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Una aplicación de
la teoría del ciclo económico desde la perspectiva de la Escuela
Austriaca a la Gran Recesión
Entre las ventajas, el economista alemán citaba "el dudoso privilegio" de ser
un testigo directo de unos acontecimientos únicos, de poder observar de
primera mano "la crisis en todas sus formas, expresiones y consecuencias".
Sin duda, si el economista teórico es capaz de abstraerse de los innúmeros
dramas personales que están presentes en todas las depresiones, no puede más
que analizar con excitado interés la materialización de los complejísimos
fenómenos que constituyen su objeto de estudio, investigación y reflexión. Se
trata de una sensación esquizofrénica en la que, por un lado, la persona
deplora la desgracia de convivir con las penurias económicas y el científico
social disfruta la inmensa suerte de experimentar en su propia carne una de
esas crisis de las que sólo hay una cada siglo.
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Cuando los datos se van pisando los talones, no es el momento de destilar y
embotellar el buen vino del conocimiento económico, es más bien el momento
de dejarlo fermentar.
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Sólo en los veinte años que median entre 1912 y 1932 ya encontramos tres
obras clave que refinan, amplían, enmiendan y robustecen de manera muy
considerable la teoría de Mises: La teoría monetaria y el ciclo
económico (1929) y Precios y producción (1931), de Friedrich Hayek, y The
Stock Market, Credit, and Capital Formation (1931), de Fritz Machlup.
Por este motivo, el progreso de lo que podríamos llamar la teoría austriaca del
ciclo económicosufrió, a partir de 1936, una considerable atrofia académica.
La inmensa mayoría de economistas se dedicó a construir sobre un páramo
que poco a poco fue abandonándose y sustituyéndose por otras teorías que en
gran medida implicaban regresar al estado de conocimiento sobre los
ciclos económicos no ya anterior a Keynes, sino sobre todo anterior a Mises:
una nueva teoría clásica que a la postre negaba la existencia de algún
fenómeno que mereciera recibir el nombre deciclo económico.
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inmejorable de los ciclos económicos –y, de hecho, a lo largo de la presente
tesis trataremos de realizar alguna contribución a la misma–, sino que el grado
de madurez científica de nuestras herramientas teóricas actuales no tiene
parangón con el de los tiempos de Röpke. Lo que el economista alemán
reputaba una losa casi insuperable, hoy podemos considerarlo como una carga
bastante más llevadera.
En este sentido, la teoría austriaca del ciclo económico de raíz miseana, tal
como se halla formalizada en su versión canónica más depurada (Huerta de
Soto, 1998), permite afrontar con solvencia la tarea de explicar la práctica
totalidad de los fenómenos acaecidos durante la Gran Recesión, tanto en su
gestación, entre los años 2001 y 2006, como en su estallido, a partir de 2007.
Sin embargo, la crisis inevitablemente ha revelado la necesidad de ahondar en
ciertos temas que, habida cuenta del muy limitado y parcial conocimiento de
espacio y tiempo que padece todo ser humano, no habían recibido la necesaria
atención por parte de los grandes economistas de la Escuela Austriaca.
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Para ello, me he permitido complementar la teoría austriaca del ciclo
económico ortodoxa con las valiosísimas aportaciones de un disperso grupo de
economistas a los que podríamos calificar deteóricos de la liquidez, debido a
que han centrado su producción intelectual en desarrollar una teoría del
dinero y de la banca que gira en torno al concepto de liquidez. Explícita o
implícitamente, todos estos economistas se han visto enormemente influidos
por el seminal artículo de Carl Menger –a la sazón, fundador de la Escuela
Austriaca– titulado "El origen del dinero", donde por primera vez se ofrece
una definición científica de liquidez y, más importante, se insiste en la
necesidad de edificar toda la teoría del dinero sobre tal concepto.
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• Una teoría del dinero basada en la liquidez de las mercancías que
facilita la comprensión de los procesos de monetización y
desmonetización de los bienes económicos con el objetivo de hacer
posible la coordinación interespacial e intertemporal de los agentes
económicos.
• Una teoría real del interés –entendido como la prima de valor de los
bienes presentes sobre los bienes futuros– que permite comprender
cómo los agentes, al disponer de un valor actual para los lejos e
inciertos bienes futuros, colaboran tomando decisiones de producción
que son intertemporalmente consistentes con las necesidades de los
consumidores.
• Una teoría del capital que, desde el punto de vista individual, se fija
en las relaciones entre la liquidez del activo y del pasivo de cada agente
económico y, desde un punto de vista social, remarca el proceso de
estructuración de los activos en forma de bienes de
capital heterogéneos, específicos, complementarios y difícilmente
convertibles a través de los cuales se ejecuta la cooperación
intertemporal de los agentes.
Estos tres puntos de partida –que serán objeto de un desarrollo mucho más
intenso en los tres primeros capítulos de la parte teórica de la tesis– serán los
cimientos sobre los que construir el resto del andamiaje de la teoría del ciclo:
los bancos y su capacidad para expandir el crédito de manera insostenible
(capítulo 4), los efectos distorsionadores de esta expansión crediticia sobre la
organización económica (capítulo 5) y el origen y la influencia del
dinero fiduciario sobre el proceso de creación crediticia y de manipulación de
la estructura productiva (capítulo 6).
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ABCP, CDO y CDS– a la hora de expandir el crédito y potenciar la iliquidez
de los agentes, lo que nos permitirá comprender sus efectos sobre los ciclos en
general y sobre este último en particular.
En última instancia, pues, las notas novedosas de esta tesis serán, por un lado,
la aplicación por vez primera de la teoría austriaca del ciclo a los
acontecimientos de la Gran Recesión y, por otro, el enriquecimiento de este
marco analítico merced a la incorporación al mismo de las contribuciones de
los teóricos de la liquidez.
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sus factores productivos en reservas para prevenir los peligros de un incierto
futuro.
La otra aportación teórica relevante –que, de nuevo, viene inspirada por los
escritos de Antal Fekete– está contenida en el epígrafe 5.3 y se refiere a la
influencia de las políticas monetarias expansivas en los momentos en los que
la demanda privada de crédito se ha agotado por entero ante la insostenible
iliquidez de los agentes. En tal caso, la respuesta tradicional keynesiana ha
insistido en la necesidad de que la autoridad monetaria trate –probablemente
sin éxito debido a la trampa de la liquidez– de forzar una reducción de los
tipos de interés del dinero por debajo de la eficiencia marginal del capital con
tal de incentivar el gasto privado en inversión. La respuesta de la Escuela
Austriaca ante tal política venía siendo doble: o bien no serviría para nada por
la extenuación de la demanda de crédito, o bien sólo retrasaría y agravaría la
necesidad de un reajuste ulterior.
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Tomado de: http://www.ilustracionliberal.com