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MAGIS 3

CRISTOLOGÍA DE LA CARTA A LOS HEBREOS

ENSAYO

TUTOR: JOSÉ LUIS CARAVIAS, sj

MARÍA CRISTINA GUILLÉN GALEANO


ASUNCIÓN-JUNIO 2008

1
INDICE

Pág.

INTRODUCCIÓN……………………………………………………………………………….1

CONTEXTO HISTÓRICO……………………………………………………………………..2

ESTRUCTURA Y GÉNERO LITERARIO…………………………………………………...2

QUIÉN ESCRIBIÓ…………………………………………………………………………......2

A QUIÉNES SE DIRIGÍA……………………………………………………………………..3

PRESENTACIÓN DEL MISTERIO DE LA ENCARNACIÓN……………………….....4

QUÉ ES LA ENCARNACIÓN DE JESÚS?........................................................4

EN QUÉ JESÚS FUE IGUAL A NOSOTROS?...................................................6

PARA QUÉ SIRVIÓ LA ENCARNACIÓN?...................................................... 8

DESDE LA MIRADA DE LA ENCARNACIÓN……………………………………………11

IMPLICANCIAS DE LA ENCARNACIÓN EN LA VIDA DEL CRISTIANO, HOY..11

CONCLUSIONES……………………………………………………………………………….12

2
INTRODUCCIÓN

La Encarnación de Jesús al hacerse parte de la raza humana, en un país,


comunidad, familia, vientre y tiempo histórico concreto, se constituyó en la decisión
más trascendente de la Trinidad al ver la infelicidad de su creación más preciada,
los hombres y las mujeres. Esta reflexión-revelación nos presenta Ignacio de Loyola
en la segunda semana de los Ejercicios Espirituales y fue motivo de profunda
inspiración durante el Magis 3, para conocerla y experimentarla con mayor
detenimiento a partir de la Carta a los Hebreos.

En los últimos años, este escrito bíblico no fue objeto de estudio como las demás
cartas paulinas. Algunos biblistas plantean que el escaso interés en profundizarla
pudo haber sido influido por el hecho de que Pablo no es el autor de Hebreos. Sin
embargo, otros estudiosos redescubren hoy su actualidad relevante y el imperativo
de sacarla de la marginación, de reevaluarla y volverla a posicionar como portadora
de una respuesta cristocéntrica a nuestro mundo actual, caracterizado por
cristianos perseguidos por practicar la justicia evangélica; o desanimados,
amargados e indiferentes ante las exigencias de la vida cristiana.

La Carta a los Hebreos tiene como dos dimensiones que se complementan y no


pueden separarse, la Encarnación de Jesús y su rol de Sumo Sacerdote de la
humanidad. Este ensayo pretende enfocarse exclusivamente en la Encarnación de
Jesús, a través de la lectura de los versículos que se refieren a la misma,
acompañada además, de las reflexiones de algunos autores que la han
profundizado.

Nuestro interés se centra en aproximarnos a una mejor comprensión de la


Encarnación de Jesús, a través de la búsqueda de respuestas en la Carta a los
Hebreos, a preguntas sencillas que nos develen el significado del Dios hecho
hombre, el para qué de su encarnación y las implicancias actuales de asumir a un
Jesús encarnado.

1
CONTEXTO HISTÓRICO

El texto de los Claretianos sobre Hebreos nos describe algunos detalles del contexto
histórico. Si bien no hay acuerdo en cuanto al año exacto en el cual se escribió la
Carta a los Hebreos, parece razonable que se lo ubique en el año 68, en plena
persecución de Nerón a los cristianos. En ese entonces, ante el sufrimiento de la
persecución, los cristianos sentían como que Dios se había llamado al silencio, pues
en su experiencia del antiguo testamento, “Israel interpretó como silencio de Dios
el sufrimiento, la muerte y todo lo que se asemejara o se acercara a dichas
realidades: enfermedad, guerra, pestes, hambre, calamidades, persecución,
fracasos, esterilidad, etc.” (1).

Este silencio de Dios lo experimentaban como muy doloroso, precisamente en


momentos difíciles en los cuales trataban de encontrarle una causa a ese dolor,
remitiéndoles, en la mayoría de las veces, a la culpa con necesidad de expiación.
Muchos de ellos ya habían venido de soportar en los primeros años del cristianismo,
la persecución de los judíos, y ahora se agregaba la del Imperio Romano. Es así
que muchos se sentían desanimados, cansados, tentados a abandonar la fe.

Otro autor nos expresa que “La Carta a los hebreos está dirigida a una comunidad
que padece las consecuencias de una persecución religiosa, y aún siendo así que en
otros tiempos ha sido una iglesia dinámica y meritoria por muchos motivos, se
encuentra en un período de decaimiento” (2).

ESTRUCTURA Y GÉNERO LITERARIO

El autor utilizó como técnica literaria el denominado quiasmo, consistente en


desarrollar las ideas en forma concéntrica de modo que la parte más importante se
encuentra en el centro del escrito, es así que la parte inicial se relaciona con la final
y las partes medias entre sí, destacando la idea central que desea exponer.

