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(Publicado en Cuadernos de Doctrina y Jurisprudencia Penal. Edit. Ad-Hoc, N° 10-C, pág. 175, Buenos
Aires, 2000)

Investigación de jurisprudencia sobre:

Non bis in idem. Derecho a una rápida decisión judicial. Reformatio in pejus. Iura curia novit.

Javier Augusto De Luca

I. Introducción.
He tomado estos cuatro principios del derecho, los tres primeros elevados al rango de garantías
constitucionales, con el fin de presentar la totalidad -creo- de la jurisprudencia de la Corte Suprema de
Justicia de la Nación sobre el tema. Sólo incluiré unas pocas notas con el fin de que los lectores puedan
relacionarlas entre sí y con otros institutos.
El principio de que nadie puede ser juzgado ni sometido a proceso más de una vez por el mismo
hecho, non bis in idem, siempre fue entendido como una garantía independiente pero innominada; a veces
derivada o comprendida en la de defensa en juicio. Actualmente está contemplada en la Convención
Americana de Derechos Humanos y otros Pactos Internacionales.
Con el derecho a una rápida u oportuna decisión judicial ocurre algo parecido pues siempre fue
considerado con esa jerarquía, pero como un derivado de la defensa en juicio. Hoy en día, como se
encuentra previsto expresamente en el Pacto de San José de Costa Rica esa clasificación puede cambiar
y cobrar autonomía. A ello se suma que parece ser una garantía de moda debido a los cambios de
organización en la Administración de Justicia que producen cierta lentitud en los procesos judiciales. Esta
garantía no debe ser asimilada al derecho a la libertad personal -excarcelación- durante el proceso dentro
de un plazo razonable porque, si bien puede ser considerado un instituto emparentado, aquella se refiere
al proceso en un plazo adecuado. Así lo demuestra el hecho de que están previstos en normas diferentes:
Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos: libertad durante el proceso, art. 9.3; juzgamiento sin
dilaciones indebidas, art. 14.3.c; Convención Americana de Derechos Humanos: libertad en un plazo
razonable (art. 7.5; ser juzgado en un plazo razonable, art. 8.1.
La reformatio in pejus, es decir la agravación de la situación procesal del imputado en la etapa de
revisión de una decisión por parte de un tribunal sin jurisdicción para hacerlo (por ejemplo, porque no
había apelación del fiscal sobre ese punto), y el principio Iura curia novit, entendido como la facultad de
los jueces para moverse con cierta amplitud al momento de calificar jurídicamente los hechos probados
del proceso, pero sin poder modificar éstos, son dos institutos que están en constante tensión y que en
más de una oportunidad pueden producir consecuencias importantes sobre los dos primeros.

II. Disposiciones legales y constitucionales


a) La Constitución de la Nación Argentina no menciona expresamente la prohibición contra la doble
persecución criminal. El artículo 18, donde se encuentran prácticamente todos los derechos y garantías
procesales, dice:
"Ningún habitante de la Nación puede ser penado sin juicio previo fundado en ley anterior al hecho
del proceso, ni juzgado por comisiones especiales, o sacado de los jueces designados por la ley antes del
hecho de la causa. Nadie puede ser obligado a declarar contra sí mismo; ni arrestado sino en virtud de
orden escrita de autoridad competente. Es inviolable la defensa en juicio de la persona y de los derechos.
El domicilio es inviolable, como también la correspondencia epistolar y los papeles privados; y una ley
determinará en qué casos y con qué justificativos podrá procederse a su allanamiento y ocupación.
Quedan abolidos para siempre la pena de muerte por causas políticas, toda especie de tormento y los
azotes. Las cárceles de la Nación serán sanas y limpias, para seguridad y no para castigo de los reos
detenidos en ellas, y toda medida que a pretexto de precaución conduzca a mortificarlos más allá de lo
que aquélla exija, hará responsable al juez que la autorice".
Prueba de que no era considerada una garantía independiente y además, que no necesariamente
gozaba de rango constitucional, es la sentencia dictada en 1960 por la Corte Suprema, en Fallos: 248:232,
donde se sostuvo que el principio contra la irreiterabilidad del procesamiento podía llegar a integrar a título
de hipótesis la garantía de la defensa en juicio. Es recién en el caso "Mattei" de 1968 (Fallos: 272:188,
considerando 15) donde la Corte le asigna ambas calidades.

b) En el ámbito de los Pactos Internacionales de Derechos Humanos, que en el derecho argentino


gozan de jerarquía constitucional (art. 75, inc. 22 de la Constitución Nacional), el art. 14, inc. 7, del Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos, establece:
"Nadie podrá ser juzgado ni sancionado por un delito por el cual haya sido ya condenado o
absuelto por una sentencia firme de acuerdo con la ley y el procedimiento penal de cada país".
La Convención Americana de Derechos Humanos (Pacto de San José de Costa Rica), dispone en
su art. 8.4.:
"El inculpado absuelto por una sentencia firme no podrá ser sometido a nuevo juicio por los
mismos hechos"
                                          

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c) La Constitución de los Estados Unidos de América, en la Enmienda V de 1791, dice:


"No person...; nor shall any person be subjet for the same offence to be twice put in jeopardy of life
or limb;..." (una traducción bastante literal sería: ninguna persona estará expuesta por el mismo delito a
ser puesta dos veces en amenaza de su vida o integridad corporal).
Queda claro que la Ley Fundamental norteamericana contempló la garantía expresamente, lo cual
reviste cierta importancia en tanto se trata de un cuerpo normativo que es fuente directa del nuestro. Por
tal razón la inteligencia que de sus cláusulas realiza la Corte de Estados Unidos de América, es recibida
por la nuestra. Para profundizar sobre este asunto, que es un tema ya resuelto y que excede el objeto del
presente opúsculo, puede consultarse el estudio de Jorge Reinaldo Vanossi sobre "La influencia de la
Constitución de los Estados Unidos de Norteamérica en la Constitución de la República Argentina",
publicado en la Revista Jurídica de San Isidro, editada por el Colegio de Abogados del Departamento
Judicial de San Isidro, N° 10-11, año 1967, pág. 73 y ss.

d) El viejo Código de Procedimientos en Materia Penal de 1888 (ley 2372), hoy derogado, en su
art. 7 señalaba:
"Nadie puede ser procesado ni castigado sino una sola vez por la misma infracción".
El autor del proyecto, Manuel Obarrio, explicaba que en los primeros artículos "se encuentran
reunidos los principios fundamentales del procedimiento, que figuran en la actualidad entre las grandes
conquistas que el derecho moderno ha establecido en favor de las garantías individuales. Estos principios,
en parte se hallan consagrados en la Constitución de la Nación, en parte existían ya en leyes o
disposiciones dispersas dictadas en distintas épocas después de nuestra emancipación política, y en
parte, han sido reconocidos por una jurisprudencia constante de nuestros tribunales" (el subrayado nos
pertenece).
El decreto-ley 2021/63 (art. 1°), ratificado por la ley 16.478, le dio la última redacción vigente hasta
la derogación, precisando el alcance de la disposición en relación con el requisito de identidad de causa,
esto es, que se puede perseguir y condenar a una misma persona, por el mismo hecho, pero por distinta
causa:
"Nadie puede ser procesado ni condenado sino una sola vez por el mismo hecho. Sin embargo, el
procesamiento y la condena de alguno, o su absolución, por la autoridad administrativa, con relación a una
falta, no impedirán su procesamiento ni su condena ulteriores, por el mismo hecho, cuando éste sea
constitutivo de delito; en cuyo caso, tampoco representará impedimento lo que hubiese decidido la
autoridad judicial con relación a sanciones disciplinarias, a funcionarios o empleados permanentes de los
Tribunales, o a otras personas que intervengan en los procesos".

e) El actual Código Procesal Penal de la Nación, vigente desde 1992 (ley 23.984), establece en su
art. 1°: "Nadie podrá ser juzgado por ..., ni perseguido penalmente más de una vez por el mismo hecho".
El autor del proyecto, Ricardo Levene (h.) explicaba que "el título I de este libro se funda en
cláusulas de la Constitución Nacional. Allí, en forma amplia y al mismo tiempo específica, se encuentran
los grandes principios constitucionales íntimamente ligados al derecho procesal que, en definitiva, es el
que los reglamenta y permite su vigencia. El artículo 1° contiene los principios constitucionales del juez
natural y del juicio previo que menciona la Constitución Nacional en su artículo 18, y otros que no
aparecen en ella, como el del "non bis in idem" -en el que preferimos nuestra fórmula del Código Tipo
(perseguido penalmente) en vez de la del Código de La Pampa (procesado o penado)-, para que la
prohibición abarque tanto la persecución judicial como la policial, fórmula que fue ampliamente aprobada
en el V Congreso Nacional de Derecho Procesal, -frente a la propuesta por Alfredo Vélez Mariconde-, y el
de inocencia...." (el subrayado nos pertenece).

III. Jurisprudencia de la Corte sobre "non bis in idem".


Aquí voy a prácticamente transcribir los puntos esenciales de toda la jurisprudencia encontrada
sobre este principio.

Fallos: 248:232 ("Pereyra" del 4 de noviembre de 1960)


Pereyra fue condenado en 1950 a dos años de prisión como autor de homicidio, por exceso en la
legítima defensa. Para graduar la pena, la cámara tuvo en cuenta como agravante de su peligrosidad, el
hecho de que el autor infiriera a la víctima luego de muerta por él, varios tajos en la cara. Así, ordenó que
se instruyera otro sumario a fin de investigar si los tajos mencionados habían configurado la tentativa de
delito imposible del art. 44 in fine del Código penal. Efectuado dicho proceso, Pereyra resulta nuevamente
condenado por lesiones graves imposibles en 1958. Contra esta sentencia se recurrió a la Corte. El
Procurador General consideró que el recurso debía prosperar porque había violación a la defensa en
juicio. En primer lugar por que la sentencia dividió arbitrariamente y sin fundamento legal el hecho de la
causa, ya que las supuestas lesiones posteriores son irrelevantes en tanto quedan absorbidas por el
homicidio, del mismo modo que son consumidas las lesiones anteriores hasta la última que causa la
muerte en un homicidio. No son hechos independientes. Pero además, sigue el Procurador General, al
habérselas considerado como agravantes en la sentencia, se las tuvo por probadas, de modo que al
nuevo juicio sólo le depara la prueba del elemento subjetivo. El segundo sumario nace viciado por la
declaración prejudicial de la sentencia anterior. Ello demuestra que el nuevo procesamiento de Pereyra es
también violatorio del non bis in idem que se encuentra implícitamente prohibido por el sistema de
                                          

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garantías que aseguran en nuestra carta magna el debido procedimiento legal, ya que se lo ha juzgado
nuevamente por hechos que habían sido tenidos en cuenta en la sentencia anterior.
La Corte, con cita de Fallos: 191:125 sobre la procedencia del recurso extraordinario, sostuvo que
el agravio alegado -en caso de existir- ya estaba configurado con la inminencia del nuevo sometimiento a
proceso y no había que esperar a la segunda sentencia, de modo que esta apelación es tardía. (La cita se
refiere a un juicio civil en el que la Corte sentó que el recurso había podido interponerse cuando el fallo
que decide una cuestión federal planteada por el recurrente en forma contraria al derecho invocado y
manda volver las actuaciones al tribunal inferior para que resuelva otras que omitió resolver).
Entrando en el fondo del agravio de non bis in idem, considera que no se encuentra vulnerado,
porque en la sentencia anterior por homicidio sólo se contempló la peligrosidad del imputado que derivaría
de la comisión posterior de otro delito, que es semejante a la agravante que puede derivar de la comisión
de un delito anterior, lo cual es extraño al ámbito de la tutela constitucional.
Comentarios
Conviene detenerse un instante en este primer precedente aunque nos apartemos de la
descripción cronológica. Recordemos que aquí la Corte insinúa que por vía de hipótesis el non bis in idem
podría ser una garantía constitucional o integrar la de la defensa en juicio. Pero más interesante aún
resulta la observación de que el razonamiento apuntado guarda cierta semejanza con los vertidos por la
Corte en fallos donde se planteaba la violación al non bis in idem en el régimen de la reincidencia y la
imposibilidad de otorgar la libertad condicional al reincidente.

Fallos: 272:188 ("Mattei" 29 de noviembre de 1968)


La Corte advierte que, en principio, el recurso extraordinario es improcedente contra resoluciones
que decretan nulidades de carácter procesal, dado que por su índole ellas no constituyen sentencia
definitiva (Fallos: 250:22; 252:373; 263:299, entre otros). Sin embargo, se ha admitido por vía de
excepción que son equiparables a sentencia definitiva, a los fines del recurso del art. 14 de la ley 48, los
pronunciamientos anteriores a aquélla, que por su índole y consecuencias pueden llegar a frustrar el
derecho federal invocado acarreando perjuicios de imposible o tardía reparación ulterior (Fallos: 182:293;
185:188; 188:286; y especialmente, Fallos: 256:491 y 257:132).
Luego describe que el recurrente sostiene que se ha violado la garantía de la defensa porque el
proceso se encontraba en condiciones de ser fallado por la cámara, donde estaba en apelación, que en
lugar de dictar la sentencia definitiva, declaró la nulidad de todas las actuaciones a partir del cierre del
sumario inclusive. La Corte considera que se trata de un caso de "gravedad" y que por ello el recurso
extraordinario es procedente.
En febrero de 1964 se lo indagó y en abril de 1967 se decretó el cierre del sumario. Se pasó al
plenario que se desarrolló sin observaciones formales. Contra el fallo de primera instancia se dedujo
apelación y la cámara anuló de oficio desde aquella actuación por considerar que no se había agotado la
investigación. La Corte concluye que de este modo el juicio ha sido retrogradado a su etapa inicial, el
sumario, cuando se encontraba ya en condiciones de ser definitivamente fallado con relación al apelante,
y cuando éste lleva más de cuatro años en condición de procesado.
La Corte centra el problema de la causa en saber sí, substanciado un proceso en la forma que
indica la ley, el tribunal a quo ha podido invalidar todo lo actuado, no por omisión o vicio de formas
esenciales del juicio -hubo acusación, defensa, oportunidad de producir prueba de cargo y descargo- sino
con el exclusivo fundamento de que el inferior no realizó durante la instrucción diversas diligencias que se
estiman de interés para el esclarecimiento del caso.
El proceso penal se integra con una serie de etapas a través de las cuales y en forma progresiva
se tiende a poner al juez en condiciones de pronunciar un veredicto de absolución o de condena; y por
ello, cada una de esas etapas constituye el presupuesto necesario de la que le subsigue, en forma tal que
no es posible eliminar una de ellas sin afectar la validez de las que le suceden. El respeto a la garantía de
la defensa en juicio consiste en la observancia de las formas sustanciales relativas a acusación, defensa,
prueba y sentencia (cita varios fallos).
El principio de la progresividad impide que el juicio se retrotraiga a etapas ya superadas, porque
también debe considerarse axiomático que los actos procesales se precluyen cuando han sido cumplidos
observando las formas que la ley establece, es decir, salvo supuesto de nulidad.
Tanto el principio de progresividad como el de preclusión reconocen su fundamento en motivos de
seguridad jurídica y en la necesidad de lograr una administración de justicia rápida dentro de lo razonable,
evitando así que los procesos se prolonguen indefinidamente; pero además, y esto es esencial atento los
valores que entran en juego en el juicio penal, obedecen al imperativo de satisfacer una exigencia
consubstancial con el respeto debido a la dignidad del hombre, cual es el reconocimiento del derecho que
tiene toda persona a liberarse del estado de sospecha que importa la acusación de haber cometido un
delito, mediante una sentencia que establezca, de una vez para siempre, su situación frente a la ley penal.
La garantía del debido proceso legal ha sido arbirtrada fundamentalmente a favor del acusado, no
cabe admitir que la posible deficiencia de la prueba de cargo constituya causal de nulidad de lo
regularmente actuado dentro del juicio, sobre todo si se tiene presente que el Estado cuenta, a través de
órganos específicamente instituidos al efecto -en especial el juez de instrucción y el fiscal- con todos los
medios conducentes para aportar los elementos de juicio que estime útiles en abono de la procedencia de
su pretensión punitiva.
La Corte trae a colación otro principio, el de bilateralidad e igualdad de las partes, que rige el
plenario. Sostiene que en esa etapa el juez debe observar una actitud de equidistancia ante las partes. Y
                                          

