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¿Qué es el intervencionismo?

– Reisman

¿Qué es el intervencionismo?

Por George Reisman


Traducido por Carlos Oliver Yébenes

Copyright © 2003 by George Reisman. Todos los derechos


reservados.

George Reisman, Ph.D., es profesor de economía en la Escuela de


Negocios y Gestión de la Universidad Pepperdine y es el autor de
Capitalism: A Treatise on Economics (Ottawa, Illinois: Jameson
Books, 1996). Su página web es www.capitalism.net.

El intervencionismo es cualquier acto del gobierno que representa el inicio de


fuerza física y al mismo tiempo no llega a imponer un sistema económico
socialista completo en el que la producción se desarrolla enteramente o al menos
característicamente, por iniciativa del gobierno. Al contrario que en el socialismo,
el intervencionismo es un sistema en que la producción se caracteriza por
desarrollarse por iniciativa privada, incluyendo empresas privadas, y el motivo
último es el deseo de obtener beneficio. El intervencionismo existe en el marco de
una economía de mercado, aunque como Von Mises dice, una economía de
mercado así es una economía de mercado entorpecida.

Muchos países, de los que a menudo se piensa que son socialistas, bien sea
ahora o en el pasado, como Suecia, Israel, y el Reino Unido bajo el antiguo partido
laborista, deberían verse como economías de mercado entorpecidas y restringidas
porque la producción en esos países se caracteriza o caracterizaba, por
desarrollarse bajo iniciativa privada, y motivada por el beneficio. El efecto del
intervencionismo extensivo en esos países es o era el de impedir a los ciudadanos
hacer muchísimas cosas que habrían hecho si hubieran sido libres de hacerlo y el
de obligar a hacer muchísimas cosas que no habrían hecho si no hubieran sido
obligados a hacerlo. Pero dentro de esos límites, las decisiones que atañen a la
producción se toman y tomaban por individuos motivados por la posibilidad de
obtener beneficios y evitar pérdidas. Por tanto, es todavía la iniciativa privada,
motivada por el beneficio, la que anima e impulsa la economía de esos países. El

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hecho de que el partido en el gobierno de esos países se llame socialista y apoye


la filosofía del socialismo no es suficiente para convertir a esos países en estados
socialistas.

Los únicos países verdaderamente socialistas que han existido son la antigua
Unión Soviética y sus países satélites del este de Europa, la China comunista y
sus satélites, Cuba y muy importante también, la Alemania Nazi. Mises explica que
la Alemania Nazi era un estado socialista por virtud de la existencia de “multitud de
controles de precios y las escasez que provocan”. Como respuesta a la existencia
de escaseces y el caos económico que las acompaña, el gobierno toma el control
de las decisiones fundamentales que atañen a la producción, tales como qué es lo
que se produce, en qué cantidades, con qué métodos, y quién consume el
producto. Mises llama a ese socialismo, modelo de socialismo alemán o nazi, para
distinguirlo del socialismo de los soviéticos, en el que todos los medios de
producción están nacionalizados y al que llama modelo de socialismo ruso o
bolchevique.

El modelo de socialismo alemán es engañoso y a menudo se confunde con el


capitalismo porque mantiene la apariencia exterior de propiedad privada de los
medios de producción y por tanto de capitalismo. Sin embargo, bajo el estilo nazi
de socialismo, la propiedad privada existe como nombre solamente. El poder de
tomar todas las decisiones fundamentales, que es la esencia de la propiedad, está
en las manos del gobierno y es ejercido por el gobierno. El modelo de socialismo
alemán o nazi es un socialismo de facto.

De esta manera la distinción entre intervencionismo y socialismo es ahora clara.

Sin embargo, también es necesario distinguir el intervencionismo de la acción


adecuada y legítima del gobierno, que no constituye intervencionismo.

Toda acción gubernamental, buena o mala, lleva consigo el uso de la fuerza física,
como bien dice una expresión latina “nulla lege sine poena” que significa “no hay
ley sin castigo”. Cada ley, edicto, decreto o regulación que pone en marcha el
gobierno, está respaldada por el uso de la fuerza física, llegando incluso al
extremo de la muerte si alguien no la obedece. Y esto se aplica incluso a las
ofensas sin demasiada importancia, como la negativa a llevar el cinturón de
seguridad o de pagar una multa de aparcamiento. Primero, pueden llegar avisos
sobre la falta, en forma de cartas, luego, las cartas se hacen más y más agresivas,
pidiendo el pago de la multa. Si no se obedecen, vienen multas mayores y por
último llega el arresto y la prisión. Y si cuando los oficiales van a arrestar al
infractor, éste se resiste, entonces se aplicará toda la fuerza que sea necesaria
para vencer esta resistencia incluyendo el uso de armas de fuego y
francotiradores.

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Pero de ninguna manera todos estos ejemplos son erróneos, o no razonables o


rechazables. Hay asesinos, ladrones, violadores, asaltadores y timadores de
varias clases (las actividades de estos últimos son equivalentes a robos). Las
acciones de todos estos tipos de gente representan el uso de la fuerza física, que
consiste en hacer físicamente algo con la propiedad privada de la persona o con la
persona misma en contra de su voluntad. Cuando el gobierno utiliza la fuerza
contra estos malhechores, sus acciones representan el uso de la fuerza física en
defensa o represalia, en nombre de las víctimas inocentes.

El uso de la fuerza por parte del gobierno en dichos casos, siempre y cuando no
sea excesivo, es enteramente apropiado. En esencia, es el mismo uso de la fuerza
que utilizaban los Sheriffs y los Marshalls de los Estados unidos, que se veían en
las películas del salvaje oeste contra los ladrones de bancos, de ganado, etc. La
diferencia entre el uso de la fuerza en defensa o como represalia y el inicio de la
fuerza es esencial para distinguir a los buenos y los malos de esas películas del
oeste. Esta es la diferencia en el uso de la fuerza entre un ladrón de banco y un
vigilante del banco, y entre un secuestrador y los rescatadores del secuestrado.

