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VIRTUDES CÍVICAS NECESARIAS PARA LA VIDA EN DEMOCRACIA

LISTA DE VIRTUDES CIVILES:

1- AUSTERIDAD

2- VERACIDAD

3- LEALTAD

4-TOLERANCIA

5-ESPÍRITUD DE TRABAJO

6-PERSEVERANCIA

7- FRATERNIDAD

8-PATRIOTISMO

9-ABNEGACIÓN

La historia nos enseña que los grandes imperios se derrumbaron, más que por la acción de sus
enemigos externos, por la corrupción de sus propios ciudadanos. La grandeza y permanencia de
un pueblo reside más en el espíritu y virtud de sus miembros, que en su organización, sus
instituciones jurídicas o sus riquezas económicas. Ningún régimen político puede realizar el bien
común si sus miembros han perdido el sentido de la virtud, de la lealtad, del espíritu de solidaridad
y de trabajo. Mucho menos la democracia que tiene por base la participación libre, responsable,
activa y consciente de todos los ciudadanos en la vida comunitaria.

Si observamos nuestra propia experiencia, las conductas ajenas y lo que nos enseña la historia, la
psicología, la filosofía y la teología, encontramos que en todo hombre, también en cada uno de
nosotros, existen:

1. Tendencias hacia el mal;

2. tendencias hacia el bien;

3. exigencia de nuestra conciencia de que en las conductas y actitudes el bien prevalezca sobre el
mal.

De todos modos el hecho existe: en el hombre se da una tensión entre el bien y el mal. Y el
problema de todo hombre es hacer que en su vida y en su conducta las tendencias hacia el bien, la
responsabilidad y la solidaridad controlen y superen a su propio egoísmo. Y el objeto de la
sociedad, además de la satisfacción de las necesidades vitales, es lograr un ordenamiento de la
convivencia tal que favorezca en los hombres el desarrollo de sus buenas tendencias y les ayude a
dominar sus propios egoísmos.

VIRTUD Y DEMOCRACIA

La sociedad, a través de sus instituciones, sus leyes, sus actividades y su gobierno, no puede
limitarse a impedir que el mal uso de la libertad por parte de algunos de sus miembros dañe la
libertad e intereses de los otros. Debe proporcionar a todos los medios de subvenir a sus
necesidades y desarrollar en ellos el sentido de responsabilidad y solidaridad.

El significado esencial de virtud lo precisa su etimología. “Virtus” en latín significa valor, fuerza,
ánimo, fortaleza, valentía. Suele definirse la virtud como la conducta reiterada o hábito de obrar
siempre el bien y evitar el mal. La expresión es exacta y significa la fortaleza que requiere una
conducta fiel a esta norma.

La democracia no puede subsistir si en los ciudadanos, gobernantes y gobernados, no se da una


alta estima de la libertad, un constante afán de superación y de preocupación por los intereses y
problemas comunes.

La democracia no dura donde no hay virtud. Otros regímenes pueden subsistir por la
responsabilidad y patriotismo de una minoría. La democracia requiere virtud y responsabilidad en
todo el pueblo. Un pueblo sin virtud se convierte en masa y es presa de los demagogos o de los
tiranos.

Virtudes públicas y privadas. Austeridad, veracidad, lealtad, tolerancia, espíritu de trabajo,


perseverancia, fraternidad, patriotismo, abnegación, etc.

GANDHI: VIRTUDES CIVICAS NECESARIAS PARA LA DEMOCRACIA

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I. – Virtudes públicas y privadas

A. – Las virtudes
Virtud es la disposición habitual del espíritu para obrar el bien.

Se dice “disposición habitual”, porque la virtud supone estabilidad y continuidad en el bien obrar.
No es virtuoso aquel que ejecuta uno que otro acto bueno.

“Un acto de virtud —dice Aristóteles— no constituye la virtud, del mismo modo que una golondrina
no hace verano. Tocando la cítara es como uno se hace tocador de cítara; haciendo con frecuencia
buenas acciones es como se adquiere una disposición constante al bien. Á la virtud le son
indispensables el número, la continuidad, la repetición.”

*La virtud lleva en sí bondad. Pertenece a la esencia de la virtud el que se refiera solamente al
bien.

