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Píldoras

insomnio
CONTRA EL

HECHAS EN CUBA
Recientemente vio la luz L@s Nuev@s Caníbales Volumen 3. Antología del
microcuento del Caribe hispano (antes la colección tuvo ediciones dedicadas a
poesía y narrativa), gracias al esfuerzo de la editorial Isla Negra de Puerto Rico,
con el apoyo de la cubana Ediciones Unión y Editora Búho de República Domi-
nicana. Tres expertos (Emilio del Carril, Rafael Grillo y Pedro Antonio Valdez) se
hicieron cargo de la selección de los autores (12 por cada una de esas naciones
caribeñas), los textos (3 por escritor) y los prólogos respectivos. El resultado
colectivo de este libro es una importante contribución al descubrimiento mutuo
de las literaturas de países geográfica y culturalmente cercanos.
Ahora El Caimán Barbudo les ofrece el prólogo que introduce la sección
cubana y una muestra de los microcuentos que la integran.

Sería muy difícil intentar unas palabras de presentación sobre el minicuento


(o minificción, microcuento, microficción, elija usted la manera de nombrarla
que quiera) en Cuba y no acudir al famoso “En el insomnio”, escrito en 1946
por Virgilio Piñera (Cárdenas, Matanzas, 4 de agosto de 1912 - La Habana, 18
de octubre de 1979). Lean esto, lo componen apenas 153 palabras:
“El hombre se acuesta temprano. No puede conciliar el sueño. Da vueltas,
como es lógico, en la cama. Se enreda entre las sábanas. Enciende un cigarrillo.
Lee un poco. Vuelve a apagar la luz. Pero no puede dormir. A las tres de la
madrugada se levanta. Despierta al amigo de al lado y le confía que no puede
dormir. Le pide consejo. El amigo le aconseja que haga un pequeño paseo a
fin de cansarse un poco. Que en seguida tome una taza de tilo y que apague
la luz. Hace todo esto. No logra dormir. Se vuelve a levantar. Esta vez acude al
médico. Como siempre sucede, el médico habla mucho pero el hombre no se

20 duerme. A las seis de la mañana carga un revólver y se levanta la tapa de los


sesos. El hombre está muerto pero no ha podido quedarse dormido. El insom-
nio es una cosa muy persistente.”1
Esta filigrana sucinta de la narrativa del absurdo cumple cabalmente con
las “cuatro condiciones básicas: brevedad, singularidad, tensión e intensidad”
y el deber de representar “la existencia de una situación narrativa única for-
mulada en un espacio imaginario y un decurso temporal, aunque algunos ele-
mentos de esta tríada (acción, espacio, tiempo) estén simplemente sugeri-
dos”, que son los requisitos exigidos para la ficción breve por el teórico chileno
Juan Armando Epple.2
Aunque el propio autor no lo divulgó hasta 1956, recogido en el volumen
Cuentos fríos que saliera por la porteña Editorial Losada, “En el insomnio”
había recibido ya el espaldarazo del ilustre Jorge Luis Borges, quien, primero,
lo publicó en una edición de 1946 de la revista Anales de Buenos Aires —por
entonces Piñera hacía estancia en Argentina— y después lo incluyó en Cuentos
breves y extraordinarios, que compiló junto a Adolfo Bioy Casares en 1955.
Con precedentes tales no es ilógico que muchas personas crean hoy que Habría que esperar hasta los años finiseculares y, más consistentemente
este “insomnio de Virgilio”, además de “muy persistente” en la memoria de aún, al arranque del siglo XXI para ver extendido el minicuento en su produc-
lectores y especialistas, es la obra germinal de la narración sintética y capsular ción a cuenta de los escritores y en la aceptación natural por parte de los
en la más grande isla del Caribe. Sin embargo, una reciente y acuciosa indaga- lectores. A esta nueva circunstancia contribuyó de manera cardinal el Centro
ción del joven narrador y crítico Ihoeldis Rodríguez para una antología del de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso, porque estimuló su creación
“Mini, micro y nano cuento cubano”, aparecida en Papeles de la Mancuspia entre los jóvenes que concurrían a ese espacio para adiestrarse en técnicas
(revista literaria de Monterrey, México),3 arroja luces acerca de otros precur- narrativas, y encima fundó desde 2002 el Concurso Nacional de Minicuentos El
sores. Por ejemplo, en la misma data de 1946, Eliseo Diego (1920-1994) había Dinosaurio (se hizo internacional a partir de 2006), que sigue convocándose
sacado de la imprenta sus Divertimentos, colección de viñetas cortas dentro anualmente hasta el día de hoy.
de las cuales cabe citar a “Del perro”. Y todavía más antiguo es “El miedo” del Muchas ficciones breves con premios y menciones saldrían de ahí, con cali-
natural de Santiago de Cuba José Manuel Poveda (1888-1926), que salió en la dad avalada por los jurados de las distintas ediciones de El Dinosaurio, como
revista Oriente, No. 61, de 1917. para armar varias antologías del minicuento cubano contemporáneo. Sin em-
Pero hay que reconocer, de todos modos, la presencia solo intermitente bargo, estas han sido recopilados ya año tras año en volúmenes compuestos
del género en la literatura nacional del siglo XX; y cómo todavía a la altura de por lo mejor de estos concursos y, además, a la hora de conformar una nueva
1987, cuando la Editorial Letras Cubanas publicó el estrecho tomo titulado Un “reunión antológica”, los tres editores del presente libro, uno por cada isla
fogonazo, con solo algunos Cuentos Fríos de Piñera, esta forma literaria era mayor del Caribe, llegamos al acuerdo de concentrar no textos aislados sino a
recibida con sorpresa por lectores mayormente habituados a la novela y el cultores del género, en número de doce por país —la cifra trae reminiscencias
cuento de extensión convencional. de una última cena, con 12 escritores-apóstoles y Jesús, el antologador.
Píldoras
Narrativa