En cuanto al género literario, no es una carta en el sentido estricto pues no tiene


las partes que la caracterizan como tal, esto es un saludo inicial, presentación del
autor, destinatarios, acción de gracias, bendición, despedida, saludos finales, etc.
Se la considera más como un escrito de exhortación, la carta original en griego
utilizó la palabra “paráklesis que en griego significa exhortación, aliento, fortaleza y
consuelo con el propósito de fortalecer al creyente en su fe” (1).

Pertenece así al género de predicación, homilía, sermón, o mejor aún, es “un


pequeño tratado bíblico-teológico acerca del sacerdocio de Cristo” (1).

QUIÉN ESCRIBIÓ?

En la actualidad se sabe que si bien hace parte de las cartas paulinas, su autor no
fue Pablo sino, probablemente, un discípulo suyo, que formaba parte de una
comunidad perseguida.

“Se propone a algún discípulo de Pablo, judeo-helenista, es decir, alguien de


formación judía, pero abierto a la cultura griega. ¿Lucas, Bernabé, Silas, Clemente
o Apolo? Este último, desde Lutero, cuenta con algunos argumentos en su favor”
(1).

2
El escrito original se halla en griego con un alto grado de elegancia estilística y de
habilidad literaria, lo que hace presuponer que se trataba de un cristiano
alejandrino profundamente instruido en el Antiguo Testamento (3).

Otro dato acerca del autor se encuentra en la propia Carta a los Hebreos, en el
capítulo 13 cuando afirma:

“Les ruego encarecidamente que recen a Dios para que cuanto antes pueda volver
a ustedes” Heb 13,19.

Pareciera que el autor por algún motivo ajeno a su voluntad, está distanciado de su
comunidad, a la cual añora y desea volver.

De todas formas, aunque no se conozca con certeza al verdadero autor de esta


carta, lo importante es que sigue la lógica paulina de ser cristocéntrica y esclarece
aspectos resaltantes de la Encarnación y del Sacerdocio de Jesús.

En esta perspectiva, coincidimos con el siguiente texto que afirma:

“En el Nuevo Testamento no fueron siempre personas del colegio apostólico las
que comunicaron la verdad. Dios escogió también a gente humilde que quedó en el
anonimato. Pero no por eso su doctrina deja de ser importante y hasta
trascendental, como es el caso del escrito a los Hebreos” (1).

A QUIÉNES SE DIRIGÍA?

Al contrario de lo que pueda inducirnos el título de esta carta acerca del


destinatario de su mensaje, la misma no estaba dirigida a una comunidad de
hebreos, es decir judeo-cristianos, sino que a los paganos o a los nacidos de padres
cristianos (3).

“La iglesia destinataria sería, de todas formas, no una iglesia hebrea, sino una
iglesia de simples cristianos, venidos en su mayoría del mundo no judío” (1).

Como este escrito se lo consideró dentro de las cartas paulinas, debía tener un
destinatario como las demás cartas. El nombre de Hebreos que se le fuera dado
recién en el siglo III, parece estar vinculado al contenido de la carta en lo
relacionado al Sacerdocio de Jesús, que se contraponía al sacerdocio judío del
Antiguo Testamento.

“Este escrito, por haber sido considerado como perteneciente al "corpus paulinum",
debía ser carta, como los otros escritos de Pablo y debía tener un destinatario,
también como las otras cartas paulinas. Y, al no tenerlo explícitamente, recibió un
título acomodado, el de "Carta a los Hebreos", título que pagaba tributo al hecho de
que el escrito tomaba posición contra ciertas tendencias judaizantes que tenían
algunas comunidades cristianas” (1).

Este grupo de cristianos a quienes la carta fuera dirigida, eran cristianos


perseguidos o desanimados. Era tiempo de desierto, de silencio de Dios, de
replegarse sobre sí mismo para redescubrir la nueva voz de Dios en sitios
reducidos, ámbitos familiares y ocultos. Momento de crisis, de necesidad de cambio
y de profundizar la experiencia de Cristo (1).

3
PRESENTACIÓN DEL MISTERIO DE LA ENCARNACIÓN

Uno de los puntos relevantes de la Espiritualidad Ignaciana es el Misterio de la


Encarnación de Jesús. Misterio en cuanto implica una profundidad tal que sólo a
través de la experiencia en nuestra propia vida, iluminada por la reflexión-oración
podremos ir aproximándonos a la comprensión de su verdadero sentido así como a
gustar y experimentar la inmensa riqueza que contiene para la vida corriente y
cotidiana de cada uno de nosotros. Viví años de mi vida sin buscar un significado
más allá de unas palabras aprendidas acerca de la Encarnación, y no fue sino a
través de un profundo y entonces oscuro dolor que me permitió el encuentro con
seres humanos concretos que asumieron al Jesús encarnado y me acompañaron de
tal manera que comencé a ver y a sentir, con progresiva y creciente nitidez, la
inmensidad del amor de la familia Trinitaria hacia sus criaturas y particularmente
hacia mí. Comencé a descubrir la trascendencia de la Encarnación de Jesús.

