En el Evangelio de hoy, Herodes se enfrenta con la
pregunta fundamental sobre la personalidad de Jesús:
¿Quién es este sobre el que oigo decir tales cosas? Esto lo llevara a desear conocerlo. Pero, el encuentro con Jesús lo llevará a desear ver milagros, a burlarse de Él y terminará acabando con su vida. ¿A dónde nos lleva nuestro encuentro con Jesús? ¿Cambia en algo nuestra vida o nos deja igual? ¿Queremos como María y sus parientes, acercarnos a Jesús, estar al lado de Él, construir con él nuestra vida? Ojalá podamos reconocer en Jesús al Salvador, al Camino que nos conduce a la Verdadera Vida y podamos construir nuestra vida en esta Roca. Evangelio de San Lucas 9,7-9 Vamos a estudiar la REACCIÓN DE HERODES ANTE LA FAMA DE JESÚS (9,7-9: “El tetrarca Herodes fue enterándose de todo lo que pasaba. Y estaba perplejo, porque había gente que comentaba que Juan había resucitado de entre los muertos; otros, en cambio, decían que había aparecido Elías, y otros, que un profeta de los antiguos había vuelto a la vida. Pero Herodes reflexionaba: «A Juan le corté yo la cabeza. Pues, entonces, ¿quién es éste de quien oigo semejantes cosas?» Y tenía grandes deseos de verle”). Comienza aquí una nueva sección del Evangelio según Lucas, en la que el evangelista concentra todas sus preocupaciones sobre la identidad de Jesús. Eso no quiere decir que no haya venido presentando la identidad de su protagonista desde el mismo comienzo de la narración (véase, por ejemplo, Lucas 2,11: “os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor”). Pero ahora, en los siguientes cuarenta y cuatro versículos, se dedica a esa tarea de un modo extraordinariamente relevante. La función de todo este bloque narrativo no consiste únicamente en preparar el gran relato del viaje a Jerusalén, que comienza en Lucas 9,51 (“Sucedió que como se iban cumpliendo los días de su asunción, él se afirmó en su voluntad de ir a Jerusalén”), sino que, además, debido a ciertas modificaciones de los materiales de Marcos, esta secuencia de episodios crea toda una sección, dentro del evangelio, dedicada particularmente a dar toda su relevancia a la identidad de Jesús. En los pasajes fundamentales inspirados en «Marcos» hay que tener en cuenta estas tres cosas: a) La transposición operada por Lucas de la referencia al encarcelamiento de Juan Bautista. La indicación está tomada de Marcos (Marcos 6,17-29: “Es que Herodes era el que había enviado a prender a Juan y le había encadenado en la cárcel por causa de Herodías, la mujer de su hermano Filipo, con quien Herodes se había casado. Porque Juan decía a Herodes: «No te está permitido tener la mujer de tu hermano.» Herodías le aborrecía y quería matarle, pero no podía, pues Herodes temía a Juan, sabiendo que era hombre justo y santo, y le protegía; y al oírle, quedaba muy perplejo, y le escuchaba con gusto. Y llegó el día oportuno, cuando Herodes, en su cumpleaños, dio un banquete a sus magnates, a los tribunos y a los principales de Galilea. Entró la hija de la misma Herodías, danzó, y gustó mucho a Herodes y a los comensales. El rey, entonces, dijo a la muchacha: «Pídeme lo que quieras y te lo daré.» Y le juró: «Te daré lo que me pidas, hasta la mitad de mi reino.» Salió la muchacha y preguntó a su madre: «¿Qué voy a pedir?» Y ella le dijo: «La cabeza de Juan el Bautista.» Entrando al punto apresuradamente adonde estaba el rey, le pidió: «Quiero que ahora mismo me des, en una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista.» El rey se llenó de tristeza, pero no quiso desairarla a causa del juramento y de los comensales. Y al instante mandó el rey a uno de su guardia, con orden de traerle la cabeza de Juan. Se fue y le decapitó en la cárcel y trajo su cabeza en una bandeja, y se la dio a la muchacha, y la muchacha se la dio a su madre. Al enterarse sus discípulos, vinieron a recoger el cadáver