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En el Evangelio de hoy, Herodes se enfrenta con la

pregunta fundamental sobre la personalidad de Jesús:


¿Quién es este sobre el que oigo decir tales cosas?
Esto lo llevara a desear conocerlo. Pero, el encuentro
con Jesús lo llevará a desear ver milagros, a burlarse
de Él y terminará acabando con su vida. ¿A dónde nos
lleva nuestro encuentro con Jesús? ¿Cambia en algo
nuestra vida o nos deja igual? ¿Queremos como María
y sus parientes, acercarnos a Jesús, estar al lado de Él,
construir con él nuestra vida? Ojalá podamos
reconocer en Jesús al Salvador, al Camino que nos
conduce a la Verdadera Vida y podamos construir
nuestra vida en esta Roca.
Evangelio de San Lucas 9,7-9
Vamos a estudiar la REACCIÓN DE HERODES
ANTE LA FAMA DE JESÚS (9,7-9: “El tetrarca
Herodes fue enterándose de todo lo que pasaba. Y
estaba perplejo, porque había gente que comentaba
que Juan había resucitado de entre los muertos; otros,
en cambio, decían que había aparecido Elías, y otros,
que un profeta de los antiguos había vuelto a la vida.
Pero Herodes reflexionaba: «A Juan le corté yo la
cabeza. Pues, entonces, ¿quién es éste de quien oigo
semejantes cosas?» Y tenía grandes deseos de verle”).
Comienza aquí una nueva sección del Evangelio según
Lucas, en la que el evangelista concentra todas sus
preocupaciones sobre la identidad de Jesús. Eso no
quiere decir que no haya venido presentando la
identidad de su protagonista desde el mismo comienzo
de la narración (véase, por ejemplo, Lucas 2,11: “os
ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador,
que es el Cristo Señor”). Pero ahora, en los siguientes
cuarenta y cuatro versículos, se dedica a esa tarea de
un modo extraordinariamente relevante. La función de
todo este bloque narrativo no consiste únicamente en
preparar el gran relato del viaje a Jerusalén, que
comienza en Lucas 9,51 (“Sucedió que como se iban
cumpliendo los días de su asunción, él se afirmó en su
voluntad de ir a Jerusalén”), sino que, además, debido
a ciertas modificaciones de los materiales de Marcos,
esta secuencia de episodios crea toda una sección,
dentro del evangelio, dedicada particularmente a dar
toda su relevancia a la identidad de Jesús. En los
pasajes fundamentales inspirados en «Marcos» hay
que tener en cuenta estas tres cosas: a) La
transposición operada por Lucas de la referencia al
encarcelamiento de Juan Bautista. La indicación está
tomada de Marcos (Marcos 6,17-29: “Es que Herodes
era el que había enviado a prender a Juan y le había
encadenado en la cárcel por causa de Herodías, la
mujer de su hermano Filipo, con quien Herodes se
había casado. Porque Juan decía a Herodes: «No te
está permitido tener la mujer de tu hermano.»
Herodías le aborrecía y quería matarle, pero no
podía, pues Herodes temía a Juan, sabiendo que era
hombre justo y santo, y le protegía; y al oírle, quedaba
muy perplejo, y le escuchaba con gusto. Y llegó el día
oportuno, cuando Herodes, en su cumpleaños, dio un
banquete a sus magnates, a los tribunos y a los
principales de Galilea. Entró la hija de la misma
Herodías, danzó, y gustó mucho a Herodes y a los
comensales. El rey, entonces, dijo a la muchacha:
«Pídeme lo que quieras y te lo daré.» Y le juró: «Te
daré lo que me pidas, hasta la mitad de mi reino.»
Salió la muchacha y preguntó a su madre: «¿Qué voy
a pedir?» Y ella le dijo: «La cabeza de Juan el
Bautista.» Entrando al punto apresuradamente
adonde estaba el rey, le pidió: «Quiero que ahora
mismo me des, en una bandeja, la cabeza de Juan el
Bautista.» El rey se llenó de tristeza, pero no quiso
desairarla a causa del juramento y de los comensales.