Cómo se adquiere la virtud

La virtud se adquiere por la repetición de actos moralmente buenos.


Para adquirir el hábito, los actos buenos deben repetirse con cierta frecuencia.
Cada acto realizado, deja como una huella en el espíritu, cierta facilidad para ejecutar el acto
subsiguiente. Aunque algunas personas nacen con mayor disposición que otras para practicar
determinadas virtudes, es regla general que las virtudes morales se adquieren y se consolidan por
el esfuerzo personal y la repetición de actos moralmente buenos.

Importancia de la Virtud

La sociedad será tanto más perfecta y gozará de mayores bienes cuanto más virtuosos sean los
miembros que la integran. Las virtudes son verdaderas fuerzas psíquicas, que inclinan
constantemente la voluntad a obrar bien.

B. – Influencias ambientales

El hombre es un ser sociable: nace en la sociedad familiar y posee la tendencia a vivir en sociedad.
Normalmente la vida del hombre, desde su nacimiento hasta su muerte, transcurre en sociedad
con sus semejantes.

Los ambientes que ejercen mayor influencia en la adquisición de las virtudes son: el hogar, la
escuela, los colegios y universidades y la sociedad civil.

El Hogar

El primer ambiente para la formación de hábitos virtuosos, es el hogar.

La influencia del hogar es decisiva en la vida del niño: la formación o deformación hogareña deja
una señal indeleble en el alma del hombre.

La juventud debe reflexionar seriamente acerca de la grave responsabilidad que asume cuando se
dispone a formar una familia, y sobre la necesidad que tiene de ir consolidando las virtudes que
requiere la gran misión de la paternidad y la maternidad.

La Escuela

Después del hogar, corresponde a la escuela primaria una gran misión moralizadora.
Para cumplir la delicada misión que se le confía, la escuela no puede reducirse a transmitir
conocimientos, sino que debe inculcar verdaderos principios morales, orientadores de la vida.

La escuela debe, entonces, completar lo que falta a la acción familiar, suplir las deficiencias, pero
nunca neutralizar el influjo familiar si es bueno y, mucho menos, torcer esa orientación, como
hacen los regímenes totalitarios. De ahí la necesidad de que la familia tenga libertad para elegir el
tipo de educación que desea para sus hijos. Por eso, en una democracia, la escuela, nacional,
provincial o municipal; pública o privada, que es para todos: ricos y pobres,

Colegios y Universidades

La democracia exige necesariamente un pueblo culto. Toca a los institutos superiores y a las
universidades la delicada misión de formar la clase dirigente: hombres y mujeres que orienten el
pensamiento y los sentimientos colectivos. Es indispensable que todos aquellos que han recibido
una cultura superior, y una formación intelectual y moral más esmerada, sean como los modelos en
los cuales la gran masa de la población se refleje.

Otras Influencias

También corresponde al ambiente extra familiar y extraescolar una misión educadora.

De poco valdría la acción de los factores de educación antes mencionados, si la pertinaz acción de
otras influencias fuese negativa, y los destruyese o neutralizase.

Diarios, revistas, espectáculos, radio, cine, televisión, bibliotecas, partidos políticos, centros de
cultura…, todos los elementos formadores del ambiente social deben contribuir a elevar la cultura
popular, y a procurar que florezcan y arraiguen las virtudes ciudadanas.

C. – Sede de las virtudes

Las virtudes radican en la facultad del hombre llamada voluntad.

Era opinión de Sócrates y Platón, antiguos filósofos, que la virtud residía en la inteligencia, y que
se obtenía la virtud por la ciencia. De modo que la instrucción hacía al hombre bueno. Según esa
teoría, todo aquel que obra el mal, lo hace porque no lo conoce como a verdadero mal: si lo
conociera, no lo cometería. De ahí que la educación deberá consistir en ilustrar la inteligencia del
hombre acerca de lo que es su bien. Y eso conocimiento, esa ciencia, lo luirá bueno; es decir, le
dará una inclinación estable para lo bueno. En una palabra, lo hará virtuoso.

