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Universidad de Guadalajara

Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades

Departamento de Filosofía

Licenciatura en Filosofía

Didáctica de la Filosofía

Trabajo de integración:

«Didáctica y filosofía»

Presentado por:

Fernando Franco Ordaz

Con código:

210717922

Profesor:

Dr. Carlos Jaime Méndez Fraustro

Fecha de entrega:

20/05/2017
I. Introducción

En el presente trabajo se llevarán a cabo reflexiones en torno a la didáctica de la filosofía.


Se parte de la propuesta hecha por Augusto Salazar Bondy en su texto Didáctica de la
filosofía. En el cual expone los puntos esenciales que debe cumplir un docente para la
enseñanza filosófica. Lo anterior contrastado con la experiencia de haber observado una
sesión de filosofía a nivel bachillerato.

Para lograr el cometido de ser pertinentes con lo que se pudiera decir de la labor del
docente, se trabajó con una serie de puntos que permitieron encontrar lo que se buscaba.
En este texto no se comentan todos los puntos, pues algunos no parecieron dar justicia al
docente. Por ejemplo, dado que sólo se observó una sesión, no se puede decir si el curso
cumplió con el plan de trabajo propuesto, o bien si corresponde el tipo de sesión con lo
marcado en el calendario de trabajo. Se podrá ver, entonces, que sólo se toman los puntos
que parecen hacer justicia a las condiciones dadas, y, por supuesto, que resultaron más
llamativas al autor de este trabajo.

Este trabajo se distribuye en tres partes generales: método didáctico, formación docente y
relación profesor-alumno. Con ellos se cree abarcar lo más importante a repensar,
resultado de la observación. Todos ellos se enfocan en el docente en diferentes momentos.
Recalcando que no se trata de calificar al docente, sino observar cómo se desempeña el
docente con relación a la teoría.

Finalmente hay una serie de conclusiones derivadas del recorrido realizado. Ahí se agregan
una serie de consideraciones, muy generales, a mejorar en el desempeño del docente
observado. Sin más, espero haya justicia en cada palabra.
II. Desarrollo

Como esto no se trata de una bitácora en la que, punto a punto, se detalla lo sucedido en
la observación, se pretende establecer reflexiones en torno al ejercicio del docente.
Asimismo, se contrastará con la propuesta de Augusto Salazar Bondy en Didáctica de la
filosofía para la correcta enseñanza de esta forma de conocimiento. En ese entendido, pues,
se revisarán tres aspectos generales: método didáctico, formación docente y relación
profesor-alumno. Así, se dará cuenta de aspectos necesarios para un ejercicio suficiente de
la enseñanza en filosofía.

Método didáctico

Se entenderá por método didáctico la “articulación de actos y medios de enseñar, con la


que hace juego, en paralelismo estricto, el método de aprender o de estudio” (Salazar
Bondy, 1995). Y con ello se pretende optimizar la enseñanza de la filosofía –en este caso–,
a través de una serie de métodos ya identificados que resultan adecuados al propósito
establecido.

Durante la sesión de filosofía en bachillerato se observó un conjunto de varios métodos


(algo tan válido como necesario, ya que la aplicación de un solo método vicia la enseñanza),
que son: expositivo, interrogativo y doble interrogativo. Cada uno de ellos se alternaron a
lo largo de la sesión. Esto llamó la atención, ya que normalmente el método expositivo tiene
lugar sólo al inicio de la clase impartida. En este caso, el profesor se daba a la tarea de
aplicarlo cuando le pareció pertinente, por ejemplo: cuando hubo un tema que resultó
difícil de recordar para los estudiantes, el profesor lo expuso lo más breve posible.

En cuanto a las formas interrogativas parecieron muy llanas. Es decir, las preguntas
realizadas, en su mayoría, fueron para hacer un recuento de lo visto en sesiones anteriores,
apelando a la memoria y poco a la reflexión. En un caso como este iría contra lo pretendido
en la enseñanza de la filosofía que, parafraseando a Bondy, se trata de desarrollar una visión
propia del mundo a través de la reflexión constante y la capacidad crítica. De tal manera
que este punto debería trabajarse más, haciendo uso de preguntas incitadoras de diferente
complejidad. Y recordar siempre que el cuestionamiento es fundamental tanto para la
filosofía como para la enseñanza de la misma.