Y al instante mandó el rey a uno de su guardia, con
orden de traerle la cabeza de Juan. Se fue y le
decapitó en la cárcel y trajo su cabeza en una
bandeja, y se la dio a la muchacha, y la muchacha se
la dio a su madre. Al enterarse sus discípulos, vinieron
a recoger el cadáver y le dieron sepultura”), pero
reducida al mínimo y colocada como conclusión de la
actividad preparatoria de Juan (véase Lucas 3,19-20:
“Pero Herodes, el tetrarca, reprendido por él a causa
de Herodías, la mujer de su hermano, y a causa de
todas las malas acciones que había hecho, añadió a
todas ellas la de encerrar a Juan en la cárcel”). b) La
llamada «omisión mayor», que corresponde a Marcos
6,45-8,26, y que empieza a partir de Lucas 9,17:
“Comieron todos hasta saciarse. Se recogieron los
trozos que les habían sobrado: doce canastos”. c) La
omisión de Marcos 9,9-13 (“Y cuando bajaban del
monte les ordenó que a nadie contasen lo que habían
visto hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre
los muertos. Ellos observaron esta recomendación,
discutiendo entre sí qué era eso de «resucitar de entre
los muertos.» Y le preguntaban: «¿Por qué dicen los
escribas que Elías debe venir primero?» Él les
contestó: «Elías vendrá primero y restablecerá todo;
mas, ¿cómo está escrito del Hijo del hombre que
sufrirá mucho y que será despreciado? Pues bien, yo
os digo: Elías ha venido ya y han hecho con él cuanto
han querido, según estaba escrito de él»”), es decir, la
referencia de Jesús a Elías, mientras desciende de la
montaña en compañía de sus discípulos. Sea cual sea
la explicación de estas omisiones, el hecho es que la
configuración actual de los materiales confiere a estos
episodios concretos un carácter muy peculiar, sobre
todo si se consideran como una unidad narrativa. En
concreto, estos tres versículos que comentamos (Lucas
9,7-9: “El tetrarca Herodes fue enterándose de todo lo
que pasaba. Y estaba perplejo, porque había gente que
comentaba que Juan había resucitado de entre los
muertos; otros, en cambio, decían que había
aparecido Elías, y otros, que un profeta de los
antiguos había vuelto a la vida. Pero Herodes
reflexionaba: «A Juan le corté yo la cabeza. Pues,
entonces, ¿quién es éste de quien oigo semejantes
cosas?» Y tenía grandes deseos de verle”), aunque no
hacen más que reproducir, con ligeras modificaciones,
el texto de Marcos (Marcos 6,14-16: “Se enteró el rey
Herodes, pues su nombre se había hecho célebre.
Algunos decían: «Juan el Bautista ha resucitado de
entre los muertos y por eso actúan en él fuerzas
milagrosas.» Otros decían: «Es Elías»; otros: «Es un
profeta como los demás profetas.» Al enterarse
Herodes, dijo: «Aquel Juan, a quien yo decapité, ése
ha resucitado»”), conservan la reacción de Herodes
ante la actividad de Jesús, pero con un enfoque distinto
y una diferente funcionalidad. Si Lucas introduce aquí
la figura del tetrarca Herodes no es para contar el
desenlace de sus enfrentamientos con el Bautista. En
Marcos, la reacción de Herodes no es más que un
eslabón - el último - de una cadena de diferentes
reacciones, y la pregunta que se hace el rey (βασιλεὺς:
Marcos 6,14: "Se enteró el rey Herodes, pues su
nombre se había hecho célebre. Algunos decían:
«Juan el Bautista ha resucitado de entre los muertos y
por eso actúan en él fuerzas milagrosas»") parece
expresar una conciencia de culpabilidad. Pero, en la
redacción de Lucas, el funcionamiento es diferente,
como lo demuestra la serie de modificaciones que
ofrecemos a continuación: a) Lucas presenta a Herodes
como ὁ τετραάρχης («el tetrarca», Lucas 9,7: "Se
enteró el tetrarca Herodes de todo lo que pasaba, y
estaba perplejo; porque unos decían que Juan había
resucitado de entre los muertos”), sin duda porque ya
le ha dado ese título anteriormente en Lucas 3,1 (“En
el año quince del imperio de Tiberio César, siendo
Poncio Pilato procurador de Judea, y Herodes
tetrarca de Galilea; Filipo, su hermano, tetrarca de
Iturea y de Traconítida, y Lisanias tetrarca de
Abilene”); de hecho, una de las coincidencias menores
entre Mateo y Lucas, en oposición a Marcos, dentro de
la llamada «triple tradición», es precisamente ese título
(véase Mateo 14,1: “En aquel tiempo se enteró el