Es el mismo principio el que se aplica a las fuerzas armadas de un determinado


país. El uso de la fuerza es legítimo mientras se use en defensa o represalias
contra la agresión externa.

El uso de la fuerza por represalias o de manera defensiva, no constituye


intervencionismo. En esos casos, el gobierno simplemente está haciendo el
trabajo totalmente legítimo y limitado de proteger la propiedad privada y los
derechos individuales contra el uso de la fuerza física. El concepto de
intervencionismo se aplica únicamente a casos en los que el gobierno no utiliza la
fuerza en defensa o represalia, sino como el agresor, es decir, que usa la fuerza
contra gente que no ha iniciado su uso.

Esto es lo que el gobierno hace siempre que prohíbe una relación contractual
voluntaria, como el ofrecimiento y la aceptación de un precio o salario o productos
o condiciones de trabajo entre dos partes que estiman que es beneficioso para
ambos el ofrecer y aceptar dichos precios, salarios, etc. De la misma manera, el
gobierno usa la fuerza física, cuando obliga a que una persona pague parte de su
capital o ingresos, en contra de su voluntad, para el beneficio o sustento de otra,
como es el caso de la financiación del bienestar público, las viviendas de
protección oficial y la educación pública o algún supuesto beneficio para ella
misma y que prefiere no pagar, como la seguridad social u otros seguros médicos.

Hasta aquí hemos tratado la naturaleza del intervencionismo. La política que


consiste en evitar férreamente el intervencionismo es la política del laissez-faire,
que se puede entender muy sencillamente como: si una acción no representa el

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inicio de la fuerza física, el gobierno debe mantenerse al margen, es decir, no


intervenir.

Ahora debemos plantearnos la pregunta de cuál es el alcance del


intervencionismo. Esta es una pregunta que está íntimamente relacionada con la
pregunta de cuál es el coste del intervencionismo.

Un método para juzgar el alcance del intervencionismo, al menos como primera


aproximación, es considerar los Departamentos Ministeriales Federales de los
EEUU y de las numerosas agencias que existen, y juzgar cuántos de ellos
quedarían y cuál sería su límite, si el principio de no iniciar el uso de la fuerza
física y de eliminar todo intervencionismo guiara las acciones del gobierno, es
decir, el principio del laissez-faire.

Actualmente, hay quince Ministerios: Agricultura, Comercio, Defensa, Educación,


Energía, Sanidad y Servicios Sociales, Seguridad Interna, Vivienda y Desarrollo
Urbano, Interior, Justicia, Trabajo, Estado, Transporte, Tesoro y Asuntos de
Veteranos. Las más conocidas del alfabeto de las agencias son probablemente la
IRS, la FRB y la FDIC, EPA, FDA, SEC, CFTC, NLRB, FTC, FCC, FERC, NRC,
FAA, CAA, INS, OHSA, CPSC, NHTSA, EEOC, BATF, DEA, NIH, NASA, CIA, y el
FBI (nota del traductor: iniciales de las agencias en inglés).

Si al gobierno se le restringiera el uso de la fuerza sólo para casos de defensa o


represalias, los únicos ministerios que quedarían serían el de Justicia – para
perseguir actos de inicio de la fuerza dentro del estado y los posibles actos de
agresión por parte de gobiernos del estado- Defensa, Estado y Tesoro. Todos los
demás serían eliminados. (Esta medida esencialmente reduciría el número de
Ministerios a los cinco originales que existían con Washington. El Ministerio de
Defensa incorporaría los que eran entonces y hasta 1948, Ministerios de Guerra y
Marina).

Por supuesto, ni siquiera estos Ministerios continuarían tal y como están


constituidos actualmente. Por ejemplo, el Ministerio de Justicia perdería su
Departamento Antimonopolio, y el del Tesoro la IRS que también se cerraría. El
Ministerio de Defensa se reduciría para limitarse a defender el territorio de los
Estados Unidos y abandonaría la misión de actuar como un policía mundial. El
Ministerio de Estado dejaría de conceder ayudas externas.

En lo que se refiere al alfabeto de agencias, probablemente sólo el FBI


sobreviviría, y su ámbito de investigación estaría limitado exclusivamente a los
actos que implicaran el inicio de la fuerza física dentro de los límites o contra los
Estados Unidos.

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El alcance y también el coste del intervencionismo se puede juzgar considerando


el actual presupuesto del Gobierno Federal y la magnitud de los gastos de los
gobiernos estatales y locales. El Presupuesto Federal para el año fiscal 2003
prevé un desembolso Federal total de 2.140.000 millones de dólares. De esa
suma sólo 364.600 millones están incluidos en la “Defensa Nacional”, 25.400
millones en “Defensa de la Patria”, y 18.300 millones en “Justicia”. Por las razones
ya explicadas, estas sumas serían substancialmente inferiores bajo una política de
laissez-faire. Pero incluso considerándolas a los niveles indicados, está claro que
la apabullante mayoría de los gastos del gobierno, esto es, los 2.140.000 millones
menos los 408.300 millones que se agrupan bajo estas tres partidas, son gastos
que representan la intervención del gobierno, gastos que no existirían bajo el
laissez-faire. Dichos gastos a nivel federal son claramente un exceso del 80% o
probablemente cerca del 90% del total de los gastos Federales. La eliminación de
este gasto haría posible la eliminación de los impuestos de sociedades, y los
impuestos especiales que financian la Seguridad Social, Medicare y Medicaid.

La situación es esencialmente la misma con respecto a las administraciones


estatales y locales. En el primer cuarto de este año el gasto local y estatal, de
acuerdo a las estadísticas publicadas por el propio Departamento de Análisis
Económico, tenía un exceso de 1.410.000 millones de dólares sobre la tasa anual.
De esta suma, no más del 15-20% estaba en la partida de “Seguridad y Orden
Público”.