Es verdad que la iluminación de la mente acerca del verdadero bien y del verdadero mal, y la
representación al vivo del ideal, tienen suma importancia, por su eficacia para mover al hombre
hacia el bien; y por consiguiente, deben ocupar un lugar de preeminencia en la educación. Pero
eso no es suficiente. Se olvida que el hombre es libre, y por lo tanto, a pesar de conocer el bien,
puede elegir lo malo. ¡Cuántas veces conoce con toda claridad su deber, y sin embargo, la fuerza
de la pasión, el atractivo del placer, lo arrastran a obrar el mal!

No falta el conocimiento de la inteligencia: falta la fuerza de la voluntad.

El no tener en cuenta ese importante aspecto, hace que mucha gente sencilla se haga cruces
cuando se entera de que alguna persona inteligente, que ha realizado estudios y que hasta posee
títulos profesionales, ha cometido fechorías. No llega a comprender cómo puede suceder eso. Es
que confunden ciencia con virtud; iluminación de la mente con formación de la voluntad. Sin
embargo, hace muchísimos años lo había puesto en claro el poeta latino Ovidio, en aquellos
famosos versos:

Veo lo mejor y lo apruebo,

y, sin embargo, hago lo peor…

Además, la experiencia personal de cada uno confirmará lo dicho. ¡Cuántas veces deberá
reconocer haberse comportado como dice Ovidio! ¡Cuántas veces se falta al cumplimiento de las
más elementales obligaciones, a pesar de conocer claramente el propio deber, y hasta, quizá,
después de haberlo ponderado!…

D. – Las virtudes y la democracia

La forma democrática de gobierno impone altas exigencias, que interesan a la madurez moral de
cada persona. Porque en la democracia, la vida se desenvuelve en ambiente de gran libertad;
todos están llamados a ejercer las funciones públicas, y todos tienen cierta participación en el
gobierno, por lo menos, cuando eligen a quienes deben regir la cosa pública. Este ambiente de
amplia libertad exige severo autocontrol. La participación en las funciones públicas exige que se
esté dispuesto a promover el interés general y no el propio provecho particular.

Para proceder así se necesita poseer un no pequeño grado de virtud. Cuando no hay virtud, el
ejercicio del sufragio puede transformarse en una compraventa de votos, y los dineros públicos, en
un recurso para comprar las conciencias. Las virtudes que reclama la democracia, no son solo las
virtudes públicas, sino también las privadas. Las virtudes privadas se reflejan en la vida pública. El
hombre es uno: tiene una sola conciencia; y la moral también es una.

La honestidad de su vida privada debe ser también su norma en la vida pública.

Y viceversa, la rectitud de conducta que muestra en la vida pública, debe observarla en la vida
privada. Hay virtudes que son más propias de la vida privada, mientras otras lo son más de la vida
pública. Y hay otras que son a la vez privadas y públicas; por ejemplo, la veracidad.

E. – Principales virtudes que interesan a la democracia

Las principales virtudes ciudadanas que interesan a la democracia, son las siguientes: austeridad,
veracidad, lealtad, tolerancia, espíritu de trabajo, perseverancia, fraternidad, abnegación y
patriotismo.

Todas ellas derivan de las cuatro virtudes morales denominadas cardinales, por ser como los
cuatro quicios sobre los cuales gira toda la vida moral: prudencia, justicia, fortaleza y templanza.

VIRTUDES CARDINALES

Prudencia: Prudencia es la virtud que lleva a juzgar, según conciencia, qué se debe hacer o evitar
en determinadas circunstancias.

La prudencia es la virtud moderadora de todas las otras: regula la acción, y evita que se caiga en
excesos perjudiciales. El hombre juzga y discierne lo que, en cada caso particular, es más a
propósito para conseguir lo que se propone. Para obrar con prudencia se requiere: deliberar con
madurez, decidir con sabiduría y ejecutar bien. De la prudencia deriva la tolerancia.
Justicia: Justicia es la virtud que inclina a dar a cada uno lo suyo. La justicia pone orden y produce
la paz tanto en la vida individual como en la social. “Porque, según A. Tanquerey, respeta los
derechos de cada uno, hace que reine la honradez en los negocios, contiene el fraude, defiende
los derechos de los pequeños y de los humildes, refrena las rapiñas y las injusticias de los
poderosos, y pone orden en la sociedad. Sin ella vendría la anarquía, la lucha entre los intereses
opuestos, la opresión de los débiles por los fuertes, el triunfo del mar. De la justicia derivan la
veracidad, la lealtad, la fraternidad y el patriotismo.”