CONTRA EL

insomnio
Por Rafael Grillo
HECHAS EN CUBA
Recientemente vio la luz L@s Nuev@s Caníbales Volumen 3. Antología del
microcuento del Caribe hispano (antes la colección tuvo ediciones dedicadas a
poesía y narrativa), gracias al esfuerzo de la editorial Isla Negra de Puerto Rico,
con el apoyo de la cubana Ediciones Unión y Editora Búho de República Domi-
nicana. Tres expertos (Emilio del Carril, Rafael Grillo y Pedro Antonio Valdez) se
hicieron cargo de la selección de los autores (12 por cada una de esas naciones
caribeñas), los textos (3 por escritor) y los prólogos respectivos. El resultado
EL CAIMÁN BARBUDO—enero-febrero—2016

colectivo de este libro es una importante contribución al descubrimiento mutuo


de las literaturas de países geográfica y culturalmente cercanos.
Ahora El Caimán Barbudo les ofrece el prólogo que introduce la sección
cubana y una muestra de los microcuentos que la integran.

Sería muy difícil intentar unas palabras de presentación sobre el minicuento


(o minificción, microcuento, microficción, elija usted la manera de nombrarla
que quiera) en Cuba y no acudir al famoso “En el insomnio”, escrito en 1946
por Virgilio Piñera (Cárdenas, Matanzas, 4 de agosto de 1912 - La Habana, 18
de octubre de 1979). Lean esto, lo componen apenas 153 palabras:
“El hombre se acuesta temprano. No puede conciliar el sueño. Da vueltas,
como es lógico, en la cama. Se enreda entre las sábanas. Enciende un cigarrillo.
Lee un poco. Vuelve a apagar la luz. Pero no puede dormir. A las tres de la
madrugada se levanta. Despierta al amigo de al lado y le confía que no puede
dormir. Le pide consejo. El amigo le aconseja que haga un pequeño paseo a
fin de cansarse un poco. Que en seguida tome una taza de tilo y que apague
la luz. Hace todo esto. No logra dormir. Se vuelve a levantar. Esta vez acude al
médico. Como siempre sucede, el médico habla mucho pero el hombre no se

