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ROL DE LA DEMOCRACIA
CRISTIANA EN LA
GESTACIÓN,
CONSUMACIÓN Y
AFIANZAMIENTO DEL
GOLPE MILITAR DE 1973
SERIE CODEHS
ς
EDITORIAL SENDA/SENDA FÖRLAG I STOCKHOLM
3
Diseño de la portada para la presente edición:
Carlos Maria Alemparte, sobre la base de
ideas del autor
Diagramación y composición para la presente edición:
Carlos María Alemparte
Fotografías:
Tomadas de diversas fuentes disponibles en Internet.
ISBN Nº 978-91-86431-32-7
4
ÍNDICE
INDICE, 5
PRIMERA PRESENTACIÓN, de Rafael Luis Gumucio, 11
SEGUNDA PRESENTACIÓN, de Óscar Ortiz, 19
A MANERA DE PRÓLOGO, 25
PARTE I: GESTACIÓN DEL GOLPE
Título I: Nociones generales acerca de los golpes de Estado. ‘Mo-
delos’ y formas de acumular. Preparación de un golpe de Estado.
Condiciones que favorecen una asonada militar. La situación de las
Fuerzas Armadas chilenas antes de la asunción de Allende. Las
condiciones continentales, 27
Título II: Un conveniente recuerdo de Gramsci. El Estado como
creación del arma. Descubriendo contactos. El Ejército comienza a
actuar, 33
Título III: La representación política de las clases y fracciones de
clase dominantes antes del golpe de Estado. La conducción de los
sectores opositores, 38
Título IV: Comenzando la preparación del golpe. Incorporación de
las distintas ramas. El ‘plan económico’ de la Armada. El partido
‘Nacional’ y la ‘Democracia Cristiana’ son informados del ‘plan
económico’ de la Armada. El plan ‘SACO’, 42
Título V: La ‘Cofradía de Lo Curro’ y el ‘Comité de los 15’. La
FACH desecha conversar con Pinochet para llevar a cabo el golpe
y prefiere iniciar los contactos al interior con un ex edecán del presi-
dente Frei, 58
Título VI: Los diputados demócrata cristianos aprueban la deslegi-
timación del Gobierno Popular. Reacción del general Prats. El ge-
neral Bonilla intenta una última gestión con la ‘Democracia Cris-
tiana’. Se malogra el plan. La ‘Democracia Cristiana’ es informada
de la inminencia del golpe, 68
Título VII: Participación de la ‘Democracia Cristiana’ en la reali-
zación del golpe militar, 72
Título VIII: Participación de otros partidos o movimientos en la
asonada de 1973, 77
5
PARTE II: CONSUMACION Y AFIANZAMIENTO
Título I: Otro poco de teoría social para explicar la situación de los
partidos con posterioridad al golpe militar, 82
Título II: La Junta Militar se instala. Primer Gabinete. Los primeros
mandos medios del Gobierno Pinochetista. Saludo de organizaciones
y personalidades. La dirigencia del partido ‘Demócrata Cristiano’ se
reúne con la Junta Militar, 84
Título III: Apoyo demócratacristiano a la Junta en los sectores
populares. Clotario Blest intenta reconstituir la verdadera CUT.
Oposición de la ‘Democracia Cristiana’, 95
Título IV: Actitud de Eduardo Frei Montalva y de su familia tras la
instalación de la Junta Militar. Actitud de la familia Aylwin, 98
Título V: Por qué la ‘Democracia Cristiana’ y no otros partidos. La
razón, desde el punto de vista del sistema capitalista mundial SKM,
104
Título VI: Por qué la ‘Democracia Cristiana’ y no otros partidos. La
razón, desde el punto de vista institucional, 107
Título VII: Por qué la ‘Democracia Cristiana’ y no otros partidos.
La razón, desde el punto de vista de los ‘aparatos’ del Estado, 111
Título VIII: Por qué la ‘Democracia Cristiana’. La razón desde el
punto de vista ideológico, 113
PARTE III: EL COMIENZO DEL FIN.
Título I: Comienza el derrumbe de la influencia demócrata cristiana.
Posibles causas, 116
Título II: La incorporación de Augusto Pinochet a la asonada.
Aspectos generales del carácter del dictador. Los demás miembros de
la Junta, 116
Título III: Objetivo y futuro del Gobierno Militar. Aparece Jaime
Guzmán. El Ejército (Pinochet) se impone por sobre el resto del
arma. Conflictos por la nominación de Pinochet, 119
Título IV: El general Lutz. Comienza a manifestarse el poder de
Manuel Contreras. Salen de sus cargos Lutz y Bonilla. El general
Prats y su mujer son asesinados. Lutz se enfrenta a Pinochet, 124
Título V: Proposiciones para la refundación del sistema capitalista
en Chile. Se definen algunos lineamientos. Los trabajadores gobier-
nistas van a Ginebra, 127
6
Título VI: Las pretensiones demócrata cristianas comienzan a ser
derrotadas. Conflicto por el problema de los plazos. Detención y
expulsión. Enfrentamientos entre los generales Bonilla y Arellano,
por una parte, y el coronel Manuel Contreras, por otra. Cambios en el
alto mando, 135
Título VII: La muerte del general Augusto Lutz, 140
Título VIII : Muerte del general Bonilla. Atentado en Roma contra
Bernardo Leighton. Eduardo Frei se convierte en la alternativa a la
Junta. Arellano pasa a retiro, 144
Título IX: Ruptura definitiva. Cierre de la Radio Presidente Balma-
ceda. La muerte de Eduardo Frei, 152
A MANERA DE EPÍLOGO, 164
DOCUMENTOS ANEXOS, 171
1. Ultima carta de Salvador Allende a Patricio Aylwin,
172
2. Carta de Eduardo Frei Montalva a Mariano Rumor, 177
3. Carta de Eduardo Frei Montalva a Bernardo Leighton,
197
4. Carta (respuesta) de Bernardo Leighton a Eduardo Frei
Montalva, 217
FUENTES BIBLIOGRÁFICAS
7
8
“El plano de la santidad, que nos pide el Señor, está determinado
por estos tres puntos: la santa intransigencia, la santa coacción y la
santa desvergüenza”.
9
10
PRIMERA PRESENTACIÓN
“Si hubiera tenido que elegir entre una dictadura marxista o una
militar, claramente optaría por la segunda”.
“¿Cómo me veo?”
13
del golpe militar, y en la revista Chile-América escribía sobre la
responsabilidad de la directiva en el golpe lo siguiente:
Hay que recordar que el presidente del Senado era Eduardo Frei
Montalva, como lo señalábamos antes, y de la Cámara de Diputados,
Luis Pareto, ambos democratacristianos, que permanecieron pasivos
ante la persecución y prisión de sus colegas por parte de la Junta de
Gobierno. Cuando Frei Montalva acudió a saludar a la Junta Militar,
como ex presidente del Senado, le fue confiscado el vehículo oficial
para su vergüenza y humillación. Posteriormente participó, junto a
los ex Presidentes Gabriel González Videla y Jorge Alessandri, en
un Te Deum (en la Iglesia de la Gratitud Nacional) en acción de
gracias por la proeza militar de haber bombardeado La Moneda y
asesinado al presidente legítimo.
Don Rafael Agustín Gumucio Vives, en su libro Apuntes de Medio
Siglo, relata los esfuerzos de la ‘Unidad Popular’ con el fin de buscar
un acuerdo con la ‘Democracia Cristiana’, que pudiera evitar el gol-
pe de Estado en ciernes. Según Gumucio, cada vez que se llegaba a
un posible acuerdo entre los representantes de la Unidad Popular y
los de la ‘Democracia Cristiana’, un llamado de la directiva de este
partido anulaba todo el camino avanzado. Así ocurrió, por ejemplo,
con el caso de la Universidad de Chile y las tres áreas de la econo-
mía —pública, mixta y privada— antes de votar en el Parlamento el
14
proyecto de acuerdo ya se sabía que iba a ser rechazado por la
directiva de la ‘Democracia Cristiana’.
La ‘Democracia Cristiana’, en concomitancia con la derecha, se
negó a conceder facultades extraordinarias al gobierno para combatir
la subversión y los atentados terroristas luego del golpe de Estado
frustrado en el ‘tanquetazo’. Como lo sostiene el dirigente demócra-
tacristiano Renán Fuentealba, más del 90% de los militantes de ese
partido ya estaban embarcados en la vía golpista y, además, com-
petían con la derecha cuál de ambos conglomerados se mostraba más
duro y decidido en la lucha contra el gobierno de la ‘Unidad Po-
pular’.
Durante el mes de agosto de 1973, el enfrentamiento entre el go-
bierno y la oposición alcanzaba los más altos grados de conflictivi-
dad: la lucha por el poder estaba al rojo candente. El Presidente,
Salvador Allende, buscaba denodadamente el diálogo con Eduardo
Frei Montalva; Gabriel Valdés se ofreció de emisario, pero Frei
Montalva, rabioso y amargado, se negó rotundamente a dialogar con
el Presidente de la República. El prelado de la iglesia, el cardenal
Raúl Silva Henríquez, también hizo el último intento, pero también
fracasó, pues Frei Montalva le preguntó si se lo pedía como católico,
y el cardenal respondió afirmativamente; sin embargo, Frei resolvió
enviar a su segundo, Patricio Aylwin, quien oficiaba como presidente
de la DC. El diálogo entre Aylwin y Allende dio escasos resultados,
pues la decisión de Frei y la directiva democratacristiana ya estaba
tomada en el sentido de apoyar el golpe de Estado, cuyos actores
principales serían los cuatro comandantes en jefe de las Fuerzas Ar-
madas.
La obra de Manuel Acuña aporta antecedentes pormenorizados
sobre las relaciones entre los ex edecanes de Eduardo Frei, Óscar Bo-
nilla y Sergio Arellano Stark, y los delegados —destacaban los ex
ministros de Defensa de su gobierno, Sergio Ossa Pretot, y Juan de
Dios Carmona— que Frei enviaba para dialogar y planificar el golpe
de Estado junto con los militares.
El ex senador Renán Fuentealba, en una entrevista concedida a un
medio de prensa, sostenía que el famoso diálogo fue un verdadero
engaño, pues Frei y la directiva de su partido ya estaban embarcados
15
en el golpe de Estado, y lo único que podían aceptar era la rendición
incondicional del Presidente Allende y su gobierno.
Una vez decidido el golpe de Estado, sólo restaba darle una imagen
‘institucionalidad’: seis diputados democratacristianos —José Mona-
res, Baldemar Carrasco, Gustavo Ramírez, Eduardo Sepúlveda, Lau-
taro Vergara y Arturo Frei Bolívar— elaboraron un proyecto de a-
cuerdo por el cual se acusaba al Presidente de la República de violar
la Constitución y las leyes, que no fue una decisión individual de al-
gunos diputados, sino un acuerdo de la directiva de la DC, que según
el general Carlos Prat, constituyó
17
da: el intercambio de cartas habido entre Patricio Aylwin y Óscar
Bonilla —en ese entonces ministro del Interior— fue humillante para
el presidente de la DC, pues le recordó que representaba sólo la au-
toridad administrativa de un Partido en receso y que debía dirigirse a
las autoridades del gobierno con el debido respeto de su investidura.
El libro de Manuel Acuña demuestra fehacientemente la culpabili-
dad de la ‘Democracia Cristiana’ en la planificación y realización del
proceso que llevó a la destrucción de la democracia en Chile. Este
hecho rotundo no puede ser negado por ningún historiador que se
precie de tal, y será una mácula permanente en la historia de este
partido que no podrá ser borrada, ni siquiera por la firma de la carta
de los trece democratacristianos consecuentes que condenaron el gol-
pe de Estado.
18
SEGUNDA PRESENTACIÓN
20
y su limpieza de imagen, objetivamente nos da más antecedentes
Manuel Acuña en el presente texto.
21
22
“[…] el demócrata sale de la derrota más ignominiosa tan
inmaculado como inocente entró en ella, con la convicción de nuevo
adquirida de que tiene necesariamente que vencer, no de que él
mismo y su partido tienen que abandonar la vieja posición, sino que,
por el contrario, son las condiciones las que tienen que madurar
para ponerse a tono con él”.
23
24
A MANERA DE PRÓLOGO
26
PARTE I: GESTACIÓN DEL GOLPE.
29
De si las mencionadas circunstancias se dieron en el caso del golpe
de Estado en Chile de 1973, sostenemos nosotros que sí, que sí se
dieron, siendo ello, por consiguiente, una circunstancia digna de ser
analizada. El general (R) Horacio Toro, partícipe en la asonada de
1969 (‘Tacnazo’) y miembro del Consejo Asesor de la Junta (CAJ) a
poco de consumado el cuartelazo de 1973, en una entrevista que
concediera a Mónica González, señala, al respecto:
1
González, Mónica: “La Conjura. Los mil y un días del golpe”, Catalonia
Limitada, Santiago, 2012, pág. 30.
30
“[…] la Democracia Cristiana cometió un grave error histórico al
menospreciar a las Fuerzas Armadas, en las que se venía acumu-
lando durante treinta y cinco años un fermento de frustración pro-
fesional y la desatención de sus necesidades sociales por los suce-
sivos gobiernos.
Las plantas institucionales habían experimentado un crecimiento
insignificante y, en relación al crecimiento de la población, su por-
centaje había disminuido al 0,42%. Las remuneraciones del perso-
nal eran bajísimas, en relación a las del nivel de la clase media
profesional y técnica y las rebajas presupuestarias afectaban sin
consideración alguna a las tres instituciones, en beneficio de otros
programas y servicios, resultando el Ejército el principal perjudica-
do en su conscripción, que desciende al 50% de su nivel mínimo
indispensable”2.
2
Prats González, Carlos: “Memorias”, Pehuén Editores Limitada, Santiago,
1985, pág. 103.
3
Fontaine Aldunate, Arturo: “Los economistas y el presidente Pinochet”,
Empresa Editora Zig-Zag S.A., Santiago, 1988, pág. 15.
31
Es conveniente, sin embargo, que nos refiramos, aunque sea breve-
mente, a la llamada ‘Doctrina de Seguridad Nacional’.
Desarrollada en el ‘War College’ y en la Escuela Superior de Gue-
rra de Brasil tuvo como sus mentores a los generales Golbery Do
Couto e Silva y Texeira Soares, entre otros. Profundamente anti-
marxista, elaborada en un mundo por entero bipolar en donde uno de
sus extremos representaba el bien siendo el otro símbolo del mal, no
debía sorprender que el ‘enemigo’ dejase de ser el sempiterno extran-
jero que ‘viene a robarnos nuestros empleos’ o un simple ‘vecino
exótico’, para transformarse en el sujeto que opera en casa, al interior
de cada país: bajo esa concepción, de ahí en adelante, la ‘guerra’
pasaría a librarse entre nacionales, entre personas de un mismo país
donde los ‘buenos’ deberían imponerse sobre los ‘malos’. En nombre
de esa idea se habían realizado numerosos golpes de Estado en La-
tinoamérica. No tenía por qué ocurrir de manera diferente en Chile
luego de la elección de un presidente marxista, encarnación del mal.
Así lo expresa, también, Arturo Fontaine:
4
Fontaine Aldunate, Arturo: Obra citada en (3), pág. 16. En su profundo
rencor hacia el régimen de la ‘Unidad Popular’ comete, sin embargo, dos er-
rores el autor en su explicación. Es el primero, que no fue el presidente A-
llende quien bautizó a su guardia personal como GAP, sino lo hizo el perio-
dista Miguel Otero en su revista ‘Sepa’, buscando desacreditarlo; el según-
do error es que la sigla ENU no corresponde a Enseñanza Nacional Unifica-
da sino a Escuela Nacional Unificada.
32
Pero había algo más que considerar para entender las razones del
golpe militar de 1973 en Chile: la experiencia latinoamericana.
Señala, al respecto Mónica González:
“En ese contexto era imposible que los militares chilenos no mira-
ran lo que pasaba en los países vecinos en donde los militares de
América Latina estaban redescubriendo los avatares y privilegios
del poder político. En 1964 las Fuerzas Armadas de Brasil derro-
caron al gobierno de Joao Goulart, después que éste se opuso al
bloqueo norteamericano a Cuba y propició la reforma agraria. En
junio de 1966, en Argentina, fue depuesto el Presidente radical Ar-
turo Illía. Había asumido en 1963 con el 25,5% de los votos y en
medio de la proscripción política del peronismo. El teniente gene-
ral Juan Carlos Onganía asumió la presidencia con las banderas del
liberalismo económico, las ‘fronteras ideológicas’ y la intolerancia
preconciliar. En 1968 fue el turno de Perú. Otra sublevación, lide-
rada por el general Juan Velasco Alvarado, expulsó del poder po-
lítico al Presidente Fernando Belaúnde Terry, aunque con un pro-
grama diferente, de corte nasserista. Y en septiembre de 1969, un
nuevo Golpe de Estado terminó con el corto gobierno civil del Pre-
sidente Luis A. Siles Salinas. Otro general gobernaba Bolivia: Al-
fredo Ovando Candia”5.
5
González, Mónica: Obra citada en (1), pág. 35.
33
La clase o fracción de clase que ejerce el poder no necesita saber
que efectivamente lo es; practica, ejecuta, realiza su función de do-
minación sin, siquiera, darse el trabajo de pensar en ello. Es una cla-
se o fracción de clase conscientemente dominante. Consciencia sig-
nifica precisamente eso: actuar como se debe actuar. Por ello, quie-
nes asumen la defensa de sus intereses y pertenecen a una clase o
fracción de clase dominante no necesitan saber lo que hacen o van a
hacer; simplemente actúan porque saben que así deben actuar. Y lo
hacen porque están convencidos que la estructura social donde viven
y cuya protección toman bajo su cuidado es parte de sus propias cor-
poreidades, de sus propias existencias, de sus costumbres, de sus ma-
neras de ser. Y en ello no están equivocados. Ni siquiera necesitan
conocer las tesis que atribuyen al Estado el rol de factor de unidad
del Bloque en el Poder; salen en defensa suyo porque intuyen que
dicha estructura social, sin perjuicio de representar sus propias for-
mas de organizarse, es, a la vez, una expresión del arma, único poder
capaz de mantener, a través de la coerción, la unidad de un grupo
social naturalmente fraccionado. Intuyen, en definitiva, que una so-
ciedad escindida en clases sociales sólo puede existir por obra y gra-
cia de las Fuerzas Armadas que, a su vez, ejercen la violencia por
sobre el conjunto social y garantizan la perpetuación de esa sociedad
irregularmente organizada.
Este verdadero axioma explica, a la vez, que las clases y fracciones
de clase dominante puedan preparar un golpe de Estado de manera
simple pues basta tan sólo que una persona transmita a otra sus temo-
res en torno a la posible existencia de una amenaza a la vigencia de
esa sociedad para que el temor se encienda y propague; la cultura de
esa clase o fracción de clase dominante, que es una, típica, conscien-
te y homogénea, hace que ello suceda y que el mensaje se multipli-
que. Esos estamentos no necesitan, siquiera, que las redes sociales
provoquen ese fenómeno; se unen naturalmente a otras clases o frac-
ciones de clase puesto que, de otra manera, no podrían dominar. Por-
que, en definitiva, las clases y fracciones de clase dominante están
siempre plenamente conscientes del rol social que les corresponde
desempeñar.
La gestación del golpe de Estado de 1973 no se realizó de manera
diferente a la indicada: como era de esperarse, los interesados con-
34
feccionaron listas de personas, cursaron invitaciones y realizaron
encuentros. La idea empezó a prender y a propagarse. Federico
David Willoughby-Mac Donald Moya6, uno de los ideólogos del
golpe, lo relata de manera simple:
6
Según antecedentes que obran en nuestro poder, Federico David
Willoghby-Mc Donald Moya se había desempeñado en el cargo de Gerente
de Relaciones Públicas de la empresa Ford de Casablanca, donde pudo ser
cooptado por la Central Intelligence of America CIA. En verdad, también
pudo serlo cuando se desempeñó como funcionario de la Embajada de
Estados Unidos. Lo cierto es que quien lo sindicó como agente de esa
Central norteamericana fue el general Manuel Contreras Sepúlveda.
7
Buscat Oviedo, Esteban: “El golpe naval del 11 de septiembre de 1973”,
documento del Centro de Estudios por la Democracia y Defensa del
Ciudadano CEDEC, publicado en Internet.
35
cordar un trabajo en conjunto, empiezan a deliberar; más, aún, cuan-
do los institutos armados —que, en principio, no deberían hacerlo—
trasgreden esa norma y analizan lo que sucede a su alrededor. Au-
gusto Pinochet revela que esta labor de deliberación era ya practicada
por los institutos militares por lo menos un año antes de la asonada:
8
Buscat Oviedo, Esteban: Obra citada en (7).
36
El golpe, pues, estaba presente en la mente de todos los generales del
Ejército; se necesitaba solamente conformar el grupo dirigente y
actuar. Pinochet lo sabía. Por lo mismo, ampliando su explicación
anterior, precisó, en una reunión de diciembre de 1973, en el Club de
la Unión:
9
Buscat Oviedo, Esteban: Obra citada en (7).
37
Título III: La representación política de las clases y
fracciones de clase dominantes antes del golpe de Estado.
La conducción de los sectores opositores.
39
de clases y/o fracciones de clase que no son, precisamente, aquellas
de las cuales proceden.
En general, los partidos que representan naturalmente a las clases y
fracciones de clase dominante tienden a adoptar conductas conserva-
doras; y no es extraño que así suceda pues su misión es, precisa-
mente, conservar la vigencia del sistema. Por lo mismo, sus progra-
mas no ofrecen a la ciudadanía, en general, más que la perpetuación
del sistema vigente o modificaciones al mismo que tengan por objeto
facilitar una más expedita extracción de plusvalor, no siempre acor-
des al desarrollo de las fuerzas productivas. Por el contrario, quienes
representan espuriamente los intereses de las clases y fracciones de
clase dominante están obligados a analizar las innovaciones que al
interior del sistema ha realizado el constante desarrollo de las fuerzas
productivas. Saben, por consiguiente, que deben adecuar convenien-
temente las relaciones de producción a esos cambios y, por lo mis-
mo, tienen grandes aspiraciones de cambios o transformaciones. Nor-
malmente, buscan representar la acción renovadora que, en el ámbito
internacional, practican los sectores más dinámicos del sistema capi-
talista mundial. Y éstos son, precisamente, aquellos que, disputando
en forma permanente a los grupos conservadores la conducción del
conjunto social, no temen incorporar los avances tecnológicos al de-
sarrollo del país y a efectuar las transformaciones legales necesarias
a fin de mantener la estricta correspondencia que debe existir entre el
desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones de producción.
La ‘Democracia Cristiana’ DC quería representar ese rol: le disputa-
ba al partido ‘Nacional’ PN el liderazgo de la oposición al gobierno
de la ‘Unidad Popular’ UP. Y, en ese empeño de intentar realizar de
mejor manera el interés de las clases y fracciones de clase dominan-
tes, ponía de manifiesto su verdadero carácter asumiendo en la prác-
tica la representación de aquellas. De esa disputa derivarían impor-
tantes consecuencias.
Nuestro buen amigo Kalki Glauser, en un brillante documento que
escribiera en 1972, intitulado ‘Unidad en lo táctico, lucha en lo
estratégico’, se refiere a esta disputa por el liderazgo dentro de los
sectores opositores al ‘Gobierno Popular ‘y señala que ella estaba
sometida a una especie de mecánica que la hacía depender, curiosa-
mente, de las acciones que dicho Gobierno podía realizar. De acuer-
40
do a lo expresado por Kalki Glauser, cada vez que la ‘Unidad Popu-
lar’ avanzaba en el cumplimiento de su Programa, tomaba sobre sí la
conducción de la alianza opositora el partido ‘Nacional’; la ‘Demo-
cracia Cristiana’ se subordinaba a esa conducción, detenía su mar-
cha, se desconcertaba ante las medidas del Gobierno en tanto gran
parte de su militancia, que las observaba con agrado y simpatía, se
atrevía a poner en duda su rol opositor frente a transformaciones con
las cuales estaba en completo acuerdo. Lo grave, para ese partido, era
que, si se oponía a dichas transformaciones, corría el riesgo de perder
militancia como ya le había sucedido con la ‘Izquierda Cristiana’ IC
y con otros grupos que empezaban a desafiliarse de la organización,
encandilados por los avances sociales que emprendía el Gobierno
Popular.
Sin embargo, cuando ocurría lo contrario, cuando la ‘Unidad Popu-
lar’ parecía vacilar, cuando se detenía para hacerse una introspección
y observar el resultado de lo hecho —o, como lo decía la tesis de uno
de los propios partidos de esa coalición, para ‘consolidar lo avanza-
do’—, el partido ‘Demócrata Cristiano’ PDC encontraba su razón de
ser, cohesionaba a su militancia, tomaba la conducción de la alianza
opositora y criticaba al Gobierno acusándolo de todos los males que
aquejaban al país; entonces, el partido ‘Nacional’ cedía su lugar a la
‘Democracia Cristiana’ y se dejaba conducir por aquella sin poner
obstáculos a sus requerimientos. Esta conducta se agudizó en los
meses de 1973; la conducción de la oposición estuvo en manos de la
‘Democracia Cristiana’.
Hay un hecho más a considerar: la ‘Democracia Cristiana’ era el
partido mayoritario en Chile. La ‘Unidad Popular’, desde un princi-
pio, intentó entenderse con ella; y siguió haciéndolo hasta el momen-
to mismo del golpe. El partido de Frei no sólo había asumido la re-
presentación natural de los intereses de las clases y fracciones de
clase dominantes, representación que compartía con el partido
‘Nacional’, sino se perfilaba en Chile como representante genuino
del sector más dinámico y exitoso del sistema capitalista mundial. Y
esta importante transformación era ignorada por los partidos de la
‘Unidad Popular’.
41
Título IV: Comenzando la preparación del golpe.
Incorporación de las distintas ramas.
El ‘plan económico’ de la Armada. El partido ‘Nacional’
y la ‘Democracia Cristiana’ son informados del ‘plan económico’
de la Armada. El plan ‘SACO’.
10
Escalante, Jorge: “La misión era matar”, Editorial LOM, Santiago, 2000,
pág. 35.
43
dente electo. Así, pues, el condicionamiento para que Salvador A-
llende asumiera el mando de la nación fue, también, obra de los
institutos armados; la mencionada ‘no deliberación’ de éstos en ma-
teria de política interior era un chiste de mal gusto en esos momen-
tos. En una entrevista que le hiciera la periodista Mónica González,
revela el ex presidente Patricio Aylwin lo siguiente:
“En ese momento, Sergio Ossa Pretot, ministro de Defensa, nos hi-
zo saber que los mandos de las Fuerzas Armadas estaban preocupa-
dos por la politización del Ejército bajo un gobierno de izquierda y
por la formación de brigadas que pudieran llegar a constituir un e-
jército paralelo. Entonces les mandamos a preguntar a los man-
dos, a través de Ossa, qué debería incluir al respecto el Estatu-
to de Garantías. Hubo una primera reunión con ellos en mi casa
[…]”11
“Una y solo una esperanza para Chile. El futuro de Chile será deci-
dido por un solo hombre: Frei. Creo que él está jugando sus cartas
con extraordinaria astucia”12.
11
González, Mónica: Obra citada en (1), pág. 92. La negrita es nuestra.
12
González, Mónica: Id. (1), pág. 79.
44
tral tenía que emitir E° 920.000.000 para evitar que se paralizara el
país […]”13
13
Revista ‘Qué Pasa’: “Chile bajo la Unidad Popular”, cuadernillo N° 1,
pág. 11, sin fecha de impresión.
14
Revista ‘Qué Pasa’: Cuadernillo citado en (13), pág. 11.