Fortaleza: Fortaleza es la virtud que lleva a un comportamiento racional frente al peligro, para no
dejarse arrastrar ni por el temor, ni por la audacia.

El que es moralmente fuerte, sabe resistir al temor, que pretende apartarlo del cumplimiento del
deber, y es también capaz de frenar los impulsos de la audacia, que lo incita a arremeter contra el
mal cuando no es necesario. De la fortaleza derivan el espíritu de trabajo (laboriosidad) y la
perseverancia.

Templanza: Templanza es la virtud que inclina a un comportamiento racional frente al placer.

La templanza tiene por objeto moderar toda clase de placer sensible, pero especialmente el que va
unido con las dos principales funciones de la vida orgánica: el comer y el beber, que conservan la
vida del individuo, y los actos que tienen por fin la conservación de la especie.

Como el placer es seductor y arrastra fácilmente más allá de los justos límites, la templanza
asegura el imperio de la razón sobre la pasión. De la templanza derivan la austeridad y la
abnegación.

Las virtudes en particular

A. – Austeridad

Sinónimos de austeridad son moderación, severidad y temperancia.

¿Que es la austeridad? La austeridad es aquella virtud por la cual el hombre prescinde de lo


superfluo, y es siempre moderado en el uso de las cosas; más, todavía: es un tanto mesurado, aun
en el uso de las cosas necesarias.

La austeridad excluye el lujo, el boato, la ostentación y el despilfarro. El hombre austero es sobrio


en su persona y en su comportamiento. No hace ostentación de trajes lujosos ni de alhajas; viste
con sencillez. No se excede en palabras, ni en gestos, ni en los manjares, ni en su tren de vida.

Esto puede ser realizado con naturalidad y sencillez, sin faltar al decoro de su persona ni a sus
obligaciones sociales, y sin adoptar poses de misántropo ni actitudes excéntricas. El hombre
austero está animado por un gran ideal de limpieza moral y de elevación de espíritu.

La austeridad puede ejercitarse, no solo en la vida privada, sino también en la vida pública.
Interesa mucho a la democracia la austeridad en la vida pública. El funcionario austero cuida de los
bienes de la nación mejor que si fueran propios. No se deja llevar por seducciones, halagos o
ventajas que lo aparten del cumplimiento de su deber. Evita el despilfarro en los gastos públicos;
no distrae dinero en propaganda innecesaria, ni en ostentación y exhibicionismo inútiles…

“La administración pública del Estado debe necesariamente desenvolverse con una prudencia y
sobriedad tan grandes, que sirva de ejemplo a todos los ciudadanos…”
B. – Veracidad

La veracidad es la disposición habitual de las personas a decir la verdad. Se opone a la mentira, a


la falsedad y al engaño. Se puede ser veraz aun cuando se digan errores, siempre que haya
conformidad de lo que se dice con lo que se piensa.

“La veracidad es uno de los deberes que el hombre tiene para con sus semejantes. Los hombres
son seres inteligentes, y la inteligencia tiene derecho a la verdad. “Propagar el error a sabiendas,
es corromper la inteligencia ajena, y rebajar la dignidad del que escucha. “El hombre que no es
veraz —o que no es digno de crédito, por su hipocresía y simulación—, priva a los demás y se
priva a sí mismo de uno de los goces más intensos de la vida: la posesión de la ciencia y de la
verdad.

Cuando los gobernantes .hablan al pueblo con veracidad se conquistan su estima, su confianza y
su adhesión. La democracia exige veracidad a los gobernantes.

C. – Lealtad

Lealtad es aquella virtud por la cual una persona se mantiene fiel en las relaciones con los demás,
y en el desempeño de su oficio o cargo.

Hombre leal es aquel que observa las leyes de la fidelidad,’ del honor y de la hombría de bien. Es
leal consigo mismo aquel que obra de acuerdo con sus propias convicciones. La lealtad lleva a no
traicionar a los demás, a respetar la palabra dada, y al cumplimiento de las obligaciones y
compromisos, a la fidelidad recíproca de los esposos. En la vida social y pública se jura fidelidad a
la bandera, a la Constitución y a las instituciones republicanas. Los militares juran lealtad a la
bandera, a la autoridad, a las fuerzas armadas.