Finalmente, conviene comentar la forma en que el tiempo se administró de acuerdo a lo


visto en la sesión. Se trató de dos horas clase que pretendió cumplir dos objetivos. Primero,
repensar temas vistos anteriormente; y, segundo, aclarar dudas y obtener conclusiones. La
apertura fue una indicación de menos de cinco minutos para realizar las actividades
posteriores. Al desarrollo, que consistió en rescatar de la memoria lo antes visto, se le
prestó más tiempo, no del necesario, sino del disponible. Pues, para el cierre, no todos los
alumnos pudieron realizar sus preguntas, como era lo pretendido.

No obstante, resulta complicado establecer, en este caso, un completo control del tiempo.
De hecho, sería lo menos predictible para una clase, de cualquier tipo, pues dependerá de
la discusión que se pueda presentar en el aula. En otras palabras, está sujeto a las dudas
que los educandos traigan a colación, donde un docente difícilmente puede imponer límites
coartando una posible reflexión provechosa, o no aclarando una duda que después impida
al educando avanzar.

Formación docente

Ahora bien, resulta pertinente observar las habilidades y conocimientos del docente. Es
decir, responder a la pregunta: ¿el docente está tiene una formación suficiente para
enseñar? Ya que es condición necesaria para alcanzar el objetivo de la enseñanza filosófica.
Son dos los puntos que se deben tener en cuenta para una formación suficiente: 1) conocer
la literatura disponible de acuerdo a los temas, y 2) saber filosofar.

El primer punto hace referencia al conocimiento de qué autores han tratado el tema a
exponer, cuál es la bibliografía, estar familiarizado con el lenguaje utilizado y, también,
conocer los enlaces históricos de dicho problema. El segundo, da cuenta del punto más
importante en cuanto a ser docente de filosofía se trata. Se entiende mejor de la siguiente
manera. Si se pretende que el educando aprenda a filosofar, condición para ello es que la
aprenda de alguien que sepa hacerlo; porque no se puede enseñar lo que no se conoce.

Hay que entender lo anterior de la forma menos ideal posible. Por supuesto que a todos les
encantaría tener a un docente erudito, que conozca toda la literatura en filosofía existente,
que hable más de tres idiomas y que sea un filósofo reconocido… Sin embargo, esto es más
que complicado de que suceda, en todos los niveles, en todos los países. Se trata, entonces,
de acercarse a ello dentro de las condiciones existentes.

En el caso de la observación realizada se dieron luces del dominio de varios temas. Hubo
preguntas que permitieron al docente establecer relaciones con otros temas, haciendo
analogías con problemas ya tratados. Esto dio cuenta que hay conocimiento de la historia
de la filosofía, de problemas y temas pertinentes a la clase. En cambio, lo que no se pudo
dar a conocer es la capacidad del docente para filosofar. Pero, las condiciones de la clase
no se prestaron a ello. Y no parece existir clase alguna que se preste a ello. Se necesitaría
un método expositivo durante toda la sesión si se quisiera poner a prueba al docente en
este tópico. Así, este punto no menguó el ejercicio del docente.

Relación profesor-estudiante

En lo que consiste a este trabajo, la relación profesor-estudiante, es la parte medular a


evaluar en un docente. Ya que está considerado aquí como condición de posibilidad para la
enseñanza en filosofía. En otras palabras, sin una relación satisfactoria sería imposible llevar
a cabo cualquier método, generar comunicación y mucho menos transmitir al educando la
reflexión y crítica buscadas. Se podría sintetizar mediante el término ambiente de
aprendizaje.

El ambiente de aprendizaje conjuga todos los elementos que pueden intervenir en el


desarrollo del aprendizaje. Desde las condiciones socio-económicas del educando, pasando
por la infraestructura del aula, hasta la actitud de los que tomen parte de la enseñanza. En
otras palabras, todo aquello que afecte a los sujetos profesor y estudiante será considerado
ambiente de aprendizaje.

Aclarado el punto, vendría a bien comentar algunos puntos importantes de la observación


realizada. Primero, un elemento que sale del control del docente son las condiciones
climáticas durante las que se desarrolla la sesión. A primera vista pareciera absurdo
comentar esto, pero influye bastante en todo el grupo. Se pudo notar que la mitad de los
alumnos se les dificultaba concentrarse por el calor que había. Una medida tomada para
solucionar esto fue el uso de ventiladores instalados en el aula, aunque estos causaban
mucho ruido impidiendo la correcta comunicación. Tómese en cuenta esto, ya que fue
imposible que el clima no hiciera mella en el desarrollo de la sesión.

