Академический Документы
Профессиональный Документы
Культура Документы
Por otro lado el Grupo de los Cuatro, integrado por el Arzobispo Metropolitano de
Santiago de Guatemala, el presidente de la Alianza Evangélica de Guatemala, el
Procurador de los Derechos Humanos y el Rector de la Universidad de San Carlos de
Guatemala, observa con preocupación la situación por la que atraviesa Guatemala,
Sentimos que Guatemala ha ingresado a un periodo de acelerada descomposición en
distintas manifestaciones de la vida ciudadana, incluyendo la moral y los valores de
convivencia. Esa descomposición, se manifiesta también en la ruina de la política, de la
legalidad y en el extravío de la misión de las instituciones públicas. Las relaciones
sociopolíticas que se construyen desde el Estado y que sirven de referencia a la sociedad
entera, son mediadas casi exclusivamente por el patrimonialismo, el clientelismo y la
corrupción.
Es una crisis:
• De la institucionalidad pública, de su funcionalidad, de su credibilidad y de incapacidad
para el cumplimiento de sus mandatos constitucionales.
• De valores y moralidad públicas, gravemente lesionadas por inequívocas señales de,
tráfico de influencias y utilización de la institucionalidad estatal para el enriquecimiento
ilícito.
• De falta de confianza de la ciudadanía en las instituciones del Estado.
• Del compromiso ciudadano con la hacienda pública, traducida en una crisis fiscal sin
precedentes, como consecuencia del deterioro de la institucionalidad y la confianza
públicas, arriba mencionadas.
• Del régimen político, caracterizado por la captura de instituciones de amplia
intermediación y representación social, por parte de intereses particulares monetarios,
con la consecuente fragilidad ideológica, programática y organizativa de la mayoría de
partidos políticos, convertidos en meras herramientas de acción electoral.
Nos parece evidente, como a muchos ciudadanos, que el pacto constitucional de 1985
se encuentra en una fase terminal de deterioro, que ya agotó sus posibilidades reales de
organizar la convivencia social democrática de las y los guatemaltecos, porque gran parte
de su contenido se ha convertido en letra muerta o en objeto de engaño, burla o
interpretación antojadiza, acomodada a intereses particulares por encima del interés
común.
La legalidad, el respeto al espíritu y la letra de las leyes de la República, están
gravemente lesionados.
Antes bien, son el mal ejemplo de la ciudadanía con menos poder, al anteponer
egoístamente sus intereses personales y de grupo de muy corto alcance, y al emplear
perversos métodos de ejercicio del poder que riñen con los principios de dignidad,
respeto, tolerancia y el libre juego de ideas.
Mientras siga fluyendo dinero de las remesas familiares y de la economía del delito habrá
consumo, es decir, habrá negocios, pero no inversión sana ni empleo digno y estable, ni
futuro decente. Entretanto, los problemas estructurales del país siguen sin ser abordados
con un sentido estratégico de superación.
Guatemala se encuentra en medio del remolino de la geopolítica del crimen, con su cauda
de narcoactividad, trata y tráfico de personas, tráfico de armas y otros ilícitos, a tal punto
que constituye un foco de preocupación de la comunidad internacional y en especial de
aquellos países que consideran amenazada su propia seguridad a causa de la fragilidad
del Estado guatemalteco. Estas son realidades que debemos reconocer sin temor, como
condición para enfrentarlas unidos y con valentía. Negarse a ello es el mejor camino para
que el país se siga deslizando por la pendiente de la crisis. Estamos convencidos que
Guatemala tiene salvación y puede superar esta difícil etapa, quizá la más compleja y
desafiante en casi 200 años de vida republicana.
Esas elites deben entender que su presente y su futuro están indisolublemente atadas al
destino del pueblo, sobre todo de los grandes contingentes de población que sobreviven
precariamente, sin oportunidades de salud, educación, abrigo, techo y alimentos. De
manera especial queremos llamar la atención sobre los pueblos indígenas, pues su
participación plena es condición imprescindible para levantar a Guatemala. Esos pueblos
no son el problema, como se les ha querido ver, son la clave de la solución.
Las elecciones del próximo año serán, quizás, una de las últimas oportunidades para
cambiar este estado de cosas de una forma pacífica y civilizada. Estas no serán
elecciones normales, pues los tiempos que vive Guatemala son anormales. La
ciudadanía espera propuestas serias de gobierno y acuerdos entre todas las fuerzas para
comenzar a salir del atolladero.
Por grandes o pequeños que seamos, y sin importar nuestra religión, creencias, oficios y
condición, todos tenemos una tarea y un compromiso que cumplir en esta hora crítica de
la patria. Es el momento de asumirlos con vehemencia, convicción y fe.