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LA NUEVA IGLESIA

Praenotamen: el objeto de este trabajo es tratar de avanzar en las consideraciones acerca de la iglesia oficial, a fin de
tener claro frente a qué estamos. Afirmo todo lo escrito aquí, sabiendo que se puede seguir profundizando en la
investigación.

Capítulo 1º: Consideraciones generales.

En general podemos decir que una iglesia es una congregación de fieles con un objetivo religioso.

Es decir: el término “iglesia” designa a una especie de sociedad. En toda sociedad tenemos:

– causa material: las personas que son miembros.

– causa formal: la unión de las voluntades de esos miembros en la prosecución de un fin.

– causa eficiente: la autoridad que la fundó y la mantiene, gobernándola. La causa eficiente es la que
establece el fin que especifica esa sociedad

– causa final: el objetivo, el fin buscado en la sociedad. Es lo que se llama “el bien común”.

¿Qué especifica a una sociedad para que sea “iglesia” y no sea otro tipo de sociedad (familiar, comercial, etc.)? Que
sea una sociedad religiosa: que tenga como fin, ordenar sus miembros hacia Dios. (cf. lo que ya habíamos dicho
acerca de la religión). Entre las sociedades, la diferencia específica para determinar que es “iglesia”, es el orden a
Dios; la causa final, el “bien común” buscado, debe ser la gloria de Dios.

Para que esa sociedad sea una sociedad perfecta (“sui juris”), no debe depender de otra. Para eso, debe poder
alcanzar su fin por sí misma. Entonces será perfectamente “sociedad”; y si lo aplicamos a una sociedad religiosa,
entonces lo que tengamos será perfectamente “iglesia”.

Ahora bien: lo que diferenciará específicamente a una “iglesia” de otra, es si el fin es específicamente distinto del
de las demás. O lo que es lo mismo: si el fin de la religión de esa iglesia es propiamente distinto del de otra religión.

Por último, debemos considerar si el dios al que está ordenada es el dios verdadero o es un dios falso. Esto nos
mostrará cuál sea la iglesia verdadera, o cuál sea una iglesia falsa.

Capítulo 2º: La religión de la iglesia conciliar.

Artículo 1: La iglesia después del concilio tiene como objeto de su religión algo distinto del objeto de la religión católica:
es la religión de cierta divinidad en el Hombre.

1º) En la doctrina modernista se aplican atributos divinos al Hombre.

Cf. en la “Gaudium et Spes” (Juan Pablo II la llamó “la carta magna del CV II”; toda ella es un canto al Hombre):

Nº 11:
“¿Qué piensa del hombre la Iglesia? ¿Qué criterios fundamentales deben recomendarse para levantar el edificio de la
sociedad actual? ¿Qué sentido último tiene la acción humana en el universo? He aquí las preguntas que aguardan
respuesta. Esta hará ver con claridad que el Pueblo de Dios y la humanidad, de la que aquél forma parte, se prestan
mutuo servicio, lo cual demuestra que la misión de la Iglesia es religiosa y, por lo mismo, plenamente humana“.
Nº 12:
“Creyentes y no creyentes están generalmente de acuerdo en este punto: todos los bienes de la tierradeben ordenarse
en función del hombre, centro y cima de todos ellos.”

Nº 24: “… el hombre, única creatura que Dios ha amado por sí mismo…”

Nº 25:
“La índole social del hombre demuestra que el desarrollo de la persona humana y el crecimiento de la propia sociedad
están mutuamente condicionados. Porque el principio, el sujeto y el fin de todas lasinstituciones sociales es y debe ser
la persona humana.”.