20 duerme. A las seis de la mañana carga un revólver y se levanta la tapa de los


sesos. El hombre está muerto pero no ha podido quedarse dormido. El insom-
nio es una cosa muy persistente.”1
Esta filigrana sucinta de la narrativa del absurdo cumple cabalmente con
las “cuatro condiciones básicas: brevedad, singularidad, tensión e intensidad”
y el deber de representar “la existencia de una situación narrativa única for-
mulada en un espacio imaginario y un decurso temporal, aunque algunos ele-
mentos de esta tríada (acción, espacio, tiempo) estén simplemente sugeri-
dos”, que son los requisitos exigidos para la ficción breve por el teórico chileno
Juan Armando Epple.2
Aunque el propio autor no lo divulgó hasta 1956, recogido en el volumen
Cuentos fríos que saliera por la porteña Editorial Losada, “En el insomnio”
había recibido ya el espaldarazo del ilustre Jorge Luis Borges, quien, primero,
lo publicó en una edición de 1946 de la revista Anales de Buenos Aires —por
entonces Piñera hacía estancia en Argentina— y después lo incluyó en Cuentos
breves y extraordinarios, que compiló junto a Adolfo Bioy Casares en 1955.
Con precedentes tales no es ilógico que muchas personas crean hoy que Habría que esperar hasta los años finiseculares y, más consistentemente
este “insomnio de Virgilio”, además de “muy persistente” en la memoria de aún, al arranque del siglo XXI para ver extendido el minicuento en su produc-
lectores y especialistas, es la obra germinal de la narración sintética y capsular ción a cuenta de los escritores y en la aceptación natural por parte de los
en la más grande isla del Caribe. Sin embargo, una reciente y acuciosa indaga- lectores. A esta nueva circunstancia contribuyó de manera cardinal el Centro
ción del joven narrador y crítico Ihoeldis Rodríguez para una antología del de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso, porque estimuló su creación
“Mini, micro y nano cuento cubano”, aparecida en Papeles de la Mancuspia entre los jóvenes que concurrían a ese espacio para adiestrarse en técnicas
(revista literaria de Monterrey, México),3 arroja luces acerca de otros precur- narrativas, y encima fundó desde 2002 el Concurso Nacional de Minicuentos El
sores. Por ejemplo, en la misma data de 1946, Eliseo Diego (1920-1994) había Dinosaurio (se hizo internacional a partir de 2006), que sigue convocándose
sacado de la imprenta sus Divertimentos, colección de viñetas cortas dentro anualmente hasta el día de hoy.
de las cuales cabe citar a “Del perro”. Y todavía más antiguo es “El miedo” del Muchas ficciones breves con premios y menciones saldrían de ahí, con cali-
natural de Santiago de Cuba José Manuel Poveda (1888-1926), que salió en la dad avalada por los jurados de las distintas ediciones de El Dinosaurio, como
revista Oriente, No. 61, de 1917. para armar varias antologías del minicuento cubano contemporáneo. Sin em-
Pero hay que reconocer, de todos modos, la presencia solo intermitente bargo, estas han sido recopilados ya año tras año en volúmenes compuestos
del género en la literatura nacional del siglo XX; y cómo todavía a la altura de por lo mejor de estos concursos y, además, a la hora de conformar una nueva
1987, cuando la Editorial Letras Cubanas publicó el estrecho tomo titulado Un “reunión antológica”, los tres editores del presente libro, uno por cada isla
fogonazo, con solo algunos Cuentos Fríos de Piñera, esta forma literaria era mayor del Caribe, llegamos al acuerdo de concentrar no textos aislados sino a
recibida con sorpresa por lectores mayormente habituados a la novela y el cultores del género, en número de doce por país —la cifra trae reminiscencias
cuento de extensión convencional. de una última cena, con 12 escritores-apóstoles y Jesús, el antologador.
Por otro lado, y a tenor de las explicaciones ofrecidas en los párrafos reposado y del tono cerebral de las historias con mensaje moralista o filosófi-
anteriores, la otra condición pactada entre los responsables de este volumen, co.
o sea: que todos los autores fueran nacidos a partir de 1950, se aviene per- Flashazos de la realidad, instantes desgajados del continuum de la vida,
fectamente al caso de Cuba; pues si el propósito es difundir la creación den- descritos con un estilo hipnotizante, son la especialidad de Ahmel Echevarría.
tro de un género como el minicuento, se hace obvio que el mayor esplendor, Mientras que Jorge Enrique Lage se revela como el más auténtico discípulo de
cuantitativo y en diversidad temática y estilística, habría que buscarlo en la la irreverencia y la sinrazón piñeriana, llegando incluso a versionar el “cuento
producción literaria de las últimas décadas. frío” más conocido del maestro Virgilio, con 168 palabras (15 de más) y bajo
Le urgía a este antologador hallar un modo de distinguir a escritores con el título “En la pesadilla”.