y le dieron sepultura”), pero reducida al mínimo y colocada como conclusión de la actividad preparatoria de Juan (véase Lucas 3,19-20: “Pero Herodes, el tetrarca, reprendido por él a causa de Herodías, la mujer de su hermano, y a causa de todas las malas acciones que había hecho, añadió a todas ellas la de encerrar a Juan en la cárcel”). b) La llamada «omisión mayor», que corresponde a Marcos 6,45-8,26, y que empieza a partir de Lucas 9,17: “Comieron todos hasta saciarse. Se recogieron los trozos que les habían sobrado: doce canastos”. c) La omisión de Marcos 9,9-13 (“Y cuando bajaban del monte les ordenó que a nadie contasen lo que habían visto hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos. Ellos observaron esta recomendación, discutiendo entre sí qué era eso de «resucitar de entre los muertos.» Y le preguntaban: «¿Por qué dicen los escribas que Elías debe venir primero?» Él les contestó: «Elías vendrá primero y restablecerá todo; mas, ¿cómo está escrito del Hijo del hombre que sufrirá mucho y que será despreciado? Pues bien, yo os digo: Elías ha venido ya y han hecho con él cuanto han querido, según estaba escrito de él»”), es decir, la referencia de Jesús a Elías, mientras desciende de la montaña en compañía de sus discípulos. Sea cual sea la explicación de estas omisiones, el hecho es que la configuración actual de los materiales confiere a estos episodios concretos un carácter muy peculiar, sobre todo si se consideran como una unidad narrativa. En concreto, estos tres versículos que comentamos (Lucas 9,7-9: “El tetrarca Herodes fue enterándose de todo lo que pasaba. Y estaba perplejo, porque había gente que comentaba que Juan había resucitado de entre los muertos; otros, en cambio, decían que había aparecido Elías, y otros, que un profeta de los antiguos había vuelto a la vida. Pero Herodes reflexionaba: «A Juan le corté yo la cabeza. Pues, entonces, ¿quién es éste de quien oigo semejantes cosas?» Y tenía grandes deseos de verle”), aunque no hacen más que reproducir, con ligeras modificaciones, el texto de Marcos (Marcos 6,14-16: “Se enteró el rey Herodes, pues su nombre se había hecho célebre. Algunos decían: «Juan el Bautista ha resucitado de entre los muertos y por eso actúan en él fuerzas milagrosas.» Otros decían: «Es Elías»; otros: «Es un profeta como los demás profetas.» Al enterarse Herodes, dijo: «Aquel Juan, a quien yo decapité, ése ha resucitado»”), conservan la reacción de Herodes ante la actividad de Jesús, pero con un enfoque distinto y una diferente funcionalidad. Si Lucas introduce aquí la figura del tetrarca Herodes no es para contar el desenlace de sus enfrentamientos con el Bautista. En Marcos, la reacción de Herodes no es más que un eslabón - el último - de una cadena de diferentes reacciones, y la pregunta que se hace el rey (βασιλεὺς: Marcos 6,14: "Se enteró el rey Herodes, pues su nombre se había hecho célebre. Algunos decían: «Juan el Bautista ha resucitado de entre los muertos y por eso actúan en él fuerzas milagrosas»") parece expresar una conciencia de culpabilidad. Pero, en la redacción de Lucas, el funcionamiento es diferente, como lo demuestra la serie de modificaciones que ofrecemos a continuación: a) Lucas presenta a Herodes como ὁ τετραάρχης («el tetrarca», Lucas 9,7: "Se enteró el tetrarca Herodes de todo lo que pasaba, y estaba perplejo; porque unos decían que Juan había resucitado de entre los muertos”), sin duda porque ya le ha dado ese título anteriormente en Lucas 3,1 (“En el año quince del imperio de Tiberio César, siendo Poncio Pilato procurador de Judea, y Herodes tetrarca de Galilea; Filipo, su hermano, tetrarca de Iturea y de Traconítida, y Lisanias tetrarca de Abilene”); de hecho, una de las coincidencias menores entre Mateo y Lucas, en oposición a Marcos, dentro de la llamada «triple tradición», es precisamente ese título (véase Mateo 