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Santiago, 2017
Tabla de contenido
Agradecimientos………………………………………………………………………….3
Resumen……………………………………………………..……………………….........5
- Envejecimiento y sexualidad…………………………………………………….12
- Vida cotidiana y sexualidad en la persona mayor……………………………… 19
- Vivencia sexual: La corporalidad como elemento subjetivante………….…….. 23
-Género, sexualidad y sus manifestaciones en las personas mayores…….............26
- Terapia ocupacional y sexualidad: La Sexualidad como ocupación con sentido.33
- La sexualidad y el abordaje de la terapia ocupacional………………………….36
- Diseño metodológico…………………………………………………...………… 39
- Diseño muestral……………………………………………….…………………..40
- Técnicas de producción de información………………………...…………...……42
- Técnica y procedimientos de análisis de la información ……...…..………….....42
- Aspectos éticos de la investigación…………………………...……...…………...43
1
Capítulo 4: Presentación de Resultados ………………………………………....….….45
- Resultados ………………………………………………………………...….…..46
- Discusión…………………………………………………………….…..………..85
- Conclusiones………………………………………………………………….…..94
- Recomendaciones.……………………………………………………….……….. 98
Bibliografía………………………………………………………………….…………..103
Anexos………………………………………………………………………………...…118
- Anexo 1: Consentimiento informado para participantes de la investigación........118
- Anexo 2: Tabla de caracterización de la muestra……………………..……... ...119
- Anexo 3: Guion para entrevistas……………...……………………………..… 120
- Anexo 4:Transcripción de entrevistas……………………………………...……124
- Anexo 5: Tabla con saturaciones por nivel………………………………...……201
- Anexo 6: Carta Gantt tesis Magister……………...……………………………..206
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Agradecimientos
A Pamela, porque sin el trabajo de equipo que formamos no habría sido posible llegar a
nuestra meta. Las reuniones constantes que hacían que nos perdiéramos una serie de cosas,
¡¡Han dado sus frutos!!
A mi familia y amigos, por el apoyo incondicional y por soportar mi mal humor ante la
tensión. Gracias por todos los consejos, abrazos y tacitas de té reconfortantes en momentos
difíciles.
Y por último a Fede por entender mis ausencias, y los momentos de histeria. Tu contención
y cariño fue vital para no desfallecer en el intento
¡Gracias a todos!
Tamara
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En primera instancia, dedico esta investigación a la personita que me motivo
constantemente a finalizar este lindo, enriquecedor y extenso proceso, sobre todo en esos
días de cansancio y de jornadas de trabajo intensas; a mi hija Trinidad, que es el motor de
mi vida, que me llena de amor cada día. Además, agradezco el apoyo infinito y el amor
incondicional de mis padres (Juan y Estrella), sin su ayuda todo hubiese sido más difícil.
Por razones del destino, conocí a Tamara, una gran compañera, motivadora, inteligente y
muy comprensiva, nuestro trabajo en equipo, es el resultado de mucho esfuerzo y
dedicación por parte de las dos, no tengo duda que esto es una alegría para ambas y un paso
más para nuestro desarrollo profesional.
Quiero destacar el apoyo y motivación constante del profesor guía Rodolfo Morrison y al
metodólogo Iván Torres, que fue de gran ayuda en las orientaciones relacionadas a su
ámbito, ambos excelentes personas dedicadas a que cada aporte contribuyera a mejorar
nuestro trabajo de tesis (Muchas gracias por todo!). Y finalmente agradecer a todas las
personas mayores que nos aportaron con sus valiosas historias y experiencias, ya que sin
ellos nada de esto hubiese sido posible.
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Resumen
Los resultados muestran que la sexualidad tiene un sentido relativo a la genitalidad y otro a
la afectividad, mediados por la historia personal y el contexto de la persona. En cuanto a
patrones culturales influyentes en la sexualidad, el rol de género tradicional y las
concepciones sociales acerca de la vejez surgieron como los aspectos más relevantes. En
relación a la corporalidad, en las mujeres hay presión por mantener su cuerpo acorde al
canon estético juvenil de la feminidad esperada y en los hombres la mantención del vigor
físico y sexual como muestra de masculinidad. Como conclusión, la exploración y
expresión de la sexualidad puede verse limitada por factores culturales y este proceso,
puede gatillar situaciones de privación e injusticia ocupacional.
Palabras claves: sexualidad, personas mayores, vida cotidiana, terapia ocupacional, género.
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Capítulo 1: Formulación del problema y Objetivos
Según el Servicio Nacional del Adulto Mayor (SENAMA, 2010) se considera como
adulto mayor a las personas de 60 años y más; esta entidad promueve el concepto de
persona mayor, “en reemplazo de tercera edad, anciano, abuelo, viejo, senescente, que
pueden ser entendidos en un sentido peyorativo y que se asocian a una imagen negativa,
discriminatoria y sesgada de la vejez” (p. 2). Por otra parte el proceso de envejecimiento, ha
sido favorecido por los avances tecnológicos que han permitido prolongar la vida de las
personas, aumentando así la esperanza de vida. Este proceso es comúnmente se ha
entendido como “cambios graduales, irreversibles en la estructura y función de un
organismo que ocurren como consecuencia de diversos factores y que se extiende por toda
la vida, englobando una serie de cambios que comienzan en el momento de la concepción,
los cuales se hacen más evidentes después de la madurez (SENAMA, 2010, p. 14).
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Desde esta visión biológica, centrada en el funcionamiento y enfocada desde el ciclo vital,
se define la vejez, como la etapa del desarrollo que señala un estado al cual se llega después
de un largo proceso (envejecimiento), y que es el resultado de una compleja interacción de
procesos biológicos, psicológicos y sociales. Últimamente, han aparecido otras visiones
más holísticas sobre los conceptos anteriores como lo son el envejecimiento activo y el
envejecimiento exitoso. Según la OMS (2001) el envejecimiento activo es el proceso de
aprovechar al máximo las oportunidades para tener un bienestar físico, psíquico y social
durante toda la vida. El objetivo es extender la calidad y esperanza de vida a edades
avanzadas.
Uno de los factores que ha sido descrito como un hecho fundamental de la existencia
humana y que influye en los sentimientos de plenitud y satisfacción, y que es parte de esta
investigación, es la sexualidad. La sexualidad es y se ha relacionado con la calidad de vida
y puede ser expresada en la cotidianidad a través de muchas actividades como coqueteo,
citas, cocinar para la pareja o tener relaciones sexuales (Sakellariou y Simó, 2006). Según
Kaplan (citado en Dae-hyuk y Miller, 2000) la sexualidad de los adultos mayores puede
llegar a ser una expresión muy importante en la vida y una fuente potencialmente
perdurable de bienestar emocional.
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sociedad actual de mercado no aparecen como seres deseables y deseantes1, debido a la
excesiva centralización de la sexualidad en lo genital y la medicalización de este aspecto de
la vida, lo cual limita su práctica (Pedraza, 2014).
Los y las terapeutas se consideran a sí mismos como proveedores de atención integral que
facilitan la participación en ocupaciones significativas, por ello, la actividad sexual no
puede ser excluida de la práctica. Couldrick (2005) considera que la actividad sexual debe
mantener la misma importancia en el ejercicio de la terapia ocupacional como el cuidado
personal, el trabajo y el ocio, ya que en ocasiones puede ser más valorada para un individuo
que los aspectos que son comúnmente evaluados y preguntados. Aun así, se encuentra poca
literatura disponible que sistematice alguna experiencia o describa las intervenciones del
profesional en este ámbito2, sobretodo en cuanto a investigaciones y desarrollo teórico, en
Latinoamérica, siendo encontrado mayoritariamente material en inglés.
Del material encontrado, los estudios señalan que las y los terapeutas ocupacionales
presentan dificultades al momento de enfrentar la temática sexual en la práctica,
registrándose estereotipos, incomodidad y actitudes negativas de parte de los profesionales
(Goot, 2004; Jones, 2005; Tanner, 2012). Además, sentían que no sabían cómo
vivenciaban los usuarios su sexualidad y que tampoco esto estaba cubierto en su programa
formativo por lo que quedaban sin herramientas teórico-prácticas para la intervención
(Jones, 2005).
Así, parece necesario ampliar nuestra perspectiva y facilitar otras áreas ocupacionales de
las personas, lo que podría darnos una posibilidad para realizar prácticas desde una
1 Término acuñado por Jacques Lacan (1962) y utilizado por Iacub (2006), para
definir al sujeto que busca causar el deseo en el Otro.
2
Se realizó una revisión de literatura mediante la búsqueda de artículos en las bases de datos Dialnet,
Scielo, redalyc y researchgate, además de forma complementaria se utilizó Google académico. Las palabras
claves usadas, fueron: terapia ocupacional, sexualidad, sexo, persona mayor, adulto mayor, vejez y sus
variables en inglés: Occupational therapy, sexuality, sex, elder, Elderlife, elderly,old. Los artículos
seleccionados fueron aquellos donde se encontró relación directa entre conceptos, siendo excluidos aquellos
que no guardaban relación con los objetivos de la investigación.
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perspectiva realmente holística, logrando captar y fomentar otra fuente de bienestar y
desarrollo personal. Así, a partir del resultado de los antecedentes anteriores y en relación
a la temática a investigar, se plantea la siguiente pregunta de investigación:
¿Cuál es la vivencia de la sexualidad en la vida cotidiana de la persona mayor desde la
perspectiva de la terapia ocupacional?
De este modo, el propósito de este estudio es identificar la vivencia que la persona mayor
presenta de su sexualidad, indagando en sus testimonios y recopilando información que
sirva para el desarrollo en profundidad de otras investigaciones que aborden la temática de
la sexualidad desde la perspectiva de la terapia ocupacional, posibilitando el desarrollo de
estrategias de promoción e intervención, donde se incluyan las experiencias y realidades de
esta población. También se espera contribuir a las investigaciones sobre el tema, aportando
a las conceptualizaciones y metodologías empleadas en futuros estudios.
PREGUNTA DE LA INVESTIGACIÓN
OBJETIVOS
Objetivo general:
Objetivos específicos:
1. Envejecimiento y sexualidad
11
Para encontrar indicios de lo que hoy entendemos por sexualidad en la vejez, podemos
hacer mención a la cultura judía antigua, donde el ser mayor involucraba la posibilidad de
acceder a la sabiduría y la posibilidad de ser jefes de su comunidad, llevando en sus
hombros la misión sagrada de guiar al pueblo y aunque este cometido acarreaba renunciar a
prácticas consideradas como pecaminosas, dentro de estas no se contaba el abandono de las
prácticas sexuales, las que a pesar de no tener necesariamente un fin reproductivo, eran
consideradas una bendición (Iacub, 2006). El goce no tenía una edad de término, de lo que
puede expresarse en el relato bíblico del origen de los judíos a partir de una pareja mayor
(Sara y Abraham).
Esta idea cambió con la influencia de los primeros cristianos, idea que se extiende hasta
nuestros días, donde comienza a considerarse al envejecimiento como una consecuencia del
pecado original y al sexo como pecaminoso, si se escapa de ciertas reglamentaciones. Bajo
esta concepción, la persona mayor debía prepararse para la muerte y purificar su alma a
través del alejamiento de los placeres (Iacub, 2008).
Otra mirada sobre la sexualidad, es la idea del esencialismo, que ha tenido gran expansión
e influencia hasta nuestros días. Estamos acostumbrados a pensar, y sentir, que nuestra
sexualidad es el recordatorio de nuestra condición biológica, aferrada y expresada en el
cuerpo y que está determinada por formas de actuar para resolver una necesidad física
como ocurre con el hambre y el sueño (Brigeiro, 2006).
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por ejemplo: Respuesta Sexual Humana de Masters y Johnson (1987), la cual fue publicada
originalmente en 1966, en donde se explica gráficamente cuales son paso a paso los
momentos que implican una respuesta sexual adecuada mencionando fases como
excitación, meseta, orgasmo y resolución dándole a cada uno de estos términos tiempos
esperados considerados como normales y volviendo patológicos todos los comportamientos
que se salgan de esta media. En sus estudios, se identifica un lento y gradual declive físico
del estímulo sexual en las personas mayores, con aumento del tiempo refractario,
erecciones lentas, en el hombre y una disminución de la lubricación y coito doloroso en la
mujer.
La geriatría también ha ayudado a fomentar esta imagen por informar constantemente y con
énfasis de una vejez caracterizada por declive, ya sea físico, psicológico o social. De hecho,
nuestras actitudes hacia de las personas mayores han avanzado poco desde uno de los
primeros libros de texto de medicina Geriátrica, publicado en 1914, donde aparece la
siguiente descripción del cuerpo de una persona mayor, centrándose en la decadencia física:
“el pelo fino, uñas quebradizas, piel seca y suelta, músculo desigual textura, mandíbula
aflojada, pérdida de los dientes y la postura agachada” (Katz 1996, citado en Gott, 2005, p
.10).
Parece que se da por sentado por los académicos, profesionales de la salud y la sociedad en
general que “ser viejo” es ser poco saludable con el consecuente proceso de deserotización
o desexualización. Para Ledón este hecho “pudiera responder a dos formas de concebir la
sexualidad en el contexto de la enfermedad: como inevitablemente ausente, deshecha o
disfuncional debido a la enfermedad, o como no lo suficientemente importante como para
explorarla y mejorarla” (2005, p. 496).
Es evidente que los juicios sobre la sexualidad normal y anormal se siguen realizando a
partir de la norma reproductiva nacida dentro de la tradición cristiana occidental y
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cimentada por los escritos de los primeros sexólogos desde perspectivas biomédicas. En las
prácticas sexuales contemporáneas todavía existe primacía y legitimidad de los aquellos
que al menos tienen el potencial de dar lugar a la reproducción –a saber, las relaciones
heterosexuales y entre las personas más jóvenes.
Longstaff Mackay (2001 citado en Gott, 2005) refiere que incluso dentro de la sociedad
contemporánea, a pesar del “desacoplamiento de la reproducción de las relaciones sexuales
a través de bebés de probeta, las madres de alquiler, y la clonación” (p.15), los
comportamientos sexuales potencialmente reproductivos son vistos como lo “natural” así,
la piedra de tope para la “normalidad” y la aprobación de la sociedad en general, por lo que
según los criterios esencialistas las personas mayores quedarían fuera de toda expresión
valida y normal de la sexualidad al no tener necesariamente actividad sexual con fines
reproductivos y al tener un cuerpo en declive con enlentecimiento de la respuesta y
potencia sexual, que lo hace un organismo no apto para la vivencia de este tipo de
experiencias.
Por otro lado, habría que señalar la existencia de un enfoque de la sexualidad desde el
construccionismo (Amuchástegui y Rodríguez, 2005; Córdova, 2003), donde existe un
reconocimiento del contexto histórico específico, las variantes sociales y culturales. No se
trata de pensar que la sexualidad es un hecho dado en forma natural, sino que más bien
debemos cobrar conciencia de que la sexualidad es algo que la sociedad produce de manera
compleja. Es un resultado de distintas prácticas sociales que dan significado a las
actividades humanas.
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Si hacemos caso de todo lo anterior, en realidad la sexualidad es la parte más culturizada de
los humanos en el sentido de que el cuerpo por sí mismo, como organismo biológico y
fisiológico, no significa nada. Es la cultura la que le otorga significado y a partir de él se
organizan estructuras sociales, como por ejemplo, la del género. Como podemos constatar,
no queda nada de naturaleza en esa definición.
Lo sexual se construiría a partir de la práctica social por lo que no sería posible comprender
lo sexual en términos netamente biológicos ya que el análisis sería sesgado e incompleto. Si
hablamos de genitales, cuerpo, relaciones afectivas, nada podemos pensarlo sin evocar los
significados culturales inherentes al momento histórico y social en el que nos encontramos.
