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I Congreso Internacional de Ideología de Género

Universidad de Navarra - Pamplona 9, 10 y 11 de febrero de 2011

Aproximación psicológica: el sexo, el género y sus derivados


Dra. Mercedes Palet Fritschi, Universidad Abat Oliba, Barcelona

Desde una psicología fundamentada en la realidad de las cosas es necesario


descubrir (y afirmar) que la razón y la voluntad son el centro directivo de la personalidad.
La vida sensitiva y emocional, la vida afectiva y por ello también la vida sexual, la
sexualidad, están hechas para ser guiadas desde arriba1, desde la razón2. Toda psicología,
también aquella que quiera referirse tan sólo a las realidades “medibles” de orden
natural, debería considerar y aceptar ese principio que yo me atrevo a calificar de
“verticalidad descendente”. Principio según el cual también las facultades sensibles e
incluso vegetativas, y por lo mismo la sexualidad y la vida sexual, están especialmente al
servicio de las facultades superiores racionales.

1
ECHAVARRÍA, M., Rudolf Allers, psicólogo católico.”En la escuela adleriana, de la que Allers proviene, la
psicoterapia es en el fondo pedagogía. Se trata de educar o reeducar el carácter, para que se conforme con
los fines reales de la naturaleza humana. De este modo, la psicoterapia se aleja de las ciencias médicas y
naturales, inscribiéndose entre las morales. Para esta escuela, la psicoterapia tendría dos partes: una
analítica, en la que se pone de manifiesto la finalidad ficticia que persigue el individuo, y los medios con que
la sostiene; otra sintética o pedagógica, que mira a reformar el carácter. Allers asume estas ideas, pero
“desde lo alto”, a partir de una visión más profunda del ser humano, dada por la antropología cristiana. Este
proceso de transformación del carácter neurótico, la curación, es considerado por nuestro autor
esencialmente como una conversión, o mejor “metánoia”, un cambio de la mente: “Para permanecer firme
ante los conflictos, las dificultades, las tentaciones, es necesario ser simple. Para curar una neurosis no es
necesario un análisis que descienda hasta las profundidades del inconsciente para sacar no sé qué
reminiscencias, ni una interpretación que vea las modificaciones o las máscaras del instinto en nuestros
pensamientos, en nuestro sueños y actos. Para curar una neurosis es necesaria una verdadera metánoia,
una revolución interior que sustituya al orgullo por la humildad, el egocentrismo por el abandono. Si nos
volvemos simples, podríamos vencer el instinto por el amor, el cual constituye -si le es verdaderamente dado
el desarrollarse- una fuerza maravillosa e invencible”. (Cf. ALLERS, R., Naturaleza y educación del carácter,
258. Cf. Z. Seligmann, “Psicoterapia: un camino de conformidad”, en La psicología ante la Gracia, 29-39.)
2
„Sería mejor, en el dominio de la vida instintiva, conceder más atención a los métodos indirectos y a la
acción del psiquismo consciente sobre la actividad imaginativa y afectiva. Esta técnica evita las desviaciones
señaladas. Tiende a esclarecer, curar y dirigir; influencia también la dinámica de la sexualidad, sobre la cual
se insiste tanto, y que se encontraría o incluso se encuentra realmente en el inconsciente o subconsciente”.
PÍO XII, Alocución a los participantes al I Congreso Internacional de Histopatología del Sistema Nervioso,
AAS, XXXXIV (1952) , 783-784.

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La vida afectiva, y por lo mismo, la vida propia de la sexualidad humana, no es la
vida de un espíritu encerrado en una bestia en lucha constante por liberarse de ella. La
vida de la afectividad, es la vida del ser humano, es la vida de una unidad hilemórfica, que
es también, desde el punto de vista operativo, una unidad jerárquica y ordenada. Y si bien
es cierto que la vida sensitiva tiene cierta autonomía, ésta no es absoluta, pues la vida
sensitiva, la vida de las emociones, la vida de la sexualidad humana ha sido hecha para ser
guiada por la razón y la voluntad, que son lo más humano en nosotros. Por eso la vida
psíquica humana, que incluye y depende de la vida sensitiva, imaginativa y afectiva (y
también, como no, de la vegetativa) sin embargo se hace desde arriba, desde la
inteligencia y la voluntad, que son las que marcan la finalidad y que por lo tanto deben
dirigir la organización dinámica de la personalidad.3
Mi maestro Francisco Canals recordaba que “los hombres tienen que ser
renovados por las cosas sagradas , y que no son las cosas sagradas las que tienen que ser
cambiadas por los hombres”.4 Hago esta precisión porque me parece muy importante
indicar que también desde la Psicología hay que considerar “las cosas sagradas” no para
cambiarlas y reexplicarlas5, reinterpretándolas o reduciéndolas a rituales o contenidos de
“utilidad” o “efectividad” psicoterapéutica, sino más bien para que esas “cosas sagradas”
iluminen al psicólogo cristiano tanto en su consideración antropológica sobre la realidad
del hombre en general como en la misma práctica concreta de la psicología, por lo que se
refiere a su aplicación en la terapia de los múltiples y tan variados malestares psíquicos
que, desgraciadamente, tanto proliferan en nuestros días.
Pío XII advierte muy seriamente a los psicólogos cuando afirma que:

“Cuando se considera al hombre como obra de Dios, se descubren en él dos


características importantes para el desarrollo y el valor de la personalidad
cristiana: su semejanza con Dios, que procede del acto creador, y su filiación
divina en Cristo, manifestada por la Revelación. En efecto, la personalidad
cristiana resulta incomprensible si se olvidan estos datos, y la psicología, sobre
todo la aplicada, se expone también a incomprensiones y a errores si los ignora.
Porque se trata claramente de hechos reales y no imaginarios o supuestos. Que
estos hechos sean conocidos por revelación nada quita a su autenticidad, porque
la revelación pone al hombre en el caso de sobrepasar los límites de una
inteligencia limitada para dejarse prender por la inteligencia infinita de Dios”.

3
Cf. ECHAVARRÍA, M. Corrientes de Psicología contemporánea. Editorial Scire, Barcelona 2010, p. 279-280.
4
CANALS VIDAL, Francisco, Aspectos pedagógicos de una renovada devoción al Corazón de Cristo, CRISTIANDAD,
Nro. 910, Barcelona 2007, p. 8.
5
Como quiso hacer S. Freud hace ya más de 100 años y con él la mayor parte de las corrientes de Psicología
contemporáneas.

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Cuando se contempla el panorama de las distintas corrientes de la psicología
contemporánea, desde una perspectiva de una psicología de la realidad de las cosas
(fundamentada principalmente en la psicología de Santo Tomás de Aquino)6 una de las

