síntomas


«Totalidad de los Síntomas» es una expresión peculiar de la homeopatía que
requiere especial atención. Es realmente importante comprender exactamente qué
significa e implica, porque la totalidad de los síntomas es la verdadera y única base
para cada prescripción homeopática.
Hahnemann (Org. Párr. 6) dice: «El conjunto o totalidad de esos signos o
síntomas disponibles, representa en toda su extensión la enfermedad misma; esto
es, constituye la verdadera y única forma por la que la mente es capaz de conce-
birla». La expresión tiene un doble significado. Representa la enfermedad y tam-
bién representa el remedio, como el lenguaje representa el pensamiento.
1. La Totalidad de los Síntomas significa, primero, la totalidad de cada
síntoma individual.
Un síntoma aislado es más que un hecho aislado; es un hecho, con su his-
toria, su origen, su localización, su progreso o dirección, y sus condiciones.
Cada síntoma completo tiene tres elementos esenciales: Localización, Sen-
sación y Modalidad.
Por Localización se entiendela parte, órgano, tejido o función del cuerpo o
la mente en que aparece el síntoma.
Por Sensación se entiende la impresión, o conciencia de una impresión sobre
el sistema nervioso central a través de los nervios sensorios o afemines, o a través
de los órganos de los sentidos; un sentimiento, o estado de conciencia producido
por un estímulo externo, o por algún cambio en el estado interno del cuerpo. Una
sensación puede ser también una reacción puramente mental o física, tal como
susto, miedo, cólera, pena o celos.
Por Modalidad nos referimos a las circunstancias y condiciones que afectan
o modifican un síntoma, de las cuales las condiciones de agravación y mejoría son
las más importantes. El Dr. William Boericke decía bien:
«Las modalidades de una droga son los síntomas patognómicos de la Materia
Médica».
Por «agravación» se entiende un aumento o intensificación de• síntomas ya
existentes, por alguna circunstancia o condición apreciable.
«Agravación» también se usa en lenguaje homeopático para describir aque-
llos estados en los que, bajo la acción de un medicamento homeopático que actúa
profundamente (o de otras causas), la enfermedad latente se hace activa y se ex-
presa por el retorno de síntomas antiguos o la aparición de síntomas nuevos. En
tales casos esto representa la reacción del organismo al estímulo de un medicamen-
to bien seleccionado, y es generalmente curativa en su naturaleza.
«Mejoría» se usa técnicamente para expresar la modificación de alivio, o de
disminución de intensidad en cualquiera de los síntomas, o en el estado del pacien-

141
ERRNVPHGLFRVRUJ
EL GENIO DE LA HOMEOPATIA

te como un todo, por medicación, o por la influencia de cualquier agente circuns-


tancia o condición.
2. La Totalidad de los síntomas significa todos los síntomas del caso que
pueden ser lógicamente combinados en un todo anzzonioso y consistente, que tenga
forma, coherencia e individualidad. Técnicamente, la totalidad es más (y puede ser
menos) que la mera totalidad numérica de los síntomas. Esto incluye la
«concomitancia» o forma en que los síntomas están agrupados.
Hahnemann (Org. Párr. 7) llama totalidad a «esa imagen (o cuadro) que
refleja exteriormente la esencia interna de la enfermedad, es decir, de la fuerza
vital s«friente».
La palabra usada es significativa y sugerente. Un cuadro es una obra de arte,
que apela a nuestro sentido estético como también a nuestro intelecto. Sus elemen-
tos son forma, color, luz, sombra, tono, armonía y perspectiva. Como composición
expresa una idea, puede ser de sentimiento o de, hecho; pero lo hace por la armo-
niosa combinación de sus elementos en un todo -una totalidad. En un cuadro bien
equilibrado cada elemento está dando su valor completo y su correcta relación con
todos los demás elementos.
Así ocurre en el cuadro sintomático que técnicamente se llama Totalidad. La
totalidad debe expresar una idea. Cuando estudiamos un caso desde el punto de
vista diagnóstico, por ejemplo, ciertos síntomas son seleccionados por tener una
relación patológica conocida con cada uno de los demás, y sobre estos se basa el
diagnóstico. La clasificación de síntomas así hecha representa la idea diagnóstica.
Justamente así la «totalidad de los síntomas», considerada como la base de una
prescripción homeopática, representa la idea terapéutica. Esos dos grupos pueden
ser, y frecuentemente son, diferentes. Los elementos que van a constituir la tota-
lidad terapéutica deben ser tan definida y lógicamente relacionados, y coherentes
como lo son los elementos que van a constituir la totalidad diagnóstica.
La «totalidad» no es, por consiguiente, un mero revoltijo fortuito, al azar, de
síntomas reunidos sin ton ni son. Algo más que una colección al azar semejante de
síntomas patogenéticos en un ensayo constituye la Materia Médica.
La totalidad significa la suma del agregado de los síntomas. No meramente
el agregado numérico - el número completo de los síntomas como particulares o
aislados - sino su suma total, su conjunto orgánico como una individualidad. Como
una máquina montada completa y funcionando perfectamente es más que un agre-
gado numérico de sus simples partes disociadas, así la Totalidad es más que el
mero agregado de sus síntomas constituyentes. Es el agregado numérico más la
idea o plan que los une de una manera especial para darles su fbnna caracterís-
tica. Como las partes de una máquina no pueden juntarse de cualquier manera al
azar, sino que cada parte debe estar encajada con las demás en una cierta relación
definida, de acuerdo con el plan o diseño preconcebido -«ensamblada», como dicen
los mecánicos-, así los síntomas de un caso deben estar «ensamblados» de tal
manera que constituyan una identidad, una individualidad, que puede ser vista y

142

ERRNVPHGLFRVRUJ
sibrromivroLociA

reconocida, corno reconocemos la personalidad de un amigo.


La misma idea subyace en la frase «genio del remedio». Siendo el genio, en
este sentido, la influencia dominante, o el principio esencial del remedio que le cla
su individualidad.
La idea de la Totalidad como una forma abstracta, o figura, ha sido aplicada
a la materia médica corno un todo. La materia médica como un todo es la suma
total de los síntomas de todos los medicamentos experimentados -una gran figura
todo inclusiva, que puede ser imaginada o personificada en la forma de un ser
humano o «superhombre», estando basada esta concepción en el plan anatómico,
fisiológico y psicológico o armazón de la materia médica.
La idea es aplicable exactamente del mismo modo en patología. La enferme-
dad en general, considerada como un todo, está compuesta de la totalidad de los
síntomas que la representan ante nuestros sentidos. La totalidad patológica, tam-
bién, puede ser personificada o representada por la imaginación en la forma de un
ser humano.
Partiendo de esta concepción, algunos de nuestros ingeniosos escritores se
han divertido y contribuído al regocijo de la profesión personificando medicamen-
tos, microbios y enfermedades, y asignándoles todo tipo de papeles -extravagancia
dramática que tiene su valor como recurso educativo para cierto tipo de mente.
La materia médica, desde este punto de vista, se convierte en una galería de
retratos de enfermedades, una especie de «galería de delincuentes» médica, me-
diante la cual podemos identificar a los ladrones que nos roban la salud y el
bienestar y llevarlos ante la justicia. En la práctica homeopática, para seguir con
la comparación, nosotros meramente «ponemos a un ladrón para coger a otro
ladrón».
Como principio constructivo, por consiguiente, la idea de la Totalidad inter-
viene en la formación no sólo de la materia médica como un todo, sino de cada
remedio y de cada síntoma.
Cada enfermedad, cada caso individual de enfermedad y cada síntoma tiene
su totalidad o forma individual.
Si se examinan los «diarios» o registros de una buena experimentación, se
verá que los síntomas de cada experimentador son anotados cronológicamente en
el orden de su aparición; que cada síntoma es lo más completo posible en sus
elementos de localización, sensación y modalidad; que los síntomas son anotados
en su mayoría en el lenguaje corriente, simple y llano del profano, quien describe
los fenómenos como le aparecen, sencillamente, gráficamente o por analogía o
comparación familiar. El registro de esos datos, con las notas y observaciones del
director de la experimentación, constituye un «ensayo», en el que existen los ele-
mentos a partir de los cuales se ha construido la Materia Médica.

Los diarios de los experimentadores no son la Materia Médica. Hasta que


esa gran cantidad de material ha sido analizada, tamizada, clasificada, según sus

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ERRNVPHGLFRVRUJ
EL. GENIO 1)1:: LA HOMEOPATIA

relaciones anatómicas, fisiológicas y patológicas, y se han deducido lógicamente


SUS características generales y particulares, no se convierte en materia médica para
uso práctico. Muchas cosas en una experimentación deben ser interpretadas a la luz
de la anatomía, fisiología, patología o psicología, antes de que estén disponibles
para uso terapéutico, igual que las afirmaciones de un paciente respecto a sus
sufrimientos deben interpretarse al hacer un diagnóstico o una prescripción.
La verdadera Totalidad, por consiguiente, es una Obra de Arte, formada por
la mente del artista a partir de los materiales en bruto a su disposición, que han
derivado de una experimentación o de un examen clínico del paciente.'
Es importante que estos puntos sean comprendidos pues, de otro modo,
existe la posibilidad de errar en varias direcciones:
1. El error puede surgir al poner demasiado énfasis en un síntoma aislado,
o quizás al prescribir de hecho por un síntoma aislado, como muchos irreflexivamente
hacen.
2. El error puede surgir al intentar hacer cuadrar un remedio con una serie
de síntomas indefinidos, sin relación o fragmentarios, por comparación mecánica
síntoma con síntoma, por lo que el prescriptor se convierte en un mero «cubridor
de síntomas» superficial.
3. Si no es de una de esas dos formas, el prescriptor puede caer en el nivel
de los llamados «prescriptores patológicos», que empíricamente basan su trata-
miento en un diagnóstico patológico teórico y terminan prescribiendo innecesarios
y nocivos sedantes, estimulantes, tabletas combinadas y otras mezclas crudas de
práctica común.
El médico que sabe qué es un síntoma, desde el punto de Vista homeopático,
y cómo obtenerlo; que sabe qué significa la totalidad sintomática y cómo construir-
la, y que tiene la inteligencia, la paciencia y la honestidad para estudiar su caso
hasta encontrarla, no será culpable de tal práctica.

Característicos y Keynotes
En el párrafo 153 del Organon, Hahnemann dice que al comparar los sínto-
mas colectivos de la enfermedad natural con los síntomas de la droga, con el fin
de encontrar el remedio curativo específico, «debemos tener en cuenta principal)'
casi únicamente los signos y síntomas más llamativos, singulares, raros y peculia-
res (característicos) del caso; pues son particularmente estos los que deben corres-
ponder con síntomas muy similares en la lista de síntomas del medicamento selec-
cionado, para constituir el más conveniente para efectuar la curación. Los síntomas
más generales (comunes) e indefinidos: pérdida de apetito, cefalea, debilidad, etc.,
merecen poca atención, cuando tienen ese carácter vago e indefinido, si no pueden
ser más precisamente descritos, pues síntomas de una naturaleza tan general se
observan en casi todas las enfermedades y drogas».
Esta parece una descripción suficientemente clara de lo que Hahnemann
entiende por síntomas «característicos», y sin embargo el término ha sido objeto de

144

ERRNVPHGLFRVRUJ
SINTOMATOLOGÍA

mucha discusión y muchos han diferido en cuanto a lo que constituye un «carac-


terístico».
La confusión surgió, y aún existe, por la incapacidad, por parte de muchos,
para reconciliar la enseñanza de este párrafo con la aparentemente contradictoria
doctrina de la Totalidad de los Síntomas como única base de una auténtica pres-
cripción homeopática. Estos se han refugiado en la mecánica «cobertura de sínto-
mas» ya referida, que satisface su concepción de la «totalidad», o en lo que se
conoce como «prescripción por keynote», la cual, como ellos la practican, significa
prescribir por algún síntoma aislado que ellos (quizás caprichosamente) consideran
como el «keynote» del caso.
La equivocación fundamental aquí ha sido no saber distinguir entre la tota-
lidad numérica y la totalidad relacionada o lógica, como ya se ha explicado.
Ambos malentendidos deben reconocerse y corregirse.
El «Sistema keynote» real, como lo enseñó y practicó el Dr. Henry N.
Guernsey (pero pervertido por muchos), no contradice la doctrina de la totalidad
sintomática, ni deja de cumplir con la directriz de Hahnemann de prestar más
atención a los síntomas peculiares y característicos del caso. Es, de hecho, estric-
tamente hahnemanniano. La verdad es que el Dr. Guernsey simplemente inventó
un nuevo nombre para la vieja idea hahnemanniana.
Con relación a esto, sería útil hacer una sinopsis del método keynote del Dr.
Guernsey.
El término «keynote» es meramente sugerente, como se usa a este respecto,
haciendo referencia a la analogía entre materia médica y música. Esta analogía
aparece en el uso de otros términos musicales en medicina, como cuando el pacien-
te habla de estar «fuera de tono», o el médico habla del «tono» del organismo. La
enfermedad es correctamente definida como una pérdida de armonía en la función
y sensación.
El keynote en música se define como «la nota o tono fundamental a la que
se acomoda toda la pieza». En patología, el término «síntoma patognomónico»
expresa lo que podría llamarse el keynote de la enfermedad, o lo que la diferencia
de otras enfermedades de carácter similar.
Al comparar los síntomas de los medicamentos, encontramos que cada
medicamento presenta diferencias peculiares con todos los demás. Estas diferen-
cias, por las que un remedio se distingue de otro, son los «keynotes» del remedio,
según el Dr. Guernsey.
Esto no significa que únicamente el keynote del caso tenga que cubrirse
únicamente por el keynote del remedio, y que los demás rasgos del caso o el
remedio tengan que ser ignorados. El keynote es simplemente el síntoma o rasgo
predominante que dirige la atención hacia la totalidad. Su función es meramente
sugerente. Una prescripción no se basa en un keynote, considerado como único
síntoma, por «peculiar» que pueda parecer. Su utilidad reside en esto: que cuando
el prescriptor ha llegado a familiarizarse con esos «keynotes» o «característicos»

145
ERRNVPHGLFRVRUJ
EL GENIO DE LA HOMEOPATÍA

de los remedios, será capaz de encontrar más rápidamente el remedio de un caso


dado, porque el campo de elección se ha estrechado. Cuando reconoce ese keynote
en los síntomas de un caso, le sugiere o evoca en la mente un medicamento, o
medicamentos, que tengan un keynote similar. La referencia al repertorio y a la
materia médica verificará y completará la comparación. Habitualmente hay algo
peculiar en el caso, algún rasgo prominente o combinación de síntomas llamativa,
que dirige la atención a una cierta droga, y esto es lo que el Dr. Guernsey llamó
un keynote.
La malinterpretación y abuso de este método ha hecho que caiga un tanto en
el descrédito. Pero considerando los «kéynotes» de Guernsey y los «característi-
cos» de Hahnemann como términos sinónimos, que lo son, y haciendo un uso
legítimo del método de Guernsey, tiene valor.
Un síntoma característico o keynote es una generalización sacada de los
síntomas particulares por deducción lógica. Evidentemente, los síntomas caracte-
rísticos o peculiares no pueden determinarse hasta que un completo examen haya
obtenido todos los síntomas del caso (la totalidad numérica) a efectos de compa-
ración. Cuando esto se ha hecho, hay varias maneras de seleccionar los caracterís-
ticos.
El Dr. Adolph Lippe ilustró su método de esta manera: «En muchos casos,»
dice, «los síntomas característicos consistirán en el resultado obtenido al descontar
todos los síntomas generalmente pertenecientes a la enfermedad que sufre el pa-
ciente, de los obtenidos por un examen minucioso del caso». En otras palabras, los
síntomas característicos son los síntomas peculiares al paciente individual, antes
que los síntomas comunes a la enfermedad.
El ilustra esto con un caso: «El paciente estaba atacado de cólera. Todos los
síntomas característicos del cólera estaban presentes; pero en este caso individual
había (1) un inusual ruído en los intestinos, como si se estuviese vaciando líquido
de una botella. (2) La descarga salía con un chorro. No sabíamos de qué valor
patológico eran esos síntomas, aunque formaban parte de la totalidad que debíamos
cubrir. Descontando de la totalidad (numérica) de los síntomas los comunes a la
enfermedad, estábamos en posesión de los síntomas característicos del paciente.
«Encontramos que aquellos dos síntomas eran también característicos de
Jatropha curcas, y que este remedio, al mismo tiempo, ha producido síntomas
correspondientes con el estado patológico general». Jatropha curó rápidamente el
caso.
La selección de un remedio curativo en este caso, por consiguiente, estuvo
determinada por dos síntomas de valor patológico no conocido, y de carácter apa-
rentemente banal. Sin embargo, esos dos síntomas eran los que daban al caso su
individualidad, e indefectiblemente apuntaban al remedio curativo.
Este caso es un bello ejemplo del estilo de trabajo que hizo famoso al Dr.
Lippe. Ilustra la necesidad de estar familiarizado con la historia natural,
sintomatología y diagnóstico de la enfermedad. El Dr. Lippe no hubiera podido

146

ERRNVPHGLFRVRUJ
SINTOMATOLOG(A

decidir que estos dos síntomas eran peculiares y característicos si no hubiera estado
familiarizado con los síntomas del cólera. Tampoco hubiera podido seleccionar
esos dos síntomas como peculiares, si no hubiera tenido el resto de los síntomas
delante para compararlos. El error de escoger algún síntoma «raro», y dar un
remedio que tenga un síntoma correspondiente, debería evitarse. El Dr. Guernsey
no enseñó a prescribir por un síntoma aislado.
En el prefacio a la primera edición de su gran trabajo sobre obstetricia, el Dr.
Guernsey presenta la cuestión de la «prescripción por keynote» de otra manera.
Dice: «El plan de tratamiento puede parecer a algunos un poco novedoso, y quizás
a primera vista objetable, ya que puede parecer igual que prescribir por síntomas
aislados, mientras que en realidad no es así. Sólo significa establecer algún sín-
toma característico fuerte, que frecuentemente resultará ser el síntoma determinan-
te, y al referirlo al Symptomen Codex o Materia Médica todos los demás estarán
allí si éste lo está.
«Debe haber una cabeza para todo; lo mismo en sintomatología; si el sínto-
ma más interior o peculiar, o keynote, es discernible, resultará (generalmente) que
todos los demás síntomas del caso se encontrarán también en ese remedio que
produjo éste peculiar, si el remedio está bien experimentado. Será necesario, para
prescribir eficazmente, descubrir en cada caso ése que caracteriza a un remedio por
encima de otros en cada combinación de síntomas existente. Ciertamente existe en
cada caso de enfermedad ese que caracteriza preeminentemente a ese caso, o lo
hace diferir de todos los demás. Así en el remedio a elegir, hay y debe haber una
peculiar combinación de síntonias, una nota clave o característica. Pulsa ésa y todas
las demás tocarán, armonizarán y sonarán fácilmente. Hay sólo una clave para
cualquier pieza musical, aunque sea complicada, y esa nota domina todas las demás
en las distintas partes, por muchas variaciones, trinos, acompañamientos, etc. que
haya».
Si Sc comprende que el «keynote» de un caso puede y frecuentemente existe
en, o consiste en, una «combinación peculiar», como afirma el Dr. Guernsey, y que
no es meramente algún síntoma peculiar aislado, posiblemente incompleto, que el
novato está siempre equivocadamente buscando, la oscuridad del asunto se aclara
en parte. El Dr. Guernsey podría haber resumido toda la cuestión en una palabra:
Generalización, que ha sido discutida al final en los capítulos sobre la lógica de la
homeopatía.
El Dr. Lippe, hablando sobre los síntomas característicos, escribió lo si-
guiente: «Cuando los medicamentos se someten a experimentación sobre la perso-
na sana, desarrollan una diversidad de síntomas en una diversidad de experimen-
tadores. Cada experimentador ve su propia individualidad, peculiar y característica,
afectada por el medicamento de una manera peculiar; otros individuos de consti-
tución diferente, experimentan de forma diferente, aunque 'similar, síntomas pecu-
liares del misma medicamento. Hay una similitud y una diferencia evidentes en
una estrecha comparación. De igual manera, las enfermedades y todas las demás

147

ERRNVPHGLFRVRUJ
EL GENIO DE LA HOMEOPATÍA

influencias externas afectan a diferentes individualidades diferentemente, aunque


similarmente. La escuela fisiológica y sits seguidores aceptan en la enfermedad
sólo lo que es general (común) a todos los afectados por ella; en las
experimentaciones medicamentosas, igualmente aceptan sólo lo que ha sido expe-
rimentado del mismo modo por muchos. En ambos casos ellos simplemente gene-
ralizan. La escuela homeopática invierte este orden. Aceptando todos los síntomas
experimentados por experimentadores de constitución diferente, considera como
peculiarmente característicos los síntomas individuales del paciente; aquellos no
generalmente experimentados por otros que sufren de una forma similar de enfer-
medad».
¡Esto es individualizar con creces! Al criticar el proceso que él llama gene-
ralizar, el Dr. Lippe denigra el instrumento mismo que está al parecer inconscien-
temente utilizando, pero usando mal la palabra. Uno es . el método tradicional pa-
tológico-diagnóstico, basado en una clasificación arbitraria y artificial solamente de
los fenómenos comunes o groseros de la enfermedad; el otro es el método
homeopático, natural o inductivo de la ciencia moderna, basado en todos los fenó-
menos del caso, pero prestando particular atención a los rasgos no comunes y
peculiares, no olvidando nunca que siempre tenemos que tratar y curar a un
paciente individual.
El Dr. P.P. Wells dice: «Los síntomas característicos son aquellos que
individualizan a la vez a la enfermedad y a la droga. Eso que distingue el caso
individual de enfermedad a tratar de otros de su clase es encontrar su semejanza
con aquellos efectos de la droga que la distinguen de otras drogas. Esto es lo que
significa cuando decimos que a estos es principalmente a los que la ley de curación
se refiere. Cuando decimos «el semejante se cura con el semejante», éste es el
«semejante» a que nos referimos».
Los característicos pueden ser a veces síntomas observados sólo como resul-
tado del más minucioso examen, como las pistas aparentemente banales en un
misterioso caso de asesinato que el detective ordinario pasa por alto o ignora, pero
un Sherlock Holmes se precipita sobre ellas y las utiliza con maravillosa perspica-
cia lógica, para aclarar lo que de otro modo es imposible solucionar. Su valor
depende de quién las use. Un Agassiz o un Leidy, colocados en posesión de un
fragmento de hueso, o la escama de un pez, encontrados en los restos de algún
período geológico preglacial, nos reconstruirán no sólo el animal o el pez del que
vienen, sino que desplegarán un capítulo entero de historia natural, describiendo la
escena y repoblando un periodo olvidado de la historia de la tierra ante nuestros
encantados ojos.
El Dr. Charles G. Raue ha señalado que apenas alguno de los keynotes o
síntomas característicos pertenece exclusivamente a un solo remedio, y nos previe-
ne para que no diagnostiquemos un remedio por un sólo síntoma, por muy carac-
terístico que sea. «Mientras en algunos casos», dice, «puede apuntar exactamente
al remedio, puede no ser así en todos los 'casos, pues no es racional suponer que

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ERRNVPHGLFRVRUJ
sturomA•rot .0G A

toda la esfera de acción de un remedio, que muchas veces es extensa y compleja,


deba encontrar su infalible expresión e indicación en un SfiltOnla. Pero tales carac-
terísticos son de gran ayuda en la selección del remedio, pues definen el círculo de
remedios entre los cuales debernos seleccionar».
El Dr. Hering, con su original estilo, años antes de que se hubiese oído
hablar del «sistema keynote», decía: «Todo taburete debe tener al menos tres patas
para sostenerse.» El aconsejaba seleccionar al menos tres síntomas característicos
corno base de la prescripción.
Un taburete para ordeñar se sostendrá sobre una pata -si te sientas sobre él
y pones tus dos piernas como los otros apoyos necesarios; pero incluso entonces,
como sabe todo muchacho de granja por amarga experiencia, una patada resabiada,
o un «tortazo retorcido» del rabo de la vieja vaca, puede dar al traste con el joven
lechero y su cubo de leche y acarrearle un percance.
Así que lo más sensato es poner siempre al taburete sintomático una base tan
ancha y con tantas patas como sea posible. El joven prescriptor recibirá muchas
patadas resabiadas de casos refractarios. Puede ser derribado y perder su cubo de
leche unas cuantas veces, pero será capaz de evitar esto cuando haya aprendido las
peculiaridades de su paciente, como yo aprendí las peculiaridades de mi pateadora
bovina cuando era un muchacho.
La Totalidad es un ideal que no siempre puede ser realizado. Como una
cuestión de hecho, en la experiencia práctica, con frecuencia es imposible comple-
tar cada síntoma, e incluso una gran parte de los síntomas. Los pacientes no han
observado, o no han podido manifestar todos los puntos. Nos darán fragmentos; la
localización de una sensación que no pueden describir, o una sensación que no
pueden localizar, o darán una sensación adecuadamente localizada, pero sin ser
capaz, por ignorancia, estupidez, falta de observación u olvido, de indicar las
condiciones de tiempo y las circunstancias en que ha aparecido. A veces, por
mucho que se pregunte, no se conseguirá sacar los elementos ausentes de algunos
síntomas.
¿Qué hacer en tales circunstancias? ¿Tratar de acertar el remedio? ¿Dar dos
o tres remedios alternativamente? ¿Dar una tableta combinada'? ¿O «drogar» al
paciente con quinina o morfina? Mejor que hacer ninguna de estas cosas, seguir el
consejo de mi antiguo preceptor, el Dr. P.P. Wells. A veces, cuando me acercaba
a él con un caso difícil, él hubiera adoptado una expresión burlona y preguntado
«¿No sabe usted qué hacer?» Al contestarle negativamente hubiera dicho: «Si no
sabe qué hacer, no haga nada, hasta que lo sepa»; enfatizando el mandato con un
característico golpe de su índice hacia abajo. Luego hubiera examinado el caso y
mostrado qué se debería haber hecho y cómo.
Fue él quien me enseñó el método de Boenninghausen para afrontar tales
casos. Y pienso tanto más en esto porque él había conocido a Boennighausen, y
había recibido enseñanza y tratamiento del Gran Viejo personalmente, mientras
viajaba por Europa.

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EL GENIO DE LA HOMEOPATÍA

Terapéutica de bolsillo de Boenninghausen


El famoso Therapeutic Pocketbook de Boenninghausen fue ideado ante todo
justamente para enfrentarse con tales casos. La materia médica contenía una gran
cantidad de síntomas incompletos. Hasta el tiempo de Boennighausen esto consti-
tuía uno de los mayores obstáculos para una acertada prescripción homeopática.
Boenninghausen primero concibió la idea de completar esos síntomas en parte por
analogía, y en parte por observación clínica de los efectos curativos. Descubrió que
muchas, si no todas, de las modalidades de un caso eran generales en su relación,
y no estaban necesariamente limitadas a los síntomas particulares con los que
habían sido observadas primero. La «agravación en una habitación caliente» de
Pulsad Ila, por ejemplo, podía primero haber sido observada aplicada a una cefalea.
Boenninghausen supuso que esa. modalidad se podía aplicar a todos los síntomas
-al paciente mismo, en otras palabras; y que esa modalidad, una vez descubierta en
relación con cualquier síntoma particular de .Pulsatilla, podía usarse para completar
todos los demás síntomas de Pulsatilla que, hasta ese momento, habían estado
incompletos respecto a sus modalidades. La experiencia ha demostrado que esto es
cierto.
De esto surgió la idea de que todas las demás combinaciones de síntomas
podían hacerse así. Clasificando los rasgos característicos de los medicamentos en
ciertas relaciones generales de unos con otros, de tal modo que una parte podía
utilizarse para completar otra, el prescriptor podía siempre construir una totalidad
relacionada, incluso con síntomas aparentemente fragmentarios.
Partiendo de la idea básica de que cada síntoma está compuesto de los tres
elementos de localización, sensación y modalidad, y de que los síntomas fragmen-
tarios pueden completarse por analogía o por observación clínica suplementaria de
los efectos curativos de remedios similares, Boenninghausen, en su Therapeutic
Pocketbook, distribuye los elementos de todos los síntomas, patogenéticos y clíni-
cos, con respecto a este análisis, en siete partes o secciones distintas que, en
conjunto, forman una gran totalidad: (1) Facultades Morales e Intelectuales; (2)
Localización o Asiento de los síntomas; (3) Condiciones y Sensaciones Mórbidas;
(4) Sueño y Sueños; (5) Circulación y Fiebre; (6) Modalidades, Etiología, etc.; (7)
Concordancias. Cada una de estas secciones está subdividida en rubros, que con-
tienen los nombres de los remedios ordenados alfabéticamente bajo los síntomas a
los que corresponden.
De esta ordenación dice: «Aunque cada parte debe considerarse como un
todo completo, nunca proporcionará, sin embargo, más que una parte de un sínto-
ma, que recibe su complemento de una o muchas de las demás partes. En odontalgia,
por ejemplo, el asiento del dolor se encuentra en la segunda, la naturaleza del dolor
en la tercera, la exacerbación o disminución del dolor, respecto a la hora, lugar o
circunstancia, en la sexta; y lo que es necesario como accesorio para completar la
descripción del enfermo, y garantizar la elección de los medicamentos, debe verse
en los diferentes capítulos».

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siwromATor.oGfA

Por este método, como el Dr. Boericke observa: «para un caso es seleccio-
nado un remedio que ha mostrado poseer en su sintomatología marcada acción (I)
en una cierta localización, , (2) corresponder con la sensación, y (3) poseer la
modalidad; sin tener necesariamente en la experimentación el mismo síntoma re-
sultante de la combinación. Debe deducirse que una experimentación completa lo
tendría, sin embargo. Por ejemplo, un paciente con un dolor desgarrante en la
cadera izquierda, mejorado por el movimiento, mucho peor después del mediodía,
podría recibir Lycopodium, no porque Lycopodium haya producido, hasta ahora,
en el sujeto sano tal síntoma, sino porque del estudio de sus síntomas recogidos en
la materia médica, encontramos que afecta a la cadera izquierda predominantemen-
te (localización); que sus dolores en distintas partes del cuerpo son «desgarrantes»
(sensación); y que sus síntomas generales son aliviados por el movimiento y agra-
vados después del mediodía (modalidad)».
La experiencia de casi un siglo ha verificado la verdad de la idea de
Boenninghausen y nos ha permitido, con el uso de su obra maestra, el Therapeuti:
Pocketbook, superar en gran medida las imperfecciones y limitaciones de nuestra
materia médica.
Al construir una materia médica con los materiales de las experimentaciones,
todos los síntomas de los diferentes experimentadores de la misma droga son
recogidos bajo el nombre de la droga. El segundo paso es distribuir los síntomas
así recogidos bajo los nombres de las distintas partes, órganos y funciones del
cuerpo afectados por la droga. Esto localiza los fenómenos de cada droga y da a
la materia médica su estructura anatómica y fisiológica.
Cuando todos los síntomas han sido recogidos y ordenados de esta forma
bajo el nombre del medicamento, representan a un enfermo, cuyo parecido puede
encontrarse casi cualquier día en el mundo real. Los síntomas drogales son de
hecho síntomas de enfermedad, artificialmente inducidos. En otras palabras, son
síntomas de una enfermedad drogal. Lo significativo es que las enfermedades
drogales o envenenamientos accidental o intencionalmente producidos son simila-
res a las enfermedades naturales -tan similares que a veces es difícil distinguirlos.
Una persona envenenada hasta un cierto grado con arsénico, o alcanfor, o veratrum
album, por ejemplo, presenta una apariencia tan similar a una que sufra de cólera,
que cualquiera que no fuese un experto podría ser engañado. Si esto es tan
sorprendentemente cierto para los groseros y violentos fenómenos producidos por
envenenamientos, es igualmente cierto para los síntomas más suaves, más finos y
menos obvios que resultan de experimentar drogas en dosis pequeñas y moderadas.

Lenguaje de la Materia Médica


Los síntomas de la materia médica homeopática, sufridos por los experimen-
tadores, son expresados en términos claros y comunes. Se usa el lenguaje de la vida
diaria, no el lenguaje técnico de la profesión médica. Por esta razón, la materia
medica homeopática es perdurable. No está sujeta a la influencia de las teorías

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El. GENIO DE LA HOMEOPATÍA

transitorias de la medicina general, con su terminología constantemente cambiante


y su desconcertante cortejo de nombres recientemente inventados. En tanto perdure
el lenguaje común, la materia médica homeopática será inteligible y útil para toda
persona que sea capaz de leer y escribir.
Es perdurable también porque es un registro de los hechos de la experiencia
voluntaria real, en una esfera y bajo unas condiciones abiertas y comunes a todos
los hombres. En otras palabras, los «experimentos» dé la homeopatía están hechos
por hombres, sobre hombres, para hombres, bajo las condiciones naturales que
pertenecen a la vida diaria de todos los hombres. No son llevados a cabo necesa-
riamente en laboratorios con complicado equipó técnico, ni usando y abusando de
los Pobres y mudos animales, «cuyo único lenguaje es un grito», que muchas veces
son obligados a dar sus vidas, bajo incalificables torturas, para reforzar la teoría,
o satisfacer la curiosidad de algún frío hombre de ciencia. Mientras ei conocimien-
•to logrado por vivisección puede ser valioso para el cirujano, es innecesario para
el médico. El modo homeopático de determinar los efectos de las drogas, dando
pequeñas dosis de medicamentos simples puros, a sereá, humanos sanos inteligen-
tes, que pueden observar y describir sus sentimientos, es el único modo para ob-
tener un conocimiento fiable de 161 medicamentos usados en la curación del enfer-
mo. Se puede decir con Seguridad qUe nada de valor terapéutico real Se ha apren-
dido nunca experimentando sobre animales, que no hubiese Podido aprenderse
mejor, más sencilla y humanamente por inofensivos experimentos sobre seres hu-
manos; mientras que el conocimiento obtenido en esos experimentos sobre seres
humanos es igualmente válido para utillizarlo en el tratamiento de animales enfer-
mos.

