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George H. Warnock
“Y del trono salían relámpagos y truenos y voces; y delante del trono ardían
siete lámparas de fuego, las cuales son los siete espíritus de Dios. ” (Apocalipsis
4:5)
“Y reposará sobre él el Espíritu de Jehová; espíritu de sabiduría y de
inteligencia, espíritu de consejo y de poder, espíritu de conocimiento y de temor
de Jehová.” (Isaías 11:2)
“Y miré, y vi que en medio del trono y de los cuatro seres vivientes, y en medio
de los ancianos, estaba en pie un Cordero como inmolado, que tenía siete
cuernos, y siete ojos, los cuales son los siete espíritus de Dios enviados por
toda la tierra.” (Apocalipsis 5:6).
Contenidos
Introducción
Capítulo 1 –El juez está a la puerta
Capítulo 2 – Él camina entre los candeleros
Capítulo 3 – Del Lugar Santo al Lugar Santísimo
Capítulo 4 – Sube más arriba
Capítulo 5 – Un vistazo más allá del velo
Capítulo 6 – Los siete Espíritus de Dios
Capítulo 7 – Un Reino de Justicia
Primera impresión, Junio 2001 en Colombia, Sudamérica
Este libro puede ser solicitado en inglés contactando con su autor, George H.
Warnock
Las siete lámparas de fuego – George H. Warnock
INTRODUCCIÓN
En su momento, yo no planifiqué ninguna introducción para este libro. Sin embargo, al
acercarme a su final, sentí que una breve introducción podría servir como el canto del
gallo para algunos de entre el pueblo de Dios.
Al leer y releer las siete cartas a las siete iglesias, no puedo evitar saber que aquí, al
menos en el mundo libre, nuestro Señor está llamando a Su Iglesia al
arrepentimiento—y por las mismas razones por las que Él llamó a cinco de las siete
iglesias de Asia al arrepentimiento. Incluso amenazó con quitar el Candelero de una
iglesia que tenía tantas cosas en marcha para sí misma... por una razón que a duras
penas hoy consideraríamos válida. Después de todo, estaban haciendo buenas obras,
trabajando en la obra del Señor, eran pacientes en la prueba, no podían tolerar a los
malos, tenían un entendimiento penetrante para probar a los que afirmaban tener un
ministerio apostólico y probaban la falsedad de los mismos, llevaban fielmente las
cargas que el Señor había puesto sobre ellos, sin desmayar, y sin abandonar la
carrera... Una iglesia de esta clase ciertamente recibiría la mayor calificación por parte
del Señor. Pero esta es la iglesia a quién el Señor le dijo que quitaría su candelero, si
no se arrepentían. ¿Cuál era su problema? Habían abandonado el PRIMER AMOR.
¿Qué conseguirá hacernos saber lo bajo que hemos caído, y volver a la simpleza y
pureza de nuestro amor por Dios y por Su pueblo? No tengo la respuesta, pero sé que
el Señor de la Iglesia es la Respuesta, y que Él camina entre los candeleros,
completamente aprobado y preparado para tratar con cada problema en la Iglesia.
Hace unos días estaba pensando en Pedro. Amaba a Su Maestro, pero cuando todo
se vino abajo, repentinamente se encontró a sí mismo frustrado, desilusionado,
enfadado, ofendidolisto para tirarlo todo por la borda. Fue muy lejos, hasta llegar a
negar abiertamente a su Maestro tres veces seguidas. Después sucedió algo que
Jesús había predicho. De repente cantó el gallo, Jesús se volvió y miró a Pedro a los
ojos. Esa mirada única a Pedro le llevó a un repentino y devastador arrepentimiento...
y salió fuera y lloró amargamente. Fue el comienzo de la restauración de su fe y
esperanza en Aquel que dijo: “Pedro, he orado por ti, que tu fe no te falte”.