6
“Para entender la situación de los hombres en nuestro tiempo es necesario tener una guía muy segura en
el pensamiento. La Iglesia, en la cual recibimos no sólo la Gracia sino también la luz para orientarnos en la
situación del mundo contemporáneo, pero también en la vida humana, nos propone su Doctrina,
fundamentada por supuesto en la Sagrada Escritura, pero explicada y reelaborada filosófica y
teologicamente en grandes autores, sobre todo en Santo Tomás de Aquino, que la Iglesia toma como un
hombre providencial. Un hombre que Dios ha enviado sobre todo en vistas a los retos del mundo moderno,
para clarificar el significado de la fe. Santo Tomás de Aquino es el «Doctor Humaninatis» de nuestros días.
Santo Tomás, con su gran fuerza racional y espiritual, en cierto modo ha anticipado el desarrollo de esta
tentación que se manifiesta crecientemente en los tiempos modernos. Por eso es una guía que la Iglesia
propone desde siempre, incluso ya desde la misma época de Santo Tomás, para orientarse en el mundo de lo
que podría denominarse la cultura moderna. Es un hombre especialmente indicado para explicar y
contrarestar desde la razón estas tentaciones que se hacen especialmente presentes en la vida
contemporánea y muy particularmente en el ámbito de lo que se denomina Psicología”. Cfr. ANDEREGGEN, I.
Apuntes inéditos de Clases para la formación de Psicólogos.
Santo Tomás de Aquino «Doctor Humanitatis», JUAN PABLO II, en su Carta Apostólica Inter Munera
Academiarum, sobre las academias teológicas pontificias, de 28 de Enero de 1999así lo tituló, «Doctor
Humanitatis»: “«Doctor humanitatis» es el nombre que dí a santo Tomás de Aquino porque siempre estaba
a
dispuesto a acoger los valores de todas las culturas . En las condiciones culturales de nuestro tiempo parece
muy oportuno desarrollar cada vez más esta parte de la doctrina tomista que trata de la humanidad, dado
que sus afirmaciones sobre la dignidad de la persona humana y sobre el uso de su razón, perfectamente
acorde con la fe, convierten a santo Tomás en maestro para nuestro tiempo. En efecto, los hombres, sobre
todo en el mundo actual, están preocupados por este interrogante: ¿qué es el hombre? Al usar el apelativo
«doctor humanitatis», sigo las directrices del concilio ecuménico Vaticano II sobre el uso de la doctrina del
b
Aquinate tanto en la formación filosófica y teológica de los sacerdotes , como en la profundización en la
c
armonía y la concordia entre la fe y la razón en las universidades .
a) JUAN PABLO II, Discurso a los participantes en el VIII congreso tomista internacional, 13 de septiembre
de 1980: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 25 de enero de 1981, p. 7.
b) CONCILIO VATICANO II, Decreto Optatam Totius, sobre la formación sacerdotal, n. 16: “Ordénese la
teología dogmática de forma que, ante todo, se propongan los temas bíblicos; expóngase luego a los
alumnos la contribución que los Padres de la Iglesia de Oriente y de Occidente han aportado en la fiel
transmisión y comprensión de cada una de las verdades de la Revelación, y la historia posterior del
dogma, considerada incluso en relación con la historia general de la Iglesia; aprendan luego los
alumnos a ilustrar los misterios de la salvación, cuanto más puedan, y comprenderlos más
profundamente y observar sus mutuas relaciones por medio de la especulación, siguiendo las
enseñanzas de Santo Tomás; aprendan también a reconocerlos presentes y operantes en las acciones
litúrgicas y en toda la vida de la Iglesia; a buscar la solución de los problemas humanos bajo la luz de la
Revelación; a aplicar las verdades eternas a la variable condición de las cosas humanas, y a
comunicarlas en modo apropiado a los hombres de su tiempo”.
c) CONCILIO VATICANO II, Decreto Gravissimum Educationis, N. 10: “La Iglesia tiene también sumo cuidado
de las escuelas superiores, sobre todo de las universidades y facultades. E incluso en las que dependen
de ella pretende sistemáticamente que cada disciplina se cultive según sus principios, sus métodos y la
libertad propia de la investigación científica, de manera que cada día sea más profunda la comprensión
de las mismas disciplinas, y considerando con toda atención los problemas y los hallazgos de los
últimos tiempos se vea con más exactitud cómo la fe y la razón van armónicamente encaminadas a la
verdad, que es una, siguiendo las enseñanzas de los doctores de la Iglesia, sobre todo de Santo Tomás

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primeras evidencias, es la de la separación o escisión aparentemente insuperable entre la
dimensión natural y la dimensión sobrenatural del hombre. 7 Incluso la de la escisión
entre el orden natural sensible y el orden natural racional.
El problema de trasfondo de la psicología contemporánea y también de la
«Ideología de Género» es su dependencia de una filosofía, o mejor dicho de unas
filosofías, que han escindido a la persona en dos, separando su realidad natural de su
realidad definitiva, sobrenatural y que conocemos a la luz de la fe. Propongo esta
afirmación dando por supuesto el mismo origen filosófico tanto para la Psicología
contemporánea como para la «Ideología de Género», porque entiendo que sin la
inculturación de los postulados de la Psicología contemporánea –especialmente los que
nacen de la teoría freudiana y desde ella llegan a inspirar la mayor parte del pensamiento
psicológico contemporáneo, que tan profundamente ha penetrado en la mentalidad del
hombre y la mujer de nuestros días, el esfuerzo de la «Ideología de Género» no
encontraría substrato en el que arraigar.
En la cultura contemporánea y muy particularmente en la psicología de nuestros
días, se tiende a dejar de lado la realidad y el concepto mismo de naturaleza humana. En
concreto, para la «Ideología de Género» no hay nada en la naturaleza humana que pueda
ser visto como permanente e inmutable; “la vida posee una naturaleza autocreadora, con
capacidad para controlar la dirección de su desarrollo. Los humanos somos, por
naturaleza, no naturales”.8

de Aquino. De esta forma, ha de hacerse como pública, estable y universal la presencia del
pensamiento cristiano en el empeño de promover la cultura superior y que los alumnos de estos
institutos se formen hombres prestigiosos por su doctrina, preparados para el desempeño de las
funciones más importantes en la sociedad y testigos de la fe en el mundo”.
7
BENEDICTO XVI, Homilia en la Sagrada Familia de Barcelona el día 7 de Noviembre de 2010: Bendicto XVI
advertía que una de las tareas más importantes de nuestros días es la que Antonio Gaudí supo realizar:
superar la escisión entre conciencia humana y conciencia cristiana, entre existencia en este mundo
temporal y apertura a una vida eterna, entre belleza de las cosas y Dios como Belleza
8
TRILLO-FIGUEROA, J, La ideología de género, Libros Libres, Madrid, 2009, p. 184, citando a Raquel Osborne,
«Debates en torno al feminismo cultural» en Teoría feminista: de la Ilustración a la globalización, Celia
Amorós y Ana de Miguel, eds, Minerva Ediciones, Madrid, p. 242.
Si estas afirmaciones fueran ciertas, entonces, la Psicología perdería su razón de ser. Si no hay naturaleza
humana identificable, inmutable y estable, la Psicología ya no puede estudiar al hombre, ni sus acciones , ni
sus necesidades íntimas, ni su crecimiento personal y ni tan siquiera sus desórdenes y enfermedades
psíquicas, pues de no ser posible reconocer un orden natural humano, es todavía más díficil llegar a
reconocer un desorden en esa realidad. Si no hay naturaleza humana, no hay hombre; y si no hay hombre
las ciencias humanas han perdido su objeto y su sentido. Desde esta perspectiva de la «Ideología de
género» parecería que una aproximación psicológica a la vida humana, efectivamente, carecería de
sentido dada la constante y necesaria mutabilidad de las intenciones del ser humano, toda aproximación
psicológica no podría llegar jamas a convertirse en una afirmación sobre el hombre y debería reducirse a la
mera descripción de algunas acciones, de algunas «conductas» particulares de individuos concretos en
situaciones y circunstancias concretas, que, como mucho, por el interés sociopolítico, económico y
políticocultural que pudieran encerrar, podrían ser sometidas a cierta clasificación y control estadístico. Si
es cierto que «los humanos somos, por naturaleza, no naturales», entonces, la psicología –como ciencia

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Para la Psicología contemporánea en general, el hombre es algo que se
autorealiza, que se va autogenerando, que va cambiando a medida que cambian las
circunstancias históricas, ambientales, familiares, profesionales, y afectivas de su vida. El
centro de la concepción moderna del hombre es la «libertad». Desde la mentalidad
contemporánea, el hombre queda reducido a su libertad, entendida sobre todo como
espontáneidad, pero más bien negativa en tanto en cuanto que se entiende una libertad
espontánea como reacción a unas circunstancias externas. Desde esa concepción de la
«libertad», la vida del hombre, que es al fin y al cabo, y también muy especialmente en
psicología, lo único que cuenta, no puede entenderse más que como un proceso. Así lo
sostiene, por ejemplo, C. Rogers: 9

La vida, en su óptima expresión, es un proceso dinámico y cambiante, en el que


nada está congelado. […] Cuando me dejo llevar por el impulso de mi experiencia
en una dirección que parece ser progresiva hacia los objetivos que ni siquiera
advierto con claridad, logro mis mejores realizaciones. Al abandonarme a la
corriente de mi experiencia y tratar de comprender su complejidad siempre
cambiante, comprendo que en la vida no existe nada inmóvil o congelado. Cuando
me veo como parte de un proceso, advierto que no puede haber un sistema
cerrado de creencias ni un conjunto de principios inamovibles a los cuales
atenerse. La vida es orientada por una comprensión e interpretación de mi
experiencia constantemente cambiante. Siempre se encuentra en un proceso de
llegar a ser.10