Discurso de clausura del Concilio, pronunciado por Pablo VI (7 de diciembre de 1965):

Nº 5:
“el humanismo laico y profano ha aparecido, finalmente, en toda su terrible estatura y, en un cierto sentido, ha
desafiado al Concilio. La religión del Dios que se ha hecho Hombre se ha encontrado con la religión –porque tal es-
del hombre que se hace Dios. ¿Qué ha sucedido? ¿Un choque, una lucha, una condenación? Podía haberse dado, pero
no se produjo. La antigua historia del samaritano ha sido la pauta de la espiritualidad del Concilio. Una simpatía
inmensa lo ha penetrado todo. El descubrimiento de las necesidades humanas –y son tanto mayores, cuanto más
grande se hace el hijo de la tierra- ha absorbido la atención de nuestro sínodo. Vosotros, humanistas modernos, que
renunciáis a la trascendencia de las cosas supremas, conferidle siquiera este mérito y reconoced nuestro nuevo
humanismo: también nosotros –y más que nadie- somos promotores del hombre.”

Nº 7:
“La mentalidad moderna, habituada a juzgar todas las cosas bajo el aspecto del valor, es decir, de su utilidad, deberá
admitir que el valor del Concilio es grande, al menos por esto: que todo sea dirigido a la utilidad humana; por tanto,
que no se llame nunca inútil una religión como la católica, la cual, en su forma más consciente y más eficaz, como es
la conciliar, se declara toda a favor y en servicio del hombre. La religión católica y la vida humana reafirman así su
alianza, su convergencia en una sola humana realidad: la religión católica es para la humanidad, en cierto sentido,
ella es la vida de la humanidad. Es la vida, por la interpretación, finalmente exacta y sublime, que nuestra religión da
del hombre (¿No es el hombre él solo, misterio para sí mismo?), y la da precisamente en virtud de su ciencia de
Dios para conocer al hombre, al hombre verdadero, al hombre integral, es necesario conocer a Dios.”

Haciendo un sofisma (partiendo de una premisa falsa), allí mismo Pablo VI llega a decir que el humanismo es
teocéntrico, haciéndolo de esa manera, divino:

Nº 8:
“Y si recordamos, venerables hermanos e hijos aquí presentes, cómo en el rostro de cada hombre, especialmente si se
ha hecho transparente por sus lágrimas y dolores, podemos y debemos reconocer el rostro de Cristo (cf. Mt. 25, 40), el
Hijo del Hombre, y en el rostro de Cristo podemos y debemos, además, reconocer el rostro del Padre celestial: “Quien
me ve a mí –dijo Jesús- ve también al Padre” (Jn. 14, 9),nuestro humanismo se hace cristianismo, nuestro cristianismo
se hace teocéntrico; tanto que podemos afirmar también: para conocer a Dios, es necesario conocer al hombre“.

¿Estaría destinado entonces este Concilio, que ha dedicado al hombre principalmente su estudiosa atención a
proponer de nuevo al mundo moderno la escala de las liberadoras y consoladoras ascensiones? ¿No sería, en
definitiva, un simple, nuevo y solemne enseñar a amar al hombre para amar a Dios? Amar al hombre –decimos-, no
como instrumento, sino como primer término hacia el supremo término trascendente, principio y razón de todo amor, y
entonces este Concilio entero se reduce a su definitivo significado religioso, no siendo otra cosa que una potente y
amistosa invitación a la humanidad de hoy a encontrar de nuevo por la vía del amor fraterno, a aquel Dios “de quien
alejarse es caer, a quien dirigirse es levantarse, en quien permanecer es estar firme, a quien volver es renacer, en
quien habitar es vivir”.

2º) La doctrina conciliar lo va a aplicar ese principio general (ordenación al hombre) a todos los temas de la
religión.

1) Cristo es importante, pero porque es el Hombre:


“Gaudium et spes”, Nº 22:
“En realidad, el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado. Porque Adán, el primer
hombre, era figura del que había de venir, es decir, Cristo nuestro Señor. Cristo, el nuevo Adán, en la misma
revelación del misterio del Padre y de su amor, manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la
sublimidad de su vocación.

(…) El Hijo de Dios con su encarnación se ha unido, en cierto modo, con todo hombre.

(…) Cristo murió por todos, y la vocación suprema del hombre en realidad es una sola, es decir, la divina. En
consecuencia, debemos creer que el Espíritu Santo ofrece a todos la posibilidad de que, en la forma de sólo Dios
conocida, se asocien a este misterio pascual.

Este es el gran misterio del hombre que la Revelación cristiana esclarece a los fieles.”

