Вы находитесь на странице: 1из 3

1

Puja entre el sistema financiero, el sector agropecuario y la actividad productiva. Andres Pizarro.

El Fondo Monetario podría evitar la quiebra en el bloque de poder que sostiene el proyecto político del gobierno de
Macri.

El bloque social que sustenta al gobierno de Cambiemos y por consiguiente al modelo económico se basa en el sector
agroexportador (histórico aliado de las experiencias políticas conservadoras), el sector de empresas transnacionales y el
sector financiero.

Las primeras medidas de gobierno tienden a favorecer a los tres sectores:


(i) devaluación y quita de retenciones, para el sector agroexportador;
(ii) suba y dolarización de tarifas para las transnacionales energéticas
(iii) desregulación cambiaria, desregulación financiera, suba de tasas para el sector financiero

Después de dos años de política de tasas elevadas sin resultado en cuanto a la reducción de la inflación, los sectores del
bloque de poder que representan la economía productiva pujan (28 de diciembre) para un cambio de política que
reduzca las tasas para que pueda revivir el mercado interno, o por lo menos que no se quiebren las cadenas de
suministro y cesen los pagos. Estos grupos incluyen las transnacionales del mercado interno, pero también las empresas
nacionales de comercio y servicios (por ejemplo, supermercados), y en menor medida el sector agroexportador.

La respuesta del sector financiero fue brutal. La salida de capitales golondrinas se agudizó y los mercados
internacionales de capitales le cierran las puertas al ministro Luis Caputo desde marzo. En definitiva, el sector financiero
obliga al gobierno a acudir al FMI para que garantice la valorización financiera y proteja los intereses del capital
financiero en la Argentina.

No obstante, la situación económica actual y las respuestas que ha recibido Argentina del sector financiero
internacional, no favorecen la perpetuación eterna de la bicicleta financiera por ausencia de dólares. La bomba de
tiempo que constituyen las Lebac, cuyo monto actual en pesos es equivalente a las reservas internacionales, es el
escollo mayor para una reducción de tasas.

Parece evidente que la huida hacia el FMI tiene como objeto poder obtener dólares para alimentar la bicicleta
financiera o bien ofrecer una salida en dólares a los tenedores de Lebac.

La hegemonía en el bloque de poder que sustenta a esta experiencia política es el sector financiero, y los sucesos de
este año lo dejan en evidencia.

No hay margen de maniobra en el modelo actual para medidas que favorezcan a los sectores productivos. Hay entonces
una disputa intracapital entorno a la tasa de interés, que puede generar un quiebre en el bloque de poder en los meses
venideros. La huida al FMI busca evitar el quiebre, permitiendo bajar la tasa de interés y a la vez financiar la salida de
Lebac a los dólares del FMI.

Son los dólares, no el déficit en pesos. Alejandro Vanoli


En un país de baja dolarización, una devaluación restaura el superávit comercial mediante un ajuste de precios relativos
que reduce las importaciones y vuelve más competitivo al sector exportador.

Pero en Argentina una devaluación se traslada ("pass through") a los precios internos, lo que genera más inflación y
modifica muy poco el resultado externo y a un altísimo costo.

Uno de los peores errores del Gobierno argentino fue subestimar la importancia de la política cambiaria,
implementando una libre flotación y una desregulación financiera absoluta y de shock. Cuando se implementaron en
forma ineficiente, parcial y tardíamente la flotación administrada y ciertas regulaciones cambiarias ya era tarde.

En ese marco es de singular importancia lo destacado por Walter Graziano en su excelente artículo del viernes 1.6.18
en Ámbito Financiero. Argentina no puede tener un solo tipo de cambio efectivo. Es necesario desvincular los precios
internos y externos y evitar que una devaluación sea inflacionaria y pulverice los salarios.
2

En el caso de las exportaciones, Argentina no puede tener un mismo tipo de cambio para la soja que para exportaciones
industriales o servicios de mayor valor agregado. Tampoco puede ser igual el tipo de cambio para bienes esenciales o el
de los insumos críticos, que el de las deudas financieras, repatriación de utilidades, turismo o importaciones de bienes
suntuarios.