Mi experiencia es mi máxima autoridad. Mi propia experiencia es la piedra de


toque de la validez. Nadie tiene tanta autoridad como ella, ni siquiera las ideas
ajenas, ni mis propias ideas. Ella es la fuente a la que retorno una y otra vez para
descubrir la verdad tal como surge de mí.

humana– dejaría de existir para dejar paso al dato y al control estadístico y al dato y al control empírico al
servicio de las estructuras de poder político y social.
9
“Carl R. Rogers es en el campo de la psicoterapia el principal representante de la corriente humanista. (...)
El humanismo es una ideología libertaria que combina muchas influencias diversas: 1) El Humanismo ateo
de autores como L. Feuerbach, K. Marx y J.P. Sartre y el ateísmo en general, incluso de autores que no se
pueden llamar humanistas como Freud y Nietzsche. 2) La fenomenología y el existencialismo de izquierda
(Sartre, Merleau-Ponty, Camus). 3) Las filosofías dialécticas (Hegel, Marx y neomarxismo). 4) Las
espiritualidades orientales no cristianas o de tipo heterodoxo. 5) Las influencias de las psicologías de la
gestal de Kurt Lewin y Kurt Goldstein, la psicología de la personalidad de Gordon W. Allport, así como las
psicoterapias de Freud, Jung, Rank, reich y Adler. 6) En algunos casos, la experimentación con drogas. (...)
Carl Ransom Rogers (1902-1987) es uno de los psicoterapéutas más influyentes, quizás el más influyente
después de Freud. Al igual que Freud, Rogers intenta dar una explicación última del ser humano desde la
Psicología”. ECHAVARRÍA, M. Corrientes de Psicología contemporánea. Editorial Scire, Barcelona 2010, p. 216-
218.
10
ROGERS, C. R., El proceso de convertirse en persona, Paidós, barcelona, 2000, p. 35. La cursiva es original
del autor.

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Ni la Biblia, ni los profetas, ni Freud, ni la investigación, ni las Revelaciones de Dios o
el hombre, nada tiene prioridad sobre mi propia experiencia directa.11

De esos «principios filosóficos» las personas concretas de nuestros días, el hombre


normal y corriente de carne y hueso, va sacando como una serie de consecuencias
prácticas a la hora de vivir su vida concreta. De acuerdo con estos principios no se puede
tener una idea de naturaleza humana que sea superior al cambio que se da en las
circunstancias que nos rodean. Por eso, la Psicología contemporánea no se estructura
tanto en la forma de una filosofía que supuestamente debería responder a lo que es la
naturaleza de las cosas, sino que se estructura más bien como una respuesta a lo que
antes era la presencia de la Teología en la sociedad.
La presencia de la Teología significaba una guía no solamente teórica sino también
práctica para las acciones humanas. A través de la Teología se le indicaba al hombre cuál
es el fin de su vida, y, a la vez, las acciones correspondientes para alcanzar ese fin. En una
palabra, la Teología guíaba y orientaba a los hombres en el uso de su libertad. Pero
habiendo desaparecido el fin, sobre todo el fin que la Teología propugna y defiende, los
hombres quedan librados a sí mismos y desaparece todo criterio orientador en la elección
de los actos, de manera tal que el criterio o norma de vida queda reducido a la
«espontáneidad» individual de cada persona. Cuando la persona pierde el fin y se mueve
según sus propias tendencias que, tal como muestra la experiencia, pueden ser muy
cambiantes e incluso contradictorias, esa persona queda insertada en un proceso que
fundamentalmente es contrario a su propia naturaleza y que por lo mismo le
autodestruye. 12
El hombre contemporáneo está sumergido en un mundo de las imágenes y de los
afectos que se corresponden a aquellos principios filosóficos que han llevado a esa
escisión entre la dimensión natural y la dimensión sobrenatural, “desmitificando” y
reduciendo esta última, gracias también a la colaboración de ciertas corrientes de la
psicología del inconsciente, a cuestiones de dudoso contenido espiritual inmanente (de
ahí la proliferación casi escandalosa de una especie de consumismo de carácter
esotérico). Y reduciendo la dimensión natural a unos contenidos de orden principalmente
sensible y afectivo.
Este tipo de cultura produce un profundo desequilibrio en las personas,
desequilibrio que se puede constatar empíricamente. Es suficiente con escuchar los
testimonios que dan las personas acerca de su propia vida –cuando están en condiciones
de hacerlo– para darse cuenta de que en el fondo este tipo de vida produce una profunda

11
ROGERS, C. R., El proceso de convertirse en persona, Paidós, barcelona, 2000, p. 32. La cursiva es original
del autor.
12
Cfr. ANDEREGGEN, I., Apuntes inéditos de Clases para la formación de Psicólogos.

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infelicidad, que, de una manera u otra, significa sufrimiento, tristeza, dolor, estrés,
agresividad, descontento, y toda una serie de efectos negativos.
Si nuestra voluntad, o mejor dicho, esa «espontaneidad libre», “todo lo puede”,
incluso determinar la orientación de la propia identidad sexual, entonces la propia
inclinación natural queda en entredicho, y, por lo mismo, todo el camino del crecimiento
de la personalidad y, con ello, el mismo edificio y tarea educativos; especialmente por lo
que se refiere a la educación cristiana, tanto en la vida familiar como en la vida escolar y
social.
Desde un punto de vista estrictamente educativo, con la primacía de la voluntad –
tal y como se entiende desde la «Ideología de Género» – queda planteada una cuestión
de gran importancia, porque si la voluntad individual se convierte en el principal
elemento de la educación (y también de aquella reeducación en la que consiste toda
psicoterapia), entonces el Bien, aquello hacia lo que mi voluntad tiende por naturaleza, ya
no es el Bien objetivo, el bien que corresponde a la naturaleza del hombre, sino que se
convierte en “aquello que yo quiero en este momento”. Nos encontramos pues con que la
«Ideología de Género», ya tan solo desde un punto de vista de la dinámica del actuar
humano, lo que persigue es una inversión subjetivista en el movimiento propio de ese
mismo actuar. Si el Bien, si lo que es bueno para mí, depende de lo que “yo quiero en este
momento”, se suprime aquel “Bien objetivo”, que se corresponde con las exigencias de la
naturaleza humana y las condiciones de crecimiento de la vida personal concreta, que, en
definitiva, se corresponden con el fin, con la perfección, y, en última instancia, con la
misma felicidad del hombre, de cada uno de los hombres y mujeres concretos.
Santo Tomás de Aquino enseña que “como quiera que el bien es lo que todos
apetecen y esto tienen razón de fin, resulta evidente que el bien tiene razón de fin”,13 por
eso, si se cancela el Bien objetivo, se cancela el mismo fin natural de la vida humana; se
cancela la misma inclinación natural del hombre hacia un bien connatural trascendente
proporcionado a la naturaleza humana.
“No hay modo de comprender la vida práctica del hombre sin la referencia a la
finalidad”.14 “Lo que un hombre acepta como fin último domina todo su afecto, porque de
ello toma las normas que regulan toda su vida”.15 Por eso toda la regulación emocional,
más o menos racional, más o menos conscientemente intencionada, de toda la vida
afectiva del hombre, todo su crecimiento personal dependerá en gran parte del fin
principal, del fin último, que oriente su vida concreta.

13
SANTO TOMÁS DE AQUINO, Suma de Teología I, q. 5, a. 4, in c.
14
ECHAVARRÍA, M., La praxis de la psicología y sus niveles epistemológicos según Santo Tomás de Aquino,
Documenta Universitaria, Girona, 2005, p. 116.
Lo propio de la naturaleza racional es tender a un fin moviéndose o dirigiéndose a sí misma hacia ese fin
(SANTO TOMÁS DE AQUINO, Suma de Teología I-II, q. 1, a. 2, in c.) que tiene razón de bien (SANTO TOMÁS DE
AQUINO, Suma de Teología I-II, q. 1, a. 4, sed contra: “El bien es lo que tiene razón de fin”).
15
SANTO TOMÁS DE AQUINO, Suma de Teología I-II, q. 1, a. 5, sed contra.