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EXAMEN DEL PACIENTE

Nos ocupamos, de una manera general, de la cuestión del examen del pa-
ciente con el propósito especial de hacer una prescripción homeopática.
A primera vista podría parecer que este tema debía de haber sido presentado
antes de la cuestión general de la sintomatología, tratada en el capítulo precedente,
ya que la finalidad de cualquier examen del paciente es descubrir signos y sínto-
mas. Sin embargo, es evidente que no podemos emprender inteligente y lógicamen-
te el estudio de los métodos de examinar a los pacientes para una prescripción
homeopática hasta que hayamos aprendido qué son los síntomas, desde el punto de
vista homeopático, y decidido alguna forma adecuada de clasificación. Tendremos
más éxito en nuestra búsqueda de algo si sabernos qué estamos buscando.
Se cuenta la historia de John Burroughs, el venerable decano de los natura-
listas americanos, que en una ocasión fue a visitar la casa de una admiradora, que
vivía en los suburbios de una de nuestras grandes ciudades. Su anfitriona, manifes-
tando su gran amor por los pájaros, lamentaba su desaparición del vecindario. No
había visto un pájaro desde hacía muchísimo tiempo. Los traviesos chicos y los
gatos que merodeaban los habían echado. «Tio John» la miró compasivo, pero no
dijo nada. Poco después se puso el sombrero, guardó su libro de notas y sus
gemelos de ópera en el bolsillo y fue a dar un paseo de una hora. A su regreso
invitó a su anfitriona a sentarse junto a él, sacó su libro de notas y le mostró una
lista de casi veinte especies diferentes de pájaros que había observado durante su
paseo, ¡en media milla alrededor de su casa! La diferencia entre el Sr. Burroughs
y su anfitriona era simplemente que él no sólo sabía qué buscar, sino dónde y cómo
buscarlo; y así fácilmente encontró lo que estaba oculto a sus ojos.
Eso ocurre al examinar a un paciente. El estudiante que conoce la naturaleza,
constitución, formas y variedades de los síntomas necesarios para la prescripción
homeopática encontrará muchas cosas en un caso, que a otro, especialmente pre-
parado sólo quizás en patología y diagnóstico general, se le pasarán totalmente por
alto. Porque la patología y el diagnóstico no buscan, ni toman en consideración, los

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EL GENIO DE LA HOMEOPATÍA

fenómenos que son más significativos desde el punto de vista del prescriptor
homeópata. Las «modalidades» o «condiciones caractedsticas», por ejemplo, que
hemos visto que son de la mayor importancia en la selección del remedio
homeopático, significan poco o nada para el patólogo o el diagnosticador general.
Lo mismo se podría decir de los síntomas mentales y subjetivos. Así que hemos
de separar y clasificar los diferentes tipos de síntomas revelados por un completo
examen general, y variar nuestros métodos de examen de acuerdo con el fin par-
ticular a alcanzar.
La técnica de un examen para diagnosticar una enfermedad, es bastante
diferente de la de un examen para hacer la prescripción homeopática.
El diagnóstico de enfermedad por los métodos modernos está basado en gran
parte en signos físicos, tests y reacciones, que implican el uso de muchos instru-
mentos de precisión, en los que el paciente no toma parte activa, y de los que él
no tiene ningún conocimiento. La selección del remedio homeopático, en cambio,
está basada en su mayor parte, y a veces casi completamente, en los fenómenos o
deducciones sacadas de los fenómenos de la experiencia consciente subjetiva,
percibida sólo por el paciente y referida por él al examinador. Casi todos los
fenómenos objetivos que poseen valor desde el punto de vista de la terapéutica
homeopática, son de tal carácter que requieren sólo el ejercicio de los sentidos y
facultades ordinarias de observación del paciente, sus conocidos, o el médico mismo.
Esta distinción debería tenerse claramente en mente. Los exámenes para el estudio
patológico y para el diagnóstico son necesarios e importantes en sus diferentes
campos; pero desde el punto de vista de la fármaco-terapéutica homeopática, su
importancia es relativa, no absoluta. Aparte de la localización física y orgánica de
la enfermedad, proporcionan comparativamente poco que sea de valor para el
prescriptor homeópata, en su especial trabajo de seleccionar el medicamento
sintomáticamente similar.
No se permite al patólogo, por tanto, criticar los métodos o hallazgos del
prescriptor, ni al diagnosticador suponer que sus hallazgos son suficientes para el
experto en materia médica; pero se le permite respecto a cada una de estas materias
en el espíritu y desde el punto de vista del médico. Pues el médico, como ideal, es
más grande que cualquier especialista médico. Las especialidades en medicina sólo
existen para que, combinándolas, el ideal del perfecto médico no pueda morir y
desaparecer de entre los hombres. Por mucho que podamos dudar de la necesidad
o del valor real de los resultados, es verdad que, en la vasta extensión de la llamada
ciencia médica, se ha hecho imposible para cualquiera abarcarlo y dominarlo todo.
No obstante, la medicina ha sido dividida en tantas especialidades, que podríamos
parafrasear el viejo proverbio; «coge nueve sastres para hacer un hombre», en un
nuevo probervio médico : «coge nueve especialistas para hacer un médico».
El médico general, si uno se atreve a seguir esa antigua y honorable voca-
ción, debe actuar con varias capacidades -como higienista, sanitario, patólogo,
psiquiatra, diagnosticador, terapéuta, y quizás incluso cirujano y obstétra; pero en

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EXAMEN DEL PACIENTE

cada uno de esos apartados, puede verse obligado a colmar la medida de sus
propias deficiencias técnicas recurriendo a los especialistas. El médico sabio es el
que reconoce sus propias limitaciones personales y técnicas, y juiciosamente utiliza
los servicios de los demás, que están especialmente cualificados en alguna rama
particular. Y el especialista sabio es el que reconoce sus limitaciones -el que se da
cuenta de que, después de todo, por muy experto que pueda ser en su rama, es sólo,
como si dijéramos, una parte de un médico, en el amplio sentido de la palabra. La
modestia deja buenos dividendos a la larga.
Con este espíritu todos podemos cooperar en interés de nuestra profesión y
de nuestros pacientes, y coincidir con Hahnemann en el postulado del primer
párrafo del Organon: «La más alta y única misión del médico es curar al enfermo».
Cada especialidad médica está subordinada a ese ideal. El trabajo del prescriptor
homeópata, que consiste específicamente (como lo hace) en la aplicación de me-
dicamentos a la enfermedad, de acuerdo con un principio definido, con la finalidad
de curar estados tales que sean tratables con medicamentos, debe siempre seguir
siendo una de las más importantes funciones desempeñadas por el médico. Aunque
las referidas ramas de la medicina -higiene, profilaxis, sanidad, cirugía, terapéutica
física, etc., han tenido grandes avances, está todavía muy lejos el día en que la
farmacoterapia llegue a ser innecesaria.
De esto resulta que el fármaco-terapéuta debe ser un especialista, en el
sentido de convertirse en un experto en su parcela y esto, permítaseme decirlo, es
la acuciante necesidad de la profesión.
Este capítulo no tiene nada que ver con el diagnóstico y los exámenes y
síntomas patológicos, como tales, excepto para mostrar su relación general con la
prescripción homeopática. La finalidad de este capítulo es enseñar los principios de
la «toma del caso» y cómo determinar, desde el registro del examen de un caso,
qué síntomas son más útiles como indicaciones para el medicamento curativo, bajo
el principio homeopático. Ahora se presentarán algunos puntos sobre el método de
conducir un examen, de tal manera que se descubran y desarrollen esos síntomas
para usarlos al prescribir.
En el estado actual de la ciencia farmacoterapéutica y con nuestra materia
médica en su forma actual, lo más importante que debe recordarse al examinar a
un paciente para una prescripción homeopática es que, con muy pocas excepciones,
las indicaciones más válidas para el remedio van a encontrarse:
I. En aquellas sensaciones y fenómenos mórbidos subjetivos que caen dentro
de la esfera de la propia experiencia del paciente, y son perceptibles sólo para él.
2. En aquellos signos objetivos de enfermedad perceptibles para los sentidos,
por si solos o naturales, de nosotros mismos, el paciente o los demás.
Para los primero debemos, por supuesto, depender totalmente de las mani-
festaciones del propio paciente. Los hallazgos del termómetro, el estetoscopio, el
microscopio y los demás instrumentos de diagnóstico, nos dan muy poco, aunque
están directamente disponibles, para la selección del remedio. Su principal valor

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EL GENIO DE LA HOMFDPATíA

está en determinar el diagnóstico y la patología del caso en que se apoya el pro-


nóstico y el tratamiento general auxiliar. También apuntan o, más exactamente,
definen la base anatómica de la prescripción y nos ayudan a localizar correctamen-
te los síntomas.
En consecuencia, por lo tanto, en nuestro examen, deberíamos intentar a la
vez ponernos en una posición y una relación personal con el paciente que favorez-
ca, lo mejor posible, una completa y franca revelación por SU parte de todas las
circunstancias y condiciones que le han llevado a esas dolencias; y una igualmente
completa, simple y franca manifestación de sus sufrimientos como a él le parecen.
El problema aquí es, en gran parte, psicológico. Es bueno, en algunos casos expli-
car brevemente a un nuevo paciente la especial finalidad de un examen homeópático,
e indicar cómo difiere del examen ordinario, por incluir especialmente síntomas
mentales y subjetivos, y ciertas condiciones que habitualmente son ignoradas.
Primero debemos ganarnos la confianza del paciente y quitarle, en la medida
de lo posible, la sensación de inhibición y embarazo. Esto se favorece de una
manera general con un trato calmado, digno, pero al mismo tiempo tranquilo y
simpático por parte del examinador; un comportamiento confiado pero no pompo-
so; simple y directo, pero no agresivo; alegre, pero no impertinente; serio, pero no
grave o fúnebre. Deberíamos intentar poner al paciente cómodo, adaptándonos a su
personalidad y humor.
No deberíamos confundir al paciente .con una mirada demasiado penetrante
hacia algún rasgo objetivo que pueda atraer nuestra atención. Podemos aprender a
observar con precisión fenómenos objetivos sin que lo parezca. Si un paciente nos
ve mirar fijamente alguna parte de su anatomía, probablemente se pondrá ansioso
y olvidará otras cuestiones, que son más importantes para nosotros como
prescriptores.
Lo mismo se puede decir del uso de instrumentos o la realización de los
diferentes actos de un examen físico. Un paciente nervioso con frecuencia se pon-
drá seriamente desconcertado por un proceder tan simple como escuchar la activi-
dad de su corazón con un estetoscopio -a veces incluso por tomarle el pulso. Es
mejor, por lo tanto, con los pacientes nerviosos, posponer tales exámenes hasta casi
el final de la consulta, o hasta que se haya pasado su nerviosismo.
El paciente debería ser animado a contar su historia libremente y a descargar
su mente. Nosotros queremos la historia y los síntomas del caso desde el punto de
vista del paciente primero. Si el examen se hace después, cuando el paciente esté
sereno, habrá menos peligro de confundir o prejuiciar su mente.
La primera parte de la consulta debería conducirse en un tono fácil, de
manera semicoloquial. Los mejores resultados, desde el punto de vista homeopático,
se obtienen haciéndole olvidar que está en una consulta. Se puede ser concienzudo
y sistemático sin ser demasiado formal. La mera idea de pasar por un examen
formal es desconcertante para el paciente ordinario. Le teme como teme ir al
dentista. El quiere sentir, y es mejor para él sentir, que está contando sus problemas

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ERRNVPHGLFRVRUJ
EXAMEN DEL PACIENTE

a un comprensivo amigo, que tiene los recursos en su mano para ayudarle. Es una
buena norma dejar hablar al paciente, y hablar usted mismo poco durante una
consulta; dejarle contar su historia a su manera, sin interrupción, excepto para
volver al tema si él se desvía. Podemos introducirle en su narración preguntándole
cuándo y cómo comenzó su problema, y podemos instruirle para que sea lo más
concreto posible al relatar su historia y al localizar y describir sus sensaciones tal
como Cl él le parecen. No deberíamos reirnos de él ni corregir pedantemente sus
errores.
No deberíamos hacer «preguntas directas», ni «poner palabras en su boca»,
sino dejarle expresar sus sentimientos y observaciones a su manera. Después ana-
lizaremos, completaremos, corregiremos e interpretaremos sus manifestaciones de
acuerdo con los principios de la sintomatología homeopática, como expusimos en
el capítulo anterior.
Las observaciones a las afirmaciones del paciente deberían hacerse mientras
él está hablando, pero tranquilamente, sin ostentación.
Es conveniente dejar un espacio entre los síntomas según se van anotando,
de manera que, cuando el paciente haya terminado sus manifestaciones espontá-
neas, uno pueda echar un vistazo rápido a la página, ver lo que ha quedado fuera
e incluirlo. Luego se plantean preguntas de tal modo que se complete cada síntoma,
como la localización, la sensación y la modalidad, y se añaden a la historia.
Como una cuestión de conveniencia, al anotar y rellenar las historias es
bueno dividir la página en tres columnas verticales -la primera para la fecha y el
remedio, la segunda para los síntomas y la tercera para las modalidades o condi-
ciones. Esto hace que el ojo capte rápidamente de un vistazo lo que hay en una
página.
No deberíamos dar prisa al paciente en su narración. Podemos mantenerlo
tranquilamente centrado en la cuestión, evitando manifestaciones divagantes e in-
consecuentes, pero esto es mejor hacerlo, como regla,. manteniendo una actitud de
metódica absorción en los rasgos médicos del caso.
Es conveniente tener siempre en mente, durante el examen del caso, alguna
clasificación operativa de síntomas, como Generales, Particulares y Comunes. Al
examinar un caso recogemos datos, hechos, particularidades, a partir de los cuales
vamos a determinar después los rasgos característicos del caso por el proceso
lógico de generalización. Si queremos generalizar correctamente debemos tener
todos los hechos y estar seguros de ellos.
Cada cosa a su tiempo y todo en orden, con miras al resultado. Primero el
análisis: hechos de las manifestaciones del paciente, luego del que lo cuida, de los
familiares o amigos, y luego nuestras propias observaciones, Luego viene la sín-
tesis: la revisión y estudio de los síntomas y la construcción del caso, clasificando
síntomas según generalizamos. Comparación de los síntomas del paciente con los
síntomas de la materia médica en el repertorio a continuación, y finalmente la
selección del remedio indicado, por el procedimiento de exclusión.

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ERRNVPHGLFRVRUJ
EL GENIO DE LA HOMEOPATÍA

Es conveniente practicar con casos sencillos primero, para familiarizarse con


la técnica. Los casos difíciles vendrán bastante pronto y podrán a prueba nuestra
habilidad y paciencia al máximo.
La clasificación de síntomas sugerida, en síntomas generales, particulares y
comunes, es aplicable a los casos difíciles como a los sencillos; a la enfermedad
crónica como a la aguda. El plan general se puede modificar y adaptar de diferentes
maneras, pero los principios que lo sustentan son siempre los mismos.
La forma del examen y la dirección que toma debería conformarse a la
clasificación de síntomas adoptada, y uno bien puede tener impresos en blanco para
usarlos como guía y recordatorio.
Hahnemann dedica veintidós párrafos en el Organon a la cuestión del exa-
men del paciente -Párrafos 83 al 105.
En las notas a esos párrafos él da muchas sugerencias y directrices generales
para conducir un examen. Enseñan, entre otras cosas, cómo formular apropiada-
mente nuestras preguntas -una cuestión muy importante. No se espera que uno
haga a cada paciente todas las preguntas que Hahnemann da en esas importantes
notas, sino que seleccionemos y apliquemos las que tengan relación con el caso
particular de que se trate. Constituyen una guía general en el arte de interrogar.
Hay un punto en el párrafo 83 que merece una especial atención por unos
momentos.
Hahnemann dice: «El examen individualizante de un, caso de enfermedad...no
exige del médico sino libertad de prejuicios y sentidos sanos, atención al observar
y fidelidad al trazar el cuadro de la enfermedad».
«¡Sin prejuicios!» Dicho rápidamente suena sencillo, fácil, casi gastado. Sin
embargo, es un «trago amargo», cuando nos detenemos a explorar las profundida-
des de nuestras propias mentes. En este aspecto es como la vieja moda del tazón
de «infusión de consuelda» que yo tenía que tomar semianualmente, en primavera
y en otoño, cuando era un chico campesino en Wisconsin. Caliente y muy endul-
zado, eso desde luego, ¡pero amargo! ¡Amargo no era la palabra! Todavía oigo a
mi madre: «¡Ahora cierra los ojos, hijo, y trágatelo rápido; después no notarás el
gusto (mucho)!» Suena fácil, pero inténtalo..
¿Quién de nosotros está sin prejuicios? Los prejuicios de una mente mate-
rialista; de las teorías patológicas, que parecen muchas veces estar enfrentadas a los
principios homeopáticos; de duda en cuanto al uso del remedio único o de no usar
ningún medicamento en absoluto; los prejuicios de «una aversión constitucional a
trabajar». Muchos de nosotros hemos «nacido cansados». No nos gusta trabajar.
Pereza, egoísmo y una «conciencia relajada» son responsables de más faltas y
defectos homeopáticos que ninguna otra cosa, pues la buena prescripción
homeopática significa trabajo.
Esos son nuestros peores enemigos, y los peores enemigos de la homeopatía.
Contra ellos, si queremos tener éxito en nuestro trabajo, debemos estar en continua
guerra dentro de nosotros mismos, hasta que hayan sido conquistados por el esta-

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ERRNVPHGLFRVRUJ
EXAMEN DEI_ PACIENTE

blecimiento de unos métodos y una práctica correctos, y se haya desarrollado un


genuino interés por el trabajo. Ningún hombre dominado por dudas o prejuicios
arraigados puede hacer un buen trabajo. El vendedor comercial de hoy día, por
ejemplo, no es considerado competente, ni con el apropiado estado de ánimo para
lograr el éxito, hasta que es capaz de «venderse a sí mismo», como dicen los
expertos. Esto significa que debe adquirir y tener una creencia y convicción totales
de la utilidad, indispensabilidad y valía de los artículos que tiene que vender. Para
él esto significa estudio, esfuerzo personal, autodisciplina, hasta que desarrolla un
genuino entusiasmo por sus artículos, su empresa y su trabajo. Esto significa con-
fianza -en sí mismo y en sus artículos.
En ningún sitio se mostrarán más claramente los prejuicios que en el examen
homeopático de un paciente. Si uno aborda un caso prejuiciado a favor de alguna
teoría patológica su examen estará, insensible pero inevitablemente, limitado por
esa teoría. No obtendrá todos los hechos del caso, ni interpretará apropiadamente
los que obtenga; y sin todos los hechos no puede estudiar o tratar el caso correc-
tamente.
Los prejuicios y las dudas pueden superarse con reflexión, estudio,
autodisciplina y autosugestión; cultivando el espíritu científico; volviendo frecuen-
temente a una consideración y reflexión sobre los amplios principios generales que
sustentan nuestro arte, con la intención de reformar métodos, fortalecer la moral y
corregir la actitud mental o punto de vista erróneos; todo enfocado hacia el desa-
rrollo de una técnica más práctica, más precisa y más comprensiva.
Las creencias y las convicciones pueden ser reforzadas y la energía estimu-
lada reflexionando sobre el hecho de que nuestro método terapéutico es eficaz y
exitoso porque está basado en una ley inmutable. Debemos recordar y repetir
mentalmente la ley y sus corolarios y revisar los hechos en los que está basada, o
mejor aún, escribir un pequeño ensayo sobre la cuestión; traer a la mente o buscar
ilustraciones y ejemplos de su verdad y adecuación; estudiar los casos y curaciones
referidos en nuestra literatura por los maestros; pensar en el deber, lealtad al prin-
cipio y coherencia de la práctica; pensar en los éxitos, conseguidos por métodos
correctos y sin compromiso. De pensar en los éxitos a realizar los éxitos hay un
largo camino.
Nuestro trabajo como médicos implica la realización de numerosas funcio-
nes relacionadas, todas las cuales está subordinadas a la principal función de curar
al enfermo.
Como especialistas en medicación terapéutica, nosotros examinamos los sín-
tomas de los que depende la elección del remedio; pero como médicos, también
examinamos los síntomas de los que depende el diagnóstico y el pronóstico. Nues-
tro objetivo es hacer un completo examen, incluyendo todas las investigaciones
patológicas necesarias. Teniendo todos los hechos en la mano determinamos qué
rasgos del caso son médicos, cuáles son quirúrgicos, cuáles psicológicos, higiéni-
cos, sanitarios, etc. Tenernos todos esos compartimentos distintos en nuestra mente,

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ERRNVPHGLFRVRUJ
EL GENIO DE LA HOMEOPATÍA

refiriéndonos al caso como un todo, dándonos cuenta de que cada uno tiene su
relación particular y se refiere a todos los demás; y especialmente, hemos cle
intentar realizar el del compartimento de terapéutica homeopática, que para noso-
tros es el más importante de todos, porque sabemos que es inútil intentar basar la
prescripción homeopática en otra cosa que no sean los síntomas que pertenezcan
a su legítima esfera. Las generalizaciones del diagnosticador o el patólogo, por
muy correctas que sean, no pueden servir como base para la prescripción
homeopática.
La finalidad del examen homeopático es obtener los síntomas del paciente
de tal manera que permitan su comparación con los síntomas de la materia mé-
dica, para seleccionar el remedio similar u homeopático. Cada enfermedad tiene
su parecido sintomático en la materia médica. La materia médica homeopática es
como una «galería de delincuentes», en la que están colgados los retratos de todos
los delincuentes patológicos del .mundo. Cuando usted coge a un delincuente com-
para sus rasgos con los retratos. ¡Luego le hace «tomar su medicamento»!
Como todo caza-delincuentes cuando está de servicio, nuestros sentidos deben
estar alertas, nuestra mente clara, nuestras facultades lógicas agudizadas, nuestras
simpatías y prejuicios dejados al margen. Cuando todos los hechos estén ante
nosotros podemos simpatizar, corregir, tranquilizar y animar cuanto nos parezca
prudente y conveniente.
A veces, hemos de recurrir al artificio en el examen de un caso, para con-
seguir los hechos. Tienen que superarse muchos obstáculos. Entre ellos está el
pudor, frecuentemente por palle del paciente, a veces (raramente en la actualidad)
por parte del médico, si es joven e inexperto. Muchas veces recuerdo divertido mis
sentimientos cuando presencié por primera vez un examen de un caso de tisis
pulmonar de mi antiguo preceptor, el Dr.Wells. La parte del examen que excitó Ifli
risa fue la que se refería a las características del esputo. Preguntó particularmente
cómo era su color, olor, forma y sabor. Era la primera vez que había oído tales
preguntas, y la primera vez que me hacían ver que tales hechos podían tener alguna
relación con la selección del remedio. Yo creo que no era demasiado pudoroso,
pero tal refinamiento de análisis más bien me disgustaba. Después de que el pa-
ciente había sido recetado y despedido, manifesté francamente mi dificultad al
viejo maestro. El sonrió un poco benévolamente ante mi ignorancia y se burló de
mis remilgos. Luego sobriamente me indicó que la respuesta del paciente de que
el esputo «sabía dulce» le había permitido diferenciar entre dos remedios muy
parecidos y hacer una elección precisa. Esa resultó ser la ocasión para algo de una
tristemente necesaria instrucción en la necesidad del .fiel análisis de todos los
elementos del caso -que nadie nunca me dió durante mi carrera.
Aquí, una vez más, debe dirigirse la atención, como una parte importante del
examen homeopático, a la utilidad e importancia del análisis lógico en el examen
sintomático del paciente. El clínico analiza síntomas, por la misma razón y con el
mismo método que el patólogo analiza un espécimen patológico.

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ERRNVPHGLFRVRUJ
EXAMEN DEI, PACIENTE

Muchas de las manifestaciones del paciente serán meras generalidades. Estas


no serán de ningún valor para el prescriptor hasta que hayan sido analizadas en sus
elementos. Como se ha dicho, son meramente síntomas comunes, sin individuali-
dad. El paciente le dirá, por ejemplo, que tiene un dolor de cabeza. Esa, y otras
generalidades semejantes, deben ser analizadas de forma que los elementos de
localización, sensación y modalidad se obtengan por preguntas apropiadamente
formuladas. El paciente puede manifestar que tiene una secreción de algún tipo.
Después de localizarla anatómicamente, debería ser analizada en sus elementos de
color, olor, consistencia y calidad (suave, excoriante, provocando picor, etc.). De
modo similar con una diarrea, en lo que se refiere al carácter de la descarga; pero
aquí, el acto Mismo de descargar debería ser analizado en sus elementos, su carác-
ter y concomitantes en tiempo y espacio fijados, creando las divisiones de «antes
de defecar», «durante la defecación» y «después de defecar». En otras palabras, al
paciente se le pide describir qué siente y qué ocurre antes, durante y después del
acto de la defecación. Así, en una fiebre intermitente, como otro ejemplo, la forma
de la enfermedad es analizada en sus elementos:

1.Tipo y periodicidad (cotidiana, terciana, cuartana, semanal, mensual, semi-


mensual, anual o senil-anual); y después en cuanto a la hora del día en que aparece
el paroxísmo;
2. Estadíos (pródromos, escalofrío, calor, transpiración);
3. Apirexia.

En cada una de estas divisiones los fenómenos son localizados como apare-
cen, definiendo cada síntoma particular tan precisamente como sea posible. Así,
descubrir y obtener los hechos de un caso y darles forma e individualidad como un
todo, es el arte del consumado examinador homeópata. Esto es una ilustración de
lo que en un capítulo anterior significaba hablar de la «totalidad» como consistente
en «hechos relacionados, que tienen forma, coherencia e individualidad», y carac-
terizando su formación como «artística».
Aunque los hechos deben recogerse del paciente, su forma, relaciones y
valor dependen casi completamente del examinador. El paciente, por sí solo, ha-
bitualmente dará sólo afirmaciones toscas, desconectadas, generalidades burdas,
hechos concretos aislados y algunos detalles -una mera masa informe. El exami-
nador diestro analiza y completa, paciente y hábilmente, las manifestaciones, ob-
tiene detalles, los conecta con el todo y construye el caso lógica y científicamente,
dándole una forma típica, de acuerdo con una idea preconcebida. Eso es arte, y el
verdadero arte es siempre científico.
Como modelos de análisis en enfermedades especiales, y para uso práctico
diario, conseguir y estudiar el de Allen sobre Fiebre Intermitente; Bell sobre Dia-
rrea, y Kimball sobre Gonorrea. En análisis general y síntesis, en el campo entero
de la materia médica, el «Therapeutic Pocket Book» de Boenninghausen y el

161
ERRNVPHGLFRVRUJ
EL GENIO DE LA HOMEOPATÍA

Repertorio de Kent son clásicos, indispensables para todo homeópata.


El «Therapeutic Pocket Book» de Boenninghausen y su libro sobre la fiebre
(desgraciadamente agotado) son los modelos originales e irremplazables sobre los
que se basan todos los demás trabajos fiables de esta clase.
Boenninghausen, que siguió y trabajó con Hahnemann, es la fuente principal
para el análisis y clasificación de síntomas, de la que todos nos servimos. Su
nombre, junto al de Hahnemann, es el más ilustre en la galaxia de los héroes
homeópatas. Los métodos de práctica basados y diseñados según el trabajo de tales
maestros no pueden dejar de proporcionar éxitos a todo profesional que los use y
promueva la causa de la homeopatía.

Historias clínicas
Lograr una buena historia clínica es una de las partes más importantes de la
toma del caso. Por lo mismo, se dice que es también generalmente la más descui-
dada o malamente hecha.
Para enfrentarnos inteligentemente con el presente debemos conocer algo del
pasado. Debemos conocer no sólo los hechos del presente, quizás un padecimiento
agudo, sino también qué es lo que ha llevado a ello. De otro modo frecuentemente
nos veremos frustrados en nuestros intentos de curar, y descubriremos que nuestros
pacientes hacen lentas e imperfectas recuperaciones de enfermedades agudas apa-
rentemente simples, o se asientan en estados de invalidez más o menos confirmada.
Esto es porque todas las auténticas enfermedades agudas son en realidad
estallidos o exacerbaciones de enfermedades crónicas subyacentes, profundamente
asentadas, previamente latentes, o tendencias heredadas y predisposiciones a enfer-
mar, que existen prácticamente en todas las personas; un tema especial que es
tratado en otra parte.
Entonces, en los exámenes, como norma y en el momento adecuado, obte-
nemos primero una lista, tan completa como sea posible, de las enfermedades
previas del paciente, desde la infancia hasta el presente, en orden casi cronológico
en lo posible, con las edades a las que aparecieron los ataques, y preguntamos
sobre su naturaleza, síntomas, duración, severidad y secuelas.
Deberíamos preguntar cuidadosamente no sólo por las enfermedades agudas
eruptivas, infecciosas, inflamatorias o febriles, incluyendo las llamadas «enferme-
dades de los niños», sino sobre los trastornos más crónicos y oscuros, incluyendo
enfermedades de la piel; enfermedades de órganos y glándulas (tonsilítis, adenítis,
etc.); enfermedades nerviosas (epilepsia, «convulsiones», corea, estados paralíticos,
etc.); catarros y «descargas» de cualquiera de los orificios mucosos; enfermedades
de los huesos o articulaciones y raquitismo; todos los desórdenes de la esfera
sexual, especialmente sífilis y gonorrea.
En las mujeres y muchachas deberíamos informarnos sobre las reglas, edad
a la que se establecieron y regularidad de los periodos, anotar todas las desviacio-
nes de lo normal y averiguar el tiempo e influencia de matrimonio, partos, etc.

162
ERRNVPHGLFRVRUJ
EXAMEN DEI- PACIENTE

No deberíamos olvidar preguntar si, y cuándo, el paciente ha sido vacunado


y enterarnos qué curso tomó la enfermedad implantada. Al mismo tiempo debería-
mos informarnos si han sido realizadas inoculaciones con sueros o vacunas. Mu-
chos trastornos pueden ser atribuidos a vacunaciones e inoculaciones, intenciona-
das o accidentales.
El tipo de tratamiento que ha tenido el paciente para las enfermedades ex-
perimentadas, y las principales drogas usadas, deberían conocerse, si es posible.
Puede ser necesario antidotar algunas de ellas.
La ocupación y hábitos del paciente; dieta ejercicio, sueño, uso de té, café,
tabaco, estimulantes, narcóticos, etc., deberían ser anotados.
Es importante averiguar si el paciente ha tenido accidentes o lesiones mecá-
nicas, o ha sufrido algún shock o aflicción mental, tales como pena, susto, ansiedad
o preocupación, negocios perdidos o arruinados, experiencias domésticas desgra-
ciadas, decepciones amorosas, etc., y fijar las fechas y secuencia. Tales experien-
cias tienen una poderosa influencia para causar o predisponer a la enfermedad, a
la vez que son valiosas para el prescriptor corno síntomas orientadores.
A continuación es importante averiguar la historia familiar; esto es, una
breve historia de las enfermedades, causas de muerte, predisposiciones y tenden-
cias a enfermar, y particularidades individuales no sólo de los hermanos y herma-
nas del paciente, sino de su padre, madre, tíos y tías, y sus abuelos, si es posible.
Todo esto es la historia general y debería formar parte del registro de cada
caso. En algunos casos será necesario entrar, minuciosamente y a fondo, en la
historia y los fenómenos de fases particulares de las enfermedades precedentes,
para obtener los datos necesarios para una inteligente prescripción homeopática.
Tal examen debería hacerse no sólo por su gran valor práctico y científico,
sino por su influencia psicológica sobre los pacientes. Los pacientes estarán mu-
chos más propensos a seguir permanentemente con el médico, y su influencia sobre
ellos será mucho más fuerte, si él tiene completas y exhaustivas historias de sus
casos en su archivo y este hecho les impresiona. Esto les da confianza en su
habilidad y destreza profesional.
A los pacientes les gusta sentir que su médico «lo sabe todo sobre ellos»;
que él no sólo está interesado en ellos y sus familias, personal y profesionalmente,
sino que se toma la molestia de conocer y mantenerse en contacto con todas sus
peculiaridades individuales. No hay modo más seguro para construir una perma-
nente, lucrativa y sustancial práctica que obrando así. Ni que decir tiene que los
honorarios de ese primer examen deben estar en proporción al tiempo y habilidad
empleados y que serán pagados sin queja, pues todo paciente inteligente verá que
está obteniendo un buen servicio que bien vale su dinero.
Los impresos en blanco, cubriendo sistemáticamente los puntos trazados,
modificados según el juicio individual y la necesidad, facilitarán mucho el proceso
de una buena historia y toma del caso. Deberían ser de tamaño tipo carta, con hojas
en blanco del mismo tamaño, para desarrollar los casos individuales y guardarlos,

163
ERRNVPHGLFRVRUJ
EL GENIO DE LA IlOMEOPATIA

con toda la documentación referente a cada caso, en carpetas, en un archivador


vertical con índice, para referencia constante. Los registros individuales son clasi-
ficados alfabéticamente bajo el nombre de cada paciente. No es conveniente guar-
dar los registros de los casos en pequeñas tarjetas, como hacen algunos. Debería
haber un espacio amplio para que queden bien. Las hojas de tamaño tipo carta
proporcionan suficiente espacio, se equiparan a la correspondencia ordinaria y se
ajustan a los archivadores verticales ordinarios.
El examinador debería estar constantemente alerta y observando mientras
hace un examen oral. El paciente puede estar inconsciente o delirante; o ser un
niño, incapaz de hablar; o un clemente. Puede estar fingiendo o tratando de engañar
en cuanto a la naturaleza o causa real de su enfermedad. El conocimiento de la
historia natural y los fenómenos de la enfermedad ayudarán a formarse un verda-
dero cuadro de la enfermedad.
Como prescriptor, el homeópata siempre está buscando lo que hay en el caso
de peculiar, poco común, característico, individual. Eso puede notarse en alguna
expresión casual del paciente mientras habla, que revele su humor o estado mental,
o el origen de su trastorno; puede encontrarse en el color, forma o expresión de su
rostro; o en su actitud, modo de andar, o comportamiento físico.
Si el paciente está confinado en cama, el examinador observará su posición
en ella, su manera de moverse o darse la vuelta, su respiración, el estado de su piel,
el color u olor de la transpiración, el olor de la exhalación de la boca o el cuerpo,
el aspecto físico de las excreciones. La relación de las sensaciones del paciente eon
la atmósfera y la temperatura se manifiesta en la cantidad de abrigo, la ventilación
de la habitación, bolsas de hielo, botella de agua caliente, etc. Todos esos y muchos
otros pequeños detalles perceptibles para el examinador alerta, quizás sin hacer una
pregunta, serán guías valiosas en la elección del remedio. Deberían se registrados
como tales.
El estado mental, consciente y subconsciente, se manifiesta por el compor-
tamiento general, la conversación, la expresión del rostro, los deseos y aversiones
y la manera de dormir, así como por las expresiones verbales voluntarias. Los
síntomas mentales son los de mayor importancia. La pericia en observar y analizar
esos rasgos de la enfermedad debería ser cultivada, pues las conclusiones correctas
y el tratamiento eficaz muchas veces dependen más de las propias observaciones
y constataciones del médico que de cualquier cosa que los demás, o incluso el
paciente, sean capaces de decirle.
Respecto al humor o disposición mental, por ejemplo, deberá ser capaz de
juzgar por la manera del paciente de relatar o expresar sus sufrimientos y por su
comportamiento hacia sus acompañantes, si está triste o alegre, tranquilo o ansioso,
- confiado o asustado, indiferente, malhumorado, crítico, malicioso, irritable, des-
confiado o celoso.
En cuanto al intelecto, puede observar por sí mismo si el paciente está
embotado, estúpido, inconsciente, excitado, delirante, distraído, confuso, etc. To-

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ERRNVPHGLFRVRUJ
EXANIEN Da. PACIENTE

dos los puntos precedentes son cubiertos por las rubricas de cualquier buen reper-
torio y deben ser cubiertos por el remedio seleccionado.
Todos ellos, y sus condiciones asociadas, son los más valiosos y caracterís-
ticos como indicaciones terapéuticas. Deberían observarse y anotarse cuidadosa-
mente. Cada caso debería ser abordado con esta idea, y mantener la mente activa
y alerta mientras se habla con el paciente y sus conocidos.
Un trabajo así tiene sus satisfacciones, aparte de sus relaciones científicas.
«El mayor estudio del hombre es el hombre». A la mayoría de nosotros nos gusta
«estudiar la naturaleza humana» y nos enorgullecemos un poco de nuestra sagaci-
dad «catalogando» a la gente que encontramos por un estudio de su fisiognomía,
su aire, etc. El prescriptor homeópata encontrará ventajoso cultivar el arte del
análisis psicológico, y bien puede enorgullecerse de esto cuando sea capaz de hacer
esta parte de su trabajo médico sistemáticamente también.
Por descontado que el examen físico de un paciente también se hará com-
pleta y sistemáticamente, y los hallazgos serán añadidos al registro. Como esta
cuestión no está dentro del alcance de este trabajo, no le concederemos una mayor
atención.
El autor sentirá que ha cumplido su propósito si ha conseguido imprimir en
los lectores la necesidad y las ventajas de hacer siempre un examen completo y
sistemático, y de conservar los registros escritos completos. Nada conduce más
firmemente al honor y reputación profesional y al éxito en la práctica. Una repu-
tación honestamente merecida de hacer exámenes cuidadosos, de «tomarse interés
en el caso», de ser siempre completo y esmerado, es uno de los activos más
valiosos que un médico puede tener, y que puede ser legítimamente capitalizado en
su beneficio económico.

