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Responsabilidad civil

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Índice
Responsabilidad civil Página 3

Distintas orbitas de responsabilidad Página 4

Elementos de la responsabilidad civil Página 5

Responsabilidad profesional Página 9

Fallo relacionado Página 11

Bibliografía Página 23

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Responsabilidad civil:
La Responsabilidad significa la sujeción de una persona que vulnera un deber de conducta
impuesto en interés de otro sujeto a la obligación de reparar el daño producido.
Se entiende la responsabilidad como la capacidad de un sujeto para reconocer y admitir los
efectos de una acción que realizó con libertad. A partir de esta capacidad, el individuo
puede ser juzgado y condenado cuando su conducta implica un delito.

La Responsabilidad Civil emerge de una noción del Derecho Natural, conocida ya en los
pueblos primitivos que consistía en el principio de que a nadie le está permitido causar
daño a un tercero y si lo causa está obligado a resarcir el daño.
La mayoría de los autores concuerdan en que en sus orígenes la Responsabilidad Civil sólo
abarcaba aquellos daños personales experimentados por la víctima; con el transcurso del
tiempo la Responsabilidad Civil ya abarcó a daños ocasionados a su patrimonio y ahora, en
los tiempos modernos, la Responsabilidad Civil abarca no sólo los daños ocasionados en su
patrimonio, sino los daños morales que se ocasionen a la persona.
Para que se origine una responsabilidad tenemos el supuesto que haya habido un daño; en
el ámbito civil se responde pecuniariamente ante el daño ocasionado. No como en el penal,
que se responde con la privación de la libertad.
Conceptualizando lo que es la Responsabilidad Civil, encontramos que hay un sujeto,
agente del daño, que obligado a observar un determinada conducta no la observa, ya sea
con su acción o con su omisión, violando esa conducta predeterminada y en consecuencia
causa un daño a un tercero, la víctima, que tiene el derecho de exigir una pretensión al
deudor. El que causa el daño se llama agente, el que lo experimente se llama víctima, el
agente, causante del daño, se transforma en deudor; la víctima que experimente el daño se
transforma en acreedor.

La Responsabilidad Civil implica la reparación, o sea que es un efecto del incumplimiento


culposo que ha causado un daño y que se está obligado a reparar.
Podemos concluir entonces que la Responsabilidad Civil no es más que la afectación del
patrimonio de una persona que, habiendo causado un daño a un tercero, por acción u
omisión, propia o de terceros, o bajo su guarda y custodia, está obligado a reparar el daño.

Díez Picazo define esta responsabilidad como la sujeción de una persona que vulnera un
deber de conducta impuesto en interés de otro sujeto a la obligación de reparar el daño
producido. Y aunque normalmente la persona que responde es la autora del daño, es posible
también que se haga responsable a una persona distinta de aquel, como ocurre, por ejemplo,
con el empresario respecto de los daños causados por sus empleados o dependientes. Esta
responsabilidad civil puede ser a su vez, contractual o extracontractual.

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Distintas orbitas de responsabilidad
En la Teoría General de la Responsabilidad Civil, de la Escuela Clásica Francesa, existían
dos clases de Responsabilidad Civil:

• La Responsabilidad Civil contractual: se ocupa del ámbito del daño que se ocasiona
por el incumplimiento de una obligación generada del acuerdo de voluntades.
Supone la transgresión de un deber de conducta impuesto en un contrato.
“el contrato es ley para las partes” pues bien, teniendo por base que un Contrato es
un acuerdo o compromiso por el que dos o más intervinientes se obligan
recíprocamente a respetar y cumplir una serie de condiciones, entendemos que de
esta forma la palabra empeñada, escrita o no, se convierte en un código de conducta
que debe ser escrupulosamente seguido por quienes convinieron en su
estructuración.

• La Responsabilidad Civil extra-contractual: que deriva del incumplimiento de una


obligación nacida al margen de un contrato, ya sea por un hecho ilícito,
enriquecimiento sin causa, etc. Responde a la idea de la producción de un daño a
otra persona por haber transgredido el genérico deber de abstenerse de un
comportamiento lesivo de los demás.
Se puede definir la responsabilidad extracontractual como aquella que existe cuando
una persona causa, ya sea por sí misma, ya por medio de otra de la que responde, ya
por medio de una cosa de su propiedad o de la cual se sirve, un daño a otra persona,
respecto de la cual no estaba ligada por un vínculo obligatorio anterior relacionado
con el daño producido.

DIFERENCIAS ENTRE LA RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL Y


EXTRACONTRACTUAL

Quizás la principal diferencia radica en la carga de la prueba, pues en la responsabilidad


derivada de un contrato, el contratante cumplido no está obligado a demostrar la culpa del
incumplido, ya que ésta se presume en tanto el segundo no demuestre que su
incumplimiento o el atraso no le son imputables, por caso fortuito o fuerza mayor; en
cambio, en la extracontractual, es la victima la obligada a demostrar no solo el daño
causado, sino la relación de causalidad entre el hecho y el daño, así como los perjuicios
ocasionados por el daño.
La responsabilidad contractual puede ser restringida, aunque con excepciones, mediante
una cláusula limitadora o excluyente de responsabilidad; la extracontractual al no provenir
de contrato alguno, no prevén estas limitaciones documentales, aunque si pudieran
presentarse hechos de compensación que la aminoren o compartan con la víctima.

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La responsabilidad contractual, proviene exclusivamente de un hecho propio atribuible al
contratante incumplido, en tanto la responsabilidad extracontractual, puede provenir por un
hecho propio; o bien, por una conducta de otro, o por hecho ajeno, cuyo autor no ha tenido
ninguna relación jurídica previa con la víctima.

Elementos de la responsabilidad civil


Cuando se den los siguientes cuatro elementos: antijuridicidad, daño, relación de causalidad
entre el daño y el hecho, y factores de imputabilidad o atribución legal de responsabilidad
va a surgir la consecuencia que es la Responsabilidad Civil, que no es más que la
reparación del daño que ha ocasionado el agente del daño, deudor, a la víctima, acreedora,
de tal manera que el agente del daño afecta su patrimonio que es la garantía
general del crédito.

 1º) antijuridicidad
Es lo contrario a la ley, es sinónimo de ilicitud aunque abarca la violación del deber
impuesto contractualmente. Es toda manifestación, actitud o hecho que contraviene no sólo
una norma prohibitiva, sino también la conducta que viola el sistema jurídico en su
totalidad, en el sentido de afectar los valores o principios sobre los cuales ha sido
construido el sistema jurídico. Por tanto, no existe responsabilidad civil cuando el daño se
ha producido dentro de los límites de una conducta lícita.
En la responsabilidad extra contractual la antijuricidad puede ser típica, cuando la conducta
se encuentra prevista en supuestos de hecho normativos, y atípicas, en cuanto a pesar de no
estar regulados en esquemas legales, la producción de las mismas viole o contravenga el
ordenamiento jurídico
Acto ilicito: consiste en una infracción a la ley, (dolosa o culposa) que causa un daño a otro
y que obliga a la reparación a quien resulte responsable en virtud de imputación o
atribución legal del perjuicio.
La ilicitud constituye un elemento del acto ilícito, por eso la norma exige una expresa
prohibición legal. Sienta un principio general de resp. por el hecho propio al imponer la
oblig. de indemnizar el daño que se cause cuando se ejecuta un hecho por culpa o
negligencia. Esta regla integra la específica de no hacer lo que está expresamente prohibido
en una ley, edicto policial u ordenanza municipal o de hacer lo que esta ordenado en la ley.
Actos positivos: cuando la ley prohíbe su ejecución. Puede ser expresa o genérica. Se
responde por la comisión y por la comisión por omisión.
Actos negativos: cuando la ley ordena ejecutar el hecho, se responde por la omisión.