Segundo, el lenguaje utilizado. Recalco este punto, pues resultó que las palabras utilizadas
para la clase, por el docente, estaban a un nivel adecuado para llevar a los alumnos a través
de los problemas filosóficos, recuperando conceptos más complejos de manera pertinente.
También se notó que el lenguaje y la actitud con la que se dirigió a los educandos fue
respetuosa y agradable, generando un ambiente más cómodo. Incluso, cuando era
necesario mantener la disciplina, las palabras y el tono parecieron ser los adecuados.

Tercero, la forma de relacionarse con los estudiantes resultó efectiva. Pues, aunque las
condiciones exteriores no daban pie a ello, el docente siempre mantuvo una dinámica
estable, atractiva y amena. Las explicaciones se hacían con un esfuerzo de claridad y
precisión. Se puede reconocer que el docente ha creado un vínculo con los alumnos,
generando así una vía para acercarse a los educandos y cumplir con el objetivo de la
enseñanza. No obstante, tómese en cuenta lo comentado en secciones anteriores para
establecer alguna conclusión acerca del desempeño del docente.
III. Conclusiones

Es complicado realizar la evaluación de un docente dados los parámetros expuesto por


Salazar Bondy. Pues, en el entendido de que tales pretensiones no son realistas, ¿dónde
posicionar puntos de suficiencia o insuficiencia? Resulta, pues, un tanto subjetivo establecer
dichos objetivos del desempeño docente. Aun así, por proximidad y por impresión del
observador se puede decir si fue satisfacible o no el trabajo del docente.

No obstante, más allá de ese juicio, que poco o nada sirve al docente, conviene indicar los
puntos a trabajar, sosteniéndolos en la propuesta de Salazar Bondy. Pero antes, sería
pertinente concluir algunos puntos generales. La enseñanza resulta bastante complicada.
Sólo recurriendo a los puntos antes mencionados se da cuenta de ello. Y el hecho es que
hay muchos más a tratar. De tal forma que la docencia, y más aún en filosofía, por su
carácter tan abarcador, es una formación perenne, sin fin. Deja ver la responsabilidad que
como docente hacia sí mismo se tiene, así como hacia los educandos.

Ahora bien, lo que se puede señalar de la sesión observada, y más en concreto del docente
observado, es que tuvo un desempeño satisfactorio. Si se repasa la teoría se da cuenta de
que desarrollo varios de los puntos de forma pertinente. Desde la selección de método
didáctico hasta el uso del lenguaje. A esto abona la manera en que genera un ambiente
relajado para el aprendizaje. Sin embargo, hay puntos a pulir, que son:

 El uso de la interrogación. Se puede mejorar bastante, principalmente enfocándose


a las cuestiones provocadoras. Esto permite que el alumno, por sí mismo, comience
a reflexionar. Y es la vía directa al filosofar.
 Los métodos didácticos. Esto más como sugerencia que como crítica. Pero es posible
tomar otros modelos de enseñanza, que propician más la reflexión. Por ejemplo, los
modelos dialógicos entre estudiantes (no debates). La construcción de ideas entre
ellos resulta más provechosa, por permitirles pensar solos.
 Organización del tiempo. Habría que considerar las actividades a realizar, y tomar
decisiones más contundentes al respecto. Es decir, se podría prescindir de ciertas
actividades más técnicas o dadas a la entrega de material para la evaluación, y dar
más espacio a la aclaración de dudas y retroalimentación. Todo, siempre y cuando
sea pertinente.
 Hacer mejor uso del espacio. Tomando en cuenta que hay condiciones
incontrolables, como las climáticas, tal vez se podría distribuir a los educandos de
forma tal que los haga sentir más cómodos. En otras palabras, crear nuevos espacios
mediante la distribución de lugares.

Sin poder decir algo más, pues el observar sólo una sesión no permite hacer un juicio
exhaustivo, recalco la peculiaridad de la labor docente. Con el trabajo constante y, más para
bien que para mal, la prueba y error, llevará más cerca del docente que alguna vez pensó
Augusto Salazar Bondy. Sólo hay que pensar didácticamente.
Bibliografía

Flechsig, K.-H., & Schiefelbein, E. (2003). Veinte modelos didácticos para América Latina.
INTERAMER.

Rodríguez, H. (s.f.). Ambientes de Aprendizaje. Obtenido de Universidad Autónoma del Estado de


Hidalgo: https://www.uaeh.edu.mx/scige/boletin/huejutla/n4/e1.html#refe0

Salazar Bondy, A. (1995). Didáctica de la filosofía. Lima: Fondo editorial.

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