Sé que esta es nuestra respuesta total. Y mi esperanza es que este libro pueda ser un
canto del gallo a tiempo para muchos de los que se hallan en inquietud y perplejidad,
quizás incluso desilusionados y ofendidos con el pueblo de Dios, o con su Señor. O
simple y llanamente, Laodiceos—ni fríos ni calientesy no apreciando que nuestro
Señor demanda una cosa o la otra, y que no puede tolerar las mezclas. Cualquiera
que sea nuestro problema, confío en que podamos ser atrapados por los ojos de
Jesús cuando Él regrese y nos mire. Porque sé que los ojos ensangrentados del
Cordero nos llevarán a un arrepentimiento irreversible, en el que no hay vuelta, ni
mirada atrás.
“Porque los ojos de Jehová contemplan toda la tierra, para mostrar su poder a favor de
los que tienen corazón perfecto para con Él.” (2ª Crónicas 16:9)
George H. Warnock— 17 Abril 2001
Las siete Lámparas de Fuego – George H. Warnock
CAPÍTULO 1
EL JUEZ ESTÁ A LA PUERTA
Las nubes de la tormenta se están juntando
Sabemos que las tormentas de la tribulación ya están cociéndose, porque podemos
ver los relámpagos y oír los truenos acercándose. Al leer la lista de pecados y maldad
que inevitablemente llevan a la ira de Dios, y al compararla con lo que lo que está
pasando en el mundo hoy día, no podemos evitar sino saber que los justos juicios de
Dios están cerca y a la mano (lee Romanos 1:1732). Porque Su paciencia y
longanimidad... aunque duran por siglos, deben eventualmente desembocar en Sus
justos juicios en la tierra. Sólo podemos preguntarnos cuánto tiempo más Dios puede
esperar antes de que Su ira “se revele desde el Cielo contra toda impiedad e injusticia
de los hombres, que “detienen con injusticia la verdad" (Rom. 1:18). Acabamos de
alcanzar el límite de la apostasía moral, en el que hay tal depravación que los hombres
y las mujeres tienen lo que el apóstol Pablo llama una mente reprobada—una mente
tan vacía de ningún sentido de discernimiento moral que discuten y hacen
manifestaciones en pro del derecho de vivir el estilo de vida que han escogido—y no
conocen la diferencia entre el bien y el mal. Ni quieren tener a Dios en sus
pensamientos. Cuando se llega a este estado de depravación, Dios no tiene otra
opción que derramar Su ira desde el Cielo.
Pero habrá una fiel ministración del Cordero de Dios en ese día, por medio de un
pueblo que Le sigue. Y éstos serán fieramente perseguidos y odiados, porque tarde o
temprano descubrirán que es el Cordero en el Trono el que envía estos juicios, e
identificarán a Sus seguidores. Y al final, escuchamos incluso a los gobernadores de la
tierra clamando a los montes y a las peñas, “Caed sobre nosotros, y escondednos del
rostro de aquel que está sentado sobre el trono, y de la ira del Cordero” (Apoc. 6:16).
Los juicios de Dios comienzan por Su casa
La primera preocupación de Dios es por Su pueblo, porque la Luz que Dios encendió
en la iglesia cuando se marchó, está casi extinta. ¿Cómo y por qué? Porque cuando
rehusamos y negamos la Luz, Jesús nos ha advertido, “Si la luz que en ti hay es
tinieblas, ¿cuántas no serán las mismas tinieblas?” (Mat. 6:23). No hay duda de que ya
hemos visto mucho de los juicios de Dios en la iglesia... pero me temo que muchas
veces ni siquiera los consideramos Sus juicios... porque la ciencia puede explicar lo
que está pasando. El mundo, incluida la iglesia, está lleno de mucha devastación,
enfermedad, sufrimiento, hogares rotos, hombres, mujeres y niños heridos. Hay
problemas físicos y psicológicos en proporciones abrumadoras, casi tanto en la iglesia
como en el mundo...porque la Luz que Dios quiso que fuéramos, casi se ha extinguido.
Sin embargo, a pesar de todo ello, el pensamiento global entre los evangélicos es: el
Señor vendrá y nos sacará de aquí uno de esos días... ¡Y después nos traerá de
nuevo después de la cena de bodas del Cordero, para poner las cosas en su sitio en la
tierra!