• 2º) daño

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Es invadir las facultades ajenas. Es un menoscabo al patrimonio de un tercero y el autor de
ese menoscabo debe un resarcimiento que ha de restablecer el patrimonio a su estado
anterior. Este deber de resarcir es la Resp. Civil.
Desde una perspectiva jurídica el daño es una condición desfavorable para un sujeto de
derecho que merece ser resarcida, siempre que el evento y la ha producido afecte una
posición protegida por el ordenamiento, y cuando sea imputable a otro sujeto, según un
juicio reglamentado por la Ley. Es importante diferenciar el daño del evento que lo genera.
La finalidad de la reparación de los daños y perjuicios es reparar o resarcir a quien padeció
el daño, como si este no hubiera sucedido.
Para que el daño sea resarcible debe ser cierto, real, concreto, ya sea presente o futuro,
nunca es resarcible un daño hipotético, pues no se tiende al enriquecimiento de la víctima
sino a su reparación. El daño valuable en dinero puede afectar los bienes de una persona, o
su salud física o moral.
Este elemento es fundamental en la responsabilidad civil ya sea esta contractual o extra
contractual, pues en ausencia de daño no hay nada que reparar o indemnizar. El daño se
clasifica en:

Daño Patrimonial: viene a ser la lesión de derechos de naturaleza económica o material,


que debe ser reparada, por ejemplo: la indemnización de un auto. El daño patrimonial se
clasifica a su vez en:
o Daño emergente: Viene a ser la pérdida patrimonial efectivamente sufrida por el
incumplimiento de un contrato o por haber sido perjudicado por un acto ilícito,
implica siempre un empobrecimiento; comprenden tanto los daños inmediatos como
los daños futuros, pues no siempre las consecuencias van a ser inmediatas. Es en
consecuencia la disminución en la esfera patrimonial, es una afectación actual que
ya corresponde a la persona en el instante de daño. Por ejemplo la factura por la
reparación del automóvil abollado.
o Lucro cesante: Se entiende como la ganancia dejará de percibir, o el no incremento
en el patrimonio dañado, mientras que en el daño emergente al empobrecimiento, en
el lucro cesante hay un impedimento de enriquecimiento ilegítimo; es decir, hace un
bien o interés actual que todavía no es de la persona al momento de daño. Por
ejemplo, el dueño del auto destruido no podrá seguir trabajando, por lo que está
dejando de obtener una ganancia.
o Perdida de chance: Cuando la posibilidad de obtener la ganancia o evitar la pérdida
era bastante fundada –o sea, cuando más que posibilidad era una “probabilidad”
suficiente–, la frustración de ella debe ser indemnizada por el responsable: pero esa
indemnización es la de “la chance” misma, que el juez apreciará en concreto, y no
de la ganancia o pérdida que era objeto de aquella, ya que no puede olvidarse que lo
frustrado es propiamente “la chance”, la cual, por su propia naturaleza, es siempre
problemática en su realización. Algunos ejemplos de pérdida de chance son: la
privación de la posibilidad de ganar un premio o un concurso laboral por culpa de
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un tercero, la pérdida de la oportunidad de supervivencia por una malpraxis médica
y la pérdida de posibilidad de obtener una sentencia favorable por omisión del
abogado de interponer una apelación.

Daño Extrapatrimonial: También llamado subjetivo o inmaterial. Viene a ser el daño


ocasionado a la persona en sí misma, dentro de la cual se encuentra el daño moral y a
persona.
o Daño moral: es el daño no patrimonial que se entiende como una lesión a los
sentimientos de la víctima y que produce un gran dolor, aflicción o sufrimiento, por
ejemplo, la pérdida de un ser querido. Lo reclama la víctima, sólo le compete a la
misma salvo que muera y lo pueden reclamar los herederos
Es frecuente considerar que el daño moral es el dolor, la angustia, la aflicción física
o espiritual, la humillación, y, en general, los padecimientos que se han infligido a
la víctima. Pero ¿qué son en verdad esos dolores, angustias, aflicciones,
humillaciones y padecimientos? Si se analizan bien, podríamos decir, que sólo son
estados del espíritu, consecuencia del daño. Estos estados del espíritu constituyen el
contenido del daño en tanto y en cuanto previamente, se haya determinado en qué
consistió el daño sufrido por la víctima. El Derecho no resarce cualquier dolor,
humillación, aflicción o padecimiento, sino aquéllos que sean consecuencia de la
privación de un bien jurídico, sobre el cual la víctima tenía un interés jurídicamente
reconocido. Por lo tanto, lo que define al daño moral no es el dolor o los
padecimientos, estos serán resarcibles en la medida que sean consecuencias de la
lesión a una facultad de actuar que impide o frustra la satisfacción o goce de
intereses no patrimoniales, reconocidos a la víctima del daño por el ordenamiento
jurídico. Y estos intereses, pueden estar vinculados tanto a derechos patrimoniales
como a derechos extrapatrimoniales.

• 3º relación de causalidad entre el daño y el hecho


Es el nexo de unión que necesariamente debe existir entre la acción y el daño producido. Es
decir, que entre este resultado dañoso, y aquel hecho imputable debe existir una relación
causa-efecto o, en otras palabras, ha de probarse que el daño proviene a consecuencia de la
acción.
Éste es un elemento objetivo que alude a una vinculación exterior entre la conducta del
sujeto y el daño, y que se halla especialmente requerido por la ley civil. Como enseña
Machado, son imputables las consecuencias causales de los hechos reprobados por las
leyes, cuando la causalidad de ellas ha sido perjudicial por causa del hecho.
La relación de causalidad refiere entonces a la vinculación que debe existir entre un hecho
y el daño, para que el autor de ese comportamiento deba indemnizar el perjuicio: El hecho
debe ser el antecedente, la causa del daño, y, por tanto, el detrimento o menoscabo aparece
como el efecto o la consecuencia de ese obrar.

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• 4º factores de imputabilidad o atribucion legal de resp.
Es el último de los elementos de la responsabilidad civil y se resume en la pregunta ¿a
título de que es responsable? Viene a ser el fundamento del deber de indemnizar; existen
los denominados factores de atribución subjetivos y objetivos. “La atribución de un daño al
responsable puede basarse en factores objetivos o subjetivos. En ausencia de normativa, el
factor de atribución es la culpa” art 1721 del codigo civil

o Factores subjetivos. Son factores subjetivos de atribución la culpa y el dolo. La


culpa consiste en la omisión de la diligencia debida según la naturaleza de la
obligación y las circunstancias de las personas, el tiempo y el lugar. Comprende la
imprudencia, la negligencia y la impericia en el arte o profesión. El dolo se
configura por la producción de un daño de manera intencional o con manifiesta
indiferencia por los intereses ajenos.

o Factor objetivo. El factor de atribución es objetivo cuando la culpa del agente es


irrelevante a los efectos de atribuir responsabilidad. En tales casos, el responsable se
libera demostrando la causa ajena, excepto disposición legal en contrario. Cuando
de las circunstancias de la obligación, o de lo convenido por las partes, surge que el
deudor debe obtener un resultado determinado, su responsabilidad es objetiva.

¿CÓMO SE CUANTIFICAN LOS DAÑOS?

La finalidad de la indemnización es restablecer exactamente como sea posible el equilibrio


destruido por el hecho ilícito. En la determinación del "quantum" indemnizatorio los jueces
de grado deben individualizar y ponderar los elementos de juicio que sirven de base a su
decisión para garantizar un eventual control de la legalidad y razonabilidad en lo resuelto.
La cuantificación del perjuicio depende de los elementos de juicio que proporcione el
interesado, es decir, "en lo que en más o en menos resulte de la prueba".
Por ejemplo, en el caso de fallecimiento de la víctima, la vida humana no tiene un valor
económico en sí misma, sino respecto de terceros y en función de sus reclamos resarcitorios
por daño material. Para la cuantificación del daño puede acudirse a una simple, lineal y
mecánica multiplicación de la suma representativa del aporte mensual que hacía el fallecido
por número estimativo de meses que le restaban de vida útil al mismo. Las prestaciones
indemnizatorias deben asegurar, en este caso, a los reclamantes las condiciones de
vivienda, salud, educación y esparcimiento, razonablemente esperables a partir de la
situación económica y expectativas de progreso del fallecido.
En cuanto a la determinación de la existencia de daño moral y la determinación de su
cuantía corresponde tener en cuenta el carácter resarcitorio, la índole del hecho generador,
la entidad del sufrimiento causado y que no tiene necesariamente que guardar relación con
el daño material, las circunstancias laborales y personales pues no se trata de un daño
accesorio a este. Para evaluar el monto del daño moral se debe tener presente que este rubro
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es independiente del daño material, inclusive si ha dado lugar al mismo, aún cuando la
víctima no ha sufrido ninguna incapacidad, no estando sujeto a porcentaje alguno.
En conclusión, para no incurrir en arbitrariedad, el Juez debe expresar las pautas objetivas
que se han tenido en cuenta para evaluar el valor vida, como son la edad de la víctima, las
circunstancias personales y su capacitación; su condición social, su formación y la
gravedad de las lesiones; la totalidad de los ingresos, las posibilidad de ascenso en la
carrera profesional vedadas por las secuelas del infortunio y las cargas familiares; sin verse
obligado a limitarse a fórmulas matemáticas.