Según su análisis, en el siglo XVIII, la creciente preocupación de los estados con el manejo
de la población debido al aumento de la urbanización y de la industrialización, lleva al
desarrollo de regulaciones específicas en torno al manejo de los cuerpos: fertilidad y salud
reproductiva, salud pública, higiene, sanidad, bienestar familiar y lo sexual; todos temas
claves en la vida personal y que el estado tenía interés en regular. Una población ordenada
y saludable era, después de todo, fundamental para mantener una mano de obra productiva
(Foucault, 1977).
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los cuales los individuos llegaron a evaluar y categorizarse a sí mismos en función de actos
de auto-vigilancia y auto-disciplina. De acuerdo a Foucault (1977), lo sexual no ha sido
reprimido, sino más bien administrado y ese poder es ejercido sobre los cuerpos y las
subjetividades de los individuos por medio de los discursos autoritarios que regulan la
conducta sexual. Así, la sexualidad sería una invención moderna, aunque las prácticas y
deseos sexuales siempre han estado ahí, lo que varía es el significado que cada cultura y
sociedad le atribuye.
En la actual cultura de consumo, la sexualidad se construye con la idea central del éxito,
donde para conseguirlo se promueve la imagen de eterna juventud, asociada a la fuerza y
vitalidad. De esta manera, el cuerpo se convierte en un proyecto para ser trabajado para el
consumo. Vivir en una sociedad que promueve hasta la saciedad un modelo corporal
juvenil, puede favorecer que los cambios asociados al envejecimiento se vivan con una
cierta angustia (García, 2005).
En el ámbito sexual, desde esta perspectiva, para ser seres deseables y deseantes hay que
ser joven y vigoroso, con un cuerpo bello, por lo que la sexualidad se asocia directamente al
coito y la apariencia estética dejando otros aspectos fuera del análisis. Para Rodríguez “la
sexualidad de la persona anciana, puesta en referencia con esa sexualidad centrada en la
genitalidad y el coito, aparece desde luego, como devaluada o inexistente” (2009b, p. 122).
El cuerpo contemporáneo está sujeto a un auto-examen de una manera que no era el caso en
el pasado. Las tecnologías para el auto-control y la vigilancia, tales como fotografías,
espejos, o cuartos de baño, donde todo el cuerpo se puede observar desnudo, permiten una
nueva forma de auto-examen reflexivo en el que el cuerpo y sus cambios se convierten en
el foco de atención aguda.
Esta representación de la sexualidad, aunque cada día más común, no es algo masificado,
aunque quizás, en algunos años más, cuando los jóvenes y adultos de hoy sean personas
mayores, esta sea la postura imperante.
El afecto y la necesidad de un otro que esté a nuestro lado son aspectos importantes en
cualquier edad. Esta necesidad no se debilita con la edad; lo que sucede es que la expresión
sexual es situacional en tiempo y lugar y, por lo tanto, varía de una cultura a otra. De hecho,
lo que cuenta como “sexual” en una sociedad o período histórico podría variar en la
siguiente. Además, este trabajo propone que la sexualidad no es estática, sino una categoría
que, evidentemente, no se puede aislar fuera de las influencias históricas y culturales.
Los seres humanos son seres sexuados, y este rasgo básico influirá toda su vida. Cada acto
del sujeto estará influido por las conductas y significaciones que les han sido transmitidas
desde la infancia y según el género asignado. Pero este proceso, no se realiza en
aislamiento. Las personas nacen y se desarrollan en sociedad, comparten con otros, de tal
forma que el ser sexuado individual es también un ser social sexual. Así, lo sexual en los
seres humanos no se circunscribe a variables únicamente biológicas (como se ha
explicado), sino que también se trata de una forma personal y social de moverse y ser
dentro de ese cuerpo sexuado (Martínez, 2005). Esta construcción social de la sexualidad
no se interrumpe en ningún momento o lugar, es constante y cotidiana.
Para dar sustento a la anterior descripción de la formación como seres sexuales, existen
diversos planteamientos teóricos que intentan esclarecer cómo los seres son moldeados por
su contexto y momento histórico, pero al mismo tiempo de qué manera el sujeto le da
forma a ese entorno y es en este enlace en el que las diversas posturas sobre la vida
cotidiana nos pueden ayudar.
Al pensar la vida cotidiana como el punto de encuentro entre los sujetos y la estructura
social, podemos reflexionar que dicha cotidianidad no es inamovible y que sería ese espacio
donde se desarrollarían las personas como seres sexuales. La vida cotidiana sería el punto
en que la historia individual (la micro historia) se relaciona con el tiempo histórico (la
macro historia) (Martínez, 2005).
La sexualidad es uno de los múltiples factores que dejan ver la dualidad que construye lo
cotidiano: el individuo y la sociedad, ya que siendo una práctica personal, es delineada por
una serie de métodos y parámetros de conducta que el sujeto aprende en la comunidad.
Desde su nacimiento, las personas socializan de acuerdo con las pautas que ya han sido
trazadas de antemano, asimiladas en una especie de “inconsciente colectivo” (Martínez,
2005).
19
Para Schutz (1974, citado en carrizo, 2001), la vida cotidiana sería esa la parte de la
existencia que no requiere verificación adicional más allá de su simple presencia. Es
simplemente allí, como evidente y convincente. A esto Schutz lo denomina como epojé de
la actitud natural. Esto no significa que las formas de la vida cotidiana son inevitables o
inmutables. El punto es, sin embargo, que este tipo de actuaciones son para la mayoría
automática, realizada con una vigilancia constante, pero semi-consciente. El sujeto podría
dudar eventualmente de su realidad pero para poder ser funcional dentro de la vida
cotidiana, suspende toda duda (Carrizo, 2001)
La interpretación del mundo se realizaría a partir de las experiencias previas que han sido
trasmitidas a través de proceso de socialización. En este marco los sujetos presuponen que
otros también tienen las mismas ideas de la realidad en lo que denomina “reciprocidad de
perspectivas”, lo que sería una condición para una realidad compartida y la generación de
experiencias significativas personales y sociales, para así favorecer la cohesión social y
cultural (Carrizo, 2001).
A menos que un problema específico emerja para exigir nuestra atención, rara vez se
produce una pausa para reflexionar sobre las prácticas ritualizadas y mundanas, alrededor
de la cual gran parte de nuestra vida cotidiana se organiza. Cuando eso pasa, y surge una
disrupción en esta interpretación compartida, podría desequilibrarse la confiabilidad del
diario vivir (Carrizo, 2001).
Así, el sistema de sexualidad, con sus principios organizadores, tiene como objetivo
mantener el orden. Pero en la vida cotidiana hay veces que ese orden es trastocado, hay
cuestionamientos y desafíos que ponen en “peligro” a la comunidad. El sistema sexual está
minado por sus propias contradicciones: por una parte, las tensiones entre el deseo
individual, y, por otra, las necesidades colectivas (Carrizo, 2001).
Para Hernando las ideas asociadas al concepto de vejez son “demasiado significativas y los
propios adultos mayores de ven en “¨‘la obligación’ de corresponder y asumir el rol
asignado puesto que también participan de estos estereotipos culturales” (2005, p. 63), así
hay personas que debido a su edad, asumen un rol de enfermo y asexuado negando la
posibilidad de cualquier expresión sexual. Ante este escenario, de desajuste de los marcos
habituales de referencia, los sujetos se introducen en un arduo, angustiante y más o menos
extenso proceso de elaboración y reelaboración, hasta intentar conseguir un esquema
nuevamente más o menos integrado y coherente (Faretta, 2013).
Para De Certeau (2000, citado en Martínez, 2005) la vida cotidiana va más allá de la idea
de reproducción o continuidad de la estructura social, en el sentido de que las prácticas de
los individuos pueden ser variables y diversas, además considera a los sujetos como seres
activos en la formación de simbolismos, lo que llevaría a que la continuidad de lo
socialmente impuesto por la estructura, mostrará diversificaciones de acuerdo con las
reinterpretaciones de los sujetos. Siguiendo la misma idea, para Sherry Ortner (1990, citada
en Martínez, 2005), los sujetos si bien actúan bajo representaciones de acción culturalmente
trazadas, estas pautas no necesariamente tienen un significado profundo. Los sujetos
invocan el esquema cultural cuando lo creen necesario, pero también actúan conforme con
sus reflexiones y libre albedrío (Martínez, 2005). La vida cotidiana puede ser “espejo” de lo
21
que ocurre en un periodo histórico, y también puede ser semilla para la historia futura, al
realizarse o cultivarse en la vida cotidiana los cambios que luego serán perceptibles.
En este sentido, tal vez podríamos reflexionar que, aunque actualmente se observa más
variabilidad de formas de vivir la sexualidad, esto se puede advertir más en personas
jóvenes y adultas, en cambio las personas que actualmente son mayores aún vivencian su
sexualidad bajo un marco de referencia culturalmente trazado, buscando el orden social
para no verse expuestos a ser juzgados. Quizá las nuevas generaciones de personas mayores
tendrán vivencias sexuales cotidianas más acordes a reflexiones individuales libres (Iacub,
2006).
En los apartados anteriores hemos revisado las ideas en cuanto al concepto de sexualidad,
luego como estas ideas son transmitidas y reproducidas socialmente sin cuestionamiento,
formando parte del entramado de la vida cotidiana y por último (aunque ya dimos algunos
atisbos en la sección anterior) esclareceremos como estas ideas son encarnadas por los
sujetos.
La vivencia es un fenómeno que expresa nuestra realidad somática. Los cuerpos que somos,
en su interacción con el entorno, generan incesantemente vivencias. Y en el acto de
vivenciar, el tiempo de la vivencia es el aquí y ahora donde espacio y tiempo se hacen uno.
El pasado y el futuro solo existen en tanto que son proyecciones, ya que no tienen espacio,
configuran un espacio virtual. Nadie puede decir que “está” en el pasado, ni menos en el
futuro, que es proyección pura. Solo vivimos en el espacio-tiempo que llamamos presente y
ese espacio-tiempo no es otra cosa que cuerpo (García, 2013).
22
Si la vivencia es un fenómeno corporal, para analizar la vivencia de la sexualidad debemos
conocer el concepto de cuerpo, pero siempre teniendo presente que hablamos desde el
cuerpo envejecido. Para esta tesis tomaremos el concepto desde Pierre Bourdieu, para quien
el cuerpo es un producto social en el que se ven reflejados la posición social, las
condiciones de trabajo, la cultura, entre otros aspectos (Bourdieu, 1986).
Bourdieu enfatiza el concepto de habitus, para luego entender el cuerpo. El habitus son las
estructuras mentales que se forman desde la Infancia en términos de prácticas culturales de
clase. Es un sistema de disposiciones encarnadas, tendencias que organizan las maneras en
que los individuos perciben el mundo social a su alrededor y cómo reaccionan ante él. Estas
disposiciones son comúnmente compartidas por personas similares (en términos de clase
social, religión, nacionalidad, etnia, educación, profesión, etc.), ya que el habitus se
adquiere a través de la mimesis y refleja la realidad vivida en la que los individuos son
socializados, su experiencia individual y sus oportunidades. Estas ideas sociales
compartidas conducen a la formación de la identidad individual y es en el cuerpo donde se
construyen y reconstruyen estas imágenes culturales (Barrera, 2011).
Los cuerpos que envejecen casi siempre se describen de manera desfavorable, a través de la
medicalización del envejecimiento, el cuerpo es visto como una máquina que funciona mal,
un cuerpo en decadencia, tachado utilizando un vocabulario de descenso con términos tales
como “defectuoso”, “perjudicial”, “anormal” y “en desequilibrio” (Tulle, 2008). Esta
asociación del cuerpo envejecido con un declive biológico y social inevitable ha dado lugar
a lo que se ha denominado el discurso de la caída y la narrativa de decadencia (Gullette
23
2003, citado en Guilleard, 2014, p. 115). Este discurso se ha sido ampliado para abarcar no
sólo los procesos biológicos, sino también culturales, con el declive aprehendido como una
propiedad de los cuerpos de envejecimiento y, por extensión, de las propias personas
mayores. Mensajes de refuerzo de esta asociación están en todas partes a nuestro alrededor.
El desgaste en capital físico y funcional del cuerpo envejecido se utiliza para legitimar la
marginación social y económica que sufren las personas mayores, lo anterior ha dado forma
a la gestión del envejecimiento. Las personas mayores, o las personas que se ven muy
envejecidas, están ausentes de la opinión pública, excluidas del mercado de trabajo,
alejadas de espacios públicos y rara vez representados en los medios de comunicación
visual (Sibilia, 2012).
Estas situaciones cotidianas pueden verse también reflejadas en las políticas públicas, como
los programas de salud sexual, donde las personas mayores no representan el público
objetivo, el cual está compuesto principalmente por jóvenes y adultos jóvenes, en los que se
abordan temáticas, como la anticoncepción y prevención de infecciones de transmisión
sexual (Echeñique, 2006). En el caso de las personas mayores, al estar su sexualidad
invisibilizada “se les niega el acceso a una vida sexual segura, satisfactoria, plena y el
24
derecho a una educación sexual que responda a sus problemáticas e inquietudes” (Pedraza,
2014, p. 252).
En las anteriores secciones, se ha vislumbrado que existen ideas sociales que ahondan las
diferencias entre géneros y que luego repercuten en la concepción de cuerpo y en la
expresión de la sexualidad, por lo que parece relevante realizar un apartado para analizar
como el género repercute en la expresión de la sexualidad.
25
En primera instancia, nos enfocaremos en describir algunas definiciones de género. La
primera cita identificada en 1955, es referida en 1709, por M. W. Montagu a la señora
Wortley, “del bello sexo, mi único consuelo por ser de ese género ha sido la seguridad que
me ha dado de que no me casare nunca con alguien de él” (Money, 1994, citado en García,
2003). Acá el término de género se concibe como igual al sexo biológico.
Al contrario, para Scott (1990, p. 44), “[e]l género es un elemento constitutivo de las
relaciones sexuales basadas en las diferencias que distingue a los sexos, es una forma
primaria de relaciones significativas de poder”. Por tanto, la identidad y roles de género no
pueden considerarse como transmitidos por un medio natural o fijo, sino que cercanamente
imbricados en el escenario cultural en que se vive. Citando a De Beauvoir (1949, p. 109), la
autora comienza con la frase “[n]o se nace mujer: se llega a serlo”, es decir, el género es
una construcción cultural que se inicia desde la infancia y que se ha edificado sobre el sexo;
no existe una esencia femenina ni una esencia masculina. Por lo que el género no estaría
ligado al sexo biológico, sino que sería una construcción social.
Ahora bien, podemos hablar de la historia del género como a una transformación continua
sobre lo que se considera como masculino y la femenino, con una marcada prevalencia por
la diferenciación y segregación sexual, que ha sido base para la dominación de los hombres
sobre las mujeres.
Para comenzar, en un tiempo prehistórico previo al neolítico (8000 a.C.) donde la vida y la
reproducción biológica eran fundamentales para la conservación del grupo a la vez que
constituían un misterio, la maternidad y la tierra -identificadas entre sí con la fertilidad-
despertaron la veneración hacia la figura de la diosa madre asimilada a la madre tierra
26
(Caudet, 1994, citado en Rodríguez, 2009a). Pero, en las sociedades que conceptualizaban
el poder supremo del universo como una Diosa, reverenciada como sabia y justa fuente de
todas nuestras dádivas materiales y espirituales, las mujeres se inclinarían a internalizar una
auto-imagen bien diferente. Con un modelo tan poderoso, ellas tenderían a considerar su
derecho a tener participación activa y asumir el liderazgo en el desarrollo y uso de las
tecnologías materiales y espirituales. (Eisler, 2008, p. 13), por lo cual, se gestó una línea de
orden social enfocado desde lo femenino.