45
“Excepto una minoría de la Democracia Cristiana y, especialmente
algunos de sus líderes connotados que mantuvieron inalterable la
voluntad de respetar hasta el fin el proceso democrático que se ini-
ció en septiembre de 1970, el resto compartía el pensamiento gene-
ral de la burguesía de impedir por cualquier medio la continuación
del Gobierno, porque esa continuación consolidaba cada vez más la
experiencia socialista”15.
15
Gumucio Vives, Rafael Agustín: “Apuntes de medio siglo”, Ediciones
Chile América CESOC, CESOC Ediciones, Santiago, 1994, pág. 215.
46
mán, Julio Durán, Arturo Fontaine y Orlando Sáenz para conversar
sobre
16
Salazar Salvo, Manuel: “Contradicciones de un arrepentido”, ‘Punto
Final’ N° 850, mayo de 2016, pág. 6.
47
Estas conversaciones permitieron que, más tarde, un no desprecia-
ble número de analistas pudiera suponer erróneamente que el golpe
fue el resultado de un trabajo conjunto de varios segmentos políticos.
Así, por ejemplo, señala Rafael Agustín Gumucio que
17
Gumucio Vives, Rafael Agustín: Obra citada en (15), pág. 215.
18
De la Nuez, Iván: “La Democracia Cristiana en la historia de Chile”, Edi-
torial de Ciencias Sociales, La Habana, 1989, pág. 86.
19
Orrego Vicuña, Claudio: “El paro nacional, vía chilena contra el totalita-
rismo”, Editorial del Pacífico, Santiago, 1972, pág, 12.
48
La organización de la CODE constituyó un éxito para las elecciones
de 1973 pues consiguieron reunir un 54,7% del electorado nacional
contra un 43,4% de la ‘Unidad Popular’, con lo cual se contaba con
el quórum necesario para acusar constitucionalmente al presidente
bajo la excusa que diera Eduardo Frei Montalva para quien
20
Eduardo Frei fue elegido presidente del Senado en virtud del acuerdo
suscrito al constituir la CODE. No es aventurado suponer que dicho nom-
bramiento guardaba estrecha relación con una eventual sustitución cons-
titucional del presidente Allende pues, en esa situación, debía asumir como
jefe supremo de la nación el presidente del Senado.
49
13 de mayo destinado a renovar la mesa directiva que quedó inte-
grada por Andrés Zaldívar, Raúl Debés, Carmen Frei, Héctor Valen-
zuela, Jaime Castillo, Bernardo Leighton y Jorge Donoso; sólo estos
dos últimos eran adversos a la sustitución de Allende. El día 13 de
mayo, en tanto Aylwin asumía la presidencia del partido ‘Demócrata
Cristiano’, Eduardo Frei lo hacía como tal en el Senado. Y como lo
expresa Manuel Salazar,
21
Salazar Salvo, Manuel: Id. (16), pág. 7.
22
Salazar Salvo, Manuel: Id. (16), pág. 7.
50
aberración jurídica en que un hombre de derecho (como lo eran
Aylwin y Frei) puede incurrir pues implica exigir la aplicación de
sanciones a conductas que ni siquiera constituyen actos frustrados
sino meras suposiciones. Es la misma línea en virtud de la cual la
Junta Militar, más tarde, justificaría su macabra tarea de eliminar a la
disidencia alegando que ‘si no lo hacíamos, ellos nos iban a matar’.
Así, pues, la ‘Democracia Cristiana’ enarbolaba no principios en
contra de la ‘Unidad Popular’ sino prejuicios. Suposiciones que le
hacían adoptar una actitud de rechazo terminante hacia todo lo que
pudiera servir al gobierno de la ‘Unidad Popular’ de receta para re-
solver la situación de crisis que vivía el país. Gran parte de las mis-
mas quedan reflejadas en la entrevista que Carolina Rossetti hiciera
al ex senador Rafael Agustín Gumucio en 1983:
23
Entrevista a Rafael Agustín Gumucio Vives, realizada por Carolina Ro-
ssetti, contenida en la revista ‘Plural 2”, Revista del Instituto para el Nuevo
Chile, Rotterdam, 1983, págs. 73 y 74. No deja de ser significativo el hecho
que, luego del fallecimiento del ex senador Rafael Agustín Gumucio Vives,
el 28 de junio de 1996, con la honrosa excepción de Gabriel Valdés Suber-
caseaux, ningún dirigente de ese partido se hizo presente en sus exequias.
La directiva había acordado prohibir a su dirigencia asistir a la ceremonia;
presidía el partido en ese entonces el que fuera ministro de Hacienda de la
Concertación Alejandro Foxley. El odio que esa colectividad sentía hacia
51
Si bien se sabe, medianamente, la época en que el Ejército comenzó
los preparativos del golpe, no se sabe a ciencia cierta cuándo co-
menzaron los mismos en la Marina. Lo cierto es que el general de a-
viación Jorge Gustavo Leigh Guzmán, consultado, al respecto, seña-
la:
26
Buscat Oviedo, Esteban: Obra citada en (7).
27
Sierra, Malú: “Marino antes que gobernante”, Revista ‘Ercilla’ de 26 de
enero de 1977, pág. 21.
53
“Lo dice la Declaración de la Junta. Ahí están los conceptos bási-
cos de la ley más antigua que se haya dictado en la historia de la
humanidad, y que nadie ha podido mejorar, ni vetar ni arreglar, que
son los mandamientos de la ley de Dios. Ahí está todo” 28.
28
Sierra, Malú: Obra citada en (27), pág.22.
29
Fontaine Aldunate, Arturo: Obra citada en (3), pág. 18.
54
El aludido cumplió con su cometido comunicándose, de inmediato,
con el economista Emilio Sanfuentes quien, a su vez, tenía contactos
con Agustín Edwards Eastman y Hernán Cubillos Sallato, hombres
vinculados a la Marina, pertenecientes a la Cofradía Náutica del Pa-
cífico Austral, creada en agosto de 1968, a la cual también perte-
necían José Toribio Merino, Patricio Carvajal y Arturo Troncoso30.
Esteban Buscat sostiene que las reuniones comenzaron en la oficina
de Sanfuentes. Arturo Fontaine asegura, por su parte, que tres sujetos
tuvieron importancia trascendental en ese plan:
30
Fontaine Aldunate, Arturo: Obra citada en (3), pág. 17.
31
Fontaine Aldunate, Arturo: Obra citada en (3), pág. 18.
32
Buscat Oviedo, Esteban: Obra citada en (7).
55
secretaría de Estado que, en definitiva, quedaría a cargo del almirante
Tito Lorenzo Gotuzzo Borlando.
De acuerdo a lo indicado por Arturo Fontaine, el grupo de profe-
sionales afiliados a la ‘Democracia Cristiana’ que participaba en la
elaboración del que, más tarde sería conocido como ‘El Ladrillo’
cumplía, además, otra misión:
33
Fontaine Aldunate, Arturo: Obra citada en (3), pág. 38.
56
les Sergio Arellano, Nilo Floody, Nicanor Díaz y los almirantes
Merino, Troncoso, Castro, Huidobro y Carvajal...” 34
34
Buscat Oviedo, Esteban: Obra citada en (7).
35
‘Concertación Democrática’ se llamó en un comienzo la ‘Concertación de
Partidos para la Democracia’ o simplemente ‘Concertación’; hoy,
incorporados el partido ‘Comunista’, ‘Revolución Democrática’ y el
‘Movimiento de Acción Social’ MAS se denomina ‘Nueva Mayoría’.
57
“[…] una alternativa cristiana —en la línea del ex presidente E-
duardo Frei Montalva”36.
36
Buscat Oviedo, Esteban: Obra citada en (7).
58
Ruhman, Francisco Herrera Latoja y Arturo Viveros Ávila recibían
en los suyos a sus compañeros de armas. Pero el grupo empezó a
crecer; también aumentó la frecuencia de las reuniones y comenza-
ron a hacerse más vehementes las discusiones. Era necesario no
despertar sospechas. Y fue en esas labores donde la presencia del
general Sergio Arellano Stark se tornó imprescindible.
Una prima suya estaba casada con el abogado Jorge Gamboa Correa
quien poseía una casa en el sector de Lo Curro, lugar de difícil ac-
ceso, enclavado en los faldeos cordilleranos, bastante discreto y ale-
jado de las miradas curiosas. No hubiere sido sólo torpe perder aque-
lla oportunidad sino poco inteligente. Arellano se acercó a su primo
político y le planteó la necesidad de reunirse con otros camaradas de
armas. Gamboa estuvo de acuerdo, y el grupo de conspiradores co-
menzó a operar en esa casa ubicada en Vía Amarilla N° 9122 de Lo
Curro.
Según Mónica González, la primera reunión se efectuó la noche del
25 de junio de 1973 para discutir el qué hacer en caso de enfrentarse
a la alternativa de una intervención del estamento militar.
59
rea; el vicealmirante Patricio Carvajal Prado, jefe del Estado Ma-
yor de la Defensa Nacional; el contralmirante Ismael Huerta Díaz
(quien viajó desde Valparaíso con la representación formal del al-
mirante José Toribio Merino, segundo hombre de la Armada; el ge-
neral de Ejército Arturo Viveros Ávila: el general del Aire Francis-
co Herrera Latoja; el general del Aire Nicanor Díaz Estrada, secre-
tario del Estado Mayor de la Defensa Nacional; y los generales de
Ejército Javier Palacios Ruhmann, Sergio Arellano Stark y Sergio
Nuño Bowden”37.
“[…] los generales Óscar Bonilla, Javier Palacios, Sergio Nuño, li-
derados por Sergio Arellano, junto a los almirantes José Toribio
Merino y Patricio Carvajal, llevaban dos meses reuniéndose en la
casa del abogado Jorge Gamboa en Lo Curro, diseñando un golpe
de Estado y, a fines de agosto, se unió al grupo Arturo Yovane, jefe
de servicios de Carabineros”38.
37
González, Mónica: “La Conjura. Los mil y un días del golpe”, Ediciones
B Chile S.A., Santiago, 2000, pág.167.
38
“1-11 septiembre 1973”, edición de María Carolina Sanhueza Benavente,
contenido en el portal www.memoriachilena.cl
39
González, Mónica: Id. (37), pág. 167.
60
“[…] orientarse de la situación que se vive y uniformar criterios” 40.
40
González, Mónica: Obra citada en (1), pág. 193.
61
“Por decoro y sentido de responsabilidad, no podemos seguir sien-
do espectadores mudos”41.
“Me atrevería a decir que la decisión de dar el Golpe, entre los tres
generales de las tres instituciones, se tomó a mediados de julio de
1973. El general Pinochet no participó de esa decisión. Nunca estu-
vo en una reunión de las tantas que tuvimos, fuera de aquella pri-
mera del ‘Comité de los 15’, el 30 de junio de 1973. Y lo puedo
afirmar porque yo estuve en un montón de reuniones y nunca vi al
general Pinochet, hasta el día 11 de septiembre, cuando llegó hasta
el Estado Mayor de la Defensa Nacional donde yo era el segundo
jefe”44.
41
González, Mónica: Id. (1), pág. 194.
42
González, Mónica: Id. (1), pág. 194.
43
González, Mónica: Id. (1). pág. 194.
44
González, Mónica: Id. (1), pág. 198.
62
“En julio de 1973, ya se habían afianzado los vínculos con los altos
generales de las Fuerzas Armadas por parte de connotados demó-
cratacristianos. Juan de Dios Carmona y Rafael Moreno, hombre
de Frei, contactaron con César Ruíz Danyau, jefe de la Fuerza Aé-
rea y con al Almirante Merino.
Claudio Orrego —otro ideólogo de la DC e incondicional de
Frei— se entrevistó el 10 de julio con el Almirante Merino para
cerciorarse de la constitucionalidad del golpe, a la vez que reiteró
su apoyo a las Fuerzas Armadas”45.
45
De la Nuez, Iván: Obra citada en (18), pág. 93.
46
Fernando Castillo, a quien la dictadura militar le asesinó a su hijo Javier,
contaba a sus amigos cercanos que, luego de la derrota electoral de la DC,
en 1970, Frei Montalva había dejado de ser el hombre tranquilo que era
comportándose más bien ‘como un energúmeno’.
63
Mónica Echeverría, no obstante, en su libro ‘¡Háganme callar!’
relata de una manera diferente este hecho:
47
Echeverría Yáñez, Mónica: “¡Háganme callar!”, Ceibo Producciones
S.A., Santiago, 2016, pág. 92.
48
González, Mónica: Id. (1), pág. 199.
64
Las contradicciones al interior de los complotados, sin embargo, se
hicieron presentes porque mientras la Armada y la FACH no veían
otra opción que el Golpe, el general Bonilla confiaba en la posibili-
dad de llegar a un acuerdo entre la DC y el Gobierno.
49
Robinson Rojas sostiene que el contacto de Carrasco era el senador Fran-
cisco Bulnes Sanfuentes. No indica, sin embargo, el autor aquel si dicho
contacto se realizaba con el partido ‘Nacional’ o directamente con el em-
presariado. Nosotros, por el contrario, hemos sido informados que el con-
65
Alfredo Canales Márquez51. Todo ello sin descuidar el frente interno,
en donde el contacto se tomó con otro oficial demócrata cristiano, ex
edecán del presidente Frei, coronel de aviación Juan Soler Manfre-
dini, quien se había destacado en solicitar apoyo para el coronel
Roberto Souper con ocasión de la sublevación del Blindado N°2
(‘Regimiento Tacna’), incluso viajando a Valparaíso52.
La actividad de los oficiales de la FACH no iba a terminar allí. Por
el contrario: necesitaban nexos políticos para asegurar el éxito de la
operación que pensaban realizar. Necesitaban, en suma, contactos
con políticos que estuvieren dispuestos a deslegitimar al gobierno de
Salvador Allende y, a la vez, legitimar cualquier asonada golpista.
Sabían que podían contactarse con ciertos dirigentes de agrupaciones
gremiales como la que dirigía Julio Bazán Álvarez (demócrata cris-
tiano), la de Rafael Cumsille Zapapa (también de esa colectividad), y
León Vilarín Marín (igualmente demócrata cristiano); pero se necesi-
taba la ayuda de políticos influyentes. Las conversaciones se realiza-
ron entonces con Juan de Dios Carmona Peralta y Rafael Adolfo Mo-
reno Rojas, ambos anteriores ministros de Defensa del gobierno de
Eduardo Frei. Los nexos de los oficiales de la FACH se iban am-
pliando cada vez más.
A fines de julio de 1973, el senador Patricio Aylwin se contactó
con el hijo del general Sergio Arellano Stark, Sergio Arellano Iturria-
ga quien, en su calidad de militante demócrata cristiano, se desempe-
ñaba en el carácter de gerente de la empresa de publicidad ‘Milla-
hue’, de propiedad de esa colectividad política, a la vez que vicepre-
sidente del directorio de Radio ‘Nuevo Mundo’, también del dominio
53
González, Mónica: Obra citada en (37), pág. 218.
67
había respondido que las Fuerzas Armadas se negaban terminante-
mente a ocupar cargos. Aylwin tuvo una gran limitante: no podía
darse por enterado de la existencia del ‘memorándum secreto’ del
Comité de los 15. De ahí me fui a informar a mi padre del fracaso
del diálogo”.54
54
González, Mónica: Obra citada en (37), pág. 220.
68
La dirección del partido jamás manifestó su opinión contraria al
proyecto. Por el contrario, en la sala correspondiente de la Cámara de
Diputados donde se discutió la propuesta, un grupo de diputados de-
mócratacristianos —entre los que se puede señalar a Ricardo Hor-
mazábal, Claudio Orrego y César Fuentes—, defendió la redacción
del texto55. A pesar de ello, otro sector de ese partido, temeroso que
dicho acuerdo fuese la autorización explícita que esperaban los ins-
titutos armados para actuar, exigieron que el partido redactase una
declaración aclarando el contenido del acuerdo y negando todo posi-
ble vínculo con un golpe de Estado.
Si bien es cierto que, aceptada esa nueva propuesta, se acordó la
lectura de la declaración en el Parlamento por Eduardo Cerda, secre-
tario general en ese entonces de la DC, no es menos cierto que tal
circunstancia se malogró. No hubo tal declaración; mucho menos su
pública lectura. El acuerdo que deslegitimaba al gobierno de la
‘Unidad Popular’ se mantuvo, y el general Carlos Prats, refiriéndose
al hecho, diría amargamente que era
55
Verbal, Valentina: “La Democracia Cristiana y la verdad histórica”, ‘El
Quinto Poder’, 07 de septiembre de 2013.
56
Ortíz, Roberto: “La DC y el golpe”, Revista ‘Punto Final’. N° 777 de 22
de marzo de 2013, edición digital.
57
Gumucio Rivas, Rafael Luis: “La Democracia Cristiana y el golpe de
Estado”, documento de 07 de septiembre de 2013, disponible en Internet.
69
En la carta que escribiera Rafael Luis Gumucio en respuesta a unas
observaciones hechas a un artículo suyo por uno de sus lectores,
señala, además, el historiador:
58
Gumucio Rivas, Rafael Luis: “Carta respuesta a don Héctor Toledo”, de
fecha 22 de abril de 2016.
59
Echeverría Yáñez, Mónica: Obra citada en (47), pág. 89.
70
No obstante, tenía razones el presidente Allende para negarse a
celebrar tal alianza. El partido ‘Demócrata Cristiano’ era conducido
por Patricio Aylwin, tenaz opositor suyo y representante de la frac-
ción mayoritaria de la militancia; Radomiro Tomic, por el contrario,
era el vocero de una simple minoría. Y, en política, los acuerdos no
se toman con las minorías.
Determinado el día que se iba a realizar el golpe (martes 11 de sep-
tiembre de ese año), solicitó Sergio Arellano Stark a su hijo Sergio
Arellano Iturriaga, militante demócrata cristiano, visitar al político e
ideólogo de ese mismo partido Genaro Arriagada a fin de darle a
conocer el suceso, en tanto él hacía lo mismo directamente con el ex
mandatario Eduardo Frei Montalva.
60
Cable de Agencia EFE reproducido por el diario El País de 27 de mayo de
2012, citado por ‘La Nación’ digital de fecha 28 de mayo de 2012. El
original está con negrita.
61
Cable de Agencia EFE, id. (60). El original está con negrita.
71
allí, también en calidad de refugiado ante una eventual represalia en
contra de su padre, al joven Eduardo Frei Ruiz-Tagle quien había
llegado hasta ese lugar un día antes del golpe. Quién le avisó de la
inminencia del golpe en esa precisa fecha al que se desempeñaría
años más tarde como presidente de Chile, constituye aún, hasta hoy,
un misterio.
62
González, Mónica: “Patricio Aylwin y las heridas de 1973”, CIPER Chi-
le, 19 de abril de 2016.
72
ciales’ o por interpósita persona. Ya los hemos visto en el caso que
cita Sergio Arellano Iturriaga cuando relata el llamado que recibió
del presidente del partido ‘Demócrata Cristiano’ invitándolo a con-
versar a su oficina para inquirirle acerca de la situación de los insti-
tutos militares previo al golpe de 1973.
Sin perjuicio de lo anteriormente expresado, existen abundantes
testimonios sobre las cordiales relaciones que esos mismos altos per-
soneros de la colectividad política falangista mantenían, igualmente,
con el gobierno norteamericano (consecuentemente, con su máximo
organismo de inteligencia, la ‘Central Intelligence of America’
CIA)63. No puede, por tanto, colegirse de lo aseverado que tal partido
estaba únicamente al tanto de lo que sucedía en el país, sino que par-
ticipaba activamente como actor en los sucesos que día a día se de-
sencadenaban; en palabras más directas, la ‘Democracia Cristiana’
cumplía un rol que no se reducía simplemente a colaborar en la ges-
tación de la asonada que iría a poner término al gobierno de la ‘Uni-
dad Popular’ sino, lisa y llanamente, trabajaba para provocarla.
En efecto, si el partido ‘Demócrata Cristiano’ pretendía disputarle
la conducción política de la nación a la representación natural de las
clases y fracciones de clase dominantes, debía, ante todo, asumir su
calidad de representante indiscutido del sector más lúcido y dinámico
del capitalismo mundial. Y para ello debía mostrar una alternativa
diferente a la ofrecida por la ‘Unidad Popular’, ser su oposición, su
natural antagonista. En otras palabras, no vacilar si, para obtener sus
objetivos, necesitaba, incluso, recurrir a lo que el Barón Von Bogu-
lasky denominaba ‘facultad de ejercer el derecho proverbial al golpe
de Estado’.
Sin embargo, para esos fines, contaba solamente con los postulados
que había enarbolado Eduardo Frei Montalva años atrás cuando era
presidente del país. Pero eran esos principios los que empezaban a
ceder espacio en otras regiones del sistema capitalista mundial. Tarde
63
Los contactos con la CIA, para los efectos de la coordinación del paro
nacional de octubre de 1972, se realizaron con los dirigentes demócratacris-
tianos Santiago Pereira y Ernesto Vogel; con posterioridad al golpe, ambos
dirigentes alteraron sus roles: Pereira pasó a participar en el CODES junto a
Eduardo Long y Clotario Blest; Vogel se unió al grupo conservador de E-
duardo Ríos.
73
se daría cuenta su dirigencia que, en esos trajines, se hundiría inexo-
rablemente en esa trampa descomunal ante la cual, años antes, había
precavido Radomiro Tomic:
64
Redacción: “Dirigentes históricos DC y golpe militar: ‘Todos éramos res-
ponsables de lo que ocurría en el país, gobierno y oposición’”, ‘La Tercera’,
06 de septiembre de 2013, edición digital. El original está con negrita.
65
Redacción: Id. (64). En el original se usa la negrita.
74
Los antecedentes que existen dan, sí, a entender que la ‘Democracia
Cristiana’ fue parte y actor principal en el proceso de asestar el golpe
de Estado contra el Gobierno Popular. Valentina Verbal así lo esti-
ma:
66
Verbal, Valentina: Id. (55). En el original se emplea la negrita.
67
Garviso, Eleazar: “Renán Fuentealba: ’Los militares no querían dar el
golpe si la DC no les daba luz verde’”, ‘El Día’, 11 de septiembre de 2013,
edición digital.
75
ciamiento’, el cual se trata de justificar enviando al extranjero de-
legaciones”68.
68
Guerra, Rubén: “El lado ‘B’ de la DC para el golpe de 1973”, ‘El Repuer-
tero’, 23 de septiembre de 2013, edición digital.
69
Guerra, Rubén: Id. (68).
70
Guerra, Rubén: Id. (68).
76
Meses después de haber hecho esas declaraciones, Tomic agregaría:
71
Guerra, Rubén: Id. (68).
77
hablaban el lenguaje militar o de las armas, es decir, con grupos
armados como lo eran los sectores gremialistas y el movimiento ‘Pa-
tria y Libertad’, con sectores u organizaciones gremiales (Orlando
Sáenz y Benjamín Matte) y con personeros vinculados al partido
‘Demócrata Cristiano’.
No deja de llamar la atención, sin embargo, que los otros contactos
mantenidos por los militares en la fase de preparación del golpe se
hayan establecido con los grandes empresarios como lo era Agustín
Edwards o su empleado Jorge Fontaine. Este comportamiento puede,
a primera vista, interpretarse como una inequívoca intención de la
oficialidad golpista de quererse entender con el estamento más repre-
sentativos del poder empresarial y no con su expresión política. Lo
que, en el lenguaje popular, se acostumbra a expresar en Chile con la
frase ‘No me entiendo con los peones sino con el dueño del fundo’72.
En los prolegómenos al golpe, no hay mención a Víctor García Gar-
zena, Patricio Phillips Peñafiel, Germán Riesco Zañartu, Mario Ar-
nello Romo, Arturo Alessandri Besa, en fin; tampoco la hay respecto
de Luis Bossay Leiva, Alberto Baltra Cortés, Domingo Durán Neu-
mann, René Abeliuk, Mario Papi, Manuel Sanhueza, Julio Durán
Neumann, Angel Faivovich, Raúl Morales, Pedro Enrique Alfonso,
en fin. Lo cual permite suponer que el instinto de clase de los secto-
res golpistas les hacía entender que la representación política natural
de los sectores dominantes estaba siendo superada por los aconteci-
mientos y que era necesario ignorarla. No así a su representación
espuria (la ‘Democracia Cristiana’) que parecía tener una finalidad,
que contaba con un gran respaldo ciudadano, que poseía un plan a
aplicar en caso de un relevo gubernamental y que mantenía fuertes
vínculos con el gobierno norteamericano.
Es curioso, incluso tratándose de la participación de personeros de
la llamada ‘derecha’ en el gobierno de Augusto Pinochet, que la pre-
sencia de algunos de aquellos solamente se haya hecho manifiesta en
situaciones específicas. Así, por ejemplo, la figura de Sergio Diez
72
Buscat cita como ‘generales civiles’ a “Agustín Edwards Eastman, Sergio
Onofre Jarpa, Jaime Guzmán Errázuriz, Pablo Rodríguez Grez, Eduardo
Frei Montalva, Jorge Fontaine Aldunate, León Villarín Marín, Julio Bazán
Alvarez, Orlando Sáenz Rojas, Mario Valdés, Benjamin Matte, Hugo León,
Raúl Hasbún, etc. [...]”
78
adquiere notoriedad únicamente en el momento de su nombramiento
como representante de las nuevas autoridades para los efectos de
defender ante las Naciones Unidas la legitimidad de la Junta Militar;
la de Julio Phillipi, con ocasión de su nombramiento en el Consejo
de Estado, y la de Sergio Onofre Jarpa adquiere relevancia solamente
cuando, en 1983, es llamado a desempeñar el cargo de ministro del
Interior con la misión de neutralizar las protestas que amenazaban
echar abajo a la dictadura.
Existe, no obstante, una razón que puede explicar este aparentemen-
te extraño comportamiento; no debería sorprender que dicha razón
deba considerarse como la más importante de todas. Ella nos fue re-
velada por personas que estuvieron ligadas al partido de ‘Izquierda
Radical’ PIR y dice relación con un problema de cautela política.
Los sectores que representaban naturalmente a las clases y frac-
ciones de clase dominadas no tenían confianza en la dirección de las
Fuerzas Armadas pues temían un golpe de Estado que favoreciera a
los sectores gubernamentales y se estableciera en Chile una ‘dictadu-
ra del proletariado’ (o ‘del partido’) terminando con todos los espa-
cios de libertad que existían73. Dado que ese era el pensamiento do-
minante entre los sectores que representaban naturalmente el interés
de las clases y fracciones de clase dominantes, las instituciones ar-
madas no tenían otra alternativa que confiar en el apoyo que podían
recibir de la ‘Democracia Cristiana’, partido mayoritario y represen-
tativo del interés del empresariado y de las asociaciones gremiales.
Así, pues, el camino quedaba allanado para que esa organización
política, que tenía contactos con la oficialidad y bases que apoyaban
mayoritariamente la idea del golpe, tomase la conducción y consu-
mación del golpe militar en contra de la ‘Unidad Popular’.
No dice verdad, por tanto, el ex presidente Patricio Aylwin cuando
asegura:
73
Los partidos que representaban los intereses de clase de los sectores do-
minantes estaban convencidos que el general Prats, el almirante Montero y
el general Ruíz eran fervientes partidarios de la ‘Unidad Popular’ y que po-
drían dar un golpe de Estado que consagrara el ‘comunismo’ y condujera a
una ‘dictadura del proletariado’.
79
“[…] Bonilla nunca me dijo que estuviera dispuesto a dar un Golpe
de Estado. Yo no se lo oí. No me cabía duda de que al interior del
Ejército y en la derecha había sectores golpistas. La derecha quería
el Golpe”74.
74
González, Mónica: Obra citada en (62).
75
Schmal, Rodolfo: “La Democracia Cristiana y los 40 años del golpe mi-
litar”, ‘El Quinto Poder’, 30 de agosto de 2013.