Así tipos de cambio efectivos múltiples, de manera directa o indirectamente vía política fiscal, es una política ineludible
de una estrategia de desarrollo que evite la restricción externa. En el mismo sentido habló Melconian en el Rotary hace
unos días. Aludiendo a como la devaluación aumenta el valor del fideo. Que el que quiere un dólar a 40 para viajar o
atesorar, que lo pague.

La estrategia cambiaria se debe complementar con una política de sector externo integral con un sesgo productivista,
que incluya, rever las licencias de importación, subir ciertos aranceles, retrotraer la baja a las retenciones a la soja,
introducir rembolsos en exportaciones de las economías regionales, promover el compre nacional y reimplantar
controles al ingreso de capitales especulativos, además de que se vuelva a requerir aprobación del Banco
Central para ciertas operaciones financieras que impliquen salida de divisas.

EE.UU. y Europa son crecientemente proteccionistas, a contramano de un Gobierno que busca firmar acuerdos de libre
comercio ruinosos para el país, que implicarían una mayor desindustrialización y crecientes desequilibrios económicos y
sociales.

Es de esperar que un gobierno peronista en 2019 llame a un verdadero Pacto Social y promueva un Plan Cuatrienal de
Desarrollo Nacional y no un GAN para el ajuste. No es esperable que el Gobierno cambie, pero podría verse, si tuviera
esperanza de perpetuarse, en el espejo de la derecha conservadora que, en el marco de la crisis del 30, abandonó un
liberalismo económico inviable e introdujo el control de cambios, restricciones arancelarias y para arancelarias,
introdujo el impuesto a las ganancias, creo las Juntas Reguladoras de Granos y Carnes y el Banco Central entre otras
medidas.

Precio costosísimo. Alfredo Zaiat


El dólar a 25 pesos provocó una fuerte licuación de activos en pesos, otro shock inflacionario y un incremento adicional
del ratio deuda/PIB. El regreso del FMI es una pesada herencia para un futuro gobierno de otro signo político.

La corrida cambiaria que lanzó la paridad hasta los 25 pesos tiene varios impactos negativos: un shock inflacionario con
la inmediata caída del poder adquisitivo del salario y las jubilaciones, la licuación de los ahorros en pesos de personas y
empresas, y la economía arrojada a la recesión. Además, el ajuste cambiario provoca el inmediato aumento de la
carga de la deuda en relación al Producto Interno Bruto. Hasta antes de la veloz suba del tipo de cambio a 25 pesos,
ese ratio era del 59 % y después saltó al 69 %, umbral que el mundo de las finanzas internacionales empieza a observar
con cautela. Otro saldo de la corrida es que el FMI volverá a auditar, contra la entrega de un crédito, a la economía
argentina, estadía que resultará una pesada carga para cualquier futuro gobierno que aspire a desviarse de la actual
política económica regresiva.

El deterioro de la relación entre la riqueza generada en pesos (PIB) y el monto de los pasivos en dólares (deuda) se
aceleró con la devaluación, aunque es una tendencia iniciada desde el primer día del gobierno de Macri. El
debilitamiento de la solvencia tiene su origen en la decisión de comenzar un frenético endeudamiento, que acumula
emisiones brutas por 203.406 millones de dólares hasta la semana pasada, con la colocación de los BOTE, de
acuerdo al seguimiento realizado por el Instituto de Trabajo y Economía-Fundación Germán Abdala. El Observatorio de
la Deuda de la UMET registra un monto levemente inferior, que no altera el sentido de la evaluación acerca del
incremento de la vulnerabilidad de la economía macrista.

El monto de la emisión de deuda incluye todas las opciones de colocación utilizadas por el gobierno, desde bonos en
pesos y en dólares, en jurisdicción local y extranjera, y Letras del Tesoro de corto plazo, sin tener en cuenta que hubo
emisiones destinadas a la renovación de algunos de esos títulos al momento del vencimiento. La suma es de la emisión
bruta, no la neta, que es casi la mitad de ese total, sin incluir la deuda del Banco Central de más de 1,3 billón de pesos
en Lebac, equivalente a unos 50 mil millones de dólares.

