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EL ASCENSOR SOCIAL

Hasta ahora he escrito tres artículos sobre la estratificación social, es decir, sobre cómo se organizan las sociedades en
estratos o capas, unas con más poder económico y político que otras. El primero de estos artículos, ¡Oiga usted que todavía
hay clases!, trataba sobre las distintas formas de estratificación social que se han dado a lo largo de la historia. El
segundo, El gran montaje, explicaba el proceso de legitimación o cómo las élites logran justificar la desigualdad social. El
tercero, Yo soy de clase media, ¿y usted?, explicaba el funcionamiento de la sociedad de clases, las clases sociales
actuales y cómo se puede clasificar a una persona en una clase determinada en función de su posición socioeconómica.
Estaría bien leerse estos artículos porque, aunque intento que todos ellos sean autocontenidos y no necesiten de lecturas
previas, muchos conceptos se entenderán mejor. El artículo presente habla de la movilidad social, o como unos pocos
afortunados pasan de una clase social a otra superior o, al revés, lo que suele ser menos divertido.

El Ascensor Social

A un muy buen amigo mío, de los que hay pocos, de esos que no te fallan, le llamo con el amable apodo de “estratosférico”.
El término, que hay que tomarlo como una apelativo cariñoso, alude a su estatus actual, es un directivo de una multinacional
norteamericana muy importante, y claro, esta diferencia que existe entre nuestras respectivas posiciones socioeconómicas,
él arriba y yo más abajo, hace que yo lo vea allá por la estratosfera. El caso es que este buen amigo no es hijo de un
terrateniente, ni de un profesional liberal, ni de un alto funcionario. El padre de mi amigo era un trabajador. Por lo tanto, su
caso en sociología se describe como un ejemplo de movilidad social ascendente, ya que su clase de destino está por
encima - en la pirámide social - de su clase de origen.

En cambio, mi padre era un cuadro intermedio en una empresa, incluso durante una época de su vida fue propietario de
un negocio, y yo también soy un cuadro intermedio en una organización. Por lo tanto, mi clase de origen es la misma que
mi clase de destino: la clase media. Todo esto es independiente de que yo tenga un mayor nivel educativo que mi padre o
que tenga una casa más grande, ya que esas son cuestiones estructurales que afectan a toda mi clase social y que tienen
que ver con que se ha producido un cierto progreso desde que mi padre llegó a la edad de trabajar hasta nuestros días, a
pesar del bajón que venimos sufriendo en los últimos tiempos que parece que se van a merendar a la clase media. Así que
mi caso no es de movilidad social ascendente sino de inmovilidad, herencia o reproducción social, que de las tres formas
se conoce.

También me acuerdo del caso de un señor que fue director en España de una multinacional tecnológica que no consiguió
que su hijo siguiera sus pasos y éste no pasó de ser un discreto comercial. En este caso se habla de movilidad social
descendente por las mismas causas que hemos visto en los dos párrafos anteriores.

Esta movilidad social que hemos visto hasta ahora es la movilidad intergeneracional, que compara la situación del padre
como punto de partida y el estado al que llega el hijo como punto de llegada. Existiría otra movilidad, la intrageneracional,
que es la que tiene lugar a lo largo de la vida de la misma persona, conocida también como movilidad de trayectoria (1).

En todas las sociedades industriales la posición de clase, es decir, a qué clase pertenece a una persona, es una
combinación de adscripción – cuál es la clase en que se nació - y logro – hasta dónde has podido llegar. Y es frase de mi
amigo el estratosférico, sin ser él sociólogo por cierto, que no es tan importante ver hasta dónde has llegado como saber
desde qué punto partiste.

La sociología estudia este fenómeno desde dos puntos de vista, en primer lugar, la investigación de la movilidad social se
centra en el grado y las pautas del movimiento vertical ascendente y descendente dentro de la estructura ocupacional, lo
que hemos visto en los párrafos anteriores. En segundo término, desde lo que se llama investigación del logro de estatus
se aborda la cuestión de por qué se produce o no esta movilidad social.

Tanto Carlos Marx como Max Weber – viejos conocidos nuestros de otros artículos – consideraron que la movilidad social
era uno de los determinantes en los procesos de formación y acción de las clases sociales, pues éstas necesitan de un
determinado grado de estabilidad, es decir, de inmovilidad social para que la clase se forme y exista. Aún así los clásicos
de la sociología no estudiaron el asunto con mucha profundidad, al menos no con la insistencia con que abordaron otros
problemas sociales, fundamentalmente debido a que es después de la Segunda Guerra Mundial cuando los grandes
cambios económicos, tecnológicos y sociales que tuvieron lugar en aquella época modificaron profundamente la estructura
ocupacional de las sociedades.