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Este último fin es lo que se desea como acto más propio y perfección última, es
decir, como aquello que completa nuestra «personalidad», que actualiza nuestras
potencialidades más hondas, la plenitud de vida. Por eso, lo que se desea como
fin último se toma como regla de vida, y configura nuestro carácter y nuestras
conductas, de tal modo que una personalidad se puede comprender sobre todo a
partir de aquello en que ha constituido su fin último, que da dirección a su vida.16

El último fin, de alguna manera, “signa de tal modo toda la vida del hombre que
permanece virtualmente en cada conducta aunque no se reflexione explicitamente sobre
él.17 Y si bien cada uno considera como fin aquello que según su particular receptividad
mejor le cuadra18; si bien a cada uno le parece ser uno u otro de acuerdo a su disposición,
sin embargo, esto no conduce a la relativización de todos los fines; “el fin real y verdadero
de la vida humana es áquel que le parece a los que están mejor dispuestos, a los que
mejor han desarrollado su personalidad, los que tienen el afecto bien dispuesto, es decir,
ordenado al bien de la virtud, los virtuosos.19
Aunque frecuentemente y especialmente como consecuencia de las secuelas del
pecado original, los hombres quedan como desorientados de su fin último y atrapados en
el atractivo de bienes que no son el último fin, todos los hombres aspiran a un mismo fin:
la felicidad, como diría Aristóteles, la Bienaventuranza, como diría Santo Tomás, el
descanso del corazón en Dios, como diría San Agustín.20 Martín Echavarría lo explica muy
bien:
Es cierto que la inclinación natural es a la «beatitud» o felicidad, que uno puede
no saber en qué se encuentra exactamente, en qué se concretiza objetivamente.
16
ECHAVARRÍA, M., La praxis de la psicología y sus niveles epistemológicos según Santo Tomás de Aquino,
Documenta Universitaria, Girona, 2005, p. 117.
17
ECHAVARRÍA, M., La praxis de la psicología y sus niveles epistemológicos según Santo Tomás de Aquino,
Documenta Universitaria, Girona, 2005, p. 118.
18
ADLER, A, El caracter neurótico, Planeta-Agostini, Barcelona 1994, p. 55: “La mitología, el folklore, la
poesía, la filosofía y las religiones toman de su época los materiales para trazar esas líneas directrices, que
luego ofrecen a sus contemporáneos. Así, el individuo encuentra que en su medio, a su disposición, se le
ofrecen como objetivo final una innúmera variedad de valores: la fuerza corporal o espiritual, la
inmortalidad, la virtud, la piedad, la riqueza, la sabiduría, la “moral de los amos”, el sentimiento social o la
autocracia ... –objetivos entre los cuales cada individuo, en su peculiar afán de perfección, elige aauqllos
que, según su peculiar receptividad, mejor le cuadran”.
19
SANTO TOMÁS DE AQUINO, Suma de Teología I-II, q. 1, a. 7, in c.: “El fin último puede considerarse de dos
modos: uno, refiriéndonos a lo esencial del fin último; y otro, a aquello en lo que se encuentra este fin. Pues
bien, en el primer caso, todos coinciden en desear el fin último, porque todos desean alcanzar su propia
perfección, y esto es lo esencial del fin último, como ya se dijo. Pero en cuanto a aquello en lo que se
encuentra el fin último no coinciden todos los hombres, pues unos desean las riquezas como bien perfecto,
otros los placeres, y otros cualquier otra cosa. Del mismo modo que lo dulce es agradable a todos los gustos,
pero unos prefieren la dulzura del vino, otros la de la miel, otros la de cualquier otra cosa. Sin embargo, se
debe considerar propiamente como dulzura más agradable la que satisface al gusto más refinado. De igual
modo se debe considerar como bien más perfecto el deseado como fin último por quien tiene el afecto bien
dispuesto”.
20
“Señor, nos hiciste para Ti, e inquieto está nuestro corazón hasta que descanse en Ti”.

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Para ello es necesario un procedimiento de esclarecimeinto intelectual, que es
imposible sin la rectitud del apetito. Este esclarecimiento puede no darse por
negligencia o por otras causas, y así proponerse y buscar como fin último algo que
no lo es. Pero eso no quiere decir que uno «elija» otros fines, sino que elije no
poner los medios para algo que él conoce como necesario para el desarrollo de su
naturaleza, que es conocer claramente el fin, y así se propone como fin aquello
hacia lo que le inclina su temperamento o sus vicios. Una vez conocido, uno no
puede no conocerlo como tal, al menos que su juicio se corrompa por el error,
pero puede no considerar actualmente lo que sabe habitualmente.21

El fin último, el fin que corresponde a la naturaleza racional y espiritual del


hombre, no es un fin que sea objeto de elección. El fin último que me correponde, que
me corresponde a mí en cuanto que ser humano es un fin que viene dado con la misma
naturaleza humana. “Uno no elige el fin último «objetivo», sino que lo descubre y acepta,
o no”.22 Ya el mismo Frankl afirmaba que “el sentido no se inventa, se descubre”. El fin
último es algo dado. Enseña Aristóteles que deliberar, deliberamos sobre lo que está en
nuestro poder y es realizable. Los hombres deliberan sobre lo que ellos mismos pueden
hacer, pero, por lo que se refiere a los fines naturales “no deliberamos acerca de los fines,
sino sobre los medios que conducen a los fines”23.
Los fines propios de la naturaleza humana no son cuestiones que el hombre
decida o elija. En principio, deliberamos sobre aquello que está en nuestro poder, sobre
aquellas cosas que nosotros mismos podemos hacer, es decir sobre aquellas cosas que
pueden ocurrir a causa o como efecto de nuestra intervención24 en cuanto que sujetos
racionales; esto es, buscando el bien, la promoción y la verdad de aquello o de aquellos
sobre lo cual o por lo cuales intervenimos y actuamos.

“El valor de un supuesto, de una Persona, se muestra y se demuestra en su obrar,


en su operación. Toda su substancia, toda su vires y virtudes estaban como
recogidas en espera de esta decisiva prueba de los hechos ¿De qué serviría ser, sin
obrar? «Todos los seres de la Naturaleza existirían en vano si se les destituyera de
su operación propia; la operación, en efecto, es el fin de la substancia creada»
dice Santo Tomás (I, q. 105, a. 5 in c.). «La operación –repite [el Santo]- es el fin
del que obra, ya que todo ser está hecho para su operación» (Q.D:, De Vir., a. 1 in
c. Cf. III C.G., capitulum 69, 113, etc).25

21
ECHAVARRÍA, M., La praxis de la psicología y sus niveles epistemológicos según Santo Tomás de Aquino,
Documenta Universitaria, Girona, 2005, p. 120-121.
22
ECHAVARRÍA, M., La praxis de la psicología y sus niveles epistemológicos según Santo Tomás de Aquino,
Documenta Universitaria, Girona, 2005, p. 121.
23
ARISTÓTELES, Ética a Nicómaco, III, 1112b10.
24
Cf. ARISTÓTELES, Ética a Nicómaco, III, 1112a30 - 1112b10.
25
BOFILL, J., La escala de los seres o el dinamismo de la perfección, CRISTIANDAD, Barcelona, 1949, p. 39-40.

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Los seres, decía Bofill, no están hechos para la soledad.26

La misma necesidad metafísica que les empuja a la perfección, les obliga a salir de
sí; ya para buscar la ayuda de los demás ya, cuando ha alcanzado su perfección,
para difundirla a su alrededor; porque tan sólo en el dar se justifica el poseer.
Por esta exigencia, el hombre no puede permanecer encerrado en sí mismo, sino
que está constitutivamente abierto a otros seres.”27

