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Jesús Emmanuel Silva Rivas

EXHORTACIÓN APOSTÓLICA «EVANGELII NUNTIANDI» DE S.S. PABLO VI

Es una urgente y noble tarea alentar, mediante esta exhortación, a todos los cristianos,
para que en estos tiempos de cambios e incertidumbre cumplan con amor y valentía lo
deseado por Dios y por la Iglesia: la proclamación de la Buena Nueva a todo el orbe. El
mensaje evangélico es único, es necesario. No puede ser reemplazado, ni superado; no
puede pasar indiferente ni acepta sincretismos ni acomodos; pertenece a la belleza de la
Revelación y lleva consigo sabiduría que no es de este mundo; es la Verdad.

I. DEL CRISTO EVANGELIZADOR A LA IGLESIA EVANGELIZADORA

Jesús se declara enviado por el Padre y todos los aspectos de su Misterio -ya desde la
Encarnación- forman parte de su misión evangelizadora. Jesús, Evangelio de Dios, ha sido
el más grande evangelizador, y lo ha sido hasta el final, hasta la perfección, hasta el
sacrificio de su propia vida. Las palabras de Cristo no admiten comparación, son palabras
de verdad, llenas de fuerza, capaces de hacer milagros, cambiar corazones, destinos de vida.
Es por esto que la Iglesia hace suyas las palabras de S. Pablo: «¡Ay de mí, si no
evangelizara!» (1 Cor 9,16), pues evangelizar constituye la dicha y vocación más propia de
la Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar. La Iglesia misma nace
de una acción evangelizadora: la de Jesús y de los Doce. Nacida de la misión de Jesucristo,
la Iglesia es enviada a su vez por Él.

II. ¿QUÉ ES EVANGELIZAR?

Evangelizar significa, para la Iglesia, llevar la Buena Nueva a todos los ambientes de la
humanidad y, con su influjo, transformar desde dentro, renovar a la misma humanidad. No
se trata solo de atraer más gente a la Iglesia, sino de transformar con la fuerza del Evangelio
los valores centrales de la humanidad, las fuentes de inspiración, las líneas de pensamiento,
los modelos de vida de la gente. Aunque el Evangelio no se identifica con la cultura, son
embargo, el Reino es vivido por hombres profundamente vinculados a la cultura, por lo que
la Iglesia no debe ignorarla. Precisamente el drama de nuestro tiempo es la ruptura entre el
Evangelio y la cultura.
La buena nueva debe ser proclamada, principalmente, mediante el testimonio. Sin
embargo, este testimonio se tornará impotente si no es esclarecido por el anuncio del
nombre, la vida, el misterio del Señor Jesús.

III. CONTENIDO DE LA EVANGELIZACIÓN

En el anuncio de la Buena Nueva existen elementos esenciales que jamás deben de ser
hechos a un lado o mutilados. No podemos pasar por alto que evangelizar es dar testimonio
de un Padre misericordioso, que nos ha enviado a su Hijo por amor, y que a su vez el Hijo
nos ha enviado al Espíritu de Verdad. Además, evangelizar debe tener siempre como base
la clara proclamación de que Jesucristo, Hijo de Dios hecho hombre, muerto y resucitado es
la única fuente de la salvación del mundo. Por esto mismo, la evangelización no puede
menos que incluir el anuncio de un Reino futuro que no es de este mundo. También debe
Jesús Emmanuel Silva Rivas

incluir la predicación del mandamiento más importante y más radical: el amor a Dios, y el
amor a los hermanos como a uno mismo.

IV. MEDIOS DE EVANGELIZACIÓN

El problema del cómo evangelizar es siempre actual, porque las maneras de evangelizar
cambian según las diversas circunstancias, en donde se ponen a prueba nuestras
capacidades creativas. Ya dicho antes, el primer modo de evangelización es el testimonio
de vida en entrega amorosa a Dios y a los hermanos. Recordamos también la importancia
de la predicación del verdadero Dios en Cristo Jesús y de su mensaje. No podemos ignorar
la gran importancia de la catequesis, sobre todo de la catequesis de niños, adolescentes y
jóvenes, con el fin de introducir y reforzar la fe y las buenas costumbres. Actualmente, la
catequesis no puede prescindir de los medios de comunicación y de las actuales
tecnologías. Sin embargo, la manera más eficaz de transmitir el Evangelio, es de persona a
persona, transmitiendo la propia experiencia de la fe.

V. LOS DESTINATARIOS DE LA EVANGELIZACIÓN

Revelar a Jesucristo y su Evangelio a los que no lo conocen. Este es el esfuerzo


misionero, nacido en Pentecostés, que ha acompañado toda la historia de la Iglesia.
Anuncio a un mundo descristianizado, incapaz de reconocer en Cristo la verdadera
felicidad; anuncio a un mundo de diversas religiones, donde las «Semillas del Verbo» han
preparado a los hombres para conocer a Cristo y su mensaje. La Iglesia se siente
responsable de todos los pueblos, por eso sigue formando apóstoles ardientes de la Palabra.
Por supuesto que la evangelización también está destinada a alimentar y apoyar la fe de los
ya creyentes, tan asediada por las grandes interrogantes y problemas de la vida. Sin
embargo, los no creyentes, los indiferentes y los no practicantes son cada vez más, con más
resistencia a los valores cristianos, por lo cual la evangelización debe ser más astuta.

VI. AGENTES DE LA EVANGELIZACIÓN

La Iglesia entera es responsable de que el Evangelio llegue hasta los últimos rincones de
la tierra, adaptándolo -sin desfigurarlo ni manipularlo- a las distintas culturas, lenguajes y
tradiciones. La evangelización es primera y principalmente, responsabilidad del Papa,
sucesor de Pedro y de los Obispos, sucesores del colegio apostólico; le siguen los
sacerdotes, diáconos. Religiosas y religiosos; y, finalmente, aunque no menos importante,
todos los seglares, en cuyas familias se debe de vivir el espíritu evangélico en el testimonio
común.

VII. EL ESPÍRITU DE LA EVANGELIZACIÓN

Toda esta evangelización debe de ir acompañada de disposiciones y actitudes interiores


que son imprescindibles. Primero que nada, la apertura interior al Espíritu Santo, quien
suscita y guía esta evangelización. Segundo, la autenticidad del testimonio y la coherencia
cristianos en quienes se dicen apóstoles de la Palabra, los cuales deben buscar la unidad,
servir a la verdad y animar la misión en un amor ardiente. Que María, estrella de la
evangelización, sea nuestra intercesora en tan imprescindible tarea.

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