Pero ha sucedido conforme al lamento de Dios a través del profeta Jeremías: “Porque
dos males ha hecho mi pueblo: me dejaron a mí, fuente de agua viva, y cavaron para
sí cisternas, cisternas rotas que no retienen agua.” (Jeremías 2:13). Hemos
corrompido la herencia de Dios en la tierra. Hemos dejado que tantas cosas carnales y
mundanas entren en la iglesia, con la loca suposición de que si nos hacíamos más
como el mundo, no seríamos considerados tan radicales después de todo, y
podríamos ganar a algunos de ellos para el Señor. En este día, especialmente en
nuestra tierra libre, podemos llevarnos bastante bien con el mundo. Podemos enfatizar
lo lleno de gracia y de amor que está Dios, para que no tengan que tener temor de
venir a nuestra iglesia. ¡Venid y disfrutad de nuestra maravillosa orquesta y coro—y
dejad que Dios sea vuestro amoroso papaíto! Podéis venir a nuestra iglesia y pasarlo
fenomenal. Recuerdo lo que decía A.W. Tozer, y me gustaría citar un párrafo o dos de
un tratado que me encontré, con el título:
“ La vieja Cruz y la nueva”
“La vieja cruz no tendría relaciones con el mundo. Para la orgullosa carne de Adán
significó el final del viaje. Hizo efectiva la sentencia impuesta por la ley del Sinaí. La
nueva cruz no se opone a la raza humana; más bien es una amistosa compañera y, si
se entiende correctamente, es la fuente de océanos de buena y limpia diversión e
inocente disfrute. Deja que Adán viva sin interferencias. La motivación de su vida no
es alterada; sigue viviendo para su propio placer, sólo que ahora se deleita en cantar
coros y en ver películas religiosas en lugar de cantar canciones malas y de beber
bebidas alcohólicas. El énfasis sigue estando en el disfrute, aunque la diversión se
encuentra ahora en un plano más alto moralmente, si no intelectualmente.”
“La nueva cruz no mata al pecador, lo redirige. Lo lleva a una forma de vida más
gozosa y más limpia y le mantiene su dignidad. A la persona autoafirmada, le dice,
“Ven y afírmate para Cristo”. Al egotista le dice: “Ven y disfruta de la emoción de la
comunión cristiana”: El mensaje cristiano se inclina en la dirección de la moda actual
para hacerlo aceptable al público.”
“La filosofía que hay detrás de esta cosa puede ser sincera, pero la sinceridad no le
evita ser falsa. Es falsa porque es ciega. Pierde completamente el significado completo
de la cruz.”
“La vieja cruz es un símbolo de muerte. Significa el fin abrupto y violento de un ser
humano. El hombre que en los tiempos romanos tomó su cruz y comenzó su camino,
ya había dicho adiós a sus amigos. No iba a regresar. No iba a redirigir su vida; se
dirigía a su propio fin. La cruz no hacía compromisos, no modificaba nada, no salvaba
nada; mataba a todo lo del hombre, completamente y para bien. No pretendía
mantener un buen trato con su víctima. Golpeaba de forma cruel y dura, y cuando
acababa su obra, el hombre dejaba de ser. “ por A.W. Tozer.
La cruz de Jesús significó el indulto y el perdón y la limpieza de todo pecado... y
ciertamente no hemos de perder eso de vista. Pero para el apóstol Pablo, la cruz
significó mucho más que eso. Significó que el viejo hombre, la vieja vida... dejaba de
ser. Esta es una revelación de Cristo que hemos de tener si es que vamos a caminar
por el sendero del verdadero discipulado. Debemos saber que fuimos crucificados con
Él cuando colgaba de la cruz.
“Con Cristo estoy juntamente crucificado: y ya no vivo yo, más vive Cristo en mi. Y lo
que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y Se
entregó a Sí mismo por mí.” (Gál. 2:20). Él murió por nosotros en la cruz. Y nosotros
fuimos crucificados con Él.
