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Las Casas fue adquiriendo ante los gobernantes una actitud que recuerda a la
de los profetas de Israel, por su dimensión trascendente y su estilo inspirado. El terreno
predilecto de Las Casas en su acción en pro de los indios es ante la Corte (y tiene éxito
ante ésta y ante el Consejo de Indias en la fase decisiva de las Leyes Nuevas).
Hay incomprensión con respecto al autor por no haber dedicado su vida a la
conversión paciente de algunos indios de alguna región, pero él fue mucho más político
que misionero.
En la época de la vocación de Las Casas era infinitamente más poderoso y
difundido que hoy en la cristiandad el sentimiento apocalíptico de la venida del Juicio
Final. Son un rasgo curioso los constantes demostrativos “éstas”, “está”, refiriéndose a
las Indias o a alguna de sus islas, así, parecía proyectarse el escritor en la mentalidad de
los lectores en “este” Nuevo Mundo. Esto se relaciona con el profetismo escatológico de
Las Casas al hablar de la destrucción de España por castigo divino. Entonces, por esto,
los misioneros, se sentían enviados pero también con una misión que estaba
directamente relacionada con el Fin del Mundo. Así esta misión es sentida, por quienes
les toca realizarla, superior. Según Bataillón, muchos aspectos típicos de Las Casas
pueden relacionarse con la conciencia de desempeñar una función de profeta enviado
por Dios, principalmente para reivindicar las divinas exigencias frente al rey, ya sea éste
opresor o cómplice.
Así, sus dos mayores dificultades en su tarea de convencer son, por un lado,
la situación mental del propio soberano, por otro, los testimonios de otros religiosos que
llevaban, como él, sus argumentos al rey y reclamaban encomienda perpetua.
Entonces, Las Casas aplica a la tragedia presente, con la mayor naturalidad,
las frases bíblicas.
“Es archirracional el método lascasiano de argumentar con el confesor del
rey, quitando credibilidad a los confesores de la encomienda, a quienes acusa de dejarse
sobornar ensalzando al insobornable franciscano Soto como a otro testigo de la verdad
de Dios. Junto con esto la certidumbre de haber sido él mismo “puesto por Dios” para
dar testimonio de su verdad es como una luz interior recibida desde arriba, y permite
decir que, hasta este punto por lo menos, se identifica con los profetas.
El crédito del que gozba Las Casas es explicado, por ejemplo, en el anónimo
de Yucay, diciendo que el demonio había engañado a Las Casas, precisamente por ser
buen religioso, y a través de él, al mundo entero.
Según Menéndez Pidal, Las Casas era paranoico, pero supone que la
Historia de Indias es producto de una rspuesta a un llamado superior. En la Brevísima,
en su empeño por desacreditarla, pasa por alto la misma postura que había advertido en
la Historia: que el libro pretende un tono y hasta una organización de profecía.
Las Casas recurre a las escrituras como a ningún otro texto para acendrar su
cristianismo, para apoyar sus alegatos, para justificar sus acusaciones.
Jeremías es el modelo más adecuado par las intenciones de Las Casas, ya
que en pasajes de Jeremías se ordena la palabra escrita para atestiguar acusaciones. Los
mandatos divinos (como en Jeremías) inspirarán en el historiador este “segundo” texto.
Pero no le quedó a Las Casas, como antes a Jeremías, más que contemplar el triunfo de
la desobediencia a la voz divina, el desacato a un Señor que amenazaba venganza. Al
presenciar esa irreverencia, Las Casas se atribuye el papel de historiador mensajero,
nuncio del castigo que por faltar a las normas cristianas tendría que recibir España.
De las cuatro profecías mayores, el Libro de Jeremías parece más próximo al
texto de Las Casas porque sus versículos desarrollan con especial fuerza la imagen más
efectiva de la prosa lascasiana: la de la soledad, la de las tierras baldías. En ambas obras
descuella el lamento por la tierra que fue saqueada, abandonada. No hay pasaje donde al
alabar la calidad del suelo olvide el cronista la abundancia de gente que lo habitaba.
Este procedimiento de oponer una pasado esplendoroso a un presente de soledad y dolor
muestra su clara voluntad de hacer resaltar contrastes al modo bíblico.
Ambos atestiguan el arrasamiento y ambos se quejan con lamento semejante
porque la causa del llanto del profeta viene a ser la misma que la de Las Casas. El
castigo sufrido por los americanos aparecía también en un versículo de Jeremías (“Los
fuertes morirán al filo de la espada; sus hijos y sus hijas morirán de hambre”): La tan
pesimista imposibilidad de huida estaba también anunciada. Lo mismo pasa con el
hecho del canibalismo. No hay desobediencia en el hombre de América y, sin embargo,
debe sufrir un castigo que en mucho se parecía al anunciado contra el pueblo rebelde de
Israel.
Los defectos que Jeremías denunciaba entre los judíos, Las Casas los
encuentra en los españoles: dice que su motivación es el oro.
Las Casas va delineando en su obra uno de los grandes temas de la época: la
necesidad de hacer entender a los cristianos que el cristianismo era una práctica, no una
simple denominación.
Así, también se aproxima la prosa lascasiana a la de los erasmistas españoles
(ej: la parte del becerro de oror).
Una de las imágenes más poderosas es aquella en que los naturales
americanos se muestran convencidos de que el dios de los conquistadores es el oro.
También (como ya se dijo antes) la referencia a las ovejas, a los malos
pastores que en vez de cuidar el rebaño lo conducen al matadero. Todas las acusaciones
contra la conquista expresadas por Las Casas no pueden menos que transformarse en
críticas contra el estado del cristianismo en España.
Por ello que al discutir la calidad moral de sus compatriotas Las Casas ataca
la empresa misma en que estaban empeñados y en la Brevísima Relación… enfila su
pluma contra uno de los temas recurrentes en la naciente historiografía indiana: el que
describía la conquista como una empresa de tinte heroico, legendario y hasta
providencial. En la Brevísima Relción la presencia de Dios se manifiesta
invariablemente como castigo contra los españoles.
El asunto todo de la esclavitud bien pudiera inspirarse en capítulos de
Jeremías que denuncian el quebrantamiento de la ley de servidumbre por parte de los
israelitas, que llegado el tiempo prometido no dan libertad a sus servidores, porque el
pueblo español también había faltado en el cumplimiento de los pactos establecidos para
tratar a los indios: cuando dice que los que regían las Indias no entendían aquello que
está en sus leyes, se refiere a las Leyes de Burgos (1512-1513) que establecía el
descanso y el tratamiento de semejante para los hombres del nuevo mundo.
Uno de los propósitos fundamentales de toda su gran obra fue la igualdad de
la naturaleza humana.
Carpeta
(Agrego datos que considero relevantes y que no aparecen, según recuerdo,
en los textos).