Академический Документы
Профессиональный Документы
Культура Документы
Página 48 de 207
Los dogmas de María
Página 49 de 207
Los dogmas de María
Así nos dice San Bernardo, y Bourdalone apoyado en él agrega “El más augusto de los
signos que había prometido Dios al mundo para señalar el cumplimiento del gran misterio de nuestra
Redención es, según el vaticinio de Isaías, que una virgen, permaneciendo virgen, concebiría un hijo,
y que este hijo sería Dios; no un Dios separado de nosotros, ni elevado como Dios por encima de
nosotros, sino un Dios abajado hasta nosotros, porque esto, como añade el evangelista, es lo que
significa el nombre augusto Emmanuel.
Este prodigio excedía todas las leyes de la naturaleza, pero en definitiva no dejaba de ser,
en cierto sentido, perfectamente natural. Porque como discurre San Bernardo, si Dios haciéndose
hombre, habría de tener madre, pedía su divinidad –y por eso mismo era una especie de
necesidad- que tal madre fuera virgen.
Convenía que el Verbo de Dios por un exceso de su amor y de su caridad, saliese del seno
de Dios y si es lícito decir así, saliere de sí mismo para ponerse en condición de ser concebido según
la carne, pero supuesta esta salida, que es lo que llamamos propiamente Encarnación, el Verbo de
Dios no podía ser concebido según la carne, sino por el milagroso camino de la virginidad.
¿Por qué? Porque cualquiera otra manera de concepción hubiera oscurecido el esplendor y
la gloria de su divinidad. Es sublime este pensamiento de San Bernardo, y por poca amplitud que
se le dé, llenará nuestras almas de las ideas más altas de la religión”.
Concepto de virginidad
Se llama virginidad a la integridad corporal unida a la castidad, que es virtud del alma, y
que informa y da valor a la integridad de la carne. Esta integridad de por sí no es virtud, sino
condición natural de todo ser humano que con ella nace. Pero conservar esa integridad como
homenaje del alma a Dios, se llama propiamente virginidad.
En las Escrituras
Testimonia el Evangelio: “El Ángel Gabriel fue enviado por Dios... a una virgen... y el
nombre de la virgen era María” (Lc. 1,26).
El milagro de la concepción virginal fue anunciado en el Antiguo Testamento por el
profeta Isaías: “Por tanto el mismo Señor os dará una señal: He aquí que la virgen concebirá
y dará a luz un hijo; cuyo nombre será Emanuel, que quiere decir Dios con nosotros”.
El cumplimiento de la profecía de Isaías está también testimoniado en el Evangelio Lc.
1,26 y Mt. 1,18: “El nacimiento de Cristo fue de esta manera: Estando desposada María su
Página 50 de 207
Los dogmas de María
Madre, con José, antes que conviviesen, se halló que había concebido en su seno por obra
del Espíritu Santo”.
En San Lucas leemos también: “María dijo al ángel: ¿Cómo ha de ser eso?, pues yo no
conozco varón. El ángel en respuesta le dijo: El Espíritu Santo descenderá sobre Ti, y la virtud
del Altísimo te cubrirá con su sombra” (Lc. 1, 34-35).
Los primeros en errar sobre la perfecta y perpetua Virginidad de María fueron los judíos
de su tiempo, que creyeron a Cristo hijo de San José. Y esto no debe extrañarnos porque no pudiendo
revelarse todos y de una vez los Misterios de la Encarnación, como dice el Beato Scoto,
El que Jesús naciera de una madre virgen, más que un error debe llamarse ignorancia de
los judíos, pero esto, luego de la Ascensión, se convirtió en ocasión de infamar a María. Incluso
los judíos que confesaron a Cristo como el Mesías, rehusaron ver cumplida la profecía de Isaías,
interpretando a su modo y restando fuerza a la palabra virgen del oráculo: “He aquí que una virge n
concebirá...” Así lo atestigua San Justino en el siglo II en sus “Diálogos con el judío Trifón”.
De los judíos la calumnia pasó a los que tenían afinidad ideológica o de sangre con ellos,
dice el P. Pascual Rambla OFM, como los ebonitas, comunidad cristiana procedente de los
hebreos, y que fueron furiosos negadores de la integridad de María Santísima. Más tarde
encontramos otros ataques, y en el siglo IV los proferidos por los apolinaristas y arrianos, a los
que San Epifanio apodó anticordimarianistas, es decir los que atacaban al Corazón de María, y
los refutaba diciendo:
Pero quien ganó la miserable palma de ser el más audaz y ofuscado negador del privile gio
virginal de María fue Helvidio, contra el que se levantó San Agustín y sobre todo San Jerónimo
que escribió contra él el famoso tratado (“De Perpetua Virginitate B. Maríae adversus
Helvidium”) del cual tomamos este párrafo:
14
Aquellos Padres de la Iglesia que recibieron la Fe directamente de los Apóstoles
Página 51 de 207
Los dogmas de María
San Jerónimo fue un gran luchador de la Fe, que hizo enmudecer por larguísimo tiempo a los
blasfemos enemigos de la Virginidad de la Madre de Dios. En dicho tratado leemos:
“Díganme como entró Cristo, cerradas las puestas, a donde estaban los
Apóstoles para cerciorarles de la verdad de su carne resucitada, y les responderé
como María, siendo virgen, engendró a Cristo, y después del parto quedó tal”.