“Una cosa natural –enseña Santo Tomás de Aquino– no sólo tiene inclinación
natural con respecto al propio bien, para conseguirlo si no lo tiene y para descansar en él
si lo tiene, sino para difundir el propio bien en otros en la medida de lo posible”.28 Esta
afirmación del Aquinate es de importancia capital para comprender la verdadera
dinámica propia del crecimiento personal del ser humano de acuerdo con la inclinación
de la naturaleza. Lo que es propio del hombre y, por lo mismo, lo que realmente le
satisface, lo que verdaderamente le hace feliz es el poseer el bien para comunicarlo, para
participarlo a sus semejantes. En este sentido, lo que verdadermente corresponde al ser
humano es la posesión del Bien y la fecundidad en el Bien
La naturaleza no hace nada en vano y tiende, se inclina, busca continuamente
aquello que es algo esencial en ella. “Al hombre le corresponde la generación en su parte
corporal, que, en cuanto tal es corruptible. Por parte del alma, que es incorruptible,
corresponde a su naturaleza –o mejor, al Autor de la naturaleza, único creador de las
almas– el intento de multiplicar los individuos. Dios, en su Creación estableció la
generación, incluso en el estado de inocencia (es decir, antes de la caída de la Naturaleza
humana por el pecado original); y la estableció “para multiplicar el género humano”29. Y
la razón de ello es –según el mismo santo Tomás– que “mayor perfección es si una cosa,
además de ser buena en sí misma, puede ser causa de bondad para otras que si
únicamente es buena en sí misma. Y, por eso, de tal modo, Dios gobierna las cosas que
hace a unas ser causa de otras en la gobernación; como un maestro que no sólo hace
instruidos a los discípulos, sino que además los hace capaces de instruir a otros”.30
La generación humana es, en sí misma, un bien, uno de los mayores bienes que le
han sido concedidos al ser humano. La generación humana se corresponde directamente
con la inclinación de la naturaleza humana. Por esta razón, cuando desde la «Ideología de
Género» se niega la la inclinación natural, se niega por lo mismo la generación humana
como realidad esencial a la propia dinámica del ser personal.

26
Cfr. BOFILL, J., La escala de los seres o el dinamismo de la perfección, CRISTIANDAD, Barcelona, 1949, p. 125.
27
BOFILL, J., La escala de los seres o el dinamismo de la perfección, CRISTIANDAD, Barcelona, 1949, p. 125.
28
SANTO TOMÁS DE AQUINO, Suma de Teología I, q. 19, a. 2, in c.
29
SANTO TOMÁS DE AQUINO, Suma de Teología I, q. 98, a. 1 in c.
30
SANTO TOMÁS DE AQUINO, Suma de Teología I, q. 103, a. 6 in c.

Mercedes Palet - Aproximación psicológica: el sexo, el género y sus derivados - 10


Permítanme, a continuación, una aproximación de orden psicológico a todas estas
realidades de orden natural que acabo de exponer.

***
¿Qué le pasaría a un hombre, a una mujer de carne y hueso a los que se les
obligara a vivir en un ambiente social, cultural, profesional y político y a los que desde la
más tierna infancia se les hubiera asegurado que no son ni hombre ni mujer? ¿Qué les
pasaría a ese hombre y a esa mujer de carne y hueso si se les asegurara que su sexualidad
y su inclinación sexual son fruto de su elección y que pueden cambiarla y adaptarla
conforme a sus necesidades y conveniencias o conforme a unas exigencias externas?
¿Qué le pasaría a ese hombre concreto y a esa mujer concreta, de hoy, de
nuestros días, si durante años, insistentemente, se les asegurara que la familia fundada
en el matrimonio indisoluble entre un hombre y una mujer es el origen de todo conflicto,
de todo malestar y de toda injusticia social?
¿Que le pasaría a ese mismo hombre y a esa misma mujer que vivieran en una
sociedad convencida de que “lo privado, en este caso, «lo sexual» es lo político”?
¿Qué les pasaría a los hombres y a las mujeres, a los niños y a las niñas cuando
tuvieran que vivir en una comunidad en la que la maternidad y la paternidad, la filiación y
la donación fiel y entregada, la vida cotidiana fueran oficialmente y publicamente
ridiculizados y expuestos para ser objeto de burla?

Las preguntas no son retóricas pues pretenden hacernos pensar sobre alguna de
las realidades más importantes en la formación y crecimiento de la personalidad humana.
De la personalidad del hombre en cuanto que varón y en cuanto que mujer. Estas
preguntas no son retóricas sino que son planteadas desde el convencimiento de que trás
la «Ideología de Género» se esconde una particular filosofía de la primacía de la
voluntad, con un consiguiente desprecio de la realidad –que es especial desprecio de la
naturaleza humana y muy especialmente un desprecio del hombre concreto– y que, en
el fondo, es desprecio de Dios.

Una exposición del conjunto de las realidades de orden psicológico que quedan en
entredicho desde los postulados de la «Ideología de Género» excedería con creces el
marco de esta conferencia e incluso mis propias posibilidades. Intentaré, sin embargo,
por lo menos una aproximación a algunas de las cuestiones que desde una perspectiva
estrictamente psicológica considero más importantes.

Las consecuencias que conlleva la negación o el intento de supresión de la


inclinación natural son, en el orden psicológico, devastadoras. Y lo son por diversos
motivos:

Mercedes Palet - Aproximación psicológica: el sexo, el género y sus derivados - 11


1. En primer lugar, porque suponen una pretendida “superación de la naturaleza”.
Si se afirma que el ser humano, por la fuerza de su voluntad subjetiva,
independientemente de su sexo natural, está en situación de poder determinar y
“construir” su propia identidad sexual, se afirma entonces que el hombre por esa
misma fuerza volitiva “construye” una «realidad personal» que supera la misma
naturaleza. Esta superación de la naturaleza en sí misma entraña una negación, un
«pasar por alto» la realidad corporal, la no aceptación de la propia corporeidad y por lo
mismo, la no aceptación de la propia realidad psíquica y afectiva.
Las consecuencias de orden psicopatólogico que esta «no aceptación» lleva consigo
son bien conocidas especialmente por parte de los psicólogos y psiquiatras infantiles y
juveniles. Me refiero ya tan sólo a las variadas consecuencias que en el orden
psicopatológico conlleva el no querer “crecer”.

2. En segundo lugar, porque suponen una negación de la corporeidad sexuada (esa


corporeidad sexuada es de importancia extrema pues es la patentización de que cada
uno de los hombres y mujeres, cada uno de nosotros, es individualizado por la materia
concreta de su cuerpo sexuado). Las consecuencias psicológicas que una tal negación
de la corporeidad sexuada, sobre todo por lo que se refiere a la formación y al
crecimiento de la personalidad, supondrían ya tan sólo en el ámbito escolar y
educativo deberían ser pensadas con detenimiento.
Aquí lo que, por ejemplo, queda en entredicho no es tan sólo el sentimiento de
«pertenencia al grupo» tan absolutamente importante en la formación de la
personalidad del niño y del adolescente. Aquí, además, lo que queda entredicho, es
«mi propio ser y estar en el mundo». Ser y estar que sólo puede patentizarse a través
de mi cuerpo sexuado. Lo que aquí está en juego es, pues, el propio proceso de la
identidad personal. Lo que está en juego es “mi propia pertenencia a mí mismo”.
Junto con un sentimiento de extrañeza −“poseo un cuerpo de chico pero puedo ser o
llegar a ser una chica”− otro sentimiento hace acto de presencia –especialmente en la
ya de por sí emocionalmente frágil época de la primera adolescencia–: La duda total
sobre la perdurabilidad de las propias decisiones, con la correspondiente y lógica
consecuencia de considerar que tomar decisiones es una cosa superflua.
Estas cuestiones son de importancia capital en el crecimiento personal y moral de los
niños y jóvenes (y por descontado en la confirmación personal de cada hombre y de
cada mujer). Sólo puede entregarse y darse en amor y libertad quien a sí mismo se
posee.

Sólo desde la certeza, sólo desde la seguridad y desde la verdad es posible el


crecimiento personal.

Mercedes Palet - Aproximación psicológica: el sexo, el género y sus derivados - 12


3. En tercer lugar, esta superación de la naturaleza, por lo que se refiere a la corporeidad
sexuada, supone además una vanalización de la sexualidad.
No es éste el lugar para explicar en qué consistiría esta vanalización ni las
consecuencias que ella trae consigo, sobre todo en el mundo infantil y juvenil, pero,
por lo que yo puedo referir desde mi experiencia profesional, esa vanalización de la
sexualidad y la consecuente práctica de actividades sexuales a edades tempranas –y
ello considerado solamente desde una perspectiva psicológica- lleva a niños y jóvenes
a un intento de «percepción de sí mismo» muy particularmente a través del contacto
sexual; lo cual es especialmente arriesgado para la naturaleza más afectiva de las niñas
y jóvenes. Sólo en cuanto que perciben sexualmente su propio cuerpo se sienten
«vivos». Ni que decir tiene que este mundo de confusa actividad y percepción sexual
es un foco latente de desórdenes y malestares psíquicos y, a mi juicio, el origen de
muchas patologías de trastornos y disfunciones sexuales. Desde la concepción de la
«Ideología de Género» quien sufriera un trastorno sexual –y hoy en día se dan
muchísimos trastornos de desordenes sexuales- podría argumentar diciendo que eligió
mal su género y que convendría revisarlo, quizás para modificarlo.