El objetivo de los siguientes apartados es, precisamente, recorrer los pasajes de


hebreos para ir adentrándonos en los versículos que nos hagan referencia al tema
de la Encarnación del Hijo de Dios, con la ayuda de autores que nos aclaran
aspectos de su contenido. Es de nuestro interés, conocer porqué es un “texto
cumbre sobre la Encarnación”, como lo expresara Caravias en el módulo de
Cristología, y asimismo qué aportó de nuevo al esclarecimiento de este misterio de
fe.

QUÉ ES LA ENCARNACIÓN DE JESÚS?

Según presentación de Caravias (4) varios escritos bíblicos del nuevo testamento se
han referido al Dios encarnado, destacándose así en los textos paulinos, el hecho
de que siendo Dios, se hace nada, para hacerse hombre como nosotros:

“Cuando llegó la plenitud de los tiempos, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer”
Gál 4,4

“Siendo rico se hizo pobre por nosotros para enriquecernos con su pobreza”
2 Cor 8,9

“Cristo Jesús, siendo de condición divina, no se apegó a su igualdad con Dios, sino
que se redujo a nada, tomando la condición de servidor, y llegó así a ser
semejante a cualquier hombre”
Flp 2,6-8

“Encontrándose en la condición humana, se rebajó a sí mismo, haciéndose


obediente hasta la muerte, y muerte en una cruz”.
Flp 2,6-8

En los Sinópticos nos relatan acerca de aspectos de la vida de Jesús y de que


asumió nuestras debilidades:

“Los zorros tienen su madriguera y las aves del cielo sus nidos, pero el Hijo del
Hombre no tiene ni dónde reclinar su cabeza”
Mt 8,20

“Hizo suyas nuestras debilidades y cargó con nuestros dolores”


Mt 8,17

4
“Jesús crecía en sabiduría, en edad y en gracia, ante Dios y ante los hombres”
Lc 2,52

En los relatos de Pasión, el Dios encarnado experimenta la terrible soledad y el


abandono de sus amigos y hasta de su propio padre:

“Lo apresaron y quedó totalmente solo. Todos lo abandonaron”


Mt 26,56

“Lo trataron como a un delincuente”


Lc 22,37

“Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? Dio un fuerte grito y entregó
su espíritu”
Mt 27,46-50

Ya el evangelista Juan, remarca el hecho que se hizo igual a nosotros pero que no
lo reconocimos como tal:

“El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”


Jn 1,14

“Vino a su propia casa, y los suyos no le recibieron”


Jn 1,11

Sin embargo, “la Carta a los Hebreos surge a finales del siglo I y es el texto cumbre
de la Teología de la Encarnación” (5). Por medio de algunos versículos relevantes
iremos meditando y estudiando su contenido y sentido.

En los dos primeros capítulos nos introduce, nos presenta a Jesús, con las
siguientes expresiones:

“El es el resplandor de la Gloria de Dios y en él expresó Dios lo que es en sí mismo”


Heb 1,3

Jesús como parte de la Trinidad, es la misma esencia de su Padre-Dios. Tiene una


dimensión definitivamente divina.

“Dios, del que viene todo y que actúa en todo, quería introducir en la Gloria a un
gran número de hijos, y le pareció bien hacer perfecto por medio del sufrimiento al
que se hacía cargo de la salvación de todo.
Tanto Jesús que nos santifica como los que somos santificados, tenemos un mismo
origen. Por eso él no se avergüenza de llamarnos hermanos”
Heb 2,10-11

Ese Dios Padre-Abba “del que viene todo” asume a la raza humana, su creación,
como sus hijos. Jesús comparte el origen común de los seres humanos y nos
reconoce como sus hermanos.

“Puesto que esos hijos son de carne y sangre, Jesús también tuvo que hacerse,
como ellos, carne y sangre”
Heb 2,14

Jesús, resplandor y esencia de Dios Padre, se hace ser humano en el sentido más
estricto de la palabra, como expresión de la preocupación y amor de la Trinidad por
sus criaturas, aceptando la consecuencia de experimentar la humanidad con sus

5
limitaciones y debilidades. Si bien los hombres y mujeres del Antiguo Testamento
(Deuteronomio, Isaías 2 y Oseas) iban descubriendo cada vez más el rostro
misericordioso de Dios, no dejaban de interpelarle y de cuestionarle su lejanía, por
medio de varios profetas (Jeremías, Habacuq y Job).

La decisión amorosa de la Trinidad, de introducirse en nuestra vida, pasando por el


largo y complejo proceso de crecimiento y desarrollo humano, pone al descubierto
la seria intención y firme voluntad de hacerse uno de nosotros, de igualarse el
creador a su criatura. Se constituye en un hecho excepcional, inaudito, que el
propio Dios-creador se materialice en una sustancia finita, limitada, destructible.
Sobretodo marcó un contraste abismal con los dioses del Olimpo preconizados por
la cultura griega, dioses siempre adultos que se jactaban de su condición de
todopoderosos y hasta se burlaban de los seres humanos.

Según Caravias, la expresión “tuvo que hacerse” habla de una necesidad


emergente del amor. El amor es el que hace iguales. Es la necesidad de la
Encarnación. Descubre nuestra naturaleza, raza de Abrahán, de carne y sangre, por
tanto débiles, corrompibles, ensuciables. En todo se hizo semejante a nosotros, a
excepción del pecado. Se descubre así a un Dios-Abba todopoderoso sólo en el
amor. Cuando Dios se hace hombre, se hermana. Tiene la fuerza del amor. Se
enloda con nosotros (5).