tetrarca Herodes de la fama de Jesús”). b) Lo que
provoca la reacción de Herodes, según Lucas, es τὰ
γινόμενα πάντα («todo lo que pasaba»), expresión
mucho más genérica que la clara alusión de Marcos a
los prodigios realizados por Jesús (véase Marcos 6,14:
"Se enteró el rey Herodes, pues su nombre se había
hecho célebre. Algunos decían: «Juan el Bautista ha
resucitado de entre los muertos y por eso actúan en él
fuerzas milagrosas»"). c) La reacción de Herodes se
describe explícitamente como de «perplejidad» (Lucas
9,7: "Se enteró el tetrarca Herodes de todo lo que
pasaba, y estaba perplejo; porque unos decían que
Juan había resucitado de entre los muertos”), con lo
cual ya queda preparada la pregunta que va a
formularse en el versículo 9 ("¿Quién es, pues, éste de
quien oigo tales cosas?"). d) Las diversas opiniones
sobre la personalidad de Jesús se formulan con un
triple ὅτι (que): «que Juan había resucitado..., que
había aparecido Elías..., que un profeta de los
antiguos...»; en el original griego se presentan como
tres subordinadas paralelas, que especifican el
contenido de διὰ τὸ λέγεσθαι («porque se decía»,
«porque había gente que decía»; Lucas 9,7b: "porque
unos decían que Juan había resucitado de entre los
muertos”). e) Lucas pone en labios de Herodes una
pregunta bien precisa, incluso dramática: «¿Quién es
éste de quien oigo semejantes cosas?» (Lucas 9,9c).
Ésa es la verdadera cuestión, a la que van a dar
respuesta, implícita o explícitamente, los restantes
episodios de este capítulo. f) Como conclusión, Lucas
añade que el tetrarca «tenía grandes deseos de ver» a
Jesús (Lucas 9,9d: “Y buscaba verle.); así se preparan,
ya desde este momento, las ulteriores referencias a ese
personaje (Lucas 13,31: "En ese momento se
acercaron algunos fariseos que le dijeron: «Aléjate de
aquí, porque Herodes quiere matarte»”; 23,8: “Y, al
saber que era de la jurisdicción de Herodes, le remitió
a Herodes, que por aquellos días estaba también en
Jerusalén”). Desde un punto de vista de historia de las
formas, habrá que clasificar este episodio (Lucas 9,7-
9: “El tetrarca Herodes fue enterándose de todo lo
que pasaba. Y estaba perplejo, porque había gente que
comentaba que Juan había resucitado de entre los
muertos; otros, en cambio, decían que había
aparecido Elías, y otros, que un profeta de los
antiguos había vuelto a la vida. Pero Herodes
reflexionaba: «A Juan le corté yo la cabeza. Pues,
entonces, ¿quién es éste de quien oigo semejantes
cosas?» Y tenía grandes deseos de verle”) como una
«narración sobre Jesús» (V. Taylor). El episodio es
parte integrante de la tradición narrativa del evangelio.
R. Bultmann, al estudiar el pasaje paralelo de Marcos
(Marcos 6,14-29: “Se enteró el rey Herodes, pues su
nombre se había hecho célebre. Algunos decían:
«Juan el Bautista ha resucitado de entre los muertos y
por eso actúan en él fuerzas milagrosas.» Otros
decían: «Es Elías»; otros: «Es un profeta como los
demás profetas.» Al enterarse Herodes, dijo: «Aquel
Juan, a quien yo decapité, ése ha resucitado.» Es que
Herodes era el que había enviado a prender a Juan y
le había encadenado en la cárcel por causa de
Herodías, la mujer de su hermano Filipo, con quien
Herodes se había casado. Porque Juan decía a
Herodes: «No te está permitido tener la mujer de tu
hermano.» Herodías le aborrecía y quería matarle,
pero no podía, pues Herodes temía a Juan, sabiendo
que era hombre justo y santo, y le protegía; y al oírle,
quedaba muy perplejo, y le escuchaba con gusto. Y
llegó el día oportuno, cuando Herodes, en su
cumpleaños, dio un banquete a sus magnates, a los
tribunos y a los principales de Galilea. Entró la hija
de la misma Herodías, danzó, y gustó mucho a
Herodes y a los comensales. El rey, entonces, dijo a la
muchacha: «Pídeme lo que quieras y te lo daré.» Y le
juró: «Te daré lo que me pidas, hasta la mitad de mi
reino.» Salió la muchacha y preguntó a su madre:
«¿Qué voy a pedir?» Y ella le dijo: «La cabeza de
Juan el Bautista.» Entrando al punto apresuradamente
adonde estaba el rey, le pidió: «Quiero que ahora
mismo me des, en una bandeja, la cabeza de Juan el
Bautista.» El rey se llenó de tristeza, pero no quiso
desairarla a causa del juramento y de los comensales.