La responsabilidad civil profesional


La responsabilidad civil profesional es aquella que incumbe a una determinada persona por
los daños causados a un tercero, como consecuencia de una acción u omisión negligente en
el ejercicio de su actividad profesional. En definitiva, la responsabilidad civil profesional
ampara los daños y perjuicios demostrados consecuencia directa de un incumplimiento
negligente de obligaciones profesionales.

El aumento progresivo del bienestar social en nuestro entorno cultural ha incrementado el


acceso a los bienes de consumo y por ende, a los servicios profesionales. Esta demanda de
servicios o prestaciones profesionales se ha visto correspondida por una oferta cada vez
más especializada, en la medida en que los profesionales han tenido que acudir a
conocimientos más profundos para poder realizar adecuada y correctamente su actividad.
Como consecuencia de ello nos encontramos, en primer lugar, con un claro aumento de las
obligaciones que tales profesionales han de cumplir y que van desde las generales de una
mayor preparación y cualificación, hasta las específicas con cada cliente en concreto, como
son el deber de información y secreto. Más, por otra parte, la posesión de esos
conocimientos profundos y especializados ha modificado la tradicional relación que existía
entre profesional y cliente pues, al distanciamiento natural que entre ambas partes se
produce por sus respectivas condiciones de experto y profano, se une la necesaria
dependencia del cliente a los conocimientos del experto, lo cual genera una situación de
privilegio del profesional que, paradójicamente y en ocasiones, puede ser fuente de un
clima de desconfianza. Ello explica -en parte- el notorio crecimiento de las reclamaciones y
demandas dirigidas frente a los profesionales en general, pues ninguna duda cabe de que el
ciudadano conoce y se informa cada día mejor de sus derechos.

En el amplio marco de la actividad profesional, la responsabilidad por daños es la contraída


por el profesional cuando al desplegar su oficio incurre en un ilícito, es decir, cuando
contraviene, por las causas que sean, su prestación o actividad previamente demandada por
quien ha concertado sus servicios (ya se llame paciente, usuario, cliente etc.). En definitiva,
se trata de la responsabilidad por el ejercicio de su hacer de quien ha sido por su profesión
requerido por otra persona, mediante la concertación de un negocio jurídico. Y desde esta

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perspectiva, cabe afirmar que en la actuación del responsable preexiste siempre esa
conexión con el destinatario de su conducta profesional, con independencia de que, en
términos amplios, se pueda incurrir en responsabilidad civil por cualquier persona cuando
por su conducta o por sus hechos se transgreda una norma de general convivencia, ínsita en
el naeminen laedere y en los postulados del artículo 1.902 del Código Civil. En otras
palabras, no cabe imaginar que en el mundo real, quien por su titulación o estamento, o por
sus conocimientos específicos, o por su propia pericia, venga, por lo general, a actuar
espontáneamente, sin ser antes requerido al efecto, e incurrir en su conducta en un ilícito
causante de responsabilidad; lo cual no obsta para que, en casos excepcionales, deba hasta
atisbarse un comportamiento profesional sin esa previa conexión negocial.

Por tanto y desde lo expuesto, parece que, en principio, no hay duda en


el anclaje mayoritario de todas las vicisitudes de este tipo de responsabilidad civil
profesional dentro de la especie de responsabilidad contractual, esto es, aquella que late o
se gesta cuando, tras el negocio que rodea la relación entre el ejecutor y el destinatario, por
parte del ejecutor y precisamente por la profesión que ostenta, se ha conexionado con el
usuario o el destinatario, de tal suerte que, al cumplir la prestación requerida concertada,
incurre en cualquiera de las conductas contraventoras de la regulación de dicha prestación.

OBLIGACION DE MEDIOS Y DE RESULTADOS

A la hora de determinar la responsabilidad civil adquiere una especial trascendencia la clase


de obligación ante la que nos hallemos, de medios o de resultado, pues siendo el
incumplimiento uno de los requisitos básicos para que surja esta responsabilidad (artículo
1.101 del Código Civil), aquél dependerá de la clase de obligación de que se trate. Y así:

• Cuando una norma o un contrato obligan a una persona a alguna cosa determinada,
sea ésta una acción o una abstención (un hacer o un no hacer algo), esta obligación
es considerada de resultado. Es el caso de un transportista que se obliga a llevar
determinada mercancía a un destino en particular. La responsabilidad en este
supuesto es prácticamente automática, pues la víctima sólo debe probar que el
resultado no ha sido alcanzado, no pudiendo el demandado escapar a dicha
responsabilidad salvo si prueba que el perjuicio proviene de una causa ajena (como
por ejemplo, de un caso fortuito o de fuerza mayor).

• Cuando una norma o un contrato sólo obligan a una persona a actuar con prudencia
y diligencia, la obligación es considerada de medios. Nos encontramos aquí con la
obligación del médico respecto a su paciente, pues el primero no tiene la obligación
de sanarlo, sino de poner sus mejores oficios y conocimientos (lex artis) al servicio
del segundo, es decir, el médico ha de actuar de forma prudente y diligente (sin
embargo, hay excepciones; en algunos supuestos, como ocurre en la cirugía estética

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voluntaria y en la especialidad de odontología, el médico asume una obligación de
resultado). En estos supuestos corresponde a la víctima (demandante) la carga de la
prueba, por lo que deberá probar que el agente fue negligente o imprudente al
cumplir sus obligaciones. La responsabilidad en los supuestos de obligación de
medios es más difícil de demostrar dado que el incumplimiento no sólo depende de
no haber logrado el resultado (en el ejemplo del médico, sanar al paciente), sino que
habrá que demostrar que pudo ser posible haberlo logrado de haber actuado
correctamente el obligado o profesional.

LOS SEGUROS DE RESPONSABILIDAD PROFESIONAL

Debe recordarse, en primer lugar, que el contrato de seguro no es un negocio celebrado


entre dos partes, sino que beneficia también a terceros. Hay que destacar, en segundo lugar,
la importante función preventiva que pueden desempeñar en algunos sectores profesionales,
en los que las compañías de seguros van exigiendo con mayor frecuencia a las empresas
garantías suficientes de prevención de riesgos, solicitando, en su caso, la corrección de las
fuentes de tales riesgos antes de concertar la correspondiente póliza de seguro. Por otro
lado, los seguros constituyen un medio eficaz para reducir la litigiosidad entre el
profesional y su cliente, renunciándose en muchos casos a la vía judicial, cuando las partes
implicadas encuentran por este medio una adecuada satisfacción a sus respectivos intereses.
Y respecto al comportamiento de las compañías aseguradoras al tiempo de concertar la
póliza correspondiente, éstas tienen la obligación de suministrar una información adecuada
sobre el alcance de las cláusulas del contrato, perjudicándoles a ellas la interpretación de las
estipulaciones que se hayan redactado de forma oscura o ambigua. Para terminar, tan sólo
señalar que, de la misma manera que los contratos de seguro (obligatorios o voluntarios)
constituyen una importante vía de reparación que suele eliminar la vía judicial formal,
sobre todo cuando son concebidos como apoyo de sistemas de responsabilidad objetiva,
también las vías extrajudiciales pueden suponer un importante mecanismo de reducción de
la confrontación inter partes, con la consiguiente eliminación de la carga emocional
inherente a todo proceso. Los procedimientos a tal efecto disponibles se centran
fundamentalmente en el arbitraje y la mediación, siendo conocidos, en el sector de la
Sanidad, los ejemplos de Suecia y Finlandia, donde existen comisiones de evaluación de la
responsabilidad y de fijación de la indemnización, con carácter voluntario u obligatorio
para las partes.