80
ria política se había dado el trabajo tachar los rostros de los DC
golpistas con unas telemplásticas blancas. Recuerdo la foto del ga-
binete de Frei, en que nuestro querido tío Bernardo fue Ministro
del Interior, en que quedaban libres de ocultamiento unos poquí-
simos rostros. La mayoría aparecía castigada por don Bernardo con
las referidas cintas blancas”76.
76
Carta (mail) enviado por Juan Sebastián Gumucio Rivas a su hermano
Rafael Luis el 29 de abril de 2016. Copia en poder del autor.
81
PARTE II: CONSUMACION Y AFIANZAMIENTO
77
Pinochet, Augusto: “El día decisivo”, Editorial Andrés Bello, Santiago,
1980, pág. 153.
84
Reimann y Rivas relatan el incidente de una manera un tanto di-
ferente señalando que, a Frei, un coronel, cuyo nombre no indican,
78
Reimann, Elizabeth y Rivas, Fernando: “Chile: Antecedentes para un aná-
lisis”, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1977, pág. 18.
79
Estas personas fueron el profesor José Navarro Tobar (Educación) y el
abogado Gonzalo Prieto Gándara (Justicia).
85
Esta forma de repartirse el ‘poder’ se reprodujo en todas las ins-
tancias inferiores dentro de la pirámide jerárquica estatal; las em-
presas del Estado y la banca quedaron a cargo de ‘delegados de Go-
bierno’ que asumieron sus cargos como otrora lo hicieran los criti-
cados interventores de la Unidad Popular.
Sin embargo, no deja de sorprender que la administración de mu-
chos de esos servicios fuese entregada a reconocidos militantes de la
‘Democracia Cristiana’ como sucedió, por ejemplo, con Gonzalo Co-
varrubias Sanhueza (hermano del general Sergio Covarrubias San-
hueza, también simpatizante de esa colectividad) quien, conjun-
tamente con Héctor Fuenzalida Labbé, tomó la dirección del Banco
Nacional del Trabajo; Gonzalo Barriga Cavada lo hizo en la Com-
pañía de Cobre Salvador, luego del asesinato de su gerente general
Ricardo García Posadas. También connotados miembros de la ‘De-
mocracia Cristiana’ participaron activamente en la administración
del Estado durante los primeros meses (y años) del Gobierno Pino-
chetista, entre otros, Juan de Dios Carmona Peralta, Sergio Ossa Pre-
tot, Jorge Cauas Lama, Gonzalo Prieto (hombre cercano a Tomic que
se desempeñó como ministro de Educación), Andrés Eugenio Rillón
Romanini (que era Director del Registro Electoral), William Thayer
Ojeda, Germán Becker, Pedro José Rodríguez, Enrique Evans, En-
rique Krauss, Enrique Cummings, Modesto Collados, Alejandro Sil-
va Bascuñán, Carlos Massad, Andrés Sanfuentes y Álvaro Bardón;
en otros ámbitos, Juan Hamilton Depassier asumió el Sistema Nacio-
nal de Ahorro y Préstamos SINAP; Humberto Pizarro, la Caja Ban-
caria de Pensiones; Carlos Dupré ingresó a la Dirección de Industria
y Comercio DIRINCO; Jorge Navarrete Martínez, en la calidad de
Agregado de Prensa del Gobierno en Inglaterra, país desde donde fue
expulsado por el Gobierno Laborista acusado de estar trabajando
para la Dirección de Inteligencia Nacional DINA; en las dependen-
cias del ministerio del Trabajo Salustio Montalva Concha, primo del
ex mandatario Eduardo Frei Montalva; a cargo de la Dirección del
Trabajo, el abogado Guillermo Videla; en San Felipe el alcalde de-
mócratacristiano Juan Fuentes Gallardo fue confirmado en su cargo
por la Junta y él, en agradecimiento a esa muestra de confianza, donó
una medalla de oro para la ‘reconstrucción nacional’; en la misma
ciudad la dirección del Liceo la asume el demócratacristiano Gilberto
86
Valdés Aranda; en Concepción fueron nombrados Fiscal Militar y
Fiscales Navales los demócratacristianos Gonzalo Urrejola Arrau,
Fernando Jiménez Larraín y Armando Cartes Sagredo, respectiva-
mente, quienes tuvieron a su cargo la sustanciación de los procesos
en contra de la dirigencia de los partidos populares. Pero tampoco
deja de sorprender que no se tocase a aquellas organizaciones sindi-
cales cuya dirigencia estaba a cargo de personas que militaban en esa
colectividad. Así sucedió, por ejemplo, con la presidencia de la Fe-
deración Bancaria de Chile, antes en manos del socialista Gabriel
Parada, al asumirla el demócratacristiano Carlos Ortega Roco; la
Confederación de Trabajadores del Cobre quedó en manos de Ber-
nardino Castillo y José Villena; el Sindicato de Trabajadores del
Cobre de El Teniente continuó bajo la dirección del demócratacris-
tiano Guillermo Medina de la misma manera que la CUT provincial
mantuvo a su presidente el demócrata cristiano Manuel Rodríguez; y
el Frente Unitario de Trabajadores FUT, al mando de Ernesto Vogel,
pasó a manos de Carlos Frez quien, afortunadamente, cambió la
dirección política de ese movimiento.
En ese orden de cooperación activa —o, de acuerdo con las expre-
siones de la propia Junta, ‘patriótica colaboración’— de la ‘Demo-
cracia Cristiana’ con los golpistas, no debe dejarse de lado la circuns-
tancia que
80
Centro de Estudios ‘Michimalonco’: “Reseña histórica de la Democracia
Cristiana en Chile”, Estocolmo, octubre de 1985, pág. 13. Los abogados
Sergio Fernández Fernández y Vasco Costa eran funcionarios de la Caja
Bancaria de Pensiones, entidad previsional de los trabajadores bancarios,
expropiada a éstos para ser privatizada y vendida, más tarde, con el nombre
de BanMédica.
87
.
Esta cooperación se dio, además, en la participación de ex dirigentes
de esa colectividad política en los mismos organismos represivos.
Así lo confesó el ex agente de la Dirección de Inteligencia Nacional
DINA Otto Silvio Trujillo Miranda,en una entrevista que publicara la
revista ‘Análisis N° 110:
81
Centro de Estudios ‘Michimalonco’: Obra citada en (80), pág. 14.
82
Fontaine Aldunate, Arturo: Obra citada en (3), pág. 56.
83
Fontaine Aldunate, Arturo: Obra citada en (3), pág. 60.
88
lio Sanfuentes y nada menos que del ex ministro de Hacienda de
Eduardo Frei, el demócratacristiano Sergio Molina.
Por eso, puede afirmar un autor que, en esos días posteriores al gol-
pe:
89
propone al economista Juan Villarzú, demócratacristiano que for-
ma parte del equipo de ‘El ladrillo’” 84.
84
Fontaine Aldunate, Arturo: Obra citada en (3), pág. 50.
90
misión de Estudios de la Nueva Constitución o ‘Comisión Ortúzar’
junto a Jaime Guzmán y otros juristas de derecha”85.
85
Casals, Marcelo: “Aylwin, el golpe, la dictadura y la transición”, ‘Red
Seca’, 29 de mayo de 2012.
86
González, Mónica: Obra citada en (62).
87
Fontaine Aldunate, Arturo: Obra citada en (3), pág. 67.
91
rectores generales demócratacristianos como el del Trabajo, y ase-
sores a granel, no son precisamente demostración de que el Partido
no comparte y no coadyuda con una política cuyas decisiones cen-
trales no son suyas sino ajenas; no sirven los intereses del pueblo
chileno como nosotros lo hemos entendido siempre, sino que los
perjudican. Es una situación administrativo-política excesiva. No
debe prolongarse. Y reitero que salvo los casos excepcionales en
que claramente deba el Partido autorizar a algunos de sus militan-
tes para que asuman responsabilidades de alto nivel, todos los de-
más deben ser notificados expresamente —¡y esto significa ahora
mismo!— que no sólo no representan a la Democracia Cristiana
sino que han sido eliminados de los registros del Partido y que han
dejado de ser demócratacristianos” 88.
88
Tomic, Radomiro: “Testimonios”, Editorial Emisión, Santiago, 1988,
pág. 490.
92
La reunión fue tensa y en términos muy poco cordiales, y con-
tinuó con mutuas recriminaciones entre los militares y Aylwin res-
pecto a las armas en manos de civiles. Este último cuestionó a los
generales que en el Estatuto de Garantías Democráticas firmado
entre la DC y Allende habían participado representantes de las
Fuerzas Armadas, a quienes se les concedió que serían estas las
encargadas de procurar el control de armamento. Los ánimos se
caldearon y todo acabó con una fuerte sentencia de Gustavo Leigh:
“Nuestra misión es erradicar el cáncer del marxismo. Y vamos a
disolver todos los partidos políticos. Dense por disueltos, esto se
acabó”89.
Este problema no era tan sólo algo que interesase al poder civil. En
su libro ‘Más allá del abismo’, Sergio Arellano sostiene que ese tema
era objeto de discusión frecuente ‘entre los generales’91.
Sobre la base de otras informaciones que amplían aquellas entre-
gadas por Eduardo Cerda en su reciente obra (anteriormente citada),
sostenemos nosotros que el encuentro entre la directiva de la ‘De-
89
Vera, Ignacio: “Eduardo Cerda: ‘Faltó que Allende se impusiera sobre su
gente, y sobró el discurso de Altamirano’”, ‘El Mostrador’, 31 de marzo de
2016.
90
Cavallo, Ascanio; Salazar, Manuel y Sepúlveda, Óscar: “La historia o-
culta del Régimen Militar”, Editorial Grijalbo S.A., Santiago, 1997, pág. 17.
91
Arellano Iturriaga, Sergio: “Más allá del abismo”, Editorial Proyección,
Santiago, 1985, pág. 55.
93
mocracia Cristiana’ y la Junta Militar no fue solamente para abordar
el tema de la proscripción de los partidos, sino también para tocar el
período de vigencia de la intervención militar, tema que molestó pro-
fundamente al estamento militar dirigente provocando la desagra-
dable situación a la que alude el escritor.
Según Wilhem Hofmeister:
92
Hofmeister, Wilhem: “La opción por la democracia cristiana y desarrollo
político en Chile 1964-1994”, pág.202, Konrad Adenauer stiftung, s/a.
94
Título III: Apoyo demócratacristiano a la Junta en
algunos sectores sociales. Clotario Blest intenta reconstituir
la verdadera CUT.Oposición de la
‘Democracia Cristiana’.
93
Ortiz, Óscar: “El primer lustro en que afrontamos el peligro. Registro de
la Memoria”, Obra inédita, en preparación.
95
novedosa central sindical se podían encontrar nombres como el de
Eduardo Ríos Arias, Tucapel Jiménez Alfaro, Victoriano Zenteno,
etc. Aún cuando, en realidad, la organización sólo iría a quedar lista
en enero de 1975, como lo señalan Guillermo Campero y José
Valenzuela,
“La CNT trató de proponerse como una organización dialogante
con el gobierno y constituirse en un interlocutor sindical válido. El
gobierno, sin embargo, no se decidió a avalar plenamente esta pro-
puesta y de hecho, no le proporcionó el reconocimiento que aquella
reclamaba”94.
94
Campero, Guillermo y Valenzuela, José: “El movimiento sindical en el
Régimen Militar Chileno (1973-1981”, Estudios ILET, Santiago, 1°
Edición, pág. 94.
96
acaecido al representante DC en la CUT exterior y consensuar —si
es posible— una estrategia común contra la dictadura durante la
Asamblea de la OEA, a realizarse en junio en nuestra capital.
—No se debe pasar por alto que hay más de 1.500 presos polí-
ticos en diversas cárceles y campos de concentración a lo largo del
país. ¡Por algo es una tiranía que debemos combatir!— enfatiza
Clotario Blest”95.
95
Ortiz, Óscar: Obra citada en (93).
96
Ortiz, Óscar: Obra citada en (93).
97
tener a los trabajadores organizados en una estructura que pusiese en
peligro la obra de sus economistas.
98
tendente de Santiago, Frei conoció y aprobó el plan de acción antes
esbozado […]”97
97
De la Nuez, Iván: Obra citada en (18) pág. 91.
98
Reimann, Elizabeth y Rivas Sánchez, Fernando: Obra citada en (78), pág.
9.
99
Gumucio Rivas, Rafael Luis: Obra citada en (58).
99
En la carta que enviara el día 08 de noviembre de 1974 a Mariano
Rumor, presidente de la Unión de la Unión Mundial de la ‘Demo-
cracia Cristiana’ y que, a pesar de ser una carta privada, la dictadura
pinochetista hizo pública a través de ‘El Mercurio’, se pueden encon-
trar temerarias afirmaciones del líder falangista como la que sigue a
continuación:
100
Es cierto que, desencadenado el golpe, llamó el ex presidente a uno
de sus ex edecanes a fin de solicitarle que se respetara la vida de Sal-
vador Allende y no se bombardeara La Moneda; y es cierto, también,
que, al concurrir a su casa el embajador de USA, le manifestó Frei
que
Pero no significa todo ello que haya sido Frei un tenaz opositor a la
dictadura. Por lo demás no era el ex presidente el único demócrata
cristiano que tenía confianza en los militares. Hay testimonios de
quienes vieron a connotados dirigentes de esa colectividad al edificio
sede de la Junta a saludar a los nuevos gobernantes y, de paso, a pre-
guntarles cuándo dejarían el mando de la nación a los civiles; no
esperaban, sin embargo, que los uniformados rechazaran de plano
dicha interpelación y les hicieran salir con el rostro demudado del
edificio101.
La participación de Frei en el golpe militar es un hecho que la fa-
milia del ex presidente ha negado en forma rotunda cada vez que ha
sido necesario hacerlo; una de aquellas oportunidades fue con motivo
de la publicación del libro de Cristián Gazmuri “Eduardo Frei Mon-
talva y su época”, haciendo que el historiador desmintiese tal hecho
para señalar que solamente él planteó el apoyo dado por Frei a los
militares una vez consumado el golpe y en los meses posteriores.
Sin embargo, como lo señala un comentarista,
100
Frei Ruiz-Tagle, Carmen: “La verdad sobre Frei Montalva y el golpe”,
‘El Mostrador’, 30 de septiembre de 2013.
101
Es esta situación la misma que relata Eduardo Cerda sobre la visita que
efectuara la directiva demócrata cristiana a la Junta Militar en el edificio del
Ministerio de Defensa; a ella nos referimos anteriormente.
101
tado. Pero a lo menos debe haber estado en conocimiento del mis-
mo. Importantes militares ligados a la DC —como los generales
Sergio Arellano Stark y Oscar Bonilla— estaban entre los conspi-
radores principales. Hombres muy cercanos a Frei como su ex mi-
nistro de Defensa, Sergio Ossa Pretot, y el senador Juan Hamilton,
tenían contactos con militares. Pero no hay pruebas concluyentes
de participación efectiva”102.
102
López, Federico: “¿Quién mató a Frei?”, ‘Punto Final’, 20 de octubre de
2000, versión digital.
102
“¡Mi padre jamás fue golpista! Él no buscó ni propició el golpe;
todo lo contrario, él buscó una salida institucional hasta el último
minuto. Él fue un gran demócrata… Institucionalmente, la DC bus-
có una salida hasta el último minuto. Que haya habido algunos de-
mócratacristianos que estaban en otra cosa, puede ser, a mi no me
consta. Pero institucionalmente, la directiva y el presidente del par-
tido, hasta el último día, buscaron una salida institucional. El gol-
pe, mi padre lo vio como un tremendo fracaso”103.
103
Díaz, Waldo y Peró, Alfonso: “Mi padre estaba preocupado de la cre-
ciente polarización en el país”, ‘El Mercurio’, 21 de abril de 2016, página
C-2.
103
Permítasenos, sin embargo, señalar aquí que la desconfianza que el
presidente sentía acerca de ciertos personeros de la oposición tam-
bién la manifestaba aquel en relación al comportamiento que algunos
de sus más cercanos colaboradores (ministros y subsecretarios)
tendría para el caso que se consumara el golpe de Estado en su con-
tra. José Antonio Viera-Gallo Quesney cuenta que, siendo él uno de
los presentes en una reunión que se celebrara en La Moneda pocas
semanas antes del golpe, Allende les había dicho:
104
Ahumada, Eugenio y otros: “Chile: la memoria prohibida”, Pehuén Edi-
tores, Santiago, 1989, Tomo I, pág. 203.
105
Empleamos aquí la denominación de Arthur Koestler que llama ‘ho-
lones’, por considerarla más apropiada, a las unidades integradas por otras
unidades.
104
tuido por otros sistemas (o, si se quiere, subsistemas) regionales o
locales que, a su turno, se encuentran integrados por sistemas vivos u
organismos, que son los seres humanos. Es, por consiguiente, dicho
sistema, una estructura viva. Como tal, tiene todos los atributos de
los seres vivos. Para poder funcionar en forma correcta, los demás
holones que lo componen deben actuar en forma armónica y coor-
dinada. Cuando ello no ocurre, cuando una de esas unidades presenta
anomalías, el sistema debe intentar por todos los medios subsanar
aquellas. Esta tarea la realizan, normalmente, los gobiernos, que de-
ben adecuar el funcionamiento de cada una de las unidades estatales
a los requerimientos del todo. No obstante, también esas anomalías
pueden ser resueltas por una revolución o por un golpe de Estado. En
todo caso, el elemento exótico debe adecuar su funcionamiento al
todo.
Nuestra idea es que, a la fecha de la asunción de Allende, Chile
presentaba numerosos desajustes en relación al rumbo emprendido
por las formaciones sociales centrales y necesitaba realizar una serie
de innovaciones que lo pusieran a tono con la marcha del sistema ca-
pitalista mundial. La solución cubana o la soviética no parecía la
adecuada pues esta nación no era una formación social campesina
que podía homologarse a tales modelos; menos, en una situación
mundial de ‘bipolaridad’ en donde la influencia planetaria se reducía
a la acción de dos grandes poderes mundiales. Pero su adecuación
debía realizarse de todas maneras. Y el golpe de Estado debía brindar
las condiciones para que ello fuese posible.
Un sistema sabe cuándo y cómo es posible realizar tales acomodos.
No así la representación política de sus clases y fracciones de clase
dominantes que creen poder hacerlo y, no obstante, cometen yerros.
Y es que, a menudo, tales ‘mandatarios’ confunden su rol y actúan
como si fuesen ellos mismos la encarnación de la clase o fracción de
clase que representan. Pero, entonces, vienen las sorpresas y los fra-
casos. Fue el caso de lo que sucedió con el apoyo que el gobierno
norteamericano dio a la ‘Democracia Cristiana’ para la realización
del golpe, en donde sólo se trataba de usar a los institutos armados,
hacerlos intervenir para, luego, entregar el mando a Frei. El emba-
jador Korry lo había dicho abiertamente, como lo consignáramos en
las páginas anteriores: Frei era el hombre, y no algún representante
105
del partido ‘Nacional’, de la ‘Democracia Radical’ o del partido de
‘Izquierda Radical’. Pero así no sucedió: los deseos del Departa-
mento de Estado norteamericano no sólo no se cumplieron sino se
malograron; las clases y fracciones de clase dominantes asumieron el
mando de la mano de una nueva generación de políticos.
¿Por qué sucedió todo ello? Nos parece que la razón de este apa-
rente contrasentido estriba en un hecho bastante simple: tratándose
de reajustes al funcionamiento del sistema se hace necesario intro-
ducirle un conjunto de reformas para dejarlo en condiciones de res-
ponder a los requerimientos mundiales, y los sectores conservadores
no ofrecen otra alternativa que no sea la de perseverar en el funcio-
namiento de los modelos vigentes sin atreverse a innovar. No por
algo se llaman ‘conservadores’, como lo hemos afirmado antes: se
preocupan tan sólo de ‘conservar’ lo que existe; raras veces innovan.
Desde ese punto de vista, la ‘Democracia Cristiana’ aparecía como
representante ideal del sector más dinámico del sistema capitalista
mundial, a la vez que el más dispuesto a hacer las transformaciones
106
necesarias para adecuar el funcionamiento del holón, llamado Chile,
a dicho sistema. Sin embargo, olvidaban los gobernantes norteameri-
canos que, en determinados períodos históricos, las ideas o prácticas
que pueden resolver las crisis del sistema capitalista aparecen sorpre-
sivamente y encarnadas no en personajes cuyas veleidades llenan las
páginas de los periódicos o los noticiarios de la Televisión. Fue lo
que sucedió con la solución que encontraron, paradojalmente, los
economistas demócratacristianos como Jorge Cauas, Andrés San-
fuentes, Álvaro Bardón: un ‘modelo’ económico, un modelo de eco-
nomía social de mercado diferente a todos los que existían. Y era esa
la solución que esperaba el grupo de gremialistas que apoyaba a los
militares, además de la generación golpista más severa que lideraba
Pinochet. La aplicación de ese modelo no sólo podía colocar a Chile
en correspondencia con la marcha del sistema mundial sino, además,
establecer un modelo para un cambio de paradigma a nivel plane-
tario, acorde al desarrollo de las fuerzas productivas. Lo cual exigía
un cambio sustancial en las relaciones de producción, para lo cual la
‘Democracia Cristiana’, como institución, no estaba aún preparada.
Una nueva fase en la marcha del sistema capitalista mundial debía
abrirse en breve —la fase de expansión—, pero de la mano de otros
protagonistas; tal circunstancia debía comenzar a prepararse en Chi-
le, luego que la Junta Militar advirtiese que los economistas demó-
cratacristianos, junto al resto de los ‘Chicago Boys’, tenían en sus
manos la posibilidad de brindar una conveniente solución a la pro-
blemática que presentaba el agotamiento de la anterior forma de
acumulación. Las clases y fracciones de clase dominantes volverían a
tomar el control de la nación, pero esta vez con mano ajena o, como
se acostumbra a decir en Chile, con ‘mano de gato’. El destino de la
‘Democracia Cristiana’ quedaría, así, sellado de antemano.
106
Centro de Estudios ‘Michimalonco’: Obra citada en (80), pág. 11.
107
Centro de Estudios ‘Michimalonco’: Obra citada en (80), Pág.11.
108
simple mayoría de los sufragios. El sistema eleccionario contem-
plaba un requisito adicional que era la ratificación del elegido por el
Congreso Nacional en votación directa. Esta última exigencia estaba
regida por la costumbre que hacía esa corporación de ratificar el ve-
redicto popular. Y puesto que ninguno de los presidentes electos des-
de la promulgación de la Constitución en 1925 había sido agraciado
con la mayoría absoluta de los sufragios válidamente emitidos, todos
los presidentes chilenos desde esa fecha en adelante habían sido rati-
ficados por el Parlamento para que pudiesen formar sus ‘gobiernos
de minoría’. Todos los gobiernos que habían constituido esos presi-
dentes habían sido, por consiguiente, ‘gobiernos de minoría’.
El requisito de la ratificación había sido cumplido a cabalidad por
el candidato Salvador Allende, sin perjuicio de un Estatuto de Ga-
rantías Constitucionales que el partido ‘Demócrata Cristiano’ le obli-
gó a suscribir. Sin embargo, en la historia de las elecciones habidas
desde la dictación de la constitución de 1925 en adelante, jamás
presidente alguno había sido obligado a firmar tan injurioso libelo
como condición previa para validar su elección.
El régimen instaurado en la Constitución del 25 era presidencialista.
Por eso, si surgían dificultades entre el Congreso y la presidencia de
la nación (Administración) era poco menos que imposible resolver
tal conflicto a través de la deposición de quien ya se encontraba
instalado al mando de la nación. En palabras más simples, las leyes
dictadas por los sectores dominantes para perpetuar su dominación,
no contemplaban una solución para el caso de existir conflictos de la
naturaleza indicada sino apenas mecanismos plebiscitarios que, de
ganarse por uno de los sectores, dejaban al otro sin posibilidad algu-
na de continuar adelante con sus pretensiones. Un plebiscito, por en-
de, podía reafirmar la línea emprendida por la Administración y dejar
sin capacidad de respuesta al Parlamento. En palabras más simples:
si se quería resolver de una vez por todas el conflicto entre los ‘po-
deres’ Legislativo y Administrativo (Ejecutivo), lo único que se po-
día hacer era impedir a toda costa un posible plebiscito y actuar vía
‘manu militari’.
Por lo mismo, sostenemos nosotros aquí que el agotamiento de las
vías democráticas (constitucionales) para resolver las controversias
109
entre los llamados ‘poderes’ Ejecutivo y Legislativo fue determinan-
te para la realización de la asonada militar.
Desde este punto de vista, las afirmaciones hecha en torno a supo-
ner que las causas del golpe militar serían únicamente la intervención
de los Estados Unidos, la acción de la CIA, u otras similares, deben
dejarse de lado; del mismo modo esas infantiles afirmaciones de Pa-
tricio Aylwin, como las que se señalan a continuación:
108 Entrevista hecha a Patricio Aylwin por el diario ‘El País’ en mayo de
2012, contenida en el artículo “Aylwin critica duramente a Allende por el
Golpe de Estado y dice que juzgar a Pinochet no era viable”, de la Redac-
ción de ‘El Mostrador’ de fecha 27 de mayo de 2012. Aún cuando el ex
presidente lo sindicara como ‘la’ causa del golpe militar, extrañamente,
Carlos Altamirano, con todo, enfermo y débil como se encontraba, asis-
tió a los funerales de Patricio Aylwin, en abril de 2016.
110
que Altamirano había sido desafiante al reconocer que se había
reunido con suboficiales de la Armada. Ahí nos dimos cuenta de
que estábamos fregados. Si seguíamos gobernados por tipos como
él, el país se iba al hoyo. Ya estábamos destruidos en lo político, en
lo social, en lo económico. La inflación estaba disparada. Era una
debacle”109.
Digamos, por el contrario, con Marcelo Casals que la ‘Democracia
Cristiana’ cumplió
“[…] un rol específico en el proceso que culminó en la instauración
de la dictadura militar. En otras palabras, la destrucción de la de-
mocracia chilena no se produjo exclusivamente por las bravatas
retóricas de la ultraizquierda o por la labor conspiradora de los mi-
litares golpistas”110,
sino más bien, por
[…] la incapacidad de la oposición de centro-derecha de derrotar
(y derrocar) al gobierno de la Unidad Popular por vías democrá-
ticas”111.
Así, las vías de hecho, como solución definitiva a los conflictos del
Parlamento con el Ejecutivo, quedaban abiertas a los sectores opo-
sitores; el problema se reducía únicamente a determinar quién le
pondría el cascabel al gato. Y tal misión la había tomado en sus ma-
nos la ‘Democracia Cristiana’.
109
Sepúlveda, Óscar: “Gustavo Leigh, ex integrante de la Junta de Gobier-
no: ‘Pinochet no quería, temía por su vida’”, Revista ‘Cosas’, 4 de septiem-
bre de 1998, versión digital.
110
Casals, Marcelo: Obra citada en (85).
111
Casals, Marcelo: Obra citada en (85).
111
organizaciones sociales reconocidas por el Estado —que, por lo
mismo, constituyen la otra cara de los llamados ‘aparatos’ del Esta-
do, es decir, las instituciones gremiales: asociaciones de camioneros,
del comercio mayorista, del comercio minorista, de profesionales,
colegios profesionales, en fin— eran controladas por la oposición y,
dentro de ésta, particularmente, por la ‘Democracia Cristiana’.
No obstante, constituyen igualmente ‘aparatos’ del Estado las insti-
tuciones castrenses (Ejército, Marina, Fuerza Aérea) del mismo mo-
do que los ‘aparatos’ represivos del mismo, entre otros los institutos
carcelarios, los tribunales, gendarmería y policía civil y uniformada.