una presencia específica y destacada dentro del género. Y optó por decidir Organizada esta muestra del minicuento cubano en sentido cronológico,
que fueran aquellos que han publicado al menos un libro dotado íntegramen- quedan para el final los más jóvenes. En la serie “El Tirano de Siracusa”, Anto-
te (o casi) de minicuentos. Finalmente, de los doce escogidos, solo en uno no nio Enrique González Rojas mezcla referentes históricos y fantasía para desnu-
se verifica esa condicionante: Ahmel Echevarría. En cambio, a este autor se le dar los aberrantes mecanismos del poder. Aram Vidal Alejandro desafía al
reconoce por obras que desde un criterio editorial suelen presentarse como lector con su juego de palabras en “Revés al leer”, pero los rasgos más recu-
novelas o noveletas, mas un análisis del corpus de esos libros, que desmonte rrentes en su creación de textos breves son el gusto por el retrato de persona-
“la estructura” y repare en sus distintos “segmentos”, en la “cualidad fragmen- jes y el mensaje lúcido al estilo de las fábulas.
taria” de esa escritura, permite descubrir piezas identificables como minicuentos Las chicas cierran la lista. Esporádica en los períodos anteriores, la literatu-
en el interior de esas totalidades. No por gusto uno de los libros de este autor ra escrita por mujeres causó boom en Cuba a partir de la última década del
lleva el nombre de Esquirlas. pasado siglo. Nacidas ambas a comienzos de los 80, Marvelys Marrero y Liany
Si desglosamos de manera descriptiva y analítica esta representación cuba- Vento encarnan a esa tropa de narradoras noveles cuyo interés por copar
na, encontraremos que el de mayor edad nació justo en la fecha de 1950, todos los géneros se extiende también al minicuento.
Pedro Juan Gutiérrez (nativo de la ciudad de Matanzas, casualmente, como La primera, representa en sus relatos a una generación que lo mismo se
Virgilio Piñera), y el (la) más joven es Liany Vento, alumbrada en 1982. Hay un deja influenciar por “los clásicos” que por la cultura pop y los productos de la
autor nacido en las postrimerías de los cincuenta (Lorenzo Lunar), pero la pantalla televisiva. Mas sus sello identificativo reside en la persistencia por
mayor parte se concentra en quienes vieron la luz durante las décadas del 60 convertir en materia literaria la anécdotas de la vida cotidiana. Mientras, la
y el 70. En el contexto literario general (y no solo del minicuento), esta pro- segunda apunta con finura al corazón y despliega su mirada sobre el vasto
porción es atinada porque son los nacidos en esas épocas quienes se van territorio de los sentimientos humanos.
consolidando hoy en el núcleo de mayor madurez y visibilidad dentro de lo Para el antologador de estas páginas, consideradas por él como de inspira-
que pudiera considerarse como la hornada de esa “literatura cubana contem- ciones fugaces pero subterráneas profundidades, la aspiración máxima al ofre-
poránea” o “actual” que no llega aún al estamento de “lo canonizado”.4 Vale cerlas no es tanto orientar al lector a través de la cartografía específica del
consignar también que fue mediante los representantes de ese grupo etario minicuento de Cuba, como la de sumergirlo en las aguas del Caribe total, y en
que el minicuento atravesó las fases de despegue y establecimiento en el la memoria se le confundan con las aportaciones narrativas de los vecinos de
panorama cubano. Puerto Rico y República Dominicana.
Otra cualidad que los lectores agradecen de cualquier antología es la va- Porque a la postre, lo que importa de cualquier obra literaria, en este caso
riedad. En la “dodecalogía” cubana que aquí se ofrece, encontrarán al autor del minicuento (o minificción, microcuento, microficción, elija usted la manera
etiquetado de “Bukowski tropical” por su célebre Trilogía sucia de la Habana, de nombrarla que quiera), es que una vez termine el lector de leerlo no co-
Pedro Juan Gutiérrez, mostrando su faceta de buscador de lo erótico y de mience a olvidarlo. Sino que se le convierta en algo muy persistente. Como el
observador escéptico (o cínico) de las relaciones de pareja. Y también a Lo- insomnio.
renzo Lunar, quien usa la ficción más breve, similar a como en sus novelas
policiales, para acercarse desde una óptica comprensiva a las actitudes huma-
nas en contextos marginales y de dura sobrevivencia.
En cambio, Vladimir Bermúdez evita cualquier costumbrismo o realismo y
opta por inventar alegorías universales, desterritorializadas, atravesadas por
el desencanto y la ironía. Por su parte, Amilkar Feria imbrica humor y mensaje
ecologista en viñetas que revisitan la tradición del Bestiario a lo Juan José
Arreola.
Daneris Fernández Fonseca es experto en trasmitir con pocas palabras el
paroxismo al que sus personajes arriban en medio de una situación o am-
biente extremo. Por el contrario, Daniel Díaz Mantilla es amante del ritmo