14,1: “En aquel tiempo se enteró el tetrarca Herodes de la fama de Jesús”). b) Lo que provoca la reacción de Herodes, según Lucas, es τὰ γινόμενα πάντα («todo lo que pasaba»), expresión mucho más genérica que la clara alusión de Marcos a los prodigios realizados por Jesús (véase Marcos 6,14: "Se enteró el rey Herodes, pues su nombre se había hecho célebre. Algunos decían: «Juan el Bautista ha resucitado de entre los muertos y por eso actúan en él fuerzas milagrosas»"). c) La reacción de Herodes se describe explícitamente como de «perplejidad» (Lucas 9,7: "Se enteró el tetrarca Herodes de todo lo que pasaba, y estaba perplejo; porque unos decían que Juan había resucitado de entre los muertos”), con lo cual ya queda preparada la pregunta que va a formularse en el versículo 9 ("¿Quién es, pues, éste de quien oigo tales cosas?"). d) Las diversas opiniones sobre la personalidad de Jesús se formulan con un triple ὅτι (que): «que Juan había resucitado..., que había aparecido Elías..., que un profeta de los antiguos...»; en el original griego se presentan como tres subordinadas paralelas, que especifican el contenido de διὰ τὸ λέγεσθαι («porque se decía», «porque había gente que decía»; Lucas 9,7b: "porque unos decían que Juan había resucitado de entre los muertos”). e) Lucas pone en labios de Herodes una pregunta bien precisa, incluso dramática: «¿Quién es éste de quien oigo semejantes cosas?» (Lucas 9,9c). Ésa es la verdadera cuestión, a la que van a dar respuesta, implícita o explícitamente, los restantes episodios de este capítulo. f) Como conclusión, Lucas añade que el tetrarca «tenía grandes deseos de ver» a Jesús (Lucas 9,9d: “Y buscaba verle.); así se preparan, ya desde este momento, las ulteriores referencias a ese personaje (Lucas 13,31: "En ese momento se acercaron algunos fariseos que le dijeron: «Aléjate de aquí, porque Herodes quiere matarte»”; 23,8: “Y, al saber que era de la jurisdicción de Herodes, le remitió a Herodes, que por aquellos días estaba también en Jerusalén”). Desde un punto de vista de historia de las formas, habrá que clasificar este episodio (Lucas 9,7- 9: “El tetrarca Herodes fue enterándose de todo lo que pasaba. Y estaba perplejo, porque había gente que comentaba que Juan había resucitado de entre los muertos; otros, en cambio, decían que había aparecido Elías, y otros, que un profeta de los antiguos había vuelto a la vida. Pero Herodes reflexionaba: «A Juan le corté yo la cabeza. Pues, entonces, ¿quién es éste de quien oigo semejantes cosas?» Y tenía grandes deseos de verle”) como una «narración sobre Jesús» (V. Taylor). El episodio es parte integrante de la tradición narrativa del evangelio. R. Bultmann, al estudiar el pasaje paralelo de Marcos (Marcos 6,14-29: “Se enteró el rey Herodes, pues su nombre se había hecho célebre. Algunos decían: «Juan el Bautista ha resucitado de entre los muertos y por eso actúan en él fuerzas milagrosas.» Otros decían: «Es Elías»; otros: «Es un profeta como los demás profetas.» Al enterarse Herodes, dijo: «Aquel Juan, a quien yo decapité, ése ha resucitado.» Es que Herodes era el que había enviado a prender a Juan y le había encadenado en la cárcel por causa de Herodías, la mujer de su hermano Filipo, con quien Herodes se había casado. Porque Juan decía a Herodes: «No te está permitido tener la mujer de tu hermano.» Herodías le aborrecía y quería matarle, pero no podía, pues Herodes temía a Juan, sabiendo que era hombre justo y santo, y le protegía; y al oírle, quedaba muy perplejo, y le escuchaba con gusto. Y llegó el día oportuno, cuando Herodes, en su cumpleaños, dio un banquete a sus magnates, a los tribunos y a los principales de Galilea. Entró la hija de la misma Herodías, danzó, y gustó mucho a Herodes y a los comensales. El rey, entonces, dijo a la muchacha: «Pídeme lo que quieras y te lo daré.» Y le juró: «Te daré lo que me