4. Esa pretendida superación de la naturaleza supone también un desprecio del cuerpo,


del propio cuerpo.
Desprecio doble: por una parte es un desprecio en el orden antropológico más
genérico en el sentido de afirmar que la libertad de mi “yo subjetivo” está por encima
de las condiciones de mi corporeidad sexuada, pues en el ser humano la corporeidad
es siempre sexuada; es decir, desde la perspectiva de la «Ideología de Género» mi
corporeidad sexuada no es un dato relevante para la formación de mi personalidad.
Pero este desprecio del propio cuerpo supone, además, en un sentido más concreto e
individual, un desprecio de la propia persona. Y ya que se trata de un desprecio de mi
propia realidad concreta en cuanto que hombre o en cuanto que mujer, entonces, mi
realidad corporal concreta carece de valor. Lo que aquí en el fondo está aconteciendo
es algo insospechado: por el desprecio de mi propia corporeidad sexuada, por el
desprecio de mi propia persona, lo que estoy haciendo es autodespreciarme.
“El obrar y el comportarse del hombre no se determinan exclusivamente por el ser de la
persona en sí misma, sino además por la actitud de esta persona ante su ser”.31 Para la
formación y confirmación del hombre en su propio ser, el hombre no sólo necesita un
crecimiento personal propiciado por un debate moral interno a partir de certezas y
seguridades internas y externas, sino que, además, necesita culminar ese debate
interno en la emisión de un juicio personal sobre sí mismo. Y ese juicio puede emitirse

31
ALLERS, R. La naturaleua y educación de carácter, Editorial Labior, barcelona, 1957, p. 309.

Mercedes Palet - Aproximación psicológica: el sexo, el género y sus derivados - 13


a edades ya muy tempranas y, a lo más tardar, en el momento en el que el niño es
capaz de pensar sobre sí mismo y a quien ordenar todas las cosas como a su fin.32
Cuando se obstaculiza la emisión de ese juicio sobre sí mismo el niño y el joven quedan
sometidos al va y ven de sus emociones y afectos. Y el hombre queda desposeído de lo
que es y por lo mismo a la deriva de las corrientes de pensamiento, bajo la presión y el
ahogo de las modas, que todo lo infiltran, desarraigando las buenas costumbres.
Ese desprecio de sí mismo es además propiciado por esa triste realidad
contemporánea de que el hombre de hoy –en el orden natural– no es mirado por
nadie que, amándole, le diga quién es.

Y, sin embargo, ser hombre significa ser varón o ser mujer33, y lo que significa ser
hombre y ser mujer se refleja, entre otras cosas en la misma constitución corporal. En
la misma corporeidad. El cuerpo del varón revela más exterioridad, mientras que el de
la mujer revela más interioridad. Por esta razón, parece que en el orden psíquico el
hombre tiene más tendencia hacia «afuera», lo cual es manifestación de muchas de las
cualidades o características más propias de lo masculino: vencer, dominar, conquistar,
someter. En cambio, el cuerpo de la mujer está constituido hacio lo «interior», por eso
se cuentan como características más propias de lo femenino: acoger, conservar,
proteger, custodiar. “En ese sentido, lo femenino tiene que ver, en primera instancia,
con la disponibilidad y lo masculino con el dominio”.34 La exterioridad del varón lo
hace de entrada más sensual, mientras que la interioridad física de la mujer la hace en
el plano psíquico más afectiva. Consideradas en sí mismas, tanto la sensualidad varonil
como la afectividad más femenina son un bien. Que el varón sea más sensual quiere
decir solamente que, por su constitución corpórea, está más abierto a la aprehensión
de los sentidos y a moverse según las características objetivas de las cosas; no así la
mujer que, primeramente, se mueve de forma más afectiva, lo cual la hace, en
comparación, más subjetiva.
Pero las diferencias entre el hombre y la mujer no se circunscriben sólo al orden de lo
corporal y de lo afectivo y lo psíquico. Estas diferencias son también patentes en el
orden moral y espiritual.
Así, está por ejemplo demostrado que el modo de razonamiento moral es diferente
entre el hombre y la mujer. Ante un dilema de orden moral, la mujer tiende a focalizar

32
Cf. SANTO TOMÁS DE AQUINO, Suma de Teología I-II, q. 89, a. 6 ad. 3: “Pues lo primero que le ocurre al
hombre que llega al uso de la razón es pensar acerca de sí mismo y a quien (debe) ordenar todas las cosas
como a su fin”.
33
Las consideraciones de psicología diferencial entre lo psicologicamente masculino y femenino que a
continuación se proponen están inspiradas en algunas explicaciones y demostraciones que al respecto
pueden encontrarse en la Tesis Doctoral aún no publicada de KLAUS DROSTE AUSBORNE, La palabra paterna en
el orden de la vida personal, presentada el día 4 de diciembre de 2009 en la Universidad Abat Oliba CEU de
Barcelona y que mereció la calificación de sobresaliente cum laude, p. 68-80.
34
DROSTE, K., La palabra paterna en el orden de la vida personal, tesis doctoral inédita, p.67.

Mercedes Palet - Aproximación psicológica: el sexo, el género y sus derivados - 14


más su atención sobre las consecuencias de orden interpersonal que ese dilema
conlleva, mientras que el varón tiende a centrarse más en los principios abstractos a
los que el dilema hace referencia. Ese énfasis en las relaciones interpersonales se
muestra ya a edades muy tempranas. Comparadas con los niños, la niñas, incluso niñas
muy pequeñas, atienden antes y más intensamente a los rostros, reaccionan más a las
palabras y a las canciones, por lo general empiezan antes a hablar, prestan más
atención a la gente y a las relaciones interpersonales que a las cosas materiales y, en
principio, están más abiertas a la comunicación emocional.35
En el plano espiritual se encuentran por analogía las mismas diferencias entre hombres
y mujeres. Para los varones, Dios es en primer lugar el principio de justicia y orden, y
en cambio, para las mujeres, lo central de la fe es la relación con Dios. Estas
afirmaciones que acabo de proponerles se desprenden de un estudio histórico-
psicológico en el que se demuestra que cuando los varones se vuelven ateos,
especialmente aquellos que están dotados de más luces intelectuales, en una actitud
de suma arrogancia intelectual, se enfrentan directamente a Dios como principio de
Justicia, a Dios como Padre creador y ordenador del universo, se enfrentan contra el
Padre, aceptando sin embargo al hermano Jesús. En cambio, el ateísmo femenino se
centra en una revisión y remodelación de las relaciones entre los hermanos y Dios.36

5. Permitánme todavía una consideración sobre otra grave consecuencia de la negación


de la inclnación natural humana: negar la inclinación natural supone la negación de
normalidad en la personalidad humana. De alguna manera, la «Ideología de Género»
presupone y aplica la abolición de la «norma» en la naturaleza humana y,
consecuentemente en la estructura psíquica la abolición de una «norma» de
normalidad en el ser y el actuar de los hombres y las mujeres; y lo que supone y
afirma es la aceptación tácita de la imposibilidad de una valoración científica [de los
actos humanos] que pueda penetrar la realidad de las cosas.37 En este sentido, parece
que la «Ideología de Género» se apoya en aquel principio constructivista –que con
tanta intensidad penetra el pensamiento de las corrientes de Psicología
contemporáneas– de la autopoiesis, de la autoconstrucción, según el cual, “los seres
vivos, y entre ellos el hombre, son auto-constructivos; no solamente porque cada uno

35
Estas afirmaciones pueden corroborarse gracias a resultados de investigaciones como la publicada en
Texto de neurociencias cognitivas, de VICTOR MANUEL ALCÁZAR ROMERO y EMILIO GUMÁ DÍAZ, Editorial Manual
Moderno, México, 2001, en el capítulo 2, «Diferencias sexuales e el cerebro: relación entre anatomía
conducta y función» de JULIETA RAMOS LOYO del Instituto de neurociencias de la Universidad de Guadalajara
(México).
36
Cfr. VITZ, P., Faith of the fatherless, Dallas, 2000, p.110-112
37
Cfr. ECHAVARRÍA, M., El relativismo en la psicología y en la psicopatología contemporáneas, contribución en
XXXIII Semana Tomista–Relativismo, Buenos Aires, Septiembre de 2008 .