2) Moral:

1. El parámetro de las acciones humanas es el hombre: “La actividad humana, así como procede del hombre, así
también se ordena al hombre. (…) Por tanto, ésta es la norma de la actividad humana: que, de acuerdo con los
designios y voluntad divinos, sea conforme al auténtico bien del género humano y permitaal hombre, como individuo y
como miembro de la sociedad, cultivar y realizar íntegramente su plena vocación“ (“Gaudium et spes” Nº 35)

2. El pecado es malo porque daña la dignidad del hombre: “Pero el Señor vino en persona para liberar y vigorizar al
hombre, renovándole interiormente y expulsando al príncipe de este mundo, que le retenía en la esclavitud del pecado.
El pecado rebaja al hombre, impidiéndole lograr su propia plenitud.” (“Gaudium et spes” Nº 13)

3. “La propia dignidad humana pide, pues, que glorifique a Dios en su cuerpo y no permita que lo esclavicen las
inclinaciones depravadas de su corazón.” (“Gaudium et spes” Nº 14)

3) Fraternidad universal (lenguaje masónico):

– “Así, pues, a los que creen en la caridad divina les da la certeza de que abrir a todos los hombres los caminos del
amor y esforzarse por instaurar la fraternidad universal no son cosas inútiles” (“Gaudium et spes” Nº 38)

– “Pues los bienes de la dignidad humana, la unión fraterna y la libertad; en una palabra, todos los frutos excelentes
de la naturaleza y de nuestro esfuerzo, después de haberlos propagado por la tierra en el Espíritu del Señor y de
acuerdo con su mandato, volveremos a encontrarlos limpios de toda mancha, iluminados y transfigurados, cuando
Cristo entregue al Padre el reino eterno y universal: «reino de verdad y de vida; reino de santidad y gracia; reino de
justicia, de amor y de paz». El reino está ya misteriosamente presente en nuestra tierra; cuando venga el
Señor [¿Quién es ese “Señor”?], consumirá su perfección.”(“Gaudium et spes” Nº 39)

4) Incluso el ateísmo es reprobable, pero porque “priva al hombre de su innata grandeza” (“Gaudium et spes” Nº 21).

5) Para resumir:

1. La doctrina del Concilio Vaticano II es propiamente una religión, puesto que se ordena a
un culto.

El Padre Calderón muestra bien este punto, en su libro “Prometeo, la religión del hombre”:

“Formalmente considerada, la novedad conciliar consiste en una actitud religiosa que reorienta todas las cosas al
hombre, en cuanto es imagen de Dios y primogénito de toda la creación (…)

Conclusión: Formalmente considerada, la modalidad impresa en la Iglesia por el Concilio Vaticano II es una nueva
religión. Tiene como finalidad
rendir culto a la dignidad de la persona humana, en lo que coincide con el humanismo ateo; pero, a diferencia de éste,
halla en el hombre un valor trascendente en cuanto imagen viva de la divinidad, que coronaría a Dios como
Creador.” (página 71 y 72).

“No nos parece necesario prolongar la demostración. El Concilio Vaticano II ha reemplazado la religión cristiana por
una nueva religión, «la Religión del Hombre». Y como él mismo reconoce que el hombre es sólo imagen de Dios,
tendría que reconocer que ha instaurado una nueva idolatría.“ (página 320).

Al leer y analizar los textos conciliares, es necesario concluir que la doctrina del CVII “formalmente es una nueva
religión”. Porque establece principios de cómo adorar a un dios.

2. En ese culto aparece el hombre. El Padre Calderón llega a decir: “Si consideramos, entonces, la modalidad
introducida por el Concilio según su forma propia, debemos decir que se trata de una nueva religión que adora al
hombre como realidad suprema de la creación y del Creador. En pocas palabras, lo que aquí tenemos es «La Religión
del Hombre».”

Hasta aquí sigo al Padre Calderón. Pero pienso que en el modernismo hay algo más:

Artículo 2: aún cuando en los textos del CV II se dan al hombre caracteres divinos, también
se ve que hay algo más: hay una cierta divinidad.