La Encarnación de Jesús se hace posible y visible en un cuerpo de carne y sangre,


por imperativo del amor que, inexorablemente, hace iguales al creador y su
criatura.

EN QUÉ JESÚS FUE IGUAL A NOSOTROS?

Nos preguntamos aquí, cuáles son los aspectos de la semejanza de Jesús con la
humanidad? Cuáles son las debilidades humanas que experimentó?. Para dar
respuesta a estas interrogantes recurrimos como fuente al texto “Cristo nuestro
hermano” (6), donde el autor nos plantea unos puntos principales que se refieren a
la encarnación-humanidad solidaria de Jesús.

La primera propone que Jesús “se hizo uno de nosotros”, comenzando desde muy
abajo, como comienza cualquier ser humano siendo apenas una minúscula célula,
sin hacer uso de prerrogativa alguna por ser parte de la Trinidad. Es un Dios que a
diferencia de otros, no hace uso del poder para manifestarse a sus criaturas, no
pretende impresionar con oratoria o multiplicando prodigios, lo más llamativo, no
se presenta como adulto a un mundo marcadamente adultocéntrico. En la época en
que Jesús se hizo embrión, la cultura predominante judía consideraba al adulto
varón, como único portador de aptitudes para tomar decisiones y participar en la
vida social, política y económica del país. Los niños y niñas así como las mujeres,
los enfermos y mendigos, no eran considerados como sujetos. Asumirse niño, frágil
y dependiente del cuidado materno y paterno, nos descubre a un Dios
profundamente apasionado por el ser humano, que quiere experimentar el lento y
minucioso proceso de adquisición de destrezas y habilidades para ir desarrollando
sus potencialidades, pero también revaloriza al protagonista “niño-niña”, con
derecho a tomarse su tiempo para crecer y desarrollarse, esto es a jugar, a recibir
abrazos y límites, a aprender y a enseñarnos a desaprender. Parafraseando a
Varillon “es un Dios todopoderoso sólo en amor” (7).

El nacimiento de Jesús se da en condiciones de suma precariedad y pobreza,


incluso pudiera ser que el parto se haya adelantado por el largo trayecto que se
vieron obligados a viajar para cumplir con el censo ordenado por las autoridades. A
los pobres se les hace muy difícil prever y ahorrar para un parto, porque viven al
día, sorteando de diversas formas la sobrevivencia cotidiana. María ni logra

6
acostarse en una cama, no hay una comadrona ni los elementos básicos preparados
para el cuidado inmediato del recién nacido. Cuán parecido a miles de nacimientos
diarios, sin acceso a mínimas condiciones de seguridad ni higiene. Caravias lo
define como el “compartir las privaciones de los pobres” (6) y se hace más
comprensible la expresión de Hebreos cuando afirma categóricamente que “Se hizo
en todo semejante a sus hermanos (Heb 2,17)”.

Al poco tiempo, Jesús y sus padres debieron migrar a Egipto, ya entonces


perseguido político. Afrontan el desafío de sobrevivir económicamente en un país
extraño, de adaptarse a una cultura diferente y estar alejado de sus amigos y
parientes. Comparte así el “dolor de los emigrantes” (6). En su vida sencilla de
Nazareth, aprendió entre otras cosas, el oficio de carpintero de José, aunque para
aquella época, no habría existido mucha demanda de trabajo en un pueblo
pequeño, por lo que debían de tener habilidades para otras tareas. Según el autor,
las diversas parábolas que utilizó Jesús acerca de las labores del campo, de la
actividad pastoril, del trabajo asalariado, nos delatan que tuvo conocimientos y
prácticas como campesino, pastor de ovejas, empleado dependiente, etc. Jesús
conocía por propia experiencia las cuestiones laborales que preocupaban a los
hombres y mujeres de su tiempo. Podemos resumir diciendo con el autor que “fue
un obrero y hombre sencillo” (6).

En cuanto a que compartió también nuestras penas, el autor afirma que Jesús
sufrió dudas y tentaciones, acerca de su misión y la forma de llevarlo a cabo. Lucas
en su evangelio describe las tentaciones de Jesús en el desierto, donde se le
presenta como atractivo el mesianismo político, con sus implicancias de una vida
cómoda, prestigiosa, triunfalista y ejerciendo el poder en términos autoritarios. Sin
embargo, Jesús se reafirma en su estilo de vida sencillo, austero, sacrificado, al
servicio y al lado de los más pobres y despreciados de ese tiempo.

Otra de las experiencias humanas que Jesús la sintió en carne propia es el miedo.
Una escena muy gráfica se refiere a su agonía en el huerto de Getsemaní, ante la
inminencia de su apresamiento y muerte en manos de autoridades judías y
romanas. Dice al respecto Varillon:

“En el jardín de Getsemaní Cristo tembló, se angustió, tuvo miedo; estas palabras
están en el Evangelio. ¡Afortunadamente para nosotros! Pues si Dios se encarna, no
es para asomarse a nuestra angustia, es para vivirla a fin de que convirtiéndose
ella misma en acontecimiento de Dios (digo algo tremendo: que nuestra angustia
de hombre ante la muerte se convierte en acontecimiento de Dios mismo), sea
transformada. No suprimida (caeríamos en la magia) sino transformada; la muerte
asumida con todo lo que comporta de fracaso, de angustia y de soledad, se
transforma en el umbral de una resurrección (7).