21
L@S NUEV@S CANÍBALES CUBANOS
U

T
Por otro lado, y a tenor de las explicaciones ofrecidas en los párrafos reposado y del tono cerebral de las historias con mensaje moralista o filosófi-
anteriores, la otra condición pactada entre los responsables de este volumen, co.
o sea: que todos los autores fueran nacidos a partir de 1950, se aviene per- Flashazos de la realidad, instantes desgajados del continuum de la vida,
fectamente al caso de Cuba; pues si el propósito es difundir la creación den- descritos con un estilo hipnotizante, son la especialidad de Ahmel Echevarría.
tro de un género como el minicuento, se hace obvio que el mayor esplendor, Mientras que Jorge Enrique Lage se revela como el más auténtico discípulo de
cuantitativo y en diversidad temática y estilística, habría que buscarlo en la la irreverencia y la sinrazón piñeriana, llegando incluso a versionar el “cuento
producción literaria de las últimas décadas. frío” más conocido del maestro Virgilio, con 168 palabras (15 de más) y bajo
Le urgía a este antologador hallar un modo de distinguir a escritores con el título “En la pesadilla”.
una presencia específica y destacada dentro del género. Y optó por decidir Organizada esta muestra del minicuento cubano en sentido cronológico,
que fueran aquellos que han publicado al menos un libro dotado íntegramen- quedan para el final los más jóvenes. En la serie “El Tirano de Siracusa”, Anto-
te (o casi) de minicuentos. Finalmente, de los doce escogidos, solo en uno no nio Enrique González Rojas mezcla referentes históricos y fantasía para desnu-
se verifica esa condicionante: Ahmel Echevarría. En cambio, a este autor se le dar los aberrantes mecanismos del poder. Aram Vidal Alejandro desafía al
reconoce por obras que desde un criterio editorial suelen presentarse como lector con su juego de palabras en “Revés al leer”, pero los rasgos más recu-
novelas o noveletas, mas un análisis del corpus de esos libros, que desmonte rrentes en su creación de textos breves son el gusto por el retrato de persona-
“la estructura” y repare en sus distintos “segmentos”, en la “cualidad fragmen- jes y el mensaje lúcido al estilo de las fábulas.
taria” de esa escritura, permite descubrir piezas identificables como minicuentos Las chicas cierran la lista. Esporádica en los períodos anteriores, la literatu-
en el interior de esas totalidades. No por gusto uno de los libros de este autor ra escrita por mujeres causó boom en Cuba a partir de la última década del
lleva el nombre de Esquirlas. pasado siglo. Nacidas ambas a comienzos de los 80, Marvelys Marrero y Liany
Si desglosamos de manera descriptiva y analítica esta representación cuba- Vento encarnan a esa tropa de narradoras noveles cuyo interés por copar
na, encontraremos que el de mayor edad nació justo en la fecha de 1950, todos los géneros se extiende también al minicuento.
Pedro Juan Gutiérrez (nativo de la ciudad de Matanzas, casualmente, como La primera, representa en sus relatos a una generación que lo mismo se
Virgilio Piñera), y el (la) más joven es Liany Vento, alumbrada en 1982. Hay un deja influenciar por “los clásicos” que por la cultura pop y los productos de la
autor nacido en las postrimerías de los cincuenta (Lorenzo Lunar), pero la pantalla televisiva. Mas sus sello identificativo reside en la persistencia por
mayor parte se concentra en quienes vieron la luz durante las décadas del 60 convertir en materia literaria la anécdotas de la vida cotidiana. Mientras, la
y el 70. En el contexto literario general (y no solo del minicuento), esta pro- segunda apunta con finura al corazón y despliega su mirada sobre el vasto
porción es atinada porque son los nacidos en esas épocas quienes se van territorio de los sentimientos humanos.
consolidando hoy en el núcleo de mayor madurez y visibilidad dentro de lo Para el antologador de estas páginas, consideradas por él como de inspira-
que pudiera considerarse como la hornada de esa “literatura cubana contem- ciones fugaces pero subterráneas profundidades, la aspiración máxima al ofre-
poránea” o “actual” que no llega aún al estamento de “lo canonizado”.4 Vale cerlas no es tanto orientar al lector a través de la cartografía específica del
consignar también que fue mediante los representantes de ese grupo etario minicuento de Cuba, como la de sumergirlo en las aguas del Caribe total, y en
que el minicuento atravesó las fases de despegue y establecimiento en el la memoria se le confundan con las aportaciones narrativas de los vecinos de
panorama cubano. Puerto Rico y República Dominicana.
Otra cualidad que los lectores agradecen de cualquier antología es la va- Porque a la postre, lo que importa de cualquier obra literaria, en este caso
riedad. En la “dodecalogía” cubana que aquí se ofrece, encontrarán al autor del minicuento (o minificción, microcuento, microficción, elija usted la manera
etiquetado de “Bukowski tropical” por su célebre Trilogía sucia de la Habana, de nombrarla que quiera), es que una vez termine el lector de leerlo no co-
Pedro Juan Gutiérrez, mostrando su faceta de buscador de lo erótico y de mience a olvidarlo. Sino que se le convierta en algo muy persistente. Como el
observador escéptico (o cínico) de las relaciones de pareja. Y también a Lo- insomnio.
renzo Lunar, quien usa la ficción más breve, similar a como en sus novelas
policiales, para acercarse desde una óptica comprensiva a las actitudes huma- NOTAS
nas en contextos marginales y de dura sobrevivencia. 1. Tomado de Cuentos completos, Virgilio Piñera, Editorial Letras Cubanas, La Haba-
En cambio, Vladimir Bermúdez evita cualquier costumbrismo o realismo y na, 2011, pág. 72.
opta por inventar alegorías universales, desterritorializadas, atravesadas por 2. Citado por Mempo Giardinelli: “Estructura y morfología del cuento”, en Los desa-
el desencanto y la ironía. Por su parte, Amilkar Feria imbrica humor y mensaje fíos de la ficción (Técnicas Narrativas), Casa Editora Abril-Centro de Formación Literaria
ecologista en viñetas que revisitan la tradición del Bestiario a lo Juan José Onelio Jorge Cardoso, La Habana, 2001, pp 277 y 278.
Arreola. 3. Número 49, Noviembre 2012.
Daneris Fernández Fonseca es experto en trasmitir con pocas palabras el 4. Téngase en cuenta que los Premios Nacionales de Literatura de Cuba (otorgados
paroxismo al que sus personajes arriban en medio de una situación o am- por la obra de toda la vida) ya en 2012 alcanzaron a los nacidos en la década del 50, con
biente extremo. Por el contrario, Daniel Díaz Mantilla es amante del ritmo Leonardo Padura, el más joven, que vio la luz en 1955.