165

ERRNVPHGLFRVRUJ
POSOLOGIA HOMEOPATICA

Por posología (del griego posos, cuánto) entendemos la ciencia o doctrina de


la dosificación.
Pequeñas dosis y homeopatía son comúnmente considerados como términos
sinónimos. Si los que tienen tal idea se inclinan favorablemente por la homeopatía,
es probablemente porque han oído que las medicinas son «agradables de tomar»,
o por cualquier otra razón. Mientras tal impresión, con lo que implica, no es del
todo indeseable, es de lamentar que no haya sido suministrada una más amplia base
de juicio por parte de aquellos cuyo deber es instruir al público en los principios
de la homeopatía. Si no hubiera existido tal concepción juvenil, la homeopatía
habría sido más extensamente apreciada.
No puede negarse que la cuestión de la dosis en homeopatía es Muy impor-
tante. Los tres elementos esenciales del sistema son el principio, el remedio y la
dosis; y los tres son de igual importancia. La posología y la cuestión relacionada
de la potenciación, fueron objeto de tantos malentendidos, 'discusiones y controver-
sias en los primeros días de la homeopatía, que la profesión, después de dividirse
en dos campos opuestos, empezó a cansarse del asunto. Ha llegado a considerarse
como una especie de «nudo gordiano», que es cortado por cada cual como mejor
puede con el instrumento a su disposición. Hahnemann mismo en su tiempo, des-
esperando casi de ser capaz de poner de acuerdo a sus seguidores sobre la cuestión,
cortó el nudo proponiendo tratar todos los casos con la potencia treinta. Siguiendo
esta sugerencia, otros tácitamente adoptaron una dosificación confinada a una, o a
una muy limitada categoría de potencias. Los de mentalidad materialista se restrin-
gieron a las tinturas y trituraciones crudas, o a las diluciones muy bajas, oscilando
de la 1X a la 6X. Otros oscilan de las potencias tercera a la treinta, mientras otro
pequeño grupo, de tendencia metafísica, usaba sólo las potencias muy altas, osci-
lando de la dos mil a la millón, cada uno de acuerdo a su predilección personal.
Tal estado de cosas es desafortunado. Asumiendo que hay una diferencia en
la acción de las 'diferentes dosis de medicamentos, y que ha estado disponible para

167

ERRNVPHGLFRVRUJ
El„ GENIO DE LA HOMEOPATÍA

el uso una serie de potencias o preparaciones de los diferentes medicamentos, se


deduce que la serie entera debería estar abierta a cada profesional, y que cada uno
debería ser competente, deseoso y dispuesto para usar cualquier potencia o prepa-
ración del remedio indicado en un caso dado, sin prejuicios. Si se confina a sí
mismo a una o dos potencias, sean bajas, medias o altas, está limitando su propia
eficacia y privando a sus pacientes de valiosos medios de alivio y curación.
Según los principios homeopáticos, cualquier potencia puede requerirse en
cualquier caso. Es tan irracional esperar curar todos los casos con dos o tres
potencias cualquiera, como esperar curar todos los casos con dos o tres remedios
cualquiera. En ambos casos, aquellos que siguen tal camino están dominados más
por el amor a la comodidad y sus prejuicios que por su deseo de eficacia.
La selección de la dosis es una parte tan integral del proceso de hacer una
prescripción homeopática como la selección del remedio, y a menudo exactamente
igual de importante. Un remedio bien seleccionado puede fallar completamente, o
incluso perjudicar, a causa de una dosificación equivocada. La dosis, al igual que
el remedio, debe ajustarse a la necesidad del paciente.
La doctrina homeopática de la dosificación, como la ley de curación, está
basada en el descubrimiento de la acción opuesta de las grandes y pequeñas dosis
de medicamento. Esto es otra aplicación en medicina de la Ley de Acción Mutua
-la tercera ley newtoniana del movimiento: «Acción y Reacción son Iguales y
Opuestas.» Todo el que está familiarizado con la acción de las drogas sabe, por
ejemplo, que la Ipeca en grandes dosis produce náuseas y vómitos y en pequeñas
dosis, bajo ciertas condiciones, curará lo mismo; que el Opio en grandes dosis
producirá un profundo sueño o narcosis, y en pequeñas dosis, bajo ciertas condi-
ciones, curará lo mismo.
Estrechamente ligado a esto está la llamada acción primaria y secundaria de
las drogas, en virtud de la cual vemos muchas drogas, al principio o en la etapa
primaria de su acción producir un grupo de, síntomas, y en la segunda etapa un
conjunto exactamente opuesto de fenómenos; como cuando el sueño profundo de
la acción primaria del Opio es seguido por una vigilia de mucha mayor duración;
o cuando la diarrea inducida por un catártico es seguida por una constipación de
mayor duración. Esto se aplica, por supuesto, sólo a las drogas dadas en forma
tangible y cantidades considerables, en lo que se llaman «dosis fisiológicas».
Aunque el antagonismo fisiológico entre grandes y pequeñas dosis es una
ilustración de la ley homeopática de la posología, el uso de las drogas en «dosis
fisiológicas» no tiene nada que ver con su uso homeopático, porque los remedios
homeopáticos no se uscuz nunca en «dosis fisiológicas». Esta afirmación es cierta,
incluso en aquellos casos en que el bajo poder reactivo del paciente a veces requie-
re dosis materiales del remedio homeopático. Sería más preciso decir que los
medicamentos homeopáticos no se usan nunca por su «efecto fisiológico».
Es necesario, para una clara compresión de la cuestión, distinguir entre tres
términos; fisiológico, terapéutico y patogenético, usados por las dos escuelas de

168

ERRNVPHGLFRVRUJ
POSOLOGÍA HOMEOPÁTICA

medicina para expresar la naturaleza de la acción de las drogas. Hay una


desmoralizante tendencia, incluso en la escuela homeopática, a usar estos términos
sin discriminación.
La palabra «fisiológico», como corrientemente se usa en medicina en rela-
ción a la. acción y dosificación droga], es engañosa e imprecisa. La palabra tiene
un sentido tranquilizador, agradablemente sugerente de algo normal y saludable. Su
uso tiende a oscurecer, o a mantener en segundo plano, el hecho de que el tipo de
acción drogal así designado es esencialmente tóxico y por lo tanto realmente do-
loroso y perjudicial.
La «acción fisiológica» de una droga no es su acción terapéutica o curativa.
Es exactamente lo opuesto de una acción curativa, y no es nunca empleada en la
práctica homeopática con fines terapéuticos. El uso de la palabra «fisiológico», en
conexión con la acción y dosificación de la droga, tiende a despistar al no avisado
y a justificar el uso de medidas que de otro modo serían consideradas ilegítimas.
En una palabra, es un eufemismo. Puesto que la acción de la dosis «fisiológica»
y el propósito para el que se da es declaradamente producir síntomas drogales, de
una manera directa y positiva, ese hecho debería ser claramente expresado en el
nombre, a fin de que no pueda ser malentendido.
La escuela homeopática ha reconocido la conveniencia y justicia de tomar
esta posición, y ha cumplido con los requerimientos de precisión científica en la
nomenclatura, mediante la adopción y uso de la palabra «patogenético» (Gr.: pathos,
sufrimiento, y genesis, origen, «que produce sufrimiento») para describir apro-
piadamente el carácter de tal acción drogal. El «sufrimiento» del organismo pro-
ducido por la droga es expresado en síntomas, que son el lenguaje de la enferme-
dad. En lenguaje homeopático, por tanto, estos son denominados «síntomas
patogenéticos», un término que es preferible porque es preciso y verdadero.
Terapéutico significa curativo, sanador, aliviante. Una acción patogenética
no es nunca curativa. La acción de una droga puede ser patogenética (tóxica), o
terapéutica (curativa), dependiendo de la cuantía y fuerza de la dosis, de la suscep-
tibilidad del paciente y del principio según el cual se da.
En el tratamiento homeopático de la enfermedad, una droga no es nunca
dada por su acción patogenética. Dosis patogenéticas pueden darse, sin embargo,
con fines experimentales a una persona sana, al hacer lo que se llaman ensayos. Al
tratar homeopáticamente la enfermedad, el objeto no es producir síntomas sino
eliminarlos. Mediante el remedio similar a la dosis mínima es posible hacer esto
de una manera directa, sin producir síntomas. No es necesario recurrir al método
indirecto, antipático o alopático de producir síntomas drogales en una parte para
eliminar una enfermedad de la misma, o de cualquier otra parte, y por lo tanto no
es necesario utilizar dosis «fisiológicas» o patogenéticas. La curación homeopática
se obtiene sin sufrimiento, sin la producción de síntomas drogales, de una manera
positiva y directa, por la acción de dosis sub-fisiológicas o sub-patogenéticas; en
otras palabras, por la dosis mhzima, que es una dosis tan pequeña que no es capaz

169

ERRNVPHGLFRVRUJ
El. GENIO DE LA HOMEOPATÍA

de producir síntomas cuando se usa terapéuticamente. La homeopatía requiere que


la dosis terapéutica deba ser capaz de producir sólo una ligera agravación, o
intensificación temporal de los síntomas ya existentes; nunca de producir síntomas
nuevos. Sólo el remedio similar, en la dosis más pequeña posible, es capaz de
producir este resultado altamente deseable. Por este medio la fuerza y vitalidad del
paciente se conservan, su sufrimiento se reduce rápidamente al menor grado posi-
ble y se consigue una verdadera curación, si el caso no ha pasado del estadio
curativo. No debe entenderse que las dosis infinitesimales no son capaces de pro-
ducir síntomas en personas sanas susceptibles, pues esto no es cierto. Las dosis
infinitesimales producirán síntomas en ciertas personas altamente sensibles, y muchos
de nuestros más valiosos ensayos se han hecho con medicamentos más o menos
potenciados. Aún más, ningún remedio puede considerarse ensayado a fondo hasta
que no ha sido probado tanto en potencias como en forma cruda. •
En el uso ordinario una dosis fisiológica significa una dosis de una droga,
empíricamente seleccionada, de suficiente cantidad y fuerza para producir un efec-
to definido, predeterminado o grupo de síntomas. Prácticamente equivale a la dosis
máxima compatible con la seguridad. Una dosis fisiológica de Atropina o Belladona,
por ejemplo, es una dosis suficiente para producir dilatación de pupilas, sequedad
de membranas mucosas y rubor o turgencia de la piel. La acción de la droga es
llevada hasta ese punto sin tener en cuenta los síntomas accesorios que se puedan
producir, o si es curativa o no. Ningún otro tipo de acción es buscado o esperado
y, por regla general, no se reconoce si ocurre. Lo que se intenta es producir un
definido efecto drogal directo. Que otros efectos no deseados ni necesarios se
produzcan incidentalmente, no importa. No se les tiene en cuenta, y no se considera
que compliquen o perjudiquen el caso si ocurren.
Al intentar predeterminar arbitrariamente la cuantía y la fuerza de la dosis
fisiológica, se tiene en cuenta sólo la diferencia en la edad de los pacientes, que
son burdamente divididos en dos clases, niños y adultos. Si un paciente es incapaz
de tornar la dosis establecida o usual sin serios resultados, se considera un caso de
idiosincrasia o hipersensibilidad y es sustituida por otra droga.
A diferencia del médico homeópata, el profesional alópata no está preparado
para observar la acción más fina, más delicada de las drogas sobre el organismo
vivo y no reconoce, por lo tanto, los síntomas que expresan tales acciones cuando
se dan. Desde este punto de vista tales síntomas, mientras no sean serios, no son
de ninguna importancia ni tienen ninguna utilidad.
Al considerar las razones por las que la dosis de medicamento elegido
homeopáticamente es necesariamente más pequeña que la dosis fisiológica de la
prescripción antipática u alopática, encontramos primeramente el hecho de la re-
sistencia orgánica.
Cada organismo vivo está dotado de un poder inherente, automático, de
reacción a los estímulos. Por medio de este poder, el organismo ofrece resistencia
a todo lo que tienda a dañar, destruir su integridad o perturbar su normal funcio-

170

ERRNVPHGLFRVRUJ
1'0501.06k HOMEOPÁTICA

namiento. La resistencia se manifiesta por sufrimiento, dolor, fiebre, inflamación,


secreciones y excreciones alteradas, etc.
Este poder se despliega cuando las drogas se administran porque éstas son
enemigas de la salud, en proporción a su potencia y al tamaño de la dosis. Para que
una droga disimilar produzca su llamado efecto fisiológico, por lo tanto, la dosis
debe ser suficientemente grande para superar, primero esta resistencia corporal, y
segundo para producir sus síntomas característicos.
Cuando se administra la droga similar u homeopática en una enfermedad,
encuentra poca o ninguna resistencia, porque la esfera de su acción ya ha sido
invadida y su resistencia >superada por la acción similar del agente productor de la
enfermedad. Los órganos o tejidos afectados están abiertos a los ataques de fuera.
La susceptibilidad a la droga similar está, por consiguiente, fuertemente aumenta-
da.
La droga homeopática actúa sobre las mismas zonas implicadas en el pro-
ceso de la enfermedad, de uña manera similar a la acción de la causa productora
de la enfermedad misma. Para que el sufrimiento de los órganos afectados no
pueda ser aumentado y el paciente dañado, se debe dar una dosis mucho más
pequeña.
La dosis homeopática, por lo tanto, es siempre una dosis sub-fisiológica o
sub-patogenética; esto es, una dosis tan pequeña como para no producir síntomas
patogenéticos; pues nosotros deseamos no producir más síntomas, sino sólo elimi-
nar y borrar los síntomas ya existentes. Se debe dar también en una dosis tan
pequeña como para no producir una severa agravación de los síntomas ya existen-
tes.
Otra razón de la pequeña dosis radica en el hecho de que la enfermedad
vuelve las partes afectadas anormalmente sensibles, como vemos en un ojo infla-
mado, que es dolorosamente sensible a un grado de luz al que reacciona normal-
mente en estado de salud.
Una tercera razón es que la droga homeopática se da siempre individualmen-
te, de tal manera que su acción es completa e inmodificada por otras drogas.
Los homeópatas no dicen, vagamente, que los medicamentos en dosis
infinitesimales curen la enfermedad incondicionalmente. La proposición es que los
medicamentos actúan curativamente en cantidades infinitesimales, cuando se dan
en casos a los que ellos son homeopáticos. Y cualifican aún más esta afirmación
estableciendo tres requisitos necesarios para tal acción:
I. El desarrollo de las virtudes especiales que hay en el medicamento por un
proceso peculiar de preparación, o potenciación.
3. La susceptibilidad aumentada a la impresión medicinal producida por la
enfermedad.
3. La selección del remedio sintomáticamente similar.
Afirman, y está ya demostrado, que una dosis infinitesimal de medicamento
tiene poder y actúa como una fuerza; pero para que la fuerza sea medicinal, o

171

ERRNVPHGLFRVRUJ
EL GENIO DE LA HOMEOPATÍA

curativa, es necesaria una condición de aplicación; a saber, que sea aplicada de


acuerdo con la ley homeopática.
La fuerza, para ser eficaz, debe ser aplicada no sólo en. la cantidad apropiada,
sino en la dirección apropiada y en el momento apropiado.
La cantidad apropiada de una droga a administrar en un caso dado no puede
nunca ser establecida por un razonamiento a priori, sino solo por la experiencia;
y así ha sido señalado. Aquellos que dudan en tratar con las dosis infinitesimales
de la homeopatía sobre la base de su improbabilidad, deberían recordar que una
cantidad infinitesimal es una cantidad. No se puede considerar como nada. Oíd la
respuesta de Hahnemann a los que tildaban a la dosis infinitesimal de «nada» y
«absurdo».
«¿Cómo es eso? ¿La porción más pequeña posible de una sustancia, no es una parte
integral del todo? Siendo dividida y subdividida, incluso hasta el límite de lo
infinito, ¿no quedaría aún algo, algo sustancial, una parte del todo, aunque fuera
tan mínima'? ¿Qué persona en su juicio lo negaría?
Y si es en realidad una parte integral de la sustancia dividida, lo que nadie
en su juicio puede dudar, ¿por qué debería esta mínima porción, que es ciertamente
algo, ser inactiva, mientras el todo actúa con tanta violencia?»
Las opiniones y la práctica de Hahnemann con respecto a la dosis fueron
perfeccionándose gradualmente, a través de largos años de cuidadosa experimen-
tación y observación; al principio, incluso algún tiempo después de la promulgación
de la ley de los similares y el método práctico basado en ella, él usaba medicamen-
tos en dosis materiales y en la forma usual. Su descubrimiento del principio de la
potenciación sobrevino gradualmente a medida que experimentaba en la reducción
de las dosis, a fin de llegar a un punto en que las severas agravaciones no se
produjeran. Gradualmente, por la experiencia, se dió cuenta de que el poder latente
de las drogas era liberado o desarrollado por trituración, dilución y sucusión. Así
llegó a su conclusión final de que la dosis adecuada es siempre la menor dosis
posible que efectúe una curación.
Teniendo ahora una visión general de los principios subyacentes a la cues-
tión de la dosis, y un patrón general por el cual valorar los resultados, sería desea-
ble intentar formular algunas reglas, basadas en la experiencia, que nos guíen en
la selección de ki dosis adecuada para un caso particular.
La cuestión parece más compleja ahora que en el tiempo de Hahnemann,
pero realmente no es así. Los mismos principios se aplican ahora que entonces.
Durante la mayor parte de su vida Hahnemann tenía sólo lo que ahora llamamos
las potencias más bajas; es decir, de la primera a la treinta; aunque en los últimos
años pudo conseguir y utilizar algunas potencias más altas. Boenninghausen ha
escrito que Hahnemann le manifestó repetidamente que usaba generalmente la
dilución sesenta, y que frecuentemente las usaba mucho más altas con gran satis-
facción. Boenninghausen también refiere que Hahnemann, en su correspondencia,
estaba muy interesado en los experimentos de Boenninghausen y Gross con las

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ERRNVPHGLFRVRUJ
P0501.06 íA HOMEOPÁTICA

altas potencias y aprobaba calurosamente los mismos. Se ha dicho repetidamente


que Hahnemann trataría de esta cuestión en la próxima sexta edición del Organon,
un trabajo que desgraciadamente nunca vió la luz hasta 1922.
Desde el tiempo de Hahnemann los fabricantes de potencias han estado
activos y ahora tenemos potencias que llegan a la millonésima centesimal, e inclu-
so más altas. Hombres con la confianza, valentía y entusiasmo para experimentar
con esas elevadas preparaciones y publicar sus resultados no han faltado. Médicos
de incuestionable honestidad, capacidad y experiencia han atestiguado que obtie-
nen resultados curativos con el uso incluso de las altísimas potencias. No es justo
por nuestra parte cuestionar ese testimonio hasta que hayamos sometido el asunto
a comprobación. A la luz de la experiencia y de las recientes revelaciones en otras
parcelas de la ciencia sobre el poder de lo infinitesimal, no hay nada inherentemente
improbable sobre esto, y es incuestionablemente ventajoso para nosotros contar
con un arsenal tan amplio como sea posible.
La mayor parte del trabajo de la profesión, sin embargo, se hace con las
bajas y medias potencias y éstas, si son correctamente prescritas y acertadamente
manejadas, darán resultados satisfactorios en la gran mayoría de los casos. La
tercera, sexta, veinte y treinta potencias, con un surtido de la doscientos para
«rematar», proporcionan una escala general de trabajo. Cuando el joven profesional
puede permitirse añadir a éstas un surtido de quinientas y mil de Boericke & Tafel
hechas a mano, estará realmente bien equipado. Lo demás es «lujo»; pero si a
alguien le ofrecieran un surtido de cincuenta mil y cien mil de Fincke, Swan o
Skinner, ni su modestia ni sus prejuicios le impedirían aceptarlas y probarlas.
Cientos de profesionales, incluyendo al que escribe, las han usado con gran satis-
facción.

Elegir la potencia
Ahora bien, ¿hay alguna enseñanza que nos ayude a elegir la mejor potencia
para un caso dado? Hay poca enseñanza pero muchas opiniones. Profesionales que
públicamente hacen ostentación de su liberalidad en esta cuestión, con demasiada
frecuencia descubriremos, en un conocimiento más íntimo, que practican un obs-
tinado exclusivismo en el uso de alguna potencia particular, generalmente una muy
baja o muy alta, y critican duramente a aquellos que difieren de ellos. Esto es
lamentable, porque tales profesionales indudablemente se privan ellos mismos y a
sus pacientes de muchos agentes curativos que están fácilmente a su alcance.
La serie de potencias ha sido comparada a la escala musical, «Un artista
experto puede, desde luego, construir una armonía con las diferentes vibraciones
de la misma cuerda; pero qué armonía más bella y perfecta podía construir median-
te una apropiada combinación de todos los sonidos que puede ser Sacados de su
instrumento». (Guernsey)
En general se puede afirmar que cualquier enfermedad curable puede ser
curada por cualquier potencia, cuando se administra el remedio indicado; pero la

173

ERRNVPHGLFRVRUJ
EL GENIO DE LA HOMEOPATÍA

curación puede acelerarse mucho seleccionando la potencia o dosis apropiada para


el caso individual.
Cinco consideraciones nos influyen en la elección de la dosis:
1. La susceptibilidad del paciente.
2. El asiento de la enfermedad.
3. La naturaleza e intensidad de la enfermedad.
4. El estadio y duración de la enfermedad.
5. El tratamiento previo de la enfermedad.

Susceptibilidad del paciente


Esta es general y correctamente considerada como la guía más importante en
la selección de la dosis. Es importante tener algunos medios de calibrar, al menos
aproximadamente, la susceptibilidad de un paciente.
La susceptibilidad a la acción medicinal es sólo una parte o fase de la
susceptibilidad general del organismo a todos los estímulos. Por analogía, así como
por experiencia, hemos llegado a una consideración de los principales factores que
modifican y expresan la susceptibilidad en general.
La susceptibilidad varía en los diferentes individuos según la edad, el tem-
peramento, la constitución, los hábitos, el carácter de las enfermedades y el am-
biente.
La susceptibilidad de un individuo a un remedio en diferentes momentos
también varía. La idiosincrasia puede existir como un factor modificante. La
homeopaticidad debe ser considerada siempre.
Cuanto más similar es el remedio, nuís clara y positivamente los síntomas
del paciente adoptan la Mina peculiar y característica del remedio, mayor e,s
susceptibilidad a ese remedio, y más alta la potenciación requerida.
El «infatigable Jahr» ha ilustrado muy lúcida y bellamente este punto. Él
señala una diferencia esencial entre la acción de las bajas y altas potencias, que
consiste no en su fuerza o debilidad, sino en el desarrollo de las peculiaridades del
remedio a medida que subimos en la escala de potencias. Esto se basa en el hecho
bien conocido de que los ensayos de la tintura y potencias más bajas de una droga,
por regla general, producen sólo los síntomas más comunes y generales de la
droga, no muy nítidamente diferenciados de otras drogas de su clase. Es en los
ensayos de las medias y más altas potencias donde el carácter peculiar y especial
de la droga se revela, por sus síntomas más finos y característicos. Jahr ilustra esto
con una figura geométrica, que consiste en numerosos círculos concéntricos, con
radios trazados para representar remedios en diferentes etapas de potenciación.
De la primera a la tercera potencia, como se muestra en el círculo más
interno, donde los radios están muy juntos, remedios similares o relacionados como
Ars., Rhus, Bry., y Sulph., tienen muchos síntomas en común; pero mientras más
alto se asciende en la escala de potenciación, más se separan los radios unos de
otros, de tal manera que aparecen cada vez más distintos en sus rasgos peculiares

174

ERRNVPHGLFRVRUJ
POSOLOGIA HOMEOPÁTICA

y característicos.
Todos los narcóticos, como Bell., Stram., u Opium, por ejemplo, en crudo
y dosis masivas, actúan de una forma igualmente estupefaciente, provocando la
muerte por apoplejía o parálisis; todos los drásticos producen vómito y purga, etc.
Sólo en dosis pequeñas o potenciadas sus diferencias más características de acción
se hacen aparentes.
«Por dilución y sucusión continua,» dice Jahr, «los remedios no se hacen
más fuertes ni más débiles, sino que sus peculiaridades individuales se desarrollan
cada vez más»; en otras palabras, su esfera de acción se amplía, como se repre-
senta por los círculos concéntricos.
La repercusión práctica de esto sobre la elección de la potencia o dosis,
según Jahr, es la siguiente: En un caso dado, donde los síntomas no están clara-
mente desarrollados y hay una ausencia o escasez de rasgos característicos, o
donde dos o tres remedios parecen más o menos igualmente indicados, la suscep-
tibilidad y la reacción pueden ser consideradas como bajas. Damos, por lo tanto,
el remedio que parece más similar, en una potencia baja (tercera a veinte). Pero
cuando los síntomas de un caso indican claramente un remedio, cuyos síntomas
característicos corresponden estrechamente a los síntomas característicos del caso,
damos altas potencias -treinta, doscientas, mil, o más altas, según el grado de
confianza del prescriptor y el contenido de su botiquín.
Podemos modificar ligeramente el consejo de Jahr sugiriendo que, cuanto
más clara y positivamente, los síntomas más finos, más peculiares y más caracte-
rísticos del remedio aparezcan en un caso, mayor el grado de susceptibilidad y más
alta la potencia.
Esta regla cubre más puntos de los requisitos que se van a establecer después
de lo que parece a primera vista. El tipo de caso (será descrito después) que
requiere bajas potencias para su curación, no presenta, por regla general, los mati-
ces más finos y característicos de los síntomas que caracterizan los casos que
requieren altas potencias; así que podemos juzgar con bastante seguridad el gra-
do de susceptibilidad del paciente por el carácter y lo completo de los sínto-
mas.
Debe tenerse en .cuenta, sin embargo, la diferente capacidad de los exami-
nadores. Un hombre de aguda percepción, preciso, esmerado, concienzudo y bien
preparado, verá muchas cosas en un caso que otro no tan dotado no verá.

La susceptibilidad es modificada por la edad


Generalmente hablando, la susceptibilidad es mayor en los niños y jóvenes,
personas vigorosas, y disminuye con la edad. Los niños son particularmente sen-
sibles durante el desarrollo, y los órganos más sensibles son los que se están
desarrollando. Por lo tanto, los medicamentos que tienen una peculiar afinidad por
esos órganos, deben darse en potencias medias o altas.

175
ERRNVPHGLFRVRUJ
EL GENIO DE LA HOMEOPATÍA

La susceptibilidad es modificada por la constitución y el temperamento


Las potencias más altas se adaptan mejor a personas sensibles, de tempera-
mento nervioso, sanguíneo o colérico; a personas inteligentes, rápidas para actuar
y reaccionar; a personas entusiastas e impulsivas.
Potencias más bajas y dosis más grandes y frecuentes corresponden mejor a
individuos tórpidos y flemáticos, torpes de comprensión y lentos para actuar; a
individuos de carácter basto, perezosos, de hábitos groseros; a los que poseen gran
fuerza muscular, pero que requieren de un estímulo poderoso para excitarlos. Tales
personas pueden tomar con aparente impunidad grandes cantidades de estimulan-
tes, como whisky, y mostrar poco efecto por ello. Cuando enferman requieren bajas
potencias o incluso, a veces, dosis materiales.

La susceptibilidad es modificada por el hábito


Es aumentada por una ocupación intelectual, por excitación de la imagina-
ción y las emociones, por ocupaciones sedentarias, por sueño prolongado, por una
vida afeminada. Tales personas requieren altas potencias.

La susceptibilidad es modificada por las condiciones patológicas


En ciertos estados terminales, el poder del organismo para reaccionar, inclu-
so al remedio homeopático indicado, puede llegar a ser tan . bajo que sólo dosis
materiales puedan despertarlo. Un ejemplo común de esto se observa en ciertas
condiciones terminales de enfermedad valvular de corazón, donde Digitalis es el
remedio indicado, pero no se obtiene ningún efecto con ninguna potencia. El pa-
ciente responderá, sin embargo a dosis tangibles de tintura pura o a una infusión
de Digitalis fresca y a veces se recupera bien de un estado que parecía desesperado.
Aunque tales dosis, atendiendo sólo a su cantidad, puedan considerarse corno «fi-
siológicas» o patogenéticas, la naturaleza de la reacción en tales casos es claramen-
te no patogenética, sino dinámica y curativa, como muchos han comprobado. La
forma de - la reacción cumple perfectamente con los requerimientos de la curación,
en cuanto a orden y dirección de la desaparición de los síntomas y a naturaleza del
resultado.
La cantidad solamente no hace que constituya una dosis patogenética. La
calidad, la proporcionalidad y la susceptibilidad del paciente son también factores.
Una dosis que sería grande, perjudicial o quizás peligrosa para un paciente alta-
mente susceptible, no tendría ningún efecto sin embargo sobre otro cuyo poder de
reacción sea muy bajo, en razón de la existencia de lesiones patológicas groseras,
o de larga evolución, enfermedad crónica agotadora y mucho tratamiento previo.
Es únicamente una cuestión de aproximar la cualidad y cantidad de la dosis a-
grado o plano de la enfermedad, de acuerdo con la ley de los semejantes. Si el
grado de la enfermedad es bajo, y el poder de reacción bajo, el remedio debe darse
bajo. Así encontramos, en tales casos, que los síntomas del paciente son habitual-
mente de un orden bajo; síntomas comunes, patológicos; síntomas orgánicos; sín-

176
ERRNVPHGLFRVRUJ
POSOLOGÍA HOMEOPÁTICA

tomas terminales groseros; síntomas que corresponden a los efectos de drogas


crudas en dosis tóxicas masivas. Los matices más finos de los síntomas pertene-
cientes a estados agudos, en pacientes vigorosos sensibles, no aparecen. Los me-
dicamentos potenciados no actuarán. El caso ha pasado de ese estadío, y los sín-
tomas más finos con él. A pesar de todo, los síntomas permanecen, y los estados
casi desesperados que representan están aún dentro del alcance de la ley homeopática
y a veces ceden a su poder, cuando la ley relacionada de la posología es correc-
tamente comprendida y aplicada.
Los llamados «síntomas patológicos», cuando tan sólo existen ellos, son tan
significativos y característicos en su forma y pueden ser tan claramente indicativos
de un remedio, homeopáticamente, como los grados más precoces, más linos, de
síntomas. Que sean útiles al prescriptor homeópata o no depende de la existencia
de síntomas similares en la Materia Médica. Sólo podemos prescribir para sínto-
mas que tienen una contrapartida en la Materia Médica. Por registros de envene-
namientos, sobredosificación y algunos ensayos extremos, así como por la expe-
riencia clínica, tenemos conocimiento de algunas drogas cuyos síntomas derivados
de esta manera, corresponden muy fielmente a la clase de síntomas patológicos que
estamos discutiendo. En la lista de tales drogas podemos encontrar una que se
ajuste a nuestro caso. Si eso no es posible, un estudio de los síntomas precoces de
la historia del caso, si pueden obtenerse, puede llevar directamente o por analogía,
al remedio que se necesita. Cuando un caso ha alcanzado un estadío en que sólo
síntomas patológicos u orgánicos groseros están presentes, habitualmente es incu-
rable; pero no está necesariamente fuera de la ayuda con medicamentos
homeopáticamente seleccionados, incluso si no da resultado seguir usando las
pequeñas dosis ordinarias o medicamentos potenciados.
En estados terminales, por lo tanto, cuando el paciente no reacciona a los
remedios bien seleccionados, ni a remedios intercurrentes de reacción, dados en
forma potenciada y en pequeñas dosis, recurrir a la droga cruda y aumentar la
dosis hasta el punto de reacción.
Cuando se está razonablemente seguro del remedio, dar la tintura o una baja
trituración, primero en dosis moderada, aumentándola luego hasta que se encuentre
la dosificación a la que el paciente reaccione, incluso si es la «dosis máxima» que
figura en los libros. La «dosis máxima» puede ser la «dosis mínima» necesaria para
producir reacción a veces. Cuesta más trabajo conducir un coche subiendo un
monte que en llano; y si es muy empinado, el conductor puede tener que retroceder
un trecho y tomar «carrera», para conseguir el impulso suficiente para subirlo.
Cuando llega a la cima del monte puede desconectar y «deslizarse» hacia abajo por
el otro lado. Eso es lo que el prescriptor homeópata tiene que hacer a veces, en el
tipo de casos de que estamos hablando.
Esto no invalida en lo más mínimo ni viola el principio de la dosis mínima
en tales casos. El principio del similia, aplicado tanto en la selección del remedio
como de la dosis, es eterna y universalmente cierto. Es tan cierto en estados ter-

177

ERRNVPHGLFRVRUJ
II GENIO DE LA HOMEOPATÍA

minales de enfermedades crónicas marcadas por lesiones y síntomas patológicos


groseros, como en cualquier otro tipo de casos. El médico homeópata fracasa y
deja de cumplir con su deber si, en tal crisis, se retira y deja morir a su paciente
o pasar a otras manos; o si impotentemente cede, abandona el principio del simula
y recurre a las medidas de rutina de la práctica alopática, basada en suposiciones
teóricas. Ocasionalmente llaman a un médico alópata, que da dosis llamadas fisio-
lógicas de alguna droga corriente, y restablece al paciente. Él ha hecho meramente
lo que el médico homeópata debería tener el discernimiento y sentido común de
hacer; -es decir, dar la droga que es realmente homeopática al caso, pero darla en
las dosis más fuertes requeridas en ese estadio del caso, para excitar la reacción
curativa. Él ha hecho lo que el médico homeópata es quizás demasiado tímido,
demasiado ignorante o demasiado prejuiciado para hacer. Resultado: el alópata se
gana el honor, a la familia y los honorarios; el homeópata «se gana la risa»; y la
homeopatía «se gana un ojo morado». Los éxitos ocasionales de los médicos alópatas
en tales casos son casi siempre conseguidos con drogas que son esencialmente,
aunque en crudo, homeopáticas. El homeópata que habitualmente usa altas poten-
cias es propenso a olvidar, o a pasar por alto, el hecho de que un caso terminal
puede alcanzar un punto en que los síntomas reclamen dosis materiales, porque la
susceptibilidad sea tan baja que no reaccione a ninguna otra, pero reaccione a ellas.
Un caso así ocurrió en la práctica del que escribe. Era un caso de enfermedad
valvular de corazón de muchos años de duración, que había alcanzado el estadio
de fibrilación. En una crisis previa había respondido a medicamentos potenciados.
En esta ocasión, sin embargo, los medicamentos potenciados, seleccionados con el
mayor cuidado, no tenían ningún efecto. Se hizo un esfuerzo para despertar la
reactividad adormecida con remedios intercurrentes, también en alta potencia. Se
le dió Laurocerasus, Carbo Vegetabilís, Tuberculinum y Medorrhinum, como re-
comiendan las autoridades homeopáticas.
Todos los esfuerzos fracasaron y el caso rápidamente progresaba hacia el
desenlace. Taquicardia, arritmia, edema, ascitis, hidrotórax, congestión pasiva del
cerebro e hígado, delirio, supresión de orina y coma predecían la rápida proximidad
del fin. Durante un periodo de más de tres semanas, los síntomas habían indicado
positiva e inequívocamente Digitalis; pero dosis que oscilaban desde la cuarenta
mil bajando hasta gotas de tintura no producían ningún cambio favorable.
En este punto, por consejo de un eminente especialista alópata que fue lla-
mado a requerimiento de la familia, le fueron administradas importantes dosis de
una preparación especial de !Digital y una dieta líquida sin sal. En treinta y seis
horas el paciente estuvo eliminando más de tres litros de orina cada veinticuatro
horas; cerebro, pulmones e hígado rápidamente se aclararon y el caso, que parecía
absolutamente desesperado, progresaba firmemente hacia una buena recuperación.
La acción de la Digital fue claramente curativa. No aparecieron síntomas
patogenéticos de ningún tipo, pues la copiosa orina fue claramente un síntoma
curativo. Sólo fueron dadas seis dosis de la droga, a intervalos de doce horas, y

178

ERRNVPHGLFRVRUJ
POSOLOGíA /10MEOPÁTICA

fueron interrumpidas tan pronto como su acción terapéutica completa estuvo esta-
blecida.
Alrededor de un mes después, fue necesario repetir la medicación,, en dosis
más pequeñas, unas cuantas veces, por un ligero retorno de algunos síntomas,
debido a un sobresfuerzo.
Este paciente no fue curado, en el sentido de que las válvulas estructuralmente
dañadas de su corazón fueran restauradas, pues eso es imposible. Pero la acción de
la droga indicada fue curativa en su naturaleza, tanto como fue posible, su vida fue
salvada y prolongada, y él fue restablecido hasta un punto de bienestar y utilidad,
cuando de otro modo habría muerto.
Digitalis en dosis materiales fue homeopática a su estado, sintomática y
patológicamente, y ninguna otra droga podría sustituirla en ese estadio de la enfer-
medad. Ningún otro medicamento de ningún tipo se dió.
En contraste con este caso, 'y como una ilustración más de la necesidad de
estar preparado para utilizar la escala entera de potencias, se presenta el siguiente
caso de la práctica del autor.
La paciente era una joven de dieciocho años, en los últimos estadios de una
enfermedad de corazón incurable. Había estado en tratamiento alopático más de un
año, empeorando inexorablemente. Cuando el autor la vió por primera vez estaba
confinada en una silla, incapaz de acostarse o permanecer en cama. Existía edema
generalizado, ascitis e hidrotórax. La orina estaba casi completamente suprimida,
sólo eliminaba alrededor de un litro en veinticuatro horas. La taquicardia y la
disnea eran de lo más angustioso y la muerte parecía inminente. La historia y
anamnesis de su caso revelaban síntomas inequívocos de Calcárea. Se le dió una
dosis única de Calcárea Carb. C.M., Fincke. La reacción y respuesta al remedio
fueron sorprendentes. En cuarenta y ocho horas la orina comenzó a segregarse
copiosamente. En varios días pasó de tres litros y medio a cuatro litros y medio
diarios. La hidropesía rápidamente desapareció y pronto fue capaz de acostarse y
dormir cómodamente. En unas cuatro semanas fue capaz de salir a pasear en un
coche y no mucho después estuvo andando. Vivió trece meses con relativa como-
didad y bienestar y luego murió bastante repentinamente de fallo cardíaco, después
de un ligero sobresfuerzo.
Estos dos pasos representan los extremos de los recursos terapéuticos al
alcance del profesional homeópata.

La susceptibilidad es modificada por el ambiente


La gente que está acostumbrada a un largo y duro trabajo fuera de casa, que
duerme poco y cuya comida es basta, son menos susceptibles.
Las personas expuestas a la influencia contínua de drogas, como trabajadores
y comerciantes de tabaco; destileros y cerveceros y todos los conectados con el
comercio del licor y el tabaco; drogueros, perfumeros, trabajadores químicos, etc.,
muchas veces poseen poca susceptibilidad a los medicamentos y habitualmente

179

ERRNVPHGLFRVRUJ
U. GENIO DE IA HOMEOPATÍA

requieren bajas potencias en las enfermedades, excepto cuando su enfermedad está


directamente causada por la influencia de alguna droga particular, en que una alta
potencia de la misma droga o una similar puede demostrar ser el mejor antídoto.
Oligofrénicos, imbéciles y sordomudos tienen un bajo grado de susceptibi-
lidad, por regla general.
«No hay regla sin excepciones» y esto es especialmente cierto en esta ma-
teria de la dosis homeopática. Contrariamente a lo que se podría esperar, las per-
sonas que han tomado muchas drogas crudas de prescripción alopática, homeopática
o «recetas de mostrador», muchas veces requieren altas potencias para su curación.
Su susceptibilidad a las drogas crudas y bajas potencias ha sido agotada, e incluso
dosis masivas parecen no tener ningún efecto; como cuando se han usado catárticos
y anodinos hasta que no hay reacción a ellos. Tales .casos responderán entonces
frecuentemente a altas potencias del remedio indicado. De hecho a menudo requie-
ren la alta potencia como antídoto. La alta potencia es efectiva porque actúa sobre
suelo virgen; invade nuevo territorio, como si dijéramos.
Cuando los viejos «crónicos» empiezan a venir a ver al nuevo doctor
-«viejos rodadores» sobre los que se ha agotado en vano el contenido de las far-
macias y los botiquines de medicamentos en tinturas y bajas potencias de sus
competidores- «sensato él» sacará su cajita de altas potencias y prescribirá con
ellas. Los resultados les sorprenderán, si es que no le sorprende a él. No debería
sorprenderle porque ya se le ha dicho anteriormente.
El asiento, carácter e intensidad de la enfermedad tienen influencia sobre la
cuestión de la dosis. Ciertas enfermedades malignas y rápidamente fatales, como
el cólera, pueden requerir dosis materiales o bajas potencias de la droga indicada.
La famosa prescripción de 'Hahnemann de Alcanfor en dosis de gotas de tintura
fuerte, dadas cada cinco o diez minutos, con la que tantas miles de vidas se sal-
varon, es una ilustración. Más tarde, cuando la reacción se ha establecido y otros
remedios, correspondientes a los síntomas de estadios posteriores de la enferme-
dad, aparecen, se requieren potencias más altas.
Hablando en general, kts enfermedades caracterizadas por una actividad
vital disminuida requieren las potencias más bajas; mientras las enfermedades
caracterizadas por una actividad vital aumentada responden mejor a las altas
potencias; pero esto, una vez más, es modificado por el temperamento y la cons-
titución del paciente. La sífilis típica no complicada, en su primer estadío, existien-
do aún el chancro, puede ser curada rápidamente con Mercurio en medias o altas
potencias, si el paciente es de temperamento nervioso o sanguíneo, y especialmente
si no ha recibido ya tratamiento. Si es de tipo flemático, sin embargo, se necesitará
Mercurio a la segunda o tercera trituración probablemente. Si el paciente se pre-
senta después, habiendo ya recibido la gran dosis convencional de mercurio y
potasa, hasta que se han producido los síntomas dinámicos y patogenéticos carac-
terísticos de esas drogas, las bajas potencias no serán de ninguna utilidad. O la
susceptibilidad ha sido agotada, o se ha desarrollado una idiosincrasia drogal. Las

180
ERRNVPHGLFRVRUJ
POSOLOGIA HOMEOPÁTICA

drogas deben antidotarse y el tratamiento posterior realizarse con potencias más


altas. Estas observaciones se aplican no sólo al mercurio y a la sífilis, sino a
Prácticamente todas las demás enfermedades y drogas. No debe inferirse que
mercurio es el único remedio para la sífilis; pues en la sífilis, como en todas las
demás enfermedades, debemos individualizar tanto el caso como el remedio, si
esperamos curar a nuestros pacientes.
Lo que se ha dicho del uso de potencias más altas en el cólera, después de
que la reacción se ha establecido con la tintura de alcanfor, es aplicable en otras
muchas enfermedades de carácter maligno y progreso rápido. Al comienzo, cuando
el torpor o el colapso indican la peligrosamente baja vitalidad y deficiente reacción,
pueden requerirse unas cuantas dosis de una potencia baja hasta que sobrevenga la
reacción, después se 'debería cambiar la potencia a una más alta, si es necesario
repetir el remedio. Es enteramente una cuestión de susceptibilidad. Mientras más
alta la susceptibilidad, más alta la potencia. Debemos aprender cómo juzgar el
grado de susceptibilidad si queremos tener éxito como prescriptores homeópatas;
y esto se aplica no sólo a la susceptibilidad normal del paciente, evidenciada por
su constitución, temperamento, etc., sino a sus variables grados de susceptibilidad
modificada por el carácter y estadío de la enfermedad y por el tratamiento previo.
En un estadío puede necesitar una baja potencia, como ya hemos apuntado, y en
otro una potencia alta. El que se limita al uso de una sola potencia, o dos o tres,
sean bajas o altas, no se sirve de todos los recursos de su arte. y frecuentemente no
conseguirá curar.
Se han hecho intentos para establecer reglas que determinen la dosis basadas
en una clasificación patológica de las enfermedades; como, por ejemplo, que las
preparaciones más bajas deberían usarse en la enfermedad . crónica con tendencia
a la desorganización de los tejidos y en las enfermedades agudas; o que las altas
potencias deberían usarse en afecciones puramente funcionales o nerviosas; pero
esas clasificaciones no son fiables. Sólo sirven para confundir la mente del estu-
diante y distraer su atención del punto principal, que es determinar el grado de
susceptibilidad del paciente particular en un n'omento dado.
Así, toda la cuestión de la dosis, como la selección del remedio, se reduce
a un problema de individualización, el cual, como principio, gobierna todas las
operaciones prácticas de la homeopatía. Considerando ampliamente esta cuestión
y tendiendo al mayor grado de éxito, se ve que es tan necesario individualizar la
dosis como el remedio, y que toda la escala de potencias debe estar abierta al
prescriptor.
Ocasionalmente se encontrará un caso que no sea del todo. susceptible al
remedio indicado. En tales casos la insensibilidad temporal al medicamento puede
atribuirse al abuso previo de medicamento, o a un régimen excitante. Si el tiempo
y las exigenCias del caso lo permiten, a veces es mejor suspender toda medicación
durante unos cuantos días y regular cuidadosamente la dieta y el régimen. Luego
la medicación puede reanudarse usando, según la constitución y el temperamento

181

ERRNVPHGLFRVRUJ
EL GENIO DE LA HOMEOPATIA

del paciente, una potencia baja o media.