Los Papas San Siricio y San León Magno proclaman y defienden solemnemente esta
gloria de María Santísima. El primero escribía en el año, 392 a Anisio, obispo de Tesalónica que
“siente horror” al oír las negaciones a la Virginidad de María y que “con justicia ha sido
reprendido el obispo Bonoso por su doctrina blasfema. San Ambrosio no sólo profesa la
Virginidad de María sino que la reclama. Bajo su presidencia se reunieron los obispos de Asia Menor
en Iliria, quienes lo condenaron, apoyados en la carta del Papa y con los elocuentes modelo
y prototipo de la virginidad.
San Ambrosio, también por orden del Papa San Siricio, condena a Joviano que seguía al
tristemente nombrado Helvidio.
Medio siglo más tarde, otro hereje, Eutiques, apoyado por el Emperador Teodosio,
provocó no pocos malestares en la Iglesia con similares blasfemias.
El Papa León I ante la herejía de los monofisistas, vuelve a afirmar las dos naturalezas de
Cristo y presenta la doctrina de la Perpetua Virginidad de María.
El Concilio de Calcedonia, reunido en el año 451, aceptó incondicionalmente y aclamó su
doctrina contenida en el llamado “tomo del Papa León”.
La Virginidad de María Santísima es plena y totalmente perfecta, porque comprende la
virginidad del cuerpo, es decir la integridad de la carne, y junto con ella la virginidad del sentido,
que consiste en la inmunidad a los movimientos de la concupiscencia, y la virginidad de la mente,
consistente en evitar todo lo que pueda repugnar a la virginidad.
La inmunidad a los movimientos de la concupiscencia es un regalo que Dios hizo al
hombre en el Paraíso Terrenal, llamado don de integridad. La Sagrada Escritura nos enseña, en
Página 52 de 207
Los dogmas de María
efecto, que Adán y Eva, antes del pecado no experimentaban la lucha desordenada de la carne
contra el espíritu, y que ésta comenzó con el pecado original.
María Inmaculada –libre de la culpa original –poseyó plenamente el don de integridad.
La Virginidad de María Santísima es perpetua; resumida en la siguientes afirmaciones:
María fue Virgen antes del parto, es decir que María concibió al Verbo de Dios sin
ninguna intervención del varón, por obra y gracia del Espíritu Santo.
María fue Virgen en el parto, puesto que dio a luz a su Hijo Divino permaneciendo intacta
en el sello de la Virginidad que no fue alterado ni mínimamente al paso del Cuerpo verdadero y
real de su Hijo a través de su seno inviolado.
El nacimiento del Hijo de Dios no quebrantó antes bien consagró su virginidad, así lo enseña
siempre la Iglesia, y así lo afirma el Concilio Vaticano II, siguiendo la actitud del Concilio
Lateranense del año 649:
María fue virgen después del parto, es decir que mantuvo su virginidad perfecta junto a su
castísimo esposo San José y en todo el transcurso de su vida terrena, y así intacto subió
gloriosamente su Cuerpo a la Gloria de los Cielos.
Es creencia universal y permanente de la Iglesia y enseñanza de sus Doctores, que la
Santísima Virgen María realizó un voto de conservar perpetuamente su Virginidad con el cual
esta gloria es llevada al máximo grado y si bien no se incluye el voto en la definición del dogma, está
unido de manera indisoluble a su verdad.
Página 53 de 207
Los dogmas de María
Aún repitiendo, parece conveniente agregar el párrafo introductorio de lo que hoy dice la
Sociedad Mariológica Española en su “Compendio de Doctrina Mariana”:
El Magisterio Pontificio no cesó jamás de afirmar este dogma sublime a coro con los
Padres y los Santos, y con todo el pueblo de Dios.
Página 54 de 207
Los dogmas de María
Página 55 de 207
Los dogmas de María
Papa Paulo IV para proclamarlo a diario en todas partes. Y así se conserva y acrecienta la
devoción de las tres Ave Marías rezadas al final del Rosario en honor de María, Virgen Purísima
y Santísima antes del parto, en el parto, y perpetuamente después del parto.
Página 56 de 207
Los dogmas de María
¡Oh riquezas de la Virginidad de María! exclama Pío XII repitiendo los consejos de los
Santos a los consagrados:
Página 57 de 207
Los dogmas de María
Juan Pablo II exalta la Virginidad Perpetua y Perfecta de María con el mismo amor de
todos sus antecesores, y como Pablo VI la pone como ejemplo luminoso ante los ojos de la
Iglesia:
Página 58 de 207
Los dogmas de María
Página 59 de 207
Los dogmas de María
Página 60 de 207