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que se violaría aquel principio si se acepta el derecho de los jueces del plenario a invalidar actuaciones
precluidas, so color de falta de producción de diligencias probatorias en el período de la instrucción.
Que, en suma, debe reputarse incluido en la garantía de la defensa en juicio consagrada por el art.
18 de la Constitución Nacional el derecho de todo imputado a obtener -luego de un juicio tramitado en
legal forma- un pronunciamiento que, definiendo su posición frente a la ley y a la sociedad, ponga término,
del modo más rápido posible, a la situación de incertidumbre y de innegable restricción de la libertad que
comporta el enjuiciamiento penal.
Que tal derecho a un juicio razonablemente rápido se frustraría si se aceptara que, cumplidas las
etapas esenciales del juicio y cuando no falta más que el veredicto definitivo, es posible anular lo actuado
en razón de no haberse reunido pruebas de cargo, cuya omisión sólo cabría imputar a los encargados de
producirlas, pero no por cierto al encausado. Todo ello con perjuicio para éste en cuanto, sin falta de su
parte, lo obliga a volver a soportar todas las penosas contingencias propias de un juicio criminal, inclusive
la prolongación de la prisión preventiva; y con desmedro a la vez, del fundamento garantizador -como tal
de raigambre constitucional- que ha inspirado la consagración legislativa de ciertos pilares básicos del
ordenamiento penal vinculados con el problema en debate, cuales son el del "non bis in idem", el de "in
dubbio pro reo" y el que prohibe la "simple absolución de la instancia".
Comentario
Como se puede apreciar, no se trata de un claro caso de non bis in idem, sino del juego de varios
principios entre los que se destaca el derecho a un pronunciamiento judicial rápido que luego se verá.

292:202 ("Belozercovsky" 3 de julio de 1975).


El Procurador General cita sobre la jerarquía constitucional del principio: 1) dictamen del Proc.
Gral. en Fallos 248:232; 2) Fallos: 258:229 en que se estableció que si el juez en lo penal económico
entiende que no cabe formar causa por contrabando, corresponde que dicho magistrado decida lo
pertinente, pues sólo después de ello la justicia federal podrá conocer en la presunta tenencia ilegal de
armas entradas al país por ese medio, que, de lo contrario, sería absorbido por el de contrabando [en el
dictamen de esta cita hay, a su vez, cita de Fallos: 250:711 en que se estableció que el juez federal debe
decidir lo que corresponda respecto de la supuesta falsificación de moneda que se imputa al acusado, ya
que sólo después de ello los tribunales provinciales habrán de juzgarlo por la estafa que también se le
atribuye]; 3) Fallos: 272:180 (en realidad es 272:188 "Mattei"); y 4) la dictada el 23 de octubre de 1972
"Pizzutti" no publicada en la colección de Fallos de la Corte.
En esta causa se planteó una excepción de cosa juzgada que fue rechazada sobre la base de que
las causas anteriores no habían pasado en dicha autoridad de cosa juzgada, omitiéndose toda explicación
acerca de si aquellos eran los mismos hechos que los investigados en la nueva. La Corte dice que es
sentencia definitiva (Fallos: 271:206; 272:188; 276:257; 280:228) y descalifica por arbitrariedad, por
violación a la defensa en juicio, por omisión de tratamiento exhaustivo de la cuestión conducente
propuesta.

248:736 ("María Estela Martínez de Perón", del 22-9-77)


Ver más abajo.

299:221 ("Ganra de Naumow" del 29-11-77)


Se trataba de un incidente de litis pendencia. Jerarquía constitucional de la garantía contra el doble
proceso (Fallos: 248:232; 272:188; 292:202 y otras) comprende no solo la nueva aplicación de una pena
por el mismo hecho, sino también la exposición a riesgo de que ello ocurra a través de un nuevo
sometimiento a proceso de quien ya lo ha sido por el mismo hecho. Ello ocasiona un gravamen
insusceptible de reparación ulterior (Fallos: 271:406; 276:257; 280:228, y sus citas). La falta de tratamiento
de la mentada cuestión -planteada por la parte- y sin perjuicio de la solución a que se arribe en la
incidencia, lesiona la garantía de la defensa en juicio consagrada en el art. 18 de la C.N. y priva al
pronunciamiento apelado de fundamentos que lo sustentan, descalificándolo como acto judicial.

300:1273 ("Martínez de Perón" del 19 de diciembre 1978)


María Estela Martínez de Perón solicitó la nulidad de las actuaciones judiciales porque ya se le
habían aplicado medidas de sustancia penal por los mismos hechos, mediante la resolución N° 1 de la
Junta Militar del 18 de junio de 1976. La Corte consideró que era una resolución equiparable a sentencia
definitiva por encontrarse involucrada la garantía de no verse sometida a un proceso que conlleva el
riesgo de una imposición de pena por el mismo hecho.

308:84 ("Plaza" del 11 de febrero de 1986)


En un recurso interpuesto sólo por la querella contra un sobreseimiento posterior decretado a
coprocesados, la cámara de apelaciones resolvió declarar la nulidad del sobreseimiento dictado al
imputado por contrabando porque esa decisión había emanado de un juez incompetente, y declaró la
incompetencia del juzgado federal para seguir conociendo en la causa. Esa decisión conducía a modificar
un sobreseimiento dictado con anterioridad que había quedado firme. El apelante se agravia del exceso
de jurisdicción de la cámara por falta de recurso al respecto en violación a la defensa en juicio y porque
incurrió en reformatio in pejus, desconoció la existencia de la cosa juzgada y el principio non bis in idem.
                                          

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La Corte reiteró que la cosa juzgada tiene jerarquía constitucional y procede el recurso
extraordinario cuando se sostiene que el fallo apelado ha desconocido sus efectos (Fallos: 187:29;
243:465; 253:253; 259:289 y 273:312, entre muchos otros), sin que sea óbice que esa resolución que
declara la nulidad del sobreseimiento y somete a nuevamente a juicio al recurrente (del recurso
extraordinario) no sea la sentencia definitiva, porque le es equiparable. Ello así porque el reclamo del
apelante por el respeto de la cosa juzgada se dirige a lograr la plena efectividad de la prohibición de la
doble persecución penal, cuyo rango constitucional ha sido reconocido por la Corte (Fallos: 248:232;
258:220; 272:188 y 292:202).
La Corte le concede la razón al recurrente porque fue desvinculado del proceso mediante el
sobreseimiento definitivo que había quedado firme por no haber sido apelado por ninguna de las partes,
de manera que la Cámara no se encontraba habilitada para anularlo por la presunta incompetencia
territorial del juez federal y debió respetar el derecho que de la sentencia se derivó para el procesado.

310:2845 ("Magín Suárez" del 29 de diciembre de 1987)


La Sala Juzgadora de la Honorable Cámara de Diputados de la Provincia de San Juan dispuso
destituir y decretar la inhabilitación temporal para desempeñar otros cargos oficiales a dos miembros
integrantes de la Corte de Justicia de esa provincia y al procurador general ante ese tribunal. Se dedujo
recurso extraordinario ante la Corte invocándose la violación a la garantía de la defensa en juicio, a la del
juez natural y al debido proceso.
Este precedente no es de directa aplicación a este estudio, sin embargo cabe mencionar una
doctrina que puede guardar vinculación con él, como se verá seguidamente. Tanto la mayoría como la
minoría -aunque la aplicaron diversamente a los hechos- recordaron que en un proceso no puede
afectarse la validez de los actos procesales legítimamente cumplidos mediante el cambio de leyes de
procedimiento. La doctrina de la inmediata aplicación de las nuevas normas procesales a las causas
pendientes reconoce excepción cuando dicha aplicación afecte la validez de actos realizados de acuerdo
con la legislación anterior (Fallos: 98:311; 200:181; 306:1223; entre otros). La estabilidad de los actos
procesales legítimamente cumplidos es un valladar para el efecto retroactivo de las nuevas leyes
procesales (disidencia de los ministros Petracchi y Bacqué, consid. 7°). Toda vez que el fallo en examen
ha recaído sobre hechos que no se hallaban comprendidos en la acusación original, y cuya hipotética
producción es de fecha anterior a ese acto, la inclusión de tales hechos ilícitos en el "dictamen-acusación"
de fs. .. y en la sentencia apelada retrotrayéndose a un acto válidamente cumplido, importa el menoscabo
de la garantía de la defensa en juicio, consagrada en el art. 18 de la Constitución Nacional. En efecto, el
respeto a de la garantía mencionada consiste en la observancia de las formas sustanciales relativas a la
acusación, defensa, prueba y sentencia.
Sobre el particular -sigue la disidencia- ha reconocido el Tribunal que el principio de la
progresividad impide que el juicio se retrotraiga a etapas ya superadas, porque también debe considerarse
axiomático que los actos procesales se precluyen cuando han sido cumplidos observando las formas que
la ley establece. Lo contrario importaría el desmedro del fundamento garantizador, de raigambre
constitucional, de uno de los pilares básicos del proceso penal: el del non bis in idem (doctrina de Fallos:
272:188; 298:50; 300:1102, entre otros). El fundamento de tal regla, según lo ha establecido la Corte
Suprema de los Estados Unidos, es "...que no se le debe permitir al Estado, con todos sus recursos y
poder, llevar a cabo esfuerzos repetidos para condenar a un individuo por un supuesto delito,
sometiéndolo así a molestias, gastos y sufrimientos, y obligándolo a vivir en un continuo estado de
ansiedad e inseguridad, aumentando, también, la posibilidad de que, aun siendo inocente, sea hallado
culpable..." (355 U.S. 184).
Más adelante: Que, entrando a analizar otro de los argumentos expresados en este debate, no
parece correcto aseverar que no se habría violado la garantía del non bis in idem, pues la admisión de las
denuncias contra los apelantes no importaría formal acusación, de acuerdo a la interpretación que se
realiza de la ley provincial. Al respecto, cabe señalar que determinar si la admisión de denuncia constituye
o no "acusación formal", no pasa de ser una inútil discusión verbal. Si se acepta que la citada garantía
protege a las personas de los esfuerzos repetidos para condenarlas, parece indudable que la admisión de
la denuncia efectuada por el Jurado de Enjuiciamiento, la cual dejó expedida la acción en contra de los
recurrentes, constituyó una manifestación de la actividad persecutoria estatal, equiparable en el caso al
ejercicio de la acción penal.

311:67 ("Rava" del 4 de febrero de 1988)


Con motivo de una colusión ocurrida entre un rodado particular y un tren, se sobreseyó parcial y
definitivamente respecto de los delitos previstos en los art. 194 y 196 del Código Penal, y se declaró la
incompetencia por la posible comisión de homicidio culposo -art. 84 del C. Penal. La Corte, al decidir la
contienda de competencia, señaló que corresponde dejar a la justicia federal, y no a la provincial,
continuar con el conocimiento de la causa pues cualquiera fuese el encuadramiento legal que pudiera
corresponde en definitiva al único acontecimiento por el cual el procesado resulta incriminado, la decisión
del magistrado nacional en cuanto propicia un juzgamiento por separado, importa la posibilidad de violar la
prohibición de la doble persecución penal, cuyo rango constitucional ha sido reconocido por la Corte (cita
Fallos: 248:232; 258:220; 272:189; 292:202).

312:597 ("Weissbrod" 25 de abril de 1989).


                                          

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La cámara de apelaciones confirmó la condena del acusado por varios hechos y lo absolvió por
uno de ellos. La defensa interpuso recurso extraordinario agraviándose de una resolución anterior de la
misma cámara que había decretado la nulidad de la sentencia absolutoria, la acusación y la defensa,
retrotrayendo el proceso hasta el sumario por no haberse indagado al procesado por todos los hechos
investigados. La defensa señaló que el pronunciamiento final de condena, que era consecuencia de
aquella anulación, en tanto condenaba al imputado por un hecho por el que no había sido acusado,
configuraba una reformatio in pejus. El Procurador General entendió que debía abrirse el recurso porque
era cierto que había sido condenado por un hecho sin haber sido acusado, lo cual afectaba la garantía de
la defensa en juicio.
La Corte, sin embargo, sostuvo que no puede entenderse como que la causa fue juzgada dos
veces ni que se produjo la retrogradación del juicio en violación al non bis in idem, porque de ser así, la
nulidad carecería de todo sentido en tanto jamás se podría condenar al imputado sin que se lesionase el
non bis in idem. Dado que la sentencia anulada carece de efectos, no puede decirse que al dictarse una
nueva haya dos fallos que juzguen el mismo hecho, pues hay sólo uno que puede considerarse válido.
Agregó que el caso era diferente a "Mattei" (Fallos: 272:188) porque ahí se había interpuesto
recurso extraordinario contra la sentencia anulatoria, mientras que en el presente la sentencia que dispuso
la nulidad no fue oportunamente recurrida por lo que la apelación federal era tardía (doctrina de Fallos:
248:232).
En cambio, asistía razón al apelante en cuanto al hecho por el que fue condenado sin acusación.
Deja sin efecto la sentencia sólo en ese aspecto.