Meier-Seethaler (citado en Rullmall & Schlegel, 2000, p. 13) concluye, a partir de esto,
que incluso es posible admitir para la prehistoria una orientación predominantemente
matricéntrica, ya que “solo una mitad de la humanidad genera vida ostensiblemente, y por
eso en los comienzos de la cultura humana existe la veneración de lo femenino, como lo
numinoso que encierra el misterio de la vida”. A su vez, se distinguirá diferentes conceptos
relacionados al orden social mencionado; en primera instancia se define como
“Matricéntrico, significa que el reparto del poder se hacía en forma mucho más igualitaria
que hoy” (Rullmall & Schlegel, 2000, p. 19). Lerner (1986, p. 32) también define otro
concepto el matriarcado “cuando las mujeres tienen un poder sobre los hombres y no a su
lado, cuando ese poder incluye la esfera pública y las relaciones con el exterior, y cuando
las mujeres toman decisiones importantes no sólo dentro de su grupo de parentesco sino
también en el de su comunidad”, con las características mencionadas esta definición se
podría homologar al patriarcado. Por tanto, se da énfasis que el poder femenino en esta
época, estaba orientado hacia lo matricéntrico, sin rigidizar el orden social, pero
jerarquizando el poder de la mujer.
Ahora bien desde visión del catolicismo, a partir de los escritos sobre los inicios y origen
de la vida, se describe lo siguiente “(…) El que Eva fue creada después y a partir de Adán
(el hombre) ha justificado veinte siglos el hecho de que la mujer debieses obedecer al varón
y sentirse inferior a él pues había sido a imagen suya y él lo había sido a imagen de Dios”.
(Génesis 1 y 2, cit. Sau, 2000, p. 109). A su vez, la imagen de La virgen María y Eva, se
contraponen, una siendo referente de pureza, virginidad y erotismo negado y la otra como
cita Lagarde (2005, p. 569), “Eva, la incestuosa, la tentadora, quien llevo a todas las
perdidas, es a la vez la madre universal”, pero que nos permite relacionar que ella, es la
madre de todas y todos.
28
en el terreno de la sexualidad (el hombre controla el cuerpo femenino); y (f) las relaciones
patriarcales en las instituciones culturales.
Con esta última representación, podemos manifestar que las mujeres han vivido
históricamente situaciones de privación ocupacional, según Whiteford (2004 citada en
Moruno & Fernández, p. 49) es definida como: “[u]n estado de exclusión de la
participación en actividades necesarias y/o significativas debido a factores que están fuera
del control inmediato del individuo”, por lo tanto, en relación a la educación formal, se
puede visualizar la exclusión de la mujer, frente a las elecciones ocupacionales durante este
periodo, donde estaban excluidas y destinadas a permanecer en el hogar, donde se les
prohibían la participación activa, plasmando la naturalización del papel femenino, con lo
doméstico y a su vez, la inferioridad de género, esto perduro por muchos años, pero
actualmente se vivenció como un cambio radical, a favor de la libre elección de las mujeres
y en este caso específicamente en el ingreso a la educación formal como un derecho
universal, tanto en nivel primario y como superior.
Ahora bien, para contextualizar los sucesos antes mencionados describiremos la cultura.
Según Dyck (1998, citado en Iwama y Simó 2008) la cultura es el: “sistema compartido de
significados que abarca ideas, conceptos y conocimientos, e incluye creencias, valores y
normas que forman los estándares y las reglas de comportamiento que realizan las personas
en su vida cotidiana”, por otra parte, desde la AOTA, se define el contexto cultural, como
“Costumbres, creencias, patrones de actividad, estándares de comportamientos y
expectativas aceptadas por la sociedad a la cual pertenece el cliente .Incluye el origen
étnico y los valores así como los aspectos políticos, tales como las leyes que impiden la
accesibilidad a determinados recursos y que confirman los derechos de la persona. Además,
incluye oportunidades para la educación, empleo y el apoyo económico” (2010, p. 64), Por
tanto, la reproducción cultural solo es posible por la transmisión intergeneracional de ideas
en la vida cotidiana de las personas, hombres y mujeres, quienes transmite a otros las
concepciones de género y sus roles (Katchadourian, 1997).
29
Debido a lo antes mencionado, desde pequeños aprendemos y conocemos lo que se
considera por la realidad que se impone desde lo masculino y lo femenino, por ejemplo, en
el caso de los hombres, las expectativas que se transmiten a ellos son, en palabras de
Ramírez (2000, citado en Campos, 2007, p. 25), “prepararnos para ser el hombre-dueño-
jefe-padre que tomará algún día el papel del hombre adulto”, lo cual inconscientemente va
configurando en su vida para ser proveedores y/o protectores, con una llamativa imagen de
poder. Ahora bien, se configura un concepto que destaca una relevancia cultural y que
determina por qué (basado sobre supuestos) los hombres se comportan de determinada
forma, según Benjamin (1988, citado en Bonino, 2002, p. 9) “la masculinidad homogénea,
es la configuración normativizante de prácticas sociales para los varones predominante en
nuestra cultura patriarcal, con variaciones pero persistente. No es intrínseca al sujeto sino
que lo preexiste, y la identidad masculina se construye determinada por ella, que opera a
nivel subjetivo y corporal dando las pautas conformadoras para el llamado proceso de
masculinización o socialización de género.
Por su parte, a las mujeres se les transmite que su vida debe transcurrir preferentemente al
interior del hogar, donde la maternidad las norma y construye para el cuidado de otros,
además de administrar los recursos de la casa, la limpieza del hogar y la reproducción
social y cultural de la prole. Lo anterior, conlleva a desarrollar rutinas rígidas, vidas
monótonas con ausencia de proyectos propios, debido a la dedicación hacia los demás,
provocando así una insatisfacción individual y/o social. Por el contrario, la ausencia de
domesticidad ha permitido disfrutar a los hombres de un espacio social más extenso que el
de las mujeres (Rivera, 1996).
30
a la mujer a otras actividades que serían más adecuadas de acuerdo a su género. Por su
parte Capellá (1997, citado en Rodríguez, 2009a p. 216), afirma que “[e]s así que la
sexualidad masculina queda rigurosamente enmarcada por su órgano genital, vetándose
otras posibilidades de placer; mientras la femenina es vetada en su genitalidad y propiciada
en su vertiente extragenital”. Esta visión de la sexualidad femenina como inexistente, donde
la mujer debe reflejar el ser virgen, pura y abnegada, más aun en su rol de madre y esposa
está ligada a esa necesidad de controlar la sexualidad y expresa la posesión del cuerpo por
un hombre. Los cuerpos de las mujeres, fundamentales para el placer masculino y para la
reproducción, no han pertenecido a las mujeres, sino a los compañeros, a los hijos, a las
iglesias, a los Estados (Rivera, 1996).
Ahora bien, respecto a las uniones entre hombres y mujeres, en el pasado histórico éstas
raramente se construían sobre el amor, siendo este un “sentimiento” relativamente nuevo en
la historia de la humanidad. Al contrario, una amplia gama de posibilidades han unido a las
personas, desde las más pacíficas como el intercambio hasta las más violentas como el
rapto o la captura, pasando por las alianzas estratégicas para la pacificación o unión de
territorios, y en el pasado histórico, desconocido el amor, las parejas se unían tras el
acuerdo y la autorización paterna; la entrega del padre al marido “cosificaba” a las mujeres
y las equiparaba a un mero un bien intercambiable (Lerner, 1990, citado en Rodríguez
2009a, p. 217)
31
excepción, funesta en tanto que excepción- porque amar al inferior, al subordinado,
equivale a hacerse su igual y debilitarse” (Sau, 2000, p. 191).
En relación al género y sexualidad en las personas mayores de hoy, ellos nacieron alrededor
de los años 40 y 50 y fueron culturizados en una sociedad donde el sistema patriarcal,
estaba fuertemente arraigado en sus costumbres, marcado por el control del hombre sobre la
mujer y la sexualidad vista como un tema tabú. Aún así, los estudios muestran que los roles
de género tienden a ser más flexibles durante la vejez, así las mujeres tienden a participar
en actividades fuera de casa (como juntas de vecinos, grupos de personas mayores y
talleres) y los hombres, luego de la jubilación, pueden desarrollar algunas actividades
dentro del ámbito doméstico, como realizar compras para el hogar, dedicarse a la jardinería
y apoyar en el cuidado de los nietos (Wilson, 1996; Iacub, 2006). Aunque, igualmente
prevalece el rol de cuidadora de la mujer, ahora a cargo del cuidado de su pareja (Wilson,
1996).
En cuanto a la sexualidad, según un estudio realizado por Brigeiro (2002, p. 85) “[l]os
hombres mayores son referidos como especialmente más limitados en su concepción de
sexualidad, en comparación con las mujeres, tendiendo a concentrar sus intereses en la
región genital y en el recurso de la penetración”, por lo que aún, durante la vejez, los
hombres centrarían su sexualidad en lo genital, como expresión de masculinidad. En las
mujeres hay investigaciones donde se percibe una mayor libertad en cuanto a la sexualidad
a medida que esta envejece, ligada a la pérdida del temor al embarazo y la aceptación del
cuerpo, aun así se observa que la institución del matrimonio, sigue teniendo una influencia
importante, donde las mujeres sienten que deben cumplir con las labores dedicadas a su rol
de esposa (mantenerse al lado de su pareja, cuidarlo y estar dispuesta a las relaciones
sexuales).
Por su parte una figura principal en la terapia ocupacional, Gary Kielhofner dice que: “[l]as
narrativas por fuera del dominio ocupacional –es decir fuera del dominio disciplinar-
pueden ser aquellas asociadas con sexualidad/intimidad o espiritualidad” (2004, p 163).
Kielhofner cree que la actividad sexual tiene sus raíces en la función biológica, que es algo
que estamos haciendo para asegurar la reproducción y la supervivencia de nuestros propios
genes y la especie humana, y por lo tanto, desde su perspectiva, se trata de una actividad
que se basa en los instintos biológicos y no de una ocupación significativa.
Se reconoce que los terapeutas ocupacionales trabajan con sus usuarios para tratar de
encontrar soluciones a las situaciones que interfieren con la posibilidad de desempeñar
ocupaciones significativas. Las ocupaciones de este sentido son más que puestos de trabajo
33
o simples tareas ya que ayudan a definir lo que somos y cómo nos sentimos acerca de
nosotros mismos y nuestras vidas (Henderson, 1996; Polatajko, 1997).
Para el propósito de esta tesis, consideraremos aquí la sexualidad como una ocupación, ya
que por lo que hemos revisado anteriormente, hay más en la sexualidad que simplemente el
acto sexual. Para Weeks (2003, citado en Sakellariou y Simó, 2006), la naturaleza
ocupacional de la sexualidad se expresa a través de muchas actividades y es parte integral
de la naturaleza humana, impregnando todo lo que las personas hacen. La sexualidad es un
reflejo de la cultura y puede tener un efecto sobre la formación de la identidad y el
mantenimiento de la salud, la funcionalidad y la autoestima. Ser capaz de tener una vida
sexual plena, está estrechamente ligada a la propia identidad y el sentimiento de
satisfacción con la vida.
En el caso de las personas mayores, sucede que además la sociedad pretende separar a la
persona de su sexualidad en un intento de ocultar aquello que se considera como incomodo
e inadecuado, siendo cubierto de inocencia y burlas que van revalidando las ideas
estereotipadas al respecto, siendo importante considerar las ideas alrededor de este grupo
34
que influyen en su sexualidad y cuyo cambio es un propósito sustancial si se quiere
proponer la sexualidad como motivo de bienestar, puesto que de continuar naturalizando el
patrón de sexualidad ajustado a la sociedad de mercado (limitada a la juventud, belleza
física y genitalidad) pueden verse anulada su expresión y exploración. Este menoscabo en
el sentido de eficacia y las dificultades en el acceso y disfrute nos aproxima al concepto de
privación ocupacional. Para Wilcock (citada en Moruno, 2012, p. 48) estas circunstancias
pueden ser “(…) la pobreza o el poder adquisitivo, los valores culturales, las normas o
regulaciones legales locales y las limitaciones impuestas por los sistemas educativos o de
servicios sociales, así como la enfermedad y la discapacidad”, las cuales pueden restringir
el acceso a ocupaciones significativas y al desarrollo de habilidades. Estas barreras en el
acceso pueden llevar a una situación de injusticia ocupacional, que se define como la
injusticia que ocurre cuando “la participación en las ocupaciones es prohibida, confinada,
restringida, segregada, prohibida, subdesarrollada, perturbada, alienada, marginada,
explotada, excluida o restringida de otra manera” (Townsend y Wilcock 2004, p. 77)
Además, se cree que esto se debe a razones que no están dentro del control inmediato del
individuo. De hecho, en su exploración del concepto de injusticia, Cohen (2004, citado en
Sakellariou y Simó) afirmó que la pregunta fundamental que debe hacerse es si un
individuo tiene un nivel de satisfacción inferior debido a razones fuera de su control.
Así, las influencias culturales en las ocupaciones se reconocen como componentes del
sentido y significado (Yerxa 1991; Christiansen 1994), por lo que desde la terapia
ocupacional podemos desenvolvernos como agentes de cambio al analizar las razones que
subyacen a esta injusticia a partir de un estudio de las condiciones socio-históricas
subyacentes y las referencias directas de los involucrados.
Hay pocos textos donde se ahonde en el rol del terapeuta ocupacional en esta área. Un
ejemplo interesante es el texto de Torices (1995) quien pone énfasis en la formación que
debería tener el profesional previamente a la intervención y luego propone acciones que
cotidianamente se realizan en la práctica, pero llevándolas al campo de la sexualidad, como
la mantención y/o rehabilitación de habilidades (motoras y cognitivas), modificaciones de
la actividad y del entorno que faciliten la expresión de la sexualidad. En el texto de MacRae
(2013), destacan las acciones de promoción, como la educación a los usuarios, pero
también a familia y cuidadores, en distintos contextos (casa, hospital, centro de
rehabilitación), con el fin de informar, apoyar el reconocimiento de la sexualidad en las
personas mayores y la favorecer la privacidad en lugares compartidos. Por su parte Pedraza
(2014) considera que todas las acciones realizadas en la intervención en este ámbito no solo
deben tener un fin rehabilitador o informativo, sino que deberían tener como objetivos el
empoderamiento, la validación de los sujetos, así como un aumento en la calidad de vida.
Una investigación llevada a cabo por Goot (2004) demostró la presencia de estereotipos y
actitudes negativas de profesionales sanitarios referidas a la sexualidad en las personas
mayores. Los participantes reconocían que tendían a pensar en el sexo como algo menos
importante y relevante que otras cuestiones. Con anterioridad, Steinke (1997) en un estudio
realizado con personal de enfermería que trabajaba en varias residencias de personas
mayores, dejo manifiesto el profundo desconocimiento de la sexualidad en la vejez, así
como de cuáles deberían ser sus actuaciones como profesionales.
37
Los terapeutas ocupacionales tienen la capacidad de analizar las barreras para fomentar la
realización de una ocupación y la capacidad de seleccionar técnicas, adaptaciones y otras
intervenciones para apoyar el desempeño. Cuando una lesión, enfermedad, barreras
sociales u otro problema limita la capacidad de una persona para participar en sus
actividades de expresión sexual, un terapeuta ocupacional puede apoyar a las personas a
encontrar formas de búsqueda, reconocimiento y potencialización de las capacidades de las
persona, informando y siempre teniendo en consideración que como fin último, no es sino
el aumento en la calidad de vida.
1. Diseño metodológico
El fenómeno de estudio que se pretende investigar, nos conduce al empleo del enfoque
cualitativo, pues su referente metodológico nos permitirá una mejor comprensión de lo que
se espera lograr a través de esta investigación. La investigación cualitativa produce
hallazgos a los que no se llega por medio de procedimientos estadísticos y suele
tratarse de investigaciones sobre las experiencias vividas de la gente, emociones y
sentimientos (Strauss y Corbin, 2002).