Fallo relacionado
LAS AMBULANCIAS TIENEN OBLIGACIÓN DE RESULTADO
La Cámara Civil condenó a una empresa de emergencias médicas a resarcir a los padres de
una joven de 22 años que murió porque la ambulancia llegó una hora tarde. Los jueces

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resaltaron las tres funciones de estos servicios: “proceder a acudir con urgencia al lugar que
la patología del paciente demande; la posterior prestación galénica primaria; y/o el ulterior
traslado -con la debida premura- para la continuación del tratamiento”.
Los jueces Mauricio Mizrahi, Gerónimo Sansó y Claudio Ramos Feijóo, integrantes de la
Sala B de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil de la Capital Federal, en autos
caratulados “D.I.N. c/ Unidad Coronaria Móvil Quilmes S.A. s/ daños y perjuicios”,
condenaron a la empresa de emergencias médicas demandada a indemnizar con 182.420
pesos a los padres de una joven de 22 años que falleció porque la ambulancia llegó con una
hora de demora.
“Es evidente que una demora de más de una hora ante un llamado de urgencia para una
atención domiciliaria, comporta dejar de lado la obligación fundamental que asumen este
tipo de empresas; vulnerando así la confianza, tranquilidad y protección depositadas en
ellas”, consideraron los magistrados.
Se trata del caso de una joven cuyos padres llamaron el 11 de abril de 2002 al servicio
médico de urgencias por un cuadro de asma. El primer llamado lo hicieron a las 11:35 pero
la ambulancia llegó a las 12:40, cuando la joven ya había fallecido, según se estableció.
“No cabe sino concluir que la demandada ha incumplido con la prestación que tenía a su
cargo de acudir en forma urgente al lugar que la patología de la paciente lo demandase”,
consideraron los magistrados que sostuvieron que las empresas de urgencias tienen tres
obligaciones principales para con sus clientes.
Esas obligaciones son: “proceder a acudir con urgencia al lugar que la patología del
paciente demande (dentro de un radio geográfico predeterminado y con el equipamiento -
humano y material- adecuado); la posterior prestación galénica primaria; y/o el ulterior
traslado -con la debida premura- para la continuación del tratamiento”.
Los jueces explicaron que la llamada médica de emergencia “es una obligación de
resultado, donde el factor de atribución de responsabilidad es de carácter objetivo -fundado
en la garantía-” por lo que para eludir la eximición “la demandada tendrá que acreditar la
culpa de la víctima o de un tercero ajeno a la imputabilidad del hecho”.
“Cabe resaltar que las causales de exoneración de responsabilidad serán de interpretación
restrictiva y excepcional; de manera que la liberación solo ha de acontecer cuando se está
antes hechos que puedan calificarse de inevitables, imprevisibles, y totalmente ajenos al
prestador”, agregaron los camaristas.
Los magistrados sostuvieron que para que se de una indemnización se debe dar una
“relación de causalidad que tiene que existir entre el hecho (en el presente juicio, el
incumplimiento que se atribuye a la accionada) y el daño producido”. “Se trata, ni más ni
menos, que de la imputatio facti; o sea, la verificación de una relación causal entre un
antecedente y un consecuente y, en función de ella, determinar que el daño acontecido es
consecuencia de un hecho o hechos concretos”, agregaron.
En el caso de autos no se pudo determinar si la joven hubiera sobrevivido en caso que la
ambulancia llegara a tiempo pero el perito médico dejó en claro que el arribo oportuno

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“probablemente” hubiera aumentado “radical y exponencialmente las posibilidades de
reversión del cuadro que provocó el deceso”.
“Así las cosas, tras un examen detenido de la causa, y teniendo en cuenta además que el
dictamen pericial no se impugnó por las encartadas, estimo que en el caso estamos ante una
pérdida de chance seria; vale decir, que ésta ha alcanzado un grado tal de magnitud que
permite erigirla en una probabilidad suficiente de evitar el daño acontecido”, concluyeron
los jueces. (Dju)

FALLO COMPLETO

Buenos Aires, Capital de la República Argentina, a los 5 días del mes de junio de dos mil
nueve, reunidos en Acuerdo los Señores Jueces de la Excma. Cámara Nacional de
Apelaciones en lo Civil, Sala “B”, para conocer en los recursos interpuestos en los autos
caratulados: “D.I.N. c/ Unidad Coronaria Movil Quilmes S.A. s/ daños y perjuicios”
respecto de la sentencia de fs.478/492 el Tribunal estableció la siguiente cuestión a
resolver:

¿Es ajustada a derecho la sentencia apelada?


Practicado el sorteo resultó que la votación debía efectuarse
en el siguiente orden Señores Jueces Doctores: MAURICIO LUIS MIZRAHI.-
CLAUDIO RAMOS FEIJOO – GERONIMO SANSO.-
A la cuestión planteada el Dr. Mizrahi, dijo:

I. Antecedentes
La sentencia de primera instancia, obrante a fs. 478/492, resolvió hacer lugar parcialmente
a la demanda promovida por N.B.I. y H.E.C. y, en consecuencia, condenó a la Unidad
Coronaria Móvil Quilmes S.A. al pago de una suma de dinero, con más sus intereses y
costas.
Asimismo, el a quo dispuso extender la condena a Sancor Cooperativa de Seguros
Limitada, en los términos del artículo 118 de la ley 17.418.
Destácase que la presente litis tuvo su origen en la demanda que luce agregada a fs. 92/100,
mediante la cual los accionantes reclamaron los daños y perjuicios derivados de la muerte
de su hija L. B.C.. En esa oportunidad, relataron que con fecha 11 de abril de 2002, con
motivo del cuadro de asma que presentara su hija, se comunicaron con el número de
emergencias de la accionada a fin de requerir el envío inmediato de asistencia médica; el
cual recién se efectivizara una hora después – a pesar de la gran cantidad de llamados
reiteratorios-atribuyéndose entonces a esta demandada la responsabilidad por el referido
deceso.

II. Los agravios


Contra dicho pronunciamiento se alzaron la parte actora, expresando agravios a fs. 538/546,
cuyo traslado fue contestado por la citada en garantía a fs. 566/568; y la parte demandada y
su citada en garantía, cuyas quejas están glosadas a fs. 547/552 y 553/558, respectivamente.
La réplica a estos agravios obra en el escrito de los pretensores glosado a fs. 560/565.

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Todas las partes intervinientes en el proceso se agraviaron tanto de la determinación de
responsabilidad dispuesta por el juez de grado -un 70% para la encartada y el 30% restante
atribuida a la enfermedad padecida por la extinta y al accionar de sus progenitores-; como
de los montos que fueran concedidos por las partidas indemnizatorias de daño material -
valor vida-, tratamiento psicológico y daño moral. A su vez, la parte demandada cuestionó
también las sumas otorgadas por los rubros de incapacidad psíquica y gastos de farmacia y
traslados.

III. Cuestiones a dilucidar.


El thema decidendum de esta Alzada quedó circunscripto a determinar: a) la atribución de
responsabilidad por los hechos acaecidos, b) la procedencia y cuantía de los diversos rubros
indemnizatorios que fueran materia de agravio.
Razones de orden metodológico imponen dar tratamiento, en primer lugar, a la cuestión
relativa a la atribución de responsabilidad. Ello en virtud de que, en caso de darse total
acogida al planteo de la demandada, resultaría abstracto el tratamiento de los restantes
agravios.
Antes de ingresar en la cuestión de fondo he de efectuar una advertencia preliminar: en el
estudio y análisis de los agravios he de seguir el rumbo de la Corte Federal y de la buena
doctrina interpretativa. En efecto, claro está que los jueces no están obligados a analizar
todas y cada una de las argumentaciones de las partes, sino tan sólo aquéllas que sean
conducentes y posean relevancia para decidir el caso (ver CSJN, “Fallos”: 258:304;
262:222; 265:301; 272:225; Fassi Yañez, “Código Procesal Civil y Comercial de la Nación,
Comentado, Anotado y Concordado”, T I, pág. 825; Fenocchieto Arazi. “Código Procesal
Civil y Comercial de la Nación. Comentado y Anotado”, T 1, pág. 620). Asimismo, en
sentido análogo, tampoco es obligación del juzgador ponderar todas las pruebas agregadas,
sino únicamente las que estime apropiadas para resolver el conflicto (art. 386, in fine, del
ritual; CSJN, “Fallos”: 274:113; 280:3201; 144:611).
Es en este marco, pues, que ahondaremos en la cuestión de fondo del caso sub examine.