314:377 ("Taussig" del 30 de abril de 1991)


En una querella por calumnias e injurias recayó sobreseimiento definitivo al tenerse por
abandonada la querella en los términos del art. 174 del Código de Procedimientos en Materia Penal,
pronunciamiento que quedó firme. Sin embargo, se promovió nueva querella por los mismos hechos,
causa y contra la misma persona. El juez de primera instancia resolvió no darle curso en virtud de la cosa
juzgada. Sin embargo, la cámara de apelaciones revocó esa decisión. La defensa del acusado interpuso
recurso extraordinario con el fundamento en su derecho constitucional a no ser juzgado dos veces por el
mismo hecho. El Procurador General sostuvo que más allá del error del primer pronunciamiento (cita de
Fallos: 276:376), no podía violarse la cosa juzgada con el pretexto de una revisión del criterio en que se
basaba la primer decisión.
La Corte entendió que el recurso era procedente porque se dirigía a dar plena efectividad a la
prohibición de la doble persecución penal, cuyo rango constitucional había sido ya reconocido (cita Fallos:
272:188; 292:202; 299:221; 300:1273; 308:84) y que los argumentos del querellante para promover la
nueva querella debieron hacerse valer en ocasión del sobreseimiento definitivo anterior, pero que, agotada
esa vía recursiva y firme el sobreseimiento definitivo, la sustanciación de esta nueva querella constituía
una violación a la garantía constitucional que protege contra el doble juzgamiento. Por ello, revocó la
sentencia apelada.

315:2680 ("Márquez" del 10 de noviembre de 1992).


El superior tribunal de provincia hizo lugar al recurso de casación y declaró la nulidad de una
sentencia que absolvía al imputado del delito de homicidio calificado. La defensa interpuso recurso
extraordinario donde explicó que el fiscal de juicio había pedido la absolución a la luz de la prueba
producida en el debate, lo cual -alegó- había zanjado esa cuestión en tanto ese funcionario era el titular de
la acción pública en el procedimiento local, de modo que el superior tribunal había revisado una sentencia
sin jurisdicción, alteró la cosa juzgada material y se pretende someter al imputado a un nuevo juicio por el
mismo hecho -non bis in idem-, además de una violación a la prohibición de la reformatio in pejus.
La Corte comenzó recordando que la cosa juzgada tiene jerarquía constitucional (Fallos: 308:84) y
procede el recurso extraordinario cuando se sostiene que el fallo apelado ha desconocido sus efectos, sin
que resulte óbice para ello la ausencia de sentencia definitiva, ya que este tipo de resoluciones le son
equiparables porque frustran el derecho federal invocado, ocasionando perjuicios de imposi- ble
reparación ulterior (Fallos: 182:293; 185:188; 188:286; 256:491; 257:132; 271:406; 273:312; 276:257;
280:228 y sus citas, entre otros).
Además reconoció que el reclamo del apelante por el respeto de la cosa juzgada se dirige a lograr
la plena efectividad de la prohibición de la doble persecución penal, cuyo rango constitucional ha sido
reconocido por la Corte (Fallos: 248:232; 258:220; 272:188 y 292:202), que es susceptible de tutela
inmediata porque la garantía no veda única- mente la aplicación de una nueva sanción por un hecho
anteriormente penado, sino también la exposición a riesgo de que ello ocurra mediante un nuevo
sometimiento a juicio de quien ya lo ha sufrido por el mismo hecho (Fallos: 292:221); el agravio no se
disiparía ni aun con el dictado de una ulte- rior sentencia absolutoria (Fallos: 300:1273).
Luego de esta exposición, la Corte consideró las constancias de la causa y concluyó en que asistía
razón a la defensa porque el procesado había sido desvinculado del proceso de la causa mediante la
sentencia absolutoria, revisada por el tribunal a quo, sin que existiese recurso que lo habilitase para ello
porque sólo habían deducido casación un coprocesado y el actor civil. En consecuencia la Corte dejó sin
efecto la sentencia, declaró subsistente la absolución y ordenó la inmediata libertad del imputado.

causa P.25 .XXVII. "Peluffo, Diego Pedro s/ promueve quere- lla por desacato- procesados: Cosme
Rana y Mauricio Eiman", fallada el 6 de febrero de 1996.
                                          

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En primera instancia (código procesal viejo) los procesados fueron absueltos por desacato en
perjuicio de un funcionario público (ex-artículo 244 del Código Penal). Mientras se encontraba la apelación
de la querella en la cámara de apelaciones, ese artículo del Código Penal fue derogado por ley 24.198.
Ante ello, la cámara -por mayoría- dispuso el archivo de las actuaciones y el desprocesamiento de los
imputados, por considerar que la conducta investigada tenía la posibilidad de ser examinada a la luz de
los delitos contra el honor (calumnias e injurias), pero que no podía realizarlo en la situación de la causa
en razón del diferente procedimiento previsto para unos y otros (desacato: acción pública; delitos contra el
honor: acción privada). Justificó el archivo puesto que un sobreseimiento o una absolución determinarían
la existencia de cosa juzgada en punto al hecho investigado, lo cual impediría al querellante accionar
nuevamente por imperio del principio non bis in idem.
La defensa interpuso recurso extraordinario por entender que la resolución de la cámara privaba a
su parte del derecho de defensa y del debido proceso, violando el principio citado contra la doble
persecución que, justamente, indicaba que ante la derogación del tipo penal, el querellante se encontraba
impedido de iniciar una nueva persecución.
La Corte -por mayoría- con cita de Fallos: 314:377 sostuvo que se trataba de una resolución
equiparable a sentencia definitiva. Luego recurrió a Fallos: 311:67 para señalar que la garantía protegía a
los individuos contra la doble persecución por un mismo hecho sin importar los diversos encuadramientos
que se puedan efectuar respecto de aquél.
Concluyó que en el caso el a quo había desconocido la garantía al disponer el archivo y no
proceder en cambio al sobreseimiento definitivo de la causa. Lo expuesto por la cámara, en cuanto al
escollo que encontraría el querellante para iniciar una nueva causa, era correcto, pero no las
consecuencias que se pretendía extraer de ese estado de cosas. Porque derogado el tipo penal, la
garantía constitucional prohibe iniciar un nuevo proceso por ese mismo hecho, de modo que lejos de
eliminar el "escollo" para permitir una eventual nueva persecución penal, el tribunal debió haber resuelto
que existía un obstáculo insalvable para un futuro proceso. Ello lleva a descalificar el pronunciamiento.
Agregó que no era óbice para la solución que no fuera inminente la posibilidad de una nueva
querella, porque la garantía también protege contra la mera exposición al riesgo de que ello ocurra
mediante un nuevo sometimiento a juicio de quien ya lo ha sufrido y no cabe duda de que la decisión de
cámara expone al procesado a dicho riesgo.
Finalmente, refutó el pedido del Procurador General que proponía la revocación de la sentencia y
el reenvío de la causa para que la cámara falle sobre los delitos contra el honor por no existir obstáculo
alguno para ello, mediante el argumento de que ello sería violatorio de la prohibición de la reformatio in
pejus (Fallos: 314:787) porque la jurisdicción de la Corte había sido habilitada por el recurso del
procesado y una decisión de ese tipo no sólo lo pondría ante el riesgo incierto de un nuevo proceso penal,
sino ante una situación más grave del hecho cierto y actual de un juicio de esas características.
La disidencia de los Dres. Belluscio, López y Bossert, entendió que no se trataba de una sentencia
definitiva o equiparable a tal.

causa P.1289 .XXXII. "Pazos, Luis y otros s/ artículo 110 C.P. -causa N° 2885-", fallada el 29 de abril
de 1997.
Se trata de una causa de acción privada por injurias en la que se había dispuesto el
sobreseimiento en virtud de lo dispuesto por los arts. 422, inc. 2°, y 423 del Código Procesal Penal, es
decir, se tuvo por desistida la acción penal. La parte querellante interpuso recursos de casación e
inconstitucionalidad. Sin embargo, el segundo no fue concedido y no se interpuso la correspondiente
queja. Ello generó que la defensa al contestar los agravios lo señalara expresamente. Sin embargo, la
cámara de casación tomó el agravio y declaró la inconstitucionalidad de dichas normas procesales porque
resultaba indispensable para dirimir la situación en conflicto. Contra ese fallo, que implicaba que no tenía
valor el desistimiento decretado y por ende que la causa siguiera adelante, interpuso recurso
extraordinario la defensa.
La mayoría de la Corte falló que el recurso no se dirigía contra una sentencia definitiva o
equiparable a tal sin desarrollar argumentos.
Sin embargo, el Dr. Petracchi, para arribar a la misma conclusión, puso de manifiesto los
siguientes razonamientos: resultaba indispensable determinar si la parte acusadora había perdido
irremediablemente la oportunidad de discutir la validez constitucional de los arts. 422 y 423 del CPP. Sólo
en el caso de una respuesta afirmativa cobraría sentido el agravio relativo a la violación del non bis in
idem, en tanto veda toda renovación de una chance de persecución penal ya fenecida. Ello no surgía de
los imprecisos términos utilizados por la cámara de apelaciones al conceder el recurso de casación, de
modo que había que estar a lo que sobre el punto había resuelto el tribunal de la instancia anterior. En
definitiva, entendió que no se advertía una violación al non bis in idem que permita tal equiparación.

causa R.162 .XXXII. "Rendimax S.A.s/ ley 23.771 -causa N° 9237-", resuelta el 25 de noviembre de
1997.
La cámara de apelaciones no hizo lugar a la excepción de cosa juzgada, planteada por los
imputados -personas físicas- sobre la base de que la empresa que integraban -persona jurídica- había
sido investigada por los mismos hechos en una causa anterior que había tramitado ante otro juzgado y en
la que había recaído sobreseimiento definitivo sin procesarse a persona alguna por inexistencia de delito.
La cámara fundó su decisión en que los tribunales sólo deciden sobre comportamientos imputables a
                                          

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personas físicas, por lo que aquel sobreseimiento dictado en la causa en que se había investigado a la
persona ideal carecía de virtualidad.
Las defensas interpusieron recurso extraordinario alegando la violación del principio de cosa
juzgada porque los hechos de ambas causas eran idénticos.
La mayoría de la Corte entendió que el recurso no era admisible por no haberse interpuesto contra
la sentencia definitiva o equiparable a tal.
La minoría, en disidencia, entendió que era procedente por ser una resolución equiparable a
sentencia definitiva en la medida que se invocaba la violación al non bis in idem (con cita de Fallos:
314:377, consid. 3° y 4°), y sobre el fondo se pronunció por la arbitrariedad de la decisión de la cámara
que había omitido el examen de los hechos para establecer si se trataba de los ya investigados en la
causa anterior.
Consideró que la cámara había negado el efecto de cosa juzgada material al sobreseimiento
definitivo por inexistencia de delito en una causa en que no se había procesado a persona alguna. Pero
por otra parte, el mismo a quo había prescindido de la disposición que dice que el sobreseimiento
definitivo es irrevocable (arts. 434 y 436 del C.P.M.P.), de modo que su pronunciamiento era arbitrario.

causa A.85 .XXXI. "Alvarado, Julio s/ averiguación infr.art. 3° de la ley 23.771 (ANSES) -causa N°
81-", resuelta el 7 de mayo de 1998.
El tribunal oral declaró la nulidad de todo lo actuado a partir de la denuncia del ANSES en orden al
delito de retención y omisión de depósito de aportes previsionales (art. 8 de la ley 23.771) que se
imputaba, por entender que el informe técnico del art. 16 de esa ley elaborado por los funcionarios del
organismo estatal, presentaba serias irregularidades tales como que no existía certeza sobre lo adeudado
e impedía la atribución de la previa percepción dolosa, lo cual violaba la garantía del art. 18 de la C.N.
El fiscal interpuso recurso extraordinario (que fue tratado por la Corte, porque había sido
interpuesto con anterioridad al precedente "Giroldi", de modo que no correspondía examinar si al fiscal le
correspondía o no pasar por la cámara de casación a los fines del requisito de superior tribunal de la
causa).
La mayoría de la Corte sostuvo que la sentencia era arbitraria al confundir la validez con el valor
probatorio de los actos procesales ya que era en la etapa de debate donde podían despejarse las dudas
mencionadas. En consecuencia descalificó el fallo y se devolvió la causa para que por quien corresponda
se dicte uno nuevo.
Sin embargo, el Dr. Petracchi en disidencia, sostuvo que las críticas del apelante tenían por objeto
la revocación del fallo y, como consecuencia de ello, la realización de un nuevo juicio, ya que no era
posible sustituir la sentencia por otra que decida el fondo del asunto. Ello así porque el tribunal oral no
había considerado los elementos que hacen a la sustancia del caso, más allá de los necesarios para
decretar la nulidad de todo lo actuado. Por lo tanto, la carencia de la reconstrucción histórica del hecho
imputado, impide a un tribunal revisor la aplicación de la ley correcta. Así, si triunfara la tesis del
recurrente, la Corte se vería obligada a dar una solución al caso, haciendo una declaratoria sobre el punto
en disputa y devolviendo la causa para que sea nuevamente juzgada. Pero un reenvío en tales términos
en un juicio oral supone la reedición total del juicio con renovación total de sus partes, ya que rige el
principio de inmediación, del que derivan la identidad física del juzgador y la concentración de los actos
del debate y la sentencia. La sentencia -en especial sus aspectos de reconstrucción histórica de los
hechos- sólo puede ser dictada por los mismos jueces que intervinieron íntegramente en el debate y,
además, debe ser producida inmediata- mente después de ser examinada la prueba. Como consecuencia
de ello, cuando haya de dictarse una nueva sentencia en que se resuelva sobre el mérito de la prueba
-porque no se cuenta con esa reconstrucción histórica-, no habrá más alternativa que llevar a cabo un
nuevo juicio, fundamental- mente idéntico al primero.
Pero en el presente caso, como los agravios del fiscal están dirigidos a vicios de motivación y no a
la validez de los actos procesales que integraron el debate, debe concluirse que el juicio ha sido
válidamente cumplido en su totalidad.
En tales condiciones, se impone la siguiente pregunta: ¿es posible a la luz de nuestro derecho
federal que, cuando el acusador público requiere la revocación de la sentencia absolutoria, se someta al
imputado a un nuevo juicio íntegro cuando ya soportó uno válidamente cumplido en todas sus partes?.
Si la respuesta fuese negativa, el propio objeto de este recurso sería inválido y su tratamiento
vano.
De acuerdo con Fallos: 272:188 "Mattei", la respuesta es negativa. Recuerda los considerandos de
es precedente en lo referente a la progresividad y preclusión de los actos procesales fundados en el
derecho de toda persona a liberarse del estado de sospecha mediante un juicio rápido. Luego cita Fallos:
297:486; 298:312; 305:913; 306:1705; 311:2205, consid. 5° de la disidencia de los jueces Bacqué y
Petracchi, y 312:597) para sentar que no es factible retrotraer un proceso penal a etapas ya superadas
cuando éstas han sido cumplidas observando las formas sustanciales del proceso que la ley establece. No
es posible anular lo actuado en razón de no haberse reunido pruebas de cargo cuya omisión sólo cabría
imputar a los encargados de producirlas, pero no por cierto al encausado. Todo ello con perjuicio para éste
en cuanto, sin falta de su parte, lo obliga a volver a soportar todas las penosas contingencias propias de
un juicio criminal.
El principio constitucional que impone esa conclusión está dado por la prohibición de múltiple
persecución penal, non bis in idem. Recién a partir del caso de Fallos: 299:221 se le asignó al principio su
adecuada extensión. También Fallos: 315:2680. La Corte de los Estados Unidos, al resolver el caso
                                          

