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Dentro del realismo hay varias vertientes que abordan el concepto del poder de manera
diferente.
Aron incorpora una perspectiva sociológica y no se queda sólo con las definiciones del
poder centradas en la posesión de recursos, sino que lo aborda como un fenómeno más
complejo destacando su carácter relacional. El poder sería la capacidad que tiene una
unidad política de imponer su voluntad a las demás. El poder político no es un valor
absoluto sino más bien una relación entre hombres.
Morgenthau pertenece al realismo clásico y también reconoce el carácter relacional del
poder, entendiéndolo como un efecto y no sólo en términos posesivos. Define al poder
como el control del hombre sobre las mentes y acciones de otros hombres. El poder político
consiste en una relación entre los que lo ejercen y aquellos sobre los cuales es ejercido.
Contempla como elementos del poder factores materiales e inmateriales, destacando entre
estos últimos la índole nacional, la moral nacional, la calidad de la diplomacia, la calidad del
gobierno y la opinión pública.
El pensamiento neorrealista presenta una concepción más simplista del poder. Waltz
rescató del realismo clásico el énfasis en lo material y sobre esta base definió al poder en
términos de la posesión por parte de los agentes individuales (los Estados) de recursos
materiales (militares y económicos). La noción relacional del poder está completamente
ausente en este autor, es completamente cuantitativo.
Si bien algunos autores buscaron una visión del poder tanto en términos relacionales como
en la posesión de recursos, la mayoría de los realistas se centraron en esta última
concepción concentrándose en los recursos materiales. Para los realistas el poder es algo
que se posee, se puede acumular y es perfectamente medible y cuantificable mediante el
uso de indicadores.
Definir el poder como sinónimo de la posesión de recursos permite presentarlo como algo
concreto, observable y medible, lo cual facilita los cálculos de quienes formulan la política
exterior, ya que se establece una relación directa entre los recursos que un Estado posee y
la posibilidad de lograr resultados deseados. Sin embargo, esta concepción simplifica
excesivamente el concepto de poder y la realidad internacional.
Keohane y Nye reconocen que la naturaleza del poder en las relaciones internacionales se
ha vuelta más compleja, producto de los avances tecnológicos y la aparición de nuevos
tipos de poder en un contexto de creciente interdependencia y globalización. Desde el
enfoque de la interdependencia es vital contextualizar los usos del poder y pensarlo en los
espacios específicos en los que se pretende ejercer, pensando en que habrá situaciones en
que los recursos de poder disponibles serán más efectivos que en otras. Para analizar el
poder los autores identifican dos dimensiones centrales: la sensibilidad y la vulnerabilidad.
La sensibilidad implica los grados de respuesta que tiene un actor frente al impacto de
situaciones externas que puedan afectarlo, mientras que la vulnerabilidad tiene que ver con
la disponibilidad relativa y los costos de las alternativas que los actores deben encarar. La
sensibilidad será menos importante que la vulnerabilidad para proporcionar recursos de
poder a los actores, ya que si un Estado puede modificar sus políticas y encontrar
alternativas a un bajo costo, la sensibilidad de un actor nos dice muy poco sobre su poder.
Así resulta evidente la imposibilidad de determinar si un autor tiene poder sólo en función de
los recursos que posee, sino que es preciso definir el para qué del poder.
Conclusión