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Cuento Corto del Biólogo

By cuento corto in Cuentos on 3 julio 2014.

Cuento Corto del Biólogo: Paco


Cámara no era como nosotros. Lo supe desde el primer día que le vi en los
muelles. Traté de hacer de él un hombre, como Dios manda, pero de nada
sirvió. En la lonja, mientras sus primos pelaban por las mejores bateas de atún,
Paco se quedaba embobado con cualquier cosa. No se si me entraba lástima o
ganas de pegarle un puñetazo. “Eh, Barbas, a ver si espabilas al chico”, me
suplicaba su padre mientras se hacía hueco entre los demás asentadores de
pescado para marcar las cajas. Si Paco Cámara no hubiese sido el hijo del
patrón lo habría arrastrado de los pelos entre los rapes y las merluzas.

Me pasaba las mañanas tras el, “Paco, corre, que van a subastar los
emperadores”, pero el chico permanecía en cuclillas, junto a las redes, donde
se había enganchado algún pez raro e inservible. Su pobre padre estaba
desesperado, pertenecía a la quinta generación de una familia dedicada al
negocio de exportación, y su hijo, el único varón que Dios le dio, se dejaba
quitar hasta las partidas menos codiciadas. Cuando me enteré que Paco
Cámara se iba a la capital a estudiar biología respiré todo el aire de la mar. Los
años siguientes ya no tuve que perseguirle saltando entre los jureles y las
palometas.

Ahora solo le vemos tres o cuatro días por año, en la cantina, después de la
subasta, con sus camisas limpias y oliendo a perfume. Aún le gusta fastidiarme.
“Anda, que no te he hecho rabiar, ¿ Eh, barbas?”, me recuerda, “anda
condenado”, le digo yo, “que eres un condenado. Menos mal que te largaste”, y
el chico se ríe, “vamos, Barbas, déjame que te invite al café”.

Viene poco a vernos, ya digo, aunque algunas veces llega alguien del puerto
con un periódico en la mano y leemos su nombre en la portada, “¿Habéis
visto?”, grita algún mozo, “el chico del patrón ha vuelto a descubrir otra de esas
cosas sobre el comportamiento de las barracudas” ” Bah,” les digo, “esos
bichos no valen ni para caldo. No los quieren ni las monjas”

La semana pasada se me acercó un asentador de la competencia, “el chico de


tu patrón ha vuelto a salir en los papeles este mes, mira, dicen que ahora
estudia la comunicación de los delfines ¿Qué te parece lo que son las cosas?
al final el muchacho se buscó un buen futuro”. “Bah”, le dije, “lo difícil es
arrancarle los frutos a la mar, sacar los peces espada con la palangre sin
perder los dedos, o desnucar los congrios en la cubierta antes de que te coman
las piernas”
“Si, eso es cierto”, aseguró el asentador, “los hombres de verdad no se forjan
en las piscinas contemplando como nadan los bichos” Pegué un brinco. Miré al
individuo de reojo y sin saber por qué le arrebaté el periódico de la mano. El
tipo tragó saliva, “bueno, Barbas, no te pongas así, no quise decir eso” Terminé
deprisa mi café y salí a la calle. Necesitaba respirar. Si hubiese quedado allí un
segundo más no habría podido aguantar las ganas de romperle las narices.

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