pidas, hasta la mitad de mi reino.» Salió la muchacha y preguntó a su madre: «¿Qué voy a pedir?» Y ella le dijo: «La cabeza de Juan el Bautista.» Entrando al punto apresuradamente adonde estaba el rey, le pidió: «Quiero que ahora mismo me des, en una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista.» El rey se llenó de tristeza, pero no quiso desairarla a causa del juramento y de los comensales. Y al instante mandó el rey a uno de su guardia, con orden de traerle la cabeza de Juan. Se fue y le decapitó en la cárcel y trajo su cabeza en una bandeja, y se la dio a la muchacha, y la muchacha se la dio a su madre. Al enterarse sus discípulos, vinieron a recoger el cadáver y le dieron sepultura”), lo clasifica como «leyenda». Pero no deja de observar al mismo tiempo la ausencia de características decididamente cristianas; por eso acepta como probable su proveniencia de alguna tradición judeo- helenística, dado el paralelismo con ciertos pasajes de la literatura pagana (Herodoto; Tito Livio; Plutarco). En cuanto a la historicidad del episodio, Bultmann se inclina más bien por la negativa; en cambio, H. Windisch la defiende sin la más mínima reserva. Pero el episodio de Marcos trata, fundamentalmente, de los detalles de la muerte de Juan; por eso no nos interesa aquí entrar en análisis pormenorizados, puesto que Lucas omitió esa narración. La transposición lucana del encarcelamiento de Juan no dice nada sobre su muerte (véase Lucas 3,19-20: "Herodes el tetrarca, siendo reprendido por él por causa de Herodías, mujer de su hermano, y por todas las maldades que Herodes había hecho, añadió además a todas ellas, ésta: que encerró a Juan en la cárcel"); sólo ahora nos enteramos de su decapitación a manos de Herodes. Sobre el encarcelamiento y muerte del Bautista tenemos el testimonio del historiador Flavio Josefo, de modo que no se puede dudar de la fiabilidad de Lucas en lo tocante a estos detalles. Sin embargo, en la perspectiva teológica del Evangelio según Lucas, este episodio tiene un sentido indiscutiblemente cristológico. Al mismo tiempo que plantea la pregunta esencial de la cristología, ofrece la panorámica de una enorme diversidad de respuestas. Los mismos pasajes que en el Evangelio según Marcos tienen una pluralidad de funciones, quedan aquí canalizados por la pregunta fundamental de Herodes en una dirección unitaria. De esta manera, el episodio se convierte en punto culminante de la cristología, que da sentido a todo lo precedente y, al mismo tiempo, prepara la sección central de toda la narración evangélica: el viaje de Jesús a Jerusalén. En cuanto a las respuestas que se proponen, no todas son del mismo tipo ni tienen idéntico valor: unas son explícitas, otras implícitas; en unas se emplean títulos procedentes de la tradición prelucana, mientras que en otras los títulos son propios de Lucas. En resumen, se puede decir, con H. Conzelmann, que «constituyen una serie de afirmaciones cristológicas, unificadas por el autor, a base de alterar sus fuentes e introducir ciertas variaciones en los elementos dominantes de Marcos». Cabría preguntarse por qué Lucas pone esta pregunta fundamental en labios de Herodes, el tetrarca de Galilea, y precisamente en este momento de la narración evangélica. Al parecer, la intención del evangelista consiste en atribuir esa pregunta a un personaje de particular relevancia, y, concretamente, a la máxima autoridad de la región de Galilea, donde Jesús ha desarrollado, hasta este momento, su actividad ministerial. De este modo, las diferentes respuestas que se dan a continuación podrán manifestar adecuadamente la propia autoridad de Jesús. Y no sólo eso, sino que, además, todo ello va a incidir de manera determinante en el propio relato del viaje de Jesús a Jerusalén. Efectivamente, ese viaje va a mostrar a Jesús en pleno ejercicio de su autoridad, dirigida a la