Hahnemann había recomendado en tales casos la administración de Opium,
en una de las potencias más bajas, cada ocho o doce horas, hasta que sean percep-
tibles algunos sigilas de reacción. Mediante esto, dice, se aumenta la. susceptibili-
dad y salen a la luz nuevos síntomas de la enfermedad. Cubo veg., Laurocerasus,
Sulphur y Thuja son otros remedios adecuados en tales estados. A veces sirven
para despertar la reacción en el organismo de manera que el remedio indicado
actúe.
Los remedios usados de este modo son conocidos como «intercurrentes».
Los nosodes Psorinum, Syphilinum, Medorrhinum, Tuberculinum, han de ser re-
cordados también en este estado, en casos en que las enfermedades latentes repre-
sentadas por esos medicamentos están presentes, come muestran los síntomas exis-
tentes, o la historia y los síntomas previos del caso. Una dosis única del nosode
apropiado en una potencia moderadamente alta, aclararán a veces un caso, trayendo
a la vista síntomas que harán posible seleccionar el remedio necesario para conti-
nuar el caso con éxito. El uso de tales remedios debe estar basado en un cuidadoso
examen y estudio de la historia del caso, y no meramente en suposiciones empí-
ricas. Aquí, como en lo demás, la individualización y la ley del simula deben ser
la guía.

Repetición de dosis
Queda hablar de una de las más importantes cuestiones conectadas con el
tema general de la posología homeopática: la repetición de la dosis. El manejo del
remedio, con respecto a la potencia y a la dosificación, es casi tan importante como
la selección del remedio misma. La selección del remedio difícilmente puede de-
cirse que está terminada hasta que se haya decidido la potencia y la dosis. Estos
tres factores, remedio, potencia y dosificación, están necesariamente implicados en
la operación de prescribir. Ninguno de ellos puede tomarse con indiferencia ni ser
desatendido.
La primera cuestión con que nos enfrentamos es si dar una dosis o dosis
repetidas. La segunda cuestión es, si damos una dosis, ¿cuándo deberemos repetir-
la? Tercero, si damos dosis repetidas, ¿con qué frecuencia deberemos repetir las
dosis y cuándo pararemos de dosificar?
Muchos prescriptores expertos comienzan el tratamiento de prácticamente
todos los casos dando una dosis única del remedio indicado y esperando la reac-
ción. Este es un método casi ideal -para prescriptores expertos. ¡Por supuesto todos
nosotros esperamos llegar a ser prescriptores expertos y por tanto aceptaremos esto
como nuestro ideal!
La enseñanza habitual de Hahnemann, resultado de su larga y rica experien-
cia, era dar una dosis única y esperar su acción completa. La sabiduría de esta
enseñanza ha sido ampliamente confirmada desde su tiempo por muchos de sus
seguidores. La duración de acción de un remedio que acitía (y sin otras conside-

182
ERRNVPHGLFRVRUJ
l'( )S( 110MEOPÁTICA

raciones) varía, por supuesto, con la naturaleza y el ritmo de progreso de la enfer-


medad. En una enfermedad de tal violencia y rápida tendencia hacia la muerte
como el cólera, por ejemplo, la acción del remedio indicado puede agotarse en
cinco o diez minutos, y necesitarse otra dosis al cabo de ese tiempo, En una
enfermedad crónica que progresa lentamente, como la tuberculosis, la acción de
una dosis de un remedio curativo puede continuar durante dos o tres meses. Entre
esos dos extremos existen todos los grados de variación. -
La única regla que puede establecerse con seguridad es repetir la dosis sólo
cuando cese la mejoría. Permitir actuar a una dosis, o a un remedio, tanto tiempo
como la mejoría producida se mantenga, es una buena práctica; pero intentar fijar
límites arbitrarios a la acción del medicamento, como algunos han hecho, es con-
trario a la experiencia.
Profesionales jóvenes y también muchos antiguos, en esta materia, dan de-
masiadas dosis, repiten demasiado frecuentemente, cambian de remedio demasia-
das veces. No dan tiempo para la reacción. Dudan, o se apresuran, o se descuidan
y pronto se ponen «nerviosos» si el caso es serio. Entonces -ya «no hay nada que
hacer», hasta, o a menos, que entren en razón y corrijan sus errores. A veces tales
errores -no se pueden corregir y un paciente paga las consecuencias con su vida.
Conviene ser cuidadoso e «ir despacio» al principio; luego no habrá tantos errores
que corregir. Deberíamos examinar nuestro caso cuidadosa y sistemáticamente,
seleccionar nuestro primer remedio y potencia con cuidado, dar nuestra primera
dosis, si se decide la dosis única y luego vigilar los resultados. Si el remedio y la
dosis son correctos habrá resultados. Necesitamos no tener ninguna duda a este
respecto. El remedio y la potencia indicados, incluso en una dosis única, no pueden
darse sin algún resultado, y el resultado debe ser bueno. En general, se puede dar
por sentado que si no hay ningún resultado perceptible después de un tiempo
razonable, dependiendo de la naturaleza del caso, el remedio o la potencia eran
incorrectos.
Una de las cosas más difíciles es aprender a esperar. Tres cosas son nece-
sarias: sabiduría, valentía y paciencia. «Fuertes dosis» y repetición frecuente no
servirán si el remedio no es correcto.
En el Párr. 245 Hahnemann da esta regla general: «El progreso perceptible
y continuo de la mejoría en una etTermedad aguda o crónica, es una circunstancia
que, en tanto dure, contraindica invariablemente la repetición de un medicamento
cualquiera, porque el efecto benéfico que la medicina continúa ejerciendo se está
aproximando rápidamente -a su perfección. Bajo estas circunstancias cada nueva
dosis de medicamento perturbará el proceso de recuperación.»
En la larga nota al Párr. 246, sin embargo, que debería estudiarse cuidado-
samente, Hahnemann cualifica esta afirmación e indica las circunstancias bajo las
cuales es admisible repetir la dosis del mismo remedio, utilizando la acción de
Sulphur en enfermedades crónicas como ilustración.
En los Párr. 247-8, Hahnemann dice: «Estos periodos (señalados para la

183

ERRNVPHGLFRVRUJ
EL GENIO DE I.A HOMEOPATÍA

repetición de la dosis) han de ser determinados siempre por el curso más o menos
agudo de la enfermedad Y por la naturaleza del remedio empleado. La dosis del
mismo medicamento ha de repetirse varias veces, si es necesario, pero sólo hasta
que sobrevenga la recuperación, o hasta que el remedio deje de producir mejoría;
en este período el resto de la enfermedad, habiendo sufrido un cambio en su grupo
de síntomas, requiere otro medicamento homeopático.» Estudiar también Párr. 249-
252.
La dosis única del remedio indicado, repetido siempre que cese la mejoría,
en tanto los síntomas nuevos o modificados no indiquen un cambio de remedio, se
adapta a todos los casos, pero especialmente a los casos crónicos y a casos agudos
tales que puedan verse frecuentemente y ser vigilados de cerca. La naturaleza y el
progreso de la enfermedad determinarán, bajo esta regla, con qué frecuencia debe
repetirse la dosis. Se pueden presentar casos, no obstante, que no puedan vigilarse
tan de cerca como quisiéramos. Podemos no tener la posibilidad de visitar al
paciente frecuentemente, ni permanecer con él el tiempo suficiente para observar
el período completo de la acción del remedio. En tales casos es permisible, y
realmente necesario, ordenar una repetición de dosis estableciendo intervalos de
una, dos o tres horas, hasta que se sienta o se vea la mejoría, o quizás hasta nuestra
próxima visita. En tales casos es conveniente indicar que el medicamento sea
interrumpido tan pronto como el paciente esté mejor, dando alguna instrucción
sencilla al que lo cuida sobre lo que constituye un signo fiable de mejoría, según .
la naturaleza del caso.
Si el paciente está tan grave como para necesitar dosis a intervalos de menos
de una hora, es el deber del médico permanecer con el paciente y enjuiciar su
estado y progreso por él mismo, a menos que esté absolutamente seguro del reme-
dio, o esté en comunicación telefónica con el caso.

Efecto del remedio


El siguiente punto a considerar, dentro del tema general de la posología
homeopática, es el efecto del remedio.
Después que hemos seleccionado el que creemos que es el reipedio indicado
y administrado en una potencia y dosis apropiada, nuestro deber es observar al
paciente cuidadosamente, para que podamos estimar correctamente e interpretar
inteligentemente los cambios que ocurran; pues de esos cambios en el estado del
paciente, revelados por los síntomas, depende nuestra actuación siguiente en el
posterior tratamiento del caso.
Lo primero a determinar es si el remedio ha actuado de alguna manera o no.
Si no ha actuado, hemos de determinar a continuación si el fallo es debido a un
error en la selección del remedio, o a la selección incorrecta de la potencia. Si, al
revisar cuidadosamente nuestra historia, consideramos el remedio correctamente
elegido, cambiarnos la potencia a una más alta o más baja, según puedan requerir
las circunstancias, después de una reconsideración del grado de susceptibilidad del

184
ERRNVPHGLFRVRUJ
POSOUXIIA HOMEOPM'ICA

paciente.
Al decidir la cuestión de si el remedio ha actuado o no, debemos tener
cuidado de no dejarnos despistar por las opiniones o prejuicios del paciente o sus
acompañantes. Algunos pacientes, habiendo centrado toda su atención e interés en
un síntoma particular, que ellos consideran como de máxima importancia, afirma-
rán que no ha habido ningún cambio; que no están mejor, o incluso que están peor
que antes de tomar el remedio. Esas afirmaciones deberían tomarse con gran pre-
caución y deberíamos pasar a revisar la historia punto por punto con cuidado. No
es necesario contrariar al paciente asegurando malhumoradamente que debe estar
equivocado, sino que podemos expresar nuestro pesar o simpatía y luego tranqui-
lamente preguntarle por cada síntoma en particular. Encontraremos frecuentemente
que el paciente ha mejorado en muchos aspectos importantes, aunque su síntoma
favorito (frecuentemente estreñimiento) continúe todavía inmodificado.
La acción de un remedio se manifiesta por cambios en los síntomas del
paciente. Del carácter de esos cambios depende nuestro posterior curso de actua-
ción. Un remedio muestra su acción: 1. produciendo nuevos síntomas; 2. por la
desaparición de síntomas; 3. por el aumento o agravación de síntomas; 4. por la
mejoría de síntomas; 5. por un cambio en el orden y dirección de los síntomas.
I. Un remedio inadecuadamente elegido puede cambiar el estado de un
paciente hipersensible, produciendo nuevos síntomas no relacionados con la enfer-
medad y perjudiciales para su bienestar. Estos son síntomas patogenéticos. Su
aparición indica que el remedio no está curando al paciente, sino meramente ha-
ciendo un ensayo. Se requiere la interrupción y un antídoto.
2. Un remedio correctamente elegido, dado en una potencia demasiado baja
o a veces demasiado alta, o en demasiadas dosis, puede causar una agravación de
los síntomas existentes tan severa como para poner en peligro la vida del paciente;
especialmente si el paciente es un niño o una persona sensible y si un órgano vital,
como el cerebro o los pulmones, está afectado. Belladona a la tercera o sexta
potencia, dada en dosis demasiado frecuentes en un caso de meningitis, por ejem-
plo, puede causar la muerte por sobreactuación; mientras la treinta o doscientos
dada en una dosis única, o en dosis repetidas sólo hasta que se note algún cambio
de síntomas, curará rápidamente. Phosphorus 3' o 6a en la neumonía, en circuns-
tancias similares, puede rápidamente causar la muerte. Las bajas potencias de
medicamentos que actúan profundamente son peligrosas en tales casos, en propor-
ción a su semejanza con los síntomas.
Mientras más precisa la selección del medicamento, mayor debe ser el cui-
dado ejercido para no dañar al paciente prescribiendo potencias demasiado bajas y
dosis demasiado numerosas. La medicación debería ser detenida a la primera apa-
rición de tales agravaciones. Debería administrarse un atitídoto si no disminuyen
rápidamente. El prescriptor descuidado raramente reconoce tales agravaciones.
Cuando advierte los síntomas habitualmente los atribuye al curso natural de la
enfermedad o le llama una «complicación».

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El, GENIO DE LA HOMEOPATIA

3. Una ligera agravación o intensificación de los síntomas, que aparece rá-


pidamente después de dar el remedio y pasa pronto, es un buen signo. Reclama una
suspensión de la medicación hasta que la mejoría consecutiva cese o los síntomas
cambien otra vez. Esta es la primera y mejor evidencia de la acción curativa de un
remedio bien elegido.
4. Una agravación prolongada sin mejoría y con progresiva declinación del
paciente se ve a veces en una enfermedad crónica profundamente asentada, como
resultado de la sobreactuación de un medicamento anti-psórico o anti-sifilítico que
actúa profundamente, dado en una potencia demasiado alta al comienzo del trata-
miento. Si la potencia es demasiado alta, su acción puede ser demasiado profunda
y de gran alcance, y la reacción demasiado grande para que la debilitada energía
vital la soporte. Remedios tales como Sulphur, Calcárea, Mercurius, Arsenicum y
Phosphorus, dados a la potencia 50 M o C M, a veces han apresurado casos
tuberculosos o de sífilis terciaria hacia la gravedad. Al comenzar el tratamiento de
casos sospechosos o posiblemente incurables es mejor usar potencias medias, como
la 30 o 200 e ir subiendo gradualmente, si es necesario, según progrese el trata-
miento y el paciente mejore.
Muchas altas potencias del remedio exactamente similar son implacables
descubridoras de cosas escondidas. A veces traerán a la luz una verdadera avalan-
cha de síntomas que arrollarán al debilitado paciente. La enfermedad ha avanzado
demasiado para un intento tan radical. Si la enfermedad no ha avanzado tanto, una
larga y severa agravación puede afortunadamente ir seguida por una lenta mejoría.
El paciente estaba en la «zona fronteriza», con el comienzo de serios cambios
destructivos en algún órgano vital.
En estas reacciones y agravaciones homeopáticas, distinguiremos entre
cambios producidos en órganos vitales y cambios en tejidos superficiales y órga-
nos no vitales. Cuando reaparecen antiguas erupciones de la piel, antiguas úlceras
vuelven a salir, fístulas antiguas vuelven a abrirse, antiguas descargas vuelven a
fluir, ganglios tuberculosos hinchados se ponen inflamados, se abren y supuran;
retornan antiguos dolores articulares; los síntomas del corazón, pulmón, riñón,
hígado, bazo o cerebro del paciente mejoran mientras tanto; luego sabemos que
tanto el remedio como la dosis eran correctos y progresa una verdadera curación.
Pero si encontramos síntomas superficiales que desaparecen y los órganos vitales
muestran signos de avance de la enfermedad, sabemos que hemos fallado.
La dirección de la curación es de dentro a fuera, de arriba a bajo y en orden
inverso a la aparición de los síntomas. Mediante este criterio podemos saber siem-
pre si estamos curando o sólo paliando una enfermedad. Los últimos síntomas
aparecidos en una enfermedad, deberían ser los primeros en desaparecer bajo la
acción de un remedio curativo.
En enfermedades subagudas y crónicas no es infrecuente que grupos de
síntomas precedentes reaparezcan sucesivamente, mientras los últimos síntomas se
calman y la curación progresa. Este ordenado cambio de síntomas no debería nunca

186

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11)SOLOGÍA HOMEOPÁTICA

ser interferido por una repetición de dosis o un cambio de remedio, en tanto


continúe. Cuando la mejoría cesa o reaparecen síntomas antiguos y permanecen sin
cambio, es el momento de repetir lá dosis.
5. El cambio que sigue a la administración de un remedio puede ser una
mejoría rápida, corta, seguida de una recaída en el estado original o uno peor.
Esto puede ocurrir porque el remedio fue sólo parcialmente similar, o insuficiente
en cuanto a dosificación. Pero cuando esto se observa varias veces sucesivamente
y no sigue una mejoría duradera a los remedios cuidadosamente seleccionados,
significa que el caso es incurable. No hay vitalidad suficiente para sostener una
reacción curativa, y el desenlace es inminente.
6. En enfermedades funcionales, o al comienzo de enfermedades orgánicas
agudas, acompañadas quizás de dolor severo, la administración de la dosis apro-
piada del remedio indicado puede ser seguida de una rápida desaparición de sín-
tomas sin ninguna agravación. Este es el tipo más satisfactorio de curación, grato
tanto para el médico como para el paciente. El remedio y la potencia eran exac-
tamente correctos.

La ley de Dosificación
Resumiendo la cuestión, parece que la ley de dosificación está contenida en
la ley de los semejantes, o ley de equivalentes; ambas expresiones son meras
paráfrasis de la ley de Acción Mutua, conocida también como tercera ley del
movimiento de Newton.
La ley podía ser formulada así: La dosis curativa, como el remedio, debe ser
similar en cantidad y calidad a la dosis del agente morb(fico que causó la enfer-
medad.
Von Grauvogl dice: «La única y simple pregunta puede ser sólo ¿qué can-
tidad de una sustancia es necesaria para inducir ese contramovimiento químico o
físico en cualquier parte enferma del organismo, el cual es de igual intensidad, y
dirección opuesta, a aquel (movimiento) que es inducido por la causa morbífica,
para controlar ésta iiltima inmediatamente, o al menos retrasarla, y luego, por
repetición, eliminarla?» Expresada de esta forma, la cuestión se conforma al prin-
cipio fundamental de la homeopatía, Similia Similibus Curantur, que es una
formulación, en términos equivalentes, de la tercera ley del movimiento, «acción
y reacción son iguales y opuestas.» Grativogl viene a decir que «la tarea es sólo
descubrir el equivalente de movimiento entre la cantidad de movimiento excitada
por la materia mórbida, y la cantidad de movimiento que hemos de oponerle
mediante alguna droga.» «Para la solución de este problema», dice, «tenernos la
ley natural, de acuerdo con la cual la cualidad contiene la medida del movimiento
y del contramovimiento, y de ahí, para la finalidad terapéutica, la dosis correcta
puede y debe ser nada más que esa cantidad de la indicada cualidad (o remedio)
que es igual a la cantidad de fuerza de la causa de la enfermedad y cualitativamente
va contra su curso y movimientos. Poseemos así, en la misma dosis, o cantidad dé

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EL GENIO DE LA HOMEOPATÍA

la causa mórbida, la medida para la cantidad de la dosis de la droga a usar.» (Y


viceversa)
A primera vista, se podría objetar que esto nos deja tan a oscuras como
antes, puesto que no se indica cómo hemos de medir la cantidad de fuerza de la
causa mórbida. Pero una pequeña consideración nos mostrará que esto nos ayuda,
porque sugiere que se puede encontrar una medida. Tal vez se ha encontrado una
medida. Vamos a ver si es así.
Grauvogl es cuidadoso al advertirnos que no debemos despistarnos al con-
siderar la cualidad de la causa mórbida externa como la medida de la dosis, porque
las cualidades de un agente mórbido externo, que actúa dentro del organismo, no
pueden ser juzgadas por cantidades. Una cantidad o dosis de una sustancia mórbida
tan pequeña como para ser invisible, o imperceptible en cualquier forma excepto
por sus efectos, podría establecer una acción de un carácter tan violento en cuali-
dad como para hacernos pensar que la cantidad debe haber sido grande. Bajo tales
circunstancias, la tendencia y la tentación es dar un remedio en dosis cuyo tamaño
y potencia correspondan a niiestra imaginada dosis de la causa mórbida. De hecho
esto es lo que se está haciendo continuamente, para gran perjuicio de la raza
humana. ¡Qué violentas y destructivas acciones se producen por la introducción en
una herida de una cantidad infinitesimal de material séptico de un instrumento
imperfectamente esterilizado!, o por una simple célula mórbida microscópica o
gérmen; o más notable aún, por la influencia de una emoción violenta súbita,
puramente mental e intangible en cuanto a cantidad!
¿Cómo vamos a medir entonces esas cantidades?
La ley de los semejantes o acciones equivalentes revela la respuesta, y la
potenciación mecánica según una escala nos da la unidad de medida. El resultado
se obtiene simplemente invirtiendo nuestra regla de los semejantes. La cantidad
real y eficaz de la causa mórbida necesaria para producir la enfermedad no puede
ser mayor que la cantidad del medicamento necesario para curarla.
Esta concepción, como conclusión lógica, nos permite situar la cuestión
sobre una base experimental y sacar posteriores conclusiones en cuanto a la cuantía
de la dosis. De esta manera podemos graduar nuestras bajas, medias y altas poten-
cias, inteligente y lógicamente.
La química ha dado la pista para el modo de proceder en tales casos, con su
modo de determinar la unidad de medida. La Química ha establecido, con toda la
precisión de una ley natural, qué cantidad de ácido, por ejemplo, es necesaria para
neutralizar y saturar una cantidad dada de álcali.
El principio ha sido establecido así en abstracto, pero en un caso dado, donde
el principio ha de aplicarse prácticamente, el químico, como el prescriptor homeópata,
debe individualizar, porque tiene que tratar muchas veces con una cantidad desco-
nocida e indeterminada.
Grauvogl lo ilustra de esta manera: «Ningún químico», dice, «que quiera
determinar cuánta potasa contiene un cierto manantial, procedería como si pudiese

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ERRNVPHGLFRVRUJ
POSOLOGÍA HOMEOPÁTICA

suponer una cantidad de potasa empírica o tradicionalmente dada, e inmediatamen-


te añadir la cantidad de ácido correspondiente a ella, necesaria para la saturación,
a la cantidad dada de agua mineral; pues, aparte de que tal proceder sería no tener
en cuenta todas las leyes del arte experimental, debe considerar que en las estacio-
nes secas todas las aguas minerales son relativamente más ricas en componentes
sólidos que en las estaciones húmedas.
Debe, entonces, comenzar con la más pequeña cantidad de ácido altamente
diluido y añadirla, gota a gota, y contar cada gota hasta que el experimento esté
concluido.»
Precisamente según las mismas reglas del arte experimental, podríamos pro-
ceder para encontrar la dosis en cualquier caso particular de enfermedad. Se puede
decir, sin embargo, que en los exámenes siguientes, los resultados del primer
experimento podrían dar un punto de partida general, desde el cual se pueda hacer
una determinación aproximada de la cantidad necesaria en casos semejantes. Así
podríamos determinar aproximadamente, a partir de un experimento exitoso con
una cierta potencia de un remedio, en un cierto tipo de individuo, aquejado de un
cierto tipo de enfermedad, la validez general de esa potencia en su relación con
condiciones similares.
Experimentos concretos de este tipo muchas veces desbaratan las nociones
preconcebidas, pero el científico está siempre dispuesto a someterse a la lógica de
la experiencia.
Me habían enseñado, por ejemplo, que «las bajas potencias actuaban mejor
en enfermedades agudas.» Acepté esa generalización y actué según esto durante
algún tiempo, antes de descubrir que era en conjunto demasiado amplia, si no
completamente falsa. No pasó mucho tiempo antes de que presenciara una curación
de una enfermedad aguda con una potencia doscientos, tan rápida y brillante que
me animó a comprobarlo por mí mismo. Tuve éxito en bastantes casos y luego fallé
en uno. Cuando reflexioné sobre la excepción y busqué una razón de por qué la alta
potencia había actuado en diez casos semejantes y fallado en uno, la encontré en
el tipo más grosero de individuo y su grado más bajo de susceptibilidad, como
también en el grado más bajo de su proceso de enfermedad. Requería una forma
más grosera, más material, más baja, de un remedio para curarlo.
Me habían enseñado también que los niños y personas de edad, siendo de
baja vitalidad y débil poder reactivo, requerían bajas potencias para su curación. De
nuevo encontré que la generalización era en conjunto demasiado amplia; pues
había curado los más desesperados casos de crup, difteria, cólera infantum, etc.,
con unas cuantas dosis de una alta potencia, después de haber sido dados por
muertos por aquellos que habían prescrito tinturas y bajas potencias sin resultado;
y había visto brillantes efectos curativos de las altas potencias en el anciano y en
el joven, cuando tanto el remedio como la potencia estaban indicados. Una vez
más, debemos individualizar. Las bajas potencias no curarán todas las enfermeda-
des agudas, a todos los niños, ni a todas las personas de edad. Ni las altas potencias

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El.. GENIO DE LA 1-10Mg0PA1'iA

curarán todas las formas de enfermedad en todas las personas. Todas las potencias
son necesarias para la curación de la enfermedad, y cualquier potencia puede ser
necesaria en Un caso dado.

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ERRNVPHGLFRVRUJ
LA POTENCIACION Y LA DOSIS
INFINITESIMAL

La potenciación homeopático es un proceso matemático-mecánico para la reduc-


ción, según una escala, de las sustancias medicinales crudas, inertes o venenosas,
a un estado de solubilidad física, asimilabilidad fisiológica y actividad e inocuidad
terapéuticas, para usarlas como remedios curativos homeopáticos.
El objeto primario de la potenciación es reducir todas las sustancias destina-
das a uso terapéutico a «un estado de solución aproximadamente perfecto o com-
pleta ionización, que es completamente conseguido sólo mediante dilución infini-
ta». (Arrhenius). Mientras mayor es la dilución, más alto el grado de ionización
hasta que, a dilución infinita, la ionización es completa y la actividad terapéutica
condicionahnente la mayor.
Para la reducción de sustancias minerales e inorgánicas y algunas otras sus-
tancias, se emplea la trituración mecánica de una parte de la sustancia con nueve,
o noventa y nueve partes de azúcar de leche cristalino puro, según se use la escala
decimal o centesimal de dilución. Este proceso se continúa suficiente tiempo y de
tal manera como para reducirlas- a un polvo aproximadamente impalpable, soluble
en agua. Estas, y todas las demás sustancias solubles se reducen a líquidos, o
tinturas, que se reducen aún más por dilución en agua o alcohol, en las mismas
proporciones de droga a vehículo (uno a nueve, o uno a noventa y nueve) hasta un
grado determinado, registrando, numerando cada paso del proceso para que el
grado de dilución y potenciación de cada preparación se pueda conocer.
Los productos resultantes de estas operaciones se conocen como «potencias»
o «diluciones», llevando el nombre del medicamento y el número de la dilución.
Originalmente todos los remedios homeopáticos eran preparados a mano,
usando el antiguo y tradicional mortero y pistilo y el frasco de vidrio ordinario. Las
potencias hechas a mano son consideradas aún por algunos como las más fiables;
pero los productos de máquinas economizadoras de tiempo de trituración y dilu-
ción, que han sido inventadas y mejoradas cada vez más, son usados por la mayoría
de los farmacéuticos o fabricantes de potencias homeopáticas.

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El. GENIO DE LA HOMEOPATÍA

Mediante este proceso, los más virulentos y mortales venenos, incluso los
venenos de serpientes, no sólo se hacen inofensivos, sino que se transforman en
benéficos remedios curativos. Sustancias que son medicinalmente inertes en su
estado natural crudo, tales como los minerales, el carbón, o el lycopodium, se
hacen así activas y eficaces para curar al enfermo. Otras drogas, más o menos
activas en su estado natural, ven exaltadas sus cualidades medicinales y su esfera
de acción ampliada al ser sometidas a este proceso.
La enumeración aritmética de las partículas o proporciones en que la
potenciación se supone que divide una cantidad dada de la droga es insuficiente y
engañosa. Los hechos tienden a mostrar que el resultado del proceso no es sólo una
división de la materia en partículas, sino una serie de diferenciaciones y progresiones
mediante las cuales tiene lugar 1111(1 sucesiva reproducción o propagación de las
propiedades medicinales de la droga. Los poderes y cualidades de la droga son
progresivamente transferidos al medio diluyente. Reconociendo este hecho, Garth
Wilkinson propuso llamarlas «transmisiones».
Fincke explicó la acción y eficacia de las dosis infinitesimales aplicando la
«ley de la cantidad mínima», descubierta por Maupertuis, el gran matemático fran-
cés, y aceptada en ciencia como un principio fundamental del universo. Este prin-
cipio es formulado así: «la cantidad de acción necesaria para efectuar cualquier
cambio en la naturaleza es la menor posible». .
«De acuerdo con este principio general», dice el Dr. Fincke, «el momento
decisivo es siempre un mínimo, un infinitesimal». Y para nuestra terapéutica se
percibirá que la menor posible es siempre la potencia más alta suficiente para
producir reacción y efectuar la curación, siempre que la selección del remedio sea
homeopáticamente correcta. «La ley de la acción mínima (Maxima Minimis) pa-
rece ser un complemento esencial y necesario de la ley de los semejantes (Sandia
Similibus) y estar coordinada con ella».
«De acuerdo con este principio, las propiedades curativas y la acción del
remedio homeopático están determinadas por su preparación y aplicación; en otras
palabras, la cualidad de la acción de un remedio homeopático está determinada
por su cantidad. Consecuentemente, la ley de la acción mínima debe ser recono-
cida como el principio posológico de la homeopatía».
La potenciación y la dosis mínima es un asunto sobre el que es extremada-
mente fácil formarse nociones apresuradas e incorrectas -ninguna cuestión en ho-
meopatía lo es más. Es una de las cuestiones sobre las que la mentalidad médica
ordinaria parece tener una peculiar inclinación natural a formarse opiniones sin el
debido conocimiento y examen -en una palabra, prejuicios. Se puede decir, no
obstante, que cuando la filosofía de la homeopatía se ha comprendido, y su método
de seleccionar el remedio curativo se ha dominado, la decisión en cuanto a la dosis
puede dejarse con seguridad a juicio individual, basado en la observación y la
experiencia. La gama completa de potencias está y debería estar abierta a cada
persona. El principiante no tiene por qué temer más a una potencia treinta que a

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I.A II)ITNciAcióN Y LA 1)0515

una tercera, cuando ha decidido el remedio similar; pues puede estar seguro de
esto: ninguna curará si ito está indicado. Nadie puede disimular su deficiencia.,
como correcto prescriptor aumentando el tamaño o - la frecuencia de las dosis.
La idea • de la potenciación;o dinamización, como a veces se le llama, no
surgió, como Minerva, «completamente armada y desarrollada, del cerebro de su
padre»; ni la idea fue, como Minerva, «inmediatamente admitida a la asamblea de
los dioses». Tuvo un crecimiento gradual, un desarrollo. En algunos otros aspectos,
la idea, sin embargo, fue como Minerva. «El poder de Minerva,» nos dijeron, «fue
grande en el cielo; podía arrojar los truenos de Júpiter, prolongar la vida de los
hombres, conceder el don de la profecía y era la única de todas las divinidades
cuya autoridad e importancia eran iguales á las de Júpiter».
Las mentes más grandes y penetrantes de la homeopatía, las mentes que han
poseído una visión en el más alto grado, han reconocido siempre la importancia
vital y la relación fundamental de la doctrina de la pótenciación con la homeopatía.
Es al mismo tiempo la parte más vital y't la más vulnerable, ercoraz6n 'mismo de
la homeopatía.
Para citar sólo uno de los muchos autores, el 'Prof. Samuel A. Jones de Ann
Arbor, hace tanto corno en 1872, cuando era editor del American Homoeopathic
Observer, escribió estas proféticas palabras, que se han cumplido literalmente desde
entonces: «Guardemos nuestra herencia homeopática lo más celosamente. Los
ensayos sobre la persona sana, el simillimun como remedio, el remedio único, la
dosis reducida, pueden sernos y nos serán escamoteados uno por uno y bautizados
con nuevos nombres para ocultar el robó. ¿Qué será de la homeopatía?. Vivirá a
pesar de ellos, en la posología de Hahnemann. Precisamente los infinitesimales,
que muchos están tan dispuestos a desechar, es todo lo que salvaremos.»
Esto es sólo el reconocimiento de que, en sus aspectos más elevados, la
doctrina y el hecho de la potenciación es uno de esos «misterios de fe» que han
sido siempre la fuerza, y al • mismo tiempo la debilidad, de cada gran iglesia o
escuela de pensamiento; la fuerza porque en sus más altos y amplios logros ejercen
los más altos poderes de la mente humana; la debilidad porque son los más expues-
tos a la malinterpretación y perversión.
Podemos contar con que siempre nuestros enemigos descubrirán y atacarán
la parte más vital y débil de nuestras defensas. La prueba de esta afirmación está
en el hecho de que la doctrina de la potenciación y la dosis, infinitesimal han sido
siempre el punto central de ataque a la homeopatía por parte de sus enemigos.
La homeopatía no fue creada por el descubrimiento de la ley de los seme-
jantes. Mucho antes de Hahnemann, desde Hipócrates, hubo vislumbres de la ley,
y algunos trataron de hacer uso de ella terapéuticamente; pero todos fracasaren a
causa de su incapacidad para graduar y adaptar apropiadamente la dosis. El prin-
cipio del similia no fue de ninguna utilidad práctica hasta que el principio relacio-
nado de la potenciación y la dosis mínima fue descubietio. Y no lo fue hasta que
a Hahnemann, anticipándose en cien años a las modernas concepciones de materia

193

ERRNVPHGLFRVRUJ
El. GENIO DE LA HOMEOPATÍA

y energía, se le ocurrió el recurso matemático-mecánicO de preparar la droga por


dilución según una escala, en una proporción definida de droga a vehículo inerte.
La homeopatía se hizo practicable en el momento en que se hizo ese descubrimien-
to y no antes. A no ser por esto, Hahnemann no hubiera progresado más que
Hipócrates.
El tremendo alcance e importancia de su invento no fue comprendido por
Hahnemann entonces. Durante varios años en su práctica médica original, había
usado drogas en la forma habitual y en dosis ordinarias. Pero tan pronto corno
comenzó a aplicar el medicamento en tales dosis, según el nuevo principio
homeopático desarrollado, vió que su uso era seguido de agravación y daño. Na-
turalmente esto le llevó a reducir el tamaño de las dosis.
«Naturalmente», decimos, aunque nadie hasta ese momento había pensado
en un principio tan simple y aparentemente obvio como recurso para superar los
obstáculos para una acertada práctica homeopática. Viendo que obtenía mejores
resultados continuó reduciendo la dosis.
La idea de Hahnemann al principio fue simplemente reducir la «fuerza» o
masa material de la droga, pero su pasión por la precisión le llevó a adoptar una
escala, para poder estar siempre seguro del grado de reducción y establecer un
patrón de comparación. Vió que bajo ciertas condiciones, quizás para su sorpresa,
en lugar de debilitar la droga, estaba de hecho aumentando su poder curativo. Al
reducir la densidad de la masa percibió que estaba liberando poderes previamente
latentes, y que esos poderes eran los mayores y más eficaces para sus fines tera-
péuticos, cuando el remedio así preparado era aplicado bajo el principio de se-
mejanza sintomática.
Impresionado por la idea del desarrollo de poderes latentes a través de lo que
él había considerado al principio meramente como dilución, dejó de llamar «dilu-
ción» al proceso, y lo llamó «potentización» o «potenciación», lo que verdadera-
mente es: un proceso de hacer potente, o poderoso, lo que previamente era impo-
tente.
Es familiar para todos la tendencia del pensamiento científico moderno a
salir de las nociones toscamente materialistas de los primitivos físicos, hacia una
concepción más elevada de la constitución de la materia.
Al describir su concepción de la naturaleza y de la constitución de la mate-
ria, Sir Isaac Newton dice curiosamente: «Me parece probable que Dios al princi-
pio formó materia en partículas sólidas, macizas, duras, impenetrables, móviles, de
tales tamaños y figuras, y con tales propiedades y en tal proporción con el espacio
como para mejor conducir al fin para el que las formó; incluso tan duras como
para nunca desgastarse o romperse en trozos,. no siendo capaz ningún poder or-
dinario de dividir lo que Dios mismo hizo uno en la primitiva creación.»
Para Newton, la luz consistía en una perfecta lluvia de esos diminutos áto-
mos materiales emitidos por un cuerpo productor de luz. En el ejercicio de su
imaginación científica, vió esas pequeñas partículas de materia volando en todas

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LA POTENCIACIÓN Y LA DOSIS INFINITESIMAL

direcciones a increíble velocidad.