Ya que los estados y las administraciones locales reciben actualmente casi


313.000 millones de dólares de los fondos que se gastan del Gobierno Federal, y
como esa suma ya está incluida en el gasto federal, el gasto total del gobierno que
va a los individuos y empresas es de 3.237.000 millones en vez de 3.550.000
millones.

Para poner esta suma en perspectiva, se debe comparar con los ingresos que se
obtienen, los llamados ingresos nacionales, que actualmente suponen unos
8.445.000 millones. Se debe aclarar que esta cifra está substancialmente inflada
por las llamadas imputaciones, esto es, asignaciones monetarias a actividades
económicas que no generan dinero. Un ejemplo de una imputación es el alquiler
neto que supuestamente perciben los dueños de las casas cuando se alquilan sus
hogares a sí mismos. Si se quitan estas imputaciones los ingresos nacionales se
reducen considerablemente, probablemente un 10%, lo que los pondría
aproximadamente en 7.600.000 millones.

De hecho, esta cifra debe reducirse significativamente aún más. Los ingresos
nacionales incluyen aproximadamente 1.028.000 millones de sueldos y salarios
pagados a los funcionarios. Para evaluar el impacto de los gastos del gobierno en
los contribuyentes, que deben pagar por ello, la mayoría de estos sueldos deben
ser deducidos de la cifra de los ingresos nacionales – todos ellos excepto la parte

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de ellos que son impuestos que no es más de un tercio a lo sumo. De esta forma
hemos ajustado la cifra a aproximadamente 6.911.000 millones, que supone una
sustracción de 689.000 millones de salarios de funcionarios después de
impuestos. De esto, uno debe también restar aproximadamente 218.000 millones
de intereses netos pagados por el Gobierno Federal, que se incluyen en los
ingresos nacionales. Una vez hecho esto, los ingresos nacionales que caen en las
manos de los contribuyentes, encima de los cuales se apoya el peso del gobierno,
es de 6.693.000 millones. Es esta la cifra con la que se debe juzgar el impacto de
los 3.237.000 millones de gastos del gobierno. Como porcentaje de esta cifra, el
gasto del gobierno supone aproximadamente el 48%. Esta es una carga enorme,
que es mucho más alta de lo que se dice normalmente.

Pero esta no es ni mucho menos toda la historia. Esta es sólo una medida del
coste directo del gasto del gobierno. Lo que el gobierno hace con el dinero que se
gasta puede suponer costes adicionales. Por ejemplo, el presupuesto federal para
este año lista un desembolso de 7.600 millones de dólares como partida para la
Agencia de Protección Medioambiental, que se encarga de hacer cumplir y aplicar
la legislación medioambiental y promulgar toda clase de regulaciones nuevas y
adicionales que se enmarcan dentro de la legislación. Esta agencia es la que
decide qué estándares en el aire y en el agua se deben cumplir, y cuáles son las
especies en peligro de extinción. El uso de los millones de dólares que tiene como
presupuesto ha servido indudablemente para imponer centenas de miles de
millones y posiblemente billones de dólares en gastos adicionales a las empresas
y a los consumidores a lo largo del país.

De hecho, se debe asumir que estos costes indirectos son el resultado de todas
las agencias reguladoras. Como consecuencia de la OSHA, la Administración de
Salud Ocupacional y Seguridad, CSPC la Comisión de Seguridad de Productos y
la NTSB, la Agencia de Seguridad de Transporte, los precios de los productos de
consumo se han incrementado significativamente para cumplir con los requisitos
de seguridad que dicta el gobierno. La FDA – Administración de Alimentos y
Medicamentos – añade a los costes de los nuevos medicamentos los retardos que
considere necesarios a su introducción. De hecho, provoca que gente sufra y
muera innecesariamente impidiendo la introducción de nuevos medicamentos que
han probado su eficacia durante muchos años en otros países. La FTC, Comisión
Federal de Comercio junto con el Departamento Antimonopolio del Ministerio de
Justicia, impide de forma rutinaria que las empresas consigan mayores economías
prohibiendo que se lleven a cabo fusiones que podrían reducir costes y por tanto
precios. La NLRB el Consejo de Relaciones del Trabajo, también encarece de
manera rutinaria los costes y los precios obligando al regateo con los sindicatos de
trabajadores y por tanto el pago de los salarios que demandan y la aceptación de
las reglas de trabajo que dictan. Por supuesto, al mismo tiempo, fomenta el
desempleo, porque para salarios más altos que impone, la cantidad de trabajo
demandada es menor que en comparación con lo que sería en un mercado de

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trabajo libre. Y quizás lo peor de todo es que la Comisión de la Reserva Federal


sistemáticamente infla el suministro de dinero en el país, causando por tanto todos
los graves problemas que resultan de la inflación, incluyendo recesiones
periódicas y la posibilidad de una deflación seria y de depresión.

Estos costes extraordinarios representan la naturaleza misma del


intervencionismo. Como hemos visto, mientras hay intervencionismo, se prohíbe a
los individuos realizar acciones pacíficas que estiman que van en su propio
interés, y se les obliga a realizar acciones que van en contra de sus intereses. Una
variedad importante de acciones que los individuos juzgan que van en su propio
interés son aquellas que hacen posible que consigan mejores resultados y
menores costes. Las acciones que tratan de evitar son aquellas con las que
consiguen resultados más pobres e incurren en mayores costes. Impidiendo que
los individuos hagan lo que va en su propio interés y obligando a que hagan lo que
van en contra de su interés, no es sorprendente que el intervencionismo logre
contener el progreso y aumentar los costes.

Creo que el coste creciente del intervencionismo es el responsable de que aparte


de la contribución de las mujeres trabajando más, los ingresos reales de gran
cantidad de familias en los Estados Unidos, han sido estacionarios o incluso han
bajado en los últimos treinta años o más.