Y gran parte de los mismos, por no decir la generalidad de todos
ellos, estaban dirigidos por demócratacristianos. Fuerza es decirlo: si
bien no todos eran militantes de esa organización política, al menos
se declaraban simpatizantes de la misma y constituían gran parte de
su clientela electoral. Puede, así, sostenerse que la ideología demó-
cratacristiana dominaba ampliamente no sólo en la dirección de los
‘aparatos’ del Estado sino, además, en la composición de clase de los
mismos, facilitando, de ese modo, cualquier eventual acción que pu-
diera ejercerse en el futuro contra el Gobierno.
Poulantzas nos recuerda que las contradicciones de clases se ma-
nifiestan, precisamente, dentro de esos ‘aparatos’, adquiriendo por
igual motivo extrema virulencia. Y es que los ‘aparatos’ del Estado,
sean sus instituciones mismas o aquellas organizaciones sociales re-
conocidas por aquel, condensan en sí el ejercicio del poder; constitu-
yen el lugar donde el poder se ejercita real y efectivamente, el campo
de acción donde las contradicciones de clases se manifiestan en toda
su amplitud. Por lo mismo, los manidos conceptos de ‘izquierda’ y
‘derecha’ resultan completamente inútiles cuando se trata de calificar
el sentido de las acciones que realizan tales ‘aparatos´ pues no pocas
veces los partidos ‘de izquierda’ actúan en dichos ‘aparatos’ como
auténticos representantes del interés de las clases dominantes y los
‘de derecha’ como si lo hiciesen representando el de las clases do-
minadas.
En 1973 muy pocos de esos ‘aparatos’ se encontraban controlados
por el partido ‘Nacional’ PN, la ‘Democracia Radical’ DR o el par-
tido de ‘Izquierda Radical’ PIR. Por eso, era la ‘Democracia Cris-
tiana’ quien tenía en sus manos la posibilidad de abrir la válvula de
112
la subversión. Y lo hizo. Consciente y deliberadamente. Sin caer en
vacilaciones ni exhibir escrúpulos de naturaleza alguna.
Esta vocación de apoderarse de los ‘aparatos’ del Estado sería, co-
mo lo veremos, el detonante que malograría las intenciones de la or-
ganización falangista de tomar el control de la nación con posterio-
ridad al golpe de Estado de 1973; hoy, constituye lo que se ha dado
en denominar ‘botín del Estado’. Por ello, el control de los aparatos
del Estado quedaría en manos de un sector representativo de los inte-
reses del empresariado, un sector nuevo, lúcido, arrancado de las au-
las de la Universidad Católica, libre de toda influencia conservadora,
aunque enraizado en el ‘Opus Dei’, convencido de la necesidad im-
prescindible de refundar el país. Y lo haría desplazando al advenedi-
zo, al elemento espurio, al elemento anómalo que, para aquel, era la
‘Democracia Cristiana’. La hora de cumplirse la sentencia de Ra-
domiro Tomic llegaría con la fuerza de un huracán:
113
Acción de Universitarios Católicos AUC que empezaron a plantearse
una nueva actitud frente a ‘la cuestión social’. Esos jóvenes fueron,
entre otros, Manuel Garretón, Domingo Santa María, Ignacio Palma
Vicuña, Horacio Walker Larraín, Héctor Rodríguez de la Sota, Cle-
mente Pérez Zañartu, Eduardo Frei Montalva, Radomiro Tomic Ro-
mero, Rafael Agustín Gumucio Vives, Bernardo Leighton Guzmán,
Jorge Rogers Sotomayor, Ricardo Boizard, Juan de Dios Carmona
Peralta, Manuel Francisco Sánchez.
Molestos con la conducción que daba al partido la dirección de esa
colectividad, se autoconvocaron entre el 11 y el 13 de octubre de
1935 en el teatro ‘Princesa’ de la capital, a fin de realizar una con-
vención donde abordar materias que consideraban importantes. Fue
en esa oportunidad que dieron vida a una estructura política que lla-
maron ‘Falange Nacional’ la cual, aunque funcionaba autónoma-
mente, no se separó del partido Conservador sino hasta 1938, año de
las elecciones presidenciales. En esa ocasión, dicha novel estructura
perdió a uno de sus fundadores (Horacio Walker), quien retornó a las
filas del conservantismo.
Diez años más tarde, el partido Conservador experimentó una nueva
escisión. Horacio Walker, que había creído posible transformar a
dicha colectividad desde dentro, emigró de ella junto a Carlos Cruz
Coke para dar vida y continuidad al partido ‘Conservador Social
Cristiano’.
Las disputas con las organizaciones políticas populares —funda-
mentalmente, los partidos ‘Comunista’ y ‘Socialista’— ya habían co-
menzado. Y no por cuestiones sociales. Los sectores marxistas discu-
tían, fundamentalmente, la importancia del materialismo y del ateís-
mo, materias que enardecían a los católicos de avanzada. Como lo
expresa un documento que hemos tenido a la mano:
112
Centro de Estudios ‘Michimalonco’: Obra citada en (80), pág.6.
113
Centro de Estudios ‘Michimalonco’: Obra citada en (80), pág. 7.
114
Centro de Estudios ‘Michimalonco’: Obra citada en (80), pág. 9.
115
Unidad Popular UP —los malos— con las consecuencias propias y
naturales de toda reacción ‘instantánea o visceral’ como aquella
que el propio Orrego reconocía tener”115.
115
Centro de Estudios ‘Michimalonco’: Obra citada en (80), pág. 9.
116
PARTE III: EL COMIENZO DEL FIN.
“Me atrevería a decir que la decisión de dar el Golpe, entre los tres
generales de las tres instituciones, se tomó a mediados de julio de
117
1973. El general Pinochet no participó de esa decisión. Nunca es-
tuvo en una reunión de las tantas que tuvimos, fuera de aquella pri-
mera del ‘Comité de los 15’, el 30 de junio de 1973. Y lo puedo a-
firmar porque yo estuve en un montón de reuniones y nunca vi al
general Pinochet, hasta el día 11 de septiembre, cuando llegó hasta
el Estado Mayor de la Defensa Nacional donde yo era el segundo
jefe”116.
116
González, Mónica: Id. (1), pág. 198.
117
González, Mónica: Obra citada en (62).
118
que debería tomar en caso de resolverse la contradicción que existía.
No actuaba de manera diferente a como lo hizo Fouché, en la convul-
sionada Francia de la Revolución de 1879; también ordenaba los he-
chos y circunstancias para sortear en su favor las discrepancias y
tomar el control de la nación. Admirador confeso de las ideas de Jai-
me Guzmán, Pinochet, no vacilaba en confesar que había sido él
quien se contactó personalmente con el líder del gremialismo luego
de la asonada. Porque era, además, narcisista: gustaba de mostrarse
ante los demás como artífice del golpe en circunstancias que jamás lo
había sido. De carácter fuertemente sadomasoquista, hacía bromas
crueles a quienes se encontraban a su lado cuando dominaba la situa-
ción y se humillaba hasta límites inconcebibles cuando otra persona,
con más poder que el suyo, aparecía ante él.
Por supuesto que la incorporación de Pinochet a la dirección de la
Junta Militar y su asunción al mando del Ejército el día del golpe a-
carreó graves consecuencias para la ‘Democracia Cristiana’ pues las
acciones que pretendía realizar el estamento que favorecía a ese par-
tido (Bonilla, Arellano, entre otros) luego de la asonada, fueron pron-
tamente neutralizadas.
Pinochet comenzó definiendo, en primer lugar, el problema de los
plazos; luego, el nuevo orden que iría a regir dentro de la nación. Re-
ñidas por completo con sus ideas, las proposiciones demócratacris-
tianas respecto al futuro de la asonada constituían para él un verda-
dero estorbo; habían, en consecuencia, de ser prontamente desplaza-
das.
Una persona, un sujeto, un individuo no hace la historia, a pesar que
ésta se construya tradicionalmente sobre la base de una sucesión li-
neal de personalidades (generalmente guerreros) a quienes se atribu-
ye tal mérito. La personalidad es solamente el engranaje ausente en
un mecanismo que ya existe y espera se le incorpore como pieza fun-
damental para iniciar o reanudar (en su caso) la marcha. La perso-
nalidad se reduce, apenas, a ser el factor de unidad de un grupo so-
cial; el sujeto que ata o reúne a otros individuos, no la estructura mis-
ma a la cual se incorpora. Es, por ello, un elemento esencialmente
fungible, un elemento fácilmente intercambiable: puede ser uno u
otro, quién sea, con tal que cumpla las condiciones que exige el de-
119
sempeño del rol respectivo. Nunca el elemento decisivo, el elemento,
sino uno de muchos otros.
El general Jorge Gustavo Leigh, por su parte, a pesar de tener ami-
gos que profesaban la ideología de esa colectividad, tampoco simpa-
tizaba con la ‘Democracia Cristiana’ y sus ideas se inclinaban más
bien hacia el corporativismo, siendo profundamente antimarxista; no
obstante, tal calidad no le impedía conversar con dirigentes sindica-
les de ese partido como lo era el presidente de la Confederación de
Trabajadores Portuarios Eduardo Ríos Arias. En esa misma línea de
intolerancia hacia las ideas demócratacristianas, también debe consi-
derarse al almirante José Toribio Merino que no vacilaba en exterior-
zar su entero rechazo hacia esa colectividad; poseído de grandes pre-
juicios hacia todo lo que ‘oliese a izquierdismo’, estaba convencido
que la misión suya era la de ‘salvar a la Patria’ a través de la imposi-
ción de un modelo económico alternativo al que existía.
Tanto Leigh como Merino pudieron encabezar la Junta de Gobier-
no; pero no alcanzaron a situarse en la cima del mando porque el
arma más poderosa dentro de los institutos militares era y sigue sién-
dolo el Ejército. Y éste tenía ya un Pinochet, que no era decir un Are-
llano, un Bonilla, o un Benavides.
120
gaba a mencionar, incluso, años tales como el ‘74, el ‘75 y el ‘76118,
vinculados a la fecha en que el presidente Allende haría dejación del
cargo.
Al interior de los institutos armados existían, no obstante, personas
que preferían abstenerse de opinar sobre el particular y optaban por
guardar silencio; tal había sido la conducta, entre ellos, del general
Augusto Pinochet. Y era que ya comenzaba a tener una visión muy
distinta de la que tenían sus otros compañeros de armas. Así, se fue-
ron perfilando dos líneas dentro de la corriente castrense.
La primera sostenía que el golpe militar era un suceso eminente-
mente transitorio al que se le pondría término a la brevedad entregán-
dosele el ‘poder’ a los civiles. En realidad, tras esa concepción sub-
yacía la convicción de un número no despreciable de oficiales que
veían la conveniencia de entregarle el mando de la nación a un parti-
do grande como lo era la ‘Democracia Cristiana’ y, en especial, a un
hombre específico: Eduardo Frei Montalva. Demás está decir que
tras esta concepción se manifestaba la abierta conveniencia del arma
de actuar en concomitancia con los intereses norteamericanos.
La otra era aquella que estimaba la necesidad de aprovechar el gol-
pe de Estado para realizar una verdadera revolución capitalista y dar-
les a las Fuerzas Armadas la posibilidad de participar activamente en
el desarrollo del país.
En la primera corriente no se incorporaron solamente elementos de
tendencia demócrata cristiana sino personajes importantes como los
generales Jorge Gustavo Leigh, de la Fuerza Aérea, y Augusto Lutz,
del Ejército; en la segunda, Pinochet y todos aquellos que querían
eternizarse en el mando de la nación.
Los primeros conflictos al interior de la Junta Militar comenzaron a
desatarse a poco de consumado el golpe; puede señalarse como fecha
de inicio el discurso que el 11 de octubre de 1973 pronunció el gene-
ral Pinochet en el acto solemne realizado en la sala de plenarios del
Edificio ex Gabriela Mistral, transformado ya en ‘Diego Portales’. El
discurso, que por primera vez ponía de manifiesto la voluntad del
dictador de no fijar plazos a la intervención militar, había sido redac-
118
Cavallo, Ascanio; Salazar, Manuel y Sepúlveda, Óscar: Id. (90), pág. 17.
121
tado por el gremialista Jaime Guzmán Errázuriz, convertido en con-
sejero espiritual de Pinochet.
122
nuevas generaciones de chilenos formadas en una escuela de sanos
hábitos cívicos”119.
119
El texto puede encontrarse en ‘El Mercurio’ de 12 de marzo de 1974.
120
Id. (119).
123
Con el pomposo nombre de ‘Estatuto de la Junta’ y bajo el número
527, dicho documento se puso en conocimiento de los cuatro miem-
bros de la Junta el 17 de junio de ese mismo año. Según Cavallo, Sa-
lazar y Sepúlveda,
“La discusión fue ingrata. Las facultades de uno y otro poder fue-
ron debatidas punto por punto, coma por coma. Al terminar la se-
sión, Pinochet salió con el texto aprobado. Pero al original en lim-
pio había agregado ciertas anotaciones con lápiz grafito. Estas no-
tas conferían a la Junta, en algunos casos, poder de voz y, en otros,
poder de veto.
En los últimos tres artículos se fijaban las normas de precedencia,
subrogación y reemplazo de los miembros de la Junta, que habían
sido desde antes materia de una polémica cuya acidez nadie quería
revivir”121.
121
Cavallo, Ascanio; Salazar, Manuel y Sepúlveda, Óscar: Obra citada en
(90), pág. 31.
124
Hubo un ruido seco y un crujido de astillas. El cristal se rajó: a-
quella fractura sería todo un símbolo.
—Has convocado a la prensa, a las autoridades, a medio mundo.
¡Qué vas a suspender!— gritó Leigh, rendido ya.
Los cuatro entraron al salón con los gestos agrios” 122.
122
Cavallo, Ascanio; Salazar, Manuel y Sepúlveda, Óscar: Obra citada en
(90), pág. 32.
123
Auth Caviedes, Raúl: “La sospechosa muerte del general Augusto Lutz”,
‘El Clarín’, 22 de diciembre de 2009, versión digital.
125
pretendió imponer su mayor grado y prestigio en la institución, gri-
tándole: “¡Qué te has creído! ¡Cómo te atreves a decirle eso a un
general de la República! ¡Ya vas a ver!”. Y agregó “En este mo-
mento usted debe estar de pie, cuadrándose ante mí” 124.
124
Auth Caviedes, Raúl: Id. (123).
125
Auth Caviedes, Raúl: Id. (123).
126
Sin embargo, poco pudieron hacer aquellos tres uniformados. Por el
contrario, la suerte tanto de Bonilla como de Lutz quedó definida
luego del nombramiento de Pinochet en el carácter de Jefe Supremo
de la Nación; la excusa se dio cuando el gobernante, como lo señalan
unos analistas, manifestó que necesitaba ‘libertad de acción’. Y ésta
se expresaba en la destrucción de los registros electorales y la re-
nuncia de todo el gabinete y de los altos mandos de la adminis-
tración estatal. Como era lógico que sucediera, Bonilla salió del
Ministerio del Interior y pasó a desempeñarse en el de Defensa, se-
cretaría de Estado de por sí bastante disminuida; Lutz, de la Secre-
taría General de Gobierno (antes, de la Junta Militar) fue designado
Jefe de la V División del Ejército en Punta Arenas, lejos del mando
central. En el Ministerio del Interior, asumió el general de Ejército
César Raúl Benavides. Cuando, al año siguiente (5 de marzo de
1975), asumiese el general Herman Brady Roche la Comandancia de
la Guarnición de Santiago y la Segunda División del Ejército, el con-
trol total de la nación se consolidaría en las manos del dictador, per-
mitiéndole escribir algunos años después en su libro ‘El día decisi-
vo’:
126
Auth Caviedes, Raúl: Id. (123).
127
Según lo relata Jorge Escalante en un artículo escrito para ‘El Cla-
rín’,
Derivado del problema de los plazos para la entrega del mando mi-
litar a los civiles estaba la discusión de si era o no necesario estable-
cer una forma de acumular que reemplazara la anterior, superada —a
juicio de muchos—por los acontecimientos. El grupo que pretendía
devolver a la brevedad el mando de la nación a los civiles, repre-
sentado en la Junta Militar por el general Leigh y los generales subal-
ternos Lutz, Arellano y Bonilla, sostenían que no era necesario pero-
cuparse de ello pues existía una forma eficiente que era la fusión de
las ideas corporativas y del socialismo comunitario. Por el contrario,
tanto Pinochet como Merino y Mendoza estimaban la necesidad de
128
El general Augusto Lutz consideraba a Jorge Gustavo Leigh el más ge-
nuino representante de las ideas fascistas dentro de las Fuerzas Armadas, se-
gún lo recuerda Raúl Auth en la obra citada en (123).
130
nomía social de mercado’ o ‘tesis de la Escuela de Chicago’. O, fi-
nalmente, ‘Consenso de Washington’. No hay igual unanimidad, sin
embargo, en aceptar las posiciones que, tras el golpe militar de 1973,
se enfrentaron al interior de las Fuerzas Armadas. Rafael Agacino —
que estudiara este tema—sostiene que, en el seno de los institutos
armados, existía una sorda disputa solamente entre dos posiciones
por la determinación del modelo a aplicar. Así, por ejemplo, expresa
en una de sus obras:
129
Agacino, Rafael: “Transición política a la democracia neoliberal: desmo-
vilización y despolitización social. Diagnóstico sobre la organización co-
lectiva durante los ’90. Perspectivas actuales”. Estudio contenido en el libro
“Movimientos Sociales y Poder Popular en Chile”, Tiempo Robado Edito-
ras, Santiago, 2015, pág. 151.
130
Valdivia Ortiz de Zárate, Verónica: “El Golpe después del Golpe. Leigh
vs. Pinochet. Chile 1960-1980”, LOM Ediciones, Santiago, 2003, pág. 153.
131
En realidad, como bien lo indica nuestro buen amigo Óscar Ortiz
Vásquez, en una investigación realizada por él y que a la fecha de
este documento aún no ha sido publicada131, el problema se originó
en el hecho que numerosos sindicalistas (entre los cuales se contaban
los militantes del partido ‘Radical’ Tucapel Jiménez Alfaro y Mi-
lenko Mihilovic, dirigentes máximos de la Asociación Nacional de
Empleados Fiscales ANEF; y varios dirigentes demócrata cristianos
como Eduardo Ríos Arias, presidente de la Confederación de Em-
pleados Portuarios, y Ernesto Vogel, presidente de los trabajadores
ferroviarios y, a la sazón, del Frente Unitario de Trabajadores FUT)
estimaban que el Gobierno Militar sería eminentemente transitorio y
de reconstrucción político-económica, en donde lo esencial podría
ser la aplicación de un ‘Plan Social de corte socialista y nacional’.
Era conocida la circunstancia que un número no despreciable de ofi-
ciales de mediana y baja graduación —esencialmente del Ejército y
Aviación— veía con simpatía la orientación ideológica que osten-
taba el régimen militar peruano. El gobierno del vecino país promo-
vía el establecimiento de una forma de acumular en donde el trabajo
tuviera predominio sobre el capital adquiriendo vital importancia la
organización sindical. Según Óscar Ortiz,
“Desde 1968 las FFAA peruanas inician por medio del ‘Plan IMA’
una profunda transformación socio-económica de la estructura a-
graria del Perú, impulsando la Reforma Agraria, la nacionalización
del petróleo, la explotación e industrialización de los recursos ma-
rítimos, y una original autogestión de los trabajadores en sus me-
dios de producción”132.
131
Ortiz Vásquez, Óscar: Obra citada en (93).
132
Ortiz Vásquez, Óscar: Obra citada en (93).
132
empresarial denominada ‘empresa autogestionada’, unidad producti-
va o de distribución dirigida por sus propios trabajadores; el capita-
lista recibía una parte de las utilidades, pero la parte mayoritaria
quedaba en poder de los trabajadores que decidían sobre su destino.
Se le llamaba, igualmente, ‘economía participativa’ y se expresaba,
además, en la proliferación del cooperativismo como forma principal
de organización para el mundo empresarial. Estas ideas se basaban
en la llamada ‘Doctrina social de la Iglesia’ y habían sido desarro-
lladas en Francia por Jacques Maritain, enseñadas en Chile por Ro-
ger Veckemans y descritas por el economista checo Jaroslav Vanek.
El más puro referente político lo representaba el éxito de la recién
formada Yugoslavia, dirigida por el mariscal Josef Broz Tito que ha-
bía aplicado una forma de organización empresarial ostensiblemente
diferente a la aplicada en los otros países del llamado ‘socialismo
real’. Esta forma de organización empresarial no sólo contemplaba la
participación de los trabajadores en la administración de la empresa
(y el consiguiente reparto del producto social) sino entregaba parte
de la propiedad de la misma a aquellos.
Lo cierto es que tanto las ideas del llamado ‘corporativismo’ como
las del ’socialismo comunitario’ no sólo estaban vivas a poco de con-
sumarse el golpe militar sino predominaban ampliamente en el esta-
mento militar al extremo que, como lo señala nuestro buen amigo
Óscar Ortiz,
Esta misma circunstancia haría decir, años más tarde, a Eduardo Ríos
que
133
Ortiz Vásquez, Óscar: Obra citada en (93).
133
momento era… (alza la voz y deletrea) u-n m-i-e-m-b-r-o-m-á-s d-
e l-a j-u-n-t-a d-e g-o-b-i-e-r-n-o. Dictador será más tarde. Nuestro
interlocutor era el general Leigh. Esta luna de miel la hicimos por-
que deseábamos fortalecer nuestras organizaciones sociales, vir-
tualmente destruidas por culpa del sectarismo de la Unidad Popu-
lar. Gracias a nuestros polémicos gestos —verá Ud. compañero co-
mo le consta— pudimos estructurar una precaria organización sin-
dical, que al paso de los años servirá de germen de las primeras
manifestaciones de repudio contra la dictadura a contar de
1976”134.
134
Entrevista a Eduardo Ríos A., presidente en esos años de los marítimos y
del Grupo de los 10, opositores a la tiranía militar, 02 de febrero 2005.
Tomada del libro inédito de Óscar Ortiz citado en (93).
135
El listado es el siguiente: Eduardo Ríos (Confederación Marítima de Chi-
le), Guillermo Santana (Confederación del Cobre), Guillermo Medina (Di-
visión El Teniente), Ernesto Vogel (Federación Ferroviaria), Tucapel Jimé-
nez (ANEF), Federico Mujica (Confederación de Empleados Particulares de
Chile CEPCH), Pedro Briceño ( Compañía de Aceros del Pacífico CAP),
Gustavo Díaz (Campesinos) y Claudio Astudillo (Empleados de Industria y
Comercio).
134
En efecto, un grupo de dirigentes sindicales, la mayoría de ellos de-
mócratacristianos, junto a algunos independientes y radicales, concu-
rre a defender la Junta Militar en Ginebra. La comitiva fue integrada
por Eduardo Ríos (Confederación Marítima de Chile), demócrata-
cristiano; Guillermo Santana (Confederación del Cobre), demócrata-
cristiano; Guillermo Medina (División El Teniente), demócratacris-
tiano; Ernesto Vogel (Federación Ferroviaria), demócratacristiano;
Tucapel Jiménez (ANEF), radical; Federico Mujica (Confederación
de Empleados Particulares de Chile CEPCH),independiente pro de-
mócratacristiano; Pedro Briceño ( Compañía de Aceros del Pacífico
CAP), independiente; Gustavo Díaz (Campesinos), demócratacris-
tiano; y Claudio Astudillo (Empleados de Industria y Comercio),
independiente. De lo que fueron a hacer estos personajes, da cuenta
el siguiente relato que hace un investigador:
137
No obstante lo dicho, las ideas que esa tendencia representaba sólo fue-
ron vencidas en septiembre de 1980 cuando la Consulta Nacional dio al
trasto con las posiciones demócrata cristianas de un recambio burgués.
136
tacar que, hasta ese momento, la DC, en los hechos, seguía actuando
como ‘partido’, sin importarle el decreto que la declaraba ‘en rece-
so’. La situación se puso tensa cuando la directiva de ese partido
envió al general Óscar Bonilla una carta firmada por Patricio Aylwin
en la cual manifestaba éste su voluntad de condicionar cualquier tipo
de apoyo a la Junta en tanto la misma no fijase la fecha de entrega
del mando de la nación al poder civil (léase ‘Democracia Cristiana’).
Contrariamente a lo que pensaban sus redactores, la carta molestó
profundamente al estamento militar
138
Cavallo, Ascanio; Salazar, Manuel y Sepúlveda, Óscar: Obra citada en
(90), pág. 75.
139
Cavallo, Ascanio; Salazar, Manuel y Sepúlveda, Óscar: Obra citada en
(90), pág. 507.
140
Jamás lo hizo, igualmente, la representación política natural de las clases
y fracciones de clase dominantes.
137
Rafael Agustín Gumucio precisa con mayor exactitud los motivos
de este conflicto y señala que, en realidad, los problemas se origina-
ron con ocasión de una carta que envió Patricio Aylwin al general
Bonilla reclamando por la censura que la dictadura aplicaba a la
Radio Balmaceda. La respuesta de éste fue:
141
Gumucio Vives, Rafael Agustín: Obra citada en (15), pág. 217.
138
ma. Dos meses más tarde, se procedió a detener al anterior presidente
de esa colectividad, Renán Fuentealba. Tanto Huepe como Fuenteal-
ba fueron expulsados del país. El presidente del partido, Patricio
Aylwin, nada hizo por defenderlos ante las autoridades adminis-
trativas; ni siquiera visitó a sus familias en señal de solidaridad con
ellos. Sin embargo, más tarde y de acuerdo a lo que señala Patricio
Cueto, la defensa la hizo ‘desde el estrado’, con las siguientes pala-
bras:
142
Cueto Román, Patricio: “Atrapado en su red”, Sociedad Productora
Periodística Ltda., Santiago, 1992, pág.29.
139
senadores, seis ex diputados y cinco ex ministros de Eduardo Frei
Montalva143.
Si bien era cierto que en la composición de la misma Junta de Go-
bierno no había cultores de la ideología demócratacristiana, no era
menos cierto que en los estamentos inferiores sí existían aquellos.
Sergio Arellano era uno de esos individuos y, aunque desprestigiado
por su execrable tarea de dirigir la llamada ‘Caravana de la Muerte’,
seguía conversando con sus ‘camaradas’ acerca de cambiar el torcido
rumbo que parecía tomar la asonada militar en manos de Pinochet. El
general Bonilla era uno de sus referentes. Pero éste había cometido el
imperdonable error de haberse enfrentado al entonces coronel Ma-
nuel Contreras, en los mismos meses que éste había asumido el man-
do de la DINA.
Aquello no había comenzado por casualidad: Manuel Contreras
quería saber de las actividades de los demás oficiales dentro de las
reparticiones de Gobierno y enviaba a sus hombres a inspeccionar lo
que hacían. Descubierto en esas labores, dio como excusa haberse
descubierto el robo de unos documentos desde el gabinete de uno de
los secretarios de Estado (cuyo nombre no reveló).
143
Gumucio Vives, Rafael Agustín: Obra citada en (15), pág. 236.
144
Cavallo, Ascanio; Salazar, Manuel y Sepúlveda, Óscar: Obra citada en
(90), pág. 48.
140
Párrafo VII: La muerte del general Augusto Lutz.
145
Véase nota (123), obra de Raúl Auth.
141
comenzaron a ocurrir curiosos acontecimientos de los que da cuenta
Raúl Auth.
146
Auth Caviedes, Raúl: Id. (123)
142
cho, determinó, sin embargo, el director del Hospital Militar, en ese
entonces Patricio Silva Garín, viajar a Punta Arenas y examinar al
general. Lamentablemente, cuando llegó el grupo encabezado por el
facultativo a la sureña ciudad, Lutz estaba ya operado; examinado
por Silva, éste atinó sólo a murmurar:
“A mi general lo charquearon”.