Después vino la concepción del éter luminífero. Los físicos piensan ahora en
un rayo de luz como la pulsación o vibración de una sustancia intangible. que actúa
como un sólido, pero que deja pasar la materia ordinaria a través de ella sin
interferencia.
Las maravillas de la electricidad, desarrolladas en inventos tales como la
dinamo, el motor eléctrico, la Itiz eléctrica, el telégrafo y el- teléfono, y después los
rayos X y el telégrafo sin hilos y la radió, han influido mucho para inclinar a los
hombres a la aceptación de una interpretación más espiritual del universo. Quien
acepta sin objeción las operaciones de esta energía invisible, intangible, cuya na-
turaleza real nadie conoce, por no decir nada de los fenómenos de la radiactividad,
gravitación y afinidad química, no debería tropezar can las altas potencias
homeopáticas, que- puede hacer y demostrar por si mismo cualquier día.
Carl Snyder, en «New Conceptions in Science», apunta cómo muchos avan-
ces de la ciencia y las artes se han hecho posibles por el descubrimiento de una
nueva aplicación mecánica, La que ha hecho posible la homeopatía no ha sido
reconocida hasta ahora.
Snyder dice: «La frase ,«aplicación mecánica» es usada ampliamente, inclu-
yendo todo lo que puede contribuir a la exacta medida y a la extensión de nuestros
sentidos primitivos en cualquier dirección. En este sentido, el cálculo, o las reac-
ciones de los tubos de ensayo químicas, deber .ser estimadas como mecánicas, no
menos que el termómetro, el microscopio o la balanza. Esto también incluye ayu-
das para el cálculo tales como el cero (o más estrictamente hablando, un sistema
decimal de contar); el álgebra, los inventos de las fluxiones, los logaritmos y la
regla de cálculo.»
«Todos hemos oído la historia de como Arquímedes detectó la aleación en
la corona del rey Fliero;-cómo el rey había dado un cierto peso de oro a un artesano
para que hiciera con él una corona; cómo el rey, sospechando un fraude, preguntó
a su amigo Arquímedes si podía decirle si se había puesto metal bajo en el oro:
cómo Arquímedes, seriamente preocupado, entrando un día en su bañera, observó
cómo el agua rebosaba, y ovidándose de todo corrió desnudo a través de las calles
de Siracusa gritando ¡Eureka! ¡Eureka!
«El descubrimiento de Arquímedes era simplemente esto: que un cuerpo
dentro del agua desplaza una cantidad de agua de igual peso, y no de acuerdo con
su volumen, como uno podría creer a primera vista. Con esto estableció la idea de
la gravedad específica.
Con esto no sólo desenmascaré al orfebre tramposo, sino que fue llevado a
hacer todo tipo de investigaciones y finalmente al descubrimiento de la palanca».
De un modo similar Hahnemann, tanteando en el estudio de la acción de las
drogas homeopáticas sobre el organismo humano sano, preocupado por las
agravaciones resultantes de las - dosis ordinarias, intentó encontrar una dosis tan
pequeña que no pudiera poner en peligro la vida, y deseando medir precisamente

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EL GENIO DE I.A HOMEOPATÍA

su grado de dilución, de modo que pudiera repetir o repasar sus pasos, inventó o
adoptó la escala centesimal de medición. inmediatamente tuvo ya en su mano los
medios de resolver el problema en el que tantos otros antes que él habían fraca-
sado.
Había ideado un procedimiento, extremadamente sencillo, por el cual, con
Sólo un mortero y pistilo, una serie de pequeños frascos de vidrio y una pequeña
cantidad de azúcar de leche, o de agua pura o alcohol, podía no sólo modificar las
sustancias tóxicas haciéndolas inofensivas, sin destruir sus poderes curativos, sino
desarrollar y medir la energía medicinal latente inherente a las sustancias inertes
hasta el punto deseado.
Sustancias que eran completamente inertes (fisiológica o patogenéticamente)
en su estado natural, tales como los minerales, el carbón y el lycopodium eran, por
el nuevo proceso inventado de trituración, solución y posterior potenciación líqui-
da, desarrolladas hasta convertirse en medicamentos de notable poder.
La homeopatía, como arte práctico, se hizo así posible y Hahnemann sobre-
pasó a Hipócrates, a Galeno y a todos los demás competidores, dejándolos muy
atrás.
Y todo esto se produjo por la invención de tina simple escala matemática de
medidas. Esto es tan simple que sólo muy pocos, incluso todavía, comienzan a
captar su tremendo significado. Uno de los mayores físicos que hayan existido,
después de reflexionar sobre esto, dijo que la teoría de la potenciación de Hahnemann
podría finalmente llevar a una concepción completamente nueva de la constitución
de la materia. Y así ha sido. «El átomo duro, macizo, material» de Newton, e
incluso el átomo de los físicos posteriores, no es más que una última concepción.
Esto ha dado lugar al corpúsculo eléctrico inmaterial, o electrón, infinitamente más
pequeño y más activo que el átomo.
Históricamente, la potenciación homeopática es un desarrollo de procedi-
mientos farmacéuticos muy antiguos y comunes. H mortero y el pistilo son tan
antiguos como la medicina. Las sustancias minerales e inorgánicas son comúnmen-
te preparadas para uso terapéutico mediante métodos no sólo estrechamente aná-
logos, en su primera etapa, al método homeopático, sino que tienen su origen en
la misma necesidad fundamental: a saber; la necesidad de hacer tales sustancias
solubles, capaces de ser fijadas por los absorbentes y captadas por los nervios
sensitivos del organismo vivo. Metales como el mercurio, el plomo y el hierro son
completamente inertes medicinalmente, hasta que han sido sometidos a cierto pro-
ceso, físico o químico, por el que su masa se rompe y se vuelven solubles, y su
energía medicinal latente de este modo liberada. No importa qué nombre demos a
tal proceso, es esencialmente una potenciación; y la potenciación homeopática es
ni más ni MOHOS que un proceso fisico por el cual la energía dinámica, latente en
las sustancias crudas, es liberada, desarrollada y modificada para ser utilizadas
mito medicamentos.
Hahnemann, reconociendo que la acción terapéutica de una droga es la di-

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I.A PODSCIACION Y LA DOSIS INFINITESIMAL

rectamente opuesta a su acción fisiológica o tóxica, vió la posibilidad y la nece-


sidad de extender este proceso, por medios perfectamente simples, fiables y preci-
sos, de modo que no sólo liberara la energía latente, sino que la hiciera disponible
para los altos fines de la curación, privándola de su acción destructiva o tóxica,
mientras al mismo tiempo se desarrollan sus cualidades puramente terapéuticas y
se amplía su campo de acción.
No es quizás totalmente correcto decir que la escuela dominante no reconoz-
ca tal posibilidad. Que esto es así se evidencia por sus intentos de preparar ciertos
productos mórbidos, principalmente de origen animal, para utilizarlos como agen-
tes terapéuticos, sometiéndolos a un proceso biológico que puede ser considerado
como algo análogo a la potenciación homeopática. Me refiero a los procesos por
los que se preparan los distintos sueros y vacunas. La vacunación de antes, en la
que el paciente era inoculado directamente con el llamado virus vacunal «huma-
nizado», representa su primer intento en esta dirección. Tantos males surgieron de
esta práctica que pronto fue interrumpida, e ideados métodos más modernos.
Mediante este método, un animal, ordinariamente ,una ternera, era inoculada con
pUS de una pústula de viruela humana completamente desarrollada. Después de que
la consiguiente enfermedad así establecida en el animal se había desarrollado,
suero o pus de una de las pústulas resultantes era, otra vez inoculado en otro animal
sano, para sufrir las mismas o similares modificaciones orgánicas. Habiéndose
repetido este proceso un número variable de veces, a través de una serie de anima-
les, el producto final era utilizado para inocular seres humanos. Con muchas
modificaciones técnicas y extensiones, este es esencialmente el proceso usado hoy
día en la preparación de los sueros y vacunas.
La idea básica es modificar un virus, toxina u otro producto patológico
animal . primariamente virulento, de modo que pueda ser usado con seguridad con
fines terapéuticos o profilácticos. En este aspecto puede ser considerado como un
tosco análogo o imitación de la potenciación mecánica homeopática.
Considerado como proceso técnico, tal método es altamente objetable por las
muchas incertidumbres que implica. El organismo vivo es algo infinitamente com-
plejo, cuando consideramos los casi innumerables procesos mecánicos, químicos y
vitales que se efectúan dentro de sus constantemente cambiantes fluidos y sólidos.
Muchos de esos.procesos se comprenden muy imperfectamente. No hay medios de
registrar y medir con precisión todas esas actividades; ni medios de determinar
exactamente qué son esos cambios; ni cómo son modificados por la introducción
de las sustancias mórbidas extrañas utilizadas.
Comparando este método con el procedimiento de Hahnemann sólo es ne-
cesario apuntar que:
I. El procedimiento hahnemanniano es puramente físico, objetivo y mecánico.
2. No implica ningún factor incierto, inadvertido, no fiable, o no inedible.
Sus elementos .son simplemente la sustancia o droga a potenciar, nn vehículo
consistente en azúcar de lec,he, alcohol, o agua, en ciertas cantidades y proporcio-

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EL GENIO DIS LA HOMEOPATIA

nes definidas; una manipulación bajo condiciones que están enteramente bajo con-
trol y tan simples que un niño podría llevarlas a cabo.
3. El producto resultante es estable, o puede hacerse así fácilmente; de hecho
es casi indestructible; y la experiencia de un siglo, en su uso según los métodos y
principios homeopáticos, ha probado ser eficaz y fiable en el tratamiento de todas
las formas de enfermedad susceptibles de medicación.
4. El proceso es prácticamente ilimitado. La potenciación del medicamento
mediante este método puede ser llevada a cualquier punto deseado o requerido.
Discutir sobre una cuestión que puede ser establecida inmediatamente me-
diante la prueba efectiva de la experiencia es una pérdida de tiempo y energía, pues
nada se gana con ello y al final debemos recurrir a la comprobación por la expe-
riencia. Repasar las teorías, especulaciones, cómputos matemáticos, ilustraciones
de analogías y comparaciones con procesos similares, usados en artes y ciencias
afines, presentados por autores y querellantes, discutiendo los pros y los contras de
la teoría de la potenciación desde que fue propuesta por Hahnemann, podría ser
interesante para algunos, pero probablemente nadie que se haya permitido estar
prejuiciado contra las altas potencias homeopáticas se convencería por todos los
argumentos expresados.
Pero cuando un investigador sincero ve a un experto examinar y prescribir
en un caso, bajo los métodos y principios enseñados en el Organon y presencia los
efectos terapéuticos de las diferentes potencias, ha visto una demostración que
puede repetir por sí mismo, hasta que se convence de que Hahnemann estaba en
lo cierto cuando decía: (Párr. 279) «La experiencia prueba que la dosis de un
remedio homeopáticamente seleccionado no puede ser reducida tanto como para
ser inferior en fuerza a la enfermedad natural, y perder su poder de extinguir y
curar al menos una parte de la misma, siempre que la dosis, inmediatamente des-
pués de ser tomada, sea capaz de causar una ligera intensificación de los síntomas
de lo enfermedad natural similar.»
Los resultados del uso de medicamentos potenciados han llevado a compe-
tentes estudiosos de los principios y concienzudos practicantes de los, métodos de
la homeopatía, a subir gradualmente en la escala de potencias, hasta que muchos
han llegado a usar con mayor frecuencia las potencias más altas. Esto es porque
han visto que actúan más suavemente, más profundamente, más rápidamente y más
a fondo que la droga cruda o las bajas diluciones, en la gran mayoría de los casos;
y porque es imposible curar ciertas formas de enfermedad sin ellas.
Ya hemos visto cómo la idea de la potenciación se hizo práctica por la
invención de lo que esencialmente fue una nueva aplicación mecánica, la escala
centesimal de medición, exactamente igual que la realización mecánica de los
procesos matemáticos de adición, sustracción, multiplicación y división se hicieron
posibles mediante el invento de la regla de cálculo.
Desgraciadamente, cuando este descubrimiento fue anunciado por primera
vez, la atención se focalizó inmediatamente sobre la cuestión de la cantidad, más

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LA PDIENCIACIDN Y LA DOSIS INFINITESIMAL

que sobre la cualidad, la proporcionalidad y las leyes de relación, bajo las que
actúan los medicamentos homeopáticos. Los objetores enseguida comenzaron a
hacer cálculos aritméticos de la cantidad de droga original que se encontraba en las
distintas potencias, y a asombrarse por el tamaño de los denominadores de las
fracciones vulgares que se suponía que expresaban esa cantidad. Para expresar
aritméticamente la fracción de la gota original de «tintura madre» contenida en una
gota de la trigésima potencia centesimal, se necesitaba un numerador de uno, sobre
un denominador de uno con ¡sesenta ceros detrás!
Que una cantidad tan infinitesimal de medicamento pudiera tener algún efec-
to era para algunos impensable. Así, meramente a causa de una aparente improba-
bilidad, basada en un razonamiento a priori, sin experimentación, surgió la oposi-
ción a la nueva doctrina.
Nunca se le ocurrió a tales mentes estudiar las leyes de relación, ni cercio-
rarse experimentalmente si tal potencia realmente actuaba cuando se daban relacio-
nes apropiadas con el organismo vivo. Rehusaron someterlo a la prueba efectiva de
la experiencia. Para una mente científica tal objeción no es digna de consideración.
La objeción de «improbabilidad» en materia de hechos es siempre pueril. Sobre
tales fundamentos cada invento notable del último siglo hubiera sido rechazado.
¿Qué más improbable que la afirmación de que un hombre, sentado en su oficina,
pudiera conversar audiblemente con su amigo a tres mil millas a través del conti-
nente? Pero ahí está el teléfono sobre su escritorio para demostrarlo.
La eficacia de las potencias homeopáticas no ha de ser determinada por
cálculo, sino por prueba efectiva sobre el organismo vivo. Si uno desea convencer-
se de que hay poder en la trigésima potencia de Arsénico, que ponga diez gotas de
ella en medio litro de agua y comience a tomar dosis de una cucharada cada tres
horas. Una prueba convincente de su poder se experimentará dentro de tres días.
Para la mente del matemático, el astrónomo, o el físico moderno, acostum-
brados a pensar en términos de lo infinitesimal, tales cantidades no presentan
dificultades, pero para la mente acientífica, con su tosca concepción de la consti-
tución de la materia, son impensables e increíbles. No se les ocurrió a los objetores
mirar la cuestión desde el punto de vista de /as leyes de relación bajo las que
actúan tales poderes y cantidades, ni sus prejuicios les hubieran permitido someter
la cuestión a la simple comprobación del experimento práctico, por el que podría
haber sido establecido entonces. La homeopatía, por lo tanto, casi desde el princi-
pio, encontró dificultado su progreso por un prejuicio meramente basado en una
aparente improbabilidad.
El descubrimiento del análisis espectral, que revela la presencia de la droga
hasta la doceava potencia centesimal, concede a las cantidades infinitamente pe-
queñas una significación aún no plenamente reconocida en su referencia a la ho-
meopatía; pero incluso éste, mientras ha confirmado el hecho de la presencia de la
droga, no explicaría la re/ación de sustancias imponderables con el organismo
vivo.

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EL GENIO DE LA HOMEOPATIA

El hecho, como ha apuntado Ozanam, es que Hahnemann, por su descubri-


miento de la potenciación, elevó la homeopatía al nivel de las demás ciencias
naturales, pues creó para ella un método análogo al cálculo infinitesimal de las
matemáticas, sobre el que se ha basado la teoría atómica de la química. Esto ilustra
y armoniza con la «teoría del éter interatómico del espacio», la teoría del «estado
radiante de la materia», la teoría del potencial eléctrico de la física de hoy, y con
la teoría químico-celular de la fisiología y la anatomía patológica. Está de acuerdo
con la moderna bacteriología en su explicación de la acción de los microorganismos
patogénicos, debida a las cantidades infinitesimales de sus venenos segregados.
Está en armonía con las más recientes conclusiones de la psicología moderna.
Von Grauvogl ha mostrado que «la absorción de sustancias inorgánicas por
el organismo vivo se regula principalmente de acuerdo con la necesidad orgánica.
De ahí que esas sustancias sean tomadas por el organismo sólo en muy pequeñas
cantidades y en forma soluble. El hierro ofrece una buena ilustración. La escuela
fisiológica descubrió por experiencia que los manantiales naturales de Chalybeate
eran sumamente eficaces en los estados clorótico-anémicos, y sin embargo los más
fuertes de estos contienen menos de un grano de hierro en medio litro de agua».
Últimamente la confianza está depositada en gran parte en las llamadas preparacio-
nes de «hierro orgánico», derivadas de ciertas plantas que contienen muchísimo
menos hierro, y éste existente en un estado altamente vitalizado o coloidal.
Una célula sanguínea, entre sus otros constituyentes necesarios, contiene una
parte o proporción de cloruro de calcio que necesita para su expresión aritmética
un decimal de veintidós cifras, correspondiente a la undécima potencia centesimal.
Esto nos ha recordado la cita del celebre fisiólogo Valentin, que decía: «La extrema
pequeñez y la inmensa cantidad de los últimos elementos, atrae nuestra atención
por doquier. La más pequeña imagen observable por el ojo se origina en millones
de vibraciones atmosféricas. Un grano de sal, apenas suficiente para tener sabor,
contiene billones de grupos de átomos, que ningún ojo mortal puede jamás captar.
La naturaleza trabaja en todas partes con una infinita multitud de infinitamente
pequeñas magnitudes, que se vuelven apreciables a nuestros comparativamente
embotados sentidos sólo en sus masas últinms.»
Baron Liebig, el célebre químico, negó e intentó controvertir los principios
homeopáticos, especialmente la doctrina de la potenciación, diciendo que era ab-
surdo suponer que decreciendo la cantidad aumentara la eficacia. Pero cuando
descubrió que la sal común no se volvía adecuada como remedio funcional hasta
que era atenuada cincuenta veces su propio peso en agua, de hecho la potenció
como Hahnemann lo hizo. Liebig se contradijo muchas veces sobre esta cuestión
en sus escritos. En sus Chemical Letters dice: «El abono más denso con fosfatos
terrosos y polvo basto apenas puede compararse, en sus efectos, con una cantidad
mucho más pequeña en un estado minuciosamente dividido, pues, de este último,
tenemos el efecto de que una partícula de abono se encuentra en todas partes de
cada trocito de suelo. Una fibra aislada de raíz necesita infinitamente poco de la

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LA POTENCIACIÓN Y EA 1)0515 INFINITESIMAL

tierra que toca, pero es necesario, para su funcionamiento y existencia, que este
mínimo esté presente en el sitio mismo.»
Incluso el suelo mismo sólo puede recibir y producir sus componentes quí-
micos en forma de solución. Como Liebig dice, «Si el agua de lluvia, que contiene
amoníaco, potasa, ácido fosfórico, ácido silícico, en estado de solución, entra en
contacto con el suelo, esas sustancias abandonan la solución casi inmediatamente;
el suelo se las apropia del agua. Si el suelo no poseyera esa propiedad, esas tres
principales sustancias nutritivas no podrían ser retenidas por la tierra.»
De este modo Liebig, el gran adversario de la homeopatía, involuntariamente
da testimonio de la verdad de la doctrina que excitaba especialmente su ira. Tes-
timonios similares abundan en todas las parcelas de la Ciencia hasta el día de hoy

La relación de las sustancias inorgánicas con el organismo vivo


La química y la fisiología enseñan que muchas sustancias inorgánicas entran
en la composición y estructura del organismo vivo, y que la fuente ordinaria y
normal de esas sustancias, como principios inmediatos, es el alimento y la bebida,
y el aire y la luz que tomamos para proveer a los procesos de crecimiento, nutrición
y reparación. Esos procesos dependen de las funciones vitales de respiración, ab-
sorción, circulación, digestión, asimilación, secreción y excreción.
Los elementos o sustancias inorgánicos, a excepción del aire, el agua y la
luz, no son directamente tornados de la esfera inorgánica, sino indirecta O
mediatamente a través del reino vegetal; o, una vez de nuevo modificados, a través
del reino animal. El organismo animal no puede asimilar sustancias inorgánicas en
su estado natural. Primero deben ser modificadas; elevadas a un planomás alto de
existencia, por decirlo así; hechas más similares o asimilables a la sustancia del
organismo animal, antes de que se las pueda apropiar. En otras palabras deben ser
potenciadas, dinamizadas o vitalizadas -esto es, elevadas al plano de la vida pa-
sando a través del reino vegetal intermedio. La potenciación homeopática es un
método artificial de llevar esto a cabo y con fines terapéuticos.
El organismo vivo, vegetal o animal, puede asimilar sólo lo que es similar
a él mismo, esto es, similar a los elementos de su propia estructura. Todo el
proceso de crecimiento y asimilación, como progreso de las formas más bajas a las
más altas, es simplemente que lo semejante se apropia de lo semejante; ya sea la
hoja de hierba apropiándose la molécula de sílice, el buey apropiándose de la hoja •
de hierba, o el hombre apropiándose la carne del buey en forma de jugoso bistec.
Incluso la hoja de hierba sólo puede asimilar la sílice en forma de ácido silíc,ico,
¡que es prácticamente sílice disuelta en agua de lluvia! Estos procesos representan
una potenciación fisiológica u orgánica natural. El aire y la luz, siendo imponde-
rables, y el agua, siendo fluida o semiponderable, representan una escala interme-
dia de potencias naturales. Difícilmente podernos llamarlas altas potencias, porque
hay otras en el dominio de las fuerzas más finas de la naturaleza que lo son más.
Son suficientemente altas, o lo suficientemente alejadas de las formas más groseras

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EL GENIO DE LA HOMEOPATÍA

de sustancias inorgánicas, sin embargo, para ser asimilables por el organismo vivo,
y se vuelven así por una especie de potenciación natural. Podemos hacernos una
idea de la importancia relativa de esos grados de potenciación para el organismo
vivo recordando que un hombre puede vivir cuarenta días sin alimento, de cinco
a diez días sin agua, pero no puede vivir diez minutos sin aire.
Entre cada uno de los cuatro reinos de la naturaleza, mineral, vegetal, animal
y espiritual, hay un abismo a atravesar; así que el organismo representativo de cada
reino consiste en lo que podríamos llamar la maquinaria necesaria para transformar
el material del reino inmediato inferior en lo semejante a su propia sustancia.
En todas estas transmisiones, transformaciones y progresiones es discernible
la operación del principio del similia. También vemos la operación de la ley de
potenciación, pues cada paso o grado de avance de una forma o estado de existen-
cia más bajo a otro más alto es, en realidad, una potenciación -un desarrollo de los
poderes y cualidades inherentes de los elementos. Bajo el poder transformador de
la vida en la hoja de hierba, la molécula inerte de sílice es elevada del reino
inorgánico al orgánico, y ella misma se convierte en materia viva. Las fuerzas que
estaban latentes en lo inorgánico se hacen activas y radiantes en lo orgánico. La
gravitación, la cohesión y la afinidad química, que mantienen la sílice en su poder,
se someten a la química de la vida. Igual ocurre cuando la suculenta hoja de hierba
es comida, digerida y asimilada por la oveja o el buey, o cuando el nutritivo grano,
o vegetal o fruta es asimilado por el hombre. El proceso de transformación de lo
más bajo a lo más alto es siempre esencialmente una potenciación, regulada por el
similia y mediada por lo infinitesimal. De este modo, lo que nosotros llamamos
materia «muerta» o inanimada, por potenciación se convierte en materia viva; pues
cada partícula de sustancia inorgánica' asimilada por el organismo vivo ya no está
muerta, sino viva y sujeta a las leyes de la vida.
De un modo similar, las sustancias que en su estado natural son inasimilables
por el organismo vivo, como los minerales o las sustancias tóxicas o destructivas
son, mediante la potenciación mecánica homeopática, convertidas en un caso en
solubles, homogéneas y asimilables, y en el otro caso, no sólo en inocuas, sino
efectivamente benéficas para el fin de la curación, cuando se prescriben
homeopáticamente. Vienen a ser para el organismo enfermo lo que el alimento es
para el organismo sano; esto es, reconstructivas, en cuanto satisfacen una necesidad
orgánica, restablecen el orden y la armonía en las funciones desordenadas y per-
miten una reanudación del funcionamiento normal.

El fundamento científico de la potenciación


Las investigaciones de la física moderna han confirmado, de manera notable,
la enseñanza de hace un siglo de Hahnemann respecto a la divisibilidad de la
materia y al poder de lo infinitesimal en medicina.
Cuando Hahnemann anunció por primera vez curaciones de enfermedades
con dosis extremadamente pequeñas de medicamento, sus afirmaciones fueron re-

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LA POTENCIACIÓN Y LA DOSIS INFINITESIMAL

cibidas con incredulidad y ridiculizadas. Tal modo de proceder era contrario a las
costumbres y creencias predominantes. Era inútil puntualizar que las curaciones así
efectuadas lo eran por remedios únicos, en lugar de las mezclas de uso común; que
el remedio para cada caso era seleccionado bajo la guía de un nuevo principio en
medicina; y que los remedios eran preparados por un nuevo procedimiento, por el
cual sus poderes curativos eran condicionalmente muy aumentados. El llamamiento
de Hahnemann a la profesión médica a comprobar el nuevo método y publicar los
resultados al mundo encontró una activa oposición. Le fue prohibido practicar y
fue expulsado de su hogar por una persecución implacable. La oposición comen-
zada en ese tiempo no cesó nunca, y la doctrina y práctica tuvieron que hacer su
camino contra obstáculos que hubieran sido insuperables para hombres que no
hubieran estado firmemente convencidos de que estaban defendiendo una gran y
preciosa verdad.
El uso de la dosis infinitesimal en homeopatía fue resultado de la experien-
cia, pero como doctrina, tiene su fundamento en la verdad encarnada en las teorías
científicas modernas de la conservación de la energía y la indestructibilidad de la
materia.
En la doctrina de la conservación de la energía, la física enseña que la suma
total de la energía del universo ni disminuye ni aumenta, aunque puede asumir
diferentes formas sucesivamente. La física, en la ley de la conservación de la
materia, enseña que la materia, como tal, es indestructible y que la cantidad total
de ésta en el universo sigue siendo la misma, independientemente de las innume-
rables transformaciones y permutaciones que constantemente tienen lugar en sus
elementos componentes.
Matemáticamente, no puede asignarse ningún límite a la divisibilidad de la
materia. Es imposible alcanzar una división tan fina como para ser incapaz de
posterior subdivisión. La parte más pequeña concebible contendrá siempre algo de
la sustancia original y, consiguientemente, algo de sus poderes y cualidades. No
puede ser posible que se convierta en nada.
La experiencia práctica con las altas potencias homeopáticas en el tratamien-
to del enfermo confirma estos postulados fundamentales de la ciencia. Las más
altas potencias preparadas por el procedimiento hahnemanniano de dilución, o por
cualquier modificación de ese procedimiento, se han mostrado capaces de producir
una reacción curativa en el enfermo, cuando el remedio era homeopático al caso.
Hahnemann enseñó, hace más de un siglo, que «el efecto de una dosis
homeopática es aumentado, incrementando la cantidad de líquido en el que el
medicamento está disuelto previamente a su administración». Un reciente estudio
científico de disoluciones, al desarrollar en el laboratorio la teoría de la disociación
molecular, ha verificado la observación, y confirmado y ampliado la teoría de
Hahnemann.
Según la más reciente teoría de la disociación molecular, una sustancia química
cuando se disuelve se disocia en partes más pequeñas que los átomos de los cuales

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El. GENIO DE I,A HOMEOPATÍA

estaba compuesta. Esas partículas son llamadas iones. Se ha demostrado que mien-
tras más diluida está la solución, mayor es el mímero de iones y menor el de
átomos. La completa ionización v la disociación absoluta sólo son posibles en
dilución infinita.
Las siguientes afirmaciones fueron hechas para el autor por J.D. Burby,
químico del Electrical Testing Laboratories de Nueva York.
«La teoría de la disociación electrolítica o, simplemente, la teoría de la
ionización, fue propuesta en su forma completa por Arrhenius para explicar irre-
gularidades en el comportamiento osmótico de ciertas sustancias, principalmente
ácidos, bases y sales inorgánicos. La teoría brevemente es esta:
«Todas las sustancias que pertenecen a la clase de las que disueltas en agua
conducen la electricidad son, disueltas en un disolvente disociador, disociadas en
iones». Tales sustancias son llamadas electrolítos. Debe tenerse en cuenta particu-
larmente que el paso de una corriente eléctrica a través de tal solución no es la
causa de la disociación, sino al contrario, la disociación tiene lugar cuando la
sustancia entra en disolución, y es a causa de que la solución contiene iones por
lo que conducirá la electricidad.
Considerando el lado cuantitativo de la teoría, sólo es necesario decir que el
grado de disociación o ionización es una función de la dilución. Cuánto mayor es
la dilución mayor es el grado de ionización, hasta que a dilución infinita la ionización
es completa.
Además, la reactividad de los electrolítos en una solución diluída se mide
por el grado a que están ionizados. Cada sustancia tiene la propiedad de disociarse
hasta un punto determinado cuando la solución tiene una cierta concentración. Así
si- soluciones equimoleculares de ácidos clorhídrico, nítrico, sulfúrico y fluorhídrico
se comparan respecto a la velocidad de reacción con una segunda sustancia, se
encontrará que el orden en el que se situan a este respecto será una medida del
grado a que están ionizadas.
Podría parecer, según esto, que la velocidad de todas las reacciones entre
electrolítos es mayor mientras mayor es la dilución, y esto es así con ciertas
restricciones. Teóricamente, la reactividad relativa es la mayor a dilución infinita
porque entonces el grado de ionización es el mayor. Prácticamente, sin embargo,
hay un límite para esto, porque después que se ha alcanzado un cierto grado de
dilución, la reactividad efectiva se hace demasiado pequeña para hacer de momen-
to.
Se debería tener en cuenta además que la teoría de la ionización se aplica
particularmente a ácidos, bases y sales inorgánicos, y que la mayoría de los com-
puestos orgánicos están muy poco disociados, como nosotros entendemos la
disociación. También, otros disolventes, además del agua, actúan como disolventes
disociadores, y entre otros se pueden mencionar el amoníaco líquido, el dióxido de
azufre líquido, y ciertos disolventes orgánicos».
En química, una molécula se define como la parte más pequeña de una

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I.A I'DIVNICIACION Y I.A DOSIS INFINrrusIMAI.

sustancia compuesta que puede existir separadamente y conservar aún su compo-


sición y propiedades; la más pequeña combinación de átomos que formen un com-
puesto químico.
En fisica, la unidad estructural (molécula) se distingue del átomo, y se aplica
a partículas de gases en la teoría cinética, independientemente de su relación con
las moléculas químicas.
Lord Kelvin ilustra el tamaño de una molécula como sigue:
«Imaginad una gota de lluvia o un globo de cristal tan grande. como un
guisante, que es aumentado hasta el tamaño de la tierra, siendo cada molécula
constituyente aumentada en la misma proporción. La estructura aumentada sería de
un granulado más grueso que un montón de pequeños perdigones, pero probable-
mente de un granulado menos grueso que un montón de bolas de cricket».
La cosa material más pequeña en el mundo, lo último en 14 serie de las cosas
pequeñas conocidas para la ciencia moderna, es el electrón, o corpúsculo eléctrico.
Se supone que los átomos químicos están compuestos de una colección de electro-
nes, que tienen movimientos orbitales en una esfera de carga eléctrica positiva. El
electrón se concibe corno billones de veces más pequeño que el átomo. Un cien-
tífico francés compara los electrones en el átomo a mosquitos en la cúpula de una
catedral.
Primeramente se supuso que el átomo era la parte componente más pequeña
de materia. Durante mucho tiempo el átomo _tuvo sólo una existencia teórica, sien-
do asumida su existencia para dar cuenta de las combinaciones químicas que tienen
lugar entre diferentes elementos en ciertas proporciones. Incluso el ultramicroscopic,.
que nos permite ver y contar partículas de oro en un rubí de un promedio de seis
millonésimas de milímetro de diámetro, no ha conseguido revelar el átomo. Quedó
para Rutherford, estudiando el radio con su electroscopio, identificar y contar los
átomos individuales. Zeeman de Amsterdam, estudiando la luz a través del
espectroscopio, separando la línea espectral de una llama, cogiendo la llama entre
los polos de un potente electroimán, comprobó que la luz es un fenómeno eléctrico
y demostró una estrecha relación entre las actividades de los átomos y el origen de
la luz mismo.
Langley de la Smithsonian Institution inventó el 1?olómetro, que mide varia-
ciones de temperatura de una cienmillonésima de grado. Esto representa un cambio
de temperatura aproximadamente igual al producido por una vela a cinco millas de
distancia.
La luz, al atravesar el espacio a 300.000 kilómetros por segundo, se ha
descubierto que ejerce un claro empuje o presión.
De aquí que, la radiación, la fuerza opuesta a la gravitación, deba ser tomada
en consideración al estudiar los movimientos de la materia en un estado de
subdivisión infinitesimal. Esta fuerza . presiva es medida mediante el radiómetro,
inventado por dos físicos americanos, los profesores Nichols y Hull. Es usado en
conexión con el bolómetro, al medir las radiaciones cle las sustancias radiactivas.

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El- GENIO DE LA HOMEOPATÍA

Pfund, de la Johns Hopkins University, en 1913 perfeccionó un instrumento


aún más sensible, al parecer capaz de medir un grado de calor equivalente al
producido por una vela a sesenta millas.
Finalmente, el éter, la entidad todo penetrante que llena el espacio, es con-
siderado como algo que no es ni materia ni energía, sino que sirve corno el medio
a través del cual tanto la materia como la energía se transmiten. La ciencia con-
sidera el éter como una sustancia intangible o inmaterial, que actúa como un sólido,
pero que permite a la materia ordinaria pasar a su través sin resistencia o pertur-
bación. Cuando se le hace vibrar a una cierta velocidad o ritmo se hace visible
como luz. La luz se ha definido como «una perturbación electromagnética del
éter.» Ordinariamente la luz se define como «el resultado de la oscilación (o vibra-
ción) eléctrica en las moléculas o átomos de los cuerpos calientes, o a veces de
cuerpos no calientes -como en los fenómenos de fosforescencia».
Sir Oliver Lodge dice, «las ondas de luz no son algo mecánico o material,
sino algo eléctrico y magnético -son, de hecho, perturbaciones eléctricas periódicas
en el espacio y en el tiempo, y viajan a una velocidad conocida y tremenda a través
del éter espacial. Su misma existencia depende del éter, su velocidad de propaga-
ción es su propiedad cuantitativa mejor conocida.» Hablando del éter, Lodge dice:
«el éter aún no ha sido reducido al dominio de lo simplemente mecánico -aún no
ha sido reducido a movimiento y fuerza, y esto probablemente porque el aspecto
fuerza ha sido tan singularmente elusivo, que existe la duda de si debemos de
pensar en él como material del. todo». (...)
«Indudablemente, el éter pertenece al universo material o físico, pero no es
materia ordinaria. Preferiría decir que no es «materia» del todo. Puede ser la sus-
tancia o el substrato, o el material de que está compuesta la materia, pero sería
confuso e inconveniente no ser capaz de distinguir entre materia por una parte y
éter por otra». Dice además: «No conocemos todavía qué es la electricidad, o qué
es el éter. No tenemos todavía ninguna explicación dinámica de ninguno de ellos:
pero el siglo pasado nos ha enseñado lo que parece al estudioso una abrumadora
cantidad de hechos sobre ellos. Y cuando el siglo actual, o el próximo, nos deje
profundizar en sus secretos, y en los de algunos otros fenómenos que ahora están
siendo racionalmente investigados, siento corno si no fuera una perspectiva mera-
mente material la que se abrirá ante nuestra vista, sino algún vislumbre dentro de
una región del universo en que la ciencia aún nunca ha entrado, pero que ha sido
buscada desde hace mucho, y quizás ciegamente aprehendida, por el pintor y el
poeta, por el filósofo y el santo». (Lodge, The ether of space)
Como un sumario del conocimiento presente, Sir Oliver define el éter del
espacio como «una sustancia fundamental, continua, incomprensible, estacionaria.
o fluido perfecto con un coeficiente de inercia equivalente a l0 2 gramos por c.c.;
que la materia está compuesta de partículas modificadas y electrificadas, o dimi-
nutas estructuras de éter, que están sujetas a la fuerza mecánica así como a la
eléctrica y contribuyen a la densidad óptica o eléctrica del medio; y que la elas-

206

ERRNVPHGLFRVRUJ
LA POTENCIACIÓN Y LA DOSIS INFINITESIMAL

ticidad-rigidez y toda la energía potencial se deben a la circulación del excesiva-


mente fino granulado etéreo, con una energía cinética intrínseca del orden de 10"
ergios por centímetro cúbico.»
A. Wilford Hall, fundador de la Filosofía Sustancial, en «El problema de la
vida Humana», demostró lógicamente ya en 1875, que todas las fuerzas fundamen-
tales del universo, incluyendo la vida, la electricidad y el éter espacial, son enti-
dades sustanciales, incorpóreas, intangibles e invisibles, pero capaces de ser
percibidas, medidas y pesadas.
La ciencia moderna ha aceptado prácticamente esta conclusión, pues hoy
tenemos a Sir Oliver Lodge, el mayor cronista e intérprete vivo de los hechos
científicos, que define el éter espacial corno la sustancia más tenue y refinada
conocida por la ciencia, y presenta cómputos matemáticos de sus propiedades
físicas.
Habiendo anticipado la teoría y las conclusiones de los químicos y físicos
por la experiencia clínica con las altas potencias en el tratamiento del enfermo, los
seguidores de Hahnemann están en condiciones de mantener, con autoridad, que el
poder curativo de una droga no se pierde cuando es diluida hasta tal ,grado que una
dosis representa una cantidad de sustancia árogal efectiva tan pequeña como para
ser una cantidad prácticamente inestimable, -en otras palabras, una cantidad
infinitesimal.
Pero la doctrina de la potenciación y la dosis infinitesimal tiene otra impor-
tante aplicación en medicina.
Fincke («On high potencies») dice: «La enfermedad tiene su origen en la
acción específica de una materia nociva que es producida dentro del organismo, o
introducida desde fuera, y siempre sobreviene por un proceso de asimilación.»
«La asimilación, donde quiera que sea, se acompaña de potenciación, ha-
ciendo las partículas infinitesimales de materia susceptibles y activas, de acuerdo
con sus afinidades inherentes.»
«Así como los remedios homeopáticos se obtienen por potenciación, esto es
fraccionando y refinando la materia de la droga, por medio de un vehículo fácil-
mente asimilable, así la materia nutritiva parece hacer (actuar) de vehículo en la
potenciación natural de esos materiales nocivos, que el organismo mismo prepara
conio remedios para su propia autoconservación» (antitoxinas, anticuerpos, etc.).
«Igual que el organismo entero cuenta con la digestión, como fuente de su
nutrición, cada parte y partícula del organismo cuenta con distintos materiales,
sucesivamente elaborados por los diferentes procesos de la química animal, para su
propia nutrición, y los asimila para su propio uso y subsistencia particular. Así, los
vasos quilíferos cuentan con el quilo preparado por la digestión, los linfáticos con
la trasudación de los capilares, la sangre con los fluidos de cada uno de ellos y los
nervios con la sangre.»
«Aquellas partes del organismo que no satisfacen sus necesidades y reque-
rimientos mediante esta nutrición intraorgánica solamente, asimilan del mundo

207

ERRNVPHGLFRVRUJ
EL GENIO DE LA HOMEOPATÍA

exterior lo que es necesario, no sólo para su propia existencia, sino también para
su cooperación con otras y para la autoconservación del organismo. Así, la sangre
asimila oxígeno del aire; el ojo, luz; el oído, sonido; la nariz, materia olfatoria; la
lengua, materia gustativa; el cerebro y los nervios, fósforo, etc.; la mente (o pen-
samiento) las operaciones de otras mentes por medio de los sentidos, y así suce-
sivamente; el organismo continuamente asimila del planeta y del universo mientras
dura. Por consiguiente el organismo entero es el producto de la asimilación de
materia, y su acción es el resultado de la potenciación de materia. Y lo mismo la
enfermedad. Y lo Mismo la salud. Y lo mismo toda la vida.»
«El hipotético éter es, posiblemente, materia desmenuzada infinitesimal,
formando, come si dijéramos, el reservorio de las altas potencias recpwridas para
la asimilación universal u homeosis, que continuamente está llevando adelante y
mediando en toda la vida en el mundo.»
Estas palabras fueron escritas en 1865 -hace mas de cincuenta años. ¿No
aumenta nuestro respeto y reconocimiento por nuestro Dr. Fincke como filósofo al
descubrir que Sir Oliver Lodge, el principal filósofo y científico de Gran Bretaña,
sustancialmente confirma sus opiniones en su trabajo «The ether oí space», publi-
cado en 1909?
Lodge dice: «Muchas veces se hace la pregunta, ¿es material el éter? Esto
es en gran parte una cuestión de palabras y de conveniencia. Indudablemente, el
éter pertenece al universo material o físico, pero no es materia ordinaria. Preferiría
decir que no es «materia» del todo. Puede ser la sustancia o el sustrato, o el
material de que está compuesta la materia, pero sería confuso e inconveniente no
ser capaz de distinguir entre materia por una parte y éter por otra. Si usted hace
un nudo en un trozo de cuerda, el nudo está compuesto de cuerda, pero la cuerda
no está compuesta de nudos. Si usted tiene un anillo o espiral de humo en el aire,
la espiral está hecha de aire, pero la atmósfera no es una espiral.
«La distinción esencial entre materia y éter es que la materia se mueve, en
el sentido de que tiene la propiedad de la locomoción y puede efectuar impacto y
bombardeo; mientras el éter es tenso y tiene la propiedad de ejercer tensión y
retroceso. Toda la energía potencial existe en el éter. Puede vibrar y puede rotar,
pero con respecto a la locomoción es estacionario -el cuerpo más estacionario que
conocernos; absolutamente estacionario, por así decir; nuestro patrón de reposo.
Todo lo que nosotros mismos podemos efectuar, en el universo material, es alterar
el movimiento y configuración de masas de materia. (...)
«Pero ahora viene la pregunta. ¿Cómo es posible que la materia esté formada
de éter? ¿Cómo es posible que un sólido esté hecho de un fluido? Un sólido posee
las propiedades de rigidez, impenetrabilidad, elasticidad y otras semejantes; ¿cómo
pueden ser imitadas por un fluido perfecto, como deber ser el éter?
La respuesta es que pueden ser imitadas por un fluido en movimiento; una
afirmación que podemos hacer con confianza, como resultado de una gran parte del
trabajo de Lord Kelvin.

