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porque, al hacer de ésta una estructura psíquica universal, explicaba un modo de relación
conyugal entre los hombres y las mujeres que ya no se basaba en una coacción ligada a la
voluntad de los padres, sino en una elección libremente consentida entre los hijos y las hijas.
La novela familiar freudiana suponía, en efecto, que el amor y el deseo, el sexo y la pasión, se
afectiva, se apoya en una organización de las leyes de la alianza y la filiación que, a la vez que
cada hombre a descubrirse poseedor de un inconsciente y, por lo tanto, distinto de lo que creía
Freud, debe canalizarse sin aplastarla, porque sólo puede ejercer su imperio de dos maneras
contradictorias: por una parte, como potencia destructiva, por otra, como forma sublimada del
ni exclusión del eros, ni abolición de la familia: tal fue, según la lectura interpretativa que
podemos hacer de sus textos, la orientación escogida por Freud para que el mundo admitiera
contribuye ya ésta a la separación del deseo y la procreación, sin poner, pese a ello, en peligro
la civilización. Pues a sus ojos el verdadero peligro para la cultura no reside en esa disociación,
función paterna, como inscripción del orden simbólico en el inconsciente, los primeros análisis
sociedad europea en vísperas de la guerra. Sin embargo, en contraste con los teóricos de la
fuera una solución al problema. Y del mismo modo, se negaba a hacer de la familia la apuesta
soberanía del padre había desaparecido para siempre, por lo cual todo proyecto de restauración
Lacan se interrogaba sobre la pertinencia de la lectura freudiana del Edipo de Sófocles. Sin
lugar a dudas, a partir de 1938 comenzó a releer al revés -o de otro modo- el mito y la tragedia.
Afirmaba que la "protesta viril de la mujer" era la consecuencia última de la invención del complejo
edipico. Pero en vez de hacer de la Esfinge un sustituto del padre, y de su eliminación, un signo
precursor del deseo de la madre, veía en ello, antes bien, la "representación de una emancipación
de las tiranías matriarcales y una decadencia del rito del asesinato real".
influjo del orden simbólico, será recurrente a lo largo del desarrollo del pensamiento de Lacan y lo
declinación del poder divino del padre y su transferencia a un orden simbólico cada vez más
abstracto, y luego, de la matemalización de la familia. Después de haber sido tan temido, pudo
brotar entonces un deseo femenino fundado a la vez en el sexo y el género, a medida que los
hombres perdían el control del cuerpo de las mujeres. Cuando éstas, a fines del siglo xx, se
medida que se sucedían los descubrimientos de la biología. La posición ocupada por el género
y el sexo se convirtió en objeto de un conflicto incesante, no sólo entre los hombres y las
mujeres sino entre los investigadores que intentaban explicar sus relaciones. La mujer se define
con un niño, y la textura de sus órganos se caracteriza por una debilidad congénita, una
osamenta más pequeña que la de los hombres, una caja torácica más estrecha y caderas que se
balancean sin cesar en busca de su centro de gravedad. Estos hechos prueban dice el autor del
artículo que el destino de la mujer es dar a luz y no entregarse a una actividad profesional o
intelectual cualquiera.
La existencia de una libido única no excluye la bisexualidad. En la perspectiva
del sujeto sea hombre o mujer, la diferencia anatómica no existe. La bisexualidad, que es el
atracción de un sexo por el otro no sólo no corresponde a una complementariedad, sino que la
es así la heredera de las tres culturas de Occidente: griega, por su estructura, judía y cristiana,
por los lugares respectivos atribuidos al padre y a la madre. A la vez genitora, compañera o
destructiva, la mujer, según Freud, sigue siendo siempre la madre, en la vida y en la muerte.
Por sus relaciones inevitables con ella, el hombre tropieza siempre, en la mujer, con tres
imágenes de madre: la madre misma al nacer, la amante que escoge luego a imagen de la
El inventor de la mujer histérica y la libido única, el gran liberador del sexo, de quien,
como es sabido, se sospechó sin cesar que quería envilecer a los niños, las esposas, las madres
y las muchachas, ¿se imaginaba que su bonito alegato a favor de la familia conyugal y el amor
femenina?
Freud hace suyas las representaciones clásicas de la diferencia sexual y los orígenes de la
concepción del sexo y la familia que se funde en el principio de una desigualdad entre los hombres
y las mujeres. A partir de la idea de que las mujeres transmiten la vida y la muerte y los hombres
encarnan el logos separador y son a la vez herederos de la violencia de los padres a la cual deben
renunciar, Freud comprende mucho mejor la revuelta de los hijos contra los padres que la de las
hijas contra los padres y las madres o los hijos contra las madres.