IV. La atribución de responsabilidad.


IV.a. A fin de poder dilucidar si corresponde endilgarle responsabilidad a la encartada por
los hechos acaecidos, resulta menester analizar -en primer lugar- la relación jurídica que la
unía con la parte actora. Ello es así ya que, examinando los sucesos acreditados en autos,
estaremos en condiciones de determinar si la emplazada cumplió con las obligaciones que
tenía a su cargo; y, para el caso de una respuesta negativa, si dicho incumplimiento tuvo
relación causal con el evento dañoso.
Para comenzar, diré que el prestador de un contrato de cobertura de emergencia médica
tiene a su cargo tres obligaciones principales; a saber: proceder a acudir con urgencia al
lugar que la patología del paciente demande (dentro de un radio geográfico predeterminado
y con el equipamiento -humano y material- adecuado); la posterior prestación galénica
primaria; y/o el ulterior traslado -con la debida premura- para la continuación del
tratamiento.
La escasa doctrina y jurisprudencia que se ha expedido sobre esta relación contractual está
conteste en afirmar que la primera de las obligaciones acudimiento urgente al lugar que la
patología del paciente lo demande- es una obligación de resultado, donde el factor de
atribución de responsabilidad es de carácter objetivo -fundado en la garantía-. De ello se

14
desprende que para eximirse del deber de responder, la demandada tendrá que acreditar la
culpa de la víctima o de un tercero ajeno a la imputabilidad del hecho, o bien la existencia
del casus genérico del art. 513 del Código Civil. Cabe resaltar que las causales de
exoneración de responsabilidad serán de interpretación restrictiva y excepcional; de manera
que la liberación solo ha de acontecer cuando se está antes hechos que puedan calificarse de
inevitables, imprevisibles, y totalmente ajenos al prestador.
En lo que se refiere a la llegada a tiempo para la prestación del servicio -único punto que se
discute en lo que hace a la responsabilidad- claro está que se trata de una obligación de
plazo esencial; toda vez que el retardo en el cumplimiento de su objeto ha de equivaler al
incumplimiento total. De aquí se sigue que se generará responsabilidad si queda
demostrado que existe un nexo de causalidad entre la mora y el perjuicio (empeoramiento o
muerte del paciente).
Por lo dicho, estarán fuera de análisis en el presente caso otras situaciones, ya que la parte
actora en ningún momento cuestionó la prestación galénica primaria -obligación de
medios, con factor de atribución de responsabilidad subjetivo-; y ello en razón que sostuvo
que la joven ya había fallecido al momento en que arribó la ambulancia. Tampoco se objeta
en la causa el ulterior traslado -obligación de resultado, con factor de atribución de
responsabilidad objetivo-, debido a que, precisamente, ya se estaba ante un desenlace
producido: el deceso de la enferma (ver, Meneghini, Roberto A., “Acerca de la
responsabilidad civil derivada del contrato de cobertura de emergencias médicas”, LA
LEY 2003 A, 1201).
IV.b. Habrá que desentrañar, en consecuencia, si ha mediado incumplimiento del prestador
en arribar en tiempo oportuno a cubrir la emergencia de autos. Para evaluar el tema
debemos remitirnos -necesariamente- a las probanzas anejadas en estas actuaciones.
El juez de grado tuvo por acreditado que los progenitores de la fallecida llamaron por
primera vez al servicio de emergencia a las 11.35,11 hs. (lo cual no es objeto de debate ya
que fue aceptado por la misma encartada) y que la ambulancia recién habría arribado al
lugar a las 12.30 hs. Para afirmar esta última circunstancia, el a quo se basó en las
declaraciones testimoniales de Timotea Cabrera, Viviana Alicia de Marchi, Mirta Susana
Berrios y Enrique León Ibarra.

Conforme a las referidas declaraciones, la accionada demoró casi una hora desde el primer
llamado efectuado por los pretensores (v. fs. 219, 245, 252 y 265). Ahora bien, sobre esta
cuestión se agraviaron tanto la demandada como su citada en garantía; cuestionando a los
mentados testigos (aportados por la parte actora), ya que consideraron que se trataba de
vecinos que buscaban favorecerla. En cambio, echaron mano a otros testimonios (v. fs.
233/236, 238 y 249/251) entendiendo que éstos no debían ser dejados de lado por el mero
hecho de que los deponentes fuesen trabajadores en relación de dependencia de la empresa.
En definitiva, los emplazados postulan ante esta Alzada que la ambulancia en cuestión
habría arribado al domicilio de los accionantes dentro de los quince minutos de efectuado el
primer llamado.
Anticipo que he de proponer al Acuerdo que no se acojan los agravios de las accionadas. Es
que, por un lado, no puede soslayarse que la propia aseguradora adujo en su contestación de
la citación (y en su alegato) que cuando la ambulancia arribó al lugar la joven ya había
fallecido. En este sentido, obsérvese que del certificado de defunción anejado en autos y del
informe emanado por el Registro de las Personas de la Provincia de Buenos Aires se

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desprende que el deceso aconteció a las 12.40 hs (v. fs. 246/247); circunstancia ésta que
permitiría inferir que la ambulancia llegó más de una hora tarde al lugar de los hechos. Esto
es, pasadas las 12.40 hs. (y no a las 12.30 hs. como estimó el judicante), dado que la muerte
ya había acaecido cuando se produjo la llegada del vehículo. Entonces, si no es motivo de
debate en la causa que el primer llamado fue a las 11.35 hs., y la ambulancia estuvo en el
lugar después de las 12.40 hs. (momento de la muerte de la joven), aparece claro que
transcurrió más de una hora desde que se requirió el servicio.
Por otro lado, es indudable que si bien no cabe descartar sin más las deposiciones
provenientes de los dependientes de una de las partes, tal situación impone la necesidad de
una ponderación rigurosa de sus declaraciones como elementos aptos de convicción para
dirimir la litis. Repárese que tratándose de cuestiones relacionadas con el cumplimiento de
sus funciones específicas -que podrían comprometer la responsabilidad laboral de los
declarantes-, resulta obvio que, al menos, la imparcialidad de los testimonios no parece
estar garantizada (ver, CNCiv, Sala I, “Navarro de Chasampi, Laurinda G. c/ Ferrocarriles
Argentinos s/ daños y perjuicios”, del 23/09/1997).
A mayor abundamiento, recuérdase que en el terreno de la apreciación de la prueba, y en
especial de la prueba testimonial, el juzgador puede inclinarse por la que le merece mayor
fe en concordancia con los restantes elementos de mérito que puedan obrar en el
expediente, siendo ello en concreto una facultad privativa del magistrado; aunque desde
luego sin apartarse de las reglas de la sana crítica. No debe perderse de vista que la
credibilidad de los testimonios depende de su verosimilitud, latitud, seguridad,
conocimiento del deponente, razones expuestas y, en fin, de la confianza que inspiran;
elementos que deben ser apreciados de conformidad con los arts. 386 y 456 del ritual (ver.
Rosa, Eliézer, “Diccionario de proceso civil”, Río de Janeiro, 1957, pag. 341; CNCiv, Sala
A, in re “Domínguez, Nelson N. c/ Gómez Eugenio s/ daños y perjuicios”, del 5/5/1998). Y
es esa evaluación -precisamente- la que me inclina a dar crédito a las declaraciones
testimoniales aportadas por la parte actora y, paralelamente, a descartar los dichos de los
testigos ofrecidos por las emplazadas. Sucede que resulta inaudible que la ambulancia
arribara alrededor de las 11.50 hs. (15 minutos después del primer llamado), como dicen
estos últimos testigos, cuando la muerte tuvo lugar a las 12.40 hs. y la citada en garantía
reconoció que el servicio de auxilio llegó después de aquel hecho.
Asimismo, es de destacar que el Decreto 3280/90 de la Provincia de Buenos Aires,
(aplicable en la especie por haber ocurrido el evento en la localidad de Quilmes, Provincia
de Buenos Aires) dispone en su art. 21 inc. b), que se establecerá como radio del
S.P.E.M.M. (servicio privado de emergencias médicas móviles) aquel comprendido dentro
de una distancia que asegure un tiempo de llegada de quince (15) minutos desde la base
operativa central al sitio de la emergencia a partir de la recepción del pedido de auxilio;
disposición que tiene por objeto una atención precoz para poder cumplir con el carácter de
emergencia médica.
Como corolario de lo expuesto, y de acuerdo a los elementos probatorios colectados en
autos, no cabe sino concluir que la demandada ha incumplido con la prestación que tenía a
su cargo de acudir en forma urgente al lugar que la patología de la paciente lo
demandase. Es evidente que una demora de más de una hora ante un llamado de urgencia
para una atención domiciliaria, comporta dejar de lado la obligación fundamental que
asumen este tipo de empresas; vulnerando así la confianza, tranquilidad y protección
depositadas en ellas (conf. CNCiv, Sala K, “T. de M., N., c. L., M., y otros”, LA LEY, 14
de setiembre de 2001). Por lo tanto, considero que la encartada deberá responder por los
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daños y perjuicios que dicho incumplimiento haya irrogado, y en la medida que se
compruebe en los presentes actuados -como seguidamente se verá- la existencia de un
vínculo causal adecuado.