1º) En el lenguaje confuso del Concilio, este menciona al hombre y a una divinidad. Cf.:

– en “Gaudium et spes”: los lugares donde menciona al hombre, también menciona (colocándola al lado) a una
divinidad, a dios.

– el citado discurso de Pablo VI para la clausura del CV II.

– el Padre Calderón mismo lo menciona quizás sin darse cuenta: “El Concilio Vaticano II ha reemplazado la
religión cristiana por una nueva religión, «la Religión del Hombre». Y como él mismo reconoce que el hombre es sólo
imagen de Dios, (…)”. Si el “hombre es solo imagen de Dios”, quiere decir que este dios conciliar es algo distinto del
hombre.

2º) Aquí podemos preguntarnos: esa divinidad, ¿es el mismo Dios que el de la religión católica?

El Dios católico no permite que se vaya a adorar a nadie fuera de Él. Solamente considerando que esa divinidad
está junto (o en) el Hombre divinizado; que incluso Cristo tiene su grandeza pero por ser el Hombre; entonces hay
que decir que este “Dios” del Concilio no es el Dios verdadero, Uno y Trino. Tiene que ser otro ser (supuestamente)
supremo.

Este lenguaje equívoco no nos debe extrañar: aún los masones hablan de “Dios”, “Cristo”, “religión”. Por ejemplo:

– el sacerdote apóstata Roca dirá: “Es por Cristo (“mi Cristo no es aquél del Vaticano”, dijo también él) que ellos
trabajan, conscientemente o no; ellos construyen su cuerpo eclesial, el verdadero templo de Dios, la humanidad
gloriosa del futuro” (en “Glorioso centenario”)

– la Gran Logia Unida de Inglaterra, en una declaración de septiembre de 1985, citada en “Le Figaro” del
17/10/1985 dijo: “La Francmasonería está lejos de ser indiferente a la religión. Sin interferir en su práctica religiosa,
ella espera de cada uno de sus miembros que sean fieles a su propia fe y que coloque a sus deberes con respecto a Dios
(bajo cualquier nombre que sea conocido) por arriba de todos los otros deberes. De este modo la Francmasonería
puede ser considerada como un apoyo de la religión.”

3º) Se puede pensar que esa “divinidad” es el demonio mismo.


Si esa “divinidad” es una realidad, un ser real, entonces:

No puede ser Dios, el verdadero Dios. Pero tiene que ser algo que nos trascienda, que trascienda al hombre en
general. Lo único que hay sobre los hombres y debajo de Dios, son los ángeles. Los Ángeles salvados no pueden
pretender ser adorados.

Por lo tanto sólo puede ser un ángel condenado, es decir, un demonio.

Ahora bien: entre los demonios también hay jerarquía, aunque sea por la fuerza. Y entre ellos, el demonio“es el rey
de todos los hijos de la soberbia” (Job 41, 25), porque es el que los gobierna para apartarse de Dios con la excusa de
la libertad (Santo Tomás, Suma Teológica, IIIº cuestión 8 art. 7).

Por lo tanto esa divinidad de que habla el Concilio puede ser el demonio mismo.

Ahora bien, ¿lo es? Podemos afirmarlo, porque:

1) Como veremos, el que verdaderamente dirigió el Concilio fue la alta masonería

Ahora bien: la masonería es satanista:

Albert Pike, gran sacerdote luciferino, fundador del rito paládico luciferino, Gran Pontífice de la Francmasonería
universal, grado 33 dijo:

– en su declaración del 14 de julio del 1889 a los 23 Consejos Supremos del mundo: “Lo que debemos decir al vulgo
es esto: “Nosotros adoramos un Dios, pero es el Dios al cual se lo adora sin superstición”.