Un vicio capital del intervencionismo es que tiende a crecer. En palabras de Mises


“Intervención anterior engendra intervención posterior.” Por ejemplo, el gobierno
impone controles en el precio del alquiler. El resultado es que los inversores
privados no quieren construir vivienda de alquiler, porque no es rentable. En lugar
de revocar los controles en el precio del alquiler, el gobierno se embarca en la
tarea de construir vivienda de protección oficial, y asegura que el mercado libre ha
fracasado.

O impone regulación en las tarifas ferroviarias y al mismo tiempo infla la oferta de


dinero, obliga a las compañías ferroviarias a tratar con los sindicatos y da enormes
subsidios para la construcción de autopistas. El resultado: falta de rentabilidad en
la industria ferroviaria, inversiones decrecientes y peor calidad de servicio, la suma
de todo es otro supuesto fallo del mercado libre y consecuentemente otra
supuesta necesidad de nacionalizar otra industria.

El mismo patrón se está repitiendo con respecto a las empresas privadas de


electricidad, cuyas tarifas están controladas, mientras la inflación eleva sus costes
y se les prohíbe construir instalaciones adicionales para cubrir el crecimiento en la
demanda, y a las que luego se les culpa de las carencias de energía.

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O el gobierno impone un salario mínimo y una legislación favorable a los


sindicatos, subiendo el precio de mercado de los trabajadores y generando paro.
Luego se producen grandes quejas alegando que el capitalismo sufre un problema
endémico de desempleo, y necesita un sistema de bienestar público y programas
gubernamentales de creación de empleo.

O el gobierno impone licencias médicas, que mantienen baja la oferta de médicos


e incrementa las tarifas artificialmente, haciendo que ciertos servicios estén fuera
del alcance de gente que de otra manera se lo podría permitir. Entonces, en un
esfuerzo por aliviar este problema, fomenta los así llamados seguros médicos
financiados por la empresa, que tienen el efecto de hacer que el coste de los
servicios médicos parezcan gratis para grandes cantidades de trabajadores. Este
es un sistema que debe ser entendido no como una clase cualquiera de seguro,
sino como una colectivización de los costes de los servicios médicos. Debido a la
falta de coste de los servicios médicos para el individuo en este tipo de plan, la
demanda tiende a crecer sin límite.

Los médicos tratan de aprovecharse del sistema ordenando más y más exámenes
y procedimientos que, pudiendo resultar en beneficio de los pacientes, no los
habrían ordenado si supieran que son los mismos pacientes lo que tienen que
correr con los gastos sin poder permitírselos. En poco tiempo, los médicos se
exponen a demandas por negligencia por no ordenar dichos exámenes e incluso
por tener en cuenta la situación financiera de los pacientes. Empiezan a practicar
“medicina defensiva”, pidiendo más y más exámenes para protegerse ellos
mismos de dichas demandas. Las pólizas de seguros por negligencia crecen más
y más.

En este proceso, el coste de la atención sanitaria se eleva fuera del alcance de


más y más gente que no tiene lo que se denomina “seguro” médico. Para arreglar
este problema, el gobierno establece los programas de “Medicare” y “Medicaid”. El
efecto de estos programas es el de aumentar aún más los costes de la asistencia
sanitaria y el de llevar a la ruina a cualquiera que esté fuera del sistema de
“seguro” médico y que necesite algún tipo de servicios médicos.

Finalmente, para limitar la subida en los costes, el gobierno toma más y más
control sobre lo que los médicos y los hospitales pueden hacer y cómo lo hacen.
Ese es el estado en el que estamos hoy en cuanto a asistencia sanitaria.

Además del coste económico, se debe notar que muchas, si no todas las agencias
administrativas que llevan a cabo los programas intervencionistas violan de
manera rutinaria las protecciones básicas de la ley anglosajona. Esto es porque en
ellas se mezcla el papel de legislador, ejecutor, fiscal, juez y jurado. Las
regulaciones que promulgan se publican en el Registro Federal y se añaden al

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Código de Regulaciones Federales, que ahora contiene varias decenas de


millares de páginas. Las regulaciones tienen carácter de ley y son muchas veces
ininteligibles, vagas, arbitrarias y contradictorias.

Sería un volumen muy valioso, o mejor una serie de volúmenes si se pudiera


escribir una obra titulada quizás “Sopa de letras o el coste y las consecuencias de
las regulaciones federales” que describiría en detalle el daño hecho por cada una
de las agencias administrativas y cada consejo de ministros. Naturalmente, se
debería hacer lo mismo a nivel estatal y local.

Tal proyecto debería tratar, por supuesto, los fundamentos intelectuales del
intervencionismo, esto es, las ideas y argumentos, las doctrinas y las teorías que
subyacen en cada caso y cuyas raíces intelectuales están en los escritos de
futuras tales como Marx, Keynes, Robinson y Chamberlin.

El papel de Marx es especialmente destacable. Es en su teoría de la explotación


donde subyace el supuesto que el intervencionismo no tiene ningún coste para
nadie excepto para los “explotadores” capitalistas; que de alguna manera sale del
“valor sobrante” o de los beneficios. Esta noción de que la intervención del
gobierno no tiene ningún coste para los supuestos beneficiarios se refuerza
poderosamente por la capacidad del gobierno de crear dinero, que hace que los
gastos parezca que no tienen coste para los ciudadanos, a los que no les suben
los impuestos inmediatamente para pagar el gasto cuando ese gasto se puede
pagar con el nuevo dinero creado.

El objetivo último de este proyecto, sería nada menos que la eliminación de toda la
intervención del gobierno y por tanto la consecución de una sociedad
completamente libre, más próspera y que progresa más rápidamente que la
sociedad que tenemos hoy. Su principal inspiración son las obras de Ludwig von
Mises, cuya lectura detallada y estudio por parte de expertos sería el prerrequisito
más importante para su consecución.