Y al instante mandó el rey a uno de su guardia, con
orden de traerle la cabeza de Juan. Se fue y le
decapitó en la cárcel y trajo su cabeza en una
bandeja, y se la dio a la muchacha, y la muchacha se
la dio a su madre. Al enterarse sus discípulos, vinieron
a recoger el cadáver y le dieron sepultura”), lo
clasifica como «leyenda». Pero no deja de observar al
mismo tiempo la ausencia de características
decididamente cristianas; por eso acepta como
probable su proveniencia de alguna tradición judeo-
helenística, dado el paralelismo con ciertos pasajes de
la literatura pagana (Herodoto; Tito Livio; Plutarco).
En cuanto a la historicidad del episodio, Bultmann se
inclina más bien por la negativa; en cambio, H.
Windisch la defiende sin la más mínima reserva. Pero
el episodio de Marcos trata, fundamentalmente, de los
detalles de la muerte de Juan; por eso no nos interesa
aquí entrar en análisis pormenorizados, puesto que
Lucas omitió esa narración. La transposición lucana
del encarcelamiento de Juan no dice nada sobre su
muerte (véase Lucas 3,19-20: "Herodes el tetrarca,
siendo reprendido por él por causa de Herodías,
mujer de su hermano, y por todas las maldades que
Herodes había hecho, añadió además a todas ellas,
ésta: que encerró a Juan en la cárcel"); sólo ahora nos
enteramos de su decapitación a manos de Herodes.
Sobre el encarcelamiento y muerte del Bautista
tenemos el testimonio del historiador Flavio Josefo, de
modo que no se puede dudar de la fiabilidad de Lucas
en lo tocante a estos detalles. Sin embargo, en la
perspectiva teológica del Evangelio según Lucas, este
episodio tiene un sentido indiscutiblemente
cristológico. Al mismo tiempo que plantea la pregunta
esencial de la cristología, ofrece la panorámica de una
enorme diversidad de respuestas. Los mismos pasajes
que en el Evangelio según Marcos tienen una
pluralidad de funciones, quedan aquí canalizados por
la pregunta fundamental de Herodes en una dirección
unitaria. De esta manera, el episodio se convierte en
punto culminante de la cristología, que da sentido a
todo lo precedente y, al mismo tiempo, prepara la
sección central de toda la narración evangélica: el
viaje de Jesús a Jerusalén. En cuanto a las respuestas
que se proponen, no todas son del mismo tipo ni tienen
idéntico valor: unas son explícitas, otras implícitas; en
unas se emplean títulos procedentes de la tradición
prelucana, mientras que en otras los títulos son propios
de Lucas. En resumen, se puede decir, con H.
Conzelmann, que «constituyen una serie de
afirmaciones cristológicas, unificadas por el autor, a
base de alterar sus fuentes e introducir ciertas
variaciones en los elementos dominantes de Marcos».
Cabría preguntarse por qué Lucas pone esta pregunta
fundamental en labios de Herodes, el tetrarca de
Galilea, y precisamente en este momento de la
narración evangélica. Al parecer, la intención del
evangelista consiste en atribuir esa pregunta a un
personaje de particular relevancia, y, concretamente, a
la máxima autoridad de la región de Galilea, donde
Jesús ha desarrollado, hasta este momento, su
actividad ministerial. De este modo, las diferentes
respuestas que se dan a continuación podrán
manifestar adecuadamente la propia autoridad de
Jesús. Y no sólo eso, sino que, además, todo ello va a
incidir de manera determinante en el propio relato del
viaje de Jesús a Jerusalén. Efectivamente, ese viaje va
a mostrar a Jesús en pleno ejercicio de su autoridad,
dirigida a la formación de sus testigos procedentes de
Galilea, y que le acompañan en su viaje a Jerusalén, la
ciudad donde va a cumplirse su destino definitivo. Un
elemento secundario, pero presente en este episodio, es
la connotación profética del ministerio de Jesús. Las
tres figuras con que se le compara, según los
comentarios que llegan a oídos de Herodes, son de
carácter profético: Juan, el Bautista, ya ha sido
presentado por el propio Jesús como «más que un
profeta» (Lucas 7,26: "¿Qué salieron a ver entonces?