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sus vidas, de manera que se comprenda la resistencia, adaptación o complicidad de las
personas con las estructuras sociales y relaciones de poder (Profitt, 2003).
Se puede afirmar además que la investigación cualitativa “es un intento de obtener una
comprensión profunda de los significados y definiciones de la situación tal como la
presentan las/os sujetos, más que la producción de una medida cuantitativa de sus
características o conducta” (Jiménez, 2000, p. 5). Teniendo en consideración éstas y otras
definiciones, la perspectiva cualitativa presenta características que hacen coherente su
elección a la presente investigación; desde cuáles son sus intereses hasta la posición que las
investigadoras deben adoptar.
Este tipo de investigación se caracteriza por generar datos acudiendo a técnicas específicas
de recolección de información, como la observación y la entrevista. Para después realizar
39
un análisis general, tanto de la información de fuente primaria, fuente secundaria, así como
de los hallazgos teóricos encontrados en la revisión bibliográfica y presentar un panorama
del general del problema.
2. Diseño muestral
Criterios de inclusión
- Hombres y mujeres, rango etario desde los 65 a 75 años, que presenten habilidades
cognitivas indemnes, dado por la capacidad de responder adecuadamente la
entrevista (se argumenta este criterio por la presencia de estados avanzados de
deterioro cognitivo, que presenta una prevalencia de 20% sobre los 80 años, por lo
cual delimita la muestra, estipulando la edad antes mencionada, para dar un rango
de variabilidad de 10 años, donde prevalece algún deterioro cognitivo.
- Personas con cualquier estado civil ya que se considera que las prácticas sexuales
pueden estar presentes en forma independiente de una pareja.
Criterios de exclusión
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- Que la persona mayor presente algún deterioro cognitivo u otra condición que
dificulte la obtención de información.
b. Estrategia de muestreo
Cabe señalar, que una vez que se logre la saturación teórica -es decir que los datos
obtenidos comienzan a repetirse y dejen de aportar información novedosa- se interrumpirá
la búsqueda de información.
41
vivencia y no solo recopilar datos del momento actual. El guión de entrevista de esta
investigación es revisarlo verlo en el anexo n°3.
La no maleficencia enfatiza la obligación ética de no hacer daño, es decir omitir actos que
puedan causar un daño o perjuicio (Gómez y Maldonado, 2005). No herir susceptibilidades
frente a las respuestas brindadas por los personas mayores ni juzgar sus actos.
Por otro lado para la lectura de los resultados se ha utilizado esta sencilla codificación que
ayudará a resguardar la información del participante y facilitará la identificación de la cita
en el texto en el caso de necesitar consultar la entrevista
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E: Entrevista
R: Respuesta
Ejemplo “le mentiría si a veces no me imagino alguna que otra cosa” (E14R2). La cita ha
sido extraída de la entrevista número 14, específicamente de la respuesta número 2.
En este apartado se alude a los valores simbólicos que las personas mayores tienen acerca
de la sexualidad. A partir del discurso de los/as entrevistado/as la sexualidad es mirada
desde posiciones simbólicas, no excluyentes pero agrupadas en dos grandes tendencias que
conforman las subcategorías: una que representa a la sexualidad en sentido genital/físico y
otro que se relaciona con lo Afectivo corporal.
1. Afectivo corporal
“yo siempre le tomo la mano o los pies para dormir, tocar los pies ahora con el calor uno
encima por el lado del otro, pero siempre el cariño lo demostramos así (E11R11).
“claro po, si pucha, uno igual de repente abraza a la señora, le da unos besos, es que tiene
que ser así. …” (E10R18).
“De hecho, siempre tratamos de dormir unidos, con las manos, que me toque la espalda…”
(E15R19).
Las personas que manifestaron esta forma de expresión tienen parejas con quienes la
búsqueda de contacto es recíproca y espontánea, tienen buena comunicación, manifiestan
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abiertamente sentimientos positivos hacia sus parejas y existe una relación de confianza.
Adicionalmente, encontramos que en algunas mujeres, una manifestación física de la
sexualidad está representada por actividades básicas de la vida diaria, preferentemente
aquellas relacionadas con la presentación personal, como lo son el vestirse, la higiene y
arreglo personal.
“En cosas como abrazar, acariciar, besar, hacer el amor, pero también poniéndome linda,
me arreglo, me peino, comprándome ropita un poco más atractiva…” (E1R3).
“…hasta en cosas tan pequeñitas como arreglarse, siendo coqueta, abrazando a mi pareja,
así expreso lo que soy como mujer” (E3R2).
En las anteriores citas, las actividades que refieren las entrevistadas están dirigidas a la
búsqueda de contacto físico a través de aumentar el interés del otro y mostrar el interés
propio por la pareja.
Las personas que no hablaron sobre las demostraciones físicas, por lo general, no tienen
pareja o tienen relaciones conflictivas, donde muchas emociones son contenidas, existe
mala comunicación y se evita cualquier forma de interacción intima.
b. Manifestación emocional
“Mire, para mí la sexualidad como uno expresa cariño, amor, emociones a otro con quien
tiene una relación puede ser la pareja, el esposo, el pinche, pero todo dentro del
47
respeto mutuo en una relación de pareja, es algo importante para uno, sin eso no se
es feliz.” (E1P1R1).
“Para mí, sexualidad es lo que uno hace para expresar su interior, sus sentimientos y
emociones hacia otro que uno quiere.” (E3P1R1).
“Mi marido es re-cariñoso…me dice que me ama mucho, siempre, es muy tierno. Ayer me
decía estábamos afuera, te quiero tener tantas comodidades, porque te amo mucho”
(E8R35).
Cuando hablamos de que las manifestaciones emocionales están ligados con los lazos
afectivos con el otro, no necesariamente hablamos de un vínculo amoroso, ya que en los/as
entrevistados/as, que están separados de hecho o con relaciones conyugales difíciles,
también es posible ver estas manifestaciones como una forma de manifestar agradecimiento
o respeto por el otro y no como una muestra de amor y cariño. Manifestando que el
compromiso y/o la unión, persiste simbólicamente.
48
a. Pareja como apoyo
“…me siento feliz, porque mi marido no me da quehacer, ahora me está apoyando, ahora
que estoy así, está pendiente de mí. Se queda conmigo, cuando ella (hija) sale, dice;
yo cuido a la vieja. Al final es bonito, uno pelea con él, alega, sino no sería pareja”
(E4R16).
“mi marido cuando me acompaña al doctor, prepara la comida todas esas son muestras de
afecto que para mí es más que meterse a la cama y listo” (E13R1).
Aquellas personas que manifestaban tener una pareja que les brindaba apoyo en actividades
cotidianas, está íntimamente relacionado con la afectividad, donde además se manifiesta un
intercambio de roles hacia los hombres, visualizado desde una cultura patriarcal, donde la
mujer está ligada a lo domestico, lo cual trasciende los roles de género. La pareja no solo es
relevante al validar las preocupaciones y deseos, sino que muchas veces también cada
compañero puede influir en el comportamiento del otro de manera positiva, aumentando la
seguridad en sí mismos.
“…eso va a tener también un hombre al lado que la quiera como uno es, porque él me
quiere como yo soy me acepta, con los rollitos con todo, si no igual yo me sentiría
mal con mi cuerpo” (E13R10).
Es relevante destacar que el apoyo mutuo, genera relaciones más sólidas y que finalmente
se acompaña de una actividad sexual plena y en una mirada positiva sobre sí mismas.
Para los entrevistados la sexualidad es concebida no como experiencia individual sino que
compartida, por lo que la presencia de otra persona con la que exista un lazo afectivo es
49
fundamental para expresarse en forma plena. La presencia de una pareja es relevante no
solo por el placer físico, sino que por la conexión y soporte emocional con otro.
“si no hay cariño, no hay afectividad, no hay sexo po, con mi pareja po” (E8R33).
“Cuando era joven me veía desesperada a veces (se ríe), me desesperaba porque quería
tener relaciones y no podía (ríe) porque no tenía pareja (Como tenía 28 años), pero
cuando tuve pareja, ahí tenia sensualidad, cariños y amor” (E4R17).
“¡Lo otro es leseo no más! La sexualidad es en pareja, lo otro ya sería solo sexo por
hacerlo no más, sin conexión emocional, si eso es lo más lindo de esto” (E1R2).
“Haber yo no concebiría una relación sin sentimientos, ehh vuelvo atrás fui criada a la
antigua, y tiene que haber un sentimiento para poder tener relaciones sexuales,
ahora las relaciones sexuales que tienen los cabros hoy en día, se ven y van a la
cama al tiro, puede ser lujuria, nada más, de sentimiento y afectividad
nada”(E15R16).
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“…tiene que haber cariño para hacer el amor, porque si no, no es llegar, ya vamos no más
y chao, no se puede, tiene que haber afecto para hacer el amor y placer como debe
ser” (E7R13).
De las personas entrevistadas, aquellas que no tenían pareja, catalogaban su vida sexual
como mala inexistente, debido a que su expresión estaba truncada al no tener un
compañero.
“no hay nada, o sea nada que lo facilite, puesto que yo no tengo pareja, no tengo, eso pasa
hace 20 años y paso, paso” (E9R5).
Los resultados aquí expuestos se contraponen con lo que planteamos durante la definición
de la muestra, donde expusimos la posibilidad de entrevistar a personas sin importar su
estado civil, ya que se especuló que sin la presencia de una pareja, también encontraríamos
prácticas sexuales independientes de esta figura.
51
En el apartado anterior quedo manifiesto que para muchos de los entrevistados, el término
sexualidad significaba contacto físico y otras manifestaciones físicas a las que se suma un
valor afectivo.
En este apartado se analizarán los discursos de las personas mayores, donde el valor
simbólico de la sexualidad es predominantemente asociado a la genitalidad, el coito, el
funcionamiento sexual y el goce físico.
En este apartado se hace alusión al placer que las personas experimentan durante la
vivencia sexual coital. Los entrevistados dan a conocer su satisfacción a partir de conceptos
positivos que van relacionando en el relato con sus vivencias físicas.
“Bonito como pareja, agradable, porque cuando uno se junta con un hombre, lo tiene que
pasar bien, lo que tiene pasar agradable, contenta…” (E3R4).
“Para mí es algo rico y bonito, uno lo pasa bien en ese momento cuando está ahí teniendo
relaciones con la persona que se quiere” (E14R1).
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Algunos de los entrevistados muestran su satisfacción en las relaciones sexuales
nombrando los beneficios tanto físicos como afectivos que sienten.
“Yo creo que es parte importante de la vida, si uno tiene derecho a pasarlo bien a sentir
cosas, es algo que relaja, que es bueno para mantenerse bien para la salud, algo que
te conecta emocionalmente con tu pareja yo no le veo nada malo, la maldad esta en
los ojos de los otros” (E1R6).
“…es una actividad bonita y cuando es viejo le puede sacar harto provecho para mantener
la salud, para generar lazos de afecto” (E13R13).
El sentido de disfrute con la vida sexual varía, dado que la satisfacción sexual puede estar
relacionada con experiencias sexuales anteriores y expectativas mostrando que la
satisfacción sexual está positivamente asociada en los entrevistados con la satisfacción de la
relación de pareja en general, así como la comunicación y otros aspectos afectivos. Por el
contrario, la insatisfacción sexual se ha relacionado con la infidelidad, problemas de
comunicación y ausencia de pareja.
Por lo tanto, a pesar de que inicialmente los entrevistados lo relacionan y nombran como
algo netamente físico, la satisfacción dentro de la relación puede ser influenciada por la
importancia del afecto, pero no por la de la actividad coital por sí misma.
b. Deseo
El deseo ha sido conceptualizado por los entrevistados como un sentimiento que incluye
querer tener una experiencia sexual, sentirse receptivo a la iniciación sexual de un
compañero y pensar o fantasear sobre tener relaciones sexuales.
“Él siempre está con las pilas prendidas, pero yo no” (E5R21).
“No, el hombre no, el hombre no. Yo pienso que el hombre no…el hombre es como un
animalito” (E5R10).
Además, aquellas entrevistadas con actitudes menos convencionales sobre el papel de las
mujeres son más proclives a ser sexualmente activas y manifestar sus deseos. Por el
contrario, los entrevistados que manifestaron una disminución o ausencia de deseo, eran
aquellos que mantenían relaciones sin un lazo afectivo, historia de infidelidades, mala
comunicación con sus parejas y enfermedades presentes en algunos entrevistados.
“Nula, o sea él la busca, pero yo no, o sea dijéramos si yo siento algo, algún deseo alguna
atracción, no, ojalá pasaran los días y que nunca me hablara de nada, de nada
sexual” (E2R12).
“Ahh mi sexualidad, bueno a esta altura ya no se expresa, no hay nada que a esta altura me
excite, me imagino que por ahí sería, porque es algo tan pasivo, tan alejado, que se
va poco a poco por lo menos en mi caso perdiéndose” (E11R10).
Además de perder el deseo, pierden el interés en la búsqueda sobre las causas o soluciones,
desviando su atención hacia algo (o alguien), como cuidar a los nietos o hacer otras
54
actividades que consideran más relevantes y prioritarias, de acuerdo a lo esperado al rol de
género.
“¿En mi actualidad? Para mí, la dejo en último plano, para mí hay otras cosas a mi edad
como prioridad” (E5R7).
“Porque ya no hay deseo, no me siento deseo. Para uno ya ahora es la vida, la... los nietos,
hay tantas cosas” (E5R8).
Así, desde las entrevistadas, el deseo sexual depende de factores relacionados a la historia
de vida, contexto y rol de género, en lo revisado por Capella (1997) este afirma que existe
una diferencia entre el deseo sexual masculino y femenino, donde lo masculino estaría
ligado a lo genital y lo femenino a lo extra genital, donde las mujeres dan prioridad a los
afectos más que al deseo y experiencia sexual.
La función sexual se define como la medida en que una persona es capaz de participar de
una relación sexual. Al hablar de funcionamiento las personas mayores se centraron en la
frecuencia sexual, el funcionamiento genital y los problemas biológicos asociados a esto
últimos. A partir de esta dimensión de desprenden las subdimensiones de Frecuencia de
encuentros y disfunción sexual.
a. Frecuencia de encuentros
La frecuencia sexual es definida por los entrevistados como en número de veces que
mantienen actividad sexual coital. Los entrevistados manifestaron en su mayoría una
disminución de la frecuencia, la cual podemos ejemplificar con las siguientes citas:
55
“…de joven era más seguido el amor, ahora no, no sería todos los días, sería diferente”
(E7R9).
“Disminuyendo un poco pero por la misma enfermedad de él y la salud de uno, pero es que
yo pienso que cuando llega a cierta edad la sexualidad es diferente a la de antes”
(E12R7).
“… uno podría decir que uno tenía más ganas y ahora es más reposado, antes era más
seguido y ahora no es tanto” (E15R5).
A pesar de lo anterior algunas de las personas que indicaron que su frecuencia había
disminuido en comparación a cuando eran jóvenes, recalcaron un aumento en la calidad
percibida de las relaciones sexuales.
“Creo que antes era más cantidad (risas), claaaro, tenía más intimidad, más veces, ahora es
más regaloneo, no estoy diciendo que antes no existiera eso, pero ahora es más.
También creo que estoy más tranquila, uno cuando joven tiene otras
preocupaciones, yo vivo sola por lo que puedo estar tranquila en pareja, mis hijos ya
están grandes, casados, tienen su vida y yo tengo la mía” (E3R6).
A pesar que todos los entrevistados que se refirieron a cantidad en general solo una persona
hablo de un número estimado de relaciones sexuales.
“no tenemos sexo ehhh, toda la semana, es como, tampoco una cuestión que uno dice a voy
a tener sexo mañana, no. Se da cada 15 días ponte tú, o cada 10 días.” (E8R12)
También encontramos un pequeño grupo el cual califica su actividad sexual como nula o
inexistente.