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L@S NUEV@S CANÍBALES CUBANOS
EL CAIMÁN BARBUDO—enero-febrero—2016
MOMENTOS ESTELARES DE
LA HUMANIDAD
(Pedro Juan Gutiérrez)
U na vez encontré a la mujer de mi vida. Lo sabemos desde el primer momento porque nos sentimos muy
felices. Demasiado felices. Presentimos que mientras estemos juntos no moriremos jamás y seremos
inmortales. Vamos a su apartamento. Me siento en la sala mientras ella hace café. Desde la cocina me grita
que juegue con el doberman y una pelota de goma. “Trátalo con cariño, es como si fuera mi hijo”, me dice.
Lanzo la pelota dos veces y él me la trae de vuelta, con mucha gracia. Es un perrazo simpático. Se derrumba
de bruces sobre el sofá y parece un chiquillo alegre. La tercera vez regresa corriendo muy rápido, y al saltar
vuela sin control sobre el sofá, se estrella contra la persiana de cristales y se precipita en el vacío. Estamos en
el piso veintiuno. Bajo, traigo el cadáver de regreso, todo se mancha de sangre, y me voy.

A SANGRE FRÍA
(Lorenzo Lunar) T ambién escaseaba el agua.
El de la chaqueta beige preparó una carretilla con un tanque plástico. Cargaba el agua de un pozo cerca-
no y la repartía por las casas. A diez pesos el viaje.
Las viejas le hacían cola.
La culpa quizás la tuvo El Moro, que quiso hacerle competencia. “Búscate otra zona”, le advirtió el de la
chaqueta beige.
La culpa pudo ser de una que el de la chaqueta beige se había echado de mujer, y que esa mañana había
metido en su casa a un tipo que le daba veinte pesos por acostarse.
Tal vez la culpa fue del calor. Era agosto.
Es posible que la culpa fuera del de la chaqueta beige que tuvo la imprudencia de entrar a su casa, justo a
tiempo para ver a su mujer revolcándose con el otro en la cama.
En casos así casi siempre la puñalada la recibe el tipo equivocado.
Ahora el de la chaqueta beige está en la cárcel, El Moro en el cementerio y las viejas del barrio no tienen
quién les lleve el agua a casa.
LA IRREVERENCIA
(Vladimir Bermúdez García) U na mosca pasea sobre la desnuda carne de un héroe pero a nadie se le ocurre matarla. No en ese instante en
que su irreverencia es notoria. ¿Acaso quien primero descubre que los héroes apestan no merece una disculpa? ¿La
del héroe o la nuestra?
La mosca cree que pensamos que el héroe lo sabe y se afana una y otra vez en su irreverencia, a sabiendas de que nadie
osará levantar la mano en su contra. Se equivoca. El héroe, como personaje literario, tiene licencia para espantarla. Pero si
rompe las amarras de su estoica muerte dejaría de ser un héroe. La mosca lo sabe. Y se aprovecha.
Un lector, conmovido ante la escena, cierra el libro de golpe. La mosca queda atrapada. Vencido el impulso de venganza,
vuelve a la página, comprueba la inmovilidad de la mosca, pasea, con total irreverencia, un dedo sobre la carne de la
heroína. Pero a nadie se le ocurre matarlo. No en ese instante en que su irreverencia es notoria. ¿Acaso quién primero
descubre que fabricar un héroe es tan fácil, no merece una disculpa?
El lector cree que pensamos que la mosca lo sabe y se afana en su irreverencia, a sabiendas de que nadie osará levantar la
mano en su contra. Se equivoca. La mosca, como personaje literario, tiene licencia para levantar el vuelo. Pero si rompe las
amarras de su estoica muerte dejaría de ser una heroína. El lector lo sabe. Y se aprovecha.
Quien escribe, conmovido por la escena, interrumpe el relato y cierra el libro de golpe. El lector queda atrapado. El escri-
tor, vencido el impulso de venganza, vuelve la página, comprueba la inmovilidad del lector y pasea, con total irreverencia,
su dedo sobre la carne del nuevo héroe.
La escena se repite. Sobre la hoja se amontonan los cadáveres.