formación de sus testigos procedentes de Galilea, y que le acompañan en su viaje a Jerusalén, la ciudad donde va a cumplirse su destino definitivo. Un elemento secundario, pero presente en este episodio, es la connotación profética del ministerio de Jesús. Las tres figuras con que se le compara, según los comentarios que llegan a oídos de Herodes, son de carácter profético: Juan, el Bautista, ya ha sido presentado por el propio Jesús como «más que un profeta» (Lucas 7,26: "¿Qué salieron a ver entonces? ¿Un profeta? Les aseguro que sí, y más que un profeta"); Elías es casi un símbolo de la profecía veterotestamentaria, y, en opinión de algunos, Jesús es «un profeta de los antiguos». Esa triple identificación proviene, aunque con ligeras modificaciones, de Marcos 6,14-15 ("El rey Herodes se enteró de esto, pues el nombre de Jesús se había hecho célebre, y la gente decía: Juan el Bautista ha resucitado de entre los muertos, por eso es que estos poderes milagrosos actúan en él. Pero otros decían: Es Elías. Y decían otros: Es un profeta, como uno de los profetas antiguos"); pero volverá a aparecer en Lucas 9,19 ("Entonces ellos respondieron, y dijeron: Unos, Juan el Bautista, otros, Elías, y otros, que algún profeta de los antiguos ha resucitado"), aunque esta vez derivada de Marcos 8,28: "Y le respondieron, diciendo: Unos, Juan el Bautista; y otros, Elías; pero otros, uno de los profetas". Se puede decir, casi con toda seguridad, que las dos referencias a esa misma identificación, en el Evangelio según Marcos, provienen de diversos estratos de la tradición anterior al propio segundo evangelista (R. Pesch). El conjunto de este episodio y los que siguen a continuación, hasta Lucas 9,50 ("Pero Jesús le dijo: «No se lo impidan, porque el que no está contra ustedes, está con ustedes»"), es un buen ejemplo de lo que E. E. Ellis ha calificado de «combinación y reelaboración lucana de elementos de la tradición precedente») EL TETRARCA HERODES (El personaje es Herodes (Ἡρῴδης) Antipas, hijo menor de Herodes el Grande y de Maltace, que heredó parte de los dominios de su padre a la muerte de éste y gobernó sus territorios desde el año 4 a. C. Según Flavio Josefo, «los ingresos que percibía de las regiones de Perea y Galilea sumaban anualmente la cifra de doscientos talentos». A este personaje es al que se refiere Lucas a lo largo de su narración evangélica (Lucas 3,19-20: "Herodes el tetrarca, siendo reprendido por él por causa de Herodías, mujer de su hermano, y por todas las maldades que Herodes había hecho, añadió además a todas ellas, ésta: que encerró a Juan en la cárcel"; 9,7-9: "Se enteró el tetrarca Herodes de todo lo que pasaba, y estaba perplejo; porque unos decían que Juan había resucitado de entre los muertos; otros, que Elías se había aparecido; y otros, que uno de los antiguos profetas había resucitado. Herodes dijo: «A Juan, le decapité yo. ¿Quién es, pues, éste de quien oigo tales cosas?» Y buscaba verle"; 13,31-33: "En ese momento se acercaron algunos fariseos que le dijeron: «Aléjate de aquí, porque Herodes quiere matarte». Él les respondió: «Vayan a decir a esa zorra: hoy y mañana expulso a los demonios y realizo curaciones, y al tercer día habré terminado. Pero debo seguir mi camino hoy, mañana y pasado, porque no puede ser que un profeta muera fuera de Jerusalén"; 23,6-15: "Al oír esto, Pilatos preguntó si ese hombre era galileo. Y habiéndose asegurado de que pertenecía a la jurisdicción de Herodes, se lo envió. En esos días, también Herodes se encontraba en Jerusalén. Herodes se alegró mucho al ver a Jesús. Hacía tiempo que deseaba verlo, por lo que había oído decir de él, y esperaba que hiciera algún prodigio en su presencia. Le hizo muchas preguntas, pero Jesús no le respondió nada. Entre tanto, los sumos sacerdotes y los escribas estaban allí y lo acusaban con vehemencia. Herodes y sus