Patricio Silva Garín era un militar que había decidido estudiar Me-
dicina durante el tiempo que servía al Ejército, obteniendo su titulo
correspondiente algún tiempo después147. Antiguo militante de la
‘Democracia Cristiana’ era hombre de absoluta confianza de E-
duardo Frei Montalva; había sido designado en el cargo de Subse-
cretario de Salud por el presidente falangista durante su gobierno
siendo clave su actuación para el gobierno demócratacristiano en las
negociaciones del ‘Tacnazo’, cuando se rebeló el general Roberto
Viaux Marambio. Al asumir la Junta de Gobierno, tomó a su cargo la
dirección del Hospital Militar y, enfrentado al cuadro clínico que
presentaba el general Augusto Lutz, dio orden de trasladarlo de
urgencia a Santiago aprovechándose el vuelo de un avión de la Línea
Aérea Nacional LAN que regresaba casi de inmediato a la capital.
En el Hospital Militar fue operado el general Lutz nuevamente148
de úlcera gástrica y se esperaba su recuperación cuando un nuevo
incidente acaparó la atención de la comunidad nacional.
“[…] ese mismo día, una radioemisora dio una inconcebible noti-
cia: ‘El general Lutz, intendente de Magallanes, falleció en el Hos-
pital Militar, donde había ingresado días antes’. La familia, deses-
perada se comunicó con el doctor Silva, quien se manifestó indig-
nado y les recordó que momentos antes les había dicho que el ge-
neral mostraba una notoria recuperación. Dos días más tarde, en un
canal de televisión, se reiteró la misma falsa noticia del falleci-
147
Patricio Silva aparecería más tarde, involucrado en la muerte del propio
ex presidente Frei, como se verá más adelante.
148
La operación fue practicada por Silva Garín y ofició de ayudante suyo el
médico Pedro Cubillos, que sería el mismo que lo asistiría en el asesinato de
Frei Montalva.
143
miento. Esto era sumamente extraño pues, en aquellos días, la Di-
rección Nacional de Comunicaciones, censuraba rigurosamente
cualquier información política o relacionada con las Fuerzas Arma-
das. Un funcionario de la emisora que había dado primeramente el
anuncio, le confidenció al periodista Hernán Millas, que había ‘e-
manado de una fuente responsable’. Parecía que se daba por hecho
en las altas esferas del gobierno que Lutz iba a morir” 149.
“¡Sáquenme de aquí!”
149
Auth Caviedes, Raúl: Id. (123).
144
Título VIII: Muerte del general Bonilla. Atentado en
Roma contra Bernardo Leighton. Eduardo Frei se
convierte en la alternativa a la Junta. Arellano pasa a
retiro.
150
Fontaine Aldunate, Arturo: Obra citada en (3), pág. 99.
146
ciendo que la vigilancia en torno suyo se acrecentara. Según lo
expresa Mónica González, tras ese acontecimiento,
151
González, Mónica: “Por qué se decidió eliminar a Frei”, CIPER, 08 de
diciembre de 2009.
152
Cavallo, Ascanio; Salazar, Manuel y Sepúlveda, Óscar: Obra citada en
(90), pág. 99.
147
formuladas por sus más connotados dirigentes podía deducirse ine-
quívocamente que la colectividad falangista tenía dos preocupa-
ciones fundamentales en relación al futuro del régimen que se insta-
laba: era la primera, lograr que la Junta Militar fijase, a la brevedad,
la duración de su estadía al mando de la nación; la segunda, prestar
toda la asistencia técnica necesaria para, posteriormente, poder ejer-
cer en plenitud las funciones del gobierno que debería asumir una
vez finalizada la intervención militar. Ello explicaría, además, la
rápida asunción de cargos con posterioridad al golpe por parte de la
militancia demócrata cristiana. En consecuencia, frente a estos dos
hechos fundamentales que revelan la verdadera esencia de la partici-
pación de esa colectividad en la asonada, las discrepancias internas
entre los sectores demócratacristianos producidos en ese entonces y
que se acostumbra a señalar en numerosos artículos y estudios, care-
cen de toda relevancia.
Pero si bien lo expresado anteriormente muestra lo que sucedía en
el país desde el punto de vista de la DC, no explica lo mismo desde
el punto de vista de la asonada. Y era ahí donde se encontraban los
desencuentros. Porque al interior de la Junta, el pinochetismo153
ganaba espacios imponiéndose sobre el resto de la colectividad; y esa
tendencia era abiertamente anti demócratacristiana. Por eso pudo
implementarse una ASEP y, a la vez, aceptarse la colaboración de los
técnicos de ese partido. Pero el golpe contra la DC debía producirse
en cualquier momento: la muerte de los sectores más democráticos
de las Fuerzas Armadas (Lutz, Bonilla) eran índices que mostraban
una inequívoca dirección del rumbo que tomaba la Junta. Por eso, el
alto mando determinó comenzar su labor atacando al sector más re-
belde de la DC; por eso encarceló y expulsó posteriormente del país
a Claudio Huepe y a Renán Fuentealba. Por eso realizaría el atentado
de Roma.
El día 6 de octubre de 1975, a poco de descender del taxi en que
viajaban, al llegar a la calle Aurelia en Roma, Bernardo Leighton y
153
Preferimos evitar referirnos a Pinochet como individuo y atribuir a las
personalidades el rol de determinar el rumbo de una sociedad; por eso, lla-
mamos ‘pinochetismo’ al conjunto de elementos que se nuclearon en torno
al dictador del cual él era genuino representante y que, en definitiva con-
dujeron al conjunto de la nación durante los años que duró la dictadura.
148
su mujer Ana Fresno, exiliados en Italia e impedidos de regresar a
Chile, pasaron a un supermercado a comprar algunos víveres que ne-
cesitaban y caminaron hacia su hogar ubicado en calle Gregorio VII.
154
El Comité de Defensa de los Derechos Humanos y Sindicales CODEHS,
organismo presidido por Clotario Blest, en conjunto con el FUT y otras or-
ganizaciones, formó el llamado ‘Bloque por la Abstención’ que llamó, en la
convocatoria hecha por la dictadura para participar en el seudo plebiscito de
149
El destino del general Arellano no fue ser recibido por la comu-
nidad militar, como lo esperaba, en el carácter de ‘salvador de la Pa-
tria’ luego de su recorrido por el país, con posterioridad al golpe de
1973. Por el contrario. Una serie de encuentros desafortunados con
otros estamentos favorecidos por la autocracia pinochetista comenzó
a marcar lo que sería su destino. Había solicitado que se hiciera una
investigación sobre el viaje de la llamada ‘Caravana de la Muerte’ a
la vez que, simultáneamente, solicitaba se emitiera un informe pos-
terior para darle la razón acerca de lo ocurrido. Pero su requerimiento
no había sido escuchado; el escollo era nada menos que el propio
Pinochet.
155
Cavallo, Ascanio; Salazar, Manuel y Sepúlveda, Óscar: Obra citada en
(90), pág. 93.
156
Cavallo, Ascanio; Salazar, Manuel y Sepúlveda, Óscar: Obra citada en
(90), pág. 93.
157
Carmen Hertz era cónyuge de Carlos Berger, periodista asesinado por la
dictadura en Antofagasta; antes de ser agraciada con una embajada en
Europa, se había destacado como una de las abogadas que más luchaban por
las víctimas de los derechos humanos.
151
embajadora a Rumania; luego, con Javiera Parada158, ofreciéndole
asumir la agregaduría cultural en Estados Unidos, y, finalmente, con
Cristian Cuevas159 al asignarle el cargo de agregado laboral en Espa-
ña. Tal fue la medida que determinó adoptar Pinochet con Arellano
al proponerle, en la primera semana de octubre de 1975, la embajada
en España, a lo que éste se negó en forma rotunda. Pinochet, profun-
damente molesto, lo hizo salir de su oficina. No obstante, al cabo de
pocos días, volvió a llamarlo, nuevamente, con la misma intención;
pero Arellano volvió a negarse. Entonces, Pinochet montó en cólera,
—“¡Aquí parece que hay señores oficiales que creen que no hay
mando! ¡Parece que creen que las órdenes se discuten, en vez de
cumplirse!
—Prefiero irme, Augusto— dijo Arellano— ¡Y eso es lo que tú
quieres!
—¡Quiero tu renuncia aquí en 24 horas!
Arellano sacó un sobre de su guerrera. Estaba preparado.
—Aquí la tienes. No necesito 24 horas. Me voy de inmediato” 160.
Pero hasta los más poderosos les está vedado, en ciertas oportuni-
dades, hacer su entera voluntad. Así le sucedió a Pinochet, que sola-
mente pudo oficializar el alejamiento del general Sergio Arellano
Stark el 16 de marzo de 1976 en una ceremonia realizada en la Es-
cuela Militar.
158
Javiera Parada es la hija de José Manuel Parada, funcionario de la
Vicaría de la Solidaridad, asesinado junto a Manuel Guerrero y Santiago
Nattino en 1985; se había destacado como líder del movimiento por una
Asamblea Constituyente.
159
Cristian Cuevas se había desempeñado como dirigente sindical al frente
de la Confederación de Trabajadores del Cobre; fue nominado como agre-
gado laboral del Gobierno bacheletista en España. Regreso al país luego del
asesinato de un trabajador en el norte, renunciando al cargo para retomar su
lugar en las luchas sociales.
160
Cavallo, Ascanio; Salazar, Manuel y Sepúlveda, Óscar: Obra citada en
(90), pág. 93.
152
Título IX: Ruptura definitiva: cierre de la Radio Presidente
Balmaceda.La muerte de Eduardo Frei.
161
Gumucio Rivas, Rafael Luis: Obra citada en (58).
153
Belisario Velasco
162
González Camus, Ignacio: “Radio Balmaceda 73-76: bajo el asedio de
los ‘guatones’ y Pinochet”. Versión digital que existe en Internet por gen-
tileza del periódico ‘Le Monde Diplomatique.
163
Este tipo de relaciones, aunque no fue frecuente, se dio en algunas otras
oportunidades. Durante los años en que la ‘Democracia Cristiana’ goberna-
ba Chile y Pinochet era un alto oficial de las Fuerzas Armadas, pasaba éste
a buscar en automóvil a su hija Lucía, que trabajaba como secretaria de Be-
154
La crisis, por consiguiente, se desencadenó por la continuidad de la
radio. Según el historiador que hemos seguido en esta parte, no en-
contró Patricio Aylwin, en su calidad de presidente del partido, nada
mejor que sacar de su cargo a Ignacio González Camus y colocar, en
los más destacados cargos directivos a tres individuos bastante cu-
riosos, pero de su absoluta confianza —Giácomo Marasso Beltrán,
Marcelo Rozas López y José Miguel Fritis Pérez—, de los cuales, los
dos últimos (Rozas y Fritis) asumieron en el carácter de gerente y
director de esa radio, respectivamente.
165
Osorio Reyes, Víctor: “Un ‘salvadoreño’ en la corte de Soledad Alvear”,
‘Crónica Digital’, 24 de mayo de 2005, versión digital.
166
Melgarejo, Hernán: “Marcelo Rozas, el histórico DC vinculado al “gu-
tismo” que aparece en la nómina de boletas de SQM”, ‘El Dínamo’, 18 de
febrero de 2015, versión digital. Con negrita en el original.
156
todas luces intencionado, pero créame, Presidente, también arries-
gamos nuestra seguridad […] y lo hicimos conscientes”167.
167
González Camus, Ignacio: Obra citada en (158), págs. 248 y 249.
168
Ortiz, Óscar: Obra citada en (93).
157
Checoslovaquia) —, fueron todos ellos agentes de la CIA. Según
Víctor Osorio:
169
Osorio Reyes, Víctor: Obra citada en (165).
170
Melgarejo, Hernán: Obra citada en (166). Con negrita en el original.
171
Saavedra M., Natalia: “Marcelo Rozas, el otro hombre de Julio Ponce”,
Revista ‘Capital’, 16 de mayo de 2015, versión digital.
158
“[…] ha estado marcada principalmente por su abrupta salida del
cargo de embajador en República Checa, su rol en Radio Balma-
ceda, el escándalo del Carmengate y por haber participado en el
polémico grupo de ‘Los salvadoreños’, un grupo de jóvenes DC
que en los ochenta ayudó al presidente democratacristiano de El
Salvador, Napoleón López, con el supuesto apoyo de la CIA”172.
172
Melgarejo, Hernán: Obra citada en (166). El original está con negrita y
contiene un error al nombrar a Napoleón Duarte como Napoleón López.
173
En ese mismo sentido, vale la pena recordar que Jorge Navarrete Mar-
tínez, Agregado Cultural de la dictadura en Londres y sindicado por el
gobierno laborista de colaborador de la DINA (lo que le valió su renuncia
al cargo), fue agraciado por el gobierno de Ricardo Lagos con el cargo de
Presidente del directorio de Televisión Nacional TVN; posteriormente, el
mismo presidente le nombró como director de la Corporación del Cobre
CODELCO en su representación. En 2006 la presidenta Michelle Bachelet
lo nombró Presidente del Consejo Nacional de Televisión; su mujer, Pa-
tricia Poblete, fue ministra de la Vivienda en el primer gobierno de Michelle
Bachelet.
174
López, Federico: Obra citada en (102).
159
Jamás Frei, en el transcurso de su vida, había actuado en forma o-
culta, subterránea; jamás ocultaba sus dolencias ni alegrías. Hombre
público por excelencia, siempre sus actuaciones y movimientos fue-
ron conocidos por quienes tenían interés en saber de aquellos. Pero,
si esa conducta transparente era garantía de su actuar, también cons-
tituía una circunstancia favorable al éxito de cualquier atentado que
estuviese perpetrándose en contra suya.
Patricio Rojas
160
gerenta administrativa del mismo era Ana María Benavente, cuñada
del general Julio Canessa, hombre de la confianza del dictador.
Los efectivos militares habían actuado de acuerdo a un plan espe-
cífico según el cual uno de ellos oficiaría de ‘mayordomo’ en tanto
otro, lo haría de ‘guardia’; por su parte, el sargento (r) José Miguel
Ogalde, establecería su centro de operaciones en la bodega de la
Clínica mientras el suboficial mayor (r) José Espinoza tendría a su
cargo la preparación de la habitación N° 401 que era aquella donde
se alojaría Frei el 18 de noviembre de 1981. Intimo amigo del doctor
Patricio Silva Garín, sería quien llevaría al paciente el día 6 de di-
ciembre a la sala de rayos cuando fuese menester; y por si eso fuera
poco, tenía este uniformado dos hijas, una de las cuales ( Rosa) tra-
bajaba, también, en la Clínica, siendo la otra (Sonia) miembro de la
Dirección de Inteligencia del Ejército DINE.
La intervención quirúrgica practicada posteriormente al ex man-
datario, de todas maneras, no tuvo éxito porque aparecieron algunas
complicaciones (obstrucción intestinal por adherencias peritoneales)
que obligaron a internarlo nuevamente el 4 de diciembre para una
segunda operación realizada el 6 de ese mismo mes. En aquella opor-
tunidad, la misión quedó a cargo de Patricio Silva Garín. Dos nuevas
intervenciones, el 8 y el 17 de diciembre tampoco tuvieron éxito. El
ex presidente falleció el 22 de enero de 1982.
En el proceso seguido en contra de quienes participaron en el asesi-
nato del ex primer mandatario fueron citados a declarar ante el mi-
nistro Alejandro Madrid los doctores Patricio Silva Garín, Pedro Val-
divia Soto, Helman Rosenberg Gómez y Sergio González Bombar-
diere. De acuerdo al referido proceso, las posibles causas del deceso
se originarían en una aplicación indebida de ciertas sustancias al
paciente:
“Lo extraño de la muerte de Frei había sido que, una hora después
de su deceso, dos médicos ―Helmar Rosenberg Gómez y Sergio
González Bombardiere175―, escoltados por agentes de seguridad y
sin permiso de su familia, procedieron a realizar una autopsia al ca-
dáver cuyo resultado se ocultó por más de 20 años. La autopsia fue
realizada en la misma habitación en que falleció el ex presidente y
en forma por entero irregular; su cuerpo fue colgado para vaciarlo
de los órganos que habían de examinarse y que jamás fueron con-
servados. De la realización de dicha autopsia y del contenido de su
informe tuvo conocimiento el doctor Patricio Rojas, amigo perso-
nal de Frei y ministro de Defensa bajo su gobierno; sin embargo, e-
se individuo también calló y ocultó el hecho a la familia del ex
mandatario”176.
175
Estos médicos mantenían contactos con la enfermera de la Dirección de
Inteligencia Nacional DINA Eliana Borumburu, a través del Hospital Clíni-
co de la Universidad Católica.
176
Acuña, Manuel: Obra citada en (154).
177
Mónica González recuerda que, en 1990, Aylwin nombro a Patricio Ro-
jas ministro de Defensa y éste llamó a Patricio Silva Garín a colaborar con
él nombrándolo vicepresidente ejecutivo de CAPREDENA, cargo que de-
sempeñó hasta 1995. De allí regresó al Hospital Militar donde oficiaba, por
162
cargos de importancia durante el período que siguió al término de la
dictadura.
Rojas no era un sujeto inmaculado. Por el contrario, sus manos
estaban manchadas con sangre. Según lo consigna Enrique Durán en
su obra “La Casa Blanca contra Salvador Allende”:
lo menos hasta el año 2009, como director de Gestión Clínica, uno de los
más altos puestos de esa entidad. ¿Ingenuidad del ex presidente Aylwin en
nombrar a sus colaboradores? ¿O, simplemente, una determinada intención?
Véase el trabajo de la investigadora “Las huellas que dejó el magnicidio de
Eduardo Frei Montalva”, CIPER, 08 de diciembre de 2009, citado más
abajo.
178
Duran Bastianini, Enrique: “La Casa Blanca contra Salvador Allende”,
Ediciones Taller Estocolmo, Estocolmo, 2013, pág. 39.
163
podían unificar la oposición a la dictadura en la organización de un
gran paro nacional en ciernes, eran eliminados”179.
180
Gumucio Vives, Rafael Agustín: Obra citada en (10), pág. 216.
166
¿Dónde se encuentra, hoy, la ‘Democracia Cristiana’? La mencio-
nada colectividad forma parte de la coalición denominada ‘Nueva
Mayoría’ y, fiel a una conducta que ha mantenido desde el retorno a
la democracia en 1990 cuando se formó la ‘Concertación de Partidos
Para la Democracia’ o simplemente ‘Concertación’, reclama su lugar
junto a otras organizaciones que, como ella, se autoproclaman ‘iz-
quierda’.
¿Engaño? ¿Hipocresía? No. De ninguna manera. Los partidos popu-
lares no son lo que fueron años atrás. El tiempo no ha corrido en va-
no. Convertidos hoy en elementos funcionales a la institucionalidad
pinochetista, transformados en servicios de empleo para la militancia
dócil a los requerimientos de sus directivas, reconocen la majestad de
una constitución espuria, se someten a ella e invitan a hacer lo mis-
mo a la comunidad que cree en ellos. La ‘Democracia Cristiana’ es
un partido más en esa alianza; pero es quien representa con mayor
fidelidad, en materia de clientelismo electoral, lo que fue el partido
Radical en el pasado. En cuanto al empleo de utilizar al Estado como
fuente de enriquecimiento inmoral (e ilpicito, algunas veces) supera
ampliamente a sus congéneres de la alianza dentro de la cual no está
de más, en modo alguno; por el contrario: es elemento consustancial
a ella, instrumento indispensable para sostener, defender y justificar
semejantes ideas. Es, a riesgo de decirlo, el único partido que no
puede dejar de estar en esa coalición pues a su forma de ser o
conducta se han ido adecuando los otros. La ‘Democracia Cristiana’
enseña cómo deben comportarse quienes luchan por sustituir a la
representación natural de las clases y fracciones de clase dominantes
y convertirse en los agentes necesarios e indispensables del sector
más dinámico del sistema capitalista mundial. Su misión ha sido y
es, precisamente, conducir a todo ese conjunto social y transformarlo
en el sector más representativo de lo que debe ser dicha estructura
social en la región: un sistema dentro del cual el explotado no
solamente acepte y consienta en su propia explotación sino lo
defienda como el mejor de los sistemas. El ex presidente Ricardo
Lagos ya lo intentó en su tiempo con cierto éxito y se prepara para
volver a hacerlo.
Ignoramos si el partido ‘Demócrata Cristiano’ mantiene hoy vín-
culos tan estrechos con los institutos armados como los tuvo en el
167
pasado. No nos parece que así lo sea, sin embargo. Como ya hemos
dicho, el tiempo no corre en vano. Los llamados ‘partidos de izquier-
da’, profundamente influidos por la social democracia europea, se
han transformado en competidores suyos. Así, pues, en la lucha de
clases que reflejan los movimientos al interior de la escena política
de la nación la disputa entre los miembros de la coalición gobiernista
se reduce a recabar para sí el rol de representante ideal del sector más
dinámico del sistema capitalista mundial. En consecuencia, la impor-
tancia de la ‘Democracia Cristiana’, otrora representante proverbial
de esa corriente, se reduce ostensiblemente. Ya no es lo que fue. Se
encuentra en el mismo lugar que ocupan los integrantes del pacto
‘Nueva Mayoría’ quienes, en virtud del fenómeno conocido como
‘alternancia’, disputan con ‘la derecha’ la tarea de administrar con
mayor eficiencia el Estado y la explotación consiguiente de los
sectores dominados.
De si la organización falangista ha tenido la valentía de reconocer
su rol en la gestación, consumación y afianzamiento de la dictadura,
no nos parece que así haya sido. Por el contrario, su labor parece re-
ducirse a ocultar permanentemente dicha participación, tarea en la
que no ha estado sola; también han colaborado en ese sentido las or-
ganizaciones que, desde el término de la dictadura, administran con
ella la miseria de la nación. El perdón que una vez pidió el ex pre-
sidente Patricio Aylwin a la comunidad nacional, con los ojos llenos
de lágrimas, no fue a nombre del partido que dirigió, sino lo hizo en
representación de todos los ‘vencedores’ de la asonada; tampoco lo
ha sido el reciente gesto hecho como flamante nueva presidenta del
PDC Carolina Goic en las exequias del extinto mandatario, el 19 de
abril, pues sus palabras sólo dijeron relación con el escándalo cono-
cido como ‘Platas políticas’. No parece que el reconocimiento de se-
mejante labor vaya a ser la tónica posible en los meses o años veni-
deros.
Para quienes nos hemos marginado de las disputas partidarias y
preferimos investigar los hechos e intentar explicarnos el por qué de
los mismos, quisiéramos terminar aquí señalando que nos guía sola-
mente el ánimo de construir una historia diferente a la que hasta hoy
se nos ha entregado. Permítasenos decirlo: una historia más cercana a
la realidad. Es el mejor legado que podemos dejar a las generaciones
168
que nos van a suceder y la mejor forma de honrar la memoria de
quienes nos precedieron en la lucha por construir una sociedad mejor
y no vacilaron en entregar su sangre en dicho empeño.
169
170
DOCUMENTOS ANEXOS
171
1.
ULTIMA CARTA ENVIADA POR EL PRESIDENTE
SALVADOR ALLENDE AL PRESIDENTE DE LA
DEMOCRACIA CRISTIANA PATRICIO AYLWIN
173
ra aprobado a su propio texto frente a las observaciones del Presi-
dente de la República.
2. Dicho proyecto de enmienda constitucional contendría, también
disposiciones encaminadas, tal como usted lo señala, a solucionar los
problemas prácticos a que daría lugar la entrada en vigencia de las
reformas constitucionales sobre las Áreas de la economía y sobre el
régimen de tenencia de la tierra, en trámite.
3. Se despacharán, simultáneamente, los proyectos de ley sobre em-
presas de autogestión, participación de los trabajadores en la conduc-
ción de la economía, garantías a la pequeña y mediana empresa, acti-
vidades económicas reservadas al Estado, estatuto de requisiciones e
intervenciones y la persecución del delito económico. Estas materias,
salvo el estatuto de requisiciones e intervenciones y la persecución
del delito económico, están contenidas en los proyectos de ley envía-
dos hace varios meses al Congreso, previo estudio conjunto del Go-
bierno y del Partido Demócrata Cristiano, los que, sin duda, constitu-
yen una base real de convergencia. Igualmente, se despacharían los
proyectos que fueran necesarios derivados de la Reforma Constitu-
cional sobre el régimen de tenencia de la tierra ya referido.
4. Los proyectos de reforma constitucional sobre las áreas de la eco-
nomía y sobre el régimen de tenencia de la tierra se promulgarían
conjuntamente con la enmienda constitucional propuesta en los pun-
tos primero y segundo y con los proyectos de ley a que se alude en el
punto tercero.
Obviando de esta forma el diferendo jurídico, queda abierto el ca-
mino para abordar los reales problemas sobre los cuales Chile espera
un entendimiento mínimo: los problemas económicos sociales y polí-
ticos que hoy están amenazando la paz interna y la unidad nacional
frente a presiones extranjeras.
Afirma usted en su carta que hay convergencia formal entre el
P.D.C. y el Gobierno en torno de la necesidad de restablecer las ba-
ses esenciales de la convivencia democrática. En su discurso del 26
de julio, usted recogió la casi totalidad del plan en ocho puntos que
yo propusiera la víspera para centrar el diálogo y que son los siguien-
tes:
1. Afianzamiento del mando y la autoridad de Gobierno.
174
2. Rechazo de las Fuerzas Armadas paralelas. Marginación de las
FF.AA. de la pugna política.
3. Desarrollo del poder popular vinculado al Gobierno y sin producir
antagonismos con el régimen institucional.
4. Reafirmación del camino político establecido en el programa de la
Unidad Popular que, en ningún caso, es insurreccional.
5. Definición y articulación de las competencias, que les correspon-
den a los poderes del Estado.
6. Plena vigencia del estado de derecho, para lo cual es imprescin-
dible acabar con el bloqueo legislativo y desarrollo el régimen legal.
7. Definición del régimen de propiedad de las empresas, precisando
legalmente el área de propiedad social de la economía y teniendo
presente la irreversibilidad de las transformaciones realizadas en ella
y la necesidad de la participación de los trabajadores en su dirección.
8. Medidas económicas concretas que detengan la inflación aseguren
la distribución y permitan el desarrollo económico del país. No es,
por consiguiente, en los principios genéricamente formulados donde
se han producido las divergencias que tanto preocupan al país, sino
en el contenido y concreción de esos principios. Es sobre estos pro-
blemas concretos que debemos discutir y buscar el entendimiento
mínimo que asegure la paz y el régimen democrático.
Tengo el firme convencimiento de que el vigor y el prestigio de
nuestras instituciones políticas se demuestran buscando los puntos
mínimos de entendimiento democrático sobre los problemas más im-
periosos del momento.
Llevar a cabo un nuevo cambio de Gabinete, apenas un mes des-
pués que asumiera el actual, no aportaría ninguna solución a lo que el
país nos exige en la medida de los problemas materiales y tangibles
que hoy enfrentan al P.D.C. y al Gobierno no haya sido reempla-
zados por un acuerdo que, respetando la personalidad propia de cada
una de las partes, preserve el consenso fundamental sobre las con-
diciones que hacen posible la democracia, las libertades, el estado de
derecho, la participación popular, el desarrollo económico y como
consecuencia de todo ello, la convivencia ciudadana.
Mi Gobierno ha sido el único que ha dado pruebas fehacientes y
prácticas en múltiples oportunidades y circunstancias de su voluntad
de incorporar a la FF. AA. como instituciones a las grandes tareas
175
naciones. En un momento de grave peligro para la paz interna, en
octubre de 1972, les asigné altas responsabilidades en el seno del
Gabinete. Su participación y contribución al desarrollo económico se
manifiesta de diversas maneras. Y es mi propósito continuar sumán-
dolas al esfuerzo nacional por avanzar en el camino que democrática-
mente ha escogido nuestro pueblo. Pero, es en la robustez de las ins-
tituciones políticas donde reposa la fortaleza de nuestro régimen
institucional. Y es obligación de los partidos políticos democráticos
esforzarse en evitar el desmoronamiento de las instituciones cívicas
incapacitándolas para atender las necesidades del país. El estudio
detenido de los documentos básicos elaborados por el Partido que
usted preside y el Gobierno, para orientar el diálogo, me llevó a pro-
ponerle el 30 de julio, que ambas partes discutieran y buscaran coin-
cidencias mínimas en breves plazos pre-establecidos en tomo de las
grandes cuestiones nacionales en ellos mencionados y que usted
recoge y enumera en su carta.