HERÁLDICA
(Amilkar Feria) C on una cabeza, el águila bicéfala escudriña a un joven cordero (descarriado) que arranca retoños al laurel. Con la
otra, adivina las orejas de una liebre que se oculta tras una rama de olivo. Aunque piensa con cada cabeza, eventualmente
coincide con su estómago en que debe tomar una sola decisión. Pero a cada cabeza le sigue resultando tentadora su propia
oferta.
Ningún miembro del parlamento imagina el milenario dilema de la rapaz, cuando la reverencian frente al blasón de la Sala
Plenaria. Más confiados, el cordero y la liebre sospechan que la resolución del águila puede tomar otros mil años.

ESTAMPIDA
(Daneris Fernández Fonseca) C ada vez que me estoy haciendo eso termino pensando en los caballos. La nube de polvo, el cerco de gritos
llevándolos hacía el abismo, y la caída. Siempre me detengo a contemplarla. Es apenas una insinuación en el borde,
unos segundos y otro terror despeñándolos, otro empujón, y el vacío. Luego todo se llena de olor a hongos y humedad, de
ese vaho que no es más que otra variante de la sangre. De noche, si duermo, nunca escucho los relinchos ni los gritos. Todo
se estremece, veo la manada irrumpiendo por sorpresa saltando sin polvo ni caída, solo los cascos golpeando el aire hasta
el horizonte, hasta que me despierta la humedad. Entonces camino medio tieso con las piernas abiertas hasta el baño, lleno
de una rabia bárbara, con asco, porque es como si me lo hubiera hecho otro, como si otro me embarrara. Una o dos veces
hago correr el dedo presionando desde atrás hasta hacer salir la última gota que se aferra, que no quiere caer. Luego con
un papel seco el borde. Manipulo el descargue y contemplo con envidia el agua que se pierde y regresa después de unos
segundos, limpia, como si no hubiera pasado nada. Como si ella no estuviera del otro lado empujando su voz y su miedo a
través de la puerta, preguntando qué me pasó, qué me pasa.

REBAÑOS
(Daniel Díaz Mantilla) A quel día, parado sobre una piedra, el pastor alzó su cayado y golpeó con él a las ovejas hasta hacerlas huir
despavoridas. Luego quebró su vara y la dejó tirada en el valle.
"¿Qué es un pastor sin su rebaño?", preguntaron los pobladores al verlo y lo conminaron a abandonar para siempre el
pueblo.
Hoy, mucho después, han regresado las ovejas al lugar, multiplicadas, y balan agradecidas en un trueno amable.
"¿Qué es un rebaño sin pastor?", preguntan las otras al escucharlas y las obligan a abandonar para siempre el valle.

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EL CAIMÁN BARBUDO—enero-febrero—2016