Es demasiado evidente que incluso los Cristianos consagrados son conscientes de
que nos quedamos muy cortos de esa identificación con Cristo y Su cruz. Y es cierto
que no podemos hacer que suceda. No hay suficiente cantidad de castigo auto
infligido que pueda hacer que suceda. Pero estoy seguro de que el Señor que camina
entre los candeleros, va a restaurar este verdadero Testimonio de Jesús en la tierra.. Y
el mundo se levantará contra ese Testimonio, y querrá destruirlo de sobre la faz de la
tierra. Y es aquí donde la verdadera cruz es revelada... Cuando su pueblo comience a
brillar con el testimonio de Jesús. Sé que esto está sucediendo en ciertas partes del
mundo hoy... pero aquí, en lo que llamamos el mundo libre estamos muy lejos de
ello. Nuestra libertad no es por causa de principios democráticos de libre discurso y
expresión. Es más bien porque caminamos mano a mano con un mundo que odia a
Dios y a Su Cristo. Cuando Dios se levante en medio de nosotros y produzca el
verdadero Testimonio de Jesús en la tierra—muy fácilmente podríamos enfrentarnos a
la misma clase de persecución que otras naciones están sufriendo hoy. Pero mientras
la Luz continúe degenerando en un estado de oscuridad—hay pocas razones para que
los que moran en tinieblas se quejen demasiado de nosotros.
Dios es celoso de Su propio nombre
Dios siempre es celoso por Su pueblo, por causa de Su nombre. Así, el salmista
clamó, “Tiempo es de actuar, oh Jehová, Porque han invalidado tu ley.” (Salmos
119:126). Cuando el pueblo de Dios ha invalidado los santos y justos preceptos de
Dios para ir por su propio camino, sólo Dios puede solucionar el problema. Sólo
mediante la intervención divina vamos a ver la transformación de Su pueblo desde una
posición de aceptación tolerante del status quo, hasta una posición de cambio radical .
E intervenir, intervendrá, porque es Su Santo Nombre lo que está en juego. Ha
declarado Su intención, y no va a retractarse. Ha de tener un pueblo santo y justo en la
tierra, porque está tan preocupado con la integridad de Su nombre hoy como lo estaba
en los días de antaño. Dios recordó a un Israel desviado como habían abandonado a
Dios incluso en los días de su esclavitud en Egipto y cómo habían servido a otros
dioses. Después, cuando los sacó mediante una liberación soberana y poderosa, y los
llevó al desierto—se rebelaron contra Él en el desierto. Después los plantó en el monte
de su heredad en Canaán... y después de no mucho tiempo cambiaron a su Dios por
los dioses de los paganos en medio de ellos, a quienes se suponía que tenían que
someter (lee Ezequiel 20:131). De esta forma Él declaró Su intención—
“Así ha dicho Jehová el Señor: No lo hago por vosotros, oh casa de Israel, sino por
causa de mi santo nombre, el cual profanasteis vosotros entre las naciones adonde
habéis llegado. Y santificaré mi grande nombre, profanado entre las naciones, el cual
profanasteis vosotros en medio de ellas; y sabrán las naciones que yo soy Jehová,
dice Jehová el Señor, cuando sea santificado en vosotros delante de sus ojos. Y yo os
tomaré de las naciones, y os recogeré de todas las tierras, y os traeré a vuestro país.
Esparciré sobre vosotros agua limpia, y seréis limpiados de todas vuestras
inmundicias; y de todos vuestros ídolos os limpiaré. Os daré corazón nuevo, y pondré
espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y
os daré un corazón de carne. Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que
andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra.” (Ezequiel
36:2227). Dios se estaba refiriendo a la nación de Israel, porque eran los primeros en
línea. Eran ese “buen olivo”. Pero cuando su Mesías vino, sus corazones estaban aún
más endurecidos, y fallaron en verle.