En el artículo de hace dos semanas, ¿Pero hubo alguna vez una Escuela de Viena en Sociología?, decíamos que
podíamos incluir a casi todos los sociólogos en dos escuelas, el funcionalismo y la sociología del conflicto, y la investigación
de la movilidad social no es una excepción.
Para el funcionalismo, la sociedad está formada como un campo continuo y homogéneo formado por individuos que
desempeñan funciones de mayor o menor prestigio y remuneración. Desde este punto de vista, definen la movilidad social
como cualquier movimiento de una ocupación a otra cuyo prestigio social o nivel de ingresos fuera diferente.

En cambio para la sociología del conflicto, la sociedad está formada por clases sociales que se definen por la posición de
sus miembros en las relaciones de producción, de mercado, de autoridad u otros principios de clasificación. La pertenencia
a una clase de origen condiciona las posibilidades de optar por posiciones de otras clases sociales. En este enfoque la
movilidad social es el paso de una clase social de origen a otra de destino diferente. Como habréis podido observar hemos
utilizado este segundo enfoque para contar los casos de mi amigo el estratosférico y el mío propio.

Los investigadores utilizan las llamadas tablas de movilidad para registrar y contabilizar los movimientos entre clases (2).
A la movilidad neta entre las diferentes categorías de la tabla se la denomina fluidez social. La fluidez social hace referencia
a la propensión que existe a pasar desde determinados orígenes a determinados destinos, independientemente de los
cambios que se hayan producido en la estructura de clases.

Cuando las tasas de movilidad en una tabla son prácticamente iguales, la probabilidad de pasar de cualquier origen a
cualquier destino es la misma, entonces decimos que estamos en una situación de máxima apertura social, que es tanto
como decir que apenas influye la clase de origen en la pertenencia a la clase de destino. La sociedad de clases perfecta
estaría basada en esta máxima apertura social y en el ascenso basado en el mérito. Esta situación, como podréis
sospechar, no es la situación más común, pues todos sabemos que el sistema de clases es bastante estable… y desigual.

Evidentemente lo contrario a la apertura social es el cierre social, que se produce cuando la clase de origen, la del padre,
es un lastre para cualquier aspiración de movilidad social, debido a que las élites aplican toda una serie de métodos para
que sea de esta manera (3).

¿Y cómo son los regimenes de fluidez social en los países de nuestro entorno?. ¿Qué tan alejados estamos de la máxima
apertura social?. Bien podemos afirmar, si nos fijamos en el siglo XX, que en lo referente a la movilidad ascendente hay
pocas diferencias entre los países excepto en los casos de Gran Bretaña, por su industrialización temprana, Suecia, que
disfrutó de un régimen especial de alta movilidad entre los años ’30 y ’60 gracias a las políticas sociales llevadas a cabo
por los sucesivos gobiernos socialdemócratas y, España, por su industrialización tardía.

En general, el patrón que se suele seguir es un aumento de la movilidad ascendente durante el período de industrialización
y expansión económica cuya expresión básica fue el período desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta la mitad
de la década de 1970, a partir de este momento se produce un mayor estancamiento, un mayor grado de cierre social (4).

Hay varios estudios para el caso de España, pero destacan a mi modesto entender dos, que aportan conclusiones
parecidas, son el de Javier Echevarria en 1991 y la más reciente investigación de Ildefonso Marqués y Manuel Herrera-
Usagre de 2010.

Resumiendo estos estudios, durante la posguerra, mientras en el resto de Europa se evidenciaban signos de movilidad
ascendente, en España no se manifiestan mejoras en las tasas de fluidez social, el país es todavía una sociedad agraria.
A partir de 1960 la rápida industrialización crea espacios de movilidad social y se produce una notable mejora en las tasas
de fluidez social. A partir de 1970 no hay mejora en las tasas de fluidez social que Echevarría asocia a fenómenos históricos
vinculados al advenimiento de la sociedad postindustrial. Luego a grandes líneas se repite el modelo de los países
industrializados pero el ritmo de las transformaciones socioeconómicas en España fue más corto y más acelerado.

¿Y ahora?, ¿qué está pasando ahora mismo?. Bueno es un poco pronto para saber de manera profunda e incontestable
de qué manera está afectando la crisis económica a nuestra sociedad. Parece que hay que situar esta crisis dentro de un
período histórico mayor que empieza a mediados de la década de 1970. Dicho movimiento por llamarlo de alguna manera,
es un conjunto de hechos sociales – que hemos venido analizando en varios artículos anteriores – consecuencia del
apogeo del neoliberalismo más dogmático, de la falta de un modelo alternativo de sociedad, de la globalización y de la
supremacía de la economía financiera sobre la economía real. Todo ello ha conducido a una mayor desigualdad, a que la
clase trabajadora sea más pobre, la subclase (5) se nutra de excedentes de la clase trabajadora empujados por la caída
de las prestaciones sociales, por el paro y la precariedad y la clase media soporte un peso que apenas puede sobrellevar
y que pone a muchos de su miembros en ruta para abajo. Todos somos más pobres menos los más ricos. Así que, si hay
movilidad, esta es descendente. Dios nos pille confesados.

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