“eh…, en cuento a nivel de, yo pienso que en estos momentos para mí no hay. Eh…pero
yo la encontré buena en mis tiempos (risa).” (E9R4).
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“Ahora nada, con la pura imaginación me conformo (risas)” (E14R3).
En las personas que definieron su frecuencia sexual como nula, se desatacan como factores
la ausencia de pareja y perdida del lazo afectivo, donde la mujer permanece en la relación
principalmente por el cuidado de su cónyuge.
b. Disfunción sexual
La disfunción sexual es definida por las personas cuando sus expectativas, creencias y
visiones de cómo su cuerpo funcionará ante una vivencia sexual coital se intersecan con su
experiencia real, existiendo una disminución en la capacidad física. Por lo general para
valorar la disfunción como tal las personas realizan una comparación de su historia sexual
anterior con lo que cree o espera que sea la experiencia. Dentro de las alteraciones que
disminuyen esta capacidad, las personas mayores nombran la disfunción eréctil, falta
lubricación vaginal y disminución del deseo sexual por causas médicas (cirugía y
depresión).
“…pucha de repente como que uno ya empieza a pensar en los años y se empieza a
complicar, para el hombre la cosa, así que obligado a comprar la capsulita po.”
(E10R6).
A su vez, de las mujeres entrevistadas que hicieron referencia al tema de las disfunciones,
en gran parte hablaron de las deficiencias de sus parejas, más a que situaciones personales.
Cuando se les preguntó a las mujeres si algún cambio en su cuerpo había influido en su
vida sexual, la gran mayoría hizo alusión a cambios físicos estéticos, en cambio en los
hombres se centraron en aspectos de funcionalidad en actividades de la vida diaria y
función genital.
58
1. Subcategoría 1: Rol de género
Las expectativas sociales vinculadas al género influyen en cómo actúan las mujeres y los
hombres y esto incluye su comportamiento, actitudes y sentimientos hacia la sexualidad.
Durante las entrevistas emergen diversas e interesantes situaciones donde quedan
manifiestas la variación en las normas y expectativas sociales de género relacionadas con la
sexualidad y como las presiones para ajustarse a las normas de cualquier sociedad pueden
tener consecuencias negativas tanto para los hombres como para mujeres.
a. Cuerpo envejecido
Es posible que los cambios físicos y la aparición de condiciones crónicas y que generan
discapacidad desempeñen un papel importante que los cambios relacionados con la edad y
en la generación de sentimientos negativos sobre los cuerpos de las personas mayores.
Estos sentimientos negativos pueden profundizar la idea de una vejez asexuada, ya que la
sexualidad no se ve como un medio para mantener la salud, sino como una actividad propia
de los sanos. La caracterización de las personas mayores como enfermas y dependientes,
por lo tanto, los despoja del mundo sexualizado.
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En el siguiente extracto la entrevistada siente que los cambios en el cuerpo influyen al
punto de disminuir su capacidad para expresar sentimientos a su pareja.
“¿Cree que los cambios en su cuerpo han influido en su vida sexual? ¿Por qué?”
“Si, probablemente si no estuviera enferma, lo haría, ahora como estoy no, que gusto le
podría encontrar, uno no lo va a poder hacer como lo hacía, porque como lo podría
abrazar con mi brazo, cuando uno quiere abrazarlo, besarlo, no no, bueno sería (se
queda pensando, silencio por unos segundos) no sé, no sabría explicarlo, sería como
raro, porque no lo haría con el amor y cariño de antes” (E4R18).
“Empezando hace como 3 años, que me han dado los dos infartos y se me complicó, de ahí
empecé a complicarme y ahora que me dio el infarto cerebral, más complicado, pero
quisiera estar mejor, para poder sentirme bien” (E10R22).
Como asumiendo, si es que de repente, pucha sabe qué me complica, porque de repente no
me puedo levantar, estoy sentado y no me puedo ni parar. Entonces, “ya le digo a la
R, sabi R estoy cansado, voy pal centro, voy a ir a caminar” y voy pal centro, para
despejarme, para poder decir, “pucha, si estoy un poquito mejor”, y no, igual llego
más agotado que otro poco, llego muy cansado. Pero eso va a tener que pasar, hay
un momento que va a tener que pasar, no sé cuándo, pero tiene que pasar, pero igual
echo de menos estar bien, echo de menos porque no puedo correr, me da miedo
correr, entonces, trabajar también, ya me está dando miedo, y eso me complica, y
ahí ya me siento mal con eso, que digo yo “pucha, Dios sabe lo que hace, Dios sabe
por qué hace las cosas” uno no puede determinar y decir “por qué a mí”, hay gente
que está peor que uno” (E10R23).
60
“Claro, harto señorita P, sobre todo el infarto cerebral me dejó complicado, y bien
complicado en todo caso, pero como nosotros no hacemos comentarios de eso del
sexo con mi señora, no comentamos nada a nadie, para nosotros no más, para mí no
me complica, porque no me dejo bien, entonces, eso igual conversamos, echamos la
talla con mi señora, pero qué querí que le haga, si me complica igual, harto”
(E10R24).
Otro entrevistado, ante la pregunta de cómo cree que lo percibe su entorno, responde de
forma escueta, pero precisa
“Me ven como un viejo que anda a la rastra (risa melancólica)” (E7 R7).
En las anteriores citas se corrobora lo planteado por Gullette (2003), quien propone el
discurso de la caída, donde la cultura relacionada a la decadencia con la vejez de manera
inevitable. Esta decadencia no solo es física, sino que también social, quedando las
personas mayores anuladas de cualquier intento de participación, siendo marginados social
y económicamente.
Varias de las entrevistadas (aunque no fue la generalidad) hicieron énfasis en este tema
aunque sin extenderse demasiado. Algunas de ellas, más que en los efectos negativos del
cuerpo envejecido, comentaron las posibilidades de cambio y mejora de su situación.
“Es cierto que el cuerpo ya no es el mismo y que uno tiene enfermedades, pero no por eso
vas a dejar de tener sexualidad, yo por ejemplo tengo diabetes y artritis y eso
aunque no ha sido un impedimento hay días en que uno se siente mal, viejo y se
echa a morir, pero si uno se queda en esa idea se muere, de ahí no lo saca nadie, uno
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tiene que tirar para arriba, es cierto que uno tiene dolores, pero más que el dolor, lo
que afecta es sentirte viejo y creerte el cuento que uno no puede hacer nada.”
(E3R8).
“No es que yo hago sentirme bien oiga, trato de yo sentirme bien y darme ánimo pero mi
cuerpo a veces se agota mucho, agotada” (E12 R29).
“…uno se pone vieja, pero no estoy diciendo que mi cuerpo sea inservible pero para allá, va
hacia abajo, va decayendo, no se siente como cuando uno era loca y uno se sentía
bien vital, corría, saltaba salaba ahora el cuerpo no lo sigue, entonces, si, si afecta,
sentirse como alguien mayor afecta…” (E13R11).
En las citas anteriores también aparece otro aspecto interesante que es la internalización de
la idea de persona vieja como un factor que afecta directamente en la funcionalidad. La idea
del “viejo acabado físicamente” al estar enraizada en la cognición tendría afectos en el
comportamiento de las personas, pero al volverse patente podría ser eventualmente
transformada. Esto es interesante ya que nos habla de una realidad dinámica, que puede ser
cuestionada y modificada por los mismos actores, corroborando lo propuesto por Schutz
(1974, citado en carrizo, 2001) y De Certeau (2000, citado en Martínez, 2005) quienes
proponen que los sujetos pueden ser activos en el cuestionamiento de las ideas que apoyan
la estructura social, formando diversidad de formas de vida cotidiana, que después podría
ser adoptadas por la sociedad completa.
La sociedad occidental exige que las mujeres sean siempre jóvenes y hermosas para
garantizar un lugar en ella (Aafjes, 2005). Con el proceso de envejecimiento, las mujeres se
alejan de características que tienden a ser más valoradas por la imposición patriarcal que las
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cosifica, como son la belleza y juventud, esto, genera la desvalorización de las mujeres
mayores en nuestra cultura, impactando en sus propias formas de valorar sus cuerpos.
Al igual que en la literatura revisada (Aafjes, 2005; Iacub, 2008), encontramos que las
mujeres estudiadas en su amplia mayoría, al ser consultadas por la percepción de sus
cuerpos, responden inmediatamente con opiniones referentes a su imagen corporal. Las
ideas que más aparecieron de manera espontánea son las relativas al aumento de peso, la
presencia de arrugas, la flacidez de la piel, las que son configuradas como el símbolo
indicativo de la vejez.
“Las últimas preguntas son 3 y tienen relación con el cuerpo, ¿Cómo se siente usted con su
cuerpo hoy?”
“Mal muy mal porque siento que cuelgo por todos lados, una vez leí que cuando uno ya se
considerara vieja era cuando se le arrugaran las piernas y yo me veo las piernas
arrugadas, ya estoy vieja, si po uno lo piensa y si yo hubiese sido más gordita quizá
no estaría tan pellejuda” (E11R27).
“Mi cuerpo esta pa la historia, ¡pal gato! Antes tiraba pinta, era toda una chica bonita,
ahora noo, ya se me cayó todo (Risas), tengo más carne y la cremita para las arrugas
ya no le hace efecto a una, a veces quiero hacer el intento de ponerme bonita y
coqueta pero después me miro y ya yo creo que no hay arreglo (risas)” (E14R12).
“Uno ya no es muy atractiva para el resto, a quien le va a gustar una mujer arrugada, con
los brazos sueltos, las piernas con celulitis, eso no gusta” (E1R12).
“yo le digo, como te puede atraer una mujer vieja, flácida, me dice porque tú eres bonita
todavía, todavía tienes bonitas piernas tienes bonito aquí y le digo yo, como puedes
decir que tengo buenas pechugas le digo yo” (E2R23).
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Ratificando lo propuesto por Iacub, (2008), socialmente el cuerpo viejo se ha asociado a la
fealdad y la cercanía a la muerte, cuestiones con las que generalmente las personas no se
quieren encontrar, por considerarse indeseadas, además de incompatibles con la sexualidad,
que ha sido relacionada con la reproducción y la vida.
Algunas entrevistadas identifican que estas ideas negativas en torno al cuerpo han afectado
directamente su expresión de su sexualidad:
“Harto, harto, a veces me gustaría hacer las cosas como antes y no se puede, a veces me da
un poco de vergüenza mostrar, ¡por pura vanidad! Entonces no le puedo expresar mi
cariño como antes, le hago cariño tenemos relaciones, pero no me siento tan libre,
no sé si me explico, uno esta como prisionero de este cuerpo medio venido a menos,
quizá le podría expresar cosas de otra manera pero no sé cómo y como a uno le da
pena y rabia en verdad deja de hacerlo no más” (E1R13).
Aunque ambos se miden frente a los estándares físicos de la juventud, los hombres mayores
son más frecuentemente excusados por no vivir los ideales del cuerpo joven masculino.
Durante el presente estudio, ninguno de los hombres consultados hizo alusión a la estética
ante las preguntas relacionadas a la percepción de su cuerpo. Quizá esto si lo podremos ver
en generaciones posteriores, cuando los jóvenes de hoy sean mayores considerando que
actualmente las ideas relativas a la estética ideal han permeado también en los hombres a
través del modelo ideal masculino, representado por un cuerpo delgado y atlético. Por ende,
se refuerza la idea de cosificación de la mujer, al imponer unos estándares de belleza que
deben mantener a lo largo de su vida, esto opera como un marcador de femineidad.
Algunas mujeres son conscientes de la carga que tienen sobre la de los hombres
“…fíjese lo que le contaba con el cuerpo que uno tiene ya no llama la atención, aunque
igual los hombres a esta edad tampoco son unos jóvenes pero a una le toca estar más
más mejor arreglada uno siempre es la preocupada, los hombres son más exigentes
ni que fueran los más bonitos ellos (risas)” (E14R14).
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“Por esto los hombres no les pasan, pueden ser guatones y pelados y ¡nadie les dice nada!
(Risas). Las mujeres siempre tenemos que andar más arregladitas, además somos
más detallistas con la apariencia, que el arito, que la pulserita” (E3R13).
Por último, dos de las entrevistadas hicieron mención a la presión por mantener una buena
apariencia física con el fin de iniciar o mantener una relación de pareja.
“…con la vejez, también el cuerpo cambia y si, uno se siente menos linda para el otro, pero
ahora que estoy emparejada he intentado ponerme más bonita, arreglarme más, uno
se preocupa más, que un poquito de brillito en los labios, que peinarse bien. Porque
si, uno a veces se siente menos atractiva y hay tanta mujer linda por ahí que le haga
competencia (risas). Para el hombre sobretodo le importa harto que su mujer sea
linda y uno tiene que preocuparse, sino se mandan a cambiar, aunque digan que no
les importa, ¡eso es mentira!” (E3R1).
“…no le voy a mentir que me gustaría estar mejor y ser más linda, quizá así podría tener
algún pololo, estando más bonita” (E14R13).
1.2.Estereotipos
Los estereotipos son las creencias compartidas acerca de características que se atribuirían a
determinado colectivo de personas. Estas representaciones generalizan de manera
injustificada y muchas veces negativa a un grupo y tienden a distorsionar la realidad. En el
caso de las entrevistas realizadas, se aprecian discursos acerca de creencias sobre los
comportamientos y características que se esperarían según género. De esta dimensión, se
desprenden las subdimensiones de mujer sumisa y mujer recatada-hombre dominante.
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a. Mujer Sumisa
“No sabe que ahora hablo en las noches y tengo miedo de hablar de decir algo que no debo
(risas)” (E11R14).
“No, nunca, o sea lo deje pasar no más, siempre he dejado pasar las cosas” (E2R5).
Las citas anteriores, representa situaciones donde las mujeres prefieren callar antes que
afrontar, frente situaciones que generen conflicto, por ejemplo situaciones de violencia con
sus parejas. El resultado de lo anterior, se expresa en la falta de autonomía y expectativas
que no fueron cumplidas en torno a vida de pareja, presentando dificultad para de expresar
sus necesidades.
“A lo mejor me hizo falta el haberme sentido querida, haberme sentido amada, deseada,
pero en otro aspecto digamos como de cariño, de ese sentido, cosa que no, nunca
fue, menos ahora, ya a estas alturas ya no pasa nada” (E2R19).
El control de las principales instituciones sociales por parte de los hombres ha dejado a las
mujeres pocos medios para su expresión. Las mujeres han carecido históricamente de
oportunidades económicas y sociales iguales, lo que plantea De Beauvoir (1949), “No se
nace mujer, se llega a serlo”, es decir, culturalmente se imponen deberes/obligaciones, que
predisponen a las mujeres a ser recatadas y pasivas, con el fin de mantener una adecuada
armonía en el hogar , el único espacio donde tiene influencia.
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b. Mujer recatada /Hombre dominante
Se observa que las personas entrevistadas hacen una clara diferenciación entre lo que
consideran como sexualidad femenina y masculina, caracterizando ambas con diferencias
marcadas. Estas diferencias se construyen socialmente y encuentran su base en relaciones
de poder desiguales entre hombres y mujeres.
“Creo que de una forma femenina, delicada. Obviamente hay diferencias entre lo que hace
un hombre y una mujer en la sexualidad, a las mujeres nos enseñaron a ser más
señoritas, más recatadas, pero igualmente tenemos sexualidad” (E3R2).
“A los hombres les enseñan a ser más libres, la mujer tiene que tener una pareja, al hombre
se le permiten varias, la mujer tiene que ser recatada, los hombres se “cachiporrean”
con los amigos, para las mujeres es algo más privado que no se comparte” (E3R3).
“él se siente orgulloso y dice “yo sé que mi mujer nunca me ha engañado” (E6R39).