La sabiduría de Dios revelada en la caída de Israel
La nación de Israel no recibió a su Mesías por causa del endurecimiento de sus
corazones. Pero ningún hombre ni ninguna nación son tan importantes para Dios que
Dios tenga que cancelar Sus planes y esperar que ese hombre o esa nación se
arrepientan. Lo que es importante para Dios es la integridad de Su propio Nombre.
Así, Dios no detuvo el reloj de sus propósitos respecto de Israel. En lugar de eso, para
su desmayo y confusión y por causa de su incredulidad—se cortaron del árbol del
Pacto de Israel. “Todo Israel” no fue cortado... fueron sólo las ramas incrédulas las
que fueron cortadas. La mayoría de los primeros creyentes en Cristo fueron judíos
(soy consciente de que una seria división ha surgido entre la corriente principal de
Israel y los judíos de Judá—especialmente en los días siguientes al reinado de
Salomón. Pero uso los términos Israel y Judíos como sinónimos, como lo hizo Pablo
con mucha frecuencia en sus epístolas). En el curso del tiempo, cuando el Evangelio
había avanzado a todo lo ancho y largo entre los gentiles... hubo un desplazamiento
gradual en la iglesia, desde una presencia judía hacia una presencia gentil,
especialmente por causa del ministerio del apóstol Pablo. Pero Dios no detuvo sus
propósitos respecto de Israel. Más bien, fue el rechazo de Israel la ocasión que motivó
que Dios abriera la puerta a los gentiles y les hiciera parte de la nación de Israel. (Efe.
2:12,13). Había una cierta dificultad en todo esto, cuando los gentiles convertidos se
multiplicaban y muchos de los líderes judíos a duras penas sabían como manejar todo
el asunto. Pero Pablo deja muy claro en muchos de sus escritos que no habría un
aplazamiento del plan de Dios para Israel, por causa de su fracaso. En su lugar, Él
escoge llevar a los Gentiles al Pacto, injertando a estas ramas de olivo silvestres en el
árbol de Israel. Como Jeremías profetizó, el verde olivo de Israel tenía muchas ramas
muertas y Dios encendió un fuego sobre todo ello (Jer. 11:6). Dios aprovechó la
ocasión del fracaso de Israel para entretejer Sus propósitos redentores para Israel con
el resto de la humanidad—y por medio de Su cruz, destruyó la enemistad entre Judío y
gentil, para crear en Sí mismo y a partir de estos dos segmentos antagónicos de la
humanidad, un nuevo hombre, haciendo la paz entre ambos. (Efe. 2:15). De este
modo, mientras los celosos escribas y fariseos religiosos estaban preparando la
Pascua con el propósito de conmemorar la redención de su pueblo de Egipto,
¡Estaban paralelamente maquinando un complot para la crucifixión de su Mesías! En
la sabiduría de Dios, el Mesías mismo se convertiría en la Última Pascua, que pondría
un final al sacrificio judío y a la ofrenda para siempre, y produciría una redención
perfecta para el hombre caído de cada tribu, raza, lengua y nación...
Consecuentemente, la sangre que Él derramó en la cruz se convirtió en la sangre del
Nuevo Pacto que Dios había preparado para Israel. Pero el Nuevo Pacto era para
todas las naciones—así, el Evangelio de Cristo fue enviado “primero al Judío, y
también a los gentiles”: Pero por causa de Su desobediencia, Dios los envió al final de
la fila, y se convirtieron los últimos. Dios no retraso nada cuando Israel como nación se
cortó a sí misma del Pacto. Ni todo Israel fue cortado—fueron sólo las ramas
incrédulas las que fueron desgajadas (lee Rom. 9:6,7; 11:17).