Mercedes Palet - Aproximación psicológica: el sexo, el género y sus derivados - 15


se construya una representación de la realidad, sino porque las mismas facultades
mentales serían construidas en en el mismo proceso de conocimiento.38
“La realidad es en gran medida lo que la hacemos ser”39 –sostiene Watzlawick-. El
sentido de la vida es una construcción a la que nosotros damos el sentido que
queremos. La vida no tiene un sentido objetivo y la realidad tampoco. No hay
naturaleza, ni realidad ni normalidad .

6. Una última consecuencia consecuencia de gran repercusión psicológica que se


considera en este trabajo, es la negación y el olvido de que el cuerpo humano está
hecho para la maternidad y la paternidad.40
El mismo análisis del cuerpo es el que constata algo manifiesto y patente en la mujer:
que está configurada para la maternidad. Sólo quien se encuentra ciego racionalmente
podría negar esto tan claro para la inteligencia cuando reflexiona sobre el cuerpo
femenino.
Ahora bien, por naturaleza, la mujer no puede ser madre sin el concurso del varón. De
ahí que no sólo es madre sino también esposa. El hombre comunica una perfección,
un principio vital que la mujer recibe. Así resulta patente que el varón está configurado
desde su misma corporeidad para la paternidad. En la naturaleza íntima de lo
femenino se encuentra la exigencia irrenunciable de la maternidad, tanto física como
espiritual. Sin esa perfección, lo femenino se halla frustrado. En el varón está inscrita la
inclinación a la paternidad, perfección sin la cual se frustra de alguna manera también
lo masculino.
La negación de la paternidad y de la maternidad encuentra su máxima expresión
cuando se afirma y se hace posible una concepción sin el concurso del varón. El
período más álgido en la negación de la paternidad ocurre cuando se afirma que los
hijos pueden concebirse sin el acto conyugal, es decir, de alguna manera, sin el padre.
Porque la negación de la paternidad –y aunque ello se pase a menudo por alto– en el
fondo supone y conlleva la negación de la maternidad, la negación de lo femenino.
Todas esas propuestas reflejan, en el fondo, un eco –quizás algo embrutecido- de
muchos de los postulados que ya se encuentran en la más pura teoría freudiana,
cuando afirma que la meta de la vida es la muerte.41

38
ECHAVARRÍA, M., Corrientes de psicología contemporánea, Scire, Barcelona, 2010, p. 262.
39
WATZLAWICK, P, BEAVIN, J., JACKSON, D., Teoría de la comunicación humana, Herder, Barcelona, 2002, p. 235-
236:
40
Muchas de las consideraciones que a continuación se exponen acerca de la paternidad están inspiradas
en algunas explicaciones y demostraciones que al respecto pueden encontrarse en la Tesis Doctoral aún no
publicada de KLAUS DROSTE AUSBORNE, La palabra paterna en el orden de la vida personal, presentada el día 4
de diciembre de 2009 en la Universidad Abat Oliba CEU de Barcelona y que mereció la calificación de
sobresaliente cum laude, p. 68-80
41
FREUD, S., Mas allá del principio del placer, en Psicología de las Masas, Alianza Editorial, 1977, p. 114.“Das
Ziel alles Leben ist der Tod”.

Mercedes Palet - Aproximación psicológica: el sexo, el género y sus derivados - 16


En lo femenino hay un signo muy característico de la Humanidad, pues lo propio de lo
humano es recibir para luego comunicar. De ahí que en la medida en que el ser
humano no quiere recibir, no reconoce la dignidad de la feminidad. Y al no reconocer
su dignidad, se exige de la mujer que ella sea como el hombre, suprimiendo su
apertura al don. En este momento, ya que lo que se preconiza y promociona es el valor
de la «conquista», sobre el valor de la «donación», lo que es más propiamente
femenino queda desvalorizado, pierde su importancia y se vuelve ridículo.
Sin el don y sin la recepción iniciales, incluso en el orden natural, no hay vida humana
nueva. Lo propiamente humano comienza cuando se recibe. Cuando un hombre es
incapaz de recibir ya no puede vivir como hombre, una mujer que ya no es capaz de
recibir ya no puede vivir como mujer. Porque lo propio del hombre es la filiación. Es
más, la filiación es lo más radical en el ser humano. La filiación es, por así decirlo, el
primer dato de evidencia en la vida de cada hombre. En realidad, uno no puede
pensarse a sí mismo sin sus padres, uno no puede pensarse a sí mismo sino como
proveniente de alguien. Por eso, con la negación incluso mecánica de la paternidad, la
filiación divina deja de tener sustrato psicológico en la vida anímica del ser humano.
Cuando el mundo y la sociedad se cierran a la recepción, al don, lo que aparece –y ello
lo constatamos día a día– es un empeño desmedido por conquistar y dominar, y lo que
predomina es la (fuerza) técnica, por medio de la cual el hombre pretende gobernar las
cosas y torcer o manipular a su «voluntad» el mismo orden dispuesto por la
naturaleza.
Pero ocurre que la técnica no perfecciona, no hace buenos a los hombres moralmente,
ni siquiera de manera accidental. Como mucho la técnica sólo permite que el hombre
se expertice, sea experto en algo. Por eso vivimos en un mundo que parece que
pertenece sólo a los expertos. Pero el uso y el dominio de la técnica no hace al hombre
bueno moralmente. De ahí que desde el puro empleo de la (fuerza) de la técnica se
abre paso al amor egoísta y a un juego infantil en el plano de las relaciones amorosas
entre el hombre y la mujer que no permite el real encuentro fecundo requerido para la
constitución de una vida verdaderamente humana.
El rechazo o ausencia del padre, especialmente el rechazo del padre varón, conduce a
largo plazo al rechazo de la diferencia sexual entre hombre y mujer, al rechazo del
padre por la madre, y así surge la madre omnipresente y omnipotente que se apoya en
la (falsa) imagen de la mujer autosuficiente.

7. Permítanme, para ir concluyendo esta aproximación, presentar otra consecuencia, en


el orden psicológico, de la negación de la naturaleza sexuada del ser humano,
consecuencia que, esta vez y de un modo particular, alcanza un desorden no sólo de
alcance psicológico, sino también de orden moral que tiene también sus repercusiones
en el orden espiritual.

Mercedes Palet - Aproximación psicológica: el sexo, el género y sus derivados - 17


En efecto, la «no aceptación» de la propia corporeidad sexuada supone, tal como
indicábamos anteriormente, la «no aceptación» de la propia persona, el
autodesprecio. Ello, además de las consecuencias que más arriba se mencionaron,
puede llegar a ser el origen de una actitud, de una forma de estar y de vivir en el
mundo y con los demás, que podría llegar a ser un impedimento grave para la
adquisición y el ejercicio de algunas de las virtudes más fundamentales en la formación
del vigoroso edificio de la personalidad virtuosa. Me refiero a las virtudes de la
humildad y del agradecimiento.
La humildad –indica Pieper42– no es en primer término un comportamiento exterior,
sino una forma de ser por dentro que nace de la decisión libre y consciente de la
voluntad ordenada.43 La humildad no es tampoco en primer término una forma de
relacionarse con los demás, sino una forma determinada de estar en la presencia de
Dios. Es un juicio de sumisión del hombre a Dios. Es la sujeción del hombre a Dios, en
cuyo honor (el hombre) también se humilla sometiéndose a otros.44
La humildad consiste en que el hombre se tenga por lo que realmente es, porque la
humildad “tiene en cuenta la norma de la recta razón, según la cual alguien posee una
verdadera estimación de sí mismo”45. Por eso se dice que la humidad es la verdad: la
humildad es la verdad de las cosas y la verdad de quien soy yo. Sin la aceptación
agradecida de la propia corporeidad no es posible ser humilde, porque no se es
agradecido. El agradecimiento supone un conocimiento del don que se ha recibido. El
agradecimiento exige de antemano el conocer y reconocer que se ha sido obsequiado,
que se ha sido beneficiado. Cuando la propia corporeidad sexuada deja de ser don al
servicio de la fecundidad personal, el agradecimiento por la propia existencia pierde
su sustrato existencial. La misma vida se convierte en producto de una voluntad
técnica al servicio de lo público.
“Qué tienes que no hayas recibido” (1Cor. 4, 7) exclama el Apostol.