El propio Dios hecho hombre, quiso vivir la terrible experiencia de las personas al
borde de la muerte en su lucha por la justicia, testimoniándonos, más una vez, que
no vino para apenas asomarse a nuestra angustia, sino a vivirla… hasta lo más
profundo y doloroso. Sin embargo, superando el miedo, se mantuvo firme en su
fidelidad al Dios-Abba, y a fuerza de oración siguió adelante hasta la cruz.

El desprecio también fue una constante a lo largo de la vida de Jesús, desde que
sus propios compueblanos lo descalificaban con el apelativo de loco, pasando por
los doctores de la ley y las autoridades religiosas y políticas que no lo valoraban por
su origen humilde y sin estudios, proveniente de una zona geográfica discriminada,
tenida a menos; hasta la burla de sus propios torturadores. Así también, se cansó
de la lentitud de sus apóstoles para comprender, de la dureza de corazón de su
pueblo para reconocerlo y abrirse a Dios, de su falta tan frecuente de fe.

7
Como consecuencia de su opción por los despreciados de su época, por enfrentarse
a las contradicciones e hipocresía de las autoridades religiosas, por colocar al
hombre antes que a la ley, posicionando a un Dios-Abba misericordioso, Jesús pasó
por persecuciones, en sus más variadas formas.

Nos dice textualmente Caravias:

“Otro dolor de todo el que toma en serio un compromiso por sus hermanos es el
de la persecución. Jesús la sufrió en todas sus formas: calumnias, control policial,
prisión, torturas y muerte violenta” (6).

A medida que descubrían las exigencias de Jesús, acerca de una verdadera


fraternidad entre los seres humanos, como hijos de un Dios-Abba compasivo,
muchas personas lo abandonaron, y para él fue un dolor que lo sintió en más de
una ocasión, así como la soledad que experimentó cuando sus amigos no lograron
acompañarlo en la oración, en Getsemaní, y peor aún, cuando lo traicionaron
entregándole y negando conocerlo. Pero el punto más álgido de la soledad, la siente
en medio de su agonía, colgado del madero y humanamente al límite de sus
fuerzas, explicitando a voces su profundo dolor de sentirse abandonado hasta por
su Padre.

Estos aspectos de la vida encarnada de Jesús, nos confirman con meridiana claridad
que verdaderamente “Se hizo en todo semejante a sus hermanos (Heb 2,17)”. Pasó
en su propia humanidad, las tentaciones, pruebas, desprecios, abandonos, pobreza,
debilidades y limitaciones de la naturaleza humana, pues “Jesús no vino para
hacerse cargo de los ángeles, sino de la raza de Abrahán (Heb 2,16)”.

PARA QUÉ SIRVIÓ LA ENCARNACIÓN?

La pregunta emergente al llegar a este punto de la reflexión, es para qué sirvió la


Encarnación de Jesús. La respuesta la buscamos en el capítulo 2 de la Carta a los
Hebreos:

“El mismo ha sido probado por medio del sufrimiento, por eso es capaz de
ayudar a los que son puestos a prueba” Heb 2,18.

El presupuesto del versículo es que por el hecho de haber vivenciado Jesús


situaciones humanas relacionadas a dificultades, dolor, sufrimiento, le da capacidad
para comprender mejor y ayudar a los que pasan por momentos similares. En el
libro “Fe y Dolor”, se nos plantea que:

“Jesús dentro de la dinámica de la Encarnación, se acercó tan íntimamente a la


humanidad, que sufrió nuestros mismos problemas y dolores, con el fin de
comprendernos y poder ayudarnos mejor. Por haber sufrido puede ayudar. Su total
identificación con la debilidad humana le hace compasivo y digno de fe. Pues no
hay dolor humano que no haya experimentado él, lo cual nos llena de consuelo”
(8).

Acerca de las dimensiones del dolor y el sufrimiento en la mente y el corazón


humano, el texto de los Claretianos sobre la Carta a los Hebreos nos expresa que:

“El sufrimiento es una realidad negativa que pertenece al campo de la opresión.


Cuando se tiene experiencia del mismo, su huella queda en el fondo del ser
humano, unas veces en el consciente, como memoria de padecimientos, otras en el
inconsciente como memoria de resentimiento o amargura. El dolor llega a ser tan
hondo en el alma, que a veces se vuelve casi incomunicable: no se encuentran
palabras para describir lo que se siente. Se entra así en una realidad "indecible,

8
inenarrable". La imposibilidad de explicarse el dolor en la propia vida, o de explicar
la propia vida atrapada en el dolor, es lo que sumerge al ser humano en la
angustiosa noche oscura del alma, de donde parece no haber salida” (1).