IV.c. Efectivamente, para que el tribunal imponga a la demandada un deber reparatorio


deben reunirse todos los presupuestos de la responsabilidad; y entre ellos destaco -
por resultar crucial en estos autos – la relación de causalidad que tiene que existir entre
el hecho (en el presente juicio, el incumplimiento que se atribuye a la accionada) y el daño
producido. Se trata, ni más ni menos, que de la imputatio facti; o sea, la verificación
de una relación causal entre un antecedente y un consecuente y, en función de ella,
determinar que el daño acontecido es consecuencia de un hecho o hechos concretos (en el
caso, el mentado incumplimiento de arribar la ambulancia en tiempo para prestar el servicio
contratado).
Por supuesto que habrá que tener sumo cuidado para desentrañar qué hecho o serie de
hechos que se atribuyen a la emplazada son realmente la causa del perjuicio sufrido por
la parte actora. Este punto, a su vez, nos lleva de la mano a otro, cual es la precisión del
concepto de causa. Al respecto, es sabido que -conforme a la directiva del art. 906 del
Código Civil- no todas las condiciones necesarias de un resultado son equivalentes.
Causa de un daño es sólo aquella que, según el curso natural y ordinario de las cosas , es
idónea para producir el resultado. Las demás condiciones, que no producen normal y
regularmente ese efecto, serán sólo condiciones antecedentes o factores concurrentes (ver
Bustamante Alsina, Jorge, “Teoría general de la responsabilidad civil”, novena edición, p.
270, Nº 590; Orgaz, Alfredo, “El daño resarcible”, ed. Marcos Lerner, p. 43; esta Sala en
autos “Tarrio Cabanas de Ludovico, Mercedes c/ Cabanne, Ana María s/ Daños y
Perjuicios”, del 5/4/1999, Expte. libre Nº 255.011; íd., in re “Ayam, Alicia Mónica
c/Fernández Humble, Raúl s/ Daños y Perjuicios”, Expte. libre N 390.230, del 23/11/2005,
La Ley On line).
A tenor del precisado encuadre, entiendo que los daños que corresponderían indemnizar en
el caso estarían delimitados por la circunstancia de haberse privado a la joven fallecida
de la posibilidad de ser atendida en tiempo y forma. Ello significa, claro está, que lo que se
verifica en la presente causa es una pérdida de chance; concretamente la probabilidad de
sobre vida que hubiera tenido la occisa de haber llegado la ambulancia a tiempo.
Sobre el tema en análisis, hay acuerdo doctrinario de que estamos ante una chance cuando
existe la oportunidad, con visos de razonabilidad o fundabilidad, de lograr una ventaja o
evitar una pérdida. Y por supuesto que la frustración de esa probabilidad, imputable a otro,
engendra un perjuicio resarcible. Vale decir, que hay algo actual, cierto e indiscutible; y
ello es la efectiva pérdida de la oportunidad de lograr un beneficio. Al respecto creo
indispensable efectuar dos precisiones. La primera, es que la pérdida de chance no genera
la obligación de indemnizar cuando se trata de la frustración de meras posibilidades o
expectativas; es decir, cuando éstas son muy vagas o generales, pues en tales casos el
daño que se invoca sería puramente eventual o hipotético, y es sabido que resulta
improcedente conceder indemnizaciones de las meras conjeturas. De ahí que
esa posibilidad perdida -para dar nacimiento a la obligación de indemnizar-
tiene que tener una intensidad tal de modo que se erija en una probabilidad suficiente;
o sea, que es necesario que la pérdida se encuentre debidamente fundada a través de la
certeza de la probabilidad del perjuicio.

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La segunda precisión a efectuar en materia de chance es que -cuando lo truncado es una
probabilidad suficiente- lo que se indemniza es la chance misma y no la ganancia o
pérdida que era objeto de aquélla; a cuyo efecto el juez ha de evaluar la mayor o menor
probabilidad de que esa chance se convierta en cierta. Esto significa, desde luego, que
el resarcimiento a disponer en ningún supuesto ha de tener el alcance que lo identifique
con el beneficio perdido, pues -si mediara tal identificación- se estaría indemnizando
específicamente la ganancia frustrada o la pérdida generada, y no la probabilidad de
lograrla o de evitarla, que hace a la esencia de la chance.
La jurisprudencia y doctrina, como ya se anticipó, es coincidente en los precedentes
lineamientos (ver esta Sala, en autos, “Torres, Horacio J. c/ Microómnibus Norte L. 60″,
del 16/11/2006; íd., “Simone de Del Moral, Emilia R. c/ Granja, Miguel A.”, del 18/03/08,
JA 2009-I; íd., in re “Oubiña c/ Soc. Italiana de Beneficencia y ots.”, del 27/2/2008;
CNCiv., Sala C, del 5/8/74, LL 156-274; CNCiv., Sala G, del 21/12/81, LL 1982-D-475;
CNCiv., Sala J, del 23/4/2007, en autos “V.A. c/ Banco Superville; CNCiv., Sala D,
del 24/5/2006, “G., R.L. c/ G., P.A. y otros”; SC Mendoza, Sala 2, del 31/10/79, JA
1980-I-197; CNFed. Civ. y Com., Sala 2, del 26/8/88, LL 1989-A-342; Zabala de
Gonzalez, Matilde, “Resarcimiento de daños”, vol. 2 “Daños a las personas”, p. 373 y
sigtes., ed. Hammurabi, Buenos Aires, 1991; Alterini, Atilio Aníbal, Ameal, Oscar José y
López Cabana, Roberto M., “Derecho de Obligaciones”, p. 790, N 1856, 2 edición, Ed.
Abeledo Perrot, Buenos Aires, 1998).
En el caso que ahora me toca decidir no sabemos en verdad si la joven hubiera sobrevivido
de haberse prestado el servicio en tiempo y forma. Tal cual señaló el juez que me precedió,
el experto médico designado en autos dictaminó que probablemente hubieren aumentado
radical y exponencialmente las posibilidades de reversión del cuadro que provocó el deceso
si el auxilio médico se hubiere iniciado antes de tiempo (v. fs. 405). En definitiva, es esa
imposibilidad de certeza la hace que estemos ante una chance.
El juez de grado, precisamente, destacó que la joven “padecía una enfermedad de base,
asma…que el fallecimiento fue provocado por dicha afección…pero no puede precisarse
con la misma certeza que de haber arribado más rápido la ambulancia hubiere salvado su
vida…si puede suponerse…que dentro del rango de probabilidades
existentes…probablemente se hubiera podido hacer algo para evitar el fallecimiento”.
Así las cosas, tras un examen detenido de la causa, y teniendo en cuenta además que el
dictamen pericial no se impugnó por las encartadas, estimo que en el caso estamos ante una
pérdida de chance seria; vale decir, que ésta ha alcanzado un grado tal de magnitud que
permite erigirla en una probabilidad suficiente de evitar el daño acontecido. En tal
inteligencia, he de proponer al Acuerdo la confirmación de la sentencia de primera
instancia en lo que hace a la cuestión fondal de la pérdida de la chance indemnizable, mas
no en lo atinente a los porcentajes de responsabilidad atribuidos. Considero que la
responsabilidad de la emplazada debe ser establecida de manera total, sin perjuicio de que -
a la hora de fijar la indemnización- los montos se determinen por la pérdida de la chance
misma, y no por el perjuicio derivado de la muerte. De este punto me he de ocupar a
continuación.