La concreción de todas estas medidas que expresan el decidido
propósito de mi Gobierno de elaborar la nueva juridicidad que el país
reclama y que yo estimo indispensable en el ordenamiento del pro-
ceso, permitirá el desarrollo normal de nuestra vida institucional lo
que a su vez, facilita el pleno desarrollo de los cambios sociales den-
tro de la concepción del estado de derecho.
No deseo dramatizar, pero tengo el deber de recordarle las trascen-
dentes responsabilidades que usted y yo tenemos en los difíciles
instantes que vive el país y las proyecciones históricas de nuestras
decisiones. Por ello y por el interés superior de Chile, debemos conti-
nuar el diálogo. Lo invito formalmente para que prosigamos nuestras
conversaciones.
Cordialmente.
176
2.
CARTA DE EDUARDO FREI MONTALVA
AL PRIMER MINISTRO DE ITALIA MARIANO RUMOR
Señor
Mariano Rumor,
Presidente de la Unión Mundial de la Democracia Cristiana
Roma, Italia
187
agraria, la nacionalización de las riquezas básicas al igual que activos
planes de salud, construcción de escuelas y viviendas.
La Unidad Popular, con el voto unánime del Congreso, nacionalizó
el 49% del cobre, ya que el 51 % había sido nacionalizado en el
gobierno de la Democracia Cristiana.
Inició un acelerado proceso de estatización de Industrias. La Demo-
cracia Cristiana no estuvo en contra de este proceso, sólo exigió que
se hiciera dentro de la ley, fijando los límites del área social y priva-
da. Nada de eso se obtuvo, pues se siguió el proceso saltándose la ley
y muchas veces con atropellos, asaltos y violencia.
Pero lo más grave fue el tremendo fracaso del área estatizada. Se
dijo que el gobierno financiaría el desarrollo económico con las utili-
dades de las empresas cuyo control tomaría el estado. El año 1973
estas empresas perdieron más de 150 millones de escudos. Si se con-
sidera que el presupuesto nacional era de una cifra equivalente, se
medirá la magnitud del fracaso.
Es también efectivo que aceleraron al extremo la Reforma Agraria
iniciada por la Democracia Cristiana, pero quisieron convertir toda la
Agricultura en Haciendas Estatales colectivas, lo que fue resistido
por el campesinado. Se eliminó a los técnicos, se desorganizó toda la
infraestructura, y en vez de respetar la ley, se asaltaron las propieda-
des y las ocuparon con gente que muchas veces no eran campesinos.
Estas fueron, entre otras cosas, las causas del fracaso agrícola.
Ostensiblemente disminuyó la construcción de viviendas y de es-
cuelas. Basta decir que en tres años no se construyeron ni 300 escue-
las, mientras el gobierno de la DC construyó 3.600.
Estos son hechos.
Un último aspecto que creemos necesario destacar, ya que no po-
demos referirnos a todo, lo constituyó el clima de odio y violencia
que reinaba en el país. Toda crítica, toda observación, era contestada
con las injurias más violentas para quienes tenían la audacia de se-
ñalar los errores.
El Partido Socialista y el Partido Comunista crearon organizaciones
armadas. Los socialistas la llamaron "Elmo Catalán", Y los comunis-
tas constituyeron la tristemente célebre brigada "Ramona Parra".
Se constituyeron asimismo los llamados "Cordones Industriales",
que rodeaban las ciudades en forma estratégica; y, como consecuen-
188
cia de la escasez se organizó el racionamiento sobre la base de or-
ganismos políticos que empadronaban a los habitantes para ejercer el
control sobre la vida de la población.
Como consecuencia de todo esto murieron cerca de cien personas y
hubo innumerables heridos.
Así murió el ex Vicepresidente de la República; uno de los funda-
dores del PDC, don Edmundo Pérez Zujovic, vilmente asesinado al
salir de su casa por los miembros de una organización extremista.
Los tres asesinos habían sido detenidos al final del gobierno de la
Democracia Cristiana por haber perpetrado asaltos a mano armada y
condenados por los Tribunales de justicia a varios años de prisión.
El primer acto del gobierno de la Unidad Popular fue dejar en li-
bertad a estos detenidos por actos ilegales, y, entre ellos los tres que
causaron la muerte de ese dirigente demócratacristiano. Al indultar-
los el Presidente Allende justificó su acto llamándolos "jóvenes idea-
listas".
También murieron víctimas de esta violencia varios dirigentes ju-
veniles de la DC y quedaron centenares de heridos.
Cuando los obreros del Cobre en huelga buscaron refugio en el lo-
cal central del Partido, fueron atacados y hubo que instalar una posta
de auxilios que en el día atendió, según información oficial del PDC,
a más de 700 personas con heridas de toda especie, entre ellas 120 de
carácter grave. Ese día el presidente Aylwin y otros dirigentes, entre
ellos yo mismo, estábamos en el local del partido pudimos ser testi-
gos de lo que ocurría.
Estas son las razones por las cuales el Partido Demócrata Cristiano
estuvo en la oposición, oposición que progresivamente se hizo más
dura por efecto de los abusos cada vez más graves que se cometían.
La posición del PDC en esta materia es intachable. Pasando por
encima de su interés político inmediato, nunca rehuyó buscar solu-
ciones para el país. Esto es tan claro que incluso se criticó acerba-
mente al partido por aceptar el diálogo.
Cada vez que el Presidente de la República deseó conversar con la
directiva, a pesar de las reiteradas veces que ésta fue engañada, no se
negó a hacerlo para que no se quebrara el régimen democrático. De
eso hay constancia en las declaraciones de los dos presidentes del
partido, señores Renán Fuentealba y Patricio Aylwin.
189
Cuando el conjunto de los obispos chilenos hizo un llamado para
salvar la paz y evitar el conflicto y pidió un diálogo entre los hom-
bres de buena voluntad, el presidente del PDC aceptó hacerlo, y
planteó públicamente algunas bases para ello, que en último término
significaban como condición básica volver al respeto de la Constitu-
ción y la Ley.
Todo esto que afirmo está en documentos públicos aparecidos en la
prensa y difundidos por la radio y la TV. El Presidente de la Repú-
blica aceptó en principio nuestro planteamiento, para después recha-
zarlo. A fines de agosto, a pesar de que estas conversaciones termi-
naron por la imposibilidad total de que el gobierno aceptara los
planteamientos del partido que eran extremadamente moderados vis-
tas las circunstancias, nuevamente hubo una reunión en la cual el
Presidente de la República, como lo ha dejado establecido el señor
Aylwin, no presentó una sola base de entendimiento, afirmación
nunca rebatida.
La directiva del partido llegó a la convicción de que exclusivamente
se estaba ganando tiempo para preparar el control total del poder por
parte de la Unidad Popular y, acelerar su aparato paramilitar y el re-
parto de armas.
Nadie puede, pues, decir que la Democracia Cristiana no agotó los
procedimientos para llegar a un acuerdo. Jamás se le hizo una propo-
sición seria. Nunca el Presidente ofreció una fórmula de gobierno. Al
revés, señaló que sería imposible el ingreso de la DC al gabinete por
la oposición socialista de los partidos integrantes de la Unidad Popu-
lar.
Las Fuerzas Armadas, llamadas por la propia UP., aceptaron por,
tres veces en estos años integrar gabinetes ministeriales. Los partidos
de la Unidad Popular, después de hacer profesión durante 40 años de
antagonismo hacia las Instituciones Armadas, fueron los que trataron
de mezclarlas en política, a pesar de su reiterada voluntad de no a-
ceptar. Su presencia no logró modificar las líneas de acción guber-
nativa para evitar la catástrofe que se advertía venir.
Pocos días antes del 11 de Septiembre advirtiendo la DC la grave-
dad de la situación, convocó a los jefes Provinciales del partido de
todo el país, quienes por unanimidad recomendaron como supremo
arbitrio que los senadores y diputados de la DC presentaran las re-
190
nuncias a sus cargos sobre la base de que el gobierno llamara a un
plebiscito y se sometiera a sus consecuencias, para buscar así una
salida democrática al poder. Esto fue aceptado por la directiva y los
parlamentarios que hicieron pública su decisión de renunciar. La
proposición de un plebiscito fue siempre rechazada, pues si obtu-
vieron el 43 % en marzo del 73, después la situación se degradó con
gran rapidez, en especial porque se hizo ya perceptible el caos eco-
nómico y político.
Yo pregunto: ¿puede un partido hacer mayor esfuerzo y un mayor
sacrificio, siendo mayoritario en ambas ramas del Congreso en una
elección reciente en que tuvo que soportar el embate y la violencia
del gobierno, que ofrecer pública y responsablemente la renuncia de
sus parlamentarios con el fin de buscar una salida democrática para
el país?
Esta es la realidad. Por eso la Democracia Cristiana chilena puede
decir ante el mundo que una vez más dio un ejemplo de honradez
democrática y de lealtad con sus principios.
Un análisis objetivo de los hechos revela que la razón fundamental
de que esta vieja democracia haya sufrido este embate fue el gobier-
no de la Unidad Popular, porque llevó al país a una situación que
ninguno puede resistir, y aún es admirable la solidez de la demo-
cracia chilena que resistió tanto.
Surge de todo esto una reflexión básica.
¿Por qué lo ocurrido en Chile ha producido un impacto tan despro-
porcionado a la importancia del país, su población, ubicación y fuer-
za? ¿Por qué la reacción de la Unión Soviética ha sido de tal manera
violenta y extremada? ¿Por qué el comunismo mundial ha lanzado
esta campaña para juzgar lo ocurrido en Chile y para atacar a la De-
mocracia Cristiana?
La razón es muy clara.
Su caída ha significado un golpe para el comunismo en el mundo.
La combinación de Cuba con Chile, con sus 4.500 Kms. de costa en
el Pacífico y con su influencia intelectual y política en América La-
tina era un paso decisivo en el control de este hemisferio. Por eso su
reacción ha sido tan violenta y desproporcionada.
Este país les servía de base de operación para todo el continente.
Pero no es sólo esto. Esta gigantesca campaña publicitaria tiende a
191
esconder un hecho básico: el fracaso de una política que habían
presentado como modelo en el mundo.
¿Cómo explicar que esta experiencia que mostraban como camino a
otros partidos democráticos y al socialismo europeo haya conducido
a un país organizado y libre a tan terrible catástrofe económica polí-
tica, haya producido tal desesperación en las Fuerzas Armadas y en
el pueblo chileno —pues éstas jamás podrían haber actuado sin la
aquiescencia de la mayoría— hayan quebrado una tradición tan larga
y, tan honrosa que constituía nuestro orgullo?
Toneladas de propaganda no borrarán un hecho: llevaron a un país
de ejemplar vida democrática al fracaso económico y al derrumbe de
sus instituciones. Su esquema doctrinario y práctico era erróneo su
conducción desastrosa.
Tres días antes del 11 de Septiembre, el Presidente de la República
dijo al país: "Nos queda harina para tres, días". Se acababa hasta el
pan. No había sucedido jamás.
Eso es lo que no se quiere analizar. Mejor dicho, se quiere ocultar.
Los socialistas europeos, democráticos y pluralistas, se sienten obli-
gados a respaldar un partido (que proclamaba su desprecio a la lega-
lidad) y, como objetivo la revolución armada y violenta. Si no quie-
ren ver los hechos ni los documentos, al menos podrían leer con a-
tención las críticas que formulara a ese partido por su extremismo el
propio Partido Comunista, que varias veces lo llamó a la cordura.
El otro hecho que la Democracia Cristiana debe analizar es el proble-
ma de las comunicaciones. No hay ninguna duda de que el caso chi-
leno es un buen ejemplo de cómo un inmenso aparataje de propa-
ganda es capaz de presentar las mayores falsedades y convertirlas en
realidad.
Ya eso venía ocurriendo desde el comienzo del régimen, que como
otros similares no se limitaba en cuanto a gastos de propaganda.
Pero lo ocurrido después del 11 de Septiembre es algo inverosímil
para los chilenos.
Fueron miles los que escucharon decir a la Radio de Moscú que ha-
bían muerto 700 mil personas, en dos días. Otros hablaban de 30.000
y que corrían ríos de sangre en Santiago.
Para nosotros una sola vida humana no tiene precio. No decimos
esto por disminuir la tragedia a que el país fue llevado, pero según
192
nuestras informaciones los muertos no llegarían a dos mil, lo que es
bien diferente a tan burdas mentiras.
Entre los miles de falsedades que se propalaron: Murieron 35 par-
lamentarios. Falso. Ninguno. Fue asesinado Neruda. Falso y ridículo.
Todos los órganos de publicidad le rindieron homenaje como a nadie
en muchos años y en el edificio del Congreso Nacional la bandera se
izó a media asta en señal de duelo.
Se destruyó el Hospital Barros Luco, el mayor de Chile. No hay un
solo hospital destruido ni dañado en la más mínima parte. En el
Hospital Barros Luco no hay ni un vidrio quebrado.
A qué seguir. Son cientos de ejemplos.
No ha faltado un programa de televisión en Europa, que presentó
como señales de bombardeo vistas del anterior terremoto.
Pedimos una sola cosa; vengan a ver lo que decimos. Tenemos de-
recho a pedirlo a nuestros amigos. Así lo hizo el señor Bruno Heck,
dirigente de la DCU, quien pudo comprobar la verdad.
Que vengan a ver si hay, alguna casa bombardeada en alguna po-
blación. En todo Chile dos por desgracia: La Moneda y la Casa Re-
sidencial de los Presidentes, adquirida en el gobierno de la Unidad
Popular.
Que vengan a ver si hay una Industria o Centro Minero donde haya
caído una sola bomba.
Nosotros no somos parte del actual gobierno. No defendemos los
errores que se cometen, inevitables algunos, en una situación tan te-
rriblemente difícil.
Pero tampoco podemos aceptar que la mentira se transforme en un
sistema, mientras se ocultan las causas de una situación para encubrir
la responsabilidad de quienes arruinaron y destruyeron la democracia
chilena.
¿Cómo se explica que quienes invadieron Hungría y Checoslova-
quia, que ahora mismo silencian o procesan a científicos, poetas y
escritores, que no admiten ninguna crítica, ni la sombra de una liber-
tad de información, pretenden dar lección de Democracia a Chile y a
este partido? Además de escandaloso es ridículo.
Alaban y mantienen relaciones con Cuba, con miles de muertos, y
después de 12 años aún con miles de presos políticos.
193
¡No son ellos los que pueden enseñarnos a los democratacristianos
y a Chile lo que es la democracia!
Y lo que es peor. Sectores minoritarios, en la propia Democracia
Cristiana o en el mundo democrático se dejan influenciar por esta
propaganda o bien le hacen eco para ganar posiciones políticas y
recibir el título de "izquierdistas".
Pobre destino de esos grupos: serán utilizados, primero, o servirán
de puente para debilitar nuestros partidos.
La posición popular, de avanzada y de justicia que sustenta la De-
mocracia Cristiana es tan sólida que no puede admitir este verdadero
"chantaje " político. Y nadie puede darnos lecciones de amor a la li-
bertad y la democracia.
Somos realmente pluralistas y estamos dispuestos a concertar accio-
nes con otras fuerzas políticas, pero no podemos hacerlo bajo un
signo de permanente debilidad o sometimiento.
Cada partido en esto es soberano. Somos los primeros en respetar
sus decisiones y comprender que es imposible juzgar desde fuera los
condicionamientos de cada situación.
Creemos, sí, que para poder formular una opinión, lo primero que
debe existir es respeto mutuo y solidaridad y la confianza necesaria
en el testimonio de quienes han estado vinculados durante una vida
por comunes ideales y la evidencia de haberlos servido con inque-
brantable lealtad.
En esto sin duda el comunismo mundial nos da una permanente
lección.
Señor Presidente, este es a nuestro juicio el proceso de lo ocurrido
en Chile.
Naturalmente surge ahora la gran interrogante de cuál es el porve-
nir. A este respecto, es la directiva oficial del partido la que dará una
opinión autorizada.
Sin embargo, no puedo dejar de dar la mía propia, que he confron-
tado con un gran número de democratacristianos. A mi entender,
Chile afronta un período en extremo difícil y duro. Yo diría tal vez el
más difícil de su historia. El desastre económico no se conocía en su
verdadera magnitud. Reorganizar desde sus bases todo el aparato
productivo, hacer renacer la agricultura, renovar la maquinaria, dete-
194
ner la hiperinflación, etc., será una tarea que exigirá enormes sacri-
ficios.
Por otra parte, más de la mitad de las armas no se encuentran aún,
hecho cuya trascendencia es fácil de apreciar.
Desde luego nuestro partido no integra el gobierno, como ya lo he
dicho. El gobierno está formado enteramente por las Fuerzas Arma-
das y era difícil, por no decir imposible, que así no fuera.
Todos los chilenos o al menos la inmensa mayoría, estamos vital-
mente interesados en que se restablezca rápidamente la Democracia
en Chile. Y para esto es necesario que el país salga del caos y, en
consecuencia, que el gobierno actual tenga éxito.
Las Fuerzas Armadas —estamos convencidos— no actuaron por
ambición. Más aún, se resistieron largamente a hacerlo. Su fracaso
ahora sería el fracaso del país y nos precipitaría en un callejón sin
salida. Por eso los chilenos, en su inmensa mayoría, más allá de toda
consideración partidista, quieren ayudar porque creen que ésta es la
condición para que se restablezca la paz y la libertad en Chile. Cuan-
to más pronto se destierre el odio; y se recupere económicamente el
país, más rápida será la salida.
La Democracia Cristiana está haciendo, a mi juicio, lo que está en
su mano en esta perspectiva, sin renunciar a ninguno de sus valores y
principios, siendo en este instante sus objetivos más fundamentales:
— pleno respeto a los derechos humanos.
— pleno respeto a las legítimas conquistas de los trabajadores y
campesinos.
— vuelta a la plenitud democrática.
Sabemos que esto no es fácil. La situación entera no es fácil. Y por
eso mismo debemos actuar con la mayor responsabilidad.
Señor Presidente: Excúseme usted lo extenso de esta comunicación,
pero ello se justifica por la importancia del problema que trata Y por
la forma como se ha distorsionado la verdad.
Por desgracia, los innumerables documentos y actuaciones de la
Democracia Cristiana durante estos tres años no fueron dados a co-
nocer en Europa. Esto justifica la extensión de mi carta.
Quiero terminar diciéndole en esta ocasión que recuerdo dos hechos
de mi viaje a Europa de 1971. En esa oportunidad un gobernante eu-
ropeo me dijo que nuestro país estaba perdido, y agregó textualmen-
195
te: "cuando el comunismo agarra, nunca suelta". Poco después un
alto representante de la Democracia Cristiana en el gobierno de su
país, manifestó que el caso chileno era un caso perdido.
A ambos les dije que estaban equivocados, porque si bien Chile
quería un avanzado proceso de Transformación Social, jamás acepta-
ría un régimen totalitario. Los dos me miraron con esa benevolencia
con la que se trata a un visitante ingenuo.
Con la misma seguridad con que afirmé en ese entonces que Chile
saldría adelante, puedo afirmar hoy que, a pesar de lo duro y doloro-
so que pueda ser el esfuerzo, nuestro país se levantará y volverá a dar
una lección de Democracia y de Libertad.
Y en esa tarea está empeñado este país, y la Democracia Cristiana
una vez más desempeñará un papel conforme a lo que ha sido su
historia y es su porvenir.
Saluda con la mayor atención al señor Presidente,
196
3.
CARTA DE EDUARDO FREI MONTALVA
A BERNARDO LEIGHTON
Señor
Bernardo Leighton Guzmán
Roma, Italia
Querido Bernardo:
199
Yo creo que será difícil que el país se recupere si no se establece la
verdad de lo que pasó. Y vuelvo aquí a mi convicción fundamental:
nosotros entregamos un país en que durante seis años hubo real y
verdadera democracia y nadie mejor que tú lo sabe. Tú sabes muy
bien lo amargos que fueron los 60 días entre el 4 de septiembre y el 4
de noviembre de 1970; las enormes presiones de que fui objeto y sin
embargo, es un hecho histórico que, cualesquiera que sean mis de-
fectos —que tú con acuciosidad apuntas y te esmeras tanto en desta-
car— resistí esas presiones y cumplí con mi deber, entregando un
país pleno de desarrollo económico, en las mejores condiciones que
ningún otro gobierno lo ha entregado.
Continuas tú en tu lista de cargos. Citas una frase mía en cuanto no
he tenido relación alguna con la preparación o el hecho del golpe mi-
litar. No tuve contactos, ni conversaciones, ni conocimiento de su
gestación.
Tú me dices que no soy exacto. Quiero tomar en la mejor forma
posible lo que en su texto es un agravio inaceptable. Recuerdas que
una vez que nos reunimos en un departamento de Américo Vespucio
(realmente no me acuerdo), yo dije saber que en esa ocasión no había
duda de que el golpe se produciría. Me dices que me equivoqué de
fecha pero que eso no destruye el hecho, aunque las fechas no coin-
cidan. Me parece fantástica tu afirmación. No había parlamentario ni
persona en Chile que durante los últimos meses hablara de que el
golpe se iba a producir y que estaba a la vista. No sólo lo dije una
vez sino diez veces que veía que en las condiciones en que estaba
operando el país el golpe sería inevitable.
No había embajador, incluso de los países socialistas, que no expre-
sara sus temores ciertos de que se iba al colapso. Rumores de todo
orden corrían el día entero. No conozco un solo senador que alguna
vez no dijera que había oído referencias a ello. Invocar esto para dar
a entender que yo estaba vinculado con esta situación, me parece que
excede a todo lo ponderable. Retienes también en tu memoria me
dices que en la comisión política yo informé varias veces de mi insis-
tencia ante militares amigos para que aumentaran al control de parte
de las FF.AA. respecto de las armas. Agregas que se ha conocido la
intención torcida destinada a extremar la atención pública con que en
repetidas ocasiones se aplicó esta ley. Tú me dices que al insistir en
200
esto yo no tenía la intención, pero que prácticamente la servía y que
era grave por el alto cargo que ocupaba que no lo advirtiera.
Realmente veo que estamos en posiciones más que diametralmente
opuestas para interpretar lo ocurrido en Chile.
Nunca oculté mi exigencia de que se cumpliera con esa ley, pues
estimaba que ella podía impedir un trastorno, ya que ningún país
puede admitir impunemente que se internen armas en forma ilegal.
Esto no se lo dije a militares amigos. Se lo dije ocasionalmente a uno
o dos de mis ex edecanes y sólo de manera formal al señor Carlos
Prats.
Entre otras cosas le manifesté mi grave preocupación porque él de-
cía que habría una guerra civil con un millón de muertos. Yo le dije
que esa guerra civil no sería posible si no hubiera enormes cantida-
des de armas entregadas al país (cosa que por lo demás fue feha-
cientemente comprobada después), y que la aplicación severa de la
ley despachada por el Congreso daría a la ciudadanía sensación de
seguridad y a la vez evitaría la posibilidad de cualquier golpe.
Decir que si el Presidente del Senado exigía el cumplimiento de una
ley que pedía al país entero ante el hecho gravísimo y provocativo de
la internación de armas hacía el juego a la subversión, me da la im-
presión ya no de la Torre de Babel, sino de una distancia aún mayor
para juzgar lo que ocurrió.
Por lo demás, en este aspecto las declaraciones de Renán Fuente-
alba como presidente del Partido, directiva de la cual eras Vicepresi-
dente, son numerosas, públicas y muchísimo más severas que las
mías. Sin comparación. De eso nada dices. Tampoco de la actitud de
muchos personeros DC que actuaron pública y constantemente.
Muchas veces expresé que yo veía inevitable que la democracia se
derrumbaría ante tales eventos. Más aún, creí mi deber advertirlo y
repetirlo. Para ti eso es un delito. A los seis meses del Gobierno, en
la elección municipal, dije un discurso al país a petición expresa de
la Directiva, en el cual señalé que se llevaría al país al desastre y a
una inflación incontrolada. El señor Vuskovic se rió de mí diciendo
que la situación económica era espléndida y que no habría inflación.
Según tú piensas, cometí yo una provocación y Vuskovic estuvo muy
acertado. Sin embargo, olvidas que tú mismo, de lo cual hoy te la-
201
mentas, firmaste los acuerdos del partido en que se señalaron taxa-
tivamente las distintas violaciones de la Constitución y la ley.
Tú me recuerdas que un día al salir del Senado —según tú— te pre-
gunté por qué estabas tan furioso y tú me dijiste que no estabas furio-
so conmigo sino con mi posición política. Tú me has obligado a es-
cribir esta carta, porque no puedo dejar en pie tus aseveraciones. Yo
también recuerdo que un día te dije en el senado: "Bernardo, no te
conozco. Te veo lleno de odio y de resentimiento. No soy yo sola-
mente el que piensa así entre muchos amigos tuyos. No eres el Ber-
nardo que yo conocía”. Tú me contestaste que no era así, que yo es-
taba equivocado.
Después dices que yo hice declaraciones frente al Gabinete de A-
llende que fueron un ariete en contra de la estabilidad del Gobierno y
precipité la catástrofe. He repasado esas declaraciones y las hice
porque estaba convencido de que la fórmula que se estaba aplicando
no tenía por objeto que las FF.AA. entraran al Gobierno a dar garan-
tía a todo el país, sino para ser envueltas en una maniobra política
destinada a dar los últimos pasos para la consolidación de una forma
de gobierno antidemocrática. Los hechos posteriores me han confir-
mado la justicia de esa interpretación. Por lo demás, tú pareces olvi-
dar otra cosa. Hubo varias reuniones del comité político a las cuales
asististe tú, Tomic y otros personeros y yo también, y con la aproba-
ción unánime de la comisión política se señaló la necesidad de un
gabinete en que estuvieran las FF.AA. pero se decía claramente —y
yo no era miembro de la comisión— que no con unos dos o tres mi-
nistros superpuestos manteniendo toda la estructura administrativa
inferior (subsecretarios, etc.), porque eso se consideraba un peligro y
un error.
Más aún, hubo una declaración oficial de la comisión política al
respecto. Yo llevé un borrador de declaración el cual fue aprobado en
términos generales, estando tú presente y redactado en definitiva por
el presidente del partido con la aprobación de toda la comisión, a la
cual tú asististe.
Yo también hago memoria y podría citar otra infinidad de hechos,
porque resulta que aquí parece que algunos no hubieran cometido pe-
cado alguno y quieren convertir a otros, especialmente a mí, en chi-
vos expiatorios de todos los pecados. Yo estoy dispuesto a cargar con
202
los míos, pero no a que aparezcan como blancas ovejas quienes tie-
nen bastantes salpicones [...] Al final de la página 2 me dices que
cometo un error al decir que escogiste el camino del exilio, porque tú
no saliste pensando en un alejamiento definitivo y que es la decisión
de Pinochet la que te impidió y te impide volver a Chile.
La verdad es que en el carácter de proceso que le has dado a mi
carta, cometí un error. Podría invocar para él que no me fijé atenta-
mente en su redacción, puesto que comenzaba por decirte que con-
sidero una infamia que se te niegue volver a tu Patria, a la que tú
siempre has servido con dignidad y con honor. Si siguiera tu herme-
néutica diría que del contexto de tu actuación tú decidiste ese cami-
no.
Pero si tú estimas que he cometido un error, me apresuro a pedirte
excusas por él. En la página 3 hay una afirmación fundamental, que
crees uno de los puntos claves de toda nuestra discrepancia. Dices
textualmente: "los que creyeron posible la colaboración, nunca reci-
bieron una proposición seria y aceptable. Esto no es verdad, e incluso
tengo escrito los hechos que demuestran lo contrario. Que la gran
prensa guardara silencio o tergiversara, es cuento aparte."