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1.3. Prejuicios
Los prejuicios, a diferencia de los estereotipos, no solo involucran ideas sino que también
sentimientos y actitudes ante un determinado grupo. Durante las entrevistas, podemos
identificar algunos prejuicios en torno a las mujeres y sus roles de esposas/parejas, donde se
visualiza una actitud negativa, con una idea marcada de inferioridad de estas.
Según lo revisado previamente existen ciertas tareas y expectativas que se crean alrededor
del rol de género. Por un lado, los hombres desde la visión tradicional, están ligados a
labores en el mundo público, fuera del hogar, como la política y el trabajo remunerado. Por
su parte, las tareas relacionadas el rol tradicional de la mujer, comprenden por ejemplo
labores dentro del mundo privado, el hogar, como lo son el cuidado de otros, labores de
crianza y mantención de la estabilidad familiar.
Como parte de las tareas de estabilidad familiar, dentro de los relatos analizados,
encontramos personas en cuyas relaciones de pareja se han vivido episodios de infidelidad,
alcoholismo, perdida del lazo afectivo, sin embargo se mantienen a partir de la idea de
salvaguardar la integridad de la familia y/o cuidar del conyugue.
En el relato de las siguientes entrevistadas vemos que durante sus relaciones existieron
episodios de alcoholismo e infidelidad, a pesar de lo antes mencionado, deciden mantener
la relación por cuidar de su pareja y/o mantener la estabilidad emocional y socioeconómica
de sus hijos.
“...llego un momento en que había que decidir o dejaba a mi marido que en esos años tenía
un problema de alcoholismo muy severo, y muy poco responsable y era yo la que
afirmaba esto entonces, pero mi hijo el papá de la A, el único que tuve, porque los
otros que tuve fueron niños que adopte, pero la verdad es que fue bonito y que eso
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viví fue una etapa de otro amor de otro cariño….Pero eso si fue una etapa que tuve
que decidirlo pero yo pensé en mi hijo…” (E11R14).
“Cuando recién llegamos a este hogar, antes que llegáramos aquí, el G. se metía con
mujeres cochinas, me pego una infección “la gailla” “con pájaro” con la parte
intima, entonces me empezó a dar cosa, uno que es limpia, y uno que se
compromete con su pareja y que su pajera le venga a dejar eso, esa burrada no me la
podía sacar, sabe lo que tuve que saber, tuve que depilarme, como sacarle el pelo a
los pollos, me dio tanta rabia cuando me paso eso; un día llego curado (se ríe) y le
corte los pelos, le eche hasta parafina (se ríe) y cuando despertó, me dijo M. que me
hicisteeee!!(Gritando) por cochino y inmundo... yo tuve que hacerme lo mismo,
después de eso empezó a pedir perdón, disculpa por lo que había hecho, entonces
ahora le dije yo no hay disculpas. Pero después cuando nos vinimos aquí, tome no
muy bien, yo estaba viviendo aquí, y él iba para el centro y él en el centro antes era
picaron, no porque sea el papá de la L., era muy picaron, él tenía su mujer allá, así
que tampoco, me daba recelo, por lo que me había pasado, entonces dije no”
(E4R7).
La labor femenina del cuidado hace que las mujeres antepongan las necesidades y
preocupaciones de otros por sobre las propias, anulando sus deseos y expectativas de la
vida, encontrando momentos de felicidad a través de los frutos de su labor.
“…ahora que todo lo terrible que fue él tuvo la culpa se portó demasiado mal conmigo
entonces ahora yo digo si yo lo hubiera dejado yo estaría sola y es el hombre más
bueno, a mí las vecinas me dicen ¿cómo se hace para encontrar un marido así? Y yo
les digo, ay, bastante que me costó amansarlo como broma (risas)” (E11R30).
Asimismo vemos casos de personas que a pesar de haber disuelto su relación de pareja, y
dormir en camas separadas aceptando que no existe lazo afectivo, se definen a sí mismas
como en pareja, lo que conlleva a entregarle un grado significativo el “tener pareja”, a pesar
de las circunstancias, manteniendo una imagen de pareja frente a la sociedad.
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“¿Y usted se siente soltera?”
“No, porque yo tengo, igual tengo el apoyo de mi marido, solo que no tenemos (pausa), no
dormimos juntos” (E6R38).
Otro caso similar se presenta a continuación, la pareja sigue viviendo juntos a pesar de
infidelidades constantes, pero se mantiene principalmente un tema económico, por no tener
por ejemplo: el dinero suficiente para arrendar un departamento o casa. A pesar de no estar
casados legalmente, la mujer se refiere a su compañero de casa como marido.
“…tantos años separada, pero viviendo en el mismo hogar, porque yo con el G. imagínese
de antes que naciera el V (hace 5 años), pero en estos años, unas 4 o 5 veces tuve
relación con mi marido, después ya no nada más” (E4R6).
En estos casos hay un sentimiento de pertenencia hacia el esposo, a pesar del debilitamiento
del lazo afectivo. En la noción de género tradicional, el vínculo matrimonial confería un
poder al hombre por sobre la mujer, que pasaba a ser de su propiedad, lo que puede ser un
factor para la ocurrencia de estas situaciones, el mantener el contacto diario y compartir la
vivienda, pueden sentir aún el compromiso adquirido del matrimonio, además este sentido
de responsabilidad frente al otro ha sido transmitido según Benso (2006) a partir las
primeras instrucciones educativas, que tenían como finalidad entregar el modelo de mujer-
esposa-madre, instruida, eficaz, buena consejera de su esposo, buena gestora de su hogar y
defensora del honor de la familia.
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b. Sexo como obligación
Asignados como cabeza de familia al momento del matrimonio, los hombres se sienten a
cargo de sus esposas y de toda la familia. Esto también se aplica en términos de relaciones
sexuales, donde se espera que las mujeres sean sexualmente pasivas y sumisas para cumplir
los deseos sexuales de los hombres. Así, en las relaciones sexuales, el esposo cree que
merece ser cumplido sexualmente, porque en el matrimonio se entiende que se proporciona
acceso completo al cuerpo de la esposa cuando él lo desea. Esta idea da a los hombres el
poder de decidir cuándo y cómo tener relaciones sexuales. La mayor parte del tiempo, el
sexo conyugal se trata de satisfacer el deseo sexual del marido, no el de la esposa. Él decide
el tiempo y la posición y su esposa tiene que estar lista, ya sea que esté dispuesta o no. Esto
se puede ver de las expresiones de las esposas como las siguientes:
“yo siempre como que me sentí como obligada y lo único que quería era que pasara rápido,
listo ya pasó se acabó, como por cumplir, por supuesto, por cumplir, cumplir el
deber y chao” (E2R7).
“A lo lejos tiene una sexualidad que yo tengo que cumplir, digo yo cumplir porque en
verdad no la siento. Yo me recuerdo que tenía una sexualidad no plena mía, a veces
hasta fingía para que él se sintiera bien” (E11R13).
“También tenemos sexualidad de vez en cuando, relaciones sexuales porque lo quiero tener
contento. Usted sabe que el hombre es más ganoso, la mujer no mucho, más que
nada una lo hace por complacer al marido” (E13R4).
Debido al deseo sexual masculino, la dominación está conectada con los hombres y la
masculinidad, y la sumisión está conectada con las mujeres y el atractivo femenino. Por lo
tanto, la pasividad y la mansedumbre son características que clasificamos como
“femeninas” en la sociedad y son características que facilitan a los hombres tener relaciones
sexuales con diferentes mujeres y dominarlas. Muchas participantes mostraban una
preferencia por el deseo y satisfacción sexual de su esposo, dejando de lado el propio. En
otras palabras, ignoraban o subestimaban la importancia de sus propios deseos sexuales. La
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mayoría de las participantes adoptó el enfoque del “sacrificio sexual” y trató de cumplir “su
papel” como cónyuge y satisfacer los deseos sexuales de sus maridos e ignorar sus propios
deseos y derechos sexuales.
Dentro de estos guiones influyentes, las mujeres desarrollan su ser sexual como agentes
inferiores/sumisas, cuyo placer no es importante en comparación con el servicio que deben
proporcionar a sus maridos. En este contexto, el placer sexual masculino está privilegiado y
jerarquizado como algo superior en el matrimonio o en la relación de pareja. Las mujeres
internalizan estos guiones que luego encarnan en sus relaciones.
Esta postura se encontró en aquellas mujeres en cuyas relaciones han tenido antecedentes
de infidelidad o alcoholismo de parte de sus parejas y han continuado con la relación, por lo
que la actitud de sacrificio, es un patrón que se repite en otros aspectos.
Lo anterior está relacionado con lo expresado por Walby (1990, citado en McDowell,
2000) quien expone que una de las reglas en las que se sustenta el sistema patriarcal, es el
control y pertenencia sobre el cuerpo de la mujer, el cual termina siendo configurado como
un objeto para su satisfacción.
La vejez es un concepto formado por la cultura y en esta sección se explorará como las
ideas y simbolismos en torno a ella han influido el comportamiento de las personas
mayores. En el discurso de los entrevistados lo anterior se ve reflejado en ideas
internalizadas en el comportamiento y las influencias del entorno.
72
comportamientos y pensamientos que influyen en relación a su sexualidad y que están
fuertemente arraigados e incorporados a su conducta. Desde aquí se desprenden las
subdimensiones de sexo como tema tabú y auto restricción de las personas mayores por
edad.
“¡No! Con mi papi no, menos, mi papi eran chapados a la antigua, entonces ellos el hecho
de hablar de sexualidad era como un tabú” (E2R18).
“Yo con mi mami, mi papi cuando yo era jovencita, yo no hablaba de estas cosas, era algo
que a uno le enseñaba la vida, cuando te llegaba la regla, por ejemplo, ahí la mamá
te hablaba algo, que decía te cuidaras que ya eras una mujercita, que…pero más que
eso, después uno iba teniendo hijos, iba aprendiendo ahí en el momento. En el
colegio tampoco se hablaba…” (E13R6).
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“La primera persona con la que hable fue con mi mamita la primera vez que me enferme
ahí me conto que con mi papá nada, los hombre por lo general no hablan de eso con
las hijas, la mujer le enseña a la niña y el hombre al varoncito” (E1R9).
Gran parte de participantes informó conversar sobre cuestiones sexuales con otras personas,
principalmente con sus parejas o amigos cercanos, aunque algunos no en profundidad ya
que consideraban la sexualidad como un asunto personal y privado, incluso dentro de una
relación.
“Si, con mi marido no más, pero tampoco tanto, una es un poco vergonzoso el tema de la
sexualidad es tabú más para nosotros los mayores “(E4R10).
“No, no hablo con nadie yo de esto, con mi señora de repente conversamos un poco, porque
a mi señora tampoco le gusta, entonces conversamos poco, no es mucho lo que
conversamos, y con gente de afuera tampoco, no converso yo, no y no converso este
tema, porque esto es privado” (E10R15).
Las personas mayores de hoy pertenecen a las generaciones que crecieron bajo una crianza
y educación restrictiva y represiva. Estas generaciones piensan en el sexo como un tema
que debe ser ocultado y no se debe hablar, porque sólo tiene sentido en términos de
procreación, de lo contrario puede ser social y moralmente inadecuado. Esto contribuye a la
invisibilidad de la sexualidad en la vejez en general, donde los tabúes sociales asociados
con la sexualidad en la edad avanzada predominan, haciendo que muchas personas se vean
atrapadas entre su propios deseos de intimidad y la necesidad de cumplir con las
expectativas de la sociedad.
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es el reflejo internalizado de ideas que luego son reproducidas por los mismos
involucrados/as a través de sus discursos tal como podemos ver en las siguientes citas:
“A veces me dice M. me puedes dar para la “puntita” (se ríe, carcajada) no, como se te
ocurre, ya no estamos en la época le digo yo” (E4R7).
“Mala po, nosotros tenemos camas separadas, camas separadas tenemos nosotros, gueno
que estamos los dos de edad también po” (E6R7).
Vivimos en una cultura que ensalza a la sexualidad como un campo habilitado solo para
personas jóvenes, donde características relacionadas a la belleza y vitalidad son valoradas
de manera positiva, quedando la vejez relegada al ser concebida como un momento de la
vida dedicado al recogimiento y la contemplación y no al desarrollo de actividades
mundanas, como sería catalogada la sexualidad.
Así que los jóvenes se posicionan como los actores sociales a quienes si se les permite tener
sexualidad activa, ya que cumplen con los requisitos de belleza y vigor. Por su parte las
personas mayores acatan esta norma ante la idea de una amenaza como castigo social
(ridiculización, negación) internalizando las normas de comportamiento como legítimas e
identificándose con las expectativas del otro. Sólo a este nivel la norma realmente comienza
a formar parte de los sujetos llegando a conformar parte de su identidad. Muchas de las
personas entrevistadas que negaban su sexualidad (presentar deseos sexual) por motivos
etarios, manifestaban tener deseos los cuales ocultaban con vergüenza, mostrando que en sí
mismo la edad no determina el término de la sexualidad.
“Ahora no me gustaría, sabe porque, porque estoy vieja, sería bonito, pero a los 72 años que
tengo, me daría vergüenza, pero hay veces que me vienen las ganas, como mujer,
pero no. Quizás con el tiempo más adelante, no sé” (E4R5).
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“… Ahora igual he conocido gente, pero a veces siento que ya no estoy en edad de para
tener pareja y hay otros días en que pienso en lo lindo que sería tener alguien al
lado… pero digo pucha que ya no estoy na joven pa andar pensando en novios”
(E14R2).
“¡Es la sociedad es la que nos dice que no! Pero los viejos tenemos sexualidad. Claro que es
bueno, si es placentero para los jóvenes ¿Por qué para uno no?, además hace bien
para la salud, se te pasan todos los dolores (risas). Para el sexo no hay edad tope,
¡No hay! La sexualidad es algo tan bonito que uno no debería perderlo, porque si no
te cortarían algo importante, ahora me imagino sin sexualidad y me cortarían una
parte de mí”. (E3R7).
“…siempre a nosotros nos han metido que los viejos no podemos hacer cosas, que no
servimos, que es malo tener sexo, además que uno aprendió así, a la antigua, a uno
le enseñaron a tener un poquito de vergüenza acerca del sexo, que era para tener
hijos no más”. (E13R13).
Las respuestas anteriores representan a personas de mayor nivel educativo y menor edad
dentro del grupo (65 y 66 años respectivamente), además de tener una idea de la sexualidad
holística no centrada en la genitalidad, razones que podrían explicar un nivel de crítica
social mayor al resto de la muestra.
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La crítica de las citas anteriores anterior da pie a lo propuesto por Iacub (2006) quien
plantea una próxima flexibilización del concepto de edad, donde no exista un límite
impuesto por el rango etario para tener vivencias y realizar proyectos, donde la edad solo
será una referencia numérica sin mayor importancia y no un organizador de la cotidianidad.
Esto se hará más patente en las generaciones venideras, pero puede que ya exista una
semilla en algunas de las personas mayores de hoy.
En este apartado se agruparan las ideas del entorno social que se ven reflejadas en actitudes
que influencian la sexualidad de las personas mayores. A partir de esta dimensión emergen
dos subdimensiones: Influencia de la Familia, donde analizaremos las acciones del entorno
más cercano de los entrevistados y Necesidad de información sobre sexualidad, donde se
ven las actitudes de profesionales de salud en relación a la atención de preocupaciones de
esta índole.
a. Influencia familia
Durante las entrevistas se identificaron dos situaciones comunes donde la familia adquiere
un papel importante en la expresión sexual de la persona mayor, una es la obstaculización
en la formación de una nueva pareja y otra la falta de privacidad por compartir el espacio
físico.
En algunos entrevistados/as sin pareja, los hijos pueden plantear obstáculos al establecer
una nueva relación, mostrando una desaprobación o intentando controlar el
comportamiento de sus padres, fueron las situaciones más comunes relatadas por los
participantes.