Los funcionarios juran desempeñar con fidelidad sus cargos. De modo particular, los jueces,
encargados de administrar justicia, juran hacerlo con toda lealtad.

D. – Tolerancia

Tolerancia, en sentido estricto, significa permisión de un mal para evitar males peores.

El deber de la tolerancia se extiende a las relaciones interpersonales: también el que se halla en


error, de buena o mala fe, debe ser respetado en su persona, no porque el error o él mal puedan
ostentar derechos, sino por la dignidad de la conciencia y del libre albedrío del hombre. Esta
tolerancia se manifiesta en el respeto de las opiniones ajenas, y en la exclusión de todo
procedimiento injurioso para defender las propias ideas o combatir las ajenas. Pero la tolerancia no
es ilimitada: tiene su límite preciso; nunca debe llegar a la convivencia con el error o el mal. Una
cosa es tolerar y otra aceptar y aprobar.

E. – Espíritu de trabajo

El espíritu de trabajo se llama laboriosidad. Es la virtud que inclina a realizar con decisión y
entusiasmo los trabajos que se emprenden.

El hombre está sujeto a la ley del trabajo. Unos la cumplen con gusto; otros, a regañadientes, y
otros huyen de todo trabajo.
Estos últimos son los perezosos,los haraganes, parásitos de la sociedad, que viven a costa del
esfuerzo ajeno. La democracia necesita que los ciudadanos tengan mucho espíritu de trabajo.

Desde niño, cada uno debe adquirir esta virtud que se llama laboriosidad. La laboriosidad se
manifiesta en el estudiante por el amor al estudio. El estudiante que no se aplica, que no realiza
esfuerzos para ahondar en los estudios, no cumple con su deber. Desgraciadamente, desde hace
unos cuantos años ha habido en la Argentina un notable retroceso en el espíritu de trabajo.

La productividad ha disminuido, y el nivel de los estudios ha descendido en todos los niveles de la


enseñanza. Los destrozos que no se reparan, las obras que se construyen con desesperante
lentitud, la irresponsabilidad en el cargo y en la labor que se ejecuta, hablan a las claras de esa
dejadez e indolencia que está en los antípodas de la laboriosidad. Países como Italia y Alemania,
que han sufrido los horrores de una guerra espantosa, se han recuperado en pocos años, merced
al espíritu de trabajo de sus hijos. La Argentina, que se ha visto libre de semejante flagelo, y que
debería nadar en la prosperidad y la abundancia, no logra aún salir del estado de postración en
que se encuentra Falta espíritu de trabajo y de sacrificio.

Piénsese que el totalitarismo comunista impone al pueblo el trabajo obligatorio y controlado en


condiciones desfavorables.

F. Perseverancia

Una manifestación de la fortaleza se halla en la virtud de la perseverancia. La perseverancia es la


firmeza y constancia en la ejecución de los propósitos y resoluciones.

Nada más perjudicial que la inconstancia, que impide toda acción seria en provecho propio y en
provecho de la comunidad. Desgraciadamente, la inconstancia es un mal muy generalizado.
Muchos conciben hermosos proyectos y generosas resoluciones; pero pocos son los que
perseveran hasta verlos cumplidos. Muchos son los que comienzan una obra, pocos los que
perseveran hasta el fin.

¡Cuántos jóvenes inician estudios secundarios o universitarios, y qué pocos son los que tienen la
perseverancia de llevarlos a feliz término!

La perseverancia supone fortaleza para superar los obstáculos y vencer las dificultades que se
presentan.

Toda actividad, para que sea eficaz, exige perseverancia: firmeza para continuar hasta el fin en el
camino emprendido, en la obra comenzada.

Conspira contra la perseverancia el tedio que se apodera de quienes no ponen entusiasmo y


decisión en lo que emprenden, o se dejan vencer por el ansia de novedades.

G. – Fraternidad

¿Qué es fraternidad? Fraternidad es la virtud por la cual los hombres se aman entre sí, y se
consideran como hermanos, pues son miembros de la gran familia humana.