208

ERRNVPHGLFRVRUJ
IA UN< IA IflIN INI . INI I LSIMAI

«Esto puede ser ilustrado por unos cuantos experimentos.»


«Una rueda de radios, transparente o permeable cuando está estacionaria, se
vuelve opaca cuando da vueltas, de tal forma que una bola arrojada contra ella no
la atraviesa sino que rebota. El movimiento sólo afecta a la permeabilidad de la
materia; la transparencia a la luz no es afectada.»
«Una cadena flexible, puesta a girar rápidamente, puede permanecer derecha
mientras continúe el movimiento.»
«Un chorro de agua a suficiente velocidad puede ser golpeado con un mar-
tillo y resiste ser cortado con una espada.» (...)
«Si el éter puede ponerse a girar rápidamente, tenemos alguna esperanza de
hacerle imitar las propiedades de la materia, o incluso de construir materia con su
ayuda. ¿Pero cómo hacemos girar el éter? La materia sola parece no tener ningún
control sobre él.» (...)
«Pero puede hacerlo vibrar eléctricamente; y toda fuente de radiación hace
eso. Una carga eléctrica, en vibración suficientemente rápida, es la única fuente de
ondas de éter que conocemos; y si una carga eléctrica es detenida súbitamente,
genera pulsaciones conocidas como rayos X, como resultado de la colisión. No la
velocidad, sino el cambio súbito de velocidad es la condición necesaria para gene-
rar ondas en el éter con electricidad.» (...)
«El universo en el que estamos viviendo es extraordinario, y nuestra inves-
tigación de él solo acaba de empezar. Sabernos que la materia tiene un significado
psíquico, puesto que puede constituir el cerebro, que conecta los mundos físico y
psíquico. Si alguien piensa que el éter, con toda su masividad y energía, probable-
mente no tiene ningún significado psíquico, me encuentro incapaz de estar de
acuerdo con él.»
«La concepción más primitiva del éter lo consideraba simplemente como un
medio para conducir radiación. Los experimentos e investigaciones de Faraday le
llevaron a creer que quizás tenía otros usos y propiedades más importantes. Con-
jeturó que el mismo medio que intervenía en la propagación de la luz podía tam-
bién ser el agente de los fenómenos electromagnéticos, y esta conjetura fue amplia-
mente reforzada por investigaciones posteriores.»
Pues bien, Lodge dice: «Una función más está siendo descubierta ahora; se
ha comprobado que el éter constituye la inateria.»
El Prof. Sir J.J. Thomson dice: «La masa total de cualquier cuerpo es justo
la masa de éter que rodea al cuerpo, que es transportada a lo largo de los tubos
Faraday, asociada con los átomos del cuerpo. De hecho, toda masa es masa de
éter; todo momento, momento del éter y toda la energía cinética, energía cinética
del éter. Esta visión, como es lógico, requiere que la densidad del éter sea
inmensamente mayor que la de cualquier sustancia conocida.»
Así vemos que la diferencia entre la concepción de la constitución del éter
del Dr. Fincke y la de Faraday y los últimos científicos es principalmente verbal.
No hay diferencia apreciable entre el éter como «materia en un estado de infinitesimal

209

ERRNVPHGLFRVRUJ
EL GENIO DE LA HOMEOPATÍA

finura de división» y el éter corno la «sustancia de la que está compuesta la


materia». La comprensión de una y otra idea depende de la capacidad para com-
prender el significado , de la palabra infinitesimal como se usa en sentido matemá-
tico. «Infinitamente pequeño» denota una cantidad concebida como continuamente
disminuyendo corno para llegar a ser menor que cualquier otra cantidad que tenga
un valor asignado. No ha límite asignado ni concebible. Es una idea finita llevada
al límite máximo «y por tanto algo».
El filósofo, el físico y el químico, cada uno a su manera, analiza, divide y
subdivide la materia hasta que no pueden ir más allá, y entonces se encuentra frente
a un misterio, incapaz de solución por medios físicos. ¿Se detendrá ahí y callará
la pregunta que surgirá en su mente cuando ha penetrado tanto? Algo dentro de él
se rebela contra la arbitraria limitación del pensamiento. Aspiración, intuición,
razón, analogía, facultad lógica, todo le urge hacia delante. Hasta ese punto su
investigación ha revelado que puede ser considerada lógicamente sólo corno causas
secundarias. La causa primaria le elude. El médico y el patólogo también tienen su
misterio. El microbio, el bacilo, la bacteria, todas las formas de microorganismos
y todas las demás causas próximas de enfermedad, remontándose incluso hasta la
informe porción de protoplasma o materia viva, deben ser tenidos en cuenta. Lo
que se halla más allá no puede ser visto por el microscopio. En este punto, es
necesario sustituir el microscopio de la demostración física por el telescopio del
razonamiento intuitivo.

210

ERRNVPHGLFRVRUJ
EL POTENCIAL DROGAL

La teoría homeopática de la potenciación de la droga puede considerarse


como una extensión a la medicina de lo que se conoce en física como la «Teoría
del Potencial»; una función de importancia fundamental en la Teoría de las Atrac-
ciones, bajo la cual se ha hecho la mayor parte del progreso moderno en invención.
Para hacer justicia a Hahnemann como un original investigador científico,
sin embargo, y colocar su teoría dinámica en correcta relación con el moderno
pensamiento científico, se debería recordar que él promulgó su teoría de la
potenciación mucho antes de que fuera enunciada la Teoría del Potencial. Se señaló
incluso durante la vida de Hahnemann que sus experimentos, y la teoría basada en
ellos, abrían el camino a una concepción completamente nueva de la dinámica, y
llevaban a nuevas concepciones de la constitución de la materia. Sería permisible,
por consiguiente, desde el punto de vista cronológico, invertir el enunciado inicial
de este artículo y decir que la moderna teoría científica del Potencial es una exten-
sión a la física de la teoría farmaco-dinámica de la Potenciación de Hahnemann.
Para una más clara y concisa definición de la Teoría del Potencial cito al
Standard Dictionary:
«El potencial existe en virtud de la posición, como opuesto al movimiento;
dícese especialmente de la energía.»
1.Potencial es una condición en un punto del espacio, debida a la atracción
o repulsión cerca de él, en virtud de la cual algo en ese punto, como una masa o
una carga eléctrica, poseería energía potencial o poder para hacer un trabajo; en el
caso de la electricidad, se mide por el trabajo realizado al traer una unidad de
electricidad positiva, desde una distancia infinita, contra una fuerza eléctrica repul-
siva.
2. En cualquier sistema de atracción de cuerpos, una cantidad matemática
que tiene, en cada punto del espacio, un valor igual a la energía adquirida por una
unidad de masa al caer desde una distancia infinita a ese punto.
El potencial, considerado como algo distribuido por todo el espacio, deter-

211
ERRNVPHGLFRVRUJ
Et. GENIO DE LA DOMEOPATIA

mina, por la diferencia de sus valores en los puntos vecinos, la intensidad y direc-
ción de la fuerza que actúa a través de la región. Su variación de un punto a otro
constituye o al menos mide fuerza, siendo la ley que un cuerpo material siempre
tiende a moverse en la dirección de potencial creciente y una carga eléctrica po-
sitiva en la de potencial decreciente. La función en el primer caso es llamada
potencial gravitatorio, y en el último potencial eléctrico, que se toma como de
signo algebraico opuesto.
El potencial eléctrico, que determina el flujo de electricidad, ha sido com-
parado a la ten/penalti-a, que de modo similar rige el flujo de calor. El potencial
debido a la atracción de la tierra de la misma manera determina nivel, que rige el
flujo de agua.»
A esto podemos quizás añadir ahora que el potencial drogal, debido a la
atracción del organismo vivo, determina, de manera similar, la dirección y tipo de
acción de la droga prescrita o tomada.
¿No hemos sugerido aquí, con esta contribución de una ciencia afín, un
Posible medio de medir el poder y la acción de las dosis infinitesimales de medi-
camento en el organismo vivo? En la experimentación fisiológica tenemos que
tratar con el organismo vivo, energetizado por un poder que ejerce una fuerza
análoga, si no idéntica, a la electricidad -pero que, en sus manifestaciones físicas,
está demostrablemente regida por las leyes del movimiento. Esta fuerza debería ser
medible por los métodos y patrones usados en física.
Hay una sugerencia para nuestros investigadores. Que dejen a un lado por
un tiempo sus infructuosos estudios de sueros, vacunas y microorganismos, y
dediquen su atención a la cuestión de la energía vital manifestada en los organismo
vivos. Que aprendan cómo medir las acciones y reacciones de ese poder, entidad
y principio fundamental llamado Vida, del mismo modo que el científico en elec-
tricidad mide la fuerza de la que se ocupa en su parcela.
La idea de un potencial droga!, análogo al potencial eléctrico y gravitatorio,
no ha sido nunca propuesta antes, al menos que yo sepa; pero me parece suscep-
tible de ser desarrollada matemáticamente por alguien competente. Es presentada
aquí meramente como una sugerencia, que puede llevar al descubrimiento de un
nuevo medio de medir la energía dinámica y el modo de acción de los medicamen-
tos homeopáticos potenciados.
Algo determina la intensidad y dirección de la fuerza de una droga que actúa
dentro de su esfera en el organismo vivo; y su variación de un punto a otro, o de
una condición o estado a otro, podría permitir medir matemáticamente su fuerza.
si tal medida fuera deseable con algún propósito.
¿Una droga cruda, en dosis masiva, no actúa bajo la misma ley que un
cuerpo material y tiende a moverse en la dirección de potencial creciente? ¿Y una
dosis infinitesimal no obedece a la ley que hace a una carga eléctrica positiva
tender a moverse en la dirección opuesta, hacia un potencial decreciente, y así
efectuar la curación de la enfermedad? Sabemos que la dirección de acción de la

212
ERRNVPHGLFRVRUJ
EL POTENCIAL DROGA!.

dosis masiva es opuesta a la acción de la dosis infinitesimal, como sabemos que


la dirección de las fuerzas orgánicas de la salud es opuesta a las de la enfermedad.
Sabemos que existe una afinidad o atracción peculiar entre un organismo
enfermo y la droga que es capaz de producir síntomas, en un organismo sano,
similares a los del padecimiento.
La teoría del medicamento sintomáticamente similar como curativo es, por
consiguiente, también «una fase de la teoría de las atracciones», de la cual la teoría
del potencial es otra fase.
Una dosis de medicamento colocada sobre la lengua, en contacto con los
nervios sensitivos del organismo, desde los que es distribuida por todo el sistema
nervioso, es un «algo en el punto del espacio en el que existe una condición de
atracción o repulsión causada por su presencia allí». La dosis, según su tamaño y
cualidad, puede ser una «masa», o puede ser un «ion», una cantidad dinámica
infinitesimal, comparable a «una carga eléctrica».
La acción de una droga sobre la sustancia viva es análoga a la acción de la
electricidad, y muchas veces ha sido comparada con ella. Hay algunos que creen
incluso que la vida y la electricidad son idénticas.
Cuando Hahnemann adoptó el plan de experimentar las drogas en el indivi-
duo sano y así introdujo la acción de la droga dentro de la categoría de los fenó-
menos observables, abrió un nuevo campo en la física e hizo posible la formación
de una teoría dinámica, por la cual su acción puede ser no sólo explicada física-
mente, sino medida, modificada y controlada.
En sentido científico, entonces, decimos que Hahnemann, a través de la
experimentación drogal y la potenciación, estuvo en condiciones de formular una
teoría dinámica, y elevar la materia médica al nivel de una ciencia. En otras pa-
labras, se podría decir que él descubrió el potencial droga!, y alineó la materia
médica y la terapéutica con las otras ciencias que están basadas en la teoría del
potencial.
La teoría y el proceso hahnemannianos de potenciación hacen posible mo-
dificar y controlar, así como medir, la acción de las drogas sometidas a experimen-
tación, o prescritas bajo el principio del hasta donde sea necesario. Igual
que el desarrollo de la electricidad, la hidrostática y la ingeniería modernas se ha
debido principalmente a la aplicación de la teoría del potencial, así el desarrollo de
la homeopatía se ha debido a la aplicación de una teoría parecida en medicina.
La teoría del potencial drogal parece ser un corolario lógico de la teoría
dinámica de la vida, la ley de los semejantes y la ley de la potenciación. Tomadas
en conjunto forman la gran triada de los principios fundamentales de la filosofía
hahnemanniana. Si nuestra visión de la vida, desde el punto de vista dinámico,
considera la salud como acción ordenada, equilibrada y armoniosa, y la enferme-
dad como,acción desequilibrada o desordenada del principio vital, entonces debe-
mos también considerar a los agentes que cambian .o modifican la acción del
principio vital desde el mismo punto de vista. Cualquier agente o sustancia que

213

ERRNVPHGLFRVRUJ
EL GENIO DE LA HOMEOPATiA

modifique la acción del principio vital medicinalmente debe hacerlo en virtud de


su energía dinámica inherente; y esa acción debe estar gobernada fundamentalmen-
te por las mismas leyes dinámicas que gobiernan la actuación del principio vital
fisiológica y patológicamente.
Esas leyes están relacionadas con todas las funciones vitales, y con todos los
agentes que actuan sobre ellas y las modifican. Los órganos de nutrición, creci-
miento y reparación; digestión, absorción y excreción; inervación y enervación;
respiración, circulación, sueño; intelecto, emoción, memoria, razonamiento, juicio
y voluntad reaccionan todos a los estímulos apropiados, bajo la ley de atracción y
acción mutua, establecida por Sir Isaac Newton en la fórmula: «acción y reacción
son iguales y opuestas».
Esas mismas leyes, a fin de cuentas, gobiernan todos los agentes y sustancias
que actuan sobre el organismo vivo. Están relacionadas con la germinación, cre-
cimiento y reproducción, y el desarrollo de las propiedades inherentes de todas las
plantas y formas de vida vegetal de las que derivan nuestras drogas; con el desa-
rrollo funcional y orgánico y existencia de todos los insectos, reptiles y otras
formas de vida animal que proporcionan sus secreciones para nuestro uso medici-
nal; y con el origen, formación y constitución de todos los minerales y sustancias
inorgánicas que forman parte de nuestra materia médica. La energía dinámica
incorporada en todos y cada uno de ellos se hace disponible y útil a través del
descubrimiento del potencial droga' de Hahneinann y su invento del procedimiento
mecánico de potenciación homeopática.
La forma o manera en que la energía dinámica de cualquier sustancia par-
ticular se manifiesta depende de su estado físico, y del estado del organismo en el
que ella actúa.
El conocimiento de que las drogas actuan sobre el organismo vivo, y de que
el organismo reacciona a las drogas; y el posterior conocimiento de que el orga-
nismo reacciona de una manera diferente a cada droga, lleva al reconocimiento del
carácter específico de la acción drogal y a la teoría de las afinidades electivas: que
cada droga tiene una relación específica o peculiar con, o afinidad por, el organis-
mo vivo, diferente de la acción de todas las demás drogas.
Antes de la época de Hahnemann, con sólo muy pocas excepciones, esta idea
estaba limitada en su aplicación solamente a los estados de enfermedad. Las drogas
se usaban para modificar estados de enfermedad sobre fundamentos fantasiosos o
teóricos, sin ningún conocimiento de su acción sobre el organismo sano. El
empirismo reinaba en medicina. Engañados e impedidos por la idea de que la
enfermedad era una entidad, comenzó la fútil búsqueda de específicos para las
enfermedades, y ha continuado hasta hoy, sin tener en cuenta el hecho obvio de que
ni dos personas afectadas de la misma enfermedad lo son exactamente de la misma
manera, y que, por consiguiente, no puede existir tal cosa como un específico para
una enfermedad. La enfermedad no es una entidad sino un proceso -una condición
o estado constantemente cambiante. La teoría de los específicos se aplica tanto a

214
ERRNVPHGLFRVRUJ
EL POTENCIAL DROGAL

la enfermedad como a las drogas, pero está limitada al individuo. No se aplica a


la clase. Las causas productoras directas de la enfermedad son entidades, pero la
causa sólo puede volverse activa bajo ciertas condiciones, y la acción de cualquier
sustancia productora de enfermedad es siempre modificada por el carácter peculiar
y las condiciones del individuo y su entorno. Esta modificación siempre debe
tomarse en consideración en la práctica. El problema práctico es encontrar el re-
medio para el individuo y medir correctamente su poder y su acción.
Hahnemann atacó el problema desde un nuevo punto de vista cuando comen-
zó a investigar la acción de las drogas sobre el organismo humano sano. Con sus
pruebas o «ensayos» demostró que el organismo sano tiene una atracción por las
drogas y que reaccionará a su influencia, bajo condiciones apropiadas, con la
producción de fenómenos objetivos y subjetivos, o síntomas. Observando esos
fenómenos, las propiedades claramente peculiares o específicas y el carácter de las
drogas pueden ser claramente determinados y medidos. De este modo se comprue-
ba que la acción de la droga es dinámica y entra dentro del ámbito de la ley general
de atracción.
El conocimiento de la existencia de esta atracción o afinidad del organismo
vivo por las drogas y de los fenómenos que producen, junto con las condiciones
bajo las que se producen, abre el camino para la formulación de una teoría diná-
mica de cómo actuan. El poder que ejercen, o el poder que el organismo ejerce al
reaccionar a ellas, puede ser medido y controlado. Considerado desde el punto de
vista dinámico, tenemos que tratar aquí con cantidades, lo mismo que en cualquier
otra parcela de la física. Un tipo específico de poder es generado, aplicado y
empleado para un fin específico -poder drogal o medicinal para experimentar o
curar. La droga posee energía potencial, o el poder de hacer trabajo de un cierto
tipo en el organismo vivo, bajo ciertas condiciones. Las cantidades que se manejan
son cantidades asignables y pueden ser medidas matemáticamente o de otro modo.
El primer gran descubrimiento de Hahnemann fue que la calidad de la
acción de la droga está determinada por la cantidad de droga usada.
Para controlar la acción drogal, por lo tanto, fue necesario encontrar y adop-
tar una escala de medición para las drogas que fuera tanto cuantitativa como cua-
litativa. La escala centesimal de dilución adoptada por Hahnemann cumple prác-
ticamente los requerimientos para la medida cuantitativa de la acción drogal y
satisface al terapeuta puro incluso como criterio cualitativo; pero para el científico
deja algo que desear en cuanto a precisión para una medida cualitativa.
Sigue siendo cierto, sin embargo, que la concepción de Hahnemann de la
naturaleza dinámica de la acción de la droga y de la enfermedad introduce sus
fenómenos dentro del ámbito de las leyes universales del movimiento y hace po-
sible el desarrollo de un sistema eficaz de medicación terapéutica.

215

ERRNVPHGLFRVRUJ
LA LOGICA DE LA HOMEOPATIA

Los principios lógicos que sustentan la prescripción homeopática son gene-


ralmente pasados por alto. Aparentemente hay casi tantos métodos de prescribir
como prescriptores. Las notables curaciones realizadas por hombres tales como
Bkieninghausen, Lippe, Dunham y Wells son generalmente consideradas como
debidas a algún misterioso poder que ellos poseían como individuos. Que resulta-
dos similares sean alcanzables por cualquiera que domine el método es difícil de
creer para muchos; no obstante, una clara y comprensible formulación de los prin-
cipios implicados y una identificación de la fuente de la que están extraídos se
buscará en vano en la literatura homeopática.
Por regla general, sólo se encontrarán opiniones personales y afirmaciones
fragmentarias hechas por individuos de cómo ellos hacen, o piensan que hacen, sus
prescripciones, y éstas dispersas a través de una voluminosa literatura, mucha de
la cual se encuentra agotada y es de difícil acceso. Indican, sin embargo, que hay
un método básico en alguna parte, solo que hay que encontrarlo e identificarlo.
Revisando esos trozos reunidos de enseñanza y experiencia personal se crea
la impresión de que o sus autores eran ignorantes, quizás por olvido, de la natu-
raleza de los principios que estaban utilizando, o daban por supuesto que el estu-
diante ya poseía el conocimiento requerido. No parecían darse cuenta del valor
educativo y la importancia para el estudiante de ser capaz de identificar y utilizar
conscientemente una ciencia innominada que está fundamentalmente relacionada
con la medicina, y especialmente con la homeopatía; pues ellos ciertamente no la
nombraban ni se referían claramente a ella. Esto no es tan extraño o inusual como
puede parecer.
Monsieur Jourdain, un divertido personaje de una obra de Moliere, expresa-
ba gran sorpresa al enterarse de que había estado hablando en prosa durante más
de cuarenta años.
«Noventa y nueve personas de cien» dice Jevons, «podían igualmente sor-
prenderse al enterarse de que han estado mucho tiempo conversando con proposi-

217

ERRNVPHGLFRVRUJ
EL GENIO DE I.A HOMEOPATÍA

ciones, usando silogismos, cayendo en paralogismos, formando hipótesis y hacien-


do clasificaciones con géneros y especies. Si se les preguntara si eran lógicos
probablemente contestarían que no. Estarían parcialmente en lo cierto; pues yo creo
que incluso un gran número de personas educadas no tienen una clara idea 'de qué
es la lógica. No obstante, en cierta forma, cada uno debe haber sido un lógicadesde
que comenzó a hablar. (...) Todos son lógicos en alpina manera o grado; pero
desafortunadamente muchos lo son malos, y sufren las consecuencias.» De aquí la
necesidad de libros y ensayos sobre lógica.
Es igualmente cierto que noventa y nueve médicos homeópatas de 'cien
podían sorprenderse al enterarse de que han estado utilizando la lógica, buena o
mala, en cada prescripción que han hecho.
'Podían sorprenderse más aún al enterarse de que la homeopatía misma está
fundada y construida sobre principios lógicos; y que todos sus procesos pueden, y
si están correcta y eficazmente ejecutados deben, ser dirigidos bajo los principios
y por los métodos de la buena lógica.
Fue muy estúpido por mi parte, desde luego, pero yo había estado practican-
do homeopatía muchos años y haciendo, pienso, algunas prescripciones bastante
buenas, antes de empezar a comprender, de una manera clara, que la lógica corno
ciencia tenía alguna conexión técnica con la prescripción homeopática. Fue un
«momento estelar» para mí cuando hice ese descubrimiento. Esto explicaba todas
mis buenas prescripciones y daba cuenta de todas las malas que, por supuesto,
sobrepasaban a las buenas en diez a uno. Esto abría posibilidades de mejorar mis
métodos y poner el porcentaje de curaciones un poco más a mi favor. Si el hacer
una buena prescripción, un buen examen, o un buen diagnóstico dependía de una
correcta aplicación de los principios de lógica, vi que era cuestión de bajar mis
viejos libros de texto sobre lógica, mucho antes relegados a una tabla superior de
mi librería, junto con algunos otros viejos libros escolares que a algunos de noso-
tros nos gusta conservar por razones sentimentales, y refrescar mi memoria revi-
sando la cuestión a la luz de la experiencia.
También se me ocurrió eXaminar el proceso mental de reconocidos maestros
en el arte de la prescripción homeopática desde ese punto de vista y tratar de hacer
como ellos.
Es sorprendente cómo una revisión tal a una mediana edad de los estudios
juveniles de uno, disipará a veces ilusiones cariñosamente mantenidas mucho tiem-
po.
Cuántos, por ejemplo, recuerdan y se dan cuenta de la repercusión práctica
del hecho de que la ciencia de la lógica existe en dos partes -la lógica de la forma
y la lógica de la realidad o verdad; o técnicamente, Lógica Pura o Formal y Lógica
Inductiva.
Un esbozo de unas cuantas de las principales operaciones de lógica formal
es, más o menos, todo lo que la mayoría de nosotros puede recordar de una manera
definida. Nuestros procesos mentales ordinarios están principalmente determinados

218

ERRNVPHGLFRVRUJ
I,A I .(X iICA 1)1.: I,A {10ME0PATÍA

por lo que nos fue martilleado en la juventud. Si tratamos de analizar nuestros


procesos mentales vemos que estamos pensando probablemente en términos de
lógica formal, porque es la que habitualmente se enseña y es la que se pega.
Ahora bien, la lógica formal, con todos sus fascinantes procesos, no tiene en
cuenta la materia de nuestros razonamientos, -sobre lo que se razona. La lógica
formal se ocuparía únicamente de la forma, o el esqueleto del razonamiento mismo.
No tiene que ver en lo más mínimo con la verdad o falsedad de una afirmación
como materia de hecho o de ciencia. Su finalidad es proporcionar las formas
generales o simbólicas que debe asumir el razonamiento, para asegurar que el final
de una proposición pueda ser coherente con su comienzo. Su objeto es meramente
la coherencia, y «la coherencia es una joya» a veces de dudoso valor. Emerson
decía ingeniosamente: «Una tonta coherencia es el duende de las mentes peque-
ñas». Así que puede existir una tonta coherencia como también una falsa lógica.
Un maleante puede ser un lógico tan bueno como un hombre honesto -quizás
mejor; un charlatán puede ser tan lógico como el más ético profesional; y un
alópata, que da sus dosis masivas de drogas combinadas sobre fundamentos empí-
ricos, puede ser tan coherente, desde el punto de vista de la lógica formal, como
el homeópata que da sólo dosis mínimas del remedio similar único.
Cada uno de estos puede y mantiene su posición ante el mundo sobre la base
de que él es lógico y coherente. Sus conclusiones son coherentes con sus premisas
y ahí tiene usted la psicología de esto, con el secreto de la arrogancia del médico
medio.
«Fue en lógica un gran crítico,
profundamente hábil en analítica;
podría distinguir y dividir
un pelo «entre torcido hacia el sur y al suroeste».

No sabe, ni desea saber, lo que algunos de nosotros pudimos haber apren-


dido y olvidado: que la Lógica Inductiva, la Lógica de Bacon, Mill y Hahnemann,
tiene una función más elevada que la Lógica de Aristóteles, que existe y se usa
principalmente con .el fin de la mera argumentación. La lógica Inductiva se ocupa
de los hechos, de la realidad. Su finalidad primaria es el descubrimiento y utiliza-
ción de la Verdad.
El primer requisito de la Lógica Inductiva es que las premisas deben ser
ciertas, resultado de la observación verdadera y válida de los hechos, basada, si es
necesario, en la experimentación pura.
Antes de proceder a hacer deducciones, clasificaciones y generalizaciones y
devanar teorías, debemos estar seguros de que tenemos hechos fiables. La inducción
debe ser completa, sin ruptura, de la premisa a la conclusión. No podemos razonar
a partir de una hipótesis, ni saltar a una conclusión, como hacen los sofistas mé-
dicos. Debemos seguir el curso establecido, y «mantenernos en el centro del cami-
no». El camino al interior del gran desconocido es oscuro y lleno de trampas para

219
ERRNVPHGLFRVRUJ
U. GENIO DE I .A HOMEOPATÍA

el incauto, pero la lámpara eléctrica de la lógica inductiva ilumina el camino con


seguridad de lo conocido a lo desconocido.
Esta es la lógica de la homeopatía. Esto es lo que queremos significar
cuando decimos que la homeopatía está basada en la filosofía inductiva. No sólo
las conclusiones de la homeopatía son coherentes con sus premisas, sino que sus
premisas están fundadas en la Verdad; pues la homeopatía como método está
extraida lógicamente, de acuerdo con las más estrictas reglas de la generalización
inductiva, de los datos derivados de la observación directa de los hechos y de la
experimentación pura. Cada uno de sus procesos, desde la conducción de la expe-
rimentación hasta el hacer una prescripción curativa, está regido por los principios
de la lógica inductiva como también de la deductiva.
La finalidad de esta parte del trabajo no es instruir al lector en los elementos
de lógica, sino simplemente definir y comentar algunas de las relaciones más
generales de la lógica con los diferentes procesos de la homeopatía aplicada; y
señalar la gran ventaja que reporta al médico que consciente y decididamente
utiliza los métodos de la lógica inductiva en su trabajo diario.
Si la educación previa del lector en lógica formal ha sido deficiente, será
fácil para él adquirir el conocimiento imprescindible en cualquier trabajo corriente
sobre la materia.
El Método Inductivo en ciencia es la aplicación de los principios de la lógica
inductiva a la investigación científica. Este método fue creado por Lord Bacon, y
expuesto en su NOVII111 Organtun. Fue posteriormente desarrollado por John Stuart
Mill en su gran Sistema de Lógica. Ha sido la inspiración, la base y el instrumento
de toda ciencia moderna..

Definición de Lógica Inductiva


«El método Inductivo en Lógica es el método científico que procede por
inducción. Requiere (1) Observación exacta; (2) interpretación correcta de los
hechos observados, con la finalidad de comprenderlos unos en relación con otros
y con sus causas; (3) explicación racional de los hechos refiriéndolos a su causa
real o ley; y (4) construcción científica; poniendo los hechos en tal coordinación
que el sistema alcanzado esté de acuerdo con la realidad.»
«La búsqueda de la causa de cualquier cosa puede efectuarse de acuerdo con
uno de estos cuatro métodos: (I) el método de conformidad, en el cual una con-
dición uniformemente presente se asume que es probablemente una causa; (2) el
método de diferencia, en el cual la ocurrencia de un suceso cuando una condición
está presente, y su falta cuando está ausente, lleva a asumir esa condición como una
causa; (3) el método de variaciones concomitantes, en el cual la variación simul-
tánea en un grado similar de condición y suceso establece una relación causal; y
(4) el método de residuos o de variaciones residuales, en que después de sustraer
de un fenómeno la parte debida a las causas ya establecidas, el resto se considera
debido a alguna otra causa no averiguada o a las causas conocidas restantes.» (F.

220

ERRNVPHGLFRVRUJ
LA LÓGICA DE LA HOMEOPATÍA

& W. Standard Dictionary.)


Antes del tiempo de Lord Bacon, la lógica era usada principalmente como
un instrumento para el argumento y la disputa. Poca o ninguna atención se daba
a los hechos. La investigación directa y sistemática de la naturaleza era descono-
cida o ignorada. Opiniones, especulaciones y teorías se usaban como material para
construir más opiniones y teorías. La búsqueda de la verdad no terminaba en
ninguna parte.
Lord Bacon llamó a los hombres a dejar de especular e ir directamente a la
naturaleza en su búsqueda de la verdad. Demolió innumerables sistemas falsos y
devolvió a la lógica su verdadero lugar como guía hacia la verdad.
«No hay ni pueden existir», dice Bacon, «sino dos caminos para investigar
y descubrir la verdad. Uno se apresura rápidamente desde los sentidos y particu-
lares a los más generales axiomas y de ellos, como principios y su supuesta e
indiscutible verdad, se derivan y descubren los axiomas intermedios. Este es el
camino ahora en uso. El otro construye sus axiomas desde los sentidos y particu-
lares, ascendiendo continua y gradualmente, hasta llegar finalmente a los axiomas
más generales, que es el verdadero pero no intentado camino.» (Nov. Org., Axioma
19.)
Como inducción es el antónimo de deducción, se ha supuesto que los dos
procesos son de alguna manera antagónicos. Esto es un error. Son simplemente
caminos opuestos para llegar a las mismas conclusiones; dos modos de usar el
mismo proceso general, a saber: la inferencia, o el inferir.
Todo razonamiento es inferencia, y en última instancia todo razonamiento es
deductivo. Mediante el razonamiento inductivo averiguarnos lo que es cierto de
muchas cosas diferentes. Nuestros sentidos nos dicen lo que sucede a nuestro
alrededor y por un razonamiento adecuado podemos descubrir las leyes de la na-
turaleza, a consecuencia de las cuales suceden.
En el razonamiento deductivo hacemos lo opuesto e inferimos qué sucederá
a consecuencia de las leyes.
Razonar a priori y a posteriori no son diferentes modos de razonar, sino
argumentos diferentes en el carácter de una de las premisas. Es meramente una
diferencia de punto de vista. En uno razonamos a partir de antecedentes, en el otro
de consecuentes.
True dice: «La Lógica es la ciencia de la inferencia; enseña cómo un juicio
puede ser inferido de otros juicios. Razonar es inferir, de ahí que sea llamada
habitualmente la ciencia de razonar.»
«Esto supone que cada mente concibe intuitivamente algunas ideas o juicios
que son a la vez primarios y ciertos; de otro modo no tendríamos fundamento para
la inferencia; e inferir una idea o juicio de otros no daría ninguna certeza.»
«Esas ideas se llaman primeras verdades. Son dadas por los sentidos, la
conciencia y la razón, y son innumerables. Yo existo. Hay un mundo externo. Este
cuerpo es sólido, extenso, redondo, rojo, caliente o frío, son primeras verdades.»