77
Es el caso de estas entrevistadas, una soltera y otra que se ha vuelto a formar una relación
de pareja, luego de la viudez.
“¿Cómo cree que lo ven en esta etapa?, ¿Que cree que piensan las personas que la rodean,
con respecto a su sexualidad o relaciones afectivas”
“Me han dicho que estoy bien sola, que para que voy a tener un cacho de hombre. Yo no les
he dicho que me gustaría conocer a alguien, quizá que irían a decirme ahí”. (E14R8)
“¿Cómo cree que lo ven en esta etapa?”, “¿Que cree que piensan las personas que la
rodean, con respecto a su sexualidad o relaciones afectivas?”.
Eh… bueno, yo creo que me ven, como, no sé, mi hija, por ejemplo, eh… mi hija me limita
mucho (risa), me limita, porque mamá no haga eso, mama no puedes hacer estos
otro. Entonces yo deje de trabajar eh... me jubile para estar en la casa con mis
nietos, y salir y divertirme, pero mi hija. Bueno, en eso, a todo esto, falleció mi
78
pareja digamos, y ya me, no, no tuve más deseo de salir, ni nada de eso, salgo muy
poco, pero, no sé, no sé. Me tratan como niña chica, incluyo me dicen margarita, el
otro día me caí, ando toda (risa). Entonces, margarita te dicen que no vayas para
allá, mi hija, te dije que no salieras mamá. Como no voy a salir a tres cuadras de
aquí, caí, mala suerte, me pude haber caído en la casa po, me ven, no sé, como algo,
demasiado (sobreprotectora su hija), mi viejita es igual. Así, es que, ahí estoy,
mayormente no salgo. Salí ese día, porque iba al teletón a buscar mi nieto, así que,
bueno. Yo creo que no, mi hija es muy egoísta (risa), no, estoy segura que me diría
que no (risa), porque a veces suena el teléfono, me llaman, ¿y con quien estás
hablando?, ¿Quién era?, entonces, eh… ya po, de hecho, había, después de todo
esto, tenía un amigo, pero amigo no más, no, no era pareja, y me llamo una vez por
teléfono a la casa, y… ¡te están llamando, contesta!, po, ¿quién es?, y ella pará al
lado mío, entonces no po, no puede ser, que yo estoy vieja (risa)”. (E9R7).
“Es como un obstáculo (ríe) más o menos complicado, porque también si, pucha de repente
los nietos te ven, van para la pieza, y uno está ocupado es complicado también, no
se puede, entonces hay que tratar de hacerlo, o si no, la única solución al problema,
habría que ir a quedarse afuera no más po, a un hotel (risas)” (E10R7).
“…uno espera el momento de estar solo. Obstaculizaría, que hayan personas en la casa…”
(E15PR).
“pero cuando hay niños chicos, es como medio problemático, porque pueden escuchar,
porque pueden parar la oreja, porque los niños ya a los 10 años ya como que paran
las antenas” (E819).
En la gran mayoría, en las familias de las personas entrevistadas, era recurrente que sus
hijos y nietos vivieran con ellos, por lo tanto, el espacio privado, se veía interrumpido, por
79
otra familia (además de sus respectivos integrantes), esto otorgaba a una disminución de la
frecuencia e interrumpía y condicionaba la fluidez normal de un encuentro sexual.
En particular, los/as participantes querían información sobre cómo hacer frente a los efectos
de diversas situaciones de salud, tratamientos y la disminución de la funcionalidad sobre la
actividad sexual: Los/as entrevistados/as comentaron que esta falta de información hacía
difícil predecir cómo los cambios e intervenciones médicas los afectarían, y les impidió
tomar medidas para minimizar o prevenir problemas posteriores.
“A veces uno por desconocimiento no hace cosas o deja de hacer otras, por ejemplo hay
remedios que a veces afectan en ese tema y uno no sabe o si son normales o no
algunos cambios en el cuerpo y a que ponerle atención, porque a veces uno se pilla
80
algo o le pasa algo y la primera explicación que le da es que es porque uno ya está
viejo y se queda con eso” (E1R10).
“Quizás, uno siempre a veces tiene dudas y no sabe cómo tocar el tema. En mi caso me
gustaría saber cómo mis enfermedades me pueden afectar o si tengo que tener algún
cuidado especial. Aunque uno igual se va adaptando a los cambios, pero sería mejor
si lo pueden guiar a uno” (E3R11).
“…uno a veces vive esos cambios sola, a medida que le van pasando uno los va aceptando
no más, pero a uno no lo preparan para lo que le pasa a uno, no le informan, lo
mismo cuando antes iba a la matrona a uno lo atienden cuando está más joven pero
después ya no importa tanto, una vez a las quinientas uno tendrá una visita y
tampoco te dan mucha información si uno tiene que fijarse en algo cuando esta viejo
o no “(E13R7).
Varias investigaciones revisadas dan cuenta de que una proporción significativa de los
profesionales de salud evita discutir sobre sexualidad por considerarse moralmente
controvertido e incómodo de abordar (Goot, 2004; Jones, 2005; Tanner, 2012). Si los
profesionales no creen que es correcto que las personas mayores sean sexualmente activas o
sienten vergüenza del tema, entonces los problemas pueden no ser discutidos en absoluto
por lo que se perpetúa el mito penetrante de la vejez asexuada acentuando las barreras que
limitan el acceso a las personas mayores a información tan relevante como aquella
relaciones sexuales de manera segura.
81
Por último, las siguientes citas dan cuenta de la necesidad de información verídica acerca
del sexo seguro. La falta de asesoramiento limitó la capacidad de algunos entrevistados
para participar de manera satisfactoria en actividades de expresión sexual.
“Es que haber (silencio) uno que ya no tengo pareja y no voy a andar por ahí, eso cuestión
no me gusta, uno puede pegarse una enfermedad y trato de no pensar (tose) en el
sexo” (E7R5).
“Y ahora no hacimos la cuestión de pareja”, porque la sencilla razón que tiene la psoriasis,
que me da cosa, es como que yo me voy a pegar eso en mi cuerpo” (E4R7).
Si bien hay una amplia bibliografía acerca de las actitudes y conocimiento del personal de
salud, en relación a la sexualidad de sus usuarios (Goot, 2004; Jones 2005; Tanner, 2012)
no existe un número significativo de investigaciones en torno a la información y recursos
con los que cuentan las personas mayores (García, 2005). Estos resultados son el reflejo de
otras investigaciones (Schiappacasse, 2003, Echeñique, 2006; Pedraza, 2014;) donde ha
quedado en evidencia el déficit de las políticas públicas, en cuanto a educación y salud
sexual en este grupo etario, las cuales no llegan al estar centradas en el prevención de
embarazos no deseados, además como se piensa que las personas mayores no tienen
relaciones sexuales, tampoco se refuerza y se educa en la prevención de infecciones de
transmisión sexual (ITS), así se reafirma que los esfuerzos han sido insuficientes por
facilitar el derecho a una sexualidad abierta y sana, por lo que no ha de sorprendernos cual
el aumento en las cifras de contagios de VIH en el grupo de mayores de 50 años.
“(Risas) mmm... cuando hablamos con amigas, innovar en posturas, eso sí que yo ahí no
me atrevo mucho po, pero esta amiga es mucho más joven que yo po, y yo le digo uhh y
ella me dice: ahí tenemos que conversar (risa)” (E8R31).
82
Al tener un nivel de información limitado, muchos de los entrevistados vieron limitado su
desempeño, incluso llegando a anular cualquier acción ligada a la sexualidad. En
consecuencia, a lo antes mencionado, podemos decir que la renuencia de los profesionales
de la salud a indagar y facilitar información con relativa a la sexualidad, puede ser un factor
que propicie situaciones de privación ocupacional hacia las personas mayores, siendo un
factor externo , fuera de su control, que impide el la participación activa y el disfrute pleno.
Todas las citas anteriores dan cuenta de una necesidad que no ha sido satisfecha y que nos
llama como profesionales acoger una necesidad sentida por los usuarios, que no es ajeno al
ejercicio de la terapia ocupacional. Así, según MacRae (2013) uno de los roles del terapeuta
ocupacional en este ámbito es la promoción y educación de los usuarios y de otras personas
significativas de su entorno con el objetivo de informar, fomentar el desempeño en
actividades relativas a la sexualidad, apoyar el reconocimiento de la sexualidad en las
personas mayores como una ocupación significativa y favorecer la privacidad en lugares
compartidos. Por otra parte, Pedraza (2014) considera la educación, no solo con un objetivo
informativo, sino que como un punto de inicio para realizar acciones que favorezcan el
empoderamiento, la validación de los sujetos y un aumento en la calidad de vida.
83
Discusión
Los resultados indican, al igual que lo planteado en otras investigaciones que la sexualidad
es concebida como una actividad significativa, la cual está presente y tiene manifestaciones
variadas dependiendo del sentido que le atribuye cada persona (Cayo Ríos, 2003; Quiros
2005; Molina, 2015). Desde la perspectiva de los entrevistados, los sentidos de la
sexualidad, se agrupan en 2 conjuntos, unos que asocian la sexualidad con la afectividad y
otro grupo la relaciona con los genitales y el coito. Estas perspectivas no necesariamente
son excluyentes entre sí, para muchas personas es complementario, sin embargo se puede
identificar una tendencia en cada persona, donde, al igual que en el trabajo de Cayo Ríos
(2003) el nivel educativo y la calidad de las relaciones de afectivas, aparecen como factores
que predisponen hacia una u otra. Las personas con mayor escolaridad y/o que describen
buenas relaciones de pareja, tienden a ver a la sexualidad como una experiencia holística,
donde la afectividad juega un papel preponderante en comparación a personas con menor
nivel educativo y/o relaciones de pareja conflictivas. Mismo resultado que lo encontrado
por Cayo Ríos (2003) y Molina (2015), quien, sin embargo, encontró que, además de la
perspectiva física y afectiva, los entrevistados atribuyeron a la sexualidad un sentido
espiritual, no encontrado en las personas que conformaban nuestra investigación.
Por su parte el sentido genital se hace patente por medio del contacto físico íntimo y las
relaciones sexuales, siendo más patentes en parejas donde permanece un vínculo afectivo
importante y tienen buena comunicación. Buena parte de los entrevistados muestra disfrute
de las relaciones sexuales, basando su valoración no solo en el placer físico, sino en los
beneficios que sienten que entrega la práctica sexual, tales como relajación, conexión
emocional, bienestar físico, que incluso influyen en que las personas refieran un aumento
en la calidad de estas. Por su parte, el deseo sexual en algunas de las entrevistadas se ve
disminuido, no así en los entrevistados hombres, los que no refieren mayores cambios, esta
diferencia se puede explicar mayoritariamente a factores relativos a la historia personal
(infidelidades, alcoholismo de la pareja, perdida del lazo afectivo, tabúes sexuales) y solo
en parte a factores físicos, y patológicos, igual resultado que lo propuesto por Cayo Ríos
(2003), quien concluyo que en aquellas mujeres en las que había sentimientos de
resentimiento hacia su pareja, disminuía el deseo sexual. Lo anterior está relacionado con
la construcción social del deseo sexual, el cual según lo propuesto por Salinas (1994) y
Mayobre (2007) en las mujeres se ha configurado como ligado al afecto y la pareja y en los
hombres como una necesidad incontenible.
Las relaciones sexuales si bien disminuyen su frecuencia, forman parte importante de las
manifestaciones de muchos de los/as entrevistados/as, destacando en algunos un aumento
en la calidad y satisfacción, que comentamos anteriormente.
85
Las disfunciones sexuales aparecieron fuertemente en el relato de solo un entrevistado, por
otra parte, solo una mujer entrevistada insinuó presentar una disfunción sexual, mientras
que el resto comentó acerca de las dificultades de sus parejas al momento de tener
relaciones sexuales, pero sin ser estas catalogadas como un problema. Esto puede ser
explicado por las expectativas en torno a los hombres, de los que se espera que mantengan
la potencia física y sexual para validar su masculinidad y que las mujeres no comenten
acerca de situaciones personales puede guardar relación con el recato que se espera de ellas,
además que de por su parte no existe la presión por la mantención del vigor físico, lo que
reafirma lo propuesto por Quiros (2005) y Mullo (2015), quienes indican que los hombres
se enfocan en la eficacia en el acto sexual coital para cumplir con la idea de masculinidad y
virilidad que reafirmaría su condición de macho según el estereotipo de hombre patriarcal y
cuando esta expectativa no es cumplida, afecta en su autoestima e identidad, lo que
finalmente repercute en su desempeño ocupacional, el cual se ve limitado debido a la
pérdida del sentido de eficacia.
Las oportunidades para participar en ocupaciones significativas no son las mismas para
todas las personas debido a numerosas desigualdades sociales, dentro de las que se
86
encuentran las expectativas en cuanto género. La conceptualización dual de este concepto,
ha favorecido que se reconozca algunas ocupaciones como propias de los hombres y otras
como adecuadas para mujeres. Esto favorece que las personas vean limitada y dificultada su
posibilidad de elección y participación en ocupaciones significativas conforme a sus
particularidades y preferencias, definiendo los roles y espacios sociales donde se
desarrollen, lo que influye en las elecciones ocupacionales, su desempeño y puede
finalmente terminar en situaciones de privación e injusticia ocupacional (Moruno y
Fernández, 2012). De esta forma se restringe la búsqueda y descubrimiento de las
capacidades de las personas, así como el desarrollo pleno de su identidad. Al igual que lo
propuesto por Urrutia, Schliebener y Torrico (2008) y Cantero et al. (2012), En este estudio
en particular se detectó que las entrevistadas identificaban diversas ocupaciones y
actividades en correspondencia a su género y las características que consideraban
representativas de la femineidad, observándose en sus discursos la relación entre el rol de
cuidadora, la figura de la mujer sumisa y sus elecciones ocupacionales.
Las imposiciones sociales favorecieron que muchas de las mujeres entrevistadas quedasen
confinadas en el ámbito del hogar y el cuidado de la familia, lo cual conduce para ellas, en
concordancia con lo propuesto por Sakellariou y Simó (2006) a una injusticia ocupacional
pues manteniéndose en sus hogares se limitaba su libertad de elección de participación en
ocupaciones y desarrollo personal autónomo. Además, estas podrían ver trastocado su
equilibrio ocupacional al priorizar su tiempo para dedicárselo al cuidado de la familia, los
hijos y el hogar, olvidando otras ocupaciones significativas. En el caso de nuestras
entrevistadas, en muchas de ellas las labores destinadas al cuidado de sus conyugues e hijos
hacían que el desarrollo y disfrute de su sexualidad quedara olvidado en un segundo plano
en pro de los deseos y necesidades de otros, a pesar de manifestar interés por una
participación activa. Esta posición secundaria da sentido a otras situaciones reportadas por
las entrevistadas, tales como el sexo por obligación y la mantención de relaciones de pareja
por necesidad o costumbre. Al igual que lo expresado por Walby (1990, citado en
McDowell, 2000), podemos ver que el hombre tiene el control del cuerpo femenino, la
mujer es vista como un objeto de su pareja, el cual es su dueño, al que tiene que complacer
87
porque el compromiso entre ambos así lo dispone, anulando cualquier expresión propia
como muestra de sacrificio y entrega total a sus labores de madre y pareja.
Las ideas sociales en torno a la vejez, también son otro patrón que influencia las elecciones
ocupacionales que los individuos pueden hacer en torno a la sexualidad y en el que
podemos aprecia situaciones de injusticia ocupacional. Así, dentro de las relaciones
sociales cotidianas, la pertenencia a la categoría de viejo puede conducir a experiencias de
estigma y exclusión social. A nivel individual, estas ideas pueden ser internalizadas por las
personas mayores y pueden configurar cómo piensan acerca de lo que son capaces de hacer
y cómo deben actuar. A nivel social e institucional, la edad puede ser configurada de tal
forma que se segregue a los que son catalogados como viejos viéndose esto reflejado en las
entrevistas a través de situaciones de sobreprotección, negación de información e
infantilización que anulan la capacidad de decisión de la persona mayor, por parte de las
familias y profesionales de la salud (Herrera, 2003; MacRae, 2013; Pedraza, 2014).