En estas líneas, quizás como una sección de Introducción a una tarea de tal
calibre, me gustaría ofrecer lo que creo que sería un programa pro-mercado y anti-
pobreza. Esto es, un programa para mitigar la pobreza pero no a través de una
mayor intervención gubernamental, que ha sido la forma estándar durante tanto
tiempo que la gente ha perdido la capacidad de imaginar una alternativa, sino a
través de un rechazo de la intervención del gobierno y el correspondiente
crecimiento de la esfera de la libertad económica.

Me gustaría explicar qué clases de cosas se deberían hacer, basándose en el


principio de abolir la intervención del gobierno y ampliar la libertad económica para
hacer posible que los trabajadores que cobran poco puedan ganar más dinero del

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¿Qué es el intervencionismo? – Reisman

que ganan ahora y se queden con más dinero de sus ingresos, y también qué
cosas se deberían hacer basándose en el mismo principio, para hacer que la
gente pobre se pudiera permitir asistencia sanitaria, vivienda y bienes en general.
Basándose en una combinación de salarios mayores y menores precios, se puede
reducir la pobreza en gran medida, si no eliminarla completamente.

Para incrementar los salarios de la gente pobre, la primera cosa que se debe
hacer es abolir las leyes que les impiden trabajar y, por tanto, ganar dinero. El
ejemplo más claro de este tipo de leyes es la ley del salario mínimo, que hace que
la gente se quede en el paro y les priva de una fuente de ingresos que podría ser
suya si trabajaran y de la oportunidad de ganar experiencia y desarrollar
posiblemente habilidades que les permitirían realizar un trabajo de más valor y,
por tanto, ganar más de lo que actualmente ganan.

La abolición de la ley del salario mínimo y el consiguiente empleo de más


trabajadores a menores sueldos serviría para reducir los costes de producción y
para incrementar la oferta de bienes y servicios producidos por el sistema
económico, ambas consecuencias contribuirían a reducir los precios. La gente
pobre que estaba antes en el paro ganaría más dinero y sería capaz de comprar
bienes y servicios a precios menores de los que había antes.

Por supuesto, esa gente pobre que tenía la suerte de tener empleo con salario
mínimo, estaría ganado un sueldo menor. Hasta cierto punto, esa reducción en
sueldo sería compensada por los menores precios, que serían consecuencia de
eliminar la ley del salario mínimo, como hemos visto. Si estos precios menores no
compensaran la reducción de salario, el mercado libre tiene un remedio por medio
del rechazo de las leyes pro-sindicalistas y de las leyes de licencias.

Dicha legislación es en esencia muy parecida a las leyes del salario mínimo. Es
una ley de salario mínimo para trabajadores semi-cualificados y cualificados. Al
igual que la ley del salario mínimo su objetivo es imponer por la fuerza unos
sueldos por encima del nivel que un mercado de trabajo libre fijaría. También, al
igual que la ley del salario mínimo, reduce la cantidad mano de obra demandada a
un nivel por debajo de la oferta disponible y por tanto provoca desempleo.

La única diferencia es que los trabajadores en paro, en estos casos no son


privados completamente de su empleo. Tienen posibilidades de trabajo
alternativas. Destituidos de los trabajos que tendrían en un mercado de trabajo
libre, pueden acudir a otros trabajos menos deseables. Por ejemplo, carpinteros,
electricistas y fontaneros en paro pueden buscar trabajo en fábricas, restaurantes
y otros establecimientos. Su entrada en estas líneas de trabajo, sin embargo, sirve
para aumentar la oferta de mano de obra. Esta mayor oferta de trabajadores

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solamente puede ser empleada con salarios más bajos de los que hubiera habido
en ausencia de dicha entrada de trabajadores.

Hasta este punto, se debe observar que el efecto de la legislación de licencias y


pro-sindicalista, es el de incrementar los salarios de ciertos trabajadores a costa
de reducir los salarios de otros trabajadores y al mismo tiempo, reducir la oferta de
bienes y servicios de mayor valor y aumentando la oferta de bienes y servicios de
menor valor en el sistema económico. El efecto es equivalente a la destrucción de
una parte de las habilidades y capacidades humanas.

Si los salarios de las líneas de trabajo a las que van los trabajadores desplazados
no pueden bajar, porque esas líneas están también sindicalizadas, los
trabajadores desplazados podrían todavía encontrar trabajo mientras sus
habilidades relativamente superiores les permitieran competir en mejor posición
con otros trabajadores menos cualificados en esas líneas. En dichos casos, hay
un desplazamiento de mano de obra hacia trabajos menos deseables. El proceso
de desplazamiento puede atravesar varias etapas. Una ley de salario mínimo hace
que acabe en paro puro y duro, y que los menos cualificados sufran las
consecuencias más duras.

Rechazando las leyes pro-sindicalistas y de licencias al mismo tiempo que la ley


del mínimo empleo invertiría este proceso. Al mismo tiempo que los trabajadores
anteriormente en paro entran en el mercado de trabajo por la parte baja, otros que
estuvieran en esa posición la dejarían, para moverse hacia arriba, hacia puestos
de trabajo de más alto nivel para los cuales estarían cualificados por sus
habilidades y de los cuales habrían sido excluidos por las leyes pro-sindicalistas y
de licencias. El resultado sería que los salarios en los niveles más bajos no
tendrían que caer tanto como lo habrían hecho si la ley de salario mínimo hubiera
sido rechazada.

En dichas circunstancias, había un incremento en la oferta de mano de obra en


todos los niveles de habilidades y capacidades en el sistema económico, una
caída en los salarios y en los costes de producción y un incremento de los bienes
y servicios acompañados por una caída en los precios.

Los mayores beneficiados por este proceso serían los pobres, especialmente
aquellos que previamente estaban en el paro. Estarían trabajando con un salario
resultado de la mínima bajada posible en el nivel de sueldos, pero esa bajada en
los salarios le los pobres que tienen la suerte de estar trabajando estaría
acompañada de una bajada en precios casi mayor.