Ahora bien, si no estamos preparados para recibir las Escrituras del Nuevo
Testamento tan igualmente inspiradas como las Escrituras del Antiguo Testamento,
estamos deshonrando al Autor de ambos Pactos. Y si esto es así, debemos aceptar la
interpretación apostólica del Antiguo Testamento. Porque fue el mismo Espíritu que
inspiró la escritura de ambos Testamentos. Si creemos esto, entonces tenemos que
aceptar lo que el apóstol Pablo dijo sobre la “la semilla de Abraham”. Dios no estaba
hablando “de simientes, como de muchas, sino de Una, y a Su simiente, la cual es
Cristo ” (Gál. 3:16). Entonces, ¿Qué pasa con todo Israel siendo salvo? Él nos dice
claramente: “Porque no todos los que descienden de Israel son israelitas , sino: En
Isaac te será llamada descendencia.” (Rom. 9:6,7) ¿Y qué significa todo esto? Pablo
también lo explica muy claramente: “Esto es: No los que son hijos según la carne son
los hijos de Dios, sino que los que son hijos según la promesa son contados como
descendientes .” (Rom. 9:8). Así, si aceptamos el Nuevo Testamento como la Palabra
de Dios, está muy claro lo que Pablo quiere decir cuando se refiere a todo Israel : “Si
vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos según la
promesa. ” (Gál. 3:29).
Dios no aplazó el Nuevo Pacto que había prometido a Israel. En lugar de eso, extendió
mayor gracia a las naciones que no lo merecían, capacitándolas para responder a
Dios y convertirse también en Su pueblo escogido. Él está presto a hacer esto cuando
Su pueblo falla en caminar delante de Él en obediencia y en el temor de Dios. Él no
retrasa la cena de bodas cuando llegue el día y los invitados no aparezcan. Él envía a
Sus siervos para traer a otros... cualquiera, en cualquier lugar, en cualquier parte, de
las calles, de los caminos... hombres y mujeres de honra, o de deshonra... buenos o
malos. Eso es lo que Él dijo, y eso es lo que Él está haciendo (Mat. 22:810). No estoy
enseñando que Dios reemplazara a Israel con la Iglesia gentil. Sólo sustituyó las
ramas muertas de Israel injertando ramas de olivo silvestre de los gentiles—y el árbol
de Israel siguió floreciendo. Se nos dice que por la cruz, Cristo hizo en Sí mismo de
dos (de estos dos segmentos de la raza humana) “ un nuevo hombre, haciendo la
paz” . (lee 2ª Cor. 3:111; Rom. 11:1328, Efe. 2.1120). Él hizo esto no condenando a
Israel a la extinción, sino destruyendo la enemistad y quitando la pared intermedia de
partición—uniéndolos juntos como a “un nuevo hombre” en Cristo. Este es el nuevo
Israel... el remanente del viejo Israel que permaneció en el árbol, combinado con las
ramas del olivo silvestre gentil que fueron injertadas en el mismo árbol.
Israel será injertado de nuevo
“Los primeros serán los últimos, y los últimos serán los primeros” (Mate. 19:3). Es así
como sucedió cuando Jesús vino a confirmar las promesas hechas a los padres. Pero
la vez siguiente, serán las ramas arrogantes de la iglesia las que serán cortadas, las
que tienen desprecio ( y a veces mucho odio) hacia el pueblo judío. (Cuando hablo de
la iglesia, me refiero de modo general al pueblo colectivo de Dios, los que se llaman a
sí mismos cristianos—pero reconociendo que sólo el Señor conoce a los que son
verdaderos Cristianos, y tienen el Espíritu de Cristo). El nombre de Jesús ha sido
blasfemado entre la judería tanto como ha sido blasfemado el nombre del Jehová de
Israel entre los gentiles en los tiempos del Antiguo Testamento. Pero a pesar de la
persecución que el pueblo de Israel ha sufrido en manos de las naciones llamadas a sí
mismas cristianas... Dios abrirá sus ojos cuando el Cordero de Dios sea revelado
como su Mesías en el tiempo escogido. Qué día tan glorioso espera a este Israel
arrepentido, cuando vean del testigo ungido que viene a ellos con poder, naturaleza y
carácter de nuestro Señor Jesús: “Bendito el que viene en el Nombre del Señor” (Mat.