221
ERRNVPHGLFRVRUJ
tU (111N10 DE LA HOMEOPATÍA

«Al principio esas ideas son particulares, pero después la mente une aquellas
que son similares, o que concuerdan en algún aspecto, en clases. Esto se llama
generalización. Para expresar esto ya no decimos este o ese cuerpo, sino cuerpo;
,t1i chaqueta, camisa, pantalón, etc., sino ropa.»
Para comprobar sus aptitudes a este respecto, una vez di en una clase supe-
rior de estudiantes de medicina una lista de prendas y les pedí generalizarlas: sólo
oao, (.11 una clase de alrededor de treinta, fue capaz, sin pensar, de contestar co-
~atocine « ¡ropa!»
l'ara mostrar que todo razonamiento es, en última instancia, deductivo, True
iii ih,t las siguientes ilustraciones: «Yo infiero que el calor, en tal grado COMO para
provocar una subida del mercurio en el termómetro hasta el punto que marca cien
grados centígrados, siempre causará que el agua hierva; en otras palabras, se ha
probado por inducción que es una ley de la naturaleza el que cien grados centígra-
dos cause que el agua hierva.
«Entonces la conclusión no se ha sacado de numerosos ejemplos del hervor
del agua, sino con unos cuantos ejemplos combinados con el principio de que
causas semejantes producirán efectos semejantes; pues si este principio no fuera
'orto, cuarenta mil ejemplos del agua hirviendo no probarían que en otro caso
',corriera. Pero ahora yo se que causas semejantes producirán efectos semejantes y
por observación, que cien grados centígrados ha causado una vez o dos que el
agua hierva. Admitidas las premisas la conclusión es ineludible; y hacer esto es
simplemente afirmar algo de una clase, luego referir lo individual a esa clase, y
Iiivro afirmar lo mismo de lo individual.» «Entonces la primera premisa es el
owcipio general, que es intuitivamente cierto. La única cuestión está en la segun-
da premisa; es decir: si cien grados fue la causa del hervor en los ejemplos obser-
vados.»
«La proposición de que todo razonamiento es deductivo puede demostrarse
por un argumento similar, usando otro principio intuitivo: ningún suceso ocurre sin
una causa.
«Cada caso de inducción correcta se efectúa sobre la misma base y del
mismo modo. Es, por tanto, evidente que la inducción no es una excepción a la
regla de que la inferencia es siempre de los generales a los particulares, y no de
Inc particulares a los generales.
«El razonamiento por analogía procede del mismo modo; la diferencia está
Sólo en el carácter de la primera premisa, que es que causas similares probablemen-
te van a producir efectos similares, o que las cosas que concuerdan en ciertos
atributos o relaciones probablemente van a concordar en algunos otros atributos o
relaciones.»
Es evidente que, para razonar, la mente debe tener algunas ideas y juicios
generales que son concebidos intuitivamente, y no formados por mera adición o
generalización; pues nada se gana haciendo una clase de individuales o particula-
res, y luego sacando uno o más cada vez.

222

ERRNVPHGLFRVRUJ
LA LÓGICA DE LA HOMEOPATÍA

Algunos de los más tempranos son: Todo cuerpo está en el espacio. Ningún
suceso ocurre sin una causa. Causas materiales semejantes producen efectos seme-
jantes.
«Es competencia de la psicología explicar bajo qué circunstancias esas ideas
primarias son dadas por los sentidos, la conciencia y la razón; pero la lógica asume
su existencia como base indispensable de la inferencia, y su cometido apropiado es
explicar de qué manera inferimos un juicio de otro».
«El proceso de razonar, cuando es completo, resulta ser simplemente esto:
Se predica algo, esto es, se afirma o se niega de una clase; se afirma que un
individuo pertenece a esa clase, y luego, naturalmente lo mismo puede ser afirma-
do o negado de ese individuo.»
Cuando el estudiante percibe que el cimiento de la homeopatía es sólido
concreto, compuesto de la roca sacada de los duros hechos, unida por el cemento
de un gran principio natural, ha captado un importante aspecto de la cuestión. Pero
cuando levanta sus ojos a la superestructura y ve que está unida a los cimientos,
y ensamblada en todas sus partes por un armazón de lógica, ha tomado posesión
de la llave que no sólo le permite la entrada al edificio, sino que le abre la puerta
de cada habitación dentro de él.
Jevons dice acertadamente: «Es verdad que no podemos usar nuestros ojos
u oídos sin obtener algún tipo de conocimiento, y las bestias pueden hacer lo
mismo. Pero lo que da poder es el conocimiento más profundo llamado Ciencia.
La gente puede ver, oír, y sentir toda su vida sin enterarse realmente de la natu-
raleza de las cosas que ve. Pero la razón es el ojo de la mente y nos permite ver
por qué son las cosas, y cuándo y cómo los sucesos pueden hacerse ocurrir o no
ocurrir. El lógico se esfuerza por aprender exactamente qué es esta razón que hace
el poder de los hombres. Todos debemos razonar bien o mal, pero la lógica es la
ciencia de razonar y nos permite distinguir entre el buen razonamiento, que lleva
a la verdad, y el mal razonamiento, que cada día sumerge a la gente en el error y
el infortunio.»
De ahí el valor y la necesidad para el médico del estudio de la lógica
inductiva como una ciencia distinta.
El análisis del Organon de Hahnemann, así como de la historia de la homeo-
patía y la vida de su fundador, demuestran claramente que la homeopatía es un
producto de la lógica inductiva aplicada al objeto de la medicina. Esto es, de hecho,
el primero así como uno de los más brillantes ejemplos de la aplicación del método
inductivo a la solución de uno de los mayores problemas de la humanidad; a saber,
el tratamiento y curación de la enfermedad.
Su principio básico, la ley de los semejantes, oscuramente percibida e inten-
tada establecer de varias formas o referida como una posible ley terapéutica por
Hipócrates, Nicandro, Xenócrates, de las escuelas griegas; Varrón, Quinto Sereno,
Celso y Galeno, de las escuelas romanas; Basilio Valentin, un monje benedictino
de Erfurt, 1410; Paracelso, en el siglo dieciséis y otros, fue concebida por Hahnemann

223
ERRNVPHGLFRVRUJ
EL GENIO DE LA HOMEOPATÍA

como la ley general de la acción médica.


Con esta concepción como punto de partida Hahnemann comenzó a inves-
tigar. El razonó que si había algo de verdad en la proposición de que «las enfer-
medades son curadas con medicamentos que tienen el poder de excitar una afec-
ción similar,» la única manera de determinarlo científicamente sería dar un medi-
camento a una persona sana y observar los efectos, .puesto que una persona sana
sería el único tipo de persona en quien podría se excitada una afección similar a
la enfermedad.
Esto daría una base científica, y en realidad la única base posible, para una
comparación entre los síntomas de las drogas y los de la enfermedad.
De acuerdo con esto, corno todo - homeópata sabe, comenzó a experimentar
con «buena corteza de cinchona» sobre él mismo, habiéndosele sugerido esa droga
mientras traducía un trabajo de materia médica de Cullen, donde era muy recomen-
dada como curativa para la fiebre intermitente. Viendo su teoría claramente con-
firmada por repetidos experimentos, comenzó a buscar en la literatura médica
registros de envenenamientos y curaciones accidentales. Coleccionando estos como
base para posterior experimento y corroboración, consiguió la ayuda de unos cuan-
tos estudiantes y médicos y continuó sus experimentos sobre las personas sanas,
recogiendo cuidadosamente todos los fenómenos obtenidos y verificándolos en el
enfermo en cuanto tenía oportunidad.
Después de varios años de este trabajo, tenía una colección de fenómenos
drogales fiables tan grande y extensa que le pareció que podría completar la inducción
e, independiente y autorizadamente, formular el principio general que tanto tiempo
había trabajado para establecer.
Esta es la principal contribución de Hahnemann a la ciencia. El fue el pri-
mero en hacer una completa inducción de hechos médicos, deducir de ellos la ley
general de medicación terapéutica y establecer la curación con medicación sobre
una base sólida.
Así vemos que aunque la concepción primaria de Hahnemann era uno de
esos raros destellos de visión o intuición concedidos sólo a los genios trascenden-
tes, fue posteriormente desarrollada por razonamiento lógico y confirmada por una
serie de elaborados experimentos prolongados por un periodo de muchos años,
antes de que fuera publicada al mundo.
Cuando se percibe la relación de esos hechos con la práctica de la homeo-
patía, es evidente que en la lógica el médico homeópata tiene, o puede tener, los
medios no sólo para conducir su trabajo diario con comodidad y facilidad, sino
para resolver sus más difíciles e importantes problemas; pues el proceso lógico por
el cual la homeopatía fue elaborada y construida es aplicable en cada Caso con-
creto que un médico homeópata es llamado a tratar. Los principios son los mismos
en cada caso. El examen de un paciente o de un experimentador; el análisis del
conjunto de síntomas derivados de tal examen; la clasificación de los síntomas con
cualquier finalidad; la selección del remedio y el diagnóstico de la enfermedad, son

224

ERRNVPHGLFRVRUJ
I .A l.Ú(ICA DE IA HOMEOPATÍA

todos adecuadamente conducidos bajo las reglas y por los métodos de la lógica
aplicada.
Como se aplican en el examen de un paciente, los principios de la lógica
inductiva llevan al examinador primero a recoger todos los hechos de un caso y a
completar cada síntoma mediante un cuidadoso interrogatorio de su origen, su
causa o causas excitantes y ocasionantes; su historia y duración; sus relaciones con
otros síntomas; y sus modalidades o circunstancias y condiciones modificantes.
La lógica pues, mediante el proceso de análisis, síntesis, comparación y
generalización, hace posible determinar el valor e importancia relativos, desde el,
punto de vista del prescriptor, de cada síntoma. Así suministra los medios para
descubrir «los síntomas característicos», que son de tanta importancia en el estudio
del caso.

«Síntomas característicos»
Los síntomas característicos son síntomas generales, o generalizaciones,
inferidas o deducidas de síntomas particulares por el proceso lógico de generalizar.
Mediante la generalización sabemos lo que es cierto de muchas cosas dife-
rentes; aquello en que concuerdan o tienen en común.
Considerando los síntomas de Pulsatilla, por ejemplo, encontramos que con-
cuerdan en que todos empeoran en una habitación caliente o mejoran al aire libre.
«Agravación en una habitación caliente» por tanto es un «keynote», un «caracte-
rístico», o un «general» de Pulsatilla. Estos términos se usan para describir o
epitomizar esos .rasgos peculiares que caracterizan al paciente como individuo;
hechos que son ciertos del caso como un todo; o de numerosos síntomas particu-
lares del caso, considerados como grupo. En otras palabras, «característicos» son
los factores individualizantes de un caso o un remedio. Son los puntos que nos
permiten diferenciar entre casos y remedios parecidos. Después de deducir los
rasgos generales de un caso o remedio dado y agruparlos lógicamente, determinan-
do así su individualidad, estamos en condiciones de compararlo con otros remedios
o casos relacionados parecidos para su clasificación, la selección del remedio cu-
rativo, o cualquier otra finalidad.

Unidad patológica de los síntomas


El método inductivo hace aparecer la unidad patológica de los síntomas en
los que consiste la enfermedad, permitiéndonos identificar y denominar las distin-
tas formas que toman.
En general, el estado anormal interno, invisible, del organismo que llamamos
enfermedad, se manifiesta externamente por síntomas perceptibles. Si sólo fuera
necesario considerar cada síntoma separadamente, sin tener en cuenta la individua-
lidad de la condición anormal general que ellos representan, podríamos colocar los
síntomas de la enfermedad en orden numérico, como palabras en un diccionario,
y, seleccionar el medicamento similar por una mera comparación mecánica de

225
ERRNVPHGLFRVRUJ
El. GENIO DE LA HOMEOPATIA

síntoma con síntoma. Pero en ese caso estaríamos trabajando sólo con particulares,
ninguno de los cuales, tomado aisladamente, revela la individualidad de la enfer-
medad o del remedio. (Hempel)
Cada enfermedad es el resultado de la acción sobre el organismo vivo, de
algún agente o influencia individual definido, específico, de fuera, y los fenómenos
de su acción como un todo toman característica generales individualizantes. Me-
diante ellos identificamos, denominamos y clasificamos las enfermedades así como
los medicamentos. Los nombres neumonía, difteria, sarampión, viruela, fiebre ti-
foidea, y muchos otros, representan formas patológicas que son, en sus rasgos
generales característicos, constantes en todas las edades y 'países. Deben su exis-
tencia a causas que son constantes, aunque los síntomas particulares y las condi-
ciones de sus manifestaciones pueden variar en casos individuales y en diferentes
períodos. No debemos perder de vista este hecho esencial: que los síntomas pato-
lógicos en 'enfermedades definidas, derivan su significado y valor relativo de su
conexión con una condición o estado patológico general definido, exactamente
igual que los síntomas patogenéticos derivan su significado y valor de una droga
individual definida, cuya acción sobre la sustancia vital ellos manifiestan y expre-
san.
Para reconocer esas formas patogenéticas y patológicas, por tanto, recurri-
mos a los procesos de la lógica inductiva; a saber, observación y recopilación de
hechos o fenómenos particulares, de cuya consideración llegamos a una concep-
ción de la naturaleza y carácter individual de los grupos por el proceso de gene-
ralización.

Totalidad de los síntomas


La lógica facilita la comprensión de la totalidad relacionada o cuadro de
síntomas del caso como un todo. Con todas las partes, la lógica construye el todo.
Esto revela el caso; en otras palabras, generalizando asigna a cada detalle su lugar
adecuado y da forma concreta al caso, de tal manera que pueda ser captado por la
mente en su conjunto.
La verdadera «totalidad» es más que la mera totalidad numérica o número
completo de síntomas. Puede incluso excluir algunos síntomas particulares si no
pueden, al mismo tiempo, ser relacionados lógicamente con el caso. Tales síntomas
son llamados «síntomas accidentales», y no se les concede influencia en la elección
del remedio. La «totalidad» es esa forma concreta que toman los síntomas cuando
están lógicamente relacionados unos con otros y los destaca como una individua-
lidad, reconocible por cualquiera que esté familiarizado con las formas y rasgos
sintomáticos de las drogas y las enfermedades.
La base de la prescripción homeopática es la totalidad de los síntomas del
paciente, contemplados e interpretados desde el punto de vista del prescriptor. Una
prescripción acertada no puede hacerse desde el punto de vista del diagnosticador,
el cirujano ni el patólogo, como tales, a causa de la diferente interpretación y

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I.A 1/1:, I,A 1101'1'1E01'Kit\

clasificación de los síntomas. Una prescripción sólo puede hacerse sobre aquellos
síntomas que tienen su contrapartida o similar en la materia médica.
Un síntoma quirúrgico o diagnóstico puede quizás elaborarse o interpretarse
en los términos de la materia médica, pero a menos que esto pueda hacerse no es
de ningún valor para el prescriptor. Es enteramente una cuestión de interpretación
y clasificación. Dados todos los hechos averiguables de un caso (la totalidad nu-
mérica), el representante de cada parcela de la medicina selecciona, define e
interpreta aquellos hechos que son útiles para él, de acuerdo con las demandas de
su propia parcela; ya sea que haya varios individuos actuando, o un individuo
actuando en varias competencias.

Individualización
El trabajo práctico del prescriptor al construir la totalidad o «caso» y selec-
cionar el remedio está regido en todo por el principio lógico de individualización.
Esto se aplica igualmente en los tres apartados de su trabajo.
I. El examen del paciente. Este debe ser conducido de forma tal como para
extraer todos los hechos del caso. Cada síntoma, en la medida de lo posible, debe
completarse en los tres elementos de localización, sensación y modalidad, o con-
diciones de existencia.
2. El examen de la historia sintomática del paciente, o el «estudio del caso».
Este debe hacerse de tal manera como para determinar qué síntomas representan
lo que es curable por medicación, bajo la ley de los similares; en otras palabras,
determinar, en cada caso particular, qué síntomas tienen una contrapartida en la
materia médica.
3. El examen de la materia médica, por medio de índices, repertorios, etc.,
con el fin de descubrir ese remedio que, en su sintomatología, sea más similar a
los síntomas del paciente individual, •en un momento particular.
Individualizar es conferir características particulares, distinguir. Seleccionar
o señalar como individual; destacar sus propiedades peculiares; particularizar; ca-
racterizar.
«Individualización» ha sido el estribillo del mensaje de cada gran maestro
desde Hahnemann. Pero con demasiada frecuencia han omitido o han fracasado al
exponer los principios sobre los que se basa el proceso de individualización. Han
presentado casos ilustrando su propio método personal de seleccionar el remedio
curativo, con el que han obtenido resultados maravillosos; pero no nos han MOs-
tracio completamente sus procesos mentales internos. Han formulado ciertas reglas,
pero pocas o ninguna de esas reglas son de aplicación general. Nosotros somos
como el hombre de Missouri, «queremos que se nos muestre». Queremos saber el
«por qué» así como el «cómo». Queremos principios así como reglas.
No era porque no quisieran, ni que no intentaran revelar el secreto de su gran
habilidad y capacidad como prescriptores. A algunos de sus estudiantes más próxi-
mos, por quienes tenían una especial simpatía, al menos parcialmente han conse-

227
ERRNVPHGLFRVRUJ
EL GENIO DE LA HOMEOPATÍA

guido impartir su secreto. Es probable, sin embargo, que la mayoría de esos estu-
diantes recibieran más por absorción inconsciente o por intuición que por enseñan-
za verbal directa. Es dudoso que ellos mismos reconocieran e identificaran siempre
el proceso mental por el que realizaban su trabajo. Si lo hacían, han olvidado
niencionarlo.
La simple, incluso trivial como parece, omisión de mencionar una cosa o un
proceso, una vez conocido o usado, lleva a un casi interminable problema y con-
fusión. En sus repercusiones es a veces trágico. «Un nombre», dice curiosamente
Hobbes, «es una palabra tomada a placer para servir como una pequeña marca que
puede hacer surgir en nuestra propia mente un pensamiento semejante a algún
pensamiento que tuvimos antes y, que siendo pronunciada a los demás, puede ser
para ellos un signo de qué pensamiento el que habla tuvo antes en su mente». Los
nombres entonces son artificios para economizar lenguaje. Pero ésta no es su única
función. Mediante ellos somos capaces de afirmar proposiciones generales; de
afirmar o negar algún predicado de un número indefinido de cosas a la vez. (Mill)
Si nos hubieran dicho nuestros profesores de materia médica y terapéutica,
simplemente, que estaban usando la facultad lógica en su trabajo; la facultad por
la que razonamos sobre hechos y proposiciones; y que los principios que los
guiaban eran los de la lógica aplicada, nos hubieran dirigido entonces a la ciencia
que, por encima de todas las demás, tiende a elucidar los problemas que nos
encontramos a cada paso en nuestra carrera médica y nos hubieran evitado tantear
mucho en la oscuridad.
Para realizar acertadamente los diferentes procesos que configuran el trabajo
del prescriptor homeópata, debe usar su razón de una manera científica, es decir,
lógicamente; pues la lógica es la ciencia de razonar.
Estas cosas parecen perogrulladas hasta. que observamos el trabajo del
prescriptor ordinario y descubrimos que en lugar de hacer esto, está meramente
utilizando su memoria de unos cuantos hechos y unas cuantas reglas inadecuadas
o erróneas que ha escogido. Esto es empirismo, no ciencia. En un arte que tiene
que ver con la salvación de la vida humana, esto es un crimen.
La ciencia es la aplicación de los principios al arte y a la vida. Los principios
son deducidos de los hechos mediante el ejercicio de la razón. El razonamiento se
conduce con arreglo a leyes fijas, las cuales es tarea nuestra aprender y aplicar.
Aprender cómo razonar científicamente sobre los hechos de su parcela es tan
esencial para el médico homeópata como lo es para cualquier otro científico.
Los grandes artistas médicos, hombres corno Hahnemann, Boenninghausen,
Hering, Lippe, Dunham, Wells, Guernsey, Fincke, tenían mentes lógicas, y utiliza-
ban los métodos y procesos de la lógica aplicada, quizás sin darse cuenta de que
lo estaban haciendo. Fueron grandes por sus dotes naturales como por sus logros.
El valor especial de su trabajo para nosotros, en conexión con esto, estriba no en
el gran número de característicos e indicaciones particulares para el tratamiento
que ellos descubrieron y publicaron; ni en sus valiosos manuales y repertorios; sino

228

ERRNVPHGLFRVRUJ
LA LÓGICA DE LA HOMEOPATIA

en el hecho de que poseían y utilizaban ciertos principios generales, por la apli-


cación de los cuales, cuando se han dado a conocer, nosotros, al igual que ellos,
podemos individualizar cada caso y cada remedio y descubrir sus característicos
por nosotros mismos.

El arte de generalizar
El análisis, la comparación, la clasificación y la generalización son los pro-
cesos lógicos mediante los cuales el artista homeópata logra su propósito, que es
la individualización del caso y la selección del remedio similar para el mismo.
De esos procesos, la generalización, siendo la síntesis o suma de los resul-
tados del trabajo precedente, es tal vez el más importante. Ciertamente es el menos
comprendido y el más descuidado en la práctica ordinaria, y no obstante sin él es
imposible hacer un buen trabajo.
Lo mayor incluye lo menor. Los generales son más importantes que los
particulares al construir un caso y como base para prescribir. Los generales, que
incluyen y derivan de los particulares, constituyen la única base fiable de una
prescripción curativa. La generalización, por lo tanto, es una de las más importan-
tes funciones realizadas por el prescriptor homeópata al seleccionar el medicamen-
to curativo.
Mill, en su Tratado sobre lógica, dice: «Una verdad general no es sino un
agregado de verdades particulares; una expresión comprehensiva por la cual un
número indefinido de hechos individuales son afirmados o negados a la vez.» Una
generalización es el proceso de obtener un concepto, regla o ley general de una
consideración de hechos o fenómenos particulares. Una generalización no es posi-
ble hasta que la mente ha captado y asimilado todos los particulares que entran en
su formación. Entonces toman forma e individualidad y son vistos como un todo.
La mente reconoce y quizás nombra la identidad, o describe sus características en
una frase comprehensiva. Los detalles entran en generalizaciones menores, y las
generalizaciones menores en una mayor, hasta que el concepto todo inclusivo o
principio se ve y se formula. Tal es &milla Similibus Curantur, una de las gene-
ralizaciones de mayor alcance hechas por la mente del hombre. Su ámbito nadie
lo ha abarcado aún. Tenemos una clara comprensión de su aplicación a la curación
del enfermo por el uso de medicamentos, pero de su aplicación en el dominio de
la ética, por ejemplo, con el que obviamente está relacionado, sólo hemos comen-
zado a tener un indicio.
El valor de una generalización depende primarkunente de los datos de los
que está sacada. Hemos visto que estos deben ser precisos y completos. Constan-
temente se está cometiendo el error de intentar generalizar a partir de datos insu-
ficientes, incorrectos o apresuradamente recogidos. Esto es tan cierto del médico
homeópata que irrumpe en la habitación del enfermo, hace unas cuantas preguntas
apresuradas, mira la gráfica de la enfermera y hace una «prescripción instantánea»,
como lo es del patólogo que salta a la conclusión de que los microbios son la causa
última de la enfermedad porque no ha conseguido ver con su microscopio lo que
229
ERRNVPHGLFRVRUJ
EL GENIO DE LA HOMEOPATÍA

se encuentra en el terreno circundante.

Síntomas generales
El paciente a veces generaliza correctanzente partes de su propio caso. Esto
puede hacerlo de manera totalmente inconsciente, como cuando refiere ciertos
síntomas o condiciones de síntomas para su conciencia interior diciendo, «me
siento» así y de esta manera, «estoy peor en tiempo lluvioso»; «estoy triste, o
deprimido, o fácilmente encolerizado», según pueda ser el caso.
Casi todos los síntomas mentales son generales, porque los estados mentales
sólo pueden ser expresados en términos generales.
Psicológicamente una emoción o una pasión tal como cólera, pena o celos,
es un estado de conciencia complejo en el cual una o más formas de sensibilidad
excitada se expanden, se hacen sensuales y se refuerzan por mezcla de diferentes
sensaciones periféricas u orgánicas, que han surgido por algún sentimiento prima-
rio. El proceso por el que nos hacemos conscientes de la emoción concreta resul-
tante y le damos un nombre, es esencialmente una generalización, efectuada
subconscientemente. Por esta razón, los síntomas mentales, cuando aparecen en el
registro de un caso, son siempre del rango más alto como material para la gene-
ralización final y para completar la totalidad sobre la que se basa la prescripción.
Las cosas más íntimas e interiores; las cosas que se encuentran más cerca del
corazón del hombre; las cosas que tocan y expresan los centros de la vida, están
entre los generales.
Expresiones u observaciones que reflejan el estado mental del hombre, sus
humores, sus pasiones, sus miedos, sus deseos y aversiones, son todos generales,
porque expresan al hombre mismo y no meramente una parte u órgano. «La mente
es el hombre».
Síntomas que expresan las acciones subconscientes o involuntarias de la
mente, tales como la forma de dormir, posiciones peculiares o inusuales adoptadas
durante el sueño o la enfermedad, el carácter de los sueños o del delirio, son
generales.
«Las modalidades, o condiciones de agravación y mejoría, aplicadas al caso
como un todo, o al paciente mismo, son generales de alto rango.» (Kent)
Los síntomas particulares, o aquellos que expresan el sufrimiento de alguna
parte, órgano o función del cuerpo tienen una doble utilidad. Son los datos de los
que se sacan los síntomas generales; y son a veces los factores diferenciales entre
dos o más remedios obtenidos por exclusión en la comparación de los síntomas
generales.
«Los particulares que están incluidos en generales, pueden ser dejados de
lado. Nada en los particulares puede contradecir o contraindicar los generales fuer-
temente marcados, aunque pueda parecerlo. «Agravación por el calor» excluirá
Arsénico de cualquier caso.» (Kent) (Excepto una cierta forma de cefalea, que es
aliviada por aplicaciones frías.)

230

ERRNVPHGLFRVRUJ
I A I úGI(A 1)11 I.A IIONIEOPATÍA

Síntomas generales negativos


La ausencia de ciertos rasgos llamativos o habituales de una enfermedad
puede ser un síntoma general de un caso.
Fiebre sin sed, frialdad con aversión a estar tapado, hambre sin apetito.
enfermedades exantemáticas sin aparición de la erupción, son ejemplos de esos
generales negativos. Cada uno de los síntomas ilustrativos dados ha sido determi-
nado por el proceso lógico de generalización.
La materia médica está llena de tales generalizaciones. Aquí, el trabajo ya
ha sido completado y registrado. En los casos clínicos, a la cabecera, o en la
consulta, el médico debe hacer su propia generalización. De aquí la necesidad de
familiarizarse con la lógica y el método inductivo en Ciencia.

Graduación y agrupamiento
De la correcta generalización depende todo acertado trabajo como prescriptor
homeópata. La mera comparación mecánica de un síntoma particular con otro es
apenas mejor que la «prescripción patológica». El simillimun raramente se hallará
por uno de estos métodos. También podía un general esperar ganar una batalla
intentando dirigir cada soldado de su ejército contra cada soldado del ejército
enemigo. Debe graduar y agrupar a sus hombres en compañías, sus compañías en
regimientos, sus regimientos en brigadas y el conjunto en un gran ejército, y dirigir
sus movimientos como un todo. El soldado individual es la unidad de fuerza, pero
las unidades deben ser concentradas, graduadas e instruidas según principios cien-
tíficos hasta que actúen como un solo hombre. Esto da lo que los franceses
significativamente llaman «espíritu de cuerpo». El ejército de individuos entonces
llega a tener una individualidad como ejército, un espíritu y una finalidad que
impregna el conjunto. De manera parecida deben los síntomas de una experimen-
tación, o de un caso de enfermedad, ser graduados, agrupados y estudiados, hasta
que la individualidad del remedio o del caso aparezca precisa y clara ante la mente.
El estudio de la materia médica y el estudio de la enfermedad son conduci-
dos de una manera similar, pues son homólogos. La materia médica es un facsímil
de las enfermedades de la humanidad en todas sus fases y rasgos.

Memorizar los síntomas


El intento de obtener una captación práctica o conocimiento operativo de la
materia médica, o incluso de un remedio aislado meramente memorizando detalles
o síntomas aislados, siempre fracasará. Las experimentaciones deben ser estudiadas
para imprimir en la mente y la memoria una imagen, o concepto de la individua-
lidad de la droga como un todo, de manera que pueda ser reconocida como reco-
nocemos a cualquiér otro individuo o persona. La memorización de síntomas ais-
lados, peculiares en sí mismos, tiene su lugar y su valor, pero es secundario en el
esquema más amplio de que hablamos.
Cuando una colección miscelánea de datos se somete a la mente lógicamente

231
ERRNVPHGLFRVRUJ
EL GENIO DE LA HOME.OPATIA

preparada para su comprensión, inmediatamente ésta comienza a comparar fenó-


menos según algún plan comprensivo, para que pueda descubrir características
generales, si es posible, que puedan también ser agrupadas, de tal manera que
desarrollen forma e individualidad en el conjunto. Esto es generalizar, y es el
método empleado en la construcción de la materia médica a partir de las
experimentaciones. De esta manera son descubiertos los «keynotes» o «síntomas
característicos». Un «keynote» puede ser definido como una expresión concisa de
un rasgo característico aislado de una droga, deducida por una consideración crítica
de sus síntomas registrados en una experimentación. En otras palabras, es una
generalización menor basada en un estudio de particulares. No es habitualmente un
síntoma aislado expresado u observado por un experimentador al describir sus
sensaciones, pues lo que es característico, de una manera amplia, en una droga,
raramente se muestra en un síntoma aislado. Así la afirmación de que el caso
Pulsatilla esta «peor en una habitación cerrada o caliente» es una observación
sacada de la observación de síntomas particulares en numerosos casos, tanto en
ensayos como clínicamente. Lo mismo es cierto de casi cada condición de agravación
y mejoría contenida en el Repertorio de Boenninghausen, la mayor obra maestra
de análisis, comparación y generalización de nuestra literatura. La experiencia ha
demostrado que la mayoría de esas «condiciones» o modalidades de Boenninghausen
son generales en sus relaciones. El intento de limitar la aplicación de la modalidad
a los síntomas particulares con los que fue primero observada, no ha llevado al
éxito al prescribir. Boenninghausen hizo bien su trabajo, y siguió estrictamente el
método inductivo. Sobre esas modalidades él escribió: «Todas esas indicaciones
son tan fidedignas, y han sido verificadas por tan numerosas experiencias, que
difícilmente otras pueden igualarlas en rango -y menos superarlas. Pero el hecho
más valioso respecto a ellas es este: que esta característica no está limitada a uno
u otro síntoma, sino que como un hilo conductor recorre todos los síntomas mórbidos
de un remedio dado, que están asociados con un tipo de dolor cualquiera, o
incluso con una sensación de molestia, y de ahí que sea válida tanto para los
síntomas internos como externos del más variado carácter.» En otras palabras, son
características generales deducidas de un estudio crítico de particulares y verifica-
das en la práctica.

Dramatizar la materia médica


La «pérsonificación» de los remedios, mediante la delineación artística del
carácter, es una interesante forma de estudiar la materia médica para aquellos que
tienen una imaginación altamente desarrollada.
Esta intenta traer ante el ojo de la mente, la imaginación, un cuadro de la
droga en forma hitmana, como un individuo, cuyos rasgos podemos reconocer
como los de un amigo que encontramos por la calle. El artista dibuja el retrato
sintomático de un hombre, o una mujer, según el caso. Nos introduce en una
personalidad. Tomando el material suministrado por el experimentador y siguiendo

232

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LA LÓGICA DE LA HOMEOPATÍA

líneas anatómicas y fisiológicas, delinea una figura humana, primero en trazos


audaces y rápidos, luego con toques más finos y característicos que dan individua-
lidad. Incluso los rasgos y las peculiaridades mentales están ahí. Cierto, se ha
retratado a un hombre enfermo, pero a pesar de todo posee rasgos de humanidad.
No amarnos a nuestros amigos menos cuando están enfermos. Pueden incluso
poseer elementos adicionales de interés para nosotros porque están enfermos. Y así
esas formas fantasmales que la hechicera materia médica conjura de la «honda
inmensidad» son amigos nuestros y aliados; habitantes de un «mundo espiritual»
desde donde están siempre dispuestos a aparecer a nuestro mandato. Nuestro co-
nocimiento de la ley de curación y de potenciación nos da un control sobre tales
espíritus, y podemos decir, con los discípulos de los tiempos antiguos, «hasta los
demonios nos están sometidos», -pues sustancias como Crotalus o Lachesis, vene-
nos mortales de serpientes, que, en su estado crudo, poseen propiedades simple-
mente diabólicas en su terrible malignidad, por dilución y potenciación se convier-
ten en benéficos remedios curativos llenos de bendición para la humanidad sufriente.

Generalizar por trabajo de repertorio


Al usar los repertorios, principalmente «el Boenninghausen», que todos los
prescriptores hahnemannianos usan, constantemente generalizamos. Reunimos y
correlacionamos las expresiones desconectadas, parciales, del paciente en conjun-
tos completos y acabados que pueden, quizás, caracterizarse por una sola palabra
correspondiente a una rúbrica en el repertorio. Tome, por ejemplo, la palabra
«malicioso», clasificada por Boenninghausen bajo el encabezamiento general
«mente». A primera vista podría parecer un síntoma particular; pero una pequeña
reflexión nos mostrará que es una generalización, sacada de numerosas observacio-
nes. Raramente un paciente expresará, o incluso admitirá al ser directamente pre-
guntado, que tiene una disposición maliciosa. Si esto es un hecho será deducido por
el médico perspicaz de numerosos hechos, conocidos directamente por el proceso
inductivo. Lo mismo puede decirse de un gran número de estados mentales. Nos
damos cuenta de ellos en el curso de nuestra cuidadosa observación y estudio del
caso, juntando trozos separados de evidencia.
Generalizar los estados mentales es lo más difícil de todo y requiere el
ejercicio de las más elevadas facultades del médico. En casos difíciles de enferme-
dad nerviosa y mental el médico debe ser un psicólogo y un lógico preparado, así
como un observador de lo más alerta y esmerado.
Revisando y resumiendo el terreno hasta aquí recorrido vemos que el método
inductivo en ciencia es acumulativo y evolutivo. Elimina todo elemento de espe-
culación y se ocupa sólo de hechos establecidos. No da nada por supuesto en
cuanto a datos se refiere. No ignora ningún hecho, por muy insignificante que
pueda parecer. Confina sus operaciones estrictamente dentro de los límites de la
cuéstión directamente en estudio. Sus deducciones son siempre directas, nunca
indirectas. Nunca hace una inferencia o deducción de un proceso de razonamiento,

233
ERRNVPHGLFRVRUJ
El. GENIO DE LA 110MEOPA1IA

o de fundamentos teóricos, sino siempre de hechos cuidadosamente observados.


Una generalización hecha según los principios de la Lógica Inductiva se encuentra
en relación directa y lógica con los datos de los que está sacada y los incluye en
SUS rasgos esenciales. A esto se llega a través de una serie de pasos o grados, en
los que cada conclusión se apoya firmemente en los pasos precedentes.
Los principios que rigen el arte de la generalización pueden resumirse como
sigue:

I. La mente debe estar liberada de la influencia de opiniones y teorías pre-


concebidas.
2. El objeto debe ser claramente definido, o restringido dentro de límites
definidos.
3. Los fenómenos deben ser determinados por observación efectiva o expe-
rimentación, con un único fin a la vista: la verdad.
4. Todos los fenómenos deben ser recogidos, si es posible; Ningún hecho
debe omitirse, por muy insignificante que pueda parecer.
5. Ningún fenómeno ha de ser admitido en la inducción de un estudio sino
aquellos obtenidos por su propio proceso en su propio campo.
6. Los hechos deben ser claramente expresados y registrados con exactitud
y precisión.
7. Los fenómenos deben ser expresados y registrados en términos de simples
hechos, libres de especulación sobre sus causas.
8. Los hechos, habiendo sido averiguados y claramente formulados, han de
ser ordenados en su relación natural unos con otros y con el objeto de la investi-
gación, por comparación y generalización.
9. La generalización procede reuniendo fenómenos similares y relacionados
en grupos, considerando estos en su relación unos con otros y con los demás
grupos, deduciendo sus características generales y formulándolas en forma simple
y comprensiva.
10. Los particulares adecuadamente agrupados llevan a generalizaciones
menores, que a su vez llevan a generalizaciones mayores, pero siempre como
requiere la fórmula de Lord Bacon, «ascendiendo continuamente y por grados».
«Deben adoptarse las más rigurosas condiciones de generalizaciones graduales y
sucesivas».
1 I. Nada debería .ser deducido de los hechos de observación excepto lo que
inevitablemente incluyen.
12. En cada etapa de la investigación, el análisis de los fenómenos debe
llevarse a sus últimos límites antes de que comience el proceso de síntesis.