GUERREROS
(Ahmel Echevarría) N o es un simple juego cargar una escopeta con cartuchos de tinta aunque estés en un parque de diversiones,
aunque el blanco sea un negro de casi sesenta años. No importa que ese viejo sonría y tenga unos ojos mansos. No
importa que ese negro espere los disparos dentro de una armadura de caballero medieval. No es un simple juego aunque
se sienta una música de fondo, a pesar de que en los alrededores del tenderete del tiro al blanco haya un centenar de
niños devorando grandes pompas de algodón de azúcar. No permitas que tu mujer te mire mientras cargas la escopeta,
aunque sonrías, aunque tengan un litro de Vodka Absolut y naranjas, tú y tu novia, hirviendo en las venas. Porque apuntas
al negro. Cartuchos de tinta contra la armadura. Y disparas, a matar. El dueño de este negocio lo sabe. Ese negro de ojos
mansos también lo sabe.
Luego de revolcarnos como perros y beber dos litros de vodka y naranjas, invité a Janela da Alma al parque de diversiones.
Sin dar ningún rodeo fuimos al tenderete del tiro al blanco. Ella prestaba demasiada atención a sus uñas. Sus largas uñas
pintadas de rojo. Y por eso fallaba. Justo cuando se olvidó de ellas —ese momento en que se quebró la uña del índice al
meterlo por quinta vez en el gatillo—, hizo diana, dos veces, en la cabeza y en el pecho del viejo.
Janela quiso celebrar los disparos y propuso irnos al muelle —comprar algo antes, buscar la puerta de salida que da al
litoral, y caminar solo unos pocos metros—. Un estuche de seis Beck’s, rositas de maíz pagadas y una cajita de caramelos de
menta plus pagadas con su dinero. Brindis, tragos, besos. Un largo abrazo mentolado de cara al mar.
Eran las siete de la noche cuando apareció el negro. Buscó un sitio en el muelle. Cerca de nosotros tragaba su hamburguesa
y bebía una Corona —una pequeña toalla para borrar las trazas de tinte secas ya en el pellejo.
Aquel negro de ojos mansos bebió dos cervezas claras. Un par de Coronas a la caída de la noche, frente al mar.

EN LA PESADILLA
(Jorge Enrique Lage) M e levanto temprano. No puedo librarme del sueño. Enciendo las luces. Doy vueltas por la casa. Del cuarto al
baño y del baño a la cocina. Desayuno. De la cocina al patio y del patio a la sala. Enciendo el televisor. Leo un poco.
Vuelvo a caminar por la sala. Pero no logro despertarme. Decido salir a la calle. Me encuentro con un amigo y le confío que
no logro despertar. Le pido consejo. Él me aconseja que haga un poco de ejercicio a fin de desperezarme. Que enseguida
tome una taza de café bien fuerte y que escuche música bien alta. Hago todo esto pero no consigo despertar. Salgo de
nuevo. Esta vez acudo al médico. Como suele suceder, el médico habla mucho pero yo no me despierto. A las seis de la
tarde cargo un revólver y me levanto la tapa de los sesos. Doy un brinco en la cama y abro los ojos, pero aún no logro
despertarme. El sueño es una cosa muy persistente.
EL TIRANO DE SIRACUSA X
(Antonio Enrique González
Rojas)
C uando todos en Siracusa estuvieron registrados como sospechosos, ordenó la apertura de su propio
expediente. Luego ejecutó al jefe de la Policía Secreta, por cuestionar su integridad.

REVÉS AL LEER
(Aram Vidal Alejandro) D esagrado o ilusión con, explora ahora usted que la como mérito ningún o igual de pero, apariencia en
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SECTOR PRIVADO
(Marvelys Marrero Fuentes) Q uería que se curara, se lo juro. La infección se la estaba comiendo, por eso le puse la penicilina. La bañé
con hielo y la fiebre no le bajó. Entonces le inyecté una duralgina con gravinol porque ya había empezado a vomi-
tar. Los vómitos se le calmaron, pero la fiebre no. Con más de cuarenta iba a convulsionar y yo tenía miedo. Su madre
me la había encargado. Su madre confió en mí. No podía llegar y encontrársela así, hecha una brasa de candela. Le puse
otra duralgina y fue cuando le salieron las ronchas y empezó a ahogarse. Corrí y le puse una jeringuilla de prednisona,
pero nada. Dejó de respirar y le di boca a boca, le masajeé el pecho, pero no reaccionó. Entonces tuve que traerla.
Dígame que va a ponerse bien, por favor. Su madre no puede regresar y encontrársela así. Yo le dije que iba a cuidarla.
Yo le dije que era buena cuidando niños.

SOMETIMIENTO
(Liany Vento García) L a niña canta. Lo hace tan mal que todos se tapan con las manos los oídos: su madre, su padre y la otra
niña que es su hermana. La niña no los ve: al cantar cierra los ojos, se emociona.
La canción casi termina. Los oyentes lo saben, por eso torturan sus oídos unos segundos, para que la niña no se dé
cuenta de nada, cuando abra los ojos.
Es el turno de la otra hija. Ella también cierra los ojos. No quiere someter a sus padres, ni a su hermana. Sin embargo,
esta niña sí canta bien y nunca lo sabrá.

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EL CAIMÁN BARBUDO—enero-febrero—2016

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