¿Un profeta? Les aseguro que sí, y más que un
profeta"); Elías es casi un símbolo de la profecía
veterotestamentaria, y, en opinión de algunos, Jesús es
«un profeta de los antiguos». Esa triple identificación
proviene, aunque con ligeras modificaciones, de
Marcos 6,14-15 ("El rey Herodes se enteró de esto,
pues el nombre de Jesús se había hecho célebre, y la
gente decía: Juan el Bautista ha resucitado de entre
los muertos, por eso es que estos poderes milagrosos
actúan en él. Pero otros decían: Es Elías. Y decían
otros: Es un profeta, como uno de los profetas
antiguos"); pero volverá a aparecer en Lucas 9,19
("Entonces ellos respondieron, y dijeron: Unos, Juan
el Bautista, otros, Elías, y otros, que algún profeta de
los antiguos ha resucitado"), aunque esta vez derivada
de Marcos 8,28: "Y le respondieron, diciendo: Unos,
Juan el Bautista; y otros, Elías; pero otros, uno de los
profetas". Se puede decir, casi con toda seguridad, que
las dos referencias a esa misma identificación, en el
Evangelio según Marcos, provienen de diversos
estratos de la tradición anterior al propio segundo
evangelista (R. Pesch). El conjunto de este episodio y
los que siguen a continuación, hasta Lucas 9,50 ("Pero
Jesús le dijo: «No se lo impidan, porque el que no está
contra ustedes, está con ustedes»"), es un buen
ejemplo de lo que E. E. Ellis ha calificado de
«combinación y reelaboración lucana de elementos de
la tradición precedente») EL TETRARCA
HERODES (El personaje es Herodes (Ἡρῴδης)
Antipas, hijo menor de Herodes el Grande y de
Maltace, que heredó parte de los dominios de su padre
a la muerte de éste y gobernó sus territorios desde el
año 4 a. C. Según Flavio Josefo, «los ingresos que
percibía de las regiones de Perea y Galilea sumaban
anualmente la cifra de doscientos talentos». A este
personaje es al que se refiere Lucas a lo largo de su
narración evangélica (Lucas 3,19-20: "Herodes el
tetrarca, siendo reprendido por él por causa de
Herodías, mujer de su hermano, y por todas las
maldades que Herodes había hecho, añadió además a
todas ellas, ésta: que encerró a Juan en la cárcel";
9,7-9: "Se enteró el tetrarca Herodes de todo lo que
pasaba, y estaba perplejo; porque unos decían que Juan
había resucitado de entre los muertos; otros, que Elías
se había aparecido; y otros, que uno de los antiguos
profetas había resucitado. Herodes dijo: «A Juan, le
decapité yo. ¿Quién es, pues, éste de quien oigo tales
cosas?» Y buscaba verle"; 13,31-33: "En ese momento
se acercaron algunos fariseos que le dijeron: «Aléjate
de aquí, porque Herodes quiere matarte». Él les
respondió: «Vayan a decir a esa zorra: hoy y mañana
expulso a los demonios y realizo curaciones, y al
tercer día habré terminado. Pero debo seguir mi
camino hoy, mañana y pasado, porque no puede ser
que un profeta muera fuera de Jerusalén"; 23,6-15: "Al
oír esto, Pilatos preguntó si ese hombre era galileo. Y
habiéndose asegurado de que pertenecía a la
jurisdicción de Herodes, se lo envió. En esos días,
también Herodes se encontraba en Jerusalén. Herodes
se alegró mucho al ver a Jesús. Hacía tiempo que
deseaba verlo, por lo que había oído decir de él, y
esperaba que hiciera algún prodigio en su presencia.