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"Green v. United States" (355 U.S. 184 -1957-) sostuvo que "la prohibición constitucional del non bis in
idem [double jeopardy] fue establecida para proteger al individuo de ser sometido a los azares del proceso
y de su posible condena más de una vez por un alegado delito"; con cita del caso "Ex parte Lange" (18
Wall.163, 169), dijo "el common law no sólo prohibió una segunda pena por el mismo delito, sino que fue
más allá y prohibió un segundo proceso por el mismo delito, sea que el acusado haya sufrido pena o no la
haya sufrido, y sea que en el primer proceso haya sido absuelto o condenado"... "La idea fundamental,
una que está profundamente arraigada al menos en el sistema jurisprudencial anglo-americano, es que no
se debe permitir al Estado que, con todos sus recursos y poder, haga repetidos intentos para condenar a
un individuo por un invocado delito, sometiéndolo así a perturbaciones, gastos y sufrimientos y obligándolo
a vivir en un continuo estado de ansiedad e inseguridad, aumentando también la posibilidad de que, aun
siendo inocente, sea hallado culpable... Así, uno de los principios elementales de nuestro Derecho Penal
establece que el Estado no puede originar un nuevo juicio mediante un recurso, aun cuando la absolución
pueda parecer errónea" (ps. 187-8; también "Benton v. Maryland", 395 U.S. 784 -1969-, especialmente ps.
795 y s.).
En el derecho norteamericano es indiscutible que ante una sentencia absolutoria por virtud de la
cláusula del non bis in idem, no hay lugar para que el Estado provoque un nuevo juicio en el que el
acusado sea puesto nuevamente frente al riesgo de ser condenado ("Ludwig v. Massachu- setts", 427 U.S.
618 -1976-, en especial p. 631).
Como consecuencia de ello, el objeto debatido en la jurisprudencia constitucional norteamericana
se ha referido a determinar cuáles son las otras decisiones conclusivas (aparte de la absolución que es
incontrovertida) que pueden ser equiparadas a los fines de la aplicación del non bis in idem (confr. "United
States v. Martin Linen Supply Co.", 430 U.S. 564 -1977-; "Smalis et al. v. Pennsylvania", 476 U.S. 140
-1986-). En el último fallo, la Corte de EEUU dijo "la absolución, a diferencia de la condena, pone fin al
proceso inicial (466 U.S. 294, p. 308 "Justices of Boston Municipal Court v. Lydon" -1984-). Por eso, tanto
si el proceso es ante un jurado o ante un tribunal, el sometimiento del defendido -después de su
absolución- a procesos de determinación de los hechos, sea que se dirijan a demostrar su culpabilidad o
su inocencia, viola la cláusula del non bis in idem"... "cuando un recurso acusatorio contra una absolución
puede originar procedimientos que violan la cláusula del non bis in idem, el recurso en sí mismo carece de
un objeto válido. Conceder una apelación así, frustraría el interés del acusado en obtener la finalización de
los procedimientos en su contra"...."la cláusula del non bis in idem impide la apelación acusatoria contra la
sentencia de absolución no sólo cuando de ella resultaría un segundo juicio, sino también cuando la
revocación se pudiera traducir en ulteriores procedimientos de alguna clase, tendientes a la resolución de
cuestiones de hecho referentes a los elementos del delito imputado".
Tales pronunciamientos, al igual que "Mattei", llevan a que una sentencia absolutoria dictada luego
de un juicio válidamente cumplido precluye toda posibilidad de reeditar el debate como consecuencia de
una impugnación acusatoria. Una decisión diversa significaría otorgar al Estado una nueva chance para
realizar su pretensión de condena, en franca violación al principio constitucional del non bis in idem y a
sus consecuencias, la progresividad y la preclusión de los actos del proceso.
La naturaleza del proceso de reenvío en nuestro ordenamiento, que lo distingue de la mera
reedición del juicio, tampoco obsta a lo expuesto. Porque tales caracteres propios sólo son indicados con
el fin de determinar las limitaciones de la actividad de las partes y del tribunal en el juicio de reenvío. Mas
en ningún caso se somete a contradicción el hecho de que aquél constituye un nuevo juicio -o bien la
renovación del juicio cuya sentencia definitiva se sometió a impugnación- impuesto por la necesidad de
sustituir por otra la sentencia que el tribunal ad quem ha rescindido. Por lo tanto, cualquiera se la forma de
reducir a conceptos el juicio de reenvío, lo cierto es que en casos como el presente, para el imputado
absuelto, aquél constituye un nuevo juicio, básicamente idéntico al primero, en el que su honor y su
libertad vuelven a ponerse en riesgo. Ello es suficiente, pues, para que la garantía del non bis in idem
impida al Estado provocarlo.
Por todo lo expuesto, el objeto de este recurso extraordinario -que pretende la revocación de una
sentencia absolutoria y reenvío- no encuentra amparo en el derecho federal vigente. Y por ello la Corte
debe declarar inadmisible el recurso extraordinario.

causa D.353 -XXXIII- “Daragona, Vicente y otros s/ privacion ilegal de la libertad”, resuelta el 20 de
agosto de 1998.
El juez a cargo de la instrucción dictó el sobreseimiento definitivo respecto de uno de los
imputados. Después dictó idéntica decisión respecto de otros dos. En ambos casos, por los delitos de
privación ilegal de la libertad y robo de automotor en concurso ideal. Esas resoluciones fueron consentidas
y quedaron firmes. La causa continuó en relación a otros procesados. Con posterioridad, el fiscal de
cámara pidió la nulidad de ambos sobreseimientos a lo que el juez instructor hizo lugar y ordenó la
indagatoria de los imputados bajo la imputación de robo en poblado y en banda, calificación que después
fue cambiada por la de robo simple. Cerrado el sumario, se produjo el requerimiento fiscal y se elevó la
causa a la cámara para juicio oral. Este tribunal sospechó la existencia de irregularidades materiales en
diversas actuaciones en las que se sustentaba el primer sobreseimiento y de oficio dispuso la remisión de
la causa al cuerpo pericial que concluyó que efectivamente había habido irregularidades y que la Cámara
debía formular denuncia ante la posible comisión de delitos de acción pública. Corrida la vista a la
defensora oficial de dos de los imputados, que asumió su ministerio en esa ocasión a raíz de la renuncia
del letrado particular, esta funcionaria solicitó la nulidad de todo lo actuado con posterioridad a los
sobreseimientos por violación al debido proceso y la cosa juzgada, sobre la base del principio non bis in
                                          

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idem, ya que se había indagado a sus defendidos por los mismos hechos. La cámara rechazó ese pedido
y dispuso la nulidad de las mencionadas actuaciones irregulares y de los citados sobreseimientos que se
sustentaban en ellas, por considerar que constituían un fraude procesal. La defensa dedujo recursos de
inaplicabilidad de ley e inconstitucionalidad locales, que fueron rechazados por la Suprema Corte de la
Provincia de Buenos Aires por entender que no se trataba de una sentencia definitiva o equiparable a tal.
Llamada a entender en el recurso extraordinario (que fue rechazado y se debió interponer recurso
de hecho o queja), fundado en la violación de la cosa juzgada y el non bis in idem, que le provocaban un
gravamen irreparable que requería tutela inmediata y que por ello el superior tribunal debía tratarlas, la
Corte federal entendió que la decisión del tribunal provincial de no tratar los agravios planteados violaba la
garantía del debido proceso (art. 18 CN), al omitir hacerse cargo del agravio de la defensa referente a que
la decisión impugnada, en cuanto habría desconocido los efectos de la cosa juzgada, cerraba la instancia
afectando la garantía de la defensa en juicio de modo irreparable.
El juez Bossert, en su voto concurrente, se explayó más sobre el punto y sostuvo que en este
caso, el máximo tribunal provincial se había negado a tratar la cuestión federal planteada que se dirigía a
lograr la plena efectividad de la prohibición de la doble persecución penal, derecho federal que sólo es
susceptible de tutela inmediata, porque no veda únicamente la aplicación de una nueva sanción por un
hecho anteriormente penado, sino también un nuevo sometimiento a juicio por el mismo hecho y el solo
desarrollo del proceso desvirtuaría el derecho invocado, dado que el gravamen que es materia de agravio
no se disiparía ni aun con el dictado de una sentencia absolutoria (cita de Fallos: 314:377)

causa P.259 -XXXIII- “Polak, Federico Gabriel s/ violación de los deberes de funcionario público s/
casación”, resuelta el 15 de octubre de 1998.

En esta causa el fiscal había consentido el procesamiento del imputado por el delito de
incumplimiento de los deberes de funcionario público, que en la provincia donde tramitaba el expediente
era de competencia de la justicia correccional; con posterioridad requirió la elevación de la causa a juicio
por ese delito, al descartar la existencia de uno más grave -administración fraudulenta- por ausencia de
perjuicio real o potencial; ofreció pruebas para fundar su acusación y participó del debate durante el primer
día, sin cuestionar en momento alguno la competencia del juez correccional. Pero al reabrirse la
audiencia el segundo día, planteó la incompetencia material del magistrado por entender que se había
comprobado la existencia del perjuicio que hasta ese momento había juzgado inexistente, sin que hubiera
elementos nuevos incorporados al juicio pudo apoyar esa conclusión, ni una ampliación del
requerimiento, ni nuevos hechos. El juez rechazó el planteo de incompetencia y dictó sentencia
absolutoria respecto del imputado en orden al delito de incumplimiento de los deberes de funcionario
público.
Recurrida en casación por el mismo fiscal, el Superior Tribunal de la Provincia anuló la sentencia y
el debate precedente y remitió la causa a la cámara criminal a los efectos de la celebración de un nuevo
juicio oral cuyo objeto fuera la investigación del delito de administración fraudulenta, con fundamento en
que las cuestiones de competencia eran de orden público y declarables de oficio, lo cual estaba previsto
en el ordenamiento procesal de modo que se descartaba cualquier violación a los principios de preclusión
y progresividad. Consideró también que no había hechos nuevos sino de una distinta calificación de ellos
y que de todos modos la cámara criminal tenía competencia para juzgar un delito más grave y no a la
inversa, además de que no había violación al non bis in idem porque se trataba de una sentencia anulada
que carecía de efectos.
La Corte nacional comenzó el análisis de este caso plantéandose la pregunta de si había habido
un juicio desarrollado legalmente para establecer si la decisión del tribunal provincial había violado el
principio que impide retrogradar las actuaciones a etapas válidamente cumplidas. En este sentido
concluyó que la sanción de nulidad a la que había arribado el superior tribunal de provincia no había sido
causada por el procesado sino por la contradictoria conducta asumida por el agente fiscal.
Recordó que la garantía del debido proceso, en la que se integra la del juez natural determinado
por las normas de competencia, ha sido consagrada fundamentalmente en favor del acusado, por lo que
no era válido recurrir al argumento de la incompetencia para adoptar una decisión que importe someterlo
nuevamente a juicio (confr. doctrina de Fallos: 234:786 y 240:456), temperamento éste que lesiona el
fundamento garantizador -como tal de raigambre constitucional- que ha inspirado la consagración
legislativa de ciertos pilares básicos del ordenamiento penal, entre los cuales se encuentra el principio del
non bis in idem, admitido ya en el caso de Fallos: 272:188.
Siguió la Corte: que con posterioridad a ese precedente (se) reconoció a partir del registrado en
Fallos: 299:221, por remisión al dictamen del Procurador General en ese entonces, que dicha garantía no
sólo vedaba la aplicación de una segunda pena por un mismo hecho ya penado, “... sino también la
exposición al riesgo de que ello ocurra mediante un nuevo sometimiento a juicio de quien ya lo ha sufrido
por el mismo hecho...” (confr. también entre otros, Fallos: 315:2680, considerando 4°).
Una interpretación amplia de la garantía contra el múltiple juzgamiento conduce no sólo a la
inadmisibilidad de imponer una nueva pena por el mismo delito, sino que lleva a la prohibición de un
segundo proceso por el mismo delito, sea que el acusado haya sufrido pena o no la haya sufrido, y sea
que en el primer proceso haya sido absuelto o condenado. Y ello es así porque a partir del fundamento
material de la citada garantía no es posible permitir que el Estado, con todos sus recursos y poder, lleve a
                                          

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cabo esfuerzos repetidos para condenar a un individuo por un supuesto delito, sometiéndolo así a
molestias, gastos y sufrimientos, y obligándolo a vivir en un continuo estado de ansiedad e inseguridad, y
a aumentar, también, la posibilidad de que, aun siendo inocente, sea hallado culpable (confr. citas en
Fallos: 310:2845, disidencia de los jueces Petracchi y Bacqué).
Ese mismo alcance ha asignado a la cláusula en examen la Corte Suprema de los Estados Unidos
de América en distintos precedentes, en los que sostuvo que si bien el imputado no tiene un derecho a la
absolución cuando el reenvío del juicio se funda en errores ordinarios del procedimiento (“Lockhart v.
Nelson”, 488 U.S. 33.38, 1988; “Oregon v. Kennedy”, 456 U.S., at. 685; “Tribbs v. Florida”, 457 U.S. 31, 40,
1982), ello no debe hacer perder de vista que el gobierno -en nuestro caso el fiscal- no puede manipular el
primer juicio para evitar una posible absolución y mantener abierta la chance de un nuevo juicio al
imputado (“Jorn”, 400 U.S. at. 484), de modo que también se ha incluido en el fundamento de la cláusula
que el Estado no tiene derecho a un nuevo juicio cuando es él quien origina esos errores, porque la
situación se equipara al supuesto en que ha fallado al presentar el caso (“Oregon v. Kennedy”, 456 U.S.
667, 1982).
Por todo lo expuesto -finaliza la Corte- cabe concluir en que lo resuelto por el a quo ha lesionado el
derecho de Polak a no ser juzgado dos veces por el mismo hecho, ya que dicha garantía tiene vigencia
para el imputado a partir de que éste adquirió el derecho a que se lo declarase culpable o inocente del
hecho por el que se lo acusó, siempre, claro está, que -como en el sub examine- se hayan observado las
formas esenciales del juicio y la causa que determine uno nuevo no le sea imputable.
Cabe aclarar que los jueces Petracchi, Boggiano y Vázquez formularon cada sus respectivos votos
concordantes por separado.