***

42
PIEPER, J., Las virtudes fundamentales, Rialp, Madrid 1990, p. 279
43
SANTO TOMÁS DE AQUINO, Suma de Teología, II-II, q. 161, a. 3, ad. 3: “La humildad, como las demás virtudes,
se muestra preferentemente en la interioridad del alma. Por eso puede el hombre someterse a otro
mediante un acto interno del alma (...)”.
SANTO TOMÁS DE AQUINO, Suma de Teología, II-II, q. 161, a. 1, ad. 2: “La humildad en cuanto virtud lleva
consigo cierto laudable rebajamiento de sí mismo. Esto se hace, a veces, sólo con signos externos y es
fingido, constituyendo la falsa humildad, de la cual dice San Agustín en una carte que es gran soberbia
porque parece que busca la excelencia de la gloria. Pero a veces se hace por un movimiento interno del
alma, en cuyo caso la humildad se considera como virtud propiamente dicha, porque la virtud no consiste
ne manifestaciones externas, sino principalmente en la decisión interna de la mente, como afirma el
Filósofo en Ethic.”.
44
SANTO TOMÁS DE AQUINO, Summa Theologica, II-II, q. 161, a. 1, ad. 5.
45
SANTO TOMÁS DE AQUINO, Summa Theologica, II-II, q. 162, a. 3, ad 2.

Mercedes Palet - Aproximación psicológica: el sexo, el género y sus derivados - 18


Conclusión

Lo propiamente humano es la comunión entre personas. Y la comunión personal


es de por sí fecunda. De ahí que desde la «Ideología del Género», al negar la natural
inclinación del varón y de la mujer, lo que se está haciendo es negar “la grandeza del bien
que constituye para los hombres el que entre ellos se dé la generación”.46
Santo Tomás de Aquino enseña que los ángeles se parecen más a Dios que los
hombres, porque en los ángeles, espíritus puros, se da la naturaleza intelectual con más
perfección. Sin embargo, enseña el mismo santo, se da una cosa por la que los hombres
se parecen más a Dios que los ángeles y es que el hombre nace del hombre, como Dios
nace de Dios47. Mientras que del ángel no nace el ángel.
En ser padres de hijos, los hombres y las mujeres se parecen al Padre Eterno que
es el Padre del Hijo, nacido del Padre antes de todos los siglos.

El designio divino, ya desde los orígenes de la Creación, ha hecho participar a los


hombres de la fecundidad. Fecundidad que ha dado también a los vegetales y
animales; pero como que los frutos de un árbol no son seres personales, ahí no
hay paternidad. Hay fecundidad, pero no hay paternidad. Pero en los hombres, la
fecundidad “biológica” es el soporte material del hacer venir a ser un hombre. El
hombre colabora con un acto creador de Dios de un ser personal. Y esto es la
paternidad humana. La maternidad es una con la paternidad humana. El hombre y
la mujer son padres en una fecundidad unitaria, que en lo corpóreo tiene esta
polaridad. La paternidad humana es la participación más singular de la Paternidad
divina. No hay nada en el universo entero que sea como esto –decía Canals. 48

Por eso es importante insistir en un punto en el que Santo Tomás también insistía
y es el de que es un error creer que la generación humana es resultado del pecado
original; es decir, que el hombre nace del hombre sólo a partir del pecado original. Si así
fuera, entonces, “el pecado del hombre hubiera sido muy necesario para alcanzar un gran
bien”49 y, eso, como dice santo Tomás “no está dicho razonablemente” pues las cosas que

46
CANALS VIDAL, F.,«Naturaleza humana y generación», en Tomás de Aquino, un pensamiento siempre actual,
Scire, Barcelona, 2004, p. 279.
47
SANTO TOMÁS DE AQUINO, Suma de Teología I, q. 93, a. 3, in c.: “Podemos hablar de la imagen de Dios en un
doble sentido. Primero, en cuanto aquello en lo que se considera ante todo la razón de imágen: la
naturaleza intelectual. Considerada así, la imagen de Dios se da más en el ángel que en el hombre, porque
en el primero es más perfecta la naturaleza intelectual. Segundo, puede considerarse la imagen de Dios en el
hombre en su elemento secundario, es decir, en cuanto en el hombre se da cierta imitación de Dios, ya que
hombre porcede de hombre, como Dios de Dios, y en cuanto que el alma humana está toda en todo el
cuerpo y toda en cada una de sus partes, como Dios respecto del mundo. En cuanto a esto y a otros aspectos
semejantes se encuentra la imagen de Dios más plenamente en el hombre que en el ángel”.
48
CANALS VIDAL, F., La familia, Iglesia doméstica, educadora de cristianos, Conferencia inédita pronunciada
en San Sebastián el día 21 de Noviembre de 1990.
49
SANTO TOMÁS DE AQUINO, Suma de Teología I, q. 98, a. 1, in c.

Mercedes Palet - Aproximación psicológica: el sexo, el género y sus derivados - 19


son naturales al hombre ni se sutraen ni se dan al hombre por el pecado...”. “... Es
manifiesto que al hombre, según su vida animal, que también tenía antes del pecado, le
es natural la generación por el coito, como a los demás animales perfectos; y muestra en
eso los miembros naturales destinados a este uso. Por esto –concluye santo Tomás– no
hay que decir que el uso de tales miembros naturales no se daría antes del pecado como
el de los demás miembros”.50 E, incluso –añade Santo Tomás- en el estado de inocencia,
esto es, antes de la caida del Pecado original, al estar las potencias sensibles ordenadas
bajo el mandato de la razón, el deleite sensible era incluso más intenso, “porque la
facultad concupiscible no se extendería desordenadamente sobre tal deleite regulado por
la razón; a la cual no pertenece que sea menor el deleite en los sentidos, sino que no se
entregue la facultad concupiscible inmoderadamente al deleite”. 51

Posibilitar un encuentro auténtico entre lo femenino y lo masculino es uno de los


elementos más importantes de la cultura, pues sólo mediante el encuentro
sincero de un hombre y una mujer se manifiesta lo humano en su plenitud
original. Cuando lo masculino y lo femenino no se encuentran espiritualmente, lo
humano desaparece, porque lo propiamente humano es la comunión entre
personas. Y la comunión es de por sí fecunda. La fertilidad, producto del
encuentro entre lo masculino y lo femenino, se materializa en la acogida de la
vida. La aspiración más profunda de la humanidad está en la fecundidad que,
como tal, encuentra su cúspide en la comunión personal fecunda. El hombre se
da, la mujer recibe y conjuntamente conciben.52

La Gracia divina, que viene de Dios por Cristo y sin la que no podríamos salvarnos,
no actúa nunca fuera de la naturaleza; su lugar propio de actuación es la naturaleza. No
es que la Naturaleza produzca la eficacia de la gracia, pero actúa sobre ella. La gracia
actúa en las almas de los hombres, en su naturaleza, en su imaginación, en su vida diaria
de matrimonio y de familia, y en la educación que han recibido de sus padres y en la que
dan a sus hijos; en las costumbres tradicionales y populares; en la impregnación cristiana
de las costumbres de la vida cotidiana.
Hoy en día se buscan por doquier sucedáneos de vida y de futuro, pero no se
encuentra ninguno que de verdad pueda satisfacer las aspiraciones más profundas del
corazón humano. El futuro, no sólo la Eternidad, es de Cristo, que es El que Es, El que Era
y El que ha de venir. Cristo, el mismo hoy, ayer, el mismo para siempre. (Heb. 13,8).

50
SANTO TOMÁS DE AQUINO, Suma de Teología I, q. 98, a. 2, in c.
51
SANTO TOMÁS DE AQUINO, Suma de Teología I, q. 98, a. 2, ad. 3.
52
DROSTE, K., La palabra paterna en el orden de la vida personal, tesis doctoral inédita, p.73.

Mercedes Palet - Aproximación psicológica: el sexo, el género y sus derivados - 20

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