guardias, después de tratarlo con desprecio y ponerlo en ridículo, lo cubrieron con un magnífico manto y lo enviaron de nuevo a Pilatos. Y ese mismo día, Herodes y Pilatos, que estaban enemistados, se hicieron amigos. Pilatos convocó a los sumos sacerdotes, a los jefes y al pueblo, y les dijo: «Ustedes me han traído a este hombre, acusándolo de incitar al pueblo a la rebelión. Pero yo lo interrogué delante de ustedes y no encontré ningún motivo de condena en los cargos de que lo acusan; ni tampoco Herodes, ya que él lo ha devuelto a este tribunal. Como ven, este hombre no ha hecho nada que merezca la muerte"). Gobernó como tetrarca (τετράρχης) hasta el año 39 d. C, cuando el emperador Calígula, molesto porque Herodes pretendía convertir su título honorífico de «rey» en una auténtica «realeza», lo depuso y lo desterró al sur de las Galias (ver Marcos 6,14: "Se enteró el rey Herodes, pues su nombre se había hecho célebre. Algunos decían: «Juan el Bautista ha resucitado de entre los muertos y por eso actúan en él fuerzas milagrosas»", donde se le da el título de «rey», βασιλεὺς). La designación «tetrarca (τετράρχης)» se refería, originariamente, al que reinaba sobre la cuarta parte de un determinado territorio. Pero en tiempos de la tradición evangélica ya se había convertido en un formulismo para referirse a un príncipe de poco rango. Su presencia en este momento de la narración se debe a su condición de máxima autoridad de Galilea, región en la que, por el momento, se desarrolla toda la actividad evangelizadora de Jesús. En Marcos 6,14: "Se enteró el rey Herodes, pues su nombre se había hecho célebre. Algunos decían: «Juan el Bautista ha resucitado de entre los muertos y por eso actúan en él fuerzas milagrosas»" se le presenta, abusivamente, como «el rey Herodes»; el título de «rey» (βασιλεὺς) correspondía, en realidad, a su padre, Herodes el Grande. V. Taylor, trata de justificar el empleo de ese título como reflejo de una costumbre muy arraigada en la población local) FUE ENTERÁNDOSE (Fitzmyer traduce de esta manera - más bien que «se enteró» - para expresar el matiz incoativo del aoristo Ἤκουσεν. La expresión hace referencia a los rumores que le iban llegando al tetrarca) DE TODO LO QUE PASABA (Es decir, la actividad de Jesús, tanto de proclamación como de curaciones. Lucas no menciona expresamente, como lo hace Marcos, los «poderes (δυνάμεις) que actuaban» en Jesús (Marcos 6,14: "Se enteró el rey Herodes, pues su nombre se había hecho célebre. Algunos decían: «Juan el Bautista ha resucitado de entre los muertos y por eso actúan en él fuerzas milagrosas»"). Algunos códices añaden ὑπ’ αὐτοῦ («por medio de él», es decir, por medio de Jesús), pero la expresión falta en los códices más representativos y de más amplia difusión geográfica. Se impone, pues, esta última lectura) Y ESTABA PERPLEJO PORQUE HABÍA GENTE QUE COMENTABA (Lucas añade esta observación de carácter psicológico, en vez de la afirmación de Marcos (Marcos 6,16: "Al enterarse Herodes, dijo: «Aquel Juan, a quien yo decapité, ése ha resucitado»"), que revela más bien la conciencia de culpabilidad de Herodes. Con ese dato de la «perplejidad» (διαπορέιν, dudar, estar perplejo) que afectaba al tetrarca, Lucas presenta a Herodes más preocupado por los comentarios de la gente que por su propia actuación con respecto a Juan. Esta situación anímica es un toque de preparación para la gran pregunta del versículo 9 ("¿Quién es, pues, éste de quien oigo tales cosas?"), y al mismo tiempo explica por qué el tetrarca estaba tan ansioso de encontrar a Jesús) QUE JUAN HABÍA RESUCITADO DE ENTRE LOS MUERTOS (Eso quiere decir que la gente consideraba a Jesús como Juan redivivo. Al principio de su narración evangélica, Lucas no ha hecho más que una alusión al encarcelamiento de Juan (Lucas 3,19-20: "Mientras tanto el tetrarca Herodes, a quien Juan censuraba a