23:39). Este “él” podrá ser un árabe o un palestino o una persona de Alemania o de
Japón, o de China o de Inglaterra,... no importa de dónde. Porque este ungido viene a
ellos en el nombre del Señor Jesús, llevando Su imagen y semejanza, y brillando con
la Luz del Cordero de Dios. Entonces serán sus ojos abiertos y verán a su Mesías
viviente, todavía con las cicatrices de las heridas que recibió de sus padres. Pero por
causa del espíritu de gracia y de oración que Dios pondrá en la casa de David, habrá
un profundo arrepentimiento. “y mirarán a mí, a quien traspasaron, y llorarán como se
llora por hijo unigénito, afligiéndose por él como quien se aflige por el primogénito.”
(Zac.12:10). Qué día cuando un pueblo que ha sido abandonado y desolado por
mucho tiempo, sea de nuevo injertado en el Olivo de Israel. Pero recordemos esto:
cuando Dios trajo a los gentiles al árbol del olivo, muchos maestros cristianos
judaizantes enseñaban a los gentiles que tenían que hacerse Judíos observando la
circuncisión y la ley. El apóstol Pablo se opuso fuertemente a esta enseñanza y la
conclusión a la que se llegó en el concilio de Jerusalén quedó absolutamente clara:
Hemos de recibir a los gentiles sin tratar de hacer Judíos de ellos, ni por medio de la
circuncisión ni por medio de cualquier otro ritual judío, sea el que sea. (lee Hechos
15:121). Pero esta enseñanza judaizante continuó por muchas iglesias y quizás fuera
esta la razón por la que Dios levantó una fuerte iglesia en Antioquía, en la que el
pueblo de Dios era libre para moverse en el Espíritu, sin el estorbo de la presión de
este elemento judaizante.
Justo en el punto en el que su sueño del Mesías largamente esperado había sido
cumplido—los Gentiles fueron injertados en el Árbol de Israel y se hicieron junto “con
ellos, participantes de la raíz y de la rica sabia del Olivo”—y del Nuevo Pacto, con
todas sus cosas mejores. (Rom. 11:17).
Dios no los llevó de vuelta a templos, sacrificios y rituales que Él había dispuesto para
Israel en sus principios.
Ni tampoco llevará de vuelta a Israel a instituciones antiguas que tuvieron en tiempos
del Antiguo Testamento, ni a instituciones presentes o pasadas que hayamos tenido
en la iglesia. Pablo describe esta restauración como
Vida de entre los muertos
En el tiempo escogido, Dios quitará el velo de sus ojos y los injertará de nuevo en el
Olivo en el que nosotros fuimos injertados—y más allá de donde estamos ahora.
Juntos participaremos en el poder de Su resurrección—en una medida muchísimo
mayor que el Israel de antaño, o la iglesia de hoy, hayan conocido jamás. Porque este
nuevo Israel—será conocido como la Nueva Jerusalén, la única Jerusalén que
menciona la carta de los Hebreos o el libro del Apocalipsis. Es la ciudad santa, la
Esposa del Cordero—en cuyas puertas están escritos los nombres de las doce tribus
de los hijos de Israel, y en cuyos fundamentos están escritos los nombres de los doce
apóstoles del Cordero (lee Apocalipsis 21:1214). ¿No nos enseña esto que el
verdadero Israel y la verdadera Iglesia son unidos en una morada del Dios viviente?
El apóstol Pablo recuerda a los Efesios como durante un tiempo no tenían lugar en la
ciudadanía de Israel. Pero ahora por la gracia, ya no sois “extranjeros ni advenedizos,
sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios, edificados sobre
el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo
Jesucristo mismo” (Lee Efesios 2:1420). Este es el fundamento de la Nueva
Jerusalén, compuesto tanto por judío o gentil, que ha sido recreado para convertirse
en un nuevo hombre en Cristo. Es nuestra herencia ahora mismo, como nos lo
recuerda el apóstol: “sino que os habéis acercado al monte de Sión, a la ciudad del
Dios vivo, Jerusalén la celestial” (Heb. 12:22, también Gál. 4:26), aunque
reconocemos que esta Ciudad Santa ha de ser revelada todavía en la tierra, en toda
su gloria.