Le hizo muchas preguntas, pero Jesús no le respondió
nada. Entre tanto, los sumos sacerdotes y los escribas
estaban allí y lo acusaban con vehemencia. Herodes y
sus guardias, después de tratarlo con desprecio y
ponerlo en ridículo, lo cubrieron con un magnífico
manto y lo enviaron de nuevo a Pilatos. Y ese mismo
día, Herodes y Pilatos, que estaban enemistados, se
hicieron amigos. Pilatos convocó a los sumos
sacerdotes, a los jefes y al pueblo, y les dijo: «Ustedes
me han traído a este hombre, acusándolo de incitar al
pueblo a la rebelión. Pero yo lo interrogué delante de
ustedes y no encontré ningún motivo de condena en
los cargos de que lo acusan; ni tampoco Herodes, ya
que él lo ha devuelto a este tribunal. Como ven, este
hombre no ha hecho nada que merezca la muerte").
Gobernó como tetrarca (τετράρχης) hasta el año 39 d.
C, cuando el emperador Calígula, molesto porque
Herodes pretendía convertir su título honorífico de
«rey» en una auténtica «realeza», lo depuso y lo
desterró al sur de las Galias (ver Marcos 6,14: "Se
enteró el rey Herodes, pues su nombre se había hecho
célebre. Algunos decían: «Juan el Bautista ha
resucitado de entre los muertos y por eso actúan en él
fuerzas milagrosas»", donde se le da el título de «rey»,
βασιλεὺς). La designación «tetrarca (τετράρχης)» se
refería, originariamente, al que reinaba sobre la cuarta
parte de un determinado territorio. Pero en tiempos de
la tradición evangélica ya se había convertido en un
formulismo para referirse a un príncipe de poco rango.
Su presencia en este momento de la narración se debe
a su condición de máxima autoridad de Galilea, región
en la que, por el momento, se desarrolla toda la
actividad evangelizadora de Jesús. En Marcos 6,14:
"Se enteró el rey Herodes, pues su nombre se había
hecho célebre. Algunos decían: «Juan el Bautista ha
resucitado de entre los muertos y por eso actúan en él
fuerzas milagrosas»" se le presenta, abusivamente,
como «el rey Herodes»; el título de «rey» (βασιλεὺς)
correspondía, en realidad, a su padre, Herodes el
Grande. V. Taylor, trata de justificar el empleo de ese
título como reflejo de una costumbre muy arraigada en
la población local) FUE ENTERÁNDOSE (Fitzmyer
traduce de esta manera - más bien que «se enteró» -
para expresar el matiz incoativo del aoristo Ἤκουσεν.
La expresión hace referencia a los rumores que le iban
llegando al tetrarca) DE TODO LO QUE PASABA
(Es decir, la actividad de Jesús, tanto de proclamación
como de curaciones. Lucas no menciona
expresamente, como lo hace Marcos, los «poderes
(δυνάμεις) que actuaban» en Jesús (Marcos 6,14: "Se
enteró el rey Herodes, pues su nombre se había hecho
célebre. Algunos decían: «Juan el Bautista ha
resucitado de entre los muertos y por eso actúan en él
fuerzas milagrosas»"). Algunos códices añaden ὑπ’
αὐτοῦ («por medio de él», es decir, por medio de
Jesús), pero la expresión falta en los códices más
representativos y de más amplia difusión geográfica.
Se impone, pues, esta última lectura) Y ESTABA
PERPLEJO PORQUE HABÍA GENTE QUE
COMENTABA (Lucas añade esta observación de
carácter psicológico, en vez de la afirmación de
Marcos (Marcos 6,16: "Al enterarse Herodes, dijo:
«Aquel Juan, a quien yo decapité, ése ha resucitado»"),
que revela más bien la conciencia de culpabilidad de
Herodes. Con ese dato de la «perplejidad» (διαπορέιν,
dudar, estar perplejo) que afectaba al tetrarca, Lucas
presenta a Herodes más preocupado por los
comentarios de la gente que por su propia actuación
con respecto a Juan. Esta situación anímica es un
toque de preparación para la gran pregunta del
versículo 9 ("¿Quién es, pues, éste de quien oigo tales
cosas?"), y al mismo tiempo explica por qué el tetrarca
estaba tan ansioso de encontrar a Jesús) QUE JUAN
HABÍA RESUCITADO DE ENTRE LOS MUERTOS
(Eso quiere decir que la gente consideraba a Jesús
como Juan redivivo. Al principio de su narración
evangélica, Lucas no ha hecho más que una alusión al
encarcelamiento de Juan (Lucas 3,19-20: "Mientras
tanto el tetrarca Herodes, a quien Juan censuraba a
causa de Herodías – la mujer de su hermano– y por
todos los delitos que había cometido, cometió uno más
haciendo encarcelar a Juan"), sólo ahora nos
enteramos de su ejecución por mandato de Herodes)
OTROS, QUE ELÍAS SE HABÍA APARECIDO (J.