V. La indemnización
Como acabo de anticiparlo, corresponde analizar ahora el álgido tema de la indemnización,
abordando el estudio de los distintos rubros que han sido cuestionados.

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V. a. El daño material. “Valor vida”.
El juez de grado fijó por este concepto la suma $70.000, la que debía ser dividida en partes
iguales por los accionantes; decisum que motivara el agravio de ambas partes.
Me parece indudable que la valoración económica de la vida humana implica la medición o
cuantificación del daño o perjuicio que sufren aquellas personas que eran destinatarias -o
que podrían serlo en el futuro- de todos o parte de los bienes económicos que el fallecido
producía o podía llegar a producir, y en razón que esa fuente de ingresos (o posibilidad de
fuente de ingresos) se extingue (ver, Bustamante Alsina, Jorge, “El valor económico de la
vida humana y la reparación del daño patrimonial causado por homicidio”, ED, 124-
656; Taraborrelli, José N. y Bianchi, Silvia Noemí, “Cuantificación de la
indemnización por la pérdida de la vida humana”, LL, ejemplar del 4/1/2008, p. 1). Esto
significa que lo que se valora no es la vida misma -que ha fenecido- sino las consecuencias
que se generan hacia otros sujetos; precisamente por la brusca interrupción
de la actividad creadora de bienes -o del cese de la posibilidad de esta actividad creadora
en el futuro- que la muerte elimina. O sea, que corresponde desentrañar la eventual
privación de los beneficios actuales o futuros que la vida de la difunta reportaba o podía
haber llegado a reportar a los actores. En tal virtud, tendrá que ser materia de evaluación la
capacidad productiva presente o futura de la extinta, su edad y posible sobre vida, como
también analizar la situación de los damnificados; considerando lo que recibían o podían
llegar a recibir, sus ingresos, profesión, edad, etcétera.
En el caso sub exámine se advierte que la joven L.B. -al momento de su fallecimiento-
contaba con 22 años de edad, era de estado civil soltera y de ocupación estudiante. Por otro
lado, N.B.I. (su madre) contaba -al momento de la experticia psicológica- 56 años de edad,
era de estado civil casada y de oficio ama de casa; mientras que H.E.C. (el padre) contaba
con 62 años de edad, era de estado civil casado y de ocupación empleado administrativo.
En el apuntado cuadro de situación, teniendo en cuenta -además- las condiciones
económicas de la familia (que se desprenden de las diversas declaraciones testimoniales -v.
fs. 219, 232/232, 244/245, 253 y 265- y de las constancias del beneficio de litigar sin gastos
-expte. 96.110/2003-), y lo informado por la Escuela Nro. 15 de la Provincia de Buenos
Aires en lo relativo al desempeño estudiantil de la extinta, soy de la opinión que los
justiprecios efectuados sobre este rubro en la instancia de grado devienen ajustados a
derecho. Ello hace que proponga a mis colegas que se confirme la partida dispuesta de
$70.000; monto que deberá ser evaluado -como antes se analizó- desde la perspectiva de
una pérdida de chance.

V. b. Indemnización por daño moral


En lo que respecta al daño moral, el juez de grado fijó por este concepto la suma de
$56.000 -a dividir en mitades por los accionantes-; resolución que también dio origen a las
quejas de las partes.
En general se admite que para que estemos ante un daño moral es indispensable que se trate
de una lesión a los sentimientos o afecciones legítimas, perturbándose la tranquilidad y el
ritmo normal de vida, por lo que constituye una alteración desfavorable en las capacidades
del individuo para sentir, querer y entender; traduciéndose en un modo de estar de la
persona diferente de aquél en que se hallaba antes del hecho.
Es que el daño moral -en tanto configura un menoscabo a los intereses no patrimoniales- es
el conjunto de sinsabores, angustias, pesares, sufrimientos, etcétera, que el injusto provocó

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en el damnificado; más allá de las secuelas de orden psíquico que el episodio pueda o no
dejar en la víctima, según su peculiar sensibilidad y circunstancias personales (ver
Cammarota, Antonio, “Responsabilidad extracontractual. Hechos y actos ilícitos”, ed.
Depalma, Buenos Aires, 1947, p. 102; Zavala de González, Matilde, “Resarcimiento de
daños, T. 2b, pág. 593 y ss.; Zannoni, Eduardo A., “El daño en la responsabilidad civil”,
Ed. Astrea, p. 287; CNCiv, Sala C, 22-12-2005, “Vega Rubilan, Soria de las Mercedes c/
Transporte Automotor General Las Heras SRL”, LL, online; íd., Sala E, 26-5-2006,
“Montalbetti, Carlos F. y otros c/ Microómnibus Sur SAC y otros”).
Ahora bien, el daño moral recae en el lado íntimo de la personalidad; y al respecto
es verdad que nadie puede indagar el espíritu de otro tan profundamente
como para poder afirmar con certeza la existencia, y en su caso la intensidad,
del padecimiento y angustia que se invoca. Es que se trata de un sentimiento que, como
decía Kant, representa un estado que “no contiene más que lo subjetivo puro” (ver
“Principios metafísicos del Derecho”, p. 13, Imprenta de José María Pérez, Madrid, 1873).
Sin embargo, la circunstancia de que estemos ante supuestos de alteraciones
emocionales profundamente subjetivas e inescrutables no ha de impedir la evaluación
del juez, la que –necesariamente– tendrá que ser objetiva y abstracta; para lo cual se
considerará cuál pudo ser hipotéticamente el estado de ánimo de una persona común,
colocada en las mismas condiciones concretas en que se halló la víctima del acto lesivo (ver
Bustamante Alsina, Jorge, “Teoría General de la Responsabilidad civil”, p. 247, 9 edición,
Abeledo Perrot, 1997). En este sentido, no parecería un requisito necesario la
demostración de la existencia concreta del daño moral; a tal punto que se ha sostenido que
dicha prueba –de producirse– sería irrelevante para el Derecho, pues lo que hay que tener
en cuenta es el dolor o sufrimiento moral que el hecho en cuestión produce normalmente
en los sujetos, dado que se estaría ante un efecto “previsto de antemano por la norma”
(ver Brebbia, Roberto H., “El daño moral”, p. 86, Ed. Orbir, 2 edición, Rosario, 1967).
En la presente causa no debemos soslayar el profundo dolor que en sí mismo hace presumir
la pérdida del ser querido, como lo es nada menos que una hija; por lo que la sola
enunciación de esta terrible desgracia torna innecesario abundar en otras consideraciones;
de modo que la procedencia de esta partida deviene incontestable. De acuerdo a los
referidos parámetros, entiendo que la cantidad fijada por el judicante es algo reducida. Por
ello, propongo que la indemnización por daño moral se eleve a la suma de $ 70.000 -
$35.000 para cada uno de los actores-; importes éstos que se determinan, como ya quedó
dicho, partiendo desde la evaluación de una pérdida de chance.