La secuencia de este ciclo de endeudamiento bruto es impactante:


En 2016:
65.751 millones de dólares.
3

En 2017:
94.682 millones de dólares.
En 2018 (hasta el 18 de mayo):
43.063 millones de dólares

Bloomberg, agencia del mundo de las finanzas internacionales, elaboró un ranking de economías vulnerables al actual
escenario económico mundial de tasas de interés en alza y fortalecimiento del dólar. Argentina ocupa los primeros
lugares junto a Turquía, Egipto y Pakistán considerando los indicadores Cuenta Corriente, monto de reservas en
relación al PIB, tasa de inflación interanual y stock de deuda como porcentaje del PIB.

Solvencia
La deuda está nominada en pesos y en dólares, representando esta última casi el 67 por ciento del total. O sea, una
devaluación significa un mayor esfuerzo del tesoro para hacer frente a los vencimientos de intereses y capital (se
necesitan más pesos para cancelar).

Luego si bien por un lado, el ajuste cambiario licua la parte de la deuda en pesos cuando se la mide en dólares (por
ejemplo, 10.000 pesos son 500 dólares a 20 cada uno; y son 400 a 25), la porción en dólares no se modifica (1000
dólares siguen siendo 1000 dólares).

Sin embargo, como el Producto está nominado todo en pesos, la licuación por devaluación le impacta plenamente y
disminuye fuerte medido en dólares.

En el cociente entre deuda pública y producto (R= Deuda/PIB), en dólares, el componente PIB se achica más que
proporcionalmente que el de la deuda (pesos + dólares), lo que termina empeorando así el ratio de solvencia. El
denominador se achica más y por tanto el cociente aumenta. (Eso quiere decir que la solvencia es menor porque es
mayor la proporción del PIB que se va en deuda). Si antes de la devaluación era de 59,3 por ciento a un dólar de 20,1
pesos, pasó a ser de 69,1 por ciento con un dólar de 25,0 pesos.

Deuda/PIB es un indicador de cuánto de la producción de bienes y servicios de un año sería necesaria para pagar la
deuda. Para países desarrollados es un ratio importante, pero no resulta clave en la evaluación de sus economías, por
ese motivo varios registran cifras por arriba del ciento por ciento. En cambio, para países periféricos, endeudados y
dependientes del financiamiento externo, es un indicador relevante, aunque no único para estimar su solvencia,
porque permite considerar cuál es la capacidad de pago de la deuda. Cuanto más peso tenga el stock de deuda en
relación a la riqueza generada en un año menor será el grado de solvencia.

La secuencia de ese indicador en la economía macrista es el siguiente: de la herencia kirchnerista de 37,6 por ciento en
2015 subió a 54,6 por ciento en 2017, para trepar a 59,3 por ciento antes de la devaluación y ahora ubicarse en 69,1
por ciento. En unos treinta meses, casi se duplicó la señal que advierte acerca de la fragilidad de la economía para hacer
frente a sus compromisos de deuda.

Costos
La economía transitará los próximos meses con tasas de inflación elevadas con mucha probabilidad de culminar el año
en un 30 por ciento, con la actividad en recesión y con un PIB que terminaría neutro o negativo en el año.

Como se explicó arriba, la fuerte devaluación implicó una licuación de la deuda pública en pesos pero también de
activos financieros en pesos, afectando de ese modo el ahorro de pequeños y medianos inversores. El shock
inflacionario por el traslado a precios del ajuste cambiario ya empezó a verificarse en las góndolas (ver notas apartes) y,
sin recomposición de ingresos, trabajadores y jubilados sufrirán una caída del poder adquisitivo.

Tener nuevamente al FMI adentro de la economía argentina es un precio costosísimo que se paga por esta crisis
cambiaria.

Вам также может понравиться