Comentario: Esta decisión revela el problema que se torna crítico en la aplicación del art. 471 del
Código Procesal Penal que, al igual que sus similares de los códigos procesales provinciales, prevé el
juicio de reenvío. La hipótesis de una violación al non bis in idem y del derecho a obtener una decisión
judicial definitiva una vez desarrolladas válidamente las etapas del juicio, se vislumbra claramente en la
sentencia inmediatamente anterior a ésta. Puede verse una novedosa interpretación desarrollada por el
profesor Julio B. J. Maier en el I Congreso Argentino de Ciencias Penales llevado a cabo en la Facultad de
Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires en septiembre de 1996, en su conferencia
sobre "Recurso acusatorio contra la sentencia de los Tribunales de Juicio y Múltiple Persecución
Penal(¿Un caso de Ne Bis In Idem?)”. Excede el marco de este trabajo analizar esa propuesta en función
de los precedentes norteamericanos allí invocados, de otros que explican la historia y el sentido de la
regla general por la cual allá el fiscal no puede apelar una absolución del jurado (no la de jueces técnicos),
de todas las excepciones a que ella dio lugar y de cómo juega todo ésto en un sistema procesal diferente
como el nuestro donde se inserta el mencionado art. 471 del CPP.
Lo concreto del precedente “Polak” aquí sintetizado es que se considera que cuando el fiscal
“manipula” la acusación (entendida esta palabra en el sentido constitucional y no procesal del término) en
perjuicio del imputado, para rectificar sus omisiones o errores, no puede retrogradarse el juicio a etapas
anteriores, pues ello constituye una violación a aquellas dos garantías.
Es en este precedente donde con más fuerza se ve la idea de que ambos derechos tienen un
mismo fundamento material: evitar que el Estado con todos sus recursos intente una y otra vez, sin límite
alguno, enjuiciar a un imputado hasta lograr una condena. De ahí derivan sin dificultad ambos principios:
esto puede intentarse luego de “terminado” un primer juicio y habrá violación al non bis in idem. O bien,
mediante distintos artilugios dentro del mismo juicio, con lo cual se viola el derecho que el imputado ya
había adquirido, el de obtener una decisión final que defina su posición ante la ley y la sociedad.

IV. Derecho a oportuna decisión judicial.


Se trata del derecho a la obtención a una sentencia que defina la causa penal dentro de márgenes
temporales. También integrado por la prohibición de la retrogradación del juicio a etapas superadas
realizadas conforme la ley, los principios de progresividad y preclusión.
En el Pacto de Derechos Civiles y Políticos, se encuentra esbozado en el art. 14.3.c): “Durante el
proceso, toda persona acusada de un delito tendrá derecho, en plena igualdad, a las siguientes garantías
mínimas: …. c) A ser juzgada sin dilaciones indebidas”.
La Convención Americana de Derechos Humanos, en el art. 8.1 establece: “Toda persona tiene
derecho a ser oída, con las debidas garantías y dentro de un plazo razonable por un juez o tribunal
competente, independiente e imparcial, establecido con anterioridad por la ley, en la sustanciación de
cualquier acusación penal formulada contra ella….”
Recordemos que en la Constitución norteamericana se encuentra expresamente contemplado este
derecho: "In all criminal prosecutions, the accused shall enjoy the right to a speedy and public trial.." (una
traducción literal sería: en todos los procesos criminales, el acusado gozará del derecho a un juicio rápido
y público).

V. Jurisprudencia de la Corte sobre el derecho a un juicio rápído.

272:188 "Mattei" ya está citado.

Comentario
                                          

­­ 

Es muy interesante aquí el juego de varios principios por el cual se traza una distinción entre la
nulidad de una prueba con la nulidad de un acto-etapa procesal. La consecuencia es que si ha llegado el
momento de dictar sentencia y se advierte la nulidad de una prueba, así habrá de declarárselo en ese acto
procesal-etapa que es la sentencia, pero ello no podrá afectar la realización o validez del acto procesal-
etapa en que se produjo ni acarrear consecuencias en el que se está dictando. La prueba ofrecida y
producida en el juicio podrá ser declarada nula, pero ello no afecta las etapas de ofrecimiento y
producción de pruebas.

297:486 ("Pileckas" 12 de mayo de 1977)


En una causa por infracción al art. 302 del C.Penal, iniciada en 1972, luego de la incompetencia de
la justicia de instrucción, el juez en lo penal económico dictó condena. Apelada por el procesado que sólo
pidió una reducción de la pena, la cámara entendió que se trataba de un hecho encuadrable en el art. 297
del C.Penal y por ello, que era improcedente la inhabilitación impuesta en primera instancia. Con ese
fundamento declaró la nulidad del fallo. El nuevo magistrado calificó nuevamente los hechos en el art. 302,
dejando constancia que la resolución de la cámara no lo obligaba. El fiscal dedujo nulidad y apelación, y la
cámara hizo lugar a la primera. La tercer sentencia volvió a encuadrar los hechos en el art. 302 del
C.Penal. El procesado interpuso recurso de apelación sobre la base del desconocimiento de los
argumentos de la cámara que según la defensa, eran obligatorios. La cámara declaró nuevamente la
nulidad por no haberse respetado la calificación jurídica por ella adoptada anteriormente. Contra ese
pronunciamiento se interpuso recurso extraordinario. El Procurador General sostuvo que pese a no
tratarse de una sentencia definitiva (en los términos de Fallos: 274:492 y 275:111) en el caso no cabe
extremar el rigor de las normas en la medida que la intervención de la Corte resulta necesaria para poner
remedio a una situación cuyos alcances exceden el interés de las partes en el proceso para proyectarse
sobre la buena marcha de las instituciones. Considera una irregularidad rayana en el escándalo la
situación del proceso en que se dictó tres veces sentencia y las actuaciones vendrían a encontrarse de
nuevo en estado de autos para definitiva, con desmedro del derecho del procesado a obtener un
pronunciamiento que ponga fin en forma definitiva a su condición, declarándolo también definitivamente,
inocente o culpable.
La Corte, con cita de "Mattei" (Fallos: 272:188) hizo lugar a la apelación federal, revocó el fallo de
la cámara y dictó sentencia por art. 302 del Código Penal.

298:50 ("S.A. Aguilar" del 9 de junio de 1977).


La cámara de apelaciones declaró la nulidad de una sentencia porque se había omitido el expreso
pronunciamiento sobre las costas procesales a lo que estaba obligado el juzgador conforme los arts. 143 y
496 del Código de Procedimientos en Materia Penal. La defensa interpuso recurso extraordinario por
arbitrariedad al considerar que esa decisión ostentaba un excesivo ritualismo formal. La Corte sostuvo que
si bien el recurso extraordinario es improcedente contra decisiones que decreten nulidades procesales,
cabe hacer excepción a esa regla cuando por su índole y consecuencias pueden llegar a frustrar el
derecho federal invocado acarreando perjuicios de imposible o tardía reparación ulterior, especialmente en
las causas de naturaleza criminal en que está en juego el derecho del imputado a obtener una decisión
que ponga término del modo más breve a la situación de incertidumbre y restricción de la libertad,
consecuencia del enjuiciamiento penal (Fallos: 272:188).
Y pasó a considerar el fondo del asunto. Consideró que de la decisión del punto omitido no
dependen necesariamente las otras partes del fallo y en consecuencia no hay razón que justifique su
anulación total. Además no hay querellante al que deban imponerse las costas como vencido y los
procesados absueltos deberán responder ante sus letrados. En consecuencia tal decisión importa una
decisión de injustificado rigor que afecta el principio de defensa en juicio consagrado por el art. 18 de la
Constitución Nacional. La garantía del debido proceso legal ha sido arbitrada fundamentalmente a favor
del acusado por lo que no cabe admitir que la omisión parcial en que incurrió el juzgador constituya causal
de nulidad total del pronunciamiento que deba ser declarado de oficio. La idea de justicia impone que el
derecho de la sociedad a defenderse contra el delito sea conjugado con el del individuo sometido a
proceso, en forma que ninguno sea sacrificado en aras del otro (Fallos: 272:188), más aun cuando en el
caso no está afectado el interés público.

298:312 ("Klosowsky" 7 de julio de 1977).


Se trataba de un secuestro extorsivo producido el 21 de julio de 1973 y los acusados se
encontraban detenidos. La justicia nacional de instrucción se declaró incompetente el 13 de agosto en
favor de la justicia provincial. El 4 de abril de 1975 se dictó sentencia condenatoria, pero la cámara de
apelaciones provincial resolvió recién el 1 de febrero de 1977, declarar la nulidad de lo actuado por
entender que la justicia provincial era incompetente desde un inicio. El fiscal de cámara dedujo recurso
extraordinario y al dictaminar, el Procurador General ante la Corte Suprema sostuvo que se trataba de un
exceso ritual que ponía de manifiesto un ejemplo de conversión de la actividad jurisdiccional en una
secuencia de formalidades desprovistas de su sentido rector, cual es el afianzamiento de la justicia,
principio de raigambre constitucional. Se trata de una situación de gravedad institucional que permite
sortear el obstáculo de ausencia de sentencia definitiva, pues esta tramitación dilatoria es lo más parecido
que pueda encontrarse a la denegación de justicia.
                                          

­­ 

La Corte explica por qué los actos previos a una declaración de incompetencia no son nulos (arg.
art. 7° de la C.N.) y coincide con los argumentos del Procurador General y deja sin efecto la sentencia
apelada.

300:226 ("Oñate" 16 de marzo de 1978)


Por un hecho acaecido en 1974, el imputado fue condenado a ocho años de prisión en 1976. En
1977 la cámara de apelaciones declaró la nulidad de las declaraciones indagatorias y de todo lo que es su
consecuencia, incluida la senten- cia, y ordenó devolver los autos con el fin de que subsanado el vicio se
dite nueva sentencia. El fiscal de cámara interpuso recurso extraordinario por arbitrariedad a lo cual la
Corte hizo lugar. Dijo que si bien no sería una sentencia definitiva, en atención a la dilatada tramitación del
juicio, casi tres años y medio no obstante tratarse de un caso carente de complejidad y que la nueva
sustanciación podría comportar perjuicios irreparables, tanto para el justiciable como para la recta
administración de justicia en desmedro de las garantías de la defensa en juicio y del debido proceso de
ley.

300:417 ("De Pablo" del 18 de abril de 1978)


En una querella por injurias esa parte interpuso recurso de nulidad contra una sentencia
absolutoria. La cámara de apelaciones anuló todo lo actuado con posterioridad a la audiencia de
conciliación porque los imputados no habían designado defensor sin que ello pudiera ser suplido por la
presencia de un letrado con poder especial de ellos. La Corte reiteró su jurisprudencia acerca de la
existencia de una resolución equiparable a sentencia definitiva pese a tratarse de una que sólo decreta
nulidades procesales (citó Fallos: 300:226). En cuanto al fondo, sostuvo que la interpretación del a quo era
arbitraria porque los imputados habían estado representados en todo momento por un abogado sin que
resultara un perjuicio para la defensa, aunque a éste no se le diera el título de "defensor".
Además, la nulidad impetrada por los querellantes se limitaba a la sentencia del juez, alegando
vicios propios de ella, mientras que los querellados pidieron su confirmación. En cambio, el a quo,
haciendo total abstracción de todo lo anterior, dispuso de oficio la nulidad de la mayor parte de lo actuado
sin que existiera interés legítimo que la reclamara, ni apareciera comprometido el orden público ya que se
trataba del ejercicio de una acción privada. Descalificó el fallo.

300:921 ("Barri" del 22 de agosto de 1978)


Se trataba del trámite de una apelación en el que la Cámara de apelaciones decidió declarar
desierto el recurso porque el apelante no había expresado agravios contra la sentencia de primera
instancia, conforme su particular interpretación de los arts. 519 y 527 del Código de Procedimientos en
Materia Penal -ley 2372-. La Corte dijo que esta decisión era arbitraria porque lo único que se desprendía
de esos artículos era que, vencido el plazo, decaía el derecho de las partes a ser oídos en la instancia.
En lo que aquí interesa, la Corte consideró que esa decisión era equiparable a sentencia definitiva
y que ese pronunciamiento no atiende a la especial naturaleza del juicio criminal, en el que -a diferencia
de lo que acontece en el procedimiento civil- no puede considerarse limitada la potestad jurisdiccional por
las respectivas pretensiones de las partes; ello, por supuesto, sin desconocer la prohibición de la
reformatio in peius cuando falta recurso acusatorio en segunda instancia (Fallos: 270:236).

300:1102 ("Mozzatti" del 17 de octubre de 1978).


Se trata de una causa iniciada el 20 de agosto de 1953, que tramitó por más de un cuarto de siglo
por los delitos previstos en los arts. 172 y 173, inc. 3°, del Código Penal. Recayó condena en primera,
pero absolución en la segunda. La suprema corte provincial anuló la sentencia en agosto de 1969. Recayó
nuevamente condena en segunda instancia por tentativa de defraudación, y se reinició la vía recursiva
hasta la Corte Federal. El escrito de recurso extraordinario, según el Procurador General y la propia Corte,
presentaba deficiente fundamentación, además de dirigir sus agravios a cuestiones de hecho, prueba,
derecho procesal y común.
Sin embargo, la Corte dijo que el trámite constituyó una tergiversación -aunque inculpable- de todo
lo instituido por la Constitución Nacional, en punto a los derechos de la personalidad, vinculados a las
declaraciones y garantías concernientes a la administración de justicia. Salta a la vista que resultaron
agraviados hasta su práctica aniquilación, el enfático propósito de afianzar la justicia, expuesto en el
Preámbulo, y los mandatos explícitos e implícitos, que aseguran a todos los habitantes de la Nación la
presunción de su inocencia y la inviolabilidad de su defensa en juicio y debido proceso legal (arts. 5°, 18 y
33). Ello así, toda vez que dichas garantías constitucionales se integran por una rápida y eficaz decisión
judicial (cita "Pileckas" y "Klosowsky"). Las personas sometidas a este proceso, además de haber estado
detenidas por distintos lapsos, durante todo el resto de la substanciación vieron indiscutiblemente
restringida su libertad con las condiciones impuestas por la excarcelación. Y eso durante un término de
prolongación insólita y desmesurada. Semejante situación es equiparable, sin duda, a una verdadera pena
que no dimana de una sentencia condenatoria firme, y se sustenta sólo en una prueba semiplena de
autoría y culpabilidad. Con ella, se hace padecer física y moralmente al individuo, no porque haya
delinquido, sino para saber si ha delinquido o no, lo cual es contrario al principio que este Tribunal ha
enunciado en Fallos: 272:188 de que la garantía constitucional de la defensa en juicio incluye el derecho
de todo imputado a obtener un pronunciamiento que, definiendo su posición frente a la ley y a la sociedad,
ponga término del modo más breve, a la situación de incertidumbre y de restricción de la libertad que
comporta el enjuiciamiento penal.
                                          

­­ 

Para hacer efectiva la garantía así enunciada en la única forma que consiente un cuarto de siglo
de proceso, el recurso extraordinario intentado, que limita la competencia del Tribunal, es insuficiente.
Pero dándose aquí una de las contadas excepciones en que la situación que lesiona el derecho público
subjetivo vulnera de manera simultánea, manifiesta y grave, un principio institucional básico en medida
que excede el interés personal y afecta, además de la garantía de la defensa en juicio, a la conciencia de
la comunidad, cabe admitir que se presenta una cuestión institucional de suficiente importancia que
autoriza la apertura del recurso extraordinario. Ello así pues el Tribunal inviste el poder supremo de
resguardar la Constitución, poder que no puede ser enervado por lo dispuesto por la ley ritual, toda vez
que su aplicación en el sub examine, por las circunstancias señaladas en los considerandos anteriores,
redunda en desmedro de las garantías de la defensa en juicio y debido proceso legal, y al resguardo de
ésta está enderezada esencialmente aquélla.
La Corte señala que debe asumir la responsabilidad de volver las cosas a su quicio por imperio del
mandato constitucional. Declara la insubsistencia de todo lo actuado con posterioridad al auto de prisión
preventiva en vinculación con el ejercicio de la pretensión sancionadora. Y atento el tiempo transcurrido
desde esa actuación (más de 24 años), término que no debe considerarse interrumpido por los actos
procesales que se invalidan, cuadra igualmente declarar extinguida por prescripción la acción penal, sin
perjuicio de los derechos patrimoniales de las partes.