El fundamento de esta virtud no está en la simpatía ni en la afabilidad, y mucho menos en el


interés. Arranca de una razón más profunda de la filiación de todos los hombres respecto de Dios.
La primera manifestación de la fraternidad es la benevolencia: querer bien y desearle el bien al
prójimo; y la segunda es la beneficencia: ayudar al prójimo en todas sus necesidades.

Si se practicara más la virtud de la fraternidad, habría más paz y menos guerras.

La fraternidad lleva a “pensar bien de todos, hablar bien de todos y hacer el bien siempre y a
todos”.

H. Patriotismo

Patriotismo es el amor a la propia patria. Es un sentimiento que brota natural y espontáneamente


del corazón humano. Y es al mismo tiempo un deber.

Regímenes totalitarios, como el fascismo y el nazismo, exaltaron exageradamente este


sentimiento, hasta tornarlo exclusivo y belicoso, y transformarlo en odio a las otras patrias. El
totalitarismo comunista en la actualidad azuza los nacionalismos. Pero en general combatió el
patriotismo como si fuera algo ilegítimo, y le opuso el internacionalismo, el cosmopolitismo, el
humanitarismo, etcétera.

El patriotismo es un afecto muy legítimo, que conduce no solo a la defensa de la propia patria, sino
también a realizar grandes obras y sacrificios por su desarrollo. El amor a la patria es un amor de
preferencia pero no excluyente.

I. Abnegación

Etimológicamente, abnegación proviene del latín abnegatio. que significa renuncia, negación de sí
misino.

Abnegación es la virtud por la cual una persona está dispuesta al sacrificio espontáneo de su
voluntad, intereses y deseos, y aun de su propia vida, en beneficio de otro.

La abnegación supone caridad, desinterés y altruismo. Todo ser humano debe estar provisto de
una mayor o menor dosis de abnegación, porque la vida es una continúa abnegación, y siempre se
sacrifican algunos bienes para alcanzar otros.

Las “fuerzas morales”. Su valor prevalente

Como la vida social es dinámica, actúan en ella varias fuerzas.

Fuerza significa vigor, robustez, resistencia. Fuerza significa también, poder de influir en la marcha
del país, o facultad de mover a la acción.

Existen en la sociedad las denominadas fuerzas vivas. Las fuerzas vivas son todas aquellas que
trabajan por el bienestar del país: comerciales, políticas, industriales, económicas, religiosas,
culturales, sindicales, científicas, artísticas, técnicas; armadas: ejército, marina, aeronáutica, etc.

Su poder o influjo radica en la gravitación que ejercen en el ordenamiento o marcha de la nación.

Las fuerzas morales residen en lo más noble, profundo e íntimo que posee el hombre: en su
espíritu.

Las fuerzas morales consisten en el conjunto de virtudes religiosas, éticas, cívicas, familiares y
personales que adornan al conglomerado social y, naturalmente, a cada individuo en particular.
Una sociedad que no posea un rico patrimonio de fuerzas morales, se halla desprovista de
reservas y desguarnecida para los momentos do crisis sociales o institucionales.

Son precisamente las fuerzas morales las que logran superar las crisis y encauzar a la nación.

Las fuerzas morales suponen desapego de las cosas terrenas, sentido de la responsabilidad,
voluntad de aceptar las restricciones, espíritu de sacrificio personal, aprecio de los más altos
valores humanos, comprensión de la personalidad espiritual, idea de servicio, reconocimiento de la
fraternidad que debe reinar entre los hombres —sin acepción de razas o nacionalidades— y amor
al prójimo; cosas, todas ellas, que no puede proporcionarlas ninguna filosofía utilitaria y
materialista.

La fuerza poderosa de la Iglesia radica en la naturaleza de su institución, en su doctrina, en su


moral y en su acción. Su doctrina es una explicación concluyente de la realidad: ilumina los
problemas humanos, nacionales y universales, da un sentido espiritual y sobrenatural a la vida del
hombre sobre la tierra.

Su moral orienta acertadamente para distinguir lo bueno de lo malo, lo justo de lo injusto, lo


verdadero de lo falso, lo que está permitido de lo que no está.

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