La caída de precios no sólo sería mayor en el caso de los salarios de las clases
más pobres sino también en los salarios medios. Esto se sobreentiende del hecho

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de que la mano de obra empleada no sólo es mayor pero también está siendo
empleada de forma que se aprovechan mejor sus habilidades y capacidades, esto
es, de manera que la productividad es mayor.

El aumento en productividad se manifiesta en parte con el crecimiento de la


producción de los bienes más valorados a expensas la producción de los bienes
menos valorados. Esto implica un incremento de la oferta de productos mayor que
la oferta de mano de obra empleada y por tanto, si la demanda monetaria por
trabajo y productos se mantiene estable, la caída en los precios de los productos
será mayor que la caída en los salarios.

El incremento en la productividad de la mano de obra y el consiguiente incremento


en la oferta de productos en mayor proporción que el incremento en la oferta de
mano de obra y por tanto la caída en los precios de los productos en mayor
proporción que la caída en salarios resulta de la abolición de la legislación pro-
sindicalista. Esta legislación permite a los sindicatos la prohibición o el retraso en
la introducción de maquinaria que ahorre mano de obra, para evitar o minimizar la
competencia entre trabajadores y parar imponer costosas y arbitrarias reglas de
trabajo y monstruosas prácticas de sobre-contratación, suponiendo todo esto una
menor productividad de la mano de obra y por tanto una menor oferta de
productos relativa a la oferta de mano de obra y por tanto un mayor precio de los
productos mayor relativa a los salarios. Eliminando esta interferencia los precios
bajarían con relación a los salarios, es decir, los salarios reales se incrementarían.

Además, y esto es muy importante, el final del paro masivo que se conseguiría en
un mercado de trabajo libre serviría para incrementar los salarios reales
eliminando la carga de mantener a los desempleados los trabajadores tienen que
soportar, bien a través de contribuciones voluntarias para mantener a amigos o
familiares o a través de los impuestos para mantener la compensación de
desempleo y el bienestar público.

Otra fuente adicional para incrementar los salarios reales sería la abolición de los
programas del gobierno de Seguridad Social y Ayuda Médica. Esto tendría el
potencial de incrementar directamente lo que los trabajadores se llevan a casa de
sus salarios en un 15 %, siempre y cuando las así llamadas contribuciones de la
empresa para estos programas que ya son parte de los costes de mano de obra
para el empresario se pasaran a los trabajadores en forma de salarios netos
mayores.

Un incremento adicional en los salarios netos se conseguiría si a los trabajadores


se les diera la opción de salirse de los programas de seguro médico financiados
por la empresa y esas contribuciones se les dieran a los trabajadores
directamente, como salario neto en vez de ser beneficios libres de impuestos. Este

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cambio, como mostraré más adelante, es un paso importante para hacer posible
una reducción drástica del coste de la atención sanitaria.

Si el intervencionismo no se elimina de la manera que he descrito, o en otras


maneras no descritas aquí o al menos no se reduce substancialmente, entonces
sería necesario centrarse especialmente en la eliminación de las restricciones que
pesan sobre los trabajadores en otros aspectos. Mientras que en una economía
libre es posible que los salarios reales crezcan a niveles mayores y por tanto
reducir progresivamente la cantidad de trabajo necesaria para conseguir un
determinado nivel de vida, es decir, reducir al mismo tiempo las horas de trabajo y
la edad a la que se empieza a trabajar, un sistema económico caracterizado por la
intervención del gobierno requiere que el resultado sea opuesto si las personas no
se quieren empobrecer totalmente. Esto es, requiere que las personas trabajen
más horas y empiecen a trabajar a una edad menor, para producir lo suficiente
para conseguir cubrir las voraces demandas del gobierno y sus propias
necesidades vitales. En otras palabras, para evitar que el intervencionismo lleve a
cantidades crecientes de personas a la más abyecta pobreza, se necesita que en
un determinado momento se rechacen las leyes contra el trabajo infantil y las
jornadas máximas de trabajo.

Las leyes de jornadas máximas de trabajo y de trabajo infantil son las vacas
sagradas del intervencionismo, porque generalmente se cree que la cantidad de
trabajo que los trabajadores ponen afecta a los beneficios de los empresarios en
vez de a los salarios de los trabajadores. La base de esta idea está en la teoría de
la explotación de Marx, que sostiene que los salarios en un mercado de trabajo
libre están determinados por la cantidad de horas de trabajo necesarias para
producir los medios de subsistencia del trabajador y que las horas de trabajo
adicionales sirven para incrementar los beneficios del empresario. Basados en
esta idea completamente errónea, la gente cree que la obligatoria reducción de la
jornada de trabajo sirve meramente para reducir los beneficios y no los salarios y
que la prohibición del trabajo infantil tiene exactamente el mismo efecto.

Por supuesto, la verdad es que los salarios no están determinados por los medios
de subsistencia mínimos sino por la demanda y oferta de mano de obra. Y
mientras una mayor oferta de mano de obra sirve para reducir los salarios por
hora, su rendimiento también incrementa la oferta de bienes para los
consumidores y reduce los precios de estos bienes. Asumiendo que las demandas
de mano de obra y de bienes se mantienen constantes, y una producción
constante por unidad de mano de obra, la caída media en los salarios por hora,
debe estar acompañada por la correspondiente caída en los precios de los bienes.
A debido a que los trabajadores que trabajan horas extra son capaces de
compensar la caída en los sueldos por horas, se benefician del trabajo extra en
forma de precios menores en los bienes que compran.