Solamente aquél que pasa por situaciones difíciles, que experimenta el dolor que no
puede ser narrado, puede tener condiciones de sentir compasión por otra persona
en iguales circunstancias. En este caso el amor actúa de puente para acercarnos al
otro y comprender por propia experiencia lo que está sintiendo. Parece aquí más
clara la expresión de Caravias de que “el amor nos iguala” (5). Al mismo tiempo,
plantear que la vida humana de Jesús tuvo el sentido de pasar por las más variadas
situaciones límites, para comprendernos y poder ayudarnos calificadamente, con el
peso de la experiencia, nos llena de consuelo, de ánimo, de esperanza!

Efectivamente, Jesús ofreció la misericordia de Dios a los excluidos-ilegales de su


tiempo, como las prostitutas, enfermos, mujeres, etc., por sentir compasión hacia
ellos y ellos. Esto le valió su exclusión y condenación por la Ley, sintiendo en carne
propia el sufrimiento de los excluidos o condenados (1).

También Nolan propone que la decisión de Jesús de dedicarse a los despreciados y


marginados -pobres, pecadores y enfermos- la asumió al entender que debía hacer
algo más por ellos. Jesús optó por ellos, mezclándose e identificándose por pura
compasión. Se acercó y tocó a los enfermos, curándoles, compartió su mesa con los
pecadores perdonándoles, con la firme convicción de que Dios es bueno
con el hombre y triunfará sobre el mal. Sus curaciones y milagros como signos de
la providencia, justicia, clemencia y deseo profundo de Dios de liberar a esos seres
humanos, les devolvieron la alegría de vivir, de sentirse seguros y libres de sus
temores y angustias. Su confrontación con la clase religiosa de la época,
evidenciándoles su sistema tan opresivo como el de los romanos, le valió la
calificación de subversivo y peligroso, llevándolo incluso a la muerte en cruz,
reservada sólo para los malhechores (9).

Caravias afirma que “Jesús vivió en carne propia todo lo que es sufrimiento
humano. Pero dentro de esta solidaridad universal, él se sintió especialmente
solidario de los sufrimientos de pobres, en cuanto a su marginación, hambre,
enfermedades. Tan profundamente sintió el dolor humano, que dedicó su vida a
servir a todos, a aliviar sus penas y a enseñarles el camino de la liberación y la
hermandad” (6).

El capítulo 4 de Hebreos, profundiza en la Encarnación de Jesús y en su presencia


actual al lado de Dios, como sumo sacerdote, intercesor eficaz de la raza humana:

“Tenemos, pues, un sumo sacerdote excepcional, que ha entrado en el mismo


cielo, Jesús, el hijo de Dios. Esto es suficiente para que nos mantengamos firmes
en la fe que profesamos” Heb 4,14.

Aquí enfatiza en la figura del Jesús encarnado en la historia humana que lo


convierte en sumo sacerdote excepcional, pues sabe las limitaciones y debilidades
de lo humano, es una expresión acabada de la propia raza humana que entra a
compartir la vida de Dios.

Las ventajas de este sacerdocio excepcional lo presenta a continuación,


expresando:

“Nuestro sumo sacerdote no se queda indiferente ante nuestras debilidades, pues


ha sido probado en todo igual que nosotros, a excepción del pecado” Heb 4,15.

La indiferencia es una de las actitudes silenciosas más violentas experimentadas

9
por alguien que sufre. Por eso la expresión “no se queda indiferente” nos remite a
una decidida actitud de no desentenderse de nosotros. Jesús conocedor de cómo
funciona nuestra mente y nuestras emociones ante las debilidades, limitaciones y
dolores humanos, se deja afectar, se involucra, sabe de qué se trata.

“El que ahora está con poder en el cielo sabe de la flaqueza humana, pues fue
sometido a las mismas pruebas que nosotros. Por eso puede comprender y ayudar
a las personas que sufren” (8).

“Por lo tanto, acerquémonos con plena confianza al Dios de bondad, a fin de


obtener misericordia y hallar la gracia del auxilio oportuno” Heb 4,16.

Este versículo encierra una invitación clara para acercarnos a la fuente de la gracia,
con absoluta confianza de que entenderá lo que nos pasa y sabrá la manera
efectiva de animarnos, de consolarnos, de llenarnos de fuerza para seguir adelante.
Jesús, siendo plenamente hombre superó todas las tentaciones, debilidades y
sufrimientos, triunfó sobre ellos. La llamada a confiar en él, es la llave que nos abre
la esperanza y el consuelo de que está presto a darnos la mano, a auxiliarnos del
modo que necesitamos, a conducirnos con seguridad a una salida oportuna.

Similar expresión de aliento para recurrir con el corazón abierto y la certeza de su


apoyo, lo encontramos en el capítulo 10:

“Teniendo un sacerdote excepcional a cargo de la casa de Dios, acerquémonos con


corazón sincero y fe plena..” Heb 10, 21-22.

Un aspecto resaltante es que Jesús no sólo pasó estas situaciones tan humanas,
enfrentándolas y superándolas sino que al hacerlo dignificó momentos y aspectos
cotidianos de la vida de una inmensa mayoría de seres humanos que viven sumidos
en el anonimato y en el empobrecimiento, en forma sencilla, del fruto de su
trabajo, al acecho de las tentaciones y debilidades de un mundo consumista con su
afán de lucro ilimitado, prestigio y poder para someter a los demás.