causa de Herodías – la mujer de su hermano– y por todos los delitos que había cometido, cometió uno más haciendo encarcelar a Juan"), sólo ahora nos enteramos de su ejecución por mandato de Herodes) OTROS, QUE ELÍAS SE HABÍA APARECIDO (J. Schneider defiende que en los evangelios sinópticos «hay muchas expresiones de la convicción popular de que la llegada del Mesías tenía que estar precedida por el retorno de Elías», y como ilustración de esa idea cita este pasaje de Lucas (Lucas 7,17-20: "El rumor de lo que Jesús acababa de hacer se difundió por toda la Judea y en toda la región vecina. Juan fue informado de todo esto por sus discípulos y, llamando a dos de ellos, los envió a decir al Señor: « ¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?». Cuando se presentaron ante él, le dijeron: «Juan el Bautista nos envía a preguntarte: "¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?"»"). El mensajero al que se hace alusión en Malaquías 3,1 ("Yo envío a mi mensajero, para que prepare el camino delante de mí. Y en seguida entrará en su Templo el Señor que ustedes buscan; y el Ángel de la alianza que ustedes desean ya viene, dice el Señor de los ejércitos") se identifica, más adelante (Malaquías 3,23: "Yo les voy a enviar a Elías, el profeta, antes que llegue el Día del Señor, grande y terrible"), con Elías, que será enviado «antes de que llegue el día del Señor, grande y terrible». La temática de Elías redivivo depende de un acontecimiento narrado en el segundo libro de los Reyes (2 Reyes 2,11: «Mientras ellos (Elías y Elíseo) seguían conversando por el camino, los separó un carro de fuego con caballos de fuego, y Elías subió al cielo en el torbellino»). La separación no se produce por la muerte y consiguiente sepultura, sino porque Elías es arrebatado al cielo, de donde se esperaba que habría de regresar) Y OTROS, QUE UNO DE LOS ANTIGUOS PROFETAS (La redacción de Lucas presenta a Jesús como «un» profeta redivivo, mientras que Marcos dice concretamente «un profeta comparable a los antiguos» (Marcos 6,15) La identificación con un profeta determinado queda en suspenso. Ahora bien, como se acaba de mencionar a Elías, se podría pensar en una referencia al «profeta como Moisés», pero esto no es, ni mucho menos, seguro. Otra de las figuras cuya aparición se esperaba, por aquel entonces, era Jeremías (Mateo 16,14. "Y ellos dijeron: Unos, Juan el Bautista; y otros, Elías; pero otros, Jeremías o uno de los profetas."; 2 Macabeos 2,1-7: "Consta en los archivos que el profeta Jeremías ordenó a los deportados que tomaran fuego, como ya se ha indicado, y que el profeta, después de entregarles la Ley, les mandó que no olvidaran los preceptos del Señor, ni se desviaran al ver los ídolos de oro y plata y la pompa que los rodeaba. Entre otras recomendaciones similares, los exhortaba una y otra vea a que no apartaran la Ley de sus corazones. Se decía en el escrito cómo el profeta, advertido por un oráculo, mandó llevar con él la Carpa y el Arca, y cómo partió hacia la montaña donde Moisés había subido para contemplar la herencia de Dios. Al llegar, Jeremías encontró una caverna: allí introdujo la Carpa, el Arca y el altar del incienso y clausuró la entrada. Algunos de sus acompañantes volvieron para poner señales en el camino, pero no pudieron encontrarlo. Y cuando Jeremías se enteró de esto, los reprendió, diciéndoles: «Ese lugar quedará ignorado hasta que Dios tenga misericordia de su pueblo y lo reúna"; 15,13-16: "Luego apareció también un personaje que se destacaba por sus cabellos blancos y su prestancia, revestido de una dignidad soberana y majestuosa. Entonces Onías tomó la palabra y dijo: «Este es Jeremías, el profeta de Dios, que ama a sus hermanos, y ora sin cesar por su pueblo y por la Ciudad santa». Después Jeremías extendió su mano derecha y entregó a Judas una espada de oro, diciendo mientras