301:197 ("José Baliarde y otros" del 15 de marzo de 1979)


Se encuentra publicado sólo el sumario que reza: La resolución que rechaza la defensa de
prescripción, si bien no es la sentencia definitiva de la causa en cuanto no pone término al pleito ni impide
su continuación, puede equiparársela en sus efectos pues, dadas las particulares circunstancias del juicio,
cuyo trámite lleva ya dieciocho años, cabe presumir que hasta la sentencia final puede transcurrir un lapso
tan prolongado que, por sí solo, irrogue al procesado un perjuicio que no podrá ser ulteriormente reparado.
Además, el recurrente plantea en el caso la inteligencia que debe asignarse al art. 19 de la ley 12.906,
disposición ésta de inequívoco carácter federal y la decisión del a quo ha sido contraria al derecho que
invocara el apelante.

303:917 ("José Luis Baliarda y otros", 2 de julio de 1981)


Es muy probable que se trate de la resolución sobre el fondo en la misma causa del sumario
inmediatamente anterior pues, pese a no coincidir la última letra del apellido del recurrente, aquí la Corte
explica que el recurso extraordinario ya había sido declarado procedente por una resolución anterior en la
misma causa.
La cámara de apelaciones no hizo lugar a la excepción de prescripción de la acción en razón de
que el art. 19 de la ley 12.906 de "Represión de la especulación y monopolio" señalaba que "durante la
tramitación del proceso judicial, quedará suspendida la prescripción de la acción". La mayoría de la Corte
le dio una interpretación distinta a la forma de computar los plazos procesales y revocó la sentencia
apelada para que la cámara se pronuncie nuevamente de acuerdo con dicha inteligencia.
Sin embargo, el juez Pedro Frías en su disidencia, consideró que los hechos investigados eran de
1957/8, la causa se había iniciado en 1961, la acusación fiscal en 1969 y recién en 1977 se había corrido
traslado al defensor recurrente. Esas fechas, sostuvo, muestran de por sí la tergiversación de los
contenidos constitucionales básicos en lo referente a los derechos de la personalidad, vinculados a las
declaraciones y garantías concernientes a la administración de justicia. Si bien el legislador al redactar la
última parte del art. 19 de la ley 12.906 -hoy suprimido por ley 22.262- tuvo en cuenta la complejidad de un
proceso de esta índole -monopolios-, ello no justifica que se mantenga durante veintidós años o más la
incertidumbre jurídica de los eventuales responsables del ilícito. La dificultad en la tramitación e
investigación es motivo de ponderación por el legislador y el juez, pero habiendo llegado a frustrar
prácticamente la acción punitiva del Estado, debe prevalecer sobre su consideración el interés jurídico del
imputado. Las situaciones procesales citadas por el a quo -"actividad jurisdiccional ininterrumpida"-, dan
razón de la conducta del tribunal pero no sanean la injusticia de una indefinición que atenta contra la
garantía constitucional de la defensa en juicio. Como este Tribunal ha sostenido, dicha garantía incluye el
derecho de todo imputado a obtener un pronunciamiento que, definiendo su posición frente a la ley y a la
sociedad, ponga término, del modo más breve, a la situación de incertidumbre y de restricción de la
libertad que comporta el enjuiciamiento penal (Fallos: 272:188), a lo que se agrega la problemática
perduración de las pruebas idóneas para la defensa. Por último, de conformidad con la doctrina de Fallos:
300:112, aplicable al presente caso, atenta la analogía de situaciones y el interés institucional en juego,
cabe declara extinguida por prescripción la acción penal deducida en autos (art. 59, inciso 3° del Código
Penal).

305:913 ("Bartra Rojas" del 14 de julio de 1983).


La Corte compartió todos los argumentos y conclusiones del Procurador General. De su dictamen
se desprende que un Superior Tribunal de provincia hizo lugar al recurso de inaplicabilidad de ley
interpuesto por el Fiscal de Cámara contra una sentencia que absolvía al acusado del delito de violación y
declaró la nulidad de ese fallo porque en la sentencia no se había enunciado debidamente el hecho
imputado, lo cual obstaba a la posibilidad de realizar el control jurídico de la casación, inclusive, porque
hasta resultaba confuso el encuadre típico del hecho -dudas sobre la edad de la víctima de violación-,
lo cual era determinante en función de la garantía del non bis in idem.
                                          

­­ 

El procesado interpuso recurso extraordinario sobre la base de considerar que la decisión traslucía
un excesivo rigor formal y que resultaba violatorio del non bis in idem realizar una nueva audiencia de
prueba, para que se dicte una nueva sentencia con el objeto de remediar un defecto que no resulta
imputable al procesado.
La sentencia, pese a decretar solo una nulidad procesal, es equiparable a definitiva pues así lo
entendió la Corte en casos en los que sobre la base de consideraciones rituales insuficientes, se dejaban
sin efecto actuaciones realizadas en juicios criminales (cita Fallos: 272:188; 295:961; 297:486; 298:50 y
302; 300:226 y 417; 301:197; 302:843), y también en aquellos supuestos en que se invocaba la garantía
de no ser sometido nuevamente a proceso penal por el mismo hecho (Fallos: 248:232; 250:724; 292:202;
299:221; 300:1273; 301:1069).
El punto a resolver en esta causa se supedita a comprobar la arbitrariedad de la declaración de
nulidad de la sentencia absolutoria dictada oportunamente. Trae a colación el derecho de todo imputado a
obtener un pronunciamiento que definiendo su posición ante la ley......- Esta garantía implica que no
puede, sobre la base de consideraciones rituales insuficientes, anularse un juicio en el que se han
cumplido las formas esenciales del procedimiento (Fallos: 272:188; 298:50). Hacerlo sería equivalente a
transformar la actividad jurisdiccional en un conjunto de solemnidades desprovistas de su sentido rector,
cual es la realización de la justicia (Fallos: 295:961; 298:312). Tanto el principio de progresividad como el
de preclusión reconocen su fundamento en motivos de seguridad jurídica y en la necesidad de lograr una
administración de justicia rápida dentro de lo razonable, evitando así ....(Fallos 272:188).
Esto alcanza a demostrar que el fallo no es derivación razonada del derecho vigente con relación a
las circunstancias comprobadas de la causa. No se advierte por qué razón la reseña de los hechos
reputada insuficiente no puede ser suplida con la simple lectura del veredicto que permite establecer cuál
fue la conducta objeto de proceso. Una sentencia judicial constituye un todo indivisible y el a quo ha
dejado sin efecto, sobre la base de consideraciones rituales insuficientes y apartándose de las
constancias de la causa, el resultado de cuatro años de tramitación de un juicio criminal, con motivo del
cual el imputado sufrió ocho meses de prisión preventiva.
Tampoco advierte el interés del ministerio fiscal, pues no indicaron de que modo esa vaguedad
impidió el control casatorio.
Finalmente, al anular por pedido fiscal una sentencia absolutoria de la cual surge el hecho
imputado para que un nuevo fallo subsane la supuesta omisión con fundamento en el non bis in idem,
resulta contradictorio y un manifiesto ocultamiento ritual de la verdad jurídica objetiva, pues los preceptos
adjetivos se presumen sancionados en salvaguardia de los derechos fundamentales de los justiciables
insertados en los mandatos de la Constitución Nacional (Fallos: 300:97), por lo que resulta inadmisible que
invirtiendo el sentido de las garantías constitucionales que invocan, los magistrados locales hayan anulado
un fallo absolutorio carente de vicios esenciales, obligando al recurrente a soportar nuevamente las
penosas contingencias de un juicio criminal.
El necesario respeto a las atribuciones de las provincias de darse sus propias instituciones y de
regirse por ellas conduce de ordinario a que no puedan reverse en la instancia federal las facultades de
los tribunales locales, el alcance de su jurisdicción y la forma en que ejercen su ministerio, pero esa
autonomía reconoce límite en los derechos y garantías constitucionales (doctrina de fallos: 250:811 y
300:496 y sus citas). Corresponde revocar, lo que así hizo la Corte.

305:1701 ("García" del 18 de octubre de 1983).


La cámara de apelaciones anuló la condena dictada contra el encartado como autor de falso
testimonio, sobre la base de que no había mediado acusación por tal hecho, decretó la nulidad de la
acusación que le imputaba falsedad ideológica de instrumento público por la cual no había sido indagado
y ordenó la vuelta de las actuaciones a la etapa de instrucción para el cumplimiento de esas
circunstancias. La defensa interpuso recurso extraordinario contra esa decisión.
La Corte recordó que las resoluciones que declaran nulidades procesales no son revisables por vía
del recurso extraordinario porque no constituyen sentencia definitiva. No obstante ello, había excepciones
que permitía su equiparación cuando podían llegar a frustrar el derecho federal invocado acarreando
perjuicios de imposible o tardía reparación ulterior (Fallos: 272:188; 295:961; 298:50 y 322; 300:226 y
417).
El problema de la causa consiste en saber si se ha sustanciado un proceso en la forma que indica
la ley y en su caso, si el tribunal a quo ha podido invalidar lo actuado, no por omisión o vicio de formas
esenciales del juicio, sino por el exclusivo apego de los magistrados al respeto exagerado de formas
procesales que sólo traducen un rigorismo ritual injustificado en desmedro de la verdad jurídica objetiva y
de la realización de la justicia. El Procurador General había coincidido en el tema central con estas
palabras: considero que el antecedente citado ("Mattei", Fallos: 272:188) no es de aplicación al caso de
autos ya que ahí el Tribunal dejó aclarado que el problema planteado consistía en saber si, sustanciado un
proceso en la forma en que indica la ley, se podía invalidar todo lo actuado, no por omisión o vicio de
formas esenciales de juicio, sino con el exclusivo fundamento de que el inferior no realizó durante la
instrucción diversas diligencias que se estimaban de interés para el esclarecimiento del caso. Aquí es
distinto porque se afirma -y las partes concuerdan- que el procesado no fue indagado sobre el hecho por
el cual se le formuló acusación. Por lo tanto existe un vicio de forma esencial que nulifica el libelo
acusatorio y quita toda validez a los actos posteriores que en su consecuencia se efectuaron.
Sigue la Corte. El proceso penal se integra con una serie de etapas a través de las cuales y en
forma progresiva se atiende a poner al juez en condiciones de pronunciar un veredicto de absolución o
                                          

­­ 

condena; y por ello, cada una de esas etapas constituye el presupuesto necesario de la que le subsigue,
en forma tal que no es posible eliminar una de ellas sin afectar la validez de las que le suceden. En tal
sentido ha dicho reiteradamente esta Corte que el respeto de la garantía de la defensa en juicio consiste
en la observancia de las formas sustanciales relativas a la acusación, defensa, prueba y sentencia (Fallos:
272:188). Ello sentado, el principio de la progresividad impide que el juicio se retrotraiga a etapas ya
superadas, porque también debe considerarse axiomático que los actos procesales se precluyen cuando
han sido cumplidos observando las formas que la ley establece, es decir, salvo supuesto de nulidad (Fallo
citado considerando 9°).
En el caso, las nulidades decretadas responden justamente a la inobservancia de las formas
sustanciales de juicio por inexistencia de correlación entre sentencia y la acusación, y entre ésta y el
hecho por el cual se indagara al procesado. Tal circunstancia distingue a la cuestión traída a conocimiento
del Tribunal de las resueltas en los precedentes citados donde habiendo sido observadas las formas
sustanciales del juicio se consideró que la invalidación de las actuaciones sobre la base de
consideraciones rituales insuficientes equivaldría a transformar la actividad jurisdiccional en un conjunto
de solemnidades desprovistas de su sentido director cual es la realización de la justicia.

306:1688 ("Yacimientos Petrolíferos Fiscales" del 20-11-84)


La cámara de apelaciones había declarado la nulidad de la resolución del juez de primera instancia
que había rechazado la prescripción de la acción penal, con el fundamento de que ese pronunciamiento
debía dictarse al momento de la sentencia definitiva de modo que en el caso, implicaba un indebido
prejuzgamiento. En la queja por recurso extraordinario denegado se alegó que al haber diferido la alzada
el tema de la prescripción hasta el dictado de la sentencia definitiva, se impedía que se pusiera fin al
sometimiento a proceso por más de trece años sin obtener un veredicto definitivo, con violación de las
garantías del debido proceso, la defensa en juicio y el principio de inocencia.
La Corte reiteró su doctrina de que este tipo de resoluciones son equiparables a sentencias
definitivas ya que por su índole y consecuencias pueden llegar a frustrar el derecho federal invocado,
acarreando perjuicios de imposible o tardía reparación ulterior. Luego recordó que la garantía
constitucional de la defensa en juicio del imputado incluye el derecho a obtener un pronunciamiento que,
definiendo su posición frente a la ley y a la sociedad, ponga término, del modo más breve, a la situación
de incertidumbre y de restricción de la libertad que comporta el enjuiciamiento penal.
Luego valoró que la causa se había iniciado catorce años atrás para investigar maniobras
defraudatorias en perjuicio de YPF, sin que a la fecha, a más de doce años de haberse formulado
acusación haya recaído pronunciamiento definitivo respecto de los inculpados. También que, durante la
dilatada sustanciación las personas sometidas a ella estuvieron detenidas durante un tiempo, que vieron
restringida de manera indudable su libertad con las condiciones impuestas por la excarcelación, y
afectados sus patrimonios con motivo de las medidas de cautela real dictadas a su respecto.
Agregó que la incidencia de excepción de prescripción constituiría un medio conducente para
salvaguardar las garantías constitucionales invocadas y poner fin al estado de incertidumbre antes
señalado. En ese sentido, la resolución de la cámara aparecía basada en un excesivo apego ritual que no
condice con la necesidad de tutela ya destacada y, en consecuencia, carente de sustento.