Compartiendo nuestros sufrimientos, Jesús se habilitó para comprendernos y


ayudarnos mejor y es la respuesta cierta al para qué de la Encarnación. Como en
ningún texto del Nuevo Testamento, se ha explicitado de un modo tan simple y
contundente esta verdad. Pero no se queda en comprendernos y vernos
apaciblemente en aprietos, su intención es dar la mano, hacer llevadero el trago
amargo del dolor, de las pruebas, de las debilidades, con la fuerza de su
resurrección, de su gracia y auxilio oportuno. Su intención es levantarnos, hacernos
partícipes de su triunfo sobre el mal.

La Encarnación de Jesús, no obstante, significó no solamente compartir los


aspectos negativos y dolorosos del ser humano, sino que también lo llevó a ser tan
plenamente hombre que desarrolló todo lo bueno y maravilloso que puede ser
capaz de hacer un ser humano cuando supera su egoísmo y se decide a amar a los
demás. Es así que Jesús se constituye en imagen de todo lo humano, un ser
humano verdadero y auténtico, siempre interesado y dispuesto al servicio de los
demás. Jesús es el prototipo del ser humano pleno, verdaderamente hecho a
imagen y semejanza de Dios (6).

En este sentido, Jesús nos alienta al desarrollo de nuestras potencialidades para


llegar a ser como él, con su característico sentido común, respetuoso de los demás,
comprensivo, buen amigo, seguro de sí mismo, con lenguaje claro y valiente,
exigente y muy atrayente para la gente sencilla del pueblo (6).

10
Jesús demostró que es posible para un ser humano, hacerse más humano aún,
desarrollando al máximo la capacidad de amar, de compadecerse, de comprender,
de darse a los demás hasta límites insospechados.

DESDE LA MIRADA DE LA ENCARNACION

Haber experimentado el fracaso en mi matrimonio fue uno de los momentos más


duros y dolorosos que me tocó vivir hasta ahora. Me sentí envuelta en la “noche
oscura del alma” como en un túnel sin salida. Pero la gracia del auxilio oportuno de
la familia Trinitaria llegó de manos, hombros y palabras de seres humanos
concretos que me ayudaron a hacer el largo camino de vuelta a la casa del Padre-
Abba, a través de los Ejercicios Espirituales, verdadero bálsamo para mis heridas
tan recientes. Fue en ese sendero que descubrí y comencé a comprender la
grandeza de la Encarnación de Jesús.

Recuerdo vívidamente aquella navidad tan llena de sentido al meditar el nacimiento


de Jesús en una pobre cueva de animales. A partir de entonces, nunca mis
navidades volvieron a ser las mismas que antes. Todo se llenó de contenido y de
experiencias de consuelo crecientes. También desde entonces, me descubrí otras
tantas veces, abrazando y llorando junto a mujeres con historias mil veces más
tristes y duras que la mía, y sobretodo con pocas o casi ausentes oportunidades de
ser siquiera escuchadas por alguien que comprendiese su dolor. Qué profundo e
insondable dolor el de la soledad y el de la falta de oportunidades de la gente
humilde! La mayoría eran mujeres pobres cuyos hijos enfermos fueron el nexo para
que yo les encontrara en mi día a día. Y parecía que si bien mi dolor se hacía
nuevamente presente, ya iba teniendo otro cariz, se iba transformando en palabras
de aliento y contención, en miradas de fuerza que transmitían esperanza... Era
Jesús encarnado que las animaba, las consolaba y les daba la gracia del auxilio
oportuno.

Este ensayo fue para mí la ocasión de revisar y releer mi vida desde la mirada de la
Encarnación de Jesús, surgiendo por un lado, sentimientos profundos de gratitud a
la familia Trinitaria por la gracia de haberme acompañado siempre y hasta utilizado
como instrumento de consuelo, a pesar de mi duro corazón. Por otro lado, me
anima y compromete a continuar creciendo en mi fe.

IMPLICANCIAS DE LA ENCARNACIÓN EN LA VIDA DEL CRISTIANO, HOY

La Carta a los Hebreos nos convence de la cercanía y la comprensión de Jesús, ante


las innumerables dificultades, debilidades o dolores con los cuáles nos enfrentamos
en nuestra vida cotidiana. Asimismo, nos garantiza que el “Dios de bondad” acudirá
con su gracia a fortalecernos. No se trata de negar o eliminar las tentaciones,
debilidades o el propio dolor, tampoco hacer una apología al dolor, se trata de
aprovechar la situación por la que pasamos a fin de hacernos más aptos para
comprender al prójimo. Es lo que Caravias denomina “sacarle fruto al dolor”, que
sirva para humanizarnos más, para hacernos solidarios como Jesús, a toda
injusticia y opresión que cause infelicidad al hombre, con especial interés en los
despreciados de este mundo.

Esta solidaridad lleva implícito el compromiso de buscar, como cristianos


involucrados e insertos en los diferentes espacios cotidianos de misión-apostolado,
los medios para que el amor, la justicia y la paz se hagan presentes en las
realidades sociopolíticas y económicas concretas de nuestros países.