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¿Qué es el intervencionismo? – Reisman

En otras palabras, unas jornadas de trabajo mayores y una edad de trabajo menor
sirve para incrementar los salarios reales y por tanto, una jornada de trabajo
menor y una edad más alta sirve para reducir los salarios reales. En un mercado
libre, el incremento progresivo en la producción por unidad de trabajo – la
productividad de la mano de obra – que es posible por el trabajo de científicos,
inventores y los empresarios y capitalistas, hace posible una caída progresiva en
los precios con relación a los salarios y por tanto un incremento progresivo en los
salarios reales. Es esto lo que permite la progresiva reducción de la jornada de
trabajo y la eliminación del trabajo infantil que caracteriza un mercado libre. Por el
contrario, la creciente intervención del gobierno invierte este proceso. Y entonces,
debido a la imperante ignorancia de la economía, mientras los intervencionistas se
llevan la gloria inmerecida por la reducción de las jornadas de trabajo y la
eliminación del trabajo infantil, los abanderados de la libertad económica son
criticados injustamente por promover la eliminación de dicha legislación para evitar
las consecuencias desastrosas del creciente intervencionismo.

Mi discusión sobre las maneras de incrementar los ingresos monetarios de la


gente pobre ha estado entrelazada con discusiones acerca de los precios que se
deben pagar y qué cosas contribuirían a reducir dichos precios. Esto es inevitable
porque los salarios reales están determinados por los precios tanto como por su
cantidad monetaria, y por tanto no hay manera lógica de discutir salarios sin
discutir precios.

Ahora quiero indicar las principales vías en las que los precios o coste que la
gente pobre tiene que pagar se podrían reducir por medio de la reducción de la
intervención del gobierno. Por supuesto, esta reducción de los costes beneficiaría
a cualquiera que comprara estos bienes y servicios.

Empecemos con la asistencia médica. Ya he dicho que un gran paso para reducir
radicalmente el coste de la asistencia médica sería que las contribuciones que
hacen las empresas como seguro médico se pagaran directamente a los
trabajadores en forma de ingresos libres de impuesto. Haciendo que los individuos
sean responsables financieros de su propia asistencia médica produciría que se
estos se resistieran en gran medida a incrementar los costes médicos y al mismo
tiempo introduciría presión para bajar dichos costes.

Para bajar los precios absurdamente inflados del sistema actual, también sería
necesario ampliar la esfera de la libertad económica de otras maneras. Una forma
fundamental de hacerlo sería la de establecer libertad de competencia entre los
hospitales. Incluso sin eliminar el restrictivo sistema actual de licencias, si fuera
posible que por ejemplo tres médicos con licencia establecieran su propio hospital,
y se especializaran en cualquier rama que quisieran, desde simples anginas o
apendicitis a operaciones coronarias de cuádruple bypass o tumores cerebrales,
los precios de hospitalización se reducirían drásticamente.

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¿Qué es el intervencionismo? – Reisman

Esto es debido a que los precios actuales de 2000 dólares al día exceden en gran
medida los costes de proveer los servicios hospitalarios. La competencia
hospitalaria reduciría los costes hasta el punto de que cubrieran los costes y
rindieran una tasa de beneficio suficiente. También operaría para reducir
progresivamente dichos costes mientras se mejora la calidad de los servicios que
se ofrecen, tal y como ocurre a lo largo y ancho del sistema económico. Se
podrían eliminar todos los costes del papeleo innecesario y del cumplimiento de
interminables regulaciones arbitrarias del gobierno, así como la necesidad de
subvencionar a los pacientes que no paguen.

Un requerimiento esencial para reducir los costes sería respetar la libertad de los
pacientes y de los hospitales de salirse de los estándares de negligencia que se
han desarrollado en las últimas décadas y de guiarse por estándares anteriores
mucho más razonables. La misma libertad de contrato en los estándares de
negligencia se podría aplicar a la relación entre el médico y el paciente y todas las
leyes y regulaciones del gobierno que impiden que los médicos ofrezcan
descuentos a pacientes que no están asegurados deberían abolirse. Sería
tremendamente útil el permitir que los médicos no declararan los ingresos de los
pacientes que no están asegurados en la declaración de la renta.

Estas medidas harían que los individuos que eligieran recibir el dinero del seguro
médico que pagan las empresas como sueldo neto, se pudieran permitir el coste
de la asistencia médica.

Ahora centrémonos en el coste de la vivienda y como se podría reducir para


beneficiar a la gente más pobre. Las leyes y regulaciones que imponen estándares
mínimos de vivienda, tales como las que afectan al tamaño mínimo de los
apartamentos y el área mínima de las ventanas tienen el efecto de imponer
estándares que muchas veces son más altos de los que la gente pobre se puede
permitir. Son comparables a una ley que en nombre de la seguridad o la reducción
de la contaminación prohibiera circular por las calles y las autopistas a vehículos
con más de ciertos años. Precisamente los vehículos más viejos son los más
baratos y son los que la gente pobre se puede permitir. El efecto que dicha ley
tendría en la gente más pobre es el de prohibirles conducir. De la misma manera,
las leyes que prohíben viviendas de calidades más bajas, que son la gente pobre
se puede permitir, sirven para privarles de vivienda. Las leyes y regulaciones que
prohíben que adultos sin ningún tipo de relación compartan vivienda tienen
exactamente el mismo efecto. Estoy convencido que todas esas leyes y
regulaciones son las responsable del fenómeno de los “sin-techo”.

La prohibición de construir en ciertos terrenos por regulaciones medioambientales


hace que el terreno sea más escaso y más caro y por tanto, contribuye a subir el
precio de la vivienda. Las leyes de zonas que limitan la altura de los edificios e
incrementan arbitrariamente el tamaño de las parcelas tienen el mismo efecto. Los

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¿Qué es el intervencionismo? – Reisman

códigos de seguridad en la construcción impuestos por el gobierno, los retrasos en


los permisos de construcción, y las leyes y regulaciones que apoyan los salarios
más altos y las prácticas restrictivas de los sindicatos también sirven para
aumentar el precio de la vivienda, al igual que lo hacen los impuestos sobre la
propiedad y todo lo que obstaculice el ahorro. (El ahorro es la base de la
construcción en la vivienda y de las hipotecas. Cuanto mayor sea la oferta de
ahorro en relación con la demanda de bienes, menores serán los tipos de interés,
incluidas las hipotecas, y por tanto menor será el coste de la vivienda, incluida la
vivienda de alquiler. Más adelante, hablaré un poco acerca de cómo la
intervención del gobierno socava el ahorro y la acumulación de capital a lo largo y
ancho del sistema económico).