306:1705 ("Casiraghi" del 22 de noviembre de 1984)


La cámara de apelaciones declaró la nulidad del auto de clausura del sumario, de todo el plenario,
del fallo de primera instancia y ordenó recibir nuevamente declaración indagatoria al imputado porque el
juez había omitido indagarlo en relación a los hechos que juzgó como constitutivos de negociaciones
incompatibles con la función pública. La defensa se agravió de ello por entender que implicaba retrotraer
el trámite a su etapa inicial luego de tres años de instrucción con menosprecio a la garantía del debido
proceso (cita Fallos: 272:188 y 300:1102). El Procurador General sostiene que el agravio debe prosperar
porque el expediente estaba en condiciones de ser fallado definitivamente luego de más de tres años de
proceso. No es óbice -dice- que aquí el imputado haya sido condenado en primera instancia pues el
reclamo versa sobre otro aspecto, el derecho de todo acusado a obtener un pronunciamiento que,
definiendo su posición frente a la ley, ponga término, en un lapso razonable, a la situación de
incertidumbre y de restricción de la libertad que comporta el enjuiciamiento penal. Si en autos se
respetaron las formas sustanciales del proceso, la nulidad versa sobre un aspecto parcial del mismo
hecho que de existir solo afectaría la prueba pero no la validez del proceso.
La Corte falla cuando las actuaciones ya tienen cuatro años. Sostuvo que el proceso penal se
integra con una serie de etapas a través de las cuales y en forma progresiva se tiende a poner al juez en
condiciones de pronunciar un veredicto de absolución o condena; y por ello cada una de esas etapas
constituye el presupuesto necesario de la que le sigue, en forma tal que no es posible eliminar una de
ellas sin afectar la validez de las que le suceden. En tal sentido, el respeto de la garantía de la defensa en
juicio consiste en la observancia de las formas sustanciales relativas a la acusación, defensa, prueba y
sentencia (Fallos: 272:188). Ello sentado, el principio de progresividad impide que el juicio se retrotraiga a
etapas ya superadas, porque también debe considerarse axiomático que los actos procesales se
precluyen cuando han sido cumplidos observando las formas que la ley establece, es decir, salvo
supuestos de nulidad (fallo citado). Repite que la garantía constitucional de la defensa en juicio del
imputado incluye el derecho a obtener un pronunciamiento que, definiendo su posición ante la ley y la
sociedad, ponga término, del modo más breve posible, a la situación de incertidumbre y de restricción de
la libertad que comporta el enjuiciamiento penal. En este caso, la nulidad declarada por la cámara no
                                          

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respondió a la inobservancia de formas sustanciales del proceso, sino a un incompleto interrogatorio. La


decisión incurrió en un excesivo rigor formal que retrograda el juicio a cuatro años de iniciado a la etapa
sumarial, cuando se encontraba en condiciones de ser definitivamente fallado. Debe ser descalificado por
violación a la defensa en juicio.

307:1030 ("Ciro Cristóbal Bolo" del 27 de junio 1985).


Un juez penal dejó sin efecto un procesamiento porque el hecho no constituía delito y declaró su
incompetencia en favor de la Aduana al considerar que se trataba de una infracción. La Cámara revocó el
pronunciamiento. Ante los agravios de la defensa, la Corte sostuvo que las resoluciones cuya
consecuencia es la obligación de seguir sometido a proceso criminal no son definitivas, porque el derecho
a obtener un pronunciamiento que, definiendo su posición frente a la ley y la sociedad, ponga término del
modo más rápido posible a la innegable situación de incertidumbre que comporta el enjuiciamiento penal,
debe reputarse incluido en la garantía constitucional de la defensa en juicio -art. 18 de la Ley
Fundamental- y, en el caso, no se advierte que la restricción de la libertad personal que el procedimiento
importa, exceda de la que deriva de un regular trámite legal, por lo que no concurren en el caso las
excepcionales circunstancias tenidas en cuenta en Fallos: 298:50.

311:2205 ("Villalba" 1 de noviembre de 1988).


Un Consejo de Guerra declaró extinguida por prescripción la acción penal imputada a un cabo y a
un sargento, con la salvedad de que debía dejarse constancia en los legajos personales que de no haber
sido por la prescripción precitada, debieron haber sido severamente sancionados. La cámara federal
declaró inadmisibles los recursos del art. 445 bis del Código de Justicia Militar.
La Corte, por mayoría, entendió que esa anotación era de naturaleza disciplinaria y no cabía el
recurso del art. 445 bis CJM, sólo previsto respecto de los delitos. Agregó la Corte que cuando el fiscal
militar pidió la absolución de los imputados, la acción penal ya estaba prescripta, por lo que el tribunal
militar tenía jurisdicción y no solo la facultad sino el deber, aún de oficio, declarar extinguida la acción que
era una cuestión previa a que se juzgara el mérito sobre el fondo.
Los Dres. Petracchi y Bacqué en su disidencia parcial, consideraron en cambio que, como el fiscal
había pedido la absolución por falta de pruebas respecto de uno de los imputados, el tribunal militar y el a
quo carecían de jurisdicción para tratar la prescripción y la admisibilidad del recurso, de acuerdo con la
conocida doctrina según la cual "sin acusación no pueda haber proceso ni condena" (Fallos: 234:270, pág.
298; 234:367; 237:198 y 497; 244:198, y la causa "Viqueira" del 27 de enero de 1987). Por consiguiente,
corresponde, ante la clara violación del derecho de defensa del acusado, declarar la nulidad de las
actuaciones del expediente. Y en consecuencia, no cabe a la Corte sino absolver libremente al acusado
del delito imputado con base en los principios de progresividad y preclusión que obedecen al imperativo
de satisfacer una exigencia consustancial con el respeto debido a la dignidad del hombre, cual es el
reconocimiento del derecho que tiene toda persona de liberarse del estado de sospecha que importa la
acusación de haber cometido un delito, mediante una sentencia que establezca, de una vez y para
siempre, su situación frente a la ley penal (Fallos: 272:188).

312:597 "Weissbrod" (ya está citado más arriba)

312:2187 ("Borthagaray" 14 de noviembre de 1989)


La Corte Suprema dejó sin efecto una sentencia absolutoria de la cámara de apelaciones.
Devueltos los autos para que dicte nueva sentencia, otra sala de la misma cámara de apelaciones volvió a
absolver al imputado. Al intervenir nuevamente, la Corte sostuvo que la segunda sentencia contenía los
mismos vicios que la anterior, lo cual comportaba la cuestión federal autónoma consistente en la
controvertida inteligencia y un inequívoco apartamiento de un fallo ante- rior de la Corte en la misma
causa. Por otra parte, en atención a que el imputado cuenta con el derecho a obtener -después de un
juicio tramitado en legal forma- un pronunciamiento que, definiendo su posición frente a la ley y a la
sociedad, ponga término, del modo más rápido posible, a la situación de incertidumbre que comporta el
enjuiciamiento penal (Fallos: 272:188; 298:50; 300:1102; 305:913; 307:1030, entre otros); corresponde
que la Corte resuelva sobre el fondo (art. 16, segundo párrafo, ley 48), lo cual hace y condena.

312:2434 ("Frades" del 14 de diciembre de 1989)


La Corte Suprema había dejado sin efecto por arbitrariedad, una sentencia de la cámara de
apelaciones. La nueva sala a la que le tocó intervenir, no se limitó a corregir los errores, sino que entendió
que la acusación era nula, y por aplicación de la doctrina de la Corte in re "Mattei" (Fallos: 272:188)
mantuvo la absolución de los imputados por robo en grado de tentativa que había sido dictada en primera
instancia. El fiscal dedujo recurso extraordinario sobre la base de dos agravios: a) exceso de jurisdicción
de la cámara por no haberse limitado a resolver las cuestiones decididas por la Corte y haber avanzado
sobre etapas precluidas, y b) la arbitrariedad de aplicar la excepcional doctrina "Mattei" que no
correspondía en el caso. Sin embargo, la Corte tuvo por desistido por el Procurador General el agravio a)
y en consecuencia, trató solamente el b).
Reiteró que la garantía constitucional de la defensa en juicio incluye el derecho de todo imputado a
obtener un pronunciamiento que, definiendo su posición frente a la ley y a la sociedad, ponga término del
modo más breve a la situación de incertidumbre y de restricción de la libertad que comporta el
enjuiciamiento penal. Así, el principio de progresividad impide que el juicio criminal se retrotraiga a etapas
                                          

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ya superadas, pues los actos procesales se precluyen cuando han sido cumplidos observando las formas
legales. Tanto dicho principio, como el de preclusión, reconocen su fundamento en motivos de seguridad
jurídica y en la necesidad de lograr una administración de justicia rápida dentro de lo razonable, evitando
así que los procesos se prolonguen indefinidamente; pero además -y esto es esencial- atento a que los
valores que entran en juego en el juicio penal, obedecen al imperativo de satisfacer una exigencia
consubstancial con el respeto debido a la dignidad del hombre, cual es el reconocimiento del derecho que
tiene toda persona a liberarse del estado de sospecha que importa la acusación de haber cometido un
delito, mediante una sentencia que establezca de una vez para siempre, su situación frente a la ley penal
(Fallos: 272:188; 297:48; 298:50 y 312; 300:226 y 1102; 305:913; 306:1705, entre otros).
Luego la Corte remarcó que esa doctrina se ha aplicado a casos excepcionales, y no cuando la
restricción de la libertad personal que el procedimiento importa no excede la que deriva de un regular
trámite legal (Fallos: 307:1030). Además, en el antecedente de Fallos: 305:1701, la Corte sostuvo que la
aptitud de los precedentes citados estaba circunscripta a aquellas hipótesis en que, habiendo sido
observadas las formas sustanciales del juicio, se decretó la invalidación de las actuaciones sobre la base
de consideraciones rituales insuficientes, lo que equivaldría a transfor- mar la actividad jurisdiccional en un
conjunto de solemnidades desprovistas de su sentido director cual es la realización de la justicia. En
cambio, esos mismos precedentes no podían regir los supuestos en que las nulidades dispuestas
respondieran a la inobservancia de las formas sustanciales del juicio, como ocurría en ese caso, por la
inexistencia de correlación entre la sentencia y la acusación, y entre ésta y el hecho por el cual se indagó
al procesado. La Corte pasó a analizar las constancias de la causa (iniciada en abril de 1986, los
procesados excarcelados al día siguiente, clausurado el sumario en agosto, y dictado sentencia en febrero
de 1987; el tiempo restante consumido en las apelaciones y reenvíos) para concluir en que las
restricciones a los derechos de los imputados no habían excedido de los que regularmente importa el
enjuiciamiento penal y que, por otra parte, la nulidad de la acusación había respondido a la inobservancia
de una forma sustancial del procedimiento -la ausencia de un relato claro y preciso del hecho típico- que
habría dificultado el ejercicio de la defensa, razón por la cual resultaba aplicable el criterio de Fallos:
305:1701. Por ello, revocó la sentencia.

316:365 ("José Alfredo Martínez de Hoz", del 23 de marzo de 1993).

316:2063 ("Administración Nacional de Aduanas", del 28 de septiembre de 1993)


La cámara de apelaciones revocó un sobreseimiento definitivo. La defensa interpuso recurso
extraordinario por entender que se prolongaba la situación de incertidumbre que pesaba sobre los
procesados en violación a los principios del debido proceso y la defensa en juicio.
La Corte se abocó al fondo del asunto por entender que era una de las excepciones a la falta de
sentencia definitiva. La causa se había iniciado en mayo de 1981, oportunidad en que se procesó a uno
de los imputados. Meses después se hizo lo propio con el otro. Desde esa ocasión y hasta al dictado del
sobreseimiento el 8 de agosto de 1991, que fue revocado por la cámara, no se había realizado medida
alguna que impulsara el proceso.
La Corte reiteró que la garantía constitucional de la defensa en juicio incluye el derecho de todo
imputado a obtener un pronunciamiento que, definiendo su posición frente a la ley y a la sociedad, ponga
término del modo más breve a la situación de incertidumbre y de restricción de la libertad que comporta el
enjuiciamiento penal. Por lo tanto, es una necesidad lograr una administración de justicia rápida dentro de
lo razonable, evitando así que los procesos se prolonguen indefinidamente; pero además -y esto es
esencial- atento a que los valores que entran en juego en el juicio penal, obedecen al imperativo de
satisfacer una exigencia consubstancial con el respeto debido a la dignidad del hombre, cual es el
reconocimiento del derecho que tiene toda persona a liberarse del estado de sospecha que importa la
acusación de haber cometido un delito, mediante una sentencia que establezca de una vez y para
siempre, su situación frente a la ley penal (Fallos: 272:188; 297:486; 298:50 y 312; 300:226 y 1102;
305:913; 306:1705, entre otros).
Y respecto de los hechos de la causa, señaló que se trataba de un caso lamentable, toda vez que
no hubo un debido proceso legal, ya que después de doce años de trámite, la causa se encuentra aún en
estado de sumario, en flagrante violación al art. 206 del Código de Procedimientos en Materia Penal; a lo
que cabe agregar que el juez de primera instancia consideró que la prueba obtenida carecía de entidad
suficiente como para disponer el cierre del sumario; el agente fiscal solicitó el sobreseimiento provisional;
al contestar el traslado que se le confirió a raíz del presente recurso, el fiscal de cámara dictaminó su
procedencia con arreglo a la jurisprudencia de esta Corte expuesta precedentemente, y sin que las partes
ni el tribu- nal de segunda instancia hayan solicitado o propuesto medida procesal alguna. No puede
olvidarse que si los tribunales pudieran dilatar sin término la decisión referente al caso controvertido, los
derechos podrían quedar indefinidamente sin su debida aplicación, con grave e injustificado perjuicio de
quienes los invocan y vulneración de la garantía de la defensa en juicio (Fallos: 308:694 y sus citas).
Para rematar: el argumento aportado por el a quo para fundar su decisión importa ignorar el
alcance de que la garantía constitucional de la defensa en juicio incluye el derecho a obtener un
pronunciamiento rápido dentro de lo razonable (Fallos: 287:248; 289:181; 300:1102; 305:913),
circunstancia que no se cumple en el caso. Dejó sin efecto la sentencia.
                                          

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causa P.259 -XXXIII- “Polak, Federico Gabriel s/ violación de los deberes de funcionario público s/
casación”, resuelta el 15 de octubre de 1998.
Ver este fallo en el capítulo sobre non bis in idem. Debe tenerse presente que aquí también se
analizó la violación al derecho a una rápida y oportuna decisión judicial.