Yo no puedo saber cuáles son los hechos a que tú te refieres mien-
tras no los des a conocer. Desgraciadamente, en los años de la Uni-
dad Popular tampoco tuve ocasión de conocerlos, lo que lamento
profundamente, pues creo tenía derecho a estar informado de una
materia tan trascendental. Los hechos que yo tengo hasta ahora son
otros: 1) nunca en la mesa directiva del partido o en el Consejo se dio
cuenta de ninguna proposición concreta o seria. Varias veces lo dije
y en tu presencia. Era la ocasión de convencerme que estaba en un
error; 2) la proposición de Irureta fue rechazada; 3) una carta que no
conocía y que he leído de Tomic al presidente Allende fechada el 3
de Junio de 1971, en la cual textualmente le proponía un acuerdo con
la Democracia Cristiana, no tuvo respuesta, lo que se tradujo en el
hecho en una negativa; 4) las diversas gestiones que se hicieron res-
pecto a la reforma constitucional; 5) las entrevistas finales pública-
mente conocidas del presidente del partido, que nadie puede discutir,
salvo que ya se quiera discutir que la luz del día ya no la produce el
sol, que fueron rechazadas por el presidente; 6) la última conversa-
ción del presidente del partido en casa del Cardenal con el Presidente
203
de la de parte del segundo, salvo que le encomendaría el asunto a
Carlos Briones, cosa que no hizo. Por lo menos eso es lo que Aylwin
ha informado y ratificado el Cardenal.
Me parece aún más extraño todo lo que tú me dices porque tú fuiste
miembro de la mesa directiva durante todo el período de Fuentealba.
Si hubo una proposición, ¿por qué no la tradujeron en hechos? Tam-
poco la llevaste a la presidencia de Aylwin. Por eso es que tengo ver-
dadera curiosidad por conocer esas proposiciones, que desgracia-
damente no llegaron a tiempo.
Tú me dices que la gran prensa calló y tergiversó. No hay duda. Pe-
ro yo creo que una directiva del partido que hubiera tenido una pro-
posición seria y responsable no podía dejarse manejar por esa gran
prensa. Nunca lo fue en las cosas decisivas. Por lo demás, entre esa
gran prensa yo coloco también al Clarín, de propiedad del Presidente
de la República, que avivara la cueca en una forma horrorosa y que
injuriaba y encanallaba a destajo y Ultima Hora, de propiedad de al-
gunos ministros de Estado. Yo fui una víctima constante de esa ac-
titud. Y allí, salvo tratar de dividirnos en buenos y malos, nunca hu-
bo nada serio.
Tú has hecho así una larga y detallada enumeración de lo que tú
concibes como mis errores políticos.
Pero yo quisiera agregarte dos cosas que creo es conveniente se se-
ñalen para la Historia. Cuando fui a La Moneda con motivo de la
muerte del edecán señor Araya, el Presidente Allende me recibió con
extrema cortesía. Para dos días después estaba anunciada su reunión
con Patricio Aylwin, que había sido suspendida por esa desgracia. Al
despedirme de él le dije: "Presidente, usted va a tener una conversa-
ción con Aylwin. Yo he respaldado con todo entusiasmo el que esta
conversación se verifique. Creo que es decisivo para el futuro de
Chile que usted llegue a un acuerdo con el partido y con su presi-
dente. No trate con personas individuales, trate sólo con él como di-
rectiva oficial. Tenga la seguridad de que yo deseo el éxito de esta
reunión". El Presidente agradeció mis palabras, pero no agregó una
sola frase fuera de sus expresiones de gratitud. Si él tenía algo que
decirme, yo le abrí el camino. No se interesó. Para terminar con esta
serie de recuerdos, quisiera señalar dos cosas.
204
Tú te encargas de señalar mis errores políticos, de subrayarlos, pero
olvidas que durante los seis años de mi presidencia el Partido Socia-
lista y el partido Comunista, pero especialmente el Partido Socialista,
mantuvieron una actitud de ruptura con el gobierno legal, que no tie-
ne parangón con la que tuvimos nosotros con el gobierno de la Uni-
dad Popular. Desconocieron la legalidad de mi elección; se negaron
incluso en el caso del terremoto a ir a La Moneda cuando los invité
oficialmente; me negaron permiso para salir de Chile a Estados Uni-
dos, unidos a la derecha; los senadores socialistas y el propio Salva-
dor Allende no sólo guardaron silencio para el Tacnazo sino que hi-
cieron declaraciones estimulando el golpe. En cambio, la directiva
del PDC y algunos prominentes democratacristianos tuvieron conti-
nuados contactos con el presidente, perdonaron tramitaciones y enga-
ños. Yo no los critico. Cuando Aylwin consultó si iba a La Moneda
voté afirmativamente, y cuando me consultó privadamente si concu-
rría a la comida donde el Cardenal, a pesar del fracaso anterior, le di
mi opinión diciéndole que era su deber asistir.
También debiera pesar en tu conciencia un hecho: a ti te consta que
yo no quería ser candidato a senador por Santiago. Cuando la mesa
insistió, estando tú presente como parte de ella, dije la razón que te-
nía para no aceptar, y que era mi posición frente al gobierno de la
Unidad Popular; el juicio que yo tenía de este gobierno, la catástrofe
que se preparaba para Chile, y que yo en ese contexto daría la cam-
paña, porque no podía hacerlo de otra manera y que si ustedes no
estaban de acuerdo con esa posición no tenía objeto en que insis-
tieran en que fuera candidato. En eso fui extremadamente claro e
insistente, y tú que has sido siempre muy honrado para tus cosas no
puedes dejar de reconocerlo. Nada, pues, de mis posiciones posterio-
res pudieron extrañarte, porque fueron debida, explícita y reiterada-
mente advertidos respecto a cuál era mi posición. Y en esas condi-
ciones me insistieron, designándome.
Cuando yo veo la oposición que le hace el comunismo al gobierno
DC en Italia, cuando veo lo que ocurre en Portugal, en Grecia y en
otras partes, confirmo cada una de mis posiciones.
Tú me dices que la Democracia Cristiana de Portugal no era clara-
mente democrática y que ese militar era una persona extraña, que así
te informaron los DC españoles. También lo sé. Leo diarios italianos
205
que me llegan con regularidad. Leo Il Popolo, el órgano de la DC, y
me di el trabajo de seguir todo el debate del Consiglio nacional de
Febrero y las posteriores campañas: la ley para garantizar el orden
público y la seguridad y el voto en contra del Partido Comunista,
después de haber hecho campaña en contra de la Democracia Cris-
tiana, porque ésta era débil para mantener el orden público; y des-
pués cuando quiere intentarlo, la atacan por vinculaciones fascistas.
Leo también Le Monde y el New York Times y otras revistas de
manera que a pesar de no estar en Europa creo tener una información
adecuada y no simplificada de los fenómenos. Lo que es un hecho es
que el PC con un 12% del electorado tiene más poder que los sec-
tores democráticos con 60 o 70%. Esta es la misma línea que siguie-
ron en Hungría, cuando con el 17% del electorado se quedaron con el
país, la misma línea de Checoslovaquia y la misma que siguen en
cualquier parte. Los detalles importan poco frente a una línea de con-
ducta siempre igual y a una estrategia no variada y sólo a tácticas di-
versificadas. Los DC italianos —he leído sus declaraciones— han
dicho una cosa muy razonable "Mientras la adhesión a la democracia
del PC sea sólo táctica y mantenga su filosofía y su estrategia muy
clara para llegar a una dictadura totalitaria, no hay base para un
acuerdo". Yo quisiera ahora también, porque ni me has colocado en
esa situación, decirte lo que yo pienso de algunas actuaciones tuyas.
Creo, en primer término, que tú cometiste un error político inmen-
samente grave, sin quererlo, porque nunca he dudado de tu lealtad y
de tu rectitud. ¿Cuáles son esos errores? Yo creo que tus actuaciones
amistosas y privadas, aunque fueran autorizadas por la directiva o no
autorizadas porque tú eras parte de ella muy fundamental, los con-
tactos que tuviste con el propio Presidente Allende, nunca fueron
claros.
Fueron emocionales, amistosos y dieron pábulo para que él creyera
que podía dividir o manejar a la Democracia Cristiana. Si se hubiera
sido claro y más rotundo desde el comienzo y él hubiera visto un blo-
que en esa posición, tal vez se habrían evitado los daños posteriores
y quizás llegado a un acuerdo. Y digo tal vez, porque creo que la te-
mática en que estaba él empeñado y las fuerzas políticas que lo a-
compañaban lo habrían hecho imposible. Ignorar ahora todas las de-
claraciones del Partido Socialista, el Partido Comunista y el MIR y
206
sus actos es imposible. Creo también que nunca has hecho una va-
loración exacta de los actos del gobierno de la Unidad Popular que
llevaron al país al despeñadero, a la violencia, a los cordones indus-
triales, a las tomas, a los territorios ocupados por el comandante Pepe
y otros, al control de las poblaciones, etc.
Esa valoración es posible la hayas hecho en las conversaciones pri-
vadas, porque te sé muy claro para ello, pero nunca en público. De
tal manera que tú apareces, quiéraslo o no, avalando o cohonestando
ese gobierno que tú estimabas correcto y aún ejemplarmente demo-
crático. Oscar Waiss, que dirigió el diario La Nación, órgano oficial
del Gobierno en el Nº 600 de la revista "Política Internacional",
publicada en Belgrado en abril de 1975, hace una serie de afirma-
ciones que por milésima, no por centésima vez, confirman mi diag-
nóstico y no el tuyo. Si las hubiera citado en el prólogo del libro de
Arriagada diría que era para justificar la dictadura y no para demos-
trar cuáles fueron las causas de la quiebra de la democracia en Chile,
sin cuyo reconocimiento no habrá reconstrucción democrática.
Te citaré algunas de ellas. Al señalar las grandes realizaciones del
gobierno de Allende termina el párrafo con esta frase: "La reanuda-
ción de relaciones diplomáticas y comerciales con los países socia-
listas, que permitió mejorar con independencia el intercambio mer-
cantil". Grosera mentira, ya muchas veces repetida, pues esta reanu-
dación se hizo en nuestro gobierno. Subrayo nuestro. Igual cosa res-
pecto a la Reforma Agraria. Igual cosa respecto a la nacionalización,
etc. Se diría que no hubo gobierno DC. Eso es engañar deliberada-
mente.
Otro párrafo: "Y la brutalidad sin precedentes del golpe se explica
por el temor de una guerra civil, muy proclamada por algunos secto-
res de la Unidad Popular y de la extrema izquierda y muy poco pre-
parada realmente". El hecho político es que se llevaban proclamando
la guerra civil. Otro párrafo: "Tememos que un estudio desapasiona-
do y objetivo demuestre el bajísimo nivel de la producción agrope-
cuaria en el período de la Unidad Popular, en todo caso, ella no
disminuyó la crecida cuota de importaciones en este rubro, que se
convirtió en uno de los factores determinantes del colapso". La ver-
dad es más dura y la dije oportunamente: de 14 de millones de qq. de
trigo en 1970, para citar sólo ese ejemplo, bajaron a menos de 8.
207
Naturalmente, eso explica el colapso al cual se refiere el señor
Waiss.
Otro párrafo: "El revolucionarismo de algunos alentó las tomas
indiscriminadas y el Estado debió hacerse cargo de manufacturas
insignificantes o de pequeñas fábricas que exigieron, además, un
recargo burocrático". Sin comentarios.
Otro párrafo: "Entre las palancas que se dejaron en manos de la
reacción estuvo la posesión de la mayoría de los medios de comuni-
cación de masas". Olvidan lo que hicieron con la TV Nacional, que
nosotros establecimos en Chile, y que convirtieron en un instrumento
a su servicio; que además se tomaron el Canal 9. La oposición sólo
tenía el Canal 13. Olvida además, que se compraron más de 80 radios
y que disponían de un poder de prensa equivalente, al menos, al de
sus adversarios. La próxima vez no habrá diarios que estén en desa-
cuerdo con el gobierno. Por lo demás, eso queda explícito en la si-
guiente frase:
"Muy bien pudo permitirse a las masas adueñarse de esos medios y
proceder ante los hechos consumados". "Una revolución o un pro-
ceso revolucionario que se inclina ante la legalidad burguesa resulta
más papista que el Papa".
Otro párrafo, que subrayo en forma especial: "Porque en estos
errores o sin ellos habríamos desembocado fatalmente en el mismo
punto, con la diferencia de que, evitando los errores, la relación de
fuerzas nos habría favorecido y hubiéramos sido nosotros los dueños
de resolver el cuándo y el dónde”. O sea, ahora el señor Waiss
confirma lo que muchos dijeron.
Otro párrafo: "Coincido plenamente con el camarada Carlos Alta-
mirano en que es mucho más grave lo que no se hizo que lo que se
hizo. Los propios militares golpistas no podían convencerse de que
los alardes de una guerra civil no pasaban de ser más que eso: ame-
nazas inconsistentes”. De este párrafo y el contexto se deduce que
para otra vez no se van a dejar llevar de alardes inconsistentes. En
todo caso, es muy grave que los gobernantes porque eran los gober-
nantes alardeen de guerra civil.
Termina ese párrafo con esta frase: "El MIR, provisto de un arma-
mento bastante sólido, evidenció su debilidad orgánica retirándose
sin intentar atrincherarse en los cordones industriales como estaba
208
previsto. La estridencia revolucionaria se derrumbó como un castillo
de naipes". Este párrafo al director del Diario Oficial e íntimo amigo
del Presidente, revela lo siguiente: 1) que el MIR tenía un armamento
bastante sólido. A confesión de parte...; 2) establece que estaba pre-
visto atrincherarse en los cordones industriales. Luego, había planes
y cordones.
Termina este artículo diciendo lo siguiente: "El choque iba a pro-
ducirse de todas maneras, fuere cuales fueren las concesiones del go-
bierno y parecía imposible que el Presidente de la República, mili-
tante del Partido Socialista, se desentendiera de la consigna básica de
su partido que era la de avanzar sin transar. Había llegado el momen-
to de echar el fetichismo legalista por la borda; el momento de llamar
a retiro a los militares conspiradores; de destituir al Contralor Gene-
ral de la República; de intervenir la Corte Suprema de Justicia y el
Poder Judicial; de incautarse El Mercurio y toda la jauría periodística
contrarrevolucionaria...". "resultaba mejor para dar el golpe, pues el
que pega primero pega dos veces".
Seguramente tu argumento va a ser: es la opinión de Oscar Waiss.
sin embargo, esto confirma todo el libro de Arriagada. Es posible
también que se diga que yo estoy justificando el golpe al citar este
artículo escrito por un hombre prominente de la Unidad Popular, que
está totalmente de acuerdo con lo que dice su secretario general, se-
ñor Carlos Altamirano.
Tampoco tú has evaluado, a mi juicio, todos los ataques de que fui
víctima, el partido y yo, que he sido tu amigo durante toda una vida,
al que trataron de asesino, dijeron que me financiaba con el tráfico de
drogas, incluso atacaron hasta mi familia. Todo eso fue tolerado. Re-
conozco que dos veces tú protestaste por ello, pero es muy distinto,
Bernardo, protestar y dejar constancia de la protesta, pero seguir en
una misma línea de contacto con los infamadores.
Tampoco veo nunca una valoración de tu parte de lo que fue nues-
tro gobierno, de todo lo que hicimos en el terreno económico, polí-
tico y social. Tampoco recuerdas las locuras ideologistas que se apo-
deraron del partido, que siendo yo Presidente tuve que soportar, y
que el peor ataque que se había hecho de nuestro gobierno partiera
desde dentro del partido. Recordarás que te pedí afrontaras esa situa-
209
ción y fueras candidato, cuando la UP rechazó la proposición uni-
taria. Me dijiste que no tenías ánimo para ello.
Tú vives haciendo el proceso del partido. Tú me dirás que no, pero
es así. Tengo a mi vista el N °4 de la revista "Chile-América". Todo
esta allí calculado, medido y pesado para distorsionar los hechos y
sobre todo —no creas que sufro de delirio de persecución— pero
conozco las técnicas modernas para destruir a las personas. Cada vez
que se nombra a don Sergio Ossa o a Juan de Dios Carmona se les
agrega y subraya el título de "ex ministro de Frei", cuando no se le
agrega la frase "íntimo amigo de Frei".
No hay duda de que son mis amigos, lo que no quiere decir que esté
de acuerdo con ellos. Desde luego, todo el partido en Chile sabe que
cuando hicieron su declaración yo estaba fuera del país y que inme-
diatamente después de llegar les manifesté mi rotundo desacuerdo
con tal documento, que consideré un grave error político.
Pero yo me preguntaría, ¿por qué cuando se dice don Bernardo
Leighton no se pone también "ex ministro y ex Vicepresidente del
gobierno de Frei?" ¿Sólo fueron ministros Ossa y Carmona? ¿Por
qué no se dice de Radomiro Tomic o de Gabriel Valdés ex ministros
de Frei? Tú dirás que fuiste ministro por méritos propios y que nada
recibiste por el hecho de ser ministro mío. No lo dudo. Pero es un
hecho que formaste parte de ese gobierno y hay otros que no eran
nada políticamente y que si hoy tienen una situación es por haber
sido ministros de ese gobierno. Pero resulta que dentro de la técnica
de la revista que tú oficialmente patrocinas, sólo son ex ministros los
que les convienen a sus redactores. Lo demás se ignora y deliberada-
mente se calla. En una palabra, se trata de presentar mañosamente
una imagen que me perjudique. No es casual lo que ocurre en los
diarios italianos. No es casual que recientemente Le Monde hizo una
relación de lo que sucede en Chile afirmando que las bases DC están
cada vez más en contra de la posición del gobierno, pero deja caer la
siguiente frase: "a pesar de los reiterados rumores de contactos del ex
Presidente Frei con el general Pinochet". No pueden afirmar que esos
contactos existen, pero dejan caer la frase con la suficiente insidia y
maldad para hacerme aparecer a mí en posición distinta del partido.
Resulta que cuando el partido se pone duro, yo estoy en desacuerdo
210
en ese mismo momento. Por ningún motivo conviene que yo apa-
rezca unido al partido en una buena posición.
Todo esto es aceptado, es avalado y es aprobado por ti y así como
tú dices que con mis actitudes yo había posibilitado el golpe, yo te
digo que cada frase tuya contribuye a esto mismo. "Quiero mucho a
Frei como amigo, pero no votaré jamás por él para Presidente por los
tremendos errores políticos que ha cometido. Votaré por él para se-
nador". Te estoy muy agradecido por considerarme todavía apto para
ocupar una senaturía. Pero no te inquietes. Aunque sé que tú no tie-
nes ambiciones, diles a algunos de tus amigos que no se preocupen.
A mí me queda poca cuerda y no creo que una candidatura mía sea
una solución para el país, ni muy remotamente. Son declaraciones
excesivamente inútiles, y dado lo que está viviendo el país, el colo-
carme como posible candidato es, con buen humor, querer tomarme
el pelo o colocarme como un ambicioso, el cual no contaría con tu
voto. Toda esa otra historia no se cuenta. En cambio se quiere pre-
sentar al partido en la peor posición.
¿Qué dirías tú, por ejemplo, si la gente conociera la carta enviada
por Radomiro Tomic al general Gustavo Leigh el 23 de diciembre de
1973? ¿Por qué ella no forma parte también del historial del partido?
Vamos a leer algunos párrafos; en su primera parte dice: "Estaba
convencido de que la Unidad Popular había malogrado miserable-
mente la oportunidad que tuvo de abrir una nueva época en la histo-
ria de Chile; que estaba literalmente agotada como fórmula de go-
bierno; y que la desintegración notoria y galopante del régimen lleva-
ría a la renuncia de Allende sin que fuese indispensable el pronun-
ciamiento militar y los inmensos riesgos potenciales del enfrenta-
miento armado".
O sea, éste era un gobierno que malgastó miserablemente la oportu-
nidad, que estaba literalmente agotado y el régimen desintegrado.
Según esa opinión, había que esperar sólo que cayera.
Pero como es lógico, parece que había otros que pensaban que no
iba a caer, sino que en vista de su desintegración habría un autogol-
pe. Eso piensa el señor Waiss, al menos. En otro párrafo de esa carta
subtitulado "La realidad política, social y económica del país" se
escribe textualmente: ..."La define Ud. —y es imposible no comprar-
tir este planteamiento— (se refiere al texto del discurso del general
211
que reproduce) como expresión malsana y ya intolerable del dete-
rioro moral, institucional, gestado gradualmente a lo largo de muchos
años y gobiernos y del cual la UP no fue el origen sino la expresión
final. Todo ello como consecuencia de los vicios que su discurso se-
ñala: el efecto corrosivo del apetito del poder a cualquier precio, de
grupos o individuos; del partidismo sectario y voraz; del excesivo
ideologismo; del desprecio por las virtudes sólidas, como la confían-
za en el propio esfuerzo, el trabajo y la disciplina; de la imitación
alienadora de modelos extranjeros."
Y entonces el autor de la carta dice:
"Todo eso es cierto".
En consecuencia, según esta carta, la realidad de Chile es que era la
expresión malsana y ya intolerable del deterioro moral institucional.
Aquí hay un juicio rotundo, más definitivo que todo el libro de
Arriagada y que mi prólogo y una concordancia, pues se le dice que
"es imposible no compartir sus planteamientos" y que "todo eso es
cierto".
No quisiera alargarme, pero al final se hacen afirmaciones como
éstas. Se le dice al señor Leigh que la Democracia Cristiana, "com-
prometida desde su fundación a la sustitución del capitalismo; adhe-
rente sin ilusiones a la legalidad del viejo orden; participante a des-
gano del juego partidista tradicional [...] sigue estando dispuesta para
un programa revolucionario auténtico".
Se dice después que la DC en un esquema revolucionario así, "po-
dría integrarse, y la respuesta dependerá directamente de la autenti-
cidad del esquema al cual se le pide integrarse. La idea de la socie-
dad democrática y socialista deberá lograrse en un esquema funda-
mentalmente distinto del que emana de la llamada democracia repre-
sentativa...", etc., etc., etc.
Si yo hubiera escrito eso, seguramente tú lo habrías publicado en tu
boletín, en tu revista, con los subrayados, presentándome como un
individuo que ofreció el partido a la Junta e incluso planteaba su di-
solución para un nuevo orden en que desaparecería la democracia
representativa. Pero como no fui yo el que escribió esa carta, ella no
tiene importancia, porque no contribuye a infamarme a mí.
Si yo hiciera uso de esta carta citando estos párrafos cometería un
grave daño moral y una injusticia, porque naturalmente esos párrafos
212
están en el contexto de una carta muy extensa, cuyos juicios yo no
comparto, pero que contiene los puntos de vista coherentes de una
línea de pensamiento que ha seguido el autor. Por eso creo que sería
desleal juzgarme a mí hasta por el texto de una conversación tele-
fónica con un hijo mío a propósito de hechos conocidos, o por una
reunión en casa de Lagarrigue que no ha existido, etc., etc.
Por eso, así como no he negado ningún hecho que me concierne,
encuentro extremadamente grave el siguiente párrafo publicado en
una revista de tu responsabilidad que comienza así: "Informaciones
periodísticas revelan que en Santiago en casa de Javier Lagarrigue,
"íntimo amigo de Frei", se produce un encuentro entre el ex Presi-
dente y su antiguo amigo el General de División Oscar Bonilla, etc.,
etc […] En ese encuentro Frei aseguró que el Partido apoyaría el en-
vío inmediato de una carta informativa a los partidos de Unión Mun-
dial de la Democracia Cristiana. Igualmente se acordó la urgente sa-
lida de una delegación del PDC al extranjero...".
Al respecto, quiero ser muy preciso. No he asistido a esa reunión.
No sabía de ella hasta leerla en tu revista. Fui hoy donde Javier La-
garrigue. Te acompaño una carta de él. Jamás he ofrecido el apoyo
del Partido a la Junta. Esa es una grosera mentira y considero un in-
sulto y una canallada el afirmar que mi carta a Rumor fue acordada
con un personero del Gobierno Militar. La carta fue escrita por mí
sin previa consulta con nadie, porque consideré un deber moral ha-
cerlo para levantar los cargos inicuos que se hacían en contra mía
personalmente. La única persona que conoció esa carta en Chile, una
vez redactada fue Patricio Aylwin, y fue muy similar a un documento
por él mismo elaborado. La carta no se conoció en Chile y la repartí
privadamente a dirigentes DC de Europa. Sólo fue publicada aquí a
raíz de la protesta de Fuentealba, como una manera de atacarme y
eso hace más de un año después.
He recibido muchos ataques insidiosos que han querido deshon-
rarme, pero ninguno me ha herido tanto como esta afirmación que
aparece en una revista, repito, patrocinada por ti. Enseguida se re-
fieren a una conversación que tuve con mi hijo Jorge. Tengo que
recordar también este hecho. El día 15 de septiembre varias radios
del exterior dieron la noticia de que yo había sido muerto. Muchas
personas que las oyeron en Chile corrieron a mi casa y a la casa de
213
mis hijos. En ese instante pensé que estando mi hijo Jorge en Roma,
se desesperaría al saber la noticia. Por este motivo conseguí se me
autorizara una llamada telefónica, para lo cual llamé a mi ex edecán,
general Bonilla. Creo que éste no es un delito, como se trata de pre-
sentar en tu revista. Le dije que estuviera tranquilo, que nada me ha-
bía ocurrido y que en general en el país reinaba la tranquilidad y que
incluso en las poblaciones habían aparecido banderas chilenas. Jorge
le contó esa conversación a un periodista italiano que se pasaba por
amigo mío, el cual naturalmente adaptó la información a su entero
amaño. No tengo otra explicación, salvo que se hubiera grabado la
conversación en el exterior. Ninguno de esos procedimientos es hon-
roso, pero se utiliza en mi contra. A la entrevista del ABC ya me re-
ferí.
Pero una cosa queda en pie: yo no sé si tú te dedicas a escribir la re-
vista, pero tu nombre es el que le da cobertura, y puedo decirte que
además de interpretar mañosamente algunas de mis actuaciones, con-
tiene como ya te dije, infames mentiras. Perdona que hable con la
franqueza a que tú me incitas. Pero leer semejantes cosas me han
producido no sólo desazón sino que una profunda amargura. Que lo
hagan los adversarios, lo comprendo y no me duele. Pero que lo ha-
gan los amigos, me hiere muy adentro.
Habría otras cosas que agregar. Yo comprendo que en un partido se
haga una autocrítica, que nada se oculta, que todo se analice, que ca-
da uno cargue con las responsabilidades que corresponde y que el
partido lo juzgue y lo castigue si es necesario. Eso no sólo me parece
conveniente sino indispensable. Pero ningún partido que yo conozca
admite que esa autocrítica la haga un prominente miembro del par-
tido en una revista, acompañado de personas que no son miembros
del partido, que lo han atacado y lo han criticado o abandonado. Eso
no lo acepta ninguna organización política, democrática o no. Todo
su contexto aparece dirigido a mostrar que hay dos partidos, el de los
buenos, de los rectos que no se equivocaron y el de los malos equivo-
cados, para difundir esta idea entre los DC del mundo y naturalmente
entre los que no lo son y presentar debidamente adosada la infor-
mación.
Esa no es una autocrítica. Eso es tratar de destruir un partido. Y eso
es absolutamente incomprensible.
214
La presentación de los hechos es parcial. Es cierto que si yo cojo de
un párrafo una que otra declaración, y más aún si invento algo como
es el caso que he señalado, puedo distorsionar la verdad por com-
pleto.