A vosotros, Soberanos Grandes Instructores Generales, decimos esto para que ustedes lo repitan a los Hermanos de los
grados 32, 31 y 30:

“La religión masónica deberá ser mantenida, por todos los iniciados en los más altos grados, en la pureza de la
doctrina luciferina…

(…) Sí, Lucifer es Dios, y desgraciadamente Adonai [la Santísima Trinidad, Dios] también es Dios. Puesto que la ley
eterna es tal que no existe luz sin tinieblas, ni belleza sin fealdad, ni blanco sin negro, porque lo Absoluto no puede
existir más que como dos dioses; puesto que las tinieblas son necesarias a la luz para servirle de oscuridad; como el
pedestal es necesario a la estatua y el freno a la locomotora… Así la doctrina del satanismo [nota: los que quieran
presentar a Satanás como maléfico] es una herejía, y la verdadera y pura religión filosófica es la creencia en Lucifer,
el igual a Adonai; pero Lucifer, el Dios de la Luz y Dios del Bien, lucha por la Humanidad contra Adonai” (Cf. La
Civiltà Cattolica de 24/9/1894; citado por Pierre Virion “Bientôt un gouvernement mundial, un super et contre-
Église?”, Ed. Téqui, 1967, pág. 231). [Cf.“La Iglesia eclipsada”, pág. 160-161]

2) Y sabemos por revelación, que la religión que impondrá el Anticristo, tendrá en el fondo la adoración del
demonio:

Apocalipsis XIII, 4 y 8: “4Y adoraron al dragón, porque él había dado autoridad a la bestia; y adoraron a la bestia,
diciendo: “¿Quién como la bestia? Y ¿quién puede hacerle guerra?” (…)
8Y lo adorarán (al dragón) todos los moradores de la tierra, aquellos cuyos nombres no están escritos en el libro de la

vida del Cordero inmolado.

Así podemos comprobar que hay unas equivalencias muy luminosas:

1. La masonería tiene un culto al Hombre, a la Razón. Pero detrás de esto, está el culto al Gran Arquitecto del
Universo, Lucifer, el demonio. Éste, revestido de humanismo, culto al hombre, culto a la razón, filantropía.
2. El Concilio Vaticano II atribuye características divinas al hombre, al mismo tiempo que hay una divinidad.

3. La religión que impondrá el Anticristo será la adoración del Hombre (de él mismo, la Bestia del mar) pero al
mismo tiempo, en ese hombre, adorarán también al Dragón.

¿Cómo no ver la relación que tienen estos tres? El agente (masonería, títere del demonio), el medio producido
(iglesia conciliar), fin al que tiende (religión del Anticristo).

Artículo 3º: La iglesia que posee la religión del Concilio.

1. Puesto que una iglesia es propiamente una sociedad religiosa, la organización que profesa oficialmente la
religión del Concilio Vaticano II es propiamente una “iglesia”.

2. Puesto que la doctrina profesada en esta nueva iglesia es distinta de la Fe católica. Estamos frente a una nueva
fe: con nuevas enseñanzas, nuevo magisterio (subjetivista y evolucionista), nuevo sacerdocio, nuevo culto, nueva
estructura eclesiástica, nuevo fin de esa sociedad religiosa.

Artículo 4º: Siendo así, es imposible que las dos sean una sola y la misma iglesia.

Pero, cuando se constata que las enseñanzas del CV II son “una nueva religión”, no se puede admitir que sea solo
una “modalidad” que sigue estando “en la Iglesia católica”.

En su obra, el Padre Calderón reconoce que “la finalidad“ (es decir, lo que va a especificar) de la religión del
Vaticano II es el culto de la persona humana. Ahora bien, la finalidad es lo que especifica una acción.Por lo tanto la
religión del Concilio Vaticano II es una religión específicamente
distinta e incluso opuesta a la católica.

Por lo tanto es imposible que la religión conciliar esté dentro de la Iglesia Católica.

La diferencia que hay entre “Iglesia católica” e “iglesia conciliar” está en lo que determina una religión,
distinguiéndola específicamente de las otras.

La iglesia conciliar verdaderamente es una iglesia, sí, con su doctrina, su jerarquía, su culto.

Pero, al haber cambiado lo que la hace ser “tal” o “cual” iglesia (el dios al que se adora) la iglesia modernista es
específicamente distinta y opuesta a la Iglesia Católica.

Por eso también es imposible subsistan juntas en un mismo sujeto, en una misma organización.

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