Una lección objetiva de la casa del alfarero (lee Jeremías 18:16)
Es común en la iglesia, cantar sobre la intención de Dios y sus caminos soberanos—
sin realmente creer lo que estamos cantando. Pienso que el Señor va a proyectar con
mucha frecuencia Su verdad en muchas de nuestras canciones, y por causa de las
letras y del ritmo, disfrutamos de la canción sin llevarla verdaderamente al corazón.
Tenemos canciones tan bonitas sobre el Alfarero y el barro—y reconocemos con
humildad que somos solamente el barro. Y si nuestros corazones son rectos—puede
que Dios tome en serio nuestra palabra. Puede que conteste esa oración y transforme
la vasija en Sus manos muy drásticamente. Pero puede que no lo haga a nuestra
manera. Podemos ver un pequeño problema y pedir a Dios que lo solucione. Pero,
¿Qué si Él decide devastar todos nuestros planes e ideas y dejarnos en nada—para
que Él pueda formar esa vasija de misericordia que Él quiere? Porque Dios está
buscando vasijas de misericordia en este mundo lleno de odio, de crueldad y de
violencia. A lo largo de muchas décadas he visto a una iglesia muy celosa, enviando a
hombres y mujeres jóvenes a evangelizar las naciones—y hoy hay una cantidad de
pecadores dos o tres veces mayor en el globo que entonces. Yo tenía tanto celo como
ellos de trabajar para Dios en este mundo sufriente, y llevar la luz del Evangelio a
aquellos que no Le conocían de otras naciones. Pero de alguna manera, la vasija que
yo esperaba ser, se deshizo en sus manos, y durante mucho tiempo me pregunté por
qué.
Dios tenía una palabra para Jeremías que es muy adecuada para tiempos como los de
hoy día, en los que se enseña que está en tus manos el cumplir tu propio destino. Dios
le envió a la casa del Alfarero para aprender una lección. Jeremías obedientemente
fue, y entró en el taller donde trabajaba el alfarero con una vasija. Mientras la rueda
del alfarero daba vueltas una y otra vez, el alfarero usaba sus ágiles dedos en el barro,
a la par que giraba la rueda—para formar una vasija. Pero algo sucedió
repentinamente. La vasija se estropeó en las manos del alfarero. Me pregunto si Dios
hizo que sucediera de esta manera para enseñar a Jeremías la lección que Él sabía
que necesitaba el profeta. Fue una hermosa lección objetiva: al mirar Jeremías, vio al
alfarero hacer algo muy cruel. Tomó el barro en sus manos, lo deshizo hasta
convertirlo en una masa deforme—y comenzó de nuevo. No intentó arreglar la vasija.
Tampoco desechó el barro como algo inútil... simplemente trabajó en ello de nuevo.
No hubo ninguna palabra de la vasija. “¡No puedes hacer eso! ¿Qué me estás
haciendo? ¡Pensaba que estaba preparado para el servicio... pero ahora mira como
estoy!” Pero cuando te juntas con otros, es fácil unirte al resto del pueblo que canta:
“Salte con la tuya, Señor,
salte con la tuya...
Tú eres el Alfarero, yo soy el barro...
Moldeame y házme, según Tu voluntad...
Mientras espero, entregado y en paz...”
Para después marcharte de la reunión y seguir culpando a Dios por cambiarte de
nuevo en otra vasija como a Él le ha parecido apropiado hacerte. Y quizás sin ni
siquiera darte cuenta de que tú habías orado que Él hiciera eso, al cantar esa canción
en la reunión.
Pero cuando mantienes tu corazón fijo en Él, y sigues amándole a pesar de la forma
en que Él sigue demoliendo tus planes—tarde o temprano te inclinarás a creer que
Dios hizo que la vasija se estropeara, porque Él sabía que eso era precisamente lo
que costaría romper tu voluntad, para que el Alfarero se saliera con la suya en tu vida.