Nada se dice, en cambio, del enorme esfuerzo, que nunca será bien
apreciado, de la gente que se hizo cargo del partido en esta etapa. De
su lucha amarga y silenciosa por sostenerlo; por recibir cada día las
tribulaciones de tanto militante que ha perdido su puesto, que pasa
hambre, que sufre vejaciones o que es detenido; de las mismas ges-
tiones, a veces dolorosas y hasta humillantes para defenderlos; de esa
resistencia sorda, permanente, para defender a las personas, a los
derechos humanos; la actuación de tantos abogados y militantes
nuestros en ayuda de las víctimas, como es el caso muy honroso de
Jaime Castillo, como el alegato ante el Tribunal Militar de Antonio
Recabarren en San Fernando; como son los escritos de Orrego; como
es la acción de nuestras juventudes.
En la parte final de tu carta citas un párrafo mío del prólogo al libro
de Genaro Arriagada: "Chile está viviendo una tragedia, nuevos
odios no pueden sustituir a los antiguos y nuevos apetitos y sectaris-
mos no pueden reemplazar a los viejos". Y sigues: "por fin un punto
de total acuerdo. Esa es la meta que yo busco, ahora que por caminos
diferentes, mas no contrapuestos, a los que tú has escogido".
En este caso también olvidas que al final de mi carta a Rumor
señaló cuáles son los objetivos de la Democracia Cristiana. No digo
en ella que los objetivos son debilitar la acción del partido, ni jus-
tifico ni apoyo a la Junta. Digo categóricamente que los objetivos del
partido son luchar por la vuelta a la democracia, por la defensa de los
derechos humanos, etc., pero eso no se aprecia cuando hay un pre-
juicio y una posición a priori para juzgarme. Hay ahí el deseo de un
daño moral que rechazo. Sostengo allí lo mismo que sostuve en la
parte del prólogo que tú reproduces, con la que te manifiestas de
acuerdo.
Escribir esta carta ha sido duro para mí. Desde Nueva York te es-
cribí sólo expresándote mi solidaridad como amigo, mi recuerdo y
mi afecto. No había allí ninguna alusión a posiciones políticas. Tú
me contesta una carta igualmente afectuosa, pero en la cual hacías
una serie de observaciones de carácter político, por lo que yo estimé
215
necesario representarte algunos de mis puntos de vista. Tu respuesta
fue muy categórica. Rechazabas algunas de mis afirmaciones, cali-
ficabas otras, y hacías una lista de cargos respecto de mis actuacio-
nes. No referirme a ellas habría sido aceptarlas.
Al iniciar tu carta me invitas a la franqueza y me dices que es inútil
proceder de otra manera. He querido ser bien franco, como tú lo has
deseado. Habrá tiempo para debatir nuestros desacuerdos y hacer un
juicio sobre nuestro pasado.
Lo único que me importa ahora es trabajar con los pocos medios
que tengo para que se restablezca alguna vez la normalidad democrá-
tica en nuestro país. Estoy profundamente angustiado, porque creo
que en la actual situación cada día se ahondan más los odios, los re-
sentimientos, los atropellos, la situación económica es desesperada,
la gente está sufriendo mucho y todo eso no conduce a una salida ra-
cional y pacífica.
Doblo esta página. Habrá alguna vez posibilidad de volver a abrirla.
Seguir esta discusión, en este momento, es inútil, cuando lo que el
país quiere es una salida. Tú me dirás que si pienso así, por qué te es-
cribo tan largo. Piensa que es, en definitiva una señal de amistad,
porque no se borra de una plumada tan gran parte de la vida.
Tu amigo,
216
4.
CARTA DE BERNARDO LEIGHTON
A EDUARDO FREI MONTALVA
Señor
Eduardo Frei M.
Santiago, Chile
Querido Eduardo:
220
Pág. 3. Prs. 4, 5.Te cité tu entrevista en el ABC porque, con excep-
ción de tu categórico desmentido en cuanto a Salvador Allende, en el
resto la entrevista corresponde sustancialmente a lo que yo mismo te
oí sostener en Santiago, antes y después del golpe militar.
Pg. 4-Prs. 2, 3, 4. Tocante a tu carta a Mariano Rumor y a tu prólo-
go del libro de Genaro Arriagada, los justificas en tu obligación de
defender a la DC chilena, ante la propaganda marxista en el exterior,
y a la necesidad de reponer la verdad histórica de lo acontecido en
Chile, debo decirte dos cosas.
La defensa de la DC chilena también, por cierto, he debido hacerla
yo, aquí en Europa, y no exclusivamente en presencia de ataques de
la izquierda, sino ante elementos pertenecientes a los PDC europeos,
que sólo conocían directamente de la DC de Chile las declaraciones
oficiales, después del golpe, la Carta Informativa N° 20, y los infor-
mes verbales de Carmona, Hamilton y Krauss. Algunos habían leído
la declaración que hice, con otros parlamentarios y dirigentes DC, el
13 de septiembre. Pero, tu carta y tu prólogo, si bien no los destina-
bas intencionadamente a defender el golpe y la dictadura, una y otro
sirvieron, sobre todo el prólogo, publicado en Chile, casi al año del
golpe militar, para defender a éste y justificar a aquélla, todo lo cual
formará también parte de la realidad del proceso histórico cuando lle-
gue el momento de escribirlo.
Entretanto, todas las opiniones que podemos dar, en pro o en contra,
tienen igual valor como antecedentes emanados de personas que los
hemos vivido, en no escasa medida, en calidad de actores. Y estas
apreciaciones te las expreso, como siempre lo hice antes, de acuerdo
a mi manera de hablar y de escribir, al margen de un objetivo, que
sería inútil y mezquino, de juzgarte, de acusarte, y mucho menos de
agraviarte.
Dios ha de permitir, por otra parte, que el Partido, en cuyo naci-
miento tuvimos algo que ver, se prolongue más allá de nuestras vidas
y estos debates nuestros aprovecharán, seguramente, a quienes nece-
sitarán mañana saber qué sucedió en el interior de nuestra expe-
riencia personal y partidista.
Nuestros defectos quien mejor que cada uno de nosotros los conoce
y ni tú ni yo nos hemos dedicado nunca a apuntarlos con acuciosidad
o a destacarlos con esmero. Lo que hemos hecho ha sido y es, en
221
estos instantes, analizar mutuamente nuestras actuaciones políticas,
dentro de las cuales cometer errores no es un defecto y, por consi-
guiente, señalarlos no es un agravio inaceptable; todo lo contrario, es
como tú dices una prueba de verdadera amistad.
Con este espíritu recojo y contesto los cargos que me formulas en tu
carta.
Pg. 7 - Prs. 1, 2. Por lo demás, tú pareces olvidar otra cosa. Hubo
varias reuniones del comité político a las cuales asististe tú, Tomic y
otros personeros y yo también y con la aprobación unánime de la co-
misión política se señaló la necesidad de un gabinete en que estuvie-
ran las FF.AA., pero se decía claramente y yo no era miembro de la
comisión que no con unos dos o tres ministros superpuestos mante-
niendo toda la estructura administrativa inferior (subsecretarios, etc.),
porque eso se consideraba un peligro y un error.
Más aún, hubo una declaración oficial de la Comisión Política al
respecto. No olvido esa reunión y muchas otras. Pero, justamente,
ese acuerdo que yo compartí planteaba la participación de las FF.AA.
en el Gabinete con franco respaldo presidencial y reales posibilida-
des de acción eficaz. Era, no obstante, evidente la necesidad de ca-
minar con cautela (el 11 de septiembre demostró hasta dónde esa
necesidad debía estar presente. Tú dices que se trataba de una manio-
bra de Allende. El hecho es que Pinochet ha confesado que, desde el
20 de marzo, estaba comprometido con otros ocho jefes militares a
derrocar al Presidente de la República).
No era, en consecuencia, lógico decapitar de inmediato la adminis-
tración para entregarla a los militares y estoy seguro de que ninguno
en el Partido sostuvo ese desacertado criterio. El Presidente habría
tenido que estar loco para aceptarlo. Tus críticas, pues, sólo contri-
buyeron, cualesquiera que fueran tus intenciones, a agravar la tensión
existente y a precipitar la catástrofe. Claro que para proceder de otro
modo era indispensable no abrigar en la mente la inevitabilidad del
golpe militar, elemento clave, en mi concepto, de tu equivocada ac-
titud reflejada en tus declaraciones de esa época.
No trato de sacudirme de culpas, buscando en ti un chivo expia-
torio. Jamás he negado la responsabilidad que todos los políticos
chilenos, yo entre ellos, tuvimos en los hechos que precedieron, no
222
que justificaron, el 11 de septiembre. Así lo he sostenido en repetidas
ocasiones públicas y no públicas, de palabra y por escrito.
Pg. 7 - Prs. 3, 4. “Es un asunto nimio. Refiriéndote a mi afirmación
de mi carta anterior en la que te indicaba el error de suponerme en
actual exilio voluntario", escribes: "La verdad es que en el carácter
de proceso que le has dado a mi carta, cometí un error. Podría invo-
car para él el que no me fijé atentamente en su redacción, puesto que
comenzaba por decirte que considero una infamia que se te niegue
volver a tu Patria". No es cuestión de hermenéutica, tampoco en este
caso, porque en ninguna de tus dos cartas primeras aparece que atri-
buyas a una infamia de la dictadura mi permanencia en Europa. No
es, consecuencialmente, el carácter de proceso que concedes a mi
carta lo que te presenta cometiendo un error de hecho, por el cual
desde luego agradezco tus excusas.
Pág. 7 - Prs. 5-/8, íntegra copio: "los que creyeron posible la
colaboración, nunca recibieron una proposición seria y aceptable.
Esto no es verdad, e incluso tengo escritos los hechos que demues-
tran lo contrario. Que la gran prensa guardara silencio o tergiversara,
es cuento aparte" (tomado todo este párrafo de mi carta anterior,
reproducido por ti), y agregas: "yo no puedo saber cuáles son los
hechos a que tú te refieres mientras no los des a conocer. Desgracia-
damente en los años de la Unidad Popular tampoco tuve ocasión de
conocerlos, lo que lamento profundamente, pues creo que tenía dere-
cho a estar informado en una materia tan trascendental".
Las cosas no fueron así. Tú estabas informado en algunos casos y
en otros debieron informarte. Vas a verlo. La legalización de la Cen-
tral Unica de Trabajadores y la reforma de la ley fundamental de la
Universidad del Estado, fueron hechos públicos y en ambos casos las
soluciones encontradas nacieron de proposiciones de Gobierno, que
se debatieron en las Comisiones del Senado o fueron ampliamente
publicadas.
Las conversaciones oficiales del Gobierno con la DC, por iniciativa
del primero, en el invierno del año 72, sobre el área de propiedad so-
cial, la participación laboral, las intervenciones en las empresas, las
empresas de trabajadores, etc., en base a proposiciones del Gobierno
y nuestras, llegaron a concretarse en acuerdos que, en opinión de la
223
Comisión que nombramos para el trabajo respectivo, cubrían más del
setenta por ciento de las materias en debate.
Es cierto que no tuvieron éxito las iniciativas de Radomiro y de
Narciso y que fracasaron las conversaciones Allende-Aylwin. Todo
aquello fue una gran lástima. Pero la responsabilidad no corresponde
íntegra a los actores directos. El clima de sospechas, insidias, flechas
lanzadas desde las sombras (en frases de don Rafael Luis Gumucio),
inteligentemente fabricadas por la extrema derecha, con la torpe e
inconsciente colaboración de la extrema izquierda, dificultaron más
allá de lo previsible la salida sensata.
A pesar de todo, después del fracaso de las conversaciones Allende-
Aylwin, se reiniciaron conversaciones privadas, con conocimiento y
aceptación de Patricio (quien no puede haber dejado de informarte),
entre personeros del Gobierno y de la DC. Renán y yo estuvimos co-
mo interlocutores, fuera de dirigentes, universitarios, profesionales y
gremiales pertenecientes a la DC.
Mediante estas conversaciones, en que participó con singular empe-
ño Carlos Briones, se lograron soluciones en el problema del Mineral
del Teniente, en la huelga de los médicos, en el conflicto del Canal 9
de TV, en las dificultades producidas en el escalafón del Ministerio
de RR.EE., y se adelantó una fórmula para la promulgación de la
reforma constitucional y para la dictación de la ley sobre distribución
alimenticia. Como es lógico, de los hechos precedentes tuvieron co-
nocimiento, según el caso, el Consejo Nacional del Partido, y Patri-
cio Aylwin; luego no puedes hacerme el cargo, implícitamente, de no
tener ahora autoridad moral para recordarlos en mis cartas.
Pág. 9 - Prs. 1, 2. Cuando te pedí que fueras a hablar con Allende,
alrededor de unos diez días antes del golpe, yo conocía las condicio-
nes que habías puesto en mayo, para celebrar una entrevista con él.
No es el momento de discutir si fueron o no las más adecuadas. Sólo
que en septiembre las circunstancias se habían tornado bien diferen-
tes y Allende y tú por las funciones que desempeñaban y el ambiente
público que influenciaban, eran las únicas dos personas en el país,
capaces de hacer con éxito el supremo esfuerzo para evitar lo peor.
Quizás, Allende debió dar el primer paso; pero, yo en lugar tuyo no
lo habría esperado. Lo que estuviste de acuerdo que hiciera Aylwin,
224
pudiste haberlo hecho tú, seguramente en condiciones cien veces más
cargadas de posibilidades de éxito.
Pág. 10- Pr. 2. Recuerdas la reunión de la Directiva del Partido, du-
rante la cual te insistimos en tu candidatura a senador por Santiago y
en que tú fuiste muy claro para señalar el contexto en que darías la
campaña. Es verdad y dentro de ese contexto diste la campaña. Yo
mismo te acompañé en parte de ella. Por favor, Eduardo, no es eso lo
que estamos debatiendo.
El contexto decía: Vendrán días mejores. Y nuestra controversia
recae, en el fondo, sobre el golpe militar, que para ti era inevitable.
Reconozco que cometí el grave error de no calcular la repercusión
futura que tendría esta equivocada apreciación tuya, en especial de-
biendo haber advertido la probabilidad de que ocuparas la pre-
sidencia del Senado, como sucedió. Confieso que de haber calculado
bien, no habría insistido tanto en tu postulación. Tal vez, me habría
opuesto.
Pág. 11 - Pr. 3. Sin saber detalles, me enrostras mis contactos con el
Presidente Allende, "los que nunca fueron claros. Fueron emociona-
les, amistosos y dieron pábulo para que él creyera que podía dividir o
manejar a la Democracia Cristiana".
No puedes concebir el límite de la falsedad en que incurres. Te haré
una comparación que es válida para este respecto. No pensarás que
no fui claro, cuando conversábamos, siendo tú Presidente y durante y
después de ser yo tu ministro. Pues bien, igual procedí con Allende.
Nunca me faltó ni la claridad ni la franqueza. Por lo menos, para for-
marte un juicio, debiste averiguar mayores detalles directamente de
mí.
Pág. 11 - Pr. 4. Copio: "Creo que nunca has hecho una valoración
exacta de los actos del gobierno de la Unidad Popular. Esa valora-
ción es posible que la hayas hecho en las conversaciones privadas,
porque te sé muy claro para ello, pero nunca en público".
Hay entrevistas, discursos en el Partido y en la Cámara (pocos, es
verdad), mi propia campaña electoral por radio, que te desmienten;
es posible, no obstante, que debí hablar más, mirando ahora las cosas
retrospectivamente, para analizar el proceso político y defender a
nuestra pobre y vieja democracia, hoy más que nunca vilipendiada y
proscrita.
225
Pág. 14 - Pr. 3. "Tampoco tú has evaluado, a mi juicio, los ataques
de que fui víctima, el partido y yo, que he sido tu amigo durante toda
una vida, al que trataron de asesino, dijeron que me financiaba con el
tráfico de drogas, incluso atacaron hasta a mi familia. Todo eso fue
tolerado. Reconozco que dos veces tú protestaste por ello".
Yo no he llevado la cuenta de las veces que te defendí o dejé de
hacerlo, lo que no quita que tus palabras sean de una injusticia atroz.
Yo he tolerado que te discutan porque eres hombre público; jamás en
mi presencia, que te ofendan. Además, considero que te excedes al
escribir: "es muy distinto, Bernardo, protestar y dejar constancia de
la protesta, pero seguir en una misma línea de contacto con los infa-
madores".
¿Qué deseabas? ¿Que cortara relaciones con toda la Unidad Popu-
lar? ¿Por los ataques a ti? Ni tú lo hacías. Ese criterio no fue el mío,
empezando por no aplicármelo a mí mismo. Siempre he creído, tam-
bién tú, que hay que situarse por encima de estas miserias; de otro
modo no podríamos vivir ni luchar.
Pág. 14 - Pr. 5. "Tampoco veo nunca una valoración de tu parte de
lo que fue nuestro Gobierno, de todo lo que hicimos en el terreno
económico, político y social".
La situación es distinta; tú le das preferencia a lo económico; yo a
lo social y político, sin desconocer las limitaciones en que incurri-
mos. Son dos formas de tratar el tema; las dos son correctas.
Tienes la memoria en lo que concierne a mi actitud frente a las divi-
siones internas. Sería bueno que te hicieras asesorar por dirigentes
juveniles de la época y por Narciso Irureta. No capté la idea de ser
candidato a la P. de la República, en la oportunidad que aludes, por-
que, primero (o segundo), no me sentía en condiciones anímicas de
serlo y segundo (o primero), porque estaba y estoy convencido que
Radomiro era mejor candidato que yo. Nada de esto, entiendo, es
materia para formularme cargos.
Pág. 14 - Pr. 6 - Pág. 15 - Prs. 1, 2, 3. Copio: "Tú vives haciendo el
proceso del partido. Tú me dirás que no, pero es así". Pues claro que
te digo que no y no es así. Todas las horas de mi vida las entrego a
luchar contra la dictadura que oprime a nuestro país. Y estoy de ve-
ras feliz de ver a mi Partido en esta lucha y de empezar a verte a ti.
226
Tú me dirás que era una forma diversa de actuar tras el mismo obje-
tivo, la que ustedes aplicaban hasta ahora o hasta hace varios meses.
Como sea que fuere, no puedes negarme el derecho a estar ahora
feliz. Ninguno de nosotros vive preocupado de destruir la DC o de
mortificar tu persona. Sería desleal, aparte de estúpido y sin sentido.
En cuanto a mí, he debido muchas veces salir en tu defensa personal
y no son pocos, al revés de lo que sostienes, los que procuran que no
se vuelva a los ataques de que fuiste objeto. "Chile América" no es
perfecta; pero no tiene la intención ni el poder que le atribuyes.
Pág. 15 - Pr. 4.: "Quiero mucho a Frei como amigo, no votaré jamás
por él como Presidente por los tremendos errores políticos. Votaré
por él como senador". La frase es casi textual, me parece que se la
dije a Claudio Orrego. Contiene una pequeña alteración: debe decir:
voté y no votaré por él como senador, porque en ese momento re-
cordaba la reunión de la Directiva de Renán que comentas en otra
parte de tu carta y en la cual te hice una declaración bastante análoga.
Pág. 16 - Pr. 1. No tienes para qué decirme que no me inquiete por
asuntos de candidaturas ni darme recados para algunos de mis ami-
gos al respecto. Nunca me he contado entre quienes explican tu acti-
tud cerrada frente a la UP y tu aceptación del golpe militar por tu
presunta ambición de volver a ocupar la Presidencia de la República.
Me he dado y he dado otra explicación. Equivocada, pero no mez-
quina.
La razón de tu posición la he derivado de un verdadero peso de
conciencia por el triunfo de la UP, que vi caer sobre tu espíritu,
abrumándolo, en los días posteriores a la elección de Salvador Allen-
de.
Aquello te produjo, a mi parecer, una especie de trauma psíquico
que te nubló poderosamente la mirada sobre el proceso de la Unidad
Popular, la confabulación de la extrema derecha y el golpe militar.
Recuerdo conversaciones que tuvimos sobre algo de esta materia en
la galería de La Moneda y en tu casa, a raíz del asesinato de Edmun-
do Pérez.
Dices que los hechos de Europa te están dando la razón. Habría que
verlo. Yo pienso igual que siempre: para poder oponerse a las ame-
nazas de la dictadura de izquierda, hay que estar en contra de todas
las dictaduras.
227
Pág. 17 - Pr. 7 / Pág. 18 - Prs. 1, 2. Después del desmentido de
Javier Lagarrigue y de tu carta, no hay duda de que la reunión entre
Bonilla, Carmona, tú y Lagarrigue no se produjo en casa de éste y
que Javier no asistió a ninguna reunión; pero lo curioso es que reac-
cionas con inusitada violencia para negar la existencia de un hecho
que la publicación no contiene.
En efecto, si te fijas bien, las propias frases de la revista que trans-
cribes en tu carta, ellas hablan de una carta informativa a los partidos
de la "Union Mundial", en parte alguna de una carta personal tuya a
Mariano Rumor, presidente de la UMDC. Es decir, te indignas por
algo que no aparece en la publicación. Tu ofuscación me impresiona
en el sentido de confirmarme en la información que recibí en Santia-
go acerca de que se celebró, realmente, en otra casa la mencionada
reunión.
Sin embargo, el propio Javier Lagarrigue lo único que censura de la
publicación es precisamente lo que en ella no se pone, o sea, la carta
tuya a Mariano Rumor. En la carta que me escribes dices textual-
mente: "si la reunión hubiera existido, no habría habido nada de
deshonroso en ella". Luego, la publicación, que, repito, no habla de
tu carta a Rumor, no es deshonrosa para ti ni merece, por tanto, los
términos con que la calificas.
Pág. 18 - Pr. 4. Si hubiera yo sabido, como ahora lo sé por tu carta,
el motivo de angustia paternal que te movió a comunicar a Jorge las
noticias publicadas en la revista, tomadas del New York Post, habría
pedido que no se hiciera la publicación. El periodista a que te refie-
res, que es mi amigo, sostiene que Jorge le pidió en tu nombre dar las
noticias en Italia; él no consideró bueno para ti ni para nadie, políti-
camente, acceder a la petición de Jorge.
Pág. 19 - Prs. 2, 3. Escribes: "Yo comprendo que en un partido se
haga una autocrítica, que nada se oculte, que todo se analice, que
cada uno cargue con las responsabilidades que corresponde y que el
partido lo juzgue y lo castigue si es necesario. Eso no sólo me parece
conveniente, sino indispensable. Pero ningún partido que yo conozca
admite que esa autocrítica la haga un prominente miembro del par-
tido en una revista, acompañado de personas que no son miembros
del partido, que lo han atacado y lo han criticado o abandonado. Eso
no lo acepta ninguna organización política, democrática o no. Todo
228
su contexto aparece dirigido a mostrar que hay dos partidos, el de los
buenos, de los rectos que no se equivocaron, y el de los malos equi-
vocados, para difundir esta idea entre los DC del mundo y natural-
mente entre los que no lo son y presentar debidamente adosada la
información. Esa no es autocrítica. Eso es tratar de destruir un par-
tido. Y eso es absolutamente incomprensible."
Lo incomprensible para mí es que tú no hagas el esfuerzo de pensar
que la intención de un viejo amigo tuyo y de otros chilenos, que
fueron o pueden ser tus amigos, desterrados de su Patria y viviendo
en duras condiciones, sea la que tú presumes y no otra, más lógica,
más conforme con lo que tu viejo amigo ha sido siempre, más posi-
tiva y más noble. No es pedirte demasiado.
Te daré elementos para la rectificación de tu juicio. En primer lu-
gar, la monografía de la DC que pretendes convertir en una autocrí-
tica del Partido, está muy lejos de ser eso, por cierto. No tuvo otra
finalidad que describir, en líneas muy resumidas, con evidentes fallas
e imprecisiones, la evolución interna de los DC chilenos, a partir del
11 de septiembre, haciendo ver cómo las dos posiciones diseñadas en
los primeros días fueron paulatinamente desapareciendo en favor de
una línea común de crítica contra la dictadura.
No se hacen calificaciones, ni exclusiones; al contrario, en el curso
del relato, y aún en el mismo número 4 que comentas, encontrarás
parte de lo que echas de menos acerca de las actuaciones de numero-
sos DC (algunos de los que nombras), en la defensa de los presos
políticos, en los comentarios e informaciones radiales, en las publica-
ciones clandestinas, etc., etc.
No es una cosa perfecta y completa. No trata de presentar dos par-
tidos, ni de adelantar el juicio final, señalando desde ya a los buenos
y a los malos, sino de exponer una etapa de la vida de un partido,
compuesto de hombres libres y falibles, que no tuvo la fortuna de
contar con una opinión unánime, entre sus dirigentes más antiguos, el
día de la gran catástrofe.
Este ha sido, por lo demás, el rumbo seguido por mi actuación en
Europa, no exenta de mil limitaciones. Es fácil comprender las com-
plejas dificultades con que tropieza este empeño, proveniente ante
todo de mi ubicación fuera del país, mientras la Directiva se encuen-
tra en el interior de él sin libertad de acción, ni de expresión.
229
Las circunstancias anotadas nos exigen a todos un grande y per-
severante esfuerzo de clarificación en las ideas y en las conductas, de
sometimiento objetivo a las insuperables condiciones materiales di-
ferentes y de comprensión recíproca y fraterna. La unidad funda-
mental del Partido tenemos que alcanzarla tomando en cuenta estas
realidades y, hasta cierto punto, aprovechándolas, lo que a su vez
resulta inmensamente difícil por el problema de las comunicaciones,
sobre todo de la comunicación personal que suele ser insustituible.
No hay más camino que confiar los unos en los otros, aunque no
estemos en completo y total acuerdo, por encima de discrepancias
que, en tiempos normales, serían inaceptables; pero que la penosa
actualidad nos impone tolerarlas.
La lucha, en definitiva, no es entre nosotros, es contra la dictadura.
Consideremos con objetividad y confianza recíproca la conducta de
unos y de otros; así como yo no podría pedirte que en tus entrevistas
abordaras a fondo el tema político, porque por razones obvias no
puedes hacerlo desde el interior del país, no me pidas que, en el sitio
en que estoy, me aísle rígidamente, y no suscriba documentos o asis-
ta a reuniones con otros políticos chilenos, por la simple razón de
que nos han ofendido o con quienes hemos en otros tiempos y sobre
otras materias, discrepado y combatido.
Proceder con serenidad de juicio, sin precipitación, es razonable y
así procuro actuar concretamente; pero llegar más lejos existiendo la
dictadura que sufrimos en Chile, te aseguro, mi querido Eduardo, que
lo estimaría una traición a mi país y a mi conciencia.
Prefiero, con mucho, correr los riesgos que estoy corriendo, inclui-
das la incomprensión explicable de los amigos y las injurias de los
adversarios, antes de cambiar la línea política que abracé en mi ju-
ventud y que, a Dios gracias, me siento con fuerzas para no aban-
donar.
Todo lo que me dices tocante a la carta de Radomiro a Leigh (publi-
cada aquí hace tiempo por el Paese Sera) y a un artículo de Oscar
Waiss, francamente pudiste suprimirlo. Con Radomiro tuve discre-
pancias sobre varias de las materias tratadas en esa carta y sobre su
oportunidad; pero encuentro absurdas las suposiciones y comparacio-
nes en las que te extiendes largamente; adquieren el carácter de un
desahogo bastante odioso de tu parte.
230
Oscar Waiss es un antiguo amigo mío con quien he mantenido
innumerables discusiones, pero los conceptos violentistas que trans-
cribes y que tampoco comparto no constituyeron la orientación bási-
ca del diario "La Nación" cuando Waiss desempeñó su dirección.
Ese habría sido un buen argumento para tu tesis.
Me he alargado casi tanto como tú y por tus mismas y cordiales ra-
zones.
Bernardo Leighton G.
PD. Anoche me llamó Nacho Palma desde Milán, espero con ansias
que llegue hoy o mañana.
231
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Este libro se terminó de imprimir en los talleres de Dimacofi en
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E. Serie CODEHS:
240