Las tarifas proteccionistas y los subsidios agrícolas se deben mencionar también


como causas de que los precios sean mayores y por tanto de que los salarios
reales sean menores de lo que deberían ser. Ya que los pobres son los que
menos se pueden permitir una reducción el los salarios reales, son las principales
víctimas. Los pobres son las principales víctimas de la intervención del gobierno
en general, porque son los que menos se pueden permitir pagar el coste de las
ineficiencias que derivan en costes y precios mayores.

Y esto me lleva a un tema más amplio. A saber, se debe entender que la principal
forma, la única forma significativa para eliminar la pobreza es aumentar la
productividad de la mano de obra. Esto es lo que hace que los sueldos reales se
incrementen, aumentando la oferta de bienes y servicios en relación a la oferta de
mano de obra y por consiguiente, reduciendo los precios en relación con los
salarios.

El incremento en productividad de la mano de obra se basa en la acumulación de


capital. La acumulación de capital es lo que pone en las manos del trabajador
medio las herramientas, la maquinaria, los materiales y los bienes manufacturados
de todas clases que hacen posible un aumento en la productividad. La
acumulación de capital está basada en sí misma, en la combinación de un nivel
suficiente de ahorro y provisión del consumo futuro en relación con el actual, y en
el progreso científico y tecnológico. Hace posible la progresiva adopción de
tecnologías más avanzadas y se apoya en dicha adopción, que hace posible la
producción creciente de más y mejores productos incluyendo futuros bienes de
producción.

Un aspecto clave del ahorro y de la provisión del consumo futuro en relación con
el actual es que determina la demanda de mano de obra en relación con la
demanda de bienes de consumo y por tanto el nivel de los salarios en relación con
los beneficios. Cuanto mayor es el ahorro y la provisión del consumo futuro,
mayores son los salarios con relación a los beneficios.

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¿Qué es el intervencionismo? – Reisman

Más profundo todavía que el ahorro, la acumulación de capital y el progreso


científico y tecnológico es la libertad económica con respecto a los derechos de
propiedad. La seguridad de la propiedad es esencial para que la gente ahorre e
invierta. Para ahorrar e invertir, la gente debe saber que lo que invierten y ahorran
será suyo y que no va a ser requisado por el gobierno o por otros individuos. La
libertad económica es indispensable para la acumulación de capital y el progreso
económico porque es la condición previa para que empresarios y capitalistas
inviertan, ahorren y hagan el uso más eficiente de los medios de producción.
Cuanto mayor sea el producto obtenido con los medios de producción existentes,
no sólo es mayor la cantidad de bienes de consumo sino también la cantidad de
bienes de producción. El resultado de cualquier acumulación de capital o provisión
para el futuro son mayores y por tanto la acumulación de capital es más fácil y
mayor.

Los impuestos como el impuesto progresivo de la renta, el impuesto de


sociedades y el impuesto de herencia y de ganancias de capital perjudican la
capacidad de acumular capital y ahorrar. Se pagan con fondos que se podrían
haber dedicado al ahorro o se podían haber gastado productivamente, por
ejemplo, se podrían haber gastado en bienes de producción o en mano de obra
por parte de las empresas. Sin embargo, el dinero se lo gasta el gobierno, o
aquellos a los que el gobierno se lo da, en bienes de consumo. El efecto de este
proceso es el de reducir la demanda de bienes de producción en relación a los
bienes de consumo y por tanto la producción de bienes de producción con relación
a los bienes de consumo. Esta es una fórmula muy efectiva parar impedir la
acumulación de capital.

El déficit de los presupuestos del gobierno, el sistema de seguridad social, y la


oferta de dinero inflada producen efectos negativos simulares en la acumulación
de capital. El déficit quita ahorro de las inversiones de las empresas y lo asigna a
financiar el gasto de consumo del gobierno. El sistema seguridad social hace que
los individuos ahorren menos, privándoles de los ingresos necesarios para ahorrar
y haciéndoles creer que los impuestos que pagan sus empresas al sistema son
ahorros para le futuro. Mientras tanto, el gobierno, consume dichos impuestos.

La oferta de dinero inflada, socava la acumulación de capital llevando a una


exageración sistemática de los beneficios y de los ingresos por interés y
produciendo un aumento de los impuestos sobre dichos ingresos, mientras que
simultáneamente aumenta los precios de los bienes de producción. El resultado es
que las empresas no tienen fondos suficientes. Al mismo tiempo, la exageración
del beneficio y los ingresos por interés, causados por dicha oferta inflada, fomenta
el consumo por parte de los individuos, a quienes se les hace creer que son más
ricos por el mero hecho de que la inflación ha elevado sus ingresos y los precios
de sus activos. La oferta de dinero inflada, socava la acumulación de capital de
otras formas también y lo discutiré en “La economía de la inflación”.

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¿Qué es el intervencionismo? – Reisman

El intervencionismo en todas sus formas sirve para minar la acumulación de


capital, la productividad de la mano de obra y los salarios reales. Lo hace en la
medida que sirve para reducir la producción del sistema económico, porque una
gran parte de esa producción son bienes de producción, y por tanto no sólo reduce
los bienes de consumo sino también los bienes de producción, y hace que la
acumulación de capital sea difícil o imposible.

Como conclusión, el intervencionismo reduce el nivel de vida de todo el mundo


pero su impacto es más brutal en los pobres que son los que menos se pueden
permitir dicha reducción. Si uno quiere eliminar la pobreza, sólo hay una manera
esencial de hacerlo y es la de establecer un sistema de libertad económica en su
nivel más amplio, es decir, el establecimiento de laissez-faire.

El principio más general y fundamental es el de que toda prosperidad económica


se basa en libertad económica.

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