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Es cierto que puede usarse de esa manera, pero no podemos dejar de lado la importancia
que unas buenas habilidades en comunicación persuasiva pueden, también, apoyar buenas
iniciativas y combatir malas ideas o propósitos. Es un tipo de comunicación que se entrena
en las grandes organizaciones y una habilidad muy valorada en los altos puestos ejecutivos
y en política.
En muchos de los que casos en los que influimos sobre los demás no tenemos intención de
hacerlo. O eso es lo que nos decimos a nosotros mismos. Pero de alguna manera todas las
personas dan su opinión o su punto de vista sobre algo en cualquier momento del día y
todas querrían que su opinión se tuviera en cuenta y que fuera aceptada o descartada con
razones, como mínimo.
¿Convencer o manipular?
A menudo confundimos el significado de estos dos términos. En realidad, la
comunicación persuasiva es toda comunicación orientada con intención. Esa intención
a menudo no es más que el deseo de que otras personas apoyen nuestras ideas y nuestras
opiniones. Y en muchos casos son buenas ideas. Ideas que pueden aportar mucho al
bienestar de los demás, ayudando a mejorar nuestro entorno social o profesional.
No todas las personas quieren manipular a otros por beneficio propio. Todo el mundo,
continuamente, hace uso de la comunicación persuasiva sin saberlo. Pero este tipo de
comunicación requiere de ciertas técnicas que pueden entrenarse. Las más importantes
son:
La lógica. Muchas personas defienden sus ideas u opiniones basándose
exclusivamente en emociones. Las opiniones basadas en emociones pueden hacer
defender las cosas más extrañas como verdaderas. Pero la falta de lógica convence
poco. La emoción es necesaria, pero combinada con la lógica.
La educación, la buena educación. Las personas que intentan imponer sus ideas a
base de insultos y faltas de respeto no convencen a nadie. Esto se vive a diario en
redes sociales. Presentar opiniones con respeto hacia los demás convence bastante
más.
El sentido del humor. Este no debe faltar, especialmente para poder rebatir los
argumentos contrarios. Conviene entrenar la ironía, que no el sarcasmo.