V. c. Indemnización por daño psíquico.


En cuanto a la partida otorgada por daño psíquico, no se discute que con ella se tiende a
indemnizar la falta de salud mental derivada de un hecho ilícito, debiéndose verificar -a los
fines indemnizatorios- la naturaleza y la entidad del interés lesionado. Tal como sucede
con las lesiones físicas, se está ante una inhabilidad o dificultad apreciable en algún grado
para el ejercicio de funciones vitales, sin que importe que tal disminución no afecte la
capacidad productiva del individuo, dado que existe también un derecho en el sujeto a
conservar ilesa e intacta su psiquis.
Desde otra perspectiva, la jurisprudencia ha dicho que para fijar el monto indemnizatorio
por la incapacidad de marras, debe estarse al prudente arbitrio judicial. El órgano
jurisdiccional apreciará así la trascendencia de las lesiones sufridas, la edad de la víctima,

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su actividad, condición social, estado civil, trabajos cumplidos, situación económico social
de la unidad familiar, cantidad de personas a cargo del afectado, etc. (cfr. CNCiv., Sala D,
del 7/11/1968, ED, 25-428; íd, íd., del 9/5/1972, ED, 43-740; íd., Sala E, del 23/3/1961,
ED, 1-58; entre muchos otros).
A tenor de lo informado en la experticia de autos, el suceso que aquí me ocupa les generó a
los progenitores una incapacidad psíquica: del 40% para N.B.I., y del 15 % para H.E.C. (v.
fs. 351/379). He de atenerme a estos dictámenes. Es que en materia de procesos de daños y
perjuicios, la prueba pericial deviene relevante ya que el informe del experto no es una
mera apreciación sobre la materia del litigio, sino un análisis razonado con bases científicas
y conocimientos técnicos (CNCiv., Sala D., en autos “Yapura, Gregoria Erminda c/
Transporte Automotor Riachuelo S.A. s/ Ds. y Ps.”, expte. libre n 77.257/98, del 8/10/02;
íd., “Fiorito, José Luis c/ Petersen, José y otro s/ Ds. y Ps”, expte. libre n 105.505/97, del
20/09/91).
Deberá tenerse presente que la función de la prueba de peritos es de asesoramiento, pues se
trata de cuestiones ajenas al derecho respecto de los cuales el Juez no tiene conocimientos
específicos. La solvencia técnica que se desprende de cada profesión indica que los
dictámenes de expertos es lo que resulta más adecuado; y ello es así porque es el fruto del
examen objetivo de circunstancias de hecho, de aplicación a éstas de los principios
científicos inherentes a la especialidad, y de los razonamientos que siguen para dar
respuesta a los temas sometidos a su dictamen (CNCiv., Sala “D”, en autos “Quiros de
Delgado, Nélida c/ Ferrocarriles Metropolitanos S.A. s/ Daños y Perjuicios”, expte. libre nº
25.403/93 del 27/12/96). (cfr., además, mi anterior voto in re “Chomsky c/ Palavecino s/ ds.
y ps.”, del 15/12/2005).
Por otro lado, no puede soslayarse que el dictamen en estudio no ha sido impugnado por la
demandada. En este sentido, repárase que el art. 458 in fine del ritual autoriza a la parte a
designar un consultor técnico; el que -contando con la idoneidad del caso- no sólo está en
condiciones de glosar a la causa la respectiva impugnación, sino que puede acudir a
elaborar una verdadera contra experticia que lleve al ánimo del juez de que son acertadas
sus operaciones técnicas y fundamentos científicos, en lugar de los volcados por el perito
designado de oficio. La emplazada, bueno es precisarlo, no ha acudido a esta herramienta
procesal.
En el contexto referido, considero que la suma fijada por el a quo ($22.400 para la madre y
$8.400 para el padre) resulta adecuada para enjugar el daño sufrido; importes que
determino desde la óptica de una pérdida de chance.

V.d. Indemnización por tratamiento psicológico


En el caso de autos ha sido concluyente la idónea al puntualizar acerca de la necesidad de
que los progenitores se sometan a un tratamiento psicoterapéutico: en lo que se refiere a la
madre, se estimó en dos años de duración a razón de dos sesiones semanales; para el padre,
de un año de duración con una sesión semanal; estimando un costo promedio por sesión de
$60 (v. fs. 351/379). Destácase que la partida que aquí se dispone de ningún modo se
superpone con la acordada por incapacidad psíquica, ya que mientras ésta apunta a reparar -
mediante la entrega de una suma de dinero- la mentada incapacidad; la suma otorgada por
tratamiento psicológico no se dirige a esa reparación sino a que la actora pueda sobrellevar
en el futuro aquella dolencia psíquica que aconteciera por el injusto; tratando en todo caso
de neutralizarla de ser ello factible. Claro está que, como he dicho en otros precedentes,

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habrá que valorar en cada caso si se justifica o no la indemnización diferenciada de ambos
rubros (ver lo resuelto in re “Alderete c/ Transportes Colegiales S.A.”, del 15/5/2007);
pronunciándome en el presente por la afirmativa.
En función de lo narrado, y dado que no encuentro motivo alguno para apartarme de las
conclusiones a las que arribara la experta psicóloga, se propone al Acuerdo confirmar la
partida en análisis ($2.016 para la madre y $504 para el padre). Es que -precisamente- los
valores establecidos por el judicante los estimo ajustados a una indemnización por pérdida
de chance.

V.e. Gastos de farmacia y traslado


En lo que hace a los gastos de atención médica y de farmacia, la jurisprudencia ha decidido
que resulta procedente el reintegro de este tipo de erogaciones en que debió incurrir la
víctima como consecuencia de un hecho ilícito. Y ello es así aunque no exista prueba
documentada que demuestre precisa y directamente su erogación, siempre que resulte
razonable su correlación con la lesión sufrida y el tiempo de su tratamiento. Lo propio
acontece aún en el caso de que el damnificado haya sido atendido en hospitales públicos o
que cuente con cobertura social, toda vez que siempre existen erogaciones que no son
completamente cubiertas (cfr. esta Sala, “Chaparro c/ Coop. Ltda. de Seguros Bernardino
Rivadavia s/ ds. y ps.”, del 18/4/96; íd., mi voto in re “Hidalgo c/ Rolón”, del 5/3/07).
En virtud de lo reseñado y dado el marco fáctico de autos, considero acertada la suma
fijada por el juez de grado ($9.100); por lo que propondré también al Acuerdo su
confirmación.

VI. Conclusión
Conforme a las consideraciones fácticas y jurídicas desplegadas a lo largo del presente
voto, propongo al Acuerdo modificar la sentencia de primera instancia en lo principal que
decide -estableciendo la total responsabilidad a la demandada por los hechos acaecidos-, y
fijar un nuevo monto de condena, que pasará a ser de $182.420. Costas de Alzada a la
emplazada vencida (art. 68 del CPCCN).
Los Dres. Ramos Feijóo y Sansó, por análogas razones a las aducidas por el Dr.
Mizrahi, votaron en el mismo sentido a la cuestión propuesta.
Con lo que terminó el acto: MAURICIO LUIS MIZRAHI.- CLAUDIO RAMOS
FEIJOO – GERONIMO SANSO.-
Es fiel del Acuerdo.-
Buenos Aires, junio de 2009.-
Y VISTOS: Por lo que resulta de la votación que instruye el Acuerdo que antecede, se
resuelve modificar la sentencia de primera instancia en lo principal que decide -
estableciendo la total responsabilidad a la demandada por los hechos acaecidos-, y fijar un
nuevo monto de condena, que pasará a ser de $182.420. Costas de Alzada a la emplazada
vencida (art. 68 del CPCCN).
Teniendo en cuenta como se decide en esta instancia, difiérese la adecuación dispuesta por
el art. 279 del Código Procesal respecto de las regulaciones practicadas a fs. 492 vta., así
como la determinación de los honorarios correspondientes a la tarea desplegada en la
Alzada, hasta tanto exista liquidación definitiva aprobada (conf. Art. 1 de la ley nº 24.432).-

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Bibliografía
Código civil

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