Así, aquellos/as participantes que conviven con hijos, nietos u otros miembros de su familia
tienen menos oportunidades de privacidad necesaria para la intimidad física, además
muchas de estas personas plantean obstáculos a las manifestaciones sexuales, tales como
88
citas o el establecimiento de una nueva pareja. Por lo que nuestros resultados son
concordantes por lo planteado por otras investigaciones (Herrera, 2003; Pérez, 2008;
MacRae, 2013; Pedraza, 2014) donde se considera que los miembros del entorno cercano
pueden ejercer una fuerte influencia sobre las conductas sexuales y las expresiones de los
miembros mayores, al invalidar la capacidad de tomar sus propias decisiones sobre cómo
quieren vivir al tener que responder ante las ideas, expectativas y criticas de estos, por lo
que la atención en una intervención también debe apuntar hacia la familia, brindando
información y validando sus sentimientos en torno a una situación que puede resultar
incómoda para ellos, pero siempre considerando que toda acción favorezca la autonomía, la
calidad de vida, disminuya la perdida de privacidad y vigilancia de la persona mayor, dando
valor a su capacidad de decidir y sus derechos.
Lo anterior también nos hace pensar que esta tesis deja una puerta abierta para plantear
investigaciones e intervenciones en el campo de la sexualidad con personas que viven en
contextos no ambulatorios y/o presentan una disminución en su capacidad cognitiva, donde
la vigilancia de la vida privada y la anulación de la voluntad por parte de terceros se da con
más fuerza.
Otro hallazgo relativo a las ideas sociales en torno a la vejez y la sexualidad, fue la
restricción de información por parte de profesionales de la salud, cuando claramente los
participantes mostraron la necesidad de datos, educación y capacitación sobre cómo adaptar
su sexualidad en edades avanzadas. Ya otros autores detectaron numerosas circunstancias
en los que los estereotipos y la concepción tradicional de género se veían inmersos e
influenciaban intervenciones terapéuticas (Goot, 2004; Jones 2005; Tanner, 2012), y en este
estudio fue evidente que nuestros participantes destacaron la falta de información y
discusión sobre el placer sexual. Existieron participantes que pensaban que no necesitaban
información acerca de la sexualidad, al considerar que solo era necesario en la juventud y
otros que necesitando la información refirieron que los profesionales no estaban dispuestos
a responder sus preguntas debido a su edad. Esta percepción de la sexualidad como un
privilegio juvenil, inapropiado para alguien de mayor edad, no sólo es falsa, sino que al
89
igual que lo propuesto por García (2005), logra reforzar la imagen de las personas mayores
como asexuales, lo que puede ser debilitante para las percepciones de sí mismos y
provocar aislamiento, sentimientos de vergüenza y que por ultimo oculten o anulen la
expresión de su sexualidad.
Lo anterior hace imperativo que los/as terapeutas reconozcan la diversidad en los deseos y
prácticas sexuales evitando imponer puntos de vista normativos acerca de cómo deberían
ser las vidas sexuales de las personas mayores, permitiendo que estos den sus propios
significados a los deseos y prácticas posibilitando una atención libre de juicio y prejuicio.
Esta amplitud proporciona autonomía a los sujetos y crea espacios para discusiones sobre
placer, afectividad, salud sexual y la prevención de infecciones de transmisión sexual. Es
problemático asumir que sólo la educación y la información abrirán las opciones sexuales
disponibles para las personas mayores si estos recursos simplemente refuerzan las
comprensiones limitadas acerca de la sexualidad y sus expresiones.
Con respecto a la corporalidad y su influencia en la sexualidad, este resulto ser otro aspecto
mediado fuertemente por el género. Durante las entrevistas las personas mostraron énfasis
en distintos aspectos dependiendo de si eran hombres o mujeres. Así, la vivencia del cuerpo
afecta más a las mujeres en cuanta estética, ya que sienten la presión social de mantenerse
bellas de acuerdo al canon estético imperante, el cual también consideran como un factor
para mantener o entablar nuevas relaciones amorosas y expresar su sexualidad. Al igual que
en la literatura revisada, (Quiros, 2004; Aafjes, 2005; Iacub, 2008,) encontramos que las
mujeres estudiadas en su amplia mayoría al ser consultadas por la percepción de sus
cuerpos, responden inmediatamente con opiniones referentes a su imagen corporal,
considerándose a sí mismas poco atractivas para otros debido al aumento de peso, arrugas y
otras características que relacionan con el envejecimiento. Además, en el relato de varias
entrevistadas aparecen actividades de la vida diaria como la preocupación por el vestuario,
peinado, y otros aspectos del cuidado personal a modo de acciones netamente femeninas.
Por otro lado, los hombres de la muestra relacionaron la corporalidad en cuanto
funcionalidad, manifestando preocupaciones relativas a su capacidad física y sexual lo que
90
Charmaz (1994) explica debido a la percepción de pérdida de la masculinidad relacionada
con la disminución de esta capacidad. Ambas concepciones corresponden a una
manifestación de los estereotipos internalizados y expectativas en cuanto género que son
reproducidas a través de sus actos y discursos.
Una característica común de este trabajo ha sido exponer cómo una elección ocupacional,
está limitada por aspectos del contexto donde se está inmerso derribando la presunción de
que las elecciones ocupacionales son un fenómeno individual, como lo propuesto por
Kielhofner (2004) en el modelo de ocupación humana. Al conectar esto con la práctica de
la terapia ocupacional que busque la transformación, tal como lo propuesto por Barros,
Ghirardi y Lopes, R (2002). Malfitano, (2005) este elemento apoya aún más el llamado
creciente para desarrollar y difundir enfoques de práctica con una orientación menos
91
individual y que consideren a las personas y comunidades para comprender y cambiar las
relaciones de poder que restringen sus oportunidades ocupacionales.
Por lo anterior, la Terapia Ocupacional podría verse beneficiada al adoptar prácticas desde
una perspectiva de género (Arcos et al., 2007,Testa y Spampinato, 2010). Primero que todo
parece substancial que como terapeutas ocupacionales se ahonde en la relación del género y
la ocupación y que este conocimiento se desarrolle y utilice en la práctica cotidiana y en
futuras investigaciones de manera que no se perpetúen diferencias y concepciones
limitadas, que podrían afectar a los usuarios con los se trabaja. Además, una perspectiva de
género en investigación aporta a que las experiencias particulares de mujeres y hombres se
hagan más visibles y contribuye a dejar de manifiesto las actitudes sexistas y presunciones
de género que ocupan el saber tradicional, implantando una nueva manera de comprensión.
92
Conclusiones
Los datos presentados en esta investigación indican que la sexualidad es relevante para
todos los participantes en este estudio: los/as entrevistados/as refieren que la sexualidad es
un ámbito importante para la calidad de sus vidas, sin embargo existen diversos factores,
principalmente sociales y afectivos, que pueden favorecer o inhibir su expresión.
Los estereotipos y prejuicios en torno al género, como la visión recatada de la mujer versus
el macho que la domina, la mantención de relaciones por necesidad o costumbre, el sexo
como obligación por complacer al otro, y otras situaciones de sumisión, fueron las
circunstancias relatadas por las entrevistadas que son el reflejo de la internalización de la
visión tradicional de los roles de género, que ha facilitado el machismo imperante en las
relaciones de pareja y sexuales en este grupo. Lo anterior repercute en las decisiones en
torno a la sexualidad que realizan hombres y mujeres, donde podemos observar que ellas,
93
ante las expectativas en torno al ser mujer, priorizan el cuidado del hogar y la familia, por
lo que el desarrollo de aspectos personales como la sexualidad queda relegada en un
segundo plano en relación a las necesidades de otros.
Por su parte la concepción social de vejez, resulto ser otro patrón que también interviene
en las elecciones que las personas pueden hacer en torno a la sexualidad. Actitudes como la
negación, e infantilización por parte de familiares, quienes ponen obstáculos a cualquier
manifestación de la sexualidad de la persona mayor, como tener citas, formar nuevas
relaciones o tener privacidad dentro del hogar y la negación de información por parte de los
profesionales de la salud, dejan de manifiesto la creencia arraigada de la persona mayor
asexuada, cuyos deseos son inapropiados debido a su edad, lo que es claramente incorrecto
a la luz de las declaraciones dadas por los entrevistados.
Los resultados obtenidos dan cuenta de la naturaleza social de la ocupación y como factores
del contexto pueden influir en las elecciones ocupacionales y su desempeño. En el caso de
los/as entrevistados/as, existe una limitación social ante el ejercicio de la sexualidad debido
al rango etario y aspectos ligados al género que representan, ya que la sexualidad estaría
94
vinculada socialmente a personas quienes muestren cuerpos jóvenes y características
estéticas correspondientes con el canon de belleza actual. Además, en el caso de las
mujeres, se aprecia una mayor dificultad para desempeñarse sexualmente debido a las
expectativas relativas a mantener la imagen de mujer bella, recatada y sumisa, ocultando
sus deseos ante el resto. Asimismo, el rol principal de la mujer como cuidadora y madre, las
relega al espacio del hogar, al cual dedica gran parte de su tiempo, disminuyendo los
espacios para el desarrollo personal en otros aspectos, por lo que su equilibrio ocupacional,
puede verse trastocado. Estas limitantes debido a aspectos culturales, pueden llevar a un
caso de privación e injusticia ocupacional, donde este grupo de personas puede ver coartado
su derecho a la participación activa en una ocupación significativa.
Sobre las limitaciones e implicancias de este estudio, unas de las primeras limitaciones al
momento de comenzar la investigación fue la escasa bibliografía en español acerca de la
temática sexual escritos desde la terapia ocupacional y que incluyeran las perspectivas de
los usuarios. El tener que recurrir a numerosos textos en inglés, hizo más lento el proceso
de búsqueda y lectura para el desarrollo del marco teórico, siendo necesario acudir a textos
95
de otras disciplinas para complementar su desarrollo. Sin embargo, por ese mismo motivo
consideramos como uno de los alcances de este estudio, es ser una valiosa contribución
para la terapia ocupacional en Latinoamérica, ya que mucho material existente sobre la
temática desde la perspectiva de la Terapia Ocupacional está disponible en inglés, por lo
que se facilita la información a interesados de habla hispana en la comprensión de la
sexualidad ofreciendo además la valiosa perspectiva de los usuarios para su entendimiento.
Además, el pequeño tamaño de la muestra refuerza la necesidad de nuevas investigaciones
relacionadas con las representaciones sociales de la sexualidad en este grupo, sobretodo
indagar en la perspectiva de los hombres, los cuales principalmente por vergüenza y temor
no fueron parte representativa de la muestra.
Esperamos que este texto sea un aporte a la reflexión de la perspectiva y las acciones que se
realizan desde la profesión en el campo de la sexualidad con este grupo de personas y que
estimule su incorporación en la práctica habitual
96
Recomendaciones
Con el fin de abordar mejor las cuestiones que rodean la sexualidad, es importante que el/la
terapeuta ocupacional se tome el tiempo para reflexionar sobre su / sus propios prejuicios y
creencias con respecto a la sexualidad. El reconocimiento de los prejuicios personales y el
desarrollo de estrategias para abordar temas de sexualidad permitirán crear un entorno
favorable y seguro para apoyar al usuario con sus necesidades.
Tener un plan o estrategia para traer a colación el tema de la sexualidad con el usuario al
inicio del proceso de terapia e intervención es necesario. Añadir algunas preguntas sobre
sexualidad a una entrevista inicial podría ser una buena forma de empezar, aunque abordar
la sexualidad durante el proceso de admisión puede no ser él un momento ideal para todas
las personas. Sin embargo, la introducción del tema desde el principio del proceso
preparará el terreno para una discusión posterior si es que se requiere y, finalmente, se
97
podrían establecer estrategias de evaluación e intervención, dentro de una relación de
confianza.
La entrevista debe empezar con los temas menos dificultosos adentrándose de a poco en las
zonas más sensibles. Así se reduce la incomodidad para el profesional y el usuario,
haciendo parecer los temas más difíciles como una progresión natural en la conversación.
Para poder realizar una entrevista completa, hay considerar la historia del sujeto, no solo
evaluar aspectos médicos que influyan en la sexualidad, sino también buscar facilitadores y
obstaculizadores sociales, cultuales, etc.
Hacer preguntas abiertas que permiten a las personas contar sus experiencias. Valide sus
preocupaciones con el lenguaje verbal y físico. También se recomienda que el/la
profesional evite sugerir respuestas y permita períodos adecuados de silencio, utilizar las
palabras adecuadas, y evitar eufemismos. Además, se sugiere que el entrevistador
reformule la información dada por el usuario para verificar la comprensión y para
comprobar si hay inconsistencias.
La discusión debe terminar con un breve resumen del propósito de la entrevista, recalcar la
confidencialidad de los datos compartidos, y debe dejar al usuario con la oportunidad de
comunicarse con el profesional en el futuro y hacer cualquier pregunta adicional.
98
hasta actividades en grupo, talleres, etc. Tener en cuenta que en ocasiones la intervención
no será individual y habrá que contemplar a la pareja como otro participante activo de la
intervención.
Los espacios de expresión e información como charlas y talleres son importantes para
intervenir pero también para conocer las necesidades e inquietudes. En estas instancias
favorezca un ambiente de confianza donde compartir vivencias, debatir ideas, validar
conocimientos y sentimientos. Sea un facilitador más que un profesor.
Finalmente con los usuarios los objetivos e intervenciones pueden ser variados pero a
partir de las entrevistas realizadas para esta investigación, podemos mencionar los
siguientes a modo de ejemplo:
- Proporcionar información
Muchos usuarios pueden tener una visión restringida acerca de la sexualidad lo que puede
reflejarse en la forma estructurada de pensar como el sexo debe hacerse o cuando se debe
99
hacer, lo que a veces puede provocar mucha tensión por tratar de ajustarse al ideal que cada
persona espera. Proporcionar información acerca de opciones en relación con la expresión
sexual y las relaciones íntimas ayudará a reducir la ansiedad o incomodidad resultante de
los cambios físicos, la reanudación de la actividad sexual después de una lesión o
enfermedad, disfunciones sexuales, nuevas relaciones, etc. La confianza para discutir el
tema puede ayudar en el proceso de comprensión del cuerpo y sus cambios, aumentar el
conocimiento de las sensaciones del cuerpo a su / su propia y del compañero, aumentar la
intimidad tanto emocional como físicamente y desarrollar una mayor satisfacción en la
experiencia física en conjunto. Además, se debe pensar en aspectos como la diversidad
sexual, ya que pensar que todos los usuarios son heterosexuales, podría tener el efecto
contrario al esperado.
Los cambios físicos del envejecimiento y situaciones de salud variadas pueden alterar el
modo en que las personas vivencian y expresan su sexualidad ya que este se configura
como un cuerpo indeseado y decadente anulando cualquier el potencial de expresión. Se
pueden realizar acciones destinadas a concebir el cuerpo como fuente y receptor de
sensaciones placenteras y acciones positivas, no solo como objeto de malestar, patologías
y dolor, lograr aceptar este cuerpo con historia e incorporarlo en la vida cotidiana. El
desarrollo de actividades grupales que motiven la participación, sentido de pertenencia,
reconocimiento de otros, sus realidades y propicie la generación de lazos puede aportar a
que se desprendan del dolor progresivamente. Los temas de sus discursos transitan el pasaje
de la queja al placer, compartiendo lo que hacen y con quien lo hacen, quizás el
padecimiento empieza a ocupar un lugar secundario ya que hay un nuevo organizador de su
vida cotidiana.
101
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