se la daba: «Recibe esta espada santa como un don de Dios: con ella destruirás a tus enemigos»") HABÍA VUELTO A LA VIDA (No se trata, explícitamente, de una resurrección, sino más bien de una aparición en escena. Aunque Lucas emplea determinadas formas del verbo ᾰ̓νῐστᾰ́ναι (levantar) especialmente los aoristos segundos, con significado intransitivo y ciertas formas de la voz media, para referirse a «resucitar» de entre los muertos (Lucas 16,31: " Mas Abraham le contestó: ``Si no escuchan a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán si alguno se levanta de entre los muertos"; 18,33: " y después de azotarle, le matarán, y al tercer día resucitará"; 24,46: " y les dijo: Así está escrito, que el Cristo padeciera y resucitara de entre los muertos al tercer día"), no hay necesidad de postular aquí ese significado preciso (igual que en Lucas 9,19: " Ellos respondieron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que un profeta de los antiguos había resucitado»"), aunque tampoco se puede excluir absolutamente, puesto que Lucas no sólo emplea el verbo en ese sentido, sino que además ha cambiado con toda deliberación la frase de Marcos, en la que se identifica a Jesús como «un profeta comparable a los antiguos» (Marcos 6,15). En cualquier caso, el significado original del verbo ᾰ̓νῐστᾰ́ναι (levantar) es «ponerse en pie», «estar en pie») HERODES DIJO: «A JUAN, LE DECAPITÉ YO (Lucas conserva de su fuente (Marcos 6,16: " Al enterarse Herodes, dijo: «Aquel Juan, a quien yo decapité, ése ha resucitado»") la confesión del propio Herodes sobre su ejecución de Juan, pero no atribuye al tetrarca la convicción de que el Bautista haya resucitado de entre los muertos. En lugar de esa afirmación, Lucas pone en labios de Herodes la pregunta fundamental sobre la identidad de Jesús) ¿QUIÉN ES ÉSTE DE QUIEN OIGO SEMEJANTES COSAS? (La pregunta, de hecho, ha quedado ya preparada en Lucas 8,25 ("Después les dijo: «¿Dónde está la fe de ustedes?». Y ellos, llenos de temor y admiración, se decían unos a otros: « ¿Quién es este que ordena incluso al viento y a las olas, y le obedecen?»"), donde los discípulos se plantean esa cuestión, al ver que Jesús, con su palabra, calma la tempestad. Para otras resonancias del interrogante (Lucas 5,21: " Los escribas y los fariseos comenzaron a preguntarse: « ¿Quién es este que blasfema? ¿Quién puede perdonar los pecados, sino sólo Dios?»"; 7,20: "Cuando se presentaron ante él, le dijeron: «Juan el Bautista nos envía a preguntarte: "¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?"»"; 7,49: "Los invitados pensaron: « ¿Quién es este hombre, que llega hasta perdonar los pecados?»"). La pregunta en sí, dada su relativa frecuencia en el Evangelio según Lucas, no tiene un valor especialmente relevante. Lo que la hace verdaderamente significativa es su función en este momento de la narración evangélica, sobre todo a la luz de los siguientes versículos 18-20 ("Y sucedió que mientras él estaba orando a solas, se hallaban con él los discípulos y él les preguntó: « ¿Quién dice la gente que soy yo?» Ellos respondieron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que un profeta de los antiguos había resucitado.» Les dijo: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» Pedro le contestó: «El Cristo de Dios»"). Las diversas modificaciones que introduce Lucas en los siguientes episodios, derivados de Marcos, presuponen esa pregunta decisiva) Y TENÍA GRANDES DESEOS DE VERLE (El significado de la frase contrasta con el sentido de una formulación semejante en Lucas 8,20 ("Entonces le anunciaron a Jesús: «Tu madre y tus hermanos están ahí afuera y quieren verte»"). Lo que desea Herodes, en realidad, es asistir a un espectáculo, es decir, ver cómo Jesús hace alguno de sus prodigios. En realidad, no tienen la más mínima relación con la fe, son, simplemente, pura curiosidad.