causa K.60 -XXXIII- “Kipperband, Benjamín s/ estafas reiteradas por falsificación de documentos
-incidente de excepción previa de prescripción de la acción penal-“, resuelta el 16 de marzo de
1999.
La Cámara de Apelaciones rechazó la excepción de extinción de la acción penal, planteada por la
defensa en una causa que llevaba más de doce años de duración y aún se encontraba en traslado de la
acusación a la defensa, por unos hechos consistentes en la falsificación de pagarés que eran entregados
como garantía de operaciones de crédito. Contra esa decisión interpuso recurso extraordinario que fue
concedido.
La mayoría de la Corte entendió que no se trataba de una sentencia definitiva o equiparable a tal.
El juez Vázquez concurrió en la decisión pero con mención de los principios expuestos en varios de los
precedentes ya citados, considerando que no se verificaba una prolongación injustificada del proceso.
En sus disidencias, los jueces Fayt y Bossert consideraron que existía cuestión federal bastante
que debía ser tratada en la instancia, ya que estaba en juego el alcance de la garantía a obtener un juicio
sin dilaciones indebidas, que surgía no sólo implícitamente de la Constitución sino expresamente de los
citados tratados internacionales. Invocaron “Mattei” y “Mozzatti” (también citados). Invocaron a la
Comisión Interamericana de Derechos Humanos en tanto dijo “… que el Estado proceda al enjuiciamiento
penal de todos los delitos, no justifica que se dedique un período de tiempo ilimitado a la resolución de un
asunto de índole criminal. De otro modo, se asumiría de manera implícita que el Estado siempre enjuicia a
culpables y que, por lo tanto, es irrelevante el tiempo que se utilice para probar la culpabilidad” (Comisión
Interamericana de Derechos Humanos en el caso N° 11.245, Informe 12/96 del 1° de marzo de 1996).
Más adelante señalaron que la duración razonable de un proceso depende en gran medida de diversas
circunstancias propias de cada caso, y que el derecho a ser juzgado sin dilaciones indebidas no puede
traducirse en un número de días, meses o años. Sin perjuicio de ello, la Corte podía identificar al menos
algunos factores insoslayables para saber si se había conculcado la garantía: la duración del retraso, las
razones de la demora, y el perjuicio concreto que al imputado le ha irrogado dicha prolongación, factores
que no pueden ser valorados aisladamente como una condición suficiente, sino que deben ser
ponderados y sopesados uno frente al otro, atendiendo a las circunstancias concretas de la causa.
También trajeron a colación la jurisprudencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos (sobre el art. 6.1
del Convenio Europeo) en los casos “König” (28-6-78) y “Neumeister” (27-6-68) que sugiere considerar la
complejidad del caso, la conducta del imputado y la manera en que el asunto fue llevado por las
autoridades administrativas y judiciales. Más adelante reprodujo la doctrina del Tribunal Constitucional
Español al definir el alcance del art. 24.2 de su Constitución, en cuanto la violación a tal derecho no
consiste en el mero incumplimiento de los plazos procesales, sino que se trata de un concepto
indeterminado, que debe ser concretado en cada caso (auto n° 219/1993 del 1-7-93; sentencia 313/1993
del 25-10-93). Finalmente, también citó a la Corte Suprema de los Estados Unidos de América que al
definir el derecho a obtener un juicio rápido (speedy trial) de la Sexta Enmienda de la Constitución, señaló
que tenía un carácter resbaladizo y amorfo por la imposibilidad de identificar un punto preciso a partir del
cual se lo podía dar por conculcado (Barker v. Wingo, 407 U.S. 514 -1972-). De todo ello, concluyeron en
que para saber si en el caso se había lesionado la garantía invocada, resultaba indispensable realizar un
relato de la actividad llevada a cabo por los magistrados y las partes en el transcurso del proceso, lo cual
hicieron y les permitió concluir en: “… transcurrieron más de once años desde el inicio de la causa hasta la
acusación fiscal y todavía restaría una parte sustancial para su culminación pues faltan concluir los
traslados a la defensa, la apertura y realización de medidas de pruebas que puedan requerir las partes,
llevar a cabo los informes sobre el mérito de la prueba realizada…” Entendieron que no existía
justificación en la complejidad de los acontecimientos analizados ya que el retraso había sido producto de
la ineficiencia en la dirección de la instrucción y del fiscal. En cuanto a la actitud de la defensa, verificaron
que no existían maniobras dilatorias o una estrategia defensista que implicara presumir la renuncia a
obtener un juicio rápido, pero sí surgía que durante los años del proceso había sufrido las restricciones por
las condiciones expuestas por la excarcelación, tanto de carácter patrimonial como laborales.
Para culminar, estos magistrados afirmaron que la garantía a obtener un pronunciamiento que
defina de una vez y para siempre la situación ante la ley y la sociedad, se basa en que el Estado con
todos sus recursos y poder no tiene derecho a llevar a cabo esfuerzos repetidos para condenar a un
individuo por un supuesto delito, sometiéndolo así a las molestias, gastos y sufrimientos, y obligándolo a
vivir en un continuo estado de ansiedad e inseguridad, y a aumentar también la posibilidad de que, aun
siendo inocente, sea hallado culpable (cita de “Mattei”). Amén de tales perjuicios que le ocasiona al
imputado un proceso que dura tantos años, el Estado también se ve perjudicado, no sólo por el dispendio
jurisdiccional que ello significa, sino porque se distorsionan todos los fines de la pena, que para su eficacia
requiere la menor distancia temporal entre el hecho y la condena. Además, mientras más tiempo
transcurre, las pruebas que apoyan a la prosecución también se debilitan, pues “en la investigación
criminal el tiempo que pasa es la verdad que huye” (Locard, E. “La Criminalistique”, pág. 62, Lyon, 1987).
En otras palabras, un proceso de duración irrazonable “tiene efectos deletéreos no sólo respecto de los
derechos del acusado sino también en el de la sociedad para protegerse eficazmente” (407 U.S. 514
-1972-).
                                          

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Los jueces Petracchi y Boggiano también formularon sus disidencias. Recordaron que mucho
antes de su expresa incorporación a la Constitución Nacional, el derecho invocado ya había sido
reconocido por la Corte al interpretar los principios de progresividad y preclusión como instrumentos
procesales concretos destinados a evitar la duración indeterminada de los juicios (“Mattei” y “Mozzatti”). A
diferencia de esos casos en que se trataba de evitar que declaraciones de nulidad retrotrayeran el juciio a
etapas ya superadas en juicios que ya habían tenido una duración irrazonable, en este caso el recurrente
reclamaba la extinción de la acción penal por prescripción, más allá de las prescripciones concretas del
Código Penal como forma de contratar ese derecho constitucional. Si bien esas consideraciones remitían
al análisis de cuestiones de derecho común y procesales, recordaron que se había abierto la jurisdicción
del tribunal cuando las decisión apelada contenía afirmaciones dogmáticas o carecían de fundamentos.
Recordaron que la Corte había reconocido varias veces la relación existente entre duración razonable del
proceso y prescripción de la acción penal (Fallos: 306:1688; 312:2075 y 316:1328). De esos precedentes
se desprendía que el derecho del imputado a que se ponga fin a la situación de indefinición que supone el
enjuiciamiento penal puede encontrar tutela en la prescripción de la acción. En consecuencia, aún cuando
el concepto de “secuela de juicio” sea un artículo que excede la jurisdicción extraordinaria, si la duración
indefinida del procedimiento provoca una lesión a un derecho de rango constitucional, la decisión que
considera que existieron actos procesales interruptivos, debe ser revisada por la Corte. Más adelante
consideró que las afirmaciones del a quo eran infundadas por no haber dado argumentos acerca del
concepto de “razonabilidad” de la duración del proceso, e invocó más fallos del Tribunal Europeo de
Derechos Humanos y de la Corte Suprema de los Estados Unidos de América.
Estos jueces concluyeron en que dada la magnitud del tiempo transcurrido correspondía poner fin
a la presente causa por medio de la declaración de extinción de la acción penal por prescripción, en la
medida en que ella constituía la vía jurídica idónea para determinar la cesación de la potestad punitiva
estatal por el transcurso del tiempo y salvaguardar de este modo el derecho constitucional a obtener un
pronunciamiento judicial sin dilaciones indebidas. Y declararon extinguida la acción penal por prescripción.
.

VI. Reformatio in pejus

258:220 ("Schmerkin" del 22 de abril de 1964)


Absueltos los querellados en primera instancia, interpusieron recursos de nulidad y apelación
contra la sentencia en razón de omisiones que le atribuyeron. La sentencia fue consentida por los
querellantes. No obstante ello, la Cámara anuló todo lo actuado ordenándose lo sustancie de acuerdo a
derecho.
Con fundamento en las garantías de defensa en juicio y propiedad, por privarles de los derechos
adquiridos resultantes de la parte de la sentencia que quedó firme a su respecto, la Corte declaró que no
es dable a los tribunales de apelación exceder la jurisdicción que les acuerdan los recursos deducidos
ante ellos. Esa doctrina no es sólo civil -autonomía de la voluntad de las partes-, sino en penal en los
casos en que existe reformatio in peius en perjuicio del procesado. A falta de recurso acusatorio, existe
violación al art. 18 de la CN.

314:787 ("Navarro" del 6 de agosto de 1991)


Corresponde dejar sin efecto la sentencia de cámara que reformó en perjuicio del acusado, la
sentencia absolutoria de primera instancia, no obstante que el fiscal de cámara solicitó la confirmación de
este pronunciamiento libertario.

VII. "Iura curia novit" (encuadre jurídico distinto)


Debe tenerse presente que este principio, desde el punto de vista constitucional, se analiza en
relación con la defensa en juicio, no con el non bis in idem

251:17 ("Losardo" 2-10-61)


Si medió apelación fiscal y el recurso fue mantenido por el ministerio público en segunda instancia,
el tribunal de alzada, al imponer una pena mayor que la fijada por el juez, obró en ejercicio legítimo de su
poder de juzgar, sin agravio para la garantía constitucional de la defensa en juicio. La circunstancia de que
la cámara al conocer una apelación fiscal haya dado a los hechos atribuidos al imputa- do una calificación
distinta que la acordada por la sentencia del juez, no agravia el derecho de defensa y es irrevisable por la
Corte. (idem 303:1740; 307:1030)

280:135 ("Orozco" 2 de julio de 1971).


Luego de la condena en primera instancia, el Fiscal General de las Fuerzas Armadas ante el
Consejo Supremo (una especie de fiscal de cámara) sostuvo no había mediado dolo y debía absolverse al
imputado por el delito de hurto, ya que solo había incurrido en el delito de desobediencia (militar). De ese
modo formuló nueva acusación por este delito y solicitó se le corriera traslado a la defensa. Sin embargo,
el Consejo Supremo condenó al imputado por desobediencia sin más trámite. El imputado se quejó ante la
Corte Suprema de Justicia porque ante la justicia militar se le había instruido proceso por hurto, pero
había sido condenado por desobediencia, lo cual lo había privado del derecho de ejercitar su defensa
frente a la imputación de este hecho nuevo, en el caso, que la orden impartida era de imposible
cumplimiento. El Procurador General ante la Corte citó la jurisprudencia según la cual no se excede la
                                          

­­ 

atribución judicial de declarar el derecho que rige el caso sino cuando se juzga respecto de hechos
diferentes a los debatidos en la causa (Fallos: 255:237). Y también que, en tanto el hecho motivo de la
condena haya sido objeto del proceso, la calificación legal no constituye agravio a la defensa que sustenta
el recurso extraordinario, máxime cuando no se expresa cuáles son las pruebas de cuya producción el
recurrente se haya visto privado (Fallos: 256:416; 265:141; 267:486).
La mayoría de la Corte consideró que se lo había condenado por un hecho que había estado
debatido desde el inicio en el proceso y que la discrepancia versaba solamente sobre la calificación
jurídica.
La disidencia del juez Risolía versa sobre la discrepancia acerca de si fue indagado únicamente
por hurto y si sobre esa imputación fue sobre lo único que versó la defensa. Remarcó la falta de
conocimiento de la defensa de la nueva acusación ajustando así el proceso "al imperativo de satisfacer
una exigencia consustancial con el respeto debido a la dignidad del hombre, cual es el reconocimiento del
derecho que tiene toda persona de liberarse del estado de sospecha que importa la acusación de haber
cometido un delito", mediante un trámite ajustado a la rigurosa observancia de la garantía consagrada en
el art. 18 de la Constitución Nacional (Fallos: 272:188). Ello no se obvia pretendiendo que en el caso
medio un cambio de calificación de los mismos hechos, porque aun cuando existe manifiesta conexidad
entre los presupuestos fácticos de ambos ilícitos, no cabe duda que no resultan estricta y eficazmente
observadas las etapas de acusación, defensa, prueba y sentencia al condenar al imputado sin audiencia
ni defensa, por un delito militar que tardíamente se le atribuye en la requisitoria. Se trata de dos delitos
independientes reprimidos en ordenamientos disímiles y en normas que tutelan bienes jurídicos de distinta
naturaleza. Viola la defensa en juicio.

295:400 ("Ferraro" 27 de julio de 1976)


Si bien es jurisprudencia de esta Corte que la distinta calificación de los hechos delictuosos no
compromete la garantía constitucional de la defensa en juicio (Fallos 280:135) ello es así a condición de
que el resultado no sea la agravación de la pena impuesta cuando, como ocurre en el caso, no ha
mediado recurso fiscal acusatorio. En tales condiciones, el aumento de pena cuando sólo ha mediado
recurso de la defensa tendiente a obtener su disminución, constituye una "reformatio in pejus" que la
reiterada doctrina de esta Corte ha considerado violatoria de aquella garantía constitucional (Fallos:
242:234; 248:125; 254:353; 274:283; 284:459).

300:678 ("Scigliano" del 22 de junio de 1978).


No es violatoria de la garantía de la defensa en juicio la sentencia que -frente a un nuevo
encuadramiento jurídico del Fiscal- calificó el delito de homicidio con el agravante de alevosía, haciendo
mérito de los mismos hechos, pero tomando un enfoque distinto al del juez y el fiscal de primera instancia,
ya que la distinta manera de valorar los mismos hechos no da cabida a la aplicación de la doctrina de la
arbitrariedad (se citan 276:186 y 248; 277:144; 278:135).

302:328 "Panzer" del 22 de abril de 1980)


En orden a la justicia represiva, el deber de los magistrados, cualesquiera fueren las peticiones de
la acusación y la defensa consiste en precisar las figuras delictivas que juzgan, con plena libertad y
exclusiva subordinación a la ley, sin más limitación que la de restringir el pronunciamiento a los hechos
que constituyeron la materia del juicio. No es violatorio de la defensa en juicio el haberse apartado las
sentencias del encuadramiento legal propiciado por el juez instructor en la resolución que decreta la
prisión preventiva y por el fiscal en su acusación (cita Fallos: 186:297; 275:396; 276:364; 280:135;
295:54).

Javier Augusto De Luca

FALLOS NUEVOS:

323:982 “Amadeo de Roth”


B. 898 “Barra” (09/03/04) remite a disidencia de “Kipperband”

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