El desafío es asumir al Jesús encarnado desarrollando nuestra humanidad al límite,


aumentando nuestra capacidad de amor y entrega, y al mismo tiempo
colocándonos en actitud de comprender las limitaciones, fracasos y dolores propios

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y ajenos, con los ojos y el corazón fijos en nuestro hermano de raza y de fe,
Jesucristo, seguros de que él logró vencerlos y nos asistirá con la gracia del auxilio
oportuno.

CONCLUSIONES

- La Carta a los Hebreos se escribió en el año 68, en plena persecución de Nerón a


los cristianos. Se la considera más como un escrito de exhortación, aliento,
fortaleza y consuelo con el propósito de fortalecer al creyente en su fe.

- Su autor no fue Pablo sino, probablemente, un discípulo suyo, que formaba parte
de una comunidad perseguida. La iglesia destinataria era una iglesia de simples
cristianos, venidos en su mayoría del mundo no judío.

- La Encarnación de Jesús se hace posible y visible en un cuerpo de carne y sangre,


por imperativo del amor que, inexorablemente, hace iguales al creador y su
criatura. Es la necesidad de la Encarnación. Dios se hace hombre, se hermana.
Tiene la fuerza del amor.

- En todo se hizo semejante a nosotros, a excepción del pecado. Aspectos de la


semejanza de Jesús con la humanidad: pasó pobreza, migración, trabajo esforzado,
vida sencilla. Asimismo, penas, dudas y tentaciones, acerca de su misión y la forma
de llevarlo a cabo. Experimentó miedo, desprecio, persecución, calumnias, control
policial, prisión, torturas y muerte violenta.

- Jesús se reafirma en su estilo de vida sencillo, austero, sacrificado, al servicio y al


lado de los más pobres y despreciados de ese tiempo.

- Jesús no sólo pasó estas situaciones tan humanas, enfrentándolas y superándolas


sino que al hacerlo dignificó momentos y aspectos cotidianos de la vida de una
inmensa mayoría de seres humanos que viven sumidos en el anonimato y en el
empobrecimiento, en forma sencilla.

- Compartiendo nuestros sufrimientos, Jesús se habilitó para comprendernos y


ayudarnos mejor y es la respuesta cierta al para qué de la Encarnación. Como en
ningún texto del Nuevo Testamento, se ha explicitado de un modo tan simple y
contundente esta verdad. Pero no se queda en comprendernos y vernos
apaciblemente en aprietos, su intención es dar la mano, hacer llevadero el trago
amargo del dolor, de las pruebas, de las debilidades, con la fuerza de su
resurrección, de su gracia y auxilio oportuno. Su intención es levantarnos, hacernos
partícipes de su triunfo sobre el mal.

- La Encarnación de Jesús, significó no solamente compartir los aspectos negativos


y dolorosos del ser humano, sino que también lo llevó a ser tan plenamente
hombre que desarrolló todo lo bueno y maravilloso que puede ser capaz de hacer
un ser humano cuando supera su egoísmo y se decide a amar a los demás. Es así
que Jesús se constituye en imagen de todo lo humano, un ser humano verdadero y
auténtico, siempre interesado y dispuesto al servicio de los demás. Jesús es el
prototipo del ser humano pleno, verdaderamente hecho a imagen y semejanza de
Dios.

- El desafío es asumir al Jesús encarnado desarrollando nuestra humanidad al


límite, aumentando nuestra capacidad de amor y entrega, y al mismo tiempo
colocándonos en actitud de comprender las limitaciones, fracasos y dolores propios
y ajenos, con los ojos y el corazón fijos en nuestro hermano de raza y de fe,
Jesucristo, seguros de que él logró vencerlos y nos asistirá con la gracia del auxilio
oportuno.

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REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS

1. Claretianos, Todos sacerdotes en Cristo-Hebreos En: Palabra Misión. Tomo


IVb, Tema 10 (CD “Fe y Vida”).

2. Rivas, L.H., La cristología de la Carta a los Hebreos (CD “Fe y Vida”).

3. Schierse, F.J., Carta a los Hebreos (CD “Fe y Vida”).

4. Caravias, J.L., sj. La Encarnación en Hebreos. Presentación en Power Point.


Asunción, 2007 (CD “Fe y Vida”).

5. Caravias, J.L., sj. Carta a los Hebreos. Relatorio Curso Magis 3. Asunción, julio,
2007 (CD “Magis 3”).

6. Caravias, J.L., sj. Cristo, nuestra esperanza. El Amor de Dios según el Nuevo
Testamento. CEPAG, Asunción, 1993.

7. Varillon, F.,sj. La Alegría de creer, la alegría de vivir (CD “Fe y Vida”).

8. Caravias, J.L., sj. Fe y Dolor. Respuestas bíblicas ante el dolor humano. CEPAG.
Asunción, 1993.

9. Nolan, A. Jesús antes del Cristianismo ¿Quién es este hombre? Sal terrae,
Santander, Quito Sur (CD “Fe y Vida”).

10. La Biblia Latinoamérica. 50ª Edición, Edición Revisada 1995. Verbo divino.
Madrid, 1998.

Observación: a las referencias textuales no fue posible colocarles el número de


página por tratarse de copias electrónicas accedidas a través del CD “Fe y
Vida” de J.L. Caravias.

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