La Ley de Causalidad
La ciencia de la lógica tiene una importante relación con la medicina en
cuanto a asignar las causas de la enfermedad, sobre lo que, en la medida de lo

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IA LÓGICA IA HOMEOPATIA

posible, se basa el tratamiento. Si el tratamiento va a ser orientado, en alguna


medida, por la idea de eliminar o contrarrestar los efectos de la causa de la enfer-
medad, se deduce que el éxito dependerá de las correctas conclusiones en cuanto
a lo que constituye la causa o causas.
Muchos, si no la mayoría, de los errores y fallos en el tratamiento médico,
son debidos al fallo en comprender y aplicar correctamente el principio de lógica
conocido como Ley de Causalidad.
Todo el mundo está ya completamente de acuerdo en que «cada efecto debe
tener una causa». Pero la investigación muestra que muy pocos parecen conocer o,
si lo conocen, hacer uso de su conocimiento del hecho de que cada electo tiene
numerosas causas, todas las cuales deben ser tomadas en consideración si se quie-
ren formar conclusiones correctas.
Mill (Sistema de Lógica) dice:
«La teoría de la Inducción está basada en la noción de Causa. La verdad de
que cada hecho que tiene un principio tiene una causa es coextensiva con la ex-
periencia humana. El reconocimiento de esta verdad y su formulación en una ley,
de la que derivan otras leyes, es una generalización de los hechos observados de
la naturaleza, sobre los que toda verdadera ciencia se basa».
«Los fenómenos de la naturaleza existen en dos relaciones distintas unos con
otros: la de simultaneidad y la de sucesión. Cada fenómeno está relacionado, de
una manera uniforme, con algunos fenómenos que coexisten con él, y con algunos
que le han precedido y le seguirán.»
«De todas las verdades que relacionan a los fenómenos las más valiosas son
las que se relacionan con el orden de su sucesión. Sobre un conocimiento de éstas
se funda toda anticipación razonable de los hechos futuros, y cualquier poder que
poseamos de influir en esos hechos para nuestro provecho. Del mismo conocimien-
to hacemos derivar nuestro poder para hacer el uso más eficaz de los hechos del
pasado y del presente.»
«Cuando hablamos de la causa de cualquier fenómeno, no nos referimos a
una causa que no sea ella misma un fenómeno. No es necesario (en la práctica)
invadir el terreno de la metafísica y buscar la causa última de algo. De las esencias
y constitución inherente de las cosas no podemos saber nada. La única noción de
causa que la teoría de inducción requiere es una noción tal que pueda ser adquirida
por la experiencia, en la correcta observación e interpretación de los hechos. Pero
depende mucho de cómo observemos los hechos. La fiabilidad de los hechos muchas
veces depende de la precisión y libertad de prejuicios del observador. Puesto que
como no razonamos a partir de los hechos, sino de nuestra concepción de los
hechos, se deduce que la exactitud de nuestras conclusiones depende no sólo de
una correcta observación y un correcto razonamiento, sino .de la veracidad de
nuestras concepciones de los hechos.»
(Jevons dice: «La ciencia está en la mente y no en las cosas.»)
«La Ley de la Causalidad, que es el principal pilar de la ciencia inductiva,

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EL GENIO DE LA HOMEOPATÍA

no es sino el reconocimiento de la verdad familiar de que entre los fenómenos que


existen en cualquier instante y los que existen en el instante siguiente, hay un
invariable orden de sucesión. A ciertos hechos siempre suceden ciertos hechos y,
según creemos, continuarán sucediéndolos. El antecedente invariable es llamado la
causa; el consecuente invariable, el efecto.»
«La universalidad de la ley de causalidad consiste en esto: que cada conse-
cuente está conectado a su manera con algún antecedente particular, o serie de
antecedentes. Independientemente del hecho que pueda ser, si ha comenzado a
existir, fue precedido por algún hecho o hechos, con los que está invariablemente
conectado. Para cada suceso existe una combinación de objetos o sucesos, una
concurrencia de circunstancias dada, positiva o negativa, cuya ocurrencia es segui-
da siempre por ese fenómeno. Podemos . no haber descubierto cuál puede ser la
concurrencia de circunstancias; pero nunca dudamos de que hay una, y que nunca
ocurre sin tener al fenómeno en cuestión como su efecto o consecuencia.»
«Raramente, o nunca, entre un consecuente y un antecedente aislado subsis-
te esta invariable secuencia. Habitualmente lo es entre el consecuente y la suma
de varios antecedentes; siendo la concurrencia de todos ellos el requisito para que
se produzca, es decir, para que sean seguro seguidos por el consecuente.»
«En tales casos es muy común escoger uno solo de los antecedentes, bajo la
denominación de Causa, llamando a los otros meramente Condiciones. Así, si una
persona come de un plato particular, y muere en consecuencia, es decir, no hubiera
muerto si no hubiera comido de él, la gente estaría propensa a decir que, el haber
comido de ese plato fue la causa de su muerte. No se necesita, sin embargo, una
invariable conexión entre comer del plato y la muerte; sino que hay ciertamente,
entre las circunstancias que tuvieron lugar, alguna combinación de la cual la muerte
es invariablemente consecuente; como, por ejemplo, el acto de comer del plato,
combinado con una particular constitución corporal, un particular estado de salud
presente, y quizás incluso un cierto estado de la atmósfera. El conjunto de dichas
circunstancias quizás constituyó en este caso particular las condiciones del fenóme-
no, o en otras palabras, la serie de antecedentes que lo determinaron, a no ser por
los cuales no hubiera ocurrido.»
«La causa real es el conjunto de esos antecedentes, y no tenemos derecho,
,filosóficamente hablando, a dar el nombre cíe causa a tf110 de ellos, con exclusión
de los otros.»
El más común, y en sus repercusiones el más pernicioso error médico, es
suponer que una enfermedad o un estado mórbido tiene un causa única, y dirigir
todos los esfuerzos y acciones contra ella.
Este error es responsable de tan trágicos fracasos como los que han resultado
de los intentos de tratar o erradicar el cólera, la tuberculosis y la difteria en la
suposición, al menos virtual, de que los bacilos eran la única causa de esas enfer-
medades.
La mortalidad en la última gran epidemia de cólera con tratamiento antibacilar

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ERRNVPHGLFRVRUJ
LA LÓGICA DE LA HOMEOPATÍA

fue la mayor de la historia. La tuberculosis humana bajo el mismo régimen con-


tinúa sus estragos imbatida, mientras se ha destruido inútilmente ganado por valor
de millones de dólares en el intento de acabar con la tuberculosis bovina.
En 1915, después de unos quince años de experiencia, el Departamento de
Salud de la ciudad de Nueva York, en su Boletín Semanal, 18 de Diciembre de
1915, anunciaba el total fracaso de la antitoxina diftérica y todas las demás medi-
das de tratamiento basadas en la hipótesis de los bacilos para reducir o controlar
la prevalencia de la difteria.
Comentando una conferencia dada en el Departamento de Salud, se decía:
«Así se estuvo generalmente de acuerdo que la prevalencia de la difteria fue
igual o incluso mayor ahora que hace años, aunque, por supuesto, la mortalidad de
esa enfermedad se ha reducido considerablemente. En otras palabras, aunque los
esfuerzos administrativos de las autoridades sanitarias -esto es, la disposición de
facilidades para el diagnóstico precoz y la introducción del tratamiento con la
antitoxina en numerosos casos han producido una notable reducción en el número
de muertes, no han tenido absolutamente ninguna influencia sobre el número de
casos producidos.»
El recurso oriental de tratar de «salvar la cara» enfatizando la reducida
mortalidad, es tan superficial como las anteriores declaraciones de capacidad para
reducir y controlar la prevalencia de la enfermedad; pues puede demostrarse fácil-
mente que la mortalidad reducida es más debida a otras causas, algunas puramente
naturales, que a las nuevas medidas basadas en la hipótesis bacilar.
Las ridículas campañas de «matar la mosca», entusiásticamente llevadas a
cabo en varias partes del país en tiempos recientes, proporciona otro ejemplo de la
prevaleciente ignorancia de la ley de causalidad. ¿De que utilidad es «matar la
mosca» mientras no se concede ninguna atención a los cubos de basura destapados,
los montones de estiércol maloliente, los pozos ciegos y demás numerosos focos
de suciedad que son sus lugares de crecimiento?
La ignorancia o incomprensión de la Ley de Causalidad es la más fuerte y
seria acusación que se ha hechos contra los abogados de la bacteriología como
fundamento de la terapéutica. Siendo brillantes y acertados los logros de los
bacteriólogos al crear una nueva ciencia de planificación sanitaria, han fracasado,
y deben continuar fracasando, al establecer la bacteriología como base de una
verdadera terapéutica. La fatal tendencia en esta parcela de l'a investigación médica
a focalizar la atención y el esfuerzo en una causa, con exclusión de todas las
demás, inevitablemente conduce al error y al fracaso.
En el cólera, por ejemplo, admitiendo la existencia y presencia de los bacilos
como un factor causal, aún tenemos que contar con las condiciones sanitarias,
atmosféricas y telúricas; con las condiciones económicas y sociales y los hábitos
de vida; con los medios y modos de transporte e intercomunicación entre indivi-
duos y comunidades; con los estados individuales, físicos, mentales y emocionales,
etc., todos los cuales son factores esenciales, en cierta combinación, determinando

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IA LÓGICA DE LA HOMEOPATÍA

fue la mayor de la historia. La tuberculosis humana bajo el mismo régimen con-


tinúa sus estragos imbatida, mientras se ha destruido inútilmente ganado por valor
de millones de dólares en el intento de acabar con la tuberculosis bovina.
En 1915, después de unos quince años de experiencia, el Departamento de
Salud de la ciudad de Nueva York, en su Boletín Semanal, 18 de Diciembre de
1915, anunciaba el total fracaso de la antitoxina diftérica y todas las demás medi-
das de tratamiento basadas en la hipótesis de los bacilos para reducir o controlar
la prevalencia de la difteria.
Comentando una conferencia dada en el Departamento de Salud, se decía:
«Así se estuvo generalmente de acuerdo que la prevalencia de la difteria fue
igual o incluso mayor ahora que hace años, aunque, por supuesto, la mortalidad de
esa enfermedad se ha reducido considerablemente. En otras palabras, aunque los
esfuerzos administrativos de las autoridades sanitarias -esto es, la disposición de
facilidades para el diagnóstico precoz y la introducción del tratamiento con la
antitoxina en numerosos casos han producido una notable reducción en el número
de muertes, no han tenido absolutamente ninguna influencia sobre el número de
casos producidos.»
El recurso oriental de tratar de «salvar la cara» enfatizando la reducida
mortalidad, es tan superficial como las anteriores declaraciones de capacidad para
reducir y controlar la prevalencia de la enfermedad; pues puede demostrarse fácil-
mente que la mortalidad reducida es más debida a otras causas, algunas puramente
naturales, que a las nuevas medidas basadas en la hipótesis bacilar.
Las ridículas campañas de «matar la mosca», entusiásticamente llevadas a
cabo en varias partes del país en tiempos recientes, proporciona otro ejemplo de la
prevaleciente ignorancia de la ley de causalidad. ¿De que utilidad es «matar la
mosca» mientras no se concede ninguna atención a los cubos de basura destapados,
los montones de estiércol maloliente, los pozos ciegos y demás numerosos focos
de suciedad que son sus lugares de crecimiento?
La ignorancia o incomprensión de la Ley de Causalidad es la más fuerte y
seria acusación que se ha hechos contra los abogados 'de la bacteriología como
fundamento de la terapéutica. Siendo brillantes y acertados los logros de los
bacteriólogos al crear una nueva ciencia de planificación sanitaria, han fracasado,
y deben continuar fracasando, al establecer la bacteriología como base de una
verdadera terapéutica. La fatal tendencia en esta parcela de la investigación médica
a focalizar la atención y el esfuerzo en una causa, con exclusión de todas las
demás, inevitablemente conduce al emir y al fracaso.
En el cólera, por ejemplo, admitiendo la existencia y presencia de los bacilos
como un factor causal, aún tenemos que contar con las condiciones sanitarias,
atmosféricas y telúricas; con las condiciones económicas y sociales y los hábitos
de vida; con los medios y modos de transporte e intercomunicación entre indivi-
duos y comunidades; con los estados individuales, físicos, mentales y emocionales,
etc., todos los cuales son factores esenciales, en cierta combinación, determinando

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GEN l() I .A I 101111i0PATJA

y modificando la susceptibilidad individual a los bacilos; pues sin cierta combina-


ción de esos factores los bacilos son impotentes y la enfermedad nunca se produ-
ciría. Cada uno de esos factores es una causa al menos de igual rango que los
bacilos, y cualquier método acertado de tratamiento debe ser capaz de enfrentarse
con todas las condiciones surgidas de cualquier combinación existente de las cau-
sas.
Esta puede parecer una exigencia imposible, pero la experiencia demuestra
que la homeopatía, con una mortalidad en el cólera tan baja como el cuatro por
ciento y menor, contra una tan alta como el setenta por ciento bajo otras formas
de tratamiento, es capaz de hacerles frente. El secreto de este éxito es que la
homeopatía no dirige sus esfuerzos principalmente o solamente a la destrucción de
la causa física próxima de la enfermedad (el microorganismo), sino contra la
enfermedad misma; esto es, el proceso vital mórbido manifestado por los síntomas,
utilizando medicamentos sintomáticamente similares capaces de producir una con-
tra acción del organismo, similar en naturaleza a la del agente patógeno, neutra-
lizando sus efectos y restableciendo así el equilibrio sistémico o salud.
«A partir de nada, de una mera negación, ninguna consecuencia puede pro-
ceder. Todos los efectos están conectados, por la ley de causalidad, con alguna
serie de condiciones positivas; siendo casi siempre requeridas, es cierto, unas ne-
gativas además. En otras palabras, cada hecho o fenómeno que tiene un comienzo,
invariablemente surge cuando existe cierta combinación de hechos positivos, siem-
pre y cuando otros ciertos hechos positivos no existan.» (Mili.)
Así, la difteria puede ser prevalente en una comunidad, y los microorganismos
específicos (Bacilos de Klebs-Loeffler) de esa enfermedad estar presente en la
garganta de muchos individuos sanos; pero si esos individuos tienen una alta o
suficiente resistencia a la acción de los bacilos, y no son por tanto susceptibles a
la infección, los destruyen y escapan a la enfermedad. La necesaria combinación
de hechos y condiciones positivas no existe para ellos.
El poder de los bacilos y otros agentes infecciosos es siempre relativo y
condicional, nunca absoluto, como muchos han llevado a creer. Los bacilos, por lo
tanto, no son la única causa de la enfermedad, sino sólo un posible factor en un
grupo o combinación de causas o condiciones, todas las cuales deben existir y
actuar conjuntamente antes de que la enfermedad pueda resultar.

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ERRNVPHGLFRVRUJ
EL DESARROLLO DE LA FILOSOFIA
HAHNEMANNIANA EN LA SEXTA EDICION
DEL «ORGANON»

Cuando se anunció que la tanto tiempo esperada Sexta Edición del «Organon»
de Hahnemann estaba al fin disponible y a punto de ser publicada, fue grande la
curiosidad por parte de sus actuales seguidores para ver qué cambios, adiciones o
desarrollos se habían incorporado en ella.
¿Qué cuestiones habían interesado y ocupado más la mente del viejo maestro
durante los últimos años de su larga vida? ¿Qué cuestiones había considerado él
como las más importantes y necesarias de posterior aclaración? ¿Había cambiado
su forma de pensar respecto a alguno de los principios fundamentales de su filo-
sofía? ¿Había formulado nuevas teorías? ¿Había cambiado su método de aplicar los
principios que había establecido en anteriores ediciones?
La especulación sobre esas preguntas era corriente. Hubo algunos, como el
que escribe, que creyó que se encontrarían algunos cambios en las reglas prácticas
y métodos, que habían resistido la prueba de más de un siglo de experiencia y
probado su permanente valor en la curación de innumerables casos de enfermedad.
Esperaban que los cambios consistirían en un posterior desarrollo y aclaración de
aquellas teorías y conceptos que constituían las últimas adiciones anteriores a sus
sistema -cuestiones abstrusas que no aparecían o eran sólo ligeramente tocadas en
las primeras ediciones; cuestiones, por ejemplo, como las de la vitalidad, el dina-
mismo y la potenciación, que eran las últimas desarrolladas e introducidas en el
«Organon».
Esta conjetura resultó ser correcta, y es bueno para el mundo médico que así
fuera. Nunca fue Mayor que ahora la necesidad de que a los médicos se le recor-
dara, como por una voz del mundo celestial, que hay algo más vital y más impor-
tante para ellos y para la humanidad sufriente que la materia y el materialismo; que
los gérmenes y los germicidas; que los sueros y vacunas; que la mecánica y los
mecanismos; que los procesos y productos patológicos.
Ese «algo» es un conocimiento y comprensión más completos de la natura-
leza espiritual de la vida o mente en el organismo; de la vida o mente como poder

239

ERRNVPHGLFRVRUJ
EL DESARROLLO DE LA FILOSOFÍA HAHNEMANNIANA EN LA SEXTA EDICIÓN DEL «ORGANON»

medicinal, y dar un impulso a los estudios biodinámicos, que han adquirido ímpetu
continuamente desde entonces.
Cuando Hahnemann, después de formular sus principales conceptos de Vida
o Mente en su relación con el organismo físico, comenzó a experimentar con la
acción de las drogas en sujetos sanos, observando los fenómenos tanto subjetivos
como objetivos, abrió un nuevo campo de investigación y puso los cimientos para
una verdadera ciencia y arte de la medicina y la psicología. A partir de ese momen-
to, y por primera vez, el hombre podría ser estudiado y tratado científicamente
como individuo, en todas sus acciones y reacciones personales y peculiares.
La filosofía de Hahnemann se basa e incluye no sólo las acciones y reaccio-
nes fisiológicas y patológicas del hombre corno organismo físico, sino como ser
espiritual y psíquico; para ello incluye y utiliza los fenómenos mentales, subjetivos
y funcionales como se desarrollan bajo la influencia de agentes higiopoyéticos y
patogenéticos. A este respecto la homeopatía difiere radicalmente y es infinitamen-
te superior a todos los demás sistemas terapéuticos; y esto es únicamente porque
reconoce la Vida o Mente como una entidad; como el poder o principio espiritual
primario que crea y sostiene al organismo físico y es la causa primaria de todas sus
acciones y reacciones. Su principio operativo es la ley universal de Acción Recí-
proca, de otro modo conocida corno ley de equilibrio, compensación, ritmo, pola-
ridad, vibración o acción y reacción, todas las cuales significan un principio operativo
igual en los terrenos físico, mental y espiritual. En su manifestación es esencial-
mente la Ley del Amor, pues es siempre benéfica, siempre creativa, siempre
armonizadora. De ahí, que el practicante consecuente de la homeopatía nunca use,
y no tenga necesidad de usar, ningún agente irritante, debilitante, depresor, infectante,
intoxicante o perjudicial de cualquier tipo en el tratamiento del enfermo, ni violar
la integridad del cuerpo introduciendo forzadamente agentes medicinales que no
sea por los orificios y vías naturales.
La homeopatía lleva a cabo sus fines y consigue sus propósitos mediante el
LISO de drogas únicas, simples y puras; refinadas y privadas de sus propiedades
perjudiciales e intensificado su poder curativo por procesos farmacodinámicos de
fraccionamiento, trituración, solución y dilución mecánicos según una escala; en
dosis mínimas o infinitesimales, administradas por boca; habiendo sido selecciona-
do el remedio por comparación de los síntomas del enfermo con los síntomas de
drogas producidos por pruebas en sujetos sanos; bajo el principio de síntoma-
semejanza, como se enuncia en las máximas, «Similía Similibus Curantur. - Simplex,
Simile, Minimum.»
Esto es la homeopatía en una nuez. Es una cáscara que algunos encuentran
difícil de romper, pero cuando se rompe se descubre que está repleta de dulce y
sana carne, sin gusanos dentro.

241
ERRNVPHGLFRVRUJ
EL GENIO DE LA 110MEOPATFA

o principio, ente espiritual que se manifiesta en y a través del organismo físico, del
cual es el arquitecto y constructor, así como el inquilino.
Cualquier cosa que tienda a arrojar luz sobre la conexión entre mente y
cuerpo; que amplíe o clarifique nuestras concepciones de qué es la Vida y cómo
construye su casa, o realiza sus funciones; que amplíe nuestro conocimiento de las
relaciones entre los distintos órganos y sistemas de órganos del cuerpo físico; que
tienda a mostrar cómo el organismo vivo actúa y reacciona bajo la influencia de
los agentes externos o internos -mentales, psíquicos o físicos-; es importante, e
importante en el más alto grado, porque la profesión médica en conjunto ha des-
cuidado e ignorado en gran parte estos aspectos de la cuestión y ha considerado al
hombre como un mero mecanismo movido únicamente por fuerzas físicas -y lo ha
tratado de acuerdo con ello. De esta concepción errónea surgen los más evidentes
errores, los más flagrantes abusos y los más trágicos resultados en el tratamiento
médico y quirúrgico hoy día.
Hahnemann, al final de su vida, con maravillosa visión y extraordinaria
presciencia, fijó su atención principalmente sobre los aspectos espirituales y diná-
micos de la medicina. De ahí que veamos que los cambios, adiciones y desarrollos
de la Sexta Edición del «Organon» tratan principalmente de esos temas. Los que
permanecieron más en su mente. A los que dedicó su más profundo y maduro
pensamiento. Evidentemente él consideró los resultados de su pensamiento lo su-
ficientemente importantes como para justificar una nueva y, como el la llamó «más
probablemente la última» edición de su inmortal obra maestra, «El Organon».
El dinamismo, la Fuerza Vital, la Potenciación y la Dosis Infinitesimal:
Alrededor de estos tres temas se han centrado las más acaloradas controversias y
las críticas más mordaces en la historia de la homeopatía; y estos son los temas
tratados de nuevo en la Sexta Edición del «Organon». Pues durante más de un siglo
se ha lidiado la batalla entre los «dinamistas» y los «materialistas» -los «dinarnistas»
siempre en minoría, pero invencibles. Sus cabezas «ensangrentadas pero no
doblegadas». Las «líneas» intactas. Sus trincheras son profundas y bien protegidas.
Sus víveres y municiones están siendo constantemente repuestos y su armamento
mejorado por los últimos hallazgos y conclusiones de la ciencia moderna, cuya
tendencia en conjunto es hacia la confirmación de las conclusiones dinámicas a las
que llegó Hahnemann.
El invento del telégrafo, el teléfono, la dinamo eléctrica, el aparato de rayos
X, el fonógrafo, el telegráfono, la radio, el descubrimiento del radium, etc; los
avances hechos en el estudio y utilización de los aparatos electrónicos e jónicos y
de los coloides y soluciones en general -el nuevo dinamismo- todos ellos han sido
logrados en física a través de la aplicación de los mismos principios dinámicos que
Hahnemann fue de los primeros en reconocer su aplicación general, y el primero
en emplear en la medicina y terapéutica modernas.
A Hahnemann pertenece el honor de haber sido el primer médico en conec-
tar la biología y la psicología con la física en un sistema práctico de terapéutica

240

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INDICE ANALITICO

Agravación homeopática, la, 77, III registros del. 157


Alcance de la homeopatía, 43. 51 construcción del, 161
Alcohol, 82, 83 Causa real en lógica, la, 236
Anea, H.C., 100 Causalidad, ley de, 234
Altas potencias, agravación por.109 Causas y condiciones, 20
poderes de las, 129 condicionales. 106
Ameke, 38 de enfermedad, 47
Anafilaxia, 108 más comunes, 112
Analisis del caso, 160, 161 Centrosoma, 66, 67
Anamnesis, 90 Ciencia y arte, relaciones de, 24
Animados e inanimados, diferencias entre cuerpos y fuerzas, 21 definición de, 26
Anshutz. LP., 92 Ciencia, principal contribución de Hahnemann a la, 224
Antecedentes y consecuentes, 236 Ciencias, relación de la homeopatía con otras, 25
Antídoto, tratamiento, 103, 104 Cirugía, relación con la medicina, 74
alta potencia como, 114, 180 Clasificación de los síntomas, 157
Antisépticos, 81 Cólera. 69, 70, 95
Antitoxina y difteria, 237 mortalidad, 236
Aristóteles, 25, 36 «Complicaciones», 112
Arquímedes, 195 Conceptos fundamentales, 25
Arrhenius, 191. 204 Condicional, toda acción es, 68
Arte, definición, 116 ' Condicionales, las causas de enfermedad son, 107
homeopatía como. 24 Confianza del paciente, ganar la, 156
y ciencia, 24 Consecuentes y antecedentes, 236
Artificios en el examen, 160 Conservación de la energía, ley de la, 203
«Artístico, instinto», 24 Constitución y temperamento, 176
Asimilación, Fincke sobre, 207. 208 Contrarios, regla de los, 113
Atoraos, 205 Controversia, espíritu de, 58
Atracción entre droga y organismo, 212, 214 «Cosa misma», In, 39
esfera de. 66 Cósmica, la Vida, 39
Avances en medicina general, 58 Creencias y convicciones, 159
Crile, OW., 82
Babel, Torre de, 16 Cualificaciones para la práctica, 14
Bacilos, resistencia natural a los, 237 Curación, definición de Hahnemann. 73, 74
Bacon, Lord. 25, 34. 220, 221 cómo se crema. 120
deuda de Hahnemann con, 34, 35 como se manifiesta, 120
Bacterianas, la homeopatía en las enfermedades, 238 dirección y forma, 123, 124, 186
Bacteriana, terapéutica, un fracaso, 237 distinción de recuperación, 118
Bacteriología, no verdadera base para la terapéutica, 101 el factor morfológico, 122
relación con la homeopatía, 91 individual, 122
Barret. Juez, opinión del, 135 relación con la enfermedad, 120
Behring, sobre tuberculosis, 97 requisitos de la, 122
Billings, 57 Curativa, requisitos para la acción, 171
Biología confirma la homeopatía, 59 Cuvier, 88, 90
Biológica, ciencia, la homeopatía una, 59
Blanco, historias en, 163 Dake, esfera del similia, 47, 48, 49
Bocnninghausen, 84, 104, ISO Davies, lógica de las matemáticas, 35
Repertorio, 233 «Delincuentes, archivo de», materia médica, 143
Therapeutic Pocketbook, 150. 151 Descubrimiento, de Hahnentann, el mayor, 38
lioericke, William, 141, 151 Diagnóstica, la idea, 142
Bolómetro, 205 Diarios de ensayos, 143
Burby, J.D., químico, sobre dilución infinita, 204 Difteria y antitoxina, 237
Burroughs, John, 153 «Diluciones», 191
Butler, Glentworth, 112 Dinámica, teoría, 40
ciencia de la, 61
Cabot, R.C., 58 vital, 45
Cantidad y Calidad, 199, 215 Dinamismo, 38, 61, 62
Característicos, síntomas, generalizaciones, 225 Dinamo, sistema nervioso central comparado n una, 64
«Característicos» y «Keynotes», 144, 150 «Directas, preguntas», 157
Caso, análisis dcl, 160 Doble existencia de la homeopatía. 13
como un todo, el, 55 Dosificación de Ilalinetnann. 172

243

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ley de, 187, 190 Generalista, 153. 154
Dosis, efectos opuestos de grandes y pequeñas, 59, 60. 168 Generalización, principios de la, 234
fisiológicas, 168 Generalizaciones, síntomas característicos son, 225
Dranettizar la materia médica, 232 Generalizar, arte de, 229
Droga', enfermedad, 108. 144 trabajo repertorial, 233
potencial, 212, 214 «Genio del remedio... 143
Drogas e idiosincrasias, 106, 114 Gonorrea, supresión de. 124
Dunhairt. Carroll, 27 Graduación y agrupamiento de síntomas, 231
«Dynamis. la», 38. 61 Grandes y pequeñas dosis, efectos opuestos de. 59, 168
Grauvogl, 19 • 24, 200
Edad del paciente. 175 sobre la ley de dosificación, 187 - 189
Efecto del remedio, cómo juzgar el, 184 - 187 Guernsey, Henry N., 145
Electiva, afinidad, 214 «Guerra de los mudos». 17
Eléctrica, analogía de la vida, 64
Electricidad. 195 Halmemann, su mayor descubrimiento. 38
Electrones. 205 un sustancialista, 34
Embolos, 99 principios de ir:1Mo de. 37
litterson. Ralph Waldo, 219 descubrimiento de los gérmenes del cólera, 70
Inipirismo. 214 Hábito y ambiente, 176, 179
Endotoxinas. problema de las, de Ewing, 80 Hall, A. Wilford, 207
Enfermedad, causas de. 47 Hektoen. Ludwig, 92
definición, 44 Hering, C., 110, 149
crónica, 87 - 91 Hipodérmica, aguja, 117
definición de Hahnemann, 73. 74 Historia familiar. 163
naturaleza de, 68 Historias clínicas, 162
como proceso y producto, 44 Hobbes, sobre los nombres, 228
Ensayos sobre la persona sana, 215 Holmes, Oliver Wendell, 113
Entidad, la Vida como una. 40. 66 Homeópata, disposición del. 14
Entozoos, 48 Homeopatía, un arte. 24
Errores de prescripción, 144 confirmada por la biología, 59
Esciolistas médicos. 60 cualificaciones para la práctica de la, 14
«Escribas y fariseos*, 133 definición de. 13. 25 - 27
Especialidades, 154 fundada en leyes de la vida y el movimiento, 38
Especialistas y especialismo, 54. 55 perversiones de la, 15
Específicos para la enfermedad. 93, 214 principios operativos de la, 28
Espectral, análisis, 199 superioridad de la, 119
Espíritu homeopático, el. 15 una ciencia experimental, 27
«Espiritual», uso de la palabra por Hahnemann, 61 Homeopático. validez de la ley, 15
Estimulantes y depresores, 82 Honestidad en la práctica, 134
Eter, 206. 208, 209 Hyosciamus, ensayo involuntario de. 128
y energía. 65
Evasivas de los biólogos y físicos, 41, 66, 67 Ideal, nuevo, de Hahneinann, 115
Ewing. Prof. James. 80 Idealismo, 32
Examen del paciente, 123, 153 - 165 Idiosincrasia y enfermedad drogal, 106 • 114
homeopático. finalidad del, 160 Imagen de la enfermedad, 142
físico, 156 «Imitación de la naturaleza», no arte. 116
Expectante, tratamiento, inadecuado, 119 «Improbabilidad» en ciencia, 199
Expendida, la prueba de la dosificación, 198 Indicaciones para el remedio, más importantes, 155
Experimentadores, diarios de. 143 Indisposiciones y el segundo mejor remedio, 127 - 135
Experimental, la homeopatía como una ciencia, 27 Individuales, responsabilidades, 17
Individualización, 51. 52, 181
Fenómenos, orden de sucesión de los. 235 lógica, 227
FkliCillg, enfermedades, 90 Inductiva, Lógica, definición, 220
Finales, productos. 121 Filosofía, de Bacon, 34
Fineke, B., 192. 207 Inductivo. método. en ciencia, 220
Fisiológica, acción, de las drogas. 169, 170 Ineptos, médicos, 61
dosis. 49 Infinita, dilución, 204
Formas fijas de enfermedad, 22 Infinitesimales, 192
Fuerzas, mutables e inmutables, 20 • 23 Inflamaciones, 82
Función y órgano. 44 Inmunidad verdadera, 85
Fundamentales, conceptos, 25 Inorgánicas, sustancias, relación con organismos vivos, 201
Futuro de la homeopatía, 135 Intensidad de la enfermedad, 180
Intercurrentes, remedios, 182
General, avances en medicina. 59 Interpretaciones generales de la naturaleza, 19 - 30
Generales, síntomas. 230 Ionización, 68, 191, 204

244

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J.D. Burby sobre, 204 Morfología, la nueva, 122. 123
Morfológico. desequilibrio, 108
Jahr, sobre las potencias, 174, 175 Movimiento, definición, 38
Jesús usó un placebo, 133 Musser, J.H., 58
Jevons, 217, 223, 235
Jones, Prof. Samuel A., sobre posología, I93 Naturaleza, ejemplos de homeopatía en la, 117
«Jourdain, monsieur'., 217 interpretaciones generales de la, 19 - 30
«Juego limpio». el, 134 Negativos, síntomas generales, 231
Newton, Sir Isaac. 26
Kelvin. Lord. 205, 208 sobre la constitución de la materia, 194
'.Keynote, sistema de,» 145 Nihilismo terapéutico, 57, 58
Klebs-LoeMer, bacilos de, 72 Noeggerath, 90
Koch, 69 - 71, 106 Nombres, 228
Nosodes. 182
Langley, Lord. 205 Novum Organum. Bacon. 35
Latencia, doctrina de, 97 Nuez, homeopatía en una, 241
Lenguaje de la materia médica, 151
Lepra, 97, 98 Objetivos. síntomas, 140
I.ey de curación, existencia implícita, 121 Objeto de la prescripción, 44, 45
Ley, definición de. 26 Obligaciones del homeópata, 134
pruebas de validez de una, 26 Observación del paciente, 164
Leyes de la naturaleza. Grativogl sobre, 19 Ocupacionales, enfermedades, 89, 96
Lewes, George Henry, 40 Oposición a la verdad, 13
Liebig, 200 Opuesta, acción, de grandes y pequeñas dosis, 59, 1()8
Limitación de pensamiento, 39 Orgánico, control, 64
Lippe, Adolph, sobre prescripción, 146 Organismo, desarrollo del, 39
Lodge. Sir Oliver, 206. 209 Organizaciones, peligro de las, 16
Lógica Formal, 218, 219 Organon de Hahnemann, un producto inductivo, 223
en homeopatía, 217 sexta edición, 239
Inductiva, 219, 220 Osler, 57, 100
relación con la enseñanza. 228 Ozanam, 200
relación con la práctica, 224
Luininffero, éter, 195 Paciente, ganar la confianza del, 156
la historia del, 156
McConkey, T.G., 91, 93, 100 observación del, 164
Maestro, quién es un, 13 Paliativo, tratamiento, 49, 50
Marzinowsky, 100 Parasitarias, enfermedades, 93, 96
Materia Médica, dramatizar la. 232 Pa«, Diccionario Médico de, 90
homeopática, la, 141 Particulares, síntomas, 230
lenguaje de la, 151 Pastear, 69 - 71
Materia, nuevas concepciones de la. 196 Patogenética, acción, de las drogas, 169
Materia y Energía, 65 Patología general, 87 - 114
Materialismo, 31, 39, 87 «Patológica, unidad». 225
Mecánicas, condiciones, 74 Patológicas, condiciones, .176
Mecánico, tratamiento, 121 Pensamiento. limitación de, 39
Medicamentos, modificación de, proceso hahnemanniano, 197 «Pequeñas dosis», 167
Medicina, estado de la, en tiempos de Hahnemann, 35 «Perdido, encontrarse», Ill
Medición, escala de, 196, 215 Personalidades, grandes, 13
Mejoría de síntomas, 141 Personificación de remedios, 232
Memoria, prescriptores usando la, 228 Perversiones de la homeopatía, 15
Memorizar síntomas, 231 Pfund, (de la John Hopkins University), 206
Mentales, estados, generalización, 233 Placebo, doctrina del, 131
Metafísico, pensamiento, legitimado, 40 uso del, 111, 133
Miasmas crónicos, 89, 94 Posologfa homeopática, 167 - 190
Mill, J.S., 220, 229, 235 Potencia y fuerza, distinción entre, 38
Mínima, ley de acción, 192 Potenciación homeopática, definición, 191
«Mínimo plus», ley de, 85 en la naturaleza, 201, 202
Misión del médico, 36 fundamento científico de la, 202
Misterio en la naturaleza, 210 límites matemáticos, 203
Mutables e inmutables, fuerzas en el organismo vivo. 20. 23 origen de In, 193, 194
Modificación de los medicamentos, proceso hahnemanniano, última visión de Hahnemann, 240
197 Potencial, teoría del, 211
Moeller, 100 Potencias, 191
Moisés. 97 elección de. 173
Moliere, 217 escala de trabajo de, 173

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Pottenger, P.M., 53 Subjetivos. síntomas. 139
Prejuicios, libertad de, 158 «Subproductos». 112
Prescripción, errores de. 144 Sucesión de fenómenos, 235
objeto de la, 44, 45 Suero y vacunoterapia, 59, 80
punto de vista lógico en la, 228 Sugestión terapéutica, 85
Primaria, entidad, 39 Supresión de la enfermedad, 75
y secundaria, acción de las drogas. 168 malos resultados de la, 124
Primarios y secundarios, síntomas. 44 Suprimidas, enfermedades. 113
«Principios, no precedentes», 116 síntomas, reaparición de, 114
Principios y organizaciones, 16 Susceptibilidad, 72, 77, 79, 81
Problemas de la homeopatía, 14 modificación de la, 174. 180
Procesos y productos, 44 mórbida, 114
Psora, 89. 96, .97 del paciente, 174
y tuberculosis, identidad de, 100 Sustancialismo, 32, 88
no una discrasia, 93 Sustancialista. Hahnemann un, 34
Pureza de práctica, 135 Swift, Dean, 98

Rabinowitsch, 100 Talmud, 97


«Racional, medicina», 36 Terapéutica, la idea, 142
Radiómetro, 205 anticipaciones de ley. 223
Raue, CG., 148 moderna, tendencia de la, 124
Razonar, modos de, 221 Terminales, estados, 177
Reacción excesiva, 84 Thompson, Prof. ii., 209
Real, la causa, lógica, 236 Thompson, W. Gilman: 133
Reaparición de síntomas suprimidos, 114 Totalidad de los síntomas, 44, 141
Recíproca, acción, ley de, 21, 274 diagnóstica, 142
Recuperaciones, confundidas con curaciones, 122 lógica, 226
Relación, leyes de, 199 numérica, 142
Remedio, efecto del, 184 terapéutica. 142
Repertorio, generalizar por trabajo de, 233 Toxicológica, teoría, de la enfermedad, 102
Repertorios, 132, 233 %bajo. principios de, de Hahnemann, 37
Repetición de dosis, 182 Tratamiento, base del, 121
Repulsión y atracción, 23 objeto del, 121
Resistencia, la enfermedad es, 65 Tuberculosas, enfermedades. 100
orgánica. 170 Tuberculosis y Psora. 100
Responsabilidad individual, 17
Rice, Philip, 108 Unidad de la medicina, 53 - 62
Rutherford sobre el átomo, 205 patológica. 225

Sabomud, 100 Vacunación, 197


Salud, definición de, 63 Vacunal, tratamiento, 92
Depart. New York, conferencia sobre antitoxina, 237 Vacunas y sueros. 197
Sarna, 98 Valentin, 200
Secuencia de enfermedades. 22. 23 • Validez de la ley homeopática. 15
Segundo mejor remedio, 130 Venéreas, enfermedades, 89
Shock, 82, 83, 84 Verdad, oposición a la, 13
Similia, esfera del, 47 Vida, definiciones de, 40. 63
Simple. sustancia, 23 analogías electrices de la, 64
Síntomas, agravación de, 77, 111, 141 evolución de, 39
clasificación de, 157 y mente, 241
definición, 44, 139 y movimiento, homeopatía fundada sobre las leyes de, 38
generales, 230 Virchow, 68
graduación y agrupamiento de. 231 Vital, dinámica, 45, 46
mejoría de, 141 fuerza, 66
memorizar, 231 principio, 40, 88
negativos generales, 231 Vitales, origen de las actividades. 64
objetivos, 140 Voluntad, toda fuerza es, 66
particulares, 230
subjetivos, 139 Wells, P.P., 83, 148, 149
totalidad de, 1 41 Wesselhoeft. Conrad, 113
Sintomatología. 137 - 152 Wilkinson, .1.1. Garth, 79, 192
Sistema, la homeopatía un, 14 Wood, Prof, 1.C., 82
Snyder, Carl, 195
Soluciones, 203„204 Zeeman. sobre In luz, 205
«Subconscientes, píldoras», 133

246

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El ideal hahnemanniano de curación por medicación,
según el principio de síntoma-semejanza, en gran parte per-
dido de vista durante un tiempo en los deslumbrantes logros
de la cirugía moderna y la investigación de laboratorio, ha
pasado a través de un periodo de abandono y oscuridad.
Pero ya hay signos de un resurgir de esta gran verdad, como
ciencia, en sus más amplios logros, comenzándose a co-
rrelacionar los resultados de su trabajo. La tendencia de
todo el pensamiento médico moderno es hacia la confirma-
ción y aceptación de los postulados y principios fundamen-
tales enunciados primeramente por Hahnemann. La homeo-
patía está siendo redescubierta gradualmente por la ciencia
moderna.

Dr. Stuart Close

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