Schneider defiende que en los evangelios sinópticos
«hay muchas expresiones de la convicción popular de
que la llegada del Mesías tenía que estar precedida por
el retorno de Elías», y como ilustración de esa idea cita
este pasaje de Lucas (Lucas 7,17-20: "El rumor de lo
que Jesús acababa de hacer se difundió por toda la
Judea y en toda la región vecina. Juan fue informado
de todo esto por sus discípulos y, llamando a dos de
ellos, los envió a decir al Señor: « ¿Eres tú el que ha
de venir o debemos esperar a otro?». Cuando se
presentaron ante él, le dijeron: «Juan el Bautista nos
envía a preguntarte: "¿Eres tú el que ha de venir o
debemos esperar a otro?"»"). El mensajero al que se
hace alusión en Malaquías 3,1 ("Yo envío a mi
mensajero, para que prepare el camino delante de mí.
Y en seguida entrará en su Templo el Señor que
ustedes buscan; y el Ángel de la alianza que ustedes
desean ya viene, dice el Señor de los ejércitos") se
identifica, más adelante (Malaquías 3,23: "Yo les voy
a enviar a Elías, el profeta, antes que llegue el Día del
Señor, grande y terrible"), con Elías, que será enviado
«antes de que llegue el día del Señor, grande y
terrible». La temática de Elías redivivo depende de un
acontecimiento narrado en el segundo libro de los
Reyes (2 Reyes 2,11: «Mientras ellos (Elías y Elíseo)
seguían conversando por el camino, los separó un
carro de fuego con caballos de fuego, y Elías subió al
cielo en el torbellino»). La separación no se produce
por la muerte y consiguiente sepultura, sino porque
Elías es arrebatado al cielo, de donde se esperaba que
habría de regresar) Y OTROS, QUE UNO DE LOS
ANTIGUOS PROFETAS (La redacción de Lucas
presenta a Jesús como «un» profeta redivivo, mientras
que Marcos dice concretamente «un profeta
comparable a los antiguos» (Marcos 6,15) La
identificación con un profeta determinado queda en
suspenso. Ahora bien, como se acaba de mencionar a
Elías, se podría pensar en una referencia al «profeta
como Moisés», pero esto no es, ni mucho menos,
seguro. Otra de las figuras cuya aparición se esperaba,
por aquel entonces, era Jeremías (Mateo 16,14. "Y
ellos dijeron: Unos, Juan el Bautista; y otros, Elías;
pero otros, Jeremías o uno de los profetas."; 2
Macabeos 2,1-7: "Consta en los archivos que el
profeta Jeremías ordenó a los deportados que tomaran
fuego, como ya se ha indicado, y que el profeta,
después de entregarles la Ley, les mandó que no
olvidaran los preceptos del Señor, ni se desviaran al
ver los ídolos de oro y plata y la pompa que los
rodeaba. Entre otras recomendaciones similares, los
exhortaba una y otra vea a que no apartaran la Ley de
sus corazones. Se decía en el escrito cómo el profeta,
advertido por un oráculo, mandó llevar con él la Carpa
y el Arca, y cómo partió hacia la montaña donde
Moisés había subido para contemplar la herencia de
Dios. Al llegar, Jeremías encontró una caverna: allí
introdujo la Carpa, el Arca y el altar del incienso y
clausuró la entrada. Algunos de sus acompañantes
volvieron para poner señales en el camino, pero no
pudieron encontrarlo. Y cuando Jeremías se enteró de
esto, los reprendió, diciéndoles: «Ese lugar quedará
ignorado hasta que Dios tenga misericordia de su
pueblo y lo reúna"; 15,13-16: "Luego apareció también
un personaje que se destacaba por sus cabellos blancos
y su prestancia, revestido de una dignidad soberana y
majestuosa. Entonces Onías tomó la palabra y dijo:
«Este es Jeremías, el profeta de Dios, que ama a sus
hermanos, y ora sin cesar por su pueblo y por la
Ciudad santa». Después Jeremías extendió su mano
derecha y entregó a Judas una espada de oro, diciendo
mientras se la daba: «Recibe esta espada santa como
un don de Dios: con ella destruirás a tus enemigos»")
HABÍA VUELTO A LA VIDA (No se trata,
explícitamente, de una resurrección, sino más bien de
una aparición en escena. Aunque Lucas emplea
determinadas formas del verbo ᾰ̓νῐστᾰ́ναι (levantar)
especialmente los aoristos segundos, con significado
intransitivo y ciertas formas de la voz media, para
referirse a «resucitar» de entre los muertos (Lucas
16,31: " Mas Abraham le contestó: ``Si no escuchan a
Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán si
alguno se levanta de entre los muertos"; 18,33: " y
después de azotarle, le matarán, y al tercer día
resucitará"; 24,46: " y les dijo: Así está escrito, que el
Cristo padeciera y resucitara de entre los muertos al
tercer día"), no hay necesidad de postular aquí ese
significado preciso (igual que en Lucas 9,19: " Ellos
respondieron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que
Elías; otros, que un profeta de los antiguos había
resucitado»"), aunque tampoco se puede excluir
absolutamente, puesto que Lucas no sólo emplea el
verbo en ese sentido, sino que además ha cambiado
con toda deliberación la frase de Marcos, en la que se
identifica a Jesús como «un profeta comparable a los
antiguos» (Marcos 6,15). En cualquier caso, el
significado original del verbo ᾰ̓νῐστᾰ́ναι (levantar) es
«ponerse en pie», «estar en pie») HERODES DIJO:
«A JUAN, LE DECAPITÉ YO (Lucas conserva de su
fuente (Marcos 6,16: " Al enterarse Herodes, dijo:
«Aquel Juan, a quien yo decapité, ése ha resucitado»")
la confesión del propio Herodes sobre su ejecución de
Juan, pero no atribuye al tetrarca la convicción de que
el Bautista haya resucitado de entre los muertos. En
lugar de esa afirmación, Lucas pone en labios de
Herodes la pregunta fundamental sobre la identidad de
Jesús) ¿QUIÉN ES ÉSTE DE QUIEN OIGO
SEMEJANTES COSAS? (La pregunta, de hecho, ha
quedado ya preparada en Lucas 8,25 ("Después les
dijo: «¿Dónde está la fe de ustedes?». Y ellos, llenos
de temor y admiración, se decían unos a otros: «
¿Quién es este que ordena incluso al viento y a las
olas, y le obedecen?»"), donde los discípulos se
plantean esa cuestión, al ver que Jesús, con su palabra,
calma la tempestad. Para otras resonancias del
interrogante (Lucas 5,21: " Los escribas y los fariseos
comenzaron a preguntarse: « ¿Quién es este que
blasfema? ¿Quién puede perdonar los pecados, sino
sólo Dios?»"; 7,20: "Cuando se presentaron ante él, le
dijeron: «Juan el Bautista nos envía a preguntarte:
"¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a
otro?"»"; 7,49: "Los invitados pensaron: « ¿Quién es
este hombre, que llega hasta perdonar los pecados?»").
La pregunta en sí, dada su relativa frecuencia en el
Evangelio según Lucas, no tiene un valor
especialmente relevante. Lo que la hace
verdaderamente significativa es su función en este
momento de la narración evangélica, sobre todo a la
luz de los siguientes versículos 18-20 ("Y sucedió que
mientras él estaba orando a solas, se hallaban con él
los discípulos y él les preguntó: « ¿Quién dice la gente
que soy yo?» Ellos respondieron: «Unos, que Juan el
Bautista; otros, que Elías; otros, que un profeta de los
antiguos había resucitado.» Les dijo: «Y vosotros,
¿quién decís que soy yo?» Pedro le contestó: «El
Cristo de Dios»"). Las diversas modificaciones que
introduce Lucas en los siguientes episodios, derivados
de Marcos, presuponen esa pregunta decisiva) Y
TENÍA GRANDES DESEOS DE VERLE (El
significado de la frase contrasta con el sentido de una
formulación semejante en Lucas 8,20 ("Entonces le
anunciaron a Jesús: «Tu madre y tus hermanos están
ahí afuera y quieren verte»"). Lo que desea Herodes,
en realidad, es asistir a un espectáculo, es decir, ver
cómo Jesús hace alguno de sus prodigios. En realidad,
no tienen la más mínima